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La
novela picaresca.
La importancia del tema elegido viene dada por el carácter heurístico del aprendizaje
de la lengua y la literatura, que otorga un papel fundamental a la materia en el
proceso educativo completo de toda persona. En este marco se hace indispensable
conocer la novela de los siglos de Oro, y comprender el valor que tiene como uno
de los pilares de la literatura castellana, ya que la obra picaresca, y en especial El
Lazarillo de Tormes son indispensables en la evolución hacia la novela moderna.
Por primera vez en la historia del relato, la obra anónima cumple con las
condiciones que la crítica exige a la novela: está escrita en prosa; su protagonista no
pertenece a la estirpe de los héroes, el personaje está dibujado con rasgos nobles y
viles; y, por último, el carácter del personaje no sólo evoluciona, sino que se va
moldeando por la propia experiencia dialéctica con la realidad.
Ahora ya, centrándonos en el tema que nos ocupa pasaremos a hablar de las
diferentes manifestaciones que se dan de la prosa castellana en el siglo XVI, entre la
destacan la obra historiográfica, las crónicas particulares o los libros de viaje.
Compararemos la ficción idealista de diferentes obras, como el Amadís de Gaula,
con las características de la novela picaresca, centrándonos especialmente en el
análisis del Lazarillo de Tormes. Por otro lado, veremos también las expresiones
más importantes de la novela costumbrista y de la novela corta, deteniéndonos, para
terminar, en algunas obras de Cervantes, tales como La Galatea o Las Novelas
Ejemplares.
Es muy importante señalar su gran popularidad, Carlos V leía estos libros, los
cortesanos seguían el modelo caballeresco marcado por estos libros caballerescos,
y fueron la lectura favorita de Ignacio de Loyola, de Teresa de Jesús y, como indican
ciertos topónimos americanos, de los aventureros que viajaban al nuevo continente.
A su éxito contribuyó poderosamente el desarrollo de la imprenta y la coincidencia
temporal con la política de los Reyes Católicos de continuación de la cruzada contra
el poder musulmán.
A continuación nos centraremos en algunas de las representaciones más
destacadas del género:
En los primeros años del siglo XVI el italiano Sannazaro publicó la más famosa
novela pastoril del Renacimiento, La Arcadia, que ampplía y fija el género
definitivamente en todos sus rasgos esenciales, y que fue el modelo más estrecho y
próximo para la Diana de Montemayor. La novela bucólica tal como queda
constituida por Sannazaro es un tipo de novela poética refinadamente literaria. Los
pastores, que son sus protagonistas, no están pintados de forma realista, sino que
son cultos y delicados seres idealizados, como en Virgilio y Garcilaso, entregado a
devanar sus cuitas de amor, generalmente frustrado o no correspondido. Además la
naturaleza idealizada es uno de sus principales componentes. Es frecuente también
la intervención de personajes mitológicos e intenta imitar el arte culto de los modelos
clásicos. En aquella época s e sentía nostalgia por la paz idílica, y eran frecuentes
los elogios a la vida retirada. Los sentimientos qque encontramos en eeste tipo de
literatura están teñidos de suave y melancólica tristeza.
Y para terminar con el mundo del idealismo en el siglo XVI pasamos a hablar de la
novela bizantina, con la que nos referimos a un tipo de relato que surgió en la
literatura griega y cuyo argumento y estructura se atienen a un esquema común:
normalmente dos jóvenes enamorados desean casarse, pero encuentran
innumerables obstáculos para llegar a conseguir su objetivo. Se ven separados
forzosamente, viven viajes arriesgados, naufragios o cautiverios, toda una serie de
vicisitudes que retrasan el inevitable reencuentro en el que los amantes comprueban
que su amor sigue incólume y aun fortalecido después de tantos contratiempos y
pruebas. Ejemplos de este estilo encontramos en La Historia de los amores de
Clareo y Florisea (1552), de Alonso Núñez; en la Selva de Aventuras (1565) de
Jerónimo de Contreras; en El Peregrino en su patria (1604) de Lope de Vega; en Los
trabajos de Persiles y Segismunda (1617), de Miguel de Cervantes; o en la obra de
transición entre la novela de aventuras y la picaresca de Gonzalo de Céspedes y
Meneses, titulada Varia fortuna del soldado Píndaro (1626).
Por otro lado, la acción se suele desarrollar cuando el pícaro se echa al mundo y se
entrega al vagabundaje. Él va aprendiendo de una realidad hostil que se oculta tras
falsas apariencias. Con el paso de los años crece el pícaro y su experiencia, a la par
que su resentimiento y desconfianza, reflejada en su actitud, permanentemente a la
defensiva. Para el pícaro apenas existe la vida afectiva o amorosa, y las mujeres se
convertirán a menudo en instrumento para engañar o explotar los vicios.
Desde luego, no parece haber duda sobre la contribución del Lazarillo de Tormes a
la creación de un nuevo género. Por primera vez en la historia del relato, la obra
anónima cumple con las condiciones que la crítica le ha venido exigiendo a la
novela, pues está escrita en prosa, el personaje está dibujado alternativamente con
rasgos nobles y viles, y su carácter evoluciona y se moldea por la propia
experiencia, en relación dialéctica con la realidad.
Otra obra importante dentro del género es El Guzmán de Alfarache, escrita por
Mateo Alemán, médico converso que estudió arte, filosofía y medicina en Sevilla. El
relato, que ahora nos ocupa, tiene forma autobiográfica. Es el mismo Guzmán el
que, estando condenado de por vida a galeras, y arrepentido, narra su vida de
pícaro y delincuente. Al hilo de la narración el autor introduce multitud de digresiones
sobre todos los aspectos de la vida. Además, Mateo Alemán intercala tres
narraciones en la novela, la más famosa de las cuales es la historia de Ozmín y
Daraja, enmarcada dentro del género de libros moriscos.
El éxito de la obra fue enorme, se publicó en 1599, y hasta 1605 ya había tenido
veintitrés ediciones. Se realizan además traducciones al francés, al inglés, al
holandés, al alemán, al italiano y al latín.
A continuación tenemos que mencionar El buscón de Quevedo, obra del siglo XVII
en la que el autor recrea diferentes situaciones, personajes y temas tratados en
novelas picarescas anteriores. El autor acaba realizando una caricatura del pícaro,
llevando los rasgos del género hasta el esperpento. Distorsiona la realidad y, aunque
conserva el molde de la picaresca, hace desaparecer su contenido. En teoría el
lector debería conmoverse ante el pícaro, pero El buscón muestra una gran
indiferencia ante el dolor y la muerte de los personajes. Es una obra pesimista,
antihumana, en la que el autor se preocupa principalmente por el virtuosismo del
lenguaje.
Otro género cultivado en la época que nos ocupa es la novela corta, en la que
destaca la figura de María de Zayas y Sotomayor con las obras Novelas ejemplares
y amorosas y Desengaños amorosos.
Finalmente, mencionaremos la bibliografía básica utilizada para el desarrollo del tema tratado: