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Staff
Moderadoras
Dey Turner & Mel Cipriano

Traductoras
Dey Turner Katita Alyssa Karlamiran
Mel Cipriano lunnanotte Julie Letssink
Sofía Belikov KrisStewpid Marie_Ang Valen Rose
Maca Delos Val_17 rihano Elena Verlac
Mel Went Mary Hanes perpi27 Kary_Ksk
PaoSwagUp hnaoscura Daenerys Vane Ryan
Adriana Melody aa.tesares Julieyrr
Issel *~ Vero ~* Liz Holland Ann Farrow
Moni Snow Q B.C. Fitz Blaire2015
DannyMcFly Charlotte Dunadae Majo_Smile
Zöe.. Jess Rowe Liilyana Janusnelly
Mar Winston Amy Jey Carstairs NnancyC
CrisCras eyeOc Gaz Walker

Correctoras
Melii NnancyC Val_17
Daenerys Alessa mariaesperanza
Ann Farrow Sofía Belikov Karool
Maarlopez MaryJane Gaz Walker
Alaska Danita Andreina
Mterx Alyssa Eli Hart
CrisCras Paltonika xx.MaJo.xx
Mel Wentworth Cami Meliizza

Diseño
Bruja_Luna_
Índice
Sinopsis Capítulo 16
La Profecía Capítulo 17
Prólogo Capítulo 18
Capítulo 1 Capítulo 19
Capítulo 2 Capítulo 20
Capítulo 3 Capítulo 21
Capítulo 4 Capítulo 22
Capítulo 5 Capítulo 23
Capítulo 6 Capítulo 24
Capítulo 7 Capítulo 25
Capítulo 8 Capítulo 26
Capítulo 9 Capítulo 27
Capítulo 10 Capítulo 28
Capítulo 11 Capítulo 29
Capítulo 12
Capítulo 30
Capítulo 13 Ungifted
Capítulo 14 Epílogo
Capítulo 15 Sobre la Autora
Sinopsis
Para la pueblerina rebelde, Dani Webber, la magia y los monstruos
no son más reales que el conejo de pascua... hasta el día en que ella
accidentalmente detiene el tiempo. Dani descubre rápidamente que no
solamente existen los sobrenaturales, sino que es una de ellos. Esta es
una gran noticia para su amigo de toda la vida, Russ, quien finalmente
puede decirle la verdad acerca de su propia condición sobrenatural y su
eterno amor por ella.
Antes de que ambos puedan comenzar a disfrutar la muy atrasada
relación, Dani es llevada por un poderoso Concilio de supernaturales que
creen que ella es la Elegida, destinada a salvarlos de la extinción.
Como si ser secuestrada y esperar que salves el mundo no es lo
suficientemente malo, una antigua profecía advierte sobre la naturaleza
oscura de la Elegida: “Solo el amor más verdadero la mantendrá como
una agente del bien.” El Concilio cree que sabe quién es este “verdadero
amor” y, desafortunadamente, esa persona no es Russ. El misterioso,
poderoso y devastadoramente guapo Vidente es la última persona que
Dani quiere en su vida, pero cuando ella comienza a tener visiones de un
futuro horrible, no tiene a nadie más a quién acudir en busca de ayuda.
Pronto, Dani se encuentra dividida entre dos chicos muy diferentes
con dos opiniones muy diferentes de en quién puede confiar. Con las
visiones empeorando y el tiempo agotándose, Dani es forzada a dejar de
lado sus sentimientos y trabajar tanto con el Vidente como con Russ
antes de que un antiguo mal se desate en la tierra.
Supernaturals #1
Para Robin Daniels. El mejor.
La Profecía
Traducido por Dey Turner
Corregido por Melii

La última profecía del Oráculo:

En vísperas de esa última gran batalla se alzará la más poderosa


que el mundo haya conocido jamás. Sin ella, el Mal ganará. En vísperas
de esa última gran batalla se alzará una más poderosa que el mundo haya
conocido jamás. Solo el amor más verdadero la mantendrá como un agente
del Bien.
Prólogo
Traducido por Dey Turner
Corregido por Melii

Estoy en una gran habitación vacía; una bodega. Está abandonada.


Es oscura, húmeda y con corrientes de aire. El aire es frío, pero no un
frío penetrante, lo que significa que esto ocurrirá pronto, para el otoño ya
habrá llegado, y no pasará mucho tiempo antes de que lo amargo del
invierno llegue.
En la distancia, escucho una puerta azotarse. Miro hacia el sonido
y noto una tenue luz parpadeante colando sombras en la pared en el otro
extremo del edificio. Lo que sea que está creando la luz, está escondido
detrás de maquinaria vieja. Mis pies se arrastran hacia adelante de forma
automática y, cuando rodeo la esquina, jadeo ante lo que veo.
Una chica cuelga de una cruz, muriendo mientras la sangre se
derrama de sus muñecas sobre un destartalado altar de viejos bloques
de cemento a sus pies. No es la ofrenda de sacrificio lo que me sorprende,
espero este tipo de violencia de mis visiones, es la chica en sí. Y su aura.
Estoy sorprendido por la fuerza de su aura. Nunca antes había
visto un espíritu tan radiante. Resplandece con brillantez. Es hermosa,
colorida y bailando con energía incluso mientras la vida gotea fuera de
su cuerpo. Es el aura más poderosa con la que jamás me haya
encontrado.
Estoy sorprendido de ver un aura tan fuerte pertenecer a una
pequeña criatura de aspecto tan frágil. Calculo que tiene alrededor de
doce años, pero mientras me acerco me doy cuenta de que parece más de
mi edad. Es más joven que yo, pero tal vez por solo un año o dos.
Su cabello es de un hermoso café chocolate, y lleno de tantos rizos
que casi luce salvaje. Sus ojos son de unos tonos más claros que su
cabello, y perforan mi alma cuando los miro.
Ya no me doy cuenta de cualquier otro detalle en la visión. Me
concentro únicamente en ella. No puedo evitarlo. Me siento atraído hacia
ella de una manera que no puedo explicar. Es como si su alma me
estuviera llamando, rogándome para encontrarla, tratando de cerrar la
distancia entre nosotros.
Es en este momento en que lo sé. La Creadora me está guiando
hacia ella, hacia esta chica, este ángel. Ella es la que he estado buscando.
La que nos salvará a todos.
Un sentimiento de convicción se agita dentro de mí, más poderoso
que cualquiera que he experimentado. Prometo encontrarla. Juro
salvarla de este devastador destino.
Observo el resto de la visión con un nuevo fervor, tomando cada
posible detalle. Mil preguntas corren por mi mente, pero solo una se
escapa de mis labios. La que estoy más desesperado por saber: —¿Quién
eres?
1
Traducido por Mel Cipriano & Sofía Belikov
Corregido por Daenerys

—¡Dani!
Genial. Ahora hasta escuchaba su voz en mis sueños.
—¡Psst! ¡Dani, despierta!
O no. Me incorporé desde la esquina más profunda de mi sueño, y
abrí los ojos. Estaba oscuro, y yo estaba desorientada, pero no necesitaba
luz para saber que él estaba flotando por encima de mi cabeza.
—Russ —gemí—. Vete a casa ahora mismo.
—Hazme un lugarcito.
—No. Y guarda silencio mientras sales. Si mis padres te encuentran
aquí…
—No vamos a ir presos. Siéntate. Tengo algo para ti.
Eché un vistazo al reloj de la mesita de noche y volví a gemir. Todo
lo que quería era rodar hacia un lado y tirar las mantas sobre mi cabeza
hasta que mi despertador sonara, a las siete. Pero Russ estaba en uno de
sus estados de ánimo, y yo sabía que nunca me dejaría en paz hasta que
consiguiera lo que fuera que vino a buscar, así que me senté.
Russ se dejó caer en la cama frente a mí, cruzando las piernas al
estilo indio para que coincidieran con las mías. Se sentó lo bastante cerca
como para que nuestras rodillas se frotaran una contra la otra. A pesar
de las mantas que nos separaban, el toque parecía íntimo.
Lo miré, y en ese momento comprendí, tal vez por primera vez, que
era hermoso. Bajo la luz de la luna, su cabello parecía mucho más oscuro
que su habitual color marrón miel a la luz del día. Y sus cristalinos ojos
azules se veían de color azul marino. Ese rostro bien afeitado, que
generalmente estaba cubierto de una ligera capa de barba, acentuaba
sus pómulos y la línea de su mandíbula cuadrada.
Esa era una parte de Russ Devereaux que nunca había visto antes,
y me parecía muy inquietante.
También quería golpearme a mí misma por mis pensamientos. Juro
que no era uno de esos sacos tristes que ha pasado toda su vida en
secreto suspirando por su mejor amigo. Sinceramente. Ni siquiera estoy
segura de cómo me sentiría si alguna vez él intentara algo. Nunca
habíamos sido así.
Sin embargo... en el último par de semanas, había estado teniendo
este muy extraño sentimiento.
No realmente sexual. Solo... como que tenía que estar cerca de él.
Todo el tiempo. Era un poco molesto.
Me sacudí de mi ensueño, para encontrar a Russ mirándome
intrigado.
—¿Hipnotizada por mis increíbles miradas?
—¿Qué?
—Me estabas mirando.
—Eso solo era dormir con los ojos abiertos —le espeté—. Son las
tres de la mañana. ¿Qué estás haciendo aquí?
Esperaba que mi irritación cubriera los nervios que tenía. Nunca
había estado nerviosa sobre Russ antes, y realmente no quería que se
diera cuenta de que me sentía tan tensa ahora.
En lugar de responder a mi pregunta, Russ dijo—: ¿Qué pasó con
el camisón de las princesas de Disney que llevabas la última vez que
estuvimos juntos en la cama? Eso era caliente.
Seguí su mirada y, para mi horror, me di cuenta que no estaba
usando nada más que ropa interior y una camiseta ajustada. Sin
sujetador. No era que hubiera mucho allí. Mi apenas taza B casi no
necesitaba un sujetador, pero no me había tomado la molestia de
encender el calentador en mi habitación y el hecho de que las noches
estuvieran empezando a refrescar era dolorosamente obvio.
Tiré las mantas sobre mi pecho.
—Será mejor que tengas una buena razón para estar aquí, o vas a
estar muy triste.
—¿Desde cuándo necesito una razón?
Empecé a decir algo, pero Russ levantó una mano para detenerme.
—Paciencia, saltamontes —dijo. Volvió la mirada hacia el reloj de
alarma en mi mesita de noche.
Nos sentamos en silencio durante dos minutos completos. Luego
dijo: —Ya está. Son las tres y once de la mañana del veintitrés de
septiembre. Oficialmente tienes dieciséis años —esbozó una sonrisa
deslumbrante y sacó desde el suelo una enorme caja bellamente
envuelta—. Feliz cumpleaños, Dani.
Me quedé sin palabras.
—¿Sorprendida? —preguntó Russ con una sonrisa.
—En realidad, sí. Mucho.
No era que Russ fuera a olvidarlo alguna vez, le encantaba hacer
que todos en el mundo supieran que era mi cumpleaños, todos los años.
Pero aquello no era un gran espectáculo, como de costumbre. No había
nadie aquí a quien impresionar, más que a mí, y eso era sorprendente.
—Para futuras referencias, esta sorpresa es mucho mejor que
cualquiera de las anteriores —le dije—. Sin duda, mejor que la del año
pasado.
Russ frunció el ceño.
—¿No te gustó el poema que te escribí?
—El poema con el que podría vivir. A pesar de que no pienso que
nada que comience con: “Dani, Dani, es buena para el corazón. A ella le
gusta la mierda como Shakespeare y odia cuando me tiro un gas”,
realmente cuente como poesía. ¿Pero el hecho de que lo recitaras durante
una reunión de ánimo obligatoria en mi honor?
—Sí —sonrió con orgullo—. Esa fue una buena idea.
—¿Cómo convenciste al director Green, de todos modos?
Russ sonrió como el diablo.
—Soy un tipo muy persuasivo.
No tenía sentido discutir eso. Russ tenía un don para encantar a
todos los que conocía. Eso hacía muy conveniente el tenerlo cerca, porque
el único talento que yo tenía era molestar a todos los que conocía.
—Ahora bien, si solo pudiera persuadirte de abrir este regalo ya…
Russ dejó caer el paquete en mi regazo. Era tan pesado que casi
me dejó sin aliento.
Saqué el moño de la caja y lo puse sobre su cabeza.
—¿Debo tener miedo?
Los ojos de Russ estaban llenos de picardía, por lo que rápidamente
arranqué el papel de regalo.
Me reí cuando vi lo que era.
—¿Una bolsa de cinco kilos de gelatina?
Russ me entregó un pedazo de papel doblado. Lo acepté, pero di un
grito ahogado cuando me di cuenta de que estaba mirando una imagen
que había dibujado en cuarto grado. Era de Russ y yo nadando en una
piscina de gelatina roja. Las palabras en la parte superior decían: “Mi
Deseo de Cumpleaños”.
—¿De dónde sacaste esto?
—Nunca voy a decirlo —declaró Russ—. Pero esta noche, señorita
Webber, está recibiendo su deseo de cumpleaños.
—¡De ninguna manera! —grité casi lo suficientemente fuerte como
para despertar a mis padres.
Russ saltó, repentinamente.
—Vístete —dijo. Cuando desapareció por la ventana de mi
dormitorio, agregó en un susurro—: No olvides tu traje de baño.

***

—¡Eres un maldito genio! —chillé cuando irrumpimos en el patio


trasero de Brad Halloway. O, más específicamente, en su gran y súper
increíble piscina.
Era genial porque Brad Halloway apestaba. Su padre era el dueño
de la fábrica de plásticos que mantenía viva a la pequeña ciudad de
Carmine, Pennsylvania, la ciudad en la que vivía. Eso significa que él es
el único hombre rico en la ciudad y el jefe de casi la mitad de los mil
quinientos habitantes. De alguna manera, Brad pensaba que esto le daba
derecho a ser un idiota total. Si alguien merecía tener la piscina de la
familia gelatinizada, ese era él.
—Está bien, así que tal vez solo eres un genio en teoría —le dije a
Russ, una vez que comenzó a verter el polvo de la gelatina en la piscina.
Era una de esas piscinas climatizadas de lujo, con una cascada de rocas
y un tobogán. Enorme. Mi bolsa de regalo de cinco kilos ya no parecía
tan impresionante.
—Se necesitarían como doscientos kilos de esto para volver sólida
toda la piscina.
Russ metió la mano en el flujo de polvo rosado que se derramaba
de la bolsa, y tomó un puñado.
—¿Dónde está la confianza? Esta es la industrial fuerza de la
gelatina.
—Aún así. Apenas va a ser suficiente para poner el agua roja.
—Solo asegúrate de extenderlo, Desconfiada McDudosita —dijo
Russ y me dio un empujón hacia la parte más profunda.
Comencé a verter gelatina en todo el borde de la piscina, y ni
siquiera había llegado a la mitad antes de que se acabara.
—¿Lo ves? —dije a través del agua en un susurro—. Ni siquiera se
pone roja. Apenas es rosa.
—Ah, pero estás olvidando que todavía tengo esto.
Russ levantó el puñado de polvo que había recogido. Hizo un
espectáculo sosteniendo la gelatina en su boca y susurrando algo a ella,
más bien como si le estuviera rogando que no lo hiciera quedar mal.
Luego abrió su mano y sopló el polvo a la piscina. Los diminutos gránulos
se esparcieron a través de la superficie del agua y se disolvieron al
instante.
—¿Eso es todo? —yo estaba completamente impresionada—. Eres
un idiota.
Russ frunció el ceño, insultado.
—No puedo creer que tengas tan poca fe en mí. Ve por la
espumadera y empieza a mezclar.
Parecía algo sin sentido para mí, pero agarré la espumadera de
todos modos. Di un grito ahogado cuando empecé a mezclar y encontré
que el agua se hacía cada vez más espesa.
—Te lo dije —sonrió Russ, con aires de suficiencia.
—No lo entiendo. Esto no debería estar funcionando.
—Tal vez la gelatina sabía que mi regalo de cumpleaños sería
totalmente patético si no funcionaba.
Después de unos minutos, la piscina estaba completamente sólida,
por lo que Russ se quedó en su traje de baño y se sentó en el borde de la
piscina. Poco a poco, metió sus pies en la mezcla pegajosa y frunció el
ceño.
—Esto se siente muy desagradable.
Metí mis pies sobre el borde de la piscina y arrugué la nariz.
—Fangoso.
—Y pegajoso —se quejó Russ.
—Al menos está caliente.
—Sí —dijo Russ, luchando contra una sonrisa—. Es por eso que
elegí esta piscina. Es la única climatizada en la ciudad.
—Cuán profundo de ti. Pensé que la elegimos porque Brad es un
idiota.
—Una feliz coincidencia —me dio un gesto inocente—. Y te juro que
no sé nada acerca de su gran fiesta en la piscina el sábado.
Nos reímos, y luego moví mis pies dentro una vez más.
—Como que hace cosquillas.
—Es asqueroso. ¿Segura que quieres ir hasta el fondo?
—Por supuesto —le dije—. No todos los días tu mejor amigo
mágicamente cumple uno de tus deseos de toda la vida.
No pude entender la mirada que obtuve de Russ en ese momento,
pero él me miró el tiempo suficiente para hacer que me sienta nerviosa.
—¿Y si pudiera?
—¿Qué cosa?
—Por arte de magia, hacer que todos tus deseos se hicieran
realidad.
Me reí ante la idea.
—Sí, eso es todo lo que necesito. Estoy bastante arruinada como
estoy. Además, si los deseos se hicieran realidad todos los días, ya no
serían mágicos. No, una vez en bastante bueno por toda una vida para
mí. Ahora vamos, ¡una carrera hasta el otro extremo!
Tan pegajoso, baboso e incluso algo, bueno, extremadamente
asqueroso como era, nadar en una enorme piscina de gelatina era
realmente una de las cosas más geniales que había hecho en mi vida.
Pero definitivamente era cosa de una vez, y después de quince minutos
estaba más que lista acabar con ello. Salí de la piscina y estaba tan
pegajosa que el pensamiento de envolverme en una toalla era demasiado
poco atractivo a pesar de cuán frío estaba afuera.
—Límpiate en el jacuzzi —sugirió Russ.
—Ooh, buena idea.
No esperé a Russ. Prácticamente me lancé al jacuzzi y refregué mi
cabello debajo del agua. Una vez que la babosa capa de gelatina había
dejado mi piel, me reacomodé y disfruté del calor y las burbujas.
Cerré los ojos y suspiré.
—Deberíamos hacer el escaso spa un hecho semanal.
Por supuesto, cambié rápidamente de opinión cuando Russ se
deslizó en el agua conmigo y tan cerca que casi lo tocaba.
En serio, ¿qué sucedía conmigo últimamente? No es como si
estuviera sorprendida por la forma que lucía sin camisa. Habíamos
pasado la mayor parte del verano en el lago, juntos. Sabía que estaba en
forma. Así que, ¿por qué repentinamente deseaba que no se hubiera
sentado frente a mí? ¿Por qué deseaba subir en su regazo e inclinarme
sobre su pecho desnudo?
Me sonrojé, por lo que cerré los ojos de nuevo y traté de pretender
que no estaba allí.
—En serio, Russ, te has superado este año. Gracias. Este es el
mejor regalo de cumpleaños que me has hecho.
—¿En serio? ¿Entonces no quieres esto?
Abrí los ojos y Russ me tendió otro regalo. Este estaba envuelto
preciosamente y era pequeño, y muy, muy ligero
—¿Qué es esto?
—Realmente creíste que solo te daría la gelatina, ¿no? Soy mucho
mejor que eso.
—Me diste más que un montón de gelatina y lo sabes.
Russ se encogió de hombros como si no fuera gran cosa incluso
aunque ambos sabíamos que sí lo era.
—Sí, bueno, ahora te estoy dando eso, así que cállate y ábrelo.
—Sí, señor —me burlé y alegremente rasgué el envoltorio.
Estaba sorprendida de encontrar una caja rectangular cubierta con
un oscuro terciopelo. Era demasiado grande como para contener un
anillo o un brazalete, pero definitivamente era una caja de joyería.
—Russell Alexander Devereaux, ¿qué hiciste?
Solo estaba burlándome. Imaginaba completamente abrir la caja y
encontrar, conociendo a Russ, un mechón de su cabello que seguramente
atesoraría por la eternidad o algo así.
Cuando miré hacia arriba, vi un destello de inseguridad en sus
demasiado confiados ojos.
—Solo ábrelo —dijo. Trató de sonar juguetón, pero su voz temblaba
ligeramente y no podía engañarme.
Repentinamente, tenía miedo de mirar. Tragué el nudo den mi
garganta y abrí la caja.
—¡Russ! —jadeé.
El collar era absolutamente impresionante. Era de estilo victoriano,
con cuentas turquesas intrincadas en una cadena de plata. Un gran
cristal turquesa en forma de lágrima colgaba delicadamente del centro.
Parecía como si fuera de cientos de años atrás y como si costara cientos
de miles de dólares.
—¿Te gusta? Ha estado en mi familia por generaciones.
—Muy gracioso.
Cuando miré hacia arriba, no había ningún rastro de juego en la
expresión de Russ. Esa podría ser la primera vez que le había visto cien
por ciento serio.
—Papá le dio esto a mamá cuando se casaron —dijo Russ—.
Después de que se lo quitara y se fuera, no fue capaz de dárselo a otra
mujer, así que me lo dio a mí.
Mi rostro se volvió blanco.
—No puedo aceptarlo.
Traté de devolvérselo, pero no me dejó.
—Le dije a papá que quería dártelo, y estuvo de acuerdo con que lo
hiciera.
—Pero era de tu madre. Es una reliquia familiar. Debería seguir en
tu familia.
—Has sido mi mejor amiga desde que montábamos triciclos y
hacíamos tartas de lodo. Quiero que lo tengas.
Miré hacia el collar de nuevo y mis ojos ardieron.
—Yo… yo no sé qué decir. Gracias, Russ.
Mientras observaba la joya, pasmada, Russ atravesó el jacuzzi para
sentarse a mi lado. Y quiero decir justo a mi lado. Su cercanía me hizo
temblar.
—Dani, hay algo de lo que he querido hablarte.
Levanté la cabeza de golpe. Primera fiesta de cumpleaños privada,
luego el collar, ¿y ahora ese suave tono en su voz? Nada de esto estaba
bien. Nada de esto era como Russ.
Llámame loca, pero se sentía como si estuviera a punto de cruzar
un límite que nunca se había atrevido a cruzar antes. Ni siquiera había
parecido como si quisiera hacerlo, pero justo ahora, llenaba mi espacio
personal como si no fuera asunto de nadie.
Russ tomó mi mano, y antes de que pudiese darme cuenta de ello,
fui agobiada con una extraña sensación. La mano sosteniendo la mía era
cálida, más cálida que cualquier mano que haya tomado. Se sentía como
si estuviera enviando fuego a mi cuerpo.
—¿Dani? —preguntó Russ repentinamente—. ¿Todo está bien? Te
ves como si estuvieras a punto de desmayarte.
—Estoy bien —dije, aunque mi respiración era desigual. Algo
definitivamente estaba mal, pero no podía decir exactamente lo que
estaba sucediéndome.
Empujé mis manos hacia mi cabeza, por lo que Russ no tendría la
oportunidad de ofenderse de que hubiera arrancado mis dedos de los
suyos.
—Solo es un dolor de cabeza. No me he sentido del todo bien el
último par de semanas, pero estoy bien.
—¿Un par de semanas? ¿Por qué no me dijiste que estabas
enferma?
—Porque no ha sido tan malo. Estoy bien, lo prometo. Ya estoy
sintiéndome mejor —no era totalmente verdadero, pero plasmé una
sonrisa en mi rostro de todas formas—. Ahora, ¿qué estabas diciendo?
Querías decirme algo.
Russ pareció recordarlo y respiró profundamente.
—Eres mi mejor amiga —dijo.
Sonaba como si fuera el principio de un discurso ensayado. Lo que
significaba que eran noticias serias.
—Obvio… —Mi voz delataba lo nerviosa que estaba.
Russ se movió inquietamente junto a mí y continuó: —Porque eres
mi mejor amiga, hay algo que no puedo ocultarte por más tiempo. Pero
antes de que te diga lo que es, tienes que prometerme que nos vas a
perder los papeles.
Respiré aceleradamente. Está haciéndolo, gritó mi mente, está
haciendo su movimiento.
¿Estaba lista? Si me decía que quería algo más que una amistad,
¿podría dárselo? ¿Podría besarlo y mantenerme seria? ¿Podría él? El
terror se apoderó de mi pecho, haciendo que fuese imposible respirar. Y
sin embargo… tal vez no fuese el miedo que hacía que mi pulso corriese.
No podía negar las cosas que había estado sintiendo últimamente.
Todavía. No tenía idea de cómo responder.
—Uhm…
Russ tomó mi mano de nuevo, e hice mi mejor intento para ignorar
la conexión entre nosotros. Me pregunté si sentía lo mismo también.
—Dani, yo…
Te amo…
Esperé con los ojos abiertos, conteniendo la respiración hasta que
Russ lo dijera. Lucía totalmente aterrorizado. Lo que no es algo que veas
a menudo en Russ Devereaux.
Era sorpresivamente lindo que estuviera alargándolo, porque el
suspenso estaba haciéndome dar cuenta de cuánto quería oírlo decirlo.
Tal vez era algo bueno. Tal vez sería perfecto. Quiero decir, era mi mejor
amigo. ¿Quién mejor que él para ser mi primer novio?
—¿Tú…? —motivé.
Russ estaba sudando. No creía que fuera por el calor del agua.
Respiró profundamente y soltó abruptamente—: Dani,soyunhechicero.
—¿Ah? —No tenía idea de lo que había dicho, pero estaba muy
segura de que no era: Dani, estoy enamorado de ti y quiero ser más que
tu amigo de ahora en adelante.
—Soy un… h e c h i c e r o —dijo de nuevo, más lento esta vez.
Bien, definitivamente no había dicho: Dani, estoy enamorado de ti
y quiero ser más que tu amigo de ahora en adelante.
¿Estaba bromeando? ¿O solo acobardándose? Porque el pánico que
vi en sus ojos hace un minuto era totalmente real. Pero: ¿“Soy un mago”?
¿En serio? ¿Qué demonios?
Literalmente no había forma de que respondiera a esa declaración.
Como ninguna forma posible. Lo sé porque me senté allí por un realmente
largo rato, tratando de levantarme, pero simplemente no podía. Al rato,
Russ comenzó a hablar de nuevo.
—Los seres sobrenaturales, como los que lees en los libros –brujas,
vampiros, hombres lobos– son reales. Soy uno de ellos. Soy un hechicero,
Dani. Tengo magia. Mi padre también.
Bien, estaba definitivamente loco. Mi mejor amigo había perdido la
razón. Recordé el fuego que había sentido cuando me tocó y de inmediato
puse mi mano en su frente. Nuevamente, me encontré con una sensación
abrumadora. Estaba irradiando algo cálido y ardiente. No se sentía
exactamente como una furiosa fiebre, pero explicaba lo suficiente.
—Necesitamos llevarte a casa —le dije—. Te sientes demasiado
caliente. Creo que la meningitis puede hacerte alucinar e incluso matarte.
—No estoy enfermo, Dani.
Russ cubrió mi mano con la suya y la deslizó de su frente hacia el
costado de su rostro. Cerró los ojos, respirando profundo y temblando.
Había algo en sus gestos que hizo que mi piel se sintiera de gallina, algo
que me hizo volver a mi primera teoría de que Russ no quería arriesgarse
con nuestra relación.
Aparentemente, era demasiado cobarde como para decirlo.
—Sé que suena loco, pero…
—¿Loco? —pregunté, riéndome con incredulidad—. No suenas
loco. ¡Suenas como un idiota!
Russ se encogió cuando grité. No quería perder la compostura, pero
estaba molesta. Podría haberle reprochado y forzarlo a admitir que tenía
sentimientos por mí. Entonces podría decirle que estaba interesada
y todo terminaría como el más romántico cumpleaños de mi vida,
teniendo mi primera sesión de besos en un jacuzzi. Pero discúlpenme por
tener un poco de dignidad y querer que mi novio potencial tenga las
agallas para hacer el primer movimiento.
—Después de todo lo que has hecho esta noche para hacer de este
el mejor cumpleaños que alguna vez he tenido, ¿realmente vas arruinarlo
ahora?
—¡No estoy tratando de arruinarlo! —espetó.
—¡Entonces deja de ser un cobarde y solo di lo que realmente
quieres decir!
Russ tenía una extraña mirada en su rostro. Había un poco de
confusión, y demasiada frustración, pero también había algo de
decepción mezclada.
Nos sentamos allí en el más incómodo silencio mientras él buscaba
algo que decir, y ambos estábamos extremadamente sorprendidos
cuando las luces del porche trasero de la casa de Brad se encendieron.
—¿Quién está allí? —gritó el señor Halloway—. ¡Voy a llamar al
sheriff!
Russ y yo avanzamos tan silenciosamente como podíamos hacia
nuestra ropa y luego salimos rápidamente antes de que Brad soltara a su
perro para que nos persiguiera. Parecía que la celebración de mi
cumpleaños había terminado. No era exactamente de la forma en la que
había esperado que terminase, pero considerando que éramos nosotros,
tampoco me sorprendía.
Solo esperaba que para el momento en que viera a Russ en la
escuela en unas pocas horas, se hubiera dado cuenta de lo idiota que
había sido y fuese un hombre, porque en el minuto que nuestros caminos
se separaron, un realmente extraño dolor ardió en mi interior. Lo echaba
de menos en el segundo que se había ido y sabía que quizás no solo me
gustaba. Realmente lo quería.
2
Traducido por Maca Delos & Mel Wentworth
Corregido por Ann Farrow

Por segunda vez esa noche me desperté antes de que sonara la


alarma. Tuve un presentimiento sobre quien golpearía mi puerta al
amanecer, y sonreí cuando vi las luces rojas y azules entrando por la
ventana de la sala. El oficial McHale es demasiado predecible.
Me alegré de haberme tomado el tiempo de lavar la evidencia de la
travesura con la gelatina e incluso haberme secado el pelo y desordenarlo
de nuevo para que parezca como si hubiese dormido toda la noche, como
era de esperar, cuando mis padres aturdidos y confundidos abrieron la
puerta, nuestro lamentable intento de policía entró demandando olerme.
No, no estoy bromeando. Pidió oler mis brazos y mi cabello.
Luego empezó a explicarle a mis padres que alguien había llenado
la piscina de los Halloway con gelatina durante la noche. Cuando dije que
era inocente su cara se volvió roja.
—Mira, ¡sé que has sido tú! —me gritó—. Tú y Russ volvieron a sus
usuales bromas malas. Bueno, esta vez te tengo. ¿Ves esto?
Sostuvo una bolsa de evidencias que contenía un húmedo pedazo
de papel de regalo que había arrancado de mi collar, y lo sacudió en mi
cara como si fuese una pistola humeante.
Intenté no reírme mientras preguntaba: —¿Qué es eso?
—¡Sabes lo que es!
Sabía lo que era, pero mis padres parecían bastante confundidos
como para que nuestro oficial tuviera que explicarse.
—Esto fue dejado en el suelo junto al jacuzzi en la residencia
Halloway. Es el envoltorio de un regalo de cumpleaños.
Benditos sean mis padres. Miraron al oficial McHale como si
estuviera loco.
—¿Vas a decirme que es solo una coincidencia que hoy es el Día
D? —me preguntó el oficial McHale.
Ah, por supuesto. Día D es la abreviatura para el Día de Dani. En
mi decimotercer cumpleaños, Russ dijo que el convertirme oficialmente
en una adolescente era digno de un reconocimiento anual y consiguió
que el alcalde lo declarara como un día de fiesta. Desafortunadamente el
alcalde no nos otorgó el día libre de clases.
—Ah, se acordó —dije—. Eso es muy dulce.
—Un baño a medianoche en una piscina llena de gelatina suena
justo como un truco que Russ haría por el Día D —siguió despotricando
el oficial McHale.
—Difícilmente puede meterme en la cárcel por un pedazo de papel
de regalo.
—Oh, estamos enviando a este chico malo al laboratorio —me
advirtió—. Y créeme, cuando encuentre tu huella digital en esto, tú y tu
novio vándalo irán a la cárcel.
Mire el papel en la bolsa. Estaba tan mojado que prácticamente se
disolvía. Nunca encontraría una huella y él lo sabía. Por eso estaba aquí.
Intentando asustarme para que confiese. Hizo este momento más dulce.
Bostecé. —Suena emocionante. ¿Puedo volver a la cama? Estoy
enferma, y si empeoro porque me priva de sueño para lanzarme estas
acusaciones locas, creo que estaría en mi derecho de demandarlo.
Las manos del oficial se volvieron puños y se alejó murmurando
para sí mismo.
Mi mamá lo saludó amigablemente con la mano mientras se alejaba
y luego se volvió hacia mí con la más desconcertada mirada.
—¿Por qué diablos el oficial pensaría que tienes algo que ver con
una broma como esa?
—Lo sé, raro, ¿verdad? Quiero decir, Brad va a tener una gran fiesta
en la piscina en unos pocos días. Debería ser divertido. ¿Por qué querría
arruinar eso?
—Tendré que hablar con el comisario —dijo mi papá—. No es muy
profesional por parte del oficial McHale ir por ahí acusando a niños
inocentes de crímenes solo porque es su cumpleaños.
Y así, amigos, es como se hace. Mis padres son tan fáciles de
engañar que da vergüenza. No es que sean estúpidos. De hecho, ambos
son realmente inteligentes —dirigen la Sociedad Histórica de Carmine
juntos— pero ambos nacieron y se criaron en Carmine, Pennsylvania.
El papá de Russ, Alex, dice que crecer en una ciudad tan pequeña
te convierte en un ingenuo. Esa es la mejor forma de describir a mis
padres. Son muy inteligente pero completamente encerrados en sus
pequeños mundos y nunca se molestan en pensar más allá de eso.
Alex es de Nueva York y fue a la Universidad en Princeton. Dice que
la razón por la que Russ y yo parecemos causar tantos problemas es
porque tiene demasiada influencia en nosotros. Dice que nos hizo
demasiado grandes para esta ciudad, pero no sé nada sobre eso. Amo
Carmine, y tanto como siempre tuve a Russ para ayudarme a enloquecer
al oficial McHale, no puedo imaginar irme.
—Imagínate —dice mamá, sacándome de mis pensamientos—, una
piscina entera de gelatina. Me pregunto si los Halloway me dejarán tomar
una foto de ello. Esto es un acontecimiento digno de ser inscrito en el
libro de registro.
Definitivamente iba a escribir eso en mi diario, eso seguro.
Mi papá suspiró mientras miraba la luz del sol empezar a colarse
por las cortinas. —Bueno, no tiene sentido volver a la cama ahora.
Mi mamá estuvo de acuerdo y se arrastró hacia la cocina.
—Cierto, pero podríamos también aprovechar el tiempo. Es un día
especial. —Me sonrió—. Por qué no te vas a poner hermosa y yo te
prepararé un desayuno de cumpleaños. ¿Panqueques de banana?
Los panqueques de banana son mis favoritos, pero por alguna
razón con solo pensar en ellos hizo que mi estómago se revolviera.
—Gracias mamá, pero creo que no quiero desayunar hoy. No me
siento tan bien.
—¿De nuevo?
—Todavía.
Mi madre frunció el ceño con preocupación, y puso el dorso de la
mano contra mi frente de la misma manera que yo lo había hecho con
Russ antes. —Estás un poco caliente. ¿Crees que tienes un resfriado?
—Nada tan serio. No me siento enferma, solo… rara.
—De acuerdo —mi mamá todavía lucía insatisfecha pero sabía que
confiaba en mí—. Si estás segura. Pero puedes faltar a la escuela si lo
necesitas.
—No es tan grave. Russ me mataría por faltar a la escuela en el Día
D, de todas formas. Voy a utilizar el tiempo adicional para aplanchar mi
cabello.

***

Lo que sea que me molestaba, empeoró mientras la mañana


avanzaba, pero no era gripe. Estaba esta sensación realmente extraña
dentro mío. Una sensación de aleteo que hizo doler mi cuerpo. Era como
una inquietud intensa.
Opté por no esperar a que Russ me recoja y caminé los dos
kilómetros hasta la escuela esperando que el ejercicio me haga sentir
mejor. Tomé el atajo por el bosque a lo largo del arroyo y dejé que el aire
fresco aclare mi mente.
Estaba fresco, pero no incómodo y el aire tenía una calidez nítida
que me despertó. Desafortunadamente, cuanto más me despertaba y mi
sangre corría, más rara me sentía. Mi cuerpo tiraba en un millón de
direcciones a la vez. Me sentía vacía. Sentía la necesidad de buscar ese
algo que faltaba, pero no tenía idea de lo que ese algo pudiera ser.
Descubrí lo que mi cuerpo ansiaba cuando me acerqué a la escuela
y Russ vino corriendo a mi encuentro. Luego me pateé internamente por
ser tan patética.
El momento en que Russ se acercó esta calma eufórica se apoderó
de mí. Fui toda hormigueo y la inagotable energía se desvaneció. La parte
más extraña era que tuve la repentina urgencia de lanzarme a sus brazos.
Solo para que lo sepas, eso no era normal.
—¡Buenos días, cumpleañera!
Russ puso un sombrero de fiesta en mi cabeza. Dejó que el elástico
chasqueé fuertemente bajo mi barbilla. Dijo algo más entonces, pero no
lo oí porque estaba demasiado ocupada empujando mis manos en los
bolsillos de mi chaqueta. No confiaba en mí para no tocarlo. La
compulsión era tan fuerte que me mareó.
Russ me vio balancearme y se acercó a mí para sujetarme. La
energía que sentí cuando me tocó me hizo jadear, y antes de darme
cuenta me estaba sentando en el suelo.
—¿Eh? —pregunté cuando noté que me hablaba. Soné como si
hubiese corrido una maratón.
—¿Qué está mal contigo? —preguntó lleno de preocupación.
Sonaba enojado también—. ¿Por qué caminaste hasta la escuela cuando
estás tan cerca de desmayarte? ¿Por qué incluso vienes a la escuela?
Deberíamos llevarte a un doctor.
—¡Estoy bien! —espeté.
No quise estar de tan mal humor, pero no entendía lo que me
pasaba. Mi reacción física hacia él no podía ser normal.
Me puse de pie y empecé a caminar de nuevo para probarle que me
encontraba bien.
Russ trató de poner su brazo alrededor mío, todavía no convencido
de que no me iba a caer, y me alejé de él tan violentamente que lo asusté.
No quise herir sus sentimientos, pero las cosas que sentí cuando lo toqué
me estaba asustando realmente.
Es como el momento en que me di cuenta de que me gustaba la
noche que me sentí atraída físicamente por él. Sentí su ausencia cuando
me fui a casa, y ahora que estaba a mi lado lo sentí cerca. Creo que era
mi deseo por él lo que me hacía no sentirme bien. Pero eso es una locura,
¿verdad?
—¿Entonces…? —dijo Russ, buscando cambiar el tema. Metió las
manos en los bolsillos también—. ¿Por qué caminaste hasta la escuela
hoy?
Miré los árboles a nuestro alrededor que se hallaban en pleno
florecimiento de otoño. Normalmente Pennsylvania podría ser tan verde
que era abrumador, pero ahora estaba llena de naranjas brillantes, rojos
y amarillos. —No lo sé —le dije—. En un par de semanas todo va a ser
tan triste y deprimente esperando el invierno.
Russ levantó la mirada a los árboles como si no hubiese notado que
tenían color. —¿Esa es la única razón?
Lo miré y él no podía encontrar mi mirada. Era casi suficiente para
morir de shock. ¿Russ Devereaux nervioso?
Me encogí de hombros incluso aunque no me podía ver.
—Necesitaba aire —admití.
Caminamos en silencio hasta que llegamos a la escuela y luego
Russ de repente soltó: —Siento lo de la otra noche. No sé en qué pensaba.
Era tarde y no había dormido nada porque planeaba tu sorpresa.
Además, si estás enferma, tal vez tenga lo mismo que tú.
¡Já! Casi me reí a carcajadas. ¿Lo mismo que yo tengo? Sí, claro. O
sea, sé que es un poco vanidoso pero dudaba seriamente que sufriera de
una adicción severa a sí mismo.
—¿Podemos atribuírselo a una especie de delirio inducido por falta
de sueño? —me preguntó—. No quiero que te enojes conmigo en tu
cumpleaños.
—¿Delirio inducido por falta de sueño?
Russ se encogió de hombros. —No puedo pensar en ninguna otra
explicación para decir lo que dije. ¿Puedes?
Mis entrañas se desinflaron. Claramente Russ pensaba que la
noche anterior fue un gran error e iba a ir con la táctica acá-no-pasó-
nada. Pero si realmente fue algún tipo de delirio por falta de sueño eso
significaba que imaginé todo lo demás.
—Claro Russ. Lo que sea. Si eso es realmente lo que quieres, solo
tendremos que estar de acuerdo en que eres un psicópata. Pero para que
lo sepas tengo la intención de burlarme de ti por el resto de tu vida.
Cuando Russ pareció aliviado me enojé conmigo misma. De alguna
forma durante la noche me había vuelto una de esas estúpidas chicas
que suspiraban por su mejor amigo con sentimientos no correspondidos.
Bueno, eso es simplemente genial. Feliz maldito cumpleaños para
mí.

***

Cuando llegamos a mi casillero, suspiré.


—Te veré en clase —sugerí después de que Russ se detuvo a
esperarme.
Nuestro pueblo es tan pequeño, que la escuela va desde el jardín
de niños al duodécimo grado. Hay una enorme cantidad de veintitrés
chicos en mi año, por lo que compartíamos todos las mismas clases. Eso
significa que Russ y yo hemos tenido todas las clases juntos desde el
jardín. Normalmente pienso que es lo más genial, pero de repente se
sentía más como una tortura.
Russ me dirigió una mirada confundida, pero no me expliqué, y se
alejó sin preguntar. De inmediato, pude sentir un tirón en su dirección.
Era como si mi cuerpo anhelara seguirlo y simplemente estar donde sea
que él estuviera a todas horas. Era ridículo.
Cuando llegué a clase, Russ ya estaba en su asiento al otro lado
del aula, lejos de mí. Nadie en la clase tenía asientos asignados, excepto
Russ y yo, ya que al parecer no podíamos prestar atención cuando nos
sentábamos juntos. Hemos aprendido a lidiar con ello, pero hoy mi
cuerpo era demasiado consciente de la distancia entre nosotros.
Hundí la cabeza en mis brazos sobre mi escritorio, y luego de solo
un par de minutos, comencé a mover la rodilla sin parar. La energía
nerviosa que me hizo caminar a la escuela estaba de regreso.
Cuando sonó la campana, oí a alguien sentarse en el escritorio en
frente del mío. Conor Fairchild se dio la vuelta para mirarme. —¡Feliz
cumpleaños! —dijo, golpeando traviesamente el sombrero de fiesta que
aún tenía en la cabeza.
Levanté la cabeza de mis brazos para sonreírle.
—Gracias, Conor.
—No te ves muy bien —respondió, con el ceño fruncido—. ¿Te
sientes bien? ¿Quieres que te lleve a la enfermería?
—¡Estoy bien! —resoplé.
Al instante me arrepentí por haberle gritado cuando palideció.
Conor es un chico realmente dulce que siempre ha sido muy agradable
conmigo. En realidad no tengo amigos además de Russ (jamás los he
necesitado), pero de todos los demás chicos en el pueblo, Conor era la
única otra persona que había hecho un esfuerzo para llegar a conocerme.
No pude evitar pensar que si realmente estaba tan adicta a mi
mejor amigo que era físicamente doloroso estar lejos de él, entonces
podría ser saludable hacer nuevos amigos que no fueran él.
—Conor, espera —dije con un suspiro—. Yo solo... tienes razón. No
estoy de ánimos, hoy. Pero está bien. Estaré bien. No necesito ir a la
enfermería.
—Si estás segura. —Conor se relajó cuando mi humor se calmó—.
Entonces, ¿qué planea Russ este año para el día D? ¿Un desfile por Main
Street? ¿Elvis cayendo en paracaídas gritando “Feliz cumpleaños, Dani”
desde unos tres mil metros?
Volví a meter la cabeza entre mis brazos con un gemido.
—¿Qué tal si hoy no hablamos de Russ?
Oí un jadeo y luego sentí una mano caer suavemente sobre mi
hombro. —Espero que no hayan roto —dijo Conor. Sonaba sorprendido
y preocupado por mí.
Me senté derecha, estupefacta.
—¿Romper? —le pregunté—. Tendríamos que estar juntos para
romper.
Jamás había visto a alguien más confundido que Conor en ese
momento. —Pero... pero... ¿no lo están? Quiero decir, tú y Russ...
Sacudí la cabeza. —Solo somos amigos.
Conor echó un vistazo al otro lado de la habitación con los ojos
como platos, y su boca abierta. Seguí su mirada hacia donde Russ estaba
ocupado garabateando en su cuaderno. Lo que sea que estuviera
dibujando, estaba realmente concentrado en ello.
Luego de eso, nuestro profesor, el señor Franks, nos pidió que
prestáramos atención. Explicó las actividades del día y nos dijo que
necesitábamos un compañero, así que Conor se dio la vuelta otra vez.
—¿Compañeros? —pregunté.
—¿En serio tú y Russ son solo amigos? —me respondió.
Tuve que sonreír. Creo que era la primera vez que había sonreído
en toda la mañana. —Sí, en serio —dije—. Es todo lo que siempre hemos
sido.
—¿Jamás han sido pareja?
Sacudí la cabeza y Conor dejó escapar una sonrisa incrédula.
—¿Quieres decir que podría haberte invitado a salir todo este
tiempo?
—¿Qué? —jadeé.
Se ruborizó de un fuerte tono de rojo. Creo que había estado tan
sorprendido por las noticias de mi no-relación, que habló sin pensar.
—Lo siento —dijo. Parecía avergonzado, pero decidido también—.
Siempre asumí que tú y Russ estaban juntos. En realidad, creo que todos
lo creen.
Intenté no fruncir el ceño. —Sí, bueno, no lo estamos. Y jamás lo
hemos estado. Las cosas no son así entre nosotros.
Volví a mirar a Russ. Estaba ignorando a su compañero, y aun
garabateando en su cuaderno. Apretaba el lápiz tan fuerte que se partió
en dos. Sus ojos se movieron hacia los míos y me ruboricé, sintiéndome
media consciente de la conversación que estaba teniendo con Conor. No
pude evitar preguntarme qué pensaría Russ si nos oyera.
La voz de Conor me sacó de mis pensamientos. —Así que, si tú y
Russ no están juntos, entonces ¿eso significa que no tienes una cita para
el baile de Bienvenida esta noche?
Estaba tan estupefacta por la pregunta que no pude decir nada.
Solo me las arreglé para sacudir la cabeza.
—En ese caso, sé que es realmente de último minuto, pero tampoco
tengo cita, y me encantaría llevarte. O, algunos de nosotros planeábamos
ir solos, si prefieres. Si realmente no tienes planes, a eso me refiero.
Podrías venir con nosotros.
La idea de ir al baile con Conor (o con cualquiera que no fuera
Russ, en realidad) era tan extraña. ¿Pero no era eso lo que necesitaba
hacer? Quiero decir, en este momento daba lástima. Tenía que superar
mis sentimientos por Russ, y rápido. Ésta parecía la mejor manera de
hacerlo. Pensé en ello por un segundo y luego asentí.
—Gracias, Conor. Me encantaría ir al baile contigo.
Conor frunció el ceño. —¿En serio? ¿De veras vas a ir al baile de
Bienvenida conmigo esta noche?
—Seguro, ¿por qué no? No tengo otros planes.
Conor me miró boquiabierto y murmuró: —No puedo creer lo que
acaba de pasar.
La mirada de incredulidad en su rostro era tan divertida que me
reí lo suficientemente fuerte como para llamar la atención del señor
Franks. —Dani. Conor. Más trabajo. Menos sociales.
—Perdón, señor Franks —dijo Conor, aún desconcertado—. ¿Sabía
que Dani y Russ no son pareja?
Todos en la habitación, incluso el señor Franks, dejó de hacer lo
que estaban haciendo para poder observarnos. Conor tenía razón. Todos
habían asumido que Russ y yo estábamos juntos. Jamás había visto un
grupo más anonado.
—¿Es verdad? —preguntó alguien.
Me encogí de hombros, intentando no ruborizarme, y aún más no
mirar en dirección a Russ. Él tampoco lo confirmó, pero Conor asintió,
aún en completo estado de shock.
—Ella acaba de decirme que irá al baile conmigo.
Oí algunas risitas. Alguien murmuró que acaba de dar un paso en
falso mientras que otro en realidad dijo que si quería divertirme, debería
descartar al friki e ir con él.
Brad se rió más fuerte que todos, y le dijo a Conor: —¿A tu mami
no se le romperá el corazón cuando sepa que no puede ser tu cita, ahora?
—Haciendo que la clase entera se echara a reír.
Resistí las ganas de esconderme bajo mi escritorio porque, uno,
Russ ya me iba a molestar tanto sobre esto y hacerle saber que estaba
avergonzada ahora solo lo empeoraría. Y dos, Conor lucía completamente
hecho polvo y me molestó.
—Solo ignóralos, Conor —dije más fuerte de lo necesario—. Estoy
emocionada por ir contigo y eso es todo lo que importa.
Conor parecía incluso más sorprendido de lo que había estado
cuando le dije que sí en primer lugar, pero se las arregló para sentarse
un poco más derecho en su asiento.
—Gracias por ese fascinante rumor, Conor —dijo el señor Franks,
tomando a la clase bajo control una vez más—. Pero por favor, vuelvan a
trabajar. Aquel que no termine para el final de la clase, recibirá detención
durante la tarde.

***

Conor y yo todavía estábamos en nuestros asientos luego de clase,


cuando Russ vino hacia nosotros. No tenía idea de qué estaba pensando
y tuve que tragarme los nervios en mi estómago. Tanto Conor como yo
nos levantamos (él luciendo más nervioso que yo), pero me paré
demasiado rápido. No sabía si habían sido mis nervios o el malestar que
me había estado fastidiando últimamente, pero mi cabeza dio vueltas.
Tanto Conor como Russ estiraron sus manos hacia mí. No vi la
mirada que pasó entre ambos, pero Conor dio un paso atrás casi al
instante y fue Russ el que puso un brazo alrededor mío. Me dio un
escalofrío y tuve que luchar contra las ganas de inclinarme contra él.
—Esto es estúpido, Dani —se quejó Russ—. No deberías estar aquí.
Voy a llamar a tu mamá y hacer que te venga a buscar.
—Ya te dije, estoy bien.
—Estás temblando —discutió Conor—. Mira, Dani, si estás
enferma, entonces Russ tiene razón. Deberías ir a casa. No te preocupes
por el baile, entenderé si no puedes ir.
—Conor, ¿podrías dejar de intentar convencerme de no ir? Quiero
ir contigo. Será divertido. Juro que estoy bien. Solo no desayuné esta
mañana. Luego del almuerzo, estaré como nueva.
—De acuerdo. —Observó nerviosamente a Russ antes de agregar—
: Si estás segura que está todo bien.
No pude evitar echarle un vistazo a Russ, también, porque su
agarre en mis hombros se apretó un poco cuando saqué el tema del baile.
Le dirigió a Conor una sonrisa amplia que me di cuenta que era falsa.
—Lo pasarán muy bien juntos —dijo—. Ten cuidado con su madre.
—Bajó la voz a un susurro—. Es loca por las fotos. Estarás allí una
eternidad.
Russ procedió a dar vueltas a su dedo al lado de la cabeza,
sugiriendo que mi madre estaba loca. Le di un codazo como si me sintiera
insultada, pero en realidad solo estaba aliviada de que se las hubiera
arreglado para romper la tensión.
—De acuerdo. Entonces te pasaré a buscar a las siete. —Conor me
dirigió otra sonrisa tentativa, y luego se alejó antes de que Russ cambiara
de opinión.
Tan pronto como se hubo ido, Russ me frunció el ceño. —Si querías
ir al baile, podrías haber dicho algo.
Lo dejé guiarme hacia el pasillo y me encogí de hombros mientras
nos encaminábamos a la clase de nuestro segundo período.
—Ni siquiera había pensado en eso —dije—. Como que salió el
tema y él preguntó, así que...
—¿Y en serio vas a ir?
—¿Por qué no lo haría?
Russ dejó escapar un suspiro fuerte como si estuviera resistiendo
las ganas de gritarme. Cuando estuvo bajo control, dijo: —¿Qué tal el
hecho de que obviamente te pasa algo?
—Vaya, gracias.
—Sabes a qué me refiero. ¿Te importa siquiera el hecho de que casi
te desmayaste dos veces hoy?
Russ sacó el brazo de mis hombros y, lo juro, fue como si mi cuerpo
estuviera unido al suyo con cuerdas invisibles. Automáticamente me
incliné contra él, cerrando el espacio entre nosotros otra vez.
—Oye —dijo, intentando hacer malabares con el peso inesperado
de mi cuerpo flácido—. ¿Estás segura que estás bien?
Cuando su brazo me rodeó otra vez, la última parte de mis nervios
desapareció. Me sentí tan aliviada que desplomé todo mi cuerpo sobre él,
y dejé escapar un largo suspiro.
—¿Dani? —Oí el miedo aparecer en su voz—. En serio, ¿qué te
pasa?
No pude evitar volver a suspirar. —Nada. He estado enferma, pero
ya me estoy sintiendo mejor. —Era la verdad. Era como si la energía de
Russ me estuviera dando exactamente lo que mi cuerpo necesitaba.
Sin pensarlo, deslicé mis brazos alrededor de su cintura. Se sentía
tan bien que tenía que apretar mi cuerpo contra el suyo. Ni siquiera podía
dejar de pensar sobre el hecho de que este abrazo no era como nada que
hubiéramos compartido jamás, que no había nada de mejores amigos en
ello. Estaba intoxicada por su presencia, y literalmente perdí el control
por un minuto.
Me levanté de puntillas de pie para poder hundir mi rostro en la
curva de su cuello, porque necesitaba sentir su piel contra la mía.
Cuando presioné mis labios contra él, sin embargo, lo sorprendió tanto
que aguantó la respiración y su cuerpo entero se volvió rígido contra mí.
Fue suficiente para sacarme de mi trance, pero no como para hacer que
me alejara de él.
Russ iba a tener que romper el abrazo, pero no parecía como si
pudiera hacer mucho más que yo. Estaba temblando ligeramente, su
respiración agitada, y sus ojos llenos de algo que jamás había visto, un
fuego que me dio escalofríos de nuevo.
Antes de que pudiera construir el coraje para preguntarle qué
estaba pensando, se sacudió a sí mismo de su trance y lentamente me
alejó de él.
—Ten cuidado. —Su voz rebosaba simpatía forzada—. No
queremos darle a tu nuevo novio una impresión incorrecta sobre
nosotros.
Eso me hizo caer a la realidad. Jadeé, horrorizada por mis
acciones. —¡Lo siento! Yo... no sé qué está mal conmigo. Tienes razón.
Realmente no me estoy sintiendo bien. Creo que... que debería ir a casa.
Me di la vuelta para echarme a correr hacia la enfermería, rogando
que simplemente me dejara y no cuestionara mi momentáneo lapso de
sanidad. No tuve tanta suerte.
Russ agarró mi muñeca, enviando más energía cálida a través de
mi cuerpo. Necesitaba salir de aquí antes de que saltara encima suyo
justo en el medio del pasillo, y cruzara mucho más allá del límite de la
amistad.
—Dani.
Iba a hacerlo. Iba a hacer que tuviéramos esta conversación justo
aquí, en el medio del colegio.
—Russ, por favor. —Tiré de mi brazo, pero no me soltó—. Solo
necesito ir a casa.
—De acuerdo. Te llevo.
Oh, claro. ¿Para que pudiera interrogarme tan pronto llegáramos
el auto? —No te preocupes. Tengo que ir a la enfermería, de todas formas.
Ahí llamarán a mamá. Será mejor que vayas a clase. La señora Dillinger
odia que lleguen tarde.
Debió haber sentido el pánico, porque me dejó ir.
—De acuerdo. Pero pasaré más tarde a ver cómo estás.
3
Traducido por PaoSwagUp & Adriana
Corregido por MaarLopez

Una hora antes del baile, estaba sentada en la cocina con un


vestido antiguo de principios del siglo XIX que mi madre había encontrado
en el almacén de la Sociedad Histórica. No se parecía en nada a lo que
llevarían las demás chicas esta noche, anticuado y cubierto de encaje.
Pero me hacía sentir como una princesa y, sorprendentemente, me daba
pena no tener la oportunidad de ponérmelo.
Ahora era obvio que no iría a mi cita. Había vuelto a casa con la
esperanza de descansar, pero hasta ahora solo me sentía peor. Era la
enfermedad más extraña que había tenido nunca. No me sentía enferma
aparte del cansancio, pero también volvía a estar completamente
inquieta. Esa sensación de vacío había vuelto y me sentía tan vacía por
dentro que me dolía.
Cogí el teléfono por tercera vez, preguntándome cómo iba a darle la
noticia a Conor, y agradecí mucho que llamaran a la puerta para que
pudiera aplazar la llamada unos minutos más.
Me detuve a un palmo de la puerta principal preguntándome si
estaba perdiendo la cabeza porque juro que podía sentir a Russ al otro
lado de ella, y no los engaño, el mero hecho de saber que estaba allí me
hacía sentir mejor. Olviden la teoría de la gripe de mis padres. Esto era
una enfermedad mental. Claramente estaba loca.
Darme cuenta de que era tan irremediable y psicóticamente adicta
a Russ no me ponía de muy buen humor. Me planteé volver a la cama,
pero Russ no esperó a que abriera la puerta para irrumpir.
—¿Qué quieres? —me quejé.
Russ sostuvo en el aire un DVD y una lata de sopa de pollo con
fideos.
—Vine a cuidarte. —Sonrió de oreja a oreja hasta que se percató de
lo que estaba usando. Después frunció el ceño—. No puedo creer que
pienses que realmente vas a ir al baile esta noche.
La parte sobreprotectora me estaba poniendo de los nervios.
—En realidad, no voy.
—Bien.
—Gracias por la compasión.
Russ se encogió de hombros con la arrogancia que solo él podría
llevar a cabo.
—Algo difícil ser compasivo porque no vayas a una cita con Conor.
—¿Cuál es tu problema?
—¿Mi problema? —gritó tan fuerte, que me sobresaltó—. ¿Cuál
demonios es tu problema? ¿Por qué saldrías con Conor Fairchild?
—¿Por qué no?
A Russ le costaba expresar su disgusto con palabras, pero se le
notaba en la cara con facilidad. —¡Porque Conor es-es-es un friki! Un
nenito de mamá llorón.
No podía creer que acababa de decir eso.
—Él es dulce —dije indignada—, inteligente y divertido.
—No es lo suficientemente bueno para ti.
—¿Quién te nombró mi hermano mayor?
—Puedes salir con alguien mucho mejor que él, Dani.
—¿Puedo? —pregunté—. Tengo dieciséis años y esa era la primera
vez que me habían invitado a salir. Incluyendo a todos. Nunca.
Russ se estremeció y estaba tan enojada que disfruté verlo.
—No todos somos atractivos y encantadores como tú —dije siendo
cruel—. No todos podemos darnos el lujo de ser arrogantes.
—Dani, basta.
—No, basta tú. ¡Ni siquiera sé por qué te importa!
—Por supuesto que me importa.
No pude evitar esperar que mis instintos fueran correctos. Russ
estaba actuando como un novio celoso ahora mismo. No podría haber
imaginado las señales de anoche.
—Si te importa tanto, entonces dime, Russ, ¿con quién, si no es
Conor, debería salir?
Me fulminó con la mirada pero permaneció callado.
—Eso es lo que pensaba. —Levanté la lata de sopa y la empujé de
vuelta hacia a él—. Toma tu sopa y regresa a casa.
No podía creerlo, pero Russ realmente se dispuso a marcharse.
—Cobarde —murmuré cuando se marchó por la puerta.
Russ se dio la vuelta y volvió a entrar para fulminarme con la
mirada un poco más. Se quedó allí un minuto y tras soltar un largo
suspiro dijo: —Ya no puedo hacer esto.
Me agarró por la muñeca y me arrastró fuera de la casa con él.
Quería apartarme, pero me sentía demasiado bien tocándole, así que dejé
que me arrastrara hasta su coche.
—¿Adónde vamos? —pregunté, tan confusa y curiosa que mi ira
había desaparecido por completo.
Russ, sin embargo, seguía enojado y no dijo ni una palabra
mientras me llevaba de vuelta a casa de Brad Halloway.
No tenía ni idea de lo que pretendía y no me lo explicó. Simplemente
me arrastró de vuelta a la piscina y gritó algo en un extraño idioma
extranjero mientras extendía las manos.
Miré con incredulidad cómo la gelatina de la piscina desaparecía y
el agua cristalina ocupaba su lugar como si nunca hubiera visto un solo
gránulo de gelatina.
Cuando Russ por fin se volvió hacia mí, se señaló a sí mismo con
gesto adusto.
—Hechicero. No cobarde.
Me tambaleé hacia atrás más sorprendida de lo que nunca había
estado en mi vida. Miré a Russ, luego de nuevo a la piscina, luego de
nuevo a Russ y eso fue todo, mis rodillas se doblaron y las luces se
apagaron.

***

Abrí los ojos y descubrí que estaba tumbada en la cubierta de la


piscina mientras Russ me chasqueaba los dedos en la cara. Cuando vio
que volvía a estar consciente, me dijo: —Imaginaba muchas reacciones
diferentes cuando por fin te dijera la verdad, pero el desmayo no era una
de ellas. Qué manera de ser impredecible.
La sonrisa abandonó el rostro de Russ cuando me incorporé y me
alejé de él. —Vale, mira, no tienes que asustarte —dijo rápidamente.
—¡Eso es imposible! —Apunté hacia la piscina que aún estaba llena
de agua. Sentí que la bilis me subía a la garganta—. ¡Eso es imposible!
—grité otra vez—. ¡La magia no es real!
—Dani, tranquilízate. —Russ lentamente extendió la mano para
tomar mi mano.
—¡Quédate ahí! —Jadeé y me alejé un paso de su toque. Podía ver
que mi pánico le hacía daño a Russ pero no podía evitarlo. Quiero decir,
¡el chico acababa de transformar una piscina llena de gelatina roja en
agua!
—¿Qué eres? ¿Eres siquiera humano?
—No —susurró. Mantuvo sus ojos fijos sobre la piscina, incapaz de
mirarme—. No soy humano. Técnicamente, no. Soy un ser sobrenatural.
Un hechicero.
Cuando no respondí, finalmente se encontró con mis ojos.
—No ha cambiado nada —prometió. Había desesperación en su
voz—. Hace cinco minutos eras mi mejor amiga. Puedes seguir siendo mi
mejor amiga. Soy la misma persona. Me conoces.
—En realidad no te conozco, ¿no? —grité—. Eres… eres... ¿Cómo
pudiste ocultarme esto nuestra vida entera?
—No debemos contarle a los humanos sobre nuestra existencia
porque no soportan la verdad. Dicen que tal vez uno de mil humanos
puede aceptarnos. Ni siquiera mi propia madre pudo con eso. Después
de que yo naciera, mi padre finalmente le dijo la verdad sobre él mismo y
ella enloqueció. Esa es la razón por la que partió. Habían estado casados
durante seis años, y cuando ella supo la verdad, se fue sin más. Tenía
tres años. No la hemos vuelto a ver. Dani, estaba aterrorizado de que si
te lo decía, te perdería a ti también.
—Pensé que dijiste que no eras un cobarde. —Mi corazón no tenía
ganas de burlarse. Me limité a seguir la corriente. Le di la espalda, me
alejé unos pasos y me senté en la hierba, olvidándome por completo del
vestido de encaje que llevaba.
—Di algo —suplicó Russ.
—No sé qué decir.
No era humano. Russ (mi Russ) no era humano. Era tan loco. No
podía ni siquiera procesarlo. No tenía idea de lo que tendría que pensar
o cómo debería sentirme. Estaba entumecida.
Russ ahora se encontraba parado delante de mí.
—¿Estás bien? —preguntó al sentarse a mi lado.
—No —admití—. No estoy bien. No estoy nada bien.
La cara de Russ se arrugó y, tras otro minuto de silencio, se sentó
y se llevó las rodillas al pecho. Nunca lo había visto tan vulnerable.
Parecía que tuviera doce años otra vez. En algún lugar de mi interior,
quise acercarme a él y consolarlo. No me gustaba verlo así y, sobre todo,
no me gustaba saber que yo era la causa de que se sintiera tan inseguro
de sí mismo.
Se pasó la mano por el pelo y casi esperaba que empezara a
arrancárselo. —¿Qué puedo hacer? —preguntó—. ¿Cómo puedo ayudarte
con esto?
Era una buena pregunta, pero no estaba preparada para pensar en
ella.
—No puedes. No sé lo que estoy sintiendo en este momento.
—Bueno, necesitas un poco de tiempo. Te puedo dar eso.
¿Tiempo? Lo que necesitaba era una buena y larga siesta. O mejor
aún, necesitaba algo normal. Algo completamente mundano y humano.
No un mejor amigo mágico.
—Tengo que irme. —Me puse en pie, temblando, pero bastante
firme—. Yo… yo… —Y entonces me di cuenta de exactamente lo que
necesitaba—. Tengo una cita en media hora.

***

Pasé esa media hora mirándome en mi tocador después de


ponerme el collar que Russ me regaló. Todo aquello era extraño, pero
¿qué podía hacer? Russ era la persona más importante de mi vida. ¿Cómo
iba a abandonarlo? Sabía que no podría vivir sin él, e incluso no podía
evitar pensar que él y yo podríamos divertirnos mucho con la magia.
Pero cuando empecé a pensar en cosas como todas las formas
extrañas en las que podríamos torturar al subdirector McHale, solo
terminé enfadada conmigo misma. Debería haberme costado más
aceptarlo. Russ dijo que quizá una de cada mil personas podría aceptarlo.
Pero no es como si yo pudiera negarlo. Quiero decir, vi con mis propios
ojos lo que hizo.
Lo que más me molestaba era que me lo hubiera ocultado durante
tanto tiempo. Pensaba que lo sabía todo de él, ¿y aún así pudo soltar una
bomba tan grande? Totalmente fuera de lugar, por cierto, que me hiciera
eso una hora antes de mi primera cita. Cuando estuviera lista para volver
a hablar con él, me aseguraría de hacérselo saber.
Para cuando Conor me recogió y mi madre tenía suficientes fotos
como para llenar un álbum de recortes entero, ya había reprimido mis
emociones lo suficiente como para estar lista para divertirme y
desahogarme en un ambiente completamente libre de Russ.

***
Un par de horas más tarde dije: —Gracias por traerme esta noche,
Conor. Realmente necesitaba esto.
Nunca me han gustado mucho los bailes, pero me lo estaba
pasando sorprendentemente bien.
Considerando todo.
El comité de decoración se había esforzado al máximo, haciendo
que el gimnasio de la escuela estuviera casi irreconocible con su cursi
temática submarina. Era fácil dejarse llevar por el acontecimiento y
olvidar todo el estrés con el que había estado lidiando. Incluso la
inquietud que me había estado atormentando parecía mínima hasta el
momento.
—Es un placer —me dijo Conor mientras nos llevaba al ponche—.
Sinceramente, si hubiera tenido idea de que estabas soltera todo este
tiempo te habría pedido salir antes.
—Bueno, me alegro de que por fin ocurriera.
—Y yo me alegro de que tu madre por fin nos dejara salir de casa.
Russ tenía razón sobre ella y su cámara.
Puse los ojos en blanco. —Creo que tiene toda mi vida
documentada en volúmenes separados por meses. Es la historiadora que
lleva dentro.
—También tengo que admitir que me siento aliviado. —Conor me
dio un vaso de ponche—. Cuando fui a buscarte casi esperaba que Russ
apareciera y me rompiera los dientes delanteros o algo así.
Conor cogió su propio vaso de ponche y nos dirigimos a una mesa
libre.
—Te dije que Russ y yo somos solo amigos
—Lo sé. Pero me costó creerlo. Todavía me cuesta creerlo. Tampoco
puedo creer que dijeras que sí a una cita conmigo. No sé cómo he tenido
tanta suerte.
—Eres muy dulce, así es como. —Conor me tendió la silla como un
caballero—. Y divertido. Realmente me lo estoy pasando muy bien esta
noche.
Conor empezó a tomar asiento y sentí una extraña sensación
punzar el aire a mi alrededor. Se me erizaron los vellos de los brazos y
sentí un hormigueo. Entonces, cuando Conor se sentó la silla se
derrumbó debajo de él haciéndole caer al suelo.
—¡Conor!
—Estoy bien. —Se levantó del suelo y se sacudió el polvo—. Solo
me duele el ego. No sé qué ha pasado. Creo que a esa silla le falta una
pata.
—Pero parecía bien hace un segundo —le dije, y luego me di cuenta
de que Conor estaba cubierto de ponche—. Oh, no, tu esmoquin. Estás
todo mojado.
Conor se encogió de hombros un poco avergonzado.
—Al menos es solo de alquiler. ¿Te importa si te dejo un momento?
A ver si puedo limpiarme un poco.
—Por supuesto que no. Voy a esperar aquí.
Conor no se había ido ni treinta segundos antes de que Russ sacara
la silla rota y la hiciera girar.
—Ten cuidado. Esa silla está… —Russ se sentó a horcajadas en la
silla y ésta aguantó su peso sin esfuerzo—. Muy bien —le dije, totalmente
confundida.
—A mí me parece que está en perfectas condiciones.
Russ me sonrió muy grande pero no pude compartir su buen
humor. Todavía no estaba preparada para enfrentarme a él.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Me encogí al decir esto y supe que
sonaba completamente aterrorizada de él.
—No pensaste que me iba a perder tu primera cita, ¿verdad? —
Russ miró hacia la salida por la que Conor acababa de escabullirse y
sonrió satisfecho—. Parece que va todo bien.
No podía creer que se estuviera riendo y bromeando conmigo como
si no hubiera pasado nada.
—No, Russ, me refiero a lo que estás haciendo aquí. Dijiste que me
ibas a dar tiempo.
Frunció el ceño, confundido.
—Ya han pasado dos horas.
—¡Dos horas no es tiempo suficiente para algo como esto!
Esperé a que Russ se pusiera serio, pero siguió con su actitud
despreocupada. Después de robarme el ponche de las manos y bebérselo,
se encogió de hombros como si todo estuviera bien.
—¿Quieres bailar conmigo? —preguntó mientras me devolvía el
vaso vacío a las manos.
Me quedé mirando el vaso como si fuera él quien acababa de
invitarme a bailar. —¿Cómo puedes actuar como si no hubiera pasado
nada? —le grité.
Russ me fulminó con la mirada, enfadado por llamar aún más la
atención sobre nuestra conversación, pero si eso era lo que hacía falta
para que hablara en serio, que así fuera.
—Solo estoy siendo yo. ¿Qué quieres que haga? ¿Empezar a actuar
raro a tu alrededor? Eso solo lo hará más difícil.
La gente realmente estaba mirándonos. Los rumores habían sido
una locura hoy en la escuela. Solo podía imaginar lo que mis compañeros
de clases estaban pensando. Solté una carcajada media loca. Lo que sea
que suponían de seguro no era verdad.
Russ me miró como si tuviera miedo de que me estuviera
desmoronando. A decir verdad, podría estar desmoronándome. Después
de todo, me acababa de enterar que mi mejor amigo era Harry Potter.
Me clavó una mirada seria y me habló en un bajo tono calmado.
—Vas a aceptar esto. Serás una de cada mil que puede manejar la
verdad. —Se detuvo un minuto, creo que para mantener su voz firme—.
Tienes que hacerlo. Necesito que lo hagas.
Sentí la sangre drenarse de mi rostro. No sé qué me asustó más,
su confesión o toda esa cruda emoción que me estaba tirando. Russ tenía
su corazón en la mano por primera vez en su vida, y me estaba pidiendo
que lo manejara con cuidado.
—Dani. —Puso mi mano en la suya.
Estaba tan sorprendida que se me había olvidado lo que pasaba
cuando nos tocábamos y el aumento de energía me sorprendió. Saqué mi
mano lejos de la de él, estremeciéndome cuando vi el miedo en sus ojos.
Quería decirle que estaba bien pero eso habría sido una mentira. Estaba
asustada.
Cuando nuestras pieles entraron en contacto, esta ola de energía
tan cálida y adictiva vino corriendo a través de mí, llenándome como si
Russ estaba coincidiendo conmigo de una extraña manera. Había sido
capaz de pasar mis propias locas hormonas antes, pero ahora no estaba
tan segura.
¿Quién sabía cómo funcionaban los hechiceros? Por supuesto que
yo no ¿Eran los humanos físicamente adictos a ellos? ¿Eran peligrosos?
¿Fue algo que simplemente pasó o algo que Russ estaba conscientemente
haciendo con el fin que me gustara? No quería pensar que Russ podría
hacer eso, aparentemente no lo conocía tan bien como yo creía. Después
de un minuto de mirarnos el uno al otro mientras nuestros compañeros
de clases miraban, extendí la mano y toqué el collar que colgaba de mi
cuello.
—Sabía que se te vería bien —dijo Russ.
Estaba agradecida por el cambio de tema. Me sonrojé mientras
agarraba el collar. —Espero que no te importe que lo use.
Me lo había puesto esta noche porque me recordaba a Russ; mi
Russ, mi mejor amigo, la persona que amo más que a nada en el mundo,
me pareció reconfortante. Incluso si no podía estar cerca, todavía tenía
un pedazo de él. Pero ahora me daba cuenta que el collar que me dio se
sentía cálido y ardiente así como él y me asustó de igual manera.
Russ me miró con una expresión de dolor que se había ido tan
rápido que la pude haber imaginado.
—¿Por qué me importaría? —me preguntó—. Dártelo para que lo
uses era el punto. Espero que lo uses todo el tiempo así no me olvidarás
cuando huyas con Conor y empieces a tener sus bebés.
—¡Russ! ¡CALLATE!
Detrás de nosotros, Conor se aclaró la garganta.
—¡Has vuelto! —dije.
Rogué para que no haya escuchado el comentario de Russ.
Russ se levantó y le tendió la silla a Conor. —Aquí tienes, amigo.
Solo estaba manteniéndola caliente para ti.
—No te preocupes por eso. Creo que he tenido descanso. —Conor
miró la silla con confusión, y sostuvo una mano hacia mí—. Viene a bailar
con la chica más hermosa de la escuela.
—Bueno, entonces —sonreí, agradecida de tener una excusa para
dejar a Russ—. No te haré esperar más.
No miré atrás mientras Conor me dirigía a la pista de baile.
—¿Estás bien? —preguntó Conor.
—¿Ah?
—Te ves conmocionada. ¿Estás bien?
—Sí, estoy bien. Es solo que las cosas están un poco raras con Russ
en este momento.
La cara de Conor cayo con decepción y preguntó: —¿Es por eso que
viniste conmigo está noche?
Lo era totalmente, pero lo negué. —No, tú me invitaste y pensé que
sería divertido venir. Las cosas entre Russ y yo estaban raras antes de
eso. No creí que él viniera está noche. Siento que estés atrapado en el
medio de esto.
—¿Quieres hablar de ello? —preguntó. La pregunta me sorprendió
y él se sonrojo—. Sé que realmente no tienes ningún otro amigo aparte
de Russ —se explicó—. Si necesitas a alguien para hablar, no me importa.
—Gracias pero la última cosa que necesito ahora mismo es hablar
de eso. Lo que realmente necesito es una distracción. Una noche sin
estrés donde solo pueda divertirme.
—Veré que puedo hacer —prometió Conor.
—Gracias.
Conor y yo caminamos hacia una esquina del gimnasio con menos
gente donde ellos habían traído una piscina inflable y la habían llenado
con peces vivos de colores. Nos quedamos mirando a los peces durante
un minuto y luego Conor se rio. —¿Suficiente distracción para ti?
—Desde luego —asentí—. ¿En que estaban pensando?
—¿Es peor de lo que hicieron en el baile del día de San Valentín el
año pasado con todos esos pequeños muñecos desnudos de Cupido?
—No lo sé. Este es el primer baile en el que he estado.
—¿En serio? —Conor me tomo en sus brazos y comenzamos a
balancearnos con la música.
—En realidad, esta es mi primera cita de verdad —admití antes de
poder detenerme a mí misma. Miré hacia nuestros pies cuando sentí que
mi cara se ponía roja—, aparte de salir con Russ, por supuesto, lo que
no cuenta realmente.
—¿Por qué no?
Me encogí de hombros y todavía no podía mirar a nada que no fuera
nuestros zapatos. —Mi mamá siempre dice que si él no sostiene tu mano
y te da un beso de buenas noches no es una cita de verdad.
—Así que si esta es una cita de verdad, ¿eso significa que me estás
dando tu permiso para besarte esta noche?
Paramos de bailar y mire hacia arriba para encontrarme con la
mirada de Conor. Él estaba sonriendo y yo esbocé una sonrisa nerviosa
a cambio. Él lentamente bajo su rostro al mío y tuve esa sensación otra
vez. La electricidad estaba de vuelta en el aire, la sensación de hormigueo
pinchaba en mi piel. De alguna manera sabía que algo malo estaba a
punto de pasar. Salí de los brazos de Conor.
—¿Sentiste eso?
Conor dio un paso atrás, preocupado de que tal vez había ido muy
lejos desde que lo había interrumpido en su intento de besarme. Ahí fue
cuando note que sus zapatos estaban atados juntos. Traté de advertirle,
pero ya era demasiado tarde. Él se tambaleó hacia atrás y dirigiéndose
directamente al estanque de peces vivos.
Entré en pánico. No podía quedarme de pie viéndolo caerse en la
piscina. No después de que ya se había llevado una vergonzosa caída.
Estiré mi mano hacia él y grité la primera cosa que se me vino a la mente.
—¡DETENTE!
Sentí una pared de energía dejarme y luego colapsé en el suelo,
exhausta.
Cuando miré hacia arriba, grité. El mundo a mí alrededor se había
detenido. Todos en la pista estaban congelados como estatuas en alguna
clase de encantamiento de cuento de hadas. Conor colgaba en el aire,
medio caído.
Magia. Era todo demasiado. Empecé a entrar en pánico. Se me
aceleró la respiración hasta que estuve al borde de la hiperventilación. Mi
visión se tornó borrosa mientras las lágrimas brotaban de mis ojos. La
bilis subió a mi garganta, y todo se sentía como si estuviera rotando.
—¿Dani? —escuché gritar a Russ y frenéticamente giré para verlo
cruzando a través del mar de estudiantes congelados hacia mí—. ¡Dani!
—¿Por qué me estás haciendo esto? —le grité luego enterré la cara
en mis brazos como si pudiera desaparecer el momento—. ¡Arréglalo! ¡Haz
que desaparezca!
—Dani —dijo Russ calmadamente. Apartó mis brazos de mi cabeza.
Luché pero él no me soltaba—. Dani, cálmate. Está bien.
—¡No está bien! ¡ARREGLALO! ¡Ahora!
—No puedo.
—¿No puedes? ¿Por qué no puedes?
—Porque no hice esto. —Russ agarró mis brazos firmemente y tomó
una respiración profunda antes de centrar sus ojos en los míos—. Tú lo
hiciste.
—Yo… qué… —Casi vomité, pero luego tragué saliva para gritar—:
¡No, no, no, no, no!
Mi cabeza se sacudía tan rápido que Russ la tuvo que sostener con
las dos manos antes de que me hiciera un daño cerebral a mí misma.
Sostuvo mi rostro donde tenía que mirar a sus ojos.
—Todo va a estar bien. ¿De acuerdo? Tú estás bien. Está bien.
El seguía diciendo esa palabra, bien. No creo que entienda lo que
significa.
—Soy idiota por no haberlo averiguado antes —murmuró—. Sabía
que algo estaba pasando porque he estado mucho más atraído hacia a ti
últimamente, simplemente nunca soñé…todo tiene mucho más sentido
ahora.
—¿Todo tiene sentido? —lloré—. ¿Cómo puedes decir eso? ¡Nada
de esto tiene sentido!
—Dani, eres una bruja.
—¡No lo soy!
Russ asintió. —Eres una bruja. Lanzaste un hechizo para detener
la caída de Conor.
—Pero… yo… yo… —Lo pensé y tan imposible como parecía, sí
tenía sentido. Definitivamente había sentido una clase de poder dejarme
cuando grité.
Colapsé de nuevo y rompí en sollozos violentos. Russ me puso en
sus brazos y me acunó en su pecho. Al momento estaba tan débil que no
tenía más elección que dejar a su intensa energía lavarme.
Empezó a pasar sus dedos por mi cabello.
—Sé que ahora no se siente así, pero todo va a estar bien. Más que
bien. Dani, esto cambia todo.
La voz de Russ se había convertido en un susurro y él paso su dedo
pulgar por mis labios. Él nunca me había tocado así en toda mi vida. Era
mucho más que sorprendente; envió una oleada furiosa de deseo a través
de mí como nunca antes había sentido. Jadeé, pero Russ no quito sus
dedos de mi cara.
—¿No entiendes lo que esto significa? —preguntó, sonriendo con
calidez.
No. No entendía lo que significaba. Nada de esto. Y de repente tuve
una muy fuerte impresión de que no quería entenderlo. Había pasado mi
límite. Un secreto más, una verdad más, una explicación más y podría
muy bien explotar.
Los dedos de Russ se posaron en la esquina de mi boca y él suspiró
mi nombre como si fuera una caricia. Su cara empezó a bajar hacia la
mía.
—¡No! —Me moví rápido lejos de él. No sabía por qué—. ¡No! ¡Por
favor, no hagas eso! No vayas ahí. Simplemente…no puedo manejar esto.
Déjame en paz. Tengo que ir a casa.
Russ se puso rígido y luego tan pronto como pudo enmascarar su
dolor, su cara se puso blanca, sin ninguna emoción. Fue como si él
simplemente se cerrara y dejara de sentir. Lo envidié.
—No te recomendaría eso, Dani —dijo fríamente mientras se ponía
de pie—. Vas a querer hablar de esto. Créeme. Ven a casa conmigo. Ven
a hablar con mi papá. Deja que él te explique. Déjanos ayudarte.
Negué con la cabeza y me puse de pie.
—Lo siento, Russ. —Retrocedí lejos de él—. Simplemente…no
puedo.
Russ me observó retroceder. —No puedes dejarlos así. Tienes que
deshacer el hechizo.
Miré alrededor de la habitación. En la locura del momento me había
olvidado que el tiempo seguía congelado.
—P–pero… —balbuceé—. No sé cómo deshacer un hechizo.
—¿Cómo lo lanzaste?
—No lo sé. Solo no quería ver caer a Conor.
Russ lo pensó un minuto. —Trata de visualizar lo que quieres y
luego desea que pase.
—¿Desear?
—Como pedir un deseo. —Apuntó hacia Conor y con una sonrisa
amarga, añadió—: Puede que quieras agarrar a tu novio primero, si no
quieres que se dé un baño.
A la mención de Conor algo se me ocurrió.
—Tú hiciste esto. Esa sensación que tuve antes, era magia. Usaste
magia para hacer que se cayera. Y también rompiste su silla.
Russ pareció irritado durante un segundo y luego se encogió de
hombros. —Me atrapaste —admitió.
No podía creer que encima de todo lo que estaba pasando también
tuviera que lidiar con esto. Fue la gota que derramó el vaso.
—¿Estás bromeando? —grité. Este problema al menos, era uno al
que sabía cómo reaccionar—. Toda la noche he estado aferrándome a mi
cordura por muy poquito, tratando de aceptar lo imposible porque no
quiero decepcionarte ¿y como muestra de agradecimiento has estado
usando tus estúpidos trucos para sabotear mi cita? ¡Imbécil!
Me giré para mirar a Conor antes de que Russ me gritara, o peor,
tratara de disculparse. Quería estar molesta en este instante. Molesta era
una emoción segura. Era normal.
Respiré profundo y mantuve un fuerte agarre en la mano de Conor.
Cerré los ojos e imaginé todo moviéndose de nuevo. Lo deseé.
Cuando el tiempo se reanudó, fue como si nada hubiese pasado en
absoluto, excepto que ahora estaba sosteniendo la mano de Conor y él
era capaz de recuperar el equilibrio sin caerse en el estanque.
Conor seguía sacudiendo la cabeza mientras se desataba los
cordones. —No entiendo cómo pudo haber sucedido, pero gracias por
salvarme. Te juro que por lo general no soy así de torpe.
—Estoy segura que no.
Miré a Russ. Él me miró, pero se quedó ahí esperando a que fuera
con él. Lo ignoré mientras ayudaba a mi cita a ponerse de pie.
—Conor, la he pasado genial esta noche, pero todavía no me siento
muy bien. ¿Te importaría llevarme a casa?
—Por supuesto.
Conor se veía absolutamente abatido. Sin duda pensó que lo estaba
rechazando porque era un poco tonto. Me sentí mal por él, pero no había
nada que pudiera decir que explicara lo que realmente sucedió. Nada de
lo que él creería de todos modos.
—Yo puedo llevarla a casa si quieres quedarte con tus amigos —
ofreció Russ.
Conor levantó la mirada preguntándose de donde había salido
Russ. Él no se veía feliz de verlo, pero tampoco parecía sorprendido.
—Está bien. No me importa. Ella fue lo suficientemente dulce para
salir conmigo. Lo menos que puedo hacer es llevarla a casa.
Ugh, estaba tan deprimido que era doloroso, pero yo estaba hasta
el tope con las emociones como para realmente sentirme así de mal. No
tenía ninguna fuerza en mí para tratar de hacerlo sentir mejor. Todo lo
que pude conseguir fue un simple. —Gracias.
Russ se puso en frente de mí antes de que pudiera irme.
—Dani, espera. Aún tenemos que hablar.
Miré una vez más a Russ, luego coloqué mi mano en el brazo que
Conor me estaba ofreciendo y me fui sin decir una palabra.
4
Traducido por Issel & Moni
Corregido por MaarLopez

Mi mamá me pasó el teléfono, pero me rehusé a tomarlo.


—Es para ti.
—Sé que es para mí. ¿Por qué crees que no contesté?
—Esta vez no es Russ.
Eso me hizo ceder. Solo había otra persona además de Russ que
podría estarme llamando en este momento. Tomé el teléfono que me
tendía mi mamá y traté de sonar feliz mientras contestaba.
—¿Hola? ¿Conor?
—Soy Alex, Dani. Sé que en estos momentos estás enojada con
Russ, pero él me dijo lo que había pasado y debo hablar contigo.
Le colgué.
—Dani, esto es ridículo —suspiró mamá—. Tienes que hablar con
él.
Era cierto, pero no estaba lista. No sabía si alguna vez lo estaría.
El teléfono comenzó a sonar de nuevo y antes de que mi mamá
pudiera atenderlo, desconecté el aparato completo de la pared.
Las llamadas de Russ comenzaron unos diez minutos después de
que llegara a casa la noche de baile del viernes y yo había apagado mi
teléfono después del tercer mensaje. Las llamadas al teléfono de la casa
comenzaron el sábado en la mañana y siguieron durante todo el día.
Ahora era domingo por la tarde y Russ había recurrido a su padre para
ayudarlo con el trabajo sucio.
—¿No puedes superarlo ya? Obviamente Russ lo siente, cariño.
Todo lo que le había dicho a mis padres cuando regresé del baile
fue que Russ había sido un idiota con mi cita. Esa explicación fue
suficiente para ellos. Preguntaron si había algo que pudieran hacer para
hacerme sentir mejor, pero cuando les dije que no, lo dejaron así.
No era que no les interesara (me amaban locamente) pero eran del
tipo de padres despistados. Aunque no podía culparlos, porque nunca los
había hecho tener que actuar como padres.
Cada vez que había tenido un problema siempre iba con el papá de
Russ en busca de consejos. No sabía por qué, pero esto siempre se sintió
más natural para mí, y él siempre estaba muy ansioso por ayudar. Es ese
tipo de persona. Me amaba tanto como a Russ, y yo lo amaba tanto como
a mis padres. Incluso solía bromear conmigo con que había nacido en la
familia equivocada. Especialmente porque Russ y yo tendíamos a pelear
como hermano y hermana.
Fue difícil para mí colgarle a Alex, pero no podía hablar con él, al
menos todavía no. Así que mis padres estaban atrapados en los deberes
de padres en esta oportunidad y no tenían la práctica suficiente para
lidiar con las cosas verdaderamente difíciles.
—Me parece bien que lo sienta —le dije a mi mamá—. Fue un idiota.
Arruinó mi primera cita. Humilló a Conor sin ninguna razón.
Entonces papá entró en la cocina, palmeándose los bolsillos con
una apariencia angustiada.
—Claro—dijo con un bufido—. Sin ninguna razón. ¿Alguna de las
dos ha visto mis lentes?
—No le hice nada.
—Vamos, Dani. ¿Estás ciega?
—¿Me estás preguntando si estoy ciega? —Tomé los lentes de su
cabeza y le fruncí el ceño mientras se los plantaba en la cara.
Mi papá pestañeó y me sonrió. —Es un tipo de ceguera diferente.
Quedé boquiabierta ante mi padre.
—¿Como puedes estar de su lado?
Papá se encogió de hombros y se dirigió a la máquina de café.
—No puedo culparlo. Si alguien alguna vez tratase de robarme a tu
mamá, haría mucho más que golpear al chico.
—Es diferente. Mamá y tú están casados. Se aman.
—Y Russ te ama.
—Como una hermana— murmuré aunque ya no estaba tan segura
de que eso fuera verdad.
—Bueno, creo que eso fue un poco rudo —le dijo mamá a papá—.
Russ no puede pretender que ella no salga con otros chicos si no va a
pedirle que sea su novia. Incluso si estaba celoso, no debió haber estado
importunándola y siendo cruel con su cita.
—¡Gracias! —Le dirigí a mi padre una mirada exasperada—. Eres
mi papá. ¿No se supone que debes ser sobreprotector o algo por el estilo?
¿Dónde están la escopeta y la pala?
Mi papá se rió de eso y contestó a su celular que estaba sonando.
—Habla John. Oh, hola, Alex. —Papá escuchó un minuto y luego se rió
entre dientes—. Sí, desde luego Rusty le armó un escándalo a mi pequeña
esta vez, ¿no? Sí, sí. Adolescentes. Sabes cómo es. Agradece que tienes
un varón.
Papá escuchó a Alex un momento y miré como dejaba su anterior
humor juguetón. —No, no lo está. No estamos seguros de qué pasa. No
parece un resfriado, pero se desmayó de nuevo esta mañana. Rachel va
a llevarla al médico mañana tan pronto como abran la consulta. Seguro
de que va a estar bien. Probablemente solo sea mononucleosis o algo
parecido.
—¡Papá! —grité, horrorizada—. ¡No tengo mononucleosis!
—Voy a tratar, Alex, pero tengo que ser sincero, no la había visto
tan enojada desde hace tiempo. Puede que necesite algunos días más
para enfriarse.
Papá escuchó, suspiró, y luego me pasó el teléfono.
—Danielle, habla con el chico antes de que todos nos volvamos
locos.
No pude tolerarlo más. —¡Esto es todo! —grité—. Saldré a caminar.

***

—Imaginé que me encontrarías aquí —dije cuando sentí más que


escuchar el acercamiento de Russ.
—Si estabas tratando de ocultarte de mí, no debiste haber venido
aquí.
Miré el lago y suspiré. Russ y yo teníamos muchos recuerdos aquí.
Por supuesto, teníamos muchos recuerdos en la mayoría de las partes de
este pueblito.
—El agua siempre te ha calmado.
—Sí bueno, esta vez no está funcionando —gruñí.
Tomé una roca y la lancé al agua tan lejos como pude.
Russ seguía de pie a una buena distancia detrás de mí. Lo sabía
porque podía sentirlo, de la forma en que había sido capaz de sentirlo
desde hace días. Quería que acortara la distancia entre nosotros y se
llevara mi inquietud, pero odiaba sentirme de esa forma.
—Dani, lo que estás sintiendo en este momento es normal.
Me sobresalté ante la voz de Alex. No me había dado cuenta de que
Russ había traído a su papá, pero seguía increíblemente impresionada
por toda esta cosa mágica. Odio admitirlo, pero estaba un poco asustada
de su papá. No creía que quisiera oír la respuesta que él tenía para mí.
—La ira es usualmente normal cuando alguien ha sido tan idiota
—refunfuñé y arrojé otra roca al agua.
Russ se quejó. —Lo siento, ¿está bien? Solo estaba enojado.
—¿Por qué? ¿Por qué tendrías que estar enojado?
—¿Es una broma? ¡Eres tan tonta, Dani!
—Es suficiente, ustedes dos —interrumpió Alex—. Tenemos cosas
más importantes que discutir. Dani, la enfermedad que estás sintiendo
se va a poner peor si no nos dejas ayudarte.
Finalmente me volteé a mirarlos. Verlos parados uno al lado del
otro siempre me distraía un poco. Alexander Devereaux era un hombre
bastante apuesto. El mismo pelo castaño claro y los mismos ojos azules
cristalinos que Russ. De hecho, era más o menos la versión mayor de su
hijo, salvo que tenía un aire distinguido y humilde.
Russ, por supuesto, por muy guapo que fuera, no podría ser
distinguido ni humilde aunque su vida dependiera de ello. Especialmente
no humilde. Aunque, en ese momento, parecía bastante miserable, para
mi satisfacción.
Ahora que Alex estaba parado justo en frente de mí era imposible
no querer su ayuda. Finalmente me rendí y pregunté: —¿En serio sabes
qué me pasa?
—Te has estado sintiendo débil, ¿verdad? ¿Ansiosa, tal vez? ¿Tu
padre dijo que te has desmayado?
Asentí. —Me siento angustiada. Vacía. Como si faltase algo, algo
sin lo que no puedo vivir.
—Y esa sensación de vacío desaparece cuando estás con Russ, ¿no
es así?
Aparté la mirada, sonrojándome. ¿Era necesario que mencionara
mi patética adicción a su hijo? —Lo alivia —susurré—. Pero no hace que
se detenga completamente.
—Me imagino que después de estar separada de él por casi un día
y medio, debes estar lidiando con un gran dolor físico.
No podía creer que esto estaba sucediendo. Enterré la cara en mis
manos y esperé a que Russ hiciera alguna observación sarcástica o
arrogante, pero para mi sorpresa se mantuvo en silencio.
—No es nada de lo que debas sentirte avergonzada, Dani. Se le
llama anhelos —explicó Alex—. Es completamente natural.
Claro. ¿Como si todo fuera a estar bien?
—¿Natural? —pregunté. Estaba tan frustrada que estaba a punto
de jalarme los cabellos, pero no podía gritarle a Alex. A Russ seguro, pero
a su papá no—. No hay nada natural en lo que me está pasando.
—Ven acá, voy a enseñarte.
Alex tendió sus brazos y no dudé en caminar hacia ellos. Cuando
me rodearon me encontré con sentimientos tan intensos que estuve a
punto de desmayarme de nuevo. Era todo lo que había sentido estando
con Russ los últimos días, solo que mucho más fuerte. La atracción que
sentía hacia Alex era tan fuerte que no creía que pudiera haberlo dejado
ir incluso si quisiera.
—Lo que estás sintiendo en este momento es energía supernatural.
Te estás resistiendo a ella, pero tu cuerpo la necesita. Respira profundo
y déjala entrar.
No estaba muy segura de a qué se refería, pero traté de relajarme
y de pronto la intensa energía parecía agua caliente recorriéndome. Me
sostuvo con fuerza y dejó que mis lágrimas empaparan su camisa.
—Los seres supernaturales necesitan estar cerca de otros de su
tipo —me explicó con voz gentil—. Prosperamos mediante las energías de
otros. Sospecho que por eso Russ y tú han sido tan inseparables. Puede
que no lo hayan sabido, pero siempre han estado físicamente atraídos el
uno hacia el otro.
Cedí y admití la vergonzosa verdad. —Pensé que estaba loca. Pensé
que era alguna codependencia enfermiza, una adicción tipo “Atracción
Fatal”. Me odiaba por sentir que lo necesitaba tanto.
—¿Es por eso que saliste con Conor? —preguntó Russ. Casi había
olvidado que estaba ahí—. ¿Para demostrarte a ti misma que no me
necesitabas?
Por eso era precisamente por lo que le había dicho que sí a Conor.
Me golpeó otra ola de humillación y comencé a descomponerme de nuevo.
Alex me abrazó con más fuerza. Suspiró en mi cabello.
—Lo siento, cariño, debí habértelo explicado hace años.
Levanté la cabeza de la camisa de Alex, pero Russ anticipó mi
pregunta. —¿Lo sabías? —Sonó indignado—. ¿Sabías sobre Dani, y no
me dijiste?
Alex miró de un lado al otro entre ambos. —Sentémonos, ¿sí?
Me desprendió de él y me llevó hacia una mesa cercana de picnic.
No tenía la energía para seguir enojada con Russ y no veía el punto
en resistir la urgencia de tocarlo ahora que había una razón legítima para
esto. Así que cuando él tomó asiento en la mesa en frente de su papá, me
senté a su lado, incliné la cabeza sobre su hombro y me las arreglé para
parar de llorar.
Russ dejó escapar un suspiro de alivio y me rodeó con su brazo.
Ambos ignoramos la forma en que yo temblé ante su toque.
Alex nos sonrió cariñosamente.
—Es bueno finalmente verlos juntos de la forma en que estaban
destinados a estar. Como sobrenaturales. Sin más secretos entre los dos.
—¿En serio sabías sobre mí?
—Los sobrenaturales completamente desarrollados solo pueden
ser reconocidos siempre por otros de su especie. Nuestro poder nos da
un aura. Eso es lo que los dos sienten que los atrae el uno al otro. Con el
tiempo y con práctica aprenderán a reconocer el aura de una persona.
Serán capaces de saber si alguien cercano a ustedes es sobrenatural y de
qué tipo es.
Russ estaba demasiado molesto para decir algo, pero sabía lo que
pensaba y yo tenía la misma pregunta. —¿Por qué nunca dijiste nada?
—Bueno, para empezar, no era mi deber decirte sobre tus poderes.
Esa es una decisión destinada a los padres.
—Quieres decir que mis padres son…
—No. Tus padres son humanos. Esa era otra parte del problema.
Tienes el aura más fuerte que había visto, lo que significa que eres
extremadamente poderosa. No podía evitar preguntarme si habías sido
escondida aquí y criada como una humana por tu propia protección.
Pensé que una vez que te acercaras a la entrega de tus poderes alguien
aparecería y te explicaría las cosas.
De ninguna manera mis padres estaban involucrados en un secreto
tan grande como este. —No creo que alguien venga.
—No —coincidió Alex pensativo—. Creo que tienes razón. Si ese
fuera el caso, alguien ya habría venido. Es peligroso para las personas
descubrir sus poderes solos, como notaste la otra noche en el baile. Luego
estaba la cuestión de mi otra duda.
—¿Y es?
—Nunca supe qué tipo de sobrenatural eres.
—Es una bruja, obviamente—Russ no podía sonar más orgulloso.
—No estoy seguro —dijo Alex—. Si Dani fuera una bruja, entonces
naturalmente nos repeleríamos unos a otros.
—¿Qué? —preguntamos Russ y yo.
—Desde el comienzo de los tiempos, las brujas y los hechiceros han
sido enemigos naturales. Hay algo en nuestra composición química que
nos hace así. Algunos dicen que es porque la magia de un hechicero viene
de la Creadora y es magia de la luz. Otros creen que es porque si una
bruja y un hechicero se juntaran, su descendencia sería demasiado
poderosa. Es una manera natural de mantener el balance. Se llama
enemistad mortal.
—Bueno, eso explica a Clara —se quejó Russ y su papá se rió.
Estaba perdida. —¿Quién es Clara?
—Solo una vieja amiga de la familia —dijo Alex suavemente.
—Tu amiga. Mía no.
—Y la única bruja que Russ conoce que es de su edad.
—Esa es una bruja con B mayúscula —dijo Russ—. Pero también
conozco a Dani. —Me sonrió—. Tal vez eres, como, una bruja buena.
—No creo que ella sea una bruja.
—¿Qué más podría ser? Lanzó un hechizo. Yo estaba allí. La vi
hacerlo.
No podía creer que estaba ahí sentada viendo a los dos discutir
sobre qué tipo de especie sobrenatural era. El momento era más allá de
surreal.
—Sí, un hechizo de detener el tiempo. —Alex me miró con
fascinación—. Y sin ningún entrenamiento. Ni siquiera yo podría lanzar
un hechizo así de poderoso sin usar un conjuro.
—Entonces ella es una anomalía —sugirió Russ—. Ellos siempre
son más poderosos y podría explicar por qué no nos repele.
Pude notar que le gustaba demasiado la idea. —Esa es una
posibilidad.
—¿Qué es una anomalía? —pregunté.
Russ me sonrió. —Impresionante sobrenaturalidad.
Quería seguir enojada y asustada, pero con Russ y su papá siendo
tan casuales sobre esto rápidamente estaba olvidándolo. Finalmente
sonreí por primera vez en días. —Eso es útil.
Miré al papá de Russ por una explicación real.
—Una anomalía —dijo, sonando como un profesor universitario—,
es una mutación genética en una raza sobrenatural.
—¿Soy una mutante sobrenatural? —Eso apestaba—. Me retracto.
Creo que me gusta más la definición de Russ.
Alex sonrió. —Siguen siendo sobrenaturales como el resto de
nosotros, pero en algún lugar dentro de su genética hay una mutación
que los hace un poco diferentes. No serías capaz de diferenciarlos solo
con mirarlos, pero siempre son más poderosos y pueden romper las
reglas. Por ejemplo, una bruja que puede lanzar hechizos sin pociones o
conjuros, un vampiro que puede entrar en contacto directo con la luz
solar.
—Bien, entonces ¿cómo podemos cerciorarnos de que eso es lo que
soy?
—Bueno, yo podría tener una mejor idea si pudiera sentir tu magia.
¿Te importaría lanzar un hechizo para mí?
—Pero no sé cómo lanzar un hechizo.
—¿Cómo lo hiciste la otra noche?
—No lo sé. No fue como que quise hacerlo. Solo no quise ver a Conor
caer en la piscina con los peces porque alguien ató sus zapatos.
Retiro lo que dije antes de no estar más enojada con Russ. Aún
estaba bastante enojada. Ahora que estaba pensando en eso de nuevo.
Miré a Russ y él rodó los ojos.
Su papá nos cuestionó con una mirada, pero no preguntó.
—Entonces, ¿solo estabas concentrándote–deseando que algo
pasara? ¿Por qué no intentas eso?
—Claro —dije—. ¿Debería desear convertir Russ en un sapo?
Russ sonrió. —¿Con la esperanza de tener que darme un beso para
romper el hechizo?
—Una roca entonces —espeté—. ¡Porque nada me gustaría más que
lanzarte al lago justo ahora!
Russ abrió su boca para replicar, pero antes de que pudiera decir
una palabra estaba volando de pronto por el aire e hizo un enorme
chapoteo en medio del lago.
Cuando me di cuenta de lo que había pasado me llevé las manos a
la boca. El papá de Russ me estaba mirando con asombro.
—¡Lo siento tanto! —dije—. ¡No quise hacerlo! —Me volví y corrí a
la orilla—. ¡Russ! —No podía verlo por ningún lugar—. ¡Russ!
—¿Te sientes mejor ahora?
Me di la vuelta con un sobresalto. Russ estaba justo detrás de mí
y su voz era lo único de él que estaba seco. Estaba tan aliviada de no
haberlo herido que tiré mis brazos a su alrededor en un fuerte abrazo.
—¿Estás bien?
Russ se rió y luego me levantó de mis pies. —¿Te das cuenta de
que acabas de comenzar una guerra? —me advirtió—. Ya obtendrás lo
tuyo, señorita. Cuando menos te lo esperes.
Me bajó y sonreí.
—¿Estás seguro de que quieres hacer eso? —Me señalé con un
dedo—. ¿Muy poderosa? ¿Impresionante sobrenaturalidad? ¿Te suena
algo de eso?
—No. No en realidad. Aunque creo que recuerdo algo sobre una
mutante.
—Oh, ¡cállate!
Russ y yo volvimos a la mesa de picnic donde su papá aún me
estaba mirando boquiabierto. Su rostro estaba pálido, como si hubiera
visto un fantasma. Russ y yo nos miramos y nos sentamos.
—¿Qué es? —pregunté.
—¿Qué pasa?
—Tú —me dijo Alex—, eres definitivamente una anomalía.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque usaste magia negra.
—¿Magia negra? —dijo Russ—. Eso es imposible. Para usar magia
negra ella tendría que ser…
—Un mago —dijo Alex. Sonaba como si aún no pudiera creerlo.
—¿Quieres decir que soy lo mismo que ustedes? —pregunté—.
Bueno, eso entonces tiene sentido, ¿no? Por eso es que no nos odiamos
entre nosotros. No soy una bruja después de todo.
—Pero es imposible —dijo Russ de nuevo.
—¿Por qué?
—Porque los hechiceros son hombres. Siempre. Nunca ha habido
un hechicero mujer.
—Y ahí radica la anomalía—había orgullo en la voz de Alex y siguió
mirándome con asombro.
—Entonces, ¿qué hacemos? —preguntó Russ—. ¿Deberíamos
llevarla al Concilio?
—No —dijo Alex—. No aún. No hasta que tengamos más respuestas
que darles. Haré un poco de investigación, y te ayudaré a controlar tu
magia, Dani. Creo que esto es lo bueno sobre esto, puedo enseñarte yo
mismo y nadie necesita saber de ti.
—¿Necesito guardar el secreto? Digo, ¿de otros sobrenaturales?
Alex se veía preocupado. —Eres muy poderosa, Dani. Muy, muy
poderosa. El hecho de que eres algo que nunca había escuchado antes
captara la intriga de las personas. Sí, creo que podrías estar en peligro si
fueras descubierta. Es mejor esperar hasta que hayas madurado un poco
más.
—De acuerdo. —Mi boca de pronto se sentía muy seca.
—Nos tienes a nosotros —me aseguró Russ—. Te mantendremos a
salvo.
—Y te ayudaremos —agregó Alex—. Esos próximos meses van a ser
estresantes para ti. Los anhelos comienzan cuando entras en contacto
por primera vez con tus poderes, como ya lo acabas de hacer. Lo peor es
que dura unos pocos meses, y mientras más poderosa es el aura, más
fuertes son los anhelos. Me temo que será muy difícil para ti.
—¿Qué debo hacer?
—Por ahora, estar tan cerca como puedas de Russ o de mí. Y usar
el collar todo el tiempo.
—¿El que Russ me dio?
Alex asintió. —Es un amuleto muy poderoso. Russ no lo sabía en
ese momento, pero por eso fue que estuve de acuerdo en que debería
dártelo. Me imaginé que esto iba a suceder pronto, y el amuleto tiene algo
de la magia de la familia Devereaux. Debería ayudar a atenuar los
anhelos.
Russ me dio un codazo. —Mírame pensando en el futuro de esa
manera.
—Por favor. —Me reí—. Si alguna vez en serio manejaras pensar en
el futuro para cualquier cosa, moriría de la sorpresa.
—Y si tú alguna vez tuvieras el mínimo aprecio por todas las cosas
increíblemente consideradas que hago por ti, yo moriría de la sorpresa.
—Bueno, parece que ustedes dos están de vuelta a la normalidad.
—Alex suspiró su desaprobación de nuestras peleas mientras se ponía de
pie—. Es evidente que mi presencia aquí ya no es necesaria. Estoy seguro
de que quieren hablar sobre esto sin mí alrededor, y tengo algunas cosas
que revisar en este momento. Dani, si tienes alguna pregunta o cualquier
cosa inusual sucede, llámame enseguida. Y eres bienvenida en nuestra
casa cuando necesites. De día o de noche. Si las cosas se ponen muy
difíciles, puedes comenzar a quedarte a dormir. Ya encontraremos la
manera de lidiar con tus padres si lo necesitamos. ¿Por el momento? —
Nos entrecerró los ojos—. Traten de mantenerse lejos de los problemas.
La magia no es un juguete. Recuerden que puede ser peligrosa.
—Papá —dijo Russ suavemente—, ¿con quién crees que estás
hablando aquí?
—Sé exactamente con quienes estoy hablando, Russell, así que lo
diré de nuevo. Los dos manténganse lejos de los problemas.
La sonrisa maliciosa que Russ me dio cuando su padre nos dio la
espalda desvaneció hasta la última de mis preocupaciones. Es cierto, la
vida acaba de volverse mucho más loca y aún no podía creerlo, pero al
menos no estaba sola en esto.
La verdad es que me alegro de que Russ y yo sigamos siendo los
mismos incluso si ambos éramos unos fenómenos. Al menos de esta
manera éramos fenómenos juntos. Esto no nos va a separar como Russ
había estado tan asustado de que pasara. Al contrario, nos iba a unir
más. Era un secreto que compartíamos, otra cosa que teníamos en
común que nos hacía especiales entre nosotros. Además, Russ tenía
razón, podíamos tener un poco de diversión con la magia. Piscinas de
gelatina eran solo el comienzo.
5
Traducido por Danny_McFly & Zöe..
Corregido por Alaska Young

—Creo que mi papá te dio permiso para vivir conmigo, y luego se


ofreció para cubrirte con tus padres —dijo Russ una vez que su padre se
había ido.
—No te hagas ilusiones.
Russ deslizó su mano en la mía y entrelazó nuestros dedos. El gesto
fue tan sorprendente que brinqué. Hasta esta semana, en todos los años
que lo había conocido, Russ solo se comportaba hacia mí como el mejor
de los amigos de forma platónica. Nuestra relación, incluso a veces
rayaba en lo fraternal. La manera en que sostenía mi mano en este
momento no se sentía así.
Traté de zafarme, pero el agarre de Russ era demasiado apretado.
—Está bien. Sé que necesitas esto. Recuerdo cómo era.
—¿También pasaste por eso? —No sabía por qué esa idea no se me
había ocurrido antes.
—Claro. Cada sobrenatural lo atraviesa. ¿Recuerdas cuando yo
tenía doce años? ¿Cómo me volví totalmente raro y entonces mi papá me
llevó a Nueva Jersey para el verano? Estaba adquiriendo mis poderes y
los anhelos eran demasiados, así que me llevó a casa de unos viejos
amigos suyos hasta que pude soportar estar solo él y yo.
—¿Clara?
Russ asintió.
Intenté que no se me notaran los celos. Russ tenía doce años
entonces, y estaba supervisado, y parecía odiarla. Pero seguía sin
gustarme la idea de que se hubiera pasado todo el verano viviendo con
una chica sobrenatural cuando pasaba por esos anhelos. Quiero decir,
me estaban volviendo loca de deseo y yo no tengo las hormonas de un
chico.
Quería preguntar si alguna vez había pasado algo entre ellos, pero
al mismo tiempo no creía que quisiera saber el historial de citas de Russ.
Lo crean o no, ese tema nunca había surgido entre nosotros. Siempre
había supuesto que había salido con muchas chicas y que tenía
experiencia en el departamento de besos porque es muy seguro de sí
mismo y guapo, pero en realidad nunca lo había visto salir con nadie.
Siempre me ha tenido como yo siempre le he tenido a él.
Le pregunté algo diferente solo para mantenerme distraída.
—¿Tuviste tu magia a las doce?
—A menos de que te conviertas, como un vampiro o un hombre
lobo, tiende a manifestarse en la pubertad. —Rió—. Dieciséis. Siempre
floreciendo al último, Dani.
—¡Cállate! —Quité mi mano de la suya con el fin de darle una
bofetada—. Si tenemos que estar pegados las veinticuatro horas del día
los próximos tres a seis meses, ¿crees que podrías al menos tratar de no
ser tan idiota?
—Te encanta cuando soy idiota. Es entrañable.
—Es muy molesto.
Russ sonrió. —Está bien. Nada de ser idiota. ¿Y si te muestro un
truco genial?
—¿Tu padre no nos dijo que no jugáramos con la magia?
—Nos dijo que no nos metiéramos en problemas. Éste no causará
ningún problema.
Me arrastró hasta la orilla del agua y se quitó los zapatos.
—El agua está helada —le dije mientras le miraba enrollar sus
pantalones.
—Soy muy consciente de lo fría que está. Me tiraste, ¿recuerdas?
Deja de quejarte y ven aquí.
Me quité los zapatos y me subí los pantalones hasta las rodillas. El
agua fría me pinchó los pies.
—Está bien —dijo Russ—. Ahora cierra los ojos y prepárate para
ser sorprendida.
Cuando cerré los ojos, Russ susurró algo entre dientes y de repente
el agua que rodeaba mis pies ya no se sentía incómoda. —Parece agua de
baño. —Me quedé sin aliento—. ¡Eso es increíble!
—Genial ¿eh? ¿Lo ves? El ser sobrenatural no es algo malo. Sé que
la idea es un poco extraña de aceptar, pero la magia sin duda tiene sus
ventajas.
Russ tenía razón. Esto era increíble. —Gracias. —Tiré mis brazos
alrededor de él. Tenía tanto miedo desde el baile que este pedacito de
esperanza casi me llevó hasta las lágrimas.
—En serio, Russ. Gracias por esto.
—Vamos —dijo Russ—. Vamos a nadar.
—¿Qué, en este momento?
Russ se sacó la camisa por la cabeza.
—El agua se mantendrá caliente —prometió.
—¿Qué se supone que debemos hacer, nadar en ropa interior?
Al parecer, eso era exactamente lo que se suponía que debíamos
hacer, porque Russ se quitó todo hasta quedar en bóxers y se zambulló
en el agua. Cuando salió a la superficie, dije: —No me desvestiré hasta
quedar en ropa interior cerca de ti.
—No es que no lo hayas hecho antes. ¿Recuerdas cuando teníamos
cuatro años y mi padre nos regaló ese tobogán? No tuviste ningún
problema en desnudarte entonces.
—En ese momento no tenía pechos.
—Sigues sin tenerlos.
Me quedé boquiabierta.
—Dani, las cosas han estado estresantes esta semana. Te conozco.
Te sentirás mejor si haces alguna locura. —Russ se volteó—. Vamos.
Nadie te mira.
No podía creer que lo dejé hablarme así, pero rápidamente me quité
la camiseta y los pantalones y me zambullí en el agua. Se sentía increíble.
—¡Estoy impresionado! No pensé que lo harías —dijo Russ cuando
asomé la cabeza por encima de la superficie.
Me aseguré de que la línea de agua nunca cayera por debajo de mis
hombros.
—Tienes razón —le dije—. Lo necesitaba para eliminar el estrés.
Russ nadó hasta situarse menos de un metro delante de mí. Dejó
caer su actitud lúdica y me miró demasiado serio de repente.
—Estarás bien. Voy a estar aquí contigo en cada paso del camino.
Haré lo que sea que necesites. Incluso si es obligarte a desvestirte y saltar
en un lago. —Guiñó un ojo y esbozó una sonrisa, pero la borró casi de
inmediato—. Lo digo en serio —dijo—. Todo lo que necesites.
¡Ja! Si supiera lo que yo sentía que necesitaba en ese momento.
O… tal vez lo sabía.
De alguna manera Russ se encontraba a solo centímetros de mí,
aunque no noté que se moviera. Podía sentir el calor que desprendía su
cuerpo. Sentía que esa atracción mágica se agitaba en mi interior,
enloqueciéndome con el deseo de tocarlo, de pasar mis dedos por su
pecho desnudo.
Como si pudiera leer mi mente, Russ deslizó su mano alrededor de
mi cintura y me jaló con fuerza contra él. Cuando me quedé sin aliento
deslizó su otro brazo alrededor de mí y me encerró en su agarre sabiendo
que trataría de escapar. Mi intento de poner algo de distancia entre
nosotros era patético, y solo lo animó.
—No lo entiendo, Russ. —Respiré, luchando contra un escalofrío.
—¿Qué no entiendes? —Russ movió sus manos por mi espalda,
sujetando nuestros cuerpos juntos—. No puedo hacerlo más obvio.
Me entró el pánico.
—No somos así. Somos mejores amigos. Tú nunca... —Mi voz se
apagó cuando sentí que se me pusieron rojas las mejillas—. No pensé que
querrías esto. Nací en la familia equivocada, ¿recuerdas?
El agarre de Russ se apretó un poquito. —Odio cuando papá y tú
bromean sobre eso. No eres mi hermana.
—Entonces, ¿por qué nunca dijiste nada?
—No soy humano, Dani. Había tanto de mí que tuve que mantener
oculto de ti. Mi padre siempre dice que no fue la magia lo que mi mamá
no pudo manejar. Dijo que era lo suficientemente fuerte. Él dijo que tenía
que haber sido una de miles si no le hubiera mentido durante tanto
tiempo. Pero nunca se le dio la opción de ser parte de nuestro mundo. En
el momento en que sabía que existía ya estaba atado a ella. Ella ya estaba
casada con mi padre. Ya tenía un hijo que no era humano. No podía hacer
eso. No empezaría una relación si no podía ser yo mismo contigo.
El momento se sintió completamente surrealista, porque a pesar
de que nunca pensé que hubiera un “nosotros”, todavía se sentía como
si hubiera esperado toda mi vida para escucharlo decir todas estas cosas.
Sentí un calor en mi interior que era diferente a la energía que había
sentido últimamente, y me relajé.
—¿Qué te hizo decidir decírmelo?
—Siempre pensé que era mejor contar contigo como una amiga que
decirte la verdad y arriesgarme a perderte, pero no puedo ser solo tu
amigo. Me está matando. —Russ bajó la voz a un susurro y se movió un
poquito—. Dani, tienes que saber que me siento tan atraído por ti como
tú por mí. Puede que se haya concretado desde que llegaron mis poderes,
pero aun así te deseo.
»Esto... —Russ puso sus dedos en mi mejilla y los arrastró por mi
cuello, luego acarició hacia atrás y adelante a lo largo de mi clavícula.
Era muy difícil de controlar.
Mi aliento se atascó en mis pulmones y comencé a temblar.
—La oportunidad de tocarte así —dijo Russ—. De una manera que
nunca podría ser confundida con amistad, es en todo lo que pienso.
Un fuerte y lento aplauso nos sobresaltó tanto a Russ como a mí
desde el trance en el que habíamos caído.
De pie a seis metros de la orilla del lago había un hombre de piel
bronceada y enmarañado cabello marrón que caía sobre sus ojos y se
rizaba detrás de las orejas. Parecía cerca de los veinticinco años y tenía
brazos que se abultaban en las mangas de su camiseta. No tenía duda
de que podía levantar cinco veces mi peso.
Era apuesto, pero era un extraño. Por lo que, en nuestra pequeña
ciudad que estaba tan alejada de la ruta turística que la gente solo venía
aquí cuando tenían una buena razón para hacerlo, era muy extraño.
—Esa sí fue una frase para ligar —dijo divertido—. En serio, tendré
que usarla en algún momento.
—Sí, y hasta que apareciste la frase funcionaba —dijo Russ con
una voz de falsa amabilidad—. Así que, uh, muestra un poco de decencia
y encuentra otro lugar para estar.
El extraño se rió. —Me agradas. Me recuerdas a mí mismo. Si yo
fuera tú le daría un beso a la chica, mientras tenga oportunidad.
Vi los músculos de Russ contraerse y puse una mano en su brazo.
—Ten cuidado —susurré—. Hay algo en él. Puedo sentirlo como te siento
a ti y a tu padre.
Russ me miró. —¿Es un sobrenatural? ¿Estás segura?
—Tan segura como puedo estarlo.
Volví a mirar al extraño. No se veía como si estuviera apurado por
seguir el consejo de Russ de perderse. Se acercó a la pila de ropa que
Russ y yo dejamos detrás y levantó mi camisa.
—Este es un buen color para ti, Danielle. Me gusta cuando las
chicas no tienen miedo de usar un poco de color. ¿Por qué no sales de
ahí y me dejas ver cómo se ve puesta? Asumo que querrás estar vestida
para nuestro viaje.
Russ me empujó detrás de él. —¿Y exactamente de qué viaje estás
hablando? —preguntó mientras yo tenía otra pregunta.
—¿Cómo sabes mi nombre?
—Será mejor que te acostumbres a eso, Dani. Muy pronto todo ser
sobrenatural en el mundo sabrá tu nombre. Las noticias vuelan, y los
rumores sobre ti… bueno, digamos que eres una especie de celebridad.
Es por eso que estoy aquí. He venido a buscarte para mi jefe. Está muy
interesado en conocer a la persona que se supone que debe cumplir la
profecía.
Para mi sorpresa, Russ dejó escapar un jadeo y me miró con los
ojos muy abiertos.
—Así es —le dijo el extraño a Russ—. El Vidente lo ha predicho. Sin
duda, el Concilio ya está en camino para robarla y corromperla para sus
propios fines. Mi trabajo era llegar antes que ellos.
¿Profecía? ¿Vidente? ¿Concilio? Toda esta conversación se hallaba
más allá de mi cabeza.
—¿De qué está hablando? —pregunté.
Russ me ignoró. Su atención se fijaba en el extraño. —¿Parece que
tomas esteroides y te gusta jugar a buscar para tu jefe? Debes ser un
hombre lobo. —Cuando el extraño sonrió orgullosamente, Russ igualó su
sonrisa—. Eso explica el olor.
—Así como la magia explica tu equivocado sentido de superioridad,
joven amo hechicero.
—No la llevarás a ningún lugar.
—Danielle —se dirigió a mí repentinamente el hombre lobo—, tu
muñeco aquí, tiene exceso de confianza. Soy un hombre lobo totalmente
desarrollado, el segundo al mando de mi manada, y un guerrero
entrenado. Unos hechizos principiantes de derribo de un joven hechicero
en formación no serán ningún rival para mí. Ven conmigo ahora y no
tendrá que ser una lucha, pero si intenta algo lo mataré.
No tuve que pensar en su petición. Su amenaza era obviamente
real, así que me dirigí a la orilla antes de que Russ me pudiera detener.
—Chica inteligente —dijo el hombre lobo, lanzándome mi camisa.
—¡Dani, espera!
Antes de sacar la cabeza por el cuello de mi camisa sentí un par de
brazos fuertes rodearme. —Muévete un centímetro y la morderé. El jefe
dijo que no la matáramos, pero no dijo nada de convertirla en una de
nosotros.
Russ se congeló, y en algún lugar de mi mente me di cuenta de que
me encontraba en peligro, pero eso no podía molestarme porque de
repente tenía otras cosas de que preocuparme. Mi cuerpo estaba en
llamas y mis sentidos se volvían locos.
—¡Russ! —grité—. ¡Russ, pasa algo! ¡Me está pasando algo!
Podía oír y oler todo. Mi visión se afiló, y sentí todos los músculos
de mi cuerpo fortalecerse. Una ola de energía temeraria me recorrió y de
repente no podía soportar la sensación de estar inmovilizada por mi
captor. Necesitaba ser libre. Necesitaba pelear.
La lógica me dijo que me sentía asustada, aterrorizada incluso,
pero no era capaz de actuar sobre ese miedo. Quería gritar y correr pero
mi cuerpo se tensó para la pelea. Había nuevas emociones desconocidas
en mí y no tenía idea de dónde venían o cómo controlarlas. Amenaza.
Este hombre era una amenaza. Tenía que luchar contra él. Tenía que
protegerme a mí misma y a mi territorio.
¿Mi territorio?, me pregunté después de tener el pensamiento. ¿Qué
significaba eso? Y, ¿luchar contra este hombre? Era enorme y yo no era
exactamente Muhammad Ali. Sin embargo, en vez de tratar de correr, un
gruñido se elevó por mi garganta. Sonaba animal.
Los brazos a mi alrededor se volvieron acero.
—¡Eso no es posible! —gruñó el hombre lobo, girándome hacia él.
Sus fosas nasales se abrieron y todos los vellos de su cuerpo se erizaron,
volviéndome incluso más dispuesta a luchar.
Grité pero salió como un aullido y después grité de nuevo,
simplemente porque me asusté.
Mi aullido envió al hombre lobo por la orilla. Me soltó y cayó sobre
sus manos y rodillas. Miré con horror cómo su cuerpo convulsionaba en
violentos espasmos salvajes.
—¡Dani, vete, se está transformando! —gritó Russ acercándose a
mí frenéticamente.
Me tomó un momento entender a lo que se refería, pero eso fue
todo lo que tomó porque en vez de a un hombre, veía a un gigante hombre
lobo enojado.
Nunca había visto nada igual. Pensilvania no tiene exactamente
una gran población de lobos. —Hermoso —susurré, aunque su presencia
hacía que todos los vellos de mi cuerpo se levantaran.
El lobo me gruñó, mostrando los dientes como si yo me fuera a
convertir en la cena si llegaba a pensar en moverme. Sabía que debía
estar quieta, pero estaba en una guerra con mi cuerpo y su necesidad de
hacerle frente al animal delante de mí.
Mientras nos mirábamos, Russ le lanzó un hechizo al lobo y lo
envió volando hacia atrás. —¡Dani, tu magia! ¡Congélalo como congelaste
a los niños en el baile!
El lobo ya se encontraba de pie de nuevo, así que cerré los ojos y
deseé que las cosas se detuvieran. Nada sucedió. Intenté de nuevo, pero
en vez de quedar congelado en el lugar, el lobo cargó contra Russ.
Lo que ocurrió después se salió de mi control.
Esa cosa fue detrás de Russ y una ira, que nunca hubiera sabido
que era capaz de tener, se encendió en mí. Sentí la necesidad de proteger
a Russ tan ferozmente que me dolía físicamente. Entonces mi cuerpo
explotó y corría hacia el lobo no en dos piernas, sino en cuatro.
Yo era un lobo. No había tiempo para enloquecer. Quería hacerlo,
pero era como si mi cerebro fuera más sencillo ahora. No podía pensar
en cosas complejas del modo que lo haría un humano. Solo manejaba
palabras simples, pensamientos simples. Luchar. Defender. Enemigo.
Amenaza. Atacar. Matar. Proteger.
Estas palabras siguieron reproduciéndose en un circuito en mi
cabeza y me impulsaba por algún fuerte instinto animal de neutralizar la
amenaza. Salté sobre el otro lobo antes de que atacara a Russ. Hundí mis
colmillos en su hombro y me empujó de encima suyo con un aullido
penetrante.
El lobo se olvidó de Russ y vino detrás de mí. Se estrelló contra mí
con tanta fuerza que sentí los huesos de mi hombro agrietarse, pero eso
no me detuvo. De repente tenía una alta tolerancia al dolor y me lancé
contra el lobo una y otra vez, mordiendo, arrancando trozos de su carne.
Perdía la capacidad de pelear conmigo rápidamente, pero logró
clavar sus garras en mi costado. Tropecé hacia atrás, dejando escapar un
grito de dolor. El lobo dio un salto hacia adelante, pero era más rápida y
terminé con mi mandíbula alrededor de su cuello. Sin darle un solo
pensamiento desgarré la garganta de la cosa.
Mis instintos me dijeron cuándo la criatura estaba muerta, y el
cansancio me alcanzó. Caí al suelo y cambié de nuevo a forma humana.
Después de un momento, la niebla desapareció de mi mente y el pánico
verdadero fue capaz de instalarse.
¡Un lobo! ¡Fui un lobo! ¡Y no solo eso, sino que maté a otro lobo!
¡Un lobo que fue una persona!
—¿Dani? —jadeó Russ. Se veía como si la muerte misma se hubiera
hecho cargo de él—. ¿Cómo hiciste eso?
Mi voz salió entre jadeos. —No lo sé. Traté de usar mi magia, como
me dijiste, pero se había ido. Entonces esa cosa te atacó. Apenas recuerdo
el resto.
Cuando Russ dio un paso hacia mí, entré en pánico de nuevo.
—¡Espera! —grité—. ¡No te acerques más a mí!
Russ se veía confundido, pero se detuvo. Recogió su camisa y me
la lanzó, con un toque de rosa en sus mejillas.
Me tomó un segundo comprenderlo. Seguí la mirada de Russ hasta
donde mi camisa y ropa interior yacían en pedazos en el suelo. Al parecer,
mi cuerpo no fue lo único que estalló cuando me convertí en un lobo.
Cuando me di cuenta de que me hallaba completamente desnuda
jadeé y me revolví para cubrirme. No fue fácil de hacer considerando en
el estado físico en que me encontraba. Hice una mueca de dolor con cada
movimiento que hacía mientras empujaba la camisa sobre mi cabeza y
obligaba mis brazos por las mangas.
Russ se deslizó los pantalones sobre sus calzoncillos mojados de
espaldas a mí. —Dani, tenemos que llevarte con mi papá. Todavía no sé
cómo usar la magia curativa.
La mención de magia curativa evaporó la incomodidad. Russ tenía
razón. Necesitaba ayuda. Se me rompió el hombro, me mordieron la
pantorrilla y tenía cuatro heridas que parecían del tamaño de Texas en
mi estómago.
Pero aun así, no podía dejarlo acercarse. Acababa de asesinar a
alguien y no tuve el control sobre eso.
—No pude controlarlo, Russ. —Todo el miedo y el dolor de lo que
acababa de hacer me golpeó con la fuerza de un huracán—. Lo que sea
que pasó, pude sentirlo, pero no pude controlarlo. No te acerques más a
mí. No quiero hacerte daño a ti también.
—No me harás daño —dijo Russ—. Actuaste como un lobo. Lo
atacaste porque te sentiste amenazada. No soy una amenaza para ti,
Dani.
Russ tendió una mano hacia mí como si yo fuera un perro callejero
que necesitaba olfatearlo para que fuéramos amigos. Quería decir algo
grosero, pero al mismo tiempo podía sentir fuertes instintos gobernarme.
Su lento acercamiento era reconfortante e instintivamente respiré
profundamente inhalando su aroma. Seguro. El pensamiento vino a mí
más como un sentimiento. Amigo. Familia. Compañero.
Esto último me atravesó y sentí mis mejillas volverse rojo brillante.
—Tienes razón —dije—. Estoy bien. No te lastimaré.
Russ lucía aliviado y cayó al suelo delante de mí. Cuando se acercó
para tocarme, lo detuve.
—Solo déjame descansar un minuto. Es tan extraño. Creo que ya
me estoy curando. Puedo sentir a mi cuerpo fijándose a sí mismo.
—Solo los hombres lobo se curan excepcionalmente rápido —
murmuró Russ para sí mismo. Su mirada se afiló y dijo—: Ya no siento
tu magia.
—Tampoco yo. —Ese pensamiento me asustó más de lo que quería
admitir.
—No eres una bruja, no puedes serlo, pero los hombres lobo no
tienen magia, así que tampoco puedes ser eso. —Me miró con una
expresión perpleja y finalmente dijo—: ¿Qué eres?
Necesitando esclarecer la situación antes de que el miedo se
apoderara de mí una vez más, me encogí de hombros y dije: —¿Una genio
sobrenatural?
Russ soltó una carcajada, pero podía oír la histeria en ella.
—Por supuesto que sí —dijo y luego quitó el cabello enmarañado
de mi cara.
En el instante que me tocó, jadeé. Mis sentidos se embotaron de
nuevo a la realidad y el dolor estalló a través de mi cuerpo. Podía sentir
la presencia de la magia de nuevo, pero los sentidos de hombre lobo se
habían ido, y sin ellos el dolor era insoportable.
Russ parecía tan aterrorizado como yo. —¿Qué es?
—Tienes que llevarme con tu padre. Ya mismo.
6
Traducido por Sofía Belikov & Mel Wentworth
Corregido por mterx

Russ utilizó magia para abrir la puerta, pero estaba tan nervioso
que, accidentalmente, la abrió con tanta fuerza que casi la rompió.
—¡Papá! ¡Rápido! ¡Dani está herida!
No necesitaba gritar. Alex ya estaba en la sala de estar con un
puñado de personas. Estallaron en caos cuando Russ entró en la
habitación conmigo en sus brazos, cubierta de sangre. Todos gritaron
preguntas mientras Russ me recostaba en el sofá tan suavemente como
podía. La única pregunta que respondió fue la que su padre susurró, que
ya estaba cerniéndose sobre mí. —¿Hombre lobo?
—¿Cómo lo supiste?
Alex no respondió. En su lugar dijo: —Sujétala. —Luego me miró a
los ojos—. Esto va a doler un poco, pero terminará rápidamente.
Ya dolía, así que respiré profundamente y asentí.
—Estoy justo aquí —susurró Russ.
Era tranquilizador tener sus manos en mí, pero pronto se
convirtieron en limitaciones mientras el dolor que había estado sintiendo
se disparaba a través de mí, tres veces más agonizante. Traté de no gritar,
pero no podía evitarlo. Después de que terminó, me tomó un instante
regular mi respiración.
Cuando me senté, Russ tomó mi mano. —¿Estás bien ahora? —
preguntó.
Asentí. —Estamos muy complacidos de oír eso. ¿Puedes decirnos
qué sucedió? —dijo alguien.
El hombre que había hablado parecía estar en sus sesenta. Era alto
y delgado, y me fruncía el ceño como si fuera mi culpa que casi hubiera
sido comida de cachorro.
—¿Quién eres tú? —preguntó Russ, diciendo exactamente lo que
estaba pensando.
—Son del Consulado —explicó el papá de Russ—. Este es Robert
Mason. Es el hechicero encargado en el Concilio.
Alex hizo un gesto hacia una mujer cerca. Era menuda y lucía
frágil, una mujer que tenía que estar en sus sesenta y cinco por lo menos.
Lucía como una abuela, excepto por rubio cabello sin brillo que llegaba
hasta su cintura. —Esta es la señora Constance Vanderhousen. Es la
bruja encargada en el Concilio. Vinieron a ver a Dani.
Russ saltó sobre sus pies y gritó: —¡Quieres decir a llevársela! Eso
es lo que dijo el tipo que nos atacó. Pero no puedes hacerlo. Sería un
secuestro. ¡Está en las leyes!
—Russ —le advirtió Alex al mismo tiempo que Robert decía—: Es
una sobrenatural. Nosotros nos guiamos por las reglas del Concilio, no
las mundanas reglas de los humanos. Y deberías mostrar un poco de
respeto a tus mayores.
—No voy a mostrarle respeto a alguien que está dispuesto a
secuestrar a una persona porque tiene algo que ellos quieren.
—Russell, suficiente —dijo Alex, alejando a Russ de mí.
—¡Pero es verdad, papá! El tipo que nos atacó aseguró que el
Vidente dijo que ella es la chica de la Profecía. ¿Y estás diciéndome que
no la quieren por eso?
Estaba teniendo un duro momento para seguir la conversación,
pero cuando Russ mencionó la Profecía de la que el hombre lobo había
hablado, el rostro de Alex palideció.
Constance dio un paso adelante con una calma que solo podrías
conseguir con años de práctica.
—Nadie va a secuestrar a nadie. Solo estamos preocupados por la
seguridad de Danielle. —Me sonrió cálidamente—. Parece que teníamos
razón al estar preocupados.
—¿Qué sucedió? —preguntó el último extraño en la habitación.
Este hombre no era como los otros dos. Era joven, con veinticinco
como mucho, e inusualmente llamativo. Tenía una complexión perfecta,
a pesar de su palidez, y un rostro que te atraía hacia él, mientras que al
mismo tiempo clavaba el terror en tu corazón.
Solo podía mirarlo con asombro, pero Russ se las arregló para
mirarlo de una manera amenazante. —Tú no eres miembro del Concilio
—señaló.
—Duncan es el jefe de los guardianes —dijo bruscamente Robert.
—Y también soy el guardián asignado de tu novia —añadió Duncan
con suficiencia—. Así que dime qué sucedió.
Me sonrojé, porque el hombre que se había llamado así mismo mi
guardián había asumido que Russ era mi novio.
Russ no se sonrojó. Y tampoco se molestó en corregirlo. —Estuvo
en una pelea con un hombre lobo —escupió—. ¿O no te diste cuenta?
—¿Y qué le pasó al hombre lobo? ¿Cómo escaparon de él?
—El lobo está muerto.
Duncan alzó una ceja, escéptico. —¿Mataste a un hombre lobo?
—Bueno, en realidad… —comencé a decir.
Russ me disparó una mirada preocupada, pero entonces ocultó su
preocupación y se encogió de hombros.
—Seguro —dijo casualmente—. Soy un Devereaux. Si trabajas para
el Concilio, entonces deberías haber oído de nosotros. Nuestra familia es
una de las más poderosas allí afuera.
—Puede ser —dijo Duncan—. Pero también reconozco a un
mentiroso cuando lo veo.
—Si no nos dices que sucedió, con mucho gusto te llevaré al
Consulado y te encerraré en una celda por obstruir una investigación del
Concilio —dijo Robert. Sus labios se curvearon hacia arriba al final, pero
la acción ni siquiera parecía una sonrisa.
El rostro de Russ se sonrojó de un brillante rojo. Su postura
gritaba: Te desafío.
Robert avanzó un paso hacia Russ, pero Constance rápidamente
se interpuso entre ellos. —¿Por qué estás tan asustado del Concilio, hijo?
—Porque quieren llevarse a Dani.
—Tu preocupación por Dani es encomiable, Russell, pero
innecesaria.
—Cierto. Ese es el por qué el hombre lobo estaba tratando de
secuestrarla primero. Porque ustedes no están planeando llevársela hoy.
—Nosotros no timamos a la gente —le aseguró Constance a Russ.
Se volvió hacia mí con una sonrisa tan amistosa que casi le creí—. Lo
único que queremos es hablar contigo. Al Concejal Supremo le gustaría
conocerte.
—¡No sé de lo que hablan! —dije, frustrada—. ¿Qué es un Concejal
Supremo? ¿Y cuál es esa Profecía de la que todos siguen hablando?
La sonrisa de Constance finalmente se desvaneció y miró al padre
de Russ por una explicación.
—Dani creció como humana —dijo—. No tenía idea de que los
sobrenaturales existían hasta hace dos días.
—¿La dejaste vivir en la ignorancia? —preguntó Robert. Su voz
llena tanto de incredulidad como de disgusto.
—No podía decirle —siseó Alex—. Cuide de ella lo mejor que podía
dada la situación.
—Deberías haber contactado al Concilio al momento en el que la
descubriste. Tu insubordinación es una deshonra.
—¡No he roto ninguna regla del Concilio! —gritó Alex. Su repentina
ira me sobresaltó tanto que brinqué del sofá a los brazos de Russ. Russ
estaba más que feliz de sostenerme. Aunque en realidad parecía tan
sorprendido como yo por el arrebato de Alex.
—Caballeros, ya basta. —Constance alzó la voz de alguna manera
sin realmente gritar—. Están aterrorizando a los niños. El pasado no
importa. Lo que importa es qué vamos a hacer para mantener a salvo a
Danielle.
No me gustaba cómo sonaba eso. Apreté el agarre de Russ tan
fuerte que mis uñas estaban excavando en su piel. —Russ, ¿quiénes son
estas personas? —susurré.
—Son algo así como el gobierno de los sobrenaturales —murmuró
Russ—. Pero no te preocupes. No pueden llevarte.
Constance sacudió la cabeza mientras me daba otra de sus
tranquilizantes sonrisas. —No te haremos daño, Danielle. —Entre más
me sonreía, podía verla perfectamente. No estaba sonriendo por sonreír.
Estaba tratando de convencerme de que me decía la verdad. Lo que me
hizo pensar que probablemente estaba mintiendo.
—Tenemos que resolver qué pasará contigo —prosiguió—. Eres una
chica muy especial. Queremos ayudarte.
—¡Quieren utilizarla!
Esperé que Constance se enfadara con Russ por gritarle, pero no
perdió nunca el temperamento. —Queremos protegerla, y si ya ha sido
atacada, entonces hicimos bien en venir.
—Y estamos haciéndolo mal al estar de pie aquí —añadió Duncan.
Le frunció el ceño a Russ y dijo—: No nos dices lo que necesitamos saber.
¿Por qué el lobo intentaría matarla si fue enviado aquí para secuestrarla?
No hay criatura más leal que un hombre lobo. Si tenía órdenes de
llevársela viva, nunca la hubiera lastimado.
No me gustaba que hablaran de mí como si no estuviera allí.
—No tenía muchas opciones —dije bruscamente—. Lo que ese lobo
me hizo, lo hizo para defenderse.
—¡Dani! —siseó Russ. Toda su ira estaba dirigida completamente
hacia mí ahora—. ¡Cállate!
—Dilo, niña —dijo Robert—. ¿Qué quieres decir?
Hice mi mejor intento para ignorar la mirada de Russ.
—Russ no mató al lobo…
—¡Dani! —Russ se frotó el rostro con la mano y trató de alejar su
frustración—. ¿Quieres que te lleven?
—¿Quieres que te encierren en una celda? —exclamé—. ¿Qué
diferencia hace si les digo la verdad?
—¿Qué verdad? —dijo Robert con impaciencia.
Alex me dio un alentador asentimiento y cuando miré hacia Russ
de nuevo, lanzó las manos al aire. —Bien. Lo que sea. Pero cuando te
hayan encerrado en algún lugar no esperes que no te diga: ¡Te lo dije!
—Maté al lobo. Russ no hizo nada.
—¿Qué? —preguntó Alex, mientras Duncan decía—: ¿Cómo?
Russ gimió. —Rasgó la maldita garganta del perro. Fue tras de mí
y ella de pronto se convirtió.
Nadie respondió a eso. Fue Alex quien habló por fin:
—Transformación mágica. Supongo que no es demasiado extraño
teniendo en cuenta que ya has hecho hechizos de lanzamientos sin
conjuros o entrenamiento.
—¿Ella hizo qué? —preguntó Constance, asombrada.
—No fue magia —dije.
—Por supuesto que lo fue —argumentó Robert. El ceño fruncido
había regresado a su rostro. No estaba segura de si él pensaba que todos
eran idiotas, o solo yo.
—No —estuvo de acuerdo Russ—. No fue magia.
—¿Entonces es un cambia formas?
—No —repitió Russ—. No estoy seguro de lo que sucedió, pero no
es un cambia formas. Tenía instintos animales. Los cambia formas no se
convierten en asesinos naturales. Ese tipo era el segundo al mando en su
manada. Era un luchador competente. Luego, después de que lo mató,
comenzó a curarse sola, como un hombre lobo. Las transformaciones
mágicas te dan la forma de algo, no te dan todo su poder. Pude sentir que
su magia se había ido. Creí que se había convertido, literalmente, en un
hombre lobo.

***
Era evidente que nadie le creía a Russ. Finalmente Duncan habló:
—Bueno, ya no es una loba. Confía en mí, soy un vampiro, sabría si fuese
un chucho. Así que, ¿qué cambió? ¿Cómo es que dejo de sanarse?
—No sé —dijo Russ—. Un minuto era una loba, la sentía diferente,
no tenía magia, y al siguiente era justo como antes. El animal se había
ido y su magia había regresado. Era como yo de nuevo.
—Ocurrió cuando él me tocó. —Dije—. Sentí el cambio cuando el
lobo me agarró. Un minuto era una hechicera y al siguiente un lobo. Pasó
de nuevo cuando Russ me tocó. Era un animal y luego, de repente, era
una hechicera de nuevo.
Robert y Constance intercambiaron una mirada. —El Concejal
Supremo sabrá que hacer —dijo Constance.
—Seguramente estarán otros además de los lobos. —Duncan hizo
un gesto con la mano como diciendo “vamos a movernos”.
Robert me miró con otra mueca. —Vamos Danielle. Debemos irnos
pronto.
—¿Ir a dónde?
—Al consulado, por supuesto.
—¡Maldición! —gritó Russ. Me agarró con fuerza de nuevo—. ¡Lo
sabía!
Russ parecía bastante convencido de que nunca iba a volver y
empecé a asustarme. —Espera un minuto —dije—. ¿Dónde es este lugar?
—Manhattan.
—¿Nueva York? —Mi estómago dio un vuelco—. No puedo ir hasta
Nueva York.
—Me temo que debes hacerlo —dijo Constance.
—¿Qué le diré a mis padres? No me dejarán irme con un montón
de extraños. ¿Y cuánto tiempo me iré? Tengo escuela mañana. Ni todos
los poderes sobrenaturales me ayudan a entender geometría. Si me
pierdo más de un día o dos estaré arruinada.
—Tienes cosas más importantes de las cuales preocuparte ahora
que la escuela —dijo Duncan.
Miré a todos en la habitación. Constance, Robert y Duncan estaban
a medio camino de Nueva York mentalmente ya. Alex no lucía feliz sobre
eso, pero no iba a detener a nadie tampoco. Solo Russ parecía estar de
mi lado, aunque claramente me culpaba por esto. Me armé de valor y me
enfrenté a Constance. —Mis padres no me dejarán ir.
Russ dejó salir otro gruñido. —No le van a decir a tus padres,
tontita.
Miré a Alex y su rostro estaba triste.
—¿Entonces sí van a secuestrarme? —le pregunté a Robert.
Fue Constance quien respondió. —Es que no podemos contárselo
a tus padres. Los humanos no pueden saber nada acerca del mundo
sobrenatural por su propio bien. Si te quedas aquí estarás poniendo en
peligro sus vidas tanto como la tuya.
—Podemos mantenerte a salvo, Dani —dijo Russ—. Papá y yo no
dejaremos que nada les pase a tus padres.
—No seas tonto, niño —gruñó Robert—. Esto no está en discusión.
Esta chica viene con nosotros.
—¡No! —grité—. ¡No me pueden obligar! ¡No iré a ningún lado!
Duncan dio un paso frente a Robert y Constance, entonces, con
expresión seria. Cuando se estiró para agarrarme cerré mis ojos y lo
imaginé pegado al suelo. Los imaginé a todos pegados.
Los oí jadear antes de abrir mis ojos. —Nadie me va a llegar a
ningún lado —les advertí—. Si lo intentan, se unirán a ese hombre lobo
en el más allá.
Russ se rió disimuladamente y me apretó.
—Estaba equivocado —me dijo—. No eres un supernatural genial.
Eres un supernatural asombroso.
Robert me gritó amenazas y cuando no lo escuché dirigió su ira
hacia Alex, culpándolo por mis acciones. El tipo era una total pérdida de
espacio, pero Duncan no era tan idiota. Permaneció completamente en
calma y dijo: —El hombre lobo fue el primero de mucho en venir por ti.
Algunos querrán secuestrarte. Otros querrán matarte. Todos irán por tu
familia y amigos para atraparte. Eres fuerte, pero no puedes proteger a
todos los que amas todo el tiempo. Alguno saldrá herido eventualmente.
¿Eso es lo que quieres?
Russ parecía que estaba listo para asesinar a Duncan, pero las
palabras del vampiro habían tocado una fibra sensible en mi corazón. No
había olvidado exactamente al lobo que cargaba a Russ. Luego ahí estaba
mis pobres y dulces padres inocentes. Ellos nunca serían los uno en
cientos de los que hablaba Russ. Si alguna vez, accidentalmente se
enteraran de eso, estarían devastados. Además, son tan…no lo sé,
inútiles, supongo. No podía soportar el pensamiento de que algún loco
hombre lobo los persiga con tal de atraparme.
—¿Cuánto tiempo tendré que estar allá? —pregunté.
Russ se tensó pero no dijo nada.
Constance sonrió. —Nada más hasta saber lo que eres y como
mantenerte a salvo —dijo ella. Bonito y vago me di cuenta—. Hasta que
sepamos quien te está buscando y por qué.
No tenía opción. No podía poner a mis padres en peligro. Suspiré
en derrota y los liberé a todos.
—Dani —susurró Russ con voz tensa—, no lo hagas.
—Tengo que hacerlo, Russ. Mis padres…
—Bien. Entones papá y yo iremos contigo.
El rostro de Alex se volvió esperanzador, pero con una mirada se
volvió obvio que nunca lo permitirían. Lo intentó de todas formas.
—Seguramente Dani va a estar más cómoda, quizás estaría más
dispuesta a colaborar, si no tiene que ir sola.
—Alexander, eres más que consciente que eso está fuera de
discusión —dijo Robert.
—No yo, si ese es el problema. Solo manda al chico.
—Absolutamente no.
—¿Por qué? —demandó Russ. Todos lo ignoraron.
Alex suspiró. Se había rendido.
—Vamos, Danielle —dijo Robert impaciente.
—Pero…
Cuando dude, Robert asintió hacia Duncan, quien estiró su mano
hacia mí. Miré hacia Russ y sentí la mano de Duncan bajar a mi hombro.
—¡Papá, has algo! —dijo Russ cuando Duncan me dio un pequeño
empujón hacia la puerta—. ¡No la volveremos a ver!
Las súplicas de Russ por ayuda no sirvieron. Alex ya estaba
resignado. —Cálmate, Russ. Por supuesto que se verán de nuevo.
—¿Estás seguro? —le pregunté a Alex.
—Por supuesto —dijo él, pero no se veía muy seguro.
Una nueva sensación de temor se apoderó de mí. —Prométemelo,
Alex. ¡Prométemelo!
Alex parecía dolorido, pero sonrió. —Lo prometo. Vendremos de
visita, y estoy seguro de que van a dejar que nos llames cuando llegues.
Robert entrecerró los ojos pero Constance sonrió. —Por supuesto.
Russ finalmente dejó de luchar y Alex le palmeó el hombro. Ya sea
un gesto de apoyo o una restricción física, no lo sabía. —Probablemente
es mejor para ella ahora, de todas formas —le dijo a Russ—. Sus anhelos
van a ser horribles por meses. ¿Estar rodeada de tanta gente poderosa
como el Concilio? Apenas los va a sentir.
Estaba en shock. Esto estaba pasando y no podía evitarlo. Lo
máximo que podía esperar era que descubrieran todo rápido y así podría
volver a casa pronto. —Solo necesito una ducha y empacar una mochila.
—Lo siento, debemos irnos ahora —dijo Robert.
—Pero…
—Te daremos todo lo que necesitas —agregó Constance.
—¿No puedo ir a casa antes? ¿Ni siquiera me puedo despedir de
mis padres?
—Eres muy importante Danielle —me dijo Duncan—. No podemos
arriesgarnos a que te pase algo. De hecho, ya deberíamos habernos ido.
Saqué mis hombres del agarra de Duncan. —¡No me iré sin ver a
mis padres!
—Es tanto por su seguridad como la tuya —dijo Constance.
Intentaba ser fuerte, pero pensar que no podría decirle a mis
padres que me iba hizo que me ardieran los ojos. ¿Qué pensarían cuando
no volviera a casa? Estarían muy preocupados. Corrí hacia Alex y me
lancé a sus brazos.
—Diles algo —dije—. Sabes como son. No entenderían. Ayúdalos.
Cuida de ellos.
Alex me apretó como si fuese su propia hija. —No te preocupes por
tus padres. Los protegeré con mi vida, Dani. Lo prometo.
Me dije que no lloraría por Russ, lo haría más difícil para ambos.
Caí contra él y me abrazó fuertemente. No podía respirar. Él es mucho
más alto que yo y mis pies dejaron el suelo. Por un minuto, simplemente
me recosté contra él. Cuando me bajó, limpió una única lágrima que
había escapado de mi ojo.
—No te irás por mucho tiempo —dijo ferozmente. Pero si él
realmente lo creyera, ¿por qué parecía que estaba determinado a probar
un punto?—. Llámame cuando llegues y cuéntame todo.
—Te extrañaré —dije.
Russ trató de sonreír. —Métete en problemas por mí.
—No te metas en problemas por mí.
Este era el momento dónde debíamos decirnos adiós, pero ninguno
de nosotros podía.
—Lo siento, Danielle. Necesitamos irnos.
Era Duncan. Puso su mano suavemente en mi hombro de nuevo y
su voz sonó con genuina simpatía. Lo odié un poquito menos.
Le di una última mirada a Russ y él de repente me besó como si su
vida dependiera de ello. Fue el beso más raro. Además de ser mi primer
beso, fue tan sorprendente que ni siquiera pude devolverle el beso.
Entonces mi cuerpo se prendió fuego y lo ataqué con fuerza. No estaba
segura si era por el anhelo, o si era por la intensidad del momento, o si
quizás era algo que siempre estuvo ahí, escondido justo debajo de la
superficie.
Siempre amé a Russ. De vez en cuando me preguntaba si alguna
vez seríamos más que amigos, pero nunca sentí la necesidad. Me habría
contenido, nunca hubiésemos cruzado esa línea. Ahora, cuando por fin
tuve una probada de lo que podría ser un romance con Russ, me
preguntaba cómo podría vivir sin él. Dejarlo ir y terminar este beso me
iba a matar. Era tan perfecto que me preguntaba que si en caso de que
no regresara pronto, recordaría este momento y estaría agradecida o si
me perseguiría.
—Te amo —susurró Russ cuando finalmente se alejó.
—Yo también te amo. Siempre. Lo prometo.
—No, Dani, lo digo en serio te amo.
Sabía que se refería a eso la primera vez, pero mis ojos se abrieron
igual y mi estómago dio un vuelco. Él quería que lo dijera también, y
quería, pero cuando abrí mi boca lo que salió fue: —Te llamaré cuando
llegue.
7
Traducido por Mar Winston & CrisCras
Corregido por CrisCras & Mel Wentworth

Duncan tuvo la decencia de pedir una manta antes de sacarme a


rastras por la puerta, ya que aún llevaba nada más que la camiseta de
Russ. Russ volvió con una pequeña colcha de la cama. Era una que
habíamos hecho juntos en la clase de economía doméstica el semestre
anterior. Él odió cada minuto de esa clase, pero había hecho un buen
trabajo en la colcha, y estaba secretamente orgulloso de ello, aunque
nunca lo admitiría.
Luchamos sobre quién debía quedarse con la colcha y, finalmente,
se le ocurrió un plan de custodia compartida, pero yo sabía lo mucho que
le gustaba, así que nunca llegué a reclamarla cuando fue mi turno. Sabía
que me la entregaba ahora para que llevara un pedazo de él conmigo.
Envolví la manta a mi alrededor; no tenía intención alguna de dejar que
se alejara de mis manos.
Después de eso me metí en la parte trasera de una limusina. Nunca
había montado en una limusina, pero no estaba exactamente en el estado
de ánimo como para comérmela con los ojos. Fui la primera en el coche,
Duncan ascendió detrás de mí. Comenzó a sentarse junto a mí, pero echó
un vistazo a la mueca en mi cara y optó por sentarse enfrente. Resultó
que debí haber dejado que se sentara junto a mí, porque Robert y
Constance no parecían notar que quería estar sola. Los imbéciles se
sentaron a ambos lados de mí.
—No tienes de qué preocuparte —dijo ella—. Lo solucionaremos
todo. Serás capaz de ver a tu familia de nuevo muy pronto.
Si ella esperaba que demostrara cierta gratitud y alivio, estaba
delirando.
Cuando la ignoré, Robert se aclaró la garganta. —Creo que te va a
gustar el consulado, Danielle. Has sido criada en un mundo al que no
perteneces durante mucho tiempo. Creo que encontrarás alivio al estar
entre los tuyos.
Odiaba a Robert. Señor sabelotodo parecía pura simpatía ahora
que me había llevado con éxito lejos de mi casa. ¿De verdad creía que
sería más feliz con un montón de estúpidos extraños, que me habían más
o menos secuestrado, que con mis padres, que me criaron y me amaron?
¿Y Russ y Alex, que también me amaban y me conocía mejor que nadie
en el mundo entero? ¿Cómo se atrevía a decir que no pertenecía allí? ¡Era
mi hogar!
Sin hacerle caso, me levanté y me fui al otro lado de la limusina
para sentarme al lado de Duncan. Éste me lanzó una mirada de reojo,
pero no dijo nada. Se echó hacia atrás y cerró los ojos como si planeara
dormir el viaje entero.
Robert lucía muy molesto por haberlo insultado, pero él parecía
decidido a actuar amigablemente.
—Es un honor haber sido invitado al consulado —me dijo—. No
mucha gente tiene la oportunidad de conocer al Concejal Supremo, y él
está muy emocionado de conocerte. Verdaderamente eres una chica muy
especial.
Justo cuando pensaba tirarme por la puerta del coche en marcha
si tenía que seguir escuchándolo así todo el camino a Nueva York, sentí
el más mínimo empujón. Miré hacia abajo y Duncan había deslizado un
reproductor MP3 en el asiento entre nosotros. Lo miré sorprendida, pero
Duncan parecía estar dormido.
Me metí los auriculares en los oídos, encontré algo que me gustaba,
y luego subí el volumen tan alto como pude soportarlo. Echando un
vistazo atrás hacia Duncan, lo encontré mirándome. Me dedicó el guiño
más pequeño, y luego volvió a su siesta.
Cuatro horas más tarde era yo quien dormía y Duncan me sacudió
para despertarme. —Parada en boxes —me informó después de que tiré
de los auriculares.
Nosotros éramos los únicos que quedaban en la limusina. Solté un
pequeño suspiro de alivio y luego le entregué el reproductor MP3.
—Gracias por esto.
—Quédatelo —contestó—. Todavía tenemos otras dos horas y
media de viaje, y si crees que Robert dejará de molestarte estás soñando.
Coloqué el reproductor MP3 en mi regazo. —¿Por qué eres tan bueno
conmigo? —pregunté.
—Recuerdo cómo es —respondió Duncan.
—¿Quieres decir que el Concilio también te raptó?
—No es por el Concilio. Soy una anomalía como tú. Un caminante
diurno. Cuando la gente se dio cuenta de la verdad acerca de mí, hubo
tres aquelarres importantes de la ciudad de la que vengo y todos me
querían. Me convertí en un peón en su lucha por el poder. Con el tiempo
empezaron una guerra. —Se encogió de hombros como si no fuera gran
cosa—. Fue el Concilio quien intervino y detuvo la pelea. Me dieron la
opción de ir por mi cuenta como un nómada o de unirme a la guardia.
No quería estar solo, así que me quedé. Me dieron una casa. He sido muy
feliz sirviéndoles.
Duncan se rió de mi expresión de sorpresa. —Sé cómo te sientes
en este momento, pero el Concilio no es tan malo. Robert puede no tener
idea sobre lo que sienten los demás, pero en realidad quiere lo mejor para
ti. Por lo general se queda en el consulado, pero él insistió en venir por
ti. No quería que nada te sucediera.
Traté de contener mi ira. No había necesidad de arremeter contra
el único amigo que tenía por el momento. —Eso no es porque se preocupe
por mi seguridad —le dije—. Simplemente no quiere perder mi precioso
poder, sea lo que sea.
Duncan me miró con una expresión pensativa, como si estuviera
tratando de decidir si debía defender a Robert o coincidir conmigo. Al
final dijo: —¿Sabes sobre la profecía? ¿Acaso Alexander te dijo algo al
respecto?
—No —admití con cautela. No me gustaba ese tema. No me gustaba
pensar que todo el mundo creía que tenía algún destino predeterminado
que valía la pena el secuestro y/o mi muerte—. La primera vez que oí
hablar de ella fue cuando el hombre lobo lo mencionó. También dijo algo
sobre un vidente, pero nadie se molestó en explicarme lo que significaba
eso.
—Bueno —dijo—, ¿qué tan familiarizada estás con la Guerra de los
Cien Años?
—No mucho. Mediados del siglo XIV hasta mediados del siglo XV.
Fue una disputa entre Inglaterra y Francia sobre el Estado de Francia,
¿no?
—Sí. Parcialmente. Se trató sobre quien tenía la reclamación
adecuada de Francia, pero no fue entre Inglaterra y Francia, y no era
realmente sobre el trono. Fue entre dos dinastías diferentes. La Casa de
Valois y la Casa de Plantagenet.
—El problema comenzó con la muerte del rey Carlos IV. Murió sin
producir ningún heredero varón para el trono, así que este fue a los
próximos descendientes más cercanos, la Casa de Valois. Esa parte de la
historia, es parte de la historia humana. Lo que la historia no menciona
es que la familia de Valois fue una línea muy potente de los hechiceros.
—¿Y la gente lo sabía?
Duncan sonrió. —En aquel entonces, sobrenaturales y humanos
coexistían pacíficamente. Se respetaban y se ayudaban mutuamente,
pero a los Plantagenet no les gustaba la idea de que ese tipo de personas
poderosas tuviera el mando de Francia, por lo que declararon la guerra.
Con el tiempo se convirtió en seres humanos contra seres sobrenaturales.
—¿Pero no fue la Casa de Valois la que finalmente ganó la guerra?
—pregunté—. ¿No estuvieron al frente de Francia por mucho tiempo?
—Eso es correcto—dijo Duncan con orgullo—. No está mal para
una chica criada por los seres humanos.
Ignoré el insulto a mis padres y dije: —Puntajes excelentes. Eso
vuelve loco a Russ.
—El novio no es demasiado brillante, ¿eh?
—No. Lo contrario. Él es muy inteligente. Le vuelve loco que sea tan
inteligente como él. Le gusta pensar que él es el mejor en todo.
Soltó una carcajada. —La inteligencia es algo sobrenatural. El
complejo de Dios es una cosa de hechiceros.
—Y Russ no es mi novio.
Duncan alzó una ceja ante eso, pero decidió no discutir.
—De cualquier modo. La Guerra de los Cien Años. Sí, la Casa de
Valois finalmente ganó la guerra, gracias sobre todo a una mujer que tú
conoces como Juana de Arco.
—¡Por supuesto! —dije, emocionada—. Dicen que ella era una
profetisa. Tenía visiones que la ayudaban en la batalla. ¿Juana de Arco
era un sobrenatural?
—No solo un sobrenatural —dijo Duncan—. Ella era el Oráculo. El
último que el mundo ha visto alguna vez. Sus visiones llevaron a la Casa
Valois a la victoria.
—Pero si era tan poderosa, ¿no podría haberse salvado a sí misma
de ser asesinada? ¿No lo habría visto venir?
—La mayoría creen que lo hizo. Las leyendas dicen que ella dio su
vida voluntariamente sabiendo que su martirio sería el combustible que
los sobrenaturales necesitaban para ganar la guerra. Dicen que ella había
visto el futuro y vio la necesidad de su propia muerte.
—Esa es una trágica historia y todo, ¿pero qué tiene eso que ver
conmigo?
Duncan sonrió. —Por supuesto es todo sobre ti, ¿no es así? Has
estado pasando demasiado tiempo con los hechiceros.
—Qué gracioso —dije—. Perdóname si no estoy de humor.
Suspiró. —Está bien, está bien. Supongo que se te permite estar de
mal humor hoy. Mientras ataban al Oráculo, Juana, a la hoguera, donde
fue quemada, ella le dio al mundo una última profecía. Dijo que la Casa
de Valois encontraría la victoria, pero que la guerra no estaría acabada.
Dijo que el equilibrio entre los sobrenaturales y los humanos había sido
compensado, y a causa de ello, los sobrenaturales serían oprimidos
durante cientos de años y casi conducidos a la extinción. Las palabras
exactas de la profecía dicen: “En vísperas de esa última gran batalla se
alzará la más poderosa que el mundo haya conocido jamás. Sin ella, el Mal
ganará”.
Me tomé un minuto para digerir esto y relacionarlo conmigo misma.
—¿Creen que yo soy la “chica” de la profecía? —Um, sí. Lo soy seguro—.
Cielos, van a llevarse una gran decepción.
Duncan se echó a reír.
—No lo entiendo. ¿Cómo puede alguien pensar que se refería a mí?
¿Y qué pasa con esa gran batalla? No es como si estuviéramos en medio
de una guerra sobrenatural. Puedo haberme criado como una humana,
pero me habría dado cuenta de eso.
—Creo que eso es lo que está volviendo loco a todo el mundo. Sí,
los sobrenaturales han estado oprimidos durante cientos de años. Hemos
sido forzados a escondernos durante tanto tiempo que los humanos creen
que no somos más que mitos. Quedan pocos de nosotros en el mundo.
Sería fácil imaginar que todos nosotros podemos ser exterminados sin
mucho esfuerzo. Pero, ¿quién es la amenaza? ¿De dónde viene?
—El Concilio cree que les fue concedido un milagro con el
nacimiento del Vidente. Él no es tan poderoso como era al Oráculo, pero
es el primer vidente que el mundo sobrenatural ha visto en más de
doscientos años. Ha salvado cientos, posiblemente miles de vidas con sus
predicciones. Nadie duda de él. El viernes por la noche tuvo una visión
de ti. Dijo que eras la chica de la que hablaba la profecía. Realmente
asustó a todo el mundo.
—Supongo que sí.
—Entonces, ¿entiendes por qué es tan importante que te pongamos
a salvo? Quien quiera que sea este gran enemigo que va a librar la batalla
final, sabe que tú puedes derrotarlo. Sin ti, El Mal ganará y todos los
sobrenaturales morirán. Puedes ver por qué el Concejal Supremo estaba
dispuesto a traerte al consulado contra tu voluntad si era necesario.
—Eso no significa que tenga que gustarme —dije tercamente—. Y
no significa que Robert tenga que ser tan gruñón.
—Creo que tiene más que ver con Alexander Deveraux que contigo
—dijo Duncan—. Sin duda no esperábamos encontrarle allí. Robert no
puede estar muy feliz acerca de Alexander teniendo mucha influencia
sobre ti todos estos años.
—¿Qué? —jadeé—. ¿Por qué? ¿Cómo es que ellos conocen a Alex,
siquiera?
—Alexander Deveraux solía…
La puerta del coche se abrió de repente y yo salté y me golpeé la
cabeza con el techo del coche.
—Perdón por tardar tanto —dijo Constance, metiendo la cabeza por
la puerta. Me tendió una gran bolsa—. Tuve que adivinar los tamaños,
pero debería estar lo suficientemente cerca.
—¿Necesitas ir al baño? —Duncan me dedicó una mirada que decía
que nuestra conversación estaba completamente terminada.
Me moría de ganas de saber qué quería decir acerca de Alex, pero
sabía que nunca me diría el cotilleo con Robert y Constance dando
vueltas alrededor. —Sí —dije.
—Está bien. —Duncan salió del coche—. Sal cuando estés vestida
y te conseguiremos algo para comer, también.
Era extraño estar en el coche sola. Le di la bienvenida a la
privacidad. Después de la lección de historia de Duncan tenía mucho en
lo que pensar, pero al mismo tiempo sentí de inmediato la ausencia de
todos los sobrenaturales. No era incómodo, acababa de darme cuenta.
Los anhelos ya se hacían más fuertes, tal y como Alex dijo que lo harían.
Con un suspiro abrí la bolsa de ropa. Me esperaba algún tipo de
viejo traje de lana chapado a la antigua como el que llevaba Constance,
y me sorprendí al encontrar unos pantalones vaqueros y una camiseta
de algodón de color rosa pálido. No era lo que yo habría elegido, pero
podía decir que ella lo había intentado.
Me vestí, doblé mi manta y luego salí del coche. Robert, Constance
y Duncan se encontraban todos allí de pie esperando por mí.
—Oh, Dios —dijo Constance—. Se ajustan.
—Los zapatos son un poco grandes —admití—. Pero se quedarán
en mis pies por ahora.
—Nos ocuparemos de ellos de regreso en el consulado —prometió
Duncan.
Robert me miró y frunció el ceño. —Sigues siendo un desastre,
niña. Ojalá tuviéramos tiempo de limpiarte antes de llevarte ante el
Concejal Supremo, pero supongo que una ducha está fuera de cuestión.
Date prisa, entonces, no debemos detenernos mucho tiempo. Tu aura es
lo suficientemente fuerte para atraer a cada sobrenatural en kilómetros.
—Espera un segundo —dijo Duncan—. Déjame ver tu mano.
No estaba segura de por qué lo pedía, pero confiaba en él, así que
le tendí mi mano. Cuando la tomó, una fría ola de energía me asaltó,
dándome escalofríos. Mi audición se agudizó y me sentí increíblemente
fuerte. También había un aroma muy dulce en el aire que no había estado
allí antes.
—Oh. Realmente funciona —musitó Duncan.
Robert y Constance me miraban con los ojos muy abiertos.
—¿Qué funciona? —pregunté.
—El hijo de Alexander dijo que pensaba que te convertiste en un
lobo antes cuando los otros tocaron tu piel. Debía de haber tenido razón
—admitió Robert a regañadientes.
—Pareces un vampiro ahora, cariño —dijo Constance.
Le fruncí el ceño a Duncan. —¿Eso era realmente necesario?
—Los vampiros son casi indestructibles —dijo Duncan—. Eres
mucho menos vulnerable de esta manera.
Supuse que no podía discutir con eso.
Duncan y Robert me escoltaron al interior del lugar de comida
rápida ante el que nos habíamos detenido, y no fue en absoluto extraño
cuando Duncan se dirigió directamente al baño de mujeres para
asegurarse de que era seguro antes de que yo entrara allí. Me limpié la
mayor parte de la sangre seca, pero había estado nadando en el lago más
temprano por la tarde. Mi pelo era un lío rizado, encrespado y sin
remedio.
Robert llamó a la puerta antes de que estuviera lista.
—Por el amor de Dios, date prisa. Te he pedido algo de comida ya
y realmente deberíamos irnos.
Este fue el final de mi libertad. Pronto me hallaba de regreso en la
limusina, acercándome más y más a este tipo, el Concejal Supremo, y al
que fuera el destino que él había planeado para mí.
Sin saber qué más hacer, abrí la bolsa de comida: había una
hamburguesa con queso y papas fritas. Qué original. Me metí una papa
en la boca y casi me ahogo. La escupí sin importarme si caía en el suelo
de la limusina. Olí la comida de la bolsa y luego se la tendía a Duncan.
—Creo que está podrido.
Duncan olió la bolsa y luego se echó a reír. —Lo siento. —Se reía
tan fuerte que había lágrimas en sus ojos—. Olvidé que eras un vampiro
en estos momentos. Las hamburguesas y las patatas fritas no están por
lo general en el menú para nuestra especie.
—¿Quieres decir sangre? —Di un grito ahogado—. ¡No voy a
beberme la sangre de nadie!
Constance me ofreció su mano. —Por supuesto que no, querida.
Cuando le di la mano, cambié de nuevo. Se sintió muy similar a
cómo me sentí con Russ, excepto más tranquilo, de algún modo.
—¿Por qué tu magia se siente diferente de la de Russ?
La pregunta pareció sorprender tanto a Robert como a Constance.
O tal vez ellos todavía se hallaban asombrados por el cambio en sí mismo.
—El poder de un mago es magia de la luz —explicó Constance—. Es una
fuerza de la energía positiva que se utiliza para el bien.
—Menos poderosa —se quejó Robert. Claramente no había amor
entre él y Constance. Recordaba que Alex nos había hablado a Russ y a
mí acerca de que las brujas y los hechiceros no se llevaban bien, y sonreí
ante la idea de Robert siendo repelido por mí en el momento.
—Cómete tu cena —dijo Duncan, pero se rio como si supiera qué
había pensado exactamente.
8
Traducido por Katita & lunnanotte
Corregido por NnancyC

Demasiado pronto Duncan volvió a sacudirme para despertarme,


solo que esta vez había estado durmiendo sobre su hombro y mi mano
estaba agarrada a su brazo.
—Está bien —dijo cuando luché para alejarme de él, horrorizada—
. Son los anhelos. Necesitas el contacto físico.
—Esto ya está cansando —me quejé.
Duncan se rió de mí. —La mayoría de los seres sobrenaturales
encuentran muy agradables los anhelos. No hay nada malo con un poco
de contacto físico —explicó cuando me quedé mirándolo—. Si dejas de
resistirte y cedes a los impulsos, puede ser un momento muy relajante
en tu vida. Vas a forjar vínculos especiales, tanto emocionales como
físicos, con los que te rodeen. Solo es traumático, si intentas negar lo que
eres.
—Supongo que tiene un poco de sentido.
—Vamos —dijo Duncan—. Tendrá mucho más sentido una vez que
conozcas al Concilio. Esperemos que te asignen un buen mentor.
—¿No va a ser Robert?
Se echó a reír. —Sigue moviéndote, enana.
Nunca había estado en Nueva York, pero hice un informe sobre ella
una vez. Investigué todas las principales atracciones turísticas, Central
Park, el Edificio Empire State, la Estatua de la Libertad, Stock Exchange.
El edificio que era supuestamente el consulado me recordó a uno de esos
puntos de referencia. —Reconozco este lugar.
—El edificio Woolworth —me informó—. Uno de los edificios más
famosos de Manhattan.
Entramos en un vestíbulo enorme con techos abovedados, enormes
esculturas ornamentales y mosaicos elaborados, todo en un estilo gótico
medieval. Era espléndido, impecable, frío y desierto. Una obra de arte
increíble y sin embargo, de alguna forma espeluznante al mismo tiempo.
—Hermoso, ¿no? —murmuró Duncan mientras cruzábamos el
vestíbulo hacia los ascensores.
Miré arriba a las caras monstruosas de las gárgolas talladas en el
mármol por encima de mi cabeza y me estremecí. —Si eres un vampiro,
quizás.
—Soy un vampiro —señaló Duncan con una sonrisa—. Como tú en
este momento.
—Touché.
Regresé boquiabierta frente a lo que me rodeaba. Cuando llegamos
arriba, todo desde los muebles hasta las pinturas, las alfombras y las
cortinas se veían como de cientos de años de antigüedad. La única pista
de que no estábamos en alguna catedral medieval era la electricidad y el
hecho de que estábamos en el quincuagésimo sexto piso.
Caminamos hasta el final del pasillo, pasando por varias oficinas
diferentes y una cocina, hasta que llegamos a una gran sala de reuniones.
Adentro había una mesa de madera grande, con una docena o más de
sillas alrededor. Seis de esos asientos se encontraban ocupados.
Había dos mujeres. Una de ellas era ferozmente bella y de aspecto
peligroso, al igual que Duncan pero seguramente de casi cuarenta años.
La otra era una mujercita frágil que tenía que tener casi noventa años.
Los otros cuatro eran hombres. Todos se veían muy saludables, y
todos más jóvenes que Robert. Me sorprendí un poco. Cuando dijeron
Concilio, me imaginé a un montón de personas de edad avanzada.
Noté que uno de los hombres era un hombre lobo casi de inmediato.
Su presencia hizo que mi cuerpo se tensara y sin previo aviso un siseo
escapó de mis labios. Duncan me agarró por los brazos como si esperara
que arremetiera contra el hombre. —Tómalo con calma, Dani. Es una
reacción natural para un vampiro, pero en realidad no es una amenaza.
—Sonreía, pero su voz era grave y seria.
El hombre lobo se levantó de un salto. —¡Esto es una barbaridad!
—Creo que es muy agradable —dijo la más joven de las dos
mujeres. Era obviamente un vampiro.
Uno de los hombres se levantó y me observó con una sonrisa
curiosa. —Es bastante interesante —dijo adelantándose a saludarnos.
Este hombre parecía tener unos cincuenta años y era guapo de una
manera a lo George Clooney. Tenía el pelo rubio rojizo y los ojos de color
gris pálido que se arrugaban en los bordes como si hubiera pasado la
mayor parte de su vida sonriendo. No parecía tan fuerte como algunos de
los otros miembros del Concilio, pero tenía una presencia que parecía
que podría ocupar toda la habitación.
—Bienvenida, señorita Webber. Me alegro mucho de que pudieras
unírtenos.
—No puedo decir lo mismo —me quejé, cruzando los brazos sobre
el pecho.
Las cejas del hombre se alzaron y Constance dio un paso adelante
para poner una mano en su brazo.
—Ella ha tenido un día muy difícil, Concejal. —Luego Constance se
volvió hacia mí con la misma sonrisa serena que usaba desde que la
conocí—. Danielle, me gustaría que conocieras al Concejal Supremo.
Esta vez fueron mis cejas las que volaron hacia arriba.
—¿Tú eres el Concejal Supremo?
—¿No es lo que esperabas? —me preguntó con curiosidad. Era
como si todo lo que salía de mi boca le fascinara.
—No exactamente.
—Alguien más como yo, ¿tal vez? —chirrió la viejita con diversión.
Me hizo pensar que podría gustarme.
—En realidad estaba pensando en alguien viejo, malhumorado y
en un gran viaje de poder. —Entre dientes, musité—: Al igual que Robert.
Varias personas, incluida la anciana, ahogaron las risas y el
Concejal Supremo jadeó: —¡Oh Dios! Pero parece que todos ustedes han
tenido todo el viaje.
Duncan me susurró que los sobrenaturales generalmente tenían
una audición excepcional, pero dejé de escuchar porque advertí que
había alguien más en la habitación. Un muchacho, de mi edad, tal vez
un año o dos mayor, estaba sentado en la esquina un poco oculto por las
sombras. Sus ojos permanecían fijos en mí.
Russ es atractivo con su aspecto juvenil y una sonrisa que es puro
problema, pero este chico era hermoso de una manera propia. Su estilo
sugería educación y sofisticación, pero había algo en él que gritaba
inocencia.
Sus ojos (oscuros a juego con su pelo oscuro) eran de esos que
parecen brillantes por naturaleza, como si pudieran contar toda una
historia con una sola mirada. Ahora estaba perdida en ellos y él se negaba
a soltar el agarre que tenía sobre mí.
Al final, Duncan me dio un codazo y me desperté para encontrar al
Concejal Supremo señalando un asiento vacío en la mesa de reuniones.
Sentí que los ojos del chico me seguían mientras cruzaba la sala y me
sentaba.
Agradecí tanto que Duncan ocupara uno de los asientos a mi lado
como me molestó que Robert ocupara el otro.
—Así que, mi querida Danielle, ¿te gustaría hablarme sobre este
día difícil que te tiene de tan mal humor?
—Uh, ¿fui secuestrada?
—¿Secuestrada? —El Concejal Supremo parecía pensar que la idea
era imposible. Miró a Robert en busca de respuestas.
—La niña ha sido criada como humana y nos vimos obligados a
traerla sin mucha explicación. Ya se había producido un atentado contra
su vida antes de que llegáramos. Un ataque de un hombre lobo que casi
la mató.
—Un día de los más difíciles en efecto —aceptó el Concejal con
simpatía.
—Señor —dijo Robert, serio—, Alexander Devereaux estaba allí.
Ella estaba con su hijo cuando la encontramos.
El Concejal Supremo no pudo ocultar su sorpresa. —¡Alexander!
—Sí, Concejal. Parece que Alexander prácticamente la ha criado. Él
y su hijo son los únicos dos seres sobrenaturales con los que ella ha
tenido contacto. Ella y el chico son muy cercanos.
—Que... interesante —reflexionó el Concejal Supremo. Me miró de
nuevo, con los ojos un poco más agudos esta vez. Me dio la clara
impresión de que no le parecía una buena noticia—. ¿Y Alexander nunca
te explicó quién eras y lo que eras?
Había encontrado una grieta en mi armadura.
—No —dije en voz baja—, nunca supe que la magia existía hasta
que accidentalmente detuve el tiempo en el baile la noche del viernes.
Aparte de mis fieles compañeros de viaje, todos en la sala quedaron
sin aliento excepto el chico de la esquina. Seguía sentado, estoico como
siempre, observando todos mis movimientos.
—¿Cómo dices? —dijo el Concejal Supremo.
—Bueno, mi cita se caía al estanque con peces y como que deseé
que pudiera detenerlo. Lo siguiente que supe es que toda la habitación
se congeló a excepción de Russ y yo. Alex me dijo que tenía magia de
hechicero. Me dijo que era algo llamado una anomalía ya que por lo
general todos los hechiceros son chicos.
Todos los concejales murmuraron por un minuto pero ninguno de
ellos levantó la voz. Esperaron que Concejal Supremo dijera algo.
—Pero eso es imposible —dijo—, Alexander no es tonto, claramente
se ve que eres un vampiro.
—Sí, fui un hombre lobo hoy temprano y una bruja mientras
cenábamos. Al parecer no puedo controlarlo.
Esta vez los murmullos del Concilio se convirtieron en debates.
Todos alegaban imposibilidad y soltaban preguntas a su líder.
—Me temo que es cierto, Concejal —dijo Robert con voz ronca—.
Todos hemos sido testigos de ella como un hechicero, un vampiro y una
bruja, aunque nos perdimos un poco lo del hombre lobo.
—Un cambia-formas, entonces. ¡Qué raro!
A mi lado Duncan se aclaró la garganta. —Perdóneme, Concejal,
pero le puedo asegurar que no es un cambia-formas. Ella es en realidad
un vampiro en este momento. La sangre en sus venas no me tienta.
—Ni a mí —acordó la mujer vampiro—, puedo oler nada más que
la dulce fragancia de una hermana.
—También puedo oler su sangre de vampiro —dijo el tipo que
asumí era un hombre lobo—. Me está costando mantener mi forma en el
momento con dos de ellos aquí.
—Encontré un cambia-formas una vez —continuó Duncan—. La
sed de sangre era fuerte con él, como lo fue con ella esta tarde. Cuando
era un hechicero, tenía un olor muy delicioso.
Me sorprendió por el comentario y Duncan se rió entre dientes.
—No actúes tan sorprendida —bromeó—. Sabes que también se te
hacía agua la boca con Russ.
Jadeé y sentí un rubor rojo caliente en mi cara. Por alguna razón,
tenía miedo de mirar hacia el chico en la esquina sin importar cuánto
deseaba medir su reacción ante la declaración de Duncan. La habitación
se quedó en silencio.
Después de un silencio insoportable el Concejal Supremo confirmó:
—Nunca he escuchado de algo como esto. Uno no puede cambiar de
especies como si nada.
—La chica cree que sucede cuando alguien la toca. Contacto piel a
piel —explicó Robert.
—Curioso. Tenemos que intentarlo.
El Concejal Supremo miró alrededor del círculo. Sonrió hacia un
hombre que era extrañamente hermoso y tenía una mirada antigua para
sus rasgos. —Alistair, mi buen amigo. ¿Si fueras tan amable?
—Por supuesto, Concejal.
El hombre se levantó de su asiento y Robert me empujó del mío.
—Con su permiso, mi lady —dijo Alistair hacia mí, tendiendo su
mano.
—¿Como si tuviera una opción? —me quejé y estreché manos con
el hombre.
Me encontré con esa misma onda de energía familiar y luego el
hombre que sostenía mi mano cambió de repente. Aún parecía humano,
en su mayor parte, pero había diferencias. Era tan hermoso que casi dolía
mirarlo. Sus ojos eran grandes como un personaje de animé, sus dedos
unos cuatro y cinco centímetros más largos de lo que deberían haber
sido, y sus orejas eran puntiagudas en la parte superior.
Parpadeé. —¿Qué pasó? ¿Por qué te ves diferente?
—Ahora estás dotada con la Vista, mi lady. Me estás viendo en mi
verdadera forma.
—Increíble —murmuró el Concejal Supremo. Abruptamente, se
giró hacia el chico sentado en la esquina—. ¿Tienes algo que decir sobre
el tema?
El chico permaneció sentado en silencio un momento más y luego
asintió. El hombre al que ahora me parecía hizo una reverencia y volvió
a su asiento, pero yo no me atreví a volver a sentarme. Había algo en la
forma en que el Concilio reaccionó ante aquel extraño muchacho que me
hizo temer moverme.
—Ella no es exactamente clarividente —dijo él. Su voz era suave,
pero confiada—. Ha adoptado las cualidades, pero en su centro hay algo
que sigue siendo todo suyo. Ella es pura.
Otra ronda de jadeos y murmullos vinieron de su veredicto y esta
vez incluso Duncan, Constance y Robert se sorprendieron.
—¡Un puro! —gritó el Concejal Supremo—. ¡Por supuesto!
—¿Pero un puro qué? —preguntó alguien—. ¿Qué es ella?
Me pareció ver el atisbo de una sonrisa en los labios del chico.
—Es única. Una nueva raza de sobrenatural. Y es la de mi visión.
La chica de la que habla la profecía.
—¿Eres el Vidente? —pregunté.
El chico asintió, pero creo que fue la única persona en escuchar mi
pregunta. El resto del Concilio estalló en gritos felices de alivio y asombro.
—Te hemos esperado mucho tiempo, querida muchacha —dijo el
Concejal Supremo—. A partir de ahora seremos capaces de detener la
resistencia y restaurar el equilibrio en favor de lo sobrenatural. Ya no
seremos obligados a vivir con miedo.
—¿Qué hay de la otra parte de la profecía? —preguntó Alistair—.
¿Cómo estaremos seguros de que no es un peligro para todos nosotros?
¿Cómo vamos a saber quién la mantendrá de nuestro lado?
Bueno, eso no sonaba bien. Me di la vuelta hacia Duncan.
—¿Qué otra parte de la profecía? No mencionaste ninguna otra
parte de la profecía.
—No pensé que querrías escucharla —respondió Duncan. Sonrió y
agregó burlonamente—: Tenía miedo de que mataras al mensajero.
Miré de vuelta al Concejal Supremo y exigí saber de qué hablaban,
pero no me prestaba ninguna atención, hablaba con el chico.
—Necesitamos saber de quién es el amor que necesita. Debemos
saberlo si queremos que tenga éxito. ¿Vas a mirar hacia su futuro?
El chico lo pensó un minuto y luego se levantó de su asiento.
—Vamos —me dijo—. Toma mi mano.
Tragué saliva y deseé que todavía fuera un vampiro porque mi
corazón se aceleró embarazosamente rápido ante la idea de estar cerca
de él. Mis piernas no se movían. Duncan me empujó hacia adelante con
un golpecito en la espalda y el chico extendió las manos, palmas arriba.
—No te haré daño —ofreció.
Llegué a mitad de camino del cuarto y fui golpeada con una pared
de deseo que casi me tiró de rodillas. Me congelé en el lugar, jadeando
por la respiración que repentinamente había perdido.
—Los anhelos —respiré—. ¿Por qué son diferentes contigo?
—¿Diferentes cómo? —preguntó el chico.
No pude evitar el calor que se elevó en mis mejillas y aparté la
mirada de su cara.
—Es porque ustedes son puros —respondió el Concejal Supremo—
. El poder atrae el poder.
No creo que fuera su poder lo que me atraía. Sentía tanta necesidad
de estar cerca de él que temblaba. No solo quería estar cerca de él. Quería
tocarle. Quería que me tocara. Quería que me besara como Russ me
había besado. El deseo por ese desconocido era tan fuerte que resultaba
ridículo.
—Vamos —me instó de nuevo.
—No lo creo.
No me moví así que caminó hasta mí. A medida que se acercaba,
los anhelos se volvieron tan intensos que me desvanecí. Duncan salió
disparado de su silla y me agarró antes de que golpeara el suelo. Me
sentía débil, pero todavía estaba consciente.
—Recuerda lo que te dije —me reprendió mientras me colocaba en
una silla. Al menos el Vidente se detuvo en sus pasos. Parecía asustado
de acercarse más—. No luches contra los anhelos. Solo acepta la energía.
Tu cuerpo lo necesita.
Duncan se aseguró de que estuviera a salvo en mi silla y luego miró
de vuelta al Vidente. —Ahora debería estar bien —dijo y luego retrocedió
lo suficiente para dar al Vidente un poco de espacio.
El Vidente se arrodilló frente a mí y extendió la mano derecha, con
la palma hacia arriba. Coloqué la mano en la suya y dejé escapar un gritó
de sorpresa cuando me golpeó un tsunami de deseo. El Vidente puso su
otra mano en mi mejilla y todo mi cuerpo comenzó a temblar.
—Danielle —me dijo Duncan con severidad—, deja de resistirte.
Respira profundo y suelta el aire lentamente.
Cerré los ojos e hice como dijo. Y de repente todo era perfecto. Me
derretí en la mano ahuecada contra mi rostro. Se sentía asombroso. Me
sentía mejor de lo que me sentí desde que empezó este completo desastre.
Cuando abrí los ojos, el Vidente me fruncía el ceño, pero difícilmente
importaba porque yo estaba en un tal estado de éxtasis.
El Vidente apartó las manos, y suspiré, lamentando verlas irse.
Pero me sentía maravillosa. Él me había arreglado en solo cuestión de
segundos.
—No puedo verla —dijo—. Puedo leer su aura, pero no puedo ver
su futuro. No tiene sentido.
—Puedes intentarlo de nuevo si lo necesitas. —Sabía que me
arrepentiría de ese comentario más tarde, pero en ese momento no me
importaba. Estaba alegre y despreocupada repentinamente, ebria de su
poder. Se sentía como si hubiera pasado hambre de afecto mi vida entera
y él estuviera aquí para compensarlo.
El Vidente bajó la mirada hacia mí y su ceño se convirtió en una
muy sincera sonrisa. Me dio la mano de vuelta.
—Esta semana debe haber sido muy difícil para ti.
Acepté su toque con impaciencia esta vez, pero sostener su mano
no era tan bueno como cuando me tocó la mejilla así que cubrí su palma
contra mi rostro y dejé escapar otro suspiro. Detrás de mí alguien se rió.
Duncan, sin duda. No me importó.
El Vidente se arrodilló frente a mí, y miré sus ojos hermosos, luego
de repente yo estaba de pie en una oscura habitación desconocida. Era
una habitación digna de un rey. La luna alumbraba a través de un par
de cortinas transparentes del suelo a techo, arrojando suficiente luz
sobre una gran cama con dosel donde pude ver dos figuras durmiendo
profundamente.
Lo veía, simplemente no podían creerlo mis ojos. Era el Vidente,
cada músculo de su pecho bien definido, subiendo y bajando con su lenta
respiración rítmica. Y allí, acurrucada a su lado como si no perteneciera
a ninguna otra parte, ¡estaba yo!
¿Cómo era posible? ¿Dónde estaba? ¿Cómo estaba aquí parada y
también durmiendo allí al mismo tiempo?
Mi yo dormida lanzó un grito desgarrador y se incorporó, jadeante
y sudoroso. El Vidente se incorporó y me estrechó entre sus brazos.
—¿El mismo sueño? —le preguntó.
—No —respondió ella—. Todavía no están muertos. Todavía no los
ha asesinado. Pero va hacer algo terrible con esa sangre. ¡Tenemos que
detenerlo! ¡Tenemos que encontrar una manera de detenerlo, Gabriel!
—Shh —dijo el Vidente mientras apartaba a la otra yo de su pecho.
Él limpió las pocas lágrimas que habían escapado de sus ojos en un gesto
tan íntimo que me puso, a la yo real, la piel de gallina—. Está bien. Vamos
a hablar con el Concejal otra vez. Seguro que entenderá. En su corazón,
es un buen hombre, Danielle. Razonará.
La otra yo asintió, pero me conocía lo bastante bien para ver que
definitivamente no estaba de acuerdo. Gabriel tampoco se lo creyó.
—Si no puedes tener fe en él, ¿tratarás al menos de tener fe en mí?
—Yo... yo —tartamudeó la otra yo—. Tengo fe en ti, Gabriel.
Se miraron el uno al otro entonces, y me dio la clara impresión de
que su admisión era un gran avance en su relación, nuestra relación.
Sabía lo que estaba por venir después y era extraño estar observando
desde una perspectiva de tercera persona. No quería ver pero físicamente
no podía apartar los ojos.
Gabriel tenía miedo. Sus manos temblaban cuando acercó
nuestros rostros y luego acercó sus labios a los de ella, a los míos, con
tanta ternura que parecía doloroso. Permanecieron congelados contra los
labios del otro durante un momento y luego, lentamente, el beso avanzó
hacia algo más profundo. No había lujuria, ni el fuego de los anhelos, solo
emoción, una emoción a la que me daba miedo ponerle una etiqueta.
Y entonces la visión desapareció y volví a la sala de reuniones
parpadeando.
9
Traducido por KristewStewpid & Sofía Belikov
Corregido por Alessa Masllentyle

El Vidente me miraba con preocupación. Me estremecí al recordar


la delicada forma en que me había besado en el sueño. Mi boca comenzó
a resecarse. Quería ese beso. Lo deseaba tanto que me aterrorizó.
El instinto se hizo presente y abofeteé fuertemente en la cara a
Gabriel. Se tambaleó hacia atrás, su mano fue hacia el escozor de su
mejilla.
Todo el Concilio se puso a hablar y parecían muy enfadados, pero
Duncan fue el único que me habló directamente. —¿Qué te pasa? ¿Por
qué le has golpeado?
Lo ignoré y le grité al Vidente: —¿Qué es lo que me acabas de hacer?
¿Cómo pusiste eso en mi cabeza? —Las lágrimas que brotaron de mis
ojos me sorprendieron—. ¿Por qué me has mostrado eso?
—¿Te mostré…? —La voz de Gabriel sonaba atónita—. ¿Quieres
decir que has tenido una visión?
—¿Una visión?
Entonces lo entendí, al igual que el Concejal Supremo.
—¡Por supuesto! —dijo—. Al tocarse, se volvió como él, una vidente.
Oí voces alrededor de la habitación.
—¡Otra vidente!
—¡Piensa en las posibilidades!
—¡Es un milagro!
—Vamos, niña —dijo Robert—. ¡Dinos que viste!
Recordé el beso y miré de nuevo al Vidente. Sus ojos estaban fijos
en mí. Me quedé atrapada en su mirada y susurré una palabra sin
pensar: —A Gabriel.
Los ojos del chico se agrandaron. —¿Viste mi futuro? —Jadeó.
—¿F-futuro? —Me sonrojé furiosamente ante la posibilidad.
—Si has visto el futuro del Vidente, Danielle, debes decírnoslo —
dijo Constance.
—Yo… yo… —Miré al Concejal Supremo y luego a todos los rostros
de la habitación. Todos me miraban impacientes. Me sonrojé incluso
más—. No sé lo que vi.
—Pero sabes mi nombre. Solo el Concilio lo sabe.
El Concejal Supremo se puso en pie. Con una sonrisa en la cara,
pero con sus ojos entrecerrados. —No tenemos mentiras en el Concilio,
Danielle. Tienes un don raro y necesitamos tu ayuda.
La ira me invadió. La Danielle de mi sueño no confiaba en este
hombre, y mirándolo ahora, comencé a estar de acuerdo con ella.
—¿Por qué habría de ayudarte? —pregunté—. ¿Por qué te ayudaría
alguna vez? ¡Me tienes secuestrada! ¡Me forzaron a venir! ¡Me alejaron de
la gente a la que amo! ¡Ni siquiera me dejaron despedirme de mis padres!
—Fue por tu propia protección —dijo Duncan. Puso una mano en
mi hombro, lo que pretendía ser algo tranquilizador, pero esta vez no
ayudó. Podría haberme caído bien, pero él también me secuestró.
—Si fue solo por mi protección, ¿por qué no dejaste que Alex y Russ
vinieran conmigo? Podrían haberme ayudado a sentirme segura. —Nadie
contestó, así que yo contesté la pregunta por ellos—. Russ tenía razón.
Solo quieren usarme. Bien, no voy a ayudarles. No voy a decirles nada.
El Concejal Supremo se alzó sobre mí y levantó su mano como si
fuera a pegarme. No me encogí.
—Adelante —siseé—. Pégame. En el momento en el que lo hagas,
volveré a ser un hechicero y entonces lo lamentarás.
—¿Cómo sabías que soy un hechicero?
—Puedo sentir tu magia. Y prometo que sé cómo utilizarla. Soy
poderosa. Era más poderosa que Alex, y estoy dispuesta a apostar que
soy más poderosa que tú también.
El Concejal Supremo me miró con indignación, pero bajó su mano
y dio un paso atrás. Susurró un hechizo y mis manos fueron atadas por
arte de magia a la silla donde estaba sentada.
—Por mi propia protección, ¿verdad? —espeté cuando me di cuenta
que ahora era una prisionera.
—Sí, niña —dijo el Concejal Supremo. Su temperamento se había
calmado y volvió a sonreír, pero era inquietante—. No entiendes tu propio
poder y no has aprendido a controlarlo. Todavía no sabes nada de este
mundo ni de tu destino.
—¡No creo en el destino!
No podía dejar de mirar a Gabriel, y entonces, descubrió mi secreto.
—No me viste —dijo—. Nos viste.
La habitación quedó en silencio.
El Concejal Supremo se agachó a mi nivel. —¿Eso es verdad? —Su
ira se había ido y por alguna razón, parecía emocionado por la sugerencia
del Vidente. Esperó, pero la única respuesta que obtuvo de mí fue una
oferta de que me besara el culo.
Se puso de nuevo en pie con un suspiro. —Ay, si es una cosita con
espíritu. Supongo que es necesario para que cumpla la profecía.
—Nunca puedo ver mi propio destino —le dijo Gabriel al Concejal
Supremo—. Si mi destino está atado al suyo, explicaría por qué no puedo
ver su futuro.
—Sí —dijo el Concejal Supremo—. Claro. Claro. El poder atrae al
poder, y los dos son puros. Una pareja perfecta.
Gabriel se paró delante de mí otra vez. El paso no fue antagónico.
No pretendía hacerme sentir inferior, como sí lo intentaba el Concejal
Supremo. —¿Nos viste juntos? —preguntó—. ¿Hay una conexión entre
nosotros? ¿Por eso tienes miedo de decirnos lo que viste?
Se arrodilló frente a mí y me miró fijamente a los ojos con algo como
esperanza. Me aterró. —No —susurré, y luego miré a mi regazo.
Sentí una mano descendiendo a la mía y cambié de forma. Cuando
miré arriba, Alistair estaba sonriéndome.
—¿Estás segura, mi lady? —me preguntó—. ¿Qué no eran tú y el
Vidente juntos lo que viste?
Abrí la boca para negarlo de nuevo, y mi voz se quedó atrapada en
mi garganta. Las palabras no podían salir. Cuanto más intentaba hablar,
más sentía como mis pulmones se ponían rígidos y era doloroso.
Cuando comencé a entrar en pánico, Alistair preguntó.
—¿Hay algún problema?
—¡Sí! —grité y luego paré, sorprendida de que la palabra fluyera de
mi boca—. ¿Cómo es que no podía hablar antes?
Alistair sonrió de nuevo. —En este momento, posees los rasgos de
los Sidhe.
—¿Sidhe?
—Las criaturas del País de las Hadas.
—¿Eres un hada? —Jadeé.
—En efecto, mi lady. Y como tal, soy físicamente incapaz de decir
una falsedad.
—¿Las hadas no pueden mentir?
—Me temo que no. Así que dinos de nuevo, ¿vislumbraste un futuro
en el que tú y el Vidente compartían un solo destino?
Obstinadamente me quedé en silencio, pero sabía que era lo mismo
que una afirmación.
El Vidente inclinó mi barbilla para mirarme a los ojos. La energía
destellaba hacia mí desde sus suaves puntas de los dedos.
—No tengas miedo de las visiones —dijo—. Vienen de la Creadora
y son siempre sobre el bien.
Mi voz era mucho más inestable de lo que quería cuando pregunté:
—¿Siempre se hacen realidad?
—Sí —admitió Gabriel—. A no ser que interfiramos. Si conoces el
futuro, Danielle, tienes el poder de cambiarlo. Como otra Vidente, lo que
debes decidir es si deberías o no.
No podía soportar mirarlo más tiempo cuando todavía sentía el
efecto de su beso de mi visión. Giré mi rostro fuera de su alcance.
Se puso de pie de nuevo y habló con el Concejal. —Hay algo que no
entiendo. ¿Cómo pudo ella tener esta visión cuando un vidente no puede
vislumbrar su propio destino?
—Como hechicero, lanzó conjuros sin hechizo —dijo Constance—.
Como hombre lobo, derrotó a un segundo hombre sin ningún tipo de
formación, sin ni siquiera entender que le estaba ocurriendo. Quizás ella
es más poderosa que tú.
—¿Más poderosa que el Vidente? —masculló Robert.
Fue junto al Concejal Supremo. —Piense en las posibilidades,
Concejal —susurró—. Tenemos mucho de lo que hablar.
Los dos me miraron, considerando todo. Su emoción me hacía
sentir enferma. Si mis manos no estuvieran atadas a la silla, les habría
enseñado a los dos el dedo corazón.
El Concejal Supremo asintió a Robert, luego se giró hacia el resto
de sus compañeros. —Reflexionen sobre lo que han visto esta noche y
descansen un poco. Mañana celebraremos una reunión del Concilio. —
Miró a Duncan—. Llévala a la sala blanca. Asegúrate de que tenga todo
lo que necesite.
Duncan pareció sorprendido. —¿La celda de detención, Concejal?
—preguntó—. ¿Es realmente necesario? No es una prisionera. ¿Verdad?
El Concejal Supremo rechazó la idea como si fuera una tontería.
—Solo una precaución. Es el lugar más seguro en el que puedo
pensar para ella en este momento, donde tendrá una ducha caliente y
una cama cómoda. —Me sonrió—. Debes estar agotada, niña. Ve con
Duncan y descansa un poco. Después de nuestra reunión de mañana,
iré por ti. Deberíamos tener algunas respuestas para entonces.
—¿Y después puedo irme a casa?
El Concejal Supremo sonrió, pero no contestó mi pregunta.
—Descansa un poco, querida.

***

—Bueno, nadie puede culparte por estar aburrida —dijo Duncan


una vez que habíamos dejado el Concilio atrás y vagabundeábamos por
los sombríos pasillos del consulado solos—. ¿Qué sucede? ¿Ya no vas a
hablar conmigo?
—¿Por qué debería hacerlo? ¿Vas a escoltarme ahora a mi prisión,
o no?
—No es tan malo. El Concejal dijo que tenía un lugar para ducharse
y una cama cómoda. No hay muchas así en el consulado.
Caminamos en silencio hasta que Duncan se detuvo y abrió una
gran puerta de metal.
—Hogar, dulce hogar —gruñí mientras entraba a la habitación—.
¿Por qué me siento como si estuviera en Atrapado sin Salida?
El interior era totalmente blanco con paredes acolchadas y una
alfombra afelpada. Para ser sincera, podría haber sido peor. Cuando
Duncan dijo: “calabozo”, imaginé una oscura y fría prisión con solo un
catre y un inodoro en la esquina. Este lugar, en realidad, tenía baño
privado y una cama roja. Incluso había una estantería llena de libros y
juegos, y una mesa con algunas sillas.
Me envolví más apretadamente en la colcha de mi casa y me
desplomé a los pies de la cama. —Así que, ¿aquí voy a pasar el resto de
mi vida? Encerrada en esta habitación, leyendo novelas de romance y
jugando solitario.
—No te mantendrán encerrada aquí.
Miré a Duncan directamente a los ojos y dije: —Dime la verdad.
¿Crees que alguna vez me dejará ir a casa?
Suspiró. Obviamente, la respuesta era no
—¿Dejarías tú que me fuera… —pregunté— si pudieras?
Para su crédito, Duncan lucía como si quisiera decir que sí, pero
permaneció en silencio. Me sorprendió cuánto me dolió, incluso aunque
ya había supuesto cuál sería su respuesta.
—Eso es lo que pensé.
Me recosté y le di la espalda.
—No es tan fácil, Dani. Puede que no creas en la profecía, pero yo
sí. Esto es más grande que tú. No me gusta mantenerte lejos de tu hogar,
pero eres la única persona que puede cumplir la profecía y restaurar el
balance. Sin ti, el Mal ganará.
—Sí, bueno, el Mal podrá ganar, porque hablaba en serio. No voy a
ayudar a nadie. No voy a dejar que las personas me utilicen. Además,
¿cómo puedo cumplir tu adorada profecía cuando estoy encerrada bajo
llave?
—Estoy seguro de que el Concilio va a resolverlo mañana.
—Genial. Muchas personas sentadas en un círculo, decidiendo mí
futuro y ni siquiera voy a participar en ello.
—Seguramente te habrían llevado —dijo—, si no hubieras actuado
como una adolescente mimada. ¿Era necesario decirle al Concejal que
besara tu trasero?
Traté de contenerme, pero sonreí. —Tal vez no, pero estoy segura
de que me hizo sentir mejor.
Duncan se rió. —Estoy feliz de que te sientas mejor. ¿Por qué no te
bañas? Veré si te consigo un cambio de ropa.
Para el momento en que salí de la ducha, había unas cuantas
bolsas sobre la cama. —Eso fue rápido —le dije a Duncan, que estaba
sentado en la mesa, leyendo un libro.
—Creí que Constance sabía tus tallas, así que nos detuvimos de
camino hacia acá.
Miré las etiquetas en la ropa de las bolsas. Reconocí algunas y ni
siquiera podía pronunciar el resto. —Guau, creí que mi armario estaba
progresando.
—Fue Gina. A nadie le gusta comprar más que a ella. Creí que se
divertiría con las tarjetas de crédito del Concilio.
Hurgué entre las bolsas y estaba feliz de encontrar una camiseta y
pantalones cortos de pijama en lugar de algún camisón de seda italiano.
Saqué el pijama, un tubo de pasta dental y un cepillo de dientes de la
bolsa. —Parece que tengo todo lo que necesito. No tienes que quedarte
aquí por más tiempo.
—Voy a quedarme aquí esta noche —respondió Duncan, sin
apartar la mirada de su libro.
El pensamiento de Duncan estando aquí mientras dormía era
ligeramente incómodo. —No es necesario.
—En realidad, sí lo es. Si me voy, estarás totalmente apartada de
la energía sobrenatural. Con un aura como la tuya, no deberías estar
sola. Sería una tortura por la mañana.
—Pero siempre he estado sola. Pasé casi dos días sin Russ o Alex.
Era incómodo, pero podía tratar con ello.
—Has estado utilizando demasiado poder hoy. Lo que tomará una
buena cantidad de tu energía hasta que lo aprendas a controlar. Esa es
la razón por la que tienes los anhelos. Con tu energía disminuyendo
tanto, desearás incluso más la energía de los otros. —Duncan me dio una
mirada agotada—. No hay necesidad de que te hagas sufrir. Me quedaré
contigo esta noche.
—Bien, lo que sea. —Adiós privacidad—. Pero si vas a quedarte,
podrías ser útil y explicarme que estaban hablando allí. ¿Cuál es la otra
parte de la profecía?
—Dani. —El rostro de Duncan era triste—. Realmente no creo que
quieras ir allí. No te va a gustar.
—Por favor, Duncan. Parecía algo importante para ellos. Quiero
estar preparada para mañana.
Duncan suspiró. —Lo repetiré: “En vísperas de esa última gran
batalla se alzará la más poderosa que el mundo haya conocido jamás. Sin
ella, el Mal ganará”, eso ya te lo dije. El resto dice: “Delicada es, pero lleva
tanto el poder de la luz como el de la oscuridad y podría fácilmente ser
persuadida por aquellos que la utilizarán para perjudicarla. Solo el amor
más verdadero la mantendrá como un agente del Bien”.
—Oh, genial. Así que todos creen que voy a ponerme Darth Vader
con ellos.
—Tienen que estar preocupados después de la forma en que
actuaste, tan llena de odio.
—¡Fantástico! ¿Por qué no me disparas ahora? Nunca voy a ver el
exterior de esta habitación.
—Solo tenemos que esperar y ver lo que el Concilio diga mañana.
Por ahora, no hay razón para estresarse. Podrías dormir un poco.
Ignoré su sugerencia.
—Mencionaron algo de una oposición. ¿Quiénes son?
—Son un grupo de sobrenaturales que se oponen al Concilio.
Extremistas que piensan que necesitan las leyes para vivir.
—Suena como si hubieran aprendido de lo que le sucedió al
Concilio, si me preguntas. No los veo viviendo por algún tipo de ley. Me
parece que el Supremo Concejal hace lo que quiere. Tal vez debería haber
una oposición.
—La oposición es peligrosa. Creen que las personas sobrenaturales
deberían dejar de ocultarse. Quieren exponernos al mundo humano.
Forzar a la gente a aceptarnos.
—¿Es algo malo?
—Sucede de vez en cuando y siempre se torna feo. Seguramente
habrás aprendido algo sobre el juicio de las brujas de Salem en la escuela.
Sucedió en un pueblo con una sola bruja. ¿Puedes imaginar lo que los
humanos podrían hacer si descubrieran la verdad? No hay muchos de
nosotros. No los suficientes como para pelear si los humanos nos
descubren.
—¿Y esa cree el Concilio que será la gran batalla?
Duncan asintió. —Si la oposición logra su meta, será el final de
todo lo sobrenatural.
—¿Y por qué odia tanto el Concilio a Alex? No es como si estuviera
de acuerdo con la oposición. Nunca le ha dicho a alguien sobre los
sobrenaturales. Ni siquiera me dijo a mí de ellos y yo soy uno.
—Es complicado.
—Duncan. Es como un segundo padre para mí. Russ es mi mejor
amigo.
—¿Mejor amigo? —se burló Duncan—. Explícame eso y te diré lo
de Devereaux.
Sentí mi estómago saltar en mi garganta.
—Tienes razón —dije rápidamente—. Deberíamos tratar de dormir.
—Eso es lo que creí.
—Puedes dormir en la cama si quieres. Estaré bien en el suelo.
Duncan me frunció el ceño. —Eres ridícula, Dani. ¿Lo sabes?
—Oye, solo estaba tratando de ser educada.
—Es la primera vez.
—Bien. Duerme en el suelo. Espero que despiertes con dolor de
espalda.
Duncan se rió y apagó la luz. Le lancé una almohada, realmente se
la tiré, y le di la sábana de la cama. Luego me envolví a mí misma en el
edredón. Era demasiado pequeño para cubrirme entera, pero no me
importaba.
—Buenas noches, Dani.
—Buenas noches.
Permanecí allí por un minuto, pero había algo más que estaba
molestándome. —Oye, Duncan.
—¿Mmh? —Sonaba tan adormilado como molesto.
—¿Qué pasa con tu nombre?
Lo escuché reírse y luego dijo: —Era la última moda cuando nací.
—¿En qué planeta? Estoy malditamente segura de que en 1985,
escogían nombres como Brad y Jason.
—No dejes que mi apariencia te engañe, polluelo. Los vampiros
somos inmortales. Podría haber tenido veintitrés cuando me convirtieron,
pero nací en Londres, en 1857.
Dejé escapar un largo silbido. —Guau. Sí que eres viejo.
—Duérmete, Danielle. —Ahora, definitivamente estaba molesto.
Sonreí. —Claro, papá.
10
Traducido por Val_17 & Mary Hanes
Corregido por Sofía Belikov

Me fui a dormir, acurrucándome en un ovillo y desperté tumbada


sobre mi estómago, con el brazo colgando al borde de la cama. Me tomó
un minuto darme cuenta de que no era el suelo lo que mis dedos rozaban.
Era Duncan. Yacía de espaldas junto a mi cama, con las manos sobre su
pecho. Sus dedos estaban enredados con los míos, como si se hubiera
quedado dormido sosteniéndolos. Despertó cuando alejé mi mano.
—¿Qué estás haciendo ahí abajo? —Me sentía tímida.
Duncan se estiró, luego se acercó para agitar mi cabello.
—Estuviste muy inquieta anoche. Pensé que podría ayudar si
estaba un poco más cerca.
—Oh. —Sentí que me sonrojaba—. Gracias.
Duncan fingió sorpresa. —¡Espera! ¿Fue eso gratitud? ¿Qué crees?
Puede ser razonable.
—Cuidado —bromeé—. No vamos a arruinar mi humor antes de
que llegue el Concejal. Tengo la sensación de que voy a necesitar toda mi
paciencia para esta reunión.
—Buen punto. No más diversión desde ahora. Lo prometo. Incluso
si tu pelo está a dos centímetros de diámetro en estos momentos.
—La cola de caballo lo está —le dije mientras me dirigía al baño
para vestirme.
Después de luchar contra mi cabello y atarlo en una coleta,
Duncan no estaba exagerando con el tamaño, y cepillarme los dientes,
encontré una realmente linda falda vaquera y una camiseta con la que
parecía que tenía pechos. Cuando finalmente salí del baño, lucía semi
decente. Incluso un poco caliente.
—Oye, Dani —dijo Duncan—. Ven a conocer a Gina. Te trajo el
desayuno.
No era difícil darse cuenta de la chica negra súper alta de pie en la
habitación toda blanca. Debía medir un metro setenta y siete por lo
menos, y era preciosa. Como explosivamente hermosa. Me veía como una
niña de doce años junto a ella. Me sonrió y tendió la mano mientras me
acercaba.
—¿Gina, la adicta a las compras con excelente gusto?
—Sabía que me gustarías —dijo Gina mientras estrechaba mi
mano.
Me había olvidado acerca de los efectos colaterales que tocar a la
gente tenía para mí ahora, y el cambio me tomó por sorpresa. Jadeé y me
tambaleé por un rato mientras Gina retrocedía unos cuatro centímetros.
—¡Maldita sea, niña! —dijo una vez que se había recuperado del
asombro—. ¡Ahora eres un hombre lobo!
—Sí, lo siento. Me había olvidado de eso. Cambiar de especies es
algo así como un nuevo desarrollo. —Miré a Duncan y añadí—: Supongo
que estrechar manos está fuera de discusión.
—Dijeron que eras especial —dijo Gina—. Pero es algo raro. El estilo
de lobo te queda bien. La falda también. —Pasó sus ojos sobre mí y luego
se centró en mi cabello—. ¡Sé que no estás planeando llevar ese atuendo
con el cabello recogido en una cola de caballo!
—Créeme, es mejor que no tenerlo en una cola de caballo.
—Siento eso. Nadie tiene más problemas de cabello que un hombre
lobo.
—Pero tu pelo se ve muy bien.
—Por supuesto. Trenzas —dijo Gina rotundamente. Me empujó un
plato sobre la mesa—. Pero lo he hecho bastante bien con él, así que date
prisa y cómete esa tortilla, te ayudaré a dominar tu encrespamiento.
Duncan tomó eso como su señal para salir. —Estoy seguro de que
las señoritas no necesitan mi ayuda para eso, así que creo que voy a
dejarte. Tomaré una ducha y me cambiaré de ropa.
—Mmh, ¿seguro que no necesitas mi ayuda para eso Duncan,
cariño?
Estaba sorprendida por el comentario de Gina, pero Duncan le dio
una hermosa sonrisa y un coqueto guiño. —No me tientes, hermosa —
dijo antes de desaparecer por la puerta.
Gina se desplomó en una silla y esperó a que comiera mi desayuno.
—¡Mmh, mmh, mmh! Ese hombre está más que bien. No sé cómo lo
soportas. Especialmente con los anhelos solo empezando. Sabes que es
la excusa perfecta para obtener todo eso, ¿verdad? Duncan es bastante
liberal. Apuesto a que iría por ello si lo sugirieras.
—Uh, solo tengo dieciséis. ¿No crees que es un poco viejo para mí?
—La edad no importa para un vampiro. Duncan está sobre los
ciento cincuenta. Es demasiado viejo para todos, pero sabes que todavía
consigue el botín. La garantía no es solo de las mujeres en el hogar de
ancianos.
—Eso es raro.
—Nah. Yo iría por ello.
Reí. Estaba agradecida por la compañía de Gina. Nunca había
tenido una amiga para hablar sobre chicos antes. Era una agradable
distracción para toda la atmósfera de fatalidad y pesimismo que me había
atrapado recientemente.
Terminé el desayuno y luego nos dirigimos al baño.
—¿De verdad irías por Duncan? —pregunté mientras Gina mojaba
mi cabello y lo cargaba con crema para el pelo—. Pensé que los vampiros
y hombres lobo se suponía que se odiaban unos a otros. Quiero decir, yo
era un vampiro cuando llegué aquí anoche y me encontré con un hombre
lobo en el Concilio. Te juro que estaba a punto de atacarlo.
—Sí, hombres lobo y vampiros suelen ser enemigos, pero Duncan
y yo somos anomalías. Disputas de sangre no se adhieren generalmente
con nosotros.
—¿Eres una anomalía también? Pensé que esos se suponían que
eran muy raros.
—Lo son, pero el Concilio suele contratarnos porque somos
bastante prácticos. ¿Al igual que yo? Los lobos pueden curarse rápido,
pero yo puedo curar a alguien rápidamente. Con solo tocarlos. El Concilio
lo encuentra útil.
—¿Y no te importa trabajar para el Concilio?
—¿Estás bromeando? El pago es excelente, la comida es de primera
categoría, y no tienes que ocultar quién eres todo el tiempo. Todo con lo
que trabajo es sobrenatural. ¿Quién no querría estar aquí?
Suspiré. Supongo que era la única que no lo hacía.
—¿Y qué hay de ti? —preguntó Gina—. Debes ser una anomalía
también. Nunca he visto algo como lo que hiciste allí.
—Mi amigo Russ pensó que lo era, pero anoche el Vidente dijo que
era otra cosa.
—¿Te reuniste con el Vidente? ¡Chica, eso es una locura!
—¿No lo has conocido?
—Nadie lo ha conocido excepto el Concilio. Lo mantienen encerrado
y más asegurado que al presidente. Es por eso que apuesto a que es sexy.
Tiene algo misterioso a su favor. Así que dime, ¿cómo es? Es sexy, ¿no es
cierto?
Aún tenía la visión de nuestro beso quemando en mi mente.
—Hermoso —admití.
—¡Lo sabía!
—Parece agradable, supongo. Aunque muy serio. Y tranquilo.
—Hmm. —Frunció el ceño—. Bueno, es precioso de todos modos.
Así que, ¿qué sucedió cuando lo conociste? ¿Vio tu futuro?
—No podía ver mi futuro. Creo que fue la primera vez que le ha
pasado.
—Qué locura.
—Aunque podía leer mi aura. Dijo que era pura, signifique lo que
signifique.
Los ojos de Gina se abrieron de par en par y se quemó la mano con
la plancha. —¡No jodas! ¿En serio eres una pura?
—Supongo que sí. Dijo que lo era. ¿Qué es eso?
—Poder sobrenatural puro. Un sobrenatural que no se convirtió en
hombre lobo o vampiro, y no tiene ascendencia sobrenatural. Solo naciste
con ello de la nada. Tu poder viene directamente de la Creadora. Los
puros son increíblemente poderosos y mil veces más raros que las
anomalías.
—¿Nunca has conocido a un puro?
—El único puro del que sabemos en este momento es el Vidente.
Dicen que un puro viene tal vez una vez cada cien años o menos. No creo
que haya habido más de uno vivo a la vez. El Concilio debe estar
enloqueciendo.
—Bastante.
—Maldita sea, chica. Eso es increíble. Ahora como que tengo miedo
de tocarte.
Me reí. —Eso está bien. Parece que mi cabello está listo.
Gina me miró en el espejo y sonrió con orgullo. —Te dije que tengo
experiencia con el pelo difícil.
—¿Experiencia? Eres una maestra. No creo que jamás haya visto
mi pelo tan bien. Apenas parezco yo.
—Definitivamente no te reconocería —dijo Duncan, apareciendo en
la puerta del baño—. Por supuesto, ayer se veía como un gato ahogado
que había sido atropellado por un rallador de queso.
—Duncan —gritó Gina—. Vas a acomplejarla.
—Sí —coincidí—. ¿Y recuerdas que prometiste que no dirías nada
divertido esta mañana?
Duncan se encogió de hombros. —No puedo evitarlo. Solía tener
una hermana pequeña que era igual que tú.
—Así que, ¿era increíble? —le pregunté.
—No. Era terca y desafiante con el cabello loco.
—Ya es suficiente —dijo Gina—. Sal de aquí. Esta es la hora oficial
de chicas. Ve a molestar a otra persona por un rato.
—Lo siento. El Concejal Sena te estaba buscando. Algo sobre enviar
por fax unos documentos legales.
Gina me miró a los ojos en el espejo y suspiró. —Se acabó el recreo.
Iré a buscarte después del trabajo.
—Te estaré esperando.
—Te ves muy bien —admitió Duncan cuando Gina se fue.
Puse los ojos en blanco ante el cumplido. —Genial. Finalmente me
veo decente y el único chico al que se lo puedo mostrar tiene un billón de
años y piensa que le recuerdo a su hermana pequeña.
Duncan se echó a reír y se acercó para tocarme la cabeza recién
alisada. Me aparté de un salto, gritando: —¡No me arruines el cabello! —
Y se rió aún más fuerte.
Sacó una caja de la estantería y le dio una sacudida juguetona.
—Vamos, Dani, te reto a un juego de Monopoly.

***

Tres fascinantes horas de Monopoly después, el Concejal Supremo


nos honró con su presencia. Duncan se puso de pie como si fuera lo
correcto cuando el Concejal Supremo entraba en una habitación, así que
yo también me puse de pie; intentaba hacerme la simpática y esperar que
me soltaran.
El Concejal me miró dos veces. —¡Cariño! Te ves bastante bien,
Danielle. ¿Confío en que te han cuidado bien?
—Sí, gracias. —Era doloroso decir las palabras, pero funcionaron.
El Concejal me dio otro vistazo y sonrió sinceramente ésta vez.
—Y también de mucho mejor ánimo, por lo que veo. En serio, esta
es una gran noticia.
—¿El Concilio ha resuelto algo? —preguntó Duncan. Él, como yo,
no parecía estar de humor para charlas.
—De hecho... —Se frotó las manos con emoción anticipada—, el
Concilio ha decidido que lo mejor para Danielle es permanecer aquí en el
consulado.
—Pero, señor… —comenzó Duncan hasta que lo interrumpí.
—¿Qué? —grité. Hasta aquí llegó lo de ser simpática—. ¿Por cuánto
tiempo?
—Indefinidamente, niña. Experimentarás los anhelos durante
meses y tienes mucho que aprender sobre tu poder y el mundo
sobrenatural antes de que se pueda esperar que te enfrentes a tus
enemigos.
—Uh, en realidad son sus enemigos, ¡y no puedes hacer que me
quede aquí!
—El Concilio ha decidido que esto es lo mejor. Como un ser
sobrenatural, estás obligada por ley a cumplir con tu sentencia.
—¡Eso no es justo!
—Concejal, no podemos seguir manteniéndola encerrada sola en la
celda. El Concilio debe verlo. Con mucho gusto me ofrezco voluntario
para ir a casa con ella mientras entrena, señor. Podría mantenerla a
salvo.
—No tengo ninguna duda de que puedes, muchacho, es por eso
que te asigné como su guardián. Por supuesto que no va a quedarse en
la habitación blanca. No es nuestra prisionera.
—¡Já!
El Concejal no me hizo caso. —La trasladaremos a la torre de
apartamentos. Estoy seguro de que va a encontrar el alojamiento más
que adecuado. También he sido elegido para ser su mentor.
—Por supuesto que sí —dije sarcásticamente—. ¿Alguien más ve
cómo consigue todo lo que quiere?
—Dani. —Duncan me lanzó una mirada de reproche cuando la
sonrisa del Concejal Supremo se volvió forzada—. Perdóneme, Concejal,
pero, ¿la torre de apartamentos? ¿Quiere decir que va a quedarse con el
Vidente?
—Por supuesto.
—¿No le parece que es inapropiado dejarlos solos? ¿Hacerlos vivir
juntos?
—¿Por qué no? Ella va a ser su compañera.
—¿Perdón? —Creo que nunca había estado tan incrédula—. No es
posible que hayas dicho lo que creo que dijiste.
Duncan estaba casi tan molesto como yo. —Pero es solo una niña.
Apenas tiene dieciséis años.
—Vamos, Duncan. ¿No te casaste una vez en tu vida humana? ¿A
qué edad tú y tu novia entraron en la unión sagrada?
—Eso fue hace ciento cincuenta años. Las cosas eran diferentes en
aquel entonces.
El Concejal lo ignoró con un gesto de la mano.
—Son bastante mayores. El Vidente ya ha dado su consentimiento
al respecto.
—Apuesto a que sí —gruñó Duncan.
—Conoces la profecía, Duncan. Estabas allí anoche. Es su destino.
¿Por qué no dejar que avancen con el destino lo más rápido posible?
—Debido a que Dani fue criada como humana. No puede esperar
que ella acepte…
—¡NO LO ACEPTO! —grité—. ¡NUNCA VOY A ACEPTARLO! Puedes
encerrarme aquí hasta el día que me muera, pero no puedes obligarme a
hacer esto. No puedes obligarme a hacer algo. Tal vez cuando llegue el
momento de cumplir la profecía, voy a dejar que ganen tus enemigos.
Diablos, ¡podría ayudarlos!
—¡Niña estúpida insolente! —gritó el Concejal Supremo girándose
repentinamente hacia mí. Me alegré de ver que por fin lo había vuelto
loco.
—¡No puedes obligarme a estar con alguien! ¡No voy a hacerlo!
—Bien, niña —espetó con furia el Concejal—. Pero tampoco puedo
dejar que te vayas. Hasta que aprendas tu lugar, eres un peligro para
todo el mundo sobrenatural. Si no deseas quedarte con el Vidente, el
único otro lugar que verás es el interior de esta sala.
—¡Muy bien! ¡Me quedaré aquí y me pudriré!
—Muy bien. Vamos, Duncan.
—Pero Concejal, los anhelos
—Esa es su elección. Después de una noche sola, tal vez estará
más dispuesta a cooperar.
—¡No cuentes con eso, hijo de puta!
—Pero, señor, con su aura, ¿toda una noche a solas? Eso es
tortura.
—No. Es disciplina. La chica tiene que aceptar su destino. Ahora
no quiero más argumentos de tu parte sobre el asunto, Duncan, o serás
relevado de la guardia.
Incluso para un vampiro, Duncan de repente parecía demasiado
pálido. Se volvió hacia mí con miedo real en sus ojos.
—No hagas esto, Dani. No sabes a lo que te estás enfrentando.
Voy a admitir que su desesperación era bastante convincente, pero
aun así. —¿Qué sugieres que haga? ¿Que suba las escaleras y salte en la
cama del Vidente como una buena esclava y traiga algunos bebés súper
poderosos para que el Concilio pueda reclamarlos también? No lo creo.
Duncan finalmente se rindió. —Lo siento por esto, Dani.
—No es tu culpa. Soy terca y desafiante, ¿recuerdas?
Duncan trató de sonreír y mientras se alejaba, le agarré la mano.
—Hazme un favor —dije—. Cuando puedas, encuentra a Russ y dile lo
que pasó. Dile que caí luchando. Dile que desaté toda clase de infierno
por él. Y… —hipé—, y dile que lo amo.
—No tengo que despedirme por ti, Dani. No te estás muriendo.
—Pero tampoco voy a volver a verlo. Lo sabes. Prométemelo,
Duncan. Prométeme que le dirás que lo amo.
Duncan suspiró. —Se lo diré

***

Después de una hora sola me sentía incómoda. Por la noche estaba


completamente inquieta. Por la mañana, los anhelos eran físicamente
dolorosos. Cuando llegó la tarde y ya habían pasado veinticuatro horas,
me sentí tan vacía que me asusté.
No estaba segura de cuánto podría aguantar, y sabía que el
Concejal nunca se doblegaría ante mí. Sabía que podría aguantar uno o
dos días más, pero ¿después? ¿Y si seguía empeorando? Al final, lo que
yo creía que podía soportar no importaba. El Concejal Supremo no volvió.
Durante los tres primeros días no perdí la noción del tiempo.
Intenté leer libros o jugar a las cartas para no pensar en el dolor, pero la
angustia se apoderó de mí y me pasé las horas llorando e intentando
llenar el vacío de mi interior envolviéndome en mis brazos. Ni siquiera mi
edredón conseguía ofrecerme consuelo.
Después ya no pude dormir. Mi cuerpo no podía descansar y no
paraba de dar vueltas por la habitación hasta que mi cuerpo se rindió de
agotamiento físico. Solo dormía unos minutos cada vez. No había
descanso. No había alivio.
Con el tiempo, un nuevo dolor se formó en mi garganta y un
hambre diferente a la de los anhelos me acosó. El instinto me decía que
tenía sed. Duncan había sido la última persona con la que había tenido
contacto y me habían dejado aquí como vampiro para que muriera de
hambre lentamente. Agradecí la sensación de sed. Era una agonía, pero
era una agonía nueva y estaba desesperada por sentir algo.
Finalmente la sed no fue suficiente para ocuparme y llegó la locura.
Me arrancaba puñados de pelo a la vez, arañaba las paredes de mi celda,
gritaba a la nada.
Y entonces llegó la muerte. Los anhelos me habían privado de todo
sentimiento. Me envolví en la colcha que Russ y yo habíamos hecho, me
tumbé en el suelo y esperé a que la muerte me llevara.

***

No tengo ni idea de cuánto tiempo estuve allí tumbada, ni de cuánto


tiempo había estado en la habitación. Ya ni siquiera recordaba dónde
estaba ni por qué sufría. Ya no sabía quién era, simplemente era.
El tiempo no tenía sentido.
Y entonces un día sentí una ráfaga de algo que no podía describir.
Pensé que había ido al encuentro de la Creadora.
Un par de manos me levantaron del suelo y una oleada de
sentimientos me golpeó tan fuerte que grité. Después de tanto tiempo sin
sentir nada, mi cuerpo no podía comprender la energía que recibía.
Estaba ardiendo. Sentí un dolor inimaginable que dio paso a una
sensación de alivio.
El amor, el consuelo y el calor que me invadían eran insoportables.
Mis gritos se convirtieron en sollozos. Deseé que la bondad desapareciera.
Ya no quería sentir nada, ni malo, ni bueno, ni neutro, ni siquiera alivio.
Todo lo que había sentido antes se volvió doloroso. Todo era demasiado
abrumador.
Lloré durante horas y luego empecé a reconocer fragmentos de lo
que me rodeaba.
Estaba viva.
Estaba en el suelo.
Estaba acunada en los brazos de alguien.
Unas manos me acariciaban la cara y el pelo.
Un par de ojos me miraban. Ojos oscuros. Ojos brillantes,
conmovedores, hermosos.
Una voz susurraba. Las palabras aparecieron.
—Se acabó, Danielle. Se terminó. Ahora todo estará bien. Se acabó.
No sabía qué significaban las palabras, pero me reconfortaron. La
voz me tranquilizó. Cerré los ojos. Sentí sus manos sobre mí. Sentí el
calor y la fuerza de su cuerpo. Sin pensarlo, me aferré a él. Y dormí.
Por fin.
***

Cuando abrí los ojos, me sentía débil, pero mejor. Estaba en un


lugar nuevo. La cama, más suave que cualquier cosa que había sentido.
Un rostro extraño me miraba. Alguien que no conocía, pero los ojos me
resultaban familiares.
—¿Danielle? —susurró.
¿Era mi nombre?
El chico llevó su mano a mi rostro y con ella sentimientos de paz,
compasión, seguridad, amor, calidez y deseo. Este era un rostro en el que
confiaba. Una persona que necesitaba. Cubrí su mano con la mía y
disfruté de mi alivio.

***

La próxima vez que desperté, era de noche. Por un breve instante,


el pánico se apoderó de mí. —¡Gabriel! —grité. Era solo un nombre de un
sueño, pero de alguna manera sabía que era el correcto—. ¡Gabriel!
Entonces sentí su presencia. Por supuesto que estaba allí. Gabriel
siempre estaría allí. Gabriel nunca me dejaría sola. Su energía era la
fuerza de vida. Sin eso estaría perdida. Gabriel no dejaría que me perdiera
de nuevo.
—Estoy aquí —me aseguró. Extendió sus brazos y me subí en ellos
con gratitud. Sus manos, ahora tan familiares para mí como las mías, me
llevaron hacia su pecho en un fuerte abrazo y entonces supe que estaba
a salvo. Esto era el cielo y mi ángel me cuidaba. Me había salvado. Me
liberó de mi sufrimiento. Me acurruqué en su calor y lloré.
11
Traducido por hermanaoscura & Melody Hamort
Corregido por MaryJane

Había un cálido brazo apretándome suavemente contra un pecho


firme, creando una sensación de seguridad y comodidad que se sentía
natural. De alguna manera reconocí este cuerpo. Me ajustaba contra él a
la perfección.
La persona que me estaba sosteniendo, me susurraba palabras de
mi obra favorita y la recitaba tan bien que no quería interrumpirle. En
lugar de abrir los ojos, me quedé quieta y disfruté de la paz del momento.
—¡Mirad cómo apoya en su mano la mejilla! ¡Oh! ¡Mirad cómo apoya
en su mano la mejilla! ¡Oh! ¡Quién fuera guante de esa mano para poder
tocar esa mejilla! ¡Ay de mí! ¡Habla! ¡Oh! ¡Habla otra vez ángel
resplandeciente!… Porque esta noche apareces tan esplendorosa sobre mi
cabeza como…
—…como un alado mensajero celeste —terminé, sobrecogida por la
belleza de las palabras—. Amo Romeo y Julieta. Lo leíste bien.
La lectura se detuvo. —Estás despierta.
Todavía no quería abrir los ojos. Estaba tan cómoda. Me acurruqué
más fuerte contra él y reí.
—¿Russ Devereaux leyéndome Shakespeare? ¿Qué tan cerca
estuve de morir?
—¿Russ Devereaux? —preguntó la voz confusa.
Abrí los ojos y me sorprendió la cara frente a mí. —Tú no eres Russ.
Me senté con un jadeo y me alejé del chico con el que había estado
durmiendo. Se estremeció como si el hecho de que me alejara de él le
desgarrase el corazón.
—¿Danielle? —preguntó confuso—. ¿Te encuentras bien? ¿Sabes
quién soy?
Él parecía familiar, tal vez una cara de un sueño. Lo estudié por un
momento y mi memoria regresó de golpe. —Eres el Vidente.
El chico asintió lentamente. —Gabriel.
Mis ojos se llenaron de lágrimas.
—Debes estar muy confundida —dijo Gabriel.
—No volveré a ver a mis padres, ni a Russ ni a Alex nunca más. El
Concejal Supremo dijo que no podría regresar a casa.
—Ahora esta es tu casa.
Comencé a llorar y Gabriel buscó mi mano. La aparté y le di la
espalda. —Danielle.
—Por favor, vete. —Caí de nuevo en mi almohada y puse la colcha
sobre mi cabeza.
Oí la emoción en su respuesta tranquila. —Como quieras.
Solo pasaron unos minutos para que el terrible vacío volviese a
consumirme. Cuando mi cuerpo empezó a temblar, me asusté. Recordé
cada agonizante momento de mi tortura. Sabía que lo sentiría pronto.
No tuve más remedio que recurrir a Gabriel. Lo encontré en otra
habitación sentado en un sofá. Estaba leyendo la obra de nuevo. Apenas
tuve la fuerza para cruzar la habitación hacia él y cuando levantó la vista
me puse a llorar de nuevo.
—Tengo miedo —susurré. Me llenaba de vergüenza admitir mi
debilidad—. Comenzó a doler de nuevo cuando te fuiste.
Gabriel suspiró. —Lamento lo que te han hecho. —Dejó el libro y
levantó una mano hacia mí—. Ven. Todo está bien.
Odiaba que todavía fuese amable conmigo. Detestaba tener que
recurrir a él. Odiaba ser tan débil. Pero no podía volver a sentir ese dolor,
simplemente no podía.
Ignoré su mano extendida, incluso cuando mi cuerpo ansiaba
agarrarla y me senté en el extremo opuesto del sofá.
Gabriel me observó, y cuando no pude dejar de temblar, me volvió
a tender la mano. —No es necesario que sufras —dijo—. Por favor.
No tenía otra opción. Su cuerpo me estaba llamando, y sabía cómo
eso aliviaría mi malestar.
Impulsada por la necesidad física, me metí en el sofá y me desplomé
contra él. Me aferré a él como si mi vida dependiera de ello.
Odiaba esto.
—¿Qué me sucede? —lloré.
Gabriel no me dejó apartarme de él.
—Todavía estás muy débil —explicó—. Has estado sin ninguna
presencia sobrenatural durante más de dos semanas. Estuvo a punto de
matarte. Pasará un tiempo antes de que puedas pasar mucho tiempo sin
contacto físico.
¿Así que esta era mi vida ahora? ¿Vivir mil veces más adicta a este
extraño de lo que nunca había estado a Russ? ¿Tan débil que ni siquiera
podía aguantar dos minutos sin necesitar que me abrazara? ¿Qué me
habían hecho?
—Deberías haberme dejado morir.
—No te desesperes, Danielle. Estos sentimientos se desvanecerán.
Tu fuerza regresará.
Nos sentamos en silencio durante unos pocos minutos y entonces
Gabriel habló: —¿Necesitas algo? ¿Tienes hambre? ¿O tal vez algo de aire
fresco? ¿Quieres que te muestre los alrededores? Tenemos una vista
increíble de la ciudad.
No le respondí. Podría haber sido demasiado débil para rechazar
su energía, pero no necesitaba nada más de él. No quería que me cuidase
ni que fuese amable conmigo. No quería tener nada que ver con él.
Cuando no dije nada. Gabriel recogió el libro y comenzó a leer de
nuevo. Me obligue a mí misma a dormirme y rezar para no despertarme
más.

***

Habían pasado días, incluso una semana desde que desperté de mi


tortura, y siempre me despertaba para encontrarme con Gabriel. Me
dejaba cuando era absolutamente necesario. Odiaba lo mucho que eso
me reconfortaba.
Continuó hablándome cuando estaba despierta, y yo continué
ignorándolo. Por desgracia, no podía apartarme de él por mucho tiempo.
A menudo trataba de dejar la habitación y siempre, siempre, regresaba a
él.
Gabriel insistió en que cada vez estaba más fuerte. Me prometió
que comenzaría a sentirme mejor pronto, pero yo no lo veía así. Puede
que me sintiese menos débil físicamente, pero en todo caso, la conexión
que sentía con Gabriel, mi necesidad física de estar en su presencia, solo
empeoraba. A veces ni siquiera pensaba en estar lejos de él. A veces me
asustaba la idea de separarme de él.
Había estado durmiendo en el sofá junto a Gabriel mientras él leía
Macbeth cuando llamaron a la puerta. Me intrigaba la idea de ver a otra
persona, pero fingí que seguía durmiendo cuando oí la voz del Concejal
Supremo.
Gabriel se levantó con cuidado y me cubrió con una manta antes
de unirse a su visitante.
—Lamento interrumpirte tan tarde —dijo el Concejal—. Pero he
traído los artículos que pediste. ¿Hablamos con una taza de té?
—Claro, señor.
Oí que alguien llenaba una tetera y sacaba un juego de tazas y
platillos de un armario, cucharas de un cajón. No había pasado mucho
tiempo explorando mi nueva jaula, pero había echado un vistazo lo
suficiente como para saber que, en esencia, era un estudio, pero mucho
más grande. Se encontraba amueblado en el mismo estilo gótico que el
consulado.
El dormitorio era igual al de la visión que había tenido. Me ponía
nerviosa entrar allí, pero Gabriel insistía en que necesitaba descansar, y
dormíamos juntos cada noche en aquella cama hecha para un rey. Cada
noche me dormía preguntándome qué noche sería aquella en la que me
despertaría gritando y me encontraría perdida en su beso... igual que en
la visión.
La voz del Concejal me sacó de mis pensamientos.
—¿Cómo lo lleva?
Gabriel respondió con un veneno en su voz del que no le creía
capaz. —¿Cómo cree? —Eso fue aún más sorprendente que esa rabia tan
obvia dirigida al Concejal Supremo—. Se pasa la mayor parte del tiempo
llorando, llamando a un tal Russ en sus sueños, no come. No quiere
hablar. No responde a nada de lo que le ofrezco. —Gabriel respiró hondo
y soltó el aire—. Está completamente rota.
—Debes tener paciencia —dijo el Concejal con voz cautelosa—. Ha
pasado poco más de una semana desde que está contigo. Sufrió una
experiencia muy traumática.
—Por su culpa —dijo Gabriel con ira—. No entiendo cómo pudo
hacer algo así. ¿Por qué lo hizo? ¿Por qué fue tan cruel? Su dolor debe
haber sido insoportable.
—No te enfades conmigo, Gabriel. Lo hice por ti. Danielle había sido
manipulada a una unión con solo dos seres supernaturales desde que
tenía tres años. Su vínculo con el chico Devereaux era tan fuerte que
jamás hubiera sido capaz de amar a alguien más. Incluso si solo sintiese
una conexión fraternal con Russell, es todo lo que conocería. Cualquier
otra conexión romántica se sentiría incorrecta para ella.
—Pero ¿la tortura? No se merecía eso. Nadie debería sufrir como lo
hizo. No puedo imaginar un dolor que pueda destruir completamente a
una persona. Fue demasiado cruel.
No me atreví a mover ni un musculo, ni siquiera me dejé respirar,
por temor a que se dieran cuenta de que estaba despierta y dejasen de
hablar. Prestaba toda mi atención a esta conversación. Me sorprendió
pero sentí el peso de la pena del Concejal incluso antes de hablar.
—Sí. Lo que le hice a Danielle fue cruel, pero también era necesario.
Teníamos que romper su vínculo con Russell. Lo que Alexander hizo con
estos chicos estuvo mal, y fue peligroso para ambos. Danielle estará más
saludable ahora. Solo deseo haber podido hacer lo mismo por Russell.
Imagina la agonía que deber sentir al estar apartado de ella.
Volvió a suspirar. —¿Entiendes que lo hice para ayudarla, Gabriel?
¿Para salvarla? Odié hacerlo. Me sentí como un monstruo, pero ella es la
elegida. Tuve que hacer lo mejor para ella aún sin gustarme. Por favor,
no vuelvas a pensar que soy cruel. Si hubiese habido otra manera, tú
sabes que nunca hubiese permitido que sufriera tanto.
En ese momento la tetera silbó. —Por favor no sigas enfadado, hijo
—dijo el Concejal.
—Si señor —replicó Gabriel mientras se preparaban el té sin seguir
la conversación. Después de un rato, oí a Gabriel decir—: Todavía estoy
preocupado por algo.
—¿Qué hay en tu mente?
—Danielle.
Él siempre decía mi nombre con tanta emoción. No lo entendía.
—Ella estaba tan llena de energía antes. Tan apasionada, valiente
y llena de vida. Todo eso se ha ido, señor. Todo se ha ido. Su aura todavía
es tan poderosa como siempre lo ha sido, pero ya no puedo sentirla a ella.
¿Y si ha habido mucho daño? ¿Y si ya no es la chica que era antes? ¿Y si
ahora es incapaz de cumplir la profecía?
—No temas, Gabriel. Volverá a ser ella misma con el tiempo, solo
que ahora podrá vivir su vida correctamente.
—¿Está seguro, señor? ¿Ella volverá?
—Claro que estoy seguro. Te tiene a ti para hacerla fuerte. —Ellos
movieron sus sillas lejos de la mesa—. ¿Me informarías si algo cambia?
Me gustaría hablar con ella cuando esté lista.
—Sí, señor.
—Gracias. —El Concejero se detuvo mientras abría la puerta—. ¿Y
cómo estás tú, Gabriel? Este es un gran ajuste para ti también, y he
estado tan ocupado últimamente que no hemos podido pasar tanto
tiempo juntos.
—Estoy bien señor, excepto… no importa. Gracias por explicar sus
acciones.
—Vamos, Gabriel. Algo está pesando en tu mente.
Gabriel dudó y luego dijo tranquilamente: —No estoy seguro de qué
se supone que haga, señor.
—Sé paciente. Ella volverá cuando esté lista.
—No me refiero a eso. Me refiero… No sé cómo ser la pareja de
alguien. Ni siquiera estoy seguro de cómo ser el amigo de alguien. Con el
debido respeto señor, todo lo que alguna vez he tenido es a usted.
—Oh, Gabriel, no te sientas mal por eso. Aprenderás. Solo sé tú
mismo y su relación vendrá naturalmente.
Ahora había mucho afecto en la voz del Concejal.
A pesar del amor que le demostraban, la voz de Gabriel parecía
pequeña. —¿Y si ella no me acepta?
—No me preocuparía demasiado por eso. Ella se abrirá a ti tarde o
temprano. Es su destino después de todo.
—Sí, señor.
—Debo irme por ahora, pero llama si hay algún cambio. Yo seré su
mentor justo como soy el tuyo. Podemos ayudarla juntos.
Oí la puerta cerrarse y unos minutos después, Gabriel estaba
intentando despertarme. —Te traje un poco de té —dijo sentándome y
tomando asiento en el sofá a mi lado.
Depositó una taza en mi mano, pero yo todavía estaba demasiado
abrumada por su conversación con el Concejero como para interesarme
en el té. El Concejero pensaba que estaba ayudándome. Dijo que Alex me
había manipulado, que nos lastimó a Russ y a mí a propósito. Dijo que
Russ estaba sufriendo en este momento.
—Por favor, Danielle. Necesitas intentar meter algo en tu estómago.
Me sacudí de mis pensamientos y miré al chico frente a mí. Gabriel
había estado enojado por mi comportamiento. Estaba preocupado por mí.
Le dolía que no cuidara apropiadamente de mí misma.
Él había hecho tanto por mí desde que llegué aquí que no podía
negar su petición. Miré hacia la taza. Nunca había sido una gran amante
del té, Russ y mi papá me habían transformado en una adicta al café
hace años, pero estaba caliente y olía a miel y limones. Cuando llevé la
taza a mis labios, Gabriel dejó salir un suspiro de alivio.
—Gracias al Creador —murmuró para sí mismo—. Toma sorbos
muy lentamente. Ellos usaron magia sanadora para evitar que murieras
de hambre, pero así aún tú misma podrías hacer que te enfermaras.
Cuando terminé con el té, Gabriel se llevó mi taza y regresó con las
manos llenas. Me quedé sin aliento cuando vi mi edredón. Se lo arrebaté
y enterré mi rostro en él, inhalando su familiar esencia.
—El Concejal dijo que esto haría que tu transición aquí fuera más
difícil, pero vi la manera en que te aferrabas a él cuando llegaste y pensé
que podrías estar más feliz teniendo algo de casa contigo.
Alejé la tela de mi rostro. Me conmovió el gesto considerado y sentí
que él merecía saber eso, pero todavía no podía encontrar sus ojos
cuando susurré: —Gracias.
Oí a Gabriel aspirar una bocanada de aire, y realmente no podía
culparlo por su sorpresa. Esa era la primera vez que le hablaba en casi
una semana. Aclaró su garganta nerviosamente y luego se sentó conmigo
de nuevo. —Hay algo más que le pregunté al Concejal. —Blandió una
pequeña caja y dijo—: Sé muy poco de las costumbres humanas, pero
entiendo que cuando dos personas se unen usan anillos como símbolo
de compromiso entre ellos.
Gabriel depositó la caja en mis manos y abrió la tapa. Mi mandíbula
cayó al ver el juego de bandas sobre el pequeño cojín de terciopelo. Quería
volver a ignorarlo, ¿pero cómo podría? Lo miré, incrédula.
—¿Estás pidiéndome que me case contigo?
Gabriel se removió incómodo. —Creo que es demasiado tarde para
eso. El Concilio ya sancionó la unión.
—¡No! —Dejé caer la caja como si estuviera en llamas—. ¡No
podemos estar casados! ¡Necesitas mi permiso! Yo… ¡yo solo tengo
dieciséis! ¡Ni siquiera es legal!
—Las leyes del concejo no son lo mismo que las leyes humanas que
tú entiendes. Está hecho, Danielle. Hemos sido emparejados.
Casada.
¡Estaba casada!
Gabriel era mi esposo. Al menos él obviamente consideraba serlo
ya que levantó los anillos que dejé caer, y deslizó el más grande en su
dedo anular izquierdo.
—El Concejal me dijo que no entiendes las costumbres de lo
sobrenatural, y que al comienzo podría ser difícil de aceptar para ti. Es
por eso que quería los anillos. Quiero que sepas que me he comprometido
a ti, Danielle. Acepto esta unión y me entrego a ti como pareja.
Estaba en shock. Me senté ahí, incapaz de moverme o decir algo
mientras Gabriel deslizaba la otra banda en mi dedo.
Tiró de mi mano en la suya, algo que había hecho muchas veces
desde que yo estaba aquí, pero esta vez no era lo mismo. El gesto no se
trataba de mi necesidad de energía sobrenatural. Este toque tenía un
significado. Él estaba reclamándome como su esposa.
Mi recuerdo de nuestro futuro beso y el deseo sobrenatural que
sentía hacia él, físicamente hizo que el momento fuera mucho peor. Él
esperó a que yo dijera algo pero, ¿qué había para hablar?
Cuando mis ojos se llenaron de lágrimas me di la vuelta. No me
hizo ningún bien porque no pude dejar ir su mano. Todavía era débil.
Todavía necesitaba su toque, y peor que eso, lo encontré reconfortante.
—¿Qué puedo hacer para que esto sea más fácil para ti? —me
preguntó Gabriel.
No había nada que él pudiera hacer.
—¿Cómo puedes estar de acuerdo con esto?
Gabriel le dio a mi mano un pequeño apretón. —Por supuesto que
estoy de acuerdo con esto —dijo sinceramente—. En Concejero siempre
me ha dicho que un día él me encontraría una pareja excepcional, y yo
confío en él. ¿Te gustaría que dijera que estoy disgustado con su elección?
Porque no lo estoy.
Gabriel levantó mi barbilla, forzándome a mirar directamente a sus
ojos. —He estado deseando una compañera desde hace algún tiempo, y
desde el momento en que tuve la visión de ti, recé al Creador para que
encontraras tu camino hacia mí. Estaba desesperado por conocerte.
Cuando el Concejero me dijo que me habías sido dada como compañera,
me regocijé. Podía sentir lo asustada que estabas cuando nos conocimos,
y lo triste, pero también eras valiente, fuerte, buena y hermosa.
Gabriel soltó mi barbilla y miró hacia su regazo. —Lamento que no
me encuentres satisfactorio.
Se veía que lo lamentaba, también. Se veía devastado. Con el
corazón roto. Realmente triste.
La vida es tan injusta a veces.
—No te encuentro… insatisfactorio —admití. Quería estar tan
enojada, y lo estaba, pero por mucho que intentaba, no podía dirigir mi
ira hacia Gabriel—. Es porque estoy siendo forzada.
Gabriel se veía confundido pero, ¿cómo podía no entender esto?
—El matrimonio no funciona así —le dije—. La mayoría de la gente
tiene elección. Conocen un montón de personas. Tienen citas. Luego que
dos personas llegan a conocerse realmente bien, y tienen la suerte de
enamorarse, entonces deciden casarse. En general el hombre le pregunta
a la mujer, pero a veces es al revés. El punto es, ellos siempre preguntan.
La decisión de pasar la vida juntos es entre los dos casándose. Sus
padres, el concejo o quién sea, no deberían tener nada que ver con ello.
Finalmente fui capaz de soltar su mano. —Yo tenía una vida. Una
familia que me amaba y me cuidaba. Ustedes me quitaron esa vida ¿y
quieren que sea feliz con ello?
Estaba molesta conmigo misma cuando comencé a llorar de nuevo.
Había llorado más esta semana de lo que había llorado mi vida entera.
Un sorprendente estallido de furia repentinamente me impulsó a
comenzar a gritar. —¡Fui secuestrada! ¡Fui tomada sin siquiera poder
despedirme de mis padres! ¡Nunca los veré de nuevo! ¡O a Russ! ¡Y no sé
cómo voy a vivir sin él! ¡Puede que tú hayas ganado una compañera, pero
yo perdí todo!
Comencé a llorar tan fuerte que no pude respirar más y me
desmayé.
12
Traducido por *~ Vero ~* & Snow Q
Corregido por Ann Farrow

Estaba tranquila, relajada y bañada en calor. Tenía fuego por toda


la piel, que me subía por los brazos, me recorría la espalda, el cuello y la
cara. Un fuego que me hacía sentir tan bien que le rogaba que me
consumiera. Me sentía débil, pero el fuego me hacía más fuerte. Intenté
beberlo con respiraciones profundas.
—¿Danielle?
Reconocí ahora lo que estaba causando el fuego. Reconocería su
energía en cualquier lugar.
Cuando abrí los ojos, nos encontrábamos tumbados en la cama,
aunque la última vez que lo recordé fue en el sofá. También recordaba
que estábamos completamente vestidos, pero ahora yo solo llevaba los
pantalones cortos y la camisola que llevaba debajo de la ropa, y Gabriel
solo llevaba un pijama de seda.
Gabriel me estrechaba contra su pecho desnudo y me acariciaba
cada parte de la piel que alcanzaba con sus dedos.
—¿Qué haces? —le pregunté, aunque no hice ningún esfuerzo
consciente para alejarme de él.
—Te desmayaste. No tenías la energía suficiente para mantener tu
crisis emocional. La mejor manera de pasar la energía sobrenatural es el
contacto piel a piel. Pido disculpas si esto te hace sentir incómoda.
—Lo hace.
Gabriel me soltó inmediatamente y puso casi treinta centímetros
de espacio entre nosotros. Sentí que me dolía un poco el cuerpo cuando
se rompió nuestra conexión y me golpeó una fría sensación de tristeza.
Quería acercarlo de nuevo a mí.
—Tal vez —dije tímidamente—. Sí está bien, ¿podrías tomar mi
mano?
Gabriel parecía complacido por la pregunta. Se apoyó en un codo y
me tendió su mano. No era exactamente lo que mi cuerpo quería, pero
era suficiente para mantener alejado el vacío.
—Gracias —susurré. Podía sentir mis mejillas ardiendo.
Me sonrió con sus ojos oscuros que parecían ser ventanas a su
alma. Me sentí quedar atrapada en ellos y de repente estaba de pie en
frente de una casa de campo no familiar en la noche. Había una luna
llena blanca y un millón de estrellas arrojaban luz como si no hubiera
otro edificio alrededor de un centenar de kilómetros para desaparecer su
brillantez.
Mi paz fue perturbada cuando Gabriel salió de la casa y se apoyó
en la barandilla del porche. Levantó la vista hacia las estrellas y el aliento
salió en nubes blancas a su alrededor. Se veía tan molesto que mi corazón
se rompió por él.
No noté a nadie más hasta que otra versión de mí colocaba una
mano sobre el hombro de Gabriel —Él solo estaba siendo cruel porque
está herido —dijo la otra yo.
—Pero tiene razón. He visto de primera mano tu espíritu intrépido.
Necesitas a alguien fuerte que pueda coincidir con esa pasión. ¿Y qué soy
yo? No soy ese hombre.
La otra yo giró a Gabriel para que la mirara
—Tú eres fuerte —insistió ferozmente—. Y tienes más pasión en ti
que nadie que haya conocido. Hay un bien dentro de ti que nadie en este
mundo puede igualar. Es por eso que la Creadora te eligió para otorgarte
el don de la visión.
Mi yo en la visión dejó caer la mano del hombro de Gabriel y
entrelazó sus dedos con los de él. Su voz se redujo a poco más que un
susurro: —Se equivoca. Tal vez estoy confundida acerca de dónde está
mi corazón, pero también estoy orgullosa de estar casada contigo.
Mi corazón se agitó cuando vi la otra yo acercar la mano de Gabriel
a sus labios y besar la banda alrededor de su dedo.
—Acepto esta unión, Gabriel. No la acepto por la profecía, ni por el
destino ni por la voluntad del Concilio. La acepto por ti.
El momento se había ido y Gabriel me miraba con preocupación.
—¿Otra visión? —preguntó.
Alejé mi mano de él con un grito ahogado. —No quiero hablar de
eso. —Me di la vuelta y tiré de las mantas sobre mí—. Puedo cambiarlo,
—me prometí a mí misma—. Si conozco el futuro, puedo cambiarlo.
Quitó las sábanas de mi rostro y me giró para que lo enfrentara de
nuevo. Parecía triste, y me pregunté cuánto había adivinado de lo que vi.
Lo que estaba negando.
—Puedes cambiar esto —aceptó con vacilación—. ¿Pero deberías?
No podía decir nada.
Lo pensó un momento y luego dijo: —¿Te digo lo que vi?
La pregunta era tan inesperada que no pude parar de preguntar:
—¿Qué? ¿Ahora también viste algo?
Gabriel negó con la cabeza. —Solo he tenido una visión que te
concierne. Me refiero a la visión en la que te reconocí como la Elegida
—Oh.
—Ya que mi visión te ha causado tanto sufrimiento, ¿te consolaría
saber lo que vi esa noche? ¿Por lo que el Concilio está tan decidido a
protegerte a pesar de lo que te cueste? Te lo advierto, no es nada
agradable.
Tenía que saber. Tenía que saber lo que hizo que el Concilio creyera
que tenía derecho a reclamar mi vida. —Dime.
—Estabas en un almacén abandonado colgada de una cruz. Tenías
las muñecas cortadas y sangrabas en el altar construido a tus pies.
Me llevé la mano a la boca, pero Gabriel no parecía estar muy
angustiado. Me tomó la mano y dejó que la apretarla.
—Cuando cayó tu sangre sobre el altar, se convocó a un demonio.
No cualquier demonio, un demonio muy poderoso. Addonexus, el Ángel
de la Muerte.
Apretó mi mano de nuevo y me miró, incrédulo, a la vez que una
sonrisa apareció en su rostro. —Estabas muriendo, pero no parecías en
lo más mínimo asustada. Estabas enojada, desafiante y confiada, al igual
que cuando conociste al Concejal Supremo. Addonexus te agradecía por
haberlo convocado y te decía que ahora iba a usar tu cuerpo como un
recipiente para llevar la muerte y la destrucción a todo el mundo
Se echó a reír como si recordara una divertida historia que había
oído hace años. —Miraste al Ángel de la Muerte a los ojos y dijiste: “Si
entras en este cuerpo, la única muerte y destrucción que traerás es la tuya
propia cuando te mande de vuelta al infierno”.
Se vio envuelto en el recuerdo de su visión y distraídamente llevó
mi mano a sus labios.
Me quedé con los ojos abiertos hasta que él pareció volver al
presente. —¿Y entonces qué pasó? —dije con un jadeo.
Gabriel frunció el ceño. —Y entonces la visión terminó.
—¿Es todo? —Estaba horrorizada por ese pensamiento— ¿Quieres
decir que asumieron que era la Elegida porque desafié a algún extraño
demonio? Eso no prueba nada. ¡Yo desafío todo el mundo! ¿Cómo saben
que este chico demonio no me hizo barbacoa y me comió bien después de
eso?
No estaba de broma ni por lejos, pero Gabriel se rio de nuevo.
—Danielle, estabas radiante. Nunca antes había visto a un ser
sobrenatural como tú y lo supe. Sabía que eras la Elegida como sé que el
cielo es azul.
—No puedo creer esto —dije, sacudiendo la cabeza y sosteniendo
mi cabello en las manos—. Eso se llama tener un flechazo, Gabriel. El
hecho de que estabas impresionado con lo que viste no significa que soy
una especie de salvadora. No puedes estar seguro de que soy la chica que
necesitan.
Sacudió la cabeza con fuerza. —No lo entiendes. Cuando te vi era
de alguna manera algo más que una visión. Era como si te conociera.
Sabía tu nombre a pesar de que nunca lo dijiste. Sabía dónde encontrarte
a pesar de que estabas lejos de casa. Danielle, reconocí tu alma.
Llegó a ser tan intenso que me asustó. Cuando me estremecí, se
sentó completamente en la cama y tomó mis manos.
—Tú eres especial. La Creadora me llevó hacia ti con un propósito.
Si no haces esta tarea, el Ángel de la Muerte, será desatado en la tierra.
No hay nadie que pueda derrotarlo aparte de ti. Perdóname, lo siento por
tu dolor, pero creo que una tarea de tal importancia vale la pena el
sacrificar la vida que tenías.
Estaba claro que Gabriel no tenía absolutamente ninguna duda de
que era quien pensaba que era. No estoy segura de si su fe en mí era
reconfortante o aterradora.
—Todavía podrían haberlo pedido —dije tercamente—. En lugar de
limitarse a tomarme.
—Te lo estoy pidiendo, Danielle. ¿Vas a ser esa chica? Olvídate de
tu desacuerdo con el Concejal. Esto es incluso más allá de él. Piensa en
los seres sobrenaturales que has conocido hasta ahora que son personas
buenas y decentes, tus amigos, Duncan, Gina, Alexander Devereaux,
Russ...
—Tú. —La palabra escapó de mis labios antes de que pudiera
detenerla.
Gabriel sonrió y puso su mano en mi mejilla sonrojada.
—Piensa también en los seres humanos que tanto quieres. Todos
estaremos perdidos. Te ruego que dejes de luchar contra tu destino y
vivas para cumplir la profecía.
Me aparté del contacto de Gabriel y mi voz tembló cuando le dije:
—Pero no sé cómo. No sé nada acerca de tu mundo.
—Nuestro mundo —corrigió—. Y yo te ayudaré.
Se recostó y tomó mi mano de nuevo sin pedir permiso. No me
resistí. En cambio pensé de nuevo en la visión que había tenido de
nuestro futuro. —¿De verdad crees lo que dice el Concejal, que eres el
amor del que habla la profecía y se supone que me impides elegir el mal?
Gabriel se quedó callado por tanto tiempo que no pensaba que
fuera a responder.
—Eso no lo sé —dijo finalmente—. Pero te ayudaré, sin embargo,
porque eres la Elegida y tengo fe en la Creadora. Tengo fe en ti.
Un nudo rozó mi garganta.
—Descansa un poco, Danielle. No tenemos que preocuparnos de
esto hasta que hayas recuperado tu fuerza.
Tenía razón. No podía hacer mucho de nada mientras todavía
estaba muy débil. Con un suspiro de derrota cerré la distancia entre
nosotros y me quedé dormida, ahogándome en el calor de su cuerpo.

***

Baño de sangre. Eso es lo que presenciaba. Hace aproximadamente


cinco minutos, mi sueño fue perturbado con la imagen de un pueblo
tranquilo en algún lugar en las montañas. Estaba compuesto de tal vez
una docena de casas, una iglesia y una escuela.
En el centro había una pequeña zona de césped con un viejo parque
infantil. Era temprano en la mañana, el mundo apenas cambiando de
negro a un color gris mate. Algunas casas tenían humo saliendo de las
chimeneas.
Estaba completamente sereno hasta una serie de conductores
pasaron por la carretera principal hacia el centro de la ciudad, cegando
con sus reflectores y llenando el aire con gritos furiosos.
Los hombres y niños mayores invadieron las casas y en segundos
comenzaron los gritos. Las personas, en su mayoría mujeres y niños
esparcidos como insectos, huyendo del caos. Vi cómo la gente de todas
las edades fue asesinada una por una. Algunas mujeres fueron sujetadas
y forzadas a ver cómo ejecutaban sus hijos. Un hombre disfrutaba
persiguiendo a un adolescente con su jeep.
Estas personas eran inconscientes e indefensas. Hizo falta solo
unos minutos antes de que se diezmara el pueblo entero. Los asesinos
prendieron fuego a las casas, dejando los cuerpos ensangrentados donde
cayeron en las calles, y se fueron tan rápido como habían llegado.
No sé cuando empecé a gritar. Supongo que en el momento en que
la matanza comenzó porque cuando Gabriel fue capaz de despertarme de
mi histeria, mi voz estaba empezando a sentirse ahogada.
—¡Danielle! —me gritaba. Sus manos sostenían mi cara—. Vamos
a cambiarlo. Aún no ha sucedido. Podemos pararlo. Danielle, escúchame.
Escucha mi voz. ¡Vamos a cambiarlo!
Después de unos minutos más Gabriel fue capaz de calmar mi
pánico lo suficiente para que pudiera procesar un pensamiento lógico.
—¿Viste los cazadores atacar la ciudad? —preguntó, empujando el
pelo empapado en sudor fuera de mi cara—. ¿El pueblo en la montaña?
Asentí. —¿Los niños de la escuela...? —Mi voz se apagó y probé mi
bilis. Si hubiera habido algo en mi estómago lo habría vomitado.
—Vamos a detenerlo —me prometió Gabriel —. Las visiones vienen
así que podemos evitar estas tragedias. ¿Entiendes? Lo que viste se puede
detener. Vamos a salvar a esa gente, Danielle.
—¿Por qué alguien haría una cosa tan horrible? —lloré.
—Porque eran sobrenaturales. Nigromantes, en su mayoría, y un
par de brujas. Fue un ataque. Hay grupos de humanos allí afuera que
aprendieron sobre la existencia del mundo sobrenatural. Se hacen llamar
cazadores y dedican sus vidas a eliminar el mundo de las abominaciones.
—¿Qué abominaciones? ¡Esos eran solo mujeres y niños inocentes!
¿Qué es un Nigro…nimicrante?
—Nigromante —repitió—, un ser que puede convocar y contactar
con los espíritus. Almas que hablan.
—¿Y porque pueden ver fantasmas merecen ser apuñalados en sus
camas?
—No, Danielle, no merecen eso. Esa es exactamente la razón por la
que tenemos que apresurarnos. Vístete. Debemos encontrarnos con el
Concilio.
Todo lo que dijo cuándo recogió el teléfono en la cocina fue: —Alerta
al Concilio. Diles que se apuren.
Gabriel me llevó por la puerta principal de nuestro apartamento (la
cual estaba sorprendida de encontrar sin seguro) y bajó un tramo de
escaleras hasta un largo pasillo que parecía un hotel encantado, aunque
lujoso.
—Cada concejal posee su propio apartamento —explicó Gabriel
mientras atravesábamos las puertas.
Llegamos al final del pasillo donde un amplio par de puertas de
cristal conducían a un mirador justo al lado de un ascensor. Gabriel me
llevó un piso abajo y me dirigió a la sala de conferencia donde nos
conocimos.
No emitió palabras pero se paseaba de un lado a otro mientras
esperábamos que llegara el Concilio. Parecía concentrado, tratando de no
olvidar las imágenes que había visto. Yo, por otro lado, trataba con mi
mayor esfuerzo de borrarlas de mi memoria y no podía lograrlo.
Una vez que todos tomaron asiento, Gabriel se puso de pie y se
dirigió a ellos. —Gracias por venir tan rápido.
—¿Qué hace ella aquí? —preguntó el hombre lobo bruscamente,
apuntando un dedo con su garra hacia mí.
—¡No podemos discutir asuntos del Concilio frente a esa criatura
intolerable! —dijo otro hombre. Reconocí su cara, y me pregunté cual
podía ser su poder.
—Ella no es una criatura, Concejal Torres —siseó Gabriel— y ha
tenido la misma visión que yo. Será útil para nosotros.
—No es un miembro del Concilio —concordó Constance con
cautela. La traidora.
—Sí, mi muchacho —dijo el Concejal Supremo—, no deberías haber
traído a Danielle. Los asuntos del Concilio quedan dentro de los confines
del Concilio. Sabes eso. ¿Robert? Por favor, escolta a Danielle de regreso
a la torre.
No sé por qué, pero el pensamiento de ser separada de Gabriel me
aterró. Mi mano temblorosa apretó la suya. —Por favor, no dejes que me
lleve.
—No irás a ningún sitio sin mí —dijo Gabriel, lo bastante fuerte
para que todos lo escucharan. Se dirigió a todo el Concilio cuando dijo—
: La arrancaron de su vida y la forzaron a esto. —Su voz estaba calmada
pero hecha de acero—. Y luego me la entregaron como compañera. Por
eso, ustedes la han hecho parte de este Concilio, porque no le ocultaré
nada. Nunca.
—No confiamos en ella —dijo Alistair—. Su comportamiento ha sido
hasta ahora el de un niño radical, traidor.
—¿Traidor para quién? —rugió Gabriel, golpeando un puño sobre
la mesa en frente de él—. ¿Un Concilio que nunca supo que existía? ¿A
las leyes que todavía no conoce? ¡Ustedes fueron unos extraños que la
alejaron de su familia! La secuestraron, la torturaron, y ¿ahora están
rechazando su disposición a ayudar?
Estaba impactada por el estallido de Gabriel, pero a juzgar por la
mirada en el rostro de los miembros del Concilio, esta no era la primera
vez que habían visto su resistencia. No sé por qué, pero me hizo sentir
orgullosa. Como lo hicieron las miradas de culpa que vi alrededor de la
habitación. El Concilio estaba siendo reprendido por un simple chico, y,
no podía creerlo, pero parecían verdaderamente arrepentidos de haberle
fallado.
—Danielle está haciendo un esfuerzo para aceptar su destino, y
considerando la manera en que ha sido tratada por el Concilio hasta
ahora, es más de lo que cualquiera de ustedes merece. Aceptarán su
ayuda o estarán sin la mía. —La actitud de Gabriel era tan fría como el
hielo—. Dejaré a estas mujeres y niños a su suerte.
Jadeé a ese horrible pensamiento a pesar del hecho de que Gabriel
estaba actuando en mi nombre. —¡No! —dije frenéticamente—. ¡Gabriel,
no puedes! ¡Tenemos que ayudarlos! ¡Por favor! ¡Me prometiste que
podíamos cambiarlo! ¡No puedes dejar morir a esas personas!
Gabriel me sonrió con amor en sus ojos y luego frunció el ceño al
Concilio. —¿No lo ven?
—De acuerdo, chico, tranquilízate —dijo el Concejal Supremo. Nos
estudiaba muy cuidadosamente—. Por supuesto que siempre esperamos
que la Elegida sea parte de este Concilio. Si tú dices que está lista para
actuar razonablemente, entonces confiaremos en tu juicio. No nos has
decepcionado antes.
Se notaba que la mayor parte del Concilio todavía no me quería
aquí, pero un par de personas: el Concejal Supremo, la mujer mayor, y
Robert, de todas las personas, lucían optimistas.
—Gracias, señor —dijo Gabriel. Increíblemente, su semblante
volvió a ser sereno.
—Así qué ven, dinos lo que nos tiene despiertos en mitad de la
noche.
Gabriel relató la espantosa visión al Concilio. Estaba sorprendida
de cuantos detalles recordaba. Aun así, no había mucho para seguir
adelante.
—¡No es suficiente! —gritó Gabriel con frustración—. Eran los
Montes Apalaches, estoy seguro, pero ese pueblo no parecía que nadie
supiera siquiera que existía. Probablemente ni siquiera aparezca en un
mapa. Podría estar en cualquier parte.
—Está bien, Vidente —dijo la mujer vampiro—. Has hecho tu mejor
esfuerzo.
—¿Y qué tal tú, niña? —me preguntó el Concejal Torres, todavía
notablemente enojado de mi presencia aquí—. ¿Observaste algo que
podría servirnos? Pensé que dijiste que ibas a ayudar.
—Um… —Me tembló la voz cuando todos los ojos se fijaron en mí
repentinamente—. No lo sé… yo… había mucha sangre. Todo el mundo
estaba gritando.
El hombre resopló en disgusto. —Muy útil —masculló.
—Todo está bien, Danielle —dijo Gabriel, mientras miraba al
hombre—. Las visiones son desorientadoras al principio y esta era
particularmente perturbadora. No te culpes. Solo trata de pensar de
nuevo en lo que viste. No te concentres en los asesinatos, intenta recordar
el fondo.
Recordé justo como Gabriel me indicó, pero todo lo que vi fue una
mujer con un cuchillo saliendo de su espalda y cayendo al suelo, y una
adolescente caer bajo los neumáticos de un Jeep.
—¡La matrícula en el Jeep! —Respiré—, era de Kentucky. No puedo
recordar exactamente los… —Mi voz se apagaba a medida que intentaba
recordar la visión. Cerré los ojos y me concentré, luego repentinamente
estaba reproduciéndose como una película—. Oh no —susurré cuando
me encontré de pie en ese pueblo tranquilamente dormido. Mi cuerpo se
puso rígido—. No, no, no. No puedo mirar esto de nuevo.
—¿Puedes verlo? —susurró Gabriel atemorizado—. ¿Cómo? Nunca
las he visto más de una vez.
Gemí. —¡Están llegando! ¡Salgan de aquí! ¡Por favor! ¡Corran!
¡Ocúltense!
—Danielle.
—¡Deténganse! —grité—. ¡No los lastimen!
—¡Danielle!
Podía escuchar a Gabriel diciendo mi nombre. Podía sentir sus
manos en mi rostro, pero no podía verlo. Solo veía muerte.
—No lo veas —dijo Gabriel suavemente—. Trata de concentrarte en
el fondo. El pueblo, cualquiera cosa que pueda decirnos donde están o
posiblemente cuando.
Respiré profundo y traté de concentrarme.
—Los camiones —dije—. Todos son de Kentucky.
—¿Puedes ver algún número de matrícula? —preguntó alguien.
Leí los números de tres de los camiones y entonces una mujer se
desplomó sin vida a mis pies. Me resbalé en su sangre y caí encima de su
cuerpo. Sentí la sangre en mis manos, caliente y pegajosa y apestando a
cobre.
Finalmente comencé a gritar y no exterioricé mi ataque de pánico
hasta que la pesadilla terminó. Gabriel tuvo sus manos en mi rostro de
nuevo. —Se acabó —dijo, enjuagando algunas lágrimas de mi cara—.
Todo se acabó ahora. Lo hiciste muy bien.
Me lance hacia su abrazo. —Tenemos que ayudarlos.
—Lo haremos —prometió—. Nos diste información suficiente para
rastrear a los cazadores al menos. Podemos detenerlos antes de que esto
suceda.
—Había una mujer —dije, todavía sollozando—. Caí encima de ella.
Tenía su sangre sobre todo mi cuerpo.
—¿Interferiste con la visión? —gimió Gabriel—. Lo he intentado
tantas veces y nunca he podido involucrarme en alguna.
—No lo hice. Era como si no estuviera ahí, pero podía sentirlo y
olerlo. Era justo como esa primera visión que tuve de ti. Pude sentir
cuando tú… —Me detuve abruptamente y giré mi rostro sonrojado lejos
de Gabriel. Varios miembros del Concilio tenían sonrisas de suficiencia
en sus rostros.
—La mujer —dije rápidamente—. Tenía algo en su mano. Un
símbolo tatuado entre el pulgar y el dedo.
Hubo un grito agudo desde la mesa.
—¿Maggie? —preguntó el Concejal Supremo con preocupación.
La mujer mayor tiro de su manga hacia arriba y empujó su mano
hacia adelante. —¿Era este?
No tenía que mirar tan cercanamente para decirle que ese era.
—Es la marca de La Escuela para Dotados de Linden —explicó
Maggie—. Es un lugar para niños nigromantes que entran en posesión
de sus poderes a temprana edad de vida tranquila. Fui estudiante allí
cuando era una niña joven. Muy pocos conocen su existencia e incluso,
menos tienen alguna idea de donde está ¿Cómo podrían un grupo de
cazadores encontrarlo? Oh, ¡Esos pobres niños!
Maggie comenzó a llorar y el hombre lobo colocó su brazo alrededor
de su hombro. —Los detendremos, Mags.
—Maggie —dijo el Concejal Supremo—, ve con Ángelo y dale la
ubicación de la escuela.
Ángelo parecía ser el hombre a quien no le agradaba, como al
Concejal Torres. Se levantó y ayudo a Maggie a hacer lo mismo.
—Reúne a tus compañeros Nefilim y lleva a las personas de ese
pueblo a un lugar seguro —ordenó el Concejal Supremo.
Ángelo asintió y guió a Maggie fuera de la habitación, pero no antes
de que Maggie se detuviera y besara mi frente. —Dios te bendiga, niña —
dijo, y luego fue trasladada fuera.
Me encontraba aturdida. Levanté la mirada para ver a todos ahora
observándome con aprobación. Incluso las esquinas de la boca de Robert
estaban elevadas, y por una vez casi parecía una sonrisa real.
—Robert —continuó el Concejal Supremo—, busca a Duncan y
ponlo a reunir los guardianes. Necesitamos rastrear esas matrículas y
encontrar el paradero de ese grupo de cazadores.
Robert se había ido en un instante. Todavía estaba observándolo
cuando sentí una mano en mi hombro. Sabía que era Gabriel sin tener
mirarlo.
—Deberíamos llevarte de vuelta. Debes estar exhausta.
13
Traducido por Charlotte & Jess Rowe
Corregido por Danita

Todavía era plena noche cuando desperté de un sueño inquieto,


que tuvo sentido cuando me di cuenta de que me encontraba sola en la
cama. Nunca dormía tan bien cuando Gabriel se iba. Lo que no tenía
sentido, era el pánico que sentí sabiendo que él debería estar a mi lado,
y no lo estaba.
Me dije a mí misma que era irracional y que tenía que volver a
dormir, pero no podría descansar hasta saber dónde se hallaba y si se
encontraba a salvo. Era patética. Me senté para ir a buscarlo y me congelé
ante la vista frente a mí. Nunca había visto a alguien tan hermoso.
Gabriel se encontraba de espaldas, observando por la ventana la
ciudad debajo de él. No llevaba camisa y los pantalones de seda le
colgaban en las caderas. Sus hombros eran más anchos de lo que creí,
su piel era perfecta, y la luz de la luna hacia todo lo posible para proyectar
sombras, de tal forma que acentuaba cada musculo de su cuerpo alto y
delgado.
A pesar de todo, mis ojos se sintieron atraídos a los tatuajes que
tenía en la espalda, de los que no estaba al tanto. Una serie de símbolos
elegantes fluía con gracia por su espina dorsal, entre sus omóplatos,
pintados con tinta negra que contrastaba contra su piel olivácea.
Nunca nada me había hecho querer tocar algo tanto como esos
dibujos me hacían querer correr mis dedos por la espalda de Gabriel. No
sabía por qué. Mi mejor suposición era que la idea de que él tuviera arte
corporal era sorprendente. Parecía demasiado dulce e inocente para algo
tan rebelde como los tatuajes. Eso hizo que su factor atractivo saltara a
quinientos por ciento.
Él se giró entonces, como si pudiera sentir la forma en que mis ojos
rastrillaban su cuerpo.
—¿Te he despertado? —preguntó.
Negué con la cabeza tanto en respuesta a su pregunta como para
romper mi aturdimiento.
—No puedo dormir.
Sonrió, pero era una sonrisa triste.
—Un desafortunado efecto secundario de las visiones, me temo.
—No creo que jamás pueda volver a dormir otra vez. Ni por las
pesadillas ni por el temor de caer en una nueva visión. —Me levanté de
la cama y me uní a él en la ventana—. ¿Cómo lo soportas?
Gabriel tomó mi mano. —Pensando en el hecho de que vas a salvar
la vida de todos. Estoy muy orgulloso de ti, Danielle. Yo no habría sido
capaz de encontrarlos. En verdad, eres un milagro.
Nunca he aceptado un cumplido con gracia, así que dije: —Solo
crees eso porque no has visto lo suficiente de mi temperamento.
—En realidad, es tu temperamento lo que más me atrae de ti.
Aunque creo que espíritu es un mejor nombre para eso.
Mariposas instantáneas. Traté de ignorarlas.
—Así que tienes tatuajes y te gustan las mujeres un poco rebeldes.
¿También tienes una moto estacionada en un garaje en algún lugar de la
que yo deba saber?
—No. —Se sonrojó y se frotó la nuca, como si fuera demasiado
consciente de sus tatuajes.
—En realidad, vas a tener que explicármelos.
—¿Por qué? —preguntó sobresaltado—. ¿Te desagradan? Espero
que no los encuentres ofensivos.
Quería reírme, pero parecía genuinamente preocupado de que yo
lo desaprobara, así que me aguanté las ganas de bromear con él.
—Simple curiosidad. No pareces ser el tipo que usa tatuajes. En
serio, ¿qué te hizo hacer eso?
Se encogió de hombros. Obviamente, había una historia oculta
detrás de ellos que dudaba en decirme. Esperé, pero no iba a explicarse.
—¿Por favor? —pregunté—. No quiero ser entrometida, es solo… —
Me detuve. Lo hacía sentir incómodo y de repente no estaba de humor
para hablar más.
—¿Qué pasa? —preguntó.
—No importa. —Le di un apretón a su mano y luego la dejé ir—.
Buenas noches, Gabriel.
Me di la vuelta para volver a la cama pero él agarró mi muñeca.
—Te he molestado.
—No es nada.
—Danielle.
—Es solo que deseo saber algo, cualquier cosa, sobre ti. ¿Viste la
manera en que el Concilio nos observaba esta noche? Ustedes con su
estúpida profecía y toda su charla sobre el amor verdadero y el destino.
Todos esperan que caiga enamorada de ti, pero ¿Y si eso no ocurre? Me
pareces amable, pero eso no es suficiente. ¿Qué pasa si llego a conocerte
y no me gustas? ¿Qué pasa si no te gusto?
—No creo que eso vaya a pasar, pero debes estar dispuesta a
darnos una oportunidad.
—¿Cómo? —Quise patearme cuando se me hizo un nudo en la
garganta—. ¿Cómo puedo hacerlo cuando todo en mi interior quiere
odiarte? Me dejan abandonada aquí y dicen que tengo que ser tu ¿qué?
¿Tú esposa? ¿Tú amante? ¿Un juguete para mantenerte contento?
Cuando dije la palabra amante, Gabriel soltó mi muñeca y se quedó
mirando sus pies. Me sentí un poco mal, pero ahora que había abierto
una lata de gusanos, tenía que dejarlo salir.
—¡Me siento como Buzz Lightyear! —dije, incapaz de evitar elevar
la voz—. Si levanto mi pie, voy a encontrar tu nombre escrito en marcador
negro.
Gabriel frunció el ceño. —No sé qué…
—Me entregaron a ti como si nada, como si yo no importara.
—Eso no es verdad, Danielle. Importas. Importas más que nadie.
Es por eso que el Concilio me envió a ti.
Tuve un argumento en mi lengua, pero se evaporó.
—Eres tú quién es la Elegida —prosiguió—. Tú, quien tuvo una
visión de nosotros dos juntos. Tú, a quien el Concilio está tratando de
acomodar. No yo. Yo soy el que tiene miedo de no ser capaz de cumplir la
profecía. No tengo la menor idea de cómo convertirme en tu verdadero
amor. Estaba preocupado de hablarte sobre mí ahora, porque tu actitud
es mala, y temo que solo utilizarías lo que aprendas para echarle más
combustible a tu odio.
No pude ocultar mi sorpresa, pero Gabriel no se detuvo ahí.
—¿Crees que no veo cómo estás de resentida? ¿Cómo odias al
Concilio? ¿Cómo no estás dispuesta a tenerme en cuenta porque es lo
que ellos quieren? Siento mucho que no estés feliz, pero no cometas el
error de creer que eres la única que está luchando con este acuerdo.
Caray. De repente sabía cómo se había sentido el Concilio antes.
Que era, si te estás preguntando, de dos pulgadas de alto.
Me aparté de él y miré por la ventana. Debajo de mí, la gran ciudad
de Nueva York se extendía kilómetros y kilómetros. Luces tras luces tras
luces. Y ahí me quedé, posando en mi castillo por encima de todo, como
si fuera la soberana del mundo entero. Gabriel merecía estar aquí. Yo no.
Un minuto más tarde, me entregó una bata. —¿Querrías venir
conmigo a un lugar?
No pregunté hacia donde nos dirigíamos. Simplemente me puse la
bata y lo seguí a través del pasillo de los apartamentos del Concilio. Una
vez que llegamos al final, en lugar de entrar al ascensor y dirigirnos a la
planta baja rumbo a la sala de conferencias como habíamos hecho antes,
Gabriel me llevó hacia la plataforma de observación.
—Este edificio solía estar abierto al público hasta que el Concilio lo
compró —dijo Gabriel, mientras el frío otoñal me golpeaba. Apreté un
poco más mi bata y él pasó su brazo a mí alrededor. El gesto, aunque
estoy segura de que trataba de ser amable, me hizo sentir realmente
culpable. Habría sido mucho más fácil si él estuviera enojado conmigo
del modo en que Russ lo estaría.
—Una vez que no hubo más turistas viniendo aquí, el Concilio
convirtió la plataforma en un jardín.
Mientras Gabriel hablaba, doblamos la esquina y entramos lo que
tenía que ser lo más parecido al cielo en la tierra. Había árboles, plantas
y flores por todas partes, que eran frondosas y verdes y en plena floración,
a pesar del fin de temporada. También era mucho más cálido.
Podía sentir un leve toque de magia a mano, y sabía que el jardín
se hallaba hechizado, pero eso no me molestó. Era imposible no relajarse
y disfrutar de mi nuevo entorno. Ni siquiera las luces de la ciudad eran
extrañas o intimidantes. La vista era simplemente impresionante.
Gabriel me llevó a un banco de piedra bajo un cerezo.
—El jardín entero ha sido colocado bajo un hechizo de tranquilidad
—explicó—. Si alguna vez necesitas ponerte cómoda, siempre serás
bienvenida aquí. Este banco es donde paso la mayoría de las veces mis
noches de insomnio.
—¿Solo?
La palabra se escapó de mi boca. Sorprendió a Gabriel tanto como
a mí. Él sonrió.
—Esta noche no.
—Lo siento —susurré. Russ habría muerto de la impresión si
hubiera escuchado salir esas palabras de mis labios, pero la culpa me
carcomía—. Asumí que esto era lo que querías, y no debí hacerlo.
—Es lo que quiero —dijo Gabriel cuidadosamente—. Pero eso no
quiere decir que me resulte sencillo.
No sabía que decir. No estaba segura de cómo sentirme acerca de
eso, pero ya no me sentía enojada.
Nos quedamos quietos tanto tiempo, que finalmente Gabriel dijo:
—Tengo los tatuajes debido a una visión que tuve.
Quería saber más pero no quería presionarlo, así que me senté en
silencio y esperé a que me diera más detalles.
—El chico de mi visión era un Nefilim, un descendiente de ambos:
humano y ángel. A los Nefilim, cuando llegan a cierta edad y comienzan
su entrenamiento para convertirse en los guerreros que nacen para ser,
se les da la marca de su clan.
—¿Un tatuaje?
Gabriel asintió. —Un tatuaje que utilicé para identificar al clan de
este chico y encontrarlo. Algo parecido a lo que hiciste esta noche con la
mujer del pueblo.
—Oh.
No pude evitar sentirme decepcionada. Esa era una bonita historia
y todo, pero no explicaba por qué Gabriel decidió hacerse un tatuaje.
Respondió mi pregunta y se las arregló para no decirme nada acerca de
la clase de persona que era. Suponía que no podía culparlo por no confiar
en mí.
Nos sentamos nuevamente en silencio y me negué a curiosear. No
sabía cómo podría ganarme su confianza, pero después de las cosas que
dijo, me sentía como si tuviera que probarme a mí misma. Necesitaba
ganarme su respeto casi tanto como necesitaba de su energía.
En realidad, en ese momento, solo lo necesitaba en general. Tomé
su mano y apoyé mi cabeza en su hombro. Después dejé salir el aliento
que había estado conteniendo cuando él no me alejó.
—¿Los anhelos? —preguntó curiosamente—. ¿Estás incomoda? Si
lo necesitas, podemos…
—No —dije rápidamente. No quería saber cómo podía terminar esa
oración—. No es eso. Estoy tan… —odiaba admitirlo, pero lo hice de todas
formas—, sola.
—Estoy aquí para ti, Danielle. No tienes que sentirte sola.
—Aun así me siento sola. Tengo tantas cosas que quiero decir, y
un millón de preguntas que quiero hacer, pero no sé cómo, o si debería.
—Suspiré—. Ojalá Russ estuviera aquí, entonces no tendría que decir
nada. Él sabría lo que estaría pensando y como hacerme sentir mejor.
Tiene el don de poder animarme.
—Envidio eso de él —dijo Gabriel. Miraba hacia abajo, negándose
a verme, casi como si estuviera avergonzado—. Aún no he sido capaz de
poner una sonrisa en tu rostro, no importa cuánto lo intento. Algunas
veces temo que nunca lo lograré.
Gabriel no se había dado cuenta, pero él era el rey de los viajes a
la culpabilidad.
—De hecho, me hiciste sonreír una vez, simplemente no lo supiste
—admití, esperando animarlo un poco.
Cuando Gabriel me envió una mirada inquisitiva, le sonreí a mi
pesar.
—Sonreí esta noche, cuando noté tus tatuajes.
Me estaba ruborizando, y tuve que apartar la mirada.
—Me sentí intrigada. Las personas normalmente no me sorprenden
tanto —le expliqué—. Estoy enojada, pero no soy estúpida. Tanto como
quiero odiarte y culparte por lo que sucedió, tampoco quiero pasar el
resto de mi vida siendo miserable. Esta noche fue la primera vez que
pensé que podría ser posible que me gustaras. Me sentí esperanzada.
Gabriel cayó en una profunda reflexión. No soportaba la presión de
su mirada, así que me puse de pie.
—Cree lo que quieras acerca de mi actitud, pero estoy tratando de
lidiar con esto.
Caminé a través del jardín y me acerqué al límite del edificio, donde
podía perderme en la vista. Después de un minuto, sentí a Gabriel venir
detrás de mí.
—¿Sabías que nunca he estado en una ciudad de este tamaño? —
pregunté, mientras contemplaba el mar de edificios. Había mirado por las
ventanas un montón desde que llegué aquí y nunca era capaz de no
sentirme abrumada por la vista—. No solamente en Nueva York, sino en
ninguna ciudad grande. He visto fotos, pero mis padres odiaban viajar,
así que nunca he ido más que al este de Hershey hasta ahora.
—¿Nunca?
Negué con la cabeza. —Russ vino aquí una vez cuando tenía doce
y le encantó. Él quería que viniéramos para la universidad. Cuando le
dije que no creía que me gustara, y que quería quedarme en Carmine, me
prometió que iba a traerme aquí después de la graduación a mostrarme
lo tonta que era. Tenía razón. Este lugar es increíble. Me entristece que
él nuca vaya a decirme, “te lo dije”. Es su frase favorita.
—Debe ser aterrador —dijo—, estar en un lugar tan diferente al que
se está acostumbrado sin tener a nadie que conozcas o en quien confiar.
Me encogí de hombros. Era aterrador, pero no quería sonar como
un bebé.
—Me disculpo por ser un idiota contigo antes.
Me encogí de hombros de nuevo. —Lo merecía.
Gabriel se apoyó en la cornisa del edificio. Había una verja alta de
hierro para evitar que la gente cayera, pero aun así, estábamos muy alto,
y no sabía cómo podía acercarse tanto a la orilla sin tener un ataque al
corazón.
—En general, las visiones que tengo son de una violencia extrema
que necesita ser prevenida, o quizás de una persona importante que
necesita ser guiada en la dirección correcta —dijo Gabriel—. Pero, una
vez, me enfrenté a una visión de una naturaleza muy diferente.
No me lo dijo exactamente, pero no se necesitaba ser un genio para
entender lo que quería decir.
—¿El chico con el tatuaje? —pregunté.
—Sí. Cuando me adentré en la visión, él se encontraba con una
chica humana. Era la primera vez que experimentaba una visión como
esa y no ha vuelto a suceder desde entonces.
—Me pregunto por qué tuviste una visión de eso.
—Se hizo obvio muy pronto, cuando lo descubrió el mejor amigo
del chico. Los Nefilim son una raza muy orgullosa y considerarían indigna
cualquier relación fuera de su propia especie. Pero estar con un humano,
es especialmente abominable. Los dos Nefilim se enfrentaron entre ellos
y la chica humana fue asesinada por accidente. El muchacho, devastado,
se vengó matando a su mejor amigo. Esa disputa llevó a una guerra
brutal entre los dos clanes.
—Oh.
—Estaba acostumbrado a la violencia, ¿pero el resto? Me sentía
confundido y curioso. El Concejal me dio un libro que respondió mis
preguntas, pero no pude sacar la visión de mi cabeza.
Me quedé paralizada. ¿Así es como aprendió la diferencia entre los
chicos y las chicas? ¿El Concejal le dio un libro después de que vio una
pareja haciéndolo? Hombre, mis padres merecían un premio comparados
con eso.
—Quise un tatuaje después porque…
Gabriel dudó, avergonzado. Sabía que lo correcto sería decirle que
no tenía que explicarlo, pero la morbosa curiosidad me mantuvo en
silencio.
—Fue el modo en que la chica de la visión se sentía tan fascinada
por su tatuaje. Pensé en cómo podría ser para mí algún día, cuando
estuviera emparejado.
Hablando de merecer premios: El. Momento. Más. Incómodo. De.
La. Historia.
Y me refiero a toda la historia.
—Así que, ¿qué significa? Tu tatuaje. ¿Qué significan los símbolos?
—pregunté, agarrándome de cualquier cosa para mover la conversación
lejos de ese tema.
Él parecía tan aliviado por el cambio de tema como yo. —Dicen tres
palabras: serenidad, valor y sabiduría.
—Oh.
Sonrió. —Es por el rezo de serenidad de Reinhold Niebuhr´s. “Dios,
dame la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor
para cambiar aquellas que puedo, y la sabiduría para conocer la
diferencia”.
—Buena frase.
Me miró casi con tristeza. —Es un sabio consejo, Danielle.
Sabía lo que quería decir, pero no me hallaba lista para esa
conversación.
—Me sorprende que El Capitán te dejara hacerlo. No lo imagino
tampoco como del tipo de tatuajes.
Gabriel dejó ir mi cambio de tema de nuevo y asintió.
—Es cierto que el Concilio se opuso a la idea. Incluso ahora, creo
que sigue desaprobándola.
Levanté una ceja ante eso. Que Gabriel desafiara al Concilio era
tan sorprendente como que él quiera un tatuaje en primer lugar.
—¿Cómo lograste que te dejara hacerlo?
Él trató de no sonreír, pero el brillo en sus ojos lo delató.
—Creo que la Creadora me ha bendecido con un talento para
obtener los resultados de mis deseos.
Ya no pude contenerme, me reí. Estaba sorprendido, pero también
se veía orgulloso por haberme hecho reír.
—No lo dudo —le dije—. Cualquiera que pueda conseguir que le
diga lo siento, por cualquier motivo, posee un don raro. ¿Y la forma en
que le dijiste al Concilio que se jodiera cuando trataron de echarme de la
sala de reuniones? Creo que creyeron que habrías dejado morir a esas
personas.
—Lo habría hecho.
Lo dijo de manera tan seria que no pude discutir, y mi estado de
ánimo juguetón se evaporó de nuevo.
—Algunas veces, el Concilio necesita recordar quien está realmente
a cargo —dijo.
—¿Tú? —pregunté. No pude ocultar el asombro de mi voz.
Gabriel se echó a reír.
—Me refería al Creador. El Concilio lo hace bien gobernando a
nuestro pueblo, pero la Creadora nos bendijo contigo por una razón. Fue
arrogante y desagradecido por parte de ellos no aceptar tu ayuda cuando
te encontrabas dispuesta a darla. Ellos necesitaban ver cuán importante
eres. Ignorar esa visión podría no haber sido ideal, pero yo podía haber
mantenido mi palabra. Podía haber dejado a esas personas morir para
mostrar mi punto.
Gabriel hizo una mueca cuando vio la expresión en mi rostro.
—Soy el Vidente, Danielle. En ese rol, no siempre tengo el lujo de
hacer lo que quiero. Frecuentemente tengo que tomar decisiones muy
difíciles, como lo hace cualquiera en una posición de poder. Es como el
Concejal y lo que hizo contigo. Incluso cuando no entiendo cómo pudo
hacerte algo así, ahora puedo ver lo necesario que era, y estoy agradecido
de que haya tenido el valor para hacerlo.
Jadeé. —¿En serio crees que lo que me hizo fue necesario?
—Empiezo a creerlo, sí.
—Sí, bueno, no conseguirás que lo crea. No veo como soy mejor de
lo que era. Ahora, únicamente soy esclava tuya en lugar de Russ.
—Danielle, hemos pasado por esto. No eres mi esclava.
—¿Quieres apostar? —refunfuñé—. ¿Tienes alguna idea de lo que
se siente cuando dejas la habitación? Me despierto en la noche y entro
en pánico cuando no estás acostado a mi lado. No me siento bien si no te
estoy tocando físicamente. Si esa no es una forma de esclavitud entonces,
al menos, explícame qué es, porque estoy segura como el infierno de que
no es normal.
Se encogió de hombros. —Quizás son solamente los tatuajes. Tal
vez es por eso que el Concejal no quería que me los hiciera.
Mi mandíbula se abrió con asombro.
—¿Acabas de hacer una broma? —pregunté. Me sentía bastante
segura de que “sentido del humor” no se hallaba en el vocabulario de
Gabriel.
Su sonrisa era tan serena que no podía decir si él estaba siendo
serio o no.
—Lo que estás sintiendo a mi lado justo ahora solo son los anhelos
—me aseguró—. Yo experimenté los mismos sentimientos con el Concejal
cuando llegó mi poder.
Uh, considerando como se me secaba la boca cada vez que miraba
a los labios de Gabriel, fue un pensamiento muy desagradable.
—Sinceramente espero que no.
Él me puso el cabello detrás de mi oreja y dejó que sus dedos
permanecieran en mi mejilla.
—Quizás fue un poco diferente para mí —cedió.
—Muy diferente —dije, luchando contra un estremecimiento.
Gabriel apartó su mano cuando sintió mi temblor.
—Vamos, Danielle. Es muy tarde.
Mientras saltábamos dentro de la cama, lo cual fue un poco más
extraño de lo que había sido antes, Gabriel se dio la vuelta para mirarme.
—Estoy agradecido de que estés tratando de hacer lo correcto,
Danielle. Gracias por esta noche.
Negué con la cabeza. —No pienses tan bien de mí. Únicamente
ayudé esta noche porque no podía quedarme parada y ver a esa gente
morir. No lo hice por el Concejal.
—Eso no es a lo que me refería, aunque también estuve muy
agradecido por tu ayuda antes. Esta noche es la primera vez que me has
hablado más de lo necesario. —Gabriel sonrió con otra de sus tristes
sonrisas—. Sé que te sientes como una prisionera y que no quieres estar
unida a mí. Pero significa un gran logro para mí que seas amable a pesar
de tus sentimientos.
Y ahí íbamos de nuevo, haciéndome sentir culpable por no estar
emocionada por nuestro matrimonio.
—Tú fuiste lindo conmigo primero —dije—. Haces que sea muy
difícil estar enojada contigo. —Y después, porque no pude resistirme,
añadí—: Además, sabes que no puedo evitarlo, porque tus tatuajes son
súper sexis.
Él me miró por un segundo como si no entendiera a lo que me
refería, pero eventualmente dijo: —¿Estás tomándome el pelo?
Cuando esbocé una sonrisa, Gabriel rodó sobre su espalda. Tras
bostezar y estirarse, sonrió al techo.
—Creo que hay esperanza para nuestro futuro, Danielle.
Me sorprendió darme cuenta de que yo sentía lo mismo.
14
Traducido por Amy Ivashkov & Moni
Corregido por Alyssa

—¡Buenas tardes! —saludó alegremente Gabriel cuando salí de la


habitación.
—¿En serio ya es la tarde?
—Necesitabas el descanso. ¿Cómo te sientes?
—Estoy comenzando a sentirme más normal —admití—. Quiero
decir, no… los anhelos siguen allí, pero me siento más como yo antes de
venir aquí.
—Bien. —Gabriel me tendió la mano. Me acerqué a él y puso mi
palma en su rostro—. Te sientes más fuerte —me dijo—. Y me alegro
porque tengo una sorpresa para ti.
—¿Una sorpresa? —pregunté confundida.
Gabriel me miró. —Ve a ducharte y vestirte, y —dudó un momento,
luego se sonrojó cuando preguntó—: Si no sería un problema, ¿puedes
hacer lo que sea que le haces a tu cabello que impide que se vea de esa
manera? —Señaló hacia mi cabeza.
—¿Alisarlo?
Los ojos brillantes de Gabriel destellaron con picardía.
—Siempre te ves hermosa, pero soy muy parcial hacia la manera
en la que se ve cuando está domesticado.
Me sorprendió su intento de ser pícaro. No me había dado cuenta
de que podía ser más que solo serio.
—¿Estás… estás tratando de coquetear conmigo? —pregunté.
Gabriel frunció el entrecejo confundido. —¿Coquetear?
—No importa —dije.
—Estoy emocionado, Danielle. —Parecía más que emocionado.
Estaba inquieto—. He estado esperando por horas que despertaras. Por
favor date prisa u oscurecerá y tu sorpresa se arruinará.
—De acuerdo, de acuerdo. —Me reí, y me dirigí hacia el baño un
poco aturdida.
—Podrías necesitar un suéter —me gritó Gabriel.
Su cara se iluminó cuando finalmente emergí, vestida y lista para
salir, con mi cabello tan liso como puede conseguir. Me habría sonrojado
excepto que él estaba literalmente rebotando con anticipación.
—Entonces —dije—. ¿De qué tipo de sorpresa estamos hablando?
—Estaba pensando en lo que dijiste, sobre cómo los humanos
escoges a sus propias parejas. Le pregunté al Concejal sobre eso esta
mañana y me explicó lo que querías decir cuando dijiste que “ellos salen
en citas”. ¿Querías decir cortejar?
—Esa es totalmente una palabra que mi bisabuela usaría, pero sí.
Salir en citas es básicamente cortejar. ¿Por qué?
—Porque deseo conocerte mejor. Entiendo que con esto estaría
haciendo las cosas un poco fuera de orden, pero, Danielle Webber, sería
un honor si salieras en una cita conmigo.
La sonrisa de Gabriel era contagiosa y me reí de su fraseo.
—¿Qué es exactamente lo que tienes en mente? —pregunté.
—Los días de campo parecen ser tradicionales, ¿no? —Gabriel
orgullosamente levantó una canasta—. El parque del ayuntamiento está
justo cruzando la calle.
—¿Quieres decir que nos dejan salir?
—Por supuesto —dijo el Concejal Supremo, viniendo por la puerta
principal sin tocar. Duncan lo seguía.
—¡Duncan! —grité y corrí hacia él—. No estaba segura de que
volvería a verte.
Duncan me abrazó con una sonrisa, pero sus ojos estaban
examinándome como si estuviera tratando de convencerse de que yo era
real. —¿Estás bien? —preguntó en voz baja.
Su preocupación detuvo mi estado de ánimo juguetón. —Estoy
cada vez mejor.
—¿Y el Vidente está siendo bueno contigo? —Miró a Gabriel con un
toque de malicia—. ¿No ha intentado nada… poco caballeroso?
—¿Gabriel? —Ahogué una risa—. No estoy segura de que entienda
el significado de poco caballeroso. —Duncan parecía tan escéptico que
me reí—. Me gusta mucho Gabriel —admití—. Me está ayudando a salir
de esto. Prometo que no necesitas preocuparte. Pero estoy muy feliz de
verte.
Detrás de nosotros, el Concejal aclaró su garganta.
—Deberían ponerse en marcha si quieren tener algo de luz para
este día de campo de ustedes.
—¿De verdad va a dejarnos salir?
—Por supuesto, niña, no soy un tirano.
No pude evitar murmurar: —Podría haberme engañado.
El Concejal fingió ignorarme, pero sé que escuchó porque detrás de
él Duncan me guiñó un ojo.
—Gabriel y yo a menudo exploramos la ciudad —dijo el Concejal—
. Se ha quedado aquí dentro por tanto tiempo solo porque se ha negado
a alejarse de tu lado. Entiendes, por supuesto, que debemos tomar
precauciones. No pueden solo ir y venir como les plazca. Nunca pueden
salir sin mí, ya que soy el único hechicero en el consulado que tiene el
poder de hacer un hechizo de camuflaje suficientemente fuerte para
ocultar sus auras. Los dos tienen demasiados enemigos. Es por eso que
también llevaremos a tu guardián. Duncan y yo vamos a tratar de darles
su privacidad, pero deben respetar mi regla de que tienen que estar cerca
todo el tiempo.
—Por supuesto, señor —dijo Gabriel.
Estoy bastante segura de no era por el bien de Gabriel por el que
nos habían leído la cartilla.
No podía dejar mi actitud con el Concejal, aunque me estuviera
dejando salir. —Chaperones —dije sarcásticamente cuando me miró
buscando confirmación de que entendí sus reglas—. Increíble. Y creía que
mi papá iba a ser duro con el asunto de las citas.
—Danielle —dijo. Me dio una mirada severa.
—Sí, sí, libertad a medias. Lo entiendo. No es como que pudiera
correr más rápido que ustedes de todos modos, así que conduzcan el
camino.
Me alegré de ver que me metía bajo la piel del Concejal, pero manejó
mantener su temperamento y salió por la puerta. Gabriel comenzó a
seguirlo pero lo detuve. —Si estás tratando de hacer una cita auténtica
de humanos, un caballero le ofrecería a la dama su brazo.
—¿Ofrecerlo cómo?
Observó con fascinación cuando levanté su codo y metí mi mano
bajo su brazo.
Bajamos las escaleras hasta el pasillo donde vivían los miembros
del Concilio, pero doblamos en la dirección opuesta al elevador. Incluso
Duncan estaba confundido. El Concejal Supremo nos guió hasta el final
del pasillo (un callejón sin salida) y agitó la mano delante de la pared. La
pintura brillaba y se fundió para revelar otro elevador.
El Concejal se río al ver la expresión de sorpresa en las caras de
Duncan y mía. —Es simple magia de ilusión. Les sorprendería lo fácil que
es ocultar algo cuando alguien no lo está buscando. Mantenemos este
elevador estrictamente para Gabriel. Nadie más que el Concilio lo ha
visto. Nadie sabe su nombre ni edad. Eso lo mantiene a salvo. Es la razón
por la que se le permite ir y venir del edificio.
Trataremos de hacer lo posible para realizar lo mismo por tu
anonimato, Danielle. Aun así, debes siempre tener cuidado. No confíes
en nadie más que el Concilio y Duncan, ya que él es tu guardián bajo
juramento ahora.
—Suertudo —bromeé con Duncan.
Me dio una sonrisa brillante. —No hagas mi trabajo difícil, mocosa.
Tomamos el elevador hasta el suelo y llegamos al callejón junto a
los elevadores de servicio del edificio. Después de que salimos el Concejal
hizo la misma cosa para hacer que el elevador desapareciera de la vista.
Me pareció que era increíble hasta que llegamos a la acera y fui
golpeada con toda la fuerza de la ciudad de Manhattan. —¡Oh, guau! —
dije.
Gabriel se rió. —Otra razón por la que escogí el día de campo. Me
imaginé que para tu primera vez experimentando la ciudad, el parque
sería un poco menos intimidante que, por ejemplo, Times Square.
—Es una pena la forma en que fuiste criada, Danielle —dijo el
Concejal—. Los seres sobrenaturales suelen ser habitantes urbanos por
naturaleza. Encuentras a muchos otros de tu especie en la ciudad.
Habrías estado mucho más cómoda al crecer si hubieras sido criada aquí.
—No lo sé. Realmente me gustó crecer en un pueblo pequeño.
Además, siempre tuve a Russ para ayudarme a causar problemas.
El Concejal frunció el ceño ante la mención de Russ, pero Gabriel
sonrió. —Eras una alborotadora, ¿verdad?
Me puse una máscara de inocencia total. —¿Yo? ¿Problemas?
Nunca.
Gabriel se rió y le di un codazo. —Vamos, ¿que ni una sola vez
pintaste la ciudad antes de venir al consulado, Señor Tengo-Que-Tener-
Un-Tatuaje?
Gabriel me miró de reojo. —Casi no recuerdo. Vine al consulado
cuando tenía seis años.
—¡Seis! ¿Pero no eres un puro como yo? ¿Qué eso no significa que
tus padres eran humanos? ¿Cómo supiste siquiera sobre el consulado o
el mundo sobrenatural?
—Cuando tenía seis años le hice a mi madre un dibujo de dos
edificios altos. Uno estaba en llamas y había un avión a punto de
estrellarse contra el otro.
—¿Las torres gemelas?
Gabriel asintió. —Hice el dibujo en agosto.
Di un grito ahogado cuando entendí lo que quería decir.
—¿Predijiste el once de septiembre?
—Fue mi primera visión… que recuerde de todos modos. Mis
padres entraron en pánico. Había estado empezando a sentir los anhelos
para entonces, y ellos me habían llevado al doctor varias veces. Luego un
día, esta agradable anciana que vivía en un apartamento debajo de
nosotros le dio a mis padres el nombre de un doctor que podía ayudarlos.
—¿Una anciana? —pregunté dudosa.
—Una bruja. Ella reconoció los signos de los anhelos. El hombre al
que los refería era el Concejal Supremo.
—No puedo creer que solo tenías seis años. Entonces, ¿has estado
en el consulado desde entonces? ¿Dónde están ellos? ¿Quién te crió?
—El Concejal le explicó a mis padres la verdad sobre mí y dijo que
la única manera de curar mi enfermedad era enviarme con otros de
nuestra especie. Mis padres le pidieron que no me trajera de vuelta. Él
me crió desde entonces.
Dejé de caminar. —Oh, Gabriel, lo siento mucho.
Gabriel se encogió de hombros. —Pudo haber sido peor, como he
visto cientos de veces en mis visiones. Los humanos por lo general no
toman bien darse cuenta sobre los sobrenaturales. Claramente viste
suficiente en la visión que tuvimos anoche.
—Pero no todos pueden ser así —protesté—. Quiero decir, eran tus
padres. Te criaron por seis años. ¿Y solo te entregaron?
—No es lo que piensas, Danielle —comentó el Concejal Supremo,
interrumpiendo nuestra conversación—. Tienes una opinión muy alta de
los humanos porque fuiste criada por aquellos que creían que también
eras humana. Me temo que con el tiempo aprenderás que en los humanos
no se puede confiar.
—No lo creo —dije—. Mis padres nunca habrían hecho eso. Ni en
un millón de años.
—No —dijo Gabriel con una sonrisa—. No imagino a nadie siendo
capaz de entregarte. Yo no podría ahora que te he encontrado.
—¡Oh, qué gran frase!
—¿Frase? —preguntó Gabriel, sorprendido—. ¿Eso quiere decir
que crees que no estoy hablando en serio?
—Eres un chico extraño.

***

Mientras entrábamos en el parque, no podía sacar la historia de


Gabriel de mi cabeza. ¿Cómo pudieron sus padres dejarlo ir solo porque
tenía visiones del futuro? No hay forma de que mi mamá y papá harían
hecho eso. Me amaban demasiado.
Pensar en mis padres hacía que me doliera el corazón. No puedo
imaginar lo que debieron haber pasado desde que fui llevada al
consulado, lo que debieron creer que me pasó.
—¿Concejal?
—¿Sí, Danielle?
El Concejal se veía perplejo, pero satisfecho de oírme dirigirme a él
con respeto, dirigirme a él del todo. No es como que hice un hábito de
comenzar una conversación con él. Alguna vez.
Gabriel me miró con una expresión similar a la del Concejal. Me vio
mirándolo y me dio una sonrisa alentadora.
Miré de nuevo al Concejal (que estaba esperando pacientemente a
que dijera lo que estaba en mi mente) y traté no hacer una mueca. Me
mataba jugar limpio con el idiota, pero quería que fuera directo conmigo
y era más probablemente que lo hiciera si actuaba con madurez.
—Si lo ayudo… ¿qué pasa conmigo cuando todo esto termine…
como después de que se cumpla la profecía o lo que sea?
El Concejal frunció el ceño. —¿Qué quieres decir?
—¿Me dejará ir, o seguiré siendo su prisionera?
El Concejal se tomó su tiempo en dar una respuesta. Era como si
supiera que esta tregua momentánea entre nosotros era frágil y no quería
arruinarla. —Lamento que fueras traída aquí en contra de tu voluntad,
haciendo que me veas como tu enemigo. Entiendo que esto es difícil para
ti, pero espero que encuentres la felicidad aquí. Espero que con el tiempo
seas capaz de considerar el Consulado como un hogar. Eso se supone
que es para ti, no una prisión. No soy tu carcelero, Danielle. Se supone
que debo ser tu mentor. Espero que algún día tú y yo podamos tener una
relación de confianza y entendimiento.
Me detuve y le pregunté con la actitud más humilde que pude
lograr: —Si eso cierto, entonces, ¿harías algo por mí?
Una vez más el Concejal pareció sorprendido.
—Si es que puedo —dijo.
—Llévame a ver a mis padres. —El Concejal abrió la boca para
objetar, pero no lo dejé interrumpir—. Puedo aceptar que vivir en mi casa
puede ser peligroso para mis padres y para mí. También me doy cuenta
de que hay un montón de cosas que no sé sobre ser sobrenatural. Estoy
dispuesta en permanecer en el Consulado y dejar que me enseñes, pero
no puedo dejar así las cosas con mis padres. Llévame a casa y ayúdame
a explicarles qué pasó.
Me quedé muy sorprendida cuando el rostro del Concejal se suavizó
de la forma en que lo hace con Gabriel. Me dio una pequeña sonrisa, y
sentí un rayo de esperanza en mis pensamientos oscuros. Quizás Gabriel
tenía razón con que el Concejal no era horrible. Por un segundo me
pregunté si podría ser capaz de trabajar con él, pero luego suspiró y dijo:
—Lo siento, Danielle, pero me temo que eso no es posible.
La esperanza que me atreví a sentir se apagó.
—¿Por qué? —demandé—. Les dijiste a los padres de Gabriel la
verdad. ¿Por qué no puedo contársela a los míos? Soy su hija. Tienen
derecho a saber lo que me pasó. Te garantizo que prefieren saber la
verdad que creer que estoy muerta. O peor. Déjame decirles que estoy a
salvo, que los amo. Déjame decirles adiós.
—Piensa en las complicaciones que eso podría causar, Danielle —
dijo Gabriel, apretando mi mano—. Ya sea que tus padres acepten la
verdad o no, saber eso los puede poner en peligro. Tus padres son tu
mayor debilidad, y hay infinitas personas que los usarían para llegar a ti.
—Pero si aceptan la verdad, guardarían mi secreto. Se mantendrían
alejados de mí para siempre si eso es lo que se necesita para mantenerme
a salvo, pero al menos sabrían que fue de mí. O podríamos traerlos aquí.
Podrían venir al Consulado.
—¡Por supuesto que no! —gritó el Concejal.
Estaba tratando de mantener la calma, pero el Concejal no estaba
haciendo las cosas fáciles. Tomé una respiración profunda para no gritar
cuando le dije—: Si esperas que salves a todos los sobrenaturales, ¿es
realmente demasiado pedir que a cambio me ayudes a proteger a mis
padres?
—¡Pero no va aceptar la verdad Danielle!
Cuando el Concejal me gritó finalmente perdí la última parte de mi
temperamento y le grité: —¡NO. SABES. ESO!
—Danielle —susurró Gabriel, dándome un suave apretón—. ¿Estás
dispuesta a correr el riesgo? Tus padres pueden aceptar la verdad, es
cierto, pero también hay posibilidad de que no lo harán, y eso los pondrá
en un peligro seguro. Tal como está ahora, pueden ser infelices, pero al
menos están seguros.
¡Maldito sea por tener un punto!
Cuando no discutí inmediatamente, Gabriel usó la oportunidad
para poner fin a la discusión. Levantó la canasta que estaba llevando.
—Entiendo si ya no estás de humor. ¿Quieres volver?
Gabriel estaba siendo honorable, pero pude ver la decepción en sus
ojos. Había puesto su corazón en este picnic. No podía defraudarlo.
Sacudí la cabeza. —Volver me hará sentir peor.
Gabriel sonrió como si estuviera orgulloso de mi actitud.
—Gracias, Danielle.
No sabía que decir, así que me quedé callada y tomé el brazo de
Gabriel cuando me lo ofreció.
Gabriel y yo colocamos nuestra manta debajo de un árbol no muy
lejos de la fuente en el centro del parque donde estaban Duncan y el
Concejal. Fingían que no espiaban nuestra conversación, pero desde
luego que lo hacían.
—Cuéntame más acerca de las citas —dijo Gabriel mientras sacaba
una bolsa de plástico llena de fresas de la canasta y me las entregaba.
Debía de haber habido un poco de magia involucrada aquí, las fresas no
eran de esta temporada, pero eran muy grandes y olían delicioso—. ¿Lo
estoy haciendo bien? ¿Existen otras costumbres importantes que se me
olviden?
No me sentía juguetona o habladora, pero Gabriel estaba tratando
tanto para aligerar el estado de ánimo y hacerme sentir mejor así que me
aguanté y le respondí: —Algunas veces, si un chico es caballeroso, le trae
flores a la chica en la primera cita. No es que sea una experta en el tema,
claro. Solo he estado en una cita, que, gracias a Russ fue completamente
saboteada, terminó temprano y conmigo accidentalmente deteniendo el
tiempo y aprendiendo que era sobrenatural. Es innecesario decir que no
hubo un beso de buenas noches, o que me haya ofrecido una segunda
cita, estoy bastante segura que él nunca me llamaría de nuevo, incluso
si no hubiese sido rápidamente secuestrada. —Me detuve porque podía
sentir algo de ira aumentando, incluso aunque las fresas me calmaron—
. Toma una de estas fresas.
Gabriel tomó la baya pero no la mordió.
—¿Ese es el chico que siempre mencionas? ¿Russ? ¿Por qué iba a
querer sabotear tu cita?
—Uh, porque es un tonto celoso que estaba cabreado porque fui a
una cita sin pedir primero su permiso.
—¿Quieres decir que no fuiste a una cita con Russ?
—No. Russ y yo no somos así. Por lo menos eso creo yo.
—¿Así que no amas a Russ? Me preguntaba si pensabas que él era
el mencionado en la profecía. Si es por eso que no te gusta la idea de que
sea yo.
—Yo… —No tenía idea de qué decir a eso.
—No sé qué viste cuando vislumbraste mi futuro, pero sé que te
asusta. —Listo. Se comió la otra mitad y tiró el tallo en la hierba.
—Um, eso es complicado, supongo.
—No quiero que te asustes de mí, Danielle. Si es nuestro destino
enamorarnos, si eso es lo que ves cuando me miras a los ojos, entonces
deberíamos…
—¿Sabes? —lo interrumpí—. Preguntarse si somos el destino del
otro es una conversación un poco fuerte para una primera cita.
—No creo que estés dispuesta a decirme lo que viste.
Me reí nerviosamente e ignoré la pregunta por completo.
—Usualmente, en una primera cita se adhieren los conceptos
básicos. Películas, música, el tiempo, cosas que tenemos en común.
Gabriel suspiró. —Bien, Danielle, tú ganas. La has pasado mal en
el Consulado, y hoy se supondría que sería un escape de tus problemas.
—Gracias.
—Entonces, ¿de qué deberíamos hablar?
—Bueno, ¿y si me dices algo sobre el mundo sobrenatural? Todos
me dicen que tengo mucho que aprender, así que enséñame. —Estaba
con la bolsa de bayas y quería hacerle hablar para poder seguir comiendo.
Gabriel pensó por un minuto y luego su rostro se iluminó.
—Tenemos un día festivo que vendrá pronto.
Traté de calcular qué fecha era. No sabía exactamente cuánto
tiempo había estado aquí, pero tenía que ser al menos un mes desde mi
cumpleaños.
—¿Halloween? —pregunté—. ¿Hablas en serio? ¿El día en que los
humanos se visten como sobrenaturales? Pensé que lo encontrarían
como un tipo de insulto.
—Te refieres a nosotros —me corrigió—. Eres uno de nosotros,
Danielle. Y es verdad que las tradiciones humanas de Halloween son
repugnantes, pero es nuestra primera celebración. Solo que lo llamamos
Samhain. Significa el fin del verano. Los sobrenaturales celebran dos
estaciones: la estación de la luz y la estación de la oscuridad.
—Como, ¿nuestro poder viene de la luz o de la oscuridad?
—Sí, exactamente. La estación de la luz o Beltane, comienza el
primero y de mayo y Samhain…
—¿La estación de la oscuridad?
Gabriel sonrió. —Comienza el primero de noviembre. Este es el más
famoso de los dos porque marca el fin del año. Esencialmente es como el
Año Nuevo Sobrenatural. La gente celebra la cosecha, da gracias por el
año pasado y honra a las almas que se han trasladado.
—Suena como una fiesta.
—Mucho. Se dice que es la Víspera de Noviembre, también llamado
All Souls Eve, es el día más potente de magia en el año. Dicen que los
dioses se acercan a la tierra esa noche, por lo que las personas tienen
grandes fiestas y hogueras gigantes de luz en la que ofrecen sacrificios.
—¿Sacrificios? —pregunté, sorprendida.
Gabriel se rió de mi expresión horrorizada. —No es lo que piensas.
Usualmente la gente renuncia a un objeto de gran valor personal que
simboliza sus deseos y anhelos, como una oración a los dioses. Es el
tiempo de esperanza y de nuevos comienzos.
—Bueno, de hecho… eso es bastante agradable —dije—. E irónico
ya que los seres humanos lo han convertido en un día para celebrar lo
monstruosos que son los sobrenaturales.
Gabriel sonrió con ironía. —Ellos nos llaman monstruos, y sin
embargo son ellos lo que comenten más actos monstruosos.
—No todos los humanos son como los que vimos en nuestra visión
y estoy segura que hay supernaturales por ahí que hacen cosas así de
horribles. —Traté de no parecer tan insultada. Gabriel fue criado por el
Concejal cuando sus padres lo abandonaron—. El mal es una opción. No
importa si eres humano o sobrenatural. No importa qué tipo de persona
eres. ¿No es la profecía la búsqueda de un equilibrio entre los dos
mundos? Tiene que haber una manera de mostrar que los humanos no
tienen razón para temer de su especie.
—Nuestra especie —me corrigió Gabriel otra vez.
—Oh, joven e idealista —dijo el Concejal Supremo, interrumpiendo
nuestro picnic—. Es un buen pensamiento, Danielle, pero muy ingenuo.
Miré al Concejal. —Nadie te invitó a esta conversación.
—Danielle —dijo Gabriel con voz cansada—. El Concejal no te
quiere ofender. Eso solo que, bueno, no entiendes todavía. No has pasado
años viendo las cosas horribles que los humanos le hacen a nuestra
especie.
—Lo que sea. Ahora no quiero discutir. —Miré al Concejal otra
vez—. La única cita que he tenido hasta ahora apestó, así que apreciaría
si no arruinaras esta también.
—Perdona la interrupción —dijo el Concejal con rigidez—. Solo
quería decirte que ahora debemos volver. He recibido noticias de que me
necesitan.
—Pero, ¡no hemos comido nada más que fresas! —dije.
—¿Al menos podemos tomar el camino largo? —preguntó Gabriel.
El Concejal pasó de fruncirme el ceño a mí a hacerlo a la expresión
esperanzada de Gabriel. El hecho de que él realmente era afectuoso con
Gabriel era el único que lo redimía hasta ahora.
—Supongo que no es tan urgente para como demorar diez minutos.
—Gracias, señor.
También debería haber dicho gracias, pero no me atrevía a hacerlo.
Gabriel y yo doblamos la manta y la colocamos de nuevo en la
canasta. En cuanto nos pusimos en marcha Gabriel tomó mi mano. El
gesto era tan natural para mí ahora que me parecía mucho más difícil
resistirme a las ansias cuando estaba a su alrededor. Mi cuerpo quería
estar más cerca de él y esta vez dejé de pensar en ello, de resistirme. Lo
hice.
Luego, cuando solté su mano y puse mi brazo alrededor de su
cintura, me miró con una expresión preocupada. —¿Te sientes bien? ¿Las
ansias te están molestando?
—Lo contrario —admití con sorpresa—. Me siento muy cómoda en
este momento.
—Estoy feliz de oír eso —dijo Gabriel, pero por alguna razón frunció
el ceño—. Yo… —Luchó por las palabras—. No me gusta saber que eres
así conmigo porque no tienes otra opción.
—En realidad, si te hace sentir mejor, estaba pensando que si nos
habríamos conocido en circunstancias normales todavía diría que sí a
una cita.
—Gracias. Eso ayuda.
Así llegamos al borde del parque y estábamos a punto de entrar en
una acera de la ciudad bulliciosa cuando de repente ya no estaba allí,
sino que aparecí en un departamento en algún lugar. A juzgar por la vista
era muy alto. Una mujer estaba durmiendo un sofá con televisión que
transmitía un partido de fútbol en silencio con un hombre que miraba
desde la cocina mientras agitaba pasta. Luego sin previo aviso un hombre
se metió en la casa, le disparó al hombre en la cocina antes de que
siquiera pudiese darse vuelta. La mujer gritó y también le dispararon. El
arma no hizo sonido y el hombre se encerró en el departamento. Me
preguntaba si iba a robar, pero en lugar de eso se dirigió por el pasillo.
—¡No! —grité cuando abrió la puerta de la habitación de un niño.
Traté de cerrar los ojos porque lo que iba a suceder a continuación
era tan horrible que sabía que iba a estar para siempre en mi memoria,
pero la visión me obligó a verlo. Después de que la visión terminó me
sentí muy feliz de que hubiera un bote de basura abierto en la esquina,
porque las fresas querían salir.
Caí al suelo y no podía dejar de temblar. Estaba tan traumatizada
que el Concejal ordenó a Duncan llevarme de regreso al apartamento
antes de que trataran de hacerme otra pregunta.
15
Traducido por eyeOc & Katita
Corregido por Alyssa

Duncan me recostó en el sofá. Gabriel inmediatamente estaba ahí,


sosteniéndome y susurrando palabras de aliento.
—¿Lo viste? —pregunté—. ¿Viste lo que iba a hacer?
Gabriel frunció el ceño. —De hecho, no vi nada. No compartí esta
visión contigo. Me pregunto por qué será eso.
—Había un hombre. Mató a dos personas. Les disparó. Pensé que
era solo un robo porque vivían en un departamento realmente agradable
en un rascacielos elegante con vista a un parque enorme. Creo que de
hecho era Central Park. Ese es el que tiene el zoológico, ¿verdad?
—Probablemente como un apartamento en la Quinta Avenida —
reflexionó Duncan.
—Pero no les robó. Había un bebé. No podía tener más que algunos
cuantos días de nacida, y él… él… —Tuve arcadas otra vez—. ¡Tengo que
vomitar! —Me senté y puse una mano sobre mi boca. Gabriel tomó mi
muñeca izquierda en sus manos y puso algo de presión entre mi muñeca
y dedo pulgar, y mi estomago se calmó. Respiré profundo—. ¿Qué acabas
de hacer?
—Danielle, sé que es difícil, pero necesitamos saber que pasó.
—¡Drenó toda su sangre en un recipiente!
Duncan palideció y se sentó rápidamente. El Concejal todavía se
veía blanco como la sabana. La cara de Gabriel se tornó verde y me jaló
a sus brazos.
—Siento mucho que tuvieras que presenciar eso —susurró—. Lo
detendremos, Danielle. Recuerda eso. Lo detendremos.
—Está bien, concéntrate, Danielle —ordenó el Concejal con una
gentileza sorprendente—. No hay muchas familias de sobrenaturales
viviendo en la Quinta Avenida. ¿Nos puedes decir de qué especie eran?
—¿Sobrenaturales? —pregunté.
—Debes de ser capaz de decirnos —dijo el Concejal—. Gabriel
siempre ha sido capaz de decirnos.
—Pero no eran sobrenaturales. Eran humanos. Todos. Inclusive el
tipo malo.
—Eso explica la razón por la que no lo vi —dijo Gabriel al Concejal.
—¿Por qué?
Gabriel me miró. —Porque solo recibo visiones que tienen que ver
con sobrenaturales. Nunca he tenido visiones que tengan que ver con
seres humanos.
—Pero eso no importa —dije—. Podrá haber mucho más humanos
que sobrenaturales, pero estoy segura de que puedo encontrar la visión
otra vez como lo hice con la villa. Hay probablemente una tonelada de
cosas que podría ver por la ventana que podría decirnos en que edificio
están. O a lo mejor hasta puedo abrir la puerta y ver el número de
departamento. Podía sentir a la mujer de la otra visión lo suficientemente
real.
De alguna manera dije algo incorrecto. Sus bocas estaban abiertas,
en shock. —¿Qué? —grité.
Miré a Gabriel, pero fuera lo que fuese, él no sería el que me daría
la noticia.
—El Concilio no ayuda a humanos —explicó el Concejal.
—¿Disculpa?
El Concejal lo dijo tan simple que estaba segura de que era una
broma, pero Duncan parecía arrepentido y Gabriel lucía completamente
enfermo.
—¿Está hablando en serio? ¿No intentarán ayudar a esa familia?
—No podemos.
—¡Por supuesto que podemos! ¡Tenemos que hacerlo!
—Es una política del Concilio.
—¡Que se joda la política! ¡Esa gente va a morir! —Miré con frenesí
a Gabriel—. ¡Dijiste que lo pararíamos! ¡Tengo que detenerlo! ¡Los puedo
encontrar!
—¿Y qué les dirías, Danielle? —me preguntó el Concejal—. ¿Que
tuviste una visión del futuro y que sus vidas están en peligro? No van a
escucharte. Seguramente llamaran a la policía. Entonces te descubrirían
esos en el mundo sobrenatural que te están buscando y la familia morirá
de todas maneras.
—¿Cómo lo sabes? A lo mejor escucharán si es por la seguridad de
su hija. Por lo menos estarán paranoicos. Podrían estar más preparados
aun si no lo creen. Todavía podría salvarlos.
—No podemos arriesgarnos exponiéndote al mundo sobrenatural
por una insignificante familia humana. No significan nada.
—¿Cómo puedes decir que sus vidas no significan nada? —grité.
—Son solo humanos.
—Tu…tu…tu… ¡MONSTRUO RACISTA, REPUGNANTE Y SIN CORAZON! —
Me levanté gritando con tanta fuerza que sentí las venas tensarse en mi
cuello.
Miré a Duncan y luego frenéticamente a Gabriel. —¡Di algo!
—¡No eres humana, Danielle! —espetó el Concejal—. Tienes que
comenzar a aceptarlo. Olvídate de esas criaturas vergonzosas. Tu amor
por ellos es despreciable. ¡Estás destinada a salvar a tu propia especie!
Bajé el nivel de mi voz, pero no pude mantener nada de mi disgusto
u odio fuera. —La profecía no dice nada sobre salvar sobrenaturales. Solo
dice que será una batalla de El Mal, y tú eres la persona más malvada
que he conocido. ¿Cómo sé que no eres el que intenta persuadirme de
escoger el mal? ¿Cómo es que sé que no ERES el que se supone que debo
de vencer?
—No seas tan ridícula, niña.
—¡Me das asco!
Salí de la habitación y azoté la puerta tan duro como pude.

***

Había pasado un largo tiempo antes de que Gabriel valientemente


viniera tras de mí. El sol se había puesto hace tiempo, y tenía mi cabeza
presionada contra la larga y fría ventana, mirando sin rumbo fijo al mar
de luces debajo de mí. Gabriel se acercó detrás de mí pero no dijo nada.
Soplé mi aliento en el vidrio y en la manchita empañada, dibujé lo
que podía recordar del primer símbolo de la espalda de Gabriel.
—¿Cómo va?
—Dios, dame la serenidad para aceptar las cosas que no puedo
cambiar.
Sí. Era poco probable cambiar eso. Borré mi pequeño y patético
dibujo. —¿Qué hago cuando veo estas pesadillas y puedo detenerlas pero
no lo hago? ¿Cómo es que vivo conmigo misma?
Estaba sorprendida por la respuesta de Gabriel.
—Dejas que te haga daño. —Se paró justo a un lado de mí y suspiró
mientras miraba a la ciudad—. La mayoría de mis visiones son como ese
ataque en la villa. Pueden ser detenidos sin que nadie salga herido. Pero
ha habido veces que he tenido que escoger entre seres humanos y
sobrenaturales. Siempre he escogido ayudar a mi propia gente sobre los
demás, pero lamento la pérdida de cada vida que no soy capaz de salvar,
no importa lo que son. Creo que el día en que ya no deje que esa pérdida
me haga daño, ese día me convertiré en el monstruo que crees que soy.
Por fin me giré para mirarlo. —Tú no eres un monstruo. Él es el
monstruo. Pero no entiendo cómo es que puedes solo estar de acuerdo
con él.
—Porque tiene razón, Danielle. —Mis ojos se llenaron con lágrimas,
por lo que Gabriel rápidamente agregó—: Pero también creo que está
equivocado.
Gabriel dejó salir una respiración y luego se dejó caer en la cama
luciendo demasiado mayor para alguien de su edad.
—No sé qué hacer esta vez —dijo, mirando al techo—. Nunca he
dudado del Concejal, y no estoy en desacuerdo con su decisión de no
estar involucrados en la visión, pero toda vida tiene un valor. Inclusive la
vida humana.
—¿Cómo es que puedes pensar que no deberíamos de ayudar a
esas personas? Si ellos fueran brujas u hombres lobos, ya los hubieras
salvado. ¿Por qué esas personas no merecen nuestra ayuda también?
—La merecen, Danielle, pero no escucharan, lo he visto tantas
veces en visiones. El sobrenatural tratando de explicarse a sí mismo a los
humanos por los que se preocupa. Casi siempre termina con el corazón
roto o en peligro.
—Casi no es siempre.
—Tienes razón, pero en tu caso, creo que el Concejal tiene razón en
que no vale el riesgo.
—Déjame encontrarlos y mandar a alguien más a ayudarlos. Solo
hay que darles una advertencia. Darles la oportunidad de escuchar. Eso
no me pondrá en peligro más de lo que enviando a alguien a ayudar a la
villa hizo. El Concejal no ayudara a los humanos porque no quiere.
Gabriel suspiró otra vez y cerró los ojos. —Creo que tienes razón,
Danielle. Traté de decirle eso, pero no me escuchará ahora mismo. Piensa
que mi lealtad al Concilio está siendo persuadida por ti.
—¿Lo es? —pregunté.
Gabriel se sentó y miró firmemente a mis ojos. —Mi lealtad nunca
ha estado al Concilio. Sirvo al Creador. Es la única que me ha dado este
don. Es la única que me ha entregado a ti. Nos trajo juntos por una razón,
Danielle. Creo que estas en lo correcto sobre necesitando restaurar el
balance entre los dos mundos. Solo que no tengo idea de cómo hacerlo.
Era un gran alivio el tener a Gabriel a mi lado, y lo encontré aun
más reconfortante cuando estiró su mano.
—Por favor —dijo—. Ya es tarde y soy quien esta noche necesita tu
fortaleza.
Gabriel finalmente se duerme, pero mis ojos no se cerrarían. Salí
de su abrazo, teniendo mucho cuidado de no despertarlo, y fui en busca
de algo suave para comer, con la esperanza de que el recuerdo de esa
terrible visión se desvaneciera. Mi estómago se sentía revuelto otra vez.
Encontré un poco de té, pero no sirvió de nada, así que volví a la
cama y finalmente caí en un sueño inquieto.
El hombre de mi última visión, se había cobrado la vida de esa
familia, se cortó la mano con un puñal brillante y mezcló la sangre que
goteaba de ella con una sustancia espesa y oscura, que no quería
identificar. Luego tomó el brebaje y pintó un gran círculo en el suelo de
un almacén abandonado. Dentro del círculo dibujó una estrella de cinco
puntas y un extraño símbolo mirando al lado de cada punto.
Cuando el hombre colocó una caja antigua en mal estado en el
centro del círculo y situó las velas, dejé de prestarle atención. Era
evidente que estaba construyendo una especie de altar.
En lugar de él, traté de concentrarme en el almacén donde estaba.
Era grande, frío, húmedo y oscuro. El suelo estaba lleno de basura y
había evidencia de ocupantes ilegales. Había una vieja libreta de teléfonos
abierta por un lugar llamado Newark, en un escritorio con polvo,
desordenado, pero era el único detalle del cual me di cuenta de que podría
ser de alguna utilidad en la búsqueda de este lugar.
Me concentré en el hombre. Era peludo y estaba sucio. Vestidos
con harapos. Escuálido y cansado. Sus movimientos eran robóticos y su
expresión estaba completamente vacía. Sorprendentemente, esto me
consoló, porque solo un loco sería capaz de hacer algo tan horrible como
lo que había hecho en mi última visión.
Vi como acabó con su altar y regresó a la mesa. Puesto encima de
él escritorio había una foto de una joven y atractiva pareja; la pareja que
había visto ser asesinada en mi mente. Empujó la foto en su bolsillo y, a
continuación, lamió la daga ensangrentada limpiándola mientras salía de
la bodega.
Dejé escapar un grito desgarrador y me senté en la cama, jadeando
y sudando.
Gabriel se sentó y me tomó en sus brazos.
—¿Era el mismo sueño? —preguntó.
—No —dije—. Ellos todavía no están muertos. Él todavía no los ha
matado. Pero va a hacer algo horrible, con esa sangre. ¡Tenemos que
detenerlo! ¡Tenemos que encontrar una manera de detenerlo, Gabriel! —
Estaba llorando.
—Shh. —Me apartó de su pecho y me limpió unas pocas lágrimas
de mis ojos—. Está bien. Vamos a hablar con el Concejal de nuevo. Estoy
seguro de que lo entenderá. En su corazón, es un buen hombre, Danielle.
Entrará en razón.
Quería ser fuerte para Gabriel. Quería creerle. Asentí, incluso, con
la esperanza de engañarme a mí misma con en el pensamiento de que el
Concejal nos ayudaría. Pero sabía que no lo haría.
Gabriel suspiró. —Si no puedes tener fe en él, ¿vas a por lo menos
tratar de tener fe en mí?
—Yo… yo…
Mi corazón latía con fuerza en mi pecho. Yo sabía esto. Había tenido
esta conversación antes. Sabía las palabras que se suponía iban a salir
de mi boca después. Podría cambiarlo, pensé. Podría cambiar la visión que
tuve en estos momentos.
En cambio, miré a los ojos de Gabriel y le dije la verdad.
—Tengo fe en ti, Gabriel.
Tardó una eternidad en hacer lo que sabía que iba a hacer. Mis
palabras se habían apoderado de él. Me miró como si acabara de
reconocer toda la emoción que había estado experimentando desde que
nos conocimos.
Pude ver en sus ojos el preciso instante en que se decidió a cumplir
su deseo. Se movió despacio, sus manos temblaban cuando buscó mi
cara entre ellas. Entonces sus labios rozaron los míos tan suavemente
que apenas pude sentirlos.
Se quedó inmóvil, inseguro de lo que debía hacer a continuación,
pero cuando le devolví el beso, aprendió rápidamente. Podía sentir el
fuego de los anhelos ardiendo en mi interior, pero no me consumía como
lo había hecho cuando había besado a Russ. Este beso fue más lento,
más tranquilo. Estaba lleno de otro tipo de pasión. Me dejó total y
completamente sin aliento.
—Perdóname —dijo Gabriel cuando por fin logró romper el beso. Le
temblaba la voz—, no debería haber hecho eso. Yo… yo no entiendo lo
que me pasó.
—Está bien —dije en voz baja, aunque no estaba muy segura de si
eso era cierto. Había sentido demasiado con ese beso, él y yo. No estaba
dispuesta a creer que Gabriel era mi destino, pero sería mucho más difícil
de negarlo a partir de ahora.
Gabriel se disculpó de nuevo y luego se sacudió de su estupor.
—Deberíamos concentrarnos en su visión. Necesito que me digas
todo. Como todos los detalles que pueda recordar.
Muéstrale.
Era solo un pensamiento en el fondo de mi mente, pero de alguna
manera lo entendí perfectamente y sabía que podía hacerlo. —Dame la
mano.
Gabriel me miró perplejo, pero no dudó en tenderme su mano. La
apreté con fuerza con las dos mías, entonces cerré los ojos y reproduje la
visión. Cuando el almacén entró en foco oí a Gabriel jadear.
Después de que todo había terminado, Gabriel tenía una mirada de
asombro en su rostro. Supuse que era porque le había sorprendido al
mostrarle la visión, pero eso no era todo.
—Estaba bajo un hechizo —susurró Gabriel—. Danielle, el hombre
era un ser humano, pero estaba bajo un hechizo. Hay una sobrenatural
detrás de este. Uno con magia. Uno muy poderoso como para sostener
un hechizo de control mental durante tanto tiempo. Tenemos que ir
ahora. El Concejal querrá saber acerca de esto.
Gabriel fue a la cocina y llamó al Concejal. —Señor, tenemos que
hablar con el Concilio. Danielle ha tenido otra visión. —Escuchó durante
un minuto—. Pero, señor, esto es diferente. El hombre en su visión estaba
bajo un hechizo. Él iba a usar la sangre para llevar a cabo algún tipo de
ritual. Las víctimas son seres humanos, pero están siendo asesinadas a
manos de un ser sobrenatural. Estoy seguro de ello. —Hubo otra pausa
y luego Gabriel explotó—. ¡Ella no está mintiendo! Lo sé, ¡porque yo lo vi!
Sí, señor, Danielle fue capaz de mostrarme su visión. Sí. Era un hechizo
de control mental. Tendría que ser una bruja o un hechicero muy
poderoso para mantener un hechizo durante tanto tiempo.
Gabriel volvió a escuchar un buen rato bastante. —Pero, ¿no lo ve?
—dijo—, si pudiéramos encontrar al sobrenatural que es responsable,
entonces podríamos no tener que ponernos en contacto con los seres
humanos en absoluto. Podríamos salvar a la familia y nadie lo sabría
nunca.
Gabriel se quedó en silencio durante mucho tiempo. Estaba seguro
de la conversación unilateral me mataría. Pero también podía imaginar
el tipo de argumentos que el Concejal estaba teniendo y pensé que era
probablemente mejor que no lo oyera.
Finalmente Gabriel volvió a hablar, pero lo único que dijo fue: —No
había pensado en esa posibilidad. ¿De verdad cree que…
Otra espera enloquecedora.
—Por supuesto, señor. Entiendo. Sí, mañana entonces.
—¿Qué? —le pregunté en el momento en el que colgó.
—Él nos va a ayudar.
Gabriel se había puesto pálido y estaba apenas susurrando.
—¿Qué es? ¿Qué está mal?
—El Concejal supremo está preocupado de que podría ser un
miembro del Concilio detrás de estas visiones.
—¿Qué? —di un grito ahogado.
—No puedo ver visiones que conciernen únicamente a los seres
humanos. Nunca lo he hecho. Al Concejal le preocupa que quien está
haciendo esto sea alguien con el conocimiento específico de cómo
funciona mi poder.
—Así que pusieron un hechizo a un ser humano como una forma
de evitar ser capturados por el Vidente —le dije—, y por supuesto, no
tienen forma de saber que yo iba a ser capaz de verlos.
—El Concejal se ha comprometido a estudiar esto, Danielle, pero
nos ha pedido que no digas una palabra a nadie hasta que él sepa más.
Él nos ha pedido que sea paciente y si vemos algo más, que lo llamara y
solo a él. Me temo que estoy de acuerdo con él en este punto. ¿Es algo
con lo que puedes vivir?
No estaba segura de que me gustaría sentarme y no hacer nada,
más de lo que me gustaba dejar todo en manos del Concejal Supremo.
—Danielle —dijo Gabriel desesperadamente—. Sé que no confías
en él, pero yo lo hago, ¿así que confiarás en mí? ¿Va a esperar el tiempo
suficiente para ver lo que pueda hacer? Si no nos enteramos de nada, o
sospechamos que no está haciendo nada, entonces te lo prometo, vamos
a buscar fuera del Concilio. Pero, por favor, dale una oportunidad. Odia
a los humanos, es cierto, pero él odia aún más a los seres sobrenaturales
que amenazan la seguridad de su propia gente. Verá que él que está
haciendo esto es un traidor. El no actuará con amabilidad, no ocupará
su tiempo deteniéndolos.
Gabriel parecía tan seguro de sí mismo que cedí. —Está bien, voy
a esperar. Pero no voy a esperar mucho tiempo, Gabriel. No puedo
sentarme aquí y dejar que alguien robe la sangre de un bebé recién
nacido.
—No —dijo Gabriel con un suspiro de alivio—, tampoco puedo.
16
Traducido por CrisCras & Alyssa
Corregido por Paltonika

Después de la llamada telefónica, volvimos a la cama. Cada uno de


nosotros fuimos a nuestro propio lado y nos volvimos a dormir. Sin
embargo, me sentía inquieta y me daba cuenta que Gabriel parecía estar
ocultando algo. ¿Se asustó porque perdió el control y me besó? No sabía
con seguridad si pensaba que me encontraba molesta o si se asustaba
por hacerlo otra vez o qué.
Con toda honestidad, estuve tan molesta por mi visión, que el
significado de ese beso quedó enterrado. El recuerdo volvió a inundarme
cuando abrí los ojos a la mañana siguiente y vi a Gabriel tumbado boca
abajo con las mantas totalmente apartadas de él y su almohada en el
suelo, como si hubiera dormido tan inquieto como yo durante la noche.
Sin embargo, ahora parecía lo suficientemente apacible y mientras
lo observaba dormir sentí la urgencia de tocarlo. Me sentí de esa manera
también alrededor de Russ antes de marcharme, así que me dije a mí
misma que eran solo los anhelos, pero con Russ siempre me las arreglaba
para controlarme. Justo entonces, con Gabriel, mi mano se extendió
como si tuviera mente propia.
Mis dedos fueron con naturalidad hacia los tatuajes de la espalda.
Empecé trazando los patrones de su lisa piel hasta que fue despertado
de su sueño. Fue entonces cuando me di cuenta de lo que había hecho y
aparté mi mano de un tirón. Retrocedí perturbada buscando una
explicación.
—Lo siento, yo… no sé por qué hice eso. Creo que son los anhelos.
Normalmente duermes… quiero decir, no es que debieras haberlo
hecho… lo siento.
Gabriel pareció sonrojarse hasta que notó mis manos, entonces se
mostró preocupado. —Danielle, estás temblando. —Se sentó y tiró de mí
hasta su regazo.
Me estremecí cuando entré en contacto con su piel y la energía se
cernió sobre mí. No me percaté de la diferencia que hacía no tocarlo en
toda la noche.
¿Y pensaba que era adicta a Russ irremediablemente? Maldición.
Busca la palabra “patético” en el diccionario y encontrarás mi nombre.
—Deberías haberme despertado antes —me reprendió Gabriel
mientras volvía a tumbarme.
—No me di cuenta de que me sentía tan… —Olvidé lo que iba a
decir cuando empezó a pasar sus manos arriba y abajo por mis brazos y
sobre mi espalda. Era todo inocente, bueno, probablemente lo era de su
parte, pero después de que me hubiera besado antes, alrededor de las
nueve de la noche, el contacto físico me volvía loca.
Lo deseaba.
Lo deseaba más de lo que deseaba nada en toda mi vida. Pero no
era real. No podía ser real. No amaba a Gabriel. Ni siquiera lo conocía.
Eran solo los anhelos volviéndome loca, y no pensaba ir, ya sabes, allí,
con un extraño total. Marido o no.
Me sentía tan desesperada por escapar de él antes de actuar por
todos los impulsos que sentía, que empezaba a pensar en casa y a
imaginar cosas que no se encontraban allí. Cosas como el olor de café tan
fuerte que podría haberme sacado de mi sueño, y, si no me equivocaba…
no… ¡lo era! Pero… no era posible. Me enderecé. —¿Hueles eso?
Sobresalté al pobre Gabriel, pero frunció el ceño con confusión.
—Sí. ¿Qué es eso?
No era mi imaginación. —¡Panqueques de plátano! —dije, y salí
disparada de la cama.
Entré corriendo en la cocina y efectivamente la mesa se encontraba
puesta con todos los tipos de mi comida favorita para desayunar: café,
tocino y panqueques de plátano. Me dije a mí misma que era imposible
hasta que sentí el cosquilleo de la magia y de repente, salida de la nada,
una taza de gelatina roja apareció en el plato frente a mí.
Miré alrededor, pero no había nadie en la habitación. Pensé que
podía explotar literalmente con anticipación hasta que finalmente oí una
voz detrás de mí decir: —Sabía que el desayuno sacaría tu perezoso culo
de la cama.
Permanecía apoyado contra la parte de atrás del sofá, mirándome
con una sonrisa muy satisfecha.
—¡Russ! —grité y me lancé contra él con tanta fuerza que casi nos
envíe a los dos dando volteretas por detrás del sofá.
Me cogió en sus brazos y giramos en círculos mientras yo lloraba
lágrimas de alegría y reía con imposibles sollozos histéricos.
Después de nuestro momento de “regreso al hogar del marinero”,
finalmente volvió a colocarme sobre mis pies y me balanceé un poco. Russ
se encontraba más que feliz de tener una excusa para volver a tirar de mí
hacia sus brazos. —¿Qué es? ¿Qué te han hecho?
—No es nada, lo siento. Es solo que no he cambiado de forma en
mucho tiempo. Cambiar de especie me desorienta un poco, ya sabes. —
Reí y lo hice felizmente de nuevo—. ¡No puedo creer que estés aquí! ¿Qué
estás haciendo aquí? No, espera. Déjame adivinar. ¿Eres Luke Skywalker
y estás aquí para rescatarme?
—Por favor. Si soy cualquiera de Star Wars, soy Han Solo. Pero no.
en realidad vine para decirte ¡Te lo dije!
—No puedes estar todavía enfadado conmigo por decir la cosa sobre
el hombre lobo. Noticia de última hora, sabelotodo. Ellos iban a llevarme
sin importar nada.
—Todavía te lo dije.
Aunque las palabras eran música para mis oídos, trajeron con ellas
una avalancha de emoción. El vértigo y la emoción del momento se
fundieron en ternura.
—No puedo creer que estés realmente aquí. —Mi voz tembló e hizo
que Russ me estrechara con más fuerza.
—Por supuesto que lo estoy, y nunca voy a permitir que salgas de
mi vista otra vez. La vida no es lo mismo sin ti. No tengo a nadie con
quien hacer polvo al agente McHale.
La mención de casa hizo que me desplazara hacia atrás lo
suficiente como para mirar a Russ a los ojos. Pareció saber lo que iba a
preguntar antes de que dijera las palabras. —¿Cómo están mis padres?
El rostro de Russ se ensombreció. —¿Cómo crees que están? Su
hija ha desaparecido.
Mis ojos empezaron a arder, pero me negué a llorar. Enterré la cara
en el hombro de Russ y absorbí toda la fuerza que tenía para darme. Él
no tenía el poder sobrenatural que poseía Gabriel con su alma pura, pero
me prestó un tipo completamente diferente de fuerza. Era increíble lo que
la sensación de sus brazos alrededor de mí podía hacer para levantar mi
espíritu.
Nadie me conocía tan completamente como Russ, y nadie podía
hacerme sentir de la forma en que él podía con simplemente sostenerme.
Me estremecí en su abrazo y no tenía nada que ver con los anhelos. Solté
un suspiro de satisfacción.
—Tengo que encontrar una forma de hacerles saber que estoy bien.
—Lo haremos —prometió Russ.
Me sostuvo durante un minuto más y luego arruinó el momento
deslizando su mano hacia abajo por mi espalda hasta las pantaletas de
encaje que llevaba, las que hacían juego con mi camiseta interior de
encaje, gracias a Gina. —Bonitas pantaletas. Mucho más sexys que las
últimas con las que te vi.
Gemí y lo aparté de mí. —¿De verdad viniste hasta aquí solo para
ser un idiota? ¿Cómo llegaste aquí, siquiera?
Sonrió. —Al parecer, incluso los secuestrados consiguen privilegios
de visitas. Aunque cuando él me dijo que era una recompensa por buen
comportamiento, pensé que me traía a ver a la chica equivocada.
—¿Él, quién? ¿El Concejal?
Russ miró al otro lado de la habitación y finalmente noté a Duncan
sentado en una silla en la esquina con un libro en las manos.
—¿Tú lo trajiste aquí? —pregunté.
Duncan alzó la vista de su libro y me guiñó un ojo.
—Pensé que podrías necesitar un poco de ánimo después de tu
pelea de ayer con el Concejal. Sin embargo, tiene que ser una visita corta.
El Concejal volverá en unas pocas horas y no tengo aprobación expresa
para esta visita.
—¿Actuaste a espaldas del Concejal a mi favor? ¿Por qué te revelas,
Duncan? Ahora me gustas mucho más.
Se rió. —No he hecho nada malo. Me ordenaron mantener tu
identidad en secreto. Russ ya la conoce. Le habría contado mis
intenciones al Concejal si hubiera estado aquí, pero se fue abruptamente
en la noche antes de que tuviera la oportunidad de sacar el tema.
—¿Se fue? ¡Se supone que iba a hablar con nosotros! ¿A dónde fue?
Duncan frunció el ceño. —En realidad, todo el asunto fue muy
extraño. Parecía molesto y no le dijo al Concilio a dónde iba ni por qué,
solo que volvería para el final del día de hoy. Creo que era sobre ti, Dani.
Me ordenó mantenerte vigilada hasta que volviera y luego me preguntó si
conocía algún otro lugar seguro además del consulado donde pudiéramos
mantenerte oculta.
—¿Qué?
Se removió inquieto. —Después de la pelea de ayer, y cuando el
Vidente se puso de tu parte, creo que el Concejal cree que cometió un
error al juntarlos.
Gabriel, que permanecía en la puerta de la cocina, finalmente
decidió unirse a la conversación. —¿El Concejal quiere separarnos?
En mi emoción, olvidé que Gabriel estaba allí, pero el pensamiento
de estar separada de él me causó pánico. Jadeé e instintivamente
retrocedí hasta estar a su lado. Solté un suspiro de alivio cuando me
acercó hacia él. —¡No lo haría!
—La idea cruzó por mi mente —admitió Duncan con vacilación.
No tuvo la oportunidad de decir nada más porque Russ intercedió.
—¡¿Quién demonios es este?!
Fue entonces cuando finalmente fui consciente de que Russ y
Gabriel se encontraban en la misma habitación, y que iba a tener que
presentarlos el uno al otro. Uh, sí. Desde que me desperté casada eso
estuvo cerca de la cima de mi lista de cosas que esperaba no tener que
hacer nunca.
Cuando se trataba de Russ, poner una fachada fuerte era siempre
lo mejor, así que me puse de pie y dije: —El Vidente, obvio. ¿Quién más
podría ser? Su nombre es Gabriel, y más vale que seas amable.
—¿Amable? —gruñó Russ.
Gabriel le tendió la mano. —Es un placer conocerte. Danielle habla
de ti a menudo.
Russ se hallaba demasiado ocupado mirándome ferozmente como
para prestarle atención a Gabriel. —¿Quieres decirme qué está haciendo
él aquí con su brazo alrededor de tu cintura y con aspecto de acabar de
salir de la cama?
Oh, genial. —¿No se lo dijiste? —grité a Duncan.
—¿Decirme qué?
Duncan levantó las manos a la defensiva. —Oye, me gusta ser el
portador de buenas noticias. No de noticias que probablemente hagan
que termine rociado con agua bendita.
—¡Caramba, gracias! Pensé que se suponía que eras mi protector.
—No puedo ser tu protector si un joven hechicero enojado me
convierte en sapo.
—¿Decirme qué? —demandó Russ otra vez.
No había una forma fácil de decir esto, así que extendí mi mano
izquierda y le mostré mi anillo a Russ.
—Me casé. Gracias por la advertencia, por cierto, de que tu especie
tiende a regalar a sus mujeres como compañeras a quien mejor les
parezca.
—Nuestra especie —corrigió Gabriel por costumbre.
Russ lo fulminó con la mirada, luego me gritó: —¿Te casaste?
—¡No es como si hubiera tenido elección, idiota! —le respondí
gritando—. Un minuto permanecía desmayada en el suelo a punto de
encontrarme con la Creadora después de semanas de tortura, y cuando
me desperté me hallaba recién casada.
—¿Y qué? El tipo tiene unos abdominales impresionantes y un
encanto asesino así que te dijiste, ¿por qué diablos no seguir adelante
con ello?
—Oh, sí, salté de alegría e hice una gran fiesta cuando me enteré.
¡Por supuesto que no estoy bien con ello! —Tan pronto como las palabras
salieron de mi boca me arrepentí de ellas—. Lo siento —dije rápidamente
a Gabriel—. No quería decir… no eres tú.
—Entiendo. —Gabriel intentó cubrir, sin éxito, el hecho de que se
sentía decepcionado.
Enfermo como era, me sentí mal. No quería decepcionar a Gabriel.
Disculparme no parecía suficiente, así que lo hice otra vez solo por si
acaso. —Lo siento. No quise decirlo de la forma en que sonó. Te lo dije,
realmente estoy intentándolo. Por favor, no te sientas mal.
Russ me miró como si hubiera perdido la cabeza. —¿Quién eres?
—preguntó con igual cantidad de disgusto y asombro en su voz—. ¿Qué
te hicieron?
Fingí que sus palabras no me dolían. —¿Qué quieres decir?
—La Dani que conozco no le pide perdón a nadie. Mi Dani habría
destrozado ese anillo de mierda en un triturador de basura si alguien
intentara obligarla a casarse. —Russ se fijó en mi apariencia otra vez con
nuevos ojos y la sangre se drenó de su rostro—. ¿Te estás acostando con
él?
—¡Por supuesto que no! —Jadeé, completamente avergonzada.
Luego me enfadé—. No es que sea asunto tuyo lo que hago o no hago con
mi marido.
Russ se mostró tan asombrado que se tambaleó hacia atrás. Miró
a Duncan en busca de ayuda y él hizo una mueca. —Supongo que debería
haberle explicado al menos un poco.
—¿Tú crees? —murmuré.
Duncan me ignoró. —Tienes razón. Ella no es la misma Dani que
te dejó ese día.
—¿De qué estás hablando? Por supuesto que lo soy.
Duncan negó con la cabeza. A Russ le explicó: —La conexión
sobrenatural que compartía contigo ha sido rota.
—Eso es imposible —discutió Russ—. Para hacer eso tendría que
ser privada de toda su energía sobrenatural y eso sería…
—Tortura —susurró Gabriel, estremeciéndose ante el recuerdo—.
Durante más de dos semanas. Casi la mata.
—¿Te torturaron? —jadeó Russ.
Duncan colocó una mano sobre el hombro de Russ, quien parecía
que podría explotar de ira.
—Dani es el ser sobrenatural más fuerte que haya visto —dijo—.
Lo que el Concejal Supremo le hizo hubiera matado a cualquiera. Ni
siquiera el Vidente habría sobrevivido a las torturas que ella soportó. El
Concejal la vigilaba de cerca. Esperó hasta el último momento posible.
Una hora más y no habría habido ninguna manera de traerla de vuelta.
La ira de Russ desapareció. Se veía tan enfermo como me sentía.
Me llevó a él y buscó cualquier evidencia de que no era la misma chica
que creció con él. Me hizo sentir cohibida. —Sigo siendo yo.
—Pero no es exactamente lo mismo —argumentó Duncan. Se giró
hacia Russ—. Se encontraba totalmente rota.
—No puedo empezar a describir lo que era cuando la trajeron a mí
—agregó Gabriel—. Creía que jamás se recuperaría.
—¡Sigo siendo yo! —grité.
Soné a la defensiva porque sabía que no era cierto. Al menos no
totalmente. Enterré mi cara en el pecho de Russ y me recibieron sus
brazos que me rodearon. Esto me hizo pensar en la diferencia entre los
anhelos y la verdadera comodidad. Me sorprendió.
Duncan siguió hablando desde algún lugar detrás de mí: —Ella no
se habría recuperado si el aura del Vidente no fuera tan fuerte como la
suya. Se ha disuelto el vínculo que los dos han compartido y creado uno
nuevo con el Vidente en su lugar, pero ese vínculo es antinatural. Dani
ha sido cuidada con su sola energía. Los veía juntos ayer y su conexión
es más que solo los anhelos. No creo que se pueda separar físicamente
de él. Creo que le haría mal.
Levanté la vista, asustada, y los tres me miraban con preocupación
en sus ojos. Russ claramente se encontraba abrumado por la noticia y
no parece ser capaz de reunir los pensamientos. Pero cuando sus manos
se apretaron en puños sabía lo que iba a hacer.
—¡No! —Me lancé frente a Gabriel solo segundos antes de que Russ
lo golpeará—. Me salvó la vida, Russ.
—Claro, después de torturarte tanto que necesitabas que te salven
la vida.
—Gabriel no ha hecho nada excepto tratar de ayudarme. ¡No era el
único que me torturó! Si quieres golpear a alguien espera hasta encontrar
al Concejal. Con él es con quién deberías estar enfadado.
—¡Bien!
Russ giró y se alejó a zancadas. Duncan bloqueaba su salida antes
de que incluso llegara a la puerta.
—¿A dónde vas? —preguntó casualmente.
—A encontrar al Concejal y darle una paliza.
Duncan se rió. —Nunca serás capaz de tocarlo.
—¡Muévete!
—Hacer que te envíen a la cárcel supernatural no ayuda en nada,
Russ.
—Tienes razón —dijo Russ y de repente golpeó a Duncan con un
hechizo mágico que lo lanzo al otro lado de la habitación a la estantería,
dejándolo inconsciente. Duncan golpeó el suelo y toda la estantería cayó
encima de él.
Gabriel corrió hacia Duncan, entonces me giré hacia Russ.
—¡¿Qué demonios?!
—Tranquila, es solo un hechizo de sueño.
—¿Un hechizo de sueño que lo lanzó al otro lado de la habitación?
—preguntó Gabriel.
—¡Cállate, amigo, antes de que te golpee a ti también!
—¡Russ!
—¡Relájate, Dani! Apenas estará inconsciente el tiempo suficiente
para salir de aquí.
Volví a mirar a Duncan y luego suspiré. —Bien.
Me dirigí hacia el dormitorio para arrojar algo de ropa, pero Gabriel
me detuvo. Parecía asustado. —¿De verdad vas a ir?
—¿No crees que deberíamos?
—¿Deberíamos? —preguntó Gabriel.
—¿Deberíamos? —repitió Russ tristemente.
—Gabriel, esta es nuestra oportunidad para detener esa visión.
Podemos encontrarlo.
Russ preguntó de qué hablábamos, pero Gabriel y yo seguíamos
atrapados en nuestra conversación. —¿Qué hay del Concejal? —preguntó
Gabriel.
—Has escuchado lo que dijo Duncan. Quiere que nos separemos.
—Eso podría ser algo bueno —murmuró Russ.
—Él nunca haría eso, Danielle —dijo Gabriel.
—Me dijiste ayer que cree que soy una mala influencia para ti.
—Pero él no lo haría…
—¡Me dejó sola en esa celda por más de dos semanas! ¡No puedo
pasar por eso otra vez!
Gabriel acunó mi rostro en sus manos. —No dejaré que eso suceda
—prometió—. Pero no podemos irnos sin más. Si el Concejal tiene razón,
los únicos que tienen la información sobre mis visiones y el suficiente
poder para sostener un hechizo así son Constance y Robert.
—Y el Concejal —dije—. Es tan poderoso y odia a los humanos lo
suficiente para no preocuparse por matarlos. Tal vez por eso quiere que
nos separemos. Descubrió lo que puedo hacer y no quiere que tenga
ninguna otra visión. Podría ser culpable y ahora sabe que estamos tras
él y nos está pidiendo que no le digas a nadie, así puede pensar en una
manera para cuidar de nosotros. ¿Qué tal si nos sentamos aquí y no
hacemos nada y no solo muere esa familia, sino que conseguimos que
nos maten también?
Russ finalmente perdió su paciencia. —¡Dani! Tenemos que salir
de aquí antes de que Duncan se despierte. ¿Qué están hablando ustedes
dos? ¿Quién quiere matarte?
—Lo siento, Russ. Te lo explicaré en un minuto. —Volví a mirar a
Gabriel—. No me iré si crees que deberíamos quedarnos.
—¿Qué quieres decir con que no te irás? —gritó Russ.
Lo ignoré esta vez. —Confío en ti, Gabriel pero, ¿estás seguro? ¿No
es posible que el Concejal pueda estar detrás de esto?
—No creo que esté detrás de los ataques, pero… —La expresión de
Gabriel era de incomodidad—. Me preocupa que nos quiera separar.
Tomé las manos de Gabriel en las mías. —Entonces vámonos de
aquí antes de que pueda. Todavía podrá estar ayudando al Concilio. Si
encontramos como salir, siempre podremos volver. —Miré a Russ y bajé
la voz para decir—: Gabriel, la visión que vi de nuestro futuro la otra
noche que me asustó tanto, no estábamos en el consulado. Creo que
nuestro destino está en otra parte.
Gabriel me miró perplejo. —¿Estás aceptando nuestro destino?
No podía responderle, pero me sonrojé mientras recordaba nuestro
beso.
—Espera, espera, espera, ¿su destino? —Russ me apartó de
Gabriel—. De acuerdo, es todo. Es hora de decir adiós a tu nuevo marido,
Dani. Te sacaré de aquí y no lo voy a llevar con nosotros.
Clavé mis tacones en el suelo. —¡No voy a ir sin él! ¡Lo necesito!
Russ se estremeció como si le hubiera dado una bofetada. La
mirada de traición en su rostro me rompió el corazón.
—¡Escúchate, Dani! No lo necesitas. Me tienes a mí.
Perfecto. ¿Ahora tenía que sentirme culpable también con Russ?
No sabía cuánto de esto podría soportar.
Colapsé bajo la intensa mirada de Russ. —Quiero ir contigo. Más
que nada, quiero escapar contigo en este momento e ir a un lugar donde
nadie nos encuentre. Donde puedo ser libre del Concilio, las visiones de
las pesadillas, y las profecías y el destino… y toda esa mierda.
Sabía que Gabriel no me detendría. Una mirada a la desesperación
en su rostro y sabía que me dejaría ir.
Russ le dio un apretón a mi mano.
—Cariño. ¿Qué estamos esperando?
Por supuesto que era la misma mirada de desesperación en el
rostro de Gabriel que me obligó a pensar más allá de mí misma.
—Quiero —dije otra vez—. Pero no puedo. No puedo ignorar lo que
está pasando y no puedo abandonar a Gabriel. Lo siento pero no voy a ir
a ningún lado sin él.
Russ respiró profundo y cuando estaba a punto de darle las gracias
por estar siendo un buen chico sobre esto, cogió una silla de nuestro
comedor y la tiró, estrellándola en la cocina con una cadena de palabras
de cuatro letras. Le tomó unos tres buenos minutos antes de que su
temperamento se controlará lo suficiente para pensar correctamente otra
vez. Aun así, cuando habló me miró con ira.
—De acuerdo, todo está bien. Ambos vayan a empacar sus cosas.

***

Tomamos el elevador secreto que habíamos utilizado para ir a


nuestro picnic, pero una vez que estuvimos parados en la intemperie,
Gabriel y yo recordamos otro problema.
—Russ, tienes que escondernos —le dije.
—¿De qué estás hablando?
—Ya sabes, con un hechizo. El Concejal nos escondió con un
hechizo para hacernos invisibles.
—¿Un hechizo para ocultarse? —preguntó Russ—. Podría colocar
uno para mí con bastante facilidad, pero nunca he probado con alguien
más.
—Tienes que intentarlo —dijo Gabriel.
Cuando Russ lo miró, caminé frente a Gabriel y asumí el control de
la conversación. —Duncan dijo que nuestras auras nos hacen un blanco
para cada sobrenatural por kilómetros a la redonda. Dijo que somos tan
poderosos, que juntos podríamos probablemente ser detectados desde el
espacio.
Russ nos miró nerviosamente y luego recogió sus mangas. Su
frente surcada de concentración y comenzó a murmurar un conjuro.
Después de un minuto rompió un sudor y tuvo que sentarse.
—Eres demasiado poderosa. No puedo ocultarte.
Me tragué una sonrisa. Probablemente lo mató tener que admitir
eso. Y esto probablemente lo mataría feamente.
—Soy más poderosa que tú, ¿correcto? Déjame intentarlo.
Estaba tan enojado respecto a Gabriel, que cuando extendí la
mano, pensaba que no me dejaría tocarlo. Su rostro permanecía serio,
pero de todas formas, tomó mi mano.
Su energía no era igual a la de Gabriel, no tan fuerte, pero su toque
era familiar y reconfortante. Me sentí a mí misma cambiar y le di la
bienvenida al estremecedor calor que se propagó mientras la magia volvía
a mí.
—Está bien —susurré para mí—. Todo lo que tengo que hacer es
desearlo. —Cerré los ojos e imaginé a Gabriel y a mí caminando por la
ocupada vereda de Nueva York completamente invisibles a los que nos
rodeaban—. Escondernos.
Todavía podía ver a Gabriel y a mí, pero debíamos haber
desaparecido porque Russ comenzó a buscar alrededor.
—¿Dani?
—Estamos aquí —le dije, pero no recibí ninguna respuesta—.
¿Russ?
—¿Hola? ¿Chicos?
—Parece que tampoco puede escucharnos —dijo Gabriel.
Saludé con mi mano delante de la cara de Russ. Entonces le toqué
el hombro. Cuando ni siquiera eso consiguió una respuesta, sonreí a
Gabriel. —¿Soy increíble o qué?
Gabriel se rió. —Danielle, esto es sorprendente.
Puso su brazo alrededor de mí y me apoyé en su hombro. Até mis
dedos en los suyos sin pensar y de repente Russ pudo vernos otra vez.
—Supongo que funciona —se quejó.
—Sí —dije—. Excepto que no lancé el hechizo a propósito. Me
pregunto porque se desvaneció.
Russ me miró. —Debes tener magia para sostener un hechizo.
Cuando capté su significado me sonrojé y salté lejos de Gabriel.
Nunca había visto a Russ lucir más satisfecho.
—Parece como que van a tener que mantener las manos lejos el
uno al otro de ahora en adelante, tortolitos.
—Qué conveniente para ti —respondió Gabriel, dejando deslizar
una pequeña pista de la emoción que había estado tratando de ocultar.
Russ sonrió y lanzó su brazo alrededor de mí.
—Por lo tanto, mi buen humor ha regresado. Ven, Danielle —dijo
burlonamente—. ¡Tu destino te espera!
—¿Por lo menos podrías ser amable? —espeté.
—¿Con el marido del amor de mi vida? Lo dudo. —Russ saludó,
burlándose de Gabriel usando solo su dedo corazón, y luego hizo todo un
espectáculo al besarme la mejilla.
Una vez que hice el hechizo otra vez, nos escondí a los tres y luego
quité a Russ de encima.
—Idiota.
Me dirigí hacia la calle frotando mi sien, lo cual no era de extrañar,
ya que comenzaba a doler.
17
Traducido por Julie & Marie_Ang
Corregido por Cami G.

Russ se asustó cuando le hice tomar un tren a Nueva Jersey en vez


de llamar a su padre. Pero el almacén de mi visión se encontraba en
Newark, y tenía que pararla antes que nada. Como resultado, Russ me
estaba dando el tratamiento del silencio, lo cual, considerando que estaba
realmente enojado sobre todo el asunto de Gabriel, no era tan malo. El
viaje no había sido pacífico, pero al menos no hubo discusiones.
Cuando abordamos el tren, Gabriel estaba a punto de sentarse
junto a mí, pero Russ lo agarró por el cuello y lo tiró en el asiento junto
al pasillo.
—¡Russ! —espeté mientras tomaba el asiento de Gabriel.
Levantó las manos inocentemente. —Oye, no es nada personal.
—Tonterías.
—Lo mismo para ti. Parece que no puedes mantener las manos
fuera de él y no podemos darnos el lujo de que dejes caer el hechizo
porque te la pasas estando cachonda.
—No acabas de decir eso.
—Ojalá hubiera sabido eso de ti, por cierto. Hubiera ignorado el
Concilio de mi padre de no decirte la verdad hace años.
—¿Querías decírmelo antes?
—Siempre he querido decírtelo.
Gabriel escogió ese momento para interrumpir la conversación.
—Creo que tiene razón, Danielle. Probablemente no es seguro que
nos sentemos uno junto al otro. Seguramente no podría contenerme de
tocarte si estuvieras a mi alcance.
Gabriel sonrió cariñosamente, lo cual sabía que no lo hizo a
propósito para molestar a Russ. Por lo menos, no lo creo. Pero aun así
fue suficiente para que Russ hechizara a una gran mujer que acababa de
subir al tren para que tomara el asiento en el que Gabriel se encontraba
sentado…, invisible por mi hechizo de camuflaje. Cuando la mujer se
sentó sobre Gabriel, era como si no pudiese sentirlo debajo de ella en lo
absoluto. Gabriel se quedó sin aliento, atrapado bajo el sustancial peso
de la mujer.
—¡Haz que se mueva! —le grité a Russ.
—Eso apesta, amigo —le dijo Russ a Gabriel. Y sí, se reía
histéricamente.
Cuando lo llamé con un nombre no muy bonito me miró como si
estuviera herido. —¿Crees que yo hice eso? Era uno de los pocos asientos
disponibles en este tren y tú no pusiste un hechizo desorientador en
nosotros.
—¡Haz que se mueva! —grité de nuevo.
—¿O qué?
Pensé por un momento y luego retiré mi hechizo de camuflaje sobre
Russ. Cuando apareció delante de la mujer, ella se sobresaltó.
—¡Oh, Dios mío! ¿De dónde saliste?
Le tomó un minuto a Russ darse cuenta de lo que había hecho.
Cuando miró sobre su hombro, hice que siguiera siendo visible, pero aun
así sería capaz de vernos y escucharnos a Gabriel y a mí. Cuando él me
vio, me gritó.
—¡Oh, Dios mío! —dijo la señora. Se puso de pie y se alejó
murmurando en voz baja cuán locos se ponían los jóvenes con cada año.
Aullé de risa.
—¡Dani!
—Ah, ah —le advertí—. La gente todavía puede verte.
—Arréglalo.
—No.
—Ocúltame —siseó Russ—. Antes de que nos atrapen.
—O podrías callarte antes de que nos atrapen. No tengo que
ocultarte. No eres el que tiene el aura de locura y se necesita mucha
menos energía para encubrir a solo dos de nosotros. Además, me gusta
un poco el hecho de que no seas capaz de hablarnos en este momento.
Después de eso, me levanté y fui a sentarme junto a Gabriel.
—Esta es mi primera vez en un tren —le dije a Gabriel, mostrándole
a Russ que no iba a ceder.
Gabriel me agradeció por salvarlo y luego dijo: —Esta es la primera
vez que dejo Manhattan. También es la primera vez que estoy fuera del
consulado sin el Concejal. Me parece extrañamente triste, pero estoy feliz
de que me quieras contigo.
—¿Estás nervioso? —le pregunté.
Gabriel sonrió, pero no respondió la pregunta. Creo que porque se
sentía más que nervioso. Parecía un poco aterrado.
—Podemos sentirnos nervioso juntos —le dije.
Sin pensarlo, extendí la mano para tomar la de Gabriel hasta que
Russ se aclaró la garganta. Le saqué la lengua en respuesta a la mirada
que me daba, pero tenía razón. Solo había estado sentada junto a Gabriel
por una cuestión de segundos y ya me había olvidado que no podía
tocarlo.
—Lo siento —murmuré, y luego me desplomé contra la ventana con
un puchero y la barbilla apoyada en la mano.
Después de un momento, Gabriel suspiró junto a mí y luego su voz
suave y melodiosa susurró: —¡Mirad cómo apoya en su mano la mejilla!
¡Oh! ¡Quién fuera guante de esa mano para poder tocar esa mejilla!
Le lancé una mirada de reojo a Gabriel y traté de mantener mi
puchero, pero no pude mantenerlo después de ver su sonrisa. Cuando
Russ hizo ruidos de arcadas, no aguanté más y me reí.
—Supongo que deberíamos estar tratando de averiguar en qué
lugar de Newark vamos a empezar a buscar. —Decidí cambiar de tema
para el beneficio de Russ. Si Gabriel me citaba más a Shakespeare, Russ
probablemente lo convertiría en algo antinatural—. La única cosa útil que
noté en la visión era la agenda.
Gabriel asintió. —También había parte de un logotipo en la ventana
de la puerta de la oficina detrás del hombre.
—¿En serio? ¿Cómo lo notaste? Si miraba a cualquier parte cerca
del hombre, lo único que veía era a él lamiendo su propia sangre de la
cruz. —Me estremecí.
—No te sientas mal, Danielle. He tenido años de práctica para
aprender a ignorar la visión y centrarme en los detalles. Este símbolo
estaba parcialmente raspado, pero puedo suponer cómo se veía. Es una
posibilidad remota, pero si empezamos en la parte deteriorada de la
ciudad, podríamos ser capaces de encontrar el edificio correcto.
—Puede que no sea tan difícil. Si estás seguro de que lo que viste
era una insignia de una compañía, probablemente podríamos encontrar
un cibercafé y buscarlo en Google.
—¿Google? —preguntó Gabriel.
—Bueno, ni siquiera voy a tratar de explicarte lo que es el Internet
ahora. Solo tendrás que confiar en mí.
Russ murmuró algo y luego preguntó: —¿Él no sabe lo que es
Internet?
—¡Oye!
Russ rodó los ojos. —No eres la única que puede usar un hechizo
de camuflaje, genio. Puede que no sea capaz de ocultar a dos fenómenos,
pero puedo ocultarme a mí mismo bastante bien.
—Apiádate. —Ante la mirada de Russ, me detuve—. Gabriel nunca
ha tenido un ordenador o un televisor ni un teléfono en su apartamento,
solo los sintonizadores del Concejal Supremo. Ese hombre lo ha
mantenido encerrado en esa torre como Rapunzel desde los seis años.
—Conozco la televisión y las computadoras —dijo Gabriel—. Los
recuerdo de mi infancia y los he visto en muchas visiones. El Concejal
dijo que tendrían una influencia negativa sobre mí.
Russ miró a Gabriel como si le hubiera salido una segunda cabeza.
—Tienes el cerebro tan lavado como ella, ¿verdad? ¿Qué haces para
divertirte?
—El Concejal y yo a menudos damos paseos por la ciudad, y
disfruto mucho de la lectura.
—Qué nerd.
—Sé agradable, Russ.
—El consulado también tiene un excelente gimnasio —dijo
Gabriel—. Entreno con los guardianes en defensa propia y me gusta
nadar.
Bueno, eso explicaría el delicioso cuerpo. Pagaría un buen dineral
para ver a Gabriel entrenando hasta sudar. —¿Durante todo este tiempo
hemos tenido una piscina y no me lo dijiste? —le pregunté.
—No estabas lo suficientemente bien como para ir, pero me quedé
con ganas de llevarte allí.
—Qué dulce.
Russ claramente pensaba todo lo contrario. —¡Basta, Russ! O sé
amable o cállate —le espeté—. Me estás dando dolor de cabeza.
Él volvió a sus pensamientos y me volví a Gabriel. —Entonces, el
símbolo que viste, ¿qué era? ¿Qué aspecto tenía?
—Era dos letras que estaban más o menos dibujadas juntas en una
línea, primero una E y luego una C. La E era más grande y tenía estrellas
o chispas girando alrededor.
—Chispas —dije automáticamente. En algún lugar de mi cabeza,
las campanas sonaron. Cerré los ojos y una imagen difusa comenzó a
formarse—. Chispas, no estrellas.
—¿Conoces el símbolo? —preguntó Gabriel con incredulidad.
Negué con la cabeza. —No. No sé. No puedo recordarlo, pero me
suena tan familiar. ¿Había algo más que eso?
—Noté que cada letra tenía una palabra escrita, pero las palabras
se habían ido.
—¿Las letras E y C?
Gabriel asintió y yo casi podía ver la forma en que se arremolinaban
hasta juntarse en un largo trazo… La E por encima de la C.
—¿Cómo puedo saber eso? Está empezando a molestarme. —Me
sacudí a mí misma e intenté de nuevo pensar lógicamente—. La buena
noticia es que no debería ser tan difícil de hallar. Simplemente podemos
buscar fabricantes en Newark y encontrar empresas con esas iniciales.
Quiero decir que tendremos que buscar de hace unos pocos años atrás
debido a que el edificio está abandonado, obviamente, lo que podría
tomar un tiempo, pero…
—Cosméticos Encantados.
Gabriel y yo miramos a Russ sorprendidos. Aún fruncía el ceño a
la ventana.
—¿Eh? —le pregunté.
Gabriel fue un poco más amable.
—¿Tú también conoces el símbolo?
Russ intentó ignorarlo, pero no pudo. Suspiró dramáticamente y
luego se explicó a sí mismo.
—Parece el logotipo de Cosméticos Encantados. Tan pronto como
salgamos de este túnel y consiga señal en mi teléfono, puedo comprobarlo
por ti.
—¡Sí! —grité—. ¡Eso es! Sabía que lo había visto antes. ¡Gracias!
Gabriel miró desconcertado. —¿De verdad conoces esta compañía?
Solté un bufido y Russ me miró. —Eran una empresa de cosméticos
con sede en Nueva Jersey —explicó, viéndose indiferente—. Quebró hace
dos años, cuando el fundador de la empresa la palmó.
Me eché a reír. —Russ estaba devastado. Era su marca favorita de
maquillaje.
—¡Limpiador facial! —espetó Russ. Me reí de nuevo, aunque esta
vez más fuerte, porque las mejillas de Russ se volvieron de rosa
brillante—. Limpiador facial no es maquillaje.
—Puede que no. Pero loción bronceadora, crema hidratante y
máscaras faciales son lo suficientemente cercanos a lo que usan las
chicas.
Me mostró el dedo medio. —Estás celosa porque mi piel es suave
como la seda. Ya sabes, es demasiado malo para ti que ya no estén en el
negocio. Tenían un gran producto para controlar el frizz.
Tuve que admitir que eso fue gracioso, incluso Gabriel se atragantó
con una carcajada.
Atravesé el pasillo para pellizcar la mejilla de Russ. —Tienes razón,
me encanta tu piel suave como la de un bebé.
Russ me agarró la muñeca antes de que pudiera sacar la mano y
me dio un tirón. —Siéntate conmigo —insistió—. No te he visto por casi
cinco semanas.
—¿Has terminado con las rabietas?
No habría importado si hubiera dicho que no. Ya me estaba
poniendo cómoda en el asiento de al lado, porque lo extrañaba como loca.
Cinco semanas es el segundo tiempo más largo que hemos estado
separados. El primero fue el verano que se fue a Nueva Jersey cuando
empezó con sus poderes, pero el tercero más largo fue el día y medio que
lo evité después de la fiesta de promoción, e incluso eso había sido difícil.
Russ y yo no éramos muy independientes.
Frente a nosotros, Gabriel dejó escapar un suspiro, y eso hizo el
momento más incómodo. Al menos para mí. No pude mirarlo a los ojos
hasta que rompió el silencio.
—Danielle, ¿no te parece demasiada coincidencia que de todos los
almacenes que hay en el mundo, tuviste una visión acerca de uno que
reconoces?
Fruncí el ceño. —Es un poco demasiado conveniente, ¿verdad?
—En realidad, no. —Russ se encogió de hombros ante la mirada de
cuestionamiento de Gabriel y yo—. Cada sobrenatural en el mundo que
no se crió como humano o estuvo encerrado en una torre como un
fenómeno, sabe acerca de Cosméticos Encantados. Eran más populares
que los pelos largos en la década del ochenta.
—¿La empresa es sobrenatural? —preguntó Gabriel.
—Bueno, no fue llamado Cosméticos Encantados por nada. —El
tono de Russ sugirió que Gabriel era estúpido—. Sus productos estaban
literalmente encantados.
—¿Quieres decir que hacían maquillajes mágicos? —le pregunté—
. ¿Cómo funciona eso?
—¿Cuántos años crees que tiene mi papá?
—Casi lo mismo que mis padres. Cuarenta, cuarenta y uno, tal vez
—supuse.
—Cincuenta y siete.
—¡No puede ser!
Russ sonrió. —Crema rejuvenecedora para la piel.
—No estás bromeando. Bueno, nunca pensé que diría esto, pero
por una vez, estoy realmente agradecida por la vanidad de la familia
Devereaux.
—No soy vanidoso.
—¡Claro!
Gabriel hizo otra pregunta antes de que Russ y yo pudiéramos
iniciar otra pelea. —¿Por casualidad sabes dónde está ese almacén?
—¡Sí! —le dije—. Ese verano tú y tu padre se fueron, y vinieron a
Nueva Jersey, ¿cierto? Tenías que haberte detenido cuando estabas en la
ciudad. —Me reí de nuevo—. Ya sabes, para comprar tu basura al por
mayor o algo así.
—Sé dónde está el almacén, pero no porque tuve que comprar mi
basura. —Russ rodó los ojos, pero sonrió y dejó caer su brazo alrededor
de mis hombros—. Probablemente debería haberlo hecho, sin embargo,
ya que prácticamente robaste mi loción.
Me reí. —Era por tu propio bien. Ningún hombre debería tener las
manos tan suaves como las tuyas.
—¿En serio? —discutió Russ, y deslizó su mano libre en la mía para
probar su punto. Funcionó. Sus manos eran más suaves que la seda.
—Todavía uso mi loción. Tuve que empezar a esconderla de ti
después que la compañía se hundió, porque ya no podía conseguir
mucha.
—¿Cómo sigues consiguiendo?
Se encogió de hombros. —La misma razón por la que sé dónde está
el almacén. ¿Recuerdas a la chica de la que te hablé, con la que me quedé
cuando papá me llevó a Nueva Jersey ese verano?
—¿La bruja con potencial de zorra? —Por supuesto que recordaba.
Incluso ahora, casada con Gabriel, todavía sentía celos al instante de
pensar en Russ pasando el verano con otra chica.
Russ asintió. —Clara. Su mamá, Simone, manejaba Cosméticos
Encantados con su hermana. La tía de Clara aún hace algunas de las
cosas y las vende en su casa para pagar las cuentas.
—De todos modos, conocerlos personalmente no importa. Todo el
mundo sabe de ellos. El tipo en tu visión probablemente escogió ese
almacén porque el edificio está protegido. No hay nada como la seguridad
sobrenatural. Si alguien quería tramar algo, entonces un abandonado y
sobrenaturalmente protegido edificio en el guetto Jersey sería el lugar
perfecto.
—Tiene sentido para mí —concordé.
Gabriel frunció el ceño. —Supongo que también puedo ver tu
lógica. Excepto por la parte donde crees que tu familia conozca al dueño
personalmente no importa.
Algo en la voz de Gabriel hizo que el mal humor de Russ volviera, y
la verdad es que no lo culpaba. Gabriel no parecía hostil, pero desde luego
estaba molesto por algo.
—¿Tienes algún problema con eso? —preguntó Russ.
Gabriel no estaba para nada preocupado por la hostilidad de Russ.
De hecho, coincidía con esa misma confianza feroz que había demostrado
al Concilio.
—Tengo un problema con el hecho de que el Concilio, el Concilio
entero, no confía en tu padre. Danielle —se dirigió a mí directamente—,
no conozco la historia que Alexander Devereaux tiene con el Concilio,
nunca había escuchado el nombre hasta la noche en que llegaste al
consulado, pero sí sé que el Concilio estaba muy, muy molesto por saber
que creciste bajo su influencia. Creo que fue tu conexión con él lo que
impulsó al Gran Supremo Concejal a romper tus vínculos de la forma en
que lo hizo.
—Entonces, ¿qué si al Concilio no le gusta mi padre? —preguntó
Russ.
—Me parece muy interesante que él sea tan misteriosamente
detestado por el Concilio y, también, que tenga una conexión personal
con el edificio que Danielle está teniendo visiones.
—Eso es porque eres un idiota que no sabe absolutamente nada de
nada, excepto por las mentiras con las que el Concejal te alimenta.
—El Concejal no es un mentiroso.
—Y mi padre no es el mal. Pero te diré una cosa. Simone Laroche
era una completa zorra. Entre ella y su asquerosa hija, cada sobrenatural
en América probablemente tenía una conexión personal con ese almacén.
—Russ —dije suavemente. No quería ser problemática, porque no
podía culparlo de estar enojado. Incluso yo estaba un poco molesta de
que a Gabriel no le gustara Alex. Él nunca siquiera había conocido al
chico—. Vas a tener que ser más específico. Palabras como puta y
asquerosa no están probablemente en el vocabulario de Gabriel.
—Lo siento. No conozco las traducciones Shakesperianas.
—¿Simone Laroche? —Gabriel tenía un ceño fruncido gigante, pero
no creo que estuviera preocupado por el uso de la jerga de Russ—. ¿Esta
sería una muy poderosa bruja que murió hace un par de años?
—Déjame adivinar. ¿Tienes una conexión personal con ella?
Gabriel negó, luciendo más angustiado de lo que lo había visto en
mucho tiempo. —Yo no, el Concejal. Creo que esta mujer era una amiga
cercaba de él. Estaba muy molesto cuando ella murió. Después del
funeral, él me dijo mucho de ella.
—Bueno, bueno, bueno. Qué interesante que al idiota que le gusta
torturar niñas inocentes, y sabe todo sobre ti y cómo funciona tu poder,
también tenga una cercana y personal conexión con el edificio sobre el
que Dani está teniendo sueños apestosos.
—Oh, ¿van a parar? —gemí—. Nada de eso importa ahora, de todos
modos. La única cosa que importa es que lleguemos ahí antes de que sea
demasiado tarde. —Una idea se me ocurrió entonces, y miré a Gabriel en
estado de pánico—. ¿Qué pasa si llegamos allí y él ya…?
No pude decirlo. La idea era demasiado horrible. Russ se quedó en
silencio. Entonces Gabriel respondió: —Haremos lo posible, Danielle,
pero debo ser sincero contigo. Ha habido visiones en el pasado que no
detuvimos a tiempo. Es raro, pero ha sucedido.

***

Cuando salí del tren en Newark estaba exhausta, me dolía la cabeza


y me sentía inquieta y ansiosa. Lo atribuí al hecho de que no había
dormido mucho, no logré tomar desayuno antes de irnos y estaba muy
preocupada de que fuera demasiado tarde detener a alguien de drenar
toda la sangre de un bebé recién nacido.
—Los anhelos te están molestando —confirmó Gabriel mientras
esperábamos a Russ para corroborar la dirección del almacén Cosméticos
Encantados en su teléfono.
—Estoy bien.
—Danielle. —La voz de Gabriel era severa—. Puedo ver claramente
que no estás bien. No hace mucho colapsaste después de un arrebato
emocional. Has usado gran parte de tu energía manteniendo un hechizo
poderoso por los últimos cuarenta y cinco minutos. Debes descansar.
No tenía más opción que aceptar mi derrota. —Tienes razón. No
seré capaz de mantener este hechizo por más tiempo. Me siento como si
estuviera a punto de perder el conocimiento.
—Puedo ayudar con eso. —Russ agarró mi mano con una sonrisa
satisfecha en su rostro—. Solo tenemos que llegar al almacén que está a
poco más de un kilómetro. Una vez que estemos dentro de las salas, nos
esconderemos y puedes dejar el hechizo.
Él presionó mi palma contra su mejilla.
—Sé que no está sobrealimentado de energía como La Maravillosa
Pura por aquí, pero parece ayudar lo suficiente antes de que lo dejes.
Ya estaba convencida. Ese asalto cálido de energía se apoderó de
mí y me hizo darme cuenta cuán drenada en realidad estaba. Los anhelos
se encendieron dentro de mí, y temblé mientras luchaba contra el
impulso de arrojarme a Russ.
De alguna manera, Russ sabía exactamente lo que sentía. Qué
estaba luchando. Me di cuenta. Me miró, en silencio aventurándome a
ceder al deseo dentro de mí. No podía apartar la mirada de él.
—Haz lo que debas, Danielle —dijo Gabriel estrepitosamente. Su
voz me sacó de mi trance lujurioso.
—¿Qué?
Russ sonrió peligrosamente, arrastrándome más cerca de él por
medio de pura fuerza de voluntad. —Él se refiere a besarme.
—¿Besarte?
—Está bien. El esposo te da permiso.
Miré a Gabriel, que tenía la cara más seria que jamás le había visto.
—Te hará más fuerte —dijo—. Hay dos seres sobrenaturales aquí en esta
estación de tren y habrá otros en el camino. No podemos darnos el lujo
de ser vistos, y necesitas la energía.
Miré entre el rostro resignado de Gabriel y el hambriento de Russ,
y sentí pánico por ambos.
—Gracias por la oferta —dije, tirando de la mano de Russ—. Pero
puedo llegar al almacén.
Apenas aguanté. Russ prácticamente estaba cargándome para el
momento en el que entramos al almacén. Después de una rápida mirada
alrededor, dijo: —Parece que estamos solos en la casa por el momento.
—Bien.
Inmediatamente dejé la magia. Russ me ayudó a acomodarme en
el piso, pero antes de que pudiera tirarme a su regazo, Gabriel me había
acunado en sus brazos.
La energía de Gabriel, veinte veces más poderosa que la de Russ,
era embriagadora. Jadeé y enterré la cara en su cuello.
—¡Oh, vaya! Olvidé lo fuerte que eres respecto a los demás.
Gabriel se echó a reír y froto las manos a lo largo de mis brazos
mientras me mantenía caliente. —Y, sin embargo, tus anhelos incluso me
abruman a mí.
Esto me sorprendió. —¿Duele compartir tu energía conmigo?
Russ resopló ante eso.
—¿Qué? —exigí mientras lo miraba.
—No duele —explicó con vacilación Gabriel—. Pero puedo sentir la
cantidad de energía que consumes. Siento la fuerza de tus anhelos… tu
necesidad y deseo.
—En mi caso, es mucho más deseo que necesidad —dijo Russ.
Mi rostro se vació de todo color por el miedo de recordar cuánto
había querido a Gabriel esta mañana cuando me sostuvo en la cama.
—No te avergüences, Danielle.
—Sí —agregó Russ—. Cuánto me deseas es difícilmente un secreto.
Siempre he sabido eso.
Intenté salir del agarre de Gabriel, pero me sostuvo con fuerza y
miró a Russ. —Si sigues haciendo esto más difícil para ella a propósito,
la llevaré de vuelta al consulado.
Russ se tensó para la pelea. —Me gustaría verte intentarlo.
Él había esperado a que Gabriel se intimidara, y se sorprendió
cuando no dio marcha atrás.
—Ella se está resistiendo a mi energía —siseó Gabriel—. Estoy
seguro que eres consciente de que cuando luchas contra los anhelos, solo
empeoran. Estará más que molesta ahora, y le llevará mucho más tiempo
recuperar su fuerza.
Russ se cruzó de brazos.
—Me alegro de que se esté resistiendo a ti. Cada vez que le pongas
tus manos pegajosas encima, tendrá más y más lavado el cerebro
pensando que ustedes dos comparten una conexión real.
—Estás poniendo su vida en peligro por tu propio orgullo.
—No lo necesitas, Dani —me dijo Russ—. Yo solía ser suficiente
para ti. Solías amarme. La única cosa que Duncan sí me dijo cuando
llamó fue que esas fueron tus últimas palabras cuando pensabas que
nunca me ibas a ver de nuevo. Él dijo que lo hiciste jurar decirme lo
mucho que me amabas.
—Sí —concordé en voz baja—. Lo hice. Pero…
—Entonces, ¿por qué sigues corriendo hacia este tonto cada vez
que puedes?
Aparté la mirada, intentando ocultar las lágrimas que brotaron de
mis ojos. Russ había hecho la pregunta a la ligera, pero me odiaba a mí
misma de todas maneras. Él tenía una excelente cara de póker, pero
sabía cuánto mi conexión con Gabriel lo estaba hiriendo, incluso si nunca
lo admitiera. Quería decir algo que le hiciera sentir mejor, pero no podía
encontrar las palabras. Dudaba que las hubiera.
—Ya sabes —le dijo Gabriel a Russ, rompiendo el silencio que había
caído entre nosotros—. Como un vidente, soy capaz de leer no solo el aura
de una persona, sino que también un poco de sus emociones. Puedo ver
cuánto la lastimas cada vez que abres la boca.
Russ pareció conmovido. Me lanzó una mirada preocupada.
—¿Es eso cierto?
Incapaz de encontrar la mirada de Russ, apoyé la mano en el brazo
de Gabriel, esperando que mi tacto pudiese calmar algo de su enfado.
—Gabriel, por favor. Es suficiente.
Gabriel frunció el ceño. —Pero él está rompiendo tu corazón una y
otra vez. No puedo soportar verte sufrir así.
—No es culpa de él —susurré—. Su corazón también se está
rompiendo en este momento.
—Danielle.
—Dani.
No podía aguantar más de esto ahora. No podía hacerles frente.
—Chicos, necesito estar sola por un rato.
—Danielle.
—¡Por favor!
—Como desees. —Gabriel me liberó de su agarre, dejándome en el
suelo y poniéndose de pie—. Iré a ver si puedo encontrar algo que podrías
sernos de ayuda.
Cerré mis ojos y lo escuché irse. Russ se quedó ahí por un minuto,
pero no dijo nada, y eventualmente sentí el momento que se alejó de mí
también. A pesar de que inquietaba, estaba aliviada de tenerlos lejos a
ambos.
Después de diez minutos, escuché a alguien caminar hacia mí. Me
sorprendió no haber sentido su energía hasta que fui levantada por el
hombre de mi visión. Solté un grito realmente bueno, y luego el extraño,
con los ojos vidriosos, estrelló su mano alrededor de mi garganta,
haciendo imposible para mí hablar.
Incluso si no hubiera estado tan increíblemente débil, no habría
sido capaz de escapar de su agarre. El hombre era sobrenaturalmente
fuerte. Me puso de pie, colgando en el aire, y empecé a experimentar
mareos.
A medida que el hombre se quedó allí, extrayendo la vida de mí,
parpadeó dos veces y dijo una palabra en una voz completamente
monótona. —Danielle.
El agarre del extraño se aflojó un poco y entonces Russ gritó
cuando apareció al otro lado de la habitación. —¡Dani! ¡Usa tu magia!
—¡No tiene! —Gabriel también estaba corriendo hacia mí—. ¡Es una
vidente en este momento!
El hombre miró hacia las voces y me alejó de él. Trastabillé y al
minuto que estuve liberada, el hombre fue a chocar contra la pared detrás
de nosotros. Gabriel vino directamente hacia mí, pero Russ caminó
lentamente hacia el hombre mirándolo con fiera concentración. Cuanto
más cerca estaba, más lentos se hicieron sus movimientos y luego se
detuvo por completo a un metro frente al hombre. Su cuerpo empezó a
temblar y comenzó a sudar.
—¡Dani, dame tu magia!
—¿Qué? ¿Cómo?
Russ nunca apartó la mirada del hombre, pero extendió su mano
hacia mí. —Necesito tu mano. Una vez que te conviertes en hechicero,
deberías ser capaz de compartir tu poder.
—Dudo que ella tenga la suficiente energía en este momento —
empezó a decir Gabriel.
—¡Voy a perderlo! —gritó Russ—. Sea quien sea el que lo está
controlando es demasiado fuerte para mí. ¡Dani, ahora!
Me apresuré a Russ y cuando agarró mi mano, sentí que la poca
energía que tenía me dejaba. Me hundí en el suelo, pero no dejé ir su
mano.
Russ jadeó y su mano se cerró con fuerza alrededor de la mía.
—Definitivamente es un hechicero —gruñó—. Casi puedo ver…
Russ repentinamente se liberó de mi mano y retrocedió unos
buenos tres metros. A juzgar por sus maldiciones, él iba a estar bien. No
podía decir lo mismo del indigente, sin embargo. Él cayó al piso sin vida.
Sus ojos vidriosos miraban a la nada. Después de un momento, parpadeó
una vez aunque pensaba que había estado muerto.
Gabriel me levantó del suelo. —Danielle, ¿estás bien?
—Tan solo cansada —murmuré, ya quedándome dormida.
18
Traducido por Moni & rihano
Corregido por Mel Wentworth

Cuando desperté estaba bajo mi manta y en los brazos de Gabriel.


Pensé que todo había sido un sueño hasta que me di cuenta de que
dormía en una cama de cajas de cartón aplanadas. Me senté con un
jadeo. —¿Qué pasó?
—Agotaste tu energía, Danielle. ¿Te sientes mejor?
—Mucho mejor. ¿Por cuánto tiempo he estado durmiendo?
—Todo el día. Casi es oscuro.
—¿Dónde está Russ?
—Estabas moviéndote un poco. Pensamos que despertarías pronto
así que fue a conseguir algo de comer.
—Pero, ¿él está bien?
—Se ve como si hubiera recibido una paliza, pero no se ha quejado.
Estoy más preocupado por ti.
Gabriel apartó el pelo de mis ojos, luego tomó mi rostro en sus
manos. Me estremecí, y supe que aún necesitaba más energía. Quedé
atrapada en sus ojos grandes, negros y brillantes y pensé en la última
vez que me sostuvo así. El deseo crecía en mí mientras recordaba el
delicado beso que habíamos compartido anoche, y luego recordé lo que
había dicho de ser capaz de sentir mi deseo.
—Danielle —susurró, sintiendo mi pánico repentino—. Yo… —Sus
ojos se dirigieron hacia mis labios y perdió el hilo de sus pensamientos.
Su respiración se aceleró, provocando que mi adrenalina se disparara.
—¡Regresé! —interrumpió Russ, su voz era fuerte a pesar de que
sus dientes estaban apretados.
Los dos saltamos pero solo yo me alejé. Gabriel no se había movido
ni un centímetro y se veía decepcionado de que yo sí.
Russ se encontraba de pie en la puerta, agarrando una bolsa de
comida rápida en una mano con los nudillos blancos y sosteniendo un
portavasos con la otra. Estaba temblando lo suficiente que los vasos
derramaban refresco por las tapas. Esperé su explosión pero todo lo que
le dijo a Gabriel fue—: Espero que no seas vegetariano. Todo lo que pude
encontrar fueron hamburguesas.
Russ colocó la comida en el suelo y salió sin decir otra palabra. Me
volví hacia Gabriel y él ya sabía lo que iba a decir. —Sí. Ve a hablar con
él.
Corrí a través del almacén antes de que pudiera salir por la puerta.
—¡Russ, espera!
Russ no dejó de caminar hasta que lo seguí a la calle desprotegida
de Newark. Cuando estaba a la intemperie se volvió hacia mí.
—Vuelve adentro antes de que tenga que salvar tu vida de nuevo.
—¡Maldición, Russ, lo siento! Sé que esto no es lo que esperabas
cuando viniste a verme, pero…
—¿Lo que esperaba? —Soltó una carcajada—. Lo que esperaba era
que tú y yo ya estuviéramos con mi papá, recuperando el tiempo perdido.
—¿Qué quieres decir?
—Dani, puedes ser tan cerrada algunas veces.
Quería estar calmada, pero mi temperamento se encendió para
igualar el suyo. —¿Entonces por qué no me lo dices si soy tan estúpida?
Un par de luces aparecieron en la esquina a un par de cuadras por
la calle y Russ me empujó de nuevo dentro del almacén. Esperó hasta
que el auto se había ido, luego apoyó si espalda contra la pared y golpeó
su cabeza en ella.
—¿Russ?
Me miró. —Nadar en el lago aquel día —dijo—. Compartir mi magia
contigo, no tener más secretos entre nosotros, y por fin cruzar el límite de
la amistad, fue el mejor momento de toda mi vida. Por unos minutos tenía
todo lo que siempre quise. —Los ojos de Russ se desviaron hacia Gabriel
y su voz se volvió amarga—. Justo ahora desearía nunca haber tenido ese
momento. Desearía no saber lo que es besarte. Cuando vi la manera en
la que lo miraste recién, deseé nunca haberte conocido.
—¿Cómo puedes decir eso cuando nunca estuvimos juntos? Todos
estos años en que te he conocido, nunca dijiste nada. Ni siquiera una
insinuación.
—Supuse que lo sabías.
—¿Por qué lo sabría? —pregunté.
—Vamos. Pasaba cada minuto que podía contigo. Nunca salí con
nadie más.
—Yo tampoco.
—Sí, y pensé que era porque también estabas feliz conmigo.
—Yo era feliz. —Tomé la mano de Russ en la mía y me obligué a
mirarlo directo a los ojos—. También te amo, Russ. Siempre. Sin importar
qué.
—Dices eso, pero ¿es cierto? ¿De verdad me amas?
—Por supuesto que sí. Las cosas son un poco más complicadas
ahora. —Tuve que apartar la mirada—. Estoy tan confundida, Russ. Lo
que el Concejal Supremo me hizo, es como si mis sentimientos ya no
fueran más míos. Odio que esto te esté hiriendo, pero no sé qué hacer.
Gabriel —él también es parte de mi vida ahora, me guste o no. Lo siento.
Russ se rindió por el momento. —¿Al menos ha sido bueno contigo?
Si él ha puesto un dedo en ti cuando no debía, lo mataré Dani. No me
importa si él es el único y verdadero Vidente que hemos tenido en dos
siglos.
Bueno, al menos Russ podía ser consolado en esta área. Sonreí
mientras asentía. —A Gabriel nunca se le ocurriría hacer algo así. Es
demasiado dulce. Sé que no quieres escucharlo, pero él realmente se
preocupa por mí. Creo que, si no sintieras la necesidad de odiarlo, te
agradaría. Como a mí.
Russ arrugó la cara como si hubiera probado algo asqueroso.
—¿Qué pasa contigo y los chicos dulces? También dijiste que
Connor Fairchild era “muy dulce”.
—Tal vez tengo debilidad por los chicos dulces. —Le di un codazo
y añadí—: Tal vez eso es lo que has estado haciendo mal todos estos años.
Russ esbozó una sonrisa y me devolvió el codazo.
—No eres exactamente un tazón de azúcar, sabes.
—Tal vez es cierto lo que dicen de que los opuestos se atraen.
—Tal vez solo te han lavado completamente el cerebro. Eso es,
obviamente, lo que pensó Duncan, y estoy más inclinado a estar de
acuerdo con él en este momento.
—Por supuesto que sí, porque no eres un chico dulce. Y porque la
posibilidad de que esté atraída por alguien que no eres tú sería un golpe
duro a tu ego.
Russ se rió y me atrajo en un abrazo espontáneo. Me derretí
completamente. Suspiré en su pecho. —Te extrañé.
—Yo también me he extrañado.
Me reí. —¡Cállate! Dime que también me extrañaste.
Russ dejó de reír y me apretó un poco más fuerte.
—Solo lo suficiente para arriesgar mi vida robándote y cargar a tu
inútil esposo con nosotros porque dijiste que no vendrías conmigo de lo
contario.
—Gracias por eso. Lo siento, Russ. En serio.
—Deja de disculparte. Me asusta.
Me reí de nuevo. Eso era lo que más amaba de Russ. El mundo
podía estar acabándose y él aún era capaz de levantarme el ánimo.
—¿Ahora regresarás y comerás?
Suspiró. —Si prometes dejar de verte tan enferma de amor. Eso me
hace perder el apetito.
Cuando Russ y yo nos unimos a Gabriel, él ya había terminado de
comer y estaba recogiendo nuestras pocas pertenencias. También, me di
cuenta, había cerrado los ojos del indigente.
—¿Está muerto? —pregunté mirando al hombre que me había
atacado.
—Sí —dijo Gabriel en voz baja.
—Es lo mejor para él —me aseguró Russ—. Su mente había
desaparecido por completo, y probablemente había estado así durante
algún tiempo. Los hechizos del control mental solo son para periodos
cortos de tiempo. Ni siquiera sé cómo alguien pudo sostenerlo por tanto
tiempo.
—¿Sabes lo que pasó? —pregunté—. ¿Por qué perdiste la conexión
y saliste volando por la habitación?
Russ se encogió de hombros. —No era tan fuerte como quienquiera
que fuera el que lo controlaba hasta que me ayudaste. Al minuto en que
él se dio cuenta de que podíamos vencerlo juntos me golpeó con un
hechizo de derribo y soltó el control de la mente.
—¿Él? —pregunté.
Russ asintió. —Desde luego es un hechicero. Aunque no pude
mirarlo. Nunca quedó a la vista antes de perder la conexión. Quienquiera
que fuera, realmente no quería que lo averiguáramos.
—Es el Concejal —dije. Cuando Gabriel me frunció el ceño, añadí
rápidamente—: O Robert.
—¿Cómo puedes estar tan segura? —preguntó Russ.
—Él me conoció.
Russ le frunció el ceño al hombre que yacía en el suelo.
—Él no —dije—. Cuando me agarró dijo mi nombre, pero no era él.
No creo que su cerebro estuviera funcionando. Creo que quienquiera que
tenía el control de él me reconoció. Estaba tan sorprendido que casi me
soltó.
Russ y Gabriel se miraron el uno al otro.
—¿Qué? —pregunté.
—Tenemos que irnos de aquí —le dijo Russ a Gabriel.
—¿Por qué? —le pregunté.
Gabriel tomó mi mano. —Danielle, si la persona responsable de
todo esto te conoce, entonces sabe que eres la Elegida, y también sabe
exactamente dónde estamos. Me sorprende que no haya llegado ya.
—No puede —respondí—. Si viniera a buscarnos aquí, entonces
sabríamos a ciencia cierta quién era. No va a correr ese riesgo.
Russ y Gabriel intercambiaron otra mirada. Russ fue el primero en
sacudir la cabeza. —Todavía no me gusta.
—Ni a mí —coincidió Gabriel.
No sé por qué, pero estaba molesta por su súbita camaradería.
—No podemos irnos. ¿Y si decide intentarlo de nuevo con otra
persona? Esa familia todavía podría morir.
—Nos hemos comprado algo de tiempo —dijo Russ—. Él tiene que
hallar a una nueva persona que sea lo suficientemente fuerte físicamente,
pero lo suficientemente débil mentalmente para ser colocado bajo el
hechizo de control mental. Además, tenemos todo lo que necesita para lo
que iba a hacer aquí.
Seguí lo que señalaba con el dedo de Russ y vi un carrito de
compras lleno de diversas cosas que se necesitaban para el ritual que vi
en la visión. —Eso no podría haber sido fácil de reunir.
—No. Sobre todo sin levantar sospechas, y vamos a destruirlo. Por
no hablar de que él va a tener que encontrar un nuevo lugar para hacer
sus actos oscuros ahora.
Gabriel y yo nos fruncimos el ceño el uno al otro. —¿No crees que
va a regresar aquí? —preguntó Gabriel.
Russ sonrió. —No después de que lo quememos.
Gabriel parecía horrorizado por esa sugerencia, pero parecía lo
lógico. —Bien, tenemos un poco de tiempo —dije—. Pero todavía tenemos
que averiguar quién es y lo que está tratando de hacer, o todo lo que
hemos hecho será posponer lo que sucederá de acuerdo con esa visión.
—Obviamente va a lanzar un hechizo, pero no sé de qué tipo.
Todavía no he alcanzado ese nivel de magia en mi entrenamiento. Aunque
apuesto a que mi padre podría decírnoslo, si le lleváramos todos esos
trastos en vez de destruirlos.
—Entonces tenemos que ir a ver a tu padre.
Gabriel suspiró. —Qué conveniente para ti. De nuevo.
Russ le lanzó a Gabriel una sonrisa inocente y un encogimiento de
hombros, luego me guiñó un ojo después de que Gabriel le dio la espalda.
Traté de mantener la concentración en mi misión y no en la burla
de Russ. —¿Cómo propones que le llevemos todas esas cosas a tu padre?
No podemos arrastrar exactamente un carrito de compras en el tren, y
definitivamente no podemos volver a Carmine. El Concilio probablemente
ya ha acampado frente a la casa de tu padre.
Russ sonrió como si le hubiera hecho una pregunta que había
estado esperando oír toda su vida. —¿Recuerdas el año pasado cuando
encontramos al señor Bates desmayado borracho en su jardín?
Me reí ante el recuerdo. —Buenos tiempos. ¿En serio quieres que
Bonnie y Clyde regresen a Carmine?
—Si. Excepto que en Carmine no. Mi padre no está en casa. En el
momento en que Duncan me invitó al consulado, y dejó en claro que el
Concilio no sabría sobre la visita, papá me ayudó a planear sacarte.
—¿En serio?
—¿Quién crees que me enseñó el ingenioso hechizo noqueador
inductor del sueño? Papá se encuentra en una casa de seguridad al sur
de Trenton. Está a una hora y media fácil desde aquí. ¿Crees que podrías
ocultarnos tanto tiempo?
Gabriel no parecía feliz de estar en la oscuridad.
—Todavía no entiendo cómo planeas llevarnos allí. ¿Quién es este
tal Bates?
—El señor Bates fue nuestro profesor de historia de noveno grado
—le expliqué.
—Un total imbécil —agregó Russ.
—Una noche del año pasado, Russ y yo lo encontramos ebrio
perdido en su patio delantero con su coche aún en marcha. Nos robamos
el coche y lo condujimos hacia el césped delantero del Ayuntamiento.
—La mejor broma —dijo Russ—. Todo el mundo asumió que él lo
había hecho. Demonios, estaba tan borracho que incluso él pensó que lo
había hecho. Se ofreció a ir a rehabilitación, y todos sus alumnos fuimos
exentos de la prueba final y a todos nos dieron un notable solo para
aprobar la clase y seguir adelante.
Gabriel nos miró con los ojos muy abiertos.
—En otras palabras —le expliqué—, vamos a pedir prestado un
coche y conducir hasta allí.
El rostro de Gabriel palideció un poco. —¿Robar un coche? ¿Estás
segura de que es un plan inteligente?
—¿Qué pasa, Gabe? —preguntó Russ—. Pensé que estabas como
en casa con el robo teniendo en cuenta que ya te robaste a mi chica
—Yo… yo…
Esta vez ni siquiera me molesté en decirle a Russ que dejara en paz
a Gabriel. No tenía sentido.
—Creo que no tenemos otra opción —dije—. No podemos viajar en
el tren con todas estas cosas, no podemos quedarnos aquí y no podemos
caminar.
—Pero podría ser peligroso. Los humanos van a enviar a su policía.
Russ se rió. —¿Tienes miedo de la policía?
Me estaba cansando de que Russ se burlara de Gabriel.
—Él solo está velando por mí.
Eso hizo molestar a Russ. —¿Y crees que yo no?
—No dije eso.
—A Dani solo le costará un poco más de energía esconder el coche
con nosotros y las cosas del carrito dentro. Además, robé uno mientras
salía a por hamburguesas.
—¿Y la gente a la que se lo robaste? —preguntó Gabriel—. ¿No lo
van a necesitar?
Russ estaba tan sorprendido que le tomó un momento empezar con
la risa. —En serio, Dani, ¿dónde encontraste a este tipo?
—¡Tener conciencia no es algo de lo que reírse, idiota! —Respiré y
le di a Gabriel una sonrisa simpática—. Nos vamos a asegurar de que lo
recuperen.
—Lo que sea —gruñó Russ—. Voy a empacar. Nos vamos en diez
minutos.
Él sacó el carrito de compras y yo estaba otra vez consciente de que
Gabriel y yo nos encontrábamos solos. No me gustaba ser tan consciente
de ese hecho, pero aun así tomé la mano de Gabriel en la mía.
—Voy a tener que escondernos de nuevo —le dije.
—Lo sé —dijo Gabriel con una ligera tirantez en su voz—. Ojalá no
tuvieras que hacerlo.
Jugué con el anillo de oro en su dedo. Cuando levanté la vista, me
miraba con una expresión protectora.
—Ven, Danielle, vamos a apurarnos y dejar este viaje tras nosotros.
—¿Todo listo? —dijo Russ cuando nos unimos a él. Me di cuenta
de que era difícil para él no hacer comentarios sobre Gabriel y yo cogidos
de la mano. Apretó los dientes y preguntó—: ¿Crees que estarás bien para
mantener tu hechizo ahora?
—Supongo que vamos a verlo.
—Bueno. A la parte divertida. —Russ levantó un encendedor hacia
mí—. Si quieres hacernos desaparecer amablemente, voy a dejar que
hagas los honores.
—Está bien —me reí—. Estoy segura de que te estás muriendo por
iniciarlo tú mismo
Russ sonrió. —Me conoces muy bien.
—Eres un delincuente.
—A las chicas les gustan los chicos malos.
Puse los ojos en blanco y tomé su mano.
—Listo —le dije después de un minuto—. Ahora somos invisibles.
Russ roció la fachada del almacén con un bidón de gasolina y luego
vertió un reguero por la calle hasta donde nos esperaba nuestro
transporte robado. Encendió el mechero, me sonrió y lo dejó caer.
La llama atravesó la calle como una estela de fichas de dominó y,
con un gran silbido de calor, el edificio ardió en llamas. Russ y yo nos
quedamos un momento asombrados.
—Genial —dijo Russ.
—Como en las películas —estuve de acuerdo.
—¿Podemos ponernos en marcha, por favor? —dijo Gabriel detrás
de nosotros—. ¿Antes de que explote algo? Ese edificio, posiblemente,
puede estar lleno de viejos productos químicos altamente inflamables
utilizados en la mayoría de los productos cosméticos.
—Eh —dijo Russ, abriendo la puerta del copiloto para mí—. Nunca
pensé en eso. —Salimos de allí muy rápido por si acaso.

***

Estuvimos un rato en silencio mientras nos alejábamos. Russ al


volante, yo sentada a su lado y el pobre Gabriel en el asiento trasero. Le
eché un vistazo y me alarmó lo verde que estaba.
—¿Te estás mareando?
—No estoy seguro. Esta es la primera vez que viajo en un coche,
pero me siento muy mal.
Russ miró por el espejo retrovisor. —No lances nada aquí, amigo.
Dani se puso mala una vez que fuimos al cine y vomitó en el cubo de las
palomitas de camino a casa. Tuve que parar dos veces para vomitar yo
mismo después de ver eso. No soporto los vómitos.
Encendí el aire y apunté las rejillas de ventilación hacia Gabriel.
—Tal vez deberías soltar un poco el acelerador.
—No puedo. Tú no te ves mucho mejor que él. —Russ frunció el
ceño y apretó mi mano en la suya—. Solo nos queda media hora. ¿Cómo
lo llevas?
Evité responder a la pregunta de Russ. No quería admitir lo agotada
que me sentía. Me preocupaba no poder mantener el hechizo hasta el
final.
—¿Por qué no me distraes?
—¿Distraerte así? —preguntó él, llevándose la mano a los labios.
Cuando me besó la palma me estremecí ligeramente y no estaba segura
de si era por los anhelos o simplemente porque en todos los años que
hacía que lo conocía Russ nunca había hecho algo así—. Oye Gabe —dijo
con otra mirada en el espejo—. ¿Quieres probar a conducir? Suele ayudar
con el mareo del coche, y podría mantener a Dani bastante distraída en
el asiento trasero.
—¿Por qué mejor no me cuentas otra historia sobre Danielle? —La
irritación en la voz de Gabriel era evidente—. Debes tener muchas. Los
dos fueron prácticamente criados como hermanos.
La mano de Russ se apretó alrededor del volante hasta que sus
nudillos se pusieron blancos, pero se las arregló para esbozar una sonrisa
hermosa en su rostro.
—Una historia sobre Dani, ¿eh? ¿Qué tal mi favorita? Cuando tenía
tres años, mi madre nos abandonó a papá y a mí. Papá estaba tan
destrozado que recogió todas nuestras cosas y se puso a conducir. El
coche pinchó una rueda en un pueblecito llamado Carmine, Pensilvania.
»Papá me llevó al parque, mientras esperábamos a que arreglaran
la rueda y allí, en el arenero, se encontraba la chica más hermosa que
había visto nunca. Estaba tan fuera de mí que derribé su castillo de
arena, por lo que ella me golpeó en la cara con su pala. Hizo que se me
hinchara un labio y cuando comencé a llorar, se sentía tan mal que se
ofreció a darle un beso para mejorarlo. La dejé. Fue nuestro primer beso.
Su madre lo tiene todo grabado en vídeo.
»Después de eso, Dani me cogió de la mano y se negó a dejarme
salir del parque. Nuestros padres tuvieron que separarnos literalmente y
los dos nos enfadamos tanto que mi padre decidió quedarse. Compró una
casa a dos manzanas del parque y Dani y yo somos inseparables desde
entonces. ¿Qué te parece esta historia?
»¡O, ya sé! Qué tal la vez que le cortó un mechón de pelo a Megan
Fischer en segundo curso porque Megan dijo que se iba a casar conmigo.
O que solíamos pasar la noche en casa del otro porque a veces era
demasiado difícil para nosotros estar separados toda la noche. Por
supuesto, su padre lo cortó de raíz cuando teníamos unos diez años,
porque ya entonces sabía que nuestra relación no tenía nada de fraternal.
Oh, y esta vez…
—Creo que lo has dejado claro, Russ. —Miré hacia el asiento
trasero. Gabriel parecía mucho más cerca de vomitar que antes.
—¿Qué dejé claro? —preguntó inocentemente—. Pidió una historia
sobre ti. Tiene razón, tengo un millón. Podría seguir durante horas.
Lo callé con la mirada.
19
Traducido por perpi27 & Daenerys
Corregido por Val_17

Russ tuvo que sacarme del coche. Ya había soltado el hechizo de


camuflaje unos diez minutos antes, pero no importaba. No había nadie
en kilómetros a la redonda.
—¿Dónde estamos? —le pregunté mientras me subía los escalones.
La bonita granja me resultaba vagamente familiar, pero no podía
ubicarla—. He estado aquí antes.
Russ se rió de mí. —No, no has estado. Esta es la casa en la que
viví cuando nací. Vivimos aquí hasta que mi madre se fue. Papá me dio
la dirección ayer, pero nunca he estado aquí desde entonces, al menos
que yo recuerde. No sabía que todavía éramos dueños de este lugar.
—Oh. —No tenía sentido, pero estaba demasiado cansada para
discutir. Cerré los ojos y apoyé la cabeza en el hombro de Russ—. Debo
haber visto una foto en alguna parte. Es bonito.
—Tú eres bonita —dijo Russ. Cuando sonreí, terminó su frase
con—: Bonita y agotada. Tenemos que llevarte a la cama.
Russ golpeó la puerta con el pie. Al cabo de un minuto la puerta se
abrió. Cuando Alex me vio, jadeó. —¿Dani? ¿Qué le pasa? ¿Qué le han
hecho?
—Estoy bien —dije mientras Russ me llevaba dentro y me tumbaba
en un sofá—. Solo cansada. Ha sido un día largo, y ocultarnos a los tres
más el coche fue más difícil de lo que pensaba.
—¿Los tres? —preguntó Alex.
Sonreí y tendí la mano a Gabriel, que estaba en la puerta. Gabriel
pasó torpemente por delante del sorprendido padre de Russ y me cogió
la mano. No fue suficiente. Tiré de él hasta el sofá conmigo. Después de
absorber su energía por un momento, respiré aliviada y sonreí a Alex.
—Alex Devereaux, te presento a Gabriel. El Vidente.
Alex se tambaleó hacia atrás y se quedó boquiabierto mirando a
Russ. —¿Secuestraron al Vidente?
—Y robamos un coche para traernos aquí —dije.
—También incendió un almacén en Newark —añadió Gabriel.
Me reí de aquello.
Alex tuvo que sentarse.
—Yo no lo secuestré —refunfuñó Russ—. Ni siquiera quería traerlo.
Dani no vendría sin él.
Alex volvió su asombro hacia mí, notando de nuevo que me
acunaba en los brazos de Gabriel. Esperó una explicación, pero yo estaba
tan agotada que me quedé dormida.
—Danielle —susurró Gabriel, sacudiéndome un poco—. Solo unos
minutos más.
Alex suspiró. —Está bien. Pueden explicarlo todo después de que
nos ocupemos de Dani. Russ, llévala arriba y métela en la cama. Su
habitación es la primera puerta a la izquierda.
Russ me alcanzó y en mi estado medio delirante entré en pánico.
—¡No! ¡No voy a dejar a Gabriel!
Russ gimió y Gabriel me abrazó con más fuerza. —No te preocupes
—dijo—. Me quedaré contigo.
—¿Qué es esto? —preguntó Alex a nadie en particular.
Russ estaba más que feliz de explicarlo. —El Concejal Supremo la
dejó aislada de toda presencia sobrenatural durante más de dos
semanas.
—¿Que hizo qué? —gritó Alex, indignada—. ¿Con su aura? Eso ni
siquiera es posible. Los anhelos la matarían.
—Casi lo hicieron —susurró Gabriel. Me sonrió—. Estuve a punto
de perderla.
—Pero me salvaste —le aseguré.
Alex nos miró como si fuéramos de otro planeta.
Russ suspiró. —Si Gabe no fuera un maldito puro, ella habría
muerto. El Concejal la privó de toda su energía sobrenatural para romper
sus vínculos con nosotros. Luego la encerró solo con él para ayudarla a
recuperarse. Le han lavado el cerebro por completo. Le da pánico la idea
de estar en una habitación separada de él. Duncan dijo que su vínculo
no es natural.
—Si lo que me dices es cierto, sin duda es así —dijo Alex.
—Duncan piensa que ella físicamente no puede estar sin él ahora.
Cree que enfermará sin su energía.
—Es posible, supongo. Nunca he oído que nadie intente algo así.
Matarla de hambre durante los anhelos es... bueno, es una crueldad de
la que no creía capaz al Concejal.
—¡No estaba siendo cruel! —dijo Gabriel—. Intentaba ayudarla.
Ella es la Elegida. El Concejal solo intentaba reparar el daño que ya le
había hecho.
Alex se quedó desconcertado.
—Ah, sí —añadió Russ—. ¿He mencionado que el Concejal ha
estado secuestrando su cerebro desde que tenía seis años? Está más
desquiciado que ella.
—¡Cállate, Russ! Estoy harta de que seas tan malo. —Me volví hacia
Gabriel y le dije—: Sé lo que te dijo el Concejal, pero no es verdad. Alex
es un buen hombre. Podemos confiar en él.
De repente, Gabriel parecía tan cansado como yo. —Danielle, quizá
deberíamos volver mañana al consulado. —Miró nervioso a Russ y luego
a Alex—. No creo que tus amigos me quieran aquí.
—Por supuesto que eres bienvenido aquí, hijo —le dijo Alex con
calma. Se sentó junto a nosotros y sonrió con el afecto paternal que
siempre supe que tenía—. Solo me preocupa lo que le ha sucedido, a
ambos. —Sus ojos brillaron y su voz se puso irregular—. Dani, si hubiera
tenido alguna idea de cómo te torturarían, nunca habría dejado que te
llevaran. Lo siento mucho. Perdóname.
Mis ojos se llenaron de lágrimas y me lancé a sus brazos. Había
echado de menos a Alex casi tanto como a mis padres.
Después de un minuto, Alex me apartó de su pecho y me limpió las
lágrimas. —Parece que has tenido un día muy duro. Descansa un poco y
te ayudaré a solucionar todo mañana.
—Bien, pero Gabriel se queda conmigo.
—Dani —dijo Alex con tristeza—, sabes que tu padre me mataría si
dejo que ustedes dos compartan una habitación.
—Oh, está bien, ya estamos casados. —Levanté mi mano izquierda
para que pudiera ver el anillo—. ¿Ves? El Concilio me dio a Gabriel como
compañero.
Alex casi se cayó del sofá. —¿El Concilio aprobó esta unión? —me
preguntó con incredulidad.
Gabriel y yo asentimos.
—La votación fue unánime —dijo Gabriel ruborizándose.
—No es real, papá ¿cierto? —preguntó Russ—. Diles que no están
realmente casados, por favor. No me creen. Los sobrenaturales no tienen
matrimonios arreglados. No pueden obligarla…
Alex hizo una mueca. —El Concilio tiene el derecho de intervenir
en determinados casos. Si lo han aprobado, la unión es legal.
La mandíbula de Russ cayó pero rápidamente se recuperó.
—Entonces que se divorcien.
—El divorcio es una costumbre humana. Solo el Concilio puede
revocar la unión y en primer lugar nunca habrían forzado la unión si no
lo vieran absolutamente necesario. Lo siento, Dani.
—No pasa nada —dije, evitando los ojos de Russ—. Estaba muy
enojada al principio, pero Gabriel es una buena persona. Me está
ayudando a lidiar con esto.
La puerta principal se cerró de golpe tan violentamente que las
paredes temblaron. Levanté la vista asustada y no me sorprendió no
encontrar a Russ.
Alex suspiró y se pasó una mano por la cara. Parecía que le habían
salido algunas canas en el transcurso de esta conversación.
—Vale. Necesitan un poco de descanso, chicos. Nos preocuparemos
de todo lo demás mañana.

***

Al día siguiente, cuando me desperté, Gabriel se había ido. Bajé


las escaleras donde Russ y su padre estaban comiendo lo que parecía el
almuerzo. Russ resopló con disgusto cuando me vio. —Qué sorpresa.
—¿Qué?
—Te desmayas durante doce horas, duermes mientras celebramos
toda una asamblea en tu habitación porque Gabe se niega a abandonar
tu lado, y en cuanto Romeo se levanta de la cama para ducharse de
repente ya no puedes dormir.
—Russell —advirtió Alex.
—¿Qué? ¿Nadie más ve lo jodido de esto? Incluso si no podemos
conseguir un divorcio, tenemos que arreglar a Dani.
—¡Oh! Ya estás acá. —Gabriel entró en la cocina con el pelo mojado
y ropa limpia. Se sentó a mi lado y me agarró la mano—. Me alegro de
verte despierta. ¿Te sientes mejor?
—Mucho —le dije—. Pero creo que deberíamos ocultarnos aquí
durante unos pocos días. Lo de ayer me agotó mucho.
—Por supuesto. Lo que necesites.
Russ resopló de nuevo y estaba feliz de ver a Alex golpearlo detrás
de la cabeza.
—Tal vez deberíamos tratar de arreglarlo a él también —se quejó
Russ, frotándose la cabeza—. Está completamente dominado.
—No más que tú —le espeté a Russ.
—Perdóname pero no me tienes dominado. Soy totalmente el jefe
en nuestra relación.
—Sí, claro. Eso es lo que quiero que pienses.
Alex nos empujó a los dos a las sillas de la mesa con un suspiro.
—Veo que hay cosas que ni siquiera un lavado de cerebro podría
cambiar.
Me puso delante un bol y una caja de Lucky Charms. Sonreí porque
sé que compró esa caja de cereales solo para mí, ya que ni él ni Russ se
los comen. Vio mi sonrisa y me besó la parte superior de la cabeza.
—Te extrañamos, Dani. —Fue a la nevera por la leche y dijo—:
Tengo que subir a la biblioteca de Princeton a investigar esos artículos
que me has traído hoy. Tenemos que averiguar en qué tipo de ritual
podrían usarse. He pensado que Gabriel podría venir conmigo y ustedes
dos podrían quedarse aquí. Volveríamos esta noche, por supuesto.
Necesitamos saber si tu ansiedad por separación es realmente física, o
solo un resultado emocional de ser cuidado por Gabriel antes de que
podamos siquiera pensar en curarte.
—Increíble —contestó Russ—. ¿Cuándo se van?
Gabriel se había sentado a mi lado y miraba el bol de malvaviscos
como si nunca hubiera visto cereales fríos. Le tomé la mano, mi pecho se
agarrotó de esa manera ansiosa familiar cuando Alex mencionó pasar el
día separados. —No sé nada de esto.
—Los que tienen el cerebro lavado no pueden opinar sobre esto,
Dani —dijo Russ—. Eso es como dejar que un enfermo mental elija si
necesita o no terapia.
—¡No estoy loca!
—Nadie que esté loco piensa que lo está. Es cuando sabes que estás
perdiendo la cabeza cuando estás realmente cuerdo.
—¡Tú eres el que necesita terapia!
—Dani, Russ, basta.
Russ y yo dejamos de discutir, dándole a Gabriel la oportunidad de
hablar. —¿Y si no quiero que arreglen lo de Danielle? —le preguntó a
Alex.
Russ se rió. —Claro que no quieres.
—No me refiero a eso. —Gabriel finalmente sonó enfadado—. ¿Qué
pasa si no se supone que deban arreglarlo? El Concilio cree que estamos
destinados a estar juntos. ¿Y si esta conexión que tenemos no se debe al
vínculo? ¿Y si realmente es nuestro destino? El Concilio cree que yo soy
de quien habló el Oráculo. ¿Y si cambias esto y ya no podemos cumplir
la profecía?
Mi corazón se hundió aún más. —No había pensado en eso. ¿De
verdad crees que podría pasar?
—Dani, solo intenta asustarte.
—La profecía dice que solo el amor más verdadero te mantendrá
como agente para el bien —me recordó Gabriel.
—¿Y crees sinceramente que ese eres tú? —preguntó Russ—. Tengo
noticias para ti amigo, Dani no...
—Danielle, diles lo que ves cuando miras en mi futuro.
Las cejas de Russ se dispararon e inmediatamente dejó de discutir
con Gabriel para mirarme fijamente. Ni siquiera Alex pudo disimular su
sorpresa. —¿Visiones? —preguntó.
Me sonrojé bajo el escrutinio y Gabriel tuvo que explicarlo.
—Cuando Danielle me toca, adopta mi forma y se convierte en
vidente. Como vidente nunca he podido presenciar mi propio destino.
Tampoco puedo ver el destino de Danielle porque está ligado al mío. Pero,
así como ella es más poderosa como hechicera que tú o tu hijo, también
es más poderosa como vidente que yo. Recibe visiones que yo no puedo.
También puede repetir sus visiones y compartirlas conmigo, y puede ver
mi destino donde yo no puedo. Cuéntales, Danielle. Diles lo que ves
cuando vislumbras mi futuro, nuestro futuro.
Todos me miraban. Russ enfadado, Gabriel desesperado y Alex
absolutamente atónito. Me sonrojé como nunca antes lo había hecho.
—¡Oh, genial! —Russ gimió—. Eso es fantástico. Ya era suficiente
con el lavado el cerebro. ¿También tiene que ser influenciada por visiones
amorosas? ¿Por qué no echas un vistazo a mi futuro, Dani? Te mostraré
el maldito destino.
—No puedo ver tu futuro, Russ. Si te toco me convierto en un
hechicero. Solo puedo ver el futuro de Gabriel, y tiene razón. Las dos
veces que miré en su futuro, la Creadora me mostró momentos
significativos en nuestra relación.
—¿Momentos significativos? ¿Qué quiere decir eso? No, espera. No
quiero saberlo. No importa de todos modos. Dijiste que el futuro se podía
cambiar. Pasamos todo el día de ayer cambiando una de tus visiones.
Tenías esas visiones de él antes de que viniera a buscarte. Ahora que me
tienes de vuelta deberías mirar de nuevo. Dime si aún ves un futuro feliz
para los dos.
—No.
—¿Por qué? ¿Tienes miedo de que tenga razón?
—Tal vez respeto su privacidad. Tal vez no quiere saber su futuro.
—En realidad, no me importa —dijo Gabriel rápidamente—. Confío
en nosotros Danielle.
—¡Uf, ustedes dos son imposibles! A lo mejor no quiero saber lo que
me depara el futuro. Me gustan las sorpresas.
—Odias las sorpresas —argumentó Russ.
—Odio tus sorpresas.
—En realidad, podría ser una buena idea —dijo Alex pensativo—.
Si sus destinos están realmente entrelazados, podría darnos alguna pista
sobre nuestro problema actual.
Eran tres contra uno y no había forma de que Russ dejara el tema
hasta que cediera. —Bien.
Cuando Gabriel me tendió la mano y sonrió con ánimo, me di
cuenta de que tenía un problema.
—Um, en realidad no tengo ni idea de cómo hacer esto. Las dos
veces que pasó fueron accidentes.
—Solo relájate y mírame a los ojos con la intención de ver dentro
de mi alma.
—¿En serio? —preguntó Russ, riendo—. ¿De verdad acabas de
soltar esa frase con cara seria? Dani, si alguna vez te enamoras de verdad
de este cursi, te repudiaré.
—Cállate, Russ. Intento concentrarme.
A pesar de que había tomado la mano de Gabriel un millón de veces
antes, me daba vergüenza tomarla ahora. No estaba segura de estar lista
para lo que podía ver, y la mirada en su rostro era tan ansiosa. Sus ojos
oscuros y profundos brillaban. Eran tan hermosos como siempre y, de
repente, me quedé mirándolos desde un ángulo diferente.
Era medianoche, tan tarde que la luna ya empezaba a ocultarse en
el cielo, y estábamos en un aparcamiento que parecía casi desierto. Podía
oír el rugido de una autopista en algún lugar a lo lejos, pero ese era todo
el sonido que había en ese momento porque delante de mí ocurría algo
entre Gabriel, Russ y yo que era tan tenso que ninguno de nosotros
parecía ser capaz de respirar.
—Russ —susurró mi yo de la visión. Podía sentir su pánico y deseé
saber qué pasaba—. Yo…
Y entonces Russ me besó. Cuando sus labios descendieron sobre
los míos fue justo como cuando Gabriel me besó en la primera visión que
había tenido. Podía sentir toda la emoción envuelta en ese momento. Solo
que esta vez había tres conjuntos distintos de emociones golpeándome.
Russ se sentía desesperado, como la primera vez que me besó. El
instinto inicial de mi otro yo era separarse de él, pero por alguna razón
se dijo que debía ser objetiva. Cuando por fin le devolvió el beso, esperaba
el estímulo para excitar a Russ en una especie de frenesí, pero en cambio
lo tranquilicé. Su prisa se desvaneció en algo tierno, mucho más tierno
de lo que esperaba de él.
Su amor era abrumador. Tembló y se volvió casi tímido cuando
llevó sus manos a mi rostro y enredó sus dedos en mis rizos salvajes.
Este beso era más sincero que cualquier cosa que había experimentado
en toda mi vida y técnicamente, ni siquiera estaba pasándome.
El amor era demasiado para manejar en el corazón de mi yo futura.
Nunca había sentido más confusión y dolor en mi vida. Ella lo amaba (yo
lo amaba) pero había algo más. Un dolor que estaba tan fuera de lugar
en medio de un beso tan épico. Su corazón estaba pleno y rompiéndose,
todo al mismo tiempo. Esto era tan fuerte que me abrumó mirarlos y tuve
que apartar los ojos de ellos.
Por desgracia, cuando aparté la mirada mis ojos encontraron los
de Gabriel y la agonía que vi allí me hizo jadear. Parecía como si todo su
mundo se estuviera desmoronando, y se sentía mucho peor. Si mi
corazón se estaba rompiendo en ese momento, su alma entera se estaba
haciendo añicos. Se quedó allí sin poder apartar la mirada del beso, un
pedazo de él muriendo, hasta que mi otra yo finalmente se separó de Russ
con un sollozo y enterró la cara en su pecho para llorar.
—¿Lo ves? —escuché susurrar a Russ. No lo vi bien porque no
podía apartar la mirada de la cara desolada de Gabriel—. El Concejal no
pudo doblegarte por completo. No voy a renunciar a ti. Voy a esperar el
tiempo que sea necesario. Recordarás lo mucho que me amas, Dani. Lo
recordarás.
Gabriel esperó hasta que la yo de la visión controló sus lágrimas
para interrumpir.
—Voy a volver al consulado.
Antes de que nadie pudiera discutir, Gabriel sacudió la cabeza y
esbozó una pequeña sonrisa.
—Es lo mejor. Ve con Russ y encuentren la resistencia. Volveré al
Concilio y explicaré todo lo que ha sucedido. De esta manera tendremos
el doble de oportunidad de detener la visión trágica a tiempo.
—Gabriel, no —suplicó la yo de la visión. Sentí que el corazón de la
Danielle de la visión se rompió aún más de lo que lo había hecho durante
el beso con Russ.
—El consulado es mi hogar, Danielle. El Concilio es mi familia. Es
donde pertenezco.
—Pero… pero… qué pasa con…
—La profecía dice que solo el amor verdadero te ayudará. Russ es
el correcto. No podemos ser ambos. Toda mi presencia está haciendo que
sea confuso. Necesitas poner todo en orden para cumplir con tu destino.
Estaba tan sorprendida que aún no podía comprender plenamente
lo que pasaba. —No. Gabriel, no. Esto... No puede estar bien.
Gabriel le dio la sonrisa más dulce a mi yo de la visión. Se acercó y
puso los dedos en su mejilla en un gesto tan íntimo que me puso celosa
de mi otra yo. Quería hacerla a un lado y dejarlo tocarme así.
—No te preocupes, Danielle —susurró.
—Pero, ¿qué pasa con la profecía?
—Vas a cumplirla. Nunca he dudado de ti, y no dudo ahora.
—Gabriel, yo… —susurró mi otra yo. Estaba demasiado emocional
para continuar.
—Está bien, Danielle.
—¡No! —insistió ella—. No lo está. No quiero que te vayas.
Gabriel sonrió pero parecía tan triste como yo me sentía.
—Perdóname, pero no puedo quedarme más tiempo. Yo… —El
enrojecimiento se deslizó en sus mejillas y su voz se quebró—. No puedo
soportarlo.
Mi yo de la visión se puso a llorar y sentí mis ojos humedecerse.
Gabriel se agachó y le dio a mi otra yo un beso tan tierno que me
dolía el corazón al verlo.
—Adiós, Danielle, mi amor —susurró mientras apartaba el cabello
de mi cara por última vez—. La partida es un dolor tan dulce.
La visión terminó y entonces fue como si Gabriel se hubiera
desvanecido. Sentí su pérdida. Sentí el vacío dentro de mí que dejó su
ausencia.
Jadeé y de repente miraba a los verdaderos ojos de Gabriel. Se
hallaban llenos de preocupación.
—¿Danielle? —preguntó levantando su pulgar para limpiar una
lágrima que se había escapado por mi mejilla—. ¿Qué has visto?
Me sentí tan aliviada al verle allí, tan agradecida de que no me
dejara, que le eché los brazos al cuello y le acerqué la cara a la mía.
Gabriel se sobresaltó, pero sus manos me rodearon la cintura
instintivamente y me dio el beso que tanto deseaba.
Cuando por fin me separé de él, Russ, Alex y él se quedaron
boquiabiertos. Russ fue el primero de nosotros en hablar.
—Bueno, ese plan fue completamente contraproducente.
No podía quitar los ojos de Gabriel.
—Lo siento —jadeé, sintiéndome cálida todavía por su beso—. Yo…
yo… yo…
—No te preocupes, Danielle —dijo Gabriel. Utilizó las mismas
palabras que había empleado en la visión, pero esta vez sus ojos estaban
brillantes en lugar de tristes—. No tienes que pedir disculpas por eso.
—Podrías pedirme disculpas a mí, si quieres —gruñó Russ.
Alex se sacudió de su estupor y me miró a los ojos.
—¿Qué es exactamente lo que viste?
—Um. —Me debatí en busca de las palabras. No podía compartir
ese momento con nadie. Era demasiado doloroso, y tenía demasiado
miedo de que Russ o Gabriel supieran que ese era nuestro futuro—. Fue
solo… —Mis ojos volvieron a Gabriel.
—Nuestro destino —terminó Gabriel por mí con una sonrisa.
Sabía que él no interpretó correctamente mi reacción, pero le dejé
creer lo que quería. Estaba demasiado débil para decirle la verdad.
—No por mucho tiempo —dijo Russ, y me sacó de los brazos de
Gabriel. Lanzó su brazo sobre mis hombros, mostrando una amplia
sonrisa a su padre y a Gabriel—. Así que, ¿cuándo nos dejan, chicos?
Siéntanse libres de tomarse su tiempo. Hagan algunas compras. Vean
una película. No se preocupen por nosotros. Voy a cuidar bien de Dani
durante su ausencia.
—Danielle no necesita que la arreglen —respondió Gabriel—. Ella
no tiene nada malo.
—¡Por supuesto que sí! No puedes decir nada sobre esto. Eres
completamente imparcial.
—¿Y tú no tienes un interés personal en este asunto?
—Cálmense, muchachos —dijo Alex. Todavía me estaba mirando
con curiosidad—. Lo mejor sería que averiguáramos si su conexión es
física Dani, pero debe ser tu elección si tratamos de romper la unión que
el Concejal te ha forzado injustamente.
Ambos, Gabriel y Russ esperaron expectantes.
—Yo… um.
Alex suspiró. —No tienes que tomar la decisión ahora. Piénsalo.
—Está bien.
Alex cogió las llaves del coche. —Me tengo que ir. Probablemente
no vuelva en el resto del día. —Miró a Gabriel—. ¿Quieres venir conmigo?
Gabriel me miró, a continuación, a Russ. Su rostro se tensó casi
imperceptiblemente. —Preferiría que no, a menos que Danielle lo desee.
Sacudí la cabeza.
—¿Qué tal tú, Russ? ¿Quieres hacerle compañía a tu viejo?
—¿No has visto lo que pasó? —preguntó Russ, señalándome—. De
ninguna manera voy a dejar a estos dos solos todo el día.
Alex frunció el ceño. —Son recién casados, hijo. Tal vez les gustaría
tiempo a solas.
—¡PAPÁ!
Alex se echó a reír y con un guiño hacia mí, dijo: —Lo siento, Dani.
Traté de darte un poco de paz.
—Tal vez yo debería ir contigo. —Un poco de paz sonaba bien—. En
caso de que necesites saber más acerca de la visión.
—No, necesitas tu descanso. Debería estar bien. Me has dado lo
suficiente para empezar. Estaba usando específicamente la sangre de un
bebé. Esto debería reducir mucho el tipo de ritual. Si somos capaces de
darnos cuenta de eso, probablemente podemos averiguar lo que quiere y
en última instancia, descubrir quién es y cómo detenerlo. Si necesito algo
más, te llamaré.
Alex miró a Russ y Gabriel una vez más y volvió a sonreír. —Trataré
de darme prisa. No se maten uno al otro mientras no estoy.
—Sin promesas —se quejó Russ.
—Perdone, ¿señor? —preguntó Gabriel cuando Alex se dirigió hacia
la puerta—. ¿Estaremos a salvo Danielle y yo aquí tanto tiempo? Nuestras
auras...
La mirada en el rostro de Alex cambió a una de asombro.
—Sí, juntos son algo maravilloso, ¿no? Puedo entender por qué el
Concilio pensó en emparejarlos.
—¿Puedes qué? —jadeó Russ—. Papá, no ayudas.
—Lo siento, Russ. Es lógico ya que son los dos únicos puros que
existen. Pero apuesto por ti, hijo. De verdad.
—Vaya, gracias.
Alex volvió su atención de nuevo a Gabriel. —Me anticipé a tener
que esconder a Dani. Puse guardias en la casa y hechizos de desvío
alrededor de toda la propiedad. Deberían estar a salvo.
20
Traducido por aa.tesares & Liz Holland
Corregido por mariaesperanza.nino

—Ni siquiera lo pienses —me advirtió Russ cuando me acomodé en


el sofá después de que Alex se fuera.
—¿Qué? —pregunté a la defensiva. Miré a Gabriel a mi lado y
espeté—: ¡Ni siquiera nos estamos tocando!
—Por una vez. —Russ se sentó al otro lado y cogió el control remoto
de mis manos—. Sin embargo, solo quería decir ni siquiera pienses en ver
un montón de programas malos de reformas del hogar todo el día.
—No tenía la intención de mirarlos. —Russ me miró con el ceño
fruncido y yo puse los ojos en blanco—. Está bien, sabelotodo. ¿Tienes
una idea mejor?
—De hecho, estaba pensando que deberíamos ir a la playa.
—¿A la playa? —jadeé—. ¿En serio?
Russ sonrió. —Estamos a menos de una hora de Long Beach
Island. Allí tienen una playa impresionante con un gran faro, me moría
de ganas de llevarte desde el momento en que papá me dijo que
vendríamos aquí.
Gabriel interrumpió mi chillido de alegría. —¿Deseas ir al océano?
Hizo que sonara como si Russ sugiriera que fregáramos retretes.
—Nunca he estado en el océano.
Russ se rió del anhelo en mi voz. —Dani está obsesionada con el
agua. Tenemos un lago en nuestro pueblo en casa y nos hizo ir allí todos
los días durante las vacaciones de verano.
—Pero estamos a finales de octubre —argumentó Gabriel—. Hará
frío y viento.
—El momento perfecto para que vayamos —contraatacó Russ—.
Estará desierto, así que Dani no necesitará camuflarlos a los dos
mientras estemos allí.
No me importaba este argumento. Visitar el océano era el sueño de
mi vida. Iba a ir pasara lo que pasara. —¡Llevaremos chaquetas! —dije y
salté del sofá.
Fui rápida, pero Gabriel consiguió detenerme antes de que saliera
por la puerta principal. —Danielle —dijo de esa manera que hace cuando
está a punto de discutir educadamente conmigo.
Decidí ganarle el sermón. —Estaremos perfectamente a salvo. Hoy
me encuentro mucho mejor. Puedo encargarme de escondernos durante
el trayecto a la playa. Y si me canso un poco es como dijo Russ, no tendré
que sostener el hechizo mientras estemos allí así que si lo necesitamos,
puedes recargar mi batería.
—Me has entendido mal. No estoy sugiriendo que estaríamos
inseguros. Pero si realmente estás lo suficientemente bien como para irte,
entonces creo que hay mejores formas de aprovechar nuestro tiempo que
haciendo turismo.
—¿Mejor que ir a la playa?
Gabriel vaciló, pero luego dijo: —¿No has pensado en volver al
consulado?
—¿Volver? —preguntamos Russ y yo a la vez.
Gabriel asintió. —El Concilio necesita saber lo que hemos
descubierto. Podrían ayudarnos a averiguar qué pretende el hombre de
nuestra visión, y tienen mucho más poder y recursos para detenerlo que
el padre de Russ.
—Pero hay un espía en el Concilio —argumenté.
—Razón de más para volver. Odio pensarlo, pero parece que el
espía es Robert y tenemos que avisar al Concejal.
—Yo solo vi a un hechicero —dijo Russ—. El hombre que está
haciendo esto probablemente sea el Concejal. No podemos entregarnos a
él.
Gabriel suspiró. —Te prometo que el Concejal no está detrás de
esto.
—Eso dices tú. Perdóname si no me fío de tu opinión con el cerebro
totalmente lavado. Lo siento, amigo, pero Dani no va a volver. Jamás. Fin
de la historia.
—Con el debido respeto —le dijo Gabriel a Russ—, esa no es tu
decisión. Es un asunto entre Danielle y yo.
Negué con la cabeza. —Lo siento, Gabriel, pero Russ tiene razón.
No puedo volver allí.
—¿Seguro que te refieres a nunca?
Me encogí de hombros disculpándome. —El Concejal tiene que
estar furioso de que nos hayamos ido. Si volvemos a poner un solo pie en
ese edificio será automáticamente cadena perpetua sin libertad
condicional. Nos encerrarán para siempre y tirarán la llave. Puede que a
ti no te importe ser libre, pero yo no volveré a ver a nadie a quien quiera.
—El Concejal no haría eso. No me quitaría la libertad.
—No. Solo la mía. Y como la obediente mascota que eres para él te
quedarías conmigo.
Russ se rió y tanto Gabriel como yo le fulminamos con la mirada.
—No hay necesidad de ser hiriente —me dijo Gabriel.
—Eso si siquiera te deja quedarte conmigo —continué—. Sabes que
me echará la culpa de que te hayas ido.
La expresión de Gabriel decayó. —Supongo que puedo entender tu
preocupación. ¿Considerarías un compromiso? ¿Quizás podrías aceptar
una breve reunión con el Concejal fuera del consulado? Podemos pedirle
que se reúna con nosotros en la playa que Russ mencionó. De ese modo
el Conc}jal no se enteraría de dónde está esta casa, y aún podrías ver el
océano.
Russ le lanzó a Gabriel su móvil. —Tengo una idea mejor. Qué tal
si lo llamas y le dices todo lo que necesita saber por teléfono. Así
podríamos estar ya a medio camino de China, por lo que a la Concejal
respecta, y podríamos disfrutar de la playa en paz.
—Por mí, de acuerdo —dije con una mirada esperanzada a Gabriel.
Gabriel se dio cuenta de que había perdido la discusión. —Muy
bien. —Miró el teléfono que tenía en las manos y suspiró—. No sé utilizar
uno de estos.
Me reí y cogí el teléfono. —¿Cuál es el número del Concejal?
—¿Número? —preguntó Gabriel.
—¿No sabes lo que es un número de teléfono? —preguntó Russ
incrédulo.
—Su teléfono conecta directamente con el Concejal —le dije a
Russ—. Nunca ha tenido que marcar un número.
Hojeé los contactos de Russ. Como sospechaba, había guardado el
número de Duncan. —¿Russ? —dijo Duncan cuando contestó.
—En realidad soy Dani.
—Gracias al Creador. Creí haberte dicho que no me dificultaras el
trabajo.
—Lo siento. Debo haber olvidado esa regla. Mi memoria está un
poco borrosa debido a una saludable dosis de tortura, sabes.
Duncan se rió a su pesar. —¿Dónde diablos estás? El Concejal se
está volviendo loco. Tuve que mentirle y decirle que ya te habías ido
cuando llegué o podría haberme ejecutado por dejar entrar a Russ y luego
perderte.
—Muy gracioso.
—Ojalá estuviera bromeando. Nunca le había visto tan enfadado.
—Bueno, por eso te llamo. ¿Tienes su número de teléfono? Gabriel
quiere hablar con él.
—En realidad está dentro de la sala de conferencias. Salí de una
reunión cuando vi a Russ en el identificador de llamadas. Le pasaré el
teléfono.
—Gracias. ¿Y Duncan? Lamento haberte abandonado. Prometo
que no te delataremos al Concejal.
—Es lo menos que puedes hacer —dijo Duncan y entonces le oí
decir—: ¿Disculpe, Concejal?
Le pasé el teléfono a Gabriel. De ninguna manera quería ser yo la
que estuviera al teléfono cuando él descolgara.
—¿Hola? —preguntó Gabriel—. Sí, señor. Estamos bien, señor....
Sí, lo sé, y le pido disculpas. Temía que se hubiera ido sin mí, y pensé
que era mejor que no se fuera sola... Sí, señor... No, señor... Tenemos
mucho que discutir sobre lo que hablamos la última vez... Sí, señor. Nos
encontraremos en el faro de Long Beach Island, en Nueva Jersey.
—¡Qué demonios! —gritó Russ y le arrebató el teléfono a Gabriel.
Pude oír al Concejal decir algo cuando Russ lo colgó. Russ estaba
absolutamente colorado y empujó con fuerza a Gabriel.
A Gabriel no pareció molestarle lo más mínimo que Russ estuviera
a punto de partirle la cara. —El Concejal me dijo que no debíamos hablar
por teléfono —dijo como si eso lo explicara todo perfectamente.
—¡Claro que sí! Quería que le dijeras dónde estás para enviar a los
malditos guardias a por ti.
—En realidad, sospecho que solo traerá a Duncan. Le preocupa
que haya un espía en el Concilio. Estoy seguro de que no les informó de
que Danielle y yo nos fuimos. No querría que la resistencia saliera a
buscarnos.
—De cualquier manera, todavía va a tener algo bajo la manga. Todo
el propósito de su reunión será atraparlos y arrastrarlos de vuelta al
consulado.
Gabriel entrecerró los ojos hacia Russ. —Si tienes miedo del
Concejal, entonces eres más que bienvenido a quedarte aquí.
Resoplé. Russ era como un niño cuando se trata de concursos de
meadas. Gabriel ganaría esta pelea.
—Vale, vale, vale. Aclaremos esto. No le tengo miedo a la Concejal
—dijo Russ, demostrando mi punto bastante bien—. Pero solo porque no
me asuste una trampa no significa que sea tan estúpido como para ir
caminando hacia una. No voy a ir.
Gabriel sonrió. —Excelente. Estoy bastante cansado de tratar
contigo de todos modos. —Volvió su atención hacia mí—. ¿Danielle?
—Pero ¿y si es una trampa? —le pregunté.
Gabriel suspiró. —Si es necesario, iré solo.
—Toma, coge las llaves —dijo Russ—. No dejes que la puerta te
golpee al salir.
Gabriel cogió las llaves que Russ le lanzó, y mi corazón se agarrotó
de miedo ante la idea de que realmente se fuera. —¡Gabriel, espera! —
Corrí hacia él como una patética ex novia suplicando una segunda
oportunidad—. No te vayas. Por favor. Ese coche es robado y ni siquiera
sabes conducirlo. ¿Y si te hacen daño o te paran? ¿Y si te reúnes con el
Concejal Supremo y no te deja volver?
—Lo siento, pero hacer esto es lo correcto. —Gabriel llevó su mano
a mi mejilla y sonrió dulcemente—. Nunca te obligaría a venir, pero no
me opongo a rogar. Ven conmigo por favor, Danielle. La idea de separarme
de ti, aunque sea por unas horas... Tal clemencia es crueldad. El cielo está
aquí donde vive Julieta.
La forma en la que la voz de Gabriel se suavizó mientras susurraba
esas famosas palabras me hizo estremecer. Cerré los ojos para liberarme
de su mirada, pero todo lo que hizo fue intensificar la sensación de su
mano en mi cara.
—No es de extrañar que siempre te salgas con la tuya —suspiré—.
No juegas limpio.
Gabriel frunció el ceño. —¿Qué quieres decir exactamente? ¿Jugar
a qué?
—¡Oh, diablos! —gimió Russ y luego se abrió paso entre nosotros
mientras iba pisoteando en su camino a la puerta principal.

***

El océano era más mágico que cualquier piscina, llena de agua,


gelatina, o incluso sirenas. El cielo estaba gris y el viento estaba soplando
aire frío fuera del agua, forzando que las olas se estrellaran contra la
orilla y sin embargo era el lugar más tranquilo en el que había estado.
Tuve que tomar unos buenos cinco minutos mirando fijamente sin decir
nada por asombro de la vista en frente de mí. El borde del mundo.
Me mantuve envuelta en la chaqueta, pero me quité los zapatos
para sentir la arena mojada entre los dedos. Después de un rato el agua
helada se empujaba en torno a mis tobillos, devolviéndome de golpe a la
realidad.
—¿Te parece suficiente agua? —preguntó Russ al ponerse a mi
lado.
Tiré mis brazos alrededor de él. Se echó a reír y me dio una vuelta
en el aire antes de dejarme de pie en el suelo.
—No me merezco todas las cosas que haces por mí, Russ.
—No seas narcisista —bromeó—. Yo no quería traerte a la playa
para hacerte feliz. Quería este momento.
Mi estómago se llenó de mariposas, y como si Russ pudiera leer mi
mente, me atrajo más cerca.
—¿Danielle? —preguntó Gabriel. Me había olvidado por completo
que estaba allí—. Creo que el Concejal probablemente llegará en breve.
Podría ser sabio que fuéramos hacia el faro ahora.
Russ miró por encima del hombro y sonrió. —Buena idea. Tú vas
allí y lo esperas y nosotros te alcanzaremos.
Traté de alejarme de los brazos de Russ pero se negó a dejarme. Él
sonrió a Gabriel y Gabriel sonrió con tanta sinceridad como respuesta
que sorprendió Russ.
—Estaría encantado de daros a ambos privacidad —dijo Gabriel.
Russ lo miró dos veces y no pudo evitar preguntar: —¿En serio?
Gabriel asintió. —Por supuesto. Si ese es el deseo de Danielle. Ella
sabe que solo tiene que pedirlo.
Gabriel volvió la sonrisa a mí. Él solo estaba siendo comprensible
y considerado, pero sin saberlo, me había puesto en una posición muy
incómoda, porque por mucho que me alegré de ver a Russ de nuevo, ya
que él había cambiado las reglas en nuestra relación estaba tan nerviosa
de estar a solas con él como le temía a la idea de Gabriel yéndose.
—¿Y bien? —me preguntó Russ expectante.
Cuando se hizo evidente que no iba a hacer que Gabriel se fuera,
Russ fue pisoteando por la playa refunfuñando todas sus malas palabras
favoritas.
Me sentí mal y miré a Gabriel por apoyo, pero me sorprendí al ver
la risa en sus ojos.
—¡Lo has hecho a propósito!
Gabriel se encogió de hombros, un gesto que parecía demasiado
casual para él. —Mi oferta era sincera.
—Pero sabías que yo no la aceptaría.
Me guiñó un ojo y mi mandíbula cayó floja.
—Has estado pasando mucho tiempo con Russ —gruñí y comencé
a seguir a Russ.
Gabriel se puso a caminar a mi lado. —Si estás enojada conmigo,
me disculpo.
¿Enojada con él? ¿Cómo podría estarlo? No es que Russ no se
mereciera un poco de lo que le estaba echando a Gabriel. No, era conmigo
misma con quien estaba enfadada en esos momentos, porque lo que
Gabriel hacía me había parecido más que un poco excitante. Puede que
fuera ingenuo, pero era extremadamente inteligente y se daba cuenta de
las cosas muy rápido.
—No estoy enojada —admití mientras entrelazaba nuestros dedos.
Empezaba a aceptar el hecho de que anhelar su contacto era
inevitable, y que era mejor ceder cuando sentía la necesidad. Sin
embargo, si el deseo de tocarlo era estrictamente por los anhelos o algo
que realmente quería ahora era cada vez más difícil de distinguir, y eso
me asustó.
No dijimos nada más hasta que llegamos al faro y me hundí en las
escaleras al lado de Russ. Gabriel se unió a nosotros en mi otro lado y
me cogió la mano de nuevo. Russ hizo un sonido de disgusto y me cogió
la otra mano.
En el momento en que la piel de Russ entró en contacto con la mía
me sacudí en mi sitio. Era una sensación muy extraña. Mis entrañas
estaban tratando de voltear hacia fuera y viceversa. Podía sentir dos
formas sobrenaturales distintas procedentes de algún lugar dentro de mí,
cada una tratando de llegar a la superficie de mi piel y siendo rechazada
por la otra. Fue nauseabundo. La siguiente cosa que supe fue que Gabriel
me estaba colocando en el camino frente a la escalinata del faro.
—¿Cuánto tiempo estuve inconsciente? —le pregunté cuando me
di cuenta de que me había desmayado.
—Unos veinte, treinta segundos —dijo Russ—. ¿Qué pasó?
—No lo sé. Creo que fue porque ambos me tocaron al mismo
tiempo. Era tan raro. Era como si mi cuerpo estaba tratando de ser una
vidente y una bruja a la vez, pero no tenían espacio. Tenía las dos formas
en mí, pero no podían estar en la superficie al mismo tiempo.
Me senté y Gabriel pegó su mano en mi frente como mi mamá
siempre hacía cuando me chequeaba por si tenía fiebre.
—Estás muy pálida —dijo—. ¿Estás bien?
—Estoy bien —le aseguré—. Llámame loca, pero apuesto que con
práctica podría elegir qué forma querría asumir.
—Eso sería dulce —dijo Russ—. Deberías probarlo.
—¿Cómo?
Russ pensó por un momento y luego dijo: —¿Por qué no empezar
con no cambiar? Eres vidente en este momento, ¿no?
Asentí.
—¿Puedes sentir la diferencia entre un vidente y un hechicero?
Asentí otra vez.
—Está bien, cierra los ojos y trata de aferrarte a la vidente.
Cerré los ojos.
—¿Entiendes? —preguntó Russ.
—Sí.
—Está bien, aquí vamos. Agárrate a ella.
Me concentré en la energía cálida que siempre sentía con Gabriel y
luego sentí un pequeño cosquilleo en la palma de mi mano mientras Russ
me tocaba con un solo dedo. Inmediatamente pude sentir el cosquilleo de
la magia corriendo a la superficie de la piel. El calor de Gabriel retrocedió
y la magia de Russ ocupó su lugar. No pude evitarlo, sentí la transición.
La idea de la posibilidad de ser capaz de controlarme a mí misma
era un poco emocionante. —¡Espera un minuto! ¡Haz eso otra vez!
Russ me tocó otra vez y negué con la cabeza. —No. Ya he cambiado.
Gabriel. Necesito a Gabriel.
—Uf. ¿Tienes que decirlo de esa manera?
—Sí. —Mantuve los ojos cerrados y alcé la mano en dirección a
Gabriel. —Ligeramente, por favor. Como lo hizo Russ.
Me concentré en la magia tan fuerte como pude y entonces sentí el
dedo de Gabriel en la palma de mi mano. Mi cuerpo luchó para coincidir
con su toque y yo luché contra el cambio. Volví la palma de la mano y
apreté todos los dedos de Gabriel.
—Danielle, te sientes diferente.
Sonreí. —Todavía soy una bruja.
Pero justo mientras decía eso la batalla por el poder finalmente
cedió. Fue Gabriel quien se quedó sin aliento cuando cambié. Me hundí
hasta el suelo, con los ojos todavía cerrados, y jadeaba en busca de aire.
—No puedo mantenerlo —le dije—. Mi cuerpo tiene una necesidad
interna de coincidir con lo que sea que me esté tocando.
—Eres como un camaleón —dijo Russ—. Estás cambiando tus
colores para que coincida con tu entorno.
—¿De verdad me acabas de comparar con un lagarto? Eso no va
exactamente a ganar ningún punto en el departamento de cortejo.
—No, tiene razón —dijo Gabriel, ganándose una risa de Russ—. Es
un buen nombre para tu clase de especie. He estado pensando en cómo
llamarte desde que te conocí. Tu aura es muy colorida, por decirlo así, y
siempre cambiante. No solo con tu entorno, sino también con tu estado
de ánimo y con la compañía que buscas. Al igual que el camaleón.
—Un camaleón ¿eh?
—Tendremos que llamarte de alguna manera —dijo Gabriel.
—Tienes que admitir que es más original que vidente —agregó
Russ.
El Concejal de repente apareció frente a nosotros de la nada.
—Estoy de acuerdo en que es un nombre muy apropiado. Voy a
tener que proponérselo al Concilio.
21
Traducido por B. C. Fitzwalter, Dunadae & Zöe..
Corregido por Karool Shaw

—¡Concejal! —jadeó Gabriel. Se puso de pie y me arrastró con él,


aferrándose a mi mano, como si aferrarse a mí le diera la fuerza que
aparentemente necesitaba en ese momento.
—Hola, Gabriel. Danielle —saludó—. Me alivia ver que están a
salvo. —Entonces dirigió su atención a Russ, que o bien estaba tratando
de abalanzarse sobre el Concejal y tirarlo al suelo, o preparándose para
defenderse de algún ataque mágico—. Relájate, joven maestro Devereaux.
No estoy aquí para causar ningún daño.
—Es un poco tarde para eso —siseó Russ—. ¡Casi matas a Dani!
—No espero que entiendas, sino que sepas que jamás la hubiera
dejado morir. Está a salvo conmigo.
—No permitiré que te la lleves.
El Concejal miró nuevamente a Gabriel y a mí, tomando obvia nota
de la forma en que nos aferrábamos el uno al otro. —Me temo que ya no
es tuya para que la conserves. Le pertenece a su compañero. Ahora el
Concilio es su hogar.
—Seguro —dijo Russ sarcásticamente—. Por eso se fue a la primera
oportunidad que tuvo.
Los ojos del Concejal se estrecharon y repentinamente Gabriel
espetó: —Lo siento por haberme ido, señor. Nosotros… —se detuvo y me
acercó a él de forma más segura entes de continuar—, teníamos miedo
de que quisiera separarnos.
El Concejal frunció el ceño. —Querido muchacho, no tengo ningún
deseo de separarte de tu compañera.
—Yo sí —dijo Russ.
El Concejal le sonrió a Russ con crueldad y dijo: —De hecho, me
complace ver que el joven maestro Devereaux no lograra recuperar la
aprobación de Danielle.
—Mi nombre es Russ, idiota.
—Pero estaba tan enojado con Danielle —dijo tímidamente Gabriel.
Se sentía horrible por decepcionar al Concejal. Ver su culpa me hacía
odiar al Concejal más de lo que ya lo hacía.
—Me sentía frustrado, Gabriel, eso es todo. Estamos en tiempos
muy difíciles. La Elegida es vital para la supervivencia de nuestro pueblo
y ella se negaba a escuchar la razón. Pero no me arrepiento de tu juego.
Hay mucho que Danielle necesita aprender y no hay nadie mejor para
enseñarle que tú.
—Gracias, señor. Por favor perdónanos.
—Perdónalo a él —corregí—. No lo lamento. Alguien tenía que
detener mi visión.
El Concejal se sobresaltó. —¿Contactaste a la familia humana?
—No, señor —dijo Gabriel rápidamente—. Por supuesto que no.
Comenzó a explicar, pero entonces Duncan rodeó la esquina del
faro. —No hay ninguna señal de Devereaux, Concejal —dijo—. Confío en
que están solos.
—Curioso. —El Concejal nos miró a los tres nuevamente y luego se
dirigió específicamente a Russ—. ¿Tu padre no se molestó en unirse a
nosotros esta tarde?
—Se encontraba ocupado.
—Ayudándome —añadí. Era imposible mantener el hielo fuera de
mi voz.
—¿Ayudándote cómo?
—¿No te gustaría saber? —murmuré.
A mi lado, Gabriel suspiró. —No seas contraproducente, Danielle.
Miré a Gabriel, pero dije: —Bien, como sea —y el Concejal se echó
a reír.
—Me alegro de que alguien, por lo menos, es capaz de llegar a ti,
Danielle. ¿Deberíamos salir de este clima sombrío? Mi limusina está
aparcada justo…
Russ se puso delante de mí, bloqueando la mano que el Concejal
estaba extendiendo. —Buen intento, amigo, pero no somos idiotas. Nadie
se meterá en un auto contigo. Si quieres hablar, lo haremos al aire libre.
El Concejal hizo retroceder su ceño fruncido. Al parecer, Russ lo
restregó de la misma mala manera en la que lo hice. Rechinó los dientes
y asintió: —Si insistes.
—¿Quizás podríamos bajar a la orilla otra vez, Concejal? —sugirió
Gabriel—. Ambos, Danielle y Russ, parecen hallar el agua extrañamente
reconfortante. Tal vez ayude a aliviar algo de su ansiedad. —Sonrió y me
abrazó juguetonamente—. Danielle puede ser tan sensible cuando está
calmada.
No creo que el Concejal creyera que iba a funcionar, pero aun así
se dirigió hacia el agua. Gabriel caminó con él, arrastrándome a lo largo
del paseo mientras Duncan y Russ cerraban la marcha de nuestra
pequeña fiesta.
Después de un minuto, el Concejal decidió retomar el tema.
—¿Creo que me estabas diciendo que intentaste evitar que tu visión
ocurra? ¿Pero dijiste que no te contactaste con la familia humana?
—No, señor.
—No —añadí—. Decidimos ir detrás del chico malo. El supernatural
chico malo. Porque los humanos en mi visión, de hecho, eran decentes,
gente inocente y el monstruo era, espera esto, un hechicero. Al igual que
tú.
—¿Hallaron al responsable?
—Encontramos al hombre al que le controlaban la mente y Russ
logró ver a través del hechizo.
El Concejal se detuvo y se giró para mirar a Russ. Sorpresa y
escepticismo inundaron su rostro. —¿Te entrometiste en un hechizo de
control mental?
—¿Entrometerme? —se burló Russ—. Estaba a punto de revertirlo.
Cuando el hechicero que sostenía el hechizo se dio cuenta de lo que hacía
sacrificó al ser humano para romper nuestra conexión antes de poder
obtener una buena vista de él.
La mirada del Concejal cambió a una de intriga.
—Eso es muy impresionante, hijo, incluso para un Devereaux.
—Utilizaba la magia de Danielle —gruñó Gabriel.
—Aún más impresionante me temo, Gabriel —rió el Concejal—. Ser
capaz de controlar un poder prestado es realmente impresionante. —El
Concejal dejó escapar un suspiro melancólico—. Tanto potencial. Es una
lástima que solo se vaya a desperdiciar. Al igual que tu padre.
—¿Qué se supone que significa eso? —preguntó Russ mientras yo
gritaba—: ¡Russ no es potencial desperdiciado!
—Me temo que esta es una historia para otro momento. —El
Concejal empezó a caminar nuevamente—. Entonces, ¿no conseguiste
averiguar quién estaba detrás del hechizo?
—Un hechicero adulto —refunfuñó Russ—. Muy poderoso. Alto.
Delgado. Pero no, no obtuve una visión clara antes que dejara caer el
hechizo.
—Sin embargo, no importa —dije—. Él me conocía, me llamó por
mi nombre cuando me vio. Eso reduce nuestros sospechosos.
El rostro del Concejal Supremo palideció y le dio a Duncan una
mirada de complicidad.
—Es lo que temía. Danielle, Gabriel, debemos llevarlos de regreso
al Concilio inmediatamente.
—¿Señor? ¿Qué es? —preguntó Gabriel, preocupado.
Tuve una reacción diferente. —¡Oye! ¿Escuchaste lo que acabo de
decir? El repugnante me conocía. Eso significa que fuiste tú o Robert. No
voy a regresar al Concilio.
El Concejal y Duncan intercambiaron otra mirada y en ese instante
Duncan agarró a Russ y el Concejal lanzó un hechizo que me llevó a la
tierra. No fue doloroso, pero no me podía mover.
Duncan esposó las manos de Russ detrás de su espalda con un
extraño par de esposas que, a juzgar por la expresión de temor en su
rostro, supongo que estaban encantadas para evitar que usara magia.
—¿Dani?
—Estoy bien —le aseguré—. No es doloroso, simplemente no puedo
moverme.
Gabriel nos miraba a ambos con horror. —¡Concejal, ¡Esto no es
necesario! —Se arrodilló y me jaló a sus brazos, quitando la arena de mi
cara y de mi pelo lo mejor que pudo.
—Es por precaución. No confío en que Danielle o el joven maestro
Devereaux no se comportaran tontamente, y requiero que todos ustedes
escuchen lo que tengo que decir.
—¡Si crees que esto va a hacer que escuchemos lo que sea que
tengas que decir, eres un idiota aún más grande de lo que pensaba! —
grité.
El Concejal ignoró mi arrebato.
—Piensa, Danielle. Hay otro hechicero extremadamente poderoso
con el que estás asociada.
Russ, Gabriel y yo nos quedamos en silencio. Sabía que todos nos
encontrábamos perplejos; no teníamos ni idea de quién hablaba. Ante
nuestras caras de confusión, el Concejal sacudió la cabeza.
—Creo que la resistencia está tratando de comenzar una guerra
entre los humanos y los sobrenaturales —dijo—. La gran y última batalla
profetizada por el Oráculo.
—Sí, eso es lo que dijo Duncan, pero quién…
—Por un tiempo me he estado preguntando si había un espía en el
Concilio. La resistencia es demasiado inteligente. Después de lo que me
has dicho de tus visiones, Danielle, sentía seguridad de ello. Sin embargo,
para usar un hechizo de control mental con el fin de evitar ser visto por
Gabriel solo podría significar Robert o Constance.
—Eso también es lo que creíamos —dijo Gabriel.
—Sí, ellos y tú —añadí—. ¿Y adivinen qué? No es Constance.
—No —coincidió el Concejal—. No es Constance. Tampoco Robert.
Cuando Robert encontró al grupo de asaltantes humanos de tu visión se
enteró de que un sobrenatural les había dado la localización de la aldea.
Solo unos pocos sabíamos de la existencia de la aldea, y ninguno de ellos
era Robert o Constance.
—Guau —dijo Russ—. Eso reduce bastante las posibilidades, ¿no
es así? ¿Querías firmar una confesión escrita para nosotros, o debo ir a
buscar una cámara de video?
—¡El Concejal jamás comprometería a tanta gente inocente! —
espetó Gabriel—. ¡Danielle! —me dijo desesperadamente—. ¡Sé lo que
crees, pero estoy seguro de esto! ¡El Concejal no es nuestro enemigo!
—Agradezco tu confianza, Gabriel, pero intenta mantener la calma.
Lo que voy a decir va a ser tan insultante para Russell como lo es para ti
que él me acuse a mí.
—¿Por qué? —pregunté.
—Porque creo que el líder de la resistencia es Alexander Devereaux.
Gabriel y yo nos mantuvimos en silencio. Incluso Russ estaba
demasiado aturdido como para responder.
—¿Qué podría darte esa idea? —pregunté una vez que por fin pude
hablar de nuevo.
—Años atrás Alexander se encontraba en el Concilio conmigo.
—¿Él qué? —preguntó Russ.
—Ocupó el asiento de hechicero en el Concilio durante años. Robert
fue su reemplazo después de irse.
La mirada en el rostro de Russ sugirió que trataba de lanzar un
hechizo que enviaría el Concejal a lo más profundo del infierno.
—¡Eso no puede ser posible! ¡Él me habría dicho algo!
—No necesariamente —discutió Duncan—. No se fue exactamente
en buenos términos con el Concilio.
—Considerando su amor por los humanos, eso no es del todo una
sorpresa —me quejé.
—Por desgracia, no estás muy equivocada, Danielle —respondió el
Concejal—. Es por culpa de un ser humano que Alexander odia ahora al
Concilio, y, más importante, cree que los humanos deberían saber sobre
los seres sobrenaturales.
—¿Sabía la ubicación de la escuela? —le preguntó Gabriel. El
Concejal asintió.
—Si estoy en lo correcto y Alexander está dirigiendo la resistencia,
entonces no seremos capaces de detenerlo. Conoce todos los secretos del
Concilio. Con el tiempo tendrá éxito en el inicio de esta guerra. —El
Concejal se pasó las manos sobre los ojos y se frotó las sienes, pareciendo
más cansado de lo que jamás lo había visto—. Y ha estado manipulando
al Elegido desde el comienzo —murmuró—. Solo espero haber sido capaz
de reparar el daño suficiente como para que no todo esté perdido. —Bajó
la mano para mirarme a los ojos con una mirada solemne—. Ruego al
Creador, Danielle, que tomes la decisión correcta.
—Lo hará —escuché a Gabriel susurrar entre dientes. Lo dijo para
sí mismo en voz tan baja que no me sentía segura que se hubiera dado
cuenta que lo había dicho.
Miré a Gabriel y me devolvió la mirada pareciendo culpable. Creyó
cada palabra que dijo el Concejal sin dudarlo. Lo que hacía esto tan difícil
era que así como quería creer que el Concejal era culpable, y que Alex era
inocente, más que nada yo deseaba creer en Gabriel. Me mataba tener
dudas con respecto al Concejal cuando Gabriel estaba tan seguro.
—Lo siento —le dije al Concejal, y por el bien de Gabriel, realmente
era así—. Solamente no sé cuál es la decisión correcta. Por supuesto que
no quiero que gane el Mal, pero no sé quién es el Mal.
—¡Esto es demasiado! —gritó Russ—. ¿Cómo no lo puedes saber?
¡Habla de mi papá! ¡Mi padre no es el líder de la maldita resistencia! Dani,
el Mal está justo aquí. Es la cabeza del Concilio, tiene al Vidente comiendo
de la palma de sus manos, y ahora posee a la Elegida tan confundida que
no hay nadie que lo detenga. Es brillante, en realidad.
—No seas tan ingenuo, muchacho —dijo el Concejal, volviendo a
encolerizarse—. ¿No ves que tu padre le ha hecho lo mismo a Danielle
toda su vida? ¿Al igual que a ti? ¿A su propio hijo?
—¡Por supuesto que no!
—Déjame preguntarte esto, ¿alguna vez en tu vida deseaste la
compañía de alguien más que Danielle? ¿Alguna vez has tenido novia?
¿Pensaste que una chica era linda?
—No —dijo Russ, entonces me miró y lo dijo otra vez—: Nunca,
Dani. Siempre has sido tú.
—¿Alguna vez has tenido al menos otros amigos además de
Danielle? ¿Otros chicos de tu edad, tal vez?
Russ levantó la barbilla, desafiante.
—No necesité ninguno.
—¿Y piensas que es normal? ¿Estar rodeados de todo un pueblo y
pensar solo el uno al otro? ¿Preocuparse solo el uno al otro? —Russ se
encogió de hombros bajo el apretón de Duncan.
—Nos amamos.
—No —susurré, sorprendiendo a todos—. No era normal. Siempre
supe que no era normal. —Russ me miró como si lo hubiera traicionado
pero sacudí la cabeza sin dudar—. No era normal. Es por eso que salí con
Conor.
—Alexander sabía exactamente lo que hacía con ustedes dos desde
el comienzo —dijo el Concejal.
—Tenía que haberlo sabido —coincidió Gabriel—, o al menos
sospechado, Danielle, que tú eras pura. ¿Vivir en ese pueblito, sola, con
nadie sobrenatural en tu presencia?, seguramente sabía la fuerza de tu
aura.
Gabriel tenía razón. Alex ya había admitido haber sabido siempre
lo que era. Por supuesto que habría sospechado que era pura. ¿Qué otra
explicación existía? ¿Y eligió nunca decirme nada a mí, ni a Russ, ni al
Concilio? ¿Por qué mantenerlo en secreto?
El Concejal asintió.
—No hay duda de que fuiste la razón por la cual Alexander forzó a
su hijo a crecer en un pueblito sin ninguna influencia sobrenatural.
Danielle, te ha manipulado más que yo porque aceptaste tu destino con
Gabriel antes de que rompiera tu unión con Russell. Sabía que eras la
Elegida. Sabía que estás destinada a ser Vidente. Actué con las mejores
intenciones por la profecía. Alexander actuó movido por el egoísmo.
Quería tus poderes. Quería tener influencia sobre ti.
—Eso no es verdad —dije. Pero mi voz salió como un susurro, lo
que me hizo sonar insegura—. Él nos ama.
—Se quedó porque sabía que Dani estaba sola y no podía dejarla
así —dijo Russ—. No tenía a nadie y él le dio una familia sobrenatural.
Cuidó de ella. No fue egoísta. Sacrificó nuestra comodidad por Dani, y me
alegro que lo hiciera.
La cara del Concejal se suavizó cuando miró a Russ. Lo miraba con
lástima, pero sonó arrepentido cuando habló.
—Tu padre te ha mentido, hijo. Un día deberías preguntarle porqué
dejó el Concilio, pregúntale la verdad sobre tu madre.
Russ no le preguntó qué quiso decir con eso, y parecía que no
deseaba saber.
Todos estuvieron incómodamente callados durante un momento, y
luego el Concejal pareció tener una idea.
—Ven, Gabriel. —Le asintió también a Duncan—. Trae a Danielle.
Es hora de llevarlos a salvo de vuelta a casa.
—¡No! —grité. Russ gritó algo mucho más vulgar.
—¡Ese lugar no es mi hogar! —dije—. ¡No pueden obligarme a volver
ahí!
Gabriel apartó sus ojos del Concejal para mirarme. Intentaba
ocultar sus sentimientos pero no estaba funcionando.
—¿El consulado es tan malo? —preguntó—. ¿Has sido así de infeliz
conmigo? —Tuve que cerrar los ojos y tomar un profundo respiro para no
ahogarme.
—No se trata de ti. Eres lo único bueno que salió de todo este
desastre, pero no vales mi libertad.
—Nadie te está quitando tu libertad, Danielle. El Concejal solo nos
quiere en casa donde puede mantenernos a salvo. Él no va a encerrarte
como a un animal.
—¡Abre los ojos, Gabriel! ¡Ahora estoy literalmente paralizada!
¿Crees que si digo “por favor” el Concejal va a liberarme y dejarme ir?
¿Crees que romperá nuestra unión y me dejará estar con Russ si dijera
que lo amo y se lo pidiera amablemente? —El rostro de Gabriel palideció.
—¿Eso es lo que quieres?
—¿Importa?
—Danielle, es importante para mí.
—¿Crees que te dejaría ir? —interrumpí antes de que Gabriel me
hiciera sentir incluso más culpable—. ¿Si quisieras dejar el consulado,
crees que te dejaría renunciar y dejar que vivieras una vida normal en
algún lugar por tu propia cuenta?
—Nunca querría eso.
—Bien. Entonces, ¿y si mirara en tu alma ahora y la Creadora me
mostrara una visión de un futuro donde ambos estuviéramos cumpliendo
la profecía juntos lejos del consulado? ¿Crees que el Concejal nos dejaría
ir para alcanzar ese destino?
—Indudablemente. Si es lo que quisiera la Creadora.
—Vale, ¿deberíamos preguntarle? Porque las últimas dos visiones
que recibí de la Creadora fueron exactamente eso. La visión que tuve de
nosotros esa noche que me asustó tanto, y la de esta mañana que me
hizo llorar y volverme loca por besarte… —Gabriel miró tímidamente al
Concejal y bajé la voz—, no tendremos esos momentos si nos encierran
en el consulado.
Gabriel frunció el ceño y por primera vez desde que lo conocí vi
duda en sus ojos. No sobre mí, sino acerca del Concejal. Odié ser la causa
de su conflicto, pero estaba agradecida por eso.
Gabriel se volvió hacia el Concejal.
—Perdóneme, Concejal, pero creo que tiene razón. Creo que ella y
yo necesitamos quedarnos. Solo por ahora.
—No dejes que manipule tus sentimientos así, Gabriel.
—¡No lo manipulé!
—Pero las visiones... —comenzó Gabriel de nuevo hasta que el
Concejal lo interrumpió rápidamente.
—Hay muchas maneras de resolver un problema, Gabriel. Aún si
pudiéramos confiar en que Danielle está diciendo la verdad acerca de sus
visiones...
—¡No miento!
—...son únicamente atisbos de un posible futuro. Si no tuvieras
esos momentos, tendrías otros. Danielle es irracional e inexperta con
respecto a los caminos de lo sobrenatural. Todavía no sabe lo suficiente
para valerse por sí misma. Me temo que ambos deben volver al consulado
hasta que se pueda confiar en ella para hacer lo que nació para hacer.
—¿Lo ves? —le dije a Gabriel—. A él no le podría importar menos
hacer lo correcto.
—Oh, por el amor de Dios, eso no es lo que dije. No tienes idea de
lo que está bien o mal, y no te importa. Todo lo que te importa es corretear
por ahí con tu novio sin tener en cuenta la seguridad o los sentimientos
de tu compañero.
Russ resopló y gruñó.
—Me encantaría, amigo.
Para mi sorpresa la acusación del Concejal dolió tanto que no pude
decir nada. Intentaba hacer lo correcto. Me vi totalmente envuelta en todo
este asunto y aún trataba de hacer lo correcto.
—Señor —dijo Gabriel en voz baja—. Eso no es verdad. Danielle
siempre ha sido extremadamente considerada con mis sentimientos sin
importar cuáles eran los suyos. No dejó el consulado para estar con Russ.
Se fue para intentar detener su visión.
—Sea como fuere —dijo el Concejal—, esta farsa ha ido demasiado
lejos. Ya vámonos. Es hora de irnos.
El Concejal asintió a Duncan, que comenzó a dirigir a Russ hasta
la plaza de estacionamiento donde aguardaba la limosina del Concejal.
Cuando Russ de dio cuenta que lo estaban acarreando intentó resistirse,
pero sin su magia era inútil contra la fuerza vampírica de Duncan.
—Lo siento, Russ —dijo Duncan—. Sigo órdenes.
—¿Que van a hacer con Russ? —pregunté. Mi corazón se aceleró
con el pánico.
—Lo retendremos en el consulado —contestó el Concejal sin tratar
de ocultar la satisfacción en su voz.
—¿Lo meterán a la cárcel?
—¿Por qué? —gritó Russ—. ¡No hice nada!
—Tu padre es el sospechado líder de la resistencia. No creo que
seas tan inocente como dices ser —dijo el Concejal.
—¡Mi papá no es el líder de la resistencia! No sé nada sobre ellos.
No pueden encerrarme. ¡No hice nada malo!
Ya que lo conocía tan bien sospeché que era la única persona que
sabía que estaba realmente asustado.
Me sentí enferma.
—¿Van a torturarlo?
Gabriel miró fijamente al Concejal.
—Señor, puedo jurar que Russ no sabe nada. Si supiera de la
resistencia podría habernos dirigido a otro lugar fácilmente, o entregarles
nuestra localización. En lugar de eso, ha hecho todo lo que pudo para
ayudarnos. Fue quien averiguó qué depósito necesitábamos encontrar, y
estuvo a punto de ver al hombre detrás del hechizo.
Russ parecía sorprendido que Gabriel lo hubiera defendido, pero
yo no. Era lo correcto y Gabriel siempre hacía lo correcto.
—Los Devereaux son conocidos por su encanto, Gabriel. No me
sorprende que el chico fuera capaz de ganarse tu confianza. Sin embargo,
conozco a su padre, y no confío en él.
El Concejal sacudió la mano para terminar la conversación y
empezó a subir por la playa hacia el parking donde esperaba su limusina.
—Concejal —dijo Gabriel otra vez—. Le aseguro que Russ es
inocente. Retenerlo es innecesario. Nos tiene a Danielle y a mí de vuelta.
Debería dejarlo ir.
El Concejal se giró y le soltó: —¡Gabriel, no tendré más discusiones
contigo! Si tu miserable compañera te continúa influenciando de esta
forma no tendré más opción que separaros a los dos. Ya me decepcionaste
lo suficiente cuando dejaste el consulado sin permiso. Por favor no me
decepciones de nuevo.
Sentí a Gabriel ponerse rígido. No había lugar a dudas en mi mente
de que las palabras del Concejal le rompieron el corazón. También estaba
segura de que el Concejal sabía cuánto heriría a Gabriel y que lo hizo a
propósito para hacer obedecer a Gabriel. Y lo hizo. Recogió mi cuerpo
helado y siguió al Concejal.
Deseé poder llevarme la culpa con la que se torturaba a sí mismo
en ese momento.
—No hiciste nada malo —insistí—. Puede que decepcionaras al
Concejal cuando te fuiste, pero a mí me hiciste sentir orgullosa. Estoy
segura que al Creador también.
Eso llamó la atención de Gabriel. —¿Eso crees?
—Lo sé —dije. Y créeme que no me molesté en hablar en voz baja.
Me aseguré de que incluso Duncan y Russ pudieran oír lo que decía a
pesar de la guerra que Russ le estaba dando a Duncan—. Me dijiste que
la Creadora puede mostrarme lo que quiera. Eso significa que lo que vea
en mis visiones es algo que necesitaba mostrarme específicamente. Si al
Concejal le importara lo que la Creadora quiere, no habría ignorado mi
visión sobre esa familia. Si me hubieras ignorado como él, no sabríamos
que el hombre de mi visión estaba hechizado. No sabríamos que había
un traidor en el Concilio. ¡Mi visión era importante! Y luego cuando le
hablamos acerca de mis vistazos a tu futuro, también hizo caso omiso.
Te dijo que no importaban. Eso es lo mismo que desafiar al Creador. No
está interesado en hacer lo correcto, solo en hacer lo que él quiere.
—Pero…
—Él dice que soy irracional, pero se supone que soy la maldita
Elegida y no me escucha. No le gusto. No confía en mí. Ni siquiera me
cree sobre mis visiones. Cuando intento ayudar, se niega a hacer algo al
respecto. Y ahora que estás empezando a estar de mi lado, tampoco te
escuchará a ti. ¿Cómo se supone que vamos a parar algo cuando nos lo
impide?
El Concejal no dijo nada durante mi discurso pero caminaba como
si tuviera un palo gigante metido en el culo, así que apuesto a que si fuera
capaz de hacer evaporar mi existencia mágicamente, lo haría.
Gabriel se mantuvo en silencio un par de latidos de corazón y luego
dijo: —Danielle, ¿confías en mí?
—Yo… —La pregunta me sorprendió—. Sí, confío. Pero, Gabriel…
—Entonces escóndenos.
—¿Qué?
Mientras hacía la pregunta, Gabriel me ajustó en sus brazos para
no tocarme nada de piel. Después justo cuando Duncan, Russ y el
Concejal se giraban para ver a qué se refería Gabriel, agarró mi brazo por
la manga y tocó mi mano con la del Concejal.
—Escóndenos —dijo de nuevo.
Tan pronto como sentí el pinchazo de la magia del Concejal, nos
hice invisibles.
—Hecho —dije, a pesar de que era innecesario porque los ojos del
Concejal se salían de las órbitas y Russ ya nos gritaba.
Gabriel se alejó del Concejal teniendo mucho cuidado de no entrar
en contacto con mi piel. De repente estaba agradecida por los pantalones
largos y la chaqueta que había tenido que llevar.
—¿Qué pasa con Russ?
—No nos iremos sin él —me aseguró Gabriel. Me llevó unos pocos
metros más lejos de los ojos y me dejó cuidadosamente en el suelo—.
¿Crees que puedes romper los hechizos del Concejal mientras nos
escondes?
—Tendré que hacerlo —dije, y luego cerré los ojos.
El hechizo del Concejal se sentía como una manta que hubiera sido
enroscada a mí alrededor, y tomando una respiración profunda, intenté
utilizar mi propia magia para sacarla de mí. Al principio subestimé la
fuerza del hechizo y me sentí como si hubiera sido violentamente
golpeada cuando traté de quitarlo. Pero el Concejal no era más fuerte que
yo. Podía hacerlo.
—¡Danielle! —gritó el Concejal—. Siento lo que haces. No serás
capaz de romper mi hechizo y te agotarás rápidamente intentándolo.
Traté nuevamente romper el hechizo y me acerqué, pero justo
mientras lo sentía elevarse fuera de mí, volvió a su lugar sacudiendo mis
entrañas tanto que por poco liberé el hechizo de camuflaje.
—¿Danielle? —preguntó Gabriel con preocupación en la voz.
—¡Puedo hacerlo! —solté, y luego empujé con toda la rabia que
tenía en mi interior.
La manta de magia que atrapaba mi cuerpo se rompió y el Concejal
cayó de rodillas, jadeando y sudando.
—¡Concejal! —Duncan se apresuró hacia el Concejal dejando a
Russ de pie solo, esposado y sin magia, pero sin vigilancia.
—Estoy bien —jadeó el Concejal—. ¡No dejes que el chico escape!
Tan rápido como pude me concentré en las restricciones que
limitaban la magia de Russ. Deseé con todo lo que me quedaba y las
esposas cayeron al suelo al mismo tiempo que me desplomaba en la
arena.
Russ no perdió el tiempo golpeando a Duncan con un hechizo que
lo lanzó por el aire, y después desapareció.
—Russ… ¿Russ? —lo llamé, pero apenas tenía la fuerza suficiente
para susurrar.
—Danielle, tienes que cambiar tu hechizo para permitir que Russ
nos vea —señaló Gabriel.
—Voy a dejarlo —dije—. Estoy exhausta. Los hechizos del Concejal
eran demasiado poderosos. No puedo escondernos por mucho tiempo.
—Encuentra a Russ. Él podrá darte fuerza.
Asentí y cerré los ojos. Luchando contra el sueño, modifiqué mi
hechizo.
—¡Russ! —llamó Gabriel inmediatamente—. ¡Por aquí!
Abrí los ojos justo cuando Russ caía al suelo a mi lado.
—Rápido —dijo Gabriel—. Si pierde el hechizo antes de que nos
hallamos ido no tendremos otra oportunidad. El Concejal nos encerrará
a todos.
Russ lo entendió antes que yo. Se inclinó, creí que para levantarme,
y me sorprendió con un beso. Estaba demasiado exhausta para pelear.
Después de un momento entendí por qué lo había hecho. Cuando sus
labios entraron en contacto con los míos, mis anhelos ardieron vivos.
No era mi intención besarlo pero no pude detenerme. Mi cuerpo
reaccionó instintivamente. Prácticamente podía sentirme tomando la
energía de Russ. Era casi tan regenerador como cuando Gabriel me
sostenía.
Después de un minuto Russ me empujó temblando y jadeando. Se
rio y me tomó entre sus brazos.
—¡Maldita sea, Dani! —Tuvo otro escalofrío y miró a Gabriel—.
¿Cómo lo soportaste después de que el Concejal la dejara anhelante?
—Soy mucho más fuerte que tú —susurró Gabriel—. Y nunca
compartí una conexión con ella o podría haberme matado. —Me miró a
los ojos por una milésima de segundo antes de volver a centrarse en el
Concejal y Duncan—. Imagino que tampoco reacciona a mi energía tan
ansiosamente.
De pronto me sentí horrorizada.
—¿Qué significa eso? ¿Qué pasó? Apenas recuerdo…
—No te preocupes por eso —bromeó Russ, guiñándome un ojo—.
¿Te sientes mejor? ¿Crees que puedes mantener el hechizo para sacarnos
de esta playa?
—Creo que sí, pero démonos prisa por si acaso.
Russ estaba mareado mientras me llevaba hacia el coche. Gabriel,
por otra parte, se apreciaba más estoico de lo que alguna vez lo había
visto. Lo que fuera que acababa de pasar debía haber sido una pasada
de beso.
—¿Dónde está el Concejal? —pregunté esperando distraer a
Gabriel.
Gabriel apuntó al estacionamiento. Ambos, Duncan y el Concejal
se localizaban de pie junto a la limusina. Mientras nos acercábamos
podíamos escuchar los enfadados gritos del Concejal.
—¡…traicionarnos así! —decía—. ¡No entiendo que le ha pasado a
este chico!
—Concejal, Gabriel siempre ha sido inquebrantablemente leal. ¿En
serio no esperaba que mostrara la misma lealtad hacia su compañera?
—¡Cuando ponga mis manos encima de esa egoísta y desagradecida
mocosa! ¡Danielle! —gritó tan alto como pudo al aire—. ¡Si algo le ocurre
algo al Vidente juro por la Creadora que sentirás la ira del Concilio, con
profecía o no!
Duncan condujo al Concejal a la limusina.
—Vamos, Concejal. Estoy seguro de ya estarán lejos. Volvamos al
consulado y concentrémonos en encontrar a Devereaux. Sabe que es a
donde se dirigen.
El Concejal siguió despotricando.
—¡Esto es culpa de Alexander! ¡Ella es igual que él! ¡Estúpida, terca
y egoísta! ¡Encuéntralo, Duncan!
Supuse que hablaba sobre Alex hasta que se subió al coche
gritando:
—¡Halla a mi hijo y tráelo a casa conmigo!
El jadeo de Gabriel nos sacó a todos de nuestros trances. No creo
que el Concejal se hubiera referido a Gabriel como a su hijo antes. Al
menos no que Gabriel supiera.
—Gabriel —susurré—. Lo siento tanto.
—No pasa nada, Danielle. Tenías razón. El Concejal ignora la
voluntad de la Creadora. —Observó a la limusina salir de nuestra visión
y dijo—: Está dejando que sus sentimientos personales nublen su juicio.
—Aun así. Sí que es algo. Siento haberte causado tantos
problemas, pero gracias por lo que hiciste.
—Sí —dijo Russ—. Inclusive si fue culpa tuya que estuviera aquí,
fue bastante decente por tu parte ayudarnos a escapar.
—Ni lo menciones —dijo Gabriel, y luego se subió al asiento trasero
del coche robado.
Sonó muy literal, así que ni Russ ni yo dijimos otra palabra en todo
el trayecto de regreso a la casa.
22
Traducido por Liilyana & Jeyly Carstairs
Corregido por Gaz Walker

Después de que llegamos a casa, Gabriel dijo que le gustaría estar


solo por un tiempo y desapareció escaleras arriba.
—Va a estar bien, Dani —me aseguró Russ por vigésima vez.
Me paseé por el salón hasta que Russ me convenció de que fuera
con él al sofá a ver una película. Incluso me había dejado escoger, por lo
que la versión de Kira Knightley de Orgullo y Prejuicio estaba en marcha,
pero no podía mantener mi atención.
—A pesar de que el Concejal es horrible, es lo más parecido a un
padre que tiene Gabriel. Es su única familia. El consulado es la casa de
Gabriel. Acabo de hacer con él exactamente lo que el Concejal me hizo.
Me debe odiar.
—Él hizo su elección, Dani, y no nos ayudó a escapar porque te
odie. —Russ frunció el ceño—. En realidad, fue bastante impresionante
por su parte. Tengo que admitir que no creí que tuviera las pelotas.
Maldita sea si no estoy impresionado con el chico en este momento.
Fingí un ataque al corazón. —Vaya, Russ. ¿Acabas de decir algo
bueno sobre Gabriel?
—Por supuesto, está actuando como un tonto. Si fuera yo, lo habría
hecho pasar por un gesto romántico y lo habría usado para conquistarte.
Me eché a reír. —Ahí está el idiota que conozco y amo.
El intento de Russ por animarme finalmente tuvo éxito y me relajé
un poco.
—¡Oh! ¡Me olvidé! Tengo algo para ti. —Saltó del sofá de repente.
Fue a la cocina y regresó un momento después sosteniendo un collar
antiguo con un hermoso amuleto turquesa que me había dado para mi
cumpleaños—. Tus padres se lo dieron a mi padre casi dos semanas
después de que desapareciste.
—¿Lo has tenido contigo todo este tiempo? ¿Cómo es que no lo has
mencionado? Habría sido muy útil cuando pasaba por tanto cansancio
todo este tiempo.
Russ sonrió. —Solo estoy siendo un poco vengativo. Demándame
por no querer hacer las cosas más fáciles para ti después de que pensé
que te rescataba y en su lugar me encontré con que vives felizmente en
tu nuevo castillo con tu príncipe alto, moreno y patético.
Levanté mi cabello y dejé que Russ colocara el collar alrededor de
mi cuello. Tan mágico que me hizo temblar. Ignoré el deseo provocado
por la energía y le pregunté: —¿Por qué me lo das ahora?
—Debido a que lo necesitas con el Señor Dulce y Sensible que
constantemente está tratando de persuadirte.
—En otras palabras, ¿tratas de reclamar tu territorio?
Russ asintió. —Mi collar es mucho más impresionante que esa
pequeña banda en tu dedo. Estoy esperando que moleste a Gabe cada
vez que te vea usarlo.
Me reí y luego me relajé por completo. Cuando apoyé la cabeza
sobre Russ, él colocó su brazo alrededor de mí.
—Al igual que en los viejos tiempos —le dije acurrucándome a su
lado y ajustando nuestra manta sobre mi regazo.
Russ tiró de uno de los bordes. —No puedo creer que te dije que
empacaras tus cosas y lo primero que tomaste fue esta estúpida manta.
—Tenía que hacerlo. Po fin me tocó tenerla. Se supone que debo
tener la custodia compartida, sabes.
—Eso no es tan cierto. Obtuve la custodia completa en el minuto
en que hiciste los bordes púrpuras y me obligaste a dar la presentación
en clase. Tienes suerte de que te di los derechos de visita después de esa
humillación.
Mi risa se convirtió en un suspiro. —Echo de menos esto —dije—.
Así es como se supone que debe ser.
Russ estuvo tan callado durante tanto tiempo que me di cuenta de
que se había molestado por algo. Cuando le pregunté dijo: —¿Alguna vez
no quisiste algo más que esto? ¿Más de mí?
—A veces me lo preguntaba —admití—. Tenía curiosidad por cómo
sería, o si alguna vez lo pensaste. Pero estaba feliz, así que no importaba.
—¿No importaba?
Me encogí de hombros. —Siempre te tenía conmigo. Era suficiente.
—¿Qué hay del día que te fuiste? En el lago, y luego, ¿cuando nos
besamos? ¿No sentiste algo más que amistad entre nosotros?
Tuve que luchar contra las repentinas mariposas. —No lo sé.
Russ no estuvo satisfecho con esa respuesta. —¿No lo sabes?
—Me sorprendió tanto —dije, defendiéndome—. Y también estaban
los anhelos. No sabía lo que sentía. Cuando me besaste, fue como un
adiós más que nada. Fue un buen beso, pero me pasaban tantas cosas
que no tenía tiempo para pensar en ello. Entonces, cuando pensé que
nunca te iba a volver a ver traté de no pensar en ello. Pensar en ti siempre
dolía demasiado.
Russ sonrió como si por fin hubiera dicho algo que quería oír.
—¿Ahora qué pasa? —preguntó.
—¿Qué quieres decir? ¿A qué te refieres con ahora?
La sonrisa de Russ desapareció. —Dani. —Dijo mi nombre como si
pensara que fuera idiota.
Él movió la mano que no sostenía a mi lado y la colocó en mi pierna,
por encima de la rodilla. Algo sobre la forma en que la mantuvo allí, hizo
que mi corazón saltara a toda marcha.
—Quiero saber lo que está pasando por esa cabecita tuya —dijo.
Mientras hablaba, deslizó su mano hasta mi muslo. Nunca había sido
tan provocador conmigo—. ¿Qué sientes?
Tragué saliva y mi cuerpo comenzó a temblar.
—Yo… no lo sé —le dije. Excepto que sí lo sabía. Y a juzgar por la
forma en que Russ pasó de burlarse de mí en un abrir y cerrar de ojos,
estaba bastante segura de que sabía demasiado bien lo que sentía.
Él llevó su mano a mi mejilla y giró mi cara a la suya. Jadeé cuando
trazó mis labios con su pulgar. Luego se inclinó y rozó sus labios con los
míos. Lo que sentía era excitante y casi imposible de controlar.
—¿Me quieres, Dani? —susurró contra mi boca.
Me estremecí, y mi respuesta llegó antes de que pudiera detenerla.
—Sí.
Me besó suavemente. —Así es como debe ser con nosotros.
—Pero ¿qué pasa con Gab…?
Me besó de nuevo. —Olvídate de todo lo demás en este momento.
Solamente escucha a tu cuerpo.
Las manos de Russ empezaron a vagar y me di cuenta de que le
costaba mucho evitar que vagaran por lugares en los que podría recibir
una bofetada. Era como volver a ser torturada. Su mano se detuvo en el
centro de mi pecho, sobre mi corazón. —¿Me amas? —preguntó.
—Sabes que sí.
—No, Dani, ¿me amas? —preguntó de nuevo.
Una ola de confusión se apoderó de mí. No podía darle la respuesta
que quería. —No lo sé.
Los labios de Russ finalmente se posaron sobre los míos con fuerza.
Me debatía entre el deseo de ceder ante él y la necesidad de huir para
ponerme a salvo mientras él intentaba convencerme de que le devolviera
el beso.
—Russ, para. No puedo.
—Sí, puedes. Tu preocupación viene por culpa del Concejal. No eres
tú.
Intentó besarme otra vez y yo me sentía impotente para detenerlo
hasta que alguien se aclaró la garganta en la habitación.
—Creo que te pidió que dejes de hacerlo.
—¡Gabriel! —El sonido de su voz me hizo separarme de Russ. Volé
al otro lado de la habitación y me lancé a la seguridad de sus brazos.
Cuando me agarró en un fuerte abrazo, fui abrumada con un alivio que
no tenía ningún sentido lógico.
—¿No puedes ver lo trastornada que está? —le preguntó Gabriel
mientras hundía mi cara en su pecho, pidiendo disculpas una y otra
vez—. ¿Por qué insistes en confundirla?
—¿Yo? —preguntó Russ, poniéndose de pie—. Tú eres el que la
tiene trastornada. ¿Dani, por qué sigues corriendo hacia este tipo?
Salí del abrazo de Gabriel y grité con enojo: —¡Porque es mi marido!
Ahora estoy casada, Russ. ¡No puedes tenerme!
—¡Tu llamado matrimonio no cuenta! —gritó—. Nunca estuviste de
acuerdo con él. Me amas a mí. Sabes que es así. ¡Admítelo!
—¿Qué es lo que quieres oír, Russ? Esa parte de mí, la que pasó
toda mi vida esperando que me vieras como más que una amiga y te
odiaba porque no te dabas cuenta, ¿de verdad quieres saber que por fin
me sentí completa por primera vez en mi vida ese día en el lago? ¿O que
si no fuera por Gabriel me hubiera quedado contigo para siempre? ¿Es
que eso va a ayudar en algo entre nosotros? Porque no puedo hacer eso.
—¿Por qué no? ¿Debido a que un grupo de desconocidos que no
deberían tener voz te dijeron que tenías que estar con él?
Miré a Gabriel y sacudí la cabeza. —No. Porque ahora él también
me importa.
—¿Cómo es posible? —exclamó Russ—. ¡Apenas lo conoces desde
hace un mes!
—¡Simplemente es así!
Tomé la mano de Gabriel. Se encontraba de pie allí demasiado
impresionado para hacer nada, mirándonos a Russ y a mí gritándonos el
uno al otro. Le sonreí. —Es muy bueno. Tiene un poco de la Creadora en
él.
—Ese es el lavado de cerebro hablando —dijo Russ—. Te conozco,
Dani. Tienes la fuerza para darte cuenta. Necesitas a alguien fuerte, a
alguien que salte al peligro contigo. Necesitas a alguien que coincida con
ese fuego dentro de ti. Es imposible que ese emo citador de Shakespeare
pueda ser el chico para ti. ¡Nunca será capaz de hacerte feliz!
Russ dejó de gritar lo suficiente para recuperar el aliento y luego
miró a Gabriel. —Todo lo que ella siente por ti no es real. Puedes confiar
en mí. Estabas ahí para recoger los pedazos de una niña rota, pero nunca
podrás tener lo que tenemos.
Gabriel me soltó la mano. Lucía tan pálido cuando salió de la
habitación. Lo llamé, pero la puerta se cerró detrás de él y me giré de
nuevo hacia Russ. —¡No tenías porqué ser tan malo!
—Solo estaba siendo sincero. Incluso ahora, no quiere defenderse.
No va a luchar por ti, Dani. Eso no es amor.
—Oh, ¿y tú eres experto en el amor? El Concejal dice que estás tan
jodido como Gabriel y yo.
—Soy el experto en ti. Te conozco. Sé lo que necesitas.
—¡Lo que necesito es que te detengas! No importa los sentimientos
que tengo hacia ti, ya es demasiado tarde. El Concejal me dio a Gabriel.
Incluso tu padre dijo que me tengo que quedar.
—¿Y vamos a aceptarlo así como así? ¡No es justo!
—¡No, no es justo, pero Gabriel es una buena persona! —Respiré,
y mi voz se convirtió en una súplica—. Podría ser feliz con él si me dejas.
—¡Por supuesto que no!
Terminé de discutir. Era imposible ganar esta pelea. No importaba
cuál fuera el resultado, todo el mundo iba a salir herido de alguna forma.
Agarré el amuleto alrededor de mi cuello esperando que me diera la fuerza
para decir lo que tenía que decir.
—Sí, te amo, Russ. De verdad. Pero no puedo darte lo que quieres.
Eres mi mejor amigo. Esa es la clase de amor que necesito de ti ahora. Si
no puedes aceptarlo, entonces voy a tener que dejarte.
Con eso, salí para encontrar a Gabriel.
Ya estaba oscuro y frío afuera, podía ver mi aliento. Gabriel estaba
inclinado sobre la barandilla del porche mirando las estrellas. No miró
hacia atrás cuando me acerqué.
—Solo fue cruel porque está dolido —dije poniendo mi mano en el
hombro de Gabriel.
—Pero tiene razón. He visto de primera mano tu espíritu intrépido.
Necesitas a alguien fuerte con quien puedas igualar esa pasión. ¿Y quién
soy yo? No soy ese hombre.
La inseguridad de Gabriel me hizo enojar. Le di la vuelta y le obligué
a mirarme. —Eres fuerte —insistí con fiereza—. Y hay más pasión en ti
que en nadie que haya conocido. Hay algo bueno dentro de ti que nadie
en este mundo puede igualar. Es por eso que la Creadora decidió
otorgarte el don de la visión.
Agarré la mano de Gabriel y entrelacé nuestros dedos. Cuando volví
a hablar, mi voz estaba tan llena de emoción que solo podía susurrar:
—Se equivoca. Tal vez estoy un poco confundida sobre dónde está
mi corazón, pero también estoy orgullosa de estar casada contigo.
Gabriel todavía se veía tan triste e inseguro. No podía culparlo, sin
embargo, después de vernos a mí y a Russ en una situación tan íntima.
Necesitaba que me creyera. Necesitaba que supiera que me preocupaba
por él, y solo pude pensar en una manera de hacer eso. Jalé su mano a
mis labios y besé su anillo de bodas.
—Yo acepté esta unión, Gabriel. No la acepté por la profecía ni por
el destino ni por la voluntad del Concilio. La acepté por ti.
Oí un pequeño jadeo y esperaba que fuera algo bueno. Di un paso
tan cerca de Gabriel que tuve que inclinar mi cabeza para mirarlo a los
ojos. —Siento lo de Russ.
Gabriel habló en voz tan baja que apenas distinguía sus palabras:
—¿Lo amas?
—Sí —admití—, lo amo. Pero tú también me importas y además
tengo que confiar en la Creadora. La Creadora te dio esa visión de mí. Y
me ha dado varias visiones de ti, incluyendo este mismo momento.
Los ojos de Gabriel se abrieron como platos. —¿Viste esto?
Asentí.
—De todas las cosas que la Creadora pudo haberme mostrado, me
vi aceptar nuestro destino aquí en este mismo portal. Es por eso que
estaba tan asustada.
—¿Y dejarás que suceda? —Apartó la vista de mí y murmuró—:
Pensé que querías cambiarlo.
—Pensé que habías dicho que no debería.
Cuando Gabriel me miró sorprendido, sonreí. Comenzó a acercarse
a mí, pero se contuvo y metió las manos en los bolsillos.
—Gracias, Danielle.
Saqué las manos de Gabriel de sus bolsillos y las puse a ambos
lado de mi cara donde había planeado ponerlas. —Parte de aceptar esta
unión significa que tú también me aceptes.
Gabriel inmediatamente comenzó a discutir. —Danielle, no tienes
que hacer eso. No te lo pediría. Tu corazón está con Russ.
Negué con la cabeza. —Pero no solo con Russ. Le he pedido que me
dejara en paz.
Gabriel tembló ligeramente y trató de retirar sus manos, pero no se
lo permití. —No soy suya para que me toque así —dije—, soy tuya. Si me
quieres.
Dudó solo un momento antes de bajar sus labios a los míos, pero
su beso era todavía tímido. Era tan diferente de los besos apasionados y
lujurioso de Russ, pero todavía podía sentir lo hambriento que estaba de
mí tras sus reservas. Me dieron ganas de ayudarlo a superar su timidez.
A diferencia de con Russ, ahora no había duda. No había conflicto. Lo
besé con toda la pasión que había en mí hasta que finalmente comenzó
a responder de la forma en que mi cuerpo quería que lo hiciera.
Antes de que pudiéramos dejarnos llevar, Alex nos hizo conscientes
de su presencia. —Puede ser que deseen llevar esto a su habitación. ¿Se
dan cuenta que sus auras se hacen más fuertes cuando conectan de esa
manera? Mi magia no puede hacer mucho para esconderlos.
—¡Alex! —Prácticamente salté por la interrupción.
Cuando me di vuelta, Alex estaba sentado en la oscuridad en la
mecedora del porche mirándonos con curiosidad, aun con una expresión
reservada.
—¡Lo siento! Solo estábamos… —Mi voz se apagó. Era bastante
obvio lo que estábamos haciendo—. ¿Cuándo has vuelto?
—Hace unos diez minutos. —Levantó un vaso de cartón. Sonreía—
. Gabriel y tú parecían poder necesitar unos minutos de privacidad así
que me quede aquí a terminar mi café.
Me sonrojé tanto que Alex pudo verlo a pesar de tener solo la luz
de la luna. —Alex, yo… lo siento mucho. L…
—Está bien, Dani. Lo entiendo. Considerando la decisión del
Concilio pienso que aceptar a Gabriel demuestra mucha madurez de tu
parte.
—¿En serio?
—Sí, de verdad.
Estaba tan increíblemente aliviada. Gabriel tomó mi mano y me
jaló cerca de nuevo. Eso fue un gran alivio también.
—¿Así que no te enojarás si elijo a Gabriel?
—Por supuesto que no. Solo lo siento por ti y Russ. Se lo mucho
que se aman. No deberías tener que ser forzada a tomar esta decisión. —
Los ojos de Alex se deslizaron a Gabriel—. Y en cuanto a tus sentimientos
por él, bien, tampoco son culpa tuya. Lo que el Concejal te ha hecho…
—¿Solo el Concejal? —preguntó Gabriel—. Creo que el vínculo
entre Danielle y yo no es más antinatural que el que existe entre ella y su
hijo.
Jadeé, pero Gabriel no retrocedió.
—El Concejal tenía razón, Danielle. Tú misma lo reconociste. La
forma en que Russ y tú solo se preocupan el uno por el otro no es normal.
—Pero eso no fue culpa de Alex. Si no se hubiera quedado, hubiera
estado completamente sola todos esos años. Tendría que haber pasado
por los anhelos y no tener idea de lo que me ocurría. Alex me ayudó.
—Y sin embargo nunca te explicó nada. Guardó la verdad de lo que
eras, del vínculo que sentías con Russ, en secreto. ¿Con que propósito?
—¡Gabriel! —Miré con preocupación al padre de Russ—. Lo siento,
Alex.
—No estoy enfadado —me aseguró Alex—. No puedo culpar a
Gabriel por sus sospechas. No soy exactamente un amigo del Concilio.
—Otro punto en el que no decías la verdad a los niños que dices
amar.
Estaba horrorizada por la repentina hostilidad de Gabriel, pero Alex
no se enojó. Se puso de pie con un suspiro de cansancio.
—Se está haciendo tarde y las emociones están muy fuertes por
aquí esta noche. ¿Por qué no dormimos todos un poco y hablamos por la
mañana?
Antes de que Gabriel pudiera arrastrarme dentro, Alex me dio un
gran abrazo.
—Todavía estoy aquí para ti como siempre, Dani. Sé que no puedo
reemplazar a tus verdaderos padres, pero espero que me consideres tanto
tu padre como el de Russ. Siempre voy a hacer lo que pueda por ti.
—¿Hablarías con Russ por mí? —pregunté, incapaz de dejarlo—.
No entiende cómo lo haces. Probablemente me odie ahora. Si no fuera…
—Mi voz falló por un repentino ataque emocional—. Si el Concilio no me
hubiera emparejado con Gabriel las cosas serían diferentes, pero no hay
nada que pueda hacer.
—Lo sé, cariño. Lo sé. Voy a hablar con él. Sin embargo, Russ
nunca podría odiarte, Dani. Te ama.
Las lágrimas llenaron mis ojos y tuve que mirar hacia otro lado.
—Eso solo me hace sentir peor.
Alex besó mi cabeza y me devolvió a Gabriel.
—Duerme un poco —dijo, luego se dirigió hacia el interior y fue
arriba.
Para el momento en que Gabriel y yo llegamos a la parte superior
de las escaleras podíamos oír los furiosos gritos de Russ viniendo a través
de la puerta de su dormitorio.
—¡Está loca! —gritaba—. ¡De hecho, piensa que podría ser feliz con
ese títere! ¡El Concejal Supremo la arruinará!
Cuando me quedé helada, Gabriel me hizo pasar a nuestra
habitación y cerró la puerta para que no pudiéramos oír más, pero no
importaba. Siempre recordaría el odio en su voz.
Me acerqué a la cómoda y miré mi collar en el espejo del tocador.
Russ dijo que el collar era para recordarme que me amaría pasara lo que
pasara. ¿Contaba eso ahora? Mientras me debatía entre seguir llevándolo
o no ponérmelo nunca más, Gabriel se acercó por detrás y miró el espejo
con curiosidad.
—¿Puedo preguntarte sobre el collar? —dijo.
La decisión estaba tomada. El collar iba a poner celoso a Gabriel
tal y como Russ había esperado. Yo no podía preservar los sentimientos
de Russ no importa lo que hiciera en este momento, pero no necesitaba
herir a Gabriel también. —Fue un regalo de Russ para mi decimosexto
cumpleaños. No te preocupes. No voy a usarlo.
Cuando lo alcancé para quitármelo, Gabriel puso su mano sobre la
mía para que dejara de desabrocharlo. —Déjalo.
Lo miré a los ojos en el espejo.
—Es generoso de tu parte, considerando de quién viene.
Gabriel sonrió y negó con la cabeza. —Te aseguro que es puramente
egoísta. —Dejó que sus dedos rozaran de un lado a otro a lo largo de la
cadena en la parte de atrás de mi cuello y no se detuvo hasta que me
estremecí violentamente. Sus manos se posaron sobre mis hombros y
miró mi reflejo, como si yo no fuera real.
—Usabas este collar la primera vez que te vi —explicó.
—¿Te refieres a tu visión?
Gabriel asintió, fallando en mantener la sonrisa en su cara.
—Me aferré a esa imagen de ti por días. Más bien esperando cuándo
podría por fin conocerte en persona, y preguntándome sobre ello durante
todo este tiempo. Verte a ti ahora me hace sentir que he logrado robar al
ángel salido de mi sueño.
Sé que había aceptado a Gabriel, y todo, pero parecía demasiado
fascinado para sentirme cómoda. Me eché a reír nerviosamente.
—Bueno, eso va a molestar a Russ. Solo me lo regresó hoy con la
esperanza de ponerte celoso.
—En ese caso, voy a estar seguro de decirte a menudo lo mucho
que me gusta el collar.
Me di la vuelta para encontrar a Gabriel sonriendo maliciosamente
y no pude evitar la sonrisa que se me escapó. Después de un momento,
sin embargo, mi risa se convirtió en un suspiro. —Lo siento, Russ ha sido
terrible contigo. No le gusta compartir nada. Menos aún a mí.
—Una cualidad que descubrí hoy que tenemos en común él y yo.
Había estado bromeando, pero me atormentaba la culpa. Me
acerqué a la ventana y me quedé mirando las estrellas.
—Lo siento por besarlo.
—Danielle, no lo besaste —aseguró—. No estabas en control de ti
misma en la playa y justo en ese momento él te beso, pero no le devolviste
el beso. Admito que estuve sorprendido por tu resistencia, pero también
estaba muy agradecido por eso.
Gabriel se unió a mí junto a la ventana y me obligó a mirarlo.
—Me has hecho muy feliz esta noche, pero me preocupa que te
hayas hecho infeliz con tu sacrificio.
La culpa era de nunca acabar. —Estar contigo no es un sacrificio,
Gabriel —le dije. Me sentía tan impotente—. Solo odio que tenga que
lastimar a Russ al hacerlo. Si mi relación con él es antinatural como cree
el Concejal, entonces nunca va a ser capaz de aceptar esto. Nunca dejará
de dolerle.
Gabriel me llevó hasta el borde de la cama. Una vez estuve sentada,
me dijo: —Tal vez sería más fácil para él si nos fuéramos.
—¿Sacarlo de mi vida todo a la vez? No sé si…
—He visto muchas cosas horribles en mis visiones como sabes,
pero nada ha sido tan doloroso como ver sus manos sobre ti esta noche
y temer que te había perdido por él. No le deseo a nadie esa sensación.
Ni siquiera a Russ.
Mi corazón se sentía como si se estuviera rompiendo, pero aun así
conseguí una sonrisa sincera. —¿Cómo eres tan bueno? —le pregunté.
Se sonrojó cuando me respondió. —Tú me haces fuerte.
—Tú aclaras las cosas —contesté—. Russ hace todo tan confuso,
pero cuando estoy contigo, la respuesta correcta siempre parece tan fácil.
Gabriel me apretó la mano y luego se inclinó hacia mí. —¿Puedo?
Rodé los ojos. —Te lo dije, ahora no necesitas mi permiso.
—Gracias —dijo Gabriel, y luego me besó.
Cuando se sentó de nuevo rompió en una sonrisa emocionada. La
única palabra para describirlo era adorable. —¿Qué fue eso? —pregunté
con curiosidad.
—Solo he leído de este sentimiento. Ni siquiera Shakespeare pudo
hacerle justicia.
—¿Qué sentimiento?
—Amor, por supuesto.
—¿Amor? —Mi estómago dio un vuelco—. Gabriel…
Gabriel me interrumpió con otro beso. Su repentina confianza era
irresistible.
Lo que comenzó como la más agradable calidez arrastrándose sobre
mí rápidamente se convirtió en fuego. Me consumió con deseo, el suyo y
el mío, pero era demasiado rápido. Cuando envolví mis brazos alrededor
del cuello de Gabriel y caí de espaldas en la cama, tirando de él sobre mí,
rápidamente se sentó, sin aliento, con una mirada agobiada en sus ojos.
No es que alguna vez hubiera tenido realmente una genuina sesión
de besos antes, pero había crecido con la TV por cable. Fui a la escuela
pública. Tenía una idea de qué esperar. Viendo a Gabriel experimentar el
sentimiento de la lujuria por primera vez, me pregunté si incluso sabía
sobre los pájaros y las abejas más allá de lo que podría haber leído en el
libro de texto que le dio el Concejal. Definitivamente no podía imaginarlo
sentado con el Concejal Supremo pidiendo consejos sexuales cuando le
dijo que le había encontrado una compañera.
Si yo estaba nerviosa en este momento, Gabriel debería haber
estado aterrorizado.
—¿Por qué no nos vamos a dormir? —sugerí—. Se está haciendo
tarde.
23
Traducido por Gaz Walker & Karlamirandar
Corregido por *Andreina F*

Había estado durmiendo con Gabriel durante semanas ya, pero era
diferente esta vez mientras me deslizaba en la cama. Se quedó callado y
me dio tanto espacio como fuera posible. Ahora tenía miedo de tocarme.
Habíamos estado allí tumbados durante una hora en silencio,
ambos lejos de dormir. Cuando simplemente no podía soportar la torpeza
un minuto más le dije: —Te vas a caer de la cama así.
—Estoy bien, Danielle.
—Estás incómodo.
—No es nada.
—Vale, vale. Yo me siento incómoda.
Gabriel se dio la vuelta para mirarme con preocupación en sus ojos.
—¿Tus anhelos están molestando?
—Sí —le mentí.
Gabriel me miró aliviado de tener una excusa para tirar de mí en
sus brazos. Mientras me acurrucaba contra él, me preguntó: —¿Es la
única razón por la que no puedes dormir?
—Solo estaba pensando.
—¿En Russ?
Me sorprendió que pudiera parecer tan preocupado por Russ como
yo. —En Russ —acepté—. En casa. Echo de menos a mis padres. Deben
pensar que me ha pasado lo peor. Si le dieron a Russ mi collar es porque
piensan que nunca voy a volver a casa. Probablemente piensan que fui
secuestrada y asesinada o algo así. No soy exactamente del tipo de huir.
No me puedo imaginar lo terrible que es para ellos.
—Es posible que todavía seas capaz de ir a casa un día, Danielle.
Después de que se cumpla la profecía.
—¿Y decirles qué? ¿Que acabo de volver de una especie de
vacaciones sobrenaturales a las que nunca pedí ir? ¿Que existen los
vampiros y hombres lobo? ¿Que soy un nuevo tipo de fenómeno y que su
mejor amigo Alex es un poderoso hechicero? Ah, ¿y que también tengo
dieciséis y me casé con un extraño, porque el Concejal Supremo dijo que
soy la Elegida y tú eras mi destino? Probablemente es mejor creer que fui
asesinada y que nunca voy a volver a casa.
Gabriel suspiró. —Es cierto que sería más fácil no ir a casa ahora
—dijo—. Sin embargo, si alguna vez fuera posible encontrar paz con los
humanos... Si pudiéramos salir de nuestro escondite, entonces no veo
ninguna razón por la que no podrías reunirte con ellos.
Me resistí a la tentación de burlarme. La tarea parecía demasiado
imposible.
Nos quedamos en silencio por un momento, hasta que Gabriel dijo:
—Creo que me hubieran gustado tus padres. Deben ser muy buenas
personas para haber criado a una hija así.
—Lo son.
—Bueno, si no puedo llevarte a casa con tus padres —Gabriel forzó
una sensación de alegría en su voz—, tal vez podría llevarte a otro lugar
para ayudar a olvidar tus problemas de forma temporal. ¿Otra cita, tal
vez?
La idea de otra cita con Gabriel hizo que mi corazón se sintiera diez
veces más ligero. —Una de verdad esta vez —le dije—. Sin chaperones.
Gabriel se echó a reír. —No pienso invitar a Russ, si eso es lo que
quieres decir.
—Si podemos evitarlos a él y a Alex, que te lo advierto ahora, que
no va a ser fácil, ¿tienes algo en mente?
—En realidad, tenía un pensamiento. Mañana es treinta y uno de
octubre.
—¡Eso es! Mañana es Halloween. El Año Nuevo Supernatural. ¿Qué
se llama de nuevo?
—Samhain —dijo Gabriel—. Al igual que tú, nunca he estado en
una fiesta de Samhain. A pesar de que siempre he querido ver una, el
Concejal insistió en que era demasiado peligroso. Pero con tu poderoso
hechizo de camuflaje estaría bien por un corto tiempo. Lo suficiente para
por lo menos experimentar.
—Vamos a traer algo a sacrificar —bromeé.
Gabriel se echó a reír, pero luego frunció el ceño. —Es lamentable
que tengas que mantener el embrujo toda la noche.
Levanté la cabeza del pecho de Gabriel para mirarlo a los ojos.
—Sí, eso es muy lamentable. —Me reí, pero no pude mantener mi
buen humor—. ¿Crees que no vamos a estar nunca lo suficientemente
seguros para vivir libremente como los otros seres sobrenaturales?
¿Nunca vamos a llegar a salir juntos y no tener que escondernos de todo
el mundo?
—Es posible que una vez que la profecía se haya cumplido y el
equilibro restaurado, no todos los que conozcamos nos quieran usar o
hacernos daño.
—Uno solo puede esperar —le dije.
Gabriel se echó a reír y se sumió en un silencio cómodo. Ahora que
estaba más relajada inmediatamente comencé a sentir la hora tardía.
Empecé a ir la deriva hasta que Gabriel preguntó: —¿Te importa si trato
de ver tu futuro de nuevo?
—¡Oh! Um…
—Tú eres la única persona que no he sido capaz de ver y estaba
pensando que, después de verte practicar el control de la fuente esta
tarde, me gustaría volver a intentarlo.
Me estremecí al recordar la intensidad de mi última visión.
—Tal vez eso no es una buena idea. Quiero decir, ¿qué pasa si
accidentalmente te veo en el futuro una vez más?
—No me importa si lo haces —admitió Gabriel—. Tus reacciones
sobre mi futuro son siempre muy interesantes.
—¿No hay una regla? —dije nerviosamente—. Nadie debería saber
demasiado sobre su propio destino, o algo así.
—¿Por favor?
No había manera de que pudiera decir que no a la cara que le hacía.
Gabriel apretó mi mano con confianza, pero fui yo la liada en una
visión. Por el lado positivo, no estábamos solos en esta visión, pero por el
lado no tan positivo, estábamos de vuelta en la gran sala de conferencias
en el consulado. Lo que significaba que algún día volvería allí.
Cada asiento en la mesa de conferencias estaba lleno. Algunas de
las caras eran familiares, algunas nuevas, y algunas faltaban.
De pie en la cabecera de la mesa había otra versión de Gabriel y yo.
Físicamente no nos veíamos realmente mucho mayores, pero parecía
como si hubiéramos envejecido diez años. Nos sonreímos y mirábamos
esperanzados, pero podía sentir lo cansados y malhumorados que nos
sentimos debajo. Nos agarrábamos las manos como si no pensáramos
soltarlas nunca más.
—Nomino al camaleón. —Una voz sonó desde la mesa. Era
Constance, y su rostro parecía sereno como siempre, mientras miraba
hacia la futura yo—. Es gracias a ella que todavía tenemos un Concilio.
Un coro de aprobación se hizo eco entre el Concilio.
—Secundo eso —dijo la señora vampiro, cuyo nombre nunca
aprendí. Tenía una sonrisa encantadora.
—Le doy las gracias por el honor que ha puesto en mí el Concejal
Vanderhousen —le dijo el otro yo a Constance con una formalidad que la
verdadera yo sería incapaz de tener—. Pero me temo que debo declinar
respetuosamente. Todavía soy nueva en el mundo sobrenatural. Estoy
demasiado familiarizada con las leyes y costumbres de nuestro pueblo
aún para considerar una posición de liderazgo. ¿Me permitirían presentar
otra opción, por favor? Hay alguien entre nosotros que ha crecido con la
defensa y protección de nuestro pueblo. Alguien que no solamente fue
enseñado, sino que también fue criado por el Concejal Supremo, y uno
por cuyas venas corre la sangre de la Creadora. Creo que el Vidente sería
un líder superior de lo que yo podría soñar con ser, con mi temperamento
y carácter rebelde.
Algunas risas y carcajadas resonaron en la habitación.
—Propongo al Vidente a ser nuestro nuevo Concejal Supremo —
dijo el otro yo—. ¿Hay alguien que apoye la moción?
Cinco o seis personas secundaron y la futura yo sonrió al futuro
sorprendido Gabriel. —Muy bien —dijo la futura yo—. ¿Vamos a iniciar
la votación con la Sin Don?
La futura yo miró a una chica que estaba sentada en la silla más
cercana a ella. La chica parecía ser de la misma edad que mi futura yo y
similares en apariencia. Casi podríamos confundirnos con gemelas, salvo
que yo no tenía una hermana y ella tenía el cabello brillante, liso de una
manera por la que habría matado.
—Claro —dijo la joven, sonriendo hacia la futura yo como si
compartieran una broma privada—. Yo voto por que cambien mi nombre.
En serio, ¿no se podía encontrar nada mejor que Sin Don?
—No es una casualidad, Gracie. —La futura yo rió y luego asumió
su postura formal de nuevo—. ¿Grace St. Claire? ¿Qué dices sobre el
asunto de que el Vidente sea nuestro nuevo Concejal Supremo?
—¡Sí! —dijo Grace con entusiasmo—. Sí, sí y por supuesto, sí.
Vi como la votación continuó alrededor de la mesa. La decisión fue
unánime. La futura yo sonrió con orgullo a su muy humilde pareja.
—Felicitaciones, Concejal —dijo, y se levantó a sí misma en sus
dedos de los pies para besar a Gabriel en la mejilla.
Cuando regresé a la actualidad, Gabriel agitaba una mano delante
de mi cara. —¿Danielle?
Parpadeé un par de veces y me sacó de mi aturdimiento.
—Lo siento. ¿Funcionó? ¿Has visto algo?
Gabriel frunció el ceño. —No. Pero tú claramente sí.
—Es evidente.
—¿Y?
—Bueno, parece que el nombre Camaleón se va a quedar. —Pensé
en la chica en la sala de conferencias y sonreí—. Pero no es sin duda el
peor apodo que hay.
El ceño de Gabriel se hizo aún más grande. —¿Eso es todo?
—¿Qué? ¿Mi reacción no fue lo suficientemente interesante para ti
esta vez? ¿Esperabas que viera algo que me hiciera querer saltar a tus
huesos otra vez como la última vez?
—¿Saltar a mis huesos? —repitió Gabriel. Solo estaba confundido
por la expresión. Entendió lo que quise decir, y bajó la mirada.
—¡Oh, sí lo esperabas! —grité.
—Danielle —jadeó Gabriel— Es muy tarde. Debes tratar de bajar la
voz. Solo esperaba que pudieras compartir conmigo tu visión. Nunca me
has explicado qué ves cuando ves mi futuro. No quiero que… saltes a mis
huesos. —Se sonrojó de nuevo.
Era evidente que estaba diciendo la verdad. No lo había querido así.
Pero aun así, no me pude resistir burlarme de él.
—Así, pues, ¿no quieres que lo haga contigo en este momento? —
pregunté.
—¡Por supuesto que no!
Levanté una ceja y se dio cuenta de lo que acaba de decir. Me miró
horrorizado. —No es que yo no quiera, por supuesto, quiero decir, no es
así, yo… yo no… —Renunció a tratar de explicarse y dijo—: ¡Ni siquiera
entiendo lo que quieres decir!
—Besarte —le ofrecí— Mucho. Durante mucho tiempo. Y,
probablemente, sin nuestras camisas, por lo que habría mucho contacto
piel con piel.
Gabriel se quedó sin habla. Tenía la boca abierta en estado de
shock, y sus ojos se hincharon mientras procesaba lo que acababa de
sugerir. Finalmente cerró la boca y tragó. Difícil. Él nunca lo diría, pero
definitivamente quería darle una oportunidad.
No era el único.
En un instante, la tensión era lo suficientemente tensa como para
cortarla. Y después nos besamos. Entonces estábamos tumbados y
besándonos. Tras cinco minutos, la camisa de Gabriel se encontraba en
el suelo.
Entonces se oyó un fuerte ruido en el techo y el sonido de algo
estremecedor, y Gabriel y yo nos dejamos de besar.
—¿Qué fue eso? —le pregunté mientras la puerta del dormitorio se
abría de golpe.
—¡Dani! ¿Estás bien? —Russ me vio acostada debajo de un Gabriel
sin camisa y gritó—: ¡Oh, no!
Tiró de Gabriel hasta ponerlo en pie y le metió un buen golpe antes
de que la ventana de mi dormitorio explotara y alguien me sacara de la
cama.
Russ se olvidó de Gabriel, pero mientras levantaba las manos, un
brazo completamente cubierto me sujetó alrededor de mi pecho y una
mano enguantada me agarró la cabeza.
—Inténtalo y le rompo el cuello —advirtió mi captor.
Russ se congeló.
Me tomó un momento entender la situación, pero cuando lo hice
me di cuenta de que cinco hombres, sin incluir al que me tenía como
rehén, eran hermosos y pálidos como Duncan excepto por los colmillos
pulidos y afilados, ahora estaban parados entre Russ y yo, Gabriel y Alex.
Y para ese momento ya no tenía magia.
Traté de liberar mis manos para al menos igualar la fuerza de mi
fuerte captor vampiro, pero toda su piel estaba cubierta excepto por su
cara y obviamente no podría alcanzarla. El extraño se dio cuenta de lo
que trataba de hacer y sonrió.
—Sé tú secreto, niñita. Es por eso que nos aseguramos que estés
sin esperanza cuando ataquemos. Eres más vulnerable cuando eres una
vidente.
—¿Qué es lo que quieres? —preguntó Alex rápidamente.
Uno de los vampiros apuntó a Gabriel.
—Estamos aquí por el Vidente. También queremos a la Elegida,
pero estamos esperando matarla si tratan de detenernos.
Russ agarró a Gabriel del brazo y lo dirigió hacia adelante.
—Es todo tuyo. Te lo cambio por Dani ahora mismo, sin trucos, sin
hacer preguntas.
—¡Cállate, Russ! —grité—. ¡No lo harás!
—¡Por supuesto que sí, Dani! ¡Estoy medio tentado a matarlo yo
mismo en este momento!
—Russell —dijo Alex con calma. Sacó a Gabriel de las garras de
Russ y se paró protectoramente frente a él—. ¿Quién eres? —le preguntó
al vampiro—. ¿Cómo nos encontraron? ¿Y cómo diablos entraste a la sala
de esta casa?
—Mi querido Alexander —cantó una voz musical desde el pasillo—
. Seguro que no crees que no hay magia tan poderosa como la de la familia
Devereaux.
Alex se giró y entró la mujer más hermosa que jamás había visto.
El rostro de Alex se puso visiblemente blanco al verla.
—¡Simone! —jadeo—. No puede ser. Estás…
—¿Muerta? —Rió—. Sí, ese rumor ha servido para mi propósito de
estos dos últimos años.
—Fui a tu funeral. Tu hermana tuvo que cerrar tu empresa.
La sonrisa de ella desapareció, pero incluso con el ceño fruncido
seguía siendo una diosa. —Mi hermana no cerró la empresa. Lo hizo el
Concilio. Mi magia era demasiado poderosa. Mis pociones funcionaban
demasiado bien. Muchos sobrenaturales se mantenían jóvenes más allá
de su edad. El Concilio temía que los humanos descubrieran la verdad
de mis cosméticos, así que detuvieron el trabajo de mi vida.
—¿Así que fingiste tu muerte?
Simone sonrió de nuevo. —Me uní a la resistencia, cariño.
—¡La resistencia! —jadeé.
Simone me dirigió su devastadora sonrisa. —Sí, querida. Y no
podemos permitir que el Vidente avise al Concilio de todos nuestros
movimientos cuando empiece la guerra. Por supuesto, esperamos que se
una a nosotros y ayude a detener la tiranía del Concilio.
Alex tuvo que contener a Gabriel para que no saltara a la cara de
Simone. —¡El Concilio no es tiránico! ¡He visto los horrores que provocan
en su propio pueblo! Nunca ayudaré a la resistencia.
—No obstante, debes venir con nosotros. —Simone suspiró, pero
luego sonrió—. Tu encantadora compañera no está tan cegada por el
Concilio como tú, creo. —Cruzó la habitación y me apartó el pelo de la
cara—. Qué rasgos tan bonitos —dijo distraídamente—. Con un poco de
mi ayuda podrías estar realmente despampanante. —Volviendo al tema
que nos ocupaba, dijo—: Seguro que comprendes el abuso de poder del
Concilio. Comprenderás la necesidad de detenerlos. ¿Acaso no te sacaron
de tu casa? ¿No te torturaron y te obligaron a formar una unión que no
querías? ¿No te mantuvieron prisionera para utilizarte para su poder?
Estaba tan segura. Esperaba que dijera que sí. En lugar de eso,
entrecerré los ojos. —¿No es eso exactamente lo que tú también planeas
hacer? Quizá haya que detenerlos a los dos.
—Oí que eras una cosita atrevida. —Simone revoloteó hacia el
padre de Russ con expresión melancólica—. Esa sería la influencia de
Alexander sin duda. —Pasó la mano por el pecho de Alex—. Muy pocos
hombres se vuelven más guapos con la edad, Alexander.
Observé estupefacta cómo ella acercaba sus labios a los de Alex.
—Te dije que era una zorra —refunfuñó Russ hasta que su padre
empezó a devolverle el beso. Entonces pareció que se iba a desmayar del
asco—. ¡Papá! ¡Vuelve a meterte la lengua en la boca antes de que vomite!
Alex se separó de Simone riendo. —Lo siento, Russ. —Volvió a
sonreír a Simone—. Me sorprende tanto que esté viva.
Simone sonrió a Alex de nuevo, completamente incapaz de
mantener sus manos fuera de él. —Oh, cómo he echado de menos
nuestro tiempo juntos, Alexander. Únete a nosotros. Únete a mí. Fuimos
grandes juntos una vez. Podríamos volver a serlo.
Alex esbozó una sonrisa idéntica a la que veía tan a menudo en la
cara de Russ. —Ya hemos tenido esta conversación, Simone.
—Eso fue hace mucho tiempo.
—Sabes muy bien que no tengo ningún interés en unirme a la
resistencia, como también sabes que puede que sea el único hombre en
la tierra capaz de resistirse a tus encantos. Lo lamento. Por muy tentador
que seas, debo hacer lo mejor para mi familia.
—Por supuesto, Alexander. Lo entiendo completamente, aunque
me rompe el corazón.
—Y para que quede claro, Dani es parte de esa familia.
—Naturalmente.
—Como lo es ahora su compañero.
—Oh, querido —dijo Simone—. Eso sí que plantea un problema. —
Simone se acercó de nuevo a Alex y le pasó la mano lentamente por el
pecho. Rozó sus labios con los de él y sus ojos se cerraron—. ¿Estás
seguro de que no puedo hacer nada para convencerte, Alexander?
Alex intentó resistirse, pero la atrajo hacia sí para darle un beso
romántico que puso la piel de gallina a Simone. Ella se fundió en su
abrazo mientras decía: —Ohhhhhhh, Alexander.
—Me alegro mucho de volver a verte, Simone —dijo Alex—. Así que
te daré una oportunidad de irte pacíficamente.
Simone parecía sinceramente dolida mientras se separaba de él. —
Que así sea —siseó.
Simone lanzó un ataque invisible contra Alex y entonces se desató
el infierno.
Alex y Simone se enzarzaron en una violenta batalla de magos
haciendo explotar cosas y lanzándose mutuamente por toda la
habitación, pero yo no podía preocuparme por ellos en absoluto porque
uno de los vampiros había agarrado a Gabriel, lo que dejaba a Russ
intentando abrirse paso entre cuatro vampiros furiosos para llegar hasta
mí.
Lo primero que hizo Russ fue destrozar la cómoda, lo cual no tuvo
sentido para mí hasta que las astillas de madera salieron volando y los
vampiros se agacharon para ponerse a cubierto. Incluso el que me
sujetaba aflojó lo suficiente como para que pudiera liberarme.
—¿Como Buffy? —le dije a Russ mientras agarraba una astilla de
madera especialmente afilada.
—¡Exacto! —gritó y luego clavó la estaca improvisada en el corazón
del vampiro con el que luchaba.
Intenté coger una estaca de madera, pero mi antiguo captor volvió
a agarrarme y yo no era rival para su fuerza vampírica. Me retorcí y
pataleé, pero su cuerpo de acero no me hizo nada.
—¡Llévenlos afuera! —gritó Simone, y los vampiros que nos tenían
a Gabriel y a mí se dirigieron a la ventana.
Oí a Russ gritar mi nombre y levanté la vista justo a tiempo para
ver cómo un vampiro aprovechaba su distracción. Todo mi mundo se
detuvo cuando el vampiro agarró la estaca de la mano de Russ y se la
atravesó en el pecho.
Lancé un chillido que heló la sangre y, mientras gritaba, sentí cómo
el ardor de la magia subía a la superficie de mi piel y se precipitaba fuera
de mí en una explosión.
Todos los presentes seguían siendo conscientes de lo que ocurría,
pero se quedaron paralizados. Los oía gritarme cosas, pero no entendía
nada. Solo veía a Russ. Usando mi magia, empujé los brazos rígidos que
me sujetaban y corrí por la habitación.
Medio loca de rabia y dolor, saqué la estaca del pecho de Russ y se
la clavé al vampiro que le había hecho daño. La sangre manó del hombre
y gritó de agonía, pero aún permanecía de pie exactamente donde lo había
clavado.
Caí al suelo y cogí a Russ en brazos. Tosió débilmente, pero fue
suficiente. Seguía vivo. —¡Cúralo! —le grité entre sollozos. Lo estreché
contra mi pecho y deseé con todas mis fuerzas curarlo. Sentí que la magia
me abandonaba y que la energía empezaba a agotarse, pero me negué a
rendirme—. ¡Cúralo, maldita sea!
Apenas podía ver a través de las lágrimas mientras miraba a
Simone. Incluso ella y Alex estaban indefensos ante mi hechizo.
—¡Si él muere, tú estás muerta! —lloré—. ¡Todos ustedes! Seguiré
la pista de su estúpida resistencia y los mataré a todos y cada uno de
ustedes.
Volví a centrar mi atención en Russ. La herida de su pecho se
cerraba lentamente.
—Vamos, Rusty —sollocé, apartándole el pelo sudoroso de la
frente—. Usa mi energía. —Apreté a Russ contra mí con tanta fuerza que
prácticamente nos convertimos en uno solo—. Si mueres juro sobre tu
tumba que tendré dieciocho bebés de Gabriel y los llamaré a todos Russ
solo para enojar a tu fantasma.
Russ tosió entonces y consiguió ahogar las palabras —¿Intentas
matarme con esa amenaza? —antes de que sus ojos volvieran a ponerse
en blanco.
El color había vuelto a sus mejillas y el agujero de su pecho había
desaparecido casi por completo. Le acerqué la cara a la mía y, cuando
intentó corresponder a mi beso, empecé a sollozar de nuevo, esta vez
abrumada por el alivio.
Me golpeó una oleada de mareos y supe que estaba agotando toda
mi energía tratando de mantener a todos quietos y curar a Russ al mismo
tiempo. Solo liberé a Alex de mi hechizo.
—Mátalos —le dije cuando corrió a mi lado.
—Dani, ya te has explicado.
—¡Merecen pagar por esto!
—Danielle —me dijo Gabriel—, eso sería asesinato. Peor aún.
Ejecución
La voz de Gabriel pareció resquebrajarse a través de mi locura y
miré las caras de la habitación. —Si los dejo ir, te llevarán —le dije a
Gabriel.
—¡No lo haremos! —prometió rápidamente uno de los vampiros.
—Nos iremos —añadió Simone—. Tienes mi palabra.
Miré desesperada a Alex y luego de nuevo a Gabriel. —"Siguen
trabajando con la resistencia. Intentan iniciar una guerra. Matan a gente
inocente. ¿Recuerdas el pueblo de las montañas? ¿Quién crees que envió
el grupo de asalto tras ellos? No podemos dejar que se vayan.
—Danielle —suplicó Gabriel—. Si estalla la guerra lucharemos
contra la resistencia salvando a la gente, como hicimos con aquel pueblo.
Tú no eres una asesina. No quieres asesinar a esa gente por venganza.
No estaba tan segura de que eso fuera cierto. Incluso la profecía
decía que había luz y oscuridad en mí. Ya había matado a uno de ellos y
quería acabar con todos en ese mismo momento. Pero Gabriel era bueno,
y yo quería ser buena para él, así que solté el hechizo. El vampiro que
había matado cayó al suelo con un ruido repugnante.
Alex se volvió hacia Simone y ella levantó las manos en señal de
rendición. —He dado mi palabra. Los dejaremos.
—¿Quién es su líder? —preguntó Alex.
Simone sonrió a través de una expresión triste a Alex.
—Me matarías antes de sacarme esa respuesta.
—Bien —dijo Alex—. Entonces vuelve con tu líder y cuéntale lo que
has visto hoy. Diles que si vuelven a intentar ir a por mi familia, se
arrepentirán. Cumpliré las amenazas de Dani y la ayudaré a matar hasta
el último de ustedes.
Incluso derrotada, Simone no pudo mantener su mirada hacia
Alex. —Siento que haya tenido que ser así, Alexander. Realmente
podríamos haber tenido algo especial.
Alex me sorprendió sonriendo. —Mi oferta sigue en pie, Simone. Te
acuerdas, ¿verdad?
—¿Qué oferta? —pregunté, pero no recibí respuesta.
—Me acuerdo. —Simone besó la mejilla de Alex e hizo una señal
para que el ejército de vampiros que le quedaba se marchara con ella.
En cuanto se fueron, Alex se arrodilló a mi lado. —Estás agotada.
Ya me encargo yo.
Sentí que una mano bajaba por mi hombro.
—¡No! —grité apretando más fuerte a Russ contra mi pecho. Estaba
inconsciente de nuevo, pero respiraba con normalidad.
—Dani...
—¡Me necesita! —Volví a acercar el rostro de Russ al mío y besé sus
labios inconscientes—. Haré que te mejores —le dije—. Te amo siempre.
Pase lo que pase. Te lo prometí. No olvidaré mi promesa.
—Danielle —dijo Gabriel suavemente—, creo que el señor
Devereaux necesita un minuto con su hijo.
24
Traducido por Liillyana & Letssinkhearts
Corregido por Eli Hart

Gabriel consiguió apartarme de Russ y me convenció para que me


duchara. Me dijo que me sentiría mejor después de asearme, pero ver
correr el agua de color rojo brillante por el desagüe mientras me lavaba
la sangre de Russ solo pareció causarme más conmoción.
Para cuando estuve limpia y con ropa nueva, Alex había limpiado
a Russ lo mejor que pudo y lo había llevado a su cama. Continuaba
inconsciente, pero había recuperado el color de la cara y Alex se había
ido de su lado para empezar a meter cosas en una bolsa de lona.
Me senté en el borde de la cama y tomé la mano de Russ entre las
mías. Fue un alivio sentir su cálida magia bañándome.
—¿Cómo está?
Alex se paró detrás de mí y bajó la mirada a Russ de nuevo con una
actitud distante en sus ojos. —Está vivo —susurró—. Gracias a ti.
Alex me jaló hacia sus brazos tan de pronto que casi me dislocó el
cuello.
—Pensé que iba a morir. Yo no podría haber sanado una herida tan
grave. —Su cuerpo empezó a temblar y no pudo estabilizar su voz cuando
dijo—: Gracias, Dani. Gracias por salvar la vida de mi hijo.
Me sorprendió ver a Alex llorando. Sus lágrimas volvieron a
conmoverme y nos perdimos juntos durante unos minutos mientras el
horror de lo que estuvo a punto de ocurrir acababa por asimilarlo.
—Lo siento mucho —lloré en su pecho—. Todo esto es por mi culpa.
Lo siento, por haberlos metido en mis problemas.
Alex se controló y levantó mi barbilla de su pecho, obligándome a
mirarlo. —Nunca te disculpes. Russ no es el único que no puede vivir sin
ti, Dani. Si alguna vez perdiera a alguno de los dos.... —Su voz se quebró
de nuevo, haciéndolo incapaz de terminar su pensamiento, por lo que, en
lugar de eso, solo me apretó tan fuerte que no podía respirar.
No nos separamos hasta que Gabriel se aclaró la garganta,
alertándonos de su presencia. —Perdonen la interrupción. Danielle y yo
empacamos como usted lo pidió.
—¿Empacar? —le pregunté—. ¿Por qué?
—Tenemos que irnos —dijo Alex. Él me soltó y volvió a tirar la ropa
en una bolsa—. Si la resistencia nos encontró aquí, entonces el Concilio
también puede encontrarnos.
—¿Pero qué pasa con Russ?
—Ha sanado lo suficiente para moverse. —Alex me sonrió—. ¿Crees
que puedes manejar compartir un poco más de esa energía pura tuya,
mientras conducimos?
—¿Es esa la mejor idea? —preguntó Gabriel a Alex.
—¿Por qué no lo sería? —pregunté. Me sorprendió mi actitud
defensiva. No entendía la repentina desconfianza de Gabriel. No lo había
imaginado del tipo celoso—. Él sigue estando muy débil. Si mi energía
puede hacerlo mejorar más rápido, entonces por supuesto que ayudaría.
—Si compartes más de tu energía con él ahora mismo, su vínculo
solo se hará más fuerte. Esto podría hacerle más daño que ayudarlo.
—O tal vez podría reparar parte de su vínculo con él, que rompió el
Concejal —argumentó Alex.
Mi cabeza se levantó hacia Alex. —¿Se puede hacer eso?
Alex asintió. —Solamente si lo anhelas, Dani. Eres muy susceptible
a la energía de otros. Cuanto más cerca estés de Russ, más vas a
recuperar algo de lo que has perdido con él.
Si ese fuera el caso, iba a unirnos muchísimo. Me ardían los ojos
mientras tiraba de la mano de Russ con la mía.
—Danielle, no es aconsejable fortalecer tu conexión con Russ
cuando tú y yo tenemos un vínculo.
—Tenemos que seguir adelante —espeté—. La resistencia no se va
a dar por vencida tan fácilmente y estarán mucho más preparados
cuando vuelvan.

***

Gabriel estuvo bastante callado mientras Alex nos llevaba a quién


sabe dónde, y me sentí fatal por haberle gritado. Mientras estaba sentada
en el asiento trasero abrazando el cuerpo de Russ contra mí, sabía que
Gabriel tenía razón en que era estúpido volver a establecer un vínculo
con Russ ahora que estaba casada con otra persona, pero no sabía si
podía disculparme. De alguna manera, admitir que estaba mal volver a
forjar mi vínculo con Russ era lo mismo que dejarlo ir, y no podía hacerlo
cuando yacía inconsciente en mi regazo.
En lugar de romper el silencio con una disculpa, decidí empezar
con un tema más fácil. —¿A dónde vamos?
—No voy a correr más riesgos —dijo Alex—. Vamos a algún lugar
lejos de aquí, donde nadie va a encontrarte.
—Pero, señor…
Interrumpí a Gabriel sabiendo lo que pensaba. —Alex, no podemos
desaparecer. Tenemos que averiguar lo que está pasando.
—Y lo haremos —prometió Alex—. Pero, mientras tanto, tenemos
que estar seguros. No serás buena para nadie si estás muerta, Dani. O si
te captura la resistencia.
Suspiré. Tenía razón, por supuesto. —Esto podría ser mejor si
todos pudiéramos entender lo que está tratando de hacer ese tipo en mi
visión.
Gabriel se puso de lado en su asiento para poder verme.
—De hecho, he estado pensando en eso, Danielle.
Me sentí aliviada cuando nuestros ojos se encontraron. No creo que
él me haya mirado desde que le grité.
—No me había acordado de eso hasta que vi que llevabas tu collar
esta noche, pero la visión que me mostraste del altar humano construido
es muy similar a la visión que tenía de ti. Creo que el hechizo que nuestro
hechicero misterioso está haciendo es un hechizo de invocación. Creo que
está tratando de convocar a Addonexus.
—¿No era con el que yo estaba luchando en la visión que tenías de
mí?
—¿Tuviste una visión de Dani luchando con El Ángel de la Muerte?
—preguntó Alex. Parecía sorprendido.
Gabriel asintió con la cabeza y dijo: —Después de que tuve la visión
de ti, le pregunté al Concejal Supremo un montón de cosas. Dijo que en
un sacrificio de sangre es necesario convocar a los demonios, pero entre
más poderoso es el demonio, más poderosa es la sangre que necesitas.
Solo la sangre más fuerte podría convocar al Ángel de la Muerte.
—Pero eso no explica mi visión. La sangre del bebé que usó fue de
un ser humano. No era nada poderosa.
—Toda la vida viene de la Creadora —dijo Gabriel—. Incluso la vida
humana. Entre más joven es el niño, más pura la sangre. La sangre de
un recién nacido, como testificaste en tu visión, sería la sangre humana
más poderosa que existe.
—Además, la crueldad del acto atraería al demonio tanto como la
pureza de la propia sangre —añadió Alex.
Gabriel asintió en acuerdo. —Si no es un sacrificio como el tuyo o
el mío, creo que un recién nacido podría ser la única otra forma de invocar
con éxito a Addonexus.
Sentí como si estuviera sufriendo una sobrecarga de información.
Mientras trataba de procesar la información, las piezas empezaron a
encajar. —La visión cambió —le dije—. Tu visión. La que tenías de mí.
Cuando me trajeron al Concilio, se detuvo esa visión. Me encontraba
encerrada en el consulado, así que quien está detrás de esto no me podía
atrapar y tuvo que empezar con un plan B.
—No solamente ideó un nuevo plan, sino uno que no puedo ver.
—Así que tiene que haber alguien en el Concilio. Nadie más sabe
cómo funcionan tus visiones.
—Tiene que ser el Concejal Mason —dijo Gabriel.
—O el Concejal Supremo —le recordé tan delicadamente como
pude.
Gabriel negó con la cabeza. —El Concejal no tiene sentido. Nunca
querría convocar al Ángel de la Muerte.
—Dijiste que Addonexus solo mata seres humanos, ¿cierto? ¿No
sobrenaturales? El Concejal odia a los humanos.
—Pero daría a conocer a los sobrenaturales a la raza humana. Nos
culparían de todas las muertes. Comenzaría esa gran batalla final de la
que habla la profecía. Estaba dispuesto a torturarte, Danielle, y atarte a
mí para cumplir la profecía y asegurarse de que esa batalla nunca
ocurriera.
—Robert es gruñón, pero no puedo creer que quisiera acabar con
la raza humana. ¿Quién querría empezar intencionadamente esa batalla?
—Empezar la guerra es exactamente lo que la resistencia intenta
hacer. Sabemos que hay un espía en el Concicilio que ha estado
proporcionando secretos a la resistencia. Sabemos que es un hechicero
tratando de levantar al Demonio. Robert Mason es muy orgulloso. Odia
tener que ocultar su poder a los humanos. Debe ser él.
—Esa es una teoría muy impresionante, Gabriel —dijo Alex—. Creo
que podrías tener razón. Todavía no hemos tenido ocasión de discutirlo,
pero hoy me he enterado de que lo que me describiste era un ritual de
invocación. Pasé horas buscando los símbolos específicos que viste
dibujados en el círculo, porque cada demonio tiene su propio símbolo
asociado. Pero no encontré coincidencias. Hay miles de demonios y
nunca hubiera creído que alguien fuera tan osado como para intentar
invocar al Ángel de la Muerte. Nunca me hablaste de la visión que tuviste
de Dani, o podría haber atado cabos.
Una idea surgió en mi mente que arruinó nuestra teoría.
—Espera un momento. Es imposible. Las visiones de un vidente
solo llegan una vez que se ha tomado una decisión, ¿no?
—Así es —dijo Gabriel—. Esa es la diferencia entre un vidente y un
oráculo. Aparte de las rápidas visiones que tengo del futuro de las
personas, cuando miro dentro de sus almas, no puedo profetizar sobre
cosas que están por venir. Solo veo los resultados de los acontecimientos
que ya se han puesto en marcha.
—Pero antes de tu visión de mí, el Cocilio no tenía ni idea de que
yo existía. Nadie lo sabía. Solo Alex y Russ. No había otros sobrenaturales
en nuestra ciudad. No había nadie que pusiera en marcha el plan de
sacrificarme.
—Yo también me preguntaba eso, Danielle. Creo que la respuesta
nos visitó esta noche.
—¿La resistencia? ¿Cómo habrían sabido de mí?
—A través de Simone.
—Espera —dijo Alex—. Nunca le dije una palabra de Dani a
Simone. Nunca le hablé a nadie de ella. Ni siquiera a Russ. Sabía que
Danielle era pura y estaría en peligro si alguien la descubría. A Simone
no se le podía confiar completamente un pequeño secreto, y mucho
menos algo tan potencialmente poderoso.
—¿Entonces por qué…? —Empecé a preguntar.
Ahora Alex pareció avergonzado. —Ella tenía… otras ventajas.
—Qué asco, Alex. Es tan malo como pensar en mis padres… Uff.
Se rio, pero rápidamente se puso serio de nuevo.
—Juro que Simone no sabía de Dani.
—¿Le dijiste que eras dueño de la casa en la que nos encontró
anoche?
—No —admitió Alex titubeante.
—Simone parecía muy encariñada contigo —dijo Gabriel—. Creo
que ella también codiciaba tu poder.
—No se puede discutir con eso. Ella se sentía atraída por mí lo
suficiente como para luchar contra la enemistad entre las brujas y los
hechiceros. —Alex me sonrió por el espejo retrovisor al igual que su hijo
habría hecho en ese momento—. Es una cosa Devereaux.
—Entonces es arrogancia —murmuré.
Volvió a reír, pero Gabriel se negó a perder la concentración.
—Simone sabía que saliste del Concilio en malos términos. Seguro
que en el momento en el que se unió a la resistencia ella inmediatamente
habría pensado en contratarte. Habría venido a buscarte.
—No tenía que buscar. Tenía mi domicilio en sus archivos de la
compañía. Envié todos mis productos para la piel a la casa en Carmine
por años.
—¿Cuáles son las posibilidades de que si ella te encontraba hubiera
visto a Danielle?
Alex soltó un bufido. —Un cien por ciento. Dani y Russ eran
completamente inseparables y conozco a Simone. Si fuera a sacarme de
la resistencia, hubiera estado igual de curiosa acerca de mi poderoso hijo
adolescente.
—Así que Simone viene por ti —le dije—. Me descubre, me reconoce
como pura y vuelve corriendo a decirle al líder de la resistencia. Entonces
él decide utilizarme para elevar al Ángel de la Muerte con el fin de iniciar
una guerra con los humanos. Pero si el líder de La resistencia es Robert
Mason, ¿no habría sabido que Gabriel vería su plan?
—Es por eso que él tenía que actuar rápido —dijo Russ y luego
tosió—. ¿No te acuerdas, Dani? La resistencia golpeó al Concilio en la
carrera por ti cuando enviaron al hombre lobo. Ellos solo subestimaron
tu genialidad sobrenatural.
—¡Russ! —grité. Me hallaba tan aliviada al verlo despierto que lo
levanté de mi regazo, abrazándolo tan fuerte como pude, y le besé la parte
superior de la cabeza—. ¡Estás despierto!
—He estado despierto un tiempo —murmuró—. Disfrutaba mucho
de mi posición para decir algo, pero esto es realmente mejor.
Me di cuenta de que estaba abrazando su cara contra mi pecho y
lo arrojé lejos de mí con un jadeo.
Russ gimió como si cada músculo de su cuerpo doliera mientras se
incorporaba junto a mí, pero se reía a través de sus gemidos así que
todavía le di un golpe en el brazo.
—Tonto. —Entonces lo vi bien y me sentí culpable por ser tan dura
con él—. ¿Cómo te sientes?
—Como si me hubieran atravesado con un poste de la cama —dijo
con un gruñido. Se apoyó contra la ventana, jadeando y sonrió con
superioridad—. Creo que necesitas sostenerme otra vez hasta que esté
totalmente recuperado.
Bromeaba, pero también tenía una buena cantidad de dolor aún y
trataba de ocultarlo, así que me deslicé en el asiento de en medio y lo dejé
poner su brazo alrededor de mí. No es como si pudiera usar algo de magia
para curarlo, ya me encontraba agotada desde más temprano y eran
cerca de las tres de la mañana ahora, pero mi energía parecía ser
suficiente porque de inmediato se derritió contra mí y suspiró.
Después de un minuto su respiración se igualó y pensé que se
había quedado dormido, pero cuando traté de deslizarme de nuevo a mi
asiento me enganchó de nuevo en sus brazos.
—Todavía no estoy recuperado del todo —dijo sin abrir los ojos.
Me vi obligada a acomodarme en el asiento del medio y una vez que
me desplomé sin problema en el lugar, suspiró y dijo: —Gracias por
salvarme.
Me encogí de hombros dentro de su agarre. —Verte morir no era
algo que podía hacer.
Alex nos interrumpió. —¿Cómo lo hiciste? Eras una vidente.
Alcé la mirada para ver a Alex mirando a Russ y a mí por el espejo
retrovisor con tanto afecto que su rostro era positivamente brillante. Era
obvio que le gustaba vernos juntos y me di cuenta de que mi matrimonio
con Gabriel fue difícil para él también, aunque nunca lo admitiría.
Seguía esperando una respuesta a su pregunta pero no tenía ni
idea de que decirle. —No lo sé. Me encontraba desesperada. Sabía que la
magia se hallaba dentro de mí en algún lado. Solo tenía que hacerla salir
a la superficie. Sin embargo, no sé si puedo hacerlo nuevamente.
—Lo averiguarás con práctica —me aseguró Russ. Me estudió por
un momento y luego agitó su cabeza, incrédulo—. Podrías pensar que
estaría celoso de que seas más poderosa que yo, pero solo creo que es
sexy.
Regresó su atención al asiento delantero. —¿Tú qué opinas, Gabe?
—gritó—. ¿Mi chica es sexy o qué?
—¿Russ, podemos por favor no arruinar este viaje contigo siendo
un tonto con mi esposo?
—Creo que voy a vomitar —murmuró Gabriel.
Alex rio creyendo que Gabriel bromeaba, pero Russ y yo teníamos
más conocimiento. —Uh, Alex, Gabriel se marea en los autos —advertí
mientras Russ gritó—: Papá, estaciónate. Va a vomitar en serio.
Alex fue a la siguiente salida y entró al primer aparcamiento que
encontró, que resultó ser un Waffle House abierto las veinticuatro horas.
En el momento en que paró, Gabriel saltó del coche y corrió al basurero
más cercano. Pobre hombre. Vomitar apesta.
Empecé a ir tras él y Russ me detuvó. —Él no te necesita para
sostener su cabello hacia atrás.
—Pero…
—Deja al chico vomitar en paz.
Russ me jaló de vuelta hacia él y Alex se giró para vernos. No
entendí la expresión en su rostro o por qué frunció su frente de una
manera que me hizo sonrojar y dijo: —Creo que iré a conseguir algo de
café.
Me quedé muy sorprendida por su repentina retirada. —¿Qué fue
eso?
—No tengo idea —dijo Russ.
La mirada en su rostro era sospechosa. Cuando pregunté que qué
le pasaba, él sonrió y trató de besarme.
Me coloqué rápidamente fuera de su alcancé y suspiré. —Russ.
—Estás bromeando, ¿verdad?
Me miraba y lo miré de vuelta. —Te sentarás en el asiento delantero
cuando estemos de vuelta en la carretera.
Fui en busca de Gabriel, cerrando la puerta detrás de mí cuando
bajé del auto. Encontré a Gabriel sentado en la acera junto al basurero
con la cabeza enterrada en sus rodillas. —¿Te sientes mejor?
Me miró y dijo: —Lo siento por los inconvenientes, Danielle.
Lo ayudé a levantarse. —No es ningún inconveniente, te lo prometo.
Necesitaba el descanso tanto como tú.
Como para probar mi punto, Russ pasó por delante de nosotros en
ese momento y cerró de golpe la puerta del restaurante mientras
desaparecía en el interior.
—Russ todavía está enojado conmigo por aceptarte —le expliqué
cuando Gabriel se volvió hacia mí, desconcertado.
Si fuera posible, se volvió más confuso después de mi explicación,
no menos. —¿Quieres decir que no has cambiado de opinión?
—Por supuesto que no.
Parecía como si no me creyera.
—Porque parecías muy… —Se detuvo cuando no pudo encontrar
la palabra correcta y dijo—: Lo amas demasiado.
—Gabriel ¡Él casi muere! Y además, sé que me pongo un poco loca
cuando de Russ se trata. Mis sentimientos por él no son algo de lo que
solo me puedo deshacer. Lo siento. Pero hice mi elección y no me
arrepiento.
Me estudió con cautela y finalmente suspiró. —Si eso es cierto,
Danielle, entonces sugiero que dejemos este lugar, juntos.
Asentí. —Dejar a Russ. —La idea era paralizante—. Lo sé y entiendo
el motivo, pero no estoy segura de poder hacerlo. No creo que pueda
sacarlo de mi vida.
—No es Russ el que me preocupa. —Gabriel miró el interior del
restaurante—. El padre de Russ quiere llevarnos a un lugar muy oculto
pero no creo que sea la mejor elección y… —Miró hacia Alex y Russ otra
vez y bajó la voz—. No confío en él, Danielle.
Me dejé caer en la acera, de la cual había ayudado a Gabriel a
levantarse. —Estoy de acuerdo en que no podemos quedarnos sentarnos
y escondernos pero, obviamente, Alex no es el líder de la resistencia si
están tratando de reclutarlo. Casi mataron a su hijo esta noche, Gabriel.
El Concejal estaba equivocado sobre él.
—Pero ha sido tan falso contigo y Russ. Incluso ahora guarda
secretos. Tampoco me gusta la forma en que te está animando a restaurar
el vínculo con su hijo.
—Solo está herido. Nos ama a Russ y a mí demasiado. Es difícil
para él ver que nos tenemos que separar.
Negó con la cabeza. —Tiene otras intenciones, Danielle. Estoy
seguro.
—Pero Alex nunca nos haría daño. ¿Qué razón podría tener?
—Se opone al Concilio.
—Pero también se opone a la resistencia. Solo quiere vivir su propia
vida y mantener a su familia a salvo. Eso es todo lo que ha hecho. Es un
buen hombre.
—¿Entonces por qué mentir? ¿Por qué guardar secretos de ti que
podrían mantenerte a salvo y ayudar a cumplir tu destino?
No tenía respuesta a eso.
Dejó escapar un suspiro y se sentó a mi lado.
—Entiendo que no confías en el Concejal y no regresarás al Concilio
pero ¿al menos considerarías tratar a Alexander Devereaux con el mismo
cuidado por ahora?
Cuando no dije nada, tiró de mi mano en la suya.
—Vámonos —dijo—. Somos poderosos, Danielle, y podemos ver
cosas que nadie más puede. Podemos resolver esto nosotros mismos, y si
nadie sabe dónde estamos, entonces todo el mundo estará más seguro.
Russ fue herido esta noche a causa nuestra. Somos un peligro para
ambos siempre que estemos con ellos.
Me convenció con eso. Me senté en silencio durante mucho tiempo
y él pacientemente esperó a que lo pensara todo detenidamente.
—Está bien. —Por fin cedí—. Pero no me iré sin decir adiós.
Gabriel me ayudó a ponerme de pie y me dio un abrazo.
—No te lo pediría.
25
Traducido por Valentine Rose & Elena Verlac
Corregido por xx.MaJo.xx

Para el momento en que nos unimos con Gabriel, Alex y Russ ya


casi terminaban su desayuno. Parecía como si Russ terminaba un plato
de panqueques o unas tostadas francesas. Alex alzó su taza hacia mí.
—No te preocupes. Les ordené a ambos una copa para irnos.
—Gracias. —Incluso al decir esa sola palabra, me tembló la voz.
No estaba preparada para lo que iba a hacer.
Al escucharme, Russ me miró por sobre su taza de café en el cual
estaba sorbiendo y no pudo evitar preguntar: —¿Qué te sucede?
Sentí que se me drenaba la sangre de la cara y miré a Gabriel con
pánico. No podía decirlo. No podía ser la que le dijera a Russ que me iba.
Gabriel, al parecer, entendió mi problema y miró fijamente a Alex cuando
dijo: —Danielle y yo, no iremos con ustedes.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Alex al mismo tiempo que Russ
decía—: Por supuesto que vendrán con nosotros.
—Pensamos que estaríamos todos a salvo, si nos vamos, y nadie
sabe dónde estamos.
—Sí, exacto —dijo Alex—. Y tengo un lugar donde nadie, de la
resistencia y del Concilio los encontrará.
—Ruego su perdón, señor —replicó calmadamente Gabriel—, pero
no es de la resistencia ni del Concilio de los cuales deseamos separarnos
esta vez.
El primero en darse cuenta a que nos referíamos, fue Russ. No
podía creer lo que estaba pasando.
—¿Qué?
Finalmente, encontré mi valor para hablar.
—Lo siento, Russ. Sabes que me matará abandonarte, pero será
mejor para ambos. He aceptado mi matrimonio con Gabriel. Ahora estoy
con él. No puedo quedarme y ver cuánto te lastima.
Russ dejó salir toda su furia y entró en modo de pánico.
—Dani, no hagas esto —rogó—. Dejaré de ser un imbécil. No diré
otra palabra de ti o Gabriel. Solo… no puedes irte.
—No me harás cambiar de opinión acerca de Gabriel. Te va a
hacer daño.
—Ese es mi problema.
—Russ.
Saltando de la cabina, me alejó de Gabriel, abrazándome de una
manera tan desesperada que provocó que mi estómago diera un vuelco.
—No irás a ninguna parte sin mí —susurró.
Me abrazaba de tal manera que no podía respirar. Odiaba que
fuera tan familiar. Odiaba el anhelo que aún sentía por él, que siempre
sentí por él. Lo correcto era alejarme de Russ, pero no podía. Gabriel
tendría que hacerlo.
Y como si leyera mis pensamientos, me llevó hacia su lado de
nuevo.
—Lo siento, Russ, pero no eres el único problema aquí.
—No soy su problema —gruñó Russ—. Soy su mejor amigo.
—Y lo respeto. Pero si solo pudieras ser el amigo de Danielle, lo
cual no estoy convencido, no confío en tu padre. —Girándose hacia Alex,
que se notaba que intentaba mantener la postura, dijo—: Lo siento. Les
ha mentido a Danielle y Russ durante mucho tiempo. Ha escondido
información de Danielle que podría haberla ayudado, y no confío en sus
motivaciones.
—¡Ten cuidado con la mierda que dices!
—Russell, cálmate —dijo Alex, teniendo que agarrar a su hijo para
evitar que atacase a Gabriel y dejó un puñado de efectivo en la mesa—
. Todos fuera. Ahora.
Una vez que nos encontrábamos en el estacionamiento, sentí que
la magia me cubría y ahí supe que Alex nos ocultó. Se volteó hacia mí
con una expresión avergonzada.
—Dani, piensa en esto. Es peligroso para los dos seguir solos.
Tendrías que seguir siendo un hechicero todo el tiempo y rápidamente
acabarás con toda tu energía para intentar ocultarte.
—Lo resolveremos —respondí—. Esta es mi profecía y, por más
que odie al Concejal, tiene razón. Si puedo ser fácilmente influenciable,
entonces no puedo confiar en nadie. Tengo que hacer esto sola.
—¡No harás nada sola! —gritó Russ y apuntó furiosamente a
Gabriel—. Él está decidiendo todo por ti. Te está influenciando.
—Él es el Vidente, Russ. Fue quien me encontró. Es la única
persona que puede ayudarme.
—Nosotros podemos ayudarte —insistió Alex.
—Dani, es mi papá. Te ama tanto como yo. Tienes que venir con
nosotros.
Alex asintió ante el argumento.
—Entiendo la duda que tiene Gabriel, pero tú me conoces, Dani.
Me has conocido por toda tu vida. Te cuidé lo mejor que sabía, dada las
circunstancias. Te quiero como a mi propia hija.
Todos me observaban, esperando que eligiera un lado. Me quedé
ahí dudando porque sabía cuál era mi respuesta, simplemente no me
agradaba.
—Lo siento, Alex. También te quiero pero… ya no confío en ti.
—¡Maldición, Dani! —explotó Russ agarrándome del brazo para
sacudirme—. ¿Qué demonios ocurre contigo? ¡Te tiene tan atrapada que,
en realidad, te estás tragando todas las mentiras del Concejal!
—Russ, el Concejal es un idiota, pero nunca ha sido confuso con
sus intenciones. Es tu padre quien nos mintió.
Abriendo la boca para gritarme un poco más, lo interrumpí antes
que lo hiciera.
—Piénsalo. Lo sientes, también. Vi tu cara anoche cuando Simone
apareció. Él nunca nos dijo de su relación con ella.
Frunciendo el ceño, Russ miró a su padre.
—No sentía apropiado decirles de mis aventuras amorosas. Eso
es todo.
—Entonces, ¿de qué oferta estabas hablando?
—¿Oferta? —preguntó Russ.
—En ese momento, estabas inconsciente Russ, pero anoche
cuando dejamos que Simone se fuera, tu padre le dijo que su oferta
seguía en pie. —Miré a Alex—. ¿De qué oferta estaban hablando?
Por un breve segundo, Alex pareció asustado pero rápidamente se
compuso.
—Simone y yo éramos muy unidos —respondió resignado—. Ella
sabía toda mi historia con el Concilio. Antes de que desapareciera, me
dijo que me amaba y me pidió unirme a la resistencia con ella. No pensé
que iba en serio. Creí que solo quería mi poder. Además no podía soportar
la idea de separarlos a ti y a Russ. Rechacé su oferta. Pero me importaba
ella, de modo que le dije que si quería continuar nuestra relación, tendría
que venir a Carmine con nosotros.
—¿Le pediste a una chica que se mudara con nosotros cuando
nunca nos contaste sobre ella? —preguntó Russ—. ¿Qué hay de Dani?
Dijiste que nunca confiaste en Simone. ¿Arriesgaste la seguridad de
Dani?
—Sabía que no aceptaría la oferta. Pero lo esperaba. Creí que, si
realmente estuviera dispuesta a dejar su empresa, hermanas e hija para
estar conmigo, entonces podría confiarle el secreto de Dani.
—¿Por qué nunca nos contaste esto? —pregunté.
—No estaba seguro de cómo les afectaría esto y francamente no
creí que ella vendría. Tenía razón. Me rechazó. No quería estresarlos con
la idea de la llegada de una mujer a nuestra familia a menos que estuviera
seguro que iba a pasar. Pronto después de eso, escuché que había muerto
y no vi la necesidad de mencionarlo.
—¿Por qué nunca nos dijiste que estuviste en el Concilio? —le
pregunté—. ¿Por qué te fuiste? ¿Qué hiciste que provoco que el Concejal
te odie?
Alex frotó su cabeza como si le doliera a causa de mis preguntas.
—Esta es una historia muy larga.
—Una que no está dispuesto a contar —señaló Gabriel.
Alex lo miró antes que pudiera detenerse. La mirada en su rostro
era tan despreciable que me quedé sin aliento. Incluso Russ parecía
asombrado. Aunque dudaba que le molestara que a su padre no le cayera
bien Gabriel.
Me sentí completamente enferma del estómago.
—Lo siento, Alex. Yo… yo no puedo confiar más en ti —dije,
volviéndome hacia Gabriel—. Vámonos.
Tomé la mano de Russ, convirtiéndome en un hechicero.
—Lo siento, Russ —dije y besé su mejilla—. Te amo
Cuando desaparecimos, Alex nos gritó: —¡Dani, espera! ¡Estás
cometiendo un error! —Traté de ignorarlo, pero lo escuché decir—: Dime
la verdad sobre mi mamá.
Gabriel y yo dejamos de caminar. Fue como aquel momento en
que había congelado a todo el mundo en el baile del colegio. Nadie se
movió ni un centímetro. Nadie dijo una palabra. Nadie ni siquiera respiró
mientras veíamos cómo la cara de Alex se ponía más pálida que la de
Duncan.
—¿Cómo puedes…? ¿A… A qué te refieres? —tartamudeó.
—Sabes exactamente a qué me refiero —respondió Russ—. Quiero
saber porque dejaste el Concilio, y por qué nunca siquiera te tomaste la
molestia de contarme que pertenecías a él. Y quiero saber todo lo que se
relacione con mi madre. Y lo quiero saber ahora.
—Tu madre nos dejó, Russ. Eso es todo —dijo Alex.
Creo que todo sabíamos que estaba mintiendo.
—Dime la verdad ya mismo, o también me voy.
—Russ, por favor —rogó Alex—, déjalo.
—Bien.
Encaminándose hasta el auto, tomó su bolso.
—Ultima oportunidad —amenazó a Alex. Vaciló lo suficiente para
que Russ dijera—: Muchas gracias —y desapareciera.
—¡Tu madre está muerta, Russ! —gritó Alex al aire, finalmente
confesando—. No nos dejó. Está muerta y por culpa del Concilio.
Russ dejó caer su hechizo de camuflaje, no se movió ni siquiera
un paso. —¿Qué?
Sin pensarlo, corrí hacia él y envolví mis brazos a su alrededor y
caímos al suelo. No parecía sorprendido de verme ahí. Alex, sin embargo,
sí parecía aliviado de verme y murmuró: —Gracias al Creador.
Alex empezó a caminar hacia nosotros, pero las miradas que le
lanzamos le hicieron detenerse en seco. Empezó a pasearse delante de
nosotros mientras nos contaba su historia sin ganas.
—Estuve en el asiento de hechicero, en el Concilio por diecisiete
años. El actual Concejal Supremo llegó a su posición cuando su abuelo
murió tres años a mi servicio. Siendo las dos personas más jóvenes que
se sentaron en el Concilio, y ambos perteneciendo a legendarias familias
hechiceras, desarrollamos una relación fuerte. Me volví su más confiable
confidente.
—¿Tú y el Concejal Supremo eran mejores amigos? —pregunté.
No podía imaginar un mundo donde eso era posible.
Alex se rió de mi asombro.
—Sí. Solamente que era Jacque Valois para mí en ese entonces.
—¿Valois? —pregunté—. ¿De la Casa de Valois en Francia, los
que combatieron en una guerra contra los humanos con el Oráculo?
—El mismísimo. La familia Valois se quedó en Francia después de
conseguir el trono. Fue el abuelo de Jacque quien mudó a su familia a
Nueva York durante la Segunda Guerra Mundial y restableció el Concilio
en Estados Unidos a lo largo de los siglos donde la mayoría de los
supernaturales emigraron aquí.
Gabriel se unió a nosotros y preguntó: —¿Qué ocurrió?
Alex sonrió, pero la mirada en sus ojos era distante.
—Conocí a la madre de Russ.
—¿Era un amor prohibido? —pregunté, completamente atrapada
en la historia—. ¡Oh, ya sé! Tú y Jacque Valois se enamoraron de ella y
te escogió a ti.
—Siempre tan romántica, Dani —dijo Alex—. En realidad, sí era
una especie de amor prohibido, porque Kate era humana.
Estaba sorprendida del razonamiento.
—¿Los supernaturales no tienen permitido relacionarse con seres
humanos?
—No es estrictamente prohibido, pero se desaprueba. La mayoría
de las razas no tienen un problema con eso. Los Nefilim considerarían el
cruce de sangre como una desgracia, muy esnob, esos bastardos mitad-
ángeles. Creen que son la raza elegida por la Creadora. Los vampiros y
hombres lobo tienden a relacionarse con su mismo tipo o convertir a un
humano si están interesados. Y las hadas, bueno, no se aventuran en
esta región muy a menudo. Si se interesan en un humano mientras están
aquí, la pobre alma generalmente no vive lo suficiente para que sea un
problema.
Me estremecí pensando en Alistair. Era la única hada que había
conocido y esperaba que siga siendo de ese modo.
—Si se forma una relación supernatural-humano, tiende a ocurrir
entre los nigromantes porque ellos son muy extraños incluso entre los
supernaturales; y con los hechiceros y las brujas, ya que no hay hombres
brujas ni mujeres hechiceros, y existe una enemistad de sangre entre
nosotros.
—¿Podemos dirigirnos a la parte donde el Concilio mató a mi
madre, por favor? —espetó Russ.
—Sí, yo también estoy curioso sobre eso —dijo Gabriel, ganando
una mirada desagradable de Russ.
—Los miembros de la familia Valois son muy tradicionales, como
estoy seguro se imaginarán, siendo descendientes de la realeza francesa.
Están arraigadas sus formas de pensar. Por la guerra de cientos de años
y el impacto personal en su historia, les repugnan los humanos. No hay
una familia de supernaturales en el planeta que odie la raza humana más
que la casa de los Valois.
—¿Así que el Concejal se molestó cuando te enamoraste de mi
madre?
—No solo se molestó, Russ. Lo consideró un insulto personal.
Estaba devastado. Trató de hacerme olvidarla por años.
—¿Y como no lo hiciste, la mataron? —preguntó Russ. Parecía a
punto de ir a explotar el consulado.
—No, no ocurrió de ese modo —nos aseguró Alex—. Jacque hizo
que el Concilio me prohibiera decirle a tu madre la verdad sobre mí.
—Entendible —murmuró Gabriel.
Russ saltó, y tuve que empujarlo de vuelta antes que atravesara
algo con su puño como una pared o Gabriel.
Alex continuó como si nada hubiese pasado. Ahora él estaba tan
atrapado en la historia como nosotros.
—Lo prohibieron porque sabían que ella sería capaz de manejarlo
—dijo amargamente.
—Venga, señor Devereaux —dijo Gabriel—. Usted no cree eso
realmente. Las diferencias…
—Si en verdad creían que ella no podría manejarlo, me habrían
hecho decirle. Ella hubiese tenido que dejarme, y su problema se habría
solucionado.
Alex retó a Gabriel con una mirada a que discutiera, pero éste
permaneció hundido en sus pensamientos.
—Tiene razón —decidió finalmente—. El Concilio no hubiese
tenido problema con que le diga la verdad a su esposa humana. Yo mismo
lo habría respaldado. Seguramente ella lo habría dejado, pero si por algún
milagro hubiese aceptado la verdad entonces no habría amenaza para los
supernaturales. Su relación no sería una preocupación.
Alex nos sorprendió sonriéndole a Gabriel.
—Ojalá todos en el Concilio pensaran como tú. Mis ideales fueron
muy similares a las tuyas, joven maestro Vidente, pero fui uno de los
miembros del Concilio con pensamientos más liberales. Valois convenció
a los otros que un hombre en el Concilio con una esposa humana, sobre
todo una que sabía sobre el mundo supernatural, causaría problemas.
Creyeron que incentivaría la resistencia, que les daría un falso sentido de
esperanza. Algunos, Alistair, Angelo Torres, no fueron tan difíciles de
convencer de esa posición. Al final, los únicos en oponerse a la moción
fuimos la vieja Margret y yo.
—Sabía que ella me agradaba —murmuré para mí misma.
—A mí también me agrada, Dani —dijo Alex—. Pero no fuimos
suficientes para sostener la votación. El Concilio intervino conmigo del
modo en que lo hizo con Gabriel y contigo. Votaron para que yo rompiera
con Kate. No me permitieron casarme con ella.
Yo estaba aterrorizada.
—¡No podían hacer eso!
—Podían y lo hicieron. Dijeron que, si continuaba mi relación, me
echarían del Concilio. Pero Kate estaba embarazada y cuando el Concilio
supo que era un muchacho, no quisieron que un hechicero Devereaux
fuese tomado por su madre humana.
—Ahora eso tiene sentido —dije—. Esa avariciosa decisión tuvo
que ser del Concejal.
Gabriel lucía como si quisiese preguntarme, pero Alex asintió.
—Él se opuso a la decisión del Concilio y me dijo que mientras
ocultara la verdad a Kate, podría casarme con ella.
—¿Qué ocurrió entonces? —preguntó Russ con impaciencia.
—Me casé con ella. Te tuvimos. Fuimos felices por tres años, pero
yo odiaba las mentiras. Sabía que algún día obtendrías tu magia y no
seríamos capaces de ocultárselo. Renuncié al Concilio y le dije la verdad.
—¿Y? —pregunté mientras Russ dijo—: ¿Ella lo aceptó, cierto?
¿Es por eso que la mataron?
La expresión de Alex cayó.
—Para cuando se lo dije ya era demasiado tarde. Había estado
mintiéndole por años. Su hijo tenía tres años. La decepción la sumergió
a la locura. Creyó que Russ era malvado, un demonio o que estaba
poseído.
—¿Entonces el Concilio la mató para mantenerla callada?
Alex no pudo encontrar las palabras para responder a la pregunta
de Russ.
—¿Qué? —preguntó Russ, desesperado—. ¿Qué ocurrió?
Alex se quebró.
—Trató de matarte —susurró—. Trató de matarte y para detenerla
yo… yo tuve que matarla.
Russ y yo jadeamos. Hundí mi rostro en su pecho y estaba
bastante segura que era la única cosa manteniéndolo sentado derecho en
este momento. Su cuerpo se había aflojado contra el mío.
—¿Asesinaste a mi madre?
—Te salvé la vida.
—Creí que dijo que el Concilio era el responsable de su muerte —
interrumpió Gabriel.
—¡El Concilio fue responsable! —gritó Alex—. Fue la decepción la
que llevó a Kate a la locura. Si solo hubiese podido contarle años atrás
como quería, todo habría estado bien. Ella lo habría aceptado.
—No puede estar seguro de eso. No puede culpar al Concilio por…
—¡No debería haber sido su problema! Jacque Valois abusa de su
poder. Odiaba mi relación con Kate. No podía soportar que escogiera
casarme con ella sobre su objeción, así que hizo todo lo que pudo para
arruinar nuestra relación. Al final obtuvo lo que quería. Justo como está
haciendo con ustedes dos.
Alex sonaba más amargo de lo que lo había oído antes, cuando
me miró y dijo: —Él te ha confundido tanto que has dado la espalda a tu
familia por su pequeña mascota, el Vidente. Russ tiene razón. No eres la
Dani que ayudé a criar. El Concejal te ha destruido justo como destruyó
a Kate.
Respiré, en shock por las hirientes palabras de Alex.
—Nunca fue tu obligación cuidarme —dije con voz temblorosa—.
Sigo siendo la misma Dani que he sido siempre. Pero menos ingenua. No
hay nada que pueda hacer si eso no te parece bien.
Russ se había puesto rígido cuando su padre me insultó, incluso
aunque fue exactamente lo mismo que me dijo la noche anterior. Ahora
me aferra dándome soporte.
—No eres distinto del Concejal —dijo Russ a su padre.
Incluso a pesar de que estábamos afuera, la temperatura pareció
decaer unos buenos diez grados por la frialdad de su tono.
—Dices que fueron las mentiras lo que enloqueció a mi madre,
pero a nosotros has estado mintiéndonos toda nuestra vida.
—Eso es diferente, Russ.
—¡Mataste a mi madre!
—¡Ella intentó asesinarte! ¡Estaba loca! Lo hice para salvarte.
—¡Tú la volviste loca por ocultarle la verdad! ¡Y, me mentiste!
—¿De verdad querías saber que tu propia madre estaba tan
asustada de ti que quiso acabar con tu vida? ¡Esa no es la clase de
información que le das a un hijo! Estaba protegiéndote.
—¿Del mismo modo en que me protegías al no decirme que Dani
era supernatural todos esos años? Me dejaste creer que era humana. Tú
sabías cuánto la amaba y me dijiste que no podía contarle sobre nosotros.
Me dijiste que mi madre me abandonó para que yo estuviera demasiado
asustado como para contarle a Dani sobre nosotros. Traté a Dani como
mi mejor amiga y nada más por ti, ¡y ahora ella me ama de un modo
incorrecto! ¡Es tu culpa que escogiera al Vidente y no a mí!
—Russ —susurré.
—¡Ella nunca fue solo humana! —continuó gritando Russ—. No
entiendo por qué lo hiciste. Me hiciste amarla y luego la alejaste de mí a
propósito.
—Eso no es verdad.
—¡Sí es verdad! —insistió Russ—. ¡Sabías lo que era ella! Cuando
llegamos al pueblo ese día y viste su aura y sus padres humanos, sabías
que era una pura. Sabías que nos vincularíamos del modo en que lo
hicimos. ¡Me usaste para acercarte a Dani!
—No —negó Alex rápidamente—. Eso no es verdad. Me quedé
porque ella necesitaba nuestra ayuda. Desde el primer minuto en que la
conociste, se apegó a ti. Incluso a los tres años tenía tanta hambre de
compañía supernatural que ustedes no podían separarse. ¿Cómo podría
irme?
—¿ENTONCES POR QUÉ MENTISTE? —Russ ahora estaba tan enojado
que le sobresalían las venas del cuello y le temblaba todo el cuerpo.
—Porque eso habría causado muchos problemas —dijo Alex. La
desesperación era clara en su expresión y él podía ver que perdía su
batalla—. Si hubieras sabido la verdad acerca de ella, le habrías dicho a
Dani.
—¿Y cómo sería eso un problema?
—Porque amaba a sus padres. Eran buenos para ella. Les habría
dicho todo y no habrían sido capaces de soportarlo. Habrían creído que
le llenábamos la cabeza con mentiras extrañas. Se la habrían llevado y
no podíamos arriesgarnos a perderla.
Sentí que me golpeaba una oleada de ira.
—Así que fue por mi poder.
Alex nos observó a ambos y suspiró.
—La resistencia tiene razón. Hay que detener al Concilio. Se
entrometen demasiado. Tienen demasiado poder. Sabía lo poderosa que
serías, Dani. Sabía que, si te criaba correctamente, cuando Russ y tú
estuviesen listos, podríamos detener al Concilio juntos. Y estuve en lo
cierto. Nosotros tres somos más poderosos que ellos. Podemos hacerlo.
Estaba incrédula.
—Todo este tiempo —susurré—, todos esos años fingiste que te
preocupabas por mi familia —No me percaté de cómo sentía que se me
rompía el corazón hasta que sorbí por la nariz—. Tú eras el mejor amigo
de mi papá —susurré al borde de las lágrimas—. Fuiste como un segundo
padre para mí. ¿Cómo pudiste hacerlo?
Alex parecía tan miserable como yo me sentía cuando dijo: —No
estaba fingiendo. Siempre me preocupé por ti. Siempre traté de hacer lo
que era mejor para ti. Para ambos, Russ y tú.
—¡Sí, seguro! —gritó Russ, saltando sobre sus pies. Me tiró sobre
los míos, mientras daba una mirada a Gabriel—. Tienes razón, Gabe. Mi
padre no es confiable. Nos vamos.
—No irán a ningún lado —dijo Alex a Russ.
—Intenta detenernos.
Alex cogió a Russ por el brazo.
—¡Sigo siendo tu padre y harás lo que te diga!
Russ sorprendió a Alex aplastándolo con el mismo hechizo que
usó para noquear a Duncan en el consulado. El que dijo que le enseñó
Alex. Fue tan inesperado que no tuvo tiempo de reaccionar. Solo hubo un
breve reconocimiento y una mirada de desconfianza, y luego Alex estaba
durmiendo como un bebé al otro lado del estacionamiento de donde había
estado de pie.
26
Traducido por Kary_Ksk & Vane Ryan
Corregido por Tessa

Russ se quedó mirando a su padre inconsciente, pareciendo


bastante traumatizado.
—Siempre me pregunté por qué terminamos en Carmine,
Pennsylvania —dijo de pronto—. Me refiero a que un viaje por carretera
es una cosa, pero Carmine no es ningún lugar cerca de nada. Tienes que
conducir dos horas por cuatro carreteras de diferentes condados para
llegar a la autopista más cercana. Tengo que renunciar a mi credencial
masculina para admitir esto, pero siempre pensé que el destino nos llevó
allá. Estaba seguro de que tenía que encontrarte. —Frunció el ceño y su
voz se volvió tan seca como el desierto—. No me di cuenta de que papá
huía de los más buscados de Estados Unidos.
—Por lo menos ahora sabemos de dónde lo has sacado —traté de
bromear, dándole un codazo en el costado.
Russ rodó sus ojos pero sus labios temblaban mientras luchaba
con una sonrisa.
—La razón por la que huía no importa —contesté—. Todavía era el
destino. Tu padre podría haber terminado en cualquier parte del mundo
y acabaron entrando en mi ciudad. ¿Cuáles son las posibilidades? Si soy
realmente La Elegida entonces eso significa que la Creadora me puso en
Carmine a propósito. Tal vez para mantenerme a salvo. Pero sabía que
no podía estar completamente sola, así que me dio a ti y a tu padre. Eran
la pareja perfecta para el trabajo. Tu padre me mantuvo a salvo, sin
importar su razón, y tú me hiciste fuerte. Si tengo el coraje para cumplir
alguna profecía, es por ti. Te necesitaba, Russ.
Russ dejó de sonreír y se volvió hacia mí. Su mano se deslizó en la
mía y, con ella sentía toda su vulnerabilidad.
—No tiene sentido, entonces, qué fuera el que menciona la profecía
—susurró—. Si la Creadora nos ha unido, entonces tenemos tanto
destino como tú y cualquiera. Más aún. Soy yo, Dani. Sabes que es así.
Lo que daba miedo era que lo que dijo tenía mucho sentido.
Esperó a que estuviera de acuerdo con él, pero no pude. No tenía
ni idea de lo que quería o lo que sentía por ninguno de ellos. Lo único que
pude hacer fue dejar escapar un largo grito frustrado y cambiar de tema.
—¿Podemos simplemente averiguar lo que vamos a hacer?
—Debemos detener a Robert de convocar al Ángel de la Muerte —
dijo Gabriel mientras se acercaba a mi lado.
—Sí, pero ¿cómo?
—Fácil —dijo Russ—, rastreamos a la resistencia y lo matamos.
Gabriel parecía mortificado.
—No creo que sea un plan inteligente.
—Claro que no —gruñó Russ—. Dime, poderoso adivino que todo
lo sabe ¿qué sugieres que sea un plan inteligente?
Suspiré y Gabriel ignoró el insulto. —Iremos al Concilio.
Russ gruñó largo y tendido. —Aquí vamos otra vez con la mierda
del Concilio.
—No es… mierda, Danielle —dijo Gabriel a pesar de que no parecía
seguro porque seguro no sabía lo que significaba la palabra mierda—. El
Concilio debe ser informado de su traidor y tienen los recursos para
detenerlo. Son buenas personas. ¿Cómo puedo hacer que lo veas?
—Intenta torturarla durante unas semanas y después lavarle el
cerebro. Funcionó para tu amado Concilio la primera vez.
—¡Russ!
—¿Qué? Es cierto. Intentar confiar en las personas que te robaron
y que casi te matan nada más para utilizarte por tu poder. ¿Te parece
una buena idea?
—Casi tan buena como entregarme a la resistencia y tratar de
enfrentarme a un ejército sobrenatural todo por mi cuenta.
Russ esbozó una sonrisa que parecía muy fuera de lugar en este
momento. —Me tienes. Obvio.
—Oh, bien, entonces. De todos modos ¿dónde puedo alistarme
para la misión suicida?
—¿Has oído hablar de un ataque furtivo? —cuestionó Russ—. Los
encontramos, usa tu hechizo de camuflaje para infiltrarte entre ellos, y
luego corta la cabeza de la serpiente. Si podemos matar a Robert en su
jodido campo, entonces verán lo poderosa que eres. Te temerán. Podrías
convencerlos de no iniciar una guerra. Lo único que quieren es no tener
que esconderse de los humanos. Seguramente podrías convencerlos para
ayudarte a encontrar ese equilibrio del que siempre estás hablando.
Abrí la boca para protestar, pero fruncí el ceño. —En realidad. Eso
no parece un mal plan, Rusty.
—Por supuesto que no. Y el hecho de que estés buena no significa
que puedes llamarme Rusty.
Reí. —Rusty.
—Muy maduro. No puedo creer que la Creadora te escogió para ser
la Elegida.
—Bueno, no puedo creer que te escogió para ser mi guía por el
mundo sobrenatural.
—Bueno, no puedo…
—Disculpen —interrumpió Gabriel—, pero ¿podemos permanecer
enfocados, por favor?
Me reí de la forma que Russ miró a Gabriel.
—Danielle, yo no creo que ir hacia la resistencia sea una buena
idea.
—¡No! —explotó Russ de repente—. ¡No crees que sea una buena
idea! Amigo. Aprende a usar las contracciones1. Suenas como un jodido
idiota.
Me sorprendió el estallido. Siempre había encontrado el discurso
formal de Gabriel más bien entrañable. Pero eso tal vez no fuera ideal de
admitir en ese momento así que, en su lugar, le solté a Russ: —¡Cálmate,
idiota!
—Uf, está bien, lo que sea. Pero no vamos a ir al consulado.
Gabriel y Russ ahora se perdieron en un encuentro de ceños
fruncidos. No había forma de que uno de ellos cediera al plan del otro.
—Así que, ¿qué hacemos ahora? —le pregunté a ambos.
Hubo un silencio absoluto durante un minuto y luego a Russ me
miró como si acabara de recibir un poco de inspiración divina.
—Tú eliges —dijo.
—¿Perdón?
—Tú eres la Elegida, ¿no? Tú eliges.
—Russ, esa es la más estúpida…
—No, tiene razón —interrumpió Gabriel—. Eres la Elegida. Esta
tarea te fue designada, Danielle. Debe ser tu decisión.

1Russ dice eso porque Gabriel dijo “Do not” en vez de usar la contracción “Don’t”.
—Pero no sé cuál es la respuesta correcta. Si, el Concilio es una
mierda, pero Gabriel tiene razón. No tendrán ningún problema en detener
a Robert. Y no son tan malos.
—¡Dani! —Russ se frustró ahora conmigo.
—Pero —añadí rápidamente—, si hay alguna posibilidad de poder
persuadir a la resistencia de que la guerra no es la manera de encontrar
el equilibrio, y que estoy dispuesta a ayudarlos si pueden encontrar una
solución pacífica, entonces ellos serían superiores aliados para nosotros
que el Concilio. Ambas formas pueden estar en lo correcto. O bien, ambas
maneras podríamos ser capturados y torturados hasta que accedamos a
ayudarlos.
—El Concilio nunca haría eso —dijo Gabriel.
—Ya lo hicieron una vez —le recordé—. ¿Quién dice que no harán
de nuevo?
El rostro de Gabriel se llenó de frustración. —No lo harán.
—No puedes saber eso, Gabriel. Estoy segura de que pensabas que
nunca habrían hecho lo que me hicieron. ¿No es así?
Gabriel suspiró. —No —admitió vacilante—, No creo al Concejal
capaz de tales acciones. Me sorprendió cuando me enteré de su trato
contigo.
—Así que no conoces al Concejal tan bien como crees —dijo Russ
con suficiencia—, ¿Verdad?
Una mirada peligrosa cruzó por el rostro de Gabriel y gruñó.
—Mejor de lo que conoces a tu propio padre.
Tuve que tirar a Russ al suelo para que no matara a Gabriel.
—¡Basta! —grité—. ¡Ambos!
—Será mejor que te apures a escoger un plan —espetó Russ—. O
juro que voy a patear el culo de tu marido.
—No. Lo decidiremos juntos.
—No. No lo haremos. Yo elegí un plan. Él eligió un plan. Tú eres el
desempate.
—¡PERO NO SÉ QUÉ HACER!
—Danielle —dijo Gabriel, tras haberse calmado—, la profecía dice
que el verdadero amor es lo único que te ayudará a decidir.
Sentí cómo la sangre se drenaba de mi cara.
—¡Oh, no! —Empecé a alejarme de los dos—. No, no, no. ¡No es
justo!
Russ me miró con convicción y Gabriel parecía casi igual de
determinado.
—Vamos, chicos —dije con desesperación—. No me hagan hacer
esto.
—¿Por qué no? —preguntó Russ—. Es tu destino después de todo.
¿No es así? No puedes seguir encadenándonos a ambos para siempre.
—¡No estoy… —Me sentía tan enojada que apenas podía formar
palabras—…encadenándolos!
—¡Claro que sí!
—¡Cuántas veces te he dicho que he aceptado a Gabriel! ¡Elijo a
Gabriel! ¿Cómo es que eso te encadena? Tú y Alex son mi familia. Gabriel
es mi marido. ¿Quieres que encuentre un diccionario para que puedas
ver la diferencia?
Russ se puso cara a cara conmigo, temblando de ira, pero me
mantuve firme. —Si estás tan decidido a tomar esta decisión basada en
el destino, entonces parece que iremos al consulado.
—¡Eso es una basura y lo sabes! La profecía dice que el amor
verdadero es lo que te ayudará. Solamente lo eliges porque te sientes
obligada. —Cuando negué con la cabeza, Russ puso los ojos en blanco—
. No lo niegues.
—No voy a negarlo, Russ. Gabriel y yo tenemos una conexión. Lo
siento.
Russ rió con una risa enojada. —¡Claro que lo sientes! ¡Ese era el
punto de la tortura! El Concilio te quebró y luego dejó que el Vidente te
sanara específicamente para que sintieras esa conexión. Lo que sientes
por él no es real. Físicamente, sí, cualquier idiota puede ver que te sientes
atraída por él, pero ¿amor? ¿Lo amas, Dani?
Me sobresaltó la pregunta. Moví mi mirada hacia Gabriel y cuando
nuestras miradas se cruzaron no necesité una visión para ver en su alma.
Sentí algo en mi corazón agitado, pero ¿amor? ¿Podría amarlo con el
tiempo?
—No puedes decirlo —dijo Russ, irrumpiendo entre la mirada que
Gabriel y yo compartimos—. No lo amas.
—¿Cómo puedo saber si lo amo? —argumenté—. ¿Cómo puedo
confiar en nada de lo que siento cuando mis relaciones con ambos fueron
severamente manipuladas?
—Somos más que un estúpido lazo sobrenatural y lo sabes.
—No, ¡no lo sé, Russ! Estoy en tal mal estado que no entiendo nada
de mis sentimientos acerca de nada. La única cosa que sé con certeza es
que cuando miro en su futuro, no solo veo momentos acaramelados. Veo
momentos importantes. Decisiones que se toman. Es como si la Creadora
me estuviera mostrando el camino a seguir. Ella me dice que puedo
confiar en Gabriel, y que lo necesito. No puedo ignorar eso.
Russ sacudió la cabeza. —Me amas —insistió—. Sé que lo haces y
puedo demostrarlo.
—No puedes demostrar eso.
—Bésame.
—¿Qué?
—El Concejal rompió tu vinculo ¿cierto?, esto significa que lo que
sea que sientes por mí solo tiene que ver contigo. Así que bésame. Bésame
de verdad. Si puedes decirme sinceramente que no me amas, que… que
no soy más que un mejor amigo para ti… entonces me rindo. Dejaré que
Gabriel tenga su estúpido destino.
Jadeé. ¿En medio de la noche? ¿En un estacionamiento al azar?
¿La tención tan espesa que podría estrangular a una persona? De repente
esta escena era tan familiar.
—Lo juro, Dani. Te dejaré en paz. Te daré mi maldita bendición si
quieres. Pero tienes que estar absolutamente segura.
—Russ. —Me sentía como si pudiera vomitar—. Yo…
Volví mis ojos a Gabriel. Él parecía tan enfermo como yo, y ya había
visto esa mirada en su cara. Era esto. El momento en el que volví a mirar
a Russ sabía que él iba a besarme, y entonces Gabriel iba a salir de mi
vida. Entré en pánico. No había visto venir esto. No iba a perder a Gabriel.
No podía perderlo.
Puedes cambiarlo.
El pensamiento no surgió de mí, pero lo asimilé en el momento en
que entró en mi mente.
—Puedo cambiarlo —susurré para mí misma.
—¿Danielle? —preguntó Gabriel. A la vez que Russ demandó—:
¿Cambiar qué?
—Pareces muy alterada, Danielle. ¿Qué has visto? —preguntó
Gabriel—. Dinos y podemos ayudarte.
Pero no podían ayudarme. Era una decisión en la que nadie podía
ayudarme. Me alejé del alcance de Russ esperando necesitar un minuto
para pensar, pero en el momento en que di ese paso lo supe. De hecho
ya había tomado esta decisión cuando no cambié mi visión de aceptar a
Gabriel. Y la había vuelto a tomar esta noche cuando había aceptado irme
con él.
Miré entre Gabriel y Russ varias veces. Sabía que ahora mismo me
estaría despidiendo de uno de ellos. Por mucho que me sorprendiera, y
por mucho que amara a Russ, a la hora de la verdad, era de Gabriel de
quien no podía separarme. Sería una devastación de la que no me
recuperaría. Por eso la Creadora eligió mostrarme este momento en
particular. Sin saber ya su resultado no habría sido capaz de tomar la
decisión.
Miré a Russ esperando que mis ojos se llenaran de lágrimas. En
lugar de eso, sentí que me invadía una oleada de alivio.
—No necesito besarte para saber que tenemos más que un vínculo
supernatural, Russ. Claro que lo sé, pero Gabriel y yo también tenemos
más que eso. No sé cómo lo sé, simplemente lo sé. Lo siento.
El rostro de Russ se volvió rojo con la ira mientras Gabriel se veía
pálido. Le sonreí y sostuve su mano. Él también parecía asustado de
respirar mientras esperaba que continuara hablando
—No te elijo por obligación —le dije— Lo que siento por ti no es lo
mismo que siento por Russ, pero sí te amo.
Los ojos de Gabriel brillaron y finalmente logro una pequeña
sonrisa. —Yo también te amo, Danielle. Desde el primer instante en que
te vi, me enamoré de ti.
Nuestro momento fue interrumpido por el sonido de cristales rotos.
Russ atravesó con su puño la ventana del conductor del auto de su padre.
Estaba sangrando por todas partes, pero no parecía importarle. Traté de
ver si se encontraba bien, pero se apartó cuando me acerqué.
—Lo siento.
—¿Lo sientes? —repitió incrédulo—. ¿Lo sientes? Después de toda
una vida juntos ¿esto es lo único que recibo de ti?
Me encogí de hombros con impotencia.
—Sigues siendo mi mejor amigo —le dije en voz baja—. Todavía te
amo, Russ. Siempre. Lo prometo.
Mi mano fue al collar alrededor de mi garganta. Cuando lo toqué,
Russ apartó la mirada, herido. Sin palabras, abrió la puerta, apartando
el cristal roto y se subió detrás del volante del auto.
—¿A dónde vas? —pregunté a través de la ventana perdida después
de que cerró la puerta—. ¿Qué vas a hacer?
—¿Qué te importa?
—Russ.
—Tú nunca fuiste solo una mejor amiga, Dani. Nunca. No puedo
quedarme a ver cómo cometes el gran error de tu vida.
Mis ojos y nariz comenzaron a arder e inhalé antes de hablar.
—Tienes razón. Separarnos es probablemente lo mejor para los
dos.
Russ había estado esperando que cambiara de opinión y lo eligiera
a él hasta ese mismo momento. Pude verlo en sus ojos cuando finalmente
se rindió. En lugar de ver cómo se le rompía el corazón, como había hecho
Gabriel en mi visión, vi cómo se convertía en hielo. Juro que el calor
literalmente se drenó de todo su cuerpo.
Él tomó nuestro edredón que dejé en el asiento trasero y lo arrojó
a través de la ventana rota. —Llévate esta cosa estúpida.
En ese momento, me entumecí. Era demasiado. Tiré el edredón a
mi pecho y dejé de sentir. —Te extrañaré —admití por ambos.
Russ aceleró el motor y esbozó una sonrisa fría, una cruel sonrisa
para mí. —Nos veremos, Danielle.
Di un salto atrás cuando aceleró y se fue. Me quedé de pie ahí,
observándolo durante mucho tiempo hasta que ya no lo podía ver. Estaba
en shock. No podía creer que él se había ido. Para siempre.
No me moví hasta que sentí la mano de Gabriel sobre mi hombro.
—Lo siento, Danielle. Estoy seguro de que necesitas un momento, pero
me temo que ya tenemos que irnos. Es seguro que el señor Devereaux
despertará pronto.
La mención de Alex me sacó del estado en donde estaba. Gabriel
tenía razón. Pasaba demasiado en este momento para dejarme caer en
pedazos.
Tropecé con Alex y miré hacia abajo a su figura durmiente.
—Toda mi vida —dije a nadie en particular—, él me trató como una
hija. Creí que me amaba.
Gabriel se quedó a mi lado y entrelazó nuestros dedos.
—Creo que sí te ama. Tal vez quería usar tu poder, pero su afecto
por ti es real. Es real. El de Russ también. Creo que ellos dos siempre te
querrán.
Solté un largo suspiro. —Lo sé. De verdad. Alex tal vez nos ocultó
algunas cosas a Russ y a mí, pero sigue siendo un buen hombre. A su
manera, hizo lo que creyó que era lo mejor para nosotros. Siempre fue
así. No puedo culparlo por lo que le hizo a su esposa, ya que lo hizo para
salvar la vida de Russ. He matado a un hombre lobo y un vampiro por la
misma razón y lo haría de nuevo.
Sentí una lagrima rodar por mi mejilla cuando me arrodillé a un
lado de Alex. —Es un buen hombre —dije de nuevo cuando encontré su
billetera.
—¿Le estás robando, Danielle?
Me reí un poco ante el horror de Gabriel. —Eres demasiado bueno
para tu propio bien. Vamos a necesitar el dinero y si estuviera despierto,
habría insistido en que lo tome de todas maneras.
Gabriel no discutió. Volví a meter la billetera de Alex en su bolsillo
y me entró un poco de asfixia al saber que había llegado el momento de
dejarle. Sin Russ era mucho más difícil despedirse de Alex. Era el último
de mi familia. Una vez que me alejara de él, oficialmente habría perdido
a todos los que me habían importado en toda mi vida anterior.
Una lágrima se convirtió en muchas cuando me incliné y apreté los
labios contra la mejilla de Alex. —Te quiero, Alex.
Me puse de pie y me acerqué a Gabriel pero él dio un paso atrás.
—¿No necesitas seguir siendo un hechicero? —preguntó.
Ni siquiera me había dado cuenta de que era uno, pero cuando le
di un beso a Alex, yo cambié. Lo pensé un momento y después levanté la
cabeza. — No tiene sentido. Estoy demasiado agotada para mantener un
hechizo. Solo tenemos que encontrar un lugar para descansar un rato y
luego podemos pensar en lo que vamos a hacer por la mañana.
—Muy bien.
Gabriel se sentía aliviado, tanto que se permitió acercarme a él y
yo me hundí felizmente en su abrazo. Me abrazó un momento, y luego me
puso a su lado mientras me alejaba de Alex.
Encontramos un parque a un kilómetro y medio más o menos y,
demasiado cansados para ir más lejos, nos metimos en el gran tubo de
plástico de un tobogán con la esperanza de que sirviera para ocultar
nuestras auras y bloquear el frío de la noche. Mi edredón no era muy
grande, pero era mucho mejor que nada y, junto con el abrigo y el cuerpo
caliente de Gabriel, me sentí bastante cómoda.
No fue hasta que nos acomodamos y las cosas se calmaron que
realmente empecé a sentir las consecuencias de mi decisión. Cuando
cerré los ojos mi mente divagó y no pude evitar que pensara en Russ. En
el momento en que pensé en el beso que habíamos compartido en mi
visión, la propia visión empezó a reproducirse de nuevo en mi mente.
Cuando la visión terminó me di cuenta de que estaba llorando en
el pecho de Gabriel. Podía sentir su mano acariciándome la cabeza.
—¿Danielle? —susurró con voz estrangulada—. Si crees que has
cometido un error, lo entendería. Voy a ayudarte a encontrarlo si eso es
lo que necesitas.
Dudaba que Gabriel dejara de sentirse cohibido por Russ, pero
sabía que tenía que hacer todo lo posible por ayudarle, así que dejé de
llorar y salí a gatas del tubo, donde pude sentarme cómodamente.
—No es eso —dije mientras Gabriel salía después de mí.
Me apoyé en él y esperé a que nos rodeara con la manta, antes de
continuar.
—En realidad siento un poco de alivio de que se fuera. —Cuando
lo admití, me di cuenta de lo cierta que era mi declaración—. No entiendes
lo difícil que ha sido estar con los dos, sabiendo que le hacía daño
constantemente a todos. Lo extrañaré, pero al final siento que puedo
respirar de nuevo.
—¿Estás segura sobre nosotros? ¿Estás segura de que es lo que
quieres? —La cara de Gabriel se había puesto pálida bajo la luz de la
luna. Bajó la mirada hacia su regazo y su voz tembló de nuevo cuando
dijo su siguiente frase—. No podría soportarlo si te quedas conmigo, pero
pasas tu vida lamentando tu decisión.
No era justo. Hice mi elección, e incluso lo elegí a él, sin embargo,
todavía le estaba haciendo daño.
—Gabriel, vi un resultado diferente de los eventos de esta noche.
Cuando me hicieron mirar a tu futuro el otro día, vi esta noche. Solo que
en la visión, cuando Russ me dijo que probara que no lo amaba, dejé que
me besara. Ese beso te rompió tanto el corazón que te fuiste. Te rendiste
conmigo. Vi morir una parte de ti y luego volviste al consulado. —Gabriel
se tensó a mi lado, pero no interrumpió. Le di a su mano un apretón y le
dije—: No he cambiado la visión para evitarte ese dolor.
Gabriel finalmente me miró a los ojos de nuevo, pero estaba lleno
de confusión.
—Lo hice porque no podía soportar la idea de perderte. Después de
que la visión terminó ese día, te besé porque estaba tan aliviada de que
siguieras allí. Me alivió tanto que todo había sido un sueño. Cuando el
sueño me alcanzó esta noche, sabía que sin importar lo que hiciera, iba
a perder a uno de ustedes. Cuando llegó el momento, realmente no tenía
otra opción. No podía dejarte ir.
—Danielle —susurró Gabriel. Trató de decir algo más, pero no fue
capaz de encontrar palabras que le siguieran a mi nombre.
—Russ y yo éramos tan parecidos que éramos prácticamente la
misma persona —dije—. Pero entonces llegaste tú. Eras tan diferente,
fuerte y bueno. No creo que la tortura me haya cambiado. Creo que fuiste
tú. Los amo a los dos, pero te necesito.
Y le hice llorar. No me refería a lágrimas ni nada, por supuesto,
pero ya saben. Definitivamente había humedad en sus ojos y tuvo que
aclararse la garganta antes de susurrar: —Gracias, Danielle. —Para un
chico eso es básicamente lo mismo.
Nunca se me han dado bien los momentos serios y sensibleros.
Estaba absolutamente desesperada por romper la tensión, así que le di
un codazo en el hombro y le dije: —Además, ya sabes, Russ no tiene
tatuajes.
Gabriel soltó una carcajada y me besó como si se hubiera estado
conteniendo desde siempre y no hubiera podido seguir así ni un momento
más. Era la primera vez que parecía realmente desesperado por mi afecto.
Era tan lindo que empecé a reírme.
Al parecer, Gabriel no compartía mi humor juguetón. —Danielle,
no estoy tratando de ser gracioso —prácticamente gruñó mientras
continuaba atacando mi boca.
Por supuesto, eso solo me hizo reír a carcajadas. —Tienes razón.
—Intenté recuperar la sobriedad—. Lo siento. —Le di un buen y largo
beso y luego me retiré con un suspiro.
Gabriel comprendió mis pensamientos y tiró de mí hacia nuestra
cama improvisada. —Descansa un poco, Danielle.
No hizo falta que me lo dijera dos veces.
27
Traducido por Julieyrr
Corregido por CrisCras

Estaba de pie en una gran sala redonda que tenía un aspecto tan
gótico medieval como el consulado. El interior estaba hecho sobre todo
de piedra, y la única luz provenía de las antorchas en las paredes y las
velas encendidas en el centro de la habitación.
Había visto el altar antes, en otro sueño, pero era mucho más
horrible esta vez porque Gabriel estaba tirado en una losa de piedra en
el centro del círculo. Parecía estar en un sueño profundo, por lo cual
asumí que estaba encantado.
Entonces, un hombre envuelto en una capa oscura tan grande que
no podía distinguir un solo rasgo de su rostro, se acercó al altar cantando
en el mismo idioma en que solía escuchar a Russ murmurar cuando
estaba haciendo magia. Mientras decía su encantamiento, una por una,
cada vela colocada en los cinco puntos de la estrella dibujada en el suelo
debajo del altar, fueron a la vida con un zumbido. Después de que la
última fuera iluminada, la figura encapuchada sacó la misma daga que
el vagabundo había utilizado en mi visión anterior y cortó las muñecas
de Gabriel. Gabriel ni siquiera se estremeció.
Me quedé sin aliento, pero me dije una y otra vez que esto no era
real. Al menos no todavía.
La sangre brotaba de Gabriel y se derramaba en un par de cálices
de oro. Un repentino viento salido de la nada azotó por la habitación y
todo comenzó a temblar.
La figura encapuchada desapareció detrás de una alta cortina de
terciopelo roja y dejó a Gabriel solo y muriendo en el altar para hacer
frente a lo que supuse sería el Ángel de la Muerte. Justo cuando una
oscura nube se formó por encima de Gabriel, la visión terminó y me senté
tan rápido que me golpeé la cabeza contra algo muy duro.
Me tomó un minuto recordar dónde estaba, y luego el plástico de
color amarillo brillante que me rodeaba entró en foco. Estaba en un
parque con Gabriel. Nos separamos de Alex y Russ y caímos aquí por lo
poco que quedaba de la noche. El sol estaba muy brillante ahora, por lo
que supuse que debía ser más allá de temprano en la mañana y
trabajando su camino hacia la tarde.
Era evidente que Gabriel no había compartido mi visión. Un vidente
no puede nunca ser testigo de su propio destino (a menos que suceda
que ese vidente sea yo), pero Gabriel aún estaba tan profundamente
dormido que no se había dado cuenta de mi regreso a la conciencia.
Se veía tan tranquilo que odiaba despertarlo, pero su inminente
muerte tenía prioridad y le sacudí el hombro. —Gabriel.
Medio consciente Gabriel me vio, tiró de mí hacia abajo, contra él,
acarició su cara en mi cuello y se volvió a dormir.
Lo sacudí de nuevo. —No, Gabriel, despierta.
—¿Debo?
—Si no quieres ser sacrificado —le espeté.
Gabriel respondió a la preocupación en mi voz y se puso alerta.
—¿Qué pasa?
—Algo ha cambiado —le dije, saliendo de la estructura de juego en
estado de pánico—. ¡Algo que hicimos lo ha cambiado todo!
Gabriel me siguió a tierra firme y estiró su cuerpo alto antes de
descansar sus manos sobre mis hombros. —Danielle, cálmate. ¿Qué has
visto?
Miré hacia arriba, en sus hermosos ojos oscuros tan llenos de vida,
y me obligué a tragar el nudo de mi garganta. No podía decir las palabras
terribles, así que en su lugar le tendí la mano y reproduje la pesadilla.
Gabriel se quedó quieto y en silencio a través de la visión y una vez
que había terminado, me miró tranquilamente a los ojos. —Vamos a
cambiarlo, Danielle.
—¿Cómo? ¡No tenemos la menor idea de lo que estamos haciendo!
Estamos solos ahora. Hemos intentado durante días y no hemos hecho
nada en absoluto, excepto empeorar las cosas. ¡Esto nos sobrepasa!
Gabriel me miró con cautela. Me dejó tener mi momento de
despotricar, que, créanme, lo hice por lo menos durante unos cinco
minutos. Se sentó en un banco permitiéndome caminar de un lado a otro
delante de él, vociferando acerca de cómo yo era una estúpida don nadie
de ningún lado de Pennsylvania y no se podía esperar que salvara el
mundo.
Eventualmente no me quedaba más vapor y cuando me senté a su
lado, sonrió. —Danielle, voy a pedirte que hagas algo que no va a ser fácil
para ti.
Miré hacia él, ya derrotada. —Decir adiós a Russ y Alex anoche fue
lo más difícil que he tenido que hacer. Comparado con eso, todo va a ser
fácil. Si tienes un plan, por todos los medios participaré.
Gabriel me dio una sonrisa de complicidad y sacudió la cabeza.
—Llegó el momento de que te tragues tu orgullo y resentimiento.
Tienes razón en que estamos sobre nuestras cabezas. Necesitamos la
ayuda del Concejal. Tenemos que volver al consulado.
Mi cara se volvió de un rojo furioso y todo mi cuerpo se estremeció
con energía intensa. Tuve que tragarme de nuevo mi frustración porque
si abría la boca en ese momento tendría un poco de la cabeza de Gabriel
fuera.
Gabriel sabía lo enfadada que estaba y cuán frustrada me sentía,
pero me miró con convicción. Estaba en lo cierto y él lo sabía. Por
desgracia, yo también lo sabía.
—¿Cómo iba a saber que ibas a decir eso? —me quejé cuando por
fin pude hablar.
El rostro de Gabriel se iluminó y me tomó en sus brazos.
—Porque eres mucho más inteligente de lo que te das crédito. —
Atrajo mi cara hacia la suya—. No eres una don nadie, Danielle. Tú eres…
Le di un beso antes de que pudiera hacer que me volviera blanda
otra vez.
Aún parecía sorprendido cada vez que lo besaba. No sabría decir si
era porque aún no se creía que yo lo deseara, porque aún era algo nuevo
para él o porque simplemente se sentía abrumado por lo mucho que
disfrutaba con ello. Pero la forma en que siempre empezaba siendo tímido
y luego se dejaba dominar por el deseo cuando le entraban las hormonas
me derretía por dentro. Si él tuviera idea de lo que yo le dejaría hacer solo
para que me besara así, estaría en serios problemas.
Me retiré respirando con dificultad. —¡Está bien, está bien! Vamos
a ir al maldito consulado antes de que te arrastre de vuelta en ese tubo y
te ponga manos a la obra con la lección de los pájaros y las abejas.
El pecho de Gabriel todavía estaba agitado y sus brazos seguían
clavando mis caderas contra las suyas, pero se las arregló para echar la
cabeza hacia atrás con el ceño fruncido. —¿Los pájaros y las abejas?
Sus ojos se dirigieron de nuevo a mis labios y me estremecí.
—No te preocupes. Estoy segura de que voy a explicártelo mucho
antes de lo que es debido para una dama, pero tenemos otras cosas de
qué preocuparnos en este momento.

***
Tuvimos que caminar durante una hora para encontrar la estación
de tren más cercana, pero, por el lado bueno, Alex nos había estado
guiando al norte, así que realmente no estábamos tan lejos de la ciudad.
De hecho, estábamos de nuevo en la buena vieja Newark. Estaríamos en
el consulado en media hora.
Gabriel estaba más nervioso de lo que jamás lo había visto.
—No me gusta esto —se quejó cuando abordamos el ocupado tren.
Estaba tan ocupado que no había asientos disponibles, y un tipo
de la edad de mi padre vestido con un traje de negocios amablemente me
ofreció el suyo, pero tuve que decir “no, gracias” cuando Gabriel se negó
a dejar que me separara más de un centímetro de él.
—No estamos escondidos en este momento, Danielle —susurró—.
Deberíamos mantenernos tan cerca uno del otro como sea posible.
Si hubiera espacio, habría estado caminando por el vagón,
arrastrándome sin ni siquiera darse cuenta. En la siguiente parada dos
asientos estaban disponibles uno junto al otro y lo forcé a sentarse.
—Gabriel, relájate un poco. Estas personas son gente normal.
Nadie que se preocupe por nosotros tiene la menor idea de dónde estamos
ahora mismo. Si hay algún lugar donde tenemos que ser más cuidadosos
es cuando lleguemos al Consulado. Ahí es donde está Robert y no
sabemos quién más podría estar trabajando con él.
Gabriel hizo una mueca. —Sí, entiendo tu punto.
Gabriel echó su brazo por encima de mi hombro y apenas había
logrado liberar la tensión de sus músculos cuando de repente fue mi
cuerpo el que se puso rígido. —¿Qué es? —preguntó.
Miré alrededor del tren a toda la gente. Todo el mundo parecía
completamente normal y nadie parecía prestarnos la mínima atención.
Lo que podría decir de todos modos.
—¿Qué es, Danielle?
Le iba a provocar un ataque de pánico a Gabriel si no le contestaba.
—¿Hay otros seres sobrenaturales en este tren, además de nosotros?
Gabriel se sorprendió por mi pregunta. —No en este vagón en
particular. ¿Por qué?
—Magia —le susurré. Mi mano instintivamente buscó el amuleto
descansando alrededor de mi cuello. Gabriel parecía confundido por lo
que le expliqué—: El hechicero en mi interior está tratando de salir a la
superficie. Siento la magia en el aire a mi alrededor.
Gabriel quitó su brazo de alrededor de mi hombro y me agarró la
mano. —¿Estás segura?
Asentí con la cabeza. —Desde que entré en mis poderes, siempre
he sido capaz de sentir la magia. Es como supe que el Concejal era un
hechicero cuando lo conocí.
Miré alrededor del vagón otra vez y mi mente corría. ¿Podría estar
encantado? ¿Para mantenernos a Gabriel y a mí atrapados aquí? ¿O tal
vez para mantener a otros seres sobrenaturales fuera? ¿Puede haber
alguien aquí con nosotros, observándonos, escondidos a salvo bajo un
hechizo de invisibilidad? La idea me hizo estremecer.
—Creo que tenemos que salir de este tren —dije en voz baja cuando
se sintió un ligero revuelo en el aire—. Como ahora.
Gabriel asintió y cuando el tren se detuvo en la siguiente parada
comencé a levantarme. Gabriel me retuvo, sacudiendo la cabeza.
—Espera hasta el último segundo —murmuro en voz tan baja en
mi oído que apenas distinguí las palabras.
Las puertas se abrieron y vi a los pasajeros pasar dentro y fuera
del tren. —¿Listo? —le pregunté. Cuando Gabriel no respondió me di la
vuelta para mirarlo—. Si esperamos más vamos a perder…
Gabriel no estaba sentado a mi lado. La mano que se había aferrado
a Gabriel ahora estaba agarrando mi amuleto. Ni siquiera me había dado
cuenta de que lo había dejado ir.
—¿Gabriel? —susurré.
Nada.
Me puse de pie. Gabriel no estaba en este tren. Escuché un
estruendo procedente de detrás de mí y me di la vuelta para ver que otro
tren estaba estacionado en la pista próxima a la que yo estaba y de alguna
manera Gabriel había sido transportado a él. Estaba gritando mi nombre,
pero todo lo que escuché fue el sordo golpeteo de donde él golpeaba la
ventana del tren.
—Gabriel —grité, golpeando mi ventana con frustración y miedo.
Traté de correr hacia la salida pero las puertas del tren ya se habían
cerrado, así que no podía hacer nada más que mirar con horror como
nuestros dos trenes independientes aceleraron en direcciones opuestas.
Corrí de vagón en vagón hacia la parte trasera de mi tren, no
teniendo ni idea de lo que iba a hacer, pero incapaz de quedarme quieta.
En el momento en que llegué al final, el tren de Gabriel se había ido y
todo lo que veía desde la ventana era una pista vacía.
Me tomé un momento para recuperar el aliento y luego me dejé caer
en un asiento vacío, aturdida. Estaba tan ida que ni siquiera recuerdo lo
que pasó después. No sé cuánto tiempo pasé allí, solo que salí de mi
estado de shock cuando el tren se sumió en la oscuridad cuando entró
en un túnel bajo el río Hudson.
Suspiré con alivio, sabía que estaría en Manhattan en minutos. Por
mucho que odiara admitirlo, el Concejal podría ayudar. Entonces, justo
cuando tuve el pensamiento, como si el destino estuviera jugándome una
broma cruel, el tren llegó retumbando a una parada. La electricidad se
fue y por un momento todo fue lanzado a la oscuridad antes de que las
débiles luces de emergencia se encendieran.
Cuando el conductor anunció los problemas mecánicos, todo el
mundo a bordo del tren gimió colectivamente y algunas de las personas
más coloridas eligieron ir con una reacción típica de Russ y soltaron
blasfemias. No podía culparlos. Tenía unas cuantas palabras propias que
me hubiera gustado haber dicho si no estuviera tan ocupada teniendo un
ataque al corazón.
Salté de mi asiento para mirar por las ventanas. No se veía la luz
desde donde habíamos entrado en el túnel. No podía ser coincidencia.
Este tren estaba destinado a descomponerse. Intuitivamente sabía que el
Concejal Mason no quería que llegara al consulado a tiempo para
detenerlo.
Me quedé en mi asiento justo cuando estaba llegando a una
conclusión aterradora. Gabriel se había ido. Yo era la elegida y solo había
fallado. El pensamiento provocó una avalancha de emociones y lloré como
nunca antes había llorado.
Escuché a alguien reír y vi levantarse a una madre y llevar a sus
hijos al próximo tren, pero nada podía detenerme. Nunca me había
sentido más desesperada en toda mi vida. Russ se había ido. Gabriel iba
a morir. El maldito Ángel de la Muerte estaba a punto de ser puesto en
libertad para matar a la raza humana. Y estoy bastante segura de que la
Creadora se disponía a golpearme por ser un fracaso épico.
—Me torturarán de nuevo cuando el Concejal me encuentre —dije
a través de mis lágrimas, y luego reí maniáticamente porque casi podía
oír la voz de la razón de Gabriel en mi cabeza. Diría algo ridículo como:
No desesperes, Danielle. La Creadora te eligió por una razón. Sé que vas a
hallar una manera.
Si Russ estuviera aquí solo me diría que dejara de ser estúpida y
que creciera. Ambos probablemente tendrían razón.
Eso fue suficiente para sacarme de mi fiesta de lástima y hacerme
pensar. Estaba en mi camino al consulado ya, y todavía tenía la visión.
Gabriel no iba a ser sacrificado en este mismo segundo. Aún no había
terminado. Tenía que seguir intentándolo.
Busqué en el vagón hasta que encontré una caja de emergencia con
una gran linterna en el interior. Perfecto. Entonces miré hacia el túnel
negro de miedo y respiré mientras forzaba a abrirse la puerta.
—¿Qué estás haciendo? —escuché a alguien decir en voz alta a mis
espaldas.
—Nadie trata de sacrificar a mi marido y se sale con la suya —me
quejé y luego salté del tren.
Había un útil pasillo estrecho en el lado del tren que parecía
ejecutar la longitud del túnel. Corrí junto a él, haciendo mi camino hacia
la parte delantera del tren en dirección a la ciudad. Si alguien a bordo me
vio, no intentaron detenerme. Me pregunté por qué hasta el túnel se tragó
la tenue luz del tren detrás de mí. Alguien tendría que estar loco para
pasear en este lugar.
—O desesperada —susurré en voz alta. Mi voz, aun siendo de lo
más silenciosa, rebotó en las paredes en ecos espeluznantes.
Si pensaba que me sentía sola en el tren estaba muy equivocada.
Por un breve segundo el mundo giraba a mí alrededor. Me llené de una
pena que consumía todo como la oscuridad a mí alrededor. Al principio
confundí el miedo de mi entorno sombrío, pero a medida que continuaba
caminando por el túnel mi cuerpo se puso inquieto y reconocí el vacío
dentro de mí.
Los anhelos estaban ardiendo mientras volvían a la vida, solo que
se sentían diferente esta vez. Era como si pudiera sentir literalmente a
Gabriel alejándose más y más de mí. Duncan tenía razón: Gabriel y yo
estábamos conectados, pero era más que nuestra conexión. Era una
parte de mí, no solo su energía. Sentía su pérdida, pero todavía podía
sentirlo. De alguna manera, sabía que todavía estaba allí, esperando a
que lo encontrara otra vez. Al igual que sabía que sentiría si le ocurría
algo. La idea de esa pérdida fue suficiente para hacerme olvidar el miedo
y recorrer el túnel lo más rápido que mis piernas me pudieran llevar.
28
Traducido por Ann Farrow & Blaire2015
Corregido por Danita

Causé un gran alboroto cuando corrí por el vestíbulo del edificio


Woolworth. La gente miraba y algunos gritaban, pero entre el caos oí un
chillido muy emocionado.
—¡Dani!
Mientras los ascensores se abrían, una mujer lobo muy histérica y
extremadamente bien vestida casi me derribó.
—¡No me toques! —grité, y ella fue capaz de cambiar de rumbo
antes de que tomara su forma. Tropezó con un tipo de traje que acababa
de salir del ascensor.
Me disculpé mientras ella ayudaba al hombre a recoger los papeles
que se le cayeron con el choque.
—Lo siento. No puedo cambiar de forma en estos momentos. Tenía
que quedarme como una Vidente.
El hombre me miró bruscamente, así que Gina lo empujó fuera del
ascensor y rápidamente apretó el botón para cerrar las puertas.
—Chica, ¿estás loca? Este lugar es un centro de chismes, y estoy
bastante segura de que el Concilio está haciendo grandes esfuerzos para
ocultar tu secreto considerando la forma en que te hicieron desaparecer.
—No soy la única que va a desaparecer si no detengo al consulado.
—Presionaba el botón del piso cincuenta y seis, pero no pasaba nada.
Gina sacó una llave de plástico y la deslizó a través de un escáner.
Una luz verde destelló, y cuando apretó el botón marcando cincuenta y
seis, el ascensor zumbó en movimiento.
—Este viaje dura unos pocos minutos —dijo, cruzando los brazos
sobre el pecho—. Así que empieza a hablar. Traté de llegar a visitarte
después de terminar mi turno ese día y fui golpeada por una barrera de
seguridad sobrenatural de manera impresionante.
—Bueno, no podían dejarte visitarme cuando se hallaban ocupados
torturándome. ¿Verdad?
Gina jadeó.
Abrí la boca para decirle todo, pero nuestro viaje ya iba a medio
terminar.
—Está bien —le dije—. Es demasiado para explicarlo ahora, pero
te prometo que voy a darte hasta el último detalle, especialmente todos
los detalles de cómo el Concilio me obligó a casarme con el Vidente.
—¡Sal! —gritó Gina.
Levanté mi anillo para probarlo. —Hasta el último detalle —le dije
otra vez—, si haces algo por mí.
—Lo que sea.
—Dame tu teléfono celular.
Gina me entregó su teléfono sin preguntar. Era negro y adornado
con pedrería. Eché un vistazo por los números de teléfono y de inmediato
llamé a Duncan. Mi corazón se hundió cuando se fue al buzón de voz.
Guardé el teléfono en mi bolsillo y miré a Gina.
—Encuentra a Duncan. Es el único en quién realmente confío en
estos momentos.
—Pero ellos enviaron lejos a Duncan en alguna asignación secreta
del Concilio. No ha estado aquí por dos días.
—No me importa cómo lo hagas, Gina. Encuéntralo. Encuéntralo y
haz que me llame a este teléfono. Tan pronto como sea posible.
Las puertas del ascensor sonaron al abrirse y me disparé por el
corredor sin esperar la respuesta de Gina. Me adelanté con facilidad más
allá del escritorio de recepción y una mujer detrás del mostrador saltó y
corrió detrás de mí, gritando que tenía que firmar.
—¡Tengo que encontrar al Concejal! —le dije.
—Está en una reunión con el Concilio. No puede ver el Concejal de
todos modos. Tiene que solicitar una reunión.
Corrí directamente hacia la sala de conferencias y la mujer que me
perseguía comenzó a gritar por seguridad. Cuatro hombres entraron
detrás de mí cuando irrumpí por las puertas de la sala de conferencias.
—¡Esperen! —grité—. ¡No me toquen! ¡Concejal, dígales que no
pueden tocarme! ¡Tengo que mantener la visión!
Todo el Concilio se puso de pie y el Concejal gritó: —¡Dejen que la
niña se quede! —justo antes de que un corpulento hombre lobo pudiera
agarrarme.
—Gracias —le dije, agachándome para recuperar el aliento.
—¿Qué significa todo esto? —preguntó el Concejal Torres.
Eché un vistazo por la habitación buscando a Robert Mason. No
estaba ahí. Mi corazón fue presa del pánico y recé para que no fuera
demasiado tarde.
Vi al Concejal a los ojos con una gravedad que lo asustó.
—Tengo que hablar con usted.
—Danielle, ¿dónde está Gabriel?
Mis ojos parpadearon alrededor de la habitación. —En privado —le
dije.
El Concejal lo consideró por un momento y pareció infeliz por ceder
a mi petición, pero permaneció racional.
—A tu apartamento, entonces. —Miró de nuevo al Concilio, que
había comenzado a discutir, y dijo—: Continúen en mi ausencia. Estaré
de vuelta tan pronto como pueda.
Su palabra era definitiva y nos marchamos inmediatamente. Tan
pronto como estuvimos en el ascensor dije: —¿Dónde está Robert?
—Espera, Danielle —dijo—, todo dentro del Consulado está siendo
monitoreado por seguridad, a excepción de las habitaciones privadas del
Concilio. Si deseas que esta conversación quede entre nosotros debes
esperar.
Presioné el botón del ascensor de nuevo como si pudiera hacer que
se moviera más rápido, entonces corrí por el largo pasillo y escaleras
arriba hasta mi apartamento.
—Uf, ¡¿podría darse prisa, viejo?! —grité hacia él por las escaleras.
—Eso no era necesario.
Una vez que entró al apartamento y cerró la puerta detrás de él,
perdió la compostura.
—¡Esta bien niña! Ahora dime, ¿dónde está Gabriel?
—¡No lo sé! Por eso es que necesito su ayuda. ¿Dónde está Robert?
—Tenemos una pista de la ubicación de la resistencia. Duncan está
ocupado buscándote así que envié a Robert para comprobar su exactitud.
¿Qué quieres decir con que no sabes dónde está Gabriel? Danielle, si algo
le ha sucedido…
—Sí, sí, usted provocará la ira del Concilio sobre mí. Lo sé. Y puede
torturarme todo lo que quiera y decirme “te lo dije” hasta que su rostro
esté azul, tan pronto como lo salvemos.
—¿Qué pasó?
—La resistencia va a sacrificarlo con el fin de elevar al Ángel de la
Muerte.
—¿Cómo dices?
—Nos atacaron anoche en la casa Devereaux, en Nueva Jersey.
Esta chica, Simone, una vieja bruja novia de Alex, nos encontró y…
—¿Simone Laroche? —interrumpió, confundido—. ¿La chica de los
cosméticos? Está muerta.
—Sí, esa. Solo que está muy viva y ahora muy enojada porque
arruiné totalmente su intento de secuestro. Ella y un montón de vampiros
gruñones intentaron raptarnos a Gabriel y a mí anoche con la resistencia.
Luego trató de convencer a Alex de unirse a ellos. Tenía razón sobre Alex
siendo un mentiroso, pero no es el líder de la resistencia. Él la mandó a
volar.
—No seas tan ingenua, Danielle. Lo más probable es que arreglara
todo el asunto con el fin de recuperar tu confianza.
—De ninguna manera. Nos atacaron.
—Brillante. Entonces tú y Gabriel habrían estado demasiado
asustados para arriesgarse a salir.
—Excepto por que uno de los vampiros empaló a Russ en el pecho
con una estaca de madera.
El rostro del Concejal palideció. —¿El hijo de Alexander murió en
la batalla?
—Lo habría hecho si yo no hubiera estado ahí. Alex dijo que ni
siquiera él podría haber sanado a Russ.
—Alexander nunca hubiera arriesgado la seguridad de su hijo —
murmuró, y luego se volvió hacia mí sorprendido—. No, creo que debes
tener razón, Danielle.
—No está con la resistencia. Lo prometo. Deberías haberlo visto
anoche. Estaba enojado. Casi mató a Simone.
El Concejal tuvo que sentarse.
—Tiene que ser Robert —dije.
—No puede ser Robert.
—Debe de haber aprendido la ubicación de la aldea de alguna
manera —le dije—. La resistencia sabía de mí. Sabían que cambiaba de
formas por contacto piel a piel. Esperaron a que fuera una Vidente para
atacarnos y se hallaban cubiertos de pies a cabeza, por lo que no podía
tomar sus formas cuando me agarraron. Solo el Concilio sabía cómo
funcionan mis poderes.
Hubo un momento de espantoso silencio.
—Tiene que ser Robert —dije, de nuevo—. Y ahora tiene a Gabriel
y lo va a sacrificar en mi lugar. Tuve una visión sobre esto. ¡Tenemos que
detenerlo!
Se sentó, mudo, durante un minuto y luego saltó a sus pies y se
volvió hacia mí, completamente furioso.
—¡Todo esto es tu culpa, estúpida niña testaruda! ¡Le convenciste
de que se fueran y conseguiste que lo secuestraran!
Era cierto. Era mi culpa que Gabriel se hubiera ido. Lo convencí
para dejar el Consulado. Conseguí que lo secuestraran.
La gravedad de la situación de repente me golpeó doblemente duro.
—Tienes razón, es mi culpa. —Lágrimas brotaron de mis ojos y mi voz
tembló cuando me tragué mi orgullo y le rogué. Llena de desesperación,
le rogué—. Pero olvida que me odias por ahora y ayúdame a encontrarlo.
¿Por favor?
El evaluó mis lágrimas y la ira disminuyó. —¿Qué sugieres que
haga, Danielle? Incluso si podemos rastrear a Robert, nunca va a admitir
nada de esto. Lo conozco. No nos dará la ubicación de Gabriel aunque lo
torturáramos.
—Está bien —le dije—. Creo que podrías saberlo.
—¿Qué quieres decir?
—En mi visión, parecía que lo tenían en alguna parte del consulado
o algo así. Era la misma decoración espeluznante.
—Cuéntame todo lo que viste.
—Voy a tratar de hacerlo mejor —le dije—. No podemos darnos el
lujo de estar equivocados.
Respiré hondo y cerré los ojos. Extendí la mano, decidida, y sostuve
tan fuerte como pude la sensación de cálida energía de Gabriel.
—Muy lentamente —le dije—, toca mi mano. Solo un dedo.
—Danielle.
—¡Solo hazlo!
Oí el suspiro del Concejal y luego sentí el hormigueo de la magia
contra mi palma. Era más fuerte que la de Russ, pero no por mucho,
sorprendentemente, y fui capaz de luchar contra el impulso de traer a la
bruja en mí a la superficie.
—Vidente —me dije—. Necesito quedarme como Vidente.
Respiré profundo y luego sujeté la mano del Concejal.
—Vidente —me ordené a mí misma otra vez, mientras el conflicto
hacía estragos bajo mi piel.
Sabía que no tendría mucho así que no me tomé mucho tiempo
para explicar. Simplemente pensé sobre mi visión otra vez, y por un
momento, se representó frente a mí.
Escuché jadear al Concejal, y supe que podía ver lo que yo estaba
viendo.
—¿Conoces este lugar? —pregunté.
—¿Cómo estás haciendo esto? —respondió, asombrado.
—¡No puedo mantenerla mucho tiempo! ¿Conoces esta habitación?
—Yo... —El Concejal se detuvo y entonces jadeó de nuevo—.
¡Conozco ese lugar!
—Bien.
Solté al Concejal y colapsé en el sofá, exhausta.
—¿Danielle?
—Estoy bien. Solamente me cuesta mucho evitar el cambio. Estaré
bien en un par de minutos. ¿Dónde está ese lugar?
—Es una recámara secreta debajo de la Universidad de Princeton.
Fue originalmente construido para ser el consulado cuando el Concilio se
estableció por primera vez aquí en Estados Unidos. Fue antes de unirme
al Concilio, pero cuando era estudiante de Princeton, utilizábamos esa
habitación como una especie de centro de reuniones sobrenaturales. Es
un secreto, y fuertemente guardado.
—¿Cuán lejos está de aquí?
—Ochenta kilómetros.
—Ochenta kilómetros —repetí—, probablemente todavía tenemos
tiempo.
—¿Cómo puedes estar segura? Es imposible distinguir la hora del
día por lo que vimos.
—Hoy es treinta y uno de octubre. Gabriel le dijo que el Samhain
se supone que es el día más cargado de magia del año, ¿verdad? Asumo
que toda la cosa mágica ocurre de noche.
—¡Por supuesto! Esperará hasta que el velo esté más delgado para
elevar a Addonexus.
—¿Cuándo es eso?
—Medianoche.
—Bien —dije, poniéndome de pie—. No hay necesidad de llegar por
los pelos.
—Por una vez, niña, estamos de acuerdo en algo.

***
El Concejal y yo nos quedamos en un incómodo silencio mientras
conducíamos a Nueva Jersey. Se sintió como un pequeño milagro cuando
el móvil de Gina sonó, incluso si casi me mata del susto.
—¿Hola?
—¿Dani?
—¡Duncan!
—Danielle, no hables de lo que estamos haciendo —susurró el
Concejal a mi lado.
Lo fulminé con la mirada y dije por el teléfono: —¡Es Robert! Él va
a sacrificar a Gabriel con el fin de convocar al Ángel de la Muerte. Estoy
con el Concejal ahora mismo. Vamos a alguna sede de una fraternidad
sobrenatural en la Universidad de Princeton.
—La conozco. Se utilizó como edificio del Concilio cuando se
asentaron por primera vez en Estados Unidos.
—Bien. Nos encontraremos allí. Tengo el presentimiento que vamos
a necesitar tu ayuda.
Duncan colgó sin decir ni una palabra, pero sabía que no me
decepcionaría.
—Gracias, Gina —susurré para mí, mientras ponía el teléfono en
la parte trasera de mi mochila.
—No deberías haberlos involucrado, Danielle. No solo se pondrán
en peligro, sino que tenemos que contener este asunto lo máximo posible.
—No te ofendas, Concejal, pero confío en Duncan y Gina más que
en ti. Solo estás aquí porque Gabriel dijo que necesitaba tu ayuda.
—Bueno, al menos Gabriel fue capaz de meter algo de sentido
común en ti, niña. Ruega para que lo encontremos a tiempo y un día
podrás ser de alguna utilidad para el Concilio.
Eso me molestó. —¿Cuando me dejaste en el salón blanco durante
tanto tiempo realmente trataba de ayudarme, o simplemente estabas
molesto porque me negué a hacer lo que querías?
—Yo no actué por resentimiento, Danielle. Era la única forma de
corregir el daño que Alexander te había hecho.
El enojo del Concejal me irritaba, pero perdí la energía para estar
realmente cabreada.
—¿De verdad piensas que mi relación con Russ era dañina?
—Creo que tu relación con el hijo de Alexander fue planeada. Más
allá de eso eran buenos el uno para el otro. No lo sé.
El Concejal suspiró. Aparentemente, tampoco tenía la energía para
seguir estando enfadado conmigo.
—Debido a nuestra habilidad de compartir la energía, los seres
sobrenaturales formamos vínculos fuertes unos con los otros. Llegamos
a conectarnos tanto física como emocionalmente a aquellos que nos
rodean. Como resultado, nuestras relaciones, románticas, familiares o de
amistad, son mucho más fuertes que para los humanos. La mayoría de
los sobrenaturales forman muchos de estos vínculos con las personas
que están en sus vidas. Cuando llegaste al Concilio te habías enlazado
con dos seres: Alexander y su hijo. Tus vínculos con ellos eran tan fuertes
que rechazabas toda otra energía sobrenatural. Si no hubiera roto
aquellos vínculos, tú nunca, en toda tu vida, habrías sido capaz de formar
nuevos vínculos con alguien más.
—¿Y la única razón por la que se pudo romper los vínculos era
porque estoy pasando por los anhelos en este momento?
—Sí. Los vínculos sobrenaturales son permanentes. Es por eso que
la mayoría de los sobrenaturales son compañeros de por vida. El divorcio
es una práctica humana. Para romper realmente un vínculo, se debe
estar famélico de energía sobrenatural. Eso es casi imposible de hacer
sin morir. Fue una suerte que estuvieras empezando los anhelos. Creo
que no hubiera funcionado de otra forma.
—Así qué... rompiste mi vínculo con Russ, ¿pero él aún tiene ese
vínculo conmigo?
La expresión del Concejal cayó cuando se dio cuenta de por qué
preguntaba acerca de todo esto. Parecía realmente apenado.
—Sí. Russel tendrá su vínculo contigo por el resto de su vida.
No podía olvidar la mirada en el rostro de Russ mientras salía de
mi vida anoche. Esa angustia que siempre sentirá, trajo lágrimas a mis
ojos.
—¿Por qué le hiciste eso a él? —pregunté—. No dañábamos a nadie
amándonos el uno al otro. Si sabías que rompiendo mi vínculo lo dejarías
solo por el resto de su vida, ¿cómo pudiste hacerlo? No hay manera de
romper su conexión conmigo. Rompí su corazón. La va a doler siempre.
—Lamento eso, Danielle. De verdad. Pero no tuve elección. Nunca
hubieras aceptado a Gabriel de otra manera y él es de quien habló la
profecía. —Comencé a llorar y el Concejal me estudió por un momento
antes de decir—: Sabes eso, ¿no es así?
Asentí, pero me sentía entumecida.
—Lo siento, Danielle. Sé lo que piensas de mí, pero no soy una
criatura cruel. No disfruté alejarte así de tu casa y tu familia. Me odié por
la tortura que te hice pasar, pero como el Concejal Supremo, estoy
forzado a tomar decisiones difíciles. Esas que deben hacerse por todo el
mundo sobrenatural. Tu sacrificio era necesario. El único consuelo que
sentí en todo eso es que daba un regalo con tu pareja. La mayoría de la
gente, incluso aquellos libres de elegirla, no son tan afortunados como
tú.
—Si lo amas tanto, ¿cómo pudiste hacer con él exactamente lo que
Alex nos hizo a Russ y a mí? ¿Piensas que el vínculo entre Gabriel y yo
no es planeado? ¿Piensas que mis sentimientos por él son reales? Me
ama. De verdad, me ama. Más que a nada. ¿No se merece el mismo amor?
—Tú también lo amas, Danielle. ¿No es así?
—Sí, pero...
—¿Entonces por qué importa cómo se formó ese amor?
—¡Porque no es real! ¡Fue forzado! Me manipularon para que me
enamorara de él. Eso no es amor.
—¿Cómo puedes saber si lo que sientes por él está manipulado
solamente porque comparten energía? ¿No es posible que te hayas ligado
a él tan fácilmente porque te preocupas por su bienestar? ¿Qué pasa con
las visiones de la Creadora? ¿Crees que la Creadora los emparejaría si no
estuvieran hechos el uno para el otro?
—¿En serio crees eso? —pregunté—. ¿De verdad crees que Gabriel
y yo estamos destinados a estar juntos tanto como para adueñarte de mi
libertad?
El Concejal se enfadó conmigo otra vez. Apretó el volante hasta que
sus nudillos se volvieron blancos.
—¿Quieres la verdad, Danielle?
—Merezco la verdad.
—Era conveniente que fueras la Elegida, pero no es por eso que
hice lo que hice. Si no hubieras sido vital para la salvación de nuestra
gente, aun así hubiera roto tu vínculo con el chico Devereaux.
—Pensaba que habías dicho que no hacías las cosas para
desquitarse.
—Arruinar los planes que Alexander tenía para ti fue un golpe de
suerte. Lo rompí por Gabriel y solo por Gabriel porque, por alguna razón
incomprensible, te quería. Te quería y yo quería que él sea feliz.
—¿Qué? —Jadeé. Eso era probablemente lo último que esperaba
que dijera.
—Gabriel ha tenido incontables visiones que implican a mujeres de
casi su propia edad, pero cuando tuvo esa visión sobre ti, fue diferente.
No podía pensar en nada más, hablar de nada más que de ti. No podía
comer o dormir hasta que supo que te encontrabas segura.
—Tenía tanto miedo de que se hubiera equivocado acerca de su
visión... de que fueras nada más que un sueño que tuvo mientras dormía
y que en realidad no existieras. Lo aterrorizaba nunca poder encontrarte.
Cuando le dije que Robert te había rescatado de forma segura y que iba
a llevarte al consulado, Gabriel se convirtió en un chico diferente. Se
sintió mareado, excitado y más animado de lo que nunca lo había visto.
Estaba tan ansioso de tu llegada que simplemente no podía quedarse
quieto.
Sonreí ante el pensamiento de Gabriel volviendo loco al Concilio
por su primer enamoramiento. Lo había visto mareado una vez, el día que
me llevó a nuestro picnic. Era lo más adorable que había visto.
—No se veía de esa forma cuando me encontré con él la primera
noche.
—Me imagino que se sentía aterrado por ti, Danielle, y un poco
impactado. Eras una cosita desdichada esa noche. Enfadada, irreverente,
insubordinada. Golpeando y maldiciendo, chillando y gritando.
—Había sido secuestrada por un puñado de fenómenos míticos —
refunfuñé en mi propia defensa.
—Pensé que seguramente había cambiado de opinión después de
conocerte, pero solo le preocupaba que lo odiaras. Dijo que tú estabas
aterrorizada, y triste, y llena de rabia y odio por el Concilio. Creía que era
su culpa y temía que nunca lo perdonaras. Se encontraba tan molesto,
que no pudo concentrarse en ninguna de las discusiones que intenté
tener con él esa noche.
»Podía ver en sus ojos lo mucho que te quería, y se sentía tan
esperanzado porque tú habías tenido una visión concerniente a ustedes
dos. Personalmente, yo detestaba tan solo verte, pero Gabriel es tan puro,
inocente y desinteresado, ¿cómo podía negarle nada de lo que quería?
Creo que el Concejal y yo nos quedamos en un silencio
contemplativo durante cinco minutos después de eso. Tenía que
romperlo.
—¿Por si sirve de algo? Te detesto más.
El Concejal me sorprendió, riéndose. —Oh, dudo mucho eso, niña.
Eché un vistazo de nuevo al reloj y el Concejal agarró el volante
más fuerte.
—Llegaremos a tiempo, Danielle.
—Lo sé —murmuré. Solo deseaba creerlo.
29
Traducido por Val_17 & Majo_Smile
Corregido por Meliizza

El campus de Princeton era tan bonito que me hizo sentir nostalgia.


No es que en Carmine, Pennsylvania, hubiera hileras de árboles cuidados
bordeando viejos caminos de piedra y edificios que parecían pintados allí,
pero a mis padres, fanáticos de la historia, les habría encantado
Princeton. Hubiera deseado estar aquí con ellos haciendo una visita a la
universidad y no con el hombre que más odio en el mundo corriendo para
salvar a mi marido del Ángel de la Muerte.
El Concejal escuchó mi suspiro y adivinó mis pensamientos. O
bien, lo suficientemente. —Tu vida no ha terminado, Danielle. Algún día
después de que la resistencia esté detenida y estemos en paz, tú y Gabriel
aún podrán ser capaces de asistir a una universidad como esta.
—Cierto. Porque Princeton acepta sobrenaturales desertores de
secundaria.
—Veremos que termines tu educación.
—Lo que significa que una vez más estás reclamando sobre mi vida.
El Concejal parecía pensar que tenía el peor final de ese acuerdo.
—Lamentablemente lo necesitas —admitió, a regañadientes—. Tienes
responsabilidades.
Me rendí. Mi estancia en el Concilio era inevitable y lo sabía.
—Y es la casa de Gabriel —cedí—. Él no sería feliz en cualquier otro
lugar.
El Concejal me miró de reojo. —Por fin has aceptado tu destino,
¿entonces?
—Acepté a Gabriel —aclaré—. Lo escucharé y respetaré sus deseos,
pero aún eres un bastardo. Buena suerte tratando de conseguir que haga
lo que tú quieras sin él.
Mencionar la posibilidad de perder a Gabriel mató la conversación
y tomamos nuestro ritmo, caminando lo más rápido que podíamos sin
llamar la atención sobre nosotros.
—Estatuas —murmuré, cuando el Concejal me llevó a un enorme
edificio que parecía un castillo medieval—. ¿Has oído hablar de seres
sobrenaturales comunes?
—Pyne Hall —dijo el Concejal con orgullo—. Mi dormitorio hace
algún tiempo.
—Me parece que está embrujada.
—Lo más probable. Aunque no podría decirlo con certeza. Nunca
he tenido un nigromante alrededor para decirme.
Entramos al edificio y el Concejal me condujo por un largo pasillo,
parando frente a un tapiz gigante. Miró a su alrededor para asegurarse
de que estábamos solos, y luego movió sus manos como lo hizo cuando
reveló su ascensor secreto en el Concilio. Esta vez el tapiz se desvaneció
para revelar una gran puerta de madera.
Gruñí cuando se abrió un oscuro conjunto de escaleras de caracol
empinadas. —Por supuesto.
—Con cuidado, Danielle. No sabemos a lo que estamos caminando.
—Estoy segura de que va a ser una habitación espeluznante con
Gabriel durmiendo en un altar. Solo espero que lleguemos antes de la
parte del sacrificio de sangre.
—Quiero decir, Danielle, no sabemos si el Concejal Mason está
solo.
—Se hallaba solo en la visión.
—Sí, pero no sabemos cuándo se realizará la visión. Ahora mismo
podría estar allí con una legión de miembros de la resistencia. Quédate
cerca y se tan silenciosa como sea posible.
El Concejal cerró la puerta mágica detrás de nosotros y la
habitación quedó completamente oscura excepto por el leve destello de
luz procedente de la parte inferior de la escalera. Avanzamos lentamente
y cuando llegamos a la parte inferior de las escaleras reconocí la gran
sala redonda. Mi visión fue obstaculizada por un pilar de piedra gruesa,
pero sabía que a pocos metros de distancia iba a encontrar un altar y lo
más probable es que Gabriel estuviera allí en un coma inducido por la
magia.
Tiré de la manga del Concejal y le susurré: —Dame tu mano.
—No me digas que estás asustada.
—No estoy asustada. —Me abstuve de llamar al Concejal por un
nombre desagradable. No fue fácil—. Soy una Vidente. Un poco de magia
podría ser útil aquí en un segundo.
El Concejal se detuvo.
—Me ocuparé de Robert —dijo con firmeza—. Él es un hechicero
muy poderoso y no quiero arriesgar tu seguridad más de lo necesario.
Solo preocúpate por la liberación de Gabriel.
Antes de que pudiera replicar, el Concejal y yo fuimos desgarrados
por una fuerza invisible. Fui lanzada a través de la habitación y clavada
en la pared. Me lanzaron con un poco de demasiada fuerza y golpeé mi
cabeza lo suficiente para sacudir mi visión.
—Me disculpo por el golpe en la cabeza, Dani. No esperaba que
estuvieras con el Concejal —cantó una voz por debajo de mí. Aunque no
cualquier voz.
—¿Alex? —llamé hacia la débil luz—. ¿Qué haces aquí? ¿Cómo te
enteraste de este sitio? ¿Ya has encontrado Gabriel?
—Gabriel está bien.
—Genial. Déjanos bajar antes de que Robert nos encuentre. El
Concejal está de nuestro lado. Lo prometo. Tenemos que salir de aquí.
—Robert no va a venir, Danielle —dijo el Concejal con voz tensa.
Seguí el sonido con mis ojos y lo encontré clavado en la pared frente
a mí. Su cuerpo temblaba por la forma en que trataba de luchar contra
la magia sujetándolo allí. Fue entonces cuando me di cuenta de que Alex
no se encontraba allí para ayudarnos. Permanecía de pie en medio de la
habitación, concentrándose y empezando a sudar mientras nos mantenía
congelados tanto al Concejal como a mí. A sus pies se hallaba un Gabriel
dormido, tendido en el altar de piedra que vi en mi visión.
—¿Eres tú? —Era tan imposible que no lo podía creer.
Alex suspiró. —Siento mucho que tuvieras que enterarte de esto,
Dani. Tú y Russ nunca debían saberlo.
—Pero… —Tenía tantas preguntas dando vueltas en mi mente que
no sabía qué preguntar. Empecé con—: ¿Cómo nos encontraste?
Alex se rió con pesar. —He puesto un hechizo de rastreo en ti y en
Russ desde la primera vez que el diputado McHale te trajo a casa en la
parte trasera de una patrulla. Siempre sé dónde estás. Sin embargo,
tengo que admitir que me atrapaste. No esperaba que me encontraras tan
rápido. Por supuesto, tampoco creí que irías corriendo donde el Concejal.
Yo era un torbellino de emociones y de momento la ira ganaba.
—¡Gabriel fue secuestrado! ¡Iba a morir! ¿Qué se supone que debía
hacer?
—Se supone que elegirías a Russ —gritó Alex.
Nunca lo había visto tan enojado. Era lo suficiente abrumador que
finalmente comprendí lo que significaba su ser estando aquí. Lo que
intentaba hacer. Lo que le iba a hacer a Gabriel. —¡Alex, es una locura!
¿Por qué haces esto?
—Por Kate —dijo el Concejal.
—¡Por todos los humanos! —rugió Alex—. ¡Kate era la más fuerte
de todos ellos y la verdad la volvió loca! ¡Trató de matar a su propio hijo!
Tenías razón, Valois. Debería haber escuchado. Los seres humanos son
inútiles.
—¿Cómo puedes decir eso? —jadeé—. Mis padres son humanos.
—Tus padres son idiotas. Si no fuera por mí, te hubieras vuelto
una inútil.
—Pero siempre has sido tan amable con ellos. Mi mamá y papá son
tus mejores amigos.
—Tu madre y tu padre tenían algo que necesitaba.
—Pero… pero…
Ahí fue cuando la traición me hundió. Mis ojos comenzaron a arder,
pero me negué a llorar delante de Alex. Pensó que era débil, criada por
incompetentes. Bueno, se iba a arrepentir. Si he cambiado de formas por
mi cuenta una vez, podría hacerlo de nuevo.
—¿El Ángel de la Muerte, Alexander? —preguntó el Concejal—.
¿Liderando la resistencia para iniciar una guerra entre sobrenaturales y
humanos?
—No tengo nada que ver con la resistencia. Tan pronto como
convoque a Addonexus, mi siguiente propósito será detenerlos. Casi
mataron a mi hijo. Pagarán por eso.
—Esta no es la manera —dijo el Concejal. Su voz sonaba tan llena
de lástima que me llamó la atención. Sus siguientes palabras me
sorprendieron—. Siento lo de Kate, Alexander. De verdad. Todo lo que
quería era ahorrarte esa angustia, pero no desperdicies su muerte.
Vuelve al Concilio, amigo. Déjate de tonterías y libera al Vidente. Con
nuestras diferencias resueltas podemos crear un mundo de paz para
nuestro pueblo, juntos.
—Nunca resolveremos nuestras diferencias, Jacque. Te aseguraste
de eso cuando destruiste a mi esposa. Kate se ha ido por tu culpa, y ahora
has vuelto a mis hijos en mi contra. Has tomado a mi familia. —Alex miró
a Gabriel con un dejo de arrepentimiento y murmuró—: Ojo por ojo.
—¡Alex! —grité. Las lágrimas comenzaron a caer de mis ojos a pesar
de que prometí que no iba a llorar. Ver este lado de él me hizo daño—.
¿Cómo puedes pensar en hacer eso? ¡Gabriel es inocente! Ni siquiera me
dejaste matar a Simone cuando dañó a Russ.
La amargura de Alex regresó. —Solo porque podemos utilizar a
Simone. Si hubiera sido alguien más habrían estado todos muertos. Lo
siento Dani. Te dejaría mantener a Gabriel si pudiera, pero necesitamos
un sacrificio.
—¿Para qué? —le pregunté—. ¿Por qué quieres convocar a
Addonexus?
Alex entrecerró los ojos hacia mí. —Me encantaría explicártelo, pero
me temo que no confío en ti lo suficiente en estos momentos.
Aparentemente, podría añadir a Alex a la lista de personas cuyos
corazones había roto en las últimas veinticuatro horas. Cuando elegí a
Gabriel, lo elegí no solo sobre Russ, sino también sobre Alex, y eso lo
lastimó. Hizo un buen trabajo ocultándolo hasta ahora.
—Eres un tonto si crees que puedes realizar esta misión —siseó el
Concejal.
—Y tú eres un tonto si crees que puedes detenerme.
Me desconecté de Alex y el Concejal mientras bromeaban entre sí.
Sus argumentos eran la distracción perfecta para tratar de hacer algo.
—Concéntrate, Dani —murmuré para mí misma.
Podía sentir la magia que Alex usaba para mantenerme en el lugar
lamiendo la superficie de mi piel. Era cálido y espinoso, y llamó a mi bruja
interior. Traté de agarrarlo. Traté de usarlo para sacar mi propia magia a
la superficie y por un breve momento sentí vacilar el control de Alex sobre
mí.
Alex sintió la presión también. Su cabeza se giró de nuevo hacia mí
y sentí como un muro se estrelló en su lugar contra todo mi cuerpo.
—No tan rápido, Dani —dijo, riendo—. Me encanta que empieces a
tener una idea de esos poderes tuyos, pero necesitas contenerlos un poco
más.
Alex de repente regresó su atención al Concejal y gritó algunas
palabras que no entendí. El Concejal fue aplastando la espalda contra la
pared. Noté que él no recibió ninguna disculpa por la protuberancia
desagradable que tendría pronto en la cabeza.
—No puedes retenernos a ambos para siempre —dijo el Concejal—
. Estarás exhausto pronto y todos tus esfuerzos habrán sido en vano.
—Tienes mucha razón, desafortunadamente.
Alex suspiró y me miró. Podía ver lo mucho que se esforzaba por
mantener su hechizo. Su frente brillaba de sudor y su pecho se agitaba
fuertemente. Su piel estaba pálida e incluso había ojeras formándose bajo
sus ojos. No tenía mucho tiempo.
Me miró a los ojos y me sonrió, esa misma entrañable sonrisa
paternal que siempre había conocido. Rompió mi corazón en dos. Dolió
porque lo odiaba por ser capaz aún de mirarme de esa manera, y sin
embargo me sentí aliviada al ver su afecto por mí.
—Duerme, Dani —dijo, casi balbuceando, cálidamente—. Y cuando
despiertes todo será como debería ser.
Alex murmuró un conjuro e inmediatamente sentí otra cálida
oleada de magia a mi alrededor. Me bajaron suavemente al suelo y,
mientras me dejaba caer, pude sentir los efectos del sueño apoderándose
de mí.
Me di cuenta de que iba a acabar echándome una siesta mágica
con Gabriel, como Romeo y Julieta. Aprecié la ironía, pero resulta que la
tragedia no es tan hermosa cuando lleva tu nombre. No podía dejar que
Gabriel y yo compartiéramos el destino de los amantes cruzados. No
podíamos morir hoy. Lo que significaba que no podía desmayarme. Tenía
que luchar contra el hechizo.
Intenté mantenerme despierta, pero me sentía como si me hubiera
tragado dieciocho frascos de pastillas de insomnio. Me costaba
demasiado respirar, y mucho más llegar hasta Gabriel.
Al otro lado de la habitación pude ver que había comenzado una
batalla de magia entre el Concejal y Alex. Podía verlos volar de un lado a
otro y oír sus choques y gritos furiosos, pero no podía concentrarme en
ellos. No podía saber qué estaban haciendo ni quién iba a ganar. Apenas
podía mantenerme despierta lo suficiente como para recordar que Gabriel
estaba cerca.
Empecé a arrastrarme hacia el centro de la habitación, pero cuanto
más intentaba moverme, más cansada me sentía. Solo llegué hasta la
mitad antes de sentir que se me cerraban los ojos. Estaba tan cansada
que en cuanto dejé de moverme me sentí tan bien al rendirme que me
relajé y dejé que llegara el sueño.
En lugar de que el mundo se volviera negro a mi alrededor, todo se
desvaneció en una luz blanca y cegadora. Me tapé los ojos y vi una figura.
Al principio solo era una silueta, pero a medida que se acercaba pude ver
el contorno de una mujer. En realidad, una chica de no más de veinte
años.
Era tan bajita como yo, pero robusta como un palillo de tambor.
Tenía la piel oscura y curtida y el pelo corto y oscuro. Parecía feroz, pero
me sonreía con el semblante más sereno. Sus ojos oscuros brillaban con
el mismo fulgor que los de Gabriel. Me hizo sentir que me gustaba, que
podía confiar en ella.
—Hermana —dijo cuándo me saludó.
—¿Eres la Creadora? —pregunté—. ¿Estoy muerta?
La chica sonrió. —Solo estás durmiendo. Querida amiga, la Madre
Creadora está orgullosa de ti, pero todavía no es hora de que regreses a
casa.
—Te conozco. —No sabía cómo, pero esta chica era más que un
personaje de mi sueño. Era un recuerdo—. Eres el Oráculo. Eres Juana
de Arco.
Los ojos de la chica brillaron y sonrió. —Sabía que me recordarías.
Con el tiempo, se recuerda más, pero por ahora solo necesita recordar tu
misión.
—¡La profecía! —jadeé. De alguna forma, en este extraño lugar, me
olvidé de él—. ¡Gabriel! —Recordarlo me puso frenética—. ¿Dónde está
Gabriel? ¡Envíame de vuelta! ¡Tengo que ayudarlo!
El Oráculo sacudió la cabeza y con un suspiro lúdico dijo: —Veo
que algunas cosas nunca cambian.
Sus palabras eran confusas, pero removían algo en mi interior.
Como cuando mis formas luchaban entre sí, algo en lo más profundo de
mi mente pugnaba por salir a la superficie. —No entiendo.
—Aún no —dijo Juana—. Pero recordarás. Ahora que tú y Gabriel
han sido reunidos, ambos empezarán a recordar.
Sentí que se me salían los ojos cuando comprendí su significado.
—¿Nos conocíamos de antes?
El Oráculo puso los ojos en blanco y se echó a reír. —Me sorprende
que les haya tomado tanto tiempo encontrarse el uno al otro.
Jadeé. —¿Quieres decir que somos como almas gemelas?
—Literalmente, Danielle. Se ofrecieron voluntarios para esta misión
juntos. Creo que esta corta vida es la más larga que han estado separados
desde el principio de los tiempos. De hecho, al Creador le preocupaba que
se encontraran antes de estar preparados.
—¿Por qué tuvimos que estar separados?
—Cada uno tiene sus debilidades. Mi hermano es muy optimista.
Se niega a ver lo malo en nadie. —El Oráculo se echó a reír de nuevo—.
Por eso tuvieron que enviarme a detener la guerra la última vez. Gabriel
no está hecho para la batalla. Tiene demasiada fe en la gente. Se aferra
demasiado a la idea de que siempre puede haber una solución pacífica.
Guau. Ella realmente dio en el clavo con eso.
—¿Cuál es mi debilidad? —pregunté.
—Gabriel, obviamente —dijo, poniendo de nuevo los ojos en
blanco—. Tenías que ser fuerte antes de reunirte o su influencia sobre ti
sería demasiado grande. Todavía quedan decisiones por tomar, Danielle.
Decisiones que mi hermano nunca podría tomar. Tiene un destino
importante que cumplir y te necesitará a su lado para lograrlo. Ahora
debes regresar. Despierta y asegúrate de que mi hermano viva para
cumplir su destino.
—¿Pero cómo puedo salvarlo? Tal vez nos encontramos demasiado
pronto. Aún no sé usar mis poderes. No puedo cambiar de forma.
El Oráculo hizo un gesto a mi collar. —Usa el amuleto. Aprovecha
su fuerza. Debes derrotar a Addonexus. Si no lo haces, todo lo que la
Creadora ha logrado será destruido.
—Caray, sin presiones ni nada.
El Oráculo me sonrió de nuevo. —Mira a Gabriel y encontrarás tu
fuerza. Ahora vete, hermana.
Parpadeé y estaba de nuevo en la sala circular bajo Princeton. Lo
primero que vi fue a los dos hombres enzarzados en una batalla. Ambos
se encontraban sucios y ensangrentados, con las ropas rasgadas. Alex,
al parecer, llevaba ventaja porque el Concejal estaba inmovilizado contra
la pared, agarrándose la garganta como si no pudiera respirar.
—Te dieron el cargo de Concejal Supremo porque llevas el nombre
de Valois, pero la familia Devereaux siempre tuvo la magia más fuerte.
Alex cerró la mano en un puño y, al levantar el brazo, los pies del
Concejal se despegaron del suelo. Su rostro adquirió un profundo tono
púrpura.
Sorprendentemente, quise ayudar al Concejal.
Aún estaba perezosa, pero tenía energía suficiente para agarrar el
amuleto que llevaba al cuello. Podía sentir la magia que emanaba de él y,
como había prometido el Oráculo, me dio fuerzas. A medida que me
fortalecía, Alex perdía un poco el control sobre el Concejal. El amuleto
tomaba prestada su magia.
Tiré un poco más fuerte y Alex soltó al Concejal. El Concejal cayó
al suelo tosiendo violentamente mientras Alex se giraba sobre mí.
—¡Maldita sea, Dani! ¿Cómo…?
Alex no llegó a terminar su pregunta porque recibió un hechizo tan
fuerte que salió volando por la habitación y se estrelló contra un gran
pilar de piedra. Cayó al suelo inconsciente y la sangre goteaba de su
frente.
El Concejal se acercó cojeando a Gabriel y a mí y yo le agarré la
mano sin pedir permiso. La magia que desesperadamente había estado
tratando de hacer aflorar cobró vida y, con un simple pensamiento, me
deshice del hechizo que me lo impedía.
Miré hacia la figura dormida de Gabriel y susurré las palabras:
—Despierta.
Tardó un momento, pero el color subió a las mejillas de Gabriel y
sus ojos se agitaron bajo los párpados.
—Gabriel, despierta —dije otra vez y besé sus labios ligeramente.
Los ojos de Gabriel no se abrieron, pero sus labios se levantaron
en una sonrisa. —Mi alma me llama por mi nombre. ¡Qué dulces suenan
las voces de amantes en la noche!, igual que la música suave al oído…
—Él está bien —dije con una sonrisa.
Gabriel abrió los ojos y me sonrió. —Me encontraste.
—Por supuesto —dije sin darle importancia—. Soy demasiado joven
para ser viuda.
Me incliné para darle un beso y el Concejal resopló.
—¡No tenemos tiempo para eso!
Apreté los labios contra los de Gabriel un segundo más y me aparté.
El Concejal ocupó mi lugar.
—¿Cómo estás, hijo? ¿Estás herido?
—No estoy herido. Pero no creo que pueda moverme.
—Eso es raro —dije—. Deberías estar…
Fue entonces cuando me di cuenta de que el Concejal y yo tampoco
podíamos movernos. Miré a mi alrededor en busca de Alex, pero ya no
yacía inconsciente en el suelo. Cerré los ojos para desear liberarme del
hechizo de Alex, pero había vuelto a cambiar de forma al besar a Gabriel.
Cuando me di cuenta, dije una palabra que habría hecho que Russ se
sintiera muy orgulloso de mí.
Gabriel gritó algo mucho menos vulgar. —¡Concejal!
Su advertencia llegó demasiado tarde y lo único que pudimos hacer
fue gritar al ver cómo Alex atravesaba la espalda del Concejal con su larga
daga plateada. La punta le atravesó el pecho. Jadeó, tosió dos veces y
cayó muerto al suelo.
Entonces Gabriel también gritó mi nombre y sentí un dolor
punzante que me recorrió las tripas. Me dolía tanto que ni siquiera podía
gritar. Seguí la mirada de Gabriel hasta el lugar donde la larga daga
plateada de Alex se clavaba en mi estómago.
—Sánate —me ordené a mí misma, pero sin ser un hechicero no
pude captar la magia suficiente para hacerme ningún bien—. ¿Alex? —
jadeé.
—Trata de no moverte demasiado —dijo Alex mientras me llevaba
por la habitación.
Me sentí confundida porque me acunó como si me amará, pero
acababa de apuñalarme.
—No te preocupes. Esta herida está destinada a ser dolorosa, pero
no es fatal. Te voy a curar tan pronto como hayamos terminado.
—Alex.... —Sentía tanto dolor y conmoción que no pude pensar en
nada más que en su nombre—. Alex....
—Lo siento, pero eres demasiado poderosa. Necesito que te
distraigas unos minutos.
Alex me echó el pelo hacia atrás con una mano enguantada en
tanto me tumbaba de lado en el suelo. Apreté los ojos incapaz de mirarle.
Me avergonzaba estar llorando. Me avergonzaba que, después de todo lo
que había hecho, aún me sorprendiera que ahora me hiciera daño
físicamente.
Alex leyó la expresión de mi cara y dijo: —No te estoy traicionando.
Te estoy ayudando, Dani. Solo que no serás capaz de verlo durante un
tiempo.
—No vas a resolver nada con esto —espetó Gabriel mientras Alex
volvía a su lado y comenzaba a preparar el altar para la convocatoria.
Alex le sonrió, pero no pretendía ser un gesto de consuelo.
—Te dejaría estar despierto para esto, pero estoy seguro de que eso
disgustaría a Dani y ya está pasando por bastante ahora mismo.
Alex puso a Gabriel de nuevo bajo su hechizo para dormir y se puso
a trabajar encendiendo velas y cantando cosas. Cuando terminó su
encantamiento para la primera vela, el viento comenzó a soplar en la
habitación.
Se me aceleró el corazón. Cerré los ojos y busqué dentro de mí la
magia que sabía que estaba allí, pero cuanto más lo intentaba, más me
dolía la herida del estómago. Grité de dolor y empecé a sentir pánico.
—Llévame a mí en su lugar —le rogué—. Deja ir a Gabriel.
—No puedo —dijo simplemente.
—¿Por qué?
—¿Además del hecho de que te amo? Necesito recuperar a mi hijo.
Me perdonará si le doy lo único que quiere más que nada, y eso eres tú.
Sentía que mi cuerpo se enfriaba y me dolía respirar. Sabía que
Alex cumpliría su palabra y no me dejaría morir, pero eso no era
suficiente. Me preparé para otra oleada de dolor y volví a intentar sacar
mi magia a la superficie de la piel. Estaba lo bastante enfadada como
para sentir que el amuleto que llevaba en el cuello empezaba a latir. No
era capaz de romper el hechizo de Alex que me mantenía congelada, pero
me daba un poco de energía y eso era mejor que nada.
—¿Crees que va a perdonarte cuando se entere de que planeaste
matarme todo el tiempo? —dije, ahora que tenía la energía suficiente para
hablar de nuevo—. ¡Ibas a sacrificarme! Eso es lo que hizo que Gabriel
tuviera la visión de mí en primer lugar. ¡Todo esto es culpa tuya!
—No iba a matarte Dani. Necesitaba tu sangre, no tu vida. Iba a
usarte para resucitar al demonio y luego curarte. Ni siquiera ibas a saber
que era yo quien te había llevado. Iba a ayudar a Russ a encontrarte y te
salvaríamos juntos y te explicaría lo sobrenatural. Entonces íbamos a ser
la familia que siempre debimos ser. La familia que volveremos a ser
cuando encontremos a Russ y deshagamos lo que el Concejal te ha hecho.
—Si todo lo que necesitas es sangre, entonces usa la mía. Ya estoy
sangrando. No hay necesidad de herir a Gabriel.
Alex dijo otro conjuro y otra vela comenzó a arder. —Bueno, ahora
ves que hay un problema. No puedo dejar que Gabriel viva. Lo siento
mucho, Dani.
—¿Pero por qué?
—Bueno, por mi parte, planeé esperar hasta que el velo fuera más
delgado y gracias a ti y al Concejal, aún ni siquiera atardece. Creo que
debería derramar toda su sangre para estar seguros. Además, no puedo
dejarlo vivir porque lo amas.
—¿Qué importa eso?
—Lo has elegido sobre Russ, pero todavía amas a mi hijo. Si Gabriel
está muerto, volverás con Russ. No podrás evitarlo. Volverás a
necesitarle.
No podía creer que esto estuviera pasando. Mientras Alex encendía
una tercera vela, intenté de nuevo sacar mi magia a la superficie.
—Cúrate —me susurré a mí misma.
Cuando sentí que funcionaba me llené de esperanza y encontré mi
ferocidad. —Si le haces daño, Alex, será mejor que también me mates a
mí. Sabes que soy más poderosa que tú.
—Sé que no me harás daño. Matarías a Russell si me hicieras algo.
Te mataría a ti también. Sabes que sí.
Abrí la boca para discutir, pero Alex me hizo callar con solo una
mirada. Me conocía casi tan bien como yo misma. Tenía razón y los dos
lo sabíamos. Nunca me atrevería a hacerle daño a Alex.
—Si le haces daño a Gabriel —dije con una voz temblorosa—,
nunca te lo perdonaré.
—Y eso es triste, Dani, porque te amo mucho.
Otra vela se encendió y el viento empezó a soplar tan fuerte que
casi no pude oír lo que decía Alex.
—Aunque tú nunca me perdones, Russ lo hará, y por eso merece
la pena. Russ me perdonará y volverá a casa, y tú vendrás con él. Puede
que me odies el resto de tu vida, pero estarás a salvo en casa con
nosotros, donde perteneces.
—Si eso es todo lo que quieres me iré contigo, Alex. Elegiré a Russ.
Podemos ir a buscarlo ahora mismo y luego encontrar un lugar lejos de
aquí donde podamos ser solo nosotros tres. Nunca le diré a Russ nada
de esto, lo juro. Pero no lastimes a Gabriel.
—Si solo fuera así de simple, Dani. Vamos a tener ese futuro algún
día, pero hay mucho que hacer, comenzando con liberarte de tus vínculos
con el Vidente. Una vez que nos hayamos liberado de Addonexus y
vuelvas a ser la chica que crié, juntos vamos a terminar con el Concilio y
demostrar al mundo humano el poder de lo sobrenatural. Cuando
derrotes al demonio y detengas su reino de muerte y destrucción, la raza
humana estará muy agradecida como para ir a la guerra. Nos respetarán.
Nos reverenciarán. No habrá más huidas. No más mentiras. No más Kate
en el mundo.
Alex encendió la última vela. Cuando terminó el conjuro que la
acompañaba, un trueno retumbó y las paredes temblaron.
Miré la figura dormida de Gabriel y me volví decidida. Sabía que
casi no me quedaba tiempo. —Cúrate —me ordené a mí misma otra vez.
Casi instantáneamente sentí lo último de mi herida desvanecerse y
todo el dolor de mi cuerpo se había ido. Con mi cuerpo sano y el hechicero
dentro de mí finalmente descansando cómodamente en la superficie de
mi piel podía sentir mi poder.
—Tengo noticias para ti —dije con una voz tan feroz que sobresaltó
a Alex. Se sobresaltó de nuevo cuando se dio la vuelta y me vio en plena
forma—. Ya he ganado esta batalla. La profecía se ha cumplido. Acabas
de cumplirla. Estaba enfadado contigo, pero te seguía queriendo. Con el
tiempo te habría perdonado. Ahora es demasiado tarde. Te jodiste cuando
te llevaste a Gabriel. Te encontré y solo me queda detenerte.
Alex levantó las manos defensivamente.
—Dani, piénsalo un segundo.
Sus palabras solo pretendían distraerme. Él ya había visto que yo
estaba decidida. Sabía que estaba a punto de perder.
—Es demasiado tarde.
En un abrir y cerrar de ojos Alex clavó su daga en la garganta de
Gabriel y echó a correr.
Corrí hacia Gabriel y cubrí su herida con mis manos. Podía sentir
a la Vidente en mí luchando por liberarse, pero la necesidad de mi magia
era tanto más fuerte que mi forma no vaciló.
Respiré aliviada y ordené a mi magia que lo curara. El daño era
grave, tal vez incluso peor que el de Russ, pero aún podía sentir la sangre
latiendo bajo mis manos. No estaba segura de cómo lo sabía, pero
mientras estuviera vivo podría hacer que mejorara.
—¡Cúrate! —le ordené a Gabriel otra vez y a pesar de la sangre que
nos cubría a ambos bajé mis labios hacia él.
—¿Dani?
Levanté la vista para ver a Duncan y Gina corriendo hacia allí.
Ambos casi se tropezaron al ver al Concejal allí tendido. —¡Está muerto!
¡No hay nada que podamos hacer por él! —grité, sobresaltándolos de su
conmoción—. ¡Puedo curar a Gabriel, pero tienes que detener a Alex!
Duncan miró a su alrededor confundido. —No hay nadie más aquí,
Dani.
—Excepto por eso —susurró Gina. Su rostro se había vuelto blanco
como un fantasma.
Miré hacia donde ella señalaba y vi como una nube oscura se
arremolinaba sobre nuestras cabezas. La mayor parte de la sangre de
Gabriel se había acumulado a su alrededor y goteaba por la parte
delantera de mi ropa, pero la suficiente se había derramado en el cáliz de
plata que tenía debajo como para invocar al Ángel de la Muerte.
30
Traducido por Katita & Janusnelly
Corregido por Cami G.

—¡Gina! —grité por encima del rugido del infierno abriéndose sobre
nuestras cabezas—. Dijiste que puedes curar, ¿no?
Gina miró a la cantidad de sangre que me cubría y sacudió la
cabeza bruscamente. —Puedo curar huesos rotos y arañazos. No sé si
puedo hacer eso.
—No es tan malo como parece. Ya me he ocupado de la mayor
parte. Solo haz lo que puedas.
Puse las manos reticentes de Gina sobre el cuello de Gabriel y luego
me di vuelta justo a tiempo para ver un par de relucientes ojos negros
abiertos como el petróleo. La nube de humo tomó forma alrededor de ellos
y se transformó en algo que parecía en parte hombre, parte animal.
Addonexus tenía cuerpo de hombre, pero su columna vertebral era
encorvada como la de un jabalí. Cuernos brotaban de su frente, y una
cola larga y afilada se sacudía por detrás de él. Tenía un pecho enorme,
hombros anchos y la cara de un hombre, con la excepción de un hocico
y colmillos que destilaban una tinta negra.
La imagen era una pesadilla que sin duda me perseguiría por el
resto de mi vida.
La parte más perturbadora de todo el panorama era que, cuando
sonreía, la sonrisa era tan astuta y tan brillante que era casi seductor.
—Huelo tu miedo, niña —dijo, en una voz sorprendentemente
suave. Tomó una bocanada profunda y cerró los ojos como si estuviera
saboreando el olor—. Te doy las gracias por una ofrenda como ésta —hizo
un gesto hacia Gabriel con una sonrisa—, nunca he probado una sangre
tan fuerte y pura.
Traté de no atragantarme mientras el monstruo se humedecía los
labios y se estremecía de placer.
Traté de empujar mi miedo lo más lejos posible. —Yo no lo hice.
—Dani, no creo que debieras estar discutiendo con un demonio —
murmuró Duncan por detrás de mí. Su voz temblaba con el miedo que
me negaba a acoger.
La lógica me decía que debería estar asustada de esta criatura, pero
luego miré a Gabriel y recordé cómo había sonreído cuando me contó
sobre su primera visión de mí. Dijo que había sido fuerte, y fue aquella
fuerza la que lo enamoró. Esa fuerza que le dio tanta fe en mí. Gabriel no
podía verlo ahora, pero se lo debía por encontrar la fuerza y ser la chica
de su visión.
—No me importa quién haya hecho esto —dijo el demonio—. Ya
está hecho, y he sido liberado. Es un lugar tan rico, este mundo. Puedo
saborear la vida a mi alrededor. Es positivamente delicioso.
—Yo todavía no agarraría una cuchara.
El demonio miró hacia mí y me dio su sonrisa desconcertante. Fui
golpeada por una onda de energía que nunca había sentido antes. Estaba
lleno de dolor y odio. Jadeé e instintivamente busqué por mi collar. Pensé
en Gabriel otra vez y cuánto amor sentía por mí.
—Resistes la desesperación del Inframundo —dijo el demonio,
curioso—. Debes de ser una niña muy poderosa.
—¿Quieres averiguarlo?
Addonexus alzó una ceja y uno de sus colmillos se levantó con eso.
Más de esa sustancia de baba negra goteó de su boca cuando sonrió.
—¿Me estás dando permiso para entrar? —preguntó como si se
tratara de una agradable conversación cotidiana entre amigos—. Estoy
en la necesidad de algún recipiente fuerte para lanzar mi ira sobre este
mundo.
Se veía asqueroso y aterrador, pero todo lo que pude ver en ese
momento fue la mirada en el rostro de Gabriel cuando se sentó conmigo
en la cama esa noche. Él se habría reído al recordar este momento. El
pensamiento me hizo sonreír y deseé que Gabriel estuviese despierto para
escuchar la siguiente frase.
—Si entras a este cuerpo, la única muerte y destrucción que
traerás es la tuya cuando te envíe de vuelta al infierno.
El Ángel de la Muerte echó su cabeza hacia atrás y rió.
Ojalá la estúpida visión de Gabriel hubiera durado lo suficiente
para ver cómo exactamente se suponía que derrotara a este demonio,
porque tan pronto como dejó de reír, fijó sus ojos en los míos con una
mirada hambrienta.
—Ayúdame, Madre Creadora —dije, aferrando el amuleto que Russ
me dio.
Déjalo entrar.
Una vez más, un susurro en el fondo de mi mente sonó alto, y luego
con súbita claridad sobrenatural sabía exactamente lo que tenía que
hacer. Me alejé de Duncan, acercándome más cerca de Addonexus, y
enderecé los hombros.
—¿Quieres sentir poder? —pregunté—. Está bien. Adelante. Tienes
mi permiso para entrar en este cuerpo. Haz lo que quieras.
—¡Dani, no! —gritó Duncan. Trató de alejarme del demonio, pero
era demasiado tarde. La forma monstruosa se disolvió de nuevo en una
espesa nube de humo negro y trató de abrirse paso en mi cuerpo.
En el momento que el humo entró en contacto con mi piel, sentí el
poder de la muerte tomándome. Ninguna emoción terrenal se comparaba
con la desesperación que había en mí, porque yo misma era un ángel de
la muerte. Con el toque de Addonexus, mi cuerpo hizo lo que siempre
hacía. Cambió.
De inmediato, el humo a mi alrededor se condensó de nuevo en
forma de demonio y Addonexus me miró con asombro.
—¿Qué truco es este? —preguntó.
Si este no era el momento perfecto para una sonrisa, no sé cuándo
lo es. —Creo que se le llama “genialidad supernatural”.
Addonexus pareció apreciar el desafío, porque me dio una sonrisa
muy divertida y se lanzó hacía mí.
Ojalá pudiera decir que por ser la Elegida sabía automáticamente
lo que hacía y que pateé rápidamente algunos traseros demoníacos, pero
lamento informar que, a pesar de toda mi actitud y desafío, nunca he sido
realmente una luchadora. Me estaba volviendo negro y azul mientras
Addonexus me arrojaba por aquella mazmorra.
—¡Dani! —susurró Duncan una vez que terminé tirada en el suelo
delante de él, sufriendo de lo que parecía una masa de costillas rotas—.
Tienes que hacer algo, o va a matarte.
—¿Te gustarían algunos pompones para acompañar esa alegría? —
le espeté—. Si tienes sugerencias útiles, me encantaría escucharlas.
¿Pueden creer que Duncan se las arregló para fulminarme con la
mirada en ese momento? Como si yo no estuviera arriesgando mi vida
por él ni nada. Jesús. ¿Dónde está la gratitud que pido?
—Eres un demonio en este momento —explicó rápidamente—. El
poder de un demonio viene al tratar de infligir dolor a otros. Él se está
divirtiendo contigo. Cuanto más tiempo dejes que te haga daño, más
fuerte se pone, y tú más débil te vuelves. Tienes que hacer algo que le
inflija dolor. Hazle daño. No seas amable. ¡Hazle daño!
—¿No ves que estoy tratando de…?
Fui interrumpida a media frase cuando Addonexus me cogió por el
cuello. —Entrégame tu poder y pondré fin a esta tortura —dijo.
—¿Tortura? —Si mis pulmones no estuvieran en llamas, me habría
reído. Por primera vez me sentí agradecida por las semanas de la llamada
“ayuda” que había soportado en el consulado. Fueron hechas para esta
miserable paliza que me estaban dando—. Obviamente nunca conociste
al Concejal Supremo.
—¡Entrega tu poder! —volvió a rugir el Ángel de la Muerte.
—O podría hacer esto.
Rastrillé mis uñas por su cara.
Oigan, pudo ser sido un movimiento muy femenino, pero no pude
dejar de notar que esta cosa demoníaca venía con un conjunto de garras,
y sin duda le hicieron daño. Sentí que se deslizaban a través de su piel
por una buena media pulgada de profundidad.
Sentí el daño que provocaba. Podía oler su negra y aceitosa sangre,
y me deleitaba con la sensación. Tan enfermo y retorcido como era, podía
saborear el dolor que infligía en él, y se me hizo agua la boca. Estaba,
literalmente, alimentándome de su dolor. Fue rejuvenecedor. Justo como
Duncan había dicho, me volvía más fuerte si le hacía daño. Me estremecí
ante la idea.
Addonexus gritó y me alejó para examinar la sangre negra en sus
palmas. Sus cortes se curaron casi al instante, pero no importaba… le
había hecho daño. Acababa de cabrear al Ángel de la Muerte. Debo haber
sido el único ser en toda su historia eterna que haya derramado su
sangre, porque me gruñó como si hubiese convertido las cosas en algo
muy, muy personal.
Vino hacia mí, un torbellino de furia pura, pero esta vez estaba
preparada para defenderme. Nos estrellamos juntos con una fuerza que
hizo temblar la sala. Por cada golpe, patada, rasguño y mordida que me
arreglé para infligirle, el Ángel de la Muerte perdía parte de su poder. Y
adivinen quién lo encontró.
Tenía que reconocer que ser la Elegida me había arrastrado hasta
este punto, pero realmente podría acostumbrarme a toda la cosa de las
lamentaciones de los demonios.
Pronto se hizo evidente que era más fuerte que el demonio. Podía
ser descuidada y sin gracia, pero al final iba a ganar esta pelea. Cuando
Addonexus se dio cuenta de eso, lanzó un gruñido del tamaño del infierno
y se disolvió de nuevo en una nube de humo.
—Qué bebé —murmuré, y luego grité—: ¿Crees que eso va a evitar
que te envíe a casa?
El humo se condensó de nuevo, pero cuando Addonexus tomó
forma, se encontraba de pie al otro lado de la sala, sonriéndole a Gina,
que había empujado a Gabriel tan lejos como la sala se lo permitía.
Gina tomó su forma de lobo y se colocó protectoramente delante de
Gabriel. Addonexus rió y la arrojó a un lado como si fuera basura.
Grité cuando el lobo aulló y cayó al suelo inconsciente.
—¡Gina!
—Yo la ayudo —gritó Duncan corriendo hacia ella—. ¡Salva a
Gabriel!
El nombre hizo que mi corazón se pusiera rígido por el terror, y me
volví a ver a Addonexus sosteniendo a mi marido por encima del suelo.
—Estás muy equivocada si crees que me detendrás, niña —me dijo—.
Conozco tu corazón, y hay otras maneras de hacerte daño.
—¿Danielle? —dijo Gabriel, algo delirante. Fue un alivio verlo
despierto y recuperándose de las lesiones de Alex, hasta que empezó a
gritar y a retorcerse en el agarre de Addonexus.
—¡Basta! —grité—. ¿Qué le haces?
Addonexus me dio una sonrisa maliciosa. —Está experimentando
el sufrimiento del Inframundo. No hay mayor dolor que pueda soportar
un mortal. Una vez que lo haya consumido, será mío, y todos los que
amas. Alex, Russ, tus padres. Te reduciré a escombros hasta que llegues
al punto que me ruegues unirte a ellos.
Los gritos de Gabriel se convirtieron en sollozos patéticos, haciendo
que Addonexus riera alegremente. No parecida a la reacción que tuve. Mi
visión se volvió de un rojo nebuloso mientras sentía el mundo que me
rodeaba desaparecer.
Cerré los ojos e imaginé el fuego del infierno de donde venía este
monstruo. Calor llenó la habitación, y un olor nauseabundo trajo mi bilis
a mi garganta. Tiré de la pesadilla hacia mí y me llené de pura oscuridad.
Llamé por los poderes de Addonexus y el mismísimo Infierno me
respondió.
Addonexus dejó caer a Gabriel y regresó toda su fascinación a mí.
Se me acercó cautelosamente. —¿Te atreviste a invocar los poderes del
Inframundo? O eres muy valiente o muy estúpida.
¡Ja! —Eso depende si le preguntas a mi esposo o a mi novio.
Generalmente ambos están medio en lo cierto.
—Eres fuerte —admitió Addonexus—. Pero los fuegos del infierno
que has pedido prestados son una parte de mí. No puedes vencerme.
—Infiernos que sí puedo —dije mientras lanzaba mis manos arriba.
A mi orden, el piso bajo el monstruo cayó, abriendo una grieta
hacia el Inframundo. Llamas lamieron los pies del monstruo mientras
este volaba en el aire y luego caía al suelo a unos pocos metros de mí.
Deseé que Russ estuviese aquí. Él habría apreciado mi asombroso
juego de palabras. Addonexus, en cambio, parecía haber dejado su
sentido del humor en casa. Me agarró por el cuello y me levantó hasta el
nivel de sus ojos. Este movimiento estuvo acompañado por un rugido
ensordecedor.
Mientras comenzaba a exprimir la vida fuera de mí, sus ojos se
clavaron en los míos y llenó mi alma con su asqueroso anhelo. Agonía,
odio, y desesperación me consumían. Se suponía que debían romperme,
la manera en que podría haber roto a cualquier otra persona.
Pero yo no era como cualquier otra persona.
No estaba pidiendo prestado los poderes de Addonexus. Yo en
realidad era un ángel de la muerte. Y, como Addonexus, me alimentaba
del sufrimiento. Me hacía fuerte.
Gran error de su parte.
Sentimientos de maldad, codicia, lujuria y el poder me carcomieron
hasta que me volví sedienta de nada más que muerte y destrucción. Con
cada pensamiento malvado, cada deseo perverso que yo tenía, energía
corría a través de mí hasta que supe que nada y nadie podrían detenerme.
Con este poder, podría tomar mi venganza. Podría matar a todos los que
alguna vez me hicieron daño. Y lo haría. Comenzando con el monstruo
que exprimía la vida fuera de mi garganta.
Justo como conjurar un hechizo, o aprovechar los instintos de lobo,
usar poder demoníaco fue tan natural para mí como cometer delitos
menores. Reuní las fuerzas del infierno dentro de mí y envié fuego al
demonio frente a mí.
Addonexus me soltó, dejándome caer, y comenzó a gritar y a
retorcerse en el suelo, incapaz de soportar la tortura que le había
infringido. —¡Quema!
—Más o menos el punto del infierno, ¿no crees?
Se arrodilló y me miró, gruñendo y escupiendo sangre.
—¡Esta maldad no es uno de mis poderes! —gruñó a través del
dolor.
Excepto que lo era. Yo era más fuerte que él, así que le dolió más.
Intentó ponerse en pie, así que alcé las manos y le llovió más fuego y
azufre como si hubiéramos caído en el Antiguo Testamento. La tormenta
lo inmovilizó contra el suelo de piedra y le hizo agujeros en la carne,
quemándole hasta el alma oscura, mientras él no podía hacer nada para
escapar. Mantuve la pesadilla hasta que estuvo tan gravemente
debilitado que por fin pude agarrarlo.
Mientras sostenía el poder de la muerte y la destrucción en mis
manos, lo arrastré sobre la grieta que había creado. Sabía que esta era la
parte en la película donde la heroína enviaría al demonio a casa con las
impresionantes palabras de despedida de “Vete al infierno”, pero
Addonexus podría encontrar alivio en eso, y no iba a dejarlo escapar tan
amablemente.
El poder que me llenaba consumía todo. Me había tomado por
completo. Y fue tan fácil. Estaba tan enojada.
Aferrándome a la amargura dentro de mí, dejé salir un grito salvaje
y rasgué mis garras a través de Addonexus, literalmente rasgándolo en
pedazos con mis manos. Disfruté sentirlo sufrir. No fue hasta que estuve
segura que no podía levantarse que arrojé la patética basura de regreso
a las profundidades de las que había salido.
Estaba sin aliento cuando finalmente sellé las puertas del infierno.
Podía sentir lo salvaje que me veía, lo feroz, lo loca que parecía cubierta
de sangre. En cuanto me di vuelta y miré la silenciosa habitación, pude
ver el miedo en los ojos de mis amigos.
Duncan acunaba a Gina en su regazo, y ambos temblaban en tanto
me miraban. —¿Dani? —Gina me llamó, cautelosa—. Está bien ahora.
Ha acabado.
—¿Acabado? —reí con dureza—. Está lejos de haber acabado.
Duncan se puso de pie. —Dani, tienes que dejarlo ir.
—No te acerques —le advertí—. Si me tocas perderé mi poder. Me
volveré en un vampiro.
—No puedes quedarte como estás. Los poderes demoníacos no
están hechos para este mundo y sin duda no están hechos para ti. Son
corruptos. Peligrosos.
Cuando empezó a acercarse a mí de nuevo, extendí mis manos
como advertencia. —Lo digo en serio, Duncan. Acércate más y voy a
herirte.
Me sorprendí de mi propia convicción. No quería herir a mi amigo,
pero no podía renunciar a estos poderes. No lo haría.
Duncan pareció adivinar mis pensamientos y trató de alcanzarme
antes de que pudiera detenerlo. Incluso con su velocidad de vampiro, no
fue lo suficientemente rápido. Lo dejé en el suelo, torturándolo con el
mismo dolor horrible que Addonexus usó para lastimar a Gabriel. Sabía
cómo se sentía esa tortura, y todavía continué haciéndole daño a Duncan
mientras él gritaba a mis pies.
—¡Dani! —gritó Gina—. ¡Detente!
—¡¿Por qué debería?!
Cuando mi temperamento estalló, el fuego dentro de mí respondió.
Podía sentir su furia agitándose bajo mi piel, y quería desatarlo. Todo lo
que necesitaba era una excusa, y tenía un montón de ellas.
—¡Fui llevada de mi casa y despojada de todos y todo de lo que
conocía y amaba! ¡He sido lastimada una y otra vez, y esperando asumir
esta tarea imposible, mientras las personas trataban de matarme y
torturarme, y obligarme a cumplir sus órdenes! Con mi poder puedo
detener tanto a la resistencia como al Concilio de lastimar a nadie nunca
más. ¡Puedo tomar lo que quiera! ¡Tener lo que quiera! ¡Me merezco esto!
Excepto el amor, Danielle. No puedes tener el amor a la fuerza.
Solamente puede ser dado.
Las palabras resonaron en mis oídos y vibraron su camino hasta el
cerebro de mi corazón y el corazón de mi cerebro, haciendo añicos mi
esencia. Solté Duncan y giré para encontrar la fuente. Me sorprendí de
ver a Gabriel despierto y viéndome con ojos tristes. Hermosos, oscuros, y
ojos brillantes que podían ver en lo más profundo de mi alma.
La pura visión de él quemó mi oscuro corazón con un poder más
grande que cualquier cosa dentro de mí. Un poder tan grande que quedé
de rodillas. Conocía este poder. Lo apreciaba. Lo quería.
Solo el amor más verdadero la mantendrá como un agente del Bien.
La voz susurró a mi mente como lo había hecho unas pocas veces
antes, pero al escuchar las palabras, entendí. Esta era mi prueba. Este
mismo momento.
La profecía no se trataba de elegir entre el Concilio o la resistencia,
o tratar de descubrir quién estaba en lo correcto. Nunca lo fue. Se trataba
de derrotar al Ángel de la Muerte. Lo que ya había hecho. Pero al hacerlo,
también me convertí en él.
Si cedía a la tentación de mantener este poder y usarlo, me
convertiría en el Mal que el Oráculo había profetizado. Y con mi fuerza,
no me tomaría mucho tiempo destruir la tierra como la conocía. Este
momento era la gran y última batalla, y yo todavía seguía teniendo un
demonio al cual derrotar.
El mío.
Pero, ¿cómo?
Recordé el consejo que el Oráculo me dio. Mira a Gabriel y
encontrarás tu fuerza.
Incluso mientras me encontraba ahí aferrándome a la fealdad de
una fuerza del mal, mostrando lo peor de mi carácter y toda mi debilidad,
Gabriel fue capaz de sonreírme con compasión y comprensión.
—El amor, Danielle —dijo con una voz clara, fuerte y amable—, es
lo único que puede salvarte. Debes recordar por lo que estás luchando.
Recuerda por quiénes has sufrido tanto, y por qué estabas tan determina
a detener la maldad que ahora abrazas. Debes recordar a los que amas.
No quería, porque sabía que iba a doler, pero rápidamente pensé
en mis padres. Pensé en todo lo que ellos habían hecho para cuidar de
mí. Recordé lo mucho que los amaba.
Recordé a Russ. Nunca había conocido a una persona tan a fondo
como conocía a Russ. Pensé en todos esos tranquilos (y no tan tranquilos)
momentos que tuvimos juntos mientras crecíamos. Pensé en cómo daría
mi vida para salvarlo si fuese necesario.
Pensé en ese momento en mi cumpleaños, cuando estuvo dispuesto
a decirme la verdad acerca de sí mismo, incluso sabiendo que podría
odiarlo por eso, porque él me amaba tanto que no podía mentirme.
Gabriel. La belleza de nuestro primer beso, y su adorable emoción
vertiginosa cuando me preguntó por nuestra primera cita. Cómo se alejó
de su casa y del hombre que consideraba un padre con el fin de
ayudarme. Su inquebrantable fe en mí.
Se acerco a mí y me tendió su mano.
—No voy a tomar esta decisión por ti, Danielle, pero sé que vas a
elegir bien. Sé que eres lo suficientemente fuerte.
Miré su mano abierta y empecé a sollozar. Incluso ahora, mirando
a su hermoso rostro y sabiendo lo mucho que lo amaba, dudé. El conflicto
que sentía era insoportable. Lo miré fijamente a los ojos, y por alguna
razón en todo lo que pude fue en Romeo y Julieta.
—“Dame tu fuerza, amor, y tendré fuerzas para salvarme”.
Los ojos de Gabriel brillaron cuando susurré la cita, y él respondió:
—“Pero, ¡silencio! ¿Qué resplandor se abre paso a través de aquella
ventana? ¡Es el oriente, y Julieta el sol!”.
Eso no era Shakespeare, pero su ridícula sonrisa finalmente me
permitió tomar su mano. Me puso de pie y me abrazó con fuerza mientras
las maldades del infierno me dejaban. Me reí entre mis sollozos, dándole
la bienvenida al calor de Gabriel que se apoderó de mí, y finalmente
regresé a ser yo.
Entonces, de repente, algo más que solo su energía me empezó a
devorar. Él me estaba besando con una nueva pasión.
—¿Gabriel? —le pregunté, retirando mi boca de la suya para
recuperar el aliento.
Tomó un poco de aire y continuó besando cualquier parte de mí
que sus labios alcanzaban.
—Creo que el Concilio nos debe una luna de miel.
—¿Luna de miel?
Él no tenía idea de lo que yo hablaba. Todo lo que pude hacer fue
reír y besarlo otra vez. Eso iba a ser divertido de explicar. Ser la Elegida,
como resultó ser, empezaba a valer la pena.
Epílogo
Traducido por NnancyC
Corregido por Melii

Gabriel y yo nos sentamos en silencio en el pequeño claro en el


borde del campus de Princeton que rodea Carnegie Lake. El sol se había
puesto finalmente en este Día de Todos los Santos, pero nosotros
difícilmente notamos el frío otoño.
—¿Danielle? ¿Gabriel? Estamos listos.
Gabriel y yo nos unimos a Duncan y Gina en frente del cuerpo del
Concejal. Agarré la mano de Gabriel y él metió la cabeza en mi hombro.
—¿Estás seguro que debemos hacer esto ahora? —pregunté—. ¿De
este modo?
—El fuego es la forma de los sobrenaturales, Dani —explicó
Duncan—. Es un entierro honorable y en un lugar que él apreciaba. No
necesitamos esperar por el resto del Concilio. Cuanto antes él esté
descansando en paz, mejor.
—De acuerdo.
Odiaba al tipo, pero de todos modos, al saber cuánto significaba
para Gabriel, no parecía ser suficiente.
Duncan tendió una suave mano en el hombro de Gabriel.
—¿Te gustaría hacerlo?
Gabriel tomó una profunda respiración y tembló tan ligeramente
que únicamente yo lo noté. Agarró la antorcha de Duncan y encendió la
fogata debajo del Concejal. —Es nuestra propia celebración del Samhain2
—dijo en voz baja mientras las llamas devoraban al hombre que él había
considerado un padre.
Los ojos de Gabriel estaban siempre brillosos, pero podía decir la
diferencia cuando las lágrimas los cubrían con una capa de humedad.

2 Samhaim es la festividad de origen celta más importante del periodo pagano que
dominó Europa hasta su conversión al cristianismo, en la que, en la noche del 31 de
octubre al 1 de noviembre, se celebraba el final de la temporada de cosechas.
—Para recordar a aquellos quienes han pasado —susurró.
Le apreté la mano y le besé la mejilla, luego fui a recuperar el
edredón que había estado cargando por todas partes durante semanas.
Estaba reducido a un trapo ahora, pero todavía era uno de mis tesoros
más valiosos. —Y por los nuevos comienzos —dije y arrojé la manta en el
fuego, mi propio sacrificio personal al Creador. La oración en mi corazón.
Gabriel me miró con sorpresa en sus ojos tristes.
—No más Russ —le dije—. Tú eres mi futuro.
Las lágrimas de Gabriel finalmente cayeron libres por sus mejillas
y volvió el rostro de nuevo al fuego. Observamos por horas en la noche
hasta que la última llama se había consumido.
Gina tímidamente rompió el silencio. —¿Ahora qué?
—Ahora —dijo Duncan con un suspiro—, debemos ir a informar al
Concilio que necesitan un nuevo líder.
Suspiré de la misma manera pesada. —Y aunque la profecía ha
sido completada, todavía tenemos que encontrar a Alex. Él no se dará por
vencido tan fácilmente.
Gabriel tomó mi mano en la suya y agregó un suspiro por su
cuenta. El suyo era el más profundo de todos, como si supiera que el
destino del Concilio ahora descansaba en sus hombros.
—También debemos descubrir quién es el espía dentro del Concilio
—dijo Gabriel—. No vamos a olvidar que todavía tenemos una guerra que
detener.
Duncan agarró el hombro de Gabriel. —Intenta animarte, querido
Vidente. No estás solo en esto.
—Seh —dijo Gina alegremente—. Te ayudaremos en lo que sea que
podamos.
—Además me tienes.
Gabriel levantó la mirada hacia mí entonces. Era lo único que podía
hacerlo sonreír. —Te tengo —dijo, tomándome con firmeza en sus brazos.
—Y me tienes a mí.
Ungifted
A pesar de que su padre es candidato a
Presidente de los Estados Unidos, Grace St.
Claire es una chica normal. Es torpe, tímida
y una rechazada entre sus compañeros.
Incluso se las arregla para casi morir en un
extraño accidente frente a toda la escuela.
Pero cuando Grace sobrevive al ataque de un
vampiro, rápidamente aprende que es
cualquier cosa menos ordinaria.
Hay algo acerca de la humana Grace que
tiene a todos los supernaturales a su
alrededor volviéndose locos. El hermano de
su mejor amiga de repente quiere salir con
ella. Su peor enemigo ha jurado protegerla,
incluso en contra de sus deseos. Alguien con
una muy poderosa magia la quiere muerta, y
el vampiro que la atacó ha desarrollado una
obsesión por hacerla su eterna alma gemela.
Para sobrevivir, y no como la novia muerta viviente del Conde
Drácula, Grace se sumerge en el terrorífico mundo de lo supernatural. Se
une a un encantador, pero misterioso hechicero que se paseaba por la
ciudad causando problemas, y soltando historias sobre una Profecía y
una Elegida que luce exactamente como Grace. Juntos deberán averiguar
por qué Grace es diferente, quién la quiere muerta, cómo es que está
conectada con la Elegida, y en quién realmente pueden confiar.
Sobre la autora
Kelly Oram escribió su primera novela con
quince años, un fan fiction sobre su grupo de
música preferido, los Backstreet Boys, y
aunque sus amigos y su familia se metieron
mucho con ella por eso, al cabo de unos años
Kelly cumplió su sueño de convertirse en
escritora.
Es una apasionada de la lectura, habla
demasiado y le encanta comer frosting a
cucharadas. Vive en las afueras de Phoenix,
en Arizona, con su marido, sus cuatro hijos y
su gato, Mr. Darcy.

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