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June 20, 2022

Capítulo 54. Sentir


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capítulo 54

Sentir
La emoción que puede romper tu corazón,

a veces es la misma que lo sana.

Nicholas Sparks

Amalia valoraba el apoyo de su amiga obstetra. Se conocían del hospital,


trabajaban juntas hacía algunos años. Esa mañana fue a verla a su
consultorio.

–¡Hola! ¿Tienes un minuto?

–Por supuesto, sí. Una paciente ha cancelado su turno y el siguiente está


libre. Dime, ¿cómo está Ángeles?

–Se recupera, poco a poco. Creo que fue una suerte que no tuviera que pasar
:
por las consecuencias de interrumpir el embarazo voluntariamente. De algún
modo, lo ocurrido se lleva cualquier culpa o duda. La naturaleza actuó por
ella. Además, la ha ayudado muchísimo que su novio regresara y la liberara
de continuar. Es un buen chico. No debe ser simple para él tampoco, pero son
muy jóvenes. Realmente creo que lo superarán. He venido a agradecerte.

–No tienes nada que agradecer. Me he ocupado de su salud y he sido honesta


contigo respecto de lo que pienso del tema. Solo ocúpate de que sea feliz y de
que jamás regrese con su madre o esa bestia.

–Sí. Así será –Amalia leyó un mensaje en su celular y sonrió.

–¿Qué es lo que tiene tan contenta? ¿Acaso todo esto te acercó a ese hombre
de tu pasado?

–Algo así. No quiero ilusionarme. Ha pasado mucho tiempo. No somos los


mismos, aunque es indudable que algo nos sucede cuando estamos juntos.

–¿Qué dice él?

–Nada. Por ahora solo hemos compartido momentos. Hace poco tiempo
terminó con su matrimonio.

–¿Cuál es su nombre?

–Francisco.

La médica se recostó sobre el respaldo del sofá poniéndose cómoda para


escuchar. La observó. Claramente Amalia tenía mucho interés en ese hombre.
La delataba su expresión al nombrarlo.

–¿Qué te sucede?

–Te miro. Me preocupo. No quisiera que vuelva a lastimarte. No lo conozco,


pero sé que te dejó hace muchos años y que tú nunca lo olvidaste del todo. Es
información suficiente para una alerta.

–Es cierto. Pero ¿cómo hago para mantener distancia cuando aparece en mi
quirófano y después resulta ser el padre del novio de mi sobrina?
:
–Creo que la cuestión es cuánto te gusta. Quizá sigas sintiendo cosas por él.
Lo demás, si bien es complicado, no es la razón de esa sonrisa que llevas
puesta como una señal –dijo con cariño.

–¿Tanto se nota?

–Mucho. Tienes otra luz en la mirada, es tan típico. Eres médica. No hace
falta que te dé consejos de ginecología –agregó.

–No entiendo.

–Pues… debes llevar condones en tu bolso. Los hombres que vienen de


relaciones estables son los más propensos a contagios de enfermedades
sexuales. No tienen el hábito de ese cuidado.

–¿Qué dices? ¡Ni me ha besado!

–Pero lo hará. Y tú aceptarás –dijo riendo–. Solo es un consejo médico.


Tendrás una vida sexual muy activa pronto.

–No me imagino en ese rol con él… Me da cierta vergüenza.

–¡Por favor! Tenemos nuestro cuerpo, entre otras cosas, para disfrutar de él
mientras sea posible. Solo te pido que evalúes las posibilidades de que no
regresará con su exesposa.

–Es imposible saber eso.

–¡Pues intenta estar lo más segura posible!

***

Francisco llegó en taxi a la oficina. Ignacio estaba allí. Se ocuparon de


algunas cuestiones laborales antes de hacer una pausa para beber un café.

–Estoy confundido –dijo Francisco de pronto–. Necesito de tu experiencia.

–¿Qué ocurre?

–Pienso en Amalia.
:
–¡Dime algo que no sepa!

–En serio.

–¿Y para que necesitas de mi experiencia?

–Porque no sé muy bien qué hacer cuando estoy con ella. Estoy fuera de
práctica.

–Francisco, seducir es como nadar. Si sabes hacerlo, siempre lo harás del


mismo modo. Te dará miedo a veces y seguridad en otros momentos. Hay
mares calmos y otros no tanto. No hay consejo válido, porque solo tú y ella
estarán allí. Y lo que hagas que no sea tu iniciativa, luego te dejará al
descubierto. Tienes que ser quien eres.

–¿Y quién soy según tu gran archivo de teorías y clasificaciones?

–Eres quien vuelve a empezar. El que por fin comienza a aceptar que su
matrimonio terminó.

–No estoy seguro de eso. También pienso qué pasaría si Gina quisiera
regresar conmigo. No puedo lastimar a Amalia otra vez.

–No debes hacerlo. No avances si no estás seguro.

–Cuando estoy con ella, mis dudas desaparecen… y Gina también.

–Eso es bueno, pero podría no ser definitivo. Debes estar muy convencido de
lo que hagas. Se lo debes a Amalia.

–Saldremos esta noche.

–¿La invitaste? –preguntó sorprendido.

–Sí. Fue un impulso.

–Solo sé tú mismo. El resto simplemente ocurrirá.

–¿Cuánto tiempo pasó entre tu separación y la primera mujer con la que


estuviste?
:
–Ese no es parámetro. Yo engañaba a mi mujer. ¿Recuerdas? –Ambos rieron–.
Pero si te sirve de algo, estuve en varias camas sin lograr encontrar a alguien
que de verdad me importara, hasta hace muy poco.

–¿La mujer de la librería?

–Sí. Estoy loco por ella. Solo lamento no haberla conocido antes.

–Supongo que no somos dueños del tiempo. No decidimos cuándo es el


momento para que algo ocurra. Prefiero pensar que quien decide por
nosotros, no se equivoca.

–¡Es una buena forma de no hacerse cargo!

***

Esa noche Francisco fue a buscar a Amalia en un taxi, todavía no podía


conducir. Al verla supo que había dedicado tiempo para verse más linda.
Estaba maquillada y llevaba perfume. Su cabello suelto caía sobre sus
hombros. Su vestido negro tenía un escote sugerente y llevaba zapatos altos
de color rojo que combinaban con su cartera y un collar.

Fueron a cenar. Comenzaron hablando de temas varios y sin importancia.


Pero sus ojos se cruzaban y decían otras cosas. Las palabras no coincidían con
los pensamientos y en más de una oportunidad, ambos tuvieron que retomar
una conversación que no sabían bien dónde había quedado. Mirarse los
distraía.

–Amalia, quiero ser completamente honesto contigo.

–¿Qué sucede?

–No lo sé, pero no te estoy escuchando. No puedo dejar de mirarte y de


recordar el tiempo en que estuvimos juntos.

Ella permaneció en silencio. No sabía cómo interpretar esas palabras. Eran un


halago, pero le sonaban más a un problema. No podía pensar con claridad,
menos analizar la situación.
:
–Tampoco puedo concentrarme demasiado –dijo.

Ambos rieron.

–Supongo que esta conversación será fácilmente olvidable –bromeó.

–¿Qué hacemos aquí? –dijo dando paso a lo que pensaba en ese instante.

–No lo sé. Algo me empuja hacia ti. Sé que mi vida puede parecer un caos en
este momento, y probablemente lo sea, pero soy sincero cuando digo que
estar contigo es lo que espero durante el resto del día.

–No es que quiera hablar de ella, pero una vez me abandonaste por Gina. Si
existe esa posibilidad, realmente prefiero que no nos veamos más. Todavía
estoy a tiempo de protegerme…

Francisco tomó su mano con la suya sobre la mesa. Amalia sintió ese contacto
como la antesala de su mejor sueño de toda una vida.

–No quiero lastimarte. Me une a Gina una historia. Tenemos tres hijos. La
realidad es que ella decidió la separación. Yo creía que quería salvar mi
matrimonio hasta que tú apareciste.

–Pues deberás descubrir qué deseas realmente –dijo acariciando su mano–.


Nada me gustaría más que avanzar y compartir. Estar contigo otra vez me
hace sentir viva. Más allá del tiempo que ha pasado, a tu lado parece como si
nada hubiera cambiado. Sin embargo, todo es diferente. Agradezco tu
honestidad, pero creo que...

–Vayámonos a otro sitio –dijo él sin pensar. No la dejó terminar su frase.

–¿A dónde quieres ir? Creo que no me estás escuchando –agregó. Su mente la
llevó a pensar que la invitaría a un hotel.

–Solo ven. Dame la oportunidad. Una hora o dos –dijo al tiempo que pedía y
pagaba la cuenta.

Sin poder reaccionar, ambos estaban en un taxi. Francisco le indicaba al


conductor una dirección que ella no pudo retener. Sostenía su mano con
:
vigor. ¿Adónde la llevaba? Le latía el corazón a un ritmo acelerado. No podía
hablar. De pronto el vehículo se detuvo. Bajaron. Francisco se desenvolvía sin
ayuda con sus muletas. Amalia no podía creer lo que veía.

–Necesitaba venir aquí –dijo. La miró en medio de una mezcla de agitación y


ansiedad. Sabía que ese lugar les daría otra perspectiva. No quería que
Amalia se fuera.

Ella lo observó. Dominada por un impulso no pudo evitar comerle la boca de


un beso. Estaban frente a la misma banca de la plaza, cerca de la facultad,
donde mucho tiempo atrás la había besado por primera vez.

Las estrellas fueron testigos de la forma en que sus cuerpos y sus sentimientos
se mezclaban al ritmo acompasado de quienes logran sentir sin pensar en el
futuro.

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