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CURSO DE POSGRADO EN CLÍNICA SISTÉMICA

INFANTO-JUVENIL.

“PILAR, ¿DE LA FAMILIA?”


Camisay Analía
Rutia Yanina
Velazquez Herrera Florencia

2019
INTRODUCCIÓN

La familia es un sistema que se encuentra constituida por una red de relaciones y


conformada por subsistemas en donde cada miembro evoluciona y se desarrolla a través
de diferentes etapas.

En estos últimos años, se han presentado muchos cambios sociales, relacionales,


ideológicos; donde los modelos tradicionales de familia se han ido modificando, donde
las etapas de la familia y sus formas de constituirse han ido cambiando, generando
nuevas estructuras, nuevos vínculos y también, en algunos casos, nuevos conflictos.

A partir de todos estos cambios, en la sociedad actual, encontramos más


situaciones donde la pareja o uno de los miembros de la pareja parental, convive con
sus padres e hijos; generando nuevas estructuras familiares, como la familias
trigeneracional, que está compuesta por varias generaciones padres, hijos, abuelos,
tíos, tías sobrinos, primos y demás que comparten el hogar, y tiene como mínimo tres
generaciones. Todos estos cambios de adaptación en donde son imprescindibles las
normas, reglas, límites y jerarquías que funcionan en el ambiente familiar, se dificultan
cuando hay tantos subsistemas conviviendo, generando conflictos y graves
consecuencias en los niños involucrados.

En el trabajo realizado, presentamos un caso clínico, de una familia


trigeneracional, donde la función de la madre esta desdibujada, los límites entre
subsistemas no son claros, y generan un tipo de estructura trianguladora. En todo este
proceso, comienzan los conflictos, las emociones negativas, las conductas impulsivas y
los pensamientos sesgado por la situación, y todo esto afectará a la niña en cuestión,
proliferando maltratos, especialmente psicológicos. Linares (2015) dice que el maltrato
psicológico es la base relacional de la psicopatología:

Somos seres primariamente amorosos, y el amor propicia el desarrollo de nuestra


personalidad madura y sana; pero, cuando el poder-dominio interfiere y bloquea el amor,
nos convierte en secundariamente maltratantes: maltratamos físicamente, pero, sobre
todo, psicológicamente, y así enfermamos y hacemos enfermar. (p. 4)
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Pilar, ¿de la Familia?
CASO CLÍNICO

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TERESA

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MIRIAM

PILAR

La paciente identificada, Pilar, llega a consulta en el transcurso del corriente año


para recibir un tratamiento interdisciplinario por el diagnóstico de Trastorno del
Lenguaje y del Habla. La misma cuenta con el Certificado Único de Discapacidad
(CUD).

Su mamá, en la primera sesión expresa como motivo de consulta que: La niña es


muy dependiente en sus actividades cotidianas, no puede dormir sola, por lo que
duerme con ella o su abuela. También manifiesta Miriam que Pilar no la ve como una
mamá sino como una hermana, por lo que la puesta de límites para con ella es difícil.
Refiere que la convivencia con los abuelos en “complicada”, ya que estos buscan
adoptar un rol de padres para con la niña, dificultando el establecimiento de un vinculo
adecuado con su hija.

Durante el proceso terapéutico, la madre decide iniciar la convivencia con su


pareja, quedando la niña viviendo con los abuelos, ya que esta no quiere vivir con el
“concubino” de la mamá. Los abuelos buscan apropiarse de la niña como hija,
aludiendo que la conducta de la madre no es apropiada, y que la familia sólo estaba
compuesta de cuatro personas y no hay lugar para la pareja de la madre.

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MARCO TEÓRICO

Bertalanffy (1987) definió a un sistema como una serie de elementos interrelacionados


con un objetivo común, que se afectan unos a otros, y la característica que los une es la
composición que tienen, es decir, la totalidad, la cual no es sólo la suma de las partes, sino
también la relación entre ellas; además, cada elemento tiene una función e interactúan entre
ellos. Hay diferentes niveles de complejidad de elementos en el sistema (jerarquías
diferenciadas) y los elementos se necesitan uno al otro para funcionar.
Algunos principios sobre los sistemas:
• Todo sistema tiene niveles de organización llamados subsistemas.
• Un sistema puede ser abierto si interactúa con el medio ambiente y es susceptible al
cambio, o cerrado cuando no interactúa con el medio ambiente y permanece estático.
• Cualquier sistema tiene límites espaciales (físicos) y dinámicos (relacionales).
• Todo sistema es capaz de autorregularse por retroalimentación (homeostasis-
morfogénesis).
• Todo sistema pertenece a sistemas mayores llamados suprasistemas.
• Todo organismo es un sistema activo y abierto que cambia y crece.
• No sólo interesan los elementos del sistema sino también sus interrelaciones.
• El cambio en uno de los elementos afecta a todo el sistema y no a uno solo.

En esta teoría se señala que el cambio se conforma de acuerdo al conjunto de relaciones


complejas; la conducta es influida e influye, es un proceso de circularidad.

La familia como sistema:


• La familia es un sistema vivo y abierto en el que su totalidad lo conforman no solamente
sus elementos (miembros de la familia) sino también las relaciones que éstos establecen
entre sí.
• Como sistema, la familia tiende al equilibrio (homeostasis) y al cambio (morfogénesis).
• El sistema se autorregula.
• Como sistema, la familia se relaciona con suprasistemas de los cuales forma parte (familia
de origen, familia extensa, comunidad, etcétera).

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• La familia es un sistema en el que se pueden identificar subsistemas: individual, conyugal,
parental, fraterno.
• Existe un conflicto familiar cuando se produce una disfunción en las interrelaciones que se
establecen entre sus miembros.
• El conflicto individual en cualquiera de los miembros del sistema es sólo la manifestación
de un conflicto familiar

Para Minuchin (2003), la familia es el contexto natural para crecer y para recibir auxilio, y
de él dependerá el terapeuta de familia en la obtención de las metas terapéuticas. La familia es
un grupo natural que en el curso del tiempo ha elaborado pautas de interacción. Estas
constituyen la estructura familiar, que a su vez rige el funcionamiento de los miembros de la
familia, define su gama de conductas y facilita su interacción recíproca. La familia necesita de
una estructura viable para desempeñar sus tareas esenciales, a saber, apoyar la individuación
al tiempo que proporciona un sentimiento de pertenencia.

Los miembros de la familia no se suelen vivenciar a sí mismos como parte de esta


estructura familiar. Todo ser humano se considera una unidad, un todo en interacción con otras
unidades. Sabe que influye sobre la conducta de otros individuos, y que éstos influyen sobre la
suya. Y cuando interactúa en el seno de su familia, experimenta el mapa que ésta traza del
mundo. Sabe que en ciertos territorios se lee: «Haz lo que quieras»; otros tienen las señales
«Avance con cautela» o «Pare». Si atraviesa este último límite, el miembro de la familia tropezará
con algún mecanismo de regulación. A veces aceptará y a veces cuestionará. Hay también
sectores marcados con la señal «Prohibida la entrada». La transgresión de éstos trae
consecuencias del máximo valor afectivo: culpa, angustia, aun destierro y anatema. (Minuchin y
Fishman, 2004, p. 16)

La familia disfuncional tiene serias dificultades para resolver problemas. Sus procesos
interaccionales se encuentran paralizados y fijos. Se sitúa los problemas existentes en un
individuo. Se evitan los conflictos. Se niega que exista problema alguno. Repiten estrategias de
resolución de conflictos que resultan ineficaces. Culpan a alguien. De esta manera dichos
conflictos no estimulan el desarrollo y la transformación de la familia, sino su rigidez y poca
capacidad de cambio. Se observa con regularidad un desdibujamiento de las fronteras
generacionales, la suspensión de la organización jerárquica y la formación de una triangulación
patológica. Los síntomas son reacción de un organismo (sistema sometido a tensión).
Estabilizan a la familia y denuncian su disfunción.
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En ese contexto se desarrollan fenómenos como el mal llamado “Síndrome de Alienación
Parental”, que entretienen durante años a magistrados, mediadores y terapeutas. (Giovanazzi y
Linares, 2007)

La primera definición fue de Richard Gardner, profesor de psiquiatría infantil de La


Universidad de Columbia, que en 1985 formuló el concepto de Síndrome de Alienación Parental
(SAP), definiéndolo como:

El síndrome de alienación parental es un trastorno de la infancia que surge casi


exclusivamente en el pos-divorcio en contextos muy conflictivos de guarda o custodia. Su
manifestación primaria es la injustificada campaña de censurar, criticar y rechazar
emprendida por el niño contra uno de sus progenitores, descalificación que es injustificada
y/o exagerada. Esto resulta de la combinación de una programación (lavado de cerebro)
por cuenta del otro progenitor, por una parte, y de las propias contribuciones del niño a la
difamación del progenitor alienado, por la otra. (Onostre Guerra, 2009, pág. 106)

Esta definición, polariza esta situación compleja, donde el agente principal es la pareja
conyugal, manifestando como “bueno” a un progenitor y como “malo” al otro. Es una definición
lineal, donde el niño solo participa como víctima, y los padres como aliado o alienado.

Estas características anteriormente expuestas, son visibles en el caso de Pilar, ya que sus
abuelos descalifican continuamente el rol materno de generando en la niña una opinión y
conducta descalificadora para con la madre. Esto lleva a que la menor no quiera, inclusive en
algunos casos tomar contacto con la misma. Estas conductas por parte de los adultos
responsables conforman un círculo vicioso que genera confusión y malestar en la vida
emocional de la menor.

La Alienaciones Parentales, sin duda existe, pero muestra mucha más complejidad y
pluricausalidad de la que se desprende de las descripciones de la definición de Garner.
Giovanazzi y Linares (2007) proponen la siguiente definición:

Dos progenitores enzarzados en feroz combate por la posesión de un hijo, descalificándose


recíprocamente como padres y entregándose a todo tipo de manipulaciones con tal de salirse con
la suya. Un observador externo “puede tener la impresión de que los padres llegarían a preferir
rasgar el cuerpo de sus hijos (el espíritu se lo rasgan sin vacilar), antes que dejarles acceder al otro
miembro de la pareja.” (p. 7)
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Tomando la definición de Giovanazzi y Linares, si bien en el caso presentado, no son los
progenitores los que se encuentran en guerra, poniendo en medio a Pilar, pero si se observa
esta situación de conflicto entre los abuelos que actúan el rol parental vs. la madre, biológica.
Además de mostrar claros circuitos relacionales alienadores, también se observa la complejidad
y pluricausalidad en el caso, dado que los roles parentales no solo son los padres biológicos.

Triangularse, entonces, es una de las coreografías más frecuentes que se generan en los
circuitos familiares, de la que se heredan distintas tramas y juegos comunicacionales investidos de la
más variada gama de sentimientos. Dichos triángulos se conforman en general, por dos miembros
que se coalicionan en contra de un tercero. Pero esta alianza, que se transforma en coalición no
solo se remite a una triangularidad, sino que pueden asociarse diferentes miembros contra otros
miembros, o un subsitema en contra de otro, o algunos integrantes contra un subsitema, etc. Lo
fundamental en la coalición es asociarse con alguien en contra de alguien. (Ceberio, 2017, p. 258)

Este tipo de triangulaciones, hay que conocerlo para diferenciarlo de la alianza normal
que se experimenta con quien se comparte intereses y de otros casos de maltrato infantil, en el
cual el niño se resiste con genuino temor y buenas razones a encontrarse con uno de los
progenitores. (Maidas, Herskovic, Prado. 2011)
Son muchos los autores que han investigado las estructuras triangulares familiares
haciendo aportaciones a la comprensión del funcionamiento familiar y su relación con la
psicopatología infanto-juvenil; sin embargo, podríamos destacar tres autores muy importantes
en este campo: Jay Haley, Salvador Minuchin, y más recientemente Juan Luis Linares. Nos
gustaría exponer los puntos principales de las teorías de estos autores en relación a la temática
que aquí nos ocupa.

Haley (1998) elabora una teoría de los sistemas patológicos, centrándose en las
relaciones triádicas. Las tríadas serían diferentes a los triángulos. En una tríada la madre se
relaciona con el hijo sabiendo cómo diferenciarse de él y manteniendo a la vez unas
interacciones con el padre adecuadas; en esta relación con el padre, la madre es capaz de
transmitir al hijo que hay momentos en los que el niño no tiene cabida. El padre también es
consciente del binomio madre-hijo, no viviendo esta interacción como una amenaza a la
relación padre-madre y comprometiéndose fácilmente con el hijo. Esta tríada podría llegar a
convertirse en un triángulo cuando se diese una coalición de los dos miembros que poseen
diferente jerarquía (por ejemplo madre-hijo), yendo esta coalición dirigida contra el otro miembro
de la tríada (padre).
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En el caso de Pilar, podemos claramente observar la coalición entre los abuelos y Pilar,
dirigida contra Miriam. Haley, dice que el triángulo y la tríada forman parte de un continuo,
transformándose la tríada en triángulo en momentos o situaciones de ansiedad de la díada, (los
abuelos, están enojados con Miriam por decidir irse a convivir con su pareja actual); acabada
esta situación el sistema puede volver de nuevo a la estructura de tríada. A diferencia de la
tríada, en el triángulo el clima emocional es muy intenso, habiendo rigidez en los movimientos y
los límites de los miembros del sistema. En efecto, Haley acuñó el término triángulo perverso
para referirse a las situaciones en las que este juego familiar se torna patológico conduciendo a
comportamientos inadecuados y relaciones de violencia entre sus miembros, así, los síntomas
psicopatológicos aparecerían cuando la coalición no se reconoce o es negada, por tanto los
límites que separan a los miembros de distintas generaciones se rompen, permaneciendo
durante mucho tiempo esta circunstancia, la sintomatología de Pilar podría pensarse desde este
punto. Esta estructura supondría un problema serio para el desarrollo de la individualidad y las
relaciones sociales, sobre todo de Pilar.

Minuchin (2003), con su enfoque estructural, considera a la familia como un sistema que
se diferencia y desempeña sus funciones a través de subsistemas en los que cada uno de sus
miembros participa. Esta pertenencia a subsistemas va a proporcionar un desarrollo adecuado
de la identidad personal e interpersonal del individuo. Para que el funcionamiento familiar sea
adecuado debe existir una claridad en lo que respecta a los límites de los subsistemas, aunque
también estas reglas deben favorecer el contacto entre ellos y con otros subsistemas. Este
autor hace referencia a los procesos de triangulación cuando expone los problemas que pueden
existir con los límites de los subsistemas. Los límites entre los subsistemas del caso están
desdibujados, sobre todo la diferenciación de los límites de Pilar y Miriam, que interactúan más
como hermanas que como madre e hija, y los abuelos actúan los roles de padres. En este
sentido, es posible que aparezcan tendencias disfuncionales cuando un subsistema recurre
siempre a un mismo no miembro para resolver conflictos del subsistema, Pilar. Minuchin acuñó
el término de tríada rígida para referirse a la situación en la que los límites entre el subsistema
parental y el hijo se hacen difusos y se hacen inadecuadamente rígidos.

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En la resolución de sus conflictos, los adultos harían una utilización rígida de la niña;
creando una triangulación, donde los abuelos intentan que la nieta se una a ellos para ir contra
de la madre. Cada vez que esto sucede, Miriam percibe el comportamiento de Pilar como un
ataque hacia su persona, acarreando un sufrimiento importante en la niña al encontrarse en una
situación de inmovilización o estancamiento.

Linares (2015) menciona que la conyugalidad y parentalidad son las dos dimensiones
relacionales más importantes presentes en toda familia de origen. Aunque son independientes
entre sí, también se influyen mutuamente, dando, como consecuencia de sus diversas
combinaciones, impactando directamente en los niños y el resultado será de importancia
decisiva para la construcción de la personalidad de éstos. Conjugando estos dos pilares,
Linares (2002) describe una dinámica de nutrición relacional y espacios que se pueden
presentar en las dinámicas familiares y que no son saludables para el niño; desarrollaremos el
punto que nos ocupa en el caso:

• Conyugalidad disarmónica con una parentalidad primariamente conservada, crea a


las familias trianguladoras: los abuelos y la madre, razonablemente implicados de entrada
en cubrir las necesidades nutricias de Pilar, pierden el rumbo ante la irrupción de serias
dificultades para resolver sus propios conflictos. Y, eventualmente, recurren a la hija/nieta
con diversas propuestas de alianza, creándole problemas que denotan el deterioro
secundario de la parentalidad. Desde este punto de vista, definimos la triangulación como la
implicación disfuncional de los hijos en la resolución de los problemas relacionales de los
padres; en este caso, en problemas relacionales de los abuelos y la madre.

Para este autor se puede triangular de cuatro formas diferentes a los hijos:

-La triangulación manipulatoria: alguno de los dos padres, o los dos, establecen una
alianza con el niño ofreciéndole beneficios para ganarlo, se transmite al niño el mensaje “Yo te
puedo dar más que el otro”. Este juego relacional producirá conflictos de lealtad en el hijo y
miedo a perder a alguno de los dos padres, fantaseando una retirada de afecto del padre no
aliado. Con frecuencia se asocia con los síntomas neuróticos en el niño, sobre todo, la
ansiedad. La situación no ofrece la posibilidad de elegir a los dos, elegir a uno significa rechazar
al otro (“o estás conmigo o estás con el otro”). Podemos encontrarnos con varias situaciones
bipolares, donde cada extremo se identifica con cada uno de los padres, dando lugar a

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diferentes síntomas de tipo neurótico (histrionismo, conductas de evitación y obsesión-
compulsión, respectivamente). Esta estructura también se relaciona con trastornos de la
personalidad del grupo C, definidos preferentemente por la ansiedad, la evitación, el trastorno
obsesivo-compulsivo y por último, la personalidad histriónica perteneciente al grupo B (Linares,
2006).

-La triangulación desconfirmadora; en este caso nos situamos en un contexto donde se


presenta un vínculo conyugal disfuncional, en el que la pareja se encuentra en un impasse. Uno
de los progenitores, el “provocador pasivo”, invita al hijo a participar en la resolución del
conflicto conyugal, aliándose con él, e instigándole contra el otro progenitor, el “provocador
activo”. El cónyuge que es rechazado por el hijo, en coalición con el otro, no cede y el niño
fracasa en ese intento de lucha. Pero lo realmente importante de esta situación es que el
progenitor aliado, que ha descargado la rabia contra su pareja en presencia del niño, llega un
momento en que se une de nuevo a la pareja debido a su dependencia extrema, rechazando al
niño; el hijo, ante esta situación se siente abandonado, traicionado, confundido y sobre todo
desconfirmado. Linares (2006) ha observado que este tipo de juego relacional se da con mayor
frecuencia en las familias con hijos esquizofrénicos, psicóticos y trastornos de la personalidad
del grupo A (esquizoide, esquizotímico y esquizotípico).

-La triangulación equívoca; en este caso el hijo sufre un abandono relacional producto
de una equivocación de ambos padres, cada uno considera que el otro se está encargando de
las necesidades afectivas del niño, adoptando una actitud de descuido. Así, el niño se siente en
tierra de nadie desde el punto de vista relacional, ya que los padres no son capaces de darse
cuenta de sus carencias. El niño suele convertirse en un eterno adolescente, presentando una
incapacidad para desarrollarse como adulto, con desconfianza hacia los iguales y posiblemente
situándose en un terreno abonado para el trastorno límite de la personalidad. Esta vez nos
encontramos con una triangulación diferente a las anteriores, ya que no existe una alianza entre
alguno de los progenitores y el niño, sin embargo no deja de ser un triángulo donde el niño se
constituye en uno de los vértices y en la figura perjudicada por los conflictos conyugales de los
padres afectando finalmente a la parentalidad.

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-La triangulación complementaria: esta estructura se enmarca en un contexto conyugal
de naturaleza simétrica, donde los dos padres se disputan el poder y la dirección de la relación
sucediéndose conflictos constantes entre ellos. La situación de esta triangulación sucede en un
marco de relación conyugal complementaria donde uno de los cónyuges posee el poder y el
otro opta por un papel sumiso en la relación; de esta forma es más difícil que se produzca una
participación del niño en forma de coalición en los juegos relacionales de la pareja. La
participación del niño en este caso viene dada por una explotación o engaño por parte del padre
dominante que seduce al niño haciéndole creer que se encuentra en una posición privilegiada.

Para nosotras, según los datos del caso, creemos que nos encontramos con una
triangulación manipulatoria. En efecto, a medida que Pilar entra a formar parte en los juegos
relacionales disfuncionales de los abuelos y la madre, va a presentar sufrimiento, expresándolo
a través de los síntomas propios del trastorno del lenguaje, y en otros problemas sociales, que
en su conjunto expresan esta disfunción familiar.

La tensión o sufrimiento que acompaña a un niño inmerso en este tipo de estructura, no


ayuda para su proceso de la consecución de independencia, autonomía y el establecimiento de
vínculos. Pilar esta tan centrado en la problemática familiar y los juegos relacionales que
disminuye su atención hacia otro tipo de actividades. Linares y Campo (2000) manifiestan al
respecto que una infancia y adolescencia socialmente aisladas son parte del tributo que el
futuro distímico paga a cambio de su protagonismo familiar.

Linares (2015) propone una ecuación de alienación, con cinco actores importantes, que
los describiremos en relación al caso:

• La madre (alienada): manipuladora fracasada y la que es rechazada en ocasiones y no


respetada por la hija. Vista más como hermana que como madre y desvalorada en su rol.
• Los abuelos (aliados): manipuladores exitosos, son los que narran a Pilar ideas en contra
de Miriam, y crean en Pilar narraciones: “Éramos cuatro y no hay lugar para nadie más”
• Pilar: colaboración activa y coalición activa con los abuelos, en progresiva dinámica de
desconfianza, rechazo y desvalorización a la madre.
• Contexto: que realizan intervención partidista.
• Profesionales: estimulan el conflicto, toman partidos, etc.

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Cada unos de los actores que interviene en las prácticas Alienadoras familiares, juegan
un papel importante, la responsabilidad de mantener la situación es de todos; cada caso es
único, y la ecuación relacional se va modificando pero siempre con incluyendo a todos.

Esto permite una visión relacional y además descentralizada que contempla, tanto a la
madre como a los abuelos, como corresponsables en la actuación manipuladora que se ejerce
sobre Pilar, quien es la victima de la situación, y es por el que tenemos que trabajar
fundamentalmente los profesionales de psicoterapia; pero eso no le quita el carácter de actor de
ese juego, a veces, como chivo expiatorio, mantiene el circuito relacional, y genera parte de
responsabilidad en el mantenimiento de la situación.

Psicoterapia.

Ceberio (2008) define psicoterapia como:

Podríamos definir a la psicoterapia -de manera aparentemente simple- como la relación de


dos personas, en la que una asiste a consultar a otra -idónea y capacitada en resolver problemas
humanos- con el objetivo de solucionar su propio problema. La persona capacitada da en llamarse
terapeuta y la persona que consulta paciente. Más allá de los motivos que originan los problemas
por los que se consulta, la psicoterapia puede realizarse de manera individual, pareja, familia o
grupo (Ceberio, 2008, p. 3)

La psicoterapia, puede ser entendida -en términos cibernéticos- como un agente


estabilizador del caos. Es un instrumento técnico que opera negentrópicamente. O sea, opera
como un núcleo corrector de las amplificaciones o fugas que el sistema genera mediante el
problema. Más precisamente, y no solo eso, también desestructura la estabilidad homeostática
que genera el fracaso de los intentos de solución fallidos en pos del problema. (Ceberio, 2008)

El papel principal del terapeuta familiar es el de mediar entre los miembros y sus
narraciones sobre el conflicto para encontrar los espirales que mantienen la crisis. El terapeuta
debe estar dispuesto/a a abandonar los prejuicios frente a las interacciones entre los
participantes, a los diferentes modos de convivencia e, incluso, a los motivos de consulta
novedosos.

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Dos características que ha de tener todo terapeuta: La flexibilidad y la creatividad. Ambas,
son imprescindibles, ya que, facilitan amoldarse plásticamente a las diversas situaciones que
plantea el quehacer psicoterapéutico y permiten inventar realidades, producir nuevas
situaciones y sugerir alternativas de solución no tenidas en cuenta hasta el momento.

En lo que respecta al tipo de intervenciones a utilizar para casos de Practicas Alienadoras


Familiares, siguiendo la línea de Linares, creemos que la utilización de Estrategias
destrianguladoras, serían, por lo menos, las principales a utilizar en el foco familiar, y en lo que
respecta a Pilar, la intervención terapéutica debe considerar entonces, la comprensión y
modificación de la persistencia de patrones emocionales, conductuales, y cognitivos
relacionados con la desregulación frente al stress que representa el maltrato. (Perry, 2009).
Para lo cual, creemos que el juego es crucial, para el trabajo terapéutico con los niños.

1.- Alianza terapéutica:

El terapeuta realiza alianza con el paciente identificado, Pilar, para neutralizar la relación
complementaria establecida con el entorno familiar. Para lo cual se explica a los miembros
relevantes de la familia, abuelos y madre que es una acción necesaria para el beneficio de todo
el sistema.

Es probable que la terapia sea beneficiosa si se establece y se mantiene una alianza


terapéutica sólida a lo largo del tratamiento, no solo con Pilar sino con toda la familia. Cuando
los terapeutas adoptan una actitud de comprensión, calidez y aceptación ayuda a facilitar el
cambio terapéutico. Satir (1964) consideraba que era importante crear un ambiente seguro en el
cual la familia pudiese sentirse cómoda para empezar la terapia, sugirió que el terapeuta no
debía tomar partido por ningún miembro. El profesional tenía que ser imparcial al mostrar
entendimiento sobre las diferentes perspectivas que los pacientes traían a terapia. El terapeuta
tiene que adoptar una postura objetiva y neutral. Para evitar ser atrapado por las coaliciones y
disfunción familiar.

2.- Construcción de díadas

El terapeuta facilita la interacción fluida de los miembros de familia en grupos de a dos en


dos anulando así a la triangulación.

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3.- Consolidación de subsistemas

Reactivar el rol de los abuelos como abuelos; la función de Miriam como madre de Pilar y
fomentar los vínculos solidarios entre las tres generaciones. Se establecen límites entre los
subsistemas comenzando con el establecimiento de sesiones primero todos juntos, luego sacar
a los abuelos, para trabajar con la madre y la hija, en sesiones por separado; siendo el
contenido un secreto entre ellos y el terapeuta.

4.- Redefinición de la familia extensa.

Bloqueando a los abuelos que realizan funciones pseudoparentales – sobreinvolucrados


con un poder desproporcionado o descalificando a Miriam.

Como apuntan Campo y Linares (2002), a partir de una negociación implícita de las
narrativas de la madre (es decir, en base a su determinada manera de construir la realidad), se
configura un espacio comunicacional común que conforma la mitología. En ésta se distinguen
aspectos que tienen que ver con el pensar (cognitivos), el sentir (emocionales) y el hacer
(pragmáticos), y no quedan relegados sólo entre la madre y los abuelos, sino que son
compartidos implícitamente con los hijos en una determinada manera de entender el amor, las
relaciones y los vínculos familiares.

CONCLUSIONES

Se sabe que el desarrollo de cualquier persona en sus diferentes ámbitos: mental,


emocional, conductual, social, educativo, etc. es un proceso continuo, pero la niñez es un
periodo clave, imprescindible para determinar muchos de estos aspectos. Es aquí cuando cada
individuo empieza a construir su personalidad y a adquirir valores y actitudes dentro de su
familia, principalmente y en el contexto en el que se desarrollan. La importancia de un sano
desarrollo de la niñez tiene que ir más allá, reconocer, proteger y velar por el correcto desarrollo
en la infancia es asegurar el bienestar de la sociedad en general, ellos son la garantía de
continuidad de la especie.

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Entendemos que el conflicto no puede ubicarse en una causa única, puesto que cuando
así se hace podemos caer en una visión lineal e individual del problema, y con ello, se pierde la
visión integral de los circuitos que crean y mantienen las situaciones problemáticas.
Incrementadas situaciones de conflicto entre los miembros del sistema familiar, genera un
impacto en Pilar. Ella es víctima de la situación, y es por la que tenemos que trabajar
fundamentalmente.

Los profesionales en el campo de la salud mental tenemos que proteger a los niños en
contra de la violencia, de maximizar sus potenciales, de apoyar a las familias para ayudar a
aumentar su resiliencia, y facilitar contextos que permitan el crecimiento de hijos
emocionalmente sólidos y socialmente competentes. También es importante trabajar con la
comunicación de los adultos, ya que es el vínculo principal para que se desarrolle un ambiente
familiar adecuado, así es necesario abrir los canales de comunicación compartiendo entre todos
lo que sabemos, pensamos y sentimos tratando así de llegar a la resolución del conflictos .

Dada la importancia que tienen los adultos en el acontecer de la subjetividad del niño, se
hace necesario analizar los sistemas que intervienen en el desarrollo de éste, con la finalidad de
entender los síntomas psicopatológicos infanto-juveniles. Para este fin, el modelo de las
Relaciones Familiares Básicas de Linares puede ser una propuesta a tomar en consideración; y
todo ello, aceptando la complejidad de la determinación de la psicopatología, en la que
intervienen diversos factores biológicos, psicológicos y sociales. Podemos decir por tanto que
este modelo se muestra como un acercamiento diferente pero a la vez complementario que nos
ayuda a entender mejor los síntomas y el sufrimiento del niño y su familia.

Finalmente, la propuesta de intervención se dirige hacia una psicoterapia empoderadora


que disminuya el conflicto entre los abuelos y la madre, induciendo hacia una dinámica
reparadora y destriangulante, enseñando a los involucrados de que será lo mejor tanto para
ellos, como para Pilar.

Poder brindar ayuda a quienes consultan en ese camino hacia la búsqueda de salud y
bienestar, un camino hacia la felicidad es un trabajo que nos parece fascinante, interesante y
amoroso, sin olvidar su complejidad, cuidado y la importancia de la ética. “La paz no es la
ausencia de violencia, la paz debe venir de nuestra paz interior y la paz interior viene de tener
en cuenta los intereses de los demás” (Dalai Lama).

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

• Bertalanffy, L. V. (1987) Teoría general de los sitemas. México: Fondo de Cultura


Económica.

• Campo, C., & Linares J.L. (2002) Sobrevivir a la pareja. Barcelona: Planeta.

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Camisay Analía – Rutia Yanina - Velazquez Herrera Florencia
Pilar, ¿de la Familia?

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