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LATONY

EL ARTE
DE SU TIEMPO
P.-M. Schuhl !Bi
blioteca de Gultu
ra Clásica I Edito
rialPaidós i Bs.As.
Este libro rastrea en los textos la visión platónica
del arte: el arte es un juego, como todo es juego, in­
cluso la vida, y hasta el universo mismo es un objeto
de arte creado por un artista y artesano divino. Pero
es un juego del cual no podemos prescindir, aunque el
arte no refleja la Belleza absoluta sino las bellezas sen­
sibles atrapadas en el flujo del devenir. Platón, gran
artista y aprendiz de pintor en su juventud, nunca
pudo resolver la antinomia entre su vocación plástica
y las exigencias de su pensamiento teórico.
A lo largo de años de asiduo trabajo Schuhl ha ido
profundizando desde distintos ángulos el pensamiento
platónico, que pasados veinticuatro siglos se mantiene
vigente como uno de los elementos dominantes en la
obra de los filósofos, científicos y artistas contempo­
ráneos. Quizá la originalidad más profunda del autor
resida en esa permanente referencia a la orgánica arti­
culación de los planteos del pensador ateniense con las
preocupaciones del hombre de nuestros días.
El estudioso de la historia del arte y de la filosofía
griega leerá con provecho el penetraíite y ameno aná­
lisis de Schuhl, y el lector culto encontrará en él una
excelente introducción a la compleja y apasionante
meditación platónica sobre el valor y la dignidad del
arte y el beneficio y daño que puede producir en el
seno de la sociedad.
E duardo J. P r ie t o
Biblioteca de Cultura Clásica Platón
dirigida por y el arte
Ramón Alcalde de su tiempo
y
Eduardo J. Prieto

1
G. S. Kirk
Los poemas de Homero

2
R. Blocb
Los prodigios en la antigüedad clásica

3
J. Carcopino
Las etapas del imperialismo romano

4;
A. M. Guillcmin
Virgilio. Poeta, artista y pensador

5
P.-M. Schuhl
Platón y el arte de su tiempo

6
L. Casson
Los antiguos marinos

7
V. Ehrenberg
El pueblo de Aristófanes

8
A. W. Pickard-Cambridge
El teatro de Diónisos en Atenas

9
M. Bieber
Historia del teatro grecorromano
P . - M . SCHUHL

PLATON
¥ EL ARTE
DE SU TIEMPO

Biblioteca de Cultura
Clásica, Editorial Paidós
Buenos Aires, Argentina
\
Versión castellana A Émile Bréhier
de miembro del
Eduardo J. Prieto Institut de France
Ex profesor de la Universidad de Buenos Aires
y Je la Universidad del Litoral

i
índice

Prefacio a la segunda edición 11

Platón crítico de arte 11

Notas 23

Prefacio a la primera edición 29

Notas 31

I Antiguos y modernos 33
Notas 42
II Prestigios 63
Notas 74
III Belleza pura e imitación 87
Notas 97
IV Valor del arte 108
Ñolas 118

Apéndices
1 ¡ ais tendencias' arcaizantes en Atenas en los
siglos i v y v in r ,
Ñolas 137
II “ ¿Q ué es la escenografía? ” 138
Prefacio
Notas 140
a la segunda edición
III Orígenes empíricos de la perspectiva mo­
derna 142
Notas 144
IV Gorgias y la estética de la ilusión 146
Notas 149
V El expresionismo en los memorables 151
Platón crítico de arte 1
Notas 153
VI Platón y la técnica de las artes 154
Ñolas 158 I
VII Estatuas animadas e imágenes inertes 164
Notas 166 Gustave Fougères, cuya desaparición lamentamos,
VIII La noción de tangencia 169 pronunció hace poco en la Academia de las Inscrip­
Notas 171 ciones una conferencia muy interesante sobre
Sócrates crítico de arte; 2 y ese título estaba justifi­
IX Libre investigación o codificación del
cado por los pasajes de los Memorables donde Je­
arle 173
nofonte nos presenta a Sócrates conversando con
Notas 174
Parrasio y con el escultor Cleito y hablándoles de
la manera de representar el alma de sus modelos.3
Bibliografía 175 ¿Pero no resulta paradójico hablar de Platón críti­
co de arte, si se recuerda cuán severo se mostró el
maestro de la Academia, no sólo con los artistas-
sino también con los aficionados y los críticos de
arte? No faltan, por cierto, los textos que lo con­
firman. Cuando el interlocutor ateniense alude en
las Leyes a la técnica de los pintores, Clinias le
responde que no tiene ninguna experiencia en ese
arle. “ No has perdido nada” , replica el Ateniense 4
con una humorada que resulta característica. Cuan­
do Platón “ manda a paseo” , según dice en el Fe-
dón, “ a aquellos que dan como causa de la belleza
de algo toda clase de refinados argumentos — su
color florido, su forma o cualquier otra cosa del
mismo tipo— , que lo dejan igualmente perplejo,®
¿no se está enfrentando con diversas categorías de

10 11
críticos de arte, unos más sensibles al color, otros llegaran a desaparecer, dice en el Político,11 “ la
a la línea? Y no se muestra menos severo en la existencia, ya tan penosa actualmente, llegaría a
República con esos aficionados cuya curiosidad está ser completamente imposible de ser vivida” .
concentrada en los ojos y en los oídos, que se Y no sólo es sensible a las formas más generales
complacen en escuchar hermosas voces, ver hermo­ del arte, sino que emplea con una precisión y una
sos colores, bellas formas, y contemplar todas las seguridad sorprendentes el lenguaje de los pinto­
obras del arte o de la naturaleza en que entran res, el vocabulario técnico de los talleres. Es cierto
tales elementos: les reprocha tener un alma incapaz que las indicaciones del Timeo sobre la mezcla de
de elevarse hasta la esencia de lo Bello.6 los colores sólo corresponden en parte a la prác­
tica de la época; los colores primitivos son sin duda
los mismos cuyo empleo se atribuía a los antiguos
II pintores: el blanco, el negro, el rojo y el amarillo,
que Platón reemplaza por lo que llama el brillante
Platón se mostró sin embargo a lo largo de toda — mientras que las mezclas indicadas son en cam­
su obra como un artista tan genial, que no pode­ bio caprichosas y sus resultados arbitrarios.12 Pero
mos explicar esta actitud como resultado de una Platón no procede como un profano cuando nos
falta de sensibilidad ante el arte. Su prosa lumino­ presenta al escultor que comienza su obra alisando
sa tiene la riqueza y la flexibilidad transparente prolijamente la pasta a modelar,13 al coróplato [fa­
de las leves vestimentas que los escultores de su bricante de muñecas] que prepara su molde,11 al
tiempo aplicaban a los cuerpos de las Victorias pintor que limpia la tabla en la que va a pintar,15
del Piirgos [torre] de Atena Nike; 7 y el prólogo del traza el contorno de su modelo,16 combina el color
Pedro, donde se narra la leyenda del rapto de Ori- de las “ carnes” .17 Tampoco habla como profano
tia por Bóreas, a orillas del Iliso, tiene la gracia cuando en el Timeo utiliza el símil del alfarero que
del grupo contemporáneo que representa este rap­ modela la arcilla, que emplea el “ desengrasante” ; 1S
to.8 Platón mismo reconoce, por otra parte, en la cuando se refiere a la blandura10 o morbidez de
República, al hablar de la poesía imitativa, que ésta algunos colores, a los matices y a los sombreados,20
ejerció su encanto sobre él — y hay que dar a la y al trabajo infinito de los retoques; 21 o cuando,
palabra su sentido más fuerte: se trata de un en­ al aludir al arte de la esquiagrafía, subraya la im­
canto casi mágico.9 Si se aparta de ella, dice, es presión diferente que experimenta el espectador se­
a la manera de los amantes “ que deben hacer es­ gún el punto de vista — próximo o lejano— en que
fuerzos para sustraerse a su pasión, una vez que la se encuentra ubicado.22 Todo esto nos hace pen­
reconocieron como peligrosa” ; como éstos, prosi­ sar, como ya lo admitía Nicolás de Cusa,23 que
gue, “ nos cuidaremos de recaer en la pasión que Diógenes Laercio 21 y Apuleyo 25 no estaban erra­
experimentamos por ella en nuestra juventud, y dos al decir que el filósofo se había ocupado en
de la cual el común de los hombres no está cura­ su juventud de pintura, y que la escultura le era
do” .10 En fin, se le escapó un día una palabra tan familiar como aquéllas.
que es una confesión, un grito del alma: si las artes

12 13
III el dibujo— ,34 delinear el contorno de una sombra
en la superficie en que se extiende. Edmond Pottier
Por otra parle, cuando reprocha al espectador mostró, en un artículo que sigue siendo un mo­
que no sabe elevarse hasta la Idea de lo Bello, al delo de método en la interpretación de documentos
crítico que tampoco se preocupa de eso, ¿no admi­ y de textos, que algunas incorrecciones observadas
te implícitamente la posibilidad de una crítica de en dibujos que ilustran vasos, se explican porque
arte fundada en la filosofía, equivalente por esa los decoradores y aun los pintores utilizaron du­
misma razón a una propedéutica, a la manera de la rante largo tiempo las siluetas obtenidas por pro­
dialéctica del amor expuesta en el Banquete? 20 yección de sombras para trazar sus figuras.35 La
Tal ha sido, sin duda, en el curso de los siglos, el existencia de este procedimiento, empleado sobre
punto de vista de ciertos críticos que reivindicaban todo en el siglo VI, pero que no obstante Platón
la tradición platónica.27 El Eidos, la estructura or­ pudo conocer aunque ya no se lo practicara, nos
denada que constituye la excelencia y la belleza de ayuda a comprender mejor su actitud respecto de
los seres y de las cosas, ¿no es justamente la mis­ las artes de imitación y la alegoría de la caverna: 36
ma que los pintores y los buenos oradores, así ¿qué hacen los pintores sino decorar la pared de
como todos los artesanos, saben dar a sus obras? 28 la caverna, tratando de fijar el desfile de las som­
El artista verdadero alcanzaría, por detrás de las bras fugitivas que allí se suceden?
apariencias, la esencia ideal, la realidad profunda
de las cosas; el crítico debería estudiar la manera
en que éste la expresa y ayudar al público a perci­ IV
birla en la obra. Y sin duda Platón llega a aludir,
de paso, al mérito del pintor capaz de dibujar el Hay otras razones que explican la severidad de
más bello tipo posible de hombre, aunque no pue­ Platón: en primer lugar, el hecho de que induda­
da mostrar que existe en la realidad un modelo blemente el arte no puede vivir sin transformarse.
correspondiente a su dibujo.29 Esto resulta particularmente sensible en una época
Pero no debemos olvidar que no hay nada más en que el gusto se modifica, donde todo se disuelve
antiplatónico que confundir la Imagen, aun com­ y se renueva, tanto en el dominio estético como en
puesta, con la Idea; 30 el ideal que inspira a los el político: se está cumpliendo una evolución cuyo
artistas oscila sin cesar entre ambas.31 La idea de término no es posible captar todavía. Ahora bien,
lo Bello no se confunde con un hermoso rostro o Platón considera que el cambio — que para él se
unas manos bellas, no está mancillada por la car­ confunde casi siempre con la decadencia— es tan
ne; 32 la obra del artista no se halla más cerca, sino peligroso como lo es para los médicos hipocráticos
más alejada de la Idea que los objetos sensibles: el la modificación del régimen habitual.37 Sabemos
lecho pintado es una imitación del construido por que según Damón no se podían modificar los mo­
el carpintero, que a su vez sólo reproduce el lecho dos musicales sin hacer vacilar la constitución del
ideal.33 Dibujar un perfil es intentar — como la E stado;38 de igual modo, Platón reprueba esta
hija del alfarero Butades de Corinto, que inventó búsqueda de placeres nuevos a la cual la gente se

14 15
entrega en todas partes — salvo, dice,39 en Egipto, V
en Creta y en Esparta— , y se muestra partidario
de un arte hierático, inmutable, que produzca obras Se había desarrollado en ese entonces, bajo la
como las que él había admirado en los templos del influencia de la pintura de decoración, una es­
valle del Nilo: los objetos pintados o modelados pecie de impresionismo que sólo apuntaba a pro­
que allí se exponen, se han fabricado siguiendo las vocar la ilusión óptica (los pájaros, decía Plinio,
mismas reglas que se observaban hace diez mil venían a picotear en el escenario las uvas pintadas
años y de las cuales está prohibido apartarse.40 por Zeuxis), impresionismo al que Platón repro­
De hecho, el arte saíta es un arte arcaizante, al cha su afinidad con la sofística, y la acción que
que Platón se muestra naturalmente favorable; 41 ejerce sobre las partes del alma más fácilmente
desde tal punto de vista, el crítico tendría que es­ conmovibles: sobre la sensibilidad, sobre todos los
tudiar las obras de arte antiguas para desentrañar elementos irracionales. A la estética de la Ilusión,
las reglas que estaría a su cargo hacer respetar.. . preconizada, según parece, por Gorgias,45 Platón
más o menos como Lisidas en la Crítica de la es­ opone la estética de la Imitación; se muestra hostil
cuela de las mujeres. Por otra parle, sofistas y téc­ sobre todo a la crítica que toma como criterio la
nicos acababan de reducir a teoría, descomponer reacción del público, lo que equivale a hacer como
en figuras y someter a reglas, la práctica de todas el mozo encargado de cuidar a una fiera en un
las artes, desde la retórica hasta la cocina; 42 y Po- zoológico: “ Sabe por qué lado hay que aproximar­
licleto había enseñado en su tratado, el Canon, las se y por dónde tocarla, cuándo está más arisca y
proporciones relativas de las partes del cuerpo, se­ cuándo más dulce, qué la hace dar tal o cual gri­
gún una fórmula aplicada al esculpir el D oríforod3 to, qué sonidos la tranquilizan y cuáles la enfure­
Sin embargo, por más favorable que se haya cen. imaginad que habiendo aprendido todo eso,
mostrado Platón a las leyes que prohibían a los haga con ello un tratado, juzgando todo según las
artistas egipcios “ innovar o imaginar nada que no reacciones de la bestia, llamando buenas a las cosas
estuviera de acuerdo con la tradición ancestral” , que le agradan, malas a aquellas que la enojan.
hubo un momento en que comprendió el peligro ¿No sería éste, por Zeus, un extraño preceptor?
que representa para el arte tal limitación. “ Si el — Bien lo creo, contestó. — Y bueno, ¿qué diferen­
artista, escribe en el Político,44 debiera atenerse cia existe entre este hombre y aquel cuya ciencia
siempre a reglas escritas, codificadas en tratados, si consiste en conocer las reacciones instintivas y los
una ley le impidiera investigar, las artes se perde­ gustos de una muchedumbre heteróclita, reunida
rían totalmente y no renacerían jamás.” Pero final­ para ver pintura o escuchar música?” 48 Es un
mente debían predominar los argumentos opuestos. error juzgar acerca de la belleza de las obras de
arte según el placer que procuran, si no es el que
causan al más competente; pues “ lo que produce la
corrección en este dominio (el de las artes de imita­
ción ), es, en una palabra, la igualdad (de la imi­
tación y el modelo) según la relación de la cantidad

16
y de la cualidad, y no el placer” ,'17 que sólo intervie­ rían demasiado pequeñas, y las de abajo demasiado
ne como criterio cuando la verdad, la semejanza o la grandes, por el hecho de que unas son vistas de
utilidad no representan ningún papel: “ pues lo que lejos, y las otras de ce rca .. . ” “ Los artistas de hoy
hace que lo igual sea igual y simétrico lo simé­ mandan a paseo a la verdad, y otorgan a sus obras
trico, no es ni la opinión de alguien ni el placer no ya las proporciones que son bellas, sino las que
que éste pueda encontrar en ello, sino ante todo aparentarán serlo.” 52 Esto se ilustra con la cono­
la verdad; el resto no cuenta casi para nada.” 48 cida anécdota de Lidias y de Alcamenes.53 Es cu­
“ Aquel que quiere ser buen juez debe pues cono­ rioso ver cómo Platón (tan favorable a la medida, al
cer, en primer término, el objeto imitado; si no lo número, al peso) se muestra hostil a la perspec­
conociera, ¿cómo podría apreciar en qué aspectos tiva, que se constituye justamente en esa época.
está bien hecha la copia, es decir, si reproduce los Ocurre que el objeto del arte es para él, ante todo,
números del cuerpo y las posiciones de todas sus la imitación más estricta — con las reservas que
partes? [Encontramos de nuevo aquí las ideas de señalaremos— , y también que los artistas, como
Policleto.] ¿Cómo sabría cuáles son esos núme­ dice Filón de Bizancio, procedían aún de un modo
ros, qué partes fueron yuxtapuestas para obtener totalmente empírico, que para el filósofo se opone
el orden conveniente y, además, si son adecuados los a la ciencia (ocurrió lo mismo, según Jacques
colores y las formas? ¿Cómo tendría la seguridad Mesnil,54 con los primeros pintores del Trecento).
de que todo esto no ha sido mal hecho?” 49 Para Por último, hay que tener en cuenta que la pers­
merecer el nombre de conocedor, es preciso saber pectiva apuntaba, pese a todo — aunque se tratara
entonces cuál es el objeto representado, si la imi­ de procedimientos científicos— , a provocar una
tación es correcta y si ha sido bien ejecutada: ilusión. “ Ningún arte” , dice Philippe Soupault 55
“ Existe realmente copia cuando el artista se con­ refiriéndose a la pintura, en una página de inspi­
forma a las proporciones del modelo según el lar­ ración totalmente platónica, “ es quizá tan peligro­
go, el ancho, la profundidad, y cuando además so. Pensemos solamente en la facilidad, en la
reviste cada parte con los colores que le son ade­ sugestión del oficio, en el efecto, en las ilusiones
cuados.” 50 Critica aquí Platón la policromía con­ ópticas” .. . “ Gracias a procedimientos de toda suer­
vencional que aplica “ a las más hermosas partes te” , dice además, “ los pintores producen ‘realidad’,
del cuerpo, los colores más bellos” , y pinta los ojos, dan la sensación de la vida. Quienes sólo quieren
no ya de negro, sino de púrpura: es necesario, ver en la pintura la explotación de esos trucos no
en cambio, examinar si se da “ a cada parte los merecen ser considerados pintores” .
colores adecuados, para llegar a realizar la belleza
del conjunto” .51
Platón se opone igualmente a los artificios de los VI
escultores y de los pintores, que deforman sus obras
para tener en cuenta la perspectiva: “ Si ellos re­ A propósito de la imitación, como en el caso de
produjeran la proporción verdadera de las cosas las reglas, Platón nos ofrece elementos para mitigar
bellas, tú sabes que las partes de arriba aparece­ el rigor de los puntos de vista que propone.56 Re-

18 19
conoce que la corrección artística diferirá siempre arte decorativo y partidaria de una suerte de cu­
de la exactitud matemática: no es en las mejores bismo o, al menos, de arte abstracto.
obras de Dédalo donde hay que estudiar las rela­
ciones de las proporciones geométricas.57 Una co­
pia perfecta ya no será una imagen, sino un doble: YII
si un dios artista produjera no sólo el color y la
forma de Cratilo, sino también su alma y su pen­ Cualquiera sea la distancia que separe a la obra
samiento, ya no tendríamos ante nosotros a Cratilo de arte de la Idea, es el reflejo que la obra conser­
y su imagen, sino a dos Cratilos.58 Sin olvidar va de tal Idea lo que emociona al espectador y
que la estructura jerárquica de la realidad expli­ reinstala en su alma el equilibrio armonioso per­
ca que se decaiga al pasar de la esencia a la aparien­ dido con el nacimiento. Nada restablece mejor ese
cia, ¿no podría suponerse que en este punto se equilibrio que el espectáculo de los movimientos
formula, veladamente, una crítica dirigida en sen­ celestes; 67 pero la contemplación de las obras de
tido inverso a la de antes; crítica caprichosa arte no carece tampoco de eficacia, pues si “ la de­
e irónica de tendencias que Platón juzgaba dema­ formidad, la falta de mesura y de armonía son her­
siado realistas, y que iban apareciendo, según sub­ manas del mal espíritu y del mal corazón, sus con­
rayó E. Pfuhl,59 en algunos retratistas, como Lisís- trarios son hermanos e imitaciones de su respectivo
trato, que utilizaba vaciados, Demetrio de Alópeca, contrario, que es la naturaleza prudente y buena” ; 6S
“ el hacedor de hombres” , y en fin, Silam'o, que por lo tanto, todas las obras de los artesanos mismos
modeló el busto de Platón? 60 son susceptibles de armonía.69 No es suficiente en­
tonces vigilar a los artistas: es preciso buscar a los
En ciertos pasajes llegamos a descubrir, en el
maestro de la Academia, los rasgos de una estética que son bien nacidos, “ capaces de rastrear la na­
turaleza de lo Bello y de la conveniencia, con el fin
liberada de la imitación: los edificios de la Atlán-
de que los jóvenes, rodeados por todas partes de
tida están realizados con una agradable yuxtaposi­
hermosas obras, sólo estén sometidos a influencias
ción de piedras de colores variados; l!1 el Filebo
bienhechoras en todo aquello que llega a su vista
subraya la hermosura de los colores puros y sin
y a su oído, como si habitaran una región sana,
mezclas; 62 el Pedro 63 y el Fedón 04 describen la
donde sopla una brisa proveniente de comarcas fe­
belleza luminosa y pura del mundo de lo alto en
lices que trae la salud, y que se vean así conducidos
términos inspirados, sin duda alguna, en la represen­ desde la infancia, sin notarlo, hacia la semejanza,
tación de los Misterios. En fin, el Filebo 65 y el el amor, y el acuerdo con la bella razón” .70 ¡Pá­
Timeo6G insisten en la belleza de las formas geo­ ginas todas perfumadas de armonía, que nos traen
métricas, rectas, curvas, superficies; en la de cier­ un eco de las lentas y nobles procesiones de Fidias!
tos triángulos y sólidos platónicos: el tetraedro, el Tales eran, sin duda, las obras cuya contemplación
octaedro, el icosaedro y el cubo. Estos textos, que quería favorecer Platón cuando afirmaba que en
nos conducen hacia las Ideas-números, revelan pues el Estado de las Leyes, todos aquellos que quisie­
una tendencia que se mostraría indulgente con el ran ver u oir las obras que dependen de las Musas

20 21
encontrarían junto a los templos instalaciones pre­ Notas
paradas para recibirlos.71
El sentimiento de la acción profunda que el arte
ejerce sobre los espíritus explica la actitud severa
de Platón respecto de los artistas. El rigor de sus
soluciones nos escandaliza y a veces nos subleva,
pero el problema que plantea no ha perdido actua­
lidad. Y el empleo de los procedimientos mecáni­
cos utilizados para reproducir y transmitir las obras
de arte, que les aseguran hoy una difusión y una
fuerza de penetración mayores aún que en el pasa­
do, nos crea la irrenunciable obligación de investi­
gar la manera de formar el gusto del público sin
adocenarlo, y de estudiar cómo puede el arte ayu­ 1. Este prefacio reproduce, con algunos reto­
dar a los hombres a recuperar el equilibrio que ques y adiciones, una comunicación presentada al
tanto necesitan, hoy como en tiempos de Platón.72 Congreso internacional de historia del arte, que
se celebró en Berna en 1936. El texto, acompaña­
do de ilustraciones, fue publicado en el Bulletin
périodique de l’Office des Instituts d’Archéologie
et d’Histoire de l’art, vol. 4, n. 10, Paris, 1937,
págs. 39-49.
2. Séance publique de l’Académie des Inscrip­
tions et Belles-Lettres, 16 de noviembre de 1923,
Paris.
3. Memorables, III, 10; véase más abajo cl apén­
dice V, pág. 151 {El expresionismo en. los Memo­
rables) ; cf. A. Delatte, Le troisième libre des sou­
venir socratiques de Xénophon, París; 1933; Ch.
Picard, A. G. S., Il, pág. 259.
4. VI, 769 b.
5. 100 cd.
6. V, 476. Véanse más abajo, págs. 109 y 110.
7. Ch. Picard, La sculpture grecque du Ve s.,
Paris, 1938, pl. X X X IX ; A. G. S., II, pág. 635;
Deonna, Miracle grec, I, pág. 250.
8. Fedro, 229 b y sig.; cf. Ch. Picard, A. G. S.,
II, pág. 793 y sig.; cf. L. A. Stella, In flu ssi...,

22 23
III. Sobre el estilo clásico y el estilo rico en el 25. Dogm. Pial., I, 2.
arte y la literatura de la época, véase T. B. L. 26. Cf. L. Robin, La théorie platonicienne de
Webster, Greek art and Litterature, 530-400 a. C., l’Amour, 2íl ed., París, 1933.
Oxford, 1939.
27. Véase el estudio de Erwin Panofsky, Idea,
9. X, 607 c. ein Beitrag zur Begriffsgeschichte der älteren
10. X, 607 d. Kunsttheorie, Leipzig, Berlin, 1924.
11. 299 de. Véase más abajo el Apéndice IX,
28. Gorgias, 503 d-504 a y 506 de ; cf. nuestra
pág. 173.
contribución a los Mélanges, Ch. Picard, titulada
12. Acerca de todo esto, véase, más abajo, el
“ Joug du Bien” , Paris, 1949, t. II, pág. 962. Véa­
apéndice VI, pág. 154 y sigs.
se además Fedro, 264 c y Fïlebo 64 bc ; Político,
13. Tuneo, 50 e; cf. Rep., II, 361 d (limpieza de
284 b ; Tirneo, 28 ab.
una estatua para un concurso).
14. Véase la pág. 127, n. 70; el. pág. 59, n. 76 29. República, V, 472 d. Sobre el modelo inte­
rior, véase Rep., 484 c, y cf. H. Perls, i‘Mousa” ,
15. Rep., VI, 501 a.
16. Rol., 277 c. Véase pág. 127, n. 74. R. Phil., 1934, I, pág. 274; cf. más abajo, cap. IV,
17. Cratilo, 424 d y Rep. VI, 501 b. Véase más pág. 108. Sobre las tendencias que provocaron, al
fin del helenismo, una transformación de la estruc­
abajo, pág. 161, n. 17.
tura de las obras de arte, véase A. Grabar, “ Plotin
18. Cf. Ét. Souriau, “ Philosophie des procedes
artistiques” , Revue des Cours et Conferences, 1928- et les origines de l’esthétique médiévale” , C. A., I,
29, pág. 236 y sigs. Cf. más abajo, pág. 129, n. 82. 1945, pág. 154 y sigs.
19. Cratilo, 432 b (Cf. A. Reinach, Recueil Mi- 30. Véase más abajo, pág. 108 y sigs.; cf. el ca­
lliet, n. 3 7). Véanse más abajo, págs. 102 y 103, pítulo titulado: “ Science et Mythe” , en nuestros
n. 5o y 60, y pág. 127, n. 74. Études sur la fabulation platonicienne, Paris, 1947,
20. Leyes, VI, 769 a; Rep., IX, 585 a y 586 be, págs. 32-39.
sobre el gris que junto al negro parece blanco. 31. Véase E. Cassirer, Eidos und Eidolon, Leip­
Véase más abajo, pág. 51, n. 43 y 44. zig, 1924.
21. Leyes, loe. cit.; Rep., VI, 501b: “ Y a ve­ 32. Banquete, 211 a-212 a.
ces, me parece, borrarán, y otras corregirán.” 33. República, X, 596 y sigs.; cf. Cratilo, 389 ab.
22. ' Sofista, 234 b: “ mostrando sus cuadros a dis­ 34. Plinio, N. FI., X X X V , 15: “ . . .poseída por
tancia” ; Teeíeto, 208 e: Parménides, 165 cd; File- el amor del joven, que se marchaba al extranjero,
bo 41 e-42 a; Leyes, II, 663 c; cf. más abajo, pág. recorrió con una línea la sombra del rostro de
51 y n. 40 a 44; pág. 52, n. 45 y 46. éste, proyectada en la pared por una linterna.”
23. De mente, I. 115, ap. E. Cassirer, Indivi­ 35. “ Le dessin par ombres portees chez les
duum und Kosmos in der Philosophie der Renais­ Grecs” , Revue des Études grecques, 1898, págs. 355-
sance, Studien der Bibliothek Warburg, 1927, pá­ 388; y Recueil Edmond Pottier, Paris, 1937, pagi­
gina 206. nas 262-295.
24. III, 5. 36. Véase el ensayo titulado “ Autour de la Ca-

24 25
verne” en nuestros Études sur la fabulation platoni- 55. Paolo Ucello, París, 1929, pág. 34; cf. el
cienne, págs. 45-74. libro de Liliane Guerry, Cézanne et l’expression de
37. Leyes, VII, 797 de; más abajo, pág. 38. l’espace, Paris, 1951 y los trabajos de P. Francastel
38. Rep., IV, 424 c. que citamos en la pág. 144, n. 2.
39. Leyes, II, 657 b. 56. Sobre la imitación, cf. los puntos de vista de
40. Leyes, II, 656 d-657 d. R. G. Collingwood, “ Plato’s philosophy of art” ,
41. Cf. más abajo, pág. 59, n. 74 y 75, y Mind, 1925, pág. 154 y sigs.; J. Täte, “ Plato and
apéndice I, pág. 135. imitation” , Cl. Qu., 1932, 164; R. Schaerer, La
42. Véase nuestra obra Formation de la pensée question platonicienne, 1938, págs, 157, 161 y sigs.;
grecque, pág. 343; y cf. el comentario del P. Festu- W. J. Verdenius, Mimesis, Leiden, 1949 y, más aba­
giére a la Antigua medicina de Hipócrates, París, jo, pág. 31, n. 2 y 3.
1948, pág. 32. 57. Rep., VII, 529 d-530 a.
58. Cratilo, 422 be. Véase más abajo, pág. 93.
43. Galeno, De plac. Hipp. el Plat., V. 425:
59. Die Anfänge der griechischen Bildniskunst,
“ pues Policleto nos enseñó todas las proporciones
Munich, 1927.
del cuerpo en aquel escrito, y luego realizó en los
60. Sobre la controversia relativa a la época pre­
hechos su doctrina. . etc. Véase más abajo, pá­
cisa en que se sitúan estas tendencias, véase más
gina 35.
abajo, págs. 95 y 96. Cf. Ed. Schmidt, “ Silanion der
44. 299 de. Cf. más abajo, pág. 38, y apéndice Meister des Platonbildes” , Jahrbuch des Archäolo­
IX, pág. 173. gischen Instituts, I. 47, 1932, págs. 246-263, y por
45. Véase más abajo, apénd. IV, pág. 146, y último Cb. Picard, /Ii anucí d’Archéologie, t. III, I,
págs. 70, 71 y sigs.; cf. Mario Untersteiner, I sofis- 2, pág. 781 y sigs.
ti, Turín, 1949, pág. 132 y sigs., 224 y sigs. 61. Critias, 116 b. Véase más abajo, pág. 90.
46. Rep., 493 bd. Cf. Leyes, II, 667 de, sobre el encanto gracioso
47. Leyes, II, 667 b, cf. 655 d. ( kharis) de un arte fantasista, independiente de la
48. Leyes, II, 668 a. semejanza así como de toda posibilidad de incorrec­
49. 668 de. ción, y que ofrece un placer de pura diversión (pai-
50. 655 d, cf. 668 e-669. dían). Véanse más abajo, págs. 90 y 91.
51. Rep., IV, 420 cd ; más abajo, págs. 33 y 34. 62. 53 ab.
52. Sofista, 235 d. Véanse más abajo, págs. 34 63. 247 c y sigs., 250 be.
y 35. 64. 110 be; cf. Filebo, 59 c. Véanse más abajo,
53. Tzelzes, Child., VIH, 353; más abajo, pá­ págs. 88 y 89.
gina 68. 65. 51 bd.
54. “ Masaccio et la théorie de la perspective” , 66. 53-54: cf. más abajo, pág. 87 y sig.
Revue de l’Art anden et moderne, t. X X X V , 1914, 67. Timeo, 42 y sigs., 47 be; más abajo, pá­
págs. 145-156; véase más abajo, apénd. III. pá­ ginas 116 y 117.
gina 142. 68. Rep., III, 401.

26 27
69. Fedón, 86 c ; cf. Gorgias, 503 e-504. Prefacio
70. Rep., III, cf. V III, 558 b. a la primera edición
71. X II, 953 ab. Sobre todo esto, véase más aba­
jo, págs. 39 y 40. Cf. P. Boy aneé, Le cuite des
Muses chez les philosophes grecs, París, 1937, pá­
gina 167 y sigs. ; O. Reverdin, La religión de la cité
platonicienne, París, 1945, pág. 77 y sigs.
72. Expresamos nuestro profundo agradecimien­
to a Pierre Devambez, conservador del museo del
Louvre, que tuvo la bondad de leer esta segunda
edición y señalarnos algunas publicaciones que se
nos habían escapado; a Ch. Picard, Pierre Francas-
tel y Sainte Fare Garnot, a quienes debemos valiosas
indicaciones bibliográficas. Agradecemos también Platón no ha representado, como lo hizo Jeno­
muy cordialmente a Paul Kucharski, doctor en le­ fonte, al pintor y al escultor en discusión con Só­
tras, por la importante ayuda que nos proporcionó crates; 1 ¿pero cómo podrían no figurar en la am­
en la corrección de las pruebas y la actualización plia comedia de los diálogos, que nos ofrece una
de los índices. imagen tan animada de la vida ateniense? Las alu­
siones a las artes plásticas son en ellos numerosas:
no podían dejar de serlo. Se sabe, en efecto, que
el concepto de imitación desempeña un importante
papel tanto en la filosofía de las Ideas como en la
estética propiamente dicha; 2 la pintura y la escultu­
ra nos ponen en presencia de la imitación en su
sentido más simple,3 previa toda “ trasposición” ,4 y
se comprende que el maestro de la Academia haya
recurrido a menudo a ellas como término de com­
paración. Pero el pintor y el escultor a los cuales
se refiere no son seres abstractos, intemporales:
piensa, según intentaremos demostrar, en los artis­
tas de su época. Tanto en lo que respecta a la
historia del arte como a la historia política, esa
época constituye un período de crisis y de transi­
ción.5 La disolución es completa en todos los do­
minios, y se tiende a alcanzar formas nuevas que
no se sabe aún cómo serán: el esfuerzo de renova-

29
28
ción sólo obtendrá sus resultados a mediados del Notas
siglo IV.
En lo que concierne a la escultura, por ejemplo,
es evidente que después de Pólicleto y Fidias ya no
era posible progreso alguno en el mismo sentido.
En otro orden, el manierismo del estilo florido in­
dica un cierto agotamiento.6 Y mientras osados
innovadores emprenden caminos hasta entonces des­
conocidos, hay arcaizantes7 que se esfuerzan por
retornar al ideal de la gran época a la cual Platón
sabe conducirnos tan hábilmente, que a veces casi
llegamos a olvidar que vivió medio siglo más tar­
de.8 El filósofo no vacila en tomar posición en esta
querella; la severidad de sus ideas triunfa sobre su 1. Memorables, III, 10; cf. infra, apénd. V, pá­
sensibilidad de artista,® y aunque sus rigores se gina 151.
dirigen sobre todo a los “ modernos” , según vere­ 2. Sobre la imitación en el arte, véase infra,
mos, sólo puede aprobar plenamente ciertas formas cap. Ili, y cf. Umberto Galli, “ La mimesi artistica
muy particulares del arte. secondo Aristotele” , S. F. C., IV, 1925, pàgs. 287-
Nos permitimos expresar aquí nuestra gratitud 313: “ la mimesi secondo Platone” (examina sucesi­
por el interés benevolente que mostraron por vamente el Fedro, el Cratilo, la República, el Timeo
nuestro trabajo E. Bréhicr y Ch. Picard, a quienes y las Leyes). Véanse igualmente las obras citadas
debemos valiosas indicaciones.1® en la pág. 27, n. 56, y el estudio de M. Patroni,
“ La mimesi artistica nel pensiero di Platone” , Ren­
diconti della R. Accademia di Napoli, 1941, voi.
XXI, pàgs. 5-24.
3. “ Y existen muchos paradigmas, como en el
caso de las estatuas, las casas y los cuadros” , Ps.-
Plutarco, Epit., I, 6 (Aetii Placit., I, 5; Diels, Doxo-
graphi Graeci, pág. 292 a, 2-5). Sobre los proble­
mas del paradigmatismo, véase V. Goldschmidí, Le
paradigme dans la dialeclique platonicienne, París,
1947, y “ Le problème de la tragèdie d’après Pia­
lo..” , R. E. G., t. LXI, 1 94 8,1, pág. 20.
4. Sobre esta expresión, véase A. Diés, Autour
de Platón, París, 1927, t. II, pág. 401 y sig.
5. Cf. Ernst Pfuhl, “ Bemerkungen zur Kunst des

30 31
vierten Jahrhunderts” , J. A. /., t. 43, 1928, pág. 1 I
y siguiente.
6. Cf. E. Pfuhl, “ Attische und jonische Kunst Antiguos y modernos
des V. Jahrhunderts, / . A. /., t. 41, 1926, pági­
nas 161-162.
7. Véase infra, pág. 41 y apénd. I, pág. 135.
8. Sobre el “ anacronismo” en la obra de Platón,
véase j. Burnet, Platonism, Berkeley, 1928, págs. 6-
7, 14, 26, 29, 48; cf. E. Zeller, “ Über die Anachro­
nismen in den platonischen Gesprächen” , Abh. Ak.
Berl., 1873, págs. 79-89.
9. Cf. infra, pág. 86, n. 89 y 90.
10. Deseamos también agradecer profundamente
a nuestro amigo Jean Humhert, que nos ayudó en Dos textos nos introducirán de lleno en la atmós­
la corrección de las pruebas. fera de la época. Se trata en primer término de un
pasaje de la República.1 que nos pone en presencia
de la estatuaria griega en su aspecto más descon­
certante para nosotros, habituados como estamos a
las blancas figuras de nuestros museos: la policro­
mía. “ Si mientras pintamos una estatua viniera
alguno a reprocharnos por no aplicar a las partes
más hermosas del cuerpo los colores más bellos
— si los ojos, por ejemplo, que son lo más hermoso,
no estuvieran pintados de púrpura2 sino de ne­
gro— , creeríamos defendernos adecuadamente res­
pondiéndole: admirable amigo, no imagines que
debemos pintar los ojos tan bellos que no sean
ojos, ni tampoco las otras partes. Examina más
bien si damos a cada sector los colores que le con­
vienen, de modo de realizar la belleza del conjunto.”
A pesar de la precisión de páginas como la trans­
cripta, se dudaba de que se hubieran empleado
tales procedimientos,3 hasta que en 1885 aparecieron
las Korai [muchachas] de la Acrópolis de Atenas
en el mismo estado en que habían sido sepultadas
después de la profanación del templo por los per­
sas, con sus labios y sus cabellos rojos, su vestí-

32
menta adornada con bordados rojos y azules, trans­ Platón define así una segunda especie de imitación:
formados ya estos últimos en verdes.4 Un trazo el arte fantasmagórico (phantastiken) , o más bien
negro subrayaba el arco de las cejas, indicaba las el arte de la apariencia.18
pestañas en el borde de los párpados. El iris era de A partir de 1591 ese texto atrajo la atención del
color rojo, la pupila negra.5 La iluminación ruti­ esteta Gregorio Comanini, que en verdad lo inter­
lante originaria se atenuó y matizó en el curso de pretaba de una manera por lo menos extravagante,
V VI,
los siglos y pero sin desaparecer por completo: al distinguir los dos tipos de imitación (“ a una le
cuando se le preguntaba cuáles eran las que pre­ llama él mismo en el Sofista asemejadora o eicásti-
fería de entre sus estatuas de mármol, Praxíteles ca; y a la otra, en el mismo diálogo, le da el nombre
contestaba: “ Las que pasaron por las manos del de fantástica” ) de la siguiente manera: “ La primera
pintor Nicias.” 0 Por otra parte, nos han llegado es la que imita las cosas que existen; la segunda es
diversas esculturas pintadas de la misma época.7 la que inventa cosas no existentes. . . ” 14 Más
Platón parece considerar como obvio el empleo de vale atenerse a la historia del arte, que nos sumer­
esos procedimientos, que a nosotros nos parecen girá de lleno en el ambiente de la época.
indignos del gran arte. Sabemos por Galeno 13 que Policleto 18 había es­
Un texto del Sofista 8 nos permitirá precisar el crito un tratado, el Canon,1'1 donde enseñaba las pro­
papel que se atribuye a la imitación en el arte, y porciones del cuerpo humano y definía la belleza
percibir el eco de las controversias del siglo. por la exacta proporción de todas las partes entre
AI dividir la “ mimètica” , Platón definía en pri­ sí; el bien, decía además, es el resultado de muchos
mer lugar el arte de la copia (eikastiken). Existe números y depende de una nada: dicho de otra ma­
copia sobre todo cuando el artista ejecuta su repro­ nera, la perfección de la obra depende de tantas
ducción conformándose en el largo, el ancho y la relaciones que el menor descuido basta para com­
profundidad,0 a las proporciones10 del modelo, y prometer el conjunto.18 Su sistema de medidas19
cuando además reviste a cada parte con los colores se refleja en sus estatuas, el Doríforo sobre todo,
que le corresponden.11 “ ¿Y qué, pregunta Teeteto, que recibió por antonomasia el nombre de Canon,20
no es justamente eso lo que intentan hacer todos los y sirvió de modelo a los escultores. Pero muy pron­
imitadores? — No por cierto, responde el Extranje­ to los artistas no se contentaron ya con reproducir
ro, al menos cuando tienen que modelar o pintar fórmulas que se habían vuelto clásicas: estaban
obras de graneles dimensiones. Pues sabes que si hastiados de esas proporciones un poco pesadas y
reprodujeran la proporción verdadera de las cosas demasiado “ cuadradas” .21 Eufránor, que escribió a
bellas, las partes de arriba aparecerían demasiado su vez un tratado acerca de la simetría,22 definió
pequeñas y las de abajo demasiado grandes, por entonces un Canon más airoso, al cual se reprocha­
el hecho de que unas las vemos de lejos y las otras ba la esbeltez exagerada del cuerpo y el volumen
do cerca. — Sin duda. — ¿N o es entonces verdad demasiado importante que daba a los miembros y
que los artistas, hoy día,12 mandan a paseo la ver­ la cabeza.23 Por otra parte Plinio, a quien debemos
dad y dan a sus obras no las proporciones bellas oslas noticias, nos informa que Eufránor esculpió
sino las que parecen serlo? — Indudablemente.” Y (■olosos. 24 Por último, Lisipo, cuyas primeras obras

34 35
pudo conocer Platón, sin llegar tan lejos como Eu- corar con frescos su casa.35 Los procedimientos de
fránor, modificó las proporciones de Policleto me­ Agatarco fueron perfeccionados a fines del siglo v
diante la aplicación de una fórmula nueva y más por Apolodoro el Esquiágrafo, quien introdujo una
elegante.25 “ Los Antiguos” , decía — y Plinio se li­ verdadera revolución en el arte de la pintura: por
mita a transcribir, sin duda, una indicación dada esquiagrafías no hay que entender simples siluetas,
por Jenócrates, alumno de Lisipo— ,26 “ represen­ análogas a las sombras proyectadas sobre el muro
taban a los hombres tales como eran, y él tales de la caverna en el mito de la República,38 sino
como parecían ser” .27 Releamos nuestro texto del decorados o cuadros donde el juego de sombras y
Sofista: “ ¿No es entonces verdad que los artistas, colores reproduce las apariencias y da, de lejos, la
hoy día, mandan a paseo la verdad y dan a sus ilusión de la realidad:37 por primera vez se veía
obras no las proporciones bellas sino las que pare­ reproducido el mundo exterior en una superficie
cen serlo?” ; existe entre la frase de Platón y la de plana, con su profundidad y coloración. Aunque
Plinio una analogía sorprendente, que nos impresio­ vivamente atacado por los partidarios y los imita­
nó un día hasta el punto de provocar toda esta in­ dores de Polignoto,38 Apolodoro fue seguido en
vestigación. Suponíamos, en primer lugar, que Pla­ su iniciativa de aprovechar la ilusión óptica por
tón pensaba aquí en métodos nuevos, como los de Zeuxis39 y Parrasio: es conocida la anécdota del
Eufránor y los de Lisipo, por oposición a los de P o­ telón de Parrasio y de las uvas de Zeuxis, “ pinta­
licleto. Pero no querríamos insistir demasiado sobre das en forma tan bien lograda que los pájaros se
esta primera vinculación, pues existe otra, sugerida aproximaban volando al escenario” : 40 se trata tam­
por el contexto; entre este pasaje y una anécdota de bién de un decorado de teatro.
Tzetzes que se encontrará más abajo (pág. 6 8 ), y Continuemos leyendo ahora nuestro texto del So­
que se refiere a las deformaciones practicadas por fista: en él nos habla Platón de pintores que mues­
los autores de estatuas colosales (Eufránor, como tran de lejos sus obras,41 de cuadros que producen
se ha visto, se contaba entre ellos).28 una impresión diferente según el lugar desde donde
La pintura se aleja cada vez más del arte de se los mire, de grandes conjuntos que “ dejan de
Polignoto, simple dibujo coloreado,29 cuya exactitud asemejarse a lo bello, si se nos da la facultad de
expresiva, por otra parte, era objeto de elogios.30 contemplarlos convenientemente” .42 Y aunque la
El arte pictórico se transforma sobre todo bajo la palabra skiagrápliéma no aparece en el Sofista ,43 se
influencia de las innovaciones realizadas en el tea­ encuentra muy a menudo en los d iá log os;44 así, en
tro: Vitruvio, en el prefacio al libro VII de su la octava hipótesis del Parménides, si bien lo Uno
Arquitectura 31 nos dice que “ el primer decorado 32 no existe, ocurre con “ los otros” como un cuadro
se hizo en Atenas, en tiempos de Esquilo,33 y fue donde se da un juego de sombras (hoion eskiagra-
obra de Agatarco; éste escribió un tratado sobre phemena) ; mientras nos mantenemos alejados de
ese arte, seguido por Demócrito y Anaxágoras, que él, constituye una unidad homogénea, pero al apro­
se ocuparon del mismo tema” .34 Una anécdota nos ximarse Iodo se disuelve y ya no vemos sino masas
los muestra secuestrado por Aleibíades quien sólo le que no se parecen a nada.45 Esta comparación, que
devolvió su libertad después de haberle hecho de­ Platón emplea muy a menudo,40 sólo se explica

36 37
por los progresos de la pintura y por la existencia el ritmo y la armonía, o la molicie,54 la contem­
de una técnica del decorado que llamaríamos im­ plación de las obras de arte dista mucho de carecer
presionista: la esquiagraíía es, como dice Critias, de eficacia: ya se trate de la pintura y de las artes
indistinta (de cerca) y engañosa (de lejos).47 del mismo orden, o aun del tejido o del bordado,55
Platón parece oponer en este pasaje los antiguos y de la fabricación de cualquier objeto 56 (sin con­
a los modernos.48 Habla casi siempre de las nuevas tar la naturaleza misma), en todo existe conve­
formas de arle con una actitud de severa reproba­ niencia o inconveniencia.57 “ Ahora bien, la de­
ción. Sin duda hubo un momento (cuando escribía formidad, la falta de mesura y de armonía son
el Político), en que denunció al conservadorismo hermanas del mal espíritu y del mal corazón; sus
excesivo como mortalmente peligroso, pues codifica contrarios son los hermanos y las imitaciones de su
el arte según reglas fijadas una vez para siempre respectivo contrario, la naturaleza prudente y buena.
y le impide la búsqueda,49 pero en general predo­ Perfectamente. ¿N o bastará entonces vigilar a los
minan los argumentos opuestos. Lo que prevalece poetas y obligarlos a introducir en sus poemas 58
es la desconfianza respecto del cambio en general, — bajo pena de que no actúen entre nosotros— la
cualquiera que sea: “ Pues encontraremos que apar­ imagen de una naturaleza verdaderamente buena,
te de los males mismos, el cambio es lo más peli­ o es preciso vigilar también a los otros artistas e
groso que puede haber, ya se trate de estaciones, impedirles que dejen entrar esta naturaleza mala, in­
de vientos, de regímenes del cuerpo o de dispo­ disciplinada, iliberal, informe, en sus cuadros, sus
siciones del a lm a ...” 60 El abandono de un régi­ construcciones y en todas sus obras? Al que no
men es siempre fuente de perturbaciones para el sea capaz de hacerlo, no lo dejaremos trabajar entre
organismo, hasta que ésto se acostumbra a un ali­ nosotros, para evitar que los guardianes de nuestra
mento nuevo; lo mismo ocurre respecto de la polí­ ciudad, nutridos entre las imágenes del mal como
tica, el espíritu y el alma del hombre: el mayor entre malas hierbas, tomando un poco cada día y
respeto por las leyes se observa cuando ya no alimentándose con ello,59 terminen por acumular
existe ni siquiera el recuerdo de una época en que sin darse cuenta un gran vicio en sus almas. Es
las cosas eran distintas de lo que son en ese m o­ preciso, por lo contrario, buscar a los artistas bien
mento.51 Tampoco admite Platón que se introduzca nacidos, capaces de rastrear la naturaleza de lo
ningún cambio, especialmente en los juegos de los bello y de la conveniencia, con el fin de que los jóve­
niños, pues así se los habitúa, sin sospecharlo, a nes, rodeados por todas partes de obras bellas, sólo
despreciar lo antiguo y estimar lo nuevo, y se modi­ estén sometidos a influencias bienhechoras en todo
fican sus sentimientos.52 Tal es igualmente el efec­ aquello que impresiona su vista y su oído, como
to que producen las innovaciones artísticas, espe­ si habitaran una región sana, donde sopla una brisa
cialmente las musicales: no se pueden alterar los proveniente de comarcas felices, que trae la salud,
modos musicales — decía Damón—- sin conmover y que se vean así conducidos desde la infancia, sin
la constitución del Estado.53 Pero si bien la impor­ notarlo, hacia la semejanza, el amor y el acuerdo
tancia de las audiciones es primordial, pues por su con la bella razón.00 Tal educación sería realmente
intermedio se introducen más fácilmente en el alma la más hermosa, dijo él.” 01

38 39
AI leer estas páginas en que Platón parece exten­ eos y nada más.73 Esta legislación no iba a quedar
der a la atmósfera artística las concepciones Iiipo- en mera teoría: Demetrio de Falero se inspiró en
cráticas del régimen y del medio,62 uno tiende natu­ ella cuando a fines del siglo promulgó su decreto
ralmente a evocar la pura belleza del estilo severo, la acerca de las sepulturas.74
nobleza y majestad de los frontones de Olimpia, Por otra parte, Platón se muestra partidario de
donde se veía a los dioses secundar a los héroes en un arte hierático, inmutable como el de Egipto;
la lucha contra la hübris,6íi y la majestuosa grave­ “ Allá, dice el Ateniense de las Leyes, '5 se pro­
dad de las esculturas del Partenón, donde, según mulga una lista descriptiva de las obras maestras
dice el maestro de la Academia, creeríamos ver “ la que se exponen en los templos; ni los pintores, ni
más hermosa y mejor imitación de la vida” , si el los que realizan figuras, cualesquiera que sean,
término pudiera aplicarse a otra cosa que a la podían entonces ni pueden abora innovar ni ima­
constitución ideal.64 ginar nada que no esté de acuerdo con la tradición
“ ¿Decimos que el sabio63 no considera a la ancestral. El observador encontrará allí objetos
muerte como algo temible para otro sabio, que es pintados o modelados 76 hace diez mil años — y si
su amigo? — Lo decimos. — ¿No se lamentará digo diez mil años, prosigue, no se trata de una ma­
entonces por su suerte, corno si hubiera sufrido nera de decir, sino de la estricta verdad: esos objetos
algo terrible? — No, por cierto” : 66 no se puede no son ni más bellos ni más feos que los que se
decir que no sufra, pero domina su dolor.67 Es la ejecutan actualmente siguiendo las mismas reglas.”
misma serenidad que encontramos en el cementerio Y los buenos ancianos se asombran ante “ esta ad­
del Cerámico — no lejos de la Academia— , en mirable obra de arte de legislación y de política” .
esas estelas del siglo v, que dejan una impresión Los cuentos egipcios de los antiguos eran a menudo
tan penetrante de calma melancólica.,1S Platón re­ caprichosos; 77 pero en este caso se trata como ha
procha al teatro que presente en escena con prefe­ señalado Picard, de un hecho que Platón pudo
rencia a los personajes que menos saben dominar comprobar en el curso de sus viajes: el arte salta,
sus pasiones, por que son los más fáciles de imitar que se prolonga hasta el siglo IV, apunta al arcaísmo
y los más accesibles al público: 69 ¿cómo habría e imita al arte menfita del Antiguo Imperio.78 “ Pla­
podido amar el patetismo que muestran las tum­ tón — escribía G. Maspero— , reflejaba sin duda el
bas del siglo tv,7" cuya decoración sobrecargada, estado de espíritu de sus contemporáneos de Egipto
entorpecida por ornamentos variados,71 era incom­ al elogiar como algo admirable la constancia con
patible con la sobriedad de su gusto? Platón repro­ que realizaban los mismos tipos sin introducir cam­
baba el exceso de poikilía en todas sus formas: en bio alguno desde hacía siglos.” 79 Ahora bien, en
el libro XII de las Leyes, llega hasta a prescribir el arte helénico de esa misma época, mientras los
que no se erijan túmulos de tal magnitud que re­ grandes maestros buscan vías nuevas, observamos
quieran a cinco hombres más de cinco dias de tra­ también tendencias arcaizantes que se manifiestan
bajo para terminarlos,72 y que las estelas no sean “ desde el fin del período arcaico” ; 80 así aparece
más grandes do lo que se necesita para incluir el trasladado al dominio dei arte el conservadorismo
elogio de la vida del difunto en cuatro versos heroi- político de Platón, que tanto teme la decadencia.

40 41
Notas 4. Cf. H. Léchât, Au Musée de l’Acropole d’Athè­
nes, études sur la sculpture en Attique avant la
ruine de l’Acropole par l’ invasion de Xerxès, Paris,
1903, pág. 248, n. 1.
5. Véanse reproducciones en colores según una
acuarela de Gilliéron en Antike Denkmäler, t. I,
Berlín, 1891, láms. 19 y 39, pág. 29; y también en
M. Colüngnon, Histoire de la sculpture grecque,
Paris, 1892, t. I, frontispicio, cf. pág. 346; y según
una acuarela de Marie Henriquez, en Hans Schrä­
der, Auswahl archaischer Marmorskulpluren im
Akropolis Museum, Viena, 1913, frontispicio y la­
mina 18; ci. las apreciaciones de Léchât, op. cit.,
1. Rep., IV, 420 cd. pág. 258, n. 2. Se encuentra también un buen helio­
2. Sobre la belleza de la púrpura, cf. Fedón, grabado en la Histoire du costume antique, de
110 c : “ pues una parte (de la tierra) es purpura y L. Heuzey, Paris, 1922, lám. I, pág. 16. El de los
de asombrosa belleza” (cf. infra, pair. 154) ; Aris­ bordados fue reproducido por W. Lermann, Altgrie­
tóteles, De la sensación de las cosas sensibles, 439 b chische Plastik, Eine Einführung in die griechische
33: “ Se considera que los más agradables son los Kunst des archaischen und gebundenen Stils, Mu­
colores que dependen de proporciones simples, como nich, 1907, lám. I-XX. V. Bérard da una bonita
el púrpura, el escarlata y unos pocos más de Ja descripción de estas “ pequeñas sacerdotisas de már­
m o l ... embozadas en sus mantos de lana teñida,
misma índole.” También Bemócrito habla del agra­
adornadas con joyas pintadas, sonrientes, un poco
do que produce el púrpura ( “ agradable.. . para la
maquilladas, elegantes, llenas de gracia” (Introduc­
sensación” , 55 A 135, Teofrasto, De sens., 77; cf.
tion a l’ Odyssée, París, 1924, t. II, pág. 61) ; cf. Ch.
infra, pág. 158, n. 2) ; pero para él el color
Picard, La sculpture antique des origines à Phidias,
más hermoso se obtiene mediante una combinación
París, 1923, pág. 318-322; A. G. S., I, pág. 206 y
de blanco y de rojo con un poco de verde (ib., 76).
sigs. y 612 y sigs., y láminas de pág 512 y 544.
3. Cf. Maxime Colíignon, La Polychromie dans También los kouroi tienen “ los labios rojos, el
la sculpture grecque, Paris, 1890 (con bibliogra­ iris de los ojos rojo, las pestañas y las cejas
fía) ; Ch. Dugas, art. Sculpíura, D. A., t. IV, 2, negras” (G. Glotz, Histoire grecque, París, 1925,
1908 (pág. 1146 A, § VIII) ; W. Deonna, L’archéo­ t. I, pág. 580) ; cf. W. Deonna, Les Apollons ar­
logie, sa valeur, ses méthodes, Paris, 1912, t. II, chaïques, Ginebra, 1909, § VII, pág. 47; G. Richter,
págs. 308-322; Dédale ou la statue de la Grèce ar­ Kouroi, 1942. El Efebo rubio de la Acrópolis
chaïque, I, Paris, 1930, pág. 141-147; Ch. Picard, (n° 698) tiene los ojos bordeados de ro jo ; la pu­
Manuel d’archéologie, sculpture, I, pág. 206 y sig., pila es negra y el iris amarillo, rodeado de un
266, 604, círculo negro. La cabeza del caballero Rampin,

42 43
en el Louvre, tiene todavía rastros de color rojo en con Heindorf oi demiourgói oi nün, “ los artistas
la barba y los cabellos. Sobre el uso del mármol, de ahora” . M. Diés traduce nün por “ en fait” (“ en
del marfil y del oro por Fidias en su estatua de realidad” ) (Le Sophisle, ed. Budé, t. V III, 3?- par­
Atena, véase Hipias mayor, 290 ad. te, París, 1925, pág. 334), pero cf. Hipias mayor,
6. Plinio, N. //., X X X V , 133; R. M., pág. 293, 281 d y 282 a, donde se opone a los artistas de antes
n° 373. Praxíteles también habría perfeccionado a los de ahora: tous nün dépiiourgoús, etc., y las
el empleo del encáustico que utilizaban los pintores Leyes, X II, 967 b, sobre las nuevas concepciones
(Plinio, Ar. //., X X X V , 39, 122; R. M., pág. 18, astronómicas: to nün oníos dedogmenon (“ lo que
n? 11). Hay que distinguir netamente Ja gánosis, hoy es tenido como opinión verdadera” ).
que consistía en enduir la estatua terminada con 13. Véase Rep. X, 598 ab, 601 be (infra, pág.
una mezcla de cera y aceite para darle la pátina, y 120, n. 12). Ed. Bertrand prefería muy justa­
la circmnlitio, coloreado que se aplicaba también, mente la segunda manera de traducir phantastiken,
sin duda, a las carnes (véase G. Richter, “ Were más bien que la primera (Eludes sur la peinture et
the nude parís in greek marble sculpíure painted?” la critique d’art dans Vantiquité, París, 1893, pági­
M. M. S., t. I, parte 1, 1929, págs. 25-31; cf, una na 161, n. 3 ).
nota de S. R(einach), “ Polychromie” , R. A. (V e 14. 11 Figino, Mantua, 1591, pág. 28; cf. Erwin
série, .1929, t. X X IX , I, pág. 381) y Ch. Picard, Panofsky, Idea, Leipzig-Berlín, 1924, n. 144, pági­
A. G. S., I, pág. 210 y i i í. pág 44. na 97. Comanini podía pensar en phantasíai seme­
7. Sobre todo un relieve de Eleusis (cf. J. Ro- jantes a las del pintor Teón de Saraos, de que nos
denwaldt, “ Fragment eines Votivreliefs in Eleusis” , habla Quintiliano: “ Teón de Sainos es el que más
/ . A. /., !:. X X X V I, 1921, págs. 1-6 y lám. I, según sobresale en la concepción de visiones, que se lla­
una acuarela de Gilliéron), y sarcófagos de Sidón man phantasíai'', Inst. Or., X II, 10, 6, cf. V I, 2, 29:
(cf. Hamdy Bey y Th. Reinacb, Une nécropole “ Las que los griegos llaman phantasías — nosotros
royale á Sidon, París, 1892, pág. 252; Ch. Picard, les llamaríamos por nuestra parte visiones— , me­
La sculpíure antique de Phidias á l'ére byzantine, diante las cuales nos representamos de tal modo en
París, 1926, págs. 74 y 134, n. 1; bibliografía, el ánimo las imágenes de cosas ausentes, que nos
pág. 77). Sobre la policromía de las estelas, véase parece verlas con los ojos y tenerlas presentes.”
infra, pág. 58, n. 71. Cf. Ad. Trendelenburg, Phantasíai, Pr. W., 70, 1910,
8 .. 235 d-236 c. págs. 3-4>; B. Sehweitzer, “ Mimesis und Phantasia” ,
9. Sólo se trata pues del ahorre!¡ove. Sobre la Philologus, 1934, págs. 286-300. También en Filos-
conquista de la tercera dimensión, desde antes de trato, Apolonio responde a un egipcio que pregunta
Lisipo, véase Florence H. Robinson, “ The tridi­ irónicamente si Fidias o los otros artistas griegos
mensional problem in Greek sculpíure” , M. A. R., estuvieron en el cielo y vieron a los dioses: “ la
t. VII, 1929, págs. 119 a 168. fantasía elaboró estas cosas como artista más sabia
10. Sümmetrías. que la imitación. En efecto, la imitación producirá
11. Cf. supra, págs. 33 y 34. lo que vio, pero la fantasía también lo que no vio” ,
12. oí demiourgói nün. Quizás haya que leer etc. (Vil. Apoll., VI, 19; véase Panofsky, op. cit.,

44 45
n. 37, pág. 76; y cf. infra, pág. 61, n. 80 y pág. do los preceptos sentados en esa obra, una estatua
119, n. 3 ). a la que llamó Canon, aplicándole el mismo nom­
15. Véase infra, pág. 46, n. 20 y cf. pág. 102, bre que a su tratado.”
n. 53. 21. Plinio. N. H., X X X IV , 65: “ las estructuras
16. Platón lo cita, así como a Fidias, en el Pro- corporales cuadradas de los antiguos.” Sobre estas
tágoras, 311 c; cf. 328 c, donde lo compara con sus oscilaciones del gusto, que la historia del arte com­
hijos: “ (los hijos) no tienen nada en común con su prueba tan a menudo, véase Deonna, op. cit.. pági­
padre.” nas 303-308: los egeos y algunos escultores arcaicos
17. Sobre el canon de Policieto, véase en el Ar- ya habían aplicado un canon de esbeltez. Cf. Ch.
cháologischer Anzeiger, suplemento del / . A. /., Picard, Manuel d’archéologie, sculpture, I, pág. 151 ;
t. IV, 1889. pág. 10, el resumen de una comunica­ y véase el n° 2 de la revista Recherche (1946)
ción de Diels, quien cree encontrar en el una in­ sobre “ Primitivisme et classicisme, les deux faces
fluencia pitagórica; y cf., del mismo autor, Antihe de l’histoire de l’art” .
Technih, 3? ed., pág. 17, así como F. W. G. Foat, 22. Plinio, N. H., XXV , 128: “ Eufránor compu­
Anthropometry of greek statues, I, “ The doctrine so también libros acerca de la simetría y de los
of the Canon” , / . //. S1., t. 35, 1915, págs. 225-230; colores.”
K. Svoboda, “ Polykleitov Kanon” , L. F., t. 54, 1927, 23. Ibid.: “ Éste parece haber sido el primero en
págs. V III-IX y 305-316; W. Deonna, D'édale, I, expresar la dignidad de los héroes y en utilizar la
pág. 298, n. 2 (abundante bibliografía) ; cf. pá­ simetría, pero hizo cuerpos demasiado delgados y
gina 300 y n. 6; Ch. Picard, .4. G. S., II, pág. 221 con cabezas y miembros demasiado grandes.” Cf.
y sig., 258 y sig., 285, 307. Ch. Picard, S. A., II, pág. 135; A. G. S., III, pá­
18. Citado por Filón de Bizancio, Mech. Synt., gina 857.
IV, 2, pág. 50; Diels, Vors. 28 B 2, 1. II y n.; 24. Ibid .: “ hizo colosos y trabajos en mármol, y
Ateneo atribuye una frase análoga al flautista Cafi- esculpió estatuas” , etcétera.
sias (D e ip n o s o p h ed. Kaibel, Leipzig, 1890, t. 3, 25. Plinio, N. II., 34, 65, “ Lisipo: se dice que
X IV , 629 b : “ lo bueno no reside en lo grande, sino contribuyó muchísimo al arte estatuario dando re­
que en lo bueno reside lo grande” etc.) ; cf. Cratilo, lieve al cabello y proporciones menores a la cabeza
436 d: “ como ocurre algunas veces en los diagra­ de las que daban los antiguos, haciendo los cuerpos
mas, cuando al producirse un pequeño e invisible más gráciles y enjutos, por lo cual sus estatuas pa­
error inicial, las múltiples partes restantes siguen recen de mayor talla. No tiene nombre latino la
conservando luego entre sí el mismo error.” simetría, que él cuidó con gran diligencia, cambian­
19. Véase infra, pág. 102 y n. 53. do la estructura corporal cuadrada de los antiguos
20. Galeno, D e plac. Hipp. et Plat., V, pág. 425, por una proporción nueva e inédita.” Cf. Picard,
14 Midi. (Diels, Vors., 28 A 3 ) : “ Pues habiéndonos S. A., II, págs. 139, 166, 170.
enseñado Policieto en aquel escrito (se. en el Ca­ 26. Véase Kalkmann, Die Quellen der Kunst-
nora) todas las proporciones del cuerpo, realizó geschichte des Plinius, Berlín, 1898, pág. 70 y
luego en los hechos su doctrina al producir, siguien- siguiente.

46 47
27. Plinio, ibid. Sobre esta afirmación de Li- na 470 y s ig s.); se trata verosímilmente de un
sipo, véase R. Kekulé, “ Ueber einem angeblichen armazón de madera provisto de telones decorados
Ausdruck des Lysipp” , 1. A. /., VÍII. 1893, pá­ con pintura; cf. Navarre, art. Theatrum, D. A.
ginas 39-51. 33. Aristóteles atribuye a Sófocles el mérito de
28. Cf. W. Deonna, Miníele grec, II, pág. 112. haber introducido el arte del decorado en el teatro
29. Tomamos la expresión de £. Pfuhl, Bemer­ {Poética, IV, 1449 a 19: “ ...E sq u ilo fue el pri­
kungen, pág. 3. mero en llevar de uno a dos el número de los
30. Aristóteles recomienda a los jóvenes la con­ actores. . . Sófocles lo llevó a tres y agregó la es­
templación de sus cuadros (Polít., VIII, 5, 1340 a cenografía” ) ; pero se admite generalmente que se
36 y sig. ( R. M., n9 131) : “ Los jóvenes no deben trata de los últimos años de Esquilo, que tomó del
contemplar las obras de Pausón, sino las de Polig- arte de los frescos una de sus más hermosas com­
noío y las de los demás pintores y escultores que paraciones (Agamemnon, vv. 1328-1329; véase L.
sean éticos” ; cf. Poét., VI, 1450 a 27 (R. M., Séchan, Études sur la tragédie grecque dans ses
n9 133 ) : “ pues éste (se. Polignoto) es un buen rapports avec la céramique, Paris, 1926, pág. 1112,
pintor de caracteres” ; cf. pág. 58, n. 69. El cf. pág. 50, n. 1 y 557).
carácter de sus obras fue vinculado con el de ¡a 34. Véase la continuación de este texto, infra,
gran estatuaria del siglo v, cf. E. Pottier, Catalogue págs. 64 y 65.
des vases du Louvre, III, L ’école attique, París, 35. Pseudo-Andócides, c. Alcib., § 17, ed. Dal-
1906, pág. 1050 y sigs., 1063 y sigs.; “ Un libro meyda, col. Budé, 1930, pág. 119 (R. M., n“ 183) ;
sobre Polignoto” , R. A., 1928, I, pág. 365 (a pro­ Plut Alcib., 16 {R. M., n9 184). Agatarco era
pósito de la obra de E. Löwy, Polygnot, ein Buch, conocido igualmente por la rapidez con que traba­
von griechischer Malerei, Viena, 1929) ; cf. sobre jaba, de lo cual estaba muy orgulloso (véase Plu­
Polignoto, E. Pfuhl, Malerei, t. I], § 688 y sigs., tarco, P endes, 13; R. M., n9 185, pág. 178: cf.
pág. 635 y sigs. Platón alude a Polignoto en el Sofista, 234 a: “ y puede además hacer rápidamente
Ion, 532 e, y sin duda también en el Gorgias, 448 c, cada una de estas cosas” ). Señalemos, por su valor
donde cita, como pintor, al hermano de Aristofonte, al menos sugestivo, los frescos pintados al encáusti­
hijo de Aglaofonte. co e inspirados en vasos antiguos que decoran en
31. VII, pág. 11, § 11; Diels, Vors., 46 A 39; Beaulieu-sur-Mer la villa “ Kérylos” .
R. M., n9 187. 36. Sobre este “ teatro de sombras” , véase A.
32. “ Primum Agatharchus A th en is... scaenam Diès, “ Guignol à Athènes” (B. B., n9 14, enero
fecit.” Sobre el sentido de la expresión “ scaenam de 1927, pág. 6 y sigs.) ; “ Encore Guignol” (ibid.,
facere” (construir un decorado), véase E. Pfuhl, n9 15, abril de 1927, pág. 38 y sigs.). Existió por
“ Apollodoros ho skiagraphos” , /. A. /., X X V , 1910, otra parte “ entre los griegos un dibujo mediante
pág. 12; Malerei, § 723, págs. 665 y 666, cf. 615, sombras proyectadas” : véase, el estudio publicado
674. Los resultados de las largas controversias bajo este título por E. Pottier, R. E. G., 1898, pá­
acerca de Ja escena trágica los resumió Fricken- gina 355; cf. infra, pág. 121, n. 20, y nuestro libro
haus, art. Skene, en el Pauly (III, A, 1927, pági- mudes sur la fabulation platonicienne, pág. 61.

48 49
37. “ Fue el primero que se propuso representar un joven pintor que acaba de llegar de Ileraclea
las apariencias (species) y el primero que confirió a Atenas.
justa gloria al pincel” , dice de él Plinio (N. //., 40. Plinio, H. N., X X X V , 36, 5 y R. M., n? 236.
X X X V , 60, R. M., n? 193), y Plutarco: “ Fue el La pintura, decía Parrasio, “ debe hacer ver hasta lo
primero de los hombres en inventar la degradación que oculta” {ibid., X X X V I, 8 ). Cf. Gabriel Leroux,
y el esfumado de la sombra” {D e glor. Ath., 2; Lagynos, París, 1913, pág. 120: “ Dar mediante el
R. M., tí'-’ 194; cf. infra, pág. 53, n. 5 0). Sobre color y el juego de las sombras la ilusión perfecta
el efecto producido de lejos, cf. Aristóteles, Retó­ del relieve y de la realidad: tal era, según parece, el
rica, III, 1414 a. Los lexicógrafos asimilan skia- colmo del arle y el fin que el pintor debía propo­
graphían a skénographían (Hesiquio, s.v. skiá, R. nerse.”
M., n'-’ 195; F o tio ); y Pfuhl creyó poder estable­ 41. 234 b. Cf. Rep., X , 598 c.
cer, en un estudio en que reunió todos los textos 42. 236 b ; cf. Pfuhl, Apollodoros, pág. 18; A.
importantes, que esquiagrafía significaba pura y Reinach, R. M., pág. 47, n. 2.
simplemente perspectiva (“ Apollodoros ho skiagra- 43. Tampoco aparece en un pasaje de las Leyes
phos” , J. A. /., X X V , 1910, pág. 12 y sigs., sobre que recuerda singularmente lo que dice Plutarco
todo págs. 15 y 2 2 ), pero luego se vio llevado a sobre Apolodoro (supra, pág. 50, n. 38) : “ Como
reconocer la importancia que debió tener el colorido tú sabes, parece que no hubiera límite para el tra­
en la obra de Apolodoro (“ Skiagraphia” , / . A. /., bajo de los pintores en cada uno de sus objetos,
t. X X V II, 1912, págs. 227-231, cf. R. Schöne, ibid., que no terminaran nunca de trabajar en los tintes
págs. 19-23; Malerei, t. II, § 670-671 (págs. 620- y sombreados {khrainein e apokhrainein), y otros
621), § 734 y sig. (pág. 674 y s ig .); § 738 (pá­ términos que emplean sus ayudantes” (VI, 769 a ).
ginas 677-678) ; Bemerkungen, pág. 3 ). Platón, por Timeo explica en su Léxico de la siguiente manera
otra parte, atribuye determinadas ilusiones sobre la diferencia existente entre los dos términos: “ En­
las cuales se basa la esquiagrafía, a los colores que tre los pintores se dice khrainein a la acción de
engañan la vista (Rep., X, 602 c ) . Podemos recor­ colorear mediante el pincel, y apokhrainein a la
dar aquí la distinción de la perspectiva geométrica de dar unidad a lo pintado” {Appendix Platónica,
y la perspectiva aérea (véase J. Moreau, La cons- pág. 264 [408], en la edición de los Diálogos de
truction de Vidéalisme platonicien, París, 1939, pá­ l'latón por Hermann, vol. VI. Cf. H. Blümner,
gina 320, n. 1 ). Technologie und Terminologie der Gewerbe und
38. Plutarco nos ha transmitido su orgullosa res­ Kiinste bei den Griechen und R.omern, Leipzig,
puesta a las críticas de que era objeto: “ será más 1886, t. IV, pág. 427, n. 6; Pfuhl, Apoll., pág. 24:
fácil denigrarme que imitarme” {De glor. Ath., 2 ; R. M., pág. 15, n. 6 ). Uno estaría tentado de tra­
R. M., n<? 194). ducir apokhrainen por “ estomper” (esfumar ) ;
39. Platón lo menciona en el Gorgias, 453 c, pero cf. Rep., IX, 586 be. nota siguiente.
como pintor de figuras animadas (cf. infra, pági­ 44. En los textos siguientes se emplea la pala­
na 53, n. 52 y pág. 105, n. 79) y lo cita en el Pro- bra en el sentido de ilusión óptica (cf. Pfuhl,
tágoras, 318 be, bajo el nombre de Zeuxipo, como IpolL, pág. 1 7 ): Fedón, 6 9 b ( ...u n a virtud tal

50 51

Ji
es uua especie de imitación ilusoria (skiagraphía débil; además, como no tenemos ningún conoci­
lis ); Rep., II, 365 c, IX, 583b, y sobre todo miento preciso de esos objetos, no realizamos un
586 be, sobre los falsos placeres, imágenes ilusorias examen profundo ni una crítica de esas figuras.”
del placer verdadero, a las que sólo da realce su Se encuentran alusiones a los temas tratados por
yuxtaposición, que confiere a cada una una viva­ los pintores en el Sofista, 2 3 4 a : “ Teet.: . . .dijiste
cidad aparente. Cf. 585 a, sobre el gris (phaión, que era un hacedor de animales. Extr.: Dije, y
cf. Timeo, 68 c ) , que al lado del negro parece también que lo es del mar. la tierra, el cielo, los
blanco. dioses y todas las demás cosas."’ Y en la Repúbli­
45. 165 cd. ca, X, 596 c: “ Y este mismo artesano no sólo es
46. La comparación del Parmenides se reen­ capaz de hacer todos estos muebles, sino que hace
cuentra en el Teeleto, 208 e: “ Sin embargo, Tceteto, también todo lo que crece en la tierra, y fabrica
ahora que lo miro de cerca, corno si lo dicho fuera a todos los seres animados, tanto a los demás como
un cuadro, ya no entiendo nada. Mientras lo veía a sí mismo, y aparte de esto, hace la tierra, el
de lejos, me parecía que tenía algún sentido.” Cf. cielo, los dioses y todo lo que hay en el cielo y en
Eurípides, Hécuba, vv. 807-8: “ Toma tú distan­ el Hades, debajo de la tierra.” Esta última frase
cia, como un pintor, para examinar las desdichas alude sin duda a cuadros del tipo de la Nekuia de
que me abruman.” En las Leyes (II, 663 e l , Polignoto.
después de recordar que las cosas vistas de lejos 48. Un estudio de la actitud de Platón respecto
dan vértigo (skotodinián), sobre todo a los niños, de la música lleva a los mismos resultados: se
compara la justicia y la injusticia con dos cuadros encuentran en la República (III, 395 de, 396 b,
(lids esleíagrophemena) , que producen un efecto 397 a) y sobre todo en las Leyes (en particular
opuesto según el punto de vista en que uno se en­ II, 669 b-670 a y III, 700 a-701 a) alusiones muy
cuentra ubicado: desde el punto de vista del injus­ netas a las innovaciones realizadas por Trinis, Ti­
to y malvado, la injusticia parece hermosa, y la moteo, Filoxeno, y también fuertes críticas. Hemos
justicia muy fea; desde el punto de vista del justo presentado en el Segundo Congreso Dudé (Niza,
(ele de dikaiou), es todo lo contrario. Cf. Filebo, 1934) una comunicación acerca de este tema, so­
41 e-42 a : “ En el caso de la vista, el mirar de bre el cual nos proponemos volver en el futuro.
lejos o de cerca, las magnitudes, arrebata la verdad 49. Véanse págs. 37, 40 y 173, apénd. IX.
e induce a juzgar falsamente.” 50. Leyes, VII, 797 de; cf. el tratado hipocrá-
47. 107 d. Se trata de la pintura de paisajes, tico Del régimen en las enfermedades agudas, § 3,
que Platón opone aquí al retrato, mucho más difí­ L. II, pág. 282: “ . . .los cambios repentinos aca­
cil de ejecutar de manera que resulte parecido y rrean daños y debilitamiento” ; cf. § 12, pág. 318 L.
sea satisfactorio: “ En el caso de la tierra, las y sigs., sobre todo pág. 324.
montañas, los ríos, los bosques y el cielo con 51. Leyes, VII, 797e-798b.
todo lo que existe y se mueve en torno de él, nos 52. Rep., IV, 424 b-425; Leyes, VII, 798 de.
sentimos plenamente felices cuando se llega a re­ 53. Rep., IV, 424 c.
producir algo de ellos, aunque el parecido sea muy 54. Rep., III, 401 d, 4 1 1 b ; VIII, 549 b ; Leyes,

53
II, 669 b. Cf. Protagoras, 326 b. Sobre la manera los obreros, pintores y escultores. Cf. Gorgias,
en que se transmite el sonido basta el alma, véase 503 e: “ Como es el caso, si quieres mirar a los
Timeo, 67 b. pintores, los constructores, los fabricantes de barcos,
55. Platón habla en otro pasaje de esos mantos y todos los otros artistas (demiourgoús) ” etc.:
abigarrados, ornados de flores variadas, que cons­ cada uno trabaja en su obra de modo que todo
tituyen objeto de admiración de mujeres y niños se ajuste, y que el conjunto esté construido con un
(R e p Y III, 5 5 7 c; cf., sobre estas modas jónicas, orden armonioso. Por otra parte, todos los “ de­
P. Cloché. Les Classes, les Métiers, le Trafic, París, miurgos” , propiamente hablando, son “ poetas” , pues
1931, págs. 6-7, en la colección “ Vie publique et sus obras son creaciones; pero sólo se llama así a
privée des anciens Grecs” , t. V ), y de las leyendas quienes se ocupan de música y de métrica (Banque­
variadas que los artistas representan aun sobre el te, 205 c ) . Hay que notar que en la ciudad de las
velo mismo de Atena (Eulifrón, 6 c ; cf. República, Leyes todos los utensilios y objetos del mobiliario
II, 378 c ) . (skeut) tendrán sus medidas y dimensiones regla­
56. Cf. Fedón, 86 c: “ las otras armonías que se das, exactamente como los pesos y monedas serán
encuentran en los sonidos y en todas las obras de conmensurables y proporcionados (V, 746 e ). Apa­
los artesanos” : para convencerse, bastaría dar una rece aquí en forma curiosa la noción de estanda­
ojeada a esos vasos de uso corriente, ánforas, hü- rización.
dreia, piixid.es, oinokhoai, etc., cuyas proporciones 57. Rep., 401a.
se esfuerzan en expresar los estetas modernos (cf. 58. Sobre la cuestión del teatro y la poesía, véase
L. D. Caskey, Geometry of greek vases, Boston, infra, pág. 71; cf. F. Stahlin, Die Slellung der
1929; Jay Hambidge, Dynamic symmetry, New Ha­ Poesie in der platonischen Philosophie, 1901; W.
ven, 1920, Cambridge, 1923). E. Pottier sub­ Chase Green, “ Plato’s view of poetry” (Harvard
rayó el valor eminente que se atribuía a la forma Studies, I, 29, 1918, págs. 1-75) ; G. Colin, “ Platon
del vaso, a la pureza del perfil, aparte de toda et la poésie” , R. E. G., 1928 (t. X X X I, págs. 1-72) ;
decoración figurada (Catalogue, III, págs. 698-700, V. Goldschmidt, “ Le problème de la tragédie
750) ; indicó igualmente que la separación entre d’après Platon” , R. E. G., 1948, I, pág. 19 y sigs.
bellas artes y técnicas casi no existía para los anti­ Véase además J. Hartland-Swann, “ Plato as Poet” ,
guos (Le dessin chez les Grecs d’après les vases Philosophy, 1951, 2, págs. 3-18 y 131-141. La
peints, Paris, 1926, pág. 2 y 3 ). Cf. nuestra nota actitud de Platon a este respecto se inspira en la
sobre “ Beaux-Arts et Métiers” (Machinisme et phi­ de Solón que fue, como se complace en recordarlo
losophie, 2?- ed., pág. 109). Sin embargo, en la (Timeo, 2 0 e ), pariente de sus antepasados: según
jerarquía de las aimas del Fedro (248 e) el obrero Plutarco, Solón preguntó a Tespis si no le daba
está colocado en el séptimo nivel junto al campe­ vergüenza producir, como lo hacía, ficciones enga­
sino, y el que se ocupa de imitación está en el sex­ ñosas: “ ¿Dónde está el mal -— respondió Tespis— ,
to, junto al poeta (véase infra, pág. 122 y n. 31 si es por ju e g o ?” Solón golpeó en el suelo con
y cf. pág. 129 y n. 85 sobre la banausía) ; pero su bastón: “ La conducta que admiráis en vuestros
en general la palabra demiurgo designa a la vez a juegos — dijo— se encontrará pronto en vuestros

54 55
contratos” íSolón, 29). Cf. supra, pág. 38; infra, en electo, que tanto la conformación física de los
págs. 40, 71, 72. hombres como sus disposiciones anímicas acom­
59. La metáfora de la crianza ele ganado se repite pañan generalmente a la naturaleza de la región” :
a menudo en Platón: cf. Rep., III, 413 d: “ como cf. § 13, pág. 58 L „ 68 H.
cuando se lleva a los p o t r o s ...” ; cf. Leyes, II, 63. Véase E. Buschor y R. Hamann, Die Skulp­
666 e. turen des Zeustempels zu Olympia, Marburg, a. L.,
60. La contemplación de tales obras maestras es 1924; G. Rodenwaldt, “ Bemerkungen zu den Skulp-
tan bienhechora que Platón no quiere reservar luren von Olympia” , / . A. t. XLI, 1926, páginas
egoístamente su goce a los ciudadanos de su Esta­ 232, 234, 235: Ch. Picard, Manuel d’archéologie,
d o; pese a las precauciones que le dicta su des­ sculpture, II, pág. 190 y sigs.
confianza respecto de los extranjeros, sostiene que 64. Leyes, VII, 817 b : “ . . .por consiguiente, toda
tales obras deben estar expuestas a quienes deseen nuestra república está constituida a imitación de
ver o contemplar creaciones que dependen de las la vida más hermosa y la m e jo r ...” Sobre Fi-
Musas: deben prepararse para ellos instalaciones dias, véase Menón, 91 d: “ A L id ia s... que en
junto a los templos; los sacerdotes y pertigueros forma tan excelente produjo hermosas obras” (Pro­
( neokorous) tienen que ocuparse de ellos con cui­ tagoras por sí solo, dice Sócrates, obtuvo más ri­
dado, de modo que luego de una permanencia de quezas que Fidias y otros diez escultores juntos);
duración razonable retornen después de haber visto Ch. Picard, S. A., II, pág. 308 y sigs.
y oído aquello para lo cual vinieron, sin haber he­ 65. ho epieikés aner.
cho ni sufrido ningún mal (Leyes, X II, 953 ab). 66. Rep., III, 387 de.
Cf. Prefacio, pág. 21. 67. Rep., X, 603 e.
61. República, III, 401 a-d; cf. Leyes, II, 656 c. 68. Sobre el carácter de estas esculturas y el
Aristóteles, en la Política, proscribe las obras li­ espíritu que las anima, véase F. Ravaisson, Le
cenciosas y sólo exceptúa ciertos cultos consagra­ Monument de Myrrhina et les bas-reliefes funéraires
dos: “ Quienes gobiernan deben cuidar que ninguna des Grecs en general, París, 1876; A. Furtwaengler,
estatua o cuadro se haga a imitación de tales accio­ La Collection Sabourojf, Monuments de l’art grec,
nes” (II, 15, 1336b, 14 y sigs.; R. M., n° 36, cf. Berlín, 1883-1887, Introducción, pág. 16 y sobre
131, véase supra, pág. 48 y n. 30). Ebano lodo pág. 46 y sigs.; P. L. Couchoud, “ L’interpré-
declara haber oído decir que había en Tebas una tation des stèles funéraires attiques” . R. A., 1923,
ley por la cual los artistas debían hacer sus imi­ l. II, pág. 99 y sig., 223 y sig. (inconcluso) ; P.
taciones es lo kreitton, “ en el buen sentido” , y ame­ Devambez, “ Sur une interprétation des stèles fu­
nazaba de multa a los contraventores ( V. H., IV, 4 ). néraires attiques” , B. C. H., 1930. I, págs. 210-227;
62. Sobre la influencia del clima y sobre esas H. Diepokler, Die attischen Grabreliefs, Berlín,
regiones rozadas por un soplo divino, theia tis 1931; E. Buschor, Grab eines attischen Mädchens,
epípnoia, véase Leyes, V, 747 de; cf. Hipócrates, De Munich, 2^ ed., 1941; Ch. Picard, A. G. S., II,
los aires, las aguas y los lugares, 24, Littré, II, pág. 240 y sig.. 797 y sig., II, pág. 10; y G. Radeke,
pág. 90; Heiberg, pág. 77, 1. 22-24: “ Encontrarás, “ De la stèle d’Ameinocleia à la ciste ‘ prenestine’ ” ,

56 57
R. E. G., t. LIX-LX, 1946-47. pág. 210 y sigs. Las 73. Leyes, X II, 9 58e-959a; cf. IV, 717 de,
interpretaciones difieren, pero todos reconocen la 7 19 d. En cuanto a los suicidas, no tendrán sobre
serenidad y la paz de que están impregnadas estas su tumba ni inscripción ni estela (IX, 873 d ). Para
escenas sepulcrales. la ley de Platón sobre los funerales, véase P. Bo-
69. Rep., X, 604 e y sig.; cf. infra, pág. 71. yancé, Le cuite des Muses chez ¡es philosophes
grecs, París, 1936, pág. 269; y O. Reverdin, La
70. Cf. Picard, S. A., II, pág. 160; A. G. S., III,
religión de la cité platonieienne, París, 1945, pá­
pág. 10 y sig., 166, 172 y sig.
gina 107 y sig., 125 y sig., 251 y sig.
71. Véase Holwerda, Die attischen Gräber der
74. Cf. Cicerón, De Leg., II, 26, 66; ya se había
Blüthezeit, Leiden, 1899, § 166, pág. 133; M. Co-
prohibido con anterioridad “ que se construyeran
llignon, Les statues funéraires dans l’art grec, Pa­
sepulcros que superaran lo que podían hacer diez
ris, 1911, págs. 94-96; y cf. Picard, S. A., II, pá­
hombres en tres días” , cf. Hamdy Bey y Th. Rei-
gina 159: “ Es la época en que la decoración se ha
nach, op. cit., pág, 184; Collignon, 1. c., n. 3.
complicado y difunde con profusión los modelos de
Wilamowitz hace notar que la escultura funeraria
estelas ornadas con rosetones, o ricamente coro­
como obra bella desapareció con la aplicación de
nadas por ramos con florecillas y acantos. Las
este decreto de inspiración platónica (Platón2, I,
escenas esculpidas se hallan encuadradas en un
ndiskos [templete] cada vez más arquitectural. Las Berlín, 1920, pág. 7 0 2 ); agrega que cuando Platón
tumbas están a veces cubiertas por grandes vasos recomienda que se ofrenden a los templos cuadros
que el pintor pueda concluir en un día (véase
de mármol, lécitos o lutroforos, de dimensiones
colosales, que tienen a su vez una decoración es­ Leyes, X II, 956 b ), ya se terminó no sólo con el
lujo, sino con el arte (ibid., pág. 703, n. 2 ). Sobre
culpida.” Los monumentos funerarios, igual que
las pinturas votivas, cf. Empédocles, Diels, Vors.,
los otros, estaban coloreados: un vaso pintado del
21 B 128, 5: “ (Venus) a la cual solían aplacar con
Vaticano representa a un joven que decora con un
estatuas pías y con imágenes pintadas. . . ” Cf.
pincel una moldura ubicada sobre una estela (Ed.
Gerhard, Festgedanken an W inekelmann, Berlín, infra, pág. 155.
75. Leyes, II, 656 d-657 a. Cf. infra, pág. 101 y
1841, íám. II, n. 2 ; W . Helbig, Guide dans les
n. 40; y apénd. IX. pág. 173.
musées d’archéologie classique de Rome, trad. J.
76. telüpómena. Una inscripción nos dice que
Toutain, Leipzig, 1893, t. II, pág. 279, n1? 163) ;
Timoteo había preparado lüpoi para la decoración
cf. supra, pág. 44, n. 7.
escultural del templo de Epidauro. La palabra sus­
72. Había estelas y estatuas que se elevaban citó una larga controversia; se le da generalmente
sobre basamentos a menudo considerables: así por el sentido de maquette. Véase Ch. Picard, Bulletin
ejemplo la tumba de Dióniso, del derno de Cólito, archéologique do la R. E. G., 1926, pág. 146; 1928,
cleruco ateniense de Samos, estaba coronada por pág. 260; 1929, pág. 151; 1930, pág. 103, y cf. en
“ una terraza custodiada por dos leones de mármol particular G. Lippold, Tüpoi, }. A. /., XL, 1925,
y dominada por un pedestal que sostenía la estatua pág. 206; K. A. Neugebauer, “ Timotheos in Epi-
de un toro” (Collignon, op. cit., págs. 95-96). dauros” , J. A. /., XLI, 1926, págs. 82-93. Pfuhl

58 59
opone tupos, “ esbozo” , a parádeigma, “ modelo aca­ la vez la belleza de ciertas obras — “ muchas de
bado” ( “ Bemerkungen” , I. A. /., XLÍII, 1928, pá­ estas piezas son obras maestras, y algunas cabezas
gina 3, n. 2) ; A. von Blumenthal da a la palabra de leona o imágenes de toros de nuestro museo del
los sentidos de “ molde” , “ relieve en hueco” , “ relie­ Cairo no tienen nada que envidiar, por la delicadeza
ve” , “ estatua” (“ Tupos und Parádeigma” , //., de su estilo, a lo mejor que conozco del templo de
t. LXIII, 1928, págs. 391-415). Cf. Teeteto, 191 d Abidos o de la tumba de Sethi I°” ( págs. 265-
y sig. y Timeo, 50 c (citado más abajo, pág. 127, 266)— y los peligros del método empleado: “ No
n. 7 0). Un sentido vecino al de “ molde” , “ mar­ es bueno para un aprendiz limitarse a la tarea de
co ” , aparece en Rep., II, 379 y en Leyes, IX, 876 c, transcribir modelos, por perfectos que se los supon­
donde ¡a palabra está junto a perigrapfié y pará­ ga. . . Aunque gracias a la belleza de los estarcidos
deigma. que se empleaban el arte saíta del último período
77. Cf. Pedro, 275 b ; véase Isócrates, Busiris conservó una apariencia elegante, pronto no le quedó
(ed. Mathieu el Brémond, col. Budé, t. I, París, ya nada de su originalidad primera y de su fuerza
1928, pág. 191 y sig.). creadora” (pág. 266). Sobre la evolución del arte
78. Cf. C. Máspero, Le Musée égypiien, El Cairo, egipcio a fines del siglo IV, véase Gust. Lefebvre,
1904, !. II, pág. 87: “ Se admite de ordinario que Le tombeau de Pétosiris, El Cairo, 1924, cap. III.
el arfe saíta es una especie de renacimiento del Cf. Ch. Picard, “ Les Influences étrangères au tom­
viejo arte menfita, y que debe la fineza y gracia beau de Pétosiris. Grèce ou Perse?” (B. J. O., Mé­
que lo caracterizan a la imitación directa de las langes Loret), 1930, t. X X X , pág. 201 y sigs. Véase
obras maestras distribuidas por los edificios del también, acerca de los cuadernos de modelos y
Antiguo Imperio. . . A decir verdad, no parece que los cuadriculados, “ Problèmes d’esthétique égyptien­
se hayan abandonado nunca del todo los estarcidos ne” , de Jean Capart, en Propos sur l’art égyptien,
prim itivos... pero bajo los Ahmésidas y los Ra- Bruselas, 1931, pág. 92 y fig. 66-68. Se ha mostra­
mésidas Ja influencia tebana ¡os había sobrecargado do recientemente que a la tendencia arcaizante,
de detalles ajenos a su concepción primitiva.” Cf. manifestada de la manera más palmaria en los
Ch. Picard, S. A., f, pág. 114, a propósito del re­ bajorrelieves neomenfitas, se yuxtapone a menudo
trato de la reina Ameniritis, que se encuentra en (y a veces en una misma obra) una vena innova­
El Cairo, y de obras análogas: “ Aparecen aquí, en dora y realista; véase sobre este punto J. Sainte
la época de la dinastía X X V , las diversas formas Fare Garnot, L’Égypte, en Histoire générales de
de una extraña necesidad de arcaísmo ficticio, que l’Art, Paris, Flammarion, 1951, t. I, págs. 97-99.
se apodera de una sociedad decadente.” 80. Cb. Picard, S. A., Il, 224, cf. pág. 36; sobre
79. Égypte, Hisloire genérale de Vari (col. “ Ars este movimiento arcaizante, véase infra, apénd. I,
fina” , París, 1912), pág. 266. Después de mostrar pág. 135. Por otra parte, R. G. Steven subraya la
que el aríe salta establece su representación de la coincidencia del ideal platónico con las cualidades
forma humana “ según dibujos de maestros y apun­ de composición y de proporción que constituyen
tes de modelos, mucho más que mediante el estudio los rasgos dominan les de la nueva escuela de Si-
de la naturaleza” (pág. 259). Maspero subraya a ción — más moderna que los “ modernos” ilusionis-

60 61
tas de fines del siglo v ( “ Plato and the art of his II
time” , Class. Quart., 1933, págs. 149-155). Sobre
el conjunto de los problemas examinados en el pre­ Prestigios
sente capítulo, véase ahora W. Deonna, Miracle
grec, t. II, pág. 112: el modo “ eicástico” es “ la
abstracción del primitivismo y su realismo lógico” ;
el modo “ fantástico” es “ la imitación exacta de la
realidad visual del clasicismo” . Acerca de la sorda
supervivencia de la corriente arcaizante, ibid., pá­
gina 185.

Platón se muestra en general hostil con los inno­


vadores; pero su aversión por los artistas de la
nueva escuela se basa también en razones nacidas
del carácter mismo del arte que éstos practicaban
— sobre todo en las que alega cuando compara la
competencia universal y la omnisciencia de que se
jacta el sofista, totalmente ilusorias en realidad,
con la aptitud del pintor para producir imágenes
engañosas de todas las cosas.1 Hace ya mucho tiem­
po que los historiadores del arte se sintieron impre­
sionados por esta afinidad de los pintores “ moder­
nos” con los sofistas,2 que se parecían hasta en la
actitud y la manera de ser: mostraban la misma
infatuación, el mismo orgullo, la misma jactancia.
Para citar sólo un rasgo entre muchos otros, Zeu-
x is 8 iba vestido de púrpura, como Gorgias e R i­
pias; 4 pero esto sólo era indicio de una analogía
más profunda. Sus cuadros mostraban una seme­
janza 5 sorprendente si se los contemplaba de lejos,
pero ésta se esfumaba al aproximarse a ellos, de
modo que parecen hechos para ilustrar y confir­
mar el relativismo heracliteano de un Protágoras.
En ambos casos, todo se reduce a la apariencia:

62 63
se trata sólo de producir ilusión, y por medios no la mirada y a la difusión de los rayos, de tal
tan diíerentes como podría creerse. manera que imágenes precisas emanadas de un ob­
Uno de los más recientes historiadores de la pin­ jeto impreciso produzcan la apariencia de edificios
tura antigua emplea, al hablar de Apolodoro, una en las pinturas de los escenarios, y que las figuras
palabra que designa la evocación mágica; 6 los representadas de frente sobre superficies planas dan,
contemporáneos debían sentirse mucho más incli­ unas la impresión del relieve, otras la de la profun­
nados aún a hacer tales comparaciones: la palabra didad” .15 Esta página suscita numerosas dificul­
phármakon, que significa color,7 ¿no es la misma tades. Algunos han visto en ella una alusión a un
que se aplica a las drogas de los hechiceros o de “ punto de fuga” análogo al que define la perspec­
los médicos? ¿Los que echaban la suerte no recu­ tiva moderna; 10 otros hicieron notar que no se
rrían a figuritas de cera para realizar sus malefi­ dice que el punto en cuestión esté situado en el
cios? lS En todas estas imitaciones hay algo turbio plano del cuadro,17 y que en los dibujos antiguos
e inquietante: el artista es un mago,9 que seduce que nos han llegado, las líneas ortogonales no vie­
con sus sortilegios. nen a concurrir en un punto, sino que se dirigen
En el libro X de la República. Platón compara solamente hacia un mismo eje.18 Como por otra
al pintor con un hombre que munido de un espejo parte leemos que los antiguos determinaban los ta­
nos hace ver reflejado todo lo que lo rodea,10 y maños aparentes en relación con los ángulos de
luego vincula la skiagraphía del arte de los pres­ visión, y no con las distancias,19 se pensó que el
tigios, con la thaumatopoiiki11 — pensamos en la texto podía aludir a un procedimiento consistente
imagen virtual de nuestros “ ramos mágicos” : en en considerar el objeto a representar como proyec­
ambos casos el punto de apoyo reside en esa debili­ tado sobre una esfera cuyo centro estaría consti­
dad propia de nuestra naturaleza por la cual las tuido por el ojo, y no a la manera de los modernos,
impresiones erróneas de los sentidos predominan sobre un plano que es la base de una pirámide
sobre los juicios de la parte superior del alma, cuyo vértice está en el o jo ; 20 sin embargo, Eucli-
que se atiene a la medida y al cálculo razonado; 12 des emplea en sus definiciones la imagen del cono
así es como los artistas sustituyen las medidas canó­ que tiene como base el objeto.2' Cualquiera sea,
nicas que expresan las verdaderas proporciones del por otra parte, la interpretación adoptada, no po­
cuerpo humano, por otras que favorecen más la seemos ningún medio de verificar si tales cons­
ilusión.13 trucciones eran ya verdaderamente preconizadas por
Pero el establecimiento de estas deformaciones Anaxágoras y Demócrito en las obras de las que
mismas ¿no supone recurrir a las matemáticas o, habla Vitruvio; 22 podemos solamente destacar en
al menos, ai uso de procedimientos científicos? El este texto un pasaje que recuerda un fragmento
texto de Vitruvio, cuyo comienzo hemos citado más de Anaxágoras,23 y señalar que en el catálogo de
arriba,14 parece implicarlo: siguiendo a Agatarco, las obras de Demócrito figura una “ actinografía” .24
Demócrito y Anaxágoras habrían estudiado “ cómo Filipo de Oponte habría redactado más tarde dos
al tomar por centro un punto dado, las líneas deben libros de Óptica y dos libros de Enóptrica.25 ,-Eáta
corresponder, según las leyes de la naturaleza, a ciencia se elabora con toda seguridad en tiempos

64
de Platón: en la República se citan las ilusiones proporciones de valor absoluto, pues las obras no
ópticas debidas a la distancia, la refracción en el aparecen tales como son cuando se las coloca a
agua o los colores, para explicar a qué parte del gran altura.” 31
alma se dirige la esquiagrafía y el arte de los Según Filón de Bizancio, la técnica que permitía
prestigios; 26 pero no podemos decir si desde ese a los arquitectos corregir así las deformaciones de
momento se la practicaba, y en qué medida. A la perspectiva se constituyó empíricamente, por
continuación, la Óptica general comprendió no sólo aproximaciones sucesivas: al describir el papel de
la óptica propiamente dicha y la catóptrica, sino la experiencia,32 Filón muestra cómo se llegó a
también la escenografía,27 que se aplicaba a las di­ obtener apariencias armoniosas y acordes con la
ferentes artes: nos lo indica un texto que se pre­ visión, mediante ensayos consistentes en el aumento
senta como la exacta contraparte de la página del y la disminución de los volúmenes, el adelgaza­
Sofista que hemos citado.28 Este texto, cuyo autor miento de las columnas, y la realización de pruebas
no conocemos y cuya época misma es difícil de de toda clase.33 Es verosímil que las cosas ocurrie­
determinar,29 es el siguiente: “ La parte de la Ópti­ ran de esta manera: los arquitectos que constru­
ca llamada escenografía investiga la manera ade­ yeron los grandes templos del siglo v ya realizaron
cuada de dibujar las imágenes de los edificios.30 tales artificios, cuando la teoría de las secciones
En efecto, como las cosas no se manifiestan tales cónicas todavía no estaba elaborada; 34 y sólo a
como son, se indaga no la manera de representar fuerza de tanteos se pudieron determinar formas
las proporciones reales sino la de realizarlas tales como la del estilóbato y la del epistilo del Parte-
como aparecerán [una vez terminado el edificio]. nón, donde en lugar de compensar simplemente el
El arquitecto tiene por finalidad dar a su obra una error de óptica, se exageraba la curvatura en sen­
apariencia armoniosa y encontrar, en la medida tido contrario por una especie de sobrecompensa­
de lo posible, recursos para remediar los engaños de ción.35 Parece que, como ocurre muy a menudo,30
la vista. No apunta a la igualdad o a la armonía la técnica se constituyó de manera empírica en su
verdaderas, sino relativas a la vista. Tomemos el mayor parte, antes de recibir fundamento científi­
caso de una columna cilindrica: podría parecer co; a lo sumo se puede hablar de un desarrollo
quebrada, pues se la ve adelgazada hacia el medio; convergente de la práctica y de la teoría que se iba
por lo tanto el arquitecto la hace más ancha en ese elaborando. Sin embargo, la óptica pudo interve­
lugar. Lo mismo ocurre con el círculo: hay casos nir en ciertos casos, por ejemplo en el de la pina­
en que no dibuja un círculo sino una elipse. Y coteca de los Propileos, donde las ventanas y las
también con el cuadrado, que reemplaza por un puertas adquirieron la disposición asimétrica nece­
rombo, y con una serie de columnas de magnitudes saria para que parecieran, desde los puntos de
diferentes, cuyas proporciones cambia según el nú­ acceso, exactamente encuadradas por las columnas
mero y el tamaño. El mismo razonamiento señala del pórtico.37 En todo caso, de hecho Platón toma
al escultor de colosos cuáles serán las proporciones por tipo a la arquitectura cuando quiere oponer las
aparentes de su obra una vez terminada, con el fin artes del cálculo, de la medida, del peso,38 a las
de que se vea armoniosa y que no le dé inútilmente artes que recurren a la probabilidad, a la expe-

66 67
rienda adquirida por la práctica y la rutina, a la de vasos y los relieves nos revelan perfecciona­
intuición conjetural,39 al frente de las cuales colo­ mientos que pueden explicarse en cierta medida por
ca la m úsica:40 las medidas y los instrumentos que los progresos de la ciencia. Sin embargo, Plinio
utiliza la arquitectura le dan una exactitud más nos dice que Panfilo, el maestro de Apeles, fue el
precisa que la que poseen la mayoría de las artes,41 primero entre los pintores que poseyó un conoci­
pues se sirve de la regla, del torno, del compás, del miento profundo de la aritmética y la geometría,
nivel y de un enderezado!' de maderas construido “ sin las cuales este arte no puede ser perfecto.” 51
con arte.42 Es preciso señalar, por otra parte, que Tanto e! texto del Sofista que nos sirvió de punto
nuestro texto del Sofista no trata de los artificios ele partida,52 corno la página referente a la pers­
de la arquitectura, sino que habla únicamente de pectiva,03 aparte de lo que sabemos además acerca
los de la plástica, que son mucho más aparentes, de ¡a pintura y de ¡a escultura de la época, tien­
y los que ilustra con una anécdota fantasiosa pero den a indicar que Platón se opone a una corriente
característica, relatada por Tzetzes:48 los atenien­ que empuja a todas las artes del dibujo hacia la
ses habían mandado hacer dos estatuas de Atena búsqueda de (a ilusión; pero esa corriente se ex­
que debían colocarse sobre columnas elevadas: 44 tiende más lejos todavía.
una se encargó a Fidias y la otra a Alcamenes. Platón — quien, por otra parte, como veremos,54
Fidias, “ que era reputado como óptico y geómetra no exige a las artes plásticas una exactitud mate­
y sabía que las cosas ubicadas en lo alto aparecen mática— jamás dejó de oponer la medida a las
muy pequeñas” , lo tuvo en cuenta al hacer el apariencias engañosas; 55 y los artífices cuya moda
rostro, cuyos rasgos acentuó: cuando los dos pre­ se propagaba debían situarse, según él, en el pla­
sentaron las estatuas, estuvo a punto de ser lapi­ no de esos empirismos que maltrató en el Gorgias: 06
dado. Pero una vez colocadas en su lugar, el arte “ lisonjas” que toman la máscara del arte, como el
de Fidias se puso de manifiesto; y a Alcamenes maquillaje remeda la belleza natural que sólo la
le llegó el turno de cosechar las burlas. Debe re­ gimnástica puede proporcionar, y tratan de embele­
conocerse sin duda una alusión a procedimientos car las almas con el atractivo de! placer: ¿no re­
análogos en un texto donde Diodoro de Sicilia, ins­ sulta simbólico el gusto de los pintores por el tema
pirándose a su vez en Heráclito de Abdera,45 opo­ de Circe? Hablando de la puesta en escena, dice
ne la técnica de los griegos a la de los egipcios, Aristóteles57 que “ ejerce una acción seductora
que no establecen como aquéllos las proporciones (psykhagógikún) sobre los espíritus” . La palabra
de las estatuas según la manera en que la vista se que utiliza es interesante: cu sentido propio se
las representa.48 También en este punto el arte aplica a la evocación de las sombras.58 Es Ja mis­
egipcio estaría más de acuerdo con las ideas de ma palabra con la cual Apolodoío de Cícico, el
Platón.47 seguidor de Demócriío, designaba la voluptuosidad
Cualquiera haya sido el contenido del tratado de encantadora del arte,59 y la que Platón, según Isó-
Agatareo,4S hasta fines del siglo V sólo encontra­ crates, emplea en el Fedro 80 para caracterizar la
mos conocimientos rudimentarios49 de perspecti­ influencia de la retórica vulgar, esa rutina experta
va, pero a partir de ese momento 60 las pinturas en supercherías, hábil en soliviantar a las multiíu-

68 69
des, en hechizarlas en seguida mediante sus encan­
digitador, sea artista o sofista.70 “ El Logos
tamientos: 01 hay un paralelismo exacto entre la
— dice además Gorgias— 71, es capaz de suprimir
técnica del pintor que llega a dar de Jejos la ilusión
el terror, quitar la tristeza, provocar la alegría,
de la realidad, y la del sofista que sabe “ volcar
acrecentar la p ie d a d ... los oyentes se sienten pe­
palabras cautivantes en los oídos de los jóvenes, a
netrados por un escalofrío de terror, por una piedad
quienes una lax-ga distancia separa todavía de la
lacrimosa, por un pesar que se complace en su
realidad de las cosas, presentándoles ficciones ver­
dolor” : 72 se traía, como dice Süss,73 de la serie
bales destinadas a producir la ilusión de que todo
de las pasiones que suscita la acción trágica, acom­
lo que oyen es verdadero. . . ” .02 El espectador en
pañadas cada vez por la manifestación fisiológica
un caso, y el oyente en el otro, sufren la misma
correspondiente; y por otra parte, a renglón segui­
acción irracional o, más bien, ya que se trata de
do se define la naturaleza del engaño trágico (apa-
una influencia “ patética” , experimentan una pa­
fe) : “ Mediante esos discursos, las alegrías y las
sión que no están en condiciones de dominar.
desgracias que corresponden a asuntos y personas
Para explicar la seducción de Helena, Gorgias ya extrañas, provocan en el alma pasiones persona­
había hecho intervenir el hechizo que, mediante la les.” 74 Y esto concuerda perfectamente con la opi­
vista, llega hasta el alma: 0:! “ Los pintores — de­ nión referida por Plutarco: la tragedia confiere a
cía— encantan04 la mirada cuando con muchos los mitos y a las pasiones “ una potencia engañosa
colores y muchos cuerpos realizan un solo cuerpo, tal, como dice Gorgias, que quien engaña es más
una sola figura; la composición de estatuas y la justo que quien no lo hace, y el que es engañado
ejecución do esculturas05 también ofrecen a los más sabio que el que no lo es” : 75 se trata, por
ojos un dulce espectáculo.” Acercaba así la magia cierto, de la ilusión cómica.
del arte a la del verbo, “ ese gran señor de cuerpo Estos textos permiten atribuir a Gorgias, sin ex­
minúsculo e invisible” 0,1 cuyo maravilloso poder de cesiva temeridad, una estética fundada en la ilusión,
engañosa ilusión había mostrado tal como se ma­ que a menudo interfiere con las teorías de la imi­
nifiesta no sólo en el discurso oratorio, sino tam­ tación; apenas se comienza ahora a discernir su
bién en los escritos de los fisiólogos, los abogados, naturaleza, origen e influencia,70 que parece haber
las controversias filosóficas, donde sólo se trata de sido considerable. Es verosímil que haya actuado,
opiniones más o menos persuasivas, más o menos a la vez, sobre la concepción platónica de la tra_-
capaces de encantar al lector,07 y sobre todo en la gedia y sobre la catártica aristotélica; 77 pero mien­
poesía: 68 “ las palabras de los cantos mágicos ins­ tras para Aristóteles, la emoción trágica constituye
pirados traen el placer y quitan el cuidado; al una descarga saludable, una liberación de las pa­
unirse a la opinión del alma, la potencia del en­ siones, en cambio según el punto de vista de Platón
cantamiento la fascina, la persuade y la transforma la simpatía del espectador por el héroe refuerza en
mágicamente. Las artes de encantamiento y de ma­ él el elemento afectivo e irracional, que un hombre
gia son dos: las que hacen errar al alma y engañan de bien debe dominar: 78 se trata de la misma par­
la opinión” : 00 volvemos a encontrar aquí los tér­ te del alma que es víctima de los prestigios del
minos que Platón retoma para designar al presti­ pintor ilusionista y del poeta.79 Platón se muestra

70 71
tan poco favorable al uno como al otro; y ésa es perimentado, sin duda— 89 la influencia irracional
sin duda la razón por la cual opone en sus diálo­ que les atribuía Gorgias: 90 debía de ser sensible
gos, a las imitaciones escandalosas de los héroes a ella en mayor medida que cualquier otro. Y para
y los dioses que nos ofrece el teatro, la imitación contrarrestarla recurre al idealismo moral y mate­
del sabio 80 — de Sócrates, el verdadero puriñca- mático; contra los artificios de los ilusionistas ape­
dor: para él sólo hay purificación verdadera por la a la medida, al número, al peso.91
medio del pensamiento, sin el cual todas las virtu­
des sólo son, precisamente apariencias engañosas; 81
si el logos es purificación y aun, literalmente, pur­
gación, lo es en tanto consiste en refutación bien
comprendida,82 que no se logra por la erística vul­
gar, sino por medio del imitador irónico.83 Alci-
bíades, en el Banquete,84 trata de describir el efecto
que los discursos de Sócrates ejercen sobre el audi­
torio turbado, poseído, comparándolo con la in­
fluencia de las melodías sagradas de Olimpo o de
la música de los Coribantes, con el encanto de
Marsias o de las Sirenas; Menón habla de la des­
carga adormecedora que produce el pez torpedo, y
reprocha a Sócrates su magia, su hechicería, sus
encantamientos; Kr> pero el secreto de Sócrates es
mucho más simple: al mostrar a sus interlocutores
lo que hay de contradictorio en sus opiniones, los
encamina hacia la intelección, que ya no puede ser
conmovida por discursos persuasivos. Henos aquí
bien lejos de la magia; digamos mejor: con el co ­
nocimiento hemos alcanzado el más perfecto y me­
jor de los filtros, el gran antídoto.86 Pero antes,
es necesario que la filosofía baya liberado a las
almas de sus cadenas, mostrándoles cuánto engaño
hay en lo que conocemos por medio de los ojos, y
cuánto también en lo que conocemos mediante los
oídos y los otros sentidos,87 convenciéndolas de
que no se atengan en ningún respecto sino a si
mismas.
Si Platón se muestra tan severo con las arles,88 es
seguramente porque les reconoce — por haberla ex-

72 73
Notas etc.; cf. Polit., 2 8 0 c: “ el arte mágico relacionado
con los antídotos.”
8. Leyes, XI, 933 b ; cf. W. Deonna, Dédale, I,
pág. 345 y sigs., y nuestro Essai sur la formation
de la pensée grecque, págs. 39-42.
9. Un goes, Rep., X , 598 d: “ (un hombre) que
ha dado con algún mago o imitador” . Cf. Sofista,
235 a: “ (el sofista) es una especie de mago” ; Polit.,
2 9 1 c; Rep., III, 413 be, X, 602 d. La palabra se
aplica igualmente a lo maravilloso de origen divino,
Rep., II, 381 e; cf. el alma hechizada en Plotino,
Enn., II, 3, 15; IV, 4, 40.
10. 596 de.
1. Sofista, 232 c-235 b ; cf. Rep., X, 596 ce, 11. “ A esta debilidad de nuestra naturaleza se
598 bd. Sobre la “ polimatía” y la “ politecnia” de dirigen la esquiagrafía, la prestidigilación y muchos
los sofistas, cf. Hipias mayor, 285 c-286 a ; Hipias otros dispositivos semejantes, que no omiten ningu­
menor, 368 be, y sobre todo la observación, tan pro­ no de los recursos mágicos” , 602 d. Para el con­
fundamente platónica, del Sofista, 232 a: una ciencia texto, véase supra, pág. 50, n. 37, e infra, pá­
tan compleja no es sana; si se utilizan tantos nom­ gina 78, n. 28; cf. Sofista, 235 ab.
bres para designarla, es porque no se puede encon­ 12. 602 d-60 3 b: “ .. .la pintura y en general la
trar en ella un centro hacia donde converjan estos mimética. . . tiene trato, compañía y amistad con
conocimientos. la parte de nosotros que está alejada de la sabidu­
2. Helbig, “ Zeuxis und Parrhasios” , / . /. Phil., ría . . . ” , etc.; cf. 605 be sobre el poeta imitador, que
1867, pág. 649 y sigs.; cf. Pfuhl, Malerei, pág. 679; corresponde al pintor (605 a ) : “ Halaga la parte no
Attische und jonische Kunst, pág. 161; Bemerkun­ razonable del alma, que no es capaz de discernir lo
gen, pág. 3; P. Friedländer, Platón, 1928, pág. 139. más grande de lo más pequeño, sino que considera
3. Eliano, V. H., IX, 11 (R. M., n<? 262) ; cf. a las mismas cosas unas veces grandes y otras pe­
Ateneo, Deipnos., X II, 543 c. queñas, crea fantasmas y está siempre a enorme
4. V. H., XII, 32 (Diels, Vors., 76 A 9 ) ; cf. Hip. distancia de la verdad.” Hay que notar igualmente
mayor, 291 a. el error que Platón atribuye a Glaucór. en el libro
5. Cf. supra, pág. 52 y n. 46. VII de la República: Sócrates lo invita a distinguir
6. Pfuhl, Malerei, pág. 674: “ Fue el primer entre las sensaciones que requieren un examen del
hombre que supo retener mágicamente sobre un entendimiento y las que los sentidos mismos pueden
plano, en forma convincente, un trozo del mundo juzgar adecuadamente. “ Tú piensas evidentemente
exterior tal como nos aparece en el espacio, la luz — dice entonces Gíaucón— en los objetos vistos de
y el color, como un todo.” lejos y en los representados en las equiagraíías
7. Rep., IV, 420 c; Cratilo, 4 2 4 e; Polit., 277c, (523 b ). — No has entendido en absoluto lo que

74 75
quiero d e c i r .. .” Y Sócrates explica que entiende perspectiva, y una simetría de todas las líneas res­
con ello los objetos que pueden provocar indistinta­ pecto del centro de compás” (I, 2, 2 ).
mente dos percepciones diferentes, tanto si los ve 21. Opt., p. 2, horoi [ 2 ] : “ [S u pon gam os]...
de cerca como de lejos (5 2 3 c y lo que sigue). Cf. que la figura abarcada por los ojos es un cono que
igualmente Filebo, 38 c y sig.; Protágoras, 356 cd, tiene el vértice en el ojo y la base sobre los límites
donde el arle de medir se opone a la fuerza de la del objeto visto.”
apariencia.
22. El testimonio de Vitruvio es autorizado según
13. Cf. supra, pág. 34 y sig.
Frank (Plato und die sog. Pythagoreer, págs. 19-21,
14. Págs. 36 y 37.
2 3 4 ); Pfuhl (Malerei, pág. 666) y Panofsky (op.
15. Vitr., De Arch., VII, pr. 11 (Diels, Vors.,
cit., n. 19, pág. 304) se muestran mucho más re­
46 A 39).
servados.
16. J. Hügel, Entwicklung und Ausbildung der
Perspektive in der klassischen Malerei, Diss., Würz­ 23. “ imágenes seguras acerca de una cosa inse­
burg, 1881, pág. 68 y sigs.; Ed. Bertrand, Études gura” : cf. Anaxágoras (ap. Sext., VII, 140: Diels,
sur la¡ peinture el la critique d’art dans Vantiquité, Vors., 46 B 2 1 a ) “ pues las cosas que aparecen son
París, 1893, pág. 172; II. Delbrück, Beiträge zur la visión de las no manifiestas” (vinculación ya in­
Kenntnis der Linienperspektive in der griechischen dicada por Frank, pág. 2 3 5 ); cf. Demócrito, Diels,
Kunst, Diss., Bonn, 1899, pág. 42. Vors., 55 a 111 (Sext., VII, 140) : “ Las cosas que
17. Erwin Panofsky, “ Die Perspektive als ‘Sym­ aparecen son [criterios] de la comprensión de las
bolische Form’ ” , B. W. V., 1924-1925, Leipzig, cosas no manifiestas.” Pero es verosímil que estos
1927, pág. 266 y pág. 303, n. 19. textos se refieran más bien al método de analogía,
18. Ibid., págs. 266-267, y lim . 11, figs. 3 y 4. consistente en representarse los fenómenos inaccesi­
19. Cf. Euclides, Optica (cd. Hciberg, 1895, vo­ bles a los sentidos a partir de los que éstos pueden
lumen VII de las Obras completas), horoi [Defini­ alcanzar (véase O. Regenbogen, “ Eine Forschungs-
ciones'], 4: “ . . . y que las cosas vistas bajo un methode antiker Naturwissenschaft” , S. G. M., I,
ángulo mayor parecen mayores, y menores bajo uno 1930, pág. 143 y sigs.; H. Diller, “ Opsis adulón ta
menor, e iguales bajo ángulos iguales” . Cf. el teore­ phainómena” , H., t. 67, 1932, pág. 16 y sigs.).
ma e' [8 ]: “ las magnitudes iguales y paralelas, al 24. Diels indica la vinculación (Vors., 55 B
estar desigualmente alejadas del ojo no se ven en 15 b ) ; cf. P. Tannery, Géometrie grecque, París,
relación con las distancias” , y véase Panofsky, op. 1887, pág. 123. Entre las obras atribuidas a Demó­
cit., págs. 264-265 y notas 15, 16 y 17, pági­ crito figura igualmente un volumen titulado Ekpe-
nas 299-301. tásmata, palabra que significa quizá proyección
20. Panofsky, op. cit., págs. 266-267; cf. pág. 264 plana de la esfera (Diels, 55 B 11 q, cf. Ptol., Geogr.,
y n. 13; esta interpretación se aplica igualmente al VIII, y, ap. Diels, ad pág. 62, 1, 8, y Frank, op.
siguiente texto: “ La escenografía es un esbozo cit., pág. 2 1).
(adumbrado, término que corresponde a skenogra- 25. Según Suidas, s.v . philósophos; Tannery,
phía) del frente y de los costados que se alejan en op. cit., pág. 131. Sobre la evolución de la óptica,

76 77
véase A. Lejeune, Euclide et Ptolémée, deux stades estudiar las curvas (véase P. Tannery, La Géométrie
de l’oplique géométrique grecque, Lovaina. 1948. grecque. . ., París, 1887, pág. 77).
26. X, 602 cd .: “ La misma magnitud no nos 35. Sobre esta cuestión véase W. H. Goodyear,
parece igual al verla de lejos y de cerca. — No, en Greek refinements, Studies in temperamental archi-
efecto. — Y los mismos objetos parecen quebrados o tecture, Yale Univ. Pr., 1912; M. Collignon, Le
rectos a quienes los miran en el agua y fuera” , etc. Parthénon (VHistoire, VArchitecture et la Sculptu-
Cf. supra, pág. 57, nota 35, En Epinomís se alude re), París, 1914, págs. 89-91 y Manuel d’ Archéolo-
a las demostraciones satisfactorias (983 a) mediante gie, París, s. d., pág. 69; cf. Panofsky, op. cit.,
las cuales se ha establecido la magnitud real de los n. 12, págs. 296-298.
astros, tan distinta de su pequeñez aparente: así, el 36. Cf. apénd. III, pág. 142.
sol es más grande que la tierra. 37. Véase G. W. Elderkin, Problems in Periclean
27. Proclo, in Eucl., ed. Friedlein. pág. 40. 12 Building, Princeton, 1912, pág. 12 y fig. 4. Cf.
(véase injra, pág. 141, n. 5) ; cf. Panofsky, op. G. P. Stevens, “ The Periclean Entrance court”
cit., pág. 303, n. 18 ad fin. También la thaumato- (Hesperia, 1936) y del mismo autor “ Architectural
poiiki forma parte de la mecánica según Proclo studies concerning the Acrópolis” (Hesperia, 1946).
{ib., pág. 41, 5; cf. Frank, op. cit., pág. 235). 38. Filebo, 55 e. Cf. el texto del Político sobre
28. Supra, págs. 34 y 36. la doble metrética, infra, págs. 92 y 93. En una tesis
29. Véase apénd., II, infra, págs. 138 y 139. dactilografiada muy notable, sostenida en la Sorbo-
30. Vitruvio opone la escenografía como vista na el 19 de mayo de 1951, Jean Bousquet dedujo
perspectiva (véase la primera parte de la definición del estudio de las medidas del pequeño templo lla­
citada supra, pág. 76, n. 20) a la icnografía, o mado Tesoro de Cirene, que fue construido en Delfos
plano, y a la ortografía, o elevación (I, 2, 2 ). a partir de 360, y basándose en las diversas re­
31. Así, según Gemino citado por Proclo (l .c .), laciones que en tales medidas se expresan, concluyó
la escenografía enseña cómo evitar que los dibujos que hay que atribuirlo a un arquitecto capaz de
parezcan fuera de proporción y deformados debido utilizar los descubrimientos matemáticos de su com­
a la distancia y a la altura de los cuadros en que patriota Teodoro, de que se habla al comienzo del
están representados. Reproducimos los textos en Teeteto: el templo sería una síntesis, dedicada a
nuestro apéndice II, injra, pág. 135 y 138, n. 5. Apolo, de los descubrimientos de la escuela de Ci­
32. “ Pues no es posible captarlo todo mediante rene.
la razón y los métodos que provienen de los inventos 39. Ibid., 55 e-56 a: “ Sólo nos restaría la conjetu­
mecánicos, sino que muchas cosas también se in­ ra, el perfeccionamiento de nuestros sentidos me­
vestigan mediante ensayos” , etc. (Philonis, M edí. diante la experiencia y el largo ejercicio, y recurrir
synt., IV, 3, pág. 50, 1. 40 y sig.). a las capacidades adivinatorias que muchos llaman
33. Ib., V, 3, pág. 51. artes, que se robustecen con la preocupación y el
34. Alb. W. Baker, “ Subjective factor in Greek esfuerzo.” Cf. P. Kurcharski, “ La musique et la
design” , A. J. A., X X II, 1918, pág. 11. Menecmo, conception du réel le Philébe” , R. Philos, 1951, I,
alumno de Eudoxo, parece haber sido el primero en 39-60.

78 79
40. Ibid., 56 a. 50. Véase Pfuhí, Malerei, II, § 605, pág. 563, y
41. 56 b. § 653, pág. 604; véase el relieve reproducido por
42. 56 bc. A. Frickenhaus, “ Das Herakleion von Melite” , M. A.
43. Ch il,, VIII, 353; Overbeck, n<? 772, pág. 139. /., X X X V I, 1911, lám. Ill, 1; y cf. Panofsky, op.
44. Se encontrarán ejemplos de estatuas sobre cit., n. 24, págs. 306-307.
columnas en Ch. Picard, M. A. S., II, pág. 44; 51. N. H., X X X V , 76; R. M., n<? 318. A él se
véanse en particular las danzarinas en el trípode, de debe la introducción del dibujo en la educación an­
Delfos (fig. 7, pág. 11). tigua, junto a la escritura, la gimnástica y la música;
45. Heráclito de Ábdera escribía hacia fines del el dibujo se volvía así un arte liberal (“ Por consejo
siglo iv (véase Wilamowitz, apuJ. H. Schäfer, Von de éste se dispuso, primero en Sición y luego en
ägyptischer Kunst,- Leipzig, 1930, pág. 350). toda Grecia, que los niños nacidos libres completa­
46. Bibi, hist., I, 98, 9. El pasaje se refiere al ran sus estudios antes de aprender la graphiké, o
Apolo de Samos, del cual una parte habría sido sea la pintura sobre planchas de madera, y que este
realizada en Samos misma, por Télecles, hijo de arte se incluyera en el primer rango de las artes
Roico, y la otra por su hermano Teodoro en Éfeso; liberales.” Ibid.) ; véase igualmente Aristóteles, Pol.,
procedimiento cuya aplicación, según Diodoro, sólo VIII, 2, 1337 b 23: “ Son alrededor de cuatro las
se concibe en Egipto. Sobre este texto véase J. A. asignaturas que se enseñan habitualmente: escritura,
Jolies, Vitruvs Aesthetik, Diss., Friburgo Br., 1906, gimnástica, música y. como cuarto, algunos agregan
pág. 91; Schäfer, l .c .; H. Diels, Antike Technik, el d i b u jo ...” ; cf. Paul Girard, L’Education athé­
3? ed., 1924, pág. 17, n. 2; Deonna, Les Apollons nienne au Ve et au IV e siècle avant J. C., Paris,
archaïques, Ginebra, 1909, pág. 10, n. 8 y pág. 299; 1889. pág. 221 y sig.
Dédale, I, pág. 299, cf. 141. 52. Supra, pág. 48, n. 28.
47. Cf. supra, págs. 40 y 41.
53. Supra, págs. 66 y 67.
48. Cf. Pfuhl. Malerei, II, § 722, pág. 666: Aga-
54.. Véase infra, pág. 92.
tarco más bien habría planteado que resuelto el
problema. 55. Protagoras, 356 ce; República, X, 602 d-
49. Véase Pfuhl, Malerei, II, pág. 667 ; no obs­ 603 a: cf. pág. 86, n. 91.
tante, desde la época de Polignoto en ciertos vasos 56. 433 a-466 a (sobre este texto, véanse nuestros
se ven escudos al sesgo representados mediante elip­ Etudes sur la fabulation platonicienne, págs. 41-
ses; véase E. Buschor, Griechische Vasen, 1940, 4 4 ); cf. Fitebo, 55 e-56 c; véase supra, págs. 67
fig. 174. pág. 155; cf. Panofsky, l.c. P. de La y 68.
Coste-Messeliére ha señalado la existencia de pre­ 57. Poética, VI, 1450 b 17; cf. 1450 a 33, sobre
ocupación por la perspectiva ya desde fines del la acción de la tragedia: “ Las partes más importan­
siglo vi y comienzos del V, en la ejecución de las tes. con las cuales seduce los ánimos la tragedia. . . ”
Amazonas de Delfos (“ Observations sur les sculptu­ Véase H. Bulle. “ Das Bühnenbild bei Aristóteles” ,
res du trésor des Athéniens” , B. C. H., 1923, pa­ Ph,, LX X X , IV, 2, págs. 252-257 ; cf. el artículo ya
gina 415 y sigs.). citado de V. Goldschmidt, “ Sur le problème de la

80 81
tragédie d’aprés Platón” , R. E. G., 1948, I, pá­
69. § 10. Quizá Gorgias haya tomado este vo­
gina 19 y sig.
cabulario mágico de Empédocles: véase Diog. L.,
58. Esquilo, Persas, V, 687.
VIII, 58-59, Diels, Vors., 7 6 A 3: “ Según dice Sá­
59. Clem., Strorn., II, 130; Diels, Vors., 61 A 1,
tiro, Gorgias afirma que estaba junto a Empédocles
55 B 4. mientras éste realizaba hechizos.” Cf. H. Diels,
60. 261a: “ ¿No es la retórica, en su conjunto, “ Gorgias und Empedokles” , Sitz. Berl. Ak., 1884,
un arte que seduce el alma mediante palabras.. . ? ” , I, pág. 344, n. 1; A. Rostagni, “ Aristotele e Aristo-
y 271 c: “ Ya que la función del discurso es seducir telismo” , S. F. ('., II, Florencia, 1922, pág. 74, n. 3.
el alma. . . ” Cf. Wilamowitz, Platón, I2, pág. 452 y 70. Cf. supra, pág. 75, n. 9. Rostagni op. cit.,
Z. Diesendruck, Struktur und Charakter des plato- pág. 77, n. 1.
nischen Phaidros, Viena-Leipzig, 1927, págs. 23-24. 71. 76 B 11, § 8 y 9.
61. 267 cd: “ Es un hombre portentoso [se. Tra- 72. Cf. Ion, 535 c; Pedro, 268 e; Rep., X, 606 a;
símaco de Calcedonia], según él mismo dijo, para Filebo, 48 a; Aristóteles, Poética, 1449 b 25, 1456 b
excitar la cólera de las multitudes, y para calmarlas 1; y véase Pohlenz, “ Die Anfänge der griechischen
luego con sus encantamientos cuando están enfure­ Poetik” , N. W. G., 1920, págs. 170-171.
cidas” : Platón toma esta expresión de Trasímaco de 73. W. Süss, Ethos, Leipzig-Berlin, 1910, pági­
Calcedonia, cf. Schwartz, D e Thrasymacho Chalce- na 85; Pohlenz, op. cit., pág. 168.
donio, Diss., Rostock, 1892. 74. 76 B 11, 9. Cf. Timocles el cómico, fr. 6,
62. Sofista, 234 c: el texto está hecho para suge­ II, 453 K. (y ap. Süss, pág. 85, Pohlenz, pág. 168) :
rir la comparación con el pintor que expone sus “ El espíritu se olvida por un rato de las propias
cuadros; cf. 234 e, “ las apariencias que hay en los pasiones, cautivado por las ajenas, y luego se reco­
discursos” . bra con placer y a la vez pleno de enseñanzas.” Cf.
63. Elogio de Helena., Diels, Vors., 76 B 11, § Rep., X, 605 d: “ . . .nos dejamos ir siguiéndolo con
15 y 17. simpatía” , etcétera.
64. térpousi. 75. De glor. Ath., 5, pág. 348 c, Diels, 76 B 23.
65. Ib., § 18. Cf. el v. 909 de Las Ranas, que se refiere a Esquilo:
66. Ib., § 8: “ El discurso es un gran señor, que “ ...q u e era un impostor y un mentiroso, y los
con un cuerpo pequeñísimo y absolutamente invisi­ recursos con que engañaba a los espectadores. . . ” , a
ble, cumple las obras más divinas.” lo cual éste respondería, Vida de Esquilo, 7: “ Ha
67. Ib., § 13. Cf. § 14 sobre los discursos que utilizado las visiones y los mitos para producir una
“mediante una mala persuasión envenenan y hechi­ impresión prodigiosa, más que para engañar” (véa­
zan el alma” ; cf. Gorgias, 452d-453be, donde se se Pohlenz, 1 5 9 ); cf. igualmente el tratado hipo-
atribuye a la retórica la invención de un cierto pro­ crático Acerca de la dieta, § 24 (Littré, VI, pági­
cedimiento de persuasión, y 483 e-484 e, así como el na 496) : “ El arte de los comediantes engaña a
Fedro, 260-261 y el Filebo, 58 ab. quienes saben. . . ” (sobre este texto, véase C. Frie­
68. § 9: “ Considero y llamo a toda la poesía drich, Hippokratische Untersuchungen [Phil. Un­
discurso con metro” , cf. Gorgias, 502 cd. ters., 15], Berlin. 1899, pág. 150) y los Discursos

82 83
ambiguos, 3, 10: “ Pues quien mejor escribe una gión, medicina, psicología y moral. Sobre esta
tragedia o pinta un cuadro es el que mejor engaña noción, cf. los estudios de la señorita J. Croissant,
haciendo cosas parecidas a las reales” (Diels, Aristote et les mystères, Lieja, París, 1932, y P.
Vors.,1 - II, n<? 83, pág. 339, 1. 28-29). Boyancé, Le culte des Muses chez les philosophes
76. Véase apénd. IV, infra, pág. 146 y sigs. grecs, Paris, 1937.
Cf. Mario Untersleiuer, I sofisti, 1949, pág. 132 y 83. Sofista, 267a-268a: el imitador irónico se
sig., y 224 y sig. Véase también W. Nestle, Vom opone al doxomimo [doxom im ëiés].
Mythos zum Logos, Stuttgart, 1940. 84. 215 be, 216 a y c ; véase la noticia de L.
77. Véase Poét., V I, 1449 b 26; Polit., VIII, Robin (Le Banquet, ed. G. Budé, Paris, 1929,
7, 1342 a 10, y cf. los trabajos mencionados en pág. CI y sigs.).
el apénd. IV, sobre todo Pohlenz, op. cit., pág. 169
85. Menón, 80 ad: “ Me hechizas y embrujas
y sigs. Un texto de Licurgo es particularmente
y, simplemente, usas conmigo el encantamiento” ,
característico: “ ¿A quiénes parece posible seducir
etc.; cf. el tema del encantamiento en el Cárrnides,
con discursos y mover a compasión con lágrimas
155e-158c y 1 7 5 e-1 7 ób ; en particular 157 a: “ Cu­
su blando temperamento?” (contra Leócrates, 33;
rar el alma — dijo— , querido amigo, con encanta­
E. Howald, “ Eine vorplatonische Kunsttheorie” , IL,
mientos; y esos encantamientos son los razona­
54, 1919, pág. 202) ; cf. Jámblico, De Myst., I,
mientos hermosos” , etc. Véase también el artículo
11, pág. 39, 13; Pohlenz, pág. 174.
de Jeanmaire sobre “ Le traitement de la Mania
78. Rep., X , 605 d y sig.
dans les mystères de Dionysos et des Corybantes” ,
79. Cf. supra, pág. 76, n. 13.
Journal de Psychologie, 1949, I, pág. 64. Cf. del
80. Sobre este punto, véase Friedländer, Platon, mismo autor “ Le satyre et la ménade” , Mélanges
1928, pág. 140 y sig., y V. Goldschmidt, “ Le Ch. Picard, 1949, t. I, pág. 463.
problème de la tragédie d’après Platon” , R. É. G.,
86. Critias, 106 b. Cf. Rep., X, 595 b: “ Todas
t. LXI, 1948, I, págs. 19-63. No es un azar que
las cosas tales [se trata de “ los poetas trágicos
Aristóteles cite juntos en la Poética, (I, 1447 b
y todos los demás que se valen de la imitación” ]
10) los mismos de Sofrón y de Xenarco y los
parecen ser un ultraje a la inteligencia de quienes
“ logoi” socráticos. En el Sofista (268 c) Platon
escuchan, si no tienen el antídoto de saber cómo
define al verdadero y noble sofista como “ imitador
son en realidad.”
del sabio” ; cf. Pedro, 278 d. Sobre la tradición
pitagórica, véase A. Lalande, Vocabulaire de la 87. Fedón, 83 a. Cf. Hipias mayor, 294 ae, que
Société française de Philosophie, art. Philosophe, refuta la definición de lo bello por lo conveniente
t. II, Paris, 1926, págs. 583-584. y adecuado, oponiendo la apariencia de lo bello a
81. Fedón, 69 be. ia belleza real.
82. Cf. Teeteto, 167 d-168b, y sobre lodo So­ 88. Cf. Leyes. VI, 769 b : el Ateniense aludió a
fista, 226 d, 227 d, 230a-231a; cf. Cralilo, 396 e- la técnica de los pintores y Clinias le responde que
397 a y 405 air, donde se mezclan de manera muy no tiene ninguna experiencia en ese arte. “ No has
sugestiva, en torno a la noción de catarsis, reli- perdido nada” , responde el Ateniense.

85
89. Cf. Rep., X , 607 c: ‘ ‘Digamos no obstante III
que si la poesía imitativa que tiene como objeto el
placer, posee algún argumento para probar que Belleza pura
debe dársele lugar en una ciudad bien constituida,
e imitación
la recibiremos gustosos, ya que sabemos que ejerce
también su encanto sobre nosotros” . Cf. 608 a.
90. Cf. Pohlenz, op. cit., pág. 167, 177; Ros-
tagni, Aristotele, pág. 77. Hay que añadir que
Platón mismo no ha dudado en emplear los pro­
cedimientos de la prosa de arte gorgiana, no sólo
para imitar al sofista, sino también para actuar
sobre su lector: véanse nuestras “ Remarques sur
la technique de la répétition dans le Phédon” ,
R. É. G., 1948, II, págs. 373-380. Platón se burla en el F ilebo1 del mal hum or2
91. Rep. X , 602 d; cf. Eutifrón, 7 c ; Alcibiades, de Antístenes y sus partidarios, a quienes la poten­
126 cd ; Protagoras, 356 ce. cia del placer causaba horror y no lo tenían por
cosa sana, hasta tal punto que consideraban como
fascinación mágica3 el atractivo ejercido por éste.
¿Debemos hacerle a Platón análogo reproche y
decir que desconfía del arte tanto como los Cínicos
del placer? Así como junto a la sofística vulgar
existe una sofística noble y bien nacida,4 ¿no exis­
tirían, junto a esas bellezas adulteradas de un arte
“ sofístico” , otras más altas a las cuales podríamos
pedir sin menoscabo esas grandes alegrías que,
como decía Demócrito,5 provienen de la contem­
plación de las obras bellas? La respuesta a esta
pregunta la encontramos también en el Filebo:
existen cosas que no poseen, como los cuadros,
una belleza solamente relativa, sino que son eter­
namente bellas en sí y producen ciertos placeres
específicos 0 y verdaderamente puros, no precedidos
por ningún dolor: son los que tienen por objeto los
bellos colores y las hermosas formas, la mayoría
de los perfumes y de los sonidos.7 Platón precisa
en seguida lo que entiende por belleza de las for­
mas: no es la de los cuerpos vivos o la de algunos

86 87
cuadros, sino ia de las líneas rectas y curvas, las no se supiera que realizan una imitación de la
superficies y los sólidos engendrados por revolu­ armonía divina; 21 se refiere a ios fluyentes y lím­
ción 8 a partir de esos elementos, y las figuras que pidos, que expresan una sonoridad pura; son her­
se construyen con ayuda de la regla y la escuadra.0 mosos, no en relación a otra cosa, sino en sí mis­
Ese párrafo del Filebo se aproxima al pasaje del mos, y van acompañados de placeres “ de la misma
Timeo donde Platón se refiere a los triángulos cons­ naluraleza” .22 En cuanto a los colores “ del mismo
titutivos de los poliedros regulares, los famosos tipo” , Sócrates, a pesar del requerimiento de Pro-
“ cuerpos platónicos” : 10 se trata de determinar los tarco, no explica qué entiende por ello; pero un
dos tipos de triángulos a partir de los cuales se poco más lejos, al definir la pureza de los colores,
construirán los sólidos elementales. Uno de éstos señala que el blanco más hermoso es el que no
es indiscutible: el triángulo rectángulo isósceles, del tiene mezcla.23 En el Ripias mayor, Platón habla
cual no hay más que un tipo; el otro es el triángulo de la belleza de las cualidades sensibles, a la vez
rectángulo escaleno, y hay infinidad de ellos: es pre­ que cuestiona el carácter estético de las sensaciones
ciso escoger el más bello si se quiere comenzar que no provienen de la vista y el oído; 24 al des­
en el debido orden.11 Platón admite 12 que el más cribir en el Fedón el mundo de lo alto, las cimas
bello de lodos estos numerosos triángulos es el que etéreas donde viven los bienaventurados, las mues­
da nacimiento al triángulo equilátero,13 o sea aquel tra todas revestidas de colores de los cuales sólo
en que la hipotenusa es igual al doble del lado podemos hacernos una idea a través de los que
más pequeño del ángulo recto.14 “ No obstante usan los pintores, pero que son mucho más bri­
— agrega Platón— , si alguno pudiera descubrir e llantes y más puros; 25 no cesa de hablar acerca de
indicar otro de este tipo que fuera más bello aún, la maravillosa belleza de las tierras y las gemas que
que obtenga el premio; veremos en é! a un aliado allí resplandecen, más bellas porque son más puras
y no a un adversario.” 15 De la combinación de que todas las que hayamos podido v e r 20 alguna
estos triángulos nacen los cuatro cuerpos “ más her­ vez: arrebatadora visión, “ que es el espectáculo
mosos” ,18 todos de diferente belleza: 17 el tetrae­ do los bienaventurados” 27 — especie de equivalente
dro, el octaedro, el icosaedro y el cubo. “ Y lo que sensible, aunque ya sublimado, del espectáculo que
no concedemos a nadie, es que puedan verse en el mundo de las esencias en el mito del Fedro
ningún sitio cuerpos más hermosos que éstos, cada ofrece a las miradas de los que han podido elevar
uno de los cuales constituye un género diferente.” 18 su cabeza más allá de la bóveda celeste: 28 paisaje
Después de haber hablado de esta manera de las inmaterial, sin color y sin forma,29 pero bañado
bellezas geométricas — la preferencia que les acuer­ en pura luz.30 Platón lo describe en términos que
da no tiene nada de sorprendente, pues ellas per­ no dejan ninguna duda acerca del origen de este
miten adivinar las Ideas y los Números, con cuya tema de la pureza: proviene evidentemente de la
ayuda el Demiurgo dio forma definitiva a los cie­ representación de los misterios.81
rnen! os— 19 Platón vuelve, en el Filebo, a los colo­ Podemos encontrar en esas pocas líneas el esbozo
res “ del mismo tipo” 211 y a los sonidos, asociación de una estética liberada de la preocupación de la
que podría resultar sorprendente si por otra parte semejanza: ya en el Gorgias, las cosas bellas

89
— cuerpos, colores, formas, sonidos, ocupaciones— de imitación: lo que produce la rectitud en este
están definidas como tales, sea desde un punto de dominio es, para decirlo en una sola palabra, la
vista completamente socrático, en razón de su uti­ igualdad [de la imitación y el modelo] según la re­
lidad,3- sea según un cierto placer,38 como ocurre lación de la cantidad y de la calidad, y no el pla­
en el caso de los cuerpos, cuando su visión es agra­ cer.43 — De acuerdo. — No podríamos entonces
dable a quienes los contemplan.84 En el Critias, juzgar correctamente, usando como criterio el pla­
se aplica este punto de vista, no sin un asomo de cer, sino aquello que no ofrece utilidad, veracidad,
ironía, al arte decorativo: los arquitectos que edifi­ semejanza, ni tampoco sin duda nada que sea
caron la capital de la Atlántida construyeron cier­ dañino, es decir, lo que tiene como única razón
tas viviendas con piedras iguales; en otras, utili­ de ser el agrado 44 que habitualmente acompaña a
zaron piedras variadas, blancas, negras y rojas y estas cualidades, cuyo mejor nombre es el de pla­
se entretuvieron en mezclarlas, dando así a los cer, cuando no se le añade ninguna de ellas — placer
edificios un atractivo natural.35 ¿Es decir que, inocente, “ que yo llamo juego, dice el Ateniense,
según la expresión de Demócrito,30 habrá que to­ cuando no produce ni un bien ni un mal dignos
mar el placer como norma? Sería desconocer ex­ de que uno se ocupe o hable de ellos'’ . Luego de
trañamente una de las inspiraciones fundamentales conceder esto a sus adversarios con cortesía desde­
del platonismo. En el libro segundo de las Leyes, ñosa, Platón subraya que ya no es posible referirse
el Ateniense condena varias veces a aquellos, tan al placer cuando interviene la semejanza y la igual­
numerosos,37 que juzgan la belleza de las obras dad, en cualquier forma que se a :45 “ pues lo que
de arte — se trata esencialmente en este caso de la hace que lo igual sea igual y simétrico lo simé­
música— según el placer de los oyentes, sin tener trico,48 no es ni la opinión de alguien ni el agrado
en cuenta la relatividad de los gustos.38 Las inno­ que éste puede encontrar en ello, sino ante todo
vaciones a las que se muestra tan adverso,39 ¿no la verdad, el resto casi no cuenta” .47 El que quiere
se deben a esta búsqueda desordenada de placeres ser buen ju e z 4S debe pues conocer, ante todo, el
siempre nuevos que, salvo en Egipto, Creta y La- objeto imitado; de otro modo, ¿cómo podría apre­
cedemonia, se comprueba en todas partes? 40 Aho­ ciar en qué aspectos está bien realizada la copia,
ra bien, las bellas artes, son esencialmente artes es decir, si reproduce los números del cuerpo, las
de imitación; el placer que procuran es el resul­ posiciones de todas sus partes? ¿Cómo sabría cuá­
tado, sobre todo, del descubrimiento de la seme­ les son esos números, qué partes fueron yuxtapues­
janza: Platón le llama kharis, la gracia, el agrado.41 tas para obtener el orden conveniente y, además,
En todo lo que provoca tal impresión, distingue el si son adecuados los colores y las formas? Cómo
agrado propiamente dicho, la rectitud y la utili­ tendría la seguridad de que todo esto no ha sido
dad.42 Después de tomar como ejemplo los alimen­ mal hecho? 49 No basta, por otra parte, saber que el
tos y los conocimientos, que pueden ser a la vez objeto pintado o esculpido es un hombre, que las
agradables, sanos o verdaderos, y por último útiles partes del cuerpo, los colores, las formas fueron
— secuencia en que el segundo término determina tratados con arte, para poder establecer de inme­
a los otros— , aplica esas distinciones a las artes diato si es bello o si su belleza carece de algo,

90 91
pues con ese criterio todos seríamos conocedores; 50 los anchos, las velocidades, en relación con sus res­
ya se trate de la pintura o de la música, para poder pectivos contrarios, y en la otra, las que se remiten
juzgar bien cualquier imagen es necesario poseer al sentido de la medida justa, a la conveniencia, al
tres elementos: saber cuál es el objeto representado, propósito, a la oportunidad; en general, a todo lo
si la imitación es correcta, y, por último, si ha que es intermedio entre los extremos” . — El joven
sido bien ejecutada en relación con el texto, la Sócrates: “ ¡He ahí dos grandes divisiones, y bien
melodía y los ritmos.51 El pensamiento de Platón diferentes una de la otra! — El Extranjero: “ En
se ha deslizado aquí de las artes plásticas a la mú­ efecto, Sócrates, lo que muchos hombres sutiles
sica; pero quizá sea posible encontrar en lo que dicen pensando enunciar con ello algo muy sabio,
precede un eco de la enseñanza de los escultores: a saber, que el arte de la medida so extiende a todo
Crisipo decía, según Galeno, que si la salud es la el mundo del devenir, es precisamente lo que aca­
“ simetría” 52 de los elementos, calientes, fríos, socos bamos de decir. Pues en cierta manera, lodo ¡o
y húmedos, la belleza es la simetría de las partes que corresponda al dominio del arte comporta la
del cuerpo, del dedo respecto del dedo, y de todos medida” ; pero es preciso saber distinguir entre
ellos respecto del metacarpo y del carpo, de éstos medida y medida. También en el Cratilo, en un
respecto del antebrazo y del brazo, y de todos pasaje matizado de ironía, Platón señalaba que en
respecto de todo, como está escrito en el Canon el dominio cualitativo y sobre todo en lo que con­
donde Policíeto enseñaba todas las simetrías del cierne a las imágenes, la rectitud difiere de la exac­
cuerpo.53 Su sistema de proporciones parece haber­ titud matemática. Ni siquiera es preciso que la
se inspirado entonces en la vida más que en medi­ copia sea perfecta, pues si lo fuera no sería ya una
das abstractas,54 a lo cual responde el hecho de imagen sino que se convertiría en un doble del
que Platón, aunque tenga preferencia por las for­ modelo y no se podría distinguir más del original.
mas geométricas, no exija que la obra de arte pre­ Y Platón, con su fantasía, hace imaginar a Cratilo
sente un carácter puramente matemático. He aquí un dios que supiera reproducir — le dice— “ no
figuras excepcionalmente bellas, dibujadas y ejecu­ sólo, como hacen los pintores, tu color y tu forma,
tadas por Dédalo — Platón designa con ello las sino el interior entero, tal como es, con su blan­
esculturas arcaicas— 55 o por cualquier otro artista dura 58 y su calor, con el movimiento, el alma, el
o pintor. Un hombre avezado en geometría, pensa­ pensamiento,59 tales como son en ti; en una pala­
ría al verlas que son maravillas de arte, pero encon­ bra todo lo que eres. Si colocara su obra junto a ti,
traría ridicula la idea de someterlas a un estudio ¿tendríamos a Cratilo y a su imagen, o a dos Cra-
cuidadoso para descubrir en ellas la verdad sobre tilos?” 60 Tales pasajes inducirían a adivinar en
la igualdad, la relación del doble o sobre cualquier Platón lo que Gustave Fougères suponía en Sócra­
otra proporción.50 ¿Quiere decir que el arte escapa tes: un “ pintor” muerto joven, cuya sombra sobre­
a la medida? Dista mucho de ello: en el Político,57 vivía en el fondo del alma del filósofo; 61 y de
el Extranjero divide en dos partes el arte de la hecho, si el hijo de Sofronisco comenzó su carrera
medida, “ colocando en una todas las artes que manejando el cincel,62 los antiguos biógrafos nos
miden el número, las longitudes, las profundidades, dicen que Platón no sólo se había dedicado en su

92 93
juventud a la poesía, sino también a la pintura.63 poco violento, que aún podemos adivinar. En su
En todo caso, el alucinante Sosia, que Platón evoca nerviosidad se trasluce el toque de la vida, los con­
en el Cratilo, nos hace pensar además en las dis­ tornos de los músculos se estremecen todavía. . .
cusiones artísticas de la época. Un eco de las im­ Asir un movimiento antes de que termine, eso era
presiones ingenuas del público parecería hallarse lo que quería el artista...” 73 Y creeríamos ver
en el pasaje del Fedro donde Sócrates opone a la aplicada en tales obras la teoría platónica del ins­
enseñanza oral el discurso escrito, semejante a las tante, esa extraña naturaleza ubicada en el inter­
obras de la pintura: aunque se yerguen ante nos­ valo que media entre el movimiento y el reposo,
otros como seres vivientes, si se les formula una y que escapa al tiempo; hacia ella se dirigen y de
pregunta guardan un augusto silencio; 64 Platón ella vuelven a partir transformados lo móvil, para
recuerda sin duda en este pasaje que los sofistas inmovilizarse, lo inmóvil para moverse: 74 ¿no es
comparaban la improvisación al ser vivo, y la redac­ precisamente el escultor quien debe captar este
ción preparada de antemano a la estatua muda.05 instante, para sugerir lo que le precede y lo que
Quizá se encuentren las reflexiones y las ocurren­ le sigue?
cias de los atenienses en una serie de bromas acerca Hemos visto que Platón opone en el Critias la
de las estatuas de Dédalo, a quien Sócrates reivin­ indulgencia con que se juzga la pintura de paisa­
dicaba como antepasado suyo,00 esas hermosas obras jes,75 a la semejanza que se exige en el retrato: 76
que se escapan y desaparecen si no se las sujeta: 67 esos diferentes textos adquieren todo su alcance si
la alusión apunta probablemente al arte arcaico, se recuerda que aún vivía Platón cuando apareció,
que había llegado a representar una pierna adelante o por lo menos se desarrolló en Grecia, el género
en relación con la otra, después de haberlas figu­ del retrato en el sentido pleno de la palabra: algu­
rado en el mismo plano, primero juntas, luego nos sostuvieron, en efecto, que la semejanza sólo
separadas.68 Pero los esfuerzos que se abren paso, aparece después de fines del siglo V ,77 y se apoyan
desde Praxíteles69 a Disipo, tendientes a dar más en un texto donde Plinio dice que Lisístrato, her­
libertad al cuerpo humano, que Policleto inmovi­ mano de Lisipo, fue el primero en lograrla, y que
lizaba “ según una actitud racional y matemática hasta llegó a utilizar vaciados en yeso.78 En ese
establecida una vez” ,70 confieren a tales alusiones caso, Demetrio de Alópeca, a quien Luciano llama
una especie de actualidad. En el Político,71 Platón
“ el hacedor de hombres”,79 sería —contrariamente
habla de la admiración que se experimenta ante a la opinión admitida con anterioridad—80 con­
la vivacidad y la rapidez viriles, se refieran al cuer­ temporáneo de él y algo más joven: su actividad
po, al alma o a la palabra, sea en sí mismas, sea abarcaría de 380 a 340 ó 350.81 Para otros inves­
en las representaciones imitativas que dan de ellas tigadores, la búsqueda de la semejanza se mani­
la música y el dibujo. No sabemos cómo repre­
fiesta, al contrario, desde el siglo v, como parece
sentaban los pintores el movimiento; pero se ha
indicarlo un hermes de Temístocles, descubierto en
señalado el “ carácter momentáneo de las creaciones
1939 en Ostia,82 y es preciso volver entonces,
de Lisipo” : 72 “ Siempre nos parece que el personaje
en particular en el caso de Demetrio, a una data-
acaba en ese mismo instante de hacer un gesto un
ción bastante anterior.83 Habría que agregar que

94 95
en general los bustos de Sófocles, de Eurípides,81
Notas
de Sócrates m ism o,83 que han llegado hasta nos­
otros, o bien son figuras idealizadas u obras poste­
rio re s ; y, de todas maneras, uno de los prim eros
retratos que presenta rasgos verdaderamente in d i­
viduales, entre los que n os han llegado, es precisa­
mente el de Platón.86 A h ora bien, sabemos que un
dinasta de Q u ío, ciudad de la Propóntide, llamado
M itrídates, h ijo de O rontobates, ofreció a la A ca ­
dem ia y d ed icó a las Musas una estatua de Platón
que hizo fa b rica r a S ila n io; 87 los bustos que posee­
m os de Platón derivarían de esta estatua, cuya e je ­
cu ció n se sitúa hacia el 350 (digam os entre 350 y
3 6 5 ) , en tiem pos de Dem etrio y de Lisístrato.88 La 1. 44 cd.
ob ra de los tres escultores presentaría entonces el 2. düskhéreia. Es sin duda, agrega Platón, el
m ism o carácter. N o carece de interés para nosotros mal humor de una “ naturaleza que no carece de
el h ech o de que existiera tal corriente artística en nobleza” .
vid a de P la tó n : al exigir a la obra de arte una seme­ 3. Platón emplea expresiones análogas en el li­
jan za fiel, Platón aludía, según hemos visto, a las b ró IX de la República, al hablar de ciertos esta­
técnicas que deform aban las proporcion es verda­ dos de ánimo que sólo parecen ser placeres en rela­
deras.89 Si en el Crat.ilo se muestra en cam bio ción con el d olor: “ Nada saludable hay en estas
h ostil a una im itación dem asiado rigurosa, ¿n o será visiones respecto de la verdad del placer, sino que
co m o rea cción contra el realism o de una nueva es una especie de hechizo” (5 8 4 a ), véase G. Ro-
escuela, que él con sidera excesivo? dier, “ Remarques sur le Philébe” , R. E. A., 1900;
incluido luego en los Eludes de phdosophie grec-
que, París, 1926, págs. 106-111.
4. Sofista, 231 b.
5. Diels, Vors., 55 B 194.
6. 51 cd. Las últimas palabras del pasaje aluden
a las páginas 46 a, 46 d; estos placeres no tienen
nada en común, dice Platón, con el del sarnoso
que se rasca.
7. 51 b : “ Los verdaderos placeres son los pro­
porcionados por la belleza del color y la forma, y
muchos de los que surgen de los olores, los del
sonido y, en general, aquellos cuya ausencia es
indolora e inconsciente, y la gratificación que pro-

97
porcionan es palpable a los sentidos y agradable “ Le jeu savant, la tradition ésotérique dans l’art” ,
[y no combinada con dolor].” Sobre las relaciones Médecine de France, s.d.
entre el placer y el dolor, c f. Fedón, pág. 60 be ; 19. Timeo, 53 b ; cf. 56 c, y véase, en La pensée
Rep., IX, 584 be; Fecho, 258 e: Filebo, 45. hellénique de L. Robin (Paris, 1942, pág. 231 y
8. Literalmente: “ con ayuda de tornos” . Cf. Le­ sig.), Études sur la signification et la place de
yes, X, 898 a y b. Cf. nuestros Eludes sur la fabula­ la physique dans la philosophie de Platon (y en la
tion platonicienne, 1947, págs. 105-106. edición separada de 1919, págs. 44-50), con remi­
9. 51c. siones a La théorie platonicienne des Idées et des
10. Acerca de la constitución de la estereomé­ Nombres d’après Aristote, Paris, 1908; A. Rivaud,
tria, véase sobre todo Rep., V il, 528be; cf. sobre “ Noticia” del Timeo, 1925, pág. 34 y sigs., 70-72;
el descubrimiento de los poliedros regulares, Eva cf. igualmente J. Stenzel, Zahl und Geslalt bei Pla­
Sachs, “ Die fünf platonischen Körper” , Phil. Un­ ton und Aristóteles. Leipzig, 1924.
ters., Berlin, 1917: E. Frank, Plato. . ., Halle, 1923, 20. 51 d.
apénd. XVI, pág. 233: y la noticia de Rivaud al 21. Timeo, 8 0 b ; cf. Rep., VII, 531c, Leyes, V,
comienzo de la edición del Timeo en la colección 747 a, sobre la manera en que los números se
Guillaume Btidé (Paris, 1925, t. X ) , págs. 81-82. manifiestan, entre otras, en los sonidos.
Véase igualmente Ch. Mugler, Platon et la recherche
22. 51 d; véase 58 cd; cf. Polit., 307 a, sobre los
mathématique de son époque, Estrasburgo, 1948.
sonidos leía kai barca (suaves y profundos).
Cf. también nuestro estudio sobre “ Imagination et
science des cristaux, ou platonisme et minéralogie” , 23. 53 ab.
J. Fs., 1949, I, págs. 27-34. 24. 298 a y sigs. Sobre los olores, Rep., IX,
11. 54 a. 584 b. Filebo, 51 e.
12. Ibid. 25. 110 be; sobre los colores de los pintores,
13. Imaginemos, por ejemplo, que un segundo que son precisamente colores puros, elementales,
triángulo, idéntico y superpuesto al primero, gira véase apéndice VI, pág. 154 y sig. Cf. el estudio
en torno del lado más largo del ángulo recto, que de J. Moreau sobre “ Le platonisme de l’Hippias
le sirve de bisagra, hasta volver a dar sobre el Majeur” , R. É. G., 1941, pág. 36 y sig.
plano. 26. 110 de.
14. 54 d. Cf. la Notice de Rivaud, pág. 75 y 27. I l l a .
fig. 3. 28. 248 a.
15. 54 a. 29. 247 c,
16. 53 e. 30. 250 be: “ ...contem plaban una visión di­
17. Ibid. chosa y divina, y eran iniciados en el que se llama
18. Ibid. Cf. en la época del Renacimiento, con razón el más bendito de ¡os misterios, que
Fiero della Francesca, Dequinque corporibus, 1492. celebrábamos en estado de absoluta p erfección ...
El icosaedro y el dodecaedro figuran en un alféizar Se permitía a los iniciados la visión de apariciones
de las Stanze del Vaticano. Véase J. Ch. Moreux, perfectas, simples, calmas y felices, que contemplá-

98 99
bamos en una pura luz, al ser nosotros mismos 37. 655 d: “ Dicen por cierto los más que el
puros. . . ” criterio de perfección acerca de la música consiste
31. “ Juzga correctamente Hcrmias que esto pro­ en su capacidad de proporcionar placer al alma.”
viene de los misterios Eleusinos” , dice Lobeck ha­ 38. Véase 655d-656 a; 658be; si hay que juz­
blando del texto citado en la nota precedente (Aglao- gar acerca de la música mediante el placer, es por
phamus, siue de theologiae mysticae Graecorum el que siente el más competente; 668 b ; cf. Rep.,
causis, Regismontii Pruss., 1829, I, pág. 5 7 ); cf. VI, 493 d.
P. Friedländer, Platón, 1928, cap. III (Arrheton), ] 39. Cf. supra, págs. 38 y 41.
pág. 83. Sobre la importancia de las metáforas vi­
40. 657 b : las bellas melodías deberían estar
suales en los textos inspirados en los misterios,
consagradas, como en Egipto, de modo que “ la bús­
véase Kranz, "Diotima von Mantinea” . H., 1926,
queda del placer y el dolor que empuja sin cesar a
pág. 446. La misma imagen reaparece en Plotino
los hombres a utilizar nuevos modos musicales, no
(véase É. Bréhier, La Philosophie de Plotin, París.
tenga prácticamente fuerza como para abolir los
1928, págs. 31-32: en el 8vo. tratado de la Enéada
modelos consagrados alegando su carácter anti­
V, describe la belleza luminosa del mundo inteli­
cuado” .
gible inspirándose en el mito del Fedro (ed. Bré­
hier, col. G. Budé, t. V, 1931, 8, 3-4, pág. 139 y 41. 667 cd: “ ¿Y qué decir respecto de las artes
sig.) ; en otro pasaje habla de la belleza de los da­ imitativas que reproducen la realidad? ¿No causan
tos sensibles: belleza de los colores, de la luz del también placer, y esa impresión, cuando ocurre, no
sol, del oro, de un relámpago en la noche (ib., t. 1, sería lo más justo llamarla gracia?”
1924, 6, 1, pág. 96, 1. 30 y sigs.). 42. 667 b: “ En todas las cosas que van acom­
32. 4 7 4 c: “ (los cuerpos) son hermosos en pro­ pañadas de alguna gracia, ¿no es forzoso que
porción a su utilidad.” 4 74 e: “ por su utilidad.” ésta sea lo único que las haga dignas de que uno
Cf. Hipias mayor, 290 e: la cuchara de madera de se esfuerce grandemente en conseguirlas, o si no
higuera es más hermosa que la cuchara de oro: que busquemos en ellas alguna perfección o cierta
cf. 295 c y sig. utilidad?”
33. 474 d. 43. 667 d.
34. Ibid.; cf. Hipias mayor, 297 e, 298 a, donde 44. 667 e; cf. 667 d (supra, n. 2) ; cf. Rep. II,
lo bello es definido por el placer de la vista y del 357 b. Platón reconoce aquí el encanto de un
oído: . .todos los dibujos de colores variados, los arte gracioso y fantasista, puramente decorativo sin
cuadros y las estatuas encantan nuestra vista, si son duda, independiente de la semejanza, y que sólo
hermosos (cf. Gorgias, supra, págs. 69 y 70) . . . Lo busca agradar.
bello es lo placentero al oído y a la vista.” 45. 667 e-668 a.
35. 116 b. 46. Sin duda la palabra tiene aquí el sentido
36. Diels, Vors., 55 B 4, y 188: “ Pues el placer de “ bien proporcionado” : cf. Galeno, De
"y: él .desagrado son la división entre las cosas úti­
les y las dañinas.”

100 101
de Canon de Policleto, llamada así por tener una res llaman boy la morbidez; cf. Reinach, R. M.,
prolija proporción de todas sus partes entre sí.” n<? 37.
47. 668 a. 59. Cf. las observaciones que Jenofonte atri­
48. Cf. 669 a : émphrona hritén. buye a Sócrates en Memorables, III, 10; véase
49. 668 de. Cf. Polit., 277 a, sobre las faltas que infra, apénd. V, pág. 151.
cometen los escultores demasiado apurados; sobre 60. Quien sustrae o agrega algo a un número,
la manera de juzgar acerca de la veracidad de la lo cambia; “ pero en el dominio d é lo cualitativo...” ,
imagen, véase Cratilo, 439 ab. etc. (432 be, cf. 432 d: “ ¿ 0 no percibes cuánto
50. 668 e-669 a. necesitan las imágenes para tener Jas mismas cua­
51. 669 ab. lidades de aquello que representan?” ) . Así, los
52. Cf. supra, pág. 101, n. 46. dioses modelaron y animaron a Pandora, “ seme­
53. (Gal., De plac. Hipp. et Plat., V, pág. 425 jante a una casta virgen” , según Hesíodo ( Teogo­
Müll. = Diels, V ois ., 28 A 3; Arnim, St. vet. fr., nia, v. 571 y sig. ; Obras y días, v. 59 y sigs.; cf.
III, n<? 472, pág. 122, cí. n. 592, 279, 392). Cli. Picard, “ Le péché de Pandora” , A., t. VII,
54. Cf. Cb. Picard, S. A., Ï, pág. 379; A .G .S ., 1932, págs. 41-42).
II (véase más arriba, pág. 48, n. 30). y las ob­ 61. Socrate critique d’art, por G. Fougères,
servaciones de J. Charbonneaux, La scuhure grec­ miembro de la Académie des Inscriptions et Be­
que classique, 1948, pág. 41. lles-Lettres. discurso leído en la sesión pública
55. Véase supra, págs. 93 y 94. Cí. Ion, 533 ab. anual del viernes 16 de noviembre de 1923, París,
56. Rep., VII, 529 d-530 a. 1923, pág. 6.
57. 284 e-285 a. Para la interpretación de este 62. Véase Fougères, op. cil., pág. 2-6.
texto, ci. L. Robin, La pensée grecque et les origi­ 63. Véase infra, apénd. VI, pág. 154.
nes de l’ esprit scientifique, 4r ed., Paris, 1.948, pá­ 64. 275 d. Las últimas palabras evocan el si­
gina 263. G. Rodier —que por otra parte no señala lencio religioso de los místicos. Cf. nuestra Fabu­
las alusiones que se hacen a las diferentes artes— lation platonicienne, págs. 119-120. En el Gorgias,
ve en ios kompsói [sutiles] una alusión a Demó- 450 c, Sócrates designa la pintura y escultura como
crito (“ Les mathématiques et la dialectique dans las artes de! silencio: “ Algunas (de las artes) en
le système de Platon” , A .G .P h ., XV, 4, 1902; nacía (necesitan de la palabra), sino que se cum­
incluido luego en los Éludes de philosophie grecque, plen en silencio, como la pintura, la escultura y
Paris. 1926, págs. 37-48, y n. 1 pág. 48). Cf. Fi- muchas otras.”
lebo, 53 c y 55 e-56 c, supra-, pág. 68, y véase P. 65. Cf. W. Süss, Ethos, págs. 87-88; J. Milne,
Chantraine “ (Le mot] grec Kompsós” , R .É .G ., A study in Alcidamas and his relation lo contem-
t. LVIII, 1945, pág. 94. porary sophistic, Bryn Mawr, 1924, pág. 11. Alci-
58. malahótetas : hay en el empleo de esta pala­ damante comparaba igualmente la obra escrita con
bra una chanza de hombre que conoce la jerga de un espejo en que se reflejara la vida humana
los talleres; cf. los textos citados más abajo, pá­ (Sobre los sofistas, § 32, ad fin .).
gina 127, nota 74; se trata de lo que los pinto­ 66. Alcibiades, 121a; Eutifrón, 11b.

102 103
le discontinu tempore! dans la philosophie grecque” ,
67. Eutifrón, 11 bd, 15 b ; Menón, 97 de; cf. en A. G.Ph., XL, 2, 1931, págs. 182-184.
Timeo, 19 be. Sobre las corrientes de pensamiento 75. Cf. supra, pág. 52, n. 47.
a las que pueden vincularse estas diversas imáge­ 76. 107 d: “ Si alguien intenta representar nues­
nes, véase infra, apénd. VIL pág. 164 y sigs. tros cuerpos, Ja costumbre que tenemos de obser­
68. Véase W . Deonna, Dédale ou la stalue de la varlos nos hace percibir las faltas rápidamente, por
Crece archaiique, I, pág. 216 y sig.; fig. 9, pág. 219; lo cual nos tornamos jueces severos de! artista que
cf. id., II, pág. 20; Miracle grec, I, pág. 109 y sig.; no reproduce a la perfección todas las semejanzas.”
Ch. Picard, A .G .S ., I, pág. 233. 77. E. Pfuhl, Die Anfänge der griechischen Bild­
69. Cf. Ch. Picard, S. A., II, pág. 120: “ Bajo niskunst, ein Beitrag zur Geschichte der Individua­
el poderoso impulso determinado por los broncis­ lität, Munich, 1927, pág. 3, y cf. Deonna, Dédale,
tas del Peloponeso, la estatuaria se proponía sobre I, pág. 539: hasta entonces “ el retrato consiste to­
todo un problema de estática científica. Podría­ davía en el nombre y en la intención, y no en los
mos decir que ahora, con Praxíteles, va a impo­ rasgos impersonales de la imagen” . Por lo con­
nerse la dinámica, suprema búsqueda de toda esté­ trario, en 319 el adulador de Teofrasto dirá a su
tica en posesión de sus recursos más hábiles.’ Cf. huésped que el retrato se le parece (Caracteres, II,
A. G. S., II, pág. 261 y 281. 1. 37, ed. Navarre, col. G. Budé, 1920, pág. 14,
70. 5. A., II, pág. 120. cf. Pfuhl, pág. 15).
71. 306 cd; cf. 396 e: cuando se hace el elogio 78. N .H ., X X X V , 153; Overbeck, n<? 1514: “ El
de esas cualidades, se las designa con el nombre de primero en producir imágenes de rostros humanos
la virilidad {tes andreias). partiendo de un molde de yeso de la cara, en el
cual echaba cera que luego retocaba, fue Lisístrato
72. Ch. Picard, S.A., II, pág. 180. Sobre la
de Sición, hermano de Lisipo, al cual ya nos hemos
representación del movimiento en escultura, véase referido. Él fue quien estableció que en el retrato
Ch. Picard, A .G .S ., II, pág. 237; cf. las indica­ debía atenderse al parecido, pues antes de él los
ciones que da J. Charbonneaux respecto de la artistas se esforzaban en hacerlos lo más hermosos
influencia de la danza sobre la escultura (La sculp-
posible.” Cf. Pfuhl, op. cit., págs. 1-2.
lure grecque classique, 1943, pág. 5 0), y los estu­
79. Philops., 20: “ Demetrio de A ló p e ca ... no
dios de la Srta. Prudhommeau acerca de las acti­
tudes elegidas por los escultores o pintores de vasos era un hacedor de estatuas de dioses, sino de hom­
cuando representan bailarines: proyectando un film bres” ; cf. ibid., 18, Overbeck, n9 900. Cf. Quin-
en el cual yuxtapuso las fotografías de poses suce­ tiliano, Inst. Or., XII, 10, 9: “ Se dice con gran
sivas representadas por los artistas, esta autora razón que Lisipo y Praxíteles expresaban mejor
pudo restablecer el encadenamiento que liga los di­ la realidad, pues a Demetrio se le critica el haberse
versos momentos de la danza (Revue d’Esthétique, excedido buscando más ei parecido que la belleza”
II, 1, pág. 98). (Overbeck, 903).
80. Aristófanes cita desde 424 un hiparco Si­
73. Ibid.
món, cuya estatua se atribuye a Demetrio; Pfuhl
74. Parménides, 156 de. Cf. nuestra “ Note sur

105
104
hace notar que Simón podía vivir todavía en el gie, Sculpture, t. III. 1, 1948, pág. 781 y sig.: Sila­
primer cuarto del siglo IV y que puede tratarse tam­ nión habría nacido hacia 390.
bién de una estatua postuma; op. cit., págs. 6-7. 88. Pfuhl, op. cit., pág. 30. Mitrídates parece
81. Ibicl., pág. 8. haber muerto hacia 363, lo que nos da un término
82. Ch. Picard. “ Bulletin Archéologique” , R. É. ante quem ; cf. Ch. Picard, A .G .S ., III, pág. 784
G., 1942, II, pág. 276 y sig. n. 1. Pese a las reservas de Wilamowitz (Platón,2
83. Ch. Picard, A .G .S .. II, pág. 176, 676 n. 5; pág. 713) parece que los diferentes bustos que nos
III, pág. 123, 126 y sig.. 145. Fr. Poulsen se pro­ han llegado derivan de un mismo tipo (Pfuhl, pág.
nunció en un sentido análogo (From the collection 29, n. 59; Lippold, art. Silanión en Pauly). Se
of the Ny Carlsberg Glyptothek. I, 1933. pág. 24 ha reconocido hace poco a Platón en un hermoso
y sig.). mármol de Holkham Hall, en Norfolk, y se ha que­
rido ver en él la única copia auténtica de la obra
84. Pfuhl, ibid., págs. 12-13. 25-27.
de Silanión (Fr. Poulsen, “ A new portrait of Pla­
85. Ibid., págs. 8-9. tón” , /. H. S XL, 1920, págs. 190-196 y lám. VIII;
86. Ibid., pág. 8, 13, 28-31. Las mejores répli­ Greek and Román portraits in English Counlry-
cas — poseemos catorce— se encuentran en el Vati­ houses, Oxford, 1923, pág. 32 y sig.; frontispicio,
cano (dan buenas reproducciones de ellas H. Brunn, lám. 5 y fig. 31, pág. 24) ; los otros tipos deriva­
Fr. Bruckmann, Griechische und römische Porträts, rían de una estatua funeraria erigida sobre la tum­
Mun., 1894, n. 776-777; J. J. Bernoulli, Griechische ba de Platón. Esta hipótesis fue criticada por S.
Ikonographie, Mun., 1901, lám. V ; A. Helder, Die R(einaeh), que no cree que se trate de Platón (R.
Bildniskunst der Griechen, und Römer, Stuttg., 1912; A., 1921, II, pág. 408, Sur un prétendu portrait de
Greek and Roman portraits, Lond., 1912, lám. 22, Platón ) ; Pfuhl, op. cit., pág. 29: sería una copia
cf. Pfuhl, op. cit., lám. IV, 1) y en la gliptoteca de retocada por un artista de la época helenística; cf.
Ny Carlsberg de Copenhague (Hehler, lám. 23; Lippold, l. c. Véase ahora Ed. Schmidt, “ Silanión
cf. en la Ikonographie de Bernoulli los bustos de der Meister der Platonbildes” , J .A .S ., 47, 1932,
Berlín (lám. IV ), de Aix y del Louvre (lám. V I). pág. 23 y sig.; R. Bohringer, Das Antlitz des Ge­
87. Dióg. Laerc., III, 25: “ En el libro I de los nius, Platón, 1935; Ch. Picard, Manuel d’archéolo-
Memorables de Favorino se dice que Mitrídates” , gie, sculpture, III, I, págs. 781 a 816.
etc., Mitrídates (o Mitrádates) era sin duda uno 89. Supra, pág. 35 y sig.; cf. pág. 90 y sig.
de esos “ déspotas ilustrados” que, como Hermias,
tirano de Atárnea, habían entrado en relación con
la Academia. Véase Th. Reinach, Mithridate Eupa-
ior, roi du Poní, París, 1890, pág. 4, n. 5 y pág. 5;
Wilamowitz, Platon,2 II, págs. 4-5. Plinio fija la
acmé de Silanión en Ja Olimpíada 113 (328-325,
N .H ., X X X IV , 5 1 ); cf. M. Collignon, Sculpture
grecque, pág. 344; Ch. Picard, Manuel d’archéolo-

106 107
IV taba a reproducir los rasgos de Frine,4 Zeuxis y
Parrasio se inspiraban en cambio, para representar
Valor a un solo personaje, en varios modelos diferentes:
es así como Zeuxis, invitado por los Crotoniatas
del arte
a decorar el templo de Hera Laciniana, les propuso
pintar una Helena, pero exigió el derecho de esco­
ger cinco modelos entre las más hermosas mucha­
chas de la ciudad; lo cual le fue acordado por deci­
sión oficial.5 ¿No es ésa una manera de develar
la idea, de alcanzar la esencia de las cosas o de los
seres? — Admirable Glaucón, respondemos nosotros,
estás muy lejos de haber captado bien la naturaleza
Pregunta Sócrates a Glaucón en el libro V de de la idea y su distinción de la imagen, sobre
la República: “ ¿Piensas que sería un pintor me­ todo de la imagen compuesta: de ninguna manera
nos bueno el que después de dibujar el más her­ basta yuxtaponer una serie de hermosos objetos
moso modelo de hombre que pueda concebirse, y para develar la idea de lo Bello; ,J de una a la otra
de reproducir fielmente todos sus rasgos en su di­ no hay menos distancia que de la apariencia de
bujo, no estuviera en condiciones de mostrar que las cosas a su esencia. La esfera y el círculo divi­
existe realmente uno semejante? — No, por Zeus, nos son bien diferentes de la esfera y de los círcu­
yo no, por lo menos, d ijo.” 1 Se ba señalado con los humanos, de los cuales no podemos prescindir,
razón, que ésta es sin duda una observación bocha pero que son falsos," pues se adhieren en todas sus
al pasar,2 pero no por eso deja de implicar que partes a la recta, con la cual el círculo en sí no
el arte no está sometido a una imitación servil tiene nada de común.8 El círculo pintado se borra,
de la realidad; basándose en ella los artistas pueden el círculo torneado se rompe; pero la esencia del
alegar, a falta de la idea, el ideal — esa noción círculo es impasible,9 y sólo el dialéctico posee el
ambigua que oscila entre lo sensible y lo supra­ verdadero conocimiento de é l: 10 así como el mú­
sensible.3 sico sólo imita el sonido, el pintor, por perfecta
* — “ Pero, nos objetará Glaucón o su hermano que sea la copia, sólo puede reproducir el color, la
Adimanto. ¿no podrían las obras de los esculto­ forma,11 y los aspectos siempre diferentes bajo los
res o de los pintores revelarnos al menos un re­ cuales se presenta un mismo objeto. Una cama vista
flejo de las Ideas, si no de los Números, como de frente, parece distinta de una cama vista de
ocurre con las figuras geométricas? Si bien Pra- perfil, o de tres cuartos: no lo es, pues la cama es
xíteles, al esculpir la estatua de Afrodita, se Iimi- la misma. Pero al pintor no le importa, pues no
imita el ser verdadero, tal como es, sino la apa­
* [Dentro de este encomillado el autor desarrolla la
discusión en forma de diálogo simulado con Glaucón, uno
riencia que éste muestra; 12 en otras palabras, no
de los interlocutores de la República, y utiliza argumen­ expresa la Idea, sino el ídolo de las cosas.13 No
tos apoyados en las fuentes que detalla en las notas. es, propiamente hablando, un poeta, un creador,14
1N . d el 7'.]

108 109
como lo es el artesano que fabrica la cama inspi­ belleza corporal, un discurso o una ciencia, ni de
rándose en la esencia de la cama, en la cama-tipo nada que sea inmanente a otra cosa, a un ser vivo,
creada por Dios; 15 si pinta una brida o un freno, a la tierra, al cielo ni a nada, sino [que se mani­
no tiene la misma competencia del talabartero o del festará] en sí, por sí, consigo, en la eternidad de su
forjador, ¡a cual, a su vez, es inferior a la del forma única, ella, de quien participan todas las
caballero.16 —De hecho, aprobará Glaucón, no otras bellezas, de manera tal que no deviene más
existe taller donde no se hayan regocijado comen­ grande ni más pequeña en nada, y no padece abso­
tando la malaventura de ese pintor ilustre que di­ lutamente con el crecimiento o la destrucción de
bujó pestañas en los párpados inferiores de un aquéllas.” 27
caballo.” 17 El pintor se halla pues alejado tres Apolodoto de Cícico, el seguidor de Demócrito,
grados do la verdad y del Rey.18 En lugar de consideraba a la “ psicagogía” , voluptuosidad hechi­
remontar, como el filósofo, la pendiente que des­ cera del arte, como el fin supremo de la vida hu­
ciende de lo Uno hacia el Infinito, se deja deslizar mana.28 Platón opone a ello la visión serena de la
hasta lo más bajo; en lugar de volverse, mediante Belleza perfecta: “ Si alguna vez la vida vale la
una conversión completa del alma, hacia la fuente pena de ser vivida, mi querido Sócrates, es enton­
de toda luz,19 se esfuerza en fijar, en el muro de ces : cuando el hombre contempla lo Bello en sí. . .
la caverna, las sombras fugitivas que allí se suce­ simple, puro, sin mezcla, y en ningún modo manci­
den,20 en otorgar una consistencia ilusoria a lo que llado por carnes humanas, colores, y toda suerte
sólo tiene la de los reflejos cambiantes de las aguas de futilidades mortales.” 29
y de los espejos21 — ¿qué pensaría Platón del pro­ La Belleza absoluta se opone no solamente a las
cedimiento de un gran retratista que trabajaba se­ bellezas sensibles, atrapadas en el flujo móvil del
gún la imagen de su modelo reflejada en un es­ devenir, sino también, y con mayor razón, a las
pejo?— ,22 inquietante magia, que proyecta visiones totalmente relativas del arte, sobre todo a las de
de sueño ante los ojos despiertos.23 ¿Qué es, en un arte sofisticado, que son bellas vistas desde aquí,
efecto, soñar, sino tomar aquello que se asemeja a feas vistas desde allá.30 De la una a las otras hay
una cosa por la cosa misma?21 Tal es el caso de toda la distancia que separa, en el Pedro,31 al
esos aficionados 25 que, conociendo las cosas bellas, philókalos [amante de la belleza], encarnación de
ignoran la Belleza verdadera26 a cuya revelación las almas selectas, tal como al philósophos [amante
conduce, en el Banquete, la dialéctica del Amor: de la sabiduría], el mousikós [hombre culto] o el
“ Belleza eterna, que no conoce devenir ni muerte, erotikós [instruido en el amor], de los artistas, que
crecimiento ni destrucción. Belleza que no es bella preceden de cerca a los sofistas o demagogos y tira­
de un lado, fea del otro, ni tan pronto bella, tan nos; las obras que ellos crean y, que la multitud
pronto fea, ni bella en relación a esto, fea en rela­ admira, poseen una belleza falsa y ambigua, de la
ción a aquello, ni tampoco bella aquí, fea allá, en cual no se puede decir ni que es, ni que no es: 82
el sentido de ser bella para unos y fea para otros. ruedan en los espacios intermedios entre el ser y
Belleza que no revestirá para él las apariencias de el no ser,33 y son objeto no do ciencia, sino de
un bello rostro, ni de bellas manos, ni de ninguna opinión.34 Y la opinión misma pierde bien pronto

110 111
en Platón su valor intermedio.35 El arte — tanto encontrar aquí la transformación profunda que con­
el de imitación como el puramente decorativo— 30 dujo a Platón a oponer una doctrina nueva a las
no es más que un juego y no se le podría atribuir teorías vigentes y universalmente difundidas en su
una seriedad que tampoco pretende:37 se trata de tiempo,53 según las cuales las cosas más grandes
un simple divertimiento.38 Pero es el más sutil y y más bellas del universo eran obra de la natu­
el más encantador de todos los juegos.30 Por otra raleza y del azar, el cielo y todo lo que él con­
parte, si es cierto que el juego no es nada, casi no tiene. ya que los animales, las plantas y las esta­
hay nada que no sea un juego: éste es uno de los ciones nacieron, según leyes necesarias, del en­
temas fundamentales de la ironía platónica.41’ La cuentro fortuito de los elementos, sin plan inteli­
redacción de los diálogos es un juego — un juego gente y sin intervención del arte: 54 el arte fue
muy hermoso, agrega Pedro— , " y también lo son inventado no más de mil o dos mil años atrás, por
la laboriosa dialéctica del Parménides 43 y el gran mortales como Dédalo, Orfeo, Palamedes, Marsias,
mito del Político.'' La física del Tiineo es un juego Olimpo, Anfión.55 Pero el mundo que construyeron
muy razonable, una distracción,44 y juegos son las así esos filósofos es, en realidad, un mundo al
doctas conversaciones de los ancianos de las Le- revés,53 pues sólo han visto el movimiento en gene­
yes.*5 El hombre mismo, ¿no es un juguete de ral, y el movimiento regular que describen en par­
los dioses? 43 La vida es sólo un juego. Las cosas ticular los astros supone como primer principio
humanas no merecen que se las tome en serio, y una sustancia que posea la facultad de moverse por
sin embargo no se puede prescindir de ellas.47 En sí misma,57 que es la definición misma del alm a:58
toda la obra de Platón lo serio y el juego se en­ anterior a los cuerpos, preside sabiamente sus trans­
cuentran inextricablemente m ezclados:48 ¿cóm o formaciones y las evoluciones celestes,5!> ordenando
podría ser de otra manera, si desde que interviene y regulando los años, las estaciones y los meses.60
la representación sensible4” — ya se trate de figu­ Antes que las cualidades puramente físicas — tales
ración plástica o de enunciación verbal— recaemos como lo duro, lo blando, lo pesado y lo ligero—
en el nivel del mito, y éste mismo es una forma más ha existido entonces todo lo que se refiere al alma:
o menos seria del juego? “ Ten cuidado, dice Cri­ Ja opinión, la solicitud, la inteligencia, la ley y el
das,r>" pues lo que decimos nos lleva necesariamente arte.1''1 Las mayores, las primeras obras son pro­
a una imitación y una imagen.” Así, sólo podemos ducto del arte, que es por lo tanto anterior a la
representarnos a Dios por medio de alguna imagen, naturaleza.62 O más bien las que se llaman “ obras
y la que viene más a menudo a nuestro espíritu es de la naturaleza” son fruto de un arte divino: 63 el
precisamente la del hacedor de imágenes, del artis­ arte no es menos natural que la naturaleza mis­
ta supremo, que trabaja según un modelo, no sen­ ma.64 El mundo es un ágalma,m un objeto de arte,
sible, sino eterno.51 El arte sólo imita torpemente Ja más hermosa de las cosas creadas. Y el astró­
la creación verdadera. Ésta no deja de ser una nomo tendrá, respecto del cielo visible, la misma
forma — trascendente, es verdad— del arte,52 al actitud que el geómetra en presencia de las obras
cual deberemos acordar por lo tanto la importancia ele Dédalo o de un pintor: aunque pueda oponer
que le rehusábamos hace un momento: volvemos a algunas reservas al valor geométrico de esas apa-

112 113
riendas, reconocerá que tal como el artista terres­
tanto si no se utilizaba el dodecaedro, como algunos
tre, el que construyó el cielo realizó su obra de
piensan,80 para definir la posición de las estrellas,
la manera más bella posible.68 La preocupación
facilitar sus puntos de referencia y su inscripción
por la belleza reaparece en lodo momento en la
en la esfera.
cosmogonía del Timeo: 07 y como los buenos obre­
ros, Dios dedica el mismo cuidado a las cosas pe­ En los dos casos, el demiurgo es a la vez artista
queñas que a las grandes.68 El gran plasmador se y artesano.81 El del Timeo procede verdaderamente
sirve de la extensión del receptáculo como los m o­ como el alfarero ateniense que modela un vaso,
deladores de la materia maleable que utilizan: co ­ según lo ha mostrado E. Souriau; 82 pero también
mienzan por quitarle toda forma dejándola bien se parece “ a un fabricante de instrumentos de pre­
lisa.69 La idea se presenta a la vez como modelo cisión, sentado frente a su torno, que corta las pie­
y como un molde cuya marca se aplica de una zas de metal con la sierra, las pule con la lima o
manera que Platón se cuida bien de precisar.70 las forja delicadamente con el martillo. “ ¿No será
Luego, siguiendo el uso de los escultores,71 el — pregunta Rivaud— ,8:l que Platón piensa a la vez
demiurgo coloreó su obra con el objeto de per­ en el Dios todopoderoso, organizador de las cosas, y
feccionarla : para dar una idea del aspecto que en el técnico sutil que realizó sus concepciones
presentaría la tierra a quien la contemplara de lo astronómicas en el latón o en alguna otra aleación
alto, el Sócrates del Fedón — muy parecido a aquel cuidadosamente estudiada?” El demiurgo del Po­
que en las Nubes se eleva hacia el ciclo en una lítico presenta también los rasgos del obrero que
vigila el funcionamiento de un aparalo destinado
canasta— 72 la muestra abigarrada como las pelotas
de cuero hechas con doce trozos que se diferencian a representar las revoluciones celestes.81 Platón,
detractor de los oficios “ banáusicos” 85 [manuales],
por sus colores variados, a los cuales se parecen
daría entonces una elevada jerarquía a la técnica
los que utilizan los pintores.78 Sabemos, por otra
que permite representar la ronda de los astros,86
parte, que cuando terminó de pintar el universo,74
danza más bella y grandiosa que las evoluciones
el demiurgo se sirvió del qui nto de los sólidos peí -
de todos los coros.87 Aunque la armonía existe en
fectos, cuya resolución en triángulos mostró Pla­
todas partes, en todas las obras de los obreros,88 es
t ó n :75 el dodecaedro regular, que está formado
sin embargo en la naturaleza donde se realiza de la
por doce pentágonos — texto misterioso, que admite
manera más perfecta: ¿no hizo el demiurgo en su
diversas interpretaciones: se puede ver en él, con
gran crátera,89 como lo quería el escanciador del
Plutarco,76 una segunda alusión a la fabricación
Filebo,80 la mezcla más bella y más armoniosa?
de los balones, quizá los doce trozos de cuero de
La fórmula de la mezcla de lo Mismo, de lo Otro,
que se trata en el Fedón,’11 que pueden ser de forma
y de lo Mismo mezclado con lo Otro, de que se
pentagonal. Pero si se recuerda que en la Repú­
componen los círculos que constituyen la invisible
blica 78 se atribuye un color distinto a cada uno
armazón, el Alma del Mundo, es una armoniosa
de los círculos planetarios, podemos deducir que
progresión de dobles y de triples; 91 una doble
Platón quizá pensaba en el arte de los cartógrafos
proporción define las relaciones de los elementos
y en la esferopoética;79 cabe preguntar por lo
materiales que componen su cuerpo visible.92 Cuer-

114
115
po y alma, adaptados el uno a la otra por el obrero, y gracias a una buena educación, los círculos re­
giran sobre sí mismos alrededor del mismo cen­ cuperan sus movimientos naturales.110 El destino
tro; 93 para hacer su obra aun más semejante al del hombre es, precisamente, restaurar en su inte­
modelo,94 el demiurgo, no pudiendo conferirle la gridad los movimientos trastornados por el flujo del
eternidad,05 hizo de ella una imagen móvil — que devenir,111 inducir y someter a la revolución de lo
llamamos tiempo— al construir el cielo y acomodar Mismo el flujo de esta masa corporal, fluyente y
las revoluciones de los astros,90 determinadas por agitada, donde el nacimiento la ha implantado.112
el movimiento de los círculos de lo Mismo y de lo Es por ello precisamente que se le ha dado la vista,
Otro; 97 del juego silencioso de estos círculos re­ para que contemple cómo los astros del cielo siguen
sulta. por otra parte, el pensamiento del Uni­ sin desviación las órbitas armoniosas de la Inteli­
verso.98 gencia, y estudie Jas leyes que rigen sus trayectorias,
También las revoluciones de nuestra alma debe­ con el fin de enderezar en sí mismo la evolución
rían ser regulares: 09 fueron compuestas de una aberrante de su pensamiento,113 asimilando así el
mezcla análoga a la del Alma del Mundo, salvo que sujeto contemplante al objeto contemplado 114 — si
el elemento puro de lo Mismo está ausente de puede expresarse en estos términos el pensamiento
ellas.10" Los dioses, a quienes el demiurgo había de Platón. Tal asimilación ha de ocurrir necesa­
encargado terminar su obra,101 las encerraron en riamente, si en verdad es imposible no asemejarse
un cuerpo esférico — que hoy llamamos la cabeza— a aquello que es permanente objeto de admira­
y cuya forma imita la del Todo.102 Pero la seme­ ción.315 Se explicaría asi la predilección que Pla­
janza se detiene allí, pues el Universo no tiene ne­ tón siente por los aparatos que hacen sensibles a
cesidad de ningún órgano para subsistir, ni de pies nuestros ojos la armonía celeste y que nos ayudan,
para moverse,103 mientras que los dioses debieron como el oír una música bien compuesta,116 a intro­
proveer a nuestra cabeza de un cuerpo y de miem­ ducirla en nuestras almas. ¿Pero no podría decirse
bros para permitirle desplazarse sobre la Tierra también que en tanto se encuentran en ellas la
sin que la detuvieran las alturas ni el fondo de los medida y la proporción — pues medida y propor­
abismos.101 Pero sobre todo, cuando Jas almas fue­ ción son belleza, virtud, sustitutos del Bien inacce­
ron introducidas en cuerpos hechos de fuego, tierra, sible— ,117 las obras de la pintura y sobre todo
aire y agua,10’3 el delicado mecanismo se vio arras­ de la escultura son bellas y aun buenas? Sola­
trado por el torrente desprovisto de razón en donde mente así se puede explicar la influencia bienhe­
lo habían sumergido; 100 de todos lados llegaban chora que hemos reconocido a la contemplación de
hasta el alma choques y colisiones que la conmo­ ciertas obras de arte.118 Cualquiera sea la distancia
vían,107 falseaban y rompían la textura de los círcu­ que separe a las bellezas terrestres de la Belleza
los cuyas sabias proporciones deformaban, obstacu­ verdadera, aquellos que la han visto brillar con un
lizaban la revolución de lo Mismo y desviaban y resplandor incomparable entre todas las ideas en
perturbaban la de lo Otro: 108 el primer efecto de el inundo supraceleste, sabrán reconocerla en las
la encarnación es una suerte de locura,109 pero bellezas de aquí abajo, que son su imitación lejana
poco a poco se restablece la calma. Con el tiempo, y degradada.119

116 117
Notas nuestro caso específico el ejemplo de la pintura se
aduce a manera de analogía, sin que Platón, con
esta frase fugaz, quiera en absoluto afirmar un
principio estético” ; cf. Wílamowitz, Platon,2 I, pá­
gina 703, n. 1.
3. Sobre el carácter ambiguo de la noción de
ideal, véase E. Cassirer, “ Eidos und Eidolon...” ,
B. W. V., 1922-23. 1 (Leipzig, 1924), pág. 17; cf.
E. Panofsky, “ Id e a ...” , B. W. S. (Leipzig, 1924).
4. Sobre esta tradición, véase Overbeck, n° 1241,
1269 y sig.; cf. la crítica de G. Lippold, “Zur
griechischen Künstlergeschichte, 3. “ Praxiteles und
Phryne” . t. 38-39, 1923-24, pág. 155 y
1. 472 d. Así Fidias no se habría servido de sigs., y véase ahora Ch. Picard, A. G. S,, III, 2, le­
ningún modelo sensible para hacer su estatua de parte, pág. 557 y sigs.
Zeus: “ No hizo a Zeus según ningún modelo sensi­ 5. Cicerón, De inuentione, II, 2, 1 (R. M., nú­
ble, sino tomándolo cual sería si quisiera mostrarse mero 214) ; cf. Gorgias, Elogio de Helena, Vors.,
a nosotros” , dice de él Plotino (Enéaclas, V, 8, 1, 76 B 11, § 18; Dionisio de Halicarnaso, De priscis
ed. Bréhier, t. V, 1931, pág. 136, 1, 38-40) : “ No scriptcens., I, 5, 417, Reiske (R . M., n^ 215) ; y
dirigió la mirada a la realidad, sino que llegó a la Plinio, N. H., XXXV, 64 (R. M., n*? 216), que colo­
idea del Zeus de Homero” , escribe Proclo, que lo ca el episodio en Agrigento. Sobre Parrasio, cf.
compara al demiurgo del Timeo (in Tim., 84 d; Jenofonte, Memorables, III, 10: “ Si queréis repre­
Diehl, I, 265, 18; cf. Timeo, 28 b, ed. Rivaud, pá­ sentar figuras irreprochables —le dice Sócrates—,
gina 140 y n. 3 ). Los antiguos citaban a menudo como es difícil de encontrar un cuerpo humano sin
la anécdota: v. Overbeck, n<? 698 y sig., pág. 125 y ningún defecto, ¿no tomáis de varios modelos lo
sig.; cf. A. Kalkmann, Die Proportionen des Gesichts que cada uno tiene de más bello, de modo de com­
in der griechischen Kunst, 53er Winckelmannspro- poner con ello conjuntos perfectos? — Sí, procede­
gram, Berlín, 1893, pág. 6. También en una carta mos exactamente así” (véase Fougères, op. cit.,
a Castiglione, Rafael explica cómo, a falta de múl­ pág. 9). Una idea análoga reaparece en Plotino
tiples modelos, utiliza “ certa idea” (J. D. Passa- (V, 8, 1, 1. 11) : “ Lina estatua. . . que el arte hizo
vant, Raphael d’ JJrbin, 1860, 1. págs. 194 y 502; a partir de todos los rasgos hermosos.”
Panofsky, Idea, pág. 32 y n. 139. 6. Rep., V, 476 b: “ Estas gentes que aman las
2. G. Finsler había observado, a propósito de audiciones y los espectáculos buscan con afán las vo­
este texto, que “ la ley de la verdad artística sustraí­ ces bellas, los colores bellos, las formas bellas, y
da a la realidad accidental deriva de Platón” [Pla- todas las obras de arte en las que entran tales ele­
tonund die aristotelische Poeíik, Leipzig, 1900. pá­ mentos; pero su razón es incapaz de ver la natu­
gina 5 7 ) ; pero cf. U. Galli, op. cit., pág. 301: “ En raleza de lo Bello en sí y de adecuarse a ella.” Cf.

118 119
Fedóni, 74 a y sig., donde Sócrates analiza la relación
bre el género y el mundo inteligible, y el otro sobre
entre los objetos iguales y la Igualdad, ejemplo
el mundo visible” (véase nuestro estudio sobre “ Le
que se aplica también a lo Bello en sí, como a lo
joug du Bien” , en los Mélcmges Ch. Picará, 1949,
Bueno o a lo Justo (75 d) ; y Rep., VI, 510 d-511 a.
t. II, pág. 960), y cf. el Alma real y el Nous real
7. Filebo, 62 ab.
en el Filebo, 40 d, así como en Leyes, X, 904 a, y
8. Carla, VII, 343 a; véase apénd. V III, pá­
ginas 169 v 170. la Carta II, 312e-313a.
19. Rep., VII. 532 be, cf. 515e-516c, 518 c,
“ 9. Carta, VII, 342 c.
521 c. Sobre el sentido de la expresión “ con el alma
10. Cf. Rep., VII, 534 b.
toda entera” de 518 c, véase L. Robin, Th. plat. de
IL Cratilo, 423 de.
l’amour, 1933, § 152, pág. 190.
12. Rep., X. 598 ab. Cf. 601 be: “ El creador de
20. Cf. Rep.. V II, 515 a; cf. supra, pág. 49 y
fantasmas, el imitador, decimos, no entiende nada
n. 36, y nuestros Eludes sur la fabulalion plato-
de la realidad pues sólo conoce la apariencia. ¿No
nicienne, págs. 60-61. Según las tradiciones anti­
es así? — Sí.”
guas, se habría comenzado por delinear la sombra
13. Cf. E. Cassirer, “ Eidos und Eidolon. Das
probfem des Scbünen und der Kunst in Platons Dia- de un hombre proyectada sobre un muro, y ése
logen” , R. IV. V., 1922-1923, I, págs. 1-27 (Leipzig, sería el origen de la pintura: la anécdota se atri­
1924). buye a la hija del alfarero Bulades de Corínto:
Plinio, N .H ., X XX V , 151 (Overbeck, 259), cf.
14. Rep., X. 597 de; cf. Sofista, 265 a y sig.; cf.
supra, pág. 54. n. 56. supra, pág. 25. n. 34; cf. Atenágoras, Legal, pro
Christ., 14, pág. 59. ed. Dechair (Overbeck, 2 6 1 );
15. Rep., X. 596 b, 597 bd; también Cratilo,
cf. ibid., 17, pág. 59 (R■M., n? 61) : Plinio, XXXV ,
3 8 9 ab: si la lanzadera se rompe antes de termi­
narla de fabricar, el carpintero hace otra tomando 15 (.R .M ., 56).
como modelo no la lanzadera rota, sino “ aquella 21. En el Sofista (239 de), Teeteto indica indis­
forma según la cual hizo la (pie se rompió” ; ese tintamente como ejemplos de lo que debe entenderse
modelo es la lanzadera en sí. por imagen (éidÓlon), “ las imágenes que se reflejan
16. Rep., X, 601 c, cf. 598 be, 61)0 e-601 a. en el agua y en los espejos, y también las pinturas,
las esculturas y las demás cosas tales” ; cf. Rep.,
17. La aventura se atribuye en general a Micón,
VI, 509e-510a: “ Llamo imágenes en primer lugar
que pintó una Amazonomaquia en el Pecile, y a
a las sombras, luego a los fantasmas reflejados en
veces también a Poiignoto o aun a Apeles ( Pólux,
las aguas y sobre la superficie de los cuerpos opa­
II, 69; Ebano, Nal. an., IV, 50; Tzetzes, Chil.,
cos, lisos y brillantes, y todo lo del mismo tipo.
X II, 559 y sig.; R .M ., n. 138-139-140; véase pá­
gina 154-, n. 2; pág. 156, n. 1-3). ¿Comprendes?” Cf. 510 e.
22. Tal era la técnica adoptada por el pintor
18. Rep., X, 597 e, cf. IX, 587 b y sig. Para
Marcel Baschet.
la interpretación de la palabra basilèus en nuestro
23. Sofista, 266 e : la casa pintada es “ como un
texto, cf. Rep., VI, 509 d, donde Platón compara
sueño creado por el hombre para los que están
el Bien con el sol: “ (Imagina) que reinan uno so­
despiertos” .

120
121
24. Rep., V, 476 c; cf. Timeo, 52 c. 37. Polít., 288 e : “ Pues ninguna de esas cosas se
25. A los “philotheámones (aficionados) de îa hace en serio, sino todas a causa de la diversión.”
República (V, 475 y sig.) se opone, en el Fedro, ho Leyes, X, 889 d : “ esos juegos, que apenas parti­
ton tote polütheanmn (251 a ), el que contempló con cipan de la verdad, y que son simulacros sin otra
avidez las esencias en el lugar supraceleste (cf. semejanza que consigo mismos, como los que en­
pág. 90). gendra la pintura, la música y cuantas artes son
26. Rep., V, 476 c, cf. VI, 493 e, 507 b. compañeras de éstas” (opuestas a las que producen
27. Banquete, 211 ab; cf. Crutilo, 439 cd y sig., también alguna cosa seria). Epinomís, 975 d: “ La
y los pasajes del Ripias mayor sobre lo Bello en sí mimética es un juego en general, y de ninguna ma­
(289 d, 291 d ). Sobre las relaciones de este último nera cosa seria” , y las líneas siguientes: cf. Sofista,
texto con los grandes diálogos de la madurez, véase 234 a.
el estudio de J. Moreau sobre ‘‘Le platonisme de 38. Dichoso si ese juego no es dañino, y no co­
l’Hippias majeur” , R.É. G., 1941, pág. 19 y sig. rrompe las ciudades: el Estado sano comienza a
28. Cf. supra, pág. 82, n. 59. fermentar cuando lo superfluo se hace en él necesa­
rio, y la gente ya no se conforma con tener casas,
29. Banquete, 211d-212a. Cf. nuestro ensayo
vestidos, calzado, “ sino que se estimula la pintura
sobre “ Lyncée et l’anatomie” , Études philosophiques,
y todas las combinaciones de colores” ; entonces se
1947, I, pág. 11.
introducen “ los imitadores, sea los que se dedican
30. Véase supra, pág. 37 y sig.; cf. no obstante a las figuras y colores, como los que cultivan la
el Fedro, 249 d-251 a {infra, pág. 117). Véase música” , etc. (Rep., II, 373 ab; cf. Demócrito, 5 5 B
también Plotino, p. ej. VI, 6, 18. 144). Sobre este texto, v. Wilamowitz, Platón.2 II,
31. 248 cd: “ entonces la ley (es que) . . . el alma pág. 214.
que vio el máximo entrará en el nacimiento de un 39. Sofista, 234 b.
filósofo, un amante de la belleza, un músico o 40. Véase también Rep.. 31. 376 de; Epinomís,
un hombre instruido en el amor. . . a la sexta se 975 d.
unirá un poeta o algún otro artista imitativo, a 41. Fedro, 276 de, 277 e. Cf. las observaciones
la séptima un artesano o un campesino, a la octava que hace Paul Mazon en un estudio Sur une leltre
un sofista o un demagogo, a la novena un tirano” : de Platón, leído en la Académie des Inscriptions et
cf. supra, pág. 54, n. 56. Belles-Lettres en la sesión anual del 20 de noviem­
32. Rep., V, 479 a y sig. bre de 1930 (París, 1930). Los diálogos de Platón
33. Ibid,, 479 d. son comparados "con los ensayos que nosotros lee­
34. 479 e. mos en las sesiones públicas de nuestras academias” .
35. Teeteto, 2 01 b, etc.; cf. É. Bréhier, Histoire El tema del juego aparece también en Gorgias al
de la Philosophie, 1, UAntiquité et le M oyen âge, final del Elogio de Helena (Diels, V o r s 76 B 11,
t. I (Paris, 1926), págs. 125-126. § 21; cf. W . Süss, Ethos, pág. 55). “ Quise escribir
36. Polit., 288 c ; cf. Leyes, II, 667 d y sig.; y esta composición como un elogio de Helena, y
supra, págs. 90 y 91. como un juego para mí” : es un ejercicio de vir-

122 123
tuosidad. Se encuentran otros ejemplos de paignia de nuevo lo de entonces, como un juego si queréis,
(juegos) de rétores — elogio de la sal, de los abe­ y si no en s e r i o ...” Cf. Banquete, 197 e; Rep.,
jones, etcétera— en el Elogio de Helena de Isócra- VIII, 5 4 5 e; Leyes, X, 8 8 7 d: Epinomís, 992 b;
tes (§ 12) y el Banquete de Platón (17 7b , y cf. la Carta VI, 323 d (“ jurando con gravedad no des­
noticia de L. Robín, pág. XI, n. 2 ). provista de gracia, y en broma, vecina de la serie­
42. Parménides, 137 b. dad” ) ; cf. Friedländer, Platon, I, pág. 143, y
43. Polít., 268 d. G. J. de Vries, Spel bij Plato, Amsterdam, 1949.
44. Timeo, 59 cd: “ . . .cuando alguien, como me­ 49. Es asombrosa, a este respecto, la oposición
dio de reposo, deja de lado el estudio de lo que entre el libro VII y el X de la República: cf. nues­
es eterno y mediante el examen de los razonamien­ tra Fabulation platonicienne, págs. 21, 32, 82.
tos verosímiles acerca de las cosas que han sido 50. Critias, 107 b. Cf. Carta V il, 342 a, 344 b
engendradas, obtiene un placer del cual no tendrá (véase Cassirer, op. cit., pág. 2 5 ), texto que es
que lamentarse, puede lograr en la vida un entre­ interesante comparar con Cratilo, 423 d y sig.
tenimiento mesurado y sensato.” Cf. Filebo, 30 e: 51. Timeo, 2 8 b -2 9 b ; cf. supra, pág. 118, n. 1;
“ El juego, Protarco, es a veces un reposo del traba­ véase A. Rivaud, Notice del Timeo, pág. 33. Cf. V.
jo serio.” En un tratado Acerca del trabajo serio Goldschmidt, “ Le paradigme dans la théorie plato­
y del juego, Atenedoro de Tarso dio una serie de nicienne de Faction” , R .É .G ., 1945, pág. 118 y
ejemplos de interrupciones de lo serio por alguna siguiente.
paidiá (Conrad Hense, “ Ein Fragment des Atheno- 52. Cf. Sofista, 219 ab, 265 b y sig., y Banquete,
dorus von Tharsus’ ’, Rh. M., LXII, 1907, págs. 313- 205 bc: cf. supra, pág. 54, n. 56.
315; K. Praechter, “ Der Topos perí s.” , H., t. 47, 53. Leyes, X , 891 b. Véase nuestro Essai sur la
1912, pág. 471). formation de la pensée grecque, págs. 371-372. Cf.
45. Leyes, V il, 820 c: “ Una ocupación de viejos, J. Moreau, L’âme du monde de Platon aux Stoï­
mucho más agradable que el juego de damas” , etc. ciens., Paris, 1939, cap. II.
46. Leyes, V il, 803 c, cf. 804 b : “ (seres) que 54. Leyes, X, 889 b c; cf. Leyes, X II, 967 a y c, y
son un asombroso mecanismo” , etc., y sobre todo véase M. Gueroult, “ Le X" livre des Lois et la physi­
I, 644 d: “ Imaginemos que cada uno de nosotros que platonicienne” , R. É. G., t. X X X V II, 1924, pá­
es un asombroso mecanismo animado producido gina 31 y siguiente.
por los dioses, que lo compusieron sea como juego 55. Leyes, III, 677 d, cf., X, 889 c y lo que si­
o con algún propósito serio. . . ” . Cf. igualmente el gue: “ Luego el arte, posterior a estos dos principios
pasaje inspirado en Heráclito acerca del gran pel- a los que debe su existencia, inventado por seres
teutés (jugador de damas), Leyes, X, 903 d. mortales y mortal él mismo, engendró después cier­
47. Leyes, VII, 803 b ; cf. 803 c y Rep., X, tos juegos” , etc. (supra, pág. 123, n. 3 8). A con­
604 be: “ Ninguna de las cosas humanas es digna tinuación se resumen las tesis bien conocidas sobre
de que se le atribuya gran importancia.” la legislación, los dioses, la moral, considerados
48. La fórmula más característica es la del Ate­ como obras del arte, no de la naturaleza. Para las
niense de las Leyes (III, 6 88 b) : “ y. . . ahora digo diferentes teorías acerca del origen de la civiliza-

124 125
ción, véase Anaxágoras, 46 B 2 1 b ; Demócrito en considera al Estado como una tabla para pintar
Diels, Vors.,4 55 B 154, 144 (cf. supra, pág. 123, (hosper pínaka) que debe comenzar por limpiar si
n. 3 8 ), y Nachträge, págs. X II-X IV ; Protágoras, no Ja recibió ya limpia (Rep., VI, 5 01 a).
74 B 5, 8a, 8b (cf. Protágoras, 322 a) ; y sobre todo 70. Timeo, 50 c: “ En cuanto a los seres que en­
Critias, Diels 8 1 B 25; véase Uxkull-Gyllenband, tran y salen de él son copias de seres eternos, mol­
Griechische Kulturentstehungslehren, Berlín, 1924, deados a partir de éstos en una cierta forma tan
págs. 10, 23, 30, y nuestro estudio “ Sur le mythe du difícil de explicar como asombrosa, de la que ha­
Polilique” (en Fabulation platonicienne, pág. 89 y blaremos de nuevo.” Platón no mantuvo esta pro­
sig.), así como la Formation de la pensée grecque, mesa. Sobre este texto, véase L. Robín, Études sur
pág. 347 y sig. En el libro 111 de las Leyes, Platón la signification el la place de la Physique dans la
parece adoptar una teoría de inspiración democrítea Philosophie de Platón, París, 1933, pág. 20 y sig.;
(si podemos designar con este nombre el conjunto A. Rivaud, “ Nolice” del Timeo, págs. 66-67. Sobre
de estas tendencias), que él rechaza en el libro X, los tüpoi de los escultores, véase supra, pág. 59,
al mismo tiempo que la física materialista. n. 76; cf. la creación de los seres vivos en el
56. Leyes, X, 891 e: “ ...afirm a ron que lo últi­ Timeo, 39 e: “ moldeados según la naturaleza del
mo había nacido primero” , cf. XII, 967 be: “ . . . l o modelo” — Ja alusión a la arcilla que utilizan los
han trastornado todo, por así decirlo” , etcétera. fabricantes de muñecas, en el Teeteto (147 ab: “ la
57. Leyes, X , 892 a y sig. (cf. Gueroult, l. c . ) , y a rcilla ... de los hacedores de muñecas” ) — y el
XII, 966 e y sig. mito de la creación del hombre en el Protágoras
58. Leyes, X, 895 ab, 896 a, 899 b, Fedro, (320 d) : “ los dioses lo fabricaron dentro de la tierra
245 be; cf. L. Robin, Theorie platonicienne de con una mezcla de tierra y fuego y cuantas sustan­
VArnour, págs. 85-94. cias pueden mezclarse con el fuego y la tierra.” Cf.
59. Leyes, X, 892 a ; cf. 896 c-899 b ; Filebo, L. Séchan, “ Pandora, L’Éve grecque” , B. B., n. 23,
2 8 de; Sofista, 265 c y sig. abril de 1929, pág. 9, n. 6.
60. Filebo, 30 c. 71. Véase supra, pág. 33 y sig.; pág. 58, n. 71.
61. Véase Leyes, X, 892 b. Gf. 896 c-897 a. 72. Nubes, v. 218 y sig.
62. Leyes, X, 892 b. 73. Fedón, 110 b ; “ Quizá los colores de la tierra
63. Sofista, 265 e. son los doce colores fundamentales del Timeo, 67 e-
64. Leyes, X, 890 d. 68 c” , como lo sugiere L. Robín (ed. del Fedón,
65. Timeo, 37 c ; cf. Cárrnides, 154 c, “ lo con­ pág. 89, n. 3) ; cf. supra, pág. 89, y véase apénd.
templaban como una estatua” . VI, pág. 154.
66. Rep., VII, 530 a, véase supra, pág. 92. 74. Timeo, 55 c: “ como quedaba una quinta
67. 29 a, 30 b, 31 c, 33bd, 401a, 42 d, 68 e. combinación, Dios se sirvió de ella para diseñar el
68. Leyes, X, 902 e; cf. Gorgias, 503 e (supra, plan del universo” . Aristóteles compara igualmente
pág. 54, n. 56. a la naturaleza con un pintor: “ Comienza por deli­
69. Timeo, 50 e. También el reformador social mitar los contornos, luego vienen, sin artificios, los
— cuya actividad es paralela a la del creador— colores, las blanduras (malakótétas, cf., pág. 102,

126 127
n. 58) y las durezas, como si fuera la obra de un Cf. la pequeña esfera, sphairíon, a la cual se alude
pintor de la naturaleza; y, en efecto, los pintores, en la Carta II (312 d ), por lo demás verosímilmente
cuando hacen el esbozo de sus dibujos, impregnan apócrifa; véase nuestra Fabulation platonicienne,
así con colores sus figuras” (De anim. gen., II, 6, pág. 92 y sig.
pág. 743 b 20 y sig.; R .M ., n° 37). Cf., desde el 80. W. R. Newbold, “ Philolaus” , A. G. Ph., tomo
punto de vista de la técnica del pintor, Polít., 277 c, X IX , pág. 203, cf. pág. 200, donde se agrupan ejem­
donde Platón compara su discurso con un personaje plos de medidas de las dimensiones celestes con
"cuyos contornos están adecuadamente dibujados, ayuda de polígonos inscriptos. También Frank
pero que carece de la precisión que dan los colores (Plato, pág. 187, n.) ve en esto el equivalente de
y la mezcla de los tintes” . Véase infra, apénd. VI, una graduación ( "una especie de cosa análoga a un
pág- 154 y sig. retículo graduado” ). Sobre los procedimientos em­
75. Cf. supra, págs. 87 y 88. pleados a continuación, véase Ptolomeo, Synt. Math.,
76. Platón, quaest., Cuestión 5, pág. 1003 cd (ed. I. VIII, cap. III, Acerca de la preparación de una
Bernardakis, col. Teubner, 1895, vol. VI, pág. 129 esfera sólida ( ed. Heiberg, pág. 179 y sig. ), y
y siguiente). cf. Schlachter, op. cit., pág. 34 y sig. Véase además,
77. Véase supra, pág. 127, n. 73. acerca de la función del dodecaedro, Ch. Mugler,
78. X, pág. 6 1 6 e y sig.; véase A. Rivaud. “ Étu- "La philosophie physique et biologique de l’Épino-
des platoniciennes, I” , R. H. Ph., 1928, pág. 10, 18. mis” , R. É. G., t. LXII, 1949, pág. 32 y sig.
Cf. J. Bidez, Eos ou Platón el 1‘Orient, Bruselas, 81. Sobre el sentido del término, cf. supra, pa­
1945, apénd. I. gina 54, n. 56.
79. Cf. Nubes, v. 203 y sig., donde Aristófanes 82. “ Philosophie des procédés artistiques” , R.
se burla de los alumnos del phrontisterion [lugar de C. C., 1923-29, pág. 236.
meditación], que estudian el cielo, miden la tierra 83. Op. cit., pág. 15, R. H. Ph., 1928. Véase
y proyectan su circunferencia sobre un mapa. Se también Erich Frank, Plato und die sogenannlen
puede vincular esta escena con un pasaje del Icaro- Pythagoreer, 1923, págs. 233 y 344, n. 69.
menipo (cuya fuente parece remontar a comienzos 84. Véase Polit., 270 a, 273 b, y cf. nuestro estu­
del sigloIII, cf. R. Helm, Lucían und Menipp, Leip­ dio “ Sur le mythe du Politique” , Fabulation plato­
zig, Berlín, 1906, pág. 96 y sig.), donde Luciano nicienne, pág. 89.
mueslra a los filósofos “ que miden las alturas del 85. Rep., VII, 522 b: “ Pues las artes parecían
aire, las profundidades del mar y la circunferencia ser todas banáusicas [se. tarea de artesano] ; cf. VI,
de la tierra, dibujan círculos, construyen triángulos 495 e y IX, 590 c: “ El trabajo de artesano y de
inscriptos en cuadrados y múltiples esferas, con lo obrero, ¿por qué crees que es degradante?” Cf.
cual llegan a medir toda la extensión del cielo” ; nuestro libro Machinisme et philosophie, pág. 13.
pasaje que puede referirse a Eudoxo; véase F. Gi- Por otra parte, esta apreciación admite matices: he
singer, apud Alois Schlachter Der Globus, seíne intentado establecerlos en un ensayo sobre Platon
Enlstehung und Verwendung in der Antike, Leip­ et les techniques, a aparecer en un volumen de
zig, Berlín, 1927 (Stoikheia, V III), pág. 33, n. 3. homenaje ofrecido a R. Mondolfo. [Véase Estudios

128 129
de historia de la filosofía, en homenaje al profesor de la cabeza en el Canon de Policleto (La sculpture
Rodolfo Mondolfo, Tucumán, 1957, fase. 1, pág 228 grecque classique, 1943, pág. 4 1).
y sigs. [Ah del T.\ 103. 33 c-34 a.
86. Timeo, 4 0 cd: “ Sería trabajo vano tratar de 104. 44 de. Cf., la marcha en voltereta de los
exponer los coros que forman sin tener sus imáge­ hombres esféricos de Aristófanes en el Banquete,
nes ante la vista.” Véase A. Rivaud, op. cit., pág. 4. 190 a; y sobre todo este conjunto de ideas, véase
87. Epinomís, 982 a. J. Stenzel, Ueber zwei Begriffe der platonischen
88. Cf. supra, pág. 54, n. 56. Mystík: zoion und kínesis, Breslau, 1914.
89. Timeo, 41 d. 105. 42 cd, 42 e, 43 a.
90. 6 1b . 106. 4 2 cd, 43 a: “ colocados (los giros del alma)
91. Timeo, 3 5 e -3 6 c; cf. A. Rivaud, Natice, en un gran torrente.” 43 b : “ siendo muy grande la
pág. 41 y sig.; “ Études platoniciennes, II” , R. H. ola que sumergía (el cuerpo) y luego se retiraba” ,
Ph., 1929, pág. 8 y sig., cf. págs. 28-29. etcétera.
92. Timeo, 31c-32.c. 107. 43 c.
93. lbid., 36 e, cf. 34 ab, 37 a. 108. 43 de.
94. 3 7 c y sig., 3 8 b y sig.: “ según el modelo 109. 44 a; cf. Leyes, II. 672 c.
de la naturaleza eterna, para que se le parezca lo 110. 44 b.
más posible” , etc., 39 e: “ para que éste se pareciese 111. 47 be. Cf. 90 d: “ restableciendo los giros
lo más posible al ser viviente perfecto e inteligible, del alma que fueron dañados en nuestras cabezas en
imitando su naturaleza eterna.” el momento de. la generación.”
95. Un mundo creado no puede evidentemente 112. 42 c. Cf. 42 a: “ cuando por necesidad se
ser eterno (37 d) ; y por otra parte la imitación unieran a los cuerpos (las almas) . . . ” Sólo cuando
nunca puede ser idéntica al modelo (cf. supra, pá­ lleguemos a tal resultado, dijo el demiurgo al pro­
ginas 92 y 93 ). mulgar las leyes que nos son impartidas (41 e ; cf.
96. 37 de, 38 ce. 42 d: “ habiendo dispuesto así las cosas” ), podre­
97. 38 e, 39 ab; sobre la astronomía platónica, mos escapar al ciclo de las metamorfosis y levantar
véase la Notice del Timeo, ed. Rivaud, 1925, pági­ vuelo hacia los astros, entre los cuales él habría
na 52 y sig., y el estudio citado, R. H. Ph., 1928. distribuido nuestras almas (46 de) para que vivie­
98. Timeo, 37 be. ran allí una vida eterna y bienaventurada, que pa­
99. Cf. 90 d. sarán como ellos meditando siempre los mismos
100. 41 d. pensamientos sobre los mismos objetos (42 b, cf.
101. 41 be. 40 ab y 90 d ) .
102. 44 d. Cf. la forma circular que los hom­ 113. 4 7 be: “ para que examinando en el cielo los
bres míticos descriptos por Aristófanes en el Ban­ giros de la inteligencia eterna aprendamos a ser­
quete tienen recibida de sus padres, el Sol, la Tierra virnos de los de nuestro espíritu, que pese a sus
y la Luna (189 d-190 c ) . Véanse también las obser­ movimientos desordenados tienen el mismo origen
vaciones de J. Charbonneaux sobre las proporciones que los bien ordenados de aquélla, y aprendiendo

130 131
de tales razonamientos lleguemos a compartir lo que
es correcto por naturaleza imitando los giros del Apéndices
dios, que no se apartan de su ruta. . ” Cf 90 d
114. 90 d.
.US- ReP:, VI, 500 c; cf. X 606 b : “ los senti­
mientos de los demás pasan necesariamente a nos­
otros” (a propósito del teatro).
116. Timen, 47 d.
117. Filebo, 64 de. Cf. Timen, 87 c: “ lo hermoso
no es desmesurado.”
118. Cf. supra, págs. 21, 38 y 39.
119. Fedro, 249 d-251 a.

132
I

Las tendencias
arcaizantes en Atenas
en los siglos iv y v

(pág. 60, n. 79)

En el curso de los últimos años, se reconoció que


la corriente arcaizante que se manifiesta en Atenas
en todos los dominios, se remonta mucho más atrás
de lo que se creía. E. Schmidt reunió varios monu­
mentos que datan de los años 390-360, y mostró
que en ese momento Atena aparece con rasgos
no ya arcaicos, sino arcaizantes, en la serie de las
ánforas panatenaicas, por ejemplo.1 Pero esas ten­
dencias se manifiestan ya en las viñetas esculpidas
en el encabezamiento de los decretos públicos de
Atenas alrededor del 400.2 También se encuentran
en Tasos, donde las excavaciones de la escuela fran­
cesa reunieron obras de arte arcaizantes que datan
de fines del siglo V ,3 y aparecen desde comienzos del
siglo en Delfos, en una metopa del Tesoro de Ate­
nas,4 y en Atenas misma: E. Pfuhl estudió un re­
lieve de la Acrópolis que se remonta a esta época,
donde Atena está ya representada con rasgos de un
arcaísmo deliberado, que contrastan con los de los
otros personajes.5 “ Este movimiento, escribe Cn.
Pieard, se debía a una fermentación de ideas, a la
vez religiosas y políticas, sostenidas precisamente
por el partido de los conservadores-, y los destinos
de la tendencia arcaizante estuvieron siempre estre-

135
Notas
chámente ligados a las peripecias de Jas luchas de
este partido que tuvo, según los tiempos, sus victo­
rias y sus derrotas. Por ejemplo, agrega, los ar­
caizantes de la segunda mitad del siglo v (Alcame-
nes, Calimaco, etcétera) expresan el punto de vista
de un INicias.” ,! Tal punto de vista parece también
compartirlo Platón, quien pertenecería así a la vez,
por sus preferencias al grupo de los neófobos, y ai
mismo tiempo, aunque no fuera más que por el esti­
lo y la forma de sus obras, al de los innovadores.

1. Archaistische Kunst, in Griechenland und Rom,


Munich, 1922.
2. Ch. Picard, S. A., II, pâg. 54.
3. Véase Picard, “ La porte de Zeus à Thasos” ,
R. A., 1912, II, pâg. 72 y sig. ; “ La sculpture grecque
de Thasos jusqu’ à la fin du Ve siècle avant J. C.” ,
R .A .M ., t. X X X V II, 1920, pâgs. 22 y 25; “ Fouil­
les de Thasos, 1914-1920” , B. C. H., 1927, pagi­
na 129; A. G. S., II, pâg. 557 y sig.; cf. P. Devam-
bez, “ La stèle de Philis et les tendances archaïsantes
à Thasos” , 1931, pâgs. 413-422.
4. La Coste-Messelière y Picard, Sculptures grec­
ques de Delphes, Paris, 1927, pâg. 24.
5. Bemerkungen zur archaischen Kunst, III,
“ Hieratischer Archaismus zur Zeit der Perserkrie­
ge” , M. A. /., t. XLVIII, 1923, pâgs. 132-136 y fi­
gura 4.
6. “ Les antécédents des ‘Astragalizontes’ poly-
clétéens” , R .É .G ., t. XLI1, 1929, pâg. 127 y n. 3;
cf. S. A., Tl, pâg. 36, 140, 224; cf. W. Dconna, D é­
dale, II, Paris, 1931, pâgs. 313-324 y sig. Sobre los
Dedâlidas arcaizantes, cf. Ch. Picard, “ Une source
possible de Platon pour le Jugement des Rois de
l’Atlantide” , Acropole, VIII, 1933, pâgs. 3-13, y
Manuel d’Archéologie grecque, II, 2, pâg. 557; III,
1, pâg. 27.

137
136
II una Introducción al estudio de los fenómenos celes­
tes,7 donde señala el error de los griegos, que creen
“ ¿Qué es que la fiesta egipcia de Isis se celebra en el solsticio
de invierno, mientras que en cambio ocurre un mes
la escenografía?”
más tarde; el autor agrega que 120 años antes ha­
(pág. 78, n. 30) bía habido coincidencia.8 Esta indicación permite
calcular que debió escribir la Introducción hacia
70 a. C.8 -—entre 70 y 30, según la interpretación
de Tannery.10
Se admite generalmente que nació en Rodas, de
modo que habría podido pensar, al escribir el texto
en cuestión, en el coloso de Cares (que por otra
parte desde hacía mucho tiempo había sido derri­
El texto en cuestión, atribuido a veces a Gémino, bado por un terremoto) ; pero se menciona a Rodas
es muy difícil de datar, pues: “ únicamente porque sus determinaciones astronómi­
1° La atribución a Gémino no está establecida cas se refieren en general al horizonte de esta ciu­
con seguridad; dad” , lo cual “ sólo significa que utiliza los números
2 ° La cronología de Gémino es incierta. dados por Hiparco” .11
1° El fragmento nos ha llegado sin nombre de Por otra parte, Simplicio nos dice que la cita
autor: en los manuscritos, los extractos con los que que de él hizo Alejandro estaba tomada “ del epíto­
se relaciona vienen a continuación de escritos atri­ me del Tratado astronómico de Posidonio” .12 Se
buidos a Herón (Hultsch lo publicó, en 1864, como pensó entonces que expuso teorías de Posidonio,
apéndice a estos escritos),1 o bien del pequeño trata­ opinión que confirman diversas coincidencias.13
do de óptica de Damiano de Larisa, hijo de Helio- Tannery estima, por lo contrario, que la Introduc­
doro, al cual se añadieron en el siglo xvi por obra ción es independiente de Posidonio,14 y cree por
del copista Ange Vergéce, al cual debemos dos ma­ otro lado que el fragmento sobre la óptica fue to­
nuscritos de la biblioteca Barberini, de Roma.2 mado de Gémino por intermedio de Anatolio (s.
Schóne publicó este texto con e! escrito de Damiano I I I ).15 Por último, K. Reinhardt atribuye la Intro­
en 1897,3 y bajo el nombre de Gémino, pero eso ducción a la generación inmediatamente anterior a
sólo “para abreviar” .1 La atribución a Gémino re­ la de Posidonio; 16 se trataría, por lo demás, de
posa únicamente sobre una cierta analogía que el escritos seudoepigráficos.
fragmento presenta con extractos de éste que se en­
cuentran en otros autores, sobre todo en Proclo; 5
2” Sabemos por Simplicio fl que Gémino era ci­
tado por Alejandro de Afrodisia; por lo tanto era
anterior al final del siglo II.
Por otra parte, nos ha llegado bajo su nombre

138 139
Notas 5. En particular en el comentario al 1er libro de
Eucíides, donde Proclo menciona entre las partes
de la Óptica, junto a la catóptrica, “ la llamada esce<
nografía, que muestra cómo hacer para que las fi­
guras que aparecen en cuadros o estatuas no resulten
desproporcionadas o deformadas pese a la distancia
o la altura” (ed. Friedlein, pág. 40, 19).
6. Simplicii, in Phys., págs. 291-292. Diels (I ).
7. Gemini Elementa astronomiae, ed. C. Manitius,
Lipsiae, 1898.
8. Op. cit., VIH, § 20-22 (pág. 108).
9. Cf. C. Manitius, op. cit., Anhang, 16, pági­
nas 263-266.
1. Heronis Alexandrini Geomeiricorum et Stereo- 10. P. Tannery, Géométrie grecque, pág. 31.
metricorum reliquiae. A ccéd a n t.. . Anonymi uariae 11. Ibid., pág. 30; el. sin embargo C. Tittel en
coüecliones ex Ilerone Euclide Gemino Prodo Ana- Pauly, t. XIII, pág. 1029, § 4.
tolio aliisque, Berlin, 1864, pág. 252 (n. 14, fin ). 12. Op. cit., pág. 291, 1. 21; cf. ibid., pág. 292,
2. Véase Paul Tannery, Rapport sur une mission 31: “ pues así (dice) también Gémino, o en realidad
en halie du 24 janvier au 24 février 1886: IV, les Posidonio, su discípulo.”
hypothèses optiques de Damien et Ange Vergèce 13. F. Blass, De Gemino et Poseidonio, Kiel,
(Archives des Missions scientifiques et littéraires, 1883; cf. C. Tittel en Pauly, I, c., § 3, 5 y 15; E.
3^ serie, t. XIV, 1888, págs. 446-450 = Mémoires Bréhier, “ Posidonius d’Apamée ihéoricien de la
scientifiques, t. II, Paris-Tolosa, 1912, pág. 269 y géométrie” , R. É. G., t. XVII, 1914, pág. 46 y sig.
siguiente). 14. Op. cit., págs. 32-37.
3. Damianos Schrift über Optik mit Auszügen 15. Ibid., pág. 18, n. 1, págs. 44, 45, 59
aus Geminas, griechisch und deutsch herausgegeben 16. Poseidonios, Munich, 1921, págs. 178-183.
von R. Schöne, Berlin, 1897, págs. 28-30; hemos
adoptado aquí e¡ texto de esta edición.
4. Op. cit., pág. IX : “ En bien de !a brevedad, lo
he designado como extracto proveniente de Gemino,
sin querer decir con eso que haya surgido directa­
mente de éste.” Th. Henri Martin, que había pu­
blicado y traducido estos fragmentos en apéndice a
sus Recherches sur la vie et les ouvrages d'Héron
d’Alexandrie, veía en ellos un resumen de la Óptica
de Damiano (M. P., H serie, t. IV, 1854, págs. 54-
55 y 413 y si g., 419-420).

140 141
Notas caciones y referencias respecto de estos problemas.
Véase, en particular, Myriam Schild-Bunim, Space
in mediaeval painting and the forerunners of pers­
pective, Nueva York, 1940; Paul Franck, “ The
secret of mediaeval masons with an explanation of
Stornacolo’s formula by E. Panofsky” (Art bulletin,
1942); John White, “ Developments in Renaissance
perspective” (Journal of the Warburg and Courtauld
Institutes, X I, 1949) ; R. Wittkower, Perspective
theory in the age of Humanism (Warburg Institute,
1950). Por último, la Sra. Virieux llama nuestra
atención respecto de los interesantes datos acerca
de las relaciones existentes entre perspectiva empí­
J. Véase Panofsky, “ Die Perspektive als symbo­ rica y geometría en el siglo XVII, aportados por
lische Form” , B. W . V., 1924-25, Leipzig, 1927, pá­ R. Talón en su tesis sobre Uoeuvre mathématique
ginas 281-282; figs. 6 y 7; lám. XIV y sig. de Desargues, París, 1951.
2. Ibid,, pág. 277 y sig., lám. XII-XIV.
3. “ Masaccio et la théorie de la perspective” ,
R. A. M „ t. X X X V , 1914, págs. 145-156.
4. Panofsky, op. cit., págs. 203-205. Véase, por
ejemplo, el De prospectiua pingendi de Piero della
Franceses, ed. G. Niceo Fasola, Florencia, 1942.
5. R .A ., 1925, t. XVI, pág. 125.
6. Cf. J. Mesnil, Italie du Nord, París, 1916,
pág. 295.
7. “ Die Kunstlehre der Frührenaissance im Wer­
ke Masaccios” , />. W. V., 1925-1926, Leipzig-Berlin,
1928. Cf. L. Guerry, Cézanne et l'expression de
¡"espace, Paris, 1951. Véanse igualmente ahora los
importantes estudios de Pierre Francastel: “ Nais­
sance d’un espace, mythes et géométrie au Quat­
trocento” , Revue d"Esthétique, 1951, págs. 1-45;
“ Destruction d’un espace plastique” , Journal de
Psychologie, 1951, pág. 12o; y su libro (a apa­
recer), Peinture et Société, cuyo manuscrito ha te:
nido la benevolencia de prestarnos, por lo cual le
agradecemos; en él se encontrarán numerosas indi-

144 145
IV la teoría de la ilusión, he aquí algunos de los textos
que descubren su huella en diferentes dominios:
Gorgias y la estética En el Menexeno,8 Platón atribuye a Sócrates un
de la ilusión elogio irónico de los oradores fúnebres: “ Hacen tan
bellas alabanzas, diciendo de cada uno lo que me­
(pág. 84, n. 76) rece y lo que no merece, coloreando maravillosamen­
te sus discursos con palabras abigarradas, que
encantan a nuestras almas. Elogian de todas las
maneras posibles a la ciudad, loan a los caídos en
la guerra y a todos los antepasados que nos han
precedido y a nosotros mismos, que vivimos aún, y
lo hacen tan bien que, por mi parte, Menexeno, me
siento colmado de nobleza cuando me alaban. Y los
escucho cada vez, inmóvil y hechizado, con la im­
Contrariamente a la tradición que hacía de Gor­ presión de volverme inmediatamente más grande,
gias un alumno de Tisias, W. Süss mostró que más noble y más hermoso. . . y esta majestad per­
oponía a la retórica siciliana, arsenal de lugares manece en mí más de tres días. El discurso del
comunes, la flexibilidad viviente de un discurso orador y el sonido de su voz penetran en mis oídos
adaptado a las circunstancias, con la preocupación con tal resonancia que apenas al cabo de cuatro o
de actuar sobre el espíritu del oyente mediante la cinco días me acuerdo de mí mismo y tomo con­
magia del verbo. Gorgias vinculaba ya con esta con­ ciencia del lugar de la tierra en que me encuentro:
cepción del logos, la de la poesía y de la tragedia hasta ese momento, lo único que más o menos sé es
en particular.1 Max Fohlenz, que prosiguió estos que no habito las islas de los Bienaventurados. ¡Tan
estudios, encuentra en Gorgias la fuente de las ideas hábiles son nuestros oradores!”
que Aristófanes atribuye a Esquilo y a Eurípides Ésta es la acción mágica de la palabra a la que
en el Agón de las Ranas.2 E. Howald,3 al descu­ no pudieron sustraerse los jueces de Sócrates: en
brir en la poética aristotélica una concepción irra­ su ignorancia, fueron engañados y hechizados por
cionalista del arte, la relaciona con el pitagorismo, el discurso que Polícrates escribió por cuenta de
sin proponer, sin embargo, pruebas suficientes.4 Añilo.9
Rostagni cree en una influencia del pitagorismo La poesía produce análogos efectos: en el Ion, el
sobre Gorgias por intermedio de Empédocles.5 S. rapsoda que recita versos épicos está fuera de sí,
Tolstaja-Melikowa relaciona igualmente con Empé­ su alma cree asistir a los acontecimientos de los que
docles la doctrina de Gorgias.6 Por último, Unter- habla con entusiasmo, hayan ocurrido en ítaca, en
steiner retomó la cuestión en conjunto, señalando el Troya o en cualquier otra parte.10
papel fundamental de la noción de apaté en el pen­ Se ha relacionado con este objeto el siguiente
samiento de Gorgias.7 pasaje de Horacio: “ . . . e l poeta que angustia mi
En lo que se refiere a la influencia ejercida por pecho con vacías ficciones, lo excita, lo aplaca y

146 147
lo llena de falsos terrores, como un mago, me tras­ Notas
lada ya a Tebas ya a Atenas.” 11
La expresión misma que empleaba Gorgias re­
aparece en una anécdota que cuenta Plutarco.12 Se
planteó a Simónides de Ceos el siguiente problema:
“ ¿D e dónde proviene el hecho de que los tesalios
sean los únicos a los que no puedes engañar? 13 De
que son demasiado ignorantes para que yo los pueda
engañar.” La encontramos también en Polibio,
quien opone la historia, considerada como disciplina
de verdad, a la tragedia que durante su desarrollo
debe conmover y seducir a los oyentes por medio de
palabras verosímiles: en ella se da crédito a lo ve­
rosímil aunque sea falso, a raíz del engaño que 1. Ethos, Studien sur älteren, griechischen Rhe­
padecen los espectadores.14 torik, Leipzig-Berlin, 1910; véase pág. 16 y sig.,
Sería fácil citar textos modernos donde se expre­ 35, 52, 60, 79, 83, 87; cf. igualmente las observa­
sa un punto de vista análogo.15 ciones de W. Nestle, “ Bemerkungen zu den Vorso-
kraiikern und Sophisten” , Rh., t. LXVII, 1908,
pág. 561: “ Spuren der Sophistik bei 1sokrates” ,
Pii., LXX, 1911, pág. 8; “ Die Schrift des Gorgias
"über die Natur oder über das Nichtseiende’ ” , //.,
t. 57, 1922, pág. 553.
2. ' “ Die Anfänge der griechischen Poetik” , N.
W. G., 1920, págs. 142-177. Cf. las reservas de
W. Kranz, Stasimon, Berlin, 1933, pág. 268, y M.
Untersteiner, I sofisti, Turin, 1949, págs. 229-231.
3. “ Eine vorplatonische Kunsttheorie” , H., tomo
54, 1919, págs. 187-207.
4. Cf. Pohlenz, op. eil., pág. 173, n. 2.
5. “ Aristotele e Aristotelismo nella Storia dell’Es­
tetica Antica” , 5. F. C., Il, Florencia, 1922, pág. 74
y sig.; Un nuovo capitolo nella storia della Retorica
e della Sofistica, ibid., págs. 148-201; cf. el prefacio
de su edición de la Poètica (La Poetica di Aristo­
tele con Introduzione, Commento e Appendice cri­
tica, Turin, 1927). Cf. supra, pág. 83, n. 72.
6. “ La doctrine de Limitation et de l’illusion dans

148 149
la théorie grecque de l’art avant Aristote” , B. A. R., V
serie VI, t. X X , 1926, págs. 1151-1158 (en ruso,
breve resumen en francés en el Recueil Gébélev,
El expresionismo
Exposé sommaire, Leningrado, 1926, págs. 6-7).
7. Véase en su obra citada, supra, pág. 149, n. 2, en los memorables
y página 84, n. 76, las págs. 229-248.
(pág. 103, n. 59)
8. 234 c-235 a.
9. Temistio, Or., 23, pág. 357, Dindorf, citado
por Jean Humbert, Poly craies, FAccusation de So­
crate et le Gorgias, Paris, 1931, pág. 9.
10. 535 bc; cf. 535 ce, donde se describe el efecto
fisiológico sobre el recitador y los oyentes.
11. Episte., II, 1, 211 ; véase Pohlenz, op. cit.,
pág. 161 ; cf. supra, págs. 70 a 72. En los Memorables, Sócrates, dirigiéndose a Pa-
12. Quomodo adol. poet. aud. debeat, 15 d; ci­ rrasio y al escultor que Jenofonte llama Cleito,
tado por Rostagni, A ristotele.. ., pág. 77, n. 1.
13. exapaláis. Cf. supra, pág. 83 y n. 75.
reprocha a los artistas que no representen el alma
de sus modelos: “ Dime, Parrasio, ¿no consiste la
14. Polibio, IJist., II, 56, 11. Polibio opone su pintura en la representación de lo que se ve? ¿No
concepción de la historia a la de Filarco, que quería imitas con colores las depresiones y los relieves, las
“ mover a compasión a los lectores y suscitar su sombras y los claros, las durezas y las partes blandas
participación afectiva con lo dicho” (citado por (to malaká), las saliencias y lo plano, la juventud y
Pohlenz, op. cit., pág. 160). la senilidad de los cuerpos? — Así es. — Pero en­
15. “ Yo preguntaría... si el primer talento de tonces, lo más atrayente, lo más arrebatador, ama­
esta especie de encantador que llamamos poeta, no ble, deseable y seductor, que es el estado moral del
es el de la ilusión” , Discours prononcé dans FAca­ alma, ¿no lo imitas? ¿Será que es inimitable?
démie française le jeudi 4 mars 1779 par M. Ducis, — Pero Sócrates, ¿con qué medios podría imitarlo,
qui succédait a Voltaire (Oeuvres de J. F. Ducis, Pa­ si no tiene proporciones, ni color, ni ninguna de las
ris, 1813, pág. 2 4 ). En Plato’s theory of Ideas cualidades que enumerabas hace un instante, en una
(Oxford, 1951, pág. 7 8), Sir David Ross recuerda palabra, si no es visible? — ¡Pero cóm o! ¿N o ex­
el punto de vista de Charles Lamb. para quien la presa el hombre por medio de la mirada a veces
actitud del espectador no era la de la ilusión, sino afecto, a veces odio? — Seguramente. — Y bien,
que consistía en una suspension voluntaria de la ¿no hay que reproducir esas expresiones de los
disposición negativa respecto de esta ilusión (ivill- ojos? — Por cierto, es necesario.” 1 Y más adelante,
ing suspension of disbelief). en la conversación con el escultor: “ ¿N o hay que
representar la amenaza que se lee en las miradas de
los combatientes y la alegría que brilla en los ojos
de los vencedores? — Por cierto. — Un estatuario

150 151
debe entonces traducir plásticamente las impresiones Notas
del alma.” 2 — “ ¿Cómo no sorprenderse — dice G.
Fougéres— :l al comprobar la coincidencia existente
entre el modo en que Sócrates insiste acerca del
valor expresivo de los ojos, y la significativa im­
portancia que toma de repente este órgano en la
escultura del siglo I V ? La angustia romántica de
las miradas que expresan la? obras de Escopas, es
una novedad en el arte griego. ¿Qué sería del
encanto ele Praxíleles sin la languidez y la suave
expresión de los ojos, de leves párpados, en miste­
riosa armonía con la discreción de la sonrisa?”
Pero si Jenofonte alude así al expresionismo, tal
como se manifiesta no sólo en Escopas sino también
1. Memorables, III, 10; véase Fougères (Socrate
en Silanio — “ no representó a un hombre en el bron­
critique d’art, París, 1923, págs. 9-10). Cf. la edi­
ce, sino a la iracundia misma” , dice P lin io4 ha­
ción comentada de los Souvenirs socratiques, por
blando de 3a estatua de Apolodoro— , para Platón
A. Delatte, Lieja, 1933, y las observaciones de Ch.
sólo la música puede “ imitar” el alma.
Picard, Manuel d’archéologie, sculpture II, pág. 259.
2. Ibid., pág. 12.
3. Op. cit., pásts. 20-21.
4. N. H., X X X IV , 81.

152 153
VI combinado con brillante.9 Pero los elementos de la
mezcla parecen escogidos de manera un poco capri­
Platón y la técnica chosa y no corresponden casi a lo que sabemos por
otras fuentes acerca de las materias que emplean
de las artes
los pintores:10 para los amarillos, por ejemplo, se
(pág. 103, n. 63) utilizaba el sil ático, que ya empleaban Polignoto y
Micón.11 Por otra parte, Platón mismo nos señala
que sería vano querer “ controlar todo esto mediante
la experiencia” ; 12 aun cuando se conocieran las
proporciones exactas de las mezclas, no se podrían
justificar de ninguna manera: 13 sólo un dios puede
mezclar lo múltiple en un todo único y hacer brotar
nuevamente de esta unidad la multiplicidad.14 En
Diógenes Laercio 1 y ApuJeyo2 nos dicen que nuestro caso, sólo se trata de concebir mezclas que
Platón se había ocupado de pintura. Más tarde, permitan salvar las apariencias mediante un mito
Olim piodoro3 agrega que debía a los artistas que verosímil.15 No parece entonces que deba aceptarse
frecuentaba, sus conocimientos acerca de la mezcla el testimonio de Olimpiodoro, pero esto no implica
de los colores. que deba rechazarse también el de Apuleyo y el de
A primera visía, los textos parecen confirmar esta Diógenes Laercio,16 que aquél se limitó probable­
afirmación: ios colores designados en el T im eo4 mente a interpretar a su manera. Platón emplea
como primitivos son el blanco (leukón), el negro tan frecuentemente y con tanta seguridad los térmi­
{nielan), el rojo ( eriithrón) y el brillante (lampeón nos técnicos correspondientes a la pintura 17 o a la
te kai sillbon) que. mezclado con el rojo y el blanco, escultura, que es imposible aceptar el punto de vista
produce el amarillo (xanlhón) : y los colores que de Zeller, para quien esas indicaciones antiguas
según indica en el Fedón pertenecen al mundo de lo sólo serían conjeturas “ pragmáticas” extraídas del
alto, de los cuales podemos tener una idea mirando Timeo: 18 no parece pues imposible en modo alguno
los que utilizan los pintores, son más o menos los que Platón haya frecuentado a los artistas, y hasta
mismos: púrpura, oro, blanco,8 etcétera. Ahora bien, es probable que lo hiciera.
afirman varias fuentes que los antiguos pintores sólo Más de una vez, por otra parte, su imaginación
utilizaron cuatro colores: el blanco, el rojo, el ama­ se inspira en las obras de éstos. Plinio nos habla de
rillo y el negro.6 Además, las expresiones mismas un cuadro de Parrasio que podría parecer destina­
que Platón emplea en el Timeo parecen técnicas: si, do a ilustrar las páginas de la República referentes
por ejemplo, después de haber mezclado el rojo al Estado democrático. Representa, nos dice, al De­
con el negro y el blanco, con lo cual se obtiene el mos de Atenas de la manera más ingeniosa: tenía
púrpura,7 se calcina un poco más, y se agrega ne­ que representarlo, en efecto, mutable, irritable, in­
gro, se logra el marrón oscuro.8 Para obtener el justo, inconstante, pero también indulgente, clemen­
azul, hay que volcar en el negro saturado, blanco te, misericordioso; glorioso, altivo, pero además

154 155
humilde, valiente y temeroso, y todo en la misma representan con una siringa o flautas en la mano, y
proporción.19 Estamos muy cerca del pasaje de la si se los abre en dos se ve que contienen en su inte­
hidra del libro IX, donde Platón construye con el rior estatuas de dioses. Se han relacionado igual­
pensamiento una imagen “ como se cuenta en las mente los carros celestes del Pedro con el carro de
leyendas que la naturaleza producía otrora: la Qui­ Zeus tirado por Pegasos que aparece en la séptima
mera, Escila, Cerbero y esos numerosos monstruos metopa oriental de la gigantomaquia este del Par-
que reunían varias formas en un solo ser. — Así se tenón.28
dice, en efecto. — Modela tú entonces una forma No faltan, por último, textos que podrían ilus­
única para una bestia mudable20 dotada de varias trarse con numerosos versos pintados: así, en el
cabezas, correspondientes a animales domésticos y Teeteto, Platón evoca a Protágoras después de ha­
salvajes, dispuestas en torno de ella, y capaz de ber hablado en su nombre: “ Si de pronto, aquí mis­
cambiar y de hacer surgir de sí a su arbitrio todo mo, sacara la cabeza de la tierra hasta el cuello,
esto. — Haría falta un famoso modelador para reali­ refutaría muchas de las tonterías que sin duda he
zar este trabajo, dijo Glaucón; sin embargo, como dicho, y con las cuales ha estado de acuerdo, y
es más fácil modelar en el pensamiento que con la luego, hundiéndose bajo la tierra, se iría lo más
cera y con materias análogas, supongamos que ya rápido posible.” 27 Escena como ésta constituyen a
está hecha. — Bien, construye ahora otra forma, la menudo el tema de pinturas de vasos, especialmente
de un león, y otra más, la de un hombre; que de los que representan el Ánodo de Pandora.2S
la primera sea mucho más grande que Jas otras dos,
y la segunda ocupe el segundo lugar. — Eso es más
fácil, dijo el otro; ya está hecho. — Junta ahora las
tres en una, como si estuvieran, de alguna manera,
unidas desde su nacimiento. — Ya están unidas.
— Ahora modela en torno de ellas, por fuera, la ima­
gen de un ser único, la de un hombre, de manera
tal que quien no pudiera ver el interior, sino sola­
mente la envoltura externa, creería ver a este ser
único, a un hombre.” 21 Esta imagen caprichosa
parece participar a la vez de la índole de un cuadro
como el Demos de Parrasio 22 — Platón nos habla
en la República también de pintores que representan
animales monstruosos, mitad chivos, mitad cier­
vos— 23 de esculturas como el Tritopátor o Nereo
de la Acrópolis,24 con sus tres torsos alados que
terminan en colas de serpientes, y de esos Silenos
que, según dice Alcibíades en el Banquete 25 se ha­
llan en los talleres de los escultores: los artistas los

156 157
Notas de la pintura, con los cuales hace que resulten fá­
ciles las cosas arduas.” (El tratado fue publicado
por E. Cassirer, Individuum und Kosmos in der
Philosophie der Renaissance, B. W. S., Leipzig,
1927, pág. 206).
4. 67 e y sig.
5. 110 c. Cf. supra, pág. 89 y pág. 127, n. 73.
6. Ps. Arist., De mundo, 5, 396 b 12. Cicerón,
Bruto, XVIII, 70: “ El método es el mismo en la
pintura: en la cual elogiamos a Zeuxis, a Polignoto
y Timante, y las formas y delineado de aquellos que
no utilizaron más que cuatro colores” , etc. (R . M.,
pág. 8, n. 3 ). Plinio, N .H ., X X X , 32: “ Con sólo
1. III, 5. cuatro colores hicieron aquellas obras inmortales. . .
2. Dogm. Plat., I, 2. Apeles, Eción, Melancio, Nicómaco, famosísimos
3. “ Frecuentó a los pintores, lo cual le fue útil pintores, cuyos cuadros valían cada uno los recursos
para la mezcla de los colores, de los que hace men­ de ciudades enteras” (R .M ., n° 5 ). Cf. Filostrato,
ción en el Time o'' ( Vita Platonis, II, Appendix Vita Apoll., II, 22: “ Un solo color les bastaba a los
Platónica, pág. 47, en Platonis Dialogi, ex rec. C. más antiguos para pintar, y al ir progresando este
F. Hermann, ed. Teubner, Leipzig, 1853, vol. II, arte echó luego mano a cuatro más” (R . M., 52.
pág. 101; cf. ibid., pág. 199 (5 5 ), Prolegomena pág. 55).
philosophiae Platonicae: “ Frecuentó también a pin­ 7. 68 c. Cf. Demócrito según Teofrasto, De sens.,
tores, pues deseaba aprender la mezcla policromá­ 77 (Diels, Vors., 55 A 135) : “ El púrpura viene del
tica de los colores, que utilizó ¡Jara exponer en el blanco, el negro y el rojo” , etcétera.
Timeo un largo razonamiento acerca de los colores. 8. 68 c.
Realizó esta actividad hasta los veinte años, y luego 9 . Ibid.
frecuentó a Sócrates” , etc. (Los siete primeros ca­ 10. Véase M. Sartorius, “ Plato und die Malerei” ,
pítulos de estos Prolegómenos son idénticos a la A .G .P h ., IX, 1896, pág. 125; W. Kranz, “ Die
Vida de Platón, publicada por A. Westermann en ältesten Farbenlehren der Griechen” , H., t. 47,
los Biographoi [ Vitarum sciptores graeci minores], 1912, pág. 139 y n. 1 y véase la nota siguiente.
Brunsuigae, 1845, pág. 391, 1. 106 y sigs.). Sobre 11. Cf. Plinio, X X X III, 56, 122 (R .M ., pág. 11,
Platón y la pintura, cf. Nicolás de Cusa, De mente, n. 9 ), y X X X , 32 (véase pág. 139, n. 1 ) : “ Con
I, 115: “ El filósofo: . . .y leemos que Platón pinta­ sólo cuatro colores. . . de los blancos el de Melos, de
ba a ratos, lo que de ninguna manera hubiese hecho los ocres el ático, de los rojos el de tierra de Sínope
si no entendiera que tal actividad no se oponía a la Póntica. de los negros el de atramento” (R. M.,
especulación. El orador: Por eso quizá le eran tan n9 5 ) : véase R .M ., n. 6, pág. 9 y sig., donde A.
familiares a Platón los ejemplos tomados del arte Reinach ha reunido todas las indicaciones que nos

158 159
han ¡legado sobre la preparación de colores; cf. 17. Cf. supra, págs. 12 a 14; pág. 51, n. 43 y
igualmente Ed. Bertrand, op. cit., pág. 133 y sig.; 44; pág. 102, n. 58; pág. 126, n. 69; pág. 127,
J. Andró, Élude sur les termes de couleur de la n. 74. En el Cratilo, 424 de, Platón nos presenta
langue latine, París, 1949. pintores que se sirven de la púrpura sola, o de otro
12. 68 d. color, o de una mezcla, como hacen cuando preparan
13. 63 b : puede ser que, como piensa Kranz,' las “ carnes” , por ejemplo; cf. Rep., VI, 501b, don­
pág. 139, Platón se refiera aquí a Demócrito, según de se describe también el trabajo de los retoques:
el cual es necesario emplear, para obtener la púr­ “ Y yo creo que a veces borrarán y otras agregarán
pura. una dosis fuerte de rojo, débil de negro, y una pincelada” , etcétera.
mediana de blanco (Teofrasto, De sens., 77, Diels, 18. “ Igualmente la indicación de que recibió en­
Vors., 55 A 135) : así explica el agrado que produce señanzas en talleres de pintores, y de ahí obtuvo
este color. Platón no ignoraba, por otra parte, los ese conocimiento de los colores que demuestra el
procedimientos del teñido de púrpura, y la manera Tirneo, puede ser una suposición pragmática nacida
de obtener el “ gran tinte” : véase Rep., IV, 429 de. de este diálogo” (Phil. der Griechen, 4^ ed., II, 1;
14. 63 d. pág. 394, 2 ). Conviene señalar también la curiosa
i 5. 68 cd. En el tratado pseudoaristotélico Acer­ imagen del pintor que se elige de entre sus alumnos
ca de los colores, 2, 792 b 16, se lee que para cons­ un sucesor capaz de conservar su obra maestra, de
tituir ía teoría de los colores no hay que proceder restauraría si es necesario, y también de corregirla
como los pintores que los mezclan. Antes de Platón, y mejorarla {Leyes, VI, 769-770). En el mismo
Empédocles había distinguido cuatro colores elemen­ pasaje Platón, hablando del trabajo incesante de los
tales: “ blanco, negro, rojo, amarillo pálido” (Aecio, retoques, se refiere expresamente, como vimos más
L 15, 3; Diels, Vors., 2 1 A 9 2 ): ésta sería una arriba (pág. 51, n. 4 3 ), no sólo a la práctica de
distinción tomada de la técnica de los pintores, que los artistas, sino al lenguaje técnico de los talleres.
él describe muy bien: “ como cuando Jos pintores Se podrían multiplicar fácilmente estas referencias;
colorean cuadros v o tiv o s ... que después de tomar así, la imagen del esbozo (perigrapht, hüpographe)
en sus manos tinturas multicolores, mezclando pro­ aparece a menudo; a veces anuncia la obra [Leyes,
porcionadamente más de unas y menos de otras” VI, 770 c ) , a veces se opone a ella porque es algo
etcétera (21 B 2 3). Demócrito admite los mismos inacabado (Polít., 227 c, citado más arriba, pá­
colores elementales, salvo que el amarillo-verde re­ gina 127, n. 74; República, VI, 504 d ; y cf. Leyes,
emplaza al amarillo de oro: “ blanco, negro, rojo, IV, 711 c, IX, 876 d, XI, 934 c ). Véase con respec­
amarillo verdoso” (Teofrasto, De sens, 73 y sig.; to a esto V. Goldschmidt (art. citado pág. 63, n. 5 ),
Diels, Vors., 55 A 135; cf. Kranz, op. cit., pág. 131 página 126. n. 8 y 127, n. 5.
y sig.) ; pero las mezclas que él indica son arbitra­ 19. Plinio, N. //., X X X V , 69 {R. M., 277). Pau-
rias y puramente teóricas (cf. pág. 84, n. 1 y 5; sanias menciona igualmente un fresco de Eufránor
véase Kranz, pág. 134 y sig.; W. Lermann, op. cit., que representa a Teseo, la Democracia v el Demos
pág. 97). (I, 3, 3; R .M ., 352).
16. Cf. Sartorius, op. cit., págs. 126-127. 20. 588 c.

160 161
21. Rep., IX, 588 ce; cf. Fedro, 229 de.
22. EI Demos de Parrasio es diverso, como es 2 ; el estudio de M. Pottier, “ Sur le vase Vagnon-
diverso el monstruo de la República: uarius (diver­ ville” , Morí. Piot., t. X X IX , pág. 159 y sig.; cf.
so) corresponde a poikilos (Cicerón, Or., V, 2 6). igualmente L. Séchan, “ Pandora, l’Éve grecque” ,
23. Rep., VI, 488 a. También Aristófanes habla B. B., ri2 23, 1929, pág. 5, n. 3 y nuestro estudio
del caballo-gallo de Esquilo (Ranas, v. 932: “ Tra­ “ Sur le mythe du Politique” , Fabulation platoni­
tando de averiguar qué pájaro era su caballo-gallo cienne, págs. 99-100. Sobre una plaqueta de bronce
amarillo.” Cf. Aves, 800, Paz, 1177) ; H. Lechat de Campania que presenta a Socrates y Diotima,
estudió los monumentos figurados que representan véase Ch. Picard, “ Art et littérature: sur trois exé­
estos animales quiméricos (Au Musée de FAcropole, gèses” , R. É. G., 1948, t. LXI, pág. 349 y sig.
pág. 453 y sig.; D .A ., art. Hippalectryon; cf. W.
Deonna, Dédale, I, págs. 95-96).
24. Véase Brunn, Denkmäler, 456 d; Picard,
S. A., I, pág. 312 y fig. 81 B; Origines, íáin. X III
y págs. 44, 49, 106. Al comienzo se había creído
reconocer en esta escultura al monstruo Tifón, del
cual se habla en el Fedro, 230 a: cf. A. Furtwaen-
gler, “ Die Giebelgruppen des alten Hekalompedon
auf der Akropolis, zu Athen” , Sitzs. Ray. Ak., Mu­
nich, 1905, pág. 449; Lerman, op. eil., pág. 4,
fig. 2 y 2 a, cf. págs. 7, 9 ; cf. Collignon, Sculpture
grecque, 1, pág. 208; Le Parlhénon, pág. 11, fig. 6.
Cli. Picard, Manuel d’archéologie, sculpture, I, pá­
ginas 320, 340 y fig. pág. 341; págs. 598-99. Cf.
más arriba, Prefacio, págs. 12 y 13; y L. A. Stella,
In flu ssi.. ., III.
25. 215 ab.
26. Ch. Picard, R .A ., 1951, I, pág. 94 (reseña
del libro de II. Pérls, Platon, sa conception du Kos­
mos, 1945) ; cf. más arriba, págs. 11 v 24. n. 9.
27. 171 d.
28. Véase por último M. Guarducci, “ Pandora
o i martellatori, Un drama satírico di Sofocle e un
nuovo monumento vascolare” , M. A., vol. X X X III,
1929, págs. 6-38, figs. 1-4 y lám. II; cf. S. Reinacb,
Répertoire des vases peints, I. págs. 229 (8 ),
248 (1 ). 249 (5 y 6 ), 348 (1 y 4) ; II, pág. 287,

162
163
VII Si bien ciertos textos nos presentan estatuas que
son o parecen animadas, otros, en cambio, subrayan
Estatuas animadas la repugnancia que los griegos sentían ante ía con­
e imágenes inertes fusión de dos géneros que la lengua misma que
hablaban les enseñaba a distinguir: el animado y el
(pág. 504, n. 67) inanimado.8 Los autores han subrayado a porfía la
inmovilidad estúpida de la estatua.9
“ ¡Hermosa cabeza, dice el zorro de la fábula
de Esopo, pero de cerebro, nada!” 10 Al comienzo
de ía 5° Nemea, Píndaro opone su arte al del escul­
tor que crea estatuas que se yerguen, inmóviles,
sobre su base.11 Esquilo compara a ífigenia, amor­
dazarla sobre el altar, con “ una imagen impotente
Los griegos, que otorgaron a las estatuas de sus para hablar” .13 Y en las estancias desiertas donde
dioses “ una vida secreta, y si era necesario hostil, y sólo reina la imagen de Helena fugitiva, Menelao
siempre dispuesta a manifestarse” ,-1 conocían ciertas encuentra odiosa la gracia de las bellas estatuas y
tradiciones que recuerdan las estatuas de Egipto, su mirada vacía, de la cual Afrodita está ausente.13
“ imágenes vivientes” ,2 o la leyenda de Pigmalión, el En el primer libro de los Memorables Sócrates opo­
rey de Chipre, que, según se decía, había obtenido ne también, en el curso de su entrevista con Aris-
cíe ios dioses que se animara la estatua de marfil que todemo el Pequeño, las imágenes ininteligentes e
é! amaba.3 inmóviles a los seres vivos, inteligentes y activos.14
Hefesto crea, en Homero, trípodes animados capa­ A esta corriente, o a esta contracorriente, apro­
ces de llegar por sí mismos a la asamblea de los ximaríamos el texto del Pedro citado más arriba,15
dioses.4 Según Píndaro, Atena había enseñado a donde Platón compara, como los sofistas, el discurso
los habitantes de Rodas a fabricar estatuas semejan­ escrito con esas pinturas que parecen vivas, pero só­
tes a los seres vivos, que marchaban por los cami­ lo responden a las preguntas con un religioso silen­
nos.5 Dédalos sabía hacer otro tanto; Eurípides dice cio. Una antítesis análoga reaparece en un pasaje
que sus obras parecían dotadas de movimiento y de del libro X I de las Leyes, donde Platón opone a las
mirada.8 estatuas que honramos, aunque sean inanimadas,
porque pensamos que los dioses animados nps lo
Los esfuerzos que el arte contemporáneo realiza­
agradecen, esas otras estatuas vivientes que son
ba para lograr obras “ vivientes” , podían hacer pen­ nuestro padre y nuestra madre, y los abuelos, que­
sar en esos recuerdos de Ja fábula: se los ve reapa­ brantados por la edad, que viven en nuestro hogar.10
recer, en particular, en las páginas donde se trata
Así se cruzan, en el pensamiento platónico, temas
de esas estatuas de Dédalo, siempre dispuestas a es­
vinculados con las diversas tendencias que hemos
caparse, que sólo permanecían inmóviles si se las tratado de oponer.17
ataba.7

164
16.5
Notas De An., A, 3, 406 b, 15; cf. Polít., A, 2, 1252b,
5-12).
7. Supra, pág. 94 y pág. 97, n. 2 ; cf. los textos
del Crutilo y de Hesíodo citados en la pág. 103,
n. 60.
8. Los Helenos no parecen haber sido, primitiva­
mente, un pueblo aficionado a la escultura; se ha
demostrado que tomaron de sus vecinos la idea y la
técnica de la fabricación de estatuas, que modifi­
caron tan profundamente (Ch. Picard, Origines,
págs. 82 y sig., 102 y sig.; cf. W. Deonna, Dédale,
II, 1931, pág. 165 y sig.), y que en su origen no
poseían ni siquiera un nombre específico para de­
1. Ch. Picard, art. Statua, D .A ., IV, 2, pági­ signar la imagen esculpida (E. Benveniste, “ Le sens
na 1472 y sig. du mot kolossós. . . ” , R. Ph., 1932, pág. 118 y
sig.). Sobre las siete palabras que emplearon con
2. Véase una conferencia de A. Moret, que lleva
este fin, cuatro pertenecían al género inanimado
este título, A .M .G ., t. 41, Paris, 1916; cf. J. Ca-
parf, Leçons sur l’art égyptien, Lieja, 1920, pági­
( ibid ).
9. Aparece a este respecto una cierta ironía don­
nas 138-139; Sra. Weynants-Ronday, Les statues
de menos la esperaríamos — en el aition de los
vivantes, Bruselas, 1926. Es incitante vincular estas
Dáidala beodos, por ejemplo: en el curso de esta
ideas sobre la animación de las estatuas, tan cerca­
nas a la magia, con un pasaje en que aparece la fiesta se transportaban en procesión hasta el Cite-
rón encinas cortadas a las que antes se había lavado
función de artificios mecánicos: véase Moret, Histoi­
re de rOrient, t. II, pág. 670, donde se indica la y vestido con velos nupciales, y allí se las quemaba;
función que desempeña una estatua de brazos articu­ Plutarco nos dice cómo una vez llera, inquieta, es­
talló en carcajadas al ver que la nueva esposa que
lados en la elección del príncipe que sucederá al rey
Zeus paseaba con gran pompa para excitar sus celos,
difunto, en tiempos de la dinastía XXV.
era sólo un maniquí de madera: la diosa exigió
3. Ovidio, Metamorfosis, X, 243 y sig.; cf. Filos-
que se lo quemara, aunque fuera inanimado (ed.
téfano en Clemente de Alejandría, Proir., págs. 17,
Bernardakis, VII, 43; en Eusebio, Pr. Ev., j'III,
31 y sig., y en Arnobio, Adu. nal., 6, 22.
83 d ) . El rito es complejo y dio motivo a numerosos
4. II. XVIII, 376. estudios. Sólo queremos retener aquí, de la risa
5. OI., VII, v. 52 [65] ed. A. Puech, col. G. de Llera, el contraste que la provoca: la oposición
Budé, París, 1922, pág. 97. de un ser viviente y un tronco inanimado.
6. Fr. 373 Nauck. Un autor cómico, Filipo, decía 10. Esopo, Fábulas, ed. Chambry, col. Budé, Pa­
que Dédalo se había limitado a volcar mercurio en rís, 1927, pág. 22, n9 43.
una estatua de madera para animarla (Aristóteles, 11. Ed. Puech, col. Budé, pág. 68.

166 167
12. Agamemnon, v. 242; col. G. Bucle, t. II,
V IÏI
1923, pág. 18.
13. Ibid., vv. 413-419
14. Mein., I, IV, 4. Luego la mayor parte de los
La noción
filósofos antiguos distinguieron netamente el m o­ de tangencia
vimiento natural, de las imitaciones que el arte reali­
za de él. (pág. 120, n. 8)
15. Cf. supra, págs. 98 y 94 y pág. 97, n, 4 y 5.
16. Leyes, XI, 931 ae.
17. Sobre e! tema de la estatua animada, seña­
lemos además: IL Weil, ‘ ‘Les Dactyles” (R .É .G .,
X , 1897, págs. 1-9, sobre Perecidos, Diels 71 B 2) ;
W. Deonna, “ L’imagen incomplète ou mutilée” ,
R. E. A., 32, 1930, págs. 321-332; “ Les yeux absents
“ Cada uno de ¡os círculos de los que nos servimos
ou clos dos statues de la Grèce primitive” , R. E. G.,
en la práctica, dibujados o trazados al torno, está
1935, pág. 219 y sig.; P. M. Schuhl, Formation de
lleno del elemento opuesto al quinto” 1 (el autor de
la pensée grecque, pág. 39, n. 3 (sobre las estatuas
la Carta VIÍ ha distinguido cinco elementos: el nom­
encadenadas) y “ Perdita, la nature et l’art” , R. M.
bre, la definición, la imagen, la ciencia, el objeto
M., 1946, pág. 335; Cli. Picard, “ Le cénotaphe de
m ism o).2 Y prosigue: “ pues toca a la recta por
Midéa et les colosses de Ménélas” , Revue de Philo­
todas partes, mientras el círculo en sí mismo no
logie, 1933, pág. 340, y el Manuel d’Archéologie
contiene poco ni mucho de la naturaleza contraria
del mismo autor, t: Í, 1935, pág. 46 y sig.
a la suya.” 8
Estos textos se vinculan con un conjunto de dis­
cusiones que había suscitado la noción de tangencia.
Sabemos por Aristóteles que Protágoras había sos­
tenido, para refutar a los geómetras, que el círculo
toca a la recta en más de un punto.4 La cuestión
fue objeto de un tratado de Demócrito titulado So­
bre una diferencia en la manera de conocer, o sobre
la tangencia del círculo y de la esfera; 5 el tjítolo
“ Sobre una diferencia en la manera de conocer”
indica que para resolver la dificultad recurrió a la
distinción de dos formas de conocimiento, la verda­
dera y la falsa, que es el conocimiento por los sen­
tidos.8 Es completa la coincidencia que existe sobre
este punto entre Demócrito, Platón y Aristóteles,
que se sirve del mismo ejemplo para mostrar que la

168 169
Notas
geometría no se ocupa de las magnitudes sensibles.7
En cambio la noción de la tangencia, que este último
expresa en su forma clásica, aparece de modo dife­
rente en la Carta VII, pues este texto implica que
los puntos que constituyen la recta son a su vez
rectas indivisibles: ésa es exactamente la concep­
ción que Aristóteles atribuye a Platón.8
De esto se deduce que al ser un punto un frag­
mento de recta, no puede coincidir nunca con un
fragmento de círculo, por pequeño que sea.

1. 343 a.
2. 342 b. Cf. V. Goldscbmidt, Les Dialogues
de Platón, 1947, pág. 4.
3. Cf. pág. 109.
4. Meta/., R 2, 998 a 2 (Diels, Vors., 7 4 B 7 ) .
Cf. L. Robin, Théorie platonicienne, pág. 207. §
102 y n. 116.
5. D. L„ IX, 46 (Vil, 1 ) ; Diels, Vors., 55 a
33 y B 11, 1.
6. Cf. 55 B 11: “ Hay dos modos de conocimien­
to, uno genuino y otro oscuro. Al oscuro perte­
necen todos estos objetos: vista, oído, olfato, gusto
y tacto. El genuino es netamente distinto de éste.”
Cf. Timeo, 52 a. Adoptamos aquí la interpretación
de R. Philippson, “ Democritea” , //., 64, 1929, pá­
gina 182; cf. E. Frank, Plato, n. 121, pág. 352.
La misma cuestión fue estudiada por S. Luria,
“ Protagoras und Demokrit ais Mathemaliker” , D.
A .N ., 1928 = Áspasmos, Mélanges Tolsloi, pá­
ginas 22-27. Cf. nuestra Formation de la pensée
grecque, pág. 340; véase igualmente E. Dupréel,
Les sophistes, París y Neuchâtel, 1948, pág. 46
(sobre el carácter convencional de la definición
de la tangente según Protagoras).

171
170
7. “ Pues las líneas sensibles no son tales como IX
dice el geómetra: no hay ninguna cosa recta o
redonda de esa manera” (esta frase precede inme­ Libre investigación
diatamente al texto citado supra, pág. 171, n. 4 ).
o codificación del arte
8. Meíaf,, A 9, 992 a 20: “ Platón definía a me­
nudo esto (se. el principio de línea) como líneas
(pág. 53, n. 49)
indivisibles.” Cf. Euclides, I, Def. IV : “ la línea
recta es la que tiene la misma dirección que los
puntos que la componen” ; sobre esta cuestión, véa­
se J. Stenzel, Zahl und Gestalt bei Plato und Aris­
tóteles, Leipzig-Berlin, 1924, págs. 74-75 y n. 2;
Cf. L. Robin, La théorie platonicienne des idées et
des nombres, d'après Aristote, Paris, 1908, pág. 229,
y n. 232; n. 272, II, pág. 295; n. 406, pág. 473. Hemos visto que Platón elogia en las Leyes a
los egipcios, que prohíben a los artistas “ innovar
ni imaginar nada que no esté de acuerdo con la
tradición ancestral” (supra, pág. 41). Pero hubo
un tiempo en que defendía, con una ironía mordaz,
la libertad de investigación en las artes, las técnicas
y las ciencias: si el artista — escribe en un texto
del Político que nos ha señalado Bréhier— debiera
atenerse siempre a reglas escritas, codificadas en
tratados ( katá süngrámmala), y si una ley le im­
pidiera investigar (zetéin), las artes se perderían
totalmente y no renacerían jamás, “ de modo que la
existencia, ya tan penosa ahora, resultaría absolu­
tamente imposible de ser vivida” .1 Platón escribió
esjtas líneas en el momento en que sometió a una
aguda crítica la noción de ley, pero no tardó en
restituirle el valor que le cuestionaba entonces.2

173
Notas
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Gesprächen, A hh. Ak., Beri., 1873, págs. 79-89. Krakowski, Ed. — U n e P h ilo s o p h ie d e l ’a m o u r et d e la
— Die Philosophie der Griechen in ihrer geschichtlichen b e a u té. L ’E s t h é t iq u e d e P lotin et son in flu e n c e . Paris,
Entwicklung, t. II, 1, Leipzig, 4il ed., 1889; M ed., 1922. 1929.
Señalamos también las obras siguientes:

191
190
Freiìkian, A. M. — M im e sis si m u zica , o c o n tr ib u ita n e la
e stetica lai P la to n si A r i s t o t e l, Cernaiuti, 1932. Guégen, P. — Platon et l’art abstrait, X X » siècle, 8 de ju­
Flores d’Arcais, G. — L ’A n tin o m ia d e ll’es te tic a p la to n ica , nio de 1951.
Sophia, 1933. Malraux, A. — Les voix du silence (1. Le musée imaginai­
Robin, L. — P la to n , Paris, 1935. re; 2. Les métamorphoses d’Apollon; 3. La création ar­
Stefanini, L. — Il p r o b le m a es te tic o in P ia to n e,'' Turin, tistique ; 4. La monnaie de l’absolu), Paris, 1951.
1935. Jeanmaire, H. — Dionysos, histoire du culte de Bacchus,
Delcourt, M. — Socrate, Ion et la poesie, D. B., 55, 1937. Paris, 1951 (sobre todo el capítulo IV, sobre la Ma­
Lachièze-Rey, P. — Réflexions sur la théorie platonicienne nía divina).
de l’Idée, R e v u e p h ilo s o p h iq u e , julio, 1936.
Boyancé, P. — L e C u lte d e s M u s e s ch ez les p h ilo s o p h e s Nos han comunicado que el prof. Seltman pronunció
g r e c s . É tu d e s d ’ h isto ire et d e p s y c h o l o g i e r e lig ie u s e , Pa­ una conferencia en Cambridge sobre el arte en Esquilo
ris, 1937. y Platón; no sabemos si fue publicada y no pudimos en­
A cte s du C on grès ¿ ’E s t h é t i q u e et de S c ie n c e de l ’A r t , contrar referencias al respecto.
Paris, 1937; H. Péris, L a B e a u té p la to n ic ie n n e (t.
Il, pág. 9) ; Sarah H. Brown, P la t o ’s th e o r y o f B e a u ty
a n d A r t (t. II, pág. 13).
Lameere, J. — Les Concepts du beau et de l’art dans la
doctrine platonicienne, R . H . P li., Lille, 1938.
Ladhièse-Roy, J*. — L e s I d é e s m o ra les , s o cia les et p o litiq u e s
d e P la to n , Paris (1938, pág. 151 y sig.).
Péris, H. — L ’A r t e t la b e a u té v u s p a r P la to n , Paris, 1938.
Moreau, J. — Les Thèmes platoniciens de l’Ion, R .É .G .,
1939, pág. 419 y sig.
Charbonneaux, J. — L a S c u lp tu r e g r e c q u e a rc h a ïq u e, Paris,
1939.
Patroni, G. — Lisippo e la definizione aristotelica dell’arte,
R e n d ic o n ti d ella R . A c c a d e m i a d i A r c h e o lo g ia , L e ttere
e B e lle A r t i di N a p o li, vol. XX, 1940, pàgs. 5-17.
Charbonneaux, ]. — L a S c u lp tu r e g r e c q u e cla s s iq u e, Pa­
rís, 1943.
Verdenius, W. J. — L’ Ion de Platon, M n e m . III, 1945,
233 y sig.
— De actuóle belekenis van Plato’s aesthetica. H a n d e lin -
gen van h et n e g e n tie n d e n ed erla n d s ch e P h ilo lo g e n -c o n -
Groningen, 1946, pág. 33.
g res,
Deonna, W. — Primitivisme et classicisme. Les deux faces
de l’histoire de l’Art, dans R e c h e r c h e , n° 2, 1946,
págs. 5-24 (Paris, Centre international des Instituts de
Recherche).
Broos, H. J. M .— Plato’s beschouwing van Iiunst en
Schoonhed, Leyden, 1948.
Stefanini, L. — Platone,2 Padua, 1949, t. I, pág. 311 y sig.,
t. II, pág. 384 y sig.
Ritchter, G. M. A. — A r c h a i c g r e e k art a ga in st its h is to ­
rica l b a c k g ro u n d , a s u r v e y , Nueva York, 1949.

192 193
Normas seguidas para la transliteración
de palabras en griego

En esta Colección se ha reducido al mínimo abso­


lutamente indispensable el empleo de caracteres grie­
gos, mediante un sistema de transliteración lo menos
técnico posible y que puede ser utilizado por cual­
quier lector de lengua española, aunque desconozca
la grafía griega y no tenga experiencia en la trans­
cripción fonética. A la vez se ha pretendido facilitar
a quienes pueden acudir a los textos griegos, la
localización precisa de las citas.
Un sistema de representación fonética que pre­
tendiera reproducir exactamente (en la medida en
que la conocemos científicamente) la articulación
del griego antiguo sería complicado y difícil de jus­
tificar en nuestro caso. El que hemos elegido sim­
plifica muchos hechos y no está exento de insufi­
ciencias, pero creemos que éstas no son tan graves
que impidan al que lo emplea reconstruir la grafía
griega o pronunciar las palabras transliteradas se­
gún el modo convencional de leer en voz alta los
textos del griego antiguo, lo que es algo solamente
aproximado a la articulación empleada por quienes
los escribieron o registraron. Baste recordar que
ignoramos, entre otros, hechos tan importantes como
la duración absoluta de las vocales, el timbre preci­
so de algunas de ellas y el justo valor del tono o

195
acento musical, por no hablar de las diferencias 6 El signo o colocado sobre una vocal inicial no
dialectales o de los cambios diacrónicos de la ar­ correspondía a ningún fonema (como la h espa­
ticulación. ñola). Por ello no lo transcribimos. En cambio el
signo c representa una laringal fricativa sorda
(/rail en inglés) y lo representamos con h.
Observaciones
7 Utilizamos los mismos signos de puntuación que
en español.
1 El signo ü lo empleamos para la u cuando
no forma parte de un diptongo. En cualquier vo­
cal de un diptongo, " indica diéresis.

2 El signo — colocado sobre una vocal, sola o


en diptongo, indica que su duración era “ larga” .
Lo empleamos, salvo razón especial, sólo en las
vocales de timbre e y o “ largas” , que en el alfa­
beto griego tienen un signo ( t;,o>) distinto de la
e y o “ breves” (s,o).

3 Los grupos ai, éi, oi representan los diptongos


griegos con primera vocal larga, que en la mayoría
de las ediciones modernas se escriben

4 En los textos griegos se emplean tres signos


de “ acentuación” , que marcan los distintos tonos
o acentos de altura, pero en la pronunciación con­
vencional se articula un solo acento, de intensidad,
cualquiera que sea el signo de tono. Por esta ra­
zón, hemos optado por emplear solamente el acento
castellano (/ ). Lo escribimos o no siguiendo las re­
glas del acento gráfico español. Ejemplos: pólemos
itó'Xeg.oc;), philo (tptXw), demos (6f¡[Aog).

5 En los textos griegos el signo de acento se es­


cribe sobre la segunda vocal del diptongo de dos
vocales breves (xoXLot), pero el tono recaía sobre
la primera vocal. Así lo indicamos en nuestra
transliteración (pollói).

196
Caracteres Caracteres Articulación ( cuando Este libro es version castellana de Platon el
griegos en la
transliteración difiere de la española)
l’art de son temps, publicado en el año 1952
a a por P r esses Universitaires de France, Paris.
p b Esta edición ha estado a cargo de Eduardo
T g siempre oclusiva sonora, como J. Prieto. Di s e ñ o gráfico: Norberto Coppola.
en guerra, guiso
5 d
e e
grupo d z (oclusiva dental y
Copyright © de todas las ediciones en castellano:
i z
sibilante sonoras) Editorial Paidós. S.A.I.C.F., Cabildo 2454, Bue­
•Q ê nos Aires. Todos los derechos reservados. Queda
e th semioclusiva hecho el depósito que previene la ley 11.723.
c i Impreso en la Argentina (Printed in Argentine).
K k
X i dos l no representan una ll es­
pañola sino la misma conso­
nante en sílabas distintas (ita­
liano al-lora)
ir m
V n
grupo k s (oclusiva palatal y
n X
sibilante sordas)
0 0
TC p
c
P>P r
8

T t
Ü u francesa o ü alemana
u
ph semioclusiva
<?
kh semioclusiva
X
ps grupo de oclusiva bilabial y si­
* bilante sordas
(>> Ô
w u consonante (hueso)
F
el fonema desapareció de la
y lengua antes de la época histó­
rica. No existió el signo en los
alfabetos griegos. Se lo emplea
en reconstrucción etimológica:
i consonante: (hielo)
Se terminó de imprimir el día ocho de noviembre
c sobre vocal h fricativa laringal sorda (inglés
hall) de mil novecientos sesenta y ocho en Macagno,
inicial
Landa y Cía. S. R. L., Rs. As. Rep. Argentina.
R. A. E. J. P.

198

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