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Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT): principios y características

Una de las Terapias de Tercera Generación que están generando mejores resultados.
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Jonathan García-Allen

La Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) es un tipo de terapia que se engloba dentro de


las denominadas terapias de tercera generación, que surgieron entre los años 80 y 90 en
Estados Unidos y forman parte de los modelos terapéuticos conductuales y cognitivos.

Mientras las terapias de primera y segunda generación se centraban y (centran) en combatir


los pensamientos automáticos o causantes de malestar y sustituirlos por otros supuestamente
más adaptativos, las terapias de tercera generación ponen énfasis en el diálogo y el contexto
funcional y buscan la aceptación y la actitud no enjuiciadora como manera de encontrar el
bienestar.

 Artículo relacionado: ”Tipos de terapias psicológicas”

Qué son las terapias de primera y segunda generación

Las terapias de la tercera generación o la tercera ola pertenecen a las terapias de conducta.
Para entender qué son estas terapias, primero hablaré de las terapias de primera y segunda
generación.

Las terapias de primera generación (años 60) son las terapias que nacieron con el objetivo de
superar las limitaciones de la terapia psicoanalítica, dominante en esa época. Al hablar de
terapias de primera generación estamos hablando del Condicionamiento Clásico de Watson y
el Condicionamiento Operante de Skinner. Este tipo de terapias tuvieron su utilidad para
tratar, por ejemplo, miedos o fobias, y se basaban en los principios del condicionamiento y el
aprendizaje.

Sin embargo, ni el modelo de aprendizaje asociacionista y el paradigma estímulo-respuesta


característico de Watson, ni tan siquiera el avance experimental de Skinner fueron eficaces en
el tratamiento de determinados problemas psicológicos que presentaban algunas personas.
Entonces, surgieron las terapias de segunda generación (años 70), que son, principalmente,
las Terapias Cognitivo-Conductuales (TCC) como, por ejemplo, la Terapia Racional Emotiva
(TREC) de Albert Ellis y la Terapia Cognitiva de Aaron Beck, que consideran el pensamiento o
la cognición como causa principal de la conducta humana y, por tanto, de los trastornos
psicológicos.

No obstante, la segunda ola de terapias de conducta continuaba (y continúa) utilizando


técnicas y procedimientos de la primera generación y, por ende, se centran en la modificación,
eliminación, evitación y, en definitiva, la alteración de los eventos privados (pensamientos,
creencias, emociones, sentimientos e incluso las propias sensaciones corporales).

En otras palabras, estas formas de terapia giran en torno a la idea de que si el motivo de la
conducta es el evento privado, éste se ha de modificar para poder cambiar la conducta. Esta
premisa está ampliamente aceptada hoy en día, lo que, en la actualidad, trae como
consecuencia lo que se establece socialmente como conducta normal y correcta o bien
como enfermedad mental. Algo que encaja perfectamente con un modelo médico-psiquiátrico
e, incluso, farmacológico.
Qué caracteriza a las terapias de tercera generación

Las terapias de tercera generación surgieron en los años 90, y se diferencian de estas últimas
porque enfocan los trastornos desde una perspectiva contextualista, funcional, y su principal
objetivo no es reducir los síntomas que presenta el paciente, sino educarle y reorientar su vida
de una manera más holística. Tienen su base en la idea de que lo provoca malestar o ansiedad
no son los eventos, sino cómo vinculamos las emociones a éstos y cómo nos relacionamos con
los mismos. No se trata de evitar lo que nos causa sufrimiento, porque esto puede tener un
efecto rebote (como muchas investigaciones indican), sino que la situación ideal es la aceptar
nuestra propia experiencia mental y psicológica, y así reducimos la intensidad de los síntomas.

A veces puede ser extraño trabajar en este tipo de terapias, que invitan a la persona a ver,
gracias a distintas técnicas (ejercicios experienciales, metáforas, paradojas, etc), que lo que
está social o culturalmente aceptado le causa un intento de control sobre sus eventos privados
que de por sí es problemático. Este control no es la solución, sino que es el causante del
problema.

 Artículo relacionado: "Autoaceptación: 5 consejos psicológicos para lograrla"

La importancia del contextualismo funcional

Un aspecto a destacar de las terapias de tercera generación es que se fundamentan en un


perspectiva funcional y contextual de las patologías, lo que recibe el nombre contextualismo
funcional. Es decir, se analiza el comportamiento del individuo desde el contexto en el que
ocurre, porque si se descontextualiza, entonces no es posible descubrir su funcionalidad.

Por un lado, interesa saber cómo se relaciona la persona con el contexto de acuerdo con su
historia y las circunstancias actuales, siempre teniendo en cuenta la conducta verbal y la
clarificación de valores. La conducta verbal es lo que el paciente se dice a sí mismo y a los
demás, pero no es importante por el contenido sino por su función. Un paciente puede decir
que se siente acomplejado y que tiene mucha vergüenza cuando tiene que hablar en público.
Lo importante no es saber si siente vergüenza o está acomplejado, el objetivo es saber si esta
manera de pensar le está haciendo bien o si le perjudica.

Además, en las terapias de tercera generación no se distingue la conducta observable y la


privada, pues esta última también se valora desde la funcionalidad.

Terapia de Aceptación y Compromiso

Sin lugar a dudas, una de las terapias de tercera generación más conocidas es la Terapia de
Aceptación y Compromiso (ACT), que tiene como objetivo el crear una vida rica y significativa
para el paciente, aceptando el dolor que inevitablemente viene con ella.

La ACT se presenta como una alternativa a la psicología tradicional y es un modelo de


psicoterapia que está respaldado científicamente y que utiliza distintas técnicas: paradojas,
ejercicios experimentales, metáforas, trabajo con valores personales e incluso el
entrenamiento mindfulness. Tiene sus bases en la Teoría del Marco Relacional (RFT), por lo
que se encuadra en nueva teoría del lenguaje y la cognición.

El lenguaje humano puede transformarnos, pero también crear el sufrimiento psicológico. Por
eso es necesario trabajar con los significados del lenguaje, sus funciones y su relación con los
eventos privados (emociones, pensamientos, recuerdos…). Además, el autodescubrimiento y
la clarificación de valores son elementos imprescindibles en este tipo de terapia, en la que el
paciente debe preguntarse y cuestionarse qué clase de persona quiere ser, qué es lo
verdaderamente valioso en su vida y desde qué creencias y valores actua.

Compromiso con nuestros valores

Si miramos a nuestro alrededor, parece claro que gran parte de nuestro sufrimiento viene
determinado por nuestras creencias de lo que está bien o está mal, creencias que son
aprendidas culturalmente y que vienen fundamentadas por los valores que promueve la
sociedad occidental. Mientras que la mayoría de terapias ven el sufrimiento como algo
anormal, la ACT entiende que el sufrimiento es parte de la vida misma. Por eso se dice que la
ACT cuestiona la ideología social y lo modelos de normalidad saludable, en el que la felicidad
se entiende como la ausencia de dolor, ansiedad o preocupaciones.

ACT, que en inglés quiere decir “actuar”, hace hincapié en tomar acciones efectivas guiadas
por nuestros valores más profundos, en las que estamos totalmente presentes y
comprometidos.

Principios de este tipo de terapia

La ACT emplea algunos principios que permiten que los pacientes desarrollen la flexibilidad
mental necesaria para mejorar su bienestar emocional.

Son estos seis:

1. Aceptación

La aceptación significa reconocer y aprobar nuestra experiencia emocional, nuestros


pensamientos o nuestros sentimientos. Tiene que ver con tratarnos con cariño y compasión a
pesar de no ser perfectos. No debemos luchar contra nuestros eventos privados ni huir de
ellos.

En realidad, la aceptación de la situación presente contribuye a que muchos de los aspectos de


nuestra vida que percibimos como problemas dejen de serlo, disminuyendo así el nivel de
ansiedad y los factores de malestar asociados a este.

2. Defusión cognitiva

Se trata de observar nuestros pensamientos y cogniciones como lo que son, trozos de


lenguaje, palabras, imágenes, etc. Simplemente, observar y dejar ir sin juzgarlos. De este modo
se adopta una visión distanciada y más racional de las cosas.

3. Experiencia presente

El presente es el único momento que podemos vivir. El estar en el aquí y el ahora con una
mentalidad abierta y la conciencia plena, participando totalmente con la atención debida a lo
que está ocurriendo en nosotros y nuestro alrededor es la clave de nuestro bienestar.

4. El “Yo observador”

Significa desprenderse del yo conceptualizado, es decir, del apego hacia nuestras propias
narraciones. Desde la perspectiva del yo como observador vemos las cosas desde un punto de
vista no enjuiciador.
5. Claridad de valores

La ACT exige un trabajo de autoconocimiento que permite clarificar nuestros valores desde
lo más profundo del alma. ¿Qué es lo verdaderamente valioso para nosotros? ¿Dónde
queremos estar o ir en realidad? Estas son algunas de las preguntas a las que hay que
responder. Eso sí, siempre con honestidad.

6. Acción comprometida

La dirección que seguimos siempre debe estar determinada por nuestros propios valores y
no por las imposiciones sociales. Hay que involucrarse en acciones significativas para nosotros
mismos. De este modo somos mucho más propensos a comprometernos con nuestros
proyectos y hacer que progresen al ritmo que queremos.

Referencias bibliográficas:

 Hayes, S.C. (2004). Acceptance and commitment therapy, relational frame theory, and
the third wave of behavioral and cognitive therapies. Behavior therapy, 35, 639-665.

 Luciano, M.C. y Valdivia, M.S. (2006). La terapia de aceptación y compromiso (ACT).


Fundamentos, características y evidencia. Papeles del Psicólogo, 27, 79-91.

Jonathan García-Allen. Psicólogo | Director de comunicación de


Psicología y Mente Barcelona

Jonathan García-Allen (Reus, 1983) es Graduado en Psicología por la


Universitat de Barcelona, y cuenta con distintas especialidades. Ha
cursado varios posgrados, entre los que destacan el de Gestión de
Recursos Humanos por la Universitat Rovira i Virgili, el postgrado en
Psicología del Deporte por la UNED y el de Mindfulness e
Inteligencia Emocional por la Universidad de Málaga. Experto
universitario en Coaching por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid.

Es fundador y Director de comunicación de la web Psicología y Mente, la mayor comunidad en


el ámbito de la psicología y las neurociencias.

También ha participado en distintos proyectos: Psicólogo en Meyo App; creador, Director


técnico y formador en el Star Camp de la cadena hotelera Iberostar, un programa de
animación infantil y juvenil basado en las Inteligencias Múltiples, el Teambuilding y la
Educación en valores; y en la actualidad es profesor de Coaching Educativo en la Universidad
Libertadores (Colombia).

Autor de dos libros de divulgación científica:

«Psicológicamente hablando: un recorrido por las maravillas de la mente», de Ediciones


Paidós.

«¿Qué es la inteligencia? Del CI a las inteligencias múltiples», de la colección Neurociencia &


Psicología de El País y con la editorial EMSE EDAPP.

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