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La ética de la complejidad y el problema de los valores en el siglo XXI :

Edgar Morin

El problema de los valores en el siglo XXI vendrá de la mayor complejidad ética. Hasta ahora, el
problema de los fundamentos de los valores esta extremadamente sencillo: Dios había ofrecido
leyes a los humanos para que pudieran hacer el Bien. Por otra parte, en el contexto laico de
sociedades muy unidas sucedía lo mismo, ya que los preceptos éticos estaban profundamente
interiorizados. Obedecer y respetar los valores eran cosas evidentes.
Por supuesto, las cosas cambian con el aumento de la autonomía y de la responsabilidad
individual, ya que el imperativo ya no viene de Dios, ni de la religión, ni del Estado, ni de la
sociedad, sino del propio individuo, de conformidad con el imperativo categórico de Kant. Este
imperativo se ha vuelto insular, autoproductor y autojustificado, y esta situación debe
evolucionar según la concienciación del hecho de que el humano no es únicamente el individuo,
la sociedad o nuestra especie biológica, sino la trinidad que constituye estos tres términos, en
su interdependencia.

Según esta visión, los valores dependen del individuo, a través de su responsabilidad, de su
dignidad, de su virtud y de su honor, Pero también del grupo y las especie, sobre todo en un
contexto de globalización. Puesto que resulta dificil respetar estos tres niveles de exigencia al
mismo tiempo, a menudo aparecen conflictos de deber.

En otros tiempos, el problema de la relación entre el conocimiento científico y la ética no se


planteaba, ya que precisamente la ciencia occidental moderna se basaba y se desarrollaba en el
rechazo de cualquier interferencia política, religiosa y ética. Había que saber», fueran cuales
fueran las consecuencias. Esta independencia de los dos ámbitos no se debe al hecho de que la
ciencia se dedica a juicios de hecho mientras que la ética se refiere a juicios de valor, sino que,
en el campo científico, el juicio de hecho tiene el valor supremo.
Esta disyunción no acarreó ningún problema hasta el siglo XX cuando las ciencias empezaron a
desarrollar poderes de destrucción de manipulación enormes. Por otra parte, la actual
proliferación de comités éticos demuestra que la relación entre el conocimiento científico y la
ética se ha vuelto crucial. Más aún cuando la capacidad de la ética por regular la ciencia no está
establecida en absoluto, ya que esta última está separada la ética. Estos elementos que
deberían hallarse en conjunción se encuentran por lo tanto, en disyunción total.

La ecología de la acción

La insuficiencia de la moral pura se debe al hecho de que nunca se preocupa de las


consecuencias, está segura de que las buenas intenciones conllevan buenas acciones. Sin
embargo, Pascal había formulado el siguiente principio: Esforzarse en pensar bien, he aquí el
principio de la moral. No significa que baste con pensar correctamente para tener
comportamientos éticos, sino que es necesario conocer las condiciones en las que se van a
situar las acciones a favor de los valores para saber si actuamos realmente a su servicio. De ahí
la aparición de una ecología de la acción que se ocupa de las condiciones en la que se lleva a
cabo la acción repleta de buenas intenciones hacia los valores.

Pericles decía que los atenienses sabían aliar perfectamente el valor y la prudencia, mientras
que los otros pueblos eran o bien temerarios, o bien cobardes. Esta afirmación subraya el hecho
de que cualquier acción justa necesita audacia, un riesgo asumido, pero que de todos modos
debe combinarse con su contrario.

La ecología de la acción debe también analizar la incertidumbre existente en la relación entres


los fines y los medios. Todos sabemos, en efecto, que cuando empleamos con exceso medios
innobles para una finalidad noble estos medios acaban pervirtiendo la finalidad, e incluso
apropiándose de ella. Al contrario, las acciones inmorales pueden provocar, como reacción
consecuencias de esencia virtuosa. Es lo que ilustra Fausto de Goethe: al buen Fausto quiere
que Margarita sea feliz, pero sólo provoca catástrofes por ella, mientras que Mefistófeles, que la
quiere perder, suscita la intervención de Dios y salva así a Margarita.
El principio de ecología estricta de la acción implica también entrar en el juego de interacciones
y de retroacciones que representa el medio histórico y social donde se sitúa la acción, con el
riesgo de que esta última se vuelva en contra del actor y acabe con él. ¿Cuántas veces, en la
historia, hemos visto las mejores intenciones perturbadas de este modo? Basta con el ejemplo
de Gorbachov para ilustrarlo emprendió en la Unión Soviética acciones saludables, pero que
condujeron a la desintegración de su país.

Existe entonces un principio de incertidumbre que no se puede evitar y que nos debe llevar a
comprender que siempre probamos suelte. No se puede predecir el sentido de nuestra acción a
muy largo plazo, porque existe una ley de imprevisión total. ¿Quién puede dar una opinión
definitiva sobre el sentido de la Revolución Francesa, que dejó correr tanta sangre a pesar de
haber sido iniciada en nombre de principios tan fundamentales como les derechos humanos, y
de la cual aún no se puede hacer un balance definitivo?

Imperativos contradictorios

Desde el momento en que existe, según la expresión de Max Weber, un politeísmo de los
valores, surgen a menudo conflictos entre imperativos éticos contrarios. Así, Antígona
personifica la piedad, pero también la fidelidad al deber que le une a su hermano. Creonte
personifica la política y la traición contra un enemigo de la ciudad a quien niega la sepultura.
Hoy en día, sin embargo, hemos entrado en un mundo de simplificación ética, que las
civilizaciones que consideramos atrasadas no conocen.

Desatendemos los principios, sagrados en otros sitios, de la hospitalidad y la palabra dada, y nos
encontramos en muchos aspectos en situación de subdesarrollo ético. Nos comprometemos
con organizaciones o partidos que defienden valores tan legítimos como abstractos, pero
podemos perfectamente descuidar la familia. Al contrario, podemos dedicarnos a los nuestros
totalmente y olvidar a la humanidad. A otro nivel, hemos visto nacer conflictos éticos mayores
en la época de entreguerras por la preferencia que se debía atribuir o no a uno de los dos
monstruos que eran el estalinismo y el nazismo. Esta incertidumbre desembocó, durante la
Segunda Guerra Mundial, en alianzas contra natura entre socios incompatibles.

Las contradicciones éticas siempre han existido, pero hoy en día vuelven a aparecer a través de
las evoluciones científicas al oponer los principios contradictorios de la medicina y más
ampliamente de la biología. El imperativo contenido en el juramento hipocrático de luchar
contra la muerte se halla asi ante un dilema se debe alargar la vida de una persona muerta
cerebralmente, pero que sobrevive a nivel biológico, o tomar sus órganos para salvar a otra? La
cuestión de la eutanasia se plantea desde luego con la misma consideración. ¿Y qué decir sobre
el aborto, que constituye un elemento de liberación de las mujeres, pero que choca con el
derecho a vivir de cualquier embrión y con la prohibición de matar proclamada por la
comunidad?

La dominación más cruel que jamás ha existido en la historia del planeta ha sido la llevada a
cabo por Europa sobre el resto del mundo desde el siglo XVI. Basta con recordar la colonización,
la esclavitud o la trata de negros para confirmarlo. Ahora bien, resulta que este centro de
dominación que en Occidente generó valores potencialmente universales que utilizaron los
dominados para liberarse. En efecto, sólo pudieron descolonizarse los descolonizados al hacer
suyo el valor del derecho de los pueblos y del derecho de las naciones. Esta difusión de los
derechos occidentales es tan grande que sólo se puede lamentar hoy en día la insuficiente
universalización de los que derechos humanos y del ciudadano, así como los de la mujer, en la
medida, por supuesto, que correspondan a aspiraciones fundamentales de los que están
oprimidos. Los países islámicos están ahora divididos entre una corriente que expresa una
voluntad de beneficiarse de lo mejor que ha traído la cultura occidental, sin perder por ello su
identidad y sus tradiciones, y otra corriente que considera que los valores occidentales
constituyen una ofensa mayor a la virtud islámica.
Conseguir a una mayor complejidad de la ética es tratar de concebir y luego establecer la
relación entre ciencia, ética y política, es decir, eliminar el aislamiento viste la cuestión de los
valores; mayor complejidad de la que ética es admitir conflictos entre imperativos éticos de
igual fuerza; mayor complejidad de la ética es admitir la incertidumbre final sobre el resultado
de nuestras mejores intenciones y el respeto por los valores.

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