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CIESEN| DIOS UNO Y TRINO| MIRIAN DEL PORTE| RESUMEN DE TRINITATE.

ESQUEMA DE LA OBRA DE TRINITATE, SAN AGUSTÍN DE HIPPONA.

1. La fe de la Iglesia: criterio último y punto de referencia.

«De Trinitate» de san Agustín es «el más imponente monumento literario dedicado a la
especulación teológica trinitaria». La obra se puede dividir en dos partes. La primera consta de
ocho libros: los libros I-IV tratan de la fe trinitaria según la doctrina de la Iglesia y el testimonio de
la Sagrada Escritura. Los libros V-VIII se esfuerzan en clarificar conceptualmente el dogma. En la
segunda parte, los libros VIII-XV tratan de acercarse al misterio trinitario con analogías de la
creación. En este contexto, san Agustín intercala diversos temas y cuestiones que no tienen
ninguna conexión directa con la doctrina trinitaria. En su conjunto, la obra surge del esfuerzo vital
por comprender aproximadamente y formular con palabras el misterio inefable del Dios trinitario.

Como muestra ya su propia estructura, el punto de partida de la doctrina trinitaria es la fe eclesial


en el Dios trinitario. Más exactamente, se trata de la confesión, definida en el Concilio de Nicea, de
que «el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son de una sola y misma substancia, testificando con su
inseparable igualdad la unidad divina; y que, por ello, no son tres dioses sino un solo Dios».

Al mismo tiempo, esta fe antisabeliana confiesa que al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo les
corresponde una peculiaridad irreductible. Esta consiste en que el Padre engendra al Hijo y, por
eso, el Hijo no es la misma persona que el Padre; y el Padre no es la misma que el Hijo; finalmente,
el Espíritu Santo es tanto Espíritu del Padre como del Hijo; y, como éstos, él pertenece también a
la unidad del Dios trinitario. Esta perspectiva intratrinitaria no queda sin concretar en la historia de
la salvación. Pues, según la fe de la Iglesia, que san Agustín confiesa y pretende transmitir, la
Trinidad no se hizo hombre; ella no fue crucificada y enterrada, ni resucitó y ascendió a los cielos,
sino sólo el Hijo. Tampoco fue ella quien, en el bautismo de Jesús, descendió sobre él en forma de
paloma y quien confortó a los Apóstoles en Pentecostés, sino sólo el Espíritu Santo. Finalmente,
tampoco fue ella quien pronunció las palabras confirmadoras en el bautismo de Jesús, sino sólo el
Padre.

2. Sentido y finalidad de la teología trinitaria

Para san Agustín, la teología trinitaria tiene un triple sentido: apologético, pastoral y teológico
formal. Su esfuerzo apologético se muestra, por un lado, frente al sabelianismo y, por otro, frente
al arrianismo; este último le parecía el mayor reto. A ambos movimientos les reprocha que sus
objeciones se anulan mutuamente. Por este motivo el camino de la teología trinitaria no podía
discurrir, según él, más que entre ambos extremos. De ahí que formulara esta recomendación:

«Fíjate en las Personas, no las confundas. Distínguelas inteligentemente, no las separes


pérfidamente, no sea que por huir de Caribdis, caigas en Escila. Estabas a punto de ser devorado
por las fauces impías de los sabelianos, si decías que el Padre era el mismo que es el Hijo. Ahora ya
lo sabes: "No estoy solo, sino yo y el Padre, que me envió". Sabes que el Padre es el Padre y que el
Hijo es el Hijo. Esto lo reconoces, pero no digas que el Padre es mayor y el Hijo es menor; que el
Padre es el oro y el Hijo es la plata. Sólo hay una substancia, una divinidad, una coeternidad,
igualdad perfecta; ninguna desigualdad. Pues si sólamente crees que Cristo es otro distinto del
Padre, pero no de la misma naturaleza, habrás salvado el peligro de Caribdis, pero te has
estrellado contra las rocas de Escila. Navega por el medio huyendo de uno y otro extremo... El Hijo
es otro, porque no es el mismo que el Padre, y el Padre es otro, porque no es el mismo que el Hijo.
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Pero no es otra cosa, porque el Padre y el Hijo son la misma cosa. ¿Qué es esa misma cosa? Un
solo Dios».

La doctrina trinitaria de san Agustín alcanza su perfil en la controversia con estos dos extremos:
éstos le llevan a precisar con exactitud su visión de la tripersonalidad y la unidad esencial de Dios.
La perspectiva apologética de san Agustín se relaciona con la exigencia pastoral de su doctrina
trinitaria; ésta surge en respuesta a preguntas concretas formuladas por los miembros de la
comunidad que le estaban confiados. Algunos de ellos se escandalizaban «al oírle decir que el
Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu Santo es Dios; y, con todo, esta Trinidad no son tres
dioses sino un solo Dios» . Se trata de las cuestiones relacionadas con la unidad de esencia y de
acción de Dios y con la concreción histórico-salvífica de los nombres trinitarios.

San Agustín intenta definir la compenetración mutua entre saber y sabiduría, entre el
conocimiento racional particular y la visión total de la fe, remitiéndose a la doctrina del regreso del
alma a Dios enseñada por los filósofos (como Cicerón en «Hortensius»). Pero esta meta no puede
ser realmente alcanzada por esos hombres intelectuales que, careciendo de la fe en Cristo
mediador, sólo siguen su conocimiento racional «. Aunque los filósofos paganos trataron de
ascender desde la creación visible hasta la realidad invisible de Dios, desembocaron finalmente en
una idolatría, que adora ídolos materiales. El motivo de este error consiste en que filosofan sin
tener a Cristo como mediador.

3. El cristocentrismo paulino

La mediación de Cristo en la revelación, que resulta clara en el diálogo con la filosofía, adquiere un
perfil aún más amplio en la medida en que se pone de manifiesto el aspecto kenótico de la
concepción agustiniana de la Encarnación. Agustín concede, en efecto, un notable relieve a la idea
de la humillación de Dios en la encarnación de Cristo. «Este será su tema predilecto a lo largo su
vida; y, en el pensamiento de san Agustín, este punto es tan central que "humilitas" y Encarnación
casi se pueden considerar como sinónimos». La Encarnación y la Crucifixión de Cristo son los
acontecimientos en los que Dios se humilla para liberarnos del pecado de orgullo y de soberbia; es
decir, del principal obstáculo para nuestro retorno al Padre. Cristo, despojándose de sí mismo
hasta la muerte, es el mediador que, «como Dios, viene en ayuda del hombre mediante su
divinidad, y como hombre, viene a su encuentro mediante su debilidad. ¿Qué mayor ejemplo de
obediencia nos podría haber dado a nosotros, perdidos como estábamos por nuestra
desobediencia, que, siendo él mismo Dios Hijo, se haya hecho obediente a Dios Padre hasta la
muerte de Cruz? ¿Cómo podría mostrársenos un premio más glorioso a la obediencia que el que
se nos manifiesta en la carne de este mediador, que resucitó a la vida eterna?»

4. La dimensión pneumatológica

Agustín concreta soteriológicamente su doctrina de la Trinidad no sólo mediante la cristología sino


también mediante su pneumatología. En referencia a ella se ha opinado que el obispo de Hipona
es «el mayor pneumatólogo de Occidente». Esta caracterización basa su validez especialmete en el
hecho de que él ha desarrollado su doctrina intratrinitaria del Espíritu en estrecha conexión con la
concepción de la Iglesia y de la gracia. Precisamente san Agustín no entiende sólo en sentido
cristológico la vida de la Iglesia y la existencia cristiana; sino que, por medio de su pneumatología,
él enlaza más bien ambas realidades con el misterio trinitario de Dios.
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Para este Padre de la Iglesia la característica especial del Espíritu Santo consiste en ser el vínculo
de amor que une al Padre y al Hijo. Él es consciente de que esta definición sólo es aproximada,
cuando escribe: «El Espíritu Santo es, pues, una cierta comunión inefable del Padre y el Hijo.
Quizás su nombre sea debido a que el mismo término se puede aplicar al Padre y al Hijo. En
efecto, en el Espíritu Santo se nombra en sentido propio lo que en el Padre y el Hijo se nombra en
sentido general. También el Padre es ciertamente espíritu; también el Hijo es espíritu; santo es el
Padre; y santo es el Hijo. Al utilizar, pues, un nombre que es común al Padre y al Hijo y que, por
ello, es apropiado para indicar al Espíritu Santo como comunión entre ambos, se indica el don
mutuo que es el Espíritu Santo».

5. La doctrina de la relación

El concepto de relación es quizás lo que más caracteriza a la teología de san Agustín. El haberla
aceptado y desarrollado como un factor determinante, se puede considerar como «uno de los
mayores méritos» del obispo de Hipona en el campo de la teología trinitaria. Aunque ya
anteriormente san Gregorio Nacianceno había utilizado el concepto de relación (schesis), para
expresar la Trinidad de Dios, fue no obstante san Agustín quien desarrolló sistemáticamente este
concepto y, como tal, lo legó a la teología occidental.

San Agustín utilizó con gran reserva el concepto tradicional de «persona» cuando, provocado por
el sabelianismo, tuvo que dar una respuesta a la cuestión sobre la Trinidad en Dios. Esta reserva
era debida a motivos lingüísticos. San Agustín se justifica remitiendo al amplio uso sinónimo de
hipóstasis, substancia y persona. Por eso, por ejemplo, se resiste a traducir literalmente la fórmula
capadocia «mia ousia, treis hypostaseis» por «un solo ser (essentia) –tres substancias»; pues, para
él, «esencia» y «substancia» son equivalentes. Aunque prestigiosos escritores latinos hablen de
«tres personas» como concepto opuesto a una esencia o substancia, san Agustín no está
totalmente de acuerdo con ellos.

6. Teología trinitaria psicológica

Después de considerar el uso consecuente del concepto de relación, otro rasgo específico de la
teología trinitaria agustiniana es su doctrina psicológica de la Trinidad, como ha sido definida por
M. Schmaus 46. Para apoyar su doctrina de las eternas relaciones intradivinas con argumentos que
no sean filosóficos y recordar al hombre que ha sido creado a imagen de Dios, él remite a
analogías tomadas de la experiencia humana; más exactamente, de la estructura triádica de la vida
espiritual del hombre. Entre las muchas imágenes creadas del Dios trinitario, la más auténtica es
precisamente la del hombre interior, dotado de vida espiritual. Sobre el fondo de la antropología
estoica los apologistas hablaban ya del «logos endiathetos» y del «logos prophorikos». Esta
aproximación antropológica a la vida intradivina la profundizó eficazmente san Agustín y la
transmitió a la historia medieval de la Trinidad. Ya en las «Confesiones», san Agustín remitía a la
estructura triádica de la vida espiritual humana, como analogía del Dios trinitario. Se trata de la
tríada «ser-conocer-querer». «Pues yo soy, conozco y quiero: soy sabiendo y queriendo; sé que
soy y quiero; y quiero ser y conocer».

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