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REIMAGINAR JUNTOS NUESTROS FUTUROS — Un nuevo contrato social para la educación

Capítulo 1 I Hacia un futuro educativo más equitativo

confianza en el valor y la integridad de la educación y, lo que es más importante, puede generar la


aceptación de la corrupción como norma social desde los primeros años.

Una red de exclusiones


La pobreza y la desigualdad de ingresos se combinan con otros factores de discriminación que
conducen a la exclusión educativa. La discriminación de género, por ejemplo, se combina de
forma significativa con otros factores interrelacionados, como la pobreza, la identidad indígena
y situaciones de discapacidad. El cruce de todos estos parámetros agrava la marginación de las
niñas respecto de sus derechos educativos. Aunque la mayoría de los grupos y regiones muestran
una convergencia hacia la paridad de género en la matriculación escolar, no ocurre lo mismo en
los países de renta más baja o en el África subsahariana. Los datos del Instituto de Estadística de
la UNESCO (IEU) muestran que, por cada 100 niños en edad de asistir a la escuela primaria que
no están escolarizados en el África subsahariana, hay 123 niñas no escolarizadas. La exclusión de
las niñas es aún más pronunciada en la enseñanza secundaria inferior y superior. En nueve de
los países de rentas más bajas, las niñas más pobres pasan una media de dos años menos en la
escuela que los niños. Este abandono escolar en función del género, sobre todo en la enseñanza
secundaria, da muestra del trabajo que hay que hacer para mantener a las niñas escolarizadas a lo
largo de toda su educación. El acceso inicial no es suficiente. Garantizar que las niñas completen
un ciclo completo de educación secundaria es una responsabilidad que va mucho más allá de
las escuelas. Está relacionado con los desafíos sociales y económicos a los que estas se siguen
enfrentando en todo el mundo, especialmente en la edad de la pubertad, en torno a cuestiones
como el matrimonio infantil, el embarazo precoz e involuntario, el trabajo doméstico, la salud
menstrual o la estigmatización.

La discapacidad, por su parte, afecta al acceso a la educación en todas las regiones y grupos
de renta cuando los sistemas educativos no cuentan con políticas inclusivas. Las barreras a la
educación que sufren las personas discapacitadas se ven agravadas significativamente por la
pobreza. La mayoría de los niños con discapacidad se encuentran en países más pobres. En todas
las edades, los niveles de discapacidad moderada y grave son mayores en los países de renta
baja y media que en los países ricos: la pobreza es tanto una causa como una consecuencia de la
discapacidad. Los sistemas educativos tienen la obligación de apoyar el derecho a la educación de
los estudiantes con discapacidad y, en la mayor medida posible, incluirlos en el entorno educativo
menos restrictivo.

Los conflictos también son la causa de que la mitad de la población mundial esté sin escolarizar
de forma crónica. Los conflictos violentos hacen que no sea seguro gestionar o asistir a la escuela
y pueden desplazar a poblaciones enteras, mientras las instituciones educativas, el personal y los
estudiantes pueden ser víctimas de secuestros, violaciones y reclutamiento armado.

Los niños y jóvenes de minorías indígenas y étnicas se enfrentan a varias barreras que limitan
su acceso a una educación de calidad a todos los niveles. Además de las barreras económicas,
lingüísticas y geográficas, factores como el racismo, la discriminación y la falta de relevancia

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cultural contribuyen a las elevadas tasas de abandono de los niños y jóvenes indígenas. En general,
la educación formal no reconoce el saber y los sistemas de aprendizaje indígenas y no responde a
las realidades y aspiraciones de dichos pueblos tanto en entornos rurales como urbanos.

Históricamente, la educación también ha servido para violar los derechos culturales y religiosos de
los niños, por ejemplo, a través de la asimilación de los pueblos indígenas y las minorías étnicas en
las sociedades mayoritarias, o como vehículo de adoctrinamiento religioso o de obliteración de
la identidad religiosa o cultural de los niños pertenecientes a las minorías, en contradicción con
sus derechos fundamentales. Esta herencia de utilización de la educación como arma contra los
niños y las familias indígenas se sigue experimentando a través de la discriminación y el abandono
sistémicos. Los niños de comunidades indígenas y minoritarias remotas, por ejemplo, a menudo se
ven obligados a abandonar sus comunidades para continuar su educación y vivir en albergues o
internados que los privan de sus familias y del apoyo comunitario y cultural.

La globalización económica influye cada vez más en qué y cómo aprenden los estudiantes y ha
modificado las expectativas sobre lo que los niños y los jóvenes deben saber para conseguir un
empleo en el siglo XXI. La preparación para el trabajo es un objetivo educativo importante. Sin
embargo, la definición de los objetivos de la educación es demasiado estricta, particularmente en
aspectos que no se ajustan a las realidades de la vida y a las oportunidades de los estudiantes y
las familias. Un enfoque más amplio de las modalidades de aprender admite más diversidad en las
formas en las que el conocimiento puede aplicarse, generarse y difundirse en diversos contextos,
culturas y circunstancias. Este enfoque no se basa solo en las habilidades básicas de alfabetización
y competencia matemática, sino en el rico patrimonio de conocimientos de todas las culturas, que
reconocen lo global, lo local, lo ancestral, lo corporal, lo cultural, lo científico y lo espiritual.

Esto es especialmente cierto cuando se trata de estudiantes indígenas, o de lenguas o etnias


minoritarias que se cuentan entre los niños no escolarizados. La equidad en la educación debe
abarcar todas las formas de conocimiento y de expresión de la
humanidad. Desde este punto de vista, las evaluaciones del La equidad en la educación
aprendizaje a gran escala a menudo no tienen en cuenta las
competencias en la lengua materna, lo que puede marginar aún
debe abarcar todas las
más y empujar más a los estudiantes indígenas y de minorías a formas de conocimiento
abandonar la escuela antes de tiempo. Los resultados del Estudio y de expresión de la
Internacional para el Progreso de la Comprensión Lectora (PIRLS),
por ejemplo, mostraron que los estudiantes de grado 4 que no
humanidad.
hablaban en casa el idioma del examen tenían menos
probabilidades que otros estudiantes de alcanzar el nivel mínimo de competencia lectora.
Debemos aceptar un mundo que contiene diferentes realidades de vida en lugar de imponer una
visión singular del desarrollo social y económico. Garantizar el pleno ejercicio de los derechos
individuales y colectivos exige una verdadera valoración de los diversos potenciales humanos en
toda su magnitud.

Si los derechos humanos deben guiar el nuevo contrato social para la educación, el sentido de
identidad de los estudiantes, cultural, espiritual, social y lingüístico debe reconocerse y afirmarse,
particularmente en las minorías indígenas, religiosas, culturales y de género, y en las poblaciones

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sistemáticamente marginadas. El reconocimiento adecuado de la identidad en los planes de estudio,


la pedagogía y los enfoques institucionales puede repercutir directamente en la continuación de
la escolaridad de los estudiantes, su salud mental, su autoestima y el bienestar de la comunidad.

Se necesitan medios y medidas diferentes para llegar a aquellas personas para las que otras
soluciones no han resultado adecuadas. Estos esfuerzos, sin embargo, son cada vez más
complicados a la vista de las actuales perturbaciones sociales y educativas que se derivan del
cambio climático, las pandemias globales y la inseguridad. Solo en 2020, la pandemia de COVID-19
cerró la puerta de los centros educativos a 1600 millones de niños y jóvenes en todo el mundo.
Aunque las escuelas vuelvan a abrir, millones de estudiantes no regresarán, en particular los de
las comunidades más pobres y marginadas. La desigualdad en las oportunidades educativas, por
tanto, se ha agravado aún más.

Forjar un nuevo contrato social para la educación es aún más urgente si se tienen en cuenta las
transformaciones sociales que se están produciendo y las alteraciones radicales que se avecinan.
Este contrato social tiene que hacer frente al tejido de desigualdades que actualmente perpetúa
las exclusiones educativas y sociales, al tiempo que contribuye a configurar un futuro compartido
ambientalmente sostenible y socialmente justo e inclusivo.

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