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TEMA 1.2
EL DERECHO A LA EDUCACIÓN
LA EDUCACIÓN EN EL MUNDO
Así, por ejemplo, la tasa de analfabetismo entre los adultos, es decir la cantidad de
personas mayores de edad que no saben leer, escribir y contar, ha disminuido
progresivamente en todo el mundo, pasando en este período del 84% en África, o del 42%
en América del Sur y el Caribe, a respectivamente un 39% y un 12%. Evidentemente se
trata de cifras aún muy elevadas, sin embargo, marcan una línea de tendencia evidente hacia
el descenso del analfabetismo.
De todos modos, no se puede desvincular el aumento cuantitativo de la educación de la
calidad de la misma. En otras palabras, es necesario comprender que la vigencia real del
derecho a la educación pasa por una mejora de su calidad, orientada hacia la lucha contra
las desigualdades, el respeto a la diversidad cultural y el acceso a la sociedad del
conocimiento para todo el mundo.
1. ¿Cuál es la situación de la educación en el mundo?
En este momento histórico en el que vivimos el número de personas que van a la escuela
es más alto que nunca.
Hemos realizado un largo recorrido hasta establecer una educación obligatoria y gratuita
para los niños y niñas y jóvenes del mundo. La educación entendida como un derecho y
una cuestión social de obligado cumplimiento para todos los estados es algo que remonta
ya a 1924, con la Declaración de Ginebra sobre los Derechos del Niño. En este
documento se subrayó por primera vez la importancia de garantizar algunos derechos
básicos a los niños, y en particular en relación con su educación, para luchar contra las
desigualdades, la pobreza, las injusticias.
Para hacer frente a estos problemas, y para conseguir la promoción de la educación a
nivel mundial, tras la segunda guerra mundial se fundó la UNESCO (Organización de las
Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura). Esta organización, creada en
1945, adquirió y mantiene actualmetne su compromiso para conseguir una educación de
calidad en el mundo entero desde el convencimiento de que la educación desempeña un
papel fundamental en el desarrollo humano, social y económico.
Tres documentos normativos fundamentales recogen este compromiso:
Esto es lo que está escrito sobre papel. Sin embargo, la realidad no viene a una con los
derechos reconocidos, ni con las obligaciones contraídas por todos los gobiernos del
mundo.
Un total de 1.500 millones de niños y niñas y jóvenes van a centros de infantil, primaria,
secundaria y universidades en el mundo en la actualidad. Poco a poco se va reduciendo el
número de niños y niñas en el mundo que están sin escolarizar.
A pesar de los notables progresos en matriculación escolar en muchas partes del mundo,
el número de niños de 6 a 11 años que no asisten a la escuela ha aumentado desde 2011.
De acuerdo con datos de 2014, aproximadamente 263 millones de niños,
adolescentes y jóvenes estaban sin escolarizar, y dos de cada cinco niños dejaban la
escuela primaria sin haber aprendido a leer y escribir, y sin las nociones básicas de
aritmética. La prolongación excesiva de los conflictos agrava este problema. Casi 250
millones de niños viven en países y zonas afectadas por conflictos armados, y millones
más soportan los peores efectos de los desastres asociados con el clima y las crisis
crónicas, sobre todo en los países del sur: sur de África, sur de Asia y América del Sur.
Por ejemplo, en el período 2008–2014, el 84% de los jóvenes terminaron el segundo ciclo
de la enseñanza secundaria en los países de altos ingresos, un 43% en los países de
ingresos medios altos, un 38% en los países de ingresos medios bajos y un 14% en los de
bajos ingresos. Además, los niños de los hogares más ricos tienen casi 6 veces más
probabilidades de asistir a un programa de educación de la primera infancia que los de los
más pobres.
Hay que destacar también que esta condición de pobreza repercute con particular
gravedad en la diferencia de género, afectando en particular a las niñas y a las mujeres.
En muchos países, las niñas enfrentan barreras sociales y culturales que les impiden ir y
permanecer en la escuela, limitando su pleno desarrollo. Las niñas que completan la
educación secundaria son seis veces menos vulnerables al matrimonio infantil.
La situación ha empeorado aún más recientemente, a causa de la pandemia de la
COVID-19. Más de 1,5 estudiantes y jóvenes de todo el planeta están o han sido
afectados por el cierre de escuelas y universidades debido a la pandemia de la COVID-19.
Pues desde la pandemia, indica esto informe que hemos asistido a:
La pandemia del COVID-19 ha supuesto una carga adicional a los ya limitados sistemas
educativos y con recursos insuficientes de todo el mundo. Aunque las escuelas estén
reabriendo, existe el riesgo de que los niños, niñas y jóvenes de poblaciones marginadas
queden excluidos de la reinscripción o que opten por no asistir a la escuela porque
necesitan trabajar, se han casado y/o quedado embarazadas. Otros lucharán por volver a la
escuela mientras se enfrentan a los efectos a largo plazo de la violencia, el abuso, el
abandono y la explotación.
2. ¿Porqué tenemos el derecho a la educación?
Hay dos textos relevantes acerca de los derechos de las niñas y niños en la actualidad: la
Declaración de los Derechos del Niño (1959), y la Convención sobre los derechos de los
niños (1989), ambos aprobados por la ONU. Como nos indica UNICEF:
Merece la pena subrayar que la Convención de 1989 ha sido ratificada por España, y en
general por todos los países del mundo. Con tres excepciones, una de las cuales
particularmente relevante: Somalia, Sudán del Sur y… Estados Unidos.
Vemos ahora los principios básicos de la Declaración de los derechos del niño de 1959.
Es un texto más antiguo y más corto respeto a la Convención del 1989 (10 principios la
Declaración, contra 54 artículos la Convención).
Principio I
El niño disfrutará de todos los derechos enunciados en esta declaración. Estos derechos
serán reconocidos a todos los niños sin excepción alguna ni distinción o discriminación
por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de otra índole,
origen nacional o social, posición económica, nacimiento u otra condición, ya sea del
propio niño
o de su familia.
Principio II
El niño gozará de una protección especial y dispondrá de oportunidades y servicios,
dispensado todo ello por la ley y por otros medios, para que SE pueda desarrollar física,
mental, moral, espiritual y socialmente en forma saludable y normal, en condiciones de
libertad y dignidad. Al promulgar leyes con este fin, la consideración fundamental a la
que se atendrá será el interés superior del niño.
Principio III
El niño tiene derecho desde su nacimiento a un nombre y a una nacionalidad.
Principio IV
El niño debe gozar de los beneficios de la seguridad social. Tendrá derecho a crecer y
desarrollarse en buena salud; con este fin deberá proporcionarse, tanto a él como a su
madre, cuidados especiales, incluso atención prenatal y posnatal. El niño tendrá derecho a
disfrutar de alimentación, vivienda, recreo y servicios médicos adecuados.
Principio V
El niño física o mentalmente impedido o que sufra algún impedimento social debe recibir
el tratamiento, la educación y el cuidado especiales que requiere su caso particular.
Principio VI
El niño, para el pleno y armonioso desarrollo de su personalidad, necesita amor y
comprensión. Siempre que sea posible, deberá crecer al amparo y bajo la responsabilidad
de sus padres y, en todo caso, en un ambiente de afecto y de seguridad moral y material;
salvo circunstancias excepcionales, no deberá separarse al niño de corta edad de su
madre. La sociedad y las autoridades públicas tendrán la obligación de cuidar
especialmente a los niños sin familia o que carezcan de medios adecuados de
subsistencia. Para el mantenimiento de los hijos de familias numerosas conviene conceder
subsidios estatales o de otra índole.
Principio VII
El niño tiene derecho a recibir educación, que será gratuita y obligatoria por lo menos en
las etapas elementales. Se le dará una educación que favorezca su cultura general y le
permita, en condiciones de igualdad de oportunidades, desarrollar sus aptitudes y su juicio
individual, su sentido de responsabilidad moral y social, y llegar a ser un miembro útil de
la sociedad. El interés superior del niño debe ser el principio rector de quienes tiene la
responsabilidad de su educación y orientación; dicha responsabilidad incumbe en primer
término a los padres. El niño debe disfrutar plenamente de juegos y recreaciones, los
cuales deberán estar orientados hacia los fines perseguidos por la educación; la sociedad y
las autoridades públicas se esforzarán por promover el goce de este derecho.
Principio VIII
El niño debe, en todas circunstancias, figurar entre los primeros que reciban protección y
socorro.
Principio IX
El niño debe ser protegido contra toda forma de abandono, crueldad y explotación. No
será objeto de ningún tipo de trata. No deberá permitirse al niño trabajar antes de una
edad mínima adecuada; en ningún caso se le dedicará ni se le permitirá que se dedique a
ocupación o empleo alguno que pueda perjudicar su salud o su educación, o impedir su
desarrollo físico, mental o moral.
Principio X
El niño debe ser protegido contra las prácticas que puedan fomentar la discriminación
racial, religiosa o de cualquier otra índole. Debe ser educado en un espíritu de
comprensión, tolerancia, amistad entre los pueblos, paz y fraternidad universal, y con
plena conciencia de que debe consagrar sus energías y aptitudes al servicio de sus
semejantes.
Conocer la condición actual de la educación en el mundo es algo que nos invita a actuar
como ciudadanos globales. De hecho, la educación que impartimos en nuestras aulas,
tanto a nivel de infantil, como de primaria, de secundaria y de educación universitaria, es
siempre al mismo tiempo una educación política y de valores. ¿Qué quiere decir que es
una educación política? Para contestar a esta pregunta podemos utilizar una cita del
pedagogo Henry Giroux (2001). Según él, la educación política: “Consiste en enseñar a
los estudiantes a asumir riesgos, a formular preguntas, a desafiar a los poderosos, a
reflexionar sobre el uso de la autoridad, a expresarse de manera crítica, a modificar la
estructura participativa y el horizonte de debate en el que se construyen sus identidades,
valores y deseos, ... Permite a los estudiantes entender: -cómo influye el poder en sus
vidas, -cómo influyen ellos en el poder, -de qué manera pueden utilizarlo para consolidar
y ampliar su papel de ciudadanos críticos”.
Es decir, la educación política no es una educación a favor o en contra de un partido
político, es educar para la vida política, siendo conscientes que, como docentes,
formamos parte de la sociedad.
Como nos recuerda el pedagogo brasileño Paulo Freire (1997):
5. ¿Qué es la Educación para la Ciudadanía Mundial?
LA ECM busca empoderar a los estudiantes para que participen y asuman roles
activos, tanto local como globalmente, para enfrentar y resolver los desafíos mundiales y,
en última instancia, volverse contribuyentes, en una actitud proactiva, de un mundo
más justo, pacífico, tolerante, inclusivo, seguro y sostenible. Para promover este tipo de
educación, hay que replantearse algunos principios pedagógicos. Hay que promover
una educación integral y holística de las niñas y niños en cuanto personas, en cuanto seres
humanos. Esto significa que no sólo se tiene que educar en nociones y contenidos, sino
que se tiene que proporcionar una educación completa, capaz de promover el desarrollo
integral (moral, emotivo, físico, social, político, intelectual…) de las niñas y niños. En
este esquema vemos qué tipo de educación es necesaria para la ECM. Para promover la
ECM, en 2015, los 193 Estados Miembros de las Naciones Unidas aprobaron 17
ambiciosos objetivos de desarrollo sostenible con la finalidad de erradicar la pobreza.