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Grupo Laocoonte- Escultura

La escultura Laocoonte y sus hijos es una de las obras más relevantes de la


Antigüedad Clásica y pertenece estilísticamente al período helenístico del arte griego,
momento en el que Grecia ya formaba parte del Imperio Romano, y la enorme fama de
los artistas griegos estaba al servicio del poder romano, y en muchas ocasiones
únicamente les encargaban retratos o copias de las grandes obras de la Antigüedad,
por lo que el concepto de artista no estaba tan valorado como en la Grecia clásica.

La escultura es atribuida a tres escultores Agesandro (o Hagesandro), Arenorodo y


Polidoro de Rodas, probablemente se esculpió entre el siglo I o II a.C., ya que
persisten las dudas sobre su datación, incluso no se sabe a ciencia cierta si la obra en
cuestión es la pieza original o si se trata de una copia en mármol de algún original en
bronce, helenístico griego, casi con certeza de la Escuela de Pérgamo, pues la
práctica de las copias en mármol era muy arraigada en la antigua Roma. Lo que sí es
cierto es que este grupo ha despertado el interés del mundo desde su hallazgo en el
siglo XVI.

Recordemos que antes del arte helenístico, se sucedió el periodo arcaico -siglos VIII
al V a. C.- cuyas esculturas se apegan al equilibrio, la austeridad, la postura estática y
de gesto estoico. Luego viene el periodo clásico - siglo V al IV a. C. -donde el artista
empieza a estudiar la anatomía humana al detalle; pero exagerando los músculos,
siempre dentro de una armonía, hasta tal punto que sus protagonistas parecen más
“superheroes” que seres humanos, y es que es por eso que sus protagonistas dejan
de ser personas corrientes a ser dioses del Olimpo.

En el período helenístico - siglos IV al II a. C - se decide mezclar sus dos anteriores


etapas para conseguir un “mix” de lo más armónico. Recuperan de la etapa arcaica a
sus protagonistas ordinarios, Kouros y Kore, abandonando a los Dioses. Al abandonar
a los dioses, dejan de lado esos cuerpos imposibles y, sin volver a un realismo estoico
de la época arcaica, consiguen una anatomía perfectamente estudiada pero real y de
mucha sensibilidad y eclectico.

Cuando escribimos sobre el período helenístico griego (llamado también Grecia


Helenística) nos referimos al periodo de la historia de la Antigua Grecia, que se inicia
con la muerte de Alejandro Magno en el año 323 A.C. y culmina con la anexión de los
territorios griegos por los romanos en 31 a. C. fecha del triunfo de César
Augusto sobre Marco Antonio en la batalla de Actium. Si hacemos un poco de historia
podemos decir que el espíritu de la cultura helenística comenzó a formarse con la
conquista de Grecia por los macedonios y las expediciones militares de Alejandro
hacia Oriente, que llevaron la cultura clásica griega hasta los márgenes del río Indo, y
dio lugar al establecimiento de varios reinos greco-orientales.

La cultura de la Grecia clásica, de la que Macedonia era dependiente, se definió


dentro de una visión relativamente limitada del mundo, circunscrita a la ciudad-estado,
la polis. Incluso los griegos que fundaron una serie de colonias en torno al
Mediterráneo y Mar Negro y mantuvieron contactos con otros países, su referencia
cultural permaneció siendo la metrópoli, cuya sociedad se basó en la experiencia de
grupos específicos que vivían en las grandes ciudades. Jerome Pollitt: un griego
clásico podría viajar voluntariamente en busca de aventuras, pero una vez terminada

1
la aventura su intención era volver a la sociedad pequeña, segura y familiar, donde
había establecido su identidad1
Después de la muerte de Alejandro Magno, sus sucesores realizaron una serie de
luchas de poder, provocando el colapso del imperio en medio de una agitación intensa
y una pérdida general de los antiguos parámetros y expectativas de la sociedad greco-
macedonia. En la dirección opuesta, Roma comenzó su expansión agresiva y
depredadora, con la disminución de la autoconfianza, el idealismo y los antiguos
valores colectivos sociales y religiosos, generando una retirada y la desilusión en los
individuos mediante la penuria moral del cinismo político y de la violencia de los
tiempos, aspectos que fueron enmascarados por la simple búsqueda del placer y
realizados artísticamente a través de un realismo a menudo cargado de drama.

Como resultado, la escultura helenística se convirtió en una influencia central en toda


la historia de la escultura de la Antigua Roma. A través de la Roma helénica se ha
conservado para la posteridad una valiosa colección de modelos formales y de copias
de importantes piezas de autores griegos consagrados. Es en este momento donde se
comienza a hacer colecciones de modo sistemático y planificado. A tal punto que estas
colecciones son precursoras de nuestros museos y galerías modernas.

El arte helenístico coincide con una gran demanda en obras de arquitectura,


escultura y pintura, debido en parte a la prosperidad económica de la época, a la
competencia que los reyes tenían entre sí por su afán de embellecer sus ciudades, las
antiguas y las recién fundadas y a la aparición de la clase social burguesa, muy
numerosa, con grandes posibilidades económicas que les permitía rivalizar con los
grandes señores. Los mejores clientes del arte fueron pues los reyes y los burgueses,
quedando en segundo lugar la demanda oficial de tipo religioso. Bien diría Hauser que
el nuevo Estado abandona a la clase aristocrática y “…acelera la formación de una
clase dirigente burguesa, apoyada solo en su poder económico, sin prejuicios de raza
ni de clase. Ésta con su movilidad en el orden económico, su libertad frente a las
tradiciones petrificadas y sin sentido, su racionalismo capaz de improvisar…resulta el
mejor aglutinamiento para la consolidación política y económica de los pueblos del
imperio mundial helenístico”2

Volviendo a los rasgos característicos del arte helenístico, este tiene un gran
dinamismo y virtuosismo. El naturalismo introducido, ha dado un paso más allá, ha
alcanzado un punto álgido al fijarse en un instante efímero para eternizarlo. Lejos de
las habituales posturas del período clásico, en las que predominan los cuerpos en
reposo, este grupo escultórico manifiesta la tensión dinámica propia de los cuerpos en
batalla: la contorsión de los músculos, las venas que brotan, los rostros afligidos, el
instante de la desesperación. Se puede decir que el hallazgo de Laocoonte constituye
un punto de inflexión que, al acentuar las formas y el dramatismo violento de las
figuras que sufren el ataque de las serpientes, nos conduce desde el renacimiento
clasicista hacia el manierismo, m i s t e r i o s o , e r u d i t o y f a s c i n a n t e .

1
Escultura Helenística en https://www.wikiwand.com/es/Escultura_helen%C3%ADstica
2
Hauser, Arnold “Historia Social de la Literatura y el arte 1”, pág. 129 (2002) editorial
Debate S.A, Madrid

2
Por ser esta una de las escenas más dramáticas y crueles de la miología griega, el
investigador Ernst Gombrich, dice en su libro “Historia del Arte”3 “…si la motivación
para hacer esta obra estaría en la denuncia de cómo sucumbe injustamente el hombre
valiente que, cual profeta, proclama la verdad; o si la motivación estaría, más bien, en
la oportunidad de hacer un despliegue de virtuosismo...” El autor concluye expresando
que para ese momento de la historia, el arte había perdido su conexión con la magia y
la religión, lo que en definitiva nos hace pensar que ahora éste es la expresión de la
emoción, del sufrimiento y del sentimiento.

En cuanto a la escena de la escultura del Grupo Laocoonte, se halla inspirada en la


mitología grecolatina, inmediatamente anterior a la caída de la vasta ciudad
de Ilión, y se quiso asociar dicha iconografía con los conocidos versos que Virgilio
(c.70 – 19 a. de C.) dedica a la terrible muerte del sacerdote en el libro II de la Eneida,
cuando Eneas, emocionado, le relata a la reina Dido el fin de la Sagrada Troya. El
pasaje en cuestión es una de las obras maestras de la Literatura Universal.
Según cuenta el mito que, durante el asedio a Troya, los aqueos habían ofrecido a
los troyanos un enorme caballo de madera en señal de buena voluntad. Sinón,
confabulado con su primo Odiseo, intentó persuadir a Príamo para que lo recibiese.
Laocoonte, sacerdote del templo, percibió de inmediato la falsedad de sus palabras, y
exhortó a los troyanos a rechazar la ofrenda. Para disuadir a Príamo, el sacerdote
propuso sacrificar un toro a los dioses, en la esperanza de que el caballo fuera
calcinado. Sin embargo, los dioses ansiaban la destrucción de Troya y enviaron dos
grandes serpientes marinas que acabaron con la vida de Laocoonte y sus hijos.

Los troyanos interpretaron el acontecimiento como señal de que el caballo era


sagrado. Confiados en los designios favorable de los dioses, abrieron las puertas de la
ciudad, solo para descubrir más tarde que Laocoonte había tenido razón, pues en el
vientre de aquel gigantesco caballo se escondía el ejército aqueo. Según un texto
redactado por un gramático latino Proclo, que vivió en el período imperial romano en
tiempo de los Antoninos, aparece el siguiente fragmento4

“A esto suceden los dos libros del Saqueo de Troya de Arktinos de Mileto, cuyo
contenido es el siguiente: Los troyanos, recelosos por el asunto del caballo, en círculo
a su alrededor, discuten qué debe hacerse. Unos opinan que se le despeñe, otros, que
se le queme. Otros aseguran que, como objeto sagrado, debe ofrecérselo Atenea. Al
fin prevalece la opinión de éstos. Entregados a la alegría, estaban celebrando un
banquete porque habían vuelto de la guerra. En esto, dos serpientes aparecidas
matan a Laocoonte y a uno de sus dos hijos. Afligidos por este presagio terrible, que
atribuyeron a los dioses, los que rodean a Eneas se refugian en el Monte Ida”

3
Gombrich, Ernst, Historia del arte (1999), pagina 195, editorial Sudamericana S.A.
4
Herbert GONZÁLEZ ZYMLA, El Laocoonte de Hagesandro, Polidoro y Athenodoro
de Rodas: a vueltas con la iconografía del ciclo épico troyano al servicio ideológico
del Imperio Romano, Departamento de Historia del Arte I Seminario de Estudios
Iconográficos de la U.C.M.

3
Continuando con la escultura, esta destaca la expresividad de los rostros, que dejan
atrás la serenidad del pasado para dar cuenta del sufrimiento humano. A este
respecto, Ernst Gombrich5 señala que: “La manera en que los músculos del tronco y
los brazos acusan el esfuerzo y el sufrimiento de la desesperada lucha, la expresión
de dolor en el rostro del sacerdote, el desvalido retorcerse de los dos muchachos y el
modo de paralizar este instante de agitación y movimiento en un grupo permanente,
han concitado desde entonces la admiración”

Las dos serpientes cumplen también una función desde el punto de vista plástico.
Ellas, a través de los anillos con que envuelven a los personajes, le dan unidad al
grupo escultórico. Laocoonte no es más un sacerdote. Despojado de sus vestiduras
(que yacen bajo su cuerpo), es un hombre, un padre que, con igual destino que sus
hijos, los ve morir injustamente. Si Laocoonte no merece el castigo que los dioses le
propinan por decir la verdad, menos aún lo merecen sus hijos.

En la representación no se descuida el trabajo psicológico sobre los personajes.


Laocoonte expresa el dolor terrible de tener que enfrentar a la vez la muerte de sus
hijos, que dirigen su mirada hacia él como pidiendo auxilio, y su propia muerte.
En la escultura el Laocoonte, que mide 2,42 m. de altura máxima, cada personaje
enfrenta un momento diferente del ataque: mientras el sacerdote y uno de los jóvenes
parecen mortalmente atrapados, uno de los niños pareciera tener posibilidades de
escapar al martirio. La escena no se concluye, queda abierta. Quizá, sea un guiño de
ojo a una de las versiones del mito, según la cual, un hermano logra sobrevivir. Quizá
no. Sin embargo también se puede pensar en el elemento literario común a todos los
relatos griegos; pues en ellos mueren dos protagonistas y uno sobrevive para
poder recuperar el don oracular y anunciar la caída de Troya al resto de la ciudadanía.
Este detalle es de gran importancia, significaría la reconciliación de la ciudadanía con
la deidad poliada protectora y, en consecuencia, la muerte de Laocoonte,
expiaría la mancha moral colectiva que queda limpia por el efecto purificador de
la venganza de Apolo. No olvidemos que Laocoonte rompe el celibato sacerdotal al
casarse con Antíope, pues la ruptura del vínculo de fidelidad con dios probablemente
es vengado por Apolo (portador del arco y las flechas dadoras de muerte, temido por
su carácter vengativo y certero en el, de quien se dice en la poesía griega que es
temido porque, cuando tensa el arco se ignora si de él va a salir suave música –lira- o
negra muerte -disparo de flechas-)

Todo esto no es otra cosa que probablemente la confirmación del abandono de los
dioses. La mirada de Laocoonte, al parecer busca una señal del cielo; su boca se
entreabre, pero no como quien grita, sino como quien se entrega a una suerte
inexorable con toda la dignidad de la que es capaz. Sin embargo el horror no lo priva
al sacerdote de su humanidad.

La obra Laocoonte y sus hijos fue descubierta el 14 de enero del año 1506, al
parecer su hallazgo fue fortuito, pues consta que lo sacó a la luz un labrador
Félix Fredis, un campesino que cavaba en unos viñedos. Fue el escultor Miguel Ángel
Buonarroti, uno de los primeros testigos en aparecer en la excavación, quien confirmó

5
Gombrich, Ernst, op. cit. pág. 198
4
la correspondencia entre el relato de Plinio el Viejo y la pieza encontrada. Así por
orden del Papa Julio II, muy pronto el grupo escultórico fue trasladado al Patio
Octogonal del Belvedere en el Vaticano y, con el paso del tiempo, se ubicó en el
Museo Pío-Clementino, aunque estuvo en poder de Napoleón Bonaparte entre 1799 y
1816.

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