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ELCPAPO

ESCUELA LIBRE DE CIENCIAS


POLÍTICAS Y ADMINISTRACIÓN
PÚBLICA DE ORIENTE

DIPLOMADO EN CRIMINOLOGÍA

GUÍA DE ESTUDIO DEL MODULO 4:


PSICOLOGIA CRIMINAL

UNIDAD 2: AMBITOS DE APLICACIÓN DE


LA PSICOLOGÍA CRIMINAL

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INDICE
2.1 Teoría del conflicto

2.2 Elaboración de técnicas específicas de Psicología Criminal

2.3 Víctima

2.4 La psicología aplicada a la investigación criminal

2.5 Explicación de la delincuencia

2.6 Estudios sobre carreras delictivas y criminología del desarrollo

2.7 Prevención y tratamiento

2.8 Predicción del riesgo de conducta antisocial

2.1 TEORIA DEL CONFLICTO


La teoría del conflicto aborda las acciones que realiza cada persona o grupo, una
organización o la sociedad, en sentido amplio, para lograr el máximo beneficio, algo que
a su vez genera cambio social, político y revoluciones. La esencia de esta teoría se apoya
en la clásica estructura piramidal de la sociedad en la que una élite dicta los términos
con los que viven las masas.

Es decir, que las estructuras sociales más importantes, como las leyes que configuran el
ordenamiento de un Estado y tradiciones que dan forma a la vida cotidiana de un grupo,
están diseñadas para dar soporte a los grupos que tradicionalmente se consideran
superiores. La teoría del conflicto analiza desde distintos puntos de vista la manera en
que los poderosos tratan de perpetuar su estatus y qué rol desempeña el conflicto
social como motor de cambio.

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Este planteamiento constituye una de las grandes escuelas de pensamiento
sociológico moderno y está construida desde los diversos puntos de vista de expertos
y pensadores que durante las décadas de los 50 y 60 desarrollaron la teoría del conflicto,
estrechamente ligada a la teoría de juegos y a los planteamientos sobre la negociación.

Entre los sociólogos más relevantes para el desarrollo de esta escuela de pensamiento
están el sudafricano Max Gluckmany y el británico Ralf Dahrendorf, y los
estadounidenses Thomas Schelling y Randall Collins; y sus influencias directas están en
los planteamientos de Karl Marx, Gumplivicz Ludwig y Georg Simmel, entre otros. Esta
diversidad de pensadores y corrientes hace que la teoría del conflicto no sea única, sino
que parta de la concepción del sistema social y de su funcionamiento que cada sociólogo
tenga.

Los conflictos sociales

En la práctica, la teoría del conflicto se aplica sobre todo para tratar de explicar los
conflictos sociales como algo genérico, más allá de sus manifestaciones concretas
en las acciones de un ciudadano o grupo social y su utilidad para lograr el avance y la
cohesión de la sociedad, siempre que se logre mantener bajo control su potencial
desintegrador.

Los sociólogos tratan de dar respuesta a las razones por las que se producen
conflictos entre clases sociales o entre las propias ideologías, y sus teorías contraponen
el avance social a través del conflicto con el cambio que se logra gracias a la cooperación
y la paz social. Es posible aplicar esta teoría a eventos históricos de

gran relevancia como la Revolución Francesa o la Guerra Fría, pero también para
conflictos de menor entidad como los que se pueden producir en el seno de un grupo de
personas, como estudiantes o compañeros de trabajo.

La teoría del conflicto aplicada a la criminología

Desde el punto de vista sociológico, que una persona cometa un delito se considera
como una respuesta a un estímulo condicionado por la influencia de su entorno social y
circunstancias personales. Esta perspectiva supone entender que el crimen no se

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comete solo desde un plano individual, causado por algún tipo de desviación de la
conducta o por una patología, sino como resultado social y, por tanto, para determinar
las motivaciones del criminal es necesario observar las circunstancias y la estructura
social.

La labor del criminólogo consiste en estudiar las razones que llevan a una persona a
cometer un delito, así como sus consecuencias personales y sociales y la forma de
prevención. Analiza el delito, al delincuente y a su entorno desde una mirada
multidisciplinar que combina ciencias diversas, desde la psicología y la medicina hasta
la sociología y el derecho.

La figura del delincuente, como objeto de estudio de la criminología, puede analizarse


desde diversas teorías sociológicas que den explicación a su conducta, desde las
del aprendizaje social a las del control social o del conflicto social. El análisis de un acto
criminal desde la teoría del conflicto abordará, por tanto, la perspectiva del individuo y si
esa desviación en contra de las normas sociales es resultado del contexto social de esa
persona.

Impacto sobre el individuo de las relaciones sociales

Para la teoría del conflicto, una de las claves es, precisamente, el impacto sobre el
individuo de las relaciones sociales: son un punto de encuentro entre los diversos
intereses, poder… Recursos, en definitiva, escasos y por cuyo control se compite,
generando situaciones de desigualdad y fricción social que derivan en conflictos. Esos
conflictos tienen expresiones variadas, más o menos violentas (desde las discusiones
hasta las guerras), pero en todo momento sirven de motor de cambio.

En ocasiones, los conflictos dan lugar a la trasgresión de la normativa vigente, es decir,


a la comisión de delitos y es en ese punto en el que los expertos analizan las
motivaciones del delincuente y las consecuencias de sus actos con el objetivo no solo
de conocer mejor la conducta de la persona, sino ser capaces de comprender su
impacto en el grupo y desarrollar mecanismos de prevención. (Universidad internacional
la rioja. (2020). La teoría del conflicto. Unir Revista, I, Pp 1-3)

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2.2. ELABORACION DE TECNICAS ESPECIFICAS EN PSICOLOGIA
CRIMINAL

La psicología criminal se ha convertido en una práctica esencial para los procesos


judiciales. Dicha práctica estudia el “porqué” de un delito y tiene como principal objetivo
indagar, analizar y examinar los procesos cognitivos de un delincuente o acusado. En
otras palabras, la psicología criminal se ocupa de estudiar el proceso y los fenómenos
psicológicos implicados en la preparación de crímenes. De igual modo, esta rama de la
psicología diferencia las conductas criminales entre sí basándose en la observación y en
los tipos de conductas delictivas.

Un psicólogo criminal, partiendo de sus conocimientos teóricos y prácticos, elabora un


diagnóstico que permite pronosticar conductas y aplicar un tratamiento efectivo para
el delincuente y su desequilibrio psicológico. Por otra parte, también le corresponde
elaborar un diagnóstico sobre el estado mental de un criminal, desarrollar un tratamiento
adecuado para el mismo, aplicar técnicas terapéuticas con el objetivo de modificar la
conducta antisocial del delincuente, realizar estudios de la personalidad para conocer
claramente los factores que motivan la conducta inapropiada y ofrecer tratamiento
psicoterapéutico a reclusos. En definitiva, el psicólogo criminal será un colaborador
importante en la investigación criminal gracias a su habilidad para encontrar respuestas
que esclarezcan e impulsen la investigación.

Asimismo, es indispensable que se establezca una buena comunicación entre el


criminólogo y el psicólogo criminal, dado que de su interacción dependerá el óptimo
desarrollo de las estrategias que permitan explicar los factores y fenómenos criminales.

En el área penitenciaria, la psicología criminal busca abarcar los aspectos diagnósticos


y de tratamiento para el acusado, por tal motivo, el psicólogo en el área debe implementar
un enfoque social, puesto que los crímenes y delitos son acciones que desobedecen o
violan las normas sociales previamente establecidas para la convivencia en armonía
dentro de una comunidad.

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En la psicología criminal, se encuentra subyacente un estudio de la personalidad
mediante la comunicación no verbal que resulta indispensable para llevar a cabo una
buena labor profesional. Este estudio incluye:

• Grafología: estudio de la personalidad a través de la escritura.

• Kinésica: estudio de la personalidad mediante gestos y el lenguaje corporal que


incluye la vestimenta y los accesorios.

• Frenología: estudio de la personalidad mediante la forma del cráneo y las medidas


de los rasgos faciales. Sin embargo, esta ciencia es rechazada por personas
discriminatorias o racistas, así que no es usada frecuentemente, salvo que se trate
de una enfermedad psicológica que tenga como característica principal los cambios
faciales.

• Proxémica: estudio de la personalidad mediante la aproximación de una persona


con otra. Considerando que el uso del espacio personal depende de la personalidad
del individuo.

• Cronémica: estudio de la personalidad que se basa en el uso y el tiempo que se


toma una persona para expresar una idea verbalmente.

¿Cuáles son las funciones de un psicólogo criminal?

• Estudiar la escena de un crimen.

• Encontrar patrones que sirvan de referencia para poder capturar a los criminales.

• En caso de secuestro, buscar elementos que sean de ayuda para definir la


mentalidad del secuestrador y encontrar a la persona desaparecida.

• Analizar el contexto del crimen.

• Planificar y entrevistar a los implicados.

• Ser capaz de describir el estado mental del individuo.

• Identificar los objetivos específicos del tratamiento.

• Elaborar el plan de intervención.

• Seleccionar técnicas de intervención.

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• Conocer y usar en caso de ser necesario las técnicas principales empleadas en
la psicología como: la entrevista.

• Aplicar estrategias como: consejos psicológicos, asesoramiento, mediación, entre


otros.

• Elaborar un informe escrito y otro oral, para ello debe conocer técnicas de
elaboración de informes psicológicos.

• Tener conocimiento sobre la deontología en el área de la psicología.

Diagnóstico Criminológico

El diagnóstico criminológico es en sí mismo un proceso bastante complejo y dinámico,


en el que tienen lugar todos los factores que permitirán la comprensión de la psique del
individuo, así como de su entorno familiar y social. Este diagnóstico tiene como objetivo
principal entender el comportamiento antisocial del hombre y conocer los procesos
psicosociales que han conllevado al delito. Vale agregar que el diagnóstico o estudio de
la personalidad de un delincuente sufre constantes cambios evolutivos, por lo que el
profesional tendrá que aplicar:

1. El diagnóstico inicial.

2. El diagnóstico de estadía (mientras el individuo está en prisión).

3. El diagnóstico de egreso o post-institucional.

El diagnóstico criminal puede realizarse de la siguiente manera:

El estudio del delincuente

El psicólogo aplicará: estudios médicos, psicológicos, pedagógicos, académicos,


psiquiátricos, laborales, religiosos, familiares y penitenciarios con el objetivo de
reconocer los elementos relacionados al delito, y de esta manera, descifrar la naturaleza
del mismo. Dicha información también ayudará al profesional a determinar criterios
terapéuticos.

El estudio del delito

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En primer lugar, debemos dejar por sentado que el delito es una conducta que viola las
normas sociales de la comunidad a la que el delincuente pertenece. El delito constituiría
la manifestación de la psicopatología del individuo, así como la expresión de sus
alteraciones físicas y psicosociales. Por tanto, el delincuente proyecta sus problemas a
través de la acción delictiva y la misma es considerada a nivel psicológico como un
comportamiento defensivo del individuo para lograr la sensación de equilibrio y alcanzar
un objetivo a costa de las consecuencias legales que tendrá que enfrentar.

La conducta delictiva

Aquí es necesario que el psiquiatra determine el tipo de crimen o delito. Por una parte,
la clínica criminológica permite identificar:

• Homicidio con alevosía

• Homicidio con ensañamiento

• Homicidio por precio

• Homicidio por placer

• Homicidio psicótico

• Homicidio en el grupo familiar

También podemos hablar de otro tipo de delitos:

• Robos

• Estafas

• Abuso sexual

• Daños a bienes o servicios

El estudio de la familia del delincuente

Como mencionamos anteriormente, el profesional investigará y estudiará el área familiar,


puesto que en este grupo se encuentran gran parte de los factores que estimulan la
conducta criminal, por ello, la psicología afirma que las actividades y tradiciones
familiares determinan parte importante de la personalidad o estado psicológico del

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individuo. Asimismo, para el estudio se recomienda que el profesional asista
personalmente al domicilio. Este análisis dependerá de:

• La influencia del hogar en el individuo.

• La relación con los padres.

• El intercambio de afecto.

• El nivel socioeconómico del delincuente y su familia.

• Grupo cultural en el que se ha formado el delincuente.

Si el delincuente o criminal se formó en una familia desintegrada, existen mayores


posibilidades de tener tendencias a conductas antisociales o comportamiento delictivos.
Se entiende por familia desintegrada aquella donde ha muerto uno de los progenitores o
donde tuvo lugar la separación y el abandono. Crecer en un entorno contradictorio y
carente de disciplina conduce a la ejecución de conductas marginales y al recurso de la
violencia como medida de resolución.

Sin embargo, también existen delincuentes que se han formado en familias integradas,
es decir, un grupo familiar donde los principales miembros se encuentran unidos, pero el
individuo no recibe afecto. Este escenario es ambivalente, porque existe la posibilidad
de que la familia ignore por completo la presencia del individuo, o por el contrario, que lo
sobreprotejan tanto que la persona genere una reacción de rebeldía y se convierta en
una persona tensa o agresiva.

Métodos básicos en el diagnóstico criminal

La entrevista: una técnica muy útil en las instituciones penitenciarias. Son útiles para
conocer tanto el contexto y las condiciones de vida como el estado emocional y
psicosocial del individuo. Entre ellas, podemos mencionar la entrevista focalizada y la
entrevista abierta, siendo esta última la más usada.

La persona encargada de realizar la entrevista es el psicólogo criminal, quien al mismo


tiempo debe conocer términos en el área judicial y penitenciaria. Lo ideal es que esta

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práctica se lleve a cabo en una locación que brinde privacidad, y que además, esté
alejada de cualquier elemento o factor que interrumpa la conversación.

Historia clínica: con esta herramienta, el profesional podrá visualizar la evolución


psicológica del individuo desde su primera evaluación. En ella, se encontrarán los datos
que necesita el psicólogo para comprender las etapas del paciente y conocer las
múltiples facetas del individuo. En la historia clínica deben aparecer datos básicos como
el nombre, la edad, estado civil, nivel académico, estatus laboral, delito cometido,
sentencia a cumplir, tiempo dentro de la institución y el historial de visitas. Hay que
remarcar que las visitas son de gran importancia para la evolución del interno dado que
con ella se cuidan en menor medida los vínculos familiares.

Prontuario criminológico: es la herramienta que permitirá conocer la situación legal o


jurídica del delincuente. En ella se encuentra el historial de crímenes de la persona, la
descripción de los mismos y la sentencia correspondiente para cada uno de ellos.

Test psicológico: el psicólogo deberá seleccionar un test o un conjunto de tests. Existen


distintos tipos, entre ellos: test de inteligencia, test proyectivo, test de inventario de
personalidad, test de intereses y actividades, test colectivos de inteligencia. Vale decir
que en ocasiones, el profesional deberá usar varios de ellos para relacionar las
respuestas y obtener resultados más fiables.

Por otra parte, debemos considerar que dependiendo del caso, el diagnóstico puede ser
individual, grupal o institucional. El diagnóstico individual permite conocer los aspectos
de la personalidad de un criminal, y para ello, el profesional debe utilizar las técnicas
anteriormente mencionadas bajo un criterio profesional y un enfoque objetivo, para el
diagnóstico individual, las técnicas a emplear son:

• Historias clínicas

• Test de inteligencia

• Test proyectivos

• Test inventarios de personalidad

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• Test de intereses y actividades

• Entrevistas focalizadas y abiertas

• Análisis de casos

Con relación al diagnóstico grupal, el principal objetivo es conocer las características de


un determinado conjunto de criminales dentro de una cárcel o penal, que además, están
agrupados de acuerdo al tipo de delito, género, edad, entre otros. Sin embargo, para el
diagnóstico grupal las técnicas a emplear serían las siguientes:

• Test colectivos de inteligencia

• Test de personalidad

• Test proyectivos

• Dinámicas grupales de simulación

• Dramatización

• Juego de roles

En el caso del diagnóstico institucional, el objetivo es descifrar las características


psicosociales presentes en una organización. Dicho diagnóstico cubre todos los niveles
inmersos en una institución aplicando las siguientes técnicas:

• Entrevistas individuales

• Test colectivos

• Análisis de la comunicación organizacional (formal e informal)

• Evaluación de procesos organizacionales

• Técnicas de liderazgo

El experto asumirá un rol importante, debido a que puede intervenir para cambiar los
programas de capacitación dirigidos al personal administrativo, esto quiere decir que el
profesional estará en el deber de implementar programas de formación de equipos de

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trabajo, liderazgo, motivación laboral y sensibilización del trato de los integrantes de la
organización.

Análisis del comportamiento criminal

El psicólogo criminal esta en el deber de analizar el comportamiento de un delincuente,


y para ello, debe conocer cuáles son las características del comportamiento criminal.

En principio, debemos aclarar que un delincuente no necesariamente es una persona


que padece un trastorno de personalidad, sino que también puede tratarse de un
individuo que a causa de ciertos estímulos comportamentales o cognitivos cometen un
crimen o delito.

Es común escuchar casos de personas que no tienen antecedentes patológicos ni


penales que por falta de trabajo y a partir de necesidades vitales, comienzan a robar, con
este ejemplo no se busca justificar el hecho, sino explicar cómo una persona
psicológicamente equilibrada o normal se ve en la obligación de sobrevivir cometiendo
delitos.

Entonces ¿Cuáles son los factores que inciden en un comportamiento delictivo? Para
responder esta pregunta debemos aclarar que no existe razón o factor que obligue a una
persona a cometer un crimen, sin embargo, existen un conjunto de condiciones que
aumentan la probabilidad o el riesgo de que una persona tienda a cometer delitos. Por
tanto, los expertos coinciden en que determinar el mecanismo o los motivos psicológicos
por los cuales una persona comete un delito es tan complejo que no puede exponerse
con una fiabilidad del 100%, sin embargo, la información que logre obtenerse a partir de
un análisis será suficiente para emitir un diagnóstico.

Al momento de analizar el comportamiento criminal, el psicólogo debe tener en cuenta


tres variables: la genética (rasgos temperamentales o tendencias a ciertas
enfermedades), los factores ambientales (estimulación temprana, crianza, educación), y
el comportamiento social.

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La genética

Historial de enfermedades mentales en la familia como la esquizofrenia. Aunque siempre


han existido resultados contradictorios en este punto, los expertos aseguran que la
genética está presente en la existencia de enfermedades psicológicas. De igual modo,
también tiene que ver el nivel de agresividad del temperamento del individuo.

Los factores ambientales

Entre los aspectos que pueden condicionar esta conducta se encuentran: el nivel
socioeconómico bajo, graves problemas financieros (deudas), haberse formado en una
familia con integrantes que tengan antecedentes penales, carencia de apoyo por parte
de los Servicios Sociales Públicos, carencia de ofertas laborales y ausencia de afecto.

El comportamiento social

Muy relevante en la actualidad y relacionado con las explicaciones modernas sobre la


conducta criminal, puesto que los teóricos afirman que gran parte del comportamiento de
un criminal o delincuente está condicionado por su entorno social, esto sucede en el caso
de que un individuo se rodee de personas agresivas que fomenten o estimulen estas
conductas delictivas. (Psiguide. (2020). Psicología criminal: el trabajo del psicólogo criminal. Mayo 19 de 2021,
de Psicólogos de Mexico Sitio web: https://www.psicologosmexicodf.com/psicologia/psicologia-criminal-y-
forense/psicologia-criminal-el-trabajo-del-psicologo-criminal/)

El comportamiento de los seres humanos suele ser cambiante, lo anterior, ya que se


encuentra supeditado a distintos acontecimientos de la vida, uno de ellos, es sin duda,
el ser objeto de un delito, lo que ocasiona un actuar anormal del individuo.

Este proceder inaudito tiene agravantes, que se actualizan por la falta de sensibilidad de
las autoridades con la víctima, haciéndole recordar constantemente momentos
dolorosos, que es preferible olvidar.

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Por otro lado, no se puede omitir el factor social, dado que es fundamental en el presente
tópico debido a los cuestionamientos que suelen hacerse sobre la relación sostenida con
la víctima.

Así, con la comisión de un delito, es indiscutible que el sujeto pasivo tiende a modificar
su conducta, misma que, puede variar -durante y después- del acaecimiento del hecho
punible.

2.3. VÍCTIMA

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos reconoce los derechos de la


víctima y del ofendido en el artículo 20, apartado C, mismos que son reglamentados por
la Ley General de Víctimas, que en su artículo 4° los define de la manera siguiente:

“Artículo 4. Se denominarán víctimas directas aquellas personas físicas que hayan


sufrido algún daño o menoscabo económico, físico, mental, emocional, o en general
cualquiera puesta en peligro o lesión a sus bienes jurídicos o derechos como
consecuencia de la comisión de un delito o violaciones a sus derechos humanos
reconocidos en la Constitución y en los Tratados Internacionales de los que el Estado
Mexicano sea Parte.

Son víctimas indirectas los familiares o aquellas personas físicas a cargo de la víctima
directa que tengan una relación inmediata con ella.

Son víctimas potenciales las personas físicas cuya integridad física o derechos peligren
por prestar asistencia a la víctima ya sea por impedir o detener la violación de derechos
o la comisión de un delito.

La calidad de víctimas se adquiere con la acreditación del daño o menoscabo de los


derechos en los términos establecidos en la presente Ley, con independencia de que se
identifique, aprehenda, o condene al responsable del daño o de que la víctima participe
en algún procedimiento judicial o administrativo.

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Son víctimas los grupos, comunidades u organizaciones sociales que hubieran sido
afectadas en sus derechos, intereses o bienes jurídicos colectivos como resultado de la
comisión de un delito o la violación de derechos”.

Por su parte, el numeral 6° del propio ordenamiento legal señala:

“Artículo 6. Para los efectos de esta Ley, se entenderá por:

...

XIX. Víctima: Persona física que directa o indirectamente ha sufrido daño o el menoscabo
de sus derechos producto de una violación de derechos humanos o de la comisión de un
delito.

XX. Víctima potencial: Las personas físicas cuya integridad física o derechos peligren
por prestar asistencia a la víctima ya sea por impedir o detener la violación de derechos
o la comisión de un delito”.

Luego, la definición jurídica de víctima refiere a toda persona que resiente los efectos de
un delito, quien sufre un daño ocasionado por un tercero, o bien, derivado de un caso
fortuito; empero, no se trata de un solo tipo de víctimas, sino que dependiendo de las
consecuencias que genere la comisión del hecho punible, se distinguirán en diversos
grados o categorías.

VICTIMIZACIÓN

La aludida figura refiere al proceso por el que se llega a ser víctima, como se dijo, en el
campo del derecho, no sólo el sujeto pasivo del delito debe ser protegido por el Estado,
sino también los terceros que dependen económicamente de éste o que lo asisten, ya
que indirectamente también adquieren dicha calidad.

Se considera que existe victimización como consecuencia de acciones no criminales


imputables o que se dan como resultado de la violencia, indiferencia, discriminación o
ignorancia (Reyes, 1998).

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Paralelamente, se concibe como la irrupción significativa en la vida o bienes de una
persona ejercida por una fuerza externa y que le causa una lesión material o moral seria;
así pues, es tanto la consecuencia de una conducta antisocial, como el mecanismo por
el cual una persona llega a convertirse en un sujeto pasivo de un hecho punible (Abreu
y Abreu, 2009: 5).

He ahí que, de acuerdo a la clasificación hecha por diversos estudiosos de la materia, la


victimización puede actualizarse bajo tres modalidades: primaria, secundaria y terciaria.

VÍCTIMAS DIRECTAS

Es toda persona que ha sufrido de manera directa la comisión de un hecho delictivo y las
afectaciones que inciden en la confianza en sí misma y en la sociedad, en otras palabras,
los efectos del hecho delictivo producen secuelas que influyen en el ánimo y, por ende,
en el actuar del doliente.

La víctima sufre a menudo un severo impacto psicológico, que incrementa el daño


material o físico del delito, la importancia ante la agresión, o el miedo a que se repita,
produce ansiedad, angustia o abatimiento (Landrove, 1994).

Más aún representa la experiencia individual de la víctima derivada del hecho mismo de
haber padecido el delito y a las diversas consecuencias perjudiciales que eso conlleva,
sean de carácter físico, económico psicológico o social (Pecharromán, 2013).

En otros términos, victimización primaria es aquella derivada de haber padecido un delito,


y cuando va acompañado de violencia o experiencia personal con el autor, suele producir
efectos que se mantienen en el tiempo y pueden ser físicos, psíquicos, económicos o de
rechazo social (Zaffaroni, 1998).

La interpretación armónica de las acepciones precedentes, llevan al entendimiento de


que las personas que han sufrido un suceso traumático a manos de otro individuo,
pierden la confianza en sí mismas y en las que lo rodean, situación que se ve reflejada
en síntomas de indefensión, pérdida de control, temor por la propia vida y de la
humillación de haber sido violentada en su intimidad.

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A menudo, dichos decaimientos se manifiestan a través de distintas reacciones físicas


como son aumento de ritmo cardíaco, hiperventilación, estremecimientos, llantos,
aturdimiento, potenciación de los sentidos particulares, respuesta a combatir o huir,
insomnio, apetito irregular, estupor, tensión muscular, náuseas o decrecimiento de la
libido, entre otras.

El impacto físico y psicológico que sufre el individuo genera desenlaces no muy gratos,
en primer lugar la víctima podría rehuir las situaciones y los lugares relacionados directa
o indirectamente con el suceso, como podría ser el no salir a la calle, no tratar con
personas desconocidas, delirio de persecución, hasta llegar a sentir la necesidad de
mudarse.

Inclusive, puede afectar negativamente su desempeño laboral, por la falta de seguridad


de ésta, plasmándose en un mayor número de errores y en una inadecuada realización
de sus actividades diarias.

Las esferas maritales y familiares también tienen una alta posibilidad de verse afectadas,
debido al malestar emocional del trauma, sentimientos de culpa, desconfianza respecto
a la gente, formas antisociales y violentas, soledad y, en algunos casos, consumo de
alcohol o de drogas.

REVICTIMIZACIÓN

El término de victimización secundaria fue acuñado en mil novecientos sesenta y ocho,


para referirse a todas las agresiones psíquicas -no deliberadas pero efectivas-, que la
víctima recibe derivado de su relación con los profesionales de los servicios sanitarios,
policiales, o de la judicatura - interrogatorios, reconstrucción de los hechos, asistencia a
juicios, identificaciones de acusados, lentitud y demora de los procesos-, así como los
efectos del tratamiento informativo del suceso por parte de los medios de comunicación
(Khüne, 1986).

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La Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación ha definido la victimización
secundaria o revictimización como aquel conjunto de consecuencias psicológicas,
sociales, jurídicas y económicas de carácter negativo que derivan de la experiencia de
la víctima en su contacto con el sistema de procuración de justicia, y suponen un choque
entre las legítimas expectativas de la víctima y la inadecuada atención institucional
recibida (tesis 1a.CCCLXXXII/2015).

Es posible entenderla como aquel proceso a través del cual, el sujeto ha provocado la
victimización primaria es victimizado por las instancias de control social formal -como las
prisiones- (Palacio, 2001).

Los elementos que producen mayor daño en las víctimas del delito y la opinión que éstas
tienen sobre el aparato judicial, son (Shapland, 1990):

a) Policía. Los elementos policiacos son vistos como seres insensibles que proporcionan
escasa información a las víctimas.

b) Médicos forenses. Toda vez que tienen a su cargo la búsqueda de la evidencia, la


interacción con la víctima suele ser desagradable, especialmente en delitos sexuales,
pues no siempre tienen la sensibilidad adecuada ante su estado psicológico.

c) Juzgados. Proporcionan experiencias molestas derivado de las largas esperas en la


tramitología de los asuntos, lo que genera una imagen lamentable de los operadores
judiciales.

d) Fiscales. Son los funcionarios peor conceptualizados: mal informados, distantes y


despreocupados absolutamente sobre la ayuda y compensación a las víctimas, a
quienes ven de cerca por primera y única ocasión.

e) Medios de comunicación. Filtran la intimidad de la víctima a la sociedad.

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Algunos precedentes donde se ve reflejada la ineficacia de las instituciones encargadas
de impartir justicia son los identificados como “Caso Radilla Pacheco” y “Caso González
y otras (Campo Algodonero)”, ambos contra el Estado Mexicano, en los que la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, determinó que las autoridades, lejos de efectuar
de manera eficiente una investigación en torno al hecho delictivo, cuestionan la vida
personal de las víctimas, ocasionándoles un perjuicio irreparable.

Como corolario, la efectiva protección de los derechos de las víctimas exige que todas
las autoridades -en el área de sus competencias- identifiquen, diseñen y empleen
acciones benéficas, a fin de disminuir los efectos negativos de los actos criminales sobre
su persona y, sobre todo, asistirlos en todos los aspectos de su reintegración en la
comunidad, su hogar o su lugar de esparcimiento.

Bajo esta óptica, se puede afirmar que este tipo de victimización no ocurre como
resultado directo de la acción delictiva sino de la respuesta de las instituciones públicas
hacia la víctima.

DESVICTIMIZACIÓN

La victimización terciaria engloba las secuelas provocadas a las víctimas que han pasado
por los dos procesos anteriores, dejando una estigmatización o etiquetamiento por parte
de la sociedad que las rodea.

Esta vertiente de victimizar se deduce de la imagen de sí mismo como objeto


desamparado de un ambiente social, con el objetivo de un complot y se caracteriza por
el hecho de que la autodefinición como víctima se convierte en un elemento central de
su personalidad (Dunkel, 2002); se ha relacionado con tres temáticas distintas:

a) La victimización del penado, objeto de excesos punitivos y erosión prisionalizadora.

b) La que se sufre de modo vicarial o indirecto -mediante imágenes televisivas o cuando


se es testigo de una victimización violenta-

c) La que resiente la víctima al construir obsesivamente su identidad en torno a la

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victimización.

Este último aspecto reviste gran importancia para los asistentes de víctimas, cuya labor
es orientar a la “desvictimización”, o mejor aún, a una constructiva “reinserción social de
la víctima” (García, 2014).

El aludido proceso asistencial debe generar la capacidad para superar circunstancias


traumáticas, aunado a la contribución del empoderamiento de la víctima a fin de que
transite del nivel de desamparo al de seguridad, razón por la que, en esa labor, debe
estar inmersa la sociedad en su conjunto.

Las personas que han sido víctima de un delito suelen no desarrollarse como lo venían
haciendo, es decir, el hecho antijurídico, va más allá del menoscabo material, lo que
genera secuelas difíciles de superar, ya que el sujeto pasivo, entre otras cuestiones, se
vuelve inseguro, aumentando el nivel de sus sentidos, los que se encuentran en alerta
de cualquier situación extraña, que en otras circunstancias hubieran sido percibidos de
manera normal.

Ese daño psíquico, no solo se ve reflejado en su persona, sino que también trae
consecuencias en sus relaciones sociales, razón por la que se convierte en un individuo
solitario.

Si a ello se agrega que deben tolerar la actuación hostil de los servidores públicos
encargados de brindarles atención, se multiplican los daños referidos con anterioridad.

Además, tienen que adaptarse o convivir con los estigmas, señalamientos y


cuestionamientos sociales que suelen darse, lo que fomenta una larga y lenta
recuperación.

En suma, todo el sistema institucional de justicia debe ser muy sensible ante las personas
que han resentido un delito, ya que su concepción de la realidad se altera y, por ende,
siguen siendo vulnerables. (Ramirez.R.. (2018). VICTIMIZACIÓN, SU INFLUENCIA EN EL DESARROLLO

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DEL INDIVIDUO. Mayo 17 de 2021, de Universitario, ciencia Sitio web: https://ux.edu.mx/wp-
content/uploads/Art.-2-1.pdf)

En consecuencia, el actual redescubrimiento de la víctima y los estudios sobre el control


social del crimen, representan una positiva extensión del análisis científico hacia ámbitos
desconocidos. Ahora bien, dicha ampliación tiene como fin paliar este olvido de las
víctimas por medio de estudios científicos que, desde las perspectivas interdisciplinarias,
tengan por objeto a la víctima como tal, a sus características y su personalidad, tanto en
relación con el hecho social (delito), como en función de su propia intervención en la
dinámica social y criminal.

Es así que, a partir de los años cuarenta, presenciamos un renacer en la preocupación


por la víctima en los distintos ámbitos del saber.

Tal "redescubrimiento" de la víctima merece un análisis cauteloso lejos de


interpretaciones incongruentes, de una lectura antigarantista y de un indebido subrayado
mercantil de la expectativa de aquélla, como lo ha observado García Pablos de Molina.

Neutralización de las víctimas

El Derecho Penal se ha orientado en forma unilateral hacia el autor del delito, dejando a
la víctima en una posición marginal,. cuando no limitada a su participación como testigo
en el esclarecimiento del hecho delictivo; incluso como testigo se convierte en
destinatario de serios compromisos y obligaciones, y portador de pocos o ningún
derecho.

Esta neutralización de la víctima no es casual; el Derecho Pe- nal surge precisamente


con la neutralización de la misma. A partir del momento en que el Estado monopoliza la
reacción penal, es decir, que prohíbe a la víctima castigar a su victimario lo que es
asumido por el poder punitivo del Estado se la aparta del conflicto.

21
ELCPAPO
Por otro lado, la criminología consideraba a las víctimas como un sujeto pasivo, neutro,
estático, que no contribuía en nada al hecho criminal.

A mediados del presente siglo es que el movimiento victimológico emprende estudios


sobre lo que Mendelsohn llama la "Pareja Criminal", dándole a la víctima una visión más
activa, capaz de contribuir en la génesis y dinámica de una conducta delictiva.

Redescubrimiento de la víctima

Frente a la gran preocupación por el criminal, la criminología había olvidado casi en forma
absoluta a las víctimas de los delitos.

Este hecho tiene varias explicaciones, una de ellas es que nos identificamos con el
infractor y jamás con la víctima; quizás sea que admiramos al criminal que se atreve a
hacer lo que nosotros no haríamos y no admiramos a la víctima, ya que nadie se identifica
con el perdedor, el lesionado, maltratado, estafado o violado.

Sin embargo, a partir de las primeras investigaciones sobre la víctima los científicos se
llevaron una sorpresa al descubrir que, en una notable cantidad de hechos, la víctima
tenía una gran participación en los sucesos y, en otras ocasiones, era la verdadera
causante del delito, saltando a la vista que la víctima puede ser objeto de estudio y
análisis desde dos puntos de vista, bien bajo su comportamiento individual o bien en
función de sus relaciones con el autor del delito.

Desde estos puntos de vista, la víctima ha de cobrar una especial importancia en materia
penal para completar el diagnóstico de hecho delictivo.

El progresivo interés por la víctima fue acompañado e incentivado por diversos factores
o circunstancias:

En primer lugar, el legado de los pioneros de la nueva ciencia, Von Hentig y B.


Mendelsohn, cuyos estudios se circunscribieron a la "Pareja Criminal" y demostraron la
recíproca interacción existente entre autor y víctima, contribuyendo a un nuevo enfo- que
de la víctima, dándole una nueva imagen, más realista y dinámica, como sujeto activo -

22
ELCPAPO
no como un mero objeto- capaz de influir en la configuración del hecho delictivo, en su
estructura dinámica y preventiva.

Poco a poco se van desarrollando las investigaciones respecto a las víctimas, pasando
del estudio de la pareja criminal y fenómeno de interacción al estudio de otro tema del
que resulta un núcleo de conocimientos sobre actitudes y propensiones de los suje- tos
para convertirse en víctimas, tipología victimaria, daños que padecen las

víctimas como consecuencia del delito(victimización secundaria), la criminalización de


determinadas infracciones equivocadamente denominadas "delitos sin víctimas".

En segundo lugar, el desarrollo en la Psicología Social de una rica gama de modelos


teóricos, adecuados para interpretar y explicar los datos aportados por las
investigaciones victimológicas.

Otro elemento que contribuyó al resurgimiento de las víctimas son los aportes
experimentales de Latane y Darley, en la década de los años setenta, sobre la dinámica
de la intervención de los espectadores en las situaciones de emergencia, estudios de
psicología social en torno al comportamiento de asistencia -o de abandono- hacia la
víctima del delito, capaces de arrojar luz sobre reacciones insolidarias y pasivas de
testigos presenciales de un crimen violento que asombró a la opinión pública.

Otro factor que intervino es el perfeccionamiento y credibilidad que las encuestas de


victimización empezaron a adquirir en esta década; las cuales permitieron obtener datos
sobre la población realmente victimizada, abarcando no sólo las víctimas oficia- les sino
también aquellas otras no incluidas por no haberse denunciado el delito.

Posteriormente, los movimientos feministas, al llamar la atención sobre la violencia


dirigida especialmente contra la mujer (victimización sexual, violencia física), impulsaron
numerosas investigaciones teóricas y concretos programas de asistencia a aquéllas,
sirviendo de modelo a otros colectivos de victimización.

El actual reencuentro con la víctima, tímido y tardío, expresa la imperiosa necesidad de


verificar, a la luz de la ciencia, la función "real" que desempeña la víctima del delito en
los diversos momentos del suceso criminal (deliberación, decisión, ejecución,
racionalización y justificación, entre otros).

23
ELCPAPO

Revisando los superados estereotipos clásicos, productos del análisis formalista y


estático de la criminología tradicional, este nuevo enfoque crítico interaccionista aporta
una imagen verosímil de la víctima, de su comportamiento, relaciones con otros
protagonistas del hecho criminal que, lógicamente, sugiere actitudes y respuestas muy
distintas de la sociedad y poderes públicos respecto al "problema criminal".

Estos y otros factores contribuyeron a que el estudio de la víctima se convirtiera en un


campo de investigación ya asentado en el último decenio,adquiriendo un interés muy
significativo, tanto en el mundo anglosajón, que domina hoy la literatura victimoló- gica,
como en otros contextos culturales, consolidándose de esta manera una disciplina joven:
la Victimología. (Cuaresma, S.. (2000). La victimologia. España: Instituto interamericano de Derechos humanos)

2.4 LA PSICOLOGÍA APLICADA A LA INVESTIGACIÓN CRIMINAL

En general se tiene la imagen mental del psicólogo como terapeuta al que se acude para
resolver algún conflicto psicológico, pero la psicología criminal es una rama diferente y
apasionante de la psicología.

Cuando hablamos de psicología aplicada a la investigación criminal en realidad estamos


hablando de un conjunto de disciplinas que juntas conforman la llamada psicología
criminal.

Esta rama de la psicología contempla áreas de interés como la victimología, análisis de


la escena del crimen o la criminodinámica.

Esta ciencia se desenvuelve en una amplia gama de procedimientos como la autopsia


psicológica, trazado de perfiles, análisis operativos de casos, etc.

Las áreas de desarrollo de la psicología criminal son muchas, de modo que es


considerada una herramienta importante en la investigación criminal.

24
ELCPAPO

Análisis del sitio del suceso, modus operandi y evaluaciones psicológicas.

Una de las muchas funciones del psicólogo criminalista está orientada al


acompañamiento del investigador policial en las entrevistas con víctimas, testigos y
personas sospechas de un delito.

Se hace a fin de evaluar el estado mental del entrevistado y los posibles factores
psicopatológicos que puedan estar presentes en ellos.

De la misma manera, la psicología aplicada a la investigación criminal aporta un análisis


interpretativo del lugar del suceso y del modus operandi o firma del criminal.

Este último se refiere al patrón conductual exhibido por el autor del crimen. También de
su predictibilidad, ya que es un comportamiento con tendencia al cambio si es reiterativo.

Los psicólogos criminalistas realizan, además, evaluaciones psicológicas


reconstructivas o retrospectivas.

Estas evaluaciones combinan conocimientos forenses con el análisis clínico de salud


mental. Su función principal es la creación de autopsias psicológicas y análisis de
muertas equívocas, siendo especialmente útiles en el trazado de perfiles criminales.

Trazado de perfil criminal

El trazado de perfiles criminales es una técnica que intenta predecir el comportamiento


humano en relación al delito.

Por ejemplo, el análisis y la interpretación de evidencias encontradas en la escena de


un crimen o en el modus operandi pueden apuntar a un tipo de personalidad del
criminal o, lo que no es menos valioso, contribuir a descartar a otros.

25
ELCPAPO

Suele trazarse en cuatro etapas:

• Etapa 1. Es en la que se obtiene la información. Cuantas más fuentes de


información más preciso será el perfil. Se hace a través de testimonios,
inspecciones, informes policiales, etc. Se recopilan también la información forense,
causa de la muerte, lesiones pre y post mortem, actividad sexual y análisis
toxicológico.

• Etapa 2. Es en la que se clasifica el delito con toda la información relativa al caso.


Se clasifica el delito en base a los manuales policiales y de investigación. Se tienen
en cuenta variables como riesgo para el agresor, duración del delito e intentos
previos.

• Etapa 3. Se reconstruye el delito y se hacen las primeras hipótesis de lo sucedido.


De esta fase sale definido el modus operandi. Aquí resulta importante también la
creación del perfil geográfico. Los elementos a analizar en esta fase son muchos.
Por ejemplo, selección aleatoria o no de la víctima, control ejercido sobre ella, la
puesta en escena y el tipo de delito (organizado o desorganizado). Este último dato
aporta información decisiva para el trazado del tipo de personalidad.

• Etapa 4. En esta etapa es cuando se elabora el perfil criminal. Debe incluir aspecto
físico, procedencia, ambiente sociocultural en que se desenvuelve. Su nivel
académico o laboral, habilidades intelectuales y capacidades físicas. Se describen
también los hábitos del delincuente y sus comportamientos pre y post delito. Es en
esta fase donde finalmente se dan las recomendaciones a seguir a los
investigadores.

Los perfiles criminales se trazan en base a evidencias.

Una de las más significativas, cuando aparece, es aquella relacionada con lesiones
postmortem que sean compatibles con una posible tortura, sadismo o rituales. Además,

26
ELCPAPO
en este tipo de investigación se tienen muy en cuenta los parámetros geográficos y la
vinculación con otros casos.

En general se tiene la imagen mental del psicólogo como terapeuta. La persona a la que
se acude a consulta para tratar de resolver el conflicto psicológico o para prestar ayuda
en el desarrollo de habilidades que hagan la vida de sus clientes más adaptativa y en
definitiva más feliz. Pero la psicología criminal es otra rama de la psicología diferente a
la clínica.

La psicología aplicada a la investigación criminal es una las caras más apasionantes de


la psicología donde los profesionales de este sector pueden aplicar sus conocimientos
en el beneficio común e indirecto de muchas personas.

Una ciencia que sigue evolucionando, que requiere de conocimientos técnicos y también
de mucha intuición.(Budner. S. (2018). La psicología aplicada a la investigación criminal. 18/mayo/2021, de La mente es
maravillosa Sitio web: https://lamenteesmaravillosa.com/la-psicologia-aplicada-a-la-investigacion-criminal/)

La psicología criminal y la prevención del delito.

L a delincuencia es uno de los problemas sociales en que suele reconocerse una mayor
necesidad y posible utilidad de la psicología.

Las conductas antisociales de los jóvenes, el maltrato de mujeres, las agresiones


sexuales, el consumo de alcohol y otras drogas vinculados a muchos delitos, la exclusión
social y la frustración como base para la agresión, o el terrorismo, crean extrema desazón
en las sociedades y urgen una comprensión más completa que se oriente hacia su
prevención.

Aunque todos estos fenómenos tienen un origen multifactorial, algunas de sus


dimensiones psicológicas son claves al ser el sujeto humano el que realiza la conducta
antisocial.

27
ELCPAPO
En los comportamientos delictivos se implican interacciones, pensamientos y elecciones,
emociones, recompensas, rasgos y perfiles de personalidad, aprendizajes y
socializaciones, creencias y actitudes, atribuciones, expectativas, etc.

A lo largo de la segunda mitad del siglo XX y hasta nuestros días se ha ido conformando
una auténtica Psicología de la delincuencia. En ella, a partir de los méto- dos y los
conocimientos generales de la psicología, se desarrollan investigaciones y se generan
conocimientos específicos al servicio de un mejor entendimiento de los fenómenos
criminales. Sus aplicaciones están resultando relevantes y prometedoras tanto para la
explicación y predicción del comportamientos delictivo (Bartol y Bartol, 2005; Blackburn,
1994; Hanson y Bussière, 1998; Así, los conocimientos psicológicos sobre la
delincuencia se han acumulado especialmente en tor- no a los siguientes cuatro grandes
ámbitos: 1) explica- ción del delito, 2) estudios sobre carreras delictivas, 3) prevención y
tratamiento, y 4) predicción del riesgo de conducta antisocial. A continuación se hace
breve referencia a cada uno de estos sectores temáticos.

2.5. EXPLICACIÓN DE LA DELINCUENCIA

Las explicaciones psicológicas de la delincuencia que han recibido apoyo empírico de


parte de la investigación se concretan esencialmente en cinco grandes proposiciones,
que actualmente se consideraran complementarias. Son las siguientes:

1. La delincuencia se aprende

La teoría del aprendizaje social es considerada en la actualidad la explicación más


completa de la conducta delictiva.

El modelo más conocido en psicología es el de Bandura (1987), que realza el papel de


la imitación y de las expectativas de la conducta, y diferencia entre los momentos de
adquisición de un comportamiento y su posterior ejecución y mantenimiento. Sin
embargo, el modelo dominante en la ex- plicación de la delincuencia es la versión del
aprendizaje social formulada por Akers (2006; Akers y Sellers, 2004), que considera que
en el aprendizaje del comportamiento delictivo intervienen cuatro mecanismos
interrelacionados: 1) la asocia- ción diferencial con personas que muestran hábitos y
actitudes delictivos, 2) la adquisición por el individuo de definiciones favorables al delito,

28
ELCPAPO
3) el reforzamiento diferencial de sus comportamientos delictivos, y 4) la imitación de
modelos pro-delicti- vos.

2. Existen rasgos y características individuales que predisponen al delito

La investigación biopsicológica sobre diferencias individuales y delincuencia ha puesto


de relieve la asociación de la conducta antisocial con factores como lesiones craneales,
baja actividad del lóbulo frontal, baja activación del Sistema Nervioso Autó- nomo,
respuesta psicogalvánica reducida, baja inteligencia, Trastorno de Atención con
Hiperactividad, alta impulsividad, propensión a la búsqueda de sensaciones y tendencia
al riesgo, baja empatía, alta extraversión y locus de control externo.

Una perspectiva psicológica todavía vigente sobre diferencias individuales y delito es la


teoría de la personalidad de Eysenck (Eysenck y Gudjonsson, 1989), que incluye la
interacción de elementos biológicos y ambientales. En síntesis, Eysenck considera que
existen tres dimensiones temperamentales en interacción (Garrido, Stangeland y
Redondo, 2006; Milan, 2001): 1) el continuo extraversión, que sería resultado de una
activación disminuida del sistema reticular y se manifestaría psicológicamente en los
rasgos “búsqueda de sensaciones”, “impulsividad” e “irritabilidad”; 2) la dimensión
neuroticismo, sustentada en el cerebro emocional y que se muestra en una “baja
afectividad negativa” ante estados de estrés, ansiedad, de- presión u hostilidad, y 3) la
dimensión psicoticismo, que se considera el resultado de los procesos neuroquímicos de
la dopamina y la serotonina, y se manifestaría en características personales como la
mayor o menor “insensibilidad social”, “crueldad” hacia otros y “agresividad”.

La combinación única en cada individuo de sus características personales en estas


dimensiones y de sus propias experiencias ambientales, condicionaría los diversos
grados de adapta- ción individual y, también, de posible conducta antisocial, por un
marcado retraso en los procesos de socialización. Según Eysenck los seres humanos
aprenderían la ‘conciencia emocional ’que inhibiría la puesta en práctica de conductas
antisociales.

Este proceso tendría lugar mediante condicionamiento clásico, a partir del apareamiento
de estímulos aversivos, administrados por padres y cuidadores, y comportamientos
socialmente inapropiados. Sin embargo, los individuos con elevada extraversión, bajo
neuroticismo y alto psicoticismo tendrían mayores dificultades para una adquisición

29
ELCPAPO
eficaz de la ‘con- ciencia moral’, en cuanto inhibidora del comportamiento antisocial
(Milan, 2001).

3. Los delitos constituyen reacciones a vivencias individuales de estrés y tensión

Múltiples investigaciones han puesto de relieve la conexión entre las vivencias de tensión
y la propensión a cometer ciertos delitos, especialmente delitos violentos (Andrews y
Bonta, 2006; Tittle, 2006). Muchos homicidios, asesinatos de pareja, lesiones,
agresiones sexuales y robos con intimidación son perpetrados por individuos que
experimentan fuertes sentimientos de ira, venganza, apetito sexual, ansia de dinero y
propiedades, o desprecio hacia otras personas.

Al respecto, una perspectiva clásica en psicología es la hipótesis que conecta la


experiencia de frustración con la agresión. En esta misma línea, una formulación
criminológica más moderna es la teoría general de la tensión, que señala la siguiente
secuencia explicativa de la relación entre estrés y de- lito (Agnew, 2006; Garrido,
Stangeland y Redondo, 2006):

a) Diversas fuentes de tensión pueden afectar al individuo, entre las que destacan la
imposibilidad de lograr objetivos sociales positivos, ser privado de gratificaciones que
posee o espera, y ser so- metido a situaciones aversivas ineludibles.

b) Como resultado de las anteriores tensiones, se generarían en el sujeto emociones


negativas que como la ira energizan su conducta en dirección a corregir la situación.

c) Una posible acción correctora contra una fuente de tensión experimentada es la


conducta delictiva.

d) La supresión de la fuente alivia la tensión y de ese modo el mecanismo conductual


utilizado pa- ra resolver la tensión se consolida.

4. La implicación en actividades delictivas es el resultado de la ruptura de los vínculos


sociales

La constatación de que cuanto menores son los lazos emocionales con personas
socialmente integradas (como sucede en muchas situaciones de margina- ción) mayor
es la implicación de un sujeto en actividades delictivas, ha llevado a teorizar sobre este
particular en las denominadas teorías del control social. La más conocida en la teoría de
los vínculos sociales de Hirschi (1969), quien postuló que existe una serie de contextos
principales en los que los jóvenes se unen a la sociedad: la familia, la escuela, el grupo

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ELCPAPO
de amigos y las pautas de acción convencionales, tales como las actividades recreativas
o deportivas.

El enraizamiento a estos ámbitos se produce mediante cuatro mecanismos


complementarios: el apego, o lazos emocionales de admiración e identificación con otras
personas, el compromiso, o grado de asunción de los objetivos sociales, la participación
o amplitud de la implicación del individuo en actividades sociales positivas (escolares,
familia- res, laborales...), y las creencias o conjunto de convicciones favorables a los
valores establecidos, y contrarias al delito.

En esta perspectiva la etiología de la conducta antisocial reside precisamente en la


ruptura de los anteriores mecanismos de vinculación en uno o más de los contextos
sociales aludidos.

5. El inicio y mantenimiento de la carrera delictiva se relacionan con el desarrollo del


individuo, especial- mente en la infancia y la adolescencia.

Por último, una importante línea actual de análisis psicológico de la delincuencia se


concreta en la de- nominada criminología del desarrollo que se orienta al estudio de la
evolución en el tiempo de las carreras delictivas. Se hace referencia a ella a conti-
nuación con mayor extensión por la novedad y relevancia actual de este planteamiento.

2.6. ESTUDIOS SOBRE CARRERAS DELICTIVAS Y CRIMINOLOGÍA DEL


DESARROLLO

La investigación sobre carreras delictivas, también conocida como criminología del


desarrollo, concibe la delincuencia en conexión con las diversas etapas vitales por las
que pasa el individuo, especialmente durante los periodos de su infancia, adolescencia
y juventud (Farring- ton, 1992; Loeber, Farrington y Waschbusch, 1998). Se considera
que muchos jóvenes realizan actividades anti- sociales de manera estacional, durante la
adolescencia, pero que las abandonan pronto de modo ‘natural’. Sin embargo, la
prioridad para el análisis psicológico son los delincuentes ‘persistentes’, que constituyen
un peque- ño porcentaje de jóvenes, que tienen un inicio muy pre- coz en el delito y que
van a cometer muchos y graves delitos durante periodos largos de su vida (Howell, 2003;
Moffitt, 1993).

31
ELCPAPO
En los estudios sobre carreras delictivas se analiza la secuencia de delitos cometidos
por un individuo y los “factores” que se vinculan al inicio, mantenimiento y finalización de
la actividad delictiva.

Así pues, su principal foco de atención son los “factores de riesgo” de delincuencia. Se
efectúa una diferencia- ción entre factores estáticos (como la precocidad delicti- va de un
sujeto, su impulsividad o su psicopatía), que contribuyen al riesgo actual pero que no
pueden generalmente modificarse, y factores dinámicos, o sustancial- mente
modificables (como sus cogniciones, tener amigos delincuentes, o el consumo de
drogas).

Farrington (1996) formuló una teoría psicológica, integradora del conocimiento sobre
carreras delictivas, que diferencia, en primer lugar, entre ‘tendencia antisocial ’de un
sujeto y ‘decisión ’de cometer un delito. La ‘tendencia antisocial ’dependería de tres tipos
de factores: 1) los procesos energizantes, entre los que se encontrarían los niveles de
deseo de bienes materiales, de estimulación y prestigio social (más intensos en jóvenes
marginales debido a sus mayores privaciones), de frustración y estrés, y el posible
consumo de alcohol; 2) los procesos que imprimen al comportamiento una
direccionalidad antisocial, especialmente si un joven, debido a su carencia de habilidades
prosociales, propende a optar por métodos ilícitos de obtención de gratificaciones, y 3)
la posesión o no de las adecuadas inhibiciones (creencias, actitudes, empatía, etc.) que
le alejen del comportamiento delictivo.

Estas inhibiciones serían especialmente el resultado de un apropiado proceso de crianza


paterno, que no sea gravemente entorpecido por factores de riesgo como una alta
impulsividad, una baja inteligencia o el contacto con modelos delictivos.

La ‘decisión ’de cometer un delito se produciría en la interacción del individuo con la


situación concreta. Cuando están presentes las tendencias antisociales aludidas, el delito
sería más problable en función de las oportunidades que se le presenten y de su
valoración favorable de costes y beneficios anticipados del delito (materiales, castigos
penales, etc.).

En un plano longitudinal la teoría de Farrington distingue tres momentos temporales de


las carreras delictivas. El inicio de la conducta delictiva dependería principal- mente de
la mayor influencia sobre el joven que adquieren los amigos, especialmente en la
adolescencia. Esta incrementada influencia de los amigos, unida a la paula- tina
maduración del joven, aumenta su motivación hacia una mayor estimulación, la
obtención de dinero y otros bienes materiales, y la mayor consideración grupal. In-

32
ELCPAPO
crementa también la probabilidad de imitación de los métodos ilegales de los amigos y,
en su compañía, se multiplican las oportunidades para el delito, a la vez que crece la
utilidad esperada de las acciones ilícitas.

La persistencia en el delito va a depender esencialmente de la estabilidad que presenten


las tendencias antisociales, como resultado de un un intensivo y prolongado proceso de
aprendizaje.

Finalmente, el desistimiento o abandono de la carrera delictiva se va a producir en la


medida en que el joven mejore sus habilidades para la satisfacción de sus objetivos y
deseos por medios legales y aumenten sus vínculos afectivos con parejas no antisociales
(lo que suele ocurrir al final de la adolescencia o en las primeras etapas de la vida adulta).

En el marco de la criminología del desarrollo una de las propuestas teóricas más


importantes en la actualidad, que incorpora conocimientos de la investigación y teorias
psicológicas precedentes, es la síntesis efectuada por los investigadores canadienses
Andrews y Bonta (2006), en su modelo de Riesgo-Necesidades- Responsividad. Dicho
modelo se orienta a las aplicaciones psicológicas en prevención y tratamiento de la
delincuencia y establece tres grandes principios: 1) el principio de riesgo, que asevera
que los individuos con un mayor riesgo en factores estáticos (históricos y personales, no
modificables) requieren intervenciones más in- tensivas; 2) el principio de necesidad, que
afirma que los factores dinámicos de riesgo directamente conecta- dos con la actividad
delictiva (tales como hábitos, cogniciones y actitudes delictivas) deben ser los auténticos
objetivos de los programas de intervención, y 3) el principio de individualización, que
advierte sobre la necesidad de ajustar adecuadamente las intervenciones a las
características personales y situacionales de los sujetos (su motivación, su reactividad a
las técnicas, etc.). A continuación se presentan con mayor extensión los progresos de la
psicología en los ámbitos de la prevención y el tratamiento de la delincuencia.

2.7. PREVENCIÓN Y TRATAMIENTO

La prevención de la delincuencia admite variadas posibilidades, en función tanto de los


sucesivos momentos temporales en el desarrollo de las carreras delictivas (prevención
primaria, secundaria y terciaria) como también de los distintos actores y contextos que
intervienen en el delito (prevención en relación con agresores, vícti- mas, comunidad
social y ambiente físico) (Garrido et al., 2006).

33
ELCPAPO
En todas estas modalidades de prevención se re- quiere la colaboración de diversas
disciplinas tales como, por sólo mencionar algunas que resultan más evidentes, la
criminología, la psicología, la victimología, el derecho, la sociología, la educación, el
trabajo social y el diseño urbanístico. No se hará aquí referencia a to- das las
posibilidades y variantes de la prevención sino que se dirigirá la atención a aquéllas en
que la psicología ha mostrado hasta ahora una mayor utilidad, que se concretan
principalmente en el tratamiento psicológico de los delincuentes tanto juveniles como
adultos.

Los tratamientos psicológicos se fundamentan en las explicaciones y otros


conocimientos sobre la delincuencia a que se ha aludido con anterioridad, tales como la
teoría del aprendizaje social y los análisis de carreras crimina- les. En esencia los
tratamientos consisten en intervenciones psicoeducativas que se dirigen a jóvenes en
riesgo de delincuencia o a delincuentes convictos, con el objetivo de reducir los factores
de riesgo dinámicos que se asocian a su actividad delictiva.

Constituyen uno de los medios técnicos de que puede disponerse en la actualidad para
reducir el riesgo delictivo de los delincuentes. Sin embargo, ello no significa que los
tratamientos sean la ‘solución ’a la delincuencia, ya que ésta es un fenómeno complejo
y multicausal, y requiere por ello muy diversas intervenciones.

Canadá es, en el plano internacional, el país con mayor desarrollo en materia de


programas de tratamiento y rehabilitación de sus delincuentes. Su oferta es muy am- plia
e incluye programas nacionales de prevención de la violencia familiar, el denominado
Programa Razona- miento y Rehabilitación (R&R) (primer programa cognitivo aplicado
con delincuentes), un programa de manejo de las emociones y la ira, uno de
entrenamiento en actividades de tiempo libre, de habilidades de crianza de los hijos, de
integración comunitaria, de delincuentes sexuales, de prevención del abuso de
sustancias tóxicas, de prevención de la violencia, de prevención del aisla- miento en
regímenes penitenciarios cerrados, y un con- junto específico de programas para
mujeres delincuentes (Brown, 2005). En Europa, el país que cuenta con un mayor
desarrollo técnico del tratamiento de los delincuentes es el Reino Unido. A semejanza de
Canadá dispone de una amplia oferta de programas de tratamiento, que incluye los
dirigidos a entrenar en habilidades de pensamiento, controlar la ira, diversos pro- gramas
para agresores sexuales, programa motivacional y programa de habilidades de vida para

34
ELCPAPO
delincuentes juveniles (McGuire, 2001). Otros países europeos con buen desarrollo del
tratamiento de los delincuentes son las Países Nórdicos, y algunos de los de
Centroeuropa, como los Países Bajos y Alemania.

España cuenta con una razonable oferta de programas de tratamiento de delincuentes


(principalmente en las prisiones), que incluye tratamientos para jóvenes internados,
delincuentes drogodependientes, agresores sexuales, maltratadores, condenados
extranjeros, penados discapacitados, delincuentes de alto riesgo en régimen cerrado, y
prevención de suicidios (Redondo, Pozuelo y Ruiz, en prensa). El gran problema al que
se enfrenta la aplicación de tratamientos en las prisiones españolas es el gran número
de encarcelados, que no para de crecer día a día, debido, no a un aumento real del
número de delitos, sino a un espectacular y sistemático endurecimiento del sistema penal
(Redondo, 2007).

Los objetivos preferentes del tratamiento de los delinees son sus necesidades
criminogénicas, o factores de riesgo directamente relacionados con sus actividades
delictivas. Andrews y Bonta (2006) se han referido a los que denominan los “cuatro
grandes” factores de riesgo: 1) las cogniciones antisociales, 2) las redes y vínculos pro-
delictivos, 3) la historia individual de comportamiento antisocial, y 4) los rasgos y factores
de personalidad antisocial. En función de lo anterior, de los modelos psicológicos con
implicaciones terapéuticas, el modelo cognitivo-conductual es el que ha dado lugar a un
mayor número de programas con delincuentes.

Desde esta perspectiva se considera que el comportamiento delictivo es parcialmente el


resultado de déficit en habilidades, cogniciones y emociones. Así, la finalidad del
tratamiento es entrenar a los sujetos en todas estas competencias, que son
imprescindibles para la vida social. Este modelo se ha concretado en el entrenamiento
en los siguientes grupos de habilidades (véase con mayor amplitud en Redondo, 2007):

1. Desarrollo de nuevas habilidades. Muchos delincuentes requieren aprender nuevas


habilidades y hábitos de comunicación no violenta, de responsabilidad familiar y
laboral, de motivación de logro personal, etc. En psicología se dispone de una amplia
tecnología, en buena medida derivada del condicionamiento operante, para la
enseñanza de nuevos comportamientos y para el mantenimiento de las
competencias sociales que ya puedan existir en el repertorio conductual de un
individuo. Entre las técnicas que sirven para el desarrollo de nuevas conductas
destacan el reforzamiento positivo y el moldeamiento, a partir de dividir un

35
ELCPAPO
comportamiento social complejo en pequeños pasos y reforzar al individuo por sus
aproximaciones sucesivas a la conducta final. Las mejores técnicas para reducir
comportamientos inapropiados han mostrado ser la extinción de conducta y la
enseñanza a los sujetos de nuevos comportamientos alternativos que les permitan
obtener las gratificaciones que antes lograban mediante su conducta antisocial. El
mantenimiento de la conducta prosocial a largo plazo se ha promovido mediante
contratos conductuales, en que se pactan con el individuo los objetivos terapéuticos
y las consecuencias que recibirá por sus esfuerzos y logros.

En instituciones, como prisiones y centros para delincuentes juveniles, se han aplicado


los denomina- dos programas ambientales de contingencias, que organizan el conjunto
de una institución cerrada a partir de principios de reforzamiento de conducta.

Otra de las grandes estrategias de desarrollo de comportamientos prosociales en los


delincuentes es el modelado de dichos comportamientos por parte de otros sujetos, lo
que facilita la imitación y adquisición de la conducta en los ‘aprendices’.

El modelado es también la base de la técnica de entrenamiento en habilidades sociales,


otra de las técnicas más empleadas con los delincuentes (Redondo, 2007).

2. Desarrollo del pensamiento. Al igual que sucedió con la terapia psicológica en general,
en el tratamiento de los delincuentes también se descubrió en la década de los setenta
la relevancia de intervenir sobre el pensamiento y la cognición.

En el marco de la psicología criminal, el trabajo científico decisivo para ello fue el


desarrollado por Ross y sus colegas en Canadá, quienes revisaron numerosos
programas de tratamiento aplicados en años anteriores y concluyeron que los más
efectivos habían sido los que habían incluido componentes de cambio del pensamiento
de los delincuentes (Ross y Fabiano, 1985). Como resultado de este análisis concibieron
un programa multifacético, denominado Reasoning and Rehabilitation (R&R), que
adaptaba e incorporaba distintas técnicas de otros autores que habían mostrado ser
altamente eficaces.

36
ELCPAPO
Este programa, en distintos formatos, ha sido amplia- mente aplicado con delincuentes
en diversos países, incluido el caso de España, con buenos resultados (Tong y Farrinton,
2006).

Muchos delincuentes son muy poco competentes en la solución de sus problemas


interpersonales, por lo que una estrategia de tratamiento especialmente aplicada ha sido
la de “solución cognitiva de problemas interpersonales”.

Incluye entrenamiento en reconocimiento y definición de un problema, identificación de


los propios sentimientos asociados al mismo, separación de hechos y opiniones,
recogida de información sobre el problema y análisis de todas sus posibles soluciones,
toma en consideración de las consecuencias de las distintas soluciones y, finalmente,
adopción de la mejor solución y puesta en práctica de la misma.

Otro de los grandes avances en el tratamiento cognitivo de los delincuentes lo


constituyen las técnicas destinadas a su desarrollo moral.

El origen de estas técnicas son los trabajos sobre desarrollo moral de Piaget y,
especialmente, de Kohlberg, quien diferencio una serie de niveles y ‘estadios ’de
desarrollo moral, desde los más inmaduros (en que las decisiones de conducta se basan
en evitación del castigo y en recompensas inmediatas) a los más avanzados (imbuidos
de consideraciones morales altruistas y autoinducidas).

Las técnicas de desarrollo moral enseñan a los sujetos, mediante actividades de discu-
sión grupal, a considerar los sentimientos y puntos de vista de otras personas (Palmer,
2003).

3. Regulación emocional y control de la ira. Según ya se ha comentado, la ira puede jugar


un papel destacado en la génesis del comportamiento violento y delictivo.

Las técnicas de regulación emocional par- ten del supuesto de que muchos delincuentes
tienen dificultades para el manejo de situaciones conflictivas de la vida diaria, lo que
puede llevarles al des- control emocional, y a la agresión tanto verbal como física a otras
personas. En ello suele implicarse una secuencia que incluye generalmente tres
elementos: carencia de habilidades de manejo de la situación, interpretación inadecuada
de las interacciones sociales (por ej., atribuyendo mala intención) y exas- peración
emotiva.

En consecuencia, el tratamiento se orienta a entrenar a los sujetos en todas las anteriores


parcelas, lo que incluye autorregistro de ira y construcción de una jerarquía de
situaciones en que la ira se precipita, reestructuración cognitiva, relaja- ción,

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entrenamiento en afrontamiento y comunica- ción en la terapia, y práctica en la vida diaria
(Novaco, Ramm y Black, 2001).

4. Prevención de recaídas. La experiencia indica que muchos de los cambios producidos


por el tratamiento no siempre son definitivos sino que a menudo se producen retornos
‘imprevistos ’a la actividad delictiva, o recaídas en el delito.

Así, uno de los grandes objetivos actuales del tratamiento de los delincuentes es
promover la generalización de los logros terapéuticos a los contextos habituales del
sujeto, y facilitar el mantenimiento de dichas mejoras a lo largo del tiempo. Con los
anteriores propósitos se han concebido y aplicado dos grandes tipos de técnicas
psicológicas.

Las técnicas de “generalización y mantenimiento”, más tradicionales, tienen como


objetivo la transferencia proactiva de las nuevas competencias adquiridas por los
delincuentes durante el programa de tratamiento.

Para ello se emplean estrategias como programas de refuerzo intermitentes,


entrenamiento amplio de habilidades por diversas personas y en múltiples lugares,
inclusión en el entrenamiento de personas cercanas al sujeto (que luego estarán en sus
ambientes naturales), uso de consecuencias y gratificaciones habituales en los contextos
del individuo (más que artificiales), control estimular y autocontrol. Una técnica más
reciente y específica es la de “prevención de recaídas”, que comenzó siendo diseñada
para el campo de las adicciones y después se trasladó también al del tratamiento de los
delincuentes (Laws, 2001; Marlatt y Gordon, 1985). Se estructura general consiste en
entrenar al sujeto en: a) detección de situaciones de riesgo de recaída en el delito, b)
prevención de decisiones aparente- mente irrelevantes, que pese a que parecen inocuas
le podrán en mayor riesgo, y c) adopción de res- puestas de afrontamiento adaptativas.

Si se atiende a las tipologías delictivas, los tratamientos psicológicos se han dirigido


especialmente a las siguientes categorías de delincuentes:

1. Delincuentes juveniles. Uno de los mejores modos de prevención del delito son los
programas familiares. Actualmente uno de los tratamientos juveniles más
contrastados empíricamente es la denominada terapia multisistémica (MST), de
Henggeler y sus colaboradores (Edwards, Schoenwald, Henggeler y Strother, 2001).
Parte de la consideración de que el desarrollo infantil se produce bajo la influencia
com- binada y recíproca de distintas capas ambientales, que incluyen la familia, la

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ELCPAPO
escuela, las instituciones del barrio, etc. En todos estos sistemas hay tanto factores
de riesgo para la delincuencia como factores de protección. A partir de ello se
establece una serie de principios básicos: evaluar el ‘encaje ’entre los problemas
identificados en los distintos sistemas; basar el cambio terapéutico en los elementos
positivos; orientar la terapia a promover la conducta responsa- ble y enfocarla al
presente y a la acción; las intervenciones deben ser acordes con las necesidades del
joven, y, por último, se debe programar la generalización y el mantenimiento de los
logros. La terapia multisistémica utiliza como intervenciones específicas todas
aquellas técnicas que han mostrado mayor eficacia con los delincuentes, tales como
reforzamiento, modelado, reestructuración cognitiva y control emocional. Se aplica
en los lugares y horarios de preferencia de los sujetos, lo que a menudo incluye
domicilios familiares, centros de barrio, horarios de comidas o fines de semana.

Otro programa multifacético altamente eficaz con jóvenes delincuentes es el


Entrenamiento para Reemplazar la Agresión (programa ART) que tiene tres ingredientes
principales (Goldstein y Glick, 2001): a) entrenamiento en 50 habilidades consideradas
de la mayor relevancia para la interacción social, b) entrenamiento en control de ira
(identificar disparadores y precursores, usar estrategias reductoras y de re orientación
del pensamiento, autoevaluación y autorrefuerzo), y c) desarrollo moral (a partir del
trabajo grupal sobre dilemas morales).

Actualmente existe una versión abreviada de este programa que se aplica en diez
semanas.

2. Agresores sexuales. Constituyen, debido a la complejidad y persistencia del


comportamiento sexual antisocial, uno de los retos más importantes a que se enfrenta el
tratamiento psicológico de los delincuentes.

Los ingredientes terapéuticos más comunes en estos programas son el trabajo sobre
distorsiones cognitivas, desarrollo de la empatía con las víctimas, mejora de la capacidad
de relación personal, disminución de actitudes y preferencias sexuales hacia la agresión
o hacia los niños, y prevención de recaídas (Marshall y Redondo, 2002).

En un trabajo posterior se abundará en lo relativo al análisis psicológico y tratamiento de


este tipo de delincuentes.

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3. Maltratadores. En la actualidad se considera que la violencia de pareja es un fenómeno


complejo en el que intervienen diversos factores de riesgo que incluyen tanto
características personales como culturales y de interacción.

Los programas de tratamiento inter- nacionalmente aplicados incluyen técnicas


terapéuticas como las siguientes (Dobash y Dobash, 2001): autorregistro de emociones
de ira, desensibilización sistemática y relajación, modelado de comportamientos no
violentos, reforzamiento de respuestas no violentas, entrenamiento en comunicación,
reestructuración cognitiva de creencias sexistas y justificado- ras de la violencia, y
prevención de recaídas. En España existen programas de tratamiento para mal-
tratadores tanto en prisiones como en la comunidad.

El programa que se aplica en prisiones, diseñado en origen por Echeburúa y su equipo,


incluye los siguientes ingredientes (Echeburúa, Fernández-Mon- talvo y Amor, 2006):
aceptación de la propia responsabilidad, empatía y expresión de emociones, creencias
erróneas, control de emociones, desarrollo de habilidades y prevención de recaídas.

Más recientemente, en la comunidad autónoma gallega se ha puesto en marcha el


denominado “Programa Galicia de reeducación psicosocial de maltratadores de género”,
que se aplica, bajo supervisión judicial, en la comunidad.

Dicho programa, que se desarrolla en 52 sesiones a lo largo de un año, incorpora


técnicas de autocontrol de la activación emocional y de la ira, reestructuración cognitiva,
resolución de problemas, modelado y entrenamiento en habilidades de comunicación
(Arce y Fariña, 2007).

En relación con la eficacia de los tratamientos psicológicos de los delincuentes, entre


1985 y la actualidad se han desarrollado alrededor de 50 revisiones meta-analíticas.

El mensaje esencial de los meta-análisis ha sido que los tratamientos psicológicos tienen
un efecto parcial pero significativo en la reducción de las tasas de reincidencia (Hollin,
2006; McGuire, 2004): logran en promedio una reducción de la reincidencia delictiva de
alrededor de 10 puntos, para tasas base de reincidencia del 50% (Cooke y Philip, 2001;

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Cullen y Gendreau, 2006; Lösel, 1996; McGuire, 2004; Redondo y Sán- chez-Meca, en
preparación), y los mejores tratamientos llegan a obtener reducciones superiores a 15
puntos (algunos programas, los mejores de todos, de entre 15 y 25 puntos). En otras
palabras, el tratamiento puede reducir la reincidencia esperada en proporciones de
alrededor de 1/3 (y, dependiendo de la calidad de las intervenciones, de entre 1/5 y 1/2).

2.8. PREDICCIÓN DEL RIESGO DE CONDUCTA ANTISOCIAL

En la actualidad, en paralelo al tratamiento de los delincuentes, se está desarrollando


con fuerza la evaluación del riesgo de violencia y delincuencia que puedan presentar, ya
sea antes o después de un tratamiento.

Con esta finalidad se han construido y se están aplicando di- versos instrumentos de
predicción de riesgo, a los que se hará referencia en los trabajos que siguen a éste.

En concreto, se ha ilustrado cómo la psicología cuenta con buenas teorías y


explicaciones de la delincuencia, con análisis precisos del inicio, mantenimiento y
desistimiento en las carreras delictivas y, especialmente, con sólidos tratamientos
psicológicos que logran resultados notables en la disminución de las tasas de
reincidencia en el delito.

También se han anticipado, para su presentación en el siguiente artículo, las


posibilidades de la psicología en lo relativo a la valora- ción del riesgo de violencia. Como
resultado de todo lo anterior, un número considerable de psicólogos trabajan en los
países desarrollados en los ámbitos del análisis, predicción, prevención y tratamiento de
la delincuencia.

Frente a lo anterior y para finalizar, quiere llamarse la atención del lector sobre el
desequilibrio que existe en la actualidad entre todos estos desarrollos psicológicos en un
campo de tanta relevancia social, como lo es el de la violencia y la delincuencia, y, en
contraste, la escasísima presencia que dichos conocimientos tienen en la actual
formación universitaria de los psicólogos.

Los planes de estudio de Psicología son en general ajenos a los conocimientos y


desarrollos profesionales de la Psicología de la delincuencia, algo que, en bien de la
proyección científica y aplicada de la psicología, debería ser remediado en el futuro. (
Redondo.S & Pueyo A.. (2007). La psicología de la delincuencia. España: Redalyc.)

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