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INTRODUCCIÓ N
Teología trinitaria
De todo ello se infiere, por lo tanto, que el interés tan especial que
Gregorio sentía por el gran milagro de la salvació n de la humanidad,
garantizada por la encarnació n, ocupa un lugar central en la
interpretació n de la venida del Hijo de Dios a la tierra, ya que es
justamente la salvació n de la humanidad la que manifiesta de manera
plena la misericordia de Dios. Incluso antes de la encarnació n, señ ala
Gregorio (38, 13), Dios había procurado con todos los medios
corregir a la humanidad que tras el pecado original se precipitaba
cada vez má s abajo, hasta que, al ver que ninguna correcció n obtenía
el resultado deseado, mandó por fin a su mismo Hijo. A partir de aquí,
la Homilía presenta cará cter retó rico y no puede ser considerada
como una auténtica enseñ anza del Obispo a sus discípulos, hasta el
punto de que pueda llegarse a creer que la encarnació n venga a ser
la cumbre de una escala, el má ximo intento de Dios para salvarnos.
No, la encarnació n fue la ú nica salvació n, y ninguna señ al o prodigio
del cielo hubiera podido salvarnos. «El Logos del Padre se mueve
hacia su imagen y lleva a cuestas la carne por causa de mi carne y se
une a un alma dotada de razó n por causa de mi alma, purificando la
sustancia similar con su semejante». Existen algunos pasajes del
mismo Gregorio Nacianceno que manifiestan su interés por la
salvació n de la humanidad, salvació n que él considera el fruto
principal de la encarnació n (y esta doctrina, segú n algunos
investigadores, todavía no estaba considerada como dogma en
tiempos de Gregorio). Bastará con citar un pasaje del Cuarto discurso
teoló gico (30, 6): «En cuanto asumió la forma de esclavo, El
descendió al nivel de sus hermanos de esclavitud y de sus esclavos;
tomó una forma que le era ajena y me llevó entero en si mismo, junto
con lo que es mío, para consumir en sí todo lo malo, como el fuego
consume la cera o el sol la niebla, y para que yo, gracias a esta
mezcla, participara de lo suyo. Por ello, en sus acciones El enaltece la
obediencia y la experiencia mediante sus sufrimientos... Y del mismo
modo oportuno es suponer que El quisiera cerciorarse de lo que es la
obediencia para nosotros y que todo lo midiera segú n sus
sufrimientos, como invenció n de su amor...» y otro de la epístola 101
a Cledonio (101, 50 - 51): «Y sin embargo, vamos a ver qué motivo
presentan los apolinaristas acerca del hecho que el Hijo se hiciera
hombre, o má s bien se hiciera carne, como suelen decir ellos. Si
hubiera sido para contener a Dios dentro de unos límites para que
pudiera tener relaciones con los hombres gracias a la carne, como
bajo un velo, el disfraz de los apolinarista es ingenioso, e ingenioso a
las vez su intento... De haber sido, en cambio, para abolir la condena
del pecado, santificando al semejante con el semejante, de manera
que hubiera necesitado una carne por causa de la condena de la
carne y un alma por causa de la condena del alma, igualmente
entonces necesitó un entendimiento por causa de la condena del
entendimiento, el cual, en Adá n, no se había limitado a pecar, sino
que había presentado también los primeros síntomas del mal, como
suelen decir los médicos a propó sito de sus enfermos». Es decir, en
Adá n ya estaba presente el pecado de toda la humanidad, pecado
que sucesivamente cada uno ha ido desarrollando segú n su propio
libre albedrío, pero la disposició n originaria de la naturaleza de Adá n
se había vuelto pecaminosa, y de ella derivó nuestra disposició n
pecaminosa, como señ alá bamos antes a propó sito del «pecado
original». Gregorio se figura el triunfo de Cristo sobre el mal como una
auténtica lucha de Cristo contra el demonio. En la Homilía 39, 13,
después de reiterar brevemente cuanto ya había dicho en la Homilía
38, Gregorio Nacianceno concluye con estas palabras: «Como quien
había maquinado el mal y nos había atraído al engañ o con la
esperanza de la inmortalidad se creía invencible, he aquí que es
engañ ado por el velo de la carne, para que al toparse con Adá n se
enfrentara con Dios y, de esta manera, el nuevo Adá n pudiera salvar
al antiguo Adá n y se aboliera la condena de la carne, pues la muerte
fue aniquilada por la carne». Dos cosas hay pues que señ alar en esta
imagen: el enfrentamiento, la lucha de Cristo con el demonio, de la
que no podía no resultar vencedor el Hijo de Dios, y el engañ o
perpetrado por ello en perjuicio del Enemigo. Se pueden leer, a este
propó sito, otros pasajes má s en los que Gregorio vuelve a este
concepto de la lucha entre Cristo y el demonio: Cá rmina 1, 2, 1, 162
ss.: «Dios, como quería reconstruir al hombre, vino como Dios en la
naturaleza humana, para que, luchando e hiriendo de muerte al
homicida y venciendo con el gusto de la hiel el fruto prohibido, con las
heridas de los clavos las manos que habían cometido el acto nefasto,
con la cruz el á rbol del paraíso terrenal y con su sublimidad la tierra,
pudiera restituir a Adá n redivivo a su vida y a su gloria...»
Puede parecer insó lita la idea de Cristo que engañ a al demonio,
pero lo cierto es que obedece a un concepto legalista propio que
Gregorio expone en má s de una ocasió n (en el discurso 45, 22 y en
Cá rmina 1, 1, 10, 65 - 72). Pregú ntase Gregorio por qué motivo se
derramó la sangre del Hijo de Dios y, sobre todo, a quién se ofreció el
sacrificio de Cristo. El sacrificio, explica, siempre constituye un acto
que redunda en honor de una persona, y resulta inconcebible que el
sacrificio de Cristo haya redundado en honor del Maligno. ¡Menuda
vergü enza seria que el demonio tuviera que obtener del mismo Dios la
moneda para el rescate del hombre y, como si eso fuera poco, al
mismo Hijo de Dios como moneda! El hombre sin embargo, hallá base
en poder del demonio. Otro absurdo, observa Gregorio: ¿có mo era
posible que el Padre se complaciera de la sangre de su Hijo, El que
llegó a rechazar el sacrificio de Isaac? No, pues, Cristo ofrecido en
sacrificio para aplacar al Padre, con la consecuencia de que tal
sacrificio habría otorgado inconmensurable honor a aquel que nos
tenía atados y que había llegado a ser dueñ o nuestro; no, «el Padre
recibió la moneda del rescate sin haberlo solicitado y sin necesitarlo,
só lo como efecto de la economía de salvació n... Cristo cumplió todas
estas cosas tan só lo para rendir honor al Padre, mostrá ndose
obediente en todo...» (discurso 45, 22). En cuanto a có mo se
sacrificó , ya lo hemos visto: engañ ando al demonio con la sustitució n
por la que nuestro dueñ o creyó —mediante la encarnació n y la
muerte en la cruz— tenernos en su poder, mientras se encontró ante
Aquel que era inmensamente má s fuerte y que lo venció . El engañ o al
demonio no fue por consiguiente má s que el cumplimiento del
sacrificio voluntario del Hijo de Dios, sacrificio ofrecido en honor del
Padre, y no porque éste lo exigiera para liberarnos, pues nosotros
nos habíamos convertido en posesió n del demonio, y no del Padre.
Con esta solució n que aquí propone, Gregorio trata de resolver un
antiguo problema. En primer lugar, preguntá base por qué tenía que
ser necesario un sacrificio para aplacar la ira de Dios (que se lee, por
ejemplo, en Rom. 5, 9 - 11). Por consiguiente Gregorio sustituye la ira
de Dios, que parece inconcebible bajo un punto de vista moral, con el
honor tributado a Dios mediante el sacrificio de su Hijo; y, asimismo,
sustituye el precio del rescate del hombre, que había de ser
necesariamente pagado a Dios (cosa ésta igualmente improbable,
pues era el demonio quien se había hecho dueñ o del hombre) con el
sacrificio ofrecido voluntariamente. Segú n nuestro escritor, el
problema había de ser afrontado con decisió n y resuelto, pues la
teología griega de cará cter má s popular enseñ aba que la muerte de
Cristo en la cruz había sido necesaria, y la explicaba recurriendo una
vez má s al viejo argumento que só lo la muerte del Dios humanado
podía constituir un rescate adecuado para la humanidad. «Uno só lo
era el objetivo fundamental de todas las acciones de Cristo: mi
perfecció n y mi resurrecció n y la vuelta al estado originario de Adá n»
(Orat. 38, 16). La salvació n del hombre consiste pues en la
reintegració n del hombre en su condició n primitiva (Orat. 44, 2 y 4;
45, 12 y 22; Epist. 101, 15; Carm. I, 2, 1, 162-166).
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* En el lenguaje técnico de la Teología, se han designado esas
caracteristicas especificas de las Personas divinas, con los términos de
«nociones» y «propiedades». (Nota del Editor)
** Hace alusió n el texto a estos Sínodos que desvirtuaron la fe de Nicea
sobre la «consubstancialidad» del Hijo con el Padre, al aceptar que la palabra
«homoiousios» (semejante en esencia) podia ser aceptada como expresió n de
la Fe ortodoxa; por eso se llama fó rmula «homeana», de «semejanza», en vez
de «consubstancialidad» (Homoousios). (Nota del Editor)
*** La herejía llamada «Apolinarismo», de Apolinar, Obispo de Laodicea
(310-390), negaba que Jesucristo tuviese alma humana superior (segú n la
divisió n tripartita de origen plató nico: cuerpo, alma y espíritu), es decir, só lo
admitía en la humanidad de Cristo: un cuerpo material y un alma sensitiva.
(Nota
del Editor)
**** Los llamados «Padres-Capadocios» pertenecientes a la Escuela de
Capadocia, son: S. Basilio Magno (330-379); su amigo Gregorio Nacianceno
(330-390); y su hermano, Gregorio de Nisa (335-385). (Notas del Editor)
***** Los pneumató macos o macedonianos (nombre éste ú ltimo recibido de
Macedonio, que fue Obispo de Constantinopla, pero depuesto el añ o 360,
principal mantenedor de esta herejía) negaban la divinidad del Espiritu Santo,
por eso fueron designados por S. Atanasio «pneumató macos», o sea
guerreadores o enemigos del Espiritu Santo. (Nota del Editor)
Señ or toda la tierra»1, porque para traer a unidad estas dos cosas,
sin padre. Primero sin madre, luego sin padre. Las leyes de la
hoy y por los siglos»". Que se escandalicen los judíos, bú rlense los
griegos, hablen sin mesura los herejes. Creerá n cuando vean que
Logos13—. Por otra, nace por nosotros para que quien nos dio el ser
nos conceda también el ser rectos o mejor, para que quienes por el
tacto: todas estas cosas son caminos fá ciles para el alma y veredas
del vino, los encantos del arte culinario y los ungü entos costosos.
cuanto sea inú til y falto de provecho. Y todo ello mientras otros,
cuanto existe lo abarca El, que no tuvo principio ni tendrá final, como
fugaz relá mpago da luz a los ojos. Sucede esto, segú n mi parecer
para que, por una parte, por aquello por lo cual El puede ser
tal vez crea alguno que Dios, por tener una naturaleza simple, es o
composició n.
asidero ni le sirven como referencia las imá genes que concibe sobre
lo que para nosotros es tiempo medido por el movimiento del sol, eso
que creen en una sola Persona divina, o como griegos, que creen en
decir que son inmó viles para el mal y só lo tienen movimiento para el
sospechar y a decir que no son inmó viles para el mal33, sino de difícil
está n bajo su poder y son origen del mal, pues huyendo del bien nos
mundo grande en uno pequeñ o38, que Dios colocó sobre la tierra
creació n visible que intuía las cosas inteligibles, rey de todas las
mientras viva glorifique a su Hacedor; por otro, carne, para que sufra
prohibiera por envidia —no desaten aquí sus lenguas los enemigos
algú n provecho: la muerte que, poniendo fin al pecado, evita que sea
tomaron raíz del mal. Fue advertido por la palabra de Dios, por los
procedentes del cielo, con señ ales procedentes del aire, de la tierra,
expresió n del prototipo de belleza, sello inmó vil, imagen inmutable, fin
contrarias, carne y espíritu, de las que una era divina y la otra estaba
mucho má s sublime.
14. A propó sito de todo ello ¿qué nos dicen los calumniadores, los
cosas laudables, los que está n ciegos para la luz, los ignorantes
por ti? ¿Porque el buen pastor que da su vida por el rebañ o, por
es inferior por estos motivos? ¿Porque se ciñ e una toalla y lava los
lloró 66, tal y como corresponde al cuerpo. Mas si también fue enviado
como Dios ¿qué significa todo esto? Piensa que esta misió n es deseo
del Padre. Cristo devuelve al Padre todas sus cosas, sea porque
honra al principio que está fuera del tiempo, sea por no parecer
Jordá n74 por mi expiació n. O, para ser exactos, santifica las aguas
quita el pecado del mundo. Verá s que se abren los cielos75 y que el
Ley, de los que meditan la palabra y son aptos para los sacrificios,
junto con los Magos95 obsequia oro, incienso y mirra a quien es rey y
Dios y ha muerto por ti. Glorifícalo con los pastores96, con los
á ngeles cá ntale himnos97, forma coros con los arcá ngeles: sea
las puertas98.
por ver qué gusto tiene. Bebe vinagre110. Reclama los salivazos111.
El119 para que también resucites con El120 y seas glorificado y con
El reines, viendo así a Dios tal y como El es y, siendo visto tú por El,
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1 Sal. 95, 1.
6 2 Cor. 5, 17.
habiendo sido definido Melchisedec, rey de Salem, «Sacerdote del Altísimo» (cf.
Gén. 14, 18; Sal. 110, 14), fue considerado como una prefiguració n de Cristo. En
efecto, es a Cristo a quien se refieren las condiciones de ser sin padre ni madre
que aquí se leen. La definició n de «sin padre ni madre» está tomada de Heb. 7,
8 Sal. 46, 1.
9 Is. 9, 5.
10 Mt. 3, 3.
11 Heb. 13, 8.
significa también «explicació n», «causa racional» y «Logos», «razó n». San
16 Rom, 5, 20.
17 Cf Gén 3 6.
19 La violenta condena del lujo es típica de las homilías de San Gregorio, que
patria, tras la conclusió n, tan triste para él, del Concilio constantinopolitano del
20 Cf Gén 2, 7.
apologética cristiana, los ídolos a los cuales la religió n pagana ofrecía sus
demonio, que se alimentaba de la carne y del humo del animal sacrificado. Por
hecatombes.
22 Las divinidades de las religiones paganas y del culto oficial del Estado no
eran para los cristianos otra cosa que demonios que pretendían la adoració n de
los hombres para desviarlos del culto verdadero de Dios y para perderlos con la
idolatría.
entre Logos divino, al que adora San Gregorio, y logos humano, o sea, palabra,
Gregorio, para quien el verdadero adorador del Logos divino posee también
escorias terrenas.
28 Es éste un objeto teoló gico propio de San Gregorio y de los otros padres
capadocios: Dios no puede ser conocido en su naturaleza, sino só lo en algunos
En esta doctrina nuestro autor aparece bastante pró ximo a su gran amigo,
Gregorio de Nisa.
trinitario.
31 Cf. Is. 6, 2.
Coislinianus 51, del siglo Xl, Gregorio se refería aquí a San Atanasio. Es ello
posible, dada la gran autoridad de que aquél gozaba entre los autores
ortodoxos. Sin embargo, dado que esta interpretació n del Trisagio como
ante San Gregorio, unida a la relació n de amistad y devoció n sincera que éste
alabanza que aquí se encuentra está dirigida a San Basilio y no a San Atanasio.
filosó fico: el á ngel no es inmó vil para el mal, sino só lo difícilmente movible hacia
él (se evita, por tanto la dificultad en que había caldo Orígenes, pero,
sustancialmente, se hace del á ngel una criatura aná loga al hombre). La misma
problemá tica se repite en Orat., 28, 31; 31, 15; 40, 7; 41, 11 Carm., 1,1,7, 35 ss. y
ha notado Danielou, puesto que estaba determinado por aquella concepció n del
pecado segú n la cual el pecado está ligado a lo sensible. San Gregorio de Nisa
(cf. J. Danielou, L'etre et le temps chez Gregoire de Nysse, Leiden 1970, p. 115).
esto es, privadas de cuerpo y de materia: los á ngeles, como antes se ha dicho.
Sin embargo, este término era empleado por los plató nicos para designar el
las filosofías plató nico-aristotélica y estoica. Cf. cuanto comenta a este propó sito
37 Cf Gén 1 26
enseñ ado ya Filó n de Alejandría (Cf. De post. Caini, 16, 58; Quis rer. diu. heres,
31, 155; De Abr., 15, 71 etc.) El concepto, que en un ú ltimo aná lisis se remonta a
Plató n (cf. Tim., 81a; 88d), se encuentra también en San Gregorio Nacianceno
39 Esta expresió n resulta poco clara: San Gregorio parece querer decir que la
carne fue dada al hombre para que no se enorgulleciera ni ensoberbeciera por
Sino que, estando expuesta a las pasiones, pudiera la carne constituir un freno a
41 Esta interpretació n de los á rboles del Paraíso ha sido tomada por San
Paraíso terrenal.
247e) habÍa dicho: «la envidia permanece fuera del coro de los dioses». De
nuevo aludirá otra vez a Plató n nuestro autor en Orat., 28, 11. Los enemigos de
gnó stica. Tal vez, San Gregorio se esté dirigiendo polémicamente a los
maniqueos.
45 Cf. 1 Cor 3, 2
46 La interpretació n de las «tú nicas de piel» con que se vistieron Adá n y Eva
(cf. Method., De resurr., 1, 29). San Gregorio de Nisa la recoge con algunas
Dios no pudo crear nada malo, sino las condiciones sensibles y corpó reas que
Mystique, Paris 1954, pp. 56 ss.). San Gregorio Nacianceno, como se ve, está ,
por el contrario, menos convencido de esta interpretació n.
respecto a la muerte tal vez fuera recogida por el Nacianceno, de los escritos de
su gran amigo San Gregorio de Nisa. Cf. Orat. catech., 8; De an. et resurr., 125.
subrayar—en polémica con los arrianos—la plena divinidad y el origen antes del
tiempo.
en la introducció n.
virginidad como cosa de mayor estima. Por lo que hace el Nacianceno, cf.
Homilía 37.
55 Cf. Flp. 2, 7.
58 Cf. Lc. 3, 4.
63 Cf. Mt. 4, 2.
64 Cf. Jn. 4, 7.
67 Cf. Gá l. 2, 20.
69 Cf. Act. 1 , 9.
subrayada, como un topos, por los escritores niceos). Marcelo sostiene que el
Hijo, generado por el Padre con miras a la creació n del mundo, será
profunda, cf. M. Simonetti, La crisi ariana nel quarto secolo, Roma 1975, pp.
66-71.
la vida del Hijo encarnado, negaron su naturaleza divina y por ende, lo separaron
del Padre.
87 Cf. Heb. 3, 1.
91 Cf. Lc. 2, 7.
92 Cf. ibid.
93 Cf. Is. 1, 3.
94 Cf. Mt. 2, 2.
97 Cf. Lc. 2, 13
que era hermano de San Atanasio, muerto pocos añ os antes (en el 373),
verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo1, lleva
pudiera ser que a vosotros os suceda otro tanto. «Yo soy la luz del
como ahora somos, ¡seamos como fuimos! «La luz resplandece en las
que si, imprudente como era, atacó a quien parecía Adá n, enfrentado
con Dios fue vencido8 para que nosotros, apartados de las tinieblas,
paso del tiempo y cubiertas de mitos. Adoran todas estas cosas como
Pues indigno era que quien debía ser devorado como una piedra
silencio. Nada tenemos que ver con Dioniso, ni con el muslo que sufre
ende, con la cabeza que ya antes había parido otro feto22. Ni con un
los orá culos y los vaticinios subterrá neos de Trofonio31, las necias
mismos y de saber qué son y qué será n, vinculan nuestro futuro a los
con las orgías de los tracios de las que, segú n es fama, derivan las
las cosas. Ni con el justo castigo que Mitra impone a los iniciados en
venerasen sus cosas tal y como lo hacían, de suerte que, como dice
superaban en vileza.
mejor dicho, hechos tales por su maldad, no querían permitir que los
indigno que habiendo sido creados para las buenas obras, para la
quienes adoran.
visió n54: «mujer, vamos a morir porque hemos visto a Dios». O, como
César, es decir, del dueñ o del mundo, de los que andan a ras de
tierra: «no soy digno de que entres bajo mi techo»59. Só lo cuando
que han arrojado de sus almas al espíritu impuro y material y las han
el bien, han acogido a Cristo tanto como les ha sido posible, a fin de
otra cosa que un himno de gloria a Dios entonado por quienes han
procede, y un solo Señ or, Jesucristo, por quien son todas las
conjunto de la naturaleza, sin que ello implique confusió n75. Que las
lea con detenimiento lo escrito por el Apó stol: «De El, por El y para El
son todas las cosas, a El la gloria por los siglos. Amén»76. El Padre
hemos dicho.
13. Siendo así las cosas, segú n las hemos expuesto, era necesario
que no fueran los ú nicos adoradores los seres superiores80, sino que
se llenase de la gloria de Dios, pues suyo era todo. Por tal motivo fue
humildad y el Hijo de Dios acepta ser Hijo del Hombre y ser así
origen, la mente con la carne, lo que está por encima del tiempo con
inmortal con lo corruptible. Y el autor del mal que, tras engañ arnos
atacar a Adá n, tropezó con quien era Dios al mismo tiempo. Asi el
¿Cuá ndo? ¿Siendo puro es bautizado por Juan cuando da inicio a las
marino.
Pero antes que a éstos y por su causa, santifica al río Jordá n. Como
ti»100°. Y añ ade también: «en favor tuyo». Pues sabía que sería
aprestemos para sufrir un poco por Aquél que por nosotros asumió
Pablo130, esto era una figura: el mar era figura del agua del
este punto: ¿có mo es posible que no sea Dios Aquél gracias al cual
un perro hambriento142.
18. Por mi parte, yo reconozco que, como hombre que soy, soy un
la cara las doctrinas de Novato mas te dejas llevar también por sus
vino no por los justos, sino por los pecadores146, para conducirlos a
gran Pedro, que durante la Pasió n del Salvador se dejó arrastrar por
el matrimonio de las viudas jó venes argü yendo que, por su edad, son
duda, eres su maestro, pues has alcanzado el cuarto cielo, has visto
mal con su enmienda. Cuando los acepto asigno a cada uno de ellos
juntos al Señ or. Que ninguno de nosotros, por mucha confianza que
no, vayan por el suyo. Tal vez en el otro mundo sean bautizados con
males.
que actuara como luz del mundo, como fuerza vivificadora para el
junto a la gran luz, seá is iniciados en la luz que proviene del cielo,
Cristo Jesú s, Señ or nuestro, a quien la gloria y el poder por los siglos
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2 Jn. 8, 12.
3 Sal. 33, 6.
4 Cf. Jn. 1, 9.
6 Jn. 1, 5.
7 Cf. Jn. 1, 5.
después (cf. cp. 13), esto es, al encuentro victorioso de Cristo con el demonio.
Este ú ltimo, engañ ado por el aspecto humano (de Adá n, como se dice aquí y en
el capitulo 13) del Hijo de Dios, cayó sobre El a fin de apoderarse de aquella
presa que, como hombre, consideraba le pertenecía. Mas quedó burlado porque
sea del todo precisa: en griego indica una interpretació n espiritual del hecho
bíblico y San Gregorio añ ade también al término el significado de «conducir a lo
12 Alusió n a los cultos mistéricos paganos que contaban con una amplia
devorarlo como al resto de sus hijos por temor a que, como luego sucedió , lo
destituyese. Segú n San Gregorio, Zeus no habría sido sino un rey de Creta,
divinizado después.
15 Segú n la tradició n, los Curetes eran guerreros que danzaban con sus
armas, a fin de que el fragor de su baile ocultase a los oídos de Crono los
mutilaban en honor de Rea (o Cibeles). Este culto orgiá stico había tenido origen
estima.
17 Los Coribantes eran los sacerdotes de Rea que danzaban y batían palmas
fama que este rito se celebrara en los misterios eleusinos con prá cticas
obscenas.
por Zeus en uno de sus muslos, cuando Semele fue asesinada por Era, airada
trata só lo de que el hecho de ser Afrodita la diosa del amor le hiciera suponer la
suficientemente expresivo.
comida la carne de su hijo Pélope, iniciando con este atroz delito la serie de
sus dias en una gruta subterrá nea en Lebadea, en Beocia. En aquel mismo
33 El famoso orá culo del Apolo de Delfos, donde había un trípode a cuyo lado
34 Una fuente del monte Parnaso consagrada a Apolo y a las musas. Era
poética.
el examen de vísceras de victimas sacrificadas al efecto. Esta prá ctica, con todo,
33 Segú n la tradició n, los tracios habían sido los primeros en enseñ ar las
sin embargo, que San Gregorio esté bien informado sobre el particular.
41 Osiris, dios de Egipto, había sido despedazado por su enemigo Tifó n, dios
45 Referencia a los beneficios reportados a Egipto por el Nilo, que con sus
47 Cf Gén 3 22
50 Prov. 4, 7.
55 Cf. Lc. 5, 8.
59 Mt. 8, 8.
61 Lc. 19, 9.
65 Cf Prov. 4, 23.
67 Cf. Jer. 4, 3.
68 Cf. 1 Cor. 2, 7.
Homilía 38, donde se había apuntado la historia de la Creació n del universo, del
Dios.
introducció n.
naturaleza entre el Hijo y el Padre, segú n la herejía arriana, que considera al Hijo
74 1 Cor. 8, 6.
Padre, pero no como el Hijo, sino por «procesió n». Aunque derivado de Jn. 15,
diversos orígenes del Hijo y del Espíritu Santo, que, aunque proceden ambos del
Padre, no son los dos Hijos. Los pneumató macos argü ían que si el Espíritu
tenía su origen en el Padre, debía ser Hijo y, por consiguiente, había dos Hijos.
80 Esto es, los á ngeles; cf. lo dicho por San Gregorio en la Homilía 38, 9.
madurez física, la del hombre exterior. Se solía interpretar con arreglo a esto a
algunos personajes del Antiguo Testamento, como Daniel, citado aquí un poco
físico externo.
93 Mt. 3, 14.
94 Cf. Mt. 3, 3.
104 Lo que equivale a decir que también Juan Bautista seria bautizado con el
Bautismo de Cristo, o sea, con el bautismo de sangre del martirio, porque fue
126 Lo que San Gregorio presenta como una cita bíblica no ha sido
identificado hasta ahora. Ni siquiera los editores Maurinos han podido indicar el
127 O lo que es lo mismo, asumió una forma humana, mientras una forma,
en cuanto limitació n, no puede adaptarse a la naturaleza divina del Hijo.
vuelve al hombre perfecto como Dios, segú n la pneumatologia enseñ ada sobre
todo por San Basilio (cf. De Spiritu Sancto, 16, 38; 26, 61), que retama el
Nacianceno también en la Homilía 33, 17 y 34, 12. Y otro tanto San Gregorio de
134 Se trata del martirio, considerado desde los tiempos má s antiguos como
el «bautismo de sangre».
144 Novato, hereje que vivió en Roma durante la segunda mitad del siglo III,
153 2 Cor. 2, 7.
158 Parece poder deducirse de este ligero apunte que los penitentes tenían
reservado a ellos. Para má s detalles sobre este punto cf. H. Althaus, Die
mayor que la que proporcionan a los que aman la carne las fiestas
nos procura. Nuestro discurso de ayer sobre este punto fue breve,
dañ ina para los oyentes como un exceso de comida para el cuerpo.
misterio.
menester que meditemos acerca del que está en medio, el que recibe
ser llamadas «santo entre los santos» o «cantar de los cantares», así
dignidad requerida.
que «lá mpara y luz es la ley»14 y «luz son tus mandatos sobre la
verdad que el rostro de Moisés fue glorificado por ella16. Por ilustrar
alumbró a los pastores20 cuando la luz que está fuera del tiempo se
por aquel resplandor en sus ojos quedó curado de las tinieblas del
peligro de apartarse de El27. Así, igual que nos creó antes de que
existiéramos, cuando ya nos había dado la existencia nos creó con
una forma má s divina y sublime que la primera. Ella es, por una parte,
señ al para quienes comienzan y por otra, para los avanzados en edad
del mal28. Y ello al objeto de que no llegá ramos a ser peores por la
se nos adhieren.
diremos que la eficacia del Bautismo consiste en pactar con Dios una
para pobres y para ricos, para los humildes y para los grandes, para
los del noble linaje y para los del comú n, para los deudores y para los
sea, a todos los grandes deleites que nos son comunes a todos, y,
proporcionalmente, también a la Fe
que permita abonarla otra vez34, esto es, que acepte las lá grimas, los
Cristo por medio del Bautismo para que también resucitemos con
presenta la pobreza, que hasta eso osó , y pide que las piedras se
ante él la palabra que da vida, que es el pan bajado del cielo que da
acerca del pan. De allí el «escrito está » sobre los á ngeles. «Escrito
está », dicen, «que encargará a sus á ngeles que te alcen sobre sus
manos». ¡Oh há bil maestro del mal! ¿Por qué te callaste lo que
pronunciar las palabras de este misterio. En tanto que puedas ser fiel,
gracia llegue hasta tus entrañ as, no cuando estén a punto de lavar tu
¿Por qué no actú as sin embarazo y dejas este asunto para cuando te
palabras, sino que dé tiempo a escribir encima las buenas. Para que
guerra, para la paz, para el matrimonio, para las cosas fuera del
matrimonio, para la amistad, para la discordia si es que te ves movido
atragantado una migaja de pan. ¡Qué hay má s fá cil que hacer morir a
un hombre, por muy orgulloso que esté de ser imagen de Dios! Tal
ungü ento al igual que antañ o hiciera Israel durante la noche con la
su acoso. Esto es, sin duda alguna, lo que trama también en este
Bautismo, desea causar dañ o mediante una falsa seguridad para que
tu propio temor te haga olvidar lo que temes: temeroso de destruir el
que estés dentro, que traspases el umbral, que examines las cosas
santas de los santos y que habites con la Trinidad. Grandes son las
cosas por las que luchas. Has menester de una gran seguridad.
para una vez desarmado y sin amparo, dominarte con facilidad. Busca
17. ¿Eres joven? levá ntate contra las pasiones con la ayuda de
Dios, sé contado entre los de su ejército, compó rtate ante Goliat como
vida sin permitir que tu juventud se marchite, muerta por tener una fe
naturaleza humana, eres una madre mezquina y con poca fe. Ana, al
contrario, antes de que Samuel naciera prometió a Dios que, una vez
y lleno de hermosura.
seguridad68. Diré, en fin, que no existe vida ni tarea, para las cuales
foro y toda su bella cohorte, ceñ ido con alas de á guila, o de paloma,
por mejor decir. Pues ¿qué tienes que ver tú con el César ni con lo
camino para impedirte enderezar tus paso hacia Dios. Aparta tu alma
del mundo. Abandona Sodoma, huye del incendio. Camina sin volver
segú n yo, es mejor recibir reproches del padre o del señ or, que ser
los pies atados, que el que corre sin que nada le agobie, má s puro es
quien está cubierto de fango que aquél que está limpio porque ha
20. Mas quizá s alguien diga: «¿qué gano yo con recibir el Bautismo
viñ a, pues les fue dado el mismo salario que los ú ltimos»74. Quien
quiera que seas tú que te expresas así, has resuelto todas las
al leer lo que está escrito. Considera en primer lugar que este pasaje
éstos, aunque parezca paradó jico, se les deba mayor paga. El ú nico
otros, sin convenir nada, fueron a trabajar, dando así prueba de una
la voluntad.
gracia? Por otro lado, para cobrar el jornal, la pará bola exige que los
mayor fatiga será considerada siempre una gran merced por todo
De todos éstos, los mejores son los que siendo realmente malos
abandonan su pecado, al menos en parte. Quienes se comportan así
aniquile los pecados, no destruye las buenas acciones. Así pues, los
respeto por la gracia que han recibido, que es, a mi parecer, una
por el Juez justo, porque aunque estén sin el sello del Bautismo, ello
tal título pretendes obtener la gloria del cielo, entonces para disfrutar
vale eso que padecer lo mismo que Ismael, secarse por falta de
amargo final de todo lo vivido por cada uno, al momento del castigo
Si por caso algú n horrible compañ ero te dijere85: «ven con nosotros,
padre, mis hermanos, mi mujer, mis hijos, mis amigos, todo cuanto me
esperes. Debe darte vergü enza decir: «¿qué ventajas obtendré con el
qué me garantiza que seré bien considerado por ellos?». Sin duda, en
tu opinió n éstas son cosas indispensables. Por eso mismo será menor
los ricos. En todo lo demá s hay diferencia entre pobres y ricos, mas
26. Que nadie detenga tu marcha hacia delante, que nadie reprima
Candace. Di: «ahí hay agua, ¿qué impide que yo sea bautizado?»94.
noble cuna, pues seria terrible que mi noble linaje fuera injuriado por
ella y, por ende, han sido por ella condenados. Estando necesitado
tus progenitores. Tal vez haya uno que sea mejor o mas miserable
que otro.
imagen pertenece a cada uno de ellos? Por muy sabio que seas
cada uno de los que bautizan. Aunque uno sea superior por su modo
alguien que sea pobre, ni porque tengas linaje noble desdeñ es ser
venidera, que esto forma parte del castigo en la vida futura. Mostrará s
como la reina de los etíopes que vino desde los confines de la tierra
trabajos, ¿no sería gran necedad aplazar la posesió n del don? «Los
acepta este deseo en lugar de una gran fortuna. Está sediento de ser
nos las da. Bienaventurado aquél a quien Cristo pide de beber, como
hizo con aquella samaritana, a la que dio «una fuente de agua que
lado de las aguas104», al lado de todas las almas, que mañ ana será n
labradas y regadas, pero que hoy son pisadas por el asno y el buey,
casa del Señ or105. Así pasa de ser portador de juncos a portador de
28. «De acuerdo», dirá alguno, «con que todas estas cosas se
sucedía con las señ ales puestas en los dinteles107, que protegieron
menos, tan pronto como sea capaz de escuchar algú n contenido del
29. Mas arguyes: «Cristo, siendo Dios, fue bautizado a los treinta
por ti, al igual que se encarnó por ti aunque era incorpó reo. No corrió
del mundo y que a tal pasió n concurriesen cuantas cosas son propias
morir juntamente con Cristo y nos sirve como purificació n que precede
a la fiesta. El, como era Dios, ayunó cuarenta días, mientras nosotros
ayunamos con arreglo a nuestra limitació n, bien que el celo estimule a
una reproducció n que dista mucho de ser igual al original. ¿Qué tiene
doble certamen, uno que os purifique antes del Bautismo y otro que
lamentació n por los necesitados y compartir algo con ellos. Que todo
ante ti, rompe todo contrato, justo o injusto120. Ten memoria de los
estas cosas? Con quienes contigo son siervos, pues si del Señ or has
ejemplo de ella.
32. Bañ a tu imagen122 y no só lo tu cuerpo. Que junto a la
antes del Bautismo. Permanece el otro tras haber sido bautizado, que
pensar irreprensible.
33. ¿Qué digo? ¿Cuá l es mi discurso? Ayer eras la cananea125
cuya alma estaba encorvada a causa del pecado126. Hoy has sido
todas las criaturas no para curarlas, sino para juzgarlas y para que
como un bello estado la pobreza padecida por Dios, que por nosotros
de Cristo, los mismos con los que El fue curando una a una todas las
con mayor aparato y llega a ser esta situació n peor que la primera. Y
cosas, pues ¿qué má s dulce que la luz, para quienes la han gustado?
desea la veloz difusió n del beneficio, porque las brasas de este fuego
son nuestro socorro. Conozco, en cambio un fuego que no purifica,
para los perversos. Todo ello es propio del poder destructor divino, a
por el lujo la consideran como luz. ¿Qué dice David? «La noche me
Seamos luz, que los discípulos oyeron có mo les decía la gran luz:
«vosotros sois la gran luz del mundo160». Seamos luminarias del
noche.
que la miel173.
somos para que sea capaz de levantar la Cruz de Cristo, cosa que no
perfecció n. Las manos para que se alcen santas en todos los lugares
pensamientos.
Tengamos los lomos ceñ idos y sujetos por la continencia, con arreglo
parte reside en los ojos y en los lomos, puesto que ella morirá junto a
41. Sobre todo esto, antes de ello, conserva el depó sito187 por el
que vivo y soy ciudadano, aquél que deseo tomar como compañ ero,
Consiste en la confesió n del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Esto
como compañ ero para toda la vida y como patrono. Que hay una sola
cada uno de ellos es Dios. Los tres, considerados cada uno con el
otro, son Dios. Son tres por su igualdad en la sustancia, son Dios por
ú nica.
42. ¿No quieres hablar de sufrimiento por que no sufra Dios, ajeno
unan a Dios una criatura, sino también que dividan a esa misma
criatura. Y así como el Hijo es separado del Padre por los abyectos y
adoran ídolos198, mas con todo algo creado y hecho? ¿Qué puedo
categorías.
cuá nta es mi benevolencia? ¿Ves cuá nta la bondad del Espíritu? Sea
vives en paz encomendando al que combate por ti, echá ndome una
mano con tu fe. Tres piedras tengo para lanzarlas con honda contra
el invasor201. Tres veces soplaré en el hijo de la viuda de Sarepta
para devolver la vida a los muertos202. Tres veces lloverá sobre los
Bautismo. Si realmente eres así y has sido sellado con tan hermosas
fá cilmente del mal al bien y con dificultad del bien al mal, nos
mal. Si eres bautizado con arreglo a mi enseñ anza, «no cerraré mis
sustancia del mal, ni un reino del mal, que el mal no tiene principio, ni
existe por si mismo o por Dios, sino que es obra nuestra y del
tiempo, que procede del Padre fuera del tiempo y del cuerpo, al final
de los tiempos nació por ti como hijo del hombre. Que proviene de la
que sufrió por ti para ganarte una perfecta salvació n, para disolver
Resucitó al tercer día, subió a los cielos para llevarte con El a ti que
pureza y les retribuirá con lo que llamamos Reino de los cielos. Habrá
estas doctrinas, haz el bien, porque «la fe sin obras está muerta»215,
al igual que los hechos sin fe. He ahí lo que del misterio puede darse
hijo que iba a casarse220. Uno, porque había tomado mujer. Otro,
yunta de bueyes. Poco provecho les hicieron sus compras, que por
el Esposo sabe qué enseñ ará y qué será de las almas que con El
.................................................
cuerpo humano su propio há lito, para hacer del hombre un ser viviente. Cf.
Gén. 2, 7.
2 Cf. Lc. 2, 7.
5 Cf. Rom. 8, 29
6 Cf. Col. 1, 18
relacionarlo con el término phô s, phô tó s que significaba luz. Esta derivació n
28, 2.
13 Cf Gén 2 16 17.
17 Cf. Ex. 3, 2.
20 Cf. Lc. 2, 9.
21 Cf. Mt. 2, 9.
23 Cf. Act. 9, 3.
24 Cf. Sab. 3, 7.
29 Cf. Jn. 3, 5.
los hebreos a través del mar Rojo era tipo del Bautismo. La piedra que
de Cristo (cf. I Cor. 10, 1-4). Así, el agua del Bautismo tiene un significado
típico por cuanto es, como el agua del mar Rojo, prefiguració n de la
35 Cf. Rom. 6, 4.
36 Cf. Mt. 4, 2 ss.
para desconcertar al demonio que quería apoderarse de él. Cf. Homilía, 39, 1
y 14.
39 Cf. Ef. 6, 16
40 Cf. Mt. 4, 3.
42 Cf. Mt. 4, 6.
46 Cf. Gá l. 3. 27.
51 Cf. 2 Cor. 6, 2.
52 Ef. 5, 14.
56 Prov. 3, 24.
57 Sal. 90, 5.
época preconstantiniana.
Como puede verse, acentuaba la actitud tomada por San Pablo en I Cor. 7.
67 Cf. 1 Cor. 7, 5
del cristiano en la vida pú blica, en sus obligaciones y prá cticas idolá tricas.
76 Cf Jn. 12, 35
77 Jn. 9, 4.
78 Cf. Jn. 1, 9.
82 Cf Gén 21 15 19
83 Alusió n al mito de Tá ntalo que fue castigado por haber ofrecido a los
85 Prov. 1, 11.
86 Sal. 94, 1.
87 Miq 4, 2
90 Cf. Lam. 4, 7.
93 Cf Gá l 3 27
94 Act. 8, 36.
vacuidad de las excusas aducidas por tales personas, pues era poco
una costumbre de gran significado espiritual para los cristianos, a partir del
siglo IV.
97 Con este término, que originariamente (s. II) designaba la secta
la propia Iglesia.
98 Cf 1 Sam. 16, 7.
Es ésta una precaució n que era necesario seguir con cuidado en la época
administrar el bautismo a los niñ os, que en cualquier caso, pueden ser
ha hecho referencia antes (cf. 26), se imponían normas rigurosas de vida que
no secundaban, e incluso tal vez se oponían soberbiamente, a los preceptos
y costumbres de la Iglesia.
119 Gá l. 3, 27.
122 Esto es, del alma, hecha a imagen y semejanza de Dios (cf. Gén. 1,
26).
128 Cf Jn. 5, 7
130 Jn 11, 43
infierno no tenga como fin la destrucció n del hombre pecador, sino purificarlo
y cancelar las culpas por él cometidas. Las penas del infierno, por
189 Término técnico (idió tes), que indica en qué una hipó stasis se
distingue de la otra, aunque las tres sean Dios. La polémica está dirigida no
só lo contra los arrianos, sino también contra los pneumató macos quienes,
esa prerrogativa.
porque el término implicaba, segú n ellos, una pasió n por parte del Padre.
191 En efecto, segú n los arrianos el Hijo era una criatura, aunque distinta
las del Hijo y el Espíritu Santo, creaturas ambos, pero de diferente dignidad.
194 Siervas de Dios son, ló gicamente, todas las criaturas y tales serian el
195 No sabemos a quién se refiere San Gregorio con esta alusió n. Segú n
196 Gá l 1, 10
197 Astarté era una divinidad adorada por los fenicios. Camos un ídolo de
los moabitas (cf. nú m. 21, 29) al que Salomó n edificó un templo (cf. I Re. 11,
7).
resto de los ídolos, pero sigue siendo el culto a una criatura. Los arrianos se
204 O sea, el fuego del Espíritu Santo que se nos entrega en el Bautismo,
214 Una afirmació n dirigida, sobre todo, contra los maniqueos, que creían
bien y el otro para el mal. El mal, sin embargo, no tiene subsistencia, segú n
resurrecció n.)
capital de la doctrina cristiana, lo necesario para que sea conocida por los
doctrina de la Iglesia.
217 Como ha notado Bernardi op. cit., pp. 215-216, Gregorio describe aquí
220 Cf. de nuevo Lc. 14, 15 ss. Todo este pasaje evoca los textos de San