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TEMA 67.

LA NARRATIVA HISPANOAMERICANA EN EL SIGLO XX

ESQUEMA CONCEPTUAL
1.- INTRODUCCIÓN
2.- LA NOVELA HISPANOAMERICANA A COMIENZOS DEL SIGLO XX
2.1. Novela del gaucho (Ricardo Güiraldes, Don Segundo Sombra, 1926)
2.2. Novela del indio (Alcides Arguedas, Raza de Bronce, 1919 )
2.3. Novela de la tierra (José Eustasio Rivera, La Vorágine, 1924)
2.4. La novela de la revolución mejicana (Mariano Azuela, Los de abajo, 1915)

3.- LA DÉCADA DE LOS AÑOS 40. LAS RAÍCES DEL CAMBIO


4.- LOS AÑOS 60. EL BOOM DE LA NARRATIVA HISPANOAMERICANA
4.1. Contextualización. Principales representantes. Obstáculos
4.2. El Congreso de Concepción. La Revolución cubana
4.3. Características de la nueva narrativa hispanoamericana de los años 60

5.- LA NOVELA HISPANOAMERICANA EN LOS AÑOS 70 Y 80


6.- LA ÚLTIMA NARRATIVA HISPANOAMERICANA
7.- ALGUNOS NARRADORES FUNDAMENTALES DEL S. XX
7.1. Jorge Luis Borges
7.2. Alejo Carpentier
7.3. Juan Rulfo
7.4. Mario Vargas Llosa
7.5. Gabriel García Márquez
7.6. Carlos Fuentes
7.7. Julio Cortázar

8.- BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

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1.- INTRODUCCIÓN
De forma casi unánime, la crítica reconoce que en Hispanoamérica no se han
escrito novelas hasta la Independencia. De hecho, el Periquillo Sarniento, del mejicano
José Joaquín Fernández de Lizardi, está considerado como la primera novela americana,
fechada en 1816, de manera que podemos decir que la novela hispanoamericana descubre
sus cauces de expresión con el Romanticismo, movimiento asincrónico con respecto a lo
que sucedía tanto en Europa como en Estados Unidos.
Independientemente de lo anterior, nos encontramos ante un enigmático vacío cuya
solución no parece estar cerca. Se han barajado diferentes hipótesis que pretenden explicar
esta circunstancia. Según unos autores como Fernando Alegría, no existe novela de la
conquista o de la colonia; según otros como Cedomil Goic, es indiscutible la existencia de
una novela colonial. Y es que debemos tener presente la ambigüedad genérica de estos
textos, que ha llevado a considerarlos como “remedos de novela”, “prosa novelística” o
“crónica novelesca”.
Incluso admitiendo que muchas de las realizaciones prosísticas podrían ser
consideradas como novelas o protonovelas, lo cierto es que este género cuenta con una
escasísima representación durante todo el período virreinal. En este sentido, muchos
autores consideran que este extraño vacío ha sido suplido en buena parte por un
historiografía que recoge en su propia estructura un sesgo creativo necesario para traducir
la nueva realidad que se presenta ante los conquistadores. En definitiva, un teoría apunta a
que durante los dos primeros siglos de la colonia los conquistadores tuvieron que
conformarse con la descripción del sorprendente mundo que les rodeaba, puesto que la
realidad, con todos sus prodigios, era muy superior a las esforzadas aventuras de los
caballeros andantes.

2.- LA NOVELA HISPANOAMERICANA A COMIENZOS DEL SIGLO XX


2.1. Novela del gaucho
Después de José Hernández y su Martín Fierro (1872 y 1879), considerada por
Leopoldo Lugones la epopeya nacional de la Argentina, la novela del gaucho, género
plenamente autóctono, tuvo una amplia descendencia. Las raíces de este tipo de textos se
remontan a la segunda mitad del siglo XVIII y los autores se ubican a ambos lados del Río
de la Plata. Estos autores son gente de ciudad que escriben sobre el campo, sobre el modo
de vida de los gauchos y, especialmente, el sufrimiento de este grupo humano, en franco
declive como realidad social cuando aparece este género. Es decir, se recrea un mundo del

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pasado, como en Don Quijote. En sus orígenes es poesía narrativa en la que el diálogo es
muy destacado. Además se presenta bajo la forma de falsa autobiografía.
Tiempo después, ya acercándonos al siglo XX, Enrique Larreta, Carlos Reyles o
Ricardo Güiraldes siguen recordando la figura del gaucho. En concreto, Güiraldes y su
Don Segundo Sombra (1926) recrea este mundo gauchesco con una especial melancolía,
cuando no era más que un recuerdo en la memoria colectiva argentina. Ello explicaría que
haya sido interpretada como un homenaje póstumo. El propio apellido del protagonista,
Sombra es una especie de símbolo de lo que ha quedado de este mundo. Su autor más que
detenerse en la psicología individual del personaje, le interesa recrear su hábitat, sus
costumbres, su lenguaje, su visión del mundo. La obra es una especie de poema épico en
prosa , donde Don Segundo está idealizado a través de la mirada del muchacho que decide
acompañarlo (Fabio Cáceres). Es una novela escrita en lenguaje dialectal, muy innovadora
en sus planteamientos, con un léxico amplio.

2.2. Novela del indio


Novela de denuncia social, como en el caso anterior, heredera de la novela
indianista del siglo XIX. Sin embargo, todavía en estos textos existe una actitud
paternalista del escritor y cierta capacidad de redención a través de los blancos buenos,
generalmente cristianos, capaces de sacar del horror a los indígenas. Pero no reivindica,
por ejemplo, la devolución de las tierras a los indígenas. Es el caso de Raza de bronce
(1919) del boliviano Alcides Arguedas, que no pretende cambios sociales y económicos
drásticos, sino una suerte de regeneracionismo, en donde no hay que cambiar las
estructuras, sino a las personas que faltan en ellas. Este autor, apoyándose en doctrinas
biológicas de finales del XIX, llega a creer que la raza indígena se encuentra en un
momento de decadencia, lo que hace imposible su integración.

2.3. Novela de la tierra o de la naturaleza


Pretende reflejar el mundo propiamente americano, el de las culturas primitivas que
todavía perviven. Se trata de una novela regionalista con un fuerte componente de
denuncia social, y que surge en los años 20 y 30 del siglo XX, años en los que dos grandes
movimientos sociales, la revolución mejicana primero (1910) y la bolchevique después
(1917), tuvieron una gran influencia. Es una literatura fuertemente nacionalista, que trata
de definir lo propio frente a lo europeo.

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Como representante de este tipo de novela, destacamos La Vorágine (1924), novela
emblemática de José Eustasio Rivera. Cuenta la historia de Arturo Cova que se adentra en
la selva entre Venezuela y Brasil tras los pasos de su novia Alicia. Esta búsqueda tiene
diferentes niveles de lectura: es la búsqueda de la identidad propia y de la identidad
americana, es el enfrentamiento del hombre con el medio, es también una especie de
descenso a los infiernos. Cova simboliza al héroe romántico que va identificándose con el
medio hasta que es tragado por la selva. Como afirma Carlos Fuentes, la selva no sólo se
tragó al protagonista, sino también toda una forma de hacer literatura de corte tradicional.
A partir de esta especie de rito iniciático comienza la nueva narrativa hispanoamericana.

2.4. La novela de la revolución mejicana


La revolución mejicana (1910-1917) es la primera revolución social y agraria del s.
XX, adelantándose a la soviética. No persiguió redención universal, sino que se sujetó a las
necesidades inmediatas del mejicano.
En un primer momento, los escritores de la revolución son parciales, subjetivos,
generalmente localistas. La razón es que les falta perspectiva histórica y no pueden
responder por qué y para qué se hizo la revolución. En cambio sí conocen cómo se hizo la
revolución. En los detalles de cada novela se ofrece una respuesta. Los novelistas, una vez
pasado el momento más violento de la contienda, sienten la necesidad de contar lo que ha
ocurrido en su país. Rescatan sus propias experiencias, lo vivido, lo oído y, sin un exceso
de preocupación por la forma, dan testimonio “literaturizado” a la prensa. Es por ello que
buena parte de esta literatura nace en el periodismo, incluida Los de abajo (1915) de
Mariano Azuela, una de las más emblemáticas, e iniciadora del género, pues se escribe
cuando todavía el conflicto no ha finalizado.
Carlos Fuentes ha señalado que la novela anterior a la revolución era forzosamente
maniquea, de explotados y explotadores. A partir de ahora, se intenta modificar la
estructura del país radicalmente y la literatura no permanece indiferente ante este cambio,
de manera que ya no se va a plantear en términos tan simplistas, sino que, por el contrario,
se inaugura la necesidad de una narrativa ambigua en la que los héroes pueden ser villanos
y viceversa. Ésta era la dinámica revolucionaria y así se observa en un texto como Los de
abajo. Curiosamente, es una novela sin argumento propiamente dicho, sí cambian los
personajes, pero no como consecuencia de unos hechos específicos. El hilo conductor casi
se podría decir que es el desconocimiento de unos objetivos definidos, hasta el punto de
que los personajes no terminan de saber por qué sus enemigos son sus enemigos. No saben

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tampoco qué sucederá si vencen en la guerra. En resumen, Mariano Azuela fue sumamente
hábil al construir el texto, la estructuración es perfectamente orgánica. El estilo es conciso
y se emplean de forma prodigiosa los recursos del habla popular.
Con el paso de los años, a esta primera literatura se han ido sumando nombres tan
importantes como Agustín Yánez, Juan Rulfo, Carlos Fuentes o el propio Octavio Paz con
su ensayo El laberinto de la soledad (1950). El paso de una literatura regionalista, criollista
y costumbrista a otra más universal se produce en la década de los años cuarenta.

3.- LA DÉCADA DE LOS AÑOS 40. LAS RAÍCES DEL CAMBIO


La renovación de la literatura hispanoamericana está condicionada por grandes
acontecimientos históricos como la Revolución Rusa, la Primera Guerra Mundial, la
Guerra Civil española, el crack del 29, la aparición de la nueva ciudad y las tensiones
crecientes entre las clases pobres y la burguesía capitalista. Estas circunstancias explicarían
el abandono progresivo de los espacios rurales, pues se trata de representar el nuevo hábitat
del hombre moderno: un espacio urbano. Así pues, en la nueva novela aparecen temas y
motivos que cuestionan la tradición, aunque sin abandonar el compromiso y la
preocupación social.
En paralelo, se adoptan nuevos recursos técnicos y formales. En esta renovación,
tuvo una gran importancia la literatura europea, de la mano de Virginia Wolf, James Joyce
o Franz Kafka. Pero la verdadera influencia la ejercieron los grandes narradores
norteamericanos de la “generación perdida” y, entre ellos, John Steinbeck, John Dos
Passos, Ernest Hemingway o William Faulkner. Éste último, así se ha reconocido de forma
unánime, es quien ha ejercido una mayor influencia en Hispanoamérica. Creador de un
territorio mítico, Faulkner sitúa sus historias en el sur del país, en lugares conflictivos
donde se palpan las tensiones raciales. Éste sería un acicate para que otros escritores como
Rulfo, García Márquez o Juan Carlos Onetti, construyesen sus espacios míticos (Comala,
Macondo y Santa María). Así se crean microcosmos con un valor universal que puede ser
reflejo de la realidad más allá de la propia obra literaria.
En términos generales, la renovación se produce antes en la zona del Río de la
Plata. Un escritor fundamental en este sentido es Roberto Alt, quien plantea temas como la
lucha entre el bien y el mal, la angustia existencial o la desarticulación familiar. La obra
que está considerada como punto de inflexión en los años 40 es El pozo (1939), de Onetti
que ya insinúa aquí el universo de Santa María. En la nueva narrativa ya no se trata de
representar la realidad, sino de servirse de ella, subjetivizándola, de manera que la realidad

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resultante sea una representación multiforme o poliédrica. Las obras tienen conciencia de
su carácter ficticio y juegan con esa condición de la metaliteratura. Así ocurre con La
invención de Morel (1940) y Plan de evasión(1945) de Bioy Casares; con El jardín de los
senderos que se bifurcan (1941) y Ficciones (1944) de Borges; Al filo del agua (1947) de
Agustín Yañez o El túnel (1948) de Ernesto Sábato; Viaje a la semilla (1944) y El reino de
este mundo de Alejo Carpentier. Esta última novela, que consagra definitivamente a su
autor, presenta un prólogo-manifiesto donde se desarrolla la teoría de lo “real maravilloso
americano”, como uno de los rasgos esenciales de la nueva narrativa hispanoamericana.
En definitiva, todas estas obras tienen en común la búsqueda de nuevos derroteros
expresivos. De ahí que reciban el nombre de “novela de la creación”, “nueva novela” e
incluso “novela total”.

4.- LOS AÑOS 60. EL BOOM DE LA NARRATIVA HISPANOAMERICANA


4.1. Contextualización. Principales representantes
Boom es un término inglés que significa explosión; eso es lo que ocurrió en la
década de los 50 de la narrativa hispanoamericana. Los escritores pasaron del anonimato
más absoluto a una popularidad sin precedentes. La mejor reconstrucción de los hechos la
podemos hacer a partir de un libro clave: Historia personal del Boom, del escritor chileno
José Donoso, publicado en 1972 y que trató de dar forma coherente a un fenómeno que
había eclosionado en el mundo hispanoamericano del momento.
Así, un grupo de escritores, jóvenes en su mayoría, alcanzaba una fama sin
precedentes. Vargas Llosa fue considerado el “escritor pop” de los sesenta. Carlos Fuentes,
rodeado de pintores, escultores, agentes editoriales, impresores y diversos escritores,
terminó originando una leyenda de escritor. Otros, como Rulfo desde los años 60,
conseguirían un seguimiento del público cada vez más numeroso. Quizás quien obtuvo una
mayor popularidad fue García Marquez. A ellos debemos añadir otros muchos igualmente
importantes: Borges, Miguel ángel Asturias, Onetti, Guillermo Cabrera Infante, Julio
Cortázar, Lezama Lima, Mario Benedetti, o Ernesto Sábato.
Por edades y circunstancias estos autores pueden pertenecer a generaciones
diferentes, con proyectos estéticos divergentes, aunque hayan sido reunidos bajo el
marbete del Boom de la narrativa hispanoamericana. Sin embargo, esa coincidencia, como
trata de demostrar Donoso en su obra, fue en cierto sentido fortuita. Obedeció a factores
literarios, sociológicos (como la expansión del mercado editorial), políticos (como el
triunfo de la Revolución Cubana) e incluso psicológicos (que explicarían los lazos de

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unión y las amistades mantenidas entre los integrantes del Boom durante al menos una
década).
En cuanto a los obstáculos que tuvieron que salvar estos jóvenes novelistas, habría
que mencionar que no existía una verdadera tradición narrativa a seguir; la existente estaba
anquilosada y los maestros de la novelística española, como Azorín, Baroja o Pérez de
Ayala, resultaban demasiado conservadores y pobres desde el punto de vista técnico, sobre
todo si se les comparaba con sus coetáneos europeos y norteamericanos. Por otra parte,
aquellos que pretendían borrar las fronteras de la novela para hacerla internacional y
cosmopolita, se encontraron con la oposición de una serie de escritores regionalistas y
costumbristas que trataban de reforzar las fronteras entre las naciones. Finalmente, hemos
de tener presente el mercado editorial, puesto que se trataba de internacionalizar la novela,
era necesario crear nuevas redes editoriales, establecer un nuevo canon de publicaciones y
buscar un tipo de lector menos conformista.

4.2. El Congreso de Concepción


En la propia Hispanoamérica resultaba imposible, como recuerda Donoso,
encontrar un libro de Carpentier, Borges o Cortázar. El primer paso, era por lo tanto poner
en contacto los nuevos valores de la literatura. En este sentido, fue fundamental la
celebración del Congreso de Intelectuales celebrado por la Universidad de Concepción en
1962.
Este evento sirvió ante todo para tomar conciencia del profundo aislamiento en el
que se encontraban los escritores más jóvenes. Asimismo se tomó conciencia de un hecho
político de gran trascendencia: el triunfo de la Revolución cubana de la mano de Fidel
Castro. Los intelectuales hispanoamericanos quisieron ver en esta circunstancia la
posibilidad de liberación de los pueblos americanos. Además la Revolución cubana prestó
atención a los problemas culturales, creando la Casa de las Américas, institución que
articuló buena parte de la cultura revolucionaria de la década de los 60.
Sin embargo, la revolución también traería su lado negativo, puesto que las
continuas intromisiones del poder político en la vida cultural llevaron a la instauración de
una serie de medidas de presión por la que los escritores debían dejar a un lado las
experimentaciones formales para poner su literatura al servicio de la causa revolucionaria.
La novela se convertía así en un arma de combate. En este sentido, las voces disidentes,
como recuerda Donoso, no tardarían en aparecer, como fue el caso de Guillermo Cabrera
Infante. Pero lo que verdaderamente dividió a los intelectuales hispanoamericanos fue el

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encarcelamiento del poeta Herberto Padilla en 1971, más comúnmente conocido como “el
caso Padilla”. Para Donoso, este fue el punto final del Boom. Sin embargo, hemos de tener
en cuenta que se trata de un fenómeno extraliterario, habría que tener presentes otros
factores, además del hecho de que muchos escritores en activo han seguido publicando
obras de extraordinaria calidad.

4.3. Características de la nueva novelística hispanoamericana de los años 60


 En primer lugar debemos mencionar la preocupación por las estructuras
narrativas complejas. El modelo viene dado, como decimos, por los narradores europeos y
norteamericanos. La estructura laberíntica obedece a un nuevo intento de reordenación de
la realidad no-literaria. Y es que el hombre moderno percibe la realidad de forma
fragmentaria y distorsionada, de manera que crear una estructura compleja implica una
nueva sintonía entre el mundo externo del hombre y su interior creativo. Ejemplos de esta
preocupación es Sobre héroes y tumbas (1961) de Ernesto Sábato, Rayuela (1963) de Julio
Cortázar, o Tres tristes tigres (1967) de Guillermo Cabrera Infante.

 Otro rasgo definitorio es la búsqueda de un nuevo lenguaje. El escritor procura


saltar por encima de la lengua tradicional que pretende reflejar el habla local, para instaurar
un nuevo registro lingüístico más universal.

 Asimismo, destacan las novelas histórico-sociales que indagan en los problemas


nacionales. Evidentemente, esto no se realiza desde los presupuestos decimonónicos, sino
desde una nueva estética. Muchas de estas novelas presentan una técnica de acumulación,
son novelas con un afán totalizador. Aparecen así estructuras muy complejas, con un
lenguaje muy elaborado y aparece también el erotismo y el humor como elementos
recurrentes.

 La nueva narrativa hispanoamericana recibe, por otra parte, las grandes


aportaciones del psicoanálisis y la psicología moderna. Los mecanismos del subconsciente
y del inconsciente, la interpretación de los sueños, la represión, las fobias, enriquecen de
forma notable la narrativa del s. XX. Una obra emblemática al respecto es El túnel (1948)
de Ernesto Sábato.

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 En esta nueva novela hay además una creciente tendencia a unificar novela y
poesía, novela y música, novela y todo lo que pueda ampliar su campo artístico. Aparece
así una novela polifónica, heredera de las vanguardias, rica en relaciones de
intertextualidad.

 Finalmente, también se produce una sacralización del arte. Se plantea la


creación de una literatura minoritaria para especialistas e iniciados, y se practica una
estética hermética, con un lenguaje difícil.

5.- LA NOVELA HISPANOAMERICANA EN LOS AÑOS 70 Y 80


A lo largo de estas dos décadas se produce una multiplicación de títulos y autores,
lo que dificulta enormemente su sistematización. Las figuras ya consagradas (Carpentier,
Borges, Asturias, García Marquez, Vargas Llosa, Benedetti) siguen escribiendo y en
algunos casos dan a la imprenta obras de gran calidad. A ellos hay que sumar otros
nombres que comienzan a publicar en estas fechas: Antonio Skármeta, Néstor Sánchez,
Salvador Elizondo, Ricardo Piglia o Álvaro Mutis.
Llama la atención la vitalidad de la literatura femenina. Contaba ya con
antecedentes notables como la venezolana Teresa de la Parra (1889-1936), la argentina
Silvina Ocampo (1906-1993), o la mejicana Rosario Castellanos (1925-1974). Destacamos
de una generación posterior, que está en plena actividad creativa, a Elena Poniatowska, las
salvadoreñas Nidia Díaz y Claribel Alegría, la nicaragüense Gioconda Belli, la chilena
Isabel Allende o la mejicana Laura Esquivel.
Un fenómeno que ha marcado la vida de los pueblos hispanoamericanos es sin duda
el de las dictaduras. De hecho, en los años setenta coincidieron numerosos regímenes
militares que reprimieron ferozmente cualquier forma de heterodoxia o discrepancia,
utilizando el terrorismo de Estado y la violencia. Esto justifica la existencia de un género
narrativo con importante vitalidad en este momento como es “la novela de dictadura.
En estos años hay, en resumidas cuentas, una multiplicidad de géneros y
modalidades narrativas diferentes, lo que viene a demostrar la diversidad de intereses que
opera en la creación literaria. En líneas generales, hay una clara tendencia a abandonar las
estructuras complejas que tanto abundan en los 60 a favor de otras más simples. La
literatura, en definitiva, sigue siendo un instrumento eficaz de denuncia frente a la barbarie.

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6.- LA ÚLTIMA NARRATIVA HISPANOAMERICANA
Nuevos temas, nuevos escritores y nuevas preocupaciones sociales han ampliado la
lista de novelas que se han publicado en los últimos veinte años. Es lo que se ha llamado la
“posmodernidad”, un periodo de reciclaje cultural, donde la parodia y el cuestionamiento
del canon literario tienen un lugar destacado. Por eso son frecuentes las novelas donde se
ridiculizan las propias teorías literarias y la labor de la crítica universitaria y periodística,
como ocurre con Respiración artificial de Ricardo Piglia.
También es importante la música como elemento estructurador de la última
novelística. Así ocurre en Que viva la música (1976) del colombiano Andrés Caicedo. Se
multiplican las novelas policiales o pseudopoliciales como la celebrada Crónica de una
muerte anunciada (1981) de García Márquez. Por último mencionamos la llamada “novela
de no ficción”, escrita mayoritariamente por mujeres y que pretende dar testimonio directo
de una experiencia social, histórica o familiar traumáticas. Los diferentes géneros se han
venido sucediendo y la narrativa hispanoamericana muestra una vitalidad extraordinaria
que recuerda a la de los años sesenta.

7.- ALGUNOS NARRADORES FUNDAMENTALES DEL SIGLO XX


Mucho es lo que se podría comentar a propósito de grandes escritores de merecida
fama como Borges, Carpentier o Juan Rulfo. Puesto que aquí no tenemos tiempo para más
nos limitaremos a dar unas breves pinceladas sobre algunas de estas figuras más
representativas.

7.1. Jorge Luis Borges (Argentina, 1899-1986) está considerado por la crítica
como uno de los grandes renovadores de la prosa narrativa en Hispanoamérica. La
publicación de El jardín de los senderos que se bifurcan (1942), incorporado más tarde a
Ficciones (1944), marca un hito en el proceso que conduce a la nueva narrativa. En esta
colección de cuentos, Borges consolida algunos de los temas más importantes de su
literatura:
-Un interés creciente por la filosofía y la teología, a la que considera como una rama de la
literatura fantástica.
-Los laberintos a través de los que constituye el hombre su destino.
-El carácter ilusorio de la realidad.
-La certidumbre de que todo hombre y todo mundo existe en la medida en que alguien lo
sueña.

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-La teoría del palimpsesto: todo texto no es más que la reescritura de un texto anterior.

Así pues Borges recurre a los grandes filósofos de la tradición y los introduce junto
a personajes de ficción en un vano intento de descifrar los misterios del universo, pues el
mensaje final que recogen sus relatos es de una gran incertidumbre: el universo es desde
siempre y para siempre indescifrable.

7.2. Alejo Carpentier (Cuba, 1904-1980) viajó y conoció las literaturas europeas
del momento. Ello, unido al interés por las raíces espirituales de su isla y de la cultura
negra, le va a llevar a una continua búsqueda de lo que él ha llamado “lo real maravilloso”,
ese lado sorprendente que encierra la naturaleza y las costumbres americanas. Un claro
ejemplo de su teoría estética lo encontramos en El reino de este mundo (1949), una de sus
obras más celebradas. Situada en la isla de Haití, a finales del s. XVIII y principios del
XIX, narra la caída del monarca Henri Christiphe, primer rey negro del continente
americano, y el impacto de la colonización francesa a través de la mirada del esclavo negro
Ti Noel. La novela estudia la dimensión mágica del continente americano (el tema del
vudú es importante en el texto), analiza su condición mítica.

7.3. Juan Rulfo (México, 1918-1986) nació en Jalisco, un territorio marcado por la
desolación y especialmente castigado por la revolución mejicana. Su infancia está rodeada
de violencia, en un mundo arrasado por la injusticia y la pobreza extrema. Estas
circunstancias pueden quizás explicar su carácter tímido e introvertido, pero con una
enorme capacidad de penetración en el mundo exterior, tal y como se comprueba en sus
dos obras mayores. Lo sorprendente es que Rulfo es un pilar esencial de la literatura del s.
XX y todo ello con solo un libro de cuentos, El llano en llamas (1953), y una novela Pedro
Páramo (1955).
Los cuentos recogidos en El llano en llamas son una radiografía descarnada de una
realidad dura e implacable. El título es más que un juego fónico, es todo un símbolo de
cómo quedó parte de Méjico tras la revolución fallida. Por eso sus personajes no hacen
nada por cambiar su situación. Son personajes abatidos y aplastados por el entorno, sin
capacidad de redención.
Pedro Páramo fue durante muchos años una novela incomprendida, mal leída y
peor interpretada. Cómo era posible que en una obra hablaran los muertos, se preguntaban
los críticos acostumbrados a la narrativa tradicional. Eran incapaces de reconocer que la

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nueva ficción no está sujeta a un orden lógico y racional, sino a una nueva organización
que busca reforzar los elementos simbólicos y provocar otro tipo de impresiones en el
lector. En Pedro Páramo se dan cita además un buen número de mitos y de estructuras
arquetípicas que refuerzan la dimensión universal de la obra.
El estilo de Rulfo es único. Reproduce con una gran fidelidad el habla del
campesino, su carácter lapidario y aforístico, el tono grave o sentencioso con que se
enfrentan a la miseria. En su narrativa resulta fundamental la tradición oral.

7.4. Mario Vargas Llosa (Perú, 1936) está considerado un maestro en el manejo
de las diferentes técnicas narrativas. Consecuencia de ello es que su literatura está siempre
sujeta a un continuo proceso de renovación. Gran conocedor de todos los mecanismos y
estrategias discursivas de la novela de este siglo, sus obras son siempre diferentes,
sorprendentes y experimentales. Su trayectoria literaria está marcada por los éxitos
editoriales: La ciudad y los perros (1963), La casa verde (1965), Conversación en la
catedral (1970), Pantaleón y las visitadoras (1973), La tía julia y el escribidor (1977) o
La guerra del fin del mundo (1981), dan buena cuenta de su enorme proyección en la
nueva narrativa hispanoamericana.
En cuanto a su concepción de la literatura, destacamos que Vargas Llosa sostiene
que su literatura, como la de tantos autores, es un acto de rebeldía contra el mundo creado
por Dios. Toda obra es un intento de aniquilar la obra divina, por eso, todo escritor es
potencialmente un “deicida”, un suplantador de Dios. De ahí, su concepción y búsqueda de
la novela total.

7.5. Gabriel García Márquez (Colombia, 1927), galardonado con el Premio


Nobel en 1982, está considerado el escritor en lengua española más importante del siglo
XX Entre sus obras se podría destacar en primer lugar La hojarasca (1955), historia
construida por medio de varios monólogos interiores (técnica de Faulker). A través de
ellos, conocemos la historia de un pueblo: Macondo. Este territorio tan importante en su
literatura, aparece como un lugar que ha conocido una falsa prosperidad con el cultivo del
banano, auspiciado por una compañía norteamericana. Con la prosperidad ha llegado gente
de todas partes perturbando la paz social e introduciendo nuevos valores en una sociedad
tranquila y tradicional.
Tras la publicación de otras obras destacables como El coronel no tiene quien le
escriba (1958), Cien años de soledad (1967) supuso el momento más importante del boom

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de la narrativa hispanoamericana. Es una obra que se ha gestado durante años en la
imaginación del escritor y en ella ha volcado su propia experiencia biográfica. Resumiendo
mucho, la novela cuenta la historia de la familia de los Buendía, y la creación del mundo
mítico de Macondo. Este mundo idílico se descompone de forma progresiva. Primero las
guerras civiles y más tarde el progreso dan paso a una de las grandes tragedias de la obra:
la llegada de la compañía bananera y la matanza de los tres mil trabajadores que participan
en la huelga y que precipitan a la propia familia hacia un desenlace fatídico. Cien años de
soledad ha sido interpretada como una síntesis cifrada y literaria de la historia del
continente americano.

7.6. Carlos Fuentes (Méjico, 1928) es uno de los escritores más prolíficos y con
mayor altura literaria del boom narrativo hispanoamericano. Su literatura es un continuo
ejercicio de compromiso con la historia mejicana y las miserables condiciones de vida de
sus pueblos. El éxito le vino con su novela La región más transparente (1958), en la que
ya encontramos las claves para interpretar su concepción de la literatura. Fuentes se ha
propuesto a lo largo de su obra analizar el fracaso que supuso la revolución mejicana de
1910.
En una línea muy parecida de revisión de la historia reciente de Mëjico se encuentra
La muerte de Artemio Cruz (1962). Su novela más ambiciosa es Terra nostra (1975). Obra
de carácter histórico que recrea la España imperial, unitaria y absolutista de Felipe II. Es
una obra muy densa, con una fuerte condición filosófica, llena de episodios y personajes
simbólicos que representan la libertad, la heterodoxia y la transgresión del orden católico.

7.7. Julio Cortázar (Argentina, 1916-1984) encabeza junto con Borges la llamada
literatura rioplatense, en la que encontramos autores como Bioy Casares, Manuel Puig,
Ernesto Sábato, Roberto Alt, Mario Benedetti, o Juan Carlos Onetti, entre otros. Ha sido
considerado como uno de los maestros indiscutibles del llamado cuento fantástico, en una
línea que arranca de Borges. En sus libros de cuentos Las armas secretas (1959), Todos los
fuegos, el fuego (1966), Bestiario (1951) o Historias de cronopios y de famas (1962) lo
fantástico surge de la propia vida cotidiana. Cortázar siempre presenta una situación
marcada por una aparente normalidad, pero enseguida el lector se convierte en espectador
privilegiado que puede ver el lado insólito de las cosas. Cortázar a lo largo de su
trayectoria como cuentista ha dibujado situaciones imposibles, mezclando lo posible y lo
imposible y difuminando la línea que separa la realidad de la fantasía.

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También ha destacado como novelista. Rayuela (1963) es su novela más famosa e
importante, que se convirtió durante décadas en una obra emblemática de la nueva
literatura hispanoamericana. Supuso una auténtica revolución técnica y formal, por su
propia pretensión de ser una “antinovela”, pues ofrece la posibilidad de ser leída como
quiera el lector, siguiendo un orden lineal, o bien saltando los capítulos libremente. Con
esta técnica revolucionaria, Cortázar consigue quebrar los hábitos mentales de los lectores
y plantear una interpretación metafísica de la literatura.

8.- BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA


-Aínsa, Fernando, Narrativa Hispanoamericana del siglo XX. Del espacio vivido al
espacio del texto, Zaragoza, Prensas universitarias de Zaragoza, 2003.

-Apuntes universitarios

-Donoso, José, Historia personal del boom, Barcelona, Seix Barral, 1982

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