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Dictadura de Francisco Franco

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España
Estado Españolnota 1
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1939-1975
Flag of Equatorial Guinea (without coat of arms).svg (1968) →
Flag of Morocco.svg (1969) →
Flag of Spain (1977–1981).svg (1975) →
Escudo
Bandera Escudo
Lema nacional: «Una, Grande y Libre»
«Plus Ultra»
Himno nacional: Marcha Real
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Ubicación de {{{nombre_común}}}
España
Protectorado de Marruecos
Zona Internacional de Tánger
Capital Madrid
Idioma oficial Español
Religión Católica67
Gobierno Dictaduranota 2 unipartidistanota 3
Caudillo
• 1936-1975 Francisco Franco
Presidente del Gobierno
• 1938-1973 Francisco Franco
• 1973 Luis Carrero Blanco
• 1973 Torcuato Fernández-Miranda (interino)
• 1973-1976 Carlos Arias Navarro
Legislatura Dictadura militar
(1939-1942)
Cortes Españolas
(1942-1975)
Período histórico Entreguerras, Segunda guerra mundial, Guerra Fría
• Guerra civil
1936-1939

• Fin de la guerra 1 de abril de 1939


• Concordato con la Santa Sede 27 de agosto de 1953
• Pactos de Madrid 23 de septiembre de 1953
• Ingreso en las Naciones Unidas 14 de diciembre de 1955
• Independencia de Marruecos 6 de abril de 1956
• Aprobación del Plan de Estabilización 28 de julio de 1959
• Independencia de Guinea Ecuatorial 12 de octubre de 1968
• Asesinato de Carrero Blanco 20 de diciembre de 1973
• Muerte de Franco 20 de noviembre de 1975
• Transición democrática 1975-1978
Moneda Peseta (₧., ESP)

Miembro de:
La dictadura de Francisco Franco, España franquista, régimen franquista o
franquismo9 fue el período de la historia contemporánea de España correspondiente
con el ejercicio por el general Francisco Franco Bahamonde de la Jefatura del
Estado, esto es, desde el fin de la guerra civil en 1939 hasta su muerte y sucesión
en 1975.nota 4 Su amplia dimensión temporal y la total identificación de Franco con
el régimen mismo10 hace que a menudo también se utilice para designarlo la
expresión era de Franco.11
Acabada la guerra el general instauró una dictadura fascistizada,12 o régimen
semifascista,13 que incorporó una influencia clara de los totalitarismos alemán e
italiano en campos como las relaciones laborales, la política económica autárquica,
la estética, el uso de los símbolos14 o el unipartidismo.15 En sus últimos
estertores el régimen transitó más próximo a las dictaduras desarrollistas,16
aunque siempre conservó rasgos fascistas vestigiales,13 caracterizado por la
ausencia de una ideología claramente definida más allá de su proclamado
nacionalcatolicismo.

En los años 1940 la dictadura militar se afianzó mediante la represión política y


económica de los opositores. Unas 485 000 personas habían huido al exilio.17
Algunos autores afirman que entre 9000 y 15 000 fueron los exiliados españoles que
terminaron en campos de concentración nazis, de los que sobrevivieron la mitad.1819
Otros acabaron en los campos de concentración franquistas —estudios informan de al
menos 367 000 prisioneros y entre 150 y 188 campos—.18 Hacia noviembre de 1940
había 280 000 hombres y mujeres detenidos en las prisiones del Estado.2021 Parte de
la historiografía estima que entre 23 000 y 46 000 personas fueron ejecutadas en la
posguerra;22 otra, alrededor de 50 000.20

Se mantuvo una política económica basada en la autarquía. Esta fue provocada por la
derrota del Eje en la Segunda Guerra Mundial, durante la cual la dictadura
franquista, pese a adoptar una política oficial de no beligerancia,23 tuvo una
participación favorable a la Alemania nazi para la derrota de la Unión Soviética,
que se concretó mediante el envío de la División Azul, una unidad de voluntarios
que sirvió integrado en el Ejército alemán en el frente oriental durante dos años.
Esta colaboración con las potencias del Eje condujo al aislamiento internacional
tras la derrota de las mismas en 1945, promovido por los aliados en el seno de la
recién creada Organización de las Naciones Unidas.

En los años 50, en el marco de la Guerra Fría, la posición geográfica de España y


su dictadura militar se acabaron convirtiendo en estratégicos para los Estados
Unidos y sus aliados europeos frente a la Unión Soviética. La alianza de España con
los Estados Unidos puso fin al aislamiento internacional del régimen y favoreció
una paulatina apertura de la economía nacional, que seguía a unos niveles de
desarrollo inferiores a los del resto de economías de Europa occidental, que en la
guerra mundial habían sufrido desastres similares al de la guerra civil española.

En los años sesenta y principios de los setenta, el desarrollismo económico mejoró


de forma notable, aunque desigual, el nivel de vida de la mayoría de la población,
que formó una clase media hasta entonces casi inexistente. El nivel de libertad
personal y política no aumentó del mismo modo. Empezaron las movilizaciones de
oposición a la dictadura por parte de trabajadores y estudiantes.

Juan Carlos de Borbón fue el sucesor designado por Franco para la jefatura del
Estado, a título de príncipe de España, y a la muerte de este, en su proclamación
como rey, juró acatar los principios del Movimiento Nacional destinados a perpetuar
el régimen franquista. Sin embargo, no lo hizo, aunque se basó en el entramado
institucional franquista para promover la Ley para la Reforma Política, ratificada
en referéndum. Su resultado, 94 % a favor de la reforma, inició la transición a la
democracia en 1976.

Índice
1 Características
1.1 El Caudillo y sus poderes
1.2 Los «pilares» de la dictadura
1.3 El papel de las instituciones
1.4 La ideología franquista
1.5 La coalición «contrarrevolucionaria»
1.6 ¿El franquismo, un régimen fascista?
2 Historia
2.1 El primer franquismo (1939-1959)
2.1.1 El franquismo de 1939 a 1945
2.1.2 El franquismo de 1945 a 1950
2.1.3 El franquismo de 1950 a 1959
2.2 El segundo franquismo (1959-1975)
2.2.1 El franquismo de 1959 a 1969
2.2.2 El tardofranquismo (1969-1975)
3 Sociedad y cultura
3.1 Costumbres y usos sociales: del nacionalcatolicismo a la sociedad de consumo
de masas
3.2 Las mujeres durante la dictadura franquista
3.3 Propaganda, censura y medios de comunicación
3.4 El sistema educativo franquista
4 Memoria histórica
4.1 Condenas internacionales
5 Véase también
6 Notas
7 Referencias
8 Bibliografía
9 Enlaces externos
Características
El Caudillo y sus poderes
El principal rasgo definitorio del régimen franquista fue que una única persona, el
Generalísimo Franco —de ahí el nombre con el que se conoce—, acumuló en sus manos
unos poderes omnímodos24 como ningún otro gobernante había gozado jamás en la
historia de España.25 La Ley de Reorganización de la Administración Central del
Estado, promulgada por el propio Franco solo cuatro meses después del final de la
guerra civil española, así lo confirmó al atribuir al Caudillo, «invicto y
providencial», todos los poderes ejecutivos y legislativos:1526

Artículo 7. Correspondiendo al Jefe del Estado la suprema potestad de dictar normas


de carácter general, conforme al artículo 17.º de la Ley de 30 de enero de 1938, y
radicando en él de modo permanente las funciones de gobierno, sus disposiciones y
resoluciones, adopten la forma de Leyes o Decretos, podrán dictarse, aunque no
vayan precedidas de la deliberación del Consejo de Ministros, cuando razones de
urgencia así lo aconsejen, si bien el Jefe del Estado dará después conocimiento a
aquél de tales disposiciones o resoluciones.

Moneda de 5 pesetas acuñada en 1949. En el anverso la efigie del general Franco con
la inscripción Francisco Franco Caudillo de España por la G. [Gracia] de Dios. En
el reverso el nuevo escudo de España.
Como ha señalado Stanley G. Payne, «Franco siempre consideró su propio mandato como
«vitalicio». En uno de sus momentos más bajos, declaró enfáticamente a un destacado
general en una conversación privada: «Yo no haré la tontería de Primo de Rivera. Yo
no dimito, de aquí al cementerio». Franco creía que su victoria absoluta en la
guerra civil le había dado un cierto derecho de conquista, de modo que podía
aspirar a un mandato histórico, incluso divino, para conservar su posición de
Caudillo mientras se lo permitiesen sus condiciones físicas».27 A Franco «le
preocupaban menos las cuestiones ideológicas que a otros dictadores, lo que le
permitió ir adoptando diferentes programas económicos y modalidades de discurso
político. Aunque a nivel conceptual estaba muy próximo a la extrema derecha, y su
sentido pragmático de la realidad es en gran parte un invento de los apologistas
del franquismo, esto no le impidió ejercer cierta habilidad para adaptarse a las
nuevas situaciones marcadas por la política internacional».28

En principio, la legitimidad del poder del general Franco provenía de su


designación por parte de los generales que habían encabezado la sublevación militar
contra la República como «Generalísimo de las fuerzas nacionales de tierra, mar y
aire» y como «jefe del Gobierno del Estado español» al que se conferían «todos los
poderes del Nuevo Estado». De esa manera, Franco personificaba la autoridad del
Ejército, «símbolo efectivo de la unidad nacional», como se afirmaba en uno de los
decretos que promulgó.29

Pero enseguida el general demostró su intención de superar esa categoría de mero


dictador militar para asumir otras fuentes de legitimación de su poder y, en
efecto, muy pronto demostró su voluntad de emular a los dictadores fascistas al
proponerse a sí mismo como el Caudillo de una España «Una, grande y libre». Y al
mismo tiempo se fue forjando la tercera fuente de legitimidad: la de ser una
persona enviada por la Providencia Divina para la «redención» y «salvación» de la
«nación» y de su religión, el catolicismo. El caudillaje como principio de
autoridad se basaría, pues, en el carisma excepcional de un dirigente ejemplar por
sus dotes y capacidades demostradas en una coyuntura específica: la guerra civil
española.30

Así, cuando esta terminó el 1 de abril de 1939, la legitimidad de su poder quedó


plenamente confirmada, por lo que desde entonces la victoria en la guerra se
convertiría en la fuente última y suprema de su autoridad indiscutida y de su
derecho a ejercer el poder de modo vitalicio. Franco era la persona que,
efectivamente, había «salvado» a España de su «destrucción», por lo que tenía
derecho a regir con plenos poderes sus «destinos» durante el resto de su vida. La
inscripción «Francisco Franco, Caudillo de España, por la gracia de Dios» se
imprimió en las monedas que portaban su efigie.31 Por otro lado, el «mito de la
Cruzada», la negación de la existencia de una guerra civil iniciada por una
insurrección militar —la contienda de 1936-1939 había sido una «Cruzada de
Liberación» desencadenada por un Alzamiento Nacional—, se convirtió «en uno de los
nexos de identidad de las familias franquistas».32

Los «pilares» de la dictadura


La dictadura franquista se apoyó en tres «pilares»: el Ejército, la Iglesia y el
partido único15 Falange Española Tradicionalista y de las JONS. Como el mismo
Franco reconoció en privado, «la Falange, el Ejército y la Iglesia» son las tres
«fuerzas» que constituyen «la base del Movimiento Nacional».15

Los militares, al menos durante el primer franquismo, ocuparon cerca del 40 % de


los altos cargos de la administración y de las empresas estatales, y siempre habrá
entre cuatro y siete ministros militares.33 Además, el Ejército siempre actuó como
el garante último de la continuidad del franquismo y durante mucho tiempo fue el
instrumento principal en la represión de cualquier movimiento u organización de
oposición a la dictadura franquista.1534 La Iglesia católica proporcionó la
justificación ideológica, militante y beligerante del franquismo.15 El partido
único FET y de las JONS fue «el instrumento clave para organizar a los partidarios
del régimen, suministrar fieles servidores administrativos y encuadrar y controlar
a la sociedad civil a través de sus órganos dependientes (Organización Sindical,
Sección Femenina, Frente de Juventudes)».1533

El papel de las instituciones


El franquismo no se dotó del equivalente a una constitución de los regímenes
liberales o democráticos porque Franco siempre se mostró reacio a promulgar leyes
que pudieran obligarle a él mismo, ya que lo que más le importó durante su larga
dictadura fue conservar intacto todo su inmenso poder del que sólo era responsable
«ante Dios y ante la historia» —y ante nadie más—.35 Así, bajo el franquismo la
fuente de autoridad fue el propio Franco, no las instituciones, y el Caudillo solo
fue promulgando las llamadas «leyes fundamentales» de su régimen cuando lo creyó
necesario para afianzarlo. «La estructura definitiva del sistema de Franco se creó,
en consecuencia, lentamente, en el periodo comprendido entre los años 1942 y 1947.
[…] En 1943 se constituyeron unas Cortes totalmente controladas, basadas en el
corporativismo; en 1945 se promulgó un conjunto muy limitado de derechos llamado
Fuero de los Españoles y finalmente, en 1947, se instituyó una monarquía de
carácter meramente nominal».36

Desde el punto de vista institucional, el órgano más importante fue el Gobierno,


pues este se constituyó en el «lugar» de representación de las «familias» que
integraban la coalición derechista franquista —falangistas, carlistas, monárquicos
y católicos—, sin olvidar la presencia de los mandos militares, como corresponde al
origen del régimen. El propio Franco lo reconoció en privado: «los gobiernos deben
tener una representación de las fuerzas que han contribuido a la victoria».15 Como
ha señalado el historiador Enrique Moradiellos, «la habitual reunión de los viernes
del Consejo de Ministros habría de ser el decisivo foro de encuentro y debate
franco y reservado entre las fuerzas de la coalición franquista; el mismo foro que
en un régimen liberal y democrático desempeña el Parlamento o los órganos de la
prensa libre». Y además «Franco tuvo la gran habilidad de ejercer un continuo
arbitraje moderador entre todas ellas,... contraponiendo a unas «familias» contra
otras para evitar el excesivo crecimiento de una única opción que pudiera hacer
sombra a su poder personal y a su condición arbitral».15

La ideología franquista
Véanse también: Simbología del franquismo y Lemas del franquismo.
La ideología —o mentalidad— franquista se basaba en cinco sencillas y genéricas
«ideas motrices» «que recogían el universo doctrinal compartido por todas las
instituciones y "familias" de la derecha española por igual y sin conflicto»:37

El antiliberalismo, que se reflejaba en su rechazo a todos los principios e ideas


propias de los regímenes liberales y democráticos, identificados con la masonería.
Al principio este antiliberalismo fue acompañado del anticapitalismo propio de la
retórica fascista.
El anticomunismo, en el que el franquismo incluía no solo al comunismo propiamente
dicho, sino a todas las ideas y organizaciones obreristas, incluidas las
socialistas y anarquistas. Además, el franquismo al igual que los fascismos
identificaba el «comunismo» —o «bolchevismo»— con el «judaísmo».
El radical nacionalismo españolista uniformista y centralista, que tachaba de
«separatista» cualquier idea o proyecto diferente por moderado que fuera.
El catolicismo integrista, que dará nacimiento al «nacionalcatolicismo».
El conservadurismo social tradicional y reaccionario que puso fin a las medidas
secularizadoras y modernizadoras republicanas (como la Ley de Divorcio, los
cementerios civiles, la coeducación, la educación laica, etc.) al entregar de nuevo
al clero católico el control de las costumbres civiles y de la vida intelectual del
país.
Así, por ejemplo, en el libro de texto de 1939 Catecismo patriótico español, del
obispo Menéndez-Reigada,38 se decía que «los enemigos de España son siete: «el
liberalismo, la democracia, el judaísmo, la masonería, el capitalismo, el marxismo
y el separatismo».39

El historiador Javier Tusell señala en su obra Historia de España en el siglo XX


(1999) en relación a la ideología del régimen:40

Si la voluntad fascistizadora, sin duda, existía, cabe preguntarse, sin embargo,


por qué no sólo no triunfó, sino por qué estuvo siempre muy lejos de conseguirlo.
Por supuesto, la respuesta a esta pregunta se encuentra en la dinámica política, es
decir, en la propia evolución de los acontecimientos en los que, como hemos visto,
se entrelazó estrechamente la política interna con la situación internacional. En
suma, la fascistización del régimen sólo hubiera sido posible en el caso de que la
España de Franco hubiera decidido intervenir en la guerra mundial al lado del Eje;
eso hubiera traído, con toda probabilidad, una modificación paralela de sus
estructuras políticas definitiva e irreversible.
Javier Tusell, Historia de España en el siglo XX. III. La dictadura de Franco
(1999)40
El historiador estadounidense Stanley G. Payne en su libro El fascismo (1982)
califica al franquismo de 1939 a 1945 de «semifascista» y a partir de la segunda
fecha en adelante de «autoritario burocrático»:41

Es innegable que el franquismo inicialmente contenía un importante componente de


fascismo; pero estaba tan limitado en el marco de una estructura derechista,
pretoriana, católica y semipluralista que probablemente sería más exacto aplicarle
la categoría de «semifascista». (...) A finales de 1945, España había avanzado
bastante en el proceso de transición de un Estado semifascista y parcialmente
movilizado a un régimen «autoritario burocrático», corporativista y no movilizado.
Stanley G. Payne, El fascismo (1982)41
La coalición «contrarrevolucionaria»
Dentro de una completa subordinación al «Caudillo», hubo diferentes «familias» o
grupos —nunca partidos— con diversa sensibilidad política. Cada una trató de
influir en las decisiones del dictador, y la habilidad de éste consistió en
confiarles parcelas de poder convenientemente medidas, apoyarse sucesivamente en
una «familia» u otra según conviniera en cada momento, desplazando del primer plano
(sin dejar de contar con ellas) a las que se hacían incómodas por alguna razón
interna o externa y garantizarse de esa manera su presencia indiscutida en el
poder. Cuando estalló algún escándalo que podía atribuirse de algún modo a los
recelos entre las familias (como el caso MATESA), Franco optaba por soluciones
expeditivas y salomónicas («castigar» a ambas partes, de forma paternalista). Eran
habituales las expresiones de Franco en que despreciaba la actividad política
(propia de «politicastros»), e incluso ninguneaba a sus propios ministros,
haciéndose célebre su consejo: «haga como yo, no se meta en política».42

Falangistas
Véase también: FET y de las JONS

Yugo y flechas para camisa. Años 1940.


Los «camisas viejas» de la Falange original de José Antonio Primo de Rivera muy
pronto empezaron a recelar de los «camisas nuevas» incorporados, sobre todo, en la
Guerra Civil, especialmente cuando el Decreto de Unificación suprimió todos los
partidos reuniendo a los que apoyaron el Alzamiento Nacional en el partido único
FET y de las JONS (Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva
Nacional Sindicalista), al servicio del liderazgo absoluto de Franco.43 El partido
único aspiraba a controlar la vida social y económica a través del resto de las
instituciones del Movimiento: Frente de Juventudes, Sección Femenina, Sindicato
Vertical, Auxilio Social, etc.

Dentro del gobierno los falangistas desempeñaron las carteras sociales, como el
Ministerio de Trabajo, el de Vivienda y el de Agricultura, además del ministro-
secretario general del Movimiento (miembro nato del gobierno, aunque sujeto también
a la designación por parte del Caudillo). En el primer franquismo alcanzaron un
37,9 % de los ministerios y un 30,3 % de los altos cargos de la administración. Un
ejemplo notable fue José Antonio Girón de Velasco, el ministro más joven (30 años)
y uno de los que duró más en el gobierno (1941-1957). Otro nombre destacable fue
José Luis Arrese.44 También hubo «aperturistas» procedentes de la «familia azul»,
como quien finalmente llevó a cabo la transición democrática, Adolfo Suárez. Esa
«pluralidad» se podía observar en las publicaciones afines: el diario El Alcázar
(que, tras distintas orientaciones, desde 1968 expresó las opiniones de lo que se
denominó el «búnker» —sector que aglutinaba a la derecha más extrema), el
oficialista Diario Arriba y Diario Pueblo, cercano a los sindicatos verticales y
dirigido por Emilio Romero.

Católicos
Valle de los Caídos, monumento franquista de carácter religioso en el cual yace
Primo de Rivera.
Desde el comienzo del franquismo, la Asociación Católica Nacional de Propagandistas
demostró mucha actividad, dirigida por los obispos y especialmente por la figura de
Ángel Herrera Oria, que controlaba también la prensa católica (Diario Ya). Esta
«familia» tenía una especial relación con el exterior, por su vinculación con la
Santa Sede y las democracias cristianas europeas. Controlaban el Ministerio de
Asuntos Exteriores y el Ministerio de Educación. Un buen ejemplo fue Joaquín Ruiz-
Giménez. La ACNdP también controló el sistema de represión franquista durante el
final de la guerra y la posguerra en España: los dos primeros ministros de Justicia
(Tomás Domínguez y Esteban Bilbao) y el primer director general de prisiones de la
Dictadura (Máximo Cuervo) fueron propagandistas.45

A partir de 1957 accedieron al gobierno los ministros económicos (denominados


«tecnócratas») procedentes del Opus Dei (congregación religiosa fundada por José
María Escrivá de Balaguer), y protegidos por Luis Carrero Blanco: Mariano Navarro
Rubio y Alberto Ullastres, responsables del Plan de Estabilización de 1959 y el
desarrollismo posterior. Y al frente de todos ellos Laureano López Rodó.

La renovación de la Iglesia católica en el Concilio Vaticano II propició un


distanciamiento con el régimen franquista de una parte de la jerarquía
eclesiástica, dirigida por el cardenal Vicente Enrique y Tarancón. Llegó a ser muy
evidente en el caso Añoveros.

Tradicionalistas
Los tradicionalistas o carlistas perdieron gran parte de su relevancia política en
cuanto acabó la guerra. No obstante, mantuvieron ciertas cotas de poder. El área
que se les confiaba era el Ministerio de Justicia y la presidencia de las Cortes.
Ejemplo de ello fueron Esteban de Bilbao Eguía y Antonio Iturmendi Bañales, ambos
ministros de justicia y presidentes de las Cortes Españolas.

Monárquicos
Su órgano de expresión era el periódico ABC, de la familia Luca de Tena. Sus
relaciones con el régimen pasaron por acercamientos y distanciamientos (llegando a
algún tipo de represión, como el secuestro de una edición de ABC en 1966 o el
destierro de los que acudieron al llamado Contubernio de Múnich en 1962), al igual
que la relación ambigua que mantuvieron el general Franco y el pretendiente a la
Corona, Juan de Borbón, que se mantuvo exiliado en Estoril, desde donde mantenía un
consejo privado en el que se incluían personajes destacados de la dictadura, como
José María Pemán o Pedro Sainz Rodríguez.46

España se definió en las Leyes Fundamentales como un reino, pero Franco se negó a
ceder la jefatura del Estado o designar sucesor como preveía la Ley de Sucesión en
la Jefatura del Estado (votada en referéndum en 1947, en un acto de legitimación de
masas del franquismo), y mucho menos a un personaje en quien no confiaba, el conde
de Barcelona (título medieval de soberanía, vinculado a la corona de España que
usaba Juan de Borbón), a pesar de ser el heredero del rey anterior (Alfonso XIII).

Mientras tanto, su hijo Juan Carlos estaba siendo educado en España separado de su
padre. Finalmente quien obtuvo la designación fue Juan Carlos, en 1969 y tras una
prolongada espera, no sin signos inquietantes de que podía optarse por cualquier
otro «príncipe de sangre real» (como Alfonso de Borbón Dampierre, primo de Juan
Carlos, que contrajo matrimonio con Carmen Martínez-Bordiú Franco, nieta del
dictador, y que reclamó simultáneamente sus derechos legítimos sobre el trono de
Francia). En la enfermedad final de Franco, Juan Carlos, titulado príncipe de
España, llegó a ocupar interinamente la jefatura del Estado en 1974, que le fue
retirada como consecuencia de una transitoria mejoría del «Caudillo». En este
contexto, se refirió al dictador como «figura decisiva históricamente y
políticamente para España» o que «para mi es un ejemplo, día a día por su desempeño
patriótico al servicio de España, y además tengo un afecto y admiración muy grande
para él».47

Además, Juan Carlos hubo de jurar lealtad a los principios del Movimiento Nacional
tanto en su designación como príncipe en 1969 como en su proclamación real tras la
muerte de Franco en noviembre de 1975 mientras que en su primer discurso navideño
habló de su «tristeza» ante la pérdida del «Generalísimo» y su «respeto y
admiración» hacia él.48

¿El franquismo, un régimen fascista?


Artículo principal: Naturaleza del franquismo

Estatua ecuestre del Generalísimo Franco, obra del escultor José Capuz, que se
encontraba en la plaza del Caudillo (actual plaza del Ayuntamiento) de Valencia.
Fue inaugurada en 1964 con motivo de la celebración de los «XXV Años de Paz». Fue
retirada de la plaza en 1983 y trasladada a la sede de la Capitanía General de
Valencia en el Convento de Santo Domingo. En aplicación de la Ley de Memoria
Histórica fue llevada en 2010 a un acuartelamiento de Bétera, donde se encuentra en
la actualidad.
La cuestión de si el franquismo fue un régimen fascista ha sido el núcleo central
del largo, intenso e inacabado debate historiográfico sobre la naturaleza del
franquismo.49 Este debate, en el que no sólo han intervenido historiadores sino
también politólogos, sociólogos y juristas (e incluso protagonistas de los
hechos),49 ha girado en torno a dos posturas fundamentales: la que defienden los
que consideran que el franquismo fue un régimen fascista y la de los que siguiendo
la propuesta del politólogo Juan José Linz, formulada en 1964, lo consideran un
régimen autoritario, pero no fascista. Las dos posiciones han ido acercándose a lo
largo de los años ya que los defensores de la tesis del régimen autoritario han
reconocido la existencia de una fase inicial «semifascista» en el franquismo (como
Stanley G. Payne o Javier Tusell)50, e incluso el propio Linz ha caracterizado ya
al franquismo como un régimen autoritario «con componente fascista»,51 y los que
definen el régimen franquista como fascista, han añadido algún tipo de matiz para
diferenciarlo del «fascismo clásico».52

Sin embargo, como no se llegaba a alcanzar un consenso sobre el tema el historiador


Ismael Saz propuso en 1993 considerar al franquismo como un «régimen fascistizado»,
alternativa que fue aceptada por algunos historiadores y que cuando menos introdujo
en el debate el concepto de fascistización. Con su propuesta de «dictadura
fascistizada» Saz consideraba que se captaba la «especificidad» del franquismo:
«los elementos que le asemejan al fascismo lo diferencian nítidamente de las
simples dictaduras de derechas o regímenes autoritarios; los que los distancian de
aquél impiden su consideración como dictadura fascista. En la combinación de ambas
facetas está la esencia del régimen franquista».53 En el cuadro siguiente se
exponen las diferencias y coincidencias entre el franquismo y el fascismo según
Saz:

Coincidencias y diferencias entre el franquismo y los regímenes fascistas, según


Ismael Saz.
Coincidencias Diferencias
La dictadura franquista se basaba en la misma alianza antidemocrática y
contrarrevolucionaria que la italiana o alemana, era tan represiva ―y en cierto
sentido incluso más― que aquellas; La correlación de fuerzas en el seno de la
alianza contrarrevolucionaria no fue nunca favorable al sector fascista; su
política represiva y aniquiladora de la oposición obrera y democrática sólo fue
parcialmente acompañada de un esfuerzo de removilización o articulación de un
consenso activo; hubo algo de política de plaza pero bastante más de cárcel,
iglesia y cuartel;
Se estructuraba sobre la base de un partido único y en el principio del caudillaje;
El partido único fue realmente un partido unificado desde arriba y desde
fuera; el caudillo no era la expresión, plasmación o concreción, de alguna forma de
supuesta voluntad popular, sino en todo caso de la voluntad divina —por la gracia
de Dios— y militar;
Tenía la misma concepción centralizada y uniformadora del Estado; copió buena parte
de las instituciones esenciales del régimen fascista italiano; El Estado
franquista era menos intervencionista y más respetuoso de la sociedad civil que el
fascista, pero estaba también mejor estructurado, carecía, es decir, de las
connotaciones anárquicas y darwinistas, propias, en mayor o menor grado, de los
regímenes fascistas;
Adoptó algo parecido a una ideología oficial; La ideología oficial podía ser o no
una ideología pero desde luego no era una ideología fascista;
Instauró unas estructuras pretendidamente supraclasistas o corporativas y se
refugió en la autarquía económica; Nadie creyó nunca al sindicalismo del Sindicato
Vertical, y la autarquía más que obedecer a la lógica interna de los regímenes
fascistas... conectaba perfectamente con las tendencias autárquicas, defensivas, de
un capitalismo que más que en expansión hacia fuera buscaba protección frente al
exterior;
Anunció, como las dictaduras fascistas, su propósito de durar. Quiso durar con
mucho de la retórica e instrumentos del modelo fascista mientras existiese el
dictador, para dejar paso después a una monarquía más o menos tradicional pero que,
desde luego, poco tendría que ver ya con el fascismo.
Historia
El primer franquismo (1939-1959)
Artículo principal: Primer franquismo
El primer franquismo (1939-1959) fue la primera gran etapa de la historia de la
dictadura del general Franco comprendida entre el final de la guerra civil española
y el abandono de la política autárquica con la aplicación del Plan de
Estabilización de 1959, que dio paso al franquismo desarrollista o segundo
franquismo que duró hasta la muerte del Generalísimo. Se suele dividir en tres
subetapas: la primera de 1939 a 1945 que se corresponde con la Segunda Guerra
Mundial y durante la cual el régimen franquista experimentó un proceso de
fascistización ya iniciado durante la guerra civil para asemejarse a la Alemania
nazi y, sobre todo, a la Italia fascista y que se vio abortado por la derrota de
las potencias del Eje; la segunda subetapa, de 1945 a 1950, constituyó el período
más crítico de la historia de la dictadura franquista a causa del aislamiento
internacional al que fue sometido y a la ofensiva de la oposición, pero los cambios
«cosméticos» que introdujo y sobre todo el estallido de la Guerra Fría acabó
reintegrándolo al bloque occidental anticomunista; la tercera etapa, de 1951 a
1959, ha sido llamada también el decenio bisagra54 por constituir una época
intermedia entre el estancamiento de los «autárquicos» años 1940 y la
«desarrollista» de los años 1960, y que también ha sido caracterizada como la época
del «esplendor del nacional-catolicismo».

El franquismo de 1939 a 1945


Artículo principal: Franquismo de 1939 a 1945

El general Franco junto al dirigente nazi Heinrich Himmler, durante su visita a


Madrid (1940).
Cuando se inició la Segunda Guerra Mundial el 1 de septiembre de 1939, el general
Franco se vio obligado a proclamar «la más estricta neutralidad» de España debido a
las precarias condiciones económicas por las que atravesaba el país tras una guerra
civil que hacía solo cinco meses que había terminado.55 Pero las victorias alemanas
sobre Holanda, Bélgica y Francia en junio de 1940 y la entrada en la guerra de
Italia del lado de Alemania —el día 10—, dieron un vuelco a la situación. Y así el
13 de junio de 1940, cuando los alemanes estaban a punto de entrar en París, el
general Franco abandonaba la «estricta neutralidad» y se declaraba «no
beligerante», que era el estatuto que había adoptado Italia antes de entrar en la
guerra. Al día siguiente las tropas españolas ocupaban Tánger, ciudad internacional
que quedó incorporada de hecho al Protectorado español de Marruecos.56
El 23 de octubre de 1940 Franco y Hitler mantuvieron una entrevista en Hendaya para
intentar resolver los desacuerdos sobre las condiciones españolas para su entrada
en la guerra del lado de las potencias del Eje. Un primer resultado del encuentro
fue la firma de un protocolo secreto en el que Franco se comprometía a entrar en la
guerra en una fecha que él mismo determinaría y en el que Hitler garantizaba solo
vagamente que España recibiría «territorios en África».5758 Otro resultado fue que,
cuando Hitler inició la invasión de la Unión Soviética el 22 de junio de 1941, el
general Franco decidió enviar un contingente de soldados y oficiales voluntarios
(unos 47 000 soldados en total, incluidos los diferentes relevos), que sería
conocido con el nombre de «División Azul» (por el color del uniforme falangista).59
60

Visita a Berlín de Ramón Serrano Suñer, acompañado del general Sagardía, siendo
recibido por Himmler.
Al compás de los éxitos militares del Eje el régimen franquista aceleró su proceso
de fascistización, es decir, de adopción del ideario fascista y de sus formas
específicas de organización política y social, siguiendo sobre todo el modelo de la
Italia fascista, que había comenzado en la zona sublevada en plena guerra civil.61
La inspiración y dirección del proceso corrió a cargo del cuñadísimo Ramón Serrano
Suñer. Así se puso en marcha el encuadramiento y la movilización social a través de
tres organizaciones sectoriales del «partido único» FET y de las JONS (el Frente de
Juventudes, el Sindicato Español Universitario (SEU) y la Sección Femenina, cuya
finalidad era «formar a la mujer con sentido cristiano y nacionalsindicalista») y
un extenso entramado «nacionalsindicalista», llamado Organización Sindical Española
(OSE), en el que estaban obligados a afiliarse todos los «productores» (empresarios
y trabajadores).62

El 17 de julio de 1942, el general Franco promulgaba su segunda «ley fundamental»,


la Ley Constitutiva de las Cortes, como «órgano superior de participación del
pueblo español en las tareas del Estado» y ámbito para «el contraste de pareceres,
dentro de la unidad del régimen», pero que no tenían ninguna capacidad legislativa,
sino meramente «consultiva».63

Sin embargo, el proceso de fascistización provocó serios temores entre los otros
dos pilares del franquismo, la Iglesia católica y el Ejército.64 Las tensiones con
el «partido único» acabarían estallando en agosto de 1942 con el atentado de Begoña
que provocó una grave crisis política que el general Franco resolvió destituyendo
al «cuñadísimo» Serrano Suñer que fue sustituido por el general monárquico
Francisco Gómez-Jordana que volvía a hacerse cargo del Ministerio de Asuntos
Exteriores.6566

En noviembre de 1942 tropas británicas y estadounidenses desembarcaban en el norte


de África para desalojar de allí al Afrika Korps de Rommel y a las tropas
italianas. Para Franco era el fin de sus sueños imperiales y un posible riesgo de
invasión por parte de los aliados dado su alineamiento con Alemania e Italia.5967
Pero no fue hasta después de la caída de Mussolini en julio de 1943 tras el
desembarco aliado en Sicilia, cuando el general Franco volvió a la «estricta
neutralidad» en contra de sus propios deseos68 y en noviembre ordenaba la retirada
del frente ruso de la «División Azul» además de la paralización del proceso de
fascistización.69

El cambio en el signo de la guerra propició la más grave crisis que vivió el poder
dictatorial del Generalísimo Franco. El 8 de septiembre de 1943, recibió una carta
firmada por ocho de los doce tenientes generales en la que le pedían que
considerase la restauración de la monarquía, tal como le había reclamado don Juan
de Borbón, heredero legítimo de Alfonso XIII, en una carta enviada al Generalísimo
unos meses antes —será la única vez en 39 años que la mayoría de los generales le
pedían a Franco que renunciara—. Pero Franco no hizo la más mínima concesión y se
limitó a esperar y a situar en los puestos claves a militares fieles a su
persona.63

Cartilla de racionamiento española de 1945.


Mientras tanto la situación económica no mejoraba debido fundamentalmente a la
catastrófica política económica autárquica e intervencionista que se estaba
aplicando.70 El resultado era una pésima asignación de los recursos productivos, y
la prueba del mal funcionamiento del sistema fue que inmediatamente surgió, al
margen del mercado regulado (y de las cartillas de racionamiento), un mercado
negro, conocido como «estraperlo», hacia el que se canalizaban los productos ya que
a allí alcanzaban unos mayores precios.71

Imagen de arado en 1950 en El Saucejo, provincia de Sevilla. La agricultura


española durante los años cuarenta se caracterizó por la baja productividad y la
escasa tecnificación.
Así pues, la aplicación de la política autárquica e intervencionista al servicio de
«un Estado imperial militar» provocó «una profunda depresión económica que duró más
de una década».72 Se produjo una fuerte caída de la producción agraria que provocó
una gravísima hambruna72 y únicamente cuando la escasez llegó a ser dramática en la
segunda mitad de la década de los 40, el general Franco, autorizó la importación de
productos alimentarios, por lo que sólo gracias al trigo argentino y
estadounidense, España se salvó de una total catástrofe alimentaria.73

Empeoraron las condiciones de vida y trabajo de los jornaleros, de los campesinos


pobres, de los obreros de las industrias y de los trabajadores de los servicios,
con un marcado descenso de los salarios reales.74 Se interrumpió el proceso de
industrialización que España venía experimentando desde la segunda década del siglo
XX, y no se consiguió recuperar los niveles industriales de 1935 hasta quince años
después de terminada la guerra, en 1955.75 Se disparó la inflación, debido a los
cuantiosos déficits presupuestarios financiados con emisiones de deuda pignorable
que era tomada por la banca privada, que la podía transformar inmediatamente en
efectivo (monetizar) en el Banco de España.76 El historiador de la economía Carlos
Barciela al hacer balance de los años de la autarquía franquista ha destacado que
«el consumo de la población, incluido el de productos de primera necesidad se
hundió de forma dramática, y el hambre se cebó en millones de españoles»77 por lo
que concluye que la «evolución de la economía española en los años cuarenta fue
catastrófica».78

El franquismo de 1945 a 1950

Caricatura del dibujante estadounidense John F. Knott (1945) en el que aparece un


general Franco con la esvástica nazi que se ve amenazado por su colaboración con
las potencias del Eje en la Segunda Guerra Mundial, como las declaraciones a favor
de la victoria de la Alemania nazi o el envío de la División Azul al frente ruso.
En la Conferencia de Potsdam las tres potencias vencedoras en la ll Guerra Mundial
(Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Soviética) hicieron pública una
declaración sobre la «cuestión española» que decía:79
Los tres gobiernos, sin embargo, se sienten obligados a declarar que, por su parte,
no apoyarán ninguna solicitud de ingreso (en la ONU) del presente Gobierno español,
el cual, habiendo sido establecido con el apoyo de las potencias del eje, no posee,
en razón de sus orígenes, su naturaleza, su historial y su asociación estrecha con
los países agresores, las cualidades necesarias para justificar ese ingreso.
La probable victoria de los aliados en la Segunda Guerra Mundial había suscitado
enormes expectativas entre la oposición republicana, lo que había dado lugar a la
creación de la Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas80 y al recrudecimiento de
la actividad guerrillera (el «maquis»), cuyo hecho más destacado fue el intento de
invasión del Valle de Arán en octubre de 1944 por parte de un contingente de unos
6000 guerrilleros comunistas, pero que constituyó un sonoro fracaso.81

José Giral, Presidente del Gobierno de la República en el exilio.


Mientras, en agosto de 1945, se celebró una sesión especial de las Cortes
republicanas en México en la se nombró un gobierno presidido por José Giral, del
que quedaron excluidos los negrinistas y los comunistas.82 Sin embargo, el gobierno
republicano no fue reconocido por ninguna de las potencias vencedoras ni por la
ONU, por lo que José Giral acabaría presentando su dimisión en febrero de 1947.83
Además la oposición republicana se dividió entre los partidarios de aliarse con los
monárquicos y aceptar un referéndum sobre la forma de Estado, y los que siguieron
defendiendo la legitimidad republicana.82

Paralelamente los monárquicos recrudecieron su ofensiva. El 19 de marzo de 1945,


cuando la derrota de Hitler estaba muy cercana, don Juan de Borbón rompía
totalmente con el franquismo al hacer público el Manifiesto de Lausana en el que
declaraba que «el régimen implantado por el general Franco, inspirado desde el
principio en los sistemas totalitarios de las Potencias del Eje», era incompatible
con la victoria aliada y «compromete también el porvenir de la Nación». Por eso
mismo pedía Franco que dejara paso a la «Monarquía tradicional».84 En febrero de
1946 don Juan trasladó su residencia oficial a Estoril (cerca de Lisboa) donde
recibió una carta de bienvenida firmada por 458 miembros de la elite española,
incluidos dos exministros, lo que causó una honda preocupación en Franco —«es una
declaración de guerra», dijo.8586

La respuesta del franquismo al aislamiento internacional y al recrudecimiento de la


oposición monárquica, fue la paralización definitiva del proceso de fascistización,
y la introducción de ciertos cambios que lo hicieran más presentable exteriormente,
«pero sin reducir un ápice el poder omnímodo y vitalicio» del «Generalísimo».84 Un
primer paso fue la promulgación el 17 de julio de 1945, del Fuero de los Españoles,
tercera de las «leyes fundamentales», que pretendía ser una carta de derechos y
libertades pero imponía muchas restricciones y no daba garantías en su ejercicio
por lo que constituyó una mera manifestación retórica.87 Un segundo paso fue
nombrar un nuevo gobierno en el que daba entrada al político católico Alberto
Martin Artajo, que se iba a encargar del Ministerio de Asuntos Exteriores, el más
trascendental en aquellos momentos, y que iba estar acompañado de otros dos
ministros de esa misma tendencia. El objetivo era reforzar el catolicismo del
Régimen y ofrecer una nueva imagen al mundo.88 Así el gobierno eliminó buena parte
de los símbolos falangistas, como el saludo fascista con el brazo en alto, y a la
hora de referirse al «partido único» ya no se utilizó el término oficial Falange
Española Tradicionalista y de las JONS sino que se prefirió utilizar el nombre de
«Movimiento Nacional».88 Y en su lugar se dio prioridad a la base católica del
franquismo lo que dio nacimiento a lo que se llamó más tarde «nacionalcatolicismo»:
la identificación de la Iglesia católica con el régimen franquista. Así, aunque la
vuelta a muchos aspectos de la vida religiosa ya se había producido durante la
guerra civil y la inmediata posguerra, los ritos religiosos se introdujeron en
todos los aspectos de la vida, tanto pública como privada.89 El 22 de octubre de
1945 Franco promulgó la Ley del Referéndum Nacional —cuarta de las «leyes
fundamentales»— que permitía al Jefe del Estado someter a consulta de los españoles
aquellos proyectos de ley que considerase oportunos.88

Áreas donde actuó el maquis.


Finalmente Franco, siguiendo los consejos de Luis Carrero Blanco,90 ordenó «cerrar
filas» en torno al régimen y recordó obsesivamente la guerra civil. Para ello la
actividad guerrillera fue utilizada como «prueba» de que la guerra civil
continuaba.79
Sin embargo, los cambios «cosméticos» y la campaña y la actividad desplegada para
convencer al mundo de que el franquismo no había tenido nada que ver con las
potencias fascistas derrotadas en la guerra, no surtieron ningún efecto inmediato.
El ostracismo efectivo del régimen franquista se inició el 28 de febrero de 1946,
cuando el gobierno francés cerró la frontera con España y cuatro días después una
declaración conjunta de Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia expresaba su repudio
del franquismo y su confianza en que «españoles patriotas y de espíritu liberal
encontrarán los medíos para conseguir una pacífica retirada de Franco» y el retorno
a la democracia.91

Al mismo tiempo la cuestión de las sanciones a imponer al régimen franquista fue


debatida en la ONU a lo largo de ese año, 1946, siempre con la negativa de Gran
Bretaña y de Estados Unidos a acordar medidas económicas o militares. Finalmente,
el 12 de diciembre de 1946, la Asamblea General de la ONU acordó por 34 votos a
favor, seis en contra y trece abstenciones, la condena del régimen franquista en la
que se decía que «por su origen, naturaleza, estructura y comportamiento general,
el régimen de Franco es un régimen fascista, organizado e implantado en gran parte
merced a la ayuda de la Alemania nazi y de la Italia de Mussolini», lo que «hace
imposible que este pueblo participe con los de las Naciones Unidas en los asuntos
internacionales… hasta que se forme en España un gobierno nuevo y adecuado… cuya
autoridad emane del consentimiento de los gobernados». A continuación recomendaba
la inmediata retirada de los embajadores acreditados en Madrid. Esta última medida
fue aplicada por la gran mayoría de los países.92

El régimen franquista organizó el 9 de diciembre de 1946 una gran manifestación de


«indignación nacional» en la Plaza de Oriente de Madrid bajo el lema «¡Franco sí,
comunismo no!» y desde el balcón principal del Palacio Real el Caudillo se dirigió
a la multitud y atribuyó el aislamiento del régimen a una conjura de la masonería y
el comunismo.93 Además el mismo día que la Asamblea General de la ONU condenaba al
régimen, las Cortes franquistas aprobaban acuñar nuevas monedas con la efigie de
Franco con la leyenda: «Francisco Franco Caudillo de España por la Gracia de
Dios».88 Otra vía para hacer frente al aislamiento fue buscar el apoyo
internacional de los círculos católicos y anticomunistas en todo el mundo,
especialmente entre los países latinoamericanos —donde encontró el apoyo del
general Juan Perón en Argentina—.91

Llegada de Evita Perón a España (1947). La Argentina de Juan Perón fue uno de los
pocos apoyos con que pudo contar la dictadura franquista durante su aislamiento
internacional.
Sin embargo, la estrategia principal del franquismo para sobrevivir fue buscar la
legitimación monárquica. Así, en marzo de 1947 se dio a conocer la «crucial» Ley de
Sucesión en la Jefatura del Estado (quinta «ley fundamental»), en cuyo artículo 1°
se definía la forma del régimen político español como «un Estado católico, social y
representativo, que, de acuerdo con su tradición, se declara constituido en Reino».
El artículo 2° otorgaba de modo vitalicio la «Jefatura del Estado» al «Caudillo de
España y de la Cruzada, Generalísimo de los Ejércitos», convirtiendo así a Franco
en regente de hecho y de por vida en esta «monarquía sin rey». El artículo 6°
confería a Franco el derecho a designar sucesor «a título de Rey o de Regente» «en
cualquier momento» y con plena capacidad de revocación de su decisión.94

Al no hacerse mención a ningún derecho dinástico de sucesión, la respuesta de don


Juan fue una nueva declaración —el Manifiesto de Estoril del 7 de abril de 1947— en
la que rechazó la Ley y defendió los derechos hereditarios de sucesión al trono,
que recaían en su persona. Este mensaje no se hizo público en España, donde la
prensa lanzó una campaña contra «el pretendiente».95 Como ha señalado Paul Preston,
a partir de la promulgación de la Ley de Sucesión, Franco actuó «al modo de un
monarca en el recientemente proclamado reino de España» y «tomó para sí las
prerrogativas reales hasta el punto de crear títulos nobiliarios».96 Para buscar la
legitimidad «democrática» del régimen, la ley fue primero aprobada por las Cortes
el 7 de junio, y luego sometida a referéndum el 6 de julio de 1947, produciéndose
una altísima participación y el voto afirmativo del 93 % de los votantes como
resultado de la propaganda oficial —la única que se permitió— y de otras medidas de
presión —por ejemplo, la presentación y sellado de la cartilla de racionamiento
como forma de identificación electoral—.95

A finales de 1947 aparecieron las primeras pruebas de que el inicio de la guerra


fría estaba cambiando la actitud de las potencias occidentales hacia el régimen de
Franco al tener España un valor estratégico para el bloque del «mundo libre» ante
un posible «ataque comunista» sobre Europa Occidental. A principios de 1948 Francia
reabría la frontera con España y a principios de 1949 el régimen franquista recibía
el primer crédito concedido por un banco estadounidense con la aprobación de su
gobierno —por valor de 25 millones de dólares—.97

El proceso de «rehabilitación» de la dictadura franquista se completó formalmente


en 1950, después de que en junio de ese año estallara la guerra de Corea. El 4 de
noviembre de 1950 la Asamblea General de la ONU revocó por amplia mayoría —gracias
al apoyo estadounidense y a la abstención francesa y británica— la resolución de
condena del régimen franquista de diciembre de 1946. Así en los meses siguientes
regresaron a Madrid los embajadores occidentales y se aprobó la entrada de España
en los organismos internacionales especializados de la ONU.98

Franco dando un discurso en Éibar en 1949. Durante la época del aislamiento del
régimen el general Franco aparecía pocas veces vestido de militar.
La rehabilitación internacional del régimen franquista y la aprobación en
referéndum de la Ley de Sucesión en julio de 1947 debilitó hasta tal punto a la
opción monárquica, que don Juan de Borbón cambió de estrategia respecto a Franco y
el 25 de agosto de 1948 se entrevistó con el Generalísimo en su yate Azor anclado
en el golfo de Vizcaya. Como resultado de la misma se acordó que el hijo de don
Juan, Juan Carlos de Borbón, se educaría en España bajo la tutela del general
Franco —el 7 de noviembre el príncipe, de diez años de edad, llegaba a España—.99

Por su parte, la oposición republicana, ante el reconocimiento internacional del


franquismo, se quedó sin argumentos, y la actividad guerrillera decayó. Los
comunistas abandonaron la guerrilla por completo en 1952, mientras que los
anarquistas aún llevarían a cabo acciones esporádicas hasta 1963. Así pues, desde
1949 y hasta la década de los sesenta, la oposición antifranquista interna y del
exilio vivió su «travesía del desierto».100

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