Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
desde la siesta
poemas · cuentos · relatos
UT
BARÓN CAB
SEN
LÓPEZ NIEL
MARA
ALICE
MIGLIORE S
I DÍAZ
MORANDIN
PELAYES
TIRZA
Imaginerías desde la siesta / Guillermo Barón Cabut ... [et al.] ; coordinación general
de María de las Mercedes Gobbi. - 1a ed. - Mendoza : Fundíbulo Ediciones, 2016.
148 p. ; 21 x 15 cm.
ISBN 978-987-26423-6-5
1. Poesía. 2. Cuentos. 3. Relatos. I. Barón Cabut, Guillermo II. Gobbi, María de las
Mercedes, coord.
CDD A860
© 2016 Guillermo BARÓN CABUT, Nené LÓPEZ NIELSEN, Nora MARA, Marcelo
MIGLIORE SALICE, Alba Rosa MORANDINI DÍAZ, Maricarmen PELAYES, TIRZA.
Algunos derechos reservados.
http://creativecommons.org/licenses/by-sa/2.5/ar/
A modo de prólogo •5
ólogo
> A modo de pr
A nuestras familias
por la paciencia,
por el asombro
y, sobre todo,
por el amor.
Agradecimientos •7
Guillermo BUT
BARÓN CA
uería
d e cidí que q
No sé cu
á n d o i vida por
x p e r ie n cias de m
e encontré
compartir el camino
P e ro e n
escrito. : aprendí
a
in esperado
un re g a lo sion ta,
is
d e l o fi cio de ilu
disfruta r s al
m il d e m ente a Dio
h u
copiando xistían.
n d o s que no e
crear m u do por
s li b ro s han pasa
Mucho staban
o s . E n t re ellos e
mis ma n os, no
e s e a m is esfuerz
los que, p s
allá de la
s u p erar más
conse g u ía for un
jo
á g in a s . Hoy que
primeras
p ión y
e li d a d a mi intenc
fid llegar,
libro, por e s pretendo
q u ie n
respeto a ar con m
is
e r z o en cautiv onde
me e s fu
n lo s le a cor sp
re
. A qu ie
mensajes acerlo.
h e c o n s eguido h
si
discernir
> Iniciación
1
Referencia al poema de César Vallejo en Poemas humanos.
Pasó el tiempo.
Al terminar, cada uno siguió su camino. Nunca trabajó en la pro-
fesión, por lo menos nunca lo vi en un cartel de obra. Sin embargo,
no deja de sacarle lustre a la placa y asiste a los actos oficiales de la
matrícula, con aire hastiadamente aburguesado. A los informales, no:
siempre hay alguno que lo saluda ¡Qué hacés, Contrapendiente!
Bueno, Negro, ahora entre nosotros, quedate con las tres y me pa-
gás el resto la semana que viene. ¡Pero que hijunagrán, cómo te zafás
así con la guachita! ¿En serio? no te lo puedo creer. ¿Así que es ella la
os
e s e s c o n didas, grit
Imágen llados,
n t e s de los ca d
imp o t e odernida
e n c ia s de la m rida,
incong r u
e la T ie r ra m e
a lh
lamor d o en
esclava, c y v u e la liberad
e, sa lt a
todo bull , tímidas
a b io s a s algunas
palabras.
R aquí
lu s a s la mayoría…
onc
otras, inc c arlas, sen
tirlas,
e d o to
están. Pu as, libres
…
. S e van livian
sopla r la s do e.
m
t a r á n a c ompañán
Ya no es as te roza
a lq u iera de ell
S i c u entirme
le te o , h abré de s
con su a a y con
a z c o n m igo mism
en p fiaron.
n mí con
los que e
> El jefe
En el límite,
esperando sin esperar.
Mujer gastada. Esconde sus canas con colores a tono con su ánimo
oscilante: castañas, doradas, rojas. Pero, a veces, la arrollan brotando
rabiosas. Ojos nublados que solo perciben nítidos los paisajes lejanos;
los cercanos espantan… Su música interior se aquieta, pero sigue pre-
sente acunando vívidas imágenes interiores.
Todos sentados ante una mesa redonda y ante ellos papeles mul-
ticolores.
Una reunión más. No encuentra su sentido. Cumple, sin ánimo, las
indicaciones sugeridas.
Sus ahora torpes dedos grandes intentan con un avión elemental;
no sabe si volará. Él lo hizo solo una vez, escondiendo su espanto.
Surge un molinete gigante: demasiado pesado; el viento no lograría
moverlo. Un pájaro tal vez: el elevarse es su diario quehacer.
Fabrica un barco muy simple. Él no conoció el mar. Quizás un pez
azul, sabrá remontar olas calmas o bravías.
Nace ahora un perro, el fiel amigo que obedecía sus órdenes.
Siente fastidio… Cuadrados, rectángulos y pliegues. Avión, moline-
te, barco, pez, perro.
Soy plomoscuro
implacable destructor de días inciertos.
Soy plumairisada
suave al tacto
de los días apacibles.
Soy grismutante
de opacos sonidos.
Soy azultenue
de límpidos sones.
Allá, en el río distante, una lamprea hembra, fijada con sus ven-
tosas en las piedras del fondo, desova en el nido rocoso mientras el
macho permanece, protector, enroscado en ella. Cumplida la misión,
ambos mueren enlazados.
Una niña casi mujer mira día tras día a través de los vidrios su mu-
ñeca de carne.
—¿Por qué no me dejan tenerla en los brazos si es M-Í-A porque yo
la tuve en la panza?
Con asombro hoy descubre que ya no está y pide con gritos desga-
rrantes su vieja muñeca de trapo.
La mujer le suelta la mano y parte triste con su fiel cordero.
Su cordero ya no la sigue.
Uno más entre tantos muertos inocentes….
¡¡¡Bueh!!! ¡Hoy estoy fatal! Entre el botox que me hace caer los
labios carnosos y escapar las palabras y estos puntos de la cirugía es-
tética reciente, con hilos ¿invisibles? estirándome el rostro, me veo
como una araña que tiende redes con su tela atrapando, atrapando,
¿atrapando qué?
No logré nada tampoco con los de la oficina.
¡Y para colmo tendré que lucir siempre esta peluca roja con flequi-
llo pegada a la cara para esconder las estiradas!
¡Y este ungüento de la resurrección que no llega! Dicen que está
hecho con una planta que sobrevive en el desierto y renace cuando le
echan agua en cualquier sitio del planeta.
Ya no me animo con la extracción de las costillas flotantes para
lucir una cintura más pronunciada….
Me pregunto:
¿Qué más tendría que intentar para que los hombres, amos del uni-
verso, tan ciegos y huecos, me VEAN?
¿En qué lugar de mi mundo estará EL HOMBRE que valore mi
belleza y me quiera a su lado?
El tiempo corre. No quiero que me gane la partida (ya me está
ganando…)
Fantaseo:
- La montaña rusa, el ascensor: mi vida.
- El martillo: mis parejas.
- El Tren del terror y los autos chocadores: mis vínculos con el mundo.
- El sambódromo: mi opción o deseo de vida.
rta los
me despie
Camino: e hablo.
o s , sueño, m
s e n t id nvuelve,
e l a ir e que me e
Junt o uevo,
a s lo c as, algo n
suelto id e ribo.
. L o a t r a po, lo esc
o
alternativ centra
la pa labra: con
Me ayu d a ágenes.
t id o s , lu gares, im
vidas, sen y reír,
u e v e , h ace llorar
Conm se
iempo, e
. R e tiene el t
en s e ñ a e u no
n o
s c a b u lle aunqu
que se e quede.
. L o g r a que algo
lo quiera
escritas…
Palabras
inando…
Sigo cam
> Almafuerte
Mi padre me hablaba muy seguido de Almafuerte. Alguna vez leí
sus Siete Sonetos, pero siempre tengo en la memoria aquel que en una
parte dice: “No te sientas vencido, ni aún vencido…”
En las horas del amanecer de este día los misterios de la mente me
despiertan con la imagen del escritor y la tarea que merodea…
Vivía en un primer piso, sobre una avenida del barrio Saavedra.
Las calles eran empedradas, había en el medio un bulevar angosto que
contenía unas farolas altas, finas, de hierro negro. Los sombreretes
que las protegían dejaban escapar una luz mortecina. El viento los mo-
vía y producían un efecto acompasado de luz y sombra.
En las noches de invierno y lluvia, la más cercana a mi ventana, ilu-
minaba un sector que permitía ver la intensidad de las gotas que caían
sobre el adoquín y me quedaba largo rato mirando ese fenómeno.
Cruzando la calle estaba el triángulo de la plazoleta. En ella convergían
varias calles en diagonal. Ese encuentro evitaba un punto muerto y lo con-
vertía en un espacio verde que los chicos aprovechaban para jugar.
Pasado el tiempo, ya adolescente, me hice amiga de una vecina ma-
yor que yo. Vivía del otro lado de la plazoleta, en un 6º piso. Tenía un
gran balcón con plantas. Un día me contó que había germinado en una
de sus macetas una planta que al crecer, rompió el recipiente. Tuvo la
idea de trasplantarla a la plaza. El resultado fue un bellísimo árbol de
copa redondeada, extremadamente tupido. Bastaba mirarlo para saber
en qué estación del año uno vivía. Así en verano estaba lleno de flores,
en otoño amarillo todo, en invierno quedaba desnudo, en primavera
florecía fuerte y hermoso. Estaba enamorada de él: esa era mi sensa-
ción. Mi mirada lo acariciaba y cuidaba.
Un tiempo después — calculo durante el gobierno de Illia — hubo otra
brillante idea: ¡pusieron un busto de Almafuerte! Esa fue otra sorpresa:
¡justo él, escritor que tanto me gustaba! ¡Qué alegría sentí! Fue un mo-
mento feliz. Ahora no solo tenía mi árbol, sino también a mi poeta.
Me mudé. Pasaron los años. En una ocasión visité mi barrio, el de-
partamento de mi infancia y la plazoleta. Vi con gran dolor el busto
descabezado de Almafuerte y el pedestal que lo sostenía todo escrito
con palabras soeces y signos raros. Era la época del gobierno militar.
Del árbol, ni rastros.
¡No quise volver más! Pero el recuerdo todavía me afecta. Interpre-
to que la ignorancia y la miseria humana existen.
Nora MARA • 55
> Amigas
Gracias, mil gracias amiga, qué suerte que sos abogada. ¡Grande Paula!
Me voy a la cama tranquila y contenta. Es inútil, ahora estoy
desvelada yo. Me tomo un café, leo las noticias. Después de todo,
hoy llego temprano a la oficina ¡Grande Vero!
Nora MARA • 57
> Blanco Negro
Nora MARA • 59
> Él y yo
Tu presencia me a to mi z a
Me d e s g r a n a
Me di vi de
Y
Multiplicamultiplicamultiplica
Me potencia
Me ENERGIZA
Me
di
suel
ve
Me convierte
me transforma
me des quicia
¡Sos
El
Amor!
Nora MARA • 61
> Eso
Las polleras cortas, los colores fuertes, se les veían las bombachas.
Ernesto me preguntó: ¿son tontas o locas?
Me quedé pensando la respuesta y dije: Ni tontas ni locas, mujeres
apasionadas, provocativas, reales. ¿O te olvidás cómo me conociste?
Lo locos que éramos, las cosas que hacíamos… ¡vos y yo!
Abren la puerta. Otra vez en casa y el mate que los unió los hace
pensar en nuevos viajes.
Nora MARA • 63
apel
> La hoja de p
¡La humedad! Esa cosa que hace que uno se sienta pegajosa, aplas-
tada, incómoda, malhumorada, desganada, apelmazada, agobiada; la
ropa que no se seca, Gustavo que protesta, el gato que se pisha. Para
mí, es por la humedad. La radio pronostica… “posibilidad de chapa-
rrones….” “humedad en ascenso…”. Dónde me meto, todo está húme-
do, caído, pegoteado. El pan parece de goma, los vidrios transpiran,
yo también. ¡Buenos Aires pesa! No tengo fuerzas, mi respiración
empeora. Mi humor también.
Nora MARA • 65
> Así de simple
Nora MARA • 67
Marcelo SALICE
MIGLIORE
echo,
l a ire a p rieta el p
Cuando e tasmal,
o u n a mano fan
así, co m que
e x p r im ir lo poco
queriend
o es tú.
i s o n r is a, aparec
em
dejaron d p apel en b
lanco,
o n e l
Bailando
c s sobre
u n a s s a lpicadura
alg drenar
dejando ayudas a
m e
el cuade r n o , en tanto,
e jo s . Y , de tanto
ñ
dolores a de una h
istoria.
r a s t ro s
quedan
> Equilibril
—Pelusa, dame esa caja. Ay, esto no se puede leer ¿dónde está
la lupa? Acá está.
Equilibril 30mg
Composición
Cada comprimido contiene:
Noalterol....................10mg
Desestresato...............1mg
Calmaton.....................0,9mg
Bajapresiontal..............0,5mg
Acción terapéutica
Ansiolítico
Indicaciones
El equilibril está indicado para..... —No.
Farmaconinética —No.
Hermanas, espero con ansias sus noticias de mamá todas las semanas,
siempre deseando que sean favorables.
Un abrazo apretado y toda la fuerza necesaria.
Con todo mi amor,
Isabella
una cosa, ¿qué pensabas cuando te fuiste? ¿Qué se te pasó por la cabe-
za? Seguramente tu familia no. ¿Qué estabas pensando?
Desde el auto Cristian veía los manotazos que daba su madre al
aire, saltaba, se golpeaba la cabeza con las manos, pateaba el suelo, iba
y venía en el lugar. Como no podía ver la cara de su padre, se imagina-
ba que seguramente estaría haciendo fuerzas para no reír, no porque
se burlara de su madre, sino que siempre le causó ternura cuando ella
se enojaba, decía que así se veía más linda.
Cristian miraba a su madre gritar y llorar ¿Por qué no puede sim-
plemente decirle que lo quiere? Aceptar y seguir adelante. Su madre
se apoyó agotada contra el tilo deshojado y Cristian supo que ya era
hora de partir. Bajó del auto cubriéndose la cabeza con un diario y
corrió hasta su madre.
—Hola, papá —dijo desde lejos y en su rostro corrían confundidas
gotas de lluvia y dolor —vamos, mamá ya es tiempo de irnos.
—¡No!, no quiero irme, todavía no hemos terminado, el muy ingra-
to no ha dicho una sola palabra. ¡Estoy tan enojada!
Cristian abrazó a su madre y tomó la flor que casi asfixiaba entre
sus manos.
—Mamá, vamos —le dijo mirándola a los ojos.
La mujer giró y caminó al auto sin despedirse, Cristian se quedó
solo por un momento.
—No te preocupes papá, algún día lo aceptará —se acercó y, cuida-
dosamente, puso la flor sobre la tumba de su padre.
¿Cómo fue que llegué a esto? Las manos ensangrentadas, todos gri-
tan, alrededor de veinte personas, el local repleto. Gritan y un niño
llora detrás de su madre que lo oculta para que no vea. Veo borroso,
algo me entró en los ojos. Las manos duelen como si hubiese hecho
mucha fuerza. El encargado corre al lugar, vociferando improperios.
Todo pasa en cámara lenta, como si el tiempo se fuera deteniendo de
a poco, todo se oscurece. ¿Dónde está Matías? Cómo me duelen las
manos y la sangre y las caras y el espanto ¿y Matías?
“Puto” retumbaba en su cabeza, como en el colegio.
Puto, a lo que yo nunca respondí, solo bajaba la cabeza y seguía
caminando.
Dos cuadras antes del colegio, Pablo ya comenzaba a sentir el dolor
en la boca del estómago, cada vez más fuerte mientras más se acerca-
ba, pero con esa simple palabra el dolor se desparramaba a todos lados.
Aceleraba el paso para perderlos. Así comenzaba un día normal de cla-
ses. En los recreos, trescientos trogloditas insultando a un pendejo de
trece que nunca intentó defenderse. Uno de esos trescientos, uno par-
ticularmente cabrón era Matías, dos años mayor, que no dejaba pasar
oportunidad para burlarse de él frente a sus amigos, pero cuando se lo
cruzaba en algún pasillo, lo ignoraba, ni lo miraba. Ya se va a aburrir,
se le va a ocurrir otra cosa o entrará otro más patético que yo para
molestar. Pero no fue así, tuvo que soportar seis años más de ataques.
Pablo nunca se enorgulleció de su título, pero sí de haber sobrevivido.
Pasaron los años y lejos habían quedado las clases, los trogloditas y
toda esa mierda. Pero en un pueblo chico la libertad termina muy pronto.
Pablo trabajaba para ese entonces en una distribuidora, un trabajo
que para nada le gustaba, pero la paga era buena. Hacía varios meses
que las ventas venían creciendo y como nunca fue muy atento, deci-
dieron tomar a otro empleado para que no se le juntara tanto a él. El
día dispuesto para la prueba del nuevo empleado, Pablo estaba satura-
do de trabajo, muy mareado. Al ver ingresar a Matías, se le entumecie-
ron los huesos y un sudor frío le brotó por todos los poros. Sí, el cabrón
de Matías. Tres años sin verlo y tiene la misma cara de imbécil. Pablo
intentaba disimular el temblor en sus manos.
i cuerpo,
e r ía s re corren m busco
Imag in
o . S e o c ultan, las
nmig
juegan co la s . Las mode
lo y
on t r a r
hasta enc A veces
r to e n palabras.
las conv ie . Otras
is z o n a s oscuras
m
iluminan lodías o
h e c h iceras me
veces s o n En ellas
s d e la realidad.
io
testimon niña de
q u e lla dulce es
descub ro a s pacient
la m u je r con ojo
flequillo y s días.
r a n z a d o s de esto
y espe
nero
> Como el hor
Pasaron los años… otra tribuna; un ciclo que se cierra y otra vez los
cambios. El olvido, el silencio, la sombra…
Día de carneo. Hoy los más chicos salen a pastorear. Los más
grandes ayudamos en la faena y con la limpieza de los cueros.
Llegaron los turistas. Una joven no me saca sus ojos azules de en-
cima. Se acercó y me dijo que me regalaba su reloj. ¿Para qué? ... No lo
necesito. Yo miro el cielo y sé la hora… Ahorita mismo son las doce.
Son como una fruta dulce y deseada, esa que se elige una y otra vez
aunque haya otras apetecibles.
Siento placer releyendo mis textos preferidos… La primera vez los
leí por curiosidad, para conocerlos; luego para acercarme a épocas
bien descriptas en ellos o para comprender mejor a los personajes.
Todos me dejaron sus marcas.
Así, descubrí a Marie Curie: mujer, amante, científica, madre… No
puedo olvidar el amor entre ella y su Pierre; o que la premio Nobel tam-
bién hacía dulces mientras defendía día a día los derechos de la mujer,
en una sociedad en la que el saber y el poder eran solo del hombre.
“Se cayó el tomate, ¡qué disparate!”. Una y otra vez me despierta
una sonrisa. Recuerdo cuando uno de mis alumnos con sordera leyó
ese texto y dijo: ¿Pero cómo, si el tomate no habla?
“El ciempiés demorado” me hace recorrer un largo camino en bus-
ca de serpentinas para, finalmente, llegar tarde a la fiesta de carnaval
organizada por los animales del bosque…Y sentirme como él, algo de-
morada porque no me agrada correr.
Si de fantasmas se trata, el de Canterville me lleva a viejos y embru-
jados castillos, al crujir de cadenas y hasta puedo entender a esos seres
terroríficos a quienes solo el amor logra dejarlos descansar en paz…
“Canto labriego”, un sello en mi alma…Vendimia, manos ásperas y
el sustento bien ganado para la familia numerosa.
Como un imán me atrapan una y otra vez los ojos de Hassan y su
labio partido, desde Kabul, en “Cometas en el cielo” y esa frase tan
señera: “Hay una forma de volver a ser bueno:… decir la verdad”.
Redescubrir la injusticia, la traición, el dolor y las miserias más
profundas del ser humano con Víctor Hugo en el siempre actual
“Los Miserables”…
Mafalda, Maitena y ahora Gaturro, qué placer para reír una y otra vez.
¡El volcán…! Tan diferente a los humanos y, sin embargo, tan pa-
recido. En nuestro interior bullen ideas, proyectos, contradicciones
y solo cuando las liberamos recobramos el equilibrio y la paz. Ambos
necesitamos ese instante único para reiniciar un nuevo ciclo vital.
Ahora, cobre
fuego lento y hechicero,
brazos y paciencia
para dar forma a la obra.
Dulce de membrillo
perfume dorado.
Ritual familiar,
conjunción de tiempo,
placer y esfuerzo.
Alquimia
del deseo,
el regocijo
y
la paciencia.
Salí… Una gran nube negra se elevaba en el cielo limpio del atar-
decer. Grité tu nombre.
Silencio… La nube se elevó hasta desaparecer…
Nunca más volví a verte.
s
las ciencia
it é e l c a mino de la
Trans rtil. Semil
. Terreno fé
na t u r a le s Agua que
s d e germinar.
con g a n a descubro
u t r ie n tes. Hoy
moviliza
n tras.
n d e ro . E l de las Le
se
un nuevo activan la
u ja s d e luz que ras. Las
B u r b
. Ju e g o con palab
ión an
imaginac e n a n fr a ses, palpit
encad
enhebro, ir a n. Caen p
or su
es , re s p
emocion educen,
S acuden, s
propio p e s o . s verdes
s t im a n o besan lo
la
cautivan, a. Ha em
pezado
d e t u a lm
brotes trarnos
v e n t u r a de encon
la a ágico.
niverso m
en este u
> El enigma toria
detrás de la his
Cuando Sebastián abre el sobre que le entrega el cartero, algo
parecido a una grata sorpresa se le dibuja en el rostro. ¡Eliana lo
invita a su casamiento!
Esa joven de veinte años y hermosos ojos verdes, hoy apreciada
amiga, que él tanto amara años atrás sin ser correspondido como lo
hubiera deseado. Recuerda el peso de una desdibujada sombra inter-
puesta entre ambos que no le permitía a ella brindarse a la calidez de
su abrazo. También, la presencia de un tenue pero persistente tormen-
to que parecía aquejarla pero nunca pudo descubrir indicios fehacien-
tes que echaran luz sobre sus intuiciones… Por fin, Eliana hoy parecía
poder entregarse al amor de un hombre.
No duda en felicitarla por teléfono. Ella le expresa estar enamorada
y por primera vez haber encontrado la paz tan ansiada para su alma. Él
se alegra, sintiendo que bien se lo merece. También se comunica con la
madre, deseándole felicidades por la boda de su hija. Muy emocionada
la señora por tan grato evento no puede, sin embargo, dejar de mos-
trarle su profunda tristeza por la muerte de su marido acaecida tan
solo seis meses atrás. Ella quedaría, por lo pronto, en compañía de su
hijo de quince años, todavía de corta edad, como le aclara. Demasiado
corta, piensa él, más para una madre rondando los setenta. ¿Ya los se-
tenta? se queda meditando al cortar. También se extraña de que Eliana
no le hubiera comentado sobre el deceso de su padre.
De pronto, otros recuerdos lo asaltan. En el tiempo en que él la cor-
tejaba, ella cursaba la universidad lejos de su familia y hablaba todos
los días por teléfono con ellos, especialmente con su hermano menor
por el que tenía una adoración muy especial. Hoy él con quince años,…
Eliana con treinta… Evoca lo que le había expresado entre líneas acer-
ca de llevárselo a vivir con ella y su futuro esposo. También brotan en
su mente, cual maleza invasora, hechos aislados que le trae la memo-
ria. Los momentos de encuentro familiar, la imagen de un padre hosco
y la de una madre rellenando silencios a toda costa, en medio de un
cotidiano clima ácido.
Al hilvanar lo que está pasando con los atropellados recuerdos
que lo asedian, no puede creer la trama insospechada que han tejido
sus pensamientos.
Pestilencia.
Hedor.
Repugnancia.
Pasan los días y las noches con lentitud para ella, como si el tiem-
po se negara a continuar su rumbo, como si el compás de minutos y
segundos hubiera perdido el ritmo en el laberinto de desesperación y
tristeza que anida su alma.
En octubre ya es invierno y la despensa debe estar abastecida de
carne salada, pescado ahumado y cerveza. Hay poca actividad y es
momento de hacer reuniones, cantar y recitar poemas. Para la fies-
ta conocida como Jol fabrican una cerveza especial. Durante la cena,
galope pero que se deje sentir. ¡No doy más! Dentro de esta caverna
está insoportable. ¡Ah! Ya se me ocurre qué hacer. Voy a invitar a mi
vieja amiga el águila arpía (¿o harpía? La ortografía no es mi fuerte)
para que venga a ventilarla. Que se mande unas cuantas aleteadas y
me contás después si refrescan las ciento cincuenta revoluciones por
segundo. ¡Creo que inventé mi Eureka! Mi amiguita tiene alas anchas y
no tan largas que le permiten volar bárbaro dentro de las copas densas
del bosque. Cómo no se las va a arreglar acá en la caverna, entrando y
saliendo como pancha por su casa.
Sonamos. ¡Alguien está llamando! ¿Habrá llegado el águila? Se-
guro que vino volando. Pero qué digo, si todavía tengo que invi-
tarla. ¡Ah no! Es la vieja de la otra caverna que viene de nuevo a
sacarme de quicio. Claro que no le cuesta mucho. Se viste con ese
taparrabo tan cortito, con lo piernuda que es la guacha. Se cree
que como ya cumplió los dieciocho puede seducir a cualquier hijo
de vecina. ¡O al papito de su vecina! Desubicada. Vieja arpía. (¿O
harpía?) Monstruo delirante, maligna, mentirosa, manipuladora,
dañina, inescrupulosa, malintencionada, deschavada, maléfica,
humanoide. Y perversa. Histérica perversa. ¡Ahhhhhhhhhhh!
Qué bien se siente uno cuando larga la bronca para afuera y se
descarga así. No le voy a dar ni cinco de bolilla cuando le abra la
puerta. Bueno, puerta, lo que se dice puerta… Cuando corra las ra-
mas de juncos, la voy a atender con un: “¿Qué necesita, vecina? No,
no tengo nada para convidarle, vecina. ¡Que le vaya bien, vecina!”
En fin, voy a tener que ir nomás a preguntarle qué quiere. “Hola,
vecina…”: ¡No puedo creerlo! Como no salió mi marido a atenderla,
se fue corriendo la zorra y sin decirme nada.
¡A ver! Cómo le hago entender a mi querido maridito lo que le he
comunicado mil veces con gestos, con gruñidos, con chillidos, con se-
ñas, con… Esta mujer es una arpía. (¿O harpía?) Le voy a dejar a él aho-
ra mismo un mensaje pintado en la pared. Espero que lo vea cuando
regrese. Acá dibujo la silueta de un hombre, la de él. La de una mujer,
la mía. Y más allá, bien lejitos, la de la otra: la vecina. A esta la voy a
hacer fea, bien fea. No. Más bien la dibujo con horrendo rostro de mu-
jer y cuerpo de ave de rapiña con sus asquerosas garras. ¡Siempre dije
que la mitología era lo mío! ¡Harpía!
17:45
Fogonazos caóticos flashean la pantalla del video, con su cóctel
de estampidos intermitentes. José, adueñado del comando, ha empe-
zado a jugar a modo de ensayo, pues espera para el encuentro bélico
final a tres de sus amigos adolescentes. La cita ha sido pactada para
las dieciocho en el cyber como todos los viernes, con la autorización
de los papás. Ellos han percibido que no solo están entretenidos en
saludable contacto con sus compañeros, sino que han aumentado la
rapidez de reflejos y toma de decisiones, la capacidad de atención y
alerta y mejorado la coordinación perceptiva y motriz. La consigna
para este día fue la de concurrir con casco de astronauta, y así lo ha-
cen a medida que van llegando.
18:00
El videojuego se inicia. Los cuatro jugadores no dudan en desplegar
toda su destreza manejando los controles. Las naves espaciales dan
cuenta de la batalla, disputando su permanencia. El halo competitivo
invade las siluetas y se infiltra en la pantalla cargada de explosiones,
metralla de disparos, figuras que desaparecen, caen o continúan con
su ritmo alocado en la furiosa guerra galáctica.
Continúan combatiendo mientras los puntos se suman con el
anhelo de completar el juego con éxito. Entretenidos, sin embargo,
se percatan de que se ha hecho la hora de retornar a los hogares.
Para la próxima cita la consigna a tener en cuenta será aparecer
caracterizado con la vestimenta de piloto de nave espacial. José traerá
el traje de astronauta con el que participará el domingo en una obra
de teatro de la escuela. Santiago le dirá a su mamá que le acondicione
uno que usó en los días de carnaval. Mario le pedirá a un primo que le
preste el suyo y Ale es el que menos se preocupa del asunto.
20:00
Se despiden y regresan a sus casas, salvo Ale que se dirige al cam-
po. Sonríe. “Qué manera práctica y divertida elegí para entretenerme
con mis amigos Ni en broma me perdería el próximo encuentro”.
Sube a la nave espacial que lo está esperando y se pierde en el cielo.
que recibí los multipliqué. ¿Qué hago, ahora? ¿Qué tengo que hacer
para sentirme satisfecho?”
La vida le responde con una sonrisa: “No pienses qué hacer: renace”.
Comprende, entonces.
Vuelve a saborear. Prueba nuevas comidas, escucha melodías di-
ferentes, alimenta su curiosidad, disfruta lo que tiene, contempla la
Naturaleza con deleite. Lo invitan a pintar murales y se descubre ar-
tista de pincel (ya no le importa ser perfecto, ni siquiera muy bueno).
Empapela su casa con relojes sin pila, borronea el pasado y no espera
el futuro. Disfruta el momento.
Entre osado y alocado, se atreve. Se atreve a reinventarse. Recupe-
ra la frescura mental y reaviva el humor. Con una sonrisa imborrable,
se dedica a jugar. Hace jugando. Piensa jugando.
Y jugando… juega a ser niño otra vez.
primeros
s p e r t ar de los
Al d e cribí a la
r a m ie ntos le es
enam o oso
n d o e n mí, al esp
ie
vida crec a los
e n c a da viaje,
ausen t e ivencia
re t o ñ o s. Cada v
pequeño
s s que
a d e t ím idas letra
do r
fue porta s para mo
strar lo
e s p a c io Me
abrieron s im ple vista…
v e ía a
que no se fue. Hoy
p ir a r y e l regocijo
dejé ins por escrib
ir
y la pasión
la o s a d ía rec tan
ie n
s in s p ir a dos se ac
sentire o. El gozo
to a moment
mo m e n mparto,
b le . F eliz lo co
es inev it a amasté.
t r a s c e n dente. N
místico y
pecabezas colgante
> El rom
José es un “hombre-niño” que, sin ser autista, vive como tal. Sus
días transcurren de invento en invento; tan prolífero y versátil es que
a todos sorprende con esas manifestaciones de su ser genial.
Tirza • 125
> El secreto
Tirza • 127
a
> La escondid
— ¿Luis…, Luis?
— Ema… Me pareció verte en la camioneta. ¡Iban tres! ¿Qué sucede?
— Nada. Nada. Después te llamo.
Tirza • 129
> Lucila
Tirza • 131
Nada e s lo que parece
>
Tirza • 133
ura
> Lo bello no d
¿Vaya uno a saber por qué tienen tanto apuro en hablar estos dos?
Divagan hasta que se calman y el diálogo fluye:
¡Ah! Les toca otra reunión a estos locos del embellecimiento. Los voy a
tener que mover de este escenario.
—¡Eh, ustedes dos, escuchen! Les llegó la hora de partir hacia otro
disfrute… el otro gran encuentro…después de la Vida.
Voy a trabajar: una rutina feliz, después de todo. Soy otra persona
allí; me desdoblo.
Ida y vuelta a casa desde la oficina, mi mente va y viene, no
descansa: ¿por qué… por qué… por qué? Todos lo veían holgazán,
desatento, tacaño. Y yo me decía: “No importa… tengo un buen
sueldo, donde come uno comen dos”. Los rumores del vecindario
llegaban a mis oídos: “Es un trasnochador, malviviente, fullero. Si
ella se diera cuenta a tiempo…”
Tirza • 135
> La azotea
Tirza • 137
> Piña colada
Inestable espera,
da vueltas y vueltas.
Se ríe a carcajadas.
Dulzona…
Mi negra me espera.
Sabrosona,
y mansa borrachera.
La mona es contrera.
Es enojona.
Se altera,
se encabrona.
Aun así…
en mi cama se apoltrona,
mimosona y
entera.
¡Es mi negra!
Nadie escucha
Silencio de sordos.
El mágico despertar aguardan.
Ni acción ni reacción.
Aletargados
El guardián de años
errabundea en pensamientos.
La respuesta no llega.
Calles solitarias.
Se inquieta su pulso.
Busca y espera al mismo tiempo.
¡Cuánta desazón!
Naturaleza nívea.
Desiertos insondables.
Duro y oscuro manto.
Tirza • 139
a avanza
> Un nuevo dí
I - Curiosa escena
II - Amanece
Tirza • 141
tidia nas
> Vivencias co
7> Agradecimientos
10> Iniciación
12> ¿Siberia?
13> Un esquimal engaña a una maestra
15> El cazador
17> Calistenia
19> Invierno
20> Dilema nutricional
21> La manzana
22> Contrapendiente
24> Bersa
25> ¡En caso de incendio!
27> Acosador…a
29> Tras el encuentro
32> El jefe
33> Límbico
34> Cuadro viviente
36> Etapas
37> La jaula
38> Pajaritas de papel
39> Soy
40> Roja luna
Índice • 143
> Índice
41> Cuántica
42> Batman
43> Amores de piedra
45> Luchas
46> Mujer de blanco
47> Zapatos sentenciados
49> Presiones
50> Bella
52> Parque de diversiones
54> Almafuerte
55> Amigas
57> Blanco Negro
59> Claroscuro
60> Él y yo
61> Tu presencia
62> Eso
63> Hoy
64> La hoja de papel
65> La humedad
66> Así de simple
70> Equilibril
73> Isabella
74> Jacinta
76> La cita
78> Las violetas
Índice • 145
> Índice
123> TIRZA