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Hoy contamos con infinidad de métodos y orientaciones que asumen la importancia de este
ejercicio como una acción pedagógica importante y que es determinante para el aprendizaje
de las y los estudiantes.
El sistema escolar chileno cuenta, por ejempla RETROALIMENTACION DEL Alo, con
dos instrumentos de política pública que orientan el desarrollo de la retroalimentación.
Tanto los Dominios del Marco Buena Enseñanza como algunos Estándares Indicativos de
Desempeño describen elementos de esta práctica y la validan como un ejercicio pedagógico
que logra impactar en el aprendizaje.
Por consiguiente, resulta relevante conocer más sobre la retroalimentación como práctica
pedagógica que ayude al desarrollo de una mejor implementación de la enseñanza. De acá
que el presente curso de autoaprendizaje, busca que los participantes puedan:
El año 2004 la Unicef publica un estudio realizado en Chile titulado “¿Quién dijo que no se
puede? escuelas efectivas en sectores de pobreza”. Esta investigación, considerada hoy un
hito en el sistema educativo nacional, señala qué prácticas, en los ámbitos de la gestión
institucional y pedagógicas, lograron movilizar a los estudiantes para el logro de los
aprendizajes.
Sabemos por ésta y otras investigaciones, que la efectividad de una práctica puede ser
medida gracias al impacto y el costo que ésta tiene. Por ejemplo, usar tecnología en la sala
de clases puede ser de alto impacto para el aprendizaje, pero también implica en su fase de
instalación un costo económico mayor. Cabe señalar que esto no hace a una práctica escolar
más o menos adecuada, sino que simplemente mide su efectividad, en relación a su costo e
impacto.
Una práctica pedagógica efectiva es también flexible ante los escenarios educativos. Los
intereses de los estudiantes y las condiciones de la gestión escolar deben ser consideradas
cada vez que se piensa en una práctica docente y su efectividad. En síntesis, una práctica
efectiva es una acción docente que, considerando las características diversas del
estudiantado, logra que alcancen las metas de aprendizaje establecidas.
Si bien, retroalimentar es una acción que la mayoría de los docentes declara realizar, sin
embargo, es posible advertir, que lo que se entiende por retroalimentación corresponde más
bien a un tipo de seguimiento a la cobertura curricular o aclaraciones sobre los contenidos
desarrollados.
Dado lo anterior, es fundamental alcanzar una definición más exacta de esta práctica,
compartir una descripción de ella y, de sobre manera, aprender de qué formas puede ser
implementada, pues solo de esta manera podemos medir, al final de un periodo, su
efectividad.
Todos los días, las y los profesores se relacionan, de forma verbal y no verbal, con sus
estudiantes. No obstante, esas interacciones pueden estar mayor o menormente
organizadas y tener o no un propósito definido.
Dado lo anterior es que los invitamos a revisar qué tipo de interacción establecen con sus
estudiantes. Educar a niños y jóvenes implica no solo considerar los enfoques de las
asignaturas y el buen diseño de una clase, sino también incorporar formas de
relacionarse; maneras de preguntar; procedimientos en la entrega de instrucciones; Todas
estas distinciones son fundamentales para definir una adecuada interacción docente en el
aula, que permita o no realizar una retroalimentación efectiva.
3. ¿Qué es la retroalimentación?
Muchas veces la retroalimentación es, para los docentes, un concepto o una práctica
difícil de describir, donde existen diversas percepciones o comprensiones tales como:
“hacer comentarios sobre los contenidos revisados”; “aclarar dudas”; “confirmar una idea
que tienen los estudiantes sobre algo”; “corregir errores”; “establecer criterios de
evaluación”, entre otros.
Esto refleja que esta práctica no sólo ha sido insuficientemente difundida, sino que
escasamente aclarada y valorada dado su potencial.
Lo anterior, con el fin de que los docentes ayuden a los estudiantes a conocer la distancia
entre lo que deben aprender (meta de aprendizaje) y dónde se encuentran en su nivel de
desempeño actual.
Para esto es relevante que los docentes promuevan, a través de preguntas, que los
estudiantes reconozcan cuánto del trabajo encomendado han realizado; qué necesidades
enfrentan para seguir avanzando y qué distancia tienen con los criterios establecidos para
el logro de la meta de aprendizaje previamente.
La retroalimentación es una práctica que considera los intereses de los estudiantes, sus
características sociales y culturales, y los ritmos de aprendizaje. Especialmente relevante
resulta este último componente pues en muchas ocasiones las y los docentes ceden en la
entrega de las respuestas con la idea de avanzar más rápidamente en la cobertura del
currículum.
Esta práctica también suele confundirse con los procesos evaluativos que los docentes
realizan. Ciertamente puede considerarse a todo proceso de retroalimentación como un
instancia de evaluación en la medida que entrega información a los docentes sobre la
marcha del aprendizaje. No obstante, la retroalimentación tiene como objetivo principal
mediar - a través de las preguntas e instrucciones que el docente realiza - entre las y los
estudiantes y las metas de aprendizaje que persigue una tarea.
Así, la retroalimentación tiene el potencial de promover la motivación, la autorregulación y
la auto eficacia, permitiendo a los estudiantes acortar la brecha entre su desempeño
actual y deseado, y por ende impactando positivamente en los aprendizajes.
1. Es emocionalmente respetuosa.
8. Es adaptable a las necesidades de los estudiantes (lo que implica entre otros, que
se puede dar tanto de manera oral como escrita, así como en forma individual y grupal).
4. Condiciones para la retroalimentación efectiva
Condiciones contextuales
Condiciones materiales
Condiciones estructurales
Condiciones organizacionales
Condiciones profesionales
Condiciones pedagógicas
Condiciones culturales
Si bien entonces pueden existir múltiples condiciones que impacten la instalación de una
práctica educativa, es relevante poner el foco en aquellas condiciones que tienen una
relación o impacto más directo con la práctica, y que además se encuentran dentro del
campo de acción de cada docente.
Estas condiciones son habilitantes clave para lograr una retroalimentación efectiva (es
decir una retroalimentación que alcance las diversas características que se han venido
describiendo), y por el contrario la ausencia de dichas condiciones puede perjudicar o
impedir que los esfuerzos de retroalimentación sean efectivos y cumplan su propósito.
Clima de aula
De acá que una primera condición clave para que se logre promover este tipo de
retroalimentación, tiene que ver con que las y los docentes logren promover un clima de
aula positivo, el cual favorezca y permita este tipo de interacciones.
Lo anterior se relaciona con la capacidad de las y los docentes para establecer un clima
de relaciones de aceptación, equidad, confianza, solidaridad, respeto y empatía haciendo
ver a sus estudiantes que tienen altas expectativas sobre sus posibilidades de aprendizaje
y su desarrollo.
Cuando los docentes manifiestan interés y preocupación por los estudiantes recogiendo
sus inquietudes; conociendo sus intereses; valorando sus aportes; demostrando paciencia
frente a sus los errores y ayudándolos y animándolos a buscar soluciones, estamos en
presencia de un clima óptimo para aprender. el que es creado inicialmente por el profesor.
Este tipo de clima es el que permite, entre otros, sentir la confianza y crear los canales de
comunicación para preguntar o pedir ayuda; exponerse sin miedo a ser criticado o
ridiculizado; no sentir miedo o inseguridad frente al error; escuchar, valorar y sentirse
receptivo frente a las sugerencias de un otro; aspectos todos esenciales para que se
puedan poner en práctica los procesos de retroalimentación efectiva.
Altas expectativas
La relevancia de las expectativas que tengan los docentes en sus estudiantes, tiene que
ver con que éstas impactan en el desempeño y posibilidades de aprendizaje de los
alumnos. Esto pues las expectativas (las cuales muchas veces son de carácter
inconsciente) influyen en el comportamiento, en este caso de los docentes, lo que a su
vez impacta en el aprendizaje y desarrollo de los estudiantes.
Así, es probable que las altas expectativas en un docente, se traduzcan en una serie de
comportamientos que a su vez ayudarán y potenciarán a los estudiantes. Por ejemplo,
dará más oportunidades de opinar o participar; hará preguntas más desafiantes; reforzará
de manera positiva con mayor frecuencia; hará mayores esfuerzos para volver a explicar
o reformular la manera en que está enseñando; ofrecerá más ayuda; entre otros.
Por otro lado, es probable que las bajas expectativas en un docente se reflejen a través
de conductas que terminen disminuyendo o afectando las oportunidades de aprendizaje
de esos estudiantes. Por ejemplo prestando menos atención a sus opiniones o dando
menos oportunidades de participación; respondiendo con enojo o frustración cuando hay
errores o no se logra llegar al resultado esperado; actuando de manera más
condescendiente o menos exigente; realizando actividades menos estimulantes, etc.
Así, para lograr tener altas expectativas sobre los estudiantes es fundamental conocer sus
capacidades de forma individual, pero también lo que puedan lograr desarrollar
colectivamente. Dado que el aprendizaje se produce en un espacio social como la
escuela o el liceo, los estudiantes requieren de un otro - en este caso un adulto
significativo - que les apoye a fortalecer sus potencialidades; que los anime en sus
proyectos personales y que promueva la autonomía y responsabilidad frente a las
acciones que enfrentan. Las altas expectativas requieren de una integración en un
espacio social (sala de clases) en que los estudiantes pueden equivocarse, enmendar el
rumbo, conseguir orientación y, por sobre todo, seguir confiando.
Una escuela que promueve las altas expectativas logra que sus docentes reconozcan las
capacidades diferentes de cada uno de los estudiantes y la potencialidad de que
aprendan juntos. Es decir, las altas expectativa se relacionan de manera estrecha con la
valoración de la diversidad, pues no concibe que los estudiantes deban ajustarse a un
criterio de “normalidad”, sino que por el contrario, reconoce en la expresión de esa
diversidad diferentes formas de acercarse al conocimiento y desarrollar una tarea.
La entrada a la sociedad del siglo XXI ha implicado múltiples cambios, entre ellos
una constante reflexión sobre cuáles debieran ser los focos y prioridades que
debieran asumir la educación y las comunidades educativas. Así, en un mundo en
constante cambio y donde el conocimiento se ha masificado, uno de los
principales acuerdos tiene que ver con la relevancia de formar niños, niñas y
jóvenes, capaces de “aprender a aprender” a lo largo de todas sus vidas.