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República Bolivariana de Venezuela

Pontificia Universidad Católica Santa Rosa


Facultad de ciencias humanas y sociales
Escuela de comunicación social
Catedra: Formación Humano Cristiano

LOS SACRAMENTOS EN LA
ECONOMÍA SALVÍFICA

Nombre y apellido: Valeria


Chirinos
Sección:D03E

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El único ministro de los sacramentos es Cristo, de ahí que el sacramento sea
siempre y exclusivamente una acción de Cristo, administrada por medio del
ministro eclesial. El ministro subalterno podrá fallar en su fe personal o en su
comportamiento moral, pero Cristo, que es el ministro verdadero del sacramento,
nunca falla, de ahí que su sacramento siempre es eficaz. Desde esta proposición
agustiniana se hace lógicamente fácil hablar de la eficacia de los sacramentos, es
decir, de lo que hoy, y después de muchos siglos, denominamos el efecto ex
opere operato. Contemplada desde la actual perspectiva teológica esta doctrina
sacramental de San Agustín, se advierten en ella las enormes posibilidades que
ofrece para reflexionar sobre cuestiones tan candentes en la actualidad como la
relación entre la Iglesia y los sacramentos y la dimensión ecuménica de la
sacramentalidad.
Un aspecto queda por reseñar, para poner de manifiesto la totalidad de los puntos
más importantes en el pensamiento sacramental de San Agustín. Se trata de
aquel en el que establece la relación entre la fe y el sacramento. El sacramento,
según ha descrito San Agustín, es un signo sensible, pero este signo tan sólo
adquiere su virtualidad sobrenatural desde el contenido de fe que se transmite por
la palabra de Dios.

Origen de los sacramentos, aunque los sacramentos empezaron a formarse y


materializarse muchísimo antes, estos no fueron totalmente reconocidos hasta el
siglo XIII, de hecho, ni los sacramentos, ni sus basamentos y religiosidades fueron
fundamentados en lo que eran las ideas teológicas, se dice comúnmente que fue
Pedro Lombardo quien expuso a los sacramentos a la luz, dio nociones y
definiciones del mismo y empezó, por ende, a utilizarse tanto teóricamente como
en la práctica de la religión católica.

La Gracia, en nuestro lenguaje diario, la palabra gracia nos hace pensar en cosas
agradables, pero cuando hablamos en un sentido teológico nos referimos a la
“gracia sobrenatural”. Que es un DON sobrenatural que Dios nos concede para
poder alcanzar la vida eterna, y esta gracia se nos confiere, principalmente, por
medio de los sacramentos. Es algo que Dios nos regala, nadie ha hecho nada con
su propio esfuerzo para obtenerla. El primer paso siempre lo da Dios. Es don
sobrenatural porque lo que se está comunicando es la vida de Dios que va más
allá de toda la naturaleza creada. Solamente por medio de la gracia, el hombre
puede alcanzar la vida eterna, que es el fin para el que fue creado. Esta regalo de
Dios exige la respuesta del hombre. Es un don sobrenatural infundido por Dios en
nuestra alma – merecida por la Pasión de Cristo - que recibimos por medio del
Bautismo, que nos hace, justos, hijos de Dios y herederos del cielo. El Espíritu
Santo nos da la justicia de Dios, uniéndonos - por medio de la fe y el Bautismo – a
la Pasión y Resurrección de Cristo. Cuando perdemos esta gracia al pecar
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gravemente, la recuperamos en el sacramento de la Reconciliación. Al recibir
alguno de los otros sacramentos se nos aumenta esta gracia. La gracia
santificante es el don sobrenatural y gratuito que se encuentra en nuestra alma. Es
una cualidad de nuestra alma, porque ella es la que perfecciona nuestra alma.
Ella produce tres efectos muy importantes en nosotros:
Borra el pecado, es decir nos hace justos. La justificación es el paso del pecado a
una vida de gracia.
Nos hace posible la participación de la vida divina. Al borrarse el pecado, se nos
comunica la vida de Dios, nos da una vida nueva.
Por medio de la gracia, nuestras buenas obras adquieren méritos sobrenaturales.
La Sagrada Escritura hace muchas referencias sobre estos méritos (Cfr. 1Tim. 4,7;
Lc. 6, 38; 1Cor. 3, 8; Rom. 2, 6-8). Las promesas hechas por Cristo sobre los
méritos de las buenas obras hizo que esto fuera declarado como verdad de fe (Cfr.
Dz. 834).
La Eficacia de los Sacramentos, los sacramentos son medios de salvación, son la
continuación de las obras salvíficas que Cristo realizó durante su vida terrena, por
lo tanto, siempre comunican la gracia, siempre y cuando el rito se realice
correctamente y el sujeto que lo va a recibir tenga las disposiciones necesarias,
sin oponer resistencia. La recepción de la gracia depende de la actitud que tenga
el que lo recibe. Las disposiciones del que lo recibe son las que harán que se
reciba mayor o menor gracia. La acogida que el sujeto esté dispuesto a dar a la
gracia de Cristo, juega un papel muy importante en la eficacia y fecundidad del
sacramento. La disposición subjetiva, es lo que se conoce como "ex opere
operantis". Esto quiere decir “por la acción del que actúa”. Los sacramentos son
los signos eficaces de la gracia, porque actúan por el sólo hecho de realizarse, es
decir, "ex opere operato" = por la obra realizada, en virtud de la Pasión de Cristo.
Esto fue declarado por el Concilio de Trento como dogma de fe. Ellos son la
presencia misteriosa de Cristo invisible, que llega de manera visible por medio de
los signos eficaces, materia y forma. Cristo se hace presente real y personalmente
en ellos. Por ser un acto humano, al realizarse con gestos y palabras y un acto
divino – realizado por Cristo, de manera invisible – el cristiano se transforma y se
asemeja más a Dios. Catec. n. 1128). Los sacramentos son una manera, posterior
a la Revelación, que satisface la necesidad que tiene el hombre de tener una
comunicación con Dios y el deseo de Dios de comunicarse con el hombre
En otro pasaje del Dialogus, Hugo de San Víctor es más explícito a la hora de
establecer la vinculación de la gracia con el signo sacramental. En un momento en
que el maestro establece pedagógicamente ante el discípulo la relación que
guardan entre sí el signo, el sacramento y la gracia, dice del signo en cuanto tal
que le compete solamente significar, pero no conferir (en este primer momento

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emplea ya el verbo conferre); en cambio, el sacramento no es un mero signo
porque, además, es eficaz, de tal forma que en virtud de la institución, significa;
por la semejanza visible, representa la realidad invisible, y por la santificación
confiere. Y en este caso, al utilizar el verbo conferre especifica que es el
sacramento quien confiere la santidad. Con el fin de interpretar a Hugo de San
Víctor desde dentro de su propio pensamiento, sin hacerle decir lo que no dice, se
ha de concluir que, según su manera de pensar expuesta en el Dialogus, los
sacramentos conceden la gracia que otorga el Espíritu Santo. No son, pues,
meros continentes de la gracia, sino instrumentos a través de los cuales actúa el
Espíritu Santo. Si esta manera de conferir el sacramento la gracia, propuesta por
Hugo de San Víctor, tuviese que ser denominada en terminología de escuela,
habría que hablar de una causalidad moral en la que el signo sacramental es
ocasión para que el Espíritu Santo conceda la gracia. Las críticas formuladas
contra la causalidad sacramental en Hugo de San Víctor están ellas mismas
necesitando una seria revisión. Como dato muy positivo en la consideración
sacramental de Hugo de San Víctor se ha de calibrar el modo como aplica su
definición del sacramento a los tres tipos de sacramentos correspondientes a los
tres momentos decisivos de la historia de la salvación. Aquellos sacramentos que
tienen la razón de ser de su existencia en la postración de la naturaleza humana a
partir del momento de su caída, corresponden al hombre en general, pues todo
hombre es caído, y pertenecen de un modo particular al pagano que no ha
conocido otro tipo de sacramentalidad; los sacramentos que arrancan de la
institución promulgada por Dios a través de la ley mosaica, y que se constatan en
la Ley Antigua, corresponden a los judíos, que los han recibido de Moisés; y en
último lugar, los sacramentos que fueron instituidos para la santificación merecida
y otorgada por Jesucristo, corresponden de forma directa solamente a los
cristianos. Hugo de San Víctor no considera esta triple serie de sacramentos de un
modo aislado entre sí, sino coordinada en un presente histórico, dentro del cual es
Dios quien está actuando sobre el hombre desde el comienzo de la creación hasta
el futuro escatológico, pasando por cada presente histórico.

Citas: Todos ustedes son hijos de Dios mediante la fe en Cristo Jesús, porque
todos los que han sido bautizados en Cristo se han revestido de Cristo.Gálatas
3:26-27
Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; porque todos los que
habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos.

—Arrepiéntase y bautícese cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para


perdón de sus pecados —les contestó Pedro—, y recibirán el don del Espíritu
Santo. Hechos 2:38

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Referencias bibliográficas
S c h m a u s , M., « E l ministro de los sacramentos», en Teología Dogmática
{78pág}
H u g o d e S a n V í c t o r , De Sacram entis {96pag}
Los signos sagrados (Barcelona 1957).
Necesidad de los sacramentos{ 1892}

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