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Sergio Etkin

La deixis
La deixis

(17) a. Está arriba. [= “En el piso de arriba” respecto del


lugar donde se enuncia]
b. Dejalo arriba de esas latas.

4.7. Anáfora

Los enlaces anafóricos se asemejan a la deixis textual por


suponer relaciones entre unidades lingüísticas copresentes en un
mismo texto, pero difieren de ella por contar con una base sintáctica,
esto es, a partir de una expresión que en el cotexto desempeña
cierta función gramatical, la forma anafórica, por lo común algún
pronombre, la recupera para que cumpla la misma función sintáctica
o una nueva manteniendo su contenido temático, pero sin repetirla
literalmente: en (18) el antecedente mi libreta, sujeto sintáctico, es
retomado por el pronombre personal la en empleo anafórico para
que cumpla función de objeto directo en otra frase:

(18) Mi libreta no aparece: hace un mes que no la veo.

Desde el punto de vista semántico, el anafórico se suele carac-


terizar como correferencial en relación con la expresión lingüística
descriptiva o simbólica que retoma, su antecedente por lo general;
esto significa que ambas remiten al mismo referente externo al
texto; así, en (18) la frase nominal mi libreta denota el mismo objeto
de la realidad que el anafórico la. Encontraremos, a continuación,
necesario matizar esta idea de correferencialidad fuerte.
La anáfora es un tipo de enlace entre signos y expresiones que
de por sí da lugar a una inmensa área de estudios, de modo que
nuestra presentación será necesariamente sintética. Los especialis-
tas en la temática se dividen entre los que defienden un tratamiento
unificado de la deixis y de la anáfora, en cuanto dos aspectos de un
mismo fenómeno lingüístico, y quienes consideran más adecuado
trazar una línea divisoria tajante entre ellas.
La mayor parte de los teóricos reúnen la deixis y la anáfora en
una categoría común que, subraya Kleiber (1991), va en una sola
dirección: se acoge la anáfora como tipo de deixis. Esta decisión
se refleja inmediatamente en la terminología: de este modo, Ducrot
y Todorov (1972: 406) establecen el contraste entre deixis indicial

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y deixis anafórica, lo que supone postular algún tipo de presencia


del referente del anafórico en la situación de enunciación; Diessel
(1999) opone deixis exofórica (deixis propiamente dicha) a deixis
endofórica (anáfora).
Kleiber (op. cit.: 4) explica que el contraste es entre deixis, por
un lado, y anáfora como forma básica de referencia endofórica, por
el otro, dado que estos dos procedimientos coinciden en poner en
marcha una “búsqueda referencial identificadora” similar, en la que
el entorno inmediato nos da la identidad del referente. En efecto,
“para encontrar el referente de un anafórico, hay que buscar el
‘buen’ antecedente o la ‘buena’ fuente en el texto; para encontrar el
de una expresión deíctica, hay que ver cuál es la ‘buena’ entidad de
la situación extralingüística inmediata que le corresponde”.
A través de las anáforas, la codificación proporciona una
orientación en enunciados que, gracias a ellas, adquieren cierta
autonomía respecto de la situación de enunciación. En este sentido,
el anafórico reemplaza de algún modo el gesto extralingüístico,
característico de la deixis en sentido estricto, que no está disponible
en los textos escritos. Así, generaliza Louis de Saussure (2018: 161 y
s.) que los discursos se estructuran a través de leyes de organización
intrafrástica, que son de dos tipos: las que afectan a los deícticos, ya
que tienen por función “situar el contexto situacional e intersubjetivo”
del enunciado, y las que logran “asegurar los puntos de enganche
entre los diferentes constituyentes de un discurso. Esta función la
cumplen la anáfora, que asegura la continuidad informacional, y los
conectores, que aseguran la continuidad argumentativa, temporal o
narrativa”.5 Bühler llega a considerar anafórico incluso al marcador
discursivo por lo tanto, puesto que indica que las premisas ante-
riormente formuladas deben reunirse para pasar a una conclusión.
El psicólogo alemán entiende la anáfora como una especie de
mecanismo de regulación que rompe la determinación “psicofísica”
del encadenamiento lineal de palabras a través del flujo del decir

5. Desde una perspectiva histórica, Paul (apud Bühler, op. cit.: 461) conjetura que
resultó un cambio crucial en los demostrativos el paso de su valor primitivo de referir a
algo presente y perceptible a referir “a algo que se acaba de decir”, ya que con esto se
gramaticalizó el hecho de que las frases en el discurso en parte son independientes,
en parte están determinadas unas por otras.

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para establecer entre ellas enlaces retrospectivos y prospectivos


“conservando la visión de conjunto más allá de las interpolaciones
que se incorporen al texto” (op. cit.: 461). Añade que las anáforas se
vuelven sobreprotectoras cuando sobrecargan un escrito al modo de
“andadores” que tutorean el pensamiento del interlocutor: un texto
mejor equilibrado preferirá utilizar el recurso de manera más parca
y “dejar mucho al oyente” (ibíd.: 474).
Desde su enfoque se defiende la necesidad de tratar conjun-
tamente deixis y anáfora “para no desgajar cosas históricamente
conexas” (ibíd.: 155), tomando como eje el concepto de mostración:
en el caso de las anáforas, “mostración de lugares en la estructura
del discurso”, o sea, en el contexto mismo de un decir en construc-
ción que se vuelve sobre sí mismo: “el contexto mismo se eleva a
campo mostrativo en la anáfora” (ibíd.: 461 y ss.). Lo esencial en
esta oposición no es el rasgo conocido/desconocido, como en la
antigua diferenciación de los gramáticos griegos, sino distinguir
entre una “mostración real” y una “mostración sintáctica” de carácter
reflexivo, respectivamente. Para Bühler, sin los apoyos perceptivos
con los que cuenta la deixis, una representación lingüística asume
una función mostrativa interna, al modo de flechas que ya no señalan
directamente a las cosas de las que se habla, sino a frases del mismo
texto que sí señalan a las cosas. Un anafórico, “si hablara”, daría
instrucciones como las de los carteles en las rutas: “¡Mira adelante
o atrás a lo largo de la cinta del discurso actual! Allí hay algo que
pertenece propiamente a donde estoy, para que se pueda ligar con
lo siguiente. O a la inversa: pertenece a aquello lo que me sigue”
(íd.). Para el autor, no hay psicológicamente límites fijos entre referir
deícticamente lo que se percibe como presente en la situación y
referir anafóricamente lo que se acaba de percibir dentro del texto.
En ambos usos los demostrativos “son la referencia lingüística a algo
hacia lo que el hablante ha dirigido su atención, e invitan a aquel a
quien se habla a considerar igualmente el objeto” (íd.). Lyons (1977:
670) comparte esta idea de proximidad temporal en el contexto de
enunciación entre las expresiones que se ponen en juego, análoga
a la cercanía espacial en general, para el autor, “el componente
fundamentalmente deíctico de una expresión anafórica”.
Por esto, según Bühler, para la anáfora se ponen en funciona-
miento “en buena parte las mismas palabras que para la demonstratio
ad oculos”, propia de la deixis (op. cit.: 155), punto de vista con el

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que coincide Kleiber (1986) al establecer la necesidad de tratar


unificadamente expresiones idénticas. Por ejemplo, el demostrativo
proximal esta tiene empleo deíctico cuando se refiere a un objeto
presente en la situación de enunciación, como en (19), y función
anafórica en (20), al retomar una formulación previa:

(19) Yo como esta pera madura. [Señalando el locutor una


fruta ubicada cerca de él]
(20) Compré una sola pera. Me parece que esta pera va
a durar poco.

También Consten (2003: 223 y s.) afirma que la postura que ve


la anáfora como un caso especial de deixis supone una definición de
carácter “fórico” (del griego ferein “llevar; referir”) para estas catego-
rías, basada en que ambas producen alguna forma de señalamiento
referencial. A su criterio, “las consideraciones teóricas sugieren que
los diferentes tipos de anáforas y de deixis no deberían verse como
una dicotomía, sino en términos graduales, y que se puede arrojar luz
sobre ellos a través de un modelo explicativo unificado de referencia
vinculada a dominios”. En los dos mecanismos el factor decisivo se
encuentra en el vínculo del deíctico o del anafórico con un punto
de referencia o “ancla”, que necesitará tomar en cuenta también al
destinatario para identificar un referente, más allá de que se trate de
una relación más o menos inmediata o que involucre diferentes tipos
de conocimientos: en los vínculos deícticos, el ancla es exterior al
texto; en los anafóricos, está en el dominio textual.

4.7.1. Correferencialidad y cosignificación

La relación semántica de correferencia se sostiene desde


el trabajo pionero sobre cohesión en inglés de Halliday y Hasan
(1976) como clave para la interpretación de las anáforas, si bien se
considera una noción más bien idealizante en la actualidad. Según
Apothéloz (1995), la correferencia es la relación en el discurso
entre dos expresiones que designan un mismo referente, caso que
ve como más bien excepcional, dado que la marcha del discurso
supone modificaciones continuas respecto de la captación de
referentes, cuya representación en tanto objetos de discurso se

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va construyendo con el despliegue mismo del texto, en y por el


discurso, a través de un proceso dinámico para el que se prefiere
el término referenciación.
El hecho es que, fuera de los casos más directos de conexión, el
de las anáforas fieles –ejemplificadas en (18) y (20)–, surgen pronto
ambigüedades, que vuelven más preciso hablar de cosignificación
antes que de correferencia frente a estas relaciones. La correferen-
cialidad estricta se pierde, primero, en las anáforas pronominales
de referencia cruzada o “perezosas” (Geach); en (21), ejemplo de
Karttunen muy citado, el pronombre lo retoma su salario, interpretado
como “el salario que pertenece a alguien”, pero es claro que el
enunciado hace referencia a dos salarios distintos, con poseedores
y destinatarios diferentes:

(21) El hombre que le dio su salario a su esposa fue más


prudente que el que se lo dio a su amante.

Asimismo, de acuerdo con los análisis de Charolles (1990),


el vínculo entre dos ítems léxicos, en función de distintos factores
contextuales, puede ser aproximadamente correferencial en (22),
donde edificio vale por iglesia a través de una sinécdoque –el
término que designa una parte equivale a la totalidad aquí–; pero
esa correferencialidad se cancela en (23), si se interpreta el edificio
ya no como la iglesia en su totalidad, sino como un aspecto parcial
interesante de ver en ella, su dimensión arquitectónica:

(22) En el lugar había una iglesia. El edificio era grandioso.


(23) Visitamos una iglesia. El edificio era grandioso.

4.7.2. Anáfora indirecta

Vemos que el acceso al referente no siempre es directo ni en las


anáforas ni en la deixis propiamente dicha. Kleiber (1991: 7) analiza
distintas variantes de anáforas indirectas, también denominadas
anáforas divergentes (anáforas de sentido o no estrictas, en la Nueva
Gramática de la Real Academia Española, en adelante, NGRAE):

• Anáfora asociativa. Es la que tiene lugar en sintagmas no-

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minales por lo general con artículo definido, en que el ana-


fórico depende interpretativamente de un referente previo o
posterior, denominado disparador (Hawkins, 1978); el enla-
ce se apoya en conocimientos estereotípicos compartidos
que se reflejan en relaciones del todo con la parte (por ejem-
plo, si se habló primero de la puerta y se retoma este refe-
rente con el picaporte [de esa puerta]), del contenido con el
continente (primero botella y luego el agua), por localización
(oficina y el escritorio), por agentividad argumental (alquiler
y el locador) o por función (equipo y el capitán).
• Anáfora conceptual (anáfora difusa, de sentido abstracto,
recapitulativa o encapsulamiento). Es la que condensa un
fragmento más o menos extenso, previo por lo general, y
lo recategoriza; por ejemplo, se describe ampliamente una
situación de destrucción y se la sintetiza con el término
esta catástrofe, que no se había usado antes.
• Anáfora genérica. Si bien la primera mención es a un indi-
viduo en particular, el retome anafórico toma sentido gene-
ral, incluso sin concordancia gramatical:

(24) A tu bebé hablale como si entendiera todo: nunca


sabemos bien qué comprenden ellos.

• Anáfora con interpretación de tipo, como forma de metoni-


mia (en NGRAE): variante de la anterior en la que el enlace
entre el término anafórico y el referente pasa del ejemplar
individual (token) al tipo (type) al que pertenece el indivi-
duo:

(25) No va a poder hacer ninguna llamada con su celular.


Ese celular no funciona en el campo.

• Anáfora de identidad imprecisa (oraciones cheque o anáfo-


ras perezosas). Por un proceso de reconstrucción, en frases
con sentido posesivo se desplaza la referencia al objeto de
un poseedor primero a otro objeto análogo, pero de un se-
gundo poseedor; es el caso de (26), en que cada una de las
dos personas implicadas entrega su propio proyecto:

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(26) Omar entregó su proyecto. Yo me voy a tomar una


semana más para completarlo bien.

• Anáfora colectiva. Se parte de una denominación locativa


y el término anafórico designa el grupo de entidades que
ocupa normalmente ese espacio, como en (27), que supo-
ne para el verbo discuten un sujeto de 3ª plural ellos que
equivale a “los romanos”:

(27) En Roma, discuten a los gritos por cualquier cosa.

• Anáfora léxica. Son los casos de elipsis –de sustitución


cero, según Halliday y Hasan–, en que el sustantivo de la
primera mención, guitarras en (28), no se repite y, sin em-
bargo, sabemos que tenemos que reponerlo en un segun-
do lugar del enunciado:

(28) Ricardo tocó cinco guitarras; Litto, solo dos Ø.

4.7.3. Deixis indirecta

En correspondencia con las anáforas indirectas, también para


los deícticos en sentido estricto se diferencia entre su empleo directo
vinculado a un referente que está in præsentia en la situación de
enunciación y sus usos indirectos o in absentia, en los que refiere un
objeto ausente en la situación con el apoyo de otro presente. Kleiber
(1991) detalla estas variantes:

• Situaciones de ostensión diferida (Quine) o referencia ges-


tual. En ellas, un gesto indica un elemento contextual que
funciona como mediador porque evoca la presencia del
referente por más que este no se encuentre en el lugar:

(29) Aprovechemos que él no está. [Mientras se señala


con un gesto la oficina del jefe]

• Referencia pronominal de 3ª persona singular no gestual


(Bosch). Similar a la anterior, pero sin gesto de señalización,

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