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LOS

EN GENERAL
NATURALEZA DE LOS SACRAMENTOS
Noción de los sacramentos
Definición normal: La palabra latina “sacramentum” significa etimológicamente
que santifica (res sacrans), y equivale en griego a la voz “misterio” (cosa sacra,
oculta o secreta).
Definición real: Como ya
dijimos, el misterio de Cristo se
continúa en la Iglesia, que goza
siempre de su presencia y le sirve,
especialmente a través de aquellos
signos instituidos por El mismo,
que significan y producen el don de
la gracia, y son designados con el
nombre de sacramentos.
Sacramento es, entonces, un signo
sensible y eficaz de la gracia,
instituido por Jesucristo, para
santificar nuestras almas. O, como
señala el Catecismo Romano (parte
II, cap I, n. 11), una cosa sensible
que por institución divina tiene la
virtud tanto de significar como de
conferir la gracia santificante.
Ciertamente, el Señor podía habernos comunicado la gracia directamente
sin necesidad de recurrir a ningún elemento sensible. A veces lo hace así, y
envía su gracia invisible como una ayuda real, sin mediar elemento externo
alguno.
Del mismo modo, quiso Jesús en los sacramentos
unir su gracia a signos externos en los que se encarna,
se materializa, la acción invisible del Espíritu Santo.
La pedagogía divina ha querido comunicar al hombre
la gracia sobrenatural a través de las mismas
realidades materiales que usamos en nuestra vida
ordinaria, dándoles una significación más alta y una
eficacia que de suyo no tienen ni pueden tener.

El elemento material se llama materia del sacramento, y las palabras que lo


completan y dan su eficacia a la materia se denominan forma. Cuando la forma
es pronunciada por el ministro con la intención de hacer lo que hace la Iglesia.
Dios confiere su gracia a través del sacramento, que es el instrumento del que
se sirve para santificarnos. Tenemos ahí el signo externo de la gracia (materia y
forma) y la gracia conferida.
La materia y la forma constituyen la esencia del sacramento y no
pueden variarse o modificarse, pues fueron determinadas por
institución divina. La Iglesia, al establecer modificaciones en los
ritos, jamás varía esta parte esencial, sino que sólo regula las
ceremonias litúrgicas alrededor de los dos elementos constitutivos
de cada sacramento.

Hemos dicho que esta realidad sensible


tiene una característica; es un signo de
otra realidad, significa algo ulterior, en
este caso, algo sagrado.
 
El sacramento es también un símbolo, un
signo, puesto que representa
sensiblemente una realidad misteriosa;
pero es un símbolo de otro orden.
Instituido por Cristo, tiene la tremenda
fuerza de contener realmente lo que
significa: así siguiendo con el mismo
ejemplo, el bautismo no sólo simboliza la
purificación y la limpieza interiores, sino
que efectivamente la produce. Por eso
Santo Tomás dice que el sacramento es un
signo que produce lo que significa.
Necesidad de los
Sacramentos
 
Se planea ahora una doble cuestión:
Si la gracia ha de llegar al hombre necesariamente a través de los sacramentos;
Si es necesario al hombre recibirlos para recibir la salvación. Sobre el punto, hay
que decir que es posible que la gracia llegue al hombre también de otros modos:
Dios puede comunicarla sin los sacramentos, de manera puramente espiritual. Por
eso, no existía en El la ineludible necesidad de instituirlos ya que, como señala
Santo Tomás “virtus divina non est alligata sacrmentis” (“el poder de Dios no está
ligado a los sacramentos”). Sin embargo, considerando la naturaleza a la vez
material y espiritual del hombre, tal institución era muy conveniente; así se nos
hace participar de lo invisible de lo visible.
 
Por lo que respecta a la segunda cuestión, hay que decir que no todos los
sacramentos son necesarios para cada persona, pero como Cristo vinculó a ellos la
comunicación de la gracia, y por tanto la consecución de la vida eterna, todos los
hombres tienen necesidad de ellos para salvarse.
Noción de gracia
La palabra “gracia” (del latín gratus: agradable, grato, gustoso) tiene en
castellano una amplia gama de significados: la cualidad de una persona o
cosa (“dotada de gracia”), una actitud de afecto (“caer en gracia”), el
agradecimiento (“dar las gracias), etc. En el trasfondo de todas estas
acepciones resuena un dato común: la palabra “gracia” evoca situaciones en
las que el hombre se halla ante lo bello, lo trascendente, la benevolencia, la
amistad, en las que está el juego no ya lo absolutamente debido, lo formal,
sino lo gratuito, lo que es fruto de la libertad o del amor.
 
Sin embargo, en estricto lenguaje teológico –y así lo entenderemos en
adelante-, la palabra “gracia” se refiere a la gracia sobrenatural; es decir, a
los auxilios sobrenaturales que hacen posible al hombre la consecución del
fin sobrenatural al que Dios lo ha destinado. Por eso se afirma que la gracia
es: 
Todo don sobrenatural que Dios da al hombre
Por gratuita benevolencia
Para que se pueda alcanzar su fin sobrenatural
Se dice:
- Don: pues es un beneficio que Dios otorga;
- Sobrenatural: pues lo que comunica es la misma vida de Dios, la cual es
sobre-natural; es decir, sobre toda naturaleza creada.
- Gratuito: siendo superior a la naturaleza, no hay fundamento para exigirlo
como debido, sino que produce la bondad de Dios;
Para alcanzar el fin sobrenatural: habiendo sido el hombre destinado a este fin, es
provisto por Dios de un medio proporcionado –la gracia- para alcanzarlo.
 

División de la gracia
 
La gracia puede ser actual y habitual. La gracia actual es un don transitorio, y la
habitual es un don permanente.
 
La gracia que permanece se llama habitual, porque es un hábito, esto es, algo que
permanece de modo estable en el alma. La gracia que pasa se llama actual,
porque es un acto, que termina después de algún tiempo; p. ej., un buen deseo.
Semejanzas Diferencia
entre una y
otra: La habitual es
permanente; la
Son dones actual transitoria.
sobrenaturales y
gratuitos.
La habitual
Merecidos no por inhiere en el
las propias alma;
acciones, sino por
la Pasión de
Jesucristo. la actual en
alguna potencia
Que se dan para del alma
la salvación del (inteligencia o
hombre. voluntad)
La gracia santificante
A.- Noción
Aquel don sobrenatural
Que nos hace participar de la vida divina,
Y que inhiere en el alma
A modo de cualidad permanente
 
Esa gracia santificante
Se recibe inicialmente en el bautismo.
Aumenta principalmente por la recepción de los sacramentos, y
también por la oración y por las buenas obras.
Determina la salvación, pues si se posee al momento de la muerte,
asegura la bienaventuranza eterna, y si no se tiene al morir, es inevitable
la eterna condenación.
Se pierde por cualquier pecado mortal.
 Puede ser recuperada mediante el sacramento de la penitencia, o
bien por la perfecta contrición con el deseo de recibir el sacramento.
Excelencia de la gracia santificante
La gracia santificante confiere la dignidad más alta a la que el
hombre puede aspirar: con ella se posee una vida superior, que
no se compara con ninguna de las más altas aspiraciones
naturales de la criatura racional. Por la gracia el hombre recibe
el más dilatado de los reinos: Dios lo hace partícipe de todos
sus bienes.
 
Efectos de
la gracia santificante
Tres son los principales efectos:

1) Borra el pecado, lo que se llama justificación


2) Produce en el alma la vida sobrenatural
3) Comunica a nuestros actos mérito sobrenatural
La Justificación
La justificación es el paso del estado de pecado al estado de gracia. Es una verdadera remisión de los
pecados, ya que el pecado y la gracia no pueden darse simultáneamente en el alma: el primero produce en
ella el estado de aversión a Dios y la gracia es cierta participación y semejanza con Dios.
 
La vida sobrenatural
Simultáneamente la remisión del pecado, la vida de Dios es comunicada al alma. San Pedro lo expresa
diciendo que por la gracia somos hechos “partícipes de la naturaleza divina” (1Pe. 1,4).
Habiendo Dios destinado al hombre a gozar de la posesión de El mismo, permite que ya desde su vida mortal
pueda gozar de alguna manera de ese Bien, por medio de la gracia. La gracia es, pues, una vida nueva, la vida
de Dios en nosotros. San Agustín lo explica asegurando que “es el mismo Dios presente en nosotros, a fin de
ser para nuestra alma lo que ésta es para nuestro cuerpo: un principio de vida y de acción”.
 
Las acciones se hacen meritorias
Por estar informadas de un principio sobrenatural de vida y acción, todo acto bueno realizado por el
hombre en estado de gracia supone un derecho que Dios le otorga a recibir una recompensa sobrenatural
(mérito en la definición clásica, es ius ad praemium, derecho al premio).
 
En virtud de la distancia infinita que hay entre Dios y el hombre, no habría posibilidad de mérito por parte
de la criatura ante el Creador, si antes no se presupone un plan divino que lo fundamente; es decir, que la
condición para poder merecer –tener derecho al premio- es que Dios así lo haya dispuesto .
Las condiciones del hombre para merecer bienes
sobrenaturales son:

Que esté en estado de gracia,


Que el acto sea libre,
Que la obra sea moralmente buena,
en su objeto, fin y circunstancias

 
Es verdad de fe que con las buenas obras hechas en gracia
podemos merecer: el cielo, el aumento de la gracia y el aumento de
gloria, en conformidad con las promesas hechas por Jesús. Al lado
de este mérito propiamente dicho –llamado también mérito de
condigno-, existe otro mérito impropiamente dicho, llamado mérito
de congruo, que no es el derecho a obtener una gracia fundado con
las promesas de Dios, sino la confianza de obtenerlo por la divina
misericordia. En este sentido, el que no está en gracia puede
merecer, de congruo, la gracia de su conversión, en virtud de sus
buenas obras. De condigno, el hombre en pecado no tiene derecho
a ninguna recompensa.
LA GRACIA ACTUAL
 
A. Noción:
 
La gracia actual puede definirse como:
Un don sobrenatural
Que ilumina el entendimiento
O muere y conforta a la voluntad
Para que el hombre sea capaz de realizar una acción sobrenatural,
De modo transitorio.
 
Tipos de gracia actual:
1. Desde el punto de vista del momento en que actúa, la gracia actual se llama:
A. Gracia antecedente: la que causa el acto posterior;
B. Gracia consecuente: la que, en el tiempo se da después del primer acto
 
2. Desde el punto de vista de la potencia en que actúan, hay:
A. Gracias iluminativas del entendimiento: p. ej. Las que se conceden para poder
hacer un acto de fe sobrenatural
B. Gracias motoras de voluntad: p. ej., un sentimiento de amor a Dios
 
Desde el punto de vista de los efectos:
A. Gracia santificante: da al hombre la posibilidad de hacer el acto sobrenatural,
pero no produce su efecto por la resistencia del sujeto;
B. Gracia eficaz: es la que siempre produce su efecto.
A. Necesidad:
La gracia actual es absolutamente necesaria para los actos de orden sobrenatural: “Sin mí nada podéis
hacer” (Jn 15,5); “Nadie puede decir ´Jesús, Señor´, sino en el Espíritu Santo” (I Cor. 12,3).

B. Errores sobre la necesidad de la gracia actual:


Examinando los errores que, a lo largo de la vida de la Iglesia, han aparecido sobre la necesidad de la
gracia, podremos llegar con más facilidad a una comprensión justa de la doctrina católica.
A) Primera proposición: la gracia actual es necesaria al hombre que se encuentra en
pecado para iniciar su conversión (“Ninguno puede venir a mí si mi Padre celestial no lo
trajere”: Jn. 6,44).
B) Segunda proposición: el hombre justificado: que posee la gracia habitual, necesita
la gracia actual:

I.- Para perseverar en el estado de gracia santificante; es decir, para evitar todos los pecados mortales.
II.- Para hacer obras buenas sobrenaturales pues, como ya dijimos, “la virtud de Cristo (la gracia)
antecede, acompaña y sigue a las buenas obras, y sin ella en modo alguno pueden ser gratas a Dios”
III.-También es precisa la gracia actual, para evitar los pecados veniales.
IV.- Para conseguir la perseverancia final. Es dogma de fe que, además de necesitarse gracias actuales
para evitar los pecados mortales, se precisa una gracia específica de Dios para morir en estado de
gracia: es un don especial, el más grande de todos.

C) Tercera proposición: el hombre pecador puede, antes de la justificación, conocer verdades


religiosas de orden natural y realizar acciones morales buenas, sin el socorro de una gracia
propiamente dicha. No todas las acciones del pecado son pecado, y las virtudes que pueda tener no
son vicios. Los luteranos, calvinistas, bayesianos y jansenistas incurren, por tanto, en un error cuando
afirman que la naturaleza está tan corrompida por el pecado original, que es incapaz de toda buena
acción.
Cooperación o resistencia a la gracia:

Hemos dicho que, desde el punto de vista de efectos, hay dos clases de
gracia: la suficiente, que da al hombre la posibilidad de realizar un acto
sobrenatural, pero que no consigue su efecto por la oposición o resistencia
del sujeto, y la eficaz, que lo consigue siempre de modo infalible.
 
Ahora bien, si la gracia eficaz que Dios da al hombre siempre consigue su
efecto, ¿queda por ello el hombre privado de su voluntad? En otras
palabras: si hay una infalibilidad en la moción divina permaneciendo la libre
actuación humana, ¿cómo compaginar esa aparente Contradicción?
 
Hay que decir que el entendimiento de las relaciones entre la acción de
Dios y la libertad del hombre es un misterio de difícil penetración por parte
de la inteligencia: se trata de averiguar, ni más ni menos, la forma como
Dios actúa.
 
Santo Tomás clarifica el misterio cuando explica que, si bien es cierto que
Dios causa infaliblemente el efecto, lo hace sin embargo moviendo a las
cosas según su naturaleza propia. El hombre posee por naturaleza el libre
albedrío y, por tanto, la moción divina no se realiza sin el movimiento de la
libertad. Al tiempo que infunde la gracia, mueve a la libertad a aceptarla.
No anula el acto libre, sino que es su causa. Dios, cuando quiere que algo
se realice de modo necesario, necesariamente se realiza; y cuando quiere
que algo se realice de modo libre, se realiza libremente.
LA EFICACIA SACRAMENTAL
 
Ya mencionamos que los sacramentos son –por voluntad de Cristo- la
continuación, hasta el fin de los tiempos, de las mismas acciones salvíficas
realizadas por el Señor durante su vida terrena. De ahí que sean medios de
santificación con la misma eficacia infalible que poseía la Santísima
Humanidad de Cristo: actúan comunicando siempre la gracia, cuando el rito se
realiza correctamente y el sujeto no pone un obstáculo.

Por lo anterior, los sacramentos se llaman signos


eficaces de la gracia, puesto que de un modo infalible
la producen en el alma. La teología, para designar esa
eficacia objetiva, creó la fórmula “sacramenta operantur
ex opere operato”; es decir, los sacramentos actúan por
el mismo hecho de realizarse, dan la gracia en virtud
del rito sacramental que se lleva a cabo. “Ex opere
operato” quiere decir, textualmente, “por la obra
realizada”. El Concilio de Trento sancionó esta
fórmula, definiéndola como dogma de fe: “Si alguno
quiere que los sacramentos de la Nueva Ley no
confieren la gracia en virtud del rito sacramental que se
realiza sea anatema…
La eficacia sacramental…

Esta terminología de algún modo expresa la grandeza de los sacramentos: son, en efecto,
una presencia misteriosa de Cristo invisible, que actúa de modo visible a través de esos
signos eficaces. A quien administra el sacramento –el ministro- sólo se le pide que tenga la
intención de hacer lo que hace o preceptúa la Iglesia, pero la eficacia no depende de él,
sino del sacramento mismo, por la fuerza con que Cristo lo ha dotado.

El efecto del sacramento


tampoco se produce por la
actitud del que lo recibe: la
gracia se confiere a quien lo  Sin embargo, y en
pone óbice por el mismo esto radica la
hecho de realizarse el rito
comprensión de la
sacramental. Ahora bien, es
eficacia
importante también recalcar
que la mayor o menor
sacramental, no son
cantidad de gracia sí la disposición del
depende de las sujeto la causad de
disposiciones del sujeto que que el sacramento
lo recibe. Esta disposición produzca la gracia,
subjetiva se designa con la sino que sólo la
fórmula “ex opere operantis”, medida del grado de
que textualmente significa gracia que recibe.
“por la acción del que actúa”.
Señala el Concilio Vaticano II que los sacramentos tienen la virtud de identificarnos con
Jesucristo por medio de la gracia que confieren: por ellos “somos incorporados a los
misterios de su vida, configurados con El, muertos y resucitados hasta que con El
reinemos”. Sistematizando las consecuencias de esa identificación con Cristo,
podemos afirmar que tres son los efectos que producen los sacramentos:
 
- La gracia santificante, que se infunde o se aumenta;
- La gracia sacramental, específica de cada sacramento;
- El carácter, que es producido por tres sacramentos (bautismo, confirmación y orden
sacerdotal).
 

La gracia santificante
 
El Concilio de Trento definió como verdad de fe que todos los sacramentos
del Nuevo Testamento confieren la gracia santificante a quienes los reciben
sin poner óbice.
 
La gracia santificante puede venir a un alma que ya la poseía, produciéndose
un aumento de esa gracia. Puede también ser comunicada a un alma en
pecado mortal u original, infundiéndola donde no existía.
La gracia sacramental
 
Además de esta gracia común a todos los sacramentos, hay una
gracia llamada sacramental, propia de cada uno de ellos. Cada sacramento, en
efecto, confiere una gracia sacramental específica en cada uno de ellos, que
añade a la gracia santificante un cierto auxilio divino cuyo fin es ayudar a
conseguir el fin particular del sacramento.
 
El carácter
  Es verdad de fe que el bautismo, la confirmación y el orden sacerdotal
imprimen en el alma el carácter, es decir, una marca espiritual indeleble que
hace que esos tres sacramentos no se pueden volver a recibir. En la Sagrada
Escritura se designa el carácter como “sello divino” o “sello del Espíritu Santo”.
 
Según la teología de los Padres de la Iglesia, el carácter permite a
los bautizados ser reconocidos en el cielo: Dios y los ángeles distinguen con el
carácter sacramental la pertenencia a Cristo de los bautizados, de los
confirmados y de los ordenados, de igual modo que la circuncisión permitía
reconocer a los descendientes de Abraham. Por eso, el recibir el sello es
garantía y prenda de vida eterna.
 
La esencia del carácter, explica Santo Tomás, es una especie de
“potencia” o “poder” que hace al hombre apto para realizar los actos del culto
divino. En otras palabras, el carácter es una participación del sacerdocio de
Cristo, esto es, de su mediación entre Dios y los hombres.
La institución de los sacramentos por Cristo
 
Cristo instituyó directa y personalmente
todos los sacramentos: El determinó tanto
el signo externo correspondiente como
la gracia que de él se deriva.
 
La Iglesia definió como verdad de fe que todos
los sacramentos del Nuevo Testamento fueron
instituidos por Jesucristo. SE pronunciaba de esta manera contra la herejía
protestante, que consideraba la mayor parte de los sacramentos como una
invención de los hombres.
 
Ningún sacramento, pues, ha sido instituido por la Iglesia, ya que la autoridad
eclesiástica no tiene poder sobre la esencia de los sacramentos; sólo puede
cambiar “aquellos que según la variedad de las circunstancias, tiempos y lugares,
juzgara que conviene más la utilidad de los que lo reciben o a la veneración de los
mismos sacramentos”.
Los sacramentos instituidos por Nuestro Señor Jesucristo son siete: ni
más ni menos; a saber: bautismo, confirmación, Eucaristía, penitencia (o
reconciliación), unción de los enfermos, orden sacerdotal y matrimonio.
 
Aunque el Nuevo Testamento en ningún lugar los enumera juntos, si habla
de modo claro y explícito de cada uno de ellos.

1.- Bautismo: Mt. 28,19; Mc. 16,16; Jn. 3,5.


2.- Confirmación: Hechos 8,17; 19,6.
3.- Eucaristía: Mt. 26,26; Mc. 14,22; Lc. 22,19; Icor 11,24.
4.- Penitencia: Mt. 18,18; Jn. 20,23.
5.- Unción de los enfermos: Mc. 6,13; Sant. 5,14.
6.- Orden Sacerdotal: 1Tim. 4,14; 5,22; 2Tim. 1,6.
7.- Matrimonio: Mt. 19,6; Ef. 5,31-32.
La conveniencia de que los sacramentos sean siete, explica Santo
Tomás, se infiere por analogía de la vida sobrenatural del alma con la
vida natural del cuerpo: por el bautismo se nace a la vida espiritual,
por la Eucaristía se alimenta, por la penitencia se curan sus
enfermedades, la unción de los enfermos prepara a la muerte, y por
medio de los sacramentos sociales –orden y matrimonio- es regida la
sociedad eclesiástica y se conserva y acrecienta tanto en su cuerpo
como en su espíritu.

Es admirable esta sintonía de la naturaleza y misión de la


Iglesia con las necesidades y esperanzas del hombre. Y más
admirable todavía, la bondad de Dios que nos entrega de nuevo al
Verbo por medio de los sacramentos, y que llevaba a San Ambrosio a
afirmar: “Yo te encuentro, Señor, en tus sacramentos”.
LA VALIDEZ Y LA LICITUD
SACRAMENTAL
 
Antes de seguir adelante, resulta oportuno tratar de
aclarar dos conceptos claves para la comprensión de la
eficacia sacramental: el concepto de validez y el de licitud.
 
Sacramento válido es aquel que, en su confección y (o) en
su recepción, verdaderamente se ha producido, es decir,
ha habido sacramento.
 
Sacramento lícito es aquel sacramento válido que,
además se ha confeccionado o recibido con todas sus
condiciones y, por tanto, produce todos sus efectos.
El ministro
Por ministro del sacramento se entiende la
persona que lo confiere. En sentido estricto,
el ministro primario de todos los sacramentos
es el Dios-Hombre, Jesucristo: como ya
vimos, los sacramentos son la prolongación
en el tiempo y en el espacio de las acciones
que El realizó en la tierra.
 
En nombre de Cristo y haciendo sus veces,
se llama ministro del sacramento a la
persona que ha recibido de Dios el poder de
conferirlo.
Como el ministro humano actúa en nombre de Cristo y haciendo sus veces, necesita de un
poder especial conferido por el mismo Cristo. Por ello, prescindiendo de los sacramentos
del bautismo y del matrimonio, para la administración válida de los demás es necesario
poseer poder sacerdotal o episcopal, recibido en la ordenación.
 
Además de la debida potestad, para que un sacramento se administre válidamente, se
requiere:
A) Que el ministro realice como conviene los signos sacramentales; es
decir, que debe emplear la materia y la forma prescritas,
prescritas uniéndolas
en un único signo sacramental.

B) El ministro ha de tener, además, la intención de hacer, al menos, lo


que hace la Iglesia.
Iglesia La razón es que el rito sacramental sólo tiene valor
de verdadero sacramento cuando se le da sentido que quiso darle el
mismo Cristo al instituirlo, o sea, haciendo tal y como o hace la Iglesia.
Al decir los protestantes que el significado de cada sacramento dependía
del que quisiera darle el sujeto, el Concilio de Trento declaró como
verdad de fe que es necesario al ministro tener intención de conferirlo
en el sentido único y verdadero que les dio Jesucristo:
 
Por acciones de Cristo, los sacramentos tienen eficacia propia y no dependen de la
santidad ni de la gracia del ministro:
ministro el instrumento obra en virtud de la causa principal,
no de la situación subjetiva del que lo administra. Si de ella dependiera, supondría una
fuente de incertidumbre y de intranquilidad.
El Sujeto
 
El sujeto es la persona que recibe el
sacramento, y en todos los casos sólo
puede ser recibido de manera válida por
una persona viva (estado de viador). Los
muertos no pueden recibir sacramentos,
pues éstos comunican o aumentan la
gracia en el alma, y ésta no permanece
en un cadáver: la muerte es
precisamente la separación del alma y el
cuerpo. Así, sólo los seres vivos son
sujetos capaces de la recepción
sacramental.
A) Condiciones para la recepción válida de los sacramentos
Se requieren dos condiciones en el sujeto para que el sacramento no sea nulo: la capacidad y
la intención de recibirlo.
 

1.-La capacidad es cierta aptitud del sujeto de acuerdo a la naturaleza de cada


sacramento, y el fin de Cristo al instituirlo. No todos los hombres son aptos para cualquier
sacramento: así, son capaces, por ejemplo, los no bautizados, de recibir otros sacramentos;
las mujeres, de recibir el orden sagrado; los sanos, de recibir la unción de los enfermos, etc.
 

2.-Se requiere también –para los adultos con uso de razón- la intención de recibirlo. El
motivo es claro: Dios tiene en cuenta la libertad del hombre, y hace depender la salvación (en
quien tiene uso de razón) de su propio querer. El sacramento que se recibe sin intención o
contra la propia voluntad es, por tanto, inválido.
 
En el caso del niño que se bautiza, el sacramento recibido es válido, porque la falta de
intención queda suplida por la intención de la Iglesia, representada en el ministro, los padres
y los padrinos, que actúan en su nombre.
 
En caso de urgente necesidad (por ejemplo, pérdida del conocimiento, perturbación mental)
el sacramento puede ser administrado sin la intención actual del sujeto, si existen razones
fundadas para admitir que éste (el sujeto), antes de sobrevenir el caso de la necesidad, tenía
el deseo implícito de recibir el sacramento.
B) Condiciones para la recepción lícita de los sacramentos
 
Hemos dicho que la recepción de un sacramento es lícita o fructuosa
cuando el que lo recibe lo hace con todas las disposiciones debidas y por
ello se producen todos sus efectos. Es lícita o sacrílega cuando
voluntariamente se recibe sin las debidas disposiciones.
 
La condición para recibir los sacramentos de vivos es el estado de gracia:
la recepción en pecado mortal constituye grave sacrilegio. El adulto que
recibe los sacramentos de muertos (el bautismo y la penitencia) ha de
tener al menos fe y arrepentimiento de sus pecados.
 
“Los sacramentales son signos sagrados, por los que, a imitación
en cierto modo de los sacramentos, se significa y se obtienen por mediación
de la Iglesia, unos efectos principalmente espirituales”.
 
Los sacramentales pueden consistir en “cosas” (en el sentido de
cosas materiales) o en “acciones”. Las cosas o las acciones que, por
designio de la autoridad competente, reciben esa capacidad, la obtienen ex
impetratione Ecclesiae (Por impetración de la Iglesia), es decir, que la
Iglesia, como esposa santa e inmaculada de Cristo, asigna la eficacia de su
oración a determinadas realidades materiales, concediéndoles una especial
virtualidad de producir efectos espirituales.
 
Se asemejan a los sacramentos en cuanto:

A) Son signos sagrados sensibles, muchas veces con materia y forma;


B) Son medios públicos de santificación;
C) Producen efectos espirituales;
D) Son actos de culto público.
Difieren de los sacramentos en que:

A) Los sacramentos son de institución divina; los sacramentales,


de institución eclesiástica;
B) Los sacramentos actúan ex opere operato; los sacramentos, ex
impetatione Ecclesiae.
C) Los sacramentos son signos de la gracia; los sacramentales,
signos de la oración de la Iglesia;
D) Los sacramentos tienen como fin producir la gracia que
significan; los sacramentales, sólo disponen para recibir la gracia
(consiguen gracias actuales), y obtienen otros efectos.
 
De las “cosas” que son sacramentales, la más importante es el
agua bendita, que es agua bendecida con oraciones contra la
presencia del influjo demoníaco.
 
De las “acciones” que son sacramentales la más importante es la
bendición, que es un rito por el cual la Iglesia implora la protección
de Dios sobre las personas y objetos, o los santifica.

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