GRACIAS, GRACIA: EL PERÍODO DE LA ESCOLÁSTICA 1. Fases de la comprensión escolástica en torno a la gracia Por escolástica entendemos el período que va del s. IX al XIV. Podemos distinguir en ella tres momentos importantes. En la primera escolástica (IX-XII) se expresa un fuerte influjo agustiniano. Sus características son: 1) La reflexión se concentra en torno a la gracia sanante, su relación con la libertad y la predestinación. 2) Prevalece una visión más histórica que metafísica de la condición humana. 3) Se da un fuerte sentimiento de la esclavitud del pecado (la necessitas concupiscendi). 4) La irrefleja identificación de la libertad con la pura espontaneidad. 5) La concepción de la gracia como transformación psicológica. Por su parte, la grande escolástica (s. XIII) se da bajo la sombra de la filosofía aristotélica, que ofrece los instrumentos metafísicos para afrontar el tema. Las características de este período son: 1) La consideración metafísica va sustituyendo la visión prevalentemente psicológico- existencial de Agustín. 2) La gracia viene definida como un accidente, y más concretamente como un hábito, es decir, como una cualidad permanente. 3) Se subraya sobre todo la gratia increata, es decir, la presencia de Dios Trino en el alma, pero también la gratia creata o transformación que ella produce y tiene el efecto de hacer al hombre agradable a Dios (gratum faciens). En la última escolástica (s. XIV) se da un período occamista o nominalista. Sus características son: 1) Se concentra más en la psicología que en la metafísica. 2) Debido a su fuerte voluntarismo y antirracionalismo, llega a ciertas afirmaciones como el de potentia absoluta Dei (lo que Dios pudiese hacer si quisiese) y el de potentia ordinata (lo que Dios ha decidido hacer, guiado por su infinita inteligencia), aún en el campo de la gracia. En los escritos de esta época, bajo la árida técnica escolástica de exposición, se recuerda la patrística, nutrida de mentalidad bíblica, pero desde una claridad nueva. 2. Gracia = ayuda de Dios al cristiano La herencia agustiniana y el redescubrimiento de Aristóteles se manifestó en el tema de la gracia. Mediante conceptos agustinianos, se precisó la relación de la ayuda de la Gracia divina con las diversas fases del proceso de la fe. De esta forma el término de “gracia” se va refiriendo sobre todo a la ayuda que el hombre necesita para salvarse. A partir de la acción de Dios, la gracia creada se divide en gracia del creador (gratia creatoris), que se otorgó a Adán y a Eva en el paraíso como gracia del estado originario, y la gracia del Redentor (gratia redemptoris) que como gracia de Cristo sana al hombre caído; ambos modos de acción de Dios elevan al hombre a una nueva forma de ser (gratia elevans), aunque la gracia del Redentor cura además al hombre de las heridas causadas por el pecado (gratia elevans et sanas). 3. Múltiples aspectos de un Dios que se nos dona La gratia increata es favor y benevolencia de Dios: es Dios mismo que, por medio de Cristo, se comunica al hombre en el Espíritu Santo (inhabitación). La gratia creata son los dones y efectos de la benevolencia de Dios en el hombre; es el efecto y la transformación causada en el hombre por esta acción divina. Pero desde el momento en que este efecto (la filiación adoptiva, la deificación, la justificación) se identifica con la santificación del hombre, la gracia creada se llama también con mayor frecuencia gracia santificante. La gracia santificante vista en su dimensión de cualidad permanente o “estado de gracia”, con frecuencia es llamada también gratia gratum faciens porque hace al hombre justo y grato a Dios. La gracia actual es la ayuda transitoria que Dios da al hombre para que pueda cumplir acciones de salvación. SANTO TOMÁS Y SCOTO Tomás de Aquino logró hacer una síntesis entre la filosofía aristotélica, la reflexión agustiniana y la tradición de la teología negativa del Pseudo-Dionisio. 1. Gracia que santifica y salva: Santo Tomás 1.1 La gracia no es una cualidad increada o creada, sino que indica la relación entre Dios y el hombre La gracia viene concebida como la acción de Dios al hombre. Esta acción ha de producir un efecto real en la creatura y, en este sentido, alcanza el interior del hombre, aunque sigue siendo un “principio exterior”, ya que se trata del efecto del amor particular con el que Dios se dona al hombre. La gracia es participación de la naturaleza divina y el fundamento de las virtudes teologales. 1.2 La gracia es necesaria al hombre para salvarse La gracia sana la naturaleza creada y la perfecciona. Con el pecado el hombre ha perdido su naturaleza íntegra. En el estado de natura corrupta él tiene necesidad de la gracia no sólo para lograr lo que supera los confines de su naturaleza, sino también para cumplir el bien natural. Por tal motivo, cuanto él puede con su libre voluntad es relativamente insignificante. Por ello la gracia tiene fundamentalmente y en primer lugar un efecto sanante. La gracia es acción divina en relación con la naturaleza humana, que debe estar dispuesta a recibirla. La consecuencia es admirable: no sólo ella (la naturaleza humana) es sanada, sino también perfeccionada como naturaleza creada. Muy precisa es la tesis escolástica: gratia praesupponit sibi naturam, es decir, la gracia pone como antecedente ante sí la naturaleza. La naturaleza humana aspira a la visión beatificante de Dios (desiderium naturale in visionem beatificam). La gracia es el evento creativo del amor eterno de Dios en el centro del “yo” del hombre. De este modo, el hombre no sólo es librado de los límites de la propia naturaleza y elevado a la comunión con Dios, sino que es dotado de aquella facultad que hace posible esto de forma al fin y al cabo fácil y obvia: la gracia, por la que “fluye” la fe, la esperanza y el amor. 1.3 La contribución del hombre a la propia salvación depende completamente de la gracia de Dios. Tomás deja claro que el hombre no puede por sí mismo hacer nada para obtener la gracia y que desde siempre y en todo aspecto está imbuido en ella. La gracia es o bien la forma (gracia sanante y santificante de la materia de la “materia” de la naturaleza humana), o bien auxilium (gracia coadyuvante actual, es decir, preparación que facilita la fe); en el primer caso ella es operante, en el segundo cooperante. Tomás en el tentativo de definir la relación entre libertad y gracia, reafirma la total dependencia de la gracia de toda acción relevante para la salvación, tal como lo hace Agustín. Pero no dejará de darle importancia a la libertad de la voluntad, pues la gracia de Dios no actuaría sin el consenso de nuestra conciencia. Aunque esta libre voluntad llega a ser activa sólo bajo el influjo de la gracia divina. Desde el punto de vista de Dios, el advenimiento de la gracia en el hombre puede entenderse también como un evento necesario, como una acción infalible de la gracia, pues Dios lleva a término la obra iniciada. 1.4 La gracia santificante es para el hombre ante todo y concretamente gracia justificante Mientras que Pablo se refiere a la gracia como justificación del pecador, desde Agustín “justificar” fue sinónimo de “infundir la gracia” y fue considerado siempre un asunto referido a la gracia. Después de Pedro Lombardo se habla nuevamente de la justificación en conexión la remisión del pecado (remissio peccati), y dentro de las cuestiones en torno al sacramento de la penitencia. Esto hace que en el s. XIII el tema de la justificación se halle dentro de la doctrina de la gracia, como uno de sus “efectos”. Tomás acepta esta ubicación y distingue en la justificación cuatro elementos: 1) Infusión de la gracia. 2) Retorno a Dios (se identifica con la fe, como la conversión originaria). 3) Alejamiento del pecado. 4) Remisión de los pecados. Estos elementos no son vistos como cronológicamente sucesivos, sino que se verifican al mismo tiempo. De este modo, para Tomás, la gracia de Dios tiene la preeminencia absoluta e incondicional y significa ante todo remisión de los pecados.
2. Gracia de Dios: la escuela franciscana
A finales del siglo XIV en el tema de la gracia no fue la concepción tomista la que dominó, sino la franciscana. Scoto y Ockham fueron sus mejores representantes. Juan Duns Scoto habla de la gracia no como culmen de la doctrina de las virtudes, sino en la doctrina sobre Dios. Al hablar de la gracia, Scoto no piensa en un cambio actuado por la gracia en el hombre, sino en la benigna aceptación del hombre de parte de Dios. Tal acceptatio divina se apoya en la predestinación divina. Ella mueve al hombre de un modo inaccesible a la experiencia, de modo que su voluntad, herida por la culpa del pecado original pero no totalmente corrupta, puede cumplir por sí misma, en calidad de voluntad creada y así definida, obras buenas y procurarse los méritos. Guillermo de Ockham no considera la gracia habitual, sino sólo la gracia actual concedida por Dios como relevante para la salvación. La exaltación de la Soberanía y la Omnipotencia de Dios puede conciliarse con una concepción que hace posible al hombre merecerse la gracia divina. La teología de la gracia se va reproponiendo continuamente el deber de determinar la relación entre Dios y el hombre, entre la gracia y la libertad, entre la gracia y la naturaleza de modo tal de evitar dos extremos: 1) La gracia no puede ser considerada (a expensas de la libertad de Dios y del hombre) como naturalmente necesaria y debida a la naturaleza. 2) La gracia no puede separarse de la naturaleza en modo tal que no sea ya posible hablar del hombre en términos experienciales como del destinatario de la acción de Gracia de Dios.