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Mel Wentworth Cami Meliizza
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Bruja_Luna_
Índice
Sinopsis Capítulo 16
La Profecía Capítulo 17
Prólogo Capítulo 18
Capítulo 1 Capítulo 19
Capítulo 2 Capítulo 20
Capítulo 3 Capítulo 21
Capítulo 4 Capítulo 22
Capítulo 5 Capítulo 23
Capítulo 6 Capítulo 24
Capítulo 7 Capítulo 25
Capítulo 8 Capítulo 26
Capítulo 9 Capítulo 27
Capítulo 10 Capítulo 28
Capítulo 11 Capítulo 29
Capítulo 12
Capítulo 30
Capítulo 13 Ungifted
Capítulo 14 Epílogo
Capítulo 15 Sobre la Autora
Sinopsis
Para la pueblerina rebelde, Dani Webber, la magia y los monstruos
no son más reales que el conejo de pascua... hasta el día en que ella
accidentalmente detiene el tiempo. Dani descubre rápidamente que no
solamente existen los sobrenaturales, sino que es una de ellos. Esta es
una gran noticia para su amigo de toda la vida, Russ, quien finalmente
puede decirle la verdad acerca de su propia condición sobrenatural y su
eterno amor por ella.
Antes de que ambos puedan comenzar a disfrutar la muy atrasada
relación, Dani es llevada por un poderoso Concilio de supernaturales que
creen que ella es la Elegida, destinada a salvarlos de la extinción.
Como si ser secuestrada y esperar que salves el mundo no es lo
suficientemente malo, una antigua profecía advierte sobre la naturaleza
oscura de la Elegida: “Solo el amor más verdadero la mantendrá como
una agente del bien.” El Concilio cree que sabe quién es este “verdadero
amor” y, desafortunadamente, esa persona no es Russ. El misterioso,
poderoso y devastadoramente guapo Vidente es la última persona que
Dani quiere en su vida, pero cuando ella comienza a tener visiones de un
futuro horrible, no tiene a nadie más a quién acudir en busca de ayuda.
Pronto, Dani se encuentra dividida entre dos chicos muy diferentes
con dos opiniones muy diferentes de en quién puede confiar. Con las
visiones empeorando y el tiempo agotándose, Dani es forzada a dejar de
lado sus sentimientos y trabajar tanto con el Vidente como con Russ
antes de que un antiguo mal se desate en la tierra.
Supernaturals #1
Para Robin Daniels. El mejor.
La Profecía
Traducido por Dey Turner
Corregido por Melii
—¡Dani!
Genial. Ahora hasta escuchaba su voz en mis sueños.
—¡Psst! ¡Dani, despierta!
O no. Me incorporé desde la esquina más profunda de mi sueño, y
abrí los ojos. Estaba oscuro, y yo estaba desorientada, pero no necesitaba
luz para saber que él estaba flotando por encima de mi cabeza.
—Russ —gemí—. Vete a casa ahora mismo.
—Hazme un lugarcito.
—No. Y guarda silencio mientras sales. Si mis padres te encuentran
aquí…
—No vamos a ir presos. Siéntate. Tengo algo para ti.
Eché un vistazo al reloj de la mesita de noche y volví a gemir. Todo
lo que quería era rodar hacia un lado y tirar las mantas sobre mi cabeza
hasta que mi despertador sonara, a las siete. Pero Russ estaba en uno de
sus estados de ánimo, y yo sabía que nunca me dejaría en paz hasta que
consiguiera lo que fuera que vino a buscar, así que me senté.
Russ se dejó caer en la cama frente a mí, cruzando las piernas al
estilo indio para que coincidieran con las mías. Se sentó lo bastante cerca
como para que nuestras rodillas se frotaran una contra la otra. A pesar
de las mantas que nos separaban, el toque parecía íntimo.
Lo miré, y en ese momento comprendí, tal vez por primera vez, que
era hermoso. Bajo la luz de la luna, su cabello parecía mucho más oscuro
que su habitual color marrón miel a la luz del día. Y sus cristalinos ojos
azules se veían de color azul marino. Ese rostro bien afeitado, que
generalmente estaba cubierto de una ligera capa de barba, acentuaba
sus pómulos y la línea de su mandíbula cuadrada.
Esa era una parte de Russ Devereaux que nunca había visto antes,
y me parecía muy inquietante.
También quería golpearme a mí misma por mis pensamientos. Juro
que no era uno de esos sacos tristes que ha pasado toda su vida en
secreto suspirando por su mejor amigo. Sinceramente. Ni siquiera estoy
segura de cómo me sentiría si alguna vez él intentara algo. Nunca
habíamos sido así.
Sin embargo... en el último par de semanas, había estado teniendo
este muy extraño sentimiento.
No realmente sexual. Solo... como que tenía que estar cerca de él.
Todo el tiempo. Era un poco molesto.
Me sacudí de mi ensueño, para encontrar a Russ mirándome
intrigado.
—¿Hipnotizada por mis increíbles miradas?
—¿Qué?
—Me estabas mirando.
—Eso solo era dormir con los ojos abiertos —le espeté—. Son las
tres de la mañana. ¿Qué estás haciendo aquí?
Esperaba que mi irritación cubriera los nervios que tenía. Nunca
había estado nerviosa sobre Russ antes, y realmente no quería que se
diera cuenta de que me sentía tan tensa ahora.
En lugar de responder a mi pregunta, Russ dijo—: ¿Qué pasó con
el camisón de las princesas de Disney que llevabas la última vez que
estuvimos juntos en la cama? Eso era caliente.
Seguí su mirada y, para mi horror, me di cuenta que no estaba
usando nada más que ropa interior y una camiseta ajustada. Sin
sujetador. No era que hubiera mucho allí. Mi apenas taza B casi no
necesitaba un sujetador, pero no me había tomado la molestia de
encender el calentador en mi habitación y el hecho de que las noches
estuvieran empezando a refrescar era dolorosamente obvio.
Tiré las mantas sobre mi pecho.
—Será mejor que tengas una buena razón para estar aquí, o vas a
estar muy triste.
—¿Desde cuándo necesito una razón?
Empecé a decir algo, pero Russ levantó una mano para detenerme.
—Paciencia, saltamontes —dijo. Volvió la mirada hacia el reloj de
alarma en mi mesita de noche.
Nos sentamos en silencio durante dos minutos completos. Luego
dijo: —Ya está. Son las tres y once de la mañana del veintitrés de
septiembre. Oficialmente tienes dieciséis años —esbozó una sonrisa
deslumbrante y sacó desde el suelo una enorme caja bellamente
envuelta—. Feliz cumpleaños, Dani.
Me quedé sin palabras.
—¿Sorprendida? —preguntó Russ con una sonrisa.
—En realidad, sí. Mucho.
No era que Russ fuera a olvidarlo alguna vez, le encantaba hacer
que todos en el mundo supieran que era mi cumpleaños, todos los años.
Pero aquello no era un gran espectáculo, como de costumbre. No había
nadie aquí a quien impresionar, más que a mí, y eso era sorprendente.
—Para futuras referencias, esta sorpresa es mucho mejor que
cualquiera de las anteriores —le dije—. Sin duda, mejor que la del año
pasado.
Russ frunció el ceño.
—¿No te gustó el poema que te escribí?
—El poema con el que podría vivir. A pesar de que no pienso que
nada que comience con: “Dani, Dani, es buena para el corazón. A ella le
gusta la mierda como Shakespeare y odia cuando me tiro un gas”,
realmente cuente como poesía. ¿Pero el hecho de que lo recitaras durante
una reunión de ánimo obligatoria en mi honor?
—Sí —sonrió con orgullo—. Esa fue una buena idea.
—¿Cómo convenciste al director Green, de todos modos?
Russ sonrió como el diablo.
—Soy un tipo muy persuasivo.
No tenía sentido discutir eso. Russ tenía un don para encantar a
todos los que conocía. Eso hacía muy conveniente el tenerlo cerca, porque
el único talento que yo tenía era molestar a todos los que conocía.
—Ahora bien, si solo pudiera persuadirte de abrir este regalo ya…
Russ dejó caer el paquete en mi regazo. Era tan pesado que casi
me dejó sin aliento.
Saqué el moño de la caja y lo puse sobre su cabeza.
—¿Debo tener miedo?
Los ojos de Russ estaban llenos de picardía, por lo que rápidamente
arranqué el papel de regalo.
Me reí cuando vi lo que era.
—¿Una bolsa de cinco kilos de gelatina?
Russ me entregó un pedazo de papel doblado. Lo acepté, pero di un
grito ahogado cuando me di cuenta de que estaba mirando una imagen
que había dibujado en cuarto grado. Era de Russ y yo nadando en una
piscina de gelatina roja. Las palabras en la parte superior decían: “Mi
Deseo de Cumpleaños”.
—¿De dónde sacaste esto?
—Nunca voy a decirlo —declaró Russ—. Pero esta noche, señorita
Webber, está recibiendo su deseo de cumpleaños.
—¡De ninguna manera! —grité casi lo suficientemente fuerte como
para despertar a mis padres.
Russ saltó, repentinamente.
—Vístete —dijo. Cuando desapareció por la ventana de mi
dormitorio, agregó en un susurro—: No olvides tu traje de baño.
***
***
***
***
***
***
***
Un par de horas más tarde dije: —Gracias por traerme esta noche,
Conor. Realmente necesitaba esto.
Nunca me han gustado mucho los bailes, pero me lo estaba
pasando sorprendentemente bien.
Considerando todo.
El comité de decoración se había esforzado al máximo, haciendo
que el gimnasio de la escuela estuviera casi irreconocible con su cursi
temática submarina. Era fácil dejarse llevar por el acontecimiento y
olvidar todo el estrés con el que había estado lidiando. Incluso la
inquietud que me había estado atormentando parecía mínima hasta el
momento.
—Es un placer —me dijo Conor mientras nos llevaba al ponche—.
Sinceramente, si hubiera tenido idea de que estabas soltera todo este
tiempo te habría pedido salir antes.
—Bueno, me alegro de que por fin ocurriera.
—Y yo me alegro de que tu madre por fin nos dejara salir de casa.
Russ tenía razón sobre ella y su cámara.
Puse los ojos en blanco. —Creo que tiene toda mi vida
documentada en volúmenes separados por meses. Es la historiadora que
lleva dentro.
—También tengo que admitir que me siento aliviado. —Conor me
dio un vaso de ponche—. Cuando fui a buscarte casi esperaba que Russ
apareciera y me rompiera los dientes delanteros o algo así.
Conor cogió su propio vaso de ponche y nos dirigimos a una mesa
libre.
—Te dije que Russ y yo somos solo amigos
—Lo sé. Pero me costó creerlo. Todavía me cuesta creerlo. Tampoco
puedo creer que dijeras que sí a una cita conmigo. No sé cómo he tenido
tanta suerte.
—Eres muy dulce, así es como. —Conor me tendió la silla como un
caballero—. Y divertido. Realmente me lo estoy pasando muy bien esta
noche.
Conor empezó a tomar asiento y sentí una extraña sensación
punzar el aire a mi alrededor. Se me erizaron los vellos de los brazos y
sentí un hormigueo. Entonces, cuando Conor se sentó la silla se
derrumbó debajo de él haciéndole caer al suelo.
—¡Conor!
—Estoy bien. —Se levantó del suelo y se sacudió el polvo—. Solo
me duele el ego. No sé qué ha pasado. Creo que a esa silla le falta una
pata.
—Pero parecía bien hace un segundo —le dije, y luego me di cuenta
de que Conor estaba cubierto de ponche—. Oh, no, tu esmoquin. Estás
todo mojado.
Conor se encogió de hombros un poco avergonzado.
—Al menos es solo de alquiler. ¿Te importa si te dejo un momento?
A ver si puedo limpiarme un poco.
—Por supuesto que no. Voy a esperar aquí.
Conor no se había ido ni treinta segundos antes de que Russ sacara
la silla rota y la hiciera girar.
—Ten cuidado. Esa silla está… —Russ se sentó a horcajadas en la
silla y ésta aguantó su peso sin esfuerzo—. Muy bien —le dije, totalmente
confundida.
—A mí me parece que está en perfectas condiciones.
Russ me sonrió muy grande pero no pude compartir su buen
humor. Todavía no estaba preparada para enfrentarme a él.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Me encogí al decir esto y supe que
sonaba completamente aterrorizada de él.
—No pensaste que me iba a perder tu primera cita, ¿verdad? —
Russ miró hacia la salida por la que Conor acababa de escabullirse y
sonrió satisfecho—. Parece que va todo bien.
No podía creer que se estuviera riendo y bromeando conmigo como
si no hubiera pasado nada.
—No, Russ, me refiero a lo que estás haciendo aquí. Dijiste que me
ibas a dar tiempo.
Frunció el ceño, confundido.
—Ya han pasado dos horas.
—¡Dos horas no es tiempo suficiente para algo como esto!
Esperé a que Russ se pusiera serio, pero siguió con su actitud
despreocupada. Después de robarme el ponche de las manos y bebérselo,
se encogió de hombros como si todo estuviera bien.
—¿Quieres bailar conmigo? —preguntó mientras me devolvía el
vaso vacío a las manos.
Me quedé mirando el vaso como si fuera él quien acababa de
invitarme a bailar. —¿Cómo puedes actuar como si no hubiera pasado
nada? —le grité.
Russ me fulminó con la mirada, enfadado por llamar aún más la
atención sobre nuestra conversación, pero si eso era lo que hacía falta
para que hablara en serio, que así fuera.
—Solo estoy siendo yo. ¿Qué quieres que haga? ¿Empezar a actuar
raro a tu alrededor? Eso solo lo hará más difícil.
La gente realmente estaba mirándonos. Los rumores habían sido
una locura hoy en la escuela. Solo podía imaginar lo que mis compañeros
de clases estaban pensando. Solté una carcajada media loca. Lo que sea
que suponían de seguro no era verdad.
Russ me miró como si tuviera miedo de que me estuviera
desmoronando. A decir verdad, podría estar desmoronándome. Después
de todo, me acababa de enterar que mi mejor amigo era Harry Potter.
Me clavó una mirada seria y me habló en un bajo tono calmado.
—Vas a aceptar esto. Serás una de cada mil que puede manejar la
verdad. —Se detuvo un minuto, creo que para mantener su voz firme—.
Tienes que hacerlo. Necesito que lo hagas.
Sentí la sangre drenarse de mi rostro. No sé qué me asustó más,
su confesión o toda esa cruda emoción que me estaba tirando. Russ tenía
su corazón en la mano por primera vez en su vida, y me estaba pidiendo
que lo manejara con cuidado.
—Dani. —Puso mi mano en la suya.
Estaba tan sorprendida que se me había olvidado lo que pasaba
cuando nos tocábamos y el aumento de energía me sorprendió. Saqué mi
mano lejos de la de él, estremeciéndome cuando vi el miedo en sus ojos.
Quería decirle que estaba bien pero eso habría sido una mentira. Estaba
asustada.
Cuando nuestras pieles entraron en contacto, esta ola de energía
tan cálida y adictiva vino corriendo a través de mí, llenándome como si
Russ estaba coincidiendo conmigo de una extraña manera. Había sido
capaz de pasar mis propias locas hormonas antes, pero ahora no estaba
tan segura.
¿Quién sabía cómo funcionaban los hechiceros? Por supuesto que
yo no ¿Eran los humanos físicamente adictos a ellos? ¿Eran peligrosos?
¿Fue algo que simplemente pasó o algo que Russ estaba conscientemente
haciendo con el fin que me gustara? No quería pensar que Russ podría
hacer eso, aparentemente no lo conocía tan bien como yo creía. Después
de un minuto de mirarnos el uno al otro mientras nuestros compañeros
de clases miraban, extendí la mano y toqué el collar que colgaba de mi
cuello.
—Sabía que se te vería bien —dijo Russ.
Estaba agradecida por el cambio de tema. Me sonrojé mientras
agarraba el collar. —Espero que no te importe que lo use.
Me lo había puesto esta noche porque me recordaba a Russ; mi
Russ, mi mejor amigo, la persona que amo más que a nada en el mundo,
me pareció reconfortante. Incluso si no podía estar cerca, todavía tenía
un pedazo de él. Pero ahora me daba cuenta que el collar que me dio se
sentía cálido y ardiente así como él y me asustó de igual manera.
Russ me miró con una expresión de dolor que se había ido tan
rápido que la pude haber imaginado.
—¿Por qué me importaría? —me preguntó—. Dártelo para que lo
uses era el punto. Espero que lo uses todo el tiempo así no me olvidarás
cuando huyas con Conor y empieces a tener sus bebés.
—¡Russ! ¡CALLATE!
Detrás de nosotros, Conor se aclaró la garganta.
—¡Has vuelto! —dije.
Rogué para que no haya escuchado el comentario de Russ.
Russ se levantó y le tendió la silla a Conor. —Aquí tienes, amigo.
Solo estaba manteniéndola caliente para ti.
—No te preocupes por eso. Creo que he tenido descanso. —Conor
miró la silla con confusión, y sostuvo una mano hacia mí—. Viene a bailar
con la chica más hermosa de la escuela.
—Bueno, entonces —sonreí, agradecida de tener una excusa para
dejar a Russ—. No te haré esperar más.
No miré atrás mientras Conor me dirigía a la pista de baile.
—¿Estás bien? —preguntó Conor.
—¿Ah?
—Te ves conmocionada. ¿Estás bien?
—Sí, estoy bien. Es solo que las cosas están un poco raras con Russ
en este momento.
La cara de Conor cayo con decepción y preguntó: —¿Es por eso que
viniste conmigo está noche?
Lo era totalmente, pero lo negué. —No, tú me invitaste y pensé que
sería divertido venir. Las cosas entre Russ y yo estaban raras antes de
eso. No creí que él viniera está noche. Siento que estés atrapado en el
medio de esto.
—¿Quieres hablar de ello? —preguntó. La pregunta me sorprendió
y él se sonrojo—. Sé que realmente no tienes ningún otro amigo aparte
de Russ —se explicó—. Si necesitas a alguien para hablar, no me importa.
—Gracias pero la última cosa que necesito ahora mismo es hablar
de eso. Lo que realmente necesito es una distracción. Una noche sin
estrés donde solo pueda divertirme.
—Veré que puedo hacer —prometió Conor.
—Gracias.
Conor y yo caminamos hacia una esquina del gimnasio con menos
gente donde ellos habían traído una piscina inflable y la habían llenado
con peces vivos de colores. Nos quedamos mirando a los peces durante
un minuto y luego Conor se rio. —¿Suficiente distracción para ti?
—Desde luego —asentí—. ¿En que estaban pensando?
—¿Es peor de lo que hicieron en el baile del día de San Valentín el
año pasado con todos esos pequeños muñecos desnudos de Cupido?
—No lo sé. Este es el primer baile en el que he estado.
—¿En serio? —Conor me tomo en sus brazos y comenzamos a
balancearnos con la música.
—En realidad, esta es mi primera cita de verdad —admití antes de
poder detenerme a mí misma. Miré hacia nuestros pies cuando sentí que
mi cara se ponía roja—, aparte de salir con Russ, por supuesto, lo que
no cuenta realmente.
—¿Por qué no?
Me encogí de hombros y todavía no podía mirar a nada que no fuera
nuestros zapatos. —Mi mamá siempre dice que si él no sostiene tu mano
y te da un beso de buenas noches no es una cita de verdad.
—Así que si esta es una cita de verdad, ¿eso significa que me estás
dando tu permiso para besarte esta noche?
Paramos de bailar y mire hacia arriba para encontrarme con la
mirada de Conor. Él estaba sonriendo y yo esbocé una sonrisa nerviosa
a cambio. Él lentamente bajo su rostro al mío y tuve esa sensación otra
vez. La electricidad estaba de vuelta en el aire, la sensación de hormigueo
pinchaba en mi piel. De alguna manera sabía que algo malo estaba a
punto de pasar. Salí de los brazos de Conor.
—¿Sentiste eso?
Conor dio un paso atrás, preocupado de que tal vez había ido muy
lejos desde que lo había interrumpido en su intento de besarme. Ahí fue
cuando note que sus zapatos estaban atados juntos. Traté de advertirle,
pero ya era demasiado tarde. Él se tambaleó hacia atrás y dirigiéndose
directamente al estanque de peces vivos.
Entré en pánico. No podía quedarme de pie viéndolo caerse en la
piscina. No después de que ya se había llevado una vergonzosa caída.
Estiré mi mano hacia él y grité la primera cosa que se me vino a la mente.
—¡DETENTE!
Sentí una pared de energía dejarme y luego colapsé en el suelo,
exhausta.
Cuando miré hacia arriba, grité. El mundo a mí alrededor se había
detenido. Todos en la pista estaban congelados como estatuas en alguna
clase de encantamiento de cuento de hadas. Conor colgaba en el aire,
medio caído.
Magia. Era todo demasiado. Empecé a entrar en pánico. Se me
aceleró la respiración hasta que estuve al borde de la hiperventilación. Mi
visión se tornó borrosa mientras las lágrimas brotaban de mis ojos. La
bilis subió a mi garganta, y todo se sentía como si estuviera rotando.
—¿Dani? —escuché gritar a Russ y frenéticamente giré para verlo
cruzando a través del mar de estudiantes congelados hacia mí—. ¡Dani!
—¿Por qué me estás haciendo esto? —le grité luego enterré la cara
en mis brazos como si pudiera desaparecer el momento—. ¡Arréglalo! ¡Haz
que desaparezca!
—Dani —dijo Russ calmadamente. Apartó mis brazos de mi cabeza.
Luché pero él no me soltaba—. Dani, cálmate. Está bien.
—¡No está bien! ¡ARREGLALO! ¡Ahora!
—No puedo.
—¿No puedes? ¿Por qué no puedes?
—Porque no hice esto. —Russ agarró mis brazos firmemente y tomó
una respiración profunda antes de centrar sus ojos en los míos—. Tú lo
hiciste.
—Yo… qué… —Casi vomité, pero luego tragué saliva para gritar—:
¡No, no, no, no, no!
Mi cabeza se sacudía tan rápido que Russ la tuvo que sostener con
las dos manos antes de que me hiciera un daño cerebral a mí misma.
Sostuvo mi rostro donde tenía que mirar a sus ojos.
—Todo va a estar bien. ¿De acuerdo? Tú estás bien. Está bien.
El seguía diciendo esa palabra, bien. No creo que entienda lo que
significa.
—Soy idiota por no haberlo averiguado antes —murmuró—. Sabía
que algo estaba pasando porque he estado mucho más atraído hacia a ti
últimamente, simplemente nunca soñé…todo tiene mucho más sentido
ahora.
—¿Todo tiene sentido? —lloré—. ¿Cómo puedes decir eso? ¡Nada
de esto tiene sentido!
—Dani, eres una bruja.
—¡No lo soy!
Russ asintió. —Eres una bruja. Lanzaste un hechizo para detener
la caída de Conor.
—Pero… yo… yo… —Lo pensé y tan imposible como parecía, sí
tenía sentido. Definitivamente había sentido una clase de poder dejarme
cuando grité.
Colapsé de nuevo y rompí en sollozos violentos. Russ me puso en
sus brazos y me acunó en su pecho. Al momento estaba tan débil que no
tenía más elección que dejar a su intensa energía lavarme.
Empezó a pasar sus dedos por mi cabello.
—Sé que ahora no se siente así, pero todo va a estar bien. Más que
bien. Dani, esto cambia todo.
La voz de Russ se había convertido en un susurro y él paso su dedo
pulgar por mis labios. Él nunca me había tocado así en toda mi vida. Era
mucho más que sorprendente; envió una oleada furiosa de deseo a través
de mí como nunca antes había sentido. Jadeé, pero Russ no quito sus
dedos de mi cara.
—¿No entiendes lo que esto significa? —preguntó, sonriendo con
calidez.
No. No entendía lo que significaba. Nada de esto. Y de repente tuve
una muy fuerte impresión de que no quería entenderlo. Había pasado mi
límite. Un secreto más, una verdad más, una explicación más y podría
muy bien explotar.
Los dedos de Russ se posaron en la esquina de mi boca y él suspiró
mi nombre como si fuera una caricia. Su cara empezó a bajar hacia la
mía.
—¡No! —Me moví rápido lejos de él. No sabía por qué—. ¡No! ¡Por
favor, no hagas eso! No vayas ahí. Simplemente…no puedo manejar esto.
Déjame en paz. Tengo que ir a casa.
Russ se puso rígido y luego tan pronto como pudo enmascarar su
dolor, su cara se puso blanca, sin ninguna emoción. Fue como si él
simplemente se cerrara y dejara de sentir. Lo envidié.
—No te recomendaría eso, Dani —dijo fríamente mientras se ponía
de pie—. Vas a querer hablar de esto. Créeme. Ven a casa conmigo. Ven
a hablar con mi papá. Deja que él te explique. Déjanos ayudarte.
Negué con la cabeza y me puse de pie.
—Lo siento, Russ. —Retrocedí lejos de él—. Simplemente…no
puedo.
Russ me observó retroceder. —No puedes dejarlos así. Tienes que
deshacer el hechizo.
Miré alrededor de la habitación. En la locura del momento me había
olvidado que el tiempo seguía congelado.
—P–pero… —balbuceé—. No sé cómo deshacer un hechizo.
—¿Cómo lo lanzaste?
—No lo sé. Solo no quería ver caer a Conor.
Russ lo pensó un minuto. —Trata de visualizar lo que quieres y
luego desea que pase.
—¿Desear?
—Como pedir un deseo. —Apuntó hacia Conor y con una sonrisa
amarga, añadió—: Puede que quieras agarrar a tu novio primero, si no
quieres que se dé un baño.
A la mención de Conor algo se me ocurrió.
—Tú hiciste esto. Esa sensación que tuve antes, era magia. Usaste
magia para hacer que se cayera. Y también rompiste su silla.
Russ pareció irritado durante un segundo y luego se encogió de
hombros. —Me atrapaste —admitió.
No podía creer que encima de todo lo que estaba pasando también
tuviera que lidiar con esto. Fue la gota que derramó el vaso.
—¿Estás bromeando? —grité. Este problema al menos, era uno al
que sabía cómo reaccionar—. Toda la noche he estado aferrándome a mi
cordura por muy poquito, tratando de aceptar lo imposible porque no
quiero decepcionarte ¿y como muestra de agradecimiento has estado
usando tus estúpidos trucos para sabotear mi cita? ¡Imbécil!
Me giré para mirar a Conor antes de que Russ me gritara, o peor,
tratara de disculparse. Quería estar molesta en este instante. Molesta era
una emoción segura. Era normal.
Respiré profundo y mantuve un fuerte agarre en la mano de Conor.
Cerré los ojos e imaginé todo moviéndose de nuevo. Lo deseé.
Cuando el tiempo se reanudó, fue como si nada hubiese pasado en
absoluto, excepto que ahora estaba sosteniendo la mano de Conor y él
era capaz de recuperar el equilibrio sin caerse en el estanque.
Conor seguía sacudiendo la cabeza mientras se desataba los
cordones. —No entiendo cómo pudo haber sucedido, pero gracias por
salvarme. Te juro que por lo general no soy así de torpe.
—Estoy segura que no.
Miré a Russ. Él me miró, pero se quedó ahí esperando a que fuera
con él. Lo ignoré mientras ayudaba a mi cita a ponerse de pie.
—Conor, la he pasado genial esta noche, pero todavía no me siento
muy bien. ¿Te importaría llevarme a casa?
—Por supuesto.
Conor se veía absolutamente abatido. Sin duda pensó que lo estaba
rechazando porque era un poco tonto. Me sentí mal por él, pero no había
nada que pudiera decir que explicara lo que realmente sucedió. Nada de
lo que él creería de todos modos.
—Yo puedo llevarla a casa si quieres quedarte con tus amigos —
ofreció Russ.
Conor levantó la mirada preguntándose de donde había salido
Russ. Él no se veía feliz de verlo, pero tampoco parecía sorprendido.
—Está bien. No me importa. Ella fue lo suficientemente dulce para
salir conmigo. Lo menos que puedo hacer es llevarla a casa.
Ugh, estaba tan deprimido que era doloroso, pero yo estaba hasta
el tope con las emociones como para realmente sentirme así de mal. No
tenía ninguna fuerza en mí para tratar de hacerlo sentir mejor. Todo lo
que pude conseguir fue un simple. —Gracias.
Russ se puso en frente de mí antes de que pudiera irme.
—Dani, espera. Aún tenemos que hablar.
Miré una vez más a Russ, luego coloqué mi mano en el brazo que
Conor me estaba ofreciendo y me fui sin decir una palabra.
4
Traducido por Issel & Moni
Corregido por MaarLopez
***
Russ utilizó magia para abrir la puerta, pero estaba tan nervioso
que, accidentalmente, la abrió con tanta fuerza que casi la rompió.
—¡Papá! ¡Rápido! ¡Dani está herida!
No necesitaba gritar. Alex ya estaba en la sala de estar con un
puñado de personas. Estallaron en caos cuando Russ entró en la
habitación conmigo en sus brazos, cubierta de sangre. Todos gritaron
preguntas mientras Russ me recostaba en el sofá tan suavemente como
podía. La única pregunta que respondió fue la que su padre susurró, que
ya estaba cerniéndose sobre mí. —¿Hombre lobo?
—¿Cómo lo supiste?
Alex no respondió. En su lugar dijo: —Sujétala. —Luego me miró a
los ojos—. Esto va a doler un poco, pero terminará rápidamente.
Ya dolía, así que respiré profundamente y asentí.
—Estoy justo aquí —susurró Russ.
Era tranquilizador tener sus manos en mí, pero pronto se
convirtieron en limitaciones mientras el dolor que había estado sintiendo
se disparaba a través de mí, tres veces más agonizante. Traté de no gritar,
pero no podía evitarlo. Después de que terminó, me tomó un instante
regular mi respiración.
Cuando me senté, Russ tomó mi mano. —¿Estás bien ahora? —
preguntó.
Asentí. —Estamos muy complacidos de oír eso. ¿Puedes decirnos
qué sucedió? —dijo alguien.
El hombre que había hablado parecía estar en sus sesenta. Era alto
y delgado, y me fruncía el ceño como si fuera mi culpa que casi hubiera
sido comida de cachorro.
—¿Quién eres tú? —preguntó Russ, diciendo exactamente lo que
estaba pensando.
—Son del Consulado —explicó el papá de Russ—. Este es Robert
Mason. Es el hechicero encargado en el Concilio.
Alex hizo un gesto hacia una mujer cerca. Era menuda y lucía
frágil, una mujer que tenía que estar en sus sesenta y cinco por lo menos.
Lucía como una abuela, excepto por rubio cabello sin brillo que llegaba
hasta su cintura. —Esta es la señora Constance Vanderhousen. Es la
bruja encargada en el Concilio. Vinieron a ver a Dani.
Russ saltó sobre sus pies y gritó: —¡Quieres decir a llevársela! Eso
es lo que dijo el tipo que nos atacó. Pero no puedes hacerlo. Sería un
secuestro. ¡Está en las leyes!
—Russ —le advirtió Alex al mismo tiempo que Robert decía—: Es
una sobrenatural. Nosotros nos guiamos por las reglas del Concilio, no
las mundanas reglas de los humanos. Y deberías mostrar un poco de
respeto a tus mayores.
—No voy a mostrarle respeto a alguien que está dispuesto a
secuestrar a una persona porque tiene algo que ellos quieren.
—Russell, suficiente —dijo Alex, alejando a Russ de mí.
—¡Pero es verdad, papá! El tipo que nos atacó aseguró que el
Vidente dijo que ella es la chica de la Profecía. ¿Y estás diciéndome que
no la quieren por eso?
Estaba teniendo un duro momento para seguir la conversación,
pero cuando Russ mencionó la Profecía de la que el hombre lobo había
hablado, el rostro de Alex palideció.
Constance dio un paso adelante con una calma que solo podrías
conseguir con años de práctica.
—Nadie va a secuestrar a nadie. Solo estamos preocupados por la
seguridad de Danielle. —Me sonrió cálidamente—. Parece que teníamos
razón al estar preocupados.
—¿Qué sucedió? —preguntó el último extraño en la habitación.
Este hombre no era como los otros dos. Era joven, con veinticinco
como mucho, e inusualmente llamativo. Tenía una complexión perfecta,
a pesar de su palidez, y un rostro que te atraía hacia él, mientras que al
mismo tiempo clavaba el terror en tu corazón.
Solo podía mirarlo con asombro, pero Russ se las arregló para
mirarlo de una manera amenazante. —Tú no eres miembro del Concilio
—señaló.
—Duncan es el jefe de los guardianes —dijo bruscamente Robert.
—Y también soy el guardián asignado de tu novia —añadió Duncan
con suficiencia—. Así que dime qué sucedió.
Me sonrojé, porque el hombre que se había llamado así mismo mi
guardián había asumido que Russ era mi novio.
Russ no se sonrojó. Y tampoco se molestó en corregirlo. —Estuvo
en una pelea con un hombre lobo —escupió—. ¿O no te diste cuenta?
—¿Y qué le pasó al hombre lobo? ¿Cómo escaparon de él?
—El lobo está muerto.
Duncan alzó una ceja, escéptico. —¿Mataste a un hombre lobo?
—Bueno, en realidad… —comencé a decir.
Russ me disparó una mirada preocupada, pero entonces ocultó su
preocupación y se encogió de hombros.
—Seguro —dijo casualmente—. Soy un Devereaux. Si trabajas para
el Concilio, entonces deberías haber oído de nosotros. Nuestra familia es
una de las más poderosas allí afuera.
—Puede ser —dijo Duncan—. Pero también reconozco a un
mentiroso cuando lo veo.
—Si no nos dices que sucedió, con mucho gusto te llevaré al
Consulado y te encerraré en una celda por obstruir una investigación del
Concilio —dijo Robert. Sus labios se curvearon hacia arriba al final, pero
la acción ni siquiera parecía una sonrisa.
El rostro de Russ se sonrojó de un brillante rojo. Su postura
gritaba: Te desafío.
Robert avanzó un paso hacia Russ, pero Constance rápidamente
se interpuso entre ellos. —¿Por qué estás tan asustado del Concilio, hijo?
—Porque quieren llevarse a Dani.
—Tu preocupación por Dani es encomiable, Russell, pero
innecesaria.
—Cierto. Ese es el por qué el hombre lobo estaba tratando de
secuestrarla primero. Porque ustedes no están planeando llevársela hoy.
—Nosotros no timamos a la gente —le aseguró Constance a Russ.
Se volvió hacia mí con una sonrisa tan amistosa que casi le creí—. Lo
único que queremos es hablar contigo. Al Concejal Supremo le gustaría
conocerte.
—¡No sé de lo que hablan! —dije, frustrada—. ¿Qué es un Concejal
Supremo? ¿Y cuál es esa Profecía de la que todos siguen hablando?
La sonrisa de Constance finalmente se desvaneció y miró al padre
de Russ por una explicación.
—Dani creció como humana —dijo—. No tenía idea de que los
sobrenaturales existían hasta hace dos días.
—¿La dejaste vivir en la ignorancia? —preguntó Robert. Su voz
llena tanto de incredulidad como de disgusto.
—No podía decirle —siseó Alex—. Cuide de ella lo mejor que podía
dada la situación.
—Deberías haber contactado al Concilio al momento en el que la
descubriste. Tu insubordinación es una deshonra.
—¡No he roto ninguna regla del Concilio! —gritó Alex. Su repentina
ira me sobresaltó tanto que brinqué del sofá a los brazos de Russ. Russ
estaba más que feliz de sostenerme. Aunque en realidad parecía tan
sorprendido como yo por el arrebato de Alex.
—Caballeros, ya basta. —Constance alzó la voz de alguna manera
sin realmente gritar—. Están aterrorizando a los niños. El pasado no
importa. Lo que importa es qué vamos a hacer para mantener a salvo a
Danielle.
No me gustaba cómo sonaba eso. Apreté el agarre de Russ tan
fuerte que mis uñas estaban excavando en su piel. —Russ, ¿quiénes son
estas personas? —susurré.
—Son algo así como el gobierno de los sobrenaturales —murmuró
Russ—. Pero no te preocupes. No pueden llevarte.
Constance sacudió la cabeza mientras me daba otra de sus
tranquilizantes sonrisas. —No te haremos daño, Danielle. —Entre más
me sonreía, podía verla perfectamente. No estaba sonriendo por sonreír.
Estaba tratando de convencerme de que me decía la verdad. Lo que me
hizo pensar que probablemente estaba mintiendo.
—Tenemos que resolver qué pasará contigo —prosiguió—. Eres una
chica muy especial. Queremos ayudarte.
—¡Quieren utilizarla!
Esperé que Constance se enfadara con Russ por gritarle, pero no
perdió nunca el temperamento. —Queremos protegerla, y si ya ha sido
atacada, entonces hicimos bien en venir.
—Y estamos haciéndolo mal al estar de pie aquí —añadió Duncan.
Le frunció el ceño a Russ y dijo—: No nos dices lo que necesitamos saber.
¿Por qué el lobo intentaría matarla si fue enviado aquí para secuestrarla?
No hay criatura más leal que un hombre lobo. Si tenía órdenes de
llevársela viva, nunca la hubiera lastimado.
No me gustaba que hablaran de mí como si no estuviera allí.
—No tenía muchas opciones —dije bruscamente—. Lo que ese lobo
me hizo, lo hizo para defenderse.
—¡Dani! —siseó Russ. Toda su ira estaba dirigida completamente
hacia mí ahora—. ¡Cállate!
—Dilo, niña —dijo Robert—. ¿Qué quieres decir?
Hice mi mejor intento para ignorar la mirada de Russ.
—Russ no mató al lobo…
—¡Dani! —Russ se frotó el rostro con la mano y trató de alejar su
frustración—. ¿Quieres que te lleven?
—¿Quieres que te encierren en una celda? —exclamé—. ¿Qué
diferencia hace si les digo la verdad?
—¿Qué verdad? —dijo Robert con impaciencia.
Alex me dio un alentador asentimiento y cuando miré hacia Russ
de nuevo, lanzó las manos al aire. —Bien. Lo que sea. Pero cuando te
hayan encerrado en algún lugar no esperes que no te diga: ¡Te lo dije!
—Maté al lobo. Russ no hizo nada.
—¿Qué? —preguntó Alex, mientras Duncan decía—: ¿Cómo?
Russ gimió. —Rasgó la maldita garganta del perro. Fue tras de mí
y ella de pronto se convirtió.
Nadie respondió a eso. Fue Alex quien habló por fin:
—Transformación mágica. Supongo que no es demasiado extraño
teniendo en cuenta que ya has hecho hechizos de lanzamientos sin
conjuros o entrenamiento.
—¿Ella hizo qué? —preguntó Constance, asombrada.
—No fue magia —dije.
—Por supuesto que lo fue —argumentó Robert. El ceño fruncido
había regresado a su rostro. No estaba segura de si él pensaba que todos
eran idiotas, o solo yo.
—No —estuvo de acuerdo Russ—. No fue magia.
—¿Entonces es un cambia formas?
—No —repitió Russ—. No estoy seguro de lo que sucedió, pero no
es un cambia formas. Tenía instintos animales. Los cambia formas no se
convierten en asesinos naturales. Ese tipo era el segundo al mando en su
manada. Era un luchador competente. Luego, después de que lo mató,
comenzó a curarse sola, como un hombre lobo. Las transformaciones
mágicas te dan la forma de algo, no te dan todo su poder. Pude sentir que
su magia se había ido. Creí que se había convertido, literalmente, en un
hombre lobo.
***
Era evidente que nadie le creía a Russ. Finalmente Duncan habló:
—Bueno, ya no es una loba. Confía en mí, soy un vampiro, sabría si fuese
un chucho. Así que, ¿qué cambió? ¿Cómo es que dejo de sanarse?
—No sé —dijo Russ—. Un minuto era una loba, la sentía diferente,
no tenía magia, y al siguiente era justo como antes. El animal se había
ido y su magia había regresado. Era como yo de nuevo.
—Ocurrió cuando él me tocó. —Dije—. Sentí el cambio cuando el
lobo me agarró. Un minuto era una hechicera y al siguiente un lobo. Pasó
de nuevo cuando Russ me tocó. Era un animal y luego, de repente, era
una hechicera de nuevo.
Robert y Constance intercambiaron una mirada. —El Concejal
Supremo sabrá que hacer —dijo Constance.
—Seguramente estarán otros además de los lobos. —Duncan hizo
un gesto con la mano como diciendo “vamos a movernos”.
Robert me miró con otra mueca. —Vamos Danielle. Debemos irnos
pronto.
—¿Ir a dónde?
—Al consulado, por supuesto.
—¡Maldición! —gritó Russ. Me agarró con fuerza de nuevo—. ¡Lo
sabía!
Russ parecía bastante convencido de que nunca iba a volver y
empecé a asustarme. —Espera un minuto —dije—. ¿Dónde es este lugar?
—Manhattan.
—¿Nueva York? —Mi estómago dio un vuelco—. No puedo ir hasta
Nueva York.
—Me temo que debes hacerlo —dijo Constance.
—¿Qué le diré a mis padres? No me dejarán irme con un montón
de extraños. ¿Y cuánto tiempo me iré? Tengo escuela mañana. Ni todos
los poderes sobrenaturales me ayudan a entender geometría. Si me
pierdo más de un día o dos estaré arruinada.
—Tienes cosas más importantes de las cuales preocuparte ahora
que la escuela —dijo Duncan.
Miré a todos en la habitación. Constance, Robert y Duncan estaban
a medio camino de Nueva York mentalmente ya. Alex no lucía feliz sobre
eso, pero no iba a detener a nadie tampoco. Solo Russ parecía estar de
mi lado, aunque claramente me culpaba por esto. Me armé de valor y me
enfrenté a Constance. —Mis padres no me dejarán ir.
Russ dejó salir otro gruñido. —No le van a decir a tus padres,
tontita.
Miré a Alex y su rostro estaba triste.
—¿Entonces sí van a secuestrarme? —le pregunté a Robert.
Fue Constance quien respondió. —Es que no podemos contárselo
a tus padres. Los humanos no pueden saber nada acerca del mundo
sobrenatural por su propio bien. Si te quedas aquí estarás poniendo en
peligro sus vidas tanto como la tuya.
—Podemos mantenerte a salvo, Dani —dijo Russ—. Papá y yo no
dejaremos que nada les pase a tus padres.
—No seas tonto, niño —gruñó Robert—. Esto no está en discusión.
Esta chica viene con nosotros.
—¡No! —grité—. ¡No me pueden obligar! ¡No iré a ningún lado!
Duncan dio un paso frente a Robert y Constance, entonces, con
expresión seria. Cuando se estiró para agarrarme cerré mis ojos y lo
imaginé pegado al suelo. Los imaginé a todos pegados.
Los oí jadear antes de abrir mis ojos. —Nadie me va a llegar a
ningún lado —les advertí—. Si lo intentan, se unirán a ese hombre lobo
en el más allá.
Russ se rió disimuladamente y me apretó.
—Estaba equivocado —me dijo—. No eres un supernatural genial.
Eres un supernatural asombroso.
Robert me gritó amenazas y cuando no lo escuché dirigió su ira
hacia Alex, culpándolo por mis acciones. El tipo era una total pérdida de
espacio, pero Duncan no era tan idiota. Permaneció completamente en
calma y dijo: —El hombre lobo fue el primero de mucho en venir por ti.
Algunos querrán secuestrarte. Otros querrán matarte. Todos irán por tu
familia y amigos para atraparte. Eres fuerte, pero no puedes proteger a
todos los que amas todo el tiempo. Alguno saldrá herido eventualmente.
¿Eso es lo que quieres?
Russ parecía que estaba listo para asesinar a Duncan, pero las
palabras del vampiro habían tocado una fibra sensible en mi corazón. No
había olvidado exactamente al lobo que cargaba a Russ. Luego ahí estaba
mis pobres y dulces padres inocentes. Ellos nunca serían los uno en
cientos de los que hablaba Russ. Si alguna vez, accidentalmente se
enteraran de eso, estarían devastados. Además, son tan…no lo sé,
inútiles, supongo. No podía soportar el pensamiento de que algún loco
hombre lobo los persiga con tal de atraparme.
—¿Cuánto tiempo tendré que estar allá? —pregunté.
Russ se tensó pero no dijo nada.
Constance sonrió. —Nada más hasta saber lo que eres y como
mantenerte a salvo —dijo ella. Bonito y vago me di cuenta—. Hasta que
sepamos quien te está buscando y por qué.
No tenía opción. No podía poner a mis padres en peligro. Suspiré
en derrota y los liberé a todos.
—Dani —susurró Russ con voz tensa—, no lo hagas.
—Tengo que hacerlo, Russ. Mis padres…
—Bien. Entones papá y yo iremos contigo.
El rostro de Alex se volvió esperanzador, pero con una mirada se
volvió obvio que nunca lo permitirían. Lo intentó de todas formas.
—Seguramente Dani va a estar más cómoda, quizás estaría más
dispuesta a colaborar, si no tiene que ir sola.
—Alexander, eres más que consciente que eso está fuera de
discusión —dijo Robert.
—No yo, si ese es el problema. Solo manda al chico.
—Absolutamente no.
—¿Por qué? —demandó Russ. Todos lo ignoraron.
Alex suspiró. Se había rendido.
—Vamos, Danielle —dijo Robert impaciente.
—Pero…
Cuando dude, Robert asintió hacia Duncan, quien estiró su mano
hacia mí. Miré hacia Russ y sentí la mano de Duncan bajar a mi hombro.
—¡Papá, has algo! —dijo Russ cuando Duncan me dio un pequeño
empujón hacia la puerta—. ¡No la volveremos a ver!
Las súplicas de Russ por ayuda no sirvieron. Alex ya estaba
resignado. —Cálmate, Russ. Por supuesto que se verán de nuevo.
—¿Estás seguro? —le pregunté a Alex.
—Por supuesto —dijo él, pero no se veía muy seguro.
Una nueva sensación de temor se apoderó de mí. —Prométemelo,
Alex. ¡Prométemelo!
Alex parecía dolorido, pero sonrió. —Lo prometo. Vendremos de
visita, y estoy seguro de que van a dejar que nos llames cuando llegues.
Robert entrecerró los ojos pero Constance sonrió. —Por supuesto.
Russ finalmente dejó de luchar y Alex le palmeó el hombro. Ya sea
un gesto de apoyo o una restricción física, no lo sabía. —Probablemente
es mejor para ella ahora, de todas formas —le dijo a Russ—. Sus anhelos
van a ser horribles por meses. ¿Estar rodeada de tanta gente poderosa
como el Concilio? Apenas los va a sentir.
Estaba en shock. Esto estaba pasando y no podía evitarlo. Lo
máximo que podía esperar era que descubrieran todo rápido y así podría
volver a casa pronto. —Solo necesito una ducha y empacar una mochila.
—Lo siento, debemos irnos ahora —dijo Robert.
—Pero…
—Te daremos todo lo que necesitas —agregó Constance.
—¿No puedo ir a casa antes? ¿Ni siquiera me puedo despedir de
mis padres?
—Eres muy importante Danielle —me dijo Duncan—. No podemos
arriesgarnos a que te pase algo. De hecho, ya deberíamos habernos ido.
Saqué mis hombres del agarra de Duncan. —¡No me iré sin ver a
mis padres!
—Es tanto por su seguridad como la tuya —dijo Constance.
Intentaba ser fuerte, pero pensar que no podría decirle a mis
padres que me iba hizo que me ardieran los ojos. ¿Qué pensarían cuando
no volviera a casa? Estarían muy preocupados. Corrí hacia Alex y me
lancé a sus brazos.
—Diles algo —dije—. Sabes como son. No entenderían. Ayúdalos.
Cuida de ellos.
Alex me apretó como si fuese su propia hija. —No te preocupes por
tus padres. Los protegeré con mi vida, Dani. Lo prometo.
Me dije que no lloraría por Russ, lo haría más difícil para ambos.
Caí contra él y me abrazó fuertemente. No podía respirar. Él es mucho
más alto que yo y mis pies dejaron el suelo. Por un minuto, simplemente
me recosté contra él. Cuando me bajó, limpió una única lágrima que
había escapado de mi ojo.
—No te irás por mucho tiempo —dijo ferozmente. Pero si él
realmente lo creyera, ¿por qué parecía que estaba determinado a probar
un punto?—. Llámame cuando llegues y cuéntame todo.
—Te extrañaré —dije.
Russ trató de sonreír. —Métete en problemas por mí.
—No te metas en problemas por mí.
Este era el momento dónde debíamos decirnos adiós, pero ninguno
de nosotros podía.
—Lo siento, Danielle. Necesitamos irnos.
Era Duncan. Puso su mano suavemente en mi hombro de nuevo y
su voz sonó con genuina simpatía. Lo odié un poquito menos.
Le di una última mirada a Russ y él de repente me besó como si su
vida dependiera de ello. Fue el beso más raro. Además de ser mi primer
beso, fue tan sorprendente que ni siquiera pude devolverle el beso.
Entonces mi cuerpo se prendió fuego y lo ataqué con fuerza. No estaba
segura si era por el anhelo, o si era por la intensidad del momento, o si
quizás era algo que siempre estuvo ahí, escondido justo debajo de la
superficie.
Siempre amé a Russ. De vez en cuando me preguntaba si alguna
vez seríamos más que amigos, pero nunca sentí la necesidad. Me habría
contenido, nunca hubiésemos cruzado esa línea. Ahora, cuando por fin
tuve una probada de lo que podría ser un romance con Russ, me
preguntaba cómo podría vivir sin él. Dejarlo ir y terminar este beso me
iba a matar. Era tan perfecto que me preguntaba que si en caso de que
no regresara pronto, recordaría este momento y estaría agradecida o si
me perseguiría.
—Te amo —susurró Russ cuando finalmente se alejó.
—Yo también te amo. Siempre. Lo prometo.
—No, Dani, lo digo en serio te amo.
Sabía que se refería a eso la primera vez, pero mis ojos se abrieron
igual y mi estómago dio un vuelco. Él quería que lo dijera también, y
quería, pero cuando abrí mi boca lo que salió fue: —Te llamaré cuando
llegue.
7
Traducido por Mar Winston & CrisCras
Corregido por CrisCras & Mel Wentworth
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***
Había estado durmiendo con Gabriel durante semanas ya, pero era
diferente esta vez mientras me deslizaba en la cama. Se quedó callado y
me dio tanto espacio como fuera posible. Ahora tenía miedo de tocarme.
Habíamos estado allí tumbados durante una hora en silencio,
ambos lejos de dormir. Cuando simplemente no podía soportar la torpeza
un minuto más le dije: —Te vas a caer de la cama así.
—Estoy bien, Danielle.
—Estás incómodo.
—No es nada.
—Vale, vale. Yo me siento incómoda.
Gabriel se dio la vuelta para mirarme con preocupación en sus ojos.
—¿Tus anhelos están molestando?
—Sí —le mentí.
Gabriel me miró aliviado de tener una excusa para tirar de mí en
sus brazos. Mientras me acurrucaba contra él, me preguntó: —¿Es la
única razón por la que no puedes dormir?
—Solo estaba pensando.
—¿En Russ?
Me sorprendió que pudiera parecer tan preocupado por Russ como
yo. —En Russ —acepté—. En casa. Echo de menos a mis padres. Deben
pensar que me ha pasado lo peor. Si le dieron a Russ mi collar es porque
piensan que nunca voy a volver a casa. Probablemente piensan que fui
secuestrada y asesinada o algo así. No soy exactamente del tipo de huir.
No me puedo imaginar lo terrible que es para ellos.
—Es posible que todavía seas capaz de ir a casa un día, Danielle.
Después de que se cumpla la profecía.
—¿Y decirles qué? ¿Que acabo de volver de una especie de
vacaciones sobrenaturales a las que nunca pedí ir? ¿Que existen los
vampiros y hombres lobo? ¿Que soy un nuevo tipo de fenómeno y que su
mejor amigo Alex es un poderoso hechicero? Ah, ¿y que también tengo
dieciséis y me casé con un extraño, porque el Concejal Supremo dijo que
soy la Elegida y tú eras mi destino? Probablemente es mejor creer que fui
asesinada y que nunca voy a volver a casa.
Gabriel suspiró. —Es cierto que sería más fácil no ir a casa ahora
—dijo—. Sin embargo, si alguna vez fuera posible encontrar paz con los
humanos... Si pudiéramos salir de nuestro escondite, entonces no veo
ninguna razón por la que no podrías reunirte con ellos.
Me resistí a la tentación de burlarme. La tarea parecía demasiado
imposible.
Nos quedamos en silencio por un momento, hasta que Gabriel dijo:
—Creo que me hubieran gustado tus padres. Deben ser muy buenas
personas para haber criado a una hija así.
—Lo son.
—Bueno, si no puedo llevarte a casa con tus padres —Gabriel forzó
una sensación de alegría en su voz—, tal vez podría llevarte a otro lugar
para ayudar a olvidar tus problemas de forma temporal. ¿Otra cita, tal
vez?
La idea de otra cita con Gabriel hizo que mi corazón se sintiera diez
veces más ligero. —Una de verdad esta vez —le dije—. Sin chaperones.
Gabriel se echó a reír. —No pienso invitar a Russ, si eso es lo que
quieres decir.
—Si podemos evitarlos a él y a Alex, que te lo advierto ahora, que
no va a ser fácil, ¿tienes algo en mente?
—En realidad, tenía un pensamiento. Mañana es treinta y uno de
octubre.
—¡Eso es! Mañana es Halloween. El Año Nuevo Supernatural. ¿Qué
se llama de nuevo?
—Samhain —dijo Gabriel—. Al igual que tú, nunca he estado en
una fiesta de Samhain. A pesar de que siempre he querido ver una, el
Concejal insistió en que era demasiado peligroso. Pero con tu poderoso
hechizo de camuflaje estaría bien por un corto tiempo. Lo suficiente para
por lo menos experimentar.
—Vamos a traer algo a sacrificar —bromeé.
Gabriel se echó a reír, pero luego frunció el ceño. —Es lamentable
que tengas que mantener el embrujo toda la noche.
Levanté la cabeza del pecho de Gabriel para mirarlo a los ojos.
—Sí, eso es muy lamentable. —Me reí, pero no pude mantener mi
buen humor—. ¿Crees que no vamos a estar nunca lo suficientemente
seguros para vivir libremente como los otros seres sobrenaturales?
¿Nunca vamos a llegar a salir juntos y no tener que escondernos de todo
el mundo?
—Es posible que una vez que la profecía se haya cumplido y el
equilibro restaurado, no todos los que conozcamos nos quieran usar o
hacernos daño.
—Uno solo puede esperar —le dije.
Gabriel se echó a reír y se sumió en un silencio cómodo. Ahora que
estaba más relajada inmediatamente comencé a sentir la hora tardía.
Empecé a ir la deriva hasta que Gabriel preguntó: —¿Te importa si trato
de ver tu futuro de nuevo?
—¡Oh! Um…
—Tú eres la única persona que no he sido capaz de ver y estaba
pensando que, después de verte practicar el control de la fuente esta
tarde, me gustaría volver a intentarlo.
Me estremecí al recordar la intensidad de mi última visión.
—Tal vez eso no es una buena idea. Quiero decir, ¿qué pasa si
accidentalmente te veo en el futuro una vez más?
—No me importa si lo haces —admitió Gabriel—. Tus reacciones
sobre mi futuro son siempre muy interesantes.
—¿No hay una regla? —dije nerviosamente—. Nadie debería saber
demasiado sobre su propio destino, o algo así.
—¿Por favor?
No había manera de que pudiera decir que no a la cara que le hacía.
Gabriel apretó mi mano con confianza, pero fui yo la liada en una
visión. Por el lado positivo, no estábamos solos en esta visión, pero por el
lado no tan positivo, estábamos de vuelta en la gran sala de conferencias
en el consulado. Lo que significaba que algún día volvería allí.
Cada asiento en la mesa de conferencias estaba lleno. Algunas de
las caras eran familiares, algunas nuevas, y algunas faltaban.
De pie en la cabecera de la mesa había otra versión de Gabriel y yo.
Físicamente no nos veíamos realmente mucho mayores, pero parecía
como si hubiéramos envejecido diez años. Nos sonreímos y mirábamos
esperanzados, pero podía sentir lo cansados y malhumorados que nos
sentimos debajo. Nos agarrábamos las manos como si no pensáramos
soltarlas nunca más.
—Nomino al camaleón. —Una voz sonó desde la mesa. Era
Constance, y su rostro parecía sereno como siempre, mientras miraba
hacia la futura yo—. Es gracias a ella que todavía tenemos un Concilio.
Un coro de aprobación se hizo eco entre el Concilio.
—Secundo eso —dijo la señora vampiro, cuyo nombre nunca
aprendí. Tenía una sonrisa encantadora.
—Le doy las gracias por el honor que ha puesto en mí el Concejal
Vanderhousen —le dijo el otro yo a Constance con una formalidad que la
verdadera yo sería incapaz de tener—. Pero me temo que debo declinar
respetuosamente. Todavía soy nueva en el mundo sobrenatural. Estoy
demasiado familiarizada con las leyes y costumbres de nuestro pueblo
aún para considerar una posición de liderazgo. ¿Me permitirían presentar
otra opción, por favor? Hay alguien entre nosotros que ha crecido con la
defensa y protección de nuestro pueblo. Alguien que no solamente fue
enseñado, sino que también fue criado por el Concejal Supremo, y uno
por cuyas venas corre la sangre de la Creadora. Creo que el Vidente sería
un líder superior de lo que yo podría soñar con ser, con mi temperamento
y carácter rebelde.
Algunas risas y carcajadas resonaron en la habitación.
—Propongo al Vidente a ser nuestro nuevo Concejal Supremo —
dijo el otro yo—. ¿Hay alguien que apoye la moción?
Cinco o seis personas secundaron y la futura yo sonrió al futuro
sorprendido Gabriel. —Muy bien —dijo la futura yo—. ¿Vamos a iniciar
la votación con la Sin Don?
La futura yo miró a una chica que estaba sentada en la silla más
cercana a ella. La chica parecía ser de la misma edad que mi futura yo y
similares en apariencia. Casi podríamos confundirnos con gemelas, salvo
que yo no tenía una hermana y ella tenía el cabello brillante, liso de una
manera por la que habría matado.
—Claro —dijo la joven, sonriendo hacia la futura yo como si
compartieran una broma privada—. Yo voto por que cambien mi nombre.
En serio, ¿no se podía encontrar nada mejor que Sin Don?
—No es una casualidad, Gracie. —La futura yo rió y luego asumió
su postura formal de nuevo—. ¿Grace St. Claire? ¿Qué dices sobre el
asunto de que el Vidente sea nuestro nuevo Concejal Supremo?
—¡Sí! —dijo Grace con entusiasmo—. Sí, sí y por supuesto, sí.
Vi como la votación continuó alrededor de la mesa. La decisión fue
unánime. La futura yo sonrió con orgullo a su muy humilde pareja.
—Felicitaciones, Concejal —dijo, y se levantó a sí misma en sus
dedos de los pies para besar a Gabriel en la mejilla.
Cuando regresé a la actualidad, Gabriel agitaba una mano delante
de mi cara. —¿Danielle?
Parpadeé un par de veces y me sacó de mi aturdimiento.
—Lo siento. ¿Funcionó? ¿Has visto algo?
Gabriel frunció el ceño. —No. Pero tú claramente sí.
—Es evidente.
—¿Y?
—Bueno, parece que el nombre Camaleón se va a quedar. —Pensé
en la chica en la sala de conferencias y sonreí—. Pero no es sin duda el
peor apodo que hay.
El ceño de Gabriel se hizo aún más grande. —¿Eso es todo?
—¿Qué? ¿Mi reacción no fue lo suficientemente interesante para ti
esta vez? ¿Esperabas que viera algo que me hiciera querer saltar a tus
huesos otra vez como la última vez?
—¿Saltar a mis huesos? —repitió Gabriel. Solo estaba confundido
por la expresión. Entendió lo que quise decir, y bajó la mirada.
—¡Oh, sí lo esperabas! —grité.
—Danielle —jadeó Gabriel— Es muy tarde. Debes tratar de bajar la
voz. Solo esperaba que pudieras compartir conmigo tu visión. Nunca me
has explicado qué ves cuando ves mi futuro. No quiero que… saltes a mis
huesos. —Se sonrojó de nuevo.
Era evidente que estaba diciendo la verdad. No lo había querido así.
Pero aun así, no me pude resistir burlarme de él.
—Así, pues, ¿no quieres que lo haga contigo en este momento? —
pregunté.
—¡Por supuesto que no!
Levanté una ceja y se dio cuenta de lo que acaba de decir. Me miró
horrorizado. —No es que yo no quiera, por supuesto, quiero decir, no es
así, yo… yo no… —Renunció a tratar de explicarse y dijo—: ¡Ni siquiera
entiendo lo que quieres decir!
—Besarte —le ofrecí— Mucho. Durante mucho tiempo. Y,
probablemente, sin nuestras camisas, por lo que habría mucho contacto
piel con piel.
Gabriel se quedó sin habla. Tenía la boca abierta en estado de
shock, y sus ojos se hincharon mientras procesaba lo que acababa de
sugerir. Finalmente cerró la boca y tragó. Difícil. Él nunca lo diría, pero
definitivamente quería darle una oportunidad.
No era el único.
En un instante, la tensión era lo suficientemente tensa como para
cortarla. Y después nos besamos. Entonces estábamos tumbados y
besándonos. Tras cinco minutos, la camisa de Gabriel se encontraba en
el suelo.
Entonces se oyó un fuerte ruido en el techo y el sonido de algo
estremecedor, y Gabriel y yo nos dejamos de besar.
—¿Qué fue eso? —le pregunté mientras la puerta del dormitorio se
abría de golpe.
—¡Dani! ¿Estás bien? —Russ me vio acostada debajo de un Gabriel
sin camisa y gritó—: ¡Oh, no!
Tiró de Gabriel hasta ponerlo en pie y le metió un buen golpe antes
de que la ventana de mi dormitorio explotara y alguien me sacara de la
cama.
Russ se olvidó de Gabriel, pero mientras levantaba las manos, un
brazo completamente cubierto me sujetó alrededor de mi pecho y una
mano enguantada me agarró la cabeza.
—Inténtalo y le rompo el cuello —advirtió mi captor.
Russ se congeló.
Me tomó un momento entender la situación, pero cuando lo hice
me di cuenta de que cinco hombres, sin incluir al que me tenía como
rehén, eran hermosos y pálidos como Duncan excepto por los colmillos
pulidos y afilados, ahora estaban parados entre Russ y yo, Gabriel y Alex.
Y para ese momento ya no tenía magia.
Traté de liberar mis manos para al menos igualar la fuerza de mi
fuerte captor vampiro, pero toda su piel estaba cubierta excepto por su
cara y obviamente no podría alcanzarla. El extraño se dio cuenta de lo
que trataba de hacer y sonrió.
—Sé tú secreto, niñita. Es por eso que nos aseguramos que estés
sin esperanza cuando ataquemos. Eres más vulnerable cuando eres una
vidente.
—¿Qué es lo que quieres? —preguntó Alex rápidamente.
Uno de los vampiros apuntó a Gabriel.
—Estamos aquí por el Vidente. También queremos a la Elegida,
pero estamos esperando matarla si tratan de detenernos.
Russ agarró a Gabriel del brazo y lo dirigió hacia adelante.
—Es todo tuyo. Te lo cambio por Dani ahora mismo, sin trucos, sin
hacer preguntas.
—¡Cállate, Russ! —grité—. ¡No lo harás!
—¡Por supuesto que sí, Dani! ¡Estoy medio tentado a matarlo yo
mismo en este momento!
—Russell —dijo Alex con calma. Sacó a Gabriel de las garras de
Russ y se paró protectoramente frente a él—. ¿Quién eres? —le preguntó
al vampiro—. ¿Cómo nos encontraron? ¿Y cómo diablos entraste a la sala
de esta casa?
—Mi querido Alexander —cantó una voz musical desde el pasillo—
. Seguro que no crees que no hay magia tan poderosa como la de la familia
Devereaux.
Alex se giró y entró la mujer más hermosa que jamás había visto.
El rostro de Alex se puso visiblemente blanco al verla.
—¡Simone! —jadeo—. No puede ser. Estás…
—¿Muerta? —Rió—. Sí, ese rumor ha servido para mi propósito de
estos dos últimos años.
—Fui a tu funeral. Tu hermana tuvo que cerrar tu empresa.
La sonrisa de ella desapareció, pero incluso con el ceño fruncido
seguía siendo una diosa. —Mi hermana no cerró la empresa. Lo hizo el
Concilio. Mi magia era demasiado poderosa. Mis pociones funcionaban
demasiado bien. Muchos sobrenaturales se mantenían jóvenes más allá
de su edad. El Concilio temía que los humanos descubrieran la verdad
de mis cosméticos, así que detuvieron el trabajo de mi vida.
—¿Así que fingiste tu muerte?
Simone sonrió de nuevo. —Me uní a la resistencia, cariño.
—¡La resistencia! —jadeé.
Simone me dirigió su devastadora sonrisa. —Sí, querida. Y no
podemos permitir que el Vidente avise al Concilio de todos nuestros
movimientos cuando empiece la guerra. Por supuesto, esperamos que se
una a nosotros y ayude a detener la tiranía del Concilio.
Alex tuvo que contener a Gabriel para que no saltara a la cara de
Simone. —¡El Concilio no es tiránico! ¡He visto los horrores que provocan
en su propio pueblo! Nunca ayudaré a la resistencia.
—No obstante, debes venir con nosotros. —Simone suspiró, pero
luego sonrió—. Tu encantadora compañera no está tan cegada por el
Concilio como tú, creo. —Cruzó la habitación y me apartó el pelo de la
cara—. Qué rasgos tan bonitos —dijo distraídamente—. Con un poco de
mi ayuda podrías estar realmente despampanante. —Volviendo al tema
que nos ocupaba, dijo—: Seguro que comprendes el abuso de poder del
Concilio. Comprenderás la necesidad de detenerlos. ¿Acaso no te sacaron
de tu casa? ¿No te torturaron y te obligaron a formar una unión que no
querías? ¿No te mantuvieron prisionera para utilizarte para su poder?
Estaba tan segura. Esperaba que dijera que sí. En lugar de eso,
entrecerré los ojos. —¿No es eso exactamente lo que tú también planeas
hacer? Quizá haya que detenerlos a los dos.
—Oí que eras una cosita atrevida. —Simone revoloteó hacia el
padre de Russ con expresión melancólica—. Esa sería la influencia de
Alexander sin duda. —Pasó la mano por el pecho de Alex—. Muy pocos
hombres se vuelven más guapos con la edad, Alexander.
Observé estupefacta cómo ella acercaba sus labios a los de Alex.
—Te dije que era una zorra —refunfuñó Russ hasta que su padre
empezó a devolverle el beso. Entonces pareció que se iba a desmayar del
asco—. ¡Papá! ¡Vuelve a meterte la lengua en la boca antes de que vomite!
Alex se separó de Simone riendo. —Lo siento, Russ. —Volvió a
sonreír a Simone—. Me sorprende tanto que esté viva.
Simone sonrió a Alex de nuevo, completamente incapaz de
mantener sus manos fuera de él. —Oh, cómo he echado de menos
nuestro tiempo juntos, Alexander. Únete a nosotros. Únete a mí. Fuimos
grandes juntos una vez. Podríamos volver a serlo.
Alex esbozó una sonrisa idéntica a la que veía tan a menudo en la
cara de Russ. —Ya hemos tenido esta conversación, Simone.
—Eso fue hace mucho tiempo.
—Sabes muy bien que no tengo ningún interés en unirme a la
resistencia, como también sabes que puede que sea el único hombre en
la tierra capaz de resistirse a tus encantos. Lo lamento. Por muy tentador
que seas, debo hacer lo mejor para mi familia.
—Por supuesto, Alexander. Lo entiendo completamente, aunque
me rompe el corazón.
—Y para que quede claro, Dani es parte de esa familia.
—Naturalmente.
—Como lo es ahora su compañero.
—Oh, querido —dijo Simone—. Eso sí que plantea un problema. —
Simone se acercó de nuevo a Alex y le pasó la mano lentamente por el
pecho. Rozó sus labios con los de él y sus ojos se cerraron—. ¿Estás
seguro de que no puedo hacer nada para convencerte, Alexander?
Alex intentó resistirse, pero la atrajo hacia sí para darle un beso
romántico que puso la piel de gallina a Simone. Ella se fundió en su
abrazo mientras decía: —Ohhhhhhh, Alexander.
—Me alegro mucho de volver a verte, Simone —dijo Alex—. Así que
te daré una oportunidad de irte pacíficamente.
Simone parecía sinceramente dolida mientras se separaba de él. —
Que así sea —siseó.
Simone lanzó un ataque invisible contra Alex y entonces se desató
el infierno.
Alex y Simone se enzarzaron en una violenta batalla de magos
haciendo explotar cosas y lanzándose mutuamente por toda la
habitación, pero yo no podía preocuparme por ellos en absoluto porque
uno de los vampiros había agarrado a Gabriel, lo que dejaba a Russ
intentando abrirse paso entre cuatro vampiros furiosos para llegar hasta
mí.
Lo primero que hizo Russ fue destrozar la cómoda, lo cual no tuvo
sentido para mí hasta que las astillas de madera salieron volando y los
vampiros se agacharon para ponerse a cubierto. Incluso el que me
sujetaba aflojó lo suficiente como para que pudiera liberarme.
—¿Como Buffy? —le dije a Russ mientras agarraba una astilla de
madera especialmente afilada.
—¡Exacto! —gritó y luego clavó la estaca improvisada en el corazón
del vampiro con el que luchaba.
Intenté coger una estaca de madera, pero mi antiguo captor volvió
a agarrarme y yo no era rival para su fuerza vampírica. Me retorcí y
pataleé, pero su cuerpo de acero no me hizo nada.
—¡Llévenlos afuera! —gritó Simone, y los vampiros que nos tenían
a Gabriel y a mí se dirigieron a la ventana.
Oí a Russ gritar mi nombre y levanté la vista justo a tiempo para
ver cómo un vampiro aprovechaba su distracción. Todo mi mundo se
detuvo cuando el vampiro agarró la estaca de la mano de Russ y se la
atravesó en el pecho.
Lancé un chillido que heló la sangre y, mientras gritaba, sentí cómo
el ardor de la magia subía a la superficie de mi piel y se precipitaba fuera
de mí en una explosión.
Todos los presentes seguían siendo conscientes de lo que ocurría,
pero se quedaron paralizados. Los oía gritarme cosas, pero no entendía
nada. Solo veía a Russ. Usando mi magia, empujé los brazos rígidos que
me sujetaban y corrí por la habitación.
Medio loca de rabia y dolor, saqué la estaca del pecho de Russ y se
la clavé al vampiro que le había hecho daño. La sangre manó del hombre
y gritó de agonía, pero aún permanecía de pie exactamente donde lo había
clavado.
Caí al suelo y cogí a Russ en brazos. Tosió débilmente, pero fue
suficiente. Seguía vivo. —¡Cúralo! —le grité entre sollozos. Lo estreché
contra mi pecho y deseé con todas mis fuerzas curarlo. Sentí que la magia
me abandonaba y que la energía empezaba a agotarse, pero me negué a
rendirme—. ¡Cúralo, maldita sea!
Apenas podía ver a través de las lágrimas mientras miraba a
Simone. Incluso ella y Alex estaban indefensos ante mi hechizo.
—¡Si él muere, tú estás muerta! —lloré—. ¡Todos ustedes! Seguiré
la pista de su estúpida resistencia y los mataré a todos y cada uno de
ustedes.
Volví a centrar mi atención en Russ. La herida de su pecho se
cerraba lentamente.
—Vamos, Rusty —sollocé, apartándole el pelo sudoroso de la
frente—. Usa mi energía. —Apreté a Russ contra mí con tanta fuerza que
prácticamente nos convertimos en uno solo—. Si mueres juro sobre tu
tumba que tendré dieciocho bebés de Gabriel y los llamaré a todos Russ
solo para enojar a tu fantasma.
Russ tosió entonces y consiguió ahogar las palabras —¿Intentas
matarme con esa amenaza? —antes de que sus ojos volvieran a ponerse
en blanco.
El color había vuelto a sus mejillas y el agujero de su pecho había
desaparecido casi por completo. Le acerqué la cara a la mía y, cuando
intentó corresponder a mi beso, empecé a sollozar de nuevo, esta vez
abrumada por el alivio.
Me golpeó una oleada de mareos y supe que estaba agotando toda
mi energía tratando de mantener a todos quietos y curar a Russ al mismo
tiempo. Solo liberé a Alex de mi hechizo.
—Mátalos —le dije cuando corrió a mi lado.
—Dani, ya te has explicado.
—¡Merecen pagar por esto!
—Danielle —me dijo Gabriel—, eso sería asesinato. Peor aún.
Ejecución
La voz de Gabriel pareció resquebrajarse a través de mi locura y
miré las caras de la habitación. —Si los dejo ir, te llevarán —le dije a
Gabriel.
—¡No lo haremos! —prometió rápidamente uno de los vampiros.
—Nos iremos —añadió Simone—. Tienes mi palabra.
Miré desesperada a Alex y luego de nuevo a Gabriel. —"Siguen
trabajando con la resistencia. Intentan iniciar una guerra. Matan a gente
inocente. ¿Recuerdas el pueblo de las montañas? ¿Quién crees que envió
el grupo de asalto tras ellos? No podemos dejar que se vayan.
—Danielle —suplicó Gabriel—. Si estalla la guerra lucharemos
contra la resistencia salvando a la gente, como hicimos con aquel pueblo.
Tú no eres una asesina. No quieres asesinar a esa gente por venganza.
No estaba tan segura de que eso fuera cierto. Incluso la profecía
decía que había luz y oscuridad en mí. Ya había matado a uno de ellos y
quería acabar con todos en ese mismo momento. Pero Gabriel era bueno,
y yo quería ser buena para él, así que solté el hechizo. El vampiro que
había matado cayó al suelo con un ruido repugnante.
Alex se volvió hacia Simone y ella levantó las manos en señal de
rendición. —He dado mi palabra. Los dejaremos.
—¿Quién es su líder? —preguntó Alex.
Simone sonrió a través de una expresión triste a Alex.
—Me matarías antes de sacarme esa respuesta.
—Bien —dijo Alex—. Entonces vuelve con tu líder y cuéntale lo que
has visto hoy. Diles que si vuelven a intentar ir a por mi familia, se
arrepentirán. Cumpliré las amenazas de Dani y la ayudaré a matar hasta
el último de ustedes.
Incluso derrotada, Simone no pudo mantener su mirada hacia
Alex. —Siento que haya tenido que ser así, Alexander. Realmente
podríamos haber tenido algo especial.
Alex me sorprendió sonriendo. —Mi oferta sigue en pie, Simone. Te
acuerdas, ¿verdad?
—¿Qué oferta? —pregunté, pero no recibí respuesta.
—Me acuerdo. —Simone besó la mejilla de Alex e hizo una señal
para que el ejército de vampiros que le quedaba se marchara con ella.
En cuanto se fueron, Alex se arrodilló a mi lado. —Estás agotada.
Ya me encargo yo.
Sentí que una mano bajaba por mi hombro.
—¡No! —grité apretando más fuerte a Russ contra mi pecho. Estaba
inconsciente de nuevo, pero respiraba con normalidad.
—Dani...
—¡Me necesita! —Volví a acercar el rostro de Russ al mío y besé sus
labios inconscientes—. Haré que te mejores —le dije—. Te amo siempre.
Pase lo que pase. Te lo prometí. No olvidaré mi promesa.
—Danielle —dijo Gabriel suavemente—, creo que el señor
Devereaux necesita un minuto con su hijo.
24
Traducido por Liillyana & Letssinkhearts
Corregido por Eli Hart
***
1Russ dice eso porque Gabriel dijo “Do not” en vez de usar la contracción “Don’t”.
—Pero no sé cuál es la respuesta correcta. Si, el Concilio es una
mierda, pero Gabriel tiene razón. No tendrán ningún problema en detener
a Robert. Y no son tan malos.
—¡Dani! —Russ se frustró ahora conmigo.
—Pero —añadí rápidamente—, si hay alguna posibilidad de poder
persuadir a la resistencia de que la guerra no es la manera de encontrar
el equilibrio, y que estoy dispuesta a ayudarlos si pueden encontrar una
solución pacífica, entonces ellos serían superiores aliados para nosotros
que el Concilio. Ambas formas pueden estar en lo correcto. O bien, ambas
maneras podríamos ser capturados y torturados hasta que accedamos a
ayudarlos.
—El Concilio nunca haría eso —dijo Gabriel.
—Ya lo hicieron una vez —le recordé—. ¿Quién dice que no harán
de nuevo?
El rostro de Gabriel se llenó de frustración. —No lo harán.
—No puedes saber eso, Gabriel. Estoy segura de que pensabas que
nunca habrían hecho lo que me hicieron. ¿No es así?
Gabriel suspiró. —No —admitió vacilante—, No creo al Concejal
capaz de tales acciones. Me sorprendió cuando me enteré de su trato
contigo.
—Así que no conoces al Concejal tan bien como crees —dijo Russ
con suficiencia—, ¿Verdad?
Una mirada peligrosa cruzó por el rostro de Gabriel y gruñó.
—Mejor de lo que conoces a tu propio padre.
Tuve que tirar a Russ al suelo para que no matara a Gabriel.
—¡Basta! —grité—. ¡Ambos!
—Será mejor que te apures a escoger un plan —espetó Russ—. O
juro que voy a patear el culo de tu marido.
—No. Lo decidiremos juntos.
—No. No lo haremos. Yo elegí un plan. Él eligió un plan. Tú eres el
desempate.
—¡PERO NO SÉ QUÉ HACER!
—Danielle —dijo Gabriel, tras haberse calmado—, la profecía dice
que el verdadero amor es lo único que te ayudará a decidir.
Sentí cómo la sangre se drenaba de mi cara.
—¡Oh, no! —Empecé a alejarme de los dos—. No, no, no. ¡No es
justo!
Russ me miró con convicción y Gabriel parecía casi igual de
determinado.
—Vamos, chicos —dije con desesperación—. No me hagan hacer
esto.
—¿Por qué no? —preguntó Russ—. Es tu destino después de todo.
¿No es así? No puedes seguir encadenándonos a ambos para siempre.
—¡No estoy… —Me sentía tan enojada que apenas podía formar
palabras—…encadenándolos!
—¡Claro que sí!
—¡Cuántas veces te he dicho que he aceptado a Gabriel! ¡Elijo a
Gabriel! ¿Cómo es que eso te encadena? Tú y Alex son mi familia. Gabriel
es mi marido. ¿Quieres que encuentre un diccionario para que puedas
ver la diferencia?
Russ se puso cara a cara conmigo, temblando de ira, pero me
mantuve firme. —Si estás tan decidido a tomar esta decisión basada en
el destino, entonces parece que iremos al consulado.
—¡Eso es una basura y lo sabes! La profecía dice que el amor
verdadero es lo que te ayudará. Solamente lo eliges porque te sientes
obligada. —Cuando negué con la cabeza, Russ puso los ojos en blanco—
. No lo niegues.
—No voy a negarlo, Russ. Gabriel y yo tenemos una conexión. Lo
siento.
Russ rió con una risa enojada. —¡Claro que lo sientes! ¡Ese era el
punto de la tortura! El Concilio te quebró y luego dejó que el Vidente te
sanara específicamente para que sintieras esa conexión. Lo que sientes
por él no es real. Físicamente, sí, cualquier idiota puede ver que te sientes
atraída por él, pero ¿amor? ¿Lo amas, Dani?
Me sobresaltó la pregunta. Moví mi mirada hacia Gabriel y cuando
nuestras miradas se cruzaron no necesité una visión para ver en su alma.
Sentí algo en mi corazón agitado, pero ¿amor? ¿Podría amarlo con el
tiempo?
—No puedes decirlo —dijo Russ, irrumpiendo entre la mirada que
Gabriel y yo compartimos—. No lo amas.
—¿Cómo puedo saber si lo amo? —argumenté—. ¿Cómo puedo
confiar en nada de lo que siento cuando mis relaciones con ambos fueron
severamente manipuladas?
—Somos más que un estúpido lazo sobrenatural y lo sabes.
—No, ¡no lo sé, Russ! Estoy en tal mal estado que no entiendo nada
de mis sentimientos acerca de nada. La única cosa que sé con certeza es
que cuando miro en su futuro, no solo veo momentos acaramelados. Veo
momentos importantes. Decisiones que se toman. Es como si la Creadora
me estuviera mostrando el camino a seguir. Ella me dice que puedo
confiar en Gabriel, y que lo necesito. No puedo ignorar eso.
Russ sacudió la cabeza. —Me amas —insistió—. Sé que lo haces y
puedo demostrarlo.
—No puedes demostrar eso.
—Bésame.
—¿Qué?
—El Concejal rompió tu vinculo ¿cierto?, esto significa que lo que
sea que sientes por mí solo tiene que ver contigo. Así que bésame. Bésame
de verdad. Si puedes decirme sinceramente que no me amas, que… que
no soy más que un mejor amigo para ti… entonces me rindo. Dejaré que
Gabriel tenga su estúpido destino.
Jadeé. ¿En medio de la noche? ¿En un estacionamiento al azar?
¿La tención tan espesa que podría estrangular a una persona? De repente
esta escena era tan familiar.
—Lo juro, Dani. Te dejaré en paz. Te daré mi maldita bendición si
quieres. Pero tienes que estar absolutamente segura.
—Russ. —Me sentía como si pudiera vomitar—. Yo…
Volví mis ojos a Gabriel. Él parecía tan enfermo como yo, y ya había
visto esa mirada en su cara. Era esto. El momento en el que volví a mirar
a Russ sabía que él iba a besarme, y entonces Gabriel iba a salir de mi
vida. Entré en pánico. No había visto venir esto. No iba a perder a Gabriel.
No podía perderlo.
Puedes cambiarlo.
El pensamiento no surgió de mí, pero lo asimilé en el momento en
que entró en mi mente.
—Puedo cambiarlo —susurré para mí misma.
—¿Danielle? —preguntó Gabriel. A la vez que Russ demandó—:
¿Cambiar qué?
—Pareces muy alterada, Danielle. ¿Qué has visto? —preguntó
Gabriel—. Dinos y podemos ayudarte.
Pero no podían ayudarme. Era una decisión en la que nadie podía
ayudarme. Me alejé del alcance de Russ esperando necesitar un minuto
para pensar, pero en el momento en que di ese paso lo supe. De hecho
ya había tomado esta decisión cuando no cambié mi visión de aceptar a
Gabriel. Y la había vuelto a tomar esta noche cuando había aceptado irme
con él.
Miré entre Gabriel y Russ varias veces. Sabía que ahora mismo me
estaría despidiendo de uno de ellos. Por mucho que me sorprendiera, y
por mucho que amara a Russ, a la hora de la verdad, era de Gabriel de
quien no podía separarme. Sería una devastación de la que no me
recuperaría. Por eso la Creadora eligió mostrarme este momento en
particular. Sin saber ya su resultado no habría sido capaz de tomar la
decisión.
Miré a Russ esperando que mis ojos se llenaran de lágrimas. En
lugar de eso, sentí que me invadía una oleada de alivio.
—No necesito besarte para saber que tenemos más que un vínculo
supernatural, Russ. Claro que lo sé, pero Gabriel y yo también tenemos
más que eso. No sé cómo lo sé, simplemente lo sé. Lo siento.
El rostro de Russ se volvió rojo con la ira mientras Gabriel se veía
pálido. Le sonreí y sostuve su mano. Él también parecía asustado de
respirar mientras esperaba que continuara hablando
—No te elijo por obligación —le dije— Lo que siento por ti no es lo
mismo que siento por Russ, pero sí te amo.
Los ojos de Gabriel brillaron y finalmente logro una pequeña
sonrisa. —Yo también te amo, Danielle. Desde el primer instante en que
te vi, me enamoré de ti.
Nuestro momento fue interrumpido por el sonido de cristales rotos.
Russ atravesó con su puño la ventana del conductor del auto de su padre.
Estaba sangrando por todas partes, pero no parecía importarle. Traté de
ver si se encontraba bien, pero se apartó cuando me acerqué.
—Lo siento.
—¿Lo sientes? —repitió incrédulo—. ¿Lo sientes? Después de toda
una vida juntos ¿esto es lo único que recibo de ti?
Me encogí de hombros con impotencia.
—Sigues siendo mi mejor amigo —le dije en voz baja—. Todavía te
amo, Russ. Siempre. Lo prometo.
Mi mano fue al collar alrededor de mi garganta. Cuando lo toqué,
Russ apartó la mirada, herido. Sin palabras, abrió la puerta, apartando
el cristal roto y se subió detrás del volante del auto.
—¿A dónde vas? —pregunté a través de la ventana perdida después
de que cerró la puerta—. ¿Qué vas a hacer?
—¿Qué te importa?
—Russ.
—Tú nunca fuiste solo una mejor amiga, Dani. Nunca. No puedo
quedarme a ver cómo cometes el gran error de tu vida.
Mis ojos y nariz comenzaron a arder e inhalé antes de hablar.
—Tienes razón. Separarnos es probablemente lo mejor para los
dos.
Russ había estado esperando que cambiara de opinión y lo eligiera
a él hasta ese mismo momento. Pude verlo en sus ojos cuando finalmente
se rindió. En lugar de ver cómo se le rompía el corazón, como había hecho
Gabriel en mi visión, vi cómo se convertía en hielo. Juro que el calor
literalmente se drenó de todo su cuerpo.
Él tomó nuestro edredón que dejé en el asiento trasero y lo arrojó
a través de la ventana rota. —Llévate esta cosa estúpida.
En ese momento, me entumecí. Era demasiado. Tiré el edredón a
mi pecho y dejé de sentir. —Te extrañaré —admití por ambos.
Russ aceleró el motor y esbozó una sonrisa fría, una cruel sonrisa
para mí. —Nos veremos, Danielle.
Di un salto atrás cuando aceleró y se fue. Me quedé de pie ahí,
observándolo durante mucho tiempo hasta que ya no lo podía ver. Estaba
en shock. No podía creer que él se había ido. Para siempre.
No me moví hasta que sentí la mano de Gabriel sobre mi hombro.
—Lo siento, Danielle. Estoy seguro de que necesitas un momento, pero
me temo que ya tenemos que irnos. Es seguro que el señor Devereaux
despertará pronto.
La mención de Alex me sacó del estado en donde estaba. Gabriel
tenía razón. Pasaba demasiado en este momento para dejarme caer en
pedazos.
Tropecé con Alex y miré hacia abajo a su figura durmiente.
—Toda mi vida —dije a nadie en particular—, él me trató como una
hija. Creí que me amaba.
Gabriel se quedó a mi lado y entrelazó nuestros dedos.
—Creo que sí te ama. Tal vez quería usar tu poder, pero su afecto
por ti es real. Es real. El de Russ también. Creo que ellos dos siempre te
querrán.
Solté un largo suspiro. —Lo sé. De verdad. Alex tal vez nos ocultó
algunas cosas a Russ y a mí, pero sigue siendo un buen hombre. A su
manera, hizo lo que creyó que era lo mejor para nosotros. Siempre fue
así. No puedo culparlo por lo que le hizo a su esposa, ya que lo hizo para
salvar la vida de Russ. He matado a un hombre lobo y un vampiro por la
misma razón y lo haría de nuevo.
Sentí una lagrima rodar por mi mejilla cuando me arrodillé a un
lado de Alex. —Es un buen hombre —dije de nuevo cuando encontré su
billetera.
—¿Le estás robando, Danielle?
Me reí un poco ante el horror de Gabriel. —Eres demasiado bueno
para tu propio bien. Vamos a necesitar el dinero y si estuviera despierto,
habría insistido en que lo tome de todas maneras.
Gabriel no discutió. Volví a meter la billetera de Alex en su bolsillo
y me entró un poco de asfixia al saber que había llegado el momento de
dejarle. Sin Russ era mucho más difícil despedirse de Alex. Era el último
de mi familia. Una vez que me alejara de él, oficialmente habría perdido
a todos los que me habían importado en toda mi vida anterior.
Una lágrima se convirtió en muchas cuando me incliné y apreté los
labios contra la mejilla de Alex. —Te quiero, Alex.
Me puse de pie y me acerqué a Gabriel pero él dio un paso atrás.
—¿No necesitas seguir siendo un hechicero? —preguntó.
Ni siquiera me había dado cuenta de que era uno, pero cuando le
di un beso a Alex, yo cambié. Lo pensé un momento y después levanté la
cabeza. — No tiene sentido. Estoy demasiado agotada para mantener un
hechizo. Solo tenemos que encontrar un lugar para descansar un rato y
luego podemos pensar en lo que vamos a hacer por la mañana.
—Muy bien.
Gabriel se sentía aliviado, tanto que se permitió acercarme a él y
yo me hundí felizmente en su abrazo. Me abrazó un momento, y luego me
puso a su lado mientras me alejaba de Alex.
Encontramos un parque a un kilómetro y medio más o menos y,
demasiado cansados para ir más lejos, nos metimos en el gran tubo de
plástico de un tobogán con la esperanza de que sirviera para ocultar
nuestras auras y bloquear el frío de la noche. Mi edredón no era muy
grande, pero era mucho mejor que nada y, junto con el abrigo y el cuerpo
caliente de Gabriel, me sentí bastante cómoda.
No fue hasta que nos acomodamos y las cosas se calmaron que
realmente empecé a sentir las consecuencias de mi decisión. Cuando
cerré los ojos mi mente divagó y no pude evitar que pensara en Russ. En
el momento en que pensé en el beso que habíamos compartido en mi
visión, la propia visión empezó a reproducirse de nuevo en mi mente.
Cuando la visión terminó me di cuenta de que estaba llorando en
el pecho de Gabriel. Podía sentir su mano acariciándome la cabeza.
—¿Danielle? —susurró con voz estrangulada—. Si crees que has
cometido un error, lo entendería. Voy a ayudarte a encontrarlo si eso es
lo que necesitas.
Dudaba que Gabriel dejara de sentirse cohibido por Russ, pero
sabía que tenía que hacer todo lo posible por ayudarle, así que dejé de
llorar y salí a gatas del tubo, donde pude sentarme cómodamente.
—No es eso —dije mientras Gabriel salía después de mí.
Me apoyé en él y esperé a que nos rodeara con la manta, antes de
continuar.
—En realidad siento un poco de alivio de que se fuera. —Cuando
lo admití, me di cuenta de lo cierta que era mi declaración—. No entiendes
lo difícil que ha sido estar con los dos, sabiendo que le hacía daño
constantemente a todos. Lo extrañaré, pero al final siento que puedo
respirar de nuevo.
—¿Estás segura sobre nosotros? ¿Estás segura de que es lo que
quieres? —La cara de Gabriel se había puesto pálida bajo la luz de la
luna. Bajó la mirada hacia su regazo y su voz tembló de nuevo cuando
dijo su siguiente frase—. No podría soportarlo si te quedas conmigo, pero
pasas tu vida lamentando tu decisión.
No era justo. Hice mi elección, e incluso lo elegí a él, sin embargo,
todavía le estaba haciendo daño.
—Gabriel, vi un resultado diferente de los eventos de esta noche.
Cuando me hicieron mirar a tu futuro el otro día, vi esta noche. Solo que
en la visión, cuando Russ me dijo que probara que no lo amaba, dejé que
me besara. Ese beso te rompió tanto el corazón que te fuiste. Te rendiste
conmigo. Vi morir una parte de ti y luego volviste al consulado. —Gabriel
se tensó a mi lado, pero no interrumpió. Le di a su mano un apretón y le
dije—: No he cambiado la visión para evitarte ese dolor.
Gabriel finalmente me miró a los ojos de nuevo, pero estaba lleno
de confusión.
—Lo hice porque no podía soportar la idea de perderte. Después de
que la visión terminó ese día, te besé porque estaba tan aliviada de que
siguieras allí. Me alivió tanto que todo había sido un sueño. Cuando el
sueño me alcanzó esta noche, sabía que sin importar lo que hiciera, iba
a perder a uno de ustedes. Cuando llegó el momento, realmente no tenía
otra opción. No podía dejarte ir.
—Danielle —susurró Gabriel. Trató de decir algo más, pero no fue
capaz de encontrar palabras que le siguieran a mi nombre.
—Russ y yo éramos tan parecidos que éramos prácticamente la
misma persona —dije—. Pero entonces llegaste tú. Eras tan diferente,
fuerte y bueno. No creo que la tortura me haya cambiado. Creo que fuiste
tú. Los amo a los dos, pero te necesito.
Y le hice llorar. No me refería a lágrimas ni nada, por supuesto,
pero ya saben. Definitivamente había humedad en sus ojos y tuvo que
aclararse la garganta antes de susurrar: —Gracias, Danielle. —Para un
chico eso es básicamente lo mismo.
Nunca se me han dado bien los momentos serios y sensibleros.
Estaba absolutamente desesperada por romper la tensión, así que le di
un codazo en el hombro y le dije: —Además, ya sabes, Russ no tiene
tatuajes.
Gabriel soltó una carcajada y me besó como si se hubiera estado
conteniendo desde siempre y no hubiera podido seguir así ni un momento
más. Era la primera vez que parecía realmente desesperado por mi afecto.
Era tan lindo que empecé a reírme.
Al parecer, Gabriel no compartía mi humor juguetón. —Danielle,
no estoy tratando de ser gracioso —prácticamente gruñó mientras
continuaba atacando mi boca.
Por supuesto, eso solo me hizo reír a carcajadas. —Tienes razón.
—Intenté recuperar la sobriedad—. Lo siento. —Le di un buen y largo
beso y luego me retiré con un suspiro.
Gabriel comprendió mis pensamientos y tiró de mí hacia nuestra
cama improvisada. —Descansa un poco, Danielle.
No hizo falta que me lo dijera dos veces.
27
Traducido por Julieyrr
Corregido por CrisCras
Estaba de pie en una gran sala redonda que tenía un aspecto tan
gótico medieval como el consulado. El interior estaba hecho sobre todo
de piedra, y la única luz provenía de las antorchas en las paredes y las
velas encendidas en el centro de la habitación.
Había visto el altar antes, en otro sueño, pero era mucho más
horrible esta vez porque Gabriel estaba tirado en una losa de piedra en
el centro del círculo. Parecía estar en un sueño profundo, por lo cual
asumí que estaba encantado.
Entonces, un hombre envuelto en una capa oscura tan grande que
no podía distinguir un solo rasgo de su rostro, se acercó al altar cantando
en el mismo idioma en que solía escuchar a Russ murmurar cuando
estaba haciendo magia. Mientras decía su encantamiento, una por una,
cada vela colocada en los cinco puntos de la estrella dibujada en el suelo
debajo del altar, fueron a la vida con un zumbido. Después de que la
última fuera iluminada, la figura encapuchada sacó la misma daga que
el vagabundo había utilizado en mi visión anterior y cortó las muñecas
de Gabriel. Gabriel ni siquiera se estremeció.
Me quedé sin aliento, pero me dije una y otra vez que esto no era
real. Al menos no todavía.
La sangre brotaba de Gabriel y se derramaba en un par de cálices
de oro. Un repentino viento salido de la nada azotó por la habitación y
todo comenzó a temblar.
La figura encapuchada desapareció detrás de una alta cortina de
terciopelo roja y dejó a Gabriel solo y muriendo en el altar para hacer
frente a lo que supuse sería el Ángel de la Muerte. Justo cuando una
oscura nube se formó por encima de Gabriel, la visión terminó y me senté
tan rápido que me golpeé la cabeza contra algo muy duro.
Me tomó un minuto recordar dónde estaba, y luego el plástico de
color amarillo brillante que me rodeaba entró en foco. Estaba en un
parque con Gabriel. Nos separamos de Alex y Russ y caímos aquí por lo
poco que quedaba de la noche. El sol estaba muy brillante ahora, por lo
que supuse que debía ser más allá de temprano en la mañana y
trabajando su camino hacia la tarde.
Era evidente que Gabriel no había compartido mi visión. Un vidente
no puede nunca ser testigo de su propio destino (a menos que suceda
que ese vidente sea yo), pero Gabriel aún estaba tan profundamente
dormido que no se había dado cuenta de mi regreso a la conciencia.
Se veía tan tranquilo que odiaba despertarlo, pero su inminente
muerte tenía prioridad y le sacudí el hombro. —Gabriel.
Medio consciente Gabriel me vio, tiró de mí hacia abajo, contra él,
acarició su cara en mi cuello y se volvió a dormir.
Lo sacudí de nuevo. —No, Gabriel, despierta.
—¿Debo?
—Si no quieres ser sacrificado —le espeté.
Gabriel respondió a la preocupación en mi voz y se puso alerta.
—¿Qué pasa?
—Algo ha cambiado —le dije, saliendo de la estructura de juego en
estado de pánico—. ¡Algo que hicimos lo ha cambiado todo!
Gabriel me siguió a tierra firme y estiró su cuerpo alto antes de
descansar sus manos sobre mis hombros. —Danielle, cálmate. ¿Qué has
visto?
Miré hacia arriba, en sus hermosos ojos oscuros tan llenos de vida,
y me obligué a tragar el nudo de mi garganta. No podía decir las palabras
terribles, así que en su lugar le tendí la mano y reproduje la pesadilla.
Gabriel se quedó quieto y en silencio a través de la visión y una vez
que había terminado, me miró tranquilamente a los ojos. —Vamos a
cambiarlo, Danielle.
—¿Cómo? ¡No tenemos la menor idea de lo que estamos haciendo!
Estamos solos ahora. Hemos intentado durante días y no hemos hecho
nada en absoluto, excepto empeorar las cosas. ¡Esto nos sobrepasa!
Gabriel me miró con cautela. Me dejó tener mi momento de
despotricar, que, créanme, lo hice por lo menos durante unos cinco
minutos. Se sentó en un banco permitiéndome caminar de un lado a otro
delante de él, vociferando acerca de cómo yo era una estúpida don nadie
de ningún lado de Pennsylvania y no se podía esperar que salvara el
mundo.
Eventualmente no me quedaba más vapor y cuando me senté a su
lado, sonrió. —Danielle, voy a pedirte que hagas algo que no va a ser fácil
para ti.
Miré hacia él, ya derrotada. —Decir adiós a Russ y Alex anoche fue
lo más difícil que he tenido que hacer. Comparado con eso, todo va a ser
fácil. Si tienes un plan, por todos los medios participaré.
Gabriel me dio una sonrisa de complicidad y sacudió la cabeza.
—Llegó el momento de que te tragues tu orgullo y resentimiento.
Tienes razón en que estamos sobre nuestras cabezas. Necesitamos la
ayuda del Concejal. Tenemos que volver al consulado.
Mi cara se volvió de un rojo furioso y todo mi cuerpo se estremeció
con energía intensa. Tuve que tragarme de nuevo mi frustración porque
si abría la boca en ese momento tendría un poco de la cabeza de Gabriel
fuera.
Gabriel sabía lo enfadada que estaba y cuán frustrada me sentía,
pero me miró con convicción. Estaba en lo cierto y él lo sabía. Por
desgracia, yo también lo sabía.
—¿Cómo iba a saber que ibas a decir eso? —me quejé cuando por
fin pude hablar.
El rostro de Gabriel se iluminó y me tomó en sus brazos.
—Porque eres mucho más inteligente de lo que te das crédito. —
Atrajo mi cara hacia la suya—. No eres una don nadie, Danielle. Tú eres…
Le di un beso antes de que pudiera hacer que me volviera blanda
otra vez.
Aún parecía sorprendido cada vez que lo besaba. No sabría decir si
era porque aún no se creía que yo lo deseara, porque aún era algo nuevo
para él o porque simplemente se sentía abrumado por lo mucho que
disfrutaba con ello. Pero la forma en que siempre empezaba siendo tímido
y luego se dejaba dominar por el deseo cuando le entraban las hormonas
me derretía por dentro. Si él tuviera idea de lo que yo le dejaría hacer solo
para que me besara así, estaría en serios problemas.
Me retiré respirando con dificultad. —¡Está bien, está bien! Vamos
a ir al maldito consulado antes de que te arrastre de vuelta en ese tubo y
te ponga manos a la obra con la lección de los pájaros y las abejas.
El pecho de Gabriel todavía estaba agitado y sus brazos seguían
clavando mis caderas contra las suyas, pero se las arregló para echar la
cabeza hacia atrás con el ceño fruncido. —¿Los pájaros y las abejas?
Sus ojos se dirigieron de nuevo a mis labios y me estremecí.
—No te preocupes. Estoy segura de que voy a explicártelo mucho
antes de lo que es debido para una dama, pero tenemos otras cosas de
qué preocuparnos en este momento.
***
Tuvimos que caminar durante una hora para encontrar la estación
de tren más cercana, pero, por el lado bueno, Alex nos había estado
guiando al norte, así que realmente no estábamos tan lejos de la ciudad.
De hecho, estábamos de nuevo en la buena vieja Newark. Estaríamos en
el consulado en media hora.
Gabriel estaba más nervioso de lo que jamás lo había visto.
—No me gusta esto —se quejó cuando abordamos el ocupado tren.
Estaba tan ocupado que no había asientos disponibles, y un tipo
de la edad de mi padre vestido con un traje de negocios amablemente me
ofreció el suyo, pero tuve que decir “no, gracias” cuando Gabriel se negó
a dejar que me separara más de un centímetro de él.
—No estamos escondidos en este momento, Danielle —susurró—.
Deberíamos mantenernos tan cerca uno del otro como sea posible.
Si hubiera espacio, habría estado caminando por el vagón,
arrastrándome sin ni siquiera darse cuenta. En la siguiente parada dos
asientos estaban disponibles uno junto al otro y lo forcé a sentarse.
—Gabriel, relájate un poco. Estas personas son gente normal.
Nadie que se preocupe por nosotros tiene la menor idea de dónde estamos
ahora mismo. Si hay algún lugar donde tenemos que ser más cuidadosos
es cuando lleguemos al Consulado. Ahí es donde está Robert y no
sabemos quién más podría estar trabajando con él.
Gabriel hizo una mueca. —Sí, entiendo tu punto.
Gabriel echó su brazo por encima de mi hombro y apenas había
logrado liberar la tensión de sus músculos cuando de repente fue mi
cuerpo el que se puso rígido. —¿Qué es? —preguntó.
Miré alrededor del tren a toda la gente. Todo el mundo parecía
completamente normal y nadie parecía prestarnos la mínima atención.
Lo que podría decir de todos modos.
—¿Qué es, Danielle?
Le iba a provocar un ataque de pánico a Gabriel si no le contestaba.
—¿Hay otros seres sobrenaturales en este tren, además de nosotros?
Gabriel se sorprendió por mi pregunta. —No en este vagón en
particular. ¿Por qué?
—Magia —le susurré. Mi mano instintivamente buscó el amuleto
descansando alrededor de mi cuello. Gabriel parecía confundido por lo
que le expliqué—: El hechicero en mi interior está tratando de salir a la
superficie. Siento la magia en el aire a mi alrededor.
Gabriel quitó su brazo de alrededor de mi hombro y me agarró la
mano. —¿Estás segura?
Asentí con la cabeza. —Desde que entré en mis poderes, siempre
he sido capaz de sentir la magia. Es como supe que el Concejal era un
hechicero cuando lo conocí.
Miré alrededor del vagón otra vez y mi mente corría. ¿Podría estar
encantado? ¿Para mantenernos a Gabriel y a mí atrapados aquí? ¿O tal
vez para mantener a otros seres sobrenaturales fuera? ¿Puede haber
alguien aquí con nosotros, observándonos, escondidos a salvo bajo un
hechizo de invisibilidad? La idea me hizo estremecer.
—Creo que tenemos que salir de este tren —dije en voz baja cuando
se sintió un ligero revuelo en el aire—. Como ahora.
Gabriel asintió y cuando el tren se detuvo en la siguiente parada
comencé a levantarme. Gabriel me retuvo, sacudiendo la cabeza.
—Espera hasta el último segundo —murmuro en voz tan baja en
mi oído que apenas distinguí las palabras.
Las puertas se abrieron y vi a los pasajeros pasar dentro y fuera
del tren. —¿Listo? —le pregunté. Cuando Gabriel no respondió me di la
vuelta para mirarlo—. Si esperamos más vamos a perder…
Gabriel no estaba sentado a mi lado. La mano que se había aferrado
a Gabriel ahora estaba agarrando mi amuleto. Ni siquiera me había dado
cuenta de que lo había dejado ir.
—¿Gabriel? —susurré.
Nada.
Me puse de pie. Gabriel no estaba en este tren. Escuché un
estruendo procedente de detrás de mí y me di la vuelta para ver que otro
tren estaba estacionado en la pista próxima a la que yo estaba y de alguna
manera Gabriel había sido transportado a él. Estaba gritando mi nombre,
pero todo lo que escuché fue el sordo golpeteo de donde él golpeaba la
ventana del tren.
—Gabriel —grité, golpeando mi ventana con frustración y miedo.
Traté de correr hacia la salida pero las puertas del tren ya se habían
cerrado, así que no podía hacer nada más que mirar con horror como
nuestros dos trenes independientes aceleraron en direcciones opuestas.
Corrí de vagón en vagón hacia la parte trasera de mi tren, no
teniendo ni idea de lo que iba a hacer, pero incapaz de quedarme quieta.
En el momento en que llegué al final, el tren de Gabriel se había ido y
todo lo que veía desde la ventana era una pista vacía.
Me tomé un momento para recuperar el aliento y luego me dejé caer
en un asiento vacío, aturdida. Estaba tan ida que ni siquiera recuerdo lo
que pasó después. No sé cuánto tiempo pasé allí, solo que salí de mi
estado de shock cuando el tren se sumió en la oscuridad cuando entró
en un túnel bajo el río Hudson.
Suspiré con alivio, sabía que estaría en Manhattan en minutos. Por
mucho que odiara admitirlo, el Concejal podría ayudar. Entonces, justo
cuando tuve el pensamiento, como si el destino estuviera jugándome una
broma cruel, el tren llegó retumbando a una parada. La electricidad se
fue y por un momento todo fue lanzado a la oscuridad antes de que las
débiles luces de emergencia se encendieran.
Cuando el conductor anunció los problemas mecánicos, todo el
mundo a bordo del tren gimió colectivamente y algunas de las personas
más coloridas eligieron ir con una reacción típica de Russ y soltaron
blasfemias. No podía culparlos. Tenía unas cuantas palabras propias que
me hubiera gustado haber dicho si no estuviera tan ocupada teniendo un
ataque al corazón.
Salté de mi asiento para mirar por las ventanas. No se veía la luz
desde donde habíamos entrado en el túnel. No podía ser coincidencia.
Este tren estaba destinado a descomponerse. Intuitivamente sabía que el
Concejal Mason no quería que llegara al consulado a tiempo para
detenerlo.
Me quedé en mi asiento justo cuando estaba llegando a una
conclusión aterradora. Gabriel se había ido. Yo era la elegida y solo había
fallado. El pensamiento provocó una avalancha de emociones y lloré como
nunca antes había llorado.
Escuché a alguien reír y vi levantarse a una madre y llevar a sus
hijos al próximo tren, pero nada podía detenerme. Nunca me había
sentido más desesperada en toda mi vida. Russ se había ido. Gabriel iba
a morir. El maldito Ángel de la Muerte estaba a punto de ser puesto en
libertad para matar a la raza humana. Y estoy bastante segura de que la
Creadora se disponía a golpearme por ser un fracaso épico.
—Me torturarán de nuevo cuando el Concejal me encuentre —dije
a través de mis lágrimas, y luego reí maniáticamente porque casi podía
oír la voz de la razón de Gabriel en mi cabeza. Diría algo ridículo como:
No desesperes, Danielle. La Creadora te eligió por una razón. Sé que vas a
hallar una manera.
Si Russ estuviera aquí solo me diría que dejara de ser estúpida y
que creciera. Ambos probablemente tendrían razón.
Eso fue suficiente para sacarme de mi fiesta de lástima y hacerme
pensar. Estaba en mi camino al consulado ya, y todavía tenía la visión.
Gabriel no iba a ser sacrificado en este mismo segundo. Aún no había
terminado. Tenía que seguir intentándolo.
Busqué en el vagón hasta que encontré una caja de emergencia con
una gran linterna en el interior. Perfecto. Entonces miré hacia el túnel
negro de miedo y respiré mientras forzaba a abrirse la puerta.
—¿Qué estás haciendo? —escuché a alguien decir en voz alta a mis
espaldas.
—Nadie trata de sacrificar a mi marido y se sale con la suya —me
quejé y luego salté del tren.
Había un útil pasillo estrecho en el lado del tren que parecía
ejecutar la longitud del túnel. Corrí junto a él, haciendo mi camino hacia
la parte delantera del tren en dirección a la ciudad. Si alguien a bordo me
vio, no intentaron detenerme. Me pregunté por qué hasta el túnel se tragó
la tenue luz del tren detrás de mí. Alguien tendría que estar loco para
pasear en este lugar.
—O desesperada —susurré en voz alta. Mi voz, aun siendo de lo
más silenciosa, rebotó en las paredes en ecos espeluznantes.
Si pensaba que me sentía sola en el tren estaba muy equivocada.
Por un breve segundo el mundo giraba a mí alrededor. Me llené de una
pena que consumía todo como la oscuridad a mí alrededor. Al principio
confundí el miedo de mi entorno sombrío, pero a medida que continuaba
caminando por el túnel mi cuerpo se puso inquieto y reconocí el vacío
dentro de mí.
Los anhelos estaban ardiendo mientras volvían a la vida, solo que
se sentían diferente esta vez. Era como si pudiera sentir literalmente a
Gabriel alejándose más y más de mí. Duncan tenía razón: Gabriel y yo
estábamos conectados, pero era más que nuestra conexión. Era una
parte de mí, no solo su energía. Sentía su pérdida, pero todavía podía
sentirlo. De alguna manera, sabía que todavía estaba allí, esperando a
que lo encontrara otra vez. Al igual que sabía que sentiría si le ocurría
algo. La idea de esa pérdida fue suficiente para hacerme olvidar el miedo
y recorrer el túnel lo más rápido que mis piernas me pudieran llevar.
28
Traducido por Ann Farrow & Blaire2015
Corregido por Danita
***
El Concejal y yo nos quedamos en un incómodo silencio mientras
conducíamos a Nueva Jersey. Se sintió como un pequeño milagro cuando
el móvil de Gina sonó, incluso si casi me mata del susto.
—¿Hola?
—¿Dani?
—¡Duncan!
—Danielle, no hables de lo que estamos haciendo —susurró el
Concejal a mi lado.
Lo fulminé con la mirada y dije por el teléfono: —¡Es Robert! Él va
a sacrificar a Gabriel con el fin de convocar al Ángel de la Muerte. Estoy
con el Concejal ahora mismo. Vamos a alguna sede de una fraternidad
sobrenatural en la Universidad de Princeton.
—La conozco. Se utilizó como edificio del Concilio cuando se
asentaron por primera vez en Estados Unidos.
—Bien. Nos encontraremos allí. Tengo el presentimiento que vamos
a necesitar tu ayuda.
Duncan colgó sin decir ni una palabra, pero sabía que no me
decepcionaría.
—Gracias, Gina —susurré para mí, mientras ponía el teléfono en
la parte trasera de mi mochila.
—No deberías haberlos involucrado, Danielle. No solo se pondrán
en peligro, sino que tenemos que contener este asunto lo máximo posible.
—No te ofendas, Concejal, pero confío en Duncan y Gina más que
en ti. Solo estás aquí porque Gabriel dijo que necesitaba tu ayuda.
—Bueno, al menos Gabriel fue capaz de meter algo de sentido
común en ti, niña. Ruega para que lo encontremos a tiempo y un día
podrás ser de alguna utilidad para el Concilio.
Eso me molestó. —¿Cuando me dejaste en el salón blanco durante
tanto tiempo realmente trataba de ayudarme, o simplemente estabas
molesto porque me negué a hacer lo que querías?
—Yo no actué por resentimiento, Danielle. Era la única forma de
corregir el daño que Alexander te había hecho.
El enojo del Concejal me irritaba, pero perdí la energía para estar
realmente cabreada.
—¿De verdad piensas que mi relación con Russ era dañina?
—Creo que tu relación con el hijo de Alexander fue planeada. Más
allá de eso eran buenos el uno para el otro. No lo sé.
El Concejal suspiró. Aparentemente, tampoco tenía la energía para
seguir estando enfadado conmigo.
—Debido a nuestra habilidad de compartir la energía, los seres
sobrenaturales formamos vínculos fuertes unos con los otros. Llegamos
a conectarnos tanto física como emocionalmente a aquellos que nos
rodean. Como resultado, nuestras relaciones, románticas, familiares o de
amistad, son mucho más fuertes que para los humanos. La mayoría de
los sobrenaturales forman muchos de estos vínculos con las personas
que están en sus vidas. Cuando llegaste al Concilio te habías enlazado
con dos seres: Alexander y su hijo. Tus vínculos con ellos eran tan fuertes
que rechazabas toda otra energía sobrenatural. Si no hubiera roto
aquellos vínculos, tú nunca, en toda tu vida, habrías sido capaz de formar
nuevos vínculos con alguien más.
—¿Y la única razón por la que se pudo romper los vínculos era
porque estoy pasando por los anhelos en este momento?
—Sí. Los vínculos sobrenaturales son permanentes. Es por eso que
la mayoría de los sobrenaturales son compañeros de por vida. El divorcio
es una práctica humana. Para romper realmente un vínculo, se debe
estar famélico de energía sobrenatural. Eso es casi imposible de hacer
sin morir. Fue una suerte que estuvieras empezando los anhelos. Creo
que no hubiera funcionado de otra forma.
—Así qué... rompiste mi vínculo con Russ, ¿pero él aún tiene ese
vínculo conmigo?
La expresión del Concejal cayó cuando se dio cuenta de por qué
preguntaba acerca de todo esto. Parecía realmente apenado.
—Sí. Russel tendrá su vínculo contigo por el resto de su vida.
No podía olvidar la mirada en el rostro de Russ mientras salía de
mi vida anoche. Esa angustia que siempre sentirá, trajo lágrimas a mis
ojos.
—¿Por qué le hiciste eso a él? —pregunté—. No dañábamos a nadie
amándonos el uno al otro. Si sabías que rompiendo mi vínculo lo dejarías
solo por el resto de su vida, ¿cómo pudiste hacerlo? No hay manera de
romper su conexión conmigo. Rompí su corazón. La va a doler siempre.
—Lamento eso, Danielle. De verdad. Pero no tuve elección. Nunca
hubieras aceptado a Gabriel de otra manera y él es de quien habló la
profecía. —Comencé a llorar y el Concejal me estudió por un momento
antes de decir—: Sabes eso, ¿no es así?
Asentí, pero me sentía entumecida.
—Lo siento, Danielle. Sé lo que piensas de mí, pero no soy una
criatura cruel. No disfruté alejarte así de tu casa y tu familia. Me odié por
la tortura que te hice pasar, pero como el Concejal Supremo, estoy
forzado a tomar decisiones difíciles. Esas que deben hacerse por todo el
mundo sobrenatural. Tu sacrificio era necesario. El único consuelo que
sentí en todo eso es que daba un regalo con tu pareja. La mayoría de la
gente, incluso aquellos libres de elegirla, no son tan afortunados como
tú.
—Si lo amas tanto, ¿cómo pudiste hacer con él exactamente lo que
Alex nos hizo a Russ y a mí? ¿Piensas que el vínculo entre Gabriel y yo
no es planeado? ¿Piensas que mis sentimientos por él son reales? Me
ama. De verdad, me ama. Más que a nada. ¿No se merece el mismo amor?
—Tú también lo amas, Danielle. ¿No es así?
—Sí, pero...
—¿Entonces por qué importa cómo se formó ese amor?
—¡Porque no es real! ¡Fue forzado! Me manipularon para que me
enamorara de él. Eso no es amor.
—¿Cómo puedes saber si lo que sientes por él está manipulado
solamente porque comparten energía? ¿No es posible que te hayas ligado
a él tan fácilmente porque te preocupas por su bienestar? ¿Qué pasa con
las visiones de la Creadora? ¿Crees que la Creadora los emparejaría si no
estuvieran hechos el uno para el otro?
—¿En serio crees eso? —pregunté—. ¿De verdad crees que Gabriel
y yo estamos destinados a estar juntos tanto como para adueñarte de mi
libertad?
El Concejal se enfadó conmigo otra vez. Apretó el volante hasta que
sus nudillos se volvieron blancos.
—¿Quieres la verdad, Danielle?
—Merezco la verdad.
—Era conveniente que fueras la Elegida, pero no es por eso que
hice lo que hice. Si no hubieras sido vital para la salvación de nuestra
gente, aun así hubiera roto tu vínculo con el chico Devereaux.
—Pensaba que habías dicho que no hacías las cosas para
desquitarse.
—Arruinar los planes que Alexander tenía para ti fue un golpe de
suerte. Lo rompí por Gabriel y solo por Gabriel porque, por alguna razón
incomprensible, te quería. Te quería y yo quería que él sea feliz.
—¿Qué? —Jadeé. Eso era probablemente lo último que esperaba
que dijera.
—Gabriel ha tenido incontables visiones que implican a mujeres de
casi su propia edad, pero cuando tuvo esa visión sobre ti, fue diferente.
No podía pensar en nada más, hablar de nada más que de ti. No podía
comer o dormir hasta que supo que te encontrabas segura.
—Tenía tanto miedo de que se hubiera equivocado acerca de su
visión... de que fueras nada más que un sueño que tuvo mientras dormía
y que en realidad no existieras. Lo aterrorizaba nunca poder encontrarte.
Cuando le dije que Robert te había rescatado de forma segura y que iba
a llevarte al consulado, Gabriel se convirtió en un chico diferente. Se
sintió mareado, excitado y más animado de lo que nunca lo había visto.
Estaba tan ansioso de tu llegada que simplemente no podía quedarse
quieto.
Sonreí ante el pensamiento de Gabriel volviendo loco al Concilio
por su primer enamoramiento. Lo había visto mareado una vez, el día que
me llevó a nuestro picnic. Era lo más adorable que había visto.
—No se veía de esa forma cuando me encontré con él la primera
noche.
—Me imagino que se sentía aterrado por ti, Danielle, y un poco
impactado. Eras una cosita desdichada esa noche. Enfadada, irreverente,
insubordinada. Golpeando y maldiciendo, chillando y gritando.
—Había sido secuestrada por un puñado de fenómenos míticos —
refunfuñé en mi propia defensa.
—Pensé que seguramente había cambiado de opinión después de
conocerte, pero solo le preocupaba que lo odiaras. Dijo que tú estabas
aterrorizada, y triste, y llena de rabia y odio por el Concilio. Creía que era
su culpa y temía que nunca lo perdonaras. Se encontraba tan molesto,
que no pudo concentrarse en ninguna de las discusiones que intenté
tener con él esa noche.
»Podía ver en sus ojos lo mucho que te quería, y se sentía tan
esperanzado porque tú habías tenido una visión concerniente a ustedes
dos. Personalmente, yo detestaba tan solo verte, pero Gabriel es tan puro,
inocente y desinteresado, ¿cómo podía negarle nada de lo que quería?
Creo que el Concejal y yo nos quedamos en un silencio
contemplativo durante cinco minutos después de eso. Tenía que
romperlo.
—¿Por si sirve de algo? Te detesto más.
El Concejal me sorprendió, riéndose. —Oh, dudo mucho eso, niña.
Eché un vistazo de nuevo al reloj y el Concejal agarró el volante
más fuerte.
—Llegaremos a tiempo, Danielle.
—Lo sé —murmuré. Solo deseaba creerlo.
29
Traducido por Val_17 & Majo_Smile
Corregido por Meliizza
—¡Gina! —grité por encima del rugido del infierno abriéndose sobre
nuestras cabezas—. Dijiste que puedes curar, ¿no?
Gina miró a la cantidad de sangre que me cubría y sacudió la
cabeza bruscamente. —Puedo curar huesos rotos y arañazos. No sé si
puedo hacer eso.
—No es tan malo como parece. Ya me he ocupado de la mayor
parte. Solo haz lo que puedas.
Puse las manos reticentes de Gina sobre el cuello de Gabriel y luego
me di vuelta justo a tiempo para ver un par de relucientes ojos negros
abiertos como el petróleo. La nube de humo tomó forma alrededor de ellos
y se transformó en algo que parecía en parte hombre, parte animal.
Addonexus tenía cuerpo de hombre, pero su columna vertebral era
encorvada como la de un jabalí. Cuernos brotaban de su frente, y una
cola larga y afilada se sacudía por detrás de él. Tenía un pecho enorme,
hombros anchos y la cara de un hombre, con la excepción de un hocico
y colmillos que destilaban una tinta negra.
La imagen era una pesadilla que sin duda me perseguiría por el
resto de mi vida.
La parte más perturbadora de todo el panorama era que, cuando
sonreía, la sonrisa era tan astuta y tan brillante que era casi seductor.
—Huelo tu miedo, niña —dijo, en una voz sorprendentemente
suave. Tomó una bocanada profunda y cerró los ojos como si estuviera
saboreando el olor—. Te doy las gracias por una ofrenda como ésta —hizo
un gesto hacia Gabriel con una sonrisa—, nunca he probado una sangre
tan fuerte y pura.
Traté de no atragantarme mientras el monstruo se humedecía los
labios y se estremecía de placer.
Traté de empujar mi miedo lo más lejos posible. —Yo no lo hice.
—Dani, no creo que debieras estar discutiendo con un demonio —
murmuró Duncan por detrás de mí. Su voz temblaba con el miedo que
me negaba a acoger.
La lógica me decía que debería estar asustada de esta criatura, pero
luego miré a Gabriel y recordé cómo había sonreído cuando me contó
sobre su primera visión de mí. Dijo que había sido fuerte, y fue aquella
fuerza la que lo enamoró. Esa fuerza que le dio tanta fe en mí. Gabriel no
podía verlo ahora, pero se lo debía por encontrar la fuerza y ser la chica
de su visión.
—No me importa quién haya hecho esto —dijo el demonio—. Ya
está hecho, y he sido liberado. Es un lugar tan rico, este mundo. Puedo
saborear la vida a mi alrededor. Es positivamente delicioso.
—Yo todavía no agarraría una cuchara.
El demonio miró hacia mí y me dio su sonrisa desconcertante. Fui
golpeada por una onda de energía que nunca había sentido antes. Estaba
lleno de dolor y odio. Jadeé e instintivamente busqué por mi collar. Pensé
en Gabriel otra vez y cuánto amor sentía por mí.
—Resistes la desesperación del Inframundo —dijo el demonio,
curioso—. Debes de ser una niña muy poderosa.
—¿Quieres averiguarlo?
Addonexus alzó una ceja y uno de sus colmillos se levantó con eso.
Más de esa sustancia de baba negra goteó de su boca cuando sonrió.
—¿Me estás dando permiso para entrar? —preguntó como si se
tratara de una agradable conversación cotidiana entre amigos—. Estoy
en la necesidad de algún recipiente fuerte para lanzar mi ira sobre este
mundo.
Se veía asqueroso y aterrador, pero todo lo que pude ver en ese
momento fue la mirada en el rostro de Gabriel cuando se sentó conmigo
en la cama esa noche. Él se habría reído al recordar este momento. El
pensamiento me hizo sonreír y deseé que Gabriel estuviese despierto para
escuchar la siguiente frase.
—Si entras a este cuerpo, la única muerte y destrucción que
traerás es la tuya cuando te envíe de vuelta al infierno.
El Ángel de la Muerte echó su cabeza hacia atrás y rió.
Ojalá la estúpida visión de Gabriel hubiera durado lo suficiente
para ver cómo exactamente se suponía que derrotara a este demonio,
porque tan pronto como dejó de reír, fijó sus ojos en los míos con una
mirada hambrienta.
—Ayúdame, Madre Creadora —dije, aferrando el amuleto que Russ
me dio.
Déjalo entrar.
Una vez más, un susurro en el fondo de mi mente sonó alto, y luego
con súbita claridad sobrenatural sabía exactamente lo que tenía que
hacer. Me alejé de Duncan, acercándome más cerca de Addonexus, y
enderecé los hombros.
—¿Quieres sentir poder? —pregunté—. Está bien. Adelante. Tienes
mi permiso para entrar en este cuerpo. Haz lo que quieras.
—¡Dani, no! —gritó Duncan. Trató de alejarme del demonio, pero
era demasiado tarde. La forma monstruosa se disolvió de nuevo en una
espesa nube de humo negro y trató de abrirse paso en mi cuerpo.
En el momento que el humo entró en contacto con mi piel, sentí el
poder de la muerte tomándome. Ninguna emoción terrenal se comparaba
con la desesperación que había en mí, porque yo misma era un ángel de
la muerte. Con el toque de Addonexus, mi cuerpo hizo lo que siempre
hacía. Cambió.
De inmediato, el humo a mi alrededor se condensó de nuevo en
forma de demonio y Addonexus me miró con asombro.
—¿Qué truco es este? —preguntó.
Si este no era el momento perfecto para una sonrisa, no sé cuándo
lo es. —Creo que se le llama “genialidad supernatural”.
Addonexus pareció apreciar el desafío, porque me dio una sonrisa
muy divertida y se lanzó hacía mí.
Ojalá pudiera decir que por ser la Elegida sabía automáticamente
lo que hacía y que pateé rápidamente algunos traseros demoníacos, pero
lamento informar que, a pesar de toda mi actitud y desafío, nunca he sido
realmente una luchadora. Me estaba volviendo negro y azul mientras
Addonexus me arrojaba por aquella mazmorra.
—¡Dani! —susurró Duncan una vez que terminé tirada en el suelo
delante de él, sufriendo de lo que parecía una masa de costillas rotas—.
Tienes que hacer algo, o va a matarte.
—¿Te gustarían algunos pompones para acompañar esa alegría? —
le espeté—. Si tienes sugerencias útiles, me encantaría escucharlas.
¿Pueden creer que Duncan se las arregló para fulminarme con la
mirada en ese momento? Como si yo no estuviera arriesgando mi vida
por él ni nada. Jesús. ¿Dónde está la gratitud que pido?
—Eres un demonio en este momento —explicó rápidamente—. El
poder de un demonio viene al tratar de infligir dolor a otros. Él se está
divirtiendo contigo. Cuanto más tiempo dejes que te haga daño, más
fuerte se pone, y tú más débil te vuelves. Tienes que hacer algo que le
inflija dolor. Hazle daño. No seas amable. ¡Hazle daño!
—¿No ves que estoy tratando de…?
Fui interrumpida a media frase cuando Addonexus me cogió por el
cuello. —Entrégame tu poder y pondré fin a esta tortura —dijo.
—¿Tortura? —Si mis pulmones no estuvieran en llamas, me habría
reído. Por primera vez me sentí agradecida por las semanas de la llamada
“ayuda” que había soportado en el consulado. Fueron hechas para esta
miserable paliza que me estaban dando—. Obviamente nunca conociste
al Concejal Supremo.
—¡Entrega tu poder! —volvió a rugir el Ángel de la Muerte.
—O podría hacer esto.
Rastrillé mis uñas por su cara.
Oigan, pudo ser sido un movimiento muy femenino, pero no pude
dejar de notar que esta cosa demoníaca venía con un conjunto de garras,
y sin duda le hicieron daño. Sentí que se deslizaban a través de su piel
por una buena media pulgada de profundidad.
Sentí el daño que provocaba. Podía oler su negra y aceitosa sangre,
y me deleitaba con la sensación. Tan enfermo y retorcido como era, podía
saborear el dolor que infligía en él, y se me hizo agua la boca. Estaba,
literalmente, alimentándome de su dolor. Fue rejuvenecedor. Justo como
Duncan había dicho, me volvía más fuerte si le hacía daño. Me estremecí
ante la idea.
Addonexus gritó y me alejó para examinar la sangre negra en sus
palmas. Sus cortes se curaron casi al instante, pero no importaba… le
había hecho daño. Acababa de cabrear al Ángel de la Muerte. Debo haber
sido el único ser en toda su historia eterna que haya derramado su
sangre, porque me gruñó como si hubiese convertido las cosas en algo
muy, muy personal.
Vino hacia mí, un torbellino de furia pura, pero esta vez estaba
preparada para defenderme. Nos estrellamos juntos con una fuerza que
hizo temblar la sala. Por cada golpe, patada, rasguño y mordida que me
arreglé para infligirle, el Ángel de la Muerte perdía parte de su poder. Y
adivinen quién lo encontró.
Tenía que reconocer que ser la Elegida me había arrastrado hasta
este punto, pero realmente podría acostumbrarme a toda la cosa de las
lamentaciones de los demonios.
Pronto se hizo evidente que era más fuerte que el demonio. Podía
ser descuidada y sin gracia, pero al final iba a ganar esta pelea. Cuando
Addonexus se dio cuenta de eso, lanzó un gruñido del tamaño del infierno
y se disolvió de nuevo en una nube de humo.
—Qué bebé —murmuré, y luego grité—: ¿Crees que eso va a evitar
que te envíe a casa?
El humo se condensó de nuevo, pero cuando Addonexus tomó
forma, se encontraba de pie al otro lado de la sala, sonriéndole a Gina,
que había empujado a Gabriel tan lejos como la sala se lo permitía.
Gina tomó su forma de lobo y se colocó protectoramente delante de
Gabriel. Addonexus rió y la arrojó a un lado como si fuera basura.
Grité cuando el lobo aulló y cayó al suelo inconsciente.
—¡Gina!
—Yo la ayudo —gritó Duncan corriendo hacia ella—. ¡Salva a
Gabriel!
El nombre hizo que mi corazón se pusiera rígido por el terror, y me
volví a ver a Addonexus sosteniendo a mi marido por encima del suelo.
—Estás muy equivocada si crees que me detendrás, niña —me dijo—.
Conozco tu corazón, y hay otras maneras de hacerte daño.
—¿Danielle? —dijo Gabriel, algo delirante. Fue un alivio verlo
despierto y recuperándose de las lesiones de Alex, hasta que empezó a
gritar y a retorcerse en el agarre de Addonexus.
—¡Basta! —grité—. ¿Qué le haces?
Addonexus me dio una sonrisa maliciosa. —Está experimentando
el sufrimiento del Inframundo. No hay mayor dolor que pueda soportar
un mortal. Una vez que lo haya consumido, será mío, y todos los que
amas. Alex, Russ, tus padres. Te reduciré a escombros hasta que llegues
al punto que me ruegues unirte a ellos.
Los gritos de Gabriel se convirtieron en sollozos patéticos, haciendo
que Addonexus riera alegremente. No parecida a la reacción que tuve. Mi
visión se volvió de un rojo nebuloso mientras sentía el mundo que me
rodeaba desaparecer.
Cerré los ojos e imaginé el fuego del infierno de donde venía este
monstruo. Calor llenó la habitación, y un olor nauseabundo trajo mi bilis
a mi garganta. Tiré de la pesadilla hacia mí y me llené de pura oscuridad.
Llamé por los poderes de Addonexus y el mismísimo Infierno me
respondió.
Addonexus dejó caer a Gabriel y regresó toda su fascinación a mí.
Se me acercó cautelosamente. —¿Te atreviste a invocar los poderes del
Inframundo? O eres muy valiente o muy estúpida.
¡Ja! —Eso depende si le preguntas a mi esposo o a mi novio.
Generalmente ambos están medio en lo cierto.
—Eres fuerte —admitió Addonexus—. Pero los fuegos del infierno
que has pedido prestados son una parte de mí. No puedes vencerme.
—Infiernos que sí puedo —dije mientras lanzaba mis manos arriba.
A mi orden, el piso bajo el monstruo cayó, abriendo una grieta
hacia el Inframundo. Llamas lamieron los pies del monstruo mientras
este volaba en el aire y luego caía al suelo a unos pocos metros de mí.
Deseé que Russ estuviese aquí. Él habría apreciado mi asombroso
juego de palabras. Addonexus, en cambio, parecía haber dejado su
sentido del humor en casa. Me agarró por el cuello y me levantó hasta el
nivel de sus ojos. Este movimiento estuvo acompañado por un rugido
ensordecedor.
Mientras comenzaba a exprimir la vida fuera de mí, sus ojos se
clavaron en los míos y llenó mi alma con su asqueroso anhelo. Agonía,
odio, y desesperación me consumían. Se suponía que debían romperme,
la manera en que podría haber roto a cualquier otra persona.
Pero yo no era como cualquier otra persona.
No estaba pidiendo prestado los poderes de Addonexus. Yo en
realidad era un ángel de la muerte. Y, como Addonexus, me alimentaba
del sufrimiento. Me hacía fuerte.
Gran error de su parte.
Sentimientos de maldad, codicia, lujuria y el poder me carcomieron
hasta que me volví sedienta de nada más que muerte y destrucción. Con
cada pensamiento malvado, cada deseo perverso que yo tenía, energía
corría a través de mí hasta que supe que nada y nadie podrían detenerme.
Con este poder, podría tomar mi venganza. Podría matar a todos los que
alguna vez me hicieron daño. Y lo haría. Comenzando con el monstruo
que exprimía la vida fuera de mi garganta.
Justo como conjurar un hechizo, o aprovechar los instintos de lobo,
usar poder demoníaco fue tan natural para mí como cometer delitos
menores. Reuní las fuerzas del infierno dentro de mí y envié fuego al
demonio frente a mí.
Addonexus me soltó, dejándome caer, y comenzó a gritar y a
retorcerse en el suelo, incapaz de soportar la tortura que le había
infringido. —¡Quema!
—Más o menos el punto del infierno, ¿no crees?
Se arrodilló y me miró, gruñendo y escupiendo sangre.
—¡Esta maldad no es uno de mis poderes! —gruñó a través del
dolor.
Excepto que lo era. Yo era más fuerte que él, así que le dolió más.
Intentó ponerse en pie, así que alcé las manos y le llovió más fuego y
azufre como si hubiéramos caído en el Antiguo Testamento. La tormenta
lo inmovilizó contra el suelo de piedra y le hizo agujeros en la carne,
quemándole hasta el alma oscura, mientras él no podía hacer nada para
escapar. Mantuve la pesadilla hasta que estuvo tan gravemente
debilitado que por fin pude agarrarlo.
Mientras sostenía el poder de la muerte y la destrucción en mis
manos, lo arrastré sobre la grieta que había creado. Sabía que esta era la
parte en la película donde la heroína enviaría al demonio a casa con las
impresionantes palabras de despedida de “Vete al infierno”, pero
Addonexus podría encontrar alivio en eso, y no iba a dejarlo escapar tan
amablemente.
El poder que me llenaba consumía todo. Me había tomado por
completo. Y fue tan fácil. Estaba tan enojada.
Aferrándome a la amargura dentro de mí, dejé salir un grito salvaje
y rasgué mis garras a través de Addonexus, literalmente rasgándolo en
pedazos con mis manos. Disfruté sentirlo sufrir. No fue hasta que estuve
segura que no podía levantarse que arrojé la patética basura de regreso
a las profundidades de las que había salido.
Estaba sin aliento cuando finalmente sellé las puertas del infierno.
Podía sentir lo salvaje que me veía, lo feroz, lo loca que parecía cubierta
de sangre. En cuanto me di vuelta y miré la silenciosa habitación, pude
ver el miedo en los ojos de mis amigos.
Duncan acunaba a Gina en su regazo, y ambos temblaban en tanto
me miraban. —¿Dani? —Gina me llamó, cautelosa—. Está bien ahora.
Ha acabado.
—¿Acabado? —reí con dureza—. Está lejos de haber acabado.
Duncan se puso de pie. —Dani, tienes que dejarlo ir.
—No te acerques —le advertí—. Si me tocas perderé mi poder. Me
volveré en un vampiro.
—No puedes quedarte como estás. Los poderes demoníacos no
están hechos para este mundo y sin duda no están hechos para ti. Son
corruptos. Peligrosos.
Cuando empezó a acercarse a mí de nuevo, extendí mis manos
como advertencia. —Lo digo en serio, Duncan. Acércate más y voy a
herirte.
Me sorprendí de mi propia convicción. No quería herir a mi amigo,
pero no podía renunciar a estos poderes. No lo haría.
Duncan pareció adivinar mis pensamientos y trató de alcanzarme
antes de que pudiera detenerlo. Incluso con su velocidad de vampiro, no
fue lo suficientemente rápido. Lo dejé en el suelo, torturándolo con el
mismo dolor horrible que Addonexus usó para lastimar a Gabriel. Sabía
cómo se sentía esa tortura, y todavía continué haciéndole daño a Duncan
mientras él gritaba a mis pies.
—¡Dani! —gritó Gina—. ¡Detente!
—¡¿Por qué debería?!
Cuando mi temperamento estalló, el fuego dentro de mí respondió.
Podía sentir su furia agitándose bajo mi piel, y quería desatarlo. Todo lo
que necesitaba era una excusa, y tenía un montón de ellas.
—¡Fui llevada de mi casa y despojada de todos y todo de lo que
conocía y amaba! ¡He sido lastimada una y otra vez, y esperando asumir
esta tarea imposible, mientras las personas trataban de matarme y
torturarme, y obligarme a cumplir sus órdenes! Con mi poder puedo
detener tanto a la resistencia como al Concilio de lastimar a nadie nunca
más. ¡Puedo tomar lo que quiera! ¡Tener lo que quiera! ¡Me merezco esto!
Excepto el amor, Danielle. No puedes tener el amor a la fuerza.
Solamente puede ser dado.
Las palabras resonaron en mis oídos y vibraron su camino hasta el
cerebro de mi corazón y el corazón de mi cerebro, haciendo añicos mi
esencia. Solté Duncan y giré para encontrar la fuente. Me sorprendí de
ver a Gabriel despierto y viéndome con ojos tristes. Hermosos, oscuros, y
ojos brillantes que podían ver en lo más profundo de mi alma.
La pura visión de él quemó mi oscuro corazón con un poder más
grande que cualquier cosa dentro de mí. Un poder tan grande que quedé
de rodillas. Conocía este poder. Lo apreciaba. Lo quería.
Solo el amor más verdadero la mantendrá como un agente del Bien.
La voz susurró a mi mente como lo había hecho unas pocas veces
antes, pero al escuchar las palabras, entendí. Esta era mi prueba. Este
mismo momento.
La profecía no se trataba de elegir entre el Concilio o la resistencia,
o tratar de descubrir quién estaba en lo correcto. Nunca lo fue. Se trataba
de derrotar al Ángel de la Muerte. Lo que ya había hecho. Pero al hacerlo,
también me convertí en él.
Si cedía a la tentación de mantener este poder y usarlo, me
convertiría en el Mal que el Oráculo había profetizado. Y con mi fuerza,
no me tomaría mucho tiempo destruir la tierra como la conocía. Este
momento era la gran y última batalla, y yo todavía seguía teniendo un
demonio al cual derrotar.
El mío.
Pero, ¿cómo?
Recordé el consejo que el Oráculo me dio. Mira a Gabriel y
encontrarás tu fuerza.
Incluso mientras me encontraba ahí aferrándome a la fealdad de
una fuerza del mal, mostrando lo peor de mi carácter y toda mi debilidad,
Gabriel fue capaz de sonreírme con compasión y comprensión.
—El amor, Danielle —dijo con una voz clara, fuerte y amable—, es
lo único que puede salvarte. Debes recordar por lo que estás luchando.
Recuerda por quiénes has sufrido tanto, y por qué estabas tan determina
a detener la maldad que ahora abrazas. Debes recordar a los que amas.
No quería, porque sabía que iba a doler, pero rápidamente pensé
en mis padres. Pensé en todo lo que ellos habían hecho para cuidar de
mí. Recordé lo mucho que los amaba.
Recordé a Russ. Nunca había conocido a una persona tan a fondo
como conocía a Russ. Pensé en todos esos tranquilos (y no tan tranquilos)
momentos que tuvimos juntos mientras crecíamos. Pensé en cómo daría
mi vida para salvarlo si fuese necesario.
Pensé en ese momento en mi cumpleaños, cuando estuvo dispuesto
a decirme la verdad acerca de sí mismo, incluso sabiendo que podría
odiarlo por eso, porque él me amaba tanto que no podía mentirme.
Gabriel. La belleza de nuestro primer beso, y su adorable emoción
vertiginosa cuando me preguntó por nuestra primera cita. Cómo se alejó
de su casa y del hombre que consideraba un padre con el fin de
ayudarme. Su inquebrantable fe en mí.
Se acerco a mí y me tendió su mano.
—No voy a tomar esta decisión por ti, Danielle, pero sé que vas a
elegir bien. Sé que eres lo suficientemente fuerte.
Miré su mano abierta y empecé a sollozar. Incluso ahora, mirando
a su hermoso rostro y sabiendo lo mucho que lo amaba, dudé. El conflicto
que sentía era insoportable. Lo miré fijamente a los ojos, y por alguna
razón en todo lo que pude fue en Romeo y Julieta.
—“Dame tu fuerza, amor, y tendré fuerzas para salvarme”.
Los ojos de Gabriel brillaron cuando susurré la cita, y él respondió:
—“Pero, ¡silencio! ¿Qué resplandor se abre paso a través de aquella
ventana? ¡Es el oriente, y Julieta el sol!”.
Eso no era Shakespeare, pero su ridícula sonrisa finalmente me
permitió tomar su mano. Me puso de pie y me abrazó con fuerza mientras
las maldades del infierno me dejaban. Me reí entre mis sollozos, dándole
la bienvenida al calor de Gabriel que se apoderó de mí, y finalmente
regresé a ser yo.
Entonces, de repente, algo más que solo su energía me empezó a
devorar. Él me estaba besando con una nueva pasión.
—¿Gabriel? —le pregunté, retirando mi boca de la suya para
recuperar el aliento.
Tomó un poco de aire y continuó besando cualquier parte de mí
que sus labios alcanzaban.
—Creo que el Concilio nos debe una luna de miel.
—¿Luna de miel?
Él no tenía idea de lo que yo hablaba. Todo lo que pude hacer fue
reír y besarlo otra vez. Eso iba a ser divertido de explicar. Ser la Elegida,
como resultó ser, empezaba a valer la pena.
Epílogo
Traducido por NnancyC
Corregido por Melii
2 Samhaim es la festividad de origen celta más importante del periodo pagano que
dominó Europa hasta su conversión al cristianismo, en la que, en la noche del 31 de
octubre al 1 de noviembre, se celebraba el final de la temporada de cosechas.
—Para recordar a aquellos quienes han pasado —susurró.
Le apreté la mano y le besé la mejilla, luego fui a recuperar el
edredón que había estado cargando por todas partes durante semanas.
Estaba reducido a un trapo ahora, pero todavía era uno de mis tesoros
más valiosos. —Y por los nuevos comienzos —dije y arrojé la manta en el
fuego, mi propio sacrificio personal al Creador. La oración en mi corazón.
Gabriel me miró con sorpresa en sus ojos tristes.
—No más Russ —le dije—. Tú eres mi futuro.
Las lágrimas de Gabriel finalmente cayeron libres por sus mejillas
y volvió el rostro de nuevo al fuego. Observamos por horas en la noche
hasta que la última llama se había consumido.
Gina tímidamente rompió el silencio. —¿Ahora qué?
—Ahora —dijo Duncan con un suspiro—, debemos ir a informar al
Concilio que necesitan un nuevo líder.
Suspiré de la misma manera pesada. —Y aunque la profecía ha
sido completada, todavía tenemos que encontrar a Alex. Él no se dará por
vencido tan fácilmente.
Gabriel tomó mi mano en la suya y agregó un suspiro por su
cuenta. El suyo era el más profundo de todos, como si supiera que el
destino del Concilio ahora descansaba en sus hombros.
—También debemos descubrir quién es el espía dentro del Concilio
—dijo Gabriel—. No vamos a olvidar que todavía tenemos una guerra que
detener.
Duncan agarró el hombro de Gabriel. —Intenta animarte, querido
Vidente. No estás solo en esto.
—Seh —dijo Gina alegremente—. Te ayudaremos en lo que sea que
podamos.
—Además me tienes.
Gabriel levantó la mirada hacia mí entonces. Era lo único que podía
hacerlo sonreír. —Te tengo —dijo, tomándome con firmeza en sus brazos.
—Y me tienes a mí.
Ungifted
A pesar de que su padre es candidato a
Presidente de los Estados Unidos, Grace St.
Claire es una chica normal. Es torpe, tímida
y una rechazada entre sus compañeros.
Incluso se las arregla para casi morir en un
extraño accidente frente a toda la escuela.
Pero cuando Grace sobrevive al ataque de un
vampiro, rápidamente aprende que es
cualquier cosa menos ordinaria.
Hay algo acerca de la humana Grace que
tiene a todos los supernaturales a su
alrededor volviéndose locos. El hermano de
su mejor amiga de repente quiere salir con
ella. Su peor enemigo ha jurado protegerla,
incluso en contra de sus deseos. Alguien con
una muy poderosa magia la quiere muerta, y
el vampiro que la atacó ha desarrollado una
obsesión por hacerla su eterna alma gemela.
Para sobrevivir, y no como la novia muerta viviente del Conde
Drácula, Grace se sumerge en el terrorífico mundo de lo supernatural. Se
une a un encantador, pero misterioso hechicero que se paseaba por la
ciudad causando problemas, y soltando historias sobre una Profecía y
una Elegida que luce exactamente como Grace. Juntos deberán averiguar
por qué Grace es diferente, quién la quiere muerta, cómo es que está
conectada con la Elegida, y en quién realmente pueden confiar.
Sobre la autora
Kelly Oram escribió su primera novela con
quince años, un fan fiction sobre su grupo de
música preferido, los Backstreet Boys, y
aunque sus amigos y su familia se metieron
mucho con ella por eso, al cabo de unos años
Kelly cumplió su sueño de convertirse en
escritora.
Es una apasionada de la lectura, habla
demasiado y le encanta comer frosting a
cucharadas. Vive en las afueras de Phoenix,
en Arizona, con su marido, sus cuatro hijos y
su gato, Mr. Darcy.