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Traducción
Mona

Corrección
AnaVelaM 3

Diseño
Bruja_Luna_
Créditos __________________ 3 Capítulo Dieciséis _________104
Sinopsis __________________ 5 Capítulo Diecisiete ________115
Capítulo Uno ______________ 6 Capítulo Dieciocho ________123
Capítulo Dos _____________ 14 Capítulo Diecinueve _______128
Capítulo Tres _____________ 19 Capítulo Veinte___________137
Capítulo Cuatro ___________ 25 Capítulo Veintiuno ________143
Capítulo Cinco ____________ 32 Capítulo Veintidós ________151
Capítulo Seis _____________ 38 Capítulo Veintitrés ________160
Capítulo Siete ____________ 45 Capítulo Veinticuatro ______168
Capítulo Ocho ____________ 53 Capítulo Veinticinco _______175
Capítulo Nueve ___________ 60 Capítulo Veintiséis ________182
Capítulo Diez _____________ 66 Capítulo Veintisiete _______187
Capítulo Once ____________ 75 Capítulo Veintiocho _______198 4
Capítulo Doce ____________ 81 Capítulo Veintinueve ______202
Capítulo Trece ____________ 85 Fallen Heirs______________210
Capítulo Catorce __________ 90 Acerca de la Autora _______211
Capítulo Quince __________ 97
E
n un mundo lleno de secretos, mentiras y crueldad, sólo los más
fuertes sobreviven.

Yo soy la prueba viviente de ello.

Pero que me den por muerta me ha hecho cuestionar todo lo que creía
saber.

Quiero creer que tengo aliados en estos juegos despiadados, pero


cuantas más verdades desvelo, más retorcida y enmarañada se vuelve la red.

Y cuanto más profundo caigo en la madriguera del conejo, más


decidida estoy a hacerlos caer.

*RUTHLESS KINGS es el segundo libro de la serie Academia Windsor y


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no puede leerse por separado. Se trata de un oscuro romance de matones de
instituto que puede contener desencadenantes para lectores sensibles.
Debido a su contenido maduro, se recomienda sólo para lectores mayores de
17 años.
Jazz

—¡M
ira, Jazz! ¡Delfines!
Me protejo los ojos del sol mientras
miro hacia donde señala mi hermana.
Efectivamente, hay una manada de cinco
delfines jugando en el océano. Estamos en lo alto de la noria de Pacific Place,
así que tenemos una vista sin obstáculos de ellos surcando las olas.
Mi madre tira de Belle a su lado. —¿Cómo crees que se llaman?
Las tres jugamos a este juego cada vez que vemos un animal. Belle
insiste en que todos los animales tienen nombre, incluso los extraviados o los
salvajes. Mi madre espera pacientemente mientras se aparta el cabello largo
y oscuro. Hay una ligera brisa a estas alturas, así que se lo aparta
continuamente de la cara. Mi cabello está recogido en una cola desordenada
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y Belle lleva el suyo en trenzas, así que no tenemos ese problema.
—Hmm... —Belle se golpea los labios con el dedo índice, sumida en sus
pensamientos—. Sprinkles, Tulip, Petunia, Rainbow Rose, y... ¡Tupac!
—¿Sabes siquiera quién es Tupac? —Los ojos de mamá centellean
divertidos.
—Claro que sí —insiste Belle—. Kiara dice que en los viejos tiempos
había un rapero llamado Tupac Sugar. La mamá de Kiara creció escuchando
su música todo el tiempo. Su madre dice que todo el mundo sabe que el lado
oeste es el mejor. —Belle hace un peculiar gesto con la mano y de alguna
manera estira esa última palabra en tres sílabas.
Nuestra madre se ríe tanto que se le llenan los ojos de lágrimas. —En
los viejos tiempos, ¿eh? ¿De qué edad estamos hablando?
—Oh, sí. —Belle asiente con entusiasmo—. Hay que ser muy, muy
mayor para escucharlo.
—¡Oye! —protesto—. 'California Love' es una de mis canciones
favoritas de la vieja escuela. Escucho a 2Pac, y no soy vieja.
Belle frunce su pequeña nariz. —Eh... sí, lo eres. Ahora tienes diecisiete
años. Eso es muy viejo.
Levanto las cejas. —Si soy tan vieja, ¿en qué se convierte mamá?
Belle la mira. —Muy, muy, muy vieja. Como los dinosaurios.
Mi madre vuelve a reírse y tira de una de las trenzas de Belle. —Muchas
gracias, niña. Siempre puedo contar contigo para que me subas la autoestima
cuando está baja.
Hay una tristeza subyacente bajo el sarcasmo, que añade un toque de
verdad a esa afirmación. Miro fijamente a mi madre mientras la rueda
desciende, preguntándome cómo puede faltarle la autoestima. Mahalia
Rivera es la mujer más hermosa que he conocido, por dentro y por fuera. Y
acaba de cumplir treinta y cinco años, lo que no es nada viejo. Cuando el viaje
se detiene, salimos del cubo y nos dirigimos al muelle.
Mamá pasa su brazo por el mío. —¿Estás lista para tu helado,
cumpleañera?
Sonrío, con mi madre en un brazo y Belle en el otro. —Estoy leyendo...
—Mujer de 18 años con traumatismo penetrante en el abdomen inferior
izquierdo.
Me doy la vuelta, preguntándome de dónde vienen esos gritos. Para
cuando doy la vuelta completa, mi madre y mi hermana se han ido.
¿Qué demonios?
—¿Mamá? ¿Belle? ¿Dónde están?
Me abro paso a hombros entre la espesa multitud de gente,
buscándolas. 7
—¡Mamá! ¡Belle! ¿Dónde están?
¿Dónde podrían haber ido? Estaban aquí. Me digo a mí misma que no
hay que alarmarse, que tal vez Belle tenía que orinar o algo así. Esa niña tiene
la mala costumbre de esperar hasta que está a punto de orinarse antes de
avisar a alguien de que tiene que ir. Ni siquiera puedo decir cuántas veces
hemos tenido que saltar del autobús antes de tiempo para meternos en un
baño público. Sigo buscando, y cuanto más tiempo pasa, más ansiosa me
pongo. Compruebo todos los baños y sigo sin tener suerte. Se me saltan las
lágrimas cuando el sol empieza a ponerse, sin poder encontrarlos.
Corro de un extremo al otro del muelle cinco veces, sudando y
jadeando mientras me tomo un momento para recuperar el aliento.
—¡Mamá! ¡Por favor, contéstame!
—Múltiples contusiones... Los pulmones están limpios.
¿Quién es ese?
Cuando el sol se oculta en el horizonte, por fin veo a mi madre en el
extremo opuesto y empiezo a correr en esa dirección. Cuando llego a ella,
Belle no aparece por ningún lado y tiene una mirada extraña.
—Mamá, ¿qué pasa? ¿Dónde has ido? ¿Dónde está Belle?
Sonríe suavemente, rozando con sus delicados dedos mi mejilla. —Te
quiero mucho, Jasmine. Estoy orgullosa de la mujer en la que te has
convertido.
Coloco mi mano sobre la suya. —Eh... gracias. Yo también te quiero,
mamá. ¿Dónde está Belle?
—Todavía no es tu momento. —Ella retira su mano—. Eres mucho más
fuerte de lo que yo fui. Tienes que volver y encontrar la verdad. Mostrarle al
mundo los monstruos que realmente son.
Mis cejas se juntan. —Lo que dices no tiene sentido. Eres la persona
más fuerte que conozco.
Mi madre niega, con lágrimas en la cara. —No es así. Me aterraba que
te alejaran de mí, así que guardé sus secretos.
—Mamá, ¿de qué estás hablando? ¿Quién está guardando secretos?
¿Qué están ocultando?
—Todo. —Besa las puntas de sus dedos antes de extenderlos en mi
dirección—. Ya es hora de volver. Te quiero, mi dulce flor. Siempre.
—Se encontró sangre significativa en la escena.
Vuelvo a mirar a mi alrededor, intentando encontrar al dueño de la voz
incorpórea. —¿Oyes eso?
Mis ojos se abren de par en par cuando mi madre se sube a la
barandilla metálica y se encarama a la barra superior.
¿Qué está haciendo? 8
Empiezo a correr hacia ella, preguntándome cómo se ha alejado tanto.
—¡Espera! —digo mientras ella comienza a tambalearse—. ¡Mamá,
bájate de ahí! ¡Estás a punto de caerte!
—Inconsciente... tratada por shock hipovolémico.
Estira los brazos y mira por encima del hombro. —Despierta, Jasmine.
Es hora de encontrar la verdad.
—¡Mamá, no lo hagas!
Cuando llegué a la barandilla, ya era demasiado tarde. Ha
desaparecido. Ni siquiera lo pienso; me lanzo tras ella, hacia el agua de abajo.
La oscuridad me invade al instante. Me pesan demasiado los miembros para
moverme. Siento el pecho como si tuviera un yunque encima, aplastando mis
pulmones. ¿Esto es lo que se siente al ahogarse?
Bip...
Bip...
Bip...
¿De dónde viene ese molesto sonido? La conciencia se va filtrando poco
a poco, y lo primero que se registra más allá del pitido rítmico es el dolor.
Así que. Mucho. Jodido. Dolor.
La cabeza me late con fuerza. Mi garganta protesta cuando intento
tragar. Me duelen todos los músculos del cuerpo, como si acabara de disputar
varias docenas de asaltos en un octógono.
Me estremezco cuando unos dedos cálidos envuelven los míos.
—Necesita más medicamentos para el dolor —grita una voz grave.
¿Es Kingston?
¿Por qué alguien está tocando la batería? Creo que gimo. Hago un
esfuerzo por abrir los ojos y me encuentro con una rubia alta que lleva una
bata con dibujos de libritos. Está haciendo algo que hace que desaparezca el
espantoso ruido. ¿Estoy en un hospital?
—Hola, Jasmine. Soy Kristi, tu enfermera del día. ¿Cómo te sientes?
—Duele. —Es difícil hablar. La lengua se me pega al paladar.
Kristi se pone detrás de mí y lo siguiente que veo es una pajita en mis
labios. —Toma pequeños sorbos... esto debería ayudar un poco.
Me sobresalto cuando algo me aprieta el bíceps.
Sonríe suavemente. —Intenta quedarte quieta. Te está tomando la
tensión.
Espero a que la máquina haga lo suyo mientras ella golpea con sus
dedos un teclado cercano. —En una escala del uno al diez, siendo diez lo
inimaginable, ¿cómo calificaría su dolor?
—¿Nueve, tal vez? —Mi voz es tan rasposa que apenas la reconozco.
Creo que me duermo un segundo porque ahora la enfermera está a mi
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lado, destapando una aguja e inyectando algo en mi vía intravenosa. —Es hora
de otra dosis de morfina. Esto hará que te sientas mucho mejor en poco
tiempo.
Ese momento no puede llegar pronto. Nunca he sentido un dolor como
este antes.
—Gracias. —Me desvanezco mientras la señorita termina de
comprobar mis signos vitales. O al menos eso es lo que creo que está
haciendo—. Necesito... salvar... a mi madre... océano... tan cansada.
—Es normal —dice Kristi—. Has pasado por una gran prueba. Descansa
un poco más, y volveré a ver cómo estás más tarde.
—De acuerdo —murmuro.
—Duerme, cariño. —El tipo de la voz ronca está de vuelta, presionando
sus labios contra mi frente—. No voy a ninguna parte.

—Oh, cariño, nos gusta cuando corren. Hace que atrapar a nuestra presa
sea mucho más satisfactorio.
El otro se ríe, el sonido de su diversión me cala hasta los huesos. ¿Quiénes
son estos malditos retorcidos? Y en serio, ¿dónde diablos está Kingston? Casi
tropiezo con mis tacones, así que me los quito de una patada y corro descalza.
Los palos que cubren el suelo del bosque me arañan la piel, pero apenas siento
el dolor porque estoy demasiado aterrada para pensar en otra cosa que no sea
escapar.
—¡Ayuda! —grito—. ¡Que alguien me ayude, carajo!
Abro los ojos y los cierro de golpe cuando me asalta la luz.
—Luces —gruño.
—¡Bajen esas malditas luces! —Suavizando su tono, añade—: Tranquila,
Jazz. No dejaré que te pase nada.
¿Kingston? ¿De dónde viene?
Mis párpados se abren, agradeciendo que las luces se hayan atenuado.
Mi cabeza se mueve en dirección a la voz familiar. Es Kingston.
—¿Qué llevas puesto?
Kingston mira la camiseta verde que le cubre el torso. —Alguien de
Urgencias me la dio. La camiseta que llevaba estaba... manchada. —Su
expresión se vuelve sombría—. La usé para presionar tu herida hasta que
llegó la ambulancia.
—¿Estoy en un hospital?
Dada la iluminación fluorescente, el hedor a antiséptico y las odiosas
máquinas, la respuesta debería ser obvia, pero mi cabeza está confusa. Ahora
mismo nada tiene sentido. 10
Asiente. —Sí, Jazz. Estás en el hospital.
Dios, tiene un aspecto lamentable. Su cabello arenoso está
desordenado, tiene ojeras y su ropa está arrugada.
Kingston une su dedo meñique con el mío. —Me diste un susto de
muerte.
¿Eh? —¿Por qué?
Sus cejas se unen. —¿Recuerdas algo?
—Yo…
—Oh, bien. Estás despierta. —Una mujer entra en la habitación con una
brillante sonrisa en la cara. Kingston aparta un poco su silla cuando ella se
acerca a la cama en la que estoy acostada—. ¿Cómo te sientes? Me llamo Kristi
y soy tu enfermera por unas horas más.
¿Por qué siento que ya hemos pasado por esto antes?
—Um... cansada. —Sacudo ligeramente la cabeza, tratando de despejar
la niebla—. Rara.
—Es perfectamente normal estar desorientada cuando se sale de la
anestesia —me asegura—. ¿Recuerdas cómo llegaste hasta aquí? ¿O por qué
estás aquí?
Lo pienso por un momento. Cierro los ojos mientras recuerdos
horribles pasan por mi cerebro. Es lo mismo que estaba soñando hace un
momento. Todavía puedo sentir el peso de ese bastardo enfermo encima de
mí. Sus manos mugrientas tocando mi piel desnuda. El cuchillo. ¡Oh, Dios, me
clavaron un cuchillo! Mi mano se dirige a mi estómago, notando ahora el peso
extra. Abro los ojos y examino la férula que rodea mi mano y que sube varios
centímetros por el brazo.
—Tu muñeca está fracturada —responde la enfermera a mi pregunta no
formulada.
Ignoro la penetrante mirada de Kingston y me centro en la mujer que
tengo delante.
Kristi se quita los guantes y ofrece una sonrisa. —Voy a avisar al médico
de que estás despierta. Vendrá y te explicará todo.
Cuando se va, Kingston me toma la mano.
Yo me echo para atrás. —No me toques.
Se aparta, con cara de perplejidad, mientras se pasa las manos por su
espeso cabello. —¿Qué? ¿Por qué no?
Encuentra la verdad, Jasmine.
—Porque... —Me trago el nudo en la garganta. Sé que no es posible,
pero juro que acabo de oír la voz de mi madre—. No lo sé. Simplemente no
me toques.
No puedo evitar la sensación de que algo no está bien. Kingston me
mira confundido mientras yo me tomo un momento para recomponer todo.
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Me cuesta un esfuerzo considerable dirigirle una mirada cuando por fin
me doy cuenta. —¿Dónde estabas? ¿Por qué Bentley me dejó sola en ese
bosque?
Kingston frunce el ceño. —Se suponía que debía esperar hasta que yo
llegara. Estaba justo detrás de ustedes dos, pero luego me retrasé.
—¿Por qué?
Su mandíbula se mueve. —Peyton. —Estaba borracha y beligerante.
Luego comenzó a llorar, causando una escena aún mayor. Reed y yo la
arrastramos de vuelta a su casa, pateando y gritando. Literalmente.
Lucho contra el impulso de burlarme. —Qué oportuno momento.
—¿Qué demonios significa eso? —Sus ojos color avellana se estrechan.
—Dímelo tú.
—¿De qué estás hablando? —Sus ojos se abren de par en par—. No
crees que yo haya tenido algo que ver con tu ataque, ¿verdad?
¿Lo hago? Sinceramente, no tengo ni idea de cuál es la respuesta
correcta.
Suspiro, sintiéndome ya agotada por esta conversación. —Ya no sé qué
es verdad.
Oh, chica estúpida, estúpida. ¿Quién crees que llevó el cordero al
matadero?
Las palabras de mi atacante se repiten. No sé a quién creer. Kingston
ha traicionado mi confianza más de una vez en el poco tiempo que lo conozco.
¿Cómo puedo decir con certeza que él no fue responsable de mi ataque?
A tu precioso novio no le importas una mierda. Tampoco a sus amigos.
Hablarte dulcemente de tus bragas era parte del plan.
¿Era todo una broma de mal gusto? ¿Parte de algún plan maestro? ¿Pero
por qué? ¿Sólo para hacerme callar por algo que escuché? ¿O es algo más?
Me froto las sienes cuando mi cabeza empieza a palpitar.
—Kingston, vete.
—¿Por qué iba a hacer eso? ¿Qué demonios pasó en ese bosque, Jazz?
Una suave llamada precede al regreso de la enfermera. Detrás de ella
hay un hombre canoso; supongo que es el médico al que se refería antes.
—Jasmine, soy el Dr. Yates. ¿Te sientes lo suficientemente bien como
para hablar de tus heridas?
Kingston se mueve cuando el doctor se acerca, tomando asiento en la
esquina.
Mis ojos se dirigen a Kingston. —Sí, pero no lo quiero aquí.
Hay un momento de incómodo silencio antes de que el Dr. Yates
responda. —Por supuesto. —Se gira hacia el hombre que está furioso en la
esquina—. Voy a necesitar que espere en la sala de espera. Alguien vendrá a
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buscarlo si la señorita Callahan está dispuesta a recibir visitas.
—A la mierda. —Kingston sale disparado de su silla—. Yo soy el que la
encontró. ¡Yo llamé al 911! ¡Yo soy la razón por la que ella está aquí!
El Dr. Yates levanta las manos en un gesto apaciguador. —Señor, por
favor no me haga llamar a seguridad. Mi paciente tiene todo el derecho a
pedir privacidad.
Kingston da una patada a la pata de la silla antes de lanzar una mirada
en mi dirección. —Bien. Pero no me voy a ir de este puto hospital. No hemos
terminado con esta conversación.
El médico observa cómo Kingston sale de la habitación antes de volver
a hablar. —¿Quiere un momento antes de que continúe?
Estoy jodidamente agotada, pero quiero acabar con esto. —No. Ahora
está bien.
Se aclara la garganta. —Cuando llegó, sufría una herida de cuchillo en
el vientre, pérdida de sangre y contusiones en varias partes del cuerpo. Una
tomografía computarizada reveló una hemorragia interna, probablemente a
causa del traumatismo, por lo que tuvimos que realizar una laparotomía
exploratoria. Afortunadamente, la cuchilla no llegó a los intestinos y la fuga
de los vasos sanguíneos se reparó fácilmente.
—Su muñeca sufrió una fractura de radio distal, por lo que su brazo está
actualmente en una férula. Tengo planes de cambiarla por una escayola dura,
pero no lo sabré con seguridad hasta que la hinchazón baje un poco. Además,
tiene una conmoción cerebral leve, que puede causar confusión temporal,
pérdida de memoria o sensibilidad a la luz o al sonido. Tendremos que
mantenerte en observación durante una semana aproximadamente, teniendo
en cuenta que tu cuerpo se está curando de varias lesiones a la vez. Si todo va
bien, deberías sentirte notablemente mejor en dos o tres semanas y
totalmente recuperada en seis u ocho semanas.
Exhalo un poco de aire. —Es mucho para asimilar de una vez.
—Lo es, aunque yo diría que es una joven afortunada. El resultado
podría haber sido mucho peor si se hubiera perforado algún órgano
importante. —Hace una pausa por un momento—. ¿Tiene alguna pregunta?
Me estoy cuestionando todo en este momento, pero no puedo
concentrarme lo suficiente en una sola cosa. —Estoy cansada.
—Comprensible. —El Dr. Yates asiente—. Te dejaré descansar un
poco. Avise a las enfermeras si se le ocurre alguna pregunta y que me llamen.
Mis párpados empiezan a revolotear cuando sale de la habitación. —
¿Kristi?
Mi enfermera vuelve a aparecer. —¿Sí, cariño?
—¿Puedes asegurarte de que no entren visitas en mi habitación? No
quiero a nadie aquí mientras duermo, especialmente al tipo que estuvo aquí
antes. 13
Ella levanta las cejas. —¿Ese chico te está haciendo daño, cariño? ¿Te
ha hecho esto?
—No —murmuro—. Definitivamente no era uno de ellos. Sólo...
necesito saber que nadie entrará aquí mientras duermo.
Kristi me da unas palmaditas en el brazo. —Por supuesto. Me aseguraré
de que las otras enfermeras también lo sepan.
Cierro completamente los ojos, reconfortada por su seguridad. Que
Kingston no me haya agredido físicamente no significa que no esté detrás.
Quizá piense de otra manera una vez que esté lúcida, pero ahora mismo, cada
persona que he conocido desde que murió mi madre es sospechosa.
Kingston

E
stoy furioso mientras me dirijo a la sala de espera. Bentley, Reed
y mi hermana están sentados en las sillas, esperando que los
ponga al día, pero yo tengo otros asuntos que tratar primero.
Bentley se levanta cuando me ve acercarme y se pone en guardia,
probablemente por mi evidente rabia.
Le agarro un puñado de la camisa y lo vuelvo a golpear contra la pared.
—¿Por qué carajo la dejaste? Esto nunca habría pasado si hubieras hecho lo
que te dije.
Sus fosas nasales se agitan. —Vete a la mierda, hombre. Esta mierda no
es mi culpa.
—¡Y una mierda que no! 14
Reed me aparta de Bent. —Cálmate antes de que hagas que nos echen
a todos de aquí.
Empiezo a pasearme por la pequeña habitación, intentando asesinar a
Bentley con la mirada.
Mi hermana me tira del brazo. —Kingston, siéntate y cuéntanos qué
pasó. ¿Ya está despierta?
Tomo el asiento más alejado del objetivo de mi ira. —Sí, está despierta.
Y me echó de su habitación.
Las cejas de Ainsley se juntan. —¿Por qué iba a hacer eso?
—Porque cree que tengo algo que ver con su asalto. ¿Puedes creer esa
mierda? ¿Qué carajo? Si es culpa de alguien, es de ese imbécil. Él es el que la
dejó vulnerable ante quien la atacó. —Lanzo mi brazo en dirección a Bentley.
Él me hace una mueca. —Vete a la mierda. Me dijiste que ibas detrás
de mí. ¿Cómo iba a saber que te habías retrasado si no compartiste esa
información conmigo?
—¡Te dije que te quedaras con ella hasta que yo llegara! ¿No te pareció
raro que no te encontraras conmigo hasta que casi estabas de vuelta en la
casa? Fue una caminata de veinte minutos, idiota.
Aprieta los dientes. —Pensé que quizás habías tomado el otro camino.
Y de nuevo, si me hubieras dicho que estabas retrasado, no me habría ido.
—No deberías haber tenido que hacerlo. Nunca deberías haberte ido
de su lado.
Bentley salta de su silla. —¡Bueno, perdóname por no querer quedarme
y ver los corazones en sus ojos cuando aparecieras!
Reed se levanta de su silla al mismo tiempo que yo y extiende los brazos
a ambos lados. —En serio, chicos, están llamando la atención. Siéntense de
una puta vez.
Estoy demasiado exaltado para sentarme, así que reanudo mi paseo. —
Entonces, ¿la dejaste sola en el bosque en medio de la noche porque no
puedes soportar ser el segundo mejor? ¿Me estás diciendo en serio que tu
ego es la razón por la que pasó esto?
—¡Tú eres el idiota que pensó que sería una buena idea llevarla hasta
allí en primer lugar! —replica.
—¡Allí es donde estaba el barco!
Pone los ojos en blanco. —Todavía no entiendo por qué querías sacarlo
en medio de la noche.
—Ya he explicado esto. Quería privacidad.
—Sí, bueno, lo conseguiste —se burla Bentley—. Mi pregunta es, ¿por
qué carajo no pudiste hacer todo el tema de la tarta y el champán dentro de
la gran cabaña vacía?
Golpeo la pared con el puño, siseando por el dolor. Como si no me
hubiera hecho esa pregunta mil veces en las últimas horas. 15
—¡Kingston, para! —Ainsley agarra mi puño cerrado, examinándolo.
Me dejo caer en una silla, agarrándome la mano. Reed se sienta a mi
lado, probablemente para contenerme si intento golpear la cara de Bentley.
—Iré a buscar hielo —ofrece Ainsley.
Me tomo unos instantes para respirar, deseando que las imágenes
salgan de mi cabeza. No me asusto fácilmente, pero encontrar a Jazz así... tan
ensangrentada y golpeada, era aterrador. Pensé que estaba muerta. Tuve un
breve momento de alivio cuando sentí su respiración superficial, pero cuando
me di cuenta de su aspecto y de que, además de todo lo demás, podría haber
sido violada, casi perdí la cabeza. Si no estuviera tan ocupado tratando de
evitar que se desangrara, habría puesto el grito en el cielo.
Cuando llegamos al hospital, una enfermera me informó de que no
realizarían un examen de agresión sexual sin el consentimiento del paciente
porque es un proceso bastante invasivo. Así que hemos esperado hasta que
Jazz estuviera lo suficientemente coherente para contarnos lo que pasó. No
saber qué pasó... si alguien la violó de esa manera... me está matando.
Bajo la cabeza, sintiéndome abatido. —No la has visto, hombre. Está
negra y azul con pequeños arañazos por todo el cuerpo. Tiene el brazo
entablillado y el ojo medio hinchado. Y lo que es peor... cuando la encontré...
el puto enfermo que le hizo eso puede haberle hecho aún más daño que yo no
pude ver.
—¿Qué quieres decir? —pregunta Reed.
Miro a Bentley a los ojos, sabiendo que él entenderá mejor que nadie
cómo me siento. —Estaba prácticamente desnuda cuando la encontré. Su
vestido estaba cortado y le faltaba la ropa interior.
Bentley palidece antes de caer en una silla. —Mierda.
—Sí —estoy de acuerdo.
Sus ojos se levantan hacia los míos. —Ella fue...
Niego. —No lo sé. Sólo ha estado despierta un par de veces, y estaba
bastante ida por las drogas que le están dando. La policía aún está esperando
para interrogarla.
¿Cómo he pasado de tener una de las mejores noches de mi vida a esto?
Planeaba pasar la noche bautizando mi nuevo barco, adorando el apretado
cuerpecito de Jazz, pero en lugar de eso, estoy sentado en un maldito hospital,
esperando la oportunidad de volver a verla.
Ainsley vuelve con una compresa fría. —Conseguí esto en la estación
de enfermeras.
Me pongo la compresa en los nudillos. —Gracias.
Los cuatro estamos sentados en silencio, reflexionando sobre todo lo
que ha pasado, hasta que un carraspeo me hace levantar la vista. Charles
Callahan está de pie en la puerta, observando la escena. Estoy seguro de que
somos un espectáculo. Llevamos seis horas aquí y ninguno de nosotros ha 16
dormido en más de veinticuatro horas. Todas nuestras ropas están arrugadas;
mis vaqueros están embarrados y manchados con la sangre de Jazz.
—Peyton llamó —explica—. Dijo que Jasmine fue llevada en
ambulancia a un hospital. Este era el más cercano a la casa del lago, así que
tomé una conjetura. —Frunce el ceño—. Dijeron que no aceptaba visitas. No
me dicen nada sobre su estado, ya que es legalmente mayor de edad. ¿Alguno
de ustedes la ha visto?
Mierda. No estoy de humor para tratar con este hombre. No sé si puedo
disimular mi odio hacia él ahora mismo. Estoy seguro de que no confío en él,
especialmente con la vida de Jazz. Por lo que sé, él fue el responsable, y está
aquí, fingiendo ser un padre preocupado, simplemente para cubrirse el culo.
—¿Cómo lo supo Peyton? —pregunto.
Charles levanta un hombro. —Tendrías que preguntarle a ella.
—Todavía estaba con ella cuando llamaste desde la ambulancia —
ofrece Reed—. Llamé a Bent en cuanto colgué. Peyton podría haber
escuchado fácilmente nuestra conversación.
Callahan asiente a Reed antes de girarse hacia mí. —Bueno, ahí tienes.
¿Has visto ya a Jasmine? ¿Sabes lo que paso?
Miro fijamente al imbécil, sin querer darle nada. Estoy seguro de que
mi actitud protectora con respecto a su hija le llegará a mi padre, pero
realmente me importa una mierda.
Ainsley, siempre tratando de ser la pacificadora, habla. —Kingston ha
estado con ella todo el tiempo. Sólo vino aquí porque ella está... descansando.
Charles levanta una ceja y me mira expectante. —¿Y su estado?
Dios mío. Supongo que puedo darle suficiente información para que me
deje en paz.
Me aclaro la garganta. —Jazz fue golpeada y apuñalada, pero ahora
está estable. Le hicieron una intervención quirúrgica de urgencia y
descubrieron que sus heridas no eran tan graves como pensaban
inicialmente. El médico me dijo antes que debería estar lista para ser dada de
alta en una semana más o menos. Estará dolorida durante un tiempo, pero
debería estar bien.
—Es bueno escuchar eso. Cuando la veas la próxima vez, por favor
hazle saber que pasé por aquí. Cuando esté lista para volver a casa, dile que
se ponga en contacto con Frank, y él la recogerá.
Su tono es totalmente carente de emoción, como si no le afectara lo más
mínimo que su hija pudiera haber muerta esta noche. Y no pasa
desapercibido que tiene cero preguntas sobre quién la golpeó. Lo peor es
que no me sorprende ni remotamente su falta de preocupación.
Tengo que desencajar la mandíbula a la fuerza. —¿No te vas a quedar?
—No puedo. Tengo que tomar un vuelo en unas horas. 17
Mis labios se afinan. —Espera... ¿no estabas de viaje?
La mandíbula de Charles se tensa. —No es que tenga que darte
explicaciones, pero ha sido un viaje rápido de una noche para reunirme con
un cliente en San Diego. Madeline y yo nos dirigimos ahora a Cabo para
descansar. Hazle saber a Jasmine que estaremos fuera unas semanas. Si
necesita algún tipo de atención médica cuando vuelva a la casa, la señora
Williams puede hacer los arreglos necesarios.
Al diablo con llevarla a ese lugar. Ya he decidido que se quedará
conmigo en la casa de la piscina. Al menos allí, tengo un sistema de seguridad
completo e independiente de la casa principal. Nadie entra o sale sin mi
conocimiento.
—Se lo haré saber. Que tengas unas buenas vacaciones mientras tu hija
está atrapada en un hospital.
Los ojos árticos de Charles relampaguean de rabia antes de que
controle su expresión. Sin decir nada más, gira sobre sus talones y se aleja.
—Maldita sea, y yo que pensaba que papá era frío —murmura
Ainsley—. Estoy bastante segura de que al menos fingiría que le importa si
uno de nosotros se hace daño.
Me burlo. —No, es broma. Esos dos pueden hacer una carrera por el
dinero al padre más mierda de la década.
Bentley exhala un suspiro. —¿Qué vas a hacer si ella... si alguien la
atacó de esa manera?
Dos años después, y ni siquiera puede decir la palabra. Estoy seguro
de que todo esto está desenterrando alguna mierda dolorosa.
—No lo sé. —Bueno, además de cazar a ese hijo de puta y darle de
comer la polla. Probablemente no sea prudente mencionar eso en público,
así que me guardo ese pensamiento para mí.
Ainsley agarra mi mano no hinchada. —Esperemos que no haya
llegado a eso.
Resisto el impulso de reírme. No recuerdo la última vez que me sentí
esperanzado por algo, pero no quiero joder el sentimiento de mi hermana.
—Sí, esperemos.

18
Jazz

—J asmine, una oficial está esperando para hacerte algunas


preguntas. ¿Está bien si la dejo entrar?
—Um... sí.
Marika, la enfermera que me han asignado para ese día, saca la cabeza
por la puerta y vuelve con una mujer morena que lleva un uniforme azul
oscuro.
La oficial toma asiento junto a mi cama. —Hola, Jasmine. Me llamo Isa
Domínguez. ¿Está bien si te hago algunas preguntas?
—Claro.
Señala a Marika. —¿Quieres privacidad durante la entrevista? ¿O que
esté presente otra persona? 19
—Ella puede quedarse. Nadie más.
La oficial Domínguez asiente. —Sus heridas indican que puede haber
sido víctima de un ataque. ¿Es eso cierto?
—Sí.
Sonríe suavemente. —¿Recuerdas algún detalle?
—Viene en flashes. Había dos hombres. Llevaban máscaras, no sé
quiénes eran.
Ahora que tengo la cabeza más despejada, he estado pensando en esto
sin parar. No puedo dejar de repetir el incidente una y otra vez, tratando de
identificar algo que se me haya pasado por alto. No reconocí sus voces, pero
algo me resultaba familiar en los hombres que me asaltaron, especialmente
en el principal. Sigo teniendo esos dolores fantasmas de lo que sentí cuando
me aplastaba con su peso, me manoseaba, me golpeaba. Todavía puedo oler
el alcohol en su aliento mientras miraba con desprecio mi cuerpo desnudo.
Siento su erección presionando contra mi muslo, creciendo más y más cuanto
más gritaba.
La agente escribe notas en el bloc que lleva. —Tómese el tiempo que
necesite.
—Salieron de la nada y empezaron a perseguirme. Cuando uno de ellos
me alcanzó, me amenazó con un cuchillo, me dijo que no me haría daño si
cooperaba.
—Ahora escucha, carajo. Esto es lo que va a pasar. Vas a dejar de intentar
mutilarnos y vas a abrir esas bonitas piernas tuyas. Si vuelves a intentar gritar
pidiendo ayuda, te cortaré el puto cuello. Si lo haces como una buena chica hasta
que acabemos contigo, podrás vivir. ¿Entendido?
—¿Cooperar, cómo?
Me trago el nudo en la garganta. —Me dijo que abriera las piernas y lo
tomara como una buena chica.
La oficial Domínguez respira profundamente. —¿Y luego qué?
—En un momento dado, me apoderé del cuchillo, pero él intentó
recuperarlo. —Levanto mi brazo izquierdo—. Fue entonces cuando se
fracturó, supongo. Luego me apuñaló durante el forcejeo. Las cosas se
vuelven un poco confusas después de eso.
Más toma de notas. —¿Puedes recordar algún detalle de su apariencia
física? ¿Color de cabello, complexión, cosas así?
Lo pienso por un momento. —Los dos eran altos... un tipo tenía una
complexión más delgada, como un corredor, y el que me apuñaló era
bastante musculoso. Era muy pesado pero sólido. Sus máscaras les cubrían
toda la cabeza, así que no sé el color del cabello ni nada.
Me mira directamente a los ojos. —Sé que la siguiente pregunta será
difícil, pero necesito hacerla basándome en el estado en el que estabas 20
cuando llegaste. ¿Fuiste agredida sexualmente?
Me aclaro la garganta, maldiciendo la sequedad. Mi enfermera debe
estar leyendo mi mente porque abre el grifo del pequeño lavabo y me da un
vaso de papel lleno de agua.
—Gracias. —Trago un poco antes de continuar—. Sí, pero no...
completamente. No puso nada dentro de mí. No por falta de esfuerzo, pero
cuando me apuñaló, se asustaron y salieron corriendo. Creo que el cuchillo
sólo pretendía asustarme.
Responder a esa pregunta ya fue bastante difícil cuando una de mis
enfermeras lo preguntó por primera vez, pero entiendo que la oficial debe
ser minuciosa.
—¡Oh, mierda, hombre! ¡La apuñalaste! ¡La apuñalaste, carajo! ¡Tenemos
que salir de aquí!
—Mira lo que hiciste, perra tonta. Podrías haber abierto las piernas y esto
nunca habría pasado.
—¿Alguno de ellos dijeron algo que destaque, o conoces a alguien que
quisiera perjudicarte potencialmente?
—¿Ves este precioso coñito? Está recién depilada y todo. Es como si nos
estuviera esperando. Nuestro patrón lo entenderá.
—Um... no lo creo. —No sé por qué omito esos datos, pero mi instinto
me dice que me lo guarde para mí
.
—¿Se te ocurre algo más que pueda ayudar a localizar a tus atacantes?
Niego. —No que se me ocurra.
—De acuerdo, creo que tengo suficiente por ahora. —La agente
Domínguez me pide mi número de teléfono, luego saca una tarjeta del bolsillo
de su camisa y la coloca en la mesita de noche—. Aquí tienes mis datos de
contacto por si te acuerdas de algo más. Cualquier cosa. Por favor, no dudes
en ponerte en contacto. Si no tengo noticias tuyas, me pondré en contacto en
cuanto tenga más información de la escena del crimen.
—Gracias.
Suelto un fuerte suspiro mientras ella sale de la habitación.
—¿Puedo ofrecerte algo? —pregunta la enfermera Marika—. Servirán
el almuerzo dentro de una hora, pero puedo traerte un bocadillo si quieres.
Me olvidé por completo de que estaba aquí, así que doy un pequeño
respingo cuando habla. —Uh... no, estoy bien. Gracias. Creo que me gustaría
echarme una siesta.
Me fijo en el estampado de una tabla de surf en su bata cuando se
detiene en la puerta. —Siento si esto es una intromisión, pero el caballero que
estuvo aquí ayer no ha salido del hospital ni una sola vez. Sus amigos han
entrado y salido, pero él ha estado aquí todo el tiempo. Parece muy
preocupado por usted, no para de preguntar si ya permite visitas. 21
—Gracias por avisarme. —Suspiro—. Sin embargo, todavía no quiero
ninguna visita.
Marika asiente. —Por supuesto.
Miro al techo mientras ella sale de la habitación. ¿Por qué demonios me
siento culpable ahora mismo? ¿Y qué si Kingston lleva aquí más de cuarenta y
ocho horas? Apenas puedo caminar hasta el baño que está a metro y medio.
Dadas las circunstancias, creo que es perfectamente razonable no querer a
nadie a mi alrededor mientras estoy tan indefensa. Kingston puede pasearse
por el hospital todo lo que quiera, pero no le voy a dejar entrar en mi
habitación.

—Una joven llamada Ainsley ha traído esto mientras dormías la siesta.


—Mi enfermera deja mi teléfono móvil en la mesilla de noche y mi bolsa de
viaje en el banco incorporado—. Pensó que podrías necesitarlos.
Recojo mi teléfono y sonrío ante el detalle de Ainsley. Todas mis cosas,
incluido el teléfono, estaban en la casa del lago. Me daba miedo intentar pedir
las cosas para recogerlas. Podría prescindir de la ropa, pero hay un número
en mis contactos que no tengo memorizado y que realmente necesito.
Sorprendentemente, sólo hay una notificación de texto, y por supuesto, es de
Kingston.
Respiro profundamente mientras desbloqueo mi teléfono y leo el
mensaje.
Kingston: Contacto remitido: Belle Rivera-Washington
¿Qué demonios? Abro la tarjeta de contacto y veo el nombre de Belle
con una dirección de iCloud. ¿Cuándo se ha comprado un dispositivo Apple
para tener uno de esos?
Inmediatamente marco el número de Kingston, y él responde al primer
timbre.
—Veo que la enfermera entregó tus cosas.
Voy directamente al grano. —¿Por qué me envías la información de
contacto de mi hermana?
Suelta una profunda risa. —Sé que te frustraba tener que pasar por
Jerome, así que he eliminado al intermediario. Belle tiene ahora un flamante
iPad para que puedas hacer FaceTime tan a menudo como quieras. Está
conectado a una red de telefonía móvil y la factura está a mi nombre, así que
no hay riesgo de que te la corten por falta de pago. No te preocupes por su
padre, también me he ocupado de él. No interferirá.
—Pero... ¿cómo? ¿Por qué?
—Ainsley y Reed pasaron por la casa de tu hermana y le explicaron por
qué faltaste a nuestra cita el domingo pasado... una explicación apropiada
para una niña de siete años, en todo caso. Belle sabe que te has hecho daño y
que estás en el hospital, pero que te pondrás bien. Está esperando tu llamada 22
cuando te sientas bien.
Maldito sea. Él sabe que mi hermana pequeña, Belle, es mi mayor
debilidad. Su padre, Jerome, rara vez contesta el teléfono cuando llamo, y la
mitad de las veces inventa alguna excusa por la que Belle no puede hablar.
No estoy segura de por qué me aleja constantemente de ella, pero sospecho
que puede ser una cuestión de control. Quiere recordarme quién tiene la
custodia de ella y quién manda realmente.
La garantía de Kingston de que Jerome no interferirá me dice que le
está pagando para que lo permita, igual que le paga por nuestras visitas
semanales. Odio que Kingston haya hecho esto porque una vez más está
utilizando a Belle para acercarse a mí, pero no puedo decir que no me haga
feliz tener una forma tan fácil de hablar con ella.
Un hombre exasperantemente confuso.
Mi madre se avergonzaría de mí por no agradecer el regalo, así que
me aguanto y digo:
—Gracias. Ha sido muy considerado.
Juro que puedo escuchar su sonrisa. —Eso fue muy difícil de escupir
para ti, ¿no?
—No —refunfuño.
Lo fue totalmente.
Otra risa. —¿Te sientes mejor? ¿Puedo llevarte algo?
Me muerdo el labio, elaborando cuidadosamente mi respuesta. No
quiero que Kingston piense que estoy abriendo las líneas de comunicación
con nosotros porque no estoy preparada para ello.
—No. Las enfermeras me están cuidando. Lo mejor que puedes hacer
ahora es darme tiempo.
Y el silencio es incómodo.
—No tengo nada que ver con esto, Jazz. Tienes que saberlo.
Niego. —Ahora mismo no sé nada.
Gruñe en voz baja. —Cuando encuentre al hijo de puta que te hizo esto,
lo pagará. Te lo garantizo, carajo.
—Ya te lo dije una vez, no necesito un caballero de brillante armadura,
Kingston. Puedo cuidarme sola.
—Qué pena. No quiero ser un caballero, Jazz, pero tengo toda la
intención de hacer lo que sea necesario para atrapar a ese tipo.
Me doy cuenta de que no menciona que dos hombres me atacaron.
Aunque todo podría ser una actuación. Kingston es la persona más
observadora que he conocido: presta atención a los detalles, así que sabría
que no debe cometer ese error si, de hecho, lo sabe. Dios, tratar de detectar
subterfugios es agotador.
Suspiré. —La última vez que lo comprobé, no eras un oficial de policía.
23
—Tengo acceso a recursos que la policía no tiene. Ellos pueden llevar
a cabo su propia investigación, pero yo ya tengo a mi propio hombre
haciendo lo mismo. Si encuentra algo útil, lo transmitirá a la policía.
—¿Por qué te tomas tantas molestias?
Juro que puedo sentir su mirada. —¿Es una pregunta seria? ¿Por qué
carajo crees que lo haría?
—Estoy cansada, Kingston. Voy a descansar ahora. Deberías ir a casa y
hacer lo mismo.
—No voy a ninguna parte mientras tú estés aquí. —Me lo imagino
pasándose la mano por el cabello con frustración—. Si quieres mantenerme
fuera de tu habitación, bien. Creo que es ridículo teniendo en cuenta que soy
una de las pocas personas en las que puedes confiar, pero da igual. No voy a
presionarte mientras estás en una cama de hospital. Pero debes saber esto,
Jazz: Una vez que salgas de aquí, voy a ser tu maldita sombra, así que será
mejor que te hagas a la idea ahora. No voy a dejar que nadie te haga daño de
nuevo.
—El acoso es ilegal en California. —Mi argumento es débil, pero es
todo lo que tengo.
Su burla es audible a través de la línea telefónica. —¿Sí? Bueno,
entonces es bueno que conozca a algunos excelentes abogados.
—Eres imposible.
—Persistente —corrige—. Por eso siempre consigo lo que quiero.
Sé que probablemente me voy a arrepentir de preguntar esto, pero lo
hago de todos modos. —¿Y qué es lo que quieres?
—A ti. Y la venganza.
Sí. Definitivamente no debería haber preguntado.

24
Jazz

D
espués de siete días enteros en el hospital, por fin puedo ir a
casa. Kingston cumplió su promesa de hacer guardia todo el
tiempo. Sin embargo, mi donante de esperma nunca apareció ni
hizo ningún intento de ponerse en contacto conmigo, que yo sepa. Me
preguntaba si siquiera sabía dónde estaba, hasta que la encargada de la casa,
la señora Williams, llamó al hospital, transmitiendo el mensaje de que mi
chófer, Frank, me llevaría a casa cuando estuviera lista.
No puedo evitar pensar en lo diferente que habría sido mi madre si
estuviera viva. Habría estado revoloteando por aquí, asegurándose de que yo
estuviera lo suficientemente cómoda. O cocinando golosinas para el personal
del hospital como muestra de su agradecimiento por su duro trabajo. Belle
habría estado a su lado, coloreando o leyendo, o acurrucándose en la cama 25
conmigo viendo dibujos animados. Tuve unos cuantos momentos sombríos
mientras estaba acostada en esa cama, en los que todos mis pensamientos
sobre lo que podría haber sido, prácticamente me asfixiaban.
—¿Estás lista para ir a casa? —El guardia sonríe, sin saber que
quedarse aquí es mejor que estar en la mansión de mi padre.
Me bajo con cautela en la silla de ruedas que me ofrece. —Tan lista
como puedo a estar.
Antes incluso de pasar por la sala de espera, puedo sentir la cercanía
de Kingston. El hombre siempre tiene una forma de infiltrarse en mis sentidos.
El sabor picante de su colonia, el aroma del jabón que utiliza, el timbre de su
voz. Lo más destacado es cómo mi cuerpo se pone en guardia cada vez que él
está cerca. Me siento inexplicablemente atraída por él, a pesar de las
vehementes protestas de mi cabeza. Incluso ahora, en mi estado de debilidad,
mi cerebro lucha con mi cuerpo. Una parte de mí espera ansiosamente el
primer vistazo de él, mientras que la otra me dice que corra muy, muy lejos.
Kingston se levanta de su silla cuando nos ve. —¡Espera!
El guardia deja de empujar mi silla. —¿Lo conoces?
Suspiré. —Sí.
Kingston tiene mejor aspecto desde la última vez que lo vi, al menos su
ropa está limpia, pero sigue pareciendo agotado. Sin embargo, eso no resta
importancia a mi abrumadora atracción por él. No entiendo cómo alguien
puede pasar una semana encerrado en una pequeña sala de espera y seguir
siendo tan devastadoramente hermoso.
—Iré por mi coche y me reuniré contigo en la puerta. —Kingston se gira
hacia Ainsley, que acaba de unirse a nosotros—. Quédate con Jazz.
—Kingston, no. —Lo agarro del brazo antes de que pueda alejarse,
retirando rápidamente la mano cuando siento que la energía cruje entre
nosotros.
—¿Qué quieres decir con 'no'? —Sus cejas se juntan.
Ainsley me dedica una suave sonrisa. —Hola, Jazz.
—Hola. Gracias de nuevo por traer mi bolsa.
Ella asiente. —Por supuesto.
Me derrumbé y envié varios mensajes de texto a Ainsley en los últimos
días, pensando que era la opción más segura. Nuestra conversación se había
quedado en temas neutros, pero hablar con ella me ayudaba a frenar mi
soledad.
Me giro hacia Kingston. —Frank me está esperando en el frente. Ya
tengo quien me lleve.
La expresión de Kingston pasa de la preocupación al enojo en medio
segundo. —A la mierda. No vas a volver a esa casa. 26
Culo mandón.
Lo fulmino con la mirada. —¿Dónde más se supone que voy a ir? Es el
único hogar que tengo.
—Mi casa. —La indignación en su tono es pesada, como si cuestionar
esto fuera ridículo.
Bien, admito que la mansión Callahan tampoco es mi primera opción,
pero es mi única opción porque seguro que no me quedo con Kingston.
Cuando vivía en Watts, pasaba tanto tiempo cuidando a mi hermana mientras
nuestra madre estaba en el trabajo, que realmente no salía con nadie fuera de
la escuela. Mis amigos eran más bien conocidos de la escuela. La única
excepción era mi ex, Shawn, y no voy a preguntarle si puedo quedarme en su
casa.
Además, la señora Williams me dijo que Charles y Madeline estarán en
México durante dos semanas más, así que saber que no tendré que lidiar con
ellos es un alivio. Aunque tuviera dinero para un motel, que no lo tengo, no
me gusta la idea de estar completamente sola. En la mansión, siempre hay
personal que me ayuda si es necesario. Las cosas sencillas, como caminar o
vestirme, siguen siendo un poco difíciles de manejar. Tengo puntos que
recorren todo el ancho de mi pubis, así como un pequeño punto en el costado,
y cada vez que me muevo se estiran, lo que duele muchísimo. Hasta ahora no
me había dado cuenta de la frecuencia con la que el núcleo se compromete
con los más mínimos movimientos.
Por no mencionar el hecho de que la mitad de mi cuerpo fue golpeado.
Los moratones ya no son tan oscuros y mi ojo ya no está hinchado, pero me
duele cada punto donde me han golpeado, pateado o tirado al suelo. No voy
a mentir, mi colchón de lujo en casa del donante de esperma parece el cielo
después de pasar una semana en una incómoda cama de hospital.
Me burlo. —Gracias, pero no gracias.
—¿Por qué diablos no? —Prácticamente está gritando, sin preocuparse
en absoluto por las personas cercanas que ahora ven cómo se desarrolla el
drama.
Ainsley lo tira del brazo. —Kingston, cálmate.
—Uh... ¿debo llamar por radio a seguridad? —El guardia tira de mi silla
un poco hacia atrás.
—No. —Niego—. ¿Podemos irnos ya?
—Claro —dice, empujando mi silla hacia el ascensor.
Por supuesto, Kingston y Ainsley nos pisan los talones. Los cuatro
entramos en el ascensor cuando las puertas se abren.
—Jazz, no puedes volver a esa casa —insiste Kingston—. No hasta que
descubramos quién te hizo esto. No confío en ellos.
—¿Podemos discutir esto más tarde? 27
—Claro.
—¿De verdad? —Mis cejas se levantan. No esperaba que aceptara tan
rápido.
Kingston sonríe. —Sí, podemos hablar de ello más tarde. En mi casa.
Después de que te instales.
Debería haber sabido que era demasiado bueno para ser verdad. —
Voy a volver a mi casa. No soy una idiota; sé que no debo confiar en ninguno
de ellos. Nunca lo hice. Una cosa de la que estoy segura es que es mi única
opción. Puedo manejarlo.
El hombre que está detrás de mí probablemente se esté preguntando
qué demonios está pasando. Apuesto a que no suele sentirse como si hubiera
entrado en una telenovela cuando saca a alguien del hospital. El ascensor
llega por fin a la primera planta, así que nos dirigimos a la zona de recogida
de pacientes. Frank está de pie delante de un coche negro, esperando
obedientemente mi llegada.
Frank abre la puerta trasera. —Señorita Jasmine, me alegro de verla.
Sonrío. —Hola, Frank. Gracias por venir a buscarme.
Frank levanta la bolsa de viaje de mi regazo antes de ayudarme a salir
de la silla y entrar en el coche. —Estoy encantado de ayudar. —El pobre está
de pie, moviéndose torpemente porque Kingston le impide cerrar la puerta.
Sonrío suavemente. —Danos un minuto, ¿quieres?
—Por supuesto. —Asiente antes de rodear el vehículo y ponerse al
volante. Mientras tanto, Kingston está furioso y mantiene la puerta abierta, sin
duda calculando sus posibilidades de escapar si me lanza por encima del
hombro y sale corriendo. Los ojos de Ainsley se abren de par en par en señal
de advertencia, sin duda percibiendo sus intenciones con su extraño enlace
cerebral gemelo.
Sus labios se afinan mientras me abrocho el cinturón de seguridad. —
Estaremos justo detrás de ti.
Lo miro directamente a los ojos. —No. No lo harás. Me voy directamente
a la cama, así que no tiene sentido. —Me giro hacia su hermana—. No dejes
que me siga; hay mucho personal en la casa para vigilarme. Te enviaré un
mensaje más tarde, ¿de acuerdo?
Ella sonríe. —De acuerdo.
Kingston se agarra al marco de la puerta con ambas manos y se inclina
hasta quedar a escasos centímetros de mi cara. Sus ojos son hoy de color
verde bosque con pequeñas motas doradas alrededor del iris. Me hace falta
una gran cantidad de autocontrol para quedarme donde estoy y no inclinarme
hacia él. Puedo sentir el calor que desprende su cuerpo mientras nos miramos
fijamente, y tengo tantas ganas de tocarlo. Que me toque.
¿Qué tiene Kingston Davenport que me atrae tanto? ¿Por qué puede
atraerme a su órbita sin ningún esfuerzo? Esto es Los Ángeles. He estado 28
rodeada de bastantes tipos extraordinariamente atractivos en mi vida, pero
nunca he tenido una reacción tan visceral ante uno como la que tengo con él.
Respiro profundamente, tratando de calmar mi pulso acelerado. —
Kingston, por favor, muévete para que pueda cerrar la puerta.
—Esto no ha terminado, Jazz. —Endereza su columna vertebral y cierra
la puerta de golpe.
Lo observo mientras nos alejamos del bordillo, dejando que sus
palabras resuenen. Por supuesto, esto no ha terminado. Está lejos de terminar.
Tengo toda la intención de averiguar quién me atacó, quién los contrató y lo
que sea que esté pasando entre nuestros padres. Sólo tengo que esperar hasta
que tenga la suficiente movilidad para hacer algo al respecto.
Kingston puede hacerse el duro todo lo que quiera, pero no soy como
las chicas a las que está acostumbrado. No tengo miedo de ensuciarme las
manos, y definitivamente no tengo miedo de la verdad. Independientemente
de lo feo que pueda ser, voy a llegar al fondo de esto. Hay una oscuridad que
se está gestando dentro de mí, exigiendo retribución sin importar el costo, y
tengo toda la intención de cumplir. Si tengo que perder un trozo de mi alma
en el proceso... bueno, al menos me quedará un buen trozo.

—¡Jazz!
Sonrío cuando la sonrisa de mi hermana ilumina la pantalla de nuestra
llamada de FaceTime. —Hola, dulzura. Te extraño tanto.
Los redondos ojos de color chocolate de Belle se entrecierran al ver mi
aspecto. Esperé intencionadamente a estar en casa para ponerme en contacto
con ella y así poder disimular mis moratones. Un poco de maquillaje aplicado
estratégicamente y una luz tenue hicieron el truco. De cerca, todavía se puede
ver la ligera decoloración que se esconde debajo, pero durante una
videollamada, no tanto.
—No pareces herida.
Muerdo una sonrisa ante el tono acusador de Belle. Su descaro es una
de las cosas que más me gustan de ella.
—Eso es porque me siento mucho mejor. Los médicos me han
arreglado casi como nueva.
Odio mentir, pero no hay manera de que le diga lo que realmente pasó.
Es demasiado joven. Aunque lo haya endulzado, está en esa edad en la que
su imaginación se dispara. Lo último que querría es que visualizara cualquier
parte de lo que me pasó.
—¡Kingston me regaló un iPad, y ni siquiera es mi cumpleaños! —dice
emocionada, y finalmente pasa al siguiente tema. Gracias a Dios.
—Ya lo veo. —Sonrío—. ¿Ya le has dado las gracias? 29
—¡Hice un dibujo! —La cámara apunta ahora al techo, así que supongo
que ha dejado el iPad en el suelo—. ¡Mira!
Veo brevemente la cara de Belle pasando sobre la pantalla antes de
que coloque su dibujo delante de ella. Ha dibujado a un chico alto y rubio, a
una chica más baja y morena y a una chica aún más pequeña con trenzas en el
cabello, todos tomados de la mano. A juzgar por los colores elegidos por Belle
para el cabello y la piel, no hay duda de a quién representa cada persona:
Kingston, mi hermana y yo.
Mientras Belle habla sin parar de su vida desde la última vez que la vi,
yo sonrío y asiento, y de vez en cuando intervengo con algunas palabras. Sin
embargo, mi mente está en otra parte. No puedo dejar de pensar en Kingston,
lo cual es comprensible, supongo, teniendo en cuenta que él es la razón por
la que puedo hablar por FaceTime con mi hermana en este momento. El
apego de Belle a él después de sólo unas pocas salidas es inquietante. Pero
¿cómo puedo culparla cuando él no ha sido más que dulce, paciente y
generoso cada vez que lo ve? Nunca habría creído que poseía esos rasgos si
no lo hubiera visto con mis propios ojos.
El hombre es una contradicción andante.
La mayor parte del tiempo, es melancólico y misterioso, de una forma
totalmente sexy, como si fuera la hierba de los gatos para la población
femenina. Pero cuando está con los chicos fuera de la escuela, es relajado y a
veces hasta tonto. Con Ainsley y conmigo, e incluso con Belle, es super
protector, y hay momentos en los que es increíblemente considerado o
amable. Independientemente de qué Kingston esté recibiendo en ese
momento, siempre hay esta rabia subyacente que no creo que mucha gente
capte. O tal vez no entienden el alcance de la misma.
Recuerdo haber visto un vídeo durante mi primera clase de ciencias
sobre la erupción del Monte Santa Helena. El paisaje era impresionante,
amado por los entusiastas de las actividades al aire libre o simplemente por
cualquiera que buscara un lugar tranquilo para pasar el día. El volcán
permaneció en silencio durante más de cien años, mientras la presión
aumentaba bajo la superficie. Había suficientes pruebas de su inminente
despertar, pero los informes no fueron tomados suficientemente en serio por
el público en general. Los turistas siguieron acudiendo a la zona -algunos
incluso evadiendo los controles de carretera e ignorando las restricciones
aéreas- hasta que la combinación perfecta de acontecimientos provocó una
explosión catastrófica. La erupción fue tan poderosa que literalmente voló la
cima de la montaña, matando a todos los que estaban en los alrededores.
Kingston me recuerda a ese volcán. Si no miras más allá de su belleza
superficial, si ignoras las señales de advertencia, te estás poniendo en
peligro. Es peligroso, tal vez incluso mortal, y sería una tonta si lo olvidara.
—¿Van a venir a buscarme el domingo?
Me duele el corazón al ver la esperanza en los ojos de Belle. No hay
forma de que esté curada para entonces, y no quiero que me vea así. Además, 30
hasta que no esté segura de que Kingston no es sospechoso, no lo quiero cerca
de mi hermana.
—Oh, cariño, este domingo no, pero quizás el siguiente. —Si estoy lo
suficientemente bien para verla para entonces, haré que Frank me lleve.
Ella frunce el ceño. —¿Cómo es eso? ¿No quieres verme?
—Claro que quiero verte —le aseguro—. Pero... he estado en el
hospital una semana entera, y tengo muchísimos deberes que ponerme al día
para el colegio.
Al menos esa parte no es una mentira. Lo primero que me dijo la señora
Williams cuando llegué a casa fue que mi padre espera que siga con las tareas
escolares mientras estoy convaleciente.
—Los deberes son una estupidez. —Puntualiza su afirmación sacando
el labio inferior.
Me río hasta que los puntos de sutura se tiran, provocando un dolor
agudo. Tengo que fingir un estornudo para disimular mi grito, pero ese
movimiento lo empeora aún más. Maldita sea.
Me tomo un momento para respirar a través del dolor. —Realmente lo
es, pero ¿sabes lo que es bastante impresionante?
—¿Qué? —Veo cómo se le revuelve la cabeza mientras se le forma una
pequeña arruga entre las cejas.
—Puedes verme cuando quieras antes de eso. Solo tienes que pulsar
ese botón verde de la cámara de tu iPad y podremos chatear por vídeo.
—¡Esto es supermegaincreíble!
Dios, me encanta su sonrisa.
Me tapo la boca mientras un enorme bostezo se me escapa. Que te den
una paliza te quita la energía. No lo recomiendo ni un poco.
—Creo que me voy a echar una siesta antes de empezar con todos los
deberes. Tengo que irme ahora, pero llámame cuando llegues a casa de la
escuela mañana, ¿de acuerdo?
Belle asiente. —'¡Bien! Te quiero, Jazz.
—Yo también te quiero, dulce niña.
Su rostro desaparece cuando pulso el botón para finalizar la llamada.
Me meto con cuidado bajo las sábanas, apoyo la cabeza en la almohada y
cierro los ojos. Sólo recuerdo haber respirado profundamente un par de
veces antes de quedarme profundamente dormida.

31
Jazz

L
os insistentes golpes en mi puerta me despiertan. Me siento con
cuidado en la cama, balanceando las piernas hacia un lado.
—Espera un segundo.
Me dirijo lentamente hacia allí, giro la cerradura y abro la puerta. La
señora Williams está de pie en el pasillo con su cara de perra descansada
firmemente en su lugar.
—Señorita Jasmine, tiene una visita esperando en la sala de teatro.
¿Quiere recibirlo allí, o lo hago pasar aquí?
Suspiré. —Tampoco. Por favor, dile a Kingston que lo llamaré cuando
esté lista para hablar. Como le he dicho todos los días de la semana que he
estado en casa. 32
—No es el señor Davenport.
¿Eh?
—¿Quién es, entonces?
—Bentley Fitzgerald.
¿Qué está haciendo Bentley aquí? ¿Lo ha enviado Kingston? Miro la
camiseta de tirantes y los pantalones cortos de pijama que llevo puestos. No
cubre menos piel de la que mostraría en un día caluroso, pero sigo
sintiéndome expuesta.
—Dame unos minutos, y puedes enviarlo aquí. Necesito cambiarme
primero.
La señora Williams asiente. —Muy bien.
Me dirijo a mi vestidor y cierro la puerta. Cambiarme por completo me
va a costar demasiado esfuerzo, así que me conformo con tomar una vieja
sudadera con capucha. Me miro rápidamente en el espejo de cuerpo entero
y me complace ver que mis moratones han desaparecido casi por completo.
Me estremezco cuando mis ojos se dirigen al gigantesco nido de pájaros que
tengo en la parte superior de la cabeza. Llevo casi una semana sin lavarme el
cabello, que está muy grasiento y enredado.
Algo tan sencillo no debería ser tan difícil, pero con una muñeca jodida,
lo es. Puedo quitarme la férula cuando me ducho, pero sigo sin poder mover
la muñeca, y tratar de lavarme el cabello con una sola mano es jodido. Puede
que tenga que aguantarme y aprovechar el salón de belleza de Madeline.
Aunque eso no me ayuda ahora mismo. Oh, bueno. No es que tenga que
preocuparme por impresionar a Bentley, ¿verdad?
—Jazzy Jazz, ¿estás aquí?
Termino de subir la cremallera y abro la puerta, saliendo del armario.
Bentley está de pie en el umbral de mi puerta y sus ojos se dirigen hacia mí
cuando me aclaro la garganta.
—Hola. ¿Qué estás haciendo aquí?
Se abalanza sobre mí antes de que tenga la oportunidad de reaccionar,
tirando de mí en un gigantesco abrazo de oso, levantándome de los pies. —
Gracias a Dios que estás bien. Siento haber venido sin avisar, pero no podía
esperar más para verte.
Respiro cuando aprieta demasiado. Mierda, eso duele. —Bent... afloja.
—Mierda. Lo siento. —Inmediatamente me suelta y me mira—. ¿Cómo
te sientes?
—Está bien, considerando todas las cosas. —Me encojo de hombros—
. ¿Qué haces aquí? ¿Te envió Kingston?
—No, cariño. Sólo necesitaba ver que estabas viva con mis propios
ojos. Davenport probablemente se enojaría si supiera que vine. —Bentley se
aclara la garganta nerviosamente—. ¿Podemos hablar? 33
Mis ojos se clavan en los suyos, buscando. Decido que no hay nada
malo en escucharlo, ya que las probabilidades de que Bentley intente algo
turbio con la puerta de mi habitación abierta son escasas.
Asiento. —Sí, podemos hablar. Pero necesito sentarme.
Levanta una ceja oscura. —¿Necesitas ayuda?
—No, lo tengo. —Me subo a mi cama, recostándome contra el cabecero
acolchado—. ¿De qué quieres hablar?
Bentley toma la silla de mi escritorio y se sienta a horcajadas sobre ella.
—Quería disculparme. Si hubiera sabido que tu hombre estaba retrasado,
nunca me habría ido. Te juro por Dios, Jazz, que nunca te habría puesto en
peligro de esa manera.
Lo pienso por un momento. ¿Cómo se supone que debo confiar en este
tipo si dejarme sola era la trampa perfecta? ¿Cómo sé que no se fue, sabiendo
lo que iba a pasar, para tener una coartada?
Me siento más erguida cuando pienso en una forma de probar su
lealtad. —Tengo algunas preguntas.
Inclina la cabeza hacia un lado. —Puedes preguntarme cualquier cosa.
—¿Qué pasó realmente en esa fiesta? Y esta vez no puedes saltarte los
detalles. ¿Me drogaron?
—Mierda, no. —Niega con vehemencia—. Yo nunca... nosotros nunca.
—Tienes que darme más que eso, Bent, porque mi memoria está muy
borrosa de esa noche, lo que no tiene sentido después de sólo dos tragos.
Exhala con dureza. —Niña, deberías hacerle estas preguntas a
Kingston.
—Te estoy preguntando, Bentley. Vamos, después de lo que pasó, creo
que me merezco algunas malditas respuestas. ¿Cómo se supone que voy a
confiar en ti si no puedes responder a unas míseras preguntas? Ni siquiera sé
cómo llegué a la casa de la piscina. Recuerdo haber salido con ese tipo de la
UCLA, y lo siguiente que sé es que estoy pensando en lo bien que hueles.
Tarda un momento en responder. —Le pagamos a Lawson-Alias, el tipo
de la UCLA-para que te hablara durante las copas y te llevara a la casa de la
piscina una vez que estuvieras bien y descuidada, lista para desmayarte.
Vaya... así que este tipo Lawson estaba en esto. Otra persona más para
poner en mi lista de vigilancia. Miro fijamente a Bentley por un momento,
tratando de leerlo. Bueno, al menos parece arrepentido. ¿O tal vez está
fingiendo?
Frunzo el ceño. —Continúa.
—Y... te dio un segundo aire o algo así, así que tuvimos que improvisar.
—Bentley me da una sonrisa tímida.
—¿Qué pensabas hacer después de tenerme allí, toda 'descuidada y 34
lista para desmayarme'?
—Definitivamente no es lo que pasó —insiste—. Bueno, antes de que te
desmayaras, al menos.
Cruzo los brazos sobre el pecho. —Explícate.
Bentley suspira. —Sólo queríamos las fotos. Kingston quería hacer unas
cuantas fotos para que pareciera que los dos estábamos follando.
—Entonces, ¿podría compartirlas con todo el alumnado?
—Sí. —Se encoge de hombros.
—¿Por qué?
—Ahora, esa es realmente una pregunta para tu hombre. No puedo
hablar por él, pero definitivamente tenía sus razones.
—Por favor, deja de llamarlo mi hombre. Kingston no es mi nada.
—Aw baby, me gustaría que eso fuera realmente cierto. —Bentley pone
una mirada triste—. Mira, si te sirve de algo, nuestra sesión de besos, o el
vídeo en realidad, nunca fue planeado. Pero cuando deslizaste tu lengua por
mi cuello... la forma en que respondiste a un simple beso... nunca había
sentido una química tan explosiva. Estoy bastante seguro de que Kingston
diría lo mismo. Sólo la idea de un trío con nosotros te puso en marcha. No
puedes negar eso, Jazz; no podría haber sido más obvio. Creo que Davenport
y yo estábamos tan aturdidos, que nuestras pollas tomaron el control.
—No importa si estaba en ello. Lo que importa es que me tendieron una
puta trampa.
Bentley sonríe. —Entonces, ¿admites que querías darle un gran
mordisco a uno?
Le clavo una mirada. —No es el momento, Bentley.
Extiende las palmas de las manos. —Muy bien, muy bien. Mal momento
para las bromas. ¿Ayuda el hecho de que nos sentimos como una gran mierda
después? Nunca habría ido más lejos de lo que fue; lo juro por mi nuez
izquierda, Jazzy. Por muy jodido que suene, hicimos todo lo posible para
protegerte. Estábamos completamente de acuerdo en que las fotos que
publicáramos no mostraran desnudos. Nos aseguramos de que la casa
estuviera bien cerrada. Kingston incluso envió un mensaje de texto a su
hermana desde tu teléfono, para que supiera dónde estabas. No te habríamos
puesto en ningún peligro real.
—Claro, necesitábamos las fotos para dar pie a los chismes, pero nunca
quisimos hacerte daño de verdad. Quizá avergonzarte un poco o enojarte
como mucho. Nunca nos habríamos aprovechado de ti sexualmente, ni
borrachos ni sobrios. Puede que seamos idiotas, pero no somos unos putos
depredadores.
Me burlo. —¿Se supone que debo agradecerte que supuestamente me
protejas? Sí, supongo que me siento aliviada de que toda la escuela no pueda 35
elegir mis tetas en una rueda de reconocimiento, pero el daño ya está hecho.
Hay otras formas de herir a alguien más allá de lo físico, Bentley. Avergonzar
a las putas nunca está bien, ¡y montar una escena para hacerlo es aún peor!
Esa mierda duele.
Bentley agacha la cabeza. —Éramos unos idiotas, directamente. Para
que conste, tus tetas son jodidamente fantásticas. Si todo el cuerpo estudiantil
las viera, estarían de acuerdo.
Gruño. —No es la cuestión, imbécil.
Se pasa una mano por la mandíbula. —Sí, lo sé. Sólo digo. Francamente,
todos estábamos bastante sorprendidos de que nos perdonaras tan rápido
como lo hiciste.
—No te perdoné —corrijo—. Simplemente no vi el sentido de darle
vueltas al asunto. Por no hablar de algunas cosas muy buenas que sucedieron
después de eso. Pero después de la noche de bienvenida en el bosque, me
hizo cuestionar mi juicio sobre muchas cosas. No sé cómo se supone que debo
confiar en mis propios pensamientos, y mucho menos en los de los demás.
—Puedes confiar en mí, Jazzy Jazz. Los chicos también. Sé que hemos
hecho algunas cosas de mierda, pero esas pocas acciones no son indicativas
de lo que somos. De lo que haríamos para mantenerte a salvo. Tú nos importas;
muy poca gente cae bajo ese paraguas.
—¿Por qué debería creerte? ¿Por qué debería creer algo de lo que me
has dicho esta noche?
La mirada de Bentley no vacila mientras formula su respuesta. —
Pregúntame alguna vez por una chica llamada Carissa. No esta noche... pero
pronto. Te prometo que no tendrás ninguna duda de si te haríamos daño
intencionadamente o no.
Mentiría si dijera que no me intriga esta chica Carissa. —Me importa,
¿eh?
—Tanto, nena. Sería mucho más fácil si no lo hicieras, especialmente
para mí, pero así es la vida, supongo.
Me tomo un momento para digerir realmente sus palabras. Para
estudiar su lenguaje corporal. Al verlo así, con el arrepentimiento brotando
de él en oleadas, estoy bastante segura de que Bentley está siendo sincero.
Sigo siendo prudente porque no soy estúpida, pero estoy dispuesta a darle el
beneficio de la duda.
—De acuerdo.
—¿De acuerdo? De acuerdo, ¿qué?
—De acuerdo, te creeré. Por ahora. Pero si descubro que me has
mentido sobre algo de esto, no te daré una segunda oportunidad. No estoy
bromeando, Bent.
Bentley exhala con dureza. —Juro que no necesitaré una. El honesto
Abe de aquí en adelante. 36
Suspiré. —Entonces, ¿ahora qué?
Bentley se aprieta la nuca. —¿Quieres hablar de lo que pasó esa noche?
Cierro brevemente los ojos, evitando las imágenes que sus palabras
evocan. No puedo dejar de pensar en esa noche, y ninguno de esos
pensamientos es agradable.
—En realidad no.
Se mete el labio inferior completo en la boca. —¿Puedo preguntarte
una cosa?
—Me reservo el derecho a no contestar, pero claro; adelante.
—¿Estabas... el tipo que te hirió, estaba...?
Levanto las cejas, esperando a que termine la frase. El chico parece
muy incómodo. Estoy bastante segura de que sé a dónde quiere llegar, pero
no quiero asumirlo.
—¿El tipo que me hirió hizo qué, Bentley?
Se traga un nudo en la garganta. —¿Él... te forzó?
—No. —Inhalo bruscamente—. Lo intentó... pero no tuvo éxito.
La cabeza de Bentley cae sobre sus antebrazos, que están doblados
sobre el respaldo de la silla. Se queda así un momento, con la espalda
subiendo y bajando mientras respira profundamente.
Muevo la cabeza hacia un lado. —¿Estás bien?
—Sólo... dame un segundo.
¿Acaba de resoplar?
Cuando Bentley levanta la cabeza, sus ojos están inyectados en sangre
y llenos de lágrimas no derramadas. Toda la tensión persistente en mi cuerpo
se suaviza inmediatamente al verlo.
—Bent…
—Jazzy, sé que esto me hace sonar como un total marica, pero ¿puedo
abrazarte? Necesito sentirte.
Asiento. —Sólo ten cuidado con mi abdomen, ¿de acuerdo? Todavía me
duele.
Sin dudarlo, Bentley se estira a mi lado y me rodea con sus brazos la
parte superior del cuerpo, metiendo su cara en el pliegue de mi cuello.
Ninguno de los dos dice una palabra; simplemente nos quedamos sentados,
reconfortados en los brazos del otro. Lo abrazo tan fuerte como puedo cuando
noto sus lágrimas silenciosas goteando sobre mi piel, bajando hasta mi
clavícula. ¿Qué es lo que le molesta tanto? ¿Quién iba a pensar que este tipo,
que es un payaso la mayoría de las veces, se derrumbaría así?
Le quito la gorra de béisbol y lo peino con los dedos el cabello bien
recortado. —Bentley, ¿qué está pasando en esa cabeza tuya?
Sus puños se cierran alrededor de mi capucha. —Estoy tan jodidamente 37
contento de que estés bien. Necesitaba que estuvieras bien, no podría vivir
conmigo mismo si no lo estuvieras.
No sé qué decir a eso, así que me acurruco con él mientras intenta
controlar sus sollozos. No sé cuánto tiempo estamos acostados en mi cama,
arropados el uno por el otro, antes de que Bentley ronque suavemente. Me
alegro de haberme puesto una capa más de ropa, porque no tarda en tener la
cabeza apoyada justo sobre mi pecho, con la boca peligrosamente cerca de
mi pezón. ¿Qué pasa con los chicos que usan las tetas como almohadas? No es
que las mías sean tan blandas.
No tengo el valor de despertarlo, y si soy sincera, acurrucarse con
Bentley no es precisamente una dificultad. De hecho, me alivia que esté bien
que me toquen así después de lo ocurrido. El recuerdo de las manos y los
labios ásperos de ese hombre vil por todo mi cuerpo me eriza la piel. Tenía
miedo de no ser capaz de tolerar el contacto de nadie, independientemente de
lo que sintiera por él. Me deleito en el confort que me proporciona, sabiendo
que tendré que acumularlo para más adelante. Tengo la sensación de que las
cosas van a empeorar mucho antes de mejorar.
Jazz

—B
ueno, ¿no es esto dulce?
Abro los ojos y veo a Kingston de pie en la
puerta abierta de mi dormitorio, con un aspecto
terriblemente molesto. ¿Por qué estoy tan sudada?
Una presión en el pecho me hace mirar hacia abajo. Ah, sí, es cierto. Hay más
de noventa kilos de hombre-niño musculoso acostado sobre mí. La cabeza de
Bentley sigue sobre mi pecho izquierdo, y su mano está ahuecando mi
derecho.
Le doy un codazo. —Bentley, levántate.
Me aprieta la teta y murmura: —No quiero. Me gusta estar aquí.
No tengo la oportunidad de responder antes de que Kingston esté 38
tirando de la parte trasera de la camisa de Bentley, apartándolo de mí. —
Levántate, imbécil.
Bentley parpadea rápidamente, tratando de despejar la niebla del
sueño. Cuando se da cuenta de lo que está pasando, mira fijamente a su
amigo. —Vete a la mierda, amigo. Estaba cómodo.
Kingston devuelve la mirada de Bentley. —Obviamente. Mi pregunta
es, ¿por qué mierda estás aquí en primer lugar?
Bentley se pone de pie hasta su máxima altura, hinchando el pecho. —
He venido a ver cómo está Jazzy Jazz.
Kingston levanta una ceja. —¿Y palparla mientras dormía?
Los ojos de Bentley giran hacia mí, con pánico. —No te estaba tocando
mientras dormías. Quiero decir... supongo que sí, pero yo también estaba
durmiendo. No lo hice a propósito.
Sonrío suavemente. —Lo sé, Bentley. Está bien.
Le da a Kingston una sonrisa arrogante. —¿Ves? Le gusta que la
manosee.
Niego ante su ridícula postura. —Eso no es lo que he dicho, idiota.
Si la dureza de la mandíbula de Kingston es una indicación, no lo
encuentra tan divertido. —Piérdete, Fitzgerald. Necesito hablar con Jazz, y tu
presencia no es necesaria.
Bentley me mira de nuevo. —¿Quieres que te deje a solas con este
idiota, nena? Di la palabra y lo echaré a la calle para que podamos
acurrucarnos un poco más.
—En realidad, Bent, me gustaría que te quedaras.
Bentley sonríe ampliamente, mostrando sus hoyuelos sexys como el
infierno. —Claro que sí, nena. —Se acerca a mi cama con un poco más de
contoneo, antes de ocupar el espacio a mi lado, cruzando los brazos detrás de
la cabeza. Sus ojos brillan con diversión mientras se burla de Kingston—. La
hora de la siesta fue divertida. Deberíamos repetirla muy pronto.
Estoy bastante segura de que Kingston gruñó antes de murmurar:
—Sigue presionando, hijo de puta.
Kingston va a cerrar la puerta, pero hablo antes de que tenga la
oportunidad. —Déjala abierta.
—Preferiría no hacerlo. Peyton me vio subiendo las escaleras, y
definitivamente no está contenta de que haya venido a verte. ¿Realmente
quieres facilitarle la entrada aquí?
Suspiré. —Bien, pero no te acerques a mi cama.
Frunce el ceño. —Entonces, ¿está bien para Bentley, pero no para mí?
¿Por qué?
No estoy dispuesta a exponer la crisis emocional de Bentley, así que
39
me encojo de hombros.
Kingston frunce el ceño y se deja caer en la silla que Bentley había
ocupado antes. ¿Por qué es tan sexy cuando un tipo se sienta a horcajadas en
una silla de espaldas? No ayuda que Kingston esté recién duchado y huela
muy bien. Entre los dos, toda mi maldita habitación huele a hombre sexy.
—¿Por qué estás aquí, Kingston? Te dije que necesitaba tiempo.
—Tenemos que hablar. Han pasado dos malditas semanas. Necesito
saber qué mierda pasó en ese bosque desde tu punto de vista.
—La policía sabe todo lo que pasó. No tengo ganas de volver a
repetirlo.
—Deja de ser tan malditamente terca. Si recuerdas, tengo acceso a
recursos que la policía no tiene.
—¿Cómo qué? —lo desafío.
—Esa parte no es importante. —Niega—. Lo importante es tener toda la
información posible para poder atrapar al tipo que te hizo esto.
Me froto las sienes. —Kingston, si quieres que confíe en ti, tienes que
darme algo. No puedes seguir ocultándome información. Necesito una
muestra de buena fe.
—Jazz, como te dije antes, soy una de las pocas personas en las que
puedes confiar. ¿Por qué iba a desviarme para llevarte a un hospital si quisiera
hacerte daño?
Sé que tiene razón, pero me estoy cansando de toda esta falta de
divulgación. Este mundo -todos estos elitistas- parece estar lleno de secretos,
mentiras y crueldad.
—Aprecio lo que hiciste en ese bosque, Kingston. Realmente lo hago.
Pero creo que mi cautela está perfectamente justificada en esta situación.
Me estudia por un momento. —Bien, te daré algo. He visto el informe
policial, pero sé que no les has contado todo. ¿Qué estás ocultando, Jazz?
Levanto las cejas. —¿Cómo conseguiste una copia del informe policial?
—Con esos recursos que mencioné antes. Ahora, cuéntame lo que pasó
desde tu punto de vista. ¿Qué no le dijiste a la policía?
—Nuh-uh. Tú primero. Explica esa conversación que escuchamos. —
Miro en dirección a Bentley—. ¿Sabes a qué me refiero?
Él y Kingston comparten una mirada cargada antes de que Bentley me
responda con un simple movimiento de cabeza.
Kingston niega. —¡Eso no es algo que pueda soltar, Jazz!
—¿Por qué diablos no? Bentley lo sabe.
Su mandíbula se mueve. —¡Porque Bentley ha estado conmigo en todo
momento! Es mucha información que no es fácil de tragar, especialmente para
ti. Pregúntame algo más. Cualquier otra cosa. 40
—¿Por qué hiciste que Bentley me llevara tan lejos de la casa? ¿Qué
tenía de especial ese lugar?
Kingston se pasa la mano por el cabello, poniéndolo de punta. —Era el
muelle más cercano a la casa, sin contar el que lleva al cobertizo para botes.
No sé si te has dado cuenta, pero tenía un pequeño yate atado a él. Pensaba
llevarte al agua.
—¿Por qué no usar el muelle conectado al cobertizo para botes?
Me mira como si estuviera siendo densa. —Porque el claro bajo el
muelle que lleva a la casa tiene menos de dos pies en el extremo más
profundo. Hay un camino en la parte delantera de la casa, pero sólo se puede
llegar a él desde el interior de la casa. No creí que te gustara que te arrastraran
por una orgía, así que hice que mi chico lo moviera antes de que llegara
alguien.
—¿Tu chico?
—Tengo a alguien que me hace los recados y esas cosas cuando no
tengo tiempo. —Kingston se encoge de hombros.
—¿Como un topo?
Me lanza una mirada irónica. —Llámalo como quieras, pero yo lo veo
más como un asistente personal.
¿Qué joven de dieciocho años, que no esté en Hollywood, necesita un
asistente? Kingston Davenport, aparentemente.
—Increíble —murmuro—. ¿Este asistente es uno de tus recursos? ¿Es el
tipo que contrataste para investigar mi ataque?
Niega. —Conozco a un investigador privado. Tiene muchos contactos
dentro y fuera de la ley, de ahí el informe policial. Este tipo tiene un don para
conseguir información a la que la mayoría de la gente no tendría acceso,
incluida la policía.
Cruzo los brazos sobre el pecho. —¿Y cómo logra eso exactamente?
Kingston sonríe. —Tiendo a no hacer esas preguntas. Negación
plausible y todo eso.
Enarco una ceja. —En otras palabras, este investigador privado tuyo
obtiene información por medios ilegales.
—Estoy seguro de que algunos de sus métodos son perfectamente
legales —argumenta Kingston—. En cualquier caso, es su trabajo
preocuparse por cómo consigue la información. Es mi trabajo pagarle una
cantidad obscena de dinero por esa información.
—¿Por qué conoces a un investigador privado, de todos modos?
—Porque la información es poder —dice con naturalidad.
—¿Información sobre esto que me ocultas?
—Entre otras cosas. —Se muerde el labio, con aspecto contemplativo—
. ¿Puedo decir algo?
41
Respiro profundamente y lo suelto. —Adelante.
—No puedo quitarme de la cabeza la imagen de ti tirada en el suelo,
golpeada y ensangrentada. No puedo dejar de imaginar todas las horrendas
posibilidades de lo que pasaste. Es todo lo que pienso, día y noche. Me está
comiendo vivo, Jazz, todos estos, y si. Necesito saber qué pasó realmente.
Mi cabeza se levanta cuando apenas se le escapa la última frase. El tono
de mando que he llegado a asociar con Kingston Davenport no aparece por
ningún lado. Su voz es temblorosa, insegura. Me duele el pecho cuando oigo
la agonía que destilan sus palabras. Sé que le cuesta mucho tener esta
conversación delante de Bentley. A pesar de lo unidos que están estos dos, no
tengo la impresión de que les guste mostrarse vulnerables ante nadie.
Pienso en Bentley preguntándome si fui violada o no. Lo aliviado que se
sintió cuando lo negué. La última vez que vi a Bent fue antes de mi ataque, así
que la única forma de que supiera que era una posibilidad era que Kingston
lo hubiera mencionado. ¿Es eso lo que le preocupa a Kingston? ¿Piensa que
le mentí a los policías sobre eso por alguna razón? La forma en que me está
mirando ahora, esperando con la respiración contenida, me dice que podría
ser.
—Díselo, nena —dice Bentley en voz baja—. Tiene que saberlo.
—No fui violada.
Kingston cierra los ojos y respira profundamente, murmurando algo en
voz baja. Cuando los abre de nuevo, pregunta:
—¿Qué paso?
—Todo lo que está en el informe es lo que realmente sucedió, Kingston.
No he mentido en nada, si es lo que estás pensando. Simplemente no les di
toda la información.
Kingston frunce el ceño. —Entonces, ¿qué...?
Levanto la mano. —Es tarde y estoy jodidamente agotada. Realmente
me gustaría volver a dormir ahora.
Bentley me besa en la mejilla y se baja de la cama. —Supongo que esa
es mi señal para saltar. Envía un mensaje si necesitas algo.
—Gracias, Bentley.
Bentley se detiene en la puerta. —¿Vienes, hombre?
Kingston apenas le dedica una mirada. —En un minuto.
Bentley asiente. —Esperaré en el frente. Tenemos que hablar. Adiós,
Jazzy Jazz.
Kingston espera a que Bentley cierre la puerta tras de sí antes de volver
a hablar. —¿Por qué me ocultas algo? Ocultar información vital podría
impedirnos atrapar a los cabrones que te hicieron esto.
Porque no puedo ignorar la duda que esos hombres me han inculcado. Si
te digo lo que dijeron, tengo que afrontar el hecho de que podría ser cierto. 42
Intento sacudirme el recuerdo, pero no funciona.
A tu precioso novio le importas una mierda...endulzarte las bragas era
parte del plan.
Reprimo un escalofrío. —No creo que sea una información relevante.
Acabo de hablar con el detective esta tarde. La policía está trabajando
activamente en el caso. Estoy segura de que lo resolverán.
—¿Ah, sí? ¿Y cuántas pistas tienen hasta ahora?
Me muerdo el labio inferior. —Bueno, ninguna. Todavía. Pero eso ya lo
sabes, ¿no?
—Vamos, Jazz. En el fondo, sabes que puedes confiar en mí. Sabes que
puedo ayudarte. No tienes que hacer esto sola.
Parece tan sincero, y quiero creer desesperadamente que este hombre
no ha tenido nada que ver con mi ataque, pero tengo miedo. No quiero volver
a ser tan vulnerable, y Kingston Davenport es probablemente la única
persona en la Tierra que tiene el poder de borrar cada uno de mis muros.
—Kingston... —Me froto el cuello—. Necesito más tiempo para procesar
mis pensamientos.
Su mandíbula, como la de Cavill, se tensa mientras lo considera durante
unos instantes. —¿Cómo fue tu seguimiento con el doctor esta mañana?
Parpadeo rápidamente por el repentino cambio de tema. —¿Cómo
sabías que tenía una cita con el médico esta mañana?
Me lanza una mirada irónica. —¿De verdad?
Niego. —Ah, tus tendencias acosadoras. ¿Cómo podría olvidarlo?
—No te estoy acosando; estoy tratando de mantenerte a salvo.
Levanto las cejas. —Suena como algo que diría un acosador.
Sus ojos se estrechan. —¿Puedes ser seria por un minuto?
—¿Quién dice que no soy seria?
—¡Cristo, Jazz! —Se pasa una mano por la cara—. ¡No soy el maldito
enemigo! Deja de buscar peleas estúpidas conmigo y responde a la maldita
pregunta.
¿Es eso lo que estoy haciendo? Ah, mierda.
—Bien. Me han quitado los puntos, lo que ha sido un alivio porque me
picaban muchísimo. La muñeca se está curando bien. Vuelvo en una semana,
y el médico dijo que si todo va según lo previsto, me dará el visto bueno para
volver a la escuela entonces. —Me cruzo de brazos—. ¿Algo más que quieras
decir?
Sus ojos color avellana se estrechan. —Realmente no me gusta que te
quedes aquí.
Apoyo una mano en la cadera. —Como ya te he dicho, no tengo otro
sitio al que ir. No me voy a quedar en tu casa, Kingston. 43
Suelta un fuerte suspiro. —Voy a volver por la mañana, y vamos a hablar
de esto un poco más.
—Tienes clases por la mañana.
Levanta una ceja en señal de desafío. —Me importa un carajo.
—¿No has faltado lo suficiente a la escuela últimamente?
—Y tú también.
Me quejo. —No voy a tener tu incapacidad para graduarte en mi
conciencia.
Kingston me mira con suficiencia. —Tengo un GPA de 4,3 y obtuve 1560
en mis exámenes. Creo que me irá bien.
Sabía que era inteligente, pero maldita sea. Kingston sonríe mientras se
pone de pie, y la visión de eso hace que mis partes femeninas se den cuenta.
No, no voy a ir allí.
Suspiré. —¿Estás realmente preparado para dejar de ocultar lo que
sabes? ¿Revelar al cien por ciento lo que sabes?
Kingston abre la puerta de mi habitación. —Si eso es lo que necesitas,
entonces eso es lo que haré.
—Sólo... dame una semana. Si la policía no tiene un sospechoso para
entonces, te lo contaré todo.
Con suerte, para entonces, tendré las agallas para decírselo.
Sus labios se afinan. —Bien. Una semana como máximo. Luego, todas
las apuestas están cerradas.
Ni siquiera tengo la oportunidad de responder antes de que salga por
la puerta.

44
Kingston

P
eyton me está esperando al final del pasillo. A no ser que quiera
empujarla por todo el tramo de escaleras, tengo que escuchar
cualquier idiotez que esté a punto de soltar. Por muy tentador que
sea empujarla, no me apetece ir a la cárcel hoy. O nunca, para el caso.
—¿Cómo está Jasmine?
Mis cejas se alzan. —¿Realmente te importa?
Sus labios rosados y brillantes se doblan en las esquinas. —La verdad
es que no.
—¿Entonces por qué preguntas, Peyton? No tengo tiempo para esto.
—Sólo por curiosidad. —Se encoge de hombros, tratando de proyectar
indiferencia, pero no me lo creo—. Así que... mi cumpleaños es en dos
45
semanas. Este año cae en sábado.
—¿Y?
—Y voy a dar una fiesta, ¿recuerdas? Quiero decir, duh, por supuesto,
lo haces. Es mi gran ocho. La he estado planeando, como, literalmente, desde
siempre.
—Ve al puto grano.
Peyton hace girar un mechón de cabello largo y rubio alrededor de su
dedo índice. —Sólo quería asegurarme de que supieras que sigues invitado.
¿Qué mejor momento para dejar atrás todo este drama y anunciar
formalmente que volvemos a estar juntos?
Esta perra es aún más delirante de lo que pensaba. —No me interesa.
—Intento pasar por delante de ella, pero me bloquea.
Sus ojos azules se estrechan en rendijas. —Kingston, piénsalo muy bien.
Tienes una última oportunidad.
—¿Una última oportunidad para qué?
Su nariz se levanta hacia arriba. —Para disculparte por tu
comportamiento. Para pedirme perdón. Para dejar toda esta tontería con esa
puta del crack en el pasado.
Mis molares rechinan juntos. —Muévete, Peyton.
—Vas a lamentar esto, Kingston.
Doy un paso adelante y me pongo en su cara. —Lo único que lamento
es cada minuto que he pasado contigo. Ahora, muévete antes de que te
obligue a moverte.
—¡Eres un imbécil!
Me burlo. —Eso no es noticia. Último aviso, Peyton. Muévete.
Peyton desplaza su cuerpo para que pueda pasar, pero sigue lo
suficientemente cerca como para que sus tetas me rocen el brazo cuando
paso. Esa maniobra es, sin duda, intencionada por su parte, y jodidamente
molesta por la mía. Empiezo a pensar que nunca entenderá la indirecta. No es
que haya sido sutil sobre el hecho de que la desprecio.
—Sólo recuerda que cualquier cosa que suceda a partir de este
momento, es tu culpa, Kingston. Tú te lo has buscado. Lo que le pasó a Jasmine
en el lago no es nada comparado con lo que pasará si sigues apartándome.
Me detengo a mitad de la escalera y me doy la vuelta. —¿Tienes algo
que confesar, Peyton?
Había sospechado que Peyton había contratado a alguien para atacar a
Jazz desde el principio, pero no creía que fuera tan estúpida como para
admitirlo.
Cruza los brazos sobre el pecho. —Supongo que ahora veremos, ¿no?
Me río. —Vaya... eres más tonta de lo que pensaba si crees que voy a 46
responder a una de tus amenazas. Ten en cuenta que, sea lo que sea lo que
me lances a mí, o a cualquiera que me importe, mi retribución siempre será
diez veces peor. Haz lo que quieras, Peyton. Me encantaría ver cómo te
retuerces cuando llegue el momento de la venganza.
Estoy bastante seguro de que sus mejillas han palidecido, pero lleva
demasiado maquillaje para que pueda estar seguro. —No me asustas.
Continúo mi camino por las escaleras sin mirar atrás. —Ya lo veremos.
Peyton suelta un grito agudo cuando salgo por la puerta principal.
Bentley está apoyado en su coche, esperándome.
—¿Era Peyton gritando como una banshee? —Mueve la barbilla hacia
la casa.
—Sí. Hoy está siendo especialmente molesta. —Saco mi teléfono del
bolsillo y envío un mensaje de texto a mi investigador privado, diciéndole que
añada a Peyton también. Ya está vigilando a su madre, pero aún no ha
encontrado nada sospechoso—. ¿De qué querías hablar?
—¿Realmente necesitas preguntar?
Aprieto la mandíbula mientras abro la puerta de mi Agera. Me jode que
Jazz pueda confiar tan fácilmente en el culo de este bromista pero no en mí.
—¿Qué pasa con ella?
—¿Va a estar bien en esa casa?
Me froto la mandíbula con una mano. —No me gusta: los Callahan están
en lo alto de mi lista de sospechosos. Pero Jazz es una mierda obstinada, así
que le estoy pagando a Frank para que la vigile hasta que pueda convencerla
de que se quede conmigo. No puede estar con ella todo el tiempo, pero es
mejor que nada. —Tengo cuidado de hablar en voz baja, para que no nos
escuchen.
Levanta una ceja. —¿Frank? ¿El conductor?
—Solía ser guardaespaldas de algunos miembros de la élite de
Hollywood, así que tiene las habilidades que necesito.
—No, mierda —Bentley reflexiona—. Supongo que eso explica por qué
está construido como un tanque. ¿Por qué cambió de carrera?
Me encojo de hombros. —Fue padre hace un par de años. El niño vive
con su madre, pero Frank tiene visitas regulares. Si tuviera que adivinar, diría
que quería un trabajo que no requiriera tantos viajes ni conllevara tanto
riesgo.
—Tiene sentido. —Asiente Bentley—. ¿Cómo sabes todo esto?
—¿Cómo crees?
Pone los ojos en blanco. —Ya. A veces me olvido de toda la gente que
tienes en nómina.
—No puedo permitirme ese lujo —murmuro—. ¿Tienes hambre? Podría 47
ir por una hamburguesa.
—Hermano, ya deberías saber que nunca rechazaré una hamburguesa.
—¿In-N-Out?
Bentley abre la puerta de su Porsche y se desliza en el asiento del
conductor. —¿Era una pregunta real?
Me río. —La verdad es que no. Nos vemos allí.
Me saluda con un gesto de lucidez antes de cambiar de marcha y
alejarse. Se me erizan los pelos de la nuca, así que levanto la vista y,
efectivamente, veo a Jazz apoyada en la ventana de su habitación, mirándome.
Mantenemos una de nuestras extrañas conversaciones silenciosas en las que
mis ojos me dicen que no me voy a rendir hasta que ella ceda. Sus ojos me
dicen que me va a hacer trabajar por ello. Sonrío mientras entro en mi coche
y pulso el botón de encendido.
Adelante, cariño.

—¿Cómo está Jazz? —pregunta Ainsley.


—Está bien, considerando todas las cosas.
—No puedo creer que hayas ido allí después de que ella te pidiera
específicamente que no lo hicieras. Eres un idiota.
—Dime algo que no sepa.
Ainsley se mete unas cuantas patatas fritas en la boca y las mastica antes
de volver a hablar. —Gracias por la comida. El ensayo ha sido intenso esta
noche. Me muero de hambre y no me apetece esperar a que me la entreguen.
Nuestro padre, el bastardo tacaño que es, envía fuera a todo el personal
cada vez que sale de la ciudad. Yo casi nunca como en la casa principal, así
que estoy acostumbrado a valerme por mí mismo, pero Ainsley no. Si nuestro
chef, Luis, tiene el día libre, ella suele pedir comida para llevar o está aquí,
gorroneando de mí. Ella es la razón por la que tengo tanta maldita comida
para pollos en mi nevera.
—Sabes que siempre cuidaré de ti, hermanita. —Le hago una llave en
la cabeza y le revuelvo el cabello para reafirmar mi afirmación.
—¡Uf! ¡Suéltame, cara de pene!
Me río mientras ella intenta sin éxito, debo añadir alisarse el cabello.
—Te encanta que te joda.
—No, no lo sé. No me hagas echarle la culpa a Reed.
—No me hagas hablar de esas tonterías.
Ainsley estrecha los ojos. —¿Qué tonterías?
—Tú y Reed —aclaro—. No me gusta.
Cuando uno de mis mejores amigos me dijo que quería salir con mi
hermana, digamos que no me hizo mucha gracia. Por desgracia, a mi gemela
48
le importa una mierda lo que yo piense, y Reed está tan malditamente
enamorado de ella que tampoco lo hace. Tienen la suerte de que tengo
muchas otras cosas de las que preocuparme, así que no me enfrento a ellos.
Pero si acaba haciéndole daño, sea o no su mejor amigo, le voy a dar una
paliza.
—Realmente no me importa. —Ainsley levanta la nariz—. Además...
técnicamente, no existimos Reed y yo. Todavía.
Bueno, eso es nuevo para mí. Nunca lo sabrías por la frecuencia con la
que se ponen ojos de fóllame.
—Explícate.
Se encoge de hombros. —No te hagas ilusiones. Habrá un Reed y yo.
Sólo que aún no hemos tenido ninguna discusión formal o... ya sabes, no
hemos follado, para hacerlo oficial.
—Oh, Cristo —me atraganté—. No quiero oír hablar de tu vida sexual,
Ains. Especialmente cuando Reed está involucrado.
Ainsley se ríe. —Tú lo has pedido.
La señalo. —No he preguntado. Para futuras referencias, no quiero
escuchar nunca sobre tu vida sexual. Nunca.
Mi hermana se burla. —No seas infantil. Somos adultos legales, y está
perfectamente bien tener una vida sexual sana, seas hombre o mujer.
Además, tú eres el que perdió la virginidad a los catorce años, cuatro antes
que yo, así que no tienes derecho a juzgar.
—No estoy juzgando. —Levanto las manos en un gesto conciliador—.
Pero sigo sin querer oír hablar de que te has tirado a mi mejor amigo.
Las preferencias sexuales de Reed no son precisamente vainilla. Lo
último que necesito es pensar en él haciendo esa mierda con mi hermana.
—Hablando de mejores amigos... —dice ella—. ¿Has hablado con
Bentley últimamente? He estado preocupada por él desde que todo se vino
abajo con Jazz. Estoy segura de que está pensando mucho en Carissa ahora
mismo.
Me encojo de hombros. —Hasta ahora parece estar bien, pero lo estoy
vigilando.
Ainsley suspira. —Bentley trata de ocultarlo, pero sé que aún le duele
mucho.
Me trago el nudo en la garganta. —Sí, lo sé.
—¿Cuándo fue la última vez que lo viste?
—Justo antes de llegar a casa, en realidad. Me encontré con él en la
casa de Jazz, y fuimos a comer hamburguesas después.
Sus cejas se levantan. —¿Qué hacía Bentley en casa de Jazz? 49
—Estaba tomando una siesta con ella.
Los ojos avellana de Ainsley se abren tanto que parece que están a
punto de salirse del cráneo. —¿En serio?
—Síp. —Pongo la P al final de la palabra.
Frunzo el ceño mientras la imagen de Bentley y Jazz envueltos el uno en
el otro se me viene a la cabeza. Me vuelve loco saber que existe una atracción
mutua entre ellos, y no sólo en el sentido físico. Es cierto que no es tan fuerte
como la conexión que compartimos Jazz y yo, pero está ahí.
Francamente, es muy confuso porque quiero que mi mejor amigo sea
feliz. Después de la muerte de Carissa, Bentley se culpó a sí mismo y
posteriormente cerró sus emociones casi por completo. Diablos, todavía se
culpa a sí mismo, a pesar de que no tiene ninguna razón para hacerlo. Bentley
se ahoga en coños, licores y hierba con regularidad para acallar toda la
mierda que corre por su cerebro.
Empezaba a pensar que nunca se permitiría acercarse a otra chica
hasta que llegó Jazz. Ha sido bastante obvio desde el primer día que Bent está
enamorado de ella. El único problema es que no tengo intención de renunciar
a ella. Bentley es como un hermano para mí. Haría casi cualquier cosa por él,
pero no voy a ceder en esto. No puedo.
Los labios de mi hermana se mueven como si pensara que todo esto es
divertidísimo. —¿Cómo fue eso? No me imagino que te haya gustado.
Estiro el cuello de lado a lado, intentando aliviar la repentina tensión.
—¿Cómo crees que fue? Bentley fue el sabelotodo de siempre, y Jazz estaba
siendo muy obstinada.
Ahora Ainsley se ríe a carcajadas. —Hombre, tienes mucho trabajo con
eso.
—Dímelo a mí. —Me muerdo la punta del pulgar.
—Dios, la quiero —dice mi hermana con nostalgia—. Es agradable
tener otra chica en el redil de nuevo.
Se me escapa una sonrisa, a pesar de mi irritación actual. Ainsley tiene
problemas para entablar relaciones con otras mujeres, ya que no es
superficial ni gatuna como la mayoría de las chicas que conocemos. Jazz es su
primera amiga desde Carissa, y aunque al principio fui un idiota, me alegro
de que tenga alguien con quien hablar de cosas de chicas. Seguro que nunca
tendrá eso de las esposas de nuestros padres.
—Necesito que me hagas un favor.
Su expresión se vuelve más seria. —¿Qué?
—Necesito que averigües qué pasó en el lago. Jazz no quiere hablar
conmigo.
Ainsley niega. —Kingston, no voy a ser tu espía.
—No te lo estoy pidiendo exactamente —le aseguro.
50
—¿Qué es exactamente lo que quieres averiguar?
Me encojo de hombros. —Jazz ya me tranquilizó mi mayor temor,
confirmando que no fue violada, pero nada más.
Ainsley permanece en silencio.
Mis ojos se abren de par en par. —¿Te contó lo que pasó?
Ella niega. —No del todo. Sin embargo, conozco algunos detalles.
—¿Y no pensaste en compartirlos conmigo? —Levanto las manos—.
¿Qué demonios, Ainsley?
—No voy a traicionar su confianza, Kingston. ¿No crees que ya ha
sufrido bastante? No necesitas todos los detalles para saber que fue bastante
traumático.
—Necesito los malditos detalles, Ains. ¿Cómo se supone que vamos a
atrapar a estos tipos si no tenemos nada en qué basarnos? La policía no tiene
ninguna pista.
Me mira con curiosidad. —¿Cómo lo sabes? ¿Y cómo sabías que eran
dos?
He protegido a mi hermana de muchas cosas en los últimos dos años,
pero creo que ya es hora de contarle algunas cosas. Sólo le diré lo suficiente
para mantenerla a salvo, sin embargo. Algunas cosas, es mejor que no las
sepa.
Respiré profundamente. —He contratado a un investigador privado
para que lo investigue. Lleva un tiempo trabajando en algo para mí, pero
también está intentando encontrar a los cabrones que atacaron a Jazz.
—¿Por qué tienes un investigador privado trabajando para ti? ¿Qué es
lo que no me dices?
—Algo turbio está pasando entre papá y Charles Callahan.
Posiblemente Madeline también. Son demasiado buenos para cubrir sus
huellas, sin embargo. No pude averiguar nada por mi cuenta, así que contraté
al investigador para que lo investigara.
—¿Algo como qué? ¿Y qué ha pasado para que sospeches que han
hecho algo tan poco limpio?
—Ains, no quiero arrastrarte a esto hasta que tenga más pruebas.
Digamos que... estoy bastante seguro de que tienen un lucrativo negocio
secundario que está realmente desordenado y es altamente ilegal. Basado en
alguna información reciente que he obtenido, ha estado funcionando durante
casi dos décadas, posiblemente más.
Sus ojos se abren de par en par. —¿Como drogas?
Niego. —Peor.
Me mira fijamente durante un momento. —¿Qué piensas hacer cuando
consigas las pruebas que buscas? 51
—Encerrarlos de por vida, donde deben estar.
Ainsley se queda boquiabierta. —¿Meterías a papá en la cárcel? Sé que
es un idiota, pero, caramba, Kingston, eso es muy duro. Sigue siendo la
persona que es medio responsable de darnos la vida.
Precisamente por eso no se lo he dicho hasta ahora. Nuestro padre nos
ha tratado toda la vida como si no fuéramos más que una molestia, pero ella
sigue queriéndolo por alguna razón. Yo, sin embargo, no he tenido ese
problema en mucho tiempo. Tal vez nunca.
Me froto la mandíbula. —Ains... necesito que confíes en mí en esto. Te
prometo que te lo contaré todo pronto.
Algunos pensarán que es un gran riesgo contarle cualquier cosa, pero
no tengo ninguna duda de que la lealtad de mi hermana está conmigo cuando
todo está dicho y hecho.
Baja la cabeza. —Bien, no diré nada sobre la situación de papá. En
cuanto a Jazz, lo mejor que haré será intentar convencerla de que hable
contigo.
—Gracias. John, mi investigador privado, tiene una copia del informe
policial, pero no creo que cuente toda la historia. Algo no me parece bien.
Ainsley inclina la cabeza hacia un lado. —¿Qué quieres decir?
—No lo sé. —Me encojo de hombros—. Es sólo una sensación que
tengo.
—La veré este fin de semana, así que hablaré con ella entonces. Como
se supone que todavía está en cama, vamos a pedir pizza y ver películas.
Vaya, vaya. Parece que los chicos y yo tenemos una noche de chicas en
la que colarnos. Jazz querrá colgarme de las pelotas si me presento en su casa
antes de que haya pasado una semana completa, pero no es probable que me
mutile con público, así que me arriesgaré. Está a punto de ver de primera
mano por qué mi persistencia siempre da resultado.
Si tenía alguna duda sobre la legitimidad de esa declaración, se
borrará este fin de semana.

52
Jazz

—¡H
ola, chica! —Ainsley irrumpe en mi habitación, con
dos bolsas de supermercado reutilizables
colgando de sus brazos.
—¿Qué hay en las bolsas?
Ella sonríe. —¿Qué más? Patatas fritas, palomitas, caramelos. No
puedes ver una película sin llenarte de cantidades abundantes de comida
chatarra.
Me río entre dientes. —¿Pensé que íbamos a pedir pizza?
—Ya lo hice —responde Ainsley—. Una de piña grande y aceituna
negra para ti -que es asquerosa, por cierto- y un triple pepperoni para mí.
—Oye, no lo critiques hasta que lo pruebes.
53
—No. —Ella niega—. Nunca va a suceder.
—Tú te lo pierdes. —Me encojo de hombros.
Ainsley mira alrededor de la habitación. —Entonces, ¿dónde debería
instalarme? El repartidor dice que la pizza debería estar aquí en unos diez
minutos.
—La sala de cine principal está en el sótano, pero no me apetece bajar
dos tramos de escaleras. Si no te importa descansar en un sillón, podemos
usar la sala de juegos al final del pasillo.
—Me parece bien.
—Sólo necesito orinar muy rápido. ¿Nos vemos allí? —Me deslizo fuera
de la cama y me dirijo a mi cuarto de baño.
—Claro que sí, Jazz.
Cuando por fin llego a la sala de juegos, Ainsley ya está poniendo la
primera película. Sonrío cuando aparecen en la pantalla gigante tres Honda
Civics negros, cuyos conductores tienen la misión de secuestrar un
semirremolque lleno de aparatos electrónicos.
—Dios, me encanta esta película.
—A mi también —está de acuerdo Ainsley—. Si las vemos una detrás
de otra, deberíamos tener tiempo para terminar las tres primeras entregas
antes de que tenga que viajar.
Niego. —No. Por lo que a mí respecta, la segunda y la tercera película
no existen. Vamos directamente de la primera a la cuarta.
—Lo reconozco. —Ainsley se ríe—. Lo único bueno que salió de
cualquiera de esas dos películas fue la incorporación del personaje de
Ludacris.
—Totalmente —estoy de acuerdo.
Encuentro una posición cómoda y extiendo una manta peluda sobre mis
piernas. Justo cuando voy a tomar la bolsa de palomitas que Ainsley había
puesto entre nosotros, la puerta se abre de golpe.
—¿Alguien pidió pizza? El repartidor llegó justo después de mí.
Hablando de la sincronización perfecta.
Mi cabeza gira para encontrar a Bentley de pie en la puerta, con dos
cajas de pizza en los brazos.
—¿Qué diablos estás haciendo aquí? —Ainsley me quitó las palabras
de la boca.
Bentley da unos pasos hacia delante, y justo detrás de él están sus dos
mejores amigos. Ainsley sonríe al ver a Reed. Estoy bastante segura de que
tengo la expresión exactamente opuesta en mi cara mientras miro a Kingston.
Bentley pone la pizza en la mesa de café, le da la vuelta a la tapa y toma
una porción de aceituna con piña. —¿Por qué iba a estar aquí si no? He oído 54
que estamos viendo películas.
—¡Oye! —grito—. Eso es mío.
Da un enorme bocado, se deja caer en medio del sofá y pone una cara
divertida mientras mastica. —Esta mierda es asquerosa.
Pongo los ojos en blanco. —Aquí hay una solución: No te comas mi
maldita pizza.
Bentley empieza a quitarle las aceitunas y las echa en la caja. —No, esto
funciona.
Mientras Bentley y yo discutimos sobre la pizza, Reed deja las bebidas
y toma asiento junto a Ainsley. El único lugar que queda en el sofá está a mi
derecha, y Kingston lo ocupa rápidamente, colocándome entre él y Bentley.
Genial.
—Demasiado para darme tiempo —murmuro.
Los labios estúpidamente llenos de Kingston se inclinan hacia arriba en
las esquinas. —Uno de estos días, aprenderás que la paciencia no es mi virtud.
—Oh, créeme, ya soy consciente de ello.
Ahora tiene una sonrisa de oreja a oreja. —¿Entonces cuál es el
problema?
Le lanzo dagas con la mirada. —Tú. Tú eres mi problema. Juro que ya
lo he mencionado antes.
Bentley pasa su brazo por encima de mis hombros. —Vuelve a meter
las garras, gatita. Vamos, ¿cuál es el problema? Estamos aquí para relajarnos
y ver algunas películas. Diablos, incluso pediré más comida, así no tendrás
que preocuparte por compartir tu asquerosa pizza.
—Mi pizza no es asquerosa. —Hago un mohín.
Bentley se ríe. —Lo que tú digas, nena.
—No seas condescendiente, Bent.
Se lleva la palma de la mano al pecho y jadea. —Nunca lo haría. Sólo
digo que si quieres enrollarte conmigo durante la película, ¿podrías comerte
un caramelo de menta antes?
Le dirijo mi mejor mirada de asco. —No te preocupes, Bentley, mi boca
no se acercará a la tuya.
—Ya lo veremos. —Guiña un ojo.
Kingston se acerca a mí y golpea a Bentley en la nuca. —Cállate,
imbécil.
Bentley se frota la nuca. —Mueve la polla, hermano.
Kingston estrecha los ojos. —Mantén tus manos para ti, y no tendremos
problemas.
Bentley niega y murmura algo en voz baja. 55
—Eh, chicos —interrumpe Ainsley—. ¿Pueden parar la lucha de
espadas para que podamos ver la película?
Kingston se levanta del sofá y apaga las luces del techo.
—¡Oye! ¿Por qué hiciste eso? —pregunto.
Se deja caer de nuevo en el cojín a mi lado. —Había un resplandor en
la pantalla.
No, no lo había, pero me callo porque estoy harta de perderme el
espectáculo. Hago todo lo posible por concentrarme en los coches rápidos y
los hombres de la pantalla, ignorando a los idiotas que están a mi lado.
Lamentablemente, sólo hago un trabajo a medias porque la colonia
amaderada de Kingston huele demasiado bien. De hecho, lo olí en un
momento dado, pero no me llamó la atención si se dio cuenta.
A mitad de la tercera película, me pongo inquieta porque necesito
estirarme, pero el sillón no es lo suficientemente grande. Se supone que tiene
capacidad para ocho personas, pero los tres chicos gigantes y su incesante
necesidad de extenderse ocupan una gran parte del espacio. Tras varios
intentos patéticos de girar mi cuerpo, finalmente me rindo con un resoplido.
Kingston se inclina hacia mi oído. —¿Qué pasa?
—No puedo encontrar una posición cómoda.
—¿Ayudaría acostarte?
—Probablemente. —Me encojo de hombros—. Pero no hay suficiente
espacio para hacerlo.
—Claro que sí —insiste—. Pon tu cabeza en mi regazo y recuéstate.
Resoplo. —No voy a poner mi cabeza en tu regazo, Kingston.
—No te estaba pidiendo que me la chuparas, Jazz. Sólo trato de ayudar.
—Su cara está lo suficientemente iluminada como para ver el calor que arde
detrás de sus ojos, como si me estuviera visualizando haciendo exactamente
eso.
No, no voy a ir allí.
—Gracias, pero no gracias.
—Bent, mueve el culo —exige Kingston—. Jazz necesita acostarse.
Bentley sonríe. —Puedes acostarte sobre mí cuando quieras, Jazzy.
Kingston saca la almohada de debajo del brazo y se la arroja a Bentley.
—Puede apoyar la cabeza en eso. En el sofá.
Miro la almohada con anhelo. —Todavía no hay suficiente espacio.
Kingston se palmea los muslos. —Pon tu cabeza en la maldita almohada
y pon tus piernas sobre mi regazo.
—Bien —murmuro, poniéndome cuidadosamente de lado y
estirándome. Odio admitirlo, pero esto es mucho más cómodo.
56
Kingston acomoda la manta para que siga cubriendo mi cuerpo y apoya
sus manos en mis tobillos. —¿Esta posición es suficiente para ti?
La posición es perfectamente inocua, pero mis hormonas no han
recibido el memo.
—Sí. —Vuelvo a centrar mi atención en la pantalla, donde hay una
escena de persecución ridícula, inverosímil, pero totalmente impresionante.
El pulgar de Kingston roza círculos justo encima de mi tobillo, que cada
vez es más difícil de ignorar. El calor florece bajo mi piel, provocando un
dolor sordo entre mis muslos. No sé si alguna vez entenderé esta conexión
que él y yo compartimos. Kingston apenas me toca, mierda, pero siento que
me derrito en un charco de necesidad. Es como si hubiera un vínculo
inherente entre nosotros, algo que trasciende la lógica. Es incluso peor ahora
que hemos tenido sexo. Sabiendo lo que se siente al tenerlo moviéndose
dentro de mí, el sonido que hace cuando se corre, prácticamente estoy
salivando ante la idea de hacerlo de nuevo.
Pero eso no va a suceder, me recuerdo a mí misma. Kingston me está
ocultando algo, varias cosas, y hasta que no sepa qué es, no puedo pensar en
confiar en él, y mucho menos en tener una relación con él. Esas dudas que me
asaltan nunca desaparecerán mientras haya tantos factores desconocidos.
¿Por qué se empeñó en alejarme al principio? ¿Por qué creyó necesario
intimidarme, humillarme, sacarme fotos incriminatorias? Dios, eso en sí mismo
debería ser una ofensa imperdonable, pero extrañamente, es la menor de mis
preocupaciones.
Quiero saber qué oculta sobre nuestros padres y por qué cree que no
podría soportarlo. La conversación que escuchamos entre nuestros padres va
en contra de todo lo que sé sobre mi madre. Claro que no tenía el mejor gusto
para los hombres, Jerome y mi padre son grandes ejemplos, pero no era
promiscua. La única vez que la vi con un hombre durante mi infancia fue su
breve relación con Jerome.
Cuando tenía quince, quizá dieciséis años, le pregunté a mi madre por
qué nunca salía con nadie, y me dijo que Belle y yo éramos lo primero.
Trabajaba tan duro para mantenernos, estaba tan centrada en asegurarse de
que creciéramos como mujeres fuertes e independientes, que no le quedaba
tiempo para nada más. No tiene ningún sentido que tuviera sexo casual con
dos hombres considerablemente mayores con los que no tenía nada en
común.
Estoy tan ensimismada que no me doy cuenta de que la película ha
terminado hasta que Ainsley se levanta para volver a encender las luces.
Parpadeo rápidamente mientras mis ojos se adaptan a la luminosidad antes
de sentarme con cuidado. Por costumbre, empiezo a limpiar el desorden de
la comida, pero Bentley me aparta la mano de un manotazo y toma el relevo.
—Te ves cansada, nena. Los chicos y yo nos encargaremos de esto
antes de irnos.
No me había dado cuenta hasta ahora, pero estoy bastante cansada. 57
Normalmente, no tendría tanto sueño a las diez, pero recuperarme de
múltiples lesiones no es precisamente normal para mí.
—¿Seguro?
Bentley enmarca mi cara con sus grandes manos y me da un beso en la
frente. —Positivo. Vete a la cama y nos veremos fuera.
—Gracias, Bent.
Siento que Kingston espera mi atención, pero me dirijo primero a
Ainsley.
—Gracias por la idea de la noche de cine.
—Por supuesto. ¿Todavía quieres salir mañana? —Ella mira a cada uno
de los chicos señalando—. ¿Sin estos intrusos?
—¡Oye! —dice Bentley—. Eso fue un poco grosero, ¿no crees?
Reed se muestra silencioso y estoico como de costumbre, y sólo esboza
una leve sonrisa en respuesta. Kingston saluda a su hermana con el dedo
corazón.
Ainsley apoya una mano en la cadera. —Lo que es grosero es
interrumpir nuestra noche. Lo cual no volverá a ocurrir. Jazz y yo necesitamos
tener una buena charla de chicas a la antigua, y no podemos hacerlo con
ustedes, idiotas, presentes.
—Como sea —Bentley hace un mohín.
Muevo la cabeza hacia el pasillo mientras miro a Kingston. —¿Supongo
que estás esperando para hablar conmigo a solas?
Un lado de la boca de Kingston se levanta en la esquina. —Quizá quiera
arroparte.
—No está sucediendo. Pero si tienes algo que decir, camina conmigo.
—Le doy a Ainsley, Bentley y Reed un solo saludo—. Buenas noches, chicos.
—Buenas noches —responden todos al unísono.
Kingston espera hasta que estemos dentro de mi habitación con la
puerta cerrada antes de hablar. —¿Peyton te ha dado algún problema?
Niego. —No la he visto ni una vez desde que estoy en casa del hospital.
¿Por qué?
Se pasa una mano por la mandíbula. —Dijo algo referente la última vez
que estuve aquí.
—¿Cómo qué? —Me dirijo a mi armario y saco algo de ropa del cajón.
—Ella insinuó que podría haber tenido algo que ver con tu ataque.
Dejo caer mis pantalones de dormir al suelo. —¿Me estás jodiendo?
—Ella no admitió nada abiertamente. Podría haber sido una amenaza
infundada, pero estoy haciendo que mi investigador privado la vigile más de
cerca por si acaso. Tienes que contarme lo que pasó, Jazz. Si te hace sentir 58
más cómoda, puedo hacer que John, mi investigador privado, esté presente
cuando lo hagas.
Kingston entra en mi armario, recoge mi pijama caída y me la entrega.
Mira brevemente por encima de mi hombro y parece perdido en sus
pensamientos. Giro la cabeza y no veo nada más que una pared blanca y
descarnada. La misma pared a la que me subí como un árbol y dejé que me
metiera el dedo. Ah, diablos. Ahora lo pienso.
Sonríe, obviamente captando mi línea de pensamiento. —Buenos
recuerdos en este armario.
Extiendo la mano, negando con la cabeza. —Nuh-uh. No hagas eso.
El imbécil se ríe. —¿Hacer qué? No he hecho nada.
Hago girar mi dedo en su dirección. —No vas a encandilarme con tu
sonrisa sexy. Me debes respuestas, amigo, y me niego a esperar más. Cuando
las tenga, te diré lo que ha pasado.
—Entonces, ¿crees que soy sexy?
Estoy bastante segura de que realmente gruño. —No es el punto,
imbécil.
Se toma un momento, estirando el cuello de lado a lado antes de
responder. —Bien. Pero nos encontramos en mi casa. Tengo algo que necesito
mostrarte.
Entrecierro los ojos en señal de sospecha. —Si ese algo está en tus
pantalones, guárdalo para ti.
Kingston se adelanta, acorralándome contra la cómoda empotrada en
el centro del armario. —Ambos sabemos que no te refieres a eso Jazz, pero
no te preocupes; puedo controlarme si tú puedes.
Lo miro fijamente a los ojos. —Definitivamente puedo controlarme.
Da un paso atrás y me mira, sin hacer ningún esfuerzo por disimular su
sed. —Bien, entonces está decidido. ¿Te sientes lo suficientemente bien como
para venir mañana después de pasar el rato con Ains?
—Sí. —Asiento—. Puedo hacer que me lleve con ella cuando
terminemos.
Kingston golpea sus nudillos en el marco de la puerta. —Sólo manda un
mensaje cuando estés en camino.
—De acuerdo.
—Una cosa más. Haz una maleta. Va a llevar un tiempo, así que te
quedas a dormir. Y antes de que lo digas, puedo dormir en el sofá.
Niego. —Nunca estuve de acuerdo con eso.
—No he preguntado. —Esboza una sonrisa malvada y sale de la
habitación sin decir nada más. 59
Un imbécil engreído.
Kingston

—T
engo el equipo. ¿Cuándo podemos reunirnos?
John cree que deberíamos instalar una cámara
de vigilancia en la oficina corporativa de mi padre
porque no está obteniendo nada útil de los
micrófonos que colocamos en la oficina de casa. Dado que Monique, la
recepcionista jefa de Davenport Boating, está extrañamente vigilante, la
colocación de la cámara recae sobre mis hombros, ya que soy una de las
pocas personas que pueden pasar por su escritorio sin una invitación o una
cita. También necesito entrar de algún modo en el despacho de Charles
Callahan, pero parece que nunca hay oportunidad. La señora Williams vive
en la casa de Callahan a tiempo completo, y juro que la mujer nunca se va.
—Tengo algo que hacer esta noche, pero puedo hacerlo mañana. ¿En 60
el mismo lugar?
—Eso funciona —responde John—. A la una, ¿de acuerdo?
—Sí. Nos vemos entonces.
Cuelgo la llamada y abro mi aplicación de rastreo GPS. El coche de
Ainsley está a solo un kilómetro y medio, así que me dirijo a la parte delantera
de la casa principal. Cuando mi hermana me dijo inicialmente que iba a pasar
el día con Jazz, supuse que iban a pasar desapercibidas, ya que Jazz aún se
está recuperando. Con lo que no había contado era con el hecho de que irían
al estudio de ballet de Ainsley. Ya están a la vuelta de la esquina, así que me
meto el teléfono en el bolsillo y espero a que lleguen.
Originalmente instalé el rastreador en sus teléfonos por motivos de
seguridad, bien, quizás una razón ligeramente diferente en el de Jazz, pero
tengo que admitir que ha sido muy útil fuera de eso. Aunque estén
perfectamente seguras, me alivia saber dónde están teniendo en cuenta toda
la mierda que hay en el aire. Creí que Jazz se enojaría cuando descubriera
que lo había instalado, pero como el rastreador había resultado útil cuando
Peyton la acorraló en el baño, es lo suficientemente lógica como para ver su
valor. Rara vez lo compruebo, pero como no había tenido noticias de Jazz
como se esperaba, mi paranoia se apoderó de mí.
Oigo el rugido del motor del Huracán poco antes de que entren en la
entrada. Ainsley me ve antes de llegar al garaje, así que detiene el coche y
estaciona.
Bajando la ventanilla, me dice:
—¿Qué haces?
—Te estoy esperando. —Me agacho para poder hacer contacto visual
con Jazz—. Se suponía que debías enviar un mensaje de texto cuando
estuvieras en camino.
—¿Por qué? —dice ella—. ¿Para que puedas sacar a tus groupies de la
casa?
Le doy una sonrisa de medio lado. —Cuidado, nena. Se te notan los
celos.
Los preciosos ojos marrones de Jazz se ponen en blanco. —Tendría que
importarme estar celosa.
Ainsley se frota las sienes. —Dios mío, ustedes dos. ¿Alguna vez paran?
Uno pensaría que al final follarse el uno al otro les sacaría esto de encima. —
Gira la cabeza hacia Jazz y luego hacia mí—. O tal vez necesitan volver a follar
porque es la única forma de tolerarse el uno al otro.
—Estoy abierto a probar esa teoría. ¿Qué dices, Jazz?
Jazz se burla. —No, gracias.
Me río. —No finjas que no te encantó cuando...
—¡No lo digas! —Ainsley grita. 61
Miro a mi hermana. —No es tan divertido estar en el otro extremo,
¿verdad?
La impertinente de mierda me saca el dedo.
Doy la vuelta al coche e intento abrir la puerta del pasajero, pero está
cerrada. —Abre la puerta.
Jazz muestra una sonrisa de dientes a través de la ventanilla mientras
dice: —No.
Ainsley levanta las manos y murmura algo antes de pulsar el botón del
panel de control principal. En cuanto la puerta se desbloquea, la abro de un
golpe.
—Sal del coche, Jazz.
Jazz se gira hacia mi hermana y refunfuña: —Traidora.
—Oh, por el amor de Dios, Jazz, la única razón por la que estás aquí es
para hablar con él, así que ve a hablar con él.
—Sí, Jazz, ven a hablar conmigo.
Sale del coche y cierra la puerta de golpe. Ainsley no pierde tiempo en
poner la marcha y entrar en el garaje, dejando a Jazz de pie frente a la casa
conmigo.
—¿Dónde está tu bolsa? —pregunto.
Mueve una mano a la cadera. —No he traído ninguna.
—Como quieras. —Me encojo de hombros—. No me oirás quejarte si
quieres dormir desnuda.
Veo que sus mejillas bronceadas se enrojecen bajo la luz exterior. —
No voy a dormir aquí en absoluto. Ainsley se ofreció a llevarme a casa cuando
terminemos.
Inclino la cabeza hacia la izquierda, ignorando su comentario. Podemos
dejar esa discusión para más adelante. —Hay un camino hacia mi casa por el
lado de la casa. ¿Puedes caminar por un terreno irregular?
Jazz endereza sus hombros. —Estoy bien.
Cuando empezamos a caminar, me doy cuenta de que hace todo lo
posible por ocultar su incomodidad. Esta chica no deja que nada la retenga,
y es muy caliente. Me froto una mano sobre la boca para ocultar mi sonrisa
porque sospecho que Jazz se lo tomará a mal y me pondrá aún más nerviosa.
Aunque su carácter combativo me excita, tengo que calmar la situación
porque lo que voy a decirle probablemente va a provocar una plétora de
emociones desordenadas.
Jazz mira a su alrededor cuando entramos en la casa de la piscina,
haciéndome ver que nunca ha estado aquí antes. No es nada especial, una
casa de huéspedes normal y corriente, pero cada centímetro cuadrado es mío
para hacer lo que quiera, y eso es importante para mí. Tener mi propio
sistema de seguridad es una buena ventaja, sobre todo teniendo en cuenta 62
todo lo que estoy investigando sobre las actividades de nuestros padres. Me
mudé aquí justo antes de mi primer año, y no he echado de menos los lujos
de la casa principal ni un poco.
Jazz recorre el espacio abierto, catalogando la pequeña cocina y el
salón. No me gusta el desorden, así que los muebles que tengo son mínimos,
pero son lujosos y cómodos. Me hace falta toda la fuerza de voluntad que
poseo para no fantasear con todas las cosas sucias que me gustaría hacerle
mientras se aventura en mi dormitorio. Le pido a mi polla que se calme porque
llevo pantalones de chándal, que harían un trabajo de mierda ocultando una
erección.
No soy un idiota; sé muy bien que no va a pasar nada físico entre
nosotros a corto plazo. Puede que sea un idiota, pero no voy a hacer un
movimiento sobre una mujer mientras se está recuperando de un evento
traumático. Claro que le digo tonterías y le lanzo todo tipo de insinuaciones,
pero eso es porque creo que Jazz necesita esa normalidad en este momento.
No puedo imaginar toda la mierda horrible que pasa por su cabeza, y sé que
lo que le diga esta noche sólo va a empeorarla.
Precisamente por eso intentaba retrasar esta conversación todo lo
posible, pero no me ha dejado otra opción. Averiguar quién atacó a Jazz es lo
más urgente en este momento, y si necesita que yo responda a algunas
preguntas antes de que ella responda a las mías, que así sea. Jazz vuelve a la
sala de estar y se tumba en el sofá mientras yo me dirijo a la cocina y abro la
nevera.
Levanto una botella de agua. —¿Quieres una?
—Claro. —Cuando se lo entrego, añade—: Gracias.
Tomo asiento en el sillón junto a ella. No paraba de dar vueltas sobre
por dónde empezar con esto y finalmente me decidí por el principio.
—¿Qué sabes de la infancia de tu madre?
Jazz frunce el ceño. —Um... cosas básicas, supongo. Ella tenía una
especie de mierda, así que no hablaba mucho de ello. Era una firme creyente
del viejo adagio: 'No puedes crear el futuro si estás envuelto en el pasado'.
Giro mi cuerpo hacia el suyo. —Cuando dices “mierda” ¿cómo es eso?
—Estoy confundida en cuanto por qué esto es importante.
—Lo estoy entendiendo —le aseguro—. Sólo sigue.
Jazz se muerde el labio inferior entre los dientes mientras piensa en
ello. —Bueno, sé que fue dando tumbos por el sistema de acogida. La mujer
que la dio a luz era muy joven cuando nació mi madre, creo que tenía catorce
años. Renunció a la patria potestad antes de salir del hospital. No estoy segura
de que mi madre supiera nunca por qué fue abandonada o por qué nunca fue
adoptada. —Ella toma un gran trago de agua—. ¿Por qué me preguntas esto?
Puse mi agua en la mesa auxiliar. —Vuelvo enseguida. Tengo que
agarrar algo de mi armario. 63
Jazz frunce las cejas. —Um... bien.
Tomo el álbum de fotos que necesito y lo hojeo hasta encontrar la foto
que buscaba. Con el pulgar marcando la página, vuelvo a tomar asiento en el
sofá.
Jazz señala el álbum de fotos. —¿Qué es eso?
—Un álbum de fotos.
—Obviamente. Uno grande, por lo que parece. No puedes distraerme
con tus lindas fotos de bebé, Kingston.
—Me halaga que supongas que fui un bebé lindo, lo cual es cien por
ciento exacto, pero no es por eso que lo tengo.
Ella suspira. —¿Quieres ir al grano, por favor?
Respiro profundamente antes de abrir el álbum. Retiro con cuidado la
capa protectora y extraigo la foto de nuestras madres.
Le doy la foto a Jazz. —Mira eso.
Jazz se lleva una mano a la boca para tapar su fuerte jadeo. Sus ojos se
abren de par en par y su otra mano tiembla al mirar una foto de nuestras
madres, una al lado de la otra, con tres niños pequeños a sus pies.
Después de un momento, finalmente habla. —¿Qué demonios es esto?
¿De dónde lo sacaste?
Señalo a la hermosa rubia de la izquierda. —Esa es Jennifer Wilkes-
Davenport. También conocida como mi madre.
Los ojos de Jazz se llenan rápidamente de lágrimas. —¿Por qué están tu
madre y la mía en una foto juntas? —Ella levanta la foto—. La niña de la
derecha soy yo.
—Y los dos de la izquierda somos Ainsley y yo.
Ella niega. —No lo entiendo. Tiene que estar manipulado o algo así.
—Jazz, no tengo ninguna duda de que es un original. Ese álbum ha
estado escondido en mi armario durante los últimos nueve años.
Su rostro se suaviza mientras traza la imagen de su madre con el dedo
índice. —¿Tienes una explicación mejor?
—Lo hago. —Asiento—. Cuando me encontré por primera vez con esa
foto, tenía nueve, quizá diez años. Le pregunté a mi padre quiénes eran la otra
mujer y la niña, y me dijo que eran una antigua amiga de mi madre y su hija.
Intentó quitarme la foto, lo que, en retrospectiva, fue muy extraño, pero la
encontré en su escritorio un tiempo después y la volví a robar.
—¿Nuestras madres eran amigas?
Hago un gesto hacia la foto. Ambas mujeres se rodean con sus brazos
en un abrazo lateral. —Diría que sí basándome en sus sonrisas y su lenguaje
corporal.
—Eso no tiene sentido. ¿Cómo es posible que nuestras madres salieran
con nosotros cuando éramos niños si mi padre no sabía que yo existía hasta 64
hace poco? Mi madre me lo dijo ella misma: se fue cuando estaba embarazada
sin decírselo nunca. —Vuelve a estudiar la foto—. ¡Mierda!
—¿Qué?
Señala la puerta corredera de cristal del fondo. —Esa es la puerta que
lleva al patio trasero de Charles. Esta foto fue tomada en su casa.
Ya lo sabía, así que simplemente asiento.
Jazz se pellizca el puente de la nariz. —Por favor, dime que tienes una
explicación porque ahora tengo aún más preguntas.
Le agarro la mano. —Jazz, mírame. —Espero a que sus ojos se
encuentren con los míos antes de continuar—. ¿Qué recuerdas de nuestra
pequeña aventura a escondidas?
Si lo piensa, la conversación que escuchamos entre nuestros padres
demuestra que ambos sabían del embarazo de Mahalia.
Sus ojos marrones se abren de par en par cuando se da cuenta. —Oh,
Dios mío. Han mentido, tanto Charles como mi madre. Él sabía de mí todo el
tiempo, ¿no?
Asiento. —Sí, lo sabía. Estoy bastante seguro de que Madeline también
lo sabía. John, mi investigador privado, desenterró los registros fiscales que
demuestran que tu madre trabajó en la mansión como empleada doméstica
poco antes de que nacieras hasta que tuviste dos o tres años. Madeline y
Peyton se mudaron a mitad de ese período. No puedo imaginar que ella
permitiera que el hijo de otra persona viviera en esa casa sin una buena razón.
—Pero, ¿por qué iba a ocultar eso mi madre? Ya me dijo que no era un
buen hombre, así que ¿por qué no iba a ser sincera sobre cuándo se fue?
Me encojo de hombros. —Si tuviera que adivinar, diría que estaba
tratando de protegerte. Cuanto menos sepas, mejor.
—¿Qué me estoy perdiendo? Tiene que haber más en esta historia.
—Lo hay.
Aquí está.

65
Kingston

—N
o sé cómo decir esto, aparte de decirlo, así que... —
Lleno mis pulmones de aire antes de soltar mi
aliento—. Estoy bastante seguro de que nuestros
padres dirigen algún tipo de red de tráfico sexual y lo han hecho durante
mucho tiempo.
Jazz parpadea rápidamente. —De acuerdo... eso es... guao, um... eso es
realmente jodido. Pero, ¿qué tiene eso que ver con mi madre?
Mis labios se afinan. —Porque creo que tu madre se vio directamente...
afectada por ello.
Puedo ver las ruedas girando en su cabeza. —¿Crees que fue su
víctima? 66
Asiento solemnemente con la cabeza. —Lo hago.
—Mierda. La conversación que escuchamos entre ellos tiene mucho
sentido ahora. —La voz de Jazz apenas supera un susurro.
Trago saliva cuando veo que se le humedecen los ojos. —Sí, así es.
—Pero, ¿por qué se quedaría mi madre tanto tiempo si la estaban
maltratando? ¿Por qué la dejarían marchar sin más? ¿No les preocuparía que
los delatara? ¿O es que se escapó de alguna manera? Dios, si esto es cierto,
significa que la única razón por la que existo es porque mi madre fue violada
repetidamente por ese bastardo enfermo. —Jazz coloca una mano sobre su
estómago—. Siento que voy a vomitar.
Me acerco, arriesgándome a un posible vómito, para secar sus lágrimas
con mis pulgares. —Tengo algunas ideas sobre una parte, pero nada está
confirmado.
—¿Qué tipo de ideas? ¿Acaso los traficantes sexuales no mantienen a
sus víctimas aisladas en lugares húmedos o las venden al mejor postor? Si
realmente era su prisionera, ¿por qué vivía en una mansión multimillonaria?
¿Por qué se le permitió hacerse amiga de tu madre? Parece feliz en esa foto.
—Jazz jadea—. Dios mío, ¿y si no era una víctima, sino que en realidad estaba
trabajando con ellos? No puedo creer que haya hecho algo así. Estoy tan
confundida.
Le agarro la mano. —Oye. Es imposible que trabajara con ellos, Jazz,
así que quítate eso de la cabeza ahora mismo.
Ella frunce el ceño. —¿Pero cómo puedes estar tan seguro?
—Porque encaja perfectamente en el perfil de víctima. Joven, hermosa,
sin dinero, sin familia. John dice que tu madre fue catalogada como fugitiva
unos meses antes de cumplir los dieciocho años y salir del sistema. Basado en
cuando naciste, eso sería más o menos cuando se quedó embarazada, lo que
significa que ya conocía a Charles.
—¿Pero por qué parece tan feliz en esta foto? —Jazz agita la foto—. Se
ve saludable. Definitivamente no es alguien que haya sido maltratada.
—Esa es la parte en la que todavía estoy trabajando. Una cosa que he
aprendido en los últimos dos años es que el tráfico sexual tiene muchas
formas. Si eso es lo que están haciendo y como he dicho, estoy bastante
seguro de que lo es, entonces es una operación bastante sofisticada. De alguna
manera tienen que estar ocultando sus actividades detrás de un negocio
legítimo; son demasiado limpios. John es excelente en lo que hace, y no puede
encontrar una sola prueba que los vincule a un crimen. Sospecha que algunas
personas influyentes están suprimiendo pruebas para salvar sus propios
culos.
Jazz se retira y levanta la barbilla para mirarme. —¿Has estado
investigando esto durante dos años? Pero, ¿por qué? ¿Qué te hizo sospechar
de ellos en primer lugar?
—Un montón de pequeñas cosas que empezaron a sumarse, pero una 67
conversación con mi abuelo, por parte de mi madre, fue el catalizador.
Se echa hacia atrás contra el brazo del sofá. —¿Cómo es eso?
—Ainsley y yo volamos a San Francisco para visitar a nuestro abuelo
poco antes de que muriera, lo que ocurrió hace poco más de dos años. Tenía
cáncer de colon y quería ver a sus únicos herederos antes de fallecer. No
pasamos mucho tiempo con él mientras crecíamos, así que no estábamos muy
unidos, pero creo que Ains y yo necesitábamos la oportunidad de
despedirnos porque él era el único vínculo que teníamos con nuestra madre,
aparte del otro. —Me trago el nudo en la garganta—. Nunca tuvimos la
oportunidad de despedirnos de ella.
Los ojos de Jazz se llenan de simpatía mientras escucha.
—En fin... un día me dijo que teníamos que hablar. De hombre a
hombre. Procedió a decirme lo que sentía por mi padre; nunca le gustó, no
confiaba en él desde el primer día. Pensaba que mi padre sólo buscaba su
dinero. Mi padre proviene de la riqueza, abarcando varias generaciones atrás
en el lado Davenport. Pero mi madre era la única heredera de una de las
mayores cadenas de hoteles de lujo del mundo. El dinero de su familia hace
que las cuentas bancarias de mi padre parezcan calderilla.
—Según mi abuelo, cuando mis padres empezaron a salir, intentó
ponerle fin. Sabía que algo no iba bien. Mi padre era literalmente lo
suficientemente mayor como para ser su padre, y no parecían tener nada en
común. Desafortunadamente, Preston Davenport puede ser bastante
encantador cuando quiere, y ella cayó en la trampa. Se quedó embarazada al
principio de su relación. Una vez que descubrió que iban a tener gemelos,
aceptó casarse con él.
—La fase de luna de miel no duró mucho, sin embargo. Yo tenía ocho
años cuando ella murió, así que no está demasiado claro, pero incluso en mis
primeros recuerdos, puedo recordar fácilmente lo enormemente diferentes
que eran sus personalidades. Lo mucho que discutían. Mi abuelo me dijo que
ella planeaba dejarlo justo antes de morir. Iba a llevarse a Ainsley y a mí lejos
de aquí y a mudarse a San Francisco, donde se había criado.
—Un día llamó a mi abuelo y le dijo que siempre había tenido razón; su
marido era un mentiroso. Mi madre confesó que se había enterado de algo
horrible sobre los negocios de mi padre. Afirmó que había presentado una
denuncia a la policía, detallando todo lo que sabía, por lo que tuvo que tomar
a los niños y salir de allí lo antes posible. Cuando mi abuelo le pidió
explicaciones, ella le prometió que se lo contaría todo cuando llegara a la
zona de la bahía. —Me froto la tensión en la nuca—. Nunca tuvo la oportunidad
porque murió ese mismo día.
Jazz ya ni siquiera intenta reprimir sus lágrimas, y eso me está matando.
—¿Cómo murió?
Desencajo la mandíbula. —La causa oficial de la muerte es el
ahogamiento, pero un informe toxicológico mostró que tenía una gran
cantidad de heroína en su organismo. La policía concluyó que se inyectó 68
demasiado, fue a nadar y se desmayó.
Jazz mira por las ventanas la piscina iluminada al otro lado de la puerta.
—¿No crees que eso es lo que realmente pasó?
—No después de hablar con mi abuelo. —Mis ojos se empañan
mientras miro por la ventana—. El momento es demasiado sospechoso. Y
estaba completamente vestida, lo que es una extraña elección para nadar, ¿no
crees?
—¿Crees que tu padre... la mató?
—Estaba en algún lugar del Caribe cuando ella murió. —Exhalo
bruscamente—. Pero creo que contrató a alguien. O quizá le pidió a tu padre
que lo hiciera, ya que estaba en la ciudad ese día. Sabiendo lo que sé ahora,
ambos habrían tenido el mismo motivo. Son igualmente culpables en lo que a
mí respecta, independientemente de quién haya hecho el trabajo sucio.
—¿Estaban tú y Ainsley en casa cuando sucedió?
—No. Esa tarde estábamos en una cita de juegos en unas casas más
abajo. Mirando hacia atrás, creo que mi mamá quería sacarnos de la casa para
poder empacar nuestras cosas sin llamar la atención. Creo que mi padre, de
alguna manera, se enteró de que planeaba huir y la detuvo antes de que
pudiera hacerlo.
—Nunca olvidaré ese día. Se hacía tarde y mi madre no nos recogió
cuando debía hacerlo. No contestaba al teléfono cuando la señora Wallace -la
vecina- llamaba. Finalmente, la señora Wallace nos trajo a casa ella misma,
pensando que tal vez el teléfono de mamá había muerto, o que se había
quedado dormida. Nadie contestó cuando llamamos al timbre, así que dimos
la vuelta a la casa para comprobar la parte de atrás. Ainsley tropezó por el
camino y se raspó la rodilla, así que la señora Wallace se detuvo para
atenderla.
—Sin embargo, seguí adelante. No podía evitar la sensación de que
algo malo había sucedido. Cuando doblé la esquina de la casa, la vi flotando
boca abajo en el agua. Me tiré a la piscina para intentar salvarla, pero en
cuanto conseguí darle la vuelta, supe que era demasiado tarde. Estaba muy
hinchada... su piel era casi... gris. Verla así me perseguirá el resto de mi vida.
—Dios, Kingston. No me extraña que los odies tanto.
—Sí.
Jazz gira la cabeza hacia mí. —¿Vivías en esta casa entonces? ¿Es esa la
piscina?
—Sí, en la casa. No exactamente en esa piscina.
Sus delicadas cejas se juntaron. —¿Qué significa eso?
—La segunda esposa de mi padre, con la que se casó ni siquiera un año
después de la muerte de mi madre, la remodeló. Ainsley y yo no queríamos
acercarnos a ella, así que mi padre le contó lo del accidente de mi madre. Se
asustó con todo el asunto, así que contrató a alguien para que ampliara y 69
rediseñara el paisaje de la misma. —Aprieto las muelas—. Eso fue justo en el
momento en que exigió que elimináramos todo rastro de nuestra madre de la
casa, como si eso fuera a borrar el hecho de que estaba muerta o algo así.
—Qué perra.
—Sí —estoy de acuerdo.
—¿Lo sabe Ainsley? Quiero decir, ¿sobre nuestros padres?
—Sabe que están metidos en algo turbio, pero no tiene ni idea de que
sea tan grave. —Niego—. Y no quiero que eso cambie hasta que consiga
pruebas que los hagan caer. Tengo medidas para mantenerla lo más segura
posible, pero no quiero que conozca los detalles, Jazz. —La cara de póquer
de Ainsley es una mierda, así que si supiera algo específico, la pondría en
peligro.
—De acuerdo. —Jazz asiente con la cabeza en señal de comprensión—
. ¿Pero Bentley y Reed lo saben?
—Sí, lo saben todo. Me descarrilé un tiempo después de volver de San
Francisco. Estaba tan malditamente enojado todo el tiempo. No podía
averiguar cómo canalizarlo en algo productivo. Me estaba volviendo
imprudente. Tenía que desahogarme antes de hacer algo que no pudiera
deshacerse. Son mis hermanos, les confío mi vida.
Jazz se toma un momento para recomponerse. Se quita las últimas
lágrimas y pregunta: —¿Y el informe policial? ¿No era tu padre un
sospechoso?
—John no encontró ningún registro de que se haya presentado un
informe.
Jazz mete los pies debajo de ella. —No lo entiendo. ¿Cómo es posible?
Mi mandíbula hace un tic. —Creo que nuestros padres tienen a mucha
gente poderosa en sus bolsillos.
—¿Crees que los están sobornando?
—Creo que los están chantajeando. He visto a algunos de estos
hombres en cenas y otras cosas. Algo está... fuera de lugar. Prácticamente
salivan cada vez que mi hermana o Peyton están cerca, incluso cuando apenas
eran adolescentes. Y cuanto más viejo me hago, más se les suelta la lengua a
medida que avanza la noche. Suponen que de tal palo tal astilla, supongo.
Diablos, ¿por qué no lo harían? Nuestros padres creen que soy tan misógino
y pervertido como ellos.
—¿Por qué iban a pensar eso?
—Porque eso es lo que quiero que crean. Así es como me gano su
confianza. Créeme, detesto cada minuto que tengo que pasar en su presencia,
pero es el papel que tengo que desempeñar. Y voy a seguir interpretándolo
hasta que consiga lo que necesito para clavarles el culo.
Jazz atrapa su labio inferior entre los dientes. —¿Es por eso por lo que
fuiste tan horrible conmigo al principio? ¿Porque fingías ser como ellos? ¿O 70
estabas proyectando tus sentimientos por mi donante de esperma en mí?
Pienso en su pregunta por un momento. —¿Sinceridad total?
Me lanza una mirada irónica. —Creo que eso estaría implícito a estas
alturas, pero si necesitas que te lo explique, sí. Con total honestidad.
—Antes de conocernos, me resultaba más bien indiferente. Sabía que
tu madre acababa de morir y que te habías criado en los barrios bajos, así
que supuse que serías una chica mansa y afligida, que no quería hacer olas.
Que estarías agradecida de que de repente tuvieras un padre rico que te
rescatara del sistema. Después de un período de duelo, pensé que
eventualmente te alinearías con el grupo de Peyton y sólo serías otra perra
rica intrascendente.
—¿Y después de conocernos?
Me burlo. —Me di cuenta de que estaba tan jodidamente equivocado y
tan jodido. En el momento en que te bajaste del coche en Windsor, con la
cabeza alta, con un aspecto feroz, supe que eras un problema con P
mayúscula. Luego, cuando te pusiste grosera conmigo, Dios mío, se me puso
tan dura que quise doblegarte allí mismo, delante de todo el mundo, para
demostrarles que eras mía. Mi autocontrol se estaba perdiendo rápidamente,
y francamente, me enojó y me dio un susto de muerte. No soy un maldito
neandertal, pero me hiciste sentir como uno. Nadie ha tenido nunca ese tipo
de efecto en mí.
Jazz hace una señal de tiempo muerto con las manos. —Siento diferir en
lo de cavernícola. Además, mantengamos tus erecciones fuera de esta
conversación.
Sonrío, lo que me hace ganar una mirada fulminante. —¿Por qué?
¿Tienes miedo de no poder dejar de pensar en mi polla?
—De todos modos —continúa, ignorando completamente mi burla—.
Todavía no entiendo por qué mi llegada te hizo sentir tan jodido.
Me encojo de hombros. —Hice ese trato de herencia con Peyton para
poder acercarme a Charles. Llevaba mucho tiempo trabajando en ello y las
cosas por fin empezaban a encajar. Charles y mi padre hacían pequeños
comentarios aquí y allá, insinuando futuras oportunidades de negocio en las
que les gustaría involucrarme. Pero tu llegada echó por tierra mi plan. Me
sentí acorralado, y eso no me gustó nada.
—¿Por qué no me ignoras?
Me río sin humor. —Porque eso es imposible. Dios, Jazz, no tienes ni
idea, ¿verdad?
—¿Ni idea de qué?
—No creo que nadie pueda ignorarte —le explico—. No sé... es como
si tuvieras ese factor X que atrae a la gente. Hace que quieran conocerte, que
quieran ser tú, o que quieran follar contigo. ¿Por qué crees que Peyton y sus 71
secuaces fueron tan agresivas contigo desde el principio?
—Uh, ¿porque son perras engreídas?
Niego. —Es porque están locamente celosas. Te consideran una
amenaza, probablemente más que cualquier otra persona que hayan conocido
antes. Eres inteligente, guapa, amable, segura de ti misma y te importa un
carajo lo que piensen de ti. Eres real, lo que ves es lo que tienes. Eso es muy
sexy, Jazz, y lo que es más, muy refrescante en nuestro mundo. Nunca podrán
ser tan auténticas como tú, por mucho que lo intenten.
—Eso es ridículo.
—No, es la verdad. —Me aclaro la garganta—. En aras de la
transparencia, hay... una cosa más que debes saber.
Los ojos de Jazz se entrecierran con sospecha. —¿Qué?
Mierda. Esto no va a salir bien.
—Acerca de jugar ese papel... tanto Charles como mi padre pueden
tener la impresión de que estoy pasando tiempo contigo para ayudarte a estar
bajo el control de tu padre.
—¡¿Qué?! —grita. Si Jazz no estuviera todavía curándose, no dudo de
que se lanzaría sobre mí ahora mismo—. ¿Por qué pensarían eso?
Estiro el cuello de lado a lado. —Fue antes de conocerte. No puedo
decir que no hubiera hecho el mismo trato si te hubiera conocido mejor, pero
hay una buena razón.
—Explícate —exige ella con los dientes apretados.
—Fue el primer día que nos conocimos, justo antes de la cena en tu
casa. Estaba en la sala de puros de tu padre escuchando cómo hablaban de
cualquier cosa. Entonces, en un momento dado, mi padre me preguntó cómo
iban las cosas contigo, y tu padre se quejó de lo brusca que eras. —Levanto
las manos cuando sus ojos brillan de rabia—. Sus palabras, no las mías.
—De todos modos... mi padre sugirió que podría enseñarte cómo
funcionan las cosas en nuestro mundo, ponerte en tu lugar, por así decirlo.
Enseñarte a comportarte como una mujer. —Jazz mira la lámpara a su lado
como si estuviera pensando en golpearme con ella en la cabeza. Como no
hace ningún movimiento, continúo—. Así que... les dije que estaría encantado
de ayudar. Peyton no dejaba de poner a prueba mis nervios; vi la oportunidad
de conseguir lo que necesitaba sin ella y la aproveché. Charles y mi padre
dijeron que, si tenía éxito contigo, me llevarían al redil. Reformarte
demostraría que estaba preparado para asumir otros proyectos.
Jazz se queda sentada un momento, lanzándome dagas con los ojos.
Finalmente, respira profundamente y habla. —A ver si lo entiendo. ¿Le
prometiste a nuestros padres que me convertirías en una de sus pequeñas
esposas de Stepford?
—Esencialmente, sí.
Ella levanta una ceja. —¿Y cómo, exactamente, planeas hacer eso? 72
—Todavía no me había dado cuenta de esa parte.
—Entonces, después de la cena, cuando apareciste en mi habitación,
lo que pasó en mi armario, ¿fue porque estabas interpretando un papel?
—Mierda, no.
Ahora, yo estoy furioso junto con ella. La única cosa que Jazz nunca
debería cuestionar es lo mucho que la quiero.
—¿Cuál era el propósito entonces?
Me levanto del sofá y extiendo las manos. —¡Yo no planeé nada de eso!
Después de la cena, se suponía que iba a estar con nuestros padres fumando
puros. Ni siquiera recuerdo haber subido las escaleras, ahora que lo pienso.
Pero cuando saliste del baño, sin más ropa que una toalla, el último hilo de
control que tenía dentro de mí se rompió.
—Estaba enojado por no poder controlarme cerca de ti. Pensaba
mandar a la mierda todo el plan porque si no podía controlarme, ¿cómo
diablos iba a controlarte a ti? Intenté advertirte de que te mantuvieras alejada,
pero no me hiciste ni puto caso. Sólo tenías que seguir presionando mis
botones, como siempre haces, y yo reaccionaba.
—¿Poniendo tus manos sobre mí? ¿Follándome con el dedo contra la
pared? ¡¿En serio intentas culparme de esta mierda?!
La miro directamente a los ojos. —No finjas que no amaste cada maldito
momento, esa noche, o cualquier otra vez que te toqué después.
Se levanta, apretando los puños a su lado. —Jódete.
—Con mucho gusto. Di la hora y el lugar, cariño.
Jazz levanta el brazo, pero está transmitiendo su intención a una milla
de distancia.
Agarro el brazo a mitad de camino. —Buen intento.
—Déjame. Ir. —Ella lucha bajo mi agarre, con los ojos muy abiertos.
¿Qué carajo estoy haciendo?
Restringir a Jazz probablemente le está provocando algún tipo de
flashback. Inmediatamente suelto mi agarre y doy un paso atrás. Maldita sea.
—Lo siento. No quise...
—Cállate. —Ella hace una bola con su puño alrededor de mi camiseta—
. Sólo cállate. Mierda. Cállate.
Antes de que pueda decir: —¿O qué? —Jazz tira del algodón y me atrae
hacia ella. Presiona sus labios contra los míos y la idea de desafiarla se
desvanece en el aire. Nada más importa después de eso.
Nuestras bocas se encuentran en un frenesí de desesperación,
aferrándose la una a la otra para conseguir más. Los suaves gemidos de Jazz
se disparan directamente a mi polla, haciéndome pasar de media asta a toda
vela en dos segundos. Ella frota su torso contra mi erección, pero la fricción 73
no es suficiente. Me dejo caer en el sofá y la atraigo hacia mí hasta que se
sienta a horcajadas sobre mi regazo, sin romper nuestro beso. Puedo sentir el
calor de su coño a través de nuestra ropa mientras se frota contra mí. Su
espalda se arquea cuando mis labios recorren su cuello. Se balancea sobre
mí mientras mi pulgar roza su pezón a través de la camiseta.
—¡Mierda!
—Lo sé —murmuro, presionando un beso en su clavícula—. Mierda,
qué bien te sientes.
—No. —Jazz me presiona el pecho con una mano y coloca la otra en su
abdomen—. ¡Ay! ¡Mierda, como en ouch!
—Mierda. —Mis ojos recorren la parte superior de su cuerpo, tratando
de identificar el origen del problema—. ¿Qué te duele?
Jazz levanta la esquina de su blusa. Mi mandíbula se aprieta cuando la
tela se desliza un poco más hacia arriba, revelando una línea roja y furiosa.
—Dios mío. ¿Es eso del cuchillo?
Ella asiente, remangando su camisa y metiéndola debajo de la banda
de su sujetador.
—¿Aún te duele?
Jazz se encoge de hombros. —La mayor parte del dolor proviene de los
músculos abdominales, que todavía están bastante doloridos por haber sido
cortados durante la operación. Es sobre todo un dolor sordo, como el que se
siente cuando se hace un ejercicio extra duro, pero cuando me muevo de
cierta manera, se desencadena un dolor realmente agudo, que es lo que
acaba de ocurrir. Duele muchísimo, pero sólo durante unos segundos. Sin
embargo, comparado con lo que sentía al principio, es la noche y el día.
Trazo ligeramente la cicatriz fresca, haciendo que la piel de gallina se
esparza por su carne. —¿Esta es la única cicatriz?
Jazz niega. —No. Hay otro como el doble de largo por la intervención
quirúrgica que tuvieron que hacer.
Mis cejas se arrugan por la confusión. Tengo una visión clara de todo
su abdomen, pero no veo nada. —¿Dónde?
Jazz empieza a bajarse la cintura de los leggings y luego las bragas
negras de algodón. Antes de que pueda preguntar por qué, aparece otra
línea, de unos cinco o seis centímetros de ancho, a unos quince centímetros
por debajo de su ombligo. Aquí la piel también está enrojecida y ligeramente
levantada, creando una especie de cresta, pero obviamente es de un corte
más preciso. Estoy tan concentrado en las pruebas de su asalto que el hecho
de que Jazz esté sentada en mi regazo con el coño parcialmente expuesto ni
siquiera me inmuta. Supongo que tengo algo de autocontrol después de todo.
Mis ojos viajan hacia arriba, sobre su tenso abdomen. En su mayor
parte, es una piel suave y bronceada. Pero hay una mancha considerable que
estropea la perfección, ligeramente teñida de un color marrón amarillento. 74
Mi mano se desliza sobre la parte más oscura. —¿Por qué todavía hay
moretones aquí?
—Ahí es donde recibí una bota en el estómago. Se ve mucho mejor de
lo que era. Viste mi cara cuando ocurrió por primera vez, ¿verdad? La mitad
de mi cuerpo tenía el mismo tono encantador de púrpura rojizo.
Estaba oscuro y todo sucedió tan rápido esa noche que no me tomé el
tiempo de examinarla cuidadosamente. Probablemente sea algo bueno,
porque sólo el daño en su cara me hizo querer asesinar a los bastardos que le
hicieron esto. Estoy tan jodidamente enojado, pero hago lo posible por
controlar mi expresión. Me rechinan los dientes mientras rodeo sus caderas
con las manos y la coloco en el cojín a mi lado. Estoy demasiado agitado para
tenerla sentada sobre mí.
Jazz se pone la blusa en su sitio. —¿Y ahora qué?
—Ahora, me dices lo que pasó en ese bosque. Después de eso,
trabajaremos juntos para acabar con todos esos bastardos.
Jazz

F
ue mucho más fácil hablar con Kingston sobre mi ataque después
de todo lo que reveló sobre nuestros padres. Mis anteriores
preocupaciones sobre la posible implicación de Kingston se
desvanecieron por completo después de ver lo apasionado que es por acabar
con nuestros padres por su papel en el daño a nuestras madres. Ni siquiera el
mejor actor del mundo podría fingir esa clase de convicción. Después de
recapitular todo lo que esos hombres me dijeron e hicieron, junto con todo lo
que aprendí antes, estaba agotada, tanto física como mentalmente. Decidimos
dar por terminada la noche y acordamos hablar de los posibles sospechosos
por la mañana. Acepté quedarme a dormir porque era muy tarde, pero dejé
muy claro que Kingston y yo no dormiríamos en la misma habitación.
Dios, ¿qué voy a hacer con él? Estar acostada en la cama de Kingston, 75
rodeada de su sexy aroma característico durante toda la noche, fue una
absoluta tortura. El dolor entre mis piernas que se había encendido antes en
la noche se intensificó hasta un nivel casi insoportable. Mi mano se deslizó
bajo las sábanas varias veces, con la intención de perseguir una liberación
antes de que mi cerebro se pusiera en marcha. Si no estuviera tan cansada,
probablemente me habría quitado las sábanas, habría marchado a la otra
habitación y le habría rogado a Kingston que me tocara. Otra vez.
Maldita sea, nunca debería haberlo besado, pero estábamos
discutiendo, lo que siempre me pone en marcha por alguna razón enfermiza,
y él parecía extra sexy con su mandíbula estúpidamente cuadrada apretando
la mitad del tiempo. Además, llevaba unos joggers grises, ¡mierda! Tendría
que estar ciega para no ver la huella de una polla bastante grande bajo ese
fino algodón. Sacudo la cabeza, recordándome que ahora no es el momento
de pensar en pollas, especialmente en la de Kingston.
Malditos pantalones de chándal grises. Trampas de sed totales, cada
maldita vez.
Me he despertado poco antes del amanecer y no he podido volver a
dormirme, así que he decidido darme una larga ducha caliente. Mientras
estoy bajo el chorro de la ducha, repito en mi cabeza la conversación de
anoche con Kingston. Parecía que estaba a punto de matar a alguien cuando
le conté lo que esos cabrones me habían hecho y dicho. Tenía los puños muy
apretados, los nudillos blancos y su pierna no dejaba de rebotar. Había una
energía loca zumbando a su alrededor todo el tiempo, pero apenas dijo una
palabra, sólo hizo una pregunta aclaratoria aquí y allá. Cuando le pregunté si
estaba bien, se desentendió como si me hubiera imaginado todo.
Lo juro, ese chico mantiene una correa tan apretada en sus emociones,
que está obligado a romper en algún momento. Anoche pensé que estaba a
punto de estallar. Curiosamente, cuando si eso ocurriera, sabría que su rabia
no se dirige a mí, así que no es tan aterrador como debería ser. No puedo
decir lo mismo de mis agresores. Deberían estar aterrorizados. Me gustaría
decir que me darían lástima si Kingston los atrapara, pero no puedo. Quiero
que sufran, y no tengo dudas de que él haría el trabajo. Lo que eso dice de mí,
no lo sé. Nunca he sido una gran partidaria de la violencia, pero los recientes
acontecimientos me hacen ver las cosas con una visión diferente, supongo.
Después de secarme y vestirme, salgo de puntillas al salón principal
para tomar agua. Sonrío cuando veo a Kingston acostado en el sofá, con el
brazo puesto sobre los ojos para tapar el sol. Ha salido lo suficiente como para
atravesar las ventanas por la cara.
¿Qué demonios?
Me acerco, con cuidado de no despertarlo. ¿Me están jugando una mala
pasada mis ojos? No. Definitivamente, Kingston tiene un labio gordo. Tengo
que reprimir un grito ahogado cuando veo el feo corte, con un poco de sangre
seca apelmazada, como si el corte se hubiera reabierto mientras él dormía.
¿Qué demonios ha pasado? Estaba perfectamente bien cuando me acosté 76
anoche.
Por instinto, alargo la mano para tocarle el labio, pero me quedo
paralizada cuando la mano de Kingston se cierra alrededor de mi muñeca. Sus
ojos se abren de golpe y se relajan ligeramente al verme.
Me suelta el brazo y se frota los ojos. —¿Qué estás haciendo? ¿Estás
bien?
—¿Lo estás? —contesto, pasando el pulgar a la derecha de su boca—.
¿Qué te paso en la cara? —Jesús, sus nudillos también están hinchados—. ¿Y
tus manos?
Kingston extiende sus manos, mirando la piel agrietada sobre sus
nudillos. —Estoy bien.
—¿En serio? Kingston, soy una chica. Sé que 'bien' nunca significa
realmente bien.
Se da la vuelta, alejándose de la luz. —¿Podemos hacer esto más tarde?
Estoy jodidamente cansado.
Me siento en el borde del colchón y tiro de su hombro. —Háblame.
Cuando me acosté, estabas a punto de hacer lo mismo. ¿Decidiste golpearte
en la cara unas cuantas veces antes?
Toma su teléfono de la almohada y gime al ver la hora. —Jazz, por favor.
Sólo he dormido una hora. Necesito al menos un poco más para funcionar. —
Rueda hacia mí y me tira del brazo—. Vamos, acuéstate conmigo un rato.
Estoy demasiado borracho para intentar algo sucio; lo juro.
¿Por qué su voz dormida es tan sexy? Es muy grave y profunda. En
contra de mi buen juicio, me deslizo junto a él y me acuesto. Kingston se
acerca hasta que su cuerpo se amolda al mío. Me gustaría decir que no muevo
el culo y me aprieto contra él, pero soy humana, así que... da igual.
Kingston me acaricia la nuca. —Hueles como yo.
—He usado tu gel de ducha —le explico.
—Mmm. Me gusta.
Me pongo rígida cuando él aprieta su enorme erección entre mis
nalgas. —Kingston...
Se queja. —Es madera de la mañana; se irá eventualmente. Ignóralo.
—Es fácil para ti decirlo —murmuro—. Tú no eres la que tiene una polla
metida en el culo.
—Shh... —Kingston susurra—. Menos hablar, más dormir.
Suspiré. —Es imposible.
—Duerme, Jazz.
Cierro los ojos y respiro profundamente. A pesar de mis dudas
anteriores, es difícil no relajarse en el abrazo de Kingston. Es demasiado
cómodo y es lo más seguro que he sentido en mucho tiempo. Antes de darme
cuenta, me estoy dejando llevar por el país de los sueños. 77

Un ligero toque de plumas roza mi mejilla. —Jazz, es hora de despertar.


Abro los ojos, parpadeando lentamente para enfocar la cara de
Kingston. —¿Qué hora es?
—Justo después de las diez.
Maldita sea. He dormido tres horas.
Me siento con cuidado y balanceo las piernas sobre el lado del colchón.
—¿Acabas de levantarte?
—Hace unos veinte minutos. Te he dejado dormir todo lo que he
podido, pero tenemos que hablar. Tengo una cosa a la una, así que tendré que
salir poco después del mediodía.
Miro por encima del hombro mientras me sirvo una botella de agua de
la nevera. —¿Qué cosa?
Me doy cuenta de que tiene el cabello húmedo y lleva otra ropa. Su
labio sigue hinchado, pero la sangre seca ha desaparecido. Es evidente que
Kingston se ha duchado en el poco tiempo que lleva despierto.
Kingston toma asiento en la barra del desayuno justo enfrente de mí. —
Quedé en verme con mi investigador privado. Tiene un nuevo equipo de
vigilancia para mí.
—¿Por qué necesitan nuevos equipos de vigilancia?
—Vamos a vigilar la oficina corporativa de mi padre. Su oficina en casa
ha sido vigilada durante meses, pero no nos ha dado nada con lo que trabajar.
Necesito monitorear la oficina de tu padre también, pero no he encontrado
una manera de entrar sin ser detectado. —Kingston se sienta más erguido—.
Espera un segundo... se me acaba de ocurrir algo.
—¿Qué?
—La gran fiesta de cumpleaños de Peyton se acerca, ¿verdad?
Puedo sentir el profundo pliegue que se forma entre mis cejas. —Sí...
¿y?
—Necesito que averigües si la señora Williams se va a ir, si realmente
se va a ir de la casa por una vez. Conociendo a Peyton, esta fiesta va a ser un
desastre. Dudo que esa estirada pueda tolerar eso, pero necesito saberlo con
seguridad.
—Para que puedas entrar en el despacho de mi padre —conjeturo.
—Exactamente. Sería la oportunidad perfecta. Debería haber más que
suficientes cuerpos en los que podría escabullirme sin que se note. En
realidad, probablemente sería mejor si lo hiciera antes de aparecer.
Apareceré después de que la fiesta lleve un rato, tal vez alrededor de las diez,
colocaré la cámara y luego mostraré mi cara. Pero necesito saber que ese
viejo murciélago está fuera de la casa para que todo esto funcione. 78
—¿Qué pasa con Charles y Madeline?
—Ya sé que se irán. Peyton ha estado planeando esta maldita cosa
durante más de un año, así que he tenido el disgusto de escucharla divagar
sobre ello más de un par de veces.
—Bien. Pero quiero algo a cambio.
—Nómbralo.
Enarco una ceja. —Cuéntame lo que te pasó anoche.
La mandíbula de Kingston se aprieta. —A veces peleo.
Estoy seguro de que parezco tan confundido como me siento. —Voy a
necesitar que te explayes en eso.
Exhala una bocanada de aire. —A veces, cuando estoy realmente
enojado... necesito canalizar la agresión en otra cosa. Las únicas dos cosas
que parecen funcionar son follar y pelear. Como no creo que lo primero vaya
a ocurrir pronto, he elegido lo segundo.
—Puedes tirarte a quien quieras, Kingston. No dejes que te detenga.
La mirada acalorada de Kingston recorre todo mi cuerpo, y nunca me
he sentido más como una cebra en la boca del lobo que ahora. —Soy muy
consciente de mis opciones, Jazz. Sólo porque pueda follar con otra persona,
no significa que quiera hacerlo. —Levanta la mano izquierda—. Si no estás en
la mesa, entonces esto tendrá que servir mientras imagino que es tu boca.
No. No voy a pensar en que Kingston se toque a sí mismo. O, ya sabes,
en chupársela.
Maldita sea.
Sonríe cuando el calor sube a mi cara. —¿Estás bien, Jazz? Pareces un
poco sonrojada de repente.
Me doy la vuelta. —Muérdeme.
—Nombra la hora y el lugar.
Le hago un gesto para que se vaya. —Regresemos al tema. Entonces,
¿cómo funciona esto? ¿Sólo sales y empiezas una pelea?
Me pide mi botella de agua y se la doy. Después de beber un gran
trago, dice: —Hay un anillo clandestino en Los Ángeles. Unos cuantos, en
realidad. He tanteado el terreno y tengo mi nombre en una tarjeta.
—Un anillo clandestino —repito—. Como en, ¿ilegal?
Kingston se encoge de hombros. —Ciertamente no está sancionado por
la UFC.
Me apoyo en el mostrador y cruzo los brazos sobre el pecho. —¿Con
qué frecuencia haces esto?
Se traga el resto de mi agua. —No lo he hecho en casi dos años, en
realidad. 79
Bueno, no me lo esperaba. —Entonces, ¿por qué ahora?
—No pude calmarme después de escuchar tu versión de los hechos de
esa noche. —Kingston se pasa las manos por su espesa cabellera—. No podía
dejar de pensar en ello, no podía quitarme de la cabeza las imágenes de
encontrarte así. No podía dejar de sentirme el mayor pedazo de mierda del
mundo por haberte puesto en esa situación en primer lugar. Cuando lucho,
todo el caos de mi cabeza se silencia. —Se encoge de hombros—. Al menos
por un rato.
Me adelanto y enlazo sus dedos con los míos. —Kingston, no te culpo
por lo que pasó esa noche.
No me había dado cuenta hasta ahora, pero no lo hago. Ya no.
Se burla. —Bueno, deberías.
Niego. —Si esos tipos decían la verdad sobre su contratación, que a
estas alturas, estoy bastante segura de que sí, habrían llegado a mí en algún
momento. Quizá no esa noche, pero sí poco después.
El agarre de Kingston se hace más fuerte. —Voy a matar a esos
bastardos cuando descubra quiénes son.
—Hablando de... ¿por dónde empezamos?
—Si podemos averiguar quién los contrató, será mucho más fácil
identificar a los secuaces. El proceso de eliminación es un buen comienzo
para eso. La persona detrás de esto tendría que haber sido alguien con dinero
para pagarlo.
—Eso no lo reduce exactamente ahora, ¿verdad?
Lo piensa por un momento. —Sí... y no. Peyton está en lo más alto de mi
lista de sospechosos, especialmente después de que casi reclamara la
responsabilidad, pero realmente no tiene el dinero para que eso tenga
sentido.
—¿Qué quieres decir? ¿No es ella una mega-millonaria?
—Técnicamente, no hasta que reciba su herencia. No puede tocar ni un
centavo hasta que se cumplan todos los términos. El único dinero que tiene
ahora es la tarjeta de crédito de papá Callahan. No es que ella pueda pagar
algo así con plástico.
—Bueno, mierda.
—Sí —está de acuerdo—. Pero... Peyton es ingeniosa cuando quiere
algo. Usa todo lo que tiene a su disposición para conseguirlo.
—Si no tiene dinero en efectivo, ¿qué le queda?
—Con Peyton... elige. Ella podría chantajear a alguien, prometerle
favores. Ofrecer su cuerpo. Si ella quiere algo o alguien lo suficientemente
malo, nada está fuera de la mesa.
Mis cejas se levantan. —Parece que hablas por experiencia.
80
Kingston se encoge de hombros. —Lo hago. Sólo que no soy tan tonto
como para caer en ello. Entonces, la siguiente pregunta es, si no es Peyton,
¿quién más querría hacerte daño? Tiene que ser alguien que te conozca. Nos
conoce. Y sabían que estaríamos en el lago.
—¿No sería toda la clase?
—Más o menos. —Kingston se frota la mandíbula, haciendo una mueca
de dolor cuando llega a un punto descolorido.
Alargo la mano y rozo con los dedos el ligero moratón. —¿Estás bien?
Su característica sonrisa arrogante aparece. —Deberías ver al otro tipo.
Pongo los ojos en blanco. —Qué cosa más idiota dices.
Kingston coloca su mano sobre la mía antes de depositar un suave beso
en mis nudillos. —¿Tienes hambre? Podemos comer algo antes de reunirnos
con John.
Sonrío. —Sí, podría comer.
Asiente. —Entonces, ¿qué estamos esperando?
Jazz

—J ohn Peterson, te presento a Jazz Rivera.


John se levanta y me da la mano. —Jazz, es un placer
conocerte por fin.
—Tú también.
Kingston y yo tomamos asiento en el banco frente al investigador
privado. Pensé que reunirnos en el Parque del Lago Hollywood era una
elección bastante extraña para un asunto tan privado, pero ahora que estoy
aquí, tiene sentido. Claro que hay un montón de gente, pero están demasiado
ocupados haciéndose selfies delante del emblemático cartel o jugando con
sus perros como para prestarnos atención.
Todo en John es anodino. Desde su nombre, si es que ese es su 81
verdadero nombre, hasta su cabello castaño, su complexión delgada o la
combinación de polo y pantalones que lleva. No es un tipo de mal aspecto en
sí, pero no hay nada en él que destaque. Es completamente olvidable, lo que
supongo que es útil cuando te ganas la vida espiando a la gente.
John desliza una pequeña bolsa de supermercado reutilizable por la
mesa de picnic. —Todo lo que hablamos está ahí.
Kingston toma la bolsa y mira brevemente en su interior. —¿Incluyendo
el artículo adicional para la oficina de Callahan?
—Sí —confirma John.
—¿Las mismas instrucciones de instalación?
John asiente. —Lo más importante es que te preocupes por elegir el
aparato correcto. La casa de los Callahan y la oficina de tu padre tienen
modelos ligeramente diferentes. Según la información que me enviaste, el
equipo de esa bolsa debería ser idéntico a los modelos actuales de cada
edificio.
—Suena bastante simple —dice Kingston.
—Lo siento, pero ¿de qué estamos hablando exactamente? —
pregunto—. Me parece que estás hablando en clave.
Kingston sonríe y mantiene la bolsa abierta para que pueda mirar
dentro. —Detectores de humo. Funcionan perfectamente, sólo que estos
tienen pequeñas cámaras.
—Hombre, da un poco de miedo que sea tan fácil espiar a alguien —
reflexiono.
John asiente. —Así es. Por eso nunca viajo sin un dispositivo de
detección. Te sorprendería saber cuántas veces he encontrado cámaras
ocultas en habitaciones de hotel.
Se me cae la mandíbula. —¿En serio? ¿Qué sentido tiene eso?
—Por lo general, es el típico pervertido que espera hacer un poco de
voyerismo digital. —Se encoge de hombros.
—Qué asco. —Hago una mueca, de repente me alegro de no haber
tenido nunca una razón para registrarme en una habitación de hotel.
John comprueba su reloj. —Tengo que irme. ¿Alguno de ustedes tiene
alguna pregunta?
—No. —Niego.
—Estoy bien —dice Kingston al mismo tiempo.
Kingston espera a que John se aleje antes de inclinar la cabeza hacia la
amplia zona cubierta de hierba. —¿Te gustaría pasear un poco?
—Claro. —Agarro la pequeña bolsa y me la engancho al hombro.
Kingston se levanta y me ofrece su mano para ayudarme a levantarme.
Empiezo a alejarme una vez que estoy de pie, pero él aprieta su mano y 82
empieza a caminar, arrastrándome con él. Nunca habría considerado a
Kingston Davenport como un hombre que agarra la mano, pero le gusta
hacerlo mucho. Decido no discutir con él mientras atravesamos los terrenos.
No vamos demasiado lejos, y definitivamente no demasiado rápido, pero el
sol en mi piel y el aire fresco son agradables después de haber estado
encerrados durante tanto tiempo.
Kingston me detiene antes de sacar su teléfono del bolsillo. —Espera
un segundo.
Mis cejas se juntan. —¿Qué pasa?
Me rodea el hombro con un brazo y utiliza el otro para sostener su
teléfono. Nuestras caras aparecen en la pantalla con el cartel de Hollywood
de fondo.
—¿De verdad? ¿Quieres fingir que somos turistas?
Los ojos dorado-verdosos de Kingston brillan de alegría. —¿Acaso
puedes decir que eres de Los Ángeles sin un selfie frente al cartel de
Hollywood?
—No creo que al gran Kingston Davenport le importe una mierda un
viejo cartel.
—A mi no —acepta—. Pero quiero una foto de todos modos, así que
cierra la boca y sonríe a la cámara.
La cámara hace clic en una rápida sucesión mientras me río.
Kingston se desplaza por su carrete de fotos y me tiende una. —¿Ves?
Perfecta.
En la toma, estoy frente a él con la boca abierta de risa. Los ojos de
Kingston me miran directamente, iluminados con diversión, pero también...
algo más. Si no lo supiera, diría que es reverencia, pero eso no puede ser
correcto.
—Ni siquiera estamos mirando a la cámara —señalo.
—No me importa. —Kingston se guarda el teléfono en el bolsillo, sin
apartar la mirada.
Busco en sus ojos. —Kingston... —Se inclina hacia mí, con su aliento
rozando mi cara—. Esto no es una buena idea.
—Eso tampoco me importa. —Su boca se presiona contra la mía con un
ligero toque, dándome la oportunidad de apartarme.
Mi respiración se entrecorta mientras la indecisión me atormenta. Se
me cierran los ojos cuando Kingston me lame la comisura de los labios.
—¡Cuidado! —grita alguien.
Kingston me tira a un lado, justo antes de que un frisbee pase zumbando
por mi cabeza.
Parpadeo rápidamente cuando el hechizo se rompe. —Mierda, eso
estuvo cerca.
83
—Sí. —Kingston frunce el ceño—. Un poco demasiado cerca.
Un hombre se acerca a nosotros con una mirada tímida. —Lo siento. —
Un labrador negro corre hacia él, dejando caer con orgullo un frisbee baboso
a sus pies. Le da una palmadita en la cabeza y le dice: —Buena chica, Gretta.
La lengua de Gretta se sale de la boca mientras su dueño le rasca detrás
de la oreja.
—¿Puedo? —Hago un gesto hacia su adorable acompañante.
—Claro —responde—. Es súper amigable.
Sigo el ejemplo del hombre y le rasco detrás de sus orejas caídas, algo
que le encanta. Kingston se arrodilla y se une, riéndome cuando la lengua
gigante de Gretta le pinta la mejilla con babas de perro. Este momento es tan
ordinario, sólo somos unas personas jugando con un lindo perro en un
parque, pero al mismo tiempo es surrealista. Hace dos meses, si me hubieran
preguntado si creía que Kingston Davenport era un amante de los animales o
que le gustaba tomarse selfies cursis, habría gritado: —Claro que no. El
hombre es un enigma. Cuanto más lo conozco, más complicado se vuelve.
Kingston y yo damos un paso atrás y observamos cómo el perro y su
dueño reanudan su juego de búsqueda. Sin mediar palabra, Kingston me toma
de la mano y nos dirigimos a la carretera donde ha estacionado el Range
Rover. Subo al vehículo y me abrocho el cinturón mientras Kingston se pone
al volante y arranca el motor.
Suelta un fuerte suspiro una vez que entramos en la carretera. —
Realmente no quiero llevarte de vuelta a esa casa, Jazz. ¿Hay algo que pueda
decir para convencerte de que te quedes conmigo?
Niego. —No.
—Mujer obstinada.
Echo la cabeza hacia atrás y gimo. —Kingston, por favor, no arruines la
buena mañana que hemos tenido. Me pondré bien. Tengo previsto volver al
colegio el martes si el médico me da el visto bueno mañana, así que no estaré
mucho por allí de todos modos. Además, si Peyton es sospechosa, ¿no es
mejor fingir que todo es normal para atraerla? No puedo hacer eso si me
acuesto contigo.
—Odio cuando tienes razón —refunfuña.
—Sí, bueno, acostúmbrate, amigo.
Me mira de reojo. —Sabelotodo.
Le saco la lengua porque soy así de madura. Al menos le saca una
sonrisa.
—Nunca vas a dejar de presionar mis botones, ¿verdad?
Me encojo de hombros. —¿Por qué iba a hacerlo si tú lo haces tan
divertido? 84
Kingston sacude la cabeza. —Como he dicho, malditos problemas.
Kingston

—¿N
o crees que estás siendo paranoico?
Cierro la puerta de la habitación de
Jazz y abro la cerradura. —No, soy diligente.
Si insiste en quedarse aquí, insisto en hacer
esto.
Jazz se sienta en el extremo de su cama, poniendo los ojos en blanco.
Detesto el hecho de que esté aquí ahora mismo. Puede que no sepamos quién
le ha hecho esto, pero estoy con Jazz; creo que alguien los ha contratado, y
creo que esa persona nos conoce. Nada más tiene sentido, y John también lo
cree. La casa del lago está en una pequeña comunidad de montaña; no es el
tipo de lugar en el que acabarías al azar o irías en busca de problemas. Todos
los lugareños se conocen entre sí. Sólo hay un alquiler de vacaciones, que 85
estaba ocupado por la gente de la fiesta de bienvenida.
Es totalmente posible que Peyton, o cualquiera de las personas que
viven en esta casa, sean inocentes. Al menos en el caso de la agresión a Jazz.
Pero no estoy dispuesto a arriesgar la seguridad de Jazz por descuidar o no
utilizar todos los recursos posibles a mi disposición. Sé que todavía tiene
dudas sobre mí, aunque ya no le oculto nada. Claro que le he dado razones
para desconfiar de mí en el pasado, pero pensé que habíamos superado eso.
Diablos, pensé que habíamos superado eso la noche que dormimos juntos.
Sé que ser atacada brutalmente haría que cualquiera desconfiara, pero
también sé que Jazz siente esta conexión que tenemos. No es el tipo de chica
que se tiraría a alguien sin al menos un pequeño vínculo emocional. No
importa lo loca que sea nuestra química, ella es demasiado consciente para
permitir que una atracción física gobierne sus acciones. Estar con ella esa
noche fue... diferente de lo que había sido para mí antes. He tenido buen sexo
en mi vida, pero esto fue... más. No estaba echando humo en el culo de Jazz
cuando dije que no tenía interés en follar con nadie más que con ella. Desde
el momento en que nos conocimos, esa mujer es todo lo que veo, y ya no voy
a fingir lo contrario.
Hablé muy en serio cuando dije que mataría a cualquier hijo de puta
que intentara quitármela. Sé que esto empezó porque tenía un motivo oculto,
pero ya no es el caso. Jasmine Rivera estará a mi lado cuando acabe con
nuestros padres y con los imbéciles que le hicieron daño.
Saco del bolsillo el pequeño aparato que me dio John y escudriño
subrepticiamente su dormitorio en busca de bichos. Algo activa
inmediatamente los sensores, así que camino un poco hasta que la señal se
hace más fuerte. Los ojos de Jazz se abren de par en par cuando me acerco al
vestidor, y la luz verde se convierte rápidamente en roja, indicando que hay
un dispositivo de vigilancia cerca.
—Paranoico, una mierda —susurro, lanzándole una mirada de —te lo
dije.
Mi mandíbula se aprieta al saber que alguien ha estado espiando a Jazz.
Una cosa es segura; ahora, la gente que vive en esta casa está definitivamente
en lo alto de mi lista de sospechosos. Paso la mano con cuidado por la moldura
de la puerta hasta que la yema del dedo se engancha en un ligero
hundimiento de la madera. En la esquina superior del marco de la puerta hay
una cámara estenopeica que podría confundirse con un clavo de acabado.
Mierda.
Mis ojos recorren la habitación mientras me sitúo debajo de la cámara.
Dependiendo de la amplitud del ángulo, quienquiera que esté al otro lado de
esa cosa puede ver toda la habitación. Su cama está justo enfrente de la puerta
del armario, así que, como mínimo, la cámara tiene una visión perfecta de ella.
Respiro profundamente, tratando de calmar la rabia que se está gestando en
mi interior. Si alguien ha estado observando a Jazz durante todo el tiempo que 86
ha vivido aquí, quién sabe lo que habrá visto cuando tenía la ilusión de la
privacidad.
Pienso en el día en que escuchamos a nuestros padres hablar. Gracias
a que tuve el sentido común de tapar nuestras voces con música a todo
volumen cuando hablamos de ello, pero después hubo un poco de caricias en
seco justo en esa cama. Aprieto los puños y mis fosas nasales se agitan
mientras pienso en mi próximo movimiento. No quiero avisar a nadie quitando
la cámara hasta que pueda hablar con John y ver si podemos rastrearla, pero
definitivamente no quiero que este cabrón vigile a mi chica.
Lamentablemente, si lo cubriera, la persona del otro lado sabría que lo
han hecho. Termino de escanear la habitación y me dirijo a su cuarto de baño
adjunto, cubriendo cuidadosamente mi dispositivo de detección con la mano
para que no se vea. Salgo del cuarto de baño, donde afortunadamente no
había más dispositivos, y me acerco a la cama de Jazz.
Me mira con atención cuando me arrodillo en el California King y me
acerco hasta que me sitúo justo encima de ella. Tengo cuidado de no poner
ningún peso sobre ella; lo último que quiero es causarle más molestias. No me
pasa desapercibido que no emita ni una sola palabra de protesta. Tampoco el
hecho de que sus pezones probablemente podrían cortar el cristal en este
momento. Dios.
Cuando me inclino hacia su oído y le susurro, su respiración se
entrecorta: —Hay una microcámara incrustada en la esquina superior derecha
del marco de la puerta de tu armario. Supongo que también tiene audio. Todo
lo que haces o dices probablemente está siendo grabado o visto en directo.
Es el único dispositivo de grabación que mi escáner detectó, así que tu baño
sigue siendo un lugar seguro para hablar. Parpadea dos veces si me has oído.
Me alejo lo suficiente como para ver a Jazz parpadear dos veces. Jadea
cuando mi boca le presiona el cuello, chupando ligeramente la delicada piel.
Lo hago para guardar las apariencias, pero una vez que mis labios están sobre
ella, no puedo evitarlo.
Su espalda se arquea ligeramente cuando mi lengua serpentea. —
Kingston, ¿qué estás haciendo?
Gimoteo al oír su voz jadeante. La última vez que la oí, estaba en pelotas
dentro de ella. —Vuelve a mi casa. Te echo de menos cuando no estás
conmigo. —Es una afirmación verdadera, pero las palabras están destinadas
a ser escuchadas por cualquiera que esté mirando. Mordisqueo el lóbulo de
su oreja antes de volver a bajar la voz—. Necesito una excusa para que los dos
estemos en el baño y podamos hablar. Sólo hazlo, ¿de acuerdo?
Pone sus manos a ambos lados de mi mandíbula y me hace un leve
gesto con la cabeza. Jazz se estremece cuando mi mano se desliza por su
costado, rozando ligeramente su pecho.
—¿No dijiste que querías ducharte? Podría lavarte la espalda.
Ella mira casualmente en dirección a su armario y luego a la puerta del
baño. —Oh, ¿puedes ahora?
87
Sonrío. —Soy así de desinteresado.
Mierda, ojalá no hubiera plantado esa imagen en mi cerebro. Ahora no
puedo dejar de imaginarme a Jazz en la ducha, con su cuerpo desnudo,
mojado y enjabonado. Sonríe tímidamente mientras la tomo de la mano y la
conduzco al baño.
Jazz se sienta en el banco del lavabo mientras yo dejo correr el agua.
No hay ningún otro sitio para sentarse cerca, así que bajo mi cuerpo al suelo
justo enfrente de ella, apoyado en la puerta de cristal de la ducha.
—¿Estás seguro de que es una cámara? ¿Seguro que alguien me está
observando?
—Estoy seguro, Jazz, pero ¿quién carajo sabe cuánto tiempo lleva ahí?
Tal vez ni siquiera esté grabando, pero tal vez alguien te ha estado
observando todo el tiempo que has vivido aquí. Tengo que hablar con John y
ver si podemos rastrear la alimentación de alguna manera.
—Si eso ha estado ahí todo el tiempo... significa que alguien me ha visto
desnuda muchas veces. Me han visto... —Jazz cierra los ojos brevemente—.
Dios, me siento tan violada.
Permanezco en silencio, dándole tiempo para procesar todo.
—Voy a vomitar. —De repente, se lanza al otro lado de la habitación
justo a tiempo para llegar al baño.
Recojo su larga cabellera entre mis manos mientras ella pierde su
desayuno ante los dioses de la porcelana. Mierda, después de todo lo que ha
pasado Jazz últimamente, me sorprende que haya tardado tanto en
derrumbarse. Eso demuestra lo fuerte que es.
Cuando no le queda nada, mojo la esquina de una toalla de mano y se
la paso. Jazz se limpia la cara y se dirige al lavabo para enjuagarse la boca y
cepillarse los dientes.
Jazz respira hondo unas cuantas veces antes de volver a sentarse frente
al tocador. Ya no está verde, pero se mueve como una loca.
Sus ojos color chocolate se abren de par en par. —¿Crees que mi
donante de esperma lo instaló? ¿Crees que me ha estado observando para ver
si sé algo?
—Ya sabemos que su código moral es escaso. Charles Callahan no
tendría ningún reparo en invadir su intimidad si tuviera motivos para creer
que sabes algo que pueda incriminarlo.
Jazz apoya los codos en las rodillas y cuelga la cabeza entre las manos.
—¿Qué se supone que debo hacer? Estoy tan jodidamente asustada ahora
mismo.
—Podrías quedarte conmigo —sugiero.
Ella levanta la cabeza. —Pero si hiciera eso, no podría vigilarlos para 88
ver si hacen o dicen algo sospechoso.
—Jazz, no tienes que ser la mártir. No deberías arriesgar tu seguridad
ni ponerte en una situación que te hace sentir tan incómoda. Hay otras formas
de obtener información.
Ella niega. —Necesito saber qué pasó con mi madre, Kingston. Necesito
saber quién es el responsable de lo que pasó en ese bosque. Si eso significa
que tengo que ponerme en una situación precaria durante un tiempo, eso es
lo que tiene que pasar.
—No estoy de acuerdo.
Jazz endereza su columna vertebral y levanta la barbilla. —Bueno, eso
no lo decides tú, ¿verdad?
Me muerdo el interior de la mejilla. —Jazz, no seas estúpida. Si Charles
sospecha que puedes ser una amenaza, es más peligroso de lo que pensé en
un principio. Quédate conmigo y lo resolveremos a partir de ahí.
Me dispara rayos láser con los ojos. —No me digas lo que tengo que
hacer.
Mierda, es exasperante.
—Si estás preocupada por mi padre, no tienes que estarlo. El sistema
de seguridad de la casa de la piscina es completamente independiente de la
casa principal. En las raras ocasiones en que esté en casa, seguirás estando a
salvo mientras estés conmigo.
Ella levanta la mano. —Deja de hablar. He tomado una decisión y me
quedo. Obviamente, tendré que asegurarme de vestirme en el baño o en el
armario a partir de ahora, pero por lo demás, si alguien quiere verme dormir
o hacer los deberes, que lo haga. Ahora que sé que la cámara está ahí, tendré
cuidado.
—Puede que no sea la única cámara —señalo—. Puede haber otras al
otro lado de la casa.
Mierda, ¿por qué no pensé en eso antes? Si alguien nos vio
merodeando fuera de la oficina de Charles, estamos jodidos.
Jazz se pone de pie y endereza el dobladillo de su camisa. —Entonces,
demos un paseo y exploremos el resto de la casa.
Me levanto y cierro el grifo. —Nada de lo que diga te hará cambiar de
opinión, ¿verdad?
—Nop. —Ella hace estallar la P al final, puro descaro persiguiendo la
palabra.
Mierda, esta mujer va a ser mi muerte.
—Tan jodidamente testaruda. —Me paso las manos por el cabello y tiro
de las puntas—. A veces me vuelves loco.
—El sentimiento es mutuo, bebé. —Me da una palmadita en la mejilla
condescendiente—. Ahora, ¿vamos a dar un paseo, o qué? 89
Entrecierro los ojos. —Bien. Guíame por el camino.
Jazz

K
ingston se marchó a regañadientes después de completar un
escaneo de la mayor parte de la casa y el patio trasero. La buena
noticia es que no hemos encontrado ningún dispositivo de
vigilancia adicional. La mala noticia es que no puedo negar que alguien me
vigila a mí y sólo a mí. La pregunta es, ¿quién y por qué? A pesar de mis
fanfarronadas anteriores, estoy realmente asustada por todo el asunto. He
pasado el resto de la tarde acostada en una tumbona junto a la piscina y la
noche viendo una película en la sala de juegos. Por suerte, esta casa es tan
enorme que no me crucé con nadie más que con la señora Williams cuando
me preguntó si quería cenar. No volví a mi habitación hasta que fue
absolutamente necesario, y cuando me metí en la cama, el sueño no llegó
fácilmente. 90
—¿Ha ido todo bien con el médico, señorita Jasmine? —Frank me abre
la puerta del coche, con sus gigantescos bíceps tensos contra las mangas.
Dios, el hombre es una bestia. Normalmente lleva una camisa de vestir
abotonada, así que nunca he visto sus músculos, pero hoy lleva un polo negro.
Frank debe de tener unos treinta años, pero es un tipo guapo y muy dulce.
Respiro cuando me doy cuenta de lo mucho que le habría gustado a mi madre.
Diablos, la habría animado a invitarlo a salir si lo hubiera conocido de alguna
manera cuando aún vivía.
Frank enarca una ceja. —¿Señorita Jasmine? ¿Está usted bien?
—Oh sí, totalmente bien. —Agito mis pompones imaginarios, tratando
de sacudir mis pensamientos sombríos—. La cita fue bien. Tengo luz verde
para volver a la escuela mañana. Me alegro.
Frank se ríe antes de cerrar la puerta y deslizarse en el asiento
delantero. —Me alegra oír eso.
La verdad es que, por mucho que me moleste esa academia tan
cargada, es una razón más para evitar mi dormitorio, así que estoy deseando
volver. Además, la educación en casa es una mierda. En serio, es una mierda.
Me considero bastante inteligente, mi nota media de 4,0 lo corrobora, pero
las estadísticas no son mi fuerte, y sin duda me beneficiaría la enseñanza en
el aula. Sólo puedo esperar que ahora que tengo a los supuestos reyes de
Ainsley y Windsor en mi esquina, los otros estudiantes dejen de acosarme.
—Jasmine, es bueno verte tan bien.
Termino de bajar las escaleras y respiro profundamente. Es la primera
vez que veo al donante de esperma desde antes del regreso a casa. Kingston
me dijo que Charles pasó por el hospital la noche que me ingresaron, pero
luego se fue de la ciudad. Ya me costó bastante morderme la lengua con este
hombre antes. Ahora que sé que posiblemente esté vendiendo seres humanos
para obtener beneficios, va a ser aún más difícil.
—Gracias. —Me meto un trozo de cabello detrás de la oreja,
recordándome que debo concentrarme y reducir mis palabras al mínimo.
—Jasmine, estás preciosa, querida. —Madeline, mi madrastra, se
inclina hacia delante y me besa en el aire ambos lados de las mejillas antes
de ocupar su lugar junto a mi padre, enlazando su brazo con el de él—. Veo
que llevas tu uniforme de Windsor. ¿Debo suponer que hoy vuelves al
colegio?
Unos padres normales no tendrían que hacerse esa pregunta. Por otra
parte, los padres normales tampoco saldrían del país para pasar tres semanas
de vacaciones después de que su hija fuera atacada violentamente y dada por
muerta.
Levanto las cejas. —Me pondría esto cualquier día de la semana; ¡está
tan de moda! El hecho de que vuelva a la escuela es una mera coincidencia.
91
Madeline finge no captar mi sarcasmo, pero sus labios fruncidos me
dicen lo contrario. —Bueno, me alegra saber que las cosas van bien con tu
recuperación. Estás tan guapa como siempre.
Mis ojos viajan desde su cabello rubio blanqueado perfectamente
peinado hasta el esmalte rosa nacarado de los dedos de sus pies. —Y tú estás
especialmente bronceada.
Madeline se acicala como si eso fuera un cumplido. No lo era, la mujer
está prácticamente naranja. Estoy bastante segura de que tiene un bronceado
en spray además de uno normal. —Gracias. Tu padre y yo lo pasamos muy
bien en Cabo. —Gira la cabeza y le sonríe—. ¿Verdad, querido?
Charles mira a su mujer como si fuera una mosca arrastrándose sobre
un montón de mierda. —Siempre lo hacemos.
Paso el pulgar por encima del hombro hacia la puerta principal. —
Bueno, debería irme. Kingston debería estar aquí en cualquier momento para
recogerme.
Las facciones de Madeline se juntan antes de que la máscara de
Stepford vuelva a caer en su sitio. —¿Sigues viendo al chico Davenport?
—No estoy segura de que verlo sea la palabra correcta, pero estamos
saliendo. Más o menos.
Alisa las arrugas imaginarias de su vestido blanco. —Ya veo.
Creo que iba a decir algo más, pero Charles levanta la mano para
detenerla. —Basta, Madeline. Deja que la niña vaya a la escuela. Ahora que se
siente mejor, podemos dejar todo esto atrás y seguir adelante.
Uh... no, no podemos, imbécil.
—No creo que eso sea posible hasta que los responsables sean
llevados ante la justicia. Cualquiera que esté dispuesto a cometer un crimen
tan atroz merece que se le arroje el libro.
Mierda. Probablemente no debería haber dicho eso.
Los gélidos ojos azules de Charles se estrechan en señal de sospecha.
—Sí, bueno, por supuesto. Después de que los autores sean llevados ante la
justicia, podremos dejar todo esto atrás.
Nos miramos fijamente, leyendo el lenguaje corporal del otro. El suyo
dice que es el rey de esta selva y que nadie se atreve a desafiarlo. El mío está
diciendo, pruébame, viejo.
La cara de mi padre se enrojece mientras se endereza la corbata. —
Que tengas un buen día en la escuela, Jasmine. Tengo asuntos que atender.
Con eso, gira sobre sus talones y camina hacia el pasillo que lleva a su
oficina. Madeline sigue de pie justo delante de mí, obviamente esperando a
que su marido salga del alcance de sus oídos.
Apoyo una mano en la cadera. —¿Te gustaría decir algo? 92
Por primera vez desde que nos conocemos, la verdadera Madeline sale
a jugar. Sus ojos rojos arden de rabia mientras avanza hasta que sus
gigantescas tetas chocan prácticamente con mi pecho. Yo mido 1,65 en un
buen día, y Madeline mide fácilmente 1,65 cuando lleva tacones, así que me
supera.
—Escucha, pequeña. Kingston Davenport pertenece a Peyton. A ti. No
puedes. Tenerlo. Es mejor romper esta aventura, o lo que sea, antes de que
vaya más allá. Se casarán después de la graduación, y no hay nada que puedas
hacer para detenerlo. Créeme cuando digo que te arrepentirás si lo intentas.
—¿Todo ese veneno que te inyectaste en la cara se te fue al cerebro?
—Me burlo—. Tú y tu hija están desquiciadas. Tanto si Kingston y yo estamos
juntos como si no, nunca se casará con Peyton.
Mierda. Definitivamente no debería haber dicho eso.
El rostro anaranjado de Madeline se vuelve rojo cereza. —Pequeña...
—¡Madeline!
Las cabezas de ambos giran en dirección a la estruendosa voz. El rostro
del donante de esperma es más rojo que el de su esposa, sólo que su ira está
claramente dirigida a ella, no a mí. Bueno, es un buen cambio.
Una vez superado el shock, la máscara de Madeline vuelve a estar en
su sitio. —Cariño, no es lo que parece.
La mandíbula de Charles hace un tic mientras sus carnosos puños se
aprietan a los lados. —Necesito hablar contigo en mi oficina.
—Pero —dice ella.
—¡Ahora! ¡Hagan lo que se les dice o afronten las consecuencias!
Madeline me mira antes de desviar la mirada hacia el suelo de mármol
y pasar corriendo junto a mi padre como si le ardiera el culo. Maldición, no
puedo decir que la culpo. El tipo da bastante miedo ahora mismo.
—¡Tú! —Me señala con un dedo—. ¡Ve a la escuela!
—Considera que me he ido. —Hago un gesto despreocupado con la
mano antes de salir corriendo por la puerta.
Me apoyo un momento en uno de los pilares para recuperar el aliento.
Mierda, ¿qué ha sido eso? Kingston aún no ha llegado, pero no tengo ganas
de esperar y arriesgarme a encontrarme con Charles o Madeline. Le envío un
mensaje de texto a Kingston mientras empiezo a caminar por el largo camino
de entrada.
Yo: ¿Tiempo estimado de llegada? Tengo que salir de aquí.
Kingston: Estoy conduciendo con “No molestar mientras se conduce” activado.
Veré tu mensaje cuando llegue a mi destino.
Mierda. Bueno, al menos sé que está en camino. Los Davenport viven
en la misma comunidad cerrada que yo, así que sé que no tardará. Mi teléfono
93
suena cuando llego al final del camino de entrada y la cara de Kingston
aparece en la pantalla. Sonrío cuando veo la foto que nos hizo en el parque.
Debe haber actualizado su información de contacto cuando no estaba
mirando.
—Hola. ¿A qué distancia estás?
Puedo oír el estruendo de su motor en el fondo. —Mira hacia arriba.
El llamativo Agera RS negro de Kingston vuela por la carretera y se
detiene frente a mí. Supongo que el sonido del motor venía de la calle y del
teléfono. Cuelgo la llamada y guardo el móvil en el bolsillo interior de mi
americana. Rodeo el coche mientras él abre la extraña puerta abatible. Una
vez le dije que era una puerta rara y Kingston se comportó como un niño
grande, diciendo que eran puertas diédricas sincrónicas. El chico es
realmente sensible con su coche. Aunque supongo que si yo me gastara una
cantidad obscena de dinero en un vehículo, también estaría susceptible.
Frunce el ceño cuando me subo y me abrocho el cinturón de seguridad.
—¿Qué pasó?
—¿Por qué crees que pasó algo?
Kingston me mira con su mirada de —¿estás bromeando? —Esperar al
final del camino de entrada fue un gran indicio, pero también pareces
conmocionada.
Hago un gesto hacia la carretera. —Empieza a conducir y te lo diré.
Pone el coche en marcha y vuelve a la carretera. Durante el corto
trayecto hasta el colegio, recapitulo toda la loca interacción con Charles y
Madeline. Una parte de mí está realmente preocupada por Madeline después
de ver lo enojado que estaba mi padre, pero a la otra parte le importa una
mierda. Para que quede claro, no creo que haya nunca una razón válida para
que un hombre le pegue a una mujer, pero después de que esa zorra me
amenazara, definitivamente creo que se merece una buena paliza. Tal vez que
le quiten sus tarjetas de crédito. Eso probablemente la devastaría.
Kingston entra en un estacionamiento y apaga el motor. —Mierda.
—Sí, más o menos. Daba un poco de miedo verlo tan enojado, aunque
por una vez no fuera dirigido a mí. Incluso cuando lo hago enojar, nunca ha
parecido tan furioso como allí. Su voz era fuerte. Como si hiciera eco en toda
la casa. ¿Y qué pasa con la mierda de afrontar las consecuencias? ¿Quién le
habla así a su cónyuge?
Sus hermosos ojos color avellana me taladran. —Tienes que salir de esa
casa, Jazz.
—No, Kingston. No voy a tener esta discusión contigo otra vez.
—Si se enfurece así, significa que está perdiendo el control, lo que
seguro que le enfurece aún más. A Charles Davenport le apasiona proyectar
al mundo una imagen tranquila y calculada. Por lo que parece, está dejando
de fingir cada vez más desde que tú estás cerca. Creo que tu presencia lo 94
pone nervioso.
—El hecho de que me parezca casi exactamente a la mujer que violó y
embarazó repetidamente probablemente tenga mucho que ver con eso —
murmuro.
—Razón de más para que salgas de ahí.
—Una vez más, no se puede.
Se pasa una mano por la cara. —Maldito Cristo, mujer.
Levanto la barbilla desafiantemente y le clavo una mirada afilada. —¡No
me jodas! En el peor de los casos, si se pone agresivo, puedo defenderme
perfectamente.
Kingston me dedica una sonrisa cruel. —¿De verdad? ¿Como lo hiciste
en el lago?
Me quedo con la boca abierta. —¡No acabas de ir allí! —Abro la puerta
de golpe y me desabrocho el cinturón de seguridad—. Que se joda esta
mierda. Y jódete. —Salgo del coche y me alejo tan rápido como puedo.
—¡Jazz, espera! —Sólo avanzo unos metros antes de que Kingston me
alcance, tirando de mi brazo.
Me doy la vuelta. —¡Suéltame!
—Espera un segundo, ¿quieres? —grita. Bajando la voz, añade: —Lo
siento. Estoy preocupado por ti, y lo estaba canalizando de forma equivocada.
Una multitud se ha reunido a nuestro alrededor, varias personas
sostienen sus teléfonos.
—¡Métanse en sus asuntos, imbéciles! —grito.
Pasan los snickers entre la multitud y, por supuesto, ni una sola persona
hace un esfuerzo por avanzar. Les hago un gesto y me digo a mí misma que
debo ignorar sus culos entrometidos.
—¿Podemos ir a algún sitio y hablar, por favor? —Kingston pregunta.
—No tengo tiempo para eso. —Me zafé de su abrazo y comencé a
caminar hacia Lincoln Hall—. Lo que tengas que decir lo puedes decir
después de que haya tenido tiempo de calmarme. Tengo que hablar con mi
profesor de matemáticas antes de que empiece la clase.
—Jazz...
—Bienvenida, nena. —Bentley aparece de la nada—. Veo que tú y el
cavernícola ya están empezando el drama.
—Puedes hacerlo, Bentley.
—No te metas, Bent —dice Kingston al mismo tiempo.
Bentley levanta las manos en un gesto apaciguador. —Bien, chicos,
creo que necesitan un tiempo a solas. —Engancha su brazo sobre mis
hombros—. Deja que te acompañe a clase, preciosa. 95
Sé que es infantil, pero le saco la lengua a Kingston y le digo: —Con
mucho gusto. Aléjame de este imbécil.
Ainsley y Reed se unen entonces, intercalando a Kingston entre ellos.
—Bienvenida, Jazz —dice Ainsley.
Le hago un gesto cortante con la cabeza. —Gracias.
Ainsley enlaza su brazo con el de su gemelo. —Vamos, hermano.
Vamos a dar un paseo y dejemos de darles a estos imbéciles más material.
Kingston permite a regañadientes que su hermana lo guíe en la
dirección opuesta. Al mismo tiempo, Bentley y yo nos dirigimos a mi clase de
estadística. Justo antes de que Bent y yo nos separemos, veo a Peyton,
Whitney e Imogen de pie contra la pared, con sus miradas llenas de odio
clavadas en mí.
—¿Problemas en el paraíso? —Peyton pregunta burlonamente—.
Parece que las cosas volverán a la normalidad antes de lo que pensaba.
Antes de que tenga la oportunidad de regañar a esta perra, Bentley lo
hace por mí.
—Vete a la mierda, Peyton. —Se burla—. Y deja de aguantar la
respiración por Davenport. En caso de que no hayas recibido el memo, has
sido cancelada. Eres una nena desechada, nada más. —Bentley mira a las tres
chicas con una mirada tan feroz, que me dan ganas de encogerme—. Eso
aplica a las tres.
Maldita sea, estoy tan acostumbrada al alegre Bentley, que casi olvidé
que podía ser tan insensible. Es un poco extraño. Y tal vez un poco caliente.
Obviamente, tengo un problema.
Como si lo hubieran coreografiado de antemano, Peyton y sus
compañeras jadean dramáticamente, se echan el cabello por encima de los
hombros y se alejan con un resoplido. Están increíblemente sincronizadas.
—Gracias, Bentley.
Me abraza. —Cuando quieras, cariño.
Me río. —¿La gente ya no dice bebé?
Siento que se encoge de hombros antes de besar la parte superior de
mi cabeza. —No me importa. —Se retira y me da una palmada en el trasero—
. Ahora, lleva tu culo sexy a clase.
Le hago un simulacro de saludo. —¡Señor, sí, señor!
—Listilla. —Bentley mueve la cabeza hacia el salón en la que se supone
que estoy—. A no ser que quieras largarte y follar conmigo, entra ahí y
aprende algo.
Eso me da una patada en el culo. —¡Será aprender!
La risa de Bentley resuena en el pasillo mientras se aleja. Justo antes de
doblar la esquina, mira hacia atrás como si sintiera que lo estoy mirando, y 96
me guiña un ojo. Sacudo la cabeza mientras entro en la clase y tomo asiento
en mi mesa.
¿Qué voy a hacer con ese chico?
Jazz

L
a gente ha estado mirando y susurrando a mis espaldas toda la
mañana. Esperaba que al saber que se correría la voz sobre mi
ataque, pero algo no cuadra. Probablemente estoy siendo
paranoica, pero casi parece un esfuerzo coordinado. Como si hubieran
planeado esto.
Tanto los chicos como las chicas me han insultado en voz baja. Me han
hecho propuestas de matrimonio los idiotas y los prepotentes al menos una
docena de veces.
—Hola, Jasmine. Tengo una pregunta para ti —susurra Jarod, mi
compañero de física.
Esto debería ser bueno. Jarod es un deportista, un jugador, creo y
también es un colosal imbécil. Es uno de esos tipos que se cree el regalo de
97
Dios para las mujeres, así que no maneja muy bien los golpes al ego. Cuando
llegué a Windsor, Jarod me invitó a salir. Cuando le dije que no estaba
interesada, actuó como si estuviera bromeando, y me ha tratado como una
mierda desde entonces.
—¿Qué, Jarod?
Miro el reloj y veo que tenemos menos de dos minutos antes de que
suene el timbre. Gracias a Dios.
—He oído algo interesante sobre ti y quería saber si era cierto.
Arqueo una ceja. —¿Ah, sí? ¿Qué es eso?
Sonríe lascivamente. —He oído que no te han agredido de verdad. —El
idiota realmente utiliza comillas en la última palabra—. Que lo que realmente
ocurrió fue sexo duro que se fue al traste. Dicen que eres como una loca total
en la cama, y que te gustan los juegos de sangre.
Estoy tan sorprendida que ni siquiera puedo formar palabras. Me
quedo mirándolo como una idiota mientras continúa.
—Sabes... —Jarod me pasa el dedo por el antebrazo y, por suerte,
tengo los medios para apartarme—. Si es por eso que me rechazaste, deberías
reconsiderarlo. Estoy dispuesto a un poco de perversión si eso es lo que te
gusta.
Mi corazón late rápidamente mientras las imágenes de esa noche pasan
por mi cabeza. Mierda, me duele el pecho. Puntos negros danzan por mi
visión. Estoy demasiado ocupada intentando evitar un ataque de pánico como
para responder a la ridícula acusación de Jarod. Cuando suena el timbre, los
demás estudiantes no pueden salir del aula lo suficientemente rápido, pero
yo estoy congelada.
Jarod se levanta y se acerca a mi oído, completamente ajeno a mi
inminente crisis. —No tienes que responderme ahora mismo. Sólo piénsalo.
Respiro profundamente mientras observo cómo el engreído de Jarod
se aleja de la sala, sin hacer ningún esfuerzo por abandonar mi mesa.
Mierda.
Tengo que recomponerme. Me niego a dejar que me posean así. Yo
controlo mis emociones, no ninguno de estos idiotas de Windsor ni mis
posibles violadores. Continúo con mis ejercicios de respiración.
Dentro... y fuera. Dentro... y fuera. Dentro... y fuera.
—Señorita Callahan, ¿va todo bien? —pregunta nuestra profesora, la
señora Nguyen—. ¿Srta. Callahan?
Parpadeo, mirando hacia el frente de la habitación donde se encuentra
su escritorio. —¿Qué?
Rodea su escritorio y se sienta en el borde. —Te pregunté si estabas
bien. Te ves... pálida. ¿Necesitas un pase para la enfermería?
No he estado pálida ni un día en mi vida, pero entiendo el punto.
98
Vuelvo a respirar profundamente y niego. —No, estoy bien. Sólo estoy
distraída, supongo.
Parece escéptica. —Si estás segura...
—Estoy segura. Me salté el desayuno, así que estoy un poco fuera de
sí. Menos mal que el almuerzo es el próximo período, ¿eh? —Me levanto y me
cuelgo la mochila al hombro—. Estaré como nueva cuando tenga algo de
comida en el estómago.
Sus ojos siguen todos mis movimientos cuando me acerco a la parte
delantera del aula. Le ofrezco una sonrisa mientras paso por delante de su
mesa, intentando escapar sin que me interroguen. Justo antes de llegar a la
puerta, me llama por mi nombre.
Maldita sea.
Me doy la vuelta. —¿Sí?
Los labios de la señora Nguyen se aprietan. —Jasmine, me he enterado
de lo que te pasó después del baile de bienvenida. Si alguna vez necesitas a
alguien con quien hablar, estaré encantada de escucharte.
Me trago el nudo en la garganta, reforzando mi determinación. —
Gracias, pero... estaré bien.
—Si cambias de opinión, es una oferta abierta. Que tenga un buen
almuerzo, señorita Callahan.
Cuando salgo al pasillo, Reed me está esperando. Intenté decirles que
no necesito una niñera, pero Ainsley o uno de los chicos me ha acompañado
a cada una de mis clases hasta ahora. La seguridad en los números, o algo así.
—¿Estás bien? —pregunta.
Suspiré. —Lo sería si la gente dejara de preguntarme eso.
Las cejas de Reed se arrugan con confusión. —¿Qué significa eso?
—Nada. Olvida que he dicho algo. —Le hago un gesto para que se
vaya—. Entonces, ¿cómo van las cosas con Ainsley? He oído que están
pasando mucho tiempo juntos. ¿Ya estás listo para casarte y hacer las cosas
oficiales?
Sus ojos verde claro se estrechan. —Buen cambio de tema.
—¿Qué? —Me encojo de hombros—. Realmente quiero saberlo.
—Es... complicado.
—¿Por Kingston?
Se mete las manos en los bolsillos. —Entre otras cosas.
—Oh, vamos. —Niego—. Sabes muy bien que su felicidad es lo más
importante para él. Si haces feliz a Ainsley, ¿cuál es el problema?
Reed se rasca la nuca, con aspecto nervioso. Huh. Eso es nuevo. Este
chico suele desprender un cien por ciento de confianza o de distanciamiento.
99
No parece haber un punto intermedio con él.
Como no contesta, sigo. —Sean cuales sean tus problemas... será mejor
que los resuelvas rápido, Reed. Le gustas. Mucho. Pero Ainsley no va a
esperar para siempre.
Sus ojos se abren de par en par con pánico. —¿Ella dijo eso?
—Sí, lo hizo, en realidad. Pero el punto real es que ella no debería tener
que hacerlo. No es justo que le den largas. O estás dentro o estás fuera.
Cualquiera que sea el camino que decidas tomar, no la engañes. Ella es buena
gente. No se merece que la mantengas en la cuerda floja sólo porque no
quieres que esté con otro.
Reed se pasa una mano por la cara. —Mierda.
Está obviamente agitado, así que me apiado de él. —¿Quieres mi
consejo?
Me hace un gesto cortante con la cabeza.
Choco mi hombro con su brazo. —Habla con ella. Cualesquiera que
sean tus reservas, habla con ella y ve si pueden trabajar juntos.
Reed lo considera mientras hacemos una parada en mi taquilla, para
que pueda dejar mi bolsa antes de ir al comedor. Justo antes de entrar, me tira
del codo para apartarme.
—Gracias, Jazz.
Sonrío. —Cuando quieras, grandulón. Ahora, vamos a comer. Me
muero de hambre.
Se ríe y me hace pasar por la puerta.
Hacemos fila para tomar algo de comida antes de reunirnos con los
demás en la misma mesa en la que nos sentábamos antes de mi imprevisto.
—¿Por qué tardaron tanto? —pregunta Kingston con suspicacia—.
Estaba a punto de enviar un grupo de búsqueda.
—Jaja, qué gracioso. —Tomo el asiento vacío junto a él mientras Reed
saca la silla junto a Ainsley—. Reed y yo estábamos teniendo una pequeña
charla, eso es todo.
—¿Sobre qué? —Ainsley y Kingston preguntan al unísono.
Paso el dedo entre ellos. —Eso fue lindo. ¿Fue tu extraña telepatía de
gemelo la que se activó?
Ainsley se ríe mientras Kingston gruñe. Como, literalmente gruñe.
Le doy un golpe en el pecho. —No puedes estar enojado conmigo.
Todavía estoy enojada contigo.
Kingston atrapa mi dedo, engancha su pie alrededor de la pata de mi
silla y me acerca. Inclinándose hacia mi oído, susurra: —Me gusta cuando te
enojas conmigo. Esa mirada ardiente que tienes en los ojos me pone duro
como una piedra.
100
Me digo a mí misma que no debo mirar hacia abajo, pero mis ojos se
posan en su regazo de todos modos. Sí, Kingston luce una semiluna que
parece crecer cuanto más lo miro.
Lucho contra un escalofrío mientras echo mi silla hacia atrás. —Imbécil.
Unas risas estridentes suenan desde el otro lado de la sala, robando mi
atención. Viene de la mesa de los autoproclamados reyes, el mismo lugar
donde mis compañeros de mesa solían sentarse todos los días. Peyton,
Imogen y Whitney siguen allí, pero hay cuatro chicos nuevos y una chica
nueva. Me resultan familiares, pero no sé sus nombres.
—¿Qué está pasando ahí? —pregunto—. ¿Pensé que esa mesa estaba
reservada únicamente para la super-élite?
Los tres chicos fruncen el ceño mientras Ainsley pone los ojos en
blanco.
—¿Y bien? —pregunto—. ¿Alguien va a explicar?
Ainsley es la primera en hablar. —Durante tu ausencia, Peyton ha
establecido una nueva facción. Parece creer que puede designar quiénes son
los reyes y reinas de Windsor, a pesar de que todo el mundo sabe que no es
así. Incluso ha decidido ampliar la corte.
Me dirijo a Kingston. —¿Qué significa eso para ustedes?
—Nada. Peyton puede soltar las tonterías que quiera; no significa que
toda la escuela la escuche. Hay un orden que hay que seguir. Ha sido así
desde que se fundó esta escuela. —La mandíbula de Kingston se aprieta
mientras mira hacia allí—. Si fuéramos allí y les dijéramos que se fueran a la
mierda de nuestros asientos, tendrían que obedecer.
Miro alrededor de la sala y veo que los demás alumnos están en la mesa
de la realeza y apartan la mirada como hicieron cuando mis chicos se sentaron
allí. Desde mi punto de vista, parece que el colegio está escuchando.
Un momento... ¿cuándo empecé a pensar en ellos como mis chicos?
—¿Quiénes son los nuevos?
—La mayoría de las veces son tontos del equipo de fútbol —responde
Bentley con amargura—. El tipo que se sienta al lado de Pey Pey es Lucas
Gale, que ha sido su follamigo desde que Davenport la despidió. También es
el QB estrella de Windsor. Luego, tienes a Aspen Evans, es una animadora,
seguida de Christian Taylor, David Wright y Barclay Baker.
—¿Por qué no les dices que dejen la mesa? —pregunto.
Reed responde esta vez. —Porque eso implicaría que nos importa, y lo
último que cualquiera de nosotros quiere es que Peyton piense que está
llegando a nosotros.
¿Qué espera conseguir Peyton con esto?
—¿Es otra táctica para ponerte celoso? —le pregunto a Kingston—.
¿Para hacer que quieras estar con ella de nuevo? 101
Termina de masticar el gigantesco bocado de pizza que acaba de dar.
—Probablemente, que es exactamente por lo que no estamos alimentándola.
Déjalo, Jazz. No es gran cosa.
No me lo creo ni por un segundo. Les está afectando. Quieran admitirlo
o no, me doy cuenta por sus espinas rígidas y por cómo observan
discretamente la otra mesa. Estos tres son machos alfa hasta la médula, y las
acciones de Peyton son un desafío directo.
Justo antes de que termine el almuerzo, una chica se acerca
tímidamente a nuestra mesa y deja caer un sobre de color crema delante de
mí. Es más joven, no debe ser más que una estudiante de segundo año, y la
pobre parece estar a punto de cagarse encima.
—¿Qué es esto? —pregunto.
—Es de Peyton Devereux.
Me burlo. —¿No podría dármelo ella misma? Vive al final del pasillo.
Como, literalmente, al final del pasillo. Podría haberla metido fácilmente por
debajo de mi puerta.
—Sólo hago lo que me dicen —dice la chica antes de escabullirse como
una cucaracha.
Kingston toma el sobre y rompe el sello antes de que yo tenga la
oportunidad. Saca un cuadrado de cartulina gruesa y lo examina. Sus fosas
nasales se agitan mientras lo vuelve a meter con rabia.
—¿Qué es? —Se lo quito y saco la tarjeta. Es una invitación a la fiesta de
dieciocho años de Peyton, sólo que hay un gran círculo rojo sobre ella con un
símbolo de barra invertida en el centro—. ¿Qué carajo significa esto? ¿Está
tratando de decirme que no estoy invitada a su fiesta? Como si fuera a ir de
todos modos.
—No reacciones, Jazz —ordena Kingston—. Es lo que ella quiere; es por
lo que está haciendo esto públicamente. Ella está tratando de humillarte.
A la mierda. La mitad de la escuela ha estado tratando de humillarme
hoy, y tengo la ligera sospecha de que ella está detrás de eso. No me gusta
jugar a los juegos de mi malvada hermanastra, pero no me doblegaré ante
nadie, especialmente ante ella. Me giro en la silla y veo a Peyton y a sus
admiradoras mirando en mi dirección, riéndose a mi costa. O eso creen. Sin
dejar de mirarme, tomo el sobre y me dirijo a su mesa.
Peyton gira la nariz hacia arriba, la altanería se filtra por cada uno de
sus poros. —¿Qué quieres, puta? Si buscas algo de crack, tendrás que volver
al barrio.
—Muy buena, nena —se ríe el tipo que está a su lado.
Ignoro por completo la patética mordaza de Peyton, y al idiota que se
está tirando, y sonrío, lo que hace que ella frunza el ceño. —Sólo quería
hacerte saber lo que pensaba de tu tonta fiesta de cumpleaños, o de la
celebración de tu existencia en general. 102
Puedo sentir los ojos de toda la sala sobre nosotros mientras levanto la
elegante invitación y la rompo por la mitad. Levanto una ceja desafiante
mientras la rompo por la mitad una segunda vez. Continúo hasta que Peyton
echa humo y el último trozo de papel queda flotando en pequeños pedazos
junto a sus pies con tacones Louboutin. Cuando termino, me quito las manos
de encima y me inclino hacia ella.
—Ves, Peyton, la diferencia entre tú y yo, es que yo tengo las pelotas
para luchar mis batallas. La próxima vez que tengas algo que decirme, sólo
dilo. Madura de una puta vez.
Un coro de, maldición o quemada o alguna variación de ello, resuena
en todo el comedor. Mientras Peyton sigue con la boca abierta y el tal Lucas
me atraviesa con la mirada, yo vuelvo a mi mesa, me siento y le doy un bocado
a mi penne, como si nada de eso hubiera ocurrido.
—Mierda, Jazz —susurra Ainsley—. ¡Eso fue épico!
Sonrío victoriosa, sabiendo que el plan de Peyton ha fracasado. Maldita
sea, esa zorra está realmente loca si cree que lo de la invitación me va a
molestar. Siempre he sabido lo de la fiesta, no es que lo haya ocultado, pero
no tenía intención de ir. Como se celebra en la mansión, Ainsley y yo hicimos
planes para ir a su casa esa noche.
Pero conociendo a Peyton, probablemente actuará como si todo el
enfrentamiento no hubiera ocurrido, por lo que tendré que tomar medidas
para reforzar mi mensaje. Me río en voz baja mientras pienso en la solución
perfecta.
Bentley me atrae hacia él y me besa la sien. —Jazzy Jazz, es bueno
tenerte de vuelta.

103
Jazz

—C
hica, estás increíble. —Ainsley se cubre los labios con
una nueva capa de brillo—. ¿Pero estás segura de que
está bien quitarte la férula?
Levanto el brazo y flexiono la muñeca de forma experimental. —Estoy
harta de esa cosa; pesa y pica. Además, no va exactamente con este conjunto.
Llevarlo dos tercios del tiempo recomendado es totalmente suficiente, ¿no
crees?
Ainsley niega. —No soy médico, pero creo que dicen seis semanas por
una razón. Pero tú conoces tu cuerpo mejor que yo. Si dices que tu muñeca se
siente bien sin ella, ¿quién soy yo para discutir? Sólo prométeme que tendrás
cuidado.
—Lo haré.
104
—Peyton se va a enojar cuando te vea. —Ainsley pone una sonrisa de
gato de Cheshire.
Me río. —A ti también.
Las dos nos miramos en el espejo del tocador, satisfechas con nuestros
reflejos. Cuando decidí colarme en la fiesta de cumpleaños de Peyton, me
resigné a que tendría que arreglarme porque eso es lo que más molestará a
Peyton. Parece que le gusta criticar mi vestimenta preferida, y de esta
manera, no tiene la opción. Cuando me asomé antes y vi a Peyton jugando en
el salón con sus chicas, supe que era la decisión correcta.
Peyton está trabajando realmente en el ángulo de la Barbie viviente
esta noche con un corsé y una minifalda de color rosa intenso ajustados a la
piel, tacones altísimos y una maldita tiara de verdad. Imogen y Whitney llevan
trajes casi idénticos, sin la tiara, pero de diferentes colores. Como no tengo
ni idea de moda ni de maquillaje, Ainsley vino antes para ayudarme a
prepararme.
Ayuda el hecho de que Ainsley y yo tengamos exactamente la misma
talla, así que puedo tomar prestada su ropa. Mi armario está repleto de
prendas de diseño, pero necesitaba algo menos recatado y más de zorra para
tener el mayor impacto posible. Mi hermosa amiga tiene una amplia gama de
ropa de club, que funciona perfectamente para esta noche.
—Mi hermano se va a cagar cuando te vea. —Ainsley se ríe—. No me
extrañaría que se quitara la camiseta de su propio cuerpo para cubrirte de las
miradas de los demás.
—Sí, bueno, eso es porque la posesividad de tu hermano está fuera de
lugar.
Me lanza una mirada irónica. —Veo que sigues mintiéndote a ti misma.
Me refresco el tinte de labios rojo cereza. —¿Qué se supone que
significa eso?
Ainsley pone sus grandes ojos avellana en blanco. —Vamos, Jazz.
Sabes que hay algo especial entre tú y Kingston. Él haría cualquier cosa por
ti. Sé que sientes algo por él, así que ¿por qué te resistes?
Suspiré. —Porque no confío en mis sentimientos por él.
Sus delicadas cejas se juntan. —¿Qué quieres decir?
Me subo al mostrador, con cuidado de no mostrar mis bragas en el
proceso. Es más fácil decirlo que hacerlo con este vestido.
—No entiendo cómo puedo sentir algo por él después de todo lo que
me ha hecho pasar.
Me mira con simpatía. —Pero dijiste que te lo había explicado,
¿verdad? 105
Le di a Ainsley la versión abreviada de mi conversación con Kingston
sobre por qué fue tan cruel conmigo cuando nos conocimos. Me centré
únicamente en que es el típico tipo que tiene miedo de sus sentimientos, pero
parece que se lo creyó. Odio ocultarle información, pero sé que Kingston
tiene razón en ese sentido.
—Sí... y quiero creerle, de verdad, pero hay algo en el fondo de mi
cerebro que me dice que mantenga la guardia alta.
Ainsley toma asiento en el banco del tocador. —¿Sabes qué es ese
algo?
Me retuerzo las manos. —Todo se remonta a aquella noche en la fiesta
de Donovan. Bentley jura que no me drogaron, pero nada tiene sentido, Ains.
Me tomé dos copas. Dos. Sabes que eso no es suficiente para joderme, pero
apenas recuerdo algo de esa noche. Sólo flashes aquí y allá.
Sobre todo flashes de besos con Kingston y Bentley, pero me guardo
esa parte para mí.
Me da una sonrisa con la boca cerrada. —¿Qué dijo exactamente
Bentley?
—Me dijo que nunca me harían eso. Luego me dijo que le preguntara
alguna vez por una chica llamada Carissa, entonces no tendría dudas.
La respiración de Ainsley se entrecorta. —¿Y lo hiciste? ¿Preguntarle
por Carissa?
—No. —Niego—. Sinceramente, se me había olvidado hasta ahora. De
todos modos, ¿quién es ella?
—Era mi mejor amiga —susurra Ainsley.
—¿Era? ¿Tuvieron una discusión o algo así?
—No, Jazz. —Ella niega—. Ella murió. Se suicidó, en realidad.
Respiro con fuerza. —Lo siento mucho, Ains. Sé que es una frase de
mierda, pero es cierto. Sé lo duro que es perder a alguien que quieres.
Ella esnifa, secándose las comisuras de los ojos. —Sé que sí, y ahora
estoy bien. Quiero decir, han pasado casi dos años. Todavía la extraño cada
día, pero es más fácil no pensar tanto en ella. Bentley fue el que lo tomó más
difícil de todos nosotros, creo. Puede que bromee mucho, pero ese chico
guarda mucha pena y arrepentimiento.
—¿Qué quieres decir?
—Esa no es mi historia, Jazz. Sin embargo, creo que deberías hablar
con él. Realmente creo que aliviaría tus preocupaciones. —Ainsley me da una
sonrisa triste—. Sé que lo que hicieron esa noche fue horrible, con las fotos,
quiero decir, pero si sirve de algo, estoy segura de que no te habrían drogado.
Estoy seguro al mil por ciento. Y créeme, se llevaron una bronca de mi parte
por hacer circular ese video y esas fotos. De hecho, abofeteé a mi hermano
en la cara y le di un rodillazo en las pelotas. 106
Mis labios se levantan. —¿Hablas en serio?
—Sí. —Asiente con orgullo—. Y habría hecho lo mismo con los otros
dos, pero Reed me contuvo. Decidí que esa venganza en particular era un
plato que se servía frío. Sin embargo, con la forma en que Reed se ha
comportado últimamente, su venganza probablemente será más pronto que
tarde.
—¿Todavía no te dice lo que está pasando?
Ella niega. —No. Y, francamente, me he cansado de esperar.
Levanto las cejas. —¿Te rindes?
—No lo sé. —Ainsley se encoge de hombros—. No quiero, pero estoy
segura de que no voy a dejar que me arruine la noche. Voy a salir por ahí, a
tomar unas copas, quizá a bailar con unos cuantos chicos guapos, y a
olvidarme de todo el drama de Reed por una noche.
—Bueno, ¿y qué estamos esperando? Vamos a bajar.
Ainsley sonríe. —Para cuando esta noche termine, la perra del
cumpleaños sabrá con toda seguridad que no aceptarás su mierda.
Las dos sonreímos como tontas cuando salimos de mi habitación y
bajamos las escaleras. La canción Godzilla de Eminem resuena en los
altavoces, poniendo el tono perfecto para esta maldita casa de locos. Todavía
no puedo creer que Charles y Madeline se hayan ido el fin de semana sólo
para que Peyton pueda hacer una fiesta en casa. En serio, ¿qué clase de
padres hacen eso, sabiendo de qué clase de libertinaje es capaz esta gente?
Alerta de spoiler: de mierda.
Cuando llegamos al nivel principal, la fiesta parece estar en pleno
apogeo. El organizador de la fiesta de Peyton lo ha hecho todo. Todo el
mobiliario existente ha sido sustituido por una gran pista de baile, una zona
de DJ y varias opciones de asientos. Hay un bar con personal en la parte
trasera junto a una enorme fuente de champán. El patio trasero está
abarrotado de gente, y la sutil iluminación que había allí ha sido sustituida por
bombillas tan brillantes que toda la zona está iluminada como un campo de
fútbol. Carajo, no quiero ni saber cuánto ha costado toda esta mierda.
Se me cae la mandíbula cuando mis ojos tropiezan con el montaje en la
esquina trasera del salón. —¿Qué demonios?
Hay postes de striptease reales instalados, los tres con chicas borrachas
semidesnudas que se balancean alrededor de ellos, rodeadas por dos
docenas de tipos.
—Vaya, realmente quiere hacerlo memorable, ¿eh? —pregunta
Ainsley—. Justo lo que toda chica quiere para su cumpleaños: jinetes de barra.
Niego ante la ridiculez de todo esto mientras caminamos por la sala.
Ainsley y yo nos vemos sometidas a más de una persona que intenta
asesinarnos con sus miradas o hacer que nuestra ropa desaparezca
mágicamente con sus miradas lascivas. Lo curioso es que estos vestidos son 107
tan cortos que no hay mucho que no esté a la vista. Tengo que seguir tirando
de mi vestido hacia abajo para asegurarme de que no estoy mostrando las
nalgas.
—Vamos a ver la parte de atrás —sugiere Ainsley.
Cuando salimos al exterior, nos golpea el calor de las fogatas. Maldita
sea, creo que hay más gente fuera que dentro. Aunque estamos a finales de
octubre, la piscina está incluso llena porque Madeline mantiene el calentador
de agua a unos agradables 82º. Gracias a la iluminación mejorada, las tetas
desnudas me saludan por todas partes, y veo a algunas parejas en la piscina
que definitivamente están follando contra la pared de azulejos. No quiero ni
saber lo que está pasando en la pequeña gruta.
—Recuérdame que no use la piscina hasta que esté totalmente
desinfectada —murmuro.
Aquí hay altavoces, pero el volumen no es tan alto como en el interior.
Sin duda, se organizó así para evitar quejas por el ruido. Sin embargo, la
multitud, claramente ebria, no ayuda a la causa.
—Mierda, ¿esa es Peyton? —Ainsley señala al grupo de personas que
juegan a un aparente juego de la gallina en la piscina.
Cuando la rubia baja y resurge, vemos que efectivamente es Peyton.
Vuelve a subirse a los hombros de Lucas Gale con su bikini de hilo rosa.
Whitney está en la misma posición en los hombros de ese chico cristiano, sólo
que parece haber perdido su parte superior en alguna parte.
—¡Perdiste, cumpleañera! —Christian grita—. ¡Quítatelo!
Me giro hacia Ainsley. —No es posible que... oh, sí, eso es exactamente
lo que quería decir.
Peyton hace un espectáculo desatando la parte superior de su bikini,
haciéndola girar en el aire y arrojándola a un lado.
Ainsley sacude la cabeza cuando las dos chicas empiezan a besarse, a
tocarse los pechos, y a meterse más en el asunto a medida que los gritos se
hacen más fuertes.
Tiro las manos. —¿Esto realmente está sucediendo ahora?
Bentley me pasa el brazo por los hombros. —¿Cuál es el problema? No
creo que haya una sola persona en nuestra clase de último año que no haya
visto sus tetas en algún momento.
¿De dónde salió?
Inclino la barbilla hacia arriba. —¡Bueno, no había visto sus tetas, y
estaba perfectamente feliz de mantenerlo así!
Bentley observa a las dos chicas mientras se besan. —Por mucho que
desprecie a esas zorras, tienes que admitir que están dando un buen
espectáculo.
Ainsley hace una cara y verbaliza mi pensamiento. —Ew, Bent. Están
actuando como estrellas porno exageradas.
108
—Exactamente mi punto. —Bentley se ríe.
—Dios, parece que se están divirtiendo mucho —observo—. No sabía
que a Peyton le gustaban las chicas.
—No lo hace —dice Bentley—. Mi opinión es que están haciendo esto
mitad por la atención y mitad porque están drogadas.
Mis cejas se levantan. —¿Molly?
Asiente. —Uno y el mismo.
—Huh. —Yo tampoco habría considerado a Peyton como una
consumidora de drogas.
Bentley parece leer mi mente. —Peyton es una entusiasta de las drogas
de cuello blanco. Cree que la hierba es para los holgazanes. —Pone los ojos
en blanco—. Pero la coca, las pastillas o el Molly están totalmente a la altura
de sus refinados estándares.
—Creo que necesito un trago. —Intento desprenderme del brazo de
Bentley, pero me atrae hacia él.
—Maldita sea, nena. ¿Qué llevas puesto? —Me recorre de pies a cabeza
y se detiene en mis muslos y mi escote—. ¿Y cómo he tardado tanto en darme
cuenta? Estás jodida cuando llegue tu chico, y lo digo literalmente. No va a
poder quitarte las manos de encima.
No. No voy a imaginar eso. Tal vez si lo repito suficientes veces en mi
cabeza, funcionará. Gah, definitivamente necesito un trago.
—De todos modos, ¿dónde está? —Ainsley pregunta—. Reed dijo que
estarían aquí a las diez.
Bent se encoge de hombros. —No lo sé. ¿Por qué tienes las manos
vacías? Vamos a traerles unas bebidas, señoritas.
Los tres entramos y pedimos bebidas al camarero. Un vodka para mí,
un destornillador para Ains y una botella de cerveza para Bentley. Para
cuando nos tomamos la tercera ronda, estamos todos en el borde de la pista
de baile temporal, balanceándonos al ritmo de la música.
Cuando “Dark Side” de Bishop Briggs empieza a sonar por los
altavoces, Bentley toma mi vaso rojo y la pone sobre la superficie más
cercana. —Ven, chica.
Mientras me arrastra al centro de los cuerpos que se retuercen, hago
contacto visual con Ains. Ella levanta su copa y sonríe con complicidad. Las
dos últimas veces que Bentley y yo bailamos juntos, acabé encerrada en una
habitación desnuda con su hermano. Me estremezco, tratando de aplastar los
recuerdos.
Bent tira de mi espalda hacia su frente, rodeando mi cintura con su
brazo. Movemos las caderas al compás del sensual ritmo, perdiéndonos en él.
Mi vida no gira en torno a la danza como lo hace con Ainsley, pero sigue
109
siendo una de mis cosas favoritas. Cerrando los ojos y dejándome llevar por
el ritmo, permito que la música dirija mi cuerpo. Es uno de los raros momentos
en los que no pienso; simplemente lo hago.
Ahora, bailar con Bentley es una historia diferente. El chico sabe
moverse, lo que no puedo evitar relacionar con el sexo. Con él, me sintonizo,
en lugar de salir. Soy consciente de cada pequeño toque. Cada letra. Cada
respiración. Sobre todo, soy consciente de la dicotomía entre mi cuerpo y mi
cerebro.
Mi cerebro sabe que lo estoy engañando. Sé que Bent está
desarrollando sentimientos por mí que van hacia el territorio de novia,
mientras que los míos terminan en la amistad. Además, está la parte en la que
estoy antagonizando con Kingston cada vez que me siento tentada por su
mejor amigo. No quiero abrir una brecha entre ellos, pero cada día parece
que es así.
La cosa es que he llegado a querer a Bentley. Siento sinceramente que
podría ser una de las personas más importantes de mi vida, pero no si
arruinamos esto. Estamos en una encrucijada, y tenemos que averiguar qué
camino tomar. El problema es la fuerte atracción que sentimos el uno por el
otro; es palpable, casi tan fuerte como la atracción que siento hacia Kingston.
No sé cómo lograr el equilibrio, y cuando estoy bailando con Bentley así, no
quiero hacerlo.
Tengo un momento de déjà vu cuando la erección de Bent me presiona
la espalda. Tengo la tentación de volver a tocarlo, y estoy segura de que él no
se opondría.
—Estás jodidamente sexy con esta cosa, Jazz —retumba su profunda
voz en mi oído mientras sus dedos coquetean con el corto dobladillo de mi
minivestido rojo—. Sé que me estoy buscando problemas, pero ahora mismo
me da igual.
Mis párpados revolotean cuando él se pega en mí con más fuerza. Más
a propósito. Maldita sea, el chico está bendecido.
—Bentley... —Eso es todo lo que tengo. Mi cerebro parece haber hecho
un cortocircuito.
—No tienes ni idea de las ganas que tengo de quitarte este vestido. —
La punta de su dedo roza la parte interior de mi muslo por debajo de la tela
elástica—. Tocarte. Pasar mi lengua por todo tu coño.
Está tan cerca de mis bragas, no es una tarea difícil con este vestido,
teniendo en cuenta que no hay mucho material. Estoy tan mojada que el satén
está empapado. Si su dedo subiera un centímetro más, lo descubriría.
—No deberíamos. —Mi voz es jadeante, no muy convincente. Dudo que
pueda oírme por encima de la música.
Bentley gime antes de retirar su mano y colocarla en un lugar más 110
respetable. Estamos pegados en medio de tanta gente, que es poco probable
que alguien haya visto su mano bajo mi falda. Incluso si lo vieran, las parejas
hacen cosas mucho peores en esta pista de baile, así que dudo que les
importe.
—No sabes lo que te pierdes si no lo intentas.
—Es tu mejor amigo —argumento.
Bentley pasa el puente de su nariz por el lado de mi cuello. —Lo es, y
por eso mismo sabe lo importante que es esto.
Me doy la vuelta para mirarle, pero me mantengo cerca. —¿Qué es lo
que pasa? ¿Que quieres follar conmigo? No eres exactamente un monje, Bent.
Me dedica una suave sonrisa. —Ni siquiera se acerca a lo que me
refería, pero esa es una historia para otra ocasión. Además, creo que sería
bueno para él que le diéramos una verdadera competencia.
Me río a medias. —No creo que Kingston esté de acuerdo.
Bentley se inclina y presiona su boca contra mi oído. —Sé que me
deseas, Jazz. Apostaría mi puto Porsche a que tus bragas están empapadas
ahora mismo. Que tu clítoris está palpitando, pidiendo atención. Apenas
tendría que tocarte para que te corrieras sobre mi lengua. —Jadeo cuando sus
dedos se enroscan bajo el dobladillo de mi vestido y me lame la concha de la
oreja—. Davenport puede pensar que tiene un derecho sobre ti, pero ni una
sola vez lo has confirmado. ¿No es así? ¿No le perteneces a nadie?
—Me pertenezco a mí misma.
—Exactamente. Entonces, ¿por qué no podemos...?
Clavo las uñas en sus antebrazos cuando siento un pinchazo en la nuca.
Por instinto, mis ojos escudriñan la habitación, buscando el motivo. Cuando
lo encuentro, marcha hacia nosotros como un poseso. La multitud se separa,
tratando desesperadamente de evitar la ira de Kingston. Bentley se tensa
cuando me doy la vuelta y me zafo de su agarre.
—Mierda —murmuro.
Cuando Kingston llega por fin hasta nosotros, sus ojos recorren
lentamente mi cuerpo, contemplando mi minúsculo vestido y mis sandalias de
tacón. Sus ojos son tan ardientes que las llamas lamen mi piel en todos los
lugares que toca su mirada. Después de estar tan excitada por el baile, y por
la forma en que Kingston me mira ahora, sé que Bentley tiene razón. Si alguien
me tocara entre los muslos ahora mismo, detonaría en segundos.
Kingston me examina una vez más antes de clavar su mirada en el
hombre que está detrás de mí. —¿Qué carajo está pasando, Bent?
Levanto una mano, tratando de calmar la situación. —Ahora, esperen,
ustedes dos. Por qué no...
—¡Reed! ¿Qué estás haciendo? ¡Para!
Los tres giramos inmediatamente la cabeza cuando oímos el grito
angustioso de Ainsley. 111
Kingston consigue bloquearla primero y dirige la carga a la acción.
Ainsley sigue gritando a Reed que se detenga, y a medida que nos acercamos,
veo por qué. Actualmente está golpeando a ese tipo Lawson. La música se
detiene, permitiendo que cada gruñido y cada golpe resuene en la cavernosa
sala.
Kingston y Bentley evalúan la situación antes de formar una barrera
protectora alrededor de Ainsley y de mí. Hace un minuto, parecían dispuestos
a matarse el uno al otro. Ahora, están trabajando en perfecta armonía, y creo
que ni siquiera se dan cuenta.
—¿Qué demonios está pasando? —Kingston pregunta a su hermana.
—¡No lo sé! —Ainsley grita, con lágrimas en la cara—. Estaba hablando
con Lawson y, de repente, Reed le dio un puñetazo en la cara.
Reed y Lawson están bastante igualados en cuanto a tamaño y
habilidad, pero Reed tiene una mirada feroz que le da ventaja. Me estremezco
cuando Reed recibe un uppercut en la mandíbula, pero apenas le afecta.
Cuando la mano de Reed conecta con la cara de Lawson, éste se lamenta y se
tapa el pómulo.
Lanzo mis manos hacia el tumulto. —¿Por qué no están parando esto?
—Reed no haría esto si no tuviera una buena razón —explica Bentley.
—¿Qué mierda te pasa, hombre? —grita Lawson, tambaleándose a un
lado y escupiendo sangre al suelo—. ¡No te he hecho una mierda!
—¡Pusiste algo en su bebida! —Reed grita, señalando con un dedo en
dirección a Ainsley. Maldita sea. El tranquilo y sereno Reed Prescott ha
abandonado definitivamente el edificio—. ¡Te vi hacerlo cuando giró la
cabeza!
Tanto la mía como la de Ainsley se quedan boquiabiertas ante ese dato.
Kingston y Bentley parecen darse cuenta de lo mismo que yo porque parecen
estar a punto de lanzarse a la pelea.
Kingston me señala con el dedo. —¿Es eso lo que le hiciste? —¿La
drogaste? —Su tono es tranquilo. Mortal.
En este punto, lo que parece ser todo el grupo ha formado un círculo
alrededor de nosotros seis.
Lawson extiende las manos. —Ahora, espera un puto minuto. ¡Les
estaba haciendo un favor a ustedes, idiotas!
—¡¿Qué?! —Bentley se lanza por él, pero Kingston lo hace retroceder.
—Tienes dos segundos para explicarte. —La mandíbula y los puños de
Kingston se aprietan.
Lawson extiende su brazo en dirección a Bentley. —Me dijo que te la
trajera bien desaliñada. Apenas estaba sorbiendo sus bebidas, y estaba
tardando mucho, así que aceleré el proceso. Era una dosis baja; no habría
hecho ningún daño real. Deberían agradecerme, imbéciles. Tuviste la 112
oportunidad de salirte con la tuya, ¿no es así? —Lawson gira la cabeza para
mirarme con desprecio—. Sólo lamento no haber tenido un turno primero.
Un fuerte grito suena en el público justo antes de que se desate el
infierno. Kingston lanza una especie de grito de guerra justo cuando comienza
a golpear a Lawson. Bentley y Reed se unen a la pelea y los tres se lanzan por
él, dándole puñetazos, patadas y todo lo que puedan hacer hasta que Lawson
cae al suelo, casi inconsciente.
Bentley y Reed retroceden cuando el cuerpo de Lawson queda inerte,
pero Kingston sigue golpeando su cara, una y otra vez. La cabeza de Lawson
se golpea contra el suelo de mármol con un sonoro crujido, su cara está
prácticamente irreconocible, pero Kingston no cede. Bentley y Reed intentan
quitárselo de encima, pero Kingston está demasiado enfurecido. Está alerta,
abatiendo a este tipo, y creo seriamente que podría matarlo si no se detiene.
—¡Kingston! —grito—. ¡Para! ¡Vas a matarlo!
Ainsley repite las mismas palabras, intentando desesperadamente
llegar a su gemelo.
—¡Bien! —grita, golpeando de nuevo.
Sé que es una estupidez, teniendo en cuenta lo asustado y excitado que
está Kingston en este momento, pero de todos modos voy y tiro de él. Bentley
y Reed intentan retenerme, pero me las ingenio para escurrirme entre ellos
hasta poner una mano en el hombro de Kingston. Inmediatamente se congela
y gira la cabeza hacia atrás para encontrar mi mirada.
—No vale la pena, Kingston. —Me pongo en cuclillas junto a él,
probablemente haciendo saltar a la mitad de la habitación, pero realmente
me importa una mierda. Apoyo mi frente contra la suya y pongo mis manos
sobre sus mejillas—. No merece la pena, carajo. Estoy bien. No llegó a mí. No
llegó a Ainsley. Estamos bien. Estoy aquí. —Beso la comisura de su boca,
probando la sangre en mis labios—. Estoy aquí.
Kingston suelta un suspiro estremecedor antes de agarrarme de los
brazos y levantarme del duro suelo. Me aprieta contra su pecho, aferrándose
a su vida mientras controla su respiración. Giro la cabeza hacia un lado y veo
a Ainsley envuelta en Reed, sollozando. Él le pasa la mano por la espalda y le
susurra algo al oído. Lawson empieza a despertarse, gimiendo, pero sin hacer
ningún esfuerzo por levantarse del suelo. Estoy medio tentada de darle una
patada a ese cabrón, pero estoy segura de que eso sólo agravará la situación.
Después de unos momentos, Kingston se retira ligeramente y
encuentra a Bentley. —¿Te encargarás de esto? —Kingston recorre la multitud
y añade: —¡Se acabó la fiesta! Largo de aquí.
Bentley asiente. —Lo tengo, hombre. Ve a limpiarte.
Kingston mira hacia abajo, viendo toda la sangre. Parece confundido,
como si no supiera cómo ha llegado ahí. Su agarre en mi mano es firme
mientras me lleva.
—¡No puedes hacer eso! —Peyton grita mientras sus invitados corren 113
hacia la puerta—. ¡Regresen! No tienen que irse. Es mi fiesta.
Me giro y veo que sigue en topless, chorreando por el suelo.
Levanto la mano. —¡Dios mío, Peyton, guarda tus tetas! Nadie necesita
ver esa mierda.
—¿En serio? —se burla—. Porque sé con certeza que a Kingston le
encantan mis tetas. Me lo ha dicho muchas, muchas veces mientras se las
follaba. Y al final, deslizaba su polla en mi boca y yo me tragaba hasta la última
gota de su semen. Decía que yo era la mejor follada de tetas que había tenido.
—Ella se toma los pechos de forma sugerente—. ¿No es cierto, cariño?
Las risitas y los oohs resuenan entre los transeúntes restantes.
—Vete a la mierda, Peyton. —El agarre de Kingston en mi mano se hace
más fuerte—. Vamos, Jazz. Ella no vale la pena.
Peyton nos mira a los dos mientras Kingston repite mis palabras de
antes. —Nunca te quedarás con él, Jasmine. Sólo recuerda que toda esta
mierda será para nada. Todo lo que vas a pasar será para nada.
Kingston marcha hacia las escaleras, arrastrándome tras él. Mientras
intento descifrar sus crípticas palabras, Peyton grita el nombre de Kingston,
pero él se limita a levantar el dedo corazón en el aire. Cuando llegamos a lo
alto de la escalera, pasa por alto mi dormitorio y me lleva a la habitación de
invitados, cerrando la puerta tras nosotros.
Cuando lo miro interrogativamente, me dice: —No hay cámara.
Sí, claro. Bueno, al menos tuvo el suficiente sentido común para
recordar eso.
—Vamos. —Inclino la cabeza hacia el baño—. Hay un botiquín de
primeros auxilios debajo del armario del baño. Vamos a ver si hay uno ahí
también.
Kingston asiente y me sigue en silencio hasta el baño.
Jesús, ¿cómo se ha ido todo a la mierda tan rápido? Esto parece ser una
tendencia en desarrollo, y realmente no me gustan las posibilidades de lo que
podría suceder a continuación.

114
Kingston

S
iseo cuando Jazz pasa un algodón por la piel desgarrada de mis
nudillos.
Pone sus hermosos ojos marrones en blanco. —Deja de ser
un bebé.
—Me arde, carajo —murmuro.
—¿De verdad? —Ella levanta sus cejas esculpidas—. ¿Puedes recibir
un puñetazo en la cara, sin problema, pero no manejar un poco de antiséptico
en la mano?
Mis ojos se estrechan. —Tenía la adrenalina trabajando para mí
entonces.
Tira el algodón a la basura y retrocede para evaluar su trabajo. —Me
115
alegra ver que la mayor parte de esa sangre no era tuya. No es tan malo como
parecía.
Me pongo detrás y me quito la camiseta. No me pierdo la forma en que
los ojos de Jazz se centran en la parte superior de mi cuerpo.
—Me vendría bien una ducha. —Hago un gesto hacia la sangre
manchada en su piel por haber sido presionada contra mí—. A ti también.
Jazz asiente. —Tienes razón. —Toma una toalla de baño de la estantería
de al lado—. Puedes tomar esta, y yo iré a ducharme rápidamente.
Engancho el dedo bajo el tirante de su diminuto vestido. Dios, cuando
la vi por primera vez esta noche, lo único que quería hacer era echármela al
hombro y llevarla a la superficie más cercana disponible. Después de golpear
a Bentley por ponerle las manos encima, claro.
—Podríamos ahorrar agua y tomar uno juntos.
—Jajaja, qué gracioso.
—No estaba bromeando.
Tengo que reprimir un gemido cuando Jazz se moja los labios. —
Kingston...
—¿Qué? ¿Está bien si Bentley te toca, pero yo no? ¿Por qué?
Sus ojos se llenan de fuego. —No le pedí a Bentley que me tocara.
—Tú tampoco lo detuviste. Tengo curiosidad por saber qué habría
pasado si yo no hubiera llegado en ese mismo momento. Bentley parecía
dispuesto a arrastrarte a un rincón oscuro. ¿Lo habrías dejado? Diablos,
¿habrías dejado que te metiera aún más la mano en el vestido, metiéndote los
dedos en el coño allí mismo, en medio de una sala llena de gente?
—No lo sé. —Jazz mira hacia otro lado—. Estoy bastante segura de que
no me habría acostado con él.
Me rechinan los dientes. —No es la respuesta que buscaba, Jazz.
Ella levanta las manos. —¿Quieres que mienta? Pensé que habíamos
terminado de escondernos cosas el uno al otro.
—Bien, ya que estamos siendo tan sinceros, ¿por qué no me dices qué
es esto, entonces? —Paso el dedo entre los dos—. Hazlo. Tú. Quieres.
¿Quieres estar conmigo?
—¿En serio quieres tener la charla de definir nuestra relación ahora
mismo?
Cruzo los brazos sobre el pecho. —¿Por qué no ahora? Parece que es
necesario después de lo que he visto ahí abajo.
Ella imita mi postura. —Para empezar, acabas de dejar inconsciente a
un tipo. Tal vez incluso lo has hospitalizado. ¿No debería aparecer la policía
en cualquier momento para arrestarte? 116
Me burlo. —Bentley se encargará de ello. ¿Viste todos esos teléfonos
enfocados en la pelea? Tenemos la confesión de Lawson. Si alguien necesita
un abogado, sería él.
Jazz se frota las sienes. —No puedo hacer esto ahora.
—Es una simple pregunta de sí o no, Jazz. —Le quito las manos de la
cara y le levanto la barbilla—. Creo que ya he dejado clara mi postura, pero
por si acaso, déjame que te lo explique. No he follado con nadie más desde
antes de conocernos. Aparte de un par de besos con esa chica en el jacuzzi
que fue todo para aparentar, no he tocado a nadie más. No quiero hacerlo. Tú
eres la única mujer que quiero. En mi cama, a mi lado, sólo tú.
—Kingston...
—No he terminado. —Tomo su cara entre mis manos y presiono
nuestras frentes—. Cuando te encontré aquella noche, cuando pensé que te
iba a perder para siempre, fue como una gran llamada de atención. Ya no
quiero apartarte, Jazz. No quiero fingir que no eres mi maldito mundo, no
cuando sólo estamos nosotros, Ainsley o los chicos.
—Estoy harto de estar rodeado de todos estos secretos y mentiras.
Estoy harto de la incertidumbre. Sé que tenemos que seguir jugando al juego
por un bien mayor, pero yo también necesito algo real, y tú eres lo más real
que he conocido. Tú quieres lo mismo, Jazz. No puedes negarlo. No a mí.
—Esto es una locura —susurra—. Nos acabamos de conocer hace un
par de meses.
—Técnicamente hablando, nos conocimos cuando éramos bebés. —
Los labios de Jazz están tan cerca que no puedo evitarlo. Presiono mi boca
contra la suya, tirando de su labio inferior con mis dientes.
—Kingston.
—Jasmine.
Su cálido aliento me hace cosquillas en la cara mientras suspira. —Yo
tampoco quiero seguir apartándote. Es agotador. Pero...
Me alejo un poco para mirarla a los ojos. —¿Pero qué?
Jazz desvía la mirada y se muerde la comisura del labio. —Pero... no
puedo fingir que este asunto con Bentley no existe. Me gusta sólo como amigo
pero... no como amigo platónico. Tenemos esta química loca. No sé cómo
hacer que eso desaparezca, y no creo que sea justo que te diga que estoy
totalmente dentro cuando hay este gran asunto sin resolver.
Su atracción por mi mejor amigo no es una noticia de última hora, pero
aún así tardo un momento en formular una respuesta. Lo que realmente quiero
hacer es volver a ponerme como un loco en la cara de alguien, pero en lugar
de eso, digo: —No puedo compartir, Jazz. No contigo.
—No te lo estoy pidiendo. No soy ese tipo de... —Ella niega—. Tú y yo...
ya somos bastante complicados. No tengo ningún deseo de añadir más. —Se
ríe sardónicamente—. Además, la idea de que tengas una relación 117
poliamorosa, nada menos que con otro chico, es una broma. No encaja con
todo ese rollo cavernícola que tienes.
Mierda, no, no lo hace.
—Déjame preguntarte esto. ¿Te gusta estar conmigo?
Ella inclina la cabeza hacia un lado. —¿Como, como contigo?
Le dirijo una mirada irónica. —¿Qué somos? ¿Doce? ¿Sientes algo por
mí que vaya más allá de la amistad o la atracción física? ¿Podrías verte en una
relación conmigo exclusivamente?
Dios, ¿quién iba a pensar que estaría en este extremo de una
conversación como esta?
—Sí, pero...
Presiono mi dedo índice en sus labios. —Luego ya veremos el resto.
Sus cejas se arrugan. —¿Cómo?
—No lo sé —admito—. Pero si no tenerte es la alternativa, pensaré en
algo.
Jazz me peina ligeramente con sus dedos el cabello, y juro que casi
ronroneo como un maldito gatito.
Le agarro suavemente la muñeca recién descubierta y le doy un beso
en el punto del pulso. —¿Dónde está tu férula?
—Me la quité. —Jazz se encoge de hombros—. Gracias por lo que
hiciste ahí abajo.
Levanto una ceja—. ¿Me estás dando las gracias por darle una paliza a
alguien?
Me dedica una suave sonrisa. —No necesariamente... pero te estoy
agradeciendo por defenderme. Por corregir un error.
Deslizo el tirante del vestido de Jazz por su hombro y deposito un beso
en su piel desnuda. —Seguiré haciéndolo si me dejas.
La respiración de Jazz se entrecorta cuando la atraigo hacia mí,
deslizando la otra correa hacia abajo. —¿Crees que lo arrestarán? Y si es así,
¿se mantendrán los cargos? No quiero que alguien más salga herido.
—No lo sé —murmuro contra la piel debajo de su clavícula—. Pero si
no es así, me aseguraré de que sepa que lo estamos vigilando.
Jazz gime mientras le bajo más el vestido y deslizo mi lengua por su
sutil escote. —Kingston, ¿qué estás haciendo?
—¿Qué parece que estoy haciendo? Te estoy ayudando a quitarte esta
ropa para que podamos asearnos. No te preocupes; no eres la única que se
desnuda. —Me quito los zapatos y me quito los pantalones para demostrarlo.
No protesta ni un poco mientras deslizo el endeble material rojo hasta
abajo. De hecho, cuando se quita el vestido que se está acumulando en el 118
suelo, se desabrocha inmediatamente el sujetador sin tirantes que lleva y lo
tira a un lado.
—Mierda. —Me muerdo los nudillos, que duelen como una mierda ya
que están abiertos.
Esta mujer es la tentación personificada. Mi salvación y mi ruina, todo
envuelto en un gran lazo rojo. Ella tiene el cuerpo más apretado que he visto.
Músculos largos y delgados. Una cintura fina que se estrecha hasta las caderas
perfectamente acampanadas. Sus tetas son alegres y sus pezones de color
marrón claro son ligeramente más oscuros que su piel, y su culo en forma de
corazón es impecable. Y quiero decir jodidamente perfecta. Podría pasarme
días adorándola y aún así no me saciaría.
Me arrodillo y beso los tonificados abdominales de Jazz hasta llegar a
su tanga de raso negro. Cuando muevo sus bragas a un lado, veo que ya está
empapada, brillando de deseo.
Le doy un largo lametón antes de retirarme. Dios mío. Casi había
olvidado lo increíble que sabe. —¿Esto es para mí? ¿O es lo que ha sobrado
de antes con Bentley?
Las manos de Jazz se aferran a la encimera de mármol mientras sigo
dándole un festín a su delicioso coño. —Probablemente ambos.
Gruño contra su carne caliente y la castigo con mi lengua por ese
comentario. La llevo al límite varias veces antes de retroceder y cambiar el
patrón. Jazz es un desastre que gime, suplicando que la libere. Intenta tomar
cartas en el asunto, pero la empujo y le pongo las esposas con los dedos. Con
la otra mano, le introduzco dos dedos en el interior, curvándolos, lo que la
hace soltar una letanía de maldiciones. Está muy apretada, y aún más cuando
añado un tercer dedo, pero está tan excitada que no me cuesta nada meterlos
y sacarlos.
—Mierda, Kingston —jadea mientras hago un círculo con mi pulgar
sobre su clítoris—. Justo ahí. Dios, no pares.
—No lo tenía previsto.
Cuando me inclino hacia delante, añadiendo mi lengua de nuevo a la
mezcla, ella reclina descaradamente su coño contra mi cara, gritando por
más. Me dice lo bien que se siente. Gime mi nombre una y otra vez,
rogándome que no pare nunca. Después de haberla hecho correrse por
tercera vez, me levanto y abro la ducha. Realmente somos un puto desastre y
tenemos que limpiarnos.
Jazz y yo nos ponemos bajo el chorro, dejando que el agua caliente
elimine cualquier rastro de rojo. Después de enjabonarnos y enjuagarnos, y
de acuerdo, de tocarnos un poco, estoy a punto de cerrar el grifo y trasladar
esta fiesta a una cama, pero ella me implora que me quede con sus grandes
ojos marrones. ¿Quién soy yo para negárselo?
Jazz me guía para que me siente en el banco empotrado de la esquina
de la ducha. Luego se baja al suelo de baldosas y se mete entre mis muslos. 119
Mi cabeza cae hacia atrás mientras ella arrastra su lengua por la parte inferior
de mi pene, desde la raíz hasta la punta. Ahueca las mejillas y me introduce
en su boca, deslizándose centímetro a centímetro, hasta que le toco el fondo
de la garganta.
Le agarro un puñado de cabello y suelto un gemido estrangulado. —
Mierda, Jazz. Si sigues así, me voy a poner en evidencia.
Mi polla se endurece de forma imposible mientras ella sonríe
alrededor de mi circunferencia, trabajando con su mano al mismo tiempo que
con su boca. Al principio, le permito llevar la batuta, pero es sólo cuestión de
un momento antes de que no pueda contenerme más. Recojo su larga
cabellera a un lado para poder ver cómo mis caderas entran y salen del
verdadero paraíso que es su boca.
Jazz lo toma como una campeona mientras le follo la boca, gimiendo y
zumbando a mi alrededor como si disfrutara de esto casi tanto como yo.
Mucho más rápido de lo que me gustaría, emito el aviso obligatorio de que
estoy a punto de estallar. Jazz aumenta la succión a medida que me introduzco
en su boca, y sólo me suelta cuando el último temblor disminuye. Observo
con los ojos encapuchados cómo se sienta con una sonrisa y se limpia una gota
de semen de la comisura de la boca con un dedo índice. Cuando toma ese
mismo dedo y se lo mete en la boca, gimiendo mientras me saborea, juro que
no he visto nada más caliente en mi vida.
—Cristo, mujer. ¿Qué me estás haciendo?
Jazz se sube a mi regazo, se sienta a horcajadas sobre mí mientras
envuelve sus manos detrás de mi cuello. —Podría preguntarte lo mismo.
Tomo su cara entre mis manos. —¿Significa esto que vas a pensar en lo
que dije antes? ¿Considerarlo realmente?
Ella busca en mis ojos. —Sí. Lo pensaré.
—Entonces, eso es suficiente por ahora.
Tiene que ser porque perder a esta chica no es una opción con la que
esté dispuesto a vivir.
Nos secamos y rápidamente nos damos cuenta de que no tenemos ropa
limpia. No tengo otra opción, así que vuelvo a ponerme los pantalones y la
camisa sucios. Estoy bastante seguro de que le he roto la nariz a ese cabrón
y, por desgracia para mis vaqueros favoritos, las narices rotas suelen sangrar
mucho. La habitación de Jazz está justo al lado, así que hacemos un plan para
correr hacia allí lo más rápido posible para que pueda llegar a su armario. Me
quedo helado cuando salgo del baño y encuentro a Bentley sentado en el
borde de la cama de invitados.
Me detengo tan repentinamente que Jazz me golpea por detrás. —¡Ay!
Mi nariz. ¿Por qué demonios paraste?
Consciente de que Jazz sólo está vestida con una toalla, intento proteger
su cuerpo, pero es tan pequeña que se retuerce a mi alrededor, 120
sobresaltándose cuando ve a Bentley.
—¡Bentley! —Jazz aprieta la toalla contra su pecho—. ¿Qué estás
haciendo aquí? ¿No se supone que deberías estar ocupándote del problema
con Lawson?
Los ojos de Bentley se oscurecen cuando la mira bien, antes de levantar
la toalla de papel que sostiene contra su cabeza. Jazz hace una mueca de dolor
cuando revela un feo corte sobre la ceja.
—Reed y Ainsley se hicieron cargo. Al principio no me pareció tan
grave, pero la hemorragia no se detiene. El maldito me golpeó con una
botella antes de que lo bajáramos. Esperaba que tuvieras un punto de
mariposa o algo así. Peyton desapareció después de su pequeño berrinche,
así que revisé tu habitación, pero estaba vacía. —Pone los ojos en blanco—.
Obviamente. De todos modos, cuando volvía a bajar las escaleras, me pareció
oír a alguien hablando aquí. Llamé, pero nadie respondió, así que probé la
manilla y la puerta se abrió.
Mis ojos se estrechan. —La puerta estaba cerrada.
Las cejas de Bentley se juntan. —Uh, no, no lo estaba, amigo.
—Sí, lo estaba. Lo cerré yo mismo.
—Aparentemente no tan bien como pensabas —dice a la defensiva.
Jazz me mira confundida porque ambos sabemos perfectamente que la
puerta estaba cerrada con llave antes de dirigirse a Bentley. —Creo que he
visto una en el botiquín del baño. Deja que me ponga algo de ropa limpia y te
ayudaré.
—Gracias, Jazzy.
Espero a que ella salga de la habitación antes de echarle en cara. —
¿Qué demonios, hombre? ¿Nos estabas mirando, carajo?
La puerta del baño no estaba abierta de par en par, pero tampoco
estaba cerrada, porque sí cerré la puerta del dormitorio, a pesar de que
Bentley lo negara.
Bent se encoge de hombros. —¿Y si lo fuera?
—Eso es una mierda, hombre. —Mis puños se aprietan a los lados.
Se burla. —Oh, jódete, Davenport. ¿Qué pasó con No me importa con
quién se acuesta, Bent. Ella es sólo un medio para un fin'? Además, te he visto
follando con alguna chica antes, y viceversa. Por si lo has olvidado, nos hemos
follado a la misma chica al mismo tiempo, más de una vez.
Niego. —Las cosas son diferentes ahora.
—¿Por qué? —Su mandíbula se aprieta.
—¡Porque casi se muere! —Respiré profundamente y bajé la voz—. Si
no hubiera llegado a tiempo, habría muerto, carajo.
Bentley respira profundamente. —No te estaba mirando. Literalmente, 121
acabo de llegar cuando la ducha se estaba cerrando. Te oí hablar de vestirte
o algo así, así que pensé en esperar.
Me trago el nudo en la garganta mientras nos miramos fijamente. —Es
mía, Bent, así que tienes que apartarte de una puta vez.
—Ella no parecía pensar así esta noche —desafía—. Si alguien tiene
derecho a enojarse, soy yo, porque estoy bastante seguro de que acabas de
disfrutar de los frutos de mi trabajo, y no es la primera vez que ocurre.
Doy un paso hacia él. —No hagas esto, Bentley. Intento ser paciente
contigo y darte un poco de margen porque sé que todo lo que ha pasado
últimamente te recuerda a Carissa, pero...
Bentley se levanta de la cama y me empuja un paso atrás. —¡Vete a la
mierda! No la metas en esto. Ella no tiene nada que ver con esto.
Me froto la mandíbula, tratando de calmarme. —Lo que tú digas,
hombre.
—No seas condescendiente, imbécil.
—¿Preferirías que te diera un puñetazo en la cara? —Sugiero,
flexionando mis dedos—. Porque eso se puede arreglar fácilmente.
—¡Hey! —grita Jazz al volver a entrar en la habitación—. ¿Qué está
pasando aquí? ¿Qué les pasa a ustedes dos?
—Nada —murmuramos Bentley y yo al mismo tiempo.
—Ajá —dice ella con escepticismo—. Bentley, al baño, ahora. Estaré
allí en un minuto. —Ella apunta su dedo en mi dirección—. Tú, hablaré contigo
mañana.
Bentley se dirige al baño como un buen niño y cierra la puerta tras de
sí.
Lanzo mi brazo hacia el baño. —No te voy a dejar a solas con él.
Jazz me mira con la fuerza de mil soles. —No arruines lo que acaba de
pasar entre nosotros comportándote como un imbécil celoso.
Ah, Cristo, si hubiera dicho algo más, habría seguido luchando. Como,
literalmente, cualquier otra cosa.
—Bien. —Doy un paso adelante y atraigo los labios de Jazz hacia los
míos. Le infundo toda la frustración que siento en el beso hasta que se aferra
a mí, desesperada por más—. Pero si quieres volver a salir esta noche,
llámame. Volveré en un santiamén.
Jazz sonríe. —Si quiero volver a excitarme esta noche, mi ducha puede
hacerlo perfectamente. No es tan malhumorado como tú.
Niego. —Eres un dolor de cabeza.
—Lo mismo digo, pastelito. —Jazz me da una palmadita en la mejilla y
la sigue con un beso en el mismo lugar—. Vete a casa, Kingston. No tienes
nada de qué preocuparte. Hablaremos por la mañana. Quizá podamos 122
desayunar.
—Bien, de acuerdo, me voy. —Le doy otro beso rápido y una palmada
en el culo—. Compórtate.
Me saca la lengua. —Sí, jefe.
Una sonrisa genuina se extiende por mi cara. —Eso me gusta. Deberías
usarlo más a menudo.
Me empuja en el pecho hasta que estoy de pie en el pasillo. Me río
cuando me da un tirón de orejas justo antes de cerrarme la puerta en las
narices.
Mierda. ¿Qué voy a hacer con esta mujer?
Kingston

—¿Q
uerías verme?
Por mucho que odie que me citen en la
oficina corporativa de mi padre de esta manera,
aproveché la oportunidad. Es un montaje
perfecto para que vuelva después de que él se haya ido a colocar la cámara
de vigilancia. Instalé con éxito el otro dispositivo en la oficina de Callahan el
fin de semana pasado, pero no se me ocurrió cómo entrar aquí cuando mi
padre no está presente hasta que me envió un mensaje antes, pidiéndome que
me pasara por allí.
—Sí, hijo. Siéntate. —Me señala la cara—. ¿Qué te paso?
Me encojo de hombros. —Tenía que poner a un imbécil en su lugar. 123
—Ah, sí, me enteré de la pelea que inició tu amigo.
—¿Sí? ¿Cómo te enteraste?
Me hace señas para que lo olvide. —No importa.
Frunzo el ceño, no me gusta esa respuesta, pero sé cuándo cortar por
lo sano con este hombre. —Bueno, ¿oíste por qué le dimos una paliza?
—¿Por qué iba a importarme una pelea de un grupo de adolescentes?
Oh, ninguna razón. Sólo el hecho de que alguien intentó drogar a su
hija, con la intención de violarla.
—Bien. —Asiento.
Mi padre se dirige al carrito de la barra en la esquina de su oficina. —
¿Un trago?
Niego. —No, gracias. Tengo cosas que hacer después de esto.
Mi padre sonríe mientras se prepara un whisky con soda. —¿Estas cosas
implican a Jasmine Callahan?
—Sí. ¿Por qué?
Vuelve a sentarse en la silla eléctrica detrás de su gran escritorio de
caoba. Agitando el líquido ámbar en un vaso de cristal, dice: —Es una pena
lo que le pasó, pero Charles me dice que se ha recuperado bien. ¿Estás de
acuerdo?
Sé muy bien que no le importa, pero tengo la suficiente curiosidad
como para seguir con esto.
—Todo lo bueno que se puede esperar, supongo.
El imbécil da un sorbo a su bebida. —Qué oportunidad perfecta ha sido
esta para acercarte a ella.
Una sonrisa de satisfacción se forma en mis labios cuando me imagino
dándole un puñetazo en la cara, borrando esa sonrisa de satisfacción.
—No podría estar más de acuerdo, papá. Aunque debo admitir que ha
sido un reto porque ella es un poco tímida con las armas, con los asaltantes
todavía por ahí y todo eso. Pero no te preocupes; le he demostrado lo
comprometido que estoy a apoyarla en estos momentos difíciles. Estuve en la
sala de espera del hospital todo el tiempo que estuvo allí, siendo el perfecto
novio cariñoso. Mi plan sigue encajando muy bien.
Suelta una risa bulliciosa. —Me alegro de oírlo, hijo. —Mi padre da otro
sorbo a su vaso mientras contempla algo—. Sabes... no puedo evitar
preguntarte.
Mis cejas se levantan. —No puedes evitar preguntarme qué.
Las luces del techo brillan en la esfera de su reloj Patek Phillipe
mientras se frota la barbilla. —Si organizaste el asalto para bajarle los humos.
Me muerdo la lengua con tanta fuerza que la sangre cubre mis papilas 124
gustativas. El hecho de que haya mencionado eso me hace preguntarme si lo
ha arreglado. Tal vez me está probando en este momento.
Sacudo la cabeza. —No es mi estilo. Si quisiera bajarle los humos soy
perfectamente capaz de hacerlo yo mismo.
Una amplia sonrisa se extiende por su cara, sus carillas blancas
prácticamente me ciegan. —Por favor, comparte. Nunca me has dicho lo que
has planeado para la chica.
Me recuesto despreocupadamente en la silla, apoyando el tobillo sobre
la rodilla contraria. —No tengo un plan. Soy más bien un tipo que se deja
llevar por el instinto, lo que funciona mejor con ella. Jasmine es un poco
imprevisible.
—Ah, pero las locas siempre son unos fenómenos en la cama, ¿no? —
Tengo que luchar contra una burla cuando me guiña el ojo.
—Sí. —Asiento.
Mi padre cruza los brazos detrás de la cabeza y se echa hacia atrás. —
Entonces, ¿Jasmine es bastante estelar en la cama?
Dios, esta conversación me está dando náuseas. Se siente mal hablar
de Jazz así, pero tengo que mantenerme en el personaje.
—La mejor que he tenido. Chupa la polla como un profesional. —Esa
parte ni siquiera es una mentira.
Sus ojos color avellana se iluminan con interés. Mierda. Definitivamente
no debería haber ido en esa dirección.
—Bien por ti, muchacho. Me encantaría experimentarlo por mí mismo.
Es una cosita tan pequeña, apuesto a que su coño abrazará mi polla con fuerza.
Su culo aún más. Tal vez podamos hacer un equipo con ella algún día. O tal
vez un buen asado a la antigua. —Se ríe—. Piensa en ello como un momento
de unión entre padre e hijo.
Sobre mi cadáver, maldito pervertido.
Juro por todo lo que es sagrado que quiero romperle la cabeza con un
bate. Respiro hondo, recordando que es él quien debería estar encerrado, no
yo.
—Sí, tal vez —murmuro.
Se ríe. —Aw, Kingston, no te estás volviendo territorial por un coño,
¿verdad? Sé que es una chica excepcionalmente hermosa, pero eso no es
razón para perder el sentido común.
Esta vez sí me burlo. —Mierda, no. Mientras Jasmine siga aspirando mi
polla cuando yo quiera, me importa un bledo a quién más se folle.
—Hablando de... supongo que tengo que agradecerte el pendrive que
encontré en mi mesa cuando volví de Miami.
Esta vez mi sonrisa es genuina. Deshacerse de Vanessa ha sido un 125
placer absoluto y hace tiempo que debería haber sido así. —Por supuesto. No
podía dejar que se saliera con la suya traicionándote así.
—Eres un buen hijo. Aprecio que te preocupes por mí. Esa zorra
tramposa no merece el honor de ser mi esposa. Y un repartidor, por el amor
de Dios. ¿Podría caer más bajo? —Mi padre sale de detrás del escritorio y me
da una palmadita en el hombro—. Supongo que es hora de cambiarla por un
modelo más nuevo, ¿eh?
Tu última novia acaba de cumplir veintidós años. No tienes mucho espacio
para ir por una modelo más joven, cabrón.
—Sí. —Me río—. Definitivamente.
—Tal vez intente una morena la próxima vez —reflexiona—. Alguien
con un poco de... coraje. No puedo dejar que tengas toda la diversión,
¿verdad? —Mi padre extiende las manos, curvando sus dedos como si
estuviera ahuecando un par de tetas—. Hace tiempo que no veo al Dr. Keller.
Estoy seguro de que apreciará un nuevo cliente.
El Dr. Keller es el cirujano plástico al que recurre mi padre para inflar
el pecho de todas sus muñecas folladoras, aunque estoy bastante seguro de
que no tiene ninguna en mente. No entiendo por qué mi padre está tan
interesado en el Jazz de repente. Tal vez sea curiosidad genuina, o tal vez se
trate de otra prueba. Me está estudiando detenidamente, buscando una
reacción. Es como si quisiera que me volviera loco, dándole una razón para no
confiar en mí.
No voy a morder el anzuelo, imbécil.
Me pongo de pie y le doy una firme palmada en la espalda, quizá un
poco más fuerte de lo que debería. —Bueno, buena suerte en tu caza, viejo. Si
hemos terminado aquí, tengo que irme. Toda esta charla sobre coños me hace
querer hundir mi polla en uno.
—Dásela bien, hijo. —Empuja sus caderas para puntuar su burdo
comentario y se ríe.
—Siempre lo hago.
Le hago un gesto despectivo mientras salgo de la oficina y abandono
Davenport Boating lo más rápido posible sin parecer sospechoso. Si no me
voy de aquí, me voy a perder.

—Kingston —dice a modo de saludo Monique, la recepcionista de mi


padre—. ¿Qué haces aquí de nuevo? Me temo que tu padre se ha ido pronto
para tomar su vuelo.
—Maldita sea. —Frunzo el ceño en señal de decepción—. Creo que
dejé el celular en su despacho. No lo encuentro por ninguna parte, y es el
último lugar donde recuerdo haberlo visto.
—Qué pena. Sé cómo son los niños con esos smartphones. Si no lo 126
encuentras, es como perder un miembro. —Se ríe.
Le sigo el juego. —Sí, es una maldición de mi generación. ¿No crees
que podría entrar rápidamente y echar un vistazo, verdad? Esperaría a mi
padre, pero estar sin él una semana sería un infierno.
—Por supuesto, cariño. —Monique abre el cajón superior de su
escritorio y saca un llavero—. Tómate tu tiempo; voy a estar aquí un rato. —
Saca una llave del llavero y me la da.
Me inclino y le doy un beso en la mejilla. —Gracias, Monique. Eres un
salvavidas.
Ella me desprecia. —Oh, encantador.
Me siento mal por utilizar a una dulce anciana como esa, pero a veces
hay que utilizar todos los recursos a tu disposición por un bien mayor.
Me aseguro de cerrar la puerta tras de mí al entrar en el despacho de
mi padre. Al igual que hice con el despacho de Callahan, enciendo el
dispositivo de detección y escaneo rápidamente la habitación, actuando
como si estuviera buscando mi teléfono. Lo último que necesito es que mi
padre tenga pruebas de vídeo de que he puesto micrófonos en este lugar; no
hay forma de convencerme de que no lo haga. Preston Davenport puede ser
un idiota épico y un criminal, pero estúpido no es.
Cuando no hay moros en la costa, me pongo a trabajar. Agarro una silla
para ponerme de pie y quito la alarma de humo existente. Por suerte, en esta
época del año hace suficiente frío por la noche como para justificar el uso de
una chaqueta, así que pude ocultar discretamente su reemplazo. Lo bueno de
este dispositivo es que está conectado a la red eléctrica del edificio, igual que
el original. Con esto, no tengo que preocuparme por la duración de la batería.
Tiene una batería por si hay un corte de luz, pero se alimenta principalmente
de la red a la que está conectado.
Después de pulsar el interruptor para activar la cámara, giro la tapa
hasta que queda asegurada y vuelvo a colocar la silla en su sitio. Antes de
irme, abro la aplicación de vigilancia en mi teléfono y compruebo la señal.
Sonrío cuando aparece una imagen nítida en 1080 HD de toda la habitación.
Elegimos este tipo de dispositivo no sólo por su facilidad de instalación, sino
también por su ubicación. Al estar en el techo, en la esquina delantera de la
habitación, no hay espacio que no cubra, salvo el baño. Mientras mi padre no
haga nada nefasto mientras caga, debería estar bien.
Cierro el despacho de mi padre y me dirijo a la recepción.
—¿Lo encontraste, cariño? —pregunta Monique.
Dejo la llave sobre su escritorio y levanto mi celular. —Sí. Gracias de
nuevo, Monique. Eres la mejor.
Sonríe. —Es un placer. Que tengas una buena noche y saluda a esa
hermosa hermana tuya.
Pulso el botón de llamada al ascensor, que se abre enseguida. —Lo
haré. Que pases una buena noche.
127
Doy un suspiro de alivio en cuanto se cierran las puertas. Creo que no
podría haber ido más tranquilo. Esperaba que el hecho de que me conociera
de toda la vida jugara a mi favor. No había ni un atisbo de duda en su mente
sobre si debía dejarme entrar o no. Ahora, sólo tengo que esperar y ver si el
bastardo me da algo útil.
Jazz

—A
sí que... he estado pensando en algo.
Ainsley da un sorbo a su batido de fresa. —
¿Qué es eso?
—Unas cuantas cosas, en realidad. En primer
lugar, necesito conseguir un trabajo a tiempo parcial.
—¿Por qué? —Ainsley moja una patata frita en su batido antes de
meterse en la boca. Suena asqueroso, pero en realidad es bastante delicioso.
—Porque necesito dinero: lo poco que había ahorrado cuando me
mudé aquí está desapareciendo rápidamente. Estoy segura de que no voy a
usar la tarjeta de crédito que me dio mi donante de esperma. Al menos, me
gustaría poder comprar el almuerzo de vez en cuando. —Hago un gesto hacia 128
la comida que hay en la mesa de formica del restaurante—. O pagar las cosas
cuando saco a Belle. He visto un cartel de se busca ayuda en una de las
cafeterías de Calabasas Road.
—¿Tu padre aceptaría eso? No sería bueno para su reputación tener a
una de sus hijas trabajando en un puesto tan bajo. No es que piense que ser
barista esté por debajo de mí, pero él lo haría. Nunca tendría tiempo para ello
con el ballet, pero si alguna vez consiguiera un trabajo en una cafetería, sé
que mi padre se volvería loco.
—Charles no puede opinar sobre lo que hago. Tengo dieciocho años.
—Sí, pero tú vives bajo su techo.
Me encojo de hombros. —Si realmente quería discutir conmigo por
ello, me encargaré de ello. Pero no hay nada que discutir hasta que consiga
el trabajo.
—Buen punto. Podemos pasarnos de camino a casa y tomar una
solicitud.
Sonrío. —Gracias, Ains.
—¿Cuáles son las otras dos cosas? Has dicho unas cuantas.
—En segundo lugar... mañana es domingo, mi día con Belle. Me
preguntaba si te gustaría salir con nosotros.
—Me encantaría. —Su cara se ilumina—. ¿Qué haremos?
—El fin de semana pasado la llevamos al acuario de Long Beach, así
que pensamos en ir al zoológico este fin de semana.
Ainsley tiene una sonrisa divertida en su rostro. —Eso suena divertido.
Le dirijo una mirada dudosa. —¿Por qué pones esa cara?
—¿Qué cara?
Hago girar el dedo en su dirección. —Pareces entretenida por algo que
he dicho, pero no se me ocurre nada que justifique tu expresión actual.
Se ríe. —Oh, nada. Sólo me imaginaba a ti y a mi hermano llevando a
una niña al acuario. Y al zoológico. Y a un parque de atracciones. Kingston
siempre ha sido protector, pero nunca pensé que lo vería jugando a ser papá
pronto. Creo que es adorable que hayan formado su propia familia mixta.
Me burlo. —Eso no es cierto. Sólo nos lleva de un lado a otro.
Y paga por todo. Y es súper dulce con Belle, dándole vueltas todo el
tiempo. Y hace todo lo posible para asegurarse de que cada domingo sea mi
día favorito de la semana.
Maldito sea ese bastardo escurridizo.
—Bien, ¿qué es lo siguiente? —Ainsley pregunta.
Sonrío, contenta de cambiar a un tema menos confuso. —Bueno, nunca
tuve la oportunidad de hacer algo para celebrar que cumplía dieciocho años 129
porque... bueno, ya sabes. Hace tiempo que quiero hacerme un tatuaje, y
siempre dije que lo haría justo después de mi cumpleaños. Resulta que
conozco a un artista bastante fantástico que se ha ofrecido a hacerlo gratis. Me
encantaría que me acompañaras.
Ainsley se frota las manos. —Ooh, esto sí que lo entiendo. ¿Cuándo y
dónde?
—Um... ¿te parece hoy?
Se ríe. —¿De verdad? ¿Puedes entrar por algo así?
Niego. —Técnicamente, sí, pero los artistas realmente buenos están
ocupados por lo que tengo entendido, sobre todo los fines de semana. Pero
el otro día le mandé un mensaje a Kai, el tatuador, para ver si su oferta seguía
en pie. Me dijo que tenía una cancelación hoy si quería pasarme a las cinco.
—Me apunto totalmente. —Mira la hora en su teléfono—. ¿Dónde está?
¿Cuánto tiempo de viaje crees que sería?
Ahora, esta es la parte en la que no estoy segura de que ella esté tan
tranquila. —Está en mi antiguo barrio, lo que lleva una hora más o menos,
dependiendo del tráfico. La tienda está justo entre Watts y Compton.
—Bien. Entonces, si salimos a las tres y media, seguro que llegaremos
a tiempo.
Parpadeo un par de veces, honestamente sorprendida de que haya
aceptado tan rápido. —Eh... sí. Eso debería ser bueno.
Ainsley se mete otra patata frita en la boca. —Es una cita.

—Aquí estamos, Atlas Ink. —Ainsley estaciona el coche y apaga el


motor. Mira alrededor del estacionamiento del centro comercial, observando
los alrededores—. Un Lamborghini amarillo sobresale como un pulgar
dolorido por aquí, ¿eh?
Me siento como un idiota por no pensar en el choque cultural que debe
estar sufriendo Ainsley. Me imagino que es similar a lo que yo sentí al
mudarme a la tierra de las Kardashian, pero al revés. Sin embargo, me
encanta que ni siquiera haya dudado cuando le pedí que viniera conmigo.
Alguien como Peyton probablemente se partiría de risa y haría un chiste malo
sobre que no quiere que le disparen. Sí, hay mucha delincuencia en esta zona,
pero la mayoría de la gente que vive aquí es trabajadora y honesta. Tienen un
fuerte sentido de comunidad y cuidan de los suyos. Crecer en Watts me
convirtió en lo que soy, e independientemente de mi código postal, siempre
seré una orgullosa chica de South Central de corazón.
—Estará bien. La tienda es lo suficientemente pequeña como para que
podamos verlo todo el tiempo. Si alguien empieza a arrastrarse, Kai se
encargará de ellos.

lugar?
Ainsley sonríe, aparentemente satisfecha. —¿Cómo supiste de este
130
Asiento al hombre tan sexy que se apoya en el edificio, observándonos.
—Malakai es el hermano mayor de mi ex.
Ainsley lo examina. —Maldita sea, chica. ¿Su hermano se parece en
algo a él? Si es así, ¿por qué demonios rompieron?
—Se llevan tres años de diferencia, pero los confunden con gemelos
todo el tiempo.
Sus cejas se levantan. —Lo preguntaré de nuevo. ¿Por qué demonios
rompieron? Parece una versión joven y malvada de Idris Elba, ¡por el amor
de Dios!
Me río. —¿Verdad? Yo les decía eso todo el tiempo.
—En serio, sin embargo, ¿qué pasó? ¿Por qué rompieron?
Me muerdo la punta de la uña del pulgar. —Cuando mi madre murió,
simplemente no pude lidiar con ello, ¿sabes? Me metieron en el sistema, me
arrancaron a mi hermana y no tenía ni idea de lo que iba a pasar después. Le
dije que necesitaba espacio para recuperar mi cabeza, y no discutió. Ni
siquiera envió un mensaje de texto. Me enteré de que una semana después
ya estaba saliendo con otra chica.
Ainsley me dedica una sonrisa comprensiva. —Lo siento.
—No es gran cosa, honestamente. No estaba enamorada de él ni nada
parecido. Es decir, me importaba mucho, pero siempre fue más un amigo que
un novio. Es unos años mayor que yo, pero éramos vecinos de al lado mientras
crecíamos, así que nos conocemos desde siempre. Me trataba bien, se veía
así, y estaba ahí tan...
—Entonces... ¿ustedes follaban como conejos cuando querían?
Me encojo de hombros. —Más o menos. Cuando mi madre murió,
Shawn, así se llama, no hizo ningún esfuerzo por consolarme. Quizá no sabía
qué decir, pero el hecho de que ni siquiera lo intentara me abrió los ojos. Es
una de las razones por las que nunca me molesté en acercarme a él después
de mudarme a Hidden Hills. No es un mal tipo es realmente encantador y
divertido para pasar el rato, sólo que está emocionalmente atrofiado con las
relaciones, supongo.
—¿Sabes lo que pienso? Creo que deberíamos dejar de hablar de
chicos estúpidos y conseguirte algo de tinta.
Ainsley es un hombro fiable en el que llorar cuando lo necesitas, pero
es igualmente fiable para centrarse en el lado positivo. Es una de las cosas
que más me gustan de ella. Necesito toda la ligereza que pueda tener en mi
vida ahora mismo.
Sonrío. —Me parece bien.
Malakai me ofrece una gran sonrisa cuando nos acercamos a la tienda
y me hace un gesto para que entremos a abrazarnos. —Chica, te ves como
una puta maravilla. Me quito el sombrero. 131
Le doy un buen apretón antes de retirarme. —Tú también, Kai.
Kai le da a Ainsley una mirada apreciativa. —¿Y quién es esta
encantadora dama?
Hago un gesto a Malakai. —Ainsley, este es Kai Cooper. —Hago un
gesto con la cabeza hacia Ains—. Kai, esta es Ainsley Davenport. Tiene que
ser un hombre, así que no te hagas ilusiones.
Levanta las manos en señal de rendición. —Bien, no digas más.
Encantado de conocerte, Ainsley Davenport. Tu viaje es una maravilla.
Las mejillas de Ainsley se enrojecen bajo su mirada. La entiendo
perfectamente; me ha hecho sonrojar en más de una ocasión. Ese hombre es
capaz de seducir a casi todo el mundo.
—Es un placer conocerte, también —dice tímidamente—. Y gracias.
—Señoritas, pasen a mi humilde morada. —Kai se aparta para que
podamos entrar en el salón de tatuajes.
Asiento al ritmo de The Life de Nipsey Hussle, que suena en los
altavoces. Dios, este lugar me trae recuerdos. Shawn y yo pasábamos mucho
tiempo aquí cuando Belle tenía una cita para jugar o si mi madre tenía un día
libre. Veo que nada ha cambiado, lo cual es reconfortante teniendo en cuenta
lo mucho que ha cambiado mi vida últimamente. En la esquina sigue habiendo
un pequeño mostrador de recepción y las paredes están cubiertas de fotos
enmarcadas que muestran varios diseños. Hay una estación de trabajo en el
centro, donde Kai atiende a la mayoría de sus clientes, pero sé, por visitas
anteriores, que también hay una sala en la parte de atrás para la gente que se
tatúa en zonas que no deberían estar expuestas al público en general.
Malakai siempre ha mantenido el lugar en perfectas condiciones,
probablemente podría comer en estos suelos. En mi opinión, eso es un gran
punto de venta a la hora de elegir un salón de tatuajes. Kai es un verdadero
artista, y se enorgullece de ello, pero también es un astuto hombre de
negocios. Compró la tienda cuando estaba en dificultades, y le ha ido muy
bien desde que hizo algunos cambios menores en sus operaciones. También
le ha dado un propósito, lo que le mantiene alejado de los problemas. Hubo
un momento en el que podría haber ido fácilmente en la otra dirección.
Un tipo fornido con una barba desaliñada sale de la parte trasera.
Parece un motero grande y temible, pero en realidad es un oso de peluche.
El hombre sonríe, mostrando una dentadura blanca y perfectamente
recta. —Bueno, que me jodan. Hace un minuto que no veo tu hermosa cara.
Mírate, chica.
Me río cuando me envuelve en un abrazo. —Hola, Ty.
Tyson es el socio comercial de Malakai y su compañero de profesión.
También es el hombre que mencioné antes.
Ty se retira, sujetando la parte superior de mis brazos. —¿Qué te trae
al barrio, Jazz? 132
—Cumplí dieciocho años hace poco, así que quería hacerme mi primer
tatuaje. Se rumora que Kai es el mejor de la ciudad.
—Maldita sea —se jacta Malakai.
Ty se ríe. —Cariño, ese chico no necesita que le suban el ego. Su
maldita cabeza apenas cabe por la puerta ya.
Kai responde con un gesto de rechazo.
Ainsley intenta reprimir la risa, pero no lo consigue.
Inclino la cabeza en su dirección. —Tyson, esta es mi amiga, Ainsley.
La gran mano de Ty se traga la suya mientras se estrechan. —Encantado
de conocerte, guapa. —Se gira hacia mí—. He oído que te has mudado a una
casa grande en las colinas. ¿Por qué volviste? Estoy seguro de que los ricos
tienen muchos artistas de lujo allí arriba. —Le guiña un ojo a Ainsley—. No te
ofendas, preciosa.
Ella sonríe. —No me ofendo.
Cruzo los brazos sobre el pecho y entrecierro los ojos una vez que la
atención de Ty vuelve a centrarse en mí. —Porque este es mi hogar. Aquí es
donde están mis raíces, y eso nunca cambiará. ¿Tienes algún problema con
eso?
Sus labios se curvan. —No, chica. Sólo me estoy asegurando de que
sigues siendo la misma Jazz que conocemos y amamos. Y por las bolas de
fuego que me disparas con esos bonitos ojos marrones, diría que no hay duda.
Mis labios se mueven. —Bueno, siempre y cuando estemos claros.
—Muy bien, basta de charlas, Ty. Algunos tenemos trabajo que hacer.
—Malakai pasa su brazo por encima de mi hombro y me lleva a la silla del
cliente—. Ponte cómoda mientras me preparo. —Saca una silla de la sala de
espera y la acerca—. Ainsley, ¿quieres mirar?
Los ojos de Ainsley se abren de par en par. —¿De verdad? ¿No
estorbaría?
Kai niega. —No, está bien.
Tyson se dirige a la parte trasera de la tienda mientras Ainsley toma
asiento a mi lado.
Kai empieza a rebuscar en su carrito, poniendo todo lo que necesita
arriba. —¿El mismo lugar del que hablamos?
—Sí —confirmo.
—Entonces, ¿vas a decirme qué vas a conseguir ahora? —pregunta
Ainsley—. ¿Y dónde?
Me hizo la misma pregunta no menos de una docena de veces durante
el viaje. Quería que viera primero el diseño y le explicara su significado, para
que no pensara que era una elección narcisista por mi parte.
Sonrío. —Ya verás. 133
Malakai levanta las cejas, probablemente preguntándose por el
secreto, pero no dice nada mientras prepara su pistola de tatuar. Hace
aproximadamente un año, Kai tenía un tiempo libre entre clientes, así que le
conté lo que estaba buscando. En menos de cinco minutos, dibujó
exactamente lo que yo veía en mi mente. El chico tiene un talento increíble
para dar vida a las ideas. El diseño que he elegido es delicado y sencillo en
apariencia, pero con mucha sustancia.
Kai se gira en su silla para mirarme. —¿Estás lista?
—Lo estoy. —Asiento.
Me levanta el brazo y lo apoya en un taburete acolchado cubierto de
plástico. Después de pasarme un poco de alcohol por la piel, toma una
cuchilla desechable y la pasa por el mismo lugar.
—¿Para qué es la navaja? —pregunta Ainsley—. No tiene precisamente
los brazos peludos.
—Casi todo el mundo tiene vello corporal en casi todas partes,
independientemente de lo visible que sea. Esto garantiza una superficie de
trabajo limpia —explica Kai.
—Huh —reflexiona Ainsley—. Cuanto más se sabe.
Toma una barra de desodorante transparente y la pasa por el lugar que
hemos acordado antes de tomar el papel de transferencia y mantenerlo contra
mi brazo durante unos segundos. Kai inspecciona su trabajo tras despegar el
papel antes de girar mi brazo para que pueda verlo.
—¿Te parece bien? —pregunta.
Me fijo en la pequeña flor que recorre unos cinco centímetros por el
lado de mi antebrazo, empezando justo por debajo de la muñeca. —Es
perfecto.
Ainsley estira el cuello para poder ver. —¿Una flor? Es muy bonita.
—No es sólo una flor —corrijo—. Es una flor de jazmín.
Ainsley se ríe. —¿En caso de que te emborraches y olvides tu nombre?
Niego. —No, listilla. Era la favorita de mi madre. Solía llamarme su
dulce flor todo el tiempo. Además, es la flor oficial de Filipinas, así que es un
homenaje a nuestra herencia.
Me sonríe con la boca cerrada. —Me encanta, Jazz. Es perfecto.
—Gracias.
Malakai toma su pistola y vuelve a colocar mi brazo en el taburete. —
¿Estás lista? Al principio va a picar, sobre todo cerca de la muñeca, ya que es
uno de los puntos más sensibles.
—Claro, ahora me lo dices —refunfuño.
Se ríe. —De todos modos, necesito que te quedes lo más quieta posible
a menos que quieras que lo arruine.
Respiro profundamente y lo suelto. —Hagamos esto.
134
Kai asiente y se pone a trabajar. Tiene razón; las agujas pican al
principio, pero me adapto rápidamente a medida que va perfilando la flor. El
dolor no es tan fuerte como esperaba. Tal vez mi umbral subió después de los
recientes... eventos.
—¡Sonríe! —Ainsley saca su teléfono para hacerse un selfie con
nosotros.
Obedezco y espero a que haga la toma antes de hablar. —¿Para qué es
eso?
—Chica, estamos haciendo recuerdos aquí. —Ainsley gira su teléfono
para mirarme, mostrándome su página de Instagram—. Tenía que publicarlo
en Insta. Me imaginé que a Malakai no le importaría que etiquetara la tienda,
¿verdad?
—La publicidad gratuita siempre es una buena publicidad, nena —
asiente Kai—. Aún mejor si dos bellas damas como ustedes promocionan la
tienda.
Pongo los ojos en blanco. —Te acuerdas de que está pedida, ¿verdad?
¿Y no crees que eres un poco mayor?
Kai se ríe. —En primer lugar, tengo veinticuatro años. Eso no es ser
viejo. En segundo lugar, ¿quién dice que Ainsley es a la que estoy tratando de
encantar?
—Bueno, segura que no soy yo.
Él levanta las cejas. —¿Por qué no?
—Uh, porque salí con tu hermano.
—¿Y? —Se encoge de hombros—. Tengo ojos, y tú ya no estás en la
cárcel. ¿Cuál es el problema? ¿También estás tomada?
Me tiro del labio inferior entre los dientes. —Um... es complicado.
El teléfono de Ainsley emite una alerta de texto y se ríe. —Hablando de
la complicación... sus oídos deben haber estado ardiendo. O, más
probablemente, acaba de ver mi mensaje. —Pasa los pulgares por la pantalla,
presumiblemente respondiendo al mensaje de su hermano—. Ooh, alguien
está de mal humor.
Los labios carnosos de Kai se mueven mientras trabaja en el sombreado
de las hojas. —Maldición, eso suena como una historia que necesito escuchar.
—Tal vez otro ti...
El timbre de la puerta principal suena, lo que hace que los tres
levantemos la vista.
Mierda.
—¿De quién es ese coche tan bonito de ahí delante? —pregunta el
hombre.
Los ojos de Ainsley se abren de par en par, pues obviamente sabe 135
quién es el recién llegado por su parecido con su hermano. Tarda un
momento, pero en cuanto los ojos de Shawn se posan en mí, se le cae la
mandíbula.
—Jazz. ¿Qué estás haciendo aquí?
Hago un gesto hacia mi brazo. —Lo que la gente viene a hacer aquí.
Shawn se come la distancia que nos separa en unas pocas zancadas y
comprueba mi tinta en progreso. —Qué bien. Te queda bien.
—Gracias —murmuro.
—¿No es el mismo diseño que Kai esbozó hace un tiempo?
Asiento. —Sí, lo es.
Ninguno de nosotros dice una palabra durante un buen minuto. Jesús,
esto es incómodo. ¿Cuál es el protocolo aquí? Este es el tipo con el que perdí
mi virginidad. ¿Es así como se siente siempre cuando te encuentras con un
ex? ¿Se supone que debo fingir que el chico nunca ha estado dentro de mí?
Curiosamente, ni siquiera puedo recordar cómo se sentía el sexo con Shawn,
lo que ayuda, pero no puedo negar que sucedió. Muchas veces.
Hace contacto visual con Ainsley. —Soy Shawn. ¿Eres amiga de Jazz?
—La mejor —responde ella—. Y tú eres el ex.
A Shawn se le dibuja en la cara una sonrisa de comemierda. —Me
mencionó, ¿eh? Todas las cosas buenas, estoy seguro.
Ainsley levanta las cejas. —Algo así.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Kai pregunta a su hermano.
—Acabo de salir del trabajo —responde Shawn—. Vine a ver si querías
comer algo.
—Como puedes ver, estoy con un cliente.
Shawn acerca una silla y toma asiento junto a Malakai. —Todo está bien.
No me importa esperar. —Sus ojos recorren mi cara y se aventuran hacia el
sur, deteniéndose en mi pecho—. No se puede superar la vista. Maldita sea,
Jazz, eres un regalo para la vista. Casi había olvidado lo buena que eres.
—Gracias. Creo.
—¿Cómo has estado, bebé?
Lo fulmino con la mirada. —No soy tu bebé.
Shawn levanta las manos, sus ojos de whisky parpadean divertidos. —
Así que es así, ¿eh? Es agradable ver que todavía tienes esa actitud sexy.
Sabes que me pone caliente cuando estás así.
—Una ligera brisa te daría calor —contesto.
—¿Por qué tienes que ser así, nena? Rompiste conmigo, ¿recuerdas? Y
por lo que recuerdo, tampoco te costó mucho ponerte en marcha. —Enfatiza
su afirmación con un guiño.
— Bien, hombre, ya has dado tu opinión —dice Malakai. —Deja de 136
incomodar a la mujer, o lleva tu culo fuera.
Shawn agacha la cabeza para encontrarse con mis ojos. —Vamos,
Jasmine. Sabes que estoy jugando. Mira, lo siento, ¿de acuerdo? ¿Es eso lo
que quieres oír? Fuimos amigos una vez, sabes. No hay razón para que no
podamos volver a serlo. —Saca el labio inferior en un mohín exagerado.
Intento no sonreír porque se ve tan ridículo, pero no lo consigo—. Vamos,
cariño. ¿Quieres ser mi amiga? Cuando termines aquí, podemos comer
algunas de esas quesadillas que te encantan del camión de comida de Keith.
Yo invito, piensa que es una ofrenda de paz.
Maldito sea. Sabe que no puedo resistirme a una quesadilla de Keith's.
Y por mucho que odie admitirlo, tiene razón. Fuimos amigos durante mucho
tiempo antes de empezar a dormir juntos. Shawn me conocía mejor que nadie.
Siempre fue tan fácil estar cerca de él. Supongo que no veo el daño en salir
un rato, especialmente con Ainsley y Kai acompañándonos.
Miro a Ainsley y ella asiente en señal de aprobación. —Bien. Pero
quiero una quesadilla y unos tacos.
La sonrisa de Shawn se extiende de oreja a oreja. —Trato hecho.
Kingston

M
e está volviendo loco que Jazz y Ainsley estén en el sur de Los
Ángeles ahora mismo. Estuve tentado de conducir hasta allí,
pero conociendo a Jazz, me tocaría las pelotas, y haría más
daño que bien. Ella está empezando a dejarme entrar de nuevo, y no puedo
joder eso. Tengo que recordarme a mí mismo que Jazz conoce esa zona mejor
de lo que yo puedo esperar, y que nunca pondría a mi hermana en peligro.
Pero aún así, ¿por qué han ido hasta allí para hacerse un tatuaje? ¿Y
cuándo decidió Jazz hacerse uno en primer lugar? No puedo decir que la idea
de que tenga algo de tinta no sea excitante, pero no me gusta que me tomen
desprevenido de esta manera. No con todo tan en el aire.
Además, ¿quiénes son esos tipos? Sé que uno de ellos es el artista
porque sostenía una pistola de tatuajes en la primera foto que publicó Ainsley. 137
¿Pero por qué están los cuatro juntos en un puto camión de tacos? No me gusta
la forma en que el segundo tipo mira a Jazz. Sus ojos están pegados a ella en
cada foto como si no pudiera obligarse a apartar la mirada. Subo el último post
de Ainsley y, efectivamente, el jodido pepito sigue desnudando a Jazz con la
mirada. Ah, diablos. Conozco esa mirada. Esa polla sabe lo que hay debajo
de su ropa, sin duda. Mi hermana en realidad etiquetó a ambos tipos en esta,
así que hago lo único que alguien en mi situación haría: Acecho la página de
ese cabrón.
A los dos segundos de escanear las fotos de Shawn Cooper, realmente
desearía no haberlo hecho. Ha estado publicando sus propias fotos esta
noche, pero sus fotos sólo lo incluyen a él y a Jazz. El primer pie de foto decía:
—Comiendo mis tacos favoritos con mi chica favorita. —Por si fuera poco, Jazz
está acurrucada a su lado con una enorme sonrisa en la cara. No tengo que ir
muy lejos en el feed de este idiota para encontrar muchas más fotos de los dos
de hace varios meses. En más de la mitad de ellas, ese hijo de puta tiene sus
labios sobre Jazz, o sus extremidades están envueltas alrededor de ella como
un maldito pulpo. Es obvio que estos dos tienen una historia, y no me gusta
nada. Aunque ella no es muy dada a las redes sociales, miro la página de Jazz
mientras estoy en ella, pero no ha habido ninguna publicación reciente.
Sabía que Jazz no era virgen antes de conocernos, pero saber que se ha
tirado a otro y ver a quién se ha tirado son dos cosas totalmente diferentes. Sí,
soy hipócrita teniendo en cuenta que Jazz tiene que vivir con una chica a la
que me he tirado innumerables veces y a la que le gusta restregárselo, pero
ese hecho no hace nada por mi rabia ahora mismo. Estoy apretando el
teléfono con tanta fuerza que me sorprende que no se haya partido por la
mitad. Ya es bastante malo tener que lidiar con la situación de Bentley, ¿pero
ahora tengo que preocuparme por una ex demasiado amistoso?
Esta mierda de los celos es tan nuevo para mí que no sé qué hacer con
ella. Lo juro por Cristo, mi hermana hizo una crónica de toda su noche en su
página de Instagram sólo para joderme. Ella sabe muy bien que me estaría
volviendo loco.
Me aprieto el cabello mientras paso de un lado a otro. —¡Carajo!
Mi teléfono empieza a zumbar, así que miro hacia abajo y veo que mi
Investigador está llamando.
—¿Qué?
—¿Te agarré en mal momento?
Niego, él no puede verme. —No. ¿Qué pasa, John?
—Seguir a Madeline Callahan por fin ha producido algo —dice.
Tomo asiento en el sofá, ajustando el teléfono contra mi oído. —¿Qué
conseguiste?
—Ha estado en el mismo lugar del distrito financiero varias veces en
las últimas semanas, pero es un edificio de apartamentos, así que no tenía
forma de saber a quién visitaba. Se queda una o dos horas antes de marcharse
y conducir directamente a casa.
138
—Bien... ¿y?
—Y... el otro día me las arreglé para pasar por encima del portero, y
Madeline y yo compartimos el ascensor hasta el vigésimo piso. Ella fue a la
izquierda y yo a la derecha, pero me quedé lo suficiente para ver por qué
puerta se metió. Adivina quién es el propietario del piso 20.
—No tengo ni puta idea, John. Sólo dime.
Prácticamente puedo oír su sonrisa a través de la línea telefónica. —Es
propiedad de nada menos que Davenport Boating Incorporated.
—¿Este edificio está en Wilshire?
—Seguro que sí —confirma.
—Ese es el apartamento corporativo de mi padre. Se supone que sirve
como un lugar para alojarse para cualquier cliente o proveedor de mucho
dinero que venga a la ciudad, pero estoy bastante seguro de que mi padre lo
utiliza como su propio departamento personal.
—Diría que tus suposiciones son correctas basándome en lo que acabo
de ver al revisar la transmisión. También diría que es justo asumir que se está
tirando a la señora Callahan regularmente.
Mierda.
—Espera un segundo... ¿qué transmisión?
—Por suerte, llevaba una pequeña cámara cuando la seguí al edificio.
Nunca hay que salir de casa sin una, ¿verdad? De todos modos, la coloqué en
una luminaria de la pared opuesta, apuntando a la puerta de Veinte. Revisé la
transmisión hace un momento y vi a Madeline Callahan salir del apartamento,
no sin antes darle a tu padre un beso de despedida muy amistoso. Y cuando
digo amistoso, me refiero a que se estaban metiendo la lengua en la garganta
del otro, y él le estaba tocando el culo.
Qué asco. Podría haber pasado toda mi vida sin esa imagen.
Me sacudo el pensamiento de la cabeza. —Lamentablemente, no puedo
decir que me sorprenda, pero esto podría ser algo bueno.
—¿Cómo es eso?
—Charles Callahan y mi padre tienen el mismo ideal anticuado sobre
cómo debe comportarse una esposa. Según ellos, dos de las mayores ofensas
que puede cometer una esposa son no abrirse de piernas cuando su marido
quiere reventar una nuez o el adulterio. Ambas son motivo de graves
consecuencias. Diablos, mi padre está pidiendo el divorcio de su cuarta
esposa porque Vanessa decidió que si él puede engañarla, ella puede hacer
lo mismo con él. Si Madeline se está tirando a mi padre, puedo garantizar que
Charles no lo sabe. Y cuando se entere, la mierda va a golpear el ventilador.
—Entonces, ¿qué quieres hacer?
Lo pienso por un momento. —Vamos a quedarnos atrás y a observar
139
durante un tiempo. Nos conviene mantener a Charles en la oscuridad por
ahora, pero recopilar cualquier imagen de ellos en posiciones
comprometedoras para cuando llegue el momento. No puedo tener ninguna
disensión entre ellos si tengo alguna posibilidad de entrar en el redil. Estoy
demasiado cerca.
—Lo tienes.
—¿Qué pasa con Peyton? —pregunto—. ¿Algo sobre ella ya?
—Nada que destaque. La rutina básica de una adolescente rica,
escuela, compras, balnearios o socialización. Últimamente pasa más tiempo
en la residencia de Gale, pero ya sabes la razón.
—Bien. —Asiento—. Vigílala. ¿Alguna noticia de tu contacto en el
departamento de policía?
John se aclara la garganta. —Todavía no es oficial, pero van a detener
la investigación a menos que alguien se presente con nueva información.
Dicen que han llegado a un callejón sin salida.
—¿Cómo puede ser eso? —Me paso una mano por el cabello—. Sé que
es un departamento de una ciudad pequeña, pero ¿cómo es posible que aún
no hayan encontrado nada? Han pasado cinco semanas.
—Según mi fuente, el informe dirá que han agotado todos sus recursos
y no tienen pruebas suficientes. Dicen que los elementos probablemente no
ayudaron. Con la caída de las hojas y los fuertes chubascos que cayeron en la
montaña, es probable que cualquier cosa útil fuera arrastrada por la corriente.
Como Jazz nunca dijo a la policía que los autores habían mencionado tener un
empleador, no tienen otro lugar donde buscar.
—Carajo. —Respiro profundamente varias veces, tratando de
calmarme—. ¿Qué hacemos a partir de ahora? ¿Crees que debería contarles
lo del empleador?
—No, no lo creo. Creo que deberías dejar que lo cerraran.
—¿Por qué carajo haría eso?
John suspira audiblemente. —Porque están encubriendo algo. Mi
fuente estuvo personalmente presente cuando peinaron la escena.
Encontraron dos conjuntos de huellas frescas que se alejaban de la escena,
ambos parecían ser masculinos, basándose en el tamaño y la forma de sus
zapatos. Se recogieron fotos y pruebas del suelo. En algún momento,
desaparecieron por arte de magia.
—Tienes que estar bromeando —murmuro.
—Me temo que no. Cuando mi fuente lo cuestionó, su supervisor fingió
una completa ignorancia, dijo que debía de estar equivocado. Las únicas
huellas o pruebas de ADN que tienen registradas pertenecen a ti y a Jasmine.
—John se aclara la garganta—. Alguien con dinero e influencia está
definitivamente involucrado, Kingston. ¿A quién conoces que se ajuste a esa
descripción? 140
—Mierda. —Me restriego la mano por la cara—. ¿Crees que mi padre
o Callahan contrataron a esos hombres?
—Es posible. Como mínimo, creo que uno de ellos sabe quién lo hizo y
está ayudando a encubrirlo.
—Entonces, ¿qué demonios hacemos?
—Lo mejor que puedes hacer ahora es seguir actuando con
normalidad. Lo mismo vale para Jasmine. Ve a la escuela, ve a las fiestas y
cualquier otra cosa que hicieras antes de que la agredieran. No levantes
sospechas, pero mantén los ojos y los oídos abiertos. Si esta gente cree que
se ha salido con la suya, se pondrá cómoda, lo que hace que la gente se
descuide. En mi opinión profesional, es tu mejor oportunidad.
—¿Por qué mi padre o Callahan querrían a Jazz muerta? Esa parte no
tiene sentido para mí. Si no la querían cerca, ¿por qué presentar la
declaración de paternidad después de casi dieciocho años? Jazz nunca habría
sabido que ninguno de los dos existía.
—Pero Callahan o su padre no tenían forma de saberlo con seguridad.
Por lo que a ellos respecta, Jasmine es un cabo suelto; su madre podría
habérselo contado todo, lo que explicaría la cámara en el dormitorio de
Jasmine. Quizá Callahan la instaló para vigilarla. Determinar lo que sabe, si es
que sabe algo.
—Jazz pensó lo mismo, y por muy jodido que sea esto, prefiero que sea
verdad en lugar de que alguien se pervierta con ella.
—No creo que la quieran muerta, al menos no a menos que confirmen
que es una amenaza. Pero creo que Jasmine tenía razón sobre que el
apuñalamiento fue un accidente. Creo que alguien trataba de asustarla, no
necesariamente de causarle daños corporales. El intento de violación puede
o no haber sido un asesino a sueldo que se ha vuelto loco.
—Mi padre me dijo algo el otro día que levantó algunas banderas. El
imbécil me preguntó si había organizado el asalto para bajarle los humos. Tal
vez eso fue una prueba, tratando de determinar dónde está mi lealtad antes
de que admita algo. Unas cuantas veces ha hecho preguntas de sondeo sobre
ella. Ha hecho evidente su interés en follársela. El muy imbécil sugirió que
hiciéramos equipo con ella. Parecía que me estaba provocando
intencionadamente.
—Que yo sepa, la única vez que ha visto a Jazz en persona fue en una
cena hace más de dos meses. Tú y yo sabemos que Preston Davenport es un
cabrón enfermo y que le gustan las jóvenes, pero hay algo que no encaja.
Peyton es hermosa y rubia, que parece ser su preferencia y sin embargo
nunca hizo un comentario sugestivo sobre ella en todo el tiempo que ella y yo
estuvimos juntos. Me hago el desentendido, pero mi padre definitivamente
sospecha que siento algo por Jazz. Quizá todo esto sea una gran prueba.
—Tal vez —está de acuerdo John—. O tal vez Peyton contrató a esos
hombres porque está celosa y Callahan o incluso su esposa la están
encubriendo. O tal vez estamos agarrando un clavo ardiendo, y no es nada de
141
lo anterior. Necesitamos más información, Kingston. Lo último que querríamos
hacer es lanzar acusaciones sin una certeza absoluta. Esperemos que los
nuevos micrófonos nos den algo.
—Mierda. Hay muchas pelotas en el aire, y parece que sólo se pone
peor cada día.
John se queda en silencio durante tanto tiempo que tengo que
comprobar mi teléfono para asegurarme de que la llamada sigue conectada.
—¿John? ¿Sigues ahí?
—Sí, estoy aquí. Sólo estoy pensando. —Se aclara la garganta—.
Jasmine tiene un sorprendente parecido con su difunta madre, ¿correcto?
—Es un fenómeno.
—Cuando investigaba el pasado de Mahalia, me centraba
principalmente en su conexión con Charles. Creo que tengo que cavar más
profundo.
—Si ayuda, la madre de Jasmine puede haber sido amiga de mi madre
—ofrezco—. Está esta foto que encontré en un viejo álbum.
—¿Puedes escanear eso y enviármelo?
Asiento y luego recuerdo que no puede verme, así que le digo: —Lo
haré en cuanto colguemos.
—Bien. Veré qué se me ocurre.
Empiezo a caminar hacia mi armario para recuperar el álbum de fotos.
—¿Buscas algo en concreto?
—Todavía no lo sé —dice—. Pero creo que puede haber otro ángulo
que no hemos explorado. Y si ese es el caso, Jasmine puede estar en un
peligro aún mayor.
—Carajo.
—Lo solucionaremos, Kingston —me asegura—. Envíame esa foto y me
pondré en contacto contigo lo antes posible.
Cuelgo la llamada, reenvío la foto a John y borro el hilo de texto. No
puedo quedarme de brazos cruzados esperando a que me llame, así que tomo
las llaves y salgo a dar una vuelta.

142
Jazz

—¿Q ué haces aquí? —Frunzo el ceño—. Por favor, no


mates mis buenas vibras ahora mismo. La verdad es
que he tenido un día fantástico, lo que rara vez
ocurre a menos que esté con mi hermana.
Kingston estaba esperando en la entrada de mi casa cuando Ainsley me
dejó. Se marchó diciendo buena suerte antes de que pudiera detenerla. Juro
por Dios que si Kingston intenta confrontarme por ir a South Central con Ains,
le daré un puñetazo en la garganta.
—Me alegro mucho de que Shawn y tú la hayan pasado tan bien.
Pongo los ojos en blanco. —¿En serio? ¿Ahora mismo estás sacando la
mierda del novio celoso? Noticia de última hora, Kingston: No eres mi novio.
Dije que lo pensaría.
143
Ugh, sabía que esto iba a pasar cuando Ainsley siguió publicando en
Insta. Ella lo negó, pero estoy bastante segura de que estaba tratando de
enojar a su hermano.
—¿Quién es él?
Miro a Kingston a los ojos. —Un amigo.
Sus fosas nasales se agitan. —Un amigo al que te follaste.
Mis ojos se estrechan. —¿Por qué importa?
—Porque sí, carajo —gruñe.
—No voy a tener esta conversación en mi entrada.
Kingston abre de golpe la puerta del pasajero de su coche. —Sube.
Me burlo. —Tienes que estar bromeando.
Sus ojos se deslizan hacia el asiento del copiloto y luego vuelven a
dirigirse a mí.
—Sí, no va a suceder. —Cruzo los brazos sobre el pecho.
Los ojos de Kingston relampaguean con la rabia rociada con un lado de
lujuria. —Jazz, entra en el coche antes de que te tire a la mierda.
—Me gustaría ver cómo lo intentas. —Estoy bastante segura de que mi
expresión coincide con la suya.
Se me encogen los dedos de los pies por la pura soberbia que se
exhibe, pero Kingston ya debería saber que no me gusta que me manden.
Chillo cuando los brazos de Kingston me rodean y me levanta del suelo
sin esfuerzo. —¡Bájame, imbécil!
Intenta meterme en el coche, pero le doy una buena pelea. Sé muy bien
que estamos armando el suficiente alboroto como para que nos oigan dentro
de la casa, pero no me extrañaría que Charles estuviera mirando por la
ventana, disfrutando del hecho de que me estén maltratando.
Los dientes de Kingston aprietan la parte carnosa de mi hombro, lo que
le da el elemento de sorpresa que necesita para meterme en el coche. Las
cerraduras se enganchan de inmediato mientras me siento conmocionada,
sujetando el punto doloroso.
Me abalanzo sobre él en cuanto se pone al volante. —¿Me acabas de
morder?
Este bastardo tiene el valor de sonreír. —Estabas intentando darme un
rodillazo en las pelotas. ¿Qué se supone que debía hacer? Piensa en ello como
defensa propia.
Mi cabeza se golpea contra el asiento. —Entonces, ¿qué? ¿Ahora vas a
secuestrarme?
Arranca el motor y pone la marcha. —Abróchate el cinturón, nena. 144
Me gustaría mantener la cabeza pegada al cuerpo si tuviéramos un
accidente, así que accedo a regañadientes. —Estás perdiendo el tiempo. Haré
que Ainsley me lleve a casa, o iré caminando.
Me mira mientras gira a la izquierda para salir de mi entrada, en
dirección contraria a su casa.
—Por eso no vamos a mi casa. Guiña un ojo.
—¡Oh, por el amor de Dios!
Kingston suelta una carcajada mientras yo suelto una retahíla de
maldiciones.
—Me alegro de poder ser tan divertido. —Le hago un gesto de
desprecio—. ¿Al menos vas a decirme a dónde vamos?
Atraviesa las puertas que separan esta comunidad de viviendas de la
carretera principal y gira a la derecha. —Bentley's. Reed también está allí. Los
padres de Bent están de safari en Namibia o algo así, así que tenemos el lugar
para nosotros.
—¿Y por qué tengo que arruinar tu pequeña fiesta de bromance?
Kingston mueve las cejas de forma sugerente. —Ya verás.
Mierda, ¿por qué mi mente se fue automáticamente a lugares sucios?
—Kingston, ¿quieres ser serio?
—Tenemos que hablar. —La lengua de Kingston sobresale para
humedecer sus labios, lo que no me afecta en absoluto. Sí, claro. Ni siquiera
puedo convencerme a mí misma.
—¿Sobre qué?
—Es mucho más fácil si estamos todos juntos, así no tengo que
repetirlo.
—Oh, vamos, no puedes dejarme colgada así.
Sus labios se levantan hacia la esquina. —Paciencia, Jazz. Ya casi
llegamos.
Le hago agujeros en el costado de su mandíbula estúpidamente sexy.
—Eres la última persona que debería dar lecciones de paciencia a alguien.
Kingston llega a la puerta de otra comunidad y marca un código. Estoy
segura de que los residentes no deben compartir abiertamente sus códigos
de acceso, pero el hecho de que Kingston tenga uno no me sorprende.
Nunca había estado en la casa de Bentley, así que mis ojos vagan
mientras conducimos por su barrio. Está oscuro y la mayoría de las casas están
alejadas de la carretera, por lo que veo sobre todo arbustos o extensos
jardines, algo similar a la zona en la que vivimos Kingston y yo. El coche de
Kingston recorre un largo camino de entrada antes de estacionar frente a una
gigantesca mansión de estilo español. Kingston abre las pesadas puertas de 145
madera como si fuera el dueño del lugar, así que lo sigo hasta que nos
detenemos en lo que parece ser el salón.
Niego mientras miro a mi alrededor, preguntándome si alguna vez me
acostumbraré al hecho de que mis amigos vivan en casas como ésta.
Demonios, o el hecho de que yo viva en una casa como esta. Ni siquiera toco
el hecho de que la puerta principal se haya quedado sin cerrar. No me importa
lo seguro que supuestamente es tu barrio; esa mierda es simplemente
estúpida.
—¡Bent! —Kingston grita—. ¿Dónde estás?
—¡Sala de juegos! —Bentley grita de nuevo.
Kingston inclina la cabeza hacia la escalera que hay a nuestra derecha,
así que capto la indirecta y camino en esa dirección. Una vez que llegamos al
segundo nivel, me dirige por un pasillo hasta que llegamos a una puerta
abierta. Me asomo al interior y veo a Bentley y a Reed jugando a algún juego
de operaciones especiales frente al televisor más grande que he visto nunca.
Bentley sonríe cuando me ve. —¡Jazzy Jazz! —Tira el control de Xbox en
la mesa que tiene delante, se acerca a mí y me abraza—. Te ves bien en mi
casa, nena. Deberías venir más a menudo, pero la próxima vez, deja de lado
al cavernícola.
Me río, intentando que no se note demasiado que estoy oliendo su
deliciosa colonia. —Hola, Bent.
—Muy gracioso, idiota —murmura Kingston mientras me saca de las
garras de Bentley.
Bentley le echa una mirada de soslayo a Kingston y se afana en el
minibar de la esquina. —¿Cuál es tu veneno, Jazz? Tengo vodka, whisky,
tequila, cerveza, ganja...
Levanto la mano para detener su divagación. —Sólo agua está bien.
—Abu-rri-do —canta Bentley mientras lanza una botella de agua en mi
dirección—. ¿Davenport?
—Macallan. —Los ojos de Kingston se encuentran con los míos—.
¿Segura que no quieres algo más fuerte?
—Estoy segura —digo con voz suave. Beber alcohol cerca de estos
chicos siempre parece traer problemas.
Kingston acepta la bebida de Bentley y se la bebe de un trago. Extiende
el vaso para que se lo vuelvan a llenar y lo vuelve a hacer. Mientras tanto,
Bentley engulle al menos tres dedos de whisky de su propio vaso. Vaya, esto
está tenso. Parece que me toca a mí ponerle un poco de humor a la situación.
—Alto ahí, chicos. —Golpeo el hombro de Kingston—. ¿Buscando
emborracharse para poder tener su forma perversa con el otro?
Bentley se ríe. —Princesa, si Davenport quiere chuparme la polla, no
hace falta el licor. Sólo tiene que decirme que soy bonito y se la sacaré con 146
gusto.
Kingston se burla. —Vete a la mierda, Fitzgerald. Si alguien va a tener
una polla en la boca en esta situación, serás tú.
Bentley le sopla un beso, lo que le vale un saludo con el dedo corazón.
Me río mientras noto que Reed niega, murmurando: —Idiotas.
Kingston se adelanta y me agarra suavemente del brazo. —Déjame
verlo.
Tardo un momento en comprender de qué está hablando. —Está todo
cubierto. Señalo con la cabeza el plástico que está pegado sobre mi nuevo
tatuaje como una extraña tirita.
—Entonces, quítatelo. —Con la forma en que Kingston me está mirando
ahora, no estoy tan segura de que esté hablando de envoltura de plástico.
—Se supone que tengo que lavarlo y ponerme una pomada cuando me
quite el plástico. —Cielos, ¿podría sonar más excusa? Como si le importaran
un carajo mis instrucciones de cuidado posterior.
—Volvemos enseguida —dice Kingston a los chicos mientras me lleva
al otro lado del pasillo a un baño.
En lugar de volver a avergonzarme, me ocupo de desenvolver la venda
y de lavar el tatuaje con agua y jabón. Kingston viene detrás de mí mientras
saco el tubo de muestra de A&D del bolsillo, y puedo ver su sonrisa en el
espejo cuando me estremezco por la proximidad. Dios, odio no tener ningún
juego con él. Me convierte en una perra descerebrada en celo por el mero
hecho de existir. No puedo dejar de pensar en lo que pasó después de la fiesta
de Peyton y en las ganas que tengo de volver a hacerlo.
Kingston me mira por encima del hombro mientras me seco el brazo y
empiezo a extender la pomada sobre la tinta fresca. En cuanto termino, me
toma la mano y me levanta el brazo para verlo más de cerca. Su dedo recorre
ligeramente el diseño, con cuidado de no tocar el tatuaje.
—Eso es jazmín, ¿no?
—Lo es. —No voy a mentir; me impresiona que lo sepa—. Eran los
favoritos de mi madre. Ella solía llamarme su dulce flor.
Se me humedecen los ojos como suele ocurrir cada vez que recuerdo
algo feliz relacionado con mi madre. Espero que algún día pueda pensar en
ella y sonreír, pero ahora mismo, lo único que hacen esos recuerdos es
recordarme que nunca volveré a tener esas experiencias. Nunca volveré a
escuchar a mi madre decir una sola palabra, y mucho menos usar su término
favorito de cariño. Dios, la extraño tanto que me duele físicamente. Aprieto
brevemente los ojos para forzar las lágrimas.
Kingston sigue pasando su dedo por mi brazo, dejando la piel de
gallina a su paso. —Es perfecto.
Mis labios se curvan en una suave sonrisa. —Eso es exactamente lo que
dijo Ainsley.
147
Nunca me creí la teoría de que los cerebros de los gemelos están
unidos hasta que conocí a Kingston y Ainsley. Por muy diferentes que sean sus
personalidades, tienen la extraña capacidad de saber lo que piensa el otro.
Ainsley me dijo una vez que incluso puede sentir cuando su hermano está
herido o realmente molesto. Su vínculo no es algo que pueda explicarse con
la ciencia, pero me han convertido en un firme creyente.
Kingston me devuelve la sonrisa en el espejo. —Eso es porque es
inteligente. Obviamente, mi inteligencia se le pegó en el vientre.
—¿Cómo sabes que no es al revés?
—Uh, porque soy más viejo y más grande. Incluso tengo una foto en
alguna parte que lo demuestra. Mi cordón umbilical era el doble de grueso
que el de ella, lo que significa que recibí más nutrientes en el útero.
Me río. —¿Por qué no me sorprende que seas tan malo compartiendo,
incluso entonces?
La diversión desaparece de los ojos dorados y verdosos de Kingston
mientras sus dedos se enroscan en mis hombros. —Eso es algo reciente.
Nunca me había preocupado tanto por algo como para sentirme posesivo.
Mis ojos buscan los suyos. —¿Por qué tengo la sensación de que no
estamos hablando de juguetes?
—Porque no lo estamos —dice con naturalidad.
Retrocede ligeramente para que pueda darme la vuelta. —Kingston...
—Jazz.
Mi respiración se entrecorta cuando sus manos sujetan mis caderas, y
él baja la cabeza. —¿No... no dijiste que tenías que hablar conmigo de algo?
Kingston asiente. —Lo hago.
—Entonces... —Sus manos se flexionan, las puntas de sus dedos amasan
en los globos de mi culo—. ¿No deberíamos, eh, hacer eso? ¿Hablar, quiero
decir?
Puedo oler el whisky en su aliento mientras los labios de Kingston se
ciernen sobre los míos. Dios, sería tan fácil cerrar la brecha. —Sí, deberíamos.
—Si estás a punto de echarme la bronca por algo, puedes ahorrártelo.
—Mierda, ¿por qué ha sonado tan jadeante cuando iba por la popa?
—No te voy a joder, Jazz.
Bueno, eso es una sorpresa.
—¿De verdad? —Estoy seguro de que el escepticismo se nota en mi
cara—. ¿No me vas a leer la cartilla por ir a un sitio tan peligroso de noche con
tu hermana a cuestas?
La cabeza de Kingston gira lentamente a la izquierda y luego a la
derecha. —Sabes lo que haces ahí abajo, y confío en que no pondrías a
Ainsley en una posición comprometida. 148
—Huh. —Parpadeo un par de veces, sin saber qué decir—. Entonces,
¿me vas a decir qué pasa o te vas a quedar ahí mirándome toda la noche?
Los ojos de Kingston se encuentran con los míos. —Mirarte toda la
noche no parece una mala manera de pasar el tiempo, pero tengo una nueva
información que compartir. Ya sabes, en el interés de la divulgación
completa.
Enarco una ceja. —¿No dijiste que querías que los chicos se enteraran
también?
—Lo hice. Pero necesito hacer otra cosa antes.
Me muerdo el labio. —Bien, qué...
Mis pensamientos se revuelven cuando Kingston presiona sus labios
contra los míos. El beso es suave al principio, nada que ver con nuestro
habitual emparejamiento frenético. Se toma su tiempo, explorando mis labios
antes de exigir su entrada. Kingston gime cuando introduzco mi lengua en su
boca y le agarro por la nuca para acercarlo.
¿Por qué besar a este hombre es una experiencia de cuerpo entero?
Todos mis sentidos están en alerta máxima. Mis bragas ya están
vergonzosamente mojadas. Mi corazón late desbocado cuando la boca de
Kingston recorre la columna de mi cuello. Estira el algodón de mi camiseta,
mordisqueando y abriendo un camino hacia mi hombro recién descubierto.
No emito ni una sola queja cuando Kingston me levanta la camiseta por encima
de la cabeza y la tira al suelo.
Deja caer su cabeza sobre mi hombro, gimiendo mientras froto su
erección a través de sus pantalones. —Mierda, Jazz. Intento no ser un idiota
egoísta, pero te necesito tanto, carajo. Necesito sentir algo bueno en medio
de toda esta mierda.
Conozco la sensación. El sexo con Kingston es lo único que me alivia
del ruido ensordecedor que corre por mi cabeza, al menos temporalmente.
En lugar de verbalizarlo, decido que los actos son más fuertes que las
palabras. Abro el botón de sus vaqueros y deslizo la cremallera hacia abajo.
Mi mano se desliza por debajo de sus calzoncillos, rodeando su polla y
subiendo y bajando un par de veces. Kingston mueve inconscientemente sus
caderas hacia delante mientras mi pulgar recorre el precum que sale de la
punta.
Jadeo cuando sus pulgares me rozan los pezones a través del sujetador
de encaje. Gimo cuando su lengua gira alrededor de las puntas. Apoyo las
manos en la encimera y me inclino hacia atrás, permitiendo a Kingston un
mejor acceso cuando su boca se aventura hacia el sur.
—Bésame —jadeo.
Chupa la piel justo debajo de mi ombligo, haciendo que mi coño
palpite. —Te estoy besando.
—Mierda. —Echo la cabeza hacia atrás mientras me desabrocha los
vaqueros y me lame justo por encima de la costura superior de las bragas. 149
—Estoy a dos segundos de sacarme la polla y unirme a la fiesta.
Grito al oír la profunda voz de Bentley. —¡Santo cielo, carajo!
Kingston me protege al instante con su cuerpo, así que tengo que
asomarme por encima de su hombro para ver a Bentley. —¿Qué carajo,
hombre? ¿Has oído hablar de una cosa llamada privacidad?
Bentley se burla. —En primer lugar, dejaste la maldita puerta abierta.
Otra vez. Y pudimos oírte fácilmente porque estás justo al otro lado del pasillo.
En segundo lugar, estoy empezando a pensar que uno de ustedes, o los dos,
tienen algún tipo de fetiche raro en el baño. Tercero, es mi puta casa. —Me
mira a los ojos y me lanza un guiño descarado—. Qué buen sujetador, Jazz.
Me gusta especialmente la característica transparente.
Me sonrojo cuando Kingston gruñe en voz baja. Un músculo salta en la
mandíbula de Kingston mientras él y Bentley se miran fijamente. Hay
demasiada testosterona en este pequeño espacio. Me está dando todo tipo de
ideas que no tengo por qué pensar. Como, por ejemplo, invitar a Bentley a
entrar y decirle que cierre la puerta con llave.
—Vete, Bent —dice Kingston—. Estaremos allí en un minuto.
Los ojos de Bentley vuelven a dirigirse a los míos. —¿Es eso lo que
quieres, Jazz?
—Uh... —Mi cara está probablemente el doble de roja ahora. ¿Por qué
hace tanto calor de repente?
Bentley sonríe. —No sé, hombre, parece que nuestra chica quiere que
me quede por aquí. —Está hablando con Kingston, pero su mirada sigue fija
en mí.
Kingston da un paso adelante y golpea su mano en el pecho de Bentley,
empujándolo hacia atrás. —Vete a la mierda, Fitzgerald.
—Lo mismo digo, imbécil —escupe Bentley.
Jesús, esto tiene que parar. Odio saber que soy la causa de esta ruptura
entre ellos.
Me agacho para recoger mi blusa y me la pongo rápidamente por
encima de la cabeza. —Mira, no hace falta que te quedes aquí.
Bentley se da la vuelta y entra en la sala de juegos.
Los orificios nasales de Kingston se agitan mientras frunce el ceño. —
No estás ayudando a la situación, ¿sabes? ¿Qué se supone que debo hacer
cuando actúas como si quisieras que se quedara?
Me subo la cremallera y me abrocho los vaqueros. —¿Quién dijo que
estaba actuando?
Maldita sea. ¿Realmente dije eso en voz alta?
Sus labios se afinan mientras escudriña mi cara en busca de algo. —
Olvídalo, carajo. Acabemos con esto. 150
Kingston sale del baño y yo lo sigo. Cuando volvemos a la sala de
juegos, es como si el aire fuera aspirado de la habitación. Hay tanta tensión
entre Kingston y Bentley que me pone nerviosa.
Bentley toma la pipa de cristal que tiene delante y enciende la cazoleta.
Después de darle una gran calada, dice: —Acabemos con esto de una puta
vez. ¿Vamos? Estoy seguro de que Kingston está ansioso por mojar su polla.
Me estremezco cuando Kingston se deja caer en el extremo opuesto del
sofá, dirigiendo a su amigo una mirada despiadada. Tomo a propósito el
asiento junto a Reed, que resulta estar al otro lado de la habitación de los otros
dos. No sé lo que Kingston tiene que compartir con nosotros, pero una cosa es
segura, esta conversación va a ser súper impresionante.
No.
Jazz

E
l whisky que Kingston y Bentley habían consumido antes hizo
efecto poco después del incidente en el baño, además de fumar
un poco de hierba, así que, afortunadamente, la testosterona ha
bajado varios enteros. Los dos hombres son tan grandes que todavía tienen el
ingenio a flor de piel a diferencia de alguien con una estatura mucho menor,
pero se han relajado bastante. Reed es el único que está completamente
sobrio, pero parece dispuesto a caerse de bruces.
—Bueno, estoy fuera —dice Reed—. Que se diviertan.
—Hasta luego, hombre —dicen Kingston y Bentley al unísono.
—Nos vemos —murmuro cuando Reed está a medio camino de la
puerta. 151
Me dirijo al bar y me preparo otro vodka cran. Sé que dije que no
bebería esta noche, pero después de enterarme de toda esa mierda de la
corrupción policial, además de toda la otra mierda que está pasando con
Preston y Charles, lo único que quiero hacer es ahogar mis penas. Sólo me he
tomado dos copas, así que apenas estoy colocada, pero necesito más para
calmar el pánico que me invade. Intento por todos los medios no enloquecer,
pero mi cerebro no se calla.
—Hey. —Kingston me quita el vaso de la mano y lo deja a un lado.
Mierda, estoy tan metida en mi cabeza que ni siquiera he visto cuando se
acercaba—. ¿Qué está pasando?
—Nada —miento—. Estoy bien.
—¿De verdad? —Sus cejas se levantan—. ¿No eres tú la que me dijo que
sabes que 'bien' no significa realmente bien?
—Esa regla no se aplica cuando soy yo quien lo dice.
Kingston me toma de la mano y me lleva de vuelta al sofá. —Siéntate
conmigo un segundo.
Bentley agarra su pipa y rellena la cazoleta antes de pasármela. —
Relájate, nena. Me estás poniendo ansioso, y eso es una hazaña casi imposible
con todo el THC que tengo flotando en mi sistema.
Él enciende el mechero mientras yo aprieto los labios contra la boquilla
e inhalo. Tomo un poco de más y acabo con un ataque de tos, lo que hace reír
a los dos.
Les hago un guiño. —Vete a la mierda. Como si nunca te hubiera
pasado.
Le paso la pipa a Kingston, pero la rechaza y la deja sobre la mesa de
café. —¿Qué pasa por tu cabeza? Esta vez no hay tonterías.
Me encojo de hombros. —No puedo apagar mi cerebro. La policía
detiene su investigación, las pruebas que faltan, la prueba de que, una vez
más, el dinero habla, o el chantaje, o lo que sea que estos cabrones estén
utilizando para cubrir sus huellas. No puedo dejar de preguntarme cuántas
otras víctimas hay por ahí, sufriendo el mismo destino porque algún malvado
bastardo tenía las conexiones adecuadas. ¿Cuántos casos de asalto no
investigados están guardados en un archivo acumulando polvo? Mientras
tanto, las víctimas viven en este constante estado de terror. ¿Cómo puede
alguien continuar con su vida, tratando de encontrar alguna apariencia de
normalidad cuando está continuamente esperando que su propio hombre del
saco salga de las sombras?
La mano de Kingston se posa en mi muslo rebotado. —Oye. Eso no va a
pasar. No me voy a rendir. John no se rinde. Haremos todo lo que esté en
nuestras manos para resolver esto. No estás sola en esto, Jazz.
Bentley golpea su brazo contra el mío. —Es verdad, Jazzy. Estamos aquí
para ti al cien por ciento, chica.
—No pueden estar conmigo cada segundo de cada día. 152
—No podemos, carajo —se burla Kingston—. Si eso es lo que se
necesita para aliviar tu mente, eso es lo que haremos.
Niego. —No puedes matar a todos los malditos dragones que me miran
raro. Y no quiero que lo hagas. ¿No lo entiendes? Tengo que hacerlo por mí
misma. Tengo que demostrarles que soy más fuerte de lo que creen. Me niego
a dejar que esos cabrones ganen. ¡No les daré ese poder sobre mí!
Me toma la cara con las manos. —Oye, no lo harás. Te prometo que
arreglaremos esto.
Le aparté las manos. —¿Sabías que dondequiera que voy, todo lo que
hago, estoy esperando que aparezcan los imbéciles que me atacaron? Me
pregunto si me están observando. A veces, juro que oigo su voz, el idiota que
me dio la paliza, en los pasillos del colegio. Y entonces me pregunto, ¿podría
ser alguien de Windsor? ¿Compartimos alguna clase? ¿Me ven todos los días
de la semana y se ríen entre ellos de lo despistada que soy cuando los tengo
delante de la cara? Ni siquiera me hagas hablar del hecho de que todos los
sospechosos que tenemos pueden no serlo después de todo. —Me agarro el
cabello con el puño y grito de frustración—. Todas estas incógnitas me están
volviendo jodidamente loca.
¿Es esto con lo que mi madre vivió durante tantos años? ¿Siempre
estaba mirando por encima del hombro? No sé cómo sobrevivió con su
cordura intacta, y mucho menos siendo una madre tan increíble de dos hijas.
Parpadeo a través de una gruesa capa de lágrimas. —Y luego está la
cámara en mi habitación. Sé que dije que estaba bien con ella, pero no estoy
jodidamente bien con ella, Kingston.
—Espera... ¿qué cámara? —Bentley pregunta.
—Oh, ¿no te lo ha dicho? —Me meto las piernas debajo de mí,
volviéndome hacia Bent. Mi voz tiene un tono maniático, pero ahora mismo
me importa un carajo—. Hay una cámara espía oculta en mi dormitorio. Y sólo
en mi dormitorio. Mi pervertido padre, o su pervertido padre —engancho el
pulgar por encima del hombro—, o Madeline, o Peyton, o cualquier otro
psicópata de mi vida que quiera observarme me está observando. Me han
visto desnuda. Me han visto revolcarme cuando tengo pesadillas. ¡Me han
visto hacer otras cosas! Dios, pensar en lo que están haciendo con ese material
en particular me pone la piel de gallina.
La mandíbula de Bentley se aprieta mientras mira por encima de mi
hombro. —¿Por qué sigue ahí? ¿Puedes averiguar quién está al otro lado?
Kingston me agarra por la cintura y me atrae hacia él. Sé que está
tratando de ponerme a tierra, de alejar mi histeria, pero no está ayudando. —
No sin avisarles. John cree que Callahan puede haberlo instalado para vigilar
a Jazz y ver si su madre le dijo algo incriminatorio sobre ellos, pero no lo
sabemos con seguridad.
Los ojos chocolate oscuro de Bentley me taladran. —Tienes que salir de 153
esa casa, Jazz.
—Le he dicho lo mismo, carajo —añade Kingston.
Pongo los ojos en blanco. —Otra vez esto no.
Bentley levanta las manos. —¿Qué demonios significa eso? ¿Por qué te
quedarías allí? Sabes que cuidaremos de ti. No es que vayas a estar en la calle.
Salgo volando del sofá y señalo con un dedo acusador a Kingston. —
¡Por la misma razón por la que sigue viviendo en su casa aunque pueda
permitirse comprar un coche de dos millones de dólares! No quiero que
sepan que estoy detrás de ellos. Necesito estar lo suficientemente cerca como
para obtener información si tienen un desliz. ¡Necesito saber la verdad sobre
mi madre! Necesito asegurarme de que lo que pasó no fue en vano. Necesito
saber si ellos... si ella fue... si ellos...
Estoy perdiendo el hilo de mis pensamientos. No puedo pensar. Es
demasiado. Todo es demasiado. Me limpio las lágrimas con rabia mientras
sollozo incontroladamente. ¿Cómo puede ser esto mi vida? Esto no es una
vida; es una puta pesadilla viviente. Solo quiero despertarme en mi antiguo
apartamento de mierda, ver a mi hermana en la cama de enfrente,
sosteniendo su panda de peluche. Mi madre seguiría viva. Charles Callahan
no existiría. Nada de esto existiría.
—Jazz, respira. —Kingston está de pie frente a mí, moviendo los labios,
pero no puedo oírle por encima del ruido en mi cabeza.
Se me estrecha la garganta. Los puntos parpadean ante mis ojos. Hay
una tensión cargada en el aire, que baila a mi alrededor y me marea. No tengo
peso. Flotando. Me siento como un espectro que asiste a la caída de otra
persona.
—¡Kingston, haz algo, carajo! —Creo que era Bentley. Ahora también
está de pie, pasando su mano por mi espalda, mirándome como si hubiera
perdido la cabeza. Diablos, tal vez lo he hecho.
La cara de Kingston está tan cerca que algunas manchas se desvanecen.
—Jazz, mírame. —Me agarra por los hombros y me sacude con tanta fuerza
que me suenan los dientes—. ¡Mírame, carajo! Respira, maldita sea.
Puedo ver el miedo en sus ojos dorados y verdosos. Quiere hacer que
el dolor se detenga, pero ¿no sabe que no puede hacerlo? Estoy desollada, en
carne viva, con las terminaciones nerviosas expuestas. No sé si algo puede
hacer que se detenga. Ya no puedo fingir que estoy bien. Simplemente no
puedo.
Las yemas de los dedos de Kingston están magulladas cuando me
agarra la mandíbula, pero agradezco el dolor. —Mierda. Cariño, tienes que
respirar. Me estás dando un susto de muerte.
Lo que Kingston ve en mis ojos lo hace entrar en acción. Mi cuerpo se
estremece cuando sus labios presionan los míos. Es como si me cayera un
rayo cuando me abre la boca y desliza su lengua contra la mía. Kingston se 154
retira después de un momento, y yo jadeo, tragando con avidez el precioso
aire. Abre la boca para decir algo, pero no le doy la oportunidad. Le agarro
por la nuca y lo atraigo hacia mí. Ahora soy yo la que lo besa, pero él no tarda
en corresponderme.
El dichoso silencio me rodea mientras nuestro beso se profundiza y
nuestras manos vagan, pero el pánico resurge ante la repentina ausencia de
calor. Abro los ojos y veo que Bentley intenta escabullirse.
Sin pensarlo, arranco mi boca de la de Kingston y grito: —No.
Bentley se congela en el lugar, bañándome instantáneamente en alivio.
Kingston me mira interrogante. Sus ojos rebotan entre Bentley y yo,
buscando respuestas que no sé cómo dar. No sé exactamente lo que estoy
pidiendo. Las palabras son inadecuadas. Todo lo que sé en este momento es
que necesito. Necesito sentirme segura. Necesito sentirme amada. Necesito
sentirme completa. Un pedazo gigante de mi corazón se ha perdido desde que
la hermosa alma de mi madre dejó esta tierra. Estoy cansada de sentirme
triste. Estoy cansada de sentirme rota. Estoy cansada de sentirme insensible.
Estoy tan. Jodidamente. Cansada.
Los ojos de Kingston se fijan en los de Bentley antes de dedicar a su
amigo un asentimiento casi imperceptible. Si no lo hubiera observado con
tanta atención, no lo habría visto.
Kingston me toma los brazos y los levanta por encima de mi cabeza. Sus
dedos se enroscan bajo el dobladillo de mi blusa, apretando brevemente el
material en sus puños antes de levantarlo por encima de mi cabeza. A
continuación, me desabrocha el botón de los pantalones, esperando a que le
dé permiso para continuar. Deslizo la cremallera hacia abajo y los empujo por
encima de mis caderas, dándole luz verde sin palabras. Bentley gime
mientras Kingston se agacha y me quita primero los zapatos, luego los
calcetines y finalmente los pantalones. Me quedo de pie en sujetador y
bragas, mientras los dos hombres siguen completamente vestidos.
Kingston me limpia suavemente las lágrimas que me quedan antes de
inclinarse para susurrarme al oído. —Si esto es lo que necesitas ahora, nos
ocuparemos de ti, pero tienes que estar segura Jazz. No puedes echarlo atrás.
No quiero que te arrepientas.
Sinceramente, no sé si me voy a arrepentir de esto cuando llegue la
mañana. O qué es exactamente lo que está a punto de suceder. Pero lo que sí
sé es que la vida es impredecible. La vida es corta. No estoy segura de muchas
cosas, pero nunca me he sentido más segura que en sus brazos. ¿Y la única
cosa de la que estoy más segura? Kingston y Bentley me darán lo que tan
desesperadamente necesito ahora: Me harán sentir viva.
Le doy a Kingston una sola inclinación de cabeza. —Estoy segura.
Un ruido sordo suena en el pecho de Kingston antes de que se aparte
ligeramente. Nuestras miradas se cruzan y mantenemos una de esas extrañas
conversaciones sin palabras que se nos dan tan bien. Le digo a Kingston que 155
es hora de que se haga cargo porque no quiero pensar; solo quiero sentir. Me
dice que sabe dónde están mis límites mejor que yo, y promete no dejar que
nadie los traspase, y menos yo.
Bentley nos observa con la respiración contenida, esperando ver su
papel en todo esto. El bulto en sus pantalones refleja su excitación, pero sus
ojos color moca están llenos de curiosidad. Asombro.
Kingston respira profundamente y cierra brevemente los ojos. Cuando
los abre, están llenos de determinación mientras pasa un brazo por detrás de
su cuello y se quita la camiseta. Luego, me agarra la cara y me besa hasta
dejarme sin aliento y dolorida. En algún momento, Kingston le hace un gesto
a Bentley para que se acerque, y yo suspiro contra la boca de Kingston
mientras el pecho desnudo de Bentley me calienta la espalda. No tengo ni
idea de cuándo se quitó la camiseta, pero la sensación de estar entre estos
dos hombres, piel con piel, es indescriptible. La punta del dedo de Bentley
recorre mis costados, provocando un escalofrío en todo el cuerpo. Cuando
llega a la curva de mi culo, un gemido se desprende de su garganta mientras
me toca las mejillas con ambas manos.
—Mierda, Jazz. —El tono de Bentley es adorable. Reverente.
Rompo mi beso con Kingston y me giro para mirar a Bentley. Con lenta
deliberación, deslizo mis manos por los firmes músculos de sus brazos hasta
que mis dedos se enlazan detrás de su cuello. —Hola.
Los hoyuelos de Bent, tan sexys como la mierda, saltan cuando una
sonrisa se extiende por su cara. —Hola, Jazzy.
Bentley me agarra la cara con las dos manos y me acerca lentamente,
dándome muchas oportunidades de echarme atrás. Cuando me levanto sobre
las puntas de los pies para cerrar la brecha que queda, Bentley suelta una
maldición cuando nuestros labios se encuentran. Gimo cuando desliza su
lengua en mi boca, profundizando el beso. Los labios de Bentley son suaves,
pero exigentes. Firmes pero flexibles. Puedo saborear el licor en su lengua,
las débiles notas de las ciruelas especiadas que llegan a mis papilas
gustativas.
La hebilla del cinturón de Kingston resuena al caer al suelo. Suelta el
cierre de mi sujetador y empuja los tirantes hacia abajo, liberando mis
pechos. Gimoteo en la boca de Bentley mientras las manos de Kingston
encuentran mis tetas, haciendo rodar mis pezones entre sus pulgares e
índices, con el equilibrio perfecto entre placer y dolor.
Mantengo una mano en la nuca de Bentley y engancho la otra detrás del
cuello de Kingston. Cuando me separo de Bentley, me acerco
inmediatamente a Kingston y reclamo su boca de nuevo. Me levanta de los
dedos de los pies mientras me besa con más ferocidad que antes. Estoy
segura de que puede saborear a Bentley en mis labios, y ahora el cavernícola
que lleva dentro trata de reclamar su derecho.
Oigo los signos reveladores de Bentley quitándose los pantalones, y un
rápido vistazo me da la razón. Tanto él como Kingston están probando
seriamente los límites de sus calzoncillos, lo que hace que una emoción me
156
recorra. Hay demasiada sensualidad en esta habitación. Ambos hombres
tienen piernas fuertes y bíceps gruesos. Abdominales ridículamente
ondulados y una V profundamente tallada que enmarca sus delgados
senderos del tesoro. Sus cuerpos son obras de arte, simple y llanamente, y
ambos lo saben muy bien.
Jadeo cuando los dedos de Bentley rozan la parte inferior de mis
pechos. —Mierda, Jazz. No tienes ni idea de lo mucho que deseo esto. Lo
mucho que te deseo. Vamos a hacerte sentir tan bien, nena.
Me giro hacia Bent y paso el dedo por el pequeño tatuaje de su pecho.
Las palabras —Duerme bien, Tiny Dancer— están escritas en una delicada
letra justo encima de su corazón.
Paso los dedos por encima de la críptica frase. —¿Qué significa esto?
Bentley frunce el ceño y niega. —Aquí no. Ahora no. Te juro que te lo
explicaré más tarde.
Kingston se deja caer en el sofá y extiende su mano. —Ven aquí.
Me siento a su lado, pero Kingston no tiene nada que hacer. Me levanta
sin esfuerzo y me coloca en su regazo. Instintivamente, me aprieto contra la
dureza que tiene debajo, lo que hace que los dos aspiremos con fuerza.
—Recuéstate —ordena Kingston, guiando la parte superior de mi
cuerpo contra el suyo. Mi columna vertebral se dobla cuando las manos de
Kingston patinan por mi torso, sumergiéndose por debajo de la cintura de mis
endebles bragas—. Bent, ¿quieres ayudarme aquí?
Bentley murmura algo en voz baja, pero no puedo distinguir las
palabras. Estoy segura de que Alabado sea Jesús estaba en alguna parte. Se
arrodilla frente a mí y me pasa las manos lentamente por las piernas. Cuando
Bentley sustituye sus manos por besos con la boca abierta, juro que puedo
sentir el pulso en mi clítoris.
Mientras Bentley sube por mis piernas, Kingston me besa el cuello y me
revuelve los pezones. Dios, estoy en una sobrecarga de sensaciones. La piel
de Bentley es ligeramente más oscura que la mía, y la de Kingston un poco
más clara. Al ver ambos conjuntos de manos sobre mí, el contraste entre los
tres, creo que nunca he contemplado algo tan impresionante.
Cada roce de sus dedos, o de sus labios, hace que una oleada de calor
recorra mi cuerpo. Estoy necesitada, inquieta y desesperada por más. Bentley
me besa la parte superior de los muslos, explorando, burlándose, sin
aventurarse donde más lo necesito. Gimo cuando el dedo índice de Bentley
se desliza sobre mis bragas, justo en el centro. Los labios de Kingston
abandonan mi cuello, y ambos vemos cómo Bentley enrosca sus dedos
alrededor de las cuerdas de mis caderas.
Bentley busca en mis ojos el permiso.
—Está bien —le aseguro.
Las manos de Kingston siguen cubriendo mis tetas, así que noto cómo
sus dedos se flexionan cuando Bentley me baja la ropa interior por las piernas, 157
dejándome ahora completamente desnuda. Los ojos de Bentley se dirigen a
Kingston y parecen mantener una especie de intercambio silencioso. Las
manos de Bentley me rodean los tobillos, me levantan ligeramente las piernas
y las colocan sobre las rodillas de Kingston, abriéndome de par en par. Estoy
completamente expuesta; estoy segura de que Bentley puede ver
exactamente lo excitada que estoy en este momento.
—Mierda, Jazz —susurra Bentley mientras mira entre mis muslos—. Es
lo más bonito que he visto nunca.
La mano de Kingston baja por la superficie plana de mi estómago. Sus
dedos se deslizan por mi humedad, antes de hacer pequeños, lentos y
tortuosos círculos alrededor de mi clítoris. Los dedos de Bentley se unen a la
exploración, acariciando mi abertura antes de introducir un largo dedo en mi
interior.
—Mierda. —Jadeo.
Bentley gime. —Dios, estás tan mojada.
—¿Te gusta eso, cariño? —Kingston pregunta—. ¿Quieres que
sigamos?
—Sí —prácticamente grito—. Mierda, no pares.
Los escalofríos me recorren cuando Kingston trabaja mi clítoris
mientras Bentley mete y saca su dedo. Cuando Bent añade un segundo dedo
y aumenta el ritmo, se me doblan los dedos de los pies. Probablemente
debería avergonzarme por los húmedos sonidos de succión que salen de mi
cuerpo, pero no encuentro la voluntad de preocuparme. Esto es asqueroso, y
algunos podrían decir incluso depravado, pero se siente tan jodidamente
bien. En este momento, estoy sirviendo a mi cuerpo, sucumbiendo a sus
deseos, y no hay ni una pizca de vergüenza.
Kingston lleva sus dedos a mis labios. —Chupa. Saborea lo mucho que
deseas esto.
—Jesús, eso es tan jodidamente caliente —murmura Bentley mientras
me llevo los dedos de Kingston a la boca, chupándolos y lamiéndolos. Sus ojos
se dirigen a mi coño, y la intensidad de su mirada me hace retorcerme de
necesidad—. Necesito saber a qué sabes, Jazz. ¿Puedo probarte, por favor?
Gimoteo. —Dios, sí.
Bentley me acerca, enganchando mis piernas sobre sus hombros, con
el culo parcialmente suspendido en el aire entre los muslos de Kingston. Al
primer golpe de lengua de Bentley, grito, soltando una sarta de maldiciones.
Levanto los brazos y cierro las manos detrás del cuello de Kingston. Tengo
miedo de salir flotando si no tengo algo a lo que anclarme. Kingston se inclina
susurrando palabras de ánimo en mi oído y jugando con mis pezones mientras
su mejor amigo me come el coño como si fuera su puto trabajo.
—Mira, Jazz —ordena Kingston—. Te encanta cómo te está comiendo
ese bonito coño tuyo, ¿verdad?
—Tanto. —Jadeo mientras Bentley apunta con su lengua, añadiendo la
158
cantidad perfecta de presión.
Me subo descaradamente a la cara de Bentley mientras él me lame más
fuerte y más rápido, mi columna vertebral arqueada y mis caderas girando
sólo parecen estimularlo.
—No puedo esperar a estar dentro de ti —susurra Kingston mientras
presiona su erección contra mi espalda—. Para demostrarte que, por muy
bien que te sientas ahora, soy el único hombre dueño de ese coño. Mi polla es
la única que quieres. Pero eso ya lo sabes, ¿no?
Gimoteo mientras me pellizca los pezones. Con fuerza. —Mierda.
Puedo sentir la sonrisa de Kingston contra mi mejilla. —Eso es lo que
pensaba. —Levanta la cabeza y observa cómo la lengua de Bentley se
arremolina alrededor de mi clítoris—. ¿A qué sabe, Bent?
Bentley me da una larga lamida de abajo a arriba. —Como el puto cielo.
Ningún coño ha sabido nunca tan bien. —Chillo cuando enrosca sus dedos
dentro de mí.
—Mmm —murmura Kingston—. Eso lo hace ella. Vamos, Jazz, ve allí.
Muéstrale a Bentley lo hermosa que eres cuando te vienes.
—Oh, Dios —jadeo.
Siento que ardo por dentro, pero los escalofríos recorren todo mi
cuerpo. Nunca había conocido un placer así. Dos pares de manos trabajando
en tándem, las sucias palabras de Kingston susurradas en mi oído, viendo
cómo la oscura cabeza de Bentley se mueve entre mis muslos, es demasiado.
No puedo contenerme más. Un grito desgarrado sale de mis labios cuando mi
orgasmo llega a su punto máximo. Cuando me corro, estoy tan feliz que me
siento como si estuviera flotando en una dimensión completamente diferente.
Bentley retira sus dedos y deposita un suave beso justo sobre la cicatriz
que hay sobre mi hueso público. —Estás absolutamente impresionante, Jazz.
—Se vería aún mejor montando mi polla. —Kingston me agarra la
barbilla, tirando de mi cuello hacia un lado para que pueda mirarlo—.
¿Quieres mostrarle?
—¿Y tú?
Kingston deposita un suave beso en mis labios. —Sí, de verdad, carajo.
Me vuelvo hacia Bentley. Parece haberme leído la mente porque
responde a mi pregunta antes de que pueda hacerlo. —Sí, guapa. Me apunto.
Enséñame lo que tienes.

159
Kingston

¿E
stá sucediendo esto realmente? En un momento, mi mejor
amigo y yo estamos enfrentados, listos para luchar por esta
chica. En el siguiente, estamos trabajando juntos, haciendo
todo lo posible para darle más placer del que nunca ha conocido.
—Recuerda, si quieres parar en cualquier momento, sólo tienes que
decirlo. —Le doy un beso casto en la sien a Jazz.
—No va a suceder. —Su voz es jadeante, necesitada. Su cuerpo es
flexible. No queda ni un rastro de ansiedad, que es precisamente lo que
buscaba.
Mi mano se desliza por su tenso abdomen hasta aterrizar en su
montículo desnudo. Bajo y meto un dedo para recoger su humedad. El coño
de mi hermosa chica se aprieta ante la intrusión, haciendo que mi polla salte
160
de anticipación. La espalda de Jazz se arquea en un jadeo mientras meto y
saco el dedo varias veces.
Bentley gime desde su lugar en el suelo frente a nosotros, viendo cómo
mi dedo desaparece dentro de su apretado coñito. No hay duda de que Jazz
está más que preparada, así que saco el dedo y le doy un pequeño golpe en
el coño. —Date la vuelta, nena.
Tanteo mi ropa interior y la deslizo hacia abajo lo suficiente como para
liberar mi polla mientras su cuerpo ágil se enfrenta a mí, con los ojos de
bourbon brillando de deseo. Dios, creo que nunca ha tenido mejor aspecto.
Enhebro mis dedos en su espeso cabello y atraigo su boca hacia la mía. Jazz
desliza su coño sobre mi pene mientras nos besamos, tratando de conseguir
fricción. No creo que se dé cuenta de que lo está haciendo, pero el lubricante
natural de mi polla no miente.
El sofá se inclina cuando Bentley se sienta a nuestro lado para tener una
mejor vista. También se ha desnudado y se acaricia la polla mientras nos mira.
Jazz dirige su atención a él, sus ojos se fijan en cómo mueve su mano hacia
arriba y hacia abajo. Pellizco su barbilla entre los dedos, desviando su
atención hacia mí mientras empujo la cabeza de mi polla contra su clítoris
hinchado.
—¿Tomas la píldora? —pregunto.
Ella asiente. —Sí.
Me alineo con su entrada. —¿Confías en mí?
Vuelve a asentir con la cabeza, esta vez con más fuerza.
—Entonces móntame, nena.
Jazz me sonríe descaradamente y se hunde en mi polla, centímetro a
centímetro, hasta que su culo está en mi regazo.
Santa-mierda.
Gimoteo, agarrando firmemente sus caderas. —Espera un segundo.
Jazz gime. —Kingston, no puedo. Necesito moverme.
—Sólo dame un segundo —me atraganté.
Esto es aún mejor de lo que imaginaba, y lo he imaginado mucho con
Jazz. Nunca he follado sin condón, nunca he confiado lo suficiente en una chica
como para no hacer el “oops bebé” conmigo.
—¿Cómo se siente, hombre?
Mierda, casi había olvidado que estaba aquí. Los ojos de Bentley están
clavados en el lugar donde Jazz y yo estamos unidos.
Guío a Jazz lentamente por mi eje y vuelvo a bajar, poniendo a prueba
mi determinación. —Mucho más apretado. Más caliente. Más húmedo. Tan
jodidamente bueno.
Jazz no pierde el tiempo en cuanto me suelto. Apoya una mano en mi
hombro y la otra en mi muslo. Sus tetas apuntan al techo mientras gira sus
161
caderas, cabalgándome como si fuera su único propósito en esta tierra.
—Dios —jadea ella—. Casi había olvidado lo llena que me haces sentir.
Me inclino hacia delante y lavo cada uno de sus pezones con mi lengua
mientras ella rebota sobre mi polla.
Bentley echa la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos, escuchando el
sonido de nuestra piel al chocar. Jazz lo observa mientras se acaricia,
gruñendo al imaginarla a ella encima de él en lugar de a mí. Sus ojos curiosos
parpadean hacia los míos, e inmediatamente sé lo que quiere.
Los dos somos conscientes de que no puedo decirle lo que tiene que
hacer, pero aprecio el hecho de que pida permiso para tocar la polla de otro
hombre mientras la mía está dentro de ella. De ninguna manera voy a ver
cómo se mete la polla en la boca no creo que pueda quitarme esa imagen de
la cabeza, pero me parece bien que use su mano para sacársela. Es la etiqueta
adecuada de los juegos previos para devolver el favor y todo eso.
Inclino la cabeza, dándole luz verde.
Los ojos de Bentley se abren de par en par cuando Jazz estira la mano y
le toca las pelotas. —¡Oh, mierda!
Él la observa asombrado, con la boca abierta por la sorpresa, mientras
ella rodea su mano con la de él. —Bent, quiero tocarte.
Me busca, haciendo casi lo mismo que hizo Jazz hace un minuto. Ese
movimiento me dice que ha aceptado lo que no estaba dispuesto a admitir
antes. Jazz es mía, y nunca va a tener una oportunidad real con ella. Sabe que,
de lo contrario, nunca me plantearía ir a pelo. Le hago un leve gesto con la
cabeza, aprobando en silencio.
Cuando Jazz se escupe en la palma de la mano y aprieta la polla de
Bentley, yo tomo el relevo, metiéndosela desde abajo. Él gime cada vez que
ella tuerce un poco la mano al llegar a la cabeza acampanada, antes de volver
a deslizarse hacia abajo. He llegado a mi límite de verlos, así que engancho
mi mano detrás de su cuello y la atraigo hacia otro beso. Este no es ni siquiera
un poco suave. Es duro. Es rápido. Es exigente. Puede que esté masturbando
a Fitzgerald ahora mismo, pero eso no la hace menos mía.
Cuando separo mi boca, ambos estamos jadeando. Estoy seguro de
que mis ojos están tan desorbitados como los suyos. Me doy cuenta de que
está cerca y de que no voy a aguantar mucho más, así que le acaricio el
clítoris, dándole el impulso extra que necesita para caer en el abismo. Cuando
Jasmine se corre, me estrangula la polla con tanta fuerza que me preocupa
que pueda perder la circulación por un momento. En cuanto deja de tener
espasmos a mi alrededor, le doy unos cuantos empujones más antes de
derramarme dentro de ella.
Mi cabeza cae sobre su pecho y, por el rabillo del ojo, veo gruesas
cuerdas de semen de Bentley que salen disparadas. Mi mandíbula se aprieta
cuando la sustancia pegajosa cubre la mano de Jazz mientras le acaricia
durante las réplicas. Soy consciente de lo que está ocurriendo, y de que su
162
mano lo ha hecho posible, pero eso no significa que tenga que gustarme su
marca en ella. De hecho, lo odio, carajo, pero me obligo a calmarme por el
bien de Jazz. Sabía en lo que me estaba metiendo cuando empezamos esto, y
estoy seguro de que no voy a hacer nada que la haga sentir culpable.
Jazz apoya su cabeza sobre la mía y todos nos tomamos un minuto para
recuperar el aliento. Bentley se agacha y toma la camiseta que llevaba puesta,
usándola para limpiar la mano de Jazz. Ella se sienta, observando cómo
elimina cualquier rastro de él de cada uno de sus dedos. Cuando Bent termina,
le ofrece una tímida sonrisa.
Ella se inclina hacia un lado mientras él le rodea la cara con las manos
y le da un rápido beso en los labios. —Gracias, pequeña.
Suelta una carcajada sorprendida, haciéndome ahogar un gemido ya
que aún estoy dentro de ella. —¿Por qué me das las gracias? Soy yo quien se
ha corrido dos veces.
Bentley sonríe. —No, chica. Eso fue muy caliente, y créeme cuando
digo que el placer fue todo mío. —Su expresión toma un giro serio—. Te
estaba agradeciendo por confiar en mí lo suficiente como para hacer eso. —
Nos hace un gesto con el dedo entre los tres—. Para hacer esto. Tienes mi
palabra de que lo que ha pasado aquí esta noche nunca saldrá de esta
habitación.
Las mejillas de Jazz se sonrojan mientras le dedica una suave sonrisa.
—Gracias, Bent.
Bentley se levanta y se pone los pantalones. Me pone una mano en el
hombro y me dice: —Me voy a duchar y a dormir. Ya sabes dónde está la
habitación de invitados.
—Sí —confirmo.
Cuando sale de la habitación, Jazz presiona sus labios contra la
comisura de mi boca. —¿Y ahora qué?
Grita cuando me pongo de pie bruscamente, envolviendo sus tobillos
detrás de mi espalda. —Ahora, vamos a tomar nuestra propia ducha.
Su risa musical suena por el pasillo mientras la llevo al dormitorio de
invitados. En ese momento decido que voy a hacer todo lo que esté en mi
mano para escuchar ese sonido tan a menudo como sea posible.

—Mmm. Buenos días. —Jazz dibuja círculos perezosos en mi pecho


mientras se acurruca contra mí.
—Sí. Sí, lo es. Aunque, creo que mi polla puede estar rota.
Jazz se ríe, deslizando su mano bajo la sábana blanca. —Hmm... no se
siente rota.
Ya estaba parada antes de que ella me tocara, pero mientras bombea
su mano hacia arriba y hacia abajo, me hincho. Jesús, hemos follado cinco
163
veces en las últimas nueve horas, y cuando digo follar, quiero decir a fondo.
Sinceramente, no sé cómo mi polla sigue funcionando.
Todavía no puedo creer que la noche pasada empezara como lo hizo.
Nunca me he sentido más impotente que cuando Jazz tuvo ese ataque de
pánico. Sus ojos, que suelen ser tan expresivos, estaban completamente
vacíos. Embrujada. No conseguía llegar a ella con palabras, así que hice lo
único que se me ocurrió y la besé.
Aunque el beso ayudó a sacar a Jazz del espacio mental en el que estaba
atrapada, también sacó la versión más primitiva de ella. Quise decir cada
palabra cuando le dije que no compartiría. Y todavía me siento así ahora, pero
aparentemente, no puedo decir que no a esta chica. Cuando Jazz llamó a
Bentley, pidiéndole que se quedara, no se me pasó por la cabeza ponerle fin.
Todos mis instintos querían apartar a Fitzgerald y darle una paliza. No
voy a mentir y decir que verlo devorar su coño no me excitó. Era porno en
vivo, por el amor de Dios. Pero se trataba más de su excitación que del acto
en sí.
Si soy sincero conmigo mismo, la parte racional de mi cerebro sabía
que lo que ocurrió anoche era inevitable. Bueno, menos el ataque de pánico.
Jazz tenía que resolver la tensión entre ellos, y Bentley tenía que aprender que
Jazz no va a sustituir a Carissa. Sé que él cree que puede amar a Jazz, pero
conozco a mi hermano y sé que eso no es cierto. Bentley puede amar a Jazz,
pero no está enamorado de ella. Sólo está confundido porque es la primera
chica que aparece desde la muerte de Carissa que realmente le interesa.
A pesar de su equivocado afecto, la aquiescencia de Bent no podía ser
más evidente. Después de anoche, diría que tiene muy claro que Jazz nunca
podrá ser suya porque está hecha para mí. No tengo ninguna duda de que
nunca habrá otra mujer que me traiga como ella. Esta chica ve directamente
en las profundidades más oscuras de mi alma. Sabe que hay un monstruo
acechando dentro de mí, pero hay una oscuridad similar en ella, esperando a
ser desatada.
Jazz necesita a alguien que entienda el tirón. Su crisis de anoche
demuestra que hay un maldito huracán de emociones divergentes que ella no
entiende, no sabe cómo controlar. Por suerte para ella, me he familiarizado
bastante con mis demonios en los últimos dos años. He aprendido cuándo
encadenarlos y cuándo liberarlos, y puedo compartir ese conocimiento con
ella cuando esté preparada.
Inclino la barbilla de Jazz para que pueda mirarme a los ojos. —¿Estás
bien?
Se chupa el labio inferior en la boca. —Sí. Quiero decir, probablemente
estaré caminando raro durante una semana, pero me siento muy bien.
—Bueno, entonces mi trabajo aquí está hecho. —Ambos nos reímos—.
Sin embargo, yo hablaba de aquí arriba. —Le doy un golpecito en la sien.
Los labios carnosos de Jazz se inclinan hacia abajo. —Um... sí, supongo.
No siento que esté perdiendo la cabeza, así que eso es una ventaja. Siento que 164
hayas tenido que presenciar eso.
—Nuh-uh. —Niego—. No hagas eso. Todo el mundo puede perder la
cabeza de vez en cuando. No seríamos humanos si no lo hiciéramos. Teniendo
en cuenta la roca que has sido, después de todo lo que has pasado
últimamente, diría que ya era hora de que lo hicieras.
—Tal vez. —Jazz se sube encima de mí y se pone a horcajadas sobre
mis caderas.
Tiene las tetas desnudas, así que no puedo evitarlo. La atraigo hacia mí
y me meto su pezón en la boca.
—Dios, me encantan tus putas tetas —murmuro contra su piel.
Su cuerpo se tensa de inmediato y me maldigo internamente por haber
usado esas palabras. Sé que está pensando en lo que dijo Peyton en su maldita
fiesta de cumpleaños.
Jazz intenta apartarse de mí, pero la agarro de las caderas para detener
el movimiento. —Oye, mírame.
Normalmente, Jazz desprende confianza, pero veo que la inseguridad
intenta abrirse paso mientras tira de la sábana a su alrededor para cubrirse el
pecho.
Maldita Peyton.
Mi agarre sobre ella se hace más fuerte. —No dejes que Peyton se meta
en tu cabeza. Es una perra amargada y celosa. Estar contigo es un mundo
aparte de cualquier otra chica con la que me he acostado. No hay
comparación, Jazz. Nadie más importa. Y amo cada maldito centímetro de tu
cuerpo.
—Pero sí le dijiste esas palabras. Muchas, muchas veces, mientras te
follabas sus tetas. Y supongo que Peyton no es la única que ha escuchado esas
mismas palabras mientras hacías exactamente lo mismo.
Respiro profundamente y lo suelto. —No sé qué es lo que hay que decir
aquí, Jazz. No quiero mentirte.
Ella suspira. —Si eso es lo que realmente te interesa... si es algo que
necesitas, no puedo dártelo, Kingston. Una operación de tetas nunca estará en
mi futuro. No quiero tetas gigantes.
Maniobro nuestros cuerpos, para que Jazz esté debajo de mí. —Eso no
es algo que vaya a necesitar nunca. Si realmente quieres saberlo, todo lo que
he hecho en mi pasado fue probablemente porque me lo ofrecieron. Simple
y llanamente. Nunca hubo una petición por mi parte o algo que sintiera que
faltaba.
—Sí, a veces, nada estaba fuera de los límites porque esas chicas
pensaban que el sexo era su boleto dorado a mi cartera, pero aquí está la
cosa: nunca me importó si se bajaban. Ni una sola vez. Nunca tuve una
pijamada antes de ti o me acurruqué con alguien después. Porque nunca quise
hacerlo. Seré el primero en admitir que era un idiota egoísta. Lo único que me 165
importaba con cualquiera de ellas, incluida Peyton, era bajarme y salir lo más
rápido posible.
Jazz se toma un momento para digerirlo todo. —¿Y de cuántas de 'esas
chicas' estamos hablando?
La miro directamente a los ojos, para que vea la verdad en mis
palabras. —Ocho.
—Ocho. —Sus cejas se levantan—. ¿Cómo es posible? ¿No estás
contando todas las mamadas al azar en el armario del conserje?
Me pongo de lado. —En primer lugar, nunca he hecho una mamada al
azar en el armario del conserje; eso es cosa de Bentley. Pero si esa es una
sucia fantasía tuya, sólo dime cuándo y dónde, y estaré encantado de hacerlo.
—Sonrío cuando Jazz me golpea juguetonamente en el pecho—. Al contrario
de lo que se cree, he sido muy selectivo con mi polla, y no me oponía a repetir
con la misma chica. Además, estuve con Peyton casi dos años, y no asumí que
tuviéramos una relación abierta como ella.
—Dios, todavía no puedo creer que te haya hecho eso. —Ella inclina la
cabeza hacia un lado—. Pensándolo bien, sí, puedo. No sé si Peyton es capaz
de ser leal en algún aspecto.
—Estoy de acuerdo contigo en eso. —Le acomodo un mechón de
cabello detrás de la oreja—. Ya que aparentemente estamos haciendo lo del
número, creo que es justo que me digas el tuyo.
—Además de ti, uno.
—¿Taco Truck Shawn? —No puedo evitarlo; pienso en las fotos de Insta
y frunzo el ceño—. ¿En serio es el único hombre con el que has follado?
—En primer lugar, es sólo Shawn, no hay camiones de tacos
involucrados. Y sí, es la única otra persona con la que he tenido sexo, o incluso
con la que he tonteado, para el caso. —Jazz se muerde el labio—. Bueno,
supongo que después de anoche, son dos si Bentley cuenta.
Me quejo. —Creo que tenemos que establecer la regla de que Bentley
no cuenta. De hecho, olvidemos que Bentley existió.
Los ojos de Jazz se llenan de inquietud. —Kingston, ¿por qué...?
Pellizco ligeramente sus labios. —No me arrepiento, Jazz. Era necesario
que ocurriera por múltiples razones, y mentiría si dijera que no fue excitante.
Pero tienes que saber que fue algo único. Me costó un montón de autocontrol
evitar que le arrancara los dientes a Bentley mientras te tocaba. Cada instinto
dentro de mí gritaba para que parara. No creo que pudiera controlarme si
volviera a ocurrir.
—No quiero que se repita —me asegura.
—¿No?
—No. Pero me alegro de que haya ocurrido. Lo que hiciste por mí
anoche, lo que ambos hicieron por mí, nunca lo podré olvidar. Me han salvado.
He tenido algunos momentos de gran ansiedad desde el ataque, pero nada 166
parecido a lo que pasó anoche. Perder el control de mi propio cuerpo, ser
consumida por el pánico de esa manera, fue aterrador. Estaba atrapada en un
lugar realmente oscuro, y no tenía ni idea de cómo hacer que se detuviera, lo
que sólo agravó la situación.
—No tienes que ser fuerte las veinticuatro horas del día, Jazz.
Ella niega. —Eso es todo. Lo sé. O eso creía, al menos. Tal y como crecí,
tenías que estar alerta en todo momento. Si no eras consciente o mostrabas
alguna debilidad, te pintaban una diana en la espalda. En su mayor parte, me
mantenía al margen, pero si alguna vez había que luchar o huir, casi siempre
elegía la lucha porque siempre había alguien que buscaba aprovecharse de
los vulnerables. Es por eso que entrar en una pandilla es tan atractivo para
algunas personas. Tienes protección instantánea. Familia instantánea. No
siempre son sólo un grupo de criminales. A veces, son buenas personas que
intentan sacar lo mejor de unas circunstancias de mierda.
—Pero anoche me enseñó que está bien ser vulnerable a veces. Que no
tengo que cargar con todo yo sola. Que puedo confiar plenamente en otra
persona para tomar el control de una situación. Y también me enseñó que está
bien ser autoindulgente de vez en cuando. No recuerdo la última vez que hice
algo para mí por puro placer, Kingston. Me encantó cada momento de lo que
pasó entre nosotros tres, pero nunca querré volver a hacerlo. —Jazz se acerca
un poco más y me traza una ceja con el dedo—. Sé lo difícil que fue para ti, y
te estoy muy agradecida por ello. El hecho de que hayas podido ser tan
desinteresado sólo reafirma mi decisión.
Paso mis dedos por la columna vertebral de Jazz. —¿Qué decisión es
esa?
—Quiero una relación contigo y sólo contigo. Tampoco quiero seguir
luchando.
—¿Sí?
—Sí. —Jazz estira la mano y aprieta mi polla, forzando un gemido que
sale de mis labios cuando su pulgar roza la cresta justo debajo de la cabeza—
. Y creo que deberíamos celebrarlo.
Una sonrisa se dibuja en la comisura de mis labios. —¿Otra vez?
Ella asiente. —Otra vez.
—Pero tenemos que salir pronto a la carretera para recoger a tu
hermana.
Jazz vuelve a subirse encima de mí. —Lo haremos rápido. Podemos
hacerlo lento después.
—Bueno, en ese caso, sube aquí y siéntate en mi cara. —Golpeo mis
labios.
Se ríe y me hace un guiño descarado. —Bueno, si insistes.
Sonrío tanto que me duelen las mejillas. —Oh, nena, insisto muchísimo.
167
Jazz

—¿E
sto va a ser raro? ¿Alguna vez respondió a tu
mensaje?
Kingston me toma la bolsa mientras
caminamos hacia mi taquilla. —Sí. Dijo que
había fumado demasiado anoche y que se había quedado dormido con el
despertador. No llegó hasta justo antes del tercer período. Parecía estar bien.
Nada fuera de lo normal.
Kingston y yo no hemos visto a Bentley desde nuestra pequeña fiesta
de tres la otra noche. Debía de estar durmiendo cuando nos fuimos ayer por
la mañana, y pasamos la mayor parte del día en el zoológico con mi hermana
y Ainsley. Esperaba encontrarme con Bent en el estacionamiento esta mañana
antes del colegio como solemos hacer, pero estaba sospechosamente 168
ausente. Ahora, nos dirigimos a comer, donde debería estar Bentley.
—¿Ha sucedido esto antes? ¿Lo de dormir hasta tarde? Sé que fuma
mucha hierba, más últimamente, pero no parece que se interponga en la vida
cotidiana. Parece bastante responsable.
—Lo es. —Kingston me mira de reojo—. Esto ha sucedido antes, pero
ha pasado mucho tiempo, y su cabeza no estaba en un buen lugar. En aquel
entonces, era varias veces a la semana. No creo que tengamos que
preocuparnos de que se quede dormido una vez.
—¿Crees que nos está evitando? —Me muerdo la punta del pulgar—.
¿Crees que se arrepiente de lo que pasó? ¿Crees que es...?
Kingston me aprieta contra una taquilla y pega su boca a la mía. Mis
labios se separan por sorpresa, y cuando su lengua se sumerge dentro, olvido
lo que estaba diciendo. Me pongo en marcha al instante y me pongo de
puntillas, persiguiendo sus labios en retirada.
—¿Por qué fue eso?
Sus labios se levantan en las esquinas. —Te hizo callar, ¿verdad?
Lo fulmino con la mirada y luego le aprieto el cabello con ambas manos,
atrayéndolo hacia mí hasta que nuestros dientes chocan. Kingston gruñe en
mi boca mientras nuestras lenguas se enredan y se retuercen. Estamos
desesperados el uno por el otro, casi con violencia. Mueve su cuerpo, de
modo que uno de sus musculosos muslos queda encajado entre los míos.
Aprieto descaradamente mi cuerpo contra su pierna, tratando de aliviar el
dolor que me invade.
La mano de Kingston rodea mi garganta, ejerciendo una ligera presión
sobre ella. No es doloroso, más bien posesivo. Reclamo. Lo mismo ocurre con
los dedos de su otra mano, que se introducen por debajo de mi falda
escocesa, recorriendo el interior de mis muslos. Ensancho las piernas,
rogándole en silencio que suba más, que...
—Whoa allí, chicos. Esto es una locura de calor y todo, pero estás a
punto de corromper a todos estos jóvenes impresionables.
Kingston separa su boca de la mía al oír la voz de Bentley. Bent está de
pie junto a nosotros, con una sonrisa tortuosa en su rostro. Retrocede un paso,
señalando a la docena de estudiantes reunidos en el pasillo, que nos
observan, con sorpresa y diversión evidentes en sus rostros. Kingston y yo
nos separamos al instante, arreglando nuestros uniformes torcidos.
Bentley nos rodea con un brazo a cada uno y empieza a guiarnos hacia
el comedor. —¿Qué tal, chicos y chicas? ¿Qué se les antoja comer? Me muero
de hambre, así que todo suena jodidamente fantástico.
Los brazos de Bentley caen de nuestros hombros cuando alcanza una
bandeja en la línea de comida. Es entonces cuando le miro por primera vez.
Sus ojos no están inyectados en sangre, pero están caídos, y luce una sonrisa
permanente. El chico está definitivamente drogado, y apostaría hasta el 169
último centavo que tengo a mi nombre a que tiene un frasco de Visine en el
bolsillo.
Bentley toma una porción de pizza y una hamburguesa artesanal con
patatas fritas antes de volver a mirarme. —¿Qué pasa, Jazzy Jazz? ¿Cómo va tu
día hasta ahora?
—Uh... bien, supongo.
—Después de lo que acabo de presenciar, parece mucho mejor que
bien. Sabes, antes de que llegaras, Davenport tenía una política bastante
estricta de no hacer demostraciones en público. Hoy en día... no tanto.
—Cuidado, imbécil —murmura Kingston.
Bentley le da un codazo a Kingston de forma juguetona. —Todo está
bien, amigo. Sólo te estoy jodiendo. No puedo culparte; si Jazz fuera mi chica,
definitivamente tendría problemas para mantener mis manos fuera de ella.
Eres un cabrón con suerte, de verdad.
Kingston y yo compartimos una rápida mirada a espaldas de Bentley
mientras nos dirigimos a nuestra mesa. Se comporta como el mismo Bentley
de siempre: un poco antagónico, muy coqueto, pero al mismo tiempo hay algo
diferente, como si hubiera trazado una línea clara en la arena.
—¿De verdad? —repito—. ¿Cuándo te convertiste en Snoop Dog?
—¡Ja! Ya me gustaría. Si pudiera tener ese éxito mientras fumo hierba a
montones, sería un campista feliz. —Bentley guiña un ojo.
Kingston se ríe y choca los puños con su mejor amigo. La incomodidad
que me ha preocupado toda la mañana no existe. De hecho, la animosidad
que se ha ido creando entre estos dos hombres parece haber desaparecido
por completo. Estoy segura de que ayuda el hecho de que Bentley no se
comporte como alguien que me comió delante de mi novio hace dos días.
Espera un segundo...
Me inclino para susurrar al oído de Kingston. —¿Eres mi novio?
Los ojos de Kingston, más ámbar que esmeralda hoy centellean
divertidos. —Me estás tomando el pelo, ¿verdad?
Me encojo de hombros. —No sé. Sé que hablamos de tener una
relación, pero nos saltamos la parte de la etiqueta.
Colocamos las bandejas en la mesa, pero antes de que pueda
sentarme, Kingston me aprieta el pelo de la nuca y me planta otro beso
abrasador en los labios.
Sonríe de oreja a oreja cuando se aparta, viendo mi expresión
probablemente aturdida. —Tú eres mía, Jazz, y viceversa. Me importa una
mierda la etiqueta que uses, no va a cambiar lo que es esto.
Mi cara se calienta mientras me hundo en mi silla. Estoy segura de que
si me diera la vuelta ahora mismo, todas las miradas estarían puestas en
nuestra dirección. 170
—De acuerdo entonces.
Doy un mordisco a mi sandwich de pavo. Estoy segura de que está
delicioso porque toda la comida aquí lo está, pero mi cerebro no se comunica
con mis papilas gustativas. Está demasiado ocupado intentando convencer a
mi vag de que no puedo montar al hombre que tengo al lado delante de toda
esta gente.
Un grito desgarrador resuena detrás de nosotros. Nos damos la vuelta
justo a tiempo para ver a Peyton sacudiéndose del agarre de su follador y
alejándose. Pero no antes de dirigirme una mirada fulminante. Mientras Lucas
Gale la sigue como un cachorro perdido, me envía una expresión aún más
dura.
—Maldita sea. ¿Qué he hecho para que se ponga tan nerviosa?
Bentley se ríe. —Eso, nena, eran los celos asomando su fea cabeza.
Mis cejas se fruncen en confusión. —¿Por qué Lucas Gale estaría celoso
de mí?
—No tú, per se —dice Bentley—. Tu chico, y luego tú por asociación.
Ese cabrón ha tenido una erección por los reyes desde que puedo recordar.
Quiere el poder, y sabe que no puede tenerlo. No importa cuánto se arrastre
por el culo de Peyton, la única manera de que sea rey es si uno de nosotros se
retira. Su abuelo y su padre fueron reyes. Él debería haber sido uno también,
pero sólo hay tres de cada clase que se gradúa. Nunca ha habido una
excepción, por eso el intento de Peyton de ampliar la corte es una broma.
—¿Por qué ustedes pasaron a la corte cuando Lucas no lo hizo?
—Porque nuestros abuelos fueron los tres padres fundadores —explica
Reed—. Eso lo supera todo.
Niego. —Sigo sin entender cuál es el problema. No parece que tengan
tanto poder.
Los tres chicos sonríen. Incluso Ainsley se une.
—¿Qué me estoy perdiendo? —Le pregunto a Ainsley.
—No lo ves, Jazz, porque nunca les has dado el poder sobre ti desde el
primer día. Tendrías que aceptar la orden para que ellos reinen con éxito.
Pero aquí está la cosa: Puedes pensar que es un montón de mierda, pero todos
los demás en Windsor creen que es la ley. Todos han sido condicionados
desde su orientación de primer año, tal vez incluso antes.
—Incluso el director Davis no nos reprende a menos que rompan la
política de no violencia. Incluso entonces, mientras no haya demasiados
testigos, se desentiende. Lo mismo con los profesores. No se jode a la realeza,
especialmente a los reyes. Por muy sexista y anticuado que sea, si la corte se
divide alguna vez, los que tienen la polla siempre tendrán la última palabra.
—Bueno, eso es un montón de mierda —murmuro.
—Lo es —está de acuerdo Ainsley—. Pero, en este caso, podría ser algo
bueno. Si alguien no tuviera ese poder sobre Peyton, esa chica sería aún peor 171
de lo que es. Si me preguntas, los chicos están siendo demasiado amables al
ignorar sus tonterías.
—Sabes qué, Ains —dice Kingston—. Creo que tienes razón. Creo que
necesitan un recordatorio de quién manda realmente, sobre todo después de
la mierda que hizo Peyton con Jazz en la fiesta. —Mira a Reed—. El director
Douche está fuera de la oficina para el almuerzo de los promotores, ¿verdad?
Bentley sonríe. —Me gusta a dónde vas con esto.
—¿Qué vas a hacer? —le pregunto a Kingston.
Kingston me da un rápido beso en los labios y se levanta. —Mira,
cariño.
Reed y Bentley lo siguen mientras caminan hacia la mesa de la realeza.
Peyton y Lucas siguen sin aparecer, pero los seis restantes parecen aterrados
cuando los chicos se acercan. Me tapo la boca con una mano cuando Kingston
estira el brazo, tirando tres bandejas al suelo a la vez.
Ainsley se ríe. —Oh, mierda. Realmente está buscando un toque
dramático, ¿no?
Toda la sala está congelada. Silenciosa. Se podría oír la caída de un
alfiler en este momento.
—¿Qué está haciendo? —susurro.
Los ojos de Kingston se dirigen al tipo de Christian. —Limpia esa
mierda.
—¿Disculpa? —dice el tipo.
Bentley suelta una espeluznante carcajada maligna mientras arranca al
tipo de su silla y lo tira al suelo. —¿Eres sordo, o simplemente un idiota? Ha
dicho que limpies esa mierda.
La mandíbula de Christian sufre un tic. —¿Qué se supone que tengo que
usar? ¿Ves una fregona y una escoba en algún sitio?
Los ojos de Reed recorren la sala hasta que se posan en un profesor.
Creo que ese tipo enseña historia, pero no estoy en ninguna de sus clases. —
¡Tú! Encuentra a este imbécil una fregona y una escoba.
¿Qué demonios? No puede hablarle así a un profesor. Me quedo
boquiabierta cuando el profesor de la historia sale corriendo,
presumiblemente para asaltar el armario de los servicios.
—Mierda.
Reed mira a Christian con desprecio. —Usa tu chaqueta hasta que
vuelva.
—¡¿Qué estás haciendo?! —Peyton prácticamente entra corriendo en la
habitación, con Lucas pisándole los talones—. Kingston, ¿qué crees que estás
haciendo?
—Ooh, esto va a ser bueno. —Ainsley canaliza su señor Burns interior,
golpeando las yemas de los dedos juntos. 172
Estoy tan cautivado por este espectáculo de mierda como el resto de la
sala.
Kingston ignora a Peyton y se dirige a Lucas. —Ayúdale. Ahora.
Lucas mira a su amigo, que ahora está salpicado de marinara. —Vete a
la mierda. Límpialo tú.
Mis ojos se abren de par en par. —Oh, vaya.
Los ojos de Kingston se llenan de rabia. Antes de que ninguno de
nosotros sepa lo que está pasando, Kingston tiene a Lucas agarrado por la
nuca, con la cara pegada a la mesa. La mitad de la sala hace una mueca de
simpatía, la otra mitad se ríe.
—¡Kingston! ¡Para! —Peyton grita—. ¡Dime qué hacer para que esto se
detenga!
—Ahora lo harás en ropa interior y usarás tu uniforme para limpiarlo —
dice Kingston, todavía hablando con nuestro QB estrella. Cuando Lucas se
niega obstinadamente a reconocerlo, Kingston se dirige a Peyton—. ¿Quieres
ayudarme, Peyton? ¿Por los viejos tiempos? Este cabrón o se desnuda y ayuda
a limpiar el desorden, o tú te desnudas y lo haces por él. ¿Qué va a ser?
—Lucas, ya lo escuchaste. ¡Desnúdate hasta tu puta ropa interior y
limpia este desastre! —Peyton parece estar al borde de las lágrimas. Lo
sentiría por ella, ya sabes, si no fuera una puta colosal—. Su rey y su reina han
hablado.
Kingston retrocede y permite que Lucas se ponga de pie. Lucas mira a
Peyton todo el tiempo que se desnuda hasta que se queda sólo con un par de
calzoncillos.
—¿Qué se supone que voy a ponerme después de esto? —Lucas se
queja.
Kingston se quita una pelusa imaginaria de la manga. —No es mi
problema.
—Bonita ropa interior, hermano —comenta Bentley, levantando un
meñique—. Aunque no hacen mucho por ocultar tu pequeño problema.
Por lo que veo, Bentley no se equivoca. Lucas es un tipo grande. Es alto
y tiene un gran cuerpo con músculos apilados, pero la evidente huella de la
polla bajo el algodón blanco es menos que impresionante. Las risas y los
chistes sobre pollas empiezan mientras Lucas se pone de rodillas, intentando
limpiar la salsa roja derramada con su camisa blanca.
—Tal vez sea un cultivador. —Ainsley se ríe.
Me río. —Ciertamente lo espero por el bien de Peyton.
—Escuchen —la voz de Kingston retumba en la habitación, pero está
mirando fijamente a Peyton—. A partir de mañana, las reinas y sus lacayos se
sentarán en esa mesa. —Señala la esquina trasera de la sala—. Esa tan bonita
que está al lado de la cocina. 173
Peyton jadea. —Kingston, no. Por favor, no lo hagas.
Sus ojos se apartan de ella para dirigirse a la sala. —Los reyes están
reclamando el lugar que les corresponde en este comedor, y cualquier
persona que consideremos oportuna para unirse a nosotros es a nuestra
aprobación, y sólo a nuestra discreción.
Peyton tira de la mano de Kingston. —Por favor, haré cualquier cosa.
Kingston tira de su brazo hacia atrás como si se hubiera quemado. —
No me toques, carajo. Por ningún motivo. Las únicas manos de mujer que
quiero sobre mí están sentadas frente a mi hermana. A partir de mañana... —
Le da una palmadita a la silla que suele ocupar Peyton—. Jazz se sentará aquí,
justo a mi lado. ¿Alguna pregunta?
La cara de Peyton hace su mejor imitación de un tomate. —No.
Kingston se pasa la mano por la oreja, actuando como si no la hubiera
oído. —Lo siento; no lo escuché. ¿Qué has dicho?
Los puños de Peyton están tan apretados que no me sorprendería que
sus palmas tuvieran pequeñas marcas de media luna ensangrentadas. —¡He
dicho que no! No tengo preguntas.
Una enorme sonrisa se extiende por el rostro de Ainsley. —¿Crees que
ahora tienen algún poder?
Sigo mirando con asombro mientras Kingston merodea en mi
dirección, sin apartar su mirada de la mía. Cuando llega a la mesa, me tiende
la mano y me ayuda a levantarme de la silla.
Kingston pone una sonrisa malvada en su cara y se inclina hacia mi
oído. —¿Recuerdas lo que hablamos de hacer en el armario del conserje?
Deberíamos ir a hacerlo ahora.
Si mis bragas no estuvieran ya empapadas por la despiadada muestra
de autoridad de Kingston de antes, lo estarían con esa imagen.
Empiezo a caminar hacia atrás para salir de la habitación, tirando de él
conmigo. —Lo que usted diga, su alteza.
Ahora Kingston me tira de la mano y yo tengo que correr para seguirle
el ritmo, riéndome todo el camino.

174
Jazz

L
as últimas tres semanas han sido extrañamente tranquilas, ya que
todos hemos caído en una especie de rutina. En la escuela, ni una
sola persona se ha metido conmigo, verbalmente o de otra
manera, lo que tengo que admitir que es tan extraño como refrescante.
Después del enfrentamiento de Kingston en el comedor, Peyton y sus
groupies no han pisado la sala. No sé dónde están almorzando, pero tampoco
me importa. Supongo que Peyton y Lucas pensaron que era su mejor manera
de salvar la cara sin incurrir en la ira de Kingston.
Después del colegio, los chicos y yo hemos estado revisando las
imágenes de vigilancia mientras Ainsley está en el ballet, pero ni el padre de
Kingston ni el mío nos han aportado nada que no supiéramos ya.
Probablemente no ayuda que hayan estado fuera de la ciudad incluso más de 175
lo habitual. Teniendo en cuenta lo poco que estaban antes, eso es decir
mucho. Cuando Ainsley termina de ensayar, los cinco solemos cenar juntos y
pasar el rato. Los domingos, Ainsley se ha convertido en una incorporación
habitual a las salidas de Belle, lo que a mi hermana le ha encantado. Creo que
Kingston se está volviendo un poco salado porque Belle parece adorar a su
gemela más que a él.
Hablando de Kingston... las cosas entre nosotros han sido increíbles.
No sólo el sexo es alucinante cada vez, sino que incluso fuera del dormitorio,
es tan cariñoso y atento, que apenas puedo creer que sea la misma persona
que conocí hace unos meses. Además, desde aquella noche en casa de
Bentley, la ausencia de tensión entre Kingston y Bent continúa. ¿Quién iba a
pensar que la solución a su problema sería desnudarse conmigo? Por suerte,
Bentley se ha mantenido fiel a su palabra y no ha sacado a relucir ni una sola
vez esa noche. Es extraño pensar que incluso sucedió con lo rápido que las
cosas volvieron a la normalidad. Casi parece un sueño.
A pesar de la frustración que siento por no haber avanzado en la
situación con nuestros padres, todo lo demás ha sido tan estupendo que he
sido feliz la mayoría de las veces, por primera vez desde que perdí a mi
madre. Sin embargo, una parte de mí no puede evitar preguntarse cuándo
caerá el otro zapato. Ha sido casi demasiado tranquilo.
Tenemos la próxima semana libre por las vacaciones de Acción de
Gracias, y esta noche, eso significa que los estudiantes de Windsor están de
celebración. Los cinco no hemos ido a una fiesta desde el cumpleaños de
Peyton, así que en aras de actuar con normalidad, como había sugerido el
investigador privado de Kingston, esta noche rectificaremos. La fiesta es en
casa de una chica llamada Chantel, que Ainsley me asegura que es territorio
neutral. Además, vive justo en la playa de Malibú, así que si tengo suerte,
quizá pueda dar un paseo a la luz de la luna con mi sexy novio y revolcarme
un poco en la arena.
—Chica, estás super sexy. —Ainsley pasa el cepillo alisador por la
última sección de mi cabello—. Todos los chicos de esa fiesta querrán poner
sus bebés en ti esta noche.
Me río al ver mis leggings de cuero sintético de cintura alta y mi
camiseta roja sin hombros. Llevo el cabello oscuro liso, los ojos ahumados y
los pies cubiertos por un par de botines negros con tachuelas. Bien, supongo
que puedo admitir que tengo un aspecto bastante elegante.
—Uh, no gracias. No quiero que ningún tipo me meta un bebé pronto,
ni siquiera tu hermano.
Sus labios se curvan. —Pero ustedes dos son unos padres tan lindos.
Belle tiene suerte de tenerlos.
Pongo los ojos en blanco. —Sabes, vamos a dejar de invitarte a nuestras
salidas dominicales si no dejas las bromas de viejos casados.
—Como sea, perra, te encanta tenerme ahí tanto como a mí estar ahí.
—Se ajusta los pechos, empujándolos un poco hacia arriba en su camiseta sin
mangas—. ¿Cómo se ven mis tetas?
176
Le doy un buen repaso a Ainsley. —Caliente. Así que crees que esta
noche es la noche en la que tú y Reed finalmente hacen las cosas sucias, ¿eh?
Ella gime. —Más vale que así sea. Estoy harta de todos los juegos
preliminares que nunca conducen a su P en mi V. Estoy bastante segura de
que mi himen está a punto de volver a crecer.
Mis labios se mueven. —Gracias por esa imagen.
Ainsley desaparece un momento en su vestidor y sale con un nuevo top.
Este tiene un escote redondo y es más fluido. —Por favor. No tienes espacio
para hablar. Tú y Kingston han llevado las demostraciones en público a un
nivel completamente nuevo. Te estás acercando al territorio del
exhibicionismo.
Hago una mueca. —Te aseguro que eso nunca ocurrirá. Nunca juzgaré
a nadie por sus manías, pero prefiero mantener mi vida sexual en privado,
muchas gracias.
—Hablando de... —Ainsley se sonroja—. Tengo que contarte algo
porque realmente necesito hablar de ello, pero tienes que prometerme que
no le dirás ni una palabra a mi hermano.
Me siento en el borde de la cama de Ainsley. —Bueno, ahora, estoy
intrigado.
Se arrastra en el colchón a mi lado, metiendo las piernas debajo de ella.
—Lo digo en serio, Jazz.
Hago la mímica de abrocharme los labios. —Mis labios están sellados.
¿Cuál es el gran secreto?
—Entonces, ¿sabes que Reed era todo un huraño? —Dibuja círculos en
la funda del edredón púrpura con su dedo—. Tirando de la mierda de quiero
estar contigo, pero no puedo estar contigo.
—Lo recuerdo. Pero pensé que lo habían resuelto después del
incidente con Rapey McRoofie.
—Lo hicimos. La única razón por la que hablaba con ese cabrón era
porque estaba enojada con Reed por haberme engañado. Pero después de
esa noche... Reed dijo que le hizo darse cuenta de que no podía seguir
apartándome. Que tenía que exponerlo todo y dejarme decidir si seguíamos
adelante o no.
—¿Y? ¿Por qué fue tan cauteloso en primer lugar? No quería
entrometerme antes, pero ya que sacas el tema...
Ainsley pone una mirada melancólica. —Bueno, resulta que el
comportamiento de Reed tenía menos que ver con todo el asunto del código
de los hermanos y más con el miedo a que me asustara.
—¿Por qué?
—Porque se le metió en la cabeza que soy el tipo de chica que prefiere
el sexo bastante ordinario. Especialmente con mi falta de experiencia, supuso 177
que pensaría que es un bicho raro o algo así y que nunca más lo miraría de la
misma manera.
Frunzo el ceño confundida. —¿Por qué crees que es un bicho raro?
Se retuerce las manos. —Porque Reed Prescott tiene gustos muy
particulares en la cama. Le gusta hacer cosas muy pervertidas.
Mis ojos se abren de par en par. —¿Qué? ¿Seguro que estamos
hablando del mismo Reed? Es tan reservado.
—No siempre. Y definitivamente no en la cama. Maldita sea, las cosas
que ese chico puede hacer con su lengua.
—Volveremos a lo de la lengua. Quiero saber sobre las torceduras. No
puedes dejarme colgada así. Cuéntame todos los detalles sucios, sucios.
Se ríe. —Para empezar, le gustan mucho los azotes. Como, doblarte
sobre su rodilla y enrojecer tu trasero desnudo tipo de nalgadas.
Una risa sorprendida se escapa de mis labios. —¿Me estás tomando el
pelo?
—Ni siquiera un poco.
—Vaya. Siempre son los callados. —Hago un movimiento exagerado
de nalgada en el aire—. ¿Qué te parece eso? ¿Ya le has dejado pegar ese
culo?
Ainsley se muerde el labio y se sonroja. —Ajá.
—¡Cállate! Cállate. —Le doy un empujón juguetón—. ¿Y te gustó?
—Al principio no creí que lo haría, pero de verdad, de verdad que sí.
—¿Te dolió?
—Un poco —admite—. Pero es muy breve. Hace una cosa en la que
frota el punto justo después, lo que quita el escozor. Y luego frota otros puntos.
La verdad es que es bastante alucinante.
—Bueno, maldita sea. ¿Quién iba a saber que eras tan desalmada?
—Oh, cállate. —Ainsley pone los ojos en blanco—. ¿Nunca has hecho
algo pervertido como eso antes?
¿Cuentan los tres caminos con el mejor amigo de mi novio?
Me encojo de hombros. —Nunca he probado los azotes, pero he hecho
otras cosas.
Ella levanta una ceja. —¿Cómo?
—¿No dijiste que no querías oír hablar de la vida sexual de tu hermano?
Ainsley frunce la nariz. —Ew, no. Olvida que he preguntado.
Me contoneo hasta encontrar una posición más cómoda. —¿Qué es lo
otro? Dijiste para uno lo que me lleva a creer que hay más de un bicho raro
en el armario de Reed Prescott.
Ahora su cara está realmente roja. —Y... le gustan mucho las cosas del
culo. Como si quisiera meter su P en mi culo, y no sólo en ocasiones
178
especiales.
—Bien, no hay ningún hombre vivo que rechace el sexo anal, al menos
ninguno que yo conozca, pero ¿qué te parece?
—Le dije que estaba definitivamente abierta a explorar, lo que le
sorprendió mucho. Dios, deberías haber visto su cara cuando le dije que
quería experimentar un poco. —Ainsley se ríe—. Hicimos algunas cosas... con
su dedo... y no puedo decir que lo odiara. Incluso me lamió ahí abajo, lo que
pensé que sería raro, pero se sintió increíble. Como, oh mi dulce bebé Jesús
increíble.
Muevo las cejas. —Consíguelo, chica. Parece que has conseguido un
hombre con un poco de fetiche por el culo.
—Mierda, nunca lo había pensado así, pero tiene un fetiche por el culo.
—Se ríe tan fuerte que se le llenan los ojos de lágrimas—. Puede que no tenga
mucho en el departamento de tetas, pero menos mal que mi culo es fantástico,
¿verdad?
—Tu culo es espectacular, Ains.
Ella sonríe. —¿Lo has hecho alguna vez?
—¿Anal?
Ainsley asiente.
—No... pero también he experimentado un poco.
—¿Crees que alguna vez querrás hacerlo? Y, por favor, no me digas si
lo haces, porque sé que será con mi hermano, pero ¿crees que es extraño que
sea inquisitiva al respecto? Después de que Reed me dijera lo que le gusta,
he estado viendo algo de porno, ya sabes, para investigar, y es bastante
jodidamente caliente. La idea de hacer eso con él me excita.
—No creo que sea raro en absoluto —le aseguro—. He pensado mucho
en ello, y estaría totalmente abierta a probarlo. Además, siempre digo que lo
que hace flotar tu barco en el dormitorio es lo que está bien para ti. Mientras
sea consensuado, ¿quién soy yo para juzgar lo que le gusta a los demás?
¿Sabes?
Ainsley asiente. —Creo que es una gran manera de verlo.
Mi teléfono zumba, así que lo saco del bolsillo y veo un mensaje de
Kingston.
Kingston: ¿Ustedes dos están casi listas? Los chicos están aquí, y estamos
esperando en la casa de la piscina.
—Los chicos están con Kingston —le digo a Ains antes de responder a
su hermano.
Yo: Bajo en un momento.
Ainsley se levanta y mira su reflejo en el espejo. —Esta blusa no me
sirve. Ve tú delante. Yo iré detrás de ti. 179
—¿Segura? No me importa esperar.
—Positivo. —Ainsley asiente—. Estaré como diez minutos, máximo.
—De acuerdo. Nos vemos allá abajo.
Bajo las escaleras mientras Ainsley se cambia y me dirijo hacia la parte
trasera de la casa. Cuando doblo la última esquina que me lleva al patio
trasero, me doy de bruces contra una pared. Sólo que es más un pecho sólido
que una pared real.
—Jasmine. Esta es una agradable sorpresa. —El padre de Kingston
tiene sus manos alrededor de mis bíceps. Creo que estaba tratando de
estabilizarme al principio, pero no hace ningún esfuerzo por quitarlas.
—Eh... sí, claro. Iba de camino a casa de Kingston. Si me disculpas.
—¿Cuál es la prisa? ¿No puedes dedicar un minuto al viejo de tu novio?
—Se ríe despreocupadamente, pero eso contradice la forma escabrosa en
que me mira.
Le miro las manos, pero el tipo no capta la indirecta hasta que doy un
paso atrás. Juro que su agarre se ha estrechado por un segundo, como si
estuviera a punto de tirar de mí hacia él. Es inquietante estar tan cerca del
señor Davenport, sabiendo que es una persona despreciable. Es incluso peor
que estar cerca de mi donante de esperma, porque al menos Charles no me
mira como si me imaginara desnuda. El padre de Kingston, no tanto.
—No sabía que había vuelto a Los Ángeles. ¿No se suponía que volvería
mañana?
Ni siquiera trata de ocultar el hecho de que está pervirtiendo en mí.
Asqueroso. —¿Estás siguiendo mi agenda, verdad? Me siento halagado.
—¡¿Qué?! No... yo... Ainsley mencionó que estabas fuera de la ciudad y
que volverías mañana. Eso es todo.
El señor Davenport me evalúa cuidadosamente. Me digo a mí misma
que tengo que actuar con calma; no dejar que este imbécil me afecte. Es más
fácil decirlo que hacerlo cuando Kingston se parece tanto a su padre. Me
asusta. Y lo que es peor, tienen exactamente los mismos ojos.
Me encanta cuando Kingston me mira con esos hermosos ojos color
avellana, pero es desconcertante cuando lo hace su padre. Aunque son
idénticos en forma y color, los ojos del mayor de los Davenport tienen un tinte
malévolo. Son fríos. Calculadores. Al mirarlos, juro que puedo ver su total falta
de conciencia: el psicópata que se esconde bajo la brillante superficie.
—Papá. ¿Qué estás haciendo?
Oh, gracias a la mierda. Kingston debe haber venido a ver por qué
tardaba tanto.
El padre de Kingston se gira hacia su hijo y le dedica una gran sonrisa.
—Sólo estaba saludando a tu encantadora novia. 180
La mandíbula de Kingston se aprieta. —¿Cuándo volviste?
—Hace unos minutos, en realidad. Me dirigía a mi oficina cuando me
encontré con Jasmine aquí. —El señor Davenport me mira y me guiña un ojo—
. ¿O debería decir que ella se encontró conmigo?
Kingston dirige su atención hacia mí. —Jazz, deberíamos irnos para no
llegar tarde. ¿Dónde está Ainsley?
Muevo la cabeza hacia las escaleras. —Se está cambiando. Dijo que
saldría en un momento.
—Ve y espera atrás con los chicos. Voy a buscar a Ains. —Kingston
tiene una especie de extraño enfrentamiento con su padre—. Papá, si nos
disculpas, debemos seguir nuestro camino.
—Por supuesto. —El señor Davenport le dedica a su hijo la sonrisa más
falsa que he visto en mi vida—. Bueno, no te retrasaré más. Podemos ponernos
al día en Acción de Gracias, Jasmine.
—¿Acción de Gracias? —Frunzo el ceño confundido.
—¿Mi hijo no te ha contado nuestra tradición de Acción de Gracias? Los
Davenports y los Callahans lo celebran juntos cada año. —Me da otro repaso
sórdido—. Estoy deseando ver una adición tan hermosa a la mesa principal.
Con eso, le da una palmadita en el hombro a Kingston y se aleja.
Kingston espera a que su padre se pierda de vista antes de hablar.
—Ve a la casa de la piscina, Jazz.
—¿Qué carajo, Kingston? —susurro gritando—. ¿Cómo no me has
contado lo de Acción de Gracias? Sólo faltan cinco días.
Ahora que lo pienso, ¿por qué nadie me lo ha contado? No es que vea a
Charles o a Madeline tan a menudo, pero me encuentro con la señora Williams
todos los días.
Kingston suelta un fuerte suspiro como si me exasperara. —Iba a hablar
contigo de ello esta noche.
—Bueno, no cuentes conmigo. Voy a ver a Belle.
Kingston me agarra de la mano y me atrae hacia su cuerpo. No lo toco
ni un poco ni huelo su sexy colonia.
Me agarra por la nuca y me atrae hacia él. Si alguien se encontrara con
nosotros, probablemente pensaría que estamos en un abrazo cariñoso, pero
la ira que irradia Kingston y la tensión de su cuerpo son todo lo contrario.
—Hablaremos de esto cuando ese bastardo no esté en la casa, pero que
tú no aparezcas no es una opción. Que yo no me presente no es una opción.
Nuestros padres hacen una gran cosa de esta fiesta. Invitan a un montón de
socios de negocios. Hombres con los que necesito interactuar para promover
nuestra agenda. —La otra mano de Kingston se posa en mi cadera,
agarrándola con una fuerza contundente—. Ahora, ve a la maldita casa de la
piscina y espera con Reed y Bentley. 181
—Bien. —Si mi cara no estuviera aplastada contra sus pectorales
estúpidamente firmes, sentiría la fuerza de mi mirada, pero como lo está,
tengo que proyectarla en mi tono.
Kingston se retira un poco y dobla las rodillas, para que estemos frente
a frente. —Siento haberme precipitado, ¿de acuerdo? Cuando entré aquí y lo
vi tan cerca de ti, sólo... —Cierra brevemente los ojos—. No sabía que había
vuelto a la ciudad. No te habría dejado sola en la casa si lo hubiera sabido.
Cualquier irritación persistente que tenía se disipa. —Sé que no lo
harías. —Rodeé su mandíbula con mis manos y lo atraje hacia mí para darle
un suave beso—. Te veré en la parte de atrás, ¿de acuerdo?
Puedo sentir los ojos de Kingston sobre mí todo el tiempo que voy hacia
la casa de la piscina. Cuando entro en la zona de seguridad, no puedo evitar
pensar que el otro zapato puede caer más pronto que tarde.
Jazz

S
i has estado en la fiesta de un niño rico, has estado en todas. Pero
si ese niño rico vive en la playa, en mi opinión está un paso por
encima del resto. Esta reunión en particular tiene tanto un bar
interior como un bar exterior bajo la cubierta elevada. Nada más llegar, Ains
y yo nos despojamos de nuestros zapatos y nos dirigimos a la parte de la playa
de la fiesta. Los chicos no nos pierden de vista, pero les dijimos que
necesitábamos un poco de tiempo de unión femenina, así que mantuvieron las
distancias.
Todavía me hace pensar en la cantidad de dinero que se gasta en estas
cosas. Ainsley y yo pedimos cada uno un Sex on the Beach al camarero
contratado. Sé que es totalmente cursi, pero me aseguró que estaban
deliciosos, y no se equivoca. Gimo mientras doy el primer sorbo a la bebida 182
de melocotón.
—Dios, necesitaba esto.
Ainsley toma su propio sorbo. —Está muy bueno, ¿verdad?
Me río entre dientes. —Bueno, sí, pero me refería a la playa. Hace
tiempo que no voy a una.
—¿No han pasado sólo unas semanas?
—Exactamente. —Me trago el resto de mi delicioso cóctel afrutado y
tiro el vaso rojo a la papelera cercana.
—Bien. Culpa mía. —Ainsley sigue su ejemplo y chilla cuando algo de
su bebida le chorrea por el pecho.
Aunque esté oscuro, me encanta estar aquí. Ver la luna reflejada en el
océano, oír las olas chocando contra la orilla, oler el aire salobre mientras la
suave arena se aplasta entre mis dedos. Respiro hondo y lo suelto, y lo hago
varias veces más. Hace frío aquí fuera, pero por suerte, el alcohol es un amigo
cálido.
El océano siempre ha sido mi lugar feliz. No importa lo mal que se
pongan las cosas a veces, su inmensidad y vitalidad me recuerdan que hay un
mundo enorme ahí fuera y mucha gente que está atrapada en situaciones
peores. Que, independientemente de lo mal que me vaya, estoy viva; por lo
tanto, hay una oportunidad para un mañana mejor. Nunca ha sido tan
importante para mí recordarlo como ahora.
—Me he alejado lo suficiente. —Kingston se acerca a mí por detrás y
me atrae hacia él.
Gimo mientras él lame el punto sensible justo debajo de mi oreja. —
Han pasado cinco minutos.
—Exactamente. Cinco minutos de más.
Una llama parpadea en la oscuridad mientras Bentley enciende un J y
da una larga calada. —¿Están bien, chicos? Creo que voy a saltarme lo de la
quinta rueda esta noche y voy a mezclarme. Y por mezclar, me refiero a
encontrar una mujer buena que me la chupe.
No puedo evitarlo; mis ojos se dirigen automáticamente a su
entrepierna. El hecho de que no quiera volver a verlo de cerca, no significa
que no pueda apreciar un buen pene. Y Bentley tiene un buen pene.
Pongo los ojos en blanco para disimular mis evidentes miradas. —
Diviértete con eso.
Bent sonríe, sin duda porque me ha descubierto mirando. —Oh, no te
preocupes, princesa. Lo haré.
—¿Te he dicho lo increíblemente follable que estás esta noche? —
Kingston gruñe en mi oído, haciéndome temblar.
Me doy la vuelta y enlazo mis brazos detrás de su cuello. —No lo has
hecho, pero gracias. 183
Kingston me agarra con las dos manos del culo. —No, gracias por ser
un gran caramelo para los ojos.
Mis labios se doblan en las esquinas. —Eres un idiota.
—Tal vez.
Me pongo de puntillas para besar la parte inferior de su mandíbula. —
Parece mentira que hace sólo unos meses estuviéramos en una fiesta como
ésta, y que me estuvieras insultando rápidamente.
Kingston me busca en los ojos. —Sabes que nunca quise decir nada de
eso, ¿verdad?
—Lo sé. —Mis dedos juegan con los cabellos de su cuello mientras
escucho las notas iniciales de Woman Up de Meghan Trainor. Bueno, esa es la
transición perfecta si alguna vez he visto una—. ¿Sabes qué más sé?
—¿Qué?
Me alejo de Kingston y agarro la mano de Ainsley para apartarla de
Reed. —Que Ainsley y yo vamos a bailar. Pueden mirar, pero ni se les ocurra
meterse en medio de nuestro baile.
Ainsley suelta una risita al ver que los dos chicos se quedan
boquiabiertos. —Lo siento, no lo siento, chicos.
Ainsley y yo subimos corriendo las escaleras de la cubierta y entramos
en la cálida casa. Sé que Kingston y Reed están justo detrás de nosotros, pero
no miro atrás mientras Ainsley y yo nos dirigimos hacia la multitud de gente
que baila. Nos abrimos paso hasta el centro y empezamos a mover el culo,
con los brazos en alto, sin que nos importe una mierda estar descalzas. Una
canción se convierte en muchas hasta que Ainsley y yo estamos pegajosas de
sudor y sin aliento.
Cuando veo que Reed mira a Ainsley como si quisiera comérsela viva,
me inclino hacia su oído. —Vas a tener su P en tu V esta noche. Y tal vez tu A,
también.
Se ríe y me empuja juguetonamente. —¡Cállate! Nunca me vas a dejar
vivir esto, ¿verdad?
—Probablemente no —respondo con sinceridad—. Pero me quieres de
todos modos.
Ainsley me atrae hacia sus brazos. —De verdad, Jazz. Eres mi chica. Si
alguna vez necesitas algo, sólo tienes que pedirlo.
Le doy un fuerte apretón antes de retirarme, con los ojos llenos de
lágrimas. —De acuerdo, no más mierda sensiblera. Vas a arruinar mi
maquillaje. Ve a buscar un poco de amor.
Se ríe mientras nos abrimos paso entre la multitud. Cuando finalmente
llegamos a Reed, Kingston no está a la vista.
—¿Dónde está Kingston? —Le pregunto a Reed.
Mueve la cabeza detrás de él. Al instante veo a Kingston y a Peyton de 184
pie contra la pared del fondo. Por el movimiento de los brazos de ella,
supongo que se está enojada con él por algo. No sé por qué Kingston la
consiente, pero voy a sacarlo de su miseria.
Inclino la cabeza hacia ellos. —Parece que Kingston necesita un
rescate.
—Dios, es una perra. No entiendo por qué no se rinde ya. —Ainsley
frunce el ceño—. ¿Quieres que vayamos contigo?
—No, puedo manejar a Peyton.
Reed le da a Ainsley una pequeña sonrisa. —¿Quieres salir de aquí? Mis
padres están fuera el fin de semana.
Sus ojos se abren de par en par al descifrar su afirmación. —
Absolutamente.
—Diviértanse, ustedes dos. —Les hago un pequeño gesto con el dedo,
tratando de contener mi sonrisa.
Kingston se levanta un poco más al notar que me acerco. Peyton mira
por encima de su hombro para ver qué ha captado su atención, y sus ojos se
entrecierran cuando me ve. Le dice una última cosa, pero la música está
demasiado alta para que yo la oiga, antes de alejarse.
—¿Qué fue eso?
—La misma mierda. Un día diferente. —Kingston me acomoda un
pedazo de pelo detrás de la oreja—. Parece que tienes calor. ¿Quieres tomar
un poco de aire fresco? He guardado tus zapatos junto a la barbacoa de atrás.
—Claro.
Kingston me conduce a través de la masa de cuerpos con sus dedos
enhebrados entre los míos. Me estremezco cuando salimos al exterior por el
fuerte contraste de temperatura.
Kingston frota sus manos sobre mis brazos. —¿Estás bien?
—Sí. —Señalo la pequeña hoguera de abajo—. ¿Pero tal vez podamos
sentarnos allí un rato?
A nadie parece molestarle el hecho de que no se puedan hacer
hogueras en las playas públicas, así que lo acepto.
Asiente y sigue caminando hasta que llegamos a la pequeña reunión en
la arena. Sólo hay una silla Adirondack vacía, así que Kingston toma asiento y
me sube a su regazo. Suspiro aliviada y mi cuerpo se calienta al instante. Nos
quedamos sentados durante unos instantes, mirando las llamas y absorbiendo
el calor.
Kingston apoya su barbilla en mi hombro. —¿Dónde se fueron Ainsley
y Reed?
—No creo que quieras la respuesta a esa pregunta. 185
Se queja. —Probablemente tengas razón.
—¿Has visto a Bentley?
—Hace unos quince minutos. Estaba hablando con una chica, pero
parecía bastante ido. Le dije que me enviara un mensaje cuando estuviera
listo para irse y lo llevaríamos a casa. —El dedo de Kingston se cuela bajo el
dobladillo de mi top, moviéndose lentamente de un lado a otro sobre mi piel.
—¿Va a estar bien? Esto de la sobrealimentación parece que va a peor.
—De ahí que haya permanecido completamente sobrio esta noche. —
El pecho de Kingston sube y baja mientras respira profundamente—. El lunes
se cumplirán exactamente dos años desde que murió alguien cercano a
nosotros, así que creo que lo está sintiendo bastante.
—¿Carissa?
Los brazos de Kingston me rodean con fuerza. —¿Te habló de ella?
—No exactamente. Pero Ainsley me contó cómo murió.
Siento que traga con fuerza antes de preguntar: —¿Te contó Ains los
acontecimientos que condujeron a la muerte de Carissa?
Sacudo lentamente la cabeza. —Dijo que el resto era la historia de
Bentley para contar.
No dice nada durante un largo momento, antes de tocar mi cadera,
incitándome a levantarme. —Vamos a dar un pequeño paseo.
Observo a la gente sentada en círculo alrededor del fuego. La
combinación de la música que flota en la casa y el zumbido de la conversación
debería impedir que nadie nos escuche, pero puedo entender la necesidad
de Kingston de tener privacidad. Tengo el presentimiento de que esta historia
va a ser muy interesante.

186
Jazz

K
ingston y yo paseamos un poco por la playa hasta que estamos lo
suficientemente lejos de oídos indiscretos. Se apoya en una de
las rocas que bordean la playa, me vuelve a tumbar en su regazo
y no pierde el tiempo para empezar la historia.
—Bentley se culpa de su suicidio.
Giro la parte superior de mi cuerpo para poder ver su cara. —¿Qué?
¿Por qué?
—Probablemente sea más fácil de entender si empiezo por el principio
—dice—. Estábamos todos en la misma clase del jardín de infancia. Los chicos
y yo nos hicimos amigos desde el primer día, al igual que Ainsley y Carissa.
Como Ains y yo siempre hemos estado muy unidos, los cinco pasamos mucho
tiempo juntos durante nuestra infancia. Creo que Bent y Rissa se enamoraron
187
antes de que ninguno de nosotros entendiera lo que eso significaba.
Pobre Bentley. Perder a un ser querido ya es bastante duro. No puedo
imaginar lo difícil que será cuando esa persona se quite la vida.
—¿Qué le pasó?
—Curiosamente, Bentley y Rissa nunca fueron oficialmente una pareja.
Carissa se negaba a ponerles esa etiqueta porque supuestamente temía que
arruinara su amistad. Eso era una completa mierda, en mi opinión, porque
siempre que uno de ellos no estaba saliendo con otra persona, actuaban como
si fueran pareja en todos los sentidos. Perdieron la virginidad el uno con el
otro, por el amor de Dios. Y si uno de ellos salía con otra persona, nunca
duraba mucho porque preferían estar el uno con el otro.
—Todo era muy extraño, y probablemente más que un poco tóxico,
pero no había duda de que se amaban ferozmente. En retrospectiva, creo que
Carissa se negó a dar el paso porque se sentía insegura. Quizá pensó que si
Bentley se acostaba lo suficiente durante su adolescencia, podrían estar juntos
después. La ironía de toda esa situación es que Bentley estaba loco por la
chica; no creo que eso cambiara nunca. No quería a nadie más, pero cuando
veía que Rissa se enrollaba con otros chicos, se enojaba y actuaba.
—Una noche tuvieron una gran pelea. Invitaron a Bent a una fiesta de la
fraternidad y le dijeron que llevara a algunos amigos, sobre todo chicas, para
igualar la proporción. Carissa no quería ir. Su hermana mayor estaba en la
universidad y le había advertido de todas las locuras que se cometen en las
fraternidades. Tampoco quería que Bentley fuera, probablemente porque no
quería que se tirara a otra. —Respira profundamente—. Pero... fuimos de
todos modos y quedamos completamente cagados.
—Uh-oh. ¿Qué paso? —Aprieto el muslo de Kingston, animándole a
continuar.
—En algún momento de la noche, empezaron a aparecer fotos en
Instagram. Nos etiquetaron en la mayoría de ellas, así que Carissa tuvo un
asiento en primera fila para ver a las chicas de la hermandad semidesnudas
colgadas sobre Bent y Reed. Todos mentimos sobre nuestra edad, así que esas
chicas no tenían ni idea de que los chicos apenas tenían edad para conducir.
—¿Sólo Bentley y Reed? —pregunto—. Me resulta difícil de creer.
Siento que Kingston se encoge de hombros. —Yo ya estaba con Peyton
en ese momento, y ella estaba con nosotros. Peyton no se separaba de mí, así
que era bastante obvio que yo estaba fuera de los límites. De todos modos,
sin que lo supiéramos, Carissa vio las fotos en Internet y condujo hasta la
fiesta, planeando arrastrar a Bentley.
—¿Qué pasó cuando llegó allí?
Kingston me abraza más fuerte. —Cuando Rissa entró, una de las chicas
de la hermandad le estaba dando una mamada a Bentley, allí mismo, en medio
de la planta principal. Sinceramente, creo que estaba tan jodido que apenas
sabía lo que estaba pasando. Bentley nunca supo que Carissa estaba allí. La
188
vi, pero no hice nada cuando salió corriendo y llorando porque había asumido
que se iba a casa. Pensé que era su mierda normal de celos.
—No creo que me guste hacia dónde se dirige esto. ¿Dónde acabó?
—Ella se quedó en la fiesta. Creo que tenía la misión de herir a Bentley
porque él la había herido. Nos enteramos después de que no salió de la
fraternidad hasta el día siguiente. La recogió la Seguridad del Campus en
algún momento de la tarde porque andaba aturdida, llorando y murmurando
para sí misma.
Kingston no necesita decir otra palabra. Sé, sin duda, lo que pasó. La
reacción extrema de Bentley ante mi ataque y su rotunda negación de
haberme drogado tienen ahora mucho sentido. Ni siquiera me doy cuenta de
que estoy llorando hasta que Kingston me besa las lágrimas.
—¿Estaba techada?
Kingston respira profundamente. —Sí. Nunca descubrimos
exactamente cuántos hombres la violaron, pero el cuerpo de Rissa fue... lo
que sea que haya pasado, fue bastante brutal. Estaba tan confundida al
principio que se negó a ir al hospital o a la policía. La seguridad del campus
trató de convencerla de que se hiciera un chequeo, pero ella exigió irse. Más
tarde, Rissa le dijo a Ainsley que lo único en lo que pensaba era en quitarse
su olor de encima. Se restregó con tanta fuerza con un estropajo que se
produjo quemaduras por fricción en casi la mitad de su cuerpo.
Hago una mueca de dolor. —Jesús.
—Sí. —Se aclara la garganta—. Cuando se lo contó a sus padres unos
días después, la llevaron inmediatamente al hospital, y el personal del
hospital se puso posteriormente en contacto con la policía.
Desgraciadamente, Carissa había lavado el ADN que pudiera haber quedado,
y la droga ya estaba fuera de su organismo, así que no tenía pruebas. Cuando
la policía investigó, todas las personas que vivían en la casa de la fraternidad
afirmaron que no la conocían, que nunca había estado allí. Yo le dije a la
policía lo contrario, pero era la palabra de dos personas contra la de muchas.
—Después de esa noche, la única persona en la que Rissa confiaba era
Ainsley. Se negaba a vernos, incluso a Bentley, lo que lo mataba. Ains cree
que Carissa no soportaba estar cerca de ningún hombre porque también
evitaba a su padre siempre que podía. Mi hermana tenía miedo de dejar a
Rissa sola sin nadie con quien hablar, así que prácticamente se mudó a su
casa. Es la única razón por la que sabemos todo lo que sabemos.
—Carissa no soportaba que la tocaran, por muy inocente que fuera. Se
quedaba en la cama durante días. Tenía graves pesadillas: se despertaba
gritando o llorando, completamente aterrorizada, pero nunca recordaba por
qué. Carissa admitió a Ains que sentía que estaba perdiendo la cabeza, que
sólo quería que dejara de hacerlo.
—Las pesadillas de Rissa no hacían más que empeorar, así que empezó
a obligarse a permanecer despierta todo lo posible porque no quería soportar
otro mal sueño. Ainsley cree que Riss estaba soñando realmente con la
189
violación, como si su subconsciente estuviera intentando refrescar su
memoria. Después de que Carissa empezara a alucinar por la falta de sueño,
su médico le recetó pastillas para dormir.
—Rissa convenció a mi hermana para que se fuera a casa, le juró que
estaría bien después de una buena noche de descanso. Incluso accedió a
concertar una cita con el terapeuta que sus padres le habían rogado que viera.
Ainsley nunca se habría ido si pensara que Carissa no era sincera. No sé si
Riss era una gran actriz, o si acabó cambiando de opinión, pero esa misma
noche se tragó más de la mitad del frasco de pastillas y no se despertó.
—Esa pobre chica.
Dios, con lo traumatizado que estoy desde mi ataque, no puedo ni
imaginar los horrores que pasarán por la mente de Carissa después de algo
así.
Suelto un fuerte suspiro. —Sin embargo, no entiendo por qué Bentley
se siente responsable. Lo que le pasó a Carissa fue horrible, pero él no tuvo
nada que ver.
—Bent piensa que si nunca la hubiera presionado para ir a la fiesta,
nunca se habrían peleado. Entonces, tal vez nunca se habría emborrachado
tanto ni se habría enrollado con esa chica. Cree que fue su culpa que Carissa
estuviera en la fiesta.
—Bueno, supongo que mi secreto ha salido a la luz.
Kingston y yo nos sobresaltamos al oír la voz de Bentley. Bentley sale
de las sombras desde más allá de las rocas y camina hacia nosotros. La llama
de su mechero le ilumina la cara mientras enciende el cigarro que le sale de
la boca.
Salto del regazo de Kingston a la arena. —Bentley, ¿qué haces aquí
fuera?
Da una calada al porro y exhala. —Necesitaba un poco de aire fresco.
Encontré un lugar tranquilo para pasar el rato. Al menos hasta que
aparecieron ustedes.
—¿Por qué no dijiste nada? —Kingston pregunta—. ¿Por qué no nos
hiciste saber que estabas sentado ahí?
Bent recibe otro golpe. —Encontré el tema de conversación fascinante.
Quería ver a dónde querías llegar.
Está bastante oscuro, pero todavía puedo ver el ceño de Kingston. —
Amigo, si...
Bentley levanta una mano. —Está bien, hombre. No es que hayas dicho
nada que no sea cierto. Le prometí a Jazz que se lo diría algún día, pero te
adelantaste. —Se gira hacia mí—. Tu chico se olvidó de una cosa. Rissa era
bailarina de ballet, como Ainsley. Lo era todo para ella. De eso trata el tatuaje
de mi pecho. 190
Mierda. Creo que nunca antes había visto a alguien tan atormentado.
Se me rompe el corazón por esta pobre alma perdida. Ni siquiera lo pienso;
prácticamente corro hacia Bentley y lo rodeo con mis brazos. Al principio
mantiene los brazos a un lado, pero luego veo que la articulación cae a la
arena justo antes de que me devuelva el abrazo.
—Bentley, lo siento mucho, mucho —murmuro contra su pecho—.
Entiendo por qué te sientes culpable, pero no es tu culpa. Simplemente no lo
es. No puedes seguir dejando que esto te persiga.
Bentley aprieta una de sus manos en mi cabello y me aprieta contra él
por un momento, antes de soltarme y retroceder.
Se aclara la garganta. —Me vendría bien un puto trago, así que voy a
volver a la fiesta... ¿Vienen ustedes dos?
Kingston hace esa cosa en la que te mira fijamente, tratando de
averiguar lo que estás pensando. Bentley le devuelve la mirada, sin
acobardarse ante el intenso escrutinio.
Kingston asiente. —Vamos.
¿Qué? ¿Vamos a dejarlo caer así como así?
Kingston me toma la mano, entrelazando nuestros dedos, y no la suelta
en todo el camino de vuelta a la casa. Cuando llegamos a la cubierta, Bentley
se dirige directamente al bar.
—¿Debería estar bebiendo ahora mismo?
Me pongo los zapatos mientras veo a Bentley hacer su pedido al
camarero. En cuanto tengo los pies cubiertos, volvemos a entrar.
—No nos apartaremos de su lado durante el resto de la noche —me
asegura Kingston—. Obviamente está tratando de adormecerse. Sabré
cuándo está llegando a su límite. Está cerca, pero aún no ha llegado.
Bentley se acerca a nosotros, copa en mano, y da un gran trago. —Esta
fiesta es penosa. Déjenme tomar otro trago o dos, y estaré listo para salta irme.
¿Te parece bien?
—Claro. —Los ojos de Kingston giran hacia mí—. Tengo que orinar. No
vayas a ninguna parte.
Bentley me pasa el brazo por los hombros. —No te preocupes, amigo,
mantendré a nuestra chica bien calentita.
La mandíbula de Kingston se aprieta, pero lo deja pasar. Antes de
alejarse, se encuentra con mi mirada y la boca, Vigílalo.
Asiento como respuesta.
—Entonces, Jazzy Jazz, ¿quieres hablar de algo no tan jodidamente
deprimente?
Le paso el brazo por el medio. —Claro, Bent. ¿Qué tienes en mente?
—Puedes empezar por decirme de qué color son tus bragas. Me
ayudará a tener una mejor visión en mi cerebro después.
191
Bentley obviamente está usando el humor como un mecanismo de
defensa. Después de lo que aprendí esta noche, sospecho que ha estado
haciendo eso por un tiempo.
Pongo los ojos en blanco. —Lo siento, amigo. Tendrás que
compensarlo.
Se ríe. —¿Dónde está la diversión en eso?
Hay un montón de gente que se reúne de repente alrededor del
televisor. No pienso en nada hasta que empiezan a volar los comentarios
lascivos.
—Maldita sea, mira ese cuerpo —dice un tipo.
—Sus tetas son un poco más pequeñas de lo que me gustaría, pero aun
así me la follaría sin dudarlo —añade otro.
—No, mierda. Ella hace gargantas profundas como una maldita estrella
del porno. —Creo que fue el primer tipo de nuevo—. ¿Puede alguien
conseguirme una copia de esto para el banco de nalgadas?
¿Qué carajo están viendo?
Mis ojos se elevan a la pantalla y, cuando veo lo que está sonando, se
me afloja la mandíbula.
Obviamente, Bentley lo ve al mismo tiempo porque su agarre sobre mí
se hace más fuerte. —¿Qué mierda?
Mi cara se calienta cuando la gente empieza a reírse y a silbar. Creo
que Bentley y yo estamos en estado de shock porque ninguno de los dos se
mueve para detenerlo. En la alta definición de 70 pulgadas, estoy de rodillas,
haciéndole una mamada a Kingston en la ducha después de la fiesta de
cumpleaños de Peyton. Y lo que es peor, se ve claramente todo. Cada. Jodida.
Cosa. Por el ángulo, parece que alguien estaba apuntando su cámara de
teléfono a la ducha desde el interior de la puerta.
Kingston elige ese momento para volver y frunce el ceño al ver nuestra
expresión. Gira la cabeza para ver qué es lo que atrae nuestra atención e
inmediatamente camina hacia delante.
—¿Qué carajos es esta mierda? —Kingston grita—. ¡Apaga esa mierda!
¿Dónde carajo está el control?
—Oh, Dios. —Me tapo la boca con la mano.
No puedo creer que esto esté sucediendo de nuevo. Esta vez es aún
peor porque nadie protege mi pudor. Cada persona en esta habitación me ha
visto completamente desnuda. Saben cómo me veo con una maldita polla en
la boca.
Bentley se lanza entonces a la acción, apagando manualmente el
televisor. Es un poco lento debido a su embriaguez, así que tarda mucho más
de lo que me gustaría.
—Oh, mira, son las estrellas del espectáculo. —Peyton se burla,
192
aplaudiendo mientras camina hacia el centro del público reunido—. Esto
parece ser un hábito tuyo. —Ella mueve su dedo entre Kingston y yo—. ¿Están
intentando convertirse en estrellas del porno o algo así? ¿O es una cosa
exhibicionista?
Los puños de Kingston se cierran. —Peyton, estás jodidamente muerta
si descubro que has tenido algo que ver con esto.
Se ríe burlonamente. —Oh, por favor. No intentes culparme de tus
tendencias desviadas. ¿Por qué iba a querer transmitir a la puta en el trabajo?
Kingston da un paso adelante, pero le agarro de la camisa y parece que
se lo piensa mejor.
Bentley está buscando en el armario de medios cuando grita: —¡Lo
encontré!. Sostiene una memoria USB.
—¿Es la única copia? —Kingston grita. Ahora mismo está mirando a
Peyton con un odio sin adulterar. Sinceramente, me sorprende que no se haya
hecho un ovillo, pidiendo perdón.
—¿Cómo voy a saberlo? —Peyton pone una mano en su cadera—. No
tengo nada que ver con esto.
No la creo ni por un segundo. Basándome en la expresión de Kingston
ahora mismo, diría que él tampoco.
Barclay Como-se-llame se echa a reír. —Tengo que decir, Davenport,
que al principio no lo entendí, pero después de ver lo bien que chupa la polla,
puedo entender por qué aguantas la basura. —Me mira y me guiña un ojo—.
¿Cuánto cobras, cariño? Me gustaría probarlo. —Barclay hincha el pecho
cuando las risas nos rodean.
Ni siquiera me da pena el cabrón cuando el puño de Kingston sale
volando y derriba a Barclay de un solo golpe. Por desgracia, ese único golpe
también desencadena una pelea instantánea.
—Ah, mierda —murmuro, justo antes de que una aspirante a Barbie me
abofetee.
Oh, diablos, no. ¡Ni siquiera sé quién es esta chica! Levanto el puño y
le doy un golpe en la mandíbula. Se tropieza con la pared, y sus ojos se abren
de par en par cuando la persigo y le doy en la cara.
—Tócame otra vez y haré que te arrepientas —gruño.
—¡Lo siento! —Barbie levanta las manos y retrocede cuando finjo un
puñetazo.
Veo a Bentley metiéndose en la pelea, y una parte de mí se preocupa
de que esté demasiado jodido para manejarse. Sin embargo, mi
preocupación sólo dura un segundo cuando veo que Bent esquiva un puñetazo
de forma experta antes de empezar a arremeter contra el idiota que intentó
golpearlo. Los puños vuelan por todas partes. Las chicas gritan. La mitad de
los asistentes a la fiesta se tiran al suelo, algunos de ellos parecen demasiado
felices por ello y la otra mitad se tropiezan entre sí para escapar. Pierdo de
193
vista a Bentley y Kingston entre todo el alboroto, pero estoy demasiado
ocupada para preocuparme por ello.
Un idiota se lanza por mí, así que le clavo el talón de la mano en la
garganta. —¿Nadie te ha enseñado a no pegar nunca a una chica, idiota?
Se aprieta el cuello, resoplando. —Perra estúpida.
¡Oh, no, no lo hizo!
Le pongo una mano en el hombro para hacer palanca y le doy un
rodillazo en las pelotas a este hijo de puta tan fuerte como puedo. Cae al suelo
al instante, gimiendo en posición fetal.
—Piensa en eso la próxima vez que quieras golpear a una mujer.
Por el rabillo del ojo, veo a Peyton intentando huir. Se está engañando
a sí misma si cree que la voy a dejar pasar. Sé que ella es la responsable de
ese video. No sé cómo consiguió pasar la cerradura de la puerta de la
habitación, pero la zorra lo descubrió de alguna manera.
Salto por encima del imbécil que se agarra los huevos y le doy caza. En
cuanto Peyton me ve, gira a la izquierda y sube las escaleras. Está claro que
no ha visto una película de terror en su maldita vida, porque habría sabido
que tenía muchas más posibilidades de escapar si hubiera corrido fuera.
Cuando llego al nivel superior, miro a mi alrededor pero no la veo. Empiezo
a abrir las puertas, una por una, hasta que me encuentro con un obstáculo. La
penúltima puerta está cerrada y sé que ella está detrás de ella.
Golpeo la madera con el puño cerrado. —¡Sal aquí y recibe una patada
en el culo como una mujer de verdad, Peyton!
—¡Vete a la mierda! —grita a través de la puerta.
Estudio el pomo de la puerta, tratando de averiguar si puedo entrar o
no. No es una cerradura con llave, pero es una de esas con agujero de alfiler
como las que tiene Charles en la mansión, así que seguiría necesitando una
herramienta para entrar. Mierda. ¿Cómo voy a...?
Algo duro me golpea en la cabeza desde atrás, golpeando mi cara
contra la puerta con un sonoro golpe. Unas manchas bailan ante mis ojos
mientras tropiezo hacia atrás. Antes de que pueda recuperar el equilibrio, me
empujan al suelo con tanta fuerza que mis dientes chocan.
—Mierda —murmuro, la mancha empeora.
Gruño cuando una rodilla aterriza en medio de mi columna vertebral
mientras una fuerte mano me empuja la parte posterior del cráneo. Tengo los
brazos atrapados debajo de mí y la cara se me aplasta contra la alfombra con
tanta fuerza que la piel de la frente y el puente de la nariz sufren enormes
quemaduras de alfombra.
Un cálido aliento impregnado de alcohol golpea mi oído mientras una
voz profunda gruñe: —Ya no eres tan dura, ¿verdad? No he podido dejar de
pensar en ti. —Me encojo cuando acurruca su cara en mi cabello—. Qué ganas
tengo de hacerte gritar mientras follo tu bonito coño. Aunque, después de ver
194
ese vídeo, creo que preferiría follarte la cara primero. Estarías increíble
ahogándote con mi polla, con las lágrimas corriendo por tu cara.
Intento no ir allí, pero de repente estoy de nuevo en esos bosques,
sangrando y destrozada. ¿Cómo no voy a pensar en ello, cuando el mismo
hombre que intentó violarme me está aplastando con su peso, y su almizclada
colonia de bergamota se infiltra en mi nariz?
—Por favor, no lo hagas —sollozo en el suelo de gruesa moqueta.
Mi voz está tan apagada que no estoy segura de que pueda oírme.
Definitivamente sé que no puedo gritar pidiendo ayuda así. Dios, odio estar
tan débil, pero no puedo respirar, carajo. No puedo moverme. Siento que mi
corazón está tratando de salirse de mi pecho. ¿Qué tan triste es que espero
que Peyton salga de esa habitación y asuste a este tipo? Dudo que eso ocurra
porque hay una posibilidad real de que me haya tendido una trampa.
—Oh, Jasmine, no tienes que dirigir el espectáculo aquí. —Me pongo
rígida cuando dice mi nombre—. Sí, es cierto; sé exactamente quién eres.
Dónde vives. Te he estado observando. Esperando. Tu novio acaba de darme
la oportunidad perfecta al empezar esa pelea. Tal vez debería enviarle tus
bragas como agradecimiento después de arrancarlas de tu cuerpo.
Gimoteo.
Me rodea el cabello con el puño y tira tan fuerte que me lloran los ojos.
—¿Qué te parece si aprovechamos uno de estos dormitorios? Seguro que
puedo encontrar algo para atarte. También tendría que vendarte los ojos,
pero seguro que entiendes por qué.
El tipo maldice cuando alguien de abajo grita: —¡Policías! Que todo el
mundo se vaya a la mierda.
Oh, gracias a Dios.
De mi periferia, veo un puño carnoso que se acerca al lado de mi
cabeza, pero no puedo hacer nada para detenerlo. Lo último que oigo antes
de desmayarme es: —Esto no ha terminado, perra.

—¡Jazz! ¡Despierta, carajo!


Alguien me hace girar. Abro los ojos de golpe y jadeo, intentando
apartar sus manos de un manotazo. Trato de liberarme, pero no puedo. Un
grito grave llega a mis oídos y me doy cuenta de que viene de mí.
Unas manos firmes me agarran por los hombros y me sacuden. —¡Jazz!
Soy yo. Cálmate.
Me quedo quieto al oír la voz de Kingston. Parpadeo un par de veces,
esperando a que mis ojos se centren. Kingston se cierne sobre mí, con una
alarma evidente en sus ojos verde bosque. Bentley está de pie detrás de él,
con una expresión similar.
195
—Oh, gracias a Dios. —Kingston presiona su frente contra la mía,
haciéndome estremecer. Cuando se retira, roza suavemente con sus dedos la
piel en carne viva justo debajo de la línea del cabello. Sus ojos se entrecierran
mientras dice: —¿Qué demonios ha pasado aquí, Peyton?
Parpadeo un par de veces más y encuentro a Peyton apoyada en la
pared, con los brazos cruzados sobre el pecho.
—¿Cómo voy a saberlo? Ya te dije que no vi nada. Un minuto, esta
psicópata me perseguía por las escaleras, y al siguiente, estaba fuera de
combate.
¡¿Psicópata?! Hola, encantada de conocerte. Soy Kettle, tu contraparte
menos mocosa.
Me río, divertida de que mi sarcasmo siga vigente, incluso con otra
lesión en la cabeza. Los ojos preocupados de Kingston vuelven a mirarme,
probablemente preguntándose qué es lo que le divierte. O tal vez piense que
estoy loca. Yo diría que las probabilidades son del cincuenta por ciento. Ese
pensamiento me hace soltar una carcajada.
—Jazz, ¿qué paso? —pregunta Kingston con cautela. Acabo de darme
cuenta de que le han salido moratones en la mejilla y alrededor del ojo
izquierdo.
Gimo mientras intento sentarme. Kingston me ayuda a sentarme y me
apoya en la pared.
—Me asaltaron por detrás... el mismo tipo del bosque. Me golpeó en la
cabeza. —Me pongo detrás de mí y me froto el punto doloroso.
Kingston suelta una aguda exhalación cuando copia el movimiento y
siente el gran bulto. —Jesús, carajo. Bent, ¿quieres ir a asaltar el congelador?
Tráeme una bolsa de hielo, o unos guisantes. Lo que sea.
—Bueno, esto ha sido divertido y todo, pero me voy. —Peyton agita su
mano en mi dirección—. Diviértete con eso.
—No he terminado contigo, Peyton —advierte Kingston—. Tendremos
unas palabras en cuanto me asegure de que Jazz está bien.
Se echa el cabello rubio decolorado por encima del hombro. —Lo que
sea. Puedes hablar todo lo que quieras, Kingston. No va a cambiar el hecho
de que no sé nada.
Espero hasta que Peyton se vaya antes de hablar. —Sabía mi nombre.
Dijo que sabe dónde vivo. Me ha estado observando. Vio el vídeo... hizo un
comentario pervertido sobre él.
La mandíbula de Kingston se aprieta. —Hijo de puta.
—Mierda —dice Bentley al mismo tiempo.
—Sí. —Empiezo a asentir, pero hago una mueca de dolor cuando el
dolor empeora. Jesús, tengo la madre de todos los dolores de cabeza.
—Voy a buscar el hielo. —Bentley se va, presumiblemente a la cocina.
196
Me siento allí un poco aturdida hasta que Bentley vuelve unos
momentos después con una bolsa de verduras congeladas y un paramédico.
Cuando le echo una mirada interrogativa, me dice: —Pensé que no
estaría de más que te echara un vistazo. Una chica los llamó después de que
le rompieran la nariz a su novio.
—Impresionante. —Suspiro.
Kingston se encoge de hombros. —Al menos el lugar se despejó
rápidamente cuando la gente escuchó la sirena. Hizo más fácil encontrarte.
El hombre se arrodilla frente a mí. —Hola. Jasmine, ¿verdad? Soy Dan.
Tengo entendido que tienes una lesión en la cabeza. ¿Puedo echar un vistazo?
—Ve a la ciudad —murmuro.
Dan me inspecciona la parte posterior de la cabeza y la sien, y me
indica que sostenga los guisantes en el bulto mientras me toma los signos
vitales. Me enciende una luz en los ojos y me dice que siga su dedo en todas
las direcciones mientras me hace algunas preguntas. Kingston pone al
paramédico al corriente de mi reciente conmoción cerebral mientras prepara
su maletín médico.
—Bueno, creo que es sólo un chichón desagradable, pero aun así
recomendaría venir a hacerse una tomografía, sobre todo teniendo en cuenta
su historial médico reciente. Podemos llevarte en ambulancia o que alguien
te lleve.
—Yo la llevaré —le dice Kingston.
El paramédico mira a Kingston por un momento. —Obviamente no soy
un oficial de policía, pero voy a preguntar de todos modos. ¿Ha bebido algo
o ha tomado alguna droga?
Kingston mira al pobre tipo que sólo intenta hacer su trabajo. —No he
tomado una gota de nada en todo el día. Yo la llevaré.
Dan asiente. —De acuerdo. Buena suerte, Jasmine.
—Gracias.
Bentley toma asiento en el lado opuesto al mío de Kingston. —Tienes
que dejar de asustarnos así, Jazzy.
—Haré todo lo posible para que no me asalten de nuevo —digo con
tono inexpresivo.
Kingston me agarra de la mano y me ayuda a levantarme. —¿Estás
segura de que era el mismo tipo?
—Estoy segura. —Reprimo un escalofrío.
Bentley toma mi otra mano mientras me guían cuidadosamente por la
escalera. —Entonces, ¿alguien va a señalar lo obvio?
—¿Qué es eso? —pregunto.
—Las únicas personas en esta fiesta eran estudiantes de Windsor. —
197
Bentley se adelanta y abre la puerta principal antes de continuar—. Ese tipo
mencionó haber visto el vídeo, ¿verdad? Bueno, sólo pudo hacerlo si era parte
de la multitud.
—Lo que significa que ha estado frente a nosotros todo este tiempo. —
Kingston aprieta su agarre—. Jazz, ¿reconociste su voz en absoluto?
—No. —Sacudo ligeramente la cabeza—. No hay nada que destaque.
Sólo la típica voz de tipo grave.
Kingston abre la puerta del pasajero de su Range Rover y me ayuda a
entrar. —Vamos a encontrar a este tipo, Jazz. Le sacaré la verdad a Peyton de
una forma u otra. Sé que está ocultando algo.
Bent sube a la parte de atrás y añade: —Mientras tanto, quizá
deberíamos saltarnos las fiestas.
Puedes repetirlo.
Kingston

D
espués de que Jazz recibiera el visto bueno del hospital, la llevé
a mi casa. Me alegro de que no quisiera volver a Casa Callahan,
porque de ninguna manera lo habría permitido, lo que
inevitablemente habría provocado otra discusión. Aunque mi padre está de
vuelta en Los Ángeles, todavía siento que ella está mejor conmigo aquí en la
casa de la piscina. Necesito saber que está jodidamente segura, y no puedo
hacerlo si no puedo verla con mis propios ojos.
Cuando me di cuenta de que Jazz no estaba donde la dejé en la fiesta,
me aterroricé. Aparté a Bentley del tipo con el que estaba peleando y nos
pusimos a buscarla. Por suerte, al mismo tiempo, la gente empezó a huir del
lugar porque oyó que se acercaba una ambulancia. Las sirenas en una fiesta
en la que hay menores de edad bebiendo y drogándose nunca son algo 198
bueno. Nadie se tomó la molestia de determinar qué tipo de sirena era, o por
qué estaban allí; simplemente salieron corriendo por la puerta trasera.
Mierda, cuando por fin encontré a Jazz y vi que estaba de nuevo
inconsciente, creo que mi corazón dejó de latir. Mi pecho se agitó mientras
luchaba por respirar. La oscuridad dentro de mí se estaba gestando, luchando
por la supremacía. Quería cazar y destruir al hijo de puta que le había hecho
eso. Por unos segundos, creí que iba a perder la cabeza. Como, arrasar un
pueblo, perderlo. No me había sentido tan fuera de control desde que
sospeché que mi padre había organizado el asesinato de mi madre.
—¿Cómo está tu cabeza? —Tomo una botella de agua de la nevera y se
la doy a Jazz.
Toma un largo sorbo. —Mucho mejor después de que el Tylenol hiciera
efecto.
—¿Estás cansada? —La agarro de la mano y la conduzco a mi
dormitorio—. ¿O quieres hablar ya de lo que pasó?
Jazz no ha hablado mucho desde que dejamos la fiesta. Sé que está
conmocionada por su encuentro con ese cabrón, pero no quiere hablar de
ello porque no le gusta compartir sus sentimientos. Diablos, yo tampoco lo
hago, pero eso no me impide querer saber todo lo que pasa por su cabeza.
—Ya te dije todo lo que pasó, Kingston.
Le quito la botella de la mano y la dejo en la mesita de noche. —No es
de lo que hablaba, y lo sabes. Quiero saber cómo te sientes sobre lo que pasó.
Jazz niega. —Esta noche no. Esta noche, sólo quiero olvidar.
Gimo cuando ella estira la mano y acaricia mi longitud a través de mis
vaqueros. —Por mucho que me guste a dónde vas con esto... —Enrollo mi
mano alrededor de su muñeca y la alejo de mi polla—. Meter esto en una caja
en el fondo de tu cabeza no va a ayudar.
—Ya lo sé. —Jazz da unos pasos hacia atrás y se quita los pantalones
ajustados, dándoles una patada a un lado—. Pero no quiero que su recuerdo
sea lo último en lo que piense antes de dormirme. Ni el pensamiento de toda
esa gente que nos vio desnudos, mancillando con sus ojos codiciosos lo que
se suponía que era un acto íntimo.
—Jazz...
Se levanta la camisa por encima de la cabeza y la tira por detrás.
Cuando pierde también el sujetador, me acerco automáticamente.
—Quiero el recuerdo de tus manos tocándome —continúa—. Tus ojos
sobre mí. Cuando me quede dormida esta noche, quiero sentir el delicioso
dolor que dejas después de haber estado dentro de mí.
Miro al techo en busca de alguna guía divina. —Mieeeeeerda.
Los labios carnosos de Jazz se doblan en las comisuras, probablemente
porque sabe que me tiene a mí.
—Kingston, te quiero a ti. Podemos lidiar con el mundo real mañana. 199
Le doy un suave beso sobre el moratón morado que se está formando
en un lado de la cara, deteniéndome allí un momento. ¿Cuándo me he
convertido en el tipo que hace algo así? Estoy tocando a una mujer casi
desnuda y despampanante, y mis labios están en su puta sien. El jazz saca un
lado en mí que, francamente, no sabía que existía.
—Acuéstate.
Jazz baja su cuerpo sobre el colchón y se acerca al cabecero mientras
yo me despojo de mis calzoncillos. Su pelo oscuro se abre en abanico sobre
las almohadas, y no puedo evitar pensar en lo bien que se ve en mi cama, con
los ojos empañados por el deseo. Me arrastro por la cama hasta situarme
encima de ella, pasando la punta del dedo por su clavícula y por su brazo.
Los pezones de Jazz se convierten en apretados capullos y la piel
bronceada se le pone de gallina. Mi preciosa chica gime cuando cierro los
labios sobre una de las puntas, haciendo girar la lengua a su alrededor. Se
agarra a muerte a mis bíceps cuando cambio al otro.
—Kingston... —Sus caderas se mueven hacia arriba—. Esto se siente tan
bien, pero no quiero ser suave. No me trates como si fuera de cristal.
Me pongo en posición de tabla y la miro fijamente a los ojos. Los orbes
coñac de Jazz rebotan entre los míos, suplicándome que los escuche.
Enarco una ceja mientras le dedico una sonrisa de lobo. —Oh, princesa,
has ido a despertar a la bestia.
Los ojos de Jazz brillan de excitación justo antes de que rodee con mis
manos su pequeña cintura y la ponga boca abajo. Chilla cuando le empujo el
culo hacia arriba, dejando la parte superior de su cuerpo apoyada en el
colchón. Le muerdo una mejilla antes de meter los dedos por debajo de los
endebles tirantes de su tanga y tirar bruscamente de él hacia abajo.
Mierda.
Ya está mojada y necesitada, y no puedo esperar ni un segundo más
para poner mi boca sobre ella. Sin preámbulos, le doy una larga lamida desde
la raja hasta el clítoris. Jazz jadea cuando me sumerjo en ella, amasando sus
redondas mejillas con mis manos mientras mi lengua penetra su coño. Ella
empuja ansiosamente dentro de mí mientras la devoro, apretando las sábanas
y pidiendo más.
—Sabes tan jodidamente bien —murmuro, alternando entre lamer y
chupar su carne caliente—. Voy a follarte tan fuerte que verás las estrellas.
—Estoy bien con eso —dice ella—. El espacio es bonito.
Esta chica: Siempre es una listilla.
Jazz gime cuando mi risa hace vibrar su coño. Deslizo dos dedos dentro
de ella y los bombeo hacia dentro y hacia fuera mientras le asusto el clítoris
con mi lengua.
—Dios. —Jadea con esa voz jadeante que tanto me gusta. 200
—Dios no es el que va a hacer que te corras, cariño.
No le doy tiempo a formular otra respuesta descarada. En su lugar, me
doy un festín con su coño como un hombre hambriento, lamiendo, chupando
y follando con los dedos hasta que grita mi nombre. Ni siquiera le doy tiempo
a recuperarse; me bajo los calzoncillos lo justo y me sumerjo en ella mientras
aún tiene espasmos.
—Maldita sea —gimo mientras me enfundo por completo.
Agarro las caderas de Jazz, retrocediendo hasta la punta, antes de
empujar de nuevo. Alargo la mano hacia delante, recogiendo su largo cabello
y enrollándolo en mi puño. Tiro de los gruesos mechones hasta que ella se
encuentra en la línea que separa el placer del dolor, sabiendo exactamente
cómo le gusta. La follo con fuerza y rapidez hasta que la piel choca con la piel
y nuestra respiración es agitada. Deslizo la otra mano hacia el lugar donde se
unen nuestros cuerpos y cubro mi pulgar con la evidencia de su excitación.
Con las yemas de los dedos clavados en la parte baja de la espalda de
Jazz, presiono con el pulgar el apretado capullo entre sus mejillas,
estimulando los sensibles nervios. Mis caderas siguen penetrando en ella sin
piedad, hasta que su coño palpita y se aprieta a mi alrededor, indicando su
inminente clímax.
—Mierda, me voy a correr —grita Jazz.
Sonrío cuando ella presiona mi pulgar. —¿Quieres algo de mí, cariño?
Ella arquea el cuello para mirarme fijamente. —Vete a la mierda.
Me río burlonamente, pero justo antes de que caiga al vacío, le meto el
pulgar en el culo hasta el primer nudillo. Jazz echa la cabeza hacia atrás
mientras gime, maldice y grita durante su liberación. Unos cuantos
empujones después, gimo mientras me uno a ella en el éxtasis del orgasmo,
moviéndome lentamente entre las réplicas. Cuando los temblores
disminuyen, los dos nos desplomamos en un montón sin huesos, con la piel
manchada de sudor, intentando recuperar el aliento.
Jazz se da la vuelta mientras yo me pongo de lado. Me acuna la cara con
las manos y me atrae hacia un beso, gimiendo mientras se saborea. Dios, ¿por
qué es siempre tan excitante? Nos tomamos nuestro tiempo para memorizar
la topografía de los labios del otro hasta que están hinchados y rojos. Cuando
por fin tomamos aire, Jazz me traza una ceja con el dedo y estira el cuello para
besar lo que supongo que es el moratón que se me está formando en la
mejilla. Sonríe cuando le doy un suave beso en la mitad de la frente.
¿Qué demonios me está haciendo esta mujer? ¿Cómo hemos pasado de
un polvo duro y sucio a algo tan... íntimo?
—¿Te sientes mejor?
—Mmhmm.
Le aparto el cabello húmedo de la cara. —Me alegro de haberte
encontrado, Jazz.
No me refiero sólo a esta noche, y si su sonrisa somnolienta es un
201
indicio, ella es muy consciente de ello.
—Yo también me alegro de que me hayas encontrado.
Jazz

—E
ntonces, háblame de Acción de Gracias. ¿Qué debo
esperar exactamente?
Kingston se concentra en incorporarse al
tráfico en la autopista antes de responder. —Todos
los años, nuestros padres alquilan el salón de baile de un hotel de cinco
estrellas y organizan una estirada cena de etiqueta para unos quinientos
invitados.
—¿Qué carajo? ¿No se supone que el Día de Acción de Gracias es para
pasar tiempo con tu familia, comer pavo y pastel?
Niega. —Para ellos, es un evento anual de networking, una oportunidad
para presumir de sus logros o hacer nuevos contactos comerciales. Asisten
muchos hombres influyentes de diferentes ámbitos. Probablemente también
202
reconocerás a algunas celebridades.
—¿Cuál es mi papel en todo esto?
—Sospecho que Callahan te hará desfilar como un poni de feria. —
Kingston parece irritado por la idea—. Actuará como si no pudiera estar más
feliz de tenerte en su vida. Esperará que te lleves bien con Madeline y Peyton
para que parezcan una gran familia feliz. No desperdiciará la oportunidad de
dar una nueva capa de cera a su imagen pública.
—Suena súper divertido —digo con voz queda—. Se podría pensar que
no me quiere allí porque soy muy 'ruda', según él.
Kingston gira brevemente la cabeza hacia mí y sonríe. —Resulta que a
mí me gustan todas tus curvas y tus aristas.
Le lanzo mi mirada de “eres un idiota” pero como está prestando
atención a la carretera, dudo que la vea—. Es este jueves. ¿Por qué nadie me
ha hablado todavía de ello? Si las apariencias son tan importantes, ¿no crees
que el Donante de Esperma habría emitido algún tipo de advertencia de
“pórtate bien o habrá consecuencias”?
—Tal vez estaban esperando a que empezara el descanso de la escuela.
Estoy seguro de que Madeline planea enviar a sus estilistas por ti;
probablemente tiene un vestido de noche esperando y todo. Y para ser justos,
has estado en mi casa desde que empezaron las vacaciones.
Es cierto; lo he hecho. Desde la fiesta, no soporto la idea de estar solo.
No tengo ninguna duda de que ese cabrón estaba diciendo la verdad sobre
saber dónde vivo. Además, no estoy convencida de que Peyton no me llevara
a él a propósito esa noche. Ha estado esquivando el prometido interrogatorio
de Kingston, lo que me dice que tiene algo que ocultar.
Entrecierro los ojos. —La petulancia no es un buen aspecto en ti,
Kingston.
—No tengo ni idea de lo que estás hablando. —Se encoge de hombros
inocentemente.
Me burlo. —Mentira. No quieres que me quede en esa casa.
Considerando que he estado contigo las dos últimas noches, crees que has
ganado.
El imbécil sonríe. —Nunca pensaría tal cosa.
—Bueno, tengo noticias para ti, amigo. Me voy a casa después de dejar
a Belle esta noche.
Me mira de reojo. —Ya lo veremos.
Cruzo los brazos sobre el pecho y me giro hacia la ventana. —Idiota.
Kingston se ríe. —Te encanta.
Me resisto a sonreír. Tiene razón; me encantan nuestras bromas.
—Volviendo al tema que nos preocupa... no me sorprende que tu padre
o el mío pongan los negocios por encima de la familia en un día festivo, pero 203
¿no tienen estas otras personas sus propias familias con las que pasar el día?
Asiente. —Los traen. Hay una especie de regla tácita de que los niños
pequeños no son bienvenidos, pero verás a algunas personas de nuestra edad
allí, varias de ellas de Windsor. Además, la mayoría de esta gente no es lo
que yo llamaría amistosa o familiar. Lo que les mueve es el estatus y la riqueza.
Impresionante. Quinientos clones de mi donante de esperma en la
misma habitación.
Mis cejas se juntan. —Mencionaste que esta cosa te ayudará a
promover la causa. ¿Cómo es eso?
Exhala un fuerte suspiro. —Porque sospecho que algunos de estos
hombres ayudan a nuestros padres con sus negocios secundarios de una
manera u otra. Y estoy bastante seguro de que hay al menos unas cuantas
docenas de hombres entre los asistentes que son compradores, o
posiblemente corredores. Llevo una lista, pero es bastante fácil distinguirlos
entre la multitud si los observas con suficiente atención. Suelen mirar a las
mujeres más jóvenes y guapas de la sala. Algunas son demasiado jóvenes.
Me da arcadas. —¿Quieres decir que realmente vamos a estar en la
misma habitación que los malditos enfermos que compran y violan chicas
porque eso es lo que les excita?
Los labios de Kingston se afinan. —Sí.
—No sé si puedo hacerlo, Kingston. —Mi corazón empieza a latir
rápidamente mientras mis ojos se llenan de lágrimas—. ¿Cómo puedo estar
en la misma habitación con gente así y mantener la boca cerrada? La
proximidad con nuestros padres ya es bastante mala, ¿pero docenas de ellos?
—Oye. Respira. —Me agarra la mano por encima de la consola central
y la aprieta—. Piensa en los estados.
Inhalo y exhalo varias veces, tratando de calmar mi pulso acelerado.
Después de mi crisis en casa de Bentley, investigué un poco sobre los ataques
de pánico. Un método de afrontamiento es utilizar una técnica de distracción,
como hizo Kingston cuando me besó. No pude encontrar ningún artículo que
sugiriera hacer un trío, pero sí encontré varios que recomendaban recitar
algo de memoria, como la letra de una canción. Cuando estaba en la escuela
primaria, aprendimos a decir los cincuenta estados en orden alfabético
utilizando un ritmo específico, así que he estado haciendo eso cada vez que
empiezo a sentirme ansiosa.
Alabama, Alaska, Arizona, Arkansas...California, Colorado, Connecticut.
Delaware...Florida...
Cuando llego a Luisiana, ya he recuperado la compostura.
—¿Estás bien? —Kingston vuelve a apretar mi mano.
Asiento, parpadeando un par de veces. —Sí, estoy bien.
Me dedica una suave sonrisa. —¿A cuál has llegado esta vez?
Enlazo nuestros dedos. —Luisiana. 204
Kingston se lleva nuestras manos unidas a la boca y me besa los
nudillos. —Todo irá bien, Jazz. Bentley y Reed también estarán allí con sus
padres. Alguien estará contigo y con Ainsley en todo momento.
Me desplomo en el asiento de cuero del Rover. —Dios, odio esto. Sólo
quiero que se acabe ya.
—Yo también, princesa. Yo también.

—Esto es aburridísimo —se queja Bentley.


—Uno de ellos está obligado a darnos algo pronto —murmura Kingston.
Los tres hemos estado examinando los vídeos de vigilancia durante
horas. Kingston instaló el software de vigilancia en varios dispositivos, así que
Bentley y Kingston están en sus portátiles, y yo estoy usando el iPad de
Kingston. Por suerte, las cámaras se activan con el movimiento, así que solo
tenemos que ver las imágenes cuando hay gente en la habitación. Hasta
ahora, el único drama ha sido que mi padre le dijo a Madeline que no pagaría
la factura de su próxima cita con el colágeno, y luego Madeline se puso a llorar
y le rogó que lo reconsiderara. Aparte de eso, ha sido un montón de mierda
de negocios mundanos.
Bentley se frota la nuca. —Realmente me gustaría tener otra mano. Se
me cruzan los ojos.
Las clases de ballet de Ainsley también se cancelan esta semana por
las vacaciones. Reed la ha mantenido ocupada, así que podemos hacer esto
sin levantar sospechas. Me río cuando pienso en cómo la ha mantenido
ocupada.
Kingston levanta una ceja. —¿Qué es tan gracioso?
—Nada. Nada de nada. —Fingí una tos para cubrir mi risa.
Su expresión me dice que su medidor de mierda está sonando fuerte y
orgulloso. —¿No quieres decírmelo? Bien. Tengo formas de extraer
información cuando estás desnudo más tarde.
Bent gime. —Realmente necesito echar un polvo.
El teléfono de Bentley escoge ese momento para vibrar en la mesa que
tenemos delante.
Veo el texto cuando lo abre, y es un mensaje corto acompañado de una
foto de las tetas de una chica.
Asiento con la cabeza a su móvil. —La sincronización perfecta. De
acuerdo con eso, Morgan Quienquiera que sea.
Sacude la cabeza mientras sus pulgares vuelan sobre la pantalla. —No,
no lo siento.
—¿Por qué no? —pregunto—. Ella tiene un estante estelar. 205
Sus labios se curvan ligeramente. —Que coincide con el resto de ella,
pero todavía no se siente.
Kingston y yo compartimos una mirada. A la mayoría de la gente
probablemente le preocuparía que Bentley se haya enamorado aún más de
mí después de aquella noche en su casa, pero Kingston y yo sabemos que no
es así. Parece que Bentley y yo nos tenemos un nuevo respeto y aprecio
mutuo, pero la expectación que alimentaba nuestra atracción antes ya no
existe. Creo que nos hemos acercado más, pero no en un sentido físico.
—¿Pero por qué? —presiono.
—No sé. Simplemente no. —Bentley se encoge de hombros.
Oh, mi pobre y triste payaso. Este chico se aferra a tanta pena, que
definitivamente entiendo, pero la culpa que siente es infundada. Uno de estos
días, espero convencerlo de eso.
Bentley deja el teléfono y vuelve a fijar los ojos en la pantalla del
ordenador. —Espera, creo que tenemos algo.
Kingston y yo nos inclinamos para ver más de cerca. Una morena de
piernas largas con un abrigo hasta las rodillas irrumpe en la oficina
corporativa de Preston Davenport, dispuesta a armar un escándalo.
—Rebobina treinta segundos y sube el volumen —exige Kingston.
Bentley cumple, y todos vemos a la mujer entrar en la oficina por
segunda vez.
—¡No funcionó! —Ella lanza sus manos en el aire—. ¡Otra vez!
El padre de Kingston no podría parecer más aburrido mientras se
reclina en su silla, haciendo girar un bolígrafo entre sus dedos.
—¿Quién es esa? —Bentley pregunta—. Me resulta familiar.
Todavía no hemos podido ver la cara de la mujer, pero definitivamente
nos suena.
—¡Preston! —grita la mujer—. ¿Me escuchaste?
El cuerpo de Kingston se pone rígido a mi lado.
—¿Qué pasa? —le pregunto.
Sus ojos no se atreven a apartarse de la pantalla. —Sé quién es.
—Qué...
—¡Shh! —dice—. Observa.
Los ojos de Preston finalmente se levantan hacia la mujer que tiene
delante. —Eso te pasa por enviar a un chico a hacer el trabajo de un hombre,
Peyton.
—¡¿Qué?! —Bentley y yo gritamos al mismo tiempo.
—Pero... su cabello. —Agito la mano hacia la pantalla—. Es castaño.
—Mira la longitud. —Kingston detiene el vídeo y señala la pantalla—. 206
Es una peluca.
Bentley y yo estudiamos cuidadosamente el monitor. Kingston tiene
razón. Tras el último corte de cabello de Peyton, su cabello rubio termina
ahora alrededor del tirante del sujetador. Este cabello no sólo es marrón
oscuro, como el mío, sino que casi le llega a la cintura.
—¿Qué demonios está pasando? —susurro.
—Vamos a averiguarlo. —La mandíbula de Kingston se aprieta
mientras pulsa el play.
—¿Qué vamos a hacer ahora? —Peyton comienza a pasearse de un lado
a otro, dándonos nuestra primera visión de su cara. Sí, no se puede negar
ahora; definitivamente es ella.
El padre de Kingston se levanta y rodea su escritorio. —Deja de
moverte, carajo. —Su mano serpentea como una víbora, agarrando el brazo
de Peyton—. Y recuerda con quién carajo estás hablando.
—Lo siento. No volverá a pasar. —grita cuando Preston aparece para
apretar—. ¡Lo juro! Estaba alterada y reaccioné mal, pero no volverá a ocurrir.
—Peyton desvía la mirada hacia el suelo.
—¿Soy el único al que se le va la cabeza ahora mismo? —Bentley
pregunta.
Niego. —Nuh-uh.
—¡Siéntate! —Preston empuja a Peyton a la silla cercana antes de
colocarse directamente frente a ella, apoyando el culo en el escritorio.
Es un movimiento de poder descarado porque ahora se cierne sobre
ella, intentando desintegrarla con la mirada.
—Ahora... —El padre de Kingston se quita la chaqueta del traje y
empieza a desabrocharse los gemelos—. Con calma, dime por qué has
insistido en hacerme perder el tiempo con esta reunión.
—Lo siento —repite—. Sólo necesito saber qué hacer. Kingston sigue
intentando localizarme, y cuando me encuentra, tengo miedo de lo que pueda
hacer. Sabe que pasa algo y no se va a rendir hasta que me lo saque. Tengo
miedo de que me haga daño.
Me pongo la palma de la mano sobre la boca para reprimir a la fuerza
mi arrebato. Quiero gritar tantas obscenidades a esta zorra ahora mismo que
ni siquiera es gracioso.
Bentley y Kingston parecen querer saltar al ordenador y estrangular a
las dos personas que aparecen en la pantalla.
—¿Qué esperabas? —Preston grita—. No debería sorprenderte que
sospeche de ti. Mi hijo es muy inteligente, ¡y tú sólo eres una zorrita tonta que
no sabe seguir instrucciones sencillas!
—Ouch —murmura Bentley. 207
Preston se inclina y coloca sus manos en los brazos de la silla de Peyton,
poniéndose en su cara. —¡Si hubieras esperado como te dije, en lugar de
enviar a un adicto a los esteroides medio loco por ella, no estaríamos en este
aprieto! Si me has jodido esto, Peyton, lo haré. Te mataré. A ti. Mejor aún, le
dispararé a ese cabeza de chorlito frente a ti, y luego te daré de comer a los
tiburones. Te harán desear estar muerto mientras violan tu cuerpo de todas
las deliciosas maneras imaginables. Diablos, incluso podría unirme a ellos.
Me pongo la palma de la mano sobre la boca para reprimir el llanto.
Nadie se merece eso, ni siquiera Peyton.
Peyton gime. —Lo siento. Es que no podía... no soporto verlos juntos.
Kingston me odia a muerte, y todo es por ella. Viste su cinta de sexo. Viste
cómo actúa con ella. ¡Está enamorado de ella! ¿Cómo se supone que voy a
conseguir que se case conmigo ahora?
Kingston me toma de la mano y me mira con el rabillo del ojo antes de
volver a prestar atención a la pantalla. Probablemente sabe que estoy a punto
de vomitar, sabiendo que el nombre de su padre acaba de añadirse a la larga
lista de personas que me han visto hacer un oral estando completamente
desnuda.
Preston se sienta de nuevo en su escritorio y suelta una carcajada
siniestra. —Maldita estúpida. Claro que está enamorado de ella. Sabía que eso
iba a ocurrir en el momento en que Charles decidiera reclamarla.
—Entonces, ¿por qué no lo convenciste? —Peyton grita—. ¡Ella está
arruinando todo! ¡No voy a perder veinte mil millones de dólares por culpa
de una puta de los putos suburbios!
Me estremezco cuando Preston echa la mano atrás y abofetea a Peyton
con tanta fuerza que su cara se desplaza hacia un lado. —Diez mil millones.
—Dayum —susurra Bentley—. El tipo es salvaje.
Peyton se frota la mejilla y moquea. —¿Qué?
Preston se toma su tiempo para subirse las mangas de la camisa hasta
los codos. —Dijiste que no ibas a perder veinte mil millones. Te he corregido.
Sólo tienes diez mil millones en juego. Los otros diez son míos.
Esta vez no puedo contener mi jadeo.
Kingston me aprieta la mano y murmura: —Maldito bastardo.
—Silencio, amigo —dice Bentley—. No puedo oír.
—Cierto —tartamudea Peyton—. Eso es lo que quería decir. Diez mil
millones.
—Esto es lo que va a pasar. —Preston se levanta pero no hace ningún
movimiento para alejarse—. Vas a retirarte de la carrera. Vas a decirle a tu
perro faldero que se retire de la carrera. Si alguno de ustedes hace un intento
de tocar a Jasmine, tomaré medidas. No hago amenazas vacías, Peyton. Si no
me crees, pregúntale a tu madre; ella ha estado por aquí lo suficiente como
208
para saber las consecuencias de cruzarse conmigo.
—Pero, ¿cómo voy a recuperar a Kingston? Tenemos que casarnos
antes de mi próximo cumpleaños y producir un heredero antes de los veintiún
años. Si eso no sucede, no tendremos nada.
Preston empieza a desabrochar la hebilla de su cinturón.
—¿Qué demonios? ¿Está...? —Hago un gesto con la mano hacia la
pantalla, donde el padre de Kingston está bajando la cremallera de sus
pantalones.
—Mierda —exclama Bentley.
No quiero mirar, sobre todo cuando Preston se saca la polla de los
calzoncillos, pero no puedo apartar la mirada. Su polla está a cinco
centímetros de la cara de Peyton, y ella no parece sorprendida en lo más
mínimo. Por el ángulo de la cámara, podemos ver todo en este momento.
—Conozco bien las estipulaciones del testamento de tu padre, Peyton.
No te preocupes por mi hijo; yo me encargaré de ello. Ahora... —Preston se
acaricia a sí mismo—. Creo que ya es hora de que te disculpes como es
debido, ¿no?
La mano de Peyton se dirige a la parte superior de su cabeza. —Déjame
quitarme esto, para que no te siga estorbando.
La mano de Preston golpea la de Peyton, impidiendo que se quite la
peluca. —No. Déjatela puesta. Como te dije la primera vez que te hice
ponértela, la peluca hace mucho más fácil fingir que eres otra persona. Me
importa un carajo si estás incómoda.
Peyton no dice nada por un momento antes de bajar la cabeza. —Por
supuesto. Lo que quieras.
—Quitate el abrigo.
Peyton se desabrocha el abrigo y se lo quita de los hombros. No puedo
decir si lleva ropa interior, pero seguro que no lleva nada arriba.
Preston empuja su polla contra sus labios. —Buena chica. Ahora, abre.
Preston agarra la parte posterior de la cabeza de Peyton con ambas
manos e inmediatamente empieza a metérsela en la boca, gruñendo mientras
le folla la cara con rudeza. Cuando ella empieza a tener arcadas y a jadear,
pero él no hace ningún movimiento para dejar de hacerlo, giro la cabeza hacia
otro lado, sin poder soportarlo.
—Apágalo. Por favor.
Kingston se adelanta y cierra el portátil. Los tres nos sentamos en
completo silencio durante unos instantes, procesando el torbellino de mierda
perturbadora que acabamos de conocer.
—Todo es por el dinero —susurro, volviéndome hacia Kingston—. Tu
padre... Peyton... casi me matan por dinero.
Los ojos de Kingston rebotan entre los míos. —No creo que se trate sólo
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de dinero, Jazz.
Mis cejas se fruncen. —¿Qué quieres decir?
La mandíbula de Kingston se mueve de un lado a otro mientras parece
que intenta formular palabras. Lo que sea que esté pasando por su cabeza, no
quiere decirlo en voz alta.
Bentley se aclara la garganta. —Nena, papá Davenport quiere el
dinero, claro, pero también te quiere a ti.
—¡¿Qué?! —chillo—. Eso es... eso es...
—Realidad jodido —suministra Bentley.
—Sí, eso.
—Y, sin duda, es preciso —añade Kingston.
Mis ojos encuentran los suyos. —¿Qué vamos a hacer?
Creo que nunca he visto a Kingston tan furioso. Tan... decidido.
Traga con fuerza. —Voy a matarlo, carajo.
(Windsor Academy # 3)

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O
h, qué red tan enredada tejemos, cuando primero
practicamos para engañar...
Bonitos y pretenciosos mentirosos.
Estoy rodeada de ellos en todas partes.
Pero estoy aprendiendo que no todo es lo que parece.
Los que creía que eran mis enemigos se han convertido en mis mejores
aliados. Y los que subestimé gravemente resultaron ser mucho más malvados
de lo que podría haber imaginado.
Dicen que el dinero no puede comprar la felicidad. Bueno... estoy aquí
para decirles que ciertamente puede negociar un trato con un diablo.
¿Y lo curioso de tratar con demonios? Siempre vienen a cobrar. Lástima
por ellos, voy a dar una gran pelea.
Soy más fuerte.
Estoy preparada.
Y me va a encantar verlos caer.
L
AURA LEE es la autora del bestseller USA Today de novelas
románticas apasionadas y a veces ridículamente divertidas. Ganó
su primer concurso de escritura a la edad de nueve años, lo que
le valió un viaje a la capital del estado para mostrar su manuscrito. Por suerte
para ella, esos primeros trabajos no volverán a ver la luz del día.
Laura vive en el noroeste del Pacífico con su maravilloso marido, dos
preciosos hijos y tres de los gatos más maleducados que existen. Le gustan
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los batidos de frutas con ron, los armarios repletos de chocolate Cadbury y la
música a todo volumen. Cuando no está persiguiendo a los niños, escribiendo
o viendo HGTV, lee todo lo que puede conseguir. Le encantan los romances
picantes, especialmente los que la hacen reír.
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