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Hubert Touzard
A) El conflicto es costoso.
Nuestra afirmación: todo conflicto tiene fin, debe ser especificada. Lejos de
nosotros la idea de que un conflicto social puede arreglarse de una vez por todas
mediante un procedimiento cualquiera de solución. El fin del conflicto no significa que
la situación conflictiva haya desaparecido y que todo conflicto abierto haya quedado
descartado para siempre. El fin de un conflicto del trabajo significa que, en lo
inmediato, determinadas soluciones han resultado aceptables para los empleados u
obreros y para la dirección de la empresa, y que el trabajo puede reanudarse. Ha sido
posible alcanzar algunos de los objetivos y otros no. El conflicto abierto se detiene, pero
puede que subsista de manera más latente la situación conflictiva.
“Los planes de paz han tenido todos éxito en eliminar algún motivo o tipo de
conflicto, pero nunca la guerra misma (…) Porque los planes de paz, lo mismo que
el pacifismo tradicional, no recurren sino a los aspectos históricos y episódicos de
las guerras, que son su superestructura, y no a las causas sociológicas que son su
infraestructura permanente” (Bouthoul, 1967, pp. 51-52).
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Texto extraído literalmente del segundo capítulo de la obra La mediación y solución de los conflictos
(1977), del autor francés Hubert Touzard, uno de los máximos representantes de la corriente psicosocial
europea de estudio del conflicto. Publicado en español por Herder en 1981. El texto, incluso su forma
de redacción, pueden parecer ligeramente obsoletos, pero la vigencia de los contenidos que expone
sigue siendo completamente válida, ya entrado el siglo XXI.
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El conflicto es costoso: en el plano económico, toda vez que una guerra cuesta
cara 2 al país que la promueve, y una huelga se caracteriza porque ambas partes dejan de
ganar; en el plano psicológico, porque todo conflicto exige la movilización de energías
de los individuos, de los grupos o de las categorías sociales en pugna, igual que el
combate entre animales exige una movilización fisiológica y psicológica de los
combatientes. En un conflicto, toda la energía se moviliza para alcanzar las metas
fijadas y todas las demás actividades pasan a segundo plano. Pero este coste económico
o psicológico puede exceder, en un momento dado, el coste soportable por el individuo,
el grupo o la nación, ya sea porque los daños sufridos son muy importantes, ya sea
porque la continuación del conflicto contenga el riesgo, a juicio de los adversarios, de
comprometer la supervivencia. Son muy raros, en nuestros días, los conflictos sociales o
internacionales que no pueden terminar más que en el exterminio de uno de los rivales.
La mayoría de las veces el conflicto se detiene antes, porque una de las partes, o las dos,
estiman que el coste del conflicto es más elevado que el coste de su detención. Es aquí
donde intervienen las regulaciones sociales del conflicto. Lorenz ha demostrado la
existencia de esta ritualización del combate intraespecífico en los animales, que conduce
a una regulación del conflicto que evite la muerte del vencido. En el nivel social o
internacional se observa también el establecimiento de normas y de reglas que ordenan
el conflicto.
Estas normas son más o menos precisas. Klineberg (1957, p. 105) refiere que, en
ciertas culturas, los combates están muy codificados: un muerto de cada parte; en
algunas tribus indias, concluye a la puesta de sol. En nuestra cultura, los conflictos están
menos codificados y su detención depende, pues, de la opinión de los beligerantes. La
detención del conflicto es el resultado, no de la imposición de la voluntad del más
fuerte, sino de la interacción de los adversarios. Es el potencial vencido quien realiza la
paz. Cuando el coste del conflicto, apreciado subjetivamente, sobrepasa los límites
considerados como soportables, el potencial vencido intenta hacer entender a su
adversario que el fin del conflicto es posible. “La guerra limitada exige límites… pero
los límites requieren un acuerdo o, por lo menos, una especie de reconocimiento y de
asentimiento mutuos (Schelling, 1960, p. 53). La detención de un conflicto poco
codificado precisa, entonces, del intercambio de signos entre los beligerantes, de índices
simbólicos de victoria o de derrota. Coser analiza muy bien estos mecanismos en el
nivel internacional: la captura de un jefe militar o de un líder nacional puede ser la
señal. En otros casos, será la toma de la capital de un país lo que represente la derrota de
uno y la victoria del otro. Estos signos serán comprendidos por ambos beligerantes
como el precio máximo que puede soportar el potencial vencido. Coser (1967)
demuestra que en determinados casos es difícil la evaluación del coste máximo
soportable por el adversario:
“Los ingleses no comprendieron (en 1900) que para los boers, rurales como
eran, el campo simbolizaba la nación mejor que las ciudades; para ellos, la guerra no
concluyó sino cuando faltó el forraje y con la captura y el agotamiento que
diezmaron las caballadas de los boers. En un país en que los hombres vivían a
caballo, la pérdida de las cabalgaduras simbolizaba la derrota” (Coser, 1967, p. 46).
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Bouthoul (1951) suministra algunas cifras: las guerras napoleónicas habrían costado unos 5000 millones
de francos; la de Secesión estadounidense, 25000 millones; la de 1914-1918, 15 billones; y la de 1939-
1945, 40 billones. A estos costes hay que sumar el desplazamiento de las riquezas, la transformación de
las estructuras económicas, la inflación, el incremento de la fiscalización y el racionamiento.
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Existen finalmente algunas situaciones, como las guerras coloniales o los
conflictos del Extremo Oriente, en las cuales ni uno ni otro de los beligerantes se
reconocen como vencedor o vencido.
“Puede ocurrir que las partes en conflicto quieran cesar el combate solamente
cuando reconozcan que sus objetivos no pueden ser alcanzados sino a un precio que
no están dispuestos a pagar o, más generalmente, cuando lleguen a la conclusión de
que la continuación del conflicto es menos atractiva que la paz. En ninguno de los
casos quieren aceptar la derrota, aunque acepten detenerse sin haber logrado la
victoria. En tales situaciones pueden sentirse impulsadas a explorar las posibilidades
de un compromiso” (Coser, 1967, p. 50).
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solución a los protagonistas. No es más que un catalizador. Frecuentemente son las
partes adversas las que resuelven recurrir a un mediador, por encontrarse la negociación
en un callejón sin salida. Algunas veces, como en el nivel internacional, el ofrecimiento
de mediación puede provenir de la misma tercera parte.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Coser, L. (1967). Continuities in the study of social conflict. Nueva York: Free Press.
Schelling, T. G. (1960). The strategy of conflict. Nueva York: Oxford University Press.
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CARACTERIZACIÓN DE LOS CINCO ESTILOS DE
GESTIÓN DEL CONFLICTO 3
CONDUCTAS DE EVITACIÓN
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Texto extraído literalmente del capítulo Gestión del Conflicto (Medina, Luque y Cruces, 2011) de la
obra Gestión del conflicto, negociación y mediación, de Lourdes Munduate y Francisco José Medina.
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CONDUCTAS DE COMPROMISO
CONDUCTAS DE DOMINACIÓN
Las conductas de lucha directa son acciones que pretenden, de forma abierta, la
reducción del nivel de aspiraciones o el incremento de las concesiones del oponente,
para lo cual los sujetos pueden optar por una doble vía: a) la utilización de conductas
que busquen la discusión sobre el origen del conflicto y las actitudes adoptadas por el
oponente durante el mismo, y b) la realización de acciones orientadas, de manera clara,
hacia la consecución de los objetivos, procurando, por todos los medios, lograr los
intereses propios e ignorar las necesidades y expectativas del oponente. Conductas
como la amenaza, la violencia verbal y/o física entrarían dentro de este segundo punto,
mientras que los reproches acerca de las actitudes del oponente durante el episodio del
conflicto quedarían enmarcadas dentro del primer apartado (Van de Vliert y Euwema,
1994). En la literatura se ha descrito un gran abanico de conductas de lucha directa,
como la amenaza, la promesa, los compromisos irrevocables, la acusación, la calumnia,
la violencia física y/o verbal, etc. (Rubin et al., 1994; Volkema y Bergmann, 1989).
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o la utilización de procedimientos, denominadas por algunos autores como conductas de
control de procesos (Euwema, 1992; Sheppard, 1984). Al igual que sucede con las
conductas de lucha directa, es posible distinguir dos alternativas en las conductas de
lucha indirecta. En la primera, denominada por Van de Vliert y Euwema (1994)
resistencia, el sujeto buscaría, entre otras cosas, obstruir los planes del oponente, hacer
observaciones a la espalda del mismo, o formar alianzas y coaliciones con una parte
externa al conflicto. Bisno (1988) distingue tres tipos de resistencia: el negativismo,
cuando de manera verbal y no verbal se manifiesta desacuerdo e insatisfacción de
manera continuada; la no – complacencia, cuando no se coopera con el oponente para
llegar a un acuerdo, o se ponen trabas para llegar al mismo, y la prolongación
deliberada de la discusión mediante argucias, evasivas o negaciones. En la segunda, el
sujeto puede optar por utilizar el proceso en su propio beneficio, desviando
conscientemente el asunto en conflicto, apelando a cuestiones y estrategias
procedimentales, lo cual ha sido denominado por diferentes autores como control del
proceso (Sheppard, 1984; Van de Vliert y Euwema, 1994).
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Rahim, M. A. (1992). Managing conflict in organizations (2ª ed). Nueva York: Praeger.
Rubin, J. Z., Pruitt, D. G. y Kim, S. H. (1994). Social conflict escalation, stalemate and
settlement. Nueva York: McGraw-Hill.
Van de Vliert, E. (1997). Complex interpersonal conflict behavior: theoretical frontiers. Hove,
U. K.: Psychology Press.
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CUÁNDO UTILIZAR LAS CINCO ORIENTACIONES DE
MANEJO DEL CONFLICTO 4
Keneth W. Thomas (1977)
COMPETENCIA
• Cuando es vital la acción inmediata y decidida (por ejemplo, en casos de urgencia).
• En cuestiones importantes en que es preciso emprender acciones impopulares (por
ejemplo, reducción de costos, imponer reglas de poca aceptación, disciplina).
• En cuestiones vitales para el bien de la organización cuando uno sabe que tiene razón.
• Contra los que se aprovechan de un comportamiento no competitivo.
COLABORACIÓN
• Encontrar una solución integradora a los problemas.
• Para acordar cuestiones de objetivos, planes y políticas de empresa a medio y largo plazo.
• Cuando el objetivo consiste en aprender.
• Para aprovechar las ideas de personas con diferentes puntos de vista.
• Conseguir la aceptación de algún proyecto por parte de una mayoría.
• Resolver sentimientos que han entorpecido una relación.
EVITACIÓN
• Cuando se trata temas triviales o hay asuntos más graves que resolver.
• Cuando uno se da cuenta de que no puede satisfacer sus deseos.
• Cuando hay más probabilidad de desencadenar problemas que soluciones exitosas.
• Para lograr que las personas se tranquilicen y recuperen su objetividad.
• Cuando la obtención de información reemplaza a la decisión inmediata.
• Cuando otros pueden resolver mejor el conflicto.
• Cuando las cuestiones parecen secundaria so sintomáticas de otras.
ACOMODACIÓN
• Cuando nos equivocamos: para aprender y mostrar que somos razonables.
• Cuando las cuestiones son más importantes para el otro que para uno mismo, y se desea
satisfacerlo para no perder su colaboración futura.
• Cuando la armonía y la estabilidad son prioritarias.
• Para poner al contrario en la obligación moral de ceder o hacer una contraprestación en el
futuro.
• Para obtener crédito social ante un tercero.
• Para minimizar la pérdida cuando la mayoría no comparte nuestras opiniones y perdemos.
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Texto extraído y modificado del capítulo Conflicto, de la obra Comportamiento organizacional.
Conceptos, controversias y aplicaciones, de Robbins (1987).
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COMPROMISO
• Para lograr acuerdos temporales en asuntos complejos.
• Para llegar a soluciones convenientes, relativamente satisfactorias, sobre todo si hay
presiones de tiempo.
• Cuando las metas son importantes, pero no tanto como para destruir al otro o ponerse en
peligro de ser destruido.
• Cuando las partes persiguen metas mutuamente excluyentes y están equilibradas en cuanto
a nivel de poder.
• Si no se desea utilizar no colaboración ni competencia, el compromiso siempre puede ser
un camino intermedio.
Fuente: