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CENTRO DE ALTOS ESTUDIOS

NACIONALES

ANTOLOGÍA DE TEORIA
DEL CONFLICTO

2002

1
ADVERTENCIA

LOS CONCEPTOS VERTIDOS EN CADA


UNO DE LOS ARTÍCULOS REPRODUCI-
DOS SON DE EXCLUSIVA RESPONSABI-
LIDAD DE SUS AUTORES Y NO COMPRO-
METE DE NINGUNA MANERA AL CENTRO
DE ALTOS ESTUDIOS NACIONALES

ESTA ANTOLOGÍA RECOGE EL PENSAMIENTO


DE DISTINTOS ESPECIALISTAS Y SE HACE EN
CONCORDANCIA CON LO DISPUESTO POR LA
LEGISLACIÓN VIGENTE SOBRE DERECHOS DEL
AUTOR.

2
LEY No 13714

Art 96º.- PUEDEN SER REPRODUCIDOS BREVES


FRAGMENTOS DE OBRAS LITERARIAS, CIENTI-
FICAS Y AUN LA OBRA ENTERA, SI SU BREVE
EXTENSIÓN Y NATURALEZA LO JUSTIFICAN;
SIEMPRE QUE LA REPRODUCCIÓN SE HAGA
CON FINES CULTURALES Y NO COMERCIALES
Y QUE ELLA NO EXTRAÑE COMPETENCIA DES-
LEAL PARA EL AUTOR EN CUANTO AL APROVE-
CHAMIENTO PECUNIARIO DE LA OBRA, DEBIEN-
DO INDICARSE, EL NOMBRE DEL AUTOR Y EL
TITULO DE LA OBRA Y LA FUENTE DE DONDE
LA HUBIERAN TOMADO.

PROLOGO
3
TEORIA DEL CONFLICTO

INDICE

Pág

INTRODUCCIÓN................................................................237

OBJETO, FINALIDAD Y ALCANCE....................................238

CAPITULO I
SOBRE EL CONFLICTO

1. EL CONFLICTO,
Por: El CAEN (TE-001-85)............................................239

2. TEORÍA DEL CONFLICTO,


Por: El Almte. Arg. Fernando A. Milla...........................248

CAPITULO II
SOBRE LA GUERRA

3. NATURALEZA DE LA GUERRA
Por: Karl Von Clausewitz..............................................259

4. LA GUERRA,
Por: CAEN (TE-001-85)................................................305

CAPITULO III
SOBRE LA SUBVERSIÓN

5. GUERRA REVOLUCIONARIA,
Por: Escuela Superior de Guerra del Brasil.................315

CAPITULO IV

6. ¿DESAPARECERÁ EL PENSAMIENTO GONZALO?


Por: Coronel PNP Benedicto Jiménez Baca.................325
INTRODUCCIÓN

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Ninguna sociedad está liberada de los conflictos, es más,
muchas veces resultan inevitables, en este sentido, el estudio
del conflicto sus causas, las formas y magnitudes de su
manifestación son situaciones que necesitan ser conocidas y
explicadas, sobre todo porque se suelen presentar con
relativa frecuencia.
Y así como el conflicto es inevitable, así también se plantea
la posibilidad de su tratamiento, manejo y regulación y/o
administración del mismo. Si la sociedad perdura es porque
de una u otra manera dos grupos juntos han encontrado una
solución temporal o aparentemente definitiva para dirigir sus
intereses encontrados.
Las partes opuestas pueden ser dos personas, cuyos
desacuerdos pueden culminar con la disolución del vínculo
que los unía; también las partes pueden ser dos grupos
sociales, una empresa respecto a su sindicato en cuyo caso el
conflicto puede traducirse en una huelga; también el conflicto
puede darse entre países, y en este caso, la guerra, puede
ser la manifestación más violenta del conflicto.
Por último, la subversión y el terrorismo, son otras formas de
conflicto que se presentan en una sociedad, como
consecuencia de la aparición de un grupo que cuestiona el
estado de cosas y supone que es necesario el cambio de lo
existente, no a través de mecanismos formales y legales
permitidos por la sociedad sino a través del uso de la
violencia como modalidad para captura del poder.
El conjunto de lecturas que aquí se presenta están orientados
a comprender el fenómeno social llamado Conflicto, para tal
efecto las lecturas han sido agrupadas en tres secciones: la
primera sección, está dirigida a precisar teóricamente lo que
es el conflicto y las funciones que cumplen en cualquier
sociedad, la segunda sección, trata sobre la Guerra, la que no
es otra cosa que la manifestación más dramática y violenta
del conflicto y finalmente, la tercera sección, trata de ser una
aproximación al problema de la Subversión.
La Defensa Nacional, está asociada a cada uno de estos
problemas por tanto, es necesario para el tratamiento y
solución de la misma, estar en conocimiento de una teoría
mínima que ayude a entender y a explicar el por qué de los
conflictos.

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OBJETO, FINALIDAD Y ALCANCE

OBJETO

La presente antología, tiene por Objeto poner a disposición de


Participantes y Alumnos del CAEN, una serie de artículos
referidos a la Teoría del Conflicto y la Guerra, reunidos en un
solo texto y presentados bajo diversas ópticas, para que les
sirva de fuente de consulta sobre las materias referidas y
puedan obtener sus propias conclusiones en base a su lectura
y estudio.

La vastedad del contenido de la Teoría del conflicto


(especialmente la relacionada con su raíz sociológica), asi
como la amplitud de estudios existentes sobre la Guerra,
hacen imposible recoger en un compendio como éste, todo el
universo del conocimiento sobre estas teorías, mas aún
cuando la modernidad, la globalización y las megatendencias
existentes en tiempos ad portas del Tercer Milenio, hacen que
los conceptos del Conflicto y la Guerra, sean vistos y
estudiados con el máximo de aplicación de la Ciencia y
Tecnología.

FINALIDAD

Proporcionar a los señores Participantes y Alumnos, los


conocimientos básicos, sobre la Teoría del Conflicto y sobre la
Guerra, a fin de que puedan abordar en las mejores
condiciones, cualesquiera de los Cursos que conduce el
CAEN, de tal forma que con conceptos claros, definidos y
amplios sobre estas materias, puedan tomar conocimiento,
sobre aspectos de política y estrategia de alto nivel,
necesarios para visualizar un futuro promisorio del país.

ALCANCE

Esta Antología está orientada tanto a los futuros Participantes


de los cursos de Desarrollo y Defensa Nacional, así como a
los Oficiales de las FFAA y de la PNP que seguirán el Curso
de Estado Mayor Conjunto.

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CAPITULO I

SOBRE EL CONFLICTO

1. EL CONFLICTO

Por: El CAEN (TE-001-85)

a. INTRODUCCION

Las relaciones que se dan entre grupos sociales o entre


éstos y el Estado, así como las relaciones internacionales
que mantiene un Estado con entidades similares, no son
en todo momento de cooperación y amistad, sino que hay
períodos a veces prolongados, de oposición.

Cuando la relación entre las partes se presenta de este


último modo, se ha configurado el conflicto.

En el frente interno o externo, el conflicto podrá ser


dirimido recurriendo a medios legales o ilegales y en todo
caso, se intentará un diálogo racional que gradual o
súbitamente puede desembocar en una guerra civil o en
una guerra entre Estados. Indudablemente que esta
posibilidad no suele ocurrir con frecuencia.

b. CONCEPTUALIZACION

Conflicto es la relación de oposición entre dos partes.


También es la relación de oposición entre dos o más
partes, cuyos portavoces creen tener objetivos
incompatibles. Asimismo, el conflicto es la resultante de
una interacción bipolar o multipolar con protagonistas
distinguibles o no, ubicados dentro de una misma o
diferente categoría, con o sin intermediarios, en el que
cada uno de ellos procura obtener un determinado interés.
Las anteriores definiciones se complementan y revelan
que en todo conflicto, entre grupos o entre países, existe
como condición necesaria una relación de oposición entre
dos o más partes, y aún cuando puedan intervenir más

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elementos, éstos siempre llegan a formar coaliciones y por
tanto a polarizarse en dos fuerzas opositoras.

c. CARACTERÍSTICAS

Las características más importantes del conflicto son:

(1) Carácter Social

El conflicto que como expresión manifiesta, incluye


desde el diálogo o discusión racional hasta la guerra
(civil o entre países) es en esencia, social; ya que
proviene de condiciones y competencias
hegemónicas entre países y porque entre las partes
opuestas se dan un sinnúmero de interacciones
recíprocas. Es decir, la acción que realice una
persona o grupo social o país estará orientada por lo
que otra persona, grupo social o país, haga o deje de
hacer.

(2) Permanencia

Los conflictos son inherentes a toda relación humana


y a toda relación entre los Estados, por consiguiente
son permanentes. Esto no quiere decir, que la
relación entre grupos o la relación internacional entre
Estados sea en cada momento total o parcialmente
conflictiva. Habrán períodos de distensión, de
aparente amistad o colaboración, pero en tanto no
hayan sido dirimidas sus causas, el conflicto puede
adquirir intensidades y manifestaciones diversas.

d. CLASIFICACIÓN

Partiendo de la premisa de que el conflicto es inherente a


la estructura social y que por tanto, se halla en toda
relación entre personas, grupos o países, y, que además,
se requiere sólo del surgimiento de determinadas
condiciones para hacerlo evidente, se puede distinguir
teóricamente dos tipos:

(1) Conflicto latente

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Es aquel en el que las partes no son conscientes de la
relación de oposición.

(2) Conflicto manifiesto

Supone que una de las partes cuando menos es


consciente de la relación de oposición. Expresado de
otro modo, puede ocurrir que el conflicto se
manifieste por una percepción acertada o errónea, de
que sus objetivos, propósitos o preferencias, estén
siendo amenazados o estorbados por las intenciones
o las actividades de una o más partes.

e. LOS CONFLICTOS EN LAS ESTRUCTURAS


NACIONALES E INTERNACIONALES

Los conflictos suelen presentarse y adquirir


manifestaciones e intensidades diversas; ya sea dentro de
una estructura nacional la que de hecho está limitada tanto
por el aparato jurídico como por el espacio geográfico de
su jurisdicción, así como en una estructura internacional,
en la que pueden enfrentarse dos o más países o una
coalición de los mismos; en la cual el espacio geográfico
puede ser rebasado en los límites jurisdiccionales de cada
uno, en cuyo caso el Derecho Internacional es un
regulador del conflicto.

(1) Conflicto dentro de la Estructura nacional

Los conflictos que ocurren dentro de una estructura


nacional pueden darse entre grupos primarios o entre
grupos secundarios. En el primer caso, como su
nombre lo indica, se trata de conflictos que se
presentan entre integrantes de típicos grupos
primarios, tales como familias, pandillas, etc.

En los conflictos entre grupos secundarios, las partes


cuentan con una estructura normal de organización y
en la que sus objetivos e intereses son mucho más

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precisos. En este caso, se encuentran las relaciones
obrero-empresariales las que, cuando dejan de ser de
cooperación se tornan conflictivas, asumiendo el
sindicato la representatividad de los obreros en cuya
virtud discute y presiona a la empresa para conseguir
sus objetivos.

También puede darse una relación conflictiva entre el


Gobierno y los partidos políticos de oposición; y entre
el Gobierno y las organizaciones sindicales mayores.
En todos estos casos las manifestaciones y
expresiones del conflicto, adquirirán intensidades
diversas, las que serán producto de los intereses en
juego, la coyuntura socio-política que se viva, el
número de participantes, la organización que posean
y los medios con que cuenten tanto para presionar a
una de las partes, como para responder a dicha
presión.

Como se acaba de observar, los conflictos que


ocurren dentro de una realidad concreta, no se
presentan del modo más simple y puro; al contrario,
hay todo un conjunto de aspectos económicos,
políticos, sindicales, religiosos, etc., que intervienen y
son los que le dan intensidad a las diversas
manifestaciones del conflicto. Existen conflictos en
los que las partes aceptan las bases legales en los
que descansa la sociedad y por lo tanto encuentran
arreglo dentro de las normas vigentes, en cambio,
hay otros conflictos, en el que una de las partes
cuestiona dichas bases legales que regulan la vida
social e intentan sustituir los llamados viejos valores
por otros nuevos y distintos. En el primer caso, el
conflicto da lugar a un cambio y a una serie de
mejoras que ocurren en el sistema; y en el segundo,
los conflictos procuran conseguir un cambio del
sistema.

(2) Los Conflictos Internacionales

Las relaciones entre los Estados –unidades políticas


independientes– configuran las relaciones

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internacionales. Estas pueden ser de colaboración
recíproca y de amistad, lo que indudablemente, no es
invariable ya que en función del logro de sus
objetivos, los Estados pueden ir desde la crisis, al
rompimiento de las relaciones diplomáticas, pudiendo
desembocar en la guerra como la expresión más
dramática y sangrienta del conflicto.

Los conflictos internacionales o entre los Estados,


surgen porque los Objetivos Nacionales (OONN) de
un Estado, pueden resultar perjudiciales o dificultar la
consecución de los mismos para el otro, o en todo
caso, pueden representar una seria amenaza para la
seguridad e integridad de su territorio, o para el
mantenimiento de su independencia externa.

f. PROCEDIMIENTOS QUE EMPLEAN LAS PARTES PARA


ALCANZAR SUS OBJETIVOS

Las partes en conflicto, ya se trate de conflictos entre


grupos o entre países, pueden recurrir a dos tipos de
procedimientos para alcanzar sus objetivos.

(1) No Coactivos

La persuasión, constituye el procedimiento mediante


el cual una de las partes o ambas, tratan de
convencer a su oponente de que acceda a los
objetivos que desea alcanzar. Asimismo, las
recompensas contingentes se ubican dentro de este
tipo de procedimientos, y consisten en el ofrecimiento
que una de las partes o las dos ofrecen a la otra,
sobre algo que desean a cambio de alguna
concesión que facilite el alcance de sus objetivos.
(2) Coactivos

Dentro de este tipo, se pueden distinguir aquellos que


son empleados por una de las partes, cuando se trata
de conflictos que se dan como producto de las
relaciones entre los Estados:

(a) Procedimientos Coactivos empleados en la

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estructura nacional. En este caso, en las
relaciones entre un sector de la población y el
Estado, una de las partes recurre a la ejecución y
marchas de protesta, mítines, paros (de brazos
caídos, suspensión de labores), huelgas, toma de
locales, captura de rehenes, saqueo o incendios.
Algunos conflictos entre estas partes han
derivado en guerras civiles.

(b) Procedimientos Coactivos empleados en las


relaciones internacionales. En el conflicto
internacional, las partes pueden recurrir a la
agresión, la que puede ser económica, política,
de fomento a la subversión y el terrorismo; así
como la agresión empleando a la Fuerza Armada
sin declaración de guerra. Excepto esta última
forma de agresión, todas las anteriores no están
reguladas por el Derecho Internacional, ya que
tanto los Estados Unidos como Rusia en
particular, se han opuesto a su reconocimiento
en razón a que son mecanismos que con cierta
frecuencia suelen usar ambas potencias. El
segundo tipo de procedimiento coactivo, es la
guerra, que es la expresión más violenta del
conflicto.

g. ESCALADA Y DESESCALADA

Todos los conflictos varían en intensidad. Cuando la


presión de una de las partes sobre la otra se hace cada
vez más creciente, variando desde el diálogo hasta el
punto conocido como el "punto de no retorno", - lo que
condiciona la acción de la política y los preparativos de
defensa -, se está ante el caso de una escalada. Dicho de
otro modo, la escalada es un movimiento hacia
magnitudes mayores de conducta conflictiva. En cambio,
la desescalada es un desplazamiento hacia magnitudes
menores, es decir, se experimenta una disminución en las
presiones.

h. RESULTADO DEL CONFLICTO

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Todo conflicto puede determinar el debilitamiento, la
desorganización o la destrucción de un sistema. Asimismo,
puede fortalecer la unidad y el mantenimiento de un
sistema dado.

i. LA ESTRATEGIA GENERAL Y EL CONFLICTO

La Estrategia General surge como una respuesta del


Estado ante la necesidad de superar las interferencias
posibles de producirse o que efectivamente se produzcan
en el tránsito de una nación hacia su desarrollo; provengan
estas interferencias de su ámbito interno, del externo o de
ambos a la vez. Estas interferencias podrán tener
magnitudes distintas y responder a un número variable en
lo que a su fuente de origen se refiere. Ellas ponen de
manifiesto la o las voluntades que se oponen a la del
propio Estado y por este cambio, esto es, por la existencia
de voluntades contrapuestas, nos encontraremos en
presencia de un conflicto real o potencial y la estrategia
deberá atender su solución. Los conflictos son los
problemas fundamentales que debe resolver la estrategia;
son su desafío permanente.

Para la solución de esos problemas la Estrategia General


producirá actos de gradación diferente en cuanto a su
intensidad, magnitud y medios a emplear; pero
orientándose todo a la finalidad última de hacer desistir al
adversario de su posición de interferente o forzarlo a
someterse a la voluntad de quien ha dispuesto la
realización de dichos actos. En síntesis, esto indica que
hay actos que por si producen o pueden producir conflictos
y otros destinados a superarlos, todos ellos en la búsqueda
de los OONN.

Cabe agregar que existe una marcada tendencia al


aumento de los conflictos. La Estrategia General de las
naciones se ve influenciada por un proceso de
aceleración, resultante de la disminución del tamaño
relativo del mundo por el incremento de la velocidad en
las comunicaciones, así como de la globalización, hecho
que ha repercutido en todos los campos del que hacer
humano.

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Los países se "han acercado" y el término "lejanía" es muy
relativo; los campos de fuerza se reestructuran con una
dinámica desconocida hasta hace muy poco y su
conformación final es de muy difícil pronóstico.

A lo ya señalado se debe agregar, la proliferación de los


problemas vitales que conmueven a la sociedad y al
mundo en general; tales como las referidas a la explosión
demográfica, a la crisis energética, a la alimentación, al
desempleo, a la acumulación excesiva de capitales, etc.,
todo lo cual ha conducido al aumento de los conflictos en
los que se ven o verán envueltas casi todas las naciones
del globo.

j. EL CONFLICTO Y LAS DECISIONES POLÍTICAS

Toda decisión política sea de carácter interno o externo


conlleva la posibilidad de conflicto; en este sentido se
pueden presentar conflictos: de probable ocurrencia y de
necesaria ocurrencia:

(1) Conflictos de probable ocurrencia

Son aquellos que se generan como efecto de


decisiones políticas y sobre la que existe certeza
razonada en cuanto a que lesionarán los intereses de
uno o más países, o de grupos económicos o
ideológicos sean o no nacionales; los que se
convertirán en oponentes potenciales, haciendo la
salvedad de que su emergencia como conflicto,
dependerá en última instancia de la voluntad de
dichos oponentes.

La materialización o no de este tipo de conflicto,


estará influenciada por la forma, oportunidad, lugar,
características, etc., de la decisión política prevista, y
por la habilidad o inhabilidad de los responsables de
la ejecución de esas decisiones.

(2) Conflictos de necesaria ocurrencia

Su existencia encuentra justificación en la

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necesidad de producir decisiones políticas, sin las
cuales no será posible alcanzar sus objetivos. Su
materialización estará indisolublemente unida a la
voluntad de quien las haya establecido.

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2. TEORIA DEL CONFLICTO

Por: El Almte Arg. Fernando A. Milla

a. CONCEPTO DE CONFLICTO

El conflicto consiste en un desacuerdo o choque


internacional, entre entes de una misma especie,
planteado a propósito de un derecho y en el que para
lograr ese objetivo o preservar el derecho, los actores
intentan quebrar la resistencia del oponente, llegando
eventualmente al uso de la violencia.

De la anterior definición pueden deducirse los conceptos


siguientes:

- El conflicto no es un enfrentamiento casual, sino


consciente.

- En él, existe oposición de voluntades en orden a


objetivos o intereses definidos por la política.

- Se plantea entre entes de una misma especie: No


existe conflicto entre hombres y objetos inanimados
sino entre actores estratégicos o sea, entes políticos
capaces de fijarse objetivos y emplear medios para su
logro con cierta racionalidad.

- El conflicto no necesariamente implica enfrentamiento


bélico. El recurso a la violencia es eventual, no es
condición necesaria para que el conflicto exista.

b. CLASIFICACION DE LOS CONFLICTOS

Los conflictos pueden ser clasificados desde los puntos de


vista de su estabilidad, de la circunstancia de que en ellos
se emplee o no violencia material y del balance entre
ganancias y pérdidas que arrojen a su epílogo.

(1) Según la estabilidad: Los conflictos pueden ser

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estables o inestables.

(a) Conflicto Estable, es aquel en el que no existen


indicios que permitan prever un cambio en el tipo
de vinculaciones entre los actores involucrados
en el mismo. En otras palabras, es posible
prever que los amigos y oponentes de hoy lo
seguirán siendo por un cierto lapso.

(b) Conflicto inestable, es aquel en el que sí existen


elementos de juicio como para prever tal cambio.

(2) Según exista o no violencia material: Uno es agonal


cuando sus actores no apelan a la violencia material.

Inversamente, será polemial cuando sí lo hacen. A su


vez, la violencia puede encontrarse presente en
forma efectiva o contingente, como amenaza o
demostración.
(3) Según el balance entre ganancias y pérdidas: Se dice
que un conflicto es de suma cero cuando lo que en él
gana un actor equivale exactamente a lo que pierde
el otro. Es esta una formulación teórica que
difícilmente pueda darse en la realidad. Por el
contrario, la norma será que las pérdidas de un actor
no se reflejen de manera exacta en las ganancias de
otro pudiendo llegarse, incluso a que en un conflicto
todos los actores pierdan algo.

En consecuencia, lo normal será la existencia de


conflictos de suma variable. Esta puede tener signo
positivo o negativo, según que las ganancias de los
actores superen o no a las pérdidas.

Los conceptos de inestabilidad y de suma cero o


variable son de interés de empeñamiento en el
mismo, por parte de sus actores.

c. ELEMENTOS DEL CONFLICTO

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En los conflictos podemos reconocer la presencia de los
siguientes elementos:

(1) Lenguaje

En el conflicto se utiliza un lenguaje particular,


integrado por expresiones, gestos y acciones
destinados a exteriorizar creencias, evidenciar u
ocultar intenciones y materializar acciones. Con este
lenguaje se trata de influir sobre la conducta del
oponente y de otros actores, empleándose para ello
desde mensajes de tono conciliador hasta
expresiones extremas de violencia armada. A medida
que un conflicto se agrava, la comunicación y el
lenguaje entre los actores enfrentados tiende a
degradarse. Hay más acciones que palabras y los
mensajes tienden a ser dirigidos más al propio bando
que al adversario, arribándose a una especie de
autismo político.

El lenguaje cumple con tres funciones distintas:

(a) Informativa: Hacer conocer los propios puntos de


vista.

(b) Expresiva: Lograr adhesiones o influir sobre el


oponente u otros actores.

(c) Directiva: Originar o impedir acciones.

(2) Disputa por un derecho o un objetivo

El conflicto implica la existencia de una situación no


ordinaria vale decir, una situación en la que los
acontecimientos se desarrollan en forma diferente de
la considerada normal. En este sentido, se
experimenta la sensación de que algo falla, de que el
otro actor pretende o detenta algo que nos pertenece,
vulnera un derecho. En consecuencia, el actor
afectado intentará, como mínimo, que el oponente
atienda a las propias razones, para lo cual planteará
una disputa por aquello que considera afectado. En

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relación con el ejercicio de lo que los actores
entienden por su derecho, pueden darse situaciones
de:

(a) Satisfacción: No existen problemas ya que se


considera se ejercen los derechos pretendidos.

(b) Frustración: Se sienten deseos de expandir el


ejercicio de un derecho.

(c) Cercenamiento: El ejercicio de un derecho sufre


una limitación intolerable.

(d) Colisión: El derecho de un actor sólo puede ser


ejercido a costas de los derechos de otro actor.
Por otra parte, el derecho puede estar vinculado
con:

La propia entidad: libertad, albedrío, orgullo.


Un bien material: Territorio, recursos.
Una concesión: Privilegios, poder.
Una idea: Religión, ideología.

(3) Enfrentamiento intencional

No existe enfrentamiento casual; los actores se


oponen por un expreso acto de voluntad. Sobre este
particular, interesa hacer notar que quien decide si
habrá o no conflicto, es el bando agredido. Este es
quien accede o rechaza la demanda o acción del
ofensor, decidiendo la iniciación del conflicto. Si la
respuesta del agredido es desmesurada, el ofensor
suele pasar a desempeñar el rol del ofendido.

(4) Hostilidad recíproca

Aparece al agravarse el conflicto. Se origina en la


resistencia de un actor a aceptar lo pretendido por el
otro y asume la forma de mala disposición y antipatía
mutuas.

(5) Agresividad y violencia

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La agresividad enlaza a la hostilidad con la violencia
y aparece luego de otras etapas anteriores en el
desarrollo del conflicto.

Puede ser definida como “propensión a aplicar


violencia”. Para llegar a la violencia los actores,
consciente o inconscientemente modifican su
lenguaje en el sentido anteriormente señalado. Se
produce así una situación autista en la cual, como
hecho nuevo, recurren al empleo de la violencia. De
los elementos del conflicto que hemos detallado
hay dos: El lenguaje y la disputa a propósito de
un objetivo o de un derecho, que aparecen en
todo el desarrollo del mismo. Son los elementos
mínimos necesarios para que exista conflicto.

Los demás elementos, en cambio, irán apareciendo


en forma sucesiva, a medida que el conflicto se
agrave.

d. GENESIS DEL CONFLICTO

En principio, es preciso reconocer que pueden existir


situaciones de no conflicto o sea, situaciones de paz que
no solamente impliquen la no existencia de conflicto bélico
sino también de ningún otro tipo de conflicto presente o
detectable para el futuro. Desde este punto de vista, la paz
podría asimilarse a una situación ordinaria. Obviamente,
pensar que un Estado moderno, con el cúmulo de
objetivos o metas que persigue, intereses que preserva y
obstáculos que debe sortear, pueda no avizorar conflicto
alguno resulta, por lo menos, poco realista. Además la
palabra "paz" suele emplearse con sentido no siempre
preciso, confundiendo algunos de sus significados. sobre
el particular conviene distinguir:

- Paz seráfica

La paz de los ángeles. Propia de los seres despojados


de ambiciones, ansias de poder y deseos de lucro. Es
una paz utópica por cuanto no pertenece a este

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mundo.

- Paz evangélica

Inspirada en el Sermón de la Montaña. Es la paz


producto de la buena voluntad entre los hombres.
Suele olvidarse que Cristo la mencionó en relación con
el enemigo individual y que para lograrla, no basta con
la buena voluntad de una sola de las partes.

- Paz política

Puede ser asunto de buena o mala voluntad e incluso,


impuesta por la fuerza, tal como ocurrió con la "Pax
Romana". Dejando atrás la situación de paz el conflicto
se inicia, como hemos señalado, con la resistencia del
bando ofendido a los avances del ofensor. Pero ese
comienzo, puede estar condicionado por diversos
factores, entre los que podemos mencionar.

. El grado de apresto de los actores.


. La opinión o acción de terceros.
. El consenso interno en cuanto a enfrentar un
conflicto.
. La existencia de reinvindicaciones nacionales o
grupales, los deseos de venganza o desquite.
. La existencia de sentimientos mesiánicos o
fanatismos ideológicos o religiosos.
. Las tensiones sociales en uno o más actores.
. Aspectos vinculados con la moral y el derecho,
capaces tanto de frenar como de impulsar a los
actores a comprometerse en un conflicto.

e. VIRULENCIA DEL CONFLICTO

En principio, depende del grado de conmoción provocada


en el ánimo de los actores por la situación no ordinaria que
se encuentra en el origen del conflicto, según jueguen los
factores disconformidad, urgencia y sorpresa.

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Combinando las antedichas situaciones con la aparición
sucesiva de los elementos del conflicto, podemos
establecer sus niveles de virulencia o intensidad:

(1) Mínima: Situación deliberativa, más dispuesta por un


objetivo o un derecho.

(2) Leve: Situación circunstancial más enfrentamiento


intencional.

(3) Moderada: Situación reflexiva más hostilidad


recíproca.

(4) Máxima: Situación de crisis más violencia.

En otro enfoque y complementando lo expresado en orden


a la virulencia del conflicto, es oportuno recordar los
niveles de acción reconocidos por el General Beaufre:

(a) Paz completa


(b) Intervención insidiosa
(3) Intervención abierta
(c) Guerra clásica
(d) Guerra generalizada.

f. DESARROLLO DEL CONFLICTO

En el desarrollo de un conflicto juega en alto grado la


subjetividad de los actores. Cuando se cree que un
conflicto es inevitable, generalmente se produce. Al
examinar la evolución de distintos conflictos, se nota que
las variaciones en cuanto a virulencia no se producen de
manera gradual sino por saltos. En efecto y tal como lo
expresa Hernán Kahn, pareciera que las variaciones de
intensidad se producen en la medida en que se superan
determinadas barreras psicológicas, por ejemplo: la
amenaza de empleo de sanciones, la amenaza de empleo
de la fuerza, el primer empleo de la fuerza, la amenaza de
emplear armas nucleares, el primer empleo de armas
nucleares, etc.

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El conflicto se inicia, tal como hemos expresado, con las
contramedidas del defensor. Cuando se percibe la
amenaza, aparece la tensión, pudiendo luego recorrer los
niveles de virulencia mínima hasta moderada, antes de
llegar a la violencia. Para cambiar la intensidad del
conflicto en la medida necesaria para influir sobre la
conducta de otro actor, se apela a la escalada. Este
materializa el ejercicio del poder a través de opciones y
procedimientos cada vez más contundentes.
Inversamente, la intensidad del conflicto puede
disminuirse mediante una desescalada, especialmente si
se trata de lograr una solución negociada o una tregua.

g. EXPANSION Y CONTRACCION DEL CONFLICTO

Así como varía de intensidad o virulencia, el conflicto


puede expandirse o contraerse, en el sentido de implicar a
más o menos actores que los inicialmente involucrados.

Los mecanismos de expansión, pueden ser:

(1) Contagio

Cuando se incorporan al conflicto entes políticos de


naturaleza distinta a la de los inicialmente
implicados. Ejemplo: Una huelga a la que se asigna
connotaciones políticas.

(2) Efecto dominó

Así llamado por su similitud con la caída de una hilera


de fichas de dominó, paradas una junto a otra, a partir
de la caída de la primera. Se refiere a la afinidad por
continuidad existente entre los actores de un conflicto
y sus vecinos. Sobre este punto, consideramos que la
referida continuidad puede referirse no solamente a la
vecindad geográfica, sino también a la afinidad
étnica, ideológica o religiosa. Un ejemplo de
efecto dominó (continuidad geográfica), está dado
por el comienzo de la primera Guerra Mundial.

La contracción de un conflicto, puede operarse por:

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(a) Colapso de uno o más actores. Ejemplo:
Segunda Guerra Mundial a partir de la
rendición italiana a los aliados.
(b) Acuerdo entre algunas de las partes implicadas.

h. EPILOGO DEL CONFLICTO

El conflicto finaliza cuando un bando pierde la voluntad de


enfrentar a su oponente. Ello lleva a poner en duda la
existencia de la victoria ya que lo que realmente existe es
la derrota, o por lo menos el avenimiento a efectuar
concesiones, por parte de uno de ambos bandos.

Las formas de epílogo son:

(1) Tregua

Es una suspensión de hostilidades y más bien


constituye una interrupción antes que un epílogo. La
hostilidad interrumpida durante la tregua puede no ser
física. La tregua puede ser:

(a) Espontánea: Por lo general, se produce por


agotamiento de las partes.
(b) Convenida: Por acuerdo entre los actores.

(2) Compromiso

Las partes acuerdan la finalización del conflicto


normalmente sin haber alcanzado todos sus
objetivos.
El compromiso puede ser:

(a) Por negociación directa:

Normalmente se dará en bajos niveles de


conflicto.

(b) Por intervención de terceros:

Usualmente mediante los procedimientos de

24
arbitraje, mediación o también, por imposición de
un tercer actor más fuerte, cuyos intereses
puedan verse afectos por la continuación del
conflicto.

(3) Derrota

Cede, en una de las partes, la voluntad de proseguir


el conflicto.
La derrota puede producirse por:

(a) Erosión de la voluntad:

Puede lograrse por medios cruentos (Francia en


Indochina) o incruentos (Gandhi en la India).

(b) Colapso de la voluntad:

Derrumbe súbito de la voluntad de lucha de un


actor, ejemplo: Rendición de Italia ante los
aliados en la Segunda Guerra Mundial,
inmediatamente después de que estos
desembarcan en el suelo de ese país.

(c) Ablación de poder:

Anulación del poder material de un actor,


normalmente en poco tiempo y valiéndose de
una gran superioridad. Es una forma de epílogo
que no requiere afectar materialmente en
demasía al poder del actor derrotado. Se
ejemplifica, típicamente, en el caso de las
intervenciones militares (La URSS en
Checoslovaquia tras la "Primavera de Praga",
EEUU en Granada y Panamá o Irak en Kuwait).

(d) Aniquilamiento:

Supresión del poder material de un actor. Sobre


el aniquilamiento existe una controversia con
respecto a si para aniquilar es necesario afectar
a los elementos materiales o a los elementos
humanos sobre los que descansa el poder. La
25
discusión pareciera no exceder el plano de lo
académico, ya que si se hunde un barco de
guerra (elemento material) también se afecta a
sus tripulantes (elemento humano). Pero existe
un tipo de conflicto en el cual la decisión de
aniquilar conlleva particularmente, la afectación
de seres humanos. Se trata de las guerras de
tipo subversivo en las cuales, al menos en sus
primeras etapas, el bando insurrecto no cuenta
con una base material de poder (infraestructura,
instalaciones logísticas, industrias, etc.) cuya
destrucción conduzca al logro del efecto de
aniquilamiento. En esas primeras etapas, el
poder de dicho bando reside exclusivamente en
sus hombres y es hacia ellos que se dirigen las
acciones que buscan aniquilarlo.

26
CAPITULO II

SOBRE LA GUERRA

3. NATURALEZA DE LA GUERRA

Por: Karl Von Clausewitz (*)

A. ¿ QUE ES LA GUERRA?

1. INTRODUCCION

Nos proponemos considerar, en primer lugar, los


diversos elementos de nuestro tema; luego sus distintas
partes o divisiones y finalmente el todo en su íntima
conexión. Procederemos, de este modo, de lo simple a
lo complejo. Pero en esta cuestión, más que en otra
alguna, es necesario comenzar por referirse a la
naturaleza del todo, ya que en esto la parte y el todo
deben siempre ser considerados simultáneamente.

2. DEFINICION

No vamos a comenzar con una definición pedante y


defectuosa de la guerra, sino que nos limitaremos a
su esencia, el duelo. La guerra no e otra cosa que un
duelo en una escala más amplia.

Si concibiéramos a un mismo tiempo los innumerables


duelos aislados que la forman, podríamos
representárnosla bajo la forma de dos luchadores, cada
uno de los cuales trata de imponer al otro su voluntad
por medio de la fuerza física; su propósito inmediato es
derribar al adversario e incapacitarlo.
La guerra es, en consecuencia, un acto de fuerza para
imponer nuestra voluntad al adversario.

( *)
Tomado del libro de la Guerra de Karl Von Clausevitz. Ediciones Mar
Océano, Buenos Aires, Páginas 09 al 38.
27
La fuerza, para enfrentarse con la fuerza, recurre a las
creaciones del arte y de la ciencia. Va acompañada de
restricciones insignificantes, que es casi inútil mencionar,
que se imponen por si mismas y son conocidas bajo el
nombre de leyes y usos internacionales, pero que en
realidad no debilitan su poder. La fuerza, es decir, la
fuerza física (porque existe fuerza moral fuera de los
conceptos de ley y estado), es de este modo el medio;
imponer nuestra voluntad al enemigo es el objetivo.

Para tener la seguridad de alcanzar este objetivo


debemos desarmar al enemigo, y este desarme es, por
definición, el propósito especifico de la acción militar;
reemplaza al objetivo y en cierto sentido prescinde de él
como si no formara parte de la propia guerra.

3. USO TEORICAMENTE LIMITADO DE LA FUERZA

Muchas almas filantrópicas imaginan que existe una


manera artística de desarmar o derrotar al adversario sin
excesivo derramamiento de sangre, y esto es lo que se
propondría lograr el arte de la guerra. Esta es una
concepción falsa que debe ser rechazada, pese a todo lo
agradable que pueda parecer. En asuntos tan peligrosos
como la guerra, las ideas inspiradas en el
sentimentalismo son precisamente las peores. Como el
uso máximo de la fuerza física no excluye en modo
alguno la cooperación de la inteligencia, el que usa esta
fuerza con crueldad, sin retroceder ante el
derramamiento de sangre que sea, obtiene una ventaja
sobre el adversario siempre que éste no haga lo mismo.
De este modo, uno fuerza la mano del adversario y cada
cual empuja al otro a la adopción de medidas extremas
cuyo único límite es el de la fuerza de resistencia que le
oponga contrato. Este asunto debemos encararlo así, ya
que al tratar de ignorar el elemento brutalidad porque o
provoque repugnancia, sería tentativa inútil o algo peor
aún.

Si las guerras entre naciones civilizadas son menos


crueles y destructoras que las de la no civilizadas, la

28
razón reside en la condición social de los estados
considerados en sí mismos y en sus relaciones
recíprocas. La guerra surge, se delinea, se limita y
modifica de acuerdo con esa condición y sus
circunstancias concomitantes. Pero tales elementos no
son parte de la guerra, sino que existen de por sí. En la
filosofía de la guerra no podemos introducir en modo
alguno un principio modificador sin caer en el absurdo.

En las luchas entre los hombres intervienen en realidad


dos elementos diferentes: el sentido hostil y la intención
hostil. Hemos elegido el último de estos dos elementos
como rasgos distintivo de nuestra definición porque es el
más general. Es inconcebible que un odio salvaje, casi
instintivo, exista sin la intención hostil, mientras que hay
casos de intenciones hostiles que no van acompañadas
de ninguna hostilidad o, por lo menos, de ningún sentido
hostil predominantes. Entre los salvajes prevalecen las
intenciones de origen emocional, entre los pueblos
civilizados las inspiradas por la inteligencia.

Pero esta diferencia no reside en la naturaleza intrínseca


del salvajismo o de la civilización sino en las
circunstancias que lo rodean, sus instituciones, etc, Por
lo tanto, no existe necesariamente en todos los casos,
pero prevalece en la mayoría de ellos. En una palabra,
hasta las naciones más civilizadas pueden inflamarse
con pasión en odio recíproco.

Veamos, por lo tanto, cuán lejos estaríamos de la verdad


si atribuyéramos la guerra entre hombres civilizados a
actos puramente racionales de sus gobiernos, y si la
concibiéramos como libre siempre de todo
apasionamiento, de modo que en conclusión no habría
de ser necesaria la existencia física de los ejércitos, sino
que bastarían las relaciones teóricas entre ellos o lo que
habría de ser una especie de álgebra de la acción.

La teoría comenzaba a orientarse en esta dirección


cuando los acontecimientos de la última guerra nos
señalaron un camino mejor. Si la guerra es un acto de
fuerza, las emociones están necesariamente

29
involucradas en ella.

Si las emociones no dan origen a la guerra, ésta ejerce,


sin embargo, acción mayor o menor sobre ellas, y el
grado de la reacción depende, no del estado de la
civilización, sino de la importancia y duración de los
intereses hostiles.

Por lo tanto, si vemos que los pueblos civilizados no


matan a los prisioneros, ni saquean las ciudades, ni
arrasan los campos, esto se debe a que la inteligencia
desempeña un papel importante en la conducción de la
guerra y se les ha enseñado a aplicar su fuerza
recurriendo a medios más eficaces que los de esas
brutales manifestaciones del instinto. La invención de la
pólvora y el constante perfeccionamiento de las armas
de fuego muestran por sí mismos, con suficiente
claridad, que la necesidad inherente al concepto teórico
de la guerra, la de destruir al enemigo, no ha sido en
modo alguno debilitada o desviada por el avance de la
civilización.

Repetimos por lo tanto nuestra afirmación: la guerra es


un acto de fuerza, y no hay límite para la aplicación de
dicha fuerza. Cada adversario fuerza la mano del otro y
esto redunda en acciones recíprocas teóricamente
ilimitadas. Esta es la primera acción recíproca que se
nos presenta y el primer extremo.

4. EL PROPOSITO ES DESARMAR AL ENEMIGO

Hemos dicho que el desarme del enemigo es el propósito


de la acción militar, y queremos mostrar que esto es
necesariamente así, por lo menos en teoría.

Para que nuestro oponente se someta a nuestra voluntad


debemos colocarlo en una posición más desventajosa
que la que implica el sacrificio que le exigimos, las
desventajas de tal posición no habrán de ser
naturalmente transitorias o al menos no habrán de
parecerlo, ya que de lo contrario nuestro oponente habría
de esperar un momento más favorable y se negaría a

30
rendirse.

Como resultado de la continuación de la acción militar,


todo cambio en su posición debe conducirlo; por lo
menos teóricamente, a posiciones aun menos
ventajosas. La peor posición a que puede ser llevado un
beligerante es la del desarme completo. Por lo tanto, si
por medio de la acción militar obligamos a nuestro
oponente a hacer nuestra voluntad, debemos o bien
desarmarlo de hecho, o bien colocarlo en tal posición
que se sienta amenazado por la posibilidad de que lo
logremos.

De aquí se desprende que el desarme o destruir al


enemigo (cualquiera sea la expresión que elijamos),
debe ser siempre el propósito de la acción militar.

Pero la guerra no es la acción de una fuerza viva sobre


una masa inerte (la no resistencia absoluta no seria
guerra en forma alguna) si que es siempre el choque
entre sí de dos fuerzas vivas, y damos por sentado que
lo que hemos dicho sobre el propósito último de la acción
militar se aplica a ambos bandos. Tenemos aquí,
nuevamente, una acción recíproca.

Mientras no haya derrotado a mi adversario debo temer


que él pueda derrotarme. Ya no soy, pues, dueño de mi
mismo, sino que él fuerza mi mano como yo fuerzo la
suya. Esta es la segunda acción recíproca que conduce a
un segundo extremo.

(Segunda acción recíproca)

5. MAXIMO EMPLEO DE LAS FUERZAS

Si queremos derrotar a nuestro adversario debemos


regular nuestro esfuerzo de acuerdo con su poder de
resistencia, Este poder se manifiesta como producto de
dos factores inseparables: La magnitud de los medios a
su disposición y la fuerza de su voluntad. Es posible
calcular la magnitud de los medios de que se dispone ya

31
que ésta se basa en números (aunque no del todo), pero
la fuerza de la voluntad sólo puede ser medida, en forma
aproximada y en menor escala, por la fuerza del motivo
que la impulsa. Suponiendo que por este camino
lográramos un cálculo razonablemente aproximado del
poder de resistencia de nuestro oponente, podríamos
regular nuestros esfuerzos de acuerdo con dicho cálculo
o intensificarlos para obtener una ventaja o bien sacar de
ellos el máximo posible, si nuestros medios no bastaran
para asegurarnos esa ventaja. Pero nuestro adversario
procede del mismo modo y surge así entre nosotros una
nueva puja que desde el punto de vista de la teoría pura
nos lleva una vez más a un punto extremo. Esta es la
tercera acción recíproca que encontramos y el tercer
extremo.

(Tercera acción recíproca)

6. MODIFICACIONES EN LA PRACTICA

En el dominio abstracto de las concepciones puras, el


pensamiento reflexivo no descansa hasta alcanzar el
punto extremo porque es con extremo con lo que tiene
que enfrentarse, con un choque de fuerzas libradas a si
mismas y que no obedecen a más ley que la propia. Por
lo tanto, si queremos deducir de la concepción
puramente teórica de la guerra un propósito absoluto,
que hemos de tener presente, y los medios a emplear,
estas acciones recíprocas continuas nos conducirán a
extremos que no habrán de ser más que un juego de la
imaginación producido por el encadenamiento apenas
visible de sutilezas lógicas. Si, ciñéndonos
estrechamente a lo absoluto, nos proponemos
desembarazarnos de una plumada de todas las
dificultades y con rigor lógico insistimos en que en cada
ocasión hemos de estar preparados para ofrecer el
máximo de resistencia y hacer frente al máximo de
esfuerzo, esta plumada será una simple ley carente de
valor y sin aplicación en el mundo real.

Si suponemos también que este máximo de esfuerzo en


una cantidad absoluta, fácil de determinar, debemos

32
admitir sin embargo que no es fácil que la mente
humana se someta al gobierno de esas fantasías lógicas.
En muchos casos, el resultado habría de ser un derroche
inútil de fuerzas que se vería restringido por otros
principios del arte de gobernar. Esto requeriría un
esfuerzo desproporcionado en relación con el objetivo a
la vista e imposible de realizar. En efecto, la voluntad
del hombre nunca extrae su fuerza de sutilezas
lógicas.

Todo cambia de aspecto, sin embargo, si pasamos del


mundo abstracto al de la realidad. En el primero todo
debía quedar supeditado al optimismo, de modo de
concebir ambos bandos no sólo tendiendo a la
perfección sino alcanzándola. ¿Sucederá esto siempre
en la práctica? Las condiciones para ello serían las
siguientes:

a. Que la guerra fuera un acto totalmente aislado; que


surgiera súbitamente, sin conexión con el curso
previo de los acontecimientos.
b. Que consistiera en una decisión única o en varias
decisiones simultáneas.
c. Que su decisión fuera definitiva y que la consiguiente
situación política no fuera tenida en cuenta ni
influyera sobre ella.

7. LA GUERRA NUNCA ES UN ACTO AISLADO

Al referirnos al primero de estos tres puntos debemos


recordar que ninguno de los oponentes es para el otro un
ente abstracto, ni aún considerando el factor de la
capacidad de resistencia que no depende de cosas
extremas, o sea, la voluntad. Esta voluntad no es un
término totalmente desconocido; lo que ha sido hasta
hoy nos indica lo que será mañana. La guerra nunca
estalla súbitamente ni su propagación se produce en un
instante. De tal modo cada uno de los adversarios
puede, en gran medida, formarse una opinión sobre el
otro, por lo que éste realmente es y hace, y no por lo que
teóricamente debería ser y hacer. Sin embargo, por su
imperfecta organización, el hombre se mantiene siempre

33
por debajo del nivel de la perfección absoluta y así estas
deficiencias, inherentes a ambos bandos, se convierten
en influencia modificadora.

8. LA GUERRA NO CONSISTE EN UN GOLPE SIN


DURACION

El segundo de estos tres puntos nos sugiere las


siguientes observaciones:

Si el resultado de la guerra dependiera de una decisión


única o de varias decisiones simultáneas, los
preparativos para esa decisión o para estas decisiones
deberían ser llevados hasta el último extremo.

Nunca podría recuperarse una oportunidad perdida; la


única norma que podría darnos el mundo real para los
preparativos a hacer, sería, en el mejor de los casos, la
medida de los preparativos de nuestro adversario, por lo
que de ellos llegáramos a conocer, y todo lo demás
habría de quedar nuevamente relegado al campo de la
abstracción. Si la decisión consistiera en varios actos
sucesivos, cada uno de éstos, con sus circunstancias
concomitantes podría suministrar una norma para los
siguientes y, de este modo, el mundo real ocuparía
también aquí el lugar del mundo abstracto, modificando,
de acuerdo con ello, la tendencia hacia el extremo.

Sin embargo, si toda guerra habría de limitarse


necesariamente a una decisión única o a varias
decisiones simultáneas, si los medios disponibles para la
lucha fueran puestos en acción a un tiempo o pudieran
ser puestos de ese modo, una decisión adversa reduciría
estos medios, y si hubieran sido empleados o agotados
en la primera decisión, no habría base para pensar en
que se produjera una segunda. Todas las acciones
bélicas que pudieran producirse después, formarían
en esencia parte de la primera, y sólo constituirían su
duración.

Pero hemos visto que en los preparativos para la guerra


el mundo real ha ocupado ya el lugar de la idea
abstracta, y una medida real, el lugar de un extremo

34
hipotético.

Cada uno de los oponentes, aunque no fuera por otra


razón, se detendrá por lo tanto en su acción recíproca
lejos del esfuerzo máximo y no pondrá en juego al
mismo tiempo la totalidad de sus recursos.

Pero la naturaleza misma de estos recursos y de su


empleo, hace imposible la entrada de acción simultánea
de los mismos. Estos recursos comprenden las fuerzas
militares propiamente dichas, el país con su superficie y
población y los aliados.

El país, con superficie y población, no sólo es la fuente


de las fuerzas militares propiamente dichas, sino que, en
sí mismo, es también una parte integral de los factores
que actúan en la guerra, aunque sólo sea la parte que
suministra el teatro de operaciones o tiene marcada
influencia sobre él.

Ahora simultáneamente, pero esto no reza para con las


fortalezas, los ríos, las montañas, los habitantes, etc., en
una palabra, el país entero, a menos que sea tan
pequeño que la primera acción bélica lo envuelva
totalmente. Además la cooperación de los aliados no es
cosa que depende de la voluntad de los beligerantes, y
ocurre frecuentemente, por la misma naturaleza de las
relaciones políticas, que no se hace efectiva sino más
tarde, con el propósito de restablecer del equilibrio de
fuerzas perdidas.
Más adelante explicaremos con lujo de detalles que esta
parte de los medios de resistencia que no puede ser
puesta en acción a un tiempo es, en muchos casos, una
parte del total mucho más grande de lo que podríamos
pensar a primera vista y que, por lo tanto, es capaz de
restablecer el equilibrio de fuerzas, aún cuando la
primera decisión se haya producido con gran violencia y
de ese modo haya alterado seriamente el equilibrio. Por
ahora, bastará con dejar sentado que es contrario a la
naturaleza de la guerra el que todos nuestros recursos
estén en juego al mismo tiempo. Esto, en sí mismo, no
habrá de motivar la disminución de la intensidad de

35
nuestros esfuerzos en la decisión de las acciones
iniciales, ya que un comienzo desfavorable en
desventaja a la cual nadie se expondría de intento, dado
que si bien la primera decisión es seguida por otras,
mientras más decisiva sea, mayor será su influencia
sobre las que le sigan. Pero el hombre trata de eludir del
esfuerzo excesivo al amparo de la posibilidad de que se
produzca una decisión subsiguiente y, por lo tanto, no
concreta no pone en tensión sus recursos para la primera
decisión hasta donde hubiera podido hacerlo, de no
mediar aquella circunstancia. Lo que uno de los
adversarios no hace por debilidad, se convierte para el
otro en base real y objetiva para aminorar sus propios
esfuerzos y; de este modo, a través de esta acción
recíproca, la tendencia hacia el extremo se reduce una
vez más a un esfuerzo limitado.

9. EL RESULTADO DE LA GUERRA NUNCA ES


ABSOLUTO

Por último, la decisión final de una guerra total no


siempre debe ser considerada como absoluta. El
Estado derrotado, a menudo ve en ella un mal
transitorio al que puede encontrarse remedio en las
circunstancias políticas venideras. Es evidente que
esto modifica, en gran medida, la violencia de la
tensión y la intensidad del esfuerzo.

10. POR LA TEO PROBABILIDADES DE LA VIDA REAL


TOMAN EL LUGAR DE LO EXTREMO Y DE LO
ABSOLUTO EXIGIDOS POR LA TEORÍA

De este modo, todo el campo de la guerra deja de estar


sujeto a la ley de las fuerzas compelidas hacia el punto
extremo. Dado que no se evita ni se busca ya el
extremo, se deja que la razón determine los límites del
esfuerzo, y esto sólo puede ser hecho de acuerdo con la
ley de las probabilidades por deducción de los datos
suministrados por los fenómenos del mundo real. Si los
dos adversarios no son ya abstracciones puras sino
estados y gobiernos individuales; si el curso de los

36
acontecimientos no es ya teórico, sino que está
determinado de acuerdo con sus propias leyes, entonces
la situación real suministra los datos para determinar lo
que se espera, la incógnita que debe ser despejada.

De acuerdo con la ley de las probabilidades y por el


carácter, las instituciones, la situación y las
circunstancias del adversario, cada bando sacará sus
conclusiones respecto a cuál será la acción del contrario
y de acuerdo con ello, determinará la suya propia.

11. EL OBJETIVO POLÍTICO APARECE DE NUEVO EN


PRIMER PLANO

Reclama ahora nuestra atención un tema que


descartamos en el párrafo anterior o sea el del objetivo
político de la guerra. Hasta ahora, esto había sido
absorbido, podríamos decir, por la ley del extremo, por el
intento de desarme y derrotar al enemigo. El objetivo
político de la guerra vuelve nuevamente a primer plano a
medida que la ley pierde su fuerza y se aleja la
posibilidad de realización de aquel intento. Si lo que
tenemos que considerar es un cálculo de probabilidades
sobre la base de personas y circunstancias definidas, el
objetivo político, como causa original, debe ser un factor
esencial en este proceso. Cuando más pequeño sea el
sacrificio que exijamos de nuestro adversario, tanto más
débiles habrán de ser sus esfuerzos por negarse a hacer
ese sacrificio. Sin embargo, mientras más débil sea su
esfuerzo, tanto más pequeño deberá ser el nuestro.
Además, cuanto menos importante sea nuestro objetivo
político, tanto menor será el valor que le asignaremos y
tanto más pronto estaremos dispuestos a abandonarlo.
Por esta razón, también nuestros propios esfuerzos
serán más débiles.

De esta manera, el objetivo político, como causa original


de la guerra, será norma, tanto para el propósito a
alcanzarse mediante la acción militar, como para los
esfuerzos necesarios para el cumplimiento de ese
propósito. En sí misma no puede ser una norma
absoluta, pero como estamos tratando de cosas reales y

37
no de simples ideas, esa base constituiría la medida
relativa para esos dos estados contrincantes.

Un mismo objetivo político puede producir reacciones


diferentes, en diferentes naciones y aún en una misma
nación, en diferentes épocas. Por lo tanto, es posible
dejar siempre que tengamos presente su influencia sobre
las masas que afectan. Corresponde considerar, pues, el
carácter de estas masas. Es fácil comprobar que el
resultado puede variar en gran medida, según que la
acción se fortalezca o debilite por el sentimiento de las
masas. En dos naciones y estados, pueden existir
tensiones y tal cúmulo de sentimientos hostiles que un
motivo para la guerra, insignificante en sí mismo, puede
llegar a producir, no obstante, un efecto totalmente
desproporcionado, el de una explosión positiva.

Esto resulta cierto para los esfuerzos que el objetivo


político puede reclamar en los dos estados y para el fin
que puede asignarse a la acción militar. Algunas veces
puede convertirse en ese fin, por ejemplo, si se trata de
la conquista de cierto territorio. Otras veces, el objetivo
político no se ajustará a la necesidad de proporcionar el
fin para la acción militar, y en tales casos, deberemos
hacer una elección de tal tipo, como para que sirva de
equivalente y puede ocupar su lugar para hacer la paz.
Pero en estos casos siempre se presupone que debe
darse consideración debida al carácter de los estados
interesados. Hay circunstancias en las cuales el
equivalente debe tener mucha más importancia que el
objetivo político, sí es que éste ha de ser logrado por su
intermedio. Mientras mayor sea la indiferencia de las
masas y menos seria la tensión que exista también en
otros terrenos de los dos estados y de sus relaciones,
mayor será el objetivo político, como norma y por su
propio carácter decisivo. Hay casos en los cuales, casi
por sí mismo, es el factor decisivo.

Si el fin de la acción militar un equivalente del objetivo


político, la acción militar disminuirá en general en la
medida en que disminuya el objetivo político. Mas
evidente será esto mientras más evidente aparezca este
objetivo. Esto explica la razón por la cual, sin que exista
38
autocontradicción, puede haber guerras de todos los
grados de importancia e intensidad, desde la guerra de
exterminio al mero estado de vigilancia armada. Pero
esto nos conduce a una cuestión de otro tipo, que aún
debemos analizar y responder.

12. UNA SUSPENSIÓN DE ACCIÓN MILITAR NO


EXPLICADA AÚN POR NADA DE LO DICHO HASTA
AHORA

¿Es posible que esta acción puede ser suspendida


aunque sea por un momento, sea cual fuere la
insignificancia de las reclamaciones políticas hechas por
cualquiera de los bandos, sea cual fuere la debilidad de
los medios empleados, o sea cual fuere la sutileza del fin
perseguido por la acción militar?. Esta es una pregunta
que va a la esencia misma del asunto.

Cada acción requiere para su realización cierto tiempo,


que es lo que llamamos duración. Esta puede ser más
larga o más corta, según que la persona actuante sea
más o menos rápida en sus movimientos. No vamos a
preocuparnos aquí de esto.

Cada cual hace las cosas a su manera, pero la persona


lenta no lo hace más lentamente porque quiera emplear
más tiempo; sino porque debido a su naturaleza,
necesita más tiempo, y si hubiera de hacerlo con mayor
rapidez no lo haría tan bien. Este tiempo depende en
consecuencia de causas subjetivas e incumbe a la
duración real de la acción.

Si a esta acción de la guerra le reconocemos una


duración, debemos admitir, por lo menos a primera vista
que todo gasto de tiempo más allá de esa duración, o lo
que es igual, cualquier suspensión de la acción militar,
parece ser absurda. En relación con esto debemos
recordar siempre que la cuestión no es la del progreso de
uno y otro de los oponentes, sino la del progreso de la
acción militar como un todo.

13. HAY SOLAMENTE UNA CAUSA QUE PUEDE


SUSPENDER LA ACCIÓN Y ESTO APARECE
39
SIEMPRE COMO POSIBLE EN UN SOLO BANDO

Si dos bandos se han armado para el conflicto, debe de


haber un motivo hostil que los haya impulsado a hacerlo.
Así pues, mientras se mantengan bajo las armas, esto
es, mientras no hagan la paz, este motivo debe estar
presente y sólo podrá dejar de actuar en cualquiera de
los dos oponentes por una sola razón, que es la de que
desea esperar un momento más favorable para la
acción. Es obvio que esta razón sólo puede hacerse
presente en uno de los dos bandos, debido a que por su
propia naturaleza la misma es opuesta a la del otro. Si a
uno de los Jefes le conviene actuar al otro le convendrá
esperar. Un equilibrio completo de fuerzas no puede
producir nunca una interrupción de la acción, porque con
tal suspensión retendría necesariamente la iniciativa el
que tenga el propósito positivo; es decir el atacante.

Pero si preferimos concebir un equilibrio en el que quien


tiene la finalidad positiva y por lo tanto el motivo más
poderoso, es al mismo tiempo quien dispone de menor
número de fuerza, de modo que la ecuación surgirá
del producto de las fuerzas y de los motivos, aún así
tendríamos que decir que si no se vislumbra un cambio
en este estado de equilibrio, ambos bandos deben hacer
la paz. Pero si se vislumbrará aun cambio, éste sería a
favor de uno de los bandos solamente y, por la misma
razón, el otro se vería obligado a actuar. Vemos, pues,
que la idea de un equilibrio no puede justificar una
suspensión de las hostilidades, pero sirve para explicar
la espera de un momento más favorable. Supongamos,
por ejemplo, que uno de los dos estados tiene un
propósito positivo, digamos, el de la conquista de un
territorio del enemigo, que habría de ser usado como
moneda en la negociación de la paz. Lograda esta
conquista, ha alcanzado su objetivo político, la acción
ya no es necesaria y puede tomarse un descanso. Si un
adversario acepta este resultado, debe hacer la paz; en
caso contrario, debe actuar. Si en ese momento cree
que en el período de cuatro semanas habrá de
encontrarse en mejores condiciones para hacerlo,
entonces tiene razones suficientes para responder su

40
acción. Pero, desde ese momento, la necesidad de
actuar parece por lógica recaer en su oponente, a fin de
no dejarle tiempo al vencido para que se prepare para la
acción.

Todo esto, por supuesto, si suponemos que ambos


bandos tienen conocimiento completo de las
circunstancias.

14. LA ACCION MILITAR ESTARIA ASI DOTADA DE UNA


CONTINUIDAD QUE NUEVAMENTE EMPUJARIA
TODO HACIA UNA SITUACIÓN EXTREMA

Si en la acción militar existiera realmente esta


continuidad, todo sería llevado de nuevo hacia el
extremo.
Porque, además del hecho de que tal actividad
ininterrumpida habría de enconar aún más los
sentimientos e impartiría al todo un mayor
apasionamiento y mayor grado de primitivismo, también
habría de surgir, en la continuidad de la acción, un
encadenamiento aún más inevitable de
acontecimientos y una conexión causal más
consecuente entre ellos. Cada acción llegaría en
consecuencia a ser más importante y por lo tanto más
peligrosa.

Pero sabemos que la acción militar tiene rara vez, o


nunca tiene, esta continuidad y que hay muchas guerras
en las que la acción ocupa la menor parte del tiempo,
mientras que la inactividad se toma el resto. Esto quizá
no es siempre una anomalía. La suspensión de la acción
militar debe ser posible, es decir que no implica una
contradicción. Que esto es así y por qué es así, lo
demostraremos a continuación.

15. SOBRE LO POSITIVO Y LO CONTRARIO AQUI POR


LO TANTO LA EVIDENCIA DE UN PRINCIPIO DE
POLARIDAD

Al suponer que los intereses de uno de los jefes son


siempre diametralmente opuestos a los otros, dejamos
41
sentada la existencia de una verdadera polaridad. Nos
proponemos dedicar más adelante todo un capítulo
especial a este principio; pero por ahora hemos de hacer
una observación con referencia al mismo.

El principio de polaridad sólo es válido, así como tal es la


cosa misma, en la cual lo positivo y su contrario, lo
negativo, se destruye mutuamente. En una batalla, cada
uno de los bandos desea vencer; ésta es una verdadera
polaridad, porque la victoria del uno destruye la del otro.
Pero si hablamos de dos cosas diferentes que tengan
una relación común objetiva, no serán las cosas sino sus
relaciones las que posean polaridad.

16. EL ATAQUE Y LA DEFENSA SON COSAS DE CLASE


DIFERENTES Y DE FUERZA DESIGUAL. POR ESO
LA POLARIDAD NO LES ES APLICABLE
Si sólo hubiera una forma de guerra, digamos la del
ataque del enemigo, no habría defensa; en otras
palabras; si el ataque hubiera de distinguírselo de la
defensa solamente por el motivo positivo, que el uno
tiene y del que la otra carece, si los métodos de lucha
fueran siempre invariablemente los mismos, en tal lucha,
cualquier ventaja de un bando habría de ser una
desventaja equivalente para el otro y existiría una
verdadera polaridad.

Pero la actividad militar adopta dos formas distintas;


ataque y defensa que son muy diferentes y de fuerza
desigual, como explicaremos más adelante en detalle.
La Polaridad reside, por lo tanto, en que ambos guardan
una relación, como ser, la decisión, pero no en el ataque
o en la defensa mismos. Si uno de los comandantes
deseara posponer la decisión, el otro deberá desear
acelerarla, pero por supuesto, solamente en la misma
forma de conflicto. Si a A le interesa no atacar, a su
adversario inmediatamente sino cuatro semanas más
tarde, está en el interés de B el ser atacado por aquél
inmediatamente y no cuatro semanas más tarde. He
aquí una oposición directa; pero no se desprende
necesariamente que a B le beneficie atacar A

42
inmediatamente. Esto es, evidentemente, algo muy
distinto.

17. EL EFECTO DE LA POLARIDAD ES DESTRUIDO A


MENUDO POR LA SUPERIORIDAD DE LA DEFENSA
SOBRE EL ATAQUE. ESTO EXPLICA LA
SUSPENSIÓN DE LA ACCIÓN MILITAR

Si la forma de defensa es más fuerte que la de ataque,


como vamos a demostrarlo, se plantea la cuestión de si
la ventaja de una decisión diferida es tan grande para un
bando como la de la defensa lo es para el otro. Cuando
no lo es, no puede mediante su contrario sobrepujar a
éste e influir de ese modo en el curso de la acción
militar.

Vemos por lo tanto, que la fuerza impulsiva que reside


en la polaridad de intereses puede ser perdida en la
diferencia entre la fuerza del ataque y la de la defensa, y
dejar así de tener eficacia.
Por lo tanto, si el bando para el cual el momento
presente es favorable, es demasiado débil para renunciar
a la ventaja de la defensiva, debe resignarse a afrontar
un futuro menos favorable. Porque aún puede ser mejor
librar un combate defensivo en el futuro desfavorable,
que uno ofensivo en el momento presente o que hacer la
paz.

Estando convencidos de que la superioridad de la


defensa (correctamente entendida) es muy grande,
mucho más de lo que podría parecer a primera vista, se
explica la gran proporción que ocupa en la guerra los
períodos carentes de acción, sin que esto involucre
necesariamente una contradicción.

Cuanto más débiles sean los motivos para la acción,


tanto más serán absorbidos y neutralizados por esta
diferencia entre el ataque y la defensa.

Por lo tanto, la acción militar será llevada con tanta


mayor frecuencia a pausas, que es en realidad lo que
nos enseña la experiencia.

43
18. UNA SEGUNDA CAUSA RESIDE EN EL
CONOCIMIENTO IMPERFECTO DE LA SITUACIÓN

Hay aún otra causa que puede detener la acción militar y


es la del conocimiento imperfecto de la situación. Un
jefe sólo tiene conocimiento personal exacto de su propia
posición; conoce la de su adversario solamente por
informes inciertos. Puede cometer errores al
interpretarlos y, como consecuencia de los mismos,
puede llegar a creer que la iniciativa corresponde a su
adversario, cuando en realidad le corresponde a él
mismo.

Esta ausencia de conocimiento podría, es verdad,


ocasionar tanto acciones inoportunas como inoportunas
inacciones y contribuir por sí misma a causar tantos
retardos como aceleramiento en la acción militar.

Pero siempre debe ser considerada como una de las


causas naturales que, sin que involucre una
contradicción subjetiva, puede conducir la acción militar
a un estancamiento. Si consideramos, sin embargo, que
siempre nos sentimos inclinados e inducidos a calcular
que la fuerza de nuestro adversario es demasiado
grande, más bien que demasiado pequeña, ya que el
hacerlo es propio de la naturaleza humana, debemos
admitir también que el conocimiento imperfecto de la
situación habrá, en general, de contribuir sensiblemente
a detener la acción militar modificar los principios en que
se basa su dirección.

La posibilidad de una pausa introduce una nueva


modificación en la acción militar, diluyéndola, por así
decirlo, en el factor tiempo, lo que detiene el avance del
peligro y aumenta los medios de restablecer el perdido
equilibrio de fuerzas. Mientras más grandes sean las
tensiones que han determinado la guerra y cuanto mayor
sea, en consecuencia, la energía que se imprime a la
guerra, más breves serán estos períodos de inacción;
mientras más débil sea el sentimiento hostil, más larga
será su duración. En efecto, los motivos más poderosos
aumentan nuestra fuerza de voluntad y ésta, como

44
sabemos, es siempre un factor en el producto de
nuestras fuerzas.

19. LOS PERIODOS FRECUENTES DE INACCION


ALEJAN A LA GUERRA AUN MAS DEL DOMINIO DE
LA TEORIA EXACTA Y HACEN QUE SEA AUN MAS
UN CALCULO DE PROBABILIDADES

Cuanto más lentamente se desarrolle la acción militar y


cuando más largos sean los períodos de inacción, tanto
más fácilmente podrá enmendarse un error; el
comandante en jefe se tornará así más osado en sus
suposiciones y al mismo tiempo se mantendrá con
mayor realidad por debajo del punto extremo exigido por
la teoría; y se basará para todo en la probabilidad y la
conjetura. Por lo tanto, el curso más o menos pausado
de la acción militar dejará más o menos tiempo para
aquello que la naturaleza de la situación concreta
reclame ya por sí misma, a saber, un cálculo de
probabilidades de acuerdo con las circunstancias dadas.

20. EL AZAR ES EL UNICO ELEMENTO QUE FALTA


AHORA PARA HACER DE LA GUERRA UN JUEGO, Y
DE ESTE ELEMENTO ES DEL QUE MENOS CARECE

Por lo anterior hemos visto cómo la naturaleza objetiva


de la guerra hace de ella un cálculo de probabilidades.
Ahora sólo hace falta un elemento más para que se
convierta en un juego, y ese elemento no falta por cierto;
es el azar.

Ninguna actividad humana tiene contacto más universal


y constante con el azar que la guerra. El azar,
juntamente con lo accidental y la buena suerte,
desempeñan así un gran papel en la guerra.

21. POR SU NATURALEZA SUBJETIVA COMO POR SU


NATURALEZA OBJETIVA, LA GUERRA SE
CONVIERTE EN UN JUEGO

Si echamos un vistazo a la naturaleza subjetiva de la


guerra o sea a las cualidades necesarias para librarla, se

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nos presentará aún más como un juego. El elemento
dentro del cual se realiza la acción bélica es el peligro;
pero, ¿cuál es en el peligro la cualidad moral
predominante?. Es el valor. El valor, por cierto, es
compatible con el cálculo prudente, pero sin embargo el
valor y el cálculo difieren por naturaleza y pertenecen a
partes distintas del espíritu. Por otra parte, la osadía, la
confianza en la buena suerte, la intrepidez y la temeridad
son sólo manifestaciones de valor, y todos estos
esfuerzos del espíritu buscan lo accidental porque es su
propio elemento. Vemos por lo tanto que, desde el
principio, la facultad o teoría como se llama, no
encuentra en parte alguna base segura en los cálculos
del arte de la guerra. Desde el comienzo existe un juego
de posibilidades y probabilidades, de buena y de mala
suerte, que aparece en todos los hilos, grandes o
pequeños de su trama y hace que de todas las ramas de
la actividad humana, sea la guerra la que más se semeje
a un juego de naipes.

22. COMO ESTO CONCUERDA MEJOR, EN GENERAL,


CON EL ESPÍRITU HUMANO

Aunque nuestra inteligencia se siente siempre inclinada


hacia la certeza y la claridad, nuestro espíritu es atraído
a menudo por la incertidumbre. En lugar de abrirse paso
con la inteligencia por el estrecho sendero de la
investigación filosófica y de la deducción lógica, prefiere
moverse lentamente con la imaginación en el dominio
del azar y de la suerte, a fin de llegar, casi
inconscientemente, a regiones donde se siente extraño y
donde todos los objetos familiares parecen abandonarlo.
En lugar de sentirse aprisionado, como en el primer
paso, por la necesidad elemental, goza aquí de toda una
riqueza de posibilidades. Extasiados con ellos, el valor
toma alas y la osadía y el peligro se convierten en el
elemento al que se precipita, del mismo modo que un
nadador intrépido se arroja a la corriente.

¿La teoría debe abandonar aquí ese punto y seguir con


satisfacción hasta formular reglas y conclusiones
absolutas?. En este caso no tiene aplicación práctica. La

46
teoría debe tener en cuenta el elemento humano y
conceder un lugar al valor, a la intrepidez hasta a la
temeridad.

En el arte de la guerra hay que actuar con fuerzas vivas


y morales, de donde resulta que lo absoluto y lo seguro
no pueden ser alcanzados; siempre queda un margen
para lo accidental, tanto en las grandes cosas como en
las pequeñas. Así como por una parte aparece ese
elemento accidental, por la otra parte el valor y la
confianza en sí mismo deben adelantarse y llenar la
brecha. Mientras mayor sea el valor y la confianza en sí
mismo, más grande será el margen que pueda dejarse
para lo accidental. Por lo tanto, el valor y la confianza en
sí mismo son elementos absolutamente esenciales para
la guerra. En consecuencia, la teoría sólo debe formular
reglas que ofrezcan una libre esfera de acción para estas
virtudes militares necesarias y nobilísimas, en todos sus
grados y variaciones.

Hasta en la osadía hay sabiduría y prudencia, pero esto


es apreciado con una escala diferente de valores.

23. LA GUERRA AUN SIGUE SIENDO UN MEDIO SERIO


PARA UN OBJETIVO SERIO. MAS DEFINICIONES
PARTICULARES SOBRE LA MISMA

Tal es la guerra, tal el jefe que la dirige y tal la teoría que


la rige. Pero la guerra no es un pasatiempo, ni una
simple pasión por la osadía y el triunfo, ni el resultado de
un entusiasmo sin trabas; es un medio serio para un fin
serio. Todo ese encanto del azar que exhibe, todos esos
estremecimientos de pasión, valor, imaginación y
entusiasmo que asimila, son solamente propiedades
particulares de este medio.

La guerra de una comunidad, guerra de naciones enteras


y particularmente de naciones civilizadas, surge siempre
de una circunstancia política, y se pone de
manifiesto por un motivo político. Por lo tanto es un
acto político.

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Ahora bien, si en sí misma fuera un acto completo e
inalterable, una manifestación absoluta de violencia,
como tuvimos que deducir de su concepción pues, desde
el momento en que se pone de manifiesto por la política,
tomaría el lugar de la política, y como algo
completamente independiente de ella la dejaría a un lado
y sólo se regiría por sus propias leyes; del mismo modo
que cuando se dispara una mina, no es posible ya
cambiar su rumbo hacia ninguna otra dirección fuera de
la marcada en los ajustes previos.

Hasta ahora, aún en la práctica, esto ha sido considerado


así, siempre, que la falta de armonía entre la política y la
conducción de la guerra ha llevado a distinciones
teóricas de esta naturaleza. Pero esta idea es
fundamentalmente falsa.

Como hemos visto, la guerra en el mundo real, no es un


acto extremo que libera su tensión en una sola descarga;
es la acción de fuerzas que no se desarrollan en todos
los casos en la misma forma y en la misma proporción,
pero que en un momento dado se elevan hasta un
extremo suficiente como para vencer la resistencia que
les oponen la inercia y la fricción, mientras que por el
otro son demasiado débiles para producir efecto alguno.
La guerra, es por así decirlo, una pulsación regular de
violencia, de mayor o menor vehemencia, y que, en
consecuencia, libera las tensiones y agota las fuerzas en
una forma más o menos rápida o, en otras palabras,
conduce a un objetivo con mayor o mejor rapidez.

Pero siempre tienen duración suficiente como para


ejercer, durante su curso, una influencia sobre ese
objetivo, de modo que su dirección puede cambiar en
uno u otro sentido. En resumen, puede durar lo suficiente
como para estar sujeta a la voluntad de una inteligencia
directora. Si pensamos que la guerra tiene su origen en
un objetivo político, vemos que este primer motivo, que
es el que la desata, es, naturalmente la primera y más
importante de las consideraciones que deben ser tenidas
en cuenta en la conducción de la guerra. Pero el
objetivo político no es, por ello, regla despótica; debe

48
adaptarse a la naturaleza de los medios a su disposición,
y de tal modo, cambiar a menudo completamente, pero
se le debe considerar siempre en primer término. La
política, por lo tanto, intervendrá en la acción total de la
guerra y ejercerá una influencia continua sobre ella,
hasta donde le permita la naturaleza de las fuerzas
explosivas que contiene.

24. LA GUERRA ES LA MERA CONTINUACION DE LA


POLITICA POR OTROS MEDIOS

Vemos, por lo tanto, que la guerra no es simplemente un


acto político, sino un verdadero instrumento político, una
continuación de la actividad política, una realización de
la misma por otros medios. Lo que queda aún de
peculiar a la guerra se refiere solamente al carácter
peculiar de los medios que utilizan. El arte de la guerra
en general y el jefe en cada caso particular, pueden
exigir que las tendencias y los planes políticos no sean
incompatibles con estos medios y esta exigencia no es
insignificante, pero por más que reaccione
poderosamente en casos particulares sobre los designios
políticos, debe considerársele siempre sólo como una
modificación de los mismos; el propósito es el objetivo,
mientras que la guerra es el medio, y el medio no puede
ser nunca considerado separadamente del objetivo.

25. DIVERSIDAD EN LA NATURALEZA DE LAS GUERRAS

Cuanto más grandes y poderosos sean los motivos de la


guerra, tanto más afectarán la existencia total de las
naciones envueltas en ellas, y cuanto más violentas sean
las tensiones que preceden a la guerra, más
estrechamente concordará ésta con su concepción
abstracta. Cuanto más interesada se halle en la
destrucción del enemigo, tanto más coincidirán el
propósito militar y el objetivo político, y la guerra
aparecerá más como una guerra puramente militar y
menos como una guerra política.

Pero cuanto más débiles sean los móviles y las


tensiones, la tendencia natural del elemento militar, la

49
tendencia a la violencia, coincidirá menos con las
directivas políticas; por lo tanto, cuanto más se aparte la
guerra de su tendencia natural, mayor será la diferencia
entre el objetivo político y el propósito de una guerra
ideal, y la guerra tendrá mayores apariencias de guerra
política. Pero para que el lector no se forme ideas falsas,
debemos hacer notar que por esa tendencia natural de la
guerra entendemos solamente la tendencia filosófica,
estrictamente lógica y de ningún modo la de las fuerzas
que realmente intervienen en la lucha, hasta el punto de
que, por ejemplo, deberíamos incluir todas las
emociones y pasiones de los combatientes. Es verdad
que éstas pueden, en muchos casos, ser excitadas a tal
extremo que sólo con dificultad podrán mantenerse
confiadas en el campo político; pero en la mayoría de los
casos no surge esta contradicción, porque la existencia
de emociones tan fuertes implica también la existencia
de un gran plan de armonía con ellas.

Si el plan está dirigido sólo hacia un objetivo fútil, la


agitación emotiva de las masas será tan débil, que
necesitaría siempre que se la aliente más bien que se la
contenga.

26. TODAS LAS GUERRAS DEBEN SER CONSIDERADAS


COMO ACTOS POLITICOS

Volviendo a nuestro asunto principal, vemos que aunque


es verdad que en cierta clase de guerras, la política
parece haber desaparecido mientras que en otra aparece
en forma bien definida en primer plano, podemos
afirmar; sin embargo, que una clase es tan política como
la otra. En efecto, si consideramos la política como la
inteligencia del estado personificado, entre las
combinaciones de circunstancias que deben ser tenidas
en cuenta en sus cálculos, debemos incluir aquellas en
que la naturaleza de todas las circunstancias determina
una guerra del tipo de la primera clase. Pero si por el
término política no entendemos un conocimiento amplio
de la situación sino la idea convencional de un ardid
cauteloso, astuto y hasta deshonesto, adverso a la
violencia, es en este caso que el último tipo de guerra

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correspondería más que el primero a la política.

27. CONSECUENCIAS DE ESTE PUNTO DE VISTA PARA


LA COMPRENSION DE LA HISTORIA MILITAR Y
PARA LOS FUNDAMENTOS DE LA TEORIA

En primer lugar, vemos, por lo tanto, que en todas las


circunstancias debemos considerar a la guerra, no como
algo independiente sino como un instrumento político.
Solamente si aceptamos este punto de vista podremos
evitar el caer en contradicción con toda la historia
militar y podremos hacer una apreciación inteligente de
su totalidad. En segundo lugar, este mismo punto de
vista nos muestra cómo pueden variar las guerras de
acuerdo con la naturaleza de los móviles y de
las circunstancias de las cuales surgen.

El primer acto de discernimiento, el mayor y el más


decisivo que ejecutan un estadista y un jefe militar es el
de establecer correctamente la clase de guerra que está
librando y no tomarla o hacer de ella algo diferente de lo
que permita la naturaleza de las circunstancias. Esto es,
por lo tanto, el primero y más amplio de todos los
problemas estratégicos.

Mas adelante, en el capítulo sobre el plan de la guerra, lo


examinaremos con mayor detención.
Por ahora contentémonos con haber traído hasta aquí
nuestro asunto y haber establecido, al hacerlo, el punto
de vista principal desde el cual deben ser examinados la
guerra y su teoría.

28. CONCLUSION PARA LA TEORIA

La guerra, por lo tanto, no es solamente un verdadero


camaleón, por el hecho de que en cada caso concreto
cambia en algo su carácter, sino que es también una
extraña trinidad, si se la considera como un todo, en
relación con las tendencias que predominan en ella.
Esta trinidad la constituyen el odio, la enemistad y la
violencia primitiva de su esencia, que deben ser
considerados como un ciego impulso natural, el juego del

51
azar y las probabilidades, que hacen de ella una
actividad libre de emociones, y el carácter subordinado
de instrumento político, que hace que pertenezca al
dominio de la inteligencia pura.

El primero de estos tres aspectos interesa especialmente


al pueblo; el segundo al jefe y a su ejército y el tercero
solamente al gobierno. Las pasiones que enciende la
guerra deben existir en los pueblos afectados por ella; el
alcance que lograrán el juego del talento y el valor en el
dominio de las probabilidades del azar, dependerá del
carácter del jefe y del ejército; los objetivos políticos, sin
embargo, incumben sólo al gobierno.

Estas tres tendencias, que se manifiestan con fuerza de


leyes, reposan sobre la naturaleza del sujeto y al mismo
tiempo varían en magnitud. Una teoría que insistiera en
no tomar en cuenta a una de ellas o en fijar una relación
arbitraria entre las mismas, caería en tal contradicción
con la realidad que, por lo mismo, debería ser
desechada inmediatamente.

El problema consiste, por lo tanto, en mantener a la


teoría en equilibrio entre estas tres tendencias, como si
fueran tres centros de atracción.

En el libro que trata de la teoría de la guerra nos


proponemos investigar la manera de resolver este
problema del modo más satisfactorio. Pero esta
definición de la concepción de la guerra se convierte
para nosotros en el primer rayo de luz que ilumina los
fundamentos de la teoría, que separará por primera vez
sus rasgos principales y nos permitirá distinguirlos.

B. EL FIN Y LOS MEDIOS EN LA GUERRA

Habiendo determinado en el capítulo anterior la naturaleza


compleja y variable de la guerra, consideremos ahora qué
influencia tiene ésta sobre el fin y los medios en la guerra.

Si preguntamos, primeramente, cuál es el propósito


hacia el cual debe dirigirse la guerra total, de modo

52
que sea el medio adecuado para alcanzar el objetivo
político, nos encontramos con que éste es tan
variable como lo son el objetivo político y las
circunstancias particulares de la guerra.

Si comenzamos ateniéndonos estrictamente, una vez más, a


la teoría pura, estamos obligados a decir que el objetivo
político de la guerra está situado realmente fuera de la esfera
de la guerra; en efecto, si la guerra no es un acto de violencia
para obligar al enemigo a hacer nuestra voluntad, entonces,
en cada caso, todo dependería sólo y necesariamente de
derrotar al enemigo, es decir, de desarmarlo. Este objetivo
que se deduce de la teoría pura, pero al que en realidad hay
muchos casos que se le acercan, lo examinaremos ante todo
a la luz de esta realidad.

Mas adelante, cuando examinemos el plan de una guerra,


consideraremos con mayor detención lo que significa
desarmar, a un estado pero ahora deberemos diferenciar en
seguida tres cosas que, como tres categorías generales,
incluyen todo lo demás. Son las fuerzas militares, el territorio
y la voluntad del enemigo.

Las fuerzas militares deben ser destruidas, es decir que


deben ser colocadas en estado tal que no puedan, continuar
la lucha. Aprovechamos la oportunidad para explicar que la
expresión "destrucción de las fuerzas militares del enemigo"
debe ser siempre interpretada sólo en este sentido.

El territorio debe ser conquistado, porque del país pueden


sacarse nuevas fuerzas militares.

Pero aunque se hayan logrado estas dos cosas, la guerra, es


decir la tensión hostil y la actividad de las fuerzas hostiles, no
pueden ser consideradas como terminadas hasta tanto la
voluntad del enemigo no haya sido también sometida, es
decir hasta que el gobierno y sus aliados sean inducidos a
firmar la paz o hasta que el pueblo se someta. En efecto,
aunque tengamos posesión completa del país, el conflicto
puede estallar nuevamente en el interior o mediante la ayuda
de los aliados. Es indudable que puede suceder también
después de firmada la paz, pero esto demuestra tan sólo que

53
no todas las guerras admiten una decisión y arreglo
completos.

Pero en este caso, la firma de la paz extingue en todos los


casos, por su sola presencia, una cantidad de chispas que
habrían continuado ocultamente encendidas y las tensiones
se aflojan porque la mente de los hombres que se sienten
inclinados hacia la paz, de los cuales siempre hay un gran
número en todas las naciones y en todas las circunstancias,
se aparta completamente de la idea de resistencia. Como
quiera que sea, debemos considerar siempre que el fin es
alcanzado con la paz y que la guerra ha terminado.

De los tres puntos enumerados más arriba, las fuerzas


militares están destinadas a la defensa del país. El orden
natural es que éstas deben ser destruidas primero, luego
deberá conquistarse el territorio, y como resultado de estos
dos éxitos y de la fuerza que poseeremos entonces, el
enemigo será inducido a hacer la paz. Por lo general, la
destrucción de las fuerzas militares del enemigo se produce
gradualmente y es seguida inmediatamente por la conquista
del país en una medida correspondiente. Por lo general, estos
dos hechos reaccionan uno sobre el otro, puesto que la
pérdida de territorio ayuda a debilitar a las fuerzas militares.
Pero este orden no es de ningún modo indispensable y no
siempre sucede así. Las fuerzas enemigas, aún antes de
haberse debilitado notablemente, pueden retroceder al
extremo opuesto del país o hasta penetrar en territorio
extranjero. En estos casos, por lo tanto, una gran parte, o
hasta todo el país, es conquistado.

El desarme del enemigo; este objetivo de la guerra


considerado abstractamente, este último medio de alcanzar el
objetivo político, en el cual deben ser incluidos todos los
otros, de ningún modo se produce siempre en la práctica, ni
es condición necesaria para la paz. En ninguna forma, por lo
tanto, se le puede exigir teóricamente en ley. Existen
innumerables ejemplos de tratados de paz que han sido
concluidos antes de que cualquiera de los dos bandos pudiera
considerarse desarmado y aún antes de que el equilibrio de
fuerzas hubiera sido alterado en forma más o menos
evidente. Y lo que es más aún, si observamos los casos

54
reales debemos admitir que en toda una categoría de ellos,
especialmente en los casos en que el enemigo es
evidentemente más fuerte, su derrota sería un juego fútil de
ideas.
La razón por la cual el objetivo de la guerra deducido de la
teoría no siempre concuerda con la guerra real, reside en la
diferencia entre las dos, de la cual nos hemos ocupado en el
capítulo anterior. De acuerdo con la teoría pura, una guerra
entre estados de fuerza desigual evidente, parecería ser un
absurdo y en consecuencia sería imposible. La desigualdad
en la fuerza física no tendría que ser mayor, a lo más que lo
podría ser neutralizado por la fuerza moral, y esto no significa
mucho en Europa, en nuestro estado social actual. Por lo
tanto, si hemos visto que ciertas guerras se producen entre
estados de poderío desigual, esto se debe a que en la
realidad la guerra se aparta mucho de nuestra concepción
teórica original.

Hay dos motivos para hacer la paz, que pueden, en la


práctica, ocupar el lugar de la imposibilidad de ofrecer mayor
resistencia; el primero es lo improbable del éxito y el segundo
el precio excesivo a pagar por él.

Como hemos visto en el capítulo anterior, la guerra debe


librarse, desde el principio hasta el fin, de la ley estricta de la
necesidad interna y someterse a un cálculo de probabilidades.
Esto será tanto más evidente, cuando más se adapte a las
circunstancias de que ha surgido, o sea mientras menores
sean los motivos de ello y de las tensiones existentes.
Siendo así, es del todo concebible que hasta el motivo para
hacer la paz puede surgir de este cálculo de probabilidades.
En la guerra no es necesario, por lo tanto, luchar hasta que
uno de los bandos sea derrotado, y podemos suponer que
cuando los móviles y las tensiones son débiles, una leve
probabilidad, apenas perceptible, es suficiente para hacer
ceder al bando al cual le es desfavorable.

Ahora bien, si el otro bando estuviera convencido de


antemano de esto, es natural que se esforzaría solamente en
obtener esta probabilidad a su favor, en lugar de preocuparse
por intentar la derrota del enemigo.

La consideración del gasto de fuerza que ha sido hecho y del


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que se requeriría más adelante, tiene influencia todavía más
general sobre la decisión de hacer la paz. Como la guerra no
es un acto de pasión ciega sino que está dominada por el
objetivo político, el valor de este objetivo determina la medida
de los sacrificios que hay que realizar para obtenerlo. Esto se
refiere, no sólo al alcance de estos sacrificios sino también a
su duración. En consecuencia, tan pronto como el gasto de
fuerza sea tan grande que el objetivo político ya no sea
equivalente, este objetivo deberá ser abandonado y el
resultado será la paz.

Vemos, por lo tanto, que en las guerras en las que un bando


no puede desarmar completamente al otro, los motivos para
la paz surgirán y desaparecerán en ambos bandos de acuerdo
con las probabilidades de futuros éxitos y el gasto de fuerza
requerido. Si estos motivos fueran igualmente fuertes en
ambos bandos, se harán presente en medio de sus
diferencias políticas. Lo que ganarán en fuerza en un lado lo
perderán en el otro. Mientras la suma de su adición sea
suficiente, dará por resultado la paz, pero, naturalmente, con
ventaja para el bando que tenga los motivos más débiles.

A esta altura, pasamos de intento por alto la diferencia que


necesariamente debe producir en la práctica el carácter
positivo o negativo del objetivo político. Aunque esto es de la
mayor importancia, como mostraremos más adelante,
debemos aquí atenernos a un punto de vista más general,
porque las intenciones políticas originales cambian mucho en
el curso de la guerra y al final pueden volverse totalmente
diferentes, precisamente porque están determinadas en parte
por los éxitos y por los resultados probables.

Surge ahora el problema de cómo puede ejercerse influencia


sobre la probabilidad de éxito. En primer lugar, se lo puede
hacer, naturalmente, por los mismos medios empleados para
derrotar al enemigo, es decir, la destrucción de sus fuerzas
militares y la conquista de su territorio, si bien ninguno de
estos sería igual a este respecto como cuando se lo utilizase
con este objetivo.

El atacar a las fuerzas enemigas será muy diferente si


tratamos de reforzar el primer golpe de una sucesión de otros

56
hasta destruir todas las fuerzas, o si nos contentamos con una
victoria destinada a quebrantar el sentimiento de seguridad
del enemigo, haciéndole sentir nuestra superioridad e
infundiéndole así aprehensión sobre el futuro. Siendo ésta
nuestra intención, llevaremos la destrucción de sus fuerzas
solamente hasta donde sea necesario para el logro de ese
propósito. Análogamente, la conquista de territorio enemigo
es una medida totalmente diferente, y el objetivo no es
derrotar al enemigo. Si tal fuera nuestro objetivo, la
destrucción de sus fuerzas sería una acción verdaderamente
efectiva y la apropiación de los territorios sólo sería una
consecuencia. El apoderarse de esos territorios antes que sus
fuerzas hayan sido despedazadas ha de ser siempre
considerado como sólo un mal necesario. Por otra parte, si
nuestro propósito no es el de derrotar a las fuerzas enemigas
y si estamos convencidos de que el enemigo no busca, sino
que teme, llevar la lucha a un terreno sangriento, el hecho de
apoderarse de una parte de territorio débil o completamente
desguarnecido constituye en sí mismo una ventaja, y si esta
ventaja es suficientemente grande como para que el enemigo
sienta aprehensión sobre el resultado final, deberá ser
considerada entonces como un camino corto hacia la paz.
Nos encontramos ahora con otros medios especiales de
influir sobre la probabilidad de éxito sin la derrota de las
fuerzas armadas del enemigo, a saber aquellas actividades
que tiene efecto inmediato sobre la política. Si es posible
realizar actos que sirvan para romper las alianzas del
enemigo o hacerlas ineficaces, para atraernos a nuevos
aliados a nuestro lado, para estimular las actividades políticas
en nuestro favor, etc. fácil será concebir, entonces, que tales
actividades pueden aumentar las probabilidades de éxito y
convertirse en un camino mucho más corto para el logro de
nuestro objetivo que el de la derrota de las fuerzas armadas
enemigas.

La segunda cuestión es como influir sobre el desgaste de


fuerzas del enemigo, o sea, como hacer más costoso el
precio de su buen éxito. El desgaste de las fuerzas del
enemigo reside en la merma de sus fuerzas, en consecuencia
en su destrucción por nuestra parte y en la pérdida de
territorios, por lo tanto en su conquista por nosotros.
Un examen más cuidadoso evidenciará de nuevo que el

57
significado de cada uno de estos términos varía, y que cada
operación difiere en su carácter de acuerdo con el objetivo
que tenga en vista. Aunque estas diferencias sean por regla
general muy pequeñas, esto no debe asombrarnos, puesto
que en la práctica, cuando los motivos son débiles, resulta a
menudo que los matices más tenues de diferencia son
decisivos en favor de tal o cual método de aplicar la fuerza.
Por ahora, sólo nos interesa mostrar que bajo ciertas
condiciones supuestas, hay otros caminos posibles para llegar
hasta nuestro objetivo, y que los caminos no son
contradictorios ni absurdos, ni siquiera equivocados.

Además de estos dos medios, hay otras tres maneras


especiales de acrecentar en forma directa el desgaste de
fuerzas del enemigo. La primera es la invasión, es decir, la
ocupación del territorio enemigo, no con el propósito de
quedarse con él sino para exigir contribuciones sobre él o
para devastarlo.

El objetivo inmediato no es aquí ni la conquista del territorio


enemigo, ni la derrota de sus fuerzas armadas sino solamente
el de causarle daño en su sentido general. El segundo camino
es el de dirigir nuestra acción preferentemente hacia puntos
en que pueda causarse mayores daños al enemigo. No hay
nada más fácil que concebir dos direcciones diferentes en las
cuales puedan ser empleadas nuestra fuerzas, la primera de
las cuales debe ser preferida si nuestro objetivo es la derrota
del enemigo, mientras que la otra es más ventajosa si no se
trata de derrotarlo. De acuerdo con nuestro acostumbrado
modo de expresarnos, la primera sería considerada como la
forma más militar, la segunda como la más política.

Pero desde un punto más elevado, ambas son igualmente


militares y cada una es efectiva, si se adapta a las
condiciones dadas. El tercer camino, que es con mucho el
más importante, por el número de casos a los cuales se
aplica. Es el desgaste del enemigo. Elegimos esta expresión,
no sólo para dar una definición verbal, sino porque la
representa exactamente y no es tan figurada como parece a
primera vista. La idea de desgaste en una lucha implica un
agotamiento gradual del poder físico y de la voluntad, por lo
prologada continuación de la acción.

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Ahora bien, si queremos sobrevivir al enemigo en la
continuación de la lucha, debemos contentarnos con los más
pequeños objetivos posibles, porque, naturalmente, un
objetivo grande exige un gasto de fuerzas mayor que uno
pequeño; pero el objetivo más pequeño que podemos
proponernos es la resistencia pura, es decir un combate sin
ninguna intención positiva. En este caso, en consecuencia,
nuestros medios serán utilizados casi al máximo y la
seguridad de éxito será mayor.

¿Hasta dónde es posible llevar adelante este modo negativo


de actuar?

Evidentemente, no puede llegar hasta la pasividad absoluta,


porque cesaría de ser un combatiente; pero la resistencia es
algo activo y mediante ella es posible causar tanta
destrucción como para lograr que el enemigo abandone su
intento. Este es nuestro único propósito en cada caso aislado,
y en ello reside, precisamente, el carácter negativo de nuestra
intención.

No cabe duda que la intención negativa, en su acción aislada,


no tiene la eficacia que podría tener una acción positiva
realizada en el mismo sentido, siempre, por cierto, que ésta
fuera victoriosa; pero existe precisamente esta diferencia en
su favor, la de lograr éxito con mayor facilidad que la
positiva y, en consecuencia, ofrece mayor seguridad.

Lo que pierde en eficacia en su acto aislado, debe ser


recobrado con el tiempo, esto es, con la duración de la lucha,
y, en consecuencia, esta intención negativa, que constituye la
esencia de la resistencia pura, es también el medio natural de
sobrevivir al enemigo en la duración de la lucha, o sea,
rendirlo por cansancio.

Aquí reside el origen de la diferencia entre ofensiva y


defensiva, que domina el panorama de la guerra. No
obstante, en el análisis de este tema, no podemos ir más allá
de la observación de que de esta intención negativa debe
deducirse todas las ventajas y todas las formas más
poderosas de combate que aparecen del lado de la defensiva,

59
y en la cual se comprende esa ley filosófico - dinámica que
establece una relación constante entre la magnitud y la
seguridad del éxito.

En consecuencia, si la intención negativa, o sea, la


concentración de todos los medios en la resistencia pura,
permite una superioridad en el combate, y si esto es
suficiente para equilibrar cualquier preponderancia que pueda
tener el enemigo, entonces, la mera duración del combate
será suficiente para hacer, en forma gradual, que la pérdida
de fuerzas experimentadas por el enemigo lleguen a un punto
en que el objetivo político no sea ya un equivalente
adecuado, y en este punto, tendrá por ende que abandonar la
lucha. Vemos, pues, que este método de agotar al enemigo,
caracteriza gran número de los casos en los que el más débil
desea ofrecer resistencia al más fuerte.

Federico el Grande nunca habría estado en condiciones de


derrotar a la monarquía austríaca, durante la guerra de los
Siete Años, y si hubiera tratado de hacerlo a la manera de
Carlos XII habría sido llevado inevitablemente a la ruina, pero
la forma hábil en que hizo inteligente economía de sus
fuerzas durante esos siete años, mostró a las potencias
aliadas contra él, que el gasto de fuerzas que estaban
realizando, superaba en mucho lo que se habían imaginado al
principio, e hicieron la paz. Vemos, entonces, que hay
muchos caminos para alcanzar nuestros objetivos en la
guerra; que no siempre está necesariamente involucrada la
derrota del enemigo, que la destrucción de las fuerzas
militares del enemigo, la conquista de territorios enemigos, su
mera ocupación, la simple invasión de ellos, las acciones
dirigidas directamente a las relaciones políticas y, finalmente,
la espera pasiva del ataque enemigo, son medios todos estos,
cada uno en particular, utilizable para doblegar la voluntad del
enemigo, de acuerdo con las circunstancias especiales que
nos han conducido a esperar más de uno o del otro.
A esto aún puede agregarse toda la clase de objetivos, a
manera de medios más breves de lograr nuestros propósitos,
que podríamos llamar argumentos at hominem.

¿En qué momento del curso del vivir humano dejan de


aparecer estos destellos de personalidad, que sobrepasan a

60
todas las circunstancias materiales?.

Y con seguridad que ante todo no pueden dejar de aparecer


en la guerra, donde la personalidad de los combatientes
desempeña un papel tan importante, tanto en el gabinete,
como sobre el terreno. Sólo nos limitamos a señalarlo, pues
sería pedantería tratar de clasificarlo. Incluyendo éstos,
podemos decir que la cantidad de caminos posibles de
alcanzar el objetivo deseado se eleva al infinito.

A fin de evitar su subestimación del valor de esos diversos


caminos más cortos para el logro de nuestros fines, ya sea
que los considere simplemente como raras excepciones, ya
sea que sostengamos que los cambios que producen en la
dirección de la guerra son insignificantes, sólo debemos tener
en cuenta la diversidad de objetivos políticos que pueden
causar una guerra, o medir de una ojeada la distancia que
separa a una lucha a muerte por la existencia política de una
guerra en que una alianza forzada o vacilante la convierte en
deber desagradable. En la práctica, entre las dos pueden
producirse innumerables gradaciones. Si rechazamos una de
estas gradaciones, con el mismo derecho podemos
rechazarlas a todas es decir que podemos perder de vista por
completo al mundo real.

En general, ésta es la sustancia del fin a perseguir en una


guerra, volvamos ahora a los medios.

Existe solamente un medio: el combate. Sea cuales fueren


las diferencias que presente en su forma, aléjese cuanto se
quiera de la explosión brusca de odio y animosidad del
encuentro cuerpo a cuerpo, cualesquiera sean las cosas que
se agreguen y que no sean en realidad formas del combate
mismo, en la concepción de la guerra aparece siempre
implícito que todos los efectos que en ella puedan ponerse de
manifiesto, deben tener su origen en el combate.

El que esto habrá de ser siempre así, pese a las mayores


diversidades y complicaciones de la realidad, es cosa que
puede ser probada de modo muy sencillo. Todo cuanto ocurre
en la guerra, ocurre mediante las fuerzas militares, pero
allí donde se usan fuerzas militares, esto es, hombres

61
armados, la idea del combate debe prevalecer
necesariamente por sobre todo.

En consecuencia, todo cuanto se relaciona con las fuerzas


militares y, por ende, todo lo que se relaciona con su
creación, mantenimiento y empleo, pertenece a la guerra.

La creación y el mantenimiento son, evidentemente, sólo


medios, mientras que el empleo es el objetivo.

En la guerra, el combate no es una lucha de individuos contra


individuos, sino un todo organizado formado de muchas
partes. En este gran conjunto, debemos diferenciar unidades
de dos tipos: una determinada por el sujeto; la otra por el
objeto. En un ejército, las masas de combatientes forman
siempre un nuevo orden de unidades, las cuales, a su vez,
forman miembros de jerarquía superior. El combate de cada
uno de esos miembros da lugar, en consecuencia, a unidades
más o menos diferenciadas. Además, el propósito del
combate y por lo tanto su objetivo, hacen de él una unidad.

Ahora bien, damos el nombre de encuentro a cada una de


estas unidades.

Si la idea de combate reposa en el fundamento de todo


empleo de las fuerzas armadas, entonces el empleo en
general de las fuerzas armadas no es otra cosa que la
determinación y distribución de cierto número de encuentros.
Así pues, toda actividad se refiere necesariamente a los
encuentros, ya sea directa o indirectamente.

Se recluta al soldado, se le viste, se le arma, se le adiestra,


se la hace dormir, comer, beber y marchar solamente para
combatir en el lugar y en el momento oportuno.

En consecuencia, si todos los hilos de la actividad terminan


en el encuentro, podremos también asirlos a todos cuando
dispongamos de los preparativos de los encuentros; los
efectos provienen solamente de estos preparativos y de su
ejecución, y nunca lo son en forma directa de las condiciones
que les han precedido.

62
Ahora bien, en el encuentro, toda actividad está dirigida a la
destrucción del enemigo, o más bien de su capacidad de
luchar, ya que esto es inherente a la concepción de un
encuentro. La destrucción de las fuerzas armadas del
enemigo es siempre, en consecuencia, el medio de alcanzar
el objetivo del encuentro.

Este objetivo puede ser también la mera destrucción de las


fuerzas armadas del enemigo; pero esto no es, de ningún
modo, necesario y puede también ser algo bastante diferente.
Dado que, por ejemplo, como lo hemos señalado, la derrota
del enemigo no es siempre el único medio de obtener el
objetivo político, dado que hay otras cosas que pueden ser
buscadas a manera de objetivo de la guerra, se desprende de
ello que esas cosas pueden pasar a ser objetivo de actos
aislados de la guerra, y en consecuencia, objetivos también
de esos encuentros.

Pero ni siquiera esos encuentros que, como actos


subordinados, están en el estricto sentido de la palabra,
destinados a la derrota de las fuerzas armadas del enemigo,
necesitan tener como objetivo inmediato el de la destrucción
de aquéllas.

Si pensamos en la compleja organización de una gran fuerza


armada, en la cantidad de detalles que entran en acción
cuando se la emplea, comprenderemos que el combate de tal
fuerza debe tener también una organización compleja, con
partes subordinadas las unas de las otras y que actúan en
correlación. Es posible que surjan, y deben surgir cierto
número de objetivos aislados que en sí mismo no constituyen
la destrucción de las fuerzas armadas del enemigo y, aunque
contribuyan sin duda a aumentar esa destrucción, sólo lo
harán indirectamente. Si se ordena a un batallón desalojar al
enemigo de una altura o de un puente, por ejemplo, la
ocupación de esa posición es, como regla, el objetivo real, y
la destrucción del enemigo apostado en ella es cuestión de
orden secundario. El objetivo se obtiene de igual modo si el
enemigo puede ser desalojado mediante una simple
demostración, pero esa altura o puente serán ocupados
únicamente con el propósito posterior de causar destrucción
mayor a las fuerzas armadas del enemigo. Si tal es el caso en

63
el campo de batalla, debe serlo aún mucho más en todo el
teatro de la guerra, donde se trata solamente de la oposición
de un ejército contra otro, sino de un estado, una nación o un
país contra el otro.

Aquí debe multiplicarse grandemente el número de relaciones


posibles, y, consecuentemente, el de combinaciones;
aumentará la diversidad de los preparativos y, por la
graduación de los objetivos, cada uno subordinado al otro, el
medio original se alejará aún más del objetivo final.

Es muy posible, en consecuencia, que por muchas razones,


el objetivo de un encuentro no sea el de la destrucción de las
fuerzas enemigas o no sea el de las fuerzas que se nos
oponen directamente, sino que esto se nos presente sólo
como un medio. En tales casos, no se tratará ya de lograr
esa destrucción completa, puesto que el encuentro en tal
caso no es otra cosa que una prueba de fuerza. La
destrucción no tiene valor en sí misma, sino por sus
resultados, es decir por su decisión.

Mas en los casos en que las fuerzas son muy desiguales,


puede medírselas por simple cálculo. En tales casos no habrá
encuentro, pero la fuerza más débil se dará inmediatamente
por vencida.

Si el objetivo de un encuentro no es siempre la destrucción de


las fuerzas enemigas en combate y si es posible llegar a
alcanzarlo sin que el encuentro se produzca, por el simple
cálculo de sus resultados y de las circunstancias en que
podría llegar a producirse, resulta posible comprender cómo
pueden proseguirse activamente campañas enteras sin que
en ellas desempeñe el encuentro un papel real muy notable.

La historia militar demuestra con cientos de ejemplos que


puede ser así. Dejaremos sin resolver cuántos han sido los
casos de decisión incruenta justificada, es decir que no
implicaron una contradicción manifiesta, y veremos si algunas
de las reputaciones allí cimentadas resistirían la crítica, ya
que todo lo que nos interesa ahora es establecer la
posibilidad de un tipo tal de desarrollo en la guerra.

En la guerra disponemos de un modo medido; el encuentro.


64
Pero este medio, por la multiplicidad de los caminos en que
puede ser empleado, nos conduce a esa diversidad de
senderos que permite la multiplicidad de su objetivo, a tal
punto que no hubiéramos logrado nada. Pero, no es éste el
caso, ya que de esta unidad de medios proviene un hilo que
seguimos con la vista en su recorrido por toda la trama de la
actividad militar y que es el que la mantiene realmente unida.

Pero hemos considerado la destrucción de las fuerzas del


enemigo como uno de los objetivos posibles de buscar en la
guerra y hemos dejado sin decidir cuál es la importancia que
debe asignársele, en relación con los otros objetivos. En
casos determinados esto dependerá de las circunstancias y,
como principio general, hemos dejado sin determinar su valor.
Una vez más volvemos sobre el punto y deberemos aprender
la forma de comprender el valor que necesariamente
habremos de asignarlo.

En la guerra, el encuentro es la única actividad efectiva; en el


encuentro, la destrucción de las fuerzas enemigas que se nos
oponen es el medio para el logro del fin. Esto es así, aunque
en realidad no llegue a producirse el encuentro. ya que de
cualquier modo, en la raíz de la decisión está el supuesto de
que tal destrucción debe ser considerada sin lugar a duda.

De este modo, la destrucción de las fuerzas del enemigo es la


piedra fundamental de toda acción bélica, el soporte
fundamental de todas las combinaciones que descansan
sobre ella, al modo del arco que descansa sobre sus pilares.
Consecuentemente, todas las acciones se realizan sobre la
base de que si la decisión por la fuerza de las armas se
produjera en los hechos, habría de ser una decisión
favorable. En la guerra la decisión por las armas es en todas
las operaciones grandes y pequeñas, lo que el pago al
contado en las transacciones comerciales. Por más remotas
que sean estas relaciones, por más que las liquidaciones rara
vez se produzcan, al final deben realizarse.

Si la decisión por las armas está en la base de todas las


combinaciones, resulta que nuestro oponente puede hacer
impracticable cualquiera de ellas, mediante una decisión
afortunada por medio de las armas, no solamente si se trate
de la decisión sobre la cual descansa directamente nuestra
65
combinación, sino también por medio de cualquier otra,
siempre que tenga suficiente importancia. Toda decisión
armada de importancia, es decir, la destrucción de las fuerzas
del enemigo, reacciona sobre todas las que la precedieron,
ya que, como un líquido, tiende a alcanzar su nivel.

De esta manera la destrucción de las fuerzas enemigas


aparece siempre como el medio superior y más eficaz, al que
deben ceder su puesto todos los demás.

Sin embargo, solamente podemos asignar mayor eficacia a


la destrucción de las fuerzas del enemigo, cuando exista una
supuesta igualdad en todas las otras condiciones.

Sería por lo tanto, un gran error llegar a la conclusión de que


un ataque ciego habría de imponerse invariablemente a la
destreza prudente. Atacar sin habilidad, conduciría, no a la
destrucción de las fuerzas enemigas, sino a la de las nuestras
y por ende, no puede ser éste nuestro propósito. La eficacia
mayor corresponde, no al medio sino al fin, y al decir esto,
solamente comparamos el efecto de un fin realizado con el
otro.

Al referirnos a la destrucción de las fuerzas del enemigo


debemos dejar expresamente señalado que no estamos
obligados a limitar esta idea a la simple fuerza física. Por el
contrario, la fuerza moral aparece del mismo modo implícita
necesariamente, debido a que, en efecto, ambas están
entretejidas hasta en los menores detalles y en consecuencia,
no pueden ser separadas. En relación con el efecto
inevitable sobre las otras decisiones por las armas, a que nos
hemos referido al mencionar un gran acto de destrucción –
una gran victoria– es precisamente el elemento moral el
que presenta mayor fluidez, si es que podemos usar esta
expresión, y que el que penetra con mayor facilidad en
todas las demás partes.

En oposición al valor superior que tiene la destrucción de


las fuerzas enemigas sobre todo los demás medios, se
presenta el gasto y el riesgo que envuelve y se emplearán
otros métodos sólo con el propósito de evitarlo.

66
Es razonable que los medios en cuestión deben ser los más
costosos, ya que, si bien otras cosas le son iguales, el gasto
de nuestras propias fuerzas es siempre mayor, mientras
mayor sea nuestro propósito encaminado a la destrucción de
las del enemigo.

El riesgo de este medio reside en el hecho de que, mientras


mayor sea la eficacia que buscamos, si fracasamos se vuelve
contra nosotros y nos conduce a las consecuencias más
desastrosas. Otros medios son por tanto menos costosos
cuando determinan un buen éxito y menos arriesgados
cuando conduce a un fracaso; pero esto involucra
necesariamente la condición de que deben estarle opuestos
otros semejantes, es decir, que el enemigo emplee los
mismos métodos; porque si el enemigo se resolviera por el
método de una gran decisión por las armas, bastaría ese solo
hecho para que debiéramos cambiar nuestro propio método,
contra a nuestra voluntad, por una similar. Todo depende,
entonces, del resultado del acto de destrucción; es evidente
que, siendo otras cosas iguales, en este caso estaremos en
desventaja en todos los aspectos, porque nuestras
intenciones y métodos han debido ser dirigidos en parte hacia
otras cosas, lo que no ha ocurrido con el enemigo. Dos
objetivos diferentes, de los cuales uno no es parte del otro, se
excluyen entre sí, y de ese modo, la fuerza aplicada a
alcanzar uno de esos objetivos, no puede servir al mismo
tiempo al otro.

Por lo tanto, si uno de los beligerantes está decidido a tomar


el camino de las grandes decisiones por las armas, tiene
grandes posibilidades de buen éxito, tan pronto como tenga la
certeza de que el otro no quiere tomar ese camino, sino que
busca un objetivo diferente; y cualquiera que se decida por
ese otro objetivo, sólo podrá hacerlo razonablemente, en el
supuesto de que su adversario tiene tan pocas intenciones
como él mismo de ir en busca de grandes decisiones por las
armas.

Pero cuando hemos dicho aquí sobre otra dirección de las


intenciones y las fuerzas, sólo se refiere a otros objetivos
positivos que, aparte de la destrucción de las fuerzas del
enemigo, pudiéramos proponernos en la guerra, y de ningún

67
modo, a la resistencia para, que pueda ser adoptada con el
fin de agotar las fuerzas del enemigo.

En la resistencia pura, falta de intención positiva, y por lo


tanto, en este caso, nuestras fuerzas no pueden ser dirigidas
hacia otros objetivos sino que deben limitarse tan sólo a
hacer fracasar las intenciones del enemigo.

Ahora debemos considerar del lado negativo de la


destrucción de las fuerzas del enemigo o sea, la preservación
de las nuestras. Estos dos esfuerzos siempre van juntos,
puesto que reaccionan uno sobre el otro; son partes
integrantes de idéntica intención y sólo deberemos examinar
los efectos determinados por el predominio de una o de la
otra. El esfuerzo destinado a destruir las fuerzas del enemigo
tiene un objetivo positivo y conduce a resultados positivos,
de los cuales el propósito final sería la derrota del enemigo.
La preservación de nuestras propias fuerzas tiene un objetivo
negativo, y conduce a desbaratar las intenciones del
enemigo, es decir, a la resistencia pura, cuyo propósito último
no puede ser otro que el de prolongar la duración de la
contienda, para que el enemigo se agote en ella.

El esfuerzo con objetivo positivo da por resultado el acto de


destrucción; el esfuerzo con objetivo negativo queda a su
espera.

Cuando nos ocupemos de la teoría del ataque y de la


defensa, en cuyo origen aún nos encontramos,
consideraremos en mayor detalle cual deberá ser la duración
de esa espera y hasta dónde podrá hacérsela. Por ahora,
debemos limitarnos con decir que la espera no debe ser mera
subsistencia pasiva y que la acción ligada a ella en la
destrucción de las fuerzas enemigas empeñadas en la lucha
puede se el propósito, el igual que cualquier otro.

Sería un gran error en los principios fundamentales suponer


que la consecuencia del esfuerzo negativo debe ser el que
estemos impedidos de elegir como nuestro objetivo la
destrucción de las fuerzas del enemigo, sino que debemos
preferir una decisión incruenta. Es indudable que la
preponderancia del esfuerzo negativo puede conducir a esto,

68
pero, solamente a riesgo de que no sea el método más
conveniente, cuestión esta que depende de condiciones
totalmente diferentes, que reposan, no en nosotros mismos,
sino en nuestro oponente. Este es otro camino, el incruento,
no puede, por lo tanto, ser considerado de ningún modo como
el medio natural de satisfacer la creciente ansiedad de
conservar nuestras propias fuerzas.

Por el contrario, en los casos en que ese camino no fuera


el adecuado a las circunstancias, sería mucho más
probable que condujera a una ruina total. Muchísimos
generales han cometido este error y han sido llevados a la
ruina por él.

La demora de la decisión, es el único efecto que


necesariamente resulta de la preponderancia del esfuerzo
negativo, de modo que el defensor se refugia, por así decirlo,
en la espera del momento decisivo. Generalmente, esto tiene
como consecuencia el retardo de la acción en el tiempo y en
el espacio (hasta donde el espacio está relacionado con él),
también en el espacio, tan lejos como lo permitan las
circunstancias.

Si ha llegado el momento en que ya no es posible seguir


haciendo esto sin una abrumadora desventaja, debe
considerarse que la ventaja del esfuerzo negativo ha
terminado, y entonces surge inalterado el esfuerzo para la
destrucción de las fuerzas del enemigo, reservado como
contrapeso, pero que nunca fue descartado.

En las consideraciones anteriores hemos visto que en la


guerra hay muchos caminos para obtener su propósito, es
decir, para alcanzar el objetivo político, hemos visto que el
encuentro es el único medio y que, en consecuencia, todo
debe estar sometido a una ley suprema: la decisión por las
armas; que cuando el enemigo exige esa decisión su
apelación no puede ser rechazada, y que, por lo tanto,
cuando un beligerante se propone tomar otro camino, debe
estar seguro que su contrario no hará esa apelación a riesgo
de perder su caso ante aquel tribunal supremo; por lo tanto,
vemos, en resumen, que la destrucción de las fuerzas
enemigas aparece siempre como objetivo predominante

69
sobre todos los otros que puedan buscarse en la guerra.

Mas adelante y sólo gradualmente, sabremos lo que es


posible lograr en la guerra mediante combinaciones de otra
naturaleza. Aquí nos limitaremos a conocer, en general, su
posibilidad como algo que señala la desviación de la
práctica, de la teoría y la influencia de circunstancias
particulares.

Pero no podemos menos que señalar seguidamente que la


solución sangrienta de la crisis, el esfuerzo para destruir la
fuerza del enemigo, es el hijo primogénito de la guerra. Si los
objetivos políticos tienen poca importancia, los móviles son
débiles y es pequeña la tensión de las fuerzas, le es dable a
un jefe prudente intentar toda clase de caminos por lo cuales,
sin grandes crisis, ni soluciones sangrientas, se puede virar
hacia la paz, sobre la base de las debilidades características
de su contrario, tanto en el gabinete, como en el campo de
batalla. No tenemos derecho a culparlo si sus suposiciones
tienen buenos fundamentos y prometen alcanzar un buen
éxito, pero debemos exigirle, sin embargo, que recuerde que
pisa terreno resbaladizo, que el dios de la guerra puede
sorprenderlo, y que debe vigilar constantemente al enemigo,
a fin de no verse en el caso de tener que defenderse con
un espadín, cuando el enemigo empuñe una afilada espada.

Debemos observar y tener siempre presente en nuestras


consideraciones futuras, las consecuencias de la naturaleza
de la guerra, la forma como actúa en ella los medios y los
fines, el modo como las desviaciones de la práctica hacen
que la guerra se aparte, unas veces más, y otras menos, de
su estricta concepción original, sus fluctuaciones hacia
adelante y hacia atrás, a la par que su constante permanencia
bajo esa concepción estricta, a la manera de ley suprema, si
es que queremos una correcta comprensión de sus relaciones
verdaderas y de su justa importancia, para no vernos
envueltos constantemente en evidentes contradicciones con
la realidad y en definitiva, con nosotros mismos.

70
4. LA GUERRA

Por: CAEN (TE-001-85)

a. GENERALIDADES

(1) Hablar del origen de la guerra es hablar del origen del


hombre; pues este concepto es inmanente al ser
humano, como derivado de la situación de lucha
permanente en que vive para asegurar su
supervivencia, la de la comunidad que él constituye y
en última instancia, la de la especie humana. El
individuo y las agrupaciones sociales, siempre han
recurrido a la violencia -como acto final y definitivo-
en la solución de sus diferendos. Por esto, la historia
de la guerra está ligada a la historia del hombre; y la
universalidad de la guerra, fue y es fenómeno
generalizado, del que de una u otra manera, no
pueden sustraerse los pueblos, naciones o Estados.
En efecto, es probable que no exista pueblo alguno
que no se haya gestado, desenvuelto, perecido o
subsistido, sino al precio de una guerra
emancipadora, defensiva, liberadora o de conquista.

(b) La guerra constituye el más espectacular de los


fenómenos sociales. Ella marca hitos trascendentes
en la vida de los pueblos, llegando a ser usada como
referencia cronológica para señalar los grandes giros
del acontecer histórico social de la humanidad; así se
suele decir, "antes de la Revolución Francesa" o
"después de la guerra de la Emancipación" o "en las
postrimerías de la "Segunda Guerra Mundial", al
término de la Guerra Fría, etc.

(2) Con el transcurso del tiempo, la guerra ha


evolucionado no sólo en la forma de ejecución, sino
-lo que es más importante- en sus alcances.
Antiguamente se le consideraba como una actividad
exclusiva para "voluntarios" que, por una paga, se
ponían al servicio de un rey o señor quien organizaba
su "ejército" en función de sus posibilidades

71
económicas. La suerte de ese ejército era la suerte de
la guerra que, generalmente se definía en un solo
combate. La población no tenía participación alguna,
pero, sufría las consecuencias de la derrota y no
disfrutaba las ventajas de la victoria.

A medida que se fueron definiendo las naciones, las


guerras se originaron por causas más profundas y
asumieron raigambre popular. Los ejércitos se
organizaron en base a criterios de nacionalidad y ya
no se combatía por el rey, por sus aspiraciones
personales o dinásticas, sino por la Patria y sus
intereses. La Revolución Francesa es el hecho
histórico que dio origen al concepto de "Nación en
Armas" según el cual cada ciudadano debía ser un
soldado.
La Primera Guerra Mundial puso en evidencia, que
para la organización y marcha al combate de un
ejército, es indispensable la ejecución previa de
múltiples acciones de previsión y preparación de
organismos especializados, encargados de garantizar
el funcionamiento de "servicios" destinados a
mantener la capacidad combativa de la Fuerza
Armada durante las operaciones.

(3) La lucha entre grandes masas bélicas, provistas


de todos los medios que puede proporcionar la
ciencia y la tecnología, hizo que los consumos de
guerra fueran cada vez más significativos, motivo por
el cual los Estados han tenido que hacer uso de todos
sus recursos y capacidad de producción, para
sostener el esfuerzo de guerra.

Aparece así, en forma definitiva y con características


propias, el actual concepto de "GUERRA INTEGRAL"
que involucra el empleo de todos los factores del
Poder Nacional.

La concepción de Guerra Integral modifica


significativamente los límites entre la Táctica y la
Estratégica; el empleo de armas cada vez más
sofisticadas y de mayor alcance, la acción de la

72
aviación en misiones profundas y la creación de
nuevos procedimientos de lucha, han hecho que las
"Zonas de Seguridad" sean cada vez más
restringidas, y los espacios de combate cada vez
más amplios.

La Guerra Integral, visa la destrucción del


Potencial de Guerra del adversario; potencial que por
su creciente amplitud compromete cada vez más el
Potencial Nacional.

De ahí nace la importancia de preservar el Potencial


Nacional propio resguardándolo de la acción del
adversario.

b. CONCEPTUALIZACIÓN Y DEFINICIÓN

(1) La noción de guerra debe ser claramente


diferenciada respecto a las múltiples formas de
enfrentamiento conocidos.

La guerra tiene rasgos que permiten individualizarla.


Los más significativos son:

(a) Emplear la violencia organizada, mediante el


enfrentamiento armado, para solucionar los
conflictos.

(b) Constituir un fenómeno social global y colectivo,


en cuanto involucra a todas las estructuras de la
Nación.

(c) Servir a la política e intereses del Estado, en el


mantenimiento o logro de sus Objetivos
Nacionales (OONN).

(d) Constituir un hecho episódico o situación


transitoria dentro del devenir histórico del
Estado.
(e) Ser el último recurso con que cuenta el
Estado para dirimir el diferendo o conflicto
que pudiera surgir con uno o más Estados.

73
(2) Definición

De acuerdo con lo expresado, la guerra puede


definirse como la "Situación transitoria de violencia
organizada entre dos o más Estados, los que recurren
al enfrentamiento armado para imponer su voluntad
a la del adversario".

c. FINALIDAD

La guerra tiene como finalidad última y principal,


imponer la voluntad propia a la del adversario, respecto al
diferendo surgido. Para el logro de esa finalidad existen
dos alternativas:

(1) Anular la capacidad de oposición del adversario, vale


decir, destruir su Poder y Potencial de guerra,
mediante la acción armada; y,

(2) Ubicar o fijar al adversario en una situación que lo


lleve al convencimiento de la inutilidad de continuar
la acción armada y por lo tanto se vea obligado a
aceptar la voluntad del contendiente.

d. OBJETIVOS

(1) La finalidad General de la guerra, debe concretarse


en OBJETIVOS precisos que deben alcanzar los
organismos responsables de conducir las acciones,
en los campos militar, político, económico y
sicosocial.

(2) Los objetivos por alcanzar en el campo militar, se


relacionan con aquellos elementos materiales y/o
humanos, en los cuales el adversario apoya su
capacidad de resistencia y voluntad de lucha. Estos
objetivos son:
(a) Las zonas o áreas geográficas en las cuales se
encuentra el Poder y Potencial del adversario o
aquellas que le son esenciales para MANTENER
DICHO PODER (zonas Geo-Económicas, y
Áreas Vitales y Áreas Marítimas Estratégicas).
74
(b) La FA adversaria u otra que se oponga a la
conquista, ocupación o destrucción de aquellas
zonas o áreas; y,

(c) El factor humano del enemigo, cuyo espíritu y


voluntad define y refuerza la ideología y
propósitos que sustentan la acción opositora.

(3) Los organismos responsables que desarrollan


actividades en los campos político, económico y
sicosocial, determinarán objetivos que deben lograrse
antes y durante el conflicto bélico, de manera que con
su logro, permitan alcanzar la finalidad de la guerra.

e. CARACTERÍSTICAS

La guerra presenta las siguientes características


principales:

(1) Totalidad

Porque en ella se ven involucrados totalmente los


Estados beligerantes; es decir que la guerra atañe no
sólo a la FA, sino que se amplía a todos los campos
de la actividad humana nacional. Se trata de destruir
o desorganizar el potencial militar, económico y la
fuerza moral, del adversario.

(2) Concepción centralizada y ejecución


descentralizada

La guerra responde a una sola concepción y decisión


diseñada y adoptada en el más alto nivel de gobierno
lo que exige planeamiento, preparación y conducción
integral. Su ejecución, en cambio, se realiza mediante
acciones descentralizadas en los campos militar,
político, económico y sicosocial.

(3) Previsión y Preparación Anticipada

La posibilidad de una guerra es permanente, por tanto


es necesario adoptar previsiones con la debida
75
oportunidad, a fin de preparar al país para afrontarla
con éxito.

Prever la guerra es definir contra quién y cuándo es


posible que ésta se desencadene; para preparar al
país, es necesario precisar cómo y con qué hacerla.

(4) Breve y violenta

En la actualidad las guerras no son prolongadas, son


relativamente breves, lo que exige actuar con rapidez
sobre los centros vitales del adversario, buscando su
colapso y consecuentemente, la definición de la
guerra. La violencia, que es peculiar a la guerra,
resulta del máximo empleo de los medios de
destrucción masiva, en correspondencia con el
avance científico-tecnológico, orientándolos al
aniquilamiento, paralización o inutilización del
potencial de guerra del adversario.

f. PRINCIPIOS DE LA GUERRA

Los principios de la guerra son fundamentos básicos que


gobiernan las operaciones militares en su concepción,
preparación y ejecución. Su correcta aplicación contribuye
al buen éxito en las operaciones militares. En toda
situación generalmente se aplica un principio dominante,
pero siempre existen otros concurrentes; sin embargo, es
inoficioso tratar de establecer la prioridad de aplicación de
los principios en una acción. Los principios de la guerra
que contempla nuestra actual doctrina son: objetivo,
ofensiva, masa, economía de fuerzas, maniobra,
seguridad, sorpresa, unidad de Comando y simplicidad.
(1) Principio de Objetivo

Establece que toda operación militar persigue un fin o


propósito, que sólo puede ser alcanzado mediante el
empleo de la Fuerza Armada o algún otro medio. Este
debe ser claramente definido y posible de ser
alcanzado con los medios puestos a disposición de
quien debe conquistarlo. Conseguido el objetivo, el
buen éxito de la operación queda asegurado. El

76
objetivo de la guerra es la destrucción del potencial
enemigo y de su voluntad de continuar la lucha.

(2) Principio de la Ofensiva

Establece la búsqueda de la lucha abierta para


destruir al enemigo o para conquistar el objetivo
previsto, ya que únicamente mediante la acción
ofensiva se logran resultados decisivos, imponiendo
la voluntad propia a la del adversario.
Sólo la acción ofensiva da al Comandante la
oportunidad de crear a voluntad, situaciones que le
permitan el empleo de su iniciativa. Cuando, por
cualquier razón, la defensiva sea impuesta, el
Comandante debe buscar la oportunidad de tomar la
iniciativa y obtener resultados decisivos mediante
acciones ofensivas.

(3) Principio de Masa

Exige aplicar la máxima potencia combativa en el


punto y momento decisivo, a fin de obtener
superioridad sobre el enemigo. Se obtiene
concentrando el potencial humano y la potencia de
fuegos en el momento y lugar críticos, su efectividad
puede ser aumentada por la superioridad moral,
táctica y de los medios empleados.

(4) Principio de la Economía de Fuerzas

Exige el empleo, adecuadamente dosificado y con


destreza, de los medios disponibles para cumplir una
misión, empleando únicamente los recursos
necesarios.

Exige el empleo de las fuerzas estrictamente


indispensables en las acciones secundarias, para
permitir el empleo del máximo de fuerzas
disponibles en la acción principal. Está íntimamente
relacionado con el principio de masa.

(5) Principio de Maniobra

77
Exige la combinación juiciosa del movimiento y de los
medios disponibles, para lograr la conquista del
objetivo o de una posición más ventajosa que permita
alcanzar el objetivo a pesar de la acción del enemigo.
La maniobra requiere flexibilidad de organización,
apoyo administrativo y facilidades de comando y de
control. Implica la constante innovación de los
procedimientos operativos y tácticos, el cambio
frecuente de posiciones de combate y de los
elementos administrativos, y la rápida reorganización
y redistribución de los medios. La ocupación previsora
y oportuna de posiciones apropiadas por la fuerza en
relación con la situación del enemigo puede lograr
resultados que de otra manera sólo se podrían
obtener con fuertes pérdidas en hombres y material.

(6) Principio de Seguridad

Impone mantener la libertad de acción y el poder


combativo de una unidad; se le obtiene tomando
medidas para impedir la sorpresa, estar informado en
forma precisa sobre el enemigo, el terreno y las
condiciones meteorológicas y negar al adversario
informaciones sobre nuestras actividades.

(7) Principio de Sorpresa

Exige actuar sobre el enemigo en un momento y en


un punto inesperado o en forma tal que no pueda
resistir. No es esencial que el enemigo esté
totalmente desprevenido, pues es suficiente que no
disponga de tiempo para que reaccione en forma
efectiva. Se logra mediante la rapidez, el secreto, el
engaño, la inteligencia y contrainteligencia, la
variación en las tácticas y procedimientos de
combate, el empleo de medios desconocidos o en
forma diferente y utilizando el terreno y condiciones
meteorológicas aparentemente inadecuadas.

(8) Principio de la Unidad de Comando

78
La aplicación decisiva de toda la potencia combativa
requiere unidad de comando. La unidad de comando
permite la integración efectiva de todos los elementos
de combate disponibles. Mediante un solo propósito,
voluntad y deseo para coordinar y cooperar se
obtiene unidad de esfuerzo. Los factores esenciales
para obtener la unidad de comando son: el trabajo
coordinado, don de mando, disciplina, moral y una
adecuada organización.

(9) Principio de Simplicidad

Exige que las operaciones militares en su


planeamiento, preparación y conducción sean de fácil
comprensión y sin complicaciones innecesarias, pues
la confusión resultante de la gran actividad y del
peligro constante del campo de batalla así lo requiere.

g. TIPOS Y FORMAS

(1) Las múltiples manifestaciones que tiene la guerra en


cuanto al ámbito en que se lleva a cabo la finalidad
buscada, los medios empleados; así como la variedad
de factores puestos en juego en su preparación y
conducción, configuran una diversidad de tipos y
forma de guerra.

(2) El CAEN, para fines de instrucción considera los


siguientes tipos de guerra:
(a) Guerra Convencional o Clásica

Es aquella en que se emplean armas, técnicas y


procedimientos cuyo uso no constituyen
violación a Convenciones Internacionales. Se
desarrolla dentro de las estipulaciones del
Derecho Internacional y puede no ser declarada.
Utiliza a plenitud el Poder y el Potencial bélico
disponible.

(b) Guerra No Convencional

1 Guerra Revolucionaria

79
Es aquella que está dirigida a derrocar al
régimen establecido y capturar el poder
político, a fin de implantar otro sistema
político que es influenciado y aun promovido
por corrientes ideológicas ligadas al
Marxismo-Leninismo, a ideologías
fundamentalistas o de sectas religosas, u
otras organizaciones que emplean
fundamentalmente acciones políticas,
sicosociales, económicas y acciones
militares, en último caso.

2 Guerra Subversiva
Es la forma de guerra no convencional
preferida de la Guerra Revolucionaria. Es
aquella que realiza una parte de la población -
y excepcionalmente una gran mayoría- contra
el poder constituido, con el fin de derrocarlo e
instalar un nuevo orden político o para
imponerle determinadas condiciones en su
conducta. Se puede llevar a cabo con ayuda
del exterior o sin ella. Es el caso típico de los
movimientos de liberación y de los
movimientos insurreccionales. También
pueden desencadenarse bajo el influjo de
corrientes ideológicas anarquistas,
nazifacistas, fundamentalistas, etc.

80
CAPITULO III
SOBRE LA SUBVERSIÓN

5. GUERRA REVOLUCIONARIA

Por: Escuela Superior de


Guerra del Brasil (*)

a. INTRODUCCIÓN

Pocos asuntos han merecido, en estas últimas décadas


tanta atención como la llamada guerra revolucionaria, en
su versión moderna: La Guerra Revolucionaria Comunista.

El equilibrio existente entre los principales bloques


ideológicos, sea en el campo nuclear, sea en el
aeroespacial - hace muy remota la posibilidad de un
enfrentamiento entre estos grupos antagónicos. La razón
generalmente aceptada, pese a ser conclusión, reside en
el peligro de un suicidio colectivo de la humanidad. En
consecuencia, pasa a prevalecer la estrategia de la acción
indirecta, que, para el Bloque Oriental, encuentra en la
llamada guerra revolucionaria su gran expresión.

Dentro de este cuadro, ciertos observadores pretenden


que ya está en curso una tercera Gran Guerra Mundial de
características especiales y muy provechosa para los
comunistas.

Tal pretensión no queda muy afuera de propósito, teniendo


en cuenta algunas interpretaciones de dirigentes y teóricos
comunistas, con respecto de la coexistencia pacífica.

“La política de coexistencia pacífica entre Estados con


diferentes sistemas sociales es una forma de lucha de
clases entre el socialismo y el capitalismo” Declaración del
81 (Congreso de los PC).

( *)
Tomado del libro Doctrina Básica, de la Escuela Superior de Guerra del
Brasil, traducción de la Dra. Cecilia Simas de Souza de Miro Quesada.
81
“La coexistencia pacífica, que constituye la línea general
de la política exterior de la Unión Soviética y de otros
países socialistas, quiere decir una ausencia de guerra, en
el tiempo o un alivio entre dos conflictos”. (L.Gragolev y V.
Larionov).

A muchos occidentales, todavía, les repugna aceptar que


están sufriendo una guerra, por la tendencia natural de
concebirse a la guerra del futuro en términos idénticos a
los del último conflicto, modificada apenas, en las
concepciones que puedan derivarse del acelerado
progreso tecnológico.

Existen delante del problema dos posiciones: para los


comunistas, el mundo está en guerra a pesar de la
coexistencia pacífica; para los demócratas, el mundo sufre
crisis continuas enfrentadas por medios diplomáticos, por
acciones preventivas, por medidas conjuntas de seguridad
y en la peor de las hipótesis, por episódicas aplicaciones
violentas de la Expresión Militar del Poder Nacional.

Los Comunistas interpretan la paz como la condición que


prevalece solamente en las áreas por ellos dominadas.

Para ellos, en las otras partes del mundo, permanece la


lucha continua. Según ese entendimiento, sólo habrá paz
mundial, cuando toda la humanidad sea comunista.

b. CARACTERIZACIÓN Y CONCEPTUACIÓN

La concepción comunista de la guerra, de acuerdo con


Lenin, difiere fundamentalmente de la occidental: “La paz
es la continuación de la guerra por otros medios y debe
ser tratada como un todo”. Y todavía: “La paz y la guerra
no son sino dos aspectos de la misma lucha, permanente
y necesaria”: Finalmente, lanzando las bases para el
surgimiento de algo nuevo, afirma: “Guerra y revolución,
son términos intermutables”.
Al proclamar Lenin que Rusia asumirá la responsabilidad
de conducir a la humanidad, a través de la lucha final
entre el capitalismo y proletariado, para alcanzar la última
tesis del paraíso de Karl Marx, conquistó fervorosos
adeptos. Dentro de ellos se destacan Michael Frense,
82
profundo estudioso de la guerra: y Bukharine, quien tenía
la pretensión de “llevar el Socialismo a los otros países, en
la punta de las bayonetas”.

Estos discípulos de Lenin, concibieron una nueva forma de


guerra, en la cual debería ser buscada con la máxima
unidad de fuerzas de Rusia, la transformación de un
conflicto internacional a lucha interna.

Se trataba de una guerra para implantar el comunismo en


el resto del mundo y que debería ser tratada por lo que los
bolcheviquez llamaban “reservas revolucionarias del
Ejército Rojo de fuera de las fronteras de la URSS”.

La guerra revolucionaria comunista no presenta


características iguales en todos los países donde se
desarrolla, a pesar de los puntos comunes de que se
reviste y que autorizan la denominación con que es
conocida. Tampoco se desarrolla en un solo impulso o
muestra comportamiento homogéneo en todos esos
países o regiones. Al contrario, comporta aspectos,
secuencias, procedimientos, técnicas y tácticas llevadas a
cabo en tiempos conforme a las circunstancias.

Para fines didácticos, hay ventaja en apreciar el desarrollo


de la GRC en diversas escalas: los autores y analistas
sugieren varias soluciones: fases, períodos y etapas.
Muchos consideran el proceso de la GRC subdividido en
las cinco siguientes fases:

1ra. Fase: Inicio de la organización revolucionaria.-


Es caracterizada por la acción clandestina. En ella son
formados cuadros que agitan, hacen propaganda, divulgan
la ideología comunista y explotan a fondo las
contraindicaciones internas del medio. La opinión pública
toma conocimiento del movimiento.
2da. Fase: Creación del clima revolucionario.- La
organización revolucionaria se amplía, por infiltración, en
todos los sectores. Son establecidas sedes de vigilancia,
de informaciones y de resistencia.

La subversión aumenta; el descontento se acentúa; tienen

83
lugar huelgas, manifestaciones públicas, protestas,
sabotajes, desórdenes, multas, y el ambiente se deteriora.

3ra. Fase: Paso a la acción.- La subversión es franca y


abierta. Se crean bases para el movimiento, esbozándose
la nueva administración, Bandos armados desarrollan,
sistemáticamente, todas las formas de violencia. las
actividades revolucionarias se diversifican. Surgen las
guerrillas. Se intimida a las masas.

4ta. Fase: Rebelión Plena.- La multiplicación de bases


culmina con la creación de zonas liberadas. Se forma el
embrión del futuro estado, estableciéndose un gobierno
revolucionario, visando el reconocimiento por los
gobiernos amigos. Las operaciones sicológicas alcanzan el
auge. Las actividades revolucionarias se multiplican por
todas partes. Las fuerzas del orden se sienten aisladas.
Comienza la organización de la fuerza regular
revolucionaria.

5ta. Fase: Contraofensiva General.- Se combinan las


acciones de guerrillas con las acciones militares clásicas
de la fuerza regular. Se acentúan las acciones de política
externa y las de guerra sicológica, procurando desarrollar
el apoyo del régimen y, con él, el de sus fuerzas armadas.

Las fases no son compartimentadas: por el contrario, se


integran y se superponen, y el proceso de cualquiera de
ellas siempre permitirá el retroceso y la vuelta a la fase
precedente. otra característica a resaltar es la lentitud de
las fases iniciales y la velocidad de las finales.

Como se observa el desarrollo de la GRC puede, en


síntesis ser descrito como la integración del proceso
subversivo en los pasos iniciales con la violencia en el
paso final, siendo esta última en algunos casos,
innecesaria, si el objetivo final ya hubiera sido alcanzado.

Algunos autores reducen a tres esas cinco fases:


Cristalización, Organización y Militarización.

Cristalización, fase de nacimiento y desarrollo de la


convicción ideológica.

84
Organización, fase de la instauración y funcionamiento de
las jerarquías.

Militarización, fase de la movilización y empleo de un


organismo militar.

Hay autores que han dejado de lado el esquema corriente


de las fases para distinguir en el proceso revolucionario
dos períodos generales: Pre-revolucionario y
revolucionario.

El primero, engloba en la práctica las dos primeras fases


y hace práctica en todas las formas de agitación social; el
otro se caracteriza por el empleo sistemático de la
violencia y el abandono completo del aspecto legal de las
acciones.

Otros autores prefieren la designación de etapas,


dividiendo el proceso revolucionario, de acuerdo con que
las acciones sean hostiles o no, en etapas: Clandestina y
Ostensible.

Entre las características de la GRC, merecen especial


atención:

Ser subversiva, por visar la destrucción de los principios y


valores morales en que repose la sociedad; por provocar
la indisciplina y la quiebra de la jerarquía; por pretender la
disolución de la sociedad, siguiendo el principio de Lenin
de que “moral comunista es todo lo que sirve para destruir
la antigua sociedad exploradora”, o el punto de vista de
Stalin, para quien la tarea de los comunistas es la
“destrucción de toda especie de religión y moral” pues “es
moral sólo lo que es útil al comunismo”.

Ser universal, en el mismo entendimiento de Stalin, por


tener como objetivo la conquista de todos los países aún
no comunistas y el mantenimiento de los ya conquistados.

Ser permanente, conforme concebía Lenin, por no parar


de actuar, por aprovechar hasta los aparentes recesos

85
para la reformulación de nuevos planes y tácticas.

Ser total , en el entendimiento de Mao Tse-Tung, en el


sentido de interesar a todos los individuos y de convertir a
cada individuo en un objetivo de la GRC, visando el
dominio de su mente. En ella la conquista del hombre es
totalmente realizada, espiritual y físicamente. Ella visa al
individuo en cualquier situación, en la masa, en la
sociedad y en la familia; está presente en todos los
campos del poder - político, económico, sicosocial y
militar; y es total también por valerse de todos los medios;
subversión, concepción, etc., que le sean útiles. Nada le
es vedado.

El Estado Mayor de la Fuerza Armada (EMFA) definió,


inicialmente a la GRC como:

“Una doctrina elaborada por teóricos marxista-leninista y


explotada por movimientos revolucionarios diversos, para
apoderarse del poder por medio del control progresivo,
físico y sicológico de las poblaciones, con el empleo de
técnicas particulares, apoyándose en una ideología y
desarrollándose según un proceso determinado; se ajusta
a todas las formas de guerra”.

Mas recientemente, el Decreto Ley No 898 del 29 de


Setiembre de 1969 - Ley de Seguridad Nacional - en su
Art.3º, conceptúa la Guerra Revolucionaria de una forma
muy general:

“Conflicto interno generalmente inspirado en una


ideología, o auxiliado del exterior, que visa la conquista
subversiva del poder por el control progresivo de la
Nación”.

La idea de la GRC apenas como conflicto interno tiende a


modificarse. El ejemplo de Indochina sirve para dar
validez a esta afirmación. La guerra revolucionaria que
envolvió los dos Vietnam y a Camboyia (y envuelve a
Laos y Tailandia) es, en verdad, una única y misma guerra
que no respeta fronteras. Lucha Interna, pues para cada
país y externa, cuando de cada país rebosa hacia sus

86
vecinos.

El concepto de Guerra Revolucionaria Comunista, en ésta


Escuela, es el siguiente:

“Conflicto, normalmente interno, de concepción marxista-


leninista, estimulado y auxiliado del exterior, que utilizando
intensamente la guerra sicológica, la subversión y todas
las formas de violencia, visa la conquista del poder, por el
control progresivo de la Nación, a fin de implantar la
ideología comunista”.

c. ACCIÓN CONTRA LA GUERRA REVOLUCIONARIA

Objetando la conquista del poder para la implantación del


régimen comunista, la GRC alcanza todas las actividades
de la nación visada.

La nación como un todo debe oponerse a ella, y oponerse


dinámicamente o, como desean algunos, parar, esto es,
detener la acción adversa y responder.

Pero siempre la parada y la respuesta deben comprender


a la totalidad de la nación, pues la seguridad del país debe
ser tarea y responsabilidad de todos sus ciudadanos y no
sólo de algunos.

La lucha contrarevolucionaria es de toda la nación. Ella


tiene que ser llevada a cabo con la participación efectiva
del gobierno y del pueblo. En esa lucha de todos, las
fuerzas armadas son, apenas, uno de los elementos de
combate y solo episódicamente el más importante. Entre
los medios a adoptar para el combate a la GRC se puede
enumerar:
- Estimular al desarrollo para combatir las injusticias
sociales y las desigualdades entre los hombres.
- Realizar eficiente acción sicológica asociada al
correcto empleo de la comunicación social, objetivando
la afirmación democrática y fortalecimiento moral de la
sociedad.
- Perfeccionar, continuamente, la eficiencia
administrativa.
87
- Elaborar y aplicar la legislación adecuada a la
prevención y al combate de la subversión.
- Realizar el planeamiento global con miras a la GRC y
dentro de él, al Plan de Seguridad Interna.
- Poner en ejecución, esos planes en forma agresiva y
continua.
Tales medidas presuponen una estrategia, identificada a
través de acciones preventivas, represivas y operativas,
orientada por una doctrina que establece el justo
equilibrio entre lo material y lo espiritual; que le devuelve
al hombre los elementos esenciales de la vida; que lo
libere de la ignorancia, de la desigualdad social y política:
que, en último análisis, basada en el error y en la verdad,
en la igualdad haga realidad el respeto a la persona
humana, destruya el mal y levante el bien,
ofreciendo toda la escala tradicional de valores positivos.

d. CONCLUSIÓN

La GRC, a pesar de presentar características peculiares


en cada país donde es desencadenada, conserva algunos
aspectos comunes, intrínsecos, reveladores de su
concepción y propósito de ser:
- Subversiva
- Universal
- Permanente
- Total.
Es una guerra de fondo ideológico y al mismo tiempo
imperialista.
Ella no se confunde con ningún otro tipo de guerra. En
verdad, la GRC es la expresión de una política externa
revolucionaria. Es una guerra de estatus no declarado,
resultante de la agresión indirecta; es conducida por una
minoría actuante; estimulada o apoyada desde el exterior.

La importancia de la GRC justifica los cuidados


especiales con que debemos encararla, más aún porque
todo lleva a creer que sea el tipo de conflicto más
probable en el futuro. Los riesgos de un enfrentamiento
nuclear inhiben a las superpotencias, en tanto que la
participación indirecta, a través de recursos financieros, de
88
equipos de asesoramiento y hasta de empleo de efectivos
limitados, no es demasiado onerosa ni conduce al suicidio
colectivo.

Entre los factores importantes a la problemática de la GRC


se destaca, preponderantemente, el factor humano. Eso
es más verdadero que en cualquier otra forma de
conflicto; en la GRC las poblaciones representan
simultáneamente: el medio donde se traba la lucha; el
objetivo de los adversarios; y uno de los principales
instrumentos de acción. Es sobre cada hombre, que se
desencadenan permanentemente, agresivas operaciones
sicológicas.

Es importante resaltar que el problema de la GRC no es


sólo militar, interesando igualmente a las demás
Expresiones del Poder Nacional.

Es sobre todo humano y fallará inapelablemente cualquier


acción o respuesta que no pondere adecuadamente, ese
factor.

La nación por entero debe combatir la GRC; pueblo y


gobierno. Este combate sólo podrá ser victorioso cuando
haya un gran esfuerzo nacional visando el Desarrollo.

La GRC no es invencible. La Historia contemporánea


presenta numerosas pruebas de esta afirmación. Las
naciones democráticas - cambiando sufrimiento y
sacrificio por experiencia, han comprendiendo que la
acción militar es de resultados limitados pues la decisión
no es buscada en el campo de batalla, sino en las mentes
de los hombres.

e. BIBLIOGRAFÍA

- ATKINSON, J.D.A Política de Junta. Trad. Donaldson


M.Govschgan-Bibliex, Río de Janeiro, 1978.

- Escola de Comando y Estado Mayor Do Exercito ME-30-


103-Inimigo Interno-ECEME, Río de Janeiro, 1977.

89
- Escola Superior de Guerra - C-19-68 A Guerra Revolución
los aspectos Modernos dso Movimientos Subversivos.
EJC Río de Janeiro, 1968.

- COJTA, José Luiz Sávio - Movimientos Revolucionarios


ECEME, Río de Janeiro, 1977.

- DELMAS, Glondo - A Guerra Revolucionaria - Trad. M.


Campos, Publicaciones Europe - América, Lisboa 1975.
- FRAGOSO. Augusto C-85-59 Introducao so Estude da
Guerra Revolucionaria - ESG Río de Janeiro, 1959.

- FREITAS, Coio de A revolucao Russa - Bloch Editores,


Río de Janeiro, 1967.

- HOLLANDER, Geyle Durham - Doutrinacao Política


Soviética-Tra Marco Aurelio de Maura Matos, Livroria
Asís, Río de Janeiro, 1974.

- HUTTON J. Bernard - Os Subversión - Trad. Luz Corcao


Editora Astenova, Río de Janeiro, 1975.

- PESSOA, Any de Lima.- O Comunismo e a Seguranca


Nacional Revista do Dircito Militar, edicao Abril - Julio
1975, año II Nº4.
- LYRA TAVARES, Aurelio de - C2-30-G1 a A Guerra
Revolucionaria e a Conjuntura Brasileira - ESG Río de
Janeiro, 1961.
6. ¿DESAPARECERÁ EL PENSAMIENTO GONZALO?

Autor: Coronel PNP Benedicto Jiménez Baca ( )

Todo hace deducir que Sendero Luminoso en sus doce años


de violencia –se toma en cuenta como referencia la fecha de
la captura de Guzmán–, generó una ideología basada en un
sistema de significados y valores representados en una
simbología propia, muy peculiar.


Tomado del libro “Inicio, Desarrollo y Ocaso del Terrorismo en El Perú”, Tomo
II.
90
Una parte de esta ideología, consistía en mitos o imágenes
motrices, cuyo valor no residía tanto en la realidad tal como
era, sino en la realidad que creaban. Uno era la creación de la
“República Popular de la Nueva Democracia” o la “República
Popular del Perú”, mediante una dictadura conjunta de los
tres tercios, proletariado, campesinado (principalmente pobre)
y pequeña burguesía.

Otra es “la tierra es para quien trabaja”, para destruir las


relaciones semifeudales de explotación y propiciar la entrega
de la tierra a los campesinos en forma individual. SL
planteaba que todo “Pensamiento” se sustenta en una
jefatura, en este caso, la de Abimael Guzmán, el mismo que
elaboró la ideología a través del tiempo.

Algunos análisis dicen que cuando cayó Abimael Guzmán,


también cayó prisionero el “Pensamiento Gonzalo”. Pero
¿Qué tan cierto es esta aseveración?.

Si bien es cierto que la captura del líder senderista fue una


importante derrota militar que SL no va a poder articularse
por el momento y actuar con la misma contundencia de otros
años, esto de ninguna manera implica y significa la
desaparición de su ideología, o sea, el “Pensamiento
Gonzalo”. Con tiempo y las circunstancias favorable, el “PG”
puede ser reestructurado y replanteado de acuerdo al
momento y la situación coyuntural que se presente en nuestro
país.

Por ahora, se mantienen en una actitud de expectativa ante el


compromiso y reto asumido por el Gobierno de dar solución
inmediata a los problemas estructurales que afectan a la
sociedad peruana (miseria, desocupación, subempleo,
carencia de vivienda, falta de salud, problemas en la
educación, etc.)

Mientras que la facción disidente o el grupo que está a favor


de proseguir con la lucha viene estudiando a conciencia el
Marxismo-Leninismo-Maoísmo-Pensamiento Gonzalo y
debaten la manera más conveniente de aplicarlo a la
realidad peruana de acuerdo a los cambios suscitados,
después de la captura de Guzmán. El estudio y debate del

91
“Pensamiento Gonzalo”, lo hacen por niveles, atendiendo las
especificaciones y requerimientos de cada aparato del nuevo
SL. Para este estudio han seleccionado los siguientes
documentos: “Defender la Vida del Presidente Gonzalo”,
“Discurso del Presidente Gonzalo”, “Resolución del Comité
Central” y “Gloria al Día de la Heroicidad”.

La línea de izquierda (LLI) no reniega del “Presidente


Gonzalo”. Lo siguen considerando como el “más grande
Marxista-Leninista-Maoísta viviente sobre la tierra,
continuador de Marx, Lenín y el Presidente Mao Tse Tung”. Lo
consideran como el que reconstituyó el partido dirigiendo la
fracción roja e inició la lucha armada, así como llevó a cabo
el primer y único congreso del partido. El que dirige la
contraofensiva revolucionaria Marxista-Leninista-Maoísta
Pensamiento Gonzalo contra la ofensiva
contrarrevolucionaria general del imperialismo, el
revisionismo y la reacción mundial contra el marxismo. El que
ha dado el todopoderoso “Presidente Gonzalo”. La garantía
del triunfo hasta el comunismo y el que marca el rumbo hasta
el comunismo.

Por ello concluyen que “es imprescindible proseguir en la


defensa de nuestro Presidente Gonzalo, contra los negros
planes del imperialismo y la reacción que pretenden atentar
contra su vida y reafirmamos nuestra decisión de seguirlo
haciendo”. La LLI está interesada en que el “Presidente
Gonzalo” no muera. Una guerra popular sin un pensamiento
que lo guíe, no llega a nada.

Los que integral la LLI, están convencidos de quién es el


“Presidente Gonzalo” y todo lo que se diga en contra de él,
son patrañas. Nadie les debe decir cuál es su temple, moral y
convicción comunista. Lo que dicen de él son infamias,
mentiras. Que él nunca ha capitulado. Amenazan que si algo
le ocurre a su “querido jefe” pagarán caro con sus vidas y la
de todos sus congéneres, cueste lo que cueste. Exigen el
reconocimiento y la cabal aplicación de todos los derechos
que atañen a los prisioneros de guerra. Están convencidos,
que el “Presidente Gonzalo”, algún día, como el águila,
trasuntará las mazmorras reaccionarias y su espíritu
impregnado del mayor coraje y valor, alzará vuelo

92
combatiendo con ellos y generando nuevos triunfos con los
que se acercarán cada día a sus metas.

Su caída es sólo “un nefasto accidente de trabajo” que no


detiene la guerra popular. A través del “Pensamiento
Gonzalo”, consideran que su “Presidente Gonzalo” les sigue
hablando, convocándolos con su contundente grito de guerra.
Sigue siendo el “jefe único del partido y de la revolución y
garantía del triunfo hasta el comunismo”. Que hay una
siniestra campaña de “pacifismo burgués” y especialmente,
“pacifismo pequeño burgués”, que la Iglesia lo lleva a tambor
batiente y el propio gobierno habla de pacificación; todo ello
es una mascarada burda y siniestra. Se sujetan al principio:
que “la tarea central y la forma más alta de toda revolución es
la toma del Poder por medio de la lucha armada, es decir, la
solución del problema por medio de la guerra” se reafirman
en la violencia revolucionaria como la ley universal para
tomar el poder y que es medular para sustituir una clase por
otra.
Pero lo evidente es que la caída del líder senderista la
ideología de esta organización (el Marxismo-Leninismo-
Maoísmo-Pensamiento Gonzalo), está pasando por su peor
momento.

Quizá sea un periodo transicional, provisional, que puede ser


superado, pero luego de un periodo, de tensiones irresueltas
entre la teoría y la práctica, ya que todo pensamiento sólo
puede existir mediante el contacto con la práctica y ésta a la
larga, no puede ignorar la teoría.

Con la detención de Abimael Guzmán, el “Pensamiento


Gonzalo” también fue gravemente afectado. Por ahora no
podrá desarrollarse porque existe u divorcio entre la teoría y
la práctica y se enfrenta a su posible degeneración, tal como
pasa con el maxismo a nivel mundial.

J. ¿Por qué sigue actuando Sendero Luminoso,


principalmente en el Alto Huallaga?

Nadie puede asegurar que SL ha desaparecido. Está herido


mortalmente en cuanto a su estrategia, pero no en la táctica.
Tampoco debemos decir que carece de estrategia, ya que

93
jamás se debe subestimar al enemigo y nunca olvidarse el
consejo de Sun Tzu: “el arte de la guerra nos enseña a no
confiar en las probabilidades de que no aparezca el enemigo,
sino en nuestra propia capacidad para recibirle; no confiar en
el azar de que no ataque, sino mejor en el hecho de que
hemos convertido nuestra posición en inaccesible”. De lo que
sí estoy seguro es que la situación de la lucha ha cambiado,
tanto en tiempo, lugar, escenarios, circunstancias, personales
y que nunca debemos repetir la misma táctica con la que
hemos conseguido alguna victoria.

Debemos regular el método antiterrorista de acuerdo con la


infinita variedad de circunstancias. “En el arte de la guerra no
existen condiciones constantes, se debe modificar la táctica
de acuerdo con la situación del enemigo” (Sun Tzu).

La detención de Abimael Guzmán Reinoso, el 12 de


setiembre de 1992, conjuntamente con tres miembros del
Comité Central constituyó una victoria importante, pero sólo
desde el punto de vista táctico, no estratégico. No se había
llegado a una victoria estratégica en la lucha contra la
subversión en nuestro país, menos contra Sendero Luminoso.

La victoria final de la lucha contra las organizaciones


terroristas en el Perú (Sendero Luminoso y MRTA), se dará
sólo cuando hayamos vencido a estas organizaciones
terroristas, tanto en la estrategia como en la táctica. La
doctrina antisubversiva aconseja tomar en cuenta lo
siguiente: “una vez iniciada una guerra de esta naturaleza no
se debe interrumpir hasta la derrota estratégica del enemigo”.
Existiendo todavía una situación de importancia para el
Estado, por consiguiente, se trata de un asunto que no
podemos tratar ligeramente”. Este pensamiento de Sun Tzu,
constituye la clave de todo su pensamiento en cuanto al arte
de la guerra. La experiencia enseña que sólo la destrucción
total del enemigo puede ser considerada como una derrota
completa.

Las razones en que me baso para decir que SL e este


momento no constituye un peligro potencial estratégico
para el Estado Peruano son las siguientes:

94
1. Sendero Luminoso para mantener el rumbo de su
llamada “guerra popular” y proseguir con la construcción
de “los tres instrumentos de la revolución” (partido,
ejército y frente), requiere contar, además del plan
estratégico de desarrollo (PED) y el plan estratégico de
construcción (PEC); planes que por su naturaleza eran
reajustados en forma periódica, de acuerdo con la fluidez
de la guerra. Cuando Abimael Guzmán estaba libre, estos
dos planes eran elaborados por la Dirección Central, en
cuya cabeza estaba él. El plan militar elaborado para las
campañas, era el resultado de los dos planes anteriores,
mientras que el PEC y el PED, eran de corte político.

El día que se le detuvo al líder senderista, se comprobó


mediante el análisis de la documentación que estaba en
la casa de Los Sauces, que habían culminado el diseño
del IV Plan Estratégico de Desarrollo, plan que se iba a
guiar bajo la consigna de “nuevo plan estratégico de
desarrollo de la guerra popular para conquistar el poder
en todo el país” y dejaban sentado los lineamientos para
el plan estratégico de construcción de los tres
instrumentos.

El PED establecía los lineamientos para la construcción


de los tres instrumentos de la revolución para un período
de tres a cuatro años y Abimael Guzmán tenía en mente
que este plan iba a ser el penúltimo para la conquista del
poder.

2. El líder senderista era la pieza clave para la elaboración


de los planes estratégicos (Desarrollo y Construcción) y
esta labor la hacía tan bien que sus seguidores cuando
tenían copia de estos planes en sus manos lo califican
casi siempre de “magistrales”, debido a que eran planes
que garantizaban el triunfo de la revolución hasta la
conquista del poder.

Estaban convencidos que sólo Guzmán podía elaborar


este tipo de planes que marcaban el rumbo de la guerra
popular. La esencia de estos planes estratégicos era
“establecer el rumbo de la guerra popular para la captura

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del poder y guiar la construcción del partido, ejército y
frente”.

El problema principal que se le presenta a la nueva


dirección senderista, es que para construir la conquista
del poder necesitan plasmar y desarrollar estos tipos de
planes estratégicos.

Luego, los que conocen y han estudiado la teoría de la


guerra popular elaborada y desarrollada por Mao Tse
Tung, se hacen esta pregunta: ¿tendría sentido proseguir
con la guerra popular si sólo se logra verter sangre por
verter y se carece de un rumbo estratégico?

No sería nada extraño que esta misma pregunta se la


haya hecho el líder senderista en su celda de máxima
seguridad del Callao. Un detalle es importante e cuanto a
la elaboración de estos planes estratégicos: se
confeccionaban partiendo de un análisis concreto de la
realidad objetiva.
Mao aconsejaba que en base a la teoría y método
marxista-leninista, se debía investigar y estudiar
detalladamente las actividades del enemigo, de los
amigos y de nosotros mismos en los terrenos económico,
financiero, político, militar, cultural y en la esfera de los
asuntos del partido y sobre esta base, sacar las debidas y
necesarias conclusiones. Esto sólo podía hacerlo Abimael
Guzmán. También, este detalle explica el porqué
Guzmán, después del ILA (17 de mayo de 1980), nunca
se movió de Lima. Sólo en la capital podía llegar a tener
un conocimiento, real y concreto de la situación nacional
e internacional, tanto desde el punto de vista político,
social económico, cultural, militar, etc.

La investigación y el estudio sistemático y minucioso de


las circunstancias que le rodeaban a Guzmán lo podía
realizar con más éxito en la capital que en provincias
debido al centralismo del país. Abimael Guzmán buscaba
desarrollar la “actitud” marxista-leninista, o sea, “la
verdad en los hechos mediante un análisis concreto de la
situación concreta”. La labor revolucionaria no puede
realizarse bien, sin conocimientos relativamente

96
completos. Del estudio que realizaba el líder, el mismo
que sus seguidores lo tomaban como “magistral, justo y
correcto”, salían los planes estratégicos, de desarrollo y
construcción de la guerra popular en el país. Un dirigente
senderista que no esté en la capital, se aleja del “centro
económico, social y político” y es difícil que pueda tener
un conocimiento cabal de la realidad nacional e
internacional. El centralismo hizo que Abimael Guzmán
anclara en la capital y fue una de las causas de su caída.

Sería un error considerar que actualmente Sendero


Luminoso no cuenta con planes estratégicos de desarrollo
y construcción. Los tiene, pero son los mismos planes que
dejó Guzmán antes de ser detenido y de culminar el III
Pleno. La nueva dirigencia está siguiendo a “pie juntillas”
estos planes, pero la situación no es tan simple. Esos
planes requieren ser desarrollados, modificados y
reajustados en el curso mismo de la guerra.
Un detalle importante: muchas cosas no hubieran
cambiado si ese 12 de setiembre de 1992 sólo cae el líder
senderista y no sus acompañantes; Elena Iparraguirre
Revoredo “Miriam” (N° 2 de CC, integrante del Buró
Político y responsable del Departamento Central), maría
Pantoja Sánchez “Doris” (miembro del CC. E integrante
del Buró Político) y laura Zambrano Padilla “René” (CC e
integrante del Buró Político).

Prácticamente, con la detención del líder y las tres


mujeres (Miriam, Doris y René) cae el Buró Político, el
cerebro que manejaba SL y que elaboraba los planes
estratégicos. Del Buró Político sólo faltaba caer Oscar
Ramírez Duran “Feliciano”. Su actitud de observación
fidedigna del “hechismo” (dirección en los hechos) lo
salvó de caer en manos del GEIN. Prefería el “campo”
antes que las ciudades y estar en la vanguardia de la
fuerza principal que estar sentado detrás de un sillón en
la capital. Él llamaba esta actitud “burocratismo”. A
Guzmán no le gustaba esto. Cada vez que “Feliciano”
mencionaba irónicamente la palabra “burocratismo”, el
líder le llamaba la atención y se desataba una lucha de
dos líneas.

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3. La estrategia de SL empieza a sentir los estragos
después de la captura de Abimael Guzmán, del Buró
Político y “Feliciano”.

Después de la captura del líder senderista, empieza el


problema estratégico, aún no resuelto. Y es porque este
tipo de problema está estrechamente ligado con el
“problema de dirección”, que resalta Abimael Guzmán
cuando lee la segunda carta frente a cámaras de TV. Esta
carta contenía un mensaje oculto que debía ser
decodificado por “Feliciano” o algún otro dirigente en
libertad.

Entonces “Feliciano” tenía frente a él un reto: soluciona el


problema de dirección planeado por el líder senderista en
prisión o simplemente, mantener este problema. Muchos
se preguntan: ¿es que no quedan dirigentes sueltos en SL
que puedan solucionar el problema de dirección, elaborar
planes estratégicos y mantener el rumbo de la guerra
popular?. No podemos negar que quedan algunos
dirigentes en el Primer Congreso (1988-1989) y fueron
allegados a Guzmán, entre los que podemos mencionar a
“Pepe”, “Remigio”, y “Marcelo”, pero, Abimael Guzmán
los conoce a todos y sabe de qué pie cojean. Él los formó
y conoce sus limitaciones, así como sabe muy bien cómo
piensan, actúan y actuarán en determinadas situaciones,
especialmente, Oscar Ramírez Durán “Feliciano”, sujeto
que le seguía en orden jerárquico dentro del Comité
Central. Y si el líder senderista a llegado a la conclusión
que debe “iniciar conversaciones con el Gobierno para
llegar a un acuerdo de paz y culminar con la guerra
popular”, es por algo.

Para comprender la opinión que tenía Guzmán acerca de


“Feliciano” es conveniente recordar las palabras que
pronunció el líder senderista el 29 de setiembre de 1986
cuando en el desarrollo de la IV Conferencia Nacional del
Comité Central (27 de agosto al 19 de octubre) abordó el
tema de “cuestionamiento de dirección y de la línea
militar”. Cuando interviene “Feliciano” en este evento,
expresó que “los que deben dirigir el partido son los que
están en la acción, en los hechos, a la vanguardia de la

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fuerza principal, en el lugar de los hechos, comandando”.
Agregó, que esta actitud siempre la asumió el presidente
Mao durante el desarrollo de la guerra popular en China.
La tesis del “hechismo” siempre puso al líder senderista
en una posición muy incómoda. La crítica que hacía
“Feliciano” iba contra él. Contra la actitud “aburguesada”
de estar en Lima y no en el campo, frente a la fuerza
principal, la usanza de Mao.

Abimael Guzmán al escuchar este cuestionamiento no


ocultó su enojo e increpó a “Feliciano” diciendo que su
actitud era antipartidario y que no le interesaba la
construcción ni el problema de las masas que no le
importa el partido, y su posición era que “sólo quien está
en el punto, solo eso ve”. La lucha de dos líneas (L2L) en
el seno de esta organización y más aún en el nivel de
dirección era usual. La palabra “hechismo”, que significa
dirección en los hechos, nos hizo predecir la forma cómo
conducirá o dirigiría la organización en el futuro, Oscar
Ramírez Duran “Feliciano” (hasta que fue capturado
1999). Ahora que está detenido Abimael Guzmán,
difícilmente puede haber alguien que elabore estos
planes estratégicos, que como se decía, “eran arrancados
del estudio de la realidad objetiva, tanto nacional como
internacional”.

Quizá, desde el punto de vista táctico o militar, por algún


tiempo, SL representará un peligro debido a que todavía
cuentan con “medios” (armamento y explosivos), así
como con otros materiales que les permite continuar
realizando atentados terroristas con un costo material y
humano no deseado.

4. Por otro lado, el informe sustentario del “Presidente


Gonzalo”, desde el punto de vista ideológico y político,
donde explica el por qué tomaba la decisión de sostener
conversaciones con el Gobierno del Presidente Fujimori
para llegar a un acuerdo de paz, ha creado problemas
tanto a nivel del partido, ejército y frente. Ellos
denominan: “contradicciones ideológicas, políticas y
organizativas”, con la secuela esperada de una fisura
interna que culminó con la formación de dos facciones;

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una a favor del acuerdo de paz y la otra que pretende
seguir desarrollando la guerra popular hasta la conquista
del poder, pensando tal vez, superar el “problema de
dirección”. Problema que se les presenta como principal y
grave. Un problema de este tipo se soluciona desde el
punto de vista marxista-leninista aplicando soluciones al
problema según sus necesidades y sujetándose a los
principios organizativos y no siempre a las formas
establecidas.

Mientras tratan de superar el problema de dirección (que


no es simple problema de jefatura) a la LLI no le queda
otra salida que seguir desarrollando el VI Plan Militar que
dejó diseñado Abimael Guzmán, antes de su captura. Al
final, se darán cuenta que el problema de dirección no
sólo es cuestión de jefatura o cómo proseguir
desarrollando la guerra popular, sino es esencialmente
ideológico y político. No pueden separar la jefatura del
llamado “Pensamiento Gonzalo”. Cuando vuelven a su
realidad, se dan cuenta que de lo que una vez Guzmán
dijo: “toda jefatura se sustenta en un pensamiento”,
Pretender separar el Pensamiento de la jefatura o
viceversa, en las filas senderistas o viceversa, en las filas
senderistas es tildado de “oportunista”.

Esto es lo que algunos estudiosos llamaban “la tragedia


de Feliciano”: imposibilidad de romper, renunciar a la
jefatura y al “Pensamiento de Gozaron”. Al menos,
mientras viva el líder, sigue siendo “el jefe del partido y
de la revolución” y su jefatura se sustenta en el
“Pensamiento Gonzalo”, aunque este pensamiento esté
preso con Guzmán.

Otro de los problemas que presentaba SL y que Guzmán


lo conocía bien, es que Oscar Ramírez Durán, “Marcelo”
o “Artemio”, les faltaba capacidad ideológica, política y
experiencia estratégica. Casi nunca estuvieron cerca del
líder senderista ni de su “Pensamiento”. Lo que no
sucedía con “Miriam” y otros dirigentes que fueron
capturados. “Feliciano” y los otros preferían estar en el
“campo” debido a que ahí se sentían más seguros.

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Pero, repito, no debemos pecar de optimismo histórico y
pensar que SL está acabado. Al menos, no, desde el
punto de vista táctico. Y es porque también existe otra
razón, quizás no tan evidente, pero que tiene gran fuerza:
“ser terrorista en nuestro país es una forma de vida”. En
algunas zonas de la selva peruana, donde existe un
matrimonio entre terrorismo y narcotráfico, ser terrorista
resulta un negocio muy lucrativo. Es una forma de
sobrevivir, incluso, cuando esta el apogeo la Ley de
Arrepentimiento y muchos senderistas se acogían a ella
después de la captura de Guzmán, para otros resultaba
muy difícil dejar este “modus vivendi”, ya que esta
actividad, además de dinero, les daba un status social y
una jerarquía dentro de la organización. Se sentían
importantes y sobrevivían en una sociedad donde la
desocupación y la extrema miseria es cada vez más
creciente en la población. Los senderistas para convencer
a muchos pobladores: “ven a la guerra con nosotros que
el pobre no tiene más que perder que su pobreza”.

Abimael Guzmán, analizó la situación concreta y real de


la guerra popular y concluyó que no existen las seis
condiciones indispensables para triunfar: dirección
proletaria, base de masas, centralización estratégica,
guerra prolongada, ejército de nuevo tipo y situación
internacional favorable. La primera es lo principal y de
allí derivan las demás. La guerra popular es problema de
dirección política. La cuestión de dirección es decisiva y
esta no podrá ser resuelta en un buen tiempo y en
consecuencia, la perspectiva de la guerra popular no será
de desarrollo sino simplemente de mantenimiento. Esta
posición es ratificada por otros integrantes de SL que
están recluidos en las cárceles, apoyando lo planteado
por su “Presidente Gonzalo” de “denunciar rotunda e
inmediatamente toda actitud que socave el Acuerdo de
Paz”. Esta actitud obedecería a que se ha entendido el
mensaje oculto de las cartas, así como el objetivo político
que contiene de “conversaciones para un acuerdo de
paz”. Esto no significa capitular o deponer las armas.
Sólo, reajustar la lucha en función del objetivo político.
Tampoco, es paralizar el accionar terrorista.

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Esto les permitiría ganar tiempo para recuperar sus
fuerzas y recomponer su dirección, o sea, prepara
dirigentes y cuadros que les permitan, como ellos
denominan, “garantizar el avance de la lucha armada”, en
el futuro, situación que en la actualidad no han
demostrado quienes está liderando la organización. El
abismo de confusión, incredulidad, y decepción que
sintieron los senderistas con el primer impacto de las
cartas, se despejó después del análisis ideológico y
político que realizó su actual dirigencia. Luego toman una
posición en torno al contenido de las cartas, desde una
posición política.
Se descarta la posibilidad, que Guzmán se haya
“quebrado” en prisión o que presente “tintineos de
capitulación” utilizando el léxico senderista. El filósofo
Miguel de Unamuno decía: “...ni a un hombre, ni a un
pueblo –que es en cierto sentido, un hombre también. Se
le puede exigir un cambio que rompa la unidad y la
continuidad de su persona. Todo lo que en mí conspire a
romper la unidad de mi vida, conspira a destruirme y, por
lo tanto a destruirse”.

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