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Édouard Zarifian

PSICOTROPICOS*
El término “psicotrópico” designa un objeto cuyo contenido cambia según el la luz que se proyecte
sobre él. La sola lectura científico-médica justifica tratados de farmacología o de terapéutica. El
medicamento psicotrópico se presta no obstante a otras rejillas de lectura que ilustran las relaciones
entre las ciencias médicas y la sociedad, y muestran hasta qué punto él pesa en las representaciones
actuales de la vida psíquica. En el texto que sigue, la palabra “psicotrópico” designará, de forma
regular, el medicamento psicotrópico.
Definición del objeto y de sus límites
Una sustancia psicotrópica natural o sintética, posee las capacidades de modificar en el hombre el
funcionamiento psíquico y algunos comportamientos, trátese de fenómenos simples (vigilia,
motricidad...) o complejos (memoria, capacidades cognitivas diversas). Desde hace mucho tiempo
el hombre ha sido capaz de detectar las propiedades psicotrópicas de diversas plantas, hongos o de
bebidas fermentadas que contienen alcohol. Ha utilizado de forma empírica esas propiedades para
obtener efectos muy diversos. El campesino de los Andes que masca hoja de coca engaña a sí su
hambre y resiste mejor la fatiga. Sin importar cuál época o cultura, las sustancias alucinógenas han
servido para provocar el éxtasis buscado en ceremonias religiosas o mágicas. De forma más trivial
el objetivo era encontrar una euforia artificial, calmar los estados de tensión interior o "viajar" en
las vías de experiencias de mediación.
Paralelamente a esas finalidades personales relacionadas con el placer o con la calma, ciertas
propiedades terapéuticas fueron descubiertas. En este caso es también el empirismo en el curso de
los siglos, el que ha permitido constituir una farmacopea esencialmente fundada sobre la utilización
de sustancias provenientes de plantas trituradas, deshidratadas, destiladas, maceradas, etc.
Si las afecciones somáticas ocupan el lugar más amplio en la fitoterapia tradicional, los
trastornos del psiquismo conocían, y conocen todavía actualmente, tratamientos psicotrópicos a
menudo muy eficaces. La pasiflora, por ejemplo, favorece el sueño, el aubepine calma la ansiedad,
el milepirquius recupera del humor depresivo. En India, los extractos de raíz de rauwolfia
serpentina eran incluso capaces de suprimir las alucinaciones y han sido utilizados en Europa en el
tratamiento de las esquizofrenias (reserpina).
Fue durante el siglo xiv que la palabra "medicamento" nació para designar sin ambigüedades
sustancias cuya finalidad buscada era exclusivamente tratar. Mucho más recientemente el uso de
los medicamentos ha sido reservado a los médicos, profesión que detenta el monopolio de la
prescripción, y la fabricación se ha vuelto industrial.
La farmacopea oficial de los trastornos psíquicos era muy pobre hasta mediados del siglo XX.
La psiquiatría entonces no era reconocida como una especialidad médica íntegra. En Francia, hasta
1968, la única disciplina universitaria relacionada que se enseñaba era la “neuro-psiquiatría” y sus
maestros eran todos neurólogos de formación. Se convirtieron en profesores de psiquiatría en 1969,
por la gracia de un texto de ley, y de todas maneras siguieron siendo, según la mayor parte de ellos,
ante todo neurólogos a quienes vendrían a añadirse progresivamente enseñanzas de psiquiatría
relacionadas con una formación específica.
Los medicamentos psicotrópicos modernos nacieron hace medio siglo, en 1952, y todas las
grandes clases nacieron durante una decena de años. Desde el comienzo de los años 1960 ninguna
otra clase de psicotrópicos ha sido encontrada. Antes de 1952, no se disponía sino de sedantes, a
menudo tóxicos, los barbitúricos eran ampliamente utilizados y los opiáceos eran prescritos en la
melancolía. Fue entonces muy rápidamente (de 1952 a 1962) que las grandes clases de
medicamentos psicotrópicos nacieron y han permanecido de actualidad y sin cambios.
Los neurolépticos o antisicóticos son poderosos sedantes que, en función de las
dosificaciones, disminuyen la actitud de vigilia y vuelven más lenta la agitación motriz. Sus
*Traducción del francés: JORGE MÁRQUEZ VALDERRAMA. Correcciones: CRISTIAN ROJAS OBANDO. Para la asignatura Prácticas
discursivas 1 3008122, “Historia de la locura”, Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín, 3 de mayo de 2023. Fuente:
ÉDOUARD ZARIFIAN , «Psychotropes», en: LECOURT, D. Dictionnaire de la pensé médicale, Paris, PUF, 2004 : 934-937.
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propiedades específicas (ninguna otra sustancia las posee) son disminuir o suprimir las actividades
alucinógenas. Esa acción, "anti delirante" ha operado un cambio de consecuencias considerables en
el tratamiento de las esquizofrenias. Al calmar la agitación estéril y a veces peligrosa de los
enfermos psicóticos, al aliviar su excitación psíquica, al regularizar su incoherencia de pensamiento
y al suprimir sus alucinaciones, los neurolépticos por sí solos han fundado la psicofarmacología
moderna y han permitido a la psiquiatría existir como especialidad médica.
Algunos años más tarde (1958), de manera independiente y simultánea dos clases diferentes
de sustancias se han considerado capaces de volver el humor del enfermo severamente deprimidos.
Los antidepresivos ya habían nacido. En torno a los años 1960 fue la gran clase de los tranquilizantes
o ansiolíticos la que nació, aliviando la ansiedad y favoreciendo el sueño de las personas padeciendo
de insomnio.
Esas tres clases terapéuticas representadas hoy por decenas de medicamentos muy próximos
unos de otros y que poseen características comunes.
– Todas son fruto de la observación empírica de clínicos.
– Ninguna investigación neurobiológica, ningún modelo científico, ninguna hipótesis
etiológica ha jugado un papel en su descubrimiento.
– Por el contrario, las propiedades terapéuticas de esas moléculas, una vez establecidas por
los clínicos, la investigación científica se ha esforzado por comprender sus mecanismos de acción
sobre el cerebro sin haber, por tanto, actualmente, agotado la cuestión.
– Ninguna clase terapéutica de medicamentos psicotrópicos radicalmente diferente ha sido
descubierta desde los años 1960.
Hay que añadir a esas tres clases fundamentales de medicamentos psicotrópicos dos grupos
diferentes de sustancias. Los timo-reguladores, también descubiertos de manera empírica, que
tienen la propiedad de tratar de manera curativa los estados de agitación maníaca y de manera
preventiva las recaídas maníacas y melancólicas de los trastornos bipolares del humor (la psicosis
maniaco depresiva). Los psicoestimulantes, por último, ampliamente representados antes por la
anfetamina y los productos emparentados son hoy retirados a causa de su capacidad para crear
toxicomanías. Esa clase subraya la delicada cuestión de la diferencia entre psicotrópicos llamados
"drogas" y los que son llamados "medicamentos". Esa distinción no es solamente del orden fármaco
clínica. Ciertamente se puede intentar oponer las dos categorías. Los medicamentos psicotrópicos
tienen una utilización legal, son fabricados oficialmente por industriales, son vendidos en farmacia
y reembolsados por los organismos de seguridad social, son prescritos exclusivamente por médicos,
su objetivo proclamado es tratar trastornos psíquicos. Las drogas en cambio son ilegales, fabricadas
en laboratorios clandestinos, vendidas mediante tráfico en la calle, su objetivo es claramente no
terapéutico, es una decisión individual la que marginaliza al utilizador y lo transforma en
delincuente. Todo aparece relativamente simple. La realidad es mucho más compleja. ¿Qué pensar
de la anfetamina suprimida en tanto medicamento del adulto, utilizada en los niños en casos muy
particulares, pero constituyendo una de las drogas más consumidas bajo formas derivadas? ¿Qué
pensar de las benzodiazepinas prescritas como tranquilizantes, pero de las cuales algunas son
vendidas en la calle a los toxicómanos? ¿Qué pensar de los opiáceos, cuyo uso es severamente
reprimido pero cuyos utilizadores deberán proponer por el cuerpo médico bajo un nombre de
medicamento el mismo opiáceo llamado “producto de sustitución”?
El límite entre droga psicotrópica y medicamento psicotrópico tiene que ver esencialmente
con la ley (que cambia de un país a otro) y sobre todo con los objetivos perseguidos en el contexto
medicalizado o no de la utilización.
Por último, la cuestión de producto legales como el alcohol y el tabaco, indiscutiblemente
toxicomanogénicos y nocivos para la salud en caso de exceso, amplia todavía más el debate.
El psicotrópico como objeto técnico-médico-científico
La llegada de los psicotrópicos, hace medio siglo, al campo de la medicina y de la ciencia a
tenido consecuencias diversas y considerables. Los psicotrópicos claro está, han mejorado de
manera a veces espectacular el estado clínico de enfermos que sufren de patologías psíquicas, pero
también han fundado la psiquiatría como disciplina médica íntegra. La psiquiatría podía por fin
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prescribir y ser eficaz sobre síntomas que alienan la vida de los enfermos o a veces ponen a la vida
de los enfermos en peligro. Delirio alucinatorio, grandes estados de agitación, melancolía profunda,
ansiedad generalizada eran accesibles a tratamientos medicamentosos como las enfermedades
somáticas. Ciertamente, todos los psicotrópicos solo son tratamientos sintomáticos. Son eficaces
durante la duración de su prescripción, pero no curan definitivamente las patologías; éstas sólo
desaparecen espontáneamente mientras el tratamiento. Contribuyen al confort del enfermo y a su
seguridad al permitir una relación medicalizada que favorece la ayuda psicológica.
La psiquiatría ha conocido por este hecho una posición valorizada durante unos 20 años. A
partir de finales de los años 1980 y por razones de extensión de los mercados, la prescripción de los
psicotrópicos se ha convertido esencialmente en el atributo del médico general. Desde entonces la
psiquiatría ha comenzado su declive, su acercamiento según las circunstancias a la ayuda social
dispensada en el basto campo de la salud mental, o por el contrario, en medio universitario,
refiriéndose cada vez más al modelo neurológico y a la neurobiología en la cual ella perderá su
especificidad del conocimiento del psiquismo.
El psicotrópico como objeto técnico, dotado de propiedades farmacológicas y de acciones
biológicas sobre el cerebro se ha convertido muy rápidamente en una herramienta preciosa de
investigación para las neurociencias. Se puede considerar que, sin la existencia de los psicotrópicos
(que no son un producto de la neurobiología sino producto del descubrimiento clínico empírico) las
neurociencias no se habrían desarrollado tan rápidamente durante los últimos 40 años. El
psicotrópico (sobre todo marcado de forma radioactiva) se ha convertido en un señalador para
detectar receptores cerebrales y contribuir al conocimiento de las funciones neuronales.
La farmacología, al estudiar el devenir del psicotrópico en el organismo humano y, en
particular, en el cerebro, ha logrado individualizar una nueva rama de conocimiento: la
psicofarmacología.
El psicotrópico, por último, ha estimulado considerablemente la industria farmacéutica. Esta
última ha conocido tres fases.
La primera fase de 1952 a 1962 se caracteriza por el descubrimiento fortuito por los clínicos
de propiedades psicotrópicas de moléculas sintetizadas para un objetivo diferente. El primer
neuroléptico (Largactil®) ha sido creada por sus propiedades antihistamínicas. El primero de los
dos antidepresivos descubiertos simultáneamente era un antituberculoso y el segundo, era
considerado, de forma equivocada, como un neuroléptico (Marsilid® y Tofranil®). El primer
tranquilizante (Librium®) ha sido casi abandonado antes incluso de ser administrado en humanos,
pues parecía que no tuviera efecto cuando fue probado varias veces en el animal. El litio, primer
timo regulador, se encontraba en el solvente de un producto antiinflamatorio probado para la artritis
en animales como la rata.
La segunda fase, de 1962 hasta la actualidad, está marcada por la considerable multiplicación
de productos en el seno de las grandes clases terapéuticas precedentemente evocadas pero que no
poseen ninguna actividad suplementaria (eficacia, rapidez de acción, espectro de acción) con
respecto a los ancestros que han fundado la familia de los psicotrópicos. Únicamente los efectos
secundarios sobre el cuerpo son diferentes o atenuados.
La tercera fase comienza hoy, en el alba del tercer milenio, con el agotamiento de la
innovación puesto que no existe ningún modelo animal de enfermedad mental para probar nuevas
moléculas y que continuamos sin conocer nada preciso del determinismo biológico de los trastornos
psíquicos en el hombre.
El psicotrópico como soporte de representaciones del psiquismo
El feliz descubrimiento según el cual sustancias psicotrópicas podían mejorar síntomas psíquicos a
menudo muy discapacitantes moldeo inmediatamente ciertas representaciones (ya defendidas desde
hace tiempo por los neurólogos) muy organicistas de las causas de los trastornos mentales. La
búsqueda de lesiones cerebrales causales macroscópicas, microscópicas o actualmente moleculares
ha constituido la basta corriente de trabajos de la “psiquiatría biológica”. Nuevas herramientas de
exploración de la anatomía y del funcionamiento cerebral (imagenología) son anexadas por la
psiquiatría biológica. Ningún resultado significativo, es decir susceptible de ser utilizado en favor
del enfermo durante cuidados cotidianos, sin embargo, ha sido obtenido hasta hoy. Los
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razonamientos que se apoyan en la eficacia del psicotrópico como prueba de la causa biológica de
los trastornos son a menudo tautológicos, pero el resultado final sigue siendo una representación
del psiquismo estrictamente asimilada a la del funcionamiento molecular cerebral. La fisiología
funcional evaluada de forma cuantitativa y cuyo valor es universal y amalgamado a la historia
psíquica individual y a su dimensión cualitativa y simbólica. Los razonamientos que dominan a
propósito de la depresión son un buen ejemplo de ello: la depresión está caracterizada por una
tristeza del humor; los antidepresivos son los medicamentos que mejoran el humor depresivo; la
ciencia explica que los antidepresivos actúan sobre la serotonina cerebral (en el animal); o sea que
la depresión es debida a una anomalía cerebral de la serotonina.
El razonamiento que consiste en decir que el cuadro clínico (incluso sin humor triste) que es
mejorado por un antidepresivo se llama una depresión es del mismo orden que la afirmación de
Binet quién decía: “La inteligencia es lo que es medido por mi test llamado el cociente intelectual”.
El psicotrópico como argumento para una utopía social
Habiendo adquirido la psiquiatría, gracias a los psicotrópicos un estatuto médico y científico por
fin reconocido, ella extiende, claro está, su nueva imagen a las patologías que ella trata por métodos
farmacológicos. El trastorno psíquico se ha convertido en una dimensión pasteriana. Se les ha
atribuido a los síntomas psíquicos una consistencia idéntica a las lesiones somáticas. La utilización
del psicotrópico, legítima médicamente la ruptura psíquica, autentica el diagnóstico y disuade
además de toda rebelión social. El individuo agotado psíquicamente, laminado psicológicamente y
aniquilado moralmente por las condiciones de vida en su medio profesional presentará un estado
comportamental (socialmente inducido, pero socialmente aceptable) que recibirá el diagnóstico
médico de depresión seguido de un reconocimiento por una incapacidad de trabajo y terminado por
un tratamiento con antidepresivos. Se garantiza así la comodidad del sujeto, pero también el orden
público al evitar toda rebelión sobre sus condiciones de vida ¿qué sucedería si el psicotrópico no
hubiera existido?
De forma progresiva, la utilización del psicotrópico se ha extendido a circunstancia cada vez
menos patológicas. La frontera entre lo normal (ciertamente desagradable) y la patología psíquica
se han desplazado y son cada vez más tenues. Lo desviante, lo anormal se referían hace poco tiempo
a comportamientos que cada quién podía identificar, aunque no tuviera competencias particulares.
El delirante alucinado que escucha voces, el gran estado de agitación motriz que perturba por sus
explosiones y sus gesticulaciones el orden público, la melancolía con estupor que se fija en una
inmovilidad angustiada y se corta del mundo eran fácilmente detectables en el seno de la sociedad.
Actualmente, se considera anormales y dignos de ser médicamente tratados estados de alma y de
movimientos afectivos interiores, sutiles, antes sostenidos psicológicamente, pero que ya no
corresponden hoy al ideal social utópico del "siempre joven, siempre bello y siempre en plena forma
física y moral". La utopía social significa que todo sufrimiento psíquico es una enfermedad puesto
que se la puede tratar mediante medicamentos psicotrópicos. Los psiquiatras encuentran
actualmente mucho que hacer en las empresas para mejorar las capacidades de los empleados y para
permitirles resistir mejor a las presiones profesionales. ¿El psiquiatra, instrumento de la sociedad,
debe dictar la norma individual (como la medicina lo hace para el peso, la alimentación, la
sexualidad) o, favorecer en el individuo sus capacidades adaptativas para soportar el grupo sin
renegar de su identidad?
El psicotrópico no solamente a permitido a la psiquiatría alinearse exclusivamente sobre el
modelo médico, sino que también ha contribuido a moldear una representación del psiquismo que
excluye lo singular y lo subjetivo para reducirlo al funcionamiento cerebral cognitivo universal y
objetivable.
La deriva de la utilización de los psicotrópicos del solo campo de la psiquiatría al dominio
del sufrimiento psíquico abre, en estos comienzos del siglo XXI, perspectivas de utilización para el
gran público de una manera todavía más amplia pero socialmente aceptada para modular las
emociones, los comportamientos y las personalidades.

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