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Los apóstoles son destinados a anunciar, a través de la predicación en nombre de Jesucristo, la llegada del Reino de

Dios. Esa proclamación estará estrechamente ligada con la expulsión de demonios y con la curación de enfermos. Una
interesante novedad que distingue el modo de actuar de Jesús con respecto al de los profetas del Antiguo Testamento
es que el profeta era llamado por Dios, pero no escogía por propia iniciativa discípulos para colaborar en su misión.
Jesús, en cambio, desde el comienzo de su vida pública quiere implicar a sus amigos en esta tarea, motivado no por
una necesidad, sino porque desea que compartan con Él la misión y, sobre todo, la vida, puesto que en Jesús no
podemos separar la identidad de la misión. Así pues, sus discípulos no son únicamente unos conocidos a los que les
encomienda una tarea precisa durante un tiempo limitado. Por el contrario, la misión que Jesús encarga a los apóstoles
surge de un profundo conocimiento y amor mutuo previo, cualificando la tarea de enviados, que es precisamente el
significado etimológico de la palabra apóstoles.
Las exigencias de la misión
El pasaje evangélico busca destacar el estrecho vínculo entre el comienzo del ministerio apostólico y el inicio del
anuncio del Reino de Dios por parte de Jesús, que había tenido ugar con el mandato «convertíos y creed en el
Evangelio» del comienzo del libro. Por eso Marcos incide ahora en que los doce salen «a predicar la conversión», es
decir, un cambio radical de vida que, sin duda, ha de afectar, en primer lugar, a ellos mismos. Con esto se pone de
relieve la continuidad y la identidad con la misión del Señor. Junto con la predicación, Marcos afirma que «echaban
muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban». No es suficiente, por tanto, con anunciar el
Evangelio. El cometido apostólico lleva consigo la realización de acciones significativas para que todos puedan
constatar que el Reino de Dios ha llegado. El pasaje destaca, además, que Jesús «los fue enviando de dos en dos»,
según la costumbre habitual entre los judíos. El anuncio en grupos de dos concuerda con una tradición anterior, pero
también es un estímulo y ayuda para la evangelización. Asimismo, el Evangelio quiere poner de manifiesto que pocas
cosas hacen falta para ponerse en camino: un bastón, sandalias y ni siquiera túnica de repuesto, destacando así, al igual
que en otros pasajes, el abandono en la providencia de Dios, el desprendimiento que debe caracterizar a quien se
encamina a la misión y la exigencia de vivir desapegados de las comodidades o de los bienes materiales, necesarios
únicamente como instrumentos para la tarea encomendada, pero para nada más. De este modo, queda de manifiesto
que la misión del discípulo del Señor debe ir ligada a una austeridad de vida, como signo externo de un desapego
mucho más profundo: el de los propios intereses. Quien, por contra, vive preocupado por sí mismo o agobiado por su
futuro se incapacita en gran medida para llevar a cabo esta misión, puesto que en lugar de transmitir el amor y la
cercanía de Dios hacia los demás, únicamente acabará mirando por sí mismo. En definitiva, mucho tiene que ver este
pasaje con la bienaventuranza de los pobres de espíritu, de la que nos habla el capítulo cinco del Evangelio según san
Mateo
CONCLUSION

Los apóstoles de Jesús de Nazaret tienen como misión principal testificar a Dios y dirigir Su Iglesia, continuar


la presencia y la acción del señor a lo largo y ancho de la historia de la humanidad a través predicación en nombre
de Jesucristo, la llegada del Reino de Dios y las enseñanzas que le dejo Jesús de Nazaret.

Es por ello, que los doce discípulos poseen la misión de predicar el evangelio con poder y autoridad sobre


los espíritus inmundos, entre tanta gente incrédula.

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