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1) Gregorio Nacianceno (Tomado del libro de Quasten)

Al igual que san Basilio, Gregorio Nacianceno venía de una familia aristócrata de Capadocia.
Casi son de la misma edad por eso coincidieron los estudios en Atenas, pero Gregorio era de
un carácter distinto. Su nacimiento pudo haber sido en el año 330, en Arianzo, finca
campestre al sudoeste de Capadocia, cerca de Nacianzo donde su padre, del mismo nombre,
era obispo,
Para el siglo IV, a Gregorio bien se le podía llamar el humanista, porque prefería la
contemplación tranquila, combinando la piedad ascética con la cultura literaria al esplendor
de una vida activa y de una buena posición eclesíastica. Sin embargo, su naturaleza débil y
sensible no le permitió seguir el anhelo de su alma, toda su carrera es un continuo huir del
mundo para volver nuevamente a él.
En el periodo bizantino se le llamó el Demóstenes cristiano, porque fue uno de los mayores
oradores de la antigüedad cristiana y se le puede comparar con su amigo Basilio en el dominio
de los recursos de la retórica helenística. Ya mencionamos anteriormente que estuvo con
Basilio para elaborar la Philocalia y las reglas monásticas. Quedó impresionado con la vida
que llevan los monjes, pero no se quedó ahí porque su padre lo llamó para que le ayudara en
la administración de la diócesis. Su padre le ordenó sacerdote contra su voluntad en el año
362. Una vez ordenado sacerdote huyó de la presencia de su padre y se refugió con su amigo
en el Ponto. Sin embargo, muy pronto volvió a lado de su padre para colaborar en la cura de
las almas y ahí comenzó su obra Ad fugam, que es un tratado completo sobre la naturaleza y
responsabilidad del oficio sacerdotal.
Cuando Basilio tuvo problemas con Antimo, obispo de Tiana, que también quería ostentar el
título de Metropolitano de la capital de la nueva provincia que el emperador Valentia había
eregido, Basilio erigió nuevas diócesis dentro del territorio en litigio. Es así cómo consagró
a su amigo como obispo de Sásima. Pero Gregorio se mostró reacio a tal nombramiento y
nunca llegó a ocupar su diócesis, sino que permaneció en Nacianzo.
Al morir su padre, se encargó en la administración de la diócesis, pero no por mucho tiempo,
sino que se retiró a Seleucia, en Isauria, para llevar una vida de retiro y de contemplación.
En el año 379, la pequeña comunidad nicena que quedaba en Cosntantinopla recurrió a
Gregorio para que les ayudara a reorganizar su iglesia, que por mucho tiempo había estado
en manos de emperadores y arzobispos arrianos. Tenían la esperanza de reformar su iglesia
porque Valente había muerte. Gregorio aceptó la petición y se fue a Constantinopla. Cuando
llegó a la capital, encontró todos los edificios eclesiásticos en poder de los arrianos. Un
pariente suyo le ofreció su propia casa que la consagró como su sede episcopal bajo el títilo
de Anastasia, iglesia de la Resurrección.
Gracias a su elocuencia, muy pronto atrajo un auditorio considerable. Fue en esta Iglesia
donde pronunció sus 5 discursos sobre la divinidad del logos.
El 24 de diciembre de 380, Teodosio tomó posición de su sede imperial y todos los edificios
fueron devueltos a los católicos. De esta manera, Gregorio tomó posesión de la iglesia de los

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apóstoles. El segundo concilio ecuménico del 381, reconoció a Gregorio como obispo de la
capital. Sin embargo, cuando la jerarquía de Egipto y Macedonia pusieron reparos a su
nombramiento por razones canónicas, Gregorio se molestó mucho y renunció a la segunda
sede de la cristiandad. Regresó a Nacianzo pero ya no para administrar la sede vacante, sino
en la casa paterna. Murió en el 390.
- Doctrina trinitaria

El tema que predomina en sus discursos es la defensa de la doctrina de la Trinidad. En el


Orat, 40, 41 dice: “Te doy esta profesión de fe para que te sirva de compañera y protectora
durante toda la vida: Una sola divinidad y un solo poder, que se encuentra conjuntamente en
los tres y que comprende a los tres por separado; no es distinta en substancias o naturalezas
ni aumenta ni disminuye por adiciones o substracciones; es igual bajo todos los conceptos,
idéntica en todo: la conjunción infinita de tres infinitos, siendo cada cual Dios si se le
considera aparte, tanto el Padre como el Hijo como el Espíritu Santo, conservando cada cual
su propiedad: los tres un solo Dios cuando se les contempla conjuntamente; lo primero, por
razón de la consubstancialidad (); lo segundo, por razón de la monarquía
()”.
Con su profesión de fe, Gregorio trata de evitar el arrianismo y el sabelianismo. El dirá que
se abla de tres en cuanto a propiedades o hypóstasis o personas (prosopon); pero uno solo en
cuanto a la substancia, es decir, en cuanto a la divinidad. Porque están divididos sin división,
por decirlo así, y están unidos en la división. La divinidad es única en os tres y los tres son
uno solo, en quienes está la divinidad.
Gregorio dice que hay que evitar las exageraciones sin hacer de la divinidad una confusión
ni transformar la división en separación. Pedía s la gente a mantenerse equidistantes de la
confusión de Sabelio y de la división de Arrio. Cf. Or, 39, 11.
Corresponde a Gregorio el gran mérito de haber dado por primera vez una definición clara
de los caracteres distintivos de las personas divinas, las nociones implicadas en si origen y
en su mutua oposición.
Basilio en su obra Adversus ad Eunomion dice que sabe bien sobre las propiedades de las 2
primeras personas de la Trinidad, pero se declara incapaz de expresar la propiedad de la
tercera persona, que espera entender sólo en la visión beatífica.
Gregorio da el paso y supera esta dificultad y afirma que los caracteres distintivos de las 3
divinas personas son la , la  y la . El carácter
distintivo del Espíritu Santo lo define como procesión. “El nombre propio del ingénito es
Padre; el del Engendrado sin principio es Hijo y el nombre del que procede sin generación
es Espíritu Santo” Orat. 30, 19.
Así pues, Gregorio Nacianceno es quien acuñó el término Procesión. En ningún momento
titubea, como lo hiciera san Basilio, en expresar clara y explícitamente, la divinidad del
Espíritu Santo. En un sermón del 372 llama Dios al Espíritu Santo

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. El quinto discurso teológico lo dedica enteramente al Espíritu
Santo, deduce de su divinidad el argumento para probar su consubstancialidad.
La cristología de Gregorio fue muy clara y explícita que mereció la aprobación de los
concilios de Éfeso (431) y Calcedonia (451). En sus cartas a Cledonio defiende la doctrina
esencial de la humanidad completa de Cristo, incluida un alma humana, contra las enseñanzas
de Apolinar. Afirma que la humanidad de Cristo es una physis, porque consta de alma y
cuerpo. Rechaza la cristología del Logos-sarxs y hace suya la del Logos-antropos. “Todo
aquel que sostenga que en Cristo no hay alma humana, suprime el muro de separación entre
Dios y el hombre”.
Fue Gregorio el primero que aplicó la terminología trinitaria a la fórmula cristológica. Afirma
que en Cristo las 2 naturalezas son una por combinación, habiéndose la divinidad hecho
hombre y quedando la humanidad divinizada.
Por último, Gregorio afirma la unidad de persona en Cristo: “se avino a ser Uno compuesto
de dos; dos naturalezas que se encuentran en Uno” Or 37, 2. Esta unión no fue por gracia
sino por esencia, las 2 naturalezas están unidas en esencia.

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