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En el aspecto morfológico
1. Coexistían al principio las formas verbales amáis, tenéis, sois frente
a amás, tenés, sos; pero al final se impusieron las primeras.
2. En el imperativo las formas terminadas en /d/ alternaban con las
que las habían suprimido: cantad~ cantá, tened~ tené, salid~ salí;
pero al final las terminadas en /d/ prevale-cieron.
3. También se dudaba entre las formas conjugadas so ~ soy,
esto~estoy, do~doy; pero las primeras desaparecieron.
4. Las formas /traigo/ y /caigo competian con /trayo/ y / cayo/; pero
al final estas últimas fueron desplazadas. Subsistieron por más tiempo
/haya/, /haiga/, considerada hoy como arcaísmo.
5. De igual manera los arcaismos amaredes, sentíades, dixéredes,
quisiéredes luchaban contra las formas sincopadas amáis, sentíais,
dixereis, quisierais, que finalmente preva-lecieron.
6. La desaparición en España de las formas cantás, tenés, sabés impuso
sin competencia el pronombre tú.
En el aspecto sintáctico
1. Se delimitan las funciones y el contenido de los verbos haber/tener,
ser/estar, que tradicionalmente se usaban de manera indistinta.
2. Haber, al perder su sentido de posesión, consolida y amplía su
función de auxiliar en los tiempos compuestos, aunque por algún
tiempo compartió esa función con ser.
3. Los verbos ser y estar alternan en la indicación de situaciones
locales como en Durán que es en España. Sin embargo, estar se
impone en estos usos a partir del siglo XVII.
4. Se extiende el uso de las oraciones pasivas encabezadas por el
pronombre se con valor impersonal, especialmente cuando no hay
sujeto expreso.
5. Uno, con valor de indefinido, compite con hombre y lo desplaza de la
literatura.
6. La forma terminada en -ra de los verbos (amara) pierde su valor de
pluscuamperfecto y adopta la función de imperfecto del subjuntivo,
para la terminación -ra alterna con -se.
7. Se extiende el uso de la preposición a como encabezadora de los
complementos directos de persona o cosa personi-ficada.
8. Se inicia el reajuste del sistema de los pronombres átonos de tercera
persona que habían funcionado en las formas
9. le y les como dativos de cualquier género y que al enfrentarse a lo, que
funcionaba como acusativo neutro, da inicio a los fenómenos de
leísmo frente al loísmo, distin-guidores de amplias regiones del
idioma y que consisten en el uso de le y les como complemento
directo y el de lo y los como complemento indirecto.
10. El valor de algunos adverbios y modos adverbiales era diferente del
que tienen en la actualidad. Luego significa en seguida, al momento y
a la hora tenían igual valor; a deshora significaba de imprevisto; de
igual modo, puesto que, como concesiva, ocupaba el lugar de sino, y
tras negación pero se usaba en lugar de sino.