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INTRODUCCIÓN
El tema de la doctrina de la gracia es la comunión de vida del hombre -liberado
del pecado y de la muerte y llamado a la vida eterna- con el Dios trino.
Al enviar Dios Padre el Espíritu de su Hijo a nuestros corazones, compartimos en la
gracia la relación filial de Jesucristo al Padre (cf. Ga 4,6). La esencia más íntima de la
gracia es el amor que Dios mismo, en la realización de su vida trinitaria, y por Él, se
entrega a los hombres.
De esta manera, en el sistema de la dogmática puede situarse como punto final y
cima desde la que puede contemplarse la panorámica total de la fe y de la teología, en la
perspectiva de la autocomunicación del Dios trino como vida del hombre.
La doctrina de la gracia ha llegado a constituir un tratado específico como resultado
de la peculiar evolución de la teología latina occidental. En la teología oriental, las
cuestiones relacionadas con la gracia figuran sobre todo en la soteriología1.
1
Cf. G.L. MÜLLER, Dogmática, 787.
2 TESIS 8 – LA GRACIA
Este apunte será desarrollado a través de tres puntos. Se partirá de la definición del
concepto de gracia, para luego realizar un recorrido histórico del desarrollo del dogma y
finalmente, expresar algunos puntos de su tratamiento sistemático.
1. Definición de gracia
El hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios para llegar a alcanzar la
perfecta semejanza. Todo esto es gratuito, es gracia, que va mucho más allá de la
donación (innecesaria) de Dios en la creación. Precisamente, este carácter gratuito
que caracteriza esta acción de Dios para el hombre, recibe el nombre de «gracia».
Es el favor por excelencia, el don más grande que se pueda imaginar, don que no puede
separarse de Cristo, que es la gracia en persona. El don de Dios en la gracia, es Dios
mismo, que se nos entrega en Jesucristo su Hijo y en el Espíritu Santo. De este
modo, la gracia es, en primer lugar, el acontecimiento salvador que se ha realizado en
Jesús y del que procede la transformación interior del hombre.
En la terminología paulina, a partir de la cual se ha acuñado el concepto teológico,
la gracia nos lleva a identificar a Jesucristo mismo (Rm 6,20; 1Co 16,23; 2Co 3,13),
como el nuevo ámbito en que se halla y vive el hombre incorporado a Cristo.
En las cartas pastorales de Pablo, Cristo es la gracia de Dios, es la revelación, la
epifanía del amor de Dios a los hombres (Tt 2,11; 3,4-7). Muy especialmente para Pablo
la gracia es el don del apostolado, la misión recibida de Dios, de la que nos es
personalmente digno (cf. Rm 1,5; Ga 1,15).
En la teología joánica, la gracia es vinculada a la participación en la luz, en la vida.
El elemento primario es la vinculación con Jesús. Con su obra salvadora nos abre el
acceso al Padre y nos comunica su Espíritu.
En definitiva, cuando hablamos de la gracia de Dios, nos referimos a su amor y
bondad para con el hombre, que se manifiesta en su presencia y en las consecuencias de
su obra de salvación, realizada en Cristo, a favor de todos los hombres.
La oferta de gracia en Cristo se da a todo hombre, aunque no podamos precisar de
qué modo se realiza. Si Cristo es el centro de la historia (cf. GS 45) no podemos pensar
que ningún ámbito de esta última quede al margen de su influjo2.
2
Cf. L.F. LADARIA, Introducción a la antropología teológica, 129-131.
3
es para nosotros inaccesible. Por eso, la gloria inaccesible de Dios sólo puede ser
expresado con la teología negativa (decir justamente aquello que Dios no es). Pero si
renunciamos a alguna de ellas, reducimos la capacidad de conocer. Es decir, si
renunciamos a la teología positiva, anulamos la historia de la salvación, y si
renunciamos a la teología negativa, reducimos a Dios a un objeto. Las dos posiciones
deben mantenerse juntas y en tensión.
La pregunta que surge, entonces, es: ¿cómo formular bien esta relación entre
teología y economía? Como expresamos anteriormente, no se puede absolutizar una
posición en detrimento de la otra, por eso es necesario y nos ayuda el concepto de la
gracia. Este concepto indica propiamente y contemporáneamente las dos dimensiones
relacionadas con Dios. Dios en su esencia y Dios en su economía. La gracia nos habla
de la teología negativa y teología positiva al mismo tiempo.
3
Cf. G.L. MÜLLER, Dogmática, 798-802.
5
2.4 La escolástica
La teología occidental se ha mantenido a lo largo de un milenio dentro del campo de
influencia de los temas agustinianos. La reflexión sobre la gracia, entendida como
síntesis de toda la salvación en Cristo, pasó a constituir en la escolástica un tratado
propio.
La gracia es un tema central en la antropología de SANTO TOMÁS DE AQUINO.
Dios es en sí mismo vida y movimiento. La creación significa comunicación y
participación en la vida divina y orientación para su recepción. Y así, del Dios uno y
trino parte el movimiento hacia el mundo, que lleva hasta el hombre. En el hombre se
4
Cf. L.F. LADARIA, Introducción a la antropología teológica, 140.
5
Cf. L.F. LADARIA, Introducción a la antropología teológica, 140.
6
Cf. L.F. LADARIA, Introducción a la antropología teológica, 141.
6 TESIS 8 – LA GRACIA
produce un cambio de sentido: en él la creación se vuelve toda hacia Dios como hacia
su consumación en la vida eterna. La mediación de ambos movimientos se produce por
el Verbo de Dios. A causa del pecado, modificó Dios su movimiento hacia el mundo
mediante la encarnación del Logos y su pasión vicaria por nosotros como revelación del
amor de Dios también a los pecadores. De este modo, el movimiento de retorno de la
creatura sólo acontece por medio de Cristo. Así, la gracia de Dios que nos ha sido
otorgada en Jesucristo, es aquella realidad por la que el hombre lleva a su consumación
su movimiento hacia Dios7.
7
Cf. G.L. MÜLLER, Dogmática, 811-812.
8
Cf. L.F. LADARIA, Introducción a la antropología teológica, 142-145.
7
9
Defensor del neoagustinismo junto con la figura de Miguel Bayo. Bayo se aleja tanto del protestan-
tismo como del catolicismo, porque defiende que el hombre no es justificado ni por la sola fe
(protestantes), ni por el don permanente e inherente de la gracia (católicos), sino por las obras. El hombre
está justificado porque hace obras buenas (Al contrario que Lutero, que decía que el hombre puede hacer
obras buenas porque está justificado).
10
Cf. L.F. LADARIA, Introducción a la antropología teológica, 131.
11
Cfr. J.L. RUIZ DE LA PEÑA, El don de Dios, 307.
12
Cf. L.F. LADARIA, Introducción a la antropología teológica, 132.
13
Cf. G.L. MÜLLER, Dogmática, 788-789.
8 TESIS 8 – LA GRACIA
14
Cf. L.F. LADARIA, Teología del pecado original y de la gracia, 183.
15
Cf. L.F. LADARIA, Introducción a la antropología teológica, 135.
9
de nuestro fin último supera nuestras fuerzas creaturales. A raíz de esto, dado que nos
hallamos en el orden de la sobrenatural, en todos los momentos de la vida el hombre
se halla bajo el influjo de Dios, el único que puede hacer posible toda obra buena.
Pero, a la vez, el hombre puede rechazar este influjo, y ello constituye el pecado.
De este modo, debemos subrayar, entonces, la necesidad que tiene el hombre de la
gracia en todo momento16.
El concilio Vaticano II supone la necesidad de la gracia interna para la
conversión y que el hombre justificado quede transformado internamente. Es el
primer concilio que afirma claramente no sólo la voluntad salvífica universal, sino
también que todos los adultos son llamados personalmente para que consigan la
salvación. Así, el diálogo con Dios no se describe únicamente como don sobrenatural,
sino como una exigencia de la existencia humana en el orden actual de la providencia
(GS 19). La enseñanza del concilio sobre la llamada de cada uno de los hombres a la
salvación es el fruto de una larga evolución doctrinal, donde llegó a reconocer que todos
y cada uno de los hombres están llamados a la salvación17.
Gracias a la encarnación, la misma naturaleza humana ha adquirido una dignidad
especial, que se refleja en aquellos que participan de esa naturaleza. La gracia que
justifica al hombre, lo mueve y lo ayuda en su camino hacia la unión con Cristo. De este
modo, existe una relación entre las disposiciones y la justificación, que hacen al sujeto
positivamente capaz de ser justificado.
16
Cf. L.F. LADARIA, Teología del pecado original y de la gracia, 184-185.
17
Cf. M. FLICK – Z. ALSZEGHY, Antropología teológica, 461-463.
10 TESIS 8 – LA GRACIA
Dios sin la permanencia de Cristo en el hombre por medio de la unción del Espíritu (1Jn
2,20-27).
Estar en Jesús y participar de la vida que él tiene y es, recibida a su vez del Padre, es
el centro y el fundamento de la existencia del creyente, y la máxima plenitud a que el
hombre puede aspirar.
La vida en la gracia es la participación del misterio del Dios trino, por nuestra
configuración con Jesús. Nuestra llamada a la comunión con Dios funda nuestro ser
personal desde el primer instante. Si la persona de Jesús está constituida por su relación
con el Padre, nuestro ser personal crecerá en la medida en que nos abramos a Dios y a
los hombres. La filiación divina es así perfección del hombre, a la vez intrínseca, porque
no tenemos en el designio de Dios otra vocación, y gratuita, porque sólo por el libre don
de la libertad divina podemos llegar a ella.
Hablar de filiación divina y de paternidad de Dios implica pensar en una
fraternidad entre los hombres. De este modo, la gracia es también un misterio de
comunión fraterna: en un mismo Espíritu tenemos acceso al Padre tanto los que antes
estaban cerca como los que estaban lejos. La unidad del género humano se funda en
Jesucristo, el Adán definitivo, por quienes todos tenemos acceso al Padre común18.
18
Cf. L.F. LADARIA, Introducción a la antropología teológica, 146-158.
19
Cf. L.F. LADARIA, Teología del pecado original y de la gracia, 267-268.
11
todo momento se considerase al hombre como sujeto ante Dios. La gracia es liberadora.
Da al hombre la capacidad de obrar el bien, porque nos saca de nuestro egoísmo y de la
cerrazón del pecado.
La libertad es la capacidad de bien, y no por ser este bien don de Dios es menos
auténticamente del hombre. La iniciativa amorosa de Dios es tal que no quita la
responsabilidad humana, sino que la suscita.
En este punto, es donde encontramos el fundamento de la doctrina católica del
«mérito», que se puede prestar a graves malinterpretaciones. Se debe enmarcar dentro
de este nuevo aspecto de las relaciones entre el don de Dios y la libertad del hombre.
Bajo este contexto, el mérito, se trata de una consecuencia de la responsabilidad de los
actos del hombre justificado ante Dios, y de este modo, por consiguiente, cada uno
recibirá la recompensa según sus obras. Las obras buenas son siempre manifestación de
esta unión con Jesús. Por ello no se puede establecer la propia justicia ni nos podemos
gloriar en las obras, sino que hay que poner toda la confianza en el Señor. El hombre
justificado es capaz de bien, y éste, no por ser de Dios, es menos suyo.
La gracia es el horizonte de la salvación. El hombre en la gracia de Dios es el
hombre en cuanto salvado. La gracia es el don de Dios mismo y es, por lo tanto, la
salvación del hombre que sólo está en Dios20.
CONCLUSIÓN
Dios nuestro salvador,
quiere que todos los hombres se salven
y lleguen al conocimiento pleno de la verdad.
(1Tm 2,3-6)
La «gracia» es el don gratuito de Dios para todos los hombres. La voluntad de
salvación se puede considerar como la clave de la actuación de Dios con respecto al
hombre. Todo cuanto existe está incluido en este único plan de salvación. Ésta se
alcanza por el conocimiento de la verdad, que es, sin duda, el conocimiento de Jesús y
de Dios, que el mismo Jesús nos revela. La unidad del designio salvador tiene su
fundamento en la unicidad de Dios y en la unicidad de la mediación en Cristo. Uno sólo
es el creador y el salvador, que todo lo ha realizado con la mediación de Cristo. De este
modo, se encuentran íntimamente unidos los dos aspectos del texto antes mencionado:
la voluntad salvadora universal de Dios, unida al conocimiento de Cristo, y la
realización de la misma en Jesús, mediador único.
A raíz de lo expresado, podemos afirmar que no hay gracia de Dios para el
hombre que no venga mediada por Cristo y, por otra parte, que ningún hombre
viene al mundo al margen de la oferta de esta gracia, aunque a causa del pecado
original se vea privado de la misma. Sólo en ella alcanza el hombre su plenitud, que
ha de recibir como don y que en ningún caso le es debida. La voluntad salvadora de
Dios y la mediación de Cristo tienen por tanto su reflejo en el ser del hombre. Por esto
no puede haber contradicción entre la gratuidad del don de Dios, que es él mismo, y el
hecho que él quiera darse a todo hombre. El hombre es por tanto el ser pensado por
Dios para poder derramar sus beneficios; con ellos el ser humano puede conseguir la
salvación. La restricción de la voluntad salvadora de Dios no iría sólo en contra de su
bondad, sino que es incompatible con la misma noción teológica de hombre.
20
Cf. L.F. LADARIA, Introducción a la antropología teológica, 159-166.
12 TESIS 8 – LA GRACIA
El misterio de la gracia es, entonces, el misterio del amor del Padre a todos los
hombres, manifestado en la obra salvadora que ha llevado a término Cristo Jesús21.
BIBLIOGRAFÍA
21
Cf. L.F. LADARIA, Teología del pecado original y de la gracia, 303-309.
ÍNDICE