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bién definitivamente la herejía arriana con sus dife- neciente probablemente a la Iglesia de Antioquía o a
rentes articulaciones. El símbolo además se conso- la comunidad de Jerusalén.
lidó como fórmula bautismal y fue introducido en la
liturgia eucarística, de manera que «de todos los
credos que existen es el único que con cierto fun-
damento puede presentarse como ecuménico o uni- El símbolo de Constantinopla I
versalmente aceptado» (Kelly). A pesar del éxito in-
negable de esta recepción eclesial, universal, el ori- Pisteu/omen eiJß e¢na qeo»n, pate/ra, pantokra/tora,
gen del símbolo niceno-constantinopolitano, su re- poihth»n oujranou◊ kai» gh◊ß, oJratw◊n te pa/ntwn kai» ajo-
dacción y promulgación plantea no pocos proble- ra/twn.
mas. Una presentación sintética de esta problemá- Kai» eiJß e¢na ku/rion jIesou◊n Cristo»n to»n uiJo»n tou◊
tica histórico-crítica nos ayudará a captar la apor- qeou◊ monogenh◊ to»n ejk tou◊ patro»ß genneqe/nta pro»
tación dogmática conciliar con mayor equilibrio. La pa/ntwn tw◊n aijw/nwn, fw◊ß ejk fwto/ß, qeo»n ajlhqino»n ejk
aportación dogmática, como veremos, quedó con- qeou◊ ajlhqinou◊, gennhqe/nta ouj poihqe/nta, oJmoou/sion
densada en fórmulas precisas, pero no cerradas, si- tw◊ patri/, di j ou– ta» pa/nta ejge/neto,
no abiertas a variaciones y adaptaciones lingüísti- to»n di j hJma◊ß tou»ß ajnqrw/pouß kai» dia» th»n hJmete/ran
cas. swthri/an katelqo/ntai eJk tw◊n oujranw◊n kai» sarko-
qe/nta ejk pneu/matoß aJgi/ou kai» Mari/aß th◊ß parqe/nou
Digamos ante todo que el texto del símbolo de kai» ejnanqrwph/santa, staurwqe/nta te uJpe»r hJmw◊n ejpi/
Constantinopla apareció por primera vez el 10 de Ponti/ou Pila/tou kai» paqo/nta, kai» tafe/nta kai» aj-
febrero del año 451, durante la segunda sesión del nasta/nta th◊ tri/th◊ hJme/ra kata» ta»ß grafa»ß, kai» aj-
concilio de Calcedonia, cuando por invitación de los nelqo/nta eiJß tou»ß oujranou/ß, kai» kaqezo/menon ejn dexia◊
delegados imperiales el arcediano Aecio de Constan- tou◊ patro»ß kai» pa/lin ejrco/menon meta» do/xhß kri◊nai
tinopla leyó en voz alta «la fe de los 150 padres». Es- zw◊ntaß kai» nekrou/ ou– th◊ß basilei/aß oujk e‡stai te/loß.
ta fórmula de fe fue después incorporada al credo Kai» eiJß to» pneu◊ma to» a¢gion to» ku/rion kai» zwo-
de Nicea, antes de la verdadera y propia definición poio/n to» ejk tou◊ patro»ß ejkporeuo/menon to» su»n patri»
calcedonense elaborada por ese concilio en el año kai» uiJw◊ sumproskunou/menon kai» sundoxazo/menon to»
451. lalh/san dia» tw◊n profhtw◊n. EiJß mi/an aJgi/an kaqo-
likh»n kai» ajpostolikh»n ejkklhsi/an. JOmologou◊men e£n
Dejando el problema todavía no resuelto de los ba/ptisma eiJß a£fesin aJmartiw◊n. Prosdokw◊men aj-
motivos del «silencio» de Constantinopla durante se- na/stasin nekrw◊n kai» zwh»n tou◊ me/llontoß aijwnoß.
tenta años, nos preguntamos ahora por su origen.
La tradición calcedonense considera a Constantino-
pla como una confirmación substancial de Nicea, Creemos en un solo Dios, Padre todopoderoso,
con breves añadidos antiheréticos. Sin embargo, re- creador del cielo y de la tierra, de todos los seres vi-
sultan tales divergencias entre los dos textos que no sibles e invisibles.
se puede considerar a Constantinopla como una Y en un solo Señor Jesucristo, el Hijo unigénito de
edición revisada de Nicea: «Se trata sin duda nin- Dios, engendrado del Padre antes de todos los siglos,
guana de dos documentos absolutamente diferen- luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engen-
tes» (J.N.D. Kelly). drado no creado, consustancial al Padre, por quien
todo fue hecho.
Varios investigadores peinsan que Constantino- Por nosotros los hombres y por nuestra salvación
pla ha sido un símbolo de fe que ya existía. Para bajó del cielo, y se encarnó del Espíritu Santo y de
elegir este formulario concreto tuvieron en cuenta María Virgen y se hizo hombre. Y por nuestra causa
dos consideraciones: su consonancia perfecta con fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato, padeció y
Nicea, y su capacidad para transmitir las respues- fue sepultado, y resucitó al tercer día según las Es-
tas y los añadidos conciliares, posiblemente sin crituras, y subió al cielo, y está sentado a la diestra
herir demasiado la susceptibilidad de los obispos del Padre, y de nuevo vendrá con gloria para juzgar
macedonianos. Se piensa que este credo fue presen- a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.
tado oficialmente en el concilio durante las negocia- Creemos en el Espíritu Santo, Señor y dador de
ciones que se tenían con los obispos macedonianos vida, que procede del Padre, que con el Padre y el
para llegar a un posible acuerdo con ellos y evitar la Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que
división. Se trata, por tanto, de una versión del habló por los profetas. Creemos en la Iglesia una,
«símbolo niceno», modificada con los añadidos rela- santa, católica y apostólica. Confesamos un solo
tivos al Espíritu Santo y especialmente apropiada bautismo para el perdón de los pecados. Esperamos
para ser aceptada por ambas partes. Se piensa que la resurrección de la carne y la vida del mundo futu-
el símbolo haya podido ser una confesión de fe bau- ro. Amén.
tismal usual en los años setenta del siglo IV, perte-
4 CONSTANTINOPLA I (381)
hipóstasis en la única ousía. En la carta del año narración apasionada de un acontecimiento único
382 los padres afirman: de amor: la caridad eterna de Dios Trinidad se ha
manifestado históricamente en la obediencia salvífi-
«[la fe nicena] nos enseña que hay que creer ca de Cristo, verdadero Hijo de Dios encarnado «por
en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu nosotros los hombres y por nuestra salvación». En
Santo, una sola divinidad, poder, substancia del esta fuente se alimenta y se dinamiza la vida ecle-
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, iguales en sial actual en sus distintas dimensiones teórico-
dignidad, coeternos en poder, tres hipóstasis prácticas de proclamación, de comprensión, de san-
perfectísimas, es decir, tres personas perfectas, tificación, de misión, de transfiguración. Su llamada
de manera que al considerar las personas no se permanente a la verdad del Padre creador, del Hijo
produzca la necesidad de Sabelio que las con- redentor y del Espíritu santificador convierte al
funde, suprimiendo sus propiedades personales, símbolo en una dinámica regla de fe para la vida, y
ni prevalezca la blasfemia de los eunomianos, de de vida en la fe, dejando de ser un código seco de
los arrianos, de los pneumatómacos, que dividen doctrina. La traditio-redditio symboli de la liturgia
la substancia, la naturaleza o la divinidad, y bautismal y la proclamatio symboli de la liturgia eu-
añaden otra naturaleza, creada o de sustancia carística manifiestan que nuestra vida en Cristo y
diferente, a la Trinidad increada, consubstancial en la Iglesia está normada por la verdad de Dios
y coeterna». Padre, Hijo y Espíritu Santo, desde su nacimiento y
durante todo su proceso de maduración.
5. EL SIGNIFICADO DE CONSTANTINOPLA I
5.2. «Se encarnó del Espíritu Santo y de María
5.1. La «Lex credendi» como «Lex orandi» y virgen»
«Lex vivendi»
Esta cláusula sintetiza el dato bíblico (cf. Mt
Para valorar hoy correctamente el contenido tri- 1,18.20; Lc 1,35) y ya se encontraba con formas
nitario y cristológico del símbolo niceno-constanti- distintas en algunos símbolos anteriores a Constan-
nopolitano debemos tener como cuadro de referen- tinopla, como por ejemplo en el romano antiguo. En
cia su origen esencialmente bautismal, su papel an- la literatura cristiana de los primeros siglos se
tiherético a partir del concilio del año 381 y su pos- habla del nacimiento de Jesús «de María virgen» y
terior confirmación por la praxis sacramental de la casi no se menciona al Espíritu Santo hasta Ireneo.
Iglesia oriental y occidental, primero como fórmula Con esta mención los primeros Padres expresan
bautismal y después incluso como oración solemne, una preocupación apologética y quieren demostrar
una vez incluido oficialmente en la liturgia de la mi- con ella el mesianismo y la divinidad de Cristo, en
sa. relación con los judíos y con los paganos respecti-
vamente. A partir de la segunda mitad del siglo II,
Primero, el símbolo es lex credendi en perfecta se acentúa la preocupación antignóstica, y por eso
sinergia con la lex orandi de la Iglesia. Ésta no lo ha se menciona con más frecuencia el nacimiento tam-
considerado nunca como un conjunto abstracto y bién «del Espíritu», para afirmar las dos naturalezas
antihistórico de doctrina lingüísticamente cataloga- de Cristo, la divina y la humana. Por tanto, la cláu-
da, sino que lo ha considerado siempre como un sula de Constantinopla significa que Cristo ha naci-
credo profundamente insertado en el tejido vital de do en la eternidad de Dios y en el tiempo de María,
la Iglesia, y en primer lugar en la lex orandi de la li- y que su encarnación es fruto del Espíritu de Dios y
turgia eucarística. En la liturgia, el dogma se hace de la virgen María.
misterio anunciado y vivido. La proclamación del
símbolo en la liturgia eucarística es un testimonio En su contexto inmediato, Constantinopla tiene
de que el dogma continúa hoy presente en la Iglesia importancia sobre todo contra los macedonianos,
y en el mundo como anuncio liberador trinitario y porque afirma la divinidad del Espíritu Santo. La
cristológico. En este contexto litúrgico-sacramental tradición cristiana lo leerá posteriormente amplian-
el símbolo no sólo expresa la ontología de la fe, sino do su comprensión también al aspecto mariológico.
que se convierte también en fuente de ágape, de La referencia al Espíritu Santo en el segundo artícu-
comunión y de acción eclesial. La lex credendi se lo cristológico de Constantinopla, además de su
hace lex orandi y lex vivendi et agendi. función antiherética, significa también una preci-
sión definitiva de la «consubstancialidad» divina del
El símbolo, además, es una «summa qualitativa» Hijo con el Padre, inseparable de la afirmación de la
más que «quantitativa» de la conciencia de fe ecle- divinidad del Espíritu Santo. De hecho, Nicea al de-
sial, cuando presenta sintéticamente las principales finir la divinidad del Hijo sólo en relación con el Pa-
verdades de fe. Proponiendo la fuente y el centro dre, presentaba todavía una concepción «binitaría» y
mismo de la vida cristiana, el credo es ante todo la no propiamente «trinitaria» del Hijo. Constantinopla,
6 CONSTANTINOPLA I (381)
recogiendo también los frutos de la triadología Tercero, el concilio del año 381 y su símbolo fue-
oriental, da este paso y proclama al Hijo no sólo ron conocidos y declarados oficialmente «ecuméni-
«Unigénito, engendrado del Padre» y «consubstan- cos» sólo a partir del año 451. En ese año Calcedo-
cial» con él, sino también «encarnado del Espíritu nia consideró universal este sínodo «local», que tiene
Santo». Éste es un dato fundamental de la teología una teología «local», y que sigue teniéndola incluso
trinitaria de los Capadocios. Para éstos, una perso- después haberlo declarado ecuménico. En el mismo
na de la Trinidad sólo puede definirse en relación periodo de tiempo, la pneumatología en Occidente
con las otras dos. Cada persona es condición de la se había desarrollado y sistematizado con las apor-
originalidad hipostática de las otras dos. taciones de san Ambrosio († 397) y de san Agustín
(† 430). La fórmula Filioque la encontramos ya en la
confesión de fe que el papa León I († 461) envía a la
5.3. El «Filioque» en el símbolo occidental Iglesia española en el año 447, y la misma Iglesia
española lo hace suyo en el segundo concilio de To-
El símbolo niceno-constantinopolitano del año ledo del mismo año. A todo esto hay que añadir que
381 no contiene en su tercer artículo la cláusula Fi- Occidente, con san Agustín y los distintos concilios
lioque, es decir, la procesión del Espíritu del Padre de Toledo (de los años 589, 638, 653, 675, 693), es-
«y del Hijo». De hecho, el Filioque se introdujo en el taba fuertemente comprometido en la lucha contra
símbolo de la Iglesia de Roma en torno al año 1013, el arrianismo. El Filioque se consideraba necesario
y parece que se hizo por presiones externas del em- para poder explicar los textos neotestamentarios
perador Enrique II sobre el papa Benedicto VIII. Pa- que hablan del Espíritu del Hijo (Rom 8,9; Flp 1,19;
ra no meternos en una «cuestión disputada» inter- 2Cor 3,17; Gál 4,6), para salvaguardar la perfecta
minable, nos limitamos a algunos hechos que se re- consubstancialidad del Hijo con el Padre, y también
fieren directamente a nuestro tema cristológico en el para fundamentar la distinción hipostática entre la
contexto de Constantinopla. Esto nos ayudará a segunda y la tercera persona. Y eso sin entretener-
concluir que la «recepción» que la Iglesia occidental nos a ver cómo la teología agustiniana está particu-
ha hecho de Constantinopla no está terminada to- larmente abierta a las aportaciones propias de la fi-
davía y que la «formulación pneumatológica» que la losofia personalista, de la ontología y de la psicolog-
Iglesia oriental hizo en este concilio no es un abso- ía intersubjetiva actual, por considerar al Espíritu
luto dogmático. Santo como lazo de caridad entre el Padre y el Hijo y
como don del Padre al Hijo, fundamentando en el
Primero, el concilio del año 381 fue convocado misterio trinitario una rica espiritualidad personal y
solamente para los obispos orientales. Por consi- comunitaria.
guiente, los añadidos pneumatológicos reflejaban
necesariamente sólo la concepción teológica de Finalmente, hemos de reconocer que en estos
ellos. últimos decenios se está haciendo un auténtico dis-
cernimiento, también por parte ortodoxa sobre las
Segundo, el concilio protagonizó dos innovacio- circunstancias históricas que han influido y sobre
nes notables, ciertamente justificables, pero que de los valores propiamente teológicos que tiene el Fi-
manifiestan una libertad «unilateral» de acción. Los lioque del credo occidental, y no sólo en el ambiente
padres sinodales introdujeron retoques significati- católico. Por eso, nuestra conclusión es ésta: el Fi-
vos en la profesión de fe de Nicea, en contra de la lioque, teológicamente hablando, no es un absoluto
disposición explícita del primer canon. Al hacerlo dogmático, pero representa la aportación original de
así, fueron conscientes –y estamos plenamente de la Iglesia y de la teología occidental al símbolo nice-
acuerdo con ellos– de que no abolían el concilio de no-constantinopolitano, para una mejor compresión
Nicea, sino que lo confirmaban. Pero lo cierto es que de la persona del Hijo, que no es ajena a la proce-
hicieron esa actualización decisiva de forma unila- sión del Espíritu Santo. Y esto no sólo en el ámbito
teral y sin consulta ni diálogo con la Iglesia occiden- de la Trinidad económica. De esta manera, Cons-
tal. tantinopla I llega a ser de hecho realmente ecumé-
nico.
*
A. AMATO, Jesús el Señor (BAC, 584), Madrid, BAC,
2006, p. 203-222.