Está en la página 1de 7

Caso Goulart 14,5x21.

indd 2 25/1/2023 11:45:51


CASO GOULART:
DAÑOS COLATERALES

Caso Goulart 14,5x21.indd 3 25/1/2023 11:45:51


Ceballos, José Gabriel
Caso Goulart : daños colaterales / José Gabriel Ceballos. - 1a ed. - Ciudad Autó-
noma de Buenos Aires : Fundación CICCUS, 2023.
168 p. ; 21 x 14 cm.

ISBN 978-987-693-928-7

1. Novelas. 2. Novelas Históricas. I. Título.


CDD A863

Primera edición: Febrero 2023

© Ediciones CICCUS - 2023


Moreno 2640 (1094) CABA
Tel.: (54 11) 4308-3649
ciccus@ciccus.org.ar
www.ciccus.org.ar

Diseño de tapa: Felipe Gabriel Ceballos


Corrección: Tomás Manoukian
Coordinación: Alejandra Teijido - Andrea Hamid
Diseño y producción editorial: Andrea Hamid

Hecho el depósito que marca la ley 11.723.


Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de este libro en cual-
quier tipo de soporte o formato sin la autorización previa del editor.

Impreso en Argentina
Printed in Argentina

Ediciones CICCUS re- Ediciones CICCUS ha sido


cibió el Diploma de merecedora del recono-
Honor Suramericano cimiento Embajada de
que otorga la Fundación Paz, en el marco del Pro-
Democracia desde su yecto-Campaña “Desper-
Programa “Formación en Valores en tando Conciencia de Paz”, auspiciado
el Mercosur y la Unasur”. por la Organización de las Naciones
Círculo de Legisladores, Unidas para la Ciencia y la Cultura
Honorable Congreso de la Nación. (UNESCO).

Caso Goulart 14,5x21.indd 4 25/1/2023 11:45:51


CASO GOULART:
DAÑOS COLATERALES

JOSÉ GABRIEL CEBALLOS

Caso Goulart 14,5x21.indd 5 25/1/2023 11:45:51


Caso Goulart: daños colaterales. José Gabriel Ceballos

―Pero usted actuó admirablemente, doctor ―dijo Sábato.


Permanecía ladeado, el codo hincado en el brazo del sofá, la sien
apoyada en el puño. El doctor Vaccari guardó silencio.
La luz débil del velador de pie acentuaba el ambiente de intimi-
dad del estudio, una salita atiborrada de libros y cuadros, entre los
que descollaban por su tamaño los pintados por Sábato, casi todos en
caballetes y sin marco. Seres deformes, rostros tétricos, atmósferas
oníricas. Con su vegetación, el jardín disminuía mucho la luz de la
calle que, a espaldas del médico, filtraban las cortinas del ventanal. El
escritor enderezó la cabeza y agregó:
―Si yo todavía pudiera escribir, escribiría sobre usted. Lo conver-
tiría en héroe literario.
Vaccari se rebulló en su sillón. El escritor aclaró:
―No bromeo. Jamás bromearía con una cuestión tan seria. Vea:
vivimos en una horrible confusión de relatividades, pero siempre hay
algunos empecinados, héroes, santos, artistas, que alcanzan frag-
mentos del absoluto y así nos ayudan a soportar la realidad. Bueno,
yo lo tengo a usted por uno de esos héroes.
―Un héroe lleno de miedo ―retrucó Vaccari con una sonrisa for-
zada, y se ajustó los anteojos. En la refutación hubo una firmeza que
sonó desmesurada.
Sábato se echó hacia atrás y chasqueó la lengua.
―No importa el miedo ―dijo―. Incluso los héroes más gloriosos
deben vencerlo.
Se torció hacia el velador, se sacó los anteojos, los levantó y estu-
dió la limpieza de los cristales. Frotó los lentes con un faldón de la ca-
misa. Quedó con ellos sobre el regazo y con la mirada en las cortinas.
El doctor Vaccari había llegado unos cincuenta minutos antes, en
taxi. Por la mañana había estado en las oficinas del expresidente Raúl
Alfonsín. La reunión duró poco más de un cuarto de hora. Alfonsín
informó al médico que había pedido a Ernesto Sábato que se ocupara
del problema, por los vínculos del escritor con los organismos inter-
nacionales de derechos humanos. Sábato lo recibiría aquella noche
en su casa de Santos Lugares. Esto, por supuesto, dejó a Vaccari es-
tupefacto.
7

Caso Goulart 14,5x21.indd 7 25/1/2023 11:45:52


―¿Usted se creía valiente? ―interrogó Sábato.
Vaccari se tomó unos instantes para responder. Desvió la mirada
hacia una pintura cercana al velador, a la izquierda del escritor. Una
especie de vampiro que lo contemplaba asombrado, delante de un
cielo rojizo con pájaros negros. Estaba sobre un caballete, evidente-
mente inconcluso. En el escritorio había un plato con manchas de
pintura, dos pinceles y un trapo.
―En general, los médicos nos creemos valientes.
―Claro, claro…
Aquí el mutismo se prolongó por un minuto. Vaccari mantenía la
vista en la pintura. Entonces se oyeron unos maullidos violentos, be-
licosos, que se extinguieron enseguida, y Sábato dijo:
―No habrá un barrio con más gatos que este. Por la madrugada
suelen ponerse insoportables.
La pelea gatuna despertó a la esposa del escritor, que yacía enfer-
ma en un dormitorio, pasillo de por medio. Sábato acudió a su llama-
do, la tranquilizó y retornó al estudio.
―Yo pasé por miedos terribles, ¿sabe? ―contó ya sentado―. Y no
retrocedí gracias a quienes me rodeaban. Contra un gran miedo uno
no se atreve si está solo, pero se atreve si piensa en los otros involu-
crados. Cuando trabajé para la conadep sufría terrores espantosos,
de noche soñaba con aquellas torturas, frente a las cuales yo hubiese
preferido la muerte. Despertaba angustiado, pero después no podía
negarme a escuchar los testimonios.
Probablemente se figuró que su visitante haría un comentario,
porque esperó, acariciándose el bigote.
―Desde luego que su caso es distinto, muy distinto ―añadió―.
A su alrededor no había nadie a quien su miedo pudiera perjudicar.
Se arrellanó, alzó el brazo derecho y lo puso sobre el respaldo del
sofá. Se corrigió:
―Mejor dicho, sí, había involucrados. Y vaya si los había. Pero no
personas concretas, no individuos. ¿Conoce el origen de la palabra
ética?
El médico dijo que no.
―Bueno, se discute. Pero muchos sostienen que ethos, la raíz grie-
ga de esa palabra, primitivamente significaba morada, el sitio donde
se vive.

Caso Goulart 14,5x21.indd 8 25/1/2023 11:45:52


Caso Goulart: daños colaterales. José Gabriel Ceballos

El escritor se interrumpió como si dudara en desarrollar el resto


de la idea.
―Y nuestra morada, doctor ―dijo luego―, nuestra casa, en el sen-
tido más amplio, es nuestra especie. No podemos vivir sino dentro de
la humanidad, como parte de ella. De ahí que actuar con ética, a mi
entender, es actuar en beneficio de la humanidad toda, favorecién-
dola, defendiéndola… ―nueva pausa, cruzó las piernas―. En fin, me
fui por las ramas. Solo quería señalar esto: aquella mañana a usted
lo presionaba la humanidad. Porque usted es un hombre ético, y por
eso actuó como actuó.
Siguió un silencio que pareció ahondarse. Quizá por su atención
extrema, Vaccari ya había experimentado la sensación de que un ra-
zonamiento de Sábato producía ese efecto. Había entrado a aquella
salita dispuesto a no perderse ningún concepto que le sirviera para
resistir a la desesperación. Se esforzaba en absorber cuanto su anfi-
trión le decía.
―El miedo… ―agregó Sábato―. Qué temita el miedo, ¿no? ¿Desde
cuándo lo sintió en esa historia?
Vaccari pareció rememorar.
―Desde que me obligaron a reemplazar el certificado ―contestó.
―Pero eso ocurrió mucho después de la muerte de Goulart…
―En enero del ochenta y dos.
―Cinco años después. Algo de miedo habrá sentido antes…
―No veía motivos. Me decía que no había cometido ninguna falta.
Que había cumplido con mi deber.
―El deber...
El doctor Vaccari saldría de allí planteándose si había valido la
pena viajar. Los gastos extraordinarios, mentirle a su mujer, el temor
de que ella no le creyera el pretexto argüido para justificar el viaje,
¿habían valido la pena?

***

Caso Goulart 14,5x21.indd 9 25/1/2023 11:45:52

También podría gustarte