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Tradición cristiana
La co ntro versia agu stiniana
1 La controversia agustiniana
* lectura personal:
SAN AGUSTÍN, Obras completas. La Editorial Católica S.A., Madrid 1965; vol. VI, págs. 127131.167-
167.
Podemos decir que la primera controversia seria surgida en el contexto de la temática sobre
la gracia, y que marcará el pensamiento occidental a lo largo de su historia, será la desarrollada a
inicios del s. V entre Agustín y Pelagio. Ella tiene como tema central de discusión la relación entre
la gracia, en cuanto intervención divina, y la libertad humana, en cuanto expresión del actuar del
hombre. Desde ahora se percibe el paso de lo que será llamada más tarde la "gracia" habitual" o
"estado de gracia" a la "gracia actual".
De antemano hemos de hacer una advertencia, y es que las discusiones teológicas sobre la
gracia en estos siglos plantean difíciles problemas de interpretación y, por tal motivo, conviene
distinguir cuidadosamente entre, por una parte, su actitud religiosa, su interés principal y su lenguaje
teológico; y por otra parte su sistema teológico definitivo, en la medida en que es posible
reconstruirlo.
Pero veamos más a fondo este pensamiento. Para Pelagio el hombre puede, con la propia
voluntad y autónoma actividad, ser bueno. En este punto sigue siempre cristiano y teólogo, al punto
que él mismo llama la atención sobre el carácter de don gratuito de esta libre voluntad humana. Para
él la gracia es gracia de la creación de parte de Dios y libertad donada desde el punto de vista del
hombre. El hombre no está determinado ni al bien ni al pecado, aunque le es obligado hacer el bien
que le sea posible.
La reflexión de Pelagio va de la mano con la teología oriental, que vinculan la gracia en el
contexto más general de la economía del plan salvífico de Dios y concibe la redención como
repristinada a la imagen creatural, como θέωσις del hombre (o divinización en el sentido de una real
y plena maduración humana). De este modo, la historia de la salvación puede también verse como
una παιδεία divina: Dios educa al hombre conduciéndolo poco a poco por el camino de la perfección.
Tal acción educativa es concebida como un proceso cósmico universal que abraza la creación y la
redención, la naturaleza y la historia, toda la humanidad y el individuo. En tal proceso Dios tiene la
iniciativa y el hombre debe responder con la propia libertad. Pelagio concuerda con este punto, en
cuanto que, según su experiencia, los hombres tienen necesidad, además de la gracia fundamental
de la creación, de los auxilios de gracia actualmente eficaces y capaces de guiar la razón y la
voluntad. Una ayuda muy concreta ha sido, por ejemplo, la ley, que según la Biblia es conocida y
escrita en el corazón. Y puesto que la ley de Dios cae en el olvido, las acciones malas llegan a ser
habituales y el mal ejemplo llega a ser contagioso. Como ejemplo eficaz que se contrapone a todo
este "mal ejemplo", aparece Cristo, la imagen de Dios por excelencia. mediante él los hombres son
reubicados en el estado originario de gracia y pueden, mediante su gracia, seguir su vocación
originaria.
Como vemos, Pelagio no afirma que el hombre sería salvado por motivo de sus obras y de
sus méritos exclusivos. Como buen monje asceta, lo que más bien pretende es inducir a los
bautizados, que ya han sido salvados y que ya han recibido el don de la gracia, a tomar con seriedad
la fe que profesan. Por esto pone el acento en la inmanencia de la gracia divina y, en términos
fuertemente moralizantes y referidos más a los actos que a las actitudes fundamentales, en la razón
y la libre voluntad del hombre.
- Para los pelagianos la gracia es la posibilidad natural de hacer el bien, dada por Dios al hombre.
Esto es precisamente el don de Dios, el haber hecho al hombre libre. En cambio, el querer hacer
el bien y el pasar a la acción está en las manos del hombre. Más aún, la gracia es una ayuda para
hacer el bien más fácilmente, una ayuda que viene sobre todo de la doctrina y del ejemplo de
Cristo (gracia exterior). Pelagio niega la existencia de una acción interior de Dios que influya en
el actuar del hombre. Para él, la única verdadera gracia interior es la del perdón de los pecados
conferida en el bautismo.
elección insondable de la gracia divina, elección que llama, siguiendo a Pablo, "predestinación",
pero interpretándola en un sentido más individualista y menos colectivo. Luego de la controversia
con Pelagio él hablará de toda la humanidad como de una massa damnata y especula sobre la
caída de los ángeles y sobre la predestinación: Dios ab aeterno ha determinado quién se salvará
y quién se condenará, de modo tal que no son los actos buenos los que determinan la salvación
del justo sino al contrario: puesto que su salvación ha sido decidida por Dios desde la eternidad
él puede hacer actos buenos. Después del pecado de Adán, toda la humanidad es massa
damnata; algunos, sin embargo, han sido sacados de ella por la misericordia divina y se salvan.
Dios, sin reprobar activamente pero limitándose "sólo" a no predestinar a todos a la
bienaventuranza, es justo con esa masa dañada al castigar el pecado y misericordioso con los
predestinados al liberarlos del castigo.
1
De Retract. II 1.
2
Ep. 195,5,19.
Gracia – Agustín - 5
3
cf. Y. DE MONTCHEUIL, Notes inédites, en Recherches et débats n. 10 (junio-julio 1950) 2-6; cit. GROSSI V. - SESBÜÉ B., Gracia y
justificación... 229.
Gracia – Agustín - 6
- La distinción agustiniana entre gracia de Adán (auxilium sine quo non) y gracia de Cristo (auxilium
quo) no hace referencia a la idea de sumisión del libre albedrío y de la libertad a la gracia (la
necesidad de la gracia ya era una verdad adquirida desde la primera polémica pelagiana), sino
que hace referencia a ella como su carácter relacional. Por eso Agustín se esmera por hablar de
la "voluntad buena" y su carácter gradual: pequeña y todavía incapaz, grande y capaz de efectuar
lo que desea. La gracia se adapta a este carácter gradual, haciéndose también pequeña o grande,
pues la liberación del hombre se lleva a cabo en el tiempo.
- Además, se da una particular relación de la gracia con la naturaleza. La gracia está en relación,
pero en otro sentido, con la naturaleza creada del hombre. Lejos de aceptar a Pelagio, que
entendía que la gracia para salvarse había sido dada en la misma creación del hombre como
"poder" de ser libre, Agustín insistirá diciendo que no es la gracia de la que procede la creación
del hombre lo que estaba en cuestión, sino la gracia de donde proviene su salvación: no ya la
gracia por la que Dios instituyó la naturaleza, sino aquella por la que restituyó la naturaleza; no
se trata de buscar quién es el Creador de la naturaleza, sino de buscar a quiénes es necesario el
Salvador.
Agustín se refiere al comienzo de la fe y la perseverancia final en estos términos: la relación
entre gracia y libertad vale para toda la existencia humana pues marca el comienzo de la fe (primera
conversión), prosigue durante toda la vida y vuelve a encontrarse luego por el don de la
perseverancia final. Toda iniciativa del hombre que lo conduzca a la salvación está ya dirigida por
una iniciativa de Dios.
- El comienzo de la fe: La preparación a la fe es un don de Dios (Orange y Trento confirmarán esta
posición: es Dios el que comienza).
- La perseverancia en la fe: después de este comienzo el hombre seguirá sostenido por la gracia
para seguir siendo fiel: la relación inicial abre a una relación constante. El hombre depende
perpetuamente de la gracia para seguir viviendo en la gracia; recibe perpetuamente su liberación
en un proceso de santificación y de divinización. Cuando Dios lo recompensa, corona sus propios
dones.
- La perseverancia final es calificada por Agustín como magnum donum. Actúa la misma lógica:
Dios acaba lo que ha comenzado.
Aquí nos enfrentamos al problema más delicado de Agustín, a saber, la cuestión de la gracia
y la predestinación. Para Agustín, la predestinación es el acto por el cual Dios decide eternamente
la salvación de los que se salvarán efectivamente. En su afán de insistir en la gratuidad absoluta de
la gracia y la soberanía de la libertad divina intentará probar que Dios salva a quien quiere en un
decreto pre - temporal en donde elige a unos y deja que los otros se pierdan. Además, al señalar
que gracia y libertad no están en el mismo plano y que la primera suscita a la segunda, corre el
riesgo de absorber la libertad en la gracia, quedándose sólo con la causalidad divina. Por eso Agustín
será la fuente principal de toda la reflexión occidental y el origen de muchos errores en torno al tema
de la gracia. Sin olvidar su gran autoridad, no podemos identificar su doctrina con la doctrina de la
Iglesia Católica.