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Waldo Mendoza: Carta abierta a

los “constituyente lovers”


¿Tienen el ejemplo de algún país en el mundo que
funcione bien con el régimen económico que ustedes
tienen en mente?
OPINIÓN DIARIO GESTIÓN

Waldo Mendoza
Lima, 04/01/2023 02:14 p. m.

Waldo Mendoza: El artículo 84 facilita enormemente la tarea del BCRP. Este artículo lo
quisieran tener todos los bancos centrales América Latina

Profesor del Departamento de Economía de la PUCP


Una demanda eterna de la izquierda peruana es la de
una asamblea constituyente para reemplazar la
Constitución de 1993. ¿Para qué? Según sus voceros
más importantes, para “refundar el país”. ¿Cómo? No
tienen interés en la necesaria reforma política. La
“refundación” pasa por disolver el régimen económico
de la constitución (RE93).
En esta modesta página voy a procurar demostrar que nuestra
izquierda, si de verdad está comprometida con el progreso,
especialmente de los más vulnerables, está impulsando un
suicidio colectivo.
La asociación entre crecimiento económico y bienestar es casi
tan poderosa como la ley de la gravedad. El economista Lant
Pritchett acaba de confirmarlo (https://lantpritchett.org/wp-
content/uploads/2022/05/Basics-legatum-paper_short.pdf).
Utilizando la base de datos más completa del mundo, de 300
variables, en 167 países, ha encontrado que i) todos los
indicadores de bienestar material están atados a la evolución del
PBI per cápita; ii) no existe un país en el mundo que haya
progresado sin un crecimiento económico sostenido y iii)
tampoco existe un país con crecimiento económico sostenido
que no haya progresado.
Habría que agregar que i) el principal impulsor del crecimiento
económico en el mundo es la inversión en capital físico y en
capital humano, y ii) el crecimiento económico es la fuente de
ingresos del gobierno, los que pueden destinarse a la educación
y a los más vulnerables.
Si es así, va una pregunta para los impulsores de la
“refundación” del país, Verónica Mendoza, Antauro Humala,
Vladimir Cerrón, Guido Bellido, Anahi Durán, Sinesio López,
Humberto Campodónico y Sigrid Bazán: ¿están seguros que el
nuevo RE93 que tienen en mente hará que la economía peruana
progrese más rápidamente y que crezcan los recursos fiscales
para la educación y para ayudar a los más vulnerables? ¿Le han
dedicado un minuto a discutir ese problema?
He leído con detenimiento el RE93 y mi conclusión es que sus
artículos son, por un lado, promotores de la inversión privada y
el crecimiento económico y, por otro lado, permiten al Banco
Central de Reserva del Perú (BCRP) y al Ministerio de
Economía y Finanzas (MEF) hacer muy buenas políticas.
Sobre el modelo de crecimiento, hay tres artículos que a la
izquierda les causa escozor. El primero tiene que ver con el
artículo 60, sobre rol empresarial subsidiario del Estado: “Sólo
autorizado por ley expresa, el Estado puede realizar
subsidiariamente actividad empresarial (…)”.
¿Por qué es bueno este artículo? Primero, todos los países
donde las empresas públicas tienen un peso dominante están
quebrados o a punto de quebrar: miren a Corea del Norte, Cuba
o Venezuela. Algunos países mantienen pocas empresas
estatales, pero manejadas casi como privadas. Petrobras de
Brasil es una empresa mixta, que cotiza en bolsa; Codelco, de
Chile, es estatal, pero su directorio es de profesionales de
primer nivel que no son funcionarios públicos; y Ecopetrol, de
Colombia, es una empresa mixta que también cotiza en bolsa.
Nosotros, a fines de los ochenta teníamos más de 200 empresas
públicas, hasta el cine Colón era estatal, y casi todas deficitarias.
De las que quedan, Petroperú, que no cotiza en bolsa, se
embarcó hace 10 años en la refinería de Talara, que costó US$
6000 millones, y puede ser un museo en unas dos décadas; y en
el efímero gobierno de Castillo, Petroperú estuvo gobernado por
un directorio que lo puso al borde de la quiebra, y para
rescatarla el país dilapidó más de US$ 2000 millones.
¿En serio la izquierda cree que la refundación del país pasa por
la estatización de las empresas?
El segundo artículo que produce urticaria en la izquierda es el
62, referido a la categoría legal que tienen los contratos: “La
libertad de contratar garantiza que las partes pueden pactar
válidamente según las normas vigentes al tiempo del contrato.
Los términos contractuales no pueden ser modificados por leyes
u otras disposiciones de cualquier clase (…) Mediante contratos-
ley, el Estado puede establecer garantías y otorgar seguridades.
No pueden ser modificados legislativamente (…)”,
Este artículo blinda al contrato que hace el propietario de un
edificio que decide alquilarlo a un precio pactado con el
inquilino; y blinda también al inversionista grande,
especialmente extranjero, desconfiado del país, que para firma
un contrato con el Estado exige ciertas garantías. ¿Qué de malo
hay en blindar de leyes populistas al propietario del edificio a al
empresario que hizo un contrato con el gobierno?
Por último, está el artículo 70: “El derecho de propiedad es
inviolable. El Estado lo garantiza (…). A nadie puede privarse de
su propiedad si no, exclusivamente, por causa de seguridad
nacional o necesidad pública, declarada por ley, y previo pago
en efectivo de indemnización justipreciada que incluya
compensación por el eventual perjuicio.”
Para los “refundadores”, hinchas de las estatizaciones, este
artículo es mortal: si se animan a estatizar, deben pagar el
precio justo y al contado, incluyendo las indemnizaciones. ¿Cuál
es el defecto de este artículo?
Por otro lado, en el terreno de la gestión monetaria, el artículo
84 facilita enormemente la tarea del BCRP. El BCRP: “(…) Tiene
autonomía dentro del marco de su Ley Orgánica (…).La
finalidad del Banco Central es preservar la estabilidad
monetaria. El Banco está prohibido de conceder financiamiento
al erario (…)”
Este artículo lo quisieran tener todos los bancos centrales
América Latina. Primero, porque le da autonomía al BCRP.
Segundo, porque le asigna una finalidad única: ocúpate de
mantener una inflación baja y estable. Tercero, porque le
prohíbe prestarle al MEF. En los ochenta, cuando al MEF
necesitaba soles, se los pedía al BCRP, este imprimía soles y se
los daba, y así terminamos en la hiperinflación. Este artículo es
también una bendición para el MEF: como ya no puede
conseguir plata gratis, tuvo que modernizar su aparato de cobro
de impuestos y tuvo que aprender a prestarse emitiendo bonos.
En el campo fiscal, el artículo más importante es el 79, el que
delimita la competencia exclusiva del ejecutivo en el manejo del
gasto público: “Los representantes ante el Congreso no tienen
iniciativa para crear ni aumentar gastos públicos (…)”
Amigos de la izquierda: espero haberlos persuadido de que el
RE93 contiene un modelo económico promotor del crecimiento
económico y normas para una gestión macroeconómica de
calidad, que son las que explican, en buena medida, el progreso
económico alcanzado en las tres últimas décadas.
Luego de mi explicación, tengo algunas preguntas para ustedes.
¿Por qué quieren cambiar el RE93? ¿Alguno de ustedes se
anima a explicarnos, artículo por artículo, por favor? ¿Tienen el
ejemplo de algún país en el mundo que funcione bien con el
régimen económico que ustedes tienen en mente? ¿Qué
problemas de los que les preocupa no pueden resolverse con el
RE93?
Waldo y Pedro: el debate pendiente
Podemos pensar que frente a casos tan frescos en la memoria como el de
Petroperú y su “Hugo Chavez peruano” se justifica el temor de Mendoza. Sin
embargo ni él ni Francke dicen una palabra sobre las otras 34 empresas
estatales que actualmente maneja el Ministerio de Economía y Finanzas, a
través de FONAFE.

Marco Aurelio Lozano

PUBLICADO: 2023-01-09
Waldo Mendoza fue ministro de economía durante el gobierno de
transición de Francisco Sagasti, cuando apenas empezábamos a
asomar la cabeza después de la larga cuarentena y recién se iniciaba
la vacunación contra la COVID-19. Pedro Francke, al igual que Waldo
Mendoza, es economista de la PUCP y también le tocó dirigir el MEF
mientras duró el respaldo de Nuevo Perú al gobierno de Castillo.
Durante ese breve periodo demostró que se podía hacer una gestión
razonable de la macroeconomía en (o a pesar de) un gobierno que ya
hacía agua en el resto de sectores.
Al igual que en el periodo que le tocó al buen Waldo (su imagen y
modos de profe buena gente, no se los quita nadie), de nuevo nos
encontramos en un nuevo gobierno de transición; y como en aquella
oportunidad cuando estábamos por entrar a elecciones generales, nos
toca discutir sobre el “modelo económico”, en el marco de un posible y
controversial cambio de Constitución. La diferencia es que en los
tiempos que Waldo era ministro, quien propuso el debate fue Pedro,
con un artículo en Hildebrandt en sus Trece, con el retador título de “Es
Hora de cambiar la Constitución”. Sin embargo, muy pocos medios
masivos le dieron bola, tal como sí se la han dado a Waldo y a su carta
abierta a los constituyentes lovers.

Mientras esperamos que los medios le den cabida a una respuesta


desde el centro o desde la izquierda a la carta de Mendoza, o que
Francke se anime a debatir, podemos poner los argumentos frente a
frente, junto con aportes desde otras posturas.

Tal vez sea un sesgo de los economistas (yo no lo soy), pero en


ambos casos los ex ministros van directo al grano: los dos hablan de
artículos específicos que quieren mantener o cambiar en el texto
constituyente. Este es el tipo de debate que un sector de la ciudadanía,
sobre todo el resistente a una asamblea constituyente, quisiera
escuchar. Desafortunadamente, solo coinciden en abordar un artículo
en común. Se trata del artículo 60 que entre otras cosas dice “Sólo
autorizado por ley expresa, el Estado puede realizar subsidiariamente
actividad empresarial”. Obviamente, Waldo lo quiere dejar tal cual y
Pedro lo quiere cambiar.

Para defender su punto Mendoza pone ejemplos de empresas


públicas quebradas en países como Corea del Norte, Cuba o
Venezuela. Si bien admite que hay empresas estatales solventes como
Petrobras en Brasil o Codelco en Chile, argumenta que éstas son
mixtas y se manejan como si fueran privadas, cotizan en bolsa y
cuentan con directorios de profesionales de primer nivel.

Por su parte, Francke sostiene que este artículo supone la política de


la privatización. Pone ejemplos de signo contrario a los de Mendoza,
para lo cual menciona servicios públicos que se han convertido en
negocios, en detrimento de una prestación desde el sector público:
Universidades bamba (cita el caso de Telesup y Pepe Luna) frente a
universidades públicas, AFP frente a ONP, oligopolio bancario frente al
Banco de la Nación. Sin querer, responde a Mendoza quien teme volver
a la hecatombe aprista de 200 empresas estatales, diciendo que “no
se trata de crear empresas públicas por doquier, sin ton ni son”, y
agrega que “los directores y cargos gerenciales no deben ser puestos
a capricho del gobernante de turno sino por concurso de méritos, con
transparencia y rendición de cuentas”.

Podemos pensar que frente a casos tan frescos en la memoria como


el de Petroperú y su “Hugo Chavez peruano” se justifica el temor de
Mendoza. Sin embargo ni él ni Francke dicen una palabra sobre las
otras 34 empresas estatales que actualmente maneja el Ministerio de
Economía y Finanzas, a través de FONAFE. ¿Son acaso tan ineficientes
como teme Waldo? ¿Son tan estratégicas como desearía Pedro?. Una
mirada a los CV de los miembros y presidentes de directorio de, por
ejemplo, la empresa Activos Mineros SAC o del conocido Servicios
Industriales de la Marina (SIMA Perú SA), en principio, no parecen
generar mayor suspicacia. Más difícil resultaría auscultar sus reportes
de gestión, pero tengo la impresión que sostener que todo lo público
es en esencia ineficiente y lo privado es siempre la mejor opción, es
harto discutible como ya lo demostró la pandemia en sectores como la
salud o la fabricación y distribución de insumos médicos.

Es interesante ver que una necesaria revalorización de la gestión


pública también es parte de la propuesta que plantea un economista
liberal como Piero Ghesi en su libro el Estado Productivo (un oxímoron
para los defensores a ultranza de la C93) y en intervenciones públicas
donde señala que el actual modelo está agotado y que uno de los
actores claves para ajustarlo es el Estado. No habla necesariamente
de más o menos empresas públicas, pero deja abierto un debate que,
tengo la impresión, Mendoza preferiría cerrar anticipadamente.

Al parecer la subsidiaridad del Estado es un punto álgido a discutir. Sin


embargo hay otros, que menciona Francke como el artículo 63 que
establece que “la inversión nacional y la extranjera se sujetan a las
mismas condiciones”, una condición que al parecer ninguna otra
Constitución en la región o de países industrializados señala. Por su
parte, Mendoza teme que los que promueven un cambio constitucional
quieran modificar el artículo 62 que blinda a las inversiones privadas,
sean grandes o pequeñas, de posibles arrebatos populistas que
desconocen los contratos. Sería interesante que ambos ex ministros
de economía, así como otros académicos y gestores públicos de
diverso signo se pronuncien, y empecemos a debatir en serio sobre el
modelo económico que, más allá de llamarlo neoliberal o primario
exportador, es el que nos rige desde los años 90 y que luego de más
de 200 mil compatriotas fallecidos en pandemia, parece estar más que
agotado.

Finalmente, rescato una idea que desarrolla Waldo Mendoza en la


entrevista que le da a César Azabache y que bien puede transformarse en
una pregunta para el debate. Señala el ex ministro de Sagasti que la
actual constitución ha sido exitosa en garantizar el trabajo del MEF y
del BCR. Así se hizo porque el trauma de la hiper inflación y la debacle
económica aprista generaron una conciencia profunda y dolorosa
respecto a que estos organismos debían estar protegidos de
gobiernos irresponsables. ¿Por qué nuestra Constitución no puede
generar una salvaguarda igual de poderosa respecto al servicio de
salud y educación, que tantas vidas y futuros nos han costado en
pandemia? Obviamente, tiene que ser alguna más inteligente que
asignar un determinado porcentaje del PBI a estos sectores. Y si
hablamos de traumas, luego de la debacle de la gestión pública con
Castillo ¿no sería necesario que nuestra constitución proteja y le dé
mayores garantías de autonomía al organismo que vela por la
idoneidad de los servidores públicos, como SERVIR?

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