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Tema 2. Aspectos históricos en la formación del español atlántico.

El debate sobre los


orígenes del español de América. Hipótesis criollistas.

ASPECTOS HISTÓRICOS EN LA FORMACIÓN


DEL ESPAÑOL ATLÁNTICO

1. Orígenes del español canario


Corrales Zumbado y Corbella Díaz (2004) observan que, a diferencia del
español de América, donde todavía sigue viva la polémica sobre si el español hablado
en este continente tiene o no una base andaluza, en el caso de canarias no hay ninguna
duda: los andaluces jugaron un papel importantísimo tanto en la conquista como en la
colonización posterior de las islas. Los autores aportan diversos testimonios. Los
comerciantes andaluces tuvieron mucho interés en las Islas Canarias incluso desde antes
de la conquista. Pero no solo eso: parece probado que determinados linajes andaluces
proporcionaron una fuerte financiación para la conquista. Andaluces eran parte del
clero, señores y administrativos, pero también hubo muchos andaluces entre los
campesinos y artesanos que se instalaron en el Archipiélago a finales del siglo XV y
durante el siglo XVI

2. Orígenes del español de América


Según Garrido Domínguez (1992: 13), cuando se habla de orígenes para
referirse a la etapa formativa del español de América hay que interpretar este término en
sentido muy amplio, ya que abarca un período que va desde 1492 hasta 1600. El debate
se sitúa prácticamente en el terreno de si los rasgos lingüísticos que caracterizan el
español de América son originales (es decir, si se trata de un desarrollo propio de la
lengua) o se trata, más bien, de una aclimatación y evolución de los rasgos lingüísticos
que llevaban los primeros colonos y los grupos de colonos que siguieron llegando en
sucesivas oleadas en los siglos siguientes. Garrido Domínguez (1992: 42-52) plantea
que lo primero que hay que hacer antes de iniciar esta discusión es determinar los rasgos
que caracterizaban al español europeo en el momento en que se inicia la conquista (es
decir, a finales del siglo XV y durante el siglo XVI).

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En el nivel vocálico se producen fluctuaciones en la pronunciación de algunas
vocales entre formas antiguas y modernas: vanedad-vanidad, cobrir-cubrir, roido-ruido.
Otra característica es que las vocales medias tienden a cerrase: lición, cerimonia, etc. La
vacilación alcanza también a las consonantes: cobdiciar-codiciar, mil-mill, cien-cient,
forma-horma, quijo-quiso, etc. En cualquier caso, las alteraciones más acusadas se
producen en el consonantismo (y de hecho se habla de una revolución en el sistema
consonántico del XVI -aunque algunos procesos no concluirán hasta el XVII-), y ya
habían comenzado en la Edad Media. En este período se produce la indistinción b/v
(que correspondían a las grafías b/v, u). Pero los cambios más radicales se producen en
el sistema de sibilantes (unos cambios que se inician en la zona castellano-aragonesa).
De ese modo, se comienzan a producir confusiones entre las africadas ŝ/ẑ (grafías c, ç
vs. z), las fricativas alveolares ṡ/ż (grafías s-, -s, -ss- vs. -s-), y las fricativas prepalatales
š/ž (grafías x vs. g, j). Santa Teresa, por ejemplo, escribe tuviesen (por tuviessen), açer
(por hazer), teoloxía (por teología), ejerçiçio (por exerçiçio), etc. (las formas entre
paréntesis son las que caracterizan a la norma toledana, más conservadora y
prestigiosa). Cuando Felipe II traslada la corte de Toledo primero a Valladolid y después
a Madrid, ello implicó la preponderancia de la norma más innovadora del norte frente a
la toledana, más conservadora, y Madrid se transforma en el foco de la pronunciación
más evolucionada.
Otra innovación, la pérdida de la aspiración (grafía h): eno, umo.
Como el contraste de sonoridad se pierde, los dos sonidos de cada pareja
terminan por pronunciarse sordos; posteriormente, el sonido dentoalveolar se adelanta,
haciéndose interdental, y el prepalatal retrocede, haciéndose velar. No se olvide que los
tres sonidos sordos tenían una zona de articulación muy próxima. El sonido velar (j) se
llega a confundir con la aspiración h en aquellos lugares en que este todavía se conserva
(como Andalucía): hentil ‘gentil', hermanía ‘germanía', jumo ‘humo', etc.
Otro fenómeno de esta época es el yeísmo (yamar, hayar), aunque en Toledo ya
se documentan brotes yeístas desde el siglo XIV. Otros fenómenos son la confusión -r/-
l, la aspiración o pérdida de -/s/, la elisión de -/d/-, etc.
En el nivel morfosintáctico se produce el uso del artículo el con sustantivos
femeninos que empiezan por vocal (el espada), la mayor tendencia a separar la forma
verbal y el pronombre (aunque no escasean formas como dalde-dadle), el uso del
infinitivo como base para construir el futuro y el condicional, aunque en contienda con
formas alternativas (valerá-valdrá, saliré-saldré, besar te he-besaréte-te besaré). El

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pronombre tú se comienza a usar para el trato íntimo o para dirigirse a personas de
estatus inferior, se aplebeya el uso de vos y se comienzan a usar vuestra merced o
vuestra señoría como formas de respeto. En el verbo conviven formas como amáis-
amás, tenéis-tenés, cantad-cantá, pero también soy-so, estoy-estó, caigo-cayo. Alternan
arcaísmos y formas innovadoras en amávades-amavais, quisiérades-quisierais, etc. En
el nombre, el diminutivo adquiere una gran variedad de formas: -illo, -ito, -ico, -uelo. Se
impone el superlativo -ísimo durante el XVI. El sistema pronominal se ve muy afectado
de vacilaciones: nos/nosotros, vos/vosotros (vacilaciones que terminarán imponiendo el
segundo elemento de cada par). Ge (como en ge lo di) se ve cada vez más desplazada,
siendo sustituida por se (aunque se mantiene en los estratos sociales más bajos). En los
demostrativos alternan aqueste/este, aquese/ese. Otros pronombres: estotro, essotro. Se
crea el relativo plural quienes.
En la sintaxis se observa que se van distanciando los verbos aver y tener, que
hasta el momento se empleaban indistintamente; el primero se reduce a las funciones de
auxiliar y tener se usa para designar propiedad. De ese modo, aver se va volviendo cada
más invariable y va tomando los usos que hasta ahora compartía con ser al formar
tiempos compuestos: los moços son idos-los moços han ido (en la segunda mitad del
siglo se impone la segunda). Se emplea la pasiva con se, que cada vez más va
adquiriendo valores impersonales. En el campo de los pronombres, le se comienza a
usar con referentes masculinos singular en función de CD (es decir, lo > le). Esta
reorganización que se produce en los pronombres viene dada porque el sistema de
casos, que funcionaba hasta ahora (lo con CD y le con CI) provocaba una
indiferenciación de género, ya que le se usaba tanto para el masculino como para el
femenino y lo tanto para el masculino como para el neutro. En el nuevo sistema, le se
emplea con un referente masculino, la con uno femenino y lo con uno neutro. Este
cambio había empezado en la Edad Media, pero se consolida en el siglo XVI. En la
Península el leísmo se ha impuesto en casi todas partes, con las excepciones de Aragón
y Andalucía, así como en las zonas influidas lingüísticamente por esta: Canarias y
América. En el orden de palabras, el pronombre se va usando cada vez más antepuesto
al verbo, en vez de pospuesto: rindiose Camila > Camila se rindió. El infinitivo y el
imperativo lo llevan delante si les precede otra palabra: la espada me da ‘dame la
espada', para nos despertar ‘para despertarnos'.

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En el nivel léxico destaca la aparición de voces nuevas, debido a las relaciones
que España mantiene entonces con diferentes países: Francia, Italia, Portugal, Alemania,
además de los pueblos americanos.
Garrido Domínguez concluye que el español llevado a América lleva consigo ya
los factores que determinarán su evolución (naturalmente, influida por la adaptación de
la lengua a la nueva sociedad).

2.1. El debate sobre el fondo andalucista del español de América


Uno de los debates más intensos y más largos en el tiempo (aún no se puede dar
por concluido) que se ha producido en torno al español de América descansa en si este
se ha desarrollado a partir de la norma andaluza (ya que hay muchas semejanzas entre el
español de ambas áreas) o si ha tenido una evolución propia. Garrido Domínguez (1992:
61-106), que recoge los contenidos de este debate, comenta que la polémica alcanza el
momento culminante entre 1921-1932.

2.1.1. El debate Wagner/Henríquez Ureña


Siguiendo una idea muy generalizada, Wagner (1920) se refiere a la influencia
del español meridional en las tierras bajas (costeras) de América (Antillas, costa
atlántica de México, Colombia, Venezuela, Chile y Río de la Plata). Wagner sustenta su
tesis en la pronunciación de /s/ en Andalucía y América: muy semejante en su
articulación, sometida a los mismos procesos (debilitamiento y aspiración en posición
implosiva), y tan diferente de la apicoalveolar castellana. Otros rasgos en que se
asemejan Andalucía y América es en la pronunciación de -/r/: en ambas zonas se aspira
cuando va seguida de ciertas consonantes (Navarro Tomás añadirá la pronunciación
relajada de la jota, la evolución de las consonantes finales, la tendencia a la abertura en
el timbre de algunas vocales, etc.). La coincidencia entre las tierras bajas americanas y
Andalucía viene dada porque estas zonas de América fueron pobladas sobre todo por
andaluces (y extremeños), además de que fueron colonizadas antes que el interior.
Wagner añade un argumento muy sencillo pero contundente: resulta difícil distinguir a
un andaluz de un americano, pero nadie confunde a un andaluz con un asturiano. Eso
invita a pensar que el español de América es más uniforme que el español peninsular.
Las diferencias fundamentales entre el español de las dos zonas se produce en el nivel
popular, no en el nivel culto.

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Casi al mismo tiempo, y sin conocer la tesis de Wagner, Henríquez Ureña
escribe Observaciones sobre el español de América (1921), donde critica la idea del
andalucismo del español americano. Detrás de esta idea, apunta el lingüista dominicano,
existen varios errores. Uno de ellos es pensar que el español americano es uniforme.
Además, solo algunos de los rasgos andaluces son comunes a todo el continente, pero
estos rasgos tampoco son exclusivos de Andalucía; muchos de ellos son compartidos
por otros dialectos peninsulares. Para el autor, la idea del andalucismo del español de
América se sostiene sobre una gran imprecisión, principalmente en lo que se refiere a
los rasgos lingüísticos que se han considerado más característicos de esta relación: el
debilitamiento de /d/, el seseo y el yeísmo. Un análisis detallado de la extensión
geográfica de estos rasgos aclarará algunas cuestiones. Por una parte, la elisión de /d/
intervocálica es un rasgo que se encuentra tanto en España como en el español
americano, pero en ninguna de las dos áreas es un fenómeno general. En América, por
ejemplo, la consonante se conserva en las tierras altas (el interior). En España, la elisión
no es un fenómeno exclusivo de Andalucía. Por lo que respecta al yeísmo, tampoco es
general ni en España ni en América, ya que [λ] se conserva en amplias zonas de Perú,
Chile y Colombia. En otros países domina otro tipo de articulación que no es [y]; así, en
Argentina, Uruguay y una zona de México /y/ se pronuncia rehilada (Henríquez Ureña
dice que como la j francesa, que se pierde cuando va entre vocales en países como
México, igual que en judeoespañol). Por último, el seseo es fenómeno frecuente en
América, pero el tipo de articulación de /s/ no es siempre dorsopalatal convexa, como la
andaluza, ya que pueden encontrarse otras realizaciones. /s/ se debilita en las tierras
bajas, pero se mantiene como sibilante en las tierras altas de México, Perú y otros países
andinos. El seseo, aunque frecuente, no es general, ya que los indios de Cuzco
conservan la [θ] castellana. Otro aspecto a destacar es que en América no se produce el
ceceo, que se encuentra en áreas andaluzas. Por último, en América surgen otras
realizaciones, como la nasalización de -/s/ final que se documenta en Jalisco.
Lo que se ha dicho hasta ahora de estos sonidos puede extenderse a otros. El
fonema /x/ tiende a aspirarse en las Antillas, igual que en Andalucía, pero se pronuncia
de un modo semejante a la castellana en países como Chile, Argentina y Perú. La
aspiración que se encuentra en palabras latinas que empezaban por /f/ tampoco es
general en América. Se escucha en el altiplano mexicano, pero no aparece en Perú; en
Chile se limita al verbo huir. Es un rasgo frecuente en Las Antillas, y en algunos países
llega a afectar a las /f/ modernas (Argentina, Colombia, etc.). La no unanimidad de

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soluciones en las realizaciones fónicas de los sonidos afecta también a /g/ inicial, -/n/
final, /r, rr/, etc.
En el nivel morfosintáctico la divergencia más clara con España (y con
Andalucía) es el voseo, un fenómeno que no es general en el español americano (de
hecho, más de la tercera parte de la América hispanohablante es tuteante). Además de
eso, las zonas de voseo se diferencian por el modo en que tratan las desinencias verbales
que acompañan a vos (Chile y Argentina, por ejemplo). A la luz de todas estas
diferencias dentro de América parece que carece de base hablar de una base andaluza
para el español americano.
El segundo tipo de argumento que emplea Henríquez Ureña tiene que ver con la
demografía. Aquí, el lingüista dominicano se basa en Cuervo, que afirmaba que todas
las regiones de la Península contribuyeron a la colonización americana. De ser cierto
este argumento, la tesis andalucista, que se basaba, en el nivel demográfico, en que la
mayoría de los colonos procedían de Andalucía y Extremadura (dos regiones muy
próximas fonéticamente), no se sostiene. Es más, Henríquez Ureña afirma que durante
los primeros cincuenta años de la conquista el número de andaluces y extremeños que
llegaron al Nuevo Mundo es menor que el de otras regiones españolas, especialmente el
contingente que llegó procedente de las dos Castillas.
Cuando publica sus Observaciones Henríquez Ureña no conoce la tesis de
Wagner, pero una vez que la conoce no duda en replicarla (de hecho, el autor continúa
desarrollando su teoría hasta 1932). La base de sus argumentaciones es la misma que
defendía hasta entonces: i) América no representa una realidad lingüística homogénea,
por lo que no se la puede identificar con Andalucía; ii) incluso en aquellas áreas
americanas (tierras bajas) donde hay más parecido con Andalucía, tampoco puede
hablarse de un origen andaluz del dialecto, ya que o bien los resultados son diferentes
(como ocurre con el seseo) o bien el rasgo en cuestión no es exclusivo de Andalucía
(como ocurre con el yeísmo; iii) no es cierto que en la colonización haya habido un
predominio de andaluces sobre individuos procedentes de otras regiones españolas.
Cuando Henríquez Ureña acepta la semejanza entre algunos rasgos lingüísticos del
español americano y Andalucía (como los dialectos de las tierras bajas americanas), el
investigador menciona como hecho explicativo el clima: a fin de cuentas, el clima de
Andalucía y el de las tierras bajas es semejante (el autor se echará atrás en este
argumento cuando Wagner lo critica).

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Henríquez Ureña trata de desmontar la tesis de Wagner de que en la colonización
americana hubo un predominio de andaluces y extremeños, y acude a la tesis de Cuervo
de que la conquista representó una contribución de todas las regiones españolas. Pero no
solo eso, para el lingüista dominicano Extremadura no forma ni geográfica ni
lingüísticamente parte del sur de España, ni tampoco representa una unidad con
Andalucía (excepto, tal vez, el sur de Badajoz). Extremadura formaría parte más bien
del área castellana o leonesa. Hay un segundo problema: el hecho de que el puerto de
partida de los colonos fuera un puerto andaluz (Sevilla) hizo que posiblemente se
registraran como andaluces a muchos individuos que procedían de otras regiones del
país. Pero no solo eso, el investigador tratará de determinar, a través del manejo de
diferentes fuentes, cuál el peso real de los inmigrantes clasificados por regiones. Estos
son los resultados:
i) Norte peninsular (las dos Castillas, León, Aragón, Navarra): 41,7%.
ii) Sur peninsular (Andalucía, Badajoz, Canarias): 42,5%.
iii) Zona intermedia (Cáceres, Murcia, Albacete): 6,7%.
iv) Zonas laterales (Cataluña, Baleares, Valencia, País Vasco, Galicia, Portugal):
9%1.
Como puede comprobarse, aunque el número de individuos procedente del sur
peninsular representa el grupo más numeroso, casi iguala al de la zona norte. Por tanto,
parece haber habido un gran equilibrio entre individuos del norte e individuos del sur.
En su afán por demostrar su tesis con todo tipo de datos, Henríquez Ureña añade
un argumento más. Tomando como referencia la pronunciación de las sibilantes
diferencia cuatro zonas dentro de la Península Ibérica:
i) Seseo + aspiración de -/s/ (Andalucía, Badajoz, Canarias).
ii) Seseo sin aspiración de -/s/ (País Vasco, Cataluña, Baleares, Valencia).
iii) Distinción s/θ + aspiración de -/s/ (gran parte de Murcia, parte de Albacete,
Cáceres, Toledo, Ciudad Real; en menor escala Madrid y Cuenca; esporádico en Castilla
la Vieja).
iv) Distinción s/θ sin aspiración de -/s/ (gran parte de Albacete, Madrid, Cuenca,
Guadalajara, Castilla la Vieja, Aragón, Navarra, León, Galicia).

1 Domínguez Garrido (1992: 69) aporta un porcentaje del 90%, cifra, a todas luces, errónea.
Suponiendo que los porcentajes de las regiones anteriores sean correctos, a las zonas laterales solo les
puede corresponder un 9%.

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Comparando estos datos con los datos migratorios se pone de manifiesto el
predominio de colonos procedentes de regiones no seseantes (4.784 viajeros, que
representan el 53,3%) frente a los seseantes (4.168, o el 46,7%).
El investigador dominicano sigue a Cuervo cuando afirma que el seseo no estaba
plenamente desarrollado en la Península cuando se produjo el descubrimiento de
América, lo que invita a pensar en un desarrollo paralelo de la evolución de las
sibilantes semejantes al que se iba a producir en el español europeo.
Hay otros datos que apoyarían su tesis. Existen evidencias de que en América se
llegaron a pronunciar las cuatro sibilantes. Además de eso, insiste en otros argumentos
ya expuestos: la ausencia de zezeo en América y los tipos de /s/ predominantes (está
muy extendida la articulación dorso-alveolar, pero también se escucha la apical).

2.1.2. Las tesis de Amado Alonso


En una serie de artículos, Alonso tratará de demostrar con diferentes argumentos
que la tesis sobre la base andaluza del español americano es incorrecta (Alonso
1953/1976a, b). Siguiendo un argumento que ya emplearon otros investigadores
anteriores a él, plantea que un castellano puede confundir, por su modo de hablar, a un
andaluz y un sudamericano, pero nunca confundiría a un hispanoamericano con un
gallego o un aragonés. No obstante, este tipo de reacción impresionista no tiene ningún
fundamento socio-histórico. Esta reacción se encuentra justificada por dos rasgos de
pronunciación: el seseo y el yeísmo. Con respecto al primero, ha sido documentado
antes en España, pero en Hispanoamérica es un proceso autónomo del andaluz, y con
respecto al segundo, comenta que ha sido documentado en Hispanoamérica antes que en
España. Por tanto, ninguno de los dos fenómenos se ha podido propagar desde
Andalucía hacia el Nuevo Mundo. Por otro lado, la impresión de semejanza que algunos
establecen entre el andaluz y el español americano solo se produce cuando se comparan
hablantes de los niveles cultos: el andaluz culto conserva el seseo y el yeísmo, pero no
presenta otros muchos rasgos que se consideran característicos de este dialecto, lo
mismo que los hispanoamericanos cultos, que también registran seseo y yeísmo, pero no
otros rasgos lingüísticos regionales. Hay varios aspectos que el autor tiene en cuenta
para sustentar su tesis.
a) El español de América es muy variado en las diferentes regiones en que se
habla, e incluso en las zonas que fueron más importantes durante la época colonial no
recuerda para nada al andaluz. En las Antillas el dialecto es más parecido al andaluz,

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pero incluso en este caso el andaluz y el antillano se parecen menos entre sí que el
antillano o el andaluz con respecto al castellano.
b) Otro aspecto a tener en cuenta es que no está justificado que América fuera
poblada sobre todo por andaluces. Es cierto que hubo muchos colonos andaluces, pero
no más que los castellanos. A favor del predominio andaluz suele argumentarse que los
puertos de Sevilla y Cádiz fueron los más importantes durante la conquista y
repoblación de América, y que de hecho durante mucho tiempo tuvieron el monopolio
de las Indias. Pero se olvida que a partir de 1529 la corona de Castilla autorizó también
a comerciar con América a los puertos del Cantábrico. Comenta Alonso que no había en
Andalucía andaluces suficientes como para repoblar América y, además, para seguir
repoblando Andalucía. Y añade que hasta 1504 solo se admitía para la empresa
americana a individuos de la Corona de Castilla (se excluíaa los de Aragón y a los de
otras partes del país); después de esa fecha, todos los españoles pudieron participar en
las expediciones al nuevo continente. Gonzalo Fernández de Oviedo destaca que en los
primeros cincuenta años de la conquista en esta empresa participaron españoles de todas
las regiones. No todos tuvieron la misma contribución, ya que participaron sobre todo
castellanos, leoneses, andaluces y extremeños.
Según Alonso, cada expedicionario llevaría dos modalidades dialectales: el
dialecto local (o regional) y el dialecto general (una especie de español más ligado a la
variedad culta o castellana). En España, Castilla la Nueva, con Toledo como centro de
referencia, hablaba el que era considerado el mejor español de entonces: era la
modalidad cortesana, la que empleaban los escritores. Precisamente en los años en que
se inicia la conquista se acentúa en España el sentido nacional de la lengua, y se le
comienza a llamar español (alternando con castellano). En síntesis, un aragonés
hablaría su lengua regional (aragonés) más español, un andaluz hablaría andaluz más
español, etc. La proporción en que entraría cada una de las variedades en el idiolecto de
las personas variaría de un caso a otro. Pero hay una cosa cierta: los individuos que
habitaban en diferentes regiones abandonan estas y se aglomeran con otros procedentes
de otras regiones para formar una nueva comunidad o sociedad, y este contacto se
produce en los puertos antes del embarque, en las largas travesías, y, naturalmente, a la
llegada al nuevo territorio. Cabe pensar que en estos contextos los individuos
abandonarían los regionalismos y, con el fin de entenderse mejor con los demás
individuos, optarían por emplear la lengua común: el español o castellano. Por otro

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lado, si la estancia en América iba a ser más o menos definitiva, cambia también el tipo
de destinatario, por lo que los individuos tendrían que adaptarse a la nueva situación 2.
Por tanto, concluye Alonso, la auténtica base del español de América no es el andaluz,
sino esta nivelación, esta coiné lingüística que llevan a cabo los expedicionarios durante
el siglo XVI. No puede negarse una base andaluza, pero la contribución lingüística
castellana (de las dos Castillas) fue más determinante que la andaluza "[…] porque en
general todo el mundo estaba preparado para aceptar su hablar como el mejor, puesto
que era el más cercano al español, casi idéntico con él" (Alonso 1953/1976a: 45). Pero
entiéndase: hablar de ‘base' no quiere decir que haya sido el origen, ya que el español de
América tuvo una evolución particular, donde los hablantes tenían en cuenta la nueva
realidad en la que se encontraban. Para Alonso, desde que se embarcaban para América
los individuos eran ya españoles nuevos, y quizás esto ocurría desde antes: desde el
momento en que abandonaban sus localidades para dirigirse a los puertos de salida.
Desde ese momento dejaban atrás el espíritu localista. Alonso apoya esta tesis en un
dato: en el español americano existen una gran cantidad de términos marineros con un
significado desligado del mundo del mar. Es muy probable que los españoles conocieran
estos términos marineros tanto en los puertos de salida como durante el trayecto, pero
han extendido su base semántica, para darles significados que van más allá del
exclusivo mundo de la marinería
c) Alonso (1953/1976b) trata de determinar la situación del seseo y el yeísmo en
España y América en el momento de la conquista. Para ver cómo estaba la situación en
España se basa fundamentalmente en el Diálogo de la lengua (1535), de Juan de Valdés.
Por lo que respecta al seseo, se sabe que en el siglo XVI la pronunciación de las
siblantes era mucho más rica que en la actualidad. Así, se distinguía entre s y ss
(variantes sorda y sonora de /s/), y también entre z y c, ç (la primera, sonora, equivalía a
ds; la segunda y tercera, sordas, equivalían a ts). Para Valdés, en la España del siglo
XVI se diferenciaban s (= s sonora) y z (ds) en todas las regiones castellanas, incluso en
Andalucía. Es decir, hacia 1500 el seseo de z, c era tan escaso en España que no se le
puede considerar origen del seseo americano. En el siglo XVI, según comenta Valdés, se
distinguía entre sibilantes sordas y sonoras, pero admite que se producían ciertas
confusiones, en determinadas personas, de modo que z sustituía a s. Nunca observa que

2 Boyd-Bowman aclarará posteriormente que los individuos que llegan a América tienden a agruparse por
regiones de procedencia, lo que implica que los andaluces tendían a vivir con andaluces, los aragoneses
con aragoneses, etc.

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se confunda s con ç. Por tanto, en Castilla apenas hubo seseo. En Andalucía el seseo
solo empezó a ser importante ya avanzado el XVI. Arias Montano, un estudiante (de
Badajoz) en Sevilla, no conoce el seseo en 1540. Sin embargo, en 1589 el mismo Arias
Montano explica que cuando él era un muchacho (1546-1547) los andaluces, incluidos
los sevillanos, distinguían s, z y c, como en Toledo y los castellanos viejos, pero que
veinte años más tarde se producía en Sevilla la confusión c por s (ceceo) y s por c
(seseo). Añade este personaje que en 1588 la pronunciación antigua era común entre
muchos ancianos y entre jóvenes bien educados.
Para fijar las fechas del seseo americano, Alonso analiza diferentes documentos.
En primer lugar, reexamina la fuente de Juan de Castellanos3, que había empleado
Cuervo para apoyar el andalucismo del seseo. En este autor se encuentran rimas
seseantes, pero, como comenta Alonso, estas confusiones solo se encuentran entre los
apellidos en -ez, -az y en las palabras terminadas en -es, -as. En una ocasión riman vezes
y franceses (donde z queda intervocálica), pero esta única rima no es señal de que el
seseo sea la auténtica pronunciación de Castellanos. Aproximadamente por los mismos
años que Castellanos pasó a América Valdés relata que en España algunos individuos
pronunciaban resio, rasón por rezio, razón. Para Alonso, las rimas de este escritor no
pueden tomarse como testimonio (como pensaba Cuervo) de que ya se hubiera llevado a
cabo el seseo; en realidad, solo son reflejo de que el proceso estaba en su primera etapa:
la de la confusión de consonantes. Castellanos, inserto en un nuevo medio, diferente del
de la Andalucía de donde procedía, no traía el seseo en su pronunciación: lo único que
hizo fue adaptarse a las normas de la nueva sociedad, donde, en el momento en que él
escribía, se estaban produciendo las primeras etapas del seseo. Y este seseo hay que
analizarlo dentro de un proceso más general de nivelación que se estaba produciendo en
el nivel lingüístico de los diversos grupos de inmigrantes que llegaron a América desde
diferentes regiones de la Península (sobre todo de Castilla). Según Alonso (pg. 93),
cuando se producen nivelaciones de este tipo cada individuo renuncia a las diferencias
lingüísticas más sobresalientes (más crudas, afirma él) y adopta aquellas que resultan
menos chocantes a las diversas normas regionales que coexisten. Y añade "pero,
además, la nivelación da lugar también a fenómenos nuevos que podríamos llamar, por

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Nacido en 1522 en Andalucía, pasó mucho tiempo en las Indias. En el último tercio del XVI escribió
Elegías de voces ilustres de Indias, que empezó en prosa en torno a 1570. Posteriormente vertió su obra
en verso, publicando la primera parte en 1589. Es el análisis de las rimas de estos versos lo que se analiza.

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comodidad, de compromiso" (pg. 93). Esta situación de nivelación implica renuncia,
adopción y aparición de fenómenos nuevos de compromiso (pg. 94).
Alonso analiza a continuación varias fuentes literarias (de Argentina, México).
En un texto del Río de la Plata aparece s por z final (alferes, badaxos ‘Badajoz',
martines, etc.) (y nunca al revés), pero no se confundía s con z ni con ç iniciales de
sílaba. Ortiz de Vergara, el autor del texto, era de Guipúzcoa, pero a nadie se le ocurre
pensar que el autor trajera de Guipúzcoa la confusión, sino que la habría adoptado en el
Río de la Plata. Otro tanto ocurre cuando se estudia al poeta mexicano Fernán González
de Eslava, que escribe entre 1567-1600. Era español (posiblemente de Vergara, Navarra)
y había llegado a México en 1558. De nuevo se observa que el seseo que practica en sus
textos es condicionado fonéticamente. A diferencia de Eslava, en sus textos se observa
que ya no solo sesea en posición final, sino también intervocálica, pero es mucho más
alto el número de confusiones en la primera posición que en la segunda. Igual que en
Eslava, el autor equipara z y s finales, pero no hay rastros del seseo de la ç.
En el análisis de los textos de otros poetas mexicanos, procedentes de nobles
familias, que escriben entre 1560-1590, no se encuentran casos de seseo, sino de
distinción. Estos poetas tampoco confunden z con ç ni s con ss. Esto revela que en la
segunda mitad del XVI convivían en México dos tendencias respecto a la pronunciación
de las sibilantes: una tradicional, de raíz culta, que mantiene la distinción, y otra
innovadora o neologista, de tipo vulgar, que tiende a la igualación.
En definitiva, aunque los españoles llevaran en su forma de hablar la confusión
z-s cuando llegaron a América, esta confusión estaba más avanzada en España (por lo
menos en áreas como Sevilla) que en América. Pero lo importante no es tanto esto, sino
la convivencia en América de diferentes normas lingüísticas (personas que
confundían/personas que no confundían, individuos que solo confundían en posición
final/ individuos que confundían también en posición intervocálica, etc.), y es de esta
coiné de donde salen los dialectos hispanos contemporáneos. En España el seseo no
parece tener un solo foco de propagación, sino varios (Zamora, Salamanca,
Extremadura, Canarias, judeo-español, etc.).
Para Alonso el seseo se produce en tres etapas: empieza por la posición final de
palabra y afecta a z y s, sigue la posición intervocálica, y por último afecta a la ç. Este
proceso afecta al seseo tanto de España como de América.
En una nota que el autor añade a su artículo en 1952 admite que quizás el
número de fuentes que utiliza para fijar la fecha del seseo en América es muy bajo. Es

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probable que la primera etapa ya se hubiera cumplido en Sevilla en el siglo XIV, la
segunda estaba avanzada en el XV, mientras que la tercera es del XVI. América va casi
cien años retrasada con respecto a Sevilla. En esta nota insiste en otro hecho: el número
de andaluces que participó en la colonización de América tuvo que haber sido menor del
que la gente cree. La gran mayoría de ellos procede de Sevilla, la tierra del ceceo; no
obstante, en ninguna parte de América encontramos este último fenómeno4. Por último,
insiste en que en España hubo una gran cantidad de núcleos de seseo y ceceo (Alonso
cita hasta 33). Y pone un caso muy interesante: el del judeo-español. En este dialecto se
sesea, pero cuando los judíos fueron expulsados en 1492 no llevaban en su forma de
hablar el fenómeno, por lo que este tuvo que ser un desarrollo autónomo de la evolución
del español. Estos judíos procedían de todas partes de España. Por tanto, hay que
abandonar la idea de un foco único irradiador del seseo.
En otro artículo, Alonso (1953/1976c) lleva a cabo un análisis semejante con los
cambios que se producen en la palatal lateral /λ/. Entre sus conclusiones destacan las
siguientes:
i) No ha habido un único foco de propagación del yeísmo, ni en España ni fuera
de ella. Es probable que el fenómeno haya empezado en Andalucía, pero no
necesariamente se propagó de ahí a otros lugares. Las zonas yeístas del norte del país
(Asturias, Santander), centro-norte (Valladolid) están tan aisladas de Andalucía como
entre sí por tierras que conservan ll. Ni siquiera puede decirse que el yeísmo de la
vecina Badajoz sea una propagación del andaluz, ya que en medio está Huelva, donde se
conservan núcleos lleístas. Murcia y Albacete son focos autónomos de yeísmo. Lo
mismo puede decirse de América. Argentina, žeísta, está separada del resto de América
por tierras conservadoras de ll (Corrientes, Formosa, El Chaco, Misiones, Paraguay,
Bolivia, Perú, etc.). Es probable, pues, que el yeísmo, un fenómeno urbano, haya
surgido en varios lugares de forma independiente (Meillet ha hablado de ‘desarrollos
convergentes').
ii) El cambio es moderno. La documentación más antigua se ha encontrado en
Lima (1680), y así y todo, en esta época era un fenómeno incipiente.
iii) El fenómeno puede considerarse consecuencia de un proceso de
ablandamiento consonántico. En el siglo XV se inicia un proceso que continua en el

4
Actualmente en Sevilla se produce el seseo, no el ceceo, pero en los siglos XVI-XVII lo que había era
una confusión anárquica entre c-s o de ceceo. Por otro lado, es cierto que en América se han encontrado
vestigios de ceceo (Puerto Rico, Colombia, etc.), pero son tan pocos que no se les considera
representativos de ninguna norma lingüística.

13
XVI y se consuma en el XVII que afecta a la reducción de sibilantes, a la pareja b-v, a la
aspirada; las africadas se hacen fricativas, las palatales van rebajando el contacto lingual
y se hacen velares, la /b/ se fricatiza, la h se pierde. Una vez consumados estos procesos
de ablandamiento, el fenómeno se estabiliza, pero luego continúa el debilitamiento: ll >
y, -/d/- > [ø], se aspira -/s/, se igualan -/r/ y -/l/ (el paso ll > y representa también un
fenómeno de ablandamiento). La pérdida de /y/ que se observa en muchas comunidades
cuando la consonante va en contacto con /i, e/ tónicas (cuchío ‘cuchillo’, estrea
‘estrella’) no es sino un paso más dentro de este proceso de ablandamiento.
iii) El rehilamiento de /y/ < λ (cabažo) puede interpretarse como una
compensación acústica de la especial calidad de la /λ/ (su débil rehilamiento lateral)
perdida en el cambio λ > y.
iv) Hay que rechazar la interpretación de Henríquez Ureña sobre la influencia
del clima en el desarrollo de determinados fónicos. En México el yeísmo se ha
producido tanto en las tierras altas como en las tierras bajas.

2.1.3. Argumentos a favor del andalucismo del español americano


Como comenta Garrido Domínguez (1992: 107), hay varias cuestiones que no
están resueltas con las investigaciones de Henríquez Ureña y Alonso: i) un estudio serio
de la demografía para determinar la procedencia regional de los colonos, ii) fijar de una
vez por todas la cronología del seseo y el yeísmo en España, iii) analizar de un modo
más amplio el desarrollo de las sibilantes en España, con el fin de dar cuenta también de
los fenómenos de ceceo y zezeo, y iv) determinar el papel de Andalucía y Sevilla en la
difusión de los rasgos que se discuten.
a) La demografía (datos tomados de Garrido Domínguez 1992: 107-143)
Boyd-Bowman va a llevar a cabo un análisis más riguroso que el realizado por
lingüistas anteriores sobre el origen de los colonos que van a América. En el período
1493-1600 analiza los datos demográficos de 56.000 pobladores, que representan el
20% de la emigración total durante este período, pero que sirven para determinar las
tendencias que se estaban produciendo en el movimiento poblacional asociado a la
conquista. Los datos generales indican que cuatro regiones aportan el 83% de personas
establecidas en América: Andalucía, Extremadura y las dos Castillas. Se observa
también que no hay duda sobre el predominio de los andaluces, que representan el
36,9% del total, y que supera al número de las dos Castillas juntas. El predominio
andaluz se produce sobre todo durante el período antillano (1493-1519), etapa en la que

14
se gesta la modalidad lingüística que será llevada a tierra firme posteriormente. Esta
modalidad, que posiblemente se comenzó a incubar durante las largas travesías, e
incluso durante el tiempo de espera para embarcar en los puertos andaluces, se nivela en
las Antillas y se vuelve receptiva a la influencia de las lenguas indígenas. En la tabla 1
quedan reflejados los porcentajes de los colonos en función de la región de procedencia
y de diferentes momentos. A la luz de los datos, parece innegable que existe una fuerte
presencia andaluza en América, lo que apoya de un modo muy claro la tesis de que el
español americano tiene una base andaluza.

Tabla 1. Porcentajes de colonos en América según lugar de procedencia y momento de la migración

REGIÓN ETAPAS
1493-1519 1520-1539 1540-1559 1560-1579 1580-1600 %
Andalucía 39,7 32,0 36,1 37,2 42,2 36,9
Extremadura 14,1 16,6 15,7 18,7 14,2 16,4
Castilla la Nueva 8,8 12,0 14,4 19,0 19,2 15,6
Castilla la Vieja 18,0 17,6 15,4 11,3 10,2 14,0
León 7,5 7,6 6,2 4,5 4,0 5,9
País Vasco 4,4 4,5 4,4 2,9 3,3 3,8
Extranjeros 2,6 4,2 3,7 1,5 2,4 2,8
Galicia 2,0 1,4 0,8 1,0 1,2 1,2
Valencia, Cataluña, Baleares 0,7 1,0 0,7 0,6 0,6 0,7
Aragón 0,6 0,8 0,4 0,6 0,9 0,6
Murcia 0,5 0,9 0,5 0,5 0,5 0,6
Navarra 0,2 0,5 0,6 0,6 0,5 0,6
Asturias 0,1 0,6 0,5 0,5 0,7 0,6
Canarias 0,1 0,2 0,3 0,4 0,2 0,3
Total 5.481 13.262 9.044 17.586 9.508 54.881

Hay una serie da datos complementarios que aporta Boyd-Bowman y que


resultan igualmente interesantes. En la primera etapa (la de formación del dialecto
antillano), entre los andaluces los porcentajes más altos corresponden a las provincias
de Sevilla (58%) y Huelva (20%). Destaca también este investigador el papel que
pudieron tener las mujeres en la formación de este dialecto, aunque representaban un
número mucho menor que el de los hombres. Este influjo se habría producido en el
hogar.
Estos primeros colonos se asientan, hasta 1509, en Santo Domingo. Desde aquí
se llevarán a cabo expediciones para la conquista de Cuba y Puerto Rico. En Cuba serán
reclutados la mayoría de los conquistadores de México (donde, de nuevo, participa una
mayoría de andaluces).

15
En la segunda etapa el mayor número de colonos procede, de nuevo, de Sevilla.
Esta vez se van a repartir más por el Nuevo mundo: México, Santo Domingo, Perú, Río
de la Plata, Centroamérica, etc. Boyd-Bowman señala otro dato interesante: una vez
llegados a América, los inmigrantes tienden a vivir en la misma zona en función de la
región de procedencia.
En la tercera etapa Sevilla vuelve a ocupar un lugar destacado en el aporte de
inmigrantes (es la provincia que más aporta). El tipo de individuo que llega ahora a
América experimenta un cambio con respecto a etapas anteriores. Una vez concluida la
conquista, ya no acuden tantos aventureros-conquistadores. Ahora crece el número de
artesanos y profesionales, que buscan la estabilidad económica. La provincia de Sevilla
seguirá aportando el mayor número de inmigrantes.
b) Cronología de los diferentes sonidos implicados en el debate
Con respecto al seseo (Garrido Martínez 1992: 145- 161), uno de los aspectos
que señalaban los defensores de la no existencia de una base andaluza para el español
americano era que en América no existían tantas variantes de /s/ como en Andalucía.
Navarro Tomás (1948) encuentra en Puerto Rico los tres tipos de /s/ que se dan en
Andalucía. Posteriormente, Canfield las registra en todo el continente: la apicoalveolar
castellana (en una pequeña zona de Colombia), la apicodental (México, Perú, Ecuador y
Bolivia) y la predorsodental (habitual en Colombia, Chile y Argentina).
El segundo aspecto es por qué solo pasó a América el seseo y no otros rasgos
como el ceceo. Pues bien, Canfield encontró restos de ceceo en el Caribe. También ha
sido documentado en el Río de la Plata (véase Garrido Domínguez 1992: 147, mapa
XXI).
El tercer aspecto es determinar los orígenes del seseo. Las nuevas
investigaciones permiten situar el comienzo del seseo a fines del siglo XV en lo que
respecta al español general; la fecha sería anterior para Sevilla (pero siempre dentro del
siglo XV). Lapesa se pregunta por qué existen soluciones diferentes en Andalucía frente
al resto del país, y da como respuesta las circunstancias históricas y las condiciones
geográficas de la región. Por un lado, el carácter bélico de la frontera, además de las
sierras que la separan de la meseta. Por otro lado, la presencia en Andalucía, sobre todo
en Sevilla, de gente de diferentes procedencias. Para Lapesa, el proceso de desafricación
en Andalucía se remonta a principios del siglo XV para ç/z. En el norte de Castilla y la
meseta septentrional el fenómeno es más tardío, pero no tiene que ver con el andaluz.
En Toledo y otras zonas la desafricación empezó por z, y mientras no afectó a ç se

16
mantuvo entre ellas la distinción fricativa/africada. El proceso se aceleró en Andalucía
entre 1480-1570 (fecha en que según Arias Montano se generalizó) debido a la
conquista de Granada y el descubrimiento de América. Ambos provocaron una fuerte
emigración en todo el país, y contribuyeron mucho al auge de la ciudad de Sevilla
(punto de partida de la flota, centro político y financiero del comercio con América). De
ahí la aparición de una conciencia lingüística (y literaria) regional, que reivindica la
excelencia del habla andaluza.
Al desafricar ç-z ya solo se van a diferenciar con ss-s por su carácter
dental/alveolar, una diferencia que resultó ser insuficiente en Andalucía occidental para
mantener la distinción. La igualación supuso el triunfo de las dentales. Y otro aspecto a
destacar: seseo y ceceo tienen el mismo origen, y no son fenómenos distintos, sino
variedades de una misma articulación. Los hablantes tenderían a la distinción c-s
reforzando el carácter ciceante o siseante de ambos fonemas. Las diferencias entre las
dos articulaciones van asociadas a factores sociolingüísticos: el ceceo, como modalidad
popular y rústica, se extiende por la costa entre Huelva y Almería, incluida la provincia
de Sevilla (no la ciudad), mientras que el seseo, modalidad más fina, propia de personas
de más alto nivel educativo, predomina en la ciudad de Sevilla (en todos los estratos
sociales), en el norte y una zona oriental de la provincia, centro y sur de Córdoba,
Málaga capital y algunas comarcas de su provincia, enclaves de Granada y el valle del
Guadalquivir en Jaén.
Galmés de Fuentes (1962), que comparte muchas tesis de Lapesa, introduce
otros elementos que le llevan a distanciarse de A. Alonso: i) el ceceo es la forma más
genuina de la confusión, mientras que el seseo puede interpretarse como una reacción
hipercorrectora contra el ceceo, al que mucha gente consideraba un fenómeno vulgar, y
ii) la confusión no empezó por la posición final, sino por la intervocálica, que es la
posición más débil para s/z y, por tanto, la más favorable para la desafricación (de esta
hay testimonios en el siglo XIV).
Menéndez Pidal coincide con otros autores en que la revolución fonética se
originó en el norte y se aceleró en la segunda mitad del siglo XVI, cuando la corte se
traslada a Madrid (con el consiguiente traslado a la capital de muchos nobles). Madrid
es, así, la avanzadilla de una serie de fenómenos neológicos fonéticos que se propagan
hacia el sur, alcanzando también a Andalucía. Igual que A. Alonso, Pidal toma como
referencia a Arias Montano para determinar la fecha del seseo, pero, a diferencia de
Alonso, no toma este dato como el momento de la generalización del fenómeno, sino

17
que lo interpreta como el momento en que ya se había implantado completamente en la
sociedad. Para Pidal, durante el siglo XV y primeras décadas del XVI abundan las
confusiones s/z en las posiciones final o medial. En Sevilla la generalización se tuvo
que haber producido en torno a 1500.
Guitarte criticará a Alonso la tesis de las tres etapas del seseo.
Por otra parte, autores como Porodi de Teresa y Cock Hincapié adelantan (frente
a las tesis de Alonso) la generalización del seseo en América, lo que apoyaría la tesis
andalucista (recuérdese que Alonso negaba vinculación entre el seseo americano y el
andaluz basándose en que cuando el segundo estaba extendido el primero apenas estaba
en un estado incipiente).
En cuanto al yeísmo (Garrido Domínguez 1992: 163-173), Cuervo (1901)
comienza dándole un origen peninsular (no andaluz), pero años más tarde cambia de
opinión. Alonso propone que el yeísmo andaluz, el más avanzado, es un fenómeno
tardío (del siglo XVIII), mientras que en América ya aparece a finales del XVII. De ese
modo, no pudo ser llevado al continente por los colonos españoles.
Los autores que investigaron sobre el fenómeno después de Alonso, Navarro
Tomás o Corominas, apoyan la idea de este: el yeísmo andaluz y el español son
fenómenos independientes (el yeísmo aparece en diferentes zonas de la Península
Ibérica, aparece en otras lenguas y se ha conservado en judeo-español). Frente a estos
autores, otros como Canfield, Menéndez Pidal, Catalán y Galmés de Fuentes mantienen
una opinión diferente. Galmés de Fuentes, por ejemplo, estudia un texto de un morisco
escrito en 1609 donde ll > y y y > ll (lo que le lleva a concluir que el yeísmo no es
fenómeno morisco, ya que la confusión se produce en los dos sentidos). Tampoco cree
este investigador que haya que suponer una primera etapa de anarquía, como suponía
Alonso: si se documenta un fenómeno es que estaba en proceso de cambio. El cambio
es ll > y, mientras que el lleísmo (y > ll) es un proceso hipercorrector. Y añade algo más:
aunque el fenómeno se haya documentado a comienzos del siglo XVII, es probable que
haya comenzado antes, ya que la lengua escrita tiende a no aplicar inmediatamente los
cambios fonéticos que se producen en la lengua hablada [es muy conservadora].
Diversos autores (Lapesa, Menéndez Pidal, D. Alonso, Guitarte) confirman la
tesis de Galmés de Fuentes. Lapesa encuentra casos yeístas entre los mozárabes en el
siglo X para la posición inicial de palabra; para la posición medial, los primeros datos
son del siglo XVII. Se han registrado, no obstante, ejemplos aislados de yeísmo en el
reino de Toledo desde fines del siglo XIV, y de lleísmo en un texto morisco del XV.

18
Guitarte aporta documentos que le permiten situar el yeísmo peninsular en el
siglo XVI. Lapesa se refiere a la presencia de rasgos yeístas en las clases más bajas del
reino de Toledo en el siglo XIV, y de su plena implantación aquí y en Andalucía en los
siglos XVI y XVII. Para América, los primeros testimonios se remontan al primer tercio
del siglo XVI.

2.1.4. Otros aspectos del debate sobre el origen andaluz/americano del español
de América
El debate sobre los orígenes de los dialectos hispanoamericanos no ha
terminado, y algunos de los nuevos argumentos proporcionados por los defensores de la
tesis andalucista han sido criticados. Por ejemplo, aludiendo a las estadísticas
migratorias proporcionadas por Boyd-Bowman, Danesi (1977, citado en Moreno de
Alba 1988: 38-39) argumenta que los 5.481 colonizadores estudiados representan
apenas el 2,74% de los emigrantes a América durante el siglo XVI, por lo que resulta
arriesgada la afirmación de Boyd-Bowman de que la mayoría de los emigrantes eran
andaluces. Para Danesi, si se hubiera trabajado con otra muestra tan pequeña como esta
los resultados podrían haber sido diferentes. Y añade Danesi otro argumento: que los
defensores del andalucismo no han aportado ningún estudio que demuestre la existencia
de un vocabulario común entre Andalucía y América del Sur; la única semejanza
aportada es de tipo fonético, y de todos los rasgos propuestos para defender el
andalucismo, solo el seseo parece cumplir claramente este requisito. Aun así, se podría
dar una explicación alternativa a este fenómeno: en una situación de contacto de
dialectos la oposición θ/s tendría un rendimiento funcional bajo, por lo que se mostró
menos resistente a la confusión. Concluye Danesi que la simple semejanza entre el
andaluz y el español de América no responde a la pregunta de si hay una relación casual
entre ambos. La pregunta podría no resolverse nunca porque hasta ahora no hay datos
demográficos ni de ningún tipo que demuestren esta influencia.
Salvador (1981, citado en Moreno de Alba 1988: 39-40), más tarde, aporta
argumentos en contra de la tesis andalucista. Por ejemplo, con respecto al yeísmo,
afirma que no puede defenderse una identificación de este rasgo con el español
atlántico: el yeísmo se produce en todo México, lo mismo que muchas ciudades
castellanas y leonesas. Tampoco hay que olvidar que en Canarias y Sevilla se mantiene
la distinción λ/y (Sevilla capital es yeísta). La confusión r-l implosivas es cierto que se
registra en Andalucía, pero también en las riberas del Ebro -desde la Rioja hasta

19
Aragón-, pero no es conocida en muchas partes de América. La elisión de -/d/- no
alcanza en América la frecuencia que en Andalucía. Quizás sea en el seseo donde más
clara se vea la influencia andaluza; a pesar de ello, los resultados en América son
también muy diversos. Por tanto, es mejor proporcionar una tesis poligenética más que
una monogenética (el autor, además, critica el término ‘andalucismo'; considera que se
debería hablar de ‘sevillanismo'). El análisis del léxico tampoco le permite establecer un
origen andaluz del español de América.
El hecho de que en el caso del yeísmo los primeros documentos se hayan
registrado en América lleva a Porodi a afirmar que posiblemente el yeísmo tenga un
origen peninsular, pero que su difusión en el continente haya seguido unas pautas más
americanas. Además, a diferencia de Guitart y Boyd-Bowman, considera que el yeísmo
no es un fenómeno vulgar (de personas sin educación), ya que los documentos donde ha
encontrado el fenómeno proceden todos de personas de nivel cultural medio o alto. El
hecho de que el primer documento manejado por esta investigadora procede de la
ciudad de México la lleva a poner reparos a la tesis de otros autores (Menéndez Pidal,
Catalán, Lapesa, Galmés) sobre el origen andaluz del fenómeno (la tesis andalucista
descansa en parte en que los fenómenos se daban antes en la zona litoral de América,
adonde llegaban los barcos procedentes de Sevilla, que en el interior). También
cuestiona la tesis del origen tardío y culto del yeísmo que defienden autores como
Menéndez Pidal o Canfield.

2.1.5. La influencia del español canario en las normas hispanoamericanas


Lipski (1996/2007: 7178) se refiere a la influencia del español canario en el
español de América y habla de ‘la contribución oculta'. Las Islas Canarias eran una
escala obligada para los barcos que salían de los puertos andaluces con rumbo a
América. Estos barcos solían permanecer atracados varios días en puertos canarios con
el fin de avituallarse y calafatear (‘cerrar las junturas de las maderas de la nave con
estopa y brea para impedir la entrada del agua'). Aparte de eso, los canarios participaron
también en la colonización y desarrollo de la América hispanohablante.
El hecho de que las naves se abastecieran en gran medida en las Islas Canarias
hizo que gran parte de la producción se dedicara a este fin. Y si es cierto que Sevilla
mantenía el control comercial de los viajes, en las islas fue apareciendo una importante
clase de mercaderes canarios que comenzó a hacer competencia a los sevillanos. Es
más, muchos comerciantes canarios comenzaron a comerciar directamente con América,

20
equipando barcos para el viaje. No se olvide tampoco que las primeras plantaciones
azucareras importantes estuvieron en Canarias hasta que el Caribe le arrebató el
monopolio de la producción y el comercio de este producto, lo que representó el
comienzo del declive de las islas y provocaría en gran medida la migración posterior a
América.
Los canarios que viajaron a América procedían sobre todo de las dos islas
mayores, cuya norma lingüística se parecía más a la andaluza. Estas modalidades
presentaban menos rasgos arcaizantes que las islas menos comunicadas. La migración a
gran escala comenzó en el siglo XVIII. Los puntos de destino más usuales fueron las
Antillas y Venezuela. En los últimos años de este siglo España reclutó a canarios para
colonizar ciertas regiones de Louisiana (los llamados ‘isleños', que todavía conservan el
español). Los canarios se asentaron también en el oeste de Santo Domingo para
contrarrestar la cada vez más creciente presencia francesa. Tras la independencia de las
naciones americanas, las Islas Canarias incrementaron el comercio con los EE.UU., y la
colonización se concentró en las dos últimas colonias americanas: Cuba y Puerto Rico.
También hubo migración de canarios (ilegal, pero numerosa) a Argentina y Uruguay en
la primera mitad del XIX. Actualmente existe todavía en Venezuela una importante
población de descendientes de canarios, que conservan muchas tradiciones y formas de
habla que recuerdan mucho a las islas.
La contribución lingüística de los canarios es difícil de aislarla de la de los
andaluces, dadas las semejanzas lingüísticas y culturales entre estos dos territorios. En
el nivel léxico, son pocas las voces canarias que han entrado en América. Se ha
argumentado que la preferencia de uso de durazno por melocotón en el Cono Sur puede
ser debido a influencia canaria (pg. 75). En Cuba y Venezuela se conoce la palabra gofio
(aunque ya no tenga el mismo significado que en Canarias), y anteriormente se usó en
Argentina y Uruguay. Guagua se usa en Cuba, República Dominicana y Puerto Rico. A
comienzos del siglo XX esta palabra se empleaba para referirse a un carro tirado por
caballos. Viajar en guagua significaba ‘viajar gratis'. Argumenta Lipski (1996/2007: 75-
76) que la palabra tiene la forma de las palabras guanches (sin especificar en qué
consiste esta particularidad), y que los primeros canarios empezaron a emigrar a finales
de 1700, por lo que es probable que tenga un origen canario y no cubano, como se le
suponía hasta ahora.
Otra posible influencia canaria es el uso de más nada, más nunca y más nadie,
que se usan habitualmente en el Caribe; también se usan en Andalucía y otras partes de

21
Hispanoamérica. Las tres construcciones se parecen mucho a otras del
gallego/portugués, una lengua que dejó una importante huella en las islas. Es posible en
este caso hablar también de una influencia del canario.
La construcción ¿qué tú quieres? es frecuente en el Caribe (Cuba, República
Dominicana y Puerto Rico, aparece menos en Panamá y Venezuela). Es una
construcción rara en otras partes de Hispanoamérica, y más rara todavía en el español
peninsular. Este tipo de pregunta, comenta Lipski (1996/2007: 76-77), no es tan
frecuente en Canarias como en el Caribe, pero su uso se incrementa en individuos de
más edad de zonas rurales, lo que indica que tuvo que haber sido más habitual en el
pasado.
Otro tipo de estructura sintáctica que puede tener un origen canario es la de
infinitivo precedido de para + sujeto: para yo ir, para ella salir, que se pueden oír en
toda la América hispanohablante, sobre todo en el Caribe. En Andalucía son raras. En
Galicia se oyen, pero posiblemente por influencia del gallego. Se trataría de una prueba
circunstancial que permitiría hablar de una influencia canaria en América.
Desde el punto de vista fonético, un canario podría pasar perfectamente por una
persona del Caribe. Sin embargo, aquí la influencia en el español de América no se
observa, ya que la pronunciación canaria tiene una base claramente andaluza.

3. Otras características del español de América


3.1. Ruralismo del español de América
Para Rufino J. Cuervo (Garrido Domínguez 1992: 21), los rasgos que mejor
definen al español de América son tres: la presencia de vulgarismos, una importante
representación de los dialectos peninsulares y una clara tendencia arcaizante. Como se
ve, estos rasgos, de ser ciertos, funcionan a la vez como un elemento diferenciador de
los dialectos americanos, pero, al mismo tiempo, son una señal de que el español se
mantuvo más o menos dentro de unas zonas de similitud a un lado y otro del Atlántico.
Afirmaciones del tipo de las de Cuervo se pueden escuchar a otros
investigadores (Menéndez Pidal, Wagner, Malaret, Zamora Vicente, Corominas) [por
ejemplo, Zamora Vicente 1974: 378 dice, refiriéndose al español del Nuevo Mundo:
"[…] el fondo patrimonial idiomático aparece vivamente coloreado por el arcaísmo y
por la tendencia a la acentuación de los rasgos populares -lo que no excluye alguna que
otra restauración escolar en determinados casos-"]. Como expone Garrido Domínguez
(1992: 48), la base de la consideración del carácter vulgar de la lengua hablada en

22
América está en suponer que la mayoría de colonos que llegaron al continente
pertenecían a un nivel social bajo; de ahí que la lengua que hablaran fuera también la
variedad más popular. Amado Alonso (1953/1976a), en la polémica sobre el supuesto
andalucismo del español americano, trata este asunto, y rechaza la idea de Cuervo, ya
que, según él, a América no solo fue el vulgo, sino también gente de letras. Una prueba
de esto último está en el temprano florecer cultural que se experimenta en América: el
brillo aristocrático de las Cortes virreinales, la temprana aparición de las imprentas y las
universidades, el cultivo del teatro en las colonias, la construcción de edificios civiles y
religiosos, la llegada de frailes (gente especialmente culta), etc. En cualquier caso, no
puede decirse que el español colonial del XVI fuera más vulgar que el hablado en
España en esa misma época. En el siglo XVI se produce una gran actividad cultural y
literaria en centros urbanos importantes (como la ciudad de México). No se olvide
también que al Nuevo mundo fueron también muchos hidalgos, hombres de letras,
personal de la administración, comerciantes (y no solo campesinos), etc., que
impondrán un tipo de lengua culta. Es por eso por lo que autores como Rosenblat
rechazan la idea de que el español americano no es sino una extensión del habla rústica
peninsular.

3.2. La polémica sobre la fragmentación dialectal del español de América


Cuervo está, además, preocupado por la fragmentación lingüística del español de
América, algo que asocia a la evolución normal que tienen las lenguas. Como remedio
para evitar o retrasar este proceso lo más importante para él sería frenar la diversidad
lingüística estableciendo una norma común para todas las regiones. La preocupación por
la unidad del español americano no semanifiesta por primera vez en Cuervo. Ya se
encuentra en Bello (y ha seguido posteriormente, llegando el debate a la actualidad).
Tras la independencia de los países hispanohablantes de América el sentimiento anti-
español estaba muy presente. Bello alarma sobre el hecho de que este anti-españolismo,
y la propuesta de muchos de romper todos los lazos con la antigua metrópoli (aparte de
que comienzan a establecerse separaciones entre las diferentes regiones de América con
la creación de los nuevos países), podría conducir al ocaso de los ideales de fraternidad
que habían estado presentes en los movimientos emancipatorios y también a la
aparición de lenguas nuevas en territorios hasta ahora hispanohablantes. Cuervo no hace
sino seguir estas ideas.

23
La tesis de Cuervo provocó un intenso debate. Juan Valera rechaza esta idea y la
comparación que hace Cuervo entre la fragmentación del latín en la Romania y la
fragmentación del español en América, ya que las dos situaciones son bien distintas: ni
en lo político, ni en lo social, ni en lo cultural. Para Valera, las nuevas generaciones no
han olvidado el español, aparte de que las generaciones de inmigrantes al continente que
hablan otras lenguas distintas al español no han conseguido que estas se impongan sobre
aquel. Para Valera, la situación es más o menos la misma que la del inglés trasplantado a
EE.UU., Australia o Canadá: no ha desaparecido en los nuevos territorios. Además, en
la época en que se produce el debate, argumenta Valera que las lenguas parecen ser más
estables que en la época en que se hablaba latín. En cualquier caso, las tendencias
divergentes podrían contrarrestarse con un refuerzo de la norma clásica de la lengua.
Cuervo replica que hay dos factores que representan un peligro para la
uniformidad de la lengua: la ausencia de una norma lingüística común a todos los países
americanos, desde el momento en que se produce la escisión de la metrópoli, y la falta
de comunicación entre las nuevas repúblicas. Critica todos los argumentos de Valera y
concluye que este desconoce la realidad lingüística americana cuando el español reduce
las diferencias entre el español de los dos lados del Atlántico al plano léxico. Para
Cuervo, las diferencias más importantes se encuentran en el nivel fónico.
No obstante, llama la atención que Cuervo se refiera ahora a la posible
fragmentación irreversible del español cuando en los cuatro siglos anteriores en que esta
lengua se venía hablando no se había producido.
El debate entre Cuervo y Valera lo continuarán posteriormente (en 1956)
Menéndez Pidal y Dámaso Alonso, esta vez con Dámaso Alonso haciendo el papel de
Cuervo y Menéndez Pidal el de Valera. Para Dámaso Alonso, la fragmentación
lingüística es posible, por un lado, porque lo ha manifestado Cuervo, y, por otro, porque
normalmente a la división política sigue la división lingüística. Para Menéndez Pidal,
aún admitiendo que hay un problema en la unidad del español americano, se confía en
que los nuevos medios de comunicación (sobre todo la radio, el cine y el magnetófono)
contribuyan a mantener la unidad (Garrido Domínguez 1992: 27-37).

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APÉNDICE 1
Rasgos característicos del español de América según Rufino J. Cuervo5
a. Nivel fonético
En las vocales, Cuervo destaca algunos fenómenos que son comunes en el español
peninsular y en el americano:
i) los cambios /i/ átona > [e] y /u/ átona > [o] (atribuir, menuto, murciélago);
ii) contracciones, asimilaciones parciales, disimilaciones: alcohol, ler, ná, tó, zanoria,
ocupar, quecique, bibloteca, etc.,
iii) consonantización de vocales, del tipo Abrelio, güeco, huella.
En las consonantes destacan los siguientes procesos:
i) l > r, r > l: durce, gorpe, cuelpo, colcho;
ii) d > r, r > d: ros ‘dos', ran ‘dan';
iii) d > l, l > d: almirar, susilio ‘subsidio';
iv) s > r: murlo;
v) j, h aspirada > g, y al revés: guyir ‘huir', garrete ‘jarrete;
vi) ca > ga: garabina, galafatear [parece que el fenómeno está limitado a la posición
inicial de palabra];
vii sonorización de /p, t, k/ en posición débil (implosiva): admósfera, dogto, obtar;
viii) yeísmo: cabayo;
ix) lleísmo: vaya > valla;
x) y > j francesa [es decir, rehilamiento: /y/ > [ž]) (Veracruz);
xi) elisión de [y] < /λ/ y de ll en contacto con [i]: novío ‘novillo’, botea ‘botella, cabeo
‘cabello’;
xii) despalatalización de ll y ñ: melizo ‘mellizo’, companía ‘compañía;
xiii) palatalización por efecto de una [i] que forma parte de diptongo: dimoño
‘demonio', coloña ‘colonia';
xiv) distinción ll/y (Bogotá, Sierra peruana);
xv) Vocalización de consonantes: oujeto ‘objeto', maunífica ‘magnífica', paire ‘padre',
afeuto ‘afecto';
xvi) elisión de una serie de consonantes: /d/ intervocálica, especialmente en la
terminación en -ado, y final de palabra: marío, bofetá, usté; /r/ intervocálica y final: mataon
‘mataron', paz que ‘parece que', volá, queré; de /l/ final: papé, sá; de /n/ y /ñ/ intervocálicas: ties
‘tienes', seor, seó ‘señor';
xvii) aspiración de diferentes consonantes: de [h] < /f/- latina en primer lugar y, por
extensión a las /f/ iniciales de otra procedencia e incluso a las mediales: jue ‘fue', juera ‘fuera,
jarto ‘harto', jijo ‘hijo, projundo; de /s/ implosiva: dah, pesetah; de /r/ ante /l, n/: viejnes;
xvii) igualación s/z;
xviii) existencia de dobletes como consecuencia de los cambios que se producen en el
consonantismo en los siglos XVI y XVII: tiseras-tijeras, jilguero-silguero;
xix) asimilaciones: tamién, Irrael, compralo ‘comprarlo', muncho, bembrillo, etc.;
xx) disimilaciones: arfil ‘alfil', pelegrino, sepucro, catimplora;
xxi) ultracorrecciones: difunto, tardido, fefe ‘jefe', beombo ‘biombo', constumbre;
xxii) modificaciones en la forma de la palabra por fonética sintáctica: lacera ‘la acera',
la chicoria ‘la achicoria', el lumbral;
xiii) entre los rasgos prosódicos, tendencia a mover el acento a la sílaba más abierta,
evitando el hiato: máestro, ráiz, páis.

b. Niveles morfológico y sintáctico


Por analogía se han creado formas como venada o tigra, y, en el verbo, el paso de
algunos verbos (hender, verter) a la tercera conjugación o el cambio -ear > -iar: cuerear
‘azotar', carniar ‘matar reses', baliar ‘disparar; también explicaría la analogía la formación de

5
Esta selección se basa en los rasgos más importantes del habla popular.

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palabras como compezar < comenzar + empezar, gimoquear, chillantes ‘chillones'; aparte de
otros casos.

c. Nivel léxico
i) creación de metáforas, como oreja para asa, peste por catarro; de metonimias, como
chapa por cerradura;
ii) procesos relacionados con la determinación y generalización semánticas: ganado por
ganado vacuno, comer por almorzar;
iii) casos de confusión léxica, como actitud-aptitud, dispensa-despensa (parónimos); en
algunos casos una palabra toma el significado de otra: jira se confunde con gira;
iv) extensiones semánticas: a un objeto nuevo s ele puede dar la denominación de uno
anterior: pluma (‘estilográfica'), pila (‘fuente'), ramada (‘cobertizao'); a veces estas
remodelaciones se hacen para evitar confusiones semánticas, como usar cacería para caza o
cocinar por cocer;
v) fenómenos eufemísticos (relacionados con los prejuicios sociales de los individuos),
como el uso de pardiez, demontre;
vi) términos familiares íntimos: Pepe, Lola, mi negra, mi chato (Garrido Domínguez 1992:
21-26).

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Alonso, Amado. 1953/1976a. La base lingüística del español americano. En Alonso
Estudios lingüísticos. Temas hispanoamericanos. Madrid: Gredos. 7-60.
Alonso, Amado. 1953/1976b. Orígenes del seseo americano. En Alonso Estudios
lingüísticos. Temas hispanoamericanos. Madrid: Gredos. 84-122.
Alonso, Amado. 1953/1976c. La «ll» y sus alteraciones en España y América. En
Alonso Estudios lingüísticos. Temas hispanoamericanos. Madrid: Gredos. 159-
212.
Garrido Domínguez, Antonio. 1992. Los orígenes del español de América. Madrid:
Mapfre.

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