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SERGIO GIVONE
-Profesor: hoy en día la hermenéutica, es decir la teoría y la práctica de la interpretación, goza
de gran fortuna. Usted ha sido un precursor, pues desde el final de los años 40 ha colocado el
problema de la interpretación al centro de su reflexión; y es sobre el concepto de interpretación
que hace énfasis su "Estética".
Por lo que se refiere a la lectura hay que recordar que ésta es siempre personal, puesto que el
único órgano de revelación de que dispone el lector para acceder a la obra es su propia
personalidad. Por ello no existe una interpretación única, mejor que todas las demás: única es
sólo la obra, no la interpretación, que siempre es múltiple. Esto no significa, sin embargo, que
sea arbitraria: el intérprete no deberá agregar o sobreponer su personalidad a la obra, sino
servirse de ella como instrumento e intermediario, si bien indispensable y activo; lo que
interesa es Hamlet, no el actor que lo representa, o si acaso interesa el que sea precisamente
él quien lo representa. La interpretación, entonces, no es ni única ni arbitraria.
En conclusión, ya se trate de hacer existir la forma que aún no existe, o de hacer vivir la forma
que ya existe, siempre está en juego la interpretación.
La filosofía tiene que abrir por fin los ojos ante el problema del mal, que presupone la
presencia en el universo de la negación, entendida no como oposición lógica sino como fuerza
negativa y destructora que con furia devastadora atraviesa toda la realidad. En el corazón de la
realidad no hay sólo positividad sino también negatividad; y entre estos dos términos no hay ni
síntesis ni dialéctica conciliadora, sino tensión y lucha. Hay una sola fuerza que anima tanto el
bien como el mal, es decir, la libertad, pero por ello mismo la libertad es doble, ambigua: es
libertad positiva y libertad negativa, capaz de afirmarse en el acto mismo en que se niega,
ímpetu creador y, al mismo tiempo, poder de auto y omnidestrucción. Sobre la humanidad
pende un destino de expiación arcano y cruel, y el vínculo que une inseparablemente la culpa
al sufrimiento es extremadamente misterioso. ¿Cómo sería posible enfrentar estos
argumentos atormentadores si no es a través de una dura, severa, rigurosa hermenéutica de la
conciencia religiosa? La vicisitud del Universo es una inmensa tragedia, por así decirlo
cosmoteándrica, y por ello el pensamiento hermenéutico no puede evitar desembocar en el
pensamiento trágico.
-Hoy en día el problema del mal y del dolor puede ser enfrentado con éxito sólo por una
hermenéutica de la tragedia, tanto antigua como moderna, así como de la experiencia
religiosa cristiana". Y sin embargo la misma hermenéutica ha generado perspectivas
conciliadoras y optimistas, perspectivas que parecen desconocer el problema grande y terrible
del mal y del dolor.
También resulta evidente que en el segundo caso la falta de distinción entre verdad y error
garantiza un recorrido ligero y confortable: y ésta es una concepción tranquilizadora y
optimista, libre de elementos trágicos o perturbadores, esencialmente consoladora.
-La filosofía, entendida como ejercicio hermenéutico, es ante todo diálogo, diálogo con los
filósofos (y no sólo con éstos) del pasado del presente.
-En la enorme cantidad de lecturas que por las razones más diversas cada uno de nosotros está
obligado a hacer, y que acaso hace de buen grado, se destacan las que indican una constante
frecuentación, las que constituyen un apoyo seguro en los momentos de concentración y un
recurso extremo en las horas de necesidad.
Finis