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Julie

christicki Eli Hart Julie Florbarbero


Julieyrr Zafiro Snow Q Alexa Colton
Vane hearts Mary Warner NnancyC Anty
Vani yure8 Annie D Jasiel Odair
anita0990 Mel Rowe Dannygonzal CrisCras
Cris_Eire CamShaaw Vane Farrow Val_17
Miry GPE Alessandra Jeyly Carstairs
Beatrix Wilde Mire

Eli Hart Mae Alessandra Wilde


AriannysG GypsyPochi Jasiel Odair
Lizzy Avett' Laurita PI Miry GPE
LucindaMaddox Daniela Agrafojo SammyD
Key Victoria Mire
Amélie. Val_17 Emmie

Julie

Ana Ávila
Índice
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Epílogo
Delilah, The Making of Red
Sobre la autora
Sinopsis
Nova Reed no puede olvidarlo —Quinton Carter, el chico de los ojos color
miel que le hizo darse cuenta de que ella merecía más que una vida vacía. El dolor
de él era tan parecido al suyo. Pero Nova ha llegado a un acuerdo con su pasado y
la curación, mientras que Quinton está en alguna parte, hundiéndose cada vez
m{s. Ella est{ determinada a encontrarlo y ayudarlo… antes de que sea demasiado
tarde.
Nova ha frecuentado sus sueños desde hace casi un año, pero Quinton
nunca pensó que una persona dulce y amable como ella se podría preocupar lo
suficiente por alguien como él. Para Quinton, una vida peligrosa y oscura es
exactamente lo que se merece. Y Nova no tiene un lugar en ella. Pero Nova lo ha
seguido a Las Vegas, y ahora él debe hacer lo que sea necesario para mantenerla
lejos, para mantener el castigo auto-impuesto por las cosas imperdonables que ha
hecho. Pero hay una falla en su plan: Nova no se va a ninguna parte…
Nova, #2
Traducido por Christicki & Julieyrr
Corregido por Eli Hart

Quinton
Me despierto cada mañana sintiéndome feliz de ahogarme en la oscuridad.
Dichosa y abrumadoramente feliz, sin preocuparme ni sentirme atormentado por
mi pasado jodido porque no puedo sentir una maldita mierda. Al menos luego de
tener mi primera dosis. Una vez que consigo el gusto de aquel amargamente dulce
y maravillosamente tóxico cristal blanco por mi nariz, esto quema la base de mi
garganta con todas mis emociones. Entonces estaré bien durante días. La culpa que
llevo conmigo morirá brevemente y despacio moriré sin interrupciones con ello.
Me alegro porque quiero estar muerto.
Y trabajo para conseguirlo, una línea entumecedora a la vez.
No puedo recordar la última vez que dormí, igual que no recuerdo el
nombre de la mujer que yace a mi lado en mi cama, desmayada y sin camisa. La
conocí anoche cuando apareció con Dylan y Delilah, y de alguna manera terminó
en mi habitación, donde tuvimos sexo y luego se desmayó por el estado en el que
está. Se ha convertido en una rutina, una rutina dolorosamente prolongada a la
que soy adicto. Una parte de mí desea que no lo fuera, pero la otra parte sabe que
merezco exactamente lo que tengo: nada.
Después de luchar toda la noche para cerrar los ojos, buscando el sueño,
pero nunca llegando allí, finalmente bajo de las sábanas al suelo. He estado yendo
durante días, metiéndome línea tras línea de drogas, con mi cuerpo y mi mente tan
tensos y agotados por la sobrecarga de energía, sin embargo, sigo luchando para
mantenerme despierto. Si no tengo más pronto, voy a explotar.
Agarro un par de vaqueros del suelo y me los pongo. Mi dormitorio es casi
del tamaño de un armario y tiene un colchón de mierda, una caja con cosas que
nunca volví a mirar, una lámpara, un espejo y una afeitadora, que siempre están al
alcance. Recojo los dos del suelo y luego la bolsa de plástico vacía a su lado. Debo
haberla terminado anoche... aunque apenas puedo recordarlo. Ya apenas puedo
recordar algo. Los días y las noches son borrosas piezas que están desapareciendo
rápido.
—Mierda —murmuro, limpiando con el dedo la superficie seca del espejo, y
luego lamo mi dedo, chupando hasta lo último. No calma la bestia hambrienta que
se revuelve dentro de mí, listo para despertar y desgarrar mi piel si no la alimento.
Lanzo el espejo al otro lado del cuarto, viendo como se hace añicos contra la
pared—. Maldita sea. —Agarro una camisa del suelo y me la pongo mientras me
dirijo por el pasillo estrecho, tropezando con algunas personas desmayadas en el
piso, nadie que conozca, pero siempre parecen estar por aquí.
Cuando llego a la puerta al final del pasillo, la habitación que pertenece a mi
primo Tristan, giro el pomo de la puerta, pero está cerrada, así que golpeo el puño
contra ella. —Tristán, abre la maldita puerta... tengo que entrar ahí. Ahora. —No
hay respuesta, así que golpeo con más fuerza, golpeando mi hombro en la madera.
Mi cuerpo empieza a temblar alrededor del tercer golpe... Mi boca hace aguas en el
quinto... para el séptimo me siento como si pudiera matar a alguien si no recibo la
maldita dosis.
Por fin la puerta se debilita y comienza a ceder bajo mis golpes violentos,
pero no va a ceder por completo. La necesidad de alimentar al monstruo irracional
e inestable en mi interior se vuelve demasiado, y golpeo a la puerta una y otra vez
lo más fuerte que puedo. El pánico empieza a instaurarse como una secuencia de
imágenes de las personas que he perdido, un flujo en mi cabeza: Lexi, Ryder, mi
mamá, a quien nunca conocí. Todos me chocan en el pecho, succionando el aire de
mis pulmones. Luego, al final de las imágenes, veo los ojos de Nova, que se ven
azules en un primer momento a no ser que se mire lo suficientemente cerca para
ver el verde escondido. No sé por qué la veo. No es que la haya perdido. Todavía
está viva y en alguna parte en el mundo, espero que feliz. Pero por alguna razón,
no puedo dejar de pensarla, a pesar de que apenas la conozco, solo pasé un par de
meses con ella el verano pasado durante su breve caída en el mundo de las drogas.
Sin embargo, me parece que no puedo sacarla de mi cabeza, al menos hasta mi
dosis de felicidad falsa, entonces todo lo que voy a estar pensando es donde
canalizar la explosión de la energía. Si pudiera conseguir que cayera la maldita
puerta.
Con una última patada, las vigas de la puerta ceden y la puerta se abre.
Entro a la habitación, sudando y temblando como un perro rabioso. Tristan se
encuentra desmayado en el colchón con una chica tendida junto a él y cubriendo
su pecho con el brazo. En el suelo al lado del colchón hay una cuchara y una aguja,
pero no voy por ellos. No es lo mío, ni lo que quiero. No, lo que quiero está en el
cajón superior de la cómoda.
Voy corriendo hacia él, quitando su ropa del camino; los recuerdos de todo
el mundo que perdí pululan a mi alrededor, rodeándome, golpeando en mi cabeza
y haciendo que me sienta como si fuera a vomitar. Lexi muriendo en la orilla de la
carretera, empapada en su propia sangre, y yo a su lado con su sangre en mis
manos. La vida que nunca tuve con mi madre, la mirada desgarradora en los ojos
de Tristan cada vez que menciona a su hermana, Ryder. Nova en ese estanque
maldito, donde en última instancia, la dejé llorar a lágrima viva sola, porque iba a
entregar su virginidad a un pedazo de mierda como yo. Entonces veo su cara en el
concierto cuando me vio vender y luego, cuando subió a su coche en el parque de
casas rodantes, lista para dejarme para siempre; la última vez que la vi.
Así es como debe ser. Debe estar lejos de mí y este lío de mierda que se
supone que es una vida, porque soy demasiado marica para rendirme, morir, por
fin dar ese paso y terminar con mi vida, en lugar de hacerlo lentamente. La dosis
finalmente estará en mi cuerpo con tantas drogas que mi corazón dejará de latir, y
esta vez para siempre, en la oscuridad, donde nadie me puede salvar.
De un tirón abro el cajón de la cómoda y agarro el asimiento de la bolsa de
plástico, con las manos temblando mientras la abro. Ni siquiera me molesté en
buscar un espejo. Lo necesito ahora. Hago una línea delgada sobre la cima de la
cómoda, tomo la licencia de conducir de Tristan, y divido los grupos de cristal con
el borde de la misma. Mi corazón se agita sordamente en mi pecho y me gustaría
que solo se callara, porque no quiero hacer ningún ruido. Quiero que sea tranquilo.
Silencio. Inexistente.
Muerto.
Agarro una pluma y la desarmo, me inclino hacia abajo, pongo mi nariz a la
punta de la línea y aspiro, permitiendo que el polvo blanco llene mi nariz e inunde
la parte posterior de mi garganta. Mi corazón se acelera, pero de alguna manera se
vuelve más tranquilo, como todo a mi alrededor. Como si se derramara por mis
venas, cuerpo, corazón, mente y alma, mata al instante todos los pensamientos de
Lexi, Ryder, mi mamá. Nova.
Mata todo.
Camino de vuelta a mi habitación; por fin puedo respirar de nuevo, mi
cuerpo y mente llegan a este extraño lugar de armonía donde no importa nada, el
pasado, el futuro, al presente. Me siento en mi colchón, empujando a la mujer a un
lado hacia la pared, necesitando espacio. Luego recojo mi cuaderno y lo abro en el
dibujo que he trabajado durante semanas. Es una imagen de Nova, que debería
hacerme sentir culpable, pero no es así. Son solo líneas y sombreados, movimientos
suaves de la mano derramando pensamientos de los que ni siquiera soy consciente.
Es solo arte y no significa nada, como todo lo demás en mi interior. Y cuando
termino de verlo, lo pongo a un lado y rápidamente lo olvido, igual que hice con
todo lo demás. Entonces me acuesto en mi lado, envolviendo mis brazos alrededor
de mí mismo, y dejo que mi mente vaya a donde quiera...

—¿Puedes oírme? —susurra Lexi suavemente en mi oído—. Quinton, abre los ojos.
Niego con la cabeza, sonriendo para mí, mientras mantengo mis ojos cerrados. —De
ninguna manera. Vas a tener que despertarme si quieres que abra los ojos.
—Estás despierto, bobo —dice, y luego siento sus dedos tocando mi costado—.
Vamos, vamos a llegar tarde a la fiesta
—Eso está bien conmigo —le digo, manteniendo los ojos cerrados—. No quería ir,
de todos modos.
—Solo porque eres un aguafiestas —dice, y luego la siento moverse mientras
balancea la pierna por encima de mí y se extiende más allá de mi cama—. Vamos, viejo.
Vamos a salir a divertirnos esta noche.
Mis manos encuentran sus caderas y me aferro a ella. Me hace sentir mucho mejor,
simplemente por estar aquí. Mi casa parece menos vacía y es más fácil hacer frente a los dos
o las tres palabras que mi papá me dice todos los días, porque Lexi está aquí y me ama.
Respira en mi mejilla a propósito, intentando hacerme abrir los ojos, y al final me
rindo ante ella, levantando los párpados y sonriendo cuando la veo. Se inclina sobre mí, su
cabello colgando a los lados, creando un velo alrededor de nuestras caras. Sus labios están a
unos centímetros de los míos, sus ojos brillan intensamente, y huele a perfume mezclado
con el humo del cigarrillo, un olor que me molestó al principio, pero ahora me encanta, ya
que le pertenece.
—¿No podemos simplemente permanecer aquí? —le pregunto, metiendo un mechón
de pelo detrás de su oreja.
Pone mala cara y hace puchero. —Solo tenemos unas semanas más de secundaria y
quiero pasar un buen rato esta noche. Dejarnos perder. —Se aleja y me siento un poco más
frío en el interior—. Además, le dije a Ryder que íbamos a salir esta noche.
Suspiro. —Eso significa que me voy a pasar la noche viendo a las dos mientras se
emborrachan y yo me quedo sobrio y soy el conductor designado.
Sus labios se curvan hacia arriba en una sonrisa de satisfacción. —Eso es porque tú
eres el único suficientemente responsable como para ser el conductor designado.
Frunzo el ceño. —Bueno, ¿y si yo no quiero serlo esta noche? ¿Y si solo quiero
divertirme?
Se sienta, sin dejar de sonreír, sabiendo que va a salirse con la suya a pesar de que
todavía estoy discutiendo. —Sabes tan bien como yo que no puedes emborracharte incluso
si quisieras.
—Solo porque me preocupo por ti —le digo—. Te pones siempre tan loca cuando
estás borracha.
—No es locura, sino diversión —argumenta—. Y ahora, ¿por favor, levántate y
cámbiate para que podamos ir? Ryder nos está esperando en la sala de estar.
Dudo y luego suspiro. —Bien, pero solo voy a mantener un ojo en ti.
Sonríe, a continuación, coloca un suave beso en mis labios. —Gracias. Cuidas tan
bien de mí.
—Eso es porque te amo —le digo mientras salta de mi regazo y me incorporo,
estirando los brazos por encima de mi cabeza.
Sin dejar de sonreír, toma un par de mis vaqueros y me los arroja. —Si me amas,
date prisa y vístete. —Entonces sale de mi habitación, sin decirme que me ama.
Pero yo sé que me ama tanto como yo la amo, y por eso me levanto y me visto,
mientras se va. Entonces salgo, no porque quiera, sino porque la amo, más que nada.
Ella lo es todo para mí. Siempre lo será. Hasta el día en que me muera.
Nova
Recuerdo cuando era más joven y todo lo sentía tan simple. La vida parecía
llena de sonrisas, baile, dulces y disfraces, tan llena de felicidad y luz. Las cosas
oscuras aún no eran claras para mí, no fue hasta que tenía doce años y me di
cuenta de que no todo era sol. El recuerdo es tan claro para mí como el cielo
soleado.

—Apuesto a que no puedes vencerme hasta la cima de la colina —dice mi papá,


riendo mientras pedalea su bicicleta por la colina.
Sonrío, pedaleando mi bicicleta más rápido. Es nueva, con la pintura púrpura y
plata, y tiene rayas en los pedales que reflejan la luz del sol. Mis neumáticos dan contra la
suciedad a medida que giran y giran, y me agarro el manillar mientras acelero cuesta abajo,
intentando ganar. No me preocupo, porque no importa quién gane, aun así me divierto
montando bicis con mi papá.
Él va muy por delante de mí cuando bajamos la colina; los árboles nos rodean, un
cielo azul por encima de nosotros, y el aire huele a tierra y hojas. Sinceramente, no me
sorprendería si baja la velocidad antes de llegar y me deja ganar. Suele hacer ese tipo de
cosas, pretender que algo sucedió para que parezca completamente accidental.
Así que cuando desaparece a la vuelta de la esquina y oigo el sonido de sus
neumáticos desacelerando, pienso: ¡Ajá! Pedaleo más rápido, dirigiendo mi bicicleta
alrededor de las rocas, frenando un poco cuando llego a la esquina. Estoy sonriendo, llena
de la emoción de la carrera, pero cuando doy toda la vuelta, mi felicidad se quema.
La bicicleta de mi padre se encuentra de lado, los neumáticos siguen girando, y él
está acostado en el suelo sobre su espalda. Por una fracción de segundo creo que está
jugando una broma, llevando el dejarme ganar un poco lejos. Pero luego me doy cuenta de
que se aferra a su corazón, gruñendo.
Presionando los frenos, me detengo, preocupada de que se cayera de su bicicleta y se
lastimara. Cuando llego a él, bajo de mi bicicleta y la dejo caer al suelo mientras me
apresuro hacia él y aterrizo en mis rodillas en el suelo a su lado. Lo primero que noto es lo
blanco de su piel, como el algodón que cae de los árboles. Entonces veo el miedo en sus ojos.
Terror de que algo malo está por suceder.
—Nova... ayuda... —Su voz tiembla.
Lágrimas pican en mis ojos. —Papá, ¿qué pasa?
—Solo ve a buscar a alguien... —Gruñe de nuevo, aferrándose a su brazo.
La mirada en sus ojos me hace correr de nuevo a mi bici. Me subo y pedaleo para
subir la cuesta. Es una pendiente muy pronunciada y por lo general se tarda una eternidad,
pero de alguna manera mis piernas se hacen más fuertes de lo normal y se mueven más
rápido que nunca. Cuando llego a la cima, busco en el estacionamiento a alguien. Hay una
familia en una de las mesas de picnic y corro hacia ellos, dejando a mi bicicleta cerca de la
ruta.
—Mi padre —jadeo, inclinándome, agarrando mis rodillas—. Cayó allá y está
herido.
El padre de la familia se levanta de la mesa y le dice a su esposa que llame a una
ambulancia. Luego me dice que lo lleve hasta mi papá y vamos a pie, corriendo colina abajo.
Creo que va a estar bien. Realmente lo creo porque tengo ayuda, hice todo bien, todo va a
estar bien, pero cuando lleguemos a él, no se mueve. No respira. El hombre comprueba su
pulso y no tiene.
No sé qué hacer. Me dan ganas de llorar, pero el tipo sigue mirándome con lástima,
como si sintiera compasión por mí, y eso me hace no querer llorar solo para demostrarle que
está equivocado, que todo va a estar bien.

***

He estado recordando mucho la muerte de mi padre en las últimas


veinticuatro horas, desde que me enteré de Quinton y su pasado. Creo que en
parte es porque Lea sigue mirándome como ese tipo hizo después de que se dio
cuenta de que mi padre no tenía pulso. Como si me compadeciera, porque quiero
encontrar a Quinton, porque no sé dónde está viviendo y quiero ayudarlo. Ella no
cree que yo le pueda ayudar, pero se equivoca, tiene que ser así.
Al menos eso es lo que le sigo diciendo a mi cámara mientras hago mi
grabación. —He estado diciéndome una y otra vez que aún hay esperanza, que
Quinton sigue vivo, por lo tanto, todavía existe la esperanza —le digo a la pantalla
de mi teléfono cuando la luz roja de grabación parpadea—. Esa esperanza solo
puede desaparecer cuando el corazón de una persona deja de latir, cuando toman
su último y definitivo aliento, cuando no vuelven. —Estoy tumbada en el sofá en la
sala de mi casa, con mis pies apoyados en el respaldo y la cabeza sobre el borde,
por lo que mi pelo está colgando hacia el suelo. Mi teléfono toma un ángulo de mi
cara y parece que me estoy cayendo. No estoy segura de cuánto tiempo he estado
en esta posición, pero puedo sentir la acumulación de sangre en la cabeza.
Empecé a hacer grabaciones de mí, en parte porque me interesaba el cine, y
en parte porque era la única manera que podía contener mis pensamientos. Hubo
también una parte pequeñísima de mí que lo hizo porque me hizo sentir conectada
con mi novio fallecido, Landon, porque él hizo un video, minutos antes de
suicidarse.
Porque yo le dejé irse de mi vida, al igual que con Quinton.
Parpadeo a la cámara, diciéndome que no tengo que dejar que mi mente
vaya allí y debo mantenerme positiva. —La esperanza es lo que me mantiene en
busca de Quinton, lo que hace que me decida a encontrarlo y ayudarlo. Incluso
cuando sé que lo que me espera en el futuro va a ser duro, que va a ser más que
probable que aparezcan dolorosos recuerdos de las cosas que hice en mi pasado.
Pero sé que es algo que tengo que hacer. Recordando, me doy cuenta de que
Quinton entró en mi vida por una razón. Puede que no haya tenido sentido cuando
lo conocí hace casi un año, pero ahora sí. Y todas esas cosas que pasé, el verano con
malas decisiones, se puede utilizar para algo bueno porque me da una idea de lo
que está pasando. He visto la oscuridad que rodea a Quinton ahora mismo y sé lo
que es sentir que te estás ahogando en ella... —Me callo cuando los recuerdos
empiezan a acumularse dentro de mí, pesados y no deseados, pero respiro hondo y
me libero de la tensión.
—Aunque estoy segura de que hay mucho más en él de lo que yo sé. No
solo porque se metió más profundo en el mundo de las drogas de lo que yo lo hice;
la metanfetamina... por lo que he leído en Internet es mucho más adictivo que
cualquier cosa que he probado, pero por otra parte hay tantas cosas que se podrían
clasificar como la adicción... —Miro la luz y cierro los ojos—. La adicción es el puto
diablo, lo juro por Dios que lo es. Ya se trate de las drogas o el recuento obsesivo,
algo que todavía sufro de vez en cuando. Puede ser tan reconfortante, tranquilo y
sereno. Puede hacer que te sientas tan en control, pero es solo una máscara, así de
simple, y lo que estamos tratando de ocultar detrás de la máscara, sigue creciendo,
alimentándose de la adicción…
—Nova, ven aquí —dice en voz alta desde mi habitación Lea, mi mejor
amiga y compañera de piso desde el año pasado, interrumpiendo la grabación de
video—. Creo que he encontrado algo.
Abro los ojos y miro a mi imagen en la pantalla, tan diferente a como llegué
el verano pasado cuando era adicta a varias cosas, incluso la negación. —Seguiré
con esto más tarde —le digo a mi cámara, a continuación, hago clic y me pongo de
pie. La sangre corre por debajo de la cabeza y el vértigo se establece, haciendo que
la sala casi vacía a mi alrededor gire. Pongo la mano contra la pared y camino a la
habitación.
—¿Qué encontraste? —le pregunto a Lea mientras paso por la puerta. Está
sentada en el suelo en medio de nuestras cajas de embalaje con el ordenador en su
regazo, la espalda contra la pared y sus piernas estiradas delante de ella—. Un
artículo de periódico viejo que menciona a un Quinton Carter involucrado en un
accidente automovilístico fatal en Seattle.
Brevemente dejo de respirar. —¿Qué dice? —susurro, por temor a la verdad.
Revisa el artículo en la pantalla. —Dice que él era uno de los conductores y
que dos personas en su coche murieron al impacto. —Hace una pausa, tragando en
un lento suspiro—. Y dice que él también murió, pero que los paramédicos lo
revivieron.
Trago mientras la negación comienza a evaporarse y me veo obligada a
admitir la verdad. Todo el tiempo que pasé con Quinton, y yo no sabía los secretos
oscuros que lo corroían. —¿Estás segura de que es lo que dice? —le pregunto,
cuando la negación intenta aferrarse una última vez. Estoy tratando de aferrarme a
la idea de que Quinton solo se metió en las drogas porque está aburrido. Las cosas
serían más fáciles si ese fuera el caso. Bueno, no así, pero entonces yo lo ayudaría
con la adicción, en lugar de lo que esconde debajo de esta. Y las cosas nunca son
fáciles, la vida no es fácil.
No lo es la mía, ni lo fue la de Landon. La de Quinton no lo es, tampoco la
de Lea. Tantas historias desgarradoras y me gustaría poder documentarlas todas.
Lea levanta la vista de la pantalla con una mirada de simpatía en su rostro.
—Lo siento, Nova.
Tomo varias respiraciones profundas, luchando contra el impulso de contar
las grietas en el techo mientras me hundo en el colchón, preguntándome qué se
supone que debo hacer. El plan era salir del apartamento y regresar a casa para las
vacaciones de verano. Pasar tres meses en mi ciudad natal, Maple Grove, hasta que
volviera a Idaho para empezar mi primer año de universidad. Y yo soy una de los
planes a futuro, de lo contrario el futuro indeterminado me perturba. Es una de las
cosas que aprendí a hacer para ayudar a aliviar mi ansiedad.
Tenía planes este verano; pasar tiempo con mi mamá, tocar música con Lea
cuando me visitara por algunas semanas, y trabajar en un documental, quizás
incluso conseguir un mejor equipo de cámara. Pero a medida que asimilo lo que
me acabo de enterar sobre Quinton, empiezo a preguntarme si debería seguir con
un plan diferente, el que yo debí haber seguido hace nueve meses, solo que no me
encontraba en el estado de ánimo correcto para hacerlo.
—También dice que conducía demasiado rápido. —Lea ajusta el portátil,
inclinando la pantalla para que la luz no deslumbre contra este—. Al menos eso es
lo que dice en este artículo.
—¿Dice que todo fue su culpa? —Mi voz es desigual mientras cubro mis
brazos sobre mi frente, viendo la banda de cuero en mi muñeca, la cicatriz y el
tatuaje justo debajo de él. Me hice el tatuaje hace unos meses, cuando Lea sugirió
que cada una obtuviera una marca de algo importante en nuestras vidas. Me
encantó la idea y decidimos obtener las palabras ‚nunca olvides‛, para recordarme
siempre mi espiral descendente. Las tengo justo debajo de la cicatriz en mi
muñeca, la que me hice yo misma, porque no quiero olvidar nunca lo oscuras que
pueden ser las cosas y cómo salí de ello.
Se inclina más a la pantalla de nuevo, su largo cabello negro cayendo en sus
ojos. —No… dice que fue culpa de ambos conductores… que Quinton conducía
demasiado rápido, al igual que el coche en el otro carril, y el otro coche dobló la
esquina demasiado amplio y se desvió hacia el carril equivocado… fue un choque
de frente y algunos no tenían colocado el cinturón de seguridad.
—¿Dice algo sobre las otras dos personas en el coche, siendo la novia de
Quinton o su prima? —La tristeza se abre su camino en mi corazón.
Hace una pausa, leyendo algo más. —Dice algo sobre una Lexi Davis y una
Ryder Morganson, pero no cómo conocían a Quinton.
—Morganson. —La dolorosa realidad se filtra en mi piel y me apoyo en mis
codos—. Ese es el apellido de Tristan… oh Dios mío… Ryder tiene que ser la
hermana de Tristan. —Las piezas empiezan a conectar, pero es como si las del
exterior del rompecabezas se unieran, pero las intermedias siguen desaparecidas,
por lo que aún está incompleto y no tiene sentido—. No lo entiendo… ¿por qué
Tristan dejaría a Quinton vivir con él después de eso?
—Tal vez porque es un tipo que perdona —sugiere con un encogimiento de
hombros y cuando le doy una mirada dudosa, añade—: Oye, algunas personas son
así. Algunas personas pueden perdonar y olvidar fácilmente, y cuando estás
drogado todo el tiempo… bueno, supongo que es f{cil olvidar, aunque no tengo
ninguna forma de saber si esto es cierto o no. Solo estoy adivinando.
—Lo es —admito, recordando los pocos meses que pasé deambulando en
parques de casas rodantes y campos, degustando pero nunca cayendo totalmente
en la tierra de las drogas y la desorientación—. Y ahora que lo pienso, había
tensión entre ellos dos… Dios, no puedo creer que no supe nada de esto… Pasé
todo este tiempo con él y nunca supe.
Hace girar un mechón de su cabello negro alrededor de su dedo. —Nova,
creo que tú y yo sabemos que podrías pasar cien años con una persona y seguir sin
conocerla si ellos no quieren que los conozcas.
—Sí, tienes razón. —Conocí a Landon por años y a pesar de que sabía que
estaba triste, no entendía por qué. Cuando murió, me hallaba aún más confundida;
aún lo estoy. Lea conocía a su padre desde hacía doce años y luego se quitó la vida.
Me dijo que siempre parecía contento, no entusiasmado con la vida ni nada, pero
aun así, ella nunca hubiera pensado que iba a hacer eso. Mucha gente no piensa
que un ser querido terminará con su vida.
Lea lee la pantalla durante unos minutos más, mientras pierdo el tiempo con
mi cabello castaño y largo, trenzado a un lado, tratando de no pensar en los
muchos lugares en que podría estar Quinton, cuánto daño tiene que estar
haciéndole a su cuerpo y mente, pero es todo lo que puedo pensar. Puedo sentirme
a la deriva a ese lugar donde no tengo control, al igual que no lo tuve con mi padre
y Landon. Todo está sucediendo y yo sigo aquí, incapaz de saber cómo detenerlo.

—Por favor, dime por qué estás tan triste —le susurro mientras observo a Landon
cambiar bruscamente las páginas de su cuaderno de bocetos, buscando desesperadamente
un dibujo específico.
Sacude la cabeza mientras se inclina hacia un lado, observando un boceto. —No
estoy triste, Nova, así que deja de preguntar.
Pongo mis rodillas en mi pecho y me inclino hacia atrás contra la pared. —Pero te
ves triste.
Me mira y la angustia en sus ojos hace que sea difícil respirar. —Nova, en serio.
Estoy bien. Solo tengo que averiguar algunas cosas sobre… este proyecto en el que estoy
trabajando. —Voltea rudamente otra página y luego otra.
Suspiro, entonces me levanto del suelo y me acerco a él, sentándome en la cama a su
lado. Puedo oler el aroma a acre de la mala hierba y sus ojos están un poco rojos. —Sabes
que siempre puedes hablar conmigo de cosas, si estás como teniendo un mal día o algo así.
—Quiero extender la mano y tocarlo, pero estoy asustada. Asustada de que se enoje
conmigo. Asustada de que me pida que me vaya. Asustada de que vaya a romper a llorar,
decirme lo que está mal y que podría ser algo muy malo.
No deja de buscar entre sus páginas y pasar los dedos por su cabello negro como la
tinta. Cuando por fin me mira de nuevo, sus ojos color miel no están llenos de angustia,
pero sí de irritación. —¿Te importaría darme un poco de tiempo a solas?
—¿Quieres que me vaya? —pregunto, herida.
Asiente y lo atrapo mirando la pipa de cristal en su escritorio. —Solo por un rato…
te llamaré cuando esté listo para que regreses.
No quiero dejarlo, pero tampoco quiero discutir con él, así que me levanto y me voy
a casa, sintiéndome como si hubiera hecho todo mal.
Sintiéndome como que no debería haberme alejado.

—¿Sabes qué? —Lea cierra la laptop, luego se pone de pie, interrumpiendo


mis pensamientos. Lleva una desgarrada camiseta negra y tejanos cortados, y
cuando se frota con los dedos debajo de los ojos para eliminar cualquier delineador
corrido, puedo ver el tatuaje en su muñeca: ‚Vive la vida sin remordimientos‛. Es
el que se puso conmigo, y es más o menos su lema de vida, al menos es lo que me
dice—. Creo que tienes que volver a tu proyecto final para la clase de cine.
Aseguro mi trenza con una banda elástica que tenía alrededor de mi
muñeca y luego me incorporo en la cama. —Lea, necesito saber dónde est{… tengo
que hablar con él y ver si está bien. —Me pongo de pie, tirando de la parte inferior
de mis pantalones cortos—. Además no tengo un proyecto final qué hacer.
Pone sus manos en sus caderas y me da una mirada firme. —Eso no es
cierto. Tienes que unir un buen proyecto, solo que sin el clip de Quinton en él.
Vacilo, insegura de querer convertir el video sin la grabación de Quinton, la
del verano pasado cuando me dijo una breve parte codificada de su vida. Es tan
crudo y emocional, que es lo que mi proyecto final se supone que sea, y el proyecto
se siente incompleto sin él, pero mi profesor no me deja incluirlo sin que Quinton
firme un formulario de permiso. —Pero… es…
—Pero nada. —Avanza hacia mí y me dirige a la puerta—. Ve y hazlo así no
repruebas, luego tómate un café porque sé que no dormiste anoche y te ves muy
cansada.
—Pero, ¿qué hay de Quinton? —Han pasado más de nueve meses desde
que lo vi y sé que parece absurdo que entre en pánico por tener que esperar unas
horas más para encontrarlo, pero después de enterarme sobre el accidente por
Delilah y que él estado consumiendo metanfetamina de cristal, parece urgente el
encontrarlo.
—Voy a ver qué más puedo averiguar y si puedo rastrearlo —dice, sin dejar
de acompañarme fuera de la habitación—. Y deja el número de esa chica, Delilah.
Voy a tratar de llamarla y ver si puedo conseguir que confiese dónde están todos
viviendo.
—Bien. —Camino penosamente fuera de la habitación y a la sala de estar
pequeña que une a la cocina de tamaño moderado y una zona de comedor. Recojo
mi computadora portátil y la bolsa del sofá, sintiendo frustración, junto con miles
de otras emociones: tristeza, culpa, dolor, desesperación. Sin embargo, también
siento una pequeña esperanza gracias a Lea, así que me doy la vuelta y le doy un
abrazo—. Gracias por ser tan buena amiga.
—No hay problema —dice y me abraza en respuesta.
Intercambiamos este incómodo momento todavía simplemente en silencio,
antes de que nos alejemos de la otra y vayamos por nuestros caminos. Lágrimas
pican mis ojos mientras me dirijo hacia la puerta y la luz del sol brillante. Sé que
Lea se irá de nuevo a su computadora y buscará más cosas que me conducirán
esperanzadoramente a Quinton, pero todavía me duele el corazón no saber dónde
está.
Es una sensación extraña y solo he sentido este tipo de dolor por una
persona. Landon. Pero no estoy comparando a Quinton con él. Me niego a hacer
eso otra vez. Landon era Landon, el bello artista que llevaba el peso del mundo
sobre sus hombros, que sufrió en maneras que no pude entender, desearía hacerlo,
pero probablemente nunca lo haré. Y Quinton es Quinton, el bello artista que lleva
la culpa sobre sus hombros, quien, incluso en sus momentos más oscuros, me hizo
sonreír cuando nadie más podía, quien me mostró un mundo oscuro que me
provocó ganas de ver la luz otra vez.
Y quiero, también, hacerle ver la luz. Solo tengo que encontrarlo.
Traducido por Vane hearts & Vani
Corregido por AriannysG

Nova
Después de entregar mi proyecto al profesor, compro un café en el quiosco
del patio, luego voy corriendo hacia el apartamento que está solo a ochocientos
metros de la universidad, por lo que casi nunca conduzco el viejo Chevy Nova de
mi padre. Es un día brillante y cálido, el sol brilla mientras camino deprisa por la
acera con mi bolsa en mi hombro y mi ordenador portátil bajo el brazo.
En cierto modo siento que he fallado, entregando el documental sin el video
de Quinton. Pero trato de mirar más allá y centrarme en el hecho de que por lo
menos no voy a reprobar mi clase. Además, siempre está el próximo año y espero
que para entonces al menos haya hablado con Quinton. Espero que todavía nos
hablemos. Espero tener la oportunidad de grabar muchos videoclips suyos, los
cuales pueda añadir a mi Novamental, como lo llamó él.
Duele solo pensar en ello, porque me recuerda lo mucho que quiero
ayudarlo, pero al mismo tiempo, sé por experiencia que no puedo hacer que las
cosas sucedan a mi manera. No puedo hacer que Quinton mejore, así como no
pude hacer que Landon me dijera qué le pasaba, al igual que no pude hacer que mi
papá aguatara solo un poco más.
Me duele el corazón y tengo que dejar mis emociones a un lado, así que me
detengo en el final de la calle para cruzar, bebiendo lo último del café. Entonces
pongo mi bolso y el ordenador portátil en el césped junto a la taza de café vacía y
tomo mi teléfono de mi bolsillo trasero. Hago clic en él, luego lo giro ligeramente
para poner al sol en la posición correcta así no estará cegando la pantalla, y luego
grabo.
La luz roja parpadea y una imagen de mí aparece en la pantalla. Me veo tan
diferente a cómo me veía en todos los videos que hice el verano pasado. Mi piel se
ve más saludable, mis mejillas más llenas, y mi cabello castaño más limpio,
trenzado a un lado de mi cabeza, mientras mechones enmarcan mi rostro. Mis ojos
azules están inyectados en sangre y llenos de tristeza.
En realidad mis ojos solo parecen azules, pero si de verdad los observas,
puedes ver que son azules con motas verdes. Quinton en realidad fue una de las
pocas personas que se percató de esto y fue algo muy dulce, solo que no pude
verlo en ese momento porque estaba cegada por la muerte de Landon. Pero no es
solo mi aspecto externo el que está diferente. Es también lo que está dentro de mí e
irradia en mi expresión, la luz en mis ojos que pensé que había muerto solo se
atenuó brevemente.
Doy a la cámara un pequeño saludo.
—Hola, soy yo, Nova, de nuevo. No estoy segura de si has visto mi último
vídeo o no, lo que dudo que hicieras, ya que no es más que un montón de
divagaciones sobre mi vida. Pero bueno, si te gusta este tipo de cosas, entonces
sabrás de lo que estoy hablando. —Niego, suspirando para mí misma, pero una
sonrisa aparece—. De todos modos, ha pasado casi un año desde que empecé mi
primer video y estoy en un lugar completamente diferente. He dejado de lado mi
pasado en su mayor parte, lamentando lo de mi papá y Landon... bien, he dejado
de lado tanto como me es posible. —Cepillo el flequillo fuera de mi rostro—. Así
que aquí está el comienzo de un nuevo verano, el cual parece que va a tener un
montón de posibilidades, pero no necesariamente en el buen sentido. De hecho, no
tengo ni idea de cómo irá el verano.
Detengo la grabación, luego agarro mi mochila y la portátil del césped, y
cruzo la calle, preguntándome si Quinton se convertirá en alguien más a quien
tenga que llorar. Me duele el estómago de pensar en ello, pero sé de primera mano
que a menos que alguien quiera dejar, y me refiero a corazón y alma, dejar de
consumir drogas, entonces no pueden. Y aun así, en el momento que deciden que
quieren dejarlo, aún existe la gran batalla de tratar con los demonios internos y
finalmente llegan a un lugar donde su mente y cuerpo pueden estar vacíos de
drogas y todavía estar en paz... Ni siquiera estoy segura de si paz es la palabra
correcta, porque el camino de las drogas siempre existirá en mi mente y también lo
hará Landon; nunca tendré paz por completo de ninguno. Ahora que he probado
la libertad de entumecimiento y falta de memoria, es imposible olvidar que existe.
La posibilidad de que pudiera tenerlo otra vez vive siempre en el interior y eso
podría arder en cualquier momento si una circunstancia enciende el fósforo.
Solo tengo que saber cómo apagarlo y retroceder, tengo que luchar con cada
aliento que tengo. Y no estoy en el mismo lugar ya, así que sé que puedo hacerlo.
Solo deseo saber con certeza que Quinton podría. Lo que necesito es encontrar algo
que lo haga salir adelante, algo que le hará ver más allá de lo que sea que lo esté
cegando del futuro. Para mí fue el video de Landon. Me ayudó a darme cuenta en
lo que me convertí, a dónde iba, y que trataba de escapar de mis sentimientos en
lugar de tratar con ellos. De una manera extraña, ese video me ayudó a curarme a
mí misma.
Dejo caer mi bolso y el ordenador portátil en el sofá y regreso a la
habitación. Lea y su novio Jaxon están sentados en el suelo, mirando la pantalla del
ordenador. Jaxon es alto y algo larguirucho con cabello color castaño oscuro, el
cual es un poco demasiado largo y siempre cubre sus ojos. Él está detrás de Lea,
masajeando su espalda mientras ella lee un artículo.
—¿Encontraste algo más? —pregunto, sorprendiéndolos. Saltan, con sus
ojos muy abiertos, como si justo hubiera entrado cuando ellos tenían sexo.
Los brazos de Jaxon se apartan de los hombros de Lea. —Oh, hola, Nova —
dice, y me da un pequeño saludo con la mano—. No te escuchamos entrar.
Me acerco y me siento en el borde de la cama. —No sabía que todavía te
encontrabas aquí. Pensé que te ibas a casa ayer.
—Iba a hacerlo —me dice, discretamente mirando a Lea—. Pero pensé en
quedarme un día más... tal vez más si lo necesito.
Ambos han estado discutiendo por el hecho de que Jaxon se va a casa en
Illinois para el verano y Lea se va a casa en Wyoming a un pueblo no muy lejos de
Maple Grove. No es la primera vez que los dos han pasado el verano separados,
pero creo que está llegando el punto donde están lo bastante comprometidos para
que uno de ellos vaya con el otro, o que simplemente deban tener un lugar aquí.
No obstante, por alguna razón, no lo harán. Le pregunté a Lea por qué y
simplemente dijo que porque no podían estar de acuerdo sobre dónde deben ir,
por lo tanto está empezando a preguntarse si siguen en la misma página. Me pone
triste porque son una linda pareja. Jaxon toca la guitarra y Lea canta, cuando suben
al escenario, es mágico porque demuestran tanta emoción hacia cada uno. Hace
que tocar la batería en el fondo sea agradable, aunque tocar es siempre agradable.
—Se va a casa esta noche —afirma Lea, volviendo su atención a la
computadora—. Solo se detuvo para decir adiós.
—¿Qué tal si me quedo a cargo tratando de localizar a Quinton y ustedes se
van a pasar algún tiempo juntos? —sugiero.
La mirada de Lea viaja de ida y vuelta entre Jaxon y yo. —No tienes que
hacer eso. Estoy bien con quedarme aquí y ayudarte.
Jaxon niega, luciendo irritado mientras se aleja de ella, quitando sus manos
y poniéndolas en su regazo. Es bastante obvio que están peleando y necesitan un
momento, y mi misión ‚salvar a Quinton‛ está en el camino. —Puedo tomar el
control durante un tiempo. Solo dime lo que has descubierto y partiré de allí.
Lea suspira y luego se inclina hacia atrás sobre sus manos, mientras que
Jaxon se queda mirando distraídamente por la ventana a las nubes moviéndose. —
En realidad nada. El artículo habla sobre el accidente un poco más, pero no hay
información en línea en cuanto a dónde estaría ahora. Me puse en contacto con la
perra de Delilah, pero me colgó en el momento que comencé a hacerle demasiadas
preguntas sobre donde vivían. Creo que pensaba que yo era la policía o algo así.
Cruzo mis piernas delante de mí. —Probablemente estaba drogada y siendo
paranoica.
Lea intercambia una mirada con Jaxon y luego me mira. —La verdad es que
ella no me gusta. Me llamó zorra y ni siquiera me conoce.
Suspiro, deseando que Delilah parara de ser... bueno, Delilah, y solo me
dejara saber dónde está. —Probablemente sería más agradable contigo si fueras un
chico. Tiene esta cosa de enfrentarse con otras mujeres.
Lea rueda los ojos, y luego regresa a la computadora, alineando sus dedos
sobre el teclado. —Puedo ver eso totalmente.
Quito el elástico de mi cabello, deshago la trenza y lo peino con los dedos
por ninguna otra razón de que estoy inquieta y necesito algo en que concentrarme
que no sea lo que realmente quiero hacer: contar. —¿Podríamos tal vez hacer una
búsqueda de su número de teléfono y ver qué dirección está ligada a ella?
Lea niega mientras escribe algo. —Ya lo hice y nos lleva a una dirección en
Maple Grove y sabemos que no están más allí, ya que se cambiaron y esa maldita
perra no te dirá dónde. —Hace una pausa, reflexionando sobre algo—. Pero lo que
podemos hacer es llamar a su madre y preguntarle a ella. —Mueve las piernas y se
acuesta sobre su estómago, luego se incorpora sobre sus codos, poniendo sus pies
en el regazo de Jaxon. Él, distraídamente, comienza a masajear sus pies.
Niego. —Dudo que su madre si quiera sepa dónde está.
—¿Qué hay de su padre? —pregunta Lea, haciendo clic en el ratón.
—Ha estado fuera de escena más o menos desde que nació —digo—. Y ella
no tiene otros parientes hasta donde sé.
—¿Qué pasa con el padre de Quinton? —pregunta—. Puedes buscarlo en
Seattle, donde vivió Quinton... ¿o no vivió con su padre?
—No sé... Dios, ni siquiera sé el primer nombre de su padre —le digo con
aire de culpabilidad—. Pero supongo que podrías hacer una búsqueda sobre
Quinton Carter en Seattle y ver si se detiene en un antiguo número de teléfono o el
nombre de su padre, tal vez.
—Sí, pero ¿estamos incluso seguros de que su padre sepa dónde está? —
pregunta—. Tal vez deberíamos ver si podemos rastrear el número de teléfono de
Quinton.
—Por lo que sé él no tiene uno —respondo—. Y Quinton Carter es una
especie de nombre común, ¿no es así?
Lea abre la boca para responder, pero Jaxon levanta la mano como un niño
en la escuela primaria a la espera de que el profesor le indique para que pueda
hablar. Lea rueda los ojos, pero se ríe.
—Sí, señor Collins —dice ella con una voz de barítono falso mientras rueda
a su lado.
Jaxon baja la mano sobre su regazo y sonríe mientras aparta el cabello de sus
ojos. —Por mucho que me encantaría sentarme aquí y escucharlas intercambiar sus
brillantes ideas durante todo el día, tengo una idea que podría ser mucho más
simple.
Lea levanta la mano hacia él y la tensión entre los dos parece haberse
aliviado un poco. —Bueno, entonces tienes nuestra atención, oh, señor brillante.
Se cubre la boca con la mano, escondiendo una sonrisa. —¿Por qué no llamo
a esta chica Delilah y veo si puedo engatusarla de darme su ubicación?
—Porque eres mucho más encantador que nosotras —dice Lea, de forma
juguetona pinchándolo en un lado con el pie—. Por qué te daría su dirección, si ni
siquiera se la dio a Nova, y conoce a Nova.
—Mmm, porque soy un hombre. —Se señala a sí mismo—. Y puedo ser
muy encantador cuando quiero.
—Es cierto —concuerda Lea—. Supongo que no estaría de más intentarlo. —
Me mira inquisitivamente—. ¿Qué piensas, Nova?
—Creo que vale la pena intentarlo. —Me inclino a un lado para conseguir
mi teléfono del bolsillo trasero de mis pantalones cortos.
—Déjame llamarla del mío, ya que ha estado haciendo caso omiso de tus
llamadas —dice Jaxon, alcanzando su teléfono del bolsillo de sus pantalones.
Meto mi teléfono en mi bolsillo. —Buen punto —le digo mientras desliza el
dedo por la pantalla—. ¿Y Jaxon?
Él levanta la vista hacia mí. —¿Sí?
—Gracias —digo, porque a pesar de que no lo sabe, lo que está haciendo por
mí ahora significa más que si me estuviera dando todo lo que tuviera.
—De nada... ¿y ahora cuál es el número? —pregunta, y mientras se lo digo
rápidamente, él marca.
—Y ponlo en altavoz —le dice Lea, sentada a su lado—. Quiero saber cómo
se pondrá esto.
Jaxon suelta un suspiro, luego pulsa el botón de altavoz y coloca el teléfono
en el suelo delante de él. Cuando empieza a sonar, se apresura a decir—: Espera,
¿qué se supone que debo decir?
—No tengo ni idea. —Intercambio una mirada con Lea, que se encoge de
hombros—. ¿Qué tal…
—Hola —la voz de Delilah en la línea me obliga a sellar mis labios.
—Mmm, hola, hermosa. —Jaxon me mira, luego a Lea, quien cuelga su
cabeza y la sacude con incredulidad.
—Mmm, ¿quién es? —pregunta Delilah, sonando perpleja.
—Mi nombre es Jaxon —dice con cautela—. Soy amigo de Nova.
Aguanto la respiración tan pronto como dice mi nombre, preocupada de
que vaya a colgarle, ya que claramente ha estado evitando mis llamadas.
—¿Está en problemas? —pregunta Delilah; no parecía molesta, simplemente
neutral.
—No... —Hace una pausa, luego coge el teléfono y pone el receptor cerca de
su boca—. Mira, esto es lo que pasa, Delilah. Nova tiene que ponerse en contacto
con este tipo Quinton... de hecho, es bastante importante, y pareces ser la única
persona que tiene una conexión directa con él, al menos, la única persona que
conoce Nova. Así que me preguntaba si podrías ponerlo en el teléfono para que así
ella pueda hablar con él o si podrías hacernos saber cómo ponernos en contacto
con él. Si pudieras hacer cualquiera de esas cosas —dice de modo encantador—. Lo
apreciaría mucho, mucho.
Delilah hace una pausa y puedo oír golpes en el fondo. —Está bien, espera...
Voy a ver si quiere hablar con ella. —Parece que el teléfono se ha caído en el otro
extremo, pero luego voces fluyen de la línea.
Lea le da un golpe a Jaxon en la cima de su cabeza. —¿En serio? —sisea—.
La llamaste hermosa.
Se encoge de hombros, y luego cubre el receptor con la mano. —Funcionó,
¿no es así?
Lea suspira antes de arrebatarle el teléfono a Jaxon, lo arroja hacia mí, y me
inclino hacia adelante para atraparlo. Entonces Lea se pone de pie y extiende su
mano a Jaxon. —Vamos a darle un poco de intimidad.
Jaxon toma su mano y ella tira para levantarlo. Luego salen por la puerta
con sus dedos entrelazados. —Estoy en la habitación de al lado si necesitas algo —
dice Lea por encima del hombro. Asiento, salen y cierran la puerta detrás de ellos.
Suelto una exhalación lentamente mientras mi pulso golpea contra la
muñeca, el cuello y el pecho. En realidad voy a hablar con él. ¿Qué demonios le
digo? ¿Y si digo algo mal? Empiezo a sentir pánico y anhelo la soledad de contar,
pero me niego a ir allí.
Nunca más.
Soy más fuerte que eso.
Respiraciones profundas.
Respira.
Relájate…
—Hola. —El sonido de su voz detiene mis pensamientos, mi corazón, mi
respiración, como si los sentimientos que sentí durante aquellos dos meses
golpearan directo a mi corazón como una inyección de adrenalina. No puedo
encontrar mi voz; Estoy rota, sin habla. Habla, maldita sea. Habla—. Delilah ¿quién
dijiste que era? —le oigo decir y me regresa a la realidad.
—Es Nova —digo con indecisión. Hay una pausa y creo que me colgó, pero
puedo oír una conversación en el fondo—. Nova Reed, la chica que conociste hace
un año.
—Recuerdo —dice, no sonando feliz, y aplasta casi toda mi esperanza, hasta
que añade en un tono más sutil—: Nova, al igual que el auto.
—Esa sería yo. —Me tumbo en la cama de espaldas, buscando en mi mente
las palabras adecuadas, pero sabiendo que probablemente no existen. Que todo lo
que diga, probablemente, va a sonar raro y lo molestará, pero tendré que lidiar con
ello si voy a seguir con esto—. Solo llamaba para ver cómo estabas.
—Estoy bien —responde en un tono formal.
—Mmm... Escuché que te mudaste de Maple Grove.
—Sí... las cosas llegaron a ser demasiado intensas allí para algunas personas,
supongo, pero vivo donde sea.
—¿Dónde estás viviendo? —pregunto, rozando con el dedo mi tatuaje.
Nunca olvides. Recuerda, sigue adelante. Haz las cosas de manera diferente.
—¿Delilah no te lo dijo? —pregunta.
—No, ni siquiera le pregunté —miento, porque lo hice. Una y mil veces en
su correo de voz, pero nunca contestaba ni me llamaba.
Se queda callado, oigo una puerta cerrarse y el parloteo se calma. —Vivimos
en Las Vegas... ella, Dylan, Tristan y yo... Es un poco intenso aquí, también, pero
supongo que funciona para todo el mundo.
—Las Vegas —digo, un poco sorprendida, porque eso no es lo que esperaba.
Honestamente, no sé lo que esperaba, o si esperaba algo. Creo que parte de mí
podría haber creído que nunca volvería a hablar con él—. ¿En serio?
—Sí, en serio —responde en un tono brusco.
Obligo a mi tono a ser alegre, a pesar de que su irritación duele. —Bueno,
¿qué haces en Las Vegas? —pregunto y luego sacudo la cabeza ante mí misma—.
Quiero decir, ¿alguien trabaja allí...? —Golpeo la mano sobre mi cabeza. Dios,
sueno como una idiota incoherente.
—Más o menos —responde, siendo evasivo, y creo que sé por qué. Porque
tal vez están haciendo lo mismo que en el concierto, vendiendo drogas.
Mi corazón empieza a fracturarse mientras la presión se acumula en mi
pecho y lo único que quiero hacer es colgar y encontrar algo que contar, pero sigo
adelante. —¿Estás dibujando mucho?
—A veces... De hecho te he dibujado un par de veces —dice, y luego la línea
se silencia—. Lo siento. No debería haber dicho eso.
—¿Por qué no? Puedes dibujarme si quieres. —Creo que podría decirlo en
serio y se siente extraño después de haber pasado todo ese tiempo viéndolo como
si engañara a Landon si alguien más me dibujaba. ¿Cuando llegué a un lugar donde
estoy bien con ello?
Su silencio es desesperante, pero luego vuelve a hablar y su voz es más sutil.
—Entonces, ¿qué has estado haciendo? —pregunta, cambiando de tema.
—No mucho. Escuela. Trabajo. También he estado tocando la batería otra
vez.
—¿En serio? —dice y lo oigo tratando de prender un encendedor—. Sabes,
nunca tuve la oportunidad de verte tocar.
—Lo sé. —Los recuerdos me inundan, como el agua, subiendo... subiendo...
subiendo. Puedo oír, oler, sentir el concierto en el que nos encontrábamos hace
poco menos de un año—. Pero todavía hay tiempo. Podría visitarte o tú podrías
visitarme.
—Sí, supongo —dice; su estado de ánimo al instante se desinfla, y sé que he
dicho algo incorrecto—. Mira, Nova, me tengo que ir. Tristan necesita mi ayuda
con algo.
—Espera un segundo. —Me siento rápidamente, sin estar lista todavía para
parar la conversación. Ni siquiera he logrado nada; hablar con él lo suficiente,
salvarlo. Maldita sea, ¿qué demonios debo decir? ¿Qué es lo correcto que hay que
decir?—. De hecho, he estado queriendo utilizar ese video que hiciste para un
proyecto en el que estoy trabajando... el que hiciste en la carpa cuando estábamos
en el concierto. Sé que es algo personal y todo, así que no voy a usarlo a menos que
digas que está bien. —Me estoy desesperando por mantenerlo en el teléfono, seguir
escuchando su voz.
Hace una pausa, pero solo un segundo o dos. —En realidad no me importa
si lo usas, Nova. Han pasado tantas cosas desde entonces hasta ahora que apenas
puedo recordar lo que dije.
Me duele el pecho, cierro el puño y masajeo mi mano sobre él, en busca de
alivio, pero no obtengo ninguno. —Gracias, pero también necesito que firmes un
comunicado. Mi profesor no me dejará usar el video a menos que tenga uno de
cada una de las personas en el video.
—Está bien... ¿cómo firmo el formulario?
—¿Puedo enviártelo por correo? —pregunto, alcanzando un bolígrafo y un
papel en la mesa de noche, sintiéndome como una verdadera idiota por no decirle
mi motivo ulterior para conseguir su dirección.
—Claro —responde, entonces me dice la dirección y la anoto. Mientras
pongo el bolígrafo y el papel en la cama, oigo a alguien decirle en el fondo que se
apresure—. Mira, Nova, ha sido un placer hablar contigo, pero me tengo que ir.
Tengo miedo de dejarlo ir, de cortar la comunicación, sin saber si está bien,
pero sé que tengo que hacerlo. —Está bien, lo entiendo.
Espero a que cuelgue, pero luego dice—: ¿Estás bien?
Asiento, a pesar de que no puede verme. —Sí, estoy bien. —Pellizco el
puente de mi nariz, cierro y aprieto los ojos. Solo estoy preocupada por ti y no tengo ni
idea de cómo manejarlo. No tengo idea de lo que estoy haciendo.
—¿Estás segura? —pregunta de nuevo y recuerdo todas las veces del verano
pasado en que me preguntó lo mismo.
—Sí, pero ha sido un placer hablar contigo. —Abro mis ojos, tratando de
pensar en algo épico que decir, pero simplemente no puedo conseguirlo—. ¿Estaría
bien si te llamara otra vez?
Titubea. —Supongo, pero no tengo teléfono.
—Está bien... puedo llamar a Delilah. Solo asegúrate de mencionarle que
quieres hablar conmigo la próxima vez que llame o de lo contrario no creo que me
deje hablarte.
—Está bien, lo haré —dice, pero no creo que lo diga en serio—. Cuídate,
Nova.
—Lo haré. —Siento que una parte de mi corazón ha muerto en el momento
que cuelga el teléfono. La línea se corta y me recuerda al sonido de la línea plana
después de que un corazón deja de latir, desesperado por ser revivido. Y quiero
hacer eso por él. Ayudarlo. Reanimarlo.
Me siento tan impotente, al igual que con Landon.
Sé que tengo que hacer algo, pero no estoy segura de qué es realmente. Qué
camino es el correcto si es que hay incluso una manera correcta. Esto no es una
historia ni un cuento de hadas donde estoy en una misión para salvar a alguien y
después de una larga y agotadora batalla llegaremos a nuestro felices por siempre.
En realidad no creo en los felices por siempre. Son cursis en mi opinión y súper
irreales.
Pero lo que sí creo es que no voy a renunciar a algo que me apasiona. Y me
siento apasionada de ayudar a la gente. He estado haciéndolo en el teléfono desde
hace meses, en la línea de suicidio. Hablo con la gente. Trato de ayudarles a ver
que no están solos. Que hay otras personas en el mundo que se han sentido de la
misma manera y que han sobrevivido.
Que las cosas pueden parecer una mierda a veces, oscuras, sombrías y sin
esperanza, como estar atrapado en un agujero oscuro, sin luz y sin esperanza de
salir. Pero ese nunca es el caso. Hay esperanza. Hay luz. Hay una manera de
volver a una vida donde uno puede sonreír, reír y sentirse ingrávido.
No, no es fácil, y la parte más difícil es verlo desde ese ángulo, pero existe.
Sé que esto es un hecho, porque he estado en ese lugar oscuro donde la sonrisa
parece tan dura y darse por vencido parece tan fácil, y ahora sonrío cada día y es la
sensación más ligera.
Tal vez es porque entiendo esto que hago, lo que hago ahora. Tal vez sea
porque puedo sonreír y ver la luz, veo que existe esperanza para Quinton. O tal
vez es porque quiero salvarlo, como no pude salvar a Landon ni a mi papá. Por
alguna razón, marcho a la sala donde Lea y Jaxon están sentados en el sofá y digo
cinco palabras que cambian todo el curso de mi verano.
—Me voy a Las Vegas —anuncio con un temblor en la voz y derramo todo
mi nerviosismo en ella. Siento náuseas y que me voy a desmayar, lo que hace que
la situación sea aún más real—. ¿Quién quiere venir conmigo? —Es una medida
desesperada, pero estoy desesperada y es lo único que se me ocurre hacer.
Lea mira a Jaxon, quien parece completamente perdido.
—¿Las Vegas? —pregunta. Tiene su brazo envuelto en ella, pero se ve
tenso—. ¿En serio?
Asiento, recogiendo mi bolso y la computadora del sofá.
—Tengo su dirección y está viviendo en Las Vegas, así que ahí es a donde
voy... tan pronto como empaque el resto del piso y entregue mis finales, me iré.
—Nova... —Lea lucha con algo que decir mientras Jaxon mueve su brazo
lejos de ella—. Sé que quieres ayudar a la gente, pero esto no es como trabajar en la
línea de suicidio. Es más complicado... y tal vez incluso peligroso.
—¿Más complicado que ayudar a Quinton a darse cuenta que vale la pena
vivir? —pregunto, abrazando mi computadora a mi pecho.
—Sí, porque vas a estar viviendo en el mundo loco en que Quinton está
ahora —afirma con aprensión, pasando rápidamente hacia delante del sofá—. Y
eso no es lo mismo que hacerlo desde la seguridad de una línea telefónica.
—Lea, voy a hacer esto —digo con determinación—. Tengo que hacer esto,
no solo para ayudar a Quinton, sino por mí misma... esta podría ser mi segunda
oportunidad.
He hablado con Lea lo suficiente para que entienda lo que estoy diciendo.
Además, sabe lo que es perder a alguien, así que ella podría incluso entender la
necesidad de salvar a la gente de ellos mismos.
Lea mira a Jaxon de nuevo, luego se pone de pie y camina hacia mí. —Nova,
sé que quieres salvarlo y todo, ¿pero de verdad piensas que puedes sin, tu sabes —
se inclina y baja la voz—, volver a meterte en las drogas?
Coloco el mango de mi bolso sobre mi hombro. —Lea, no iría si no creyera
que pueda... y en el momento que me puse mejor, me hice la promesa que nunca
volvería, nunca viviría con remordimientos. —Toco con mi dedo el dorso de su
muñeca, a través de su tatuaje—. ¿Sin arrepentimientos, verdad? —No le digo la
otra parte, que quiero ayudarlo porque no fui capaz de salvar a Landon ni a mi
padre, porque no estoy segura de qué va a decir.
Su expresión de suaviza. —Está bien, pero voy contigo para mantener
vigilarte. —Levanta su dedo meñique—. Y tienes que jurar que si digo que estás
recibiendo más de lo que puedes soportar, escuchas y das marcha atrás.
—Lea, no quieres...
Me interrumpe, agitando su dedo meñique hacia mí. —Quiero. Además,
tengo familiares en Las Vegas con los que probablemente pueda quedarme.
Por mucho que no me gusta que sacrifique cualquier cosa por mí, sé aceptar
lo que tengo que hacer. Voy a necesitar ayuda y quiero que venga conmigo.
—Bueno, entonces —engancho mi meñique con el suyo—, te lo prometo,
pero ¿estás segura que puedes venir conmigo? ¿Qué hay de Wyoming? —Bajo mi
voz, inclinándome, preocupada por provocar una pelea entre Jaxon y ella—.
O Illinois.
Suspira, luego desengancha el meñique del mío y se vuelve a Jaxon. —¿Qué
tal si hacemos un compromiso y vamos a Las Vegas para el verano?
Frunce el ceño, con los ojos llenos de dolor y molestia. —¿Por qué debemos
ir a Las Vegas cuando no podíamos siquiera ponernos de acuerdo para estar aquí
juntos? —Deja escapar un suspiro de frustración, y luego se pone de pie—. No
puedo creerlo. —Hace una pausa, creciendo más su enojo—. Sabes qué, sí puedo.
Así eres tú, a la hora de hacer cualquier tipo de compromiso conmigo.
—¿Qué se supone que significa eso? —pregunta Lea, sonando un poco
irritada.
—Eso significa que prefieres hacer otra cosa que comprometerte conmigo.
—Se enfurece—. Has estado haciendo excusa tras excusa para no estar conmigo
este verano, así que voy a hacer que sea muy fácil para ti. He terminado. —Levanta
las manos mientras se va por la puerta principal, luego se da vuelta y cierra la
puerta detrás de él. Una pila de cajas se vuelca en el vestíbulo y oigo el sonido de
cristales rotos.
—No quiso decir eso —dice Lea mientras retrocede hacia la puerta, pero se
ve un poco preocupada.
—Tal vez debería ir a Las Vegas sola —digo—. No quiero causar problemas
entre ustedes.
—No, estoy yendo... solo mantente empacando hasta que haya hablado con
él. —Se da vuelta y corre alrededor de las cajas, dejándome sola en el apartamento.
La realidad se hunde, es pesada y llena de presión. Crece mi nerviosismo.
Por mí, por Quinton, cómo se verá, cómo va a actuar. Me preocupa que estoy
caminando por el mundo y si lo haré bien. ¿Voy a arruinar esto?
—No, puedo hacer esto —digo con determinación, esperando con cada
parte de mí estar en lo cierto. Que esta vez pueda hacer las cosas bien.
Traducido por anita0990 & Julieyrr
Corregido por LizzyAvett’

Quinton
Mi techo tiene una gotera. Bueno, muchas para ser exacto. Y ni siquiera
estoy seguro de dónde demonios viene el agua. Vivo en el desierto y raramente
llueve. Aunque el techo está goteando como una jodida regadera. Tal vez viene del
apartamento de arriba. Podría tener un escape en las tuberías o tal vez los vecinos
dejaron la bañera abierta y el agua está corriendo por todo el piso y filtrándose en
el techo de mi habitación. Podría ir a ver, pero no tiene sentido. Toda la razón por
la que nos mudamos a este apartamento de mierda, en primer lugar, fue para no
ser molestados por alguien y en cambio nosotros no los molestaríamos. Silencio. Es
el nombre del juego entre las personas que viven en mi complejo de apartamentos,
porque casi todo el mundo está haciendo algo ilegal.
Hay música reproduciéndose en un viejo estéreo que encontré en la acera,
porque desde el concierto, por alguna razón, el sonido de la música me calma un
poco. He estado recostado con la espalda en el colchón por Dios sabe cuánto
tiempo, analizando las goteras de agua mientras caen de arriba y aterrizan a mi
alrededor, encima de mí, por todas partes, y puedo casi imaginarme a mí mismo
cayendo con ellas, para nunca subir de nuevo.
Mis brazos están escondidos debajo de mi cabeza y estoy inmóvil en el
exterior, pero por dentro mi mente está corriendo a un millón de kilómetros por
minuto, todos los pensamientos enfocados en el agua, en la forma en que gotea, se
mueve, cuanto la quiero beber porque estoy sediento, aunque no la estoy bebiendo
y no me quiero levantar por un trago. Y se convierte casi como en un proyecto para
mí, no pensar en algo más. Porque si lo hago, sé a dónde va a ir mi mente y no
puedo ir allí, porque entonces mis sentimientos irán allí y estaría rompiendo mi
promesa.
Pero no importa que tanto lo intente, es imposible no pensar en ella. La
hermosa Nova Reed que no debería siquiera conocerme, y aun así lo hace… o lo
hacía. Pensé que ella había superado su tiempo conmigo, pero entonces ella llamó.
Después de nueve meses, para charlar acerca del video que hice cuando quedaba
aún luz en mi vida. Nova era la luz y yo estaba atrapado en las sombras todo el
tiempo excepto por los pocos momentos cuando ella me tocaba, me besaba, me
dejaba tocarla, y no podía evitar su luz, si eso tiene algún sentido. En realidad,
probablemente no lo tiene. Mi cabeza está en este lugar muy extraño, donde estoy
arriba pero las gotas de cristal se están volviendo pocas y distantes entre sí. Estoy
desapareciendo, chocando contra un fondo rocoso, y las afiladas rocas me van a
herir si no consigo alas y vuelo de nuevo. Me voy a hacer añicos. Rompiéndome en
miles de fragmentos de vidrio y metal. Al igual que un accidente de auto. Al igual
que el puto desastre que he causado, retorcido y roto de forma irreparable. Como
Lexi y Ryder. Irreparable por mi culpa. Mierda. Tengo que dejar de pensar.
—Amigo, estás en el maldito espacio. —Tristan agrieta mis pensamientos a
medida que entra en mi habitación, repiqueteando en la entrada. Tiene una
camiseta puesta y un par de pantalones holgados y su cabello rubio luce mojado
por alguna razón, pero dudo que sea por una ducha, desde que la nuestra ha
estado rota por días.
—¿Por qué está tu cabello mojado? —pregunto por encima de la música,
inclinando mi cabeza a un lado, y una gota de agua cae en mi ojo, rehidratándolo.
Sus dedos se mueven por su cabello, lo que me da una visión de su
antebrazo y los pequeños agujeros y costras que cubren su piel; algunos delineados
con tonos de azul y púrpura. —Oh, me lavé el cabello en el lavabo. Apestaba a
vodka por alguna razón... creo que alguien podría haberlo derramado en mi
cabello anoche cuando me desmayé en el piso de la sala de estar.
—Sí, puedo imaginar eso —redirijo mi concentración de nuevo al goteo en el
techo—. Tienes un don para que te sucedan cosas locas cuando te desmayas, lo que
es una señal de que quizá desees detenerte.
—Me voy a detener cuando tú te detengas —dice, porque sabe que no lo
voy a hacer, y eso me hace sentir como una persona terrible, incluso aunque no
estoy seguro de que lo diga en serio. Aun así, debería por lo menos cambiarlo a él,
pero al mismo tiempo no puedo renunciar a la única cosa que me trae una gota de
paz en el turbio lago que se ha convertido mi hogar.
—¿Vas a acompañarme a hacer una entrega? —Cambia el tema, mirando a
la nada que más o menos llena mi habitación, a excepción de mi cuaderno de
dibujo que está en el suelo. Su mirada permanece brevemente en él antes de
mirarme—. Dylan dijo que tenía alguna mierda que deberíamos hacer en donde
Johnny… bueno, dijo cosas que tú deberías hacer, ya que sigue enojado conmigo
por arruinarlo con Trace y hay una alta posibilidad de que él esté allá.
Johnny es el tipo que suple a Dylan con una gran cantidad de drogas para
que él comercie, y a veces obtenemos drogas de Johnny nosotros mismos. Trace es
uno de los chicos con los que comerciamos con regularidad. Trace en realidad tiene
mucho dinero, al menos en comparación con nosotros. Además tiene un montón
de conexiones, lo que significa que enojarlo es algo muy malo. Hace una semana
Tristan ‘’accidentalmente‛ tomo un par de onzas, una de las cuales vendió y no
tengo idea que hizo con la otra, probablemente la usamos y ni siquiera lo sabía.
Cuando Trace le preguntó por sus cientos de miles de dólares, Tristan respondió
que no los tenía, que se los gastó. El culo tonto de Tristan se las arregló para salir
sin una paliza. Sí volvió con un enorme moretón en la cara, y creo que todos
esperábamos que Trace y sus hombres rompieran la puerta y nos golpearan hasta
que se le pagara.
—Por mucho que Dylan sea un idiota, estoy con él en esta —le digo—.
Tienes suerte de que Trace y sus hombres no hayan roto la puerta y pateado
nuestros culos. ¿Recuerdas lo que le hicieron a Roy y su novia después de que lo
robaron?
—Roy era un idiota —dice—. Y no sabía cómo humillarse.
—No, él intentó humillarse —respondo con voz firme—. Pero ellos lo
encontraron y le dieron una paliza. Maldición, terminó en el hospital y casi
murió… y violaron a su novia.
Parece una locura que así sean las cosas, pero aprendí rápidamente, cuando
nos mudamos aquí, que hay más peligros con las drogas que solo consumirlas.
También hay mucho peligro durante los intercambios, la gente que conozco, las
personas que piensan que les estoy robando. Pero no estoy ni siquiera seguro de
que sean peligros porque casi todo el tiempo no me siento asustado, sabiendo lo
que podría pasar. El riesgo solo existe como todo lo demás.
Tristan parece imperturbable. —A, no tengo una novia, así que no tengo que
preocuparme por alguien más que por mí mismo, y B, voy a encontrar una manera
de pagarle… de alguna forma. —Está claro en su voz que no tiene la intención de
pagarle a Trace. Tristan ya no tiene límites, no solo con robar y tomar drogas, sino
también con decisiones de la vida; él está siempre tentando al peligro. Nunca
piensa en las consecuencias, virando hacia una vida corta. Todos revoloteamos en
el mismo lugar, siempre a unos pocos pasos de ser asesinados o arrestados, sobre
todo con la gran cantidad de drogas que Dylan tiene en ocasiones cuando está
trabajando en un gran intercambio. Pero Tristan no parece saber cuándo retirarse,
y unos pocos pasos son más como medio paso para él. Tengo que detenerlo, más
que unas pocas veces, de meterse en peleas, tomar demasiadas drogas, mesclar las
drogas equivocadas, pero está bien. Le debo mucho y voy a continuar ayudándolo,
verificando que ese medio paso siempre exista, hasta el día en que me muera. Esa
puede ser mi penitencia.
—No vale la pena morir. —Tengo que detenerme para recuperar el aliento.
Decir la palabra ‚morir‛, hablar de la muerte, o incluso pensar en ella, puede
hacerme sentir que estoy cayendo sin poder hacer nada, incluso cuando estoy
volando—. Así que para de robar mierda y encuentra una manera de pagarle a
Trace antes de que se canse.
—¿No vale la pena morir por eso, eh? —pregunta, ignorando mi comentario
sobre Trace mientras arruga su frente con confusión y me pregunto si las drogas
apenas lo están alcanzando o si de verdad me está preguntando eso.
—Tú no —digo con un poco de preocupación—. No vale la pena terminar
muerto por las drogas.
—¿Pero tú sí?
—Todo es digno de morir para mí. —Pierdo el aliento de nuevo con la
palabra. Necesito dejar de decirla, pero a veces cuando estoy sobrio, las palabras
solo se escapan de mi boca.
Mira con inquietud los nombres de Lexi, Ryder y Nadie tatuados en mi
brazo. —Deja de hablar de la muerte y ven hacer este recorrido conmigo.
—¿A dónde vas? —pregunto, pero mi voz es arrastrada por el aumento en
el volumen de la música mientras el baterista toca con más fuerza y la mujer canta
frases apasionadas que puedo jurar por Dios que están tratando de decirme algo.
Me distraigo con imágenes que aparecen en mi cabeza, unas que he tratado de
poner en papel muchas veces, pero nunca parecen ser tan perfectas como quiero.
Nova con baquetas en sus manos, golpeando al ritmo mientras gotas de sudor
cubren su piel suave, pero en la forma más hermosa posible.
Tristan va al rincón de la habitación y baja el volumen de la música,
volcando el estéreo en el proceso. —Has estado escuchando mierda deprimente
últimamente.
—Supongo que sí, pero ¿importa? —pregunto, limpiando unas pocas gotas
de agua de mi frente—. De alguna manera coincide con mi estado de ánimo.
—Solo lo señalaba. —Toma una camisa sucia del suelo y la lanza en mi cara,
luego le da una patada a un lado del colchón—. Ahora levanta tu culo para que
podamos ir a hacer esta mierda. Tengo planes esta noche.
Parpadeo mis ojos secos y me fuerzo a bajar la saliva por mi garganta un par
de veces para rehidratarla. —No estoy seguro de querer ir a algún lado en estos
momentos.
—¿Por qué? —pregunta, retrocediendo hacia la pared—. ¿Tienes algo mejor
que hacer?
—No, pero no tengo ganas en este momento —le digo—. De hecho, lo único
que quiero hacer es recostarme y mirar a la mancha de agua en mi pared.
Apoya la espalda contra la pared, moviendo la cabeza. —Está bien, confiesa,
¿quién demonios habló contigo por teléfono?
Vuelvo la cabeza hacia él, con mis cejas fruncidas. —¿De qué hablas?
—Cuando Delilah te dio su teléfono hace como una semana —dice—. Has
estado actuando extraño desde entonces y consumiendo más, por lo que no te voy
a dar un sermón, ya que siempre me enojo cuando tú me das uno.
—He estado actuando tan raro como siempre. —Me siento y alzo la camisa
que me tiró—. No hay nada malo y nadie me llamó.
—Alguien te llamó o de lo contrario ella no te habría dado su teléfono.
—Fue… solo una vieja amiga.
Se frota la mandíbula pensativamente. —¿Fue quien yo creo?
Deslizo la camisa sobre mi cabeza y los brazos por las mangas. —¿Importa?
—Parece que sí, lo que es raro porque nunca nada parece importarte, a
excepción de los últimos días —dice, alejándose de la pared. Abre la boca para
decir algo, pero luego hace una pausa, debatiéndose—. Fue Nova, ¿no es así?
—¿Por qué pensarías eso? —Recojo algunas monedas apiladas en el suelo
junto a mi colchón; el único dinero que tengo en este momento, y la mayor parte
provino de pasear y comprobar las puertas de los autos. Si están desbloqueados
entonces los atacamos y robamos todo lo que tiene valor. Es la única fuente de
ingresos que tengo aparte de negociar con Dylan. Él nos usa para comerciar y, a
cambio, obtenemos drogas y algunas veces dinero para comprar más droga, un
techo sobre nuestras cabezas, y ¿qué más hay? Es todo lo que necesito, merezco—.
No he hablado con Nova hace muchísimo —agrego.
—¿Y qué? —Tristan recupera sus cigarrillos del bolsillo de sus vaqueros,
empujando unas monedas de veinticinco centavos en el piso en mi dirección con la
punta de su zapatilla de deporte desgastada—. Nova parece el tipo de chica que
llama después de un año y tenías esa mirada en tu cara mientras hablabas por
teléfono… como si la conversación significara algo para ti.
—Me sorprende que estuvieras lo suficientemente sobrio como para ver mi
cara. —Meto un puñado de monedas en mi bolsillo, a continuación, recojo el espejo
que está al lado de la pila de monedas, busco debajo de mi colchón donde está mi
escondite y extraigo la bolsa de plástico que contiene los fragmentos blancos de
cristal que va a dejarme sobrevivir aturdido a esta noche o matarme—. Consumes
mucha heroína últimamente, apenas has estado consciente.
Pone los ojos en blanco mientras saca un cigarrillo del paquete, lo pone en
su boca, y luego pone su mano alrededor de la punta y lo enciende con un
encendedor que encuentra en mi piso. —No seas un maldito hipócrita. —Sopla una
nube de humo mientras saca el cigarrillo de su boca—. Tú te drogas tanto como yo.
De hecho, puede que incluso más.
Está equivocado y quiero decírselo, pero luego vamos a empezar a discutir y
eso podría durar demasiado. Baja la vista al espejo en una mano y la bolsa en la
otra, sintiendo nada más que el deseo de disfrutar lo que hay en su interior. Casi
me grita: Llévame, llévame, llévame. Olvida. Olvida. Olvida. Todo va a estar bien una vez
que borre tu dolor. Muere. Queda libre de culpa. —Tienes razón. —Me comienzan a
temblar las manos y la necesidad me consume. Alimenta la adicción. El hambre. El
ansia.
—¿En qué cosa? —pregunta confundido, ofreciéndome un cigarrillo.
Tomo uno y lo dejó sobre el colchón junto a mí. —No tengo idea. —Nada
importa en este momento, a excepción de meter una dosis en mi sistema, porque si
me voy a mover y pensar y hablar, voy a necesitar que me dé combustible, de lo
contrario no voy a tener la energía ni la fuerza de voluntad para hacerlo. Una línea
blanca o tal vez dos, y luego voy a hablar, pensar y respirar de nuevo.
Con dedos temblorosos quito el sello de la bolsa, y luego me hundo en el
colchón y equilibro el espejo en mi regazo. Vierto una línea, ignorando mi reflejo
aún porque no puedo verlo. Entonces cojo una navaja de mi pie y rompo los
grumos. Agarro uno de los muchos bolígrafos vacíos al lado de la pila de monedas,
bajo la cabeza, pongo la pluma vacía en mi fosa nasal. Entonces aspiro como si
fuera el oxígeno para ayudarme a respirar, vivir, sobrevivir. El polvo blanco se
desliza hacia arriba por mi nariz y cuando llega a la parte posterior de mi garganta,
suspiro mientras inclino mi cabeza hacia atrás.
—¿Te sientes mejor? —pregunta, esparciendo las cenizas de su cigarrillo en
el suelo antes de alcanzar el espejo como si quisiera tomar un poco.
Mientras lo roba de mi mano, atrapo mi reflejo en la superficie rayada. Piel
pálida, ojos muy abiertos ribeteados en rojo, al igual que uno de los lados de mi
nariz, pero dudo que alguien más pueda ver el cambio.
Tomo el cigarrillo y lo pongo en mi boca. Luego me pongo de pie, enciendo
el cigarrillo y salgo al pasillo mientras Tristan se sienta en el suelo de mi habitación
y se sirve una línea. Tengo que pasar por encima de dos personas desmayadas por
el suelo en mi camino a la sala de estar, un chico y una chica; ninguno de ellos lleva
una camisa.
Maniobrando entre un montón de cristales rotos, llego a la cocina, que es
básicamente una parte de la sala de estar, solo una cortina se ha colgado para
dividir los dos espacios. El lugar es un desastre. Platos y vasos desechables,
sartenes sucias y cucharas, cajas de cereal vacías cubren el mostrador. El fregadero
está lleno de platos sucios y apesta como un bote de basura. Hay cajas de
cigarrillos vacías por todas partes y una jeringa usada. Ni siquiera estoy seguro de
por qué vine aquí. No estoy hambriento, sediento, nada y probablemente no hay
comida de todos modos. Aprieto mi mandíbula varias veces, tratando de recordar
por qué me levanté de la cama. Todo lo que quiero hacer es volver a mi habitación
y quedarme mirando el techo, porque se convirtió en una especie de mi santuario.
—Dylan quería que te diera un mensaje. —Delilah aparece de forma
inesperada en la cocina usando una falda y un sujetador de encaje rojo. Ella
siempre anda así, a medio vestir, y no sé si es porque ella solo está cómoda consigo
misma o porque está tratando de conseguir a alguien para follar.
—¿Ah, sí? —Parpadeo y luego froto mi nariz, al tiempo que mi mandíbula
se sacude mientras intento calmarme—. ¿Qué es lo que quiere?
—Que corras donde Johnny a recoger una octava para que Dylan venda.
Vas a tener que pagarle por eso, pero dejó un poco de dinero. —Sostiene un rollo
de dinero mientras se reclina contra el mostrador, haciendo destacar su pecho—. Él
quiere que vayas, ya que Tristan —hace comillas en el aire—, ‚tomó prestado‛ la
última vez y nunca le pagó.
Paso ligeramente mi pulgar por el extremo del cigarrillo y la ceniza cae al
suelo. Asiento, a pesar de que no quiero ir donde el jodido Johnny, uno de los
proveedores de Dylan. Quiero ir a mi habitación y mirar las manchas de agua.
Quizá dibujar. Pero si no voy, entonces Dylan se pondrá furioso y cuando él se
cabrea todo el mundo es infeliz, ya que por lo general es el que tiene más reserva
acumulada y las conexiones para obtener más. —Ya le dije a Tristan que iría con él.
—Bueno. —Se pone de pie, mete la mano en su sostén y reorganiza sus
pechos—. Pero yo voy contigo, Tristan no.
Pongo el cigarrillo en el mostrador. —¿Quién te hizo el jefe?
—Dylan. —Sonríe cuando arrastra su dedo por mi brazo y mete un rollo de
billetes de un dólar en el bolsillo delantero de mis vaqueros—. Porque la última
vez que ustedes dos fueron y recogieron algo de Dylan, lo terminaron antes de
siquiera llegar a casa y no queremos que eso suceda de nuevo, ya que si es así,
ambos terminaran en la calle y eres demasiado guapo para estar allí. —Me guiña
un ojo—. Te comerían en un día.
—Entonces, ¿qué eres ahora? —pregunto, no necesariamente enojado, solo
por ser contundente—. ¿Mi niñera o algo así?
—¿No te gustaría? —Sus dedos se desplazan de mi brazo a mi hombro, y
luego a mi pecho—. Sabes que mi oferta sigue en la mesa.
—¿Qué oferta? —Sinceramente, no puedo recordar y cuanto más trato de
recordar más pienso en dibujar y en las manchas de agua. Y en Nova. Sus labios.
Sus ojos. Dios, su voz provocó algo dentro de mí. ¿Vida, tal vez? Y no quiero vida
en mí. Lo que quiero es olvidar, dejar de pensar en Nova y centrarme en estar
donde Lexi, bajo tierra. Lexi. Tengo que pensar en Lexi, estar lo suficientemente
drogado para sentirme más cerca de ella, nunca olvidarla. Siempre amarla. A nadie
más.
Maldición, para de pensar en Nova.
La mano de Delilah se desplaza hacia abajo hasta que está acunando mi
polla a través de mis vaqueros y me siento tan entumecido en este punto que ni
siquiera puedo decir si estoy duro o no. Luego se inclina hacia delante y pone sus
labios en mi oído mientras presiona sus pechos contra el mío. —Tú me puedes
tomar cuando quieras. Todo lo que tienes que hacer es decir que sí y puedo borrar
en un instante esa mirada triste que siempre tienes en la cara.
No muevo su mano, ni la empujo ni respiro. No es como si yo la quisiera.
Ahora ella prácticamente se acuesta con cualquiera, creo que es porque Dylan la
ignora y se acuesta con otras mujeres, a veces, justo en frente de ella. Pero por
alguna razón parece que no puedo encontrar la fuerza de voluntad para moverme
y cuando se pone de pie de puntillas, lista para darme un beso, tengo pensado
dejarla, a sabiendas de que va a ser una muy buena distracción de la hermosa chica
que me llamó de la nada. La chica que tiene ojos que parecen azules, pero que
también son de color verde. Quién solía verse triste, pero por el sonido de su voz
en el teléfono, parecía feliz y me gustaría poder estar feliz por ella.
Los labios de Delilah rozan los míos y su pelo castaño roza mi mejilla en
tanto inclina la cabeza hacia un lado y agarra mi polla dura. Estoy a punto de
separar mis labios y dejar que ella y las drogas se mezclen potentemente en mi
cabeza y borren mis pensamientos, pero entonces escucho a alguien decir algo en
la sala de estar y Delilah se aleja rápidamente como si yo estuviera hecho de fuego.
Su cabeza se mueve hacia la cortina, que está retirada, así que tenemos una
visita completa de la sala de estar. —Oh, gracias a Dios. —Pone su mano en el
pecho cuando ve que es solo Tristan—. Pensé que eras Dylan.
—¿Importaría si lo fuera? —dice mientras camina hacia la cocina—. A él no
le importó cuando te acostaste conmigo y no creo que le importe si lo haces con
Quinton, al igual que no se preocupa por nada de lo que haces.
—Vete a la mierda, Tristan —espeta, le muestra el dedo medio mientras gira
y me da la espalda—. No estás más que enfadado porque te folle una vez y no lo
haría de nuevo.
—Nena, no creas que eres algo especial, porque no es así —replica,
parpadeando varias veces, tan drogado que dudo que siquiera sepa lo que está
diciendo. No estoy seguro de que ninguno de nosotros lo sepa.
Delilah golpea el pecho de Tristan, haciéndolo tropezar un poco hacia atrás,
tensarse y mirar molesto, pero luego los cristales blancos le hacen efecto, porque
flexiona su mandíbula y su ira se deshace. Parpadea enfocándose en Delilah y en
mí. —Así que, ¿vamos o qué?
—Ustedes no van a ninguna parte juntos. —Delilah se frota los ojos,
corriendo el rímel por toda su cara.
La mirada de Tristan choca con ella. —¿Y quién nos va a detener? ¿Tú?
Ella respira y la ira crece en su rostro, pero está demasiado débil como para
hacer algo que nos detenga. —Dylan dijo que no pueden ir juntos. Usan todas las
cosas antes de volver aquí. Y ya enojaste a Trace y lo último que necesitas es
toparte con él. A pesar de que Dylan logró calmarlo, dice que debes mantener un
perfil bajo por un tiempo, por si acaso. Además, él a veces está con Johnny. Sabes
eso.
—Sí, pero me importa una mierda. Y, además, Dylan no está aquí para
detenerme, ¿o sí? —afirma Tristan con un pliegue en su frente—. Lo que quiere
decir que nosotros decidimos lo que queremos hacer. Y yo voy con Johnny. Con
Quinton. Trace puede besar mi culo si se aparece. —Me señala para que lo siga
mientras se voltea hacia la puerta—. Ven. Vamos a terminar con esto.
No me atrevo, mi mente brevemente logra ver que un verdadero problema
surge a través del velo de las drogas. —Tristan, tal vez debería ir yo solo. Hiciste
enojar bastante a Trace y no es alguien con quien quieras perder el tiempo.
Recuerda cuando él y sus chicos apuñalaron a un hombre por… bueno, no me
acuerdo por qué, pero lo hizo.
—Voy a estar bien —dice, rozándome mientras elude el cubo—. Si Trace
está ahí, solo tendremos que irnos.
Quiero discutir más con él, porque solo está pensando en su adicción, pero
el velo en mi mente tapa más, y pierdo la noción de porqué debería preocuparme
tanto. —Muy bien, salgamos de aquí.
—Chicos, son unos imbéciles —bufa Delilah, pisando fuerte con su pie y
cruzando los brazos sobre el pecho.
Tristan se encoge de hombros mientras abre la puerta, recogiendo una
mochila que está cerca de la puerta. Cruzo la sala de estar y paso por encima de un
gran vaso yaciendo en el centro de la vía entre los dos sofás malolientes; el único
mueble que tenemos. Entonces salgo a la luz del sol, y hace que mis ojos piquen y
ya se sientan como si estuvieran sangrando. Tristan le murmura algo a Delilah
acerca de mantener su cama calentita para él, y escucho algo romperse, tal vez el
vaso. Luego cierra la puerta, moviendo la cabeza mientras avanzamos a través del
balcón, más allá de todas las puertas cerradas y ventanas cubiertas con cortinas y
mantas.
—Es una perra —dice, poniéndose su mochila.
—Sí, pero no sé por qué la animas. —Protejo mis ojos con mi mano para
bloquear la luz del sol—. No solías hacerlo.
—Las cosas cambian —dice entre dientes, rascándose el brazo.
—En realidad, no —le digo, cuando estamos llegando a la parte superior de
la escalera, saliendo de debajo de la protección de la cubierta. La luz me golpea de
frente y me siento como una vela derritiéndose bajo el sol—. Las cosas han sido
más o menos lo mismo durante los últimos seis meses.
—Lo dices como si fuera malo —me dice, trotando por las escaleras.
Corro por la escalera tras él. —No, lo digo porque es la verdad.
Se detiene cuando llega a la parte inferior de las escaleras. —Tal vez no
deberías decir nada —sugiere, rechinando los dientes mientras mira fijamente
hacia el aparcamiento de grava y luego en el tramo de desierto y corro hacia abajo
por los edificios de ladrillo a nuestro lado.
—Sí, tienes razón. —Decido mantener mis labios sellados mientras nos
dirigimos a la calle, porque no debería estar hablando con él ni dándole consejos.
Es probable que esté haciendo toda esta mierda por mi culpa, porque yo maté a su
hermana. Arruiné su vida; arruiné la vida de un montón de personas, algo que
recuerdo todos los días cuando nadie me llama ni habla realmente conmigo, la cual
es más o menos la forma en que ha sido desde el accidente. Al principio, fui lo
bastante estúpido como para creer que alguien diría que no fue mi culpa, que solo
fue un accidente. Pero nunca ocurrió. Todo lo contrario. Y ahora estoy aquí, en este
lugar al que pertenezco y la última vez que realmente tuve una conversación sobre
algo distinto a las drogas fue con Nova.
Dios, deja de pensar en ella. ¿Cuál es mi maldito problema?
Mientras caminamos por los apartamentos de abajo hacia el aparcamiento,
pasamos a nuestra vecina, Cami, una mujer de mediana edad que le gusta caminar
en faldas de licra y camisetas ajustadas sin sujetador. Está fumando un cigarrillo,
viendo fijamente al estacionamiento, pero cuando caminamos a su lado, se centra
en nosotros.
—Oye, nene —dice, alejándose de la puerta principal contra la que está
apoyada—. ¿Alguno de ustedes ya consiguió algo bueno? —pregunta, tropezando
con sus talones mientras sopla humo, caminando hacia mí.
Niego con la cabeza. —No, yo no. —Y aunque lo hiciera, no se lo daría.
Doy un paso a un lado para rodearla, pero Tristan decide parar y no
seguirme, así que me detengo justo detrás de Cami y lo espero.
—¿Qué estás buscando? —le pregunta y sacudo la cabeza hacia él. Cami es
una puta y lo digo literalmente. Se vende a sí misma por dinero o drogas, lo que
necesite en ese momento.
—Tristan, vamos —digo, dirigiéndole una mirada que dice: No vayas ahí,
hombre.
Él parece genuinamente desconcertado. —¿Qué?
Asiento hacia Cami, que parece no darse cuenta. De ninguna manera,
articulo.
—¿Qué es lo que tienes? —dice Cami, dando un paso adelante—. Tomaré
algo. No tengo ningún dinero en efectivo. —Resalta sus pechos, como si estuviera
tratando de seducirlo.
Ni siquiera espero a que Tristan responda. Agarro la manga de su camisa y
lo arrastro lejos. Cami nos grita algo acerca de ser unos bromistas y que tenemos
que volver, pero sigo caminando, arrastrando a Tristan, negándome a dejarlo ir
hasta que lleguemos al borde del estacionamiento.
—No puedo creer que consideraras seriamente esa posibilidad —digo,
liberando la manga de su chaqueta.
Patea la suciedad con la punta de su zapatilla. —En realidad no lo
consideré… Tenía curiosidad sobre qué diría para referencias futuras.
—Sabes que no paga en efectivo, ¿no?
Vacila, decidiendo que realmente le importa. —Sí, bueno, no hizo ningún
daño, ¿verdad?
Opto por dejar el tema y subir a la acera que bordea la calle muy transitada.
Caminamos por los hoteles, los cuales son prácticamente casas y tiendas de crack,
dirigiéndonos a otro complejo de apartamentos que se encuentra a poco más de un
kilometro. Hace calor, probablemente estemos sobre los cuarenta grados y el calor
seca mi piel, mi garganta y mi nariz. The Strip, que es la principal zona turística de
la ciudad, está a un largo camino de distancia, altísimos edificios y casinos reflejan
la luz del sol. Cuando caminas por ella en la noche te encandilas aún más porque
todas las luces de neón están encendidas y parpadeando. De hecho, odio caminar
por The Strip. No encaja con todo el movimiento rápido pasando en mi cabeza.
—¿Así que crees que Dylan va a atraparme porque lo estoy estafando? —
pregunta Tristan cuando nos detenemos en una acera, esperando que un coche se
quite del camino para poder cruzar la calle.
Paso mi mano sobre mi cabeza. Mi cabello ha crecido y está desaliñado,
como mi cara, ya que no la he afeitado desde hace tiempo. Cosas como esas ya no
parecen tan importantes. No es que obtenga algún beneficio por tener un aspecto
limpio. Es solo una pérdida de tiempo.
—¿Te importa si lo hace? —pregunto al cruzar la calle—. No pareces tenerle
miedo.
—¿A quién, Dylan? —Resopla—. Sí, ¿has visto la cantidad de peso que ha
perdido? Y siempre está tan borracho o drogado que ni siquiera puede deletrear su
propio nombre.
—Creo que todos nos vemos así —le digo, metiendo mis manos en mis
bolsillos.
—Yo me veo bien. —Me frunce el ceño—. Sabes, no entiendo por qué lo
haces. Por qué siempre señalas hacia dónde nos dirigimos todos.
—Porque no creo que todos deberíamos dirigirnos allí —le digo—. Además,
a veces no creo que todo el mundo entienda plenamente a dónde se dirigen.
—Bueno, nadie lo entiende en realidad. Ni yo. Ni tú. Ni ese chico que
camina por aquella calle —dice, señalando a un hombre que sostiene un cartel que
dice que trabajará por comida.
—Creo que alguno de nosotros entiende —discrepo—, pero algunos no lo
admiten.
—Estás matando mi ánimo, sabes —dice, molesto—. Y sé que la única razón
por la que estamos hablando de esto es porque estás loco y no puedes callar tus
pensamientos ni tu boca.
—Lo sé, pero aun así siento como que necesito decirlo.
—Bueno, no lo hagas, porque no quiero escuchar más.
—Tengo que hacerlo. —No puedo encontrar el interruptor de apagado de
mi boca, así que simplemente la mantengo en movimiento—. No entiendo por qué
estás aquí. Quiero decir, sé que no eras el mejor chico de todos, pero aun así, todo
este asunto de las drogas… quiero decir, tus pap{s se preocupan por ti.
—No, se preocupan por Ryder. —Su voz coincide con su agravación—. Y
ahora que está muerta, solo se preocupan más por ella. Así que haré lo que quiera.
Y lo que quiero hacer es drogarme… hace las cosas mucho más fáciles.
Entiendo demasiado bien lo que dice. Hago una pausa; un abultamiento
seco y caliente fuerza su camino hacia mi garganta. —Lo siento.
Tristan niega con la cabeza, alejando su mirada de mí y fijando su atención
en el edificio de metal a nuestro lado. —Deja de decir que lo sientes. La mierda
pasó. La gente murió. La vida continúa. No estoy aquí por algo que hiciste. Estoy
aquí porque aquí es donde yo elijo estar y porque me hace sentir mejor sobre la
vida.
—Sí, supongo —murmuro, sin creerle del todo. Más ladrillos de culpa se
apilan sobre mis hombros y necesito mucho para no doblarme hacia el suelo.
Vuelve su atención a mí, con los ojos un poco demasiado amplios contra la
luz del sol, la frente perlada de sudor por el calor abrasador. —Ahora, podemos
por favor parar con toda la charla de drogadicto perspicaz o voy a tener que dar la
vuelta y drogarme otra vez.
Asiento, a pesar de que no quiero dejar de hablar, porque entonces voy a
tener que pensar. Pero Tristan se queda tranquilo, murmurando mierda en voz
baja mientras coge su brazo. Mis ojos se desvían hacia el horizonte, donde las
cimas de los edificios y el cielo se encuentran. Cuando el sol se pone y el cielo se
vuelve naranja pastel y rosa, es hermoso. Es una de las pocas cosas de las que aún
puedo decir eso. Todo el mundo parece oscuro, gris y sombrío. Nada parece
hermoso, ni siquiera las cosas que vi en el pasado. Y mi futuro, bueno, parece
prácticamente muerto, como que estoy caminando hacia un ataúd, listo para
meterme a mí mismo y cerrar la tapa. Entonces tal vez alguien me hará el favor de
enterrarme bajo la tierra, donde puedo dejar de respirar, dejar de pensar, dejar de
darme cuenta de lo hermoso que es. Las únicas personas que me echarán de menos
son los traficantes de drogas y las personas con las que hago tratos a veces. Cuanto
más lo pienso, más quiero solo tirarme a la calle, esperando que un coche me
golpee con la fuerza suficiente para que mi corazón se detenga de nuevo, porque
no tiene sentido que siga latiendo. Esto tiene que ser el fondo, ¿no? No hay vuelta
hacia atrás. Esto es todo. Sin embargo, por alguna razón, continúo caminando,
hablando, respirando; viviendo.
—¿Trajiste tu cuchillo, por casualidad? —pregunta Tristan mientras
rodeamos la esquina de un edificio de ladrillo de un solo piso que está pintado con
graffiti multicolor y empezamos a caminar a través del estacionamiento de grava
de al lado.
—¿Recuerdas lo que te dije cuando me preguntaste si lo traía el otro día? —
digo, y él niega con la cabeza—. Que no tengo uno.
Suspira mientras patea una botella de cerveza vacía en el suelo. —Estoy
pensando que debería haber traído… —Se calla mientras un elegante Cadillac
negro se frena abruptamente, deteniéndose justo frente a nosotros, levantando una
nube de polvo a nuestras caras.
Las ventanas están tintadas pero creo que ya sé quién está ahí. Trace y sus
chicos.
Tristan, instantáneamente, comienza a retroceder mientras las puertas se
abren, enganchando sus dedos a través de las correas de su mochila. Dos grandes
chicos salen de la parte trasera del coche; sus caras son muy familiares y recuerdo
verlos alguna vez antes. Darl y Donny, los pitbulls de Trace, o algo así. Los que
hacen el trabajo sucio.
—Mierda. Tenemos que irnos —dice Tristan, entrando en pánico y
volviéndose para correr, pero no me muevo—. Quinton, larguémonos de aquí.
Ahora.
Donny está manteniendo una barra de hierro y mientras da un paso hacia
nosotros, la golpea en su mano con una mirada amenazadora en su rostro y no
puedo dejar de pensar en Roy y las muchas otras historias que he escuchado sobre
ofertas de drogas que salieron mal. Piernas rotas. Brazos. Narices. Es jodidamente
común. Personas siendo manipuladas por el crack y dinero y corriendo
hiperactivos con adrenalina y emoción. No piensan con claridad. Engañan, roban.
Demonios, yo lo he hecho. Sabía que podía hacerme daño. Ir a la cárcel. Morir
inclusive. Independientemente de las consecuencias, no me importa lo que me
pase a mí. A Tristan sí, pero ya está corriendo. No me importa una mierda. Dolor,
tráiganlo. Merezco dolor. No merezco nada. Tal vez este puede ser el coche que
corre hacia mí, deteniendo mi corazón. Además, si me quedo aquí, entonces tal vez
pueda distraerlos de Tristan, darle alguna oportunidad de escapar. Le debo
mucho.
Así que me quedo ahí mientras Donny da zancadas hacia mí, levantando la
barra de hierro como si estuviera a punto de golpearme, mientras Tristan me grita
algo, corriendo por la acera. Podría tratar de protegerme. Recoger algo y tirárselo,
incluso lanzarle un puñetazo. Pero no me da la gana, mi corazón está firme en mi
pecho, mis brazos descansan tranquilamente a mis costados. No me muevo,
incluso cuando balancea la barra de hierro directamente a mi cara. Lo hace una y
otra vez y luego se toma un descanso, pero solo para robar la bolsa de cristal que
tengo en mi bolsillo. Luego continúa golpeándome.
Quinton, te amo… Juro que oigo la voz de Lexi, pero podría estar alucinando.
Ni siquiera estoy seguro de por qué decido renunciar en este momento. Tal vez sea
porque creo oír a Lexi hablándome o tal vez es que tengo tanta metanfetamina
corriendo a través de mi torrente sanguíneo que mis pensamientos se confunden y
las buenas y malas opciones se mezclan entre sí y crean confusión. O tal vez es solo
que estoy cansado de luchar contra la realidad y por fin estoy enfrentando a mi
futuro. El futuro que no tengo. O tal vez por fin he llegado a la parte inferior de mi
caída y estoy listo para caminar derecho hacia ese ataúd.
Traducido por Cris_Eire & Vani
Corregido por LucindaMaddox

Nova
‚Save Me‛ de Unwritten Law está sonando desde mi iPod a través de los
altavoces estéreo y del maletero del Chevy Nova, que está lleno de todas las cosas
que Lea y yo pudimos meter dentro, y el asiento trasero está lleno de nuestros
instrumentos. El resto de nuestras cosas las pusimos en una unidad de
almacenamiento. El sol está brillando, el cielo es azul, y hay un largo tramo de
carretera por delante de mí. Es el día perfecto para estar conduciendo, pero mi
corazón se siente pesado en mi pecho. Ni siquiera estoy segura de lo que voy a
hacer cuando llegue a Las Vegas. ¿Solo aparecer en la puerta de Quinton? ¿Golpear
y decir: Hola, estoy aquí para salvarte?
Dios, sueno tan pedante.
Afortunadamente, Lea tiene un tío que vive en Las Vegas. Su nombre es
Brandon y dijo que nos dejaría quedarnos en la habitación de invitados por unas
pocas semanas; de lo contrario tendríamos que conseguir un hotel y no tenemos
una gran cantidad de dinero en efectivo, desde que las dos dejamos nuestros
puestos de trabajo para el verano y estamos viviendo de nuestros ahorros.
—¿Estás segura que vas a estar bien? —Bajo el volumen del estéreo, pero
subo el aire. Hace calor y el dorso de mis piernas se está pegando al asiento de
cuero, y mis manos están resbaladizas mientras se aferran al volante.
Lea levanta la cabeza de la pila de papeles de su regazo, el que ha estado
leyendo casi todo el trayecto, tratando de averiguar la mejor manera de acercarse a
un consumidor de drogas, a pesar de haber tratado de decirle que los papeles que
imprimió de una web al azar no necesariamente le ayudarán a entenderlo todo, solo
algunas cosas. —Ya te dije que lo estaría como mil veces.
—Lo sé. —Meto mechones de pelo detrás de mi oreja—. Pero siento que
todo esto es mi culpa.
Niega con la cabeza y vuelve su atención a los papeles. —Lo que pasó entre
Jaxon y yo iba a pasar desde hace mucho tiempo.
—Pero los amo a los dos juntos —le digo, tirando de mis gafas de sol sobre
mis ojos—. Duele que hayan roto.
—Íbamos a romper de todos modos —responde, examinando los papeles—.
Hemos estado hablando de ello durante semanas. Queremos dos cosas diferentes...
él quiere compromiso y seguía hablando de vivir juntos y comprometernos, y yo...
Ni siquiera sé lo que quiero y hasta que lo sepa, no voy a comprometerme a nada.
No puedo evitar pensar en las cosas que quería de Landon, compromiso y
un futuro, y cómo él nunca se comprometió totalmente a nada, lo que me hace
preguntarme por cuánto tiempo pensó dejar este mundo.
Me quedo mirando el camino por delante, que está bordeado por el desierto
y cactus. —Aun así me duele pensar en ello, ustedes parecían almas gemelas.
—No creo en las almas gemelas. —Se aclara la garganta varias veces como si
estuviera luchando por mantener las lágrimas—. Pero a mí también me duele, y no
tengo ganas de hablar de ello, de lo contrario voy a empezar a llorar. Entonces tú te
pondrás a llorar y no quiero tener que detenerme para que podamos tener un
festín de berreos, ¿así que podemos, por favor, dejarlo por ahora?
Sigo conduciendo por la carretera, tratando de concentrarme en llegar a Las
Vegas, en lugar de pensar en Quinton, y en Lea y Jaxon, o en lo disgustada que mi
mamá estará porque no voy a ir directamente a casa, pero pienso en todo ello. Lea
y yo no hablamos por un tiempo y cuando paro en la gasolinera justo al lado de
una rampa de salida, por fin decido llamar a mi madre y decirle lo que está
pasando. He estado evitando la llamada, sabiendo que ella se preocupará, pero no
quiero ocultarle cosas. Además, ella cree que estoy de camino a casa.
—Voy a llamar a mi mamá —le digo a Lea y luego le paso mi cartera de mi
bolso—. ¿Puedes poner la gasolina y pagar?
Ella pone los papeles en el asiento trasero. —Por supuesto. —Toma mi
billetera y salta fuera del coche mientras yo marco el número de mi mamá y bajo la
ventanilla, ya que sin el motor en marcha no hay aire acondicionado y está más
caliente que el infierno.
Mi mamá contesta después de dos pitidos y su voz está eufórica, como si
estuviera muy feliz de saber de mí. —Justo iba a llamarte —dice ella—, para ver
cuando volvías a casa.
—Oh. —Agarro el volante, nerviosa, con las palmas sudadas—. Sí, sobre
eso... no estoy llegando directamente a casa.
—¿Qué quieres decir? —Suena dolida.
—Quiero decir... —digo sin terminar, aclarándome la garganta—. Mira,
mamá, no enloquezcas, pero tengo que ir a Las Vegas por un par de semanas.
—¿Las Vegas? —pregunta, ahora preocupada—. ¿Por qué irías allí?
—Porque... Tengo que ayudar a un amigo.
—¿Qué amigo? —pregunta, pero por su tono de desaprobación, creo que ya
lo sabe, sobre todo porque sabe que he estado buscándolo, no para ayudarle ni
nada, sino para firmar el formulario de autorización para publicar mi proyecto en
vídeo.
Expulso una respiración atascada en mi vía respiratoria. —¿Te acuerdas de
aquel tipo, Quinton, del que te hablé?
Está en silencio por bastante tiempo y cuando habla, es cautelosa. —Sí, ¿con
el que pasaste tiempo el verano pasado, verdad?
—Sí, ese es él... bueno, voy a ir a verlo. —Aguanto la respiración, esperando
su reacción, esperando a que me grite para que no vaya.
Se detiene de nuevo y puedo oír su fuerte respiración en el otro extremo. —
¿Por qué?
—Porque necesita mi ayuda. —Me sorprende que no se esté volviendo más
loca.
—¿Con qué? —No está conectando los puntos.
—Con... poniéndose mejor —explico con evasivas.
—Nova, no creo que sea una buena idea —dice rápidamente al encajar en su
cabeza lo que estoy dando a entender, con lo que Quinton necesita ayuda. Le dije
lo suficiente el verano pasado para que sepa sobre él, pero lo que ella no sabe es
sobre el accidente de coche. Así que le explico rápido los detalles del accidente
mientras Lea se dirige a pagar la gasolina. Me aseguraré de decirle todo lo
importante, por lo que pasó, lo que siento al ayudarle, porque esto es importante
para mí. Cuando termino, mi mamá está en silencio y estoy ansiosa por cómo va a
reaccionar.
—¿Así que Lea está contigo? —pregunta finalmente. A mi mamá le gusta
mucho Lea. La traje a casa por Navidad el año pasado, y las dos pasaban mucho
tiempo hablando y desde entonces está maravillada con ella.
Me quedo mirando la ventana de la gasolinera, donde puedo ver a Lea en el
mostrador de pago. —Lo está.
—¿Hasta cuándo vas a estar ahí? —pregunta, y me sorprende que incluso
haya llegado hasta aquí sin luchar más.
—Todavía no estoy segura... todo aún depende.
—¿De qué?
—De lo mal que esté —le digo, limpiando mis manos sudorosas en los lados
de mis pantalones cortos.
—Nova... No creo que sea una buena idea... —Busca las palabras adecuadas,
el pánico se filtra, el miedo de perder a su hija de nuevo—. Quiero decir, apenas
has salido de este tipo de cosas por ti misma y me preocupa que vaya a ser muy
fácil que puedas volver a caer en eso.
—Mamá, soy mucho más fuerte que antes —le aseguro—. Y tengo aquí a
Lea para echarme un ojo, y sabes lo buena que es en esas cosas.
Suspira pesadamente, sin entusiasmo. —Todavía estoy preocupada y no
creo que pueda dejarte ir sin más.
—Yo también estoy preocupada, pero por Quinton —le digo—. Mamá, él no
tiene a nadie que le ayude, al menos por lo que sé. Y si estás preocupada, puedes ir
a comprobar cómo estoy. Es solo como un trayecto de ocho horas, pero te prometo
que voy a estar bien.
—¿Me dejarías ir a comprobar cómo estás? —pregunta, asombrada.
—Sí, porque sé que no va a haber nada que necesites comprobar —le digo—
. Voy a estar bien. Puedo hacer esto, quiero ayudarlo. Y tengo que hacerlo, no solo
por él... sino por mí... esto es algo que necesito hacer, te guste o no. —Odio añadir
la última parte, pero es necesario para que entienda mi punto de vista y no me
convenza de lo contrario.
Se queda de nuevo en silencio y me está volviendo loca. Aunque todavía iré
no importa lo que ella diga, quiero que me apoye y me gustaría que se relajase.
Pero entiendo lo que dice, teniendo en cuenta lo que la he hecho pasar en el
pasado.
Mi madre sigue sin decir nada cuando Lea se mete en el coche. Deja caer
una gran bolsa de Cheetos entre nosotras, junto con una botella de agua y una
botella de Dr. Pepper, y luego cierra la puerta. Me da una mirada extraña mientras
pongo el motor en marcha y enciendo el aire acondicionado. Comienza a decir
algo, pero levanto mi dedo.
—Mamá, ¿estás ahí? —pregunto, subiendo la ventana.
—Sí, estoy aquí. —Exhala con fuerza—. Está bien, voy a dejarte hacer esto,
pero no estoy feliz con ello. Y quiero que me llames tres veces al día por lo menos
y si las cosas se ponen mal, necesito que Lea me lo diga. No tú.
Me siento un poco herida por su último comentario, pero al mismo tiempo
no puedo culparla. Todo el tiempo que pasé diciéndole que estaba bien, cuando me
estaba muriendo por dentro… sabe lo f{cil que puedo callarme las cosas cuando se
ponen difíciles.
—Está bien —le digo, sabiendo que en realidad no puede obligarme a hacer
nada, ya que soy una adulta. Llamarla es solo mi intento de ser una buena hija y
hacerle saber mis planes—. Puedo hacer eso por ti.
—Ahora pon a Lea al teléfono —dice en un tono severo.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Porque quiero hablar con ella.
—Está bien... espera. —Le entrego a Lea el teléfono.
Lea lo toma, y su cara se retuerce con confusión. —¿Qué pasa? —me
pregunta, mirando abajo a la pantalla.
—Quiere hablar contigo —le explico, poniendo el coche en marcha—. Pero
no sé sobre qué.
Lea coloca el teléfono en su oreja y saluda mientras conduzco de vuelta a la
autopista. Charlan durante un tiempo, Lea manteniendo sus respuestas bastante
cortas. Eventualmente Lea cuelga y pone el teléfono en el asiento entre nosotras.
No dice nada, abriendo la bolsa de Cheetos mientras se relaja de nuevo en el
asiento, y dirigiendo el ventilador a su cara.
—Así que, ¿vas a decirme lo que te dijo? —pregunto.
Lea se encoge de hombros mientras tira un Cheeto a su boca. —No mucho.
Solo me dijo que mantuviese un ojo en ti, algo que ya planeaba hacer. —Pone sus
pies sobre el salpicadero—. Realmente se preocupa por ti, lo sabes.
—Lo sé —le digo, tomando un puñado de Cheetos—. Odie que esté
preocupada.
—Deberías estar contenta de que se preocupe. Significa que te ama —dice
con tristeza, probablemente pensando en su propia madre y en su tensa relación
desde que su padre se suicidó y su madre hizo que Lea y su hermana vivieran con
su abuela, porque no podía soportar ser una madre soltera. Creo que ha estado
tratando de volver a la vida de Lea, pero ella está luchando contra esto.
—Estoy agradecida. —Cambio de carril, luego limpio mis dedos de Cheeto a
un lado de mis pantalones cortos—. Pero odio preocuparla.
Y es cierto. He hecho que mi madre pasase ya por suficiente, pero ir a Las
Vegas, a Quinton, es algo que tengo que hacer. Si no lo hago, siempre miraré hacia
atrás y lo lamentaré, y como dice el tatuaje de Lea, no quiero vivir mi vida con
remordimientos. Tengo un montón de ellos en mi vida y no quiero ninguno más.
Lea y yo comemos Cheetos y hablamos de lo que vamos a hacer en las
próximas semanas hasta que la ciudad está a la vista. Entonces Lea se sienta
derecha, bajando los pies al suelo, y se inclina hacia delante para mirar a la
reluciente y pecaminosa ciudad a la distancia. —Dios, es pequeña, y a la vez no.
Asiento, de acuerdo, mientras observo la forma única de las torres y
edificios que se extienden hacia el cielo, y las masivas vallas publicitarias a los
lados de la carretera tratando de convencernos de lo bien que lo vamos a pasar.
—Sabes, vine aquí un par de veces cuando era más pequeña —dice Lea—.
Nunca fui directamente a la zona central de la ciudad... pero ahora tengo un poco
de curiosidad.
—Parece intenso —comento, comprobando el GPS en el tablero por
directrices—. Esto dice que ni siquiera entramos en la ciudad para llegar a la casa
de tu tío.
Lea se desploma hacia atrás en el asiento y sube el aire acondicionado un
nivel. —Bueno, tendremos que ir para hacer algo divertido.
—¿No tienes que tener veintiún años para hacer cosas en Las Vegas? —
pregunto mientras la voz en el GPS me dice que gire en dos kilómetros y medio.
Niega con la cabeza. —No. Quiero decir, tienes que tener veintiuno para
apostar y toda esa mierda, pero hay un montón de otras cosas que podríamos
hacer, como ir a ver a bandas o ir al karaoke. Podría ser muy divertido.
Quito mi mano de la palanca de cambios y la extiendo hacia ella, sin ganas
de salir mientras estoy aquí, pero ella parece triste y tal vez salir podría animarla.
—Está bien, es un trato. Vamos a salir y pasar un buen rato mientras estemos aquí.
Sonríe mientras nos damos la mano. —Trato.
Nos soltamos las manos y pongo la mía de nuevo en la palanca de cambios,
tocando los frenos mientras sigo las instrucciones del GPS y giro a la derecha en la
rampa de salida más cercana. Al pasar por casas de aspecto normal, me pregunto
en qué clase de lugar está viviendo Quinton. Tengo una idea, desde que vi el lugar
en el que él vivía el año pasado: un remolque en un camping muy deteriorado en
el que vivían muchos drogadictos.
Mantengo mis pensamientos enfocados sobre la elección de vivienda de
Quinton, hasta que entro en un barrio donde todas las casas parecen iguales y
también lo hacen las yardas. Hay aspersores de riego para el césped y personas
comprobando sus buzones, trabajando en sus coches, paseando a sus perros. Este
barrio tiene una especie de toque hogareño, lo que no me esperaba de un lugar
apodado ‚La ciudad del pecado‛.
—¿Cuál es? —pregunto mientras el GPS anuncia que he llegado a mi
destino.
Lea apunta a la casa al final del callejón sin salida, una decente casa estuco
de una sola planta con una cochera y un jardín en la parte delantera. El camino de
entrada está vacío y hay una cerca alrededor del patio trasero, pero es corto y
puedo ver fácilmente a través de ella.
Aparco en la calzada frente a la puerta de la cochera cerrada. —¿Está en
casa?
Lea se quita el cinturón y abre su puerta. —No, te dije que estaba fuera de la
ciudad por unos días en algún viaje de negocios o algo así, pero dijo que hay una
llave debajo de una maceta en la parte de atrás, por lo que podíamos entrar
nosotras mismas.
Salimos y nos encontramos en la parte delantera del coche. Lo primero que
noto es el calor, como si acabase de entrar en un sauna, solo que sin humedad y
cómo si se estuviera alimentando de la mía.
—Santo cielo, hace calor. —Abanico con mi mano delante de mi cara.
—Sí, el calor del desierto —dice, caminando hacia el lado de la casa—. Tiene
que encantarte.
La sigo mientras vaga hacia la línea de la cerca y se asoma al patio trasero.
Hay unos cuantos vecinos en sus patios y entradas, y uno de ellos, un tipo más
pesado con una visera en la cabeza, nos mira como si estuviéramos a punto de
robar el lugar.
—¿Y si alguien llama a la policía debido a nosotras? —pregunto mientras
balancea su pierna encima de la valla.
Se encoge de hombros mientras agarra la parte superior de la tela metálica
de la valla y se eleva sobre ésta hasta el césped. —Luego llamarán a mi tío y él
puede decirles que están locos —dice mientras aterriza al otro lado y se seca el
sudor de la frente con el dorso de la mano.
Echo un vistazo atrás al vecino que nos sigue mirando y luego pongo mi
pierna por encima de la valla y subo hasta el otro lado, cepillando la suciedad de la
parte de atrás de mis pantalones cortos. El patio trasero cuenta con un jacuzzi,
además de un jardín con flores y un mirador del que cuelgan un montón de
campanas de viento.
—¿Tu tío está casado? —le pregunto mientras pasamos la esquina de la
casa—. ¿O es soltero?
—Está soltero, tiene treinta y cuatro años, y por lo que recuerdo se ocupa de
todos estos pasatiempos extraños, como coleccionar campanas de viento. —Asiente
hacia la colección de estas sonando por la suave brisa caliente.
—¿Qué hace para ganarse la vida?
—Trabaja en un banco.
—Un banco. —Esquivo una gran maceta—. Eso suena...
—Aburrido —dice Lea, sonriendo sobre su hombro hacia mí—. Sí, Brandon
es bastante aburrido, por lo que es bueno que nos vayamos a quedar con él. Nos va
a mantener apartadas de los problemas.
Sonrío mientras da un paseo hasta la puerta corredera de cristal. —Tú eres
la mejor amiga del mundo.
—Sabes que vamos a tener que conseguir pulseras de la amistad o algo así y
luego juntarlas cada vez que digas eso —bromea mientras pone sus manos
alrededor de sus ojos y echa un vistazo a través del cristal.
—Suena como un plan —bromeo también, caminando hasta una maceta
junto a la puerta. La alzo pero no hay ninguna llave debajo—. Está bien, no está la
llave.
—Espera. —Lea se acerca y se agacha junto a mí. Entonces pasa su mano a
través de la parte inferior de la maceta, tirando de algo. Cuando se levanta, tiene
una llave en la mano—. Ta-da —anuncia, sosteniendo arriba la llave mientras le
quita un poco de suciedad y endereza sus piernas.
—Bravo. —Aplaudo.
Sonríe, satisfecha consigo misma, mientras presiona su mano contra el
pecho. —¿Qué puedo decir? Soy una genio.
Echo un vistazo a la puerta corredera de cristal, la que obviamente no
necesita una llave. —Muy bien, genio, ahora averigua dónde va la llave.
Hace una pausa, mirando alrededor de la parte trasera de la casa mientras
se golpea ligeramente el labio. —Eh, eso es interesante.
—¿Hay una puerta de cochera? —pregunto, dando un paso hacia la esquina
de la casa.
—No estoy segura. —Me sigue—. Se acaba de mudar a la casa, como hace
seis meses, así que nunca he estado aquí.
Retrocedo hasta la cerca y encuentro la puerta de la cochera. Lea me empuja
a un lado con el codo para que pueda poner la llave en la cerradura. Se ajusta y la
puerta se abre.
—Oh sí. —Levanta su mano al aire mientras sonríe con orgullo.
Chocamos los cinco y luego damos un paso en el interior de la cochera, la
cual no tiene un coche, solo estantes, cajas y un par de cuatro ruedas. No puedo
evitar pensar en mi cochera llena de cajas con mis cosas viejas, muchos de ellas
conectadas a Landon. Planeaba revisar mis cosas cuando llegué allí este verano,
porque ahora puedo hacerlo. Iba a hacer un álbum con las fotos y algunos de los
bocetos de Landon. Tengo que asegurarme de hacerlo, después de terminar de
encargarme de todo aquí. Es importante.
Después de entrar a la casa y abrir la puerta principal, Lea y yo descargamos
el maletero del coche y ponemos todas nuestras cosas en la habitación de invitados
en la parte trasera de la casa junto al despacho. Es un lugar agradable, alfombra
limpia, suelos de azulejos, con dos dormitorios y dos baños. El mobiliario es
sencillo, pero no de mala calidad, y hay un par de fotos que cuelgan en la pared de
la sala de estar, una de las cuales, me dice Lea, es de su padre y su tío.
—Tu padre se parece un poco a ti —le digo, y luego doy un sorbo a un vaso
de agua, reseca y sudorosa después de estar fuera en el calor. En la foto hay dos
chicos, uno bajo y otro alto, pero con rasgos faciales iguales, uno es solo bastante
más joven: el tío de Lea. Parece que acaban de ir a pescar y el padre de Lea está
sosteniendo un pez, viéndose orgulloso. En realidad parece muy feliz, todo
sonrisas y orgullo, y quiero preguntarle cuando se tomó la foto, cuánto tiempo
antes de que él decidiera poner fin a su vida, pero no voy a hacerlo porque va a
producirle emociones dolorosas. Lo sé, porque cada vez que alguien menciona el
nombre de Landon todavía siento una punzada en mi corazón.
—Gracias —dice, entonces se aparta de la foto y se deja caer en el sofá de
cuero marrón. Pone los pies sobre la mesa del café, toma el control remoto—.
¿Vemos un poco de Ridiculousness?
Pongo mi vaso de agua en el final de la mesa, luego cruzo los brazos sobre
mi pecho y camino hasta el sofá, pero no me siento. —No quiero parecer una loca o
algo así, pero antes de hacer nada quiero ir a ver a Quinton.
La pantalla de televisión hace clic y ella echa un vistazo fuera a la puesta del
sol; el cielo es una paleta de colores y la ciudad casi brilla en la distancia.
—Nova, se está haciendo tarde... tal vez deberíamos esperar hasta mañana.
Quiero decir, ni siquiera has llamado a tu madre para decirle que llegamos aquí, y
sabes que va a preocuparse.
—Lo sé. —Me siento en la parte de atrás del sofá—. En realidad iba a
esperar para hacer eso hasta que hable con Quinton primero... ver cuánto tiempo
voy a estar aquí, así puedo darle una mejor idea.
Establece el control remoto sobre el cojín del sofá y se da la vuelta para
mirarme. —¿Y qué exactamente va a determinar eso?
—No tengo ni idea. —Paso los dedos por mi pelo lacio—. Sinceramente, no
tengo idea de qué demonios estoy haciendo. Todo lo que sé es que tengo que
hacer... algo.
Aprieta los labios, contemplando. —A partir de los papeles que imprimiste
desde Internet, parece que un adicto a la metanfetamina puede tener muy mal
humor.
—Creo que eso es con todas las drogas, no solo la metanfetamina.
—Sí, pero los adictos a la metanfetamina son peores.
—En cierto modo me lo imaginaba así. —En realidad, no. En realidad, no
tengo idea de lo que estoy haciendo. Mierda, ¿qué voy a decirle cuando lo vea?
¿Por qué no he planeado más esto? Jesús, Nova.
—Relájate —dice Lea, notando mi ansiedad—. Los periódicos dijeron
también que hay grupos de apoyo y consejería, y estoy segura de que debe haber
algo en Las Vegas... voy a mirar eso.
—Gracias —digo, y luego crece de nuevo el silencio, mirando fijamente a la
reluciente ciudad en la distancia, preguntándome dónde está. Si está paseando por
la calle o en casa. ¿O en un lugar peor? ¿Qué pasa si la dirección que me dio ni
siquiera es real y él está sin hogar?
—Oh, por el amor de Dios, Nova. —Se pone de pie, agarrando las llaves del
final de la mesa—. Vámonos.
Me paro rápidamente desde la parte de atrás del sofá. —¿En este momento?
Rueda los ojos y abre la puerta principal. —Si no lo hacemos vas a sentarte
allí mirando al espacio toda la noche.
Probablemente tenga razón, pero los nervios hacen nudos en mi estómago.
—Me siento mal. —Paso el brazo sobre mi vientre.
—Es de los nervios. —Se mueve lejos de la puerta y agarra mi mano, y me
da un suave tirón—. Ahora vamos. Voy a conducir para que puedas estar fuera y
pensar demasiado en las cosas.
—Me conoces demasiado bien —digo, entonces bajo la vista a mi camiseta
sin mangas y pantalones cortos, que tienen una manchita en el dobladillo—. Tal
vez debería cambiarme.
—Te ves genial. —Me jala al umbral y el exterior—. Como siempre. —Me
suelta la mano, vuelve a entrar, y enciende la luz de la entrada antes de cerrar la
puerta. Luego mete la llave de la casa en el bolsillo de sus pantalones cortos y se
dirige por el camino de cemento hacia el coche—. Además, dudo que él vaya a
estar centrado en tu apariencia.
—Lo sé —digo, rodeando la parte delantera del coche hacia el lado del
pasajero—. Tienes razón. Estoy nerviosa. —Muy nerviosa, hasta el punto en que
voy a vomitar. Pero obligo al vómito a bajar por mi garganta y subo al auto,
abriendo la guantera donde pongo el pedazo de papel en que escribí la dirección
de Quinton. Lea entra y enciende el motor, encendiendo las luces mientras escribo
la dirección en el GPS.
Examino el mapa de la pantalla. —Dice que está a tan solo ocho kilómetros.
—Ocho kilómetros de Las vegas puede tomar un buen tiempo. —Nos
abrochamos nuestros cinturones de seguridad—. Y estoy un poco preocupada por
el lugar al que vamos a ir.
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir que hay algunas zonas que son muy precarias.
—¿Y haces la conjetura de que él está viviendo en una de esas zonas?
—No quiero hacer suposiciones. Digo, estoy segura de que hay un montón
de drogadictos que viven en casas bonitas y que nunca se podría pensar que son
adictos a las drogas, pero... —Se detiene, ajustando el espejo retrovisor.
—Pero no tiene ni siquiera un teléfono ni un trabajo —digo, cayendo hacia
atrás en el asiento—. Así que supongo que el lugar en que está viviendo no es de
lujo, si es que vive en un lugar... Ya he pensado en esto, pero todavía quiero ir;
necesito saber, Lea, necesito saber qué pasó con el chico que me hizo sentir cosas
otra vez...
Me ofrece una sonrisa de simpatía mientras pone el coche en marcha atrás.
Lea no es la mejor conductora y cuando acelera, termina haciéndole demasiado y el
coche se sacude hacia atrás. Mi mano se dispara hacia el salpicadero y espero.
Me aferro como si la vida dependiera de ello, sabiendo que voy a tener que
hacerlo.
Quinton
Siento que estoy muriendo, entrando y saliendo de la conciencia, cada hueso
de mi cuerpo está magullado. Puedo oír voces, diciéndome que salga, pero parece
que no puedo hacer que mis ojos se abran. Puedo sentir los recuerdos volviendo a
mí, unos que no quiero recordar y uno en particular que me he obligado a olvidar,
sin embargo, todavía no puedo renunciar a él.

Voy a morir. Lo puedo sentir, a través de la falta de dolor, el entumecimiento en mi


pecho, la frialdad en el aire. Pero también estoy caliente, de la sangre que empapa mi pecho,
mi ropa, haciendo un camino desde mi interior hacia el exterior. Es la sensación de muerte
sobre mí y me abrazo a ello, sabiendo que si sobrevivo, no quedará nada para mí, salvo
angustia y soledad.
Miro hacia el cielo mientras estoy acostando junto a Lexi, ahogando mis propias
lágrimas mientras sostengo su mano fría y sin vida. Me concentro en las estrellas, con
ganas de tocarlas hasta que comienzan a desaparecer una por una y mis latidos se
desvanecen con ellas. El cielo se oscurece, junto con todo lo que me rodea, hasta que no
puedo ver nada. Puedo sentir mi respiración dejándome, haciendo mi pecho más pesado,
pero mis pensamientos cada vez más claros. Libre.
El suelo debajo de mí se suaviza, el cielo se atenúa hasta que solo veo oscuridad. Se
siente como que me estoy moviendo... hundiéndome... o tal vez estoy volando... no puedo
decirlo. No me importa. Solo quiero seguir sintiéndome de esta manera, porque se lleva el
dolor de la muerte de Lexi con ello. La agonía... se ha ido... la culpa... no existe. El hecho de
haber arruinado nuestro futuro no importa, porque estamos dejando este mundo juntos…

—Quinton... despierta, hombre...


Vete...
—Quinton... —Alguien sacude mi hombro—. En serio, despierta, hombre...
estás enloqueciéndome.
Déjame solo.
—¡Despierta! —grita alguien.
Solo déjame morir... por favor...
Solo quiero morir.
Dios, por favor solo déjame morir.
Traducido por Miry GPE & Beatrix
Corregido por Key

Nova
No estoy segura de qué hacer, qué pensar, cómo procesar lo que veo. En el
fondo creo que lo sabía, pero no me preparé muy bien para eso. Debí hacerlo. Debí
decirme que entraría en esto, por lo que no estaría sentada aquí con mi mandíbula
colgando sobre mis rodillas, sintiendo las ganas de vomitar, y luego acurrucarme
echa una bola y llorar hasta quedarme sin lágrimas. Mi desorden obsesivo
compulsivo está dando patadas y deseando contar las ventanas de los edificios, las
estrellas en el cielo, las líneas de la palma de mi mano, cualquier cosa, así no tengo
que observar la horrible vista delante de mí, que es abrumadora.
—Tenías razón —le digo a Lea, estupefacta mientras agarro el borde del
asiento con mis palmas húmedas.
—Lo sé. —Frunce el ceño ante la vista frente a nosotros—. Lo siento mucho,
Nova... Ni siquiera sé qué decir.
—No es tu culpa —le digo, abriendo y cerrando los ojos, deseando que la
vista desaparezca, pero no lo hace.
—Lo sé, pero aún lo siento —responde, agarrando el volante con sus manos.
Cuando el GPS nos llevó primero al edificio de apartamentos de dos pisos,
pensé que nos dio la dirección equivocada, ya que el edificio parecía más un gran
motel abandonado que un lugar donde vive la gente, pero después de probarlo,
comprendí dolorosamente que era el lugar correcto. La mitad de las ventanas se
hallaban rotas, otras tapiadas, y el resto tenían cortinas para bloquear las ventanas,
tal vez para ocultar lo que pasaba en el interior; las drogas, la prostitución y Dios
sabe qué más. El edificio se sitúa lejos de una carretera llena de tiendas de segunda
mano, tiendas de descuento y cigarrillos, casas en ruinas, que lucían peor que el
edificio de apartamentos. De hecho, estoy bastante segura que este es el lugar más
bonito de la cuadra.
Lea aparca varios lugares atrás, en el aparcamiento de grava y luego apaga
las luces, como si la asustara que alguien nos viera. Aseguramos las puertas y
dejamos el motor encendido. Casi no hay vehículos y los que están estacionados en
el área parecen como si no hubieran sido movidos en años. Hay una enorme valla
publicitaria cerca de la entrada, pero la pintura se está desprendiendo y no puedo
decir qué anuncio solía ser. También hay un grupo de mujeres perdiendo el tiempo
en la parte inferior de la escalera, fumando cigarrillos, conversando y siendo muy
ruidosas. No quiero ser prejuiciosa, pero se ven como prostitutas, con vestidos
ajustados, sujetadores por blusas y tacones de aguja de doce centímetros o botas
hasta las rodillas.
Tenemos el aire encendido a todo lo que da y el cielo es casi negro; la luz del
sol casi desaparece por completo tras el horizonte. Detrás de nosotros, la ciudad se
ilumina en la distancia, con luces de neón, brillantes y parpadeantes, y casi puedo
sentir la electricidad en el aire.
—¿Qué número dijiste que era? —pregunta Lea mientras jala la palanca del
freno de emergencia.
Compruebo la pantalla del GPS. —Dice veintidós, pero... —Miró de nuevo
al edificio, entrecerrando los ojos para ver si las puertas tienen números. Hay luces
encendidas sobre algunas de las puertas y veo que algunas tienen números, pero
no todas.
—Tal vez deberíamos volver por la mañana —sugiere Lea, mordiéndose las
uñas de las manos mientras ve al grupo de mujeres cerca de la escalera. Lea nunca
ha formado parte del mundo de las drogas y aunque ha ido a fiestas, han sido
suaves, con barriles y enfriadores de vino, donde la gente pasa el rato y baila, sin
drogarse y tampoco desmayándose o viajando fuera de sus mentes.
Quiero decir que sí a su sugerencia y decirle que deberíamos ir a casa, pero
al mismo tiempo no puedo dejar de pensar en los: ‚y si‛. Como: ¿y si me alejo justo
en este momento, y algo malo le sucede a Quinton? ¿O y si él desaparece durante
la noche? Además, sabiendo que probablemente se encuentra justo ahí, en uno de
los apartamentos frente de mí, hace difícil irme. ¿Y si pierdo mi oportunidad como
lo hice con Landon? ¿Y si me voy y nunca obtengo el coraje de volver? ¿Y si algo
malo le sucede?
Mierda.
Nova, basta.
Deja de pensar en el pasado.
Enfócate en el futuro.
—Está bien. —Meto mis dedos en el borde del asiento, luego paso mi mano
sobre mi hombro para agarrar el cinturón de seguridad—. Volveré por la mañana
cuando salga el sol.
—Volveremos. —Quita el freno de emergencia—. No quiero que vengas
aquí sola, le prometí a tu madre que cuidaría de ti.
—Me siento como una niña —admito, abrochándome el cinturón de
seguridad—. Y tú eres mi niñera... Siento como si mamá debería pagarte o algo así.
—Ella te quiere —dice mientras pone la palanca de cambios hacia delante—.
Y estoy feliz de hacerlo... No es que tenga nada mejor que hacer.
Dudo. —Lea, ¿seguro que no quieres hablar de lo que pasó entre Jaxon y tú?
Muerde su labio inferior mientras lucha por contener sus lágrimas. —Aún
no... Todavía no puedo, ¿de acuerdo? Menos aquí.
—Está bien... estoy aquí cuando estés lista. —Me recargo en el asiento,
jugueteando con la banda de cuero en mi muñeca. Me siento inquieta, pero intento
permanecer inmóvil mientras ella comienza a dar marcha atrás al Chevy Nova
fuera del estacionamiento. Empiezo a tranquilizarme cuando ella consigue dar la
vuelta al auto, pero luego veo a un tipo caminando por un lado del auto,
dirigiéndose a los apartamentos con una gran bolsa de hielo en su mano.
—Espera un minuto... —murmuro, inclinándome hacia la ventana—. Lo
conozco.
—¿Qué quieres decir con que lo conoces? —pregunta Lea, pisando el
acelerador.
No respondo, demasiado enfocada en un viejo recuerdo caminando justo al
lado de mí, como un fantasma. Incluso en la oscuridad, reconozco el pelo rubio de
Tristan y los rasgos faciales inmediatamente, a pesar de que sus mejillas están un
poco hundidas, sus pantalones son muy holgados o ha perdido mucho peso. Sin
embargo, sé que es él.
Parece que está apurado, fumando un cigarrillo mientras camina por los
apartamentos, moviendo sus labios como si estuviera hablando consigo mismo.
—Detén el auto —digo, alcanzando la manija de la puerta.
—Nova, ¡¿qué demonios?! —exclama Lea cuando abro la puerta antes de
que ella pueda detener el auto. Pisa el freno, abro la puerta y saco una de mis
piernas. Pero luego me detengo cuando el cinturón de seguridad se bloquea y me
tira de nuevo en el asiento.
—Mierda —maldigo y me presiono contra el asiento para desabrochar el
cinturón.
—¿Qué estás haciendo? —pregunta Lea con sus ojos muy abiertos, mientras
continúa con su pie en el freno, manteniendo el coche detenido en un ángulo
torcido.
—Conozco a ese tipo. —Abro la puerta cuando Tristan comienza a notarnos,
o al auto, en todo caso. Hace una pausa para admirarlo mientras aterrizo justo
fuera del auto danto un tropiezo sin gracia, pero recupero el equilibrio en seguida.
Él da un golpe con su pulgar al cigarrillo, tirando las cenizas en el suelo
antes de volver a colocarlo entre los labios. —Oye, ¿qué tipo de auto es ese...? —Se
calla cuando doy un paso adelante y las luces del motel y la carretera le dan la
suficiente luminosidad para ver mi rostro—. Mierda, Nova —dice con un poco de
risa sobresaltada, sus labios separados y el cigarrillo casi cayendo de su boca.
Rápidamente se lo arranca de los labios y lo coloca entre sus dedos, sin dejar de
mirarme boquiabierto—. ¿De dónde demonios has salido?
Señalo de vuelta a mi coche. —Conduje hasta aquí —digo, sin estar lista
para decirle la verdadera razón. Tristan es agradable la mayoría del tiempo, pero
también es tan profundo como Quinton, y lo último que quiero hacer es anunciarle
por qué quería… necesitaba venir aquí.
—Puedo ver eso... —Ve hacia el coche con apreciación. Las luces que nos
rodean caen por su rostro y estoy aún más consciente de lo diferente que luce: más
duro, intimidante, tosco, envuelto por la oscuridad y me pregunto qué es lo que ha
hecho para llegar a este lugar—. ¿Ese es tu auto? —pregunta.
—Sí, es mío. —Envuelvo mis brazos a mi alrededor, a pesar de que no hace
frío. Es casi como un mecanismo de defensa mientras los viejos sentimientos
surgen como fragmentos de vidrio, los recuerdos vividos del tiempo que pasé con
Tristan pasan como un enjambre a través de mi mente—. Es de mi papá... o solía
serlo, de todos modos.
Sus cejas se fruncen. —No lo condujiste en Maple Grove, ¿verdad?
Niego con la cabeza. —No, siempre andaba a todas partes en la camioneta
de Delilah.
—Sí... de hecho, ella se deshizo de su camioneta hace unos meses —dice—.
La vendió, ya sabes, así podría tener algo de efectivo.
No digo nada, porque no puedo pensar en algo que decir. Las cosas son
torpes e incómodas porque lo conozco, incluso lo besé, pero al mismo tiempo no lo
conozco. Pasé tiempo con él, pero la persona que conocí parece que ya no existe.
Ese Tristan es parte de mi pasado, y me pregunto lo difícil que será con Quinton,
ver un lado diferente de él.
¿Puedo hacer esto? ¿Fui ingenua al creer que podía? ¿Soy aún lo suficientemente
fuerte como para hacer esto? No pudiste salvar a Landon, pero ¿siquiera trataste lo
suficiente?
—Nova, ¿estás bien? —El sonido de la voz de Lea trae de vuelta algo de mi
fuerza, porque recuerdo que no estoy sola.
Echo un vistazo por encima del hombro. El motor continúa encendido, el
escape echando humo, pero ella salió del coche y mira por encima del techo hacia
mí, con preocupación en su rostro.
—Estoy bien —le aseguro, pero es solo cierto en parte, porque estoy bien,
pero aterrada. Desearía poder decir que era más valiente, que entraba en esto con
la confianza y certeza de que era la persona adecuada para ayudar a Quinton. Pero
no lo soy. Sin embargo, quiero serlo.
Regreso mi atención a Tristan, quien mira entre Lea y yo con una mirada
inquisitiva en su rostro. Empieza a abrir su boca, pero casualmente lo interrumpo.
—¿Está Quinton por aquí? —Mi voz sale sorprendentemente uniforme y
creo que tal vez, solo tal vez, estaré bien.
—Sí, lo está, pero... —Tristan baja la mirada, a la bolsa de hielo en su mano y
luego se golpea la frente con su otra mano, la que sostiene el cigarrillo y la parte
encendida cae al suelo—. Mierda, olvidé que tenía que traerle esto a él. —Sale
corriendo hacia los apartamentos, actuando como si no se acabara de quemar.
¿Qué tan entumecido está? Corro detrás de él, a través del estacionamiento de
grava, incluso cuando Lea me grita que espere.
—¿Puedo hablar con él? —pregunto al alcanzar a Tristan—. De verdad
necesito hacerlo.
Parpadea y me mira mientras pasamos un coche destartalado que tiene las
cuatro ruedas ponchadas. —Si logras que despierte, puedes hacerlo.
Oigo el sonido de la grava crujiendo detrás de nosotros mientras Lea corre,
jadeando para recuperar el aliento. —Jesús, Nova, gracias por dejarme.
—Lo siento —me disculpo, pero estoy distraída por lo que dijo Tristan. ¿Si
logro que despierte, puedo hacerlo? Mi corazón se encoge dentro de mi pecho, y a
pesar de todo, todavía late con intensidad—. Él está... ¿Qué es lo que tiene?
—Nada en este momento. —Esquiva al grupo de prostitutas/mujeres
mientras nos acercamos a ellas, y una silba hacia él.
Otra, con las piernas muy largas y pelo azul brillante, se pavonea delante,
con una sonrisa en su rostro. —Oye, ¿puedo obtener una probada? —pregunta a
Tristan, trazando sus uñas color rosa-neón por su brazo.
—Tal vez más tarde. —Él le sonríe mientras sigue caminando, pareciendo
preocupado mientras agarra la bolsa de hielo y murmura algo en voz baja. Cuando
llegamos a la parte inferior de la escalera, se detiene de forma inesperada y yo
también, causando que Lea se estrelle directamente en mi espalda—. Mira, Nova.
—Mira hacia el balcón que se encuentra por encima de nosotros—. No estoy
seguro de que quieras entrar ahí... en realidad no es lo tuyo.
—Estaré bien. —Agarro la barandilla cuando mi propia voz hace eco en mi
cabeza. No estarás bien. ¿Qué pasa si lo que ves es malo? ¿Más de lo que puedas
soportar?—. Solo quiero hablar con Quinton.
—Y eso es genial, pero como he dicho, él no está despierto. —Cambia su
posición, y su cabello rubio cae sobre sus ojos, los cuales son de color azul, pero
lucen negros debido a que están muy dilatados.
—Bueno, ¿lo puedo despertar? —pregunto—. En verdad, necesito hablar
con él.
Mientras me valora, por un brevísimo instante veo al hombre que conocí: el
que era un tipo decente, que no le hacía daño a nadie, que hablaba y pasaba tiempo
conmigo. Pero la mirada se desvanece rápidamente mientras mira fríamente a Lea.
—¿Quién es ella?
—Una amiga mía. —Me inclino hacia un lado para bloquear a Lea de su
mirada de muerte.
Sus ojos se fijan en mí. —¿No tiene problemas?
Entiendo el significado de su código: ¿Le importa si hay drogas por ahí? —No,
no lo tiene.
Lea se adelanta y rueda sus ojos mientras se señala a sí misma. —¿Me veo
como alguien que denunciará tu nidito de drogas? En serio, ¿no es demasiado
paranoico? —Suena calmada, pero puedo sentir la tensión fluyendo en ella.
Tristan examina sus ojos enmarcados con delineador kohl, su blusa negra y
pantalones cortos de color rojo y negro, los tatuajes en sus brazos y los piercings en
sus orejas. —No lo sé... ¿lo harás?
Ella cruza sus brazos y eleva la barbilla, irradiando confianza. —No, no lo
haré.
Tristan se rasca la cabeza, luciendo desgarrado. Noto los pequeños puntos
en sus brazos, algunos rodeados de pequeñas contusiones. Sé lo que son y lo
mismo ocurre con Lea, y cuando Tristan eleva la vista hacia el piso de arriba de
nuevo, Lea me da una mirada insistente.
Lo siento, gesticulo con mi boca y le doy un apretón a su mano. La humedad
de su piel, transmite justamente lo nerviosa que está, y eso me hace sentir aún
peor. Miro al Chevy Nova estacionado de forma torcida en la parte posterior del
estacionamiento, a punto de decirle que se vaya y espere allí —o se vaya a casa—,
pero Tristan interrumpe mis pensamientos.
—Sí, puedes entrar y ver si logras que despierte —dice, mirando de nuevo
hacia mí y bajando su brazo hacia un lado—. Pero te lo advierto, es bastante malo.
—¿Que es bastante malo? —pregunto mientras lo sigo por las escaleras.
Susurro rápidamente sobre mi hombro a Lea—: Puedes regresar a esperar en el
coche.
—Demonios, no —susurra ella, mirando por encima del hombro a dos
hombres escandalosos que aparecieron en la parte inferior de la escalera—. Me
siento menos segura ahí. Solo vamos... quiero terminar con esto.
—Te debo a lo grande —le susurro.
—Sí, me debes —concuerda en voz baja.
Tristan se detiene en la parte superior de las escaleras y se hace a un lado
para que podamos pasar. —Hizo que le patearan el trasero hace un par de horas y
ha estado desmayado desde entonces.
—¿Le dieron una paliza a Quinton? —Me quedo atónita mientras el miedo
pulsa a través de mí.
Tristan asiente. —Sí, sucede a veces.
Lo dice con tanta indiferencia, como si no importara, pero importa. Quinton
importa. Y de repente, nada importa más que verlo. Salgo corriendo hasta los
últimos escalones, apresurando con un movimiento de mi mano a Tristan para que
eche a correr. —Tengo que verlo. —Sé que es algo un poco exigente, pero no me
importa. Apenas camina con una maldita bolsa de hielo en su mano mientras que
Quinton podría estar gravemente herido y él ni siquiera parece lo suficientemente
coherente como para comprender plenamente lo absurdo que es. Y el hecho de que
no parezca lucido, me preocupa más, porque y si Quinton se está muriendo o algo;
dudo que Tristan sea capaz de decirlo.
—Muy bien —dice Tristan, tan calmado como es posible, y luego señala que
lo siga mientras se dirige hacia la izquierda—. Mostraré el camino.
Sacudiendo la cabeza, lo sigo a través del balcón y más allá de las puertas
del apartamento. Todo el lugar apesta a humo de cigarrillo mezclado con hierba y
eso me lleva de regreso a un lugar que no necesariamente quiero olvidar, pero que
tampoco me gusta recordar.
Hay una tonelada de botellas de cerveza y cubos de colillas de cigarrillos
por el frente de las puertas, zapatos viejos, camisetas, platos de comida podrida, y
una puerta está rodeada de un montón de bolsas de basura que huelen horrible.
Hay incluso una silla de plástico y una mesa delante de una de las puertas con un
hombre desplomado sobre ella, desmayado con lo que parece un porro aún
ardiendo en su mano.
—¿Ese chico estará bien? —Asiento hacia el hombre mientras el humo me
quema en la parte posterior de la garganta y la nariz.
Recuerdo.
Dios, lo recuerdo.
Huele y sabe justo igual.
Se siente igual.
El entumecimiento... la forma en que momentáneamente se lo lleva todo lejos.
Deja de recordar.
Olvida.
Recuerda quién eres ahora.
Por mucho que lo combato, me acuerdo de todo. Los sentimientos de estar
perdida, a la deriva, entumecida y contenta al mismo tiempo. Independiente,
flotando, volando, huyendo de mis problemas. Me hundía en el barro, en las
drogas, en la vida. Y Quinton se hallaba allí, hundiéndose a mi lado, sosteniendo
mi mano mientras nos deteriorábamos juntos, pero él me dijo que yo era muy
buena para eso; que era mejor que las cosas que yo hacía. Hizo lo que pudo para
que yo dejara de hundirme, incluso a pesar de que él quería hundirse. Ese día me
dejó en el estanque, me mostró que, aparte de las drogas, era un buen tipo. No se
aprovechó de mi falta de rumbo, mi confusión, mi duelo.
Tristan se detiene cerca de la mesa y sigue mi mirada hacia el chico con el
porro. —Oh, ese es Bernie, y sí, estará bien. Lo hace a veces. —Arranca el porro de
sus manos y creo que va a fumar, pero en lugar de eso lo pone en el cenicero.
Cuando me sorprende mirándolo raro, se encoge de hombros—. ¿Qué? Ya no es lo
mío. —Empieza a caminar por el balcón de nuevo, mirándome por encima de su
hombro—. En realidad no.
Me cuesta demasiado no mirar las marcas de pinchazos en sus brazos y
mantener mi mirada enfocada hacia delante. Lea murmura algo en voz baja,
quedándose justo detrás de mí con sus brazos envueltos alrededor de sí misma.
Tristan comienza a tararear una canción mientras pasa de puerta en puerta y no la
reconozco, pero me hubiera gustado hacerlo por la única razón de que sería una
distracción. Podría cantar la letra en mi cabeza, encontrar la soledad en la música,
como lo he hecho muchas veces.
Cuando compruebo a Lea, ella tiene sus ojos fijos en casi todo, absorbiendo
un mundo en el que nunca ha estado dentro. Demonios, nunca he estado en él, no
así, de todos modos. Esto es tan diferente del parque de remolques; el aspecto es
mucho más peligroso. Su propio lugar oscuro oculto del mundo y la luz, y no estoy
segura de lo que se va a necesitar para sacar a Quinton de aquí, pero tengo que
averiguarlo.
Tomo una respiración lenta tras otra, obligándome a no contarlas, ni a los
latidos de mi corazón, o la cantidad de pasos que me toma para llegar a la puerta.
Cuántas estrellas hay en el cielo o cuántas luces hay en el casino al otro lado de la
calle.
Por fin, Tristan se detiene frente a una de las puertas y mira hacia atrás en el
estacionamiento, como si estuviera comprobando algo. Estoy orgullosa de mí por
no recurrir a los números para calmarme, pero cuando él abre la puerta, mi orgullo
se estrella y se rompe como un montón de cristales en el suelo junto a la puerta.
—Bienvenidas a nuestro palacio —bromea Tristan al tiempo que empuja la
puerta para abrirla y el pomo golpea contra la pared de atrás, haciendo que un tipo
salte como conejo en el sofá, dejando salir un gruñido mientras se da la vuelta.
Creo reconocer los intrincados tatuajes en sus brazos, la mayoría en negro, pero
algunos en rojo carmesí e índigo, pero me es muy difícil recordarlo.
Cuando entramos, pasando por encima del umbral y fuera de la luz del
pórtico, lo primero que noto es el olor. Apesta. No solo a hierba o humo de
cigarrillo, sino a basura, comida podrida, suciedad, porquería, personas sudadas y
un olor muy rancio, como un humidificador cerca, pero no veo uno por ningún
lugar. Está todo mezclado y pica en mis fosas nasales. Me pregunto si es así como
olía el remolque o si yo no era consciente a eso; si yo no era consciente de un
montón de cosas.
En el piso hay tres lámparas antiguas, con cuentas colgando de las pantallas,
una de las cuales se tuerce, pero en pie. Hay una gran manta con un tigre en ella
colgando sobre la ventana y el ventilador de techo se encuentra encendido, pero le
falta una de las aspas y hace un ruido de golpe al moverse. No hay alfombra en el
suelo; hay agujeros en las paredes, manchas de agua en el techo y pipas de crack en
el suelo. Me recuerda mucho al remolque en el que solían vivir, solo que mucho
más jodido (y eso es decirlo amablemente). Me hallo al mismo tiempo, rechazando
eso y atraída por lo que está escondido debajo de la superficie, las grietas, las
tuberías en el suelo. Mis sentidos se agudizan porque sé que con solo uno o dos
golpes, probablemente me sentiría veinte veces más apagada en este momento, en
vez de demasiado ansiosa que creo haré combustión. Por lo menos si fuera hierba,
pero Delilah me dijo por teléfono que ahora consumían meta.
—Este es nuestro hogar —dice Tristan; pasa la bolsa de hielo a su otra mano
mientras camina entre los dos sofás viejos, a continuación, hace un gesto hacia la
persona en uno de ellos—. Y este es Dylan... Recuerdas a Dylan, ¿verdad?
Lentamente, asiento, tratando de no parecer tan aturdida, pero no puedo
evitarlo. Sí, Dylan siempre tuvo un aspecto desaliñado, pero ahora parece un
esqueleto; su cabeza calva muestra cada bache y muesca en su cráneo, y sus brazos
son tan escuálidos como los míos. Y Tristan se ve peor bajo la tenue luz de la sala
de estar, con la piel pálida, su cabello muy graso y delgado. Hay una marca roja en
su frente por el cigarrillo, y tiene un par de costras en sus mejillas y cuello. Solo
dos cosas pasan por mi mente en este momento. Uno, ¿cómo diablos lucirá
Quinton? Y dos, ¿cómo diablos luciría yo ahora, si no me hubiera marchado de esta
vida?
—Y esa es la cocina. —Asiente hacia una cortina en un tendedero.
No digo nada porque no hay nada que decir y lo sigo a través de la sala de
estar, notando que el olor acre en el aire se amplifica mientras me acerco a la
cortina. Esto hace preguntarme qué demonios hay detrás de ella, pero también
sentirme afortunada de no tener que verlo, ya que seguro elevará mi ansiedad aún
más.
Mientras Tristan comienza a bajar por un estrecho pasillo, miro por encima
del hombro a Lea. Luce horrorizada, con los ojos agrandados de mirar a las
cachimbas de vidrio, las pinzas, los ceniceros y jeringuillas en el suelo. Cuando su
mirada se encuentra con la mía, noto que está dándose cuenta de la magnitud de lo
que pasé el verano pasado. Y aunque no creo haber llegado tan lejos, sigo viendo
que esto podría haberse convertido en mi vida, que yo podría haber terminado
aquí.
—Trata de no enloquecer —me dice Tristan mientras se detiene frente a una
puerta cerrada, cerca del final del pasillo.
Mi cuerpo se pone rígido. —¿Por qué iba a enloquecer…? Dios, Tristan,
¿Qué tan mal se encuentra?
—Personalmente, creo que se ve peor de lo que está. —Agarra el pomo de la
puerta, presionando su otra mano en el pecho, la que sostiene la bolsa de hielo, y la
bolsa golpea contra su estómago—. Pero no estoy seguro de si estarás de acuerdo.
Mis músculos se enmarañan en nudos mientras abre la puerta, entonces mi
aliento se engancha en mi garganta ante lo que está en el otro lado de ella. Una
habitación del tamaño aproximado de un armario con ropa y monedas por todo el
suelo de linóleo, junto con un espejo, navaja de afeitar, y una bolsa de plástico
pequeña. Y justo al lado de la puerta, hay un colchón lleno de bultos en el suelo, y
Quinton está tirado sobre él.
Quinton.
Su brazo cuelga sin vida sobre el lado del colchón y sus ojos están cerrados,
su cuerpo inmóvil, y el techo gotea agua sucia sobre él. Y su cara... los moretones...
la hinchazón... los cortes... si no pudiera ver su pecho subiendo y bajando con
cicatrices, yo creería que está muerto.
—Oh, Dios mío. —Me tapo la boca con la mano, y las lágrimas escocen en
mis ojos, al tiempo que mis entrañas se retuercen en nudos.
Parece muerto. Al igual que Landon. Pero no hay cuerda, solo contusiones,
cortes y una habitación llena de la oscuridad que ha consumido su vida.
—Relájate. —Tristan establece la bolsa de hielo en el suelo junto a la
puerta—. Ya te dije que se ve peor de lo que está.
—No, se ve tan mal como está —argumento en un tono duro; mi corazón se
hunde en mi estómago mientras me abro paso a la sala y me detengo cuando llego
al colchón—. ¿Qué pasó con él?
—Te lo dije, le dieron una paliza —responde Tristan, de pie en la puerta
justo en frente de Lea.
—¿Y por qué no lo llevas a un hospital? —pregunta Lea en un tono cortante,
dando a Tristan una mirada dura que le hace inclinarse hacia atrás un poco.
—Um, porque los hospitales llaman la atención, sobre todo cuando tienes
todo tipo de mierda corriendo por tu sangre —dice sin simpatía y me doy cuenta
de que no me gusta mucho este Tristan. El viejo Tristan era mucho mejor, pero éste
parece ser un imbécil—. Y lo último que necesitamos es llamar más la atención
sobre nosotros.
Lea lo mira mientras se cruza de brazos. —Guau, qué amigo que eres.
—No soy su amigo —señala Tristan—, soy su primo.
—¿Y eso cambia las cosas, porque? —pregunta Lea con irritación.
—¿Cuál es tu maldito problema? —replica Tristan, dando un paso hacia
ella.
Empiezan a discutir, pero apenas les escucho, sus voces se desvanecen
rápido en el fondo mientras me concentro en Quinton. Quiero ayudarle, es lo que
vine a hacer aquí. Pero esto... ni siquiera sé qué hacer con esto. Está herido,
sangrando e inconsciente. No sé cuánto tiempo ha estado así, lo que hizo para
acabar así, qué tipo de medicamentos tiene en su sistema, o si va a actuar como
Tristan cuando se despierte.
Tengo que hacer algo.
Me arrodillo con cuidado sobre el colchón y se hunde por debajo de mi
peso. Ha cambiado desde la última vez que lo vi; su mandíbula luce desaliñada,
pero más definida, ya que ha perdido peso. Su cabello ha crecido un poco y se ve
peludo y áspero. Está sin camisa y los músculos que estuvieron una vez definidos
en el estómago y el pecho han desparecido, sus brazos delgados ahora se ven
desgarbados. Las únicas cosas que permanecen igual son la cicatriz indistinta en el
labio superior, la gran cicatriz en su pecho y los tatuajes en su brazo: Lexi, Ryder y
Nadie. Antes, me pregunté qué significaban, pero ahora estoy bastante segura de
saberlo. Lexi era su novia, Ryder su prima y, probablemente, la hermana de
Tristan, y Nadie es Quinton. ¿Cómo puede pensar así de sí mismo? ¿Cómo puede
pensar que no importa? Dios, es como que si estuviera de vuelta con Landon y le
miro marchitarse dentro de sí mismo.

—Nada de lo que diga o haga importa en este mundo, Nova —me dice mientras se
recuesta en las manos, mirando a un árbol en frente de nosotros—. Cuando me haya ido, el
mundo seguirá moviéndose.
—Eso no es cierto —le digo, sorprendida por su declaración. Claro, se deprime a
veces, pero esto es oscuro y pesado, y me duele escucharlo—. No voy a ser capaz de seguir
moviéndome.
—Sí, lo harás —dice, sentándose y acunando mi mejilla con la mano mientras nos
sentamos en la parte inferior de la colina en su patio trasero. El sol brilla sobre nosotros y
no tiene mucho sentido lo que estamos haciendo que no sea para estar con el otro, lo cual me
parece bien.
—No, no lo haré —argumento—. Si mueres, moriré junto a ti.
Sonríe con tristeza y niega con la cabeza. —No, no lo harás, ya lo verás.
—No lo veré. —Me aparto de su toque, frustrada—. Porque no te irás antes que yo
—le digo—. Prométeme que no lo harás. Prométeme que vamos a envejecer juntos y que me
iré primero.
Empieza a reír como si fuera divertido, pero es dura y su sonrisa no llega a sus ojos.
—Nova, sabes que no puedo prometer cuando no tengo el control sobre la vida y la muerte.
—No me importa —digo, sabiendo que estoy siendo irracional, pero tengo que
oírselo decir—. Solo dime que vas a dejarme ir primero. Por favor.
Suspira con cansancio y luego se mueve por la hierba, acercándose a mí y poniendo
su mano en mi mejilla. —Muy bien, te lo prometo. Puedes irte primero.
Me doy cuenta que él no quiere decirlo y me dan ganas de llorar, pero no lo hago.
Solo sigo en silencio, preocupada con mis propios pensamientos, temiendo presionarle,
temiendo hacerle enojarse conmigo. Temiendo la verdad. Temiendo no ser capaz de manejar
la situación o ayudarlo con lo que está pasando por su cabeza.

Parpadeo volviendo del recuerdo y me centro en Quinton. —Mi pobre


Quinton —pronuncio en voz baja, como si me perteneciera, a pesar de que no es
así. Pero en ese momento me gustaría que fuera cierto para poder sacarlo de aquí.
Limpiar sus cortes y darle de comer, porque parece que no ha comido en días. Me
vuelvo híperconsciente de lo mucho que me preocupo por él y quiero hacer que
mejore, ayudarle. Y esta vez no voy a mirarle escabullirse en silencio.
Vacilante lo alcanzo, pero a continuación, retrocedo por temor a que vaya a
hacerle daño, y en su lugar me inclino sobre él con mis manos a mis costados,
apretando los puños. —Quinton —le digo en voz baja—, ¿puedes oírme?
No responde mientras inhala y exhala, su pecho subiendo y hundiéndose.
Me atrevo a tocar su mejilla, suavemente acunando su mano, y siento el frío de su
piel. —Quinton, por favor, despierta... Lo siento mucho... por no ver... por no ser
capaz de ver... —Lucho en busca de las palabras a través de la abundancia de
emociones que emergen. Arrepentimiento. Preocupación. Miedo. Remordimiento.
Dolor. Dios, siento su dolor, caliente debajo de mi piel, inundando mi corazón, y
me gustaría poder quitárselo—. Por favor, por favor, abre los ojos. —Me ahogo.
Mi única respuesta es la suavidad de su respiración. Compruebo su pulso
con la otra mano y está allí, zumbando contra de mi piel. Trato de decirme a mí
misma que todavía hay esperanza, que puedo salir de esto, pero mirando a los
alrededores... mirándolo a él en el silencio que es casi tan tranquilo como la
muerte... no estoy tan segura. Y duele, casi tanto como si lo hubiera perdido, al
igual que perdí a Landon.
Quinton
Estoy bastante seguro de que estoy soñando. O tal vez muerto. Espero que
sea esto último, pero no creo que sea la suposición correcta, porque esto se siente
diferente a la primera vez que morí. Si estoy soñando, es un hermoso sueño, una
donde estoy con Nova y estamos felices. Me sorprende que me esté viendo con ella
y normalmente evitaría que mis pensamientos fuesen allí, pero no estoy lo bastante
despierto para preocuparme. Además, me siento muy bien, mejor que desde hace
tiempo. Todo se siente liviano. Emocionante. Difuso y ligero. Los recuerdos de mi
pasado se están desvaneciendo. Ya no puedo sentir la sangre en mis manos ni el
peso de la culpa sobre mis hombros. Algo maravilloso está asumiendo el control.
No estoy en la oscuridad, encerrado dentro de mí mismo. He sido arrastrado por la
luz y me siento como si no pudiera hacer nada por el momento mientras estoy
acostado de espaldas, mirando hacia el cielo. Nova se cierne sobre mí, acunando
mi mejilla, y su piel es tan malditamente caliente y huele increíble. Y sus ojos... azul
brillante con motas de color verde, su piel salpicada de pecas, y sus labios carnosos
que se ven tan deliciosos que quiero probarlos... y yo voy a hacerlo, ya que nada
importa en este momento. No es real, lo que hace que sea más fácil tomar lo que
deseo, admitir lo que quiero.
Me inclino hacia arriba, sin siquiera pensar en lo que hago, y presiono mis
labios con los de ella. Me duele la boca, pero vale la pena el dolor para probarla de
nuevo. Podría hacerlo para siempre, y quiero, pero cuando deslizo mi lengua
dentro de su boca, ella se aleja, con los ojos desorbitados y confusión. Abro la boca
para decirle que vuelva a mí, porque la quiero, necesitando besarla de nuevo, pero
entonces sus labios empiezan a moverse y la bruma de mi cerebro comienza a
evaporarse gradualmente.
—Quinton, ¿puedes oírme? —pregunta, con voz suave y distante. O tal vez
soy yo el que está distante.
—Yo... —Duele hablar con mi garganta tan seca, y el brillo del sol arde en
mis ojos.
—¿Estás bien? —dice, y la luz del sol se acentúa mientras el azul del cielo se
transforma en el techo de mi jodido dormitorio, agrietado y manchado con agua.
Ese goteo estúpido entra en el foco, obsesionándome de nuevo.
De repente me doy cuenta de que estoy en mi habitación. Despierto. Y Nova
se encuentra aquí. Conmigo. Mis pensamientos empiezan a correr mientras trato
de recordar lo que pasó. Pensé en esos chicos golpeándome hasta la muerte. ¿Por
qué no es posible? ¿Debido a que era demasiado fácil? ¿Me merezco no estar
absuelto tan fácilmente, merezco algo peor que la muerte? Pero si eso es cierto,
entonces, ¿por qué Nova está aquí?
—¿Qué estás haciendo aquí? —Es doloroso hablar, pero me fuerzo a sacar
las palabras de mi boca—. ¿O estoy soñando?
Vuelve a colocar su mano en mi mejilla, pero no se aleja y la mirada de
asombro en sus ojos disminuye. —No estás soñando... estabas inconsciente, pero...
¿estás bien? —Parece nerviosa y me recuerda lo inocente y buena que es, y cómo
no debería estar aquí, en la casa de crack a la que llamo hogar.
—¿Por qué estás aquí? —pregunto con voz débil al tiempo que trato de
incorporarme, pero mis brazos no están funcionando y me caigo de vuelta en el
colchón.
—Vine aquí para verte —responde, tocando distraídamente sus labios, y me
pregunto si realmente la besé o si me lo imaginé.
Me mira con los dedos en sus labios, y es incómodo porque realmente me
está mirando. He estado tan acostumbrado a la gente que observa a través de mí,
como si fuera un fantasma, al ver las drogas, la persona que soy ahora, la
inutilidad de todo con respecto a mí, en lugar de lo que solía ser. He olvidado lo
que se siente ser visto muy de cerca y durante una fracción de segundo lo disfruto.
Entonces ella mira hacia otro lado y siento como que me estoy muriendo; mi
cerebro registra el dolor en mis piernas, los brazos, el pecho, en todas partes. Y me
estoy rompiendo. Mis manos comienzan a temblar y mi ritmo cardíaco se acelera
tan pronto como me di cuenta de esto.
—Ve a poner un poco de hielo en una bolsa de plástico —dice ella,
chasqueando los dedos a alguien.
Oigo un murmullo y luego Tristan camina hasta mi vista. Me mira y la
nebulosidad en los ojos me permite saber que está drogado, pero estoy contento de
que esté por lo menos aquí, y no se ve como si hubiera sido golpeado. —Amigo, te
ves como una mierda —dice con una sonrisa bobalicona.
—Me siento como una mierda —murmuro, logrando llevar mi mano a mi
cara para frotarme los ojos—. Parece que te has escapado.
—Sí, y deberías haber corrido conmigo, idiota... Creo que pasó un rato hasta
que me di cuenta de que estaba solo. —Tristan se ríe entre dientes—. Espera hasta
que te veas en un espejo.
Su diversión parece molestar a Nova y ella se pone de pie, bajando la parte
inferior de sus pantalones cortos, con furia en sus ojos. —Ve a buscar una maldita
bolsa para poner el hielo —dice, no grita, pero su tono es frío, brusco, duro, y como
que lo empuja. Esta no es la Nova que recuerdo y me da un poco de miedo.
También, parece asustar a Tristan, que se rinde con las manos delante de él
y de espaldas a la puerta. —Está bien. Jesús, Nova. No tienes que volverte loca.
—Ni siquiera has empezado a verme volverme loca. —Asiente, señalando la
puerta—. Ahora ve a buscar una maldita bolsa.
Después de marcharse Tristan, ella se vuelve hacia la puerta y dice—: ¿Qué
voy a hacer?
No puedo ver a quién le está hablando y eso me hace preguntarme quién
diablos está aquí. ¿Delilah? Lo dudo, ya que no creo que le dijera eso a ella.
—No lo sé —responde alguien. Todavía no puedo ver quién es, pero noto
que la voz pertenece a una mujer y odio lo mucho que me gusta el hecho de que
Nova no está aquí con un hombre.
De repente, una chica con el pelo negro y grandes ojos azules entra. —Se
ve... —Me valora, entonces mira a Nova—. Parece que tiene que ir a un hospital.
—No —grazno—. No tengo el dinero para pagarlo. —Y no merezco curarme
tan fácilmente. Debo sufrir por huir de mi muerte.
Nova se queda mirando hacia abajo con reticencia. —Quinton, creo que
tienes que ir a un hospital. —Se arrodilla de nuevo sobre el colchón, apartando su
pelo largo de color castaño a un lado mientras se inclina sobre mí. Sus dedos
rodean suavemente mi muñeca y, lentamente, dobla el brazo para poder ver bien
mi mano. Es el doble del tamaño normal y mi piel es de color púrpura y azul. Aún
cuando conservo los dedos, la piel está hinchada y en carne viva, y parece que su
contacto debe doler, pero lo único que puedo sentir es el calor, su calor. Dios, he
echado de menos su calor. Me he pasado el último año envuelto en el frío,
sintiendo la sensación de adormecimiento de las drogas y el sexo con mujeres al
azar, y ahora ella está aquí y siento como si estuviera ardiendo.
—Es solo un golpe —le digo, sin mirar a mi mano, sino a ella. Quiero
agarrarla, abrazarla, besarla, tocarla, pero también quiero que se vaya. Quedarse.
Irse. Bien. Mal. Lexi. Nova. Culpa.
Culpa.
Culpa.
Culpa.
Fue todo culpa tuya.
Cuando mi pasado me golpea en la cara, aparto mi mano, sin cuidado, y
esta vez siento el dolor, pero no reacciono. En su lugar, finalmente, me esfuerzo
por sentarme en el colchón. Tan pronto como estoy en posición vertical, dolores
agudos apuñalan mis costillas, lo que hace que sea difícil respirar. Grito, agarrando
mi costado mientras me encorvo.
—¿Qué pasa? —pregunta Nova con verdadera preocupación, y solo hace
que sea más difícil respirar.
—Nova, vete —gruño, tratando de concentrarme en mi respiración, pero es
como si estuviera siendo golpeado una y otra vez... Mis pensamientos regresan a la
deriva al día de hoy...

Donny me ataca con la barra de hierro, una y otra vez. Me caigo al suelo. Ni
siquiera estoy seguro de por qué me caigo, aparte de eso, estoy cansado de estar de pie. Estoy
listo para darme por vencido y lo hago mientras golpea con la barra de metal pesada en mis
hombros, mis costillas, mientras me pate y golpea repetidamente.
Puedo ver en sus ojos que quiere matarme y le doy la bienvenida mientras sigo
acuesto en la grava, con las rocas perforando mi piel, el cielo azul por encima de mí.
—Adelante. —Me ahogo con la sangre que brota en mi boca mientras lo miro a los
ojos—. Mátame.
Sonríe, y luego me golpea de nuevo con la barra, y siento una de mis costillas
romperse mientras las golpea con el metal. Me quita el aliento, y el dolor recorre todo mi
cuerpo. Pero no siento nada. Estoy entumecido. Muerto.
Me doy por vencido.
Arroja la barra a un lado y se enrolla las mangas, cambiando a golpearme con los
puños. Y cuando su objetivo es mi cabeza, tumbo mis brazos y mis piernas hacia un lado,
asegurándome de que acabe conmigo. Simplemente hazlo. Me rindo.
—Actúas como si quisieras esto —dice Donny con entusiasmo y confusión en su
rostro, y luego el puño choca con mi mejilla.
—Tal vez lo quiera. —Es todo lo que digo, el sabor de la sangre llena mi boca. Lo
quiero, yo sé que lo quiero.
—Dios, los adictos al crack son unos inútiles —dice con una sonrisa—. No viven
por nada. A nadie le importa si vives o mueres.
Lo dice para sí mismo como si él no fuera un adicto al crack y me pregunto si lo es, o
si solo trafica, vende mierda a la gente, ayuda a joder la vida por dinero en efectivo. Me
pregunto si tiene algo por qué vivir. Alguien que se preocupa por él. ¿Qué sería eso, tener a
alguien, así, como una vez me sentí por Lexi?
O Nova. El pensamiento pasa por mi cabeza y trato de ignorarlo mientras él se
mueve para golpearme de nuevo, con una mirada en su cara que me hace preguntarme si él
va a matarme.
Bien, pienso, sin embargo, por un breve momento me siento en conflicto. Ni siquiera
estoy seguro de donde viene el sentimiento. Por mí mismo o por pensar en Nova. O el
simple temor de que esto podría ser el final, que esta vez no va a aparecer ninguna
ambulancia para revivirme. La paranoia se establece.
Qué mierda
—Pero voy a dejar que vivas —dice el tipo mientras balancea su puño para
golpearme, con ira ardiendo en sus ojos, que están inyectados en sangre. Está drogado y sé
que hay poco control en su interior, que a pesar de que dice que me va a dejar vivir,
fácilmente podría dar un golpe muy fuerte y probablemente ni siquiera darse cuenta de ello
hasta que fuese demasiado tarde—. Así que puedes decirle a tu amiguito, el que acaba de
alejarse, que mejor se cuide la espalda.
Golpea con su puño mis costillas de nuevo y el dolor entra en erupción a través de
mi cuerpo y quiero gritarle que no me haga el favor de dejarme vivir. Que acabe conmigo.
Pero en su lugar, mientras que mueve el brazo para golpearme de nuevo, hago algo que no
esperaba. Me levanto y corro, como un maldito cobarde, huyendo de la muerte, huyendo de
lo que merezco.

Mierda, ¿qué hago? ¿Por qué no le dije que acabe conmigo? Seguro él lo
habría hecho si lo hubiese enfadado lo suficiente. Pero en cambio, corrí. Elegí la
vida. ¿Elegí volver a esto? Es hora de cerrar el maldito ataúd.
—Quinton, ¿estás bien? —El sonido de la voz de Nova me trae de nuevo al
presente, y me enojo porque ella está en mi jodida cabeza. Incluso después de
nueve meses, consume mis pensamientos, casi tanto como Lexi. Me hace dudar y
no me gusta.
La miro, enojándome porque ella está aquí cuando pensé que me había
dejado ir; debería hacerlo. Además, apenas queda alguna droga en mi sistema y
me siento como si pudiera desgarrar los ojos de alguien.
—Nova, simplemente vete —le digo, bajando las piernas del colchón. Mis
rodillas están rígidas y me duelen las articulaciones. También he perdido un
zapato, y mi pie está cortado y raspado en la parte superior.
Nova se sienta a mi lado, meneando la cabeza. —No hasta que te ayude...
Quinton, quiero ayudarte.
Por un segundo, mi corazón da un vuelco, pero luego arde la cicatriz en mi
pecho, diciendo a mis emociones que cierren la puta boca. Tengo que dejar de
reaccionar ante ella y tengo que meter algo de droga en mi sistema, para no sentir
nada de esto, no sentirla a ella.
—No quiero que me ayudes. —Tratando de parecer más seguro de lo que
me siento, me levanto. Mis rodillas empiezan a tambalearse, pero lucho contra la
compulsión de caer al suelo—. Quiero que te vayas.
Ella mira a su amiga, que me examina brevemente, viendo lo que realmente
soy, lo que Nova no ve.
—Deberíamos escuchar —le dice a Nova, al parecer viendo algo que no le
gusta, y me gustaría que Nova pudiera abordar la misma página.
Nova destroza sus labios con tanta fuerza que blanquea la piel alrededor su
boca. —No. —Sus ojos se encierran en mí—. No me voy hasta que me dejes
ayudarte.
Me pongo a temblar espasmódicamente aún más y trato de echarle la culpa
al hecho de que tengo que drogarme, pero no es solo eso. Es ella. Los ojos de ella.
Sus palabras. El simple hecho de que está justo frente a mí, al alcance de la mano,
pero no puedo tocarla. Me marcharía de mi propia prisión si lo hiciera. Estaría
tratando de escapar de las barras que construí a mi alrededor por una razón,
basado en la culpa y una promesa que hice de no olvidar nunca el amor de mi
vida, cuya vida terminó a causa de mí.
—No puedes ayudarme —espeto—. Ahora lárgate antes de que te eche yo
mismo.
Se estremece como si la hubiera abofeteado, sin embargo, parece tener más
determinación cuando se acerca más a mí. —No voy a ninguna parte, por lo que
bien podrías dejarme ayudar por lo menos a limpiar esos cortes antes de que se
infecten.
Pensar en ella cuidando de mí como que me agrada y me horroriza. Quiero
que se quede, lo que significa que solo hay una cosa que puedo hacer. Luchando
contra el impulso dentro de mi cuerpo para agarrarla y aplastar mis labios contra
los suyos, me levanto y empiezo a cojear hacia la puerta, esquivando a su amiga.
Me dirijo por el pasillo hasta la habitación de Delilah. La puerta está abierta y la
habitación se encuentra desocupada, que es lo que estoy buscando.
—¿A dónde vas? —Nova me persigue, pero cierro la puerta directamente en
su cara. Como el imbécil que soy. La cierro y ella comienza a golpearla, gritando
para que abra, pero la ignoro y me echo en el colchón sucio. Entonces me agacho
entre éste y la pared donde sé que Delilah esconde su reserva y tomo la bolsita de
plástico. No es suficiente, pero tendrá que serlo por ahora, al menos hasta que
Nova deje de golpear la puerta.
Puedo oírla hablar con alguien en el otro lado mientras raspo el cristal que
queda de la bolsa y en la papelera al lado del colchón. Parece estar llorando, pero
podría estar equivocado y sinceramente no me importa. Solo me importa una cosa,
saber que esto hará que todo se sienta mejor y entonces todo, la lucha, Nova, ya no
importará.
Hay un bolígrafo en la basura y lo recojo mientras alguien llama a la puerta.
Dicen algo, pero no los oigo mientras me inclino hacia abajo y aspiro los diminutos
cristales de color blanco en la nariz, sintiendo que el dolor punzante en mi cuerpo
se evapora lentamente.
—Quinton, por favor, abre —dice Nova a través de la puerta con un toque
suave de su mano. Hay una súplica en su voz que rasga mi garganta, pero el polvo
blanco entrando rápidamente en mi sistema lo cura. Claro que es solo temporal,
pero lo único que necesito es otra dosis una vez que la herida empiece a abrirse de
nuevo. Nunca tendré que volver a sentir de nuevo si sigo el procedimiento.
Nova dice otra cosa, pero me tapo los oídos con las manos y me acurruco en
el colchón hasta que su voz se desvanece.
Y me desvanezco con ella.
Traducido por Eli Hart, Zafiro, Mary Warner & Val_17
Corregido por Amélie.

Nova
No puedo dejar de llorar. Las lágrimas comenzaron a caer en el momento en
que Quinton se encerró en esa habitación. No sabía qué hacer, así que intenté todo
lo que pude. Rogué. Supliqué. Sollocé mientras tocaba la puerta. Pero no me hizo
caso y me lastimaba pensar en su estado, roto y abatido, en el otro lado, haciendo
Dios sabe qué mientras yo no podía hacer nada para detenerlo, todo por culpa de
una puerta. Una estúpida puerta con seguro que no podía romper.
Finalmente Lea me arrastró de ahí y apenas pude recordar lo que pasó las
siguientes horas, además de terminar otra vez en casa de su tío en la cama de la
habitación de invitados con una sábana sobre mí y me sintiera exhausta.
—Nunca debimos ir ahí —dice mientras se recuesta en la cama a mi lado—.
Eso estuvo mal, Nova. Como, muy, muy mal.
—Es el lado feo de la vida —concuerdo, ya sin llorar—. Pero no significa
que no debamos ir ahí… Él necesita mi ayuda, Lea.
—Necesita más que tu ayuda —responde, poniendo su brazo debajo de su
cabeza—. Necesita ir a un hospital a rehabilitación o algo.
—Ya lo sé. —Giro sobre mi lado y miro por la ventana a las estrellas en el
cielo, y la vista me calma—. Pero no sé cómo puedo hacer que haga eso, así que
estoy haciendo lo único que se me ocurre en este momento.
—Estoy preocupada por ti —admite—. No creo que debas regresar ahí.
—Tengo que —susurro—. Ahora que lo vi… El ver cómo vive, la condición
en la que está, no puedo alejarme. —Pensé que tal vez mis sentimientos por él
habrían cambiado, que tal vez el verano pasado fue solo una ilusión construida
alrededor de la droga, pero no es así. Y me di cuenta en el segundo que lo vi
recostado en la cama, y cuando me besó, eso solo resaltó mis sentimientos. Y no vi
a Landon esta vez, solo vi a un chico roto que desearía poder abrazar mejor.
—Nova, por favor piénsalo —dice—. Piensa antes de regresar. Prométeme
que lo harás. Piensa en lo que vas a meterme… y esos papeles que leí… ayudar a
los adictos a las metanfetaminas es complicado. Debes entender en lo qué te estás
metiendo y si realmente quieres hacerlo.
—De acuerdo, prometo que lo pensaré. —Pero ya sabía la respuesta. Voy a
regresar porque no estoy lista para abandonarlo, no cuando apenas he comenzado.
Tengo que resolver esto, de alguna manera.
—Y lee los papeles —añade, esponjando la almohada y acomodándose.
—De acuerdo —prometo de nuevo, preguntándome cuánta perspectiva me
pueden dar unos papeles de Internet, pero supongo que leerlos no lastimará. Por el
momento, haré lo que sea que se me ocurra para ayudar.
Se queda en silencio y cierro los ojos, lista para dormir, deseando encontrar
un modo para salir de esto.

***

—Si estuvieras varado en una isla desierta —le digo a Landon mientras traza línea
tras línea en un cuaderno de bocetos. Me deslizo hacia adelante en la cama, pretendiendo
que rasco mi pie, cuando solo quiero estar más cerca de él—. ¿Qué es la única cosa que
querrías contigo?
Frunce el ceño hacia su dibujo, un autorretrato, su cara medio sombreada, su cabello
más corto de un lado, y sus pómulos sombreados para parecer más hundidos da la sensación
de que usa una máscara de El Fantasma de la Ópera. —No estoy seguro… tal vez un
lápiz. —Mira el lápiz en su mano y luego a su dibujo—. Pero no podría dibujar sin tener
lápiz y papel, no habría sentido en tomar uno y no el otro. —Pone el lápiz sobre el papel y
dibuja con una mirada pensativa en su rostro, mientras yo pretendo no estar triste por el
hecho de que no dijo que me quería en la isa con él—. Pero otra vez… —Levanta la mirada
hacia mí y sus ojos miel-café queman con intensidad—. Tal vez solo te llevaría a ti. —Frota
con su dedo mi mejilla, dejando una mancha, estoy segura—. Tenerte ahí puede tener sus
ventajas.
Arrugo la nariz como si fuera una idea absurda cuando realmente mi estómago está
revoloteando con mariposas. —¿Cómo puede eso ser una ventaja? No soy ingeniosa en
situaciones intensas… Probablemente haría más daño que bien.
Niega con la cabeza, trazando con su dedo mi mejilla hasta quedar en mi cabello. Lo
gira en sus dedos mientras coloca el lápiz y el cuaderno de bocetos al lado. —De ninguna
manera, Nova Reed, serías un salvavidas.
—¿Cómo crees? —Mi voz suena sin aliento y lo odio porque se lleva todo lo que
estoy sintiendo, el efecto que tiene en mí. Y aunque nos hemos besado y tocado, aún no
estoy segura de dónde se encuentra él, cómo se siente sobre mí.
—Porque… me salvas cada día —dice.
Mi frente se arruga mientras miro sus ojos, buscando una señal de que bromea, pero
se ve tan serio. —¿Salvarte de qué?
Hace una pausa, buscando mis ojos, pero no estoy segura para qué. —De
desaparecer.
Sus palabras me golpean en el pecho y abro la boca para decir algo, pero no salen
palabras, justo como siempre que dice algo tan triste. Finalmente logro—: Sigo sin entender
a qué te refieres.
—Lo sé —dice con un suspiro, desenredando mi cabello—. No importa realmente…
intentaba decir que si tú y yo estuviéramos atrapados en una isla, sé que serías quién nos
terminara salvando, porque sé que nunca te rendirías y eso haría que yo tampoco quiera
rendirme.
No estoy segura de si es la respuesta que quiero escuchar o cómo eso tiene que ver
con que yo no lo dejo desaparecer en el mundo real. Podría preguntarle, pero me silencia al
besarme suavemente, pero con pasión, agarrando mi cintura. Y antes de que pueda pensar
demasiado a qué se refiere con rendirse, gentilmente me recuesta en la cama, recostándose
sobre mí. Cubre mi cuerpo con el suyo y me derrito en su abrazo mientras me besa hasta
que olvido todo excepto a él, yo y en la breve calidez envolviendo nuestros cuerpos.

***

Cuando abro los ojos, la luz del sol me ciega y estoy sudando por el calor.
Nadie se molestó en cerrar las cortinas anoche y sin montañas alrededor, el calor
del sol es intenso. Me quito la sábana y parpadeo mientras me siento. Estoy tan
cansada que todo lo que quiero en este momento es rendirme. Hacerme una bola,
lanzar la sábana de regreso sobre mi cabeza, y dormir hasta el otro día, tal vez más.
Pero no puedo evitar pensar en el sueño que tuve anoche. Al mismo tiempo que no
lo pensé, y honestamente me sorprende el recordarlo. Sé que nunca te rendirías y eso
haría que yo tampoco quiera rendirme.
Duele pensar en Landon, porque se rindió y me dejó. Al final yo no era un
salvavidas como pensó él. Solo fui una distracción de su dolor y no lo salvé. No
quiero ser una distracción esta vez. Quiero hacer las cosas diferentes. Pero, ¿cómo?
¿Cómo puedo asegurarme de que Quinton no termine como Landon?
Después de pensarlo mejor, hago algo que no he hecho en un largo tiempo.
Me deslizo de la cama, agarro mi portátil, y salgo al sillón para ver el video que
Landon hizo justo antes de terminar con su vida. Ni siquiera sé cuál es el punto. Si
solo quiero volver a verlo, o analizar el video. Mirar sus labios moverse, el dolor en
sus ojos, la manera en que su cabello tintado de negro cae por su frente, me regresa
a aquella noche cuando me desperté en la colina. Justo después de que él hiciera el
video, lo encontré, colgando del techo de su habitación. La música sonaba, como en
este video. A menudo me pregunto, si me hubiera despertado solo un poco antes,
lo hubiera encontrado haciendo el video, en lugar de justo después de haberse
colgado. ¿Podría haberlo detenido? ¿Quería que me despertara y lo detuviera, pero
me demoré demasiado y se rindió?
Finalmente quito el video. Tengo una idea tan jodida sobre su muerte, pero
ya que nunca habrá respuestas, siempre habrá muchas preguntas.
Trago y acuno mi mano alrededor de mi muñeca, recordando la vez que casi
me rendí, que casi dejé el mundo; dejé que mi madre me encontrara sangrando en
el baño con una montón de preguntas a las que tampoco tendría ella respuestas,
como Landon hizo conmigo. Parte de mí quería terminar con todo, dejar de cargar
el dolor dentro de mí, pero otra parte, se encontraba asustada de los ‚y si‛. ¿Y si yo
seguía con ello? ¿Y si terminaba con mi vida? Fue uno de los tiempos más oscuros
en mi vida y va a quedar permanentemente marcado en mi cuerpo, una cicatriz
puesta ahí por mi propia mano, recordándome nunca hacerlo otra vez. Nunca me
volveré a rendir.
Cuando regreso a la habitación, Lea sigue dormida al otro lado de la cama
doble, con su cara girada a la pared opuesta, su respiración sale lenta, y la sábana
se encuentra sobre ella. Lentamente alejo la computadora y me alisto para irme, sin
querer despertarla y discutir con ella sobre regresar a casa. Además, necesito
hablar con Quinton a solas. Me visto con un par de pantalones cortos rojos y una
camisa blanca, y pongo mi cabello en una cola de caballo para evitar que se pegue
a mi piel por el calor. Luego leo algunos papeles que imprimió Lea y que hablan
sobre cómo ayudar a los drogadictos: intervención, hablar con el adicto, llevarlo a
rehabilitación. Son muy técnicos y casi como instrucciones clínicas de cómo
manejar a los drogadictos. Lo que no entiendo, sin embargo, es dónde está la
información sobre cómo lidiar con sus humores cambiantes. O la desesperanza que
viene de intentar ayudar a alguien a ver que necesita mejorar, intentando encontrar
ese algo que los traiga de regreso. O cómo hacer que su familia venga a apoyarlo,
porque ¿eso es lo que realmente necesita? Necesita que la gente que lo conoce se
preocupe por él, como yo necesité de mi mamá cuando decidí que quería sanar.
No sé mucho sobre la familia de Quinton además de que su mamá murió
cuando él nació y aún cuando su papá lo crió, fue como haberse criado solo. Me
pregunto si pudiera saber m{s de su padre… tal vez quiera ayudar a Quinton.
Digo, es su hijo y sé que si mi padre hubiera estado vivo cuando me encontraba en
las drogas, habría hecho cualquier cosa para ayudarme. Pero no puedo contar con
ello, porque no toda la gente es como mamá y papá y harían lo que fuera por su
niña. Aun así, no sería malo investigar, si puedo encontrar a alguien que me dé el
número telefónico de su padre, me diga el nombre o donde vive, así podría
hallarlo.
Le escribo una nota a Lea, diciéndole que voy a salir por un café y que
regresaré pronto. Odio mentirle, pero al mismo tiempo, odio ver cuán aterrorizada
se encontraba anoche. Pongo la nota en la almohada a su lado, luego escribo en mi
mano sin arrepentimientos. Es algo que Lea y yo nos decimos todo el tiempo y hoy
me va a recordar no arrepentirme de nada de lo que haga, justo ahí en mi mano,
solo en caso de que siquiera piense en intentar algo de lo que me arrepentiré luego.
Meto mi teléfono en el bolsillo trasero y me dirijo al auto, mirando la puerta
delantera detrás de mí. Hace tanto calor que siento que me derrito en un charco
humeante y el calor se filtra en el aire de mis pulmones. Camino suavemente al
auto y entro, pero maldigo cuando el asiento de piel negro quema mis piernas.
Enciendo el motor, luego encuentro la dirección de Quinton en el GPS, junto con la
cafetería más cercana, porque voy a necesitar un estímulo de cafeína si voy a hacer
esto.
—Puedes hacer esto, Nova —digo mientras giro. Sigo repitiéndome el
mantra en mi cabeza todo el camino a la cafetería. Ordeno dos cafés, sin estar
segura de si Quinton bebe café, pero hago una suposición. Luego le subo un poco a
‚Help Me‛ de Alkaline Trio y conduzco al apartamento de Quinton. Intentando
no decepcionarme ante la vista en la luz del día. Pero no puedo evitarlo. El sol lo
hace parecer más trágico y me llena de más desesperanza, pero aun así estaciono el
auto. Luego saco mi teléfono de mi bolsillo, enciendo la grabadora de video, y dejo
salir una profunda respiración antes de encararme a mí misma en la pantalla.
—Por qué te hablo… no tengo idea, aparte de que lo encuentro terapéutico
—le digo a la cámara—. Porque cuando te hablo, puedo decir lo que siento… y lo
que realmente siento es... bueno, un montón de cosas. Para empezar, tengo miedo,
no solo por mí, sino por Quinton. El lugar en el que se encuentra… es horrible.
Sabía que la gente vivía así en las películas y esas cosas, pero verlo con mis propios
ojos es aterrador. —Hago una pausa, mirando al edificio—. Y también me siento
herida… digo, él se molestó tanto conmigo anoche por estar aquí, y yo todo lo que
quería era ayudarlo… lo único que pudo ayudarme a superarlo es recordar…
recordar cuánto quería ayudarme mi mamá y cuánto la decepcioné. Yo no quería
ayuda, pero si lo analizo, creo que muy en el fondo sí lo quería, solo no podía ver
m{s all{ de la cosa de la oscuridad… hasta que vi el video de Landon… el que hizo
justo antes de suicidarse… de alguna forma, el video me despertó. Tengo que creer
que es así, de otra manera, ya no hay esperanza. Y todavía no estoy lista para
aceptarlo. —Hago una pausa, tomando una respiración, antes de añadir—: Así que
aquí va. Voy a entrar otra vez. —Dejo de hablar y apago la cámara, poniendo el
teléfono de nuevo en mi bolsillo. Luego salgo del auto, asegurándome de agarrar
los cafés y cerrar las puertas.
El área está inquietantemente silenciosa, como si todos durmieran durante
el día y solo salieran en la noche. Sin embargo, como que estoy agradecida. Eso
hace que ir hacia las escaleras, y caminar hacia la puerta sea mucho más fácil. La
parte difícil viene cuando llego a la puerta. Miro las grietas en ella, respirando el
aire viciado. No estoy segura de qué hacer a continuación.
¿Qué hago?
Finalmente toco la puerta, suavemente al principio, pero luego golpeo un
poco más fuerte cuando no hay respuesta. Todo lo que obtengo es más silencio y
miro de nuevo a mi auto, poniéndome más nerviosa. ¿Debería irme? Pero cuando
miro de nuevo a la puerta, todo lo que veo es a Quinton del otro lado, moreteado y
roto… perdido. Justo como lo estuve yo en algún punto de mi vida.
No estoy segura de qué hacer y mis piernas comienzan a sentirse de goma
mientras permanezco parada ahí. Al final me siento en el suelo y me recargo en la
barandilla, sabiendo que debe estar muy sucia. Pero eso no importa en este
momento, y puedo soportar ensuciarme un poco los pantalones cortos. Bajo los
cafés a mi lado, y leo sin arrepentimientos escrito en mi mano, luego toco mi cicatriz
expuesta.
Recuerda.
Floto de regreso a mi recuerdo de lo mala que eran las cosas cuando caí
contra la superficie de la roca, recargando mi cabeza en la barandilla y mirando al
cielo por el agujero en techo de dosel sobre mí.
No puedo sentir mi cuerpo. Creo que he bebido tanto que he logrado ahogarme sola.
Porque es como se siente la vida. Sumergida en el agua, solo está caliente, abrasador, y al
mismo tiempo mi cuerpo se encuentra conectado al calor así que no puedo hacer nada más
que dejarlo quemar mi piel. Lentamente.
Quiero salir. Mi cuerpo. Mis pensamientos. Quiero estar sobre el agua de nuevo o
tal vez en la superficie. No estoy segura. Ya no estoy segura de lo que quiero. Lo que se
supone que haga. Así que me sigo preguntando sin esperanza, besando chicos a quienes no
debería estar besando, sin enfocarme en nada más que dar el siguiente paso, e incluso eso
parece difícil.
Tal vez debería dejar de caminar.
Entro al baño de mi casa y no cierro la puerta porque Landon no lo hizo y quiero
saber por qué. ¿Quería que yo entrara o lo olvidó… solo se encontraba demasiado perdido?
No lo sé.
Ya no sé nada.
Me dejo caer en el frío piso de azulejos, al tiempo que las lágrimas cayendo por mis
ojos y mejillas. He estado llorando toda la noche, sintiéndome culpable, con dolor desde
dentro, pero ahora de pronto no siento nada. Vacía. Como si todas mis emociones fueran
drenadas de mí por medio de las lágrimas y no estoy segura de si los sentimientos van a
regresar alguna vez. Tal vez estoy rota. Tal vez Landon se llevó lo que había dentro de mí
con él. Tal vez ya no tengo sangre en las venas.
Dios, lo extraño. ¿Esto es lo que él pensaba justo antes de irse? ¿Si extrañaba a
alguien? ¿O que ya no le quedaba vida? ¿Que se sentía roto?
Tengo que saberlo —necesito entender— lo que sintió cuando decidió que era el
momento de irse para siempre. Porque algunas veces se siente como si me dirigiera al
mismo lugar, donde rendirse parece más fácil que dar más pasos.
Voy hacia la encimera y toco hasta que encuentro la manija del cajón. La abro y sin
mirar dentro, sigo tanteando hasta encontrar una navaja de afeitar. Mis dedos no tiemblan
cuando lo saco. Como que lo esperaban, como si enloquecieran por lo que voy a hacer.
Lo que hago.
Traigo mi mano hacia mí y miro la navaja en mis manos. Ni siquiera estoy segura
de cuán duro o cómo hacerlo. No parece muy duro y el mango rosa lo hace parecer casi
inofensivo. Me atrevo a tocar la punta de mi dedo contra el borde y presiono. Nada. Así que
lo deslizo hacia arriba lentamente y la piel de mi dedo se abre. Gotas de sangre salen y caen
al suelo al lado de mis pies. Las miro, sintiendo mis dedos quemar, pero no realmente
sintiéndolo, lo que me hace pensar que tal vez sea capaz de seguir con esto. ¿También es lo
que hizo Landon? ¿Probó cómo se sentía la cuerda alrededor de su cuello? ¿Quemó? ¿Tenía
miedo? ¿Pensaba en cómo iba a extrañarme? ¿Cuánto lo extrañaría yo? ¿Cuánto me
lastimaría verlo así? ¿Pensó en algo? No estoy segura. Ya no estoy segura de nada.
Estiro los brazos frente a mí, miro la vena. Es tenue y pequeña así que bombeo mi
puño repetidamente hasta que está púrpura y abultada como si estuviera enojada. Como si
me gritara que me detuviera. No lo hago. No puedo detenerme. No hasta entenderlo.
Levanto mi rodilla y descanso el brazo sobre ella, con mi antebrazo hacia arriba.
Bombeo mi puño una y otra vez mientras acerco la navaja, sin sentir nada, no hasta que la
hoja entra en contacto con mi piel. Siento un toque de frío y me estremezco, pero empujo a
un lado la sensación y presiono la hoja. Duele cuando la piel se rasga abierta. Lo siento,
junto con el calor de la sangre que gotea, pero todavía no entiendo lo que él pensaba... qué lo
hizo seguir adelante con ello; qué lo hizo acabar con su vida.
Empujo la navaja con más fuerza y empieza a raspar a lo largo de mi piel. Cortando
mi piel. Dejando salir la sangre. Dejando salir el dolor. Se arrastra por mi piel, como un río
débil, y la línea a través de mi muñeca se abre, pero casi no está lo bastante abierta, solo un
ligero corte, algo que apenas dejará una cicatriz. Tengo que hacerlo más.
Rebano la navaja de un lado a otro sobre mi piel, cada movimiento provoca más
dolor, pero al mismo tiempo estoy dejándolo fuera. Estoy empezando a sentirme mareada,
como si estuviera nadando en agua oscura, ahogándome. ¿Hasta dónde puedo ir? ¿Cuándo
lo paro? ¿Cuánto es suficiente?
De repente alguien toca la puerta. —Nova, ¿estás ahí? —pregunta mi mamá.
—¡Vete! —grito, con mi voz fuera de tono y temblando.
—¿Qué demonios estás haciendo ahí? ¿Estás bien? —pregunta, preocupada.
—¡Dije que te vayas de una maldita vez!
—No lo haré. No hasta que me digas que ocurre... Creí oírte llorar allí dentro.
Cuando no respondo, el pomo de la puerta comienza a girar y luego la puerta se
abre. Su expresión cae y sus ojos se ensanchan mientras me echa un vistazo, con la navaja
en mi mano, la sangre por todo mi brazo y el suelo. Va a enloquecer y todo lo que puedo
pensar es: ¿Estoy contenta de que entrara? ¿Estoy contenta de haber dejado la puerta
abierta? ¿Estoy contenta de que me haya detenido?

Parpadeo, respirando dentro y fuera, diciéndole a mi pulso que se estabilice;


debo recordar, pero no dejar que el recuerdo me sobrepase. A veces, cuando pienso
en ello, me digo a mí misma que no cerré la puerta ese día porque quería que
alguien me sorprendiese, quería que me encontraran antes de que me desangrara,
que nunca tuve la intención de matarme. No estoy segura de si hay algo de verdad
detrás de eso o no. Mi cabeza estaba en un lugar muy raro en ese momento y al
recordarlo es difícil de descifrar lo que estaba realmente sintiendo. Pero mi mamá
me sorprendió —abrió la puerta— y no morí. Estaba más furiosa que el infierno
con ella, también, grité y chillé, ni siquiera sé por qué me enfadé tanto. Pero lo
superé y al final, justo en este momento, estoy muy contenta porque lo hizo.
Poniéndome de pie, camino hacia adelante y llamo a la puerta otra vez. Lo
hago diez veces solo para estar segura de que nadie va a responder, y luego, a
pesar de que tengo miedo de hacerlo, agarro la perilla. No estoy segura de si es lo
que se debe hacer, pero ni siquiera estoy segura de qué es lo correcto, así que hago
lo que sé.
Tomando una respiración profunda, doy vuelta a la perilla, pero se halla
cerrada. Mientras la suelto y mi brazo se cae hacia un lado, pierdo una parte de mi
esperanza. Me alejo de la puerta y vuelvo a sentarme. Todo lo que puedo hacer
ahora es esperar a que Quinton venga a mí.
Quinton
El dolor está empezando a disminuir, o tal vez aún está allí en mi cuerpo,
pero mi mente está centrada en otras cosas. Como el sonido del viento justo afuera,
o cuan fría es la pared contra mi espalda, aunque mi piel se siente caliente, o cómo
mi mano anhela dibujar pero no puedo mover los dedos lo suficiente para recoger
un lápiz.
—Estás tan drogado —comenta Tristan mientras baja la cabeza hacia el
espejo y aspira otra línea. Echa la cabeza hacia atrás y olfatea, poniendo su mano
en la nariz mientras libera un eufórico suspiro. Ha hecho por lo menos tres líneas
más que yo, empujando el límite como siempre.
—Tú también. —Me inclino hacia delante de la pared y robo el espejo de su
mano. No dudo, poniendo el bolígrafo a mi nariz y aspirando el polvo blanco en
una profunda y maravillosa respiración. Luego pongo el espejo en el suelo y me
froto la nariz, olfateando mientras mi nariz y garganta absorben la descarga de
adrenalina.
—Es cierto —dice Tristsn, tamborileando con los dedos la parte superior de
sus rodillas mientras mira alrededor de mi habitación, como si estuviera buscando
algo, pero no va a encontrarlo, ya que no hay nada aquí—. Creo que deberíamos
hacer algo.
—¿Cómo qué? —Masajeo mi magullada mano; mis dedos están torcidos y
todavía no puedo enderezarlos, pero no hay dolor en su mayor parte. Uno de mis
ojos también está hinchado y apenas puedo ver por él, pero todo está bien porque
estoy muy drogado en estos momentos—. Porque no puedo hacer nada que
implique usar ya sea la mano, pies o costillas.
Resopla una risa mientras comienza a golpetear con el pie; tanta energía
zumba a través de él que creo que va a enloquecer. —¿No es eso lo que tratábamos
de hacer aquí? ¿Entumecer tu dolor para que puedas moverte?
Considero lo que dijo y recuerdo que ese fue el propósito detrás de hacer
tanto hoy. —Déjame ver si puedo —le digo, entonces doblo mis rodillas, pongo mi
mano buena en el suelo y me impulso hacia arriba. Se siente como que duele, pero
al mismo tiempo me siento en paz con el dolor dentro de mí a medida que me
tropiezo con mis pies. Mi pierna izquierda intenta doblarse, así que pongo todo mi
peso en la derecha, pegando mi mano en la pared.
—Creo que lo puedes —dice Tristan, levantándose de mi colchón—. Ahora
podemos ir hasta donde Johnny y conseguir un poco más, pretendiendo que
estamos recogiendo algo para Dylan.
—No tenemos ningún dinero para eso —señalo, luego lanzo un vistazo a los
centavos en mi piso—. A menos que creas que aceptará centavos.
Sacude la cabeza y luego sonríe mientras toma un rollo de dinero de su
bolsillo. —Sí, lo tenemos.
—¿De dónde sacaste eso? —pregunto, apoyando mi peso sobre mi brazo
mientras trato de sostener mi cuerpo.
Menea la cabeza y mete el dinero de vuelta en el bolsillo. —No voy a
decírtelo, ya que estarás raro al respecto.
Frunzo el ceño ante el dinero que estoy bastante seguro pertenece a Dylan,
el dinero que Delilah me dio para hacer la recogida que me llevó a recibir una
paliza por los chicos de Trace. —¿Me lo robaste ayer? Porque eso no era mío. Era
de Dylan.
—¿Podemos irnos? —pregunta, y sé que lo hizo, tomó el dinero y no tiene
planes de devolverlo, sin embargo no digo nada porque al final, ese dinero es lo
que va a conseguirnos más drogas—. Olvida de donde salió el dinero. Me
aseguraré de pagarle a Dylan, pero vamos a buscar a Johnny.
—¿Crees que es una buena idea? ¿Después de lo que pasó ayer? Porque no
tengo ganas de que me den otra paliza y esta vez no creo que sea capaz de salir
corriendo. —Apoyo la cabeza contra la pared y ruedo los ojos un par de veces,
tratando evitar que se resequen—. Ya sabes, el tipo que me golpeó amenazó que tú
también ibas a salir lastimado.
—¿Y qué? Puedo soportar cualquier cosa —dice con una estúpida cantidad
de confianza que al final va a hacer que lo lastimen. Puedo sentirlo—. Además, si
vienen aquí entonces correré, a diferencia de ti... —Considera algo, luciendo
perplejo—. ¿Por qué no lo hiciste al principio? Me hace pensar que estás loco.
—Tal vez lo estoy.
—Tal vez lo estamos los dos.
—O tal vez ambos necesitamos ayuda —digo, pero solo me refiero a él.
—No necesito escuchar esa mierda de tu parte también —declara con un
exagerado suspiro.
—¿Qué quieres decir con eso? —pregunto, levantando mi cabeza hacia atrás
para mirarlo—. ¿Quién más ha estado diciéndote eso?
—Mis padres —responde con un encogimiento de hombros.
—¿Pensé que no habías hablado con ellos desde que salimos a flote en
Maple Grove?
Hace otra línea, aspirando el aire por la nariz varias veces mientras levanta
su cabeza. —Cometí el estúpido error de llamarlos hace unos meses para ver si me
podían prestar algo de dinero. Usé el teléfono de Delilah y al parecer mi madre se
preocupó lo suficiente para guardarlo en sus contactos, aunque no le importó lo
suficiente como para decir que sí a prestarme el dinero. —Murmura algo entre
dientes que suena muy parecido a ‚perra estúpida‛—. Entonces llamó hace un día
o dos... me dijo que debería regresar a casa y recibir ayuda... dijeron extrañarme o
alguna mierda, como si de repente decidieran que iban a empezar a preocuparse.
—Tal vez deberías ir a casa —le digo, pensando en mi propio padre,
preguntándome lo que está haciendo y si alguna vez piensa en mí. No he hablado
con él desde que salí de Seattle, sin embargo no he tratado de llamarlo y no estoy
seguro si sabe cómo contactarme. Si lo sabe, sin embargo, creo que prefiero no
saberlo, porque eso significa que me puede llamar pero elige no hacerlo. La verdad
puede doler mucho más que solo pensar en las jodidas posibilidades—. Quiero
decir, si quieren ayudarte, entonces ¿por qué no? Obviamente significa que se
preocupan por ti.
Se ríe. —No se preocupan por mí. Créeme.
—Entonces ¿por qué te llaman? —pregunto, deseando que él vaya, mejore,
viva una buena vida—. Estoy seguro de que se preocupan por ti, que te extrañan...
debes estar lastimándolos mucho... —Casi digo ‚considerando todo‛, puesto que
ya han perdido un hijo. Pero no puedo hacer eso, decirlo en voz alta. Recordarnos
lo que hice.
Me ignora. —Sabes qué, tal vez tú deberías ir a casa —replica mientras
aprieta su nariz con los dedos.
—Esta es mi casa —le digo—. No tengo ningún otro sitio... jodí eso hace
mucho tiempo.
Se desarrolla el silencio entre los dos, lo que sucede mucho cuando uno de
nosotros trae a colación el pasado, incluso si ambos estamos drogados. El pasado
siempre puede momentáneamente obstaculizar la subida, aunque hemos tenido
conversaciones profundas cuando los dos estamos altísimos de adrenalina, pero
nunca recordamos exactamente lo que dijimos cuando nos estrellamos de vuelta a
la realidad.
Empieza a jugar un poco con sus agujetas, incluso a pesar de que están
atadas mientras cojo una camisa del suelo. Pero cuando me agacho, me duelen las
costillas y me paro otra vez, dejando escapar un gemido.
—¿Qué pasa? —pregunta Tristan, su atención lanzándose de mí hacia la
puerta, a la ventana y al techo.
—Creo que me rompí una costilla.
Sus ojos aterrizan de nuevo en mí. —Bueno, ya sabes lo que dicen que es la
mejor cura para las costillas rotas —dice, levantando mi camisa por mí—. Más
droga.
Tomo la camisa cuando me la ofrece. —Estoy bastante seguro de que nadie
dice eso.
—Acabo de hacerlo yo —dice con toda seriedad—. Ahora ¿vas a venir a lo
de Johnny o qué? —Está prácticamente rebotando, mirando todo mi cuarto y
tamborileando con sus dedos como si no pudiera quedarse quieto.
Intento ponerme mi camisa, pero solo consigo meter un brazo, cuando
decido que no puedo mover mi cuerpo lo suficiente, me doy por vencido y tiro mi
camisa a un lado. —No hay forma de que pueda ponérmela —le digo, tratando de
encontrar una solución, pero pensar mucho en algo me da dolor de cabeza—. Iré
hasta allí sin camisa.
Asiente mientras abre la puerta de mi dormitorio. —Esa es una buena idea,
entonces tal vez puedas conectar con esa chica Caroline. Ella siente algo por ti y es
ardiente. Además, tiene conexiones.
Sacudo la cabeza mientras caminamos por el pasillo. —No voy a conectar
con nadie hoy.
Abre la boca como si yo estuviera loco. —¿Por qué diablos no?
Me rasco el brazo, sobre los tatuajes, aunque no está picando. —Porque no
me da la gana.
—La tendrás cuando te drogues un poco más —me asegura mientras golpea
una botella de vidrio haciendo que se estrelle y se rompa contra la puerta cerrada
de Delilah.
Exhalo, no creyendo que eso vaya a suceder, porque la verdadera razón de
mi duda no va a desaparecer en el corto plazo. Aún con la adrenalina arrasando mi
sistema, mente y cuerpo a un estado de alegría artificial, todavía no puedo dejar de
pensar en Nova... en cómo se presentó anoche.
Apareció para verme.
Aún estoy tratando de procesarlo. Que alguien quiera venir a verme, que en
realidad se preocupe lo suficiente por mí para tomarse el tiempo para hacerlo. Y
¿qué hice? Me escapé. Le cerré la puerta en las narices. Me siento mal, pero al
mismo tiempo no, porque quiero que esté aquí, y a la vez no quiero. Estoy muy
confundido y me siento culpable por incluso estar confundido acerca de mis
sentimientos por ella, así que me obligo a dejar de pensar, a permitir que las
drogas laven los pensamientos, y sigo caminando en la dirección que voy, a más
drogas.
Toda la casa está en silencio, pero eso es normal. Dylan se fue en algún
momento de la noche anterior y no ha vuelto desde entonces. Cuando Delilah llegó
a casa, parecía drogada con algo que la hacía muy feliz, así que aproveché la
oportunidad para decirle que había terminado su reserva. No parecía preocupada
por ello y para el momento que se despierte probablemente no recordará que lo
tomé. Y si lo recuerda, no me importa una mierda. Todos nos robamos el uno al
otro. Ponemos nuestra adicción antes que nada.
Cuando entramos en la sala de estar, Tristan toma su bolsa, que está junto a
la puerta, mientras yo lucho para meter mis pies en las botas. No me molesto en
atarlas porque tomaría demasiado tiempo tratar de hacerlo con una sola mano;
luego voy cojeando hacia la puerta, centrándome en tomar paso a paso, porque eso
es la medida de lo que mi mente me permite mirar hacia el futuro; todo lo que me
puedo enfocar.
—¿Vas a ser capaz de hacer la caminata? —pregunta Tristan mientras agarra
el pomo de la puerta.
Asiento mientras abre la puerta delantera y deja que entre un solo rayo de
luz solar. —Estoy bien... el dolor está agotándome pero eso será arreglado muy
pronto.
Se ve un poco perdido y me siento de la misma manera, pero me centro en
lo que entiendo. Nos estamos acercando a lo de Johnny —a más cristal— y la idea
se apodera de mi mente. Ignorando su confusión, Tristan abre la puerta y va a
salir, pero se detiene rápidamente y termino chocando con él, golpeando mi cabeza
contra la parte trasera de la suya.
Agarro mi nariz y tropiezo hacia atrás. —Jesús, Tristan, un pequeño aviso la
próxima... —Me callo a la vista de Nova sentada justo afuera de nuestra puerta,
apoyada en la baranda del balcón, la luz del sol y la ciudad como su telón de fondo
pero ella los eclipsa a ambos. Por un breve momento me siento como mi viejo yo,
deseando volver corriendo para agarrar mi cuaderno de dibujo y un lápiz para
dibujarla. Pero correr haría daño y no puedo dibujar porque mi mano está toda
jodida. Además, volver atrás significaría apartarse de mi próxima dosis.
Nova se pone de pie, recogiendo dos cafés junto a ella, y luego estira sus
piernas. —Hola.
Es una palabra tan casual, pero no encaja en el ambiente ni la situación, y
tampoco encaja ella. —¿Qué diablos haces aquí? —pregunto, sonando como un
idiota, cuando en realidad todo lo que quiero hacer es correr y abrazarla, dejar que
su calidez se derrame sobre mí.
Tristan se hace a un lado y me da una mirada extraña, como si no entendiera
lo que estoy haciendo.
—Vine aquí para verte. —Sostiene mi mirada y me despoja, me asusta, me
confunde. Da un paso hacia adelante, mirándome directamente, como si Tristan no
existiera, como si fuéramos las únicas dos personas en este mundo. Cuando está
justo en frente de mí, extiende su mano y me entrega un café—. Traje este para ti.
—¿Qué hay de mí? —pregunta Tristan.
—Me olvidé de traerte uno —dice Nova sin mirarlo—. Pero estoy segura de
que vivirás.
Tristan hace una mueca y luego serpentea alrededor de ella, tomando los
cigarrillos de su bolsillo. Enciende uno y luego apoya los codos en la barandilla,
mirando al estacionamiento. —Quinton, haz esto rápido. Tenemos que irnos.
Ni siquiera estoy seguro de lo que quiere decir con ‚haz esto rápido‛. ¿Qué
cosa? ¿Hablar rápido? ¿Beber el café rápido? Follarla rápido... Dios, ojalá fuera esa,
y por un segundo el cristal en mi cuerpo me hace sentir que esa idea está bien.
Nova mira por encima del hombro a Tristan y luego da la vuelta y se inclina
hacia mí. —¿Puedo hablar contigo a solas por un rato?
Meneo la cabeza, mirando el café, sabiendo que debo tomar un sorbo, pero
no tengo sed y me duele la mandíbula. —Tengo que ir a un lugar.
—Por favor —dice—, vine hasta aquí para verte.
Mis ojos se levantan a los suyos. —No te lo pedí... y si me hubieras dicho
que planeabas venir aquí cuando llamaste, te habría dicho que no.
—Aun así habría venido —admite con un encogimiento de hombros—.
Necesitaba verte.
—¿Por qué?
—Porque es algo que tengo que hacer.
Rasco la etiqueta alrededor del café. —¿Y si te dijera que no voy a hablar
contigo? ¿Eso sería una pérdida de tu tiempo?
—Diría que mientes —responde, tratando de actuar con calma, pero me doy
cuenta por la forma en que mueve en exceso el dobladillo de su camisa que está
incómoda—. Tal como pretendes ser un idiota para tratar de alejarme.
—Pero no voy a hablar contigo —digo simplemente, pero por dentro me
estremezco porque tiene tanta razón que me da miedo lo mucho que me entiende.
—Pero ya lo haces —replica, y las comisuras de su boca se curvan—. Puesto
que estamos aquí de pie hablando.
Froto mi nuca, poniéndome rígido a medida que me masajeo los músculos
tiernos. —Nova, no estoy de humor para esto —le digo, porque ella es lo único en
este momento que se interpone en mi camino de llegar a casa de Johnny. Y cuando
llegue allí, esto, mi confusión y esta conversación, será un pensamiento olvidado
de mi mente—. Por favor, solo vete y déjame en paz.
Sacude la cabeza. —No hasta que hables conmigo.
—Estoy ocupado —miento, deseando que se vaya, pero también deseando
que se quede. Deseando poder dejar de pensar en Johnny y la metanfetamina, pero
incluso pensar en no pensar en ello envía mi miedo y ansiedad en alza.
—Solo necesito una hora —responde sin perder el ritmo. Hace una pausa
mientras delibero lo que está pidiendo y no puedo creer estar considerándolo—.
Por favor —añade—, es importante para mí.
Tristan toma un interés en nuestra conversación y sacude su cabeza hacia
mí, pero quiero por un momento, solo por un segundo recordar cómo era estar con
ella, hablarle, sentir la presencia de alguien más quien se preocupaba sobre la vida
y quien tal vez podría preocuparse por mí. Solo una hora. ¿No merezco una hora?
No lo creo, aunque lo quiero. Pero al mismo tiempo no, porque es una hora que
tengo que pasar lejos de las líneas de cristal, y el cristal siempre hace que sea más
fácil pensar. Es como un tira y afloja. Ir. Quedarme. Nova. Johnny. Sentimientos.
Entumecimiento. Pensar. Silencio. Metanfetaminas. Metanfetaminas. Lo quiero.
—Nova, no creo… —me callo cuando su expresión cae y entonces digo algo
que nos sorprende a los—. Bien, tienes una hora. —Pero no estoy seguro cuánto
tiempo va a quedarse. Recuerdo todas la veces que hablé con Nova y como me
perdía en ella y el tiempo se desplazaba.
Ella curva sus manos alrededor de su café y asiente, sin sonreír, sin fruncir
el ceño, solo dejando salir una estresada respiración. —¿Puedes ir a dar una vuelta
conmigo? Prefiero no pararme aquí fuera y hablar.
Yo también prefiero que no esté parada aquí afuera, no solo porque es una
casa de crack, sino porque estoy preocupado que Trace y sus chicos podrían
aparecer para hacer cumplir su amenaza y me odiaría a mí mismo por siempre si
ella estuviese aquí cuando algo como eso suceda.
Asiento, incluso cuando Tristan se queja con frustración. —Creo que puedo
hacer eso —le digo pero no estoy tan seguro.
Mientras empiezo a seguirla a través del balcón, Tristan me dispara una
mirada irritada y luego me dice—: Si te estás largando, entonces voy a regresar
dentro. No voy a esperarte.
Me debato porque sé a lo que se refiere con ‚regresar dentro‛. Va a acabar
con lo último de la heroína que iba a usar estar mañana antes de decidir drogarse
conmigo porque pensó que eso me ayudaría a sentir lo suficientemente mejor para
moverme. —¿Puedes esperar una hora? No quiero que mezcles cualquier cosa —le
digo, porque siempre está tratando de exagerar, haciendo cocteles locos, casi
eliminando ese medio paso que le queda entre la vida y la muerte.
Él rueda sus ojos. —Estaré bien.
—Solo espérame una hora y podemos ir donde Jonny… —Lo dejo, notando
que Nova está escuchando atentamente justo detrás de mí. Inclinándome, bajo mi
voz—. Entonces podemos ir donde Johnny y una hora ni siquiera importará.
Él considera esto con una mirada indecisa y luego cede a regañadientes. —
Esperaré una hora. —Me señala con un dedo—. Pero solo una hora y luego iré
hasta allí sin ti y puedes imaginar cómo volar tú solo.
—De acuerdo. —Cruzo mis dedos, esperando que él no se ponga a controlar
el tiempo.
Rueda sus ojos otra vez como si fuera una carga para él y luego pasa a mi
lado para entrar en la casa. Cierra la puerta, aún sin comprender plenamente lo
que voy a hacer o por qué lo estoy haciendo.
—¿Estás listo? —pregunta Nova, observando mi pecho cortado y luego
examinando mi cara magullada, haciendo una mueca al ver mis ojos hinchados.
Me encojo de hombros. —Sí, estoy bien. Vámonos.
—¿Quieres… quieres ponerte una camisa?
—No puedo… Creo que una de mis costillas está rota o magullada.
Sus labios se abren en estado de shock. —Quinton, yo…
—Entonces mejor nos damos prisa —la corto mientras comienzo a cruzar el
balcón, cojeando—. Tengo que estar de vuelta en una hora… es importante. —
Además, lo que sea dicho en la próxima hora no va ser verdadero porque en este
momento mis pensamientos no son reales. Nada de esto lo es. Ni ella. Ni este
apartamento. Ni el dolor en mi cuerpo magullado.
Sus sandalias resuenan contra el concreto, por lo que sé que ella me sigue
rápidamente. —¿Por qué?
—Porque sí —replico evasivamente— ¿Tienes hora, por casualidad?
Ella acelera el ritmo y se mueve hacia mi lado, sacando su teléfono de su
bolsillo mientras alcanza las escaleras. —Son las doce y veintitrés —dice.
—¿Puedes hacerme saber cuándo sea alrededor de la una? —le pregunto,
sabiendo que si no lo hago voy a olvidar controlar la hora—. Quiero asegurarme
de estar vuelta a tiempo.
—Seguro. —Arroja el teléfono en el bolsillo trasero de sus pantalones cortos
y comienza a bajar las escaleras. La sigo, tratando de no mirarla, observarla, pero
estoy absorto en la manera en que se mueve y cuan diferente es de la forma en que
solía serlo. Lleva sus hombros altos, exudando positividad en sus movimientos y
sus ojos reflejan la luz del sol. Es increíble de observar y por un momento quedo
atrapado en ello, la manera en que su expresión está llena con confusión, la manera
en que su cabello vuela en la brisa caliente, como muerde su labio nerviosamente.
Pero entonces alcanzamos la parte inferior de las escaleras y Nancy, una de los
vecinos, que le gusta usar sostenes por camisas, esta parada ahí, bebiendo una
cerveza.
—Hola, bebe —me dice. Nos hemos enganchado un par de veces, hecho un
par de líneas, y está siempre tratando de conseguir que me inyecte con ella. Sin
embargo siempre declino, justo como siempre lo hago con Tristan, porque odio las
agujas. No porque duelan o alguna mierda como esa. Sino porque las agujas me
ayudaron a volver a la vida cuando los médicos me metieron todo tipo de mierda.
Conecto las agujas con revivir de la muerte y siempre las odio por eso.
Parpadeo para alejar mis pensamientos de las agujas y miro a Nancy por un
momento, evaluando la manera en que me está mirando como si quisiera conectar
conmigo otra vez. Luzco como la mierda, pero a Nancy no le importa, justo como
yo no me preocupo mucho acerca de nada. Somos la perfecta combinación en este
jodido mundo, aunque no pueda sacar de mi cabeza a la chica junto a mí. Ella es
más abrumadora que la perfección y yo no soy lo suficientemente fuerte como para
luchar contra ello.
Sin embargo, lo intento por un momento, sonriéndole a Nancy. —Hola,
hermosa —respondo mientras considero besar a Nancy y destruir esta conexión
con Nova. Justo aquí y ahora. Finalizarla. Ir a vivir mi vida como soy ahora.
Nova la mira y luego a mí, y hace la conexión, pero no dice nada, girándose
hacia el estacionamiento y dirigiéndose a su rojo-cereza Chevy Nova aparcado al
otro lado del estacionamiento. El carro luce tan fuera de lugar en mi mundo;
demasiado lindo y brillante, y Nancy aletea sus pestañas al tiempo que alza sus
pechos, con los ojos brillantes de la adrenalina que está sintiendo. Ella es parte de
este mundo. Tan fácil. Tan simple. Debería hacerlo —besarla— pero soy un imbécil
demasiado egoísta, queriendo ambos mundos, y termino siguiendo a Nova hacia
su carro. Nos subimos y, enciende el motor y el aire acondicionado.
—¿Adónde quieres ir? —pregunta ella, desplazándose sobre mi cuerpo, sus
ojos persistiendo en mi estomago—. ¿Tienes hambre?
Mi mandíbula se aprieta y mi estómago grita: ¡sin comida! —Nah, estoy bien.
Ni siquiera tengo hambre.
No luce convencida. —¿Estás seguro?
Asiento con convicción. —Sip, estoy seguro.
Agarra el volante, mirando hacia el cielo, como si estuviera pidiendo un
deseo, y si es así, me pregunto que pide. Luego finalmente empieza a conducir y se
dirige hacia la carretera principal, pausándose en la acera.
—Ponte el cinturón de seguridad —dice, abrochándose el suyo.
Sin querer discutir con ella de nuevo, hago lo que pide. Tan pronto como
estoy seguro, conduce en la carretera hacia el área principal de la cuidad. ‚Infinito‛
de los The xx suena desde su iPod pero solo reconozco la banda y la canción
porque puedo ver la pantalla. Recuerdo cuánto le gusta la música y cómo he
estado escuchando demasiada música por los últimos nueves meses debido a ella.
—¿Entonces qué has estado haciendo? —pregunta finalmente, bajando el
volumen de la música un poco.
Me encojo de hombros, inseguro de cómo responder su pregunta. Además,
estoy tratando de contenerme de decir mucho, desde que todo lo que sale de mi
boca va a ser irreal e influenciado por drogas y ella se merece más que eso. —No
mucho. He estado prácticamente dando vueltas por todos lados.
Asiente como entendiendo, pero no creo que lo haga. ¿Cómo podría? —Yo
también hice eso por un tiempo, al principio del año escolar —dice.
—¿Pero ya no más? —pregunto, examinando su piel salpicada con perfectas
pecas, labios llenos, ojos brillantes, cabello suave… Dios, quiero dibujarla—. Imagino
que no, porque te ves bien.
—Me siento bien en general. Y últimamente he sabido exactamente qué
quiero hacer.
—¿Y qué es eso?
—Un montón de cosas. Graduarme. Tocar la batería. —Duda, fugazmente
mirando en mi dirección—. Verte.
Trago mientras otra gota de cristal gotea por mi garganta y empieza a
calmarme, relajarme, permitiéndome soportar el estar aquí. —¿Pero por qué? Ni
siquiera me conoces… hay demasiado que no sabes.
—Siempre podrías decime lo que no sé —sugiere mientras saca el carro de
la carretera principal hacia el carril de una concurrida McDonald’s.
Rápidamente sacudo la cabeza, asqueándome de solo pensar en la idea de
decirle sobre mi pasado, lo que he hecho, las personas que he matado. —No
puedo.
Endereza el volante. —¿Por qué no?
—Porque no. —Porque entonces me mirarás como me mira todo el mundo: como
alguien quien ha quitado vidas. Ella pensará menos de mí, tal vez incluso se apiade, y
no quiero eso. He tenido suficiente.
Permanece en silencio mientras agarra el menú y baja su ventana. —Sabes,
he pensado demasiado sobre ti en los últimos meses —admite, leyendo el menú,
luciendo casual, pero su pecho está subiendo y cayendo rápidamente, y me doy
cuenta que está luchando por respirar.
No sé cómo responder e incluso si pudiera no tengo la oportunidad porque
empieza a ordenar algo de comida. Me distraigo, en tanto mis pensamientos corren
a un millón de kilómetros por minuto. Todo lo que quiero es hacerle preguntas,
descubrir por qué está aquí, pero al mismo tiempo quiero salir del carro y correr de
vuelta al único lugar que puedo llamar casa. Casi lo hago, pero pierdo el foco,
observándola mientras recita su orden, luego de alguna manera termino con una
hamburguesa en mi regazo y unas patatas fritas.
Luego rodea la parte delantera del edificio y estaciona el carro en un sitio de
sombra debajo de un árbol.
Deja el carro encendido mientras abre su sándwich de pollo y le da una
mordida. —Hace mucho calor aquí —dice—. Dios, cómo puedes soportarlo…
Siento asco. —Abanica su cara con la mano.
—Sin embargo, luces hermosa —dejo salir; mi boca y pensamientos apenas
bajo control ya.
Parpadea lentamente. —Gracias. —Toma una respiración gradual antes de
girarse hacia la ventana. Empieza a comer papas fritas y frunce el ceño, como si
estuviera confundida, igual que yo. Ya no estoy seguro que está pasando. Por qué
estamos aquí. Cuál es el propósito.
—Nova —digo mientras me golpea otra gota y no puedo enfocarme de
nuevo—. ¿Qué quieres de mí? Digo, apareces aquí de la nada, ¿y solo quieres pasar
el rato? Eso no tiene ningún sentido.
Mastica su bocado de comida y luego cierra los ojos. Al principio creo que es
porque va a llorar o algo así, pero cuando los abre, sus ojos no están llenos de
lágrimas.
—Vine aquí para ayudarte —confiesa, mirándome con intensidad en su
expresión—. Yo… Yo llamé porque quería pedirte que firmes para utilizar el video.
De hecho, te he estado buscando por un tiempo, pero ha sido muy difícil
localizarte.
—De acuerdo… —Recojo las papas fritas, sin siquiera ser capaz de comerlas;
mi mandíbula está muy dolorida por lo fuerte que aprieto mis dientes y mi vientre
se siente demasiado revuelto del cristal que devoré antes de irme, por lo que de
inmediato dejo la comida—. Pero no entiendo por qué crees que tenías que venir
hasta aquí para ayudarme. Estoy bien y no comprendo por qué no pillas eso o por
qué incluso pensarías diferente.
Sus ojos verde-azulados se desplazan sin prisa por mi cuerpo sin creerme
que estoy bien. —Porque Delilah me dijo algo al teléfono… sobre ti.
Me pongo rígido, mi pulso se acelera, mis pulmones se contraen,
robándome el aire. —¿Qué te dijo? —¿Qué demonios le he dicho a Delilah? Dios, no
tengo idea.
Ella delibera algo con precaución, mojándose sus labios con la lengua y
lamiendo algo de sal. —¿Recuerdas el concierto al que fuimos juntos? —pregunta.
—Por supuesto… ¿Cómo podría olvidarlo? —Es de hecho una de las pocas
cosas que puedo recordar. El sol, el olor, ella, Nova, todo sobre mí.
Sus labios se curvan ligeramente hacia arriba como si estuviera feliz de que
lo recuerde. —Sí, yo tampoco he podido olvidarlo, todo el tiempo que pasamos
juntos, como fue… y como huí en el medio de todo eso.
—Fue bueno que huyeras —digo y es en serio—. Nunca debiste haber
estado saliendo con nosotros, nunca perteneciste a nuestro mundo.
—Sé que fue bueno que me fuera —agrega—. Y aprendí algo sobre mí, no
en ese momento, sino más tarde. Después de ponerme mejor. —Mira a la estación
de gasolina frente a nosotros mientras un carro retrocede—. He pasado el último
par de meses aprendiendo mucho sobre mí misma y descubrí que quiero ayudar a
las personas, sabes. He perdido muchas oportunidades de ser capaz de ayudar
porque estaba demasiado asustada para ver la verdad o no podía cuidar de mí
misma lo suficiente. —No estoy seguro adónde quiere llegar y estoy a punto de
preguntarle, pero cuando me mira, algo en sus ojos me detiene—. Quiero ayudar a
que te mejores. —Lo dice como si fuera tan fácil como respirar, pero no es así. Es
más difícil que encontrar el final en un pozo sin fondo.
—No puedes —digo, muy consciente de los tatuajes en mi brazo: Lexi, Ryder,
Nadie, y el hecho de que ella puede verlos. Un recordatorio permanente de que no
puedo ser ayudado, que no debo ser ayudado. Pero Nova no sabe qué significan,
ya que nunca se lo dije. Si se lo digo, ella no estaría aquí—. Nada que puedas decir
o hacer será capaz de ayudar; no es posible ayudarme.
—Sé que puedo ayudarte. —Se gira en su asiento y lleva su rodilla hacia
arriba—. Si solo me dejarás, lo verás.
Casi me río de ella porque no lo entiende. ¿Cómo podría, cuando ni siquiera
sabe nada de lo que está pasando? —Ni siquiera sabes sobre lo que estás hablando,
ni siquiera me conoces. No puedes ayudar a alguien que no conoces y además, no
quiero que me ayuden. Estoy bien donde estoy. —Pertenezco aquí. Todo el mundo lo
sabe. Mi papá. Los padres de Lexi. La mamá de Tristan.

—Ojalá hubiese muerto tú —escucho sollozar a la mama de Tristan—. Deseo que


hubieses sido tú, debiste haber sido tú.
Parpadeo, luchando para contener las lágrimas mientras estoy tendido en la cama
del hospital, rodeado por personas que me odian. —Lo sé.
Ella comienza a sollozar más y sale corriendo del cuarto, dejándome solo con mi
culpa, y todo lo quiero hacer es sentirme muerto de nuevo.
Ignoro el recuerdo mientras la mano temblorosa de Nova se desliza a través
del asiento y sostiene la mía. Calor. Calidez. Comodidad. Miedo. Todas estas cosas
surgen a través de mí y todo lo que puedo hacer es mirar nuestras manos juntas,
los dedos unidos, conectados. Ha pasado tanto tiempo desde que he sentido una
conexión, la última vez que estuve con ella el verano pasado.
—Fui a terapia un tiempo —divulga mientras agarra mi mano. Sus dedos
están temblando y me doy cuenta que justo debajo de la cicatriz en su muñeca hay
un tatuaje: nunca olvides. Me pregunto qué significa, qué no quiere olvidar—. Me
ayudó… me hizo darme cuenta que huía de mis problemas en vez de enfrentarlos.
Todas las cosas que hice… las drogas, como me corté la muñeca, todo fue porque
no quería lidiar con Landon… la muerte de mi novio. —Lo dice como si fuera tan
fácil hablar al respecto y no tengo idea qué carajo está pasando. Digo, recuerdo que
me contó que su novio se había suicidado, pero estaba berreando a moco tendido y
ahora luce tan calmada. También recuerdo la cicatriz en su muñeca, pero nunca me
dijo que se la hizo ella misma, hasta ahora.
—Eso es bueno —digo, inseguro de que más decir. Lo que quiero hacer es
abrazarla, sentirla, ser la clase de persona que puede confortarla, pero no puedo
hacerle eso: ofrecerle esta repugnante versión fantasma de mí mismo—. Me alegro
por ti.
—Es bueno —concuerda, acariciando el dorso de mi mano con sus dedos.
La sensación de su piel en la mía me hace estremecerme y no sé por qué. Estoy
entumecido por las drogas. No debería sentir nada, pero aún lo hago. Siento todo.
El calor del sol. La mínima variación en nuestra temperatura corporal, el suave
frescor del aire que golpea en mi mejilla. Cuanto quiero besarla.
—Me hizo darme cuenta quién era y qué quería de la vida… Quería vivir
pero vivir en serio, no solo pasar por la vida aturdida. Y quiero ayudar a personas
que estén pasando por lo mismo que yo pasé… personas quienes no piden ayuda
cuando la necesitan. —Se detiene—. De hecho, pasé un montón de tiempo como
voluntaria para una línea de suicidio, ayudando personas.
—Eso es genial. —Me alegra que haya hecho una vida por ella misma, una
donde puede usar su buen corazón para ayudar personas—. Agradezco tanto que
te alejaras de toda esta mierda… —Echo un vistazo a mi pecho magullado y lleno
de cicatrices, y a mi mano raspada; marcas de lo que soy ahora—. Siempre te he
dicho que no pertenecías a nuestro mundo.
—No creo que nadie pertenezca allí —dice con total honestidad—. Solo creo
que algunas veces las personas creen que sí lo hacen.
Aprieto el lado de la cabeza con mi mano libre, ya que comienza a palpitar.
Ella está jodiendo con mi cabeza y me está dando un dolor de cabeza. Es como que
sus palabras tienen un significado escondido, pro aún no puedo descubrir qué.
—No estoy de acuerdo con eso —digo, aún sosteniendo su mano a pesar de
que sé debería soltarla. Solo un poquito más. Solo un par más de minutos de calidez
antes de pararme en el frío—. Creo que algunas veces las personas hacen cosas
terribles y merecen pudrirse hasta morir.
Ella hace una mueca, conteniendo la respiración, pero rápidamente se
recompone y se acerca más a mí en el asiento. —Tú no hiciste nada terrible.
Aprieto mi mandíbula y aparto mi mano. —No tienes idea de las cosas que
hice… lo que he hecho.
—Entonces dime —dice, como si fuera así de simple cuando no lo es—.
Déjame entenderte.
—No puedes, nadie puede. Ya te dije esto. Nadie que esté vivo puede
ayudarme. —El remordimiento se escapa a través de mí cuando accidentalmente
dejo salir la verdad, pero no hay vuelta atrás. Algunas veces, cuando estoy muy
drogado, en ese punto donde casi me siento separado de mi cuerpo, creo que quizá
Lexi puede ayudarme, incluso a pesar de que está muerta. Algunas veces cuando
me he ido tan lejos, ella no se siente muerta —o quizás es que no me siento vivo—
y juro que ella puede escuchar mis pensamientos, casi tocarme. Me dice que está
bien. Que me perdona y me ama, como lo hizo ayer cuando estaba recibiendo una
paliza. Pero la comodidad es solo una brevedad, ya que cuando salgo de mi
aturdimiento, me doy cuenta que no era real y que nadie me perdonará. Que soy
un drogadicto que mató a dos personas y eso no va a cambiar.
—Quinton, no estás solo —dice Nova, con los ojos llenos de lágrimas
mientras se inclina más cerca de mí, pareciendo como si me tuviera lastima. Quiero
tanto que quite esa mirada que estoy considerando gritarle, pero luego se acerca lo
suficiente hasta que su rodilla desnuda toque el lado de mi pierna—. Y si hablas
conmigo, podrías darte cuenta de eso. Que no estás solo. Que le importas a las
personas… que a mí me importas.
El calor me sofoca; su calor. Lo siento. Ha pasado mucho tiempo desde que
he sentido algo y quiero saltar por la puerta y correr, pero también quiero
fundirme en ella. No puedo pensar correctamente. La necesito para detener esto.
La necesito para dejar de intentarlo.
—¿Y si te dijera que maté a alguien? —digo, esperando que tal vez eso sea lo
que por fin corte las ataduras… la conexión entre nosotros debe ser separada—.
¿Aún querrías entenderme? ¿Aún te preocuparías por mí?
Ella hace una mueca y pienso: Ahí lo tienes. ¿Ahora estás asustada? ¿Ahora me
quieres entender?
—No lo creo —me dice, recomponiéndose rápidamente.
—Pero lo hice —digo en voz baja, inclinándome—. De hecho, acabé con dos
vidas.
—No a propósito, estoy segura. —Apenas parece preocupada y me molesta
porque no entiendo la reacción. Todos a mi alrededor me dijeron que estaba
jodido, que lo arruiné todo. Y ella solo se encuentra aquí, mirándome como si
estuviera perfectamente bien.
—No, pero aun así fue mi culpa. —Mi voz se quiebra, revelando que tengo
problemas para hablar de esto y ahora simplemente estoy fingiendo.
—No necesariamente —insiste y luego se mueve por lo que está casi sentada
en mi regazo; sus rodillas sobre las mías, con la espalda contra el tablero por lo que
me está mirando de frente y en serio olvido cómo respirar. La sensación es tan
intensa que realmente duele, en mi pecho, mis entrañas, mi corazón, lo que queda
de mi rota e insignificante alma—. Pienso que quizá crees que fue tu culpa, pero sé
que a veces culparse a sí mismo es la única manera de enfrentarlo. —Pone una
mano en mi mejilla y siento una chispa de vida dentro de mí, una que pensé se
había quemado hace mucho tiempo.
—Eso no es lo que estoy haciendo… ni siquiera lo enfrento. —Hago una
pausa, preguntándome cómo llegó a decirlo en voz alta cuando ni siquiera sabe de
qué diablos estoy hablando. He estado tan cerrado durante meses y ahora ella
aparece y puedo sentir que me devuelve a la vida. Tomo un respiro de nuevo y es
hora de regresar a mi ahogamiento porque puedo sentir la dolorosa punzada de
recuerdos resurgiendo. Cómo se sintió la muerte en mis manos; la sangre de Lexi,
la mía, la culpa, todos los recuerdos seguían pudriéndose dentro de mí—. Tengo
que volver. —Pongo mis manos en puños para evitar tocarla y miro por la ventana,
evitando su abrumadora mirada—. He terminado de hablar. Solo quiero volver.
Duda y espero que discuta, pero en su lugar pone el auto en reversa. —Está
bien, puedo llevarte de vuelta, ¿pero puedo pedirte un favor antes de que lo haga?
—pregunta.
Aprieto mis ojos con fuerza, conteniendo la respiración, deseando poder
dejar de respirar por completo. —Claro.
—¿Puedo ir a visitarte mañana? —pide en un tono suave—. No voy a estar
aquí por mucho tiempo y me gustaría verte y hablar contigo un poco más antes de
tener que irme.
Debería decirle que no, salvarla como si estuviera tratando de salvarme,
pero incluso en mi jodida cabeza no me atrevo a dejarla ir todavía, así que con
avidez digo—: Sí, si quieres, pero espero que no lo hagas. —Abro los ojos y veo su
reacción.
Frunce los labios, luchando contra sus nervios. —Pero quiero verte. En serio
lo quiero.
No estoy seguro de qué hacer con eso, así que decido no hacer nada,
cerrándome a mí mismo, y es fácil porque segundos después estoy pensando en
otra cosa, llegar a casa, llegar donde Johnny, conseguir mi próxima dosis. Entonces
nada importará. Ni esto. Ni el futuro. Mi pasado. Lo que hice.
Todo se habrá ido.

***

No le digo mucho en el viaje de vuelta a mi casa, pero ella habla ligeramente


sobre música, cómo ha estado tocando de nuevo, y me encanta escucharla hablar
de esa manera. Me encanta escucharla feliz. Me hace casi querer sonreír y no he
querido sonreír en mucho tiempo, pero no creo que lo consiga.
Entonces llegamos a mi edificio y la leve alegría que sentía se desinfla en la
oscuridad que envuelve el lugar donde vivo y mi boca comienza a salivar,
sabiendo lo que me espera tan pronto como llegue a Tristan y a donde Johnny. Lo
quiero más que sentarme en este auto, más que comer, respirar, vivir.
—¿Debería venir mañana? —pregunta, los neumáticos del auto moliendo la
grava cuando detiene el auto un poco retirado del edificio.
—Cuando quieras —le digo, porque en realidad no importa. Sé que voy a
estar despierto toda la noche y todo el día después de meter suficiente droga en mi
sistema. Entonces empiezo a salir del auto, listo para entrar en mi apartamento.
Listo para olvidar todo esto. Listo para volver a ser libre de mis emociones, mi
conflicto, mis recuerdos. Estoy listo para volver a mi prisión.
—Espera, Quinton —grita, y me detengo, dándome la vuelta para mirarla.
Sus labios se separan, como si estuviera a punto de decir algo, pero luego
cierra la boca y se acerca hacia mí. Me congelo, preguntándome qué está haciendo.
Luego abre la guantera, saca un lápiz y rompe la esquina de un sobre. Escribe
algunos dígitos y luego me entrega el papel. —Este es mi número, solo en caso de
que necesites llamarme por algo.
Bajo la mirada al papel en mi mano, sorprendido porque me lo diera. —No
tengo un teléfono.
—Lo sé —dice, tirando el lápiz en el salpicadero—. Pero Delilah sí y quiero
asegurarme de que lo tienes por si acaso.
Trato de no ponerme nervioso por el hecho de que me dio su número, como
si en realidad le importa si llamo. Como si quisiera hablar conmigo. Nadie me ha
dado su número de teléfono en mucho tiempo y no estoy seguro de qué hacer con
ello. Una parte de mí quiere tirarlo a la basura y deshacerse de la tentación de
llamarla, pero en su lugar me encuentro poniéndolo en mi bolsillo. Entonces
empiezo a salir del auto, y ella se inclina y suavemente coloca un beso en mi boca.
No estoy seguro de por qué lo hace, si es simplemente un beso amistoso o si está
experimentando el mismo tipo de atracción que yo. Pero el beso se siente retorcido
y malo en cierto modo, porque estoy drogado y me pregunto si ella puede
saborearlo; el deterioro dentro de mí. Pero de otra manera el beso se siente tan
malditamente bien, como si estuviera viviendo una vida normal, una en la que no
había tenido un accidente de auto, y simplemente rompía con Lexi y conocía a
Nova, nos habríamos besado así todo el tiempo.
Lo siento mucho, Lexi. Por olvidarte. Por vivir. Por avanzar en la vida, mientras tú
permaneces inmóvil.
Los pensamientos de Lexi apuñalan mi mente, sin embargo, le devuelvo el
beso a Nova, deslizando mi lengua en su boca, consiguiendo un breve sabor de ella
antes de retirarme. —Nos vemos más tarde —susurro contra sus labios y luego me
inclino hacia atrás y tomo la comida cuando me la entrega, sintiendo como que
estoy dejando un pedazo de mí detrás. Pero empujo la sensación a un lado y
vuelvo a mi apartamento, donde pertenezco.
Cuando abro la puerta, soy inundado por una nube de humo rancio y mis
sentidos del gusto, vista, olfato, tacto, se descontrolan. Dios, necesito alimentar mi
adicción. Ahora. De hecho, esperar volver a mi habitación parece casi imposible.
Delilah y Dylan están sentados en el sofá, calentando un poco de cristal en
un pedazo de papel de aluminio. Delilah está concentrada en ello, acurrucada al
lado de Dylan, viéndolo arrastrar el encendedor de un lado al otro y crear humo.
Ambos tienen bolsas bajo los ojos y me pregunto cuánto tiempo ha pasado desde
que durmieron… me pregunto cu{nto tiempo ha pasado desde que yo dormí.
—¿Dónde demonios has estado? —pregunta Dylan, levantando la vista de
la hoja de papel de aluminio. Mira la bolsa de McDonald’s en mi mano,
confundido porque rara vez comemos—. ¿Y dónde conseguiste eso? —Tiene un
moretón fresco bajo su ojo y hay sangre seca en su labio.
—De McDonald’s —digo, dirigiéndome a mi habitación, sin querer hablar
de Nova a ninguno de ellos porque se siente mal hablar de ella en un ambiente de
mierda tan asqueroso—. ¿Qué te pasó en la cara?
—Tú y Tristan le pasaron a mi cara —dice, irritado. Luego le entrega el
papel aluminio y el encendedor a Delilah mientras se levanta, recogiendo algo que
no noté antes en la mesa de café. Una pequeña pistola. ¿Qué demonios?—. Quieres
decirme qué pasó con Trace… ¿por qué te ves como si te hubieran golpeado hasta
la muerte?
Me detengo cerca de la cortina que protege la cocina de la sala de estar y
flexiono mis dedos magullados mientras observo el arma, tratando de no lucir
alarmado, pero es una maldita pistola por el amor de Dios. —Él como que me
pateó el culo. —Hago una pausa, decidiendo si debería preguntar—. ¿De dónde
sacaste eso?
Dylan mira despreocupadamente la pistola en su mano. —La conseguí el
otro día para protegerme.
—¿De qué? —pregunto mientras la atención de Delilah se desplaza de su
cristal. Sus ojos se amplían cuando divisa el arma en la mano de Dylan y cuando
me mira, parece horrorizada, muy diferente de ella, ya que por lo general finge que
nada le importa una mierda.
—Cariño, baja el arma —dice, con voz tranquila… asustada. Tiene miedo y,
honestamente, yo también.
—Vete a la mierda —le espeta Dylan, y luego me mira. Su expresión es
piedra fría mientras se tambalea hacia mí, las venas de su cuello abultadas, la ira
hirviendo en sus ojos a punto de estallar—. Tuve que conseguir esto después de
que tú lo arruinaste y ahora todos estamos sobre hielo muy delgado. —Apunta con
el dedo el moretón bajo su ojo—. ¿Ves esta maldita cosa? Tengo esto porque me
topé con Trace y sus chicos. —Clava un dedo bruscamente contra mi pecho—.
Porque ambos trabajaban para mí y lo arruinaste con él… como si fuera mi culpa
que seas un imbécil. —Se inclina, su aliento sale caliente en mi cara—. ¿Sabes lo
estúpido que eres por perder el tiempo con Trace? —Retrocede y pasa la mano por
su cabeza calva, su otra mano a su lado, agarrando la pistola—. Jesús, sabía que
esto iba a pasar y estoy seguro de que aún no ha terminado. El tipo es un idiota
implacable.
—No sabes nada con certeza… tal vez Trace est{ satisfecho ahora que nos
golpeó —le digo, sabiendo que es una idea estúpida y que no hay manera de que
pueda ser posible, pero Dylan está todo exaltado con una pistola en la mano. Le
echo un vistazo a Delilah mientras se levanta del sofá, mirándonos con cautela. Al
principio creo que va a venir y tratar de calmarlo, pero entonces mira la puerta
como si fuera a huir.
—Sí, porque esa es la forma en que funciona el mundo —espeta Dylan,
balanceando la pistola mientras gira en un círculo. Delilah se congela en el lugar
mientras me doy cuenta de cuán grave está esta situación: él está drogado y tiene
una pistola y yo me encuentro justo frente a él. La pregunta es: ¿Me preocupa? No
estoy seguro.
Deja de girar y baja el arma. —Será mejor que dejes de joderlo —advierte en
un tono bajo—. Tengo mucho en juego con las conexiones y no quiero que arruines
más de ellas.
Mi corazón martillea en mi pecho mientras pienso en cómo arruinar su
relación con Trace es solo parte del problema. Tristan también ha estado robando
drogas y dinero de Dylan, como lo hizo el otro día. Pero hasta donde sabe Dylan
yo fui la última persona con el dinero. ¿Sabe él que se ha ido? ¿Cree que lo tomé?
¿Me disparará si le digo que fue Tristan? ¿Me preocupa? Jesús, mis pensamientos
están corriendo a un millón de kilómetros por minuto, fluyendo en una corriente
retorcida a través de mi cerebro. Estoy perdiendo el control y tengo que salir de
aquí.
Dylan lanza el arma sobre la mesa de café, haciendo que yo y Delilah
saltemos. Esperé que explotara, pero no lo hace y el aire comienza a enfriarse,
aunque Dylan aún parece que me va a golpear: su mandíbula apretada, su puño
cerrado, el brazo doblado y listo para atacar.
Pero entonces se calma y se aleja, levantando las manos. —Encárgate de este
desastre… arregla las cosas con Trace. Consíguele las drogas o p{gaselas… haz lo
que tengas que hacer para mejorarlo otra vez. Y págame ese maldito dinero que
ustedes utilizarían para el intercambio con Johnny antes de que tu estúpido culo
consiga una paliza —dice con una voz que lleva una advertencia—. O si no estás
fuera de la casa. Tú y Tristan, ambos. Estoy cansado de su mierda.
Quiero decirle que este apartamento no le pertenece, ya que estamos
alquilándolo juntos, pero el arma está sobre la mesa, así que asiento, a pesar de que
no tengo idea de cómo voy a hacer alguna de esas cosas. Luego voy a mi
habitación sin decir una palabra más. Tristan está esperando allí con un espejo
frente a él, junto con una cuchara, una jeringa y una pequeña bolsa de plástico
llena de polvo cristalizado. Está mirando fijamente sus rodillas dobladas hasta el
pecho y los brazos envueltos alrededor de sus piernas.
Cuando la puerta cruje, levanta la vista, luciendo aliviado, y en cuanto veo
lo que tiene delante de él, nuestras emociones coinciden. —Gracias a Dios —dice—
. Pensé que iba a perder la cabeza si tuviera que esperar un segundo más.
—Tenemos un enorme problema —anuncio cuando pateo la puerta detrás
de mí—. ¿Sabías que Dylan tiene un arma?
Tristan asiente distraídamente mientras mira fijamente la cuchara. —Sí, se
aseguró de mostrármela ayer cuando me amenazó y me dijo que tenía que arreglar
las cosas con Trace y pagarle el dinero que nosotros tomamos.
La ira se enciende cuando dice ‚nosotros‛, pero la enfrío, recordando que le
debo a Tristan más de lo que nunca podré pagarle por matar a su hermana. —
Debiste haber dicho algo. Me cegó por completo con ella hace un momento.
Se encoge de hombros, levantando la vista hacia mí. —Lo siento, lo olvidé.
Quiero enojarme con él, pero al mismo tiempo entiendo cómo pudo
olvidarlo, cuan fácilmente nuestras mentes giradas pueden hacer que las cosas
desaparezcan. —Entonces, ¿qué vamos a hacer al respecto? Digo, él está súper
enojado y supongo que Trace le puso un ojo morado y pateó su culo como lo hizo
con el mío.
—Buscaremos la pistola cuando esté dormido o algo y nos desharemos de
ella —sugiere Tristan, estirando los brazos por encima de la cabeza mientras
parpadea con cansancio; probablemente esté listo para su siguiente impulso de
adrenalina.
—Está bien, pero incluso si lo hacemos, aún tenemos que preocuparnos por
la amenaza de Trace de golpearte.
—Que lo haga entonces —dice Tristan con indiferencia, sus manos cayendo
en su regazo.
Me agacho y recuesto en el suelo al lado del colchón, moviéndome
lentamente porque todavía me duele el cuerpo. —Creo que tenemos que tener
cuidado. —No por mí, sino por él.
Rueda los ojos. —Solo porque Trace nos amenace no significa que en
realidad va a hacer algo al respecto.
Miro mi cuerpo golpeado. —¿De verdad lo crees? —pregunto.
Tristan gruñe sin entusiasmo. —Está bien, voy a encontrar una manera de
devolverle el dinero o algo. O mejor aún, podríamos encontrar dónde esconde
Dylan el efectivo y dárselo.
—Sí, no creo que molestar a Dylan vaya a ayudar en esta situación para
nada. —Levanto mi rodilla y descanso el brazo sobre ella—. Solo tenemos que
encontrar una manera de pagarle a Trace lo que le debes. —Miro la cuchara, el
espejo en el suelo y la bolsa de cristal—. Y supongo que tenemos que encontrar una
manera de pagarle a Dylan, también, ya que asumo que gastaste el dinero que le
robaste.
—Se me ocurrirá algo —dice, sin dejar de verse como si no le importa una
mierda, como si no le importa lo que le pase, y me hace enojar, no por él, sino por
mí mismo. Porque en el fondo, me pregunto por qué está aquí en este agujero de
mierda. Quizá parte de la razón es porque maté a su hermana y no podía soportar
el dolor, al igual que yo—. Entraré a algunas casas y conseguiré algo de dinero.
Debería ser capaz de mendigar lo suficiente a lo largo de la próxima semana o algo
así.
No estoy tan seguro, pero es un comienzo. —Deberíamos empezar esta
noche.
Tristan asiente y me devano el cerebro por una mejor manera de sacarlo de
esto, una que estoy seguro funcionará. Lo que quiero hacer es llamar a sus padres y
decirles que lo vengan a buscar. Aunque no estoy seguro de que tan bien pensado
esté, considerando que ellos me odian y seguro Tristan se enojaría y se negaría a
irse. ¿Y si dijeran que no?
—¿De dónde sacaste eso? —pregunta Tristan cuando alcanza a ver la bolsa
de comida en mi mano.
Suelto un estresado suspiro cuando le echo un vistazo a la bolsa y recuerdo
que también tengo otros problemas, por el momento, como cuán decidida parece
Nova sobre pasar tiempo conmigo; estar conmigo. —Nova me hizo tomarlo. —
Pongo la bolsa en el suelo junto a mis pies y levanto mis caderas para tomar el
pedazo de papel con su número de teléfono de mi bolsillo.
Tristan se rasca la nuca y luego recoge la cuchara del suelo. —Sí, parece que
se preocupa por ti, ¿verdad? —Gira la cuchara en la mano mientras agarro mi
billetera vacía y meto el papel dentro, decido a mantenerlo por un tiempo.
—Ella se preocupa por todos —murmuro mientras la incomodidad entre
nosotros se eleva.
—Sí, pero parece preocuparse más por ti —dice, mirando mi respuesta con
interés.
—Tal vez. —Recuerdo sus palabras en el auto, cómo dijo que quiere
ayudarme. A mí, el perdedor y jodido drogadicto. Alejo la cuchara de él y la tiro a
un lado, luego levanto el espejo y la bolsa de plástico llena de cristal. El cristal está
llamándome, prometiéndome que me dejará olvidar todo lo que pasó hoy con una
sencilla probada.
Tristan deja caer la cuchara de vuelta en el suelo y me roba la bolsa de
plástico, abriéndola, luego sumerge un dedo en el polvo blanco. —Entonces, ¿cómo
te fue con Nova? —pregunta distraídamente—. Quiero decir, ¿qué quería?
Mis manos comienzan a temblar con mi necesidad de sentir el sabor de
ello… para olvidar todo lo que pasó hoy. Nova. Dylan. Trace. Lexi. Ryder. Todo y
todos. —Ayudarme.
Su concentración es desviada hacia mí. —¿Qué?
—Dice que quiere ayudarme. —Mis ojos están fijos en la bolsa en su mano,
no en sus palabras, tampoco en Nova. Todo se está desvaneciendo, es por eso que
lo amo… lo necesito para sobrevivir.
Me estudia, rozando los tatuajes en mi brazo. —¿Por qué? —Lo dice como si
no pudiera entenderlo y yo tampoco. Soy inútil. Él lo sabe. Yo lo sé. Todos lo saben
excepto Nova.
—No tengo idea. —Agarro la cuchara y jugueteo con ella para mantenerme
ocupado, doblando el mango de un lado a otro. Enfoque—. Y no quiero hablar más
de eso.
Arquea una ceja mientras mira la cuchara en mi mano. —¿Quieres probar
eso? Porque te lo digo, es mucho mejor que a lo que estás acostumbrado. De hecho,
podríamos mezclarlo.
—Ya te he dicho que no voy a hacer eso… odio las agujas y las drogas
mezcladas —digo, arrojando la cuchara en el suelo—. Solo quiero drogarme.
Él se escabulle del colchón hasta el suelo delante de mí, poniendo el espejo
entre nosotros. —Entonces vamos a hacerlo.
Así que lo hacemos, y por un momento olvido mi pasado, mi futuro, cómo
Nova me hizo sentir algo. Me olvido de la pesada nube colgando sobre nosotros.
Cuánta mierda mala podría pasar en cualquier momento.
Me olvido de todo.
Traducido por Yure8, Mel Rowe & Vani
Corregido por Mae

Nova
Han sido unos largos tres días, llenos de visitas a Quinton que parecen estar
dirigiéndose a ninguna parte. Tenemos las mismas conversaciones y no se sincera
conmigo en absoluto y no estoy segura de cómo sacarle el tema de que sé sobre el
accidente, así que simplemente sigo esquivándolo, mintiéndole. Pero sacar el tema
de los recuerdos es algo complicado y doloroso. Lo sé porque cada vez que alguien
menciona el nombre de Landon después de su muerte, se siente como que murió
una parte dentro de mí.
Cuando no estoy allá con Quinton, paso mi tiempo saliendo con Lea. Aún
no hemos ido a la avenida principal, pero conversamos sobre salir este fin de
semana cuando sea tarde y todas las luces estén encendidas, solo siempre y cuando
a su tío no le importe que lleguemos tarde a casa. En realidad acaba de llegar de su
viaje de negocios anoche y conversó con nosotras un poco. Parece agradable e
incluso nos preparó la cena mientras nos preguntaba acerca de nuestros planes
mientras estamos aquí. Lea fue vaga acerca de los detalles, diciéndole que nos
encontrábamos aquí para ver a un amigo.
Es tarde por la mañana y estoy sentada en la habitación de invitados en la
casa del tío de Lea con la pantalla del ordenador apuntada hacia mí, así que puedo
verme mientras me preparo para grabar antes de ir a ver a Quinton para mi visita
diaria. Tengo la cortina cerrada para evitar cualquier deslumbramiento. Mi cabello
marrón está ondulado y llega hasta mis hombros y los pendientes azules en mis
oídos combinan con mi camiseta de tirantes. Tengo pantalones cortos y sin
zapatos.
—Han pasado tres días de ir a ver a Quinton y el tiempo que paso con él se
siente muy corto y el tiempo intermedio se siente muy largo porque siempre estoy
preocupada por lo que está haciendo cuando me voy. —Me inclino hacia delante
en la silla, acercándome a la pantalla—. Sin embargo, todavía odio ir allí, porque es
tan terrorífica... su casa. Ni siquiera estoy segura de por qué. Si es porque hay
tantas personas groseras caminando por ahí, haciendo cosas que son malas e
ilegales, o si es el hecho de que si no cambiaba de camino, podría haber terminado
allí. —Me detengo, considerando mis próximas palabras con cuidado—. Lo que es
muy duro es que a veces puedo verme allí, sentada al lado de Quinton sobre el
colchón de mierda en su habitación. Puedo imaginarme allí drogándome junto a él,
conectando con él, y la vida es tan diferente. Menos estresante. —Hago una cara
culpable—. Tal vez esa no es la palabra correcta, porque es estresante de una
manera diferente, pero es como si estuvieras tan envuelta en drogas que no puedes
registrar el estrés hasta que es demasiado tarde y todo está cayendo a pedazos. No
quiero dejarme atrapar en ello de nuevo, pero es tan fácil y, aunque no le diré esto
a Lea —bajo mi voz y me inclino más a la pantalla—, hubo unos pocos segundos
fugaces donde pienso ¿por qué no? ¿Por qué no unirme a él de nuevo? ¿Qué te
detiene? Lo que me hace preguntarme si tal vez no soy la persona adecuada para
salvar a Quinton. —Levanto mi brazo delante de la pantalla y obtengo una imagen
de mi cicatriz y tatuaje—. Pero luego miro esto y me acuerdo de ese lugar, donde
estaba tan perdida, a la deriva, sin rumbo, deambulando. Pude haber muerto y no
habría importado —digo—. Pero ahora sí importa porque quiero vivir.
Suspiro, sabiendo que estoy divagando en este punto. —Honestamente, no
sé qué es lo que estoy tratando de decir con esta grabación, aparte de decir mis
pensamientos. —Sonrío débilmente—. Algo así como un diario. —Hago clic en la
cámara y apago el ordenador. Me pongo mis sandalias y agarro mi bolso, lista para
salir, esperando poder recordar constantemente, nunca olvidar lo mal que las cosas
pueden ponerse, porque es lo que me mantiene.

***

Más tarde ese día me detengo en el edificio de apartamentos de Quinton. A


pesar de que he estado aquí cuatro veces, todavía me pongo extremadamente
nerviosa solo de pensar en caminar hasta la puerta. Y cuando llego allí, siempre me
pregunto acerca de todo lo que podría estar pasando en el otro lado. Si él está
consumiendo drogas en este mismo momento. Si está bien. Si está pasándose. Si
está vivo. Odio pensarlo, pero se ve tan mal, tan desaliñado, tan golpeado que me
pregunto si alguna vez abrirá la puerta o vendré aquí y estará muerto. Sé que es
desquiciado ir a las posibilidades oscuras en lugar de las más claras, pero cuando
has visto tanta oscuridad como yo, es difícil no pensar automáticamente en lo
malo.
Afortunadamente, hoy, cuando llamo a la puerta, consigo un breve respiro
de la oscuridad cuando Quinton contesta. Me siento mucho mejor cuando sale
rápidamente, así que no tengo que ir adentro. Lleva una arrugada camisa negra y
bermudas que están deshilachadas al final, y su mano aún está magullada pero no
tan hinchada. Su cabello está greñudo y le empieza a crecer un rastrojo de barba.
—Hola —dice mientras empieza a cerrar la puerta, pero luego pone esa
mirada muy extraña en su rostro, como si estuviera roto. Entonces levanta un
dedo—. ¿Puedes esperar un segundo?
Asiento, apenas capaz de seguir su ritmo mientras se apresura a entrar,
dejando la puerta abierta. La luz del sol calienta mi espalda mientras miro dentro
del sofocante apartamento; el aire mezclado con humo saliendo de un cigarrillo
encendido sobre un cenicero en la mesa de café. Delilah se ha desmayado en el sofá
de la sala de estar, su brazo montado sobre su estómago mientras duerme sobre su
espalda. Todavía no he hablado con ella y en cierto modo estoy contenta porque
tengo la sensación de que la conversación no va a ir muy bien. No solo porque ha
sido una perra conmigo por teléfono sino porque si decide ser amable conmigo, sé
que posiblemente, podría ser arrastrada en ser su amiga. Y ser su amiga significa
drogarse. Y aún no estoy segura de cómo respondería si realmente me ofrecieran
algo.
Mientras estoy viendo la serpiente de humo alrededor de la sala, Dylan
avanza inesperadamente del pasillo hasta la mesa de café. Parece un esqueleto,
pero todos lo parecen realmente: brazos huesudos, la cabeza calva, sus pómulos
sombreados, bolsas bajo sus ojos. También parece distraído, ajeno a mí mientras
busca algo en la sala.
Al principio, de todos modos.
Pero mientras instintivamente doy un paso atrás, sus ojos se elevan a mí.
Nunca he sido su admiradora. Él era demasiado intenso y trataba como una
mierda a Delilah. Además, parecía enojado todo el tiempo, sin importar lo que
estuviera pasando.
Sin embargo, ahora se ve tranquilo, lo cual podría ser más aterrador que
cuando se enfada. —¿Qué estás haciendo aquí? —pregunta mientras toma una
bolsa pequeña de la mesa.
—Esperando a Quinton —le respondo rápidamente, dando un paso atrás
hasta que mi espalda roza la barandilla.
Rodea la mesa de café hacia a mí. —No, me refiero a ¿qué coño estás
haciendo aquí en Las Vegas? —Se detiene en la puerta, permaneciendo en las
sombras, agarrando la bolsa en su mano—. ¿No ibas a la universidad o algo así?
—Sí, pero son las vacaciones de verano —explico nerviosamente—. Así que
decidí venir aquí por un tiempo.
—¿A ver a Quinton? —pregunta, dándome una mirada como que piensa
que soy un idiota—. Interesante.
Asiento, sin decir nada, esperando que se vaya, pero lo único que hace es
seguir mirándome. Está empezando a asustarme cuando Delilah se sienta en el
sofá. Dice algo, pero su discurso es tan mal pronunciado que no puedo entenderla.
Entonces choca sobre Dylan, su pelo rojo enredado alrededor de su delgado rostro
pálido y pómulos ahuecados. Lleva una camiseta que apenas cubre sus muslos y,
al igual que Tristan, tiene algunas heridas en sus brazos. También tiene un enorme
moretón en la mejilla, como si hubiera estado recientemente en una pelea. Es
entonces cuando noto los nudillos de Dylan cubiertos de costras como si hubiese
raspado su piel con algo. El rostro de Delilah, tal vez. Me pregunto.
—Bebé... —Ella se calla mientras Dylan se da la vuelta y le da un suave
empujón hacia el sofá.
—Ve a acostarte —grita sobre su hombro en un tono helado.
Ella se mantiene sin caerse agarrando el respaldo de una silla. —Yo...
necesito... —Parpadea alrededor de la sala y a pesar de todo lo que hemos pasado,
todos los momentos de mierda que hemos compartido, mi corazón se retuerce
dentro de mi pecho.
—¿Qué tomó? —pregunto, avanzando despacio, preparándome para
ayudarla.
Dylan se da la vuelta y golpea una mano en cada lado del marco de la
puerta, bloqueando mi camino. —Eso no es de tu maldita incumbencia.
Me pongo de puntillas y miro por encima del hombro a Delilah. —Delilah,
¿estás bien?
Tropieza con una pipa de vidrio en el piso mientras hace el resto de la corta
caminata de regreso al sofá y luego se acuesta sobre su espalda. —Estoy bien…
vete… bien… —Agita su mano hacia mí, espantándome.
—No te ves bien —le digo, preguntándome qué haría falta para poner a
Dylan fuera de mi camino.
Dylan se inclina hacia un lado, cubriéndola totalmente de mi vista. —Dijo
que estaba bien. Ahora retrocede —gruñe en voz baja.
Inclino hacia arriba mi barbilla y miro sus ojos sombríos. Pienso en decir
algo así como ‚Vete a la mierda‛, lo cual no es propio de mí, pero al mismo
tiempo, estar aquí tampoco lo es.
Sin embargo, nunca logro encontrar mi voz, y en su lugar, Dylan termina
sonriéndome por un dolorosamente largo minuto. Cuando veo a Quinton aparecer
desde el pasillo, exhalo ensordecedoramente y Dylan luce contento con el hecho de
que él me ponía nerviosa.
Quinton mira a Delilah, que se encuentra tendida en el sofá con los ojos
cerrados, mientras se abre camino a través de la sala. Él no dice nada mientras
empuja a Dylan a un lado y se mete entre él y la puerta. Dylan lo fulmina con la
mirada y Quinton parece nervioso, incluso poniendo su brazo alrededor de mi
espalda y guiándome lejos de la puerta. —¿Estás lista? —pregunta.
—Sí… —Doy un vistazo sobre mi hombro a Dylan, que nos mira alejarnos,
encendiendo un cigarrillo. Eso asusta aún más y me arrimo más cerca de Quinton,
sintiéndome un poco más segura cerca de él.
Dylan permanece así hasta que estamos al otro lado del balcón y luego
regresa dentro del apartamento, cerrando la puerta detrás de él.
Me doy la vuelta y me concentro en caminar. —¿Está bien Delilah? —
pregunto a Quinton.
Protege sus ojos del sol con la mano. —Está tan bien como el resto de
nosotros.
—Parecía drogada.
—Porque es así.
—¿Qué tomó?
Duda, tensando su mano en mi espalda. —¿De verdad quieres saberlo? —
pregunta y asiento—. Heroína.
—¿Tu... —Reviso sus brazos, señalando que están sanos, pero quiero estar
segura—. ¿Lo haces?
Niega con la cabeza sin dudar. —No es lo mío.
—Oh. —No estoy segura de si eso me hace sentir mejor, porque todavía
sigue con las drogas—. ¿Qué pasa con Dylan? —pregunto mientras me guía
alrededor de un hombre de pie en medio de la terraza, fumando—. ¿Con que se
droga?
—Lo suyo es la idiotez —dice Quinton de mala gana.
—¿Así que él no está drogado? —le pregunto, sorprendida por la idea.
—No —responde, frenando a medida que nos acercamos a las escaleras—.
Pero drogado o no, siempre es un idiota.
Es mucho para asimilar, tal vez demasiado. Aquí todo es tan oscuro y duele
caminar alrededor de ello, aunque solo estoy de visita. Todavía puedo sentirlo
tomando estragos en mí. La pesadez. El miedo. La tentación. Mucho podría salir
mal solo por mi presencia aquí.
Pero debes estar aquí. Tienes que salvarlo. Al igual que no hiciste con Landon.
Quinton retira su mano de mi espalda y empezamos a bajar las escaleras. —
Y ¿a dónde vamos hoy? ¿O vamos a simplemente quedarnos en tu auto de nuevo?
—Parece nervioso, con los ojos marrones muy grandes y brillantes, y la nariz roja.
Me pone triste ver eso, cómo está lastimándose a sí mismo.
—¿Quieres ir a otro lugar? —pregunto, aferrándome a la barandilla.
Se encoge de hombros cuando llegamos al final de la escalera. —Iré donde
sea, con tal de estar de vuelta como a las cinco.
Quiero preguntarle por qué, pero al mismo tiempo, temo la respuesta, así
que mantengo mis labios sellados. Subimos al auto, pongo en marcha el motor y
trato de pensar en un lugar seguro a donde ir. —Hay un buen restaurante sobre el
cual me contó mi amiga Lea —digo—. Podríamos ir allí a por algo de comer.
Hace un ademan con la mano. —No, no tengo mucha hambre.
—Está bien. —Trato de pensar en alguna otra parte, pero no conozco muy
bien Las Vegas.
—Conozco un lugar donde podemos ir —dice Quinton con una mirada
pensativa en su rostro, y sus ojos marrón miel se animan temporalmente—. Pero
vas a tener que confiar en mí.
Me toma un minuto para responder, porque aunque quiero confiar en él, no
estoy segura de poder. —Está bien, pero ¿dónde está este lugar?
—Es una sorpresa. —Me da una sonrisa, pero es difícil de ver porque no
creo que sea real, más bien creada por la droga. Pero sigo el juego, porque es todo
lo que puedo hacer. Fingir que es real. Fingir que estoy bien con todo—. Está bien,
pero tienes que darme las direcciones.
Me hace señas para que conduzca hacia adelante. —Ponte en marcha y te
guiaré allí. —Me guiña el ojo—. Solo relájate. Puedes confiar en mí, Nova.
A pesar de que cada parte de mí grita que no puedo, me obligo a conducir
hacia adelante, dejando que él me guíe, esperando a no hacer algo estúpido y hacer
un giro equivocado. Debido a que un giro equivocado puede llevar a una gran
cantidad de daños.
Quinton
Dylan ha estado actuando extraño, a pesar de que conseguimos devolverle
el dinero con algo que robamos de una casa la otra noche. Parece más violento y
errático que en el pasado. Creo que toda la fumada está empezando a joder un
poco su cabeza, así que no me gusta cuando salgo para ver que él está prestando
tanta atención a Nova. No debí haberla dejado allí sola, pero en el momento que la
vi, mi corazón saltó en mi pecho, demasiado emocionado de verla. Una reacción
equivocada por lo que tuve que volver y conseguir lo suficiente de cristal para una
calada o dos por si lo necesito, por si llego a sentir demasiado mientras estoy fuera
con ella.
En realidad me encuentro demasiado drogado como para estar haciendo
cualquier cosa, pero de alguna manera me encuentro de un lado para otro. Es
como si un minuto estuviera de vuelta en mi habitación, absorbiendo la mayor
cantidad intoxicante de cristal que pueda, sintiendo la velocidad de mi ritmo
cardíaco hasta el punto en que siento que estoy volando, como si pudiera hacer
cualquier cosa, y de repente estoy conduciendo en el auto con Nova, coqueteando
con ella como si estuviéramos en una cita.
Estúpido.
Estúpido.
Estúpido.
Pero al mismo tiempo estoy perfectamente contento con ser estúpido, con
estar cerca de ella, porque estoy volando.
Drogado.
Confundido.
Después de apartarla del apartamento y de Dylan, le dije que condujera y lo
hace, confía en mí, lo que no debe, sin embargo, me agrada de la más jodida
manera posible. Al momento en que estamos deteniéndonos en el edificio, puedo
decir que arruinaré mucho esto. Puedo sentirlo, sin embargo, estoy demasiado
fuera de sí para preocuparme.
—¿Aquí es donde querías llevarme? —pregunta Nova, con una mirada
desconcertada en su rostro al ver el motel anticuado que encontré un día, cuando
Tristan y yo estuvimos buscando un lugar para descansar después de que nos
cogieron robando y tuvimos que encontrar un lugar rápido para ocultarnos. La
cosa es que todavía no estoy seguro si alguna vez estuvimos siendo perseguidos o
si era la paranoia.
Me quito el cinturón de seguridad porque ella siempre me hace llevarlo
cuando estoy en el auto. —Sí. Sé que parece un poco sospechoso, pero estaremos
bien —le digo, y cuando todavía se ve escéptica, añado—: Confía en mí, Nova. —
Mis pensamientos se ríen de mí, sabiendo en el fondo que no soy de confianza,
pero parece que no puedo conseguir que mis emociones conecten con mis
pensamientos y que mis pensamientos conecten con mi boca, así que solo estoy
diciendo cosas, navegando entre los movimientos sin pensar en las consecuencias.
Traga saliva, pero luego desabrocha su cinturón de seguridad, y salimos del
auto. Me encuentro con ella alrededor de la parte delantera y no sé por qué pero
deslizo mi brazo alrededor de su cintura y de nuevo no sé por qué, pero por
alguna razón me deja. Es tan difícil estar cerca de ella cuando siento esta atracción
hacia ella, pero también siento estas ganas de alejarme, impulsado por mi culpa.
—Pareces de muy buen humor —señala, levantando la vista hacia mí con
esos ojos preciosos que he estado bosquejando todos los días a pesar de la batalla
de mis pensamientos.
Me encojo de hombros y saco mi mano, cediendo a la presión y la culpa. —
Estoy de un humor normal.
No dice nada más mientras me sigue a través de la puerta que está marcada
como una salida. De inmediato se pone rígida mientras entra en el polvo, la
oscuridad y los escombros en el suelo. Las paredes se están derrumbando, hay
pintura de aerosol en la pared y entiendo su desconfianza, pero al mismo tiempo
sé que apreciará por qué la traje aquí.
—Sígueme. —Deslizo mis dedos con los de ella, cediendo a la atracción—.
Prometo que cuando lleguemos a la parte de arriba, valdrá la pena.
Sus ojos se abren mientras inclina su barbilla hacia atrás y mira al agujero en
el techo que se extiende a través de cinco plantas. —¿Es seguro llegar a la parte de
arriba?
—Claro —le digo, pero no estoy muy seguro—. Solo tienes que seguir
donde camino.
Asiente y luego se mueve a un lado cuando yo lo hago, siguiendo mis pasos,
agarrando mi mano con su piel húmeda. Registro brevemente a través de su toque
nervioso que está confiando en mí para mantenerla segura, y cuando llego al lugar
donde Tristan y yo subimos a través de los agujeros en las paredes para llegar a la
parte superior, voy en cambio a las escalera, porque es más seguro.
—¿Así que este lugar solía ser un viejo hotel? —pregunta mientras toma
pasos calculados, asegurándose de permanecer cerca de la pared.
Pongo mi mano en la pared mientras las escaleras crujen bajo nuestros pies.
—Creo que sí. Al menos eso es lo que dice el cartel en el exterior. Sin embargo,
supongo, que también era un casino, ya que la mayoría de los hoteles aquí lo son.
Ella echa un vistazo a una habitación abierta que todavía tiene una alfombra
afelpada naranja y paredes brillantes pintadas de amarillo con un patrón de arco
iris debajo. —Sí, incluso tienen máquinas tragamonedas en las gasolineras. Es
extraño y ruidoso. Además, todo el mundo siempre está fumando —dice, y cuando
hago una pausa, añade rápidamente—: Lo que no me molesta, pero mi amiga Lea
no puede soportar el olor de los cigarrillos.
Empiezo a caminar de nuevo. Es increíble cómo una sola frase me puede
recordar cuán lejos estamos, incluso si una parte de mí no quiere que estemos así.
—¿Lea es la chica que estaba contigo el primer día que apareciste en mi casa?
Asiente con su cabeza inclinada hacia abajo, ocultando su rostro con el pelo,
mientras centra su atención en el suelo al tiempo que se muerde el labio, y lo único
que puedo pensar es en lo perfecta que es y lo mucho que quiero dibujarla. En
cuanto aparece el pensamiento, me hace sentir como que estoy engañando a Lexi,
pensando en hacer eso con alguien más, y en serio casi cambio de opinión y me
echo para atrás, deseando poder volver a mi habitación y drogarme más.
—La conocí al principio del curso escolar —continúa Nova mientras esquiva
un pedazo grande de placa de yeso—. Se me acercó y se presentó cuando fui a este
centro para las personas que han perdido a un ser querido por suicidio.
Miro por encima de mi hombro. —¿También perdió a alguien?
—Su padre —explica Nova mientras sostiene mi mano y los dedos de la otra
mano se envuelven alrededor de mi brazo—. A pesar de que no es exactamente lo
mismo que lo que pasé yo, realmente conectamos, algo así como lo hice contigo
por un tiempo allí.
Dejo de caminar, moverme, respirar. El tiempo se detiene. Ella termina casi
chocando conmigo, tropezando con sus pies, pero se estabiliza clavando sus dedos
en mi brazo y poniendo su mano en la pared al lado de nosotros.
Agarra mi brazo mientras me mira. —¿Qué pasa?
—¿Qué quieres decir con que conectaste conmigo? —pregunto y mi voz sale
un poco más cortante de lo que había planeado.
—El verano pasado —dice tímidamente—. Ese tiempo que pasamos juntos,
pensé que en cierto modo conectamos. No como mejores amigos, pero... —Suelta
mi brazo para arrastrar sus dedos por su pelo. Debe haberse ensuciado la mano de
tocar la pared porque el movimiento deja una raya de polvo en su pelo—. Pero
pude hablar contigo sobre cosas que no he podido hablar con nadie más. Cosas
sobre mi padre y Landon.
Levanto la mano y me la paso por el pelo, tratando de sacarme el polvo de la
cabeza, y no me gusta lo emocionado que está mi corazón cuando su respiración se
acelera, todo por tocarla. —Nova, estoy bastante seguro de que era la hierba la que
te dejó hablar tan abiertamente, no yo.
Niega con la cabeza, deslizando su lengua fuera de la boca para humedecer
sus labios secos, y lo único que quiero hacer es volverla contra la pared, recogerla y
devorarla. Pero el muro probablemente se derrumbaría bajo la presión más leve, y
no estoy seguro de si sobreviviríamos a la caída.
—No creo que fuera eso —dice ella—, y voy a demostrártelo.
Mi cara se contorsiona con confusión. —¿Cómo?
Hace señas hacia adelante. —Solo tienes que llegar a algún lugar donde no
se sienta como que el suelo va ceder y te diré.
No estoy seguro de lo que hace, pero tengo curiosidad, así que empiezo a
subir las escaleras de nuevo, sosteniendo su mano, guiándola alrededor de los
agujeros en el suelo, tratando de concentrarme en la imagen general de todo esto,
pero solo puedo ver tres pasos por delante.
Cuando llegamos a la cima de la escalera, abro la puerta y la luz del sol se
derrama sobre nosotros como el agua caliente. Caminando hacia un lado, sostengo
la puerta entreabierta y dejo entrar a Nova.
Da un paso hacia la luz del sol, mirando a su alrededor a los enormes
señales en la azotea. Unas que supongo que pertenecieron a los casinos que están
cerrados ahora. Algunas están hechas de bombillas y otras, simplemente pintadas.
Algunas están agrietadas, otras deformadas, y todas crean un laberinto.
—Guau... —Hace una pausa mientras asimila todo—. No tengo palabras.
Esto es increíble. —Me mira, y sus grandes ojos me hacen sentir como si estuviera
cayendo en ella. Una parte de mí desea que estuviera pasando de verdad, pero
creo que me estoy tropezando.
—Sí, lo es —concuerdo, asintiendo; a continuación, elijo una pila de ladrillos
cerca de un gran cartel que dice: VIVA LAS VEGAS—. ¿Puedes ir a buscar uno de
esos ladrillos? Porque si la puerta se cierra, estamos encerrados aquí.
Hace una mueca cautelosa, pero luego zigzaguea alrededor de las señales,
agachándose y abriendo paso entre ellas, mientras atraviesa toda la longitud del
techo y recoge un ladrillo. Trato de no sonreír ante lo mucho que se esfuerza por
llevarlo, ya sea porque es demasiado pesado o porque no quiere ensuciarse. Lo
pone delante de la puerta y la suelto suavemente, aferrándome a ella hasta saber
que el ladrillo no se va a romper. Entonces me subo sobre una señal más pequeña
que se ha caído otra vez, me dirijo a la cornisa del techo y me subo. Me siento, con
las piernas colgando por el lado. Nova no me sigue de inmediato, así que acaricio
el lugar a mi lado y le digo que venga sin mirarla, preguntándome hasta qué punto
confía en mí. En secreto, deseo que simplemente huya, pero al mismo tiempo
quiero escuchar lo que tiene que decir, por qué cree que conectamos el verano
pasado.
Por supuesto que se sienta, porque ella es dulce e inocente y ve algo bueno
dentro de mí. Sinceramente, no lo entiendo, porque cada vez que me miro en un
espejo, que no es a menudo, todo lo que puedo ver es un esqueleto, los restos de
una persona una vez buena que arruinó todo y que siempre va a arruinar todo.
Algo así como la vista delante de mí, de edificios antiguos, tiendas, casas, que
puedo decir que solían ser hermosos antes que las cosas cambiaran —que la vida
cambiara— y todos fueran olvidados, perdidos como la arena en el viento, dejados
para arrugarse en las sombras de la ciudad, en la zona que nadie quiere ver; sin
embargo, yo la prefiero.
—Crees que no eres lo suficientemente bueno —dice ella, situándose a mi
lado, con las piernas colgando por el borde—. Pero lo eres.
—¿Qué? —Mi cabeza se mueve bruscamente en su dirección mientras trato
de rebobinar y ver si tal vez he estado pensando en voz alta.
—Cuando estás en ese lugar oscuro —dice—, al menos así es como fue para
mí. Era casi como si pensara que no merecía ser feliz.
Me relajo un poco, entendiendo que solo está pensando en voz alta. —¿Y es
por eso que tomaste drogas? —pregunto.
Ella se encoge de hombros. —Una de las razones. Pero, honestamente había
muchas... como el hecho de que no enfrentaba la muerte de mi novio... ¿cuáles son
tus razones?
Se expresa con tanta facilidad, y no estoy seguro de cómo responder. No
hay manera de poder explicarle por qué lo hago, todas las razones oscuras. —¿Por
qué siquiera crees que tengo una razón? —pregunto—. Tal vez solo lo hago porque
se siente bien.
—¿Se siente bien? —Hay un desafío en sus ojos que me hace temer lo que va
a decir después de que yo responda.
—A veces, sí —le digo francamente—. Quiero decir, no sé cómo fue para ti,
pero me ayuda a olvidar cosas.
—¿Qué tipo de cosas? —pregunta con interés mientras mete las manos bajo
sus piernas.
—Las cosas que he hecho. —Muevo mi cuello y aprieto la mandíbula—.
Pero ¿por qué estamos hablando de esto?
Juega con un mechón de su cabello, haciéndolo girar alrededor de su dedo
mientras se pierde en sus pensamientos, mirando las tiendas abandonadas y casas
de cinco pisos por debajo de nosotros. —¿Es por eso que me trajiste aquí? ¿Para
mostrarme la vista? —me pregunta, eludiendo mi pregunta.
La miro, preguntándome lo que está pasando en su cabeza. ¿Está viendo el
mismo punto de vista que yo? ¿Le resulta repulsivo? ¿O puede que todavía vea lo
que solía ser? —Sí, la encontré una vez y me gustó. —Rompo contacto visual con
ella y me centro en la vista—. Aquí es como solía ser Las Vegas, antes de que toda
la locura tomara la ciudad de nuevo.
—¿No estuvo siempre llena de locura? —pregunta, señalando por encima
del hombro a la ciudad brillando contra la luz del sol y extendiéndose hacia el cielo
brumoso—. Cada vez que pienso en las Vegas, solo puedo ver eso.
Me encojo de hombros, moviendo los pies hacia atrás y adelante. —No estoy
seguro, pero me imagino eso, aún cuando no es cierto. —Pongo la mano hacia
arriba y la muevo hacia un grupo de casas de un solo piso a nuestra derecha—.
Imagina, solo un montón de casas normales, sin casinos, sin gente llenando las
aceras. Todo está pintado de colores cálidos, la hierba es verde, las vallas rectas.
Los árboles crecen en los patios, flores brillantes rodean las casas, y la gente está
simplemente dando vueltas y tomando con calma la vida. —Señalo a la izquierda a
un edificio de estuco de forma extraña con carteles viejos que cuelgan a un lado—.
Imagina que las tiendas y zonas comerciales eran así, en lugar de estar tan juntas,
todos llevando los mismos recuerdos caros. Imagina la tranquilidad, la sencilla
vida ordinaria. Un lugar que no está ocupado y en el que tus pensamientos no
tienen que correr para mantenerse al día. —Cierro los ojos y saboreo el aroma de la
libertad en el aire—. Imagina respirar de nuevo.
Está callada por un tiempo y me pregunto si mi divagación la ha asustado,
pero cuando abro los ojos se ve relajada mientras me observa, justo en el ángulo
correcto para que el cielo azul y el sol sean su único fondo y su cabello esté
bailando alrededor de su cara con la suave brisa. Un mechón de su cabello le cae
por detrás de la oreja y cae cerca de su pecho y me acuerdo de cómo era tocarla allí,
sentirla, hacer lo que quisiera con ella.
Hermosa. Esa es la palabra que me viene a la cabeza, y por un momento
fugaz solo quiero abrazarla y que ella me sostenga y no tener que pensar en Lexi y
Ryder y lo que les hice.
—Pintas un cuadro hermoso —dice, interrumpiendo mis pensamientos—.
Me dan ganas de vivir en ese lugar.
—Bueno, podría no existir —pronuncio en voz baja—. Solo decía lo que yo
veo.
—Deberías dibujar lo que ves a veces —sugiere con una leve sonrisa en sus
labios—. Apuesto a que resultaría hermoso.
—Estoy divagando —murmuro—. En realidad no significa nada.
La intensidad arde en sus ojos. —Te sorprenderías de lo que tus palabras
pueden significar para alguien.
—Nunca dije nada importante —declaro con sinceridad—. Todo lo que
hago o digo se olvida rápidamente.
—Eso no es cierto... me dijiste un montón de cosas el verano pasado que
significaban algo. Como cuando me dijiste que era demasiado buena para tomar
drogas.
—Eso es porque lo eras, lo eres.
—Todo el mundo lo es —insiste, arrastrándose más cerca de mí—. Pero
fuiste tú el que me lo dijo en voz alta.
—Aun así no quiere decir que lo que dijera importase —sostengo, con ganas
de acercarme a ella, pero me parece que no puedo encontrar la fuerza de voluntad
para hacerlo—. Simplemente lo recordaste porque ocurrió durante una parte
intensa de tu vida.
Ella me estudia momentáneamente y luego vuelve a mirar el paisaje por
debajo de nosotros. —¿Te acuerdas de la laguna? —pregunta.
Esa pregunta me golpea directamente en el corazón y lo hace cerrarse de
golpe dentro de mi pecho. —¿Cómo podría olvidarlo? —le digo, rechinando los
dientes—. No fue uno de mis mejores momentos.
Su atención vuelve de golpe a mí. —¿Me estás tomando el pelo? —pregunta
en estado de shock, lo que parece tan fuera de lugar que tengo que mirarla para
ver si es en serio o una broma.
—No... Lo digo en serio —le digo, luchando contra las emociones enterradas
dentro de mí, la culpa que siento por haberla dejado ese día—. Nunca debería
haberte dejado allí así. Yo fui… soy un completo idiota.
Abre la boca como si no pudiera creer lo que oye. —No eres, de ninguna
manera, un idiota por dejarme allí. Más o menos me salvaste de hacer algo de lo
que siempre me arrepentiría y que probablemente me hubiera mantenido en ese
lugar oscuro mucho más tiempo. —Lo dice que con tanta pasión, como si hubiera
estado pensando mucho en esto, y no sé qué decirle, así que en vez de hacerlo me
quedo en silencio. Finalmente, ella pone su mano en mi cara y acuna mi mejilla,
obligándome a mirarla—. Me ayudaste tantísimo, si lo quieres creer o no.
Las emociones que he trabajado duro para enterrar apretujan mi corazón y
duelen como agujas en mi piel, todas conectadas a mi culpabilidad. —No hice
nada, excepto verte hacer cosas que no deberías.
—Y seguir recordándome que no debería; seguir tratando de hacerme ver lo
que estaba haciendo.
—Pero no te detuve.
—Porque no podías. —Pasa sus dedos a través de la línea de mi mandíbula
desaliñada—. Estás, todavía estás, obviamente, pasando por algunas cosas e hiciste
lo único que podías por mí en ese momento. Me mantuviste alejada de meterme en
demasiados problemas, me escuchaste divagar, y no aprovechaste mi
vulnerabilidad cuando un montón de chicos lo habrían hecho.
—Un montón de chicos te habrían echado de casa al principio, antes de que
hicieras nada —suelto—. El hecho de que no te follara cuando estabas triste no me
hace un buen tipo.
Se estremece, pero luego se recompone y se inclina hacia mí, con la mano
firmemente en mi mejilla. —Sí, lo hace. Te hace un gran tipo.
Cuanto más lo dice, más me enojo, y más nítidas se vuelven las agujas. Ella
tiene que dejar de decir cosas buenas sobre mí. No soy bueno. Soy una persona
horrible y tiene que aceptarlo al igual que yo y todos los demás.
—No, no lo hace. —Me apoyo en ella, nuestras respiraciones se mezclan y
calientan, con los ojos tan cerca que puedo ver sus pupilas dilatarse.
Asiente, susurrando—: Sí, sí, y voy a pensarlo sin importar lo que digas.
Quiero que se calle, que me tenga miedo, así no tengo que sentir las
emociones que está desencadenando. Todo el trabajo que he hecho hoy, toda la
mierda que me metí por la nariz para no tener que pensar en lo que corría por mi
cabeza, y ahora ella está diciendo mierda que me hace pensar de todos modos.
No soy un buen tipo. No me merezco nada. Merezco estar pudriéndome bajo tierra.
Merezco dolor. Me merezco sufrir, no sentarme aquí con ella, siendo tocado por ella,
amando ser tocado por ella.
—Quinton, estoy harto de esto —dice mi papá—, es hora de que te vayas... ya no te
quiero cerca. No cuando estás así.
—Nova, deja de hablar de mierda que no entiendas —gruño, y debería
asustarla, sin embargo, parece alimentar su determinación.
—Pero sí lo entiendo. —Asiente, igualmente con dureza, y juro a Dios que
parece que ella también se inclina, cediendo ante la atracción como yo. Nuestras
frentes se tocan y puedo oler su aroma, a vainilla mezclado con un toque de
perfume—. Entiendo lo mucho que duele. —Coloca la mano contra su pecho—.
Cuánto piensas en todos los otros caminos que tu vida podría haber tenido si
hubieras simplemente hecho esto o aquello. Entiendo cuánto deseas olvidar todo.
¡Cuánto te odias por no hacer las cosas que harían que ellos todavía estuvieran
aquí! —grita al final, con los ojos enormes, la respiración entrecortada, y mi cuerpo
está temblando de la emoción que emite de ella y es absorbida en mi piel, como
puedo conectar con todo lo que está pasando.
Estamos tan cerca que nuestras piernas se tocan y solo hay una franja de
espacio entre nuestros labios. Podría darle un beso, pero estoy muy cabreado. Con
ella. Conmigo mismo. Pero Dios mío, quiero besarla, solo para obtener una
pequeña muestra de la vida que fluye de ella, sentirla, respirar su cálido aroma. Es
una sensación increíble, como si por un momento se hubiera vuelto más poderosa
que la metanfetamina.
Pero entonces, dice—: Tú y yo somos tan iguales.
Eso me hace echarme hacia atrás y su mano cae de mi cara. —No, no lo
somos, y no vuelvas a decir eso. —Subo de nuevo las piernas hacia el techo y me
pongo de pie, chocando con una de los carteles—. No somos iguales, Nova. Ni
siquiera cerca.
Ella corre tras de mí y me interrumpe a medio camino de la puerta con los
brazos a los lados. —Sí, lo somos. Los dos usamos drogas y esta vida para escapar
de nuestros sentimientos, las cosas que nos pasaron. Las cosas terribles que nos
pasaron.
Niego con la cabeza, con mi mareo volando en el viento como polvo suelto.
—No tienes idea de qué coño estás hablando —le digo, apartando la mirada de
ella—. ¿Tomaste hierba por cuánto? Un par de meses. La hierba no es nada, Nova.
—Encuentro su mirada—. No tienes idea de lo oscuras que se pueden volver las
cosas. —Hago una pausa, con la furia bullendo dentro de mí, y por un momento
pienso en decirlo en voz alta. Lo que hice. Cómo maté a mi novia y a mi prima, la
historia de cómo maté a dos personas, así se dará cuenta de todo y me dejará.
Ella traga saliva, pero se las arregla para mantener su voz tranquila. —¿Y
qué? El hecho de que no haya probado nada más fuerte no quiere decir que no
entienda las cosas, que no entienda la muerte. Entiendo lo que estás pasando.
—No, no entiendes. —La enfrento, con la esperanza de asustarla, pero se
mantiene firme—. Perdiste a tu novio porque decidió irse. Yo estrellé un maldito
auto y maté a mi puta novia y mi prima, la hermana de Tristan, les quité sus vidas.
Y todo el mundo me odia por ello, maldición. —Espero que el disgusto aparezca en
sus ojos, el disgusto que he visto infinidad de veces, cada vez que alguien escucha
mi historia.
Pero ella me pilla por sorpresa y me mira con simpatía. —No todo el mundo
te odia. ¿Cómo es posible hacerlo, cuando fue un accidente? —Se mantiene firme y
su voz es fuerte, pero se rompe. Ni siquiera está conmocionada. Sí, le dije que maté
a algunas personas, pero no le dije a quién, sin embargo, parece como si ella ya lo
supiera—: Sé que no fue tu culpa... Leí el artículo del periódico.
De repente tiene sentido que no hubiera factor sorpresa para ella. Ya sabía
de mi jodido y retorcido pasado, lo que pasó esa noche. Cómo yo fui responsable
de las muertes de dos personas. Probablemente incluso sabe que yo morí.
Algo sobre la idea de ella desenterrando mi pasado provoca un sentimiento
oscuro y siniestro dentro de mí. Me pone furioso. Ella era la única que no conocía
totalmente mi historia y ahora lo sabe; ahora sabe lo que soy, hasta los últimos
detalles.
—El periódico no sabe una puta mierda. Sí, tal vez el informe de la policía
dijo que no era culpa mía, pero pregúntale a cualquiera. —Acuno mi brazo con mi
mano, porque juro por Dios que estoy sintiendo de nuevo el dolor de cuando puse
los tatuajes allí, pinchazos agudos, la quemadura, el dolor que merezco; merezco
mucho más—. Los padres de Ryder, los padres de Lexi. Puedes preguntarle a mi
padre y todo lo que va a decir es que fue mi culpa... incluso me echa la culpa de la
muerte de mi madre... —Pierdo la voz, mientras recuerdo todo el silencio entre mi
padre y yo, cómo, al crecer, siempre podía sentir la distancia entre nosotros,
porque cada vez que me miraba, él seguro pensaba en cómo mi madre murió al
traerme a este mundo. Hace que me dé cuenta de cuánto tiempo he sentido esta
culpa, pero no tan francamente—. Todos te dirán que soy un pedazo de mierda
que debe estar muerto en lugar de los demás. —Estoy al borde de las lágrimas.
Pero son lágrimas de rabia más que nada, y tengo que encontrar una manera de
conseguir que se vayan. Encontrar una manera de conseguir que Nova deje de
mirarme como si fuera un perro herido al que acaba de patear y dar más dolor.
Encontrar una manera de que ella deje de sentir lástima y se ponga en la misma
página que los demás.
Sé qué lo que hago a continuación está tan jodido que no hay palabras para
describirlo, pero no puedo encontrar la voluntad para preocuparme en el interior
de mi cuerpo drogadicto, que solo ve la vida desde ángulos delirantes creados por
las sustancias que me permiten ver las cosas como desee. Así que meto la mano en
mi bolsillo y saco una bolsa de plástico.
—¿Quieres ver lo parecidos que somos? —le digo, abriendo la bolsa,
observándolas a ella y su reacción—. ¿Quieres ver lo que estás tratando de salvar?
Trata de mantener la calma, pero atrapo el destello de miedo en sus ojos y
pienso: Ahí lo tienes. Ten miedo. Al fin. Meto el dedo en el polvo, recubriéndolo con
solo lo suficiente, y luego me pongo el dedo en la nariz. Espero a que ella aparte la
mirada, pero no lo hace. Su mirada es implacable, confundida, asqueada, curiosa.
Todo tipo de mierda jodida. Y debería ser suficiente para que aparte mis cosas,
porque obviamente he dejado claro mi punto de vista, pero ahora que está fuera, lo
quiero. Así que lo aspiro como si fuera el cielo, o una versión de fantasía, de todos
modos. Una vez que se estrella contra la parte posterior de mi garganta, hace que
herir a Nova sea un poco más fácil, y cuando ella se aleja, me siento satisfecho,
como si hubiera logrado algo, cuando no lo hice. No he logrado nada en mucho
tiempo. Pero la cosa es que no importa. Nada de esto importa. Y cuando vuelva a
mi casa —porque estoy seguro de que ella va a dejar mi lamentable culo— tomaré
línea tras línea y apenas recordaré o sentiré nada. Por lo menos no de una manera
que importe.
Nova
Tengo que alejarme mientras estemos en el techo porque es muy difícil de
ver y él me sigue hasta abajo, permaneciendo mucho atrás. Creo que piensa que
voy a dejarlo porque, tan pronto como salimos, se va hacia esa zona trasera que
lleva a una franja de desierto en lugar de hacia mi auto.
—¿A dónde vas? —exclamo, sacando las llaves del bolsillo.
Él se detiene justo antes de donde el asfalto cambia a tierra y me mira por
encima del hombro. —Pensé que me iba a casa.
Niego con la cabeza, abriendo la puerta del auto. —Quinton, te puedo dar
un aventón.
Una mirada perpleja cruza su rostro. —¿Incluso después de lo que hice,
después de haberte gritado? ¿Incluso después de lo que acabo de decir...? —Se
calla, como si sus emociones estuvieran superándolo otra vez.
Tengo que asegurarme de hacer todo lo posible para mantenerlo calmado,
porque parece bastante irracional en este momento y, con drogas en su sistema, las
cosas podrían ponerse feas, incluso más que ahora. —Nada de lo que dijiste en el
techo afecta a nuestra relación. Las cosas siguen siendo las mismas. Aunque me
gustaría que fueran diferentes, mejor. Ahora, por favor, ¿podrías entrar en el auto?
Hace un calor del infierno aquí y no quiero caminar.
Él olfatea un par de veces, frotándose la nariz mientras mira en la dirección
en que se dirigía y luego a mi auto. —Bueno... sí. Entraré al auto.
Un pequeño peso se levanta de mis hombros mientras sube en el interior,
pero regresa al momento en que estamos de vuelta en su casa y él salta antes de
que yo pare el auto completamente, y sin decir adiós. Odio cuando la gente no se
despide, sin embargo, ocurre todo el tiempo y, a veces, no los veo nunca más.
Estoy preocupada de no volver a ver a Quinton.
Empiezo a conducir de vuelta a casa del tío de Lea, pero puedo sentir una
crisis llegar mientras sigo imaginando a Quinton en el techo, metiéndose esas cosas
por la nariz. Tengo que desahogarme, sacarlo de mi pecho antes de explotar, así
que aparco en el estacionamiento de una gasolinera y saco mi teléfono. Apunto la
cámara hacia mí misma y pulso grabar.
—Tuve que retroceder, aunque no quería. Lo que quería hacer era darle una
bofetada, luego robar esa maldita bolsa de su mano y lanzarla desde el tejado. Lo
que pasó fue intenso, pero fue parcialmente mi culpa. Lo presioné y sabía que él
era fácilmente rompible. Pero estaba tan decidida a hacerle ver la realidad, la que
no puede ver, que seguí adelante. Traté de obligarlo a admitir cosas que no puede
admitir claramente; que a veces los accidentes ocurren por casualidad. Pero luego
dejé salir que había leído el artículo sobre el accidente y eso pareció molestarlo... y
entonces... —Me callo, haciendo una mueca cuando lo recuerdo poniendo esa
mierda en su nariz como si estuviera inhalando un trozo de chocolate—. Ni
siquiera ve lo que es en este momento y es una mierda porque he estado en ese
lugar y quiero sacarlo de ahí, como yo salí, pero sé que él tiene que querer lo
mismo. Y todavía no estoy muy segura de lo que vaya a hacerle eso.
Bajo la cabeza en el volante, siendo el objetivo de la cámara. —¿Cómo se
llega a alguien que no quiere ser alcanzado? ¿Cómo salvar a alguien que no quiere
ser salvado? Dios, me recuerda tanto a Landon... y me preocupa que uno de estos
días voy a aparecer unos minutos demasiado tarde otra vez y todo lo que habré
dejado es un video. —Pierdo el aliento cuando me atraganto con mis emociones y
tengo que hacer una pausa para recuperarlo—. Pero Quinton tiene que ser salvado,
ya que él todavía no ha renunciado... simplemente que no creo que ya pueda
admitirlo. Tengo que hacerlo de alguna manera... tengo que hacerle comprender
que no todos en el mundo lo odian y lo culpan como él cree. —Mi voz se tambalea
cuando me acuerdo cómo se veía cuando me dijo que todo el mundo lo culpaba
por las muertes. El odio a sí mismo ardiendo en sus ojos—. Lo que necesito es un
mejor plan, ayuda, tal vez. Porque lo que estoy haciendo en este momento no está
funcionando muy bien... solo que no sé a dónde ir para encontrarlo.
Me toma un momento recomponerme antes de sentarme derecha y apagar
la cámara. Entonces conduzco por el camino de vuelta a la casa del tío de Lea,
escuchando ‚Me vs. Maradona vs. Elvis‛ de Brand New, y los recuerdos de la
última vez que escuché la canción casi me hacen chillar. Fue la primera vez que me
drogué, y Quinton y yo nos besamos. Fue un beso tan lleno de emociones —lo es
todavía—, prácticamente indescriptible, y estoy bastante segura de que nunca voy
a experimentar un beso así de nuevo y ni siquiera estoy segura de si lo quiero.
Cuando me dirijo a la casa me desanimo y el impulso de contar los correos
en el camino se hace incontrolable y lo hago. Llego a ocho antes de hacerme callar
y ser más fuerte, pero eso solo hace que me sienta más ansiosa y desamparada. Me
siento agotada y al instante que entro a la casa Lea sabe que algo anda mal.
—Está bien, ¿qué pasó? —pregunta desde la cocina. Está cocinando algo que
huele un montón a panqueques y eso hace que mi estómago se queje.
Dejo caer mi bolso en el sofá y me meto en la cocina. —Fue un día difícil —
le admito.
Ella está de pie sobre una plancha para cocinar y hay pasta en el mostrador,
junto con cáscaras de huevo y un cuenco. —¿Quieres hablar de ello?
Me dejo caer en uno de los taburetes alrededor de la isla, apoyo el codo en la
encimera, y apoyo mi mentón en la mano, respirando el olor a panqueques. —No
sé... tal vez... pero ya estuve hablando de ello con una cámara.
Voltea uno de los panqueques con una espátula, mientras el vapor se eleva
en el aire. —Sí, pero tal vez sería mejor hablar de ello con un ser humano. —Sonríe.
Noto lo tranquila que está la casa. —¿Dónde está tu tío?
—Salió a una cena de negocios o algo así. Me llamó y dijo que estaría en casa
más tarde. ¿Por qué?
—Solo preguntaba. —Sinceramente, no quería hablar de Quinton e iba a
usar eso como una excusa, que su tío se encontraba aquí y yo no quería que lo
oyera. Pero supongo que no puedo usarla, así que bajo la cabeza en mis manos,
confesando mi día—. Quinton y yo tuvimos una pelea y sucedieron algunas cosas
que me están confundiendo.
—¿Cómo qué?
—Como... como que se drogó delante de mí.
—Jesús, tú no hiciste na...
—¿Me veo así para ti? —La interrumpí levantando la cabeza.
Me evalúa con cautela. —No, pero no soy una experta.
Suspiro. —Bueno, te prometo que no lo hice. Incluso me puedes tomar una
prueba de drogas si quieres. —No creo que lo haga, pero lo digo con la esperanza
de hacerla sentir mejor.
Se relaja un poco, girándose de nuevo a los panqueques. —Bueno, creo que
no tienes que ir nunca más allí. Hay demasiada tentación en esa casa.
—Él no lo hizo mientras estábamos en su casa —aclaro, pero estúpidamente,
porque en realidad no importa dónde lo hizo. El hecho es que lo hizo—. Y no fue
como podrías pensar. No lo hizo porque era todo diversión y juegos, y quería que
me uniera a él. Lo hizo para molestarme, para que pudiera probar que no somos
iguales, y que yo no lo entiendo. No me estaba ofreciendo drogas, ni siquiera me
habría dejado tomarlas si se lo hubiese pedido.
Frunce el ceño al tiempo que la sartén chisporrotea. —¿Estás segura de eso?
Asiento, pero no estoy cien por ciento segura. El Quinton que he visto hoy,
no era el mismo que el chico que vi por primera vez, que siempre me dijo que
debería mantenerme alejada de las drogas. —Además, no es que quiera hacerlo —
digo, omitiendo que he pensado en eso un par de meses, ya que probablemente la
haría alucinar y hacer de esto mucho más grave, ya que todavía no hice nada de
eso—. Solo estaba siendo sincera contigo acerca de lo sucedido. Si no te estuviera
diciendo esto, entonces tendríamos un problema.
Desliza la espátula bajo un panqueque y lo da vuelta. —Sinceramente, no sé
qué decirte, porque no entiendo nada de esto.
—Y eso está bien —digo, sentada más derecha—, no tienes que decir nada.
Que escuches me ayuda.
Apaga el fuego y alcanza un plato del armario. —Creo que tienes que ir a
esa clínica que ayuda a quienes tienen personas en su vida que están luchando
contra las drogas.
—¿Dónde está?
Pone el plato en la mesa y comienza a acumular panqueques en él con la
espátula. —Bajando por este lado de la ciudad.
—Bueno, tal vez iré allí mañana —digo, pensando que no puede hacer
daño—. ¿Necesito una cita o algo así?
—Te voy a dar la información después de que comamos. —Deja la espátula
sobre la encimera—. Cambiando de tema, ¿quieres que cocine tocino con huevos
con estos panqueques?
Fuerzo una sonrisa y tratar de ser feliz lo hace sentir casi real. —Tocino
suena bien... Dios, es como tener mi propia ama de casa, preparando la cena para
mí.
—Eso significa que debes ser una buena esposa e ir a traer el tocino. —
Chasquea los dedos y apunta a la nevera—. Está ahí, en el cajón de abajo.
Me levanto del taburete y cocino el tocino mientras ella lava la sartén y
utiliza el cuenco para hacer los panqueques. Entonces nos sentamos y comemos en
la mesa y es muy normal. En el momento en que hemos terminado, me siento un
poco mejor y me preocupa porque sentirme mejor me permite darme cuenta de
que estaba mal. Me pregunto qué punto es demasiado lejos. ¿Hasta qué punto me
permito hundirme para llegar a Quinton?
Traducido por CamShaaw, Alessandra Wilde & Julie
Corregido por GypsyPochi

Nova
Me despierto a la mañana siguiente y veo el video de Landon mientras que
Lea se ducha, porque no quiero que ella sepa que lo estoy haciendo, y no quiero
que se preocupe más por mí. Odio ver eso, pero no puedo evitarlo. Algo acerca de
estudiarlo me hace sentir como si fuera a ser capaz de ayudar a que Quinton no
llegue a ese punto. Al igual que si lo veo lo suficiente, voy a ver algo que no vi
antes. Pero todavía no he descubierto lo que es.
Después de verlo, me visto y me voy a la clínica, como le dije a Lea. No sé lo
útil que va a ser escuchar a otras personas hablar de lo que están pasando, tratando
de ayudar a los adictos, pero en este momento voy a intentar cualquier cosa,
porque me siento tan impotente.
Tomo un café, rosquillas y camino allí, entonces estaciono mi coche en el
aparcamiento más cercano. El edificio está en una zona que se ve casi tan precaria
como la casa de Quinton. Pero hago todo lo posible para ignorar eso y entrar. Hay
una reunión para las personas que tienen familiares y amigos que son adictos a las
drogas y tomo un asiento en la parte de atrás, bebiendo mi café y escuchando,
sintiéndome un poco fuera de lugar, ya que apenas conozco a Quinton y todo el
mundo parece estar relacionado a las personas con las que están aquí.
Escucho por un momento a la gente expresar cómo se sienten, cuán tristes,
cuán heridos, preocupados, y qué tan afligidos están. Muchos de ellos son padres y
siguen hablando de que se sienten como si hubieran perdido un hijo, al igual que
las drogas los han matado. Un hombre en particular, con su cabello castaño y los
ojos marrones del tipo que me recuerda a Quinton comenzó a hablar. Aunque sé
que no es el padre de Quinton quien está allí, puedo fácilmente imaginarlo siendo
esa persona. Esto me hace preguntarme si el papá de Quinton se siente así; como si
hubiera perdido un hijo. Tiene que sentirse así.
Pero de acuerdo con Quinton, al menos por lo que dijo ayer, su padre lo
culpa por las muertes que ocurrieron en el accidente automovilístico. Pero yo no —
no puedo creer eso—, tiene que ser algo que él creó en su cabeza. Me pregunto si
Quinton alguna vez en realidad habló con su padre acerca de esto, si su padre
siquiera sabe dónde está.
Esto me da una idea, pero va a ser una idea difícil de lograr, ya que voy a
necesitar conseguir un número de teléfono para el papá de Quinton. Y dudo que
vaya a dármelo.
Aunque creo conocer a alguien que sí me lo dará, si puedo convencerlo. Así
que después de que termina la reunión, conduzco al apartamento de Quinton. El
sol está esplendoroso y la temperatura tiene que estar llegando a los cuarenta y
ocho grados. Hace tanto calor que no quiero ni salir del coche, pero una parte de
mí podría huir al interior.
Después de que pasan unos minutos, me obligo a salir al calor, manteniendo
mis gafas de sol. La zona del apartamento está tan tranquila como de costumbre
mientras camino a través del estacionamiento hasta la escalera. Ese chico, Bernie,
que se desmayó la primera vez que estuve aquí, está de vuelta en la mesa frente a
su puerta, esta vez despierto y enrollando un cigarrillo de marihuana, lo que revela
cuán indiferente es este lugar acerca de las drogas, y me hace preguntarme qué
demonios pasa detrás de todas las puertas cerradas.
—Hola, cariño —me dice, mientras me comprueba de nuevo con los ojos
inyectados en sangre. No lleva una camiseta, y su delgado pecho está teñido de
color rojo por el sol—. ¿De dónde vienes?
Tengo un top negro y pantalones cortos de mezclilla y su mirada apreciativa
me hace sentir muy vulnerable y expuesta, así que me apresuro, envolviendo mis
brazos alrededor de mí misma.
—Oye, si estás perdida puedo ayudarte a encontrar el camino a casa —dice
en voz alta, con una risita—. Estoy bastante seguro de que el lugar que estás
buscando es mi habitación.
—Pervertido asqueroso —murmuro, corriendo mientras paso a su lado más
allá hasta la puerta cerrada, solo pudiendo respirar cuando estoy de pie delante de
la de Quinton. Cuando alzo mi mano para llamar, mantengo mis dedos cruzados
para que no sea Dylan el que responda, ya que es casi tan espeluznante como ese
tipo Bernie.
Afortunadamente, después de tres golpes, Tristan abre la puerta, descalzo y
con un cigarrillo en la boca. Su cabello rubio está un poco ondulado, como si
acabara de despertarse, y su camiseta gris y pantalones vaqueros tienen agujeros.
—Oye —dice, pareciendo un poco inquieto, mirando por encima del hombro a la
sucia sala de estar con una mirada nerviosa en su rostro—. Quinton no está aquí, y
no se supone que vuelva hasta muy tarde.
—En realidad, estoy aquí para hablar contigo —le digo, tratando de hacer
caso omiso al hecho de que Tristan parece estar cubriendo a Quinton, y que incluso
él podría estar aquí evitándome.
Su nerviosismo se convierte en desconcierto mientras saca el cigarrillo de su
boca. —¿Por qué?
—Porque tengo que preguntarte algo. —Nerviosamente miro por encima a
Bernie, que nos está observando mientras fuma un porro, y luego miro de vuelta a
Trsitan—. Mira, ¿podemos ir a algún lado a hablar?
Me da una mirada severa para el Tristan que solía conocer. —Solo habla
conmigo aquí.
Inhalo a través de la nariz, contando hacia atrás en mi cabeza, hablándome a
mí misma para mantener la calma. —Prefiero hablar contigo en algún lugar más
privado.
Me mira con esa expresión aburrida de que estoy molestándolo, por lo que
me sorprende cuando dice—: Está bien.
Le da un golpecito a su cigarrillo por encima de mi hombro y sobre la
barandilla, y luego se vuelve para entrar a la casa. Deja la puerta apenas abierta, lo
suficiente para oírlo hablar con alguien que suena muy parecido a Quinton.
Cuando abre la puerta de nuevo, tiene un viejo par de zapatillas de deporte en la
mano y sale, cerrando la puerta detrás.
Se detiene para ponerse los zapatos, levantando la vista hacia mí, mientras
ata uno de los cordones. —Sabes, a pesar de lo que él diga más tarde, le va a doler
que hayas venido a verme —me dice, fijando el cordón, de pie con la espalda recta.
—No estoy tan segura de eso —digo mientras caminamos a través del
balcón—. Creo que él quiere que lo deje en paz… de hecho, creo que lo estás
cubriendo en este momento.
Me mira con curiosidad. —¿De verdad crees eso? ¿Qué no lo lastimará el
que hayas venido a verme?
—Sí —le digo con honestidad—, así es.
—Bueno, sí lo lastimará —dice mientras nos dirigimos por las escaleras—.
Pero no le digas que te dije eso.
Me callo hasta llegar a la parte inferior de la escalera, procesando lo que
acaba de decirme. —¿Por qué me dices esto? —pregunto.
Tristan se encoge de hombros, mirando a su alrededor en la planta baja
como si estuviera buscando a alguien o algo. —No lo sé. Porque es la verdad, y te
mereces la verdad.
No estoy segura de qué hacer con lo que dice y cuando más lo examino, más
me doy cuenta de lo inquieto que está: tamborileando con los dedos los lados de
sus piernas, moviendo la mandíbula de un lado a otro. Está drogado y me da pena,
y a pesar de que no me gusta pensar esto, me pregunto si hará que sea más fácil
sacarle alguna información.
Nos dirigimos a mi coche, sin decir nada. El sol ha calentado los asientos de
cuero, así que al sentarme me quemo el dorso de mis piernas. Me apresuro a
encender el motor mientras Tristan abrocha el cinturón de seguridad.
—¿A dónde vamos? —Se frota las manos con una mirada juguetona en sus
ojos.
—No lo sé… ¿Hay algún lugar que tengas en mente? —Pongo mis manos en
el volante, pero al instante las retiro cuando mis manos se queman—. Mierda, eso
está caliente.
Piensa en ello brevemente, y luego apunta a nuestra izquierda, donde la
ciudad se vuelve más oscura, más deteriorada, y eso me inquieta. —Sí, hay un bar
un poco cerca donde podemos ir a pasar el rato —dice. Estoy preocupada de ir a
un bar de por aquí y debo mostrarlo porque él añade—: Es totalmente discreto y
seguro. Lo prometo.
—Está bien —respondo, pero no estoy segura de confiar en él, en sus
enormes pupilas, o su mandíbula espástica. Pero quiero respuestas sobre el padre
de Quinton, así que lo sigo, con la esperanza de no estar cometiendo un gran error
y lo que me espera valdrá la pena el riesgo.
Quinton
Creo que he cometido un error. O por lo menos eso es lo que mi cerebro me
está diciendo. Que debo perseguir a Nova y decirle que se quede conmigo, que no
se vaya con Tristan, decirle que estoy aquí y que simplemente me sentía molesto
por lo que pasó en el techo e hice que Tristan mintiera por mí. El problema es que
ya se han ido, porque dudé. Indeciso entre lo que es correcto y lo que las drogas
me dicen que yo quiero.
Estoy paseando por la sala de estar como un loco, preguntándome cómo las
cosas fueron en esta dirección. En un momento le dije a Tristan que me cubriera y
le diga a Nova que yo no me encontraba aquí porque no tenía ganas de hablar con
ella después de todo el incidente. De hecho, planeaba nunca volver a verla.
Y eso es lo que le dije a Tristan.
Lo siguiente que supe, ellos se fueron juntos. Estoy muy molesto pero gran
parte de esa ira es dirigida a mí mismo por preocuparme tanto que no puedo
dejarla ir, que no puedo dejar de quererla tanto. Saber que salió con Tristan me ha
hecho dolorosamente consciente de esto y al tratar de ignorarlo se convirtió en lo
único que podía pensar.
Me drogo, tratando de matar la emoción dentro de mí y el sentimiento de
culpa. Pero por alguna razón, hoy la metanfetamina está añadiendo leña al fuego a
mis emociones. No estoy seguro de qué hacer con todo el dolor y la ira. Ha sido un
largo tiempo desde que me he sentido así y todo lo que quiero hacer es golpear con
mi puño una pared. Dejo de pasearme, recojo un bolígrafo, y me preparo otra línea
en la mesa de café quebrada. Después de que la sensación golpea mi cuerpo y
cierra de golpe mi corazón y mente, me dirijo hacia la pared para perforar un
agujero como quería, pero la puerta se abre de repente. Me volteo y encuentro a
Dylan empujando a Delilah en la habitación.
—Estúpida puta de mierda —dice, empujando a Delilah en el apartamento,
y ella cae sobre su espalda, apenas rozando la esquina de la mesa de café con la
cabeza—. Te dije que no lo estropees pero no pudiste mantener la boca cerrada,
¿verdad?
—Lo siento. —Las lágrimas caen de sus ojos mientras se sienta y se esfuerza
por poner sus pies debajo de ella. Solo tiene un zapato puesto y eso la lleva a rodar
su tobillo, pero se las arregla para levantarse, apoyando su peso contra el sofá.
—Tú y tu mierda de lo siento. —Dylan cierra la puerta con tanta fuerza que
la mierda cae en la cocina y escucho unos cristales romperse—. Siempre lo sientes,
sin embargo, sigues echándolo a perder.
Ya los he visto pelear, en realidad mucho. Pero, últimamente, ha sido cada
vez peor. Un montón de gritos. Una gran cantidad de empujones. Realmente creo
que Dylan podría estar perdiendo el control; sus demonios internos, cualesquiera
que sean, se deslizan a través de las grietas. Esto parece aún peor de lo que he visto
antes, pero podría ser porque estoy más allá de drogado. Mi mente está corriendo
a mil kilómetros por minuto de manera que ni siquiera puedo mantenerme al día
con ellos y todo es simplemente demasiado.
Delilah está sollozando y su mejilla luce inflamada como si él la hubiese
golpeado, y Dylan está alterado, con los ojos saltones, y las venas saltando bajo su
piel. Él luce como si se hubiese topado con ácido y tal vez es así. Sea lo que sea,
cuando él se adelanta hacia ella con la mano hacia arriba, algo hace clic dentro de
mí. Aquí me estoy volviendo loco porque quiero una chica que no puedo tener —
que no merezco— porque maté a mi novia —la perdí— y él tiene a su novia aquí,
la puede tener cada vez que quiere y elige golpearla.
Veo rojo y antes de darme cuenta de lo que estoy haciendo, salto entre ellos
dos. Puede que no sea la idea más brillante, ya que Dylan podría ponerse un poco
loco y siempre está llevando eso estúpido revólver, pero no me importa en este
momento. Sin darse cuenta, me está haciendo enojar. Además, estoy tan alterado
que apenas puedo mantener quieta mi cabeza, mis dedos están retorciéndose y
creo que podría haber tomado demasiado porque mi corazón y mente se sienten
como si estuvieran a punto de estallar.
—Oye, retrocede —digo, sin empujarlo, pero extiendo mi mano, lo que le
hace caminar en línea recta hacia atrás.
—¿Es una maldita broma? —espeta; la rabia quema mientras él recupera su
equilibrio y avanza hacia mí.
Presiono mis palmas contra su pecho y lo empujo. Parece que está luchando
para mantener el equilibrio, balanceándose hacia los lados y chocando contra la
pared. Calculo que está drogado y que yo debería ser capaz de alejarlo, pero de
repente se recupera, corriendo hacia mí y balanceando su puño.
No tengo tiempo para apartarme y el puño choca contra mi cara. Flexiono
mi mandíbula, me tambaleo hacia Delilah, y sin querer, la tiro al suelo. Ella
comienza a llorar, gritando algo que se parece mucho a: ‚Por favor, no le hagas
daño‛. No estoy seguro de si se refiere a mí o Dylan, pero no importa. Dylan me
sonríe y la rabia que sentí cuando entraron aumenta. Me acerco a Dylan, con mi
adrenalina palpitante mientras levanto mi puño y le golpeo el rostro. Su labio se
abre y salpica sangre por todas partes.
Las cosas se ponen borrosas después de eso.
Él me amenaza con echarme al tiempo que me escupe en la cara. —Estás
acabado.
Le digo que se vaya al infierno mientras lo empujo hacia atrás con tanta ira
y adrenalina dentro de mí que me asusta. —Que te jodan. No tienes nada que decir
en quién se va a quedar en esta casa. Es de todos nosotros.
Su cara se enrojece. —Sí puedo decidirlo porque yo soy el que lo controla
todo. Sin mí y mis conexiones, nadie tendría ni dinero ni drogas para sobrevivir.
Traigo las drogas. Yo construí esto. —Señala el apartamento como si estuviera
reclamando un premio.
—Y qué maldito premio es este. —Pongo mis manos en puños, con ganas de
retorcerle el cuello, de sacarlo a patadas de la casa. Mi enojo es tan intenso que
estoy temblando al tiempo que la sangre ruge en mis oídos.
Seguimos discutiendo sobre este apartamento y la vida, echándonos cosas
en cara, respirando en el cuello del otro. Nunca he sentido tanta rabia en mi vida,
además de tal vez cuando me di cuenta que había sido devuelto a la vida, mientras
que todos los demás estaban muertos. Se siente como que no puedo hacer nada por
el momento. Estoy fuera de control. Él está fuera de control. No estoy seguro de lo
que habría ocurrido, pero Delilah se para entre nosotros y me empuja lejos de
Dylan.
—¡Déjalo en paz! —Llora, girando hacia mí.
Me quedo boquiabierto con las manos a los lados. —¿Me estás tomando el
pelo? Estaba a punto de golpearte.
Ella niega con la cabeza rápidamente, acomodando su camisa y alisándose
el cabello, como si al arreglarse, soluciona el problema. Pero su mejilla sigue
hinchada y sus ojos continúan manchados con rímel. —Estábamos peleando,
Quinton. Eso es todo.
Quiero discutir con ella, pero toma la mano de Dylan y lo lleva al pasillo. —
Vamos, nene. Vamos a ponerte un poco de hielo en la cara.
Dylan me mira, con su mejilla hinchada donde lo golpearon mis nudillos. —
Quiero que Tristan y tú se busquen una nueva casa. Lo digo en serio. Ya he
terminado con ustedes dos —dice.
—¡Siempre has terminado con nosotros y sin embargo, nunca nos vamos! —
le grito y él entorna los ojos mientras Delilah lo lleva al final del pasillo.
Suspiro, sin darme cuenta de lo nervioso que estaba, la cantidad de tensión
en el aire hasta que desaparece. Acuno mi mejilla donde él me golpeó, sintiendo el
dolor caliente extenderse por toda mi cara. No estoy seguro de qué hacer, no solo
acerca de la situación de vida o Dylan, sino también conmigo mismo. No estoy
seguro de nada. Lo que acaba de ocurrir: esa lucha. No era yo. Lo que hice en el
tejado: ser grosero con Nova. No era yo. Nunca me metía en peleas ni le gritaba a
las chicas. Pero, de nuevo, ya no soy quien solía ser. Pero, ¿quién diablos soy
exactamente? Esta persona dentro de mí, el que sobrevivió al accidente y ahora
está dopado y apenas vivo, no se siente bien. Se siente dañado y distorsionado, feo
y enredado. Acuchillado y roto. Vulnerable e inestable. Y no estoy seguro de si
tiene que ver con la presencia de Nova o si me sentiría así de todos modos, sin
importar quién estuviera aquí. Pero parece que hace solo una semana yo era más
estable, lo que tiene que hacerme preguntar; cuánto me afecta ella, cuánto me
afecta luchar contra ella.
Regreso a mi habitación y me dejo caer sobre el colchón, sintiendo que
disminuye la sobrecarga de adrenalina. Por un instante, mi mente se ralentiza para
reflexionar cómo llegué a este lugar. Cómo he caído tan bajo. Cómo he creado este
monstruo dentro de mí, cómo sería yo si este muriera. Pero luego echo un vistazo a
los nombres en mi brazo y recuerdo.
Llegué aquí porque soy nadie.
Ni siquiera debería estar vivo.
Nova
Sigo las instrucciones de Tristan hasta un pequeño bar en una esquina a
pocos kilómetros. Justo al lado hay un lugar llamado Topless Hotties & Drinks y
en frente una sala de masajes, pero por la señora medio desnuda pintada en la
ventana de vidrio me pregunto qué tipo de masajes dan.
Tristan no parece sentirse incómodo por nada de esto. De hecho, está como
en casa mientras sale del coche.
—Tienen las mejores bombas Jäger aquí —me dice mientras abre la puerta
de cristal tintado en la parte delantera del edificio. La mantiene abierta para mí y
yo entro, encogiéndome por el ambiente oscuro y lleno de humo.
—Ya no bebo más —le digo y la respiración sale de mis labios cuando una
camarera pasa con un uniforme que parece que fue comprado en Victoria’s Secret.
Tristan me da una mirada extraña, como si no entendiera bien el concepto.
—Por supuesto. Está bien. —Entonces él me lleva hasta la zona del bar abierto que
cuenta con mesas y sillas en un lado, y un par de mesas de billar, por el otro.
Hay una máquina de discos en la esquina reproduciendo ‚Leader of Men‛
de Nickelback. Todas las camareras están vestidas de manera similar a la que nos
encontramos cuando entramos, vistiendo trajes de tipo lencería. En su mayoría hay
chicos, pero por suerte, hay algunas mujeres aquí y allí, así que no me siento tan
fuera de lugar, aunque sí muy incómoda con las camareras medio-vestidas.
—¿Quieres jugar al billar? —pregunta Tristan, inclinando la cabeza y
dándole una vistazo a una camarera no tan discretamente.
Me encojo de hombros. —Nunca he jugado.
—¿En serio?
—Sí, en serio.
Reflexiona sobre esto, intrigado. —Bueno, creo que podría ser el momento
para desflorarte —dice con una expresión pícara que me hace preguntarme si sabe
que soy virgen. Si tal vez Quinton le habló del pequeño incidente en el estanque.
Pero por alguna razón, me parece que no puedo imaginarme a Quinton haciendo
eso.
—Suena bien. —Le sigo el juego, a sabiendas de que si quiero obtener
información sobre el padre de Quinton, voy a tener que permanecer en su lado
bueno.
Él sonríe y me hace señas para que lo siga, deteniéndose brevemente para
pedir un trago de vodka en el bar. Me pregunta si quiero uno y sacudo la cabeza,
diciéndole que rara vez bebo ahora. Me mira raro, pero no insiste.
Una vez que se lo toma de golpe, se ve aún más relajado, y parte de mí
desea también poder beber. Pero me temo que un trago puede dar lugar a cinco y
eso puede conducir a mucho más. Además, tengo que conducir.
Tristan coge dos tacos de la pared, me da uno, luego acomoda las bolas.
Saluda a un tipo con una larga barba mientras él rodea la mesa para alistarse para
romper las bolas y me pregunto...
—¿Qué tan a menudo vienes aquí? —pregunto, inclinando mi peso en el
taco cuando lo mantengo en posición vertical contra el suelo.
Se encoge de hombros, bajando la cabeza e inclinándose sobre la mesa de
billar mientras apunta el taco hacia las bolas. —No sé... como una o dos veces a la
semana. —El taco se sacude hacia adelante y la punta golpea la bola. Se dirige
hacia adelante y golpea a las otras, esparciéndolas por toda la mesa. Él se pone de
pie, sonriendo con orgullo cuando dos bolas de color sólido van a las troneras—.
Creo que va a ser la hora de la venganza por hacerme perder en los dardos todo el
tiempo.
—No te hice perder en los dardos —le digo—. Soy mejor, eso es todo.
Me da una sonrisa arrogante y se mueve alrededor de la mesa, orquestando
su siguiente tiro, y lo hace. Esto sucede dos veces más y cada vez se ve más
arrogante. Cuando finalmente pierde un tiro, apenas le desconcierta.
—Adelante y dale una oportunidad —dice, señalando a la mesa.
Casi sonrío porque esto se siente tan normal, cómo solían ser las cosas, solo
él está drogado y yo sobria. Doy un paso hasta la mesa e intento mi mejor esfuerzo
para golpear una de las bolas rayadas, pero fallo épicamente. Frunzo el ceño
porque ni una sola bola, excepto la blanca, se mueve.
Se ríe de mí y es la primera emoción real que creo que he visto; la verdadera
felicidad fugaz deslizándose a través de las drogas que tienen el control de su
sistema.
—Me alegra que pienses que esto es divertido —le digo, y lo digo en serio.
Es bueno verlo reír.
—Oh, sí. —Su risa se apaga y me estudia desde el otro lado de la mesa, con
los ojos azules que solían ser mucho más brillantes. Ladea la cabeza hacia un lado
como si estuviera deliberando su próximo movimiento y luego baja su taco y
camina alrededor de la mesa, acercándose hacia el lado donde estoy parada—.
Ven, deja que te ayude.
Llega a mí e instintivamente doy un paso atrás. —Pero es tu turno.
—Lo sé —dice—. Pero esto puede ser más como una lección que un juego.
Hago pucheros. —¿Soy tan mala?
Suprime una risa. —Solo deja que te ayude.
Dejo escapar una respiración ruidosa. —Bien.
Él sonríe y luego se acerca a mi lado. —Mira la mesa —dice y le obedezco,
dando la vuelta. Pone un brazo a cada lado de mí y presiona su pecho contra mi
espalda mientras me inclino hacia abajo y se mueve conmigo, mostrándome cómo
agarrar el taco correctamente, poniendo sus manos sobre las mías y guiándolas en
la posición correcta.
Su cercanía me pone nerviosa, sobre todo cuando su cálido aliento me
acaricia la mejilla mientras sumerge su cabeza hacia adelante. Creo que va a decir
algo, tal vez darme un beso en la mejilla. Me pregunto si se lo permitiría; cuán lejos
iría para conseguir lo que necesito para ayudar a Quinton. No me están gustando
mucho mis pensamientos en este momento, pero por suerte, puedo llegar a escapar
de ellos cuando todo lo que Tristan hace es ayudarme a apuntar el taco y luego
disparar hacia adelante. Esta vez una gran cantidad de bolas se dispersan y una se
mete en la tronera.
—Ves, no es tan difícil, ¿verdad? —pregunta, con las manos alejándose de
las mías.
Sacudo mi nerviosismo y me doy vuelta. —No, pero ahora que me has
mostrado cómo, has hecho que sea más difícil para ti ganar.
Él se ríe mientras se frota la mandíbula desaliñada. —Por alguna razón lo
dudo.
—Sí, yo también —concuerdo, dando un paso alrededor de la mesa de billar
para hacer mi siguiente tiro, el cual fallo. Se ríe, divertido.
Jugamos por un rato más y, por supuesto patea mi culo, lo que comenta un
par de veces mientras encontramos un asiento en una mesa para que pueda pedir
otra bebida. Después de que la camarera se retira para buscarle a Tristan su bomba
Jäger y mi Coca-cola, agarra el salero y empieza a girarlo entre sus manos.
—¿Así que vas a decirme lo que querías hablar? —pregunta, estableciendo
el salero a un lado y recostándose en la silla. Coloca sus manos detrás de su cabeza,
y los codos doblados hacia afuera—. Porque supongo que no se trataba de billar.
Niego, contando las grietas de la mesa. —Quería preguntarte algo sobre
Quinton.
Pretende ser indiferente, pero sé que se pone tenso porque comienza a
apretar los dientes. —¿Qué pasa con él?
Jugueteo con la banda en mi muñeca, tratando de averiguar por dónde
empezar. —Bueno, como que tenía curiosidad por su padre.
Sus ojos se fijan en los míos, sombreados con irritación. —¿Qué pasa con él?
Dios, ¿cómo puedo decir esto? Quiero decir, no quiero traer a su hermana a
colación, pero ¿cómo puedo evitarlo y todavía conseguir lo que quiero? —¿Alguna
vez hablaste con él?
Tristan baja los brazos sobre la mesa. —No, al menos no que yo sepa. —Se
recuesta en la silla cuando la camarera llega y pone nuestras bebidas en la mesa, y
espera a que se vaya antes de hablar de nuevo—. Ellos no se llevan bien. —Echa el
chupito de Jäger en el vaso más alto, entonces lo recoge—. De hecho, es más o
menos la razón por la que terminó en Maple Grove, porque su padre lo echó de la
casa.
Quiero preguntarle si el papá de Quinton sabe acerca de su consumo de
drogas, pero ya que Tristan está drogado, no estoy segura de lo bien que saldría
eso. —Sí, pero si supiera dónde vivía, ¿crees que él querría hablar con Quinton? —
Tomo un sorbo de soda—. ¿Ayudarlo?
—¿Ayudarlo con qué? —Hay un desafío en sus ojos, retándome a decir
‚consumo de drogas‛ en voz alta.
Revuelvo mi pajilla alrededor en mi bebida. —No sé... Solo tenía
curiosidad... si hablaban o si alguien le dijo algo acerca de la situación.
Toma otro gran trago de su bebida, mirándome por encima del borde del
vaso. —¿Y qué situación es esa?
Obviamente estoy empujando el botón equivocado y no sé cómo salirme de
esta situación, así que decido ser franca. —Mira, sé que estoy enojándote, pero
realmente quiero ayudar a Quinton y pienso que a lo mejor si pudiera ponerme en
contacto con su padre y decirle lo que está pasando, podría tal vez ayudarlo a
ponerse mejor. Pero necesito que me des su nombre y número con el fin de hacer
eso.
—¿Quién dijo que estaba enojado contigo? —pregunta con calma y luego
acaba con el resto de su bebida.
Está siendo un idiota, pero sé que es un hecho que no es realmente él, sino
esta versión fantasma y drogadicta de sí mismo. No me dice nada más y se levanta
de la silla para llevar el vaso vacío a la barra. Espero que regrese, pero en cambio
empieza a coquetear con la camarera, una mujer de piernas largas, cuyo top es
transparente cuando la luz la golpea en el ángulo correcto.
Tristan parece ir más allá de lo posible para que sea obvio que él le está
coqueteando, incluso yendo tan lejos como tocarle a tientas el pecho. La mujer se
ríe en respuesta y comienza a enrollar un mechón de su cabello alrededor de su
dedo. Cuanto más larga se vuelve la escena, más torpe me siento y por fin me
levanto de la mesa, decidiendo que fue una mala idea y que necesito crear un plan
mejor. Lanzo un billete de cinco sobre la mesa para cubrir mi bebida y luego dejo el
húmedo bar. Cuando entro bajo la luz del sol, respiro libremente, pero la sensación
de fracaso aplasta mi pecho.
Para cuando llego a mi coche, estoy jadeando y luchando por no contar con
los postes en la cochera de estacionamiento. Agarro la manija de la puerta con mi
mano temblorosa.
Inhala... exhala... inhala... exhala...
—Nova. —La voz de Tristan flota sobre mi hombro—. ¿Estás... —Sus pies
rozan contra el suelo mientras da un paso hacia mí—. ¿Estás bien?
Estoy a punto de llorar, y la última cosa que quiero hacer es darme la vuelta
y dejarle ver ese hecho. —Sí, estoy bien. —Levanto la mano para dar unos toques
discretamente en mis ojos con mis dedos y reponerme antes de darme la vuelta
para mirarlo—. Simplemente no me estoy sintiendo muy bien, de repente.
Hay especulación en sus ojos cuando me mira. —Tal vez deberíamos irnos.
Asiento y estoy a punto de subir al coche cuando veo a un tipo alto, con
brazos robustos y hombros anchos, vistiendo pantalones negros y una camisa
bonita con botones, acercándose con los ojos fijos en nosotros. Tiene una extraña
mirada en su rostro, como si hubiera encontrado algo que se muere por tener y lo
encuentra divertido.
—Bueno, bueno, bueno, veo que por fin te encontré. —Tristan se tensa ante
el sonido de su voz, luego se vuelve gradualmente.
—Trace, ¿qué pasa? —Hay una risa nerviosa bajo su tono estresado.
Trace se detiene justo ante nosotros con los brazos cruzados. Probablemente
tiene unos veintitantos años, está drogado, con un cuerpo muy robusto y una
mirada intimidante. También tiene puñeras en la mano y una cicatriz en la mejilla,
apenas un rasguño ligero, pero grita ‚capo de droga‛ para mí. Tan pronto como lo
pienso, sacudo la cabeza para mí misma por lo absurda que soy. No hay manera de
que pudiera estar pasando… no hay tal cosa.
—Ya sabes, eres es una persona difícil de rastrear —dice pensativamente
Trace—. Me presento en el estacionamiento y dejas que tu amigo tome el golpe.
Luego voy a tu casa de mierda y Dylan toma el golpe esa vez, aunque si estabas
allí, seguro te habría delatado. —Una sonrisita toca sus labios, como si estuviera
entretenido por los nervios de Tristan—. Las cosas habrían sido mucho más fáciles
si hubieses dado un paso adelante en lugar de ser un maldito cobarde.
Tristan se mueve lentamente hacia un lado, colocándose entre Trace y yo. —
Sí, lo siento por eso. Pero ya sabes cómo son las cosas... estás drogado y esa mierda
y simplemente haces cosas estúpidas.
—Drogado —dice Trace, deambulando hacia adelante y haciendo crujir sus
nudillos. No estoy segura de qué hacer; ¿quedarme dónde estoy? ¿Entrar en el
coche? Pero puedo sentir la tensión en el aire, tan espesa que está asfixiando—. Las
drogas de las cuales me debes dinero. —Se detiene delante de Tristan, elevándose
por encima de él, y Tristan no es nada pequeño, lo que significa que el tipo es
alto—. Voy a hacer esto muy fácil para ti. Dame el dinero que me debes, más los
intereses, y voy a dejar que te vayas.
—No tengo el dinero ahora —murmura Tristan con la cabeza inclinada
hacia abajo—. Pero lo conseguiré para ti. Solo necesito un poco de tiempo.
—Tiempo, ¿eh? —Ahí es cuando el tipo me mira por primera vez, pero es
como si me hubiese notado mucho antes—. ¿Y quién es esta preciosura de aquí?
No estoy segura de si se trata de una pregunta retórica o no, pero opto por
guardar silencio, cubriéndome detrás de Tristan. Mi pulso se acelera tan rápido
que me siento mareada y aturdida, como si fuera a desmayarme.
Tristan se para derecho, pasando una mano por su pelo. —Eso no es de tu
incumbencia, así que déjala en paz.
—No es de mi incumbencia. —Su risa baja reverbera a nuestro alrededor.
Entonces, de repente su mano sale disparada y él agarra la parte inferior de la
camisa de Tristan—. En este momento, todo lo que haces es de mi incumbencia
hasta que me pagues. —Acaricia la mejilla de Tristan con su mano libre—.
¿Entiendes?
—Sí, lo entiendo —dice Tristan aunque con los dientes apretados, con miedo
a moverse.
Trace lo deja ir y Tristan tropieza de nuevo hacia mí, chocando con la parte
delantera de mi coche. —Bien. —Parece haberse calmado y comienzo a relajarme
mientras se aleja para irse, pero luego se da vuelta inesperadamente y lleva su
puño hacia el intestino de Tristan. Oigo como se queda sin aire al caer de rodillas,
jadeando en busca de aire, y me pongo a correr hacia él, pero los ojos de Trace se
enfocan en mí y la oscura advertencia me detiene en seco. Él baja la mirada hacia
Tristan desplomado de rodillas y luego levanta su puño de nuevo. Esta vez sus
nudillos chocan con la mejilla de Tristan. Oigo un ruido cuando Trace se aleja de
nuevo, preparándose para golpearlo otra vez. Chillo para que se detenga, pero él
golpea con su puño de nuevo y veo con horror como golpea a Tristan en el
estómago de nuevo. Las piernas de este se sacuden, como queriendo colapsar
mientras se encorva, luchando por respirar.
Por último, Trace baja la mano salpicada con la sangre de Tristan. —Tienes
una semana para pagarme o no te marcharas. ¿Entiendes?
Tristan asiente, sin decir una palabra, y el tipo Trace se da vuelta y sale del
estacionamiento, sacando su teléfono celular del bolsillo.
Me apresuro a Tristan y lo ayudo a levantarse. —Oh, Dios mío, ¿estás bien?
—pregunto mientras se menea lejos de mí.
Él envuelve su brazo alrededor del estómago mientras se levanta y su cara
se retuerce de dolor, mientras la sangre gotea de su nariz, y todo el lado de su cara
se pone rojo e hinchado. —Simplemente perfecto.
Lo observo con preocupación. —Tal vez debería llevarte al hospital. —
Extiendo mi mano para tocarlo, pero él se inclina hacia atrás.
—No quiero ir al hospital —dice bruscamente—. Estoy bien.
—No te ves muy bien.
—Bueno, lo estoy.
Niego, irritada por su terquedad. —¿Qué fue eso? —Echo una mirada
ansiosa en la dirección de la salida por la que se alejó Trace.
—Solo una vieja deuda —dice Tristan, apoyando su peso contra el coche, y
esforzándose para respirar adecuadamente.
—¿Por drogas?
Se encoge de hombros mientras se limpia un poco de la sangre de la nariz
con la mano, y luego hace una mueca de dolor. —A veces hago estupideces.
Recuerdo que el año pasado vi a Dylan, Quinton y Delilah vendiendo
drogas a los chicos. —¿Ahora venden drogas?
Él parece como si quisiera rodarme los ojos, pero se resiste. —Pareces
sorprendida.
—Lo estoy un poco —le reconozco. ¿O tal vez no quería ver la verdad?—. ¿Está
Quinton también en problemas?
Niega. —No, solo yo y mi propia estupidez. —Su voz se reduce cuando un
par de personas caminan junto a nosotros, en dirección a su coche.
—¿Vas a ser capaz de pagarle a ese tipo? —pregunto.
—Por supuesto —dice con indiferencia—. De hecho, tengo que volver a la
casa y conseguir unas pocas cosas que me van a conseguir dinero extra.
Quiero preguntarle cuáles son esas pocas cosas, pero temo la respuesta. —
¿Cuánto le debes?
—No te preocupes por eso —dice, y luego, manteniendo su mano en el
capó, comienza a girar hacia el lado del pasajero.
—¿Estás seguro...? porque tal vez podría ayudarte. Prestarte algo de dinero
o algo así.
—He dicho que estoy bien, Nova. —Él abre la puerta con su brazo aún
través de su estómago.
Agarro la manija de la puerta. —Bueno, si alguna vez necesitas ayuda con
algo... estoy aquí.
Subimos al coche y Tristan me lanza una mirada fría. —¿Qué? ¿Vas a
salvarme, también, Nova? ¿Pagar mi deuda y sacarme de este infierno junto con
Quinton? —Pone los ojos en blanco—. Porque las cosas no funcionan de esa
manera, especialmente cuando las personas no quieren salir de ese infierno en que
viven.
—Yo… —No tengo ni idea de cómo responder a eso. A pesar de que me
ofrecí a ayudarle con su deuda, no tengo mucho dinero. Y en lo que se trata de
sacarlo de ese infierno, ni siquiera puedo manejar a Quinton, por no hablar de
alguien más.
—No lo creo —dice Tristan fríamente, frente a la ventana y desechándome
mientras él levanta la parte inferior de su camisa hasta su nariz sangrando y trata
de limpiar la sangre que aún gotea.
Sacudiendo la cabeza, meto la mano en la guantera y saco una servilleta. —
Aquí tienes —le digo, dándole la servilleta.
—Gracias —dice entre dientes y luego presiona la servilleta en su nariz.
Salgo del aparcamiento y me dirijo hacia su casa. Trato de hablar con él,
pero no parece demasiado interesado, mirando por la ventana todo el tiempo
mientras tamborilea con los dedos sobre sus rodillas al ritmo de las canciones. Para
el momento que estaciono el coche, espero que salga sin decir nada como Quinton
lo hizo la última vez que lo dejé.
Pero cuando él agarra el mango para salir, hace una pausa y luego retira su
mano. —¿Tienes tu teléfono contigo?
—Sí. ¿Por qué?
Gira la cabeza hacia mí con una mirada reticente en su rostro, establece la
servilleta en su regazo, y extiende su brazo hacia mí. —Déjame verlo.
Lo recupero de mi bolsillo y se lo doy, viendo como golpea unos cuantos
botones en la pantalla táctil antes de dármelo de vuelta. —Se llama Scott Carter y él
vive en Seattle. —Llega a la manija de la puerta de nuevo—. No estoy seguro de si
ese es todavía su número, ya que la última vez que hablé con alguien de la casa fue
hace más de un año cuando Quinton solía vivir allí, pero esa es tu mejor opción.
—Gracias, Tristan —le digo mientras él abre la puerta, aturdida de que en
realidad me dio la información—. Y si alguna vez necesitas algo, ayuda para salir
de problemas, por favor, por favor pídemelo. —Quiero decir algo más, pero no sé
cuánto bien hará.
—Como sea. Solo te doy el número porque lo pediste. No porque quiera tu
ayuda con algo —responde, abriendo la puerta completamente y agachando la
cabeza para salir—. Y no creo que vaya a ayudar a Quinton. Créeme cuando digo
que él solo va a dejar de hacer lo que hace cuando quiera abandonarlo. Lo sé
porque eso es lo que me pasó y es difícil dejar algo que te hace sentir tan
jodidamente bien. —Lo dice muy causalmente y antes de que pueda responderle,
está cerrando la puerta y alejándose hacia su apartamento de mierda, moviéndose
lentamente, porque está dolorido.
Me quedo mirando el teléfono en la mano y las palabras de Tristan se
repiten en mi cabeza, preguntándome si él tiene razón. Si tal vez no va a hacer
ningún bien. Si trato de buscar una solución a un problema que no se puede
arreglar, uno que es mucho más grande que yo, algo que he visto hoy en la cochera
de estacionamiento.
Aun así, al menos tengo que intentarlo. Porque la última vez que no lo
intenté, alguien terminó muerto.

***
Cuando regreso a la casa del tío de Lea, es a media tarde y estoy cansada,
más de lo que he estado en mucho tiempo. Pero trato de mantener una actitud
positiva y optimista mientras le cuento mi plan a Lea y le pido ayuda para llamar
al padre de Quinton.
—No sé qué decirle —dice mientras me hundo en el sofá junto a ella,
exhausta. Recoge el mando a distancia desde el apoyabrazos y lo apunta a la
televisión, para silenciarlo. Se vuelve hacia mí en el sofá, subiendo la pierna sobre
el cojín—. Los padres son, pues, padres, ya sabes. Y no creo que él vaya a
responder bien si un amigo de Quinton lo llama y le dice que su hijo es un
drogadicto.
Me estremezco ante la palabra drogadicto. —Bueno, ¿tienes una idea mejor?
—pregunto.
Considera esto por un minuto o dos. —Llama a tu mamá.
—¿Qué?
—Llama a tu mamá y pídele que llame a su papá.
Me desplomo en el sofá, preguntándome si es una buena idea o no. —¿De
verdad crees que es la mejor manera?
Levanta los pies descalzos sobre la mesa. —¿Te acuerdas de cómo antes de
que pudiéramos ayudar con la línea de suicidio, tuvimos que pasar por ese proceso
de selección y formación? —pregunta, y asiento—. Bueno, todavía no has pasado
por el proceso de formación de ser padre —bromea.
Resoplo una risa. —Eso es algo bueno. —Tuerzo un mechón de mi cabello
alrededor de mi dedo, pensando—. Pero entiendo lo que dices.
Me ofrece una pequeña sonrisa y acaricia mi pierna. —Llama a tu mamá y
pregúntale.
Suspiro y recupero mi teléfono de mi bolsillo, marcando el número de mi
mamá. Empiezo con una conversación ligera, diciéndole con detalles vagos como
han sido mi último par de días. Entonces le cuento mi idea de comunicarme con el
padre de Quinton y pedirle ayuda.
—¿Y crees que yo debería ser la que le llame? —pregunta en tono vacilante.
—Sí... Quiero decir, eres madre y entiendes las cosas que yo no —le digo,
pensando en los padres que vi en la clínica—. Estoy segura de que entiendes esto
en un nivel que ni siquiera puedo empezar a comprender, sobre todo teniendo en
cuenta el infierno que te hice pasar.
Juro que parece que está llorando. Lo que no entiendo es por qué. No he
dicho nada abrumador ni nada. Solo la verdad.
—Estás actuando de manera adulta en este momento —dice, y sin duda
puedo oírla reteniendo las lágrimas—. Dame el número y veré lo que puedo hacer.
—Gracias, mamá —le digo, y entonces le digo el nombre y número, para
que entienda que no estoy cien por ciento segura de que todavía es el número del
señor Carter. Ella dice que va a probarlo y me va a llamar en un rato. Luego cuelgo
y, Lea y yo nos dirigimos a la cocina para tomar un aperitivo.
—Entonces, ¿cómo crees que va a resultar? —le pregunto a Lea mientras
abro la puerta de la nevera—. ¿Crees que su papá va a enloquecer?
Se encoge de hombros, mientras revisa los armarios. —No estoy segura.
—Sí, yo tampoco —le digo, agarrando una botella de agua antes de cerrar la
nevera y darme la vuelta—. Aunque estoy un poco preocupada de que recurra a la
negación, mi madre lo hizo por un tiempo.
Ella saca una caja de galletas, cierra el armario, y salta a la encimera,
dejando que sus piernas cuelguen sobre el borde. —Lo que me pregunto es cómo
reaccionará Quinton si su papá se pone en contacto con él. Es decir, sinceramente
no creo que vaya a renunciar a todo por eso.
—Sí, yo tampoco... pero tengo que intentarlo. —Cierro los ojos, imaginando
a Quinton: el peso que ha perdido, el vacío en sus ojos color miel después de que
consumió las drogas, la ira en su voz—. Tengo que probar todo lo que se me ocurra
antes de que pueda empezar a ceder, tengo que saber que esta vez lo intenté todo.
—Abro los ojos cuando Lea comienza a decir algo, pero mi teléfono suena desde el
interior de mi bolsillo y le interrumpe. Lo saco y echo un vistazo a la pantalla—. Es
mi mamá —le digo a Lea y contesto—. Hola, eso fue rápido.
—Eso es porque no pude comunicarme con él —dice y mi esperanza se
desploma.
—¿No era el número correcto? —le pregunto, abriendo la botella de agua.
—No, sí lo era, pero no respondió... Sin embargo, le dejé un mensaje. Ya
veremos qué pasa, si me devuelve la llamada o no.
Suena muy dudosa y mis hombros se desploman hacia delante y mi estado
de ánimo se hunde más mientras me recuesto contra la nevera. —¿Crees que lo
hará?
—Tal vez —dice con incertidumbre—. Si no lo hace en un día o dos, voy a
tratar de llamarlo de nuevo... pero Nova, no quiero que te hagas ilusiones de que
esto va a arreglar todo. Confía en mí, como madre sé que incluso si un padre
quiere ayudar, no significa que el hijo lo aceptará.
—Lo sé. —Sueno tan deprimida y sé que probablemente la voy a preocupar.
—Te quiero, Nova, y me alegro de que te preocupes tanto por esto y no
estoy tratando de derrumbar tus esperanzas —dice ella—, pero estoy preocupada
por ti.
—Estoy bien —le aseguro—. Solo estoy cansada. —Tomo un sorbo de agua;
mi garganta se siente muy seca contra la mentira. Sé que estoy más que cansada.
Estoy estresada, perdida y abrumada.
—Sí, pero... —Lucha y, finalmente, solo dice—: Pareces triste y creo que
podría ser el momento para dejarlo todo, volver a casa y déjame contactar al padre
del chico para que él pueda hacerse cargo.
—Te prometo que estoy bien —insisto y puedo sentir la mirada de Lea
clavada en mí—. Todavía no estoy dispuesta a renunciar y regresar a casa.
—No pareces bien —señala—. Suenas como si estuvieras en ese lugar otra
vez... ese en donde yo... y solo... —Está a punto de llorar—. Y no quiero que vayas
allí, quiero que seas feliz. Que hagas cosas que te hacen feliz.
—Soy feliz. —Me fuerzo a tener un tono ligero, a pesar de que el sonido de
su voz está rompiendo mi corazón—. De hecho, Lea y yo estábamos a punto de
salir y pasar un buen rato explorando la ciudad.
Hace una pausa, sollozando. —Eso suena divertido, pero no estoy muy
segura de que haya mucho que alguien de veinte años pueda hacer en Las Vegas.
—Vamos a un karaoke —le digo, ignorando la mirada fulminante de Lea
cuando coloca la caja de galletas a un lado y se baja de la encimera—. Y a ver los
paisajes... tiene que ser divertido.
Mi madre todavía está indecisa, pero se rinde. —Ten cuidado, por favor. Y
llámame si necesitas algo. Y te llamaré si sé algo de su padre. —Hace una pausa y
creo que ha terminado hasta que agrega—: Y por favor, por favor cuídate.
—Voy a hacer todas esas cosas —le digo; entonces nos despedimos y
colgamos.
Mientras pongo el teléfono en mi bolsillo, Lea se acerca al vestíbulo y
comienza a ponerse las sandalias. —¿A dónde vas? —le pregunto.
Se recoge el pelo en una cola de caballo y lo asegura con un elástico en la
muñeca. —Le dijiste a tu mamá que vamos a la ciudad, así que hagámoslo —dice y
la miro boquiabierta—. No voy a permitir que le mientas —añade—. Y, además,
tenemos que salir y hacer algo. Voy a volverme loca.
A pesar de que no estoy de humor para las cosas locas de la ciudad, la
entiendo y estoy de acuerdo en irnos, con la esperanza de que tal vez pueda
divertirme, a pesar de que mis pensamientos están perdidos en Quinton y ahora
también en mi madre. Odio preocuparla de esa manera. Ella es todo lo que tengo y
lo último que quiero volver a hacer es ponerla triste.
Pero tampoco puedo olvidar la tristeza y el dolor en los ojos de Quinton,
que ya he visto en los ojos de alguien más. Alguien que me importaba. Alguien
que no intenté salvar y al final lo perdí. Y me niego a volver a perder a alguien, sin
importar lo que cueste.
Traducido por Snow Q
Corregido por Laurita PI

Nova
Después de que Lea y yo tuviéramos una noche divertida recorriendo el
Strip, observando todas las luces, escuchando la música y absorbiendo la
atmosfera, me sentí mucho mejor. No logramos cantar karaoke, pero acordamos
salir de nuevo en un par de días e intentarlo.
Me siento bastante bien a la mañana siguiente, sabiendo que mi madre está
intentando contactar al papá de Quinton, diciéndome que debo ser positiva, pero
luego llego a la casa de Quinton para verlo y nadie se acerca a la puerta. Pero
escucho personas adentro, ignorando mis llamados. Me recuerda todas las veces
que le pregunté a Landon si se encontraba bien, y dijo que sí, y eso fue todo. No
pude cambiar nada.
La esperanza comienza a extinguirse a medida que camino pesadamente
hacia el coche, sintiéndome desesperanzada porque no importa lo que haga —con
quien hable— Quinton es el único que tiene el poder en esta situación. Puede
dejarme afuera —a cualquiera— y no hay una maldita cosa que alguien pueda
hacer al respecto. Además, estoy preocupada. Después de ver lo que ese chico
Trace le hizo a Tristan, temo que puedan estar en un montón de problemas. No sé
cómo solucionarlo o si puedo hacerlo. ¿Cuántas cosas puede solucionar una
persona?
Dios, desearía poder solucionarlo todo.
Regreso a mis vídeos por consuelo, sacando mi teléfono con cámara de mi
bolsillo, necesitando un respiro.
—Continúo teniendo este sueño donde Quinton yo estamos de nuevo en el
estanque, besándonos y tocándonos, y estoy pensando en dejarlo deslizarse dentro
de mí, tomar el control de mí, poseerme —digo, mirándome en la pantalla, con el
asiento trasero como mi escenario de fondo; el cuero negro me hace lucir pálida—.
Y esta vez mi cabeza está en el lugar adecuado y cuando está a punto de hacerlo, lo
recibo, lista para darle esa parte de mí. Pero repentinamente se detiene, como lo
hizo la primera vez. Pero en lugar de alejarme y nadar hacia la costa, comienza a
hundirse debajo del agua. Quiero ayudarlo, pero parece que no puedo despegarme
de la roca y solo me quedo ahí en el agua, observándolo hundirse impotente, sus
ojos color miel se concentran en los míos todo el tiempo, hasta que desaparecen y
ya no puedo verlo. Luego el sueño cambia hasta el techo y él está de pie empapado
con una soga en su mano y polvo blanco en su nariz. Continúa gritándome que lo
ayude, pero solo permanezco de pie y lo observo mientras camina sobre el borde y
se prepara para saltar. Cuando comienza a caer es cuando comienzo a gritar y
luego siempre me despierto violentamente, jadeando por aire, y sin aliento…
Levanto la mirada cuando noto un movimiento cerca de las escaleras, con la
esperanza de que alguien tal vez salga de la casa, pero solo es una mujer paseando
en su bata, fumando y hablando por teléfono.
Así que continúo con la entrada de mi video diario, buscando algo que me
mantenga distraída mientras espero. Siempre esperando, pero nada viene. —He
soñado lo mismo cada noche desde que lo vi esnifando el polvo por su nariz y solo
me quedé ahí y lo permití. Se ha vuelto uno de esos momentos de rebobinar al que
quiero regresar, arrancar el polvo de su mano y decirle que se detenga, incluso si lo
enfurece. Pero sé muy bien que la vida no viene con un botón de rebobinar y
algunas veces tienes que admitir tus errores, aprender, y hacerlo mejor la próxima
vez… si hay una próxima vez… —Hago una pausa, ahogando las imágenes de
Landon que llenan mi cabeza. No puedo ir allí ahora—. Estoy tratando de hacerlo
mejor… mi mam{ todavía no ha contactado al padre de Quinton, pero todavía lo
intenta. E intentarlo es algo, ¿cierto? —No sueno demasiado convencida cuando lo
digo. De hecho, me escucho confundida y perdida.
Mi esperanza comienza a apagarse y tengo que seguir avivándola una y otra
vez a pesar de que no tengo una cerilla.
Necesito una cerilla, pero no sé dónde encontrar una.
Quinton
He estado evitando a Nova, incluso cuando viene a mi apartamento y toca
la puerta. Han pasado dos días seguidos en los que lo ha hecho, dos días desde que
se alejó con Tristan. Honestamente pensé que se rendiría, sobre todo después de
que Tristan me dijo que vio a Trace amenazarlo y golpearlo. Pensé que la asustaría
lo suficiente para mantenerse alejada; desearía que lo hiciera. Pero no lo hizo.
Estoy luchando con mi preocupación por ella, y con el hecho de que trato de
fingir que no me molesta que haya salido con Tristan, aunque me molesta. Y
bastante, también, ya que puedo sentir la molestia a través de la metanfetamina.
Me hace querer consumir más. Pero al mismo tiempo quiero mantener un
aturdimiento balanceado y no enloquecer del todo y perder el temperamento
porque la última cosa que necesito es lastimar a alguien. Pero no sobrepasarme es
complicado, porque es mucho más fácil sobrepasarme que bajar la dosis.
He salido del apartamento un poco más últimamente y parece ayudar un
poco; me mantiene distraído, en movimiento, en lugar de permanecer quieto y
mirando esa estúpida mancha de agua en el techo. Desde que Tristan me informó
que Trace le exigió que le devolviera el dinero, hemos estado haciendo lo que
podemos para reunir el dinero. Hemos estado colándonos en las casas de los
vecinos y robando cualquier cosa de valor que podamos, lo que generalmente no
es mucho, ya que nadie por aquí tiene mucho de nada, además de drogas, y no
tienen mucho de eso por aquí, porque las devoran.
—Odio decir esto, pero me preocupa un poco de que no seremos capaces de
reunir dinero suficiente —digo mientras Tristan explora los cajones del vestidor.
Estamos en una de las pocas casas de nuestra calle, aunque apenas califica como
una casa. El techo tiene cinta de embalar y moho, las paredes son de yeso, y la
puerta trasera es un pedazo de plástico, lo que nos permite tirarla y entrar con
facilidad después de comprobar las ventanas para asegurarnos que nadie está en
casa.
Tristan tiene esta mirada necesitada en sus ojos, que tiene a veces cuando no
ha consumido por un tiempo. —Sí, algo así… pero nos las arreglaremos con algo,
conseguiremos suficiente dinero para pagarle, justo como hicimos con Dylan. —Se
detiene, haciendo un ademán—. Podríamos incluso pedirle algo prestado a Nova
si tenemos que hacerlo.
—No vamos a hacer eso —digo con dureza. Todavía me molesta tanto como
hace dos días cuando me dijo que se ofreció a ayudarnos—. No debe involucrarse
en esto.
—Bien. —Tristan saca algo del cajón del vestidor—. Jesús, ¿te relajarías?
Cada vez que digo su nombre enloqueces. —Baja la mirada a la pequeña bolsa de
plástico en su mano, que contiene tal vez un gramo de cristales—. Mierda, esto
apesta. Apenas hay algo en esto.
Giro la bolsa con mis dedos. —Probablemente podrías hacer de cincuenta a
setenta y cinco verdes vendiéndola.
Frunciendo el ceño, niega con la cabeza. —Mientras eso ayuda un poco con
el problema de deberle dinero a Trace, todavía no evita que necesite una dosis.
—Sí —digo—. Puedes tomar una pequeña dosis de esa y todavía vender el
resto.
—Esto no es lo que quiero. —Sus dedos se curvan alrededor de la bolsa y la
agarra con fuerza.
Algo suena como un coche aparcando, así que rápidamente reviso la
ventana, temeroso de que nos atrapen. Pero está aparcando al lado. Aun así, estoy
nervioso.
—Debes dejar de hacer esa mierda. —Tiro de la capucha de mi chaqueta
sobre mi cabeza. Está más caliente que el infierno afuera, pero quiero permanecer
cubierto tanto como sea posible solo en caso de que alguien venga a casa, porque
les será más difícil identificarme de ese modo—. En serio. Deja la maldita droga,
Tristan. —Estoy siendo un hipócrita, lo sé. Pero siento esta necesidad de tratar de
protegerlo como si de algún modo recompensara haber matado a su hermana—.
Solo va a meterte en más problemas de lo que ya estás.
Me mira mientras registra el cajón de al lado, lleno de ropa y paquetes de
cigarrillos vacíos. —¿Por qué estás tan seguro que consumir cristal es mejor que la
droga? —Se rinde con el cajón y se gira hacia el abollado colchón en el suelo. Me
entrega la bolsa de cristal, se arrodilla en el suelo y mira debajo del colchón.
—No creo que sea mejor, nada de esto es bueno. Solo creo que la droga es
un poco más peligrosa que el cristal. Quiero decir, veo lo que le está haciendo a
Dylan, está enloqueciendo —le digo cuando deja el colchón en el suelo de nuevo,
sacudiéndose el polvo de las manos—. Poner esa cosa en tus venas con una aguja
es malo y además estás completamente fuera de sí cuando la consumes. —Lo sigo
cuando se levanta y regresa a la sala de estar/cocina/baño que atravesamos cuando
entramos a la casa—. Alguien podría patearte el culo y ni siquiera lo sabrías hasta
que despertaras con los moretones por todo tu cuerpo. Y justo ahora alguien quiere
patearnos el culo.
—Lo sé —insiste cuando deambula hacia una lámpara de piso al lado de un
par de cubetas saturadas, y un gran contenedor de plástico que actúa como mesa
de cocina reposa en una esquina de la habitación—. Y Dylan ha estado
enloqueciendo desde antes de que comenzara a usar heroína. Tiene un montón de
problemas, lo sabes.
—¿Cómo cuáles? —pregunto, siguiéndolo, buscando en el contenedor,
revisando si hay algo de valor escondido debajo.
—No estoy seguro de todos —dice, escarbando en una caja en el suelo, que
tiene una par de bombillas de luz, una sábana y un encendedor—. Pero cuando
comenzamos a pasar el rato, cuando era normal, hablaba acerca de lo locos que
eran su padre y su madre. Aunque nunca me dio ningún detalle, me dio la
impresión de que de verdad lo afectaba.
Miro debajo de las cubetas, también, buscando en cualquier lugar que se me
ocurra en donde las personas esconderían droga o cualquier cosa de valor. —
Bueno, estoy un poco preocupado… de que podría estar perdiendo el control más
que nosotros.
—Siempre te preocupas.
—Y tú nunca te preocupas —le digo, dejando la cubeta de nuevo en el piso
cuando veo un ratón muerto debajo. Me sacudo la repugnancia y me alejo de la
cubeta—. Algunas veces me pregunto si ves todo el panorama de en cuanta mierda
estaremos si no podemos reunir el dinero para pagarle a Trace.
—Conseguiremos el maldito dinero… ya tenemos como doscientos. —
Asiente hacia la bolsa en mi mano—. Además de cincuenta si podemos vender esto
rápido. —Mete la bolsa en su bolsillo—. Y si tenemos que hacerlo, encontraré
dónde Dylan esconde toda la mierda que utiliza para vender. Esa es una forma
fácil de encontrar el dinero.
Niego con la cabeza. —No vayas ahí. No cuando está actuando como loco y
tiene un arma —digo. Cuando no responde, me pongo delante de él y añado—:
Tristan, prométeme que no harás algo estúpido. No va arreglar el problema, solo lo
hará peor.
Me frunce el ceño, pero dice—: De acuerdo. —Se inclina hacia la lámpara,
luego se estira y tira de la cadena para encender la luz, pero no brilla mucho
cuando hace clic—. Sabes, necesitas dejar de preocuparte todo el tiempo sobre lo
que hago.
—No puedo dejar de preocuparme por lo que haces —digo cuando medita
algo, luego toma la sombra de la lámpara y la arroja al suelo—. Siento que es mi
trabajo.
—¿Por qué sería tu trabajo?
—Porque soy el que te puso aquí… porque maté a tu hermana. —Guau, creo
que estoy un poco más fuera de control de lo que creía. Eso o que Nova podría
estar volviéndome loco, a pesar del hecho de que estoy dejándola fuera. Hacerme
hablar sobre toda esta mierda me ha hecho decir algo en voz alta para lo que no
estoy seguro de si Tristan y yo estamos listos.
Se detiene a mitad de desenroscar la bombilla de luz y busca mi mirada. —
Mierda, ¿cuánto has consumido hoy?
Bajo la mirada a la bolsa en mi mano y luego me encojo. —No lo sé… tal vez
un poco más de lo normal, pero no tanto.
—¿Todavía estás dándole vueltas a la cosa de Nova? Porque ya te lo dije,
nada sucedió entre nosotros. De hecho solo me preguntaba cosas de ti.
—Lo sé… no es eso… solo me preocupa de que exageres las cosas algunas
veces.
Entorna la mirada y me examina de cerca, luego palmea mi brazo. —Solo
relájate, ¿de acuerdo? Lo que hago no es tu culpa.
—Seguro que se siente así —murmuro cuando regresa a desenroscar la
bombilla. Mis manos sudorosas están temblando de nervios. No puedo creer que
esté diciéndole estas cosas en voz alta, pero mientras más lo hago, más difícil es
silenciar mi boca.
—Debes dejar de culparte por todo. —La bombilla de luz se despega y
remueve el final, y sus ojos se iluminan cuando mueve su mano y saca algo que
estaba guardado dentro de la bombilla. Una pequeña bolsa de plástico cae, pero
apenas tiene algo.
Maldice y arroja la bombilla al suelo, donde se rompe. —¡Maldición! —grita;
sus zapatillas deportivas crujen contra el vidrio roto cuando comienza a recorrer el
suelo—. Pensé que iba a sacar algo con ese descubrimiento.
Afuera, el cielo está matizándose de gris. Hemos estado aquí por un rato,
demasiado. —Solo vamos a tomar lo que conseguimos e irnos. La última cosa que
quiero hacer es ser atrapado y estar en la lista negra de otro.
Tristan me mira, la mirada alimentada por el anhelo de la próxima dosis,
pero se rinde y guarda la bolsa en su bolsillo. —Bien, pero solo venderé una de las
bolsas y voy a encontrar a alguien que me cambie una bolsa de esto por lo que
quiero.
—Necesitamos el dinero —le recuerdo, siguiéndolo hasta la pieza de
plástico pegada al marco de la puerta en la parte trasera de la casa—. Y además,
detesto cuando haces esa mierda.
—Bien, mamá. —Rueda los ojos mientras se agacha y encoge para atravesar
el plástico, quedándose afuera.
—Solo trato de cuidarte. —Bajo la cabeza y me escabullo detrás de él,
colocando la bolsa en mi bolsillo mientras cruzamos el patio trasero, tomando un
atajo sobre la valla hasta nuestro apartamento.
Sigue caminando, zigzagueando alrededor de las artemisas, pero me envía
una rápida mirada perpleja sobre su hombro. —Sabes, siempre has sido algo
extraño con toda la cosa de la heroína, pero has estado un poco más sermoneador
desde la semana pasada y estoy comenzando a preguntarme si es una coincidencia
que comenzó a suceder mucho más cuando apareció Nova. —Hay algo insinuante
en sus ojos cuando se gira y camina en reversa por el patio de arena hacia el
espacio desierto detrás.
—No es por ella. —Maniobro alrededor de un cactus, viendo nuestro
edificio en la distancia, queriendo regresar para que podamos dejar de hablar y
solo tomar un poco de cristal.
—Tendría sentido si fuera así. —Se gira y camina hacia adelante—. Que su
acto de santurrona funcionaría contigo ya que han estado pasando tiempo juntos…
puedo ver que está afectándote.
—¿Cómo así?
—No lo sé… eres diferente. —Se encoge—. Menos determinado a rendirte
con la vida porque la quieres y quererla significa vivir para tenerla.
Tensamente, me masajeo la nuca cuando alcanzamos la acera de nuestro
estacionamiento. —No la quiero. Simplemente está determinada a venir.
—La quieres tanto como lo hacías el verano pasado. Por eso has continuado
dibujándola incluso después de que no se han visto en casi un año, y por qué
enloqueciste el otro día cuando salí con ella —dice con determinación—. Solo estás
luchando con lo que quieres un poco más ahora por cualquier razón.
Quiero no estar de acuerdo con él, pero la mentira se atora en mi garganta,
porque sí quiero a Nova. Mucho. —Querer y merecer son dos cosas diferentes. —
Me quito la capucha, ya que el sol y calor me vencen—. Solo porque quieras algo
no significa que vayas a tenerlo. Créeme… —Comienzo a alterarme, pensando en
lo mucho que quiero que Lexi y Ryder estén vivas, en cómo moriría una y otra vez
si ellas pudieran estar vivas ahora—. Además, Nova es demasiado buena para mí y
no la merezco, así que toda esta conversación ni siquiera importa… —Pateo las
rocas mientras camino con pesadez, con la cabeza gacha—. Maldición, ya nada
importa.
Permanece silencioso por un rato, buscando los cigarrillos en su bolsillo. —
Sabes, con frecuencia me pregunto que viste ese día que falleciste que te haría
sentir como si no merecieras nada.
—No vi nada, nada más que había regresado porque algún médico idiota
pensó que salvaría una vida sin valor —digo, sonando más duro de lo que había
planeado.
—Jesús, relájate. —Se rinde, sosteniendo sus manos delante de él, haciendo
una expresión de ¡Ups! sabiendo que ha presionado el botón equivocado.
Niego con la cabeza. —Y además, que yo muriera no tiene nada que ver con
el por qué creo que no merezco nada. Es porque otras personas murieron.
Comienza a disminuir el paso y esta extraña mirada atraviesa su rostro.
Abre la boca y parece como si está luchando con decir algo muy significativo que
pudiera librarme potencialmente de esta miseria interna. Ni siquiera estoy seguro
de lo que pudiera decir que haría eso y tal vez no es nada. Tal vez solo espero que
haya algo.
Nunca dice nada, en su lugar me ofrece un cigarrillo. Pero la cosa extraña es
que, por el momento más breve, veo algo; siento algo. Esperanza de que tal vez
algo pudiera cambiar la manera en que me siento.
No tengo idea de dónde demonios emergió ese sentimiento, si he tomado
demasiadas drogas para un día o si Nova está metiéndose en mi cabeza incluso
más de lo que me di cuenta. Y la parte verdaderamente aterradora es, que una
parte de mí la quiere de regreso, comenzar a responder la puerta, seguir dejándola
llegar a mí.
Dejar que la esperanza crezca.
Pero la otra parte de mí quiere destrozar la posibilidad en miles de piezas y
seguir dirigiéndose a una muerte joven, dejarse deteriorar rápido hasta que al final
deje de respirar para siempre como lo debería haber hecho dos años atrás.
Traducido por NnancyC, Annie D & Dannygonzal
Corregido por Daniela Agrafojo

Nova
El tiempo está comenzando a ser nebuloso. Todos los días es lo mismo. Han
pasado cuatro días desde que he visto o hablado con Quinton, y siento como si
fuera a explotar por no avanzar hacia el futuro. Intento mantener mi ánimo por los
suelos oculto de Lea y de mi mamá, pero es difícil cuando pueden leerme como si
fuera un libro abierto.
—¿Segura que no quieres venir al almuerzo con nosotros? —pregunta Lea
mientras levanta su bolso del escritorio de la computadora en la habitación de
invitados. Es fin de semana, y ella y su tío van a salir a comer—. Podría ir de
compras después.
Sacudo la cabeza mientras me acuesto en la cama y lanzo un brazo sobre mi
cabeza. —Estoy muy cansada. Creo que podría tomar una siesta.
—Probablemente estés cansada porque sigues despertando a mitad de la
noche —dice—. Últimamente tienes el sueño muy agitado.
Porque sigo soñando con la muerte y el que pronto va a estar muerto si no
puedo descubrir una manera de ayudar a Quinton. —Sí, lo sé…. Tengo mucho en
mente.
Me mira con recelo, como si pudiera leer mi vida; como si supiera realmente
que, una vez que se vaya, voy a ir a lo de Quinton por segunda vez hoy y ver si
puedo conseguir que alguien responda. —Nova, sé que has estado viendo el video
de Landon.
No estoy segura de cómo responder y por suerte, no tengo que hacerlo
debido a que su tío se asoma en la habitación, interrumpiéndonos.
—¿Están listas, chicas? —pregunta. Es un hombre de estatura media, con
cabello escaso y ojos amables. La clase de persona que luce simpático, y lo es.
Habitualmente usa traje cuando lo veo, pero hoy está usando vaqueros y una vieja
camiseta roja.
—Nova no va a venir con nosotros —dice Lea, deslizando la correa de su
bolso sobre su hombro—. Está cansada. —Me lanza una mirada que me deja saber
que voy a conseguir un sermón cuando llegue a casa.
—Oh, qué mal —dice, dando un paso dentro del cuarto—. Iba a llevarlas a
Baker and Nancy´s. Escuché que tienen un filete excelente.
—Tal vez la próxima vez —le digo—. En verdad creo que necesito ponerme
al día con algo de sueño.
—Bueno, si cambias de opinión, llama a Lea para poder encontrarnos —
dice, retrocediendo hacia la puerta.
—De acuerdo, suena bien —digo, luego me doy la vuelta y apoyo la cabeza
en la almohada.
Escucho al tío de Lea decirle algo mientras se marchan y suena tan
horroroso como—: ¿Estás segura de que está bien? Luce deprimida. —No puedo
evitar preguntarme cuán decaída luzco, si un extraño puede notarlo.
Un par de minutos después, la casa queda en silencio. El aire acondicionado
hace clic. El sol brilla a través de la ventana. Está comenzado a gustarme el silencio
porque elimina todas las miradas preocupadas y preguntas que sigo recibiendo. Si
pudiera hacerlo a mi modo, evitaría hablar con mi mamá hasta que pueda arreglar
mi mierda, pero como si hubiera leído mi mente, mi teléfono de repente suena y sé,
sin siquiera mirar, quién tiene que ser.
Probablemente no lo contestaría, pero ella podría tener información sobe el
papá de Quinton, así que me estiro hasta la mesita de noche y recojo el teléfono.
—Hola —digo, rodando sobre mi espalda y mirando el techo.
—Suenas cansada —dice mi mamá con preocupación—. ¿Has estado
durmiendo lo suficiente?
Me pregunto si ha estado hablando con Lea sobre mi falta de sueño o, peor,
si Lea le ha contado que miro el video de Landon, aunque estoy suponiendo que
sería la primera cosa que mi mamá me preguntaría si lo supiera.
—Sí, pero creo que es el cambio de horario. —Es una excusa lamentable, ya
que el cambio es solamente de una hora y en realidad ya me he acostumbrado.
—Bueno, asegúrate de descansar lo suficiente. —Suelta un suspiro
afligido—. Y asegúrate de no exigirte demasiado.
—De acuerdo, lo haré. —Siento la mentira arder dentro de mi pecho—. ¿Has
sabido algo del papá de Quinton?
—Sí… —Parece reticente y sé que lo que sea que sucedió es malo—. No salió
muy bien.
—¿Qué sucedió? —pregunto, incorporándome en la cama.
—Es solo que no sé si esto funcionará —dice—. Si hará algo para ayudar a
su hijo.
—¿Por qué no? —Me disgusta tanto que casi grito.
—Cariño, creo que esto podría ser más profundo de lo que nos dimos
cuenta —dice, con el tierno tono maternal que usa cuando sabe que estoy al borde
de derrumbarme—. Quiero decir, hablé con él por un par de minutos, pero tengo
la impresión de que hay un montón de problemas allí. No solo entre ellos, sino con
Quinton, y que su papá preferiría evitar el problema.
—Sé que tiene problemas. —Arrastro mi trasero fuera de la cama y miro
alrededor del cuarto por mi bolso—. Es por eso que estoy aquí intentando
ayudarle.
—Sí, pero su padre parecía tan disgustado en el teléfono y no por las
razones correctas… —Pierde el hilo y luego se aclara la garganta, como si se
estuviera alterando—. Mira, cariño, sé que estás muy decidida a ayudarle, pero tal
vez necesita más ayuda de la que puedes darle.
—¿Crees que su papá vendrá a ayudarlo? —pregunto, recogiendo mi bolso
de la parte posterior de la silla de la computadora y sacando las llaves de mi
auto—. ¿Si hablaras un poco más con él?
—No estoy segura… pero puedo seguir intentando mientras estés aquí —
dice persistentemente—. Por favor, Nova, vuelve a casa.
—No hasta que sepa con seguridad que su papá lo ayudará. —Salgo de la
habitación y hacia la puerta principal—. Mira, mamá, me tengo que ir. Te llamaré
más tarde, ¿bien? —No espero a que responda. Sé que estoy siendo maleducada,
preocupándola. Pero la cosa con la que contaba —el padre de Quinton— acaba de
perderse.
Necesito verlo ahora. Necesito mirarlo. Necesito salvarlo.
De algún modo.

***

Estoy comenzando a odiar la vista de esa puerta. La que tiene la grieta. La


que mantiene a Quinton en un lado y a mí en el otro. La que nos separa. Si fuera lo
suficiente fuerte, la derribaría a patadas, pero no lo soy, así que todo lo que puedo
hacer es seguir llamando.
—¡Alguien abriría la maldita puerta! —grito, sintiendo que voy a perder la
cabeza mientras golpeo con mi puño—. ¡Por favor! —Mi voz hace eco a kilómetros
como si fuera la única cosa que existiera.
Me hundo en el suelo, frustrada, sintiéndome derrotada. Quiero darme por
vencida, pero sigo viendo el rostro de Landon esa noche que yacimos en la ladera,
la última vez que lo vi. Había algo en sus ojos. Lo vi. Tristeza. Dolor. Miseria
interna. Es una mirada que me atormentará hasta el día que muera, sin importar
cuánto tiempo pase. No quiero aprender a vivir con eso de nuevo y si me alejo de
Quinton ahora, tendré que hacerlo, porque he visto la misma mirada en sus ojos. Y
no le permitiré morir como lo hice con Landon.
Así que me siento aquí en el concreto abrasadoramente caliente, dejando mi
piel escaldarse, mirando fijamente la puerta; la única barrera entre la verdad y yo.
Y me rehúso a moverme hasta que se abra. Finalmente lo hace. Se está haciendo
tarde y el horizonte oscurece detrás de mí, pero aun así la puerta se abre y Tristan
sale usando una camisa abierta a cuadros, de mangas largas, con botones y unos
vaqueros, como si no estuviera haciendo un calor sofocante. Se sobresalta cuando
me ve y raspa el talón de su pie en el concreto, lastimándose la piel. Sin embargo,
no parece perturbado cuando despeina su cabello rubio revuelto, y luego bosteza a
medida que estira los brazos y piernas.
—¿Qué haces aquí afuera? —pregunta con calma, bajando los brazos a sus
costados.
Su actitud calmada me irrita y le frunzo el ceño, hambrienta, sedienta y
gruñona; una mala combinación. —Golpeé la puerta por un rato. ¿Por qué no
contestaste?
Sus ojos se elevan al cielo mientras contempla lo que dije. —No escuché a
nadie golpear… Quinton tiene su música alta. Tal vez por eso no pude oírlo.
Puedo escuchar música reproduciéndose en algún lugar adentro, pero aun
así. —¿Puedo hablar con Quinton? —pregunto. Sus labios se abren y levanto una
mano, silenciándolo—. Y no me digas que no está aquí, porque ya se te escapó que
está escuchando música.
Sus labios se elevan en una media sonrisa. —En realidad iba a decir que sí,
entra. No deberías estar sola aquí afuera tan tarde, de todos modos. No es seguro.
—Me ofrece una mano—. Especialmente cuando el sol está a punto de esconderse
por completo.
—Oh. —Tomo su mano y le permito levantarme, insegura de si será más
seguro adentro—. Lo haces sonar como si un grupo de vampiros viviera cerca y
fueran a salir y beber mi sangre a la puesta del sol —bromeo sin convicción porque
estoy cansada, sedienta y hambrienta. He estado sentada afuera por un par de
horas y creo que mi nuca está quemada por el sol.
Los ojos azules de Tristan suben gradualmente por mis largas piernas, mis
pantalones cortos, mi ajustada camiseta blanca sin mangas, y de manera
concluyente, aterriza en mis ojos. —No hay vampiros, pero estoy seguro que hay
mucha gente cerca de aquí que le encantaría probarte —dice mientras cierra la
puerta detrás de nosotros. Tiene esa mirada en los ojos, vidriosa e incoherente,
como si estuviera aquí en cuerpo pero no en mente, y creo que podría tener las
manos llenas.
Me toma un momento encontrar mi voz. —Ni siquiera estoy segura de cómo
responder a eso —digo, retorciéndome incómodamente.
—No tienes que responder. Solo estoy divagando —me dice con un
encogimiento de hombros y luego se gira hacia la cocina, tropezando con el
dobladillo de sus vaqueros cuando da un paso—. ¿Quieres una bebida o algo?
Tenemos vodka y… —Busca a través de los armarios, pero todos están vacíos.
Cierra el último, se acerca a la encimera y recoge una botella de vodka casi vacía—.
Y vodka.
Sonrío con aprensión. —No, gracias. Ahora no bebo tanto. Recuérdalo, te lo
dije en el bar.
—Oh, sí. Lo lamento, lo olvidé. —Desenrosca la tapa de la botella de vodka
y olfatea el contenido, pero no bebe—. A veces es difícil mantenerme al corriente
de las cosas, ya sabes.
A pesar de que el piso está cubierto de charcos pegajosos, envoltorios, e
incluso una jeringa usada, me atrevo a entrar en la cocina. —Sí, sé muy bien cómo
se siente, porque lo he estado sintiendo cada día desde que llegué aquí. Creo que
este lugar está comenzando a quebrar mi cordura. —Estoy cansada y estoy siendo
muy franca.
Enrosca la tapa de nuevo y brevemente parece molesto, pero se desvanece.
—De acuerdo, no quiero robar tu línea ni nada, pero ni siquiera sé cómo responder
a eso.
—No tienes que responder —digo, mientras arroja la botella en la encimera
desastrosa, un poquito demasiado duro y suena como si se rompiera, pero no hace
nada al respecto—. Me conoces. Solo estoy diciendo cómo me siento.
—Diciendo cómo te sientes. Qué agradable de tu parte compartir eso
conmigo. Me siento tan honrado. —Rueda los ojos y se pavonea a la sala de estar,
hacia el sofá cubierto con pedazos de paquetes de aluminio y encendedores. Su
repentino cambio de actitud me despista y debato si decir algo al respecto, si
quiero abrir la caja de Pandora o no.
—¿Qué pasa? —pregunto, siguiéndolo a la sala—. Estás actuando un poco
grosero. ¿Pasa algo? ¿Sucedió algo con ese chico Trace? —Me doy cuenta que no
tiene ningún moretón ni nada, así que no ha sido golpeado recientemente, pero
necesito comprobar para asegurarme que está bien—. Porque mi oferta sigue en
pie si necesitas ayuda.
Me mira como si fuera una idiota mientras mete las manos en sus bolsillos.
—No pasa nada. Y lo que sucedió con Trace no es asunto tuyo. Es mío. —Alza el
encendedor que está en la mesita de café y lo enciende—. Y no estoy siendo
grosero. Estoy siendo yo mismo, Nova.
—No, ahora estás actuando un poco frío… estabas siendo agradable el otro
día —digo—. O al menos educado, pero ahora…
Tira el encendedor al otro lado de la habitación, luego gira cerca del sofá,
lanzándome una mirada fulminante. —No fui agradable contigo el otro día. Me
pediste que hablara contigo y no tenía nada mejor que hacer, así que lo hice.
Simple y llanamente. —Recoge otro encendedor y comienza a encenderlo
nerviosamente—. Y si dejaras de venir aquí, no tendrías que lidiar con mis cambios
de humor, pero parece que estás en alguna misión sin sentido de salvar a los
adictos al crack, que obviamente no puedes manejar, pero eso no lo admitirás.
Sus palabras arden bajo mi piel y entre mi ira y el cansancio, digo algo de lo
que me arrepiento tan pronto como deja mis labios. —No tengo que lidiar con tus
cambios de humor, ya que vine para ver a Quinton, no a ti.
La cólera lo consume y de repente está dando zancadas hacia mí,
reduciendo el espacio entre nosotros en un instante. —Bueno, si no te importo una
mierda, entonces vete —gruñe. Está tan cerca que puedo ver mi reflejo en sus ojos,
puedo ver el miedo en mi propio reflejo.
—Lo siento. —Mi voz tiembla, me arrastro hacia atrás y gano espacio—. No
quise decir eso.
—Sí, quisiste —espeta ferozmente, igualando mi movimiento y robando el
espacio—. No te importo a pesar de que me has conocido por más tiempo que a
Quinton, a pesar de que apenas sabes algo sobre él.
—Eso no es cierto —digo, negándome a echarme atrás—. Me preocupo por
ti. —Sin embargo, solo puedo manejar una cierta cantidad, y esto es demasiado. Todo esto
se está volviendo demasiado—. Yo solo… —Mierda, estoy comenzando a alterarme,
lista para romperme, hacerme pedazos—. Únicamente puedo manejar una cierta
cantidad y Quinton parece realmente necesitar mi ayuda.
Toca una fibra sensible y puedo ver en sus ojos que lo hace. Por un fugaz
instante, su armadura se derrumba y su dolor es visible, pero velozmente la
reconstruye, y está molesto conmigo de nuevo.
Arroja las manos en el aire de un modo exasperante. —Lo que sea, Nova.
Viniste aquí con tus ojos sentenciosos y piensas que todo lo que digas importa,
como si pudieras salvar a Quinton con hablar y llamar a su papá. Piensas que
puedes arreglar todo, ayudarnos con nuestros traficantes de drogas. Como si
tuvieras una jodida idea de cómo funciona algo de eso. —Me apunta con un dedo
y comienza a caminar por el pasillo, retrocediendo, con sus ojos azules aturdidos
fijos en mí—. No tengo que lidiar con esta mierda. —Luego desaparece por el
pasillo, dejándome en un cuarto que huele peor que mierda de perro.
Presiono los dedos en mis sienes y dejo mi cabeza caer hacia adelante. Juro
por Dios, se siente como si hubiera entrado en un campo minado, un paso
incorrecto y activará una bomba. Solo que los pasos son palabras y las bombas son
las personas malhumoradas y tensas, que están colocadas o ansiando colocarse.
Tampoco ayuda que esté gruñona. En serio considero salir a través de la
puerta y volver a mi auto, conducir a la puesta del sol, sin detenerme hasta que la
alcance, olvidando todo esto, como si fuera tan fácil, cuando no lo es. Además, ni
siquiera podría llegar al atardecer si lo intentara, ya que no existe. Es solo una
ilusión que pinta el mundo con sus hermosos colores justo antes de que la noche
llegue y lo cubra todo con oscuridad. Me recuerda que alejarme, fingir que
Quinton no necesita mi ayuda, no va llevarme a ningún sitio, aparte de tal vez a
otro video, momentos grabados antes de que muera.
Así que termino avanzando por el pasillo hacia el dormitorio de Quinton.
Mientras paso por la puerta cerrada del cuarto en el que Quinton se encerró la
primera vez que vine aquí, escucho personas discutiendo detrás de ella. Sus voces
están amortiguadas, así que no puedo distinguir qué están diciendo, pero suena
como si las cosas estuvieran caldeadas. Me pone un poco nerviosa y esa sensación
solo aumenta cuando llego al final del pasillo. La puerta de Quinton está agrietada
y la que se encuentra a mi derecha está completamente abierta. Lo que veo dentro
me hace desear en serio haber elegido el atardecer ilusorio.
Tristan está sentado en el suelo, dentro del cuarto con una banda de goma
alrededor de su brazo huesudo y golpea su vena con un dedo mientras abre y
cierra el puño. Me recuerda a la vez que me corté las muñecas, solo que se está
preparando para hundir en su piel la jeringuilla que está al lado de su pie.
Como si me sintiera observándolo, levanta la mirada y nuestros ojos se fijan.
Me asusta cuán fríos y vacíos están los suyos. Antes de que pueda decir algo,
mueve el pie y cierra la puerta en mi cara con una patada, y de repente entiendo su
comportamiento errático un poquito más. Duele, más de lo que pensé, y me abre
un poco los ojos a un problema mucho más grande. Si salvo a Quinton, si lo ayudo,
hay todavía muchos otros matándose lentamente como Tristan. Se siente como una
causa perdida. Una que no puedo cambiar, pero quiero hacerlo desesperadamente.
Cierro los ojos con fuerza, diciéndome que permanezca en calma. Exclúyelo.
Concéntrate en una cosa a la vez. Respira.
Pero el grito en el cuarto se vuelve más fuerte y escucho algo golpear contra
la puerta y hacerse añicos. Mis ojos se abren de golpe y me doy la vuelta mientras
el sonido de llanto fluye a través de la puerta, y luego se abre. Dylan sale con
tranquilidad usando una camiseta blanca sin mangas y un par de vaqueros que
sostiene con un cinturón deshilachado. Me mira de un modo glacial y cierra la
puerta, sin darme tiempo a ver lo que está pasando adentro.
—¿Estás buscando algo? —pregunta, relajándose casualmente contra la
puerta como si no pasara nada.
Sacudo la cabeza, mientras mis nervios burbujean en mi interior. —Estoy
aquí para ver a Quinton.
Apunta a algo sobre mi hombro. —Su cuarto está en esa dirección, no por
aquí.
Dudo en darme la vuelta y solo lo hago cuando los gritos se detienen. Siento
a Dylan permanecer detrás de mí por un tiempo hasta que finalmente vuelve
dentro de su cuarto.
Con mis músculos desbaratados, libero un aliento contenido. —¿Qué está
mal con ese chico?
—Delilah y él pelean todo el tiempo. —Quinton aparece en la puerta de su
cuarto, usando solo sus bóxers. Puedo ver cada cicatriz, cada área hundida, el peso
que ha perdido, la carencia de buena salud. Sus ojos tienen círculos oscuros bajo
ellos y están llenos de la misma mirada inoportuna que tenían los ojos de Tristan—
. Me siento mal por ella e intenté ayudarla una vez, pero no va a dejarlo… —Se
encoge de hombros—. No sé qué más hacer.
—Tal vez debería entrar allí y hablar con ella —digo—. Ver si yo puedo, no
sé, hacer algo.
—Siempre intentando salvar a todos.
—A todos los que me importan —digo, encontrando su mirada.
Me lanza una mirada indecisa y luego suspira, cediendo. —¿Qué haces
aquí? Pensaba que habíamos terminado las cosas el otro día en el tejado. —Lo dice
como si en verdad creyera eso, y pensara que nuestra pelea en el tejado era el fin
de las cosas.
Me toma un tremenda cantidad de energía restarle importancia a su
comentario idiota. —No terminamos las cosas —digo—. Tuvimos una pelea y
ahora estoy aquí para disculparme.
—¿Disculparte por qué?
—Por hacerte enojar. Es por eso que has estado evitándome, ¿no?
Inclina la cabeza a un lado, mirándome como si fuera una criatura extraña.
—No, no me hiciste enojar. Me hiciste darme cuenta de que no te quiero por aquí…
que no es bueno para mí estar cerca de ti.
—Pero quiero estar cerca de ti y me dijiste que me dejarías visitarte antes de
ir a casa, lo que es pronto. —La última parte es una mentira, porque honestamente
no tengo idea de cu{ndo regresaré… cuándo seré capaz de aceptar que las cosas
pueden nunca cambiar. Renunciar a la esperanza.
Me analiza incluso más de cerca, pareciendo en conflicto y un poco furioso,
y todo lo que quiero hacer es dar un paso al costado y dejar al muro bloquearme de
su mirada implacable. —Puedes quedarte y pasar el rato si quieres —dice y se
estira por un par de vaqueros del suelo—. Pero yo… tengo que hacer un par de
cosas primero.
—¿Cómo qué?
No responde, sino que saca una bolsita plástica llena de polvo blanco
grumoso. La sostiene en alto y eleva las cejas de un modo inquisitivo, como si
estuviera poniéndome a prueba, retándome a darle un motivo para echarme, salir
al otro lado de esa puerta agrietada.
Por dentro, me siento curvarme en una bola, pero por fuera permanezco de
pie. —¿Tienes que hacerlo?
Asiente con necesidad en sus ojos y me obligo a tragar el nudo en mi
garganta y no decir una palabra cuando comienza a abrir la bolsa y luego cierra la
puerta. Por lo menos esta vez tiene la cortesía de no hacerlo en frente de mí.
Me quedo mirando las grietas en la pared mientras espero, siguiendo los
surcos con mi mirada, sin contarlas a pesar de que desesperadamente quiero
hacerlo. Luego la puerta del dormitorio por la que entró Dylan, se abre. Pero él no
es la persona que sale.
Es Delilah.
Está usando una camisa transparente y sus pantalones cortos lucen más
como cacheteros. Su cabello caoba está enredado y su mejilla está un poco
hinchada. Pero parece más lúcida que la última vez que la vi.
Comienza a dirigirse en dirección opuesta a mí, lanzando las cenizas de su
cigarrillo en el piso, pero luego se detiene cuando me ve. —Entonces los rumores
son ciertos —dice, sorbiendo por la nariz roja, y no estoy segura si es porque ha
estado llorando o porque aspiró algo.
—¿Que rumores? —Me apoyo contra la pared y ella se para frente a mí,
relajándose contra la puerta.
Se encoge de hombros, tomando otra calada de su cigarrillo. —Que estás
aquí en Las Vegas.
—Sí, llegué hace poco más de una semana —le digo—. Y me viste el otro
día.
—¿En serio? —Mira al techo como si tratara de acordarse—. No recuerdo
eso.
—Eso es porque estabas fuera de ti —respondo, cruzando mis brazos.
Me evalúa y puedo ver el odio en ella. —¿Por qué viniste aquí?
—Para ver a Quinton. —Ignoro su actitud ruda.
El humo rodea su rostro cuando exhala. —¿Por qué?
—Porque quiero intentar ayudarlo —le explico.
—¿Con qué?
Miro hacia el pasillo, a la basura del piso, las jeringas usadas, las botellas
vacías de alcohol. No hay alfombra en el suelo. El techo está agrietado. Todo el
lugar luce como si estuviera a punto de colapsar. —A salir de este lugar.
Ríe sarcásticamente. —Sí, buena suerte con eso. —Coloca el cigarrillo entre
sus labios de nuevo y toma una respiración profunda—. Nadie por aquí quiere ser
salvado, Nova. Deberías recordar eso, ya que una vez estuviste en este lugar.
—Pero salí.
—Porque querías hacerlo. —Roza con su pulgar la parte final del cigarrillo,
esparciendo ceniza por el piso—. Todos estamos aquí porque escogemos estar
aquí.
Subo mis cejas. —¿Incluso tú?
Frunce el ceño. —Sí, incluso yo.
—Entonces, ¿por qué llorabas hace unos minutos? —No creo que tenga algo
que ver con las drogas, pero estoy intentando que hable sobre eso. A pesar del
hecho de que puede ser una perra la mayor parte del tiempo, fue mi amiga una
vez.
—Estaba molesta por algo —dice, dejando caer su cigarrillo al suelo—. Se
me permite estar molesta.
—Eso lo sé. —Me muevo hacia ella—. ¿Por qué tu mejilla está hinchada?
Entrecierra sus ojos. —Me tropecé con una pared.
No le creo. —¿Cómo diablos pasa eso?
Se encoge de hombros, presionando la punta de su zapato sobre el cigarrillo,
apagándolo. —Estaba drogada. Pensé que podía caminar a través de las paredes.
—¿Estás… estás segura de que no tiene nada que ver con los gritos?
—Sí, estoy segura —espeta, acercándose y sujetando mi brazo—. No te
atrevas a especular que Dylan me golpeó. Porque no lo hizo.
Me encojo ante sus dedos clavándose en mi piel. —Nunca dije que lo
hiciera.
Resopla, liberando su agarre, girándose. —Jódete. No me conoces. Ya no. —
Luego pisotea hacia el pasillo, lanzando sus brazos al aire.
—Delilah, espera —grito, mientras me apresuro detrás de ella—. No
intentaba molestarte.
Se gira, con su rostro rojo de rabia. —Entonces, ¿qué hacías?
—Yo solo... —Me retuerzo con inquietud contra su mirada acalorada—. Solo
quería asegurarme de que estuvieras bien.
—Estoy bien —dice a través de sus dientes apretados.
—Si alguna vez necesitas algo, puedes llamarme —digo en un patético
intento de ayudarla.
Su boca se aprieta en una línea fina. —No nece… nunca necesitaré nada.
La sensación de impotencia dentro de mí se magnifica y casi me ahoga
cuando da la vuelta y se aleja, dejándome de pie al final del pasillo. Siento como si
golpeara la cabeza contra la pared, rodeada de un montón de personas que
necesitan mi ayuda, pero no la quieren. Y no soy lo suficientemente fuerte para
ayudarlos a todos a la vez. ¿Que se supone que haga? ¿Seguir hasta que me
rompa? ¿Alejarme y siempre lamentar no quedarme? Porque sé que es allí a donde
esto se dirige. Ya estoy obsesionada con los ‚y si‛ de nuevo, justo como lo hice
cuando murió Landon. Y tal vez eventualmente lo supere, sane. Pero al mismo
tiempo, quiero que esto resulte bien. Solo quiero por una vez no tener que perder a
alguien porque no pude hacer las cosas bien, manejar mi bicicleta lo bastante
rápido o despertar unos minutos más temprano y convencer a la persona que amo
de que vale la pena vivir la vida.
—¿Qué estás haciendo? —El sonido de la voz de Quinton me sobresalta y
mi corazón se acelera.
Me doy la vuelta. Está de pie en la entrada nuevamente con sus vaqueros
puestos, sorbiendo por la nariz profundamente mientras se coloca una camisa. Sus
ojos son mucho más cálidos y más coherentes, como si hubiera matado el
monstruo que emergía en él, o solo lo hubiera puesto a dormir.
—Hablaba con Delilah. —Camino por el salón hacia él.
—¿Y cómo resultó eso? —pregunta, metiendo la bolsa de plástico en su
bolsillo.
—No muy bien —admito—. Estoy preocupada por ella, no solo por…
bueno, tú sabes… —Busco las palabras adecuadas, pero no estoy segura que haya
tal cosa—. No porque esté con las drogas, sino porque está con Dylan.
—Pero no puedes ayudarla si no quiere ayuda. —Hay un significado
subyacente en su tono.
—Pero puedo intentarlo —respondo, forzando una pequeña sonrisa—. ¿Qué
tipo de persona sería si me doy por vencida con las personas?
—Del tipo normal —dice con honestidad.
—Bueno, siempre he sabido que no era normal.
—No, no lo eres. —Hay una mirada perpleja en su rostro—. Pero es algo
bueno, supongo. —Continúa mirándome por un momento, luciendo más y más
perdido, hasta que finalmente se agacha para agarrar un puñado de monedas del
suelo—. Entonces, ¿qué vamos a hacer esta noche? —Se levanta con el fantasma de
una sonrisa en su rostro. Tan caliente y frío. Tan alto y bajo. Demasiado parecido a
Landon.
—¿A dónde quieres ir? —pregunto, cuando mete las monedas en su bolsillo.
Presiona sus labios, escaneando la habitación, el suelo cubierto de monedas
y sobre su colchón, una manta y su libro de bocetos. —¿Quieres quedarte aquí?
—Preferiría no hacerlo, si está bien.
—Probablemente no sea el mejor lugar para ti, ¿no? —Frunce el ceño, como
si se diera cuenta de donde estamos parados.
—O para ti —me atrevo a decir, insistiendo.
Traga duro, y puedo ver al monstruo desvanecerse, probablemente porque
lo acaba de alimentar. —Eres demasiado amable conmigo —dice finalmente, y allí
es cuando creo ver un destello de él. Del Quinton que conocí. Del triste, pero aún
agradable, aún afectuoso; un buen chico que solo necesita ayuda para luchar
contra sus demonios internos. Que necesita dejar ir su pasado.
Me fuerzo a ser positiva. —Espera. Aún tengo muchas más amabilidad para
ti que no has visto —digo, golpeándolo juguetonamente con mi pie.
Sacude la cabeza, pero lucha contra una sonrisa; sus ojos marrones como la
miel brilla con el indicio de vida, y la vista me hace querer lanzar mis brazos
alrededor de él y abrazarlo, abrazar la vida que veo en sus ojos. —¿Qué tal si nos
sentamos en tu auto y hablamos?
Trabajo para mantener mis brazos a mis costados y asentir, forzándome a
ver más allá de todos los problemas a mi alrededor, incluso cuando se siente que
tal vez no debiera, que tal vez soy la única que necesita abrir los ojos. —Creo que
eso suena como una gran idea.

***

No estoy segura de cuanto cristal consumió, pero para el momento en que


llegamos al auto lo golpea una ráfaga de energía y habla en modo hiperactivo. —Y,
¿cómo está Las Vegas? —pregunta mientras subimos a mi auto, estacionado en
frente de su casa.
Es una pregunta formal que me toma un momento responder. —Bien,
supongo.
Me acomodo en el asiento, bajando la ventana y dejando entrar el aire cálido
mientras él apoya su cabeza contra el reposacabezas. —¿Has hecho algo divertido?
Echo un poco para atrás mi asiento, así puedo estirar mis piernas. —Fui a
Strip la otra noche.
—Escuché que es intenso. —Frota sus ojos y luego parpadea mientras sube
la mirada al techo.
—Sí, cientos y cientos de luces y personas… ¿alguna vez vas allá?
Sacude la cabeza. —Nah, realmente no es para mí. —Sus ojos aterrizan en
mí y a través de la oscuridad casi puedo pretender que está sobrio—. Demasiadas
personas.
—No parece gustarte la cuidad —noto, moviéndome en mi asiento para
mirarlo—. Aun así vives aquí y solías vivir en Seattle, que es bastante grande,
¿cierto? —Me tenso cuando lo siento tensarse, preocupada porque tal vez
mencionar Seattle no fue lo mejor.
Pero se relaja. —Sí, pero las ciudades no siempre me han molestado.
—¿Qué cambió?
—Yo —dice, rascando su brazo donde sé que están escondidos sus
tatuajes—. Solo decidí que me gusta lo tranquilo... ya tengo demasiado ruido en mi
cabeza y lo último que necesito es añadirle más.
—Y aun así estás aquí.
—Estoy aquí porque no tengo a donde más ir.
—Ni siquiera a Seattle. —Espero no romper la fina capa de hielo donde ya
estoy caminando.
—Nunca regresaré a Seattle —responde con desdén, haciendo sonar su
cuello y luego sus nudillos—. Hay demasiados malditos recuerdos allí.
El silencio aumenta mientras observa al edificio en frente de nosotros con
una mirada contemplativa en su rostro, como si estuviera considerando si quiere
echarse para atrás y regresar adentro. Pero antes de que pueda, tomo la
oportunidad de decir algo que espero no lo haga enojar, que espero lo haga
entender que lo comprendo más de lo que piensa.
—Sabes, solía sentirme de esa forma acerca de Maple Grove —divulgo—.
Especialmente desde que mi novio murió. Su casa estaba atravesando la calle, de
hecho... —Trago el bulto en mi garganta, preparándome para decir la única cosa
que siempre odiaré decir en voz alta—. Donde lo encontré... después de que él...
bueno, se quitara su propia vida.
El silencio se magnifica. Escucho los autos zumbando por las calles. Sus
luces iluminan el espejo retrovisor.
—Estoy seguro de que debió ser duro para ti —dice en voz baja, y su
respiración se vuelve entrecortada.
—Fue muy duro —admito—. Sobre todo porque me culpé por su muerte.
Voltea su cabeza hacia mí con sus cejas fruncidas. —¿Por qué te culparías
por eso? Él escogió hacerlo. No lo obligaste. —Se detiene, calmando su respiración
errática.
—Sí, pero al mismo tiempo, vi las señales y medio las ignoré porque tenía
miedo de admitir que existían. Miedo de que se molestara conmigo… tenía miedo
de tantas cosas y siempre lamentaré ese temor, probablemente por el resto de mi
vida.
—Sí, pero incluso si no tuvieras miedo y le hubieras dicho algo —dice, sin
mirarme a mí, sino sobre mi hombro a la oscuridad—. No significa que las cosas
hubieran pasado diferente. Aun así podría haber decidido que era tiempo de irse.
—Sí, pero al menos sería capaz de sentarme aquí y decir que hice todo lo
que pude. —Presiono un punto que se siente muy importante—. Que no me rendí
antes de que se terminara.
—¿Es eso lo que haces conmigo? —Me mira. Creo que está intentando ser
rudo, pero su voz desigual delata que se está poniendo emocional.
—Tal vez —le digo con honestidad—. ¿Te da miedo eso?
Sacude su cabeza, sosteniendo mi mirada. —No, porque sé que estás
malgastando tu tiempo.
—No estoy de acuerdo contigo. —Me rehúso a pestañear ante su mirada
intensa—. El tiempo no es malgastado cuando intentas ayudar a alguien.
Está desconcertado ante mis palabras, con sus labios separados mientras se
rasca la cabeza. —¿Entonces qué? ¿Vas a continuar quedándote en este lugar con la
esperanza de que vas a salvarme? —Hace un gesto a nuestro alrededor. El
vecindario ha comenzado a tener vida; personas paradas afuera de las escaleras del
edificio, caminando por el frente—. ¿En serio quieres que esto sea tu vida? Porque
la odio a veces. Además, es peligroso para ti y ni siquiera deberías estar aquí. —
Titubea ante sus palabras, como si no quisiera dejar salir la última parte—. Pero lo
merezco. Tú no.
—Bueno, no debo quedarme aquí todo el tiempo —digo, teniendo una idea
mientras enciendo el motor—. Nadie tiene. Todo el mundo tiene una opción de
donde quieren estar. Tú. Tristan, especialmente después de ver lo que ese chico
Trace le hizo.
—Tristan estar{ bien… Estoy cuidando de él. —Se desliza por el asiento.
—¿Est{s seguro? Porque puedo ayudar…
Me corta. —No voy a dejar que te involucres en esta mierda, así que déjalo,
Nova.
—Est{ bien… pero solo quiero que sepas que estoy aquí si necesitas algo.
—Sé eso. —Su expresión se suaviza—. Y quiero que sepas que no quiero que
te involucres en nada que sea parte de esto. —Hace un gesto al edificio de
apartamentos—. Te quiero a salvo.
Coloco el auto en marcha. —Sé que sí.
Intercambiamos esta intensa mirada que hace difícil respirar. Luego aclara
su garganta un par de veces y se sienta derecho cuando comienzo a retroceder el
auto. —¿Qué estás haciendo?
Llevándote lejos de este apartamento de mierda. —Solo necesito una soda. Estoy
muy sedienta.
—Hay una estación de gasolina al final del camino donde puedes conseguir
una —dice, señalando por encima de su hombro—. Solo toma un momento
conducir allí y unos minutos a pie.
—Conduciré hasta allá. —Muevo el volante para dar vuelta al auto—. Y
entonces podemos continuar hablando.
—Pero, ¿esta conversación no sigue en círculos… tú intentando ayudarme
cuando no puedes? Es como una causa perdida —dice cuando toma su cinturón de
seguridad por encima de su hombro y lo abrocha.
Enciendo las luces delanteras cuando llego al camino. —Ningún momento
contigo es una causa perdida. De hecho es muy valioso.
Escucho su respiración atorarse en su garganta y cuando sujeta la manilla de
la puerta, me preocupa que vaya a saltar, pero me observa cuando dice—: Nova,
estás matándome esta noche. —Su voz es solo un susurro, ahogada, llena de la
agonía que sigue embotellando—. Debes dejar de decirme esa mierda.
Mi corazón se acelera dentro de mi pecho. —¿Por qué?
Baja la cabeza y frota con su mano duramente su rostro. —Porque significa
mucho para mí y las cosas no deberían significar nada para mí… se mete con mi
cabeza.
—Bueno, lo lamento, pero tengo muchas más cosas significativas esperando
por ti —le digo, insegura de a dónde diablos se está dirigiendo esta conversación.
Mira hacia su regazo. —Ya no puedo soportarlo. Por favor, habla de otra
cosa además de mí. —Me mira y las luces en su lado de la calle se reflejan en sus
ojos, resaltando su agonía—. Dime algo sobre ti —ruega, desplomándose contra el
asiento con su cabeza dirigida hacia mí—. Por favor. Quiero escuchar algo sobre ti.
Giro mi cabeza y nuestras miradas chocan. Quiero llorar porque parece estar
en la miseria, como si me estuviera rogando silenciosamente que lo sacara de ella.
Dios, lo que daría por saber lo correcto para decir, algo que pudiera alejar su dolor.
El problema es que sé por experiencia que no hay algo adecuado para decir que
pueda llevarse el dolor. No hay nada que pueda salvarlo de él. Debe aprender a
vivir con eso y no darle mucho poder sobre él.
—¿Cómo qué? —pregunto, luchando para mantener mi voz balanceada.
—No sé. —Se encoje de hombros—. Dijiste en el techo que yo era alguien
fácil con quien hablar el verano pasado y dije que era porque estabas drogada, así
que prueba que me equivoco. Dime algo, algo sobre ti.
Considero lo que dijo cuando freno, deteniéndome en una luz roja. Algo
sobre mí. Tal vez algo que lo ayude a ver que las personas pueden ser salvadas. —
Vi el video de Landon… el video de mi antiguo novio, el que hizo minutos antes
de matarse. —No lo miro cuando lo digo porque no puedo, pero su silencio
prolongado me dice que lo he aturdido. La luz se vuelve verde y conduzco por el
camino, dirigiéndome a la estación de gasolina en el lado derecho.
Finalmente dice—: ¿Cuándo?
—Ya te dije que lo hizo antes de morir —digo cuando llego a la estación de
gasolina—. De hecho he tenido el archivo desde siempre, pero tenía mucho miedo
de verlo. Lo tuve en mi computadora y luego en mi teléfono todo el último verano,
pero no podía… no podía verlo.
—No, quiero decir ¿cuándo lo viste? —pregunta cuando estaciono en frente
de las puertas de la estación de gasolina, entre unas señales de luces fluorescentes.
Apago el motor. —Fue el día en que salí del concierto —le digo, reuniendo
mi mirada con la suya—. La mañana después de que me dejaras en el estanque.
—¿Y te hizo sentir mejor? —pregunta—. Saber lo que pensó antes de… —Su
voz se quiebra y se aclara la garganta, colocando sus manos a los costados.
—Sí y no —respondo honestamente, y cuando me mira gracioso, le
explico—: Sí, porque me ayudó a ver en lo que me había convertido, en lo que me
estaba transformando. A pesar de que se encontraba justo en frente de mis ojos, no
podía verlo y sus palabras me recordaron lo que solía ser y lo que quería ser de
nuevo.
Absorbe mis palabras como si fueran oxígeno, inhalándolas y exhalándolas.
—¿Y por qué lo lamentas?
Me encojo de hombros, pero todo dentro de mí se endurece mientras
observo las luces de la tienda en el parabrisas, dejándolas arder contra mis ojos
para no llorar. —Porque aun así quedé confundida sobre por qué lo hizo… nunca
dio una explicación real, y sinceramente, no estoy segura de que exista una.
Además, duele verle así, sabes. —Lo miro y a pesar de que es difícil, mantengo su
mirada—. Verlo herido así y saber que pronto iba a terminar su dolor, que iba a
morir y no podía hacer nada para detenerlo. Que perdí mi oportunidad… Nunca
quiero perder mi oportunidad de nuevo.
—No voy a morir, Nova —dice—. Si es eso a lo que estás llegando.
—No sabes eso —digo, mirándolo de nuevo, viendo puntos por mirar las
luces fijamente—. Lo que est{s haciendo…. Podría matarte.
—Bueno, no lo hará —insiste—. Créeme, he intentado morir desde hace
mucho tiempo y no puedo hacer que suceda, sin importar cuán duro lo intento.
La esperanza dentro de mí se esfuma y antes de poder reponerme, las
lágrimas inundan mis ojos. Los ojos marrones como la miel de Quinton se
convierten en los de Landon y abruptamente se siente como que estoy sentada en
el auto con él y que solo estamos hablando, pero puedo sentir que está triste y solo
estoy observándolo ponerse más y más triste y no estoy haciendo una maldita cosa
al respecto más que verlo morir.
—¿Por qué dirías algo así? —digo mientras las lágrimas se filtran en mis
ojos. Quiero golpearlo pero al mismo tiempo, abrazarlo. Estoy en un conflicto, así
que en cambio me siento allí y lloro, y él solo se sienta allí y me ve llorar como si
no le importara. Pero entonces las lágrimas comienzan a caer por mis mejillas y
salpican la guantera y cuando las ve cayendo es como si de repente se diera cuenta
que estoy llorando y que formó parte en eso.
Se inclina rápidamente y envuelve su brazo a mi alrededor y me acerca a él,
juntando nuestros cuerpos. —Dios, Nova, lo siento. Maldición. Soy tan estúpido…
ni siquiera sé lo que digo la mitad del tiempo… no me escuches.
Dejo que me sostenga mientras las lágrimas empapan su camisa y besa mi
cabeza, susurrando disculpas. Por un breve momento, no somos yo y esta versión
retorcida de Quinton en el auto. Soy yo y un Quinton diferente que deseo haber
podido conocer, el que era antes del accidente. No estoy segura de cómo es, pero
he conseguido los suficientes vistazos para poder imaginarme un chico muy bueno
y cariñoso. Y es él quien me está sosteniendo en este momento, más que el que me
hizo llorar.
Al final sorbo mis lágrimas y vuelvo a la realidad. Comienzo a retirarme,
pero él mantiene su brazo a mi alrededor, presionando mi espalda, y me doy
cuenta de que su brazo está tembloroso.
—Lo siento mucho —dice y está temblando como si tuviera miedo—. Nunca
debí haber dicho eso.
—Está bien. —Me retiro lo suficiente para mirarlo a los ojos—. Seguro solo
estás cansado, ¿verdad? —le ofrezco una excusa, esperando que la tome y
podamos olvidarlo.
—Sí… cansado —dice cuidadosamente, porque los dos sabemos que no es el
caso.
Levanto mi mano para limpiar las lágrimas de mis mejillas, pero él la toma.
Luego se mueve hacia adelante e instantáneamente me pongo tensa, mientras pasa
sus labios por mis mejillas donde las lágrimas manchan mi piel.
—Cansado o no —dice entre besos—, nunca debería hacerte llorar. Nunca.
Soy una persona horrible de la que deberías alejarte —susurra con otro beso—.
Dios, no merezco estar aquí contigo. Deberías llevarme a casa.
—No, mereces estar conmigo. —Mis ojos se cierran mientras su respiración
cálida toca mis mejillas, y su pecho roza contra el mío con cada respiración que
toma. Las emociones aparecen… lo mucho que me preocupo por él… lo mucho
que deseo que pudiera estar en mi futuro… en mi vida… curado. Estoy
recordando de forma dolorosa por qué vine aquí. Por qué necesitaba ayudarlo. Y
duele porque sé lo difícil que es, en lo que se está convirtiendo la desesperanza,
pero cómo de valiosa es por vistazos como estos.
—¿Qué puedo hacer para mejorarlo? —susurra contra mi mejilla—. Haré
cualquier cosa que me digas.
Sé que no debería decirlo, pero no puedo evitarlo. —Deja de drogarte. —Me
pongo rígida, esperando que me grite, pero todo lo que hace es echar la espalda
hacia atrás, manteniendo su mano en mi cadera.
—No puedo hacer eso —dice suavemente, sonando casi decepcionado, pero
quizá solo soy yo aferrándome a una esperanza.
—¿Por qué no?
—Porque no puedo.
Quiero presionarlo más, pero se está cerrando, y la vida en sus ojos se
extingue. Sé que una vez que se vaya, me pedirá que lo lleve a casa, así que lo
olvido y busco una manera de mantenerlo aquí a mi lado.
—Oye, ¿sabes qué deberíamos hacer? —digo, mientras se recuesta en su
asiento.
Tamborilea con sus dedos en su rodilla mientras mira hacia la gasolinera. —
¿Qué deberíamos hacer, Nova como el auto? —pregunta, dándome una sonrisa de
medio lado. Ha pasado tiempo desde que usó mi apodo, y los recuerdos del último
verano vuelan a través de mí tan poderosamente que me da una idea.
—Deberíamos jugar a las veinte preguntas otra vez —le digo—. Como lo
hicimos el verano pasado.
—¿De verdad es eso lo que quieres hacer? —pregunta con el ceño fruncido.
Bostezo al tiempo que envuelvo mis dedos alrededor de la manija. —Tan
pronto como consiga una refresco.
Me estudia, pareciendo indeciso, pero luego se rinde. —De acuerdo, ve a
conseguir tu refresco y jugaremos un poco a las veinte preguntas.
Salgo del auto, sin sentirme feliz, pero al mismo tiempo, sin sentir que estoy
cayendo en la desesperanza. Aunque me preocupa que cuando regrese al auto, se
haya ido. Así que corro a comprar un refresco y cuando salgo, el alivio me inunda
al verlo inclinado sobre el capó de mi auto, fumando un cigarrillo, mirando las
estrellas en el cielo de media noche, la calle está bastante silenciosa y no hay otros
carros estacionados cerca. Solo el ruido que viene de los altavoces de la radio de la
gasolinera que se encuentra en la estación de los viejos éxitos, tocando canciones
suaves. Es casi como si tuviéramos la tranquilidad de la que hablaba sobre el techo.
Sería el momento perfecto, si no supiera lo que iba a pasar cuando lo llevara al
apartamento. Aun así, me subo al capó con él y tomo un trago de refresco mientras
el olor del cigarrillo me rodea.
—¿En qué piensas? —le pregunto, mirando el cielo nocturno, sintiendo la
calma en mi interior mientras observo las constelaciones.
Pone el cigarrillo en sus labios e inhala. —Pienso en mi primera pregunta —
dice, soplando una nube de humo.
—¿Ah, sí? —digo, girando la tapa de mi refresco—. ¿Quién te dijo que vas
primero?
Inclina su cabeza hacia un lado. —¿No vas a dejarme ser el primero? —casi
está jugando.
Sonrío. —Estoy bromeando. Puedes empezar.
Piensa por un momento mientras cuelga su brazo a un lado y tira la ceniza
al suelo. —Si pudieras estar en un lugar del mundo, ¿dónde te gustaría estar?
—Honestamente —digo, y él asiente—. Creo que estaría por todo el mundo,
grabando todo.
—¿Todo?
Asiento. —Todo. Hay demasiado para ver, ya sabes, y algunas veces siento
como que estoy cruzada de brazos, perdiéndome todo.
Se voltea y se apoya en su codo; el humo del cigarrillo rondándonos. —
Entonces ¿por qué no vas?
—Por un montón de razones —respondo, girando la botella de refresco en
mi mano—. Una es que primero tengo que graduarme… es importante para mi
futuro.
—Sí, puedo ver eso… necesitas un diploma si quieres tener un futuro —dice
con el ceño fruncido, y eso apuñala mi corazón.
—Deberías tener un futuro, ya sabes —digo, esperando no molestarlo de
nuevo.
—No, no puedo. —Se recuesta sobre su espalda y fija sus ojos en las
estrellas, aumentando el silencio.
—Está bien, mi turno. —Giro sobre mi cadera, apoyo mi cabeza sobre mi
brazo, y pongo la botella de refresco sobre el parabrisas—. ¿Qué te gustaba antes
de comenzar con las drogas? —Es una pregunta valiente, pero quiero que el juego
de esta noche tenga un objetivo. Quiero llegar a conocerlo más. Entenderlo, de ese
modo tal vez pueda llegar a comprender cómo ayudarlo.
Hace un gesto de dolor como si lo hubiera golpeado y suelta una tos aguda.
—No voy a responder esa pregunta.
—Eso no es justo. Siempre respondo las tuyas, incluso la que fue sobre la
muerte de mi papá, que es algo difícil de contar.
—¿Cuándo te pregunté acerca de tu papá?
—El verano pasado —le recuerdo—. Cuando est{bamos en la carpa y nos…
nos besamos mucho.
Más recuerdos se mueven a nuestro alrededor mientras recuerdo y puedo
decir que él recuerda también, porque toca sus labios y tiene esa mirada rara en su
rostro. Entonces traga duro y sacude la ceniza de su cigarrillo sobre el piso. —Era
normal —finalmente responde mi pregunta—. Solo un chico normal que pensaba
en la universidad y al que le gustaba dibujar y quería ser artista. Que difícilmente
se metía en problemas, y que solo había estado enamorado de una chica… un
aburrido chico normal. —Suena tan contradictorio, como si extrañara a aquel chico,
pero al mismo tiempo no quisiera hacerlo.
La canción cambia a una que conozco, aunque no me gustan las viejas. Pero
es una que mi pap{ solía escuchar, ‚Heaven‛ de Bryan Adams, y me hace pensar
en los buenos tiempos de mi vida, cuando bailaba alrededor de la sala con él,
escuchando música, y todo se sentía tan fácil. En este momento, deseo poder
capturar algo de esa facilidad y derramarlo sobre nosotros dos.
—Me gusta cómo suena ese chico aburrido —pronuncio lentamente—.
Espero poder conocerlo algún día.
—No lo harás, así que deberías encontrar otro. —Se sienta como si estuviera
listo para irse, pero en cambio, estira los brazos sobre su cabeza—. ¿Qué ves en mí,
Nova? ¿Qué te mantiene aquí? Es decir, no soy amable contigo, al menos no
siempre. Tengo una vida de mierda y hago cosas de mierda.
—Todo eso es porque estás herido, sin embargo, algo que entiendo muy,
muy bien. —Me siento y me inclino hacia adelante para encontrar sus ojos, que
están amplios y llenos de pánico—. Veo muchas cosas en ti, Quinton. No te voy a
mentir. Algunas veces me recuerdas a Landon y esa es parte de la razón de por qué
pienso que estoy tan atraída por ti —digo, y cuando su expresión cae, rápidamente
tomo sus manos—. Pero esa no es la única razón… algunas veces cuando me
encuentro contigo parece que tú y yo somos las dos únicas personas que existen y
que nada más importa, y para alguien que lo piensa todo demasiado, eso es difícil
de lograr.
Puedo decir que en cierto modo le gusta mi respuesta, porque su pulso
comienza a golpear contra mis dedos. —¿Eso es todo? —pregunta y sacudo mi
cabeza, preguntándome cuánto tiempo ha pasado desde que alguien le dijo cosas
agradables.
—De ninguna manera. Solo estoy empezando. —Lo sostengo más fuerte—.
El último verano me hiciste sentir cosas… cosas que pensé nunca volvería a sentir
después de la muerte de Landon. Y no es por que estuviera drogada. Créeme.
Nunca me he sentido así de nuevo, no hasta que regresé aquí para verte.
—Soy un drogadicto, Nova —murmura—. No debería hacerte sentir nada.
—No eres un drogadicto —discuto, apretando el agarre de sus manos—.
Solo eres alguien que está verdaderamente, verdaderamente perdido y herido y no
admitirá que las drogas alejan todo de ti.
Comienza a lucir asustado, con pánico, sus ojos recorren el área como
buscando un lugar para correr, esconderse y drogarse. Así que lo agarro más fuerte
y me muevo.
—Sí pudieras hacer cualquier cosa en este momento —digo rápidamente—.
¿Qué harías?
—Drogarme —responde, encontrando mis ojos, y los suyos están tan llenos
de angustia que me roba el aliento—. ¿Y tú? ¿Qué harías justo en este momento si
pudieras?
Creo que piensa que voy a decir que lo salvaría, y quiero hacerlo, pero no
voy a decirlo porque necesito un descanso de la repetitividad y lo mismo le pasa a
él. Los dos sabemos por qué estoy aquí y no voy a olvidarlo. Solo estoy tratando de
entrar de a poco en su cabeza y es la única manera que puedo pensar. Tratar algo
que es fácil y simple. Porque en este momento necesitamos lo fácil.
—Bailaría —respondo, luego suelto su mano y me deslizo del auto. Sé que
estoy siendo ridícula, pero es todo lo que tengo en este momento, luego extiendo
mi mano—. ¿Bailarás conmigo, Quinton?
Mira cautelosamente hacia los parlantes en la pared de la gasolinera, las
bombas vacías, y después sobre la calle. —¿De verdad eso es lo que quieres hacer?
¿Justo aquí? ¿Ahora?
Asiento con mi mano aún extendida. —Sip, ahora ¿me concederás el deseo?
Lo considera y hay duda en sus ojos, pero aun así se baja del capó y toma mi
mano. El contacto me da un breve descanso de todas las cosas desagradables que
nos envuelven. Fácil. Haremos algo que es realmente, realmente fácil. Sé que no
borrará las cosas difíciles. Pero a veces descansar de lo complicado es suficiente
para llevarme al siguiente paso y al siguiente. Uno a la vez. Una respiración a la
vez. Un latido del corazón a la vez.
Una vida a la vez.
Lo alcanzo y pongo mi mano en su hombro, pero en cambio me hace
retroceder y me da una vuelta. —Sabes que estás logrando algo difícil, ¿verdad? —
dice, tirándome hacia él y chocándome contra su pecho.
Estoy sin aliento cuando pongo mi mejilla en su pecho y debajo siento su
corazón corriendo. —¿Dónde aprendiste a bailar así?
—De mi abuela… ella me enseñó justo antes de ir a mi primer baile en la
secundaria —dice, suspirando en mi cabello mientras descansa su barbilla sobre mi
cabeza y comenzamos a balancearnos con la música.
—¿Fue porque quería enseñarte? —digo—. ¿O porque querías aprender?
—Tristemente era porque yo quería aprender —dice—. Pensé que sabiendo
cómo bailar, la chica que me gustaba querría bailar conmigo.
Presiono mi mejilla en su pecho. —¿Pero no quiso?
—No, además no era la clase de chico con el que una chica querría bailar —
dice—. Era demasiado tímido en ese momento.
Trato de no sonreír, pero es difícil. —Una vez, yo también fui tímida.
—Puedo ver eso —dice pensativamente.
Lo alejo un poco y levanto mi barbilla para mirarlo a los ojos. —¿Cómo? Ya
no soy tímida.
Las esquinas de sus labios se curvan. —Sí, pero algunas veces te
avergüenzas por cosas que haces y sale la timidez —dice y cuando frunzo el ceño,
añade—: No te preocupes, solo pasó un par de veces, cuando comenzamos a salir.
Y además, me gusta.
Cierro mis labios y vuelvo a poner mi mejilla sobre su pecho, y él pone de
nuevo su barbilla sobre mi cabeza. —Bueno, me alegra que te guste, porque a mí
no.
—Bueno, me gusta. —Sigue bailando por un momento, guiándome en un
círculo lento. Entonces siento que traga duro y dice—: Creo que aprendiste otra
cosa del viejo yo: que sabía cómo bailar.
Sonrío para mí misma, porque no solía saber cómo bailar, aún lo sabe. Y
mientras nos mecemos con el ritmo, me quedo en silencio, diciéndome que si
puede bailar, entonces el viejo Quinton está ardiendo en algún lugar dentro de él, y
ahora que le he echado un vistazo, no quiero dejarlo ir nunca.
Así que lo sostengo fuertemente mientras nos movemos con la canción.
Cierro mis ojos y siento cada cosa del momento: el calor en el aire, la calidez de su
cuerpo, la forma en la que mi cuerpo parece entonar con el suyo. Sin
remordimientos. Este es uno de los momentos de los que nunca me arrepentiré. No
me importa que estemos en el estacionamiento de una gasolinera de mierda y que
los dos apestemos a humo de cigarrillo. Lo quiero. Quiero esto. Lo quiero a él.
Ahora mismo. Sé que no es el momento adecuado, que hay muchas cosas que están
mal, cosas escondidas y profundas bajo la superficie, pero solo necesito tocarlo un
poco más. Entonces sin abrir los ojos, hago un camino de besos por su cuello, cruzo
su mandíbula desaliñada y encuentro sus labios. No estoy segura de lo que espero
que haga, pero abre su boca y me devuelve el beso profundamente, con pasión y
calor. Se encarga de que nos mantengamos moviéndonos y al mismo tiempo acerca
más nuestros cuerpos, hasta que casi somos una sola persona. Puedo sentir todo de
él. Su calor. Su respiración. El leve jadeo que hace cada vez que nuestros labios
raramente se separan. Y con mis ojos cerrados puedo fingir que estoy con el
Quinton viejo, al que estoy tratando de salvar.
Y parte de mí desea nunca haber abierto los ojos de nuevo. Parte de mí
desea poder quedarse así. Para siempre. Solo él y yo. Contenta. La facilidad. Me
hace querer crear más momentos como este. Solo necesito encontrar una forma de
que me deje.
Después de que terminamos de bailar, subimos de nuevo al capó y
conversamos un poco más. Parece relajado a medida que pasa el tiempo y creo que
está alcanzando un tipo de balance de tranquilidad en su drogadicción, una que
recuerdo bien porque en primer lugar, fue lo que me sacó de las drogas. Entonces
comienza a hacerse tarde, a extinguirse tanto el ruido que parece que la ciudad se
ha ido a dormir.
Bostezo, estiro mis brazos y miro las estrellas. —Es muy tarde.
—Lo sé. Probablemente deberíamos regresar —dice, sentándose y saltando
del capó—. Es tarde y odio la idea de que estés aquí de noche y manejando de
regreso a donde sea que te estás quedando.
Me deslizo hacia el borde del capó y me ayuda a bajar tomando mi mano. —
Estaré bien. El tío de Lea vive en una zona muy bonita.
—Aun así, me preocupo por ti. —Parece incómodo diciéndolo.
—Está bien. Te llevaré y luego me voy a casa.
Asiente y suelta mi mano. Después lo llevo a casa y le doy un beso en el
cachete antes de que salga del auto.
—Nova —dice antes de salir; me da la espalda, sus pies se encuentran fuera
del auto y sobre el suelo—. Quiero que dejes de venir aquí.
Mi corazón se hunde en mi pecho. Por un momento pensé que había visto la
promesa de que las cosas podrían cambiar entre nosotros, que pararía de luchar
contra mí un poco. —De verdad quieres que deje de hacerlo.
Se toma unos segundos para responder. —Lo que quiero no importa… lo
correcto sí lo hace.
—No es malo para mí verte. —Juego nerviosamente con el llavero que
cuelga del encendido—. Y no estoy lista para dejar de verte… ¿tú est{s listo?
Su cabeza baja, pero todavía no me mira. —No puedo responder eso ahora
mismo.
—Bueno, entonces, deja de hablarme sobre eso hasta que lo hagas —digo, y
comienza a salir del auto sin decir nada—. ¿Te veré mañana?
Se detiene cuando está cerrando la puerta. —Sí... Creo.
No es mucho, pero es suficiente para levantarme un poco de mi depresión.
—Adiós, Quinton. Te veré mañana.
No dice nada y tira la puerta. Luego regresa a su casa y espero hasta que se
encuentra dentro antes de sacar mi teléfono y enfocar mi cara.
Hay muy poca luz, pero puedo ver el contorno de mi cara en la pantalla, lo
que es suficiente. —Esta noche tuve una idea —le digo a la cámara—. Puede ser
estúpida, pero es todo lo que conseguí. Se llama diversión. Y no estoy hablando
sobre el tipo de diversión que incluye conseguir bebidas e ir de fiesta. Es la última
cosa que Quinton y yo necesitamos. Estoy hablando sobre la clase de diversión
sencilla y fácil. El baile, la música, las risas, las bromas, la clase tranquila de
diversión… de la clase que compartimos esta noche. Parece que lo ayuda a
relajarse, sin presionarlo, fingiendo que solo somos dos personas pasando el rato…
y puedo fingirlo mientras pueda llevarme a algún lugar… Solo espero poder
seguir consiguiéndolo… seguir aprendiendo acerca de él… entenderlo. —Paro,
mordiendo mi labio mientras un chico sale del apartamento de Quinton,
acercándose a la barandilla, y mira fijamente hacia mi auto. Golpea su cigarrillo
sobre el borde y luego apoya sus brazos sobre la barandilla. La luz de la puerta
golpea su espalda, haciendo difícil que vea su cara, pero a duras penas luce como
Dylan. Si ese es el caso, entonces es hora de que me vaya, antes de que arruine mi
noche vagamente decente.
Desconecto la grabación y tiro mi teléfono hacia un lado, sintiéndome un
poco más ligera mientras me alejo. Solo le rezo a Dios que cuando regrese mañana
en la mañana, el Quinton que tuve hacia el final de esta noche siga presente.
Traducido por Vane Farrow, Jeyly Carstairs & Mire
Corregido por Victoria

Quinton
Estoy cambiando y no me gusta. Estoy sintiendo cosas y no me gusta. Mi
plan de auto-destrucción es cada vez más complicado y no me gusta. No me gusta
nada en este momento, pero todavía sigo haciendo las mismas cosas una y otra
vez. Sigo viendo a Nova. Dejándola afectarme, cambiarme.
Pero parece que no puedo evitarlo.
Bailar con ella fue... bueno, fue increíble. Acariciarla así, besarla así, debería
ser prohibido, sobre todo después de hacerla llorar como lo hice. Me hice una
promesa silenciosa la segunda vez que Nova me dejó ese día, cuando nos
encontrábamos en el techo y le mostré uno de mis lados más feos y la hice llorar.
Me juré que nunca la lastimaría de nuevo y que permanecería lejos de ella, pero
apesto en la última parte.
No sé cómo cortarlo, alejarme de ella, sin sentir que me estoy volviendo
loco. Me está llevando otra vez, casi tan potente como las drogas, pero al contrario
que con las drogas, estoy muy en conflicto acerca de mis emociones. La última vez
que me sentí así estaba en ese concierto y finalmente tomé la decisión de cerrarme
a mí mismo, no dejarme tener a Nova, no arrastrarla abajo. No sentir nada. Crear
mi propia prisión. Pero Nova parece saber cómo pasar a través de los barrotes y
sacarme como lo hizo el verano pasado. Y las emociones que intenté matar con
drogas han irrumpido a la superficie otra vez. A veces pienso que debería
abrazarlas. A veces pienso que debería huir de ellas. En momentos me hace enojar
y me preocupa que perderé los estribos una de esas veces y diré algo que la
lastimará de nuevo.
Afortunadamente eso todavía no ha sucedido. He visto a Nova todos los
días durante los últimos cuatro días y me las arreglé para no volverme loco y
hacerla llorar, pero eso es en parte porque siempre me aseguro de estar
perfectamente drogado cada vez que viene. Sus visitas están empezando a
convertirse en una rutina. Al igual que hoy. Me levanto alrededor del mediodía o
una, consigo mi estímulo matutino, me visto, y luego espero y dibujo hasta que
aparece. Casi me emociona saber que estará aquí para verme. Todo esto parece
bueno, pero hay un gran problema. Cuanto más tiempo paso con ella, más
culpable me siento acerca de Lexi. Como que estoy dejándola atrá, pudriéndose en
su tumba, decidiendo que debería vivir en lugar de ponerme de nuevo en la tumba
en la que debería haberme puesto con ella.
No estoy seguro de qué diablos está mal conmigo. ¿Qué tipo de persona
simplemente superaría la novia que mató? Así que trato de luchar contra ellos, mis
sentimientos por Nova, pero ella consume mis pensamientos, se apodera de mi
vida, incluso mis dibujos. En realidad estoy haciendo un dibujo de ella cuando se
presenta hoy. Es uno de ella sentada en el borde de la azotea, donde charlamos ese
día que le grité. La perfección que vi cuando me miró y le expliqué mi amor por la
escena abajo. Es un dibujo increíble que me pone triste, porque he llegado a ese
punto donde puedo poner mucho esfuerzo en dibujar a otra chica.
Lo último que quiero es que Nova lo vea, así que cuando entra en mi
habitación, cierro rápidamente mi cuaderno de bocetos. —Hola —digo, y lo arrojo
a un lado en el colchón.
Ella sonríe, con dos tazas de café en las manos mientras se materializa en mi
puerta, con un vestido azul que muestra sus piernas, y su pelo recogido así puedo
ver las pecas en la cara y los hombros. —Tengo un plan para hoy. —Extiende la
mano, ofreciéndome una taza de café, luciendo tan feliz a pesar de que hay un
espejo en mi piso que debe estar recubierto en residuo blanco, como si pudiera ver
más allá de todo eso, como cuando la frecuentaba en el pasado, como la cicatriz en
mi pecho que marca lo terrible que hice.
Tomo el café. —¿Quién te dejó entrar en el apartamento? —pregunto,
estirando los brazos por encima de mi cabeza y parpadeando un par de veces para
hidratar mis ojos. Me hice una línea hace un par de horas, así que estoy bien ahora,
pero no rebosante de adrenalina.
Su actitud optimista se hunde. —Dylan.
Mis brazos caen a los costados. —No te dijo nada, ¿verdad?
Se encoge de hombros, recogiendo el borde de la tapa de café. —En realidad
no es lo que dijo, sino más bien la forma en que me miró fijamente durante un
minuto antes de que me dejara entrar en la casa... Delilah se desmayó en el sofá y él
hizo un comentario listillo acerca de que le gustaba más así. Creo que le gusta
molestarme... y no me gusta ver a Delilah así.
Por supuesto, porque se preocupa demasiado por todo el mundo. —Lo
siento —digo, con ganas de retorcerle el pescuezo a Dylan. Ha estado actuando
como un idiota más y más cada día, insistiendo en que tenemos que mudarnos.
Tristan y yo de hecho nos colamos en su habitación y buscamos el arma, pero creo
que la mantiene con él todo el tiempo. Estoy un poco preocupado acerca de dónde
podría estar dirigido esto y lo último que quiero es que Nova se vea involucrada—.
No creo que debas venir más aquí.
Ella niega con la cabeza rápidamente, con los ojos muy abiertos. —No,
puedo manejar a Dylan espeluznante... Solo por favor no me hagas dejar de venir a
verte.
—No significaría que dejes de venir a verme —la corrijo y tomo un pequeño
sorbo de café. Ha pasado un largo tiempo desde que disfruté un capricho tipo
Starbucks y sabe mejor de lo que recuerdo—. Solo quería decir que a lo mejor ya no
debes venir a la casa. Simplemente podemos encontrarnos en tu coche.
—Pero, ¿cómo sabrás cuándo vengo?
—Podemos acordar un momento.
—Pero dices que tienes dificultades para mantener la noción del tiempo. —
Bebe su café mientras espera a que responda.
Si lo hago, prácticamente estoy adquiriendo un compromiso para verla,
seguir viéndola. Ir contra todo lo que siento dentro de mí, lo que podría ser capaz
de hacer si puedo mantener la cantidad adecuada de drogas en mi sistema, el
equilibrio que me mantiene estable, funcionando. —Haré mi mejor esfuerzo para
estar ahí todos los días al mediodía. —Es lo mejor que puedo hacer.
—Eso suena bien para mí. —Sus labios perfectos se curvan hacia arriba en
una sonrisa pequeña pero digna de retrato—. Entonces, ¿quieres escuchar mis
planes para el día?
Giro la taza entre las manos. —Por supuesto.
Su sonrisa se ilumina mientras se sienta en el colchón junto a mí y me tenso
cuando el calor de su cuerpo fluye sobre mí. —Vamos a tener un día de diversión,
sin hablar sobre nuestros problemas y sin discutir —dice.
Me tenso ante la palabra ‚diversión‛. La noche del accidente, Lexi quería
divertirse. Aunque Nova y Lexi no son iguales. De hecho, Nova probablemente
habla sobre calma, la diversión sin preocupaciones, mientras que a Lexi siempre le
encantaba lo impulsivo y peligroso. —No creo que pueda divertirme.
Choca su hombro contra el mío, sonriendo. —Por supuesto que sí.
Inhalo en una respiración lenta por la nariz, diciéndome a mí mismo que
debo mantener la calma. —No, no puedo.
Su frente se arruga. —¿Por qué no?
—Porque no puedo.
—Quinton, por favor, solo dime —suplica—. De lo contrario me volveré
loca tratando de averiguar por qué... como siempre tuve que hacer con Landon.
Mierda, ella está haciendo esto difícil. Jugó la carta del novio muerto.
Además, está mirándome y sus ojos son tan grandes y hermosos que casi me la
trago completa.
—Mi novia... Lexi me pidió divertirnos la última vez... —Lágrimas pican en
mis ojos e inclino mi cabeza hacia atrás para evitar que caigan. La mancha de agua
está justo sobre mí, lo que solía molestarme todo el tiempo, pero curiosamente, en
los últimos días se detuvo el goteo, aunque la propia mancha ha crecido—, la
noche en que murió. —Bajo mi cabeza cuando me calmo y la miro.
Está tranquila mientras se muerde el labio inferior, con las manos en la parte
superior de sus piernas, los dedos hurgando en su piel. Al principio creo que está
incómoda, pero luego me doy cuenta de que sus ojos están llorosos y está luchando
por no llorar. —Landon nunca quería divertirse. —Su voz es tan suave cuando lo
dice, pero carece de mucha emoción, como si se sintiera hueca. Casi me mata
escuchar el vacío en su voz. Es un punto débil, ella es un punto débil.
Tristan tenía razón. Ella me cambia. Simplemente no estoy seguro si es para
mejor o peor, porque tengo dificultades para lidiar con las emociones que evoca,
los sentimientos que se las arregla para sacar de mí, incluso a través de las capas de
drogas.
Cubro su mano con la mía y se pone rígida. Mi corazón salta dentro de mi
pecho y casi me ahoga cuando el deseo se vierte a través de mí, el deseo de hacerla
feliz. Exhalo cuando me doy cuenta a dónde se dirigen mis pensamientos. —¿Qué
clase de diversión pensaste para hoy?
Ella se anima, las lágrimas en sus ojos retroceden. —Ir a la ciudad. Subir en
algunas montañas rusas. Reír. Divertirnos. —Lo dice como si fuera lo más fácil de
hacer en el mundo.
Arrugo la nariz. —No estoy seguro de que incluso recuerde cómo hacerlo, a
menos que me drogue, pero no creo que eso sea parte de la diversión a la que te
refieres.
—No, no lo es. —Se estremece mientras lo digo, herida por mis palabras—.
Y te voy a mostrar cómo, sin estar drogado —dice, dejándolo ir mientras extiende
su mano como si quisiera que la tomara.
—Tú sabes que estoy drogado en este momento, ¿no? —Odio tener que
decirlo, pero es la verdad y no me gusta mentirle.
—Lo sé, pero tal vez podrías tratar de no hacer nada mientras estamos
fuera. —Puedo ver el nerviosismo en sus ojos, el miedo al rechazo. La imagino
llorando en el coche y como no quiero volver a ser la causa de eso una vez más, así
que tomo su mano.
—Haré mi mejor esfuerzo, pero no puedo prometerte nada —le digo
francamente, tratando de no lastimarla, pero tiene que saber cuál es mi posición.
Que a pesar de que estoy cambiando de otras formas, no tengo ninguna intención
de dejarlo. Que simplemente estoy disminuyéndolo mientras que está aquí para
visitarme. Que si estuviera sobrio, probablemente no podría ni siquiera estar cerca
de ella, porque los recuerdos de Lexi sacarían todo el aire de mí en vez de parte de
este. Que tendría que sentir cada punzada emocional, lo que es vivir, respirar,
dejar que mi corazón lata más exactamente como debería un corazón normal.
Soltar a Lexi y optar por vivir.
Asiente y dejo que me guíe hasta el coche. Nuestros dedos solo se sueltan
cuando nos metemos en el coche y estoy lo bastante sobrio que puedo sentir la
conexión dejándome y también lo suficientemente sobrio que duele un poco
cuando me doy cuenta de que quiero la conexión de nuevo.
Nova de inmediato enciende el motor y sube el aire acondicionado. —Sabes,
apuesto a que la cantidad de personas que van al hospital por deshidratación es
jodidamente alto por aquí. —Se seca el sudor de la frente con el dorso de la
mano—. Siento que me estoy derritiendo.
—Bueno, no te ves muy derretida para mí. —Hago una pausa mientras
parece un poco confundida y me siento un poco confundido. Tal vez no estoy tan
sobrio como pensaba.
—No estoy exactamente segura de lo que quieres decir. —Alcanza su iPod
en el asiento—. Pero lo tomaré como un cumplido. —Se desplaza a través de las
canciones, buscando la perfecta. He notado que esta es su rutina y si realmente
pongo mucha atención, puedo sentir su estado de ánimo basado en la selección de
la canción.
La música empieza y tengo que mirar la pantalla cuando baja el iPod,
porque no estoy familiarizado con la canción. —‚One line‛ por PJ Harvey... nunca
la he oído. —Pero juro por Dios que Nova está tratando de enviarme un mensaje
con esto, uno positivo sobre el beso que compartimos en el estacionamiento.
—Eso es porque estás privado de música —se burla mientras alcanza sus
gafas de sol en el tablero de mandos y se las pone. Me pregunto cómo puede hacer
eso. Sentarse aquí conmigo y pretender estar bien con todo. Pienso en lo que me
dijo en el coche, sobre su novio, que quiere salvarme como no lo salvó. Tal vez por
eso.
—No estoy privado de música —digo, abrochándome el cinturón de
seguridad mientras presiona el acelerador y se impulsa adelante—. Simplemente
no soy tan impresionante como tú. —Y ahora estoy coqueteando. Genial. Va a ser
un día muy interesante que estoy seguro de que sufriré más tarde, cuando todo se
filtre en mí.
Traga mientras sonríe y sale a la carretera. —Sabes, he estado volviéndome
aún más impresionante con mi propia música —dice, maniobrando en línea
derecha y dirigiéndose a la ciudad, justo a la distancia—. Incluso he empezado a
hacer algo de mis propios golpes.
—Eso es impresionante. —Tamborileo con mis dedos en la puerta al ritmo
de la canción para dejar salir algo de mi energía de la manera más discreta posible.
—Y he tocado en el escenario un par de veces.
—¿En serio? —Recuerdo ese momento que estábamos en la multitud en el
concierto y me perdí en ella perdiéndose en la música.
Asiente, luciendo orgullosa. —Sí. Quiero decir, era difícil al principio,
considerando que Landon me compró mi primer set de batería. Pero he trabajado
con el dolor, haciendo nuevos recuerdos, y regresó mi amor por ella. —Me sonríe
mientras baja la visera—. Y ahora hago rock.
—Apuesto a que sí.
—Sabes, todavía te debo un espectáculo.
Mi ceja se curva hacia arriba. —¿Un espectáculo? —Demasiadas imágenes
sucias parpadean por mi mente y empuja una descarga de adrenalina a través de
mí, o tal vez eso es del goteo en la parte posterior de mi garganta.
—Sí, ya te dije que tocaría para ti uno de esos momentos —dice,
presionando el freno para detenerse en un semáforo—. Y aún no lo he hecho.
—Un día, tal vez —digo, pero me pregunto cuán lejos va a ir nuestro futuro,
cuánto tiempo puede verme así. A pesar de que estoy sentado aquí con ella, no
tengo ningún plan para cambiar lo que hago.
—¿Qué tal hoy? —sugiere al tiempo que la luz cambia a verde y comienza a
moverse con el tráfico de nuevo.
—¿Quieres tocar la batería para mí hoy? —le pregunto, mirando alrededor a
los lados de las calles y los salones de tatuajes, tiendas de suvenires y tiendas de
artículos de segunda que cambian a casinos mientras giramos más lejos en la zona
principal de la ciudad.
Asiente, poniendo la luz intermitente para cambiar de carril. —Quiero decir,
si quieres. —Mueve el coche en el carril de giro—. Tengo mi batería en la casa
donde me estoy quedando.
Invento una excusa. —Sí, no creo que nadie vaya a estar tranquilo con un
adicto al crack pasando un rato en su casa.
—El dueño nunca está en casa hasta después de las seis —afirma, girando
en un aparcamiento.
—¿Qué pasa con tu amiga Lea?
—¿Qué pasa con ella?
—¿No sé enojará contigo por venir conmigo? —pregunto, desabrochando el
cinturón de seguridad mientras se detiene en un espacio vacío del estacionamiento.
—Estará de acuerdo con eso —me dice, empujando la palanca de cambios a
parquear—. Ella sabe lo mucho que me importas.
No importa cuántas veces lo diga, sus palabras siempre me golpean con
fuerza en el pecho y me sacan el aire. Es como si ella lo sintiera, también, porque
rápidamente dice—: Lo siento, estoy siendo demasiado expresiva ya, ¿no?
Froto con mi mano mi cabeza, luego sobre mi nuca, y exhalo gradualmente.
—No... Está bien... Vamos a ir a tratar de pasar un buen rato.
Diversión sobria.
Joder, ¿eso incluso existe?
Ni siquiera estoy seguro de creer ya en la diversión, pero estoy a punto de
tratar de averiguarlo. Afortunadamente, todavía tengo suficiente anfetamina en mi
sistema para no estrellarme completamente, a pesar de que la adrenalina podría
desaparecer antes de que termine el día, sobre todo si me pongo nervioso por algo.
Estoy preocupado. No solo sobre mí, sino sobre Nova.
Preocupado de que conseguirá ver el verdadero monstruo que yace dentro
de mí y que destrozará nuestro día de diversión en mil pedazos irreparables.
Nova
Caminamos por la Strip hablando y riendo. Bueno, yo mayormente me río.
Quinton rara vez se ríe, pero puedo conseguir que sonría un par de veces. Nos
vamos al casino Nueva York a subir a la montaña rusa que serpentea alrededor de
la parte exterior del edificio. Mientras esperamos en la fila bastante larga, admite
que le tiene un poco de miedo a las montañas rusas.
—Cuando tenía unos doce o trece años, me encontraba sentado junto a un
chico y él vomitó hasta las tripas —admite Quinton. Estamos de pie uno frente al
otro, un montón de gente rodeándonos, pero mientras hablamos, mirándonos a los
ojos, se siente como que solo somos él y yo. No sabía que el contacto visual pudiera
ser tan poderoso, hasta hoy, y me vuelvo muy consciente de que Landon no hacía
mucho contacto visual, que siempre miraba a otra parte.
—Qué asco. —Hago una cara de disgusto—. ¿Algo se te cayó encima?
Asiente, luciendo completamente asqueado. —Oh, sí, era asqueroso.
—Mi padre y yo solíamos montar montañas rusas juntos —le digo,
moviéndonos adelante con la fila—. Sin embargo, no he llegado a montar en una
desde que él murió, porque de alguna forma me pone triste.
—¿En serio? —pregunta, sorprendido.
—Sí, esto me está poniendo de nuevo en la lucha.
—¿Estás segura que quieres compartir ese momento conmigo? —pregunta,
inquieto mientras encorva la espalda contra la barandilla.
Asiento y luego audazmente extiendo la mano y tomo la suya entre las mías,
entrelazando nuestros dedos. —Me alegro de que seas tú y nadie más.
Se queda mirando al suelo, murmurando algo que suena muy parecido a
‚significativo‛. Pero no suelta mi mano hasta que subimos a nuestros asientos. Nos
abrochamos los cinturones de seguridad y el chico pasa para comprobar que estén
bien sujetos. Contengo la respiración mientras el vagón avanza lentamente y sube
la vía hacia la salida. El sol es cegador, pero me niego a mirar a otro lado,
queriendo sentir este momento, sabiendo que cuando el vagón caiga, tendré por un
momento un sentimiento fugaz de libertad, algo que he necesitado desde que
llegué aquí. Y espero que tal vez la atracción pueda hacer lo mismo por Quinton.
Quinton inclina su rodilla cuando llegamos a la cima, presionándola contra
la mía. No estoy segura de si se da cuenta de que lo está haciendo o si lo hace a
propósito para reconfortarme a mí o a sí mismo, pero me abrazo al contacto,
conteniendo la respiración mientras caemos. Juntos. Giramos, nos retorcemos y
aguantamos, todas las personas gritando a nuestro alrededor. Mi cabello se agita
con el viento, el aire fluye sobre mi cuerpo, y siento como si estuviera volando. Es
el sentimiento más liberador y ojala pudiera quedarme en esa maldita montaña
rusa para siempre. Porque es simple y llanamente divertido. Tan fácil, como me
gustaría que la vida pudiera ser.
Cuando bajamos, Quinton parece estar a punto de reír, pero nunca lo deja
salir del todo. Aun así, es bueno ver sus ojos teñidos con un toque de felicidad.
—Jesús, mi corazón está acelerado —dice con entusiasmo mientras presiona
la mano en su pecho. Se estira y toma mi mano en la suya, luego la coloca sobre su
corazón —. ¿Lo sientes?
Asiento, olvidándome de respirar. —Así está el mío.
Sin parecer darse cuenta de lo que está haciendo, pone su mano sobre mi
corazón, el cual está corriendo más por su toque que cualquier otra cosa. Él no dice
nada, solo siente los latidos de mi corazón, mientras siento los suyos. Los dos
vivos. Teniendo un simple pero significativo momento, mientras las personas nos
esquivan, rodeándonos, tratando de salir de la atracción, dándonos miradas
extrañas, porque no entienden lo que estamos haciendo. Lo siento por ellos, que no
pueden comprender lo increíble que es sentir los latidos del corazón de otra
persona, saber que todavía están vivos.
Tal vez sea porque entiendo esto que hago lo que hago después. O tal vez es
solo que simplemente quiero darle un beso. Quién sabe. Pero por alguna razón, me
encuentro parada en la punta de mis pies y presionando mis labios contra los
suyos. Vacila al principio; sus labios no se mueven contra los míos por un primer
momento. Pero luego toma aire con fuerza y de repente me devuelve el beso.
Nuestras lenguas se enredan, nuestros cuerpos se presionan juntos, nuestras
manos están aplastadas entre nosotros porque todavía tenemos nuestras palmas
sobre el corazón del otro.
Su mano libre encuentra la parte baja de mi espalda y me jala más cerca,
devorándome con su lengua, robándome el aliento. Todo lo que sentí el verano
pasado por él se estrella contra mí y se derrama en mi alma. La oleada de emoción
es tan cautivadora que mi corazón se acelera y mis piernas se doblan. Estoy a
punto de empezar a caer, pero Quinton me sostiene, agarrando mi cintura
mientras me empuja contra la barandilla. La barra presiona contra mi espalda
mientras sus manos vagan por todo mi cuerpo y sus dedos se hunden en mi piel.
Con cada respiración que tomo, mi pecho choca contra el suyo y el calor de su
cuerpo se mezcla con el mío y el calor en el aire del desierto, haciendo que mi piel
se humedezca con sudor. Estoy sin aliento. Perdida. Consumida. Las personas y el
sonido de las máquinas tragamonedas que nos rodean comienzan a desvanecerse.
Es como si hubiéramos volado a otro lugar. Me gustaría que pudiéramos
quedarnos así para siempre, pero finalmente él se aleja, mordiendo mi labio
inferior. Jadeando por aire, apoya su frente contra la mía y no dice nada. Yo
tampoco. Los dos estamos confundidos con lo que pasó. Al menos sé que yo lo
estoy. A pesar de lo que siento por él, el hecho de que ahora esté bajo los efectos de
la droga, hace que mis sentimientos estén en conflicto. ¿Es un error estar con él
cuando está así? ¿Puede incluso comprender sus verdaderos sentimientos? ¿Puede
entender mis verdaderos sentimientos? Porque son muy intensos. Creo que más de
lo que pensaba.
—¿Y ahora qué? —finalmente pregunta, sin aliento, con los ojos abiertos y
su mano temblando en mi pecho.
Me toma un momento recomponerme antes de que pueda reclinarme para
mirar el reloj en la pared —¿Qué tal si comemos algo y luego regresamos donde
nos quedamos para que puedas verme tocar? —Parece una cosa tan mundana para
hacer después de ese beso, pero es todo lo que puedo conseguir a través de la
neblina emocional que causó su toque.
Me da una media sonrisa, pareciendo un poco aturdido. —Eso suena bien.
—Está siendo tan cooperativo, y entre eso, todo este día, y ese beso, esperanza
destella dentro de mí tan brillante como el sol. Y por un estúpido momento, en
realidad creo que todo esto va a salir bien. Que divertirse y pasar el rato puede
ayudar a alguien a querer recuperarse.
Pero se ven nubes en la distancia que coinciden con las de sus ojos, que
pertenecen a la cosa que más quiere: su adicción. Diciéndome que la esperanza está
a punto de desaparecer completamente y lo hace treinta minutos después de que
dejamos la ciudad. Estamos a mitad de camino hacia la casa del tío de Lea cuando
Quinton comienza a ponerse inquieto y agitado. Finalmente mete la mano en su
bolsillo y cuando lo hace, se vuelve loco.
—Mierda —maldice, colocando sus manos en puños.
—¿Qué ocurre? —pregunto, bajando el volumen a la música.
Sacude la cabeza, con su mandíbula apretada. —Olvidé traer algo conmigo.
Aprieto mis labios con los ojos en la carretera, enfocada en que pasemos el
tráfico. —¿Drogas? ¿Pensé que no ibas a consumir nada mientras estábamos fuera?
Se pone irritable, frunciéndome el ceño. —Dije que lo intentaría, pero no
puedo hacerlo —su tono es cortante—. Nunca pensé que podría.
Agarro el volante firmemente mientras la simplicidad del día se desvanece.
—¿Entonces me mentiste?
—Dije que lo intentaría —dice; el monstruo en su interior comienza a
dominarlo—. Y estuve sin ellas durante un par de horas, pero no puedo hacerlo
m{s… tengo que ir a casa ahora. —Saca sus cigarrillos y comienza a fumar.
—No puedo dar la vuelta aquí. —Estamos en la autopista así que ni siquiera
es posible. E incluso si lo fuera, todavía trataría de salir.
Sus manos tiemblan mientras sostiene el cigarrillo entre los dedos. —Nova,
estoy tratando de no enloquecer, pero las cosas se van a poner feas muy rápido si
no das la vuelta a este maldito auto.
—Quinton, yo…
Golpea el puño contra la puerta. —Llévame. A. Casa. Ahora —su voz es baja
y llena de advertencia.
Quiero llorar. Quiero gritarle. Pero puedo ver la fealdad —el hambre—
creciendo en sus ojos y me asusta. Así que hago algo por lo que siempre me odiaré.
Tomo la siguiente salida y doy la vuelta al auto, regresando a la casa, sintiendo
nuestro día feliz menguar, como la luz del sol en el cielo.
Quinton
Lo arruiné mucho. No solo con ese maldito beso. De hecho, me siento
confundido sobre el beso y si me arrepiento o no. Y esa confusión está causando un
gran revuelo en mi interior y olvidé traer unas pocas líneas conmigo, así que no
puedo calmar la sensación. No he hecho esto antes. Siempre recordaba lo que me
mantiene en auge. Pero Nova me distrajo con la promesa de un buen día,
sonriéndome, haciendo que me pierda en ella otra vez. Besándome como si fuera el
aire que necesita para respirar. Sin embargo, siendo tan malditamente malo, se
siente tan bien al mismo tiempo.
Y ahora estoy cayendo. Fuerte. Y arruinando este hermoso día que Nova
intentó crear.
En el momento en que llegamos a mi casa, estoy sudando, jadeando, mis
manos rotas donde clavé mis uñas, y no puedo sentir la boca de apretar mi
mandíbula. Me siento como una mierda pero solo hay una cosa que hará que esto
se detenga y me concentro en eso: la pequeña bolsa de plástico escondida debajo
de mi colchón. Lo único que hace la vida soportable, que hace la confusión
soportable.
Pero la tensión se enrosca en mi interior, apretándose cuando veo un
Cadillac negro en el estacionamiento y un hombre corpulento de pie fuera de este,
apoyado contra la puerta, fumando un cigarrillo. Parece que el auto se detuvo
cuando me bajé saltando y el hombre fumando se parece a Donny, el chico que me
golpeó. Solo han pasado seis días desde que Trace hizo la amenaza, pero por
alguna razón no me sorprende que estén aquí tan pronto.
Mierda Tristan.
—Gracias por salir conmigo —digo rápidamente, agarrando la manija de la
puerta. Mis pensamientos están desbocados mientras un montón de ideas surgen a
la vez. Espero que Trace no esté aquí. Espero que Tristan no esté en problemas. Espero que
no hayan encontrado mi escondite. El último pensamiento es tan egoísta, sin embargo
no puedo controlarlo. Mi adicción me controla en este momento.
—Espera, ¿qué pasa? —pregunta Nova, notando mi repentino nerviosismo.
Sigue la trayectoria de mi mirada hacia el coche y Donny, arrugando su frente—.
¿Quién es ese tipo?
—Nadie —digo, mientras mis dedos tratan de soltar el cinturón de
seguridad.
—Pero pareces nervioso —contesta, mirándome consternada—. ¿Tiene esto
algo que ver con ese tipo Trace?
Odio que ella sepa lo suficiente sobre mi vida con las drogas para saber
quién es Trace. —Todo está bien, Nova. Solo tienes que irte. —No hago contacto
visual con ella mientras salgo del auto. Cuando voy a cerrar la puerta, grita mi
nombre, haciendo que me detenga, brevemente regresando hacia ella.
—Quinton, espera, puedo notar que algo está mal —dice con una súplica en
su voz—. Así que solo dímelo.
—Nova, olvídalo —digo, bajando la cabeza para mirar dentro del auto hacia
ella—. No puedes estar aquí. Es demasiado peligroso.
—Es sobre ese tipo Trace, ¿no es así? ¿Tristan no le pagó a tiempo? —
Preocupada, le da una mirada a Donny—. Jesus, Quinton, esto es malo.
—Sé que lo es —digo, mirando a Donny, que nos ha visto y ha girado en
nuestra dirección. Tiene su arma preferida en la mano. Una barra de hierro, y mi
cuerpo duele mientras recuerdo lo que se siente ser golpeado con ella.
—¿Necesitas pedir dinero prestado? —pregunta mientras miro hacia ella—.
Porque tengo como cincuenta dólares conmigo si los necesitas.
Maldita sea, Nova y su dulzura. Me está matando porque ella solo tiene que
dejar de preocuparse e irse. —Cincuenta dólares no van a hacer ningún bien, y ya
dije que no quiero que te involucres en esto. —Cierro la puerta, esperando
terminarlo allí.
Pero se baja del auto y grita sobre el techo. —Pero quiero ayudarte.
—¡Maldita sea, Nova! —grito mientras Donny comienza a caminar hacia
nosotros con una sonrisa en su rostro. Entro en pánico. No porque me preocupe lo
que me pueda pasar a mí. Es todo sobre Nova—. ¡Regresa al maldito auto! —le
grito sobre el techo.
Donny golpea la barra de hierro contra la palma de su mano como lo hizo la
primera vez que me golpeó, pero no me está mirando a mí, solo a Nova. Esto está
tan malditamente mal. Y todo es mi culpa.
—Trace quiere verte —dice él en voz alta mientras se acerca a nosotros, con
sus botas negras raspando la tierra.
Mis músculos se enrollan en culposos y dolorosos nudos, conectados a
Nova. Pienso en Roy y lo que Trace le hizo a su novia, la forma en que la violó.
Tengo que sacarla de aquí. Ahora. Nunca debería haber estado aquí para empezar.
Nunca debí dejarla entrar en mi vida así. ¿Qué demonios pensaba?
Me apresuro alrededor de la parte delantera del auto, sorprendiendo a Nova
por la rapidez con la que llego al otro lado, justo frente a ella. Agarro sus brazos
bruscamente y la jalo hacia mí, chocando nuestros cuerpos. —Por favor, si te
preocupas por mí aunque sea un poco, te subirás al auto y te irás. Ya mismo —le
susurro al oído.
Agarra mi brazo y puedo oír la rapidez con la que su corazón está latiendo.
—¿Qué es lo que ese tipo va a hacerte?
—Nada —digo, mintiéndole a ella y a mí mismo—. Él solo está aquí para
conseguir el dinero de Trace.
—Pero, ¿lo tienes?
—Una parte —digo, lo cual es verdad. Tristan y yo hemos logrado reunir la
mitad de lo que le debemos a Trace.
—¿Es eso suficiente para que te deje en paz?
—Sí, por un rato —miento, pero es lo que tengo que hacer, porque si no
miento, ella no va a irse. Escucho el sonido de las botas de Donny crujiendo cerca
detrás de nosotros y sé que está cada vez más cerca—. Solo sube al auto —beso su
mejilla, suplicante—, y vuelve a casa.
Contiene la respiración por un momento y luego asiente. Me relajo mientras
ella se aleja y gira hacia la puerta, pero entonces siento la presencia de Donny
detrás de mí e inmediatamente me tenso. El solo hecho de que alguien como él esté
tan cerca de Nova es suficiente para hacerme sentir como si fuera a perderla.
—Tienes que ir adentro —dice Donny detrás de mí—. Trace quiere hablar
contigo. Está en tu apartamento con el encantador amiguito que te metió en este
lío.
Los ojos de Nova se lanzan sobre mi hombro y se amplían. Doy la vuelta
rápidamente y me pongo delante de ella, bloqueándola de su vista. —Ya me dirijo
hacia allí. —Miro por encima de mi hombro y le digo a Nova—. Vete.
—No, deberías llevar a la chica —dice Donny. Deliberadamente mueve la
parte inferior de su camisa un poco y veo algo escondido en la parte delantera de
sus pantalones, centellando en plateado. Un arma. Tiene una maldita pistola y
quiere que Nova venga con nosotros.
Me golpea todo a la vez. Con fuerza. La situación entera; cuanto más grande
es esto de lo que creía. Y Nova está aquí para presenciarlo. La sola idea de que algo
le suceda casi arranca el aire de mi pecho. Ni siquiera quiero pensar en ello, no
puedo pensar en ello. Y a pesar de todo, las imágenes se abren paso en mi cabeza,
como metralla. Puedo imaginarme a mí mismo de nuevo a un lado de la carretera,
tendido junto a Lexi, cubierto de su sangre, solo que no son los ojos de Lexi los que
me miran, sino los azules-verdosos de Nova. Y otra vez soy el que lastimó a la
chica que amo… mierda, ¿es eso lo que esto significa? ¿Este miedo de perder a
Nova significa que la amo? Esta revelación hace que me odie más de lo que ya lo
hago. Me odio por estar aquí. Por permitirme sentir esto por otra chica. Maldita
sea, ¿por qué me permití seguir respirando, viviendo, sintiendo, amando? Lexi está
muerta y ¿podría estar enamorándome de alguien? ¿Así es como le pagaré por
estrellar el auto esa noche y matarla? ¿Rompiendo mi promesa a ella y olvidándola
lo suficiente para dejarme sentir amor por Nova? ¿Dejando a Nova tomar su lugar?
Estoy tan enojado conmigo mismo que casi me olvido de la situación hasta
que el tipo de Trace golpea la barra de hierro contra el hermoso auto de Nova,
raspando la pintura de color rojo cereza.
—¡Entra a la maldita casa! —grita, olvidando su tranquila conducta de
repente, y reemplazándola con la ira incontrolable en su ojos.
Empujo todos mis sentimientos a un lado y recupero la sobriedad. Soy muy
consciente de la presencia de Nova. Muy consciente de que todo lo que haga en los
próximos minutos será lo más importante, a diferencia de los últimos años de mi
vida. Pero una vez arregle esto —la saque de aquí— todo puede terminar y nada
podría importar de nuevo.
—Voy a entrar a la casa —le digo tranquilamente, doblando mis dedos y
hundiendo mis uñas en las palmas de mis manos mientras miro la pistola. Si tengo
que hacerlo, me lanzaré sobre él, si eso significa que ella tendrá tiempo para
escapar—. Pero ella va a irse.
Se ríe de mí. —Sí, sí claro. —Da un paso adelante y llega a mi lado, tratando
de alcanzar a Nova, y ni siquiera pienso. Solo golpeo su mano fuera del camino.
Sus ojos parpadean con furia y su mano comienza a levantarse, no en mi dirección,
pero sí hacia Nova. Va a golpear a Nova y eso va a ser toda mi jodida culpa. Voy a
destruir a la chica que amo otra vez. Arruinando malditamente todo otra vez.
Tengo que hacer algo para alejarla de esto. Me devano los sesos, buscando
una respuesta. Recuerdo cómo sacó las drogas de mi bolsillo y veo los anillos de
color rojo alrededor de su nariz que son anillos de oro en este momento. Podría
sobornar a este chico con drogas, pero dudo que lo que tengo en mi habitación va a
hacerlo feliz.
Necesito algo más grande.
Algo que lo haga olvidarse de todo, aunque sea por un minuto o dos, el
tiempo suficiente para que Nova escape.
—Yo sé dónde Dylan esconde sus reservas, y si la dejas ir, te voy a mostrar
donde está —dejo escapar, lo cual es una total mentira, pero es todo lo que puedo
pensar en este momento. Es una mentira viable también. Dylan es un distribuidor
y tiene una gran reserva, en algún lugar. Pero no tengo ni idea de donde la guarda,
incluso si está en su casa o lo mucho que tiene. Sin embargo no importa. Todo lo
que estoy buscando con esto es conseguir alejar a Nova y luego dejar que suceda lo
que tiene que pasar. Dejarlo golpearme. Herirme. Matarme. No me importa,
mientras sepa que ella está a salvo.
El tipo se detiene, la barra de hierro todavía levantada. —¿Cómo sé que no
estás siendo un mentiroso de mierda?
Me encojo de hombros, pretendiendo estar calmado, a pesar del pánico
dentro de mí. —Tendrás que venir conmigo y ver. Si estoy mintiendo, entonces
conseguirás patearme el trasero, como lo planeabas de todas formas. —Solo déjala
ir. Por favor déjala ir—. Pero si no lo estoy haciendo, entonces tú podrías tener esa
reserva para ti. Nadie tendría que saber. —Es como tentar a un perro con un hueso.
Como un adicto a las drogas, entiendo que la necesidad —el deseo— es más
poderoso que cualquier otra cosa.
El tipo parece desconfiar, pero luego cede, bajando la barra de hierro. —
Vamos entonces —dice y se dirige hacia la casa, toda la ira dejando su cuerpo. Una
parte de mí piensa que solo iba tras Nova para meterse con mi cabeza. Aun así ella
es libre de irse y eso es todo lo que importa.
Empiezo a seguirlo, pero Nova agarra mi brazo y me jala hacia atrás. —
Quinton, no vayas —dice. Ni siquiera la miro, sacudiendo su mano de mí y
siguiendo adelante. Pero implacablemente envuelve mi brazo de nuevo.
Le doy una mirada fría por encima de mi hombro, sabiendo que la única
cosa que importa en este momento es meterla en el auto. —Métete en tu auto y
vete —mi voz es baja.
Sus ojos se llenan con horror. —Quinton, yo…
—¡Métete en tu maldito auto y vete, Nova! —grito venenosamente—. ¡Vete,
como te he estado diciendo que hagas desde el principio!
Ella empieza a llorar, lágrimas rodando por sus mejillas, y quiero consolarla,
pero sé que va a empeorar las cosas si lo hago.
—Voy a estar bien —le digo en voz baja—. Voy a ir a pagarle a este tipo y
luego todo estará bien. —Me siento como un imbécil por mentirle, pero estoy
haciendo lo que tengo que hacer para tenerla lejos de esto.
—Pero, ¿cómo voy a saber si estás bien? —pregunta, mirando al chico.
—Todavía tengo tu número y te llamaré más tarde —le digo, tocando mi
bolsillo trasero, donde el pedazo de papel con el número de teléfono se halla
dentro de mi billetera—. Te lo prometo. —Otra mentira, pero no me siento mal
porque puedo ver en sus ojos que funciona.
Se inclina hacia delante y me da un beso en la boca. Apenas se lo devuelvo,
a pesar de que quiero desesperadamente. Pero me aferro a la imagen de Lexi, como
debería estar haciendo todo el tiempo; hacerme sufrir por amar a Nova y meterla
en este lío.
Todo es mi culpa.

—Todo esto es tu culpa —me dice el padre de Ryder mientras su madre solloza en el
fondo—. Maldita sea, no deberías haber estado conduciendo ese auto tan condenadamente
rápido.
Mi papá está en el fondo, mirándolo gritarme, dejándolo hacerlo, porque todo lo que
él dice es correcto. Es mi culpa. Yo estaba conduciendo demasiado rápido. —¿Por qué no
pudiste conducir más lento? —pregunta, y luego se pone a llorar, la tristeza rondando de
su rostro, y a pesar de que quiero llorar, no lo hago porque no me lo merezco. No sufriré
como ellos están sufriendo, porque yo puse el dolor allí.
Causé esto.

Mientras Nova se aleja, me siento extrañamente tranquilo, sedado, muerto


por dentro. Me dirijo a Donny, quien me espera a pocos pasos de distancia. Podría
correr, hacia afuera en el desierto o por la calle. Pero entonces conseguiría rescatar
a Tristan. Ya la he jodido haciéndole pagar a Lexi por matarla, la última cosa que
necesito hacer es joderla haciéndole pagar a Ryder.
Así que sigo a Donny arriba, escuchándolo divagar acerca de lo que hará si
arruino esto. Tal vez si no estuviera estropeado tan mal, sentiría el dolor de lo que
me espera un poco más. Estoy solo la mitad concentrado en ello, la necesidad de
conseguir una dosis o dos tiene la otra mitad de mi mente. Pero cuando paso
dentro del apartamento, la realidad se estrella sobre mí, como una violenta
cascada. Todo el lugar está destrozado, incluso más de lo normal. Hay vidrios
rotos por todo el suelo, agujeros en las paredes, la mesa de la cocina ha sido
volcada, junto con los sofás, como si alguien se hubiera vuelto loco.
También puedo escuchar un fuerte llanto en una de las habitaciones traseras
y una gran cantidad de golpes. Parece que alguien está siendo torturado.
Echo un vistazo a Donny, quien todavía tiene su llave de rueda. —¿Dónde
está Tristan?
Una sonrisa socarrona tuerce su cara. —Te lo diré tan pronto me muestres
donde están las drogas.
Más agua violenta se estrella sobre mí, porque creo que ya le han hecho algo
a Tristan. El agua está a punto de tirarme abajo, de enterrarme vivo. Pero de
alguna manera sigo caminando, sigo respirando, sigo viviendo este pedazo de
mierda de vida.
Donny me sigue por el pasillo y hacia mi habitación. Me detengo junto a la
puerta de Delilah; el llanto y lo golpes vienen del otro lado.
—Tu amigo Dylan dejó a su novia muy fácil para conseguir salirse de este
lío —dice Donny, asintiendo con la cabeza hacia la puerta—. Algo que tal vez
deberías haber considerado.
Me obligo a regresar el vómito en mi garganta cuando el llanto se vuelve
más fuerte y más fuerte, y de pronto se detiene. ¿Cómo llegué a este lugar? ¿Cómo
pensé que vivir esta vida sería mejor que estar muerto?
Donny me da un codazo y entro a mi habitación, sintiendo ese extraño
adormecimiento arrastrarse sobre mí, como si mi mente estuviera tratando de
apagarse. Mientras estoy sacando el cristal de debajo de mi colchón, me doy cuenta
que una pequeña área de mi techo se ha derrumbado, justo donde la mancha de
agua solía estar, y ahora hay un agujero gigante en su lugar. Todo se está cayendo
a pedazos y no quiero arreglarlo más.
Saco lo que queda del cristal y se lo tiro a Donny. —Aquí tienes.
La atrapa y luego baja la mirada a la pequeña cantidad en su mano. —¿Es
una maldita broma? Dijiste que tenías unas cuantas onzas. —Él levanta la bolsa—.
Esto apenas es una maldita línea.
Me encojo de hombros. —Supongo que calculé mal la cantidad.
Agarra la bolsa en una mano y la llave de rueda en la otra. —Dijiste que
sabías dónde estaba el alijo de Dylan.
—Mentí. —Estoy sorprendentemente sereno.
Me mira fijamente un momento, desconcertado de que lo haya engañado,
aunque no tengo idea de por qué, ya que eso es lo que todo el mundo parece
hacerle a todos los demás por aquí. Su desconcierto se desplaza a la ira, con el
rostro teñido de rojo mientras levanta la llave de rueda para pegarme. Estoy
decepcionado de que no agarre la pistola, porque sería de una forma más rápida.
Pero en lugar de eso lanza un puñetazo en mi cara. Ni siquiera me inmuto cuando
choca con mi mandíbula. Cuando me caigo al suelo, no me levanto, ni cuando me
patea en las costillas varias veces, captura mi mano, pisa fuerte mi cara,
preguntándome por qué parece que disfruto de que me golpeen. Sigo esperando a
que saque el arma, pero él nunca lo hace. Me pregunto si sabe lo mucho que quiero
que todo esto termine, que es por eso que no corro. Tal vez pueda ver en mis ojos
que quiero a morir y que al no matarme está haciendo esto aún más doloroso. No
sé, pero lo que sí sé es que cuando se marche sin matarme, voy a sentirme
decepcionado. Me acuesto por un tiempo en el suelo hasta que finalmente me
siento, con mi labio sangrando y todo mi cuerpo sintiéndose exactamente como lo
hizo la primera vez que Donny me dio una paliza.
Después de un tiempo Delilah aparece en mi puerta. Su camisa desgarrada
y sus pantalones cortos desabrochados. Su rostro está manchado con rimel, su
labio está partido, y grandes verdugones cubren sus brazos y muslos.
—Debes irte —dice ella, aturdida—. Dylan no va a dejarte salir respirando,
si estás aquí cuando regrese.
Pongo una de mis manos en el suelo y sin gracia me pongo de pie, con mi
cuerpo dolorido en protesta. —¿Dónde está? —pregunto, encorvándome.
Se encoge de hombros, su rostro impasible. —Se fue después de que él me
ofreciera, pero estoy segura de que volverá.
Coloco mi mano sobre la pared por apoyo, sintiendo pena por ella. —
¿Necesitas ayuda con algo? —Suena tan débil cuando ella se ve tan rota y yo
apenas puedo sostenerme.
Se ríe, pero suena vacía. —Tienes otros problemas que arreglar —dice,
dándome la espalda—. Antes de que aparecieras, Trace y unos cuantos chicos
tomaron a Tristan. Y apenas estaba coherente, ya que le dispararon.
—¡Mierda! —Cojeando hasta la puerta, la empujo fuera del camino mientras
tropiezo por el pasillo. El dolor en mi cuerpo es cegador, pero sé que será mínimo
en comparación con el dolor interno que voy a sentir si algo le sucedía a Tristan. Si
voy demasiado tarde otra vez, como en el pasado. Siempre demasiado tarde.
Cojeo a través del balcón de la escalera, recuerdos del pasado pululando por
mi cabeza como abejas mientras corro hacia lo desconocido de nuevo, sin saber lo
que me espera por delante.

—¡Lexi, Dios no! —Lloro a las estrellas—. Por favor, no me dejes.


Arrastro mi culo por las escaleras, mi corazón golpea en mi pecho, mi piel se
recubre de sudor. Mis piernas están tan adoloridas que se siente como si se saldrán
de mí y mi mano debe estar rota, pero el dolor físico no es nada. He sentido mucho
de ello en los últimos años y es la parte más soportable de la vida.

Su cuerpo se afloja en mis brazos, con la cabeza caída sobre mi pecho, que se
encuentra abierta, derramando sangre; vida.
Miro a los ojos de Lexi, pero no hay nada dentro de ellos, y sé que muy pronto no
quedará nada dentro de mí, así que me acuesto en el suelo con ella y tomo su mano,
dejándome desangrar.

El Cadillac no está, pero no estoy seguro de si me siento aliviado o no, ya


que eso significa que todo lo que le iban a hacer a Tristan, probablemente ya lo
hicieron. Cojeo hacia la parte posterior del edificio de apartamentos, con los brazos
y las piernas doloridas y rígidas, mis movimientos letárgicos.

Todo está aquietando mi interior, puedo sentirlo. La oscuridad se instala mientras


mi vida se desliza lejos. Siento que me están tirando en algún lugar y juro que puedo sentir
a Lexi conmigo, tan cerca, pero a la vez tan lejos. No me dejes. Pero ella lo hace, o tal vez
yo la estoy dejando. Me siento siendo retirado, gente gritando mi nombre. Oigo el pitido de
las máquinas, siento agujas hundiéndose en mi piel, dándome vida, y les odio por eso.
Quiero que me lo quiten...

Volteo en la esquina y veo a alguien tirado en el suelo, brazos y piernas


extendidas hacia fuera, inmóvil. Aférrate. Me apresuro a Tristan y me estremezco
ante la visión de su rostro; cortes abiertos y sangrado en las rocas debajo de su
cabeza. Su ojo está tan lleno de sangre que combina con su cara y su brazo está
raspado en carne viva. Lo único bueno acerca de mirarlo es que está respirando, y
cuando compruebo el pulso, es errático e inestable, pero no estoy seguro de si es
porque está drogado o porque ha sido golpeado.
—Maldita sea, Tristan —le digo mientras él se da la vuelta, gimiendo sobre
la necesidad de soltarlo mientras su cuerpo tiembla—. ¿Por qué tuviste que
engañar a Trace?
—Yo... no... lo sé —murmura, dolor forzando su voz, y sus sílabas son todas
desordenadas por lo que es difícil de entender—. Yo... lo jodí. Y traté de arreglarlo,
dándoles dinero. Pero no fue suficiente.
No estoy seguro de qué hacer, pero sé que tengo que sacarlo de aquí, en
caso de que los chicos vuelvan o Dylan aparezca con su estúpida arma. Ni siquiera
estoy seguro de a dónde diablos se fueron, si están pensando en volver, o si están
terminando aquí. Toda la situación es un desastre y necesito levantar a Tristan y
sacarlo de aquí, porque al mirarlo, si hay una próxima vez, no saldrá con vida.
Arrastro mis dedos toscamente por mi pelo, mirando en el desierto detrás
de mí y luego en las tiendas y casas antiguas al lado de nuestro edificio. Necesito
encontrar un lugar donde podamos escondernos por un tiempo, alguien quien nos
dejaría quedarnos con ellos. Necesito un montón de cosas en este momento, como
una línea o dos porque siento que me estoy derritiendo bajo la presión, la tensión y
las emociones dentro de mí. Si voy a manejar esto, mantener la calma lo suficiente
para ayudar a Tristan, no puedo romperme.
Soltando un suspiro, bajo mi mano, me agacho y agarro de los brazos a
Tristan. —Muy bien, tenemos que sacarte de aquí —le digo, entonces lo levanto lo
mejor que puedo y trato de ponerlo de pie, gruñendo y maldiciendo mientras pone
la mayor parte de su peso contra mí.
Me las arreglo para conseguir que esté de pie, pero no estoy seguro de si
aún es consciente de ello, si él es consciente de nada en este momento o si tiene
demasiada heroína en su sistema, o lo que fuera que tuviera cuando aparecieron.
Tengo su brazo alrededor de mi cuello y luego soporto la mayoría de su peso
mientras él arrastra sus pies y se esfuerza por caminar de regreso hacia la parte
delantera del edificio.
Apenas puedo caminar por mí mismo y termino yendo donde Nancy, ya
que está cerca y es de alguna manera una persona decente y sé que probablemente
nos dejará descansar en su casa, aunque estoy seguro que le deberemos por ello.
Pero resolveré eso luego. Ahora solo necesito meter a Tristan dentro, y un poco de
droga en mi cuerpo porque está gritándome para alimentarme, de lo contrario me
voy a romper. Y no puedo romperme todavía.
Tristan se apoya en mí, mientras yo llamo a la puerta de Nancy. Ella ni
siquiera se ve sorprendida cuando abre. Está vistiendo una bata, el pelo recogido, y
fácilmente nos deja entrar.
—Sabía que iba a meterse en problemas uno de estos días —dice mientras
cierra la puerta detrás de nosotros, y yo ayudo a Tristan a sentarse en el sofá
desgarrado en la sala de estar. Cuando muevo mi brazo lejos de él, se derrumba en
su lado y presiona su mejilla hinchada en el cojín. Está rezumando sangre en su
sofá a cuadros con temática de los setenta, pero a ella no parece importarle.
—¿Tienes algo para limpiar sus cortes? —le pregunto a Nancy mientras ella
se acerca al respaldar del sofá, viendo a Tristan con fascinación. Sus pupilas están
dilatadas y rodeadas de rojo y se mantiene aspirando. Sé que a ella le gusta lo que
yo quiero y me pregunto si tiene algo para compartir, pero de nuevo, si lo hace,
probablemente no será sin un precio. Pero no me importa. Lo quiero. Necesito
respirar de nuevo. Olvidarme de todo lo que ha pasado en el último par de
minutos. Horas. Días. Olvidarme quién soy y lo que estoy sintiendo. Las cosas son
mucho más fáciles de esa manera.
Aprieta el lazo alrededor de la bata de seda que está vistiendo. —Déjame
traer algunas toallas —dice, y luego se dirige al baño en la parte trasera de la casa.
La espero en la pequeña sala que se encuentra oscura porque tiene cortinas que
cuelgan y ninguna luz encendida. Hay una humeante olla en la estufa de la cocina
y una pila de platos sucios en el fregadero y me recuerda mucho a nuestra casa.
Tan pronto como pienso en eso, otro problema golpea en mi cara.
Mierda, ¿dónde vamos a vivir?
Cuando Nancy regresa, tiene un trapo mojado en la mano y una bolsa de
plástico con una pequeña cantidad de cristal. Pequeños cristales que mi cuerpo
anhela, y mis pensamientos y preocupaciones salen de mi cabeza mientras mis
sentidos aumentan al instante. Queriendo. Queriendo. Necesitando. Queriendo.
Ahora.
Casi le arranco la bolsa de su mano, pero resisto el impulso con todo el
control que queda en mí, preocupado de que si lo hago, nos echará. Pone el trapo
mojado suavemente sobre la frente de Tristan, y este gime mientras presiona su
mano en ello, tomando fuertes y rasposas respiraciones. Luego ella se sienta en el
suelo delante de la mesa de centro que está estropeada y tiene revistas viejas
apiladas en el medio. Me mira y puedo ver el deseo en sus ojos, pero no estoy
seguro de qué es exactamente lo que quiere, las drogas o yo. Aun así, cuando
palmea el lugar en el suelo, más que con impaciencia me siento, y luego veo con
necesidad mientras vierte el cristal sobre la mesa de centro y coge una navaja.
—Te ves como si podrías necesitar esto —dice, mirándome mientras corta
los pedazos y forma dos líneas que son lo suficientemente pequeñas que apenas
me estimula. Necesito más y no puedo dejar de pensar en el alijo en mi habitación.
Se ha ido. No más. ¿Qué voy a hacer?
Lucho para mantener las manos quietas. —Podría.
Se detiene de cortar los pedazos y sacude su dedo por el borde de la mesa,
limpiando los restos de cristal y luego lamiendo su dedo para limpiarlo. Mi
corazón se revuelve dentro de mi pecho mientras la veo, queriendo probarlo yo
mismo. Cuando se inclina, me siento perfectamente quieto, sabiendo lo que quiere,
sabiendo que puedo probarlo en ella si dejo que me bese. Roza sus labios con los
míos y por un momento me pongo tenso, pensando en Nova y la revelación en el
auto. Como me di cuenta que la amo. Pero algo más grande se apodera de mí, la
bestia hambrienta dentro de mí se agita despierta y con ganas de matar cada
emoción en mí. Todo se está moviendo tan rápido mientras mi cuerpo y mente se
estrellan y salen de control. Necesito reponerme de nuevo, así que deslizo mi
lengua dentro de ella, besándola de regreso, odiándome por ello, pero el auto-odio
ya es todo lo que soy.
Cuando ella se aleja, me deja tener una línea, y luego inhala lo último de la
suya antes de tomar mi mano. Me pone de pie y me lleva a su habitación.
—Tengo que mantener un ojo en Tristan —le digo, mirándolo en el sofá con
el trapo que cubre su rostro, su pecho subiendo y bajando—. Trace y sus hombres
lo golpearon bastante mal.
—Estará bien durante unos minutos —me asegura, con sus ojos fijos en los
míos mientras retrocede, guiándome con ella—. Tengo más en mi habitación. Si
vienes conmigo, lo compartiré.
Dudo, mirando entre Tristan y ella. Tristan o ella. Tristan o drogas. Mis pies
la siguen mientras me digo que Tristan estará bien durante unos minutos y que
una vez que consiga un par de líneas más seré capaz de concentrarme en ayudarlo,
en lugar de necesitar drogas. Cuando llegamos a su habitación, ella me empuja
suavemente hacia abajo sobre la cama, luego me quita la camisa y pasa sus dedos
por mi pecho y a lo largo de mi cicatriz.
—Nunca me has dicho dónde conseguiste esa cicatriz —dice, presionando
su mano sobre mi corazón, al igual que Nova lo hizo en la montaña rusa.
Gentilmente quito su mano, no capaz de soportar su toque estando unido a
los pensamientos de Nova. —La puse allí yo mismo —miento, deseando que solo
saque las malditas drogas.
Sus cejas suben mientras la confusión enmascara su expresión, pero la
mirada se evapora cuando se inclina y me besa de nuevo. Me muevo de forma
robótica, dejando que me bese, dejando que sus dedos vaguen por todo mi cuerpo
mientras jadea y gime, deseando más. La culpa me consume. Me devora. Y casi le
grito que se detenga. Pero se aleja por su cuenta y se quita la bata. Ella solo tiene
un sujetador y bragas, y me sonríe mientras se acerca a la cómoda para sacar más
de su escondite y sé que cuando vuelva, voy a tener que pagar por cada línea que
tome. Y sé que voy a tomar más que unas pocas, a pesar de que no quiero pagar
por ninguna de ellas.
Bajo mi cabeza en mis manos y espero, sintiendo el latido de mi pulso, mis
labios temblorosos, mi mente doliendo mientras me siento hundirme aún más en el
fondo, sintiendo cualquier vida dentro de mí disiparse.
Traducido por florbarbero
Corregido por Val_17

Nova
Estoy a punto de enloquecer. O tal vez ya lo hice. Ni siquiera estoy segura
de cómo regresé a la casa del tío de Lea, intentando contar los autos en la carretera
mientras conducía. Nunca debí haber estado detrás del volante; me encontraba
demasiado inestable para conducir.
De alguna manera, llegué a casa con vida. Pero no en una sola pieza, ya que
mi mente se había partido. Todo en lo que puedo pensar es en Quinton, en que está
en problemas y acabo de dejarlo.
Nunca debí dejarlo.
—Nova, ¿estás bien? —Lea salta del sofá y se precipita hacia mí mientras
entro a la casa. Se desacelera hasta detenerse, con sus ojos abiertos cuando me ve.
No tengo idea de cómo me veo, pero por la expresión de su rostro, sé que es
malo—. Jesús, ¿qué pasó?
La miro, incapaz de hacer que mis labios funcionen, y armen algunas
palabras. Apenas puedo moverme, el único movimiento dentro de mí es el de mi
corazón latiendo y mis pulmones tomando respiraciones, pero incluso eso parece
un montón de esfuerzo. Estoy a punto de desmoronarme, aquí mismo en la sala de
su tío. Necesito detenerlo de alguna manera.
—Quiero tocar mi batería —digo finalmente, porque es lo único que se me
ocurre en este momento para mantenerme en movimiento y no desmoronarme.
Lea me mira boquiabierta. —¿Qué?
—Tengo que tocar mi batería. —Me siento un poco mejor diciéndolo. Me
abro paso por delante de ella y me dirijo de nuevo a la habitación de huéspedes
donde guardé mi batería en el armario.
Me sigue. —Nova, ¿qué demonios pasó hoy? —dice consternada—. Y no me
digas que nada, porque te ves como si acabaras de ver morir a alguien.
Creo que podría haberlo hecho. Abro el armario y empiezo a sacar los
componentes de mi batería, los platillos, los redoblantes, el taburete y me siento en
él. Estoy huyendo de mis problemas en este momento. Lo sé, pero necesito algo
para ahogar todos los pensamientos oscuros que corren por mi mente.
Lea continúa diciendo algo sobre llamar a mi mamá, pero pierdo la noción
de sus palabras mientras coloco las piezas en la esquina de la habitación. Una vez
que tengo todo posicionado, abro mi portátil y voy a mi aplicación de iTunes. Tan
pronto como me siento en el taburete detrás de la batería, me calmo. Silencio.
Soledad. Me siento en paz. Levanto mis baquetas y siento que estoy sola, solo yo,
nadie más. La fulminante mirada de Lea desde la puerta se desvanece. Los
recuerdos de hoy y de hace dos años se desvanecen. El tiempo se desvanece. Yo me
desvanezco. Es un hermoso lugar para existir y el sentimiento solo crece cuando
me echo hacia atrás y reproduzco ‚Non an Addict‛ de K’sChoice. Espero durante
unos cuantos acordes y luego entro, para tocar la batería con mis baquetas,
presionando el pedal, creando el ritmo, sintiendo el ritmo, la pasión, las letras y la
melodía que me ahogan, justo como quiero. Escogí esta canción por una razón,
porque parece que entiende lo que está pasando a mi alrededor. Las palabras
sencillas, ritmos, notas, vibraciones, son tan abrumadores que se siente como si
hubiera entrado en otro mundo, uno que no está jodido, uno donde no sigo
arruinando todo y perdiendo a todo el mundo a mi alrededor.
Mi pie se mueve en el pedal de forma sincronizada con mi mano mientras
huyo de mis problemas. Soy completamente arrastrada a un lugar que solía existir
cuando era más joven. Cuando me gustaba pasar el tiempo con mi papá y mi
mamá, cuando la muerte no era una gran parte de mi pasado, cuando las drogas y
la oscuridad no eran parte de mi vida, cuando parecía que todo se encontraba lleno
de luz y esperanza. Cuando no sabía cuán duras eran las cosas y que interesarse
por las personas significaba ser lastimada cuando sufrían. Preocuparse por ellos.
Frustrarse porque no podían ver que se mataban a sí mismos, destruyéndose,
negándose a respirar sin importar lo mucho que trataras de infundirles vida. Y la
parte más difícil de todo es que entiendo lo que se siente. Sé lo difícil que es volver
a respirar y entiendo, a pesar de que no quiero, que Quinton podría no ceder y
nunca dejarme ayudarlo a respirar. Que tal vez todo esto es inútil y no importa lo
mucho que trates de salvar a alguien, no puede suceder como lo deseas.
No lo salvé.
Como tampoco salvé a Landon.
Lo arruiné de nuevo.
Golpeo la baqueta por última vez contra el platillo cuando la canción
termina y entonces la realidad me vuelve a inundar y las lágrimas empiezan a
derramarse. Me deslizo del taburete y caigo al suelo, sollozando histéricamente,
dejando que cada gramo de emoción se vierta de mí. Lo que vi hoy. Ese tipo tenía
un arma. Una barra de hierro. Y simplemente me alejé.
Sigo sollozando, perdiendo la noción del tiempo. Cuando por fin levanto la
mirada, Lea está en el teléfono. Me toma un momento procesar con quien está
hablando. Mi mamá. Cuando me doy cuenta de eso, algo encaja dentro de mí y me
levanto. Lea debe ver algo en mis ojos porque sale corriendo de la habitación.
—¡Lea, cuelga el teléfono! —grito, persiguiéndola, viendo mi oportunidad
de ayudar a Quinton deslizarse cada vez más lejos.
Se encierra en el baño y no abre la puerta, incluso cuando la golpeo con
tanta fuerza que parece que se va a romper.
—¡Lea, por favor, no me hagas esto! —lloro, cayendo al suelo—. ¡No puedes
hacerme esto! Eres mi amiga.
Todo se queda en silencio y momentos más tarde abre la puerta. Lea se para
frente a mí, con el pelo recogido y los ojos acuosos como si hubiera llorado.
—Es porque soy tu amiga que estoy haciendo esto. —Se agacha delante de
mí con el teléfono en la mano—. Nova, toda esta misión para salvar a Quinton te
está destruyendo.
Niego con la cabeza, meciéndome hacia adelante y atrás mientras me
arrodillo en el suelo. —No, no es así.
—Sí, lo es —insiste, poniéndose de pie—. Ahora comienza a empacar. Tu
madre volará hasta aquí para llevarnos en auto hasta Wyoming.
Y simplemente así, toda mi esperanza se ha ido. Se acabó. Y una vez más, no
hice nada bien.
Me las arreglo para levantarme y luego me encierro en el dormitorio,
abriendo mi portátil y encendiendo el vídeo de Landon de nuevo. Lo dejo en la
cama, luego me acurruco en una bola, mirándolo, viéndolo desvanecerse justo
frente a mis ojos.
Quinton
Me odio, pero es más fácil de sobrellevar porque tengo drogas en mi sistema
y mi mente no está muy conectada con todo lo que pasa a mi alrededor. Esta
habitación es solo un lugar, y Nancy es una persona, y yo soy solo otro perdedor
drogadicto jodiendo a alguien que no me importa porque quiero sentirme en lo
alto otra vez. Y cuando he terminado, me odio aún más. No soy más que una
cáscara, lista para agrietarse, a punto de desmoronarse, y volveré a empezar todo
el proceso de nuevo porque parece que no puedo llegar a ese punto final, donde
me doy por vencido totalmente.
—Voy a ir a buscar un vaso de agua —dice Nancy después de que me
deslizo fuera de ella.
Asiento, sintiéndome hueco mientras me pongo mis bóxers y pantalones de
nuevo. —Está bien.
—No te vayas —bromea mientras camina por la habitación.
Casi me río. ¿Dónde diablos iría? No tengo nada de dinero, ni drogas, ni
cualquier lugar donde vivir. No tengo absolutamente nada y decido que estoy
tocando fondo. Esta es mi propia prisión infernal y estoy encerrado dentro de ella.
Dios, solo quiero que todo termine.
Me estoy ahogando en mi dolor, decidiendo que finalmente podría ser el
momento de rendirse, que ya me había estrellado en el fondo, roto y desangrado,
cuando escucho un grito ensordecedor en la sala de estar. De repente me pregunto
si me equivoqué y tocar fondo tal vez se encontraba cerca, pero tenía que dar
algunos pasos más para llegar allí. Me levanto y me apresuro fuera de la
habitación. Tan pronto como capto la visión de Tristan en el sofá, soy arrojado de
regreso al estado mental que viví justo después del accidente, aquel donde debía
sentir dolorosamente las consecuencias de todo lo que hice, cuando todo era tan
crudo y duro que sentía que me mataba.
La piel de Tristan parece una hoja blanca, sus labios están azules, y echa
espuma por la boca mientras su cuerpo se sacude. Por un momento, solo lo miro
fijamente, sintiendo toneladas de peso sobre mis hombros.
—¿Qué le sucede? —pregunta Nancy, tapándose la boca y retrocediendo
con lágrimas en los ojos.
La culpa y el miedo están a punto de ahogarme, pero lucho para mantener
la respiración. —¡Tráeme un teléfono! —grito, corriendo al lado del sofá.
—¿Por qué? —llora Nancy mientras retrocede hacia la pared.
—Porque voy a llamar a una ambulancia. —Me arrodillo junto a Tristan, con
mis manos temblando, mi pulso latiendo frenético. Hay demasiada espuma
saliendo de su boca y su pecho apenas se está moviendo, sin embargo, su cuerpo se
mueve mucho—. Creo que est{… —Santa mierda—. Creo que… creo que tiene una
sobredosis. —Las palabras salen de mí y la realidad me absorbe en una gran
bocanada. Esto es mi culpa. Lo debería haber cuidado mejor. Se lo debía. Pero en
cambio, me encontraba demasiado atrapado en mis propios problemas, como
Nova—. ¡Mierda! —Nunca debería haber salido con ella hoy.
Arrepentimiento.
Remordimiento.
Culpa.
He sentido todo esto antes y lo siento de nuevo, como agujas debajo de mi
piel, apuñalando su camino a la superficie. Todo se está cayendo a pedazos y es mi
culpa.
Los próximos momentos suceden en secuencias. Nancy me da su teléfono
celular y llamo a una ambulancia. Me dice que espere afuera, que tiene demasiadas
drogas dentro de su casa. Le digo que es una jodida paranoica, pero se gira y se va,
así que saco a Tristan mientras lucha por respirar, su piel volviéndose más y más
pálida, sus labios más azules. Me detengo cuando llegamos a la orilla del
estacionamiento y para el momento en que lo bajo, su pecho ha dejado de subir y
bajar por completo.
Siento como me rompo cuando presiono su pecho y pongo mi boca sobre la
suya, realizándole RCP, tratando de respirar por él, vivir por él, intentando evitar
que se vaya, como todos los demás se fueron.
Una respiración más.
Una más.
Pero no est{ funcionando… no va a respirar por sí mismo. Siento que me
estoy muriendo con él, pero no lo hago. Sigo aquí, de rodillas en el maldito
concreto mientras todo el mundo sigue muriendo a mi alrededor y simplemente
me siento y observo, inmóvil, incapaz de detenerlo. Maldición, lo odio. No me
gusta estar aquí. No puedo hacerlo. No puedo sentir la muerte de nuevo.
—¿Por qué me sigues haciendo esto? —grito al cielo mientras las lágrimas
caen por mi rostro. No puedo soportarlo más. No puedo—. ¡No quiero vivir! Por
favor, ¡tómame en su lugar! —Ni siquiera estoy seguro si creo en Dios, o si existe,
pero juro que si lo hace, me odia. O tal vez solo soy yo el que se odia.
Las lágrimas caen de mis ojos y comienzo a respirar de nuevo por Tristan,
negándome a rendirme. Luchando. Negándome a aceptar otra muerte. —Vamos —
ruego, mi llanto desesperado—. Por favor, por favor, solo respira.
Por favor, por favor, no te mueras.
Traducido por Alexa Colton
Corregido por Alessandra Wilde

Nova
Tengo unas veinticuatro horas para averiguar si Quinton está bien, antes de
que el vuelo de mi madre aterrice y tenga que ir a casa. Él nunca me llamó como
dijo que haría y al menos necesitaba saber si él estaba bien antes de tener que
dejarlo ir, sabiendo que me odiaré probablemente a mí misma por siempre.
Trato de llamar al teléfono de Delilah, pero no contesta, por lo que conduzco
a casa de Quinton. Lea discutió conmigo por esto, un tiempo, pero se rindió y se
metió al coche conmigo, a pesar de mis protestas de que no debía andar por ahí. Si
supiera toda la historia de lo que sucedió, probablemente hubiese dado una batalla
más grande, pero, sabiéndolo, no se lo dije.
Es un raro día nublado y estoy agradecida de tener un descanso de la luz del
sol. Aunque cuando nos detenemos en el edificio, el cielo gris sobre él, hace que
parezca mucho más siniestro.
Banderas de advertencia están por todo el lugar cuando llego a su puerta.
Hay un agujero en ella y la ventana frontal está agrietada. Pero no es solo eso.
Tengo un mal presentimiento, como lo tuve la mañana que me desperté y encontré
a Landon muerto en su habitación. Sabía que algo estaba a punto de cambiar y no
en el buen sentido.
—Nova, ¿podrías simplemente relajarte? —dice Lea mientras coloco las
manos alrededor de mis ojos y trato de ver por la ventana del apartamento de
Quinton. La cortina cae de un lado y puedo ver directo a la sala de estar. El lugar
es un desastre, más de lo normal. Uno de los sofás está volcado y hay una gran
cantidad de basura y vidrio en el suelo, más agujeros en las paredes, tablas de yeso
alrededor del linóleo. Las lámparas han sido rotas en pedazos y la luz del techo
está en el piso.
—No... algo no está bien. —Echo un vistazo por encima de mi hombro—.
Puedo sentirlo.
—No me estás diciendo todo —dice, poniendo sus manos en su cadera—.
Algo pasó ayer, algo malo.
—Todo está bien —miento. Ni siquiera estoy segura de porque miento en
éste momento. Mi madre ya se dirige hacia aquí. Todo está en ruinas. Pero decirlo
en voz alta hace que se sienta tan real.
Pongo mi cara contra el vidrio y trato de ver al interior nuevamente. Hay
alguien acostado en el sofá que todavía está en posición vertical, con el brazo
colgando a un lado, la cabeza vuelta hacia otro lado, así que no puedo ver su cara.
Pero por la cabeza calva, cuerpo huesudo, y los tatuajes, supongo que es Dylan.
Me alejo un paso de la ventana y miro al estacionamiento y a los dos
vehículos ahí, uno de los cuales es mío y el otro cuyas cuatro ruedas están
pinchadas. El Cadillac que estaba aquí ayer se ha ido. No sé lo que eso significa o si
puedo manejar lo que significa, lo que pasó entre Trace, Tristan y Quinton.
—Nova, creo que deberíamos irnos —dice Lea, bajando la mirada hacia el
balcón con preocupación en sus ojos mientras Bernie sale de su apartamento.
Probablemente tenga razón. No deberíamos estar aquí. Nos pongo en riesgo
al hacernos quedar, cuando no tengo ni idea de lo que pasó ayer.
—Solo necesito saber si está bien. —Me muevo de nuevo frente a la puerta y
trato con el pomo, pero está cerrada, por lo que llamo a la puerta—. Creo que
podría estar en problemas.
Ella muerde sus uñas nerviosamente. —Todo este lugar es un problema,
Nova. Nunca debiste haber pasado por aquí. —Coge mi brazo, sobresaltándome—.
Y si eso es cierto, debes mantenerte al margen de esto. —Me mira severamente—.
Concéntrate en un panorama más grande y ten en cuenta lo peligroso que es esto.
—Hace un gesto a nuestro alrededor, su mirada persistente en Bernie, que nos está
mirando—. Todo esto.
Jalo mi brazo lejos de ella, más fuerte de lo que pretendía, pero no me
disculpo mientras deslizo mis dedos a través del agujero en la puerta, tratando de
llegar a la cerradura, negándome a irme hasta que sepa que Quinton no ha muerto.
Me las arreglo para llegar a la cerradura y la puerta se abre. —Gracias a Dios
—murmuro.
—Nova, por favor no vayas allí —suplica Lea, pero ya estoy en el umbral y
ella no me sigue.
El mal olor es más fuerte que el normal, pero podría ser por toda la basura y
los platos sucios que se encuentran dispersos por todo el lugar. Cualquiera que sea
la razón, el aire es tan pesado y potente que me deja sin aliento.
—No voy a entrar ahí —grita Lea desde el balcón y me alegro porque no
quiero que lo haga.
La dejo fuera y camino hacia el sofá, en tanto los cristales rotos crujen bajo
mis sandalias. Cuando llego allí, me inclino y confirmo que Dylan está allí con una
banda elástica atada alrededor de su brazo y una aguja en el suelo justo debajo de
él, junto con una cuchara y un encendedor. No me gusta lo que siento, pero me
alegra que se desmayara por las drogas, porque hoy no quiero tratar con lo
espeluznante que es.
Tragando el ardor en la parte posterior de mi garganta, me dirijo hacia el
pasillo y me voy a la habitación de Quinton. Por el segundo más breve, recuerdo el
momento en que entré a la habitación de Landon y lo encontré colgando de la
cuerda. No estoy segura de por qué, tal vez porque mi estómago y mi mente se
sienten como si estuviesen en el mismo lugar. El lugar donde sé que algo malo está
a punto de suceder, o ya ha sucedido.
Quinton no está en su habitación, sin embargo, y no estoy segura de si me
siento bien por ello o no, porque no lo he encontrado muerto detrás de la puerta,
pero aún está desaparecido.
Sus dibujos están por todo el lugar, rotos, arrugados. Hay algunos míos y
otros de una chica que creo debe ser Lexi. Su colchón ha sido movido y cortado y
unos cuantos agujeros han sido puestos en su pared. Hay monedas esparcidas por
todo el lugar y fragmentos de espejo por todo el piso.
Recojo algunos de sus dibujos, los doblo y los meto en mi bolsillo. A
continuación dejo su habitación y le echo un vistazo a la habitación al final del
pasillo, al cuarto de Tristan. O por lo menos el cuarto en que lo vi encerrarse.
Parece estar en la misma condición que el de Quinton: completamente destrozado,
cosas arruinadas y arrojadas por todo el lugar, y un mueble volcado, con el
contenido de los cajones arrojado fuera.
Me doy la vuelta, sintiendo la esperanza dentro de mí oscurecerse un poco,
y mi respiración empieza a fallarme. Tengo que salir de aquí y respirar un poco de
aire fresco, poner mis pensamientos en orden, reponerme, antes que tenga otro
colapso como el de ayer. Así que me apresuro por el pasillo, pero me detengo de
golpe cuando una de las puertas a mi izquierda se abre y alguien sale.
Salto hacia atrás, sorprendida, pero poco a poco me relajo cuando me doy
cuenta que es Delilah. —Mierda, me has asustado —le digo, presionando una
mano sobre mi corazón.
Me da una mirada sucia, con los ojos hinchados pintados con rímel y su
mejilla hinchada y roja como si hubiese sido herida. Su cabello castaño parece
enredado, tiene una vieja camiseta que llega a la mitad de sus muslos, y está
descalza y caminando por el vidrio, pero no parece molestarle.
—Deberías estar asustada —dice con voz tensa, y apoyando una mano en la
puerta, ya que le tambalean las piernas.
Sacudiendo la cabeza, me muevo para irme, sin querer entrar a esto con ella,
pero se precipita hacia mí y lanza sus brazos a mi alrededor, abrazándome con
fuerza.
—Oh, Nova, esto es tan malo. —Comienza a llorar y no tengo ni idea de qué
hacer o si quiero hacer algo.
Torpemente, le acaricio la espalda. —¿Qué ocurre? —pregunto—. Delilah,
¿qué pasa?
—Todo —llora, sus hombros se agitan con cada respiración mientras me
agarra—. Todo está tan jodido.
—¿Por qué? ¿Qué pasó? —pregunto, y mis músculos se ponen rígidos en su
agarre.
Ella sacude la cabeza y aprieta su agarre en mí, así que se siente como que
estoy asfixiándome. —Todos estamos jodidos.
Miedo cruza mis venas. —¿Quiénes están jodidos?
—Yo —solloza—. Tristan... Quinton. Todos.
No estoy segura de en qué estado de ánimo se encuentra, así que elijo mis
palabras cuidadosamente, a pesar de que todo lo que quiero hacer es gritar que me
diga que mierda pasó. —Delilah, ¿qué pasó exactamente? ¿Dónde están Quinton y
Tristan? Hizo... ¿Trace les hizo algo a ellos?
—Quién sabe —dice, pero sigue empapando mi camisa con sus lágrimas
mientras se encoge de hombros—. Podría haberlos matado por lo que sé... no los
he visto desde ayer, cuando todo se fue a la mierda... cuando yo... —Ella se mira
los brazos y las piernas, que están cubiertos de moretones. Parpadea y luego me
mira, y su histeria se calma—. Pueden estar en la calle en algún lugar o muertos en
una zanja —dice con tan poca compasión y me enfurece.
Doy un tirón hacia atrás. —Estás mintiendo.
—Cree lo que quieras, pero no miento. —Se abraza a sí misma, cayendo al
suelo de rodillas. No tengo ni idea de lo que está mal con ella, ya sea que algo
realmente ocurrió o que está drogada. Por mucho que me encantaría ayudarla,
necesito encontrar a Quinton.
Me agacho frente a ella. —Delilah, cuando Quinton se fue de aquí, ¿estaba
bien?
Sacude la cabeza. —No, lo golpearon. —Luego se vuelve hacia su lado y
gira, envolviéndose en sí misma; sus lágrimas se secan, pero su tristeza se
amplifica.
Cierro los ojos, contando mis inhalaciones y exhalaciones, succionando aire
y soplándolo fuera de mis pulmones. ¿Qué significa eso? Está golpeado pero aún
con vida. —¿No sabes a dónde fue? —pregunto, sintiéndome desesperada en este
momento. Como que me estoy ahogando y estoy sentada en el fondo de un lago,
todavía respirando, pero no hay camino de regreso a la superficie.
—No. —Jala sus rodillas contra su pecho, haciéndose un ovillo en el suelo
que está manchado y cubierto de trozos afilados de vidrio, una trampa mortal, sin
embargo a ella no le importa—. Solo vete. Por favor. Antes de que Dylan despierte
y desquite contigo su ira contra Quinton.
Una parte de mí quiere presionarla para obtener más información, pero la
otra parte quiere salir corriendo de esta casa e ir a buscar a Quinton. —Deberías
venir conmigo, Delilah. Sal de esta casa.
—¡Podrías, por favor, irte! —grita Delilah—. Voy a estar bien —murmura la
última parte como si estuviera tratando de convencerse a sí misma.
No estoy segura de si es correcto, dejarla en este tipo de estado. Correcto e
incorrecto. ¿A quién ayudar? Se siente como que hay una línea muy delgada entre
los dos. Cuando Delilah cierra los ojos, mirándose a la deriva como si fuera a
dormir, me pongo de pie y salgo del apartamento, pero mi cuerpo y mi mente
duelen con cada paso.
Lea no está ahí cuando camino al exterior. Cuando bajo la mirada al coche,
puedo verla sentada en el interior, mirando hacia el balcón, donde Bernie está
gritando por la barandilla algo acerca de Jesús salvando a todos. Él está loco y
probablemente Lea se asustó. Yo debería asustarme también, pero Quinton está
consumiendo mis pensamientos Mi mente está corriendo a mil kilómetros por
minutos mientras me apresuro hacia las escaleras, empujando a Bernie de mi
camino cuando me agarra del brazo. Se tambalea hacia un lado, casi cayendo sobre
la barandilla, y comienza a gritar que no seré salvada.
Apresuro mi ritmo cuando llego a las escaleras. Mis pensamientos se no
dejan de dar vueltas y comienzo a contar mis pasos mientras corro a través del
estacionamiento. Estoy a la mitad de camino cuando me doy cuenta. Todo eso. El
hecho de que puede que nunca vea a Quinton de nuevo, puede que nunca sepa si
está vivo de nuevo. En el momento en que me aleje de este departamento, eso es
todo. He renunciado. Ha terminado y tengo que aceptar que puede que nunca vea
a Quinton. Que sentiré esa sensación de pérdida de nuevo. La responsabilidad por
no detenerlo.
Todo lo que quiero hacer es contar y no oír los pensamientos. Quiero que se
callen de una jodida vez.
Dos grandes respiraciones.
Cinco latidos.
Demasiadas rocas en el suelo.
Un hombre en el fondo, gritando para que el mundo lo escuche, pero está
diciendo cosas y haciendo cosas que nadie quiere oír o ver, por lo que todos lo
ignoran.
Un paso.
Luego otro.
Llevándome más lejos de éste lugar.
Delilah está acostada en el suelo, rota y golpeada.
Quinton y Tristan podrían estar en algún lugar muertos en una zanja.
Atrás.
Dos personas muertas. Dos personas que me conocían. Eso hace cuatro
personas que he perdido.
Cuatro.
Llego a la parte delantera de mi coche antes de caer de rodillas y que
lágrimas caigan de mis ojos mientras la desesperanza me ahoga, empujándome
hacia el suelo. Agarro mi palpitante pecho cuando veo el panorama abriéndose
delante de mí: cuantas personas necesitan salvarse. Y como es prácticamente
imposible, ya que ni siquiera puedo manejar a una sola persona.
No ayudé a Quinton. No lo salvé. No hice nada. Así como no salvé a
Landon.
Y ahora Quinton podría estar muerto.
Muerto…
Muerto.
Muerto.
Muerto.
La palabra hace eco en mi cabeza, pero todo lo que puedo escuchar son mis
sollozos y la tranquilidad a mi alrededor. Como si nadie más que yo existiera.
Como si hubiese perdido a todos.
Quinton
—¿Se fue? —le pregunto a Nancy cuando entra a la habitación, dejando caer
la bata al suelo, usando nada más que un par de bragas de encaje.
—¿La niña? ¿O el idiota loco gritando arriba? —pregunta—. Bernie está
perdiendo la cordura.
—No me importa Bernie... solo necesito saber si Nova se fue. —Cuando la vi
subir, casi lo perdí y fui tras ella. Pero ¿de qué habría servido? Solo estaría dándole
una razón para seguir viniendo a este lugar, a verme, arrastrándola hacia abajo.
Es mejor para todos si desaparezco.
Hundo las emociones picando dentro de mí, las que he estado trabajando
para enterrar en las últimas veinticuatro horas. Me centro en el dibujo en el trozo
de papel arrugado que me encontré en el suelo, líneas y formas que significan más
de lo que nunca voy a admitir.
—Ella se fue —dice Nancy, subiendo al colchón junto a mí. Apoya su cabeza
en mi pecho y su toque no me trae nada más que frialdad, pero capta la falta de
vida dentro de mí así que la dejo estar—. Sin embargo estuvo llorando por un rato
en el estacionamiento.
Me trago el nudo en mi garganta, negándome a mirar mi dibujo de Nova y
yo bailando frente a la estación de gas. Tan perfecto. Tan real. Me gustaría poder
tener ese momento de nuevo, y el de delante de la montaña rusa, cuando sentimos
los latidos del corazón del otro. Pero sé que nunca voy a ser capaz de hacerlo. No
más bondad. No más luz en mi vida. Lo que le pasó a Tristan me recordó lo que se
supone que debo ser, lo que me merezco.
—Es muy bonita. —Nancy se impulsa arriba en mi pecho y mira el dibujo—.
Me gustaría que alguien me dibujara así.
Sé que está sugiriéndome que la dibuje, pero no lo haré. Tomó mucho de mí
dibujar a Nova y solo llegué ahí porque significa algo para mí. Pero después de
que haya terminado el dibujo, voy a destruirlo, y obligarme a olvidar todo lo que
pasó entre nosotros. No voy a sentir nada por Nova nunca más. Voy a volver a
aferrarme a Lexi, que es lo que debería haber estado haciendo todo este tiempo. Si
Nova no sabe dónde estoy, entonces no puedo ceder a la atracción que siento hacia
ella, y ella no puede ceder a la atracción que por alguna razón siente hacia mí.
Estará más segura si me quedo fuera. Y a pesar de que no puede verlo ahora, será
más feliz sin saber que un pedazo de mierda como yo se enamoró de ella.
Ahora solo tengo que hallar una manera de olvidarme de ella, olvidarme de
la vida. De mis emociones... el amor que estoy bastante seguro que siento por ella.
Solo quiero escapar de todo y volver a vivir mi promesa a Lexi, continuamente
buscando su perdón, sabiendo que nunca lo conseguiré y que con el tiempo voy a
morir y no tener que sentir nada de nuevo.
—¿Cómo está Tristan? —pregunto, tratando de distraerme de dónde estoy y
con quién estoy—. Llamaste al hospital, ¿no?
—Sí, fue un dolor en el culo conseguir que me dijeran algo, pero la
enfermera estaba distraída y le dije que era su tía —dice—. Dijeron que todavía
está en recuperación.
—Aún me pregunto qué tomó —le digo, sabiendo que es más que eso. No
importa lo que él tomara, casi muere y casi no estuve allí para ayudarlo—. Siempre
estaba mezclando mierda.
—¿Realmente importa? Lo importante es que va a estar bien.
—Sí, supongo —murmuro—. Y por lo menos sus padres están camino aquí
y espero que lo lleven a casa con ellos. —Realmente lo espero. Tomó mucho de mí
hacer esa llamada telefónica, pero después de que los paramédicos llagaran y lo
hicieran respirar de nuevo, sabía que tenía que hacerlo, tenía que ayudarlo de la
única manera que podía. Así que cuando la ambulancia se marchó, parpadeando
sus luces rojas y azules, hice una llamada que no quería hacer y todo lo que
esperaba que sucediera, pasó. Su mamá me culpó cuando le dije sobre la
sobredosis de Tristan, dijo que era mi culpa porque yo era una mala influencia
para él y que había estado con las drogas porque perdió a su hermana y estaba
herido en el interior. Y ella tiene razón.
Todo es mi culpa y solo quiero dejar de sentirlo, volver a matarme un golpe
a la vez.
—¿Y te irás con él? —pregunta Nancy mientras se apoya contra la pared y
me observa—. ¿Cundo él vuelva a casa?
Sigo dibujando porque es lo único que me mantiene elevado. Emociones.
Líneas simples. Una tarea para mantener mis pensamientos centrados. —No... no
tengo una casa.
—¿Entonces qué? ¿Solo te quedarás por aquí? ¿Conmigo?
No contesto y el silencio deriva cerca. Sé que la estoy haciendo sentir
incómoda. Ni siquiera estoy seguro de si quiere que diga que sí o no, pero sigue
moviéndose y, finalmente, se arrastra hasta el fondo de su colchón. —¿Estás listo
para probar esto? —pregunta.
Me fuerzo a tragar el nudo nervioso en mi garganta, sin dejar de mover el
lápiz sobre el papel. —¿Estás segura de me ayudará a olvidar todo?
Me sonríe mientras vuelve a mi lado con una caja en la mano. —Bebé, te
hace sentir como un dios. —Abre la caja y comienza a tomar mi mano.
La aparto. —Pero, ¿me ayudará a olvidar? —Necesito que me diga que sí,
antes de comprometerme—. Quiero olvidar. Todo esto.
Saca un pedazo doblado de papel y una jeringa. —Cariño, esto cumplirá
todos los deseos de tu corazón y más. Ni siquiera vas a ser capaz de pensar en el
olvido porque no vas a poder pensar.
Asiento, todavía concentrado en mi dibujo, nervioso, pensando en la última
vez que entraron las agujas y todo lo que hicieron conmigo fue traerme a la vida
una puta vez más. Esperemos que esta vez vaya a llevarse mi vida lejos. —Está
bien, lo haré.
Ella sonríe complacida. —No te arrepentirás. —Toma una cuchara y un
encendedor de la caja, junto con una banda de goma, entonces comienza a trabajar
para fundir la heroína con el encendedor. Sigo dibujando durante todo el proceso,
tratando de no pensar en ello, porque si lo hago, me acobardaré y luego me
quedaré atrapado en mis pensamientos y necesito silencio.
Cuando Nancy dice que está lista para mí, tomo el encendedor de su mano,
y luego lo inclino hacia un lado, sostengo el papel, y la luz del fuego. Observo
cómo se quema hasta que la ceniza negra revolotea hacia el suelo, sintiendo mis
recuerdos desvanecerse con él, y espero que pronto todo se haya ido. Lexi. Nova.
Tristan. Mi culpa. Yo.
—Dame tu brazo —instruye Nancy mientras estoy sentado en posición
vertical sobre el colchón.
Estiro mi brazo sobre su regazo, temblando de nerviosismo, no solo por la
aguja, sino también por lo que esto significa. Que me voy a olvidar de todo y
aceptar plenamente que así será mi vida hasta que por fin pueda irme.
—Acuéstate de nuevo y siéntete cómodo —me dice, y obedezco, tumbado
en el colchón lleno de bultos, que huele a humedad y humo.
Sus fríos dedos rozan mi brazo como los lazos de la banda de goma y luego
chasquea mi piel un par de veces. —Trata de relajarte.
Es más fácil decirlo que hacerlo. Pero me esfuerzo y tomo una respiración
profunda. Luego otra. A continuación, succiono aire en una bocanada. Ella se gira
hacia mí, luego la punta de la jeringa presiona mi brazo. Casi me giro, gritándole
que se detenga, pero sigo en silencio y luego la aguja se hunde profundo en mi
piel.

—Regresa a nosotros, Quinton —susurra alguien—. Abre los ojos.


—No... —murmuro con los ojos cerrados—. Solo déjame ir... por favor...
—No nos rendiremos contigo. —He oído el pitido de las máquinas que intentan
darme una vida que no quiero. Quiero quedarme frío. Sentir nada. Desaparecer en las
estrellas.
—Por favor, solo ríndete conmigo —le ruego, pero ellos continúan bombeando para
reavivarme y sé que en cuanto abra los ojos, voy a tener que aceptar que estoy vivo y que
Lexi está muerta. Ojalá me dejaran ir. Quiero irme. Quiero renunciar, desgarrar mi pecho,
dejar que se desangre, pero ellos siguen insistiendo.

La aguja se sumerge más profundamente en mi vena y segundos después,


entra la heroína, potente, tóxica, quemando a través de mi torrente sanguíneo,
abrasando un camino hacia mi corazón. Me siento en éxtasis cuando pienso en
todo a la vez y de repente me estoy cayendo en la oscuridad y no puedo recordar
una sola cosa. Voy a la deriva lejos de todo el mundo que aún vive, y me acerco a
las personas que me han dejado. El dolor desaparece. Mis pensamientos y
recuerdos desaparecen. Todo desaparece, y yo desaparezco junto con ello.
Traducido por florbarbero
Corregido por Jasiel Odair

Nova
—Ya han pasado dos días desde que dejé a Quinton —le digo a la cámara
web. Mis ojos se ven muy grandes y hay bolsas debajo de ellos porque apenas he
dormido. Mi cabello está recogido en un moño desordenado y todavía llevo mi
pijama. Me siento como si estuviera tambaleándome, al borde de caer, arañando
por aferrarme a algo—. Y no voy a mentir, me siento como una mierda, lo que
probablemente se ve en este video... —vacilo, no queriendo hablar demasiado de
cómo luzco, pero tampoco quiero hacerlo en otras cosas que debo decir. Arrastro
mis dedos por mi rostro cuando un fuerte suspiro sale de mi boca—. Dios, no sé ni
cuál es el sentido de esta grabación, m{s que decirte que me voy a rendir… que ya
no puedo tener esperanzas... así que me voy a rendir. —Me ahogo y de inmediato
quiero retractar mis palabras, pero no puedo, porque esto es lo que realmente
sucede—. Mi mamá está aquí para llevarme a casa. Podría haber peleado más, pero
creo que tal vez sea hora. No para renunciar sino para dejarlo ir... porque no puedo
manejarlo como pensé que podría... pero Dios, me duele... saber que estoy a punto
de marcharme y él podría estar en alguna parte herido o incluso muerto...
—¿Estás lista para partir, cariño? —Mi mamá asoma la cabeza en la
habitación de invitados de la casa del tío de Lea; mis cosas están guardadas y listas
para que me vaya.
Cierro la computadora. —Supongo que sí.
Me da una mirada triste cuando entra en la habitación. —Mira, Nova, sé que
estás muy decepcionada por no conseguir ayudar a tu amigo, pero no podemos
hacer que la gente haga cosas que no quiere hacer. A veces no se puede ayudar a
las personas, sin importar lo mucho que lo deseas.
Me levanto de la silla y agacho para desenchufar mi computadora. —Lo
entiendo, pero a veces se necesita que una persona te despierte y haga dar cuenta
que necesitas ayuda.
—Sí, pero también puedes hacerlo por ti mismo —responde, acercándose a
los pies de la cama—. Como tú lo hiciste.
Empiezo a enrollar el cable alrededor de mi mano. —No lo hice por mí
misma.
Parece desconcertada. —¿Qué quieres decir?
—Es decir, tuve ayuda —digo, poniendo el cable enrollado en la bolsa de mi
portátil—. De Landon.
Luce aún más perdida, así que decido explicarle—: Vi su video, el que hizo
antes... antes de suicidarse, y me dijo algunas cosas que me despertaron y me
hicieron darme cuenta que no quería drogarme más... me hizo ver en que se había
convertido mi vida. —Creo que Lea ha estado tratando de hacerme ver en lo que se
ha convertido ahora, pero estoy luchando por abrir los ojos y aceptar todo.
Levanta las mangas de su camisa. —¿Por qué nunca me dijiste... que viste su
video?
Me encojo de hombros en tanto deslizo mi ordenador portátil en la bolsa. —
Porque no me encontraba dispuesta a hablar de eso en ese momento.
—¿Y ahora si?
—Supongo. —Honestamente, no sé por qué se le estoy contando a menos
que sea porque estoy emocionalmente agotada—. Pero probablemente deberías
saber lo que le dije a Quinton primero, ya que creo que dice mucho acerca de
cuanto me preocupo por él —le digo, cerrando la cremallera de la bolsa. Abre la
boca para protestar, pero la interrumpo, levantando mi mano—. Mira, sé que no lo
entiendes y no espero que lo hagas, pero confía en mí cuando digo que me
preocupo por él y que probablemente nunca dejaré de hacerlo por completo...
siempre será una parte de mí.
—Nova, entiendo que te preocupes por él —me explica, recogiendo mi bolsa
de lona en el suelo—. Es solo que no quiero que seas incapaz de moverte más allá
de eso. No quiero verte destruida como sucedió con la muerte de Landon, y Lea
dijo que las cosas se estaban poniendo muy malas.
—Así eran... lo son —admito, colocando la correa de la bolsa encima de mi
hombro—. Pero va a ser difícil superar esto cuando no tengo idea dónde está y
además, yo era la única persona intentando cuidarlo, así que nadie tratará de
ayudarlo más.
Ella se acerca a mí y pone un brazo alrededor de mi hombro. —Bueno,
todavía podemos seguir trabajando con su padre. Tal vez si le contamos lo que me
dijiste que pasó... que él podría estar herido y en problemas, podría querer
ayudarlo un poco más —dice, caminando hacia la puerta y guiándome con ella—.
Y tal vez también podamos conseguir que los padres de Tristan se involucren.
—No creo que funcione —digo a medida que avanzamos por la sala de
estar—. Creo que culpan a Quinton de la muerte de Ryder.
—Sí, pero estoy segura de que se preocupan por su hijo —dice—. Y tal vez si
lo buscan, también encontrarán a Quinton.
—¿Y qué si no? ¿O qué si lo hacen y encuentran a Quinton y empeoran las
cosas? —Desconfío de su optimismo, en parte por lo que dije y en parte porque me
preocupa que ya no haya ningún Tristan y Quinton que encontrar.
—No creo que lo hagan —me asegura, apretando suavemente mi hombro—.
También es su hijo el que está ahí afuera y como madre, sé que a pesar de
cualquier sentimiento de enojo que puedan tener, querrían que todos estén a salvo.
Empiezo a llorar, porque no tengo ninguna esperanza en este momento y mi
mamá me abraza mientras lloro, dejándome sentir el dolor, porque sabe que es
mejor que mantenerlo atrapado en el interior. Ya sea que se dé cuenta o no, ella
ayuda. Es tan bonito tener tanta gente en mi vida ayudándome, y me duele pensar
que Quinton no tiene a nadie, y simplemente deambula esperando morir, como me
dijo esa noche. Me gustaría poder quedarme y buscarlo, pero mi mamá me ama
demasiado como para dejar que me quede y en el fondo sé que no soy lo
suficientemente fuerte en este momento para asumir una tarea tan enorme. Pensé
que lo era cuando empecé esto. Pensé que podía manejar esto. Lo había estado
haciendo bien, ayudando en la línea directa del suicidio. Pero el problema es que
tengo enormes sentimientos por Quinton, los que me recuerdan a mis sentimientos
por Landon. Hacen esto demasiado personal y provocan una gran inestabilidad
dentro de mí.
Una de las cosas más difíciles de hacer, es entrar en mi coche y conducir
lejos de esta ciudad ruidosa, sabiendo que él podría estar por ahí, perdido en un
mar de personas que apenas reconocen su existencia, que no quieren ver ese feo,
oscuro y desordenado lado de la vida, por lo que pasarán cerca de él sin darle un
vistazo, al igual que la parte perdida de la ciudad que Quinton me mostró.
Olvidada por el lado más brillante.
Mientras mi mamá conduce el Chevy por la autopista, veo la ciudad detrás
de nosotros, colocando la canción que escuchaba con Quinton esa noche que
bailamos en la parte delantera del coche, ese momento en que todo parecía que
estaría bien, cuando pensé que tal vez, solo tal vez, estaba ayudándolo. Murmuro
las letras en voz baja mientras los edificios y el cielo brumoso se deslizan cada vez
más lejos, hasta que Las Vegas desaparece por completo y todo lo que queda por
hacer es girarme en el asiento y afrontar el futuro.
Traducido por Julie
Corregido por Miry GPE

Quinton
El tiempo se convierte en inexistente. Incluso los grandes eventos, como el
incendio del edificio de apartamentos hace un par de semanas. Una cosa tan
grande, pero apenas recuerdo tambalearme fuera del apartamento en medio de la
noche, mientras las llamas envolvían al edificio.
En realidad, nadie sabía lo que pasó. Alguien dijo que escucharon disparos
viniendo de donde vivían Dylan y Delilah. Los vi un par de veces desde todo el
asunto con Trace. Dylan y yo incluso nos metimos en una pelea. Pero se hallaba
demasiado drogado como para en realidad hacer algo, y yo también.
Me preguntaba si tal vez uno de ellos comenzó el fuego, pero no me quedé
por allí para descubrirlo… no podía. La policía y camiones de bomberos se
presentaron y esa fue la señal para Nancy y para mí, y todos los demás que hacían
mierda ilegal allí, para escapar y salir a las calles.
Y ahí es donde he vivido desde entonces. Durmiendo detrás de
contenedores de basura, en edificios vacíos cuando los encontramos. A veces nos
quedamos en las casas de la gente cuando tenemos la oportunidad, pero eso es
raro.
Todo lo que de verdad nos queda es la ropa que llevábamos puesta y una
cantidad limitada de medicamentos que compramos después de robar cosas
cuando podemos, y algunas veces, cuando nos estamos quedando con muy poco,
Nancy se prostituye.
Para este momento odiaría mi vida, si pudiera sentir odio, pero no puedo
sentir nada, excepto el monstruo hambriento que vive dentro de mí. Ha absorbido
cada parte de mí y casi acabó por completo con el viejo Quinton.
—No te inyectes aquí —advierto mientras me paseo por el callejón entre un
club de striptease y una casa de empeños. Hay una pila de cajas en la parte trasera,
oculta por un contenedor de basura y es donde Nancy y yo pasamos la noche
después de que los policías se presentaron en el almacén vacante en el que nos
alojamos la última semana.
—¿Por qué diablos no? —pregunta Nancy, levantando la vista hacia mí con
el hambre en sus ojos mientras revisa su mochila, en busca de lo único que puede
alimentar su hambre. Con solo ver la expresión de su cara —el ver la necesidad—
se me hace agua la boca.
—Porque en primer lugar, lo último que necesitas es desmayarte en un
callejón —le digo—. Entonces voy a tener que quedarme despierto y vigilarte.
Se ríe de mí desde el suelo, esa risa histérica que tiene cuando está muy
privada de sueño. —¿Alguien es un poco codicioso? —pregunta—. ¿Temes que
tengas que mirar en lugar de probar?
Me detengo y la miro. —¿Podemos simplemente ir a un lugar más privado,
por favor? —Echo un vistazo nerviosamente al final del callejón, a la gente que
pasa por ahí. Siempre miro por encima de mi hombro, preocupado de que alguien
pueda aparecer. Ni siquiera estoy seguro de quien creo que va a presentarse o tal
vez en el fondo es que quiero que alguien lo haga: una muchacha de ojos azul
verdosos en la que todavía pienso sin importar cuánto adormecimiento he puesto
en mis venas. Ni siquiera sé si está en Las Vegas o si ya fue a su casa. Y así es como
debe ser. No debería saber nada acerca de Nova Reed—. ¿Algún lugar en el que
podamos simplemente tumbarnos y disfrutar el drogarnos?
Nancy suspira y luego cierra la mochila antes de ponerse de pie. —¿Adónde
diablos vamos a ir? —pregunta con irritación mientras mira de un lado al otro en el
callejón.
Me froto la cara con mi mano mientras empiezo a pasearme de nuevo. Ha
pasado mucho tiempo desde mi último golpe. Puedo sentir surgir las emociones,
más filosas que la aguja, más potentes que la heroína. Tengo que callarlas. Ahora.
Antes de que me derrumbe en el suelo. Necesito un lugar tranquilo y alejado de
toda esta gente.
Bajo la mano a mi lado, consiguiendo una idea. —Creo que conozco un
lugar.
Ella asiente mientras se cuelga la mochila y ni siquiera hace preguntas. Solo
me sigue, con la esperanza de que la llevaré a un lugar donde pueda bombear sus
venas llenándolas de drogas, con la esperanza de poder escapar de todo lo que está
huyendo. Al igual que todos los demás. Al igual que yo.
Escapar.
Nos toma un tiempo para viajar a través de la ciudad y hacia el lado menos
poblado. Horas o tal vez incluso un día entero. Es difícil darse cuenta. Sé que es de
día cuando partimos y el sol se ha puesto cuando llegamos, pero a veces pierdo la
noción del tiempo, porque me concentro tanto en llegar a ese lugar en el que puedo
volar y elevarme de mi pasado sin tener que sentirlo, sin tener que sentir la culpa
de todo lo que ha pasado en mi vida. La culpa de la muerte. La culpa del amor. La
culpa de existir.
Cuando entramos, soy atacado con los recuerdos de la última vez que
estuve aquí, con Nova y casi me doy la vuelta. Pero entonces Nancy me da un
empujoncito en la espalda.
—Date prisa —dice, en dirección a las escaleras—. Me estoy muriendo.
Me muevo hacia adelante, pasando por encima de los escombros y residuos,
tratando de no pensar en Nova, pero es difícil. Lo único que me mantiene estable
es el hecho de que cuando llegue a la azotea, solo pasarán minutos antes de que se
desvanezca todo lo que ahora llena mi cabeza. Así que sigo en movimiento,
enfocándome en caminar y cuando llegamos a la azotea, siento que puedo respirar
de nuevo.
Nancy tira en el suelo ansiosamente su mochila junto a uno de los letreros
grandes y comienza a sacar la cuchara y la jeringa. No la ayudo. No puedo. A
pesar de la cantidad de veces que he consumido, todavía no puedo inyectarme. El
recuerdo de las agujas y las inyecciones llevándome a la vida que no quería vivir es
aún demasiado fuerte. Pero siempre supero la fobia en el momento en que ella me
inyecta. Así que me acuesto en el suelo y miro a las estrellas como lo hice con
Nova, como lo hice esa noche que morí. Mantengo los ojos en ellas, esperando sin
paciencia hasta que la aguja entra en mi vena y poco a poco se abre camino a través
de mi cuerpo, borrando todo dentro de mí. Mi culpa se aleja momentáneamente y
los pensamientos de Nova dejan mi mente. Se siente como si todos en el mundo
me hubiesen perdonado. Me siento tan ligero como si flotara hacia el cielo,
sintiéndome cada vez más cerca de Lexi. Y juro por Dios que si extiendo la mano,
podría tocarla.
Casi. Casi al alcance.
Traducido por Anty & Julie
Corregido por SammyD

Nova
He estado trabajando muy duro para mantenerme ocupada, seguir adelante,
seguir avanzando. He hecho todo lo que puedo para distraerme, y pasé mucho
tiempo haciendo videoclips. Incluso obtuve una cámara real, o, bueno, mi mamá
me la compró; creo que porque siente lástima por mí.
—Es increíble lo rápido que corrieron el último par de meses —le digo a la
cámara que se encuentra en la mesa de la cocina, dirigida a mí mientras hablo y
trabajo en el álbum de fotos que estoy armando para Landon—. Ni siquiera estoy
segura de cómo sucedió. Culpo a mi mamá, y no en el mal sentido. Ha estado
trabajando mucho para mantenerme ocupada, poniéndome a ayudarla a organizar
la casa, incluso me ayudó a crear un álbum de fotos para Landon, justo como
planeaba hacer, pero nunca fui capaz de empezar… —Echo un vistazo a las fotos
de Landon, bocetos sobre la mesa delante de mí y a las páginas del álbum de fotos
en que se supone que debo estar poniéndolos—. Incluso fui y visité la tumba de
Landon el otro día… fue duro, pero soportable, y por alguna razón me pareció
ayudar con la necesidad obsesiva que sentía de ver su video una y otra vez —digo
mientras pongo un pedazo de cinta adhesiva en la parte posterior de una foto de
Landon y yo. Él besa mi mejilla y me estoy riendo, y solo mirándola, se ve tan
perfecto. Si me quedara mirándola el tiempo suficiente vería los defectos, pero no
lo voy a hacer, solo voy a recordar lo bueno.
—A veces todavía siento ganas de llorar por Quinton… sin saber dónde se
encuentra… el no saber a veces se siente m{s duro que saber que murió… —
Despliego uno de los dibujos de Landon de un árbol y suavizo las arrugas—. Mi
mamá de alguna manera consiguió que el papá de Quinton fuera a Las Vegas y lo
buscara… aunque estoy un poco escéptica acerca de lo mucho que lo busca, ya que
incluso de plano dijo que no quería. Pero escuché a mi mamá darle este gran
sermón en la que casi se pierde por completo y le gritó que es un —hago comillas
en el aire—, ‚padre de mierda‛… Nunca la oí maldecir así o volverse tan intensa.
—Pego la foto en la página—. Al principio cuando llegamos a casa, trató de llamar
a los padres de Tristan para conseguir que lo buscaran, pero al parecer ya se
hallaban allí buscándolo, lo que habría sido bueno, excepto que los padres de
Tristan son estúpidos… no quiero ser antip{tica, porque sé lo difícil que es perder
a alguien que amas, pero las cosas que los padres de Tristan le dijeron a mi mamá
sobre Quinton siendo responsable de la muerte de Ryder, es totalmente jodido.
Echarle la culpa a alguien así es terrible. No me importa si se encuentran de luto.
No parar de decirle que es responsable de todo lo que pasó est{ mal… y en cierto
modo, dolorosamente, me ayuda a entenderlo un poco m{s… aunque no me hace
ningún bien ahora… —Empiezo a ahogarme y me aclaro rápidamente la garganta
un par de veces, diciéndome a mí misma que no pierda la cabeza. Esto ocurre
muchas veces, cuando pienso en Quinton.
Exhalo, a continuación, añado otra foto a la página, y luego giro a una
página limpia. —También he aprendido algunas cosas sobre Quinton de Tristan,
quien ha vuelto aquí desde Maple Grove hace una semana. Para hacer el cuento
largo corto, supongo que por la misma época que perdí el rastro de Quinton,
Tristan casi tuvo una sobredosis. Quinton llamó a la ambulancia y luego Tristan
fue llevado al hospital. Después supongo que llamó a los padres de Tristan, que se
presentaron en el hospital y consiguieron que fuera a rehabilitación. Ni siquiera
estoy segura de cómo consiguieron que estuviera de acuerdo para ir, pero me
gustaría saberlo, me gustaría poder encontrar ese algo mágico para que Quinton
entre en razón y se dé cuenta de lo buena persona que es, a pesar de lo que piensa.
Que las cosas malas que le pasaron se encontraban fuera de su control, algo que he
estado trabajando en decirme también a mí misma… aunque sigue siendo difícil.
Que nunca pueda llegar a él lo suficiente como para ayudarle. —Hago una pausa y
tomo una respiración profunda—. Fallé. Me importa una mierda lo que diga mi
mamá. Le fallé, al igual que le fallé a Landon, y ahora todo lo que puedo hacer es
vivir con ello.
Añado una foto de Landon a la página, sus tristes ojos color miel me
recuerdan a Quinton, lo que es un poco raro porque por lo general es Quinton
quien me recuerda a Landon. Era tan hermoso y cuando se fue, el mundo perdió
un pedazo de su belleza. —Tristan me escribió un par de veces mientras se
encontraba en rehabilitación, pidiendo disculpas por algo que pudo haber hecho
que podría haberme hecho daño y por arrastrarme en todo el lío de Trace. Nunca
le respondí, porque no sabía qué decir, o si siquiera podía escribirle en respuesta,
pero llamó ayer… Hablamos un poco acerca de cosas, la vida. Incluso hablamos de
Quinton. Dice que no tiene idea de dónde podría estar, hay demasiados lugares,
pero escuchó que el edificio donde vivían se incendió. Nadie murió, al menos en el
fuego, ya que no se encontraron cuerpos. Pero el fuego se inició a propósito y me
pregunto qué demonios pasó. Si Quinton estaba allí cuando sucedió. Si Delilah se
hallaba allí cuando sucedió. Me duele el corazón al saber que todos ellos podrían
estar viviendo en las calles haciendo Dios sabe qué. Y hay una posibilidad de que
nadie pueda encontrarlos. Y la pobre Delilah. Supongo que su madre no la busca,
teniendo en cuenta cuan mala es su relación. —Suspiro, sintiendo la desesperanza
surgir de nuevo—. Creo que tal vez Tristan podría saber un poco más de lo que
deja entrever acerca de todas estas cosas, sobre todo lo que pasó, pero no quiero
presionarlo, ya que es como un ciervo recién nacido aprendiendo a caminar de
nuevo y una gran cantidad de cosas podrían hacerlo caer, al menos por lo que me
dice la gente. —Tiro un trozo de cinta fuera del dispensador—. He estado yendo a
estas reuniones de grupo, algo así como a la que fui a Las Vegas… es un poco
escalofriante… escuchar las historias de la gente, pero al mismo tiempo es bueno
escuchar las partes buenas, donde alguien sobrevive y conquista su adicción. Me
da un poco de esperanza de que esto no ha terminado para Quinton. —Presiono el
trozo de cinta en la página así asegura una esquina de la foto—. Además, las
reuniones me dan una perspectiva de donde me estoy metiendo, ya que Tristan se
supone que se dirige hacia aquí hoy. Me da la esperanza de que su visita va a ir
bien. —Echo un vistazo a la cámara—. Aunque el lado pesimista de mí piensa que
va a ser muy raro.
Echo un vistazo al reloj del microondas y me doy cuenta de que estará aquí
pronto y sigo usando mi pijama. Vuelvo mi atención a la lente. —Te haré saber
cómo va eso. —Doy a la cámara un pequeño saludo con la mano—. Hasta la
próxima vez. —Luego apago la cámara y la pongo junto con las cosas del álbum de
fotos en mi habitación, en mi escritorio, al lado de donde guardo los pocos bocetos
de Quinton que tomé de su apartamento la última vez que estuve allí. El solo
observarlos me hace echarlo de menos, me hace tener el deseo de abrazarlo. Si
pudiera hacer una cosa en este mismo momento, eso es lo que haría; abrazarlo y
nunca dejarlo ir.
Suspirando, me aparto de los dibujos y voy a mi tocador. Me pongo un par
de pantalones cortos y una camiseta sin mangas negra y me peino, dejándolo
suelto. No me pongo ninguna pulsera en la muñeca del tatuaje. Ya no lo hago, así
nunca olvidaré nada de eso: mi papá, Landon, Quinton, donde fui, cómo me levanté,
lo fácil que es caer. Con qué facilidad mi vida puede girar fuera de control. Es
como el rasguño en mi coche que se convierte en un recordatorio para no olvidar
jamás. Nunca lo arreglé después de que ese tipo lo golpeó con una barra de hierro.
Mi madre se ofreció a pagar por ello, pero le dije que no. Sé que suena loco, pero
me recuerda a la última vez que vi a Quinton y aunque es un recuerdo horrible y
aterrador es todo lo que tengo para aguantar.
Cuando termino de cambiarme, suena el timbre. Mi estómago rueda con
nervios y me dirijo a la puerta. Mi mamá y mi padrastro Daniel están fuera en su
caminata diaria y no van a estar de vuelta en casa hasta tarde, lo que significa que
solo vamos a ser Tristan y yo. Casi puedo sentir la incomodidad creciente en el
aire.
Cuando abro la puerta principal, se encuentra de pie en el borde del pórtico
como si estuviera a punto de irse o algo. El sol brilla a sus espaldas, por lo que es
difícil para mis ojos enfocarse. Cuanto más camina hasta la sombra, cada vez más
cerca, puedo ver mejor sus características, pero el fulgor todavía hace que parezca
como si estuviera mirándolo a través de un lente de la cámara. Al principio se ve
borroso, entonces puedo distinguir su pelo rubio, sus rasgos faciales, y finalmente
sus ojos azules. Lleva una camisa limpia a cuadros, vaqueros bonitos, y un par de
zapatillas de deporte. Se ve bien. Saludable. Y se desvanecieron esas marcas de
cortes que se hallaban en sus brazos, pero hay algunos puntos blancos diminutos
que creo que son las cicatrices.
—Hola —dice, metiendo las manos en los bolsillos.
Solo me lo quedo mirando, con mi brazo sosteniendo la puerta mosquitera,
mi cuerpo a la deriva hacia el shock o algo. Se halla casi irreconocible y me hace
feliz y me duele al mismo tiempo, porque me recuerda lo poco saludable que solía
lucir y cómo Quinton todavía se encuentra en ese lugar.
—Hola —respondo, obligándome a dejar de mirarlo. Doy un paso atrás y
hago un gesto para que entre—. Puedes entrar.
Vacila, nervioso, pero en última instancia, pasa junto a mí, y obtengo una
bocanada de perfume mezclado con cigarrillos, lo cual es mucho mejor que el olor
de ‚no me he duchado en semanas‛ que tenía la última vez que estuve con él.
Cierro la puerta detrás de mí y doy la vuelta, estudiándolo mientras mira a
su alrededor en la sala de estar, las fotos familiares en la pared, los sofás florales, y
la televisión.
—No creo que haya estado en tu casa —afirma, girando en un círculo antes
de que sus ojos se posen sobre mí—. Es bonita.
—Gracias —digo, inquieta. Dios, no tengo ni idea de qué decir o hacer,
dónde poner mis manos, dónde mirar. Tiene una cicatriz en la mejilla, como si
tuviera una herida allí una vez y sanó, pero la cicatriz no solía estar allí. Quiero
preguntarle acerca de ella, pero no creo que deba.
Pero debe darse cuenta que la miraba porque la toca y dice—: Trace me
cortó allí con un cuchillo aquel día en que… bueno, ya sabes, todo se fue a la
mierda.
Mis labios forman una O. —Oh, Dios mío, ¿te encuentras bien?
Asiente y lo descarta con la mano. —Sí, está prácticamente curada ahora.
Recuerdos. Potentes. Rasgando mi corazón por la mitad. Vegas. Quinton.
Cuchillo. Cortes. Drogas. Tomo una respiración lenta y la dejo salir, diciéndome
que debo calmarme.
—Lo siento —dice, sacando las manos de los bolsillos y cruzando los brazos.
—¿Por qué?
—Por sacar el tema de Las Vegas.
—No tienes que preocuparte por sacar el tema —insisto, sentándome en el
sofá, y se sienta a mi lado—. Podemos hablar de eso… —¿Qué estoy haciendo?—. ¿Si
tú quieres?
Me mira con escepticismo, como si no creyera totalmente que esté hablando
en serio. —Tal vez en un rato —dice—. ¿Qué tal si simplemente nos relajamos por
un momento y vemos a dónde van las cosas?
Asiento y pasamos la siguiente hora hablando de nada importante. La
escuela secundaria. Lo que hacíamos por diversión. Me dice un poco acerca de
cuándo se metió en las drogas, pero nunca explica por qué. Se drogó por primera
vez un buen tiempo antes de que su hermana muriera. Su uso nunca tuvo que ver
con su muerte, aunque estar drogado lo hacía más fácil de tratar. Me pregunto cuál
fue la causa, pero no me atrevo a preguntar, temiendo que podría molestarlo.
Alrededor de la hora de cenar ordeno pizza y luego, Tristan y yo nos
sentamos de nuevo en el sofá de la sala de estar y comemos mientras seguimos
hablando.
—¿Así que estás bien? —pregunto, abriendo la caja de pizza—. Quiero decir
con estar fuera en el mundo real.
Se encoge de hombros, tratando de alcanzar un pedazo de pizza. —Bueno,
solo he estado fuera por una semana, así que todavía no estoy seguro… aún no
estoy seguro acerca de un montón de cosas, como qué demonios voy a hacer con
mi vida… se supone que debería estar creando metas. —Pone los ojos en blanco—.
Traté de decirle a mi consejera que no tenía objetivos pero no pareció creerme.
—Podrías ir a la universidad —sugiero, cogiendo un trozo de pizza—. Es un
gran lugar para comenzar.
Sonríe divertido. —Nova, ninguna universidad me va a aceptar. Apenas me
gradué de la escuela secundaria.
—Eso no es cierto —digo—. Claro, probablemente las escuelas de la Ivy
League no, pero en mi universidad es bastante fácil entrar. De hecho, Lea, mi
amiga que conociste en Las Vegas, bueno, su novio ni siquiera se graduó.
Consiguió su Diploma general de equivalencias y aun así entró en mi universidad.
Coge el queso de su pizza mientras se inclina hacia atrás en el sofá. —Creo
que voy a pensar en ello —dice—. Pero nunca me gustó la escuela.
—A mí tampoco en la escuela secundaria —coincido, relajándome contra el
reposabrazos con una porción de pizza en la mano—. Pero la universidad no es tan
mala.
Parece sorprendido. —Siempre parecía gustarte la escuela secundaria.
—Sí, pero era buena para fingir cómo me sentía. —Tomo un bocado de mi
pizza.
—¿En serio? —Hay alegría en su tono—. Siempre pensé en ti como una
especie de libro abierto.
Ruedo los ojos. —No lo hiciste.
—Sí lo hice —dice—. Siempre me di cuenta cuando te encontrabas enojada o
molesta, que era mucho. Como aquella vez que nos besamos. —Las comisuras de
sus labios se tuercen—. Me di cuenta segundos después de que te arrepentías.
No estoy segura de cómo responder. No pienso que esté coqueteando
conmigo, solo es alegre, pero al mismo tiempo estamos sentados aquí bromeando y
se siente mal.
—Bueno, ya no estoy siempre enojada y molesta —digo, tomando un
bocado de mi pizza—. Y lo siento por la cosa del beso, pero pasaba por algunas
cosas.
—Lo sé —dice, recogiendo un hilo de queso de su barbilla—. Y si no te
enojas o molestas más, entonces, ¿qué sientes?
—No estoy segura —digo honestamente, con la mirada fija en mi pizza—.
La mayoría de las veces me siento normal, pero a veces me siento triste.
Su pecho se hunde mientras sopla un lento suspiro. Crece el silencio entre
nosotros, el único sonido es el mascar de la pizza, mientras mis pensamientos van
a la deriva hacia lo que me hace triste, Quinton. Desearía que las cosas pudieran
ser diferentes. Me gustaría que pudiera estar sentado aquí con nosotros en la
torpeza, comiendo pizza, y hablando de las cosas de todos los días en su mayor
parte.
—¿Sigues pensando mucho en él? —pregunta finalmente, dándome una
mirada de reojo.
Alejo mi mirada de la pizza y lo miro. —¿Pensando en quién?
Coge un pimiento de su pizza y la arroja en la caja. —En Quinton.
Asiento con la cabeza. —Todo el tiempo.
—Yo también —pronuncia.
—¿Has oído algo de su padre, por casualidad? —pregunto, dejando mi
rebanada de pizza a medio comer en el plato en la mesa de café en frente de
nosotros—. Mi madre dijo que fue allí por un tiempo para buscarlo, pero con lo
mucho que insistió para conseguir que fuera, no estoy tan convencida de que vaya
a hacerlo realmente.
Traga un bocado de pizza. —Sí, se tomó una semana libre en el trabajo y se
fue allí. Supongo que puso volantes y todo… —Hace una pausa, recogiendo un
hilo de queso que colgaba de la pizza—. Odio decir esto, pero tengo que hacerlo…
Nadie va a encontrar a Quinton.
Un enorme bulto se forma en mi garganta mientras obligo a un bocado de
pizza a descender. —¿De verdad crees eso?
Lanza su corteza en la caja de pizza mientras pone sus pies sobre la mesa de
café y se recuesta en el sofá. —Creo que solo se lo va a encontrar cuando quiera ser
encontrado.
—¿Y crees que va a llegar alguna vez a ese punto? —Meto el pie debajo de
mí, girando de lado en el sofá.
La confusión desaparece de su rostro cuando se cruza de brazos sobre el
pecho.
—Honestamente, Nova, no estoy seguro. Sé que si me hubieras preguntado
hace unos meses si quería ser encontrado, diría que no. De hecho mis padres
trataron de llamarme un par de veces y los eché a volar. —Hace una pausa,
mirando por la ventana, donde puedo ver la casa de Landon justo afuera—. Pero
después de casi morir… bueno, las cosas cambiaron un poco.
—¿Así que estabas contento que te encontraran? —pregunto—. ¿Te alegra
estar aquí en lugar de en Las Vegas?
Contempla esto. —No voy a mentir. —Sus puños se aprietan mientras cruza
los brazos—. Incluso después de que pasó toda esa mierda, todavía tenía ansias…
Ansío la soledad que las drogas me dieron. —Hace una pausa de nuevo—. Pero
prefiero estar aquí en este momento.
—Porque te encuentras sobrio —digo—. Y puedes ver las cosas un poco más
claras.
—Sí, supongo que eso es todo… pero no creo que eso ayude con Quinton,
ya que estuve obligado a lograr la sobriedad y alguien tendría que obligarlo a estar
sobrio. —Busca en mis ojos por algo—. Te las arreglaste para alejarte de ello una
vez. ¿Cómo lo hiciste sin que nadie te obligara?
No quiero decirle, pero al mismo tiempo soy yo la que sacó el tema, así que
decido solo ser honesta, a pesar de que probablemente va a doler un poco. —Fue
un video que hizo Landon, mi novio que murió. Me hizo replantearme lo que hacía
y me recordó quien solía ser. —Mis manos tiemblan mientras recojo mi refresco,
pensando en cómo ver el video este verano tuvo el efecto contrario y como de
hecho empeoró las cosas, porque no lo dejaba ir. Dejar ir. Un problema muy
grande para mí.
—¿Estás bien? —pregunta, notando cuan emocional me volví.
Asiento. —Sí, solo que a veces me pone… Quiero decir, todavía me siento
culpable por dejar a Quinton ahí.
Considera algo por un momento mientras tomo un sorbo de mi refresco. —
Yo también me siento culpable, porque creo que se encuentra por ahí pensando
que lo que me pasó es culpa suya y no lo es. Al igual que se culpó por la muerte de
mi hermana y su novia. Creo que ha pasado dos años culpándose a sí mismo por
todo. —Empieza a recoger más pimientos de su pizza y colocándolos en la parte
superior de la caja. Noto que trata de trabajar internamente con sus pensamientos.
Procesando algo. Finalmente se desploma de nuevo en el sofá—. ¿Quieres saber lo
que pienso?
Asiento con impaciencia. —Sí, quiero.
Hace una pausa, y luego toma una respiración profunda. —Creo que lo que
Quinton necesita es darse cuenta de que no todas las cosas fueron su culpa, que la
mierda pasa a veces y se halla fuera de nuestro control.
Es más fácil decirlo que hacerlo. Oí cómo Quinton piensa de sí mismo, lo
que cree que la gente piensa de él, como piensa que todo el mundo lo odia. Sé que
necesita ser liberado de esos pensamientos para que pueda respirar de nuevo, pero
todavía no estoy cien por ciento segura de cómo hacérselo ver. Pasé la primera
parte del verano tratando de llegarle, hacerle ver que era una mejor persona de lo
que pensaba.
Bajo la mirada a las palmas de mis manos, preocupándome por lo que estoy
a punto de preguntar, pero necesito preguntarlo, no obstante. —¿Crees que va a
ser capaz de llegar a ese lugar? ¿Ser capaz de perdonarse a sí mismo por lo que
pasó? ¿Darse cuenta de que no era su culpa?
Tristan no dice nada de inmediato. Me pregunto si es porque en realidad
piensa en la respuesta o si solo es difícil hablar de cosas relacionadas con la muerte
de su hermana. —No estoy seguro. —Su voz tiembla un poco y la despeja—. Sin
embargo, quiero probar… ayudarlo si lo puedo encontrar… ayudarlo a darse
cuenta de que no es su culpa, como debería haberlo hecho en lugar de inyectar mis
venas con veneno.
Me muerdo los labios. —¿Así que no lo culpas por... por el accidente?
¿Como tus padres?
Niega con la cabeza. —Nunca lo he mirado así. Sí, me enojaba las primeras
veces que lo vi después de que perdí a mi hermana, pero al mismo tiempo,
entendía que se trató de un accidente. No estaba borracho ni drogado ni nada. La
mierda sucede sin más. No fue culpa de nadie. —Hace una pausa, frotándose el
rostro tenso con la mano—. Además, si no fuera por Quinton, ni siquiera estaría
aquí en este momento, no creo que... Llamó a la ambulancia cuando yo tenía una
sobredosis... hizo reanimación cardiopulmonar... —Se calla y parece distraído por
los recuerdos—. Y se esforzó tanto para salvarme incluso antes de eso. Me detuvo
de hacer estupideces. Me dijo que yo era mejor que eso... ayudó a mi lamentable
culo cuando nos metía en problemas.
Dios, lo que daría porque Quinton estuviera aquí y escuchara eso. Me
pregunto si lo vería de esa manera, que salvó una vida. No quitó una. Que lo hizo
bien. Ayudó a alguien. —Puedes decirle todo eso a Quinton —le digo—. Solo
tenemos que encontrarlo.
Vuelve la cabeza por un momento y estoy bastante segura de que se seca las
lágrimas. Pero no digo nada y cuando se da la vuelta hacia mí, sus ojos se hallan
secos. —Sabes, eres una de las personas más decididas que he conocido —dice.
—No lo suficiente —le digo, pensando en cómo me fui de las Vegas y dejé a
Quinton.
—Oye. —Pone una mano sobre mi rodilla y me estremezco—. No habría
servido de nada que te quedaras allí. Como he dicho, Quinton tiene que dejar de
culparse a sí mismo antes de que algo pueda cambiar y se dé cuenta que hay
personas que se preocupan por él. Y aun así todavía tiene un montón de mierda en
la que trabajar.
—¿Crees que todavía hay esperanza? —le pregunto—. ¿Para él? ¿Que
todavía puede mejorar?
Aguanto la respiración mientras espero la respuesta y juro que tarda horas
cuando en realidad probablemente es solo unos segundos. Asiente y yo respiro de
nuevo.
—Creo que siempre que esté vivo, habrá esperanza —dice en voz baja—. Y
si pudiéramos conseguir que esté sobrio, o por lo menos darle una intervención y
llevarlo a un lugar donde pueda estar sobrio, como mis padres hicieron conmigo,
entonces tal vez podría comenzar a trabajar en perdonarse a sí mismo.
La tranquilidad crece entre Tristan y yo, tan tranquilo como el día que pasé
con Quinton en el techo. Me pregunto si dónde se encuentra está tranquilo, si
disfruta de la tranquilidad, o si siquiera lo nota. Me pregunto si tiene un techo
sobre su cabeza. Si ha comido algo. Si todavía ve las cosas desde el punto de vista
de un artista. Si todavía dibuja. Si todavía piensa en mí.
Hay tantas cosas que me pregunto, pero la más importante que siempre voy
a tener es si se encuentra bien.
Quinton
He perdido la noción del tiempo. No recuerdo en qué mes estamos ni el día.
Apenas puedo notar que es de noche. Solo me queda mi último par de pantalones
vaqueros y una camiseta. Perdí uno de mis zapatos en algún lugar, pero no puedo
recordar dónde. Apenas he tenido agua para beber en el día y estoy empezando a
sentirlo, un dolor lento en la garganta y el vientre, pero no me atrevo a dejar el
techo, así que me quedo allí la mayor parte del tiempo. Nancy se queja de que soy
un adicto perezoso, dejándola que haga todo el dinero, los negocios y prostituirse.
Siempre le digo que se vaya y me gustaría que lo hiciera, así finalmente me
pudriría hasta la nada, sin embargo, siempre vuelve y me salva cuando estoy a
punto de morir.
Nancy ha estado con su celular por un tiempo, algo con lo que volvió el otro
día y me dijo que la ayudaría con sus clientes, pero lo veo como dinero perdido en
el teléfono y la tarjeta estúpida que pagó para obtener minutos. Nos quedan pocas
reservas, solo una o dos, y trata de encontrar más por bajo precio. Habla
incesantemente en el fondo, pero su voz se escucha apenas mientras estoy de pie
en el borde del techo, con la mirada fija en las casas vacías y las tiendas de abajo,
con el viento contra mi espalda y mis brazos hacia los lados. No tengo puesta una
camisa ni los zapatos y los pantalones apenas se mantienen en mis caderas. Ya no
me queda casi nada, pero sigo aquí, consumiéndome.
Un paso más y podría ser libre. Un paso más y por fin podría caer y
encontrarme con mi muerte. Las luces se apagarían. La culpa desaparecería. Este
infierno personal en el que vivo terminaría.
—¿Por qué demonios siempre te paras en el borde del techo? —Nancy
serpentea entre los carteles y se acerca a mí con el teléfono en la mano.
—Porque me pregunto si puedo volar. —Cierro los ojos y respiro el aire de
la libertad justo en frente de mí, si me atrevo a tomarlo.
—No seas loco. —Me agarra del brazo y me jala hacia abajo desde el
borde—. Vas a tropezar. Si te relajas por unos cinco minutos, puedo inyectarte otra
vez y te sentirás mejor.
Me tropiezo para conseguir el equilibrio cuando me doy la vuelta para
mirarla. —Pero se nos acaba.
—Conseguí más —dice, retrocediendo hacia su mochila en el centro del
techo y deteniéndose junto al cartel ‚VIVA LAS VEGAS‛. No lleva zapatos y un
tipo le cortó el cabello mientras se encontraba inconsciente por lo que apenas le
llega a la barbilla—. Pero, ¿te queda algo de dinero en efectivo?
Aunque sé que no, aun así agarro la billetera de mi bolsillo trasero y la abro.
Luego la doy vuelta y vuelco el contenido en el suelo: unos paquetitos cuadrados,
mi licencia de conducir, la que pensé que había perdido y un pedazo de papel.
Nancy se pone rápidamente de rodillas y agarra los cuadrados y luego me entrega
mi licencia de conducir. Toma el pedazo de papel y comienza a tirarlo a un lado.
Le agarro el brazo y la detengo. —Espera un minuto. —Quito el pedazo de
papel de su mano y lo abro. Hay un número de teléfono garabateado en él así que
lo vuelvo a doblar y lo pongo otra vez en mi billetera, antes de guardarla en mi
bolsillo.
—¿Qué demonios era eso? —pregunta, frotándose el brazo donde la agarré.
—Nada. —No digo nada más mientras me siento en el techo, tratando de no
pensar en la propietaria de ese número de teléfono. No necesito pensar en ella, no
puedo sentir de nuevo esas emociones. No puedo volver a ese lugar. Tengo que
quedarme aquí.
—Está bien. —Me mira como si estuviera loco, pero se encuentra más o
menos en la misma página en este momento, dispuesta a perder la cabeza si no
recibe una inyección o dos—. ¿Qué tal si nos ocupamos de esto y entonces puedes
relajarte, mientras yo voy a conseguir un mejor escondite? —Se pone en cuclillas al
lado de su bolso y lo abre.
—¿Por qué siempre me ayudas así? —Hago un gesto en torno al techo—.
¿Por qué te quedas conmigo cuando yo no puedo darte nada?
Se asoma desde su bolso. —¿Realmente importa?
Niego con la cabeza, porque no es así. —En realidad no. —Nada importa ya.
Saca una jeringa y quita la tapa con la boca. —Entonces vamos a hacerlo.
Me acuesto en frente de ella y espero. Momentos después, hunde la aguja en
mi vena y por un momento pruebo la libertad, pero no es tan potente como antes,
y mientras me siento caer en un estado de euforia, me encuentro deseando que en
lugar de eso, me estuviera cayendo del techo.
Traducido por Jasiel Odair & CrisCras
Corregido por Mire

Nova
He estado viendo el programa de Intervention últimamente porque Tristan
me hace verlo. Ni siquiera estoy segura de por qué lo hace, excepto que parece
pensar que nos va a enseñar una cosa o dos acerca de cómo se fracasa, solo por si
alguna vez tropezamos con Quinton de nuevo. A él le gusta comparar los
episodios con lo que le pasó, cómo sus padres lo confrontaron en el hospital y su
madre lloró mucho. Dijo que su padre era en realidad una especie de idiota, pero
solo porque se preocupaba; Tristan puede ver eso ahora. Le pregunté si pensaba
que eso era lo que estaba mal con el papá de Quinton y dijo que tal vez, pero nunca
podría saberlo a menos que hubiera una intervención real.
También empecé a empacar para la escuela, a pesar de que no me iré hasta
en una semana. Lea y yo tenemos un apartamento, el mismo en que hemos vivido
el pasado año; solo tenemos que firmar los formularios cuando lleguemos allí y
hacer un depósito. He ordenado todos mis libros, y matriculado en todas mis
clases. Todo está listo, sin embargo, se siente como que falta mucho.
El sol se está ocultando, otro día vino y se fue, otro día en que trato de no
pensar en Quinton, pero siempre lo hago. Lo peor es cuando cierro los ojos y veo la
mirada en sus ojos cuando nos besamos, cerca de la montaña rusa y estúpidamente
creímos que todo cambiaría. A veces veo el odio que tenía hacia sí mismo cuando
me dijo que el accidente fue su culpa. A veces sueño que voy a alcanzarlo cuando
cae en la oscuridad, pero él no voltea y agarra mi mano. A veces se convierte en
Landon cuando está cayendo y empieza a girar, pero en el último segundo se aleja.
Estoy empezando a detestar soñar.
—¿En serio necesito tomar cuatro clases? —pregunta Tristan mientras revisa
la lista en mi computador. Se ve aún más saludable de lo que se hallaba durante su
primera visita, su piel clara y sus ojos con un poco menos de miseria. Ha estado
pasando mucho el rato conmigo, sobre todo, dice, porque lo mantengo alejado de
los problemas. Me alegro. Me gustaría poder convertirlo en un proyecto o algo,
aún con las fallas que tengo cuando las cosas no salen a mi manera, probablemente
ocurrirá con mucha más frecuencia.
—Mientras más clases tomes —digo a medida que doblo mi ropa y la apilo
en mi cama—, más rápido acabarás la escuela.
Me sonríe por encima de su hombro. —Ahora hay un poco de motivación.
—Me alegro de ser de ayuda —bromeo mientras pongo una pila de camisas
en una bolsa de lona, que no estoy pensando en usar hasta que llegue a la escuela.
—¿Le has preguntado a tu amiga si le importa compartir el apartamento con
un amigo? —pregunta Tristan mientras hace clic en el ratón—. Sobre todo cuando
me ha visto en mis peores momentos.
—Mierda, se me olvidó mencionar eso —le digo, cerrando la cremallera de
la bolsa.
Tristan pregunta en tono de broma—: ¿Se te olvidó? —Me mira por encima
del hombro—. ¿O lo evitaste?
—Tal vez un poco de ambas —admito a medida que busco mi teléfono en la
mesita de noche. La pantalla dice que tengo un mensaje y por un segundo mi
corazón salta en mi garganta. Pero eso pasa cada vez que mi teléfono muestra un
mensaje o una llamada, porque por alguna razón creo que va a ser Quinton, pero
nunca lo es.
El mensaje es de Lea, me dice que la llame, por favor.
Suspiro y me dirijo hacia la puerta. —Ya vuelvo —le digo a Tristan, notando
que abandonó el sitio web del campus y ahora ha abierto un motor de búsqueda.
No necesito ver lo que está buscando. Una vez me dijo que lee artículos de Las
Vegas por información sobre dónde estaría Quinton. Dice que es bastante inútil,
sobre todo cuando Quinton podría no estar en Las Vegas nunca más, pero lo hace
de todos modos porque se siente mejor, le hace sentir como si estuviera haciendo
algo para ayudarlo, de la misma forma en que él lo ayudó.
Voy a la cocina, donde están mi mamá y Daniel, preparándose para el
campamento de una semana al que irán mañana. Tienen la tienda de campaña, los
sacos de dormir, y algunos contenedores en la mesa que ahora están empacando
con alimentos, sartenes, utensilios, y qué sé yo.
—Hola, cariño —dice mi mamá mientras deja caer una caja de tartas Pop-
Tarts en uno de los contenedores—. ¿Cómo va la cosa de entrar a la universidad?
—Bien —le digo, robando una galleta de un plato en el mostrador—. Tristan
está tratando de averiguar qué clases quiere tomar.
—Eso es bueno —dice, abriendo un cajón—. Es bueno que vaya.
—Sí, lo es —concuerdo y le doy un mordisco a la galleta.
Ella me sonríe, pero luego frunce el ceño. —Nova, ¿estás segura de que te
parece bien que vaya a este viaje? Me preocupo por ti.
—Estoy bien —le aseguro—. Me has visto estar bien por casi tres meses.
Luce preocupada mientras toma algunas cucharas de plástico de un cajón.
—Pero siempre te ves tan triste todo el tiempo.
—Lo sé —le digo—. Y no voy a mentir. Estoy triste a veces, pero eso no
quiere decir que necesito que te quedes en casa. Además, me voy a la universidad
como en una semana.
—Lo sé. —Deja caer las cucharas a la papelera—. Pero solo pienso en el
verano pasado y cómo me fui de vacaciones cuando sabía que no andabas muy
bien... cuando te encontrabas en las drogas.
Rodeo la mesa y camino hacia ella, metiendo el resto de la galleta en mi
boca. —Confía en mí, mamá, esto no es como el verano pasado. No voy consumir
drogas. Estoy triste por Quinton y puedo estar triste a veces.
—Lo sé. —Suspira y luego me jala en un abrazo—. Solo deseo que las cosas
hubiesen ido mejor para ti; pasaste por mucho.
La abrazo mientras las lágrimas pican en mis ojos, pero me recuerdo a mí
misma que a pesar de la gente que he perdido, ella todavía está aquí. Aún respira.
Sigue con vida. Y yo también.
—Siempre estoy aquí para ti, Nova —me susurra mamá. Entonces se aleja,
dirigiéndose a los armarios, y comienza a hurgar en ellos. Me seco las lágrimas y
me voy a la sala para llamar a Lea. Me imagino que un lugar tranquilo es el mejor,
ya que voy a tener que hablar con ella sobre Tristan estando con nosotras durante
un tiempo. Sé que estoy dándole una enorme oportunidad, pero quiero ayudarlo a
que lo consiga.
Marco su número mientras me siento en el sofá. La llamada termina yendo a
su correo de voz y le dejo un mensaje. —Oye, me enviaste ese mensaje de texto
para que te llame y ahora no respondes... tengo algo importante que hablar contigo
sobre... nuestro apartamento, así que llámame.
Cuelgo y vuelvo a caer en el sofá con el teléfono en la mano, mirando por la
ventana, esperando que me llame de vuelta, así puedo terminar con esto. La casa
de Landon está al otro lado de la calle y me acuerdo de todo el tiempo que pasé
allí, sin saber qué decir para detener su tristeza. Como Quinton. El cómo me
desperté en esa colina aquella noche, un poco demasiado tarde. Cómo todavía no
estoy segura de si es demasiado tarde con Quinton porque no tengo ni idea de
dónde está. Me pregunto si alguna vez habrá un momento en que no esté tan
envuelta en el pasado. Sí, he ido avanzando mayormente. Tengo planes de volver a
la escuela. Continuarla. Graduarme. Seguir adelante. Pero mi pasado me sigue
acosando.
Mientras permanezco absorta en mis pensamientos, mi teléfono empieza a
sonar. Suspiro, preparándome para darle a Lea un discurso sobre que realmente
ayudaremos a Tristan dándole un lugar para quedarse.
Presiono hablar y me pongo el teléfono en la oreja. —Entonces, ¿qué pasa?
¿Y por qué me dijiste que llamara y luego no respondes?
Hay una pausa y puedo oír a alguien respirar. —¿Eres Nova?
Mi corazón deja de latir por un segundo y me olvido de cómo respirar.
Aspirando en una gran bocanada de aire, digo—: Quinton.
—Sí... —Parece vacilante.
El hecho de que esté oyendo su voz y, finalmente, saber que él todavía está
vivo, es la sensación más increíble, pero al mismo tiempo tengo tantas preguntas
en mi cabeza. Como, ¿dónde está? ¿Qué está haciendo? —¿Estás bien? —pregunto,
inclinándome hacia adelante en el sofá, con un nerviosismo creciente, necesitando
contar, pero me niego a ir a ese lugar de nuevo. Esa maldita cosa me regresa a Las
Vegas y me doy cuenta de la gran adicción que puede llegar a ser para mí, como
las drogas.
—Sí... —Hace una pausa de nuevo y no tengo ni idea de qué hacer o decir
para mantenerlo en la línea conmigo. Me siento tan desesperada, tan fuera de
control. Él podría colgar en cualquier momento y, ¿luego qué? Se ha ido de nuevo.
Lo pierdo de nuevo—. Siento haber llamado... solo estaba pensando en ti —dice—,
y marqué tu número.
—¿En serio? —Me levanto y comienzo a volver a la cocina, mordiéndome la
uña del pulgar mientras recorro la sala de estar.
—Ajá... —Suena desenfocado, y aunque me importa eso, me importa más
averiguar dónde demonios está—. Estuve pensando en la tranquilidad y cuánto
hablamos de lo agradable del silencio, y eso me hizo pensar en ti.
—Me alegro que pensaras en mí —le digo mientras me dirijo a la cocina. Mi
mamá tiene la mirada en mí cuando entro y su expresión disminuye a medida que
desciende el sartén que sostiene.
—¿Qué pasa? —pregunta ella, corriendo alrededor de la mesa hacia mí.
Quinton, articulo con la boca mientras señalo el teléfono, y sus ojos se abren
cuando se detiene frente a mí.
—Se supone que no deba hacerlo —dice Quinton con un suspiro—. Trato de
no pensar en ti, pero no puedo parar.
—Yo tampoco puedo dejar de pensar en ti —le susurro—. Pienso en ti todo
el tiempo... dónde estás... lo que estás haciendo... —Dios, desearía que me dijera.
—No estoy haciendo nada —dice—. Y no estoy en ninguna parte. Así como
que no soy nadie.
Cierro mis ojos con fuerza, luchando contra las lágrimas, sintiendo el peligro
de la pérdida de nuevo porque en cualquier momento podría terminar esta
conversación. —Sí, lo eres. Dios, ojalá pudieras ver cuánto importas... para mí...
Hace una pausa nuevamente y el miedo me recorre. —No debería estar
hablando de esto, así como no debería estar pensando en ti —dice—. Pero he
estado viviendo en nuestro lugar y me recuerda ese tiempo contigo... Nunca
debería haberte hecho eso.
Mis ojos se abren de golpe y casi dejo caer mi teléfono cuando el brazo de mi
madre me agarra por apoyo. Oh Dios, sé dónde está. —¿Hacerme qué? —Trato de
mantener la calma.
—Todo... —Su voz es débil y me asusta—. Tocado, besado, haber estado
cerca de ti... enamorado de ti... eres demasiado buena para mí...
¿Enamorado de mí? Mierda. Me ama. ¿Lo amo?
Rápidamente aparto el pensamiento de mi cabeza, necesitando centrarme en
el cuadro más grande. —No, no lo soy —le digo, hundiéndome en una silla en la
mesa de la cocina, sin soltar el brazo de mi madre. Me mira con preocupación.
Daniel me mira con preocupación. Sin embargo, se siente que es solo Quinton y yo
en este cuarto—. Quinton, ¿es ahí donde estás? ¿Estás en esa azotea?
—Sí... —dice—. Puedo ver esos viejos edificios debajo... te acuerdas de los
más silenciosos, ¿no?
—Sí. —Aspiro una respiración lenta, sintiéndome aliviada y aterrorizada—.
Los que te dije que dibujaras.
—Sí... pero no dibujo más...
Mi corazón se comprime en mi pecho y lucho para mantener el aire que
entra y sale de mis pulmones. —Quinton, tienes que volver a casa. Tu padre te ha
estado buscando. Todo el mundo está preocupado por ti. Yo. Tristan.
—Eso no es cierto —dice con seriedad y mi corazón se desgarra por la
mitad—. Nadie nunca me ha buscado... bueno, excepto tú... siempre fuiste
demasiado amable conmigo...
—Tu padre te está buscando. Te lo prometo —le digo—. Ha puesto volantes
y todo. Las personas se preocupan por ti, así lo creas o no.
—Deja de decir eso. —Su tono es repentinamente afilado y lleno de ira.
Lo estoy perdiendo. Puedo sentirlo. El fin de nuestra conversación crepita
en el aire y odio saber que nunca podremos hablar de nuevo. —Quinton, por favor,
solo... —Me callo cuando la línea queda muerta.
Agarro el teléfono en mi mano con fuerza. Quiero gritar. Tirar mi teléfono
contra la pared. Llorar. Pero ninguna de esas cosas me llevaría a ninguna parte.
Tengo que hacer algo. Reviso la pantalla del teléfono, con la esperanza de que haya
un número. No lo hay. La persona que llamó aparece como ‚Desconocido‛, pero
incluso si hubiera habido un número, dudo que contestara. Cortó la conexión
conmigo y solo él puede llamar de nuevo.
Pero hay otra opción.
Me levanto de mi silla. —Me voy a Las Vegas —le anuncio a mi mamá,
corriendo hacia mi cuarto antes de que pueda discutir.
Ella me interrumpe, dando un paso delante de mí antes de que pueda llegar
a la puerta. —Nova, no vamos a hacer esto otra vez.
—Mamá, no tienes nada que decir sobre esto. —Trato de pasarla, pero me
elude y me bloquea.
—Nova Reed, no voy a dejarte ir por ese camino de nuevo —dice con voz
ahogada, lo que me hace sentir culpable—. Intentaste salvar a este chico una vez y
fracasaste.
—Me tengo que ir —le digo—. Sé dónde está.
Agarra mi brazo, haciéndome detenerme. —Vamos a llamar a su padre y
que él vaya allí.
—No sabe dónde ir y yo sí —le digo, tirando de mi brazo—. Y Quinton
necesita hablar con Tristan y su padre, necesita una intervención de las personas
que se preocupan por él, eso me incluye a mí.
—Nova, él necesita ir a rehabilitación —dice—. Y su padre puede hacer eso.
—Ya lo sé, pero no va a ir a rehabilitación hasta que le demos una razón
para ir. Necesita una razón para seguir viviendo, así como Landon la necesitaba,
¡pero no pude dársela! Pero si yo, si todos hablamos con Quinton y le decimos lo
mucho que nos preocupamos por él y lo mucho que nos está haciendo daño, ¡tal
vez lo considere! ¡Considere elegir la vida! —Estoy gritando al final, pero la cocina
se ha vuelto muy tranquila.
Daniel me está mirando desde la mesa y mi madre parece estar al borde de
las lágrimas. Estoy tratando con esto, porque no quiero molestar a nadie.
—¿Es eso lo que piensas? —pregunta en voz baja—. Landon... ¿que él se
quitó la vida porque no tuvo una razón lo suficiente buena para vivir?
Niego con la cabeza, pero no es completamente cierto. —No, solo dije eso
porque me encontraba molesta.
—Nova. —El tono de mi madre está lleno de advertencia, diciéndome que
mejor le diga la verdad.
—Bien —digo, lanzando mis manos al aire con exasperación—. A veces
pienso eso, aunque no tanto como solía hacerlo.
Ella me da una mirada comprensiva. —Cariño, lo que pasó con lo que él no
es tu culpa.
—Lo sé —le digo, porque nunca va a entender lo que se siente ver a alguien
hundirse en la depresión, hundirse más hasta que se ha ido. Así como ella nunca
va a entender lo que fue salir corriendo a buscar ayuda para mi padre, solo para
encontrarlo ya muerto cuando volví—. Así como sé que lo que está pasando con
Quinton no es mi culpa. —Me dirijo a la puerta—. Pero eso no quiere decir que no
iré a ayudarlo, lo necesito. No solo por él, sino por mí misma.
Sus dedos envuelven mi brazo antes de que salga de la habitación, entonces
me mantiene en mi lugar por un momento con mi espalda hacia ella y me pregunto
cuánta lucha voy a tener que aguantar para conseguir que me deje ir.
—Bien, puedes ir —dice en voz tan baja que no estoy segura de haber oído
bien—. Pero voy contigo y llamaré a su padre y le haré llegar tan pronto como sea
posible.
Echo un vistazo por encima de mi hombro. —¿Podrías hacer eso por mí?
Asiente. —Nova, haría cualquier cosa para ayudarte a superar todas las
cosas... todo lo malo que te ha pasado.
Trago saliva, luego volteo y le doy un fuerte abrazo. —Gracias, mamá. Te
amo.
—Yo también te amo, y gracias —dice ella, abrazándome, con las lágrimas
cayendo de sus ojos y goteando sobre mi camisa—. Pero volverás antes de que
comiencen las clases. No vas a arruinar tu vida. No te lo permitiré.
—Gracias —le digo otra vez—. Y no voy a arruinar mi vida. Te lo prometo.
—Empezamos a alejarnos cuando agrego—: Espera, ¿qué hay de tu viaje de
campamento?
—Podemos hacerlo más tarde —dice Daniel cerca de la encimera cuando mi
mamá lo mira—. Tienes que ir con Nova.
—Gracias —dice ella, y yo asiento, luego vuelvo a mi habitación, con la
esperanza de que Tristan siga en el mismo lugar donde estuvo tres semanas atrás,
aún dispuesto a perdonar. Me siento rara, incluso para preguntarle, pero tengo que
hacerlo. Después de que le cuento lo que pasó, se sienta en silencio durante mucho
tiempo, girando en mi silla de la computadora.
—¿Así que ahí es donde vive? —pregunta con los ojos muy abiertos
mientras meto algunas ropas en una mochila—. ¿En el techo de ese motel de
mierda?
—Sí, me llevó allí arriba una vez —le digo, caminando hasta mi tocador y
cogiendo mi cepillo—. Y cuando me llamó, me dijo que es donde estaba parado, e
incluso me lo describió como si se encontrara de pie justo allí.
Hace una mueca de disgusto. —Ese lugar es peor que el apartamento.
—Yo no iría así de lejos —digo, lanzando el cepillo dentro de la mochila—.
Porque estoy segura de que él todavía hace lo mismo allí arriba que cuando se
hallaba en el apartamento.
Suspira. —Sí, probablemente tienes razón.
Cierro la cremallera de mi mochila y deslizo los brazos a través de las tiras.
—Entonces, ¿crees que puedes venir a hablar con él? ¿Hablarle sobre cómo te
sientes acerca de cuando tú… tuviste una sobredosis?
—¿Quieres que vaya a Las Vegas? —pregunta, y asiento ansiosamente—.
No estoy seguro… mis padres se volverían locos… y… estoy preocupado por mí
mismo.
—¿Por qué estarías demasiado cerca de las drogas y crees que recaerías?
Niega con la cabeza. —No, estoy igual de cerca a ellas ahora mismo de lo
que estaría allí —me dice—. Puedo pensar en tres lugares en este momento en
donde podría conseguir fácilmente una dosis o dos de lo que sea que quisiera.
Además, tu madre estaría con nosotros y después de pasar el rato por aquí y oír
todas las cosas que te dice, sé que ella estará observándonos como un halcón. —
Alza la mirada hacia mí—. Solo estoy preocupado por hablar con él sobre esto. No
quiero empujarle más y empeorar las cosas. Todo tiene que ir bien, de otro modo,
vamos a fallar y huirá.
Me hundo en la cama, pensando en los pocos capítulos de Intervention que
vi en los que la gente no conseguía ayuda y se echaban atrás. —Entiendo lo que
estás diciendo, ¿pero cómo podemos ayudarle si no lo intentamos? —Mi humor
empieza a hundirse mientras pienso en lo mucho que lo he intentado e intentado y
cuánto quiero que simplemente funcione esta vez. Creo que él puede ver el
sentimiento de desesperanza en mi rostro, porque se levanta de la silla y camina
hacia mí. Se sienta a mi lado y pone un brazo alrededor de mi hombro.
—Lo intentaremos —dice—. Simplemente no pongas todas tus esperanzas
en ello, ¿está bien? Sabes que las cosas no siempre van como las planeamos.
—Lo sé. —Pero honestamente, estoy poniendo mucha esperanza en esto.
Esperanza en que perdón es lo que necesita Quinton. Esperanza en que seguirá en
el mismo lugar. Esperanza en que no le sucederá nada antes de que lleguemos allí.
Quinton
Creo que puedo recordar hacer algo estúpido, pero no estoy cien por cien
seguro. Juro por Dios que hablé con Nova en medio de la crisis que he estado
teniendo durante las últimas horas, pero mis recuerdos son demasiado confusos
para estar seguro. Nancy me sacó del apuro hace un rato. Se ha ido durante horas,
tal vez días. No he tenido una dosis en un tiempo y creo que la heroína se está
limpiando de mi sistema. Se siente como si mi piel se derritiera como la cera de
una vela y mi mente se siente como si fuera a explotar en pedazos. No tengo dinero
y solo dos elecciones: intentar robarle algunas drogas a alguien o simplemente
terminar. Lanzarme del tejado y decirle adiós a todo esto. Estoy sentado en el
borde ahora mismo, balanceándome hacia atrás y hacia delante, diciéndome a mí
mismo silenciosamente que simplemente me dé por vencido. Caer. Solo ir. Es el
momento. Estoy solo. No tengo nada. He llegado a ser nada. Estoy perdiendo la
cabeza. No soy nadie. La persona a la que nadie quiere. La persona que no debería
estar aquí.
Nadie.
—Quinton. —El sonido de su voz me hace preguntarme si he caído del
tejado y todavía no me he dado cuenta, si estoy soñando, muerto, y esto es lo que
quiero ver y oír. Aun así, me doy la vuelta, atrayendo mis piernas hacia mi pecho,
parpadeando varias veces, y me doy cuenta de que sí, debo de estar muerto. Por
fin seguí adelante con ello.
Pero no importa cuántas veces parpadee, Nova continúa cruzando el tejado
hacia mí, dando cautelosos pasos, como si tuviera miedo de mí. Mis ojos están fijos
en los suyos y todo lo que quiero hacer es extender la mano y alcanzarla, pero no
puedo. Ella es intocable. No está realmente aquí.
—Nova, ten cuidado. Parece que el tejado estuviera a punto de
derrumbarse. —Tristan sale por la puerta y él tampoco parece real. Parece
saludable y más fuerte que la última vez que lo vi. Parece mejor.
—Está bien —insiste Nova, sus ojos todavía fijos en los míos. Extiende su
mano mientras se detiene justo delante de mí, y no estoy seguro de qué quiere que
haga. ¿Tomar su mano?—. Estamos aquí para ayudarte —dice, alcanzándome.
Capto su evaluación de mi cuerpo y traga con fuerza, y sus dedos empiezan a
temblar. Supongo que tiene miedo de mí, pero cuando me mira, sus ojos están
llenos de calidez, justo como los recuerdo—. Quinton, ven conmigo… vamos a
conseguirte ayuda.
Y entonces, como si las cosas no fueran lo suficientemente malas, veo a
alguien a quien no he visto en mucho tiempo salir al tejado. Un hombre que tiene
los mismos ojos marrones y pelo que yo, pero que es más viejo y menos cargado de
muerte.
Mi padre parece fuera de lugar aquí arriba, mirando alrededor, a los
grandes carteles que hay en torno al tejado, y luego sus ojos se agrandan cuando
aterrizan en mí. —Hijo —dice con una voz inestable—, vamos a ayudarte.
Eso me saca de golpe de mi trance y me despierta trayéndome de vuelta. —
¡Cállate! ¡Todos ustedes! No pueden ayudarme. —Me bajo del borde, corriendo
hacia el otro lado del tejado, volviendo a poner distancia entre nosotros. Pero
incluso cuando llego tan lejos como puedo, aún no es lo suficientemente lejos; el
calor de Nova, sus palabras y amabilidad me asfixian todo el camino hasta aquí.
Su brazo cae a su costado mientras su mirada recorre el tejado, luego se
vuelve hacia Tristan y él la mira con el ceño fruncido. Nova le susurra algo y mi
padre también le dice algo. Luego Tristan asiente con cautela antes de que suba
cautelosamente hasta estar junto a Nova, y ambos empiezan a avanzar lentamente
hacia mí. Juntos. Odio que estén juntos.
—¿Qué demonios pasa? —pregunto, retrocediendo hacia el borde, deseando
que dejaran de quitarme mi espacio—. ¿Por qué demonios están todos aquí?
Nova se detiene antes de que lo haga Tristan, y mi padre apenas da unos
pocos pasos, y luego se detiene junto a un cartel más pequeño, pareciendo como si
estuviera luchando por respirar al verme. Sin embargo, todos dejan de moverse
hacia mí, y yo empiezo a respirar libremente otra vez, pero luego Tristan empieza
a avanzar otra vez, paso a paso, centímetro a centímetro. Me está volviendo loco
que esté aquí, saludable, mirándome como si también quisiera ayudarme, cuando
él estuvo en mi lugar una vez.
—¿Por qué infiernos estás aquí? —grito otra vez con mis manos apretadas
en puños a mis costados. No sé qué hacer. Derribarlo. Derribar a Nova. Derribarlos
a todos y huir hasta la puerta, o simplemente retroceder y saltar del tejado.
Tristan se estremece ante el volumen de mi voz, pero sigue caminando hasta
que se detiene justo enfrente de mí. —Vine aquí a decirte algo. —Su voz tiembla
como si se sintiera nervioso, lo cual no entiendo. Él nunca está nervioso en torno a
mí. Soy yo el que lo está debido a lo que le hice, lo que le quité. Eleva su mano
enfrente de él y durante un segundo creo que me va a empujar del tejado. Pero en
cambio, se frota el brazo a través de la frente y se limpia algo de sudor de sus
cejas—. Vine aquí para darte las gracias por salvar mi vida ese día. Por no dejarme
morir de una sobredosis al lado de la carretera. Por darme respiración
cardiopulmonar y llamar a la ambulancia. Por intentar ayudarme con todo ese
desastre de Trace, cuando yo lo causé en primer lugar.
Sus palabras son como un golpe en el pecho, caliente, doloroso, afilado,
como si mis cicatrices se estuvieran abriendo y no tengo nada para adormecer el
dolor. —¡Yo no hice una mierda… y tú solo estabas allí debido a mí! ¡Porque maté
a tu hermana!
—Esa no es la razón por la que me encontraba allí, hombre —dice, dando un
paso cauteloso—. Nada sobre mi vida es culpa tuya, igual que la muerte de Ryder
no es culpa tuya. O la de Lexi.
Me tambaleo hacia atrás. —Deja de decir eso, jodido idiota.
—¿Por qué? Es verdad —dice—. Lo que sucedió… el accidente… fue solo
eso: un accidente.
—Sí, lo fue. —Mi voz es afilada. Sé que no lo dice en serio. No puede. Es
imposible. Nadie puede perdonarme jamás—. Fue culpa mía y tú lo sabes, igual
que tus padres.
—Mis padres estaban destrozados y necesitaban culpar a alguien —dice,
dando un paso hacia mí, su voz y pasos haciéndose más estables—. Pero la verdad
es, si miraran de verdad, sabrían que los accidentes ocurren. Que tú solo te
hallabas en el lugar equivocado en el momento equivocado.
—Deja de decir eso… es mi culpa. ¡Todo es culpa mía! —Retrocedo un paso
y mi pie choca con el borde del tejado. Mis débiles piernas se tambalean un poco y
Nova debe de pensar que voy a caerme porque empieza a correr hacia mí, pero
Tristan extiende el brazo, deteniéndola.
—No, no lo fue. Nada de esto fue culpa tuya. Ni Ryder. Ni lo que me
sucedió a mí. Si no hubiera sido por ti, yo estaría muerto —dice, y esta vez su voz
es firme, llena de significado, llena de verdad.
Y entonces mi padre sube. Su voz no es tan firme, pero dice algo que he
estado queriendo oír de él durante mucho tiempo. —Ven a casa, hijo —dice,
alejándose de los carteles y acercándose a mí—. Quiero conseguirte ayuda, quiero
recuperar a mi hijo.
—¡Nunca tuviste uno! —grito—. ¡Nunca te gusté desde el día en que nací!
Parece atónito. —¿De qué estás hablando? Por supuesto que me gustas.
—No, no es cierto —digo, pero mi voz está empezando a desvanecerse, y mi
fuerza de voluntad se desvanece junto con ella—. Me culpas por la muerte de
mamá, justo igual que me culpas por las de Lexi y Ryder.
Su piel se vuelve blanca y empieza a caminar rápidamente hacia mí. —Eso
no es verdad. Quinton, yo…
Extiendo la mano, parado tan cerca del borde como puedo. —No te
acerques más o juro por Dios que saltaré.
Tan pronto como lo digo, Nova empieza a llorar. No, no solo a llorar, a
sollozar histéricamente. Al principio no puedo entender qué he hecho, pero luego,
a pesar de mi estúpido cerebro embotado, recuerdo. Su historia. Su dolor. Y el
hecho de que estoy a punto de hacerle revivirlo.
—Por favor, detén esto —dice, limpiándose las lágrimas de sus ojos incluso
aunque se derraman más. Continúa llorando, y Tristan parece como si estuviera
considerando consolarla, pero está un poco inseguro. Finalmente ella deja de
limpiarse las lágrimas y las deja brotar mientras las manos caen a sus costados—.
Si me amas, ¡entonces te bajarás del maldito borde de este tejado! —grita, y su
repentino estallido de ira me alarma—. Porque no puedo soportar esto m{s… —
Sus hombros se alzan mientras llora—. Lo juro por Dios, si pierdo a otra persona
que amo, va a matarme. —Más sollozos. Más lágrimas—. Por favor, baja del tejado
y consigue ayuda.
Sus palabras y sus lágrimas se estrellan en mi pecho con fuerza. No estoy
seguro de qué es; las palabras de Tristan, las de mi padre, las lágrimas de Nova, la
ira, las súplicas, o el hecho de que dijo ‚amor‛, lo que me hace alejarme del borde.
Tal vez es una combinación de todas esas cosas. O tal vez, solo estoy tan cansado y
desgastado que no puedo encontrar la energía para hacer nada más. Tan pronto
como doy un paso hacia delante, mis piernas fallan, torciéndose. Me derrumbo
sobre mis rodillas, sin saber qué hacer, qué decir, qué pensar o sentir. Cómo
reaccionar ante todo esto. Parte de mí piensa que esto no es real. Que estoy muerto.
O drogado. Que nada de esto está sucediendo.
Envuelvo los brazos alrededor de mi cabeza, intentando hacerme una bola y
desaparecer. No puedo respirar. No puedo pensar. Solo puedo sentir. Todo. Es
demasiado. Me estoy ahogando en la emoción. Arrepentimiento. Dolor.
Culpabilidad. Sufrimiento. Ira. Miedo. Estoy tan asustado. De lo que yace delante
de mí. Del futuro incierto que acabo de elegir por alejarme del borde.
No importa lo mucho que luche, empiezo a llorar, lágrimas silenciosas, todo
mi cuerpo tiembla. Ni siquiera estoy seguro de dónde demonios vienen. Años y
años de acumularlas y, tal vez, finalmente han estallado.
Segundos después, siento unos brazos envolverse a mi alrededor. Tan
pronto como el olor y el calor de ella me alcanza, sé que es Nova. Mi reacción
inicial es alejarme de golpe, pero estoy demasiado cansado, así que me apoyo en
ella y lloro mientras me sostiene y me derrumbo.
Nova
Me he estado sujetando a él como si nada más en el mundo importara,
negándome a dejarlo ir, incluso cuando dejamos el tejado y entramos en mi coche.
Lo sostengo en el asiento trasero, acariciando su espalda mientras mantiene la cara
enterrada en el hueco de mi cuello y sus manos aferradas a mi camisa, mientras mi
madre nos lleva al hotel. Ha dejado de llorar para cuando llegamos allí y puedo
decir que está a punto de desmayarse por el agotamiento. Tristan me dice que está
destrozado y que probablemente dormirá hasta que nos dirijamos al aeropuerto
más tarde esta noche, lo cual podría hacer más fácil para su padre conseguir
meterlo en un avión y llevarlo al centro de rehabilitación en Seattle. Si no, Tristan
dice que entonces va a ser un dolor en el culo y que podríamos tener que darle algo
para mantenerlo sedado, o de otro modo podría enloquecer.
Eso es mucho para asimilar mientras hacemos nuestro camino hasta la
habitación del hotel. Tristan y su padre ayudan a Quinton a llegar allí, tomándolo
cada uno de los brazos y colocándolos sobre sus hombros, así caminan cada uno de
sus lados. No estoy segura de cuánto tiempo ha pasado desde que él ha bebido o
comido algo, pero está en bastante mala forma, deshidratado, con la piel y los
labios secos. Tiene llagas en su cuerpo.
Después de que mi madre abre la habitación, ellos lo meten y yo me tumbo
en la cama con él, frente a frente. Creo que está inconsciente, pero se acerca a mí y
entrelaza sus piernas con las mías. Luego presiona su cabeza contra mi pecho,
inhalando y expirando mientras envuelvo los brazos alrededor de su cabeza.
—Voy a coger las bolsas —dice mamá, recogiendo la llave y su bolso—.
¿Quieres bajar corriendo al lugar de comida que vi en la planta de abajo y
conseguir algo de comida o agua? —le pregunta al padre de Quinton, que parece
un poco incómodo con la cosa paternal, a diferencia de mi madre. Ella hace un
gesto hacia Quinton—. Parece que necesita algo de comida y agua.
El padre de Quinton se dirige a la puerta. —¿Pero ellos van a estar bien aquí
solos?
Mi madre me mira. —¿Van a estar bien durante un minuto, chicos?
Asiento, luego ella sale vacilante de la habitación y el padre de Quinton la
sigue. Parece más preocupada de lo que la he visto nunca. No la culpo. Quinton se
ve muy mal. Como si hubiera alcanzado el punto en el que debería estar muerto.
Está sucio, ha perdido mucho peso, no tiene zapatos ni camiseta puestos, y sus ojos
están hundidos. Pero lo bueno es que está aquí y todavía respira, y vamos a
conseguirle ayuda.
—Voy a salir a fumar —me dice Tristan, dirigiéndose a las puertas
corredizas de cristal que dan al balcón. Parece agotado y no creo que durmiera en
el camino a Las Vegas. Además, estoy segura de que lo que sucedió en el tejado fue
duro para él. Ver a Quinton así. Estar en este entorno. Sentir la emoción en el
momento. Sé que fue duro para mí. Doloroso. Desgarrador.
—¿Estás bien? —le pregunto, descansando mi barbilla en la parte superior
de la cabeza de Quinton y acercándolo más.
Asiente, tomando un cigarrillo del paquete, y abriendo las puertas
corredizas de cristal. —Sí, es solo un poco intenso estar de regreso aquí…
demasiados recuerdos. —Coloca el cigarro en su boca mientras empieza a salir—.
Simplemente me alegro de que volvamos mañana. —Hace una pausa, sacando un
encendedor de su bolsillo—. Y que lo hayamos alcanzado tan lejos.
Trazo una línea hacia arriba y hacia abajo por la espalda desnuda de
Quinton. —Las marcas en sus brazos… ¿qué significan? Quiero decir, sé lo que
significan, pero… ¿Cu{nto m{s difícil hace para él dejarlo?
Me dedica una mirada triste mientras enciende el cigarrillo. —¿La verdad?
—pregunta, y asiento—. Tiene un jodido infierno con el que luchar por delante,
especialmente la caída. Tal vez incluso una de las cosas más difíciles que ha tenido
que hacer… va a sentir como si estuviera perdiendo su mente. Adem{s, su cuerpo
va a enloquecer por los síndromes de abstinencia. Pero no es imposible superarlo.
—Gesticula hacia sí mismo y luego empieza a cerrar la puerta cuando el humo
entra en la habitación.
—Tristan —le llamo.
Hace una pausa con la puerta abierta en una raja. —Sí.
—Gracias —digo suavemente.
—¿Por qué?
—Por venir aquí y ayudarlo —digo—. Estoy segura de que no ha sido lo
más fácil para ti.
Me mira con curiosidad, sosteniendo el cigarrillo entre los dedos, y luego su
expresión se relaja. —Gracias. —Cierra la puerta del todo y se sube a la barandilla
a fumar y mira los casinos que brillan a nuestro alrededor.
Yo yazco con Quinton en la cama, asustada de moverme, de respirar, de
hacer cualquier cosa que le romperá en este momento. Solo quiero sostenerlo,
sostenerlo y nunca dejarlo ir. Quiero saber que estará bien. Y quiero llorar, porque
está aquí, porque Landon no está aquí. Porque esta vez hice algo en vez de
quedarme parada.
Sin embargo, no importa cómo de duro lucho contra ellas, las lágrimas
escapan. Intento mantenerme en silencio, pero en algún momento llega a ser
demasiado y empiezo a sollozar. No estoy segura de si él está despierto o solo se
mueve en sueños, pero su agarre sobre mí se aprieta.
Dejo fluir las lágrimas, sintiendo la más ligera pizca de libertad, sintiendo
que puedo respirar otra vez.
Epílogo
Traducido por Julie
Corregido por Emmie

Quinton
Siento que me estoy muriendo. Como si estuviera siendo enterrado vivo
bajo tierra, pero por alguna maldita razón mi corazón late y mis pulmones están
respirando. Mi padre sigue diciéndome mierda para ir a buscar ayuda, pero no
estoy tan seguro de que eso sea posible. Cuando Nova me sostuvo en sus brazos se
sentía como si tal vez lo fuera, pero ahora todo parece tan imposible. Me siento tan
vacío. Mi cuerpo está demasiado vacío de drogas y puedo sentir todo, desde el
escozor del sol a los pinchazos del viento. Y todo duele, como si mi cuerpo poco a
poco se estuviera desgarrando y estoy a punto de vomitar, tiritando a pesar de que
me siento como si estuviera en llamas.
—Vamos a hacer que mejores, hijo —dice mi papá mientras nos conduce por
un camino bordeado de árboles. Sé que estoy en Seattle. Que vine volando aquí
con él, pero las últimas veinticuatro horas son todas borrosas y apenas recuerdo
nada, ni siquiera despedirme de Nova. Creo que tal vez me han dado algo para
mantenerme sedado, pero está desapareciendo y solo quiero volver a estar
drogado. Quiero probarlo de nuevo. Sentir algo distinto a lo que estoy sintiendo
ahora. Este dolor continúo y profundo dentro de mi pecho, por debajo de la
cicatriz.
Después de lo que parecen horas, mi papá por fin detiene el coche delante
de un edificio con pocas ventanas y solo una puerta. Hay árboles que rodean el
pequeño patio cercado y un cielo azul a lo alto.
—¿Dónde estamos? —pregunto atontado cuando levanto la cabeza de la
ventana y el vómito arde en mi garganta.
Apaga el motor, toma las llaves y se baja del coche sin decir nada. Luego
rodea la parte delantera del coche y me abre la puerta. Justo a tiempo. Me doy
prisa y me inclino hacia delante, vomitando en todo el suelo. Mi estómago duele
con cada tirón y se siente como si nunca fuera a terminar. En un momento se
termina, pero no me siento mejor.
—Sal del coche, hijo —dice mi papá, manteniendo la puerta abierta para
mí—. Vamos a conseguirte ayuda.
—¿Cómo? —casi gruño, limpiándome la barbilla con la mano. No entiendo
nada más que el hecho de que parece que mis venas están en llamas y me estoy
derritiendo en algo más—. ¿Qué está pasando?
Él no me contesta, da un paso atrás y me hace un gesto para que salga. —
Solo sal del coche.
Imagino que me va a sacar él, así que salgo, tropezando un poco cuando me
golpea el aire frío. Me he acostumbrado mucho al calor sofocante, pero ahora
siento frío todo el tiempo.
—¿Dónde estamos? —le pregunto, envolviendo los brazos alrededor de mí
mismo. Tengo una chaqueta, pero sigue estando tan frío.
Me mira con lástima mientras cierra la puerta. —Ya te lo dije, vamos a
recibir ayuda.
No sé por qué sigue diciéndome esto, pero luego miro al cartel en el edificio
y lo entiendo. —No voy a ir a rehabilitación —le digo, alcanzando la manija de la
puerta—. Ahora sácame de aquí.
Sacude la cabeza y pone la mano en la puerta. —No, no lo haré.
—¿Por qué diablos no? —le pregunto, abriendo la puerta. Mi cuerpo
empieza a temblar incontrolablemente.
La empuja y cierra de golpe. —Porque ya no voy a dejar que te sigas
arruinando la vida.
Casi me río de él. —¿Ya no? ¿Por qué el cambio? ¿Después de todos estos
años?
—Porque es lo que tu madre hubiera querido —dice con voz temblorosa,
pero parece como si se estuviera conteniendo, sin decirme toda la razón—. Y
debería haberme dado cuenta de eso hace mucho tiempo.
Apenas habla de mi madre en los veintiún años que lo conozco y ahora, de
repente, lo hace. Se amontonan más emociones en mí y no estoy drogado, así que
lo siento. Ha pasado un largo tiempo desde que he estado sobrio y me siento tan
perdido y desorientado. Enfermo del estómago. Abrumado. Tal vez es por eso que
entro. O tal vez es el simple hecho de que cuando miro a la carretera que me sacará
de aquí, se ve tan lejos y me siento tan jodidamente cansado y abatido. Pero entro
en ese edificio sin expectativas, porque todavía no puedo ni siquiera pensar en
algún futuro próximo. Me muevo hacia adelante por un medio paso a la vez y, a
veces se siente como si me estuviera moviendo hacia atrás. Pero me las arreglo
para ingresar. Ellos me quitan todo, que es casi nada. Entonces me dan algo que
supuestamente me ayudará a lidiar con el retiro, pero sé que no va a ayudar,
porque no es una inyección de heroína y eso es lo único que haría que todo este
proceso sea menos doloroso.
Entro en una pequeña habitación con una cama y un armario, y luego me
desplomo en la cama, sintiendo mucho de este momento. Es insoportable, el fuego
en mis venas quema cada vez más caliente. Siento como si me estuviera rasgando
la piel, golpeando mi cabeza contra la pared, lo que sea para quitar el fuego y la
emoción de mí. Empiezo a rogar desesperadamente, a la puerta, al techo,
esperando que alguien me oiga y me ayude, pero lo único que tengo son las cuatro
paredes que me rodean. Nadie me va a ayudar a salir de esto. Nadie me va a
lastimar como quiero lastimarme a mí mismo.
Así que lo único que puedo hacer es tomar la siguiente respiración, y luego
otra.
Delilah, The Making of Red
La chica invisible. Los hombres estiran el cuello cerca
de Delilah solo para echarle un vistazo a su madre
sexy. Delilah conoce las miradas de indiferencia o
amistosas, pero nunca de deseo.
Entonces conoce a Dylan Sanderson, el chico
increíblemente guapo que cree que ella es hermosa.
Cuando él la mira, se siente especial. Cuando la besa,
sus problemas desaparecen. Y cuando le dice que
nunca le har{ daño, ella le cree…
Sobre la autora
Jessica Sorensen vive con su esposo y tres hijos en las
montañas nevadas de Wyoming, donde pasa la mayor
parte de su tiempo leyendo, escribiendo y estando con
su familia.

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