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La discapacidad, por su parte, afecta al acceso a la educación en todas las regiones y grupos
de renta cuando los sistemas educativos no cuentan con políticas inclusivas. Las barreras a la
educación que sufren las personas discapacitadas se ven agravadas significativamente por la
pobreza. La mayoría de los niños con discapacidad se encuentran en países más pobres. En todas
las edades, los niveles de discapacidad moderada y grave son mayores en los países de renta
baja y media que en los países ricos: la pobreza es tanto una causa como una consecuencia de la
discapacidad. Los sistemas educativos tienen la obligación de apoyar el derecho a la educación de
los estudiantes con discapacidad y, en la mayor medida posible, incluirlos en el entorno educativo
menos restrictivo.
Los conflictos también son la causa de que la mitad de la población mundial esté sin escolarizar
de forma crónica. Los conflictos violentos hacen que no sea seguro gestionar o asistir a la escuela
y pueden desplazar a poblaciones enteras, mientras las instituciones educativas, el personal y los
estudiantes pueden ser víctimas de secuestros, violaciones y reclutamiento armado.
Los niños y jóvenes de minorías indígenas y étnicas se enfrentan a varias barreras que limitan
su acceso a una educación de calidad a todos los niveles. Además de las barreras económicas,
lingüísticas y geográficas, factores como el racismo, la discriminación y la falta de relevancia
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REIMAGINAR JUNTOS NUESTROS FUTUROS — Un nuevo contrato social para la educación
Capítulo 1 I Hacia un futuro educativo más equitativo
cultural contribuyen a las elevadas tasas de abandono de los niños y jóvenes indígenas. En general,
la educación formal no reconoce el saber y los sistemas de aprendizaje indígenas y no responde a
las realidades y aspiraciones de dichos pueblos tanto en entornos rurales como urbanos.
Históricamente, la educación también ha servido para violar los derechos culturales y religiosos de
los niños, por ejemplo, a través de la asimilación de los pueblos indígenas y las minorías étnicas en
las sociedades mayoritarias, o como vehículo de adoctrinamiento religioso o de obliteración de
la identidad religiosa o cultural de los niños pertenecientes a las minorías, en contradicción con
sus derechos fundamentales. Esta herencia de utilización de la educación como arma contra los
niños y las familias indígenas se sigue experimentando a través de la discriminación y el abandono
sistémicos. Los niños de comunidades indígenas y minoritarias remotas, por ejemplo, a menudo se
ven obligados a abandonar sus comunidades para continuar su educación y vivir en albergues o
internados que los privan de sus familias y del apoyo comunitario y cultural.
La globalización económica influye cada vez más en qué y cómo aprenden los estudiantes y ha
modificado las expectativas sobre lo que los niños y los jóvenes deben saber para conseguir un
empleo en el siglo XXI. La preparación para el trabajo es un objetivo educativo importante. Sin
embargo, la definición de los objetivos de la educación es demasiado estricta, particularmente en
aspectos que no se ajustan a las realidades de la vida y a las oportunidades de los estudiantes y
las familias. Un enfoque más amplio de las modalidades de aprender admite más diversidad en las
formas en las que el conocimiento puede aplicarse, generarse y difundirse en diversos contextos,
culturas y circunstancias. Este enfoque no se basa solo en las habilidades básicas de alfabetización
y competencia matemática, sino en el rico patrimonio de conocimientos de todas las culturas, que
reconocen lo global, lo local, lo ancestral, lo corporal, lo cultural, lo científico y lo espiritual.
Si los derechos humanos deben guiar el nuevo contrato social para la educación, el sentido de
identidad de los estudiantes, cultural, espiritual, social y lingüístico debe reconocerse y afirmarse,
particularmente en las minorías indígenas, religiosas, culturales y de género, y en las poblaciones
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REIMAGINAR JUNTOS NUESTROS FUTUROS — Un nuevo contrato social para la educación
Capítulo 1 I Hacia un futuro educativo más equitativo
Se necesitan medios y medidas diferentes para llegar a aquellas personas para las que otras
soluciones no han resultado adecuadas. Estos esfuerzos, sin embargo, son cada vez más
complicados a la vista de las actuales perturbaciones sociales y educativas que se derivan del
cambio climático, las pandemias globales y la inseguridad. Solo en 2020, la pandemia de COVID-19
cerró la puerta de los centros educativos a 1600 millones de niños y jóvenes en todo el mundo.
Aunque las escuelas vuelvan a abrir, millones de estudiantes no regresarán, en particular los de
las comunidades más pobres y marginadas. La desigualdad en las oportunidades educativas, por
tanto, se ha agravado aún más.
Forjar un nuevo contrato social para la educación es aún más urgente si se tienen en cuenta las
transformaciones sociales que se están produciendo y las alteraciones radicales que se avecinan.
Este contrato social tiene que hacer frente al tejido de desigualdades que actualmente perpetúa
las exclusiones educativas y sociales, al tiempo que contribuye a configurar un futuro compartido
ambientalmente sostenible y socialmente justo e inclusivo.
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