Está en la página 1de 4

REGULACIÓN EMOCIONAL

Cuando hablamos de las emociones, a veces nos cuesta experimentarlas y


expresarlas de manera adecuada. Algunos de nosotros podemos tener la tendencia a
fijarnos en emociones negativas o dificultad para identificar y conectar las emociones
que sentimos. Esas dos formas de actuar muchas veces no son conscientes, lo hacemos
de forma automatizada como estrategias ya interiorizadas. La regulación emocional se
refiere exactamente a lo contrario a la inconsciencia de lo que sentimos, se trata de
mejorar nuestras habilidades para influir en el tipo de emociones que vivimos en dadas
situaciones así como en su intensidad y temporalidad.
Al momento de regular nuestras emociones podemos utilizar diferentes
estrategias. Esas son herramientas que nos ayudan a afrontar las situaciones. Todos las
utilizamos, sin embargo algunas veces no logramos emplearlas de manera óptima.
Algunas formas de regulación se mostraran saludables, por otro lado existen
otras que son contraproducentes, no nos ayuda a afrontar las situaciones como toca. A
seguir puedes observar una pirámide invertida con los tipos de afrontamiento, de los
más positivos hasta los menos funcionales:
Muchas veces aplicamos ante nuestras emociones y vivencias las herramientas
contraproducentes porque no sabemos cual es la mejor manera afrontar la situación.
Sin embargo, a partir del momento en el que entendemos que nuestras estrategías no
están siendo resolutivas tenemos que buscar cambiar nuestra manera de
afrontamiento.
Pero antes de introducir cualquier habilidad de regulación nueva, es importante
que tomemos conciencia de las estrategias disfuncionales presentes en nosotros y
trabajemos para desmontarlas. Empecemos entonces por entender esos mecanismos
contraproducentes.
La supresión y la evitación son dos fuertes herramientas que se muestran muy
ineficaces a largo plazo. Cuando se emplea la supresión como la herramienta
predominante en la vida, pese que a principio cumpla la tarea de reducir la expresión de
las emociones negativas así como la posible experiencia subjetiva que puede
acompañar, a largo plazo se muestra ineficaz puesto que impide nuestra habituación
ante estímulos y situaciones, así como nos hace más sensibles a pensamientos ansiosos
y a la depresión.
Ya la evitación de pensamientos, de emociones, de sensaciones o recuerdos al
contrario de lo que se puede pensar puede aumentar los mismos, o sea, cuanto más se
evita pensar sobre un aspecto en concreto es muy probable que se aumente la cantidad
de pensamientos sobre el tema, y al final dejamos los problemas sin solucionar. No
obstante, no siempre somos conscientes de que estos pueden ser nuestros modus
operandi cuando tenemos una situación complicada, por eso es importante saber
reconocer esos métodos disfuncionales de
regulación, porque donde hay conciencia
hay alternativa. Por ejemplo, cuando hay
un problema pero dentro de nuestro día
actuamos de manera que no nos damos
cuenta que la situación está esperando que
nosotros paremos y le demos atención
para resolverla, estamos suprimiendo los
pensamientos. Ese puede ser el mecanismo
más difícil de identificar en nuestra vida
puesto que de cierta manera no somos
conscientes de él. Por otro lado, es más fácil identificar cuando podemos estar evitando
un un problema, situación, sentimiento, etc.
Después de tomar conciencia respecto a esas dos estrategias evitativas
podemos cambiarlas por la aceptación, que es muy diferente a la rumiación. Cuando
hablamos de ruminar nos referimos a la hiperfocalización en experiencia emocional, lo
que le ha provocado y que puede pasar a seguir. En ese tipo de estrategia nos hacemos
muchas preguntas, eso ocurre porque no somos capaces de asumir la situación tal y
como es. En cambio, cuando nuestro mecanismo es la aceptación la actual posición
donde nos encontramos, así como también acogemos y aceptamos nuestras
emociones, pensamientos, recuerdos y necesidades.
● Volver a conectar con nuestras mociones

Conectarse con nuestras emociones no se trata simplemente de parar notarlas,


pero ese sin dudas es el primer paso.
Cuando intentamos frenar nuestras emociones de manera constante podemos
acabar por ahogarlas. Eso no significa que ya no sentimos nada, apenas que no
soportamos vivir nuestras emociones, por ese motivo utilizamos diferentes estrategias
para evitarlas, podemos llenar nuestra agenda de actividades de manera que no
tengamos tiempo para parar a sentir, a veces utilizamos la racionalización sin carga
emocional para no dejar llegar hasta nosotros la emoción o podemos llegar a ser
evasivos, quitando toda y cualquier emoción del suceso así como la importancia que
puede llegar a haber tenido. Entendemos que en esos estados estamos
sobrerregulados.
En situaciones así es importante que tengamos el valor de detenernos ante
nuestras emociones así como dejar de controlarlas a cada instante, hay que dejar
espacio para vivirlas libremente, permitirse sentirlas, observar cómo evolucionan y
cómo llegan a su fin, porque sí, las emociones no duran para siempre.
Es importante que entendamos que todas las emociones tienen su función, hasta
incluso las desagradables, puede ser hacernos pedir por apoyo cuando estamos tristes
o defendernos cuando nos enfadamos. De lo contrario, si no sentimos nada, ¿Cómo
sabremos que es lo que necesitamos? Así pues, tenemos reconciliarnos con nuestras
emociones, entender que ninguna de ellas es nuestra enemiga.

● Frenar lo que sobra

Ante todo lo que hemos visto anteriormente, existe un otro lado de esa moneda.
Puede que vivamos nuestras emociones de manera desbordante, de una forma que
escapa a nuestro control, lo que podemos conocer como “a flor de piel”. Cuando vivimos
nuestras emociones así puede que experimentemos dos posibles situaciones: la primera
es que creamos que nuestros sentimientos son la verdad absoluta y que por eso
debemos de ser fieles a ellos siempre. La segunda es que podemos avergonzarnos de
nuestras emociones y de cómo las experimentamos. De todos modos es importante que
entendamos que nuestras emociones son reales y válidas pero, tal vez no siempre sean
proporcionales a lo que estamos viviendo.
Puede que reaccionemos de manera no correspondente a lo que nos ocurre
porque tenemos la memoria inconsciente que en una situación pasada la misma
reacción fue útil y tuvo sentido o que los eventos pasados han hecho que nuestra
alarma emocional se volviera ultrasensible, de tal forma que respondemos de manera
abrumadora ante cualquier señal mínimamente similar a lo que nos haya ocurrido en el
pasado.
Pues bien, si vivimos todo el día, o parte de él con las emociones a flor de piel lo
primero es conectarnos a nuestras emociones, pero no para hacerlas más fuertes, el
objetivo es saber cuando están empezando a crecer dentro de nosotros, avaliar si es
coherente con la situación en la que estamos y así calmarlas. De esta manera
tendremos la oportunidad de entender qué es lo que sentimos, porque lo sentimos y
para que nos sería útil.

Así pues, tenemos que asumir que las emociones juegan un papel muy
importante en nuestra vida y por eso tenemos que aprender a conectarnos con ellas, sin
embargo no podemos permitir que ellas nos dominen y se regulen sin que participemos
del proceso. El regularse emocionalmente se trata de hacer consciente nuestros
sentimientos para que así podamos ajustarlos a diferentes situaciones y a nosotros
mismos.

Tamara Fonseca
Psicología

También podría gustarte