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EN GENERAL
NATURALEZA DE LOS SACRAMENTOS
Noción de los sacramentos
Definición normal: La palabra latina “sacramentum” significa etimológicamente
que santifica (res sacrans), y equivale en griego a la voz “misterio” (cosa sacra,
oculta o secreta).
Definición real: Como ya
dijimos, el misterio de Cristo se
continúa en la Iglesia, que goza
siempre de su presencia y le sirve,
especialmente a través de aquellos
signos instituidos por El mismo,
que significan y producen el don de
la gracia, y son designados con el
nombre de sacramentos.
Sacramento es, entonces, un signo
sensible y eficaz de la gracia,
instituido por Jesucristo, para
santificar nuestras almas. O, como
señala el Catecismo Romano (parte
II, cap I, n. 11), una cosa sensible
que por institución divina tiene la
virtud tanto de significar como de
conferir la gracia santificante.
Ciertamente, el Señor podía habernos comunicado la gracia directamente
sin necesidad de recurrir a ningún elemento sensible. A veces lo hace así, y
envía su gracia invisible como una ayuda real, sin mediar elemento externo
alguno.
Del mismo modo, quiso Jesús en los sacramentos
unir su gracia a signos externos en los que se encarna,
se materializa, la acción invisible del Espíritu Santo.
La pedagogía divina ha querido comunicar al hombre
la gracia sobrenatural a través de las mismas
realidades materiales que usamos en nuestra vida
ordinaria, dándoles una significación más alta y una
eficacia que de suyo no tienen ni pueden tener.
División de la gracia
La gracia puede ser actual y habitual. La gracia actual es un don transitorio, y la
habitual es un don permanente.
La gracia que permanece se llama habitual, porque es un hábito, esto es, algo que
permanece de modo estable en el alma. La gracia que pasa se llama actual,
porque es un acto, que termina después de algún tiempo; p. ej., un buen deseo.
Semejanzas Diferencia
entre una y
otra: La habitual es
permanente; la
Son dones actual transitoria.
sobrenaturales y
gratuitos.
La habitual
Merecidos no por inhiere en el
las propias alma;
acciones, sino por
la Pasión de
Jesucristo. la actual en
alguna potencia
Que se dan para del alma
la salvación del (inteligencia o
hombre. voluntad)
La gracia santificante
A.- Noción
Aquel don sobrenatural
Que nos hace participar de la vida divina,
Y que inhiere en el alma
A modo de cualidad permanente
Esa gracia santificante
Se recibe inicialmente en el bautismo.
Aumenta principalmente por la recepción de los sacramentos, y
también por la oración y por las buenas obras.
Determina la salvación, pues si se posee al momento de la muerte,
asegura la bienaventuranza eterna, y si no se tiene al morir, es inevitable
la eterna condenación.
Se pierde por cualquier pecado mortal.
Puede ser recuperada mediante el sacramento de la penitencia, o
bien por la perfecta contrición con el deseo de recibir el sacramento.
Excelencia de la gracia santificante
La gracia santificante confiere la dignidad más alta a la que el
hombre puede aspirar: con ella se posee una vida superior, que
no se compara con ninguna de las más altas aspiraciones
naturales de la criatura racional. Por la gracia el hombre recibe
el más dilatado de los reinos: Dios lo hace partícipe de todos
sus bienes.
Efectos de
la gracia santificante
Tres son los principales efectos:
Es verdad de fe que con las buenas obras hechas en gracia
podemos merecer: el cielo, el aumento de la gracia y el aumento de
gloria, en conformidad con las promesas hechas por Jesús. Al lado
de este mérito propiamente dicho –llamado también mérito de
condigno-, existe otro mérito impropiamente dicho, llamado mérito
de congruo, que no es el derecho a obtener una gracia fundado con
las promesas de Dios, sino la confianza de obtenerlo por la divina
misericordia. En este sentido, el que no está en gracia puede
merecer, de congruo, la gracia de su conversión, en virtud de sus
buenas obras. De condigno, el hombre en pecado no tiene derecho
a ninguna recompensa.
LA GRACIA ACTUAL
A. Noción:
La gracia actual puede definirse como:
Un don sobrenatural
Que ilumina el entendimiento
O muere y conforta a la voluntad
Para que el hombre sea capaz de realizar una acción sobrenatural,
De modo transitorio.
Tipos de gracia actual:
1. Desde el punto de vista del momento en que actúa, la gracia actual se llama:
A. Gracia antecedente: la que causa el acto posterior;
B. Gracia consecuente: la que, en el tiempo se da después del primer acto
2. Desde el punto de vista de la potencia en que actúan, hay:
A. Gracias iluminativas del entendimiento: p. ej. Las que se conceden para poder
hacer un acto de fe sobrenatural
B. Gracias motoras de voluntad: p. ej., un sentimiento de amor a Dios
Desde el punto de vista de los efectos:
A. Gracia santificante: da al hombre la posibilidad de hacer el acto sobrenatural,
pero no produce su efecto por la resistencia del sujeto;
B. Gracia eficaz: es la que siempre produce su efecto.
A. Necesidad:
La gracia actual es absolutamente necesaria para los actos de orden sobrenatural: “Sin mí nada podéis
hacer” (Jn 15,5); “Nadie puede decir ´Jesús, Señor´, sino en el Espíritu Santo” (I Cor. 12,3).
I.- Para perseverar en el estado de gracia santificante; es decir, para evitar todos los pecados mortales.
II.- Para hacer obras buenas sobrenaturales pues, como ya dijimos, “la virtud de Cristo (la gracia)
antecede, acompaña y sigue a las buenas obras, y sin ella en modo alguno pueden ser gratas a Dios”
III.-También es precisa la gracia actual, para evitar los pecados veniales.
IV.- Para conseguir la perseverancia final. Es dogma de fe que, además de necesitarse gracias actuales
para evitar los pecados mortales, se precisa una gracia específica de Dios para morir en estado de
gracia: es un don especial, el más grande de todos.
Hemos dicho que, desde el punto de vista de efectos, hay dos clases de
gracia: la suficiente, que da al hombre la posibilidad de realizar un acto
sobrenatural, pero que no consigue su efecto por la oposición o resistencia
del sujeto, y la eficaz, que lo consigue siempre de modo infalible.
Ahora bien, si la gracia eficaz que Dios da al hombre siempre consigue su
efecto, ¿queda por ello el hombre privado de su voluntad? En otras
palabras: si hay una infalibilidad en la moción divina permaneciendo la libre
actuación humana, ¿cómo compaginar esa aparente Contradicción?
Hay que decir que el entendimiento de las relaciones entre la acción de
Dios y la libertad del hombre es un misterio de difícil penetración por parte
de la inteligencia: se trata de averiguar, ni más ni menos, la forma como
Dios actúa.
Santo Tomás clarifica el misterio cuando explica que, si bien es cierto que
Dios causa infaliblemente el efecto, lo hace sin embargo moviendo a las
cosas según su naturaleza propia. El hombre posee por naturaleza el libre
albedrío y, por tanto, la moción divina no se realiza sin el movimiento de la
libertad. Al tiempo que infunde la gracia, mueve a la libertad a aceptarla.
No anula el acto libre, sino que es su causa. Dios, cuando quiere que algo
se realice de modo necesario, necesariamente se realiza; y cuando quiere
que algo se realice de modo libre, se realiza libremente.
LA EFICACIA SACRAMENTAL
Ya mencionamos que los sacramentos son –por voluntad de Cristo- la
continuación, hasta el fin de los tiempos, de las mismas acciones salvíficas
realizadas por el Señor durante su vida terrena. De ahí que sean medios de
santificación con la misma eficacia infalible que poseía la Santísima
Humanidad de Cristo: actúan comunicando siempre la gracia, cuando el rito se
realiza correctamente y el sujeto no pone un obstáculo.
Esta terminología de algún modo expresa la grandeza de los sacramentos: son, en efecto,
una presencia misteriosa de Cristo invisible, que actúa de modo visible a través de esos
signos eficaces. A quien administra el sacramento –el ministro- sólo se le pide que tenga la
intención de hacer lo que hace o preceptúa la Iglesia, pero la eficacia no depende de él,
sino del sacramento mismo, por la fuerza con que Cristo lo ha dotado.
La gracia santificante
El Concilio de Trento definió como verdad de fe que todos los sacramentos
del Nuevo Testamento confieren la gracia santificante a quienes los reciben
sin poner óbice.
La gracia santificante puede venir a un alma que ya la poseía, produciéndose
un aumento de esa gracia. Puede también ser comunicada a un alma en
pecado mortal u original, infundiéndola donde no existía.
La gracia sacramental
Además de esta gracia común a todos los sacramentos, hay una
gracia llamada sacramental, propia de cada uno de ellos. Cada sacramento, en
efecto, confiere una gracia sacramental específica en cada uno de ellos, que
añade a la gracia santificante un cierto auxilio divino cuyo fin es ayudar a
conseguir el fin particular del sacramento.
El carácter
Es verdad de fe que el bautismo, la confirmación y el orden sacerdotal
imprimen en el alma el carácter, es decir, una marca espiritual indeleble que
hace que esos tres sacramentos no se pueden volver a recibir. En la Sagrada
Escritura se designa el carácter como “sello divino” o “sello del Espíritu Santo”.
Según la teología de los Padres de la Iglesia, el carácter permite a
los bautizados ser reconocidos en el cielo: Dios y los ángeles distinguen con el
carácter sacramental la pertenencia a Cristo de los bautizados, de los
confirmados y de los ordenados, de igual modo que la circuncisión permitía
reconocer a los descendientes de Abraham. Por eso, el recibir el sello es
garantía y prenda de vida eterna.
La esencia del carácter, explica Santo Tomás, es una especie de
“potencia” o “poder” que hace al hombre apto para realizar los actos del culto
divino. En otras palabras, el carácter es una participación del sacerdocio de
Cristo, esto es, de su mediación entre Dios y los hombres.
La institución de los sacramentos por Cristo
Cristo instituyó directa y personalmente
todos los sacramentos: El determinó tanto
el signo externo correspondiente como
la gracia que de él se deriva.
La Iglesia definió como verdad de fe que todos
los sacramentos del Nuevo Testamento fueron
instituidos por Jesucristo. SE pronunciaba de esta manera contra la herejía
protestante, que consideraba la mayor parte de los sacramentos como una
invención de los hombres.
Ningún sacramento, pues, ha sido instituido por la Iglesia, ya que la autoridad
eclesiástica no tiene poder sobre la esencia de los sacramentos; sólo puede
cambiar “aquellos que según la variedad de las circunstancias, tiempos y lugares,
juzgara que conviene más la utilidad de los que lo reciben o a la veneración de los
mismos sacramentos”.
Los sacramentos instituidos por Nuestro Señor Jesucristo son siete: ni
más ni menos; a saber: bautismo, confirmación, Eucaristía, penitencia (o
reconciliación), unción de los enfermos, orden sacerdotal y matrimonio.
Aunque el Nuevo Testamento en ningún lugar los enumera juntos, si habla
de modo claro y explícito de cada uno de ellos.
2.-Se requiere también –para los adultos con uso de razón- la intención de recibirlo. El
motivo es claro: Dios tiene en cuenta la libertad del hombre, y hace depender la salvación (en
quien tiene uso de razón) de su propio querer. El sacramento que se recibe sin intención o
contra la propia voluntad es, por tanto, inválido.
En el caso del niño que se bautiza, el sacramento recibido es válido, porque la falta de
intención queda suplida por la intención de la Iglesia, representada en el ministro, los padres
y los padrinos, que actúan en su nombre.
En caso de urgente necesidad (por ejemplo, pérdida del conocimiento, perturbación mental)
el sacramento puede ser administrado sin la intención actual del sujeto, si existen razones
fundadas para admitir que éste (el sujeto), antes de sobrevenir el caso de la necesidad, tenía
el deseo implícito de recibir el sacramento.
B) Condiciones para la recepción lícita de los sacramentos
Hemos dicho que la recepción de un sacramento es lícita o fructuosa
cuando el que lo recibe lo hace con todas las disposiciones debidas y por
ello se producen todos sus efectos. Es lícita o sacrílega cuando
voluntariamente se recibe sin las debidas disposiciones.
La condición para recibir los sacramentos de vivos es el estado de gracia:
la recepción en pecado mortal constituye grave sacrilegio. El adulto que
recibe los sacramentos de muertos (el bautismo y la penitencia) ha de
tener al menos fe y arrepentimiento de sus pecados.
“Los sacramentales son signos sagrados, por los que, a imitación
en cierto modo de los sacramentos, se significa y se obtienen por mediación
de la Iglesia, unos efectos principalmente espirituales”.
Los sacramentales pueden consistir en “cosas” (en el sentido de
cosas materiales) o en “acciones”. Las cosas o las acciones que, por
designio de la autoridad competente, reciben esa capacidad, la obtienen ex
impetratione Ecclesiae (Por impetración de la Iglesia), es decir, que la
Iglesia, como esposa santa e inmaculada de Cristo, asigna la eficacia de su
oración a determinadas realidades materiales, concediéndoles una especial
virtualidad de producir efectos espirituales.
Se asemejan a los sacramentos en cuanto: