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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:
Es un compendio condensado de los conceptos más relevantes sobre el tratamiento de un tema determinado. El acto de
reducir la elaboración de un tópico a sus elementos sustanciales es útil para llevar a cabo cualquier tipo de estudio. El
término se deriva de la palabra griega synthesis, que indica una composición o arreglo. Una síntesis puede ser un
resumen, un sumario, una sinopsis, es decir, una descripción abreviada de los contenidos más importantes de un
determinado texto.
También se entiende como una operación mental a través de la cual se unifica lo diverso; de ahí que, en el ámbito
académico, se entienda como una composición escrita que expone brevemente la idea central de un texto y la relación
lógica que el conjunto textual guarda con esta idea central.
La síntesis tiene como objetivo extraer la información o los contenidos más importantes de un texto, de cualquier material
comunicativo, de un hecho o de muchos asuntos más.
¿CÓMO SE ELABORA?
Cambia palabras del material original por otras con significado semejante (sinónimos).
* Fusión de términos: “Es impropio” en lugar de “no es propio” ; “hay que rehacerlo” en vez de “hay que volver a hacerlo”.
* Equivalencia de sentido. “Realizó, efectuó” en lugar de “llevó a cabo”; “informará, difundirá” en lugar de “dará a conocer”
* Supresión de palabras: “No hay nada que impida” puede cambiar por “Nada impide”; “El día 5 del mes de mayo” cambia
a “el día 5 de mayo.”
* Uso de los dos puntos. “Elementos básicos de comunicación: emisor, mensaje y receptor.”
Mientras que al efectuar una síntesis se unen e integran las ideas favoreciendo la comprensión global, en el resumen se
reduce la exposición del autor a lo esencial. Sin embargo, resulta posible distinguir las ideas principales de las
secundarias.
Resumen Síntesis
SINTESIS
CANTIDAD DE Es preciso conciso, claro Presenta sus Amplía sus Utiliza 7 cuartillas no
INFORMACIÓN en la redacción con argumentos con 3 a argumentos en 5 a 6 requeridas, sus
argumentos de ideas 4 cuartillas con idea cuartillas sin precisión, argumentos no son
válidas utilizando 2 a 3 precisa y clara pocas ideas y nada precisos y no incluye
cuartillas ordenadas ideas del tema
FUENTES Utiliza formato APA y Utiliza formato APA y utiliza formatos APA y no aplica
BIBLIOGRÁFICAS. enriquece con por lo enriquece con solo 1 fuente
menos 2 fuentes cuando mucho 2
adicionales fuentes adicionales.
1
UNIDAD I
“ ORIGEN DEL DERECHO PROCESAL”
o Logotipo de la Universidad.
o Título de la tarea (todo en mayúscula centrado en la parte
1
superior de la hoja).
o Nombre del alumno (se coloca a la mitad de la hoja y solo
las iniciales en mayúscula).
o Fecha (se coloca debajo del nombre).
o Nombre de la institución (se coloca como todo nombre
propio, con mayúsculas en cada inicial, y va en la parte
inferior de la hoja, unos cuantos espacios debajo de la
fecha).
o Carrera (se coloca la carrera universitaria que se está
cursando o el grado en el que se está).
o Asignatura (se coloca la asignatura o materia para la cual
se está elaborando la tarea).
CAPÍTULO I
ORIGEN DEL DERECHO PROCESAL
15
2. ¿Se origina la ciencia en el derecho romano?
Fue Chiovenda quien afirmó que el alma y vida del proceso civil moderno están
en el derecho romano.
La idea romana es el alma y la vida del proceso civil moderno. Oprimida por las
vicisitudes de los siglos, oscurecida por la superposición de conceptos y de costumbres
que derivan de la mentalidad de otras razas, resiste tenazmente arraigándose en los oasis
que sobreviven de pensamiento romano, en las tierras del derecho romano, en los juicios
eclesiásticos, en la escuela, dispuesta a imponerse apenas las condiciones de la
civilización lo permitan: la historia del proceso entre los pueblos civilizados modernos
se resume en un lento retorno a la idea romana1.
Sostiene Luban que hasta el estudio más ligero y superficial de los códigos de
procedimientos modernos, tiene previsto el conocimiento del derecho romano, para
darse cuenta con ello de que el procedimiento romano, principalmente del período
clásico, constituye el meollo y la base del proceso civil actual2.
Señalada esta advertencia, se podría afirmar que el derecho procesal no es una
ciencia nueva sino un conjunto de reglas y procedimientos que tiene origen en el
derecho romano.
Pero una cosa es la interpretación de esos procedimientos, y otra muy diferente,
es sistematizar y darle un contenido académico porque lo primero siempre se hizo desde
el estudio del derecho romano científico, y con más rigor, por los historiadores del
derecho. Es decir, que no había una enseñanza particularizada del derecho procesal
como hoy se lo entiende.
Lo cierto es que en la Edad Media el derecho procesal era el derecho romano
puesto en práctica en sus instituciones, pese a los avatares que sufre con la influencia de
la iglesia, que cambia las reglas de la defensa técnica y asigna mayores poderes y
actividades al juez en el proceso3.
1
Chiovenda, Giuseppe, Principios de derecho procesal civil, tomo I, traducción de José Casais y
Santaló, Reus, Madrid, 1977, p. 14.
2
Luban, Miguel, prólogo a la obra de Humberto Cuenca, Proceso civil romano, Ejea, Buenos Aires,
1957.
3
Reproduce la interesante obra de Silva Vallejo: “Este Imperio Romano, cuyo prestigio había
fascinado a los bárbaros se mantiene como un marco ideal y no desaparece hasta 1806 con el último
emperador romano de nación germánica. La tentativa de Justiniano para rehacer la unidad real
alrededor del lago mediterráneo fue vana. Bizancio por otra parte, no era ya un estado romano y el
occidente debía separarse. Bajo dinastías bárbaras –mientras que la Europa central es un caos sin
nombre y a Inglaterra se la disputan sajones y celtas– se constituyen estados romano-germánicos. La
Francia de los merovingios es una especie de protoplasma amorfo. La era de las dinastías bárbaras es,
para Lot, una historia maldita y para las inteligencias, he aquí que llega la noche” (El derecho
procesal en la Edad Media, Cultural Cuzco, Lima, 1998, pp. 29-30).
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2. ¿Se origina la ciencia en el derecho romano?
Fue Chiovenda quien afirmó que el alma y vida del proceso civil moderno están
en el derecho romano.
La idea romana es el alma y la vida del proceso civil moderno. Oprimida por las
vicisitudes de los siglos, oscurecida por la superposición de conceptos y de costumbres
que derivan de la mentalidad de otras razas, resiste tenazmente arraigándose en los oasis
que sobreviven de pensamiento romano, en las tierras del derecho romano, en los juicios
eclesiásticos, en la escuela, dispuesta a imponerse apenas las condiciones de la
civilización lo permitan: la historia del proceso entre los pueblos civilizados modernos
se resume en un lento retorno a la idea romana1.
Sostiene Luban que hasta el estudio más ligero y superficial de los códigos de
procedimientos modernos, tiene previsto el conocimiento del derecho romano, para
darse cuenta con ello de que el procedimiento romano, principalmente del período
clásico, constituye el meollo y la base del proceso civil actual2.
Señalada esta advertencia, se podría afirmar que el derecho procesal no es una
ciencia nueva sino un conjunto de reglas y procedimientos que tiene origen en el
derecho romano.
Pero una cosa es la interpretación de esos procedimientos, y otra muy diferente,
es sistematizar y darle un contenido académico porque lo primero siempre se hizo desde
el estudio del derecho romano científico, y con más rigor, por los historiadores del
derecho. Es decir, que no había una enseñanza particularizada del derecho procesal
como hoy se lo entiende.
Lo cierto es que en la Edad Media el derecho procesal era el derecho romano
puesto en práctica en sus instituciones, pese a los avatares que sufre con la influencia de
la iglesia, que cambia las reglas de la defensa técnica y asigna mayores poderes y
actividades al juez en el proceso3.
1
Chiovenda, Giuseppe, Principios de derecho procesal civil, tomo I, traducción de José Casais y
Santaló, Reus, Madrid, 1977, p. 14.
2
Luban, Miguel, prólogo a la obra de Humberto Cuenca, Proceso civil romano, Ejea, Buenos Aires,
1957.
3
Reproduce la interesante obra de Silva Vallejo: “Este Imperio Romano, cuyo prestigio había
fascinado a los bárbaros se mantiene como un marco ideal y no desaparece hasta 1806 con el último
emperador romano de nación germánica. La tentativa de Justiniano para rehacer la unidad real
alrededor del lago mediterráneo fue vana. Bizancio por otra parte, no era ya un estado romano y el
occidente debía separarse. Bajo dinastías bárbaras –mientras que la Europa central es un caos sin
nombre y a Inglaterra se la disputan sajones y celtas– se constituyen estados romano-germánicos. La
Francia de los merovingios es una especie de protoplasma amorfo. La era de las dinastías bárbaras es,
para Lot, una historia maldita y para las inteligencias, he aquí que llega la noche” (El derecho
procesal en la Edad Media, Cultural Cuzco, Lima, 1998, pp. 29-30).
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No había procedimientos por cuestiones, sino enjuiciamientos comunes para lo
privado y lo público, lo civil o lo penal. Es un proceso entre partes, configura casi una
lucha de intereses. El trámite es oral y público, completamente ocupado de ritos y
solemnidades, muchos de ellos de carácter religioso4 como fueron las “Ordalías”.
Además, contra la sentencia no había recursos, lo que era lógico si consideramos que el
fallo era producto de la voluntad divina.
En el Siglo XI el proceso longobardo constituido desde el Liber Papiensis, que
constituye una suerte de colección de leyes dictadas durante más de cuatro siglos (desde
el Edicto de Rotari —año 643— hasta Enrique II de Franconia —1054—), comienza a
transformar el sistema y a generar en la Universidad de Bologna un creciente interés de
los glosadores.
La innovación más importante se alcanza en la prueba, que se torna racional
abandonando deidades. Un gran cambio fue la incorporación de testigos como medios
de verificación y convencimiento.
Esta reacción del derecho germano es la fuente que toman los glosadores para
deducir del derecho romano la penetración en el proceso judicial. Primero se analizó el
Corpus Juris Civilis, y de cada conclusión se extraían consecuencias. De ellos surgen
disposiciones que trascienden y llevan a dictar ordenamientos jurídicos propios como
sucede en Bologna y Verona (1395) que tienen a la doctrina de Accursio con valor de
fuente supletoria. Lo mismo llega a España, con la sanción de las Leyes de Toro.
En suma, la glosa y los comentarios adquirieron una extraordinaria influencia,
que permitió a Chiovenda decir que, “esta elaboración ha sido el principal factor del
injerto, sobre todo de instituciones germánicas en el tronco romano”5.
En definitiva, el derecho procesal como ciencia admite tener raíces en el
desglosamiento del derecho romano que hace la doctrina germana, que enaltece la
investigación y amplía horizontes. Pero hay que tener mucho cuidado con esta
afirmación.
4
La invitación a comparecer ante el tribunal, formulada por la parte demandante ante testigos, se
llamaba mannitio y era el acto inicial del proceso que, como dice Brunner, era esencialmente público
y oral y descansaba por entero en el principio acusatorio, de manera que estaban abandonadas a las
partes la iniciación y la continuación del proceso; apareciendo así como su cúspide lógica los
contratos procesales entre los litigantes. La autoridad del tribunal era muy limitada y en parte venía a
quedar sustituida por la coacción jurídica del formalismo (cfr. Historia del Derecho Germánico,
Labor, Barcelona, 1936, p. 24).
5
CHIOVENDA, Principios de derecho procesal civil, tomo I, op. cit., p. 14.
17
No había procedimientos por cuestiones, sino enjuiciamientos comunes para lo
privado y lo público, lo civil o lo penal. Es un proceso entre partes, configura casi una
lucha de intereses. El trámite es oral y público, completamente ocupado de ritos y
solemnidades, muchos de ellos de carácter religioso4 como fueron las “Ordalías”.
Además, contra la sentencia no había recursos, lo que era lógico si consideramos que el
fallo era producto de la voluntad divina.
En el Siglo XI el proceso longobardo constituido desde el Liber Papiensis, que
constituye una suerte de colección de leyes dictadas durante más de cuatro siglos (desde
el Edicto de Rotari —año 643— hasta Enrique II de Franconia —1054—), comienza a
transformar el sistema y a generar en la Universidad de Bologna un creciente interés de
los glosadores.
La innovación más importante se alcanza en la prueba, que se torna racional
abandonando deidades. Un gran cambio fue la incorporación de testigos como medios
de verificación y convencimiento.
Esta reacción del derecho germano es la fuente que toman los glosadores para
deducir del derecho romano la penetración en el proceso judicial. Primero se analizó el
Corpus Juris Civilis, y de cada conclusión se extraían consecuencias. De ellos surgen
disposiciones que trascienden y llevan a dictar ordenamientos jurídicos propios como
sucede en Bologna y Verona (1395) que tienen a la doctrina de Accursio con valor de
fuente supletoria. Lo mismo llega a España, con la sanción de las Leyes de Toro.
En suma, la glosa y los comentarios adquirieron una extraordinaria influencia,
que permitió a Chiovenda decir que, “esta elaboración ha sido el principal factor del
injerto, sobre todo de instituciones germánicas en el tronco romano”5.
En definitiva, el derecho procesal como ciencia admite tener raíces en el
desglosamiento del derecho romano que hace la doctrina germana, que enaltece la
investigación y amplía horizontes. Pero hay que tener mucho cuidado con esta
afirmación.
4
La invitación a comparecer ante el tribunal, formulada por la parte demandante ante testigos, se
llamaba mannitio y era el acto inicial del proceso que, como dice Brunner, era esencialmente público
y oral y descansaba por entero en el principio acusatorio, de manera que estaban abandonadas a las
partes la iniciación y la continuación del proceso; apareciendo así como su cúspide lógica los
contratos procesales entre los litigantes. La autoridad del tribunal era muy limitada y en parte venía a
quedar sustituida por la coacción jurídica del formalismo (cfr. Historia del Derecho Germánico,
Labor, Barcelona, 1936, p. 24).
5
CHIOVENDA, Principios de derecho procesal civil, tomo I, op. cit., p. 14.
17
sus actos ante asambleas populares. Todo el procedimiento es formal, dominado
excesivamente por solemnidades y absolutamente ritual.
Después veremos con mejor precisión las características de uno y otro modelo
procesal, pero en la presentación no se puede eludir mencionar que con la invasión de
los bárbaros en Italia, el proceso romano queda anulado para aflorar en el siglo XI con
el llamado proceso común (romano-canónico) que es el resultado de la infiltración de
elementos germánicos en el proceso romano6 y que se consolida en el siglo XIV con la
formación del proceso civil contemporáneo.
Esta visión trasladó a las partes en conflicto el nudo gordiano a desatar, y fue el
prolegómeno de las después llamadas “teorías de la acción”, donde los pandectistas
lucieron para demostrar que el derecho de fondo era la fuente, pero el ejercicio activo de
la pretensión constituía el germen de otros derechos suscitados a partir de la formación
del proceso judicial. Nadie imaginaba todavía que esto podía constituir otra disciplina
jurídica.
Es decir que, había que analizar el rol de las partes en controversia, sus
posibilidades de estar y actuar en el proceso, cuánto y cuándo podían pedir; así, la
acción se convirtió en uno de los pilares fundacionales de la ciencia procesal, pero fue
mucho después del debate inicial suscitado en 1856.
En realidad, como antes de dijo, el interés doctrinario de entonces era interpretar
los textos del derecho romano que se redescubren en el siglo XII y que con la escuela
formada por Irnerio (maestro de gramática y dialéctica) trabajaron con la descripción
gramatical del significado de los textos del Corpus Juris Civilis. Luego, los
postglosadores modernizarán los contenidos de la obra de Justiniano provocando una
influencia tan notable que perdura contemporáneamente.
6
Cfr. PALACIO, Lino E., Derecho Procesal Civil, tomo I, 2ª ed., Abeledo Perrot, Buenos Aires, 1979,
p. 83.
18
sus actos ante asambleas populares. Todo el procedimiento es formal, dominado
excesivamente por solemnidades y absolutamente ritual.
Después veremos con mejor precisión las características de uno y otro modelo
procesal, pero en la presentación no se puede eludir mencionar que con la invasión de
los bárbaros en Italia, el proceso romano queda anulado para aflorar en el siglo XI con
el llamado proceso común (romano-canónico) que es el resultado de la infiltración de
elementos germánicos en el proceso romano6 y que se consolida en el siglo XIV con la
formación del proceso civil contemporáneo.
Esta visión trasladó a las partes en conflicto el nudo gordiano a desatar, y fue el
prolegómeno de las después llamadas “teorías de la acción”, donde los pandectistas
lucieron para demostrar que el derecho de fondo era la fuente, pero el ejercicio activo de
la pretensión constituía el germen de otros derechos suscitados a partir de la formación
del proceso judicial. Nadie imaginaba todavía que esto podía constituir otra disciplina
jurídica.
Es decir que, había que analizar el rol de las partes en controversia, sus
posibilidades de estar y actuar en el proceso, cuánto y cuándo podían pedir; así, la
acción se convirtió en uno de los pilares fundacionales de la ciencia procesal, pero fue
mucho después del debate inicial suscitado en 1856.
En realidad, como antes de dijo, el interés doctrinario de entonces era interpretar
los textos del derecho romano que se redescubren en el siglo XII y que con la escuela
formada por Irnerio (maestro de gramática y dialéctica) trabajaron con la descripción
gramatical del significado de los textos del Corpus Juris Civilis. Luego, los
postglosadores modernizarán los contenidos de la obra de Justiniano provocando una
influencia tan notable que perdura contemporáneamente.
6
Cfr. PALACIO, Lino E., Derecho Procesal Civil, tomo I, 2ª ed., Abeledo Perrot, Buenos Aires, 1979,
p. 83.
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ser tenidos en cuenta por este al dictar sentencia y que consisten en los hechos y el
derecho invocados por el actor, el objeto litigioso y las defensas opuestas por el
demandado. Consta la fórmula de cuatro partes: a) la demonstratio, que contenía la
exposición de los hechos enunciados por los litigantes, b) la intentio, que resumía lo
pretendido por el demandante, c) la condemnatio, que daba al juez la facultad de
absolver o condenar de acuerdo al resultado de la prueba, d) La adjudicatio, que
permitía al juez atribuir a alguna de las partes la propiedad de la cosa litigiosa.
3) El sistema formulario luego fue reemplazado por el procedimiento
extraordinario que impusiera Diocleciano. Desaparece la división del proceso en dos
tiempos, para comenzar su desarrollo ante solo un magistrado. La demanda se presenta
por escrito, el demandado es oficialmente citado a comparecer y debe contestar la
pretensión por escrito, lo cual implica un debilitamiento de los principios de oralidad e
inmediación. Además, al desparecer la necesidad de la presencia del accionado en el
proceso, es posible su continuación en rebeldía, adoptándose, también, la imposición de
costas al dictar sentencia, la que podía ser impugnada7.
7
ALSINA, Hugo, Tratado Teórico Práctico de Derecho Procesal Civil y Comercial, tomo I, Ediar,
Buenos Aires, 1941, p. 208.
8
PALACIO, op. cit., tomo I, p. 82.
19
ser tenidos en cuenta por este al dictar sentencia y que consisten en los hechos y el
derecho invocados por el actor, el objeto litigioso y las defensas opuestas por el
demandado. Consta la fórmula de cuatro partes: a) la demonstratio, que contenía la
exposición de los hechos enunciados por los litigantes, b) la intentio, que resumía lo
pretendido por el demandante, c) la condemnatio, que daba al juez la facultad de
absolver o condenar de acuerdo al resultado de la prueba, d) La adjudicatio, que
permitía al juez atribuir a alguna de las partes la propiedad de la cosa litigiosa.
3) El sistema formulario luego fue reemplazado por el procedimiento
extraordinario que impusiera Diocleciano. Desaparece la división del proceso en dos
tiempos, para comenzar su desarrollo ante solo un magistrado. La demanda se presenta
por escrito, el demandado es oficialmente citado a comparecer y debe contestar la
pretensión por escrito, lo cual implica un debilitamiento de los principios de oralidad e
inmediación. Además, al desparecer la necesidad de la presencia del accionado en el
proceso, es posible su continuación en rebeldía, adoptándose, también, la imposición de
costas al dictar sentencia, la que podía ser impugnada7.
7
ALSINA, Hugo, Tratado Teórico Práctico de Derecho Procesal Civil y Comercial, tomo I, Ediar,
Buenos Aires, 1941, p. 208.
8
PALACIO, op. cit., tomo I, p. 82.
19
ser tenidos en cuenta por este al dictar sentencia y que consisten en los hechos y el
derecho invocados por el actor, el objeto litigioso y las defensas opuestas por el
demandado. Consta la fórmula de cuatro partes: a) la demonstratio, que contenía la
exposición de los hechos enunciados por los litigantes, b) la intentio, que resumía lo
pretendido por el demandante, c) la condemnatio, que daba al juez la facultad de
absolver o condenar de acuerdo al resultado de la prueba, d) La adjudicatio, que
permitía al juez atribuir a alguna de las partes la propiedad de la cosa litigiosa.
3) El sistema formulario luego fue reemplazado por el procedimiento
extraordinario que impusiera Diocleciano. Desaparece la división del proceso en dos
tiempos, para comenzar su desarrollo ante solo un magistrado. La demanda se presenta
por escrito, el demandado es oficialmente citado a comparecer y debe contestar la
pretensión por escrito, lo cual implica un debilitamiento de los principios de oralidad e
inmediación. Además, al desparecer la necesidad de la presencia del accionado en el
proceso, es posible su continuación en rebeldía, adoptándose, también, la imposición de
costas al dictar sentencia, la que podía ser impugnada7.
7
ALSINA, Hugo, Tratado Teórico Práctico de Derecho Procesal Civil y Comercial, tomo I, Ediar,
Buenos Aires, 1941, p. 208.
8
PALACIO, op. cit., tomo I, p. 82.
19
En forma paulatina, los tribunales de la Iglesia fueron expandiendo sus
actuaciones entendiendo en cuestiones civiles y luego, por una disposición dictada por
Constantino en el año 331, se reconoció fuerza legal a las sentencias dictadas por los
obispos en estas cuestiones, siempre que ambas partes hubieran convenido someter sus
diferencias a la autoridad episcopal.
Los tribunales eclesiásticos aplicaban el proceso romano pero introduciéndole
algunas reformas, elaborándose así un procedimiento mixto, llamado también común,
por cuanto se aplicaba, en cuanto no lo derogasen, las leyes locales, pero en un molde
similar al proceso romano, con el aporte del derecho canónico, donde estaban infiltradas
algunas instituciones germanas.
El proceso común se regía por un orden secuencial de etapas, destinadas cada
una de ellas al cumplimiento de un acto procesal o una serie de actos semejantes.
Observa Chiovenda9 que si bien los principios fundamentales de la prueba y la
sentencia son de origen romano, la influencia germana se advierte en numerosas
instituciones, algunas de las cuales han pasado al derecho moderno, por ejemplo, la
querella nullitatis (origen del recurso de casación), la prueba legal (entendida como
“conjunto de normas vinculantes de la convicción judicial”), la división del proceso en
una serie de fases preclusivas, etcétera.
Con la influencia del derecho canónico, el proceso se hizo escrito y el
procedimiento secreto, lo cual derivó en juicios lentos y complicados. Es por ello que
luego se instituyó un proceso breve y rápido para cuestiones de menor importancia,
siendo este el origen de la actual distinción entre procesos ordinarios y sumaríos
contemplado en las legislaciones contemporáneas.
9
Instituciones, tomo I, op. cit., p. 12
20
En forma paulatina, los tribunales de la Iglesia fueron expandiendo sus
actuaciones entendiendo en cuestiones civiles y luego, por una disposición dictada por
Constantino en el año 331, se reconoció fuerza legal a las sentencias dictadas por los
obispos en estas cuestiones, siempre que ambas partes hubieran convenido someter sus
diferencias a la autoridad episcopal.
Los tribunales eclesiásticos aplicaban el proceso romano pero introduciéndole
algunas reformas, elaborándose así un procedimiento mixto, llamado también común,
por cuanto se aplicaba, en cuanto no lo derogasen, las leyes locales, pero en un molde
similar al proceso romano, con el aporte del derecho canónico, donde estaban infiltradas
algunas instituciones germanas.
El proceso común se regía por un orden secuencial de etapas, destinadas cada
una de ellas al cumplimiento de un acto procesal o una serie de actos semejantes.
Observa Chiovenda9 que si bien los principios fundamentales de la prueba y la
sentencia son de origen romano, la influencia germana se advierte en numerosas
instituciones, algunas de las cuales han pasado al derecho moderno, por ejemplo, la
querella nullitatis (origen del recurso de casación), la prueba legal (entendida como
“conjunto de normas vinculantes de la convicción judicial”), la división del proceso en
una serie de fases preclusivas, etcétera.
Con la influencia del derecho canónico, el proceso se hizo escrito y el
procedimiento secreto, lo cual derivó en juicios lentos y complicados. Es por ello que
luego se instituyó un proceso breve y rápido para cuestiones de menor importancia,
siendo este el origen de la actual distinción entre procesos ordinarios y sumaríos
contemplado en las legislaciones contemporáneas.
9
Instituciones, tomo I, op. cit., p. 12
20
las partes las que asumían todas las facultades. Esto supuso plasmar el principio
dispositivo y el de aportación de prueba, adoptándose la forma escrita de los actos
procesales. En lo que respecta a las facultades de dirección, se entendía que el juez no
tenía control de oficio de los presupuestos procesales, confiándose el impuslo procesal a
las partes. En cuanto a la apreciación de la prueba, no pudo mantener el sistema de la
valoración legal, creándose la “sana crítica”, que era un modo de limitar el arbitrio
judicial.
A fines del siglo XIX, se modifica con la ley de Enjuiciamiento Civil de 1881 en
la que se trataba también de mantener lo existente sin introducir verdaderas reformas en
el sistema procesal civil, sin perjuicio de que en esta se introdujo la publicidad general
de los actos procesales y se aumentó la contradicción en la prueba.
Más adelante veremos la importancia de ambas leyes, que determinaron todo el
desarrollo posterior de lo que ha sido el proceso civil de muchos países y en particular
del nuestro.
22
Refiriéndose a la marcada influencia de la legislación española en nuestro país,
sostiene Alsina, que si la ley de 1855 significó para España, por una parte, el término de
una etapa en que la diversidad de disposiciones vigentes, por razones históricas, hacían
incierto el procedimiento, y por otra, el retorno a los principios fundamentales del
proceso romano-canónico que durante tantos siglos predominó en su regimen procesal,
para quienes, como nosotros, las heredan con todas sus virtudes y deficiencias, también
significó el comienzo de una nueva época, la de la codificación, pues se convirtió en la
fuente en que abrevaron las leyes de enjuiciamiento de todos los países de filiación
hispana. Es así como dicha ley, sancionada el 5 de octubre de 1855, reglamenta un
proceso cuya base es el derecho romano, tal como lo entendieron los glosadores, pero
fuertemente influenciada por elementos del derecho germano y del canónico, caracteres
que se mantuvieron en la ley de 1881. La influencia de la ley de 1855 se advirte con
solo observar que de los 810 artículos del código de 1880; 392 tienen su fuente directa
en aquella ley. Como su modelo, el código adopta el sistema escrito y confía el impulso
procesal a las partes, colocando al juez en una situación de expectativa10.
10
“Influencia de la ley Española de enjuiciamiento civil de 1855 en la Legislación Argentina”, Revista
de Derecho Procesal, tomo 1955-I.
23
Refiriéndose a la marcada influencia de la legislación española en nuestro país,
sostiene Alsina, que si la ley de 1855 significó para España, por una parte, el término de
una etapa en que la diversidad de disposiciones vigentes, por razones históricas, hacían
incierto el procedimiento, y por otra, el retorno a los principios fundamentales del
proceso romano-canónico que durante tantos siglos predominó en su regimen procesal,
para quienes, como nosotros, las heredan con todas sus virtudes y deficiencias, también
significó el comienzo de una nueva época, la de la codificación, pues se convirtió en la
fuente en que abrevaron las leyes de enjuiciamiento de todos los países de filiación
hispana. Es así como dicha ley, sancionada el 5 de octubre de 1855, reglamenta un
proceso cuya base es el derecho romano, tal como lo entendieron los glosadores, pero
fuertemente influenciada por elementos del derecho germano y del canónico, caracteres
que se mantuvieron en la ley de 1881. La influencia de la ley de 1855 se advirte con
solo observar que de los 810 artículos del código de 1880; 392 tienen su fuente directa
en aquella ley. Como su modelo, el código adopta el sistema escrito y confía el impulso
procesal a las partes, colocando al juez en una situación de expectativa10.
10
“Influencia de la ley Española de enjuiciamiento civil de 1855 en la Legislación Argentina”, Revista
de Derecho Procesal, tomo 1955-I.
23
11. ¿Para qué sirve el derecho procesal?
Debemos puntualizar para responder al interrogante, que el derecho procesal
sirve para organizar el sistema de enjuiciamiento, la justicia y su composición, y para
consagrar en su vínculo con la Constitución, una garantía única que asegura con el
proceso el respeto a las demás garantías.
Las garantías constitucionales que preservan la eficacia y el cumplimiento de los
derechos dependen de los instrumentos establecidos para hacer efectiva la tutela
prometida. Este mecanismo instrumental es el proceso, observado en este plano, como
única garantía posible.
Por ello, el proceso es un método de debate entre personas y una garantía que
otorga el Estado para que esa dialéctica sea resuelta con justicia y equidad.
El vínculo entre el derecho y el proceso es la fuente común de toda obra
jurisdiccional, una sirve a la otra, recíprocamente.
De ahí que no sea posible argumentar que el derecho procesal sea solamente un
derecho al servicio de otros, sino una auténtica ciencia autónoma. En todo caso, la
instrumentalidad es del proceso, pero no de la ciencia.
A su turno, esa instrumentalidad no impide que la función jurisdiccional sea
activa y responsable, de modo tal, que no está solamente para resolver conflictos entre
personas y aplicar las leyes, sino también para fiscalizar la supremacía constitucional y
ejercer el control de legalidad de los actos administrativos y de particulares.
Jurisdicción, acción y proceso, son los pilares donde se asienta conceptualmente
la ciencia.
Así, por ejemplo, la jurisdicción actúa como un mecanismo sustitutivo de la
voluntad de los particulares, siendo un poder independiente al que se le debe respeto y
sumisión, pero obligado al mismo tiempo a dar respuesta con justicia y equidad a los
conflictos que se le planteen, a fin de evitar la acción privada de composición (rol de los
jueces). La acción, por su lado, constituye un reclamo a la autoridad jurisdiccional para
que actúe contra un adversario a quien tendrá que emplazar para someterlo a las reglas
del proceso judicial (rol de las personas). La interacción de ambos da nacimiento al
proceso, entendido al respecto como un método de debate representado en el concepto
de juicio, que constituye una secuencia de actos encaminados a obtener un
pronunciamiento final que consolide el derecho presentado por la parte interesada (rol
del Estado a través del diseño procedimental).
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11. ¿Para qué sirve el derecho procesal?
Debemos puntualizar para responder al interrogante, que el derecho procesal
sirve para organizar el sistema de enjuiciamiento, la justicia y su composición, y para
consagrar en su vínculo con la Constitución, una garantía única que asegura con el
proceso el respeto a las demás garantías.
Las garantías constitucionales que preservan la eficacia y el cumplimiento de los
derechos dependen de los instrumentos establecidos para hacer efectiva la tutela
prometida. Este mecanismo instrumental es el proceso, observado en este plano, como
única garantía posible.
Por ello, el proceso es un método de debate entre personas y una garantía que
otorga el Estado para que esa dialéctica sea resuelta con justicia y equidad.
El vínculo entre el derecho y el proceso es la fuente común de toda obra
jurisdiccional, una sirve a la otra, recíprocamente.
De ahí que no sea posible argumentar que el derecho procesal sea solamente un
derecho al servicio de otros, sino una auténtica ciencia autónoma. En todo caso, la
instrumentalidad es del proceso, pero no de la ciencia.
A su turno, esa instrumentalidad no impide que la función jurisdiccional sea
activa y responsable, de modo tal, que no está solamente para resolver conflictos entre
personas y aplicar las leyes, sino también para fiscalizar la supremacía constitucional y
ejercer el control de legalidad de los actos administrativos y de particulares.
Jurisdicción, acción y proceso, son los pilares donde se asienta conceptualmente
la ciencia.
Así, por ejemplo, la jurisdicción actúa como un mecanismo sustitutivo de la
voluntad de los particulares, siendo un poder independiente al que se le debe respeto y
sumisión, pero obligado al mismo tiempo a dar respuesta con justicia y equidad a los
conflictos que se le planteen, a fin de evitar la acción privada de composición (rol de los
jueces). La acción, por su lado, constituye un reclamo a la autoridad jurisdiccional para
que actúe contra un adversario a quien tendrá que emplazar para someterlo a las reglas
del proceso judicial (rol de las personas). La interacción de ambos da nacimiento al
proceso, entendido al respecto como un método de debate representado en el concepto
de juicio, que constituye una secuencia de actos encaminados a obtener un
pronunciamiento final que consolide el derecho presentado por la parte interesada (rol
del Estado a través del diseño procedimental).
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Pero, ¿qué ocurre si las partes en conflicto recurren a una forma de proceso que
no tiene como órgano decisor a un juez con jurisdicción, esto es, con poder y autoridad
constitucional? ¿El sometimiento a arbitraje, amigable composición, juicio de peritos, y
demás fórmulas de heterocomposición son materias del derecho procesal?, entendemos
que sí, y sus razones las aportamos más adelante11.
Similar problema se crea en los procesos sin conflicto, donde aparece la figura
del juez resolviendo situaciones de derecho, casi administrativas. Son también estos,
cometidos del derecho procesal.
Ahora bien, la naturaleza de cada proceso impone una serie de conceptos
técnicos que orquestan principios y presupuestos propios de la asignatura. En este
sentido, el régimen jurídico de las partes y peticionantes, como de representantes,
mandatarios y patrocinantes.
La regularidad del proceso impone ocuparse de los problemas de competencia y
jurisdicción, lo que supone involucrar las facultades, deberes, derechos y obligaciones
del órgano jurisdiccional y sus auxiliares.
En este ámbito, es natural, además, estudiar en la asignatura las formas de
designación de magistrados como la de empleados y funcionarios del Poder Judicial.
También, el contenido intrínseco de cada uno de los actos procesales contrae un
nuevo compromiso de explicación; aquí, es común ingresar en los deberes primarios y
secundarios de la conducta del proceso12; como en los requisitos procesales que
particulariza a cada procedimiento.
Sin embargo, en la actualidad debe destacarse la constitucionalización del
proceso que fomentó una evolución notable en el concepto de debido proceso y que
tuvo lugar con la aparición de las primeras concepciones acerca del derecho a tener
jueces, a ser oído y a tener un proceso con la vigencia plena de todas las garantías
constitucionales.
De ser un proceso legal se pasó a estimar un proceso constitucional, con el
agregado de principios y presupuestos que conciliaban en el argumento de que sin
garantías procesales efectivas y certeras, no había posibilidad alguna para desarrollar los
derechos fundamentales.
El proceso jurisdiccional tiene suprema importancia para el derecho procesal
constitucional porque es la auténtica protección de las garantías, incluso podría
afirmarse que desde este punto de vista, es la única garantía.
Con la constitucionalización del proceso se evade y posterga la noción de
exigencia individual o derecho subjetivo público. El proceso debido es aquel que no
tiene fronteras ni características por Estado.
De manera tal, la constitucionalización del proceso supone crear condiciones
para entender lo que “es debido”. No se trata ahora de un mensaje preventivo dirigido al
estado, ni de asegurar los mínimos exigibles en el derecho de defensa; hay una
construcción específica que comienza desde la entrada al proceso y continúa a través de
toda la instancia culminando con el derecho a una sentencia fundada que pueda ser
ejecutada y cumplida como los jueces han ordenado.
11
GOZAINI, Osvaldo A., Formas Alternativas para la resolución de conflictos, Depalma, Buenos
Aires, 1995 p. 13 y ss.
12
GOZAINI, Osvaldo A., La conducta en el proceso, Platense, 1988, p. 34 y ss.
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Debe quedar en claro que si hablamos de garantías constitucionales, no hay más
garantía que el proceso judicial porque será este el que, en definitiva, persiga la
consagración de los derechos y libertades que trae la Ley Fundamental, resultando de
suma importancia asegurar la relación efectiva entre el Proceso y la Constitución y, de
este modo, lograr que se vaya hacia una unificación o armonización de los principios.
Inclusive, no se podrá desatender la influencia del derecho procesal trasnacional y la
vigencia absoluta en todo tiempo y lugar, de los derechos humanos.
En este sentido, merece particular importancia el rol que desempeña el juez en el
proceso, como verdadero contenedor de las diferencias que se suscitan entre las partes,
como así también quien debe velar por el cumplimiento de las garantías de que se lleve
a cabo un proceso debido.
Tenemos dos modelos bien diferenciados: el de los Jueces americanos y el de los
Jueces europeos, lo cuales responden a contextos políticos e ideológicos diferentes, de
ahí su marcada distinción.
En la mayoría de los países europeos, la función jurisdiccional divide la tarea
entre jueces comunes, tribunales constitucionales, justicia administrativa, y más
recientemente, la jurisdicción comunitaria y trasnacional. El juez americano es, a un
mismo tiempo, juez de causas comunes, constitucionales y administrativas. Esta
marcada diferencia se debe a que en Europa, existía una clara desconfianza hacia los
jueces, lo cual trajo aparejado la imposibilidad de poder interpretar la ley. Nuestras
leyes procesales respondieron a estos lineamientos que imperaban en esa época. De tal
forma, que en un comienzo los códigos procesales limitaron absolutamente el rol del
juez en el proceso, elevando por encima de todos los principios al dispositivo, según el
cual, el proceso es cosa de partes y solo estas tienen interés en el desarrollo y solución
del conflicto. Son los litigantes quienes deben respetar las consignas del procedimiento
que, para ser debido, debía estar emplazado entre partes, en igualdad de condiciones y
trato, reconociendo en el juez el equilibrio de la balanza en esa lucha entre fuerzas
opuestas.
Sin embargo, en Estados Unidos privó la doctrina de la confianza de los jueces
con todo lo que ello implica y que trasciende el sentido de poder controlar la
constitucionalidad de las leyes.
El common law presta suma atención a la confiabilidad y honorabilidad de sus
jueces, y por eso es tan importante la primera instancia, en lugar de los tribunales de
apelaciones europeos que se distinguen por la formación de la jurisprudencia o doctrina
judicial. La fuerza del juez americano está en sus potestades, antes que en las leyes.
Tiene un sistema donde el poder se tiene y se ejerce, sin limitaciones obstruccionistas
afincadas en principios estancos (como la bilateralidad y la contradicción) o en
solemnidades inútiles que solamente sirvieron para hacer del proceso una regla de
comportamientos y actitudes, de acciones y reacciones, de alegatos y réplicas, en los
cuales la verdad de los hechos quedó bastante difuminada.
En definitiva, la diferencia está en que el modelo europeo comienza como una
proyección de desconfianza en los jueces, y por ello, las exigencias primeras se
destinaron a poner frenos a los arrebatos e intemperancias del Poder Judicial. Las
prevenciones fueron especialmente aplicadas al proceso penal, y en consecuencia, el
debido proceso fue antes que un principio, una regla que limitaba la fución
jurisdiccional.
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Además, los sistemas procesales continentales exacerbaron la importancia de los
tribunales de Alzada, considerando que ellos debían, a través de la casación, formalizar
un criterio purificador de la jurisprudencia, con una clara tendencia hacia la
uniformación. No era aconsejable que el juez desviara a su antojo el criterio de
interpretación, el cual, por otra parte, estaba limitado y restringido (v.gr.: por la variedad
de presupuestos de prejudicialidad, como por aquellas que obligaba a intervenir a los
Tribunales Constitucionales). La interpretación que efectuaban (sistema jurisdiccional
concentrado, abstracto en la causa y genérico en las derivaciones) era casi filosófica, se
argumenta con principios antes que con razones, y se piensa en el bienestar general
antes que en la solución pacífica del conflicto.
El juez americano, en cambio, es una autoridad con poder de controlar la
administración (eficacia y legalidad administrativa) y de fiscalizar la supremacía de la
Norma Fundamental (control de constitucionalidad).
Ejerce un control de constitucionalidad difuso (concreto porque debe aplicar la
potestad de interpretar y aplicar la ley a un caso en particular, y singular en cuanto al
alcance la sentencia), debe resolver la cuestión propuesta y deducir las implicancias de
la ley en el problema en ciernes; la sentencia no trasciende y se cobija en el manto de lo
puramente individual y casi anecdótico. Sabe que su sentencia, para llegar a ser
trascendente, deberá superar las escalas jerárquicas y valorativas de la pirámide judicial,
donde la llegada al máximo tribunal encargado de velar por la supremacía de la
Constitución, habitualmente es condicionada, excepcional y extremadamente solemne.
13
PALACIO, Lino E., Derecho Procesal Civil, tomo I, Abeledo Perrot, Buenos Aires, 1979, p. 28.
27
Además, los sistemas procesales continentales exacerbaron la importancia de los
tribunales de Alzada, considerando que ellos debían, a través de la casación, formalizar
un criterio purificador de la jurisprudencia, con una clara tendencia hacia la
uniformación. No era aconsejable que el juez desviara a su antojo el criterio de
interpretación, el cual, por otra parte, estaba limitado y restringido (v.gr.: por la variedad
de presupuestos de prejudicialidad, como por aquellas que obligaba a intervenir a los
Tribunales Constitucionales). La interpretación que efectuaban (sistema jurisdiccional
concentrado, abstracto en la causa y genérico en las derivaciones) era casi filosófica, se
argumenta con principios antes que con razones, y se piensa en el bienestar general
antes que en la solución pacífica del conflicto.
El juez americano, en cambio, es una autoridad con poder de controlar la
administración (eficacia y legalidad administrativa) y de fiscalizar la supremacía de la
Norma Fundamental (control de constitucionalidad).
Ejerce un control de constitucionalidad difuso (concreto porque debe aplicar la
potestad de interpretar y aplicar la ley a un caso en particular, y singular en cuanto al
alcance la sentencia), debe resolver la cuestión propuesta y deducir las implicancias de
la ley en el problema en ciernes; la sentencia no trasciende y se cobija en el manto de lo
puramente individual y casi anecdótico. Sabe que su sentencia, para llegar a ser
trascendente, deberá superar las escalas jerárquicas y valorativas de la pirámide judicial,
donde la llegada al máximo tribunal encargado de velar por la supremacía de la
Constitución, habitualmente es condicionada, excepcional y extremadamente solemne.
13
PALACIO, Lino E., Derecho Procesal Civil, tomo I, Abeledo Perrot, Buenos Aires, 1979, p. 28.
27
El derecho procesal moderno emplaza un cambio trascendente al erradicar el
estudio del procedimiento para dar forma al debido proceso. Dicho en otros términos, el
estudio de la máxima garantía que tienen las personas para la defensa de sus derechos.
En tal sentido, no hay varios derechos procesales, ni ramificaciones con
diferencia de principios y presupuestos. Existen, en cambio, manifestaciones que
desarrollan ciertas especialidades de la materia en conflicto (v.gr: civil, comercial,
penal, administrativo, laboral, etc.) pero que concilian un fundamento superior, único
que lo transportan a cada una de esas exposiciones.
El derecho procesal es único, y por eso se puede hablar de una teoría general del
derecho procesal.
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