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Toda norma jurídica para poder ser aplicada tiene previamente que ser
interpretada. Sin interpretación no hay posibilidad de que funcione en la práctica
ningún orden jurídico. Ahora bien, ¿qué es interpretar las leyes? ¿Cuál es la
naturaleza de la operación o labor interpretativa? Dice (Jiménez de Asua, 2019) que la
interpretación es una operación jurídica que se dirige a descubrir la voluntad de la ley
en función de todo el ordenamiento jurídico y las normas superiores de cultura a fin de
aplicarla a los casos concretos de la vida real. Adoptando esta perspectiva podemos
decir que, interpretar consiste en materializar la voluntad abstracta de la ley, a través
de la mente del juzgador, quien al juzgar realiza un juicio de valor que es fruto de la
relación entre la conducta que se contempla y la norma. El criterio que califica la
conducta de esta operación, reside esencialmente en el fin del precepto jurídico en el
momento de su aplicación.
Del mismo modo, constituye grave error considerar el acto interpretativo como
un puro silogismo (premisa mayor la norma, premisa menor el hecho, conclusión la
sentencia). La interpretación no se mueve sólo al frío compás de la lógica formal, sino
también de fuerzas interiores sentimentales, voluntaristas, irracionales, emotivas, en
cuyo fondo están la humanidad, la justicia, la caridad. Conviene advertir, sin embargo,
que en ningún caso la aportación personal que toda interpretación entraña, puede
convertirse en algo caprichoso y arbitrario. La misión de la interpretación del Juez, por
ejemplo, es captar el sentido de la ley con vistas a su aplicación a un caso concreto,
del mismo modo que lo hubiera captado cualquier otro Juez que tuviera que decidir un
caso idéntico. La validez de una interpretación se determina a través de su
revisibilidad objetiva.
Por su origen
Auténtica. Ésta es la dada por la propia ley; bien que sea por otro precepto contenido
en el mismo cuerpo legal (contextual), o bien por otra ley posterior a la que se trata de
interpretar (posterior).
INTERPRETACIÓN Y ANALOGÍA
Por otro lado, una diferencia que podemos realizar entre la interpretación
extensiva, explica (Sáinz, 1990) existe una ley o norma que prevé el caso concreto, el
cual se contempla por el espíritu y finalidad de la ley, aunque la letra de ésta, por
expresar menos de lo que debe expresar en relación con su espíritu, parece no
abarcarlo. El intérprete entonces tiene que estirar (extender) la palabra de la ley para
ponerla de acuerdo con su espíritu, o lo que es lo mismo, con la voluntad de la ley que
es lo que en definitiva se trata de esclarecer. Otra cosa es lo que sucede en la
analogía, ya que en ésta el caso no está previsto ni en la letra ni en el espíritu de la
ley, destacándose que en la voluntad normativa no cabe la incriminación de tal o cual
conducta, lo que puede deberse a múltiples razones, por decir algunas: el legislador
no quiso incluirlas, o ni siquiera las imaginó.
Finalmente, la analogía, constituye un procedimiento interpretativo al que se
recurre cuando en el ordenamiento jurídico no se halla una norma aplicable al caso. La
analogía consiste en «el proceso lógico que tiende a inducir de soluciones particulares
el principio que las explica, para buscar en seguida las condiciones del mismo principio
en otras hipótesis a las que se lo aplica por vía de deducción.» Gény observa que el
fundamento de la analogía descansa en un instinto profundo de nuestra naturaleza,
por el cual experimentamos un deseo de igualdad jurídica, y aspiramos a que las
mismas situaciones de hecho se rijan por idénticos principios jurídicos (Llambías,
1964).
CONCLUSIÓN
BIBLIOGRAFÍA