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Evolución de la Psicofarmacología
POLITÉCNICO GRANCOLOMBIANO
Modulo Neurofisiología
Bogotá D.C
2020
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Desde la antigüedad la medicina disponía de drogas a las que se les atribuían acción terapéutica
en las enfermedades mentales: efecto real (opio)/efecto placebo. En la Odisea, por ejemplo,
Homero habla del opio “que hace olvidar cualquier pena”. El opio se utilizaba para provocar
placidez, seguido de somnolencia y sueño.
Galeno (médico griego del s II), administraba opio para mitigar los dolores de cabeza, de la
vesícula biliar, los cólicos y los cálculos renales. En 1860 la morfina fue el primer fármaco
utilizado terapéuticamente en psiquiatría para controlar la agresión y la agitación.
Posteriormente, Baeyer sintetiza el ácido barbitúrico. Entre los primeros investigadores de la
cocaína pura estuvo S. Freud.
Como se puede evidenciar, la psicofarmacología es una disciplina que ha evolucionado con gran
eficacia en sus conocimientos; a la velocidad que le van marcando los avances desarrollados por
la Neurociencia, de los cuales se sostiene y avanza con celeridad en su objetivo último de
estudio, que no es otro que la comprensión integrada del funcionamiento de la estructura
cerebral. Entre sus objetivos de estudio se incluyen, de forma primordial, los aspectos
neurobiológicos de los trastornos psicopatológicos, y también las terapias farmacológicas más
apropiadas, combinadas de manera acertada cada vez más frecuentemente con la práctica
psicoterapéutica, y en buena medida, más selectivas de uso común en la práctica psiquiátrica, en
el tratamiento de dichos trastornos. Es precisamente en este aspecto de los trastornos
psicopatológicos y no sólo por la aportación esencial de los avances neurocientíficos
elementales, donde interviene directamente y marca la pauta la propia Psicofarmacología; de
manera habitual en esta disciplina, nuevos conocimientos incorporados de forma reciente,
producto de una investigación farmacológica, son reemplazados por otros nuevos en cortos
periodos de tiempo. Este ritmo de investigación, en ocasiones insuficiente, es impuesto en buena
medida por una demanda de la sociedad, y en concreto de los ámbitos clínico y farmacológico,
desde donde se persigue la consecución siempre deseable de unos fármacos cada vez más
selectivos, y además con menores efectos secundarios, para el paciente a quien van destinados
cuando el consumo es obligado en condiciones de estricta necesidad. Las drogas psicotrópicas o
sustancias psicoactivas utilizadas en la actualidad, bien de forma terapéutica, o en otros casos
como drogas de abuso, afectan a procesos bioquímicos que a menudo implican a enzimas,
receptores neurales de diversa naturaleza, canales iónicos, neurotransmisores, etc. La acción de
un fármaco concreto, que involucra la participación de estos elementos, y que produce una
respuesta fisiológica determinada ante un desorden de conducta y/o de un proceso degenerativo
específico, es lo que se entiende en psicofarmacología como mecanismo de acción de una droga.
2. Conclusiones
A lo largo de estas líneas se ha tratado de reflejar cómo el surgimiento de la psicofarmacología
se inicia gracias a una serie de acontecimientos que se suceden en ámbitos como la práctica
clínica psiquiátrica, la investigación farmacológica de laboratorio, y estudios conductuales
realizados. Gran parte de estos acontecimientos comparten una serie de rasgos comunes que se
logran apreciar a través de su propia evolución.
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En primer lugar, es indudable que muchos de los descubrimientos que se han revisado no fueron
el resultado de una búsqueda sistemática dirigida por hipótesis teóricas bien elaboradas, ni
tampoco se lograron siguiendo una metodología con plenas garantías científicas. Lejos de ello,
los primeros hallazgos psicofarmacológicos se debieron con frecuencia a afortunadas
observaciones casuales, detrás de las cuales siempre hubo personas que supieron apreciar con
gran audacia su relevancia. Esta singular capacidad de observación de los descubridores de los
primeros psicofármacos es citada con frecuencia como un factor crucial en el surgimiento de la
psicofarmacología (Barcia, 1998). Debido a ello, los primeros trabajos realizados en el ámbito
clínico carecieron del necesario rigor metodológico, y a menudo las conclusiones obtenidas en
los mismos se llevaron a cabo sin incluir grupos de control, utilizar las variables dependientes
adecuadas, o emplear procedimientos de doble ciego que aseguraran la obtención de resultados
objetivos (Healy, 1993). Sólo a partir de la década de los años sesenta puede apreciarse un
cambio positivo en este sentido. Del mismo modo, la mayoría de estos primeros estudios se
dedicaron a buscar las indicaciones clínicas de las sustancias sin prestar atención a sus
mecanismos de acción (Tansey, 1998). Esta falta de interés es comprensible si se tienen en
cuenta varios factores. Por un lado, los escasos conocimientos de neuroquímica cerebral de la
época, que no permitían desarrollar hipótesis adecuadas que guiaran la investigación. Así,
muchos autores mantenían aún la hipótesis de la comunicación eléctrica interneuronal, y por ello
las primeras pruebas que demostraban la existencia de neurotransmisores en el cerebro no fueron
muy bien acogidas y pasaron en gran medida desapercibidas (Roe, 1999). Por otro lado, tampoco
se habían propuesto teorías coherentes sobre las posibles causas orgánicas de las diferentes
psicopatologías, lo que hacía muy complicado comprender el modo en que los fármacos podían
aliviar los síntomas. Por todo ello, la vertiente clínica de la psicofarmacología tomó ventaja en
estos primeros años a la investigación básica, marcándole un camino que sería crucial para su
desarrollo posterior.
La historia de la psicofarmacología que se ha revisado no puede entenderse, en definitiva, sin
tener en cuenta todos estos factores, muchos de los cuales aún ejercen su influencia en la
psicofarmacología actual. Sin embargo, esta disciplina es hoy en día muy distinta de aquella que
inició a mediados de la década de los años cincuenta. El descubrimiento y desarrollo de fármacos
no se basa ya en observaciones clínicas asistemáticas, ni se lleva a cabo sin una base teórica y
metodológica sólidas. Muy al contrario, el diseño de nuevas sustancias se realiza en la actualidad
de forma sistemática y rigurosa, teniendo en cuenta el conocimiento disponible acerca de los
mecanismos patológicos sobre los que se pretende actuar, y de los tipos de receptores y lugares
de fijación sobre los cuales puede ejercer su acción el compuesto.
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Referencias bibliográficas
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