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UNIVERSIDAD CENTROCCIDENTAL

“LISANDRO ALVARADO”

DECANATO EXPERIMENTAL DE HUMINADES Y ARTES

PROGRAMA PSICOLOGÍA

I SEMESTRE

Cuadro

Integrantes:

Williams Carrasco

Arelys Salas

Andriana Gonzales

Jaimelis Artigas

Prof: Juan Ávila

Barquisimeto, Abril, 2018


PRINCIPALES FILÓFOSOS DE LA EDAD MEDIA

A lo largo de los tiempos se ha podido apreciar la evolución de la filosofía, la cual se


puede dividir, en épocas, para así apreciar cómo en cada momento de la historia ha
transcendido tanto en las corrientes filosóficas como en los filósofos, por ello hemos de
analizar la edad media, una época en donde la filosofía llamada cristiana adquiere un auge
en esta determinada época Durante estos catorce siglos la Historia del Pensamiento queda
definida por el constante diÆlogo entre Religin y Filosofa, o dicho de otro modo, entre la
Razn y la Fe

En el año 313, gracias al edicto de Milán, el cristianismo pasa a ser la religión oficial del
imperio romano. La caída de dicho imperio y comienzo de la edad media que situamos en
torno al final del siglo V da lugar a las primeras filosofías claramente cristianas que van a
definir el pensamiento de la edad media. La época medieval (siglos v-xv) se caracterizó por
el predominio cultural en Occidente de la religión cristiana. Los primeros teólogos y
filósofos cristianos se enfrentaron a la filosofía griega, rechazando los aspectos que
chocaban con su fe y adaptando las teorías más afines. La filosofía se puso al servicio de las
creencias religiosas.

La distancia entre la creencia (fe) y la filosofía (razón) hizo que la mayoría de los
pensadores cristianos abordaran el problema de las relaciones entre la fe y la razón, entre la
religión (teología) y la filosofía. Entre los principales pensadores filósofos, se encuentran a
San Agustín de Hipona, quien representa la culminación de la patrística y el primer intento
de síntesis entre el cristianismo y la filosofía platónica

San Agustín de Hipona, nació en Tagaste, norte de África, en el año 354; y murió en el
año 430. Se considera el filósofo más importante de la Iglesia cristiana antigua. El mismo
Agustín de Hipona, fuertemente influenciado por el platonismo, es un ejemplo claro de esta
sumisión de la razón a la fe. El autor cristiano elaboró una teoría del conocimiento para
fundamentar su tesis de la primacía de la fe sobre la razón. Para Agustín existen tres tipos
de conocimientos: el sensible, el racional inferior y el racional superior.

El conocimiento sensible es el grado más bajo de conocimiento ya que necesita de lo


corporal para realizarse, como trata del ámbito material y mudable no genera ciencia sino
solo opinión. El conocimiento racional, en su vertiente inferior, capta la universalidad de la
realidad sensible, percibiendo patrones y regularidades en el mundo; este tipo de
conocimiento sí puede generar ciencia como las matemáticas pero aún depende del mundo
mutable para actualizarse.

Por último el conocimiento racional superior, también llamado por el de Hipona


sabiduría, es el conocimiento de las verdades inmutables y eternas, en lenguaje platónico,
es el conocimiento de las ideas. Sin embargo, mientras que las ideas platónicas son
autónomas, las verdades necesarias y eternas de las que habla Agustín están en la mente de
Dios. ¿Cómo se alcanza, pues, la visión de estas verdades en la mente divina? Solo si Dios
concede al alma mortal del hombre la iluminación, ya que la razón por sí misma no se basta
para conocer la realidad última, sino que necesita del concurso de Dios.

Para Agustín no existe una distinción precisa entre fe y razón, toda vez que existe una
sola verdad que nos es revelada por la religión cristiana. La razón solo es útil para conocer
mejor esa verdad y penetrar en ella, pero Agustín siempre subraya que sin la creencia en los
dogmas de la fe no podríamos adquirir verdadera sabiduría. De aquí su famosa frase  “Cree
para comprender”.

Para San Agustín, toda naturaleza, en sí misma considerada, es siempre un bien: no


puede provenir más que del supremo y verdadero Dios, porque todos los bienes, los que por
su excelencia se aproximan al sumo Bien y los que por su simplicidad se alejan de él, todos
tienen su principio en el Bien supremo.

Como además explica al mal como, la corrupción de la medida, de la belleza y de los


órdenes naturales. La naturaleza mala es, pues, aquella que está corrompida, porque la que
no está corrompida es buena. Pero, aun así corrompida, es buena en cuanto es naturaleza;
en cuanto que está corrompida, es mala. Esta vinculación entre fe y razón fue característica
de la filosofía cristiana hasta que se difundió el pensamiento de Tomás de Aquino, y supuso
la subordinación de la filosofía con respecto a la teología.

Santo Tomás consiguió integrar en un sistema ordenado el pensamiento de estos autores


con las enseñanzas de la Biblia y la doctrina católica. El aquinate modificará la relación de
dependencia de la razón con respecto a la fe, pues supondrá el fin de la sumisión de lo
filosófico a lo teológico. Esta distinción e independencia entre ellas se irá aceptando en los
siglos posteriores, en el mismo seno de la Escolástica, constituyéndose en uno de los
elementos fundamentales para comprender el surgimiento de la filosofía moderna. Tomás
de Aquino replanteó el tema de la relación entre la fe y la razón y dotó a esta última de
mayor autonomía que la que le había concedido Agustín de Hipona.

No obstante, Santo Tomás continuó la línea agustiniana al aceptar el predominio de la


teología sobre la filosofía. Rechazó las tesis del averroísmo latino y afirmó la existencia de
una única verdad, que puede ser conocida desde la razón y desde la fe. Cada una de estas
facultades tiene su propio objeto de conocimiento y su método particular de investigación.
Este autor organizó el conocimiento de su tiempo y lo puso al servicio de su fe. En su
esfuerzo para reconciliar fe con intelecto, creó una síntesis filosófica de las obras y
enseñanzas de Aristóteles y otros sabios clásicos.

Fue uno de los representantes más ilustre de la Escolástica, y que impartió enseñanzas en
la universidad de París. La Escolástica es el movimiento teológico y filosófico que intentó
utilizar la filosofía grecolatina clásica para comprender la revelación religiosa del
cristianismo.

Durante los siglos v al VIII se produjo un declive general de toda la cultura europea. En
el siglo IX, con el llamado «renacimiento carolingio», se fundaron las escuelas monacales,
vinculadas casi siempre a monasterios de las distintas órdenes religiosas, y las escuelas
catedralicias. Estas escuelas fueron los principales centros de enseñanza e investigación de
la época. En ellas y en las universidades, fundadas a partir del siglo XI, se desarrolló la
escolástica. Los nombres más importantes de este periodo son: en la Escolástica Árabe,
Avicena y Averroes; en la Escolástica judía, Maimnides; y en la Escolástica cristiana, San
Anselmo, San Alberto Magno y Santo Tomas de Aquino

Es en la universidad en esta época donde debemos centrarnos si queremos apreciar la


importancia en cuanto a las preocupaciones de los pensadores y sobre todo en cuanto a la
relación entre la razón y la fe. La escolástica engloba gran diversidad de enfoques, si bien
en todos los autores pertenecientes a esta corriente el núcleo de su reflexión es teológico.
La existencia y naturaleza de Dios, las relaciones entre la filosofía y la teología y entre la
razón y la fe son temas comunes a la mayoría de los escolásticos. Muchos de ellos no
dudaban de la superioridad de la teología ni de la subordinación de la filosofía, a la que se
consideraba «esclava de la teología».

La lectura y el comentario de los textos fue el elemento fundamental del método


escolástico. Un método que se basaba en aceptar la autoridad indiscutible de las Sagradas
Escrituras, de los Padres de la Iglesia y de algunos principios de la filosofía de Platón y,
posteriormente, de Aristóteles. Por lo tanto, las universidades en esta época fueron centros
de enseñanza e investigación dominados por las órdenes mendicantes, principalmente la de
los dominicos. Las órdenes mendicantes brindan una gran cantidad de maestros muy
cualificados. Puede afirmarse que el S.XIII es el siglo de Alberto Magno y de Tomás de
Aquino, (dominicos), de Alejandro de Hales, Buenaventura y Juan Duns Escoto
(franciscanos).

Estamos en la fase de nacimiento y organización de las universidades. Si bien la primera


universidad que se fundó fue la de Bolonia, París fue el primero y el más importante de los
centros universitarios de filosofía y teología. Esta universidad sirvió de modelo a las de
Oxford y Cambridge, y más tarde a numerosas universidades que se fundaron en toda
Europa. En un primer acercamiento, la filosofía del Medioevo aparece ante nosotros, como
bien lo sugiere el nombre de Escolástica, como la ciencia –fruto- de las escuelas. En la Alta
Edad Media la palabra scholasticus alude al maestro de las artes liberales.

Durante este periodo también se desarrolló, el dualismo escolástico, siguiendo a


Aristóteles, que sostiene que el hombre es una sustancia, compuesto de cuerpo y alma, que
son, respectivamente, materia y forma. El alma es el principio de la vida, la energía, y la
perfección, el cuerpo es el principio de la decadencia, potencialidad, y la imperfección.
Estos dos no son sustancias completo: su unión no es accidental, como pensaba Platón, pero
sustancial. Ellos son, por supuesto, muy distinta, e incluso separables, pero que actúan el
uno del otro y reaccionar. El alma, incluso en sus más altas funciones, las necesidades de la
cooperación, por lo menos extrínseca del cuerpo, y el cuerpo en todas sus funciones vitales
es energizada por el alma como el principio radical de esas funciones. No son tanto dos en
uno como dos que forman un compuesto.

El dualismo irreflexivo del sentido común y el dualismo científico que los escolásticos


construyeron sobre los hechos de la experiencia dirigen un curso seguro y consistente entre
la generalización precipitada del materialista, que no ve más que el cuerpo, y la paradoja
audaz del idealista, que no reconoce ninguna realidad, excepto la mente.

A todas estas explicaciones paralelísticas de las relaciones entre el alma y el cuerpo


los dualistas escolásticos hacen una excepción. En primer lugar, los escolásticos llaman la
atención al veredicto de la experiencia. Hasta cierto punto, los hechos de la experiencia son
capaces de una explicación paralelista, así como dualista. Pero cuando llegamos a
considerar la unidad de la conciencia, que es un hecho de la experiencia, nos encontramos
con que la teoría del paralelismo se rompe, y la única explicación que se sostiene es la de
los dualistas, que afirman la sustancialidad del alma. En segundo lugar, si la teoría del
paralelismo fuese cierta, los escolásticos dualistas preguntan ¿qué sucede con el libre
albedrío y la responsabilidad moral? Si nuestros estados mentales y corporales no se deben
remitir a un sujeto personal inmediato, sino que se consideran fases o aspectos de
una substancia universal, un alma cósmica, la materia mental, o "forma de poder"
desconocida, no es fácil ver en qué sentido la voluntad puede ser libre, y al hombre se le
pueda hacer responsable de sus actos mentales o corporales.

El dualismo, lo que presenta, resistió los embates de atomismo materialista y el


epicureísmo, el estoicismo y panteísta emanationistic neo platonismo. Se dejó para los
filósofos cristianos de Alejandría y sus sucesores, los escolásticos de la Edad Media, la
elaboración de la doctrina de la creación ex nihilo, y por lo tanto poner de manifiesto con
mayor claridad el papel desempeñado por el poder divino y en la formación del universo. El
orden, la armonía y la intencionalidad evidente en todas partes en la naturaleza son citados
por los creacionistas como prueba para demostrar que la mente debe tener la presidencia en
el origen de las cosas.

Y al contrario de este se encuentra el Monismo es un término filosófico que, en sus varios


significados, se opone a dualismo o pluralismo. Dondequiera que la filosofía pluralista
distingue una multiplicidad de cosas, el monismo niega que la multiplicidad sea real, y
sostiene que los aparentemente muchos son fases, o fenómenos, de un uno. Se llama
monismo dondequiera que la filosofía dualista distingue entre cuerpo
y alma, materia y espíritu, objeto y sujeto, materia y fuerza, el sistema que niega tal
distinción, reduce un término de la antítesis al otro, o los fusiona a ambos en una unidad
superior.

Posterior a todo lo mencionado anteriormente se aprecia la llegada de la crisis escolástica,


en siglo XIV, los campos teológicos y filosóficos se dividen, aunque no implica
necesariamente una desvaloración del mundo y la teología sino, por el contrario, se inspira
más bien en un profundo respecto por lo religioso que aspira a rescatar lo específico de la fe
frente a la contaminación de la filosofía de origen pagano. La teología se alejará del
racionalismo y comenzará a buscar su apoyo en la revelación. Los filósofos, por el
contrario, se aproximan a nuevos problemas: el estudio de la naturaleza y la ciencia.
Comienza a trazarse la revolución intelectual que caracterizará la atmósfera del
Renacimiento y la Reforma.

Por último se encuentra el romanticismo que significa uno de los mayores cambios
ocurridos en la conciencia europea. Antes que nada fue un movimiento filosófico. Como
transformación del pensamiento de la civilización occidental sigue en cierta manera vigente
aún hoy, Sucedió también en disonancia con la filosofía hegemónica, irrumpió en medio
con verdaderos tintes de revolución; pasó deprisa y nada volvió a ser igual.

Frente a la coherencia del siglo de paz de las Luces los románticos no rehuyeron la
contradicción y atendieron a las deformaciones monstruosas que desviaban del supuesto
diseño de la naturaleza. Fue un choque generacional que repentinamente se declaró
insatisfecho ante las respuestas al uso, y se regodeó en la preguntas. Violentamente rescató
el valor de la emoción como núcleo del alma humana.

Sus obras de arte evocan el retorno a cualquier tiempo heroico, tal de dejar una protesta
contra la mediocridad y la frivolidad. No sólo les decepcionó aquella educación y sus
caminos del conocimiento, tampoco mostraron un interés por el poder político ni ganas de
bien avenirse con sus gobiernos, ni de fijar lealtades a reyes o repúblicas. Sentían que en las
minorías anida algo más sagrado que en las mayorías, que detrás de determinadas derrotas
hay algo más noble y honesto que un éxito vulgar. Las ideas no generan más ideas, sino que
nos mueven a tomar decisiones.

El romanticismo protesta contra la mecanización, la racionalización abstracta, la


reificación, la disolución de los lazos comunitarios y la cuantificación de las relaciones
sociales. Esta crítica se hace en nombre de valores sociales, morales o culturales
premodernos o precapitalistas. Si el romanticismo se afirma como una forma de
sensibilidad profundamente marcada por la nostalgia, no es porque se niegue a pensar en
qué consiste la modernidad; en cierto modo se le puede considerar incluso como una forma
de autocrítica cultural de la modernidad que continúa, hasta nuestros días, siendo una de las
principales estructuras-de-sensibilidad de la cultura moderna
Como veremos, Rousseau es uno de los primeros representantes de esta sensibilidad
romántica revolucionaria, que también se da en Schiller, en los primeros escritos
republicanos de los románticos alemanes (Schlegel), en los poemas de Holderlin, Shelley y
William Blake, en las obras de juventud de Coleridge, en las novelas de Victor Hugo, en la
historiografía de Michelet, en el socialismo utópico de Fourier. Se encuentra también en los
escritos de marxistas o socialistas libertarios como William Morris, Gustav Landauer, Ernst
Bloch, Henri Lefebvre, Walter Benjamin. En fin, se puede encontrar su influencia en
algunos de los principales movimientos de la revuelta cultural del siglo XX como el
expresionismo, el surrealismo y el situacionismo.

Durante la Edad Media por consecuente podemos apreciar que partir del
encuentro/trasvase cultural entre la tradición religiosa judía y la filosofía griega surge de la
imagen/idea de Dios que prevalece durante toda esta etapa. El Cristianismo toma de esa
síntesis aquellos conceptos que, o bien directamente o bien mediante una interpretación a
veces forzada de los mismos, concuerden con su propia fe y le sirvan para desarrollarla y
defenderla frente a otras religiones, aunque posteriormente, ocurre un quiebre, entre
aquellos estudios que asociaban a la filosofía con la religión, dando paso a la Edad
Moderna.

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