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1) La agresividad quiebra la convivencia, máxime si deriva a destructividad.

El mal que supone la violencia,


cuya manifestación extrema es la guerra, se hace presente en nuestras sociedades. Las culturas se han dotado
de recursos para hacer frente a esa violencia, ya sea desde la religión, ya desde el derecho, ya desde la política.
¿Cuáles han sido algunos de esos recursos? ¿Hasta dónde son eficaces y cómo a veces llegan a pervertirse
para funcionar en dirección contraria a la paz?

El mal ha supuesto el objeto de reflexión de muchos filósofos: desde los padres del cristianismo hasta autores
contemporáneos y todos tratan no de buscarle únicamente un porque si no también el cómo remediarlo.
Considero interesante reflejar de manera no muy extensa la noción del mal y del bien en uno de los pensadores
cristianos más importantes y cuya teoría ha sido el cimiento de posturas políticas y eclesiásticas para la iglesia:
(Santo) Tomas de Aquino. Tomas de Aquino entender el bien y el mal como posesión y privación
respectivamente: “Lo bueno y lo malo propiamente se oponen como privación y hábito; porque, como dice
Simplicio en su Comentario a Las Categorías, se dicen propiamente contrarias aquellas cosas de las cuales
cada una es algo según naturaleza, como lo cálido y lo frío, lo blanco y lo negro. Pero otras, de las cuales una
es según naturaleza y la otra está alejada de la naturaleza, no se oponen propiamente como contrarias, sino
como privación y hábito”

La noción de mal dice Tomas de Aquino, puede darse de dos modos: “De un modo, puede entenderse como
aquello que es sujeto del mal, y esto es algo; de otro modo, puede entenderse como el mismo mal, y esto no
es algo, sino que es la misma privación de algún bien particular. Para cuya evidencia ha de saberse que lo
bueno propiamente es algo en cuanto que es apetecible, pues, según el Filósofo en I Ethic., definieron de
manera óptima lo bueno los que dicen que lo bueno es lo que todas las cosas apetecen; en cambio, se dice
malo aquello que se opone a lo bueno. De donde es conveniente que lo malo sea aquello que se opone a lo
apetecible en cuanto tal. Sin embargo, es imposible que esto sea algo”

Es cierto que esta noción denota cierta pasividad del ser humano, algo que se deja afectar por tal privación o
por tal corrupción, sin embargo, es curioso como articulan el mal dentro de una cosmovisión un tanto
complicado de justificar con la existencia de Dios y su supuesta misericordia. El problema de esta noción es
que no atiende a la realidad, trata de quitarle peso reconociendo que el mal como privación tiene solución con
el acercamiento a Dios y una actitud ascética y retirada. Estos cuentos de curilla abnegado y devoto al celibato
se quedaron atrás por la complejidad misma de la cuestión y gracias al surgimiento de opositores a esta
doctrina: ya sea desde un intento de definir el mal y el bien como modos de pensar y no como realidades
objetivas de las cosas como dirá Spinoza o desde una pérdida del valor de la noción de bien y mal en Nietzsche.
Por otro lado, la interpretación materialista del mal desde un posicionamiento marxiano y aduciendo que esta
noción se perpetuara siempre y cuando haya desigualdades producidas por las condiciones materiales y de
explotación a una inmensa mayoría.

Si la religión ha servido para algo es para hundir a los hombres en la culpa, en el pesar de reconocerse como
débiles, como sujetos privados de algo que se dice redentor y víctima de un mal que le aleja de dios.
Sometiéndolos a una realidad de penurias y ascetismo, a una moral de borregos y negadores del cuerpo- como
diría Nietzsche.

“Ese mundo que nos concierne a nosotros, en el cual nosotros hemos de sentir miedo y sentir amor, ese mundo
casi invisible e inaudible del mandato sutil, de la obediencia sutil, un mundo del “casi” en todos los sentidos
de la palabra, ganchudo, capcioso, agudo, delicado (…)” (Nietzsche,2020)

¡Ese es el mundo que hay que destruir! Negar a la religión es reconocer lo bueno y lo malo del hombre,
reconocer ese carácter no fijado, esa infinitud de configuraciones. En este sentido, entender que el hombre
está configurado de cara a potenciar el bien frente al mal es reducir al hombre a una esencia, a algo que lo
idealice. Hablar en estos términos puede ser beneficioso, pero también un arma arrojadiza. Me es inevitable
pensar esto en términos, y quizás aquel se expone mi sesgo, judeocristianos, es decir, ser bueno, por desgracia,
está relacionado a una cierta actitud de vasallaje, de delegación. Por ende, y, por la estrecha relación del
capitalismo con la religión en tanto que un aparato ideológico más del estado, luchar contra la religión supone
luchar primero contra el Estado y la sociedad de clases.
Manuel Sacristán en su “Prologo al anti- dühring" explica muy bien esta noción y, que, por admiración a este
camarada, tratare de exponerlo de la manera más honesta a su relato. La concepción marxista del mundo pasa
por la liberación de la práctica de las manos para liberar la conciencia, es decir, la creencia de que “la
consciencia pueda ser dueña de sí misma por mero esfuerzo teórico es una actitud idealista ajena al marxismo”.
La concepción marxista del mundo solo es posible gracias al reconocimiento de que la realidad es se explica
de manera inmanente, es decir, la realidad solo es liberadora cuando reconocemos que la explicación de los
fenómenos debe buscarse en otros fenómenos, en el mundo y no en instancias ajenas o superiores al mundo.
La idea de mal o la expresión del mal en el mundo no debe ser buscado en una realidad alternativa como el
infierno o la relación de este con nuestro mundo, sino que debemos partir del hecho de que el mal solo tiene
una explicación a través de otros fenómenos y acciones, en este caso es el imperante sistema económico
neoliberal. Por otro lado, esta idea de mal debe ser vista a través de una óptica o metodología analítico-
reductiva para así desechar cuanto de irracional haya en esa noción.

“Más en general, el análisis reductivo practicado por la ciencia tiende incluso a obviar conceptos con contenido
cualitativo, para limitarse en lo esencial al manejo de las relaciones cuantitativas o al menos, materialmente
vacías, formales.(…) Así por ejemplo, lo que hoy llamamos “presión atmosférica”, fue manejo durante algún
tiempo por la naciente ciencia positiva moderna con el viejo nombre de “horror de la naturaleza al vacío” sin
que el uso de esta noción tuviera grandes inconvenientes, pues lo que de verdad interesaba al análisis reductivo
del fenómeno era la consecución de un número que midiera la fuerza en cuestión, cualquiera que fuera la
naturaleza de esta”

Es más que evidente que las religiones, por lo menos actualmente, no han servido para reducir las cotas de
violencia en la sociedad. No hablo de religiones en concreto, pues personalizar la ineficiencia e hipocresía en
una de ellas es ser corto de miras, sino de todas aquellas que se comportan como regiones universales de
salvación. La incapacidad para aglutinar en ellas “ovejas perdidas” obliga a que los sujetos totalmente absortos
en dinámicas deshumanizantes se adhieran a comunidades que les ofrecen seguridad y un motivo para seguir
adelante, aunque “sea al terrible precio de prestarse a una violencia demencial”

Esto solamente pone en relieve el mimetismo al cual se refiere Girard: el mimetismo usado en antaño por
estructuras culturales para domesticar no solamente el uso de la violencia y la sed de sangre sino al sujeto
mismo bajo mandatos (mandamientos) ahora se vuelve en contra de ellos, reclamando la sangre que no se
pudo derramar, incrementando el rencor hacia aquellos tachados de ser los culpables de su miseria. El
ritualismo con un mimetismo orientado hacia la violencia extrema ofrece la combinación perfecta para el
deseo de sangre. Si bien es cierto que la denuncia es más que justa, los métodos no son los apropiados. El
terrorismo no legitima la lucha, al contrario, la deslegitima. Con esto no quiero que se me malinterprete, no
justifico el terrorismo no debe ser considerado una táctica de lucha efectiva, sino que la denuncia que se hace
previa al acto mismo es más que justa. El rencor del pueblo iraquí hacia las potencias económicas como
Estados Unidos, el apoyo de la OTAN y países de la UE es más que legitimo.

La solidaridad con otros pueblos en ningún momento justifica metodologías sanguinarias, sino que se les
interpela a convencer, eso sí, debemos ser consciente que organizar una revolución por la emancipación de
los pueblos traerá violencia. Es un hecho.

2) La pluralidad compleja de nuestras sociedades exige diálogo intercultural. ¿Qué ventajas presenta la
interculturalidad frente a otras alternativas para afrontar la diversidad cultural y qué objetivos puede plantearse
en términos de reconocimiento, de ciudadanía y de derechos que han de conjugarse?
¿Cómo atender a las condiciones para una interculturalidad crítica teniendo en cuenta la memoria de diferentes
trayectorias colectivas, de distintas tradiciones religiosas y de plurales planteamientos sobre valores y normas
que confluyen en las sociedades actuales? (Respondo a estas dos cuestiones a la vez, es decir, 2 y 3)

¿Es el dialogo intercultural realmente una solución efectiva para permitir el florecimiento o resurgimiento de
las “identidades heridas y desbocadas? Soy incapaz de verlo así. Ya planteé mi oposición a la propuesto de
Walter migollo en la primera practica y recalco mi más ferra oposición a comprender la solidaridad entre
“identidades heridas "como un mero diálogo o un mero comprender al otro.
Voy a tratar de esquematizar de manera correcta todos los argumentos para sostener todas las ideas expuestas
que a mi parecer no son solamente erróneas, sino que suponen un atentado contra la humanidad. Entender la
globalización como algo negativo hacia la identidad cultural de los países únicamente es el resultado de un
análisis “bonachón”. Intentar redimir a la globalización y al proceso globalizador por el simple hecho de haber
realizado una genealogía de los diversos procesos de unificar sociedades en tiempos pasados no sirve para
nada por la cuestión esencial de las propiedades y condiciones materiales que se daban en los diferentes
momentos históricos. El proceso, en rasgos esenciales, es el mismo pero las condiciones materiales (objetiva
si subjetivas) no son las mismas, así como tampoco las consecuencias que se derivan de dicho proceso.

La globalización que a día de hoy se desarrolla con la ayuda del avance tecnológico comenzó con la
dominación imperialista de tipo colonial, es decir, comienza con la acentuación la explotación de materias
primas de los países dominados e importando productos manufacturados y estableciendo un sistema de
préstamos que obligaban a dichos países a pagar intereses cada vez más subidos.

El imperialismo no es un modo de producción diferente al capitalismo, el capitalismo no ha perdido sus


características fundamentales, a pesar de los cambios ocurridos en el mundo capitalista. Siguen vigentes las
leyes del capitalismo:
A. el proletariado tiene que seguir vendiendo su fuerza de trabajo a la burguesía;
B. la burguesía sigue contratando obreros para apropiarse de la plusvalía que éstos producen;
C. la ganancia sigue siendo la finalidad última del capitalismo.

La realidad de lo globalización es simplemente la justificación internacional de la dependencia comercial,


financiera, industrial y tecnológica. De esta manera, afirmar que la globalización supone el riesgo de suprimir
las culturas particulares (economías y sistemas nacionales) por una cultura global (economía internacional que
está en manos de todos y de nadie a la vez). En este sentido, la cultura adquiere una interpretación material,
es decir, la cultura parte de las relaciones de clase con los medios de producción. La vida no se sostiene
únicamente por creencias y mitos que ayuden a llevar la miseria con levedad como hace la tradición
judeocristiana o la agresividad con la que el budismo sometió a toda una población de agricultores a una vida
de explotación para sostener a toda la elite budista en el Tíbet. Entender la cultura como algo esencial para el
desarrollo de los pueblos y el mantenimiento de la identidad frente a procesos globalizadores implicar
entenderla no como un mero conjunto de creencias, rituales y actividades propios de un pueblo o país, pues
es una noción reduccionista. Entender la cultura como las relaciones de clase con los medios de producción
permite entender y promover acciones para no solo la supervivencia sino para la emancipación de los sujetos.
La “identidad herida” no sana únicamente porque los explotados nos revolquemos juntos en nuestra miseria,
sino que la única manera para sanar es la lucha de la clase obrera en sus territorios contra su burguesía nacional
y de esta manera servir de ejemplo para los demás países. La globalización se soluciona con solidaridad
internacional permitiendo el desarrollo particular de los pueblos, así como un desarrollo encomúncomún
donde no hay espacio para una clase dominante ya que no habrá clases.

Por otro lado, “la obligación moral de activar el dialogo entre los culturalmente diferentes, abriéndose cada
cual, a la alteridad diversa, para tratar de lograr los necesarios acuerdos sobre las cuestiones de justicia”.

¿Obligación moral? Niego toda moral. “Negamos toda esta moralidad tomada de concepciones al margen de
la naturaleza humana, al margen de las clases. Decimos que eso es engañar, embaucar a los obreros y
campesinos y nublar sus cerebros, en provecho de los terratenientes y capitalistas (…) La negamos en el
sentido en que la ha predicado la burguesía, deduciéndola de los mandamientos de Dios. Claro está que
nosotros decimos que no creemos en Dios, y sabemos muy bien que el clero, los terratenientes y la burguesía
hablaban en nombre de Dios para defender sus intereses de explotadores. O bien, en lugar de tomar como
punto de partida de la moral los dictados de la ática, los mandamientos de Dios partían de frases idealistas o
semidealistas que, en definitiva, se parecían extraordinariamente a los mandamientos de Dios.”

Este dialogo entre los culturalmente diferentes solo se ha dado para reforzar los lazos económicos entre países
del norte global, para reforzar la opresión de la clase obrera que, nativa o extranjera, sigue siendo la misma
clase obrera. Entender este diálogo como parte de una democracia cuyos valores afirman ser “justicia, libertad,
igualdad y paz” es crear castillos en el aire, tener imagen idealizada de una democracia que no es para nada
justa con sus propios ciudadanos.

Respecto a que objetivos pueden plantearse desde un dialogo intercultural comprometido con el
reconocimiento, la ciudadanía y los derechos considero que el único objetivo es desaparecer. Debemos
entender la participación activa para/con los demás desde otro análisis, desde una perspectiva consciente de
la realidad, consciente de lo que supone intervenir y dialogar desde estructura de poder que para nada
representan la voluntad del pueblo por así decir. Es cuanto menos risible plantear el dialogo intercultural entre
instituciones cuando estas instituciones juegan asumen el rollo de aparato ideológico orientado a satisfacer las
necesidades de una clase dominante. El dialogo intercultural, en el caso de darse y conspirarlo viable, jamás
puede darse desde una institución y sus representantes hacia otra institución y sus representantes. Pongamos
un ejemplo, asumiremos la meta (búsqueda del acuerdo en cuestiones de verdad y justicia) y las condiciones
(reconocer al otro como igual, reconocer que las competencias lingüísticas del otro llevan consigo una
dimensión moral, rechazar los prejuicios internos hacia el otro,etc...). Hasta aquí todo parece lógico y de una
decencia política correcta. Se establece un diálogo intercultural entre España y Marruecos donde el ministro
de asuntos exteriores se reúne con su homólogo marroquí. Este dialogo va a estar orientado hacia la creación
de lazos y de relaciones de beneficio mutuo. Todo este espectáculo va a estar orientado a reforzar el carácter
hegemónico de los estados frente a posibles peligros, la posibilitación y viabilidad de los roles de represión
de los aparatos ideológicos y represivos,etc.... Esto ocurre con instancia como la OTAN, espacios de diálogos
internacionales para salvaguardar el poder frente a peligros, frente a supuestos enemigos y, de la misma
manera, estrategias comunes para mantener el sistema político y represivo.

¿Ha estado la OTAN orientada alguna vez hacia el desarrollo de diálogos internacionales e interculturales?
No. Un claro ejemplo es el rol que ha asumido esta organización terrorista en el plano bélico de ucrania. La
situación de conflicto armado se ha precipitado, directamente y sin paliativos, por las pretensiones de la OTAN
de incluir a Ucrania en la alianza criminal imperialista por el intento de preservar la predominancia del
imperialismo yanki en la escena mundial, y con la participación inexcusable de la Unión Europea. No podemos
eludir por tanto el carácter de confrontación en el marco de la pugna Inter imperialista, de la disputa por las
áreas de influencia en Europa de Rusia, por una parte, y EEUU y la OTAN por otra. ¿El dialogo se encuentra
en la munición y artillera ofrecida a Ucrania para luchar? ¿El dialogo radica en los cientos y miles de muertos
tanto rusos como ucranianos por simple dispuesta entre polos imperialistas por la predominancia en el mapa
global? ¿Se ha dado este dialogo en algún momento? Y si lo ha habido, ¿ha funcionado? La respuesta a ambas
preguntas es negativa, el único dialogo que hay y que habrá estará orientado hacia el afianzamiento del poder
de las potencias imperialistas, reforzar la dependencia económica, técnica y financiera de países más al sur
global de países como Alemania, EE. UU, Inglaterra y todos aquellos países que comportan una potencia.

Todo este análisis solo es posible si la clase obrera se organiza y se dispone a analizar las condiciones
materiales que sustenta su miseria, como la burguesía nacional y el sistema estatal van de la mano con absoluta
impunidad sobre los cadáveres de obreros muertos y vidas condenadas a la explotación laboral y vital. Este
análisis parte de la realidad, de lo concreto y debe abarcar tanto las cuestiones subjetivas (lucha ideológica)
como las cuestiones objetivas (lucha económica) para poder articular una lucha política y poner en jaque al
sistema, ya sea una democracia liberal, una democracia representativa, una dictadura fascista o un imperio
tecnocrático. Teorizar sobre cómo deben abordar en los demás países la cuestión nacional, las experiencias
de lucha, la memoria colectiva o la relación con la religión es tarea de la clase obrera nacional. La única
manera posible de ofrecer recursos es analizando nuestra propia realidad y ofrecer las experiencias, fallos y
victorias para iluminar el camino a seguir.

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