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Seminario Mayor Nacional de la Asunción

Guatemala

La Gracia en la Escolástica

Antropología Teológica – Redención y Gracia


P. Antonio Zuleta

William Samuel Colaj Otzoy


Tercero de Teología

Lunes 14 de marzo de 2022


GRACIAS, GRACIA: EL PERÍODO DE LA ESCOLÁSTICA
1. Fases de la comprensión escolástica en torno a la gracia
Por escolástica entendemos el período que va del s. IX al XIV. Podemos distinguir en
ella tres momentos importantes. En la primera escolástica (IX-XII) se expresa un fuerte
influjo agustiniano. Sus características son:
1) La reflexión se concentra en torno a la gracia sanante, su relación con la libertad y
la predestinación.
2) Prevalece una visión más histórica que metafísica de la condición humana.
3) Se da un fuerte sentimiento de la esclavitud del pecado (la necessitas
concupiscendi).
4) La irrefleja identificación de la libertad con la pura espontaneidad.
5) La concepción de la gracia como transformación psicológica.
Por su parte, la grande escolástica (s. XIII) se da bajo la sombra de la filosofía
aristotélica, que ofrece los instrumentos metafísicos para afrontar el tema. Las
características de este período son:
1) La consideración metafísica va sustituyendo la visión prevalentemente psicológico-
existencial de Agustín.
2) La gracia viene definida como un accidente, y más concretamente como un hábito,
es decir, como una cualidad permanente.
3) Se subraya sobre todo la gratia increata, es decir, la presencia de Dios Trino en el
alma, pero también la gratia creata o transformación que ella produce y tiene el
efecto de hacer al hombre agradable a Dios (gratum faciens).
En la última escolástica (s. XIV) se da un período occamista o nominalista. Sus
características son:
1) Se concentra más en la psicología que en la metafísica.
2) Debido a su fuerte voluntarismo y antirracionalismo, llega a ciertas afirmaciones
como el de potentia absoluta Dei (lo que Dios pudiese hacer si quisiese) y el de
potentia ordinata (lo que Dios ha decidido hacer, guiado por su infinita inteligencia),
aún en el campo de la gracia.
En los escritos de esta época, bajo la árida técnica escolástica de exposición, se recuerda
la patrística, nutrida de mentalidad bíblica, pero desde una claridad nueva.
2. Gracia = ayuda de Dios al cristiano
La herencia agustiniana y el redescubrimiento de Aristóteles se manifestó en el tema de
la gracia. Mediante conceptos agustinianos, se precisó la relación de la ayuda de la Gracia
divina con las diversas fases del proceso de la fe. De esta forma el término de “gracia” se
va refiriendo sobre todo a la ayuda que el hombre necesita para salvarse.
A partir de la acción de Dios, la gracia creada se divide en gracia del creador (gratia
creatoris), que se otorgó a Adán y a Eva en el paraíso como gracia del estado originario, y
la gracia del Redentor (gratia redemptoris) que como gracia de Cristo sana al hombre caído;
ambos modos de acción de Dios elevan al hombre a una nueva forma de ser (gratia
elevans), aunque la gracia del Redentor cura además al hombre de las heridas causadas por
el pecado (gratia elevans et sanas).
3. Múltiples aspectos de un Dios que se nos dona
La gratia increata es favor y benevolencia de Dios: es Dios mismo que, por medio de
Cristo, se comunica al hombre en el Espíritu Santo (inhabitación). La gratia creata son los
dones y efectos de la benevolencia de Dios en el hombre; es el efecto y la transformación
causada en el hombre por esta acción divina. Pero desde el momento en que este efecto (la
filiación adoptiva, la deificación, la justificación) se identifica con la santificación del
hombre, la gracia creada se llama también con mayor frecuencia gracia santificante.
La gracia santificante vista en su dimensión de cualidad permanente o “estado de
gracia”, con frecuencia es llamada también gratia gratum faciens porque hace al hombre
justo y grato a Dios. La gracia actual es la ayuda transitoria que Dios da al hombre para que
pueda cumplir acciones de salvación.
SANTO TOMÁS Y SCOTO
Tomás de Aquino logró hacer una síntesis entre la filosofía aristotélica, la reflexión
agustiniana y la tradición de la teología negativa del Pseudo-Dionisio.
1. Gracia que santifica y salva: Santo Tomás
1.1 La gracia no es una cualidad increada o creada, sino que indica la relación entre
Dios y el hombre
La gracia viene concebida como la acción de Dios al hombre. Esta acción ha de producir
un efecto real en la creatura y, en este sentido, alcanza el interior del hombre, aunque sigue
siendo un “principio exterior”, ya que se trata del efecto del amor particular con el que Dios
se dona al hombre. La gracia es participación de la naturaleza divina y el fundamento de las
virtudes teologales.
1.2 La gracia es necesaria al hombre para salvarse
La gracia sana la naturaleza creada y la perfecciona. Con el pecado el hombre ha
perdido su naturaleza íntegra. En el estado de natura corrupta él tiene necesidad de la gracia
no sólo para lograr lo que supera los confines de su naturaleza, sino también para cumplir el
bien natural. Por tal motivo, cuanto él puede con su libre voluntad es relativamente
insignificante. Por ello la gracia tiene fundamentalmente y en primer lugar un efecto
sanante.
La gracia es acción divina en relación con la naturaleza humana, que debe estar
dispuesta a recibirla. La consecuencia es admirable: no sólo ella (la naturaleza humana) es
sanada, sino también perfeccionada como naturaleza creada. Muy precisa es la tesis
escolástica: gratia praesupponit sibi naturam, es decir, la gracia pone como antecedente ante
sí la naturaleza.
La naturaleza humana aspira a la visión beatificante de Dios (desiderium naturale in
visionem beatificam). La gracia es el evento creativo del amor eterno de Dios en el centro
del “yo” del hombre. De este modo, el hombre no sólo es librado de los límites de la propia
naturaleza y elevado a la comunión con Dios, sino que es dotado de aquella facultad que
hace posible esto de forma al fin y al cabo fácil y obvia: la gracia, por la que “fluye” la fe,
la esperanza y el amor.
1.3 La contribución del hombre a la propia salvación depende completamente de la
gracia de Dios.
Tomás deja claro que el hombre no puede por sí mismo hacer nada para obtener la
gracia y que desde siempre y en todo aspecto está imbuido en ella. La gracia es o bien la
forma (gracia sanante y santificante de la materia de la “materia” de la naturaleza humana),
o bien auxilium (gracia coadyuvante actual, es decir, preparación que facilita la fe); en el
primer caso ella es operante, en el segundo cooperante.
Tomás en el tentativo de definir la relación entre libertad y gracia, reafirma la total
dependencia de la gracia de toda acción relevante para la salvación, tal como lo hace
Agustín. Pero no dejará de darle importancia a la libertad de la voluntad, pues la gracia de
Dios no actuaría sin el consenso de nuestra conciencia. Aunque esta libre voluntad llega a
ser activa sólo bajo el influjo de la gracia divina. Desde el punto de vista de Dios, el
advenimiento de la gracia en el hombre puede entenderse también como un evento
necesario, como una acción infalible de la gracia, pues Dios lleva a término la obra
iniciada.
1.4 La gracia santificante es para el hombre ante todo y concretamente gracia
justificante
Mientras que Pablo se refiere a la gracia como justificación del pecador, desde Agustín
“justificar” fue sinónimo de “infundir la gracia” y fue considerado siempre un asunto
referido a la gracia. Después de Pedro Lombardo se habla nuevamente de la justificación en
conexión la remisión del pecado (remissio peccati), y dentro de las cuestiones en torno al
sacramento de la penitencia. Esto hace que en el s. XIII el tema de la justificación se halle
dentro de la doctrina de la gracia, como uno de sus “efectos”. Tomás acepta esta ubicación
y distingue en la justificación cuatro elementos:
1) Infusión de la gracia.
2) Retorno a Dios (se identifica con la fe, como la conversión originaria).
3) Alejamiento del pecado.
4) Remisión de los pecados.
Estos elementos no son vistos como cronológicamente sucesivos, sino que se verifican
al mismo tiempo. De este modo, para Tomás, la gracia de Dios tiene la preeminencia
absoluta e incondicional y significa ante todo remisión de los pecados.

2. Gracia de Dios: la escuela franciscana


A finales del siglo XIV en el tema de la gracia no fue la concepción tomista la que
dominó, sino la franciscana. Scoto y Ockham fueron sus mejores representantes.
Juan Duns Scoto habla de la gracia no como culmen de la doctrina de las virtudes, sino
en la doctrina sobre Dios. Al hablar de la gracia, Scoto no piensa en un cambio actuado por
la gracia en el hombre, sino en la benigna aceptación del hombre de parte de Dios. Tal
acceptatio divina se apoya en la predestinación divina. Ella mueve al hombre de un modo
inaccesible a la experiencia, de modo que su voluntad, herida por la culpa del pecado
original pero no totalmente corrupta, puede cumplir por sí misma, en calidad de voluntad
creada y así definida, obras buenas y procurarse los méritos.
Guillermo de Ockham no considera la gracia habitual, sino sólo la gracia actual
concedida por Dios como relevante para la salvación. La exaltación de la Soberanía y la
Omnipotencia de Dios puede conciliarse con una concepción que hace posible al hombre
merecerse la gracia divina.
La teología de la gracia se va reproponiendo continuamente el deber de determinar la
relación entre Dios y el hombre, entre la gracia y la libertad, entre la gracia y la naturaleza
de modo tal de evitar dos extremos:
1) La gracia no puede ser considerada (a expensas de la libertad de Dios y del hombre)
como naturalmente necesaria y debida a la naturaleza.
2) La gracia no puede separarse de la naturaleza en modo tal que no sea ya posible
hablar del hombre en términos experienciales como del destinatario de la acción de
Gracia de Dios.

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