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UNIVERSIDAD CATÓLICA NUESTRA SEÑORA DE LA ASUNCION

FACULTAD ECLESIÁSTICA DE SAGRADA TEOLOGIA

MATERIA: PATROLOGIA

TEMA: LA CRISTOLOGIA DE SAN MAXIMO EL CONFESOR

Prof.: Lic. P. Oscar González

Alumno: Alan Chaparro

Curso: 4°

ASUNCIÓN-PARAGUAY

2019
INTRODUCCIÓN

Máximo el Confesor es un padre de la Iglesia del siglo VI (580-662) que defendió la


auténtica fe de la Iglesia a nivel intelectual-teológico y con su propia vida y, aunque no murió
mártir, fue perseguido debido a sus aportes cristológicos. Sin embargo, no es tan mencionado
dentro de los estudios patrísticos y, por ende, sus aportaciones cristológicas no son tan
conocidas, cuando estas, en realidad, son muy importantes para la fe y toda la vida de la
Iglesia.
El ambiente donde desarrolló su cristología es bastante significativo. La relación
Iglesia-Estado tiene sus implicancias; en el caso de Máximo, negativas. La Iglesia católica
de Oriente, con su sede principal en Constantinopla, tenía algunas cuestiones teológicas
conflictivas, entre ellas se encuentran la unión hipostática de Cristo y la cuestión de la
voluntad en Cristo. El Imperio antepuso sus intereses políticos antes que la verdad de fe.
Esto significa que no podemos entender el pensamiento de Máximo si no tenemos en
cuenta los conflictos históricos de su época, ya que a partir de estos conflictos se entiende la
postura inquebrantable de Máximo ante las decisiones teológicas, luego consideradas
heréticas, que tomó la Iglesia de su tiempo.
Lo que motiva la elaboración del presente trabajo es el gran testimonio de vida de san
Máximo y a partir de ahí nace el interés de profundizar en su cristología. La motivación es
suscitada por su amor a la Verdad.
Este trabajo pretende despertar y motivar el estudio atento de la fe, desde sus
diferentes enfoques bíblicos, morales, teológicos y dogmáticos. De este modo se puede tener
un corazón atento a las inspiraciones del Espíritu para llegar a la Verdad y, ante todo, no
apartarnos de ella por meras ideologías humanas.
El trabajo se divide en tres partes: la primera, abarca el conflicto entre la Iglesia de
Alejandría y la de Antioquía; la segunda, la cuestión de la herejía monofisita; y, por último,
la respuesta de Máximo a esta cuestión.
CRISTOLOGIA DE SAN MAXIMO EL CONFESOR
1. Alejandría y Antioquía
Estas grandes escuelas estaban en constante tensión debido a sus posturas
cristológicas que repercutían fuertemente en la política religiosa de la época. Nos ubicamos
en el siglo V. La cristología alejandrina es la del Logos-sarx (el verbo se hizo carne Jn 1,14),
mientras que la Iglesia de Antioquía es la del Logos-Anthropos (el verbo se hizo hombre).
De estas dos posturas se derivan varias consecuencias.
La postura alejandrina es descendente, habla de la encarnación del Verbo, es decir,
se apropia una humanidad completa. Se basa principalmente en el evangelio de Juan y el
himno de Filipenses 2, en el cual se expresa la kénosis del Verbo. Por su parte, la postura
antioquena es ascendente, ya que considera al hombre Jesús en cuanto asumido por el Verbo
de Dios y analiza su ser a partir de dos vías: “perfectamente Dios” y el “perfectamente
hombre”.
Ahora bien, ambas posturas tienen su valor y sus límites correspondientes. La
cristología alejandrina tiene como valor la explicación de la unidad de Cristo, en quien el
Verbo se ha humanizado auténticamente. La comunicación de Dios se da gracias a la
comunión humano-divina en la persona de Cristo. Pero, su límite está en cuanto al lenguaje
a utilizar para explicar la distinción de las dos naturalezas después de la unión. Su tentación
principal es el monofisismo (Presencia de la naturaleza divina en Cristo, negando la
naturaleza humana).
Por su parte, a la cristología antioquena le cuesta explicar la unidad concreta de
Cristo, dado que al distinguir en demasía las dos naturalezas en Cristo, da a entender de que
hay dos sujetos, uno humano y otro divino, en la persona de Cristo. Nestorio llegará a
contraponer al título Madre de Dios (Theotokos) dado a María, el título Madre de Cristo
(Christotokos). Aquí ya notamos el problema que había en cuanto a la unidad de las dos
naturalezas en Cristo.
En su segunda carta a Cirilo, Nestorio pone en claro su postura: “En todos los lugares
de la divina Escritura, cuando se menciona la economía del Señor, la generación y la pasión
que se presentan no son las de la divinidad, sino las de la humanidad de Cristo, de manera
que la santa Virgen debe ser llamada con una denominación más exacta madre de Cristo
(Christotokos) y no madre de Dios (Theotokos)”1. Para esta afirmación Nestorio se basa en
Mt 1,1 y afirma que aquí se habla de Cristo en su naturaleza humana y no en su naturaleza
divina; pero, Nestorio olvida totalmente la fórmula del primer capítulo de san Juan. Con esto,
Nestorio, afirma que todos los sufrimientos padecidos por Cristo solo se dieron en cuanto a
su naturaleza humana, pero no en la divina, la del Verbo, por la razón de que no puede sufrir
ningún tipo de necesidad humana.

11
Nestorio, Segunda Carta a Cirilo en: S, BERNARD y J. WOLINSKI, Historia de los Dogmas, I, ed,
Secretariado Trinitario, 1995, pg 300.
Nestorio fue patriarca de Constantinopla y fue acusado de profesar la doctrina que
lleva su nombre (nestorianismo), consistente en una separación total entre la divinidad y la
humanidad de Cristo. Tal doctrina fue declarada herética por el Concilio de Éfeso, que
depuso a Nestorio del patriarcado en el 431.
Cabe destacar, que el Concilio de Éfeso dentro de todo no ha condenado la cristología
antioquena de una justa distinción entre las dos naturalezas en Cristo, sino la herejía
nestoriana la cual propone la división de las naturalezas en Cristo. Los mismos antioquenos
se opusieron a Nestorio.
El concilio de Éfeso declara:
“Así pues, confesamos que nuestro Señor Jesús, Cristo, Hijo de Dios, el Unigénito, Dios
perfecto y hombre perfecto, compuesto de un alma racional y de un cuerpo, engendrado
del Padre antes de todos los siglos, según la divinidad, el mismo que al final de los días,
por nosotros y por nuestra salvación, fue engendrado de la Virgen María según la
humanidad, y el mismo que es consustancial al Padre según la divinidad y consustancial
a nosotros según la humanidad. En efecto, una unión de dos naturalezas: por eso
confesamos un solo Cristo, un solo Hijo, un solo Señor. En virtud de esta noción de unión
sin mezcla, confesamos que la santa Virgen es madre de Dios, porque el Dios Verbo se
encarnó, se hizo hombre y desde el momento de su concepción unió a sí mismo al templo
que sacó de la Virgen. En cuanto a las expresiones evangélicas apostólicas sobre el
Señor, sabemos que los teólogos aplican algunas de ellas de manera común, porque se
refieren a una sola persona, mientras que dividen a las otras porque se refieren a las dos
naturalezas, y en ese caso atribuyen a la divinidad de Cristo las que convienen a Dios y
a su humanidad las que señalan su abajamiento”2.
2. Mono-energismo
Esta doctrina fue idea del patriarca Sergio de Constantinopla. La misma pone una
sola actividad o energía en Cristo. Esto lo realiza para entablar buenas relaciones con los
monofisitas, que venían de Alejandría, ya que había diferencias doctrinales con ellos y la
división teológica traía sus consecuencias en la unidad política, la cual estaba amenazada por
las invasiones persas y, posteriormente, las árabes. Esta doctrina también fue propagada por
Ciro, patriarca de Alejandría. También el papa Honorio apoyó esta doctrina. La cual con el
correr del tiempo sería condenada como herética.
Ahora bien, de esta doctrina se desprende el monotelismo, la cual, también para
entablar buenas relaciones con los monofisitas, se atribuyó a Cristo una sola energía, aunque
se siguió manteniendo, con Calcedonia en el 451, la duplicidad de naturalezas. Aquí podemos
notar cómo cuando se habla de energía o actividad, se refieren a la voluntad de Cristo.

2
“Acta de Unión” del concilio de Efeso del 433 en: S, BERNARD y J. WOLINSKI, o. c, 306.
Hubo dos monjes que intuyeron la ambigüedad de esta doctrina. Ellos son Sofronio,
que llegaría a ser obispo de Jerusalén, y luego Máximo el Confesor. Ambos sufrieron
persecuciones a causa de su postura contra el monoenergismo y el monotelismo.
3. Cristología de Máximo el Confesor
Ya tenemos un panorama del contexto histórico donde Máximo desarrolla su doctrina
cristológica. Es un ambiente bastante tensionado, tanto dentro del Imperio como fuera de él.
Las causas internas se deben a las posturas monofisitas ya mencionadas, y las causas externas
debido a las invasiones persas y, posteriormente, las árabes. Para salvar la unidad del Imperio
se sacrificó la verdad. Y es esta verdad la que viene a defender Máximo el Confesor.
En el 633 se realiza el Pacto de Unión de Alejandría, donde se admite patentemente
una sola operación en Cristo. Esto trae como consecuencia una sola voluntad, y casi se anula
de esta manera la naturaleza humana de Cristo, la cual, privada de operación propia queda
reducida a la pura pasividad.3
En el año 638 el emperador Heraclio sigue la línea monotelita y promulga un edicto
teológico denominado Exposición de la Fe, al cual se adhieren tanto Sergio de
Constantinopla como su sucesor Pirro, también lo hace Ciro de Alejandría, pero no así
Sofronio de Jerusalén. Todo esto se da en Oriente, y es a causa de este conflicto teológico
que Occidente reacciona con el papa Juan IV, quien convoca en el año 641 a un sínodo y
condena la herejía monotelita. Mientras tanto, Máximo seguía defendiendo la doctrina de las
dos voluntades en África. Aquí ocurre un cisma entre Oriente y Occidente.
Máximo expone su cristología mediante una reflexión acerca de la agonía de Jesús
(Mt 26,39). Es aquí donde se dejan ver las dos voluntades en Cristo. Máximo ve en el rechazo
momentáneo del cáliz la plena naturaleza humana de Cristo, la cual no puede dejar de temerle
a la muerte. Pero, es aquí donde su misma voluntad humana supera el temor y asiente la
voluntad divina, es decir, la voluntad que tiene en común con el Padre.
Al hacerse hombre, Jesús se apropió de todo lo que pertenece a la naturaleza humana,
también el dolor y el miedo a la muerte, pero recordemos que se hizo semejante en todo al
hombre menos en el pecado (Hb 4,15); por tanto, su voluntad humana es libre e independiente
y está en plena comunión con su voluntad divina.
San Máximo entiende la humanidad de Jesús como superior a la de todos los hombres.
Citamos textualmente sus palabras: “Aun habiéndose hecho verdaderamente hombre por los
hombres, y por amor a ellos de la substancia de los hombres, en lo que respecta al modo con
el que se hizo hombre sigue siendo impenetrable, porque se hizo hombre de un modo superior
al hombre”4.
En el año 648, el emperador Constante II promulga un edicto que prohíbe hablar del
tema de las dos voluntades en Cristo. Ahora bien, en el año 649, el papa Martín I quiere

3
Cfr. MÁXIMO EL CONFESOR, Tratados espirituales, ed, Ciudad Nueva, 1997, pg 12-13.
4
Escrito citado en Máximo el confesor, meditaciones sobre la agonía de Jesús, ed, Ciudad Nueva, 1990, pg
12.
solucionar el problema y convoca a un concilio en Roma, en el cual se afirma las dos
voluntades en Cristo. Este concilio es problemático ya que el papa lo realizó sin autorización
del emperador y además violando el edicto de Constante II. El emperador mandó arrestar al
papa, el cual fue despojado de sus vestiduras papales y desterrado. San Máximo también fue
arrestado en dos ocasiones. En la segunda fue desterrado, pero sufriendo la amputación de
las manos y de la lengua, muriendo en el año 6625.

5
Cfr. MAXIMO EL CONFESOR, Tratados espirituales, ed, Ciudad Nueva, 1997, pg 15-16.
CONCLUSION
San Máximo es un verdadero confesor de la fe. Ciertamente sus aportaciones para la
elaboración de una cristología auténtica son importantísimas, pero, más bien esto se da
gracias a un apasionado amor por la Verdad, es decir, por Cristo. No se puede realizar
ninguna teología auténtica si no se ama a Cristo.
Es un verdadero testimonio de la fe cristiana, ya que por defender la verdad fue
perseguido, arrestado, llevado a juicio, violentado y exiliado a causa de Cristo. Ese es un
verdadero discípulo de Cristo.
La investigación para la realización del trabajo ayudó en la profundización de la
historia de la Iglesia y del dogma. De esta manera, hoy, valoro mucho más las aportaciones
de san Máximo, ya que lo hizo en un momento donde la Iglesia perdía de vista su misión de
anunciar el Evangelio de Cristo, debido a que estaba más preocupada por gobernar un
Imperio. Los santos, gracias a su amor profundo y sincero a Cristo, ayudan en su misión a la
Iglesia universal, para que esta no se pierda en las cuestiones mundanas.
El trabajo, en síntesis, nos ayuda a ver cómo nosotros, como Iglesia local, no debemos
perder nunca de vista lo esencial de nuestra misión, la cual es de carácter universal: “Id y
anunciad la Buena Nueva a toda la creación” (Mc 16,15). Pero, no debe olvidarse que esta
misión se debe realizar en el amor, ya que todos conocerán que somos discípulos de Cristo
en una cosa: en que nos amamos los unos a los otros (Jn 13,35).
BIBLIOGRAFÍA
✓ B. SESBOUÉ Y J. WOLINSKI, Historia de los dogmas, Tomo I: El Dios de la
Salvación, ed. Secretariado Trinitario,1995.
✓ P. ARGÁRATE, Máximo el Confesor, Tratados Espirituales, ed. Ciudad Nueva,
1997.
✓ A. CERESA. Máximo el Confesor, Meditaciones sobre la Agonía de Jesús, ed,
Ciudad Nueva, 1997.
✓ Biblia de Jerusalén, ed, Desclée de Brouwer, 2009.

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