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VI JORNADAS DEPARTAMENTOS DE HISTORIA

FACULTAD DE HUMANIDADES/ UNIVERSIDAD NACIONAL DE MAR DEL PLATA

Relaciones interétnicas en pampa durante el siglo XVII:


dispositivos de dominación colonial y formas de resistencia indígena.

Introducción:
El problema de las “relaciones interétnicas” o relaciones hispano-indígenas en regiones de frontera se remonta al
inicio del período colonial, cuando la conquista y colonización del espacio americano demarcaron las áreas de
control territorial de las sociedades originarias y colonizadora. En el área pampeana, el avance de la sociedad
colonial sobre el territorio –que hasta principios del siglo XIX estuvo prácticamente bajo control indígena- se produjo
de forma discontinua y compleja. Este proceso estuvo signado por el despliegue de diversos dispositivos de
dominación (Boccara, 1996) por parte de los hispano-criollos, así como también, por el desarrollo de profundas
transformaciones en el seno de las sociedades originarias de la región que, lejos de mantenerse “pasivas” ante los
procesos mencionados, desplegaron estrategias de resistencia ante la “pretendida” dominación colonial.
Partiendo de una perspectiva de “frontera” como espacio geográfico de interacción entre dos o más culturas
diferentes (Weber y Rausch 1994), consideramos indispensable conocer y explicar los procesos de articulación
interétnica en el espacio fronterizo pampeano durante el siglo XVII. Esto, debido a que los estudios que abordaron
esta problemática se han abocado a los siglos XVIII y XIX, quedando un vacío respecto los inicios del vínculo entre
sociedades. Pero, fundamentalmente, permitirá aportar nuevas miradas sobre el período colonial en la región,
incorporado a las sociedades indígenas como sujetos "activos" en los procesos históricos posconquista. Para ello
tuvimos en cuenta, tanto la política colonial respecto el “indio” y los cambios que esta tuvo a lo largo del período, así
como las estrategias de resistencia desplegadas por las sociedades originarias para hacer frente a la pretendida
dominación.
Caracterizamos al siglo XVII, como un período dual en lo que respecta a las relaciones interétnicas. Mientras en
las cercanías de la recientemente fundada Buenos Aires se consolidaron los vínculos hispano-indígenas, no se
establecieron contactos –salvo esporádicamente- con los grupos étnicos ubicados al sur del río Salado hasta fines
del siglo XVII. En lo que respecta a la “política con el indígena”, la sociedad colonial desplegó durante este período,
una serie de dispositivos de dominación (Boccara, 1996), con el objeto de asegurar el control del escaso espacio
que ocupaba en el período1. Para ello se crearon sistemas reduccionales (espacios destinados a disciplinar al los
grupos étnicos en las prácticas sociales y económicas propias del conquistador). La captura de indígenas (malocas)
y su consiguiente reparto entre la población blanca para actividades domésticas, será otro mecanismo
implementado para tal fin. Por último, y ante la resistencia ofrecida por los indígenas locales, la relocalización de
grupos étnicos desde otras regiones, se presentará como una forma alternativa de abastecimiento de mano de
obra para las actividades productivas de la ciudad y su entorno rural. En cuanto a los grupos étnicos del sur
1
Según Garavaglia (1999:38), durante el siglo XVII Buenos Aires ocupaba en forma estable “un muy pequeño territorio que rodea a la ciudad,
en especial, sus partes norte y oeste”, que comprendía: Luján, Monte Grande, Matanza y Magdalena. Por ende, sólo una pequeña porción de la
llanura que se extiende al norte del río Salado estaba entonces poblada por la sociedad colonial. A esta superficie deben sumarse las tierras
adyacentes donde se explotaban recursos de forma periódica, tales como el ganado cimarrón.
pampeano, estos permanecieron al margen del sistema de dominación colonial durante buena parte del siglo XVII.
Es por ello que hemos denominado a esta relación como de “coexistencia en autonomía” 2. Sin embargo, desde
1670, tras la merma del ganado cimarrón y el acrecentamiento de la competencia interétnica por el acceso a dicho
recurso, observamos la intensificación de los contactos interétnicos al sur de la región. Generando así vínculos que
oscilarán entre el conflicto, la negociación y la alianza. Es por ello que analizaremos otra estrategia desplegada por
los hispano-criollos durante el período: las “entradas a territorio indígena”, ya sea en busca de recursos como el
ganado, la sal o para capturar y castigar indígenas, según el peligro que representaban para la sociedad colonial.
El trabajo se compone de cuatro apartados específicos Comenzamos con una caracterización de las sociedades
indígenas que habitaban el espacio pampeano y los procesos que estaban desarrollándose antes de la irrupción de
la conquista europea en la región. Luego, indagamos en el inicio de las relaciones interétnicas, remitiéndonos al
siglo XVI, dado que allí se produjeron las primeras expediciones al Río de la Plata y, por lo tanto, los primeros
contactos. En un tercer apartado nos introducimos en el siglo XVII, momento en que ubicamos la consolidación de
las relaciones interétnicas al norte del río Salado 3. Analizamos los intentos de disciplinamiento indígena
desplegados en el período: malocas, reducciones y relocalizaciones. En el caso, de los sistemas reduccionales
creados en las cercanías de la ciudad, indagamos en su organización institucional, las actividades productivas y la
evangelización. Respecto la relocalización de parcialidades indígenas, analizamos casos con grupos étnicos
locales y extra-regionales, tomando como ejemplo de estos últimos el caso más representativo para la época: la
relocalización de los indios Quilmes y Acalianes en 1666, luego de los levantamientos Calchaquíes. Finalmente, en
el último de los apartados, indagamos en las relaciones interétnicas generadas a fines del siglo XVII con los
diversos grupos indígenas del sur de la jurisdicción. Identificados por los hispano-criollos como pampas y serranos,
estas parcialidades acrecentaron sus vínculos con los vecinos y autoridades porteñas debido a las incursiones
periódicas que estos últimos empezaron a realizar a las serranías en busca de ganado cimarrón. Pero también
porque los grupos indígenas se acercaban a la ciudad para intercambiar bienes, ofrecer su fuerza de trabajo o para
robar animales de las estancias coloniales. Este “despertar de la frontera sur pampeana” se erige como ejemplo, no
sólo de las transformaciones que el contacto interétnico generó en las sociedades originarias de la región, sino que
expresa la capacidad que tanto hispano-criollos como indígenas tuvieron para trabar diferentes vínculos, según
contextos específicos.
Las fuentes:
Este trabajo es una síntesis de la Tesina de Licenciatura en Historia, defendida en la UNMDP en mayo del
corriente año. Un exhaustivo relevamiento documental iniciado entre los años 2005 y 2006 en los Archivos General
de la Nación (AGN) y Archivo General de Indias (AGI) -ubicado en la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, y el
Museo Etnográfico “Juan Bautista Ambrosetti”-, nos permitió explorar y analizar el período histórico en cuestión. En
el (AGN) se recopilaron, principalmente los Acuerdos del extinguido cabildo de la ciudad de Buenos Aires,
constituidos por las actas de los acuerdos alcanzados por la corporación del ayuntamiento de Buenos Aires y
donde se ubica un apartado específico sobre “indígenas”. En la biblioteca del (ME) accedimos a la colección de
documentos éditos del (AGI), compilados por Miguel Ángel Palermo [Carpetas F a J (1675-1794)]. Se trata de
2
Consideramos que el término “coexistencia en autonomía” es más explicativo en lo que se refiere a la caracterización de las relaciones
interétnicas entre blancos e indios del sur del río salado durante el período. Términos como “coexistencia pacífica” (Levaggi, 2000), remiten a
una situación que no es tal, ya que la “autonomía”, no necesariamente implicaba “paz”. La fricción es una característica propia de los sistemas
interétnicos, ya que se tratarían de unidades sociales que se disputan un ámbito espacial y los recursos ecológicos.
3
Si bien hemos esbozado nuestra concepción de frontera como un espacio permeables y de múltiples interacciones, el río Salado se constituyó –
durante el siglo XVII y parte del XVIII- como demarcación de dos territorialidades diferentes. Al norte el espacio colonial, al sur, el indígena.
correspondencia entre funcionarios de la región, informes de oidores de la Real Audiencia de Charcas y Reales
Cédulas. Finalmente, en la Biblioteca Nacional se consultó la “Colección Gaspar García Viñas”, compuesta por
5.133 manuscritos del Archivo General de Indias (siglo XVII). Respecto el material édito, seleccionamos
específicamente aquellos documentos que consideramos relevantes para la investigación. Este tipo de fuentes lo
constituyen diarios de viajes y expediciones en la región, así como los acuerdos del Extinguido Cabildo de la ciudad
de Buenos Aires. El cruce de información proveniente de diversas fuentes, fue permitiéndonos reconstruir los
vínculos interétnicos pampeanos, así como los cambios en dichas relaciones a lo largo del siglo XVII.

1. Formas de vida en autonomía: Las sociedades indígenas pampeanas antes de la conquista


Según datos arqueológicos, el espacio geográfico conocido como pampa o las pampas4 fue habitado por el
hombre hace por lo menos 11.000 años5. El trabajo arqueológico regional nos permite corroborar que las
sociedades que vivieron en esta región tuvieron una larga historia no escrita que excede los pocos cientos de años
durante los cuales los europeos dejaron relatos sobre ellos. Durante muchos miles de años, los grupos indígenas
locales mantuvieron un modo de vida cazador-recolector6. Se trataban de sociedades igualitarias, sin jerarquías
marcadas, con un alto grado de solidaridad y donde el poder político recaía sobre un líder, cuya autoridad era más
consensuada que impuesta. La economía de estos grupos se basó en la caza, la recolección de productos
vegetales silvestres y eventualmente la pesca tanto marina como continental. Algunos cazadores-recolectores
practicaron la horticultura a pequeña escala, pero como un complemento de la subsistencia. El trabajo se organizó
por sexo y por edad. Mujeres, hombres y niños se ocupaban de las tareas ligadas a la subsistencia y los alimentos
fueron compartidos por todos los miembros del grupo. Por otra parte, la forma de vida cazadora-recolectora hacía a
estos grupos muy móviles, es decir, se trasladaban frecuentemente hacia diferentes ambientes como las costas,
llanuras y sierras. Pero la movilidad territorial, lejos de presentarse como un condicionamiento para estas
sociedades, fue una de las estrategias centrales en estos grupos porque favoreció la exploración racional de la
naturaleza y les permitió ampliar los contactos sociales con otros grupos humanos, a veces, muy distantes7.
Durante los últimos milenios antes de la llegada de los europeos, se percibe una gran diversidad y expansión de
las formas de vida en el espacio pampeano. En este momento, y según Politis (2000), las evidencias arqueológicas
se encuentran en casi todos los ambientes de la región, desde el Delta del Paraná hasta la desembocadura del Río
Negro. Las explicaciones más consensuadas hablan de un período donde las necesidades socio-económicas se
vieron satisfechas por las ventajas que les brindó una oferta más amplia de recursos que benefició la subsistencia
de grupos cada vez más numerosos y posiblemente menos móviles. Sin embargo, este proceso no fue

4
Las dilatadas llanuras que se extienden entre el mar, el pie de monte de las Sierras Centrales y de la precordillera mendocina, entre los 31º y 40º
de latitud sur, se conocen con el nombre de Pampa o las Pampas (Politis y Madrid, 2001).
5
Información proveniente de investigaciones arqueológicas actuales, indicarían la existencia de 10 sitios arqueológicos de ocupación temprana,
de los cuales 8 se localizan en el extremo sudoriental del sistema de Tandilia: Cerro La China 1,2 y 3 y Cerro el Sobrero (Flehgenheimer 1980,
1994); Cueva Tixi, Alero Los Pinos, Cueva Burucuyá y Cueva La Brava (Mazzanti 1993 b, 1999) y 2 en el área interserrana y a cielo abierto:
Arroyo Seco 2 en la margen derecha de uno de los brazos de los Tres Arroyos (Politis, 1984) y Paso Otero 5 en el curso medio del río Quequén
Grande (Martínez, 1994).
6
Dentro de esta categoría se incluyen sociedades que, a pesar de presentar cierta variación y de ocupar regiones del mundo muy diversas, tienen
un modo de vida similar, caracterizado por estar organizadas en pequeñas unidades domesticas emparentadas, conocidas como bandas
autónomas compuestas por unas pocas decenas de individuos.
7
Una idea simplista sobre las organizaciones sociales humanas considera que la condición cazadora-recolectora del hombre supuso una fuerte
dependencia del medio ambiente. Sin embargo, desde la arqueología se ha logrado corroborar que estas sociedades desarrollaron una profunda
relación con la naturaleza, explorando y conociendo eficientemente las ventajas del medio natural. En el caso de la región pampeana adquiriendo
información sobre donde y como obtener los recursos naturales necesarios para la subsistencia y conociendo los territorios de otros grupos, con
quienes además, se relacionaron socialmente (Mazzanti, 2006)
homogéneo, más bien, estuvo caracterizado por el desarrollo de diferentes modos de vida regionales y su
complementariedad.
En síntesis, en el momento en que irrumpe la conquista europea en el Río de la Plata, la región estaba siendo
escenario de importantes y variados procesos sociales. Los grupos indígenas que habitaban el territorio pampeano
presentaban una gran complejidad y diversidad en sus modos de vida. Esta situación quedó plasmada en las
descripciones que llevaron a cabo sobre ellos los cronistas y conquistadores de la época8. Así, las sociedades
originarias fueron llamadas por el europeo, según referencias espaciales (caso de los “pampas” y “serranos”), o por
el tipo de organización social. La irrupción e impacto de la colonización europea produjo un quiebre en la historia de
las poblaciones pampeanas, las que a partir de ese momento, transformaron sus formas de vida, o bien como una
estrategia de resistencia a la dominación, o bien producto de las imposiciones coloniales. Algunas de estas
transformaciones serán analizadas en este trabajo.

2. Las expediciones al Río de la Plata y los primeros contactos interétnicos (siglo XVI)
La conquista europea del Río de la Plata debe ser entendida como el resultado de la necesidad de ampliar las
fronteras y anexar territorios que serán a la vez proveedores y contrafuertes para el desarrollo y la seguridad del
Perú, que por su producción argentífera se constituye como vital para el Imperio colonial (Assadourian 1986). En
este contexto se inician las expediciones a la región del Río de la Plata, generándose los primeros contactos
hispano-indígenas. Esta relación estará signada inicialmente por el conflicto, producto de la violencia guerrera de la
hueste conquistadora9, como así también por la resistencia ofrecida por los grupos originarios de la región.
Expediciones como las de Solis, Caboto y Mendoza, o la propia hueste de Garay, tuvieron enfrentamientos
violentos con los grupos indígenas que encontraron al llegar:

“…después de haber estado allí algunos días (en la desembocadura del Carcarañá) y haber tomado trato e
conservación con indios de aquella tierra, estando todos pacíficos e concordes, el dicho Sebastián Caboto, sin causa ni
razón alguna, afrentó e injurió los más principales de los dichos indios, que eran amigos y mató algunos de ellos […  y
así en el dicho río del Paraguay como en otras partes donde se tormó puerto hizo muchos agravios y mal tratamiento a
los indios, matando e hiriendo muchos dellos…”10.

En las crónicas narradas por Antonio Pigafetta durante su paso por el Río de la Plata, este menciona el violento
encuentro entre la hueste de Solís y los pobladores originarios: “Aquí fue donde Juan de Solís, que andaba como
nosotros descubriendo tierras nuevas, fue comido con sesenta hombres de su tripulación por los caníbales en
quienes había confiado demasiado”.11 No obstante, la respuesta de los indígenas no siempre fue el enfrentamiento.

8
Casi todas las formas del lenguaje de las cuales disponemos para identificar a los pueblos originarios nos colocan frente a un problema
cognitivo, puesto que muchos de los nombres a partir de los cuales conocemos a las sociedades indígenas, fueron impuestos por los
conquistadores, dado que no tenemos registro escrito de estos pueblos. Sin embargo, las etnias locales no pueden entenderse como entes
aislados, encerrados en sí mismos y estáticos. Sabemos que el espacio social que habitaron los pueblos indígenas de pampa, norte de patagonia, y
la zona cordillerana se ha denominado como “área arauco-pampeana-patagónica”. De este modo, se intenta identificar a los pueblos que
controlaron un extenso territorio, a partir de una red de relaciones sociales intra-étnicas.
9
La conquista de América quedó en manos privadas, es decir, fue financiada por agentes privados a los que la corona española les concedió la
posibilidad de explorar y conquistar las tierras mediante capitulaciones que fijaban los respectivos compromisos. Tal situación entrañó la
obligación de compensar a los responsables de la avanzada. En el Río de la Plata, ante la ausencia de metales preciosos, se premió a los
conquistadores con mercedes de tierra y reparto de indios. En este sentido, el afán de la hueste conquistadora llegó a tal extremo que se repartían,
a través de referencias, indios de poblados desconocidos que aún no habían sido dominados (Assadourian, 1986).
10
Información hecha por la Contratación, luego de que llegó la armada de Sebastián Caboto, acerca de todo lo ocurrido en el viaje (1530).
Colección Gaspar García Viñas (en adelante CGGV), Biblioteca Nacional, manuscrito N°679.
11
Viaje alrededor del mundo por el caballero Antonio Pigafetta, Libro I, Partida de Sevilla hasta la salida del estrecho de Magallanes,
Compilación del Centro Editor de América Latina, 1971, p.21.
Ulrico Schmidl, menciona que en 1535, durante el arribo de Pedro de Mendoza a la margen izquierda del Río de la
Plata : “…hemos encontrado un lugar de indios que llaman Charrúas y eran alrededor de dos mil hombres. Estos
han abandonado el lugar y han huido con sus mujeres e hijos de modo que no pudimos hallarlos…”12.
Hacia 1536 y luego de varias incursiones en tierra firme, los europeos se instalaron a orillas de un río que
bautizaron “de la Plata”. A ese asentamiento lo llamaron Buenos Aires 13, un lugar habitado por pobladores que con
mucha frecuencia debieron defender sus vidas de los continuos ataques indígenas que habitaban estacionalmente
dicho espacio14. La descripción recurrente entre los cronistas europeos respecto las etnias locales se vincula
fundamentalmente con el modo de vida cazador-recolector. En relación a ello Schmidl resalta la alta movilidad de
estos grupos, así como sus instrumentos de caza y guerra:

“…los querandís no tienen paradero propio en el país, sino que vagan por la comarca, al igual que hacen gitanos en
nuestro país...tienen para arma unos arcos de mano y dardos, estos son hechos como medias lanzas y en la punta
tienen un filo hecho de pedernal y también tienen una bola de piedra y colocada en ella un largo cordel. Ellos tiran la bola
alrededor de las patas de un caballo o de un venado que tiene que caer. Así han dado muerte a nuestro capitán…”. 15.

Así, las particularidades etnográficas de la región, hicieron de los primeros contactos interétnicos momentos de
gran conflictividad. Las etnias que habitaban el espacio pampeano no producían excedentes agrícolas, lo que
generó una fricción continua con la hueste conquistadora que pretendía ser abastecida de alimentos como en otras
regiones de América. Finalmente, en 1536, los querandíes atacan a la recientemente fundada ciudad de Buenos
Aires mediante una coalición de tribus:

“...Nos trajeron alimentos diariamente a nuestro campamento durante catorce días y compartieron con nosotros su
escasez en pescado y carne, y un día dejaron de venir […  dispuso nuestro capitán que su hermano don Diego
Mendoza, juntamente con nosotros, matara, destruyera y cautivara a los Querandís, ocupando el lugar donde estaban.
Cuando allí llegamos, los indios eran unos cuatro mil, pues habían convocado a sus amigos…”16.

Sabemos, también por Schmidl, que el ataque indígena desbastó a la pequeña aldea, ya que se quemaron las
casas de los pobladores –en su mayoría de paja- y algunos barcos. Luego del enfrentamiento, Mendoza ordena
dejar Buenos Aires y navegar aguas arriba por el Paraná, en busca de indios que suministren comida y bastimentos
a la hueste. Así, los conquistadores inician trato con otros grupos étnicos que denominaron “Timbúes”. No obstante,
el problema del hambre entre la hueste conquistadora siguió persistiendo:

“Allí [Buenos Aires se levantó un asiento [… a más la gente no tenía para comer y se moría de hambre y padecía gran
escasez, al extremo que los cavallos no podían utilizarse. Fue tal la pena y el desastre del hambre que no bastaron ni
ratas ni ratones, víboras ni otras sabandijas, hasta los zapatos y cueros, todo tuvo que ser comido” 17.

Fray Reginaldo de Lizarriaga a mediados del siglo XVI, menciona la falta del servicio de indios como una
problemática propia de la región del Río de la Plata18. Unos años después de la primera fundación, los sucesivos

12
Viaje al Río de la Plata de Ulrico Schmidl, Capítulo IX, Compilación de Bernardo Canal Feijó, 1967, p. 8.
13
“Hemos desembarcado en 1535 en el Río de la Plata [… Allí hemos levantado un asiento, que llamamos Buenos Aires, esto es, dicho en
alemán, buen viento”. Schmidl. Ibid. p. 14.
14
“…ahí [en Buenos Aires] hemos encontrado un lugar de indios los cuales se han llamado querandís, ellos han sido alrededor de tres mil
hombres formados con sus mujeres e hijos…”. Schmidl. Ibid. p 9.
15
Schmidl. Ibid. p.16.
16
Schmidl. Ibid. p 9.
17
Ibid. p. 8.
18
“No tiene servicio de indios, que si lo tuviera hubiera crecido mucho y, por esta razón se despobló este pueblo de Buenos Aires lo mesmo que
la fortaleza llamada Caboto”. Descripción de las Indias de Fray Reginaldo de Lizarriaga, Capítulo LXIX, Sobre el puerto y pueblo de Buenos
ataques indígenas a Buenos Aires, sumado a la imposibilidad de los conquistadores por sujetar a los grupos locales
y la falta de alimentos, provocarán el despoblamiento de la ciudad hasta 1580, cuando Garay refunde dicha
localidad. A partir de allí, con el establecimiento de un núcleo poblacional permanente en la región, nos
encontramos ante lo que Pinto Rodríguez (1996) define para las regiones de araucanía y pampa como proceso de
constitución de un espacio fronterizo y de coexistencia entre sociedades.

La segunda fundación de Buenos Aires y la consolidación de los vínculos interétnicos


La segunda fundación de Buenos Aires es producto de la efectivización del proyecto que proviene del
Licenciado Matienzo -oidor de la Audiencia de Charcas-, quien propone unir el Alto Perú con Buenos Aires vía
Tucumán y Chile, logrando así un puerto de salida al mar: “…poblar desde España el puerto de Buenos Aires,
adonde ha habido otra vez población y hay artos indios y buen temple y buena tierra y los que allí poblaren serán
ricos por la gran contratación que ha de haber allí de España y Chile y del Río de la Plata…”19
En este sentido se firma la capitulación de 1569, donde Juan Ortiz de Zárate -un acaudalado minero potosino que
se constituirá en adelantado-, se proponía fundar pueblos entre Charcas, Asunción y la entrada del Río de la
Plata20. La capitulación de 1569 establecía:

“Que poblareis tres pueblos de españoles allende de los que están ahora poblados los cuales haréis entre el distrito de la
ciudad de La Plata (Charcas) y de la ciudad de Asunción donde más convenga [… para la necesidad de su comercio y
contratación de una tierra y otra, y para su defensa y otro pueblo en la entrada del Río que llaman San Gabriel o Buenos
Aires”21.

La presencia de Garay en el Río de la Plata no es sino la consecuencia de dicha Capitulación. A él se le


encomendó la tarea de crear pueblos en las márgenes del Paraná y Plata. En junio de 1580 funda la ciudad de la
Trinidad y puerto de Buenos Aires y conjuntamente dota a la localidad de sus primeras autoridades (alcaldes,
regidores, procurador), dejando constituido para el pleno ejercicio de sus actividades al Cabildo (Torre Revello,
2004). Con la segunda y definitiva fundación de Buenos, los vínculos hispano-indígenas se irán consolidando. En
un primer momento, la relación del asentamiento colonial con las etnias locales transcurrirá entre guerras y
negociaciones. Expresión de ello, en el año 1583 el mismo Garay es muerto en combate con los querandíes por no
haber respetado acuerdos preestablecidos. No obstante, las relaciones interétnicas no se constituirán
azarosamente. La sociedad colonial desplegará una política de sujeción indígena que irá variando a lo largo del
período, según coyunturas concretas. Como así también, las sociedades originarias desarrollarán diversas
estrategias de resistencia que modificarán permanentemente el vínculo entre sociedades. En los apartados
siguientes analizaremos estos dos ejes de la relación: dispositivos de dominación colonial y formas de resistencia
indígena.

La política colonial “indígena”: dispositivos de dominación


Para analizar la política colonial indígena en la región pampeana, tomamos el marco conceptual desarrollado por
Boccara (1996) para el estudio de las relaciones interétnicas en la frontera sur chilena 22. Para Boccara, a lo largo de

Aires, Compilación de Bernardo Canal Feijó, 1967, p.37.


19
Carta del Licenciado Matienzo, oidor de la audiencia de Charcas, al Rey. La Plata, 1565. AGI 74-4-1. Copia en ME, carpeta A.
20
Los asentamientos en el Litoral con las sucesivas fundaciones de Santa Fe (1573), Buenos Aires (1580), Bermejo (1585) y Corrientes (1588)
son resultado de dicha capitulación.
21
Capitulación con el Capitán Juan Ortiz de Zárate, sobre la conquista del Río de la Plata, 10 de julio de 1669 (Ruiz Guiñazú, 1915).
22
El río Bío Bío, en el actual territorio de Chile, se erigió durante varios siglos como la frontera entre el territorio colonial y el indígena.
los siglos XVI, XVII y XVIII, la sociedad colonial se valió de una serie de “dispositivos de poder y dominación” 23,
tendientes a disciplinar a las sociedades indígenas. Entre ellos menciona la maloca, la encomienda, la misión, los
parlamentos y el comercio, entre otros. Nuestro interés se centrará, entonces, en conocer los dispositivos o
mecanismos que la sociedad colonial rioplatense desplegó en la frontera sur pampeana para disciplinar a las
sociedades indígenas. No obstante, nos adelantamos a proponer que la presencia de algunos de estos
mecanismos en la región, no necesariamente se asociaron al éxito de dicha dominación. Las particularidades
históricas y etnográficas locales hicieron de ella una meta más que una realidad, por lo menos durante el período
escogido. Identificamos, entonces, dispositivos tales como: a) la “maloca” -expediciones con el fin de capturar de
indios de servicio-, b) las “reducciones” indígenas –espacios de disciplinamiento sociocultural- y c) la relocalización
de grupos étnicos -o parte de ellos-, ante situaciones de mayor conflictividad. Malocas, reducciones y
relocalizaciones serán analizadas a continuación.
a) Malocas: En un primer momento, y ante la resistencia ofrecida por las etnias locales, las recientes
autoridades de Buenos Aires iniciaron expediciones de captura de indios, que se conocen con el nombre de
malocas24. Éstas fueron implementadas desde los inicios de la colonización europea en la región, con el objeto de
incorporar indios a la sociedad blanca y cristiana y hacerse con un suministro estable de mano de obra para las
actividades productivas locales. El gobernador Valdéz y de la Banda informa sobre una expedición de este tipo en
una carta que le escribe al rey hacia 1599:
“…desde que llegué aquí demás de haber entendido en la residencia y enviado a dos malocas, la una vez
mitad de los vecinos y la otra la otra mitad y entre ambas veces se toparon indios de guerra y se les trajo la
chusma y han venido a servir…”25.
En 1602, otra maloca es realizada por el capitán Diego Núñez del Prado, capturando al cacique guaraní “Caguas”
junto a gran cantidad de indios jóvenes y niños que fueron incorporados como criados a la sociedad blanca. En un
principio, el objetivo de la maloca fue la captura de “caciques” o jefes étnicos para desarticular posibles alianzas
inter-tribales y ataques indígenas. No obstante, en la práctica se capturaron poblaciones enteras –quizás ante la
demanda de mano de obra que ejercía la ciudad-. Uno de los vecinos de Buenos Aires informa que, a pesar del
compromiso para que en las malocas no se capturasen hijos, hermanos y parientes de los caciques: “…el dicho
capitán salió a una maloca que hizo a la sierra y dio en unos indios del dicho cacique y se apropió y repartió, entre
otros, a la hermana del cacique Caguás…”26.
Los raptos de mujeres indias constituyeron otra forma de forzar a los grupos étnicos locales a negociar e
incorporarse a la sociedad colonial. Hacia 1610, y luego de un ataque querandí a la ciudad de Buenos Aires, el
gobernador Marín Negrón organiza una expedición punitiva, capturando“…a un cacique que llaman Bagual con
setenta vasallos…”27. Estos fueron puestos en reducción a cargo de franciscanos.

23
Boccara elabora su conceptualización acerca de los dispositivos de poder y dominación en base a las proposiciones teóricas de Michel
Foucault. Es por ello que el poder no es concebido de forma tradicional “como una sustancia o materia que poseerán algunos individuos para
usarlo por medio de la violencia” (Deleuze, 1986), sino como “la multiplicidad de relaciones de fuerza inmanentes al espacio en el cual se
ejercitan y son constitutivas de su organización, el juego que, por vía de luchas y enfrentamientos incesantes las transforme, las refuerce, las
invierta (…) las estrategias en las que cobran efecto o cuya cristalización institucional toma cuerpo en los aparatos estatales, en la formulación de
la ley, en las hegemonías sociales (Foucault, 1992).
24
La palabra maloca hace referencia al guaraní “salir a maloquear”, lo que implicaba salir a atacar poblados. El uso del vocablo se generalizó
para aplicarlo a cualquier expedición europea de caza de indios (González Lebrero, 2002).
25
Carta del gobernador Diego Rodríguez Valdéz y de la Banda al rey. 1599. AGI. 74-6-21. Copia en ME, carpeta B, N°5.
26
AGN, sala IX, 19-1- 4, f.9.
27
Carta del gobernador Marín Negrón, de 1610.AGI, copia en ME, carpeta B.
CUADRO N°1: MALOCAS REGISTRADAS ENTRE 1580 Y 1610

Año Autoridad a cargo de Etnia reducida Cacique Cantidad de indios Destino


la expedición capturados

Gobernador Diego indios de


1599 Rodríguez Valdez y de la - - - servicio
Banda
Capitán Diego Núñez Guaraníes Caguas - indios de
1602 del Prado servicio
Gobernador Marín Querandíes Bagual 70 reducción
1610 Negrón
Fuente: elaboración propia en base datos del AGI, Museo Etnográfico, Carpetas N°B y C.

b) Reducciones: El objetivo central que guió la política colonial hacia los grupos indígenas locales fue su
incorporación a las actividades productivas como mano de obra, tanto en actividades urbanas como rurales. Con el
fin de facilitar la utilización del indígena como fuerza de trabajo se desarrolló la práctica de asentarlos en
reducciones cercanas a las ciudades, evitando su dispersión geográfica, para lo cual implementaron en ellas el
trabajo agrícola (González Lebrero, 2002). Pero las reducciones también tuvieron como finalidad, instruir y
disciplinar a los grupos indígenas de acuerdo a los valores y creencias cristianas (Nofri, 2001). La política de
concentrar indios está presente desde el siglo XVI y las reducciones proliferan por toda América. Hacia 1538 una
Real Cédula afirmaba: “...si no se juntan los dichos indios, no pueden ser adoctrinados y para el remedio dello
convenía que se llamasen todos los principales indios y se les diese a entender cuán conveniente cosa era
juntarse...y hacer sus casas y sementeras…” (Citado en Solano, 1976:91). A principios del siglo XVII, se crean en
los alrededores de la ciudad varias reducciones de indios. Las más importantes son detalladas por el gobernador
Góngora en un informe realizado en 1620:
“...una nombrada San José del cacique Don Bagual sobre el río de Areco, dieciocho leguas, poco más o menos, del
dicho puerto. Y otra dieciséis leguas del, tierra adentro, cerca del río grande de la Plata (...) nombrada del cacique
Tubichaminí y otra nombrada Santiago del Baradero que está sobre un brazo del río del Paraná…”28.

En las fuentes son mencionadas otras reducciones de las cuales sólo se conservan las fechas de creación y
ubicación. Sin embargo, no contamos con información suficiente como para realizar un análisis de su
funcionamiento29. Las observaciones que efectuaremos se basarán, sobre todo en los datos extraídos del análisis
de cuatro de ellas (San José del Bagual, Tubichaminí, Santiago del Baradero y Santo Domingo Soriano), dada la
mayor disponibilidad de fuentes que nos permite realizar una indagación más pormenorizada de los sistemas
reduccionales. En los primeros tres casos, utilizamos información proveniente de los informes de visitadores de la
Real Audiencia de Charcas a la región, la correspondencia que emiten los gobernadores del Río de la Plata al rey,
relatando el trato que se les da a los “naturales”, así como las actas de los acuerdos del Cabildo de la ciudad, de
Buenos Aires, donde se plasman las decisiones de los vecinos respecto los indios reducidos. En el caso de la
reducción de Santo Domingo Soriano, la información utilizada, aunque de tipo indirecta, nos permitió reconstruir una
parte importante de la historia reduccional.

CUADRO N°2: REDUCCIONES INDÍGENAS EN PAMPA (SIGLO XVII)


28
Carta del Gobernador Diego de Góngora al rey, de 1620, sobre la visita que hizo a las reducciones de su jurisdicción. AGI, copia en ME,
Carpeta C, Nº 11.
29
Estas fueron: “San Miguel”, fundada en 1616; “Limpia Concepción”, creada en 1627 y “Los Caguanes”, fundada en 1628. Respecto las
reducciones creadas en la margen opuesta del río de La Plata, sólo tenemos datos precisos de “Santo Domingo Soriano”, fundada en 1624, y
asentada en la margen del río Paraná, a 30 leguas de Buenos Aires. Otras dos reducciones fueron creadas en 1628 por el gobernador Céspedes.
Estas son: “San Juan de Céspedes” y “San Francisco de Olivares”.
Reducción Cacique Fecha de Ubicación geográfica Cantidad y tipo de Administración
aparición en población
las fuentes indígena
1 religioso
San José del Juan 1610 Sobre el río Areco. 228 indios (franciscano)
Bagual Bagual Fundación 15 leguas al norte de la ciudad mbeguás 1 adm. civil.
de Bs. As. querandíes (Domingo Griveo)

Tubí- 1615 253 indios


Tubichaminí chaminí Fundación 30 leguas al norte de la ciudad. Mbeguás 1 religiosos
(pequeño En la costa del río Santiago. Querandíes (Franciscano)
jefe en 1619 Al sur de la ciudad, en el pago 1 adm. Civil.
guaraní) Traslado de Magdalena, sobre el río Sólo Querandíes (Alonso Muñoz)
Geográfico Todos los Santos.

Santiago Bartolomé 1616 Noreste de Buenos Aires. 197 indios 1religioso


del Baradero Fundación En la desemboca- Chanás, (Franciscano)
dura del río Arrecifes. Sobre un Mbeguás y 1 adm. civil.
brazo del Paraná. Guaraníes (Bartolomé Pintos)
(s/n)
Santo 1624 Desembocadura del Río Charrúas e Franciscanos
Domingo Fundación Negro. En la Banda Oriental indios de la
Soriano del Río de la Plata. reducción de
Baradero.

Fuente: elaboración propia en base a datos del AGI, Museo Etnográfico. Carpetas B y C.

Asegurar la circulación entre Buenos Aires y las demás localidades del Río de la Plata formaba parte del
movimiento expansivo que buscaba trabajosamente culminar la colonización (Moutoukias, 1988). Este proceso, en
relación al surgimiento de corrientes comerciales interregionales, vertebradas como economías satélites en torno al
polo minero potosino, conjunto regional al que Assadourian (1983) denominó como espacio económico peruano.
Un doble papel era asignado, entonces, a las reducciones: asegurar la obtención de mano de obra indígena y
“evangelizarlo” para poder ser incorporado al mundo de la cristiandad. Diversas prácticas fueron implementadas,
entonces, con este objetivo. La política reduccional desarrollada a principios del XVII, buscó reemplazar prácticas
tales como la poligamia, el nomadismo y, sobre todo, la religión de los grupos originarios, por hábitos de trabajo y
patrones culturales propios del colonizador. En la región pampeana, administradores civiles y religiosos de las
reducciones se dispusieron a encaminar a los grupos reducidos hacia labores que consideraban útiles. La actividad
agrícola como camino para sedentarizar al indígena es observada en las reducciones que, en todos los casos,
recibieron herramientas para la siembra y animales30. Esta actividad se ve favorecida por la ubicación estratégica
de las reducciones en zonas fértiles y cercanas a los ríos. En cuanto a las formas de asentamiento indígena,
también se observan modificaciones en las reducciones. Así, buscan organizarlos de acuerdo a referencias
espaciales que señalan una ruptura respecto a las formas precedentes. Las reducciones o pueblos de indios
recrearon las formas de vida de la sociedad colonial: el trazado urbano, las instituciones, las formas productivas y
los patrones sociales. Así, la estructura familiar no fue una excepción. La imposición de la monogamia entre la
población indígena fue una de las tareas más promovidas dentro del sistema reduccional. La poligamia fue
sancionada moral y físicamente aplicando castigos a quienes persistían en la misma. Desde fines del siglo XVI,
luego de la realización del Sínodo de Santiago del Estero, se ordena legalmente el matrimonio católico entre indios:

30
“…susténtanse de algún pescado y del maíz que siembran. Tenían dieciséis yuntas de bueyes con sus yugos y arados y veinte novillos cerreros
y ocho azadas y ocho anegas de maíz de la comunida..”. CGGV, Biblioteca Nacional, manuscrito Nº 4683.
“...que duerman los indios casados con sus mugeres (...) no los aparten por cualquier menudencia al uno del otro
porque con esto se amanceban con otro y pierden el amor conyugal...”31. Además de la monogamia, se procuró
mantener la diferenciación étnica entre blancos e indios, lo que se tradujo en el arduo trabajo para evitar el
amancebamiento. En 1603, el gobernador Hernandarias dicta una serie de ordenanzas donde dice:“...que el tal
vecino, encomendero o soldado que así estuviere amancebado con india de su servicio, habiendo sido
amonestado por cualquiera justicia que sea y volviendo a reincidir en el dicho delito...tenga por perdida la tal india” 32.
La conversión de los indígenas al cristianismo fue quizá la labor más enfatizada en las reducciones -aunque no
necesariamente la de mayor éxito-. En varios informes se observa una gran preocupación por la conversión que se
expresa en la clasificación que llevan a cabo de los indios reducidos:

“En la reducción de San José del cacique Bagual se empadronaron treinta y un indios cristianos, los cuatro de ellos
caciques en que entra el dicho Don Bagual; y cincuenta y dos indios infieles en que entran cinco caciques y veintiocho
indias cristianas y cuarenta y siete infieles, setenta muchachos y muchachas de edad de menos de un año hasta edad de
doce años, bautizados o por bautizar, que todos son hombres y mujeres y niños, doscientos veintiocho”33.

CUADRO N°3: POBLACIÓN INDÍGENA EN LAS REDUCCIONES (SIGLO XVII)


Población Indios Indios Indios Población
Reducción cristianos infieles bautizados total
o por bautizar
Del Bagual 59 99 70 228

Tubichaminí 33 113 89 235

Santiago de 121 18 58 197


Baradero
Fuente: elaboración propia en base al informe del Gobernador Góngora al rey, sobre las reducciones del Río de la Plata, 1620 (ME,
Carpeta C, Nº 10).

Los datos obtenidos del informe del visitador Góngora (CUADRO N°3), muestran una importante proporción de
indios “cristianizados”. No obstante, caeríamos en una generalización riesgosa al decir que los indios reducidos
fueron “convertidos”, ya que no se puede afirmar que haya existido tal conversión. Sin embargo, el trabajo
arqueológico realizado por Alicia Tapia (2000) en los cementerios indígenas 34 ubicados en las afueras de las
reducciones del Bagual y Baradero, respectivamente, advierte sobre la inexistencia de los entierros secundarios y
ajuar fúnebre (característicos en los grupos étnicos locales durante el período preconquista). El registro
arqueológico, junto a los datos arrojados por los informes de visitadores a las reducciones, estarían indicando una
modificación en el sistema de creencias y prácticas indígenas.

Por último, el hecho de que en las reducciones se ubicaran indígenas de diversas etnias, respondió a la
necesidad de facilitar el mestizaje y la desarticulación socio-étnica, evitando la cohesión del grupo y futuras
rebeliones. Los procesos de mestizaje y relocalización de grupos étnicos en los sistemas reduccionales, pueden

31
Ibid. p.11
32
Disposiciones hechas por el gobernador Hernandarias de Saavedra en 1603, respecto los indios. AGI, copia en ME, carpeta B.
33
Carta del Gobernador Diego de Góngora al rey, de 1620. Ibid. p.6.
34
Se trata de dos sitios que pueden definirse como cementerios por las inhumaciones y por la ausencia de material vinculado a otras actividades.
Los objetos que acompañan las inhumaciones permiten observar la utilización de elementos europeos según el patrón indígena de vestimenta y
adorno. Por ejemplo: sobre la pelvis y en la cabeza de cuatro individuos de Baradero se encontraron cuentas venecianas que probablemente
formaron parte de collares y que además fueron adosadas a las vestimentas; en tres individuos aparecieron dos discos de latón recortado que
podrían ser de aretes; y se encontraron dos discos de latón que tal vez formaron parte de una vincha porque aparecieron colocados cada uno
sobre el frontal de dos individuos (Tapia, 2000:6).
asociarse con otras posibles formas de disciplinamiento indígena desplegados desde la sociedad colonial que
analizaremos a continuación.

c) Relocalizaciones: La relocalización de parcialidades étnicas, entendida como “deportación o traslado


geográfico masivo y compulsivo de una comunidad” (Radovich 2000) fue otro de los mecanismos implementados
para lograr un mayor control territorial y poblacional indígena.
Relocalización de grupos étnicos pampeanos: En el caso de los grupos étnicos locales reducidos a principios
del siglo XVII, observamos que quienes presentaron mayor resistencia a las nuevas formas de organización
económico-social se los segregó para evitar conflictos y sublevaciones. Grupos como los charrúas serán
reubicados en “la otra margen del río de la Plata en la reducción Santo Domingo Soriano”. Por su parte, los
querandíes serán apartados del resto de los grupos étnicos reducidos, reubicando geográficamente la reducción de
Tubichaminí en el pago de Magdalena y conteniendo únicamente a esta parcialidad. La relocalización –estrategia
utilizada antes de la conquista por las sociedades andinas-, se presenta aquí como una forma de disciplinamiento
indígena alternativa, desarrollada por la sociedad colonial. Una resolución del gobernador Robles manifiesta esto
diciendo respecto un grupo de indios:
“… poniendolos en la otra banda del río Paraná, cercanos a la reducción de Santo Domingo Soriano, donde, al estar el
anchor del Paraná por un lado y tierras extrañas y gentío desconocido y diferente, les podrá ambas cosas obligar a
sujeción y permanencia en pueblo y reducción…”35.

No obstante, consideramos que la relocalización de grupos étnicos, no sólo buscó desarticular posibles
sublevaciones, sino suministrar mano de obra para trabajos temporales en la ciudad de Buenos Aires:

“…en las chacras y estancias del distrito estan algunos indios e indias en servicio de los vecinos desta ciudad, que hay
mucho tiempo que se sirven de ellos en sus haciendas y granjerías…y hay en esta ciudad algunos indios sin orden ni
concierto y se ocupan y trabajan…conviene que los dichos indios hagan concierto del salario que han de ganar cada
mes y cada año…”36.

Relocalización de grupos étnicos extra-regionales: El interés que la gobernación del Río de la Plata presentaba
por obtener mano de obra puede asociarse a la continua resistencia ofrecida por los indígenas de la región a
aceptar las nuevas formas de trabajo y producción. Las dificultades para dominar las etnias locales empujaron a las
autoridades porteñas a traer indios de otras regiones, más proclives a aceptar las nuevas relaciones socio-
económicas de tipo mercantiles. Según González Lebrero (2001), en un número imposible de determinar, llegan a
Buenos Aires lules, juríes, diaguitas, comechingones, sanavirones, huarpes, calchaquíes, además de los cercanos
guaraníes, quienes son incorporados como mano de obra -forzada o más o menos libre-, a la economía porteña.
Pasaremos a analizar ahora, el caso de los indios quilmes y acalianes, relocalizados en el área pampeana luego de
las rebeliones Calchaquíes en el año 1666. Una vez sofocada la rebelión en el Tucumán, éstos fueron distribuidos
en distintas zonas geográficas, según hubieran presentado mayor o menor resistencia. Fernandez y Schorr (1968)
mencionan que la diferenciación se tradujo en la conformación de dos grupos de indios: Domésticos y Cautivos.
Entre los primeros encontramos a aquellos que pactaron rápidamente con los conquistadores y aportaron
información sobre el resto de las comunidades levantadas. Así, quedaron en mejores condiciones, puesto que
fueron adjudicados a diversas órdenes religiosas. En cambio, a las comunidades que siguieron resistiendo se les

35
Carta del Gobernador Robles al rey, de 1678. AGI, ME, Carpeta C.
36
Petición hecha por el protector de los naturales Pedro López Maldonado en 1605. AGN, sala IX, 19-1-5. f.11.
aplicó el servicio personal37. En esta categoría quedaron encuadrados los quilmes y acalianes, quienes fueron
utilizados como mano de obra para la ciudad de Buenos Aires: “Al ser encomienda real y no tener otros en toda
esta zona, mediante ellos se han hecho construcciones y templos como la catedral sin haber para su obra más
peones que los indios quilmes y acalianos”38.
Pero el propósito de trasladar indios desde el Tucumán al área pampeana estaba presente anteriormente a ser
efectuada la incursión militar. En una carta que envía el presidente de la Real Audiencia de Buenos Aires -Martínez
de Salazar- al gobernador del Tucumán acuerdan: “Repartir las familias desnaturalizadas entre ciudades y
particulares de las provincias que participaron en las campañas” .39. En cuanto al objetivo de dispersar las
comunidades para evitar futuras rebeliones, Mercado y Villacorta dice: “Ejecuté las primeras conquistas contra los
indios y saqué muchas familias de ellos, desnaturalizándolos para que no se pudieran volver a su valle”40. Sin bien
no sabemos exactamente cuantos indígenas eran en esa fecha, fuentes previas al traslado geográfico nos permiten
esbozar un número estimado de población en los valles calchaquíes. Se tratarían de “400 hombres y 2000 almas
de familias” para 165741. Dos años más tarde, el gobernador Villacorta realiza, tras una incursión militar al valle, un
reparto de mil indios entre reducciones y encomiendas particulares del Tucumán42. Los datos arrojados por un
reparto de indios hecho hacia 1665 en Córdoba nos indican que, de los aproximadamente 1400 quilmes que
salieron del Tucumán hacia la ciudad de Buenos Aires inicialmente, fueron dejados casi un tercio en esa jurisdicción
(260 personas) con lo cual, el número se reduce a 1140 indios. Una vez en Buenos Aires, las referencias
demográficas son los datos sobre el tributo indígena43. Boixados y Palermo (1991) establecen una relación entre
indios tributarios y cantidad de indios por familia de 5 a 1 (5 miembros de familia por cada indio tributario). Si
tenemos en cuenta este promedio estaríamos hablando de un total de 750 indios relocalizados en 1667. Por su
parte, en 1678 el obispo de la ciudad considera a la reducción de Quilmes la más importante por “tener ciento
catorce tributarios”44. Tomando la proyección ya mencionada, se trataría de un total de 455 indios, dato que se
mantiene registrado en el padrón indígena de 1680.
Las Actas del Cabildo45de Buenos Aires nos muestran cuan necesarios fueron los indígenas relocalizados, no
sólo como tributarios46, sino como mano de obra para las actividades de la ciudad. Respecto a las actividades
productivas en las que se utilizaron, para 1693, sobre una población adulta de 100 individuos, prestaban mita 60
indios en turnos de 25 individuos por mes (2/3 en obras públicas y conventos y el resto con los vecinos)47. De esta

37
El servicio personal de indios había sido prohibido tras efectuarse serios abusos por parte de los encomenderos en los andes y provincias como
el Tucumán. No obstante, quienes realizaron la campaña militar contra los calchaquíes se valieron de una Real Cédula de 1618 que permitía
aplicar el “servicio personal” como castigo a indios rebeldes. Así, Mercado y Villacorta consideró que la rebelión indígena de los Valles
Calchaquíes se ajustaba a esta situación, por la cual, una cantidad considerable de indios fueron utilizados como mano de obra para las diferentes
gobernaciones que participaron en la guerra.
38
Informe del administrador de la reducción Exaltación de la Cruz de los indios Quilmes, Juan Zevallos al rey de 1686. AGI, Copia en ME,
Carpeta G.
39
Carta de Alonso de Mercado y Villacorta al rey de 1669, AGI, copia en ME, carpeta D.
40
Carta de Alonso de Mercado al rey de 1670. AGI, copia en ME, carpeta E.
41
Autos de Bohórquez N° 1. AGI, Copia en ME, Carpeta D.
42
Carta de Mercado y Villacorta al rey de 1666. AGI, copia en ME, carpeta E.
43
La condición de tributario incluía a todos los indios varones (excluyendo al cacique y los integrantes del cabildo indígena) mayores de 18 años
y hasta los 50 años de edad (Palermo y Boixados, 1991: 39).
44
Carta del obispo de Buenos Aires, Antonio Azcona, al rey , 1678. AGI, Copia en ME, Carpeta F.
45
“…que todos los indios que se concertasen para servir ganen por mes cuatro pesos y medio”. Acuerdo sobre el salario que se les debe pagar
a los indios cuando se los emplea (1673). AGN. Acuerdos, Tomo XIV, p. 62.
46
En la reducción, los indios debían pagar tributo “real” anual de 5 pesos y 4 reales, y otro tributo de “señoraje” al cacique de 1 real al año. Esta
cifra se modificó a 2 reales por pedido del obispo de la ciudad para ser repartido entre el cacique y la autoridad religiosa que tuviera funciones en
la reducción. Carta del obispo de Buenos Aires, Antonio Azcona, al rey de 1678. Ibid. p. 2.
47
AGN. Acuerdos, Tomo XIV, p. 277.
manera, la cuarta parte de los indios varones –de entre 18 y 50 años- estaban siendo empleados en actividades de
la ciudad. Además de se utilizados para la construcción, se los utilizaba para los arreos de ganado vacuno y la
carga y descarga de navíos en el puerto de la ciudad. El informe de 1686 del administrador de la reducción de los
Quilmes -Juan Zevallos- nos ofrece un panorama de las actividades propias de la reducción y algunos de los
problemas de subsistencia que debieron afrontar. En primer lugar se refiere a “la suma pobreza y miseria de la
encomienda” en la que los han ubicado. Con un terreno tan corto “que no hubieran podido abastecerse de no
servirse de las tierras circunvecinas que aunque tienen dueño están despobladas”. En lo que respecta a las
actividades productivas en la reducción, menciona a la agricultura y ganadería como principales actividades. Las
fuentes muestran una rápida incorporación de estos grupos a las actividades socio-económicas locales: “Los
pulares del valle calchaquí son los de mejor calidad y se conservan en pueblos y reducciones en que los dejó
Alonso de Mercado, trabajan la tierra y parece han olvidado su antigua reducción”48. Aunque, cabe señalar que la
prestación del servicio de mita por parte del grupo relocalizado fue un tema de conflicto permanente entre vecinos,
autoridades coloniales y el administrador de la reducción. El abuso que de ellos hicieron es denunciado por Zevallos
en su informe:
“Aunque se han conservado con paz y quietud, de aquí en adelante no podrán tener más trabajos fuera de la
reducción… porque al ser tributarios y no tener otros en toda la zona, mediante ellos han hecho construcciones y
templos como la catedral sin haber para su obra más peones que los indios quilmes y acalianos…”49.

Los datos que hemos analizado se presentan como indicadores de la explotación a la que estas parcialidades
fueron sometidas en el ámbito pampeano. El procurador Rubén de Zelis solicita un número considerable de indios
a la reducción para “que estos se repartan entre los vecinos y labradores para recoger la cosecha”50. También está
presente la prestación ilegal de servicios cuando éste menciona que los indios se pierden porque otros
administradores “los han enviado a servir a personas y parientes”51.La nueva condición del grupo étnico
relocalizado y su situación dentro del sistema social y productivo pampeano, provocarán una abrupta caída
demográfica (del 40% en los primeros diez años) que relacionamos con el cambio medioambiental, las epidemias y
el régimen más riguroso de trabajo, además de condiciones subjetivas que desconoceremos pero son reflejadas en
la baja natalidad y matrimonios indígenas del padrón de 168052. No obstante, y teniendo presente que los indígenas
no fueron receptores pasivos de las políticas que emanaban desde la sociedad colonial, consideramos necesario
analizar las posibles respuestas (estrategias de resistencia) que desarrollaron en el ámbito reduccional, tanto los
grupos étnicos locales como los relocalizados.
La respuesta de las sociedades originarias: formas de resistencia
En este apartado se analizan algunos indicadores que consideramos como formas de resistencia indígena,
tomando la conceptualización de Roulet (1992) de resistencia “activa” y “pasiva”53. En el caso de los grupos étnicos
48
Informe de la Audiencia de Charcas sobre la situación de los indios reducidos por el gobernador Mercado y Villacorta (1681). AGI. Copia en
ME, Carpeta G.
49
Informe Zevallos. Ibid. p.6.
50
AGN, Acuerdos, t. XVIII, p.429-430.
51
Informe Zevallos. Ibid. p.7.
52
Según Lagger y Levorcetti (1994), el padrón indígena confeccionado en 1680 -14 años después de ser relocalizado el grupo étnico-, expresa
un límite de edad del grupo ubicado en los 50 años, generaciones vacías que tenían entre 10 y 20 años en 1666, una baja en taza de natalidad y
matrimonios indios y un marcado aumento de la taza de mortalidad infantil.
53
En el primero de los casos se trataría de “un conjunto de tácticas indígenas que involucraron un rechazo grupal –linaje, aldea, parcialidad- a las
imposiciones europeas y cierta cohesión de importantes sectores de la sociedad indígena que se organizaron con vistas a un eventual conflicto
armado -fabricando armas, construyendo fortificaciones, buscando alianzas con otros grupos-. Quedarían incluidos aquí los alzamientos, las
deserciones colectivas, y las rebeliones violentas. En el segundo de los casos, la “resistencia pasiva”, nos encontramos ante “prácticas
reducidos en el espacio pampeano, los mecanismos de supervivencia que identificamos se vincularían con lo que
Roulet denomina “resistencia pasiva”, ya que son acciones individuales y aisladas. El accionar colectivo proviene,
en todo caso, de los grupos con territorialidad al sur del Salado que, mediante malones, captura de ganado y
alianzas intra-étnicas coexistieron con el blanco en cierta autonomía (analizada en el tercer apartado). Respecto el
resultado de la reducción y relocalización de grupos étnicos en pampa consideramos que, si bien los grupos
reducidos no manifestaron un comportamiento homogéneo, en los sistemas reduccionales se observa una
continua resistencia a la adopción de los nuevos comportamientos sociales. Haciéndose manifiesta, en el interior de
la reducción, a través del mantenimiento de prácticas como el nomadismo, la poligamia y la resistencia al trabajo
agrícola, pero también, a través de alianzas intra-étnicas con los grupos no reducidos de la región, que les
permitieron, mediante el suministro de información, armamento y animales, efectuar sublevaciones o la huida de las
reducciones. En el caso de las etnias quilmes y acalianes relocalizadas en el área pampeana, si bien en las fuentes
aparecen como uno de los grupos reducidos más sumisos, el administrador de la reducción presenta gran
preocupación: “Los indios que salen de aquí a sus pueblos son muchos con las tropas de vacas y mulas que van al
alto Perú y hay que obligarles a los encomenderos que si los sacan los hagan devolver por la gran facilidad de huir
a sus pueblos”54. Así, vemos que lejos de resignarse a las nuevas condiciones sociales, económicas y culturales,
muchos de los indios relocalizados optaron por la huida como forma de deshacerse de las imposiciones de la
sociedad colonial. Pero la huida no es la única estrategia visible. Entre los indígenas que permanecieron en la
reducción, el trabajo ineficiente aparece como una estrategia alternativa. Esta situación se manifiesta en los
términos con los cuales se refieren a los indios de servicio, los vecinos de la ciudad. Estos son considerados como
“vagos, ladinos, carentes de interés en las tareas”55. A su vez, los funcionarios de turno los describen “vagando y
huidos de la obediencia de sus encomenderos”56. Así, a pesar de la condición de obligatoriedad del servicio de
mita a la ciudad de Buenos Aires, por parte de los indios quilmes y acalianes de entre 18 y 50 años, el trabajo
ineficiente se presentó como una forma más de resistir a las imposiciones coloniales.
Finalmente, algunos mecanismos de supervivencia se inscriben en la continuidad de prácticas y
representaciones anteriores a la conquista pero que desembocan también, a través de los múltiples mestizajes, en
“procesos de etnogénesis y etnificación” (Boccara, 2001). En este sentido es que percibimos el proceso de
mestizaje que se inicia en el ámbito reduccional, entre las etnias quilmes y acalianes y segmentos de la sociedad
blanca. Si bien legalmente –a partir de las Ordenanzas de Alfaro de 1605-, las reducciones debían estar habitadas
sólo por población indígena, en la reducción "Exaltación de la Cruz de los Quilmes", se produjo un asentamiento de
pobladores “blancos, mestizos y mulatos”. El administrador expresa que: “…la nueva población que se ha
asentado en la reducción es muy perjudicial para los indios que viven en ella por cometer muchos pecados…” 57.
Siendo el “amancebamiento” entre blancos e indios el principal problema: “entran a todas horas españoles,
mestizos y mulatos a perturbar la paz y quietud con que viven los indios reducidos”. Así, en la confección de los
padrones siguientes disminuye progresivamente el número de censados "de nación quilmes o acalianes" y
aumentan denominaciones tales como "madre india, padre español", denotando el proceso de mestizaje

individuales y no frontales que implican una decisión personal de rechazo pero no involucrando al grupo de pertenencia más importante”. De allí
que para esta autora no se hayan percibido de forma tan clara como mecanismos de resistencia y se lo asociara a comportamientos irracionales o
de ineptitud.
54
Carta del representante de la Audiencia de Charcas, Bartolomé González de Pobeda, al rey (1681). AGI, copia en ME, carpeta G.
55
AGN, Acuerdos, t. XVIII.
56
Carta del gobernador Robles al rey de 1678. Ibid. p.1.
57
Informe Zevallos. Ibid. p.7.
mencionado. Quizás, producto de está situación, las autoridades coloniales aplicaran una Ordenanza Real en la
que se establecía que "los hijos de españoles con indias debían ser reconocidos como hijos de indios" (Citado en
Montes, 1961: 21), poniendo freno a la pérdida de población tributaria.
En síntesis, los dispositivos de poder y dominación desplegados en el espacio pampeano tales como la reducción
y relocalización de parcialidades étnicas tuvieron resultados disímiles. En general, los sistemas reduccionales vieron
su objetivo “disciplinador” entorpecido por la resistencia de tipo cotidiana que los indígenas llevaron a cabo en estos
ámbitos (a través del trabajo ineficiente, el mestizaje, etc.), así como mediante la continuidad de los vínculos intra-
étnicos mantenidos con los grupos en autonomía (que les permitieron sublevarse, huir o acceder a bienes e
información). Esta situación hacían, sino improbable, por momentos dificultosa la sujeción de los indios en el ámbito
pampeano. En cambio, el proceso de relocalización de grupos étnicos extra-regionales, como el caso de las etnias
quilmes y acalianes, proporcionó resultados más efectivos para la sociedad colonial. Estas etnias efectuaron una
rápida incorporación al sistema social reduccional y a las formas de producción impuestas en la región. Podemos
decir, entonces, que la “relocalización”, como mecanismo de disciplinamiento indígena fue efectiva. La reducción
tuvo una existencia de más de un siglo y la sociedad colonial porteña utilizó a los grupos reducidos como la principal
fuente de mano de obra para la ciudad y su entorno rural. Finalmente, entre los factores del fracaso de los sistemas
reduccionales como espacios de disciplinamiento indígena –a excepción de la reducción de los quilmes-, habría
que considerar la alternativa colonial de contar progresivamente con fuertes contingentes de población esclava,
debido al rol que Buenos Aires fue tomando como ciudad-puerto para el ingreso de éstas. Una fuerza de trabajo
más controlable y eficiente que la indígena.

4. Relaciones interétnicas a fines del siglo XVII: el despertar de la frontera sur pampeana
Como ya hemos mencionado, desde la segunda fundación de Buenos Aires en 1580 y durante el siglo XVII, la
sociedad colonial no tuvo mayor interés por el territorio sur pampeano, ni la posibilidad concreta de controlarlo. Esta
situación determinó el establecimiento de un vínculo particular con las sociedades indígenas que lo habitaban, que
hemos caracterizado como de “coexistencia en autonomía”, debido a que el contacto no implicó dominación.
Expresión de ello son los lazos que, desde principios del siglo XVII, establecieron diversas parcialidades indígenas –
identificadas como pampas y serranos- con la localidad de Buenos Aires, con fines comerciales y laborales 58. En las
últimas décadas del siglo XVII observamos que las relaciones con algunos de estos grupos se tornaron más
conflictivas, aunque derivaron en una gran heterogeneidad de situaciones. El incremento de la competencia por el
recurso ganadero llevó a que el Cabildo de Buenos Aires, ya desde 1660 comenzara a enviar patrullas armadas
para vigilar la campaña y desde 1680 se iniciaron expediciones periódicas por parte de los vecinos y autoridades
porteñas al área interserrana con diversos fines59. Abastecerse de ganado cimarrón, buscar sal en las

58
En relación a la prestación de trabajo ocasional, en 1611 el gobernador Marín Negrón escribe al rey señalando la cantidad de indios “infieles”
de servicio que hay en Buenos Aires, es decir, que no están sujetos en reducción: “…los yanaconas que tiene esta ciudad no llegan a quinientos
(…) y hay otros quinientos infieles de servicio (…) acuden como los demás infieles a servicios de cuando en cuando…”. Carta del gobernador
del Río de la Plata, Diego Marín Negrón al rey de 1611. AGI, copia en ME, carpeta C, n°10. Según González Lebrero los indios de servicio
propios de la gobernación llegan a ser 33 entre los años 1613 y 1654. Por su parte, el gobernador Góngora informa al rey en 1620 que algunas
parcialidades de “tierra adentro”, vienen a la ciudad de Buenos Aires: “…an venido con mucha quietud y gusto cuarenta indios con sus mugeres
e hijos con dos caciques que vinieron a esta ciudad…”Carta del gobernador Diego de Góngora al rey de 1620. AGI, ME, carpeta C. El religiosos
Gregorio Suárez Cordero advierte hacia 1678 que los indios pampas son “…gente doméstica y tratables, pues asisten a los terrenos y chacras a
ayudar en las vaquerías en que se les paga…”.Carta del cura de Buenos Aires, Dr. Gregorio Suárez, a la reina (1673), remitiendo testimonio de
la respuesta que dio a la consulta que el obispo y gobernador del Río de la Plata le hicieron sobre la reducción de los indios pampas. AGI, copia
en ME, carpeta F.
59
Por ejemplo, la expedición que se realizó durante el gobierno de Sotomayor a las sierras del Tandil y Cairú y donde se mencionaba que los
indios potreaban esa zona, además de vender caballos y tener trato con “otras parcialidades que asistían a aquellas campañas”. Carta de José
recientemente descubiertas salinas60 o simplemente recuperar indígenas fugados de sus reducciones. No obstante,
observamos que hacia fines del siglo XVII, muchas de estas expediciones a territorio indígena, empezaron a
realizarse con el objeto de “castigar” o “intimidar” a los indígenas que disputaban el ganado y en ocasiones
hostigaban a los porteños. Consideramos que los factores mencionados no son excluyentes entre sí, muy por el
contrario, actuaron de forma conjunta originando el cambio en las relaciones interétnicas que, por su intensidad,
hemos denominado “el despertar de la frontera sur pampeana”. A continuación, analizaremos los inicios del
conflictivo vínculo interétnico, para luego pasar a examinar las propuestas que surgieron desde los diferentes
sectores de la sociedad colonial y la política indígena que se puso en práctica a fines del siglo XVII.
Parcialidades indígenas en la campaña porteña
Estudios sobre la región pampeana enfatizan que hacia mediados del siglo XVIII allí se constituyó un centro de
producción, comercialización ganadera y convergencia de indígenas de diversas regiones, al ser un paso obligado
de rutas trasandinas (Mandrini 1991). Este proceso, comenzó a ser percibido por la sociedad colonial ya durante el
siglo XVII, luego de algunas expediciones como la de 1635, dónde el gobernador Pedro Esteban Dávila, ordenó al
jefe de una partida militar a la campaña:

"...inquirireis y sabreis con toda particularidad si es cierto que los indios del Reino de Chile pasan la cordillera por esta parte y
rescatan y llevan caballos para aquel reino y de quién se valen y con qué indios comunican y en qué tiempo pasan la
cordillera para esta banda y hasta dónde llegan y qué género de armas tienen y qué práctica tienen con los indios que
comunican de estas pampas y distrito y hasta dónde llegan y qué rescatan y qué género tienen por rescate..."61.

Expediciones como estas permitieron a los hispano-criollos identificar la presencia de ganado cimarrón al sur de
la región, así como a las parcialidades indígenas que allí habitaban. ¿A qué indígenas se refieren? La discusión que
ha involucrado a antropólogos e historiadores respecto cómo nombrar a estos grupos no ha sido superada aún 62.
La disyuntiva radica en, o bien abstraerse de denominaciones heredadas (tales como “auca”, “pampa”, etc.), sin
poder definir un vocabulario concreto, o bien, utilizar los conceptos que aparecen en las fuentes, aunque tratando
de no caer en simplificaciones. En este sentido, hemos optado por la segunda opción –aunque contextualizando
tales rótulos en coyunturas bien concretas-. Aclarado este punto, debemos decir que estos grupos indígenas, a los
cuales consideramos como “parcialidades”63, ya que no actuaban como una unidad, eran denominados por los
hispano-criollos como pampas y serranos. Según Campetella (2005), tales denominaciones incluían una
diferenciación no sólo geográfica, sino cultural. Así, los indios pampas ocupaban una posición de cercanía a la
sociedad colonial, ya que no sólo vivían en los alrededores de Buenos Aires, sino que a menudo establecían
vínculos amistosos con los porteños. En cambio, los serranos estaban asentados en las alejadas sierras, y cuando
se acercaban a la ciudad lo hacían en un contexto hostil. La primera mención que se encuentra en las fuentes
coloniales sobre estas parcialidades aparece en una carta que el gobernador Francisco de Céspedes envió al rey
en 1629:

Herrera y Sotomayor al rey, de 1686.AGI, copia en ME, Carpeta G.


60
El descubrimiento a mediados del siglo XVII de los grandes yacimientos de sal en la región pampeana, tuvo un rol indispensable para la vida
e industria de la ciudad-puerto. La empresa se realizaba periódicamente y requería importante participación de vehículos y personas para
transportar la sal. Situación que llevó a la periódica negociación con las parcialidades indígenas que controlaban dicho espacio (Taruselli 2005).
61
AGN, sala IX-40-8-4.
62
Algunas de estas discusiones pueden encontrarse en los artículos de Raúl Mandrini (1992) y Lidia Nacuzzi (2000).
63
Esta categoría histórica, permite hablar de grupos indígenas diversos, ya que no actuaban a como una unidad, por lo menos en su relación con
los hispano-criollos.
“…cuando entro a zondear este rio, por mayo del año pasado, pasó la palabra a los yndios serranos que se confinan con
el estrecho de Magallanes por la vanda del sur y vajaron a esta provincia más de 500 dellos (…) son grandes hombres de
a caballo y estan prevenidos de amas de cuero de buey para sus personas y cavallos , usan lanzas arcos y flechas bolas y
hondas y a su modo hacen sus escuadrones en forma de media luna y los infantes sin para en un lugar…”64.

A partir de la segunda mitad del siglo XVII, la presencia de indígenas identificados como pampas y serranos en la
campaña porteña se hizo cada vez mayor. En 1659 el Cabildo mencionaba que los pampas se habían acercado a
la ciudad. Ese mismo año, varios vecinos denunciaron su presencia en el río Salado y se les ordenó se retiren a sus
tierras65. Esta situación se fue acrecentando en las décadas siguientes. En 1662 varios españoles fueron
asesinados y un año después el gobernador Mercado y Villacorta mencionaba el “hurto de caballos y yeguas”66.
Una década después, en 1670 Juan Antonio de Arregui presentaba una petición sobre los daños que estos indios
hacían en las estancias de la ciudad67. Finalmente, en 1672 se conformó un Cabildo Abierto para acordar qué
forma de castigo dar a los indígenas que han robado ganado y hecho otros daños. En un informe del gobernador
Andrés de Robles al rey, de 1677, sobre los indios de la jurisdicción del puerto de Buenos Aires, describía a los
pampas como: “…indios que cada día entran con sus tropas a esta ciudad…y se seguía el daño con la libertad de
la que gozan estos indios por estar retirados por tiempos a las cordilleras y comunicarse con los serranos y
proveerlos de caballos y armas…”68. En el cuadro N°4 se pretende dar cuenta del incremento de los ataques
indígenas a los establecimientos productivos coloniales.
CUADRO N°4: ATAQUES INDÍGENAS A LA CAMPAÑA PORTEÑA (FINES DEL S. XVII)
Año Accionar indígena Parcialidad Autoridad que denuncia
hostilidades en la robo de asesinatos a
campaña porteña (*) ganado españoles
1659 Serranos Cabildo de Buenos Aires
1663 Serranos Cabildo de Buenos Aires
1663 Pampas y serranos Gobernador Mercado y Villacorta
1670 Pampas Juan Antonio de Arregui vecino de la
ciudad
1672 Serranos e indios domésticos Capitán Juan Miguel de Arpide
(huidos de reducciones)
1672 Serranos Cabildo de Buenos Aires
1677 Indios domésticos (huidos de Gobernador Andrés de Robles
reducciones)
1681 Pampas y serranos Gobernador Joseph Garro
1686 Pampas Cabildo de Buenos Aires
(*) En las fuentes consultadas la palabra hostilidad aparece sin hacerse mención concreta a robos o asesinatos, es por ello que hemos optado por
distinguirla de las demás categorías. Fuente: elaboración propia en base a correspondencia ubicada en el Archivo General de Indias, con copia
en el Museo Etnográfico, carpetas E, F, G y Archivo General de la Nación, Acuerdos del Extinguido Cabildo de la ciudad de Buenos Aires, Tomos:
XI, años 1659 y 1663, tomo XIII (1670-1672) y tomo XVI, año 1686.
Respecto este tipo de ataques, Villar y Jiménez (2002) consideran que se trataba de incursiones indígenas,
generalmente poco numerosas, con el objeto de  demostrar astucia y para apoderarse de los recursos tratando, en
lo posible, de que las víctimas del ataque no se enteren de  su  presencia  hasta que  sea demasiado tarde. Por
otro lado, y como hemos mencionado anteriormente, teniendo en cuenta las incursiones que los hispano-criollos
realizaban al área interserrana desde 1660, estos ataques podrían asociarse con otro tipo de estrategia indígena,
desplegada ante la nueva situación interétnica y para lograr ciertas condiciones con los hispano-criollos. Si bien la

64
Carta del gobernador Céspedes al rey de 1629. OP. Cit. p.2.
65
AGN, AECBA, Tomo XI, año 1659.
66
Carta del gobernador Mercado y Villacorta al rey de 1663. AGI, copia en ME, carpeta E.
67
“…los indios pampas y otros andan haciendo considerables daños en las estancias de dicha ciudad y robando caballos de los vecinos”.
Petición hecha por Juan Arregui al Cabildo de Buenos Aires, sobre los daños que hacen los indios pampas (1670). ARCHIVO GENERAL DE
LA NACIÓN (en adelante AGN), Acuerdos del Extinguido Cabildo de la ciudad de Buenos Aires (AECBA), Tomo XIII, p. 226.
68
Carta del gobernador Robles al rey (1678). AGI, copia en ME, carpeta F.
relación de convivencia en autonomía persistió, ambas sociedades pasaron a competir por espacios y recursos
comunes. Cualquiera haya sido su objetivo, la presencia indígena en la campaña porteña generó múltiples
acciones desde las autoridades de la gobernación del Río de la Plata. Este accionar, aunque aún no pueda
asociarse con lo que Boccara (1996) denominó “dispositivos de poder y dominación”, irá delineando una política
indígena más ofensiva que se terminó de concretar a mediados del siglo XVIII con la llamada militarización de la
frontera, pero que tiene precedentes a fines del siglo XVII.
Las propuestas de la sociedad colonial: ¿incorporar, castigar, negociar?
La situación de mayor conflictividad en los vínculos forjados con los pampas y serranos llevaron a vecinos y
autoridades coloniales porteñas –tanto civiles como religiosas-, a discutir y proponer diversas soluciones a dicha
problemática. En un primer momento, las soluciones planteadas por los porteños respecto las hostilidades
indígenas en la campaña rondaron en torno a dos ejes: castigar o incorporar a dichas parcialidades. En el primero
de los casos, mediante campañas militares denominadas “entradas de castigo” a territorio indígena se pretendía:
“…por medio de las armas y el terror que no cometan tales daños…”69. En el caso de la propuesta de incorporación
de los indígenas a la sociedad hispano-criolla, se proponía, a través de la puesta en reducción de las parcialidades:
“...que los dichos indios entraran en el conocimiento de nuestra santa fe católica y política cristiana y mejores
conveniencias para pasar la vida, pues en ellas tienen gran cantidad de ganado vacuno y tierras para sus labranzas
y se les enseñará a cultivarlas…”70. La conformación de un Cabildo Abierto en 1672 para acordar una solución al
problema del “…robo de ganado y otros daños que hacen los serranos…”, plantea la disyuntiva a la que se
enfrentaron los porteños por esos años. Se trataba de resolver si la mejor estrategia a seguir era incorporarlos como
“indios domésticos”, mediante la puesta en reducción o intimidarlos a no seguir con tales acciones, mediante
expediciones punitivas. En el Cabildo abierto de 1672, el Capitán Arpide expresaba que “…aunque se les ha
puesto en reducción siguen el barbarismo de los demás con quienes cometen dichos delitos (…) y muchos tienen
de nación serranos…”71. Es por ello que, como consecuencia de la imposibilidad de mantener a estas parcialidades
reducidas, se propuso una expedición al sur de la jurisdicción. Así, los vecinos de la ciudad junto al Maestre de
Campo72 –Juan Arias de Saavedra-, acordaron:

“…en consideración de los muchos vecinos que han dado quexas por robos y hurtos que les han hecho dichos indios
serranos de ocho años a esta parte… que se coxan las armas i se salga contra estos indios serranos y demases para el
castigo y sujeción suia por la continua osadía con que proceden en hacer semejantes robos y muertes perturbando a la
común quietud y sosiego de los vecinos…”73.

El resultado de esa “entrada de castigo” se hizo visible unos meses después, cuando el Cabildo de Buenos Aires
ordenó el reparto de los 80 indios capturados entre los vecinos de la ciudad,74 en lugar de ponerlos en reducción.
Otra “entrada de castigo” fue efectuada por el gobernador Andrés de Robles en 1675. En este caso, y quizás por
influencia de una Real Cédula que ordena la "…conversión de los indios por medio de la predicación evangélica y
69
Carta del gobernador Robles de 1678, Op. Cit.
70
Cabildo del 29 de abril de 1686. Petición para que se tomen medidas con los indios pampas que han cometido robos y asesinatos. AGN,
AECBA, Tomo XVI, p. 302-304.
71
Cabildo abierto para acordar el castigo que se le dará a los indios serranos por el robo de ganado y otros daños. AGN, AECBA, Tomo XIII,
año 1672, p. 438-439.
72
El Maestre de Campo era un oficial de grado superior que ejercía el mando de varios tercios. Real Academia Española.
73
Cabildo abierto de 1672, Op. Cit. p. 439.
74
“…se ordena hacer el repartimiento de los indios que a pedimento del procurador general desta ciudad se han traido de nazión pampa y
serrana (…) los cuales son en número ochenta…Acuerdo sobre el repartimiento de indios pampas y serranos. AGN, AECBA, tomo XIV, p.
178.
que para conseguirlo se reduzgan a poblaciones…"75, el resultado de la expedición fue la creación de tres
reducciones: “…Laguna Aguirre, a ocho leguas de la ciudad, sobre el río Lujan, a diez leguas de la ciudad y sobre
el río Areco, en la reducción que llaman del Bagual, a treinta leguas de la ciudad…” 76. A diferencia de la “entrada
de castigo” anterior, entre los argumentos que daba el gobernador para llevar a cabo la expedición encontramos la
necesidad de incorporar a los indígenas a la sociedad colonial, mediante la adopción de prácticas “cristianas” dentro
de las reducciones77. Dos años después, en 1677, se lleva a cabo una expedición con el mismo fin. En ella, el
gobernador Robles menciona que: “…en la parte sur del río Saladillo se apresó al cacique Bravo con (¿30 o 300?)
personas …”78. En este caso, y para hacer más efectiva la sujeción indígena, se propuso la relocalización y
reducción de ciertas parcialidades “…en la otra banda del río Paraná, cercanos a la reducción de Santo Domingo
Soriano, donde por el anchor del río, tierras extrañas y gentío desconocido y diferente, les podrá ambas cosas
obligar a la sujeción y permanencia en pueblo y reducción”79. No obstante, y a pesar de los diversos intentos que se
efectuaron para crear reducciones con estos grupos, las crónicas coloniales los siguen describiendo:

“…sin reducción ni doctrinante que los instruyese en nuestra santa fe (...) vagan por los campos conservándose en su
antigua idolatría e infidelidad (…) haciendo mucho daño así en mover indios domésticos como en infestar la campaña
embarazando el trabajo que en ella se ofrece a los moradores de esta provincia y en los ganados que hallare muy
retirados por valerse de ellos…”80.

El gobernador Robles consideraba que el problema de no poder mantener a estas parcialidades en reducción
estaba vinculado con “…la comodidad de lo abierto y dilatado de la campaña y abundante sustento que hallan en
ellas de ganados retirados, dándoles ocasión de nadar vagando y huidos de la obediencia de sus
encomenderos…”81. En este contexto, tomó cuerpo otra práctica que fue impulsada por el gobernador Herrera y
Sotomayor a principios de 1690. Este propuso ganarse la voluntad de los caciques pampas y serranos mediante la
práctica de “agasajar” y “regalar”. No obstante, y a pesar de la predisposición de las autoridades coloniales para
negociar con dichos caciques, sucedía que, tras la aparente aceptación “…se retiraban a sus potreadas…”82. Así,
ante el fracaso de las prácticas implementadas en el período con los grupos pampas y serranos, diversos sectores
de la sociedad colonial emitieron sus opiniones respecto qué política adoptar con dichas parcialidades. De esta
manera, percibimos ciertos cambios en los métodos de vinculación con los indígenas, en relación a los anteriores.
La opinión de los vecinos: Su postura se hace visible a través de las actas del Cabildo de la ciudad de Buenos
Aires -institución que cumplía funciones de gobierno, hacienda, policía y justicia en el orden local-. Según la “Política
para corregidores” de Castillo de Bobadilla, publicada en Madrid en 1597, los Cabildos estaban: “…sólo para dar su
parecer a los que tienen la suprema autoridad…” (Citado en Lynch 1967:192). Sin embargo, y según Gelman
(1984), las grandes distancias que separaban a la ciudad de Buenos Aires de las principales autoridades reales en
América (el Virrey en Lima y la Audiencia en Charcas), hacían difícil imponer sus mandatos sobre esta región. Es

75 ?
La Real Cédula al gobernador y al Obispo del Río de la Plata acerca de la conversión de los indios pampas aparece mencionada en la carta
que envía el gobernador Robles al rey en el año 1678, aunque la Real Cédula tiene que haberse emitido antes de 1675, cuando se efectúa dicha
campaña y reducción indígena. AGI, copia en ME, carpeta F.
76
Carta del gobernador Andrés de Robles al rey (1678). AGI, copia en ME, carpeta F.
77
“…dispuse para arraigarlos, sembrarles maíz y ponerles arados y traerles ganados para su sustento religioso…” Ibid. p.2.
78
En la carta de Andrés de Robles al rey de 1677 aparecen mencionados 30 indios, pero en la de 1678, figuran 300. AGI, ME, Carpeta F.
79
Carta del gobernador Andrés de Robles al rey (1677). AGI, copia en ME, carpeta F.
80
Carta del gobernador Andrés de Robles al rey (1678). Op. Cit, p.2.
81
Ibid. p.1.
82
Carta del gobernador José de Herrera y Sotomayor de 1686 al rey, sobre los indios Pampas y Serranos que habitan el distrito. AGI, copia en
ME, Carpeta G.
por ello que, quienes tenían acceso al Cabildo –ya sean españoles, criollos o extranjeros residentes en la ciudad-,
tomaban las desiciones (aunque siempre debiendo respetar la autoridad del gobernador). En este sentido, es
importante destacar la composición del Cabildo de Buenos Aires a mediados del siglo XVII, ya que ello incidió en
las propuestas que surgieron respecto el problema con los indígenas. Gelman (1985) menciona que el grupo
dirigente local poseía un carácter polivalente, ya que no se conformaron con el control de la actividad comercial,
sino que a partir de ella –y para maximizar sus beneficios- controlaron otras actividades de la región, tales como la
agricultura, las vaquerías, la tierra y la mano de obra. Quizás por esta razón hayan sido tan insistentes frente a los
robos y hostigamientos indígenas en las estancias de la frontera sur. Frente a esta situación los vecinos se
quejaban permanentemente: "...representando los grandes daños y excesos de muertes y hurtos que han hecho y
hacen los indios pampas desta jurisdicción en las estancias y chacras de ella y otros excesos..." 83.En tales
situaciones, peticionaban represalias. Esto es, cuando el laxo vínculo con los pampas se rompía o la presencia de
los serranos producía daños. No obstante, desde el Cabildo no se impulsó una política indígena específica, sino
acciones paliativas. Quizás, debido a que era el gobernador quien debía tomar las determinaciones y al Cabildo
sólo le restaba “sugerir”.
La opinión del clero: Ésta se vio expresada en dos cartas que enviaron Gregorio Suárez Cordero (sacerdote de la
Iglesia de Buenos Aires), y el obispo del Río de la Plata, Antonio de Azcona, al rey. El primero de ellos esboza una
visión pormenorizada del problema indígena en el Río de la Plata, aconsejando la nueva política a seguir. La
metodología adecuada la daban casi dos siglos de experiencia, la violencia se presentó como el modo más
efectivo: "...como lo están los que fueran en sus principios reducidos y conquistados con el temor de las armas (...)
y contra los indios infieles que están levantados y hacen hostilidades, procedereis a la conquista pacificándolos por
fuerza de armas..."84.Por otro lado, las particularidades de los grupos pampas y serranos, llevaron al teólogo a
insistir en las armas como método de sujeción indígena. Los beneficios iban a ser varios, pero el que inquietaba
principalmente al religioso era terminar con la relación que mantenían con los grupos indígenas de norpatagónicos
y transcordilleranos85. Evidentemente, el proceso de transformación en los grupos indígenas del sur pampeano se
estaba haciendo visible ante los ojos de los hispano-criollos. Se percibía muy claramente este circuito comercial
entre pampa y patagonia del que diera cuenta Garay un siglo antes y que va iba ser la base de las preocupaciones
futuras86. Cortar ese tráfico traería -en una visión totalizadora del problema- un beneficio adicional al apoyar una
guerra (la del sur de Chile). La acción conjunta de los gobernadores de Buenos Aires, Tucumán y Santiago iba a
hacer que estos indígenas: "...hallándose acosados por partes tan diversas y sin tener donde abrigar a sus familias
se dieran a la paz y perpetua amistad, que sin este medio será eterna su conquista…"87.
Por su parte, el obispo de Buenos Aires, Antonio de Azcona, respondió al rey y al teólogo en una carta, donde
intentó enterar al rey de lo que verdaderamente pasaba en el Río de la Plata:
"…esta nación de los pampas es la más bárbara e indómita que se conoce en todas estas indias, porque ni los castigos ni
los agasajos han hecho jamás mella en estos indios para reducirse a política (…) ni la predicación ni la persuasión ha
obrado en ellos cosa alguna, antes cada día van cobrando más horror y hastío a las costumbres cristianas..."88.

83
Acuerdo sobre robos y muertes que han hecho los indios infieles Pampas (AECBA 25 de abril de 1686).
84
Carta del Dr. Gregorio Suárez Cordero de 1673. Ibid. p. 1 y 2.
85
"...una y otra nación de este gentío [pampas y serranos] tienen su trato y relación con los indios enemigos de Chile [...] y compran en el puerto
para mantener su contrato y amistad…” Ibid. p.2.
86
Carta de Juan de Garay al Consejo de Indias fechada en Santa Fe el 20 de abril de 1582.
87
Carta del Dr. Gregorio Suárez Cordero de 1673. Ibid. p.3.
88
Carta del Obispo del Río de la Plata, Antonio de Azcona, informando al rey sobre los pampas (1683). AGI, copia en ME, carpeta G.
El eclesiástico señalaba la ineficacia de los diversos métodos que se habían aplicado hasta el momento con
dichas parcialidades (agasajos, reducción, castigos), ya que: "...a nada dan oidos, y si los dan alguna vez es con
engaño y dañada intención, o por lograr algún interés temporal que se les ofrece, y conseguido este se vuelven
hacia atrás a su gentilismo…”89. Este relato, expresaba también el grado de autonomía del que gozaban pampas y
serranos. Esto explicaría el proyecto de Azcona, quien proponía:

"... ni hay esperanza de que se sujeten mientras a fuerza de armas no los recogen todos de estas campañas, y los
reducen a una población en los arravales de esta ciudad donde estén a la vista a todas horas, quitándoles los caballos y
las ocasiones de hacer fuga y obligándolos a que vivan políticamente, que con esto se irán reduciendo fácilmente a la fe,
sino los grandes por estar ya empedernidos en sus costumbres gentílicas, por lo menos los chicuelos en quienes se
imprime mejor cualquier enseñanza. Este es señor el único medio para reducir a esta gente..."90.
La opinión de los gobernadores: Los sucesivos gobernadores de la jurisdicción emitieron su opinión y realizaron
acciones concretas respecto estos grupos. Andrés de Robles, gobernador del Río de la Plata entre 1674 y 1678,
optó por intimidarlos militarmente y luego persuadirlos con regalos. Una “entrada de castigo” fue efectuada en 1677
y posteriormente ordenó otra que quedó en manos de Don Manuel de Robles. Los grupos indígenas apresados en
la campaña fueron colocados debajo del fuerte de Buenos Aires y agasajados por el gobernador con el firme
propósito de "...conservarles, porque si el mal tratamiento les obliga a retirarse a la sierra a de ser mucho daño asi
en mover los yndios domésticos como en infestar la campaña…"91. Finalmente, en 1678, escribió al rey
manifestando que la propuesta de Gregorio Suárez Cordero resultaba la más acertada. Recordemos que esta
consistía en proceder “…por medio de la predicación evangélica con los indios que han estado pacificados…” y “…
por la fuerza de las armas […] con aquellos que andan levantados…”92. Así, se organizó una nueva “entrada de
castigo”, aunque esta vez, en presencia de un nuevo gobernador (Don Joseph Garro). La expedición estuvo a
cargo del capitán Juan de San Martín con “…ciento cincuenta hombres de la compañía, algunos mulatos e
indios…"93. Aquí observamos que por segunda vez se utilizaron “indios domésticos” o “indios amigos” para
efectuar una avanzada militar sobre territorio indígena. Estos se adentraron: “…ciento cuarenta leguas de
despoblados en que solo hallaron dos tolderías de los mesmos indios que apresaron…”94. No obstante, la
campaña presentó considerables diferencias con respecto a las anteriores. Quizás, tomando en cuenta los
métodos propuestos por Suárez Cordero, se incorporó un mecanismo hasta entonces no utilizado en lo que se
refiere a la sujeción indígena. Nos referimos a la eliminación de grupos considerados indóciles. En la expedición se
dio muerte a "…más de cuarenta de los indios gandules…” 95. Los apresados fueron “…poco más de sesenta
indios y su chusma…"96. La trascendencia de los métodos utilizados en dicha campaña radica en que el número
de indios apresados apenas supera al de los muertos. Otra diferencia es el destino de los indios apresados en la
campaña. El gobernador, en consulta con el obispo Azcona, resolvió que estos se distribuyeran entre los
integrantes de la expedición, en lugar de ser puestos en reducción. Lo que se buscó con esta medida fue intimidar
a las restantes parcialidades indígenas y lograr la protección de quienes se atrevían a internarse en las campañas
89
Ibid. p. 3.
90
Ibid. p. 4.
91 ?
Carta del gobernador Andrés de Robles al rey, en donde dice que respondiendo a varias cédulas que ha recibido, da cuenta de las gestiones
que ha hecho para reducir a los naturales y agrega copia de un padrón de indios pampas (1678) AGI. Copia en ME, Carpeta F.
92
Carta del Dr. Gregorio Suárez Cordero. Ibid. p. 4
93
Carta del gobernador José Garro al rey, sobre la campaña contra los indios pampas y serranos de 1681. AGI, copia en ME, carpeta G.
94
Ibid. p. 3.
95 ?
Holgazanes, perezosos.
96
Carta del gobernador José Garro al rey. Ibid. p.5.
con el fin de realizar actividades de abastecimiento a la ciudad y mantener libres las vías de tráfico: "...y es sin duda
que el no haberles causado con esto algún temor no hubiera hacienda de campo segura ni tropa de gente de las
que ordinariamente salen a sembrar y vaquear por las campañas, ni tampoco no tuvieran confianza los caminantes
que pasan al Perú y vienen de las demás provincias..."97. Finalmente, y quizás el dato más significativo de la
campaña de 1680, el capitán Juan de San Martín, quién estuvo a cargo de la expedición, pertenecía a una de las
principales familias de terratenientes y criadores de ganado que tenía vínculos comerciales con Chile, adonde –
casualmente- vendían ganado vacuno (Gascón 1998:204-205). Este dato, quizá, ayuda a comprender la
inclinación del capitán a las matanzas indígenas, ya que volvió a hacerlo unos años más tarde en las tolderías de
sendos caciques “amigos”: Calelián y Tomilchi-ya98. Queda planteada, entonces, la compleja trama de intereses
económicos sectoriales que se ponían en juego en esas “entradas de castigo” y, en consecuencia, el rol activo que
tuvo la sociedad colonial en la dimensión violenta de las relaciones interétnicas hacia fines del siglo XVII.
El cuadro N°5 permite ver la periodicidad con que se sucedieron las “entradas de castigo” al territorio indígena
durante las últimas décadas del siglo XVII, así como los resultados obtenidos.

CUADRO N°5: ENTRADAS DE CASTIGO A TERRITORIO INDÍGENA ( Siglo XVII)

Año Integrantes de la campaña Parcialidad indígena Destino


capturada
1672 Maestre de campo (Juan Arias de 80 indios pampas y serranos.
Saavedra) Repartimiento entre vecinos.
Vecinos de la ciudad.
1675 Gobernador Robles Indios pampas (no especifica Creación de 3 reducciones
número)
677 Gobernador Robles Cacique Bravo y 30 indios de Relocalización en la reducción de Sto.
chusma. Dgo. Soriano (Banda Oriental)

1677 Don Manuel de Robles 300 indios (pampas y de Córdoba) Indios de servicio para el fuerte de
Buenos Aires
1680 Gobernador Garro. 100 indios pampas y serranos. 40 “pasados a cuchillo”
Maestre de campo (Juan de San 60 repartidos entre quienes participaron
Martín) y 150 hombres (vecinos, de la expedición
mulatos, indios amigos)
1686 Gobernador, 200 indios de “todas las edades y Relocalizados en la reducción de Sto.
José Herrera y Sotomayor sexos” Dgo. Soriano. Tras intentar huir son
ejecutados los indios “gandules” y su
“chusma” tomada como esclava.
Fuente: elaboración propia en base a datos del AGI, copias ubicadas en el ME, carpetas E, F, G.

Hacia 1682, José Herrera y Sotomayor pasa a ser el nuevo gobernador de la jurisdicción. Su accionar consistió
en un primer momento en ganarse la voluntad de los caciques con agasajos y presentes, ofreciéndoles además
tierras y sementeras. Pero tras una aparente aceptación, el resultado último consistió en que éstos se "…retiraran a
sus potreadas llevándose caballadas y ganado de las estancias que contorneaban la ciudad, ayudados por otros
indios que se tenían por sometidos…”99. Reconociendo que el método de persuasión no daba los resultados
esperados, el gobernador organizó una expedición militar en 1686. Finalmente su opinión:

"...a este gentío no es dable reducirlos ni conquistarlos, si no es a fuerza de armas, y para esto se necesita de largo tiempo,
gente y municiones para ir a buscarlos a sus tierras […] en que puede resultar también mucho daño, porque los serranos
suelen darse la mano con los Aucas de Chile a quienes venden las cavalladas de los robos y trueques que hacen..."100.

97
Ibid.p.5.
98
Falkner [ca. 1774] 1974:131-132 y Hux (1993:53, 60-61 y 166).
99
Ibid. p.3
100
Carta del gobernador José de Herrera y Sotomayor de 1686. Ibid. p. 6
Con este diagnóstico finalizamos el análisis sobre los cambios suscitados en las relaciones interétnicas a fines del
siglo XVII y la emergencia de nuevas formas de vinculación hispano-indígenas. La opinión del gobernador
expresaba la experiencia acumulada en cuestión indígena y proponía un camino a seguir. En primer lugar, y en
coincidencia casi literal con Suárez Cordero, aplicar la fuerza de las armas cuando la situación lo hiciera necesario.
Pero lo que es fundamental, y tiene que ver con la conciencia de las limitaciones que presentaba esta región de
frontera en cuanto a la dominación indígena, el gobernador consideraba necesario esperar el momento en que se
dispusiera de los recursos necesarios para hacerlo. Por el momento, proponía no interrumpir el tráfico indígena
hacia el pacífico, ya que podía motivar la unión de grupos de las pampas y Chile. Sin embargo, y a pesar de ello, a
partir de 1690 las autoridades de Buenos Aires se mostraron cada vez más dispuestas a proteger las campañas y
ganados que consideraban suyos. Si hasta entonces su accionar con las parcialidades indígenas hostiles consistió
en intimidarlos mediante entradas de castigo, persuadirlos por medio de regalos o tratar de incorporarlos a la
sociedad colonial a través del sistema de reducciones; a partir de aquí se vislumbra una actitud más ofensiva,
puesto que desde entonces se hizo regular el “patrullaje armado” al espacio interserrano. Desde entonces se
hicieron sistemáticas acciones tales como los agasajos y presentes a indígenas, la negociación y el intercambio
recíproco, quizás, producto de la situación desventajosa que se les presentaba a los hispano-criollos al internarse
en un espacio que aún no dominaban. Pero lo más destacado de la implementación de la práctica del “patrullaje” es
que, si hasta fines del siglo XVII estuvo a cargo de vecinos y autoridades porteñas, a principios del siglo XVIII
quedará en manos de quienes los hispano-criollos ya denominan “indios amigos”. Esto, a partir del nombramiento
en 1717 de dos caciques pampas como Guardias mayores, con el objeto de asegurar la defensa y custodia de la
campaña101. Con ello se introdujo un nuevo vínculo que diferirá radicalmente los anteriores: el establecimiento de
alianzas interétnicas, una práctica se hará cada vez más efectiva durante los siglos venideros y que forma parte de
otro capítulo en lo que respecta a las relaciones interétnicas pampeanas.

Conclusiones:
A partir de la indagación en los dispositivos de poder y dominación implementados desde la sociedad colonial,
así como las múltiples estrategias de resistencia desplegadas por las sociedades indígenas, hemos buscado
ingresar al mundo de las relaciones interétnicas en el espacio fronterizo pampeano durante el siglo XVII. Este
primer siglo de contacto hispano-indígena se erige como un período de consolidación de las relaciones interétnicas
al norte del río Salado y el inicio de un conflictivo vínculo con las sociedades originarias del sur de la región. A partir
de este intenso y complejo dinamismo es que adherimos a la noción de “frontera” como un espacio social de
múltiples interacciones entre agentes étnicos.
La situación de dominación-resistencia entre unidades étnicas en contacto, hizo de la “fricción” una condición
intrínseca al vínculo interétnico en el ámbito pampeano. Estas relaciones se estructuraron de forma bidireccional.
Es por ello que en la conformación y el cambio en las relaciones interétnicas en la región, influyeron tanto las formas
de sujeción indígena desplegadas por la sociedad colonial -según períodos y situaciones concretas-, como las
múltiples respuestas y estrategias de resistencia desarrolladas desde los grupos originarios. En el caso de los
sistemas reduccionales, estos fueron implementados a principios del siglo XVII para lograr la consolidación del
espacio que la sociedad colonial había logrado ocupar en la región, así como también, para disponer de fuerza de
trabajo indígena para las actividades productivas de la ciudad y su entorno rural. No obstante las reducciones
Se trata de Mayupilquiyan y Yati. AGN. AECBA. Serie II. Tomo III. Sesión del 17 de febrero de 1717.
101

AGI, copias ubicadas en el ME, carpetas E, F, G.


funcionaron como ámbitos de disciplinamiento social indígena, permitieron a los grupos reducidos desarrollar
diversas estrategias de resistencia que dificultaron tal objetivo. Tal resistencia se hace visible en la fuerte oposición a
la adopción de las prácticas sociales y culturales del colonizador, que pueden relacionarse con múltiples causas: a)
el tipo de etnias reducidas (grupos con un alto grado de movilidad espacial), b) los recursos disponibles en el medio
ambiente pampeano (animales, pastos, agua), c) la relación que estos grupos mantenían con las etnias que
permanecían en autonomía (principalmente a través del intercambio de bienes e información) y d) la debilidad
presentada por los agentes coloniales (religiosos y civiles), producto de la situación todavía marginal del área
pampeano-patagónica en el marco de la política imperial que impidió que se aplicara una mayor inversión y control
sobre las reducciones y los sujetos reducidos. En el caso de las relocalizaciones, estas fueron más eficaces en
cuanto al disciplinamiento del indígena. En el caso particular de las etnias quilmes y acalianes, el traslado
geográfico del grupo a las cercanías de Buenos Aires respondió a la necesidad que dicha gobernación tenía por
hacerse con un suministro estable de mano de obra para la pujante ciudad-puerto y su entorno rural. Dicha
necesidad, puede vincularse a la continua resistencia ofrecida por los indígenas de la región pampeana a aceptar
las nuevas formas de trabajo y producción. En cambio, los grupos relocalizados desde otros espacios geográficos
manifestaron una rápida incorporación al sistema social colonial y a las formas de producción impuestas, tanto en el
ámbito reduccional como en el urbano. En este sentido podemos decir que la “relocalización” como mecanismo de
disciplinamiento indígena fue efectiva. La reducción “Exaltación de la Cruz de los indios Quilmes” tuvo una
existencia de más de un siglo y la sociedad colonial pampeana utilizó al grupo reducido, durante la mayor parte del
período, como la principal fuente de mano de obra indígena. A pesar de ello, en este caso -y al igual que en las
reducciones de etnias pampeanas-, se perciben formas de resistencia como la huida, el trabajo ineficiente o el
mestizaje con el blanco para salirse de la condición de mitayos. No obstante, la relocalización actuó como
disparador de un proceso de desarticulación étnica sin retorno, donde a pesar de permitir el desarrollo de nuevas
estrategias de supervivencia, éstas fueron individuales y aisladas, no pudiendo hacer frente a dicho proceso. De
esta manera, fueron desapareciendo formas de vida comunitarias y relaciones de reciprocidad milenarias que
caracterizaban a estas comunidades.
Por último, hacia fines del siglo XVII y como consecuencia de la intensificación del vínculo con las sociedades del
sur del río Salado, identificamos un cambio en los métodos de sujeción indígena. La política colonial de reducir y
relocalizar indios había sido la principal estrategia implementada con las etnias del norte del río Salado, con el fin de
“incorporar” estos grupos a la sociedad blanca y cristiana. No obstante, estos métodos no fueron efectivos en la
sujeción de los indígenas que habitaban al sur de la región. Estas etnias se habían mantenido al margen del
dominio colonial debido, no sólo al desinterés del blanco por avanzar más allá del Salado, sino por el despliegue de
una serie de estrategias de resistencia que les permitieron resignificar sus formas productivas, su organización
socio-política y sus prácticas culturales. La transformación de las sociedades originarias del sur del Salado a partir
de la presencia europea en la región y la resignificación de elementos exógenos se presentan aquí como otras
posibles formas de resistencia que –a diferencia de la efectuada en el ámbito reduccional- podemos denominar
como “resistencia activa”. En este caso, mediante la incorporación de nuevas especies animales como el vacuno y
el equino, que produjeron cambios en la dieta, la movilidad y en los patrones de actividad económica indígena, si
bien mantuvieron un modelo basado en la caza y recolección. A su vez, se divisa una paulatina incorporación de
estas sociedades a los circuitos mercantiles coloniales, junto al establecimiento de nuevos –aunque no por ello
inexistentes- vínculos con las etnias norpatagónicas y transcordilleranas, a quienes empezaron a proveer de
ganado. Producto de esta situación -aunque teniendo en cuenta el rol de factores subjetivos como la demarcación
de territorialidad por parte de estos grupos-, identificamos el avance de los “pampas” y “serranos” sobre la frontera
sur a fines del siglo XVII. Es por ello que a partir de 1670 y con el inicio de las “entradas de castigo”, percibimos la
introducción de nuevas estrategias de dominación, ante el avance indígena sobre territorio bajo dominio colonial y
como una estrategia defensiva del recurso ganadero por el que empezaron a competir. Así, el “castigo” y la
“eliminación” de parcialidades indígenas considerados “indóciles”, no se presentan como métodos antagónicos a la
“conversión” y “asimilación”, sino como estrategias alternativas y complementarias de un mismo proceso de
dominación. Esta situación es expresión de la capacidad de los agentes coloniales para modificar los mecanismos
de dominación cuando la situación lo hiciera necesario. Aplicando, en este caso, el saber-poder que la experiencia
de casi un siglo de contacto interétnico, y la percepción de que algo había cambiado al interior de las sociedades
indígenas, les había otorgado. Pero fundamentalmente, es un indicador de la condición “activa” y la capacidad de
resistencia que las sociedades originarias tuvieron durante el siglo XVII. Situación que hace a la excepcionalidad de
este período en cuanto a las relaciones hispano-indígenas. Quizás, producto de la condición todavía marginal de la
región dentro del concierto imperial que se tradujo en la falta de recursos económicos y humanos para efectivizar la
dominación territorial y poblacional pretendida.
En suma, a partir del análisis en las estrategias de dominación colonial y resistencia indígena, hemos intentado
reconstruir las relaciones interétnicas a lo largo del primer siglo de contacto entre sociedades blanca e india en el
ámbito pampeano. A su vez, hemos procurado poner de relieve la complejidad y dinamismo del vínculo, así como
la condición “activa” del agente indígena en dicho proceso. No obstante, consideramos que quedan interrogantes
sin responder aún. En este sentido es que consideramos indispensable profundizar en los vínculos interétnicos
entre blancos e indios del sur del río Salado, con quienes la relación se mantendrá entre guerras y negociaciones
durante los siglos venideros. Si bien hemos indagado en los inicios de esta conflictiva relación a fines del siglo XVII,
la experiencia jesuita surgida a principios del siglo XVIII, así como las nuevas estrategias de resistencia que se
darán las sociedades del sur del río Salado frente al avance colonial sobre su territorialidad, son temas que aún
permanecen sin profundizarse.

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