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Leon Battista Alberti

De la pintura

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De la pintura
Colección MATHEMA

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Con el patrocinio de:

Facultad de Ciencias, UNAM


Dirección General de Asuntos del Personal Académico, UNAM
Leon Battista Alberti

De la pintura
Leon Battista Alberti, Autorretrato
Galería Nacional de Arte
Washington, D. C.
MATHEMA

Colección dirigida por:

Carlos Alvarez - Rafael Martínez - Carlos Torres

Leon Battista �!!>��rti

Introducción y notas
J. V. Field

Estudio preliminar y traducción


J. Rafael Martínez-E.
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'"BIBLIOTECA.•
Primera edición en español 1996.

Impresión Tipográfica: Ediciones Técnico Científicas

© Primera Edición en español


Servicios Editoriales de la Facultad de Ciencias, UNAM
Ciudad Universitaria, 04510, México, D. F.

ISBN 968-36-4344-2 ¡.{.,(//- r-- #�Be "V_j ¿ ,;l


(
ISBN 968-36-1887-1 Colección MA HEMA)
,
T
A Miranda

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My heart fly t9.fo�.�. s�·ryícc; thcrc resides,
To makc me slavc to it...

The Tempest IILix


W. Shakcspcarc

' ' O, wondcrl


How many goodly crcaturcs are thcrc hcrcl
How beautcous mankind is! O brave ncw world
That has such pcoplc in 'ti

Miranda, The Tempest V.i


W. Shakcspearc

De J. R.M. E.
Libro ]]]

5 1 . Para que el pintor alcance la fama que le corresponde a


quienes han logrado las m etas d ignas de elogio de las que hemos
hablado, hay que mencionar otras cosas que no deben ser omitidas
en su instrucción. Permítaseme hablar de ellas, si bien con cierta
brevedad.
5 2 . El oficio del pintor es describir con l íneas y pintar con
colores un c ierto grupo de cuerpos de man era que, sobre una
superficie dada, a una distancia fija y con una determinada posi­
ción del rayo céntrico, aparezcan en relieve y j usto como a la vista
l ucen d ichos cuerpos. Más que la riqueza, Jo que con su trabajo
busca el pintor es el elogio, la opinión favorable y la buena
voluntad. Lo logrará si su pintura atrae y encanta a los ojos y a la
mente del observador. Y a hemos exp l icado cómo se logra esto
cuando hablábamos acerca de Ja composición y la recepción de la
luz. Pero para que alcance todas estas m etas, el pintor primero que
nada debe ser buen hombre y conocedor de las artes liberales.
Todos saben que para recibir la buena voluntad de las personas es
mucho más efectivo poseer un buen carácter que ser excelente e n
el trabaj o y e n el arte. Y nadie pone e n duda q u e la buena
disposición de Ja gente es m uy útil para que el artista adquiera
buena reputación y riquezas. Sucede que los hombres ricos con
frecuencia actúan movidos más por su bondad que por sus cono­
cimientos en cuestiones artísticas, y por ende concederán su favor
al hombre que es especialmente modesto y bueno, pero rechazarán
a otros con más talento pero con temperamentos menos modera­
dos. Por ello le toca al artista poner especial cuidado en cuanto a
1 36 Lean Battista Alberti

su moral, en particular en lo que concierne a su h u mani smo y


afabi l i dad, gracias a lo cual tendrá d inero y una firme protección
contra la pobreza, lo que a su vez constituye una ayuda para el
perfeccionamiento de su arte.
5 3 . Me gustaría que en la medida de lo posible el pintor tuviera
conocimiento de todas las artes liberales, pero sobretodo que
conociera bien la geometría. Coincido con Pánfilo, famoso p intor
de la antigüedad y de quien los jóvenes de Ja nobleza aprendieron
prim ero a p intar, cuando afirmaba que nadie podría aspirar a ser
1
un buen pintor si no sabía geometría. Los rudimentos de los que
se deriva todo el perfecto arte de la p intura pueden ser entend idos
fácilmente por un geómetra, pero ni d ichos rudimentos n i ningún
principio de la p intura pueden ser entendidos por quienes ignoran
l a geometría. Por consiguiente afirmo que es necesario que los
pintores aprendan geometría.
También sería una ventaja que se deleitaran con los trabajos
de poetas y oradores, pues éstos comparten con el pintor m uchos
elementos de ornato. Quienes se dedican a la literatura, y que por
ello están llenos de información acerca de muchos temas, serían de
gran ayuda para preparar la composición de una istoria, ya que la
mayor v irtud de ella radica en la invención. En efecto, la invención
posee tal fuerza que por sí m isma, y sin que participe la repre­
sentación pictórica, puede proporcionar placer. La descripción
que hace Luciano de la Calumnia, pintada por Apeles, despierta
nuestra admiración con sólo leerla.2 No considero que resulte
inadecuado repetirla aquí, para que el pintor tome en cuenta la

1. Plinio, Historia natural, XXXV, 76-77.


Pánfilo (siglo IV a.C.) fue el maestro de Apeles. Insistió en la importancia de saber
aritmética y geometría e introdujo el dibujo como tema de estudio en las escuela� de
Sicione, su ciudad natal. La opinión de Pánfilo acerca de la educación de los artistas es
retomada por Yitruvio, quien sostiene que los arquitectos deben estar empapados de todas
las artes.
2. Luciano, De la calumnia, 5, la cual Alberti probablemente conoció en la versión latina
de Guarino de Verona ( 1 347-1460). Luciano de Samosata (nació circa 1 2 0 d.C.) fue el
autor de casi 80 trabajos, la mayoría de corte satírico o por lo menos irreverente, siendo el
más famoso uno que se refiere a un viaje a la Luna (en bote).
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necesidad de poner atención en Ja creación de invenciones de este


tipo. En la pintura aparece un hombre con unas enormes orejas y,
j unto él y a cada lado, dos m ujeres, una llamada Ignorancia, la
otra Sospecha. Desde un lado Ja Calumn ia se aproxima baj o la
forma de una mujer m uy hermosa, aunque con un rostro que delata
maestría en el disimulo; en su mano izquierda sostiene una antor­
cha encendida y con la derecha arrastra del cabe! lo a un joven con
sus brazos extendidos hacia el c ielo. Delante de ella había otro
hombre, pál ido, feo y con aspecto fiero, y a qu ien con toda razón
podrían comparar con alguien agotado por un prolongado servicio
en e l campo. Con m ucho tino se le identifica con la Envidia. Hay
otras dos m ujeres que sirven a la Calumnia y muestran estar
ocupadas arreglando el vestido de su señora. Son la I nsidia y el
Engaño. Detrás de ellas está la Penitencia, vestida de luto y
l acerando sus cabellos, seguida de la casta y modesta Verdad. S i
esta istoria se apodera d e l a imaginación cuando se expresa con
palabras, ¿qué tanta belleza y deleite piensas que pudo generar la
p intura de tan eximio arti sta?
54. ¿Qué podemos decir de esas tres jóvenes hermanas, a las
que Hesíodo l lamó Egle, Eufrosine y Talía?3 Los antiguos las
representaron vestidas con ropajes holgados y transparentes, ros­
tros sonrientes y manos entrelazadas. Con el lo simbolizaban l a
liberalidad, pues una d e ellas da, otra recibe y l a tercera regresa
el favor, grados todos e llos que deben estar presentes en cualquier

La descripción de Luciano de la pintura de Apeles, de gran fama después de los comentarios


que sobre ella hizo Alberti, era tan detallada que motivó a muchos pi�tores a que intentaran
reconstruir la pintura para entonces perdida. El ejemplo más famoso, el de Botticelli
( 1 444/5- 1 5 1 0), se encuentra ahora en la Galeria de los Oficios, en Florencia. Véase D.
Cast, The Calumny ofApelles: A Study in the Humanist Tradition, New Haven and London,
198 1 ; y M. Massing, Du texte a l 'image. La Calommnie d'Apelle et son iconographie,
Strasbourg, 1 990.
3. Con toda probabilidad Alberti conoció estos nombres por haber l eído a Séneca (m. 65
d.C:), De las buenas obras, 1, 3, 2- 7, aunque el primer nombre aparece bajo la forma más
usual de Aglaya. Hesfodo (circa 700 a.C.) menciona a las Gracias en la Teogonía, 907.
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acto de li beralidad perfecta. Pueden apreciar cómo las invencio­


nes de este tipo acarrean fama al artista. Por e l lo le aconsej o a
qu ien se ocupa de la pintura que se fam il iarice con poetas, retóricos
y otros hombres de letras, porque no sólo obtendrá maravillosos
elementos de ornato de mentes tan i lustres, sino que obtendrá su
ayuda en aquellas invenciones que tantos elogios le deben aportar
como pi ntor. Fidias, pintor egregio, sol ía decir que había
aprendido de Homero cómo representar la maj estad de Júpiter.4
Creo que si ponemos nuestra atención en el estudio y no en las
riquezas, leyendo a nuestros poetas podríamos llegar a ser m ejores
pintores.
5 5 . Sin embargo ocurre con frecuencia que la ignorancia
respecto de qué camino seguir, más que el esfuerzo por aprender,
agota el espíritu de los hombres que se afanan por estudiar. Por
e l lo debemos expl icar cómo l legar a ser eruditos en este arte. El
principio fundamental será que todos los pasos hacia el cono­
cim iento deberán inspirarse en la naturaleza: la perfección en
nuestro arte surgirá de nuestra diligencia, estudio y apl icación. Me
gustaría q ue aquéllos que in ician el estudio del arte de la pintura
hicieran lo que he visto practican los maestros de escritura.
Primero enseñan todos los signos del alfabeto por separado, luego
cómo enlazar sílabas y más tarde palabras enteras. N uestros
5
estudiantes de pintura deberían seguir este método. Primero
deberían aprender a dibujar contornos de superficies, luego cómo
unir superficies, y más adelante la forma de cada una de las
extremidades. Deberán aprender de memoria las diferencias que
pueden existir en dichos miembros, pues ni son pocas ni son
insignificantes. Verán algunos con nariz de gancho, otros tendrán
las v entanas de l as narices simi lares a las de los simios, algunos
tendrán labios colgantes, en tanto que otros habrán sido agra-

4. Estrabón, Geografía, VII, 3.30.


Sobre Fidias y su estatua de Zeus véase la nota 2, Libro II, 25.
5. Quintiliano recomendaba empezar con los elementos formales de la retórica. Alberti
sigue este método de manera parcial en sus Elementos de pintura.
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ciados con labios delgados. Cada parte posee algo en particu lar
que cuando está presente altera considerablemente toda la extre­
m i dad en mayor o menor grado. Deberíamos también fijarnos en
que n uestros m ismos m iembros, que en nuestra j uventud estaban
redondeados y, podría decirse, suaves y bien moldeados, con el
paso del tiempo han pasado a ser ásperos y angu losos. Todas estas
cosas deben ser aprendidas de la naturaleza, y por ello el estudiante
de pintura debe meditar asiduamente acerca de la apariencia de
cada parte y continuar su búsqueda apelando tanto a la vi sta como
a la mente. En una figura sentada observará el regazo y con qué
elegancia le cuelgan las piernas. En una persona de pie revisará
la postura y toda su apariencia, y no habrá parte cuya función y
6
simetría -como la llaman los griegos- le sea desconocida.
Tomando en cuenta todas estas partes deberá tener cuidado no
sólo con la similitud de las cosas sino también, y especialmente,
con la belleza, porque en la pintura la belleza es tan agradable
como necesaria. Demetrio, un pintor de la antigüedad, fracasó en
alcanzar los más grandes elogios por ocuparse con mayor devo­
7
c ión de la similitud de las cosas y no de su bel leza. Por ello deben
ser seleccionadas las mejores partes de los más hermosos cuerpos,
y se debe invertir el mayor de los esfuerzos para percibir, entender
y expresar lo que es la bel leza. A pesar de ser esto lo más difícil
de todo, ya que los méritos de la bel leza no se encuentran todos
en un sólo sitio, sino que están dispersos aquí y al lá, en muchos
l ugares, de cualquier manera se debe poner todo empeño en

6. ' Simetría', palabra griega, es util izada por Plinio, Historia natural, XXXlV. 65. La
palabra no tiene exactamente el mismo significado que sus derivaciones modernas. Indica
que existen una serie de proporciones entre las partes de la cosa bajo estudio (las simetrías
a las que se refiere la matemática moderna serían un subconjunto de las simetrías a las que
hace referencia el sentido griego original).
7. Quintiliano, /nslituciones de oratoria, 1 2, 1 O, 9.
Alberti aparentemente comete un error al identificar a Demetrio como un pintor. Quin­
til iano lo menciona después de referirse a varios artistas, todos lo cuales eran escultores,
y por lo tanto a quien posiblemente se refiere es al escultor Demetrio de Alopecia (siglo
V/IV a.C:), quien era muy conocido por sus retratos tan característicos.
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investigarlos y entenderlos cabalmente. Quien ha aprendido a


entender y a manejar asuntos difíci les podrá fáci lmente hacerse
cargo de los menos compl icados, y nada hay que sea tan difíci l
q ue no pueda ser superado mediante el estudio y un esfuerzo
sosten ido.
56. S in embargo, para que nuestro esfuerzo no sea en vano,
debemos evitar la costumbre de quienes buscan la excelencia en
la pintura baj o la luz de su propia inteligencia, sin poner frente a
sus ojos o en su mente forma alguna de belleza tomada de la
naturaleza. Estos últimos no aprenden a pintar adecuadamente,
haciendo hábitos de sus propios errores. La idea de bel leza, que
hasta para los expertos es difícil de percibir, escapa al ignorante.
Zeuxis, entre todos los pintores el más eminente, erudito y hábil,
cuando se ocupaba de pintar un l ienzo que seda dedicado p úbli­
camente en el templo de Lucina en Crotona, no l levaba a cabo su
trabajo apoyándose únicamente en su talento, como sucede con
los pi ntores de nuestros días. Pensando que no podría encontrar
todas las cosas bellas si para ello dependía sólo de su intuición, y
que tampoco podría descubrirlas en un so lo cuerpo porque éstas
no eran asi gnadas por la naturaleza de esa manera, tomó cinco de
las jóvenes más hermosas en toda la ciudad para poder así p lasmar
en su pintura lo que en cada una de ellas consideró más digno de
8
admiración en cuanto a la belleza femenina. Actuó con mucha
sabiduría, pues para l os pintores que no cuentan con un modelo
que im itar, que sólo toman como guía la luz de su propi o talento
para capturar las cualidades de lo be l lo, ocurre fáci l mente que sus
esfuerzos no bastan para alcanzar la belleza que buscan o q ue

8. Para esta historia véa�e C icerón, De la invención, 1 1 , 1 , 1 -3, y Plinio, Historia natural,
XXXV, 64.
Para Zeuxis véase la nota 3, Libro 11, 25.
Lucina era l a diosa romana del alumbramiento. Sin embargo Alberti tal vez cometió un
error al leer a Plinio, quien señala que l a pintura fue realizada para ser colocada en el templo
de Hera Lacinia (para l lera véase la nota 21 en 44). La ciudad griega de Crotona, situada
al sur de Ital ia, tenía un importante templo dedicado a Hera Lacinia. La pintura de Zeuxis
mostraba a Elena de Troya.
deberían crear. En este cam ino lo único que adquieren son malos
hábitos que son muy difíciles de abandonar, aun si se desea. Pero
el pintor que se ha acostumbrado a tomar de la n aturaleza todo l o
que ésta genera, educará su mano d e manera que todo l o q u e hace
será un reflejo de lo que existe en la naturaleza.
Es fáci l constatar qué tan deseable es esto en la pintura cuando
la istoria incluye un personaje muy conocido, pues a pesar de que
otras personas hayan sido representadas de manera más l lamativa,
el rostro conocido atrae la mirada de todos los espectadores. Así
de extraordinaria es la fuerza y el atractivo de lo que ha sido
extraído de la naturaleza. Por ello tomen siempre de la naturaleza
lo que deseen pintar y escojan las cosa más bellas y dignas de ser
representadas.
57. Sin embargo, tengan cuidado de no pintar sobre superfi­
cies muy pequeñas, cosa que muchos hacen. Preferiría q ue se
acostum braran a pi ntar figuras grandes, si es pos ible tan grandes
en tamaño como los objetos que se desea representar. En las
pinturas pequeñas los errores más grandes son fáci les de d isimu­
lar; en una grande aun los errores más pequeños resultan eviden­
tes. Galeno escribió haber visto, grabado sobre un an i l lo, a Faetón
gu iando cuatro caballos, con sus riendas, patas y pechos clara­
9
mente vis ibles Los pintores deberían dejar este arte para los
escu ltores de piedras preciosas y ocuparse en el cultivo de campos
más amplios y dignos de elogio. Qu ien ha aprendido a pintar
figuras grandes fác ilmente lo hará con figuras pequeñas, m ientras
q ue qu ien ha acostumbrado su mano y su talento a estas pequeñas
j oyas fáci !mente cometerá errores cuando intente real izar trabajos
mayores.

9 . Galeno ( 1 29-circa 2 1 2 d.C.), De los 11sos de las partes, XVI I, l .


Faetón era hijo de Hel ios, dios dd Sol. Convenció a su padre de que lo dej ara conducir l a
carroza solar, pero no supo controlarla. Zcus l o liquidó con u n rayo para impedir que
incendiara al mundo.
58. Hay q uienes i mitan el trabajo de otros pintores y con ello
aspiran a la fama. Se dice que el escultor Calamís h izo lo siguiente:
grabó dos copas en las que copió tan fielmente a Zenodoro que no
10
se podía apreciar ninguna diferencia entre el trabajo de ambos. Se
equivocan los pintores si no entienden que quienes pintaron en el
pasado se propusieron representar algo tan similar a la naturaleza
como lo que vemos a través de nuestro velo. Si prefieren imitar el
trabajo de otros, pues tiene éste una apariencia más estable que las
cosas vivientes, prefiero que tomen como su modelo una escultura
mediocre y no una excelente pintura, ya que a partir de objetos
pintados entrenamos n uestra mano sólo a lograr un parecido, mien­
tras que de la escultura aprendemos a representar tanto la semejanza
como la incidencia correcta de la luz. Al estudiar dicha luz es m uy
útil opacar la visión entrecerrando las pestañas, de manera que la luz
parezca menos brillante y casi como si fuera pintada sobre una
intersección. Probablemente también ayudaría practicar realizando
esculturas en lugar de pinturas, pues la primera es más fácil de
realizar y más segura en cuanto a resultados. Nadie será capaz de
pintar correctamente algo si no conoce todos sus relieves, y éstos son
más fáciles de encontrar en la escultura que en la pintura. Para
demostrar que así ocurre basta recordar q ue en casi cualquier época
hay algunos escultores med iocres, pero aun más comunes son los
pintores ridículos y los completamente incompetentes.
59. Sea que se dediquen a la pintura o a la escultura, deben
siempre tener frente a ustedes un modelo elegante y atractivo que
puedan observar y copiar. Al copiarlo pienso que deben combinar
d il igencia con velocidad en la ej ecución, pero cuidando que el
pintor nunca use el pincel o la pluma antes de tener claridad mental
acerca de lo que hará y cómo lo hará. Es más fácil borrar errores
en la mente que hacerlo sobre el trabajo realizado. Cuando hayan
adquirido el hábito de hacer todo de manera ordenada, l legaremos
a ser trabajadores más rápidos que Asclepiodoro, de quien se d ice

1 O. Plinio, Historia natural, XXXIV, 47, donde Zcnodoro copia a Calamís, escultor griego
en activo durante la segunda mitad del siglo V a.C.
11
era e l más rápido de los p intores. E l talento que ha surgido y se
ha estimulado a través de la práctica se entrega al trabajo fáci l e
inmediatamente, y la mano corre fáci lmente cuando tiene por guía un
juicio seguro y ordenado. S i existen artistas lentos es porque intentan
realizar lenta y pausadamente algo que no han pensado claramente;
conforme vagan, con temor y virtualmente ciegos en la oscuridad de
su error, como el ciego con su bastón, con su pincel exploran e
i nvestigan sendas desconocidas. Por ello nunca deberían iniciar un
trabajo sin la guía de una mente bien infonnada.
60. Como la parte más importante del trabaj o del p i ntor es l a
istoria, en l a c u a l debe haber abundancia y elegancia e n las cosas,
debemos ocuparnos de aprender a p intar correctamente, tanto
como nuestro talento lo permita, no sólo la figura h umana sino
también e l cabal lo, el perro y todas las demás cosas vivas y,
también, cual quier otro objeto d igno de ser contemplado. De esta
manera no estarán ausentes de nuestros trabajos la variedad y la
abundancia, s i n las cuales ninguna istoria merece elogios. El que
un hombre destaque por su sap iencia en todas las cosas, y no en
grado superlativo, sino sólo moderadamente, es un don extraor­
d inario, algo q u e no le fue concedido a los antiguos. S in embargo
debemos invertir todos nuestros esfuerzos para que no
carezcamos, por nuestra negl igencia, de aquel las cosas q ue nos
aportan honores cuando son alcanzadas y censura si son dcscui-·
dadas. Nicias, el pintor ateniense, p intó a las m ujeres con mucho
cuidado; pero se dice que Zeuxis aventajó con mucho a quienes
se ocuparon de la pintura del cuerpo femenino. Herácl ides fue
e logiado por p intar barcos . Serapión fue incapaz de pintar hom­
bres, pero todo lo demás lo h izo de forma espléndida. D ioni sio no
podía p i ntar otra cosa que no fueran hombres. El A lejandro que
p intó el pórtico de Pom peyo era excelente en representar
cuadrúpedos, sobre todo perros. Por estar siempre enamorado,

1 1 . Plinio, Historia natural, X XXV, 1 09, donde atribuye la velocidad a Nicómaco y no a


Asclcpiodoro.
Aurelio era feliz con pintar d iosas cuyos rostros eran los de las mLüeres
que amaba. Fidias se propuso representar la majestad de los dioses en
l ugar de l a belleza de los hombres. Lo que más atrajo a Eufranor fue
la representación de la dignidad de hombres i lustres, y en esto superó
1
a todos. 2 Es así como cada uno posee una habilidad diferente, pues la
naturaleza concede a cada mente sus propios dones. Pero no debemos
quedarnos tan satisfechos como para no intentar a través de nuestro
estudio llegar más lejos . Los dones de la naturaleza deben ser culti­
vados e incrementados a través de nuestro esfuerzo, estudio y práctica,
y nada que nos pueda aportar honores debe pasar inadvertido .
6 1 . Cuando tenemos una istoria que p intar debemos cavil ar acerca
del orden y el método a través del cual la composición será mejor
lograda. Primero se diseñará la istoria en su totalidad y en cada una de
sus partes, realiwndo estudios preparatorios sobre papel y luego
consultando acerca de ella con los amigos . Nos propondremos pensar
con anticipación acerca de todo, de manera que no quede un elemento
en la pintura cuya colocación exacta no conozcamos perfectamente.
Para alcanzar un grado adecuado de certeza en nuestro proced imiento
será útil dividir nuestros estudios preparatorios con paralelas, de
manera que todo pueda ser transferido en su posición correcta, si se
1
quisiera, de n uestros papeles privados a una exhibición pública. 3 A l
real izar nuestro trabajo emplearemos la d i l i gencia necesaria, com-

12. Para N i c i a s véase a P l i n i o , Historia natural, X XXV,1 29 y l a nota 43 de 2 5 . Ya que


todas las referencias siguientes son también a l a Historia natural, sólo se señalarán d 1 ihro
y l a página. Zcuxis, XXXV, 64 y la nota 3 de 25; Heráclides, XXXV, 1 3 5 ; Scrapi(m,
XXXV, 1 1 3; Dionisio, XXXV, 1 1 9; la referencia a Alejandro no ha sido localizada:
Aurelio, XXXV, 54; Fidias, nota 2 cn 25 y XXXVI, 1 8- 1 9; Eufranor. nota 7. 26 y X X XV,
128.
13. Las 'paralelas' a las que A l bert i se relicre prcsumiblemer.te forman parle de un tipo
de malla. Dado que Alberti no menciona que esta m a l l a tenga conección alguna rnn las
mallas que utilizó para construir imágenes en perspectiva, es casi seguro que consisten en
una m a l l a de líneas qm: form an ángulos rectos para 'cuadricular' un dibujo, siendo éste un
paso preliminar para hacer una cop i a de él sobre l a superficie que será pintada. En l o que
respecta a este periodo no hay consenso entre los expertos en lo que se refiere a la naturaleza
y uso de los dibujos pre l iminares. Uno de los pocos e lementos que aportan evidencias es
l a malla cuadriculada que se encuentra sobre l a cabeza de la virgen en l a frinidad de
Masaccio (circa 1 426). El uso de mallas para propósitos como l os de scr itos por A lberti
pasó a ser algo común durante e l siglo X V I .
De la pintura 1 45

binándola con la rapidez requerida, impidiendo así que el tedio


nos impida continuar con e l trabaj o y que l a urgencia por termi­
narlo nos l leve a precipitaciones. De tiempo en tiempo deberemos
interrumpir nuestro trabaj o y recrear el alma, y no hacer lo que
muchos hacen, tomando varios trabajos a la vez, iniciando uno y
dej ando otro de lado sin haber alcanzado la perfección. Cualquier
trabaj o que inicien deberán terminarlo en su total idad. Cuando
alguien enseñó a Apeles una pintura, diciendo ' acabo de pintar
esto ' , su respuesta fue: "eso es obvio y sin que lo digas; sólo m e
. ,, 4 .
sorprend e que no h ayas h ec ho vanos mas , como ese . 1 H e visto
a varios pintores y escultores, y también a retóricos y poetas
--como si en nuestros tiempos aún hubieran retóricos y poetas-,
iniciar algún trabajo con gran entusiasmo y luego, cuando la ! lama
de sus pensamientos ha disminuido, abandonarlo en un estado
inacabado, y bajo el impul so de hacer algo diferente, dedicarse a
nuevas empresas. C iertamente desapruebo esas actitudes.
Qu ienes deseen que sus trabajos resulten agradables y aceptables
para la posteridad deberían primero pensar b ien lo que desean
hacer y l uego realizarlo con gran d i ligencia. En pocas cosas como
en esto la diligencia es tan bienvenida como la habilidad natural .
Sin embargo, se deberá evitar e l escrúpulo d e aquéllos que buscan
que su trabaj o quede libre de todo defecto y le añaden todo tipo
de l ustre, con lo que provocan que el tiempo desgaste la obra antes
de haberla terminado. Los p intores de la antigüedad solían criticar
a Protógenes porque no sabía en qué momento alejar su mano de
. .
1 a pmtura. 1 5 y en e 11 o teman
, razon,
, porque ciertamente de-
beríamos esforzarnos por emplear todo los cuidados necesarios
para nuestro trabajo, tanto como nuestras aptitudes lo permitan,
pero querer alcanzar en toda ocasión más de lo que es posible o
adecuado es característica de un hombre necio, no de uno d ili­
gente.

14. Plutarco, De la educación de los hombres libres, 7. Para Apeles véase la nota 20 en 3 1 .
1 5 . Plinio, Historia natural, XXXV, 80. Para Protógenes véase l a nota 1 0 en 27.
1 46 Leon Battista Alberti

62. Por consiguiente empleen una d i ligencia moderada. Con­


s ulten a los amigos, y mi entras se real iza el trabajo cualquier
espectador ocasional debe ser bienvenido y su opin ión escuchada.
El trabajo del pintor intenta complacer al públ ico. Por ello no
despreciará las críticas y los j uicios del público cuando aún es
posible satisfacer sus j u icios. Se dice que Apeles sol ía esconderse
detrás de sus pinturas, de. manera que los espectadores sentían la
l ibertad de hablar l ibremente y él podía escucharlos enumerar los
6
defectos de su trabajo. 1 Por ello p ido a nuestros pintores que
abiertamente y con frecuencia pregunten y escuchen la opinión de
todos, pues ello ayuda al pintor para, entre otras cosas, hallar el
favor de quien lo juzga. No hay nadie que no considere un honor
expresar su opin ión acerca del trabajo de otro. Y tampoco hay
necesidad de temer que el j u icio de censura y de los críticos
envid iosos puedan de manera alguna restarle mérito al pintor. Para
el pintor sus méritos fueron siempre conocidos y sus obras más
logradas son los testi monios elocuentes sobre los que su fama se
sustenta. Por lo tanto debe escuchar a todos, reflexionar sobre el
asunto y realizar los aj ustes que su razón considere necesarios;
l uego, una vez q ue ha escuchado a todos, debe seguir el consejo
del más experto.
63 . Esto es todo lo q ue tenía que decir en estos libros acerca
de la pintura. Si resulta úti l y conveniente para los pintores les
pediría que como reconocim iento a mis esfuerzos p intaran mi
retrato en su istoria, y con ello pregonen ante la posteridad que fui
un estudiante de este arte y que por ello me recuerdan y me agradecen
este favor. S i n embargo, si no h e satisfecho sus esperanzas, no
deberían criticarme por haberme atrevido a tratar tan i mportante
tema. S i m i inte lecto no alcanzó a completar lo que era d igno de
mérito intentar, deberían recordar que en los asuntos de importan­
cia considerabl e e l mero deseo de alcanzar lo que era más d i fíci 1
es considerado d igno de e logio. Probablemente habrá quien

1 6. Plinio. Historia natural, XXXV, 84-85.


De la pintura 1 47

después de m í venga y corrija mis errores y que por ello será de


m ucha mayor utilidad para los p intores que lo que yo h e sido en
este excelente y honorable arte. Si tal persona existiera en el
futuro, le ruego se encargue de esta tarea con ahínco y con placer,
y use su talento para perfeccionar tan noble arte.
Considero una gran satisfacción haber sido el primero e n
escribir de este arte tan sutil . S i no he alcanzado e l éxito en ésta
que es sin duda una difíc i l tarea, la culpa es más de la n atural eza
que m ía, pues impuso la regla de que ningún arte existe que no se
17
h aya originado con errores. Nada, se dice, ha nacido perfecto.
Si me superan e n habilidad y e n el afán por el estudio, m i s
sucesores probablemente harán d e la pintura u n arte completo y
perfecto.

F I N LI BRO 1 1 1

Terminado, alabado sea e l Señor, e l día 1 7 del mes de


julio, 1 436.

17. Cicerón, Brutus, XVIII, 7 l .


Indice

Introducción
J. V. Field

Estudio prel im inar


J. Rafael Martínez E. 29

DE LA PINTURA

Dedicatoria a Fil ippo Brunelleschi 57

Dedicatoria de De Pictura a Giovan Francesco,


Ilustrísimo Príncipe de Mantua 60

Libro I 63

Libro II 99

Libro III 1 35
De Leon Battista Alberti se dice que fue el precur-
sor perfecto de Leonardo. Hombre de mente prodigiosa
=-segun Poliziano-, ademas de musico brillante y dies-
tro en el arte ecuestre, fue filosofo, arquitecto, pintor, escultor,
ingeniero y, para sus contemporaneos, la imagen encarnada
del nuevo humanista.
Hermanado con los mas destacados practicantes de
las artes mecanicas -Brunelleschi, Donatello, Luca
della Robia y Ghiberti-, en 1435 dedico a ellos un
pequefio tratado sobre pintura que sobriarriente llam6 Della
pittura. Fue este un acontecimiento memorable que escan-
daliz6 a los medios intelectuales, pues al desarrollar una
teoria de la pintura colocaba a esta en la misma categoria
que alas artes liberales.
Della pittura no es una simple revisi6n 0 re-
copilacion de textos antiguos , y tampoco es un libro de
recetas. Es, entre otras cosas, la primera obra conocida
que vincula la tarea del artista con las leyes de la optica,
Con Alberti la superficie pintada deja de ser un elemento
decorativo y se convierte en el espacio pict6rico en el que
se colocan objetos cuyas dimensiones quedan determi-
nadas segun reglas geometricas que dan lugar a la lla-
mada perspectiva artificial. Estas reglas permiten crear
la ilusion de tridimensionalidad para una escena que se
plasma sobre una superficie.
EI tratado de Alberti se convirti6 en ellibro profetico
del academicismo. Al escribirlo y presentar en el la
ciencia de la perspectiva, Alberti creo un octavo arte
liberal y situo al artista en la posici6n 4e interprete del
orden divino en el universo visible. EI pintor, entusias-
mado con las matematicas de la luz y del espacio, paso
a ser 'casi un dios' que contemplaba su propia belleza en
los reflejos de la naturaleza.

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