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Dictadura de

Francisco Franco
conjunto de ideologías y movimientos
afines a la dictadura de Francisco Franco

La dictadura de Francisco Franco,


dictadura franquista, España franquista,
régimen franquista o franquismo[9] ​fue el
período de la historia contemporánea de
España correspondiente con el ejercicio
por el general Francisco Franco
Bahamonde de la Jefatura del Estado
desde el fin de la guerra civil en 1939
hasta su muerte en 1975 y
desmantelamiento en 1978.[nota 4] ​Su
amplia dimensión temporal y la total
identificación de Franco con el régimen
mismo[10] ​hace que a menudo también se
utilice para designarlo la expresión era de
Franco.[11] ​
España
Estado Español[nota 1] ​

Periodo histórico y Estado desaparecido


1939-1975

Bandera Escudo

Lema: «Una, Grande y Libre»


«Plus Ultra»
Himno: Marcha Real

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     España
     Protectorado de Marruecos
     Zona Internacional de Tánger

Capital Madrid
Entidad Periodo histórico y
Estado desaparecido
Idioma oficial Español
Religión Católica[6] [7]
​ ​
Moneda Peseta (₧., ESP)
Período histórico Entreguerras,
Segunda guerra
mundial, Guerra Fría
 • 1936-1939 Guerra civil
 • 1 de abril Fin de la guerra
de 1939
 • 27 de agosto Concordato con la
de 1953 Santa Sede
 • 23 de septiembre Pactos de Madrid
de 1953
 • 14 de diciembre Ingreso en las
de 1955 Naciones Unidas
 • 6 de abril Independencia de
de 1956 Marruecos
 • 28 de julio Aprobación del Plan
de 1959 de Estabilización
 • 12 de octubre Independencia de
de 1968 Guinea Ecuatorial
 • 20 de diciembre Asesinato de Carrero
de 1973 Blanco
 • 20 de noviembre Muerte de Franco
de 1975
 • 1975-1978 Transición
democrática
Forma de gobierno Dictadura[nota 2] ​
unipartidista[nota 3] ​
Caudillo
• 1936-1978 Francisco Franco

Juan Carlos I
Presidente del
Gobierno
• 1938-1973 Francisco Franco
• 1973 Luis Carrero Blanco
• 1973 Torcuato Fernández-
Miranda (interino)
• 1973-1976 Carlos Arias Navarro
Legislatura Dictadura militar
(1939-1942)
Cortes Españolas
(1942-1975)
Miembro de ONU, OCDE, OSCE
Precedido por Sucedido por
← (1968)→
← (1969)→
(1975)→

Acabada la guerra el general instauró una


dictadura fascistizada,[12] ​o régimen
semifascista,[13] ​que incorporó una
influencia clara de los totalitarismos
alemán e italiano en campos como las
relaciones laborales, la política económica
autárquica, la estética, el uso de los
símbolos[14] ​o el unipartidismo.[15] ​En sus
últimos estertores, el régimen transitó
más próximo a las dictaduras
desarrollistas,[16] ​aunque siempre
conservó rasgos fascistas vestigiales,[13] ​
caracterizado por la ausencia de una
ideología claramente definida más allá de
su proclamado nacionalcatolicismo.

En los años 1940 la dictadura militar se


afianzó mediante la represión política y
económica de los opositores. Unas
485 000 personas habían huido al
exilio.[17] ​Algunos autores afirman que
entre 9000 y 15 000 fueron los exiliados
españoles que terminaron en campos de
concentración nazis, de los que
sobrevivieron la mitad.[18] [19]
​ ​Otros
acabaron en los campos de concentración
franquistas —estudios informan de al
menos 367 000 prisioneros y entre 150 y
188 campos—.[18] ​Hacia noviembre de
1940 había 280 000 hombres y mujeres
detenidos en las prisiones del Estado.[20] ​
[21] ​Parte de la historiografía estima que
entre 23 000 y 46 000 personas fueron
ejecutadas en la posguerra;[22] ​otra,
alrededor de 50 000.[20] ​

Se mantuvo una política económica


basada en la autarquía. Esta fue
provocada por la derrota del Eje en la
Segunda Guerra Mundial, durante la cual la
dictadura franquista, pese a adoptar una
política oficial de no beligerancia,[23] ​tuvo
una participación favorable a la Alemania
nazi para la derrota de la Unión Soviética,
que se concretó mediante el envío de la
División Azul, una unidad de voluntarios
que sirvió integrado en el Ejército alemán
en el frente oriental durante dos años. Esta
colaboración con las potencias del Eje
condujo al aislamiento internacional tras
la derrota de las mismas en 1945,
promovido por los aliados en el seno de la
recién creada Organización de las
Naciones Unidas.

En los años 50, en el marco de la Guerra


Fría, la posición geográfica de España y su
dictadura militar se acabaron convirtiendo
en estratégicos para los Estados Unidos y
sus aliados europeos frente a la Unión
Soviética. La alianza de España con los
Estados Unidos puso fin al aislamiento
internacional del régimen y favoreció una
paulatina apertura de la economía
nacional, que seguía a unos niveles de
desarrollo inferiores a los del resto de
economías de Europa occidental, que en la
guerra mundial habían sufrido desastres
similares al de la guerra civil española.

En los años sesenta y principios de los


setenta, el desarrollismo económico
mejoró de forma notable, aunque desigual,
el nivel de vida de la mayoría de la
población, que formó una clase media
hasta entonces casi inexistente. El nivel de
libertad personal y política no aumentó del
mismo modo. Empezaron las
movilizaciones de oposición a la dictadura
por parte de trabajadores y estudiantes.

Juan Carlos de Borbón fue el sucesor


designado por Franco para la jefatura del
Estado, a título de príncipe de España, y a
la muerte de este, en su proclamación
como rey, juró acatar los principios del
Movimiento Nacional destinados a
perpetuar el régimen franquista. Sin
embargo, no lo hizo, aunque se basó en el
entramado institucional franquista para
promover la Ley para la Reforma Política,
ratificada en referéndum. Su resultado,
94 % a favor de la reforma, inició la
transición a la democracia en 1976.

Características

El Caudillo y sus poderes

El principal rasgo definitorio del régimen


franquista fue que una única persona, el
Generalísimo Franco —de ahí el nombre
con el que se conoce—, acumuló en sus
manos unos poderes omnímodos[24] ​
como ningún otro gobernante había
gozado jamás en la historia de España.[25] ​
La Ley de Reorganización de la
Administración Central del Estado,
promulgada por el propio Franco solo
cuatro meses después del final de la
guerra civil española, así lo confirmó al
atribuir al Caudillo, «invicto y providencial»,
todos los poderes ejecutivos y
legislativos:[15] [26]
​ ​

Artículo 7.
Correspondiendo al Jefe
del Estado la suprema
potestad de dictar
normas de carácter
general, conforme al
artículo 17.º de la Ley de
30 de enero de 1938, y
radicando en él de modo
permanente las
funciones de gobierno,
sus disposiciones y
resoluciones, adopten la
forma de Leyes o
Decretos, podrán
dictarse, aunque no
vayan precedidas de la
deliberación del Consejo
de Ministros, cuando
razones de urgencia así
lo aconsejen, si bien el
Jefe del Estado dará
después conocimiento a
aquél de tales
disposiciones o
resoluciones.
Moneda de 5 pesetas acuñada en 1949. En el anverso la efigie del general Franco con la inscripción Francisco Franco
Caudillo de España por la G. [Gracia] de Dios. En el reverso el nuevo escudo de España.

Como ha señalado Stanley G. Payne,


«Franco siempre consideró su propio
mandato como «vitalicio». En uno de sus
momentos más bajos, declaró
enfáticamente a un destacado general en
una conversación privada: «Yo no haré la
tontería de Primo de Rivera. Yo no dimito,
de aquí al cementerio». Franco creía que
su victoria absoluta en la guerra civil le
había dado un cierto derecho de
conquista, de modo que podía aspirar a un
mandato histórico, incluso divino, para
conservar su posición de Caudillo
mientras se lo permitiesen sus
condiciones físicas».[27] ​A Franco «le
preocupaban menos las cuestiones
ideológicas que a otros dictadores, lo que
le permitió ir adoptando diferentes
programas económicos y modalidades de
discurso político. Aunque a nivel
conceptual estaba muy próximo a la
extrema derecha, y su sentido pragmático
de la realidad es en gran parte un invento
de los apologistas del franquismo, esto no
le impidió ejercer cierta habilidad para
adaptarse a las nuevas situaciones
marcadas por la política internacional».[28] ​

En principio, la legitimidad del poder del


general Franco provenía de su designación
por parte de los generales que habían
encabezado la sublevación militar contra
la República como «Generalísimo de las
fuerzas nacionales de tierra, mar y aire» y
como «jefe del Gobierno del Estado
español» al que se conferían «todos los
poderes del Nuevo Estado». De esa
manera, Franco personificaba la autoridad
del Ejército, «símbolo efectivo de la unidad
nacional», como se afirmaba en uno de los
decretos que promulgó.[29] ​
Pero enseguida el general demostró su
intención de superar esa categoría de
mero dictador militar para asumir otras
fuentes de legitimación de su poder y, en
efecto, muy pronto demostró su voluntad
de emular a los dictadores fascistas al
proponerse a sí mismo como el Caudillo
de una España «Una, grande y libre». Y al
mismo tiempo se fue forjando la tercera
fuente de legitimidad: la de ser una
persona enviada por la Providencia Divina
para la «redención» y «salvación» de la
«nación» y de su religión, el catolicismo. El
caudillaje como principio de autoridad se
basaría, pues, en el carisma excepcional
de un dirigente ejemplar por sus dotes y
capacidades demostradas en una
coyuntura específica: la guerra civil
española.[30] ​

Así, cuando esta terminó el 1 de abril de


1939, la legitimidad de su poder quedó
plenamente confirmada, por lo que desde
entonces la victoria en la guerra se
convertiría en la fuente última y suprema
de su autoridad indiscutida y de su
derecho a ejercer el poder de modo
vitalicio. Franco era la persona que había
«salvado» a España de su «destrucción»,
por lo que tenía «derecho» a regir con
plenos poderes sus «destinos» durante el
resto de su vida. La inscripción «Francisco
Franco, Caudillo de España, por la gracia
de Dios» se imprimió en las monedas que
portaban su efigie.[31] ​Por otro lado, el
«mito de la Cruzada», la negación de la
existencia de una guerra civil iniciada por
una insurrección militar —la contienda de
1936-1939 había sido una «Cruzada de
Liberación» desencadenada por un
Alzamiento Nacional—, se convirtió «en
uno de los nexos de identidad de las
familias franquistas».[32] ​

Los «pilares» de la dictadura

La dictadura franquista se apoyó en tres


«pilares»: el Ejército, la Iglesia y el partido
único[15] ​Falange Española Tradicionalista
y de las JONS. Como el mismo Franco
reconoció en privado, «la Falange, el
Ejército y la Iglesia» son las tres «fuerzas»
que constituyen «la base del Movimiento
Nacional».[15] ​

Los militares, al menos durante el primer


franquismo, ocuparon cerca del 40 % de
los altos cargos de la administración y de
las empresas estatales, y siempre habrá
entre cuatro y siete ministros militares.[33] ​
Además, el Ejército siempre actuó como el
garante último de la continuidad del
franquismo y durante mucho tiempo fue el
instrumento principal en la represión de
cualquier movimiento u organización de
oposición a la dictadura franquista.[15] [34]
​ ​
La Iglesia católica proporcionó la
justificación ideológica, militante y
beligerante del franquismo.[15] ​El partido
único FET y de las JONS fue «el
instrumento clave para organizar a los
partidarios del régimen, suministrar fieles
servidores administrativos y encuadrar y
controlar a la sociedad civil a través de
sus órganos dependientes (Organización
Sindical, Sección Femenina, Frente de
Juventudes)».[15] [33]
​ ​
El papel de las instituciones

El franquismo no se dotó del equivalente a


una constitución de los regímenes
liberales o democráticos porque Franco
siempre se mostró reacio a promulgar
leyes que pudieran obligarle a él mismo, ya
que lo que más le importó durante su larga
dictadura fue conservar intacto todo su
inmenso poder del que solo era
responsable «ante Dios y ante la historia»
—y ante nadie más—.[35] ​Así, bajo el
franquismo la fuente de autoridad fue el
propio Franco, no las instituciones, y el
Caudillo solo fue promulgando las
llamadas «leyes fundamentales» de su
régimen cuando lo creyó necesario para
afianzarlo. «La estructura definitiva del
sistema de Franco se creó, en
consecuencia, lentamente, en el periodo
comprendido entre los años 1942 y 1947.
[…] En 1943 se constituyeron unas Cortes
totalmente controladas, basadas en el
corporativismo; en 1945 se promulgó un
conjunto muy limitado de derechos
llamado Fuero de los Españoles y
finalmente, en 1947, se instituyó una
monarquía de carácter meramente
nominal».[36] ​

Desde el punto de vista institucional, el


órgano más importante fue el Gobierno,
pues este se constituyó en el «lugar» de
representación de las «familias» que
integraban la coalición derechista
franquista —falangistas, carlistas,
monárquicos y católicos—, sin olvidar la
presencia de los mandos militares, como
corresponde al origen del régimen. El
propio Franco lo reconoció en privado:
«los gobiernos deben tener una
representación de las fuerzas que han
contribuido a la victoria».[15] ​Como ha
señalado el historiador Enrique
Moradiellos, «la habitual reunión de los
viernes del Consejo de Ministros habría de
ser el decisivo foro de encuentro y debate
franco y reservado entre las fuerzas de la
coalición franquista; el mismo foro que en
un régimen liberal y democrático
desempeña el Parlamento o los órganos
de la prensa libre». Y además «Franco tuvo
la gran habilidad de ejercer un continuo
arbitraje moderador entre todas ellas,...
contraponiendo a unas «familias» contra
otras para evitar el excesivo crecimiento
de una única opción que pudiera hacer
sombra a su poder personal y a su
condición arbitral».[15] ​

La ideología franquista
Véanse también: Simbología del franquismo y Lemas del franquismo.
La ideología —o mentalidad— franquista
se basaba en cinco sencillas y genéricas
«ideas motrices» «que recogían el
universo doctrinal compartido por todas
las instituciones y "familias" de la derecha
española por igual y sin conflicto»:[37] ​

1. El antiliberalismo, que se reflejaba en


su rechazo a todos los principios e
ideas propias de los regímenes
liberales y democráticos,
identificados con la masonería. Al
principio este antiliberalismo fue
acompañado del anticapitalismo
propio de la retórica fascista.
2. El anticomunismo, en el que el
franquismo incluía no solo al
comunismo propiamente dicho, sino
a todas las ideas y organizaciones
obreristas, incluidas las socialistas y
anarquistas. Además, el franquismo
al igual que los fascismos
identificaba el «comunismo» —o
«bolchevismo»— con el «judaísmo».
3. El radical nacionalismo españolista,
uniformista y centralista, que tachaba
de «separatista» cualquier idea o
proyecto diferente por moderado que
fuera.
4. El catolicismo integrista, que dará
nacimiento al «nacionalcatolicismo».
5. El conservadurismo social tradicional
y reaccionario que puso fin a las
medidas secularizadoras y
modernizadoras republicanas (como
la Ley de Divorcio, los cementerios
civiles, la coeducación, la educación
laica, etc.) al entregar de nuevo al
clero católico el control de las
costumbres civiles y de la vida
intelectual del país.

Así, por ejemplo, en el libro de texto de


1939 Catecismo patriótico español, del
obispo Menéndez-Reigada,[38] ​se decía
que «los enemigos de España son siete:
«el liberalismo, la democracia, el judaísmo,
la masonería, el capitalismo, el marxismo
y el separatismo».[39] ​

El historiador Javier Tusell señala en su


obra Historia de España en el siglo XX
(1999) en relación con la ideología del
régimen:[40] ​

Si la voluntad
fascistizadora, sin duda,
existía, cabe
preguntarse, sin
embargo, por qué no
sólo no triunfó, sino por
qué estuvo siempre muy
lejos de conseguirlo. Por
supuesto, la respuesta a
esta pregunta se
encuentra en la
dinámica política, es
decir, en la propia
evolución de los
acontecimientos en los
que, como hemos visto,
se entrelazó
estrechamente la
política interna con la
situación internacional.
En suma, la
fascistización del
régimen sólo hubiera
sido posible en el caso
de que la España de
Franco hubiera decidido
intervenir en la guerra
mundial al lado del Eje;
eso hubiera traído, con
toda probabilidad, una
modificación paralela
de sus estructuras
políticas definitiva e
irreversible.
Javier Tusell, Historia
de España en el siglo
XX. III. La dictadura de
Franco (1999)[40] ​

El historiador estadounidense Stanley G.


Payne en su libro El fascismo (1982)
califica al franquismo de 1939 a 1945 de
«semifascista» y a partir de la segunda
fecha en adelante de «autoritario
burocrático»:[41] ​

Es innegable que el
franquismo inicialmente
contenía un importante
componente de
fascismo; pero estaba
tan limitado en el marco
de una estructura
derechista, pretoriana,
católica y semipluralista
que probablemente
sería más exacto
aplicarle la categoría de
«semifascista». (...) A
finales de 1945, España
había avanzado
bastante en el proceso
de transición de un
Estado semifascista y
parcialmente
movilizado a un
régimen «autoritario
burocrático»,
corporativista y no
movilizado.
Stanley G. Payne, El
fascismo (1982)[41] ​
La coalición «contrarrevolucionaria»

Dentro de una completa subordinación al


«Caudillo», hubo diferentes «familias» o
grupos —nunca partidos— con diversa
sensibilidad política. Cada una trató de
influir en las decisiones del dictador, y la
habilidad de éste consistió en confiarles
parcelas de poder convenientemente
medidas, apoyarse sucesivamente en una
«familia» u otra según conviniera en cada
momento, desplazando del primer plano
(sin dejar de contar con ellas) a las que se
hacían incómodas por alguna razón
interna o externa y garantizarse de esa
manera su presencia indiscutida en el
poder. Cuando estalló algún escándalo
que podía atribuirse de algún modo a los
recelos entre las familias (como el caso
MATESA), Franco optaba por soluciones
expeditivas y salomónicas («castigar» a
ambas partes, de forma paternalista). Eran
habituales las expresiones de Franco en
que despreciaba la actividad política
(propia de «politicastros»), e incluso
ninguneaba a sus propios ministros,
haciéndose célebre su consejo: «haga
como yo, no se meta en política».[42] ​

Falangistas
Véase también: FET y de las JONS
Yugo y flechas para camisa. Años 1940.

Los «camisas viejas» de la Falange


original de José Antonio Primo de Rivera
muy pronto empezaron a recelar de los
«camisas nuevas» incorporados, sobre
todo, en la Guerra Civil, especialmente
cuando el Decreto de Unificación suprimió
todos los partidos reuniendo a los que
apoyaron el Alzamiento Nacional en el
partido único FET y de las JONS (Falange
Española Tradicionalista y de las Juntas
de Ofensiva Nacional Sindicalista), al
servicio del liderazgo absoluto de
Franco.[43] ​El partido único aspiraba a
controlar la vida social y económica a
través del resto de las instituciones del
Movimiento: Frente de Juventudes,
Sección Femenina, Sindicato Vertical,
Auxilio Social, etc.

Dentro del gobierno los falangistas


desempeñaron las carteras sociales,
como el Ministerio de Trabajo, el de
Vivienda y el de Agricultura, además del
ministro-secretario general del
Movimiento (miembro nato del gobierno,
aunque sujeto también a la designación
por parte del Caudillo). En el primer
franquismo alcanzaron un 37,9 % de los
ministerios y un 30,3 % de los altos cargos
de la administración. Un ejemplo notable
fue José Antonio Girón de Velasco, el
ministro más joven (30 años) y uno de los
que duró más en el gobierno (1941-1957).
Otro nombre destacable fue José Luis
Arrese.[44] ​También hubo «aperturistas»
procedentes de la «familia azul», como
quien finalmente llevó a cabo la transición
democrática, Adolfo Suárez. Esa
«pluralidad» se podía observar en las
publicaciones afines: el diario El Alcázar
(que, tras distintas orientaciones, desde
1968 expresó las opiniones de lo que se
denominó el «búnker» —sector que
aglutinaba a la derecha más extrema), el
oficialista Diario Arriba y Diario Pueblo,
cercano a los sindicatos verticales y
dirigido por Emilio Romero.

Católicos

Valle de los Caídos, monumento franquista de carácter religioso en el cual yace Primo de Rivera.
Desde el comienzo del franquismo, la
Asociación Católica Nacional de
Propagandistas demostró mucha
actividad, dirigida por los obispos y
especialmente por la figura de Ángel
Herrera Oria, que controlaba también la
prensa católica (Diario Ya). Esta «familia»
tenía una especial relación con el exterior,
por su vinculación con la Santa Sede y las
democracias cristianas europeas.
Controlaban el Ministerio de Asuntos
Exteriores y el Ministerio de Educación. Un
buen ejemplo fue Joaquín Ruiz-Giménez.
La ACNdP también controló el sistema de
represión franquista durante el final de la
guerra y la posguerra en España: los dos
primeros ministros de Justicia (Tomás
Domínguez y Esteban Bilbao) y el primer
director general de prisiones de la
Dictadura (Máximo Cuervo) fueron
propagandistas.[45] ​

A partir de 1957 accedieron al gobierno


los ministros económicos (denominados
«tecnócratas») procedentes del Opus Dei
(congregación religiosa fundada por José
María Escrivá de Balaguer), y protegidos
por Luis Carrero Blanco: Mariano Navarro
Rubio y Alberto Ullastres, responsables del
Plan de Estabilización de 1959 y el
desarrollismo posterior. Y al frente de
todos ellos Laureano López Rodó.
La renovación de la Iglesia católica en el
Concilio Vaticano II propició un
distanciamiento con el régimen franquista
de una parte de la jerarquía eclesiástica,
dirigida por el cardenal Vicente Enrique y
Tarancón. Llegó a ser muy evidente en el
caso Añoveros.

Tradicionalistas

Los tradicionalistas o carlistas perdieron


gran parte de su relevancia política en
cuanto acabó la guerra. No obstante,
mantuvieron ciertas cotas de poder. El
área que se les confiaba era el Ministerio
de Justicia y la presidencia de las Cortes.
Ejemplo de ello fueron Esteban de Bilbao
Eguía y Antonio Iturmendi Bañales, ambos
ministros de justicia y presidentes de las
Cortes Españolas.

Monárquicos

Su órgano de expresión era el periódico


ABC, de la familia Luca de Tena. Sus
relaciones con el régimen pasaron por
acercamientos y distanciamientos
(llegando a algún tipo de represión, como
el secuestro de una edición de ABC en
1966 o el destierro de los que acudieron al
llamado Contubernio de Múnich en 1962),
al igual que la relación ambigua que
mantuvieron el general Franco y el
pretendiente a la Corona, Juan de Borbón,
que se mantuvo exiliado en Estoril, desde
donde mantenía un consejo privado en el
que se incluían personajes destacados de
la dictadura, como José María Pemán o
Pedro Sainz Rodríguez.[46]

España se definió en las Leyes


Fundamentales como un reino, pero
Franco se negó a ceder la jefatura del
Estado o designar sucesor como preveía
la Ley de Sucesión en la Jefatura del
Estado (votada en referéndum en 1947, en
un acto de legitimación de masas del
franquismo), y mucho menos a un
personaje en quien no confiaba, el conde
de Barcelona (título medieval de
soberanía, vinculado a la corona de
España que usaba Juan de Borbón), a
pesar de ser el heredero del rey anterior
(Alfonso XIII).

Mientras tanto, su hijo Juan Carlos estaba


siendo educado en España separado de su
padre. Finalmente quien obtuvo la
designación fue Juan Carlos, en 1969 y
tras una prolongada espera, no sin signos
inquietantes de que podía optarse por
cualquier otro «príncipe de sangre real»
(como Alfonso de Borbón Dampierre,
primo de Juan Carlos, que contrajo
matrimonio con Carmen Martínez-Bordiú
Franco, nieta del dictador, y que reclamó
simultáneamente sus derechos legítimos
sobre el trono de Francia). En la
enfermedad final de Franco, Juan Carlos,
titulado príncipe de España, llegó a ocupar
interinamente la jefatura del Estado en
1974, que le fue retirada como
consecuencia de una transitoria mejoría
del «Caudillo». En este contexto, se refirió
al dictador como «figura decisiva
históricamente y políticamente para
España» o que «para mi es un ejemplo, día
a día por su desempeño patriótico al
servicio de España, y además tengo un
afecto y admiración muy grande para
él».[47] ​
Además, Juan Carlos hubo de jurar lealtad
a los principios del Movimiento Nacional
tanto en su designación como príncipe en
1969 como en su proclamación real tras la
muerte de Franco en noviembre de 1975
mientras que en su primer discurso
navideño habló de su «tristeza» ante la
pérdida del «Generalísimo» y su «respeto y
admiración» hacia él.[48] ​
¿El franquismo, un régimen fascista?

Estatua ecuestre del Generalísimo Franco, obra del escultor José Capuz, que se encontraba en la plaza del Caudillo
(actual plaza del Ayuntamiento) de Valencia. Fue inaugurada en 1964 con motivo de la celebración de los «XXV Años de
Paz». Fue retirada de la plaza en 1983 y trasladada a la sede de la Capitanía General de Valencia en el Convento de Santo
Domingo. En aplicación de la Ley de Memoria Histórica fue llevada en 2010 a un acuartelamiento de Bétera, donde se
encuentra en la actualidad.

La cuestión de si el franquismo fue un


régimen fascista ha sido el núcleo central
del largo, intenso e inacabado debate
historiográfico sobre la naturaleza del
franquismo.[49] ​Este debate, en el que no
sólo han intervenido historiadores sino
también politólogos, sociólogos y juristas
(e incluso protagonistas de los
hechos),[49] ​ha girado en torno a dos
posturas fundamentales: la que defienden
los que consideran que el franquismo fue
un régimen fascista y la de los que
siguiendo la propuesta del politólogo Juan
José Linz, formulada en 1964, lo
consideran un régimen autoritario, pero no
fascista. Las dos posiciones han ido
acercándose a lo largo de los años ya que
los defensores de la tesis del régimen
autoritario han reconocido la existencia de
una fase inicial «semifascista» en el
franquismo (como Stanley G. Payne o
Javier Tusell)[50] ​, e incluso el propio Linz
ha caracterizado ya al franquismo como
un régimen autoritario «con componente
fascista»,[51] ​y los que definen el régimen
franquista como fascista, han añadido
algún tipo de matiz para diferenciarlo del
«fascismo clásico».[52] ​

Sin embargo, como no se llegaba a


alcanzar un consenso sobre el tema el
historiador Ismael Saz propuso en 1993
considerar al franquismo como un
«régimen fascistizado», alternativa que fue
aceptada por algunos historiadores y que
cuando menos introdujo en el debate el
concepto de fascistización. Con su
propuesta de «dictadura fascistizada» Saz
consideraba que se captaba la
«especificidad» del franquismo: «los
elementos que le asemejan al fascismo lo
diferencian nítidamente de las simples
dictaduras de derechas o regímenes
autoritarios; los que los distancian de
aquél impiden su consideración como
dictadura fascista. En la combinación de
ambas facetas está la esencia del régimen
franquista».[53] ​En el cuadro siguiente se
exponen las diferencias y coincidencias
entre el franquismo y el fascismo según
Saz:
Coincidencias y diferencias entre el franquismo y los regímenes fascistas, según Ismael Saz.

Coincidencias Diferencias

La correlación de fuerzas en el seno de la alianza


La dictadura franquista se basaba en contrarrevolucionaria no fue nunca favorable al sector
la misma alianza antidemocrática y fascista; su política represiva y aniquiladora de la
contrarrevolucionaria que la italiana o oposición obrera y democrática sólo fue parcialmente
alemana, era tan represiva ―y en acompañada de un esfuerzo de removilización o
cierto sentido incluso más― que articulación de un consenso activo; hubo algo de
aquellas; política de plaza pero bastante más de cárcel, iglesia y
cuartel;

El partido único fue realmente un partido unificado


Se estructuraba sobre la base de un desde arriba y desde fuera; el caudillo no era la
partido único y en el principio del expresión, plasmación o concreción, de alguna forma
caudillaje; de supuesta voluntad popular, sino en todo caso de la
voluntad divina —por la gracia de Dios— y militar;

Tenía la misma concepción El Estado franquista era menos intervencionista y más


centralizada y uniformadora del respetuoso de la sociedad civil que el fascista, pero
Estado; copió buena parte de las estaba también mejor estructurado, carecía, es decir, de
instituciones esenciales del régimen las connotaciones anárquicas y darwinistas, propias, en
fascista italiano; mayor o menor grado, de los regímenes fascistas;

Adoptó algo parecido a una ideología La ideología oficial podía ser o no una ideología pero
oficial; desde luego no era una ideología fascista;

Nadie creyó nunca al sindicalismo del Sindicato


Vertical, y la autarquía más que obedecer a la lógica
Instauró unas estructuras
interna de los regímenes fascistas... conectaba
pretendidamente supraclasistas o
perfectamente con las tendencias autárquicas,
corporativas y se refugió en la
defensivas, de un capitalismo que más que en
autarquía económica;
expansión hacia fuera buscaba protección frente al
exterior;

Anunció, como las dictaduras Quiso durar con mucho de la retórica e instrumentos del
fascistas, su propósito de durar. modelo fascista mientras existiese el dictador, para
dejar paso después a una monarquía más o menos
tradicional pero que, desde luego, poco tendría que ver
ya con el fascismo.

Historia

El primer franquismo (1939-1959)

El primer franquismo (1939-1959) fue la


primera gran etapa de la historia de la
dictadura del general Franco comprendida
entre el final de la guerra civil española y el
abandono de la política autárquica con la
aplicación del Plan de Estabilización de
1959, que dio paso al franquismo
desarrollista o segundo franquismo que
duró hasta la muerte del Generalísimo. Se
suele dividir en tres subetapas: la primera
de 1939 a 1945 que se corresponde con la
Segunda Guerra Mundial y durante la cual
el régimen franquista experimentó un
proceso de fascistización ya iniciado
durante la guerra civil para asemejarse a la
Alemania nazi y, sobre todo, a la Italia
fascista y que se vio abortado por la
derrota de las potencias del Eje; la
segunda subetapa, de 1945 a 1950,
constituyó el período más crítico de la
historia de la dictadura franquista a causa
del aislamiento internacional al que fue
sometido y a la ofensiva de la oposición,
pero los cambios «cosméticos» que
introdujo y sobre todo el estallido de la
Guerra Fría acabó reintegrándolo al bloque
occidental anticomunista; la tercera etapa,
de 1951 a 1959, ha sido llamada también
el decenio bisagra[54] ​por constituir una
época intermedia entre el estancamiento
de los «autárquicos» años 1940 y la
«desarrollista» de los años 1960, y que
también ha sido caracterizada como la
época del «esplendor del nacional-
catolicismo».

El franquismo de 1939 a 1945

El general Franco junto al dirigente nazi Heinrich Himmler, durante su visita a Madrid (1940).
Cuando se inició la Segunda Guerra
Mundial el 1 de septiembre de 1939, el
general Franco se vio obligado a
proclamar «la más estricta neutralidad» de
España debido a las precarias condiciones
económicas por las que atravesaba el país
tras una guerra civil que hacía solo cinco
meses que había terminado.[55] ​Pero las
victorias alemanas sobre Holanda, Bélgica
y Francia en junio de 1940 y la entrada en
la guerra de Italia del lado de Alemania —el
día 10—, dieron un vuelco a la situación. Y
así el 13 de junio de 1940, cuando los
alemanes estaban a punto de entrar en
París, el general Franco abandonaba la
«estricta neutralidad» y se declaraba «no
beligerante», que era el estatuto que había
adoptado Italia antes de entrar en la
guerra. Al día siguiente las tropas
españolas ocupaban Tánger, ciudad
internacional que quedó incorporada de
hecho al Protectorado español de
Marruecos.[56] ​

El 23 de octubre de 1940 Franco y Hitler


mantuvieron una entrevista en Hendaya
para intentar resolver los desacuerdos
sobre las condiciones españolas para su
entrada en la guerra del lado de las
potencias del Eje. Un primer resultado del
encuentro fue la firma de un protocolo
secreto en el que Franco se comprometía
a entrar en la guerra en una fecha que él
mismo determinaría y en el que Hitler
garantizaba solo vagamente que España
recibiría «territorios en África».[57] [58]
​ ​Otro
resultado fue que, cuando Hitler inició la
invasión de la Unión Soviética el 22 de
junio de 1941, el general Franco decidió
enviar un contingente de soldados y
oficiales voluntarios (unos 47 000
soldados en total, incluidos los diferentes
relevos), que sería conocido con el
nombre de «División Azul» (por el color del
uniforme falangista).[59] [60]
​ ​
Visita a Berlín de Ramón Serrano Suñer, acompañado del general Sagardía, siendo recibido por Himmler.

Al compás de los éxitos militares del Eje el


régimen franquista aceleró su proceso de
fascistización, es decir, de adopción del
ideario fascista y de sus formas
específicas de organización política y
social, siguiendo sobre todo el modelo de
la Italia fascista, que había comenzado en
la zona sublevada en plena guerra civil.[61] ​
La inspiración y dirección del proceso
corrió a cargo del cuñadísimo Ramón
Serrano Suñer. Así se puso en marcha el
encuadramiento y la movilización social a
través de tres organizaciones sectoriales
del «partido único» FET y de las JONS (el
Frente de Juventudes, el Sindicato Español
Universitario (SEU) y la Sección Femenina,
cuya finalidad era «formar a la mujer con
sentido cristiano y nacionalsindicalista») y
un extenso entramado
«nacionalsindicalista», llamado
Organización Sindical Española (OSE), en
el que estaban obligados a afiliarse todos
los «productores» (empresarios y
trabajadores).[62] ​
El 17 de julio de 1942, el general Franco
promulgaba su segunda «ley
fundamental», la Ley Constitutiva de las
Cortes, como «órgano superior de
participación del pueblo español en las
tareas del Estado» y ámbito para «el
contraste de pareceres, dentro de la
unidad del régimen», pero que no tenían
ninguna capacidad legislativa, sino
meramente «consultiva».[63] ​

Sin embargo, el proceso de fascistización


provocó serios temores entre los otros
dos pilares del franquismo, la Iglesia
católica y el Ejército.[64] ​Las tensiones con
el «partido único» acabarían estallando en
agosto de 1942 con el atentado de
Begoña que provocó una grave crisis
política que el general Franco resolvió
destituyendo al «cuñadísimo» Serrano
Suñer que fue sustituido por el general
monárquico Francisco Gómez-Jordana
que volvía a hacerse cargo del Ministerio
de Asuntos Exteriores.[65] [66]
​ ​

En noviembre de 1942 tropas británicas y


estadounidenses desembarcaban en el
norte de África para desalojar de allí al
Afrika Korps de Rommel y a las tropas
italianas. Para Franco era el fin de sus
sueños imperiales y un posible riesgo de
invasión por parte de los aliados dado su
alineamiento con Alemania e Italia.[59] [67]
​ ​
Pero no fue hasta después de la caída de
Mussolini en julio de 1943 tras el
desembarco aliado en Sicilia, cuando el
general Franco volvió a la «estricta
neutralidad» en contra de sus propios
deseos[68] ​y en noviembre ordenaba la
retirada del frente ruso de la «División
Azul» además de la paralización del
proceso de fascistización.[69] ​

El cambio en el signo de la guerra propició


la más grave crisis que vivió el poder
dictatorial del Generalísimo Franco. El 8 de
septiembre de 1943, recibió una carta
firmada por ocho de los doce tenientes
generales en la que le pedían que
considerase la restauración de la
monarquía, tal como le había reclamado
don Juan de Borbón, heredero legítimo de
Alfonso XIII, en una carta enviada al
Generalísimo unos meses antes —será la
única vez en 39 años que la mayoría de los
generales le pedían a Franco que
renunciara—. Pero Franco no hizo la más
mínima concesión y se limitó a esperar y a
situar en los puestos claves a militares
fieles a su persona.[63] ​
Cartilla de racionamiento española de 1945.

Mientras tanto la situación económica no


mejoraba debido fundamentalmente a la
catastrófica política económica autárquica
e intervencionista que se estaba
aplicando.[70] ​El resultado era una pésima
asignación de los recursos productivos, y
la prueba del mal funcionamiento del
sistema fue que inmediatamente surgió, al
margen del mercado regulado (y de las
cartillas de racionamiento), un mercado
negro, conocido como «estraperlo», hacia
el que se canalizaban los productos ya
que a allí alcanzaban unos mayores
precios.[71] ​
Imagen de arado en 1950 en El Saucejo, provincia de Sevilla. La agricultura española durante los años cuarenta se
caracterizó por la baja productividad y la escasa tecnificación.

Así pues, la aplicación de la política


autárquica e intervencionista al servicio de
«un Estado imperial militar» provocó «una
profunda depresión económica que duró
más de una década».[72] ​Se produjo una
fuerte caída de la producción agraria que
provocó una gravísima hambruna[72] ​y
únicamente cuando la escasez llegó a ser
dramática en la segunda mitad de la
década de los 40, el general Franco,
autorizó la importación de productos
alimentarios, por lo que sólo gracias al
trigo argentino y estadounidense, España
se salvó de una total catástrofe
alimentaria.[73] ​

Empeoraron las condiciones de vida y


trabajo de los jornaleros, de los
campesinos pobres, de los obreros de las
industrias y de los trabajadores de los
servicios, con un marcado descenso de
los salarios reales.[74] ​Se interrumpió el
proceso de industrialización que España
venía experimentando desde la segunda
década del siglo XX, y no se consiguió
recuperar los niveles industriales de 1935
hasta quince años después de terminada
la guerra, en 1955.[75] ​Se disparó la
inflación, debido a los cuantiosos déficits
presupuestarios financiados con
emisiones de deuda pignorable que era
tomada por la banca privada, que la podía
transformar inmediatamente en efectivo
(monetizar) en el Banco de España.[76] ​El
historiador de la economía Carlos Barciela
al hacer balance de los años de la
autarquía franquista ha destacado que «el
consumo de la población, incluido el de
productos de primera necesidad se hundió
de forma dramática, y el hambre se cebó
en millones de españoles»[77] ​por lo que
concluye que la «evolución de la economía
española en los años cuarenta fue
catastrófica».[78] ​

El franquismo de 1945 a 1950

Caricatura del dibujante estadounidense John F. Knott (1945) en el que aparece un general Franco con la esvástica nazi
que se ve amenazado por su colaboración con las potencias del Eje en la Segunda Guerra Mundial, como las
declaraciones a favor de la victoria de la Alemania nazi o el envío de la División Azul al frente ruso.

En la Conferencia de Potsdam las tres


potencias vencedoras en la ll Guerra
Mundial (Estados Unidos, Gran Bretaña y
la Unión Soviética) hicieron pública una
declaración sobre la «cuestión española»
que decía:[79] ​

Los tres gobiernos, sin


embargo, se sienten
obligados a declarar
que, por su parte, no
apoyarán ninguna
solicitud de ingreso (en
la ONU) del presente
Gobierno español, el
cual, habiendo sido
establecido con el apoyo
de las potencias del eje,
no posee, en razón de
sus orígenes, su
naturaleza, su historial
y su asociación estrecha
con los países
agresores, las
cualidades necesarias
para justificar ese
ingreso.

La probable victoria de los aliados en la


Segunda Guerra Mundial había suscitado
enormes expectativas entre la oposición
republicana, lo que había dado lugar a la
creación de la Alianza Nacional de
Fuerzas Democráticas[80] ​y al
recrudecimiento de la actividad guerrillera
(el «maquis»), cuyo hecho más destacado
fue el intento de invasión del Valle de Arán
en octubre de 1944 por parte de un
contingente de unos 6000 guerrilleros
comunistas, pero que constituyó un
sonoro fracaso.[81] ​

José Giral, Presidente del Gobierno de la República en el exilio.

Mientras, en agosto de 1945, se celebró


una sesión especial de las Cortes
republicanas en México en la se nombró
un gobierno presidido por José Giral, del
que quedaron excluidos los negrinistas y
los comunistas.[82] ​Sin embargo, el
gobierno republicano no fue reconocido
por ninguna de las potencias vencedoras
ni por la ONU, por lo que José Giral
acabaría presentando su dimisión en
febrero de 1947.[83] ​Además la oposición
republicana se dividió entre los partidarios
de aliarse con los monárquicos y aceptar
un referéndum sobre la forma de Estado, y
los que siguieron defendiendo la
legitimidad republicana.[82] ​
Paralelamente los monárquicos
recrudecieron su ofensiva. El 19 de marzo
de 1945, cuando la derrota de Hitler
estaba muy cercana, don Juan de Borbón
rompía totalmente con el franquismo al
hacer público el Manifiesto de Lausana en
el que declaraba que «el régimen
implantado por el general Franco,
inspirado desde el principio en los
sistemas totalitarios de las Potencias del
Eje», era incompatible con la victoria
aliada y «compromete también el porvenir
de la Nación». Por eso mismo pedía
Franco que dejara paso a la «Monarquía
tradicional».[84] ​En febrero de 1946 don
Juan trasladó su residencia oficial a Estoril
(cerca de Lisboa) donde recibió una carta
de bienvenida firmada por 458 miembros
de la elite española, incluidos dos
exministros, lo que causó una honda
preocupación en Franco —«es una
declaración de guerra», dijo.[85] [86]
​ ​

La respuesta del franquismo al


aislamiento internacional y al
recrudecimiento de la oposición
monárquica, fue la paralización definitiva
del proceso de fascistización, y la
introducción de ciertos cambios que lo
hicieran más presentable exteriormente,
«pero sin reducir un ápice el poder
omnímodo y vitalicio» del
«Generalísimo».[84] ​Un primer paso fue la
promulgación el 17 de julio de 1945, del
Fuero de los Españoles, tercera de las
«leyes fundamentales», que pretendía ser
una carta de derechos y libertades pero
imponía muchas restricciones y no daba
garantías en su ejercicio por lo que
constituyó una mera manifestación
retórica.[87] ​Un segundo paso fue nombrar
un nuevo gobierno en el que daba entrada
al político católico Alberto Martin Artajo,
que se iba a encargar del Ministerio de
Asuntos Exteriores, el más trascendental
en aquellos momentos, y que iba estar
acompañado de otros dos ministros de
esa misma tendencia. El objetivo era
reforzar el catolicismo del Régimen y
ofrecer una nueva imagen al mundo.[88] ​
Así el gobierno eliminó buena parte de los
símbolos falangistas, como el saludo
fascista con el brazo en alto, y a la hora de
referirse al «partido único» ya no se utilizó
el término oficial Falange Española
Tradicionalista y de las JONS sino que se
prefirió utilizar el nombre de «Movimiento
Nacional».[88] ​Y en su lugar se dio
prioridad a la base católica del franquismo
lo que dio nacimiento a lo que se llamó
más tarde «nacionalcatolicismo»: la
identificación de la Iglesia católica con el
régimen franquista. Así, aunque la vuelta a
muchos aspectos de la vida religiosa ya se
había producido durante la guerra civil y la
inmediata posguerra, los ritos religiosos
se introdujeron en todos los aspectos de
la vida, tanto pública como privada.[89] ​El
22 de octubre de 1945 Franco promulgó la
Ley del Referéndum Nacional —cuarta de
las «leyes fundamentales»— que permitía
al Jefe del Estado someter a consulta de
los españoles aquellos proyectos de ley
que considerase oportunos.[88] ​

Áreas donde actuó el maquis.


Finalmente Franco, siguiendo los consejos
de Luis Carrero Blanco,[90] ​ordenó «cerrar
filas» en torno al régimen y recordó
obsesivamente la guerra civil. Para ello la
actividad guerrillera fue utilizada como
«prueba» de que la guerra civil
continuaba.[79] ​

Sin embargo, los cambios «cosméticos» y


la campaña y la actividad desplegada para
convencer al mundo de que el franquismo
no había tenido nada que ver con las
potencias fascistas derrotadas en la
guerra, no surtieron ningún efecto
inmediato. El ostracismo efectivo del
régimen franquista se inició el 28 de
febrero de 1946, cuando el gobierno
francés cerró la frontera con España y
cuatro días después una declaración
conjunta de Estados Unidos, Gran Bretaña
y Francia expresaba su repudio del
franquismo y su confianza en que
«españoles patriotas y de espíritu liberal
encontrarán los medíos para conseguir
una pacífica retirada de Franco» y el
retorno a la democracia.[91] ​

Al mismo tiempo la cuestión de las


sanciones a imponer al régimen franquista
fue debatida en la ONU a lo largo de ese
año, 1946, siempre con la negativa de
Gran Bretaña y de Estados Unidos a
acordar medidas económicas o militares.
Finalmente, el 12 de diciembre de 1946, la
Asamblea General de la ONU acordó por
34 votos a favor, seis en contra y trece
abstenciones, la condena del régimen
franquista en la que se decía que «por su
origen, naturaleza, estructura y
comportamiento general, el régimen de
Franco es un régimen fascista, organizado
e implantado en gran parte merced a la
ayuda de la Alemania nazi y de la Italia de
Mussolini», lo que «hace imposible que
este pueblo participe con los de las
Naciones Unidas en los asuntos
internacionales… hasta que se forme en
España un gobierno nuevo y adecuado…
cuya autoridad emane del consentimiento
de los gobernados». A continuación
recomendaba la inmediata retirada de los
embajadores acreditados en Madrid. Esta
última medida fue aplicada por la gran
mayoría de los países.[92] ​

El régimen franquista organizó el 9 de


diciembre de 1946 una gran manifestación
de «indignación nacional» en la Plaza de
Oriente de Madrid bajo el lema «¡Franco sí,
comunismo no!» y desde el balcón
principal del Palacio Real el Caudillo se
dirigió a la multitud y atribuyó el
aislamiento del régimen a una conjura de
la masonería y el comunismo.[93] ​Además
el mismo día que la Asamblea General de
la ONU condenaba al régimen, las Cortes
franquistas aprobaban acuñar nuevas
monedas con la efigie de Franco con la
leyenda: «Francisco Franco Caudillo de
España por la Gracia de Dios».[88] ​Otra vía
para hacer frente al aislamiento fue buscar
el apoyo internacional de los círculos
católicos y anticomunistas en todo el
mundo, especialmente entre los países
latinoamericanos —donde encontró el
apoyo del general Juan Perón en Argentina
—.[91] ​
Llegada de Evita Perón a España (1947). La Argentina de Juan Perón fue uno de los pocos apoyos con que pudo contar la
dictadura franquista durante su aislamiento internacional.

Sin embargo, la estrategia principal del


franquismo para sobrevivir fue buscar la
legitimación monárquica. Así, en marzo de
1947 se dio a conocer la «crucial» Ley de
Sucesión en la Jefatura del Estado (quinta
«ley fundamental»), en cuyo artículo 1° se
definía la forma del régimen político
español como «un Estado católico, social
y representativo, que, de acuerdo con su
tradición, se declara constituido en Reino».
El artículo 2° otorgaba de modo vitalicio la
«Jefatura del Estado» al «Caudillo de
España y de la Cruzada, Generalísimo de
los Ejércitos», convirtiendo así a Franco en
regente de hecho y de por vida en esta
«monarquía sin rey». El artículo 6° confería
a Franco el derecho a designar sucesor «a
título de Rey o de Regente» «en cualquier
momento» y con plena capacidad de
revocación de su decisión.[94] ​

Al no hacerse mención a ningún derecho


dinástico de sucesión, la respuesta de don
Juan fue una nueva declaración —el
Manifiesto de Estoril del 7 de abril de 1947
— en la que rechazó la Ley y defendió los
derechos hereditarios de sucesión al
trono, que recaían en su persona. Este
mensaje no se hizo público en España,
donde la prensa lanzó una campaña
contra «el pretendiente».[95] ​Como ha
señalado Paul Preston, a partir de la
promulgación de la Ley de Sucesión,
Franco actuó «al modo de un monarca en
el recientemente proclamado reino de
España» y «tomó para sí las prerrogativas
reales hasta el punto de crear títulos
nobiliarios».[96] ​Para buscar la legitimidad
«democrática» del régimen, la ley fue
primero aprobada por las Cortes el 7 de
junio, y luego sometida a referéndum el 6
de julio de 1947, produciéndose una
altísima participación y el voto afirmativo
del 93 % de los votantes como resultado
de la propaganda oficial —la única que se
permitió— y de otras medidas de presión
—por ejemplo, la presentación y sellado de
la cartilla de racionamiento como forma
de identificación electoral—.[95] ​

A finales de 1947 aparecieron las primeras


pruebas de que el inicio de la guerra fría
estaba cambiando la actitud de las
potencias occidentales hacia el régimen
de Franco al tener España un valor
estratégico para el bloque del «mundo
libre» ante un posible «ataque comunista»
sobre Europa Occidental. A principios de
1948 Francia reabría la frontera con
España y a principios de 1949 el régimen
franquista recibía el primer crédito
concedido por un banco estadounidense
con la aprobación de su gobierno —por
valor de 25 millones de dólares—.[97] ​

El proceso de «rehabilitación» de la
dictadura franquista se completó
formalmente en 1950, después de que en
junio de ese año estallara la guerra de
Corea. El 4 de noviembre de 1950 la
Asamblea General de la ONU revocó por
amplia mayoría —gracias al apoyo
estadounidense y a la abstención francesa
y británica— la resolución de condena del
régimen franquista de diciembre de 1946.
Así en los meses siguientes regresaron a
Madrid los embajadores occidentales y se
aprobó la entrada de España en los
organismos internacionales
especializados de la ONU.[98] ​

Franco dando un discurso en Éibar en 1949. Durante la época del aislamiento del régimen el general Franco aparecía
pocas veces vestido de militar.
La rehabilitación internacional del régimen
franquista y la aprobación en referéndum
de la Ley de Sucesión en julio de 1947
debilitó hasta tal punto a la opción
monárquica, que don Juan de Borbón
cambió de estrategia respecto a Franco y
el 25 de agosto de 1948 se entrevistó con
el Generalísimo en su yate Azor anclado
en el golfo de Vizcaya. Como resultado de
la misma se acordó que el hijo de don
Juan, Juan Carlos de Borbón, se educaría
en España bajo la tutela del general Franco
—el 7 de noviembre el príncipe, de diez
años de edad, llegaba a España—.[99] ​
Por su parte, la oposición republicana,
ante el reconocimiento internacional del
franquismo, se quedó sin argumentos, y la
actividad guerrillera decayó. Los
comunistas abandonaron la guerrilla por
completo en 1952, mientras que los
anarquistas aún llevarían a cabo acciones
esporádicas hasta 1963. Así pues, desde
1949 y hasta la década de los sesenta, la
oposición antifranquista interna y del exilio
vivió su «travesía del desierto».[100] ​
El franquismo de 1950 a 1959

Romería en un pueblo de Andalucía (1953). Los años 1950 fueron los del esplendor del nacional-catolicismo.

Inauguración de los Bloques Ramiro Ledesma (hoy Grupo Mariola) de la Obra Sindical del Hogar en 1956, en el barrio de
La Mariola de Lérida.
En 1951 volvió la protesta obrera a
consecuencia de las penosas condiciones
laborales y el incremento de los precios
con la huelga de tranvías de Barcelona de
1951[101] ​lo que obligó al general Franco a
reaccionar, y en julio nombró un nuevo
gobierno que debería rectificar en parte la
política económica para asegurarse que la
conflictividad social no se reproducía,
aunque siguió siendo un gabinete con el
predominio del catolicismo político. En él,
por fin entró Carrero Blanco, con el rango
de ministro subsecretario de la
Presidencia.[102] ​
Después de largas negociaciones se llegó
al acuerdo sobre un nuevo Concordato
con la Iglesia católica, que supuso un paso
de vital importancia en el reconocimiento
internacional del régimen y además la
ratificación del predominio que el
franquismo había concedido a la Iglesia
católica a cambio de su identificación total
con el régimen.[103] ​En realidad el
Concordato lo que hacía era ratificar el
statu quo ya existente entre la Iglesia y el
Estado desde la guerra civil y,
especialmente, desde 1945 con la
hegemonía del «nacionalcatolicismo». A
partir de la firma del Concordato, como ha
señalado Enrique Moradiellos, «el triunfo
nacionalcatolicismo fue definitivo e
incontestable, convirtiéndose en la
ideología oficial del Estado y el patrón
normativo de la conducta moral, pública y
privada, del conjunto de la sociedad
española».[104] ​

Las negociaciones con Estados Unidos


para la instalación de cuatro bases
estadounidenses en territorio español (el
llamado «Pacto de Madrid»)a cambio de
una limitada ayuda económica y militar,
culminaron con la firma de tres «pactos
ejecutivos» por los que España quedaba
incorporada al sistema de defensa
occidental, pero sin acceder a la toma de
decisiones al ser vetado su acceso a la
OTAN. Las bases que se iban a instalar
estaban teóricamente bajo la soberanía
conjunta de España y de Estados Unidos,
pero existía un acuerdo secreto adicional,
por el que Estados Unidos podía decidir
unilateralmente cuándo utilizarlas «en
caso de evidente agresión comunista que
amenace la seguridad de Occidente». Por
otro lado, se almacenó armamento
atómico en ellas, a pesar de las protestas
de las autoridades franquistas.[105] ​

Después del acuerdo de la Asamblea


General de 1950, España pudo integrase
progresivamente en los organismos
especializados de la ONU, y finalmente (en
diciembre de 1955) fue admitida como
miembro de pleno derecho de la ONU. Era
el final del aislamiento del franquismo.[98] ​

El ministro de Educación Nacional Joaquín Ruiz Giménez (en el centro) junto al general Franco durante la inauguración del
Instituto Nacional de Investigaciones Agrarias (1954).

En febrero del año siguiente se produjeron


unos incidentes violentos en la
Universidad de Madrid como resultado del
enfrentamiento entre estudiantes que se
estaban manifestando a favor de
elecciones libres al SEU y un grupo de
falangistas que venían de celebrar la
ceremonia anual del «Día del estudiante
caído». Como resultado de la reyerta hubo
un estudiante falangista gravemente
herido de un balazo en el cuello
(probablemente por disparo de uno de sus
compañeros, que iban armados).[106] [107]
​ ​

Era la primera crisis interna de


envergadura a la que tuvo que enfrentarse
el Régimen desde 1942 —el 11 de febrero
se decretaba por primera vez desde su
promulgación la suspensión de los
artículos 14 y 18 del Fuero de los
Españoles— que Franco la resolvió
destituyendo a los dos ministros
«responsables» de los hechos: al católico
Joaquín Ruiz Giménez, ministro de
Educación, y al falangista Raimundo
Fernández Cuesta, secretario general del
Movimiento y responsable del SEU.[108] ​

En este contexto se produjo la


independencia de Marruecos y la guerra
de Ifni-Sahara. En marzo de 1956, Francia
otorgó la independencia a la zona de
Marruecos que estaba bajo su
Protectorado, lo que obligó a hacer lo
mismo un mes después al gobierno
español —al producirse también en su
zona disturbios independentistas—. Y a
continuación el nuevo Estado de
Marruecos reclamó también la soberanía
sobre el enclave de Ifni, un territorio en la
costa atlántica marroquí bajo soberanía
española que no formaba parte del
Protectorado español en Marruecos, por lo
que no fue cedido en el momento de la
independencia. La guerra de Ifni-Sahara
fue silenciada por la prensa y hasta
febrero de 1958 no se consiguió
restablecer la normalidad en Ifni y en el
Sahara español.[109] ​

Una nueva crisis política tuvo lugar en


1957 a raíz de proyecto del falangista
José Luis Arrese de institucionalizar el
franquismo a partir de reforzar los
poderes del «partido único» falangista,
que desató una gran oposición en el seno
del Ejército, en la Iglesia católica, en el
resto de «familias» del régimen y en el
propio gobierno (Carrero Blanco
incluido).[110] ​Los monárquicos
franquistas tildaron el proyecto de
«totalitario» y la jerarquía eclesiástica lo
denunció por estar «en desacuerdo con
las doctrinas pontificias» y por no tener
«raíces en la tradición española»,
defendiendo, en cambio, que se
promoviera una «verdadera representación
orgánica» en vez de una «dictadura de
partido único, como fue el fascismo en
Italia, el nacionalsocialismo en Alemania o
el peronismo en la República Argentina».
Ante tal cúmulo de protestas, y ante la
prioridad que comenzó a dar a los
problemas económicos, el Generalísmo
decidió en febrero de 1957 archivar sine
die el proyecto de Arrese. Del mismo solo
vería la luz al año siguiente el proyecto de
Ley de Principios del Movimiento
Nacional, totalmente remodelado por
Carrero Blanco.[111] ​En esta sexta «ley
fundamental» del franquismo se definía al
Movimiento no como un partido o una
organización, sino como una «comunión»
(al modo carlista) y el régimen franquista
era caracterizado como una «monarquía
tradicional, católica, social y
representativa», un principio «permanente
e inalterable por su propia naturaleza».
Además se reiteraba la confesionalidad
«Católica, Apostólica y Romana» del
Estado español y su compromiso con la
«la participación del pueblo» en las tareas
de gobierno a través de la «representación
orgánica» de las «entidades naturales de
la vida social: familia, municipio y
sindicato».[112]

Ante el serio agravamiento de la situación


económica, Carrero Blanco convenció a
Franco para que renovara el gobierno
dando entrada en los Ministerios
económicos a dos «técnicos» que tenían
en común pertenecer a un instituto secular
católico llamado Opus Dei (Alberto
Ullastres, que se haría cargo del Ministerio
de Comercio, y Mariano Navarro Rubio, del
de Hacienda). Carrero Blanco había
entrado en contacto con este grupo a
través de un joven catedrático de derecho,
Laureano López Rodó, también miembro
del Opus Dei, al que Carrero acababa de
nombrar para un alto cargo en su
ministerio, la Subsecretaría de la
Presidencia. Su objetivo era poner en
marcha un programa de racionalización y
liberalización económica conectada a una
reforma de la Administración del
Estado.[113] [114]
​ ​

El general Franco con el presidente Eisenhower (1959).

A partir de 1958 volvieron a aparecer las


huelgas —que continuaban siendo un
delito—, sobre todo en Asturias y en
Cataluña, centradas en las reclamaciones
salariales ya que la inflación estaba
provocando la caída de los salarios reales.
En particular, la minería de la hulla
asturiana fue escenario de recurrentes
huelgas que aportaron un nuevo
mecanismo de representación obrera que
iba a tener singular éxito en el futuro: la
comisión de obreros elegida entre los
huelguistas, al margen de los «enlaces
sindicales» y de los «vocales jurados de
empresa» de la Organización Sindical
franquista, para plantear sus
reclamaciones directamente a la dirección
de su empresa o a los patronos. La
intensidad del movimiento huelguístico
asturiano fue tal que llevó a Franco a
decretar el 14 de marzo de 1958 la
segunda suspensión del Fuero de los
Españoles y el estado de excepción en la
región por cuatro meses.[115] ​

Los años cincuenta se cerraron con dos


acontecimientos bastante importantes en
la historia del franquismo: la inauguración
el 1 de abril de 1959 —20 años después
del final de la guerra civil— del Valle de los
Caídos, el monumento conmemorativo del
«Generalísimo» a su victoria en la Guerra
Civil y que iba a acoger sus restos cuando
muriera;[116] ​y la breve visita a Madrid del
presidente de los Estados Unidos, el
general Eisenhower, en diciembre de 1959,
nada menos que el excomandante en jefe
de los ejércitos aliados que habían
derrotado a las potencias fascistas en la II
Guerra Mundial.[117] ​Esta visita, según
Moradiellos, «probablemente constituyó la
apoteosis internacional de la dictadura de
Franco».[109] [117]
​ ​

El segundo franquismo (1959-1975)

El segundo franquismo (1959-1975),


también llamado franquismo desarrollista,
fue la segunda gran etapa de la dictadura
del general Franco, durante la cual se
produjo un crecimiento económico
espectacular —se habló del «milagro
económico español»— que dio lugar a una
«gran transformación» social, pero que no
estuvo acompañada de cambios políticos.
Se suele dividir en dos subetapas: la
primera, de 1959 a 1969, caracterizada por
los fracasados intentos de «apertura» del
régimen y que termina con el triunfo de los
«inmovilistas» encabezados por el
almirante Carrero Blanco; y la segunda, de
1969 a 1975, también llamada
«tardofranquismo», que ocupa los años
finales de la dictadura, marcados por el
asesinato de Carrero Blanco en diciembre
de 1973 y la enfermedad final del
Generalísimo Franco que moriría el 20 de
noviembre de 1975.
El franquismo de 1959 a 1969

Franco y su esposa Carmen Polo (1968).

Entre 1957 y 1959 la economía española


se encontraba «al borde del abismo»[118] ​y
para afrontar esta difícil situación el
equipo de «tecnócratas» del Opus Dei del
gobierno nombrado en 1957 puso en
marcha el Plan de Estabilización y
Liberalización, un conjunto de
disposiciones decretadas entre el 17 de
julio y el 5 de agosto de 1959 con la
finalidad de «dar una nueva dirección a la
política económica, a fin de alinear la
economía española con los países del
mundo occidental y liberarla de
intervenciones heredadas del pasado que
no se corresponden con la necesidades de
la situación», según consta en el
Memorándum aprobado el 30 de junio y
dirigido por el gobierno español al FMI y a
la OECE.[119] ​

Los objetivos del Plan fueron alcanzados


con bastante rapidez —estabilización de
los precios, tipo de cambio de la peseta
mantenido, saneamiento de la balanza de
pagos, al combinarse la caída de las
importaciones con el aumento de los
ingresos por turismo y las primeras
inversiones extranjeras— y así se conjuró
el peligro de la suspensión de pagos.[120] ​
A partir de ese momento la economía
española experimentó un crecimiento sin
precedentes que acabó transformando
radicalmente la estructura social del
país.[120] ​La razón de este crecimiento hoy
no ofrece dudas. Gracias a las medidas
liberalizadoras puestas en marcha, la
economía española pudo aprovechar, por
fin, las favorables condiciones del
mercado internacional y los impactos
positivos del «hipercrecimiento» que se
estaba produciendo en las economías
occidentales desde el final de la II Guerra
Mundial.[121] ​

El crecimiento de la población española entre 1950 y 1981 tuvo una distribución geográfica extremadamente
desequilibrada

Así pues, se puede decir que el


crecimiento de los «dorados sesenta» fue
el resultado de una recuperación de
oportunidades anteriormente perdidas a
causa de las limitaciones que imponían la
política autárquica e intervencionista, ya
que a partir de 1959 se pudieron
aprovechar cuatro componentes
esenciales: los bajos precios de las
materias primas, en general, y de los
productos energéticos en particular,
especialmente el petróleo; la mayor
disponibilidad de nuevas fuentes de
financiación exterior, nutrida ahora de
remesas de emigrantes (6000 millones de
dólares entre 1960 y 1975),[122] ​divisas de
turistas (de 6 millones de visitantes en
1960 se pasó a más de 34 millones en
1973)[122] ​y entradas de capital (cerca de
7000 millones de dólares entre 1960 y
1973),[122] ​a modo de elementos
compensadores de los fuertes déficits
comerciales registrados en el periodo; la
fácil adquisición, en un mercado
internacional expansivo, de la tecnología y
de los productos necesarios para
secundar los cambios que el propio
crecimiento impone en los patrones de la
demanda de bienes de producción y de
consumo; y las abundantes
disponibilidades de mano de obra, que
tenía sus dos grandes reservas en la
población femenina y en la población
agraria deseosa de incorporarse a puestos
de trabajo industriales, con la válvula de
seguridad adicional que permitía desviar
hacia mercados laborales de otros países
europeos la mayor parte de la fuerza de
trabajo excedente (alrededor de dos
millones de emigrantes), lo que hizo
posible que la tasa de desempleo se
mantuviera en unos niveles muy bajos —
alrededor del 2 % a lo largo de la década
de los 60—.[122] ​
Caricatura de De Alba publicada por The Washington Daily News en la que los ancianos dictadores de España y de
Portugal, Franco y Salazar, se reúnen para dialogar: «¡Usamos estos garrotes porque los necesitamos!».

Durante este periodo de enorme


crecimiento —entre 1960 y 1973 fue
superior al 7 % anual y en la industria
cerca del 10 %— se produjo un cambio
estructural en la economía: España dejó
de ser un país predominantemente agrario
para convertirse en un país industrial—la
participación del producto agrario en el
PIB bajó del 22,6 % en 1960 al 11,6 % en
1973 y la población activa agraria pasó del
39,8 % en 1960 al 24,9 % en 1970—.[123] ​
Playa de Tosa de Mar en 1974. El turismo fue una de claves del «milagro económico español».

Una madre con sus tres hijos junto a su Seat 600 a mediados de los años 1960. El Seat 600 fue el símbolo de la nueva
sociedad de consumo de masas.

El «milagro económico español»» trajo


consigo importantes cambios sociales,
aunque en realidad, como ha subrayado
Santos Juliá, «lo que define a los años
sesenta no es el comienzo del proceso de
modernización, sino la reanudación de una
historia paralizada por una voluntad
política victoriosa al término de una guerra
civil»,[124] ​y por las consecuencias
internacionales de su separación temporal
del ámbito económico y político
organizado por Estados Unidos,
produciéndose así lo que algunos
historiadores, como Enrique Moradiellos,
han llamado la «paradoja del franquismo»:
que «el régimen político que había
interrumpido literalmente durante veinte
años el proceso de modernización
económica y social iniciado en España a
finales del siglo XIX [en 1950 el porcentaje
de la población activa agraria seguía
siendo superior al de 1930]» fue a partir de
la puesta en marcha del Plan de
Estabilización de 1959 su «nuevo
promotor y patrocinador».[125] ​,
aprovechando su reincorporación a los
flujos comerciales y financieros
internacionales a través de la OECE
(incorporándose a ella en 1958-59 (https://
www.cvce.eu/content/publication/2010/
4/28/d811252e-2b8c-4824-b2de-d8038e1
cfadc/publishable_es.pdf) ) y las
incrementadas relaciones con Estados
Unidos.
«En definitiva, durante los años sesenta
fue conformándose una nueva sociedad
española cada vez más próxima a sus
homólogas de Europa occidental en su
estructura, composición, características y
grado de desarrollo y diversificación. Una
sociedad progresivamente instalada en la
cultura del consumo masivo y el disfrute
del ocio, con una renta per cápita de 1042
dólares en 1960 que se convirtió en 1904
al término de la década (Italia pasó
entonces de 1648 a 2653 dólares)».[126] ​

Pero los cambios económicos y sociales


no estuvieron acompañados de cambios
políticos ya que el programa político de los
«tecnócratas», que gracias al apoyo de
Carrero Blanco consolidaron sus
posiciones en las dos remodelaciones del
gobierno que se llevaron a cabo en 1962 y
1965,[126] ​se fijó como objetivo conseguir
aumentar el bienestar material de la
población para dotar de esa forma de una
nueva legitimidad «de ejercicio» al
régimen franquista[127] ​y completar su
institucionalización para asegurar su
perdurabilidad «después de Franco». Así
se aprobó una Ley de Bases de la
Seguridad Social en 1963 y en 1966 la Ley
Orgánica del Estado, que iba a constituir la
última y la más importante de las «leyes
fundamentales» del franquismo, ya que
haría las veces de una Constitución.[128] ​
Para dotarla de una legitimidad «popular»
la Ley Orgánica del Estado fue sometida a
referéndum, que se celebró el 14 de
diciembre de 1966 y en el que el 95,9 % de
los votantes dio su apoyo al sí (solo el
1,8 % votó no).[129] ​

Ante el ascenso de los «tecnócratas» los


falangistas se «atrincheraron» en la
Organización Sindical franquista
promoviendo una «apertura» de la misma
hacia los trabajadores que la convirtiera
en un grupo de presión en el seno del
franquismo. Ese fue el proceso que dirigió
el ministro José Solís Ruiz y que culminó
con las elecciones sindicales de «enlaces»
y de «vocales jurados» de finales de 1966,
que gozaron de una relativa libertad. Pero
estas elecciones no reforzaron las
posiciones falangistas, sino todo lo
contrario, ya que sirvieron para que la
oposición de izquierda a través del
movimiento clandestino de las
«comisiones obreras» copara muchos de
los puestos elegidos.[126] ​

El proyecto «aperturista» falangista de


Solís se complementaba con la creación
de «asociaciones» dentro del Movimiento,
para dotar al régimen franquista de un
cierto nivel de «participación» popular en
el llamado «contraste de pareceres». Pero
su proyecto fue aparcado por la oposición
«inmovilista» de los «tecnócratas» y de
Carrero —que contaron además con el
apoyo total del propio general Franco—,
ante el temor de que las «asociaciones»
pudieran ser la vía para la reaparición de
los partidos políticos.[130] [131]
​ ​

En realidad los dos únicos éxitos


apreciables que lograron los
«aperturistas» fueron la aprobación de la
Ley de Prensa e Imprenta de marzo de
1966, y la Ley de Libertad Religiosa de
junio de 1967. La primera fue promovida
por el joven ministro falangista, Manuel
Fraga Iribarne, y supuso un notable avance
al suprimir la censura previa y autorizar a
las empresas editoras a designar
libremente al director del diario o de la
revista.[132] [133]
​ [134]
​ ​Sin embargo, la ley
imponía unas duras sanciones
administrativas, civiles y penales, si se
sobrepasaban los numerosos límites que
imponía el artículo 2.º.[135] ​

La segunda ley fue promovida por los


católicos franquistas, concretamente por
el ministro de asuntos exteriores Fernando
María Castiella, de acuerdo con las nuevas
orientaciones del Concilio Vaticano II, pero
al final impuso fuertes restricciones a las
confesiones no católicas. Cómo dijo
Carrero: «toda práctica que no sea católica
compromete la unidad espiritual de
España».[132] [136]
​ ​

Cartel de propaganda a favor del 'Sí' en el Referéndum sobre la Ley Orgánica del Estado celebrado el 14 de diciembre de
1966 convertido en un plebiscito sobre Franco (no hubo propaganda a favor del 'NO').

Tras la promulgación de la Ley Orgánica


del Estado, la posición de Carrero Blanco
se vio reforzada al ser nombrado por
Franco en septiembre de 1967
vicepresidente del gobierno.[137] ​Eso le
permitió poner en marcha la «Operación
Príncipe»[138] ​cuyo objetivo era que el
general Franco designara como su
sucesor al hijo de don Juan de Borbón, el
príncipe Juan Carlos de Borbón, que desde
1948 estaba bajo la «tutela» de
Franco.[139] [140]
​ ​El 22 de julio de 1969
Franco lo propuso a las Cortes como «mi
sucesor» al frente de una «Monarquía del
Movimiento Nacional, continuadora
perenne de sus principios e instituciones»
y asumiendo el título de príncipe de
España, y aquellas lo aprobaron por 491
votos a favor, 19 en contra y 9
abstenciones.[141] ​
El general Franco presidiendo el desfile militar de la Victoria (Madrid, 5 de junio de 1969). En segundo plano el príncipe
Juan Carlos a quien al mes siguiente Franco lo designaría como su sucesor «a título de rey».

El triunfo incontestado de Carrero con el


nombramiento de don Juan Carlos como
sucesor acentuó el enfrentamiento en el
seno del gobierno entre los «tecnócratas»
y los «aperturistas», cuyo episodio final lo
constituyó el «escándalo Matesa» que
estalló a mediados de 1969, ya que en él
se vieron implicados dos ministros del
Opus Dei, lo que intentó ser aprovechado
por los ministros «aperturistas», Solís y
Fraga, para desbancar a los «tecnócratas»
del gobierno —difundiendo los hechos en
la prensa del Movimiento que ellos
controlaban—. Sin embargo, el resultado
final fue el contrario al esperado: el Opus
Dei salió reforzado al aceptar Franco las
demandas de Carrero a favor de un
«gobierno unido y sin desgaste».[142] [143]
​ ​
Así nació en octubre de 1969 el «gobierno
monocolor», un término que fue acuñado
por sus adversarios al estar integrado casi
exclusivamente por «tecnócratas» del
Opus Dei o por personas afines o leales a
Carrero Blanco o a López Rodó.[144] ​
Carrero fue ratificado en la vicepresidencia
pero ejerciendo las funciones de
presidente real, pues el almirante recibiría
en adelante a los ministros y despacharía
semanalmente con ellos, y los tres
ministros «aperturistas» —Fraga Iribarne,
Solís y Castiella— salieron del
gobierno.[144] ​

Por otro lado, los cambios sociales


provocados por el acelerado crecimiento
económico de la «década prodigiosa»
revivificaron viejos conflictos y abrieron
otros nuevos, lo que propició el
resurgimiento de la oposición
antifranquista que puso fin a su larga
«travesía del desierto» desde finales de los
años 1940.[145] ​
El primer y más importante desafío al que
tuvieron que hacer frente los gobiernos
franquistas fue el retorno de la
conflictividad obrera que arrancó con la
huelga minera de Asturias de 1962[146] ​y
que dio nacimiento a las «comisiones
obreras» que surgieron espontáneamente
para negociar directamente con los
patronos los convenios colectivos al
margen de la Organización Sindical
oficial.[147] ​

Un segundo frente del que tuvo que


ocuparse el régimen fueron las protestas
estudiantiles en la Universidad[148] ​que
obtuvieron el apoyo de algunos
catedráticos —como José Luis López
Aranguren, Enrique Tierno Galván y
Agustín García Calvo, que fueron
expulsados de la Universidad de Madrid
por esa causa— y que lograron la
disolución del SEU.[149] [150]
​ ​

Un tercer ámbito de oposición, que fue el


que mayor desconcierto causó en el
régimen y en el propio Franco, fue la
aparición de sectores católicos que se
oponían al franquismo, un fenómeno
directamente relacionado con el nuevo
rumbo pastoral y democratizador del
Concilio Vaticano II. Así numerosos
católicos progresistas —y también
sacerdotes— participaron en las protestas
obreras y estudiantiles, además de servir
las iglesias como centros de reunión,
aprovechando la inmunidad de la que
gozaban gracias al Concordato de 1953.
Como resultado de esas actividades de
oposición, unos cien sacerdotes y frailes
pasaron por la cárcel concordataria de
Zamora entre 1968 y 1975.[151] ​

También resurgieron las reivindicaciones


culturales y políticas en Cataluña y en el
País Vasco. El acto de protesta que suele
señalarse como el inicio del renacimiento
del nacionalismo catalán fueron los
sucesos del Palau de la Música al que
siguieron la fundación de la primera
organización cultural catalanista, Omnium
Cultural y la primera convocatoria desde la
guerra civil para celebrar la (ilegal) «diada
nacional» del 11 de septiembre.[152] ​

Logo de ETA.

En cuanto al nacionalismo vasco, el


renacimiento nacionalista también fue el
resultado de la actividad de las nuevas
generaciones surgidas tras la guerra que
rechazaban el supuesto conformismo y
pasividad del PNV y del gobierno vasco en
el exilio. Así fue como surgió en julio de
1959, un nuevo partido nacionalista
llamado ETA (Euskadi Ta Askatasuna:
«Patria Vasca y Libertad»), que en 1962 se
definió como «movimiento revolucionario
de liberación nacional» y que acabó
optando por la «lucha armada» para poner
fin a la «opresión del pueblo vasco» que
llevaba a cabo la dictadura franquista. En
agosto de 1968, ETA asesinaba en Irún a
un comisario de policía acusado de
torturador. Desde entonces, la actividad
terrorista de ETA —otro muerto en 1968,
uno en 1969, un secuestrado en 1970— se
convertiría en el primer problema político y
de orden público del franquismo, que
respondería al desafío con una represión
general e indiscriminada en el País Vasco
de enorme dureza.[153] ​

Santiago Carrillo, secretario general del PCE.


En este contexto de creciente
conflictividad obrera, estudiantil,
eclesiástica y regional los partidos y
organizaciones obreras (PSOE, UGT, CNT,
PCE) se reconstruyeron en el interior, y de
ellos el grupo más activo, mejor
organizado y con mayor militancia fue el
Partido Comunista de España.[154] ​

Precisamente fue sobre estas


organizaciones de la izquierda obrera
sobre las que se cebó la represión
franquista, siendo el caso del dirigente
comunista Julián Grimau, ejecutado en
abril de 1963 por unos presuntos crímenes
cometidos durante la guerra civil, el que
levantó una mayor oleada de protestas en
toda Europa. Como consecuencia de ellas
los «delitos políticos» pasaron de la
jurisdicción militar a la civil, al crearse el
Tribunal de Orden Público (TOP). El TOP
en los cuatro primeros años de actividad
incoaría más de 4500 sumarios por delitos
de «propaganda ilegal», «asociación
ilícita», «reunión ilegal», «manifestación
ilegal», «difamación del Jefe del Estado»,
etc.[155] ​

Fuera del ámbito de la izquierda obrera,


también surgieron algunos grupos
encabezados por personalidades
destacadas, como los demócrata-
cristianos de José María Gil Robles —el
antiguo líder de la CEDA—, de Manuel
Giménez Fernández —también exmiembro
de la CEDA— o del exministro Joaquín
Ruiz Giménez —que en 1964 fundó la
revista Cuadernos para el Diálogo, que
pronto se convertiría en el principal órgano
de expresión «tolerado» de la oposición
antifranquista—, los socialdemócratas del
antiguo falangista Dionisio Ridruejo, o los
monárquicos de Joaquín Satrústegui —
que seguían fieles a don Juan de Borbón
—.[156] ​El acto de mayor repercusión de
estos grupos tuvo lugar en junio de 1962
con motivo de la celebración en Múnich
del IV Congreso del Movimiento Europeo
en el que se opusieron a la entrada del
régimen franquista en la Comunidad
Económica Europea (CEE), por lo que la
prensa franquista la llamó el «contubernio
de Múnich». La CEE ya había declarado
que «los estados cuyos gobiernos carecen
de legitimidad democrática y cuyos
pueblos no participan en las decisiones
gubernamentales ni directamente ni
mediante representantes elegidos
libremente, no pueden pretender ser
admitidos en el círculo de los pueblos que
forman las Comunidades Europeas».[157] ​
Firma de la independencia de Guinea Ecuatorial por el entonces ministro español Manuel Fraga junto al nuevo presidente
Macías Nguema el 12 de octubre de 1968.

Por otra parte, en el ámbito internacional,


la dictadura franquista hizo frente durante
este período por una parte a las
demandas por aparte de la ONU con
respecto a los territorios de la Guinea
Española. En noviembre de 1965, la IV
Comisión de la Asamblea de la ONU,
aprobó un proyecto de resolución en el
que se pedía a España que fijase lo antes
posible la fecha para la independencia de
Guinea Ecuatorial. En diciembre de 1966 el
Consejo de Ministros del Gobierno
español acordó preparar una Conferencia
Constitucional sobre el tema. En octubre
de 1967 se inauguró dicha Conferencia,
presidida por Fernando María Castiella,
ministro español de Asuntos Exteriores.
Los trabajos de la Conferencia llevaron a
la independencia de Guinea Ecuatorial en
octubre de 1968, y a la crisis diplomática
entre España y Guinea Ecuatorial de
febrero de 1969. Por otra parte, como
producto de otra crisis diplomática con el
Reino Unido, en junio de ese mismo año se
inició el cierre de la Verja de Gibraltar.
El tardofranquismo (1969-1975)

Plaza de la Cibeles de Madrid en 1968.

Durante los cuatro años que estuvo en el


poder el gobierno «monocolor» de 1969,
se fue acentuando la ruptura entre los
«inmovilistas», a cuyo frente se situó ya
claramente el almirante Carrero, con el
respaldo del propio general Franco, y los
«aperturistas».[158] [159]
​ ​Estos últimos,
conforme se ahondaron sus diferencias
con los «inmovilistas», fueron adoptando
una postura cada vez más decididamente
«reformista» al convencerse de que la
única salida posible al franquismo era la
democracia, aunque «de imprecisos
contornos» y «tutelada» desde el poder,
mientras que los «continuistas
inmovilistas» reafirmaron su negativa a
introducir el más mínimo cambio en el
régimen franquista, por lo que también se
les llamó «ultras» o «búnker».[160] ​

10:38
Documental británico de 1971 sobre la España de Franco. Incluye el desfile de la Victoria de 1970 o 1971, la disolución de
una manifestación de estudiantes de la Universidad de Madrid por la Policía Armada a caballo con motivo del juicio de
Burgos y el nombramiento del príncipe Juan Carlos como sucesor de Franco (Duración: 10 minutos).

El gobierno «monocolor» de Carrero fue


perdiendo en gran medida el control de la
situación ante el recrudecimiento de la
conflictividad laboral y estudiantil, frente a
la que sólo supo responder con el empleo
de las fuerzas de orden público.[161] [162]
​ ​
«Como medida de escarmiento público, en
1970 el Gobierno decidió que 16 personas
detenidas por su presunta militancia en
ETA (entre ellas, dos sacerdotes) fueran
juzgadas conjuntamente en consejo de
guerra». Pero el efecto que se logró fue
exactamente el contrario del que se
pretendía, ya que el anuncio del juicio
sumarísimo que finalmente se celebraría
en diciembre en Burgos levantó una ola de
solidaridad en el País Vasco y en Navarra
que fue un revulsivo clave para que el
nacionalismo vasco recuperara su
implantación social.[162] [163]
​ ​Además, el
«juicio de Burgos» suscitó una campaña
internacional de solidaridad con el pueblo
vasco y a favor del restablecimiento de las
libertades democráticas en España. Como
respuesta el Movimiento organizó una
gran manifestación de apoyo a Franco en
la Plaza de Oriente de Madrid. Asimismo,
el «juicio de Burgos» supuso un nuevo
jalón en el distanciamiento entre la Iglesia
católica y el franquismo, ya que motivó
una crítica pastoral conjunta de los
obispos vascos y un pronunciamiento de
la Conferencia Episcopal Española a favor
de la clemencia y las garantías procesales.
Al final, en vista del eco despertado y de
las numerosas peticiones de clemencia
llegadas de todas partes, el general Franco
optó por conmutar las seis penas de
muerte que dictó el tribunal militar.[164] ​
El Generalísimo Franco durante una audiencia en el Palacio de El Pardo (abril de 1972).

A mediados de 1973 era cada vez más


evidente el fracaso político del
«continuismo inmovilista» de Carrero y los
«tecnócratas».[165] ​Así lo denunció al
mismo Franco el ministro de la
Gobernación, Tomás Garicano Goñi,
cuando presentó su dimisión en mayo de
1973. Sin embargo, de esta crisis salió aún
más reforzado Carrero Blanco, al ser
nombrado por Franco presidente del
Gobierno, cargo que «el Caudillo» nunca
había querido ceder en treinta y siete años
de dictadura. Sin embargo, el nuevo
gobierno de Carrero solo iba a durar seis
meses.[166] ​

En efecto, en la mañana del 20 de


diciembre de 1973 ETA detonó una bomba
colocada bajo el asfalto en una céntrica
calle de Madrid cuando pasaba el coche
oficial del almirante Carrero Blanco,
causándole la muerte. La rápida asunción
del poder por el vicepresidente Torcuato
Fernández Miranda, ante el aturdimiento
de Franco al recibir la noticia, impidió que
se pusieran en marcha medidas extremas
por parte de los sectores «ultras» del
régimen y el Ejército no fue movilizado —al
final del funeral hubo un intento de
agresión del cardenal Tarancón que había
oficiado la ceremonia—[167] ​. Se abrió así la
crisis política más grave de todo el
franquismo, ya que había sido asesinada
la persona que había designado Franco
para asegurar la supervivencia de su
régimen después de su muerte.[168] ​

Por influencia de su entorno familiar,


Franco nombró en enero de 1974 a Carlos
Arias Navarro presidente del Gobierno, lo
que supuso que los «tecnócratas» del
Opus Dei quedaran excluidos. En su lugar,
Arias recurrió a las «familias» del régimen,
intentando guardar un cierto equilibrio
entre «continuistas» y «reformistas». Pero
Arias Navarro carecía de proyecto político
propio.[169] ​

En un principio, pareció que adoptaba el


proyecto «reformista»: en el discurso de
presentación del nuevo gobierno
pronunciado ante las Cortes franquistas el
12 de febrero de 1974, Arias Navarro hizo
ciertas promesas «aperturistas».[170] [171]
​ ​,
pero este nuevo «espíritu del 12 de
febrero», como lo bautizó la prensa, solo
duró un par de semanas, ya que a finales
de mes el arzobispo de Bilbao, monseñor
Antonio Añoveros Ataún, era conminado a
marcharse de España por haber suscrito
una pastoral a favor de la «justa libertad»
del pueblo vasco, y sólo unos días
después, el 2 de marzo, el anarquista
catalán Salvador Puig Antich, acusado de
la muerte de un policía, era ejecutado a
garrote vil, a pesar de las manifestaciones
de protesta duramente reprimidas por la
policía y de las peticiones de clemencia
procedentes de todo el mundo.[172] [150]
​ ​

El presidente del gobierno Carlos Arias Navarro visita al general Franco durante su convalecencia en el hospital de La Paz
en Madrid.
El anacronismo y la soledad del
franquismo se hicieron patentes cuando el
25 de abril de 1974 triunfó en Portugal un
golpe militar que puso fin a la dictadura
salazarista, la más antigua de Europa, y la
sensación de que se estaba asistiendo a
su crisis agónica y final se acentuó
cuando en julio de 1974 el general Franco
fue hospitalizado a causa de una
tromboflebitis, lo que le obligó a ceder
temporalmente sus poderes al príncipe
Juan Carlos. Pero una vez recuperado
mínimamente, los reasumió a principios
de septiembre.[173] [174]

A los pocos días, un brutal atentado de
ETA causaba la muerte a 12 personas —y
hería a más de 80— en virtud de una
bomba colocada en la cafetería Rolando
de la calle del Correo de Madrid, al lado de
la Puerta del Sol, y que solían frecuentar
policías de la cercana Dirección General
de Seguridad. Este hecho alentó aún más
al «búnker», que con el respaldo del propio
Franco, consiguió que el ministro más
«aperturista», Pío Cabanillas, fuera
destituido el 29 de octubre, lo que provocó
un hecho insólito en la historia del
franquismo, ya que en solidaridad dimitió
otro ministro «reformista», Antonio Barrera
de Irimo, y otros altos cargos de la
administración de la misma tendencia,
muchos de los cuales serían
protagonistas destacados de la transición
democrática.[175] [176]
​ ​

Conforme se veía más cercana la muerte


del general Franco, se fue registrando un
paulatino reforzamiento de la oposición
antifranquista que al mismo tiempo fue
convergiendo hacia la unificación de sus
diversas propuestas para acabar con
dictadura.[177] ​El modelo que se siguió fue
el de la Asamblea de Cataluña, creada en
noviembre de 1971 cuyo lema
reivindicativo «Llibertat, Amnistía i Estatut
d'Autonomia» sería adoptado por toda la
oposición.[178] ​Así en julio de 1974
Santiago Carrillo, secretario general del
Partido Comunista de España, presentó en
París la Junta Democrática, el primer fruto
del proceso de convergencia de la
oposición de ámbito estatal, y cuyo
programa se basaba en la «ruptura
democrática» con el franquismo mediante
la movilización ciudadana.[179] ​Sin
embargo, el PCE no consiguió integrar en
su «organismo unitario» a las fuerzas de
oposición que no estaban dispuestas a
aceptar la hegemonía comunista —con el
PSOE a su frente— y que además
discrepaban con los integrantes de la
Junta Democrática en un asunto
fundamental: que estaban dispuestas a
aceptar la monarquía de Juan Carlos si
esta conducía al país hacia un sistema
político plenamente representativo. Estos
grupos acabarán constituyendo su propio
organismo unitario en junio de 1975,
llamado Plataforma de Convergencia
Democrática.[179] ​

El inicio de la crisis económica en 1974,


que se agravó en 1975 con el consiguiente
aumento de la inflación y del desempleo,
alimentó la oleada de huelgas y de
movilizaciones obreras más importante de
la historia del franquismo.[180] ​Además, la
actividad terrorista aumentó, tanto de ETA
—18 víctimas mortales en 1974 y 14 en
1975— como del FRAP—tres atentados en
1975 con resultado de muerte—, lo que a
su vez recrudeció la represión, llegándose
a aprobar en agosto de 1975 un decreto-
ley «de prevención y enjuiciamiento de los
delitos de terrorismo y subversión contra
la paz social y la seguridad personal» que
revalidaba la jurisdicción militar como en
el primer franquismo. Esta espiral
represiva se cebó especialmente en el
País Vasco.[181] ​

En aplicación de la legislación
antiterrorista, entre el 29 de agosto y el 17
de septiembre de 1975 fueron sometidos
a distintos consejos de guerra y
sentenciados a muerte tres militantes de
ETA y ocho del FRAP, lo que provocó una
importante respuesta popular y de
rechazo en el exterior, así como peticiones
de clemencia por parte de los principales
dirigentes políticos europeos —incluido el
papa Pablo VI—.[182] ​A pesar de ello,
Franco no conmutó las penas de muerte a
dos de los tres militantes de ETA y a tres
de los ocho del FRAP, y los cinco fueron
fusilados el 27 de septiembre de 1975.
Este hecho, calificado como «brutal» por la
mayor parte de la prensa europea, no hizo
sino acentuar el rechazo internacional al
franquismo y dio lugar a que se produjeran
numerosas manifestaciones
antifranquistas en varias ciudades
europeas. Asimismo, los embajadores de
los principales países europeos
abandonaron Madrid, con lo que el
régimen franquista volvía a experimentar
un aislamiento y reprobación muy
similares a los que había sufrido en la
inmediata posguerra mundial.[183] ​

Como respuesta, el 1 de octubre de 1975


el Movimiento organizó una concentración
de apoyo a Franco en la plaza de Oriente
de Madrid. En su discurso un Franco muy
débil y casi sin voz volvió a afirmar que
existía una «conspiración masónico
izquierdista» en «contra de España».[184] ​
Doce días después, el general Franco caía
enfermo. El 30 de octubre, consciente de
su gravedad —ya había sufrido dos
infartos—, traspasó sus poderes al
príncipe Juan Carlos. El 3 de noviembre
era operado a vida o muerte en un
improvisado quirófano en el mismo
palacio de El Pardo, siendo trasladado a
continuación al hospital La Paz de Madrid,
donde fue sometido a una nueva
intervención quirúrgica.[185] [186]
​ ​
Portada del diario franquista Arriba dando la noticia de la muerte de Franco. 20 de noviembre de 1975.

Mientras esto sucedía, el príncipe Juan


Carlos, jefe del Estado interino, tuvo que
hacer frente a la gravísima crisis que se
estaba gestando en la colonia del Sahara
Occidental, como consecuencia de la
Marcha Verde de civiles marroquíes que
había organizado el rey de Marruecos,
Hassan II, para forzar a España a que le
entregara el control del territorio que
reclamaba como integrante de su
soberanía. El día 14 de noviembre se
alcanzaba el Acuerdo Tripartito de Madrid
por el que España se retiraba de la colonia
y cedía su administración a Marruecos —la
mitad norte— y a Mauritania —la mitad sur
—.[187] [188]
​ ​

A primera hora de la mañana del 20 de


noviembre de 1975, el presidente del
gobierno Carlos Arias Navarro anunciaba
por televisión el fallecimiento del
«Caudillo» y a continuación leía su último
mensaje, el llamado testamento político de
Franco.[189] ​La capilla fúnebre fue
instalada en el Palacio de Oriente de
Madrid, donde se formaron largas colas
para acceder al salón donde se
encontraba el féretro descubierto que
contenía su cadáver. Al funeral posterior
no asistió ningún jefe de Estado ni de
Gobierno, salvo el dictador chileno
Augusto Pinochet, un gran admirador de
Franco.[190] ​

Sociedad y cultura
Véase también: Arte y cultura en el franquismo
Costumbres y usos sociales: del
nacionalcatolicismo a la sociedad de
consumo de masas

La España rural seguía manteniendo un enorme retraso respecto a otros lugares del país, y mucho más respecto a otros
lugares de Europa. En los años 50 y 60 miles de españoles emigraron desde los pueblos en búsqueda de mejores
condiciones laborales.

El franquismo detuvo la «gran


transformación» social que se estaba
produciendo en España desde los inicios
del siglo XX.[191] ​En palabras de Santos
Juliá, la sociedad de las dos primeras
décadas de la posguerra española —del
primer franquismo— se caracterizó por ser
una sociedad «reprimida, regimentada,
recatolizada y autárquica».[192] ​

Una sociedad reprimida porque «las


nuevas autoridades se propusieron
erradicar todo lo que la sociedad liberal
del medio siglo de restauración y todo lo
que la sociedad democrática de cinco
años de República había, mal que bien,
visto surgir». Sobre la clase media y la
clase obrera «cayó un terror sistemático,
administrado sin tasa por consejos de
guerra hasta bien entrados los años
1950».[193] ​Una sociedad regimentada
porque todas las actividades económicas
y sociales fueron sometidas a un estricto
control del «partido único» Falange
Española Tradicionalista y de las JONS y
de sus organismos dependientes como la
Organización Sindical Española, el Frente
de Juventudes o la Sección Femenina que
formaron una «penetrante red de jefaturas
de todo tipo que se extendía sobre el
cuerpo de la sociedad».[194] ​Una sociedad
recatolizada porque la Iglesia católica con
el apoyo del Nuevo Estado, especialmente
tras la derrota de los fascismos en la
Segunda Guerra Mundial, emprendió una
vasta empresa de recuperación de la
influencia social perdida a través del
control total del sistema educativo y del
dominio de los espacios públicos,
«escenarios permanentes de magnas
ceremonias cívico religiosas y de
procesiones».[195] ​Una sociedad
autárquica, aislada del mundo exterior, en
la que se rompieron «todos los vínculos
que durante los decenios anteriores había
establecido un esforzado núcleo de la
intelligentsia española», y cuyo resultado
fue en el terreno económico «un largo
periodo de hambre y miseria que se
tradujo para millones de españoles en un
descenso hasta alcanzar el nivel de
subsistencia».[196] ​«Ésa fue la sociedad
que instauró la dictadura. Medir el daño es
imposible; pero es indudable que fue
infligido a conciencia y con pleno éxito»,
concluye Santos Juliá.[197] ​

Como ha señalado Julio Gil


Pecharromán:[198] ​

Durante los años


cuarenta... gran parte
de la actividad
cotidiana estaba
regulada en unos cauces
bien precisos...
Suprimido el divorcio,
anulada la coeducación,
regulados los «usos
amorosos» conforme un
estricto código de moral
familiar, la separación
de sexos se convertía en
una norma casi
universal, destinada a
evitar comportamientos
indecorosos. Éstos, por
otra parte, resultaban
difíciles de realizar. Las
autoridades civiles y
eclesiásticas vigilaban
rigurosamente que los
trajes de baño fueran
«decentes», que las
lecturas «inmorales»
estuvieran lejos del
alcance de la mayoría
de la población, que se
evitaran las blasfemias
y las expresiones
malsonantes, que los
espectáculos públicos, y
especialmente los bailes
«agarrados», no
supusieran incitaciones
al erotismo...

La reanudación de la «gran
transformación» se produjo a partir de
1960 como consecuencia del «milagro
económico español», produciéndose así,
como ha destacado Enrique Moradiellos,
la paradoja del franquismo: que «el
régimen político que había interrumpido
literalmente durante veinte años el
proceso de modernización económica y
social iniciado en España a finales del
siglo XIX [en 1950 el porcentaje de la
población activa agraria seguía siendo
superior al de 1930]» fue a partir de la
puesta en marcha del Plan de
Estabilización de 1959 su «nuevo
promotor y patrocinador».[125] ​Así,
«durante los años sesenta fue
conformándose una nueva sociedad
española cada vez más próxima a sus
homólogas de Europa occidental en su
estructura, composición, características y
grado de desarrollo y diversificación. Una
sociedad progresivamente instalada en la
cultura del consumo masivo y el disfrute
del ocio, con una renta per cápita de 1042
dólares en 1960 que se convirtió en 1904
al término de la década (Italia pasó
entonces de 1648 a 2653 dólares)».[126] ​

A partir de los años 1960 empieza el boom del turismo en España, afectando sobre todo a las regiones mediterráneas. En
la imagen una playa de Benidorm hacia 1960, un destino turístico que experimentó un crecimiento espectacular en
aquellos años.

Una de las manifestaciones de la «gran


transformación» fue el cambio en las
formas de diversión. Aparecieron los
tocadiscos portátiles y la música ligera
triunfó entre los jóvenes con grupos como
El Dúo Dinámico, Fórmula V, Los Bravos...
que trajeron los bailes «sueltos». En otra
línea estaba la música del Festival de
Benidorm, en el que triunfó Julio Iglesias,
así como el Festival de Eurovisión en el
que Massiel lucía minifalda entonando su
ganador «La, la, la».

También se abrió paso un nuevo


concepto: el ocio. Su planificación se
llevaba a cabo en unos folletos que se
editaban los fines de semana, llamados
Guías del ocio. También se extendieron las
vacaciones, cuyo destino principal fueron
las playas donde surgieron nuevas modas,
muy contrarias a la moral tradicional. En
1962 los españoles pudieron ver por
primera vez en el cine un biquini, el que
lucía Ursula Andress en la película de
acción Agente 007 contra el Dr. No de la
serie James Bond. En las piscinas del
interior el biquini tardó más en extenderse
llegándose a producir un motín de mujeres
en Zaragoza que la prensa llamó la Guerra
de los biquinis. Las costas se bautizaron
con nombres atractivos para llamar la
atención de los turistas, como Costa
Brava, Costa del Sol, Costa Dorada, Costa
Blanca, Costa del Azahar, Costa Verde o
Costa de la Luz. Para acoger al creciente
turismo se empezaron a construir hoteles
y apartamentos.

Por otro lado, las corridas de toros,


bautizadas como la «Fiesta Nacional»,
pasaron a un segundo plano gracias a un
deporte en auge: el fútbol. Incluso se llegó
a fabricar un sucedáneo del mismo en
miniatura, el futbolín, que causó furor
incluso entre los propios futbolistas,
aunque su inventor, Alejandro Finisterre,
no lo había creado con este fin, sino para
rehabilitar a niños mutilados en un
sanatorio.
Las mujeres durante la dictadura
franquista

Placa conmemorativa de Las Trece Rosas, en el cementerio de la Almudena de Madrid.

Las mujeres también fueron víctimas de la


represión franquista. Más de 100 fueron
sentenciadas a muerte por los consejos
de guerra y ejecutadas, buena parte de
ellas en Madrid y en Andalucía,[199] ​—el
caso más conocido fue el de Las Trece
Rosas, fusiladas en agosto de 1939— y
muchas esposas, viudas, hermanas o hijas
de republicanos fueron humilladas y
castigadas «con el pelado al rape, la purga,
la marcha por las calles del pueblo y el
despojo de sus bienes».[200]

La política del régimen franquista respecto


de las mujeres supuso un enorme
retroceso respecto de la República ya que
se propuso imponer el modelo de familia
católica tradicional basado en la total
subordinación de la esposa al marido y
volver a reducirlas al ámbito doméstico
—«el regreso de la mujer al hogar», se dijo
— tal como se había proclamado en el
Fuero del Trabajo de 1938: «liberar a la
mujer casada del taller y de la fábrica». Así
se dificultó su acceso a la enseñanza y a
la vida profesional y laboral y se abolieron
o restringieron sus derechos tanto en el
ámbito público como en el privado —por
ejemplo, se volvió al Código Civil de 1889 y
a la antigua Ley de Enjuiciamiento
Criminal, que sancionaban la inferioridad
jurídica de las mujeres—.[201] ​

Se pusieron innumerables obstáculos al


trabajo de las mujeres, especialmente de
las casadas, estableciéndose
restricciones para su inscripción en los
registros de colocación y la autorización
del marido para poder ser contratadas.
Además en numerosas ordenanzas
laborales se estipulaba que la mujer en
cuanto se casaba tenía que dejar su
trabajo, siendo compensada con una dote.
Cumplía una función similar el llamado
«plus familiar», establecido en 1945, que
era una ayuda económica cuya finalidad
era «fortalecer la familia y su tradición
cristiana, la sociedad perfecta y el
cimiento de la Nación». Además se
impidió por ley el acceso de las mujeres a
buena parte de los cuerpos de la
Administración pública, especialmente a
los superiores como abogado del Estado,
juez, fiscal, diplomático, registrador de la
propiedad, notario, inspector de trabajo,
agente de cambio y bolsa, etc.[202] ​

Sin embargo, estas medidas no pudieron


evitar que las mujeres trabajaran, por
«evidentes razones de subsistencia
familiar», pero siempre cobrando salarios
más bajos que los de los varones —entre
un 30 y un 50 %—. Y también participaron
en los conflictos laborales a las que,
según un delegado provincial de la OSE,
«por razones de su sexo y especial manera
de reaccionar, es dificilísimo el convencer
con razones, ni discutirlas con
argumentaciones».[203] ​Por otro lado,
muchas recurrieron al estraperlo,
cambiando productos, manufacturados
por ellas mismas, por alimentos. El
estraperlo estaba considerado un delito y
acarreaba penas de cárcel y multas.

En 1937 se creó el Servicio Social de la


Mujer, liderado por Mercedes Sanz
Bachiller y Javier Martínez de Bedoya, para
conseguir mano de obra femenina
gratuita, y era obligatoria para mujeres de
edades comprendidas entre los 17 y los
35 años de edad, eso sí, que estuvieran
solteras, y trabajarían en hospitales,
comedores… Las mujeres de clase media
y alta trabajaban en la Acción Católica,
asistiendo a los desfavorecidos de la
clase obrera, y visitando a los vencidos en
la guerra.

El comportamiento y la actitud de las


mujeres fue objeto de especial vigilancia y
no fueron infrecuentes las condenas de
mujeres por conductas consideradas
«moralmente inaceptables», lo que
conllevaba normalmente la humillación y
la marginación. Y no solo eran excluidas
las mujeres «adúlteras» o las que habían
abortado, sino también las que habían
sido víctimas de violaciones o de abusos
sexuales. Para llevar a cabo esta labor de
control de la moralidad femenina se creó
el llamado Patronato de Protección a la
Mujer, dentro del Ministerio de Justicia,
cuyo objetivo era defender «las buenas
costumbres» y atender a «las víctimas del
vicio», buscando su «arrepentimiento y
recristianización».[202] ​Asimismo
desempeñó un papel importante en la
fijación del estatus subordinado de las
mujeres la Sección Femenina.[203] ​La
revista de la Sección Femenina, liderada
por Pilar Primo de Rivera, enseñaba a las
mujeres a comportarse, siempre
supeditadas al hombre, sin derechos, sin
opiniones, solo sumisión.

La Iglesia católica por su parte se esforzó


en imponer los valores tradicionales tanto
en el ámbito privado como público,
preocupándose especialmente por vigilar
y condenar cualquier comportamiento o
actitud de las mujeres que pudiera dar
lugar a «pecaminosas intenciones». Así
aplaudió la abolición de la coeducación en
las escuelas, y también se propuso, y en
parte lo logró, la separación por sexos en
las piscinas y en las playas y que se
utilizaran determinados tipos de
bañadores y albornoces después del baño
—en 1951 se llegó a celebrar el primer
«Congreso Nacional de Moralidad en
Playas, Piscinas y márgenes de ríos»—.
También fueron objeto de preocupación
de los eclesiásticos el vestido femenino —
para lo que dieron severas instrucciones
sobre faldas, mangas, escotes o medias—
y los bailes «modernos», «raíz de
incontables pecados y ofensas contra
Dios», según el obispo de Ibiza, y «feria
predilecta de Satanás», según el cardenal
Pedro Segura, arzobispo de Sevilla.[204] ​

La situación de las mujeres comenzó a


cambiar en la década de 1950 y sobre
todo en los años 1960 como
consecuencia de las transformaciones
económicas y sociales que se produjeron
en esos años y que supusieron «un
progresivo incremento del trabajo
asalariado legal de las mujeres, así como
un mayor acceso a los niveles medios y
altos de la educación. Y todo ello
comportó cambios en las propias
estructuras familiares, el incremento de la
presencia de las mujeres en las esferas
públicas y una mayor difusión de modelos
alternativos sobre la condición femenina,
que contrastaban claramente con los
valores propiciados por el discurso oficial
franquista».[205] ​

En 1961 se aprobó la Ley sobre Derechos


Políticos, profesionales y Laborales de la
Mujer, que acababa con la discriminación
salarial y de acceso al trabajo, aunque
continuaba en vigor la necesidad de la
autorización del marido. Esta obligación
se mantuvo hasta 1976, cuando entró en
vigor la Ley de Relaciones Laborales. En
1973, como preparación al Año
Internacional de la Mujer 1975 llegó la
excepción discriminatoria: el gobierno dio
el cargo de jefas locales de movimiento
(actual alcaldesas) a siete mujeres, las
primeras y únicas alcaldesas de la
dictadura.
Propaganda, censura y medios de
comunicación

Cuatro ejemplos de la censura franquista[206] ​


Esta Jefatura [del Movimiento] comunicará a
los directores de los periódicos de su provincia
la conveniencia de que se abstengan de juzgar
o prejuzgar la obra del Gobierno o de la
Administración, como así mismo [sic] de
publicar trabajos, cualquiera que sea su firma,
en los cuales se haga excitación a realizar o
mejorar cualquier función de gobierno o
administrativa.

¡Atención censores! Todas las fotografías


sobre campeonatos de deportes de la Sección
Femenina, en las que las camaradas estén
enseñando las rodillas están prohibidas y por
tanto deberán ser tachadas.

Quedan terminantemente prohibidos los


anuncios relativos a la venta de fotografías de
Rita Hayworth en la película Gilda. Sírvase
adoptar las medidas necesarias para que no
aparezca ningún anuncio en los indicados
periódicos de su jurisdicción.

El mundo de la política, sobre el que se


generaliza constantemente en la película All
the King's Men, aparece como un mundo lleno
de ambiciones personales y egoístas... Por
ello, aunque la película constituya una obra
muy interesante para un público preparado, no
debería ser ofrecida por TVE. La mayoría de los
telespectadores españoles, que hoy se cuentan
por millones, tienen unos niveles culturales
limitados, y el efecto que produciría la película
sería perjudicial.

Las autoridades franquistas prohibieron


todos los periódicos liberales,
republicanos y de izquierdas y sus bienes
fueron incautados por el Estado. La
libertad de expresión desapareció pues
todos los periódicos quedaron sometidos
a la censura previa establecida en la Ley
de Prensa de 1938 y sus directores fueron
nombrados por el gobierno.[207] ​La
censura se completaba con las consignas
obligatorias, por las que los directores de
los periódicos tenían que publicar
determinadas informaciones que a veces
incluían los titulares y hasta
editoriales.[208] ​En 1939 se creó el
Registro Oficial de Periodistas y Franco
tenía el carné número uno. En 1941 nació
la Escuela Oficial de Periodismo, que
exigía a los alumnos ser militantes de FET
y de las JONS, y en 1942 el Servicio
Español de Auscultación de la Opinión
Pública.

Como ha destacado Santos Juliá, la


consecuencia de que «los medios de
comunicación [estuvieran] bajo censura
imperativa, obligados no sólo a no tocar
ciertas cuestiones sino a tratar de otras en
los términos establecidos por la autoridad
competente» fue que «la opinión pública,
por definición, no existe, pues no hay
espacio público en el que pueda
expresarse y debatirse una opinión».[209] ​

Para difundir sus ideas y actuaciones el


franquismo se dotó de una extensa red de
medios de comunicación públicos
dependientes de la Delegación Nacional
de Prensa y Propaganda, dependiente del
Ministerio de la Gobernación —a partir de
1951 se integraría en el nuevo ministerio
de Información y Turismo—. Formaban
parte de ella cuarenta diarios, que serían
conocidos como la prensa del
Movimiento, entre los que destacaban
Arriba, el órgano oficial de FET y de las
JONS, y Pueblo, el periódico de la
Organización Sindical Española —entre
1952 y 1975 estuvo dirigido por Emilio
Romero—, pero el de más tirada y más
leído era el diario deportivo Marca.[207] ​

Además de los cuarenta diarios, el aparato


de prensa y propaganda contaba con dos
agencias oficiales de noticias —Agencia
EFE y Pyresa— así como con dos redes de
emisoras de radio, Radio Nacional de
España y la Red de Emisoras del
Movimiento, contando la primera con el
monopolio de la información pues solo
Radio Nacional, creada en 1937, podía
emitir noticias y el resto de emisoras
públicas y privadas estaban obligadas a
conectar con ella a determinadas horas
del día. Otro medio de propaganda fue el
NO-DO, creado en 1942, un noticiero cuya
proyección era obligada en todos los
cines, antes de las películas.[210] ​Cada
documental duraba 10 minutos y a través
de él se transmitían los valores del
régimen y se exaltaba la figura del
Caudillo.

La Iglesia católica contaba con su propia


red de prensa y radio. El más importante
de los diarios católicos era Ya[211] ​y en
cuanto a la radio la Iglesia tardó en
integrar sus emisoras locales pues hasta
1959 no nació la Cadena de Ondas
Populares Españolas (COPE).[212] ​Los
monárquicos tenían el diario ABC,
propiedad de la familia Luca de Tena.[213]
Además de la Editorial Católica, que
publicaba el Diario Ya y Prensa española,
con ABC, había otros grupos periodísticos
privados como el Grupo Godó, con La
Vanguardia, y Bilbao Editorial, con El Correo
español-El Pueblo Vasco.

Durante el primer franquismo (1939-1959)


el medio de mayor difusión fue la radio
que tuvo un desarrollo espectacular en la
inmediata posguerra —se pasó de 300 000
receptores en 1936 a cerca de un millón
de 1943—. La cadena privada más
importante fue la Sociedad Española de
Radiodifusión (Cadena SER) con 45
emisoras en 1965. Los programas de
mayor audiencia eran los seriales, los
concursos, las retransmisiones deportivas
de los domingos y los shows de fin de
semana.[212] ​Sus objetivos, como los del
conjunto de la cultura de masas del
franquismo, fueron, «vía el entretenimiento
y la evasión, la integración social y la
desmovilización del país».[214] ​De entre
los programas de radio destacaron en la
época El consultorio de Elena Francis, Ama
Rosa, La sangre es roja o Lo que no muere.
En el segundo franquismo (1959-1975) la
televisión desplazó a la radio como el
medio de comunicación de masas de
mayor difusión pero con el mismo objetivo
desmovilizador. Nació en 1956 cuando
empezó a emitir Televisión Española, un
organismo público financiado con la
publicidad y que a partir de 1966 puso en
marcha un segundo canal.[215] ​Los
programas líderes de audiencia televisiva
fueron Estudio 1, Bonanza, Historias para
no dormir, los documentales de Félix
Rodríguez de la Fuente o Los
Chiripitifláuticos. En el Festival de la
Canción de Eurovisión 1961, España
debutaba, pero fue en la edición de 1968
en la que España con Massiel logró la
victoria. En 1969, España fue el país
anfitrión del festival repitiendo triunfo,
junto con otros tres países, por segundo
año consecutivo.

De entre las publicaciones que, no sin


problemas y censuras, consiguieron
mantener cierta independencia se
encontraba La Codorniz, fundada en 1941
por Miguel Mihura, una revista de humor
de tirada semanal. Contó con
colaboradores como Mingote, Chumy
Chúmez, Serafín, Tono, Jardiel Poncela,
Ramón Gómez de la Serna, Gila, José Luis
Coll, Carlos Luis Álvarez, Cándido y
Máximo entre otros muchos. En 1944 la
dirigió Álvaro de Laiglesia y desapareció
en 1978. Al final de la dictadura hubo otras
revistas satíricas como Hermano Lobo, El
Papus y Por Favor y también otras
directamente críticas con el Régimen
Franquista, que bordeaban continuamente
el límite de lo tolerado, como Cuadernos
para el Diálogo, Triunfo, Índice, SP y Cambio
16. Entre la prensa diaria fueron sin duda
los periódicos vespertinos madrileños
Informaciones y Madrid los que, a partir de
finales de los años 60, presentaron líneas
editoriales menos oficialistas.
El sistema educativo franquista

Recreación de un aula típica de una escuela durante el franquismo, presidida por un crucifijo y los retratos de Franco (a su
derecha) y de José Antonio Primo de Rivera (a su izquierda). Museo de historia de Cataluña.

El sistema educativo franquista se ha


definido como autoritario, nacional-
católico, sexista, clasista, ultranacionalista
español, dogmático, doctrinal y
reaccionario (opuesto a las innovaciones
pedagógicas), exactamente lo contrario
que el sistema educativo de la República
que se caracterizaba por ser democrático,
laico, promotor de la igualdad de sexos
mediante la coeducación, igualitario,
integrador de las lenguas y culturas
propias de las «regiones autónomas»,
plural, contrario al adoctrinamiento y
abierto a las innovaciones pedagógicas.

El autoritarismo era uno de los rasgos


esenciales del régimen franquista del que
formaba parte el sistema educativo. Por
eso se ha hablado de escuela autoritaria e
incluso de escuela cuartel en la que los
principios que regían la relación entre
maestros y alumnos eran los de unidad,
jerarquía, obediencia y disciplina. Por
ejemplo, el segundo objetivo de la
Enseñanza Primaria según la Ley de 1945
era «formar la voluntad, la conciencia y el
carácter del niño en orden al cumplimiento
del deber y a su destino eterno». Pero el
maestro no sólo debía mostrar a los
alumnos la necesidad del principio de
autoridad en la escuela sino también en
todos los niveles de la vida.[216] ​

El nacional-catolicismo estaba presente


en todo el sistema educativo franquista, ya
que la religión católica inspiraba los
programas educativos a todos los niveles
de la enseñanza.[217] ​En una Orden de
diciembre de 1938 se decía que había que
«saturar de espíritu religioso y patriótico la
labor educativa donde deben
resplandecer… los dos grandes amores: el
amor a Dios y al amor a la patria».[218] ​El
artículo 5 de la Ley de Enseñanza Primaria
de 1945 decía: «La educación primaria,
inspirándose en el sentido católico,
consubstancial con la tradición escolar
española, se ajustará a los principios del
Dogma y de la Moral católica y a las
disposiciones del Derecho Canónico
vigente». Por otro lado, la escuela pública
era subsidiaria de los colegios de la
Iglesia, especialmente en la enseñanza
media.[217] ​
El ultranacionalismo español también era
una de las piedras angulares del sistema
educativo. En la Ley de Enseñanza Primara
de 1945 se decía en el artículo 6º sobre la
«Formación del espíritu nacional» y en el
artículo 7º sobre la «lengua nacional» lo
siguiente:

Artículo sexto.— Es
misión de la educación
primaria, mediante una
disciplina rigurosa,
conseguir un espíritu
nacional fuerte y unido
e instalar en el alma de
las futuras generaciones
la alegría y el orgullo de
la Patria, de acuerdo
con las normas del
Movimiento y sus
Organismos.
Artículo séptimo.— La
lengua española,
vínculo fundamental de
la comunidad hispánica,
será obligatoria y objeto
de cultivo especial,
como imprescindible
instrumento de
expresión y de
formación humana, en
toda la educación
primaria nacional.
Grupo de niñas de un colegio religioso de Figaredo en 1951.

El sistema educativo franquista era


sexista pues establecía la estricta
separación de los niños y las niñas en la
escuela y su formación diferenciada. En
una Orden del 1 de mayo de 1939 se decía
que el «sistema pedagógico de
coeducación» era «contrario enteramente
a los principios religiosos del Glorioso
Movimiento Nacional y, por tanto, de
imprescindible supresión por
antipedagógico y antieducativo para que
la educación de los niños y las niñas
responda a los principios de sana moral y
esté de acuerdo con todos los postulados
de nuestra gloriosa tradición».[219] ​El
artículo 14º de la Ley de Enseñanza
Primaria de 1945 volvía a insistir en lo
mismo: «El Estado por razones de orden
moral y de eficacia pedagógica, prescribe
la separación de sexos y la formación
peculiar de niños y niñas en la educación
primaria». Y el artículo 11 de esa misma
ley establecía la educación diferenciada
para los niños y las niñas: «La educación
primaria femenina preparará
especialmente para la vida del hogar,
artesanía e industrias domésticas».[219] ​
En el preámbulo de la Ley de 20 de
septiembre de 1938 por la que se
establecía un nuevo Bachillerato se
señalaba como uno de los síntomas de
decadencia el «afeminamiento»
contrapuesto al «viril heroísmo de la
juventud en acción».[219] ​

El dogmatismo estaba presente en todas


las disciplinas pero tal vez donde era más
evidente era en la enseñanza de la historia,
que estaba supeditada a una doble
doctrina: la del partido único FET y de las
JONS y la de la Iglesia católica. Así, como
destacó hace tiempo el historiador Manuel
Tuñón de Lara, en la educación franquista
la historia estaba considerada «como una
simple interpretación ideológica del
pasado que servirá para modelar el
espíritu de los niños y de los jóvenes»,
«una sierva de la enseñanza política y
eclesiástica». En el cuestionario de
Geografía e Historia para alumnos de
segunda enseñanza publicado el 14 de
abril de 1939 se incluían epígrafes como
los siguientes: de la dictadura de Primo de
Rivera se destacaba el «retorno a los
principios de autoridad»; sobre la Segunda
República Española se proponía estudiar:
«los pseudointelectuales despechados, la
masonería y los financieros judíos
internacionales hacen caer la monarquía.
La segunda República. Sus desastres, sus
desórdenes, sus crímenes»; sobre el
fascismo, en cambio, «su sentido nacional,
espiritual e histórico que restituye su
dignidad a la persona humana». Y como
colofón: «Superioridad moral de nuestro
espíritu imperial».[220] ​

El clasismo del sistema educativo


franquista fue reconocido por las propias
autoridades educativas en 1969 cuando
publicaron el «Libro Blanco» en que se
basaría la reforma educativa que se
plasmaría en la Ley General de Educación
de 1970. En él se reconocía que de hecho
existían dos sistemas educativos en
España: uno para las familias de las
clases altas y medias que llevaban a sus
hijos a los colegios de la Iglesia y que
conseguían llegar a la Universidad ―que
era gratuita, lo que dado su carácter
minoritario constituye «la expresión más
acabada del clasismo del sistema»―[221] ​,
y otro para los «sectores sociales menos
favorecidos» que llevaban a sus hijos a las
escuelas públicas y que no pasaban del
nivel de la enseñanza primaria,
incorporándose inmediatamente después
al mercado de trabajo.[222] ​
Campamento del Frente de Juventudes en Orio (Guipúzcoa) en 1944.

El sistema educativo franquista lo que


pretendía era adoctrinar no enseñar. En el
artículo 1º de la Ley de Enseñanza
Primaria de 1945 se decía: «la educación
primaria tiene como objetivo formar la
voluntad, la conciencia y el carácter del
niño para el cumplimiento del deber y su
destino eterno; infundir el amor y la idea
de servicio a la patria, de acuerdo con los
principios inspiradores del
Movimiento».[218] ​En un manual escolar se
hacía la siguiente exaltación del Caudillo
(las frases aparecían sobre el dibujo del
rostro del general Franco):[223] ​

Hace unos cuantos


años, España era muy
desgraciada, porque la
mandaban los malos
españoles.
Franco hizo la guerra
para echarlos, y salvó a
la Patria.
Fue una guerra muy
larga, pero Dios
concedió la victoria a
los buenos.
El Caudillo trabajó
mucho en aquella
guerra. Y ahora trabaja
también en la paz, para
hacer de España una
nación grande y para
que los españoles sean
felices.

El carácter reaccionario de las prácticas


educativas franquistas y su oposición a
cualquier innovación pedagógica[224] ​se
puede observar en el siguiente discurso
pronunciado por el Teniente de Alcalde de
Cultura del Ayuntamiento de Barcelona
ante los maestros asistentes a un Cursillo
de Orientación celebrado en septiembre
de 1939:[217] ​

Se ha de lograr la
transformación entera
de aquel Magisterio que
se llamó español, sin
serlo más que por
residencia, porque
prescindía de la luz que
irradiaban los propios
pedagogos nacionales
como Luis Vives, San
José de Calasanz, San
Ignacio de Loyola y el
moderno Padre Manjón
y buscaba ser reflejo de
las orientaciones
extranjeras de los
Pestalozzi y de los
Froebel, de los Decroly y
de los Montessori; de
aquel lastimoso
Magisterio que se
inspiró exclusivamente
en los principios de la
revolución francesa, de
la libertad, de la
igualdad y la
fraternidad, a través de
los cuales llegó a la
escuela sin Dios…
Se hacía especial hincapié en rechazar las
«pedanterías y barbarismos» de la
Institución Libre de Enseñanza,[216] ​a la
que se hacía responsable de haber
conseguido «arrancar del corazón de
muchos maestros todo sentimiento de
piedad cristiana y de amor a la gran patria
española, ideales únicos capaces de hacer
fecunda la labor docente».[225] ​

Memoria histórica
Véanse también: 20-N y Franquismo sociológico.

La simbología franquista ha pervivido en


la sociedad española tras la muerte de
Franco, especialmente durante la
Transición, hasta bien entrado el siglo
XXI.[226] ​El símbolo más conocido, el
escudo portador del águila de San Juan
(emblema de los Reyes Católicos), no fue
legalmente abolido de la bandera de
España hasta 1981 por el Gobierno de
Leopoldo Calvo Sotelo.[227] ​Por otro lado,
los nostálgicos del régimen franquista se
han venido concentrando el 20 de
noviembre (día de la muerte de Franco) en
el Valle de los Caídos, a pesar de que la
Ley de Memoria Histórica prohíbe
expresamente la realización de las
mencionadas concentraciones.[228] ​

En 2018 se decide comenzar el


procedimiento para hacer públicos los
archivos secretos de la Guerra Civil y el
franquismo hasta 1968.[229] ​

Condenas internacionales

En 2006, el Parlamento Europeo condenó


el franquismo, concluyendo que existen
evidencias suficientes para probar la
violación de los derechos humanos
durante el mismo. Además, recomendó
que el reconocimiento de la condena de la
dictadura no debe limitarse a un mero
reconocimiento histórico, sino a la
eliminación de los símbolos de la
dictadura.[230] ​
El 17 de marzo de 2006 la Comisión
Permanente de la Asamblea
Parlamentaria del Consejo de Europa
(entidad supraestatal que engloba a un
total de 47 países europeos incluyendo a
Turquía) recomendó[231] ​al Consejo de
Ministros del Consejo de Europa adoptar
una declaración oficial de condena
internacional del régimen franquista y
declarar el 18 de julio de 2006 como día
oficial de condena de dicho régimen.
Asimismo, urgió al Gobierno de España a
cumplir las siguientes recomendaciones:
creación de un comité nacional que
investigue las violaciones de los derechos
humanos durante el régimen de Franco
que envíe sus informes al Consejo de
Europa, facilitar a todos los investigadores
el acceso a todos los archivos civiles y
militares que contengan documentos que
puedan establecer la verdad sobre la
represión, erigir una exhibición
permanente en la basílica subterránea del
Valle de los Caídos —donde Franco estaba
enterrado— explicando cómo fue
construida por prisioneros republicanos y
eliminar símbolos de la dictadura, tales
como, estatuas y nombres de calles.

La Asamblea Parlamentaria, en la citada


Recomendación 1976, condenó
unánimemente las «graves y múltiples
violaciones de Derechos Humanos
cometidas en España por el régimen
franquista, entre 1939 y 1975».

Entre las conclusiones del documento de


trabajo sometido a discusión en la
Comisión Permanente «hay suficientes
evidencias para probar que los abusos
contra los derechos humanos bajo el
régimen de Franco fueron extensivos y
sistemáticos» y propone a la comisión que
cree un comité de expertos con el objetivo
de recoger y evaluar toda la información
posible.
El 3 de mayo de 2006 el Consejo de
Ministros del Consejo de Europa, en su
963.ª reunión respondió[232] ​a la
Asamblea Parlamentaria con tres puntos
en los que remarcó su condena al régimen
de Franco como a todos los regímenes
totalitarios por sus violaciones a los
derechos humanos y la necesidad de
recordar dichos crímenes para evitar
repetir los errores del pasado. También
apuntó que la transición española es un
ejemplo para todos los países que siguen
el mismo proceso de cambio a un régimen
democrático. Y en lo que respecta a la
recomendación específica de un día
internacional de condena al régimen de
Franco señaló que todos los regímenes
totalitarios merecen ese tratamiento, y que
singularizar uno en concreto podría crear
la impresión equivocada de que unos
regímenes totalitarios merecen más la
condena que otros.

Véase también
Causa Sede de Depuració
General 1953 n
Concordat Cronologí franquista
o entre el a del del
Estado franquism magisteri
español y o o español
la Santa Lemas del
franquism
o durante la Tribunal
Oposición Segunda Especial
al Guerra para la
franquism Mundial Represión
o Simbologí de la
a del Masonerí
Política
franquism a y el
exterior
o Comunis
franquista
mo

Notas
1. En los tratados, convenios y acuerdos
internacionales, la forma común para
denominar a la nación fue Estado
Español[1] [2]
​ [3]
​ ​o, simplemente,
España.[4] [5]
​ ​
2. A pesar de no tener a un rey por jefe
de Estado, el gobierno de Franco
declaró oficialmente al país reino, ante
la incongruencia que habría sido
considerarlo república. Reino es la
denominación que aparece en las
Leyes Fundamentales del Reino.[7] [8]
​ ​
3. Aunque a partir de septiembre de
1943 el régimen exigía que los medios
se refirieran al partido único del
régimen como un «movimiento», que
rechazaba la categoría de partido, en
la práctica el mismo, la Falange
Española Tradicionalista y de las
Juntas de Ofensiva Nacional
Sindicalista (FET y de las JONS),
actuaba como tal.
4. El intervalo de tiempo (1939-1975) se
refiere a un período histórico preciso
de la historia de España, a pesar de
que el período de vigencia de las
instituciones de la dictadura, con su
creación y extinción, es más amplio.

Referencias
1. Instrumento de ratificación de España
del acuerdo entre el gobierno del
Estado Español y el gobierno de la
República Popular de Polonia sobre el
desarrollo de los intercambios
comerciales, la navegación y la
cooperación económica, industrial y
tecnológica (http://www.boe.es/dato
s/imagenes/BOE/1975/016/A01144.ti
f) (1974).
2. Acuerdo entre el gobierno del Estado
Español y el gobierno del Reino de
Suecia sobre transportes
internacionales por carretera (http://w
ww.boe.es/datos/imagenes/BOE/197
5/165/A15006.tif) (1974).
3. Instrumentos de Ratificación del
Convenio sobre intercambio comercial
entre el Estado Español y la República
Oriental del Uruguay (http://www.boe.e
s/datos/imagenes/BOE/1957/056/A0
1215.tif) (1957).
4. Convenio entre España y el Reino de
Marruecos sobre Transporte Aéreo,
hecho en Madrid el 7 de julio de 1970
(http://boe.es/buscar/doc.php?id=BOE
-A-1974-1173)
5. Instrumento de Ratificación del
Convenio relativo a Servicios Aéreos
entre España y el Reino Unido de la
Gran Bretaña e Irlanda del Norte (htt
p://boe.es/buscar/doc.php?id=BOE-A-
1960-1921)
6. «Fuero de los Españoles» (http://www.
boe.es/datos/pdfs/BOE/1945/199/A0
0358-00360.pdf) . Boletín Oficial del
Estado núm. 199, de 18 de julio de
1945. Agencia Estatal Boletín Oficial
del Estado. 17 de julio de 1945.
«Artículo sexto.- La profesión y
práctica de la Religión Católica, que es
la del Estado Español, gozará de la
protección oficial. Nadie será
molestado por sus creencias
religiosas, ni el ejercicio privado de su
culto. No se permitirán otras
ceremonias, ni manifestaciones
externas que las de la Religión
Católica. »
7. Presidencia del Gobierno (8 de junio
de 1947). «Decreto de 5 de junio de
1947 por el que se somete a
referéndum de la Nación el Proyecto
de Ley aprobado por las Cortes
Españolas, que fija las normas para la
Sucesión en la Jefatura del Estado» (h
ttp://www.boe.es/datos/pdfs/BOE/19
47/160/A03272-03273.pdf) . Boletín
Oficial del Estado (160): 3272.
«Articulo primero.-España, como
unidad política, es un Estado católico,
social y representativo que, de
acuerdo con su tradición, se declara
constituido en Reino. »
8. Jefatura del Estado (10 de enero de
1967). «Ley Orgánica del Estado,
número 1/1967, de 10 de enero» (http
s://boe.es/boe/dias/1967/01/11/pdf
s/A00466-00477.pdf) . Boletín Oficial
del Estado (9): 467. «Artículo primero.
I. El Estado español. constituido en
Reino, es la suprema institución de la
comunidad nacional. »
9. «¿Totalitario o autoritario? Franco fue
por encima de todo un superviviente»
(http://www.abc.es/20110604/archiv
o/abci-totalitario-autoritario-franco-so
bre-201106030839.html) . ABC. 9 de
diciembre de 2013. «Los historiadores
llevan años discutiendo cómo
catalogar a su régimen. / Juan José
Linz, profesor de la Universidad de
Yale, lo incluyó en su taxonomía de
«régimen autoritario» ».
10. Rodríguez Jiménez, 1997, p. 263. "Él
[Franco] era, muy por encima de las
instituciones, la pieza fundamental del
régimen, el régimen de Franco, una
dictadura personal…"
11. Ramón Tamames La República. La Era
de Franco, volumen 7 de la Historia de
España de Alianza Editorial. ISBN 978-
84-206-9568-6
12. Saz Campos, 2004, p. 90.
13. La tesis defendida por Payne en dicho
dossier puede sintetizarse con estas
palabras:

Entre 1937 y 1943,


el franquismo
constituyó un
régimen «semi-
fascista», pero
nunca un régimen
fascista cien por
cien. Después pasó
treinta y dos años
evolucionando
como un sistema
autoritario
«posfascista»,
aunque no
consiguió eliminar
completamente
todos los vestigios
residuales del
fascismo.

» Glicerio Sanchez Recio. En torno a la


Dictadura franquista Hispania Nova (ht
tps://dialnet.unirioja.es/servlet/articul
o?codigo=5263342)
14. Cabrera y Rey, 2017; Capítulo V
15. Moradiellos, 2000, p. 20.
16. «La ausencia de un ideario definido le
permitió transitar de unas fórmulas
dictatoriales a otras, rozando el
fascismo en los cuarenta y a las
dictaduras desarrollistas en los
sesenta». , cap. «El franquismo como
dictadura».
17. González Madrid, 2012, p. 11.
18. González Madrid, 2012, p. 12.
19. Domínguez, Hugo (20 de enero de
2015). «Un libro revela que Franco
colaboró con Hitler en las
deportaciones de españoles y judíos a
campos de concentración» (http://ww
w.eldiario.es/sociedad/Franco-Hitler-d
eportaciones-espanoles-concentracio
n_0_347866110.html) . El Diario.
Consultado el 21 de marzo de 2016.
20. Ruiz, 2005, p. 7.
21. González Madrid, 2012, p. 14.
22. Carrascal, 2015, p. 293.
23. «Relaciones internacionales y política
interna: los neutrales en la Segunda
Guerra Mundial, un estudio de caso»
(http://www.jstor.org/stable/2773949
3) . Foro Internacional 41 (1): 63.
2001. «Por último, la tercera parte
estudia comparativamente los
factores de orden internacional e
interno que llevaron a los gobiernos de
Argentina, Chile, España, Irlanda,
Portugal, Suecia, Suiza y Turquía a
asumir una posición de neutralidad
durante la Segunda Guerra Mundial ».
24. Moradiellos, 2000, pp. 19-20. «A pesar
de todos los cambios más o menos
profundos operados en el franquismo
durante su larga existencia, hubo un
elemento permanente que nunca
sufrió menoscabo alguno: el enorme
grado de concentración de la
autoridad omnímoda en una sola
mano y persona»
25. Payne, 1997, p. 6. «Cuando Francisco
Franco anunció el final de la Guerra
Civil el 1 de abril de 1939, era más
poderoso de lo que había sido ningún
gobernante en la Historia de España
hasta ese momento. Ningún rey había
tenido semejante control y capacidad
de intervención en un régimen
autoritario organizado del siglo XX«
26. Gil Pecharromán, 2008, pp. 33.
27. Payne, 2000, p. 255-256.
28. Rodríguez Jiménez, 1997, p. 266.
29. Moradiellos, 2000, p. 12-14.
30. Moradiellos, 2000, p. 14.
31. Payne, 1997, p. 10. «La voz popular no
tardó en cambiar la frase a Francisco
Franco, Caudillo de España por una
gracias de Dios»
32. Rodríguez Jiménez, 1997, p. 264.
33. Payne, 1997, p. 10.
34. Payne, 1997, p. 15-16.
35. Moradiellos, 2000, p. 16.
36. Payne, 2000, p. 252.
37. Moradiellos, 2000, p. 22.
38. Menéndez-Reigada (2003).
«Introducción: Un catecismo para los
borregos de Franco». En Hilari Raguer,
ed. Catecismo patriótico español.
Ediciones Península. ISBN 84-8307-
595-4.
39. Moradiellos, 2000, p. 23.
40. Tusell, Javier (1999). Historia de
España en el siglo XX. III, La dictadura
de Franco (Primera edición). Madrid:
Taurus. p. 54. ISBN 8430603328.
41. Payne, Stanley G. (2014). El fascismo
(tercera edición). Madrid: Alianza
Editorial. pp. 193, 195. ISBN 978-84-
206-8330-0.
42. «Haga como yo, no se meta en
política» (http://www.almendron.com/
politica/pdf/2004/spain/spain_0472.p
df) . Artículo de Antón Losada en El
Periódico. Barcelona, 24 de febrero de
2004.
43. Se hizo famosa la siguiente
comparación:

Los almacenes
SEPU estaban —y
están— en los
bajos de Radio
Madrid, de la SER.
Tienen dos
entradas. Una por
Gran Vía (entonces
Avenida de José
Antonio) y otra
por [la calle]
Desengaño. Por
eso a SEPU la
llamaban “La
Falange”, porque
se entra por José
Antonio y se sale
por Desengaño.
[1] (http://recurso
s.cnice.mec.es/leng
ua/profesores/eso
4/t1/textos/pasion.
htm)

44. PAYNE, Stanley (1999), El primer


franquismo, 1939-1959, Madrid,
Temas de Hoy. ISBN 84-7679-325-1, p.
10, y Joaquín Prieto Los siete pilares
legales del franquismo en
Protagonistas del siglo XX Depósito
legal B-9.683-1999
45. Ruiz, Julius (2012). La justicia de
Franco. RBA Libros. pp. 45-46.
ISBN 978-84-9006-243-2.
46. Luis María Anson (1994) Don Juan,
Barcelona: Plaza y Janés, 1994 ISBN
84-01-37528-2
47. (En francés.) «Le choix de Franco».
Entrevista emitida el 5 de junio de
1970 (minuto 3:45). (http://www.rts.c
h/archives/tv/information/3443233-le-
choix-de-franco.html) RTF.
Consultado el 6 de junio de 2014.
48. https://www.youtube.com/watch?
v=tvNrvwZ0F-
Y&index=7&list=PLzYDn3Ld2VXbPc6v
dG4e_RWKkzqyykWMM - Canal oficial
de la Casa Real
49. Moradiellos, 2000, p. 209.
50. Saz, 2004, p. 80; 153.
51. Saz, 2004, p. 153.
52. Saz, 2004, p. 82; 153-154. ”Una
definición por aproximación nos
hablaría del franquismo como el
menos fascista de los regímenes
fascistas o el más próximo al
fascismo de entre los no fascistas; o,
desde otra perspectiva, el más
totalitario de los regímenes
autoritarios, o el menos totalitario de
entre los de esta categoría”
53. Saz, 2004, p. 89-90.
54. García Delgado, 2000, p. 138. «Por
muchos conceptos, el de los cincuenta
puede ser considerado como el
decenio bisagra entre el
estancamiento del primer franquismo
y el conjunto de sobresalientes
impulsos y cambios que la economía
registrará en los últimos tres lustros
del régimen, a partir de 1960»
55. Moradiellos, 2000, p. 63-64.
56. Moradiellos, 2000, p. 64-65.
57. Moradiellos, 2000, p. 66.
58. Payne, 1997, p. 30.
59. Moradiellos, 2000, p. 67.
60. Payne, 1997, p. 33.
61. Moradiellos, 2000, p. 45.
62. Moradiellos, 2000, p. 70-74.
63. Moradiellos, 2000, p. 78-79.
64. Moradiellos, 2000, p. 74; 76.
65. Moradiellos, 2000, p. 77-78.
66. Payne, 1997, p. 38.
67. Payne, 1997, p. 40-42.
68. Moradiellos, 2000, p. 68.
69. Moradiellos, 2000, p. 68-69.
70. Barciela, 2002, p. 355-357. «La
defensa de la autarquía suponía una
aberración desde el punto de vista
económico. Para un país pequeño
como España, pretender un desarrollo
basado en el mercado interior y en sus
propios recursos revelaba una
ignorancia palmaria de los más
elementales principios económicos…
Igualmente absurda resultaba la
pretensión de intervenir de manera
totalitaria, y hasta en sus más
mínimos detalles, en la actividad
económica… Todo ello, en definitiva, se
tradujo en una pésima asignación de
los recursos económicos»
71. Barciela, 2002, p. 339-340.
72. Moradiellos, 2000, p. 82.
73. Barciela, 2002, p. 342-343.
74. Moradiellos, 2000, p. 84-85.
75. Moradiellos, 2000, p. 82-83.
76. Barciela, 2002, p. 351-352.
77. Barciela, 2002, pp. 337-338.
78. Barciela, 2002, pp. 354-355.
79. Moradiellos, 2000, p. 96.
80. Heine, 1983, p. 237-251.
81. Moradiellos, 2000, p. 92-93.
82. Moradiellos, 2000, p. 93.
83. Juliá, 1999, p. 168.
84. Moradiellos, 2000, p. 104.
85. Moradiellos, 2000, p. 107.
86. Payne, 1997, p. 74.
87. Moradiellos, 2000, p. 105.
88. Moradiellos, 2000, p. 106.
89. Juliá, 1999, p. 161-162.
90. Moradiellos, 2000, p. 96-97.
91. Moradiellos, 2000, p. 97.
92. Moradiellos, 2000, p. 98.
93. Moradiellos, 2000, p. 103.
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agraria en transformación, unas
ciudades en crecimiento, una
industrialización basada en empresas
de pequeño y mediano tamaño sin
ausencia de las grandes, una clase
obrera con potentes sindicatos, unas
clases medias en expansión: esa era,
a grandes trazos, la sociedad española
de los años treinta»
192. Juliá, 2000, p. 73.
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197. Juliá, 2000, p. 90; 93. «Franco bloqueó
el proceso de profundas
transformaciones sociales y políticas
iniciado en torno a 1910; exterminó a
los dirigentes obreros y campesinos;
aniquiló con el silencio, la muerte o el
exilio la primera generación intelectual
que había establecido, más que
estrechos puentes, espaciosas
avenidas con la ciencia, el
pensamiento y el arte europeos. Dejó
al país sin pasado en que mirarse, sin
un lugar que reconociera como propio.
Hundió a la sociedad española en la
miseria al arrancarle violentamente
sus más recientes raíces históricas, la
memoria de lo que en los años
inmediatos había sido».
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moralización de las costumbres
estaba basada en la perversa doble
moral que hacía caer en las mujeres
todas las responsabilidades en los
posibles excesos sexuales
masculinos, que eran contemplados
como algo casi natural»
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