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TEMA 41. Las fuentes y los orígenes de la literatura occidental.

La Biblia. Los clásicos grecolatinos.


1. Introducción
2. Fuentes y orígenes de la literatura occidental
2.1. El origen cristiano
2.2. Obra latina medieval
2.3. La literatura árabe
2.4. La concepción del amor en la lírica y en la novela
2.5. El teatro y la prosa
3. La Biblia
3.1. Traducciones
3.2. Los libros de la Biblia. Nómina y clasificación literaria
3.2.1. Antiguo testamento
3.2.2. Nuevo Testamento
3.3. Influencia de la Biblia en la literatura española
4. Los clásicos greco-latinos
4.1. La literatura griega
4.2. La literatura latina
5. Conclusión
6. Propuesta didáctica
7. Bibliografía

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1. INTRODUCCIÓN
La civilización occidental se ha conformado, principalmente, a lo largo de los siglos,
con la herencia de tres legados: la Grecia clásica, el del pueblo romano y el
judeocristiano. Una herencia que se extiende a lo largo del tiempo a través de las
diferentes manifestaciones literarias llevadas a cabo, pues no debemos olvidar que la
literatura es un elemento común a toda la humanidad, previo a la invención de la
escritura que, desde sus orígenes, fue transmitida oralmente.
El cristianismo empezó a extenderse a través de las cruzadas y de las órdenes
eclesiásticas al tiempo que decaía el Imperio Romano, continuador del pensamiento y
de la cultura griega; dicha expansión conllevó a que la Biblia, texto revelado de la
palabra de Dios, cobrará tal relevancia que terminaría por inspirar los autores y autoras
a la hora de escribir sus obras. Una influencia que se extenderá a lo largo de los siglos.
Tanto los textos grecolatinos como la Biblia contienen las creencias que explican y
ordenan el mundo y las pautas de conducta que deben conocerse e imitarse para
mantener su orden. De este modo se convierten en fuentes de autoridad de las que
beberá toda la historia a la literatura occidental.
Es por todo ello que, a lo largo del desarrollo de este tema, que se enmarca en la
resolución EDU/4037/2022 se tratara, en primer lugar, las fuentes y los orígenes de la
literatura occidental, donde se incluyen las fuentes árabes y, a continuación, se detallará
la caracterización de dichas fuentes, comenzando por la Biblia, pasando por la literatura.
Finalmente se mostrará las posibles aplicaciones didácticas que podemos llevar a cabo
en el aula dentro de la materia de literatura castellana de segundo de bachillerato.

2. FUENTES Y ORÍGENES DE LA LITERATURA OCCIDENTAL

2.1. El origen cristiano


Aunque en la época medieval, se produzcan una serie de contradicciones como puede
ser la coexistencia de una filosofía de carácter racionalista junto con la noción de
pecado y castigo, que en el arte se produzca una extraña simbiosis de primitivismo y
refinamiento, y que su rígida estructura social experimente unas convulsiones, populares
o nobiliarias, que sacuden la convivencia, sin embargo, este periodo se caracteriza por
una visión del mundo señorial y teocéntrica. Su principal preocupación es la relación del

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hombre con Dios y este sentimiento religioso se manifiesta en todos los órdenes de la
existencia, incluida la literatura.
Tanto el pensamiento, la filosofia como la teología medieval están íntimamente unidos a
la concepción griega del individuo y universo, en especial helenística y alejandrina.
Prueba de ello son la explicación del misterio de la santísima Trinidad que hace santo
Tomás en la Summa theologica, deudora de las ideas de Plotino, y la Divina comedia de
Dante que no es sino una vulgarización poética de la doctrina escolástica perfectamente
asimilada, con adiciones tomadas de un libro hispanoárabe, La escala de Mahoma.
Lo que distingue y universaliza a los fenómenos culturales europeos frente a los
asiáticos hay que buscarlo en su racionalidad, en los rigurosos esquemas jurídicos y las
figuras conceptuales del derecho romano y del occidental formado en su escuela, en el
empleo racional de la bóveda gótica como medio de distribución de los empujes y de
cubrimiento de espacios en la creación de los monumentos, totalmente desconocidos en
oriente. Racionalidad aplicada también al pensamiento filosófico, científico, técnico,
musical (técnica del contrapunto) o económico.
Así pues, fue ese universo cristiano el que impulsó la racionalización que hizo posible la
posterior secularización. La perduración de la semilla bíblica y cristiana, en lo positivo
y en lo negativo, hicieron brotar frutos consistentes, una ciencia racional, un empeño
artístico, un dinamismo político y económico que evita el eterno retorno de otras
religiones, así como la repetición incansable de sus mundos artísticos, literarios y hasta
musicales. Sin el eje cristiano no puede comprenderse la peculiaridad de la historia
europea.
La idea de progreso en la Alta Edad Media es todavía desconocida, por lo que se
extiende una idea de estatismo en la sociedad en casi todos los ordenes (escolástica,
espiritualismo, feudalismo); mientras que con la llegada del período de la Baja Edad
Media se produce una lenta apertura pero constante hasta el Renacimiento, que
conducirá la de la secularización de la sociedad y al aburguesamiento de la cultura. Un
período, el de la Baja Edad Media, que propicia también la aparición del nominalismo,
es decir, la de la corriente filosófica que considera los conceptos generales tan solo
nombres de los objetos singulares, y entiende como mudable y transitoria cualquier
norma universal. Se trata de un pensamiento considera los conceptos no como
realidades sino como construcciones verbales con lo que para sus seguidores no existe
una norma universal válida, sino que todo es relativo. Uno de sus principales
representantes fue Guillermo de Ockam, quien puso en cuestión el mundo estático

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medieval y lo proyectó a la modernidad. Ya no existe ningún argumento válido de
autoridad. Ninguna solución puede basarse en entes de razón creados por la mente como
si existieran en realidad. Los entes no deben multiplicarse sin el apoyo de la
experiencia. Así nace la ciencia, la técnica y el progreso renacentista y poco a poco
desaparece la escolástica y la filosofía idealista.

2.2. Obra latina medieval


Durante la Edad Media, muchos jóvenes clérigos, rebeldes frente a la tradición, no
terminan de encontrar acomodo en el entramado eclesiástico, dejando sus estudios sin
finalizar y abocados a llevar una vida de mendigos y comediantes que escriben en latín
y se dirigen a un público culto y restringido. Por otro lado, encontramos a los juglares
quienes hacen uso del latín vulgar en sus canciones de amor de argumento profano.
Uno de los textos que querríamos destacar es el volumen Disciplina clericalis, una
colección de exempla escrita por Pedro Alfonso de Huesca, judío converso, a comienzos
del siglo XII. El ejemplario, escrito en latín, consta de un prólogo y treinta y tres
ejemplos extraídos de fuentes cristianas, árabes y judías escritas y del folclore oral de
estas tres culturas. La obra tuvo una gran repercusión en toda Europa e introdujo la
cuentística oriental en el occidente cristiano; tanto es así que hacia 1400 aparecieron
versiones reducidas ya en castellano y será una de las fuentes principales de textos como
el Sendebar, Calila e Dimna y El Conde Lucanor

2.3. La literatura árabe


La literatura árabe del período medieval se transmitía de forma oral por medio de
recitadores, figuras legendarias del desierto –mezcla de poeta, guerrero y bandido– que
difunden las llamadas “qasida”, canciones árabes panegíricas, dedicadas a un rey o a un
noble y de estrofa monorrima. Junto a estos poetas del desierto encontramos también
poetas de corte como Tarafa o Zuhair, algunos de cuyos poemas han devenido
proverbios populares de la lengua árabe. La prosa se cultivaba de forma mínima, en
breves relatos, sentencias y aforismos. En general, los textos poéticos de esta etapa son
de carácter épico, que posiblemente se halle en la base de la épica hispana.
La fundación y posterior expansión de la fe islámica otorgó a la literatura árabe un
carácter particular, revitalizándola y llevándola por todo el Mediterráneo y Asia Menor,
sirviéndose para ello únicamente de El Corán, libro sagrado para el Islam que se
considera revelado directamente a Mahoma (570-632) por Dios y que se transmitió de

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forma oral hasta que en el 650 discípulos del profeta se encargaron de ponerlo por
escrito y ordenar las 114 “suras” o capítulos, de desigual extensión y redactados en
versículos rimados sin medida fija. Durante muchos años este fue el único texto escrito
en prosa en la literatura árabe, por lo que es innegable su influencia en la cultura, pues
originó multitud de estudios y comentarios tanto filosóficos, como estilísticos y
lingüísticos pues se tomó como modelo gramatical y literario del árabe clásico de todas
las épocas.
La literatura árabe cuando llega a la península enfrenta a los invasores árabes con una
cultura pobre, la visigótica, y escriben en árabe los manuscritos durante la época de los
emiratos y del califato, se atraen artistas a Al-Andalus, que crearon escuela y gozaron de
eminentes seguidores autóctonos a partir del siglo IX con Abderramán III, a través de
dos importantes escuelas poéticas: la sevillana, proclive a la poesía amorosa de carácter
lírico, y la cordobesa, más filosófica e intelectual. Durante los reinos de Taifas destacan
producciones tan importantes como el tratado amoroso que se difundió por toda Europa
con el título de El collar de la paloma, obra del poeta Ibn Hazm (944-1064) de
Córdoba, que introdujo un cambio de gustos, pues además de la poesía culta y cortesana
que se había practicado hasta entonces, los autores comenzaron a cultivar y a interesarse
por la poesía popular.
Durante la etapa de los almorávides se le atribuye la creación de la Moaxaja,
composición culta de varias estrofas de distinta rima, seguidas de un refrán o estribillo
que conocemos como jarcha (total o parcialmente en mozárabe, de base popular y a
veces preexistentes a la composición culta), a Muqaddan ibn Muafá al-Qabrí, siendo
cultivada con gran maestría por Ibn Quzmán (c. 1078-1160), también autor de Zéjeles,
creados en torno al siglo XII, de carácter más popular que las moaxajas. Los almohades,
más preocupados por la pureza de la fe coránica, destacan por la práctica de la literatura
filosófica en la que son dignos de mención los textos neoplatónicos de Masarra o textos
de base aristotélica de la mano del gran Ibn Rusd (1126-1198) al que los escolásticos
llamaron Averroes e Ibn Arabi de Murcia, y de Avempace (a quien además se le
atribuye la creación del Zéjel) Entre los textos religiosos no podemos dejar de
mencionar el Libro de la escala de Mahoma traducido en la corte de Alfonso X, que
recoge tradiciones y leyendas escatológicas surgidas de interpretaciones varias del
Corán y que pudo haber influido en La Divina Comedia de Dante.

2.4. La concepción del amor en la lírica y la prosa

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La lírica amorosa tiene sus orígenes en la poesía trovadoresca provenzal, según Hauser
(1951), la poesía caballeresca cortesana no ha descubierto el amor, pero le ha dado un
sentido nuevo. Si en la antigua literatura greco-romana, especialmente, desde finales del
periodo clásico, el motivo amoroso ocupa ciertamente cada vez más espacio nunca
consiguió la significación que posee en la poesía cortesana medieval. Así, en la época
helenística, en la Iliada encontramos un atisbo de amor respetado por los troyanos entre
Paris y Helena, en la Odisea Penélope se presenta como un objeto propiedad del héroe.
Los poetas griegos hablan del amor sexual, de gozo y dolor, pero sin influencia sobre la
personalidad y el comportamiento. El primer ejemplo de amor pasional, convertido en
conflicto dramático como tema de una acción complicada es Medea de Eurípides. El
helenismo retoma los idilios románticos: Amor y Psique, Venus y Adonis, Hero y
Leandro, Dafnis y Cloe, entre otros. En la mitología aparecen otras parejas de dioses y
humanos, Venus y Adonis, Apolo y Dafne... que ejercieron un poder de seducción
omnímodo en los periodos renacentista y barroco. Entre la época helenística y los
trovadores, sólo Ovidio trata el arte de amar, pero presenta seres que se afanan por
seducir más que por amar, Arte de amar y Remedios de amor.
En síntesis, en ellos el amor es visto como un sentimiento tierno, pero nunca como un
principio educativo superior puesto que se muestra preferencia por los mitos y las
historias de héroes. Por el contrario, y como detalla Hauser en su estudio, el culto
consciente al amor, con contenido sensual y como sentimiento que debe cultivarse por
ser fuente de bondad y belleza, nace en Provenza: ternura, devoción del amante ante su
amada, la infinita sed de amor que nada apacigua, la felicidad amorosa incluso en el
fracaso... el cortejo amoroso, con iniciativa masculina, es parcialmente novedoso.
Dentro de este universo la mujer se concibe como un ser superior, fuente del deseo, ante
quien el hombre muestra su sumisión por conseguir la conquista, simbolizada en la rosa
y cuya consecución supone la entrega sexual de la dama. La norma cortesana
establecerá así que ella debe desdeñar a su amado mientras él debe consumirse de amor,
además de plantearse siempre en términos bélicos: empresa, conquista, alcázar,
resistencia, entrega... La paradoja reside en que el amante confiesa en público su
inclinación hacia una mujer casada, no pocas veces, la esposa de su señor, a la que pide
correspondencia.
Encontraremos pues damas forjadas por el mismo patrón, encarnación de todas las
virtudes y bellezas, a las que no se permite ser sujeto deseante, a las que se compone
canciones que en no pocas ocasiones rozan el erotismo, pues no debemos perder de

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vista que el enamoramiento cortesano es la respuesta a una tensión erótica que no podía
encontrar satisfacción dado que el adulterio era severamente castigado. De este modo,
podemos afirmar que la historia de la literatura de Occidente apenas tiene otra época en
que se hable tanto de vestirse y desnudarse, de muchachas que bañan a los héroes de
noches nupciales, de visitas al lecho, como la época caballeresca medieval.
El nacimiento de la lírica amorosa se vincula también a la difusión de la poesía árabe
entre los círculos ilustrados de la Provenza y una de las primeras estrofas utilizadas en
sus canciones, y que se repetirá con frecuencia, es el zéjel originario del Al-Andalus.
Así pues, el primer trovador de nombre conocido, Guillermo de Aquitania, se
vanagloria de conocer el árabe y escribe algunas de sus canciones en zéjeles.
Fundamentalmente, las características del amor provenzal, como bien ha descrito Denis
Rougemont en El amor en Occidente establecen que nos encontremos ante un amor
gravemente ilícito, por lo general adúltero, a cuya fuerza los amantes no pueden
sustraerse y que atraerá sobre sí la muerte. La relación entre amor y muerte, no tan
presente en la poesía, alcanzará su esplendor en las novelas del ciclo artúrico en las que
Parsifal, Lancelot, Ginebra o Arturo aparecerán como los personajes de una tragedia
anunciada. El ejemplo que marcará toda esta literatura será el de Tristón e Isolda,
amantes necesarios en virtud de un filtro amoroso que no podrán evitar el cumplimiento
de su destino, primero de unión amorosa, luego de muerte, aunque sea merced a una
equivocación en las velas de las naves que han de anunciar la llegada de Tristán ileso y
lo que anuncian es su muerte, lo que desencadenará la tragedia.
En la Edad Media, la consideración de la mujer alcanza una divergencia casi
contradictoria. En la poesía popular se la denigra como causa de todos los males –
pensemos en las condenas eclesiásticas que atribuyen a la mujer la incitación al pecado–
y se la pinta con negros colores, así el Corbacho del Arcipreste de Talavera. Por el
contrario, la elevación casi divina de la mujer en la literatura provenzal tendrá unas
derivaciones teológicas, sociológicas y literarias dignas de tenerse en cuenta. La visión
religiosa apenas se sale del teocentrismo rígido, siendo la imagen de la Virgen y la
devoción mariana que ella suscita fuente temática para todo el Císter. De los siglos XII
y XIII proceden la multitud de vírgenes blancas y morenas que aún conservan ermitas,
iglesias, monasterios y catedrales. La elevación religiosa de la mujer tendrá influencia
extrema en la posterior elevación de la consideración femenina desde el punto de vista
sociológico. Lenta pero constantemente, la semidivinización de la mujer como objeto
amoroso y como objeto de culto religioso cambiará la percepción de poetas y novelistas.

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Es cierto que en principio se mantiene en un plano idealizador lejos de la realidad, pero
la visión femenina de la existencia irá calando hondamente en la concepción social
hasta que su igual dad radical con el hombre constituya una característica clave de la
cultura occidental y cristiana. El influjo más duradero tendrá lugar en Italia con los
poetas del dolce stil nuovo. Dante con el amor platónico pero consistente y duradero a
Beatriz en La divina comedia, así como sus versos de la Vita Nuova y sobre todo
Petrarca con las 366 composiciones del Canzoniere a su amada Laura contribuirán a la
consolidación de una poética, a la disección de unos sentimientos y al análisis del alma
humana, que llegarán desde el Renacimiento al Romanticismo y que aún hoy conservan
su vigencia literaria y social.

2.5. El teatro

En el nacimiento del teatro medieval tiene escasa influencia el teatro clásico dadas las
características sociales de la Península Ibérica, en la que impera un teocentrismo
cristiano, pese a los brotes de paganismo que se irán colando entre sus brechas. Es por
ello que, si bien el teatro español seguirá siendo como era en la antigua Grecia un acto
ritual, sus orígenes los encontramos en las fiestas litúrgicas.
El teatro religioso medieval es popular por espectadores y actores a la vez,
pertenecientes a todos los sectores de la sociedad. Clérigos, comerciantes, artesanos y
campesinos se unen para representar los misterios cristianos. El teatro profano se nutre
de profesionales del mimo, de la danza y del canto. La hostilidad de la Iglesia cristiana
fue una de las causas de la desaparición del teatro romano, al que algunos padres de la
Iglesia llaman “iglesia del diablo”. Los cristianos eluden los teatros y, a partir del siglo
IV, los concilios eclesiásticos exigían que los sacerdotes se fueran de las bodas cuando
aparecieran los actores de farsas que se representaba a esas ocasiones. En el siglo V no
se permitió a los actores recibir la comunión, y se les acaba se prohibiendo su entierro
en sagrado. A partir del siglo IV, las primitivas reuniones de cristianos evolucionan
hacia una especie de drama litúrgico que será la misa, cuyo núcleo será fijo, pero que
admitirá tropos en forma de oraciones o cantos breves. Uno de estos tropos, anotado en
un manuscrito del siglo IX, consiste en cuatro versos en latín que representan el diálogo
entre el ángel y las tres Marías en el sepulcro de Cristo. El obispo escribió el desarrollo
de la acción y hasta aconsejó a los sacerdotes sobre el modo de moverse. Un sacerdote
personificaba al ángel y otros tres a la mujeres que acudían a ungir el cadáver. El ángel

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cantaba en latín y las mujeres replicaban. Esta primera referencia proviene de Inglaterra,
pero con seguridad existía ya en Francia en el siglo IX, y los demás países continentales
se incorporaron a la corriente. En un principio la representación era en latín, pero pronto
se pasó al idioma vernáculo. El lugar de las representaciones fue con frecuencia el
interior de las iglesias hasta el siglo XVI, pero no era extraño que las representaciones
se sacaran a la plaza del mercado, o en la plaza de entrada a la iglesia. Los franceses
utilizaron también teatros antiguos mientras que los ingleses utilizaron los salones
señoriales, aunque habitualmente montaban las obras sobre carromatos que
transportaban de ciudad en ciudad. En ocasiones, se describe este teatro casi
improvisado como “un lugar alto construido como una casa con dos habitaciones,
abierta la de arriba, para la representación” que presentaba decorados muy sencillos.
A partir del siglo XII, las farsas celebradas en el interior de las iglesias comenzaron a
degradarse con la elección de personajes pintorescos, no pocas veces ofensivos con la
propia Iglesia que los cobijaba, a lo que se añadían canciones y danzas, incluso juegos
de cartas o dados en el interior, y hasta burla de los misterios eclesiásticos. Es por ello
que fueron condenadas en numerosas ocasiones por concilios episcopales y en
ocasiones prohibidas; el mayor ejemplo de ello es la bula de 1210 que emite el papa
Inocencio III por la que ordena la exclusión de los misterios en todas las iglesias. En
síntesis, una vez desterrado el teatro clásico del ámbito cristiano, la Edad Media
recupera las formas teatrales a partir de los tropos, pequeños textos que se ampliarán
hasta formar breves escenas dialogadas y que se enriquecieron con los ludi y otras
ceremonias hasta desembocar en el drama litúrgico, pequeña representación de un
episodio de la vida de Cristo adaptada al curso de la celebración. Algo más elaborados
serán el drama sacro y el drama escolar sobre vidas de santos y redactadas por
estudiantes. Generalmente escritas en latín, salvo excepciones.
En la península no se encuentran muchos textos latinos, y el primero escrito en
castellano es el Auto de los Magos, de la segunda mitad del siglo XII, procedente de la
Catedral de Toledo y con influencia francesa. Por otro lado, algunas leyes de Alfonso X
aluden a diversas manifestaciones dramáticas realizadas por juglares.

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3. LA BIBLIA

La Biblia es el conjunto de libros canónicos del judaísmo y del cristianismo, atribuidos


al “ruaj” (aliento, soplo, espíritu) que narra la experiencia del pueblo judío con la fe y el
cumplimiento de los designios de Dios como temas centrales. Esos textos sagrados han
contenido las creencias y las pautas de conducta que explican y ordenan el mundo,
incluso en lo que tiene de más amenazante (dolor, sufrimiento, injusticia), para el
mundo occidental, cuya influencia abarca toda la literatura universal debido a la
expansión del cristianismo.
La colección de libros que conforma la Biblia fue escrita a lo largo de más de nueve
siglos en hebreo, arameo y griego, con frecuencia a partir de tradiciones orales bien
fijadas. De ellos fueron apareciendo diferentes versiones a lo largo de los siglos de las
que destacamos las siguientes:

o La Biblia alejandrina del 280-130 a.C. Q que era usada para la lectura en las
sinagogas durante la diáspora (del Antiguo Testamento)
o Vetus latina en la que se mezcla la Biblia alejandrina y la de los griegos (en el
Nuevo testamento) que será usada hasta el siglo IV.
o La Vulgata de San Jerónimo, una traducción directa del hebreo y del griego que
se oficializa durante del Concilio de Trento.

Es importante destacar que en la Biblia aparecen casi los mismos estilos literarios
utilizados por la literatura popular del Antiguo Oriente pues los relatos del Génesis, la
idea de la creación y la narración del diluvio los encontramos de forma análoga en las
literaturas egipcia y babilónica.

3.1. Traducciones

Como hemos anotado anteriormente, una fecha importante es la traducción de la Biblia


completa al latín realizada por San Jerónimo en el siglo IV d.C., que es conocida como

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la Vulgata y está considerada como libro de autoridad por la Iglesia. Durante el
Renacimiento, el interés de los humanistas por que la Biblia fuese leída por la gente que
ya no comprendía el latín, favoreció diversas traducciones que, además, prestigiaban las
lenguas nacionales que comenzaban a adquirir rango de cultura. Aunque los traductores
se propusieron partir de los originales griegos y hebreos, lo cierto es que Erasmo,
Lorenzo Valla o el mismo Fray Luis de León recogieron el espíritu de la Vulgata en sus
respectivas traducciones de los textos bíblicos. A raíz de los conflictos de la Reforma
protestante, Lutero extiende entre 1522 y 1532 la idea de la libre interpretación de las
Escrituras, mientras que en los territoritos de confesión católica impero del cierre
defensivo del texto traducido por voces de autoridad.
En los siglos XVI y XVII su huella es constante, desde el Códice de autos viejos hasta
obras y ciclos religiosos de Lope de Vega, Tirso y Calderón de la Barcas, además de ser
conocidas las referencias en el Lazarillo de Tormes, el Guzmán de Alfarache y las
frecuentes recurrencias en el Quijote. Con el pasar de los siglos, el desarrollo filológico
y el prestigio de la razón llevaron a descubrir las incoherencias textuales de la Biblia y a
utilizarlas para poner en entredicho su verdad. En definitiva, se trata de relativizar la
distinción entre literatura sagrada y literatura profana, y de encontrar un terreno común
en el concepto de fuente clásica.

3.2. El canon bíblico

El canon bíblico es el conjunto de libros que la Iglesia admite como inspirados para la
liturgia. Mientras que la Biblia hebrea solo contempla en Antiguo Testamento, la griega
y la Vulgata latina añaden el Nuevo Testamento.

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LIBROS Antiguo Testamento Nuevo Testamento

Pentateuco Génesis, Éxodo, Levítico, Números y


Deuteronomio
(Torá)

Históricos Josué Evangelios (Mateo, Lucas,


Libros de los Jueces Marcos y Juan)
Samuel Hechos de los apóstoles.
Libro de Rut
Libro de los Reyes
Libro de Judit
Libro de Ester
Macabeos
Proféticos Isaías, Apocalipsis
Jeremías
Ezequiel
Daniel
Nebi’im! Aharonim (últimos profetas)
Sapienciale Job Epístolas de San Pablo
Salmos
s
Proverbios
Eclesiastés
Cantar de los Cantares
Libro de la Sabiduría
Libro del Eclesiástico

3.2.1. El Antiguo testamento

Se trata de la serie de textos sagrados israelitas anteriores a Cristo escritos casi


íntegramente en hebreo, con algunos testimoniales en arameo. Se compuso durante unos
diez siglos y conoció diferentes versiones.

o El Pentateuco. Comprende cinco libros sobre la historia del pueblo hebreo:


Génesis (orígenes del mundo), Éxodo (liberación respecto de Egipto), Levítico
(conjunto de disposiciones legales), Números (censo, pasajes poéticos) y
Deuteronomio (Israel se concibe como el pueblo de Dios). El contenido del
Pentateuco, cuya historia comienza con la creación del mundo y del hombre y
termina con la muerte de Moisés a las puertas de la tierra prometida. Es la

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historia fundacional de Israel, el objeto de su fe: creer que Dios lo ha elegido y
confiar en él.
o Libros históricos. El libro de Josué encabeza el ciclo histórico desde el siglo
XII hasta el siglo II. Narra la salida del desierto y la conquista de la tierra
prometida. El libro de los Jueces narra los primeros asentamientos y los
encuentros y desencuentros de un pueblo del desierto, Israel, con un pueblo del
mar, los filisteos o palestinos. Prosiguen los dos libros de Samuel y los dos de
Reyes. Un grupo peculiar de narraciones lo forman los libros en torno a un
personaje de vida ejemplar: Rut, Judit, Ester y Tobías, de valor más narrativo y
moral que histórico.
o Libros sapienciales. Participan de un triple carácter, esto es, se caracterizan por
ser libros poéticos, sapienciales y didácticos. Se pueden subdividir en poesía
lírica (Salmos, Cantar de los cantares), poesía didáctica (Job, proverbios,
Eclesiastés) y prosa didáctica Libro de la sabiduría). De este modo, Job, los
Salmos y el Cantar de los Cantares son libros de alto valor literario como cima
de la poesía religiosa y se cuentan entre los de mayor influencia en la literatura
occidental. Los Salmos expresan, por una parte, la condición amenazada y
trágica del hombre perseguido y, por otra, compendian todas las voces con que
el hombre puede dirigirse a Dios: la pregunta, el reproche, el ruego, la alabanza.
Su característica poética es el paralelismo semántico de los versículos o
sentencias, con un balanceo de conceptos que permite el desarrollo de la
sinonimia y la comparación. El Cantar de los Cantares es un poema dramático,
una colección de canciones para una boda y unos diálogos de espera y de
recuerdo. Impresiona su sensualidad y su corporalidad. La metáfora de las bodas
siempre ha parecido la más idónea en Occidente para expresar la unión del
hombre con Dios. Job es un poema dramático que plantea la cuestión del mal,
del dolor y de la adversidad del hombre inocente. Proverbios, Eclesiastés,
Eclesiástico y Sabiduría son textos notables por su profundo conocimiento del
alma humana. Su forma es la poesía gnómica, de sentencias y reflexiones,
consejos y pensamientos. Por último, los libros proféticos escritos por los
“profetas”, que hablan en nombre de Dios, proponen críticas a la mediocridad e
infidelidad del pueblo, pero mantienen su esperanza mesiánica.
o Libros proféticos. El profetismo es una de las grandes instituciones
fundamentales del pueblo israelí. Los profetas pueden clasificarse en ágrafos (no
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escribieron sus oráculos y son sencillamente mencionados) y escritores
(reunieron sus oráculos, por sí mismos o por sus discípulos, en un libro especial
que lleva su nombre). Se dividen en mayores (Isaías, Jeremías, Ezequiel, Daniel)
y menores (Oseas, Joel, Zacarías, Malaquías).

Está escrito casi en su integridad en hebreo, con excepción de algunos fragmentos en


arameo. Será traducido al griego Alejandría) y éste será el canon a seguir por la iglesia
primitiva. Destaca la Biblia Políglota Complutense (1517-20) promovida por Cisneros y
que incluye en seis gruesos volúmenes el texto hebreo, el griego, el Tárgum arameo,
con traducciones latinas interlineales y la Vulgata. Las traducciones católicas fueron
tardías debido a la prohibición del Concilio de Trento de traducir el antiguo testamento
en lengua vulgar.

3.2.2. El Nuevo Testamento

No me extenderé en una lista detallada de los veintisiete libros que lo componen, lo cual
sería imposible aquí, sino que comentaré algunos aspectos destacados. La autoría de los
escritos del NT es problemática. Detrás del nombre de cada uno de los evangelistas hay
una amalgama compleja de fuentes parciales, de tradiciones orales, de relatos y
sentencias que se fueron juntando. Por otro lado, cada evangelista, al organizar y
ensartar su material le da un enfoque personal. Otra cuestión conflictiva ha sido la
relación entre las verdades religiosa e histórica que se atribuían a estos textos. Los
escritos del NT son fruto de la fe, son textos para las comunidades y no son textos de
información histórica objetiva. Su lectura pide un “pacto” en cierto modo similar al
pacto narrativo entre el autor y el lector de una novela. Esto se relaciona con la
peculiaridad del género literario de los Evangelios. No son biografías, cuyo interés
reside en contar la historia externa e interna de un héroe. Tampoco son libros de
memorias para mantener vivo el recuerdo de la vida y milagros de un personaje. Y
tampoco pretenden presentar la vida ejemplar de un sabio de la que se desprenda la
comprensión de su doctrina. Pretenden despertar la fe. Está escrito en griego (excepto el
Evangelio de San Mateo, que está escrito en arameo). Tardó en redactarse unos diez
siglos y conoció diferentes versiones.

3.3 Influencia de la Biblia en la literatura española

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La influencia de la Biblia no fue global, sino que se fue haciendo una selección de
pasajes e historias, no tanto por su belleza literaria, sino por su interés doctrinal o
utilidad moralizadora. En la Edad Media, al mismo tiempo que los padres de la iglesia
se manifestaban contra el teatro, dentro del templo, el más importante de los ritos
religiosos, la liturgia, en el periodo de la Pascua cristiana, evoluciona hacia el llamado
drama litúrgico. En él se reactualizan pasajes bíblicos, con el fin de instruir a aquellos
que no saben leer las Sagradas Escrituras, con los principales episodios del cristianismo,
sobre todo los que rodean al tema de la Resurrección y al del Nacimiento de Jesús. De
las escenificaciones religiosas en el interior del templo se pasa a las representaciones
más elaboradas en el exterior. La fi esta del Corpus Cristi dio pie a una procesión en la
que se ilustraban los principales episodios de la historia sagrada. Más tarde, en el siglo
XV, el teatro de Juan del Encina y Lucas Fernández recoge también aspectos del
Antiguo Testamento y de la vida de Jesús. Otros autores medievales que se han visto
imbuidos por la presencia de la Biblia en sus obras son Alfonso X el Sabio, Gonzalo de
Berceo, el arcipreste de Hita, el Marqués de Santillana y Jorge Manrique, cuya conocida
imagen “las vidas son los ríos que van a dar al mar que es el morir”, parte de un
versículo del Eclesiastés.
En el Renacimiento se trabajan las traducciones de la Biblia a las lenguas romances. Los
autores religiosos más importantes del siglo XVI se inspiraron, sin duda, en la Biblia:
Fray Luis de León, traductor del Cantar de los Cantares y del libro de Job; Santa teresa
y San Juan de la Cruz. En el Barroco las obras de Lope, tirso y Calderón tuvieron en
cuenta tanto los personajes bíblicos como la problemática alrededor del cristianismo.
Mención aparte merece el auto sacramental, que se origina gracias al desarrollo del
drama litúrgico medieval. Los autos sacramentales tienen un propósito didáctico y
doctrinal. Por primera vez vemos piezas dramáticas dedicadas a una verdad de fe. Está
patrocinado por las instituciones cívicas, es el ejemplo máximo de un teatro sostenido
por la responsabilidad pública. Son historias teológicas, apologéticas, épicas o
hagiográficas con un componente literario y de ficción.
Ya en el siglo XX, España no se quedó al margen de la crisis que afectó a Europa.
Leemos a Machado “siempre buscando a Dios entre la niebla” en un poema de
Soledades. El noventayochismo adopta una actitud ante lo religioso que va desde el
escepticismo de Azorín y Maeztu que evoluciona a “un catolicismo firme, limpio y
tranquilo” en el caso del primero, y a una postura católica más tradicional, en el caso del
segundo; hasta los conflictos existenciales y religiosos de Unamuno, en cuya obra la

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presencia bíblica es ineludible. No será frecuente la temática religiosa en el Generación
de 1927, sin embargo, Jorge guillén titula su libro Cántico (acción de gracias o
alabanza), el subtítulo “Fe de vida”, de claras connotaciones bíblicas, traduce la
complacencia del autor ante todo lo creado. En la postguerra, Blas de Otero también
reclama a Dios en el poema titulado “Hombre”: Luchando, cuerpo a cuerpo, con la
muerte, al borde del abismo, estoy clamando a Dios. Y su silencio, retumbando, ahoga
mi voz en el vacío inerte.

4. LOS CLÁSICOS GRECOLATINOS

Los géneros literarios actuales son herencia de la literatura griega y se han traspasado a
la literatura occidental a través de la latina. A veces sucede que un género literario tiene
en Europa un origen popular, pero el influjo griego o grecolatino ha contribuido a hacer
madurar esos géneros populares, como sucede con el teatro.

4.1. La literatura griega

Durante la época arcaica (s. VIII – Va. C.) para los griegos el mundo mitológico
constituía una especie de prehistoria de su país, un culto tradicional que unían al
presente. Esas narraciones maravillosas vinculadas a determinadas creencias son el
fondo al que se remitirá y del que emergerá la primera literatura, y por extensión, del
que se nutrirá el arte y la literatura europeos. Las primeras manifestaciones literarias
griegas remiten, por tanto, a una serie de mitos y leyendas que luego serán recreados por
la civilización occidental.
De este modo, las epopeyas homéricas marcan artísticamente la cuna en la que nace
Occidente. Así pues, el argumento del La Ilíada abarca cincuenta y un días del cerco de
Troya en el que Homero se centra en un conflicto humano: la ira de Aquiles porque
Agamenón le roba una esclava, Criseida, y su retirada del combate hasta que, al morir
su amigo a manos de Héctor, vuelve él y mata a éste. Dentro de este tema particular se
presenta algo más general: el genio y el espíritu griegos.
Por otro lado, La Odisea narra el regreso de Ulises a Ítaca, su hogar, en un periplo que
durará diez años mientras su esposa Penélope le espera tejiendo de día y destejiendo de
noche para evitar tener que ser desposada. Personajes como Penélope o Nausica resultan

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sumamente atractivos y algunas de las aventuras pasan al acervo de los materiales que
recreará la posteridad.
La poesía lírica se manifiesta con diversos subgéneros tanto en la línea coral como en la
individual. Dentro del lirismo coral existen las variantes del epitalamio (canción de
boda), el treno (de carácter funeral), el encomio (de tipo elogioso) y el ditirambo (cantos
dionisíacos). En la lírica de tono personal cabe distinguir la elegía; el yambo, donde
destaca Arquíloco y el epigrama. La expresión máxima de esta lírica personal proviene
de la escuela de Lesbos, en la que destacan Alceo y Safo con una poesía amorosa muy
intensa.
En la época clásica (V y IV a.C.) destaca el teatro, tanto trágico como cómico. La
tragedia griega nace a partir de celebraciones rituales, las de Baco o Dioniso, dios del
vino, en un lugar con graderías semicirculares, frente al templo de Dioniso. La tragedia
nos presenta conflictos que, a pesar de su origen legendario o de su carácter
extraordinario, arrancan de pasiones humanas eternas. Dos son los elementos de lo
trágico: las catástrofes humanas y el sentimiento de que se deben a potencias
sobrenaturales y ocultas cuyas decisiones son ininteligibles (la fatalidad). Son de sobra
conocidas algunas obras de los tres grandes autores trágicos: Los persas de Esquilo,
Edipo Rey de Sófocles, o Las Bacantes de Eurípides. La comedia también procede del
culto a Dioniso, pero más bien en un ambiente rural. aristófanes representa la comedia
antigua. Retrata, caricaturizando, la vida cotidiana, inventa sus argumentos, en los que
el público se ve reflejado y se ríe de sí mismo. La paz, Las nubes y Las ranas son sus
obras más destacadas. Más tarde, Menandro encarna el espíritu de la comedia nueva. De
gran influencia en Plauto y Terencio, solo se conserva una obra casi completa suya, El
Misántropo. En cuanto a las obras en prosa, una de las primeras manifestaciones
literarias a la que la humanidad ha accedido es la fábula. Las fábulas son pequeñas
alegorías, minúsculas ficciones, predominantemente animalísticas, llenas de ingenio,
maestras de la concentración de la acción y del alarde del diálogo escueto. Esopo, padre
del género, fue muy imitado. Recuérdese su presencia en el Arcipreste de Hita y cómo
es conocido por Sancho Panza que lo llama “isopete”. En los siglos XVII y XVIII, La
Fontaine, Samaniego e Iriarte son continuadores suyos.
Cuando Grecia se consolida en estados-ciudades, nace la historiografía, que intenta
narrar hechos contemporáneos de modo que quede su recuerdo disponible para el
futuro. Heródoto no sólo es el primer historiador, también es el primer prosista europeo.
El eje de la filosofía griega es Sócrates, Platón y Aristóteles son su descendencia, su

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linaje, porque Sócrates no escribió nada, lo escribieron sus discípulos. Platón es el
creador del “Diálogo filosófico”, que implica una fe práctica en la capacidad de la razón
dialogante como vía de verdad, además de ser un modo ameno de exposición. El
diálogo filosófico fue muy apreciado en el Renacimiento: Diálogo de la lengua de Juan
de Valdés o De los nombres de Cristo de Fray Luis de León. Incluso Machado con Juan
de Mairena se integra en esta tradición. Aristóteles es el primer gran teórico de la
literatura. Sus dos obras conservadas, la Retórica y la Poética, son punto de referencia
obligado para secundarlo o criticarlo (recuérdese el Arte nuevo de Lope de Vega).
En la época helenística (s. III– I a.C.) Alejandría es la ciudad que simboliza la
expansión del espíritu helénico por oriente y, posteriormente por occidente. Los géneros
literarios decaen y ceden el puesto a la erudición y a la ciencia. El único género en el
que se produce es el lírico, aunque sin espontaneidad y con demasiada erudición. La
forma más usada es la elegía (nostalgia de las ciudades ante la atracción del primitivo
paraíso rural). Los autores más representativos Calímaco de Cirene y Teócrito, este
último inaugura la poesía bucólica, que continuarán Virgilio, Garcilaso, Cervantes,
Góngora, etc. Al final de la época se crea, con carácter de evasión, el género conocido
como novela bizantina, con una estructura abierta en la que se engarzan los sucesos de
los protagonistas y tiene como antecedentes los poemas épicos homéricos.

4.2. La literatura latina

Herederos cultural y literariamente de la cultura griega, se puede decir que casi la


reproducen fielmente en todos sus ámbitos, dando origen a un primer periodo
grecorromano en el que incluso algunos autores romanos redactan sus textos en lengua
griega (Marco Aurelio con sus Pensamientos).
Posteriormente, la literatura latina sigue siendo una continuación de la literatura griega,
con la imitación de los géneros y modelos. El origen y desarrollo de la literatura latina
como tal no se da hasta siglos después del origen de Roma.
La edad arcaica latina (siglo III – I) sobre todo resalta en este periodo el teatro. Plauto
es el más importante comediógrafo latino y sus obras son comedias de asunto griego.
Retrata una sociedad de clase media, decadente, grotesca, con mucho desenfado y con
un lenguaje coloquial. De su obra Anfitrión, destaca la actitud desmitificadora e
irreverente respecto a los dioses. Por otro lado, Terencio aspiró a un público más joven
y trabajó más el aspecto psicológico de los personajes cuya influencia alcanza La

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Celestina. La figura más destacada en prosa es Marco Porcio Catón, del que de su obra
Orígenes solo se conservan algunos fragmentos y donde recopila la historia de Roma
desde su fundación hasta el siglo II.
En la literatura en la época republicana destaca la poesía de Catulo (87-52 a. C.) quien
inauguró el verso endecasílabo que tanto éxito tuvo después con Petrarca y Garcilaso.
Cicerón es el modelo clásico latino por excelencia. Aficionado a la filosofía, a las
ciencias y a la política, aunque en lo que más destacó fue en la oratoria. No obstante, la
poesía de esta época nos ha dejado el inmenso legado de Virgilio, Horacio y Ovidio.
Virgilio (70 a. C.-19 a. C.) influyó poderosamente en la creación de un marco bucólico
amoroso en la poesía renacentista, donde el poeta se proyectaba en sus personajes a
través de una ficción cortesana dentro de un ambiente, pastoril (Bucólicas, Geórgicas y
su obra maestra épica, La Eneida). En el Renacimiento se fusionarán los temas
horacianos (Odas, Epístolas...) con diversas corrientes culturales: el Carpe diem conecta
con el hedonismo; el Aurea mediocritas con el epicureísmo; y del Beatus ille emana el
tópico del menosprecio de corte y alabanza de aldea. Ovidio (50-15 a.C.), el gran poeta
del amor, fuente inagotable desde la Edad Media, con obras como las Heroidas, Amores
y su obra maestra, Metamorfosis, amplio poema épico que describe diversas leyendas
mitológicas relacionadas con el motivo de la transformación.
En la prosa de los siglos I y II d.C. destaca la obra de Séneca. Éste defendió y divulgó el
estoicismo, aunque en su vida se dan debilidades y conductas desacordes con esa
doctrina. De estilo elegante e inteligente, elabora un pensamiento selecto y aristocrático.
Su elevada actitud moral lo hizo muy apreciado en la Edad Media y se le llegó a
suponer relacionado con el cristianismo y con San Pablo. El senequismo fue toda una
corriente en el Barroco español, recuérdese El Heráclito cristiano de Quevedo. El
Satiricón de Petronio y El Asno de Oro de Apuleyo cierran este periodo. El Satiricón es
una extensa novela de carácter picaresco y de aventuras, de la que conservamos
únicamente algunos fragmentos en los que destaca la fi na ironía y la sensibilidad para
describir las costumbres de la sociedad en la época de Nerón. En El Asno de Oro se
inserta el cuento Amor y Psiquis y se nos muestra la sociedad decadente desde un punto
de vista decadente. Es bien conocido el prestigio del latín en la Edad Media, era la
lengua de cultura por excelencia. Ese prestigio de la lengua y la literatura latinas llega
por una doble vía:
o vía intelectual, es decir, el hombre medieval culto, el clérigo, ve en los clásicos
de la literatura latina unos modelos de imitación y unas fuentes de autoridad. Sin

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embargo, un mismo autor podía escribir y utilizar indistintamente el latín o la
lengua vulgar, por tanto, las literaturas románicas medievales conviven con una
intensa tradición latina no sólo clásica, sino también medieval.
o vía litúrgica ya que el latín será la lengua oficial de la investigación teológica
pero también de una liturgia con amplias resonancias populares. El drama
litúrgico igual que determinados himnos religiosos, dejará sus huella tanto en el
naciente teatro medieval románico como en la creación poética.
Ramón Menéndez Pidal ante la opinión de que las literaturas románicas nacen
dirigidas por clérigos imitadores de la cultura latina y de la antigüedad clásica,
apunta el papel de los juglares como los iniciadores del cultivo literario de las
lenguas neolatinas a través de sus espectáculos. Para ellos era necesario darse a
entender, haciendo que el habla de los vulgares usos cotidianos entrase más y más
en la prosa recreativa y en la canción musical del improvisado espectáculo público.
A España se aplica rutinariamente la teoría de los orígenes monacales, sin hacerse
cargo de que el espíritu de los cantares de gesta es tan civil como no eclesiástico. La
historia de las literaturas occidentales durante toda la Edad Media y hasta comienzos
de la Edad Moderna, es la historia de cómo los legos van entrometiéndose a tratar en
su lenguaje vulgar los temas o géneros reservados a la lengua latina, y cómo los
clérigos se van sintiendo tentados a abandonar su latín por la lengua vulgar.
Destacan Las confesiones de San Agustín y Las Etimologías de San Isidoro,
presentes en toda institución monacal de Europa.

5. CONCLUSIÓN

El nacimiento de la escritura, que conlleva el nacimiento de la literatura, permitió la


transmisión del conocimiento del pasado al mismo tiempo que nos brindó acceso a él,
hecho que propició un cambio en la forma de ver el mundo y en la forma de actuar de
los seres humanos.
Las diferentes culturas han conseguido perdurar tanto a través de sus textos y su
convivencia como por su capacidad de permeabilizar unas en otras, originando un
continuo de influencias e intercambios entre sus literaturas.
Las fuentes y orígenes de la literatura occidental se remontan, pues, a motivos e
historias que han traspasado fronteras, llegadas desde la India hasta las antiguas Grecia
y Roma, pasando por textos como la Biblia, pero también la Ilíada en el imperio de

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Alejandro Magno, que consiguieron tal prestigio que se convirtieron en textos
fundacionales e incluso sagrados.
El poder de la palabra escrita, de las historias, es tan vasto que actualmente aún
encontramos ecos de estas culturas milenarias y antiguas en nuestra tradición.
Asimismo, aún continuamos leyendo estos textos, prueba de que son el fundamento de
aquello en lo que ha devenido nuestra cultura occidental y, por consiguiente, nuestra
literatura.

6. PROPUESTA DIDÁCTICA

1er ciclo ESO (1o y 2o): Fábulas de Esopo. Trabajaremos a partir de una situación de
aprendizaje basada en una búsqueda a partir de un problema investigable que propondrá
el alumnado a partir de situaciones experimentadas por ellos/as (moraleja/enseñanza de
las fábulas de Esopo) y una manifestación creativa. En grupos cooperativos,
investigaremos qué lecciones podemos extraer de las fábulas de Esopo comparándolas
con las experiencias propuestas por el alumnado, que investigarán en una sesión previa
en la que dispondrán de enlaces audiovisuales y textos escritos que trabajarán por
grupos y presentarán al resto de la clase. Asimismo, analizaremos tanto qué
características se vinculan a los diferentes animales que las protagonizan, como si hay
diferencias en estas cualidades en función del género del protagonista (incluiremos
también los saberes relacionados con el estudio del significado, connotativo y
denotativo en sustantivos y adjetivos, de qué tipo son y cuáles son sus funciones y el
cambio de connotación dependiendo de si se usan en masculino o femenino). Crearemos
un recopilatorio con la ayuda de un soporte digital en forma de álbum ilustrado (cuyas
ilustraciones se llevarán a cabo en colaboración con EVP a las que se añadirá una breve
descripción de sus características y su hábitat, que trabajarán en ByG, que estará
vinculada al ODS15. Vida de ecosistemas terrestres) en el que recogeremos estas
historias en forma de microrrelatos (escritos u orales -QR-), que se presentarán al
concurso de Sant Jordi en esta categoría (reto alumnado). Para ello, dedicaremos seis
sesiones (tres de castellano, dos de ByG y una de EViP) y evaluaremos la actividad final
por medio de una base de orientación que servirá de guía para crear el texto y una
rúbrica, (previamente compartida y acordada con el alumnado), utilizada tanto para
autoevaluación y coevaluación como para la evaluación que hará el profesorado de cada

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una de las actividades de su materia y del producto final. Los textos de las fábulas se
proporcionarán en formato papel y audiovisual. Las actividades se diseñarán siguiendo
los principios DUA, adaptadas a las NEE de nuestro alumnado y de acuerdo con las
competencias y saberes del Decreto 175/2022.

2o ciclo ESO (3o y 4o): Proyecto ámbito sociolingüístico (castellano, catalán y ciencias
sociales) sobre los mitos griegos. Trabajaremos a partir de una situación de aprendizaje
basada en una búsqueda a partir de una pregunta sobre un elemento de la realidad con el
objetivo de dar respuesta a la controversia en torno los roles de género y cómo se
expresan lingüísticamente. En grupos cooperativos, buscaremos en diferentes mitos
griegos (romanos) qué significados se esconden tras ellos y examinaremos qué
explicaciones intentaban proporcionar al ser humano. Asimismo, identificaremos cuáles
son los estereotipos de género que permeabilizan estas historias y reflexionaremos sobre
su influencia en la sociedad tradicional y su pervivencia hoy en día buscando ejemplos
actuales (vinculado al ODS 4. Educación de calidad y al ODS 5. Igualdad de género),
que compartiremos en una exposición oral. Dedicaremos dos semanas, con ocho
sesiones en total de dos horas y media cada una. Evaluaremos la actividad, que estará
diseñada siguiendo los principios DUA, adaptadas a las NEE de nuestro alumnado y de
acuerdo con las competencias y saberes del Decreto 175/2022, por medio de una
rúbrica, (previamente compartida y acordada con el alumnado), utilizada tanto para
autoevaluación y coevaluación como para la evaluación de la exposición oral y el texto
narrativo relatando el mito (saberes: géneros discursivos: texto narrativo). Las
actividades y las rúbricas, además, se elaborarán en multiniveles atendiendo las
necesidades educativas específicas de nuestro alumnado.

Bachillerato:

1o y 2o Bachillerato: Trabajaremos a partir de una situación de aprendizaje basada en la


observación de las teorías sobre el origen del mundo según las versiones de su creación
en la mitología clásica y en la bíblica, comparándolos con las evidencias científicas
contemporáneas de la evolución. Reflexionaremos sobre su influencia en el
pensamiento y la literatura y en la política y en la sociedad de Occidente con el objetivo
de elaborar una línea del tiempo que refleje el proceso de desarrollo de las diversas
teorías (vinculado al ODS.16 Paz, justicia e instituciones sólidas. Promover sociedades

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justas, pacíficas e inclusivas). Se debatirá este tema en un foro al que se aportará el
producto en formato digital y en el que tanto el alumnado como el profesorado
proporcionará feedback (evaluación formativa). Reflexionaremos también sobre los
roles adscritos según el género y cuál ha sido la evolución de estas ideas. El alumnado
se organizará en grupos cooperativos. Colaboraremos con las materias de Lengua
Catalana y Literatura y de Filosofía para analizar estos mitos desde las diversas
perspectivas (vinculado al ODS 4: Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de
calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos). La
finalidad será debatir mediante una presentación en formato vídeo Visual Thinking más
texto escrito en un foro cuáles son las diferencias entre ellas y cuál ha sido su incidencia
en la literatura y el pensamiento en Occidente. Las actividades seguirán el DUA,
adaptadas a las NEE de nuestro alumnado y de acuerdo con el Decreto 171/2022.
Colaboraremos con las materias de Lengua Catalana y Literatura, de Historia y de
Historia de la Filosofía. El alumnado se organizará en grupos cooperativos y se
autoevaluará con un KPSI inicial y final. Para la coevaluación dispondrá de una
checklist.

BIBLIOGRAFÍA

Codoñer, C. (1997): Historia de la literatura latina. Cátedra. Madrid.


Curtius, E. R. (1955): Literatura europea y Edad Media latina. Ed. Fondo de cultura
económica. México
García Gual, C. (1988): Los orígenes de la novela. Ed. Itsmo. Madrid.
Hauser, A. (1951): Historia social de la literatura y el arte, vol. I. Ed. De bolsillo.
Barcelona.
Lesky, A. (1972): Historia de la literatura griega. Ed. Gredos. Madrid.
Rico, F. (1988): Historia y crítica de la literatura española, vol. I. Ed. Crítica.
Barcelona.

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