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ambiental
Ecología del delito
y de la seguridad
Laura Vozmediano Sanz
César San Juan Guillén
Diseño de la colección: Editorial UOC
ISBN: 978-84-9788-847-5
Depósito legal B.
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© Editorial UOC 69 Desarrollos teóricos en Criminología Ambiental
2. Actividades rutinarias
las teorías imprecisas sobre el delito1». Tras estas publicaciones, Cohen y Felson
siguieron caminos distintos, y es éste último quien ha continuado desarrollan-
do el enfoque, e integrándolo con otras perspectivas de la Criminología Ambiental.
Tal como explica el propio Felson (2008), su planteamiento ofrece explica-
ciones a nivel macro y micro sobre la configuración de las tasas del delito. A nivel
micro, se plantea que, habitualmente, el delito ocurre cuando un potencial
infractor coincide en el mismo lugar con un objetivo adecuado, en ausencia de
un guardián capaz que evite el delito. De modo complementario, a nivel macro,
la organización social y las rutinas de la vida diaria harán que la convergencia
entre infractores y objetivos sea mucho más probable en lugares y momentos con-
cretos.
Detallando un poco más sus planteamientos a nivel macro, este enfoque esta-
blece que cuando hay cambios en los patrones de comportamiento de una socie-
dad, las oportunidades para el delito cambian también. Por ejemplo, en nuestras
sociedades, muchos hogares quedan vacíos durante el día puesto que todos los
ocupantes se desplazan al trabajo o a sus clases. Esto hace que el robo en vivien-
das sea más frecuente que en otros momentos históricos, con estructuras fami-
liares y dinámicas laborales distintas, en los que la vivienda raramente quedaba
desocupada. De modo similar, los cambios en la tecnología (aparición de nume-
rosos objetos valiosos que se han ido popularizando) han traído consigo cambios
en los patrones del delito, de modo que la tecnología ha cambiado los patrones
del robo y de los mercados ilegales donde se venden estas mercancías.
Profundizando en el planteamiento a nivel micro, Felson & Boba (2009) des-
criben la tríada citada como los elementos «casi siempre presentes» en el evento delic-
tivo: el infractor probable, el objetivo potencial y la ausencia de alguien con
capacidad para impedir el delito. Si consideramos al infractor, podría ser cualquie-
ra, pero lo más probable es que se ajuste al perfil conocido: varón joven, con fra-
caso escolar y problemas para mantener un trabajo estable. El objetivo será la per-
sona u objeto susceptible de ser victimizado, por ejemplo, un coche en una zona
oscura o una mujer a la que parezca sencillo robarle el bolso. Finalmente, el guar-
dián no se refiere a policías o guardias de seguridad, el autor incide en que rara-
mente estas figuras estarán presentes en la comisión de un delito. Los guardianes
más significativos son los ciudadanos en el trascurso de su vida diaria. Uno mismo
es guardián de sus pertenencias, de sus amigos y familiares son guardianes de aque-
Figura 1. El triángulo del delito. Fuente: adaptado de Clarke & Eck (2003).
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cen pueden impedir que el potencial infractor llegue a cometer el delito. El vigi-
lante o guardián capaz evita que el objetivo sea victimizado. Puede ser uno mismo
protegiendo sus pertenencias, unos padres protegiendo a sus hijos, unos amigos,
etc. Y finalmente, el responsable del lugar es quien controla los comportamien-
tos en ese espacio concreto: el profesor en la escuela, el guardia de seguridad en
un centro comercial, etc.
Ante un problema concreto, el triángulo proporciona un marco de análisis y sugie-
re posibles soluciones. Podemos identificar el lado del triángulo más relevante en
el problema (por ejemplo, un grupo de infractores activo, la existencia de objeti-
vos poco protegidos que son victimizados repetidamente o un lugar que carece de
los controles precisos), y aumentar los controles en ese aspecto clave del problema.
A partir de esta propuesta del enfoque de las actividades rutinarias, otros tra-
bajos abordarían, de modo más concreto, el estudio de las características que
hacen a un objeto más proclive al robo, lo que se denomina el estudio de hot pro-
ducts (Clarke, 1999). Esta línea de trabajo, que parte del planteamiento inicial de
Cohen & Felson, para abordar el estudio de los productos más proclives a ser
robados, es un buen ejemplo de las relaciones que se han establecido entre los auto-
res cuyos enfoques se consignan en este capítulo. Felson (2008) destaca que sus
planteamientos han evolucionado en varios aspectos con los años, y que sus
colaboraciones con Clarke y los Brantingham han mostrado que sus respectivos
enfoques apuntan en una misma dirección. Entre los planteamientos a nivel
micro y macro que se realizan desde las actividades rutinarias, queda un gran
espacio que viene a completarse con las aportaciones respecto a los patrones del
delito o a las elecciones del infractor.
nes éticas que habrá que valorar. Volveremos sobre este punto al tratar la preven-
ción situacional del delito en el capítulo VIII.
Por supuesto, para que los delitos representados se produzcan, en esos luga-
res tienen que existir objetivos atractivos. Infractor y objetivos han de coincidir
en el espacio y en el tiempo, así que los patrones de actividad de infractor y víc-
timas tienen que coincidir en esos mismo puntos. Dicho de otro modo, para que
la víctima/objetivo se convierta en tal, es preciso que coincida con el infractor en
su área de conocimiento y que sea evaluada como un buen objetivo según la
plantilla mencionada más arriba.
La Figura 4 reproduce las zonas de actividad y conocimiento del supuesto
infractor ya mostradas en las representaciones anteriores. Pero en esta ocasión se
introducen las zonas de objetivos, lugares donde hay oportunidad para el delito
(objetivos disponibles con poca vigilancia). Fijémonos en que el infractor no
comete delitos en cualquiera de esas zonas de objetivos, sólo lo hace en aquellas
que coinciden con sus espacios de actividad, los lugares que conoce. Respecto a
las otras zonas con objetivos que no escogerá, puede deberse a varios motivos: por
ejemplo, desconoce que hay objetivos disponibles en ese lugar, o lo sabe, pero el
desconocimiento de las rutas de acceso y escape le previenen de actuar ahí.
Hasta aquí, hemos presentado las propuestas de la teoría del patrón delicti-
vo en su forma más simple, aplicadas a un único infractor y a sus objetivos/víc-
timas. Brantingham & Brantingham (1991b y 2008) proponen versiones más
complejas del modelo introduciendo múltiples infractores y teniendo en cuen-
ta que los infractores, en ocasiones, operan en redes y que pueden intercambiar
información y expandir sus espacios de conocimiento.
En definitiva, lo que acabamos de presentar para un único infractor, suma-
do a todos los patrones de movimiento del resto de los infractores y de todas las
personas que no delinquen, en una ciudad, va configurando esos patrones.
Dichos patrones están determinados en gran medida por la forma urbana: las carre-
teras, los usos del suelo (residencial, comercial, laboral, recreativo, etc.), las dinámi-
cas económicas, etc. van dando forma a las actividades humanas, incluyendo las delic-
tivas. Por ejemplo, las zonas residenciales se vacían durante el día y están habitadas
por la noche, al contrario de lo que ocurre con las áreas industriales, de compras, o
centros educativos. Las zonas de ocio nocturno sólo son frecuentadas los fines de sema-
na por las noches. Pero en cada ciudad, estas dinámicas son distintas porque estos
emplazamientos están ubicados en diferentes lugares unos respecto de otros, las
rutas que los unen son diferentes, etc. de modo que el patrón de desplazamientos
y actividades es propio y peculiar y el patrón de delitos también lo será.
Brantingham & Brantingham (2008) proponen aplicar los principios de la
Teoría de redes (un área de las matemáticas) para analizar el impacto que la estruc-
tura vial tiene en la configuración en las ciudades de los patrones del delito. Pero
no sólo el trazado de las calles y carreteras tienen impacto sobre los patrones del
delito, también existen ciertos tipos de lugares, con unas características muy con-
cretas, que juegan un papel relevante en su configuración: los generadores y atrac-
tores del delito.
Otro aspecto que determina cómo será el patrón delictivo en una ciudad, es
la localización de dos tipos de lugares: los generadores del delito y los atractores
del delito.
© Editorial UOC 80 Criminología ambiental
– Lugares generadores del delito: son lugares en los que coinciden gran núme-
ro de personas por razones no relacionadas con motivaciones criminales,
pero en los que pueden acabar ocurriendo delitos. Por ejemplo, estadios
deportivos o festivales musicales. Algunas personas que no fueron al lugar
con intención de cometer un delito pueden acabar haciéndolo, al presen-
társeles la oportunidad (tal vez observen un bolso desatendido u ocurra
una agresión como consecuencia del consumo excesivo de alcohol).
– Lugares atractores del delito: son zonas concretas que presentan oportunida-
des conocidas para el delito y a las que los infractores acuden con la inten-
ción de cometer un delito concreto. Por ejemplo, las zonas habituales de
venta de droga, zonas de ocio nocturno, ciertos transportes públicos, par-
kings, etc. Los infractores pueden recorrer distancias relativamente grandes
para llegar a estos emplazamientos propicios para la comisión del delito.
– La red de transportes.
– Los flujos de desplazamiento de los ciudadanos a través de los escenarios
urbanos.
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