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Los beneficios de una siesta breve para el cerebro: ¿mito o realidad?

La siesta es una tradición ‘sagrada’ para muchos españoles. Este momento se dedica a descansar para afrontar con
energía las últimas horas de la tarde. Y aunque la siesta ha formado parte del estilo de vida español durante siglos, su
popularidad ha venido a menos en las áreas urbanas y en la sociedad moderna debido, entre otros factores, a los cambios
en los horarios laborales o las presiones económicas.

Pese a que otros países también tienen fuertes tradiciones de siesta, en Estados Unidos, por ejemplo, se relaciona con la
pereza. De hecho, en 2019, una agencia federal de este país anunció la prohibición de dormir en edificios gubernamentales.
Pero a pesar de lo que puedan pensar algunos, los científicos del sueño tienen cada vez más claro el poder de la siesta.
De hecho, hace relativamente poco tiempo que se ha empezado a poner en valor que la calidad y la duración del sueño
son cuestiones de salud pública, como afirma la fisióloga Marta Garaulet, de la Universidad de Murcia.

Durante un tiempo, las investigaciones científicas se han posicionado a favor y en contra de la siesta. Muchos
estudios demostraron que el descanso del mediodía beneficia el estado de ánimo y la cognición, pero otros lo relacionaron
con problemas de salud, sobre todo en personas mayores. Por ello, algunos especialistas dudaban sobre si era conveniente
“recetar” siestas. Sin embargo, investigaciones más recientes han aclarado que los distintos tipos de siestas tienen efectos
diferentes. Ahora, varios científicos creen que lo mejor es dormir entre 20 y 30 minutos.
Según los expertos, la necesidad de dormir la siesta se rige por dos procesos fisiológicos. Uno se llama presión
homeostática del sueño (PHS), que aumenta conforme más tiempo se esté despierto. El otro tiene que ver con los ritmos
circadianos diarios, los cuales provocan la sensación de somnolencia durante la sobremesa.
Algunas personas tienden a dormir la siesta, aunque hayan descansado lo suficiente por la noche. Otros, por el contrario,
no pueden dormir la siesta a menos que estén muy privados de sueño. Lo que en buena medida marca la diferencia es
la genética, según los expertos.
Las siestas breves tienen beneficios cognitivos, según Michael Chee, investigador del Centro del Sueño y la Cognición
de la Universidad Nacional de Singapur
En un análisis de 2022, su equipo descubrió mejoras especialmente significativas en campos como la memoria, la
velocidad de procesamiento de la información o la atención (capacidad de responder a un acontecimiento inesperado,
por ejemplo, al volantazo de un coche). Y es que, una siesta también permite que muchas personas se sientan mejor.
“Nadie habla lo suficiente del estado de ánimo”, pero, según Chee, las personas cansadas tienden a estar de mal humor.
Los investigadores sostienen que no hace falta dormir mucho para notar estas mejoras. “Incluso una siesta corta de 10
minutos te refrescará”, en palabras de Chee. “Si duermes un poco más, los beneficios cognitivos también duran un poco
más”, y por eso media hora, más o menos, se puede considerar una buena siesta. “En ese tiempo, la mayor parte del
sueño es ligero”, señala Ruth Leong, también de la Universidad de Singapur, y “eso facilita el despertar”. Leong aconseja a
las personas que trabajan en horarios diurnos que eviten dormir la siesta mucho después de las 5 de la tarde para no
alterar el sueño nocturno.
¿Siestas largas o cortas?

Las siestas que duran aproximadamente 30 minutos aportan beneficios cognitivos que duran más tiempo. Sin embargo, si la
siesta es más larga, la persona entra en un sueño más profundo, lo que aumenta la “inercia del sueño”, esa sensación
de 'atontamiento' al despertar. Y aunque ese aturdimiento puede pasar relativamente rápido y no afectar a todo el mundo,
a muchas personas les resulta desagradable.

Además, las siestas más largas también se asocian con algunos problemas de salud. En un estudio realizado en 2023
con más de 3.000 europeos, sanos y con una edad media de 41 años, Garaulet y sus colegas descubrieron que los que
dormían la siesta durante más de 30 minutos seguidos tenían un 23 % más de probabilidades de ser obesos que los
que no lo hacían (La obesidad se calculó con el índice de masa corporal y varios indicadores más).

También observaron que eran más propensos a tener una combinación de hipertensión, colesterol alto y otros
problemas de salud. Al mismo tiempo, las siestas largas reducen la capacidad del organismo para perder grasa con una
dieta, según ha demostrado Garaulet. Por otra parte, el hecho de necesitar dormir demasiadas siestas podría indicar que
algo no va bien. Es lo que ocurre, por ejemplo, con el Alzheimer. Incluso en adultos jóvenes, los investigadores han hallado
una relación entre el aumento de la inflamación cerebral y un mayor número de siestas. Si alguien empieza a necesitar
siestas frecuentes (más de una vez al día) y a dormir regularmente más de una hora, podría ser un signo de enfermedad,
concluye Chee.

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