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12.

La incrédula

Nieves: Tengo el gusto de presentarles a Paula Vallejo, colega que


ejerce su práctica en la ciudad de La Plata. Es fundadora de Acción
Lacaniana y directora de la revista Litura. Hoy nos presentará un
caso que dará lugar a que avancemos sobre el nudo entre amor y
creencia en el inconsciente.
Paula Vallejo: Una joven mujer consulta por segunda vez a un ana­
lista aclarando que, aunque no cree mucho en el psicoanálisis, no en­
cuentra otro lugar al cual dirigir su demanda. Pretende una solución a
su problema que no le lleve demasiado tiempo, ya que ha estado durante
cuatro años en análisis sin resultado alguno.
Comenta que ha estudiado psicología pero que dejó porque le costa­
ba creer que todo tuviera una causa, “una explicación tan rebuscada”.
Más adelante dirá que es su padre quien considera que la psicología es
“una pavada”.

I. Un mundo de silencio.
Sostiene esta misma posición de declarada increencia respecto de los
hombres. Afirma no creer en la palabra de un hombre, dejando entre­
ver, no obstante, su anhelo de que un hombre le hable.
Acepto su pedido de análisis alojando esta increencia como algo con
lo que esta paciente convive a diario. De entrada, me limito a puntuar
sus dichos, sin agregar demasiadas palabras en cada sesión.
Durante un tiempo aborda la cuestión de pareja; siempre queriendo
separarse y siempre volviendo, su queja insistente es que él no habla
nada, que es frío y mudo como su padre. A la vez, tiene la sensación
de estar “condenada” a este hombre, el único que no la abandonaría.
Manifiesta miedo a quedarse sola y frustrada y a la vez, pánico de vivir
en un mundo de silencio, donde no pase nada, con él.
Poco a poco, a la par de las sesiones, los períodos de separación se
hacen cada vez más largos, hasta que finalmente rompe con este hombre
silencioso que la sumía desde hacía ocho años en la sensación de estar
condenada a la infelicidad. Comienza a escucharse en el análisis una
pregunta del sujeto acerca de qué le es posible esperar ahora.
Una vez sola, el encuentro casual con otros hombres le revela que ella
también tiene dificultades para hablar. En el encuentro sexual espera
que las cosas “encajen bien de entrada y que hablar no sea necesario”,
— tal como le sucedía con su ex novio. Confiesa entonces, que siempre
ha tenido miedo de compenetrarse en una relación: “No puedo soportar
eso de no generar nada en el otro. Prefiero un como si antes de quedar
como una boluda”. Esto la ha llevado a sentir que en el amor tiene que
actuar y que todo es una mentira. La idea de que una relación de pareja
indefectiblemente se va a terminar la acosa todo el tiempo.
Puede situar que en su vida todo va del encanto al desencanto. Que
ella se imagina muchas cosas, escenasfantásticas con un hombre y cuan­
do lo conoce se va desencantando y aburriendo. Lo mismo con las cosas
que emprende, su carrera, su trabajo; una vez en la situación todo se
ve distinto y ella pierde el interés. Reconoce que lo que no le parece tan
fantástico le da más miedo, porque es más real.
Los padres de E están separados hace muchos años. Ella sabe, porque su
padre le contó, que él había querido dejar a la madre mucho antes porque
se había enamorado de otra mujer. Y que en ese momento la madre quedó
embarazada, motivo por el cual el padre rompió esa relación extramatri-
monialy llevó a su familia a vivir a otra provincia donde, tiempo más tar­
de, la pareja se separó de todos modos. F. sabe también que su padre siempre
lamentó la decisión tomada entoncesy aunque luego se volvió a casary tiene
más hijos lleva una vida gris, agarrado al alcoholy desentendido de todo.
F. no soporta verlo en ese estado y cada vez que habla por teléfono con
él lo trata mal, se enoja y le reprocha la vida que lleva: que no se ocupa de
sus hijos, que está siempre “mamado ”, que arriesga su profesión, etc.
En cuanto a la madre, no volvió a hacer pareja estable y cambió
completamente. De ser una mujer de su casa, bastante sometida a su
marido, luego de la separación comenzó a salir con muchos hombres y
a estar todo el tiempo ocupándose de su imagen. F. refiere que no puede
soportarla, que es mentirosa, egoísta, totalmente superficial y manipu­
ladora. La imagen de su madre la horroriza. “Es la antimadre — dice,
no le importa nada de nada. N i siquiera ver a sus nietos. Llama por
teléfono porque le sale gratis, no conoce mi casa, no le interesa. Encima
es anoréxica. M e habla de sus rollos, de la ropa, de boludeces. Ella es
toda una mentira, no le puedo creer nada. Piensa todo el tiempo en ella.
Me da vergüenza, sobre todo la manera que tiene de querer conseguir
un macho. M e crea conflictos en todo lo que tiene que ver con ser mujer.
A mi madre no le da vergüenza nada en relación a los hombres. Su vida
real sería como mi fantasía. Ella no tiene límites. Yo hago todo en mi
cabeza y en lo real me pongo demasiados límites”.
A pesar de decir todo esto, F. se muestra angustiada ante la idea que
se hace de que su madre no la quiere.
Su relato da cuenta de que la separación impactó terriblemente en
su madre quien, a partir de ese momento, ya no pudo llevar adelante
una familia, tal como lo había hecho junto al padre. F. recuerda las
quejas maternas por tener que ocuparse de todo, tener los chicos a su
cargo y vivirlo como algo insoportable. En cuanto pudieron, todos los
hijos fueron dejando la casa, con ayuda económica del padre.

II. Locura materna.


Una intervención de la analista introduce una lectura diferente
acerca de la transformación materna: no se trata de egoísmo y desinterés
sino de una conmoción de otro orden en la madre, que es nombrada por
primera vez como “locura materna”.
“Lloré muchísimo por lo que me dijiste de mi mamá. Fue como
sentir que se había muerto. Yo tenía la idea de recuperar a mi mamá,
soñaba con que iba a tener otra relación. Se me cayó eso. Le pusiste un
nombre y ya no hay más nada que hacer. Siento que jamás voy a poder
tener esa mamá con la que fantaseaba. Ella vive referida a su cuerpo.
Siempre me angustia pensar que el día que tenga hijos no voy a poder
contar con ella”.
Luego de la angustia, refiere algunos recuerdos infantiles: F. evoca
una imagen de cuando era chica, a upa de su madre, sintiendo placen­
teramente cómo su madre la agarraba, cómo era madre con ella. Otro
recuerdo, al que asocia con su dificultad para disfrutar, tiene que ver
con la comida. Dice que lo único que ella puede saborear son los cho­
colates, que su madre le enseñó a comer chocolates cuando era chica y
puede disfrutarlos, paladearlos. Todo lo demás lo traga. Y agrega: “Yo no
disfruto de nada, no paro, no me siento un minuto. A veces me descubro
yéndome antes de estar”.
A partir de este momento, F. menciona que lleva una vida amorosa pa­
ralela en la imaginación, toda inventada por ella. “Entra y sale gente, me
caso, me divorcio, fabulo cosas si alguien gusta de mi, me complico con todo
un delirio de lo que puede llegar a pasar y en la realidad no pasa nada”.
“Es todo una mentira. Antes no me preocupabafabular, era tan real...
Ahora trato de aflojarle un poco, darle menos crédito a esa imaginación”.
Esta fabulación, sostenida a la par de la increencia en los lazos afecti­
vos (con la pareja, los hijos, lospadres) pierde peso en la vida de F, quien
comienza a concernirse de su propia dificultad en el terreno amoroso. La
respuesta del sujeto consistente en el odio y el rechazo radical a la palabra
de amor cede su lugar a una pregunta por la causa de su increencia.
Hace un año que está nuevamente en pareja con un hombre que
tiene hijos de un matrimonio anterior.
En este contexto, ella se encuentra con su propio rechaza a los niños,
cuya demanda se le vuelve insoportable. Comienza a cuestionar el ejer­
cicio de la paternidad de su pareja, lo acusa de estarpegado a ellos y que
por ese motivo ella no tiene un lugar con él. Seguidamente, le reprocha
el no atenderlos como es debido, el desprenderse de ellos para hacer sus
cosas. Ella misma reconoce que entra en una verdadera locura, querien­
do controlar todo y que las cosas se hagan como ella quiere. “Cuando
tenga un hijo me voy a volver loca, no lo puedo manejar”.

III. El advenimiento de una pregunta.


La insto a retirarse un poco de la escena con los niños, le digo que
tienen a su padre, que él es un padre responsable, que ella no necesita
meterse allí. Eso la calma, a la par que le permite cuestionar su idea de
que los chicos son insoportables, idea que tiene desde niña en tanto ella
cree haber encarnado ese lugar para la madre, quien se quejaba perma­
nentemente de tener que hacerse cargo de los hijos.
A pesar de las dificultades, F. considera que por primera vez tiene
una pareja con la cual proyectar un futuro. La increencia inicial se ha
transformado en una pregunta que le sobreviene, generalmente cuando
se siente bien con él: ¿Ysi soy una boluda?¿Ysi es un mentiroso? “Cuan­
do me habla y estoy con él yo le creo”, dice F. confesando que las escenas
de celos que le hace a veces son una manera de que él no se descuide, que
no abuse de su confianza.
Antes de sus vacaciones me comenta que han empezado a pensar en
vivir juntos, pero que ella no quiere apresurarse y que todavía tienen
que decidir dónde se van a radicar pues él no vive en la misma ciudad
y ella no quiere dejar todo y mudarse con él, porque siente que eso la
dejaría demasiado expuesta. Por otra parte, espera que el análisis, que
le ha posibilitado llegar hasta aquí, le permita hacer algo más con estas
cosas que le pasan, porque le gustaría formar una familia y todavía no
se siente preparada.

TV. No hay amor sin creencia.


Nieves: Gracias Paula. Este es un caso que podemos pensar a la
luz de las cuestiones trabajadas en la clase sobre amor y creencia

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